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Veloz Maggiolo, Marcio. La vida no tiene nombre. I Edición.

Santo Domingo Republica


Dominicana. (2013)

El 13 de agosto de 1936, Santo Domingo recibe al célebre escritor Marcio Veloz Maggiolo.
El Laureado autor ha escrito 15 textos de novelas y cuentos, junto a otros libros de crítica y
ensayo; siendo galardonado con el Premio Nacional de Novela en 1962 por “Judas”; el
Premio Nacional del Cuento por “La fértil agonía del amor” y el Premio Nacional de
Literatura por el conjunto de sus obras en 1996, junto a otros muchos galardones
nacionales. Veloz Maggiolo es sin duda una de las joyas literarias de nuestro país.

Su Obra “La vida no tiene nombre” brilla entre sus escritos por su narración realista e
histórica. Maggiolo comunica y expresa de forma magistral las vivencias de una época,
reflejadas en la vida de un hombre de época. Con todo el pesar de un momento tan lúgubre
de la historia dominicana, expresa la realidad del país en aquella oscura época, vigente aun
hoy, como una oportunidad para aprender del pasado, continuado en el presente, para
trabajar por un mejor futuro y quizás “darle un bonito nombre a la vida” de los
dominicanos. Pero claro, antes hemos de identificar porque Maggiolo da a la vida tal
apelativo.

Es por eso que dedico estas letras a la expresión y reflexión sobre Maggiolo y su obra,
buscando aclarar y exponer claramente que ha hecho que la vida en nuestro país sea tan
cruel, que incluso nuestra literatura lo refleje.

Ramón, herido y encarcelado, mientras se prepara para ser fusilado; nos cuenta las
incidencias de su vida desde los preparativos para su nacimiento a las desgracias que
conllevaron a fu final junto a sus predicciones poco favorables para el país. Su vida, de la
que la obra hace uso para expresar su mensaje, se desarrolla en las tierras del este de
Republica Dominicana, durante el periodo de la ocupación estadounidense en el país.

La madre de Ramón, Simián, una inmigrante haitiana fue sometida a violaciones y


maltratos durante todo el transcurso de su entrada al país en su camino por la frontera. Fue
hallada por el viejo Vieth, un hacendado español que la acogió en su rancho como criada y
quien más tarde, en una noche de borrachera se dejaría llevar por sus deseos carnales y
ultrajaría nuevamente a la joven haitiana (p.27 y p.28). Simián quedo embarazada de este
ultraje y, en un intento de aborto, fue golpeada por su violador en el vientre. Sin embargo,
en las manos de una comadrona, Ramón vería la luz del mundo y recibiría el nombre que
tuvo, sin una razón clara para él.

Bajo rituales y tradiciones de vudú, Ramón fue recibido en este mundo como un miembro
más de esta isla hermosa donde proliferan la miseria y las crueldades (p.29). Durante su
infancia, sufre la discriminación de Fremio, su hermano y Martha, la esposa de su padre.
Durante una escapada al monte junto a su hermana Santa, Ramón ataca a su padre y debe
huir al monte para librarse de la paliza más es apaleado de todas formas, con ayuda de su
hermano Fremio, cuando regresa a la casa (p.20-p.23).

Al marco de la ocupación estadounidense en el país, Ramón, dolido de su patria y con ella


ardiendo en el pecho se une a los gavilleros para defender al país de los ocupacionistas,
convirtiéndose en un líder popular debido al fusilamiento del antigua líder de la banda por
la traición de un campesino a cambio de un poco de comida. Durante sus años de
Gavilleros Ramón es conocido por el mote de “El Cuerno”, apodo obtenido por una rencilla
con un hijo de Pedro Castaño, predispuesto a pelear desde pequeño (p.31); siendo temido
tanto por los ocupacionistas como por el pueblo confundido y tan hambriento de justicia
como del pan de cada día. Los problemas, riesgos y traiciones, incluso del pueblo al que
defendía, junto al envilecimiento de la actividad que orgullosamente desempeñaba lo
obligaron alejarse de estos caminos y junto a Simián embarcarse en un viaje a una mejor
vida, con un mejor futuro.

En su viaje hacia al norte encontró asentamiento en dos ocasiones; dedicándose ambas


veces a la agricultura. Recibiendo noticias de como su nombre seguía adquiriendo fama y
odio. Y por desgracia siendo encontrado por su pasado en ambas ocasiones. Tras un
tiempo, una vieja y agotada Simián, enferma de tuberculosis y sus días se cuentan en menos
de un años con los tratamientos adecuados, semanas de no ser así. Ramón nos cuenta como,
obligado por la enfermedad de su madre, se dirige a casa de su padre donde, tras
encontrarlo moribundo, es engañado por su hermano Fremio para asesinarlo (p.71 y p.79).
Fremio, tras dispararle en la pierna, lo entrega a las autoridades donde rememora cada
momento de su vida mientras se prepara para el clímax de esta, la “merecida” muerte ante
el ¡Fire!, de traidores como Trujillo que venden a extraños su patria (p. 66). Entre recuerdos
de amigos muertos, fusilados y traicionados; peleas y traiciones; malas pasadas y un
inoportuno buen momento interrumpido por la desgracia Ramón, El cuerno, Vieth concluye
que simplemente, en este país ten hermoso como pobre, la vida no tiene nombre (p-84).

“Dentro de algunos minutos vendrá un cura español que me hablara del cielo y los pecados:
-Hijo mío, el cielo es lo mejor. –Me dirá. -Padre si en el cielo hay gringos es preferible que
me vaya al infierno. –Le contestaré” (p.82). Mientras exista robo, pillaje y también un poco
de patriotismo habrá gavilleros; pero todos terminaran vendidos, fusilados frente al ¡Fire!
De las tropas comandadas por traidores dominicanos como Trujillo, que venden su alma a
los que maltratan al pueblo: ¡La vida no tiene nombre! Es algo que no acabo de comprender
(p.83 p. y84).

Por desgracia, Maggiolo, hablándonos a través de Ramón, tiene la razón de forma


atemporal. La vida no tenía nombre en aquellos crueles tiempos de ocupación y guerra, y
aún sigue siendo anónima en esta época de “Vietnam Silencioso”. Sin que la xenofobia
entre en escena, gringos y otros extranjeros aun abusas de nuestra nación, de todas las
naciones pobres del mundo, nos usan como simples patios de juego donde pisotear e irse.
Maggiolo narra de forma magistral la situación atemporal de nuestro país, de las desgracias
en las vidas de su pueblo. “La vida no tiene nombre” narra como la vida en el país es difícil
para todos, por lo menos para todos los que no se ponen en manos de los extranjeros o
roban y traicionan al pueblo que los acoge, Maggiolo narra, describe como o había un
nombre para tantas desgracias acaecidas en aquella época, y como sigue sin haber uno
incluso en estos tiempos de “avance y mejora”.

Esperemos que un día alguien narre de forma tan solemne, como lo hace hoy Maggiolo,
una realidad donde nuestro país mejore y la vida en él tenga un hermoso nombre, del que
todos nos sintamos orgullos de recibir epónimo. Mientras tanto hemos de consolarnos
leyendo la magistral narración de Veloz Maggiolo hasta que de “La vida no tiene nombre”
pasemos a “Que bonito nombre tiene la vida”.

Wilyereny Lorenzo Plasencio


San Cristóbal, Republica Dominicana
30 de Julio, 2018

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