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Layla
Me visitó aquella por la que suspiro una noche de desvelo en la que el sueño parecía
haber perdido el rumbo y vagaba perdido en algún lugar lejano mientras yo me
consagraba a ella, mi amada, la única que me reconforta en el desgarro de la distancia.
Los signos anunciadores de su presencia fueron una calma serena y una luz que al fondo
se fue perfilando hasta llenar todos los confines de mi conciencia.
Me quedé prendado en la visión que ingrávida iba abriéndose paso entre todos mis
recovecos, alumbrando estancias hasta ahora ocultas que iluminadas fueron uniéndose a
la mansión principal de mi ser.
Y de repente el silencio, una nada preñada de una sutil espera en la densidad plena de
una luz extraordinaria que como un delicadísimo velo parecía interponerse entre lo que
de mí quedaba y su presencia.
Los emisarios llegaron justo cuando me abandonó la impaciencia, siete en total, tres
parejas al frente y uno detrás, y después una yegua torda sin ensillar, y luego una
pregunta surgida de lo profundo que a borbotones de una impetuosa sonoridad fue
resquebrajando el silencio en incontables fragmentos hasta que todo fue un clamor:
Dos lagrimones como puños de fuego recorrieron mis mejillas dejándome indeleble la
marca de unos surcos que el llanto no ha de recorrer, pues mis quejas de amor han sido
selladas para siempre en la pasión de aquella que ha desterrado mi ignorancia.
Sí hermano, ella nos ama, pues jamás abandona ni por un instante a sus amantes a los
que protege y acompaña al arrullo de la nostalgia hasta hacerlos suyos, hasta quedar
fundidos en el fuego de su pasión, en cuyas ascuas la separación humea dibujando
extrañas y caprichosa formas, como en los reflejos furtivos de un espejismo que a lejos
aparecen y desaparecen.
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La yegua torda me prestó su lomo y cabalgamos hasta agotar todas las distancias, no
quedando ya nada por recorrer. Los mundos en sus magníficas órbitas pasaban como
vertiginosas estelas mientras mi ojo inquieto indagaba el horizonte de los confines de
Layla, deseoso de posarse en ella, de perderse en su mirada.
No pude verla, pero la llevo en mis entrañas. Mis contornos irreconocibles se han
perdido en la excelsitud de su belleza y en ella he quedado prendido cual dócil rama de
palma que a merced del viento se contonea.
“Bendito Aquel que ha creado siete cielos en perfecta armonía entre sí: no
hallarás el menor fallo en la creación del Más Misericordioso. Mira de nuevo: ¿puedes
ver alguna fisura?
Sí, mira de nuevo, una y otra vez: y cada vez tu vista volverá a ti, deslumbrada y
realmente vencida.” (Corán, Al-Mulk 3:4)
No hay fisuras en su creación, todo lo llena, da igual lo cerca o lejos que vayas, Ella es
tal cual es en este preciso momento en tu “yo” cuando no siendo en ti seas en Su
Esencia por tu nada.
Y no hay más verdad que Él, “la ilaha illa hwa”, con independencia de tus miradas.
Que todos salgamos ganando ese día y que no veamos sino rostros resplandecientes
saliéndonos al paso entre saludos de as-salamu aleikum, “la paz sea contigo”, wa
aleikum s-salam, “y contigo sea la paz”.
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Inmenso
Cuando esto deja de ser una mera especulación y se realiza en certeza es posible afirmar
cosas tales como: “¡yo soy la verdad!” o “¡yo soy el del velo y el desvelado!” o “¡bajo
mi túnica nadie sino El!”, sin que estas sentencias resulten ostentosas a los ojos del
Amado. Lejos de ellos está el incurrir en una falta al Dueño, es solo que su pobre
corazón, henchido por las más sinceras emociones, ya no puede más y abre de par en
par las puertas de su recinto amurallado, explayándose la lengua en el desbordamiento
de la presencia que de sí los saca para, en la dislocación del yo, hacerlos vivir en lo
desmesurado.
En esta gente no ha lugar el shirk ya que la afirmación que hacen sobre sus personas no
se refiere a sí mismos sino a El, exaltado sea, que se muestra en ellos del todo evidente
en los fulgores resplandecientes de la pura luz del Ser. Así, aunque los veas moverse de
acá para allá con sus cuerpos de hombres y en sus tratos con el mundo aparenten
normalidad, en su fuero interno estarán como ausentes, del todo desencajados de una
individualidad que en ellos es como el espectro de una presencia que, liberada del yugo
del espacio y el tiempo, fondea los abismos de la presencia del Amigo en la calma
absoluta del mar de la igualdad.
