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opinión e investigación

lunes, 30 de noviembre de 2009 Seguidores

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Las manifestaciones del Espíritu Santo en el libro de los
Hechos de los Apóstoles Elmercito3

Introducción Seguir

La acción de Dios en la historia es cada vez más difícil de expresarlo, porque nuestro mundo
moderno está plagado de un pragmatismo que difícilmente acepta la incursión de un ser superior a
nosotros en los destinos de la humanidad, debido a que cree que el ser humano es el único agente
de su vida y destino. Los cristianos no creemos tal planteamiento. Toda nuestra existencia, si es
verdadera, está inundada por la gracia de Dios que habita en nosotros por medio de su Espíritu
consolador y dinamizador de la fe, esperanza y caridad. El Espíritu hace morada en nuestra razón,
Datos Archivo del
sentimientos y corazón. Pero, para que nosotros seamos templos vivos del Espíritu, es necesario
personales blog
que todo nuestro ser esté dispuesto a dejar habitar a ese ser mayor que es Dios en lo ordinario de la
vida. Los primeros cristianos y los primeros discípulos de Jesús asintieron libre y voluntariamente a ►  2012 (2)
la intromisión del Espíritu en sus vidas, por eso, estuvieron dispuestos a proclamar la Buena Nueva
por todo el mundo y dar testimonio de Cristo, encarnado, muerto y resucitado.
►  2010 (3)
▼  2009 (10)
El autor del libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando aborda las manifestaciones del Espíritu
▼ 
Santo en la historia de la humanidad y de la salvación, lo hace de tal modo, que todo quede Elmercito3 novie
perfectamente articulado entre el anuncio del Kerigma y la configuración del discípulo y la Iglesia mbre
Ver todo mi
con Jesucristo único Pastor, Señor y dador de vida e instaurador del Reino de Dios en la tierra. Por (3)
perfil
esta razón, en este trabajo, trataré de dar, no un tratado de pneumatología lucana; sino una breve La
presentación del libro, para ver la relevancia que tiene el Espíritu en la primitiva comunidad cristiana s
y la forma en cómo se manifiesta para fortalecer la vida del discípulo y encaminar la misión de m
Iglesia en un mundo totalmente nuevo. a
n
Las manifestaciones del Espíritu Santo en el libro de los Hechos de los Apóstoles i
f
e
I. Breve presentación del libro de los Hechos de los Apóstoles.
s
t
El libro de los Hechos de los Apóstoles es una de las grandes riquezas que la Iglesia primitiva nos ha a
dejado para que todos los que queramos conocer a Jesús, a sus discípulos y a su Iglesia lo c
podamos hacer por medio de este libro, que en sus páginas revela un gran conocimiento del paso de i
Dios por la historia del mundo y la humanidad. Es una obra muy densa en contenidos teológicos, o
cristológicos, pneumatológicos, trinitarios, eclesiológicos, espirituales, etc., porque el autor está n
empapado de un enorme bagaje de verdades semitas y cristianas. e
s
d
El texto de los Hechos de los Apóstoles tiene como autor a Lucas el evangelista, quien según la e
tradición es un médico natural de Antioquía de Siria (Col 4, 10-14) y compañero querido de Pablo en l
el cautiverio (Col 4,14; Flm 24; 2Tm 4,11). Es el autor del tercer Evangelio, (Lc 1, 1). Estos datos lo E
tenemos en base a la evidencia externa, e interna. Los de evidencia externa son recogidos de San s
Ireneo, quien “cita doce veces en sus escritos la autoría de Hechos a Lucas, “inseparable compañero p
de Pablo y colaborador con él en la predicación del evangelio””[1], del Canon de Muratori, de í
Orígenes, Tertuliano y Clemente de Alejandría. El de evidencia interna más resaltante se encuentra r
i
en el prologo del Evangelio de Lucas y de los Hechos de los Apóstoles (Lc 1,3; Hch 1,1), hay otras
t
citas en las que podemos encontrar datos sobre el autor, pero en esta investigación no es tema de u
incumbencia; por eso, me limitaré a decir que Lucas es el autor, tanto del Evangelio que lleva su S
nombre como de los Hechos de los Apóstoles. a
n
La obra lucana de Hechos de los Apóstoles fue compuesta probablemente por las décadas de los 60 t
o 70 en Roma o Antioquia. El género del escrito es histórico-teológico- pastoral, discursivo-narrativo. o
Tiene 28 capítulos. Los personajes mas sobresalientes son: Santiago el Hermano del Señor, Juan, e
n
Pedro, Bernabé y Pablo. El escenario geográfico en el que los personajes aparecen en escena
e
realizando la misión y otras actividades es: Jerusalén, Palestina, Samaria, Damasco, Jope, Antioquia, l
Cesárea, Siria, Cilicia, Iconio, Frigia, La región de Galacia, Asia, Misia, Bitinia, Tróade, Macedonia, l
Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas, Corinto, Éfeso, Mileto, Malta y Roma. La estructura del libro no es i
algo sobre la cual todos los estudiosos coincidan, pero si tomamos como punto de referencia la b
acción programática de lo obra 1,8[2] “obtendremos el siguiente esquema: introducción: De Jesús a r
los doce (cap. 1). a. Testimonio apostólico en Jerusalén (cap. 2-5)… b. Misión en Judea y Samaria o
(cap. 6-8)… c. Inicios de la misión a los gentiles (9, 1- 15,35)… d. Testimonio hacia “los confines de la .
Tierra” (cap. 15,36-28,31).”[3] .
.
Los Hechos de los Apóstoles, no deberían llamarse así, sino los hechos del Espíritu Santo, porque él El
