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“UNIVERSIDAD LATINOAMERICANA CIMA”

TEORÍAS RESPECTO A LA AUTONOMÍA DEL DERECHO


PROCESAL LABORAL Y LA CARGA DE LA PRUEBA EN
EL PROCESO LABORAL”

DOCENTE : MAG. RAUL HUALPA ANCCO

CURSO : DERECHO PROCESAL LABORAL I

INTEGRANTES: CAROLINA PAREDES

STEFANI FLORES

VICTORIA YUPANQUI

JOYLA JAPURA

MIGUEL DÁVAOS

ALONZO VILLACORTA

CICLO : VI

FECHA DE ENTREGA: 30/10/2019

TACNA- PERÚ

2019

1
Dedicatoria

Principalmente a Dios, como nuestro

guía e inspiración para

lograr nuestros objetivos.

A nuestros padres,

por el apoyo incondicional y constante.

2
Agradecimiento

A nuestra familia y
amistades, quienes con su
apoyo y empuje
constante coadyuvaron a
culminar con éxito
nuestra formación
profesional, así como la
presente investigación.

3
INDICE GENERAL

Dedicatoria............................................................................................................................................ 2

Agradecimiento .................................................................................................................................... 3

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 6

ANTECEDENTES ............................................................................................................................... 7

TEORÍAS RESPECTO A LA AUTONOMÍA DEL DERECHO PROCESAL LABORAL ...... 10

GENERALIDADES .................................................................................................................... 10

AUTONOMÍA DEL DERECHO PROCESAL LABORAL ................................................... 11

AUTORES QUE NIEGAN LA AUTONOMÍA DEL DERECHO PROCESAL DEL

TRABAJO. .................................................................................................................................. 11

LOS PARTIDARIOS DE LA AUTONOMÍA DEL DERECHO PROCESAL DEL

TRABAJO ................................................................................................................................... 14

LA CARGA DE LA PRUEBA EN EL PROCESO LABORAL .................................................... 20

LA CARGA DE LA PRUEBA ................................................................................................... 20

CARGA DE LA PRUEBA Y TUTELA JURISDICCIONAL EFECTIVA .......................... 21

CARGA DE LA PRUEBA Y PRINCIPIO DE COMUNIDAD DE LA PRUEBA ............... 22

LAS REGLAS DE CARGA DE LA PRUEBA ........................................................................ 22

DESCUBRIENDO LOS PRINCIPIOS QUE ESTÁN DETRÁS DE LAS REGLAS .......... 23

CUANDO LA LEY SE EQUIVOQUE: LAS CARGAS PROBATORIAS DINÁMICAS .. 24

EL PROBLEMA DE LA INDEBIDA ASIGNACIÓN DE LA CARGA PROBATORIA:

LA INDEFENSIÓN .................................................................................................................... 27

PRESUNCIONES Y CARGA DE LA PRUEBA ..................................................................... 27

4
LA CARGA DE LA PRUEBA EN EL PROCESO LABORAL ............................................. 29

LA CARGA DE LA PRUEBA EN LA NUEVA LEY PROCESAL DEL TRABAJO .......... 31

PRESUNCIONES LABORALES Y CARGA DE LA PRUEBA EN EL PROCESO

LABORAL .................................................................................................................................. 37

JURISPRUDENCIA .......................................................................................................................... 38

CONCLUSIONES.............................................................................................................................. 40

BILIOGRAFÍA .................................................................................................................................. 41

5
INTRODUCCIÓN

La progresiva entrada en vigencia de la Nueva Ley Procesal del Trabajo supone un desafío no

solo en cuanto a la técnica de la oralidad, sino a la correcta aplicación de las instituciones

procesales. Las reflexiones que, desde la entrada en vigencia de la mencionada ley, se vienen

realizando están poniendo demasiado énfasis en la técnica de la oralidad, lo que no está mal,

más aun si el cambio en el sistema es radical, como el que propone la nueva legislación

procesal laboral. Pero la sola técnica, sin un adecuado manejo de las instituciones procesales,

puede terminar generando peores consecuencias que aquellas que la propia técnica quiere

evitar: inequidad y afectación al derecho a la tutela jurisdiccional efectiva de las partes en el

proceso. En ese sentido, el adecuado estudio de las instituciones del proceso laboral debe

tener como punto de partida que aquellas son instituciones procesales, por ello, su estudio no

puede prescindir de los estudios que sobre ellas haya hecho o venga realizando la disciplina

procesal. Las particularidades que esas instituciones puedan tener en el proceso laboral, exige

primero conocer bien y a profundidad lo que el derecho procesal estudia respecto a cada una

de ellas, a fin de poder comprender luego sus particularidades. Los autores de este trabajo

venimos constatando que a raíz de la entrada en vigencia de la Nueva Ley Procesal del

Trabajo se viene dando un sentido inverso a estos estudios: se parte del estudio de las

particularidades y se “mal” presupone el conocimiento de la institución procesal. Una de las

instituciones con las que creemos viene ocurriendo lo que señalamos en el párrafo anterior, es

la institución de la carga de la prueba. Por ello, es que a partir de los conocimientos que sobre

esta institución da el derecho procesal, nos aproximamos a establecer sus verdaderos alcances

en el proceso laboral.

6
ANTECEDENTES

LA CARGA DE LA PRUEBA EN EL PROCESO LABORAL

Por lo que se refiere a la carga de la prueba en materia laboral, la misma tiene su origen en el artículo

1354 del Código Civil (C.C.) 480, pasando luego también como antecedente por los artículos 506 del

Código de Procedimiento Civil (CPC) 481 y 68 de la Ley Orgánica de Tribunales y Procedimiento

del Trabajo (LOTPT)482 hoy abrogada, para culminar en los artículos 72 y 135 de la LOPT.

La carga de la prueba tiene que ver fundamentalmente con la conducta asumida por las partes en el

juicio (el contenido de la demanda y la contestación; inasistencia a los actos de la audiencia

preliminar o de la audiencia de juicio; la conducta asumida por las partes en el juicio).

En la jurisdicción civil la carga de la prueba depende de la forma de contestar la demanda. El artículo

361 del CPC permite la negativa general o amplia, pudiendo quedar la carga de la prueba solamente

en el demandante. El artículo 362 del CPC se refiere a la falta de contestación, quedando confeso si

no fuere contrario a derecho y si nada pudiere probar a su favor.

En la jurisdicción laboral, nos regíamos, en un principio, por el artículo 68 de la LOTPT, en

concordancia con el artículo 361 del CPC, donde el patrono podía negar pura y simplemente los

hechos, los conceptos y montos reclamados y el demandante, entonces, tenía la carga de demostrar

todos los extremos del escrito libelar. Así lo sostuvo la Corte Suprema de Justicia (CSJ), hoy extinta

y el TSJ hasta la vigencia de la LOPT.

La SCS del TSJ483, ha sentado: (Omissis) acreditan con creces la presunción de laboralidad

establecida en los artículos 65 de la Ley Orgánica del Trabajo y 72 de la Ley Procesal del Trabajo, y

por ende constituyen también la satisfacción de la apariencia del buen derecho que acredita el fumus

boni iuris. Como consecuencia de dicha presunción, es el patrono quien tiene la carga probatoria de

las causas del despido y del pago de las obligaciones. Así pues, una vez analizado exhaustivamente

7
el asunto planteado, esta Sala de Casación Social, considera que la sentencia recurrida se encuentra

ajustada a derecho. (Letra negrilla del autor del trabajo).

La mencionada Sala484, también ha expuesto recientemente sobre la forma de contestar la demanda

laboral, haciendo la salvedad en las causas de despido y pago que libere al patrono de su obligación

de pagar, en cuyo último caso, la carga corresponde al patrono: Considera necesario la Sala acotar

que, el artículo 72 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo al establecer las reglas atinentes a la

carga de la prueba, indica que esta corresponderá a quien afirme hechos que configuren su pretensión

o a quien los contradiga, alegando hechos nuevos, igualmente consagra que el empleador, cualquiera

que fuere su presencia subjetiva en la relación procesal, tendrá siempre la carga de probar las causas

del despido y del pago liberatorio de las obligaciones inherentes a la relación de trabajo. Hay que

considerar que en las relaciones de trabajo es el patrono quien tiene normalmente las pruebas, por

eso debe contestar de manera que tenga que traer las pruebas a los autos. Si se permite la

contestación por el CPC, entonces se estaría invirtiendo la carga de la prueba; pero si se contesta

como ordenan los artículos 72 y 135 de la LOPT se sigue la regla de “quien alega prueba”. La forma

establecida hoy por la LOPT –artículos 72 y 135– en modo alguno conculca los principios

establecidos en la LOTPT, CC y CPC en relación con la carga de la prueba, se mantiene el principio

de quien alega, prueba.

