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Inicio / Catálogo / Freudiana nº 86

Revista Freudiana

Freud por delante de Lacan


Jacques-Alain Miller

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Una intervención diabólica

Pude darme cuenta la vez pasada de hasta que punto la obra


de Michel Foucault les resulta lejana. Constaté con sorpresa y
desagrado lo que cualificaría como educada indiferencia ante
las propuestas con las que preparaba el tema de mi
comunicación. Podría insistir, pero no voy a decirles nada sobre
el coloquio que tuvo lugar el sábado y domingo, a pesar de que
volveré a referirme a la obra de Foucault. No les diré pues nada
sobre el coloquio, aunque rebose para mí de enseñanzas y
constituya un aliciente para lo que me propongo por un camino
que no es el de la filosofía, sin detrimento de que aparezca
como un debate con los filósofos, siguiendo así el camino
trazado por Lacan. Resulta especialmente claro, en lo que
podríamos llamar a la manera de Foucault una arqueología del
psicoanálisis, que el filósofo se aleja de toda referencia filosófica
para tratarla, mientras que la psiquiatría recurre a Descartes y
Kant para congregar y articular las condiciones de posibilidad
del psicoanálisis. Esa interrelación es bastante jugosa.

Hay algo, sin embargo, que quiero compartir con ustedes y es la


alegría que me dio el término de un eminente filósofo, del que
hay que decir que ya con anterioridad se había dejado llevar por
un delirio a partir del psicoanálisis. Fue un delirio a dos. El
término con el que, en un aparte conmigo, cualificó mi
intervención fue el de diabólica. Resulta bastante sorprendente
si se piensa que lo que, tan gentilmente cualificó así, no era otra
cosa más que mi demostración de que la tentativa de Foucault,
para acabar con el psicoanálisis, no tuvo más efecto que el de
hacer estallar el marco del método y de las categorías de lo que
llamó su arqueología. Si digo demostración es porque creo
efectivamente que entra dentro de ese registro. Creo que puede
demostrase que, a partir del momento en que Foucault atacó al
psicoanálisis, su máquina se estropeó.

Es bastante evidente que entre el tomo I y los tomos II y III de


su Historia de la sexualidad 1 transcurrieron ocho años durante
los cuales intentó abordar el problema de cara. Apareció
entonces un trabajo bajo una forma completamente diferente y
sobre una época muy distinta. El historiador de la época
moderna que había sido se vio obligado a transformarse, a
convertirse en historiador de la Grecia antigua.

Resulta bastante instructivo que lo que no es más que un


manejo dialéctico del significante le evoque a un filósofo actual
la acción del maligno. Verifico así, con cierta satisfacción, que
no me hallo en esos círculos filosóficos en olor de santidad,
aunque esté llamado a ello. Lo que rodea mis pasos es más
bien un olor a azufre. El término diabólico me hace pensar que
no hay más que un inocente que pueda decir eso.

Después de todo, y puedo hacerles el cumplido, lo que allí


suscitó una especie de insurrección, aquí no provocó más que
el aburrimiento. Finalmente, ello podría indicar que en tanto que
Otro, ustedes se hallan más avanzados o al menos más
espabilados en lo que a ciertas cuestiones respecta. Bien.

El causalismo de Freud y Lacan


Vayamos ahora a nuestra causalidad. Hoy, y sobre todo dado
que la vez pasada tuve que ir un poco al trote, iré
detenidamente a tratar de hacerles ver a Freud por delante de
Lacan, si así puede decirse, respecto de la cuestión.

Podría pensarse que la posición de comentador de Freud, en la


que Lacan se situó, implica por sí misma que Freud va por
delante de Lacan, como el original está siempre antes que el
comentador. Siempre podría decirse eso. Sin embargo, me
parece que a partir de un cierto momento, que podemos
localizar, Lacan fue por delante de Freud. Así lo quiso en todo
caso. De todas formas, hoy les hablaré de lo que me parece
que muestra indiscutiblemente todavía a Freud por delante de
Lacan, es decir, que se puede indicar en Freud lo que en la
reformulación de Lacan falta.

A este respecto, eso nos muestra también a un Lacan retrasado


en relación a Lacan, es decir que se esfuerza ante nuestros ojos
en alcanzarse a sí mismo, en abordar las consecuencias de lo
que propuso inicialmente. Por este motivo iré paso a paso en
referencia a los Escritos 2 y ello nos permitirá seguir el camino
que les aportará una lectura que quiero transmitirles, dado que
a mí me ha resultado clarificadora.

Llamé su atención sobre lo que la relación de causalidad implica


de específico en el psicoanálisis a partir del momento en que
Freud inicia su andadura y les indiqué como horizonte de dicho
tema que en definitiva Lacan generaliza el concepto, dado que
llega a formular un axioma que valdría para toda relación de
causalidad, a saber: que supondría una implicación subjetiva.

Indiscutiblemente el término de causalidad forma parte del


vocabulario de Lacan. Pueden seguirse sus avatares desde la
causalidad psíquica hasta el objeto a, llamado causa del deseo.
Dicho término se perpetúa en la expresión “Causa freudiana”.

Su omnipresencia la podrán ver quizás aún mejor en su


enseñanza si, como es legítimo, se fijan no solamente en el
término causa, sino también en el de efecto. Muchas fórmulas
de Lacan que han pasado al uso común son causalistas por el
solo hecho de que se expresan explícitamente con la palabra
efecto. Nadie pondría en duda que el término efecto remite a la
de causa. Nos damos así cuenta de que el causalismo es una
constante en la enseñanza de Lacan.