es el actor principal, su nombre se encuentra por 55 veces ( Hch 1,2.4.8.16; 2, 4.17.33.38; 4,8,31; m
5,3.9.32; 6,3.5.10; 7,51.55; 8,15.16.17.18.19.39; 9,17.31; 10,19.38.44.45.47; 11,12.15.16.24.28; a
13,2.4.9.52; 15,8.28; 16,6.7; 19,2.6; 20,23.28; 21,4.11; 28,25) en toda la obra lucana, y sin duda, se t
siente “en cada página de los hechos más presente y más activo que los mismos hombres de r
quienes se escribe la historia y cuyos nombres se cita reiteradas veces. De él se habla de una
i
m
presencia tan querida como segura. Incluso cuando Lucas no lo menciona, se le adivina como una
o
filigrana que asoma en cada página del libro”[4]. Él conduce toda la historia de la salvación y anima a n
la Iglesia peregrina para que alcance a su salvador en la Jerusalén celestial. i
o
II. La acción del Espíritu Santo en el libro de los Hechos de los Apóstoles. c
o
Dios Padre, es el arquitecto de este eón. Dios Hijo es el salvador y el Espíritu Santo Paráclito es el m
u
santificador y el que está vivo y actuante en nuestra historia, mundo e Iglesia, porque es la promesa
n
del Padre que el Hijo enviará (Lc 24,49; Hch 1,4s; 2, 33.39; Gal 3, 14.22; 4,6; Ef 1,13; Jn 1,33), para que
i
todo sea nuevamente reconstruido en él. Según la tradición lucana, la tercera persona de la d
Santísima Trinidad, cumple la función creadora y recreadora de la nueva humanidad y de la a
creación. Es el agente que mueve la vida eclesial, la vida de oración, contemplación y de acción de d
todo cristiano en este mundo roto por la discordia, el egoísmo, la envidia, el orgullo, la vanidad, la d
indiferencia, la idolatría y la falta de caridad. Él impulsó la vida de la primitiva Iglesia y abrió con su e
fuerza el evangelio al mundo entero (Hch 1,8), en fidelidad al mandato dado por el Señor a sus v
discípulos (Mt 28, 19-20), para que todo el mundo crea y se convierta.
i
d
a
1. El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús. y
a
Jesús el Hijo de Dios (Mc 1, 11; 15,39), entra en nuestra historia por obra y gracia del Espíritu Santo m
(Mt 1,23; Lc 1,35), y cambia nuestro rostro manchado por el barro del pecado, por uno limpio y o
rebosante de gracia. Pero, para que sea posible tal proeza, fue necesario el paso por el suplicio de la r
cruz redentora: “escándalo para los judíos y necedad para los griegos (1Cor 1,23). Sin ella, la El
resurrección no habría sido posible. Y sin la resurrección, el Espíritu de Jesús no habría descendido m
sobre el colegio apostólico y sobre la Iglesia naciente. Cristo, el siervo de Dios, tuvo que hacerse a
sumiso a la voluntad divina (Lc 22, 42; Mc 14,36; Mt 26,39), para instaurar el reino de Dios, y dar así r
cumplimiento a su mesianismo (Lc 4,18; Is 61,1-2). t
i
Lucas en los Hechos de los Apóstoles desentraña la relación que existe entre Jesús y el Espíritu y r
i
nos permite ver como después de la resurrección y ascensión “el Espíritu es el sustituto del Jesús
o
ausente,… el don prometido a la comunidad por el Jesús glorificado (Lc 24,49; Hch 2,33)”[5], el e
edificador del nuevo Israel (Hch 1,8), el constructor del nuevo pensamiento (Hch 2,17), el dador de n
fuerza y valentía para dar testimonio ante el mundo de la verdad encontrada en Cristo ( Hch 5,32; 6,5; A
13,2; 20, 23; 21, 11), el que permite creer en la profecía (Hch 3,24; 8,28; 10,43; 13,1; 21, 10), el que m
inspira la oración comunitaria con el don de lenguas(cf. Hch 2,4.11; 10,4619,6), es sin duda, el que é
hace presente a Jesús y el que permite que la comunidad no se quede enclaustrada y se abra a toda r
la creación y a toda la humanidad. i
c
a
Jesús, en su vida histórica, se dedicó a la proclamación de la Buena Noticia, de la liberación, de la L
verdad, de la cercanía del Reino de Dios, de la fidelidad de Dios, del perdón la misericordia (Lc 15, 11- a
31), todo para que el pueblo se convierta, pero nunca se convirtió, porque su corazón fu duro y t
obstinado. Lucas, en el tercer evangelio, lo revela muy bien toda esa labor realizada por Jesús, en i
galilea (Lc 4,14-9,50), en la subida a Jerusalén (Lc 9, 51-19,27), en Jerusalén: centro del poder n
político, religioso y cultural, lugar en el que encuentra su final, porque es considerado una amenaza a
para la ortodoxia judía (Lc 19,28-23,56). La trama lucana pone mucho énfasis a la centralidad de
► 
Jerusalén, porque será ahí el lugar del desenlace de la vida histórica de Jesús, pero también será a
agos
su vez, según los Hechos de los Apóstoles, el lugar de expansión del evangelio a todo el mundo de
to (2)
entonces conocido (Hch, 1,8).
►  junio
Los cristianos fieles al mandato de Jesucristo (Lc 24,47) ponen en marcha esta gran empresa y se (1)
dejan llevar por el Espíritu promesa del Padre (Lc 24,49) que descenderá al seno de la comunidad ► 
reunida en oración y encuentro personal con Dios vivo y resucitado (Hch 1,4) unificador de toda raza, may
lengua, pueblo y nación. Es Jesús, quien por medio de su Espíritu, el que va dando vida a esta o (1)
comunidad naciente. Sus discípulos, sus amigos, sus conocidos y su Madre, después de la
►  abril
resurrección sienten al Maestro, hermano, amigo, e Hijo presente en la comunidad reunida, por eso,
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se congregan en la oración y en la eucaristía para seguir la misión de implantar en este tiempo el
Reino de Dios.