Sobre el punto, se lee en fallo de la SCS del TSJ485, lo siguiente: Pues bien, de lo anteriormente

transcrito se desprende que el régimen de distribución de carga de la prueba, contemplado en el

artículo 68 de la Ley Orgánica de Tribunales y de Procedimiento del Trabajo, no infringe de modo

alguno el principio general de la carga de la prueba dispuesto en los artículos 506 del Código de

Procedimiento Civil y 1.354 del Código Civil. Se insiste, en materia procesal del trabajo se mantiene

el mismo principio universal sobre la carga de la prueba. En el tema laboral lo que se ha cambiado y

constituye una de las diferencias con el proceso civil es la forma de contestar la demanda, en cuyo

caso no se puede utilizar la forma prevista en el artículo 361 del CPC –negando pura y simplemente,

8
ni la contemplada en el artículo 68 de la LOTPT –negando pura y simplemente, con la determinación

discriminada de cada hecho reclamado–, sino como prescriben los artículos 72 y 135 de la LOTTT.

9
TEORÍAS RESPECTO A LA AUTONOMÍA DEL DERECHO PROCESAL LABORAL

GENERALIDADES

DERECHO PROCESAL LABORAL

Como la esencia misma del derecho procesal radica en la actividad jurisdiccional del Estado, se

consideró indispensable la creación de una disciplina que conociere de esa actividad, en el ámbito

laboral, el derecho procesal del trabajo es sumamente reciente; tanto es así, que las novedosas

reformas a la Ley Federal del Trabajo que entraron en vigor el primero de mayo de 1980 constituyen

el avance más significativo alcanzado hasta hoy por nuestra materia, la cual ha sido criticada, pero

nadie pone en duda que día a día, se va adquiriendo una mejor y más clara estructura de conceptos e

instituciones. Como ya se indicó, el derecho procesal tiene plena validez en la administración de

justicia, por parte de los tribunales laborales, sin embargo, resulta limitado porque la actividad de

dichos órganos no se constriñe a la aplicación del derecho (como jurisdicción), sino que concilian,

interpretan el derecho y lo construyen, como acertadamente lo indica Francisco Ramírez Fonseca,

Frecuentemente se menciona al derecho procesal del trabajo como la rama de la ciencia jurídica que

dicta las normas instrumentales para la actuación del derecho, y que disciplina la actividad del

juzgador y de las partes, en todo lo concerniente a la materia laboral. Alberto Trueba Urbina señala

como "el conjunto de reglas jurídicas que regulan la actividad jurisdiccional de los tribunales y el

proceso del trabajo para el mantenimiento del orden jurídico y económico de las relaciones obrero-

patronales, ínter obreras o ínter patronales". Por su parte, Armando Porras y López lo identifica

como: "aquella rama del derecho que conoce de la actividad jurisdiccional del Estado, respecto de las

normas que regulan las relaciones laborales desde los puntos de vista jurídico y económico".

Francisco Ramírez Fonseca, al analizar las tres funciones que realizan las Juntas de Conciliación y

Arbitraje, define al derecho procesal del trabajo como "el conjunto de normas que regulan la

actividad del Estado, a través de las Juntas de Conciliación y Arbitraje tendiente dicha actividad a

buscar la conciliación en los conflictos de trabajo, y de no ser ésta posible, a resolver los conflictos

10
por vía jurisdiccional o emitiendo el derecho aplicable al caso concreto, siempre dentro de su propia

órbita de facultades. Finalmente, Francisco Ross Game, manifiesta que "el derecho procesal laboral

es la rama del derecho que conoce de la actividad jurisdiccional del Estado, respecto de la aplicación

de las normas con motivo, en ocasión o a consecuencia de las relaciones obrero-patronales". De todo

lo anterior, se infiere que el derecho procesal del trabajo conoce de la actividad jurisdiccional en los

diversos conflictos laborales, a fin de mantener el orden jurídico dentro de nuestro sistema de

derecho.

AUTONOMÍA DEL DERECHO PROCESAL LABORAL

La autonomía del Derecho Procesal del Trabajo no es criterio compartido por todos los autores, sino

que, por el contrario, es controvertida por alguna parte de la doctrina. La cuestión ha sido planteada a

veces en términos extremos, desde los que sostienen su negación absoluta, pasando por los que la

aceptan en forma radical o en forma moderada, y hasta los que prefieren aludir a la especificidad del

Derecho Procesal del Trabajo en lugar de referirse a su autonomía.

La cuestión de la autonomía o no del Derecho Procesal del Trabajo se encuentra íntimamente ligada

a la naturaleza jurídica del proceso laboral, cuya finalidad, como bien lo apunta el procesalista

español Montero Aroca, es la de “determinar, ante el silencio de la ley, ante la laguna legal, qué

normas deben aplicarse supletoriamente”.

AUTORES QUE NIEGAN LA AUTONOMÍA DEL DERECHO PROCESAL DEL

TRABAJO.

Dentro de este grupo se ubican, en primer lugar, quienes incluyen al Derecho Procesal del Trabajo

como parte del Derecho Sustantivo del Trabajo, esto es, que todo lo relacionado con la intervención

del Estado, los tribunales, y los procedimientos contenciosos mediante los cuales se asegura la

eficacia de los derechos consagrados en las leyes laborales, estaría comprendido dentro del contenido

del Derecho Material o Sustantivo del Trabajo; se trata la mayor de las veces de aquellos autores

11
para quienes existe un procedimiento civil o mercantil, penal, laboral, y así sucesivamente,

dependiendo de la naturaleza de las normas que se van a aplicar, sin que ello signifique el

reconocimiento de ramas autónomas para cada clase de procedimientos.

No obstante, debemos acotar que si bien el Derecho Material del Trabajo tiene una influencia

decisiva sobre el Derecho Procesal del Trabajo, encontrándose íntimamente relacionados ya que el

primero pretende hacerse efectivo a través del segundo (ante la necesidad de hacer efectiva la

protección de aquellos intereses que el Derecho Material considera susceptibles de tutela jurídica),

también es cierto que esta concepción se encuentra históricamente superada, pues el Derecho

Procesal en general no se limita simplemente a ser un derecho instrumental al servicio de cada

disciplina jurídica, sino que se trata de un derecho con un objeto propio que consiste, según señala el

procesalista español Jaime Guasp, en la satisfacción de pretensiones, cuya finalidad se cumple –

agrega De Buen–, no por la obtención de una resolución favorable, sino por el hecho de que el juez

intervenga resolviendo la controversia.

En segundo lugar, algunos autores rechazan la autonomía del Derecho Procesal del Trabajo respecto

del Derecho Procesal en general. Se trata de quienes hacen de la unidad del Derecho Procesal un

dogma y pregonan la existencia de la unidad fundamental del proceso, donde todos sus tipos

responderían al mismo concepto. Así por ejemplo, Guasp señala que “la pluralidad de tipos

procesales (...) no destruye, sin embargo, la unidad conceptual de la figura procesal, la cual,

fundamentalmente sigue siendo idéntica en cada una de sus ramas...”. Como una manifestación de

esta tendencia, ya no teórica sino legislativa y real, menciona Pasco Cosmópolis la adopción por el

Uruguay “de un Código Procesal único, que no sólo somete a un mismo trámite los asuntos civiles y

laborales, sino incluso los penales, salvando así de un solo y gran salto el abismo tradicional

reconocido entre las disciplinas dispositiva e inquisitiva, como ya preveía Luigi de Litala, en Italia,

quien fue de los primeros en afirmar que en el futu ro podrían fundirse las diversas ramas

procesales”.

12
En tercer y último lugar, encontramos los que también niegan la autonomía del Derecho Procesal del

Trabajo por considerar que éste forma parte o no se ha desligado del Derecho Procesal Civil. Son

quienes ven en el Derecho Procesal del Trabajo una disciplina con absoluta dependencia del Derecho

Procesal Civil, el cual sí cuenta con una Teoría General, fundamentos.