Creo que es también indudable que dicho causalismo remite a


los orígenes mismos del descubrimiento freudiano y que el
encuentro de Freud con la histeria, del que se ha hecho a
menudo la chispa que dio origen al psicoanálisis, se produjo en
el hilo de la búsqueda etiológica de Freud, es decir, en la
búsqueda de las causas, en el intento de elaboración de una
causalidad propia de la psicopatología. Como ya indiqué, fue en
el registro, en el marco de las ciencias naturales, es decir, de las
ciencias que se fundamentan en la relación de causalidad,
donde nació el psicoanálisis y no por accidente. No surgió en el
campo de la hermenéutica, de la interpretación.

Debe decirse que Freud no inició su camino a la búsqueda del


sentido, sino de la causa. Me parece que eso sigue siendo
determinante hoy en día en el ejercicio del psicoanálisis. Es por
ello por lo que el psicoanálisis no es una hermenéutica.

Puede resumirse el aporte de Lacan al psicoanálisis diciendo


que lo llevó desde las ciencias de la naturaleza a las del
espíritu, que se acabaron convirtiendo en las ciencias humanas.
Se vio enseguida, y él el primero, que no se trataba de eso y
precisamente a partir de lo que Foucault, por otra parte, tomó
justamente como referencia para Las palabras y las cosas, 3 el
hecho de que el psicoanálisis, que parece pertenecer a las
ciencias humanas, disuelve de facto la noción misma de hombre
que dichas ciencias suponen. Esa es la base por la que indiqué
que su arqueología de las ciencias humanas de 1966 no
pretendía en absoluto ser una arqueología del psicoanálisis.
Bien al contrario, el psicoanálisis fue para él el punto de apoyo
para todo su esfuerzo en ese momento. Incluso, aunque no cite
ni una sola vez el nombre de Lacan, fue el psicoanálisis en su
versión lacaniana lo que constituyó para él el punto de apoyo
exterior o límite para considerar como a un todo, un todo
acabado, un todo que pertenecía a una época periclitada, a las
ciencias humanas.

Si no basta con resumir la trayectoria de Lacan como paso de


las ciencias de la naturaleza a las del espíritu es porque al
desplazar el psicoanálisis al registro del sentido, tal como
expone en su primer Seminario, 4 dicho desplazamiento no
elimina para él la noción de causa y porque la búsqueda de una
causalidad propia en el registro del sentido lo anima desde el
inicio.

Su objetivo es el contrario a la dejación consistente en pensar


que, a partir del momento que se entra en el registro del
sentido, se abandona la ciencia. A diferencia de dicha dejación,
lo que se propone desde el inicio es por el contrario permanecer
en el registro del sentido con el sentimiento, el método y el
objetivo propiamente científicos. Desde esta perspectiva, y creo
que todo el mundo está convencido de ello, está por demás
reducir lo que Lacan hizo a haber llevado la lingüística al
psicoanálisis o a haber hecho que se percibiera que en Freud
se trata del lenguaje. No es ese el caso, y lo que simplemente
querría indicar hoy es que en Lacan la lingüística está al servicio
de la etiología.

La transformación de Saussure que Lacan llevó a cabo


sorprendió porque podían encontrarse por una parte los
términos, las referencias, que habían empezado a ser
conocidas en esa época y a un mismo tiempo, por otra, una
especie de Saussure demoníaco, si se me permite.

La transformación lacaniana de Saussure es precisamente que


lo primero que se encuentra en Saussure es una distinción entre
el significante y el significado, un paralelismo entre dos órdenes
distintos. La segunda transformación es concretamente
establecer una relación de causalidad en el seno, en el medio
de dicha distinción, entre el significante y el significado. La
operación de Lacan en Saussure es exactamente la
reintroducción de la causa en el registro de la lingüística. Lo que
les quiero decir es que al tomar como tema la causa nos
encontramos con el punto absolutamente decisivo de la relación
de Lacan con Saussure.

Simplifiqué la etiología freudiana mostrándoles que implicaba


una doble causa con el síntoma como tercero, de manera que
pueden ponerse esos tres términos en una línea: la causa I, la
causa II, el Σ del síntoma. Puede así darse a la causa I la
significación del trauma sexual que determina sobre todo una
fijación, a la causa II, de acuerdo con lo que dice Freud en su
Carta 46 5 por ejemplo, la del despertar del recuerdo de dicho
trauma, la de determinar la represión, y finalmente al síntoma la
significación del retorno de lo reprimido.

Les recuerdo que pueden seguirse en Freud las variaciones a


propósito de la cuestión de saber cual es la causa que prima.
En lo que se reunió bajo el título de la Naissance de la
psychanalyse, 6 la causa que prima sin ambigüedades es la
primera. Es ella la que lleva a la represión. En un segundo
momento de la obra de Freud, patente en su tercera parte del
caso Schreber 7 en que se encuentran las tres fases de la
represión, la causa que prima es al contrario la represión y el
trauma queda atrás como precursor.

Fijación y represión

Llegué hasta ahí, hasta ese par de fijación y represión que debe
decirse que nos proporciona un principio de lectura de la obra
de Freud. 8 Hay que seguir viendo cómo aparece ese par en
diferentes momentos de dicha obra. Debe notarse también que
el problema de la articulación de esos dos términos intensifica el
de la relación entre teoría sexual y la interpretación, es decir,
dicho de otra manera, el de la articulación entre las pulsiones y
el inconsciente. Lo diré aún de otra forma que esta vez es la
nuestra puesto que es la de Lacan: intensifica el problema de la
articulación entre una inercia, la de la fijación, y el
desplazamiento. Es decir y en definitiva, para escribirlo con los
matemas de Lacan, la articulación entre el objeto a y el S/.

Si hay que hacer en Freud una arqueología de esos términos,


en primer lugar debe recurrirse a la fijación y la represión que
están explícitamente relacionados en su obra.