Jesús, proporciona el Espíritu, a la comunidad, para que ésta no se sienta sola y sepa que él no se ha
ido del todo; sino que la venida de su sucesor es para dar plenitud al propósito que Dios tiene de
salvar a la humanidad. “La pasión y muerte redentora de Cristo producen… su pleno fruto”[6], cuando
este confiere el Espíritu a la comunidad apostólica y a la Iglesia, porque estas, sin esa fuerza que
viene de lo alto no podrán anunciar el Kerigma (Hch 2,22-23.33.36.38; 3,24) y la salvación universal
de Cristo en todo el mundo. Esta realidad que revela el libro de los Hechos de los Apóstoles, es
constatable, porque Jesús resucitado no lo podemos ver, pero lo podemos sentir con los ojos de
nuestro corazón, o por la fe, cómo él actúa por medio del espíritu para que toda nuestra historia
personal y comunitaria se oriente directamente a Dios. Jesús así como reveló al Padre en su vida
histórica, en su condición de resucitado nos revela al Espíritu dinamizador de la vida cristiana del
que se ha adherido a Jesucristo, como Dios y Señor de todo lo existente. Con todo esto, he afirmado
enfáticamente que el Espíritu Santo es el espíritu de Jesús.

2. Las formas y manifestaciones pentecostales en el libro de los Hechos Apóstoles como irrupción
del Espíritu Santo en la historia.

El Espíritu prometido por Jesús, se introduce a tejer nuestra historia, como en el principio de la
creación (Gn 1,1); pero, ya no de modo impersonal, sino personal y con una función especifica: la de
santificar y de hacer que el mundo y la humanidad entera tiendan a Dios y se vuelvan uno como
Cristo lo es con el Padre (Jn 17,21). Todos los Pentecostés de Lucas y de los Hechos de los
Apóstoles[7] nos revelan de una u otra manera la irrupción que el Espíritu tiene para fortalecer la fe,
la esperanza y la caridad del pueblo elegido, de la Iglesia naciente y para alentar la misión universal
a la que todos los discípulos de Jesús han sido llamados.
La forma en cómo se manifiesta el Espíritu en los Pentecostés[8] es variada, ya puede ser: en viento
y lenguas de fuego (Hch 2,1-3), en el don de lenguas (Hch 2,6; 10,46; 11, 15; 19,6; 1Cor 12-14; Mc
16,17; Nm 11,25-29; 1S 10,5-6.10-13; 19,20-24; 1R 22,10; Jl 3,1-5), en el don de la profecía (Hch 2,
17.18; 11,28; 21,4.11), en una fuerza misteriosa que impulsa a la misión universal cuando la fe es
capaz de reconocer al Dios de Jesucristo como Dios verdadero (Hch 1,5; 8,15.17.39; 9,31;
10,38.44.45.47; 11,12.15.16.24; 13,4.9; 15,28; 16,6.7; 19,2); o simplemente, como inspirador de la
palabra (Lc 4,18) del testimonio para ser testigo de Cristo resucitado ante los ojos del mundo(Hch
1,8; 2,18.38; 4,31, 5,32; 6,3; 8,17; 13,2.52; 15,8; 20,23.28; 28,25) y de los incrédulos que no quieren
aceptar a Cristo como Dios, como Mesías, y como Hijo del altísimo, en el cual toda la promesa hecha
al pueblo elegido se ha cumplido.

a. El viento y las lenguas de fuego.

El viento es el soplo de vida, el aire que se respira, es el elemento de la naturaleza del que todos los
seres vivos se alimentan, es la manifestación de la divinidad y el medio por el cual los dioses
descargan su furia; pero a mí, me interesa presentarlo, en fidelidad al libro de los Hechos, teniendo
en cuenta el conocimiento semita del autor, como el ruaj hebreo, que sin duda, es el mismo viento
que aleteaba por encima de las aguas al principio de la creación (Gn 1,2) y el soplo de vida que Dios
insufló al primer hombre (Gn 2,7) y para nuestra tradición cristiana la tercera persona de la
Santísima Trinidad, el Espíritu Santo.

El fuego, es otro de los elementos de la naturaleza, al que en todos las culturas lo han tenido y aun
tienen un enorme respeto, porque con su poder se puede fundir hasta el metal más fuerte y cambiar
por completo la estructura de cualquier otro cuerpo. Por ejemplo, los griegos creían que solamente
los dioses tenían el fuego y por eso Prometeo, amigo de los mortales, robó el fuego y le dio a los
humanos para que estos lo utilicen en la elaboración de sus alimentos y de sus herramientas. Los
mayas daban culto al volcán, porque en él había fuego, y si salía en lava consumía todo a su paso.
Los fisicalistas griegos creían que el fuego es uno de los elementos creadores y constitutivos de
todo lo que existe. Los Hebreos ven en él una de las maneras en como se hace manifiesta la
teofanía. Y por qué estos ejemplos. Lo que me interesa, es dar a entender que el fuego es visto como
un principio creador, como una divinidad, como un regalo de los dioses, y como un medio por el cual
la divinidad se hace presente en una realidad concreta y en un momento determinado de la historia y
es con esta última afirmación con la que me quedaré para precisar mejor lo que deseo al presentar:
las efusiones del Espíritu en el libro de los Hechos de los apóstoles en forma de viento y lenguas de
fuego.

El día en que todos los discípulos de Jesús estuvieron reunidos en oración, juntamente con María
(Hch 1, 12-14), empieza a nacer la nueva Israel que será cimentada sobre los doce, y como ahora
falta uno (Hch 1,16), es necesario buscar el sustituto; pero, para que forme parte del colegio
apostólico, éste tiene que haber sido testigo ocular de la acción misionera del Jesús histórico (Hch
1,21), tal requerimiento suscitó la presentación de dos candidatos por parte de la comunidad y fue
elegido Matías (Hch 1,23); así es como se reconstruyo las columnas vivas de la Iglesia. Ahora ¿que
falta?, falta solamente el Espíritu, para que el nuevo pueblo de Dios empiece a caminar y se ponga a
proclamar la Buena Nueva del Reino.

El Pentecostés pintado en imágenes de viento y fuego, en los Hechos de los Apóstoles, revela una
verdadera y completa “teofanía, porque es una poderosa manifestación divina, que completa la
teofanía del Sinaí cuando salió Israel de la esclavitud de Egipto bajo la guía de Moisés. Según las
tradiciones rabínicas, la teofanía tuvo lugar cincuenta días después de la Pascua del Éxodo, el día de
pentecostés… Cuando “todo el monte Sinaí, humeaba porque Yahveh había descendido sobre él en
fuego. Subía el humo como de un horno y todo el monte retemblaba con violencia” (Ex 19,18). Esa
había sido una manifestación de la majestad de Dios, de la absoluta trascendencia de “aquél que es”
(Ex 3,14). Ya en los pies del monte Horeb Moisés había escuchado aquellas palabras que ardía y no
se consumía “no que acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estas es
tierra sagrada (Ex 3,5). Y a los pies del Sinaí el Señor le ordena: Baja y conjura al pueblo que no
traspase las lindes para ver a Yahveh, porque morirían muchos de ellos (cf. Ex 19,21). Esto quiere
decir, que la teofanía de Pentecostés es el punto de llegada de la serie de manifestaciones con que
Dios se ha dado a conocer”[9] progresivamente al ser humano en su historia de salvación.