Así por ejemplo, el doctor Caldera incluye dentro del contenido del Derecho del Trabajo, todo lo

relacionado con los “Tribunales y Procedimiento del Trabajo (organización y funcionamiento de la

justicia laboral, características especiales, procedimiento especial del trabajo)” y principios propios,

los cuales, según los partidarios de esta concepción, informan y nutren en su totalidad al proceso

laboral; se trata de quienes generalmente mantienen una posición privatista del derecho y tienden a

resolver la totalidad de los problemas a la luz de las doctrinas civilistas, lo que según las palabras del

tratadista patrio José Rafael Mendoza es uno de los factores que han conspirado contra el Derecho

Procesal del Trabajo.

Así por ejemplo, para Montero Aroca el proceso laboral no es más que un proceso civil especial, o

una especie del proceso civil, que sería el género. Para este autor el proceso de trabajo se explica y

sólo tiene sentido científico desde el Derecho Procesal, pues únicamente partiendo de las nociones de

jurisdicción o de acción (que son únicas y comunes) y de la condición del proceso como instrumento

y medio de una y de otra, se puede dar base científica al proceso laboral. En lo que sí admite que

pueden existir diferencias es en cuanto a la forma del proceso, es decir, el procedimiento, que en

España se traduce en la existencia de un procedimiento civil básicamente escrito frente a un

procedimiento laboral predominantemente oral, distinciones que no son sino de mera forma y que no

afectan por lo tanto la esencia, por lo que tampoco pueden servir para configurar al proceso laboral

como un proceso autónomo.

En este tercer subgrupo podemos ubicar también al mexicano Rafael De Pina, quien sólo admite una

autonomía “puramente académica” derivada de la inclusión del Derecho Procesal Laboral en los

13
planes de estudio de las universidades, sólo como un método adecuado para la enseñanza de esta

porción del derecho, “pero sin que ello signifique el reconocimiento de la posibilidad de la

construcción de una ciencia del derecho procesal laboral independiente de la ciencia del derecho

procesal civil, ni la posibilidad de la existencia de una legislación procesal del trabajo cuyos

principios informativos sean en lo esencial, diferentes (…) a los de la legislación procesal civil”. En

forma similar, el argentino Ramiro Podetti afirma que es “imposible prescindir de la doctrina del

proceso civil y de sus instituciones para comprender, explicar y aplicar las normas específicas del

procedimiento laboral”, por lo que sostiene que no cree en la separación absoluta y tajante entre el

Derecho Procesal del Trabajo y el común.

LOS PARTIDARIOS DE LA AUTONOMÍA DEL DERECHO PROCESAL DEL TRABAJO

En un segundo grupo encontramos a quienes defienden la autonomía del Derecho Procesal del

Trabajo respecto del Derecho Procesal en general, o respecto del Derecho Procesal Civil,

justificándola entre otros motivos por la necesidad de descartar el procedimiento ordinario, “ante la

naturaleza distinta del litigio laboral donde a los intereses materiales contrapuestos se suman factores

de orden ético y moral de obligada tutela”. Así, tenemos que algunos autores defienden la autonomía

del Derecho Procesal del Trabajo en forma radical o absoluta, otros lo hacen en una forma moderada

y, un tercer grupo de doctrinarios ha sido calificado dentro de una corriente denominada de avanzada

o ecléctica.

 AUTONOMÍA ABSOLUTA

El más importante y apasionado defensor de la autonomía absoluta del Derecho Procesal del Trabajo

es el mexicano Trueba Urbina, quien ni siquiera admite la sujeción del proceso laboral a los

principios de la Teoría General del Proceso, a la que considera de esencia “burguesa”, en tanto que la

finalidad del proceso laboral es tutelar a la parte más débil de la relación laboral y en este sentido es

proteccionista y reivindicador. Afirma este autor que el proceso del trabajo es un instrumento de

lucha de los trabajadores frente a sus explotadores, pues a través de él deben alcanzar en los

14
conflictos laborales la efectiva protección y tutela de sus derechos, así como la reivindicación de

éstos.

Para Trueba Urbina, el Derecho Procesal del Trabajo es autónomo “por la especialidad de sus

instituciones, de sus principios básicos y por su independencia frente a otras disciplinas y no se le

puede negar independencia por más amor que se tenga a la concepción unitaria del derecho procesal

y a la ciencia burguesa”, pues su función trascendental agrega es la de “impartir justicia social”. Para

este autor, el Derecho Procesal del Trabajo formaría parte de lo que él denomina Derecho Procesal

Social, por contraposición al Derecho Procesal que califica de “burgués” (en clara alusión al Derecho

Procesal Civil), con el cual resulta “incompatible”, pues la autonomía del Derecho Procesal Social es

tal que no puede formar parte de la clásica «teoría general del proceso», sino que origina una teoría

propia que agrupa a todos los procesos sociales: el agrario, del trabajo y de la seguridad social,

económicos, asistenciales, constituyéndose con éstos una autónoma Teoría General del Proceso

Social y como partes de éste principalmente el proceso del trabajo, agrario y de seguridad social que

rompen la teoría burguesa de igualdad e imparcialidad del derecho procesal individualista.

De Litala afirmaba que “una disciplina es autónoma cuando abarca un conjunto de principios e

institutos propios”, con todo lo cual cuenta el Derecho Procesal del Trabajo, constituyendo por tanto

“una ciencia autónoma, en cuanto es distinta de las otras disciplinas jurídicas, porque en la misma se

encuentra un desarrollo autónomo de institutos, que constituyen una unidad sistemática particular”.

Para el mexicano Arturo Valenzuela, la autonomía del Derecho Procesal del Trabajo se concreta en

la existencia de ciertos rasgos específicos, como serían:

Que el Derecho Procesal del Trabajo reglamenta un derecho autónomo e independiente del

derecho civil, cual es el Derecho Sustantivo del Trabajo;

La Jurisdicción del Trabajo está conferida a órganos especiales;

La Jurisdicción del Trabajo tiene privilegios de los cuales no goza la jurisdicción Civil;

15
El Derecho Procesal del Trabajo tiene un conjunto de principios característicos y propios,

diferentes de los del Derecho Procesal Civil. Conviene ubicar también en este grupo al

laboralista patrio Isaías Rodríguez, quien al comentar el carácter distinto del Derecho

Procesal del Trabajo expresa que se trata de factores humanos, económicos, jurídicos y

sociales, sustanciales e instrumentales, que exigen ser confrontados, analizados y meditados

para poder sistematizarlos, exponerlos y difundirlos, afirmando que eso es precisamente lo

que pretende “al calificar de autónomo el Derecho Procesal del Trabajo”, concluye diciendo

que al Derecho Procesal del Trabajo le viene su autonomía no solo de los principios que lo

caracterizan, sino del contenido social de su naturaleza jurídica. Los procedimientos

Laborales difieren de los Civiles por su naturaleza Social. Sus fines Sociales hacen que la

nueva Jurisdicción se ejerza sin la rigidez que impera en los demás procesos y de allí la

especificidad de sus principios. Frente a la función de mantener el equilibrio jurídico,

objetivo intrínseco del Derecho Procesal, en el Derecho Adjetivo del Trabajo, esta función

niveladora se acentúa más debido a la diferente condición económica y social de los

litigantes, que de por sí e indirectamente genera desiguales condiciones para la defensa y el

ataque, que el derecho especial tuvo que equilibrar.

 AUTONOMÍA MODERADA

En esta línea ubica Pasco Cosmópolis a Alonso Olea, Menéndez Pidal, Stafforini, Pérez Leñero,

Russomano y Coqueijo Costa, entre otros.

Pérez Leñero sitúa la autonomía del Derecho Procesal del Trabajo en los campos administrativo, por

la creación como cátedra dentro de las escuelas sociales, y científico, por la multiplicidad de normas

procesales del trabajo, diversas muchas de ellas de las comunes, tanto respecto a la jurisprudencia

como al procedimiento.

16
Por su parte, el español Juan Menéndez Pidal sostenía ya en el año 1947 que no podía ponerse “en

duda la autonomía científica del derecho procesal social necesario (sic) en la jurisdicción especial del

trabajo, evidenciándolo así el hecho de que casi todas las legislaciones y tratadistas regulan y hacen

el estudio de los procedimientos ante la misma”.

No obstante, para Menéndez Pidal, el criterio distintivo más importante y a la vez determinante de la

pregonada autonomía del Derecho Procesal Social (o del Trabajo), radica en el hecho de que este

cuenta con “principios que son exclusiva o preferentemente de aplicación al derecho procesal del

trabajo y a ninguno de los otros derechos procesales”38.

El argentino Stafforini apoya también la tesis de la autonomía, por el “carácter particular de los

principios que informan el proceso laboral y el contenido de la propia disciplina jurídica”.