¿A partir de qué la articulación entre fijación y represión resulta


problemática? Ha sido un problema para Freud mismo y para
todo el mundo, para todo psicoanalista que se ha esforzado en
pensar la experiencia psicoanalítica en los mismos términos de
Freud. Lo que diferenció a Lacan fue darse cuenta y explicitar la
razón por la cual aparecía el problema. Puede decirse que los
demás habían sufrido el problema sin llegar a tematizarlo.

Incluso a primera vista, fijación y represión son dos términos


heterogéneos. Cuando Lacan en relación a la articulación entre
el a y el S/, de su articulación en la fórmula del fantasma que
viene marcada por la múltiple relación (◊), diga que esa relación
es entre términos heterogéneos, a y S/ , no hará nada más que
repercutir lo heterogéneo que hay entre la fijación y la represión.
¿En qué consiste esa heterogeneidad?

Lo que Freud denomina fijación aparece de entrada, si puede


decirse así, como un hecho relativo a la sexualidad y lo que
llama represión, dicho brevemente, es ante todo un hecho de
interpretación, es decir, se aprehende a partir de la
interpretación en tanto que lo dicho adquiere otro sentido. La
represión se pondera en la interpretación, mientras que para el
concepto de fijación no se trata en absoluto de eso. En Freud y
de forma muy precisa, la fijación se rige por el desarrollo, por la
maduración del individuo y no puede ser implicada en la
relación de causalidad como causa primera más que en la
medida en que apunta a un cierto “dejar atrás” con respecto a la
norma del desarrollo. La referencia es la noción de un desarrollo
regido por una norma, mientras que el concepto de represión no
pertenece en absoluto a este registro. La represión es un hecho
de interpretación y el debate se plantea en términos de verdad,
de verdad oculta que aparece.

El hecho de sexualidad en cuestión está relacionado, para el


primer Freud, con un incidente sexual, con algo que se produjo
y que viene a perturbar el normal desarrollo, por ejemplo la
seducción, es decir que en un momento dado el individuo fue
tocado donde y cuando no se debía por quien tampoco debía
hacerlo. Se trata de un incidente. No hace ninguna falta creer
que la etiología es una disciplina abstracta. Freud lo tomó de lo
que sus pacientes decían y no hay que hacer un gran esfuerzo
de imaginación para concebir y validar lo que corresponde a la
experiencia.

He hablado de tocamientos, pero puede también tratarse de


algo visto cuando no se debía por parte de quien no debía.
Desde esta perspectiva hay heterogeneidad entre fijación y
represión. Un debate propio del psicoanálisis es si dicha
heterogeneidad debe ser reducida en el plano teórico o si debe
mantenerse. ¿Hacer la teoría de la experiencia es reducir esa
heterogeneidad entre fijación y represión o es, por el contrario,
mantenerla?

¿Cómo se caracterizó Lacan al principio de su enseñanza


propiamente dicha, es decir de su informe de Roma en 1953?
Aunque tal enseñanza comenzó en 1953 ya saben que había
tomado antes esa dirección. He distinguido un primer Freud de
un segundo y voy a hacerlo también con Lacan. El primer Lacan
se caracteriza por el esfuerzo de pensar la fijación a partir, no
del desarrollo, sino de la interpretación. Incluso diría que es eso
lo que marca su propio acento en el informe de Roma, en el
informe sobre Función y campo de la palabra y el lenguaje. 9
Puede decirse que es eso lo que distingue su particularidad con
respecto a Freud. Diría que se trata de un escrito homogéneo.

Lacan se vio evidentemente llevado a ello por su abordaje, en el


fondo constante, que definió su posición con respecto a Freud y
que consistía en pensar todos los términos y articulaciones de la
teoría freudiana a partir de la experiencia analítica entendida
como constituida. Espero haber hecho comprender ya que
Freud no pudo, de entrada y quizás tampoco nunca, pensar sus
elaboraciones teóricas íntegramente a partir de la estructura de
la experiencia analítica, a causa de que fue él su inventor. Sus
elucubraciones tóricas precedieron el hecho del psicoanálisis.
Fue a partir de sus elucubraciones que se estableció el
psicoanálisis. Es sencillamente el primado de la estructura de la
experiencia en Lacan lo que determina su posición en relación a
Freud. Lacan reconsidera sistemáticamente todos los términos,
referencias y articulaciones de Freud a partir de dicho primado.
Eso nos evita, por ejemplo, considerar a Tótem y tabú 10 como
una contribución a la antropología. Lacan llega a descifrar esa
obra freudiana mostrándonos cómo, bajo una forma mítica,
comenta un punto que encontramos en la experiencia
psicoanalítica y que resulta problemático. Se trata por, otra
parte, de la razón por la cual el psicoanálisis no puede ya ser
presentado por Lacan como una técnica, aunque lo sea en
ocasiones, sino fundamentalmente como una experiencia.
Debemos pues ver cómo se lleva a cabo esto en el caso al que
nos referimos, el de la articulación entre fijación y represión.
¿Cómo pensar la fijación a partir de la represión, es decir de la
interpretación?

En un sentido Lacan, tanto el primero como el segundo, no cesó


nunca con toda seguridad de pensar la fijación a partir de la
interpretación. Se trata de un término amplio porque el objeto a
mismo, de alguna manera, es una función de interpretación. A
fin de cuentas me ciño a eso. ¿Qué implica pensar la fijación a
partir de la interpretación?

No hay relación sexual

No les parecerá sorprendente que en este avance paso a paso


formule en qué consiste pensar la fijación a partir del sentido.
Podría incluso decirse que ello nos lleva a considerar la
sexualidad misma desde el sentido, lo que, finalmente, podría
conducirnos al término de sensualidad, como se dice. En el
paso siguiente, sin embargo, lo que implica sobre todo es
pensar la causa misma a partir del sentido, dado que la fijación
freudiana es la causa primera.

¿Cuál es entonces el estatuto del trauma? ¿Es una herida


puesto que es eso lo que significa trauma, tiene el estatuto de
herida sexual?