Las imágenes utilizadas por Lucas, para hablarnos de la irrupción del Espíritu Santo en la Iglesia
naciente, son preciosas, porque nos revelan el modo en cómo la nueva creación se va realizando
gradualmente y el cómo el Espíritu en imágenes apocalípticas reclama su acción en el ya y ahora,
porque “lo que ha comenzado con Cristo no es la misericordia de Dios como tal (cf. Rm 9,15-18),
sino un nuevo sentido epocal”[10] al que el Espíritu de Cristo y de Dios le dará plenitud, con la forma
apoteósica en cómo se irá manifestando para que verdaderamente todos crean que Jesús es el
verdadero Emmanuel entre nosotros y que ahora por medio del Espíritu todo lo que haga de
portentoso será para que esta historia vuelva a navegar rumbo a la bondad suprema del creador.

b. El don de lenguas.

Si el viento y el fuego tienen connotaciones apocalípticas que auguran la inserción de lo sagrado en


lo profano, el don de lenguas no se queda atrás, porque lo radicalmente transformador, acontece en
el corazón de donde salen las intensiones plasmadas en el lenguaje oral o en las palabras que son
sonidos y símbolos empapados de mensajes que resuenan en el interior de cada ser humano. El
fuego y el viento transforman los cuerpos, las palabras salidas de un alma pura transforman “el
corazón de piedra en un corazón de carne”, para que las relaciones humanas puedan dilatarse y no
estancarse en la propia persona, sino abrirse al otro ser humano, al mundo, a la historia, a la cultura
y a Dios. El don de lenguas suscitado (Hch 2,6; 10,46; 11, 15; 19,6; 1Cor 12-14; Mc 16,17; Nm 11,25-
29; 1S 10,5-6.10-13; 19,20-24; 1R 22,10; Jl 3,1-5), por la acción dinamizadora del Espíritu tiene una
connotación especial en el libro de los Hechos, porque no sólo quiere afirmar su presencia en la
comunidad; sino que por medio de este hecho, desea demostrar la forma en cómo Dios se
manifestará plenamente a todas las razas, lenguas pueblos y culturas, porque habla un lenguaje
universal, el lenguaje del amor.

El Espíritu al expresarse en lenguas diversas, nos está diciendo, que él no sólo ha venido para un
grupo especial, o para una determinada cultura lingüística; sino para todos los seres humanos
capaces de amar y de ser amados, porque el lenguaje del amor se habla en todo el mundo y el
universo, rompiendo así con la “división originada en Babel”[11] a causa de la pluralidad de lenguas.
Su expresión manifiesta en lenguas, no sólo busca presentar la universalización del evangelio; sino
también, la peculiaridad con que él actúa en todas las culturas sin “borrar la originalidad de la
personas, ni de los pueblos”[12] que desean conocer las maravillas de Dios que les va presentando
en su propia lengua y dialecto. Con esto, quiero afirmar que el don de lenguas es un derramamiento
de la gracia de Dios, para que todos los bautizados por el fuego amoroso del Espíritu canten con
gozo las palabras que él quiere transmitir para fortalecer el espíritu de conversión y misión de la
Iglesia.

c. Don de profecía.

En Israel y en el mundo pagano han existido los profetas que han traído de parte de los dioses o del
Dios único un mensaje de justicia, de paz, de vida y de amor y/o en todo caso, un mensaje de muerte,
hambre, guerra y destrucción, cuando el pueblo o el rey omitían voluntariamente la profecía. En
Israel, los profetas verdaderos eran elegidos por Dios para una misión específica y para un público
concreto en una etapa determinada de la historia[13]. El primero de los profetas que lanzó su voz
profética en el pueblo elegido fue Amos, y el último conocido por nosotros fue Juan el Bautista,
contemporáneo de Jesús. La profecía judía con la cristiana son idénticas, sólo que la semita está
dirigida exclusivamente a su raza de parte de su Dios y la cristiana está dirigida no solamente a los
de la comunidad cristiana, sino a toda la humanidad.

El Espíritu al manifestarse en una comunidad viva y orante, como la primera comunidad cristiana, no
pudo quedarse estático; sino que, necesariamente, sacó a flote los dones y carismas de sus
integrantes para afianzar la fe y para dinamizar con más fuerza la actividad misionera de la Iglesia
que paulatinamente se había venido extendiendo desde Jerusalén hasta los confines del mundo de
entonces conocido (cf. Hch 1,8). Los profetas en estas primeras comunidades cristianas juegan un
papel importantísimo, porque con su carisma especial, ellos pueden predecir el futuro de los
misioneros y el futuro mismo de la comunidad cristiana que se abre al mundo pagano. Su misión es
“la continuación de la misión profética de Cristo”[14] (cf. Lc 4,16), porque el espíritu de Jesús está
sobre ellos, para permitirles transformar toda la historia con el lenguaje de su profecía.
El que tiene el don de profecía dará testimonio de Cristo en todas partes (Hch 2, 17.18; 11,28;
21,4.11), y su voz se escuchará, porque sus gestos, palabras, símbolos y acciones son vistas como
elementos para que dios hable a la comunidad creyente. “El don de profecía está basado en la
experiencia personal. El profeta habla de Dios y de su gracia salvífica, no al modo de un estudioso
teólogo que posee un conocimiento abstracto de él a base de esfuerzo personal, sino más bien
como un individuo que ha conseguido una experiencia personal de Dios. La profecía es un don de
experiencia. El profeta es un humano, que con una especie de intuición, los signos de los tiempos e
interpreta los hechos de la historia contemporánea desde el ventajoso punto de vista de su
experiencia personal de Dios”[15].

La voz de la profecía tiene como fin la corrección de las desviaciones de la fe y el despertar del
Espíritu dormido en muchas personas por causa del desconocimiento de la verdad que nos ha traído
Cristo o por el vano señor del pecado. Ahora, a partir de la descripción que he dado de la profecía
primitiva en el párrafo anterior, es urgente que este don se haga presente en nuestra Iglesia de hoy
para que se renueve en su método, ardor y oración; pero eso no quita que los profetas y las profetas
hayan estado a lo largo de los XX siglos de vida eclesial, para nada, sino pensemos en un San Juan
de la Cruz, en un San Francisco, en una Clara de Asís, en Chales de Fucolt, y otros muchos hombres
que han dado su vida para que la Esposa de Cristo no pierda su esencia, de “ser luz para el mundo”
(LG 1) como lo fue y lo es Jesucristo para la humanidad y la creación entera. La presencia de
profetas inspirados por el Espíritu en la Iglesia ha sido providencial para que el celo misionero y
evangélico no desmaye, ni se contamine mucho de las estructuras humanas de organización cúltica
y social.

d. Fuerza misteriosa que impulsa a la misión universal.