 POSICIÓN ECLÉCTICA O DE AVANZADA

Dentro de esta línea menciona Pasco Cosmópolis citando a Giglio, a Tesorieri, Jaeger, Tissembaum,

Nicollielo, Piragibe Tostes Malta, Maranhao, incluidos el propio Giglio y el mismo Pasco

Cosmópolis.

Para Pasco Cosmópolis la autonomía absoluta de Alberto Trueba Urbina, “ni existe ni es posible ni

es deseable” y, al referirse a este criterio de avanzada, explica que no se trata sino de una corriente

ecléctica respecto de la cual, quienes la sostienen afirman que todas las ramas jurídicas procesales

tienen elementos esenciales comunes, pero admiten que existen elementos diferenciales. Como una

manifestación de ello, explica su posición expresando que en su obra Fundamentos de Derecho

Procesal del Trabajo, se concreta “a desarrollar aquellos aspectos que constituyen la dogmática del

Derecho Procesal del Trabajo como disciplina autónoma, y prescindimos de examinar y aún de

mencionar los conceptos esenciales del proceso, asumiendo que su estudio corresponde a la Teoría

General del Proceso”.

17
En opinión de Pasco Cosmópolis, la autonomía del Derecho Procesal del Trabajo se alcanza

plenamente y se manifiesta en una triple dimensión, a saber:

(i) científico-didáctica, por la existencia de tratados, estudios y manuales dedicados a su examen

científico;

(ii) dogmática porque se funda en principios propios y específicos, tan característicos que le dan un

perfil inconfundible y;

(iii) metodológica, porque el Derecho Procesal del Trabajo hace uso de una variada gama de métodos

propios (Vg.: mecanismos de negociación colectiva, conciliación, mediación y arbitraje, etc.).

Por su parte, el brasileño Wagner Giglio examina la autonomía del Derecho Procesal del Trabajo en

sus vertientes didáctica (que facilita la transmisión de conocimientos), legislativa (normas legales

específicas), jurisdiccional (órganos especiales), doctrinaria y científica (por contar con institutos,

principios y fines propios).

Jorge Pinheiro sostiene también la autonomía del Derecho Procesal del Trabajo, pero vinculándolo a

la moderna Teoría General del Proceso, observando que la unidad metodológica o de raciocinio de la

Teoría General del Derecho Procesal y el objetivo final de este último es común a todas las ramas del

Derecho Procesal. Para este autor existen ciertos institutos fundamentales que son comunes a todas

las ramas del Derecho Procesal, entre ellos los conceptos de jurisdicción, acción, defensa, proceso y

procedimiento, agregando que también están presentes en todas las ramas del Derecho Procesal las

grandes garantías ligadas a la defensa, a los recursos, la preclusión y la cosa juzgada, entre otros.

En forma similar, Allocati asienta que “Las particularidades de cada una de las ramas del derecho

procesal no pueden hacer olvidar la presencia de institutos procesales comunes como la acción, la

excepción, la prueba, la sentencia y sus medios de impugnación, cosa juzgada, ejecución…”.

18
Quienes sustentan esta posición consideran que si se admitiera una posición extrema como la

autonomía absoluta del Derecho Procesal del Trabajo, ello encerraría grandes riesgos, porque sería

necesario elaborar una doctrina integral y se debería plasmar dicha doctrina en normas positivas

concretas, quedando abierta la posible y peligrosa existencia de lagunas que no se podrían suplir con

el auxilio de otras disciplinas.

El mexicano De Buen invoca la autonomía del Derecho Procesal del Trabajo respecto del Derecho

Procesal Civil y de las otras ramas del Derecho Procesal, porque el primero cuenta con principios

propios, tribunales propios y objetivos parcialmente diferentes, lo cual a su decir es suficiente para

apoyar la autonomía del Derecho Procesal del Trabajo, pero sin que ello excluya la utilización de

“conceptos, términos y prácticas comunes al derecho procesal en general”, lo cual califica de

“absolutamente normal”.

19
LA CARGA DE LA PRUEBA EN EL PROCESO LABORAL

LA CARGA DE LA PRUEBA

La más autorizada doctrina en materia descarga de la prueba, distingue dos aspectos de su

noción:

(i) Es una regla dirigida al Juez porque le indica cómo debe fallar cuando no encuentre la

prueba de los hechos sobre los cuales debe basar su decisión.

(ii) Es una regla dirigida a las partes pues señala cuáles son los hechos que les interesa probar

para no verse afectados con una decisión en su contra. Es por ello que la carga de la prueba se

define como “una noción procesal que contiene una regla de juicio, por medio de la cual se le

indica al juez, cómo debe fallar cuando no encuentre en el proceso pruebas que le den certeza

sobre los hechos que deben fundamentar su decisión, e indirectamente establece a cuál de las

partes le interesa la prueba de tales hechos, para evitarse consecuencias desfavorables”.

Hay algo esencial en la noción antes esbozada: la carga de la prueba solo opera en los casos

en los que no se encuentre en el proceso los medios de prueba respecto de un hecho. De este

modo, no es una regla necesaria, sino contingente, que se da a fin de permitir al Juzgador una

resolución sobre el fondo del asunto. Es por ello que la carga de la prueba no puede

comprenderse solo respecto de la posición que las partes tengan frente a ella, sino

fundamentalmente, frente al rol que cumple como regla de juicio al momento de expedir

sentencia. De esa condición se deriva inmediatamente la segunda regla (la que solo puede ser

entendida, insistimos, en la medida que se comprenda adecuadamente la primera) esto es,

establece a “quién le interesa que se produzca cierta prueba, y, por lo tanto, a quién afecta en

la sentencia la falta de prueba”. Por ello, no es correcto enfrentar la institución de la carga de

la prueba, comenzando a definir que ella establece quién tiene la “obligación” (como

incorrectamente, a veces se dice) o el deber de llevar un medio de prueba al proceso, en

20
primer término, porque dicha aproximación deja de lado el carácter esencial de la carga de la

prueba, que es ser una regla de juicio, y segundo porque en función de esta regla de juicio, la

carga de la prueba no impone un deber o una obligación, sino que establece a quién le

interesa probar un hecho, a fin de evitar tener una sentencia, sobre ese hecho, desfavorable.

Esta noción es en sí misma una situación jurídica procesal autónoma y diferente a la del deber

y la obligación, y con suficiente contenido como para no ser confundida con ninguna otra

institución procesal.

CARGA DE LA PRUEBA Y TUTELA JURISDICCIONAL EFECTIVA

El instituto de la carga de la prueba está íntimamente vinculado al derecho a la tutela

jurisdiccional efectiva. Por ello, el análisis de esta institución no puede ser realizado sin una

referencia inmediata al artículo 139 inciso 3 de la Constitución. En efecto, uno de los

derechos que integra la tutela jurisdiccional efectiva es el derecho que tienen las partes a que

se dicte una resolución que ponga fin a la controversia, exigiéndose, además, que esta deba

estar motivada. La carga de la prueba es aquella institución que permite conseguir esa

decisión sobre el fondo de la controversia, a pesar de la inexistencia de pruebas, pues

establece una regla conforme a la cual se debe fallar en los casos en los que no exista

convicción suficiente respecto a un hecho. Garantiza, por ello, que a pesar no existir medios

de prueba, las partes cuenten con una decisión sobre el fondo. Adicionalmente a ello, la carga

de la prueba permite que la decisión basada en la insuficiencia probatoria encuentre una

justificación. Esto es, luego de valorar motivadamente los medios probatorios que las partes

hayan aportado al proceso, el juez debe establecer por qué estos no le generan convicción, y

solo en esa hipótesis, podrá recién aplicar la regla de carga de la prueba prevista en el

ordenamiento jurídico. Con ello, se garantiza que la decisión sobre el fondo, a pesar de

basarse en insuficiencia probatoria, pueda ser fundamentada.

21
CARGA DE LA PRUEBA Y PRINCIPIO DE COMUNIDAD DE LA PRUEBA

Comúnmente se señala que la carga de la prueba determina quién debe probar un hecho. Ello

no es exacto. Si bien es cierto, es una pauta que las partes deben tener presente al momento de

ofrecer sus medios probatorios, el juzgador no debe tomarla en cuenta sino hasta el final de su

razonamiento, cuando no encuentre en los medios probatorios aportados (independientemente

de quien los aportó), el sustento suficiente para sentenciar. Insistimos. La carga de la prueba

es una regla de juicio que funciona solo en los casos en los que el Juez, luego de valorar todos

los medios de prueba, aprecie que estos no le generan convicción sobre un hecho concreto.