Para impulsar este esfuerzo paso a paso, que lo es de precisión


por mi parte, puedo perfilarles ya una gran perspectiva a partir
de la cuestión de saber cual es el estatuto del trauma. La línea
clásica, la que se considera ortodoxa en psicoanálisis, consiste
en buscar siempre la herida antigua, en pensar totalmente el
trauma en el orden diacrónico, de lo que pasó antes, una vez, al
individuo. Se abre así el camino a una búsqueda diacrónica que
pone en primer plano a la rememoración. El abordaje de Lacan
ciertamente, el que nos hizo ver en Freud, consiste
fundamentalmente al final, no inmediatamente, en tratar el
trauma como “trouma”. 11 Ese es su neologismo. Es decir, se
trata de situar el traumatismo sexual no en la diacronía, sino en
la sincronía. Cuando al final de su enseñanza Lacan llega a
formular que no hay relación sexual, nos ofrece la fórmula
sincrónica del traumatismo. La versión última del traumatismo
sexual en Lacan es ese “No hay relación sexual” que nos da de
alguna manera el axioma de los traumatismos. Evidentemente
eso no permite saber cuándo, cómo ni con quién se produjo o
se producirá el traumatismo, solo nos asegura que habrá uno y
que de todas formas hay uno.

“No hay relación sexual” significa que no existe una buena


relación del sujeto con la sexualidad. De todo encuentro con la
sexualidad, primer encuentro, el sujeto no puede hablar más
que en términos de mal encuentro, aunque estuviera
especialmente exaltado. No se trata forzosamente de una
tonalidad de asco u horror en el encuentro. Por supuesto, si
parece exageradamente excelente, todo otro encuentro
resultará fallido en comparación.

Lo que el “No hay relación sexual” dice es que de cualquier


forma hay algo traumático, y que es a la pata coja como el
sujeto entra en la dimensión de la sexualidad.

La idea de una historia de la sexualidad no se ha hecho para


espantarnos, sino que si existe es porque, dado que no hay
relación sexual, lo que encontramos en su lugar es invenciones
sociales de la relación sexual en cuyo seno tiene el sujeto que
situarse, que hacer su pequeña invención propia, que además
en general se aparta de la invención social.

Cuando puse el acento en la arqueología religiosa del


psicoanálisis en Foucault, oponiéndole la científica de Lacan, se
me objetó en aquella ocasión que se trataba menos de religión
que de prescripción. Pero es que esa es la cuestión, cuando se
trata de la sexualidad nos referimos siempre a las
prescripciones del amo, hay en todo caso siempre un amo que
prescribe lo que debe ser la relación sexual sobre el fondo
justamente de ese “no hay”.

El axioma “no hay relación sexual” es lo que da razón de lo que


se observa también y se constata en la experiencia analítica y
que podría cualificarse como desproporción entre la causa y el
efecto. Por otra parte, a partir del momento en que se trata de
desproporción y por razones de estructura, está en juego la
causa. Lo que veremos en la relación de causalidad es que hay
precisamente una falta de proporción entre la causa y el efecto.
Dicha desproporción la encontramos en todas las inflexiones de
la experiencia analítica. Lo que hace evidentemente vacilar al
sentido común ante los informes de la experiencia es por qué el
hecho, por ejemplo, de haberme acostado en la cama de mi
padre me habría arruinado para siempre mi sexualidad. Para
otro será el haberse acostado en la cama de su madre, o haber
visto desnudos a su padre o su madre, o el no haberlos visto
nunca desnudos. Para uno será haber sido acariciado y para
otro no haberlo sido nunca. Se trata de ejemplos de lo inasible
de la relación entre la causa y el efecto cuando hablamos de la
dimensión sexual, tal como es captada en la experiencia
analítica.

El axioma de Lacan “No hay relación sexual” es lo que nos


simplifica el trabajo de concebir la relación de causalidad en la
dimensión sexual.

Dicho axioma, como ya saben, tiene efectos sobre la


significación de la castración que es “no tengo lo que hace falta”
a nivel genital, es decir, al nivel de la relación con el Otro, no
tengo lo que hace falta para hacer existir la relación sexual. Es
el valor de una de las significaciones del matema de Lacan -φ
que se refiere al falo en tanto que imaginario y que es
exactamente lo que haría que hubiese relación sexual. Por otra
parte es precisamente así, dando un salto, como puede
distinguirse el falo simbólico que no es el que haría que hubiese
relación sexual, sino que designa la función por la que el sujeto
se relaciona con la sexualidad, es decir con la falta de relación
sexual.

Todo esto como pequeña reseña de lo que está claramente


presente en esta cuestión del estatuto del traumatismo. ¿Qué
ocurre sin embargo si tratamos de captar el trauma a partir del
sentido? Pues bien, lo concebimos como un hecho de historia.

Trauma y sentido

Procedamos lentamente para llegar a alcanzar el valor, extraer


el jugo, de esa noción de hecho de historia. La primera
enseñanza de Lacan presenta justamente la experiencia
analítica misma como una historización. Hasta variar y llegar a
decir, como ya saben, todo lo contrario al final de su enseñanza,
es decir, que si hay algo a lo que no hay ciertamente nunca que
aproximarse es a la historia. Ya lo he indicado, las polémicas
esenciales de Lacan son las que mantiene consigo mismo. Son
las únicas, cabe decir, que resultan interesantes. No se trata de
imputar al otro que no entiende nada, sino de darse cuenta uno
mismo que no comprende nada. Esa es la disciplina propia del
levantamiento de la represión. No hay nada más saludable, por
ejemplo, que releer a Freud partiendo del principio de que no se
entiende nada de los textos ya leídos, comentados o explicados.
Es una disciplina, incluso una ascesis, consistente en situarse
en el lugar de estar de nuevo ante un problema.

