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LA IMPORTANCIA DE LAS EMOCIONES EN EL LENGUAJE

Todos los humanos tenemos emociones y frecuentemente hablamos de ellas,


explicándonos unos a otros que sentimos y porqué. Sin embargo el estudio de las
emociones ha sido conocido por unos cuantos investigadores en el campo de la filosofía,
ciencias naturales y psicológicas en la cual se han generado tesis acerca de la naturaleza
de la emoción, su función, su relación con otros estados mentales, o su carácter racional,
por mencionar algunas de las cuestiones más debatidas sobre este tema.

Aun así, la cuestión importante en este escrito es la constitución de una emoción, que es
quizás la pregunta central a la que se le ha dado más importancia. En estos últimos años
se le ha querido dar respuestas por medio de dos propuestas, una de ella es la estrecha
relación con el cognitivo, que propone que los estados emocionales aparecen
inextricablemente ligados a elementos conceptuales como proposiciones o juicios. La otra
propuesta es la de intentar identificar las emociones en función de su base biológica, que
daría lugar a una fenomenología característica para cada emoción (Martínez, 2009).

Pero la característica más importante de las emociones es quizá su complejidad, “ya


que afectan a la persona en todos los niveles: como organismo biológico, como entidad
con facultades cognitivas y como actor social” (Soriano,2016,p.2). Por lo tanto, no sería
posible comprender la relación entre los programas afectivos y el resto de la vida mental
sin tener en cuenta como se relacionan con el procesamiento del lenguaje, por eso
lenguaje y emoción comparten un carácter eminentemente social.

Ahora teniendo en cuenta todo lo anterior se plantean cinco fragmentos de tesis que dan
a conocer varios problemas entre la relación entre emoción y lenguaje. Una de ella es
Ingrid Vendrell Ferran, que orienta el problema de las emociones provocadas por las
obras de ficción literaria. Por otra parte dice que la propia naturaleza ficticia del estímulo
supone un problema a la hora de determinar qué es aquello que uno está
experimentando y por eso sostiene que el elemento cognitivo detrás de las mismas no
puede ser una creencia sino un supuesto. En una segunda parte se encuentra la tesis de
Miguel Ángel Pérez Jiménez y José Luis Liñán Ocaña, quienes dicen que existe una
dimensión normativa básica en los estados emocionales y que hay algo común entre dicha
normativa y la de los estados intencionales, como los intercambios comunicativos. En una
tercera tesis esta Anita Konzelmann Ziv, quien aborda el tema de las emociones
compartidas tomando como referente la expresión en las oraciones. En una cuarta tesis
está Franz Brentano, dice que una emoción posee un objeto intencional. En una quinta
tesis se encuentra la concepción de la emoción como percepción de Juan José Acero
(Martínez, 2009).

En conclusión, a pesar de la pluralidad de perspectivas, existen evidentes puntos de


contacto entre ellas, como son los relativos a la normalidad de la emociones, a su
racionalidad, a su intencionalidad o a su índole social. De modo que también tienen en
común que, independiente de la faceta que cada uno aborde todos ellos extraen
conclusiones propias de la naturaleza de la emoción.

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