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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL PERÚ

FACULTAD DE HUMANIDADES

Carrera Profesional de Psicología

TRASTORNOS DE LA IDENTIDAD SEXUAL

Integrantes: Alegría Arango, Angel.


Munive Sivirichi, Konny.
Pariona, Jullissa.
Peña, Edith
Tay Seng Valverde, Katty.

Curso: Intervenciones psicológicas en el comportamiento


sexual.

Docente: Pablo Tacsa.

Ciclo: XI ciclo.

Villa el Salvador, Lima


2019
DEDICATORIA

A nuestros padres, por el apoyo constante

para poder culminar con éxito nuestra carrera


AGRADECIMIENTOS

A la Dra. Rosario Matos, por abrirnos las puertas al conocimiento y orientarnos


en el tema de los problemas de identidad sexual, así mismo por concedernos la
entrevista.

A nuestro docente el Mg. Pablo Tacsa, por brindarnos sus conocimientos en


intervenciones psicológicas en comportamiento sexual. Además, por
motivarnos siempre en clase.
Introducción

Al investigar acerca del tema de los problemas de identidad sexual,


encontramos que el nombre ha cambiado y ha sido propuesto el de identidad
de género en sustitución al anterior de identidad sexual. La justificación es que
el cambio busca resaltar la importancia a los componentes socioculturales en la
base del desarrollo de la identidad sexual respecto de los componentes
biológicos, considerados los más importantes hasta la fecha. En este sentido
cabe resaltar que aun considerando perfectamente válido este argumento, la
presencia o no de los componentes socioculturales no depende del cambio de
nombre, pues la sexualidad, por su propia naturaleza múltiple y compleja,
siempre ha incluido o incluia elementos tantos biológicos como psicológicos y
socioculturales con independencia del nombre con que designamos, por la
razón evidente de que la sexualidad humana es inevitablemente tanto biología
como psicología y cultura, en interacción constante dentro de una misma
persona.

Por ello, debemos recordar que el cambio de nombre no tiene por qué afectar
al contenido básico y bien establecido de la sexualidad humana. En cualquier
caso como grupo nos hemos guiado de las recomendaciones actuales
propuestas en el DSM-5 en el desarrollo de este apartado y por ello
adoptaremos prioritariamente el término de identidad de género en lugar de
identidad sexual para referirnos al tipo de trastornos sexuales considerados en
él.

El problema principal de la persona con un trastorno de identidad o de genero


radica en el tema crucial de la propia identidad sexual, que puede ser definida
como el convencimiento personal y privado que la persona tiene sobre su
pertenencia al género masculino y femenino, de ser un hombre o una mujer,
cuando esta identificación es opuesta a la de su aparente sexo anatómico y
biológico. En este sentido, no debe ser confundida esta condición con la
específica de otros trastornos sexuales, en ocasiones relacionados, como el
travestismo, o con algunas simples variaciones sexuales, como la
homosexualidad o la bisexualidad. Las personas con trastornos de la identidad
de género conocen adecuadamente su sexo físico, pero lo suelen rechazar por
completo. Desean ser y vivir como una persona del sexo opuesto, tanto en el
área física como emocional y sexual, y pueden intentar para lograrlo distintas
estrategias, incluyendo el cambio endocrino, anatómico y genital para tratar de
parecerse o identificarse más plenamente con una persona de su sexo
anhelado. Con frecuencia se detecta una cierta asociación entre este problema
y otros trastornos psicopatológicos, como los trastornos del estado de ánimo y
de la ansiedad, y también suele ir acompañado de una gran variedad de
dificultades sociales y ocupacionales.

El problema es considerablemente raro, y de hecho las cifras de prevalencia,


según Roth citado en Caballo, Salazar y Carrobles (2011) son de 1caso entre
37000 de la población general y la proporción es aproximadamente de una
mujer por cada cuatro hombres.

La estructura del presente trabajo de investigación presenta cinco capítulos que


se detallan en los siguientes párrafos:

En el primer capítulo, se plantearon las generalidades acerca de la identidad sexual,


su importancia y los trastornos de identidad sexual.
En el segundo capítulo, se describen los trastornos de la identidad sexual
propiamente dichos, se inició con una breve reseña histórica, el concepto, la etiología
de los trastornos de identidad sexual y la clasificación según el CIE 10 y el DSM V,
se abordó el trasnsexualismo, sus criterios diagnósticos, la epidemiología, aspectos
evolutivos, estudios con respecto a transexuales, la psicopatología transexual,
travestismo no fetichista, los trastornos de la identidad sexual en la infancia y la
disforia de género en niños.
En el tercer capítulo, se abordó la intervención en los trastornos de la identidad
sexual.

Finalmente, el cuarto capítulo está dedicado a las conclusiones.


CAPÍTULO I

GENERALIDADES SOBRE LA IDENTIDAD


SEXUAL, IMPORTANCIA Y TRASTORNOS
DE IDENTIDAD SEXUAL
1.1 Generalidades

Caballo, Salazar y Carrobles (2011) Definen la identidad sexual como el


convencimiento personal y privado que la persona tiene sobre su pertenencia
al género masculino o femenino, de ser un hombre o una mujer, cuando esta
identificación es opuesta a la de su aparente sexo anatómico o biológico.

Money citado en Belloch, Sandìn y Ramos (2008) Refiere que la identidad


sexual es la diferenciación sexual se asemeja a una carrera de relevos en la
que se suceden cronológicamente cromosomas, hormonas gonadales y
ambiente. La diferencia sexual inicia cuando se da la concepción y se
establece el sexo genético por medio de la acción del cromosoma x o y del
espermatozoide fecundante: Si el ovulo es fecundado por un espermatozoide
con el cromosoma x, el sexo genético del feto será femenino (xx); en cambio
cuando el òvulo es fecundado por una célula de esperma que lleva un
cromosoma Y el sexo genético del embrión será masculino (xy). Este sexo
genético se relaciona con la diferenciación sexual de las gónadas (esto es,
testículos y ovarios). No obstante, las gónadas o glándulas sexuales
permanecen indiferenciadas hasta aproximadamente la sexta semana de
gestación, momento en que el antígeno H-Y actúa sobre las gónadas haciendo
que, en presencia del cromosoma Y, estas se conviertan en testículos. Si el
programa genético es XY o si el antígeno no actúa (si se halla en cantidad
insuficiente), el feto desarrollará unos genitales femeninos (ovarios).

Los genitales (conductos deferentes de los testículos a la vesícula seminal y


conductos eyaculatorios, en el hombre; trompas de Falopio, útero y vagina, en
la mujer) se forman a partir de órganos embriológicos dobles mediante la
acción de ciertas hormonas, los andrógenos (testosterona y
dihidrotestosterona). Estos andrógenos hacen que, a partir de los órganos
embriológicos dobles, se desarrollen los genitales internos masculinos. Si no
actúan estos andrógenos, el feto desarrollará genitales internos femeninos,
aunque su modelo cromosómico sea XY. Por tanto, para que se formen los
genitales femeninos las hormonas ováricas son irrelevantes y es suficiente con
que no existan andrógenos.