¿Qué es pues un hecho de historia? Es de forma negativa como


podemos abordarlo. Un hecho de historia es un hecho que no
sería bruto, es decir que tendría en sí mismo un sentido. Aún
más y eso me parece que es el núcleo de la cuestión, un hecho
es un hecho de historia a partir del momento en que lo tomamos
en tanto que vivido como y con sentido. Si tratamos de tomar el
trauma y la fijación subsiguiente a partir del sentido, a partir de
una vivencia, de algo vivido por el sujeto con un sentido que en
el fondo tiene, la represión entonces en sí misma tiende a
reconocerlo o censurarlo. La represión se convierte en
equivalente a la censura del sentido a la que se opone su
levantamiento en tanto que reconocimiento de dicho sentido.
Precisamente porque piensa el psicoanálisis dentro del registro
de la historia, para el primer Lacan lo reprimido es del orden del
sentido.

Vemos lo que implica esta teoría de la fijación. Como ya he


dicho de forma rápida, implica que la fijación sea, en términos
de Lacan, estigma histórico. Estigma es un término
excelentemente elegido. En francés 12 designa las heridas, las
marcas, las huellas, las cicatrices, las trazas. Eso tiene
repercusiones sobre el término trauma y a su vez esa es la
cuestión, es así como Freud habitualmente se refiere a la
fijación, habla de punto de fijación. El término estigma traduce
pues muy bien lo que Lacan quiere decir. La fijación es
entonces un fenómeno de sentido, designa un sentido que fue
determinante, causal en la historia del sujeto.
Puede apreciarse bien el valor operatorio muy preciso que tiene
el término de histórico bajo la pluma de Lacan. Se opone
exactamente a biológico. Un hecho de historia es exactamente
lo opuesto a lo que sería un dato biológico o físico. Resulta claro
que la historia se opone a desarrollo, como el hecho bruto al
histórico. A partir de aquí lo que resulta propiamente fijado es un
sentido. El traumatismo es el de un sentido. Por eso Lacan
puede poner en imágenes la fijación a partir de la palabra
“página”, tal como se dice de páginas de historia o de gloria.
Habla de “página de vergüenza que se olvida o se anula, o
página de gloria que obliga”. 13

Puede apreciarse con claridad una implicación del sujeto en la


relación de causalidad. El sujeto se halla implicado en la
relación de causalidad a partir del “vivido como”. Es para
nosotros aún hoy una expresión, un abordaje de las cosas, que
sigue siendo completamente habitual y que incluso se ha
convertido en uso corriente. Ese “vivido como”, que tiene
ciertamente su origen en el terreno de la fenomenología, ha
pasado íntegramente al discurso común.

Si el sujeto está implicado en la relación de causalidad es a


título de sujeto del sentido. A partir del momento en que se dice
sujeto del sentido no se distingue de una subjetividad. Hay que
destacar que al inicio de su enseñanza no hay para Lacan
antinomia entre el sujeto y la subjetividad, sino que por el
contrario se superponen. Incluso si parecen no coincidir
exactamente, al leerlo de cerca en la forma en que usa los dos
términos, se superponen. El sujeto es pensado a partir de un
“tiene sentido para él”. Es la instancia que permite decir que
tiene sentido para él.

Lo que esto quiere decir es que tenemos a un sujeto


completamente solidario del significado. Justamente ello
permitirá a Lacan, al llevarlo al límite, substituir el término sujeto
por el de significante, con gran sorpresa general. Sin embargo,
el hecho de que el sujeto sea el del significado es lo que hace
impensable, o en todo caso inhallable salvo error por mi parte,
la noción de un sujeto del significante en el informe de Roma.
¿Qué quiere decir la noción de historización primaria? En primer
lugar que el sujeto procede de la historia y en ningún caso del
desarrollo. El sujeto vive completamente en el elemento de la
historia y no en un desarrollo biológico. Ello significa que incluso
la interpretación es primaria, es decir que toda vivencia es un
“vivido como”. Toda vivencia es inmediatamente una
interpretación de lo vivido. Desde esta perspectiva todo tiene
sentido para el sujeto del sentido.

Correlativamente a la interpretación primaria hay también, cabe


decirlo, una alteridad primaria, es decir, que no hay sentido para
el sujeto más que si tiene sentido para otro. Es esa relación con
el Otro la que puede ser de agresión, seducción o
simbolización, de acuerdo con los términos enumerados por
Lacan.

Podemos ver ahí la conexión e incluso la homogeneización de


la que hablaba, de la fijación y la represión. Lo que es reprimido
es fundamentalmente el significado. Por este motivo puede
Lacan en esos momentos decir que el síntoma es “significante
de un significado reprimido para la conciencia del sujeto”, como
evoqué rápidamente la vez pasada. Sin embargo, lo que se
aprecia a lo largo de todo el informe de Roma es que el misterio
es, en definitiva, saber cuál es la instancia que reprime, cual es
la causa de la represión. A partir del momento en que la fijación
es entendida como un sentido, la causa de la represión resulta
cuanto menos muy imprecisa y ahí es donde le doy todo su
valor a lo que cité rápidamente hace un momento: “Página de
vergüenza que se olvida o se anula, página de gloria que
obliga”. ¿A quien se refiere ese “se”? ¿Qué es ese impersonal
sino la traza de una vacilación en la pluma de Lacan frente a
decir que es el sujeto quien olvida y anula, es decir en definitiva
frente a referir la represión o la forclusión, puesto que también
está el término anular, a una posición subjetiva?

