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SURGIMIENTO DEL ESTADO MODERNO O ESTADO NACIÓN (ESTADO ABSOLUTISTA), Y SU TRANSFORMACIÓN

EN ESTADO DE DERECHO O ESTADO LIBERAL

Al derecho constitucional le interesa el Estado moderno, el que se conformó en Occidente a partir del Renacimiento. Las
demás formas de organización política, como la polis griega y la civitas romana en la Antigüedad, o la organización
estamental que prevaleció en la Edad Media, son objetos imprescindibles de estudio para la historia de las civilizaciones o
para la historia de las ideas políticas, pero son muy diferentes a la estructura de la organización política que conocemos hoy
en día como Estado.

Hay que recordar que a la caída del Imperio Romano en manos de los invasores barbaros, se derrumbó esa enorme y
poderosa organización política fuertemente centralizada que abarcaba la mayor parte de Europa. El antiguo imperio romano
se diluyó en una gran cantidad de pequeños reinos, ducados y dominios territoriales civiles y eclesiásticos, dentro de los
cuales el político se hallaba repartido entre los diferentes estamentos.

Se suele denominar “Estado estamental” a la organización política propia del Medioevo, aunque en estricto sentido ella no
corresponde al concepto moderno de Estado. Lo que sí es cierto, es que a partir de la sociedad medieval surgió el Estado
moderno.

El Estado moderno como forma de asociación política, es una construcción histórica que se remonta al continente europeo a
finales de la edad media. En la Europa medieval el poder político estaba dividido entre numerosos señores feudales, que
gobernaban pequeños territorios interdependientes entre sí, los reinos y territorios de la Edad Media eran, tanto en lo interior
como en lo exterior, unidades de poder político solo de manera intermitente. Su poder estaba limitado, en lo interno, por los
numerosos depositarios de poder feudales, corporativos y municipales, y en lo externo, por el dominio espiritual de la Iglesia
y por el emperador.

Por otra parte es preciso tener en cuenta, que durante la Edad Media se dio el fenómeno de la expansión material y social
de las ciudades en diversas partes de Europa, y en el seno de ellas, la formación del estamento burgués, conformado
principalmente por artesanos, comerciantes, profesionales, funcionarios y, en general los ciudadanos que desarrollaban
distintas actividades. Por tanto estas ciudades se erigieron en centros de poder económico y en ocasiones político, que por
fuerza o por conveniencia tuvo que ser tenido en cuenta por los reyes, a quienes esta nueva fuerza serviría para sostener la
lucha incesante contra el estamento feudal, el cual, a su turno, entorpecía la expansión económica y comercial de las
ciudades y por ende de los burgueses.

Ello llevo a que muchas de estas ciudades –En Francia, en Inglaterra y en otras partes- se les concediera por parte de los
príncipes bajo cuya soberanía estaban, fueros o cartas de ciudad libre, documentos mediante los cuales se les otorgaba un
amplio margen de autonomía tanto en la conformación de su propio gobierno como en el manejo de sus recursos, la
administración de justicia, el reclutamiento de tropas, el cuidado de los bienes públicos, etc.

Aunque a esos instrumentos no se les dio el nombre de constitución, es evidente que tenían el carácter de tal, localmente
tenían el sentido del concepto de constitución en la edad media.

El surgimiento del Estado en el mundo occidental se dio en medio de peculiaridades históricas, políticas, socio económicas
e, incluso, geográficas, propios de cada país. Pero en todos ellos aparecen como ejes centrales dos procesos
fundamentales que actuaron en forma interdependiente: la paulatina concentración del disperso poder político en centro
únicos de poder y la progresiva sustitución del sistema feudal por el modo de producción capitalista. Se produjo un
importante desarrollo del comercio, y un crecimiento de las ciudades que darían lugar a la economía capitalista (en oposición
a la actividad agrícola y el campo), con la consiguiente expansión y prosperidad de un nuevo grupo social de carácter
urbano y mercantil: la burguesía.