El Amado mata dos veces al amante que lo pretende antes de consumarse el clímax del
amor. La primera vez es en el abandono de todo lo que no sea El, lo que equivale a la
muerte de amor por la distancia del ser amado. El amante sincero está muerto a todo
excepto para aquel por quien su corazón suspira, siempre anhelante del encuentro
perfecto en el que por fin su unión se culmine tras la larga travesía de la ausencia. A un
nivel espiritual es equiparable a la primera muerte por la que tiene que pasar el siervo
antes de extinguirse definitivamente en el nicho de luces de Su Señor, y corresponde a
“la ilaha illa allah” que para nosotros es la negación constante de cualquier atisbo de
existencia separada que perdure en la creación. Éste primer vislumbre de lo real se
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produce cuando el siervo comprende con su intelecto a Allah pero no puede asirlo ya
que es incapaz de reconocerlo evidente en el velo de las formas creadas, y por lo tanto
tiene que negarlas a todas hasta que éstas dejen de ser por ellas mismas para ser en Su
Creador.
Cuando “la ilaha illa allah” toma el mando y se apodera del corazón llega un momento
en que la negación de lo otro que El se completa, constatándose en el hecho de que al
aspirante a la presencia todo le sobra, resultándole insignificante y sin poder todo
aquello en lo que antes disputaba.
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El final siempre es para Muhammad, el profeta iletrado:
de entre todos los campeones que se alzaron
para alumbrar la vida de los hombres
con las vías hacia el conocimiento,
él es el tinte supremo en el que todos los demás
obtienen la marca de sus sellos.
Que todos culminen la llegada de la mejor forma posible de acuerdo a sus circunstancias
y a sus propias naturalezas, pues Sus caminos son del todo inescrutables, y Allah es el
que mejor conoce como guiarnos en su omnisciencia.
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Encuentro
Un rey se encontró al borde de un camino con un sufí errante que descansaba su cuerpo
después de toda una jornada rastreando por no se sabe qué veredas en busca de algo de
sustento. Al verlo allí echado, cual seca hojarasca que tras desprenderse de los árboles
tan solo espera a que la tierra la haga suya para fertilizar sus entrañas, al verlo allí como
un cadáver abandonado, no pudo menos que compadecerse de su suerte, ignorante del
rango del wali ya que Allah protege a sus santos haciéndoles invisibles a los ojos de los
que en nada se beneficiarían de su presencia y en cambio los muestra evidentes, en
cualquiera de sus estados, a aquellos a los que elige de entre sus siervos para hacer de
ellos una puerta a la trascendencia. Porque eso precisamente es lo que hace el wali con
los buscadores de la verdad que se le acercan, señalar a los pómulos de sus puertas.
- “¡Despierta viejo!”, grito el rey, “tu estado lamentable me ofende pues en mi reino
hace tiempo que desterré la miseria y todos mis siervos gozan de la prosperidad que se
merecen por el esfuerzo en el trabajo diario. Realmente me compadezco pues tu
desgracia debe haber sido mucha para verte así relegado de los hogares y del calor
humano, de modo que pídeme lo que quieras que he de concedértelo para no hacer mía
tu deshonra. Y da gracias por haberme apiadado de ti y no te haya arrojado al fondo de
una fosa donde te acabaras de pudrir.”