Se pone de manifiesto en todo esto en qué sentido Freud va por


delante y en qué sentido surge de Freud que Lacan llegue al
objeto a. La causa de la represión es apuntada por Freud de
forma no equívoca y es precisamente lo que les indiqué a partir
de su texto de la Carta 46 14 bajo el término del excedente de
sexualidad. La tesis de Freud y se trata de una tesis sobre la
causalidad de la represión, es que es causada por el despertar
de un excedente de sexualidad (sexual über). Al suscitar dicho
excedente una defensa, se produce la represión. No se trata de
la página de vergüenza que se olvida o se anula, sino del
excedente del que uno se defiende.

Por ese camino Lacan llegará a reconocer que el sujeto no es


nada más que una defensa, que se constituye primordialmente
como una defensa, como un “no”, como una cierta negación. Ya
saben que Lacan empujará la negación hasta llevarla a la
elisión. Todo ello dentro de la línea de la articulación freudiana:
hay un excedente de sexualidad del que uno se defiende. Es
decir que el sujeto, en tanto que sujeto de la represión, es
introducido a partir de la defensa. Lo que S/ escribe no es otra
cosa más que esa defensa, que el sujeto como defensa en
relación al a al que damos aquí el sentido de excedente de
sexualidad. La tesis de Lacan del sujeto partido, escindido por el
objeto a, que parece extravagante y cabalística, es la traducción
más precisa en matema de la tesis freudiana del excedente de
sexualidad como determinante de una defensa.

Lo repito aquí para indicar de una manera sensible y creo que


irrefutable que Freud va por delante de Lacan, pero también
para que se vea en un salto que el axioma que recordaba, “No
hay relación sexual”, quiere decir que siempre hay traumatismo,
que siempre se pasa mal con ello. Pueden, a partir de ese
axioma, poner en serie lo que llega al análisis, como anécdotas
por supuesto, como cosas que pasaron. Si llega así es que se
ordena por dicho axioma.

El excedente de sexualidad y lo “vivido como”.

El axioma “No hay relación sexual” es correlativo a un segundo


que dice que hay siempre un excedente sexual. Es
precisamente a partir del hecho de que no hay relación sexual,
es decir que la sexualidad tiene la significación de la castración,
que hay siempre un excedente sexual. Es lo que Lacan escribió
a/-φ. Creo que los que quizás no están habituados a manejar
estas letritas y no pienso más que en ellos, con estas pequeñas
indicaciones tienen ya como orientarse. Si el -φ, es decir la
castración imaginaria, traduce el “No hay relación sexual”, la a
corresponde a lo que en el texto de Freud, vayan a verlo, es el
excedente de sexualidad como causa.

La sexualidad se presenta en su totalidad con el estatuto de un


excedente, el goce aparece como cantidad suplementaria.
Cuando Lacan diga que el goce es fundamentalmente un plus
de gozar en la experiencia analítica, es decir un suplemento
para el significante, sobre lo simbólico, y que debe para ello
buscar una letra diferente a la del significante, esa a que parece
enigmática, intenta traducir a su manera el estatuto del
excedente de sexualidad que hay siempre.

Añadiría aún, dado que estoy haciendo la lista de los déficits de


Lacan en relación a Freud en el momento en que inaugura su
enseñanza, que hay algo que no encuentra su lugar en el
informe de Roma y es la noción misma de retroacción que no
ocupa un lugar convincente, si pensamos que el hecho siempre
está ya dotado de sentido. Freud, en su Carta 59, 15 se halla
por delante de la teoría de Lacan cuando dice que “Me refiero a
las fantasías histéricas, que, según veo, por lo general se
remontan a las cosas que los niños oyeron en época temprana
y sólo con posterioridad (nachträglich) entendieron”. En esta
simple puntuación de Freud está ya básicamente implicado el
estatuto de la retroacción: El sentido no aparece más que de
forma retroactiva y por lo tanto diferencia claramente un estatuto
del significante como disjunto del significado. En el fondo, toda
la primera teoría de Lacan no da lugar a esa disyunción y se
trata de algo totalmente determinante.

Con respecto al excedente de sexualidad pueden añadirse las


dos vertientes en que Freud lo distribuye y que aparecen en la
Carta 29: 16 “Sospecho el hecho siguiente: que la histeria está
condicionada por una experiencia sexual primaria (anterior a la
pubertad) acompañada de repulsión y susto, mientras que la
neurosis obsesiva estaría condicionada por la misma
experiencia pero vivida con placer”.

Ya saben que si se establece una relación entre el excedente de


sexualidad causa de la represión y lo que para Freud es el
incidente sexual primario, se obtiene en efecto esa distinción
entre la histeria y la neurosis obsesiva de acuerdo con el
displacer o el placer, cuyas consecuencias en la dialéctica
subjetiva son muy complejas.

El encuentro displacentero de la sexualidad en su vertiente


histérica parecería tener que ser la causa de que se quisiera
que el Otro se alejara, cuando, como ya saben, por el contrario,
se invierte en insatisfacción. Es incluso en este sentido, cuando
se quiere hablar del establecimiento de la relación con el Otro,
que entre nosotros nos referimos a la histerización. El displacer
en el nivel del goce se traduce por la insatisfacción en el deseo,
por un “¡No suficientemente!”, por un “¡Aún más!”. En la
neurosis obsesiva, en la que el encuentro con la sexualidad es
placentero, acompañado de un placer suficiente, que debería
implicar un “¡Bienvenido!” al Otro, se traduce contrariamente por
un agujero que suscita fundamentalmente un “¡Suficiente!”,
“¡Basta ya!” Puede, por otra parte, enriquecerse este “¡Me
basta!” con toda una gama de sentidos. No solo con la
impaciencia. Es una fórmula de separación del Otro que quiere
demasiado. El “¡Me basta!” está también en el principio de la
retención por la cual se explicaba ya antes la avaricia obsesiva.
Se trata de una forma de aproximación a partir de la teoría del
carácter a ese “¡Me basta!” fundamental. Se puede también
abordar en el carácter por el rasgo de orgullo de no tener que
demandar nada porque se tiene suficientemente.