Algunos supuestos históricos fueron:

- La fuerza unificadora de la iglesia: La labor evangelizadora cristiana permitió que aparecieran dos núcleos que
pretendían concentrar bajo su tutela las nuevas formaciones humanas que ocuparon los espacios que antes
pertenecían a Roma, los cuales fueron el Sacro Imperio Romano Germánico y la Iglesia, al frente de los cuales se
encontraban el emperador y el papa. La tensión entre estos dos poderes era constante, el secular y el religioso. Ese
problema no existía en la Antigüedad porque cada polis tenía sus propios dioses y no había una separación
significativa entre los sacerdotes y los gobernantes, al establecerse el cristianismo como una religión universal
monoteísta, la situación cambió.
La Iglesia no reconoció fronteras y actuó como una fuerza unificada y unificadora muy bien organizada, lo que le
permitió adquirir autoridad en un mundo en donde el poder se hallaba disgregado. Le impuso obediencia a todos los
hombres incluido el emperador. Sin embargo las funciones que hoy se le reconocen al Estado como expresión del
poder público, estaban repartidas entre la Iglesia, los nobles propietarios de tierras, los caballeros, las ciudades y
algunos otros privilegiados, es decir, entre los estamentos que conformaban el sistema feudal.
- El aparato militar y la burocracia: Hay quienes sostienen que los orígenes propiamente dichos del Estado moderno
hay que buscarlos en las ciudades-república del norte de Italia en el renacimiento, de donde precisamente proviene
Nicolás Maquiavelo, en cuya trascendental obra El Príncipe aparece por primera vez el término “Estado”, de la
siguiente manera: “Cuantos Estados, cuantas denominaciones ejercieron y ejercen todavía una autoridad soberana
sobre los hombres, fueron y son repúblicas o principados”.
Dicho término designa una realidad desconocida hasta entonces. En el continente europeo, a partir del
Renacimiento, las poliarquías que hasta entonces detentaban y se disputaban fracciones de poder, con un carácter
impreciso en cuanto al territorio que abarcaban, tuvieron que ceder sus pretensiones ante nuevas unidades de poder
reciamente organizadas, con un solo ejercito de carácter permanente, con una única y competente jerarquía de
funcionarios y un orden jurídico unitario, que imponían a los súbditos el deber de obediencia con carácter general, es
decir, ante los Estados.
El primer paso que se dio en esa dirección fue el de la transformación militar. Los antiguos territorios medievales
dependían para su defensa de los caballeros, los que como feudatarios estaban obligados a acudir en defensa del
señor feudal con sus vasallos y subordinados y cubriendo los gastos necesarios. La relativa independencia
económica de los feudatarios no propiciaba lealtad hacia el señor feudal, por lo que éste se vio obligado a crear un
ejército permanente mercenario dotado con poderosas armas de guerra y nuevas tácticas militares, lo que hizo
posible la unidad de poder en lo militar.
Para hacerle frente a los cuantiosos gastos que generaba la nueva situación militar, fue necesario acometer la
reorganización de las finanzas sobre la base de la racionalización de la administración. Apareció entonces la
burocracia, una estructura jerarquizada de autoridades con competencias claramente definidas, dedicadas a tiempo
completo a actividades administrativas y dependientes en lo económico de esas mismas actividades.
Estos funcionarios cooperaban de manera consciente en la formación de la unidad de poder estatal, lo que creó
condiciones para extender la organización a vastos territorios en una progresiva centralización del poder. El príncipe
estuvo entonces en condiciones de establecer un sistema de recaudos bien reglamentado y de imponer a todos los
estamentos la aprobación de tributos generales.
- Transformación económica y codificación jurídica: El proceso de centralización del poder político se fue dando de
manera simultánea con el desarrollo de la formación del sistema de producción capitalista. Se trató de un proceso
interrelacionado. Las nuevas condiciones de concentración del poder estatal hicieron posible una política
mercantilista del Estado, con lo que se fomentó el desarrollo capitalista y se fortaleció el poder político. Ello explica la
estrecha alianza inicial que se dio entre la monarquía y la naciente burguesía, contra la aristocracia feudal y las
formas feudales de producción.
Para el surgimiento del Estado fue necesario superar la disgregación de los ordenamientos jurídicos, puesto que en
cada feudo y en cada estamento regían normas diferentes, lo que generaba una insuperable inseguridad jurídica. La
aparición de un derecho cierto (jus certum) fue posible por la recepción que se hizo en Europa continental del
Derecho romano, obra de los posglosadores (juristas que aparecieron en las universidades del norte de Italia,
Abordaron los textos romanos con mayor libertad, no se proponían explicar la letra sino indagar la razón de ser de la
ley).
La codificación redescubierta permitió la organización de una burocracia encargada de aplicar y ejecutar el derecho,
con lo que se pudo eliminar el derecho del más fuerte, lo que hizo posible la concentración del ejercicio legitimo del
poder físico del Estado.