Por ello, la carga de la prueba no puede ser el punto de partida para el análisis de un hecho,

sino, eventualmente, el último recurso, la regla que posibilita la decisión jurisdiccional en los

casos en los que no exista convicción sobre los hechos. Es necesario recordar que el Juez

debe valorar los medios probatorios de manera conjunta, tanto los del demandante, como los

del demandado. Luego de ese análisis conjunto es que puede establecer si realmente tiene

convicción o no sobre un hecho. Si no la tiene, recién debe aplicar la regla de carga de la

prueba. Por ello, es más exacto señalar que la carga de la prueba “indica quién debe evitar

que falte la prueba de cierto hecho (…) si pretende obtener una decisión favorable basada en

él”.

LAS REGLAS DE CARGA DE LA PRUEBA

Usualmente se confunde la noción de carga de la prueba, con una regla concreta sobre carga

de la prueba. Así, a veces, se define la carga de la prueba, a través de una de sus reglas (aquel

que alega un hecho debe probarlo), al punto de haberse “institucionalizado” esa regla. Y es

que la historia de la carga de la prueba se ha caracterizado por ser la de la búsqueda de una

regla general que determine quién debe asumir las consecuencias de no probar una

afirmación. La regla más antigua que se encuentra en materia de carga de la prueba es la regla

medieval según la cual, incumbe la prueba a quien alega un hecho, no a quien lo niega. Aquí

22
el verbo negar estaba referido en verdad a defensa, por ello, debía ser entendido como no a

quien se defiende de él. Fueron los glosadores quienes intentaron generalizar esa regla, luego

de lo cual se generalizaron otras, como aquella según la cual los hechos negativos no se

prueban, reglas que mostraron muy pronto su insuficiencia, pues a veces esas reglas imponían

cargas demasiado pesadas en una de las partes, afectando con ello su derecho a la tutela

jurisdiccional efectiva. A partir de allí, la regla general comenzó a moderarse y atenuarse

hasta el extremo de señalar, que cada parte debe acreditar los hechos alegados que sirven de

base para obtener la consecuencia jurídica prevista en la norma de la que buscan beneficiarse.

En general se sostiene: “La parte demandante debe probar los hechos que sustentan su

pretensión y la demandada debe probar los hechos que sustentan su defensa”. la doctrina

contemporánea ha retomado el estudio de la carga de la prueba a partir de reconocer el

fracaso por encontrar una regla general y abstracta: “La sucesión de concepciones que hemos

resumido en el apartado anterior ha ido evidenciando que la búsqueda de una regla única y

abstracta para la distribución de la carga de la prueba no ha tenido éxito. Tanto es así que la

doctrina ha acabado reconociendo que la carga de la prueba ni puede fijarse si no es con

referencia a cada pretensión. Ante esa situación, que en el fondo es un reconocimiento al

fracaso en la búsqueda de la regla general, parece lo más adecuado dirigir los esfuerzos a

encontrar, no ya una regla, sino unos principios que, luego, se acomoden a los casos

concretos.

DESCUBRIENDO LOS PRINCIPIOS QUE ESTÁN DETRÁS DE LAS REGLAS

Más allá del enunciado específico de una regla concreta de carga de la prueba, lo cierto es que

detrás de todas ellas hay algo común: usualmente quien alega un hecho se encuentra en

mejores condiciones para probarlo. Incluso en aquellas situaciones en las que se desea

“liberar a la parte ‘débil’ (como sucede por ejemplo en las causas laborales y de

discriminación) y asignar a la parte ‘fuerte’ la carga de probar lo contrario” existe un

23
fundamento conforme al cual la “parte fuerte” se encuentra en mejor posición de acreditar un

hecho. Por ello, se señala lo siguiente: “El concepto central, es que quien está en control de

una actividad está en mejor aptitud que quien no la controla para saber qué es lo que pasó. Si

se obligara a la parte no controladora a asumir la carga de la prueba, entonces quien más

información tiene tendría el incentivo para no producir prueba alguna sobre lo ocurrido.

Bajo tal situación, los costos de producir prueba aumentarían y la posibilidad de saber quién

fue responsable se alejaría de la realidad”. En esa misma línea, establecer exigencias tan altas

para acreditar hechos que no se pueden fácilmente acreditar, pudiéndolos acreditar sin tanta

dificultad la contraparte, supondría una afectación no solo al derecho a la defensa, sino al

derecho a la igualdad en el proceso. Sin embargo, existen ciertas situaciones, que hacen que

en circunstancias determinadas, quien alega un hecho, no se encuentre en mejores

condiciones para probarlo, ya que no tuvo control de la situación en el momento de los

hechos. Por ello, a fin de tutelar su derecho de defensa se establece una regla especial, que

suele diferir de la proposición general, lo que se hace (i) a través de lo que se denomina

inversión de la carga de la prueba (que no es otra cosa que el establecimiento de una regla de

carga de la prueba especial); o, (ii) a través del establecimiento de presunciones. En eso ha

consistido la técnica de regulación de la carga de la prueba en el proceso laboral, en el

establecimiento de reglas de carga de la prueba especiales y de presunciones.

CUANDO LA LEY SE EQUIVOQUE: LAS CARGAS PROBATORIAS DINÁMICAS

Como ya hemos señalado antes, es la ley la llamada a establecer las cargas probatorias que le

servirán de pauta al juez para luego de hacer una valoración conjunta determinar, en caso no

existan medios probatorios suficientes sobre los hechos, a quién asigna el derecho y, como

consecuencia de ello, una regla a las partes para determinar a quién le interesa ofrecer medios

probatorios respecto de un hecho. Sin embargo, como es lógico, la ley, al ser general y

abstracta, no puede ponerse en cada situación específica que se va a dar en cada caso

24
concreto, y, es posible, que en un determinado momento, las cargas probatorias pre-asignadas

por la ley, deriven en un supuesto de indefensión, que ciertamente vulneraría la tutela

jurisdiccional efectiva, es decir, la ley podría equivocarse. Jorge Peyrano expresa esta

situación de la siguiente manera: “Hasta tiempos no demasiado distantes, el tema no se

prestaba a mayores sutilezas. Básicamente, las reglas de la carga probatoria seguían siendo

estáticas y no eran otras que las arriba reseñadas, en cuando a lo fundamental. Pero, ya más

modernamente, la praxis (una vez más) alertó a la doctrina respecto de que dichas bases

resultaban a veces insuficientes o bien inadecuadas (…). En otras palabras, se empezó a

reparar en que ni eran bastantes ni contaban con la flexibilidad que sería de desear”. Para ello,

la doctrina procesal, ha desarrollado una institución a la que ha llamado: “cargas probatorias

dinámicas”, según la cual, dependiendo del caso concreto, el juzgador atendiendo a las

especiales circunstancias del caso, deberá invertir las cargas probatorias legalmente pre-

establecidas, trasladándolas hacia quien está en mejores condiciones para ofrecerla. De esa

manera, se salvaguarda la tutela jurisdiccional efectiva. De ese modo, si el demandante, a

pesar de ser el que alega un hecho, no se encuentra bajo ninguna circunstancia, en

condiciones de probar el hecho que alega, pero la parte contraria sí puede probar en contra de

lo alegado, entonces, el juzgador deberá invertir la carga de la prueba y solicitarle al

demandado, que, en vista de su mejor posición sobre el hecho a probarse, es el llamado a

probar en contra de lo alegado por su contraparte, ya que, de lo contrario, la decisión tomada

podría ser desfavorable (luego de la valoración conjunta de todos los medios probatorios). De

esa manera, se estaría evitando el riesgo de indefensión, y el proceso cumpliría con su

propósito, honrando las garantías constitucionales. El profesor argentino Jorge W. Peyrano,

explica el origen de esta regla de la siguiente manera: “nació para aliviar la ímproba tarea de

la víctima, paciente de un acto quirúrgico, consistente en producir ‘pruebas diabólicas’,

tendientes a demostrar la culpa galénica en materia de responsabilidad civil médica”. En

25
efecto, cuando se trata de hechos generadores de responsabilidad civil, ocurridos en una Sala

de cirugías, el único que tiene el dominio de la escena, es el médico y sus asistentes, nadie

más. Asimismo, en materia laboral, pero no solo respecto del empleador, pues no siempre es

él el que tiene el dominio de todos los hechos en la relación laboral.