He hecho este breve excursus dado que quisiera tratar la teoría


del “vivido como” y sus consecuencias en la teoría de la
causalidad. Les muestro por qué esa teoría del “vivido como” no
le da de hecho un verdadero estatus a la retroacción.

Si he podido anteriormente aplicar dicha teoría al esquema de


retroacción de Lacan es sin duda porque se puede situar a partir
de ella, no propiamente una retroacción, sino lo que podemos
llamar una retroversión a partir de un Otro que es el del sentido.
Es algo similar al esquema retroactivo de Lacan pero que no
llega a serlo verdaderamente. Se trata de una retroversión que
busca que lo que el sujeto vive como un sentido debe también
ser reconocido por el Otro, de la exigencia de que el sentido del
uno sea reconocido por el Otro que puede traducirse por un que
el sujeto del sentido debe ser reconocido por el Otro.

El reconocimiento como causa


El sentido tomado como causa está relacionado con y es
solidario de la teoría del reconocimiento, que aspira a que lo
esencial de esa dialéctica sea precisamente el “reconocimiento”,
que adquiere entonces el estatuto de una determinación
fundamental de la causalidad analítica. Es el reconocimiento o
el “reconosentido” 17 lo que aparece como principio de la
causalidad psíquica. Hasta tal punto que se obtura el acceso a
toda teoría del objeto que sea consecuente, dado que implica,
en los propios términos de Lacan, que el primer objeto del
sujeto es ser reconocido por el Otro. Lo que un sujeto puede
buscar en el Otro es esencialmente el reconocimiento. Puede
decirse que la agalma transferencial, tal como Lacan la sitúa en
el informe de Roma, es el reconocimiento, el reconocimiento del
Otro. Es lo que el sujeto busca en el Otro y lo que le liga a él.
Tiene pues una función de agalma.

Sin duda para Lacan hay que dar cuenta de la fijación de un


sujeto a otro, de lo que establece, mantiene, hace perdurar la
relación entre un sujeto y otro. Es una cuestión del tiempo del
análisis, que el primado de la experiencia pone de relieve.

Podría decirse que toda la teoría del psicoanálisis debe


responder a la cuestión de cómo cualificar al objeto incluido en
el Otro, al que liga al sujeto a ese Otro que es el analista. Lo
que Lacan formalizará como objeto a, el primer nombre que
recibirá en su enseñanza, es el de reconocimiento. Se entiende
entonces que la fórmula del deseo en Lacan, ciertamente
hegeliana, se inscribe en la lógica propia de ese momento. El
deseo es fundamentalmente un deseo de reconocimiento, es
decir, la causa del deseo es el reconocimiento.

Cuando Lacan habla de causa del deseo nada impide


interpretar que se refiere a esa problemática causalista cuyos
últimos desarrollos ya conocen. Bien al contrario, todo conduce
de entrada a interpretarlo así. La relación entre los términos
causa y reconocimiento no creo que sea ninguna conjetura, sino
algo irrefutable. Lean sino el principio de la segunda parte del
informe de Roma.

En este sentido puede decirse que lo que está casi


completamente ausente, en ese momento tan homogéneo de la
enseñanza de Lacan, es la temática del goce. Lo que aparece
como causa del deseo no es el goce en más, ni el excedente de
sexualidad, sino un sentido pendiente, en curso de ser
reconocido. Puede entonces entenderse la doctrina de la cura
que se deriva, que hay represión en la medida en que el sujeto
no ha reconocido un sentido a causa de que el Otro no lo ha
hecho y que el analista viene al lugar del Otro, que sabrá
reconocer ese sentido y, en consecuencia, levantar la represión.

La causalidad significante

Hará falta nada menos que el paso dado en La instancia de la


letra para introducir una nueva teoría de la causa cuyos
elementos serán completados y definidos, pero no negados
como en el informe de Roma. Dirigí mis pasos hacia allí cuando
hablé de hitos en la enseñanza de Lacan al inicio de esta serie
de clases. Recupero mi camino y espero poder abordar lo
concerniente al tema de la causa de una manera que me
permita leer a Lacan de otra forma.

Cabe en efecto distinguir lo que Lacan llama la temática de la


ciencia lingüística del estudio que se propone realizar en un
segundo momento. ¿Qué es esa temática de la ciencia
lingüística? Lacan dice que depende de “la posición primordial
del significante y el significado como órdenes distintos y
separados inicialmente por una barrera resistente a la
significación”. Dicha temática lingüística, que Lacan resume en
la posición primordial del significante y del significado, consiste
en un paralelismo, es decir, en una doble primordialidad, tanto
del significante como del significado, de ambos en tanto que
distintos. ¿Qué es lo que Lacan introduce por el contrario en un
segundo momento? El compromiso “de un estudio exacto de los
lazos propios del significante y de la amplitud de su función en
la génesis del significado”. Lo encontrarán en los Escritos. 18
Eso que llama ahí un estudio exacto que la lingüística hace
posible es un estudio exacto de la causalidad. Habla
precisamente de eso, de un estudio exacto de la causalidad
significante, es decir, de la manera como las relaciones de un
significante con otro engendran efectos de significado.
La temática propia de la lingüística consiste en distinguir dos
órdenes, el del significante y el del significado, en establecer a
ambos términos como primordiales. Esto abre para Lacan el
camino para algo diferente que podemos escribir así: el
significante causa del significado. Se trata de mostrar cómo las
relaciones propias entre un significante y otro tienen un cierto
tipo de efectos de significado.

Lejos de constituir una descripción retórica inmóvil, la distinción


entre la metáfora y la metonimia encuentra su lugar exacto ahí.
Metáfora y metonimia se refieren a dos tipos de relaciones entre
el significante y el significado que causan dos efectos diferentes
de significado. Si no inscribimos a la metáfora y la metonimia en
el marco de la teoría de la causalidad, que es la aportación
propia de Lacan al respecto, ya podemos prescindir de ellas.

