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Los desiertos que rodean a Egipto fueron una defensa natural del territorio ante posibles
enemigos y también una fuente de recursos minerales (como piedras para la construcción,
metales preciosos y piedras semipreciosas).
El río Nilo atraviesa estos terrenos desérticos de Egipto. Sus afluentes nacen en lagos del
corazón de África y recorren casi 6.700 kilómetros (con seis cataratas en el trayecto)
hasta llegar al mar Mediterráneo. El río corre por su valle hasta la zona de la antigua
ciudad de Menfis y allí se abre en varios brazos, formando un delta. El valle, por la altura
del relieve, se llama "Alto Egipto", mientras que el delta es el "Bajo Egipto".
Los deshielos en las montañas de Etiopía y las abundantes lluvias, producidas allí y en el
nacimiento del río, provocaban una crecida anual que inundaba los terrenos a su
alrededor. Cuando el río volvía a su cauce, en las orillas quedaba un barro muy fértil
(limo) sobre el cual se sembraba. Además de proporcionar este limo rico en nutrientes y
el agua de riego, el río brindaba abundante pesca y la posibilidad de cazar aves en sus
márgenes. También era una vía de comunicación y comercio, recorrido por botes
fabricados con tallos de papiro y barcos de madera con una vela cuadrada.
La religión egipcia
Los egipcios eran politeístas, es decir que creían en muchos dioses. Algunos eran locales,
mientras que otros eran adorados en todo Egipto.
Algunos de ellos eran representados con rasgos animales. Sobek, el dios del agua, como
cocodrilo; Taweret, protectora de las mujeres embarazadas, como hipopótamo; Anubis,
el dios de los embalsamamientos, con cabeza de chacal, y Thot, el protector de los
escribas, con cabeza de un ibis. Otros, por su parte, guardaban similitud con los humanos.
Las principales deidades de Egipto fueron Ra, el dios del Sol (convertido luego en Amón-
Ra cuando se fusionó con Amón, el dios protector de Tebas); Horus, el dios halcón que
representaba el Sol naciente, y Osiris, el dios de la resurrección.
Los sacerdotes eran un grupo muy poderoso. Influían en las decisiones políticas y sus
templos recibían importantes donaciones de los faraones. En el siglo XIV a. C., el faraón
Amenofis IV decidió reducir la importancia de los sacerdotes de Amón. Para ello inició una
reforma de tipo monoteísta: estableció el culto a un único dios, Atón, representado por el
disco solar. Cerró los templos de los otros dioses, abandonó Tebas (ciudad ligada al culto
a Amón) y ordenó construir Akhetatón ("Horizonte de Atón"), en la zona que en la
actualidad es Tell el-Amarna, a 325 kilómetros al norte de Tebas. El faraón redactó un
"Himno al Sol", dios único y creador, que mantenía lo creado y cubría las necesidades de
todos los seres vivientes, e incluso cambió su nombre por el de Akhenatón ("el favorito de
Atón"). También desarrolló una política pacifista y abandonó las conquistas de sus
antecesores.
Pero cuando murió, su sucesor, Tutankhamón, abandonó esta reforma: se volvió al
tradicional politeísmo y le devolvió a los sacerdotes de Amón todo su poder.
El arte en Egipto
El arte egipcio estuvo profundamente influido por el poder político y por las creencias
religiosas, especialmente las de la vida de ultratumba. En el primer caso, podemos
encontrar enormes obras que demuestran el poder del faraón, como gigantescas estatuas
o pinturas que lo representan siempre triunfante. En el segundo caso, encontrarás
templos, tumbas, pinturas, esculturas y toda una serie de obras relacionadas con las
creencias de los antiguos egipcios.
El arte egipcio fue un arte conservador, que varió muy poco a lo largo de milenios.
Existían convenciones, es decir, reglas, que los artistas debían respetar: las figuras lucen
siempre juveniles; los hombres eran representados de un color más oscuro que las
mujeres, no hay perspectiva en las pinturas ni en los grabados, y el cuerpo humano
aparece de forma particular (el torso de frente, las piernas y la cara de perfil y un único
ojo de frente).
Las esculturas de los faraones y dioses lucen rígidas, casi sin movimiento, demostrando,
de este modo, su enorme poder y autoridad. Las representaciones de los personajes
populares, por el contrario, eran más realistas.
El único cambio o transformación en el arte ocurrió durante el gobierno de Akhenatón. El
intento de este faraón de romper con la religión tradicional también trajo consecuencias
en el arte. Por ello, se rodeó de artistas que buscaban, como él, un cambio de estilo:
nacía el denominado "arte de Tell el-Amarna". Los escultores y pintores de esta
revolución artística buscaron representar el cuerpo humano de modo realista, de manera
que los músculos, los huesos y los tendones se notaran bajo la piel. Además, reprodujeron
modelos que no eran jóvenes o bellos, como se acostumbraba, y hasta el propio faraón
fue representado de manera realista, aunque esto no lo favoreciera.
No obstante, esta revolución duró únicamente mientras reinó Akhenatón; después de su
muerte, se volvió a las antiguas prácticas religiosas y el arte convencional volvió a ocupar
su lugar.