Entonces como grupo podemos decir que, el cromosoma Y determina en un


primer momento que las gónadas se conviertan en testículo o en ovario y
posteriormente es el andrógeno fetal el que regula la diferenciación sexual, de
modo que en su ausencia todos los embriones desarrollarían genitales
femeninos, aun en el caso de poseer testículos.

Otero citado en Belloch, Sandìn y Ramos (2008) explica que la función de los
andrógenos en la diferenciación sexual no se limita a la formación de los
genitales, sino que existen datos que señalan que actúa también a nivel
cerebral, en concreto sobre el hipotálamo.

López citado en Belloch, Sandìn y Ramos (2008) Expone que en el momento


del nacimiento se asigna un sexo al recién nacido, y se establece una
diferenciación en diversos aspectos de su vida (color de la ropa, juguetes, tipo
de adornos para su habitación, entre otros). Entre los dos y cuatro años,
coincidiendo con la etapa del desarrollo cognitivo en la que el concepto de
género empieza a tener significado, se desarrolla la identidad de género es
muy resistente al cambio. No obstante, este proceso depende en buena
medida del grado de incertidumbre: En aquellos casos en los que la identidad
de género es equivoca, la reasignación puede no resultar exitosa hasta los 13 o
14 años.

Cabe resaltar la importancia de la identidad de género es tal que regula toda


la conducta del niño y posteriormente la del adulto. Por ejemplo, las niñas
aprenden a manifestar características femeninas tales como sumisión,
delicadeza o docilidad, mientras que los niños desarrollan conductas con
ciertos componentes de agresividad, fuerza valentía. Es más, durante toda la
infancia y hasta la adolescencia es una pauta generalizada la separación entre
los grupos de niños y los de los niños eligen compañeros de juegos, como
amigos. A otros niños, mientras que las niñas hacen lo propio con otros
miembros de su mismo sexo, principalmente familiares, grupo de iguales,
adultos implicados en el proceso educativo y medios de comunicación. Además
el medio refuerza al niño por su identificación y cuando lleva a cabo conductas
de rol sexual apropiadas.

Entonces, se establece una interacción entre la identidad de género y el papel


o el rol sexual desempeñado por el individuo: La identidad de género,
relacionada con la asignación de sexo y con los factores biológicos, determina
la aparición de unas pautas de conducta propias de un determinado sexo, las
cuales, a su vez contribuyen afianzar la identidad de género. Este proceso se
acentúa durante la adolescencia, época en la que la identidad sexual y el papel
del género cobran una nueva importancia debido a los cambios corporales
experimentados por el adolescente (aparición de las características sexuales
secundarias).

En lo que respecta a las preferencias sexuales u orientación sexual, parece


que la variable crucial son las primeras experiencias sexuales.

McGuire, Carlisle y Young (1965), citado en Belloch, Sandìn y Ramos (2008)


Proponen que cualquier estímulo que preceda de forma regular a la
masturbación, en un intervalo temporal adecuado, se convierte en excitante
desde un punto de vista sexual. Por consiguiente, las preferencias sexuales de
un individuo se establecerán mediante un proceso de condicionamiento clásico
en el que los estímulos que van a convertirse en objetos sexuales para este
individuo se asocian a la excitación sexual. Así se explicaría también la mayor
capacidad del hombre para excitarse ante una gran variedad de estímulos, y el
hecho de que las desviaciones sexuales se den con mayor frecuencia entre los
hombres ya que en estos la masturbación es más frecuente. Pero no hay que
olvidar que las preferencias sexuales no siempre se reflejan en la conducta del
sujeto; puede haber factores personales (por ejemplo. Voto de castidad, fobia
social) o ambientales (cárceles) que limitan la expresión de esas preferencias o
que incluso lleven a la ejecución de conductas sexuales en las que el objeto
sexual no coincide con el objeto de preferencias del individuo (por ejemplo, en
la cárcel son frecuentes las relaciones homosexuales entre individuos de
orientación heterosexual). Por ello, casi todos los autores recomiendan que la
orientación sexual de un individuo se evalué siempre en relación con la
excitación sexual que experimenta ante determinados estímulos y no por la
conducta sexual en sí, ya que está puede llevar a conclusiones erróneas.
Referente a lo que son algunas generalidades de los trastornos de la identidad
sexual propiamente dichos se pueden identificar dos paradigmas, Benjamin
(1977) citado en Martínez y Montenegro (2010), refiere que las personas
transgénero padecen trastorno de identidad sexual, porque su identidad de
género no va acorde con el tipo sexual al que pertenecen. Ya que el modelo
médico psiquiátrico indica le existencia de dos tipos de sexo (Hombre y
mujer), de estos se derivan los correlatos sociales de género que son
masculino y femenino.

El segundo paradigma consiste en posturas críticas frente a las categorías


sexo – género. Se le conoce con el nombre de Teoría Queer de Laurentis
1987; Sedgwick, 1990; Butler, 1999, 2004). Esta postura pone de manifiesto el
carácter socialmente construido de las identidades de sexo - género que
comúnmente se perciben como naturales. Siendo así el trastorno de identidad
sexual definido como: “Un dispositivo de poder impuesto sobre las personas
transgénero con el fin de mantener el sistema identitario dicotómico”. Cabe
resaltar que esta teoría engloba un potencial político relevante para
transformar el sistema dominante de sexo - género. Empero, esta
metanarrativa no se ocupa de las comprensiones particulares de actores
sociales vinculados con la cuestión transgénero en contextos específicos.

Hines citado en Martínez y Montenegro (2010), refiere que una carencia de


énfasis en la particularidad al interior de estas perspectivas ha conducido a una
teorización homogénea de las identidades transgénero.

Por otro lado, Caballo, Salazar y Carrobles (2011) Indican que los trastornos
de la identidad de género se caracterizan por la identificación intensa de una
persona con el sexo opuesto al que se le fue asignado en el momento del
nacimiento por sus características sexuales anatómicas y que se suele ir
acompañada de un gran malestar y un rechazo persistente por el propio sexo
asignado, junto con el deseo intenso de querer cambiarlo y vivir como una
persona del otro sexo en los casos más acentuados. Y todo ello, sin que este
estado pueda ser atribuido a la existencia de anomalías genéticas, anomalías
físicas intersexuales o trastornos mentales graves, como la esquizofrenia.
CAPÍTULO II
TRASTORNOS DE LA IDENTIDAD SEXUAL
2.1 Breve reseña histórica

El transexualismo se vio por primera vez en la literatura médica, cuando


Frankel describió el caso de Screfakin Blanck en 1853, este paciente cometió
suicidio para no ser arrestado por la policía, se dice que desde corta edad él se
vestía de mujer, posteriormente fue acosado por la ley, por lo que fue a prisión
reiteradas veces debido al travestismo y a constantemente seducir a jóvenes a
los que contagiaba de enfermedades venéreas; en 1925 Hirschfeld utilizó el
término travestismo por primera vez y los diferencio de las homosexualidades;
Havelock en 1936 nombro a estos sujetos invertidos sexoestéticos o eonístas.
Sin embargo, Caldwel en 1948 introdujo el término de psicopatía sexual; años
más tarde en 1966 Benjamín inicio los estudios de gran nivel en dicha
población, al principio con 172 pacientes, de los cuales 152 eran varones y 20
mujeres. Poco después en 1969 Green y Money presentaron una monografía
titulada “Transexualismos y reasignación de género” es esta se hace un
descripción sistemática de dicho trastorno desde los puntos de vista
psicológico, antropológico y sociológico (Farré y Lasheras, 2000)
2.2 Concepto