Paralelamente se descalabró el sistema de organización feudal basado en relaciones de sumisión entre señores y siervos y
se produjo una decadencia progresiva de la antigua nobleza señorial y guerrera, un estamento propio del mundo medieval
cuyo poder, fortuna y prestigio derivaban de la posesión de tierras asociadas a prerrogativas o títulos honoríficos hereditarios
(duque, conde, marques) o concedidos originalmente por los emperadores o reyes por servicios prestados.
La alianza entre la burguesía y la realeza: Como ya se vio tras la caída del imperio romano, por el consiguiente fenómeno de
la atomización del poder en Occidente, por espacio de muchos siglos los monarcas perdieron el poder político efectivo sobre
sus dominios. La antigua legitimidad dinástica o monárquica desapareció de hecho, siendo sustituida por una especie de
legitimidad estamental fáctica. A partir del siglo X en el seno de las ciudades en crecimiento, la clase burguesa, superando el
esquema medieval de una economía de mera subsistencia, inició la acumulación de capitales a gran escala, con lo cual dio
origen a un incipiente sistema capitalista, el cual la llevó, por fuerza de las circunstancias históricas, a concebir una nueva
doctrina económica: el mercantilismo. La teoría mercantilista se basa en la necesidad de que existiera un poder político
efectivo que garantizara la libertad de comercio, de industria, de producción de manufacturas, de fijación de precios, de
oferta y demanda a nivel interno, y protegiera las actividades productivas y el intercambio de la riqueza dentro de un
determinado ámbito geográfico. El mercantilismo aspiraba así a un proteccionismo de Estado para las actividades lucrativas
en un espacio físico amplio, aunque cerrado, que constituiría, con el correr del tiempo, el futuro Estado moderno.

Dentro de ese espacio vive una sociedad con una comunidad de tradiciones, de costumbres, de lengua, de religión, de
propósitos y de aspiraciones, que conformará ese conglomerado que se llamara “Nación”. El mercantilismo fue así un
ingrediente importante para las doctrinas políticas del Estado nacional contemporáneo.

La burguesía aspiraba entonces a erigir grandes Estados, grandes comunidades políticas dentro de las cuales pudiera
circular libremente la riqueza y se pudieran intercambiar bienes y servicios, sin las trabas y obstáculos que implicaba el tener
que someterse a las regulaciones arbitrarias de los señores feudales. Esta aspiración la llevó a apoyar a la realeza en su
lucha por recuperar y afianzar el poder perdido, en una especie de alianza tácita.

Y así, a medida que la burguesía fue expandiéndose y cobrando auge su idea mercantilista, entre los siglos X y XIV, también
fue tomando fuerza la idea de revivir las teorías de la legitimidad dinástica o monárquica, como el medio más eficaz para
conseguir el aglutinamiento en un Estado nacional. La clase comerciante acudió entonces en apoyo financiero de los
príncipes que, a su turno, garantizaban la protección de los intereses y privilegios de esa clase, contra las interferencias
arbitrarias de los señores feudales. Con ese apoyo financiero los reyes pudieron costear sus propios ejércitos permanentes,
mantener una vasta red burocrática dependiente de la corona, encargada del manejo de la administración y el cobro de
impuestos, e imponer su propia justicia. Ejercito, burocracia, finanzas y justicia en cabeza del rey fueron, pues, los
instrumentos económicos y políticos de que se valió la monarquía para sentar las bases del Estado nacional moderno.

La corona concentró varios poderes, disolvió la fragmentación político-territorial de señoríos, condados, ducados y suprimió
la autonomía de las ciudades: la autoridad de los reyes también se consolidó frente a los parlamentos medievales y frente a
la iglesia.
Se amplió el conocimiento científico y técnico y hubo una extensa y rápida difusión del saber gracias a inventos como la
imprenta; así como descubrimientos geográficos trascendentales (el continente Americano, vastas zonas de Asia y África) a
la vez que se renovaron las artes, las letras y la concepción del hombre y del mundo (movimiento conocido como el
renacimiento).

Hacia el final de este periodo los reyes afianzaron su poder, unificaron a pueblos antes aislados bajo un sentimiento de
patriotismo e idioma común, equiparon ejércitos permanentes capaces de repeler invasiones extranjeras, integraron a la
nobleza como parte de la administración real, incrementaron sus riquezas, mejoraron la gestión de sus bienes, posesiones y
finanzas y reglamentaron con mayor precisión un sistema común de tributos y gravámenes.