- “Querido rey de este reino de hombres”, replicó el wali, “tu compasión para con mi
estado no conmovería ni al más tierno de los corazones por tu falta de sinceridad, y por
tanto te la devuelvo integra por imperativo de mi Dueño ya que Allah, exaltado sea, no
acepta otra cosa más que lo afín a Su naturaleza, siendo esta pura y sin rastro alguno del
egoísmo que en ti impera. De todas las formas de idolatría, la sublimación de la propia
identidad es la más abominable de todas, por ser causa de todo mal. Nuestro encuentro
es definitivamente una pérdida de tiempo ya que mis transacciones hace tiempo que
delegué en Allah. Desde que Su Criterio se me hizo evidente no pierdo ni un instante en
alejarme de los designios que por ser los Suyos son también los míos, así que apártate y
sigue tu camino que yo he de seguir aquí. En ser un mero instrumento de Su voluntad
me deleito y no atiendo a más razones que a las Suyas pues en las mías tan solo
encuentro el desaliento de la duda y la frustración constante de los deseos mundanos
jamás satisfechos. Nada quiero de ti, ni de ningún otro. Allah me basta y es suficiente
para mí“
- “Sin duda eres uno de Su Gente”, contestó el rey, “debido a mis muchos defectos y
sobretodo a mi engreimiento no soy alguien que pueda beneficiarse de la báraka de un
encuentro contigo pero por favor cuéntame algo de ti, de tu vida, de tu rango entre los
enamorados. En tu rostro hay una luz y resulta evidente que pese a tu ruinosa situación
no eres un desgraciado como sí lo son muchos de los que sus vidas se tienen por
privilegiados”
- “Jamás conté acerca de mí a nadie, pero ahora veo algún provecho. Aunque tú no te
beneficies quizás otros sí lo hagan ya que es voluntad de Allah, exaltado sea, darse ha
conocer siempre para lo cual, como dice el Libro, no desdeña nada, ni siquiera un
mosquito o algo aún mucho más pequeño. Todo lo que hay entre el cielo y la tierra así
como lo que ambos contienen, ya sea visible o estando más allá del alcance de la
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percepción e incluso todo aquello que es solo en mera potencia, todo absolutamente está
sometido al Dueño pues no hay más Poder que el Suyo, y si es por Su voluntad que tú
vengas a mí y que yo hable de El, sea. Quizás alguien oiga y le sirva esto de guía para
ver la mano del hacedor invisible que modela las formas del mundo”
- “Habla por favor, y quien oyera o leyere acerca de este encuentro que saque buen
provecho. Mi parte en la Misericordia Divina la cedo a todos aquellos que, adornados
con las cualidades del buen aprovechamiento, sepan guardar en su corazón las palabras
verdaderas de un enamorado. Ciertamente Allah habla por boca de Su Gente a los que
atrae hacia Sí de mil maneras para luego, después de colmarlos con el néctar de Su
Unión, devolverlos al punto de donde partieron para ser los guardianes de los secretos y
los depositarios del amor más exaltado”
- “Pasé la vida acaparando logro tras logro, pero nunca tenía bastante, ciertamente ancha
es la boca del nafs y su estómago parece no tener fondo, y es que siempre necesita algo
nuevo a lo que agarrase para no verse abocado al borde mismo del precipicio de su
propia inconsistencia. Al igual que un niño mal criado apegado a los senos de su madre
que hasta que no se desteta no abandona su condición de infante, así es con la propia
identidad, tiene que ir abandonando sus ataduras para acercarse cada vez más al fondo
de su propia naturaleza que es donde Allah, exaltado sea, deposita la semilla de la
consciencia más pura.
Buscando un maestro auténtico que me indicara como manejarme en este viaje hacia el
Dueño encontré a La Gente, así les gusta llamarse, que son aquellos a los que se refiere
el Libro cuando dice: ‘Yo estoy junto a los que han roto sus corazones por Mí’. Ellos
hacen que la llama del recuerdo del Amado se avive para hacerte salir del olvido de ‘lo
otro que El’, una llama que cuando prende el corazón te consume, devorándote hasta no
dejar más rastro que las trazas de una presencia que como pavesa quemada revolotea la
tierra fértil de Su Absoluta Igualdad. Y así aunque nada quede de ti en Su Seno todo
igualado, El sin embargo te sostiene por su misma esencia, ya que se obliga a Sí mismo
a Ser en ti por ser la Suya la Única Presencia. Pero esto solo cuando en el corazón del
amante no haya cabida para otra cosa que no sea el Amado. Como dice Allah por boca
del Profeta: ‘No me abarcan ni los cielos ni la tierra, pero me abarca el corazón de quien
se abandona a Mí’. Por corazón se entiende aquí la esencia, la verdad más íntima, tu
razón de ser, y es por eso que las cosas creadas no lo abarcan porque nada expuesto a
límite acapara lo ilimitado, siendo solo en el abandono de sí donde toda cosa adquiere la
cualidad abarcadora que trasciende las fronteras mismas que la conforman.
Mientras en tu corazón haya algún hueco para lo creado el Amigo no entra, ya que El no
acepta nada con El, no conteniéndose más que a Sí mismo por lo que solo en el
vaciamiento de ti es como te colmas en Su Luz. Para remontar el vuelo desde las formas
creadas hasta el Creador usa lo que te mantiene separado a modo de fusta para que el
corazón se eleve remontado las distancias que el olvido de tu esencia te exige recorrer, y
así supera todas las pruebas a las que se vea expuesta tu sinceridad y la firmeza de tu
intención hasta que la distancia misma deje de ser el obstáculo que te separe de la
contemplación directa del Amigo. Usar lo que te separa como espoleta hacia la Unión es
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abandonar la querencia natural del ego en el seno mismo de su inconsistencia. Así el
corazón, sin nada a lo que agarrarse queda completamente roto y sin capacidad alguna
para retener los atractivos del mundo. Vacío de identidad propia, completamente ajeno a
todo lo que no sea El, el corazón remonta el vuelo dejando atrás, como testigos mudos
de Su Unión, los vestigios de todo aquello que lo perpetuaba a las puertas del Amado,
quedando a sus anchas y completamente libre en el seno mismo de La Presencia.