En varios casos, el dominio de los hechos corresponderá al trabajador. En ese sentido, es

necesario tener en cuenta que el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva se respeta en

materia de carga de la prueba, no generalizando en solo una de las partes la carga de la

prueba, si no estableciendo en función del caso concreto y en relación con él, quien se

encuentra en mejores condiciones de probar, correspondiéndole tal situación, a la persona que

tenga, respecto de ese hecho en concreto, esa situación de dominio. Por tanto, las cargas

probatorias dinámicas están para garantizar el derecho fundamental a probar, ahí cuando la

ley incurra en un error, teniendo en cuenta que la realidad siempre supera a la previsión legal.

Sin embargo, no debemos dejar de lado que a cierto punto, el reiterado uso de la inversión

dinámica de la carga probatoria, debería dar lugar a una modificación legislativa en base a la

experiencia, para de esa forma, tener que recurrir lo menos posible a esta inversión judicial.

Por otro lado, esta inversión dinámica de la carga de la prueba, podría traernos otro

problema: ¿Debe la mejor posición para probar, ser a su vez, probada? El jurista Sergio José

Barberio, nos dice que: “(…) casi siempre (no siempre) ocurrirá, que la mentada posición

dominante frente a la prueba surja evidenciada de las constancias documentales de la causa,

de la índole de la controversia o, por qué no, de las propias afirmaciones del sujeto menor

posicionado. Pero en muchos otros casos, advertimos, no sucede así. En tales hipótesis la

mejor posición probatoria requerirá ser demostrada, y su demostración (prueba), correrá por

cuenta de la parte cuya carga se reduce” En otras palabras, dado que las situaciones son tan

diversas (razón que por lo demás fundamenta la existencia de las cargas probatorias

dinámicas), tendremos que observar el caso concreto, para determinar, quien se encuentra en

26
mejores condiciones para probar un hecho, y si esta determinación se hace complicada, serán

las partes las que tendrán que probar por qué es la otra parte la que merece llevar la carga de

la prueba sobre ese particular hecho.

EL PROBLEMA DE LA INDEBIDA ASIGNACIÓN DE LA CARGA PROBATORIA:

LA INDEFENSIÓN

Teniendo en cuenta lo señalado anteriormente, existe un límite natural, a las inversiones a las

cargas probatorias impuestas por la ley: la asunción de una carga probatoria, no puede dejar a

una parte en indefensión, ello en concordancia con lo dispuesto por el artículo 139 inciso 14

de la Constitución.

Si a una persona se le designa como aquel llamado a probar un hecho determinado y aquel

hecho es imposible de ser probado por la parte llamada a probarlo, entonces estaremos ante

un supuesto de indefensión; y, por ende, en aplicación de lo dispuesto en el artículo 138 de la

Constitución, el Juez debe inaplicar en el caso concreto esa regla.

PRESUNCIONES Y CARGA DE LA PRUEBA

Las presunciones, como sucedáneos de los medios de prueba, coadyuvan con los medios de

prueba, en la misión de formar convicción en el Juzgador. Existen dos tipos de presunciones:

legales y judiciales.

 LAS PRESUNCIONES LEGALES

La ley en determinados casos establece una ficción jurídica, según la cual, va a considerar

que cierto hecho se ha producido, prescindiendo de la prueba que lo sustente. Al respecto

Devis Echandía señala lo siguiente: “Las presunciones legales son reglas jurídicas

sustanciales para la aplicación del derecho objetivo a ciertos casos concretos, cuyos efectos

sustanciales se producen fuera del proceso y son reconocidos en este, donde además influyen

27
la carga de la prueba”. En otras palabras, las presunciones tienen naturaleza material, sin

embargo, al encontrarnos en el proceso, estas influyen para darle seguridad a cierto hecho,

que según la experiencia, el ordenamiento ha determinado que la necesita. Existen supuestos

donde la ley, considera que algunas situaciones deben ser tomadas como ciertas sin admitir

prueba en contrario, a estos supuestos de presunciones legales, se les llama iuris et de iure.

Sin embargo, existen otro tipo de presunciones legales que únicamente dan por probable un

hecho, salvo que una de las partes acredite lo contrario. A estas presunciones se les llama

iuris tantum.

En la Nueva Ley Procesal del Trabajo, existe un ejemplo de presunción legal iuris tantum,

que otorga al trabajador, la presunción de laboralidad, en el artículo 23, numeral 2, sobre la

cual trataremos más adelante.

Pero, ¿Por qué es necesario utilizar la presunción en estos casos? ¿Qué hace que un hecho

merezca ser presumido más que otros hechos? La repuesta es que las presunciones buscan

siempre salvaguardar un bien jurídico que se encuentra detrás y que al ordenamiento jur ídico

le parece suficientemente relevante para cubrirlo con el manto de la presunción. Una vez más,

Devis Echandía nos da una luz al respecto al decir que: “(…) las presunciones legales tienen

principalmente una función sustancial y extraprocesal, además de la indirectamente

probatoria: darle seguridad a ciertas situaciones de orden social, político, familiar y

patrimonial (…)”. El ejemplo más claro es el de la presunción de inocencia por medio de la

cual se salvaguarda el derecho fundamental a la libertad, hasta que, luego de haberse

desarrollado un proceso con todas las garantías se haya probado lo contrario, recién ahí se

podrá restringir la libertad.

Asimismo, tenemos la presunción de validez de los actos administrativos, que responde a la

seguridad jurídica que debe poseer los actos emanados del Estado, o la presunción de

28
constitucionalidad de las normas. Por último, y probablemente más importante para los fines

de este artículo es la presunción de laboralidad que se establece en el artículo 23, numeral 2

de la Nueva Ley Procesal del Trabajo, ya que, únicamente se debe acreditar la prestación

personal, para que la ley presuma que estamos frente a un vínculo laboral a plazo

indeterminado, es decir, se considera con gran valor, el derecho fundamental al trabajo y para

desdecirlo, se tendrá que probar en contrario.

 PRESUNCIONES JUDICIALES

Este tipo de presunciones no responde a un mandato legal, sino que se establece a criterio del

juez, el cual, intenta valorar ciertos medios probatorios, sin embargo, al darse cuenta que

estos son incompletos (principalmente indicios que no arriban a una certeza absoluta), decide

tomar por cierto un hecho, es decir, presumirlo, dándole la posibilidad a la parte contraria de

que lo pruebe en contra si así lo quiere. Esto se encuentra regulado en nuestra Ley Procesal

del Trabajo, en el artículo 23, numeral 5, donde el juez, luego de tener en cuenta los indicios

ofrecidos, puede tomar por cierto un hecho, haciendo una presunción judicial, siempre

dejando a salvo el derecho de defensa.

LA CARGA DE LA PRUEBA EN EL PROCESO LABORAL

El concepto de carga de la prueba y el modo en que funciona son exactamente iguales en el

proceso laboral que en cualquier otro proceso. Por ello, se ha señalado que: “el principio de

carga de la prueba como regla de juicio se mantiene inalterado en el proceso especial del

trabajo, al igual que en cualquier otro proceso (…)”. Lo que cambia en realidad son algunas

reglas de carga de la prueba (al igual que en el proceso de familia o en el de protección al

consumidor, o en el contencioso administrativo). Como tradicionalmente se confunde la

institución de la carga de la prueba, con sus reglas, se suele decir que la institución de la carga

29
de la prueba es distinta en el derecho procesal laboral. Como fundamento de lo afirmado,

ponemos solo un ejemplo: “una de las reglas particulares del proceso laboral es la

distribución de la carga de la prueba, que abandona el viejo adagio de quien alega un hecho

está obligado a probarlo (…) para sustituirlo por un sistema de presunciones y cargas

probatorias que permite al juzgador aproximarse con mucho mayor eficacia a la verdad”. Más

allá de las imprecisiones conceptuales de la cita, lo que queda claro es que lo que cambia, en

estricto, son las reglas de carga de la prueba, mas no la institución.

En la relación laboral, se suele decir que quien se encuentra en mejores condiciones para

probar los hechos es el empleador, por ser él quien tiene la obligación legal o las mejores

posibilidades de llevar y conservar los documentos relativos a la relación laboral. Es por esa

razón, que se suele señalar que una de las particularidades del derecho procesal del trabajo es

la serie de reglas mediante las cuales se introduce inversiones a la carga de la prueba o

presunciones especiales. Sin embargo, esto no quiere decir que en todos los casos que

involucren a un trabajador y a un empleador, el último es el encargado de probar todo. Ello

supondría eliminar el instituto de la carga de la prueba, lo que por lo demás sería

inconstitucional. El empleador no está en mejores condiciones de acreditar todos los hechos

que son objeto de discusión en un proceso laboral, quizá sí aquellos derivados de su

obligación legal de mantener ciertos documentos o aquellos otros derivados de estar en

posición de dominio del centro de trabajo, pero de ninguna manera, aquellos que no tengan

que ver con esas dos circunstancias especiales.

