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“La evasión a las viviendas de interés social en las agendas de

la ciudad de Buenos Aires (1880-1943)”

Lucio Magarelli
Octubre 2019.

Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires.


Maestría en Historia y Critica de la Arquitectura, el diseño y el Urbanismo en
Latinoamérica y el Caribe.
Seminario “La transformación urbana de Buenos Aires a través de cuatro gestiones
municipales”
Seminario “La transformación urbana de Buenos Aires a través de cuatro gestiones municipales”- Arq. Lucio Magarelli
1
Agradecimientos

Este trabajo está fundamentado en el Seminario “La transformación urbana de Buenos


Aires a través de cuatro gestiones municipales” dado por el profesor Enrique Robira.

Seminario “La transformación urbana de Buenos Aires a través de cuatro gestiones municipales”- Arq. Lucio Magarelli
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Abstract

Este documento pretende analizar el rol del Estado Nacional y de la ciudad de


Buenos Aires a través de sus políticas de vivienda en el periodo de 1880 a 1943.
El estudio de las viviendas sociales tiene un particular interés en Buenos Aires,
ya que este estudio asume y clarifica que es una problemática que atraviesa todos los
momentos de la historia urbana porteña.
El análisis comienza en 1880, donde puede aceptarse de manera conveniente,
el concepto “mundialización” trabajado por Marc Abélès (2012), y el proceso de
modernización del Estado argentino, convergiendo en el momento el que se genera un
notorio intercambio en las políticas de vivienda de acuerdo a lo observado a nivel
internacional y la inminente inmigración ultramarina en Buenos Aires, y concluye en
1943, con la disolución de la Comisión Nacional de Casas Baratas en manos del
peronismo, lo cual cambiaría por completo la historia de las viviendas sociales y de
toda la Argentina.
A modo de corolario, este trabajo propondrá comprender y diagnosticar las
falencias y las virtudes de éstas políticas y como ello condicionó, y condiciona, el
presente de la ciudad.

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La vivienda social y sus orígenes porteños

“Vivienda De Interés Social. f. Habitación de bajo costo, destinada a sectores


sociales medios y bajos, que a partir de la década de 1940 se encuentra
asociada a la acción del Estado.” Ballent, A. (2004) (p.176)
Vivienda popular, vivienda social, habitación popular, vivienda de interés social,
casa barata, vivienda económica, vivienda masiva, vivienda protegida. Estos
son solo algunos de los rótulos con los que suele definirse a las viviendas
referidas a la clase obrera o de menores recursos en territorios argentinos.
Y esto se debe, principalmente, a la relación que toma el Estado frente a estas
viviendas, a como las interpreta dentro de las necesidades urbanas. Ya que el
concepto de vivienda como una necesidad básica a la humanidad, y por ende,
al ser humano, es un concepto moderno de mediados del siglo XX 1.
La Argentina, y Buenos Aires particularmente, empieza a adquirir un problema
de déficit habitacional por el notorio aumento de la migración hacia el país,
principalmente, en la época de 1870-1915 periodo denominado por Marc
Abélès (2012), como la “mundialización”. Este periodo se destaca, a nivel
transnacional, por ser un periodo de auge industrial y económico, fomentado
principalmente por el intercambio comercial entre naciones, en consecuencia
con los avances de la segunda revolución industrial.
Y el Estado argentino, desde su política positivista y la búsqueda de poblar el
país a partir de una supuesta supremacía racial ideada por los mandatarios2,
abrió sus fronteras a muchos inmigrantes, europeos principalmente, para que
pudieran expandirse en el territorio nacional y así consolidar la soberanía de los
mismos.
Pero esta intención se vio mal lograda, ya que muchos de los inmigrantes que
se trasladaron no eran trabajadores agrarios ni racialmente adecuados según
la planificación previa. El Estado Nacional buscaba consolidarse como un
estado moderno a partir de la “ideal mixtura” de la modernización francesa, la
rigurosidad alemana y la pujanza económica británica. Pero la mixtura se
conformó de españoles, rechazados ideológicamente por la cercanía a la idea
de colonia, italianos, principalmente pobres y agrarios, y con un tinte de
modernización efímera como la estadounidense. Absolutamente nada más
lejos de lo planeado.
Y ante la falta de infraestructura para albergarlos, y con el puerto como motor
de la economía nacional, los mismos se convirtieron en habitantes de Buenos
Aires, la principal metrópolis donde podrían conseguir trabajo, y no en los
territorios que el Estado pretendía poblar.
Como dice Liernur, F. (2001), la revolución inmigratoria fue principalmente
urbana, y únicamente Buenos Aires, pasó de tener 187.100 habitantes en 1869
a tener 1.575.800 en 1915.