Por ahora no tengo más palabras. Sigue tu camino y que Allah, el único Guía, te guarde
de los vicios de tu personalidad y te ponga sobre el sendero recto de los que solo lo
buscan a El en cualquiera de sus estados.”
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Buscando
Desde la soledad del destierro que es el dunia, el corazón del que aspira a Allah no deja
de llorar en la distancia por la presencia del Amado. Lo que no es El ha tejido la
enredadera del olvido de modo que el murid solo ve a su nafs que se yergue como un
gigantesco coloso entre él y Su Creador impidiendo a las luces de la Presencia penetrar
los densos muros del auto-engaño. Muros que erigen el creerse separado cuando Hwa
nos es más cercano que nuestra propia vena yugular, tal y como afirman los signos
recitados pues nada absolutamente vela al de obligada existencia. Los ecos de Su
Presencia retumban en el tambor de la existencia mundana que huyendo de sí se
expande más allá en la miríada de formas que constituyen la expresión de Su Belleza.
Y lo mismo que en Belleza resulta en Grandeza, siendo en Ella absoluta, pues a menos
que nada reduce cualquier comparación se le exponga, ¡alabado sea Allah en su infinita
gloria que nos ha revelado: “todo perece salvo Su Faz”! Y así como en Belleza resulta
también admirable en Majestad, pues se muestra siempre terrible en lo inexorable de Su
Decreto ¡sea!, que como lluvia de granizo se precipita para sacudir los asuntos de los
hombres. Quizá así despierten y se les abran las puertas a la trascendencia en Su Señor,
y por medio de un mal obtengan el bien mayor de la subsistencia en El por agotamiento
de la pasión al yo.
Para llegar simplemente hay que empezar a caminar, ya que después del primer paso
solo es cuestión tiempo encontrar una senda segura tras el rastro lo auténtico. Como el
camino del que hablamos no es más que un desandar las rutas del ego, y puesto que la
trascendencia solo es posible en el no-yo, por ser este -el yo- evanescente, finalmente el
anhelo espiritual siempre se acaba imponiendo. El deseo de unión tras separación es una
fuerza irresistible que crece y crece a medida que se avanza por esta senda de luz hasta
que, imposible de retener, se desborda y en su desbordamiento arrastra tras de sí todo en
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lo que antes se retenía, confinada a la estrechez las formas temporales. Es como una ola
que acaba haciéndose tan grande como el gran océano, haciendo olvido de sí para
abarcar lo que en esencia ocultaba su manifestación como ola. A la luz del
desbordamiento, océano y ola se dan la mano, no dejando el menor resquicio para
cualquier otra posibilidad que no sea sus naturalezas mismas que se funden por la
estrechez del abrazo. Y así, puesto que las olas siempre fueron el océano y el océano no
se sostiene sin sus olas, ambas realidades, más allá de la contradicción, no hacen sino
afirmarse en la realidad única de la dimana toda experiencia.
Unificar los dos puntos de vista - el de la criatura y el de Su Señor - es todo lo que hay
que hacer, y para ello solo que hay que saber mirar a los confines mismos de lo creado
desde la montura del observador. Como un jinete y su caballo: mientras aquel solo tiene
ojos para la presa que persigue, el caballo no conoce límite alguno que entorpezca su
mirada, y así ambos avanzan con la seguridad que da la compenetración mutua en la
consecución del logro final de la presa.
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Salma
Salma tiene un vedado por el que despreocupados deambulan los que solo la buscan a
ella tras las huellas de sus furtivos pasos. En esta tierra de luces y de fragancias las más
hermosas flores son mecidas al arrullo de la brisa mañanera para luego, con el sol
venciéndose a la bóveda celeste en las últimas bocanadas de la tarde, desprenderse del
adorno de sus hojas las cuales, en majestuoso despliegue, van alfombrando el suelo para
que ella pasee la desnudez de sus formas de mujer. La belleza rinde pleitesía a Salma
que es La Belleza misma en sus fuentes y jardines reflejada. Ella pasea su pureza de
noche para que nadie cruce su mirada. Se oculta en las difusas sombras que la luna
proyecta para no mostrar la voluptuosidad de sus formas que en el juego del amor se
funden con sus amantes, ocultándose así a los ojos de los que no ganarían nada con los
vislumbres de Su Unión, pues aún no les ha llegado la hora. A los que hondamente
aspiran los mantiene alejados hasta que su purificación posibilite el encuentro de igual a
igual ya que ella solo se une a su par y solo se vence ante la fidelidad de su reflejo. Esto
es “Luz sobre Luz” (Corán, La Luz-35). Y así ha de ser por ser ella la expresión misma
de La Belleza presente en cada cosa y también en los que la aman los cuales, una vez
reconocido esto, tan solo aguardan a que el pulido de sus corazones refleje Su Rostro y
en El se vean colmados todos sus anhelos y aspiraciones.