Por ende, luego de determinar quién alegó los hechos concretos, siempre habrá que

preguntarse en cada caso concreto: ¿Quién está en mejores condiciones de probar lo alegado?

En cualquier caso, ninguna respuesta, por más legal que sea, debe suponer la eliminación del

derecho de defensa (ni al trabajador, ni al empleador) de la parte a quien se le impone la carga

de la prueba. En ese sentido, la idea conforme a la cual el empleador se encuentra en mejor

30
situación de acreditar un hecho no puede terminar convirtiéndose en un prejuicio que sirva de

base para una equivocada interpretación de las reglas de carga de la prueba que puede tener la

Nueva Ley Procesal del Trabajo.

Una generalización de ese prejuicio puede traer consecuencias tan graves como aquellas que

se extraían de la generalización de la regla conforme a la cual a quien alega un hecho le

corresponde probarlo. De este modo, entonces, en el derecho procesal del trabajo, la carga de

la prueba cumple la misma función que cumple en cualquier proceso: sirve de regla de juicio

al juez al momento de expedir sentencia. Esta regla solo será aplicable en los casos en los que

llegado el momento de dictar sentencia, el Juez no cuente con medios de prueba suficientes

respecto de algún hecho. En esos casos, el Juez aplicará la regla de carga de la prueba, solo

respecto de ese hecho. Nótese entonces que la carga de la prueba no es una regla de juicio que

impone un ganador o un perdedor en el proceso, ni sustituye íntegramente el deber de

motivación, solo sirve como regla de juicio a fin de determinar un hecho concreto, el que

muchas veces puede ser el hecho constitutivo o extintivo que configura la pretensión o la

defensa, y solo en esos casos será determinante para el resultado del proceso, pero en muchos

otros casos, no.

LA CARGA DE LA PRUEBA EN LA NUEVA LEY PROCESAL DEL TRABAJO

Tanto la antigua, como la Nueva Ley Procesal del Trabajo establecen reglas de carga de la

prueba. El sistema de establecimiento de reglas en cada una de esas normas es el mismo:

(i) se establece una regla general; y,

(ii) a partir de ella se establecen ciertas reglas especiales.

(i) La regla general: quien alega un hecho tiene la carga de probarlo. Nótese que poco importa

la condición de demandante o de demandado, la de trabajador o de empleador. La regla es

31
muy clara, el que aporta el hecho asume la carga de probarlo. Si a consecuencia de la

valoración conjunta de todos los medios probatorios en el proceso (tanto los del demandante

como los del demandado) el hecho, a juicio del Juez, no queda probado, el juzgador deberá

emitir, conforme a esta regla, una sentencia teniendo como no cierto el hecho que haya sido

afirmado. La regla general en materia de carga de la prueba que incorpora la Nueva Ley

Procesal del Trabajo tiene como único supuesto base la determinación de quién alega un

hecho, sin considerar si quien lo hace es el demandante o demandado o el trabajador o el

empleador. En ese sentido, las consecuencias del cumplimiento de la carga que impone esta

norma, se aplican sin tener en consideración la condición que se tenga en la relación laboral.

Ahora bien, como hemos señalado en este trabajo, es posible que existan situaciones en las

que la sola aplicación de esta norma termine generando indefensión a alguna de las partes,

debido a que resulta que en el caso concreto, la carga de acreditar el hecho específico, recaiga

en quien no se encuentra en mejores condiciones de acreditar ese hecho, caso en el cual, en

respeto del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, se debe inaplicar al caso concreto esta

regla general imponiendo la carga de la prueba a quien el Juez considere que en el caso

concreto tiene ese mejor posición de acreditar ese hecho. De este modo, y con la aplicación

directa del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva al caso concreto, puede utilizarse el

instituto de las cargas probatorias dinámicas. Es absolutamente inadmisible que, a fin de

aplicar el instituto antes mencionado, se argumente que por el solo hecho de tener la

condición de trabajador o empleador se está en mejores condiciones de acreditar ese hecho

específico. Es necesario que se explique por qué en ese caso concreto la parte a la que le

correspondería acreditar un hecho, en aplicación de la regla general, no puede hacerlo; y por

qué en ese caso concreto, su contraparte, sí lo está. Todo esto debe ser realizado luego que el

juez aprecie que los medios probatorios que existen en el expediente no resultan por sí

32
necesarios para poder sentenciar, pues solo en esta hipótesis es aplicable el instituto de la

carga de la prueba.

(ii) Las reglas especiales: la ley establece de modo concreto, las siguientes cargas probatorias:

a) Los hechos cuya carga probatoria le corresponden al trabajador:

a.1. La prestación personal del servicio. El servicio prestado y que este haya

sido desarrollado por quien alega ser trabajador, presupuesto material esencial

de la relación laboral, corresponden ser probados por el trabajador. Esta carga

no solo se limita a los casos en los se discuta si existe o no relación laboral,

sino también en los casos en los que se discuta sobre la prestación personal del

servicio en un periodo determinado. De este modo, no basta acreditar que

alguna vez se prestó el servicio, sino que lo fundamental es acreditar que ese

servicio se prestaba en el momento y circunstancias que son objeto de

discusión en el proceso.

a.2. La existencia de la fuente del cual surge el derecho por cuya

protección reclama Uno de los hechos que el trabajador alegará en su

demanda será el que existe el derecho. Si ese derecho tiene origen

constitucional o legal, no corresponde prueba alguna, y por ende, no es de

aplicación regla de carga de la prueba alguna. Pero si la fuente es distinta a la

constitucional o legal, le corresponderá al trabajador la carga de la prueba de

esa fuente: el contrato, el convenio colectivo, el reglamento interno, la

costumbre, etcétera.

a.3. El motivo de la nulidad que invoca Si el trabajador alega la nulidad del

despido o de cualquier otra situación o relación jurídica mantenida con su

33
empleador, le corresponde la carga de la prueba del hecho que configura esa

nulidad.

a.4. El acto de hostilidad que alega padecer Si el hecho que configura el

sustento de la pretensión es más bien la existencia de un acto de hostilidad, su

alegación deberá ser acreditada por el trabajador.

a.5. El daño alegado. La carga de la prueba de cualquier invocación por parte

del trabajador de que ha sufrido un daño de cualquier naturaleza por parte del

empleador, también le corresponde al trabajador. Esta regla, aplicable

especialmente en todos aquellos casos en los que se reclama el pago de un

resarcimiento por daños y perjuicios, determina que el trabajador deba

acreditar el detrimento patrimonial que alega haber sufrido, o la expectativa

frustrada o el sufrimiento o detrimento a cualquier expresión de la

personalidad, que sirva de sustento a la demanda. Respecto del sistema de

reglas especiales de carga de la prueba que corresponden al trabajador, es

preciso señalar lo siguiente: no son los únicos hechos que corresponden ser

probados por el trabajador, puesto que existe la regla general conforme a la

cual debe acreditar todos los hechos que alega. La enumeración de reglas

especiales para el trabajador no es, en estricto, un supuesto de inversión de

carga de la prueba, puesto que de no existir esas reglas especiales igual le

correspondería acreditar al trabajador esos hechos, en caso los alegue como

sustento de su demanda; por ello, en estos casos, la Nueva Ley Procesal del

Trabajo, establece esas reglas especiales como hipótesis concretas en las que

se aplica la regla general conforme a la cual al trabajador le corresponde

acreditar esos hechos. Por ello, cualquier otro hecho que sea alegado por el

trabajador y que no se encuentre en esas reglas especiales, y que no le

34
correspondan acreditar al empleador, en virtud de las reglas especiales

contenidas en la ley procesal del trabajo, deberán ser acreditadas por el

trabajador.

b) Los hechos cuya carga probatoria, le corresponden al empleador:

b.1. La modalidad de la prestación personal. El modo en el que se desarrolla

o desarrolló la prestación personal de servicios, y en general, las modalidades

de la contratación es carga de la prueba del empleador. Si la modalidad de la

prestación del servicio constituye alegación de la defensa del empleador,

tampoco esta regla constituye una inversión de carga de la prueba, sino una

aplicación de la regla general conforme a la cual le corresponde a quien alega

el hecho, la carga de acreditarlo.