Belloch, Sadín y Ramos (2008) indica que estos trastorno se caracterizan por la
existencia de una incongruencia entre el sexo anatómico del individuo y su
propia identidad de género (percepción de ser hombre o mujer), esto se puede
presentar de forma leve, es decir que la persona identifica perfectamente a qué
sexo pertenece, aunque experimenta malestar y sentimientos de adecuación
respecto a ello, por otra lado, una forma más grave es cuando junto a dichos
sentimientos de malestar, la persona tiene la sensación de pertenecer al sexo
opuesto.
2.2.1 Etiología de los trastornos de la identidad sexual

Debido a que estos trastornos son muy poco frecuentes, la etiología no es


clara, sin embargo parece ser más común en hombre que es mujeres y este
puede presentarse tanto en la niñez como en la adultez, se sabe que
intervienen factores biológicos, los cuales están fuertemente implicados, pero
también factores psicológicos y sociales (Sue, Wing y Sue, 2010).

Aunque no se conocen las causas de la transexualidad, existen básicamente


dos teorías al respecto:

a) La teoría psicológica sostiene que en algún momento de la vida del


transexual (especialmente en los primeros años de vida), se ha producido un
trauma, debido a muchos factores como por ejemplo abusos sexuales, y que
por lo tanto, mediante la identificación de este trauma se puede tratar al
transexual. Actualmente y tras muchos intentos fallidos de curar a transexuales,
la teoría psicológica está siendo relegada por la teoría biológica.

b) La teoría biológica se basa en la existencia de diferencias biológicas entre


los transexuales respecto de los demás individuos. Últimamente, se presta
mucha atención al desarrollo hormonal durante la etapa prenatal y su posterior
influencia en el desarrollo de la identidad del individuo. Esta segunda teoría
considera que el tratamiento más viable es la terapia hormonal y la intervención
quirúrgica.

2.1.2 Clasificación de los Trastornos de identidad sexual según CIE-10


(2000):

Según la Décima clasificación de los Trastornos Mentales y del


Comportamiento [CIE-10] (2000) dentro de los F60-69 Trastornos de la
personalidad y del comportamiento del adulto se encuentra el Trastorno de la
identidad sexual (F-64) y este a su vez se subdivide en las siguientes
categorías:

 Transexualismo (F64.0)
 Travestismo no fetichista (F64.1)
 Trastorno de la identidad sexual de la infancia (F64.2)
 Otros trastornos de la identidad sexual (F64.8)
 Trastorno de la identidad sexual no especificado (F64.9)
2.1.3 Clasificación según DSM-5 (2014):

Por otro lado, la Guía para el Diagnóstico Clínico (2014) [DSM-5], clasifica al
presente tema como Disforia de género dividiéndolo en tres categorías, en
ambas la duración es de 6 meses o más:

 Disforia de género en adolescentes y adultos


 Disforia de género en niños
 Otras disforias de género, específica o no especificada.
2.2 Transexualismo

La formalización del transexualismo como entidad propia, surge en 1950 con el


Dr. Harry Benjamín, quien establece la diferencia del transexual respecto del
travesti y del homosexual. El transexual no obtiene una satisfacción erótica del
hecho de travestirse y siempre se siente como alguien perteneciente al otro
sexo. Rechaza sus órganos genitales sin encontrar placer en ellos, a diferencia
del travesti y el homosexual.
El término transexualidad fue citado por primera vez por Harry Benjamin en
1953: “La transexualidad es el deseo irreversible de pertenecer al sexo
contrario al genéticamente establecido (o sea, al de nacimiento, ratificado por
sus genitales) y asumir el correspondiente rol (el contrario del esperado)
recurriendo si es necesario a un tratamiento hormonal y quirúrgico encaminado
a corregir esta discordancia entre la mente y el cuerpo.”

El término se utiliza tanto para aquellos que deciden cambiar sus genitales
como para los que no toman tal decisión.

En 1988, Docter (citado por Farré y Lasheras, 2000), distinguió entre


transexuales “primarios” que aparecen en los dos sexos, tienen ausencia
permanente de excitación sexual al travestirse, la orientación sexual es hacia el
propio género biológico, por otro lado, los “secundarios” desarrollan su disforia
de género en épocas postpuberales y de forma progresiva, por lo que es
común que no expresen la necesidad imperiosa inicialmente de travestirse,
usualmente los secundarios con varones. Las personas transexuales, usa el
atuendo del sexo opuesto como una forma de expresión de su deseo de
cambiar de apariencia.

Sue, Wing y Sue (2010) indica que las personas con este trastorno mantienen
a los largo de su vida la convicción de que la naturaleza los puso en el cuerpo
del genero equivocado, es por ello que ese sentimiento produce un gran
preocupación por eliminar su físico “natural” y la características de su conducta
sexual y adquirir las del sexo opuesto.

Selvin señala que es importante aclarar que la orientación sexual de un


transexual puede ser heterosexual, homosexual o bisexual (citado en Sue,
Wing y Sue, 2010)

Toldrá (2007) describe las características de un transexual en los siguientes


criterios: se trata de un sujeto que presenta una morfología (estructura) normal
y adecuada al sexo que se le atribuye en el nacimiento; tiene un sentimiento
intenso y una profunda convicción de pertenecer al otro sexo; a la persona que
se le plantea un conflicto interno porque se produce una disociación entre la
mente y el cuerpo, entre el sexo morfológico y el sexo psicológico; demanda de
un cambio en su apariencia física, mediante tratamiento hormonal e
intervención quirúrgica de cambio de sexo. Y define la persona
transexualizada como “la persona transexual que ha sido tratada
hormonalmente, cambiado su aspecto fisico mediante intervención quirúrgica y,
adecuada su identidad civil a la nueva realidad, con el consiguiente cambio de
sexo y de nombre” (pág. 99)

Las personas con trastornos de identidad sexual tienden a mostrar conflictos en


los roles de género desde una edad temprana, mencionan sentimientos
transexuales en la niñez y en algunos casos desde los dos años de edad, algo
importante que mencionar es que los niños pueden afirmar que cuando crezcan
serán mujeres y muestran disgusto por su pene; asimismo, evitan juego
violentos y prefieren jugar con las niñas. Las niñas por otro lado, insisten en
que tienen pene o que les crecerá uno, y muestran interés en los juegos
violentos (Sue, Wing y Sue, 2010).
Un transexual es una persona que se siente dentro de un cuerpo de otro
género: su cuerpo le dice, por ejemplo, "soy un hombre", pero su mente le dice
"soy una mujer". Esta condición se conoce como disforia de género. (Hyde,
1994).

De igual forma, la Real Academia Española, define «transexual» como una


‘persona que se siente del sexo opuesto, viste y se comporta en consecuencia
y aspira a adquirir o ha adquirido los caracteres físicos correspondientes
mediante tratamiento hormonal o intervención quirúrgica.