La misión universal es impulsada, no por un acto de voluntarismo personal de los primeros


evangelizadores; sino por una fuerza que es superior a ellos, capaz de llenar todas sus dimensiones
en el momento del bautismo de fuego y espíritu (Hch 1,5) promotor del anuncio de la buena nueva a
todas las gentes. De ahí que una persona bautizada, consciente de lo que ha recibido (Hch
8,15.17.39) y sintiendo el ardor del Espíritu en su vida es capaz de predicar porque siente que su
predicación es respaldada por alguien superior a ella, que es sin duda “el alma misionera de la
Iglesia”[16] (Hch 9,31; 10,38.44.45.47; 11,12.15.16.24; 13,4.9; 15,28; 16,6.7; 19,2). El Espíritu es el que
tiene el mando del barco misionero. Él antecede a todo predicador. Su acción predecesora, es vital
para la misión, porque siembra en todo tipo de terrenos las semillas del verbo y deja que los
misioneros hagan su trabajo con una diligente contemplación del misterio de Dios y de la realidad a
la que tienen que evangelizar.

Los discípulos y apóstoles, después de la muerte de Jesús estaban todos desilusionados, frustrados
por todo lo que había pasado, nadie quería dar la cara para decir que era seguidor del que lo habían
crucificado; tanta fue la decepción que algunos volvieron a su vida ordinaria y quisieron olvidar por
completo todo lo que habían vivido; pero como Jesús es terco e insistente, desde su condición de
resucitado va y les encuentra en el camino ordinario de su vida, para desde ahí hablarles al corazón
y decirles que él está vivo y que su mensaje no puede morir, sino que debe ser anunciado en todo el
mundo (Lc 24). Los seguidores de Jesús, ni tontos, ni perezosos, al percatarse de que su Maestro
está vivo, de inmediato se van donde Jerusalén y se reúnen con el colegio apostólico, con María la
madre de Jesús, Santiago el hermano del Señor, y otros para luego en una efusión Pentecostal
asumir la misión universal, cuando el Espíritu les hace hablar en lenguas. Pedro y el resto de los
Apóstoles empezaran a proclamar el Kerigma y el mesianismo de Jesús. La proclamación de la fe en
Jerusalén demandará la vida del primer hombre, San Esteban y luego de cientos y miles de mártires
durante XX siglos de vida eclesial. En esta primera misión ad gentes los grandes abanderados de la
evangelización del mundo pagano serán Bernabé, Pedro y Pablo. Los que pondrán una serie de
reparos a la evangelización pagana serán los judaizantes, pero con el concilio de Jerusalén (Hch
15,4-27), se romperá esos reparos y la Iglesia naciente se abrirá por completo a la misión en el
mundo pagano; con ciertas observaciones (cf. Hch 15,28-29) indispensables que no eran
imposiciones, sino llamadas de atención a la conciencia para no generar escándalos en las
comunidades judeocristianas.

El Espíritu cambia la visión misionera de los primeros cristianos, en especial de los judaizantes,
porque los misioneros no son los dueños de la misión, el único protagonista de la misión es el
Espíritu. Los portadores de la del mensaje de Jesús no van a la deriva, ya antes que ellos lleguen a
tal o cual pueblo, el espíritu ha llegado, por eso, ellos solamente “deben seguir las mociones del
Espíritu… porque… en el camino hay muchas ataduras… y momentos difíciles en la vida espiritual…
esto no quiere decir que el espíritu fabrique maniquíes”[17], sino sujetos capaces de ser pastores del
nuevo rebaño como lo fue el Buen Pastor (Jn 10,1,21) de su pueblo que ahora encarga a sus
apóstoles para que “la nueva alianza” (Lc 22,20) pactada con su propia sangre se abra “hacia todos
los pueblos y naciones, hasta los extremos confines de la tierra”[18], porque él es un Dios del
universo, no sólo de Israel, sino de toda la humanidad.

Los discípulos y la comunidad cristiana, en especial la judaizante, puede poner resistencias a la


misión universal por su tradición religiosa y cultural; pero como el Espíritu no se encuentra
subordinado a ninguna de esas estructuras abrirá sus alas y las batirá como una paloma para
recorrer dando la Buena Nueva por todo el mundo de entonces conocido. Según los Hechos de los
Apóstoles, la misión estuvo marcada por muchos obstáculos, pero ninguno de ellos apagó el
mensaje que los Apóstoles y Pablo llevaron hasta Roma, el centro del mundo. La intención de Lucas,
en su segunda obra, es hacer llegar la palabra a la capital, para que de ahí sea difundida con mayor
facilidad a todas partes. Y vaya que esa palabra llegó y aun perdura gracias a la acción misionera de
todos los hombres y mujeres que lucharon por hacer del evangelio un mensaje universal. La misión
de todo cristiano, por tanto, es hacer que el mensaje de Jesús sea universal y llegue a tocar todas las
estructuras culturales y sociales porque todo tiene que ser santificado para que haya en este mundo
y en esta historia una nueva creación capaz de tener a Dios en el centro de su vida.

e. Inspirador del testimonio del resucitado.

El anuncio del kerigma implica un compromiso pleno y total con Jesús y con el anuncio del Reino
empezado por él, no hay lugar para protagonismos personales, el único protagonista es Cristo y el
Espíritu Santo. Para ser el mensajero del reino traído por Jesucristo, es necesario, ser testigo de su
amor, “ser su signo personal, su huella viva, su olor… porque no se es testigo si no se deja traslucir a
Cristo”[19]. El discípulo es otro Cristo, porque en él habita la fuerza del Espíritu Santo y es ahora
morada de Dios. Jesús promete a sus seguidores el valor y las palabras para dar testimonio (Hch
1,8; 2,18.38; 4,31, 5,32; 6,3; 8,17; 13,2.52; 15,8; 20,23.28; 28,25) frente a todos los dueños y señores
de este mundo. Los discípulos de Jesús resucitado no tenían miedo a nada ni a nadie, de ellos se
había apoderado el valor y el coraje para romper con la tradición asfixiante del judaísmo y dar paso a
una nueva tradición, la del amor.