Se usan palabras para describirla pero ella las trasciende todas, ella es Salma, el
remanso de paz de un océano calmo que para sí reclama los turbulentos ríos que
desgarrados se precipitan en busca del inevitable encuentro con la inmensidad sus
tranquilas aguas. Muchos son los que por ella suspiran desde que su pie puso cerco al
vedado. Sus amantes se desviven y la velan haciendo olvido de todo aquello que pueda
distraerles de reconocer Su Presencia, una Presencia la suya que es Suprema, pues no la
oculta ni la luz del día que con su resplandor la alumbra, ni la oscuridad de la noche que
la recubre con su manto de sombras. “En la sucesión del día y la noche hay signos para
los que saben reconocer la esencia de las cosas.” (Corán, La Casa de Imrán-190). El día
y la noche con sus cualidades contrapuestas en perfecta armonía hacen girar la rueda de
lo creado a partir de su mismo centro vacío. El día y la noche se oponen para que la
balanza busque su nivel, el perfecto equilibro de los opuestos enfrentados
balanceándose en torno a El, La Verdad Desnuda. Salma para los enamorados.
Ella tiene a su gente, aquellos a los que dio de beber del vino prensado de su amor que
en la copa del olvido se escancia -olvido de todo lo que no sea Hwa-, una copa de cuyo
fondo todos los amantes elevados han sorbido hasta la última gota del dulce néctar que
embriaga y arrebata hasta Su Presencia. En ellos es tan poderoso el aliento de la
intimidad que sus sentidos no ven otra cosa sino Decretos Divinos que con la fugacidad
del rayo se precipitan atravesando la vastedad de Su luminoso cielo. Ante cualquier cosa
ellos dicen ¡Allah! y todo cae fulminado. ¡Allah!, y el mundo se desprende de su
ornamento para engalanar la túnica con la que se revisten los unificados, aquellos que
son capaces de sacudirse la polvareda del mundo con los ecos de un solo grito certero.
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afirmación y una negación. Entre ambas, con ambas y en ambas, El se despliega en
majestuosa danza.
Mediante los cinco pilares los musulmanes no hacemos sino cimentar en nosotros este
despliegue para ser partícipes conscientes de El. Primero con la shahada, la ilaha ilallah
muhammad rasulullah: la aceptación formal de que solo hay Una Verdad Trascendente,
Allah Uno, Único y sin Asociado, y que Su profeta es el ejemplo vivo de su realización.
Segundo el Salat, que nos ayuda a actualizar el sentido de la unidad que afirmamos en
nosotros mediante el vehiculo de la forma. Para ello gesticulamos en los principales
momentos del día el nombre de Allah, afirmándonos-levantándonos, aceptándoLE-
doblegándonos, y anulándonos-entregándonos: Alif, Lam, Lam, Ha. Tercero el Zakat, la
purificación de lo “mio” en manos de su auténtico dueño. Cuarto el ayuno para que el
siervo tome conciencia de su precariedad. Y quinto la peregrinación, el viaje al centro
entorno al cual todo gira. Todos ellos actos conscientes del musulmán que
voluntariamente se somete para despertar y expandir el Imán, la conciencia sincera del
Uno-Único, el feliz paladeo la igualdad.
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Espacio
Me refugio en la Verdad Última contra todo el mal que pueda proceder de mí mismo y
de los demás. Las lágrimas del mundo conmueven al Maestro y le hacen moverse y
actuar para que surja en nosotros el anhelo por lo perdido, nuestra Auténtica Naturaleza
Original. Los pies de aquellos que se adentran en La Senda levantan la polvareda que
sirve de guía para los atrapados en las miles de sendas de la ilusoria individualidad. A
ellos me aferro para hacer de mi propio camino el camino recto de los siervos de Allah.
Este espacio en blanco, en apariencia vacío, contiene todas las formas, entre las cuales
buceo atrapando caracteres y juntando las palabras que enlazan las frases sobre las que
se derraman los significados. Las infinitas combinaciones que abarca la profundidad del
lienzo surgen y se desvanecen a partir del “Alif”, el primero de los caracteres, el “yo
soy” que se desdobla para a sí mismo verse reflejado. Este “Alif” desgarrado de su
aseidad es la pluma que describe toda la infinita variedad de formas que sobre este lecho
sin contaminar se contonean pavoneándose en su peculiaridad. La pluma describe
caracteres que la sitúan respecto a lo demás y así constantemente se inventa a sí misma
usando como excusa lo que en su elocuencia expresa sin cesar.