¿Cuál es el camino que se abre? El de desmentir sus propios


precedentes, en particular la definición anterior de causalidad de
Lacan. Dice que hay una cuestión sobre la naturaleza del
lenguaje que nos plantea un interrogante y “nadie dejará de
fracasar si sostiene su cuestión, mientras no nos hayamos
desprendido de la ilusión de que el significante responde a la
función de representar al significado, o digamos mejor: que el
significante deba responder de su existencia a título de una
significación cualquiera.” 19

¿Qué quiere decir con esto? No puede decirse que la teoría


precedente implicase que el significante respondía a la función
de representar al significado. No puede pretenderse que Lacan
desconociera el hecho de que el propio síntoma estuviera
articulado como un lenguaje y que no fuese pues una
representación pura y simple del significado, sino algo ya
complejo o al menos ambiguo. ¿Por qué escribe entonces ese
“digamos mejor”? ¿Qué quiere decir esa “ilusión de que el
significante deba responder de su existencia a título de una
significación cualquiera”? Hay que decir que la única teoría
implícitamente apuntada por Lacan ahí es su teoría precedente.
Cuando definía el síntoma como el significante de un significado
reprimido, prestemos atención a lo que implicaba dicha
definición aparentemente inocente. Comportaba que lo
reprimido es el significado, lo significado, y que el retorno de lo
reprimido, que es correlativo y su efecto, es un significante.
Comportaba, si no una causalidad del significado sobre el
significante, es decir, que era el significado reprimido el que
engendraba un significante sintomático en tanto que retorno de
lo reprimido, sí ciertamente al menos que el significante debía
responder de su existencia a título de la significación reprimida.
Al formular el carácter fundamental del significante abandona
explícitamente que lo “vivido como” sea lo primordial.

Afirmar que lo primordial es el significante es en el fondo


atenerse a la indicación de Freud sobre lo oído anteriormente a
la captación de su sentido.

A partir de aquí podemos romper la unidad del sujeto del


sentido para deber diferenciar al sujeto del significante y el del
significado e incluso plantearnos la pregunta, como hace Lacan
en La instancia de la letra, 20 sobre si el lugar del sujeto en
tanto que sujeto del significante es concéntrico o excéntrico al
del sujeto del significado.

Para mostrar la consecuencia que se deriva, lo que resulta


decisivo no es más que el trauma, no ya como hecho de
historia, sino al contrario, ahora en tanto que significante
enigmático. La fórmula del significante enigmático del trauma
sexual, que se encuentra en La instancia de la letra, indica ya
esa elección, que resulta también decisiva para la práctica, de
no tomar al trauma a partir de la historia y el sentido, de lo
“vivido como”, sino a partir del enigma que es, si se quiere, el
colmo del sentido, pero precisamente en el punto en que se
anula y en que, en cuanto significante, permite la interpretación.

Me quedo aquí y les remito, puesto que continuaré este


recorrido metódico, a las páginas 498 y 499 para seguir
avanzando. Hasta la próxima vez.

13 de enero de 1988

Traducción y establecimiento del texto de Eduard Gadea


Notas
* Jacques-Alain Miller es miembro de la ECF y
miembro de honor de la ELP.

1 Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. 1. La


voluntad de saber. Siglo XXI, Madrid, 1978.
2 Lacan, Jacques. Escritos 1. Siglo XXI, México,
1988.
3 Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Siglo
XXI, México, 1968.
4 Lacan, Jacques. El Seminario, libro 1, Los escritos
técnicos de Freud. Paidós, Buenos Aires, 1981.
5 Freud, Sigmund. “Carta 46”. Obras Completas. Vol.
I. Amorrortu, Buenos Aires, 1976.
6 Freud, Sigmund. La naissance de la psychanalyse.
PUF, Paris, 2009. Los textos freudianos recogidos en
ese volumen en francés a los que se refiere Jacques-
Alain Miller están publicados en castellano en Obras
Completas. Vol. I. Amorrortu, Buenos Aires, 1976,
op.cit. Para su localización concreta véase “Causa y
trau- matismo en Freud y Lacan”, publicada en
Freudiana no 84, que corresponde a la clase VI de
“Causa y con- sentimiento” (N. del T.).
7 Freud, Sigmund. “Puntualizaciones psicoanalíticas
de un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente” (1910). Obras
Completas. Vol. XII. Amorrortu, Buenos Aires, 1976.
8 El autor se refiere al recorrido realizado en la clase
VI de este mismo curso,” Causa y traumatismo en
Freud y Lacan”, publicada en Freudiana no 84 (N. del
T.).
9 Lacan, Jacques. “Función y campo de la palabra y
el lenguaje”. Escritos 1. op. cit.
10 Freud, Sigmund. “Tótem y tabú”. Obras
Completas. Vol. XIII. Amorrortu, Buenos Aires, 1976.
11 Neologismo lacaniano proveniente de trauma
(trauma) y trou (agujero).
12 En castellano también (N. del T.).
13 Lacan, Jacques. Escritos 1, op.cit., p. 251.
14 Freud, Sigmund. “Carta 46”, op. cit., p.269.
15 Freud, Sigmund. “Carta 59”, op. cit., p.285.
16 Freud, Sigmund. Los orígenes del psicoanálisis.
Alianza Editorial, Madrid, 1975, pp.132-133.
17 Reconosentido traduce el neologismo francés
reconnaissens que quiere fundir en una sola palabra
reconaissance (reconocimiento) y sens (sentido) N. del
T.
18 Lacan, Jacques. Escritos 1. op. cit., p. 477.
19 Ibid., p. 478.
20 Ibid., p. 497.

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