El espíritu es el que habla por los discípulos/as (Hch 7; 8,26-40; 11; 13,52; 15,7b-12; 17,16-34; 20,17-
38; 22-23; 24; 25;26;28,17-28) y expresa toda la voluntad de Dios, porque lo importante es dar
“testimonio de Dios amor… y abrir nuevas puertas al evangelio… que supone siempre”[20] un
sacrificio e incluso el martirio. Ser testigo/a de Cristo no es otra cosa más que estar habitado por el
Espíritu, en expresión paulina sería: “ser prisionero del Espíritu”. Sin el Espíritu nuestro sacrificio,
nuestro mensaje y nuestra pasión por la palabra no tendría sentido porque carecería de legitimidad y
solo serían actos heroicos del anuncio evangélico y no razones fundantes para la vida de la Iglesia y
de uno mismo. Los testigos están dispuestos a inmolar su vida por estar con Jesús. Pensemos, sino,
en los cientos de mártires que dieron testimonio de su fe en los primeros siglos; o en todo caso,
recordemos a los mismos apóstoles. Todos estuvieron dispuestos a dar la vida por Jesús y por su
mensaje. Pedro, Esteban y Pablo fueron martirizados por dar testimonio de la verdad. Su martirio,
¿acaso no fue un acto de valor movido por el Espíritu y el amor a Jesús? Lo fue, y por eso son
columnas de la Iglesia, porque supieron dejarse llevar por el Espíritu y supieron responder
generosamente al mensaje de Jesucristo.

Los hombres y mujeres que experimentan a Jesús resucitado, difícilmente pueden quedarse tan
tranquilos como si nada hubiese pasado, todos están dispuestos a decir lo que él ha realizado en
sus vidas. No callan, porque el gozo, la alegría (cf. 13,52) y la consolación (cf., 9,31) que sienten es
tan grande que con sólo verles diríamos que están embriagados del Espíritu Santo garante de la
predicación por todo el mundo con la vida del seguidor (ora). Las persecuciones no son obstáculo, a
más persecuciones, más ganas de hablar de Jesús habrá y como dice Tertuliano: “Sangre de
Mártires, semilla de cristianos”, porque no es obra de manos humanas sino de Dios, del Hijo y del
Espíritu. La Iglesia fue perseguida, pero cuanto más la persiguieron por dar testimonio del
resucitado, cuanto más rápido se expandió por todo el mundo, porque Dios Padre quiso que todo el
universo conozca su amor y su predilección por la humanidad, y sin duda la Iglesia es el icono de
Dios en la tierra, porque su opción por el mundo y la creación nueva está movida por la voluntad
amorosa de Dios creador.

III. La urgencia de un nuevo Pentecostés.

El mundo actual se encuentra sumido en guerras, hambre, destrucción, injusticia, abandono,


contaminación y pobreza que no revela para nada la presencia de Dios en la historia, ni mucho
menos la del Espíritu como motor y motivo de la existencia humana. ¿Qué hacer ante esta realidad?
¿Cómo decir que el conductor de la historia es el Espíritu santo si constatamos en nuestra realidad
frutos de muerte y no vida? ¿El Espíritu estuvo en los campos de concentración, en los genocidios de
Ruanda y actualmente del Congo, en Afganistán, en la invasión de Irak, en la guerra civil
latinoamericana, en las masacres terroristas en el Perú? ¿Estuvo antes que los colonizadores en
America y África? ¿Guió los pasos de la Iglesia durante XX siglos? Que difícil será responder a estas
interrogantes si nuestro corazón no ve con los ojos de Dios (cf. Mc 8,33), porque el Dios de Jesús y
el Dios de los cristianos no es un ser estático, ajeno e inconmovible, ¡no!, es un ser que está activo en
todo momento, él se goza cuando sus criaturas gozan y sufre cuando su creación sufre a causa de
la maldad de los humanos. El espíritu estuvo presente en todos los sufrimientos de la humanidad; en
todas las culturas, incluso antes de que el evangelio llegue a ellas (AGD 18) y hoy lo sigue estando
en la Iglesia y fuera de ella (cf. LG 1), porque él se manifiesta de formas que sólo Dios conoce (cf. GS
22).

Los signos de muerte nos impiden ver con claridad lo que el Espíritu va haciendo en medio de la
humanidad, y lo más probable es que él escriba nuestra historia con renglones torcidos, porque para
Dios nada es imposible, incluso se vale de la peor inmundicia para sacar una obra de arte y hacer de
ella digna de admiración. A lo mejor esto puede sonar a retórica, pero no pretende serlo, porque es a
esta misión a la que la Iglesia está llamada, debido a que en ella habita el Espíritu. Hoy en día la
Iglesia, por vivir enclaustrada en sus dogmas y doctrinas institucionales, a lo mejor ha cerrado su
dimensión carismática y ha perdido su talante profético, dialogante, inculturador y testimonial,
porque su ardor transformador, como el viento y el fuego, ha quedado opacado por el ritualismo y
por el cultismo litúrgico que no ve más allá de lo que les rodea, y lo más probable, que con ese
comportamiento, se haya convertido en opio del pueblo, porque no ha liberado a los seres humanos
de las distintas formas de esclavitud y del pecado, sino que les ha hecho sujetos pasivos y
conformistas sin perspectivas de futuro. Esa época, creo yo, se terminó con el Concilio Vaticano II,
porque se dejó que el Espíritu nuevamente empiece a realizar su labor, para que la Iglesia y los
cristianos sean redentores y no condenadores del mundo.