“Yo escribo”, dice orgullosa. ¡No, no escribe! pero no lo sabe. Le prestan la tinta, el
cálamo y el papel y por un tiempo despliega su mundo, pero su mundo no es su mundo
sino el de El, y en Su Domino no hay lugar para otro. En Su Mundo la tinta se hace
carácter, el carácter se hace palabra y la palabra se hace frase, la cual hace acopio de los
significados que de la pluma se desprenden en un goteo eterno e incesante hasta que,
agotada, se planta para cuestionar a la mano que la sostiene: ¿de donde vienen estos
significados que se despliegan en las frases y que se elevan de las palabras y de los
caracteres que de la tinta se desmarcan en este soberbio movimiento circular de ida y
vuelta que parece completarse a sí mismo sin necesidad de mí?. Abrumada por el peso
de la respuesta, que hasta del mismo cálamo la desnuda, dejará de escribir.
En cuanto a la tinta y al papel ya han cumplido en todo este juego su función: que la
pluma escriba para verse primero como pluma y después como lo que és. La tinta y el
papel son el Despliegue del Eterno, y todo aquél que se sale condenado está a volver.
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El que parece que hace y deshace a su antojo simplemente un día ya no estará, un día
cualquiera en el que su influencia haya sido finalmente barrida por los soplos perpetuos
del Tawhid, la refrescante brisa que dimana, en un reflujo eterno y constante, de la
inexpresable e indescifrable presencia de Su Realidad; esa pasmosa sincronía entre lo
Múltiple y lo Uno ante cuya verdad, Al Haqq, las más altas montañas son convertidas
en polvo y las más profundas simas marinas son vertidas en el frasquito de las esencias
de Salma.
El testigo se irá o no se irá, pero en cualquier caso dejará de ser un problema por lo que
si está es como si no estuviera. En realidad está y no está ¿qué diferencia puede haber
para el que se adelantó a su propia muerte muriendo antes de morir?
Si está estando, que sea para nosotros un mensajero, un ángel del cielo que a cada
instante nos susurre al oído: “He cruzado el mar del tiempo, el ‘océano sin orillas’ de
los poetas para hacerte recordar que tú no eres tú pero no lo sabes.” Así habla el ego a
los de corazón purificado, los que hicieron amistad consigo mismos ganándose así los
favores del Amado.
Y si está sin estar: ¡Alhamdulillah! Grita y salta, proclama la verdad de Sus Nombres,
desgaja tus miembros de hombre, descabeza tu cuello, visita los jardines por los que
corren arroyos de Su Corán... o bien, guarda el noble silencio y retírate solo en la
multitud o en la soledad. Haz lo que mejor Le convenga pues si escribes con Su Mano
todo se asentará a su debido tiempo y en su preciso lugar, no habiendo lugar para el
miedo en este viaje de vuelta a la calidez Su Regazo. ¡Oh Allah, la muerte de los
enamorados, que dulce muerte para los dispuestos a morir entre las heridas del nafs
desangrados!
Allah da el permiso para hacer lo que se quiera, tan solo ¡gánate Su Intimidad! Y
recuerda que El, que es Uno, solo acepta la Unidad. No te acerques pues desde la
atalaya de tu propio ego sino que iguálate a El y Lo verás velando por igualarte
desechando todo lo que no sea El: la ilaha illallah.
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Haciendo así de él una clara luz radiante
Con la que de disipan
Los velos de la duda y la ignorancia.
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Amor
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¿Acaso Sus Nombres no son
El Que Expande, El Que Abre,
El Que Ensalza, El Más Exaltado?
Su nombre es cualquiera
Si al espacio es asimilado:
Su nombre cualquiera
En el espacio asimilado
Porque cualquiera muere ante El
Que es el Eterno al que todo retorna
Y del que todo procede engendrado.
¡Oh Allah, carente de límites en Tu Esencia los impone Majestuosos para sacudirnos del
olvido y hacernos llegar! Haz de nuestra distancia anhelo por encontrarte, ayúdanos con
nuestro nafs. Y al profeta que enviaste para refrescarnos el recuerdo a nosotros que
somos tu gente, a tu profeta iletrado Sayyidina Muhammad, que en Tu Luz permanezca
bañado por siempre, y lo mismo te pido para su familia y sus compañeros. Que desde
esa morada eterna, en la Presencia, nos sigan asistiendo con ciencia cierta y la guía de
los maestros que aprendieron y comprobaron las verdades ocultas que son Tu Esencia.