El transexual vive una identificación sexual cruzada con su sexo anatómico


normal. Su convicción y sentimiento intimo son los de pertenecer a un sexo,
femenino o masculino, y estar atrapado en un cuerpo que pertenece al
opuesto. El hombre transexual se siente y considera una mujer atrapada en un
cuerpo con pene con testículos que no le pertenece. Su necesidad y deseo de
cambiar son poderosos e irresistible (Giraldo, 1997, p. 203)

La noción de transexualidad se resume en la idea de una discordancia entre la


realidad física y el sentimiento de pertenencia a un determinado sexo.
Discordancia quiere decir rechazo al sexo biológico. No debe confundirse con
homosexualismo cuya orientación sexual se fundamenta en la atracción hacia
personas del mismo sexo, pero nunca un rechazo al propio. (Espín, 2000, p.20)

El término “transexual” es aquella persona cuya identidad sexual o de género


es contraria a su sexo biológico, es decir, la identidad sexual está en conflicto
con la anatomía sexual. El individuo se tiene por preso en el cuerpo
equivocado, padeciendo el grado más extremo de trastorno de identidad
sexual. En estas personas suele darse el deseo de modificar las características
sexuales anatómicas que no corresponden con el sexo con el que se sienten
identificados. En definitiva, se trata de un problema en la identidad del sujeto,
que se debe a la falta de correspondencia entre lo que es y lo que se siente ser
(Bustos, 2004, p. 27).
Características del transexualismo

a) Una convicción absoluta de pertenecer al otro sexo morfológico.


b) Desea parecerse al sexo al cual considera que pertenece, y vivir como
tal.
c) Desea un cambio físico por medio de hormonas y cirugía para poseer
los órganos genitales externos de “su” sexo.
d) Mas transexuales masculinos que travestistas, se sienten como mujeres
y se visten como tales más completamente, con más frecuencia y por
más largos periodos.

Asimismo, existen tipos de transexualismo según su posición los cuales son:


1. Transexuales femeninas: nos referimos a quien siendo hombre
biológicamente se siente mujer y socialmente adopta el rol femenino, tanto si
se encuentra en el proceso de cambio como si ya lo ha efectuado.

2. Transexuales masculinos: nos referimos a quien siendo mujer


biológicamente, se siente hombre y socialmente adopta el rol masculino, tanto
si se encuentra en el proceso de cambio como si ya lo ha efectuado.

En tal sentido cuando hablamos de la pertenencia a un sexo u otro tenemos


que tener en cuenta los aspectos que la determinan. Por una parte están los
elementos que tienen que ver con el aspecto y el desarrollo físico, que
llamamos sexo biológico, y que está conformado por:

 sexo genético: los cromosomas, XY si es varón o XX si se trata de una


mujer.
 gónadas: glándulas sexuales del organismo que son los testículos y
ovarios.
 genitales: parte externa del aparato genital, pene y escroto en los
varones y vulva en las mujeres.
 forma del cuerpo: por ejemplo, las mujeres tienen las caderas más
anchas, los pechos del hombre y la mujer son diferentes, etc.
 caracteres sexuales secundarios: la voz, el vello corporal, el tipo de
piel, etc.
Por otra parte hay otros dos elementos fundamentales:

 El sexo psicológico, que tiene que ver con cómo nos identificamos
nosotros mismos, y el sexo social, que determina cómo nos mostramos
en nuestra vida diaria al resto de la sociedad dependiendo de si somos
hombres o mujeres.

 El sexo social (también llamado género) del momento y del lugar - no


es igual el papel social del hombre y la mujer ahora que hace 50 años, y
no es lo mismo en España, que en China.

2.2.1 Criterios diagnósticos del Transexualismo [F64.0] según CIE-10


(2000):
Este trastorno consiste en el deseo de vivir y ser aceptado como un miembro
del sexo opuesto, esto suele acompañarse por sentimientos de malestar o
desacuerdo con el sexo anatómico propio y deseos de someterse a
tratamientos mediante métodos hormonales o quirúrgicos para hacer que el
propio cuerpo concuerde con el sexo preferido.

A. Deseo de vivir y ser aceptado como un miembro del género opuesto, por
lo general acompañado por el deseo de modificar mediante métodos
hormonales o quirúrgicos el propio cuerpo para hacerlo lo más
congruente posible con el género preferido.
B. La identidad transexual ha estado presente de forma persistente por lo
menos dos años.

No se trata de un síntoma de otro trastorno mental, tal como una esquizofrenia


ni está asociado a anomalías cromosómicas.

2.2.2 Criterios diagnósticos de la Disforia de género en adolescentes y


adultos según DSM-5 (2014):

Estos se sienten muy incómodos con su propio sexo asignado. Algunos


detestan sus genitales y desean vivir como miembros del sexo opuesto,
muchos de ellos adoptan la vestimenta y los modales del género opuesto, este
último es un primer paso frecuente hacia el cambio completo de género,
seguido de solicitar hormonas para suprimir las características sexuales del
sexo biológico, por otro lado, otras personas tan incómodas con su género
nominal solicitan el tratamiento hormonal.
2.2.3 Epidemiología del transexualismo

Kaplan en 2007 señaló que si bien en un trastorno muy poco frecuente, la tasa
de prevalencia es de 1 por cada 10 mil hombres y de 1 por cada 30 mil
mujeres.
El DSM-5 (2014) apoya de igual forma la afirmación de que la disforia de
género es infrecuente y que aproximadamente se da en el 1% de individuos
genéticamente masculinos y que una tercera parte de dicho porcentaje se de
en personas genéticamente femeninas.
2.2.4 Aspectos Evolutivos

Son numerosos los estudios de seguimiento descritos inicialmente en USA, y


en la actualidad en población de Holanda, Hungría, Suecia y Singapur. Varios
de estos estudios sugieren que una evolución desfavorable se asocia a un
inicio de tratamiento tardío, sobre todo, en hombres que cambian a mujer, y a
la presencia antes del tratamiento de un trastorno de la personalidad, de una
autoimagen negativa o de una mayor vulnerabilidad psicológica al estrés
(Bolund y Kullgren 1996; Johnson, 1990)
2.2.5 Estudios con respecto a transexuales

En el estudio holandés de Cohen-Kettenis y van Goozen (1997) se realiza un


seguimiento de 22 pacientes adolescentes que habían sido sometidos a cirugía
genital de reasignación. En al menos un año después del inicio del estudio el
funcionamiento social y psicológico había mejorado, La mayoría (89%) referían
sentirse aceptados desde el punto de vista social con el cambio, y se encontró
un incremento significativo en las escalas de extraversión social. Este estudio
demuestra que la adaptación tras el tratamiento es, claramente favorable, en
pacientes en los que se realiza la cirugía de reasignación sexual en la
adolescencia.
En un estudio evolutivo de 32 pacientes de ambos sexos en población húngara
se encuentra que, tras la cirugía, los pacientes se mostraban más satisfechos
de las relaciones interpersonales, tenían más éxito a la hora de encontrar
pareja estable, y muchos de ellos habían comenzado a estudiar. Además, se
incrementó el número de pacientes con pareja, así como el porcentaje de
pacientes que referían orgasmo en las relaciones sexuales (Rakic y cols.,
1996).