La Iglesia, si dejare de ser menos institucional, el nuevo pentecostés se haría realidad, para romper
con las ligazones institucionales, que en la actualidad, responden a intereses de poder más que a
intereses evangélicos. Mi lenguaje puede ser duro, pero creo que necesitamos purificar nuestras
costumbres y dejar que en nuestra vida eclesial entren aires nuevos y para ello es necesario abrir las
puertas y ventanas para que todas las habitaciones se ventilen y reciban la luz transformadora e
iluminadora del Espíritu Santo, presente en la Iglesia primitiva y en la Iglesia actual. Las primeras
comunidades cristianas dejaron todo en manos del Espíritu, ¿por qué ahora nosotros no podemos
hacer eso? ¿No tenemos, acaso, las agallas para dejarnos conducir por el Espíritu para dialogar con
los hermanos separados, para abrir nuestros ojos ante la realidad del mundo, para ser profetas, para
dar testimonio verdadero de Cristo pobre, optando por los pobres? Sin duda, nos falta el coraje para
hablar al mundo de lo que Cristo hace y ha hecho en nosotros. Es más fácil quedarnos en lo
tradicional y no romper los esquemas ya estipulados y si lo hiciéremos, estoy completamente seguro
que la congregación para la doctrina de la fe de la Iglesia de inmediato nos caería para advertirnos
que lo que predicamos es sedicioso, rojo, y revolucionario; pero yo mismo diría, acaso Jesús no fue
un revolucionario, para los ojos de su cultura, religión y tradición; si la opción es por Jesucristo y por
el Evangelio toda revolución es buena. Pensemos si no en un San Francisco de Asís y la reforma de
la Iglesia que inicio, imagínome que en un primer momento, todos pensaron que era un iluminado;
pero después, se reconoció el cómo el Espíritu se valió de el para darle un nuevo espíritu a la Iglesia
y hacerla volver a la opción preferencial por los pobres, marginados y a la vida que el Jesús histórico
vivió. Eso mismo ha realizado el CELAM en América Latina desde 1952 y ha sido y es para nuestro
pueblo una voz profética en medio de “tanta pureza legal y ritual”, que más parece judaísmo mosaico
que cristianismo.

Todos los cristianos debemos invocar un nuevo pentecostés en nuestras vidas y en la vida de la
Iglesia, para que nuestro mundo cambie y todos los “rostros sufrientes de Cristo” (D.P. 30-55),
expresen en su seño el gozo, la alegría y la fortaleza de haber sido liberados por Jesús y su
Evangelio. El Espíritu debe ser como una llama de fuego ardiente en nuestras cabezas y corazones
para hablar el lenguaje del mundo y desde esa comunicación orientar todos los fines de la
humanidad a la contemplación absoluta de Dios. Nuestro lenguaje eclesial y cristiano hoy esta
trivializado, y encima, catalogado de retrograda y conservador. La pregunta es: ¿cómo hacer que
nuestro lenguaje sea audible en un mundo ególatra, consumista, indiferente y poco dialogante? Lo
único que tenemos que hacer es darnos por completo al Espíritu y dejar que él tome la iniciativa;
pero para que esto ocurra es necesario mucha oración y una total adhesión a Jesucristo, que implica
dejarlo todo para estar con él y con la Iglesia sacramento suyo de salvación.

Los creyentes y la Iglesia deben ser conscientes que Jesucristo está presente para la misión, la
evangelización, y el compromiso con el mundo de la política, el arte y la cultura; así como lo estuvo
cuando Pedro, Esteban, Bernabé, Santiago, y Pablo dieron testimonio de él ante el pueblo judío, reyes
y gobernadores del imperio de entonces conocido, el gran reino romano. Todas las redadas puestas
a los primeros misioneros, se pusieron al Espíritu de Jesús, pero como Dios, por medio del Espíritu
hilvana los hilos de la historia, hizo posible que el mensaje del Reino proclamado por su Hijo de Dios,
llegare a todo el mundo y recorriere de Jerusalén hasta Roma y desde roma a todo el mundo, y en el
siglo XV y XVI a América y África. Toda esa oleada de evangelización y misión fue gracias a la fuerza
del Espíritu Santo que constantemente está renovando el ardor misionero de los discípulos y de la
Iglesia, para que leyendo los signos de los tiempos sea luz para el mundo.

Conclusiones.

La reflexión que he realizado a lo largo de este trabajo, me lleva a dar las siguientes conclusiones:

El Espíritu Santo, según Lucas, es el protagonista de toda la vida de la Iglesia naciente y el


encargado de expandir la obra salvadora de Jesucristo desde Jerusalén hasta los confines de la
tierra (Hch 1,8) por medio de sus Apóstoles y discípulos que fortalecidos por él estarán dispuestos a
darlo todo por el sueño y labor iniciada por el maestro.

La tercera persona de la Santísima Trinidad es la promesa del Hijo y es el que fortalecerá a los
discípulos en las tribulaciones y juicios a enfrentar por causa del evangelio de Jesucristo. Esto será
posible gracias a que los verdaderos seguidores de Jesús se han configurado plenamente con el
maestro y han dejado que su cuerpo, alma, vida y ser sean templo del Espíritu Santo. Esa
inhabitación del Espíritu permite que los creyentes reflejen en su vida el don de Lenguas y de
profecía para que puedan hablar a todas las culturas y tiempos de un modo claro verdadero y
concreto.

Por medio de los Pentecostés, las primeras comunidades cristianas experimentaron toda esa
efusión intempestiva del Espíritu mediante formas teofánicas y las trataron de interiorizar para
agarrar el valor y poder anunciar a Cristo vivo y resucitado en todas las partes del mundo. Hoy la
Iglesia necesita urgentemente un nuevo Pentecostés para renovar su carisma misionero, profético y
evangélico y ser para el mundo reflejo de la opción preferencial por los pobres y excluidos, frente a
un mundo cargado de exclusión, marginación e indiferencia.

Todo cristiano, al igual que los primeros cristianos, debe estar dispuesto a dar testimonio de Cristo
Resucitado, porque sabe profundamente que en él habita el Espíritu Santo, quien le dará la luz para
poder soportar las noches y las tinieblas de la cruz. Pedro, Esteban, Pablo, y los otros apóstoles
dieron testimonio de su fe hasta la muerte y con la ofrenda de su vida se gloriaron en Jesucristo
para que los nuevos cristianos estén dispuestos a ser mártires de la fe como ellos lo fueron. La
Iglesia de hoy debe ser testimonio de Cristo muerto, pero resucitado para que el mundo sea liberado
de la esclavitud del odio y la marginación y opte por el amor redentor que Jesucristo y su evangelio
vienen a traer.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

ARENS, Eduardo., “Serán mis testigos”, CEP, Lima, 1996.

BERMEJO, Luis M., “El Espíritu de Vida”, Mensajero, Bilbao, 1990.