¡Oh Tú, anhelo de los enamorados, condúcenos por un camino recto hasta llegar!
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Polvo.
Alabado sea Allah que embellece las formas desposeyéndolas de ataduras y las afianza
en Su Majestad. La Belleza de las cosas las anula en cuanto que cosa reintegrándolas en
la Unicidad de Su Seno y Su Majestad las afirma en su apariencia de realidad sólida
reinando en ellas según un tiempo, una característica y una funcionalidad.
Sus criaturas se distinguen en función la toma de conciencia con respecto a estos dos
ejes de La Verdad que nos rige, tanto en este mundo aparente como en al-Ájira, Su
Mundo, el Mundo de Allah.
Ciegos a Sus significados de Belleza y Majestad, están los que van dando bandazos
alejados de la Fuente, lo esclavos de la apariencia dual, los que malgastan todas sus
energías en afirmarse, aceptando y rechazando las migajas de este mundo ilusorio hasta
que conforman las burbujas de existencia que en el dunia les reportan seguridad.
Todavía no han reconocido que no hallarán plenitud jamás aislándose en los submundos
que a su antojo crean y recrean sin parar.
Los sensibles a Sus cualidades de Belleza y Majestad son los iniciados en la vía hacia el
conocimiento del Uno-Único, el que Existe por Sí Mismo, El… Allah. A estos el
Maestro les enseñó a trabajar con los hábitos de su propio ego, haciendo de él el motor
de todo su progreso espiritual. Del “yo” no rehuyen ni lo ocultan para hacer ver que no
está, sino que es para ellos la catapulta hacia su trascendencia, hacia la realización
completa de su ausencia de entidad. La tendencia egocéntrica se identifica y se
trasciende, se reconoce y se suelta, se manifiesta y se reabsorbe en Allah, la Auténtica
Realidad de las cosas, su Fuente Primordial, de donde dimanan indiferenciados Sus
atributos de Belleza y Majestad.
A los que aquí se encuentran Allah los hace jugar mientras sus percepciones los afecten,
sacándoles de sus centros, haciéndoles rebotar, volviendo aturdidos... y así hasta que sus
desgastados corazones comiencen por fin a clarear. Si Su Belleza los aturde haciéndoles
peder el sentido de su yo circunstancial, Allah los humilla en Su Majestad trayéndoles a
su nafs de vuelta hasta que éste acabe por fin de saldar todas sus cuentas con respecto a
Lo Real, y cuando en Su Majestad su imán se deteriora haciendo del dunia una losa tan
pesada que los impide avanzar, Allah los rescata en Su Belleza, aliviando así sus
cadenas y aligerándoles el lastre que los retienen alejados del Todo Misericordioso, el
Rahmán.
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Por último están aquellos cuyo nafs han liberado de la contaminación de las
proyecciones egocéntricas que los hacían vivir al margen de Su Señor Verdadero. Son
los unificados que ya no diferencian entre Sus cualidades de Belleza y Sus cualidades
Majestad. Son los que completan el camino y se embriagan con las Esencias que sus
corazones purificados son capaces de degustar. Son los que ya no juegan sino que les
juegan, ya no viven sino que son vividos, no poseen ni aspiran a nada porque han visto
que ellos mismos son los poseídos, los acogidos en el regazo de La Verdad.
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Que sea del agrado de nuestro amado profeta, Sayyidina Muhammad (s.a.s.), que siga
velando por su gente y nos acorte el camino de vuelta hacia la realización del Siempre
Presente en Su Misteriosa Inescrutabilidad, el Majestuosamente Bello en Su Radiante
Unicidad, el Que Existe por Sí Mismo, El en Su Soledad, El en Sus Brillantes Formas,
El solo El, Hwa, Allah.
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Amantes
Me refugio en Allah, Verdad Primera y Última, contra las tendencias de mi propio nafs
y el de los demás. A todos aquellos que intimaron en el pasado, los awliya con los que
coincido ahora en el tiempo y a todos a los que en el futuro el Favorecedor favorecerá,
que Allah les conceda la luz del saludo y el privilegio de seguir reconociéndose a sí
mismos como emanaciones directas del Rahmán, y que ello repercuta en beneficio
nuestro, siervos velados que aún en el camino se encuentran hacia el reconocimiento de
lo múltiple como siendo el sello y el garante de Su Unicidad.
El Se acuerda si te acuerdas,
Te Ama si eres amante sincero
En la búsqueda del que te colma
En tu vacío, del que te llena
Para hacerte morir desbordado.