Instauración de las monarquías absolutas: El hecho histórico de la instauración de la monarquía absoluta tuvo lugar en
épocas y circunstancias diferentes, pero donde primero se instaló fue en Francia con Luis XI (1461-1483) y alcanzó su
máximo apogeo durante el reinado de Luis XIV. En Inglaterra al contrario de Europa la monarquía absoluta fue excepcional,
teniendo en cuenta que el poder real fue sometido a limitaciones desde la carta magna, y la tenaz resistencia del
parlamento.

Del Estado absolutista al Estado burgués liberal: Si bien es cierto que las monarquías absolutas contribuyeron a lograr la
unidad de los Estado nacionales, en lo económico propiciaron su enriquecimiento a través de políticas proteccionistas y
mercantilistas; y en lo intelectual auspiciaron su florecimiento artístico y cultural a través del despotismo ilustrado y de un
prodigo mecenazgo (generoso patrocinio), en lo político y en lo social la concentración de poderes en manos de los reyes, la
falta de limitaciones a los mismos y el ejercicio arbitrario de la autoridad produjeron la reacción en contra del régimen por
parte de sectores cada vez más amplios de la burguesía y del pueblo raso. La revaluación de las teorías del derecho natural,
la penetración de las doctrinas contractualistas, el despertar de los “nacionalismos”, las nuevas concepciones científicas,
económicas, filosóficas y políticas que partieron del siglo XVI con el renacimiento, los grandes descubrimientos geográficos,
la reforma protestante, las revoluciones políticas inglesas del siglo XVII, contribuyeron al surgimiento y difusión de las ideas
liberales y del movimiento constitucionalista del siglo XVIII, que conducirían al cambio de monarquía absoluta por el Estado
burgués liberal, ya fuera con la forma de monarquía limitada o constitucional, o con la forma de república.
El conflicto entre la burguesía y la monarquía absoluta

La burguesía a partir de los siglos XII y XIII, en una alianza tacita con la realeza, contribuyó, en sus propio interés a instaura
el régimen de la monarquía absoluta, proceso que culminó en el siglo XVI, coincidiendo con el Renacimiento y ayudado por
los grandes cambios que trajo consigo.

En el siglo XVI la economía capitalista se había impuesto sobre la producción de mercancías por los artesanos urbanos y el
campesinado feudal. Había aparecido el trabajo asalariado. Hasta entonces, el productor de una mercancía era también su
propietario; a partir de ahora, productor y vendedor serian dos personas diferentes. El producto se convierte en capital y
medio para obtener dinero, la mano de obra se canjea como si fuera mercancía. Con las nuevas invenciones técnicas, esta
evolución condujo a la industrialización, que desplazó el centro de gravedad económico cada vez más hacia los centros
urbanos.

A partir del siglo XVI el absolutismo monárquico concentró en sus manos las dispersas funciones de competencia estatal.
Mediante la economía financiera, desarrollada a partir de entonces, creó, con la ayuda del aparato de funcionarios y los
ejércitos estables, una actividad estatal continuada, de acuerdo con el constante tráfico de mercancías y noticias, que en
siglo XVII daría lugar a la creación de servicios de correos regulares y de prensa informativa. Y de la misma manera como el
funcionario administrativo ya no era el dueño del dinero que gastaba, al trabajador ya no le pertenecían los medios de
producción con los cuales trabajaba. Ambas “empresas”- el Estado y los capitales privados- exigían una organización
estrictamente “racional” del trabajo. Las relaciones entre el poder y los súbditos se convirtieron de personales en materiales,
con lo cual surgió la distinción entre la esfera oficial y la iniciativa privada, entonces se separaron las esferas del Estado y de
la sociedad, adoptándose las codificaciones que garantizaban una cierta seguridad legal.

La burguesía había sido el gran agente promotor del desarrollo económico experimentado por las naciones europeas a partir
del siglo XV. Concentrada en las ciudades y poblados importantes, estaba compuesta básicamente por los comerciantes,
banqueros, manufactureros, unidos a los profesionales –abogados, médicos-, los funcionarios públicos, y otras personas
letradas como los maestros universitarios, los intelectuales y los curas, que también poseían algunos bienes de fortuna y
desempeñaban actividades productivas. No obstante el apoyo inicial brindado por la burguesía a la realeza para consolidar
su poder y unificar al Estado, y los beneficios que aquella obtuvo de la monarquía absoluta, al cabo de algún tiempo, a
medida que las posibilidades de desarrollo económico fueron siendo más grandes, el estamento burgués se enfrentó al
régimen que había contribuido a instaurar. Las razones del conflicto fueron diversas, entre las principales podemos señalar:

- Aunque la nobleza había perdido su función militar, por la creación de ejércitos permanente, y su función
administrativa, por la creación de cuerpos de funcionarios, las barreras estamentales que la separaban de la
burguesía seguían de pie.
- La nobleza estaba exenta de impuestos y toda la carga tributaria pesaba sobre la burguesía, que tenía que sostener
todo el aparato administrativo y, a un costo excesivo, juzgaban a la nobleza de parasitaria, toda vez que para ellos el
trabajo productivo era algo indigno.
- A pesar de que el absolutismo fomentaba las empresas capitalistas privadas, mediante una política económica
mercantilista y proteccionista, el monarca a fin de incrementar sus ingresos ejercía una injerencia considerable en el
proceso económico, reglamentándolo a su favor, lo cual era intolerable para los burgueses.
- Desde el punto de vista político, la limitada igualdad formal de derechos del absolutismo –en oposición al sistema de
privilegios estamentales-, en la práctica significaba que todos los súbditos, sin distinción alguna, estaban
desprovistos de derechos frente al soberano, y que las leyes emanadas de este, regían para todos, bajo un criterio
de igualdad pero en sentido negativo.

Por estas razones económicas, sociales y también políticas se fue formando en la clase burguesa una conciencia crítica
tanto del esquema feudal de la sociedad como del Estado absolutista. Ese antagonismo recibió en los siglos XVII y XVIII,
sobre todo en este último, el decisivo aporte ideológico y filosófico que necesitaba para lograr sus propósitos de conquista
del poder político y del Estado, con el movimiento de la Ilustración.

Inglaterra fue el primer país en el que la burguesía liberal llegó a conquistar el poder político, compartiéndolo con la
aristocracia conservadora. Ello se produjo en la segunda mitad del siglo XVII, como consecuencia de las “revoluciones
políticas”, a través de las cuales el Parlamento, convertido en fortin del partido whig, consiguió imponerse a los intentos
absolutistas del rey, gracias a que la nobleza supo aliarse con la burguesía, formando asi la “alta burguesía” (gentry) que,
sobre todo a partir de la gloriosa revolución de 1688-1689, siguió gobernando de hecho al país. A partir de entonces el
modelo de parlamentarismo -y por ende de monarquía limitada- ingles, junto con sus declaraciones de derechos y las teorías
político-filosoficas de Locke, fueron fuente de inspiración para los liberales europeos, con Montesquieu a la cabeza y,
particularmente, para los enciclopedistas franceses. De los principios e ideales puestos en vigor en Inglaterra se nutrió el
movimiento constitucionalista del siglo XVIII, que enarboló como banderas la limitación al poder de los gobernantes a través
de la separación de funciones, el reconocimiento de los derechos individuales y el principio de soberanía popular.

Los ideales del constitucionalismo liberal se hicieron realidad en la revolución americana, con la instauración del régimen
democrático liberal en Estados Unidos, a partir de 1776, y la necesidad de consagrar todo ello en una constitución escrita
que rigiera la vida del Estado. La vigencia de este régimen en Estados Unidos ha sido, junto con Inglaterra, la más duradera
y estable en el mundo moderno.

Las 13 colonias empiezan a darse constituciones liberales en Pennsylvania (1776), Virginia (1776), Nueva York (1777) y
Massachusets (1780) entre otras. En estas nuevas constituciones se empieza a configurar un nuevo tipo de estado de
carácter democrático porque la soberanía ya no está en cabeza del monarca, sino del pueblo, y que se rige bajo el principio
de Estado de derecho en donde la ley, principalmente la Constitución, limita y estructura los poderes. Se empieza a
establecer de este modo el Estado de Derecho en donde prima el principio de legalidad que consiste mientras los
particulares pueden hacer todo aquello que no les este prohibido en la ley, los poderes públicos sólo pueden hacer aquello
que este establecido en la ley.

En pos de los mismos ideales se hizo la revolución Francesa en 1789, pero el régimen democrático liberal que se intentó
instaurar en el transcurso de ella, no logró afianzarse debido a las profundas convulsiones que sacudieron su itinerario, a la
radicalización de los bandos en conflicto, al régimen del terror implantado por Robespierre (1793-1794) y, en ultima
importancia, a la instauración del imperio bonapartista. Sin embargo, la revolución francesa y sus ideales, plasmados en la
declaración de los derechos del hombre del 26 de agosto de 1789, dieron nueva fuerza al constitucionalismo liberal y a la
lucha por implantar el régimen democrático en el resto del mundo.

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