En población sueca, Bodlund y Kullgren (1996) realizaron un seguimiento a los


5 años, de 19 pacientes a los que se les había aprobado para el cambio de
sexo. A los 5 años doce habían completado la cirugía genital, tres esperaban
ser sometidas a una faloplastia, uno se había arrepentido de la decisión de
cambio, y dos no habían realizado el tratamiento por su edad adulta o por
mostrar ambivalencia en la decisión. De los 16 pacientes intervenidos, trece
(68%) habían mejorado al menos en dos áreas del funcionamiento, en dos
casos los resultados se evaluaron como insatisfactorios, y uno como fracaso.
La evolución fue mejor en los que realizaron el cambio a hombre, con respecto,
al estatus socioeconómico y al mantenimiento de pareja estable.

En un estudio longitudinal realizado en población china de Singapur en el que


se evalúa la evolución de 45 hombres y 36 mujeres transexuales se encuentra
que entre los 2 y los 5 años de la cirugía de reasignación sexual el 95% habían
mejorado social y financieramente y tenían un trabajo más estable. El 32% se
habían casado, y todos referían una vida sexual más satisfactoria incluso en las
mujeres que habían sido sometidas a faloplastia no funcional (Tsoi, 1993).

En un estudio posterior en la misma población china que incluía sólo 17


transexuales anatómicamente mujeres que habían realizado mastectomía,
histerectomía y faloplastia, se encontró que tras el tratamiento, más de la mitad
se habían casado, todas habían resuelto sus problemas con los documentos
legales, y no existían diferencias en la actividad sexual antes y después de la
faloplastia con respecto a la frecuencia de relaciones sexuales. La mayor
satisfacción la obtuvieron por el cambio de su género en los documentos
legales y por la resolución de sus problemas con los documentos sociales. Su
principal motivo de realizar la cirugía fue, el reconocimiento como individuo del
otro sexo, tanto en los aspectos sociales como en los legales.
2.2.6 Psicopatología Transexual

El transexualismo lleva asociados frecuentes trastornos del área neurótica


muchos de ellos reactivos o adaptativos a su situación.

En varios estudios efectuados por Farré (1997) con 51 transexuales a los que
se aplicó el SCL 90 y MMPI, encontramos mayor presencia de somatizaciones
y ansiedad que lo que es habitual en el grupo control, si bien están pendientes
de la ampliación de estos datos.
Dixen et al, (1984) investigaron 479 hombres que esperaban reasignación
quirúrgica: 11,8% presentaban trastornos psiquiátricos que obligaron al
internamiento; 25,5% se habían intentado suicidar; 30,7% habían abusado de
las drogas; 43,2% estaban implicados en conductas de prostitución o en delitos
que en parte correspondían a su situación de marginación, en parte a
trastornos de personalidad antisocial. En cualquier caso, conviene tener en
cuenta estos datos a la hora de aceptar a un candidato para la intervención
quirúrgica.
2.3 Travestismo no fetichista

Bancroft (citado en Belloch, Sandín y Ramos ,2008), indica que las personas
que presentan el mencionado trastorno, normalmente se visten con las prendas
de vestir propias de sus sexo, pero que eventualmente cambia de indumentaria
para hacerse pasar por miembro del sexo opuesto.

Consiste en llevar ropas del sexo opuesto durante una parte de la propia
existencia a fin de disfrutar de la experiencia transitoria de pertenecer al sexo
opuesto, pero sin ningún deseo de llevar a cabo un cambio de sexo
permanente y menos aún de ser sometido a una intervención quirúrgica para
ello. Debe ser distinguido del transvestismo fetichista, en el que hay una
excitación sexual acompañando a estas experiencias de cambio de vestido
(F65.1)

Travestido o travesti suele referirse a hombres que se visten de mujeres, pero


también existen casos de mujeres que se han vestido de hombres por
diferentes circunstancias, aunque es menos frecuente.

En tal sentido, el travestismo consiste en utilizar la vestimenta y complementos


socialmente delimitados para el sexo opuesto.

La etiología puede deberse a una simple curiosidad social o traumas adquiridos


en la infancia debido a diferente factores como por ejemplo: padres
maltratadores o posible falta de una figura paterna en el hogar y que
generalmente se presenta en el adulto joven con mayor frecuencia en hombres
que en mujeres
Características del travestismo no fetichista

a) Convicción de pertenecer al sexo biológico propio, con el poder de alternar


en ambos papeles.

b) Desea vivir y vestir como “corresponde” a su sexo biológico, pero gozando


del vestido del otro sexo por ratos o por periodos.
c) Generalmente no desea ninguna cirugía, ni perder sus genitales
masculinos. Algunos desean o usan hormonas para lograr algunas
características femeninas, como los senos.
d) La mayoría usan el vestido de mujer esporádicamente.

e) Los travestidos, a pesar de sentirse bien con el sexo que nacieron y no


tener especial problema con su género, sienten una peculiar satisfacción
escenificado al sexo opuesto. Se considera que los travestidos son
personas que padecen cierto grado de disforia de género, lo que hace que
acaparar el género opuesto les resulte atractivo.

2.3.1 Criterios diagnósticos de Travestismo no fetichista [F64.1] según


CIE-10 (2000):

Consiste en llevar prendas de vestir del sexo opuesto durante una parte de la
propia vida a fin de disfrutar de la experiencia transitoria de pertenecer al sexo
opuesto, pero sin ningún deseo de llevar a cabo un cambio de sexo
permanente o ser sometido a ninguna intervención quirúrgica para ello, y sin
excitación sexual acompañando a esta experiencia.

A. Vestir atuendos del género opuesto con el objeto de experimentar


temporalmente el pertenecer al sexo opuesto.
B. No hay motivación sexual en el cambio de atuendo.
C. El sujeto no desea el cambio de permanente al género opuesto.
2.4 Trastorno de la identidad sexual de la infancia

Se trata de trastornos que suelen manifestarse por primera vez durante la


primera infancia (siempre mucho antes de la pubertad) y que se caracteriza
por un malestar intenso y persistente debido al sexo propio, junto al deseo (o
insistencia) de pertenecer al sexo opuesto. Asimismo, hay una preocupación
constante con el vestido o las actividades del sexo opuesto o un rechazo hacia
el propio sexo.

Para su diagnóstico del trastorno de la identidad sexual en la infancia requiere


como punto principal una profunda alteración en el sentimiento normal de
masculinidad o feminidad. No es suficiente la simple masculinización de los
hábitos en las chicas o el afeminamiento en los chicos. El diagnóstico no puede
realizarse cuando el individuo ha alcanzado la pubertad. Debido a que el
trastorno de identidad sexual en la infancia tiene muchos rasgos en común con
otros trastornos de la identidad de esta sección.

En tal sentido, los niños con un trastorno de la identidad sexual niegan sentirse
afectados, aunque debido a este problema pueden sentir un malestar debido al
conflicto generado por las expectativas de su familia o compañeros así como
las burlas o rechazo al cual pueden estar sometidos.
De esta manera, estos trastornos han sido mejor estudiados en chicos que en
chicas. Lo más característico es que desde los años de preescolar los chicos
se interesan por juegos y otras actividades que corrientemente se asocian con
mujeres y suele haber una preferencia por vestirse con atuendos femeninos.
Puede existir un intenso deseo de participar en los juegos y pasatiempos de las
chicas y las muñecas son un juguete favorito y por lo general prefieren a las
chicas como compañeros de juego.