El es Amante celoso que no tolera
Que tu amor disperses en inútiles
Quimeras y que andes errado.
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Sino como la ilusión de los reflejos de la luna en el agua
Que caprichosamente se dibujan sobre la cortina del mar.
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No sacrifiquemos por baratijas
Las joyas que resplandecen
Al soltar el lastre del “yo soy”
En el seno de Su Radiante Belleza y Majestad:
La dulce muerte del wali,
Muerte que es vida
Para el siervo de Allah,
Para el que nada tiene,
Ni se conforma con menos que Su Faz.
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Unión
Unidos en el Amor,
Separados por el ilusionista
Que de la chistera se saca
El infeliz desencuentro
Entre mi “tú” y tu “yo”.
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Abandónate pues en Su Fuerza y Su Esplendor”
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Locura
Los locos son como la vacuidad, todo el mundo los mira pero nadie les hace caso. Van
por ahí en sus delirios discutiendo con compañeros invisibles en medio de la gente que
pasa de largo sin poder quitarles el ojo de encima entre sorprendidos y admirados.
Deambulan entre aspavientos persiguiendo sombras que solo a ellos se muestran, como
queriendo encontrar detrás de ellas la razón de ser su locura, siempre buscando, siempre
indagando inquietos allí donde los estereotipos se difuminan y se curvan sus
cuadraturas.
Para ellos las cosas no son lo que aparentan a la mayoría. Están como ausentes,
totalmente abstraídos en el vórtice de una realidad desatada que hace saltar por los aires
las yuntas de lo condicionado, y ahí permanecen como ingrávidos en medio de una nada
plena que los saca de sí para situarlos al otro lado de lo que las cosas muestran, en el
reflujo continuo de mundos extraordinarios que se asoman por el abismo de sus
conciencias.
Todo les trae el recuerdo de lo que era cuando compartían el dulzor del vino de la
esencia antes de que el escanciador con mano firme definiera en las copas sus aromas y
colores. La resaca de ese vino es tan fuerte que su paladeo no depende de cosechas, pues
para el que ha estado unido y aún recuerda, hasta el vino amargo le sabe néctar.
Todos los fragmentos del rompecabezas de la unión buscan su contraparte allí donde el
hacedor de mano invisible recortó sus siluetas, unificándose así la totalidad de lo
disperso en el ojo de la visión. Cuando ésta se consolida es como un gran sol que todo
lo alumbra, no quedando nada fuera de su alcance ya que cada cosa que viene a la
existencia no lo hace por ella misma sino por medio de su luz.
Un ejemplo claro está en la luna y el sol. Cuando ves la luna no estás viendo realmente
la luna, ya que ésta es sólo un frió trozo de piedra flotando en la oscuridad del espacio,
lo que ves en realidad es la luz del sol reflejada bajo una forma de luna; pero no la luna,
que está oculta. Vemos un reflejo y decimos ¡luna!, y puesto que está ahí también debe
de haber alguien al otro lado para hacerla suya, ¿como si no hubiera podido salir de la
oscuridad para definirse al margen de su luz? Ambos, el que ve y lo visto, son
distorsiones en el espejo de la conciencia, pero no por él mismo ya que desde el
principio no ha hecho otra cosa sino reflejar la pura luz del ser, sino por la herrumbre
del “yo-soy” al margen de lo manifestado.
Los dueños de esta visión son los locos, aquellos que viven fuera de sí, incapaces de
reconocerse en sus cuerpos y menos aún en sus mentes. ¡Qué locura la suya!
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Su trastorno es una sensibilidad extrema que se encaprichó del mundo y anidó el
corazón de los hombres para comprobar que su despliegue ciertamente no conoce
fronteras. Demasiado sutil es la visión de aquellos a los que ha hecho presa como para
que los estrechos de miras puedan comprenderlos según sus pautas, ya que éstas solo se
aplican a lo preconcebido y ellos no están sujetos a nada.
Se movía, o ¿quizás danzaba? Sí, danzaba, danzaba para mí, para este hijo suyo perdido
en el mar del tiempo que ha rasgado los velos suficientes como para poder reconocerlo
en los aspavientos y dislates de un pobre loco.
Ese día me beneficié yo de su presencia y otro día quizás otros lo hagan, ya que la
transmisión de estas verdades nunca se interrumpe ni sufren mengua alguna a pesar de
la distancia.
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Presencia
Aquellos que cruzaron el ancho mar
Dejando surcos de estelas doradas
Que en las pupilas chisporrotean
De los que quedaron atrás,
Un frió vacío en el corazón les ha dejado
Porque su ausencia en presencia les resulta imposible asimilar.
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Nudos
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