b.2. El cumplimiento, extinción o inexigibilidad de obligaciones legales y

contractuales. La existencia de la obligación legal no requiere ser acreditada

por nadie, siendo un aspecto de puro derecho. La existencia de la obligación

derivada de una fuente distinta a la ley le corresponde al trabajador. En

cambio, el cumplimiento de esa obligación, o su extinción por un modo

diverso al cumplimiento o las razones de su inexigibilidad son hechos cuya

carga corresponde al empleador. Es necesario señalar que estas no son

circunstancias de inversión de carga de la prueba sino aplicaciones concretas

de la regla general conforme a la cual a quien alega un hecho le corresponde

acreditarlo, en tanto que son hechos que naturalmente invocaría el empleador

en su defensa.

b.3. La existencia de un motivo razonable, distinto al acto lesivo. La

existencia de un acto y su ilegalidad o lesividad le corresponden al trabajador,

35
la justificación o refutación de esa ilegalizado lesividad, le corresponden al

empleador. Tampoco esta situación es una de inversión de carga de la prueba,

sino más bien, una regla concreta de la regla general.

b.4. La causa del despido. Que ha habido despido y que el despido no haya

tenido causa, o esta haya sido inconstitucional o ilegal, serán alegaciones del

trabajador demandante. En cambio, la causa justa del despido configurará

carga del empleador. Esta situación tampoco configura una inversión de la

carga de la prueba, sino una aplicación concreta de la regla general de carga de

la prueba, conforme a la cual quien afirma un hecho tiene la carga de

acreditarlo. De este modo, es claro que el trabajador alegará que ha habido

despido, mientras que el empleador que no lo hubo o que fue justificado, en

cuyo caso le corresponderá a él acreditar esta situación.

b.5. El estado del vínculo laboral. La situación en la que se encuentra a la

fecha en que se interpone la demanda y a la fecha en que ocurrieron los hechos

sobre los que versa el proceso son carga del empleador. El régimen de carga de

la prueba en el proceso laboral, es entonces, aquel que surge de la combinación

de la aplicación de la regla general y las especiales antes citadas. Ello quiere

decir, que al trabajador no solo le corresponde la carga de acreditar los hechos

mencionados en el literal a), sino en general, todo hecho que alegue; pero de

modo especial los señalados en la regla a). Lo mismo corresponde decir

respecto del empleador.

De otro lado, si en algún caso concreto, la aplicación de alguna regla establecida en los

literales a) o b) generan indefensión a una de las partes, por suponer la carga de probar algo

imposible, esa regla debe ser inaplicada. Sin embargo, es necesario señalar que analizando las

36
reglas específicas de carga de la prueba establecidas en la nueva ley procesal del trabajo no

están elaboradas, como se suele decir, con base a reglas de inversión de carga de la prueba,

sino con base a reglas concretas que explicitan la regla general, en función de la cual la carga

de la prueba le corresponde a quien alega un hecho. La técnica de la inversión se da más bien,

con base al régimen de presunciones.

PRESUNCIONES LABORALES Y CARGA DE LA PRUEBA EN EL PROCESO

LABORAL

Como se estableció en los párrafos anteriores, la Nueva Ley Procesal del Trabajo utiliza las

presunciones para finalmente lograr invertirla carga de la prueba a favor del trabajador, quien

podría cumplir con probar menos de lo que alega y lograr una demanda fundada. (i) Este es el

caso del artículo 23, numeral 2 de la mencionada Ley, que establece que el trabajador

únicamente puede cumplir con probar la prestación personal de servicios para que se presuma

el vínculo laboral a plazo indeterminado. En otras palabras, lo que está diciendo es que si bien

es cierto quien alega un hecho debe probarlo, en este caso solo nos basta que se pruebe la

prestación personal del servicio, ya que, sobre lo demás (subordinación, remuneración y

tiempo indeterminado) es el demandado quien tendrá que probar lo contrario para desvirtuar

esa afirmación. Es decir, el demandado tiene la carga de probar en contra de algo que fue

alegado por el demandante pero no necesitaba ser probado por este, invirtiendo así la regla

general de quien alega un hecho debe probarlo consagrada en el artículo anterior. (ii) En el

artículo 23, numeral 5 de la citada Ley, sucede algo parecido, sin embargo en este caso si se

debe probar lo alegado, aunque no de manera directa. Este es el caso de la presunción judicial

establecida en dicho artículo, donde se señala que si existen indicios que hagan presumir la

existencia de determinado hecho este deberá ser tomado como cierto, sin embargo, si la parte

contraria demuestra que tales indicios no apuntan al hecho que desean apuntar, no se dará tal

presunción. Sin embargo, esta norma no está relacionada al instituto de la carga de la prueba.

37
JURISPRUDENCIA

Expediente Nº 00051-2017-0-1501-SP-LA-01

JUECES: Corrales, Cristoval y Montes

PROVIENE: Juzgado Mixto de Concepción

GRADO: SENTENCIA APELADA

JUEZ PONENTE: EDWIN RICARDO CORRALES MELGAREJO

RESOLUCIÓN Nº 11

Huancayo, 2 de mayo de 2017

En los seguidos por Maria Isabel Rodríguez Aquino contra Leonidas Camargo Paucar, sobre pago de
beneficios sociales, el Colegiado ha expedido en segunda instancia la:

SENTENCIA DE VISTA N° ___- 2016

Sumilla: Según el principio de la inversión de la carga de la prueba en materia laboral, corresponde


al empleador asumir la carga de la prueba respecto al pago de la remuneración y demás derechos del
trabajador, el cumplimiento de las normas legales y contractuales. En caso contrario el Juez da por
cierto lo afirmado por el actor.

II. FUNDAMENTOS

LAS RAZONES QUE JUSTIFICAN LA DECISIÓN

La carga de la prueba en la NLPT

[…] Constituye doctrina ya recibida la de las cargas probatorias dinámicas. La misma importa

un apartamiento excepcional de las normas legales sobre la distribución de la carga de la

prueba, a la que resulta procedente recurrir sólo cuando la aplicación de aquélla arroja

consecuencias manifiestamente disvaliosas. Dicho apartamiento se traduce en nuevas reglas

de reparto de la imposición probatoria ceñida a las circunstancias del caso y renuentes a

38
enfoques apriorísticos (tipo de hecho a probar, rol de actor o demandado, etc.). Entre las

referidas nuevas reglas se destaca aquélla consistente en hacer recaer el onus probandi sobre

la parte que está en mejores condiciones profesionales, técnicas o fácticas para producir la

prueba respectiva. Se debe ser especialmente cuidadoso y estricto a la hora de valorar la

prueba allegada por la parte que se encuentre en mejor situación para producirla porque,

normalmente, la misma también está en condiciones de desvirtuarla o desnaturalizarla en su

propio beneficio […].

[…]que si bien es verdad que la carga de la prueba corresponde al que afirma hechos que

configuran su pretensión, en este caso a la actora, sin embargo, de]modo paralelo, el

empleador asume la carga de la prueba cuando afirme la existencia de un motivo razonable

distinto al hecho lesivo alegado por el trabajador […]

39
CONCLUSIONES

 No debemos olvidar que las instituciones procesales son instrumentales a la efectividad de los

derechos materiales, por lo que solo su adecuado estudio nos permitirá alcanzar una decisión

justa.

 La carga de la prueba tiene que ver fundamentalmente con la conducta asumida por las partes

en el juicio, es decir, con el contenido de la demanda y la contestación; inasistencia a los

actos de la audiencia preliminar o de la audiencia de juicio; la conducta asumida por las

partes en el juicio.

 Con referente a la Autonomía del proceso laboral algunos autores niegan la autonomía del

Derecho Procesal del Trabajo por considerar que éste forma parte o no se ha desligado del

Derecho Procesal Civil. Y otros autores quienes ven en el Derecho Procesal del Trabajo una

disciplina con absoluta dependencia del Derecho Procesal Civil, el cual sí cuenta con una

Teoría General, fundamentos.

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BILIOGRAFÍA

 Arevalo Vela, J. (2007). Derecho Procesal del Trabajo. Lima: Grijley.

 Gomez Valdez, F. (2010). Nueva Ley Procesal del Trabajo. Lima:

Editorial San Marcos.

 Hernández Rueda, L. (1994). Derecho Procesal del Trabajo. Santo

Domingo: Instituto de Estudios del Trabajo,

 Montero Aroca, J. (1996). Introducción al Proceso Laboral. Barcelona.

3ra.edic.

 Legis.pe. Presunción de laboralidad y principio de inversión de la carga de la prueba

permiten reconocer la relación laboral de guardiana

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