Así mismo, Los estudios de seguimiento demuestran que de un tercio de los


chicos con un trastorno de la identidad sexual en la infancia presentan una
orientación homosexual durante la adolescencia y después de ella. Sin
embargo, muy pocos presentan transexualismo en la vida adulta (aunque
muchos adultos con transexualismo refieren haber presentado problemas de
identidad sexual en la infancia).

Por otro lado, las chicas con este trastorno suelen tener compañeros de juego
masculinos y demuestran un ávido interés en deportes y juegos rudos. En
cambio no demuestran interés en muñecas o por representar papeles
femeninos en juegos tales como “papas y mamas” o “las casitas”. La mayoría
abandonan su insistencia exagerada por actividades y atuendos masculinos a
medida que se acercan a la adolescencia pero mantienen una identificación
masculina y continúan presentando una orientación homosexual en la vida
adulta.

2.4.1 Criterios diagnósticos del Trastorno de la identidad sexual en la


infancia [F64.2] según CIE-10 (2000):

El presente trastorno suele manifestarse por primera vez durante la primera


infancia (antes de la pubertad) y se caracteriza por un malestar intenso y
persistente por el propio género junto al deseo de pertenecer al sexo opuesto.
Existe una preocupación constante con el vestido o actividades del sexo
opuesto o un rechazo hacia el propio sexo. El diagnóstico requiere una
profunda alteración en el sentimiento normal de masculinidad o feminidad. No
es suficiente la simple masculinización de los hábitos en las chicas o el
afeminamiento en los chicos. Los trastornos de identidad sexual en individuos
que han llegado a la pubertad o están entrando en ella deben clasificarse en
F66.
Para mujeres

A. Malestar intenso y persistente por el hecho de ser chica, acompañado


del deseo de ser chico o insistencia en que ella es un chico.
B. Presencia de uno de los siguientes síntomas:

1. Rechazo marcado y persistente hacia los atuendos femeninos


habituales e insistencia en vestir prendas típicamente masculinas.
2. Repudio persistente de las estructuras anatómicas femeninas,
puesto de manifiesto por al menos uno de los siguientes
síntomas:
a) Afirmación de que ella tiene o que le crecerá un pene.
b) Negativa a orinar en posición sentada.

c) Afirmación de que no quiere que le crezcan los pechos ni


tener la menstruación.
C. La chica no ha alcanzado la pubertad.
D. El trastorno ha de estar presente durante al menos seis meses.
Para varones
A. Malestar intenso y persistente por el hecho de ser chico, acompañado
del deseo de ser chica o insistencia en que ella es una chica
B. Presencia de uno de los siguientes síntomas:

1. Preocupación por actividades típicamente femeninas, puesta de


manifiesto por una preferencia por vestir o simular atuendos
femeninos o por un intenso deseo de participar en los juegos y
pasatiempos de las chicas, junto a un rechazo de los juguetes,
juegos y actividades típicamente masculinas.

2. Repudio persistente de las estructuras anatómicas masculinas,


como se pone en manifiesto en algunas de las siguientes
afirmaciones.

a) Creencia en que él crecerá hasta convertirse en mujer (no


solamente en lo referente al papel de esta)
b) Creencia en que sería mejor no tener testículos ni pene.
C. El chico no ha alcanzado la pubertad.
D. El trastorno ha de estar presente durante al menos seis meses.

2.4.2 Criterios diagnósticos de la Disforia de género en niños según DSM-


5 (2014):

Se señala que los comportamientos del género opuesto suelen iniciar a los tres
años, y los pacientes no son referidos hasta años después. Los niños prefieren
jugar con muñecas, asumen un rol femenino en el juego, se visten como el
sexo opuesto y se vinculan con un grupo de niñas. Lo mismo sucede con las
niñas, estas asumen un rol masculino y rechazan con intensidad actividades
femeninas.
CAPÍTULO III
INTERVENCIÓN EN LOS TRASTORNOS DE
IDENTIDAD SEXUAL
Estos trastornos se encuentran entre los más difíciles y complejos de abordar y
resolver. Un aspecto importante que debe plantearse el terapeuta al abordar estos
problemas es el grado de identificación sexual cruzada que presenta el sujeto
transexual. De modo que, cabe recalcar que la mayoría de la persona que se
autocalifican de transexuales, no lo son en un sentido estricto del término, sino que
con frecuencia sufren otras patologías, a veces incluso de tipo psicótico, o están
afectadas de otros trastornos de la personalidad o psicopatológicos que les hacen
sentirse inseguras de su propia masculinidad o femineidad; y todo ello asociado a la
falta de información, los errores y los prejuicios que cultural y socialmente se tienen
sobre la sexualidad, conlleva a hacer atribuciones erróneas sobre ciertas experiencias y
características físicas o psicológicas y a autoetiquetarse de transexuales o de otro
trastorno sexual sin serlo propiamente.
Los casos más extremados de dicho trastorno son en los cuales la persona presenta
una clara y completa identificación con el sexo o género opuesto al asignado
socialmente en el momento del nacimiento. En casos como este la opción más
recomendable y la cada vez más utilizada en la actualidad, es la Terapia de
reasignación sexual, cuyo objetivo principal es la modificación de la morfología sexual
secundaria de la persona, su sexo biológico, para hacerla coincidir con el sexo o genero
sexual con el que realmente se siente psicológicamente identificada. Este proceso de
cambio, podría ser extenso, incluyendo desde la simple terapia hormonal e
intervenciones morfológicas estéticas o de cirugía plástica menores hasta la completa
modificación o inversión quirúrgica de los genitales, según el caso.
3.1 Protocolo de tratamiento de la transexualidad en la Unidad de Trastornos de la
Identidad de Género (UTIG)

*Valoración inicial
-Entrevista de valoración inicial (descartar diagnostico psiquiátrico
grave)
*Se acepta o no se acepta en la UTIG
Abordaje *Evaluación psicológica
psicológico - Historia clínica biográfica
-Datos de identidad de género
-Estructura de personalidad
-Síntomas ansioso-depresivos
-Calidad de vida y bienestar psicológico

*Terapia hormonal (TH) cada tres meses (primer año) y cada 6 meses
Tratamiento (segundo año) durante dos años antes de pasar a la fase quirúrgica.
hormonal (TH) y *Experiencia o prueba de vida real: cambio de roles, cambio físico y
experiencia de adecuación al sexo sentido.
vida real *Intervenciones o ayudas individuales y grupales.
*Evaluaciones psicológicas de apoyo y seguimiento de caso.
Intervenciones *Mamoplastía o mastectomía, histerectomía, anexectomía u
quirúrgicas para orquidectomia y cirugía de reasignación de sexo (CRS)
modificar las *Tratamiento psicológico de preparación para CRS.
características *Apoyo psicológico de mantenimiento y seguimiento.
sexuales

3.2 Tratamiento de los trastornos de identidad sexual en la infancia

Se han empleado varias aproximaciones terapéuticas para tratar a los


niños con TIS, incluida la terapia de conducta, la psicoterapia, la terapia
familiar, el asesoramiento a padres, la terapia de grupo y las combinaciones
eclécticas de estas estrategias. Todas estas estrategias parecen tener utilidad
clínica. Desafortunadamente no se han llevado a cabo estudios comparativos
formales, por lo que sigue sin quedar claro cuál es el tipo de tratamiento más
eficaz.