DE SOBRINO, José A., S.I, “Así fue la Iglesia Primitiva”, BAC, Madrid, 1986.

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Yahvé, Desclée De Brouwer, Bilbao, 1999.

Dr. DOMÍNGUEZ, “Last modified on thurday”, October, 03; 1996; en


http://204.200.197.131/p0000314.htm.

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ESQUERDA BIFET, Juan., “Prisionero del Espíritu”, Tercera Edición, Sígueme, Salamanca, 1985.

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volumen 6, Conferencia Episcopal Peruana, Lima 1998.

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SCHÜTZ, Cristian., “Introducción a la Pneumatología”, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1991.

SUENENS., “¿Un nuevo Pentecostés?”, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975.

YVES, M. y CONGAR, J., “El Espíritu Santo”, Herder, Barcelona, 1983.

[1] Ireneo fue “Obispo de Lyón en el último tercio del S II… originario de Asia, posiblemente nacido en
Esmirna, y… discípulo de San Policarpo, quien conoció en su juventud a Juan evangelista y a otros
que habían visto al Señor, …”(DE SOBRINO, José A., S.I, “Así fue la Iglesia Primitiva”, BAC, Madrid,
1986, pág., 4.)
[2] Al contrario vosotros recibiréis una fuerza y, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros en
Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra.
[3] ARENS, Eduardo., “Serán mis testigos”, CEP, Lima, 1996, pág., 23.
[4] SUENENS., “¿Un nuevo Pentecostés?”, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975, pág., 33.
[5] SCHÜTZ, Cristian., “Introducción a la Pneumatología”, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1991,
pág., 172
[6] JUAN PABLO II. “El Espíritu Santo Presente y operante en la Iglesia”, Tomo I, Serie Documentos
volumen 6, Conferencia Episcopal Peruana, Lima 1998, pág., 8.
[7] “Hay 7 experiencias de Pentecostés en el Nuevo Testamento, y todas son algo "interno",
maravilloso, pero en todas hay algo "externo", que podían ver los que estaban presentes: De las 7, 5
están en "Los Hechos": Primer Pentecostés: Le ocurrió a la Virgen María, en Mt. 1 y Lc. 1… Segundo
Pentecostés: Le ocurrió a Isabel, que se llenó del Espíritu, cuando la Virgen la visitó, y "gritó", "con
voz fuerte" la alabanza más entrañable al Señor, bendiciendo a la Madre de Jesús, y al mismo Jesús,
el fruto de [as entrañas de la Madre ¡aleluya!... San Juan también recibió el Espíritu Santo, y "saltó" de
alegría en las entrañas de Isabel, nos dice Lc. 1:41. Tercer Pentecostés: Cap. 2 de los Hechos: Aquí
estaba la Virgen también presente, junto con los Apóstoles y los hermanos de Jesús (en total unos
120, nos dice en 1: 15). … Cuarto Pentecostés, de Samaria: En el Cap. 8: Aquí eran cristianos, pero
ninguno había recibido el Espíritu Santo, hasta que Pedro y Juan les impusieron las manos (8:14-16)
… Quinto: Pentecostés de San Pablo: En el cap. 9…Sexto: pentecostés de los gentiles: Este le ocurrió
a un romano, a Cornelio, que tampoco era cristiano... al recibir el Espíritu hubo mucho gozo, y
profecías y hablar en lenguas, Como en Jerusalén a los Apóstoles. !Y fue el primer "no judío" que fue
bautizado, porque, decía San Pedro, ¿Cómo le voy a anegar el Bautismo a uno que ha recibido el
mismo Espíritu que nosotros recibimos?. Gracias a este Pentecostés, tu y yo, que no asomos judíos
hemos sido Bautizados. (10:44-48 y 11:15-18). Séptimo: Pentecostés de Éfeso: El cap. 19. Pablo
encontró en Éfeso……a 12 cristianos que "ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo". Hubo
imposición de manos, y hablaron en lenguas y profetizaron (19:6). ¡Que el Espíritu descienda sobre
ti!” Artículo publicado por el Dr. DOMÍNGUEZ, “Last modified on thurday”, October, 03; 1996; en
http://204.200.197.131/p0000314.htm.
[8] PENTECOSTÉS “es un adjetivo que significa quincuagésimo… se celebra cincuenta días después
de la pascua… La fiesta judía de Pentecostés habría tenido su origen en las celebraciones… agrarias
del pueblo. La pascua festejaría el corte de las primeras espigas de cebada, el Pentecostés el
momento de la recolección de la mies ya madura y la ofrenda de los panes amasados con la nueva
harina…. Con el tiempo, se añadió al Pentecostés una conmemoración festiva de la promulgación de
la Ley del Señor sobre el monte Sinaí…” (DE SOBRINO, José A., S.I, o.c., pág., 16)
[9] JUAN PABLO II., o.c., pág., 35.
[10] MÜHLEN, Heribert., “Espíritu Carisma Liberación”, Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, pág.,
36.
[11] ESQUERDA BIFET, Juan., “Prisionero del Espíritu”, Tercera Edición, Sígueme, Salamanca, 1985,
pág., 37.
[12] YVES, M. y CONGAR, J., “El Espíritu Santo”, Herder, Barcelona, 1983, pág., 72.
[13] DIETRICH PREUSS, Horst., “Teología del Antiguo Testamento”, volumen II, El camino de Israel
con Yahvé, Desclée De Brouwer, Bilbao, 1999, pág., 119-123
[14] YVES, M. y CONGAR, J., o.c., pág., 72.
[15] BERMEJO, Luis M., “El Espíritu de Vida”, Mensajero, Bilbao, 1990, pág., 364.
[16] SCHÜTZ, Cristian., o.c., pág., 173.
[17] ESQUERDA BIFET, Juan., o.c., pág., 175
[18] JUAN PABLO II., o.c., pág., 113.
[19] ESQUERDA BIFET, Juan., “Nosotros somos testigos”, Sígueme, Salamanca, 1980, pág., 14.
[20] ESQUERDA BIFET, Juan., “Prisionero del Espíritu”, Tercera Edición, Sígueme, Salamanca, 1985,
pág., 217.

Publicado por Elmercito3 en 14:00

2 comentarios:

Unknown 22 de marzo de 2017, 18:38

primer comentari

Responder

Unknown 28 de septiembre de 2018, 16:49

Me parece muy bonita la lectura

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