Entrar en Books es dejarse llevar por una aventura insólita.
Significa explorar un mundo desconocido. Es exponerse a un universo con leyes propias. Es viajar a esos mundos que uno olvida al despertar. Es constatar que están ahí, delante de nosotros. Es, al finalizar, volver a la realidad como quien vuelve a la realidad tras el sueño. El pequeño formato en este espectáculo es engañoso. El término con el que habitualmente se habla de producciones de bajo coste y montaje reducido a la hora de difundirlas aquí nos burlaría como a todos burla el bolso de Mary Poppins. De algo muy pequeño puede salir algo muy grande. Entrar en la reducida sala donde se va a representar Books, sentarse en silencio ante la mesa donde un hombre al que no vemos la cara no nos espera, dejar vagar la mirada ante un montón de libros viejos alineados intentando cuál es el secreto que no dudamos se encierra en todo ello, quedarse mirando como si fuera algo los dos pequeños flexos que, como los ángeles del Tabernáculo de la Alianza, prometen demasiado para lo que simplemente son: dos lamparitas baratas. Y en cierto momento, el oscuro se hace en la sala y las dos lamparitas se convierten en la luz mágica que ilumina nuestro viaje, el viaje al que nos invita Booksy cuya banda sonora las manos del manipulador la arrancan reproduciéndola desde un teléfono móvil. Este aparentemente minúsculo montaje implica un cambio de perspectiva por el cual el espectador amolda su ojo a una escala completamente inusual. Si en una obra de teatro montada a la italiana los actores acaban siendo muñecos sobre un escenario, aquí la protagonista, una muñeca de porcelana de unas pulgadas de longitud, se convierte en una valiente heroína. El escenario, la mesa plegable extendida llena de libros, no bien empieza la función se convierte en un multiverso, una variedad de regiones fantásticas, como las de la geografía de las leyendas, donde siempre hay un reino, un imperio, un valle encantado, un palacio maravilloso en mitad de la nada, más allá de nuestra mirada. La pequeña mesa es un gran espacio, lleno de cuevas, acantilados, grandes montañas, castillos y palacios, El oficiante, que maneja con precisión este espectáculo prácticamente a ciegas, se convierte en un gigante invisible para los vivientes de la acción: la pequeña protagonista, los libros y sus criaturas. Sus manos se independizan, no crean la acción, sino son parte del ritual. Son como el narrador de las Mil y una noches, que deja que la historia se vaya anudando y desenhebrando sin participar. Pero son sus manos la que impulsan la lupa, una alfombra mágica en la que se mueve la pequeña y desnuda protagonista. Son sus manos las que abren los libros, como si fueran países desconocidos. Libros que contienen pequeños habitantes, objetos misteriosos, tesoros, armas mágicas. Con Books lo pequeño se vuelve grande. Una mota de polvo atrae nuestra atención de forma poderosa, el invisible cabello que la gigantesca espada de tres pulgadas desprende del cabello de la protagonista, la indómita muñeca de porcelana, es una joya demasiado cara para ser dada en prenda. Pero comprendemos que es un sacrificio, una prueba, la que se le pide a la heroína para realizar su viaje, o para acabarlo con bien. No hay una palabra en Books, pese a que en los títulos y letras que queremos leer en los libros creemos ver relaciones con lo que vamos a ver. Rebeca brilla al principio, y recordamos a Manderley quemándose, un universo de papel y palabras pasto de llamas bajo la luna. Pero Books es mucho más, es más incluso que lo que vemos porque nos traslada al lugar de los sueños. Al acabar la función, podemos ver los libros (una auténtica exposición de objetos encontrados y manipulados) en los que antes habíamos visto fabulosos paisajes, pecados inconfesables o lugares llenos de placeres, terrores y tesoros ocultos. Comprendemos que no están mudos, que no son sólo atrezzo. Son protagonistas de esta historia épica. Son cómplices, son antiguos con el mundo, son secretos que no nos van a contar sus últimas confidencias. Books es aquel lugar al que uno sabe que va a volver. Quizá, Books sea lo más impresionante que se haya podido ver en la cartelera madrileña en décadas.