El tratamiento debe encaminarse a mejorar los sentimientos de malestar


e inadecuación respecto de la propia identidad sexual, aminorar el sufrimiento
de sentirse distinto y el aislamiento social, mejorar la imagen personal y tratar
la posible psicopatología asociada.

Haremos tres comentarios generales sobre el tratamiento del TIS. En


primer lugar, la experiencia clínica sugiere que la intervención puede reducir
más el conflicto de identidad sexual durante la infancia que durante la
adolescencia. El pronóstico para reducir la disforia sexual severa después de la
pubertad es bastante pobre. De igual manera, cuanto antes se empiece el
tratamiento mejor.
En segundo lugar, se ha discutido mucho sobre la importancia de
trabajar con los padres de los niños con TIS. Cuando hay un nivel alto de
discordia marital y psicopatología parental, el tratamiento de estos problemas
facilita mucho el trabajo más específico sobre los aspectos de la identidad
sexual. Dirigir el comportamiento de género del niño en su entorno diario
requiere que los padres tengan los objetivos claros y un lugar en el que poder
discutir las dificultades. Ya que la dinámica de los padres y la ambivalencia
sobre el tratamiento pueden contribuir a perpetuar el TIS, es importante para el
terapeuta tener una relación apropiada con los padres, con el fin de dirigir y
trabajar sobre todos estos aspectos.

En último lugar, el terapeuta necesita considerar de cerca las metas u


objetivos del tratamiento. En parte esto se conceptualiza en el marco teórico
terapéutico, pero también depende de la preocupación de los padres y en cierta
medida de la del niño. Dos objetivos a corto plazo pueden ser: la reducción o
eliminación del ostracismo y del conflicto social, y el mitigar la psicopatología
asociada. Objetivos a largo plazo se han centrado en la prevención de disforia
sexual post puberal y homosexualidad. Los clínicos contemporáneos son, sin
embargo, sensibles a la importancia de ayudar a la gente a integrar una
orientación sexual homosexual en su sentido de identidad. No es sorprendente,
sin embargo, que la mayoría de los padres de niños con TIS probablemente
prefieran el desarrollo de una orientación heterosexual. Es importante señalar
que actualmente no existe una clara evidencia de que el tratamiento afecte a la
orientación sexual posterior.
¿Y QUÉ PASA DESPUÉS?

Los estudios de seguimiento señalan problemas de identidad y orientación


sexual al llegar a la adolescencia, mostrando que el resultado más común a
largo plazo es la homosexualidad. Estos datos convergen netamente con los
estudios retrospectivos de adultos varones homosexuales que han evaluado la
presencia de comportamiento de género cruzado en la infancia.

Los adultos con TIS, particularmente los de orientación homosexual,


invariablemente reportan una historia de género cruzado en la infancia.
Estudios prospectivos de niños con TIS, principalmente varones, han
encontrado que sólo una pequeña proporción persiste en la idea de cambiar de
sexo después de la pubertad, aunque el porcentaje aparece considerablemente
superior a lo que uno esperaría basándose en tasas de población general para
transexualismo.

Claramente, la identificación de género cruzado en la infancia es un marcador


comportamental para la posterior homosexualidad o para un TIS adulto no
resuelto. ¿Pueden hacerse predicciones más finas (p.e. predecir posterior
homosexualidad frente a
TIS; homosexualidad frente a heterosexualidad)? La experiencia clínica ha
sugerido que los niños que no salen de la identificación de género cruzado
grave al entrar en la adolescencia pueden encontrarse en mayor riesgo de una
posterior disforia sexual. La situación clínica en o cerca de la transición de la
infancia a la adolescencia puede ser crucial para diferenciar una disforia sexual
de otras alteraciones.
Existen estudios en los que se compara un número de variables en la infancia
en niños femeninos clasificados como bisexuales u homosexuales con niños
femeninos clasificados como heterosexuales. Estos estudios sugieren que la
continuación de ciertos comportamientos femeninos a lo largo de la infancia
está asociada con posterior homosexualidad. Por lo que podría ser que la
persistencia de los comportamientos femeninos sea más importante que su
extensión durante los años de la temprana infancia.

En los mismos estudios se observa que menos tiempo compartido padre-hijo


en los primeros dos años de vida también está asociado con una posterior
homosexualidad, pero no lo está la cantidad de tiempo compartido madre-hijo.
LA INTERVENCIÓN EN UN CASO DE PROBLEMA DE IDENTIDAD EN LA
INFANCIA
Lo que no hay que hacer:

 Rechazar al niño o niña por esta problemática.


 Castigar al menor por este motivo, ya que es un problema que no
depende de la voluntad del menor.
 Premiarle de una u otra forma (por ejemplo, dedicándole demasiada
atención o haciendo bromas del tema).
 Permitir que los hermanos, los iguales, el entorno social o la escuela le
rechacen o vejen.

Por el contrario, sí deben:

 Aceptarle incondicionalmente como “persona” a la que se le ha dado


vida, sea niño o niña.
 Etiquetarle correctamente de cuando en cuando, señalándole su
verdadera identidad: “eres un niño o eres una niña”.
 Decirle que está, además, muy bien hecho o hecha.
 Repetirle que podrá vivir muy bien conforme a su identidad. Y que esta
no le impedirá de mayor ser como desee socialmente.
 Reforzándole cualquier manifestación, que se corresponda con su sexo:
vestidos que se pone, adornos, juguetes y juegos.
 En los casos de conflicto inevitable con los vestidos y juguetes, procurar
negociar de forma que aún no se defina de manera definitiva. Por
ejemplo comprándole juguetes típicos de los dos roles sociales,
procurando que los acepte y use, vestir de forma que no conlleve
dificultades sociales. Por ejemplo, con ropa unisex, etc.

Se trata de esperar con benevolencia y comprensión, no haciendo de ello un


conflicto importante y, por un lado, (a) dejarle abierta la posibilidad de definición
definitiva cuando sea mayor, mientras, por otro, (b) se le ayuda y gratifican
aquellas conductas más propias de su identidad biológica.
3.3 Tratamiento de los trastornos de identidad sexual en adultos

Desde el punto de vista terapéutico, considerando que el sufrimiento de los


sujetos que padecen parafilias u homosexualidad egodistónica viene
ocasionado por los esfuerzos por controlar y reprimir mentalmente
determinados contenidos sexuales, habría que tener en cuenta que una terapia
cognitiva centrada en la detección y detención de los pensamientos negativos
no será eficaz. Si no hay una profunda reestructuración cognitiva detrás, la
detección y detención de pensamientos, por sí solos, no servirán de nada (e
incluso podrían empeorar la situación), ya que intentar detectar y detener sus
pensamientos es justo lo que hacen los sujetos y es ahí donde está la raíz del
problema. Dos vías de tratamiento alternativas serían las siguientes:

1) La intervención encaminada a la plena aceptación del contenido sexual


reprimido. Esta intervención solo sería posible en algunos casos de
homosexualidad egodistónica, en los que el paciente haya tomado la
determinación de aceptar la tendencia homosexual o bisexual, descartando la
orientación exclusivamente heterosexual. Por ello, previamente, se debe
explorar, junto al paciente, si existe ambivalencia y hacia qué tendencia quiere
ir (homosexual, bisexual o heterosexual).

En las parafilias este tipo de intervención es inviable, ya que supondría


consecuencias perjudiciales para el sujeto y la propia sociedad. De hecho, los
delincuentes sexuales (violadores, pederastas, fetichistas ladrones de lencería,
exhibicionistas, etc.) lo que hacen con sus actos es aceptar sus fantasías
sexuales y llevarlas a cabo para descargar la tensión acumulada mientras
intentaban reprimir tales conductas.
2) La intervención encaminada a la rotura de los círculos viciosos en los que se
hayan inmersos los sujetos. Esta intervención también implicaría la aceptación
de los contenidos evitados, pero sin integrarlos en la personalidad del sujeto.
Es decir, el sujeto debe comprender que sus intentos por expulsar de su mente
los contenidos evitados producen, paradójicamente, un aumento de la
intensidad de estos.

La terapia de aceptación y compromiso podría ser eficaz para conseguir estos


objetivos (Hayes, Strosahl & Wilson, 1999).
Teniendo en cuenta diversos estudios y la influencia de la sociedad en la
creación de problemas psicológicos, surgen las terapias de tercera generación,
que identifican la conducta en función de las variables del contexto (Luciano &
Valdivia, 2006, citados en Lozano & Caycedo, 2008). Entre estas se encuentra
la terapia de aceptación y compromiso (ACT por su sigla en inglés), orientada
hacia metas centradas en la activación y la aceptación psicológica, cuyo fin
último es dotar al individuo de repertorios conductuales flexibles y amplios,
además de trabajar sobre la conciencia del momento presente, los valores, sin
buscar la eliminación, la lucha o la disminución de los eventos privados
(pensamientos o sentimientos ligados específicamente con el sufrimiento del
ser humano) (Lozano & Caycedo, 2008; Luciano & Valdivia, 2006; Hayes,
Luoma, Bond, Masuda & Lillis, 2006; Kohlenberg, Hayes & Tsai, 1993; Hayes,
Masuda, Bissett, Luoma & Guerrero, 2004; Hayes, 2004). De esta manera,
para llevar a cabo un proceso terapéutico que tenga eficacia y profundidad en
el Trastorno de Evitación Experiencial, la ACT ofrece un conjunto de
herramientas clínicas que permiten desmontar los procesos de evitación y de
seguimiento de reglas (Kohlenberg, Tsai, Ferro, Valero, Fernández & Virués-
Ortega, 2005, p. 350), buscando que los cambios en el contexto verbal y de
interacción dentro de la sesión produzcan efectos positivos en repertorios que
estén orientados a acciones comprometidas fuera de sesión.
La ACT, a través de seis componentes, busca que el ser humano:
1. Identifique y abandone esas estrategias de control de los eventos internos,

2. Que observe las experiencias sin tener que etiquetarlas y llevarlas a ser
literalmente ciertas.

3. Se centre en conductas orientadas a obtener resultados valiosos, para crear


de esta manera acciones flexibles y eficaces.

Estos componentes se agrupan en un modelo de psicopatología y salud


psicológica llamado Hexaflex, creado por Wilson (2007). Dentro de la ACT se
hacen cambios contextuales por medio de metáforas, paradojas y ejercicios
experienciales, que enseñan al cliente “que el dolor psicológico y el malestar
son facetas ubicuas e inevitables de la vida, y por lo tanto no pueden ser
totalmente evitadas o eliminadas” (Russo & Forsyth, 2013, pp. 54 y 55), pues
los valores a largo plazo y las áreas significativas de la vida de una persona
estarían cubiertas de los esfuerzos por evitar las experiencias negativas, y así
se abandonarían sus valores y propósitos (Prevedini, Presti, Rabitti, Miselli &
Moderato, 2011).

Como indica Rey (2008), la ACT permite intervenir sobre conductas que ponen
en riesgo la salud, como conductas sexuales de riesgo o el consumo de
alcohol, por el trabajo en los componentes de compromiso personal inherente a
la misma terapia.

Este tipo de intervenciones se llevarían a cabo con sujetos que padecen


parafilias en sus estadios iniciales u homosexualidad egodistónica (en aquellos
casos en los que el rechazo hacia la orientación homosexual es tan intenso que
se hace imposible una intervención encaminada a la plena aceptación de esta
identidad sexual).

Otro aspecto que dificulta la intervención con los pacientes que sufren parafilias
u homosexualidad egodistónica, y que habría que tener en cuenta, es el
referente al hecho de que estos sujetos suelen perder la capacidad para
disfrutar con las relaciones sexuales normalizadas. Esto se debe a que una
relación sexual adecuada no le va a permitir descargar tanta tensión como una
relación parafílica (o una relación homosexual en el caso de la homosexualidad
egodistónica). También ocurre que cuando estos individuos mantienen una
relación sexual normalizada, lo hacen con la sensación de que es su
obligación, de que deben intentar disfrutar con dichas relaciones y olvidarse de
sus gustos paralíticos u homosexuales. Para ellos una relación sexual
normalizada es una prueba o examen y nadie disfruta en los exámenes. Por
este motivo, se hace fundamental que la intervención se lleve a cabo
preferiblemente antes de que los sujetos hayan mantenido realmente las
conductas sexuales inapropiadas.

Finalmente recalcar la importancia de la prevención desde la infancia de los


patrones de personalidad neurótica, ya que estos se encuentran en la base de
las psicopatologías expuestas. Mientras más insegura sea una persona, más
importancia dará al hecho de tener bajo control sus pensamientos, emociones,
etc., haciendo juicios constantes sobre la moralidad de estos y poniéndose a
prueba a sí misma ante cualquier situación o estímulo que le resulte
amenazante (no solo desde el punto de vista físico, sino también desde el
punto de vista moral).
CAPÍTULO III

CONCLUSIONES
4.1 Conclusiones

 En la actualidad se ha observado avances en el caso de los trastornos


de identidad sexual, como por ejemplo en la precisión del diagnóstico,
las técnicas, instrumentos de evaluación y el tratamiento.
 Como futuros psicólogos sabemos que aún no hay una solución total
para los trastornos de identidad sexual, sin embargo se trata de uno de
los trastornos más graves y produce mucho sufrimiento al que lo
padece.
 Por ello se debe apuntar a la prevención de los trastornos de identidad
sexual, lo cual incluye la detección precoz en el proceso de desarrollo en
la infancia, sobre la base de que la identidad sexual o de género es
fundamentalmente aprendida o se desarrolla tempranamente durante la
infancia y una vez adquirida, es muy difícil modificarla.
 Cabe resaltar los esfuerzos que han demostrado el DSM V, ya que
diferencia el trastorno en la infancia, adolescencia y en la adultez.
Incluso ha desarrollado pautas e instrumentos de evaluación diferentes
para la evaluación y detección precoz de estos trastornos por parte de
los padres.
 Finalmente, en el tratamiento de los problemas de identidad sexual se
suele utilizar intervenciones psicoterapéuticas basadas principalmente
en técnicas conductuales cognitivas o regímenes médicos basados en el
uso de hormonas o de medicamentos psicotrópicos.
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