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En 1871, se produce la gran epidemia de fiebre amarilla en la ciudad, lo cual
produce una ola de modificaciones urbanas que fueron nombrada como
“higienistas”, ya que estuvieron a cargo de médicos, lo cual también sucedía a
nivel internacional.
En nuestra ciudad se destacan algunos médicos como Eduardo Wilde que
escribe “Estudio sobre las casa de inquilinato en Buenos Aires (1891)” o
Samuel Gache, el cual escribe “Les logements ouvrières á Buenos Aires
(1900)”, llevando la mirada de la problemática hacia las clases sociales bajas y
sus modos de hábitat, como los conventillos o barracas.
Desde el plano de la arquitectura, se destaca la participación de Domingo
Selva (1901), quien para ese momento, presenta en un congreso sanitarista,
“Consideraciones para la edificación obrera”3.
Hay que tener en cuenta, además, que las viviendas colectivas eran miradas
de reojo por el Estado, y no únicamente por políticas de higiene, sino también
por la condensación popular que representaban los patios de los conventillos,
el intercambio que se generaban eran vistos como peligrosos por los
mandatarios, en momentos en los cuales los movimientos anarquista y
socialista estaban en pleno auge. Preocupación que se volvió mayor aun tras la
huelga de inquilinos de 1907.
Hasta ese momento no existían las viviendas populares promulgadas por el
Estado. Las viviendas dedicadas a la clase obrera, en contados casos eran,
hasta 1905 por lo menos, de carácter patronal.
En 1905, cuando se declara la ley 4824, más conocida como la ley Yrigoyen 4,
cuando comienzan a plantearse las nuevas viviendas obreras.
Y la principal modificación en la estructura de las viviendas sociales por parte
del Estado se da en 1915, a partir de la creación de la Comisión de Casas
Baratas, la cual es impulsada por el monseñor y diputado católico por la
Provincia de Córdoba J. F. Cafferata, quien impulsaba el tema en el congreso
desde 1912, construyendo más de 977 unidades (según Ballent, A. (2004))
hasta 1943, cuando fue finalmente disuelta.
Posterior a ello se encuentran diversas políticas de Estado sobre la vivienda
popular, las cuales podemos resumir en las políticas propias del mandato de
Juan D. Perón (1946-1972), con algunos intervalos, y las políticas del plan
FONAVI (1970-1995),

Los debates de vivienda previos a la Comisión Nacional de


Casas Baratas y otros generadores de viviendas

Como indican Liernur, F. y Ballent, A. (2014), el reconocimiento gubernamental


del “problema de la vivienda” como una tarea de los Estados Nacionales
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comienza a darse en Europa en el paso del siglo XIX al XX, en su
consideración como un tema político, pero principalmente con el fin de
asegurar la gobernabilidad y el orden social.
Siendo Inglaterra y Francia los principales impulsores del debate por ese
entonces, se ponía en manifiesto la aceptación del tema como político y
económico propio de las nuevas sociedades capitalistas.
La primera institución a nivel oficial en debatir sobre el asunto fue
probablemente la Royal Comission on the Housing of the Working Classes
(RCHWC), formada en Londres en 1884. Recién diez años después, en
Francia, se promulgó la ley Siegfried, encargada de financiar las “casas
baratas”, Associations des Habitations à Bon Marché (HBM), aunque en 1912
se creó la Office Publique des Habitations à Bon Marché (OPHBM). Algo similar
sucede en los Paises Bajos, donde el primer Housing Act se promulgó en 1901,
pero recién en 1913 se promulgó el Nationale Woningraad (Consejo Nacional
de la Vivienda), con el fin de promover soporte profesional a las viviendas ya
financiadas.
Estas agrupaciones solían juntar un diverso conjunto de actores muy
heterogéneo y diverso que hasta entonces habían actuado con autonomía en
su interés por acercarse al “problema de la vivienda”.
El principal objetivo buscado por estas instituciones era el hecho de generar
conocimientos ligados al tema, a partir de la acumulación de información, el
ordenamiento y la exposición pública.
Todos estos objetivos deben comprenderse bajo las coordenadas ideológicas
del liberalismo imperante en los gobernadores.
Incluso, la cuestión de intervención del Estado estuvo en el centro del debate
del Congreso Internacional de Casas Baratas en 1900 en la capital francesa.
Esto desencadenó en 1906 en la creación del Consejo Superior de
Habitaciones Obreras de Chile y en 1915 en la creación de la Comisión
Nacional de Casas Baratas (CNCB) a nivel nacional en Argentina.
La Ciudad de la Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Aire fue separada
de su provincia homónima en 1880, a partir de la Ley Nacional 1029, después
de numerosos conflictos entre Nación y Provincia.
Y en 1882 se crea la figura de Intendente, quien era elegido por el Presidente
de la Nación en conjunto con el Senado Nacional.
Siendo el primer intendente Marcelo Torcuato de Alvear, en la presidencia de
Julio A. Roca en 1883.
Desde allí, hasta la generación de la CNCB en 1915, los intendentes de la
ciudad fueron: Marcelo Torcuato de Alvear (1883-1887), Antonio F. Crespo
(1887-1888), Guillermo Cranwell (1888-1889), Francisco Seeber (1889-1890),
Francisco Bollini (1890-1892), Juan José Montes de Oca (1892), Miguel Cané
(1892-1893), Federico Pinedo (padre) (1893-1894), Emilio Bunge (1894-1896),
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Francisco Alcobendas (1896-1898), Martín Biedma (1898), Adolfo Bullrich
(1898-1902), Alberto Casares (1902-1904), Carlos Roseti (1904-1906), Manuel
Obarrio (1906), Alberto Casares (1906), Manuel Obarrio (1906-1907), Carlos
Torcuato de Alvear (1907-1908), Manuel Güiraldes (1908-1910), Joaquín de
Anchorena (1910-1914), Enrique Palacio (1914-1915), Arturo Gramajo (1915-
1916).
Durante estos periodos, la problemática de la habitación popular era un tema
prácticamente evitado por las políticas de Estado, más allá de la ley Irigoyen
(4824/05). Esto se debe en gran parte por la política ideología liberal de los
representantes, asimilando que la problemática de la vivienda debía ser
solucionada por el mercado, y en otra parte, por la rentabilidad que
representaban las casas de inquilinatos y los conventillos para sus dueños,
quienes tenían vínculos con el poder.
En 1887, durante la intendencia de Torcuato de Alvear, se proyectan las
primeras viviendas obreras, las cuales se desarrollaban en tres tiras unitarias
de una planta entre las calles Larrea, Melo, Azcuénaga y la actual Av. Las
Heras.
Bajo la ley 4824/05 se construyeron dos conjuntos de vivienda más, el barrio
Butteler de 64 viviendas en 1910 (Figura 1) y el barrio Parque de los Patricios
de 116 unidades en 1912 (Figura 2).
Además de ello, por fuera de las viviendas propiamente construidas por el
Estado, las condiciones de los préstamos hipotecarios eran inaccesibles para
gran parte de la población, recién en 1919 el Banco Hipotecario Nacional
empieza a cambiar dicho paradigma, y los modelos de vivienda impulsados por
las constructoras no excedían el de las tipologías de casas chorizos,
inalcanzables para gran parte de la clase obrera desde una perspectiva
económica.
Es por ello que muchas de las soluciones a la problemática de vivienda, es
tratada por otros agentes políticos de la época, como las cooperativas, la
Iglesia y las viviendas patronales.
La cooperativa, de quizás mayor reputación, en el campo de la vivienda social
fue “El Hogar Obrero”, fundado por socialistas, con Juan B. Justo como mayor
referencia, con una vigencia de casi noventa años, fundada en 1905 y disuelta
en 1991, encontró en su formación la capacidad de unir un interés político con
una pericia higienista (gran presencia de médicos) para modificar el hábitat
popular.
Según Ballent, A (2004) (p. 178) entre 1905 y 1940, sus primeros treinta y cinco
años, la cooperativa había construido 827 unidades, repartidas en 455 créditos
para edificación y 266 viviendas construidas directamente, en diversas
tipologías, viviendas individuales, viviendas colectivas, y viviendas en altura.
(Figura 3)

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Otro actor social que tuvo mucha influencia en las viviendas sociales fue la
iglesia, quien a través de la Unión Popular Católica Argentina (UPCA) realizo la
Gran Colecta Nacional de 1919, y con lo recaudado en ese entonces,
construyo nada menos que 260 viviendas, o como las llamaran en ese
entonces “mansiones populares” o “mansiones para obreros”. (Ballent, A.,
2004, p. 178).
Hay que comprender que estas acciones se realizan en el periodo del Rerum
Novarum de 1891, donde el avance de las clases sociales bajas se veía como
inminente, y la colecta, bajo un mensaje propagandístico de carácter
apocalíptico se comprende también como el accionar de los sectores sociales
dominantes como un acto de supervivencia ante la inminente revolución social.
Tanto el discurso apocalíptico, como la explicación de las mansiones
populares, se expresan en La Paz Social del 5 de agosto-septiembre de 2019,
citado por Ballent, A. (2014):
“Cuantos ricos de Hungría darían hoy la mitad de lo que poseían antes, en los
tiempos de paz social, socavada hasta los más hondo de su base para recobrar
siquiera una parte de sus riquezas perdidas. (…) Dime, ¿Qué menos podrías
hacer, si te vieras acosado por una manada de fieras hambrientas que echarles
pedazos de carne para aplacar su furor y taparles la boca? ¡Los barbaros ya
están a las puertas de Roma!” (p.220)
“La mansión popular, además del gran número de habitaciones para familiares
mayores o menores, cuenta con todos los elementos de una pequeña y
hermosa ciudad: tiene capilla, escuela, salón de fiestas, biblioteca y sala
lectura, cooperativa de consumo, jardines, baños, lavadero, etcétera, todo a
disposición de todos. Un verdadero palacio social (…) Los comunistas, como
Fourier, con su falansterio, pero extremando las cosas como suelen hacer los
tales, había entrevisto esta solución, que ya en cierto grado se ha ensayado en
Italia, en Bélgica y en Alemania con excelentes resultados.”(p. 229)
La iglesia católica anteriormente había tenido un importante rol en la
generación de viviendas sociales en Argentina, tal es el caso del monseñor
Cafferata que además de ser el impulsor de la Ley Nacional de Comisión de
Casas Baratas (9677) en 1915, participó en la impulsión de la Ley Garzón
Maceda en 1907 en Córdoba, predecesora de la anteriormente mencionada.
Las unidades planteadas por la UPCA eran realmente mansiones, de
dimensiones alucinantes para ser concebidas como viviendas de obrero,
considerando que muchas de ellas incluso disponían de dependencia de
servicio.
De ello también habla Alejandro Bunge, en “La carestía de la vivienda”, citado
por Ballent, A. (2014, p. 235):
“Casitas destinadas a una familia obrera y que (…) deberán ser cuidadas por
una sola mujer (…) tienen (…) una planta baja con vestíbulo, comedor,
pasadizo y cocina; en el piso alto de los dormitorios (…). Me permito pensar

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que estos tres locales deben ser un solo local espacioso, que es el que sirve
para reunirse la familia”
Estas viviendas se ubicaron en Mataderos (20 unidades), Martínez (24
unidades), Flores (91 unidades), Barracas (64 unidades) y Berisso (58
unidades). Destacándose por su calidad las viviendas de Flores (Figura 4),
obra de Fermín Bereterbide, y el conjunto de Barracas Monseñor Espinosa
(Figura 5, 6, 7).
Solventando las falencias de la ocupación del Estado en la problemática de la
vivienda, además de las cooperativas, de carácter socialista, y la Iglesia, como
mecanismo de defensa ante la revolución, hay otro actor que suele destacarse
a la hora de generar viviendas, y son los patrones industriales, los capitalistas,
“dueños” e impulsores del mercado, los cuales eran, para el Estado argentino,
quienes debían ocuparse principalmente de la problemática de la vivienda
obrera.
Este accionar patronal puede verse principalmente en las industrias y en las
compañías ferroviarias en Buenos Aires.
Según Lupano, M. M. (2004), la vivienda de iniciativa patronal está enmarcada
en un contexto transnacional, la cual surge a raíz de los males en las
comunidades europeas a comienzos del siglo XIX.
La clase obrera reclamaba ante las condiciones infrahumanas en las cuales
vivían en consecuencia de la transformación de la ciudad industrial. Los
principales impulsores de este tipo de vivienda social fueron Inglaterra y
Estados Unidos con las Company Towns, quienes buscaban promulgar una
mejor relación del habitante con el medio ambiente instalando sus fábricas con
una villa obrera aledaña para su personal en nuevas urbanizaciones de escala
residencial baja.
En Argentina este proceso estuvo principalmente ligado a las industrias ligadas
a los recursos naturales, como los agroindustriales y las industrias extractivas,
quienes se ubicaban, lógicamente, en las áreas rurales.
Pero también esta operación encuentra nombradas reproducción en la periferia
de las áreas urbanas más consolidadas como Buenos Aires y Rosario.
Con ello el patrón se aseguraba la capacidad de organizar un mercado de
trabajo inexistente, lograr mayor control y efectividad en el traslado de la clase
obrera hacia las fábricas, y generar lazos identitarios con la familia,
principalmente los hijos, de los obreros.
Las empresas no construían únicamente las viviendas, sino que generaban
urbanizaciones en torno de ellas incluyendo diversos equipamientos
comunitarios, como capillas, escuelas, clubes, etc.
Dado por los modos de producción y distribución de la respectiva industria
porteña, los conjuntos edificados se representaban por un valor periférico y
aislado, cerrado en sí mismo.

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Pueden tomarse algunos casos como referencia: la fábrica de ladrillos de San
Isidro (1874), fábrica de carnes conservadas Higland Scott Conning Company
en Quilmes (1890), el barrio de la Cervecería Quilmes (1895) y fábrica de
tejidos Establecimientos Americanos Gratry en Buenos Aires (1909).
Y otro de los principales representantes del patronazgo, es el capital ferroviario,
según Lupano, M. M. (2004) (p. 190):
“Los ejemplos más representativos de vivienda ferroviaria fueron realizados por
las empresas británicas, que transfirieron tipologías, sistemas constructivos,
estilos arquitectónicos; se tomó como prototipo la vivienda rural inglesa
(cottage) del siglo XVIII.”
Estas viviendas eran urbanizaciones complejas que estaban caracterizadas por
la diferenciación jerárquica, las viviendas administrativas y del personal
dominante estaban implantadas en grandes lotes parquizados y se trataban de
grandes volúmenes aislados que disponían de gran calidad constructiva en
estilo Gótico Victoriano, y las viviendas destinadas al personal subalterno se
agrupaban en tiras o bloques que conforman colonias obreras.
Las viviendas ferroviarias, como las otorgadas por la compañía Ferrocarril del
Sud, construían viviendas en terrenos de su propiedad cercanos a los talleres,
y otorgaban las propiedades en usufructo a sus trabajadores hasta la jubilación
de los mismos.
Según Liernur, F. (2001) de 1880 a 1915 la red ferroviaria en el territorio
nacional aumento de 2.400 kilómetros a 33.700 kilómetros.
En consecuencia de ello, fundamentado en el aumento del desarrollo de la
economía agrícola y ganadera, se levantaron las primeras colonias obreras
independientes de los talleres de reparación.
Estas nuevas colonias tenían varios puntos en común, todas se encontraban
en áreas suburbanas o rurales pero próximas a las estaciones de los
ferrocarriles, una estructura urbana con crecimiento longitudinal caracterizada
por los roles jerárquicos, diferenciaciones tipológicas y estilísticas,
infraestructura de servicios (alumbrado, energía eléctrica, agua potable y red
cloacal) provistas por la empresa e independientes de la red general,
valoración de espacios verdes y equipamiento deportivo, social y cultural para
el personal ferroviario.
En Buenos Aires puede apreciarse una sola materialización de esta tipo de
vivienda social, y es la Colonia Solá en Barracas (1890) (Figura 8 y 9), la cual
se compone de viviendas colectivas en bloque con servicios sanitarios
comunes.
Pero en el resto de país se encontraron otras tipologías de colonia como la
vivienda individual de una sola planta, apareada o en tira (Remedios de
Escalada, Lanús (1907), la vivienda individual en dos plantas, apareada con
servicios sanitarios externos (conjunto New Liverpool, Bahía Blanca) y la
vivienda aislada, de partido compacto, prefabricada en chapa ondulada (barrio
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de Ingeniero Whyte). Incluso se pueden encontrar viviendas de origen
ferroviario en los ingenios de Tucumán de principios del siglo XIX.
Además, estas colonias consideraban la construcción de pabellones para el
personal soltero y en tránsito (maquinistas), y en todos los casos se utilizó un
sistema constructivo modulado y seriado, de volúmenes ornamentados de
acuerdo con el estilo Gótico Victoriano, rememorando y vinculando el estilo de
las viviendas con el origen del capital de inversión de las mismas.

Los 28 años de la Comisión Nacional de Casas Baratas

Bajo la problemática anteriormente mencionada de mercado y vivienda, según


Cravino, A., se abre una “brecha” entre la inacción oficial y el Estado comienza
a enfocarse del asunto desde un perspectiva netamente higienista,
respondiendo a las lógicas positivistas del poder, y sustentadas en las teorías
miasmáticas, como posteriormente en la tesis microbiana del contagio a través
un germen patógeno.
El Estado Nacional, y la Municipalidad de Buenos Aires, comienzan a trabajar
entonces en las viviendas sociales para que la clase obrera no perjudicará el
habitar del resto de los ciudadanos.
El proyecto de ley nacional fue presentado por Cafferata en 1912, inspirada en
la ley Garzón Maceda de Córdoba, la misma fijaba la suma de un millón de
pesos para la construcción de casas para obreros únicamente en Buenos
Aires.
En 1914, Cafferata promulgó por la aprobación de la ley cuyas acciones
estarían financiadas por la ley 7102 5, junto con aportes del gobierno nacional,
legados y donaciones.
Inspirado en el modelo francés, la CNCB se encargaba principalmente de
difundir y orientar en materia de habitar, aplicar exenciones impositivas y
realizar construcciones experimentales, y así generar modelos que puedan ser
imitados por la iniciativa privada.
Cabe destacar que, entonces, su única incumbencia no era la construcción de
viviendas, quizás por ello pueda explicarse que en casi treinta años de
existencia (1915-1943) únicamente haya construido 977 unidades de vivienda.
El casi millar de viviendas construidas en sus 28 años de existencia no es un
dato menor, sobre todo considerando que en la propuesta de la ley Cafferata
planea construir quinientas unidades en diez años. Esto se debe a que la
resistencia no fue menor, partiendo desde el debate político, donde los
socialistas, promulgando el accionar cooperativistas, y preocupados por no
contribuir a la formación de un instrumento de clientelismo en manos del
Estado Nacional manejado por los conservadores, hasta la inestabilidad
económica y política del país, imposibilitaron un mayor desarrollo.
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A ello se le suma la complejidad de la presión del mercado inmobiliario en el
centro de la ciudad, por medio de las casas de renta y los conventillos,
generando un éxodo hacia la periferia, como dice Liernur (2014) (p.199):
“(…) la política de vivienda real durante estos años [irigoyenismo] consistió en
estimular ese éxodo, bloquear los alquileres, tratar de aumentar la oferta de
crédito hipotecario, dispersar en lo posible servicios educativos y sanitarios, y
procurar mantener relativamente bajos los costos de los transportes.”
Según Liernur (2014) (p.200), la gestión de la CNCB puede dividirse en seis
etapas: 1915-1919, 1919-1923, 1924-1929, 1930-1933, 1933-1938, 1938-1942.
Durante la primera etapa (1915-1919) no se materializó ninguna obra, pero si
se generaron muchos debates en relación a qué tipo de tipología debían tener
las viviendas de la comisión. Bajo la influencia de Alvear y Araoz se decidió
optar por la vivienda colectiva en alquiler por sobre la vivienda individual en
propiedad durante los primeros años (tendencia que posteriormente fue
invertida), impulsándose los desarrollos de los barrios Alvear y Rawson en esos
primeros años, y en 1918 el concurso para el barrio Cafferata. Además de ello,
se adquirieron numerosas propiedades en la ciudad de Buenos Aires, y se
promovió la formación de Juntas Honorarias de Casas Baratas integradas por
vecinos en el resto del país, con el fin de estimular la construcción de viviendas
rurales y rebajar la notaria demanda de la ciudad capital por el incesante flujo
migratorio.
En la segunda etapa (1919-1923), bajo un contexto social y político agitado por
las diversas revoluciones de 1918 y el fin de la gran guerra (lo cual también
desencadena en la Gran Colecta Nacional de 1919), la comisión aceleró en
estos años los procesos de construcción, llegando a terminar las obras de
Vicente Alsina con 67 departamentos de dos y tres habitaciones en 1920, el
barrio Cafferata de 97 unidades de tres dormitorios y 63 de cuatro dormitorios
en 1921, la casa Rivadavia con 41 departamentos de dos y tres habitaciones
en 1922 y 50 casas en el barrio Alvear en 1923.
Esta etapa se caracteriza por su rol experimental, lo cual puede apreciarse en
las dimensiones excesivas de las casas obreras y la ubicación periférica de dos
conjuntos individuales, además del inoportunismo económico para realizar
obras en medio de una crisis económica, logrando que las viviendas finalmente
materializadas terminaran siendo inaccesibles para la clase obrera por el valor
final de los productos utilizados para las viviendas.
Durante el gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear (tercera etapa 1924-1929)
no se fomentó notoriamente la construcción de nuevas unidades, de hecho
durante esta etapa se fue produciendo con mayor intensidad la
autoconstrucción de viviendas obreras en la periferia de las grandes ciudades,
y en Buenos Aires se complementó con el contrato de 10.000 viviendas para el
municipio con la Compañía de Construcciones Modernas, además de los
proyectos de Fermín Bereterbide con la UPCA, pero todo ello por fuera del
accionar de la comisión, que por si fuera poco, se encontraba en una crisis

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financiera, producto de la cancelación de las carreras de los jueves del Jockey
Club y numerosos conflictos jurídicos con los habitantes de las viviendas de la
comisión, que se negaban a pagar sus cuotas y organizaban revueltas.
Al final de la etapa la comisión concluye nuevas obras, 77 viviendas en el barrio
Alvear en 1926, 30 casas en el barrio Rawson en 1928, y el llamado a concurso
para la realización del conjunto ubicado en San Juan y Balcarce, finalmente
asignado a los arquitectos Levingston y Rodriguez Etcheto.
Durante los años 1930 y 1933, caracterizados como la cuarta etapa, no se
registran operaciones de la comisión en consonancia con el golpe militar y la
interrupción institucional de 1930. Quizás considerando irrelevante la
generación de nuevas viviendas durante estos años la comisión se dedicó
exclusivamente a la administración de los conjuntos ejecutados en los periodos
anteriores.
En la quinta etapa (1933-1938), a partir de la vuelta de la democracia, se
recupera la iniciativa en la organización de un debate nacional sobre el tema de
la vivienda, y a redefinir el rol del Estado en dicha problemática.
Cafferata propuso la creación de un congreso panamericano para tratar la
problemática de la vivienda, el cual fue asumido por la Unión Panamericana,
del cual se origina el concepto del derecho a la vivienda.
Rechazando, en la primera parte de la etapa, la construcción masiva por parte
del Estado, la comisión completo con nueve pabellones y 74 casas el barrio
Rawson en 1933, y se formuló el proyecto de 66 departamentos de dos
dormitorios y salas en San Juan y Balcarce.
Además, durante esta etapa se reflotó la generación de Juntas Honorarias en
las provincias, y en 1936 Cafferata presentó un proyecto para extender la
influencia de la comisión a territorios nacionales.
Durante la última etapa de la CNCB (1938-1942), la comisión deja por completo
el rol “pedagógico” de su formación y toma como política las construcciones
masivas y de alta densidad a partir del Estado, asumiendo que el plan de
orientar la iniciativa privada había fracasado.
La comisión promovió las viviendas rurales y los pequeños conjuntos en las
provincias, y en la ciudad de Buenos Aires, pese a que no representaba el ideal
de vivienda para ellos, pero ante la imposibilidad de desarrollar viviendas
individuales, generó intervenciones de alta densidad.
En 1937 se inauguró la Casa América de 95 departamentos en San Juan y
Bolívar (Figura 10), en 1938 se construyó una nueva casa colectiva en Parque
Patricios y en 1940 se proyectó el conjunto Martin Rodríguez en La Boca
(Figura 11).
Después de números debates sobre las políticas de vivienda y el accionar del
Estado, tras el derrocamiento del presidente Castillo en 1943, el Grupo de
Oficiales Unidos generó la Comisión Asesora de la Vivienda Popular, la cual se
ubicaría por encima de la CNCB.
Tras la formación de la Secretaria de Trabajo y Previsión a cargo del coronel

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Juan D. Perón, quedaron bajo su organismo la Comisión de Alquileres, la
Comisión Asesora de la Vivienda Popular y CNCB.
A partir del decreto 10102/44 la CNCB fue disuelta definitivamente, y en su
reemplazo se creó el Consejo de la Vivienda en 1944 y la Administración
Nacional de la Vivienda en 1945.

La herencia de los debates y el síntoma vigente.

Lo interesante de analizar el rol del Estado en la generación de viviendas


sociales en este periodo es que, por más que en un principio parecieran pocas
las materializaciones llevadas a cabo, dentro del tiempo estudiado, en casi 60
años se construyeron más de un millar de viviendas, en un Estado de ideología
principalmente liberal.
Sería un anacronismo juzgar el rol liberal del Estado, sobretodo en la etapa
previa a la formación de la CNCB, considerando que era una política propia de
aquellos tiempos, y que recién comenzaba a tratarse la problemática de la
vivienda obrera en las principales potencias industriales a fines del siglo XIX, y
materializada como ley únicamente en Gran Bretaña.
Lo que se puede criticar de este accionar es la demora con la cual se traslada
este debate al ámbito porteño (y mucho mayor aún en el ámbito nacional)
considerando la incipiente migración que sofoca a la ciudad de Buenos Aires
desde 1870, demorándose 35 años hasta la creación de la ley de la CNCB.
Además de ello, la incapacidad del Estado de poder generar modelos de
vivienda en otras ciudades, de manera integral, en conjunto con el modelo
paternalista, que fomenten el desarrollo federal del país y no la superpoblación
de la capital (como curiosamente pudieron prever pero no evitar desde la
CNCB).
Por otro lado, lo que se puede juzgar del rol del Estado liberal es la incapacidad
para contagiar los modelos de desarrollo de viviendas obreras en el ámbito
privado, algo que se mantiene vigente aún hoy en el tiempo.
En el presente, donde las cooperativas se encuentran privatizadas o
inexistentes y las colectas para la generación de viviendas son una utopía, el
Estado debería tomar nota de la problemática del periodo de la mundialización,
que, por momentos, resulta bastante semejante a la globalización, y generar
modelos de vivienda obrera que integren a los sujetos sociales a un entorno
urbano masivo y denso, en un país federal equitativamente distribuido, y con el
ámbito público y privado trabajando a la par.

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Figuras

Figura 1. Barrio Butteler (1910). Fuente: lateja1.wordpress.com

Figura 2. Barrio Parque de los Patricios (1912). Fuente: lateja1.wordpress.com

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Figura 3. Primera casa colectiva del Hogar Obrero, ubicada en Barracas, Martin
García 473 (1910). Fuente: lateja1.wordpress.com

Figura 4. Mansión Popular de Flores, planta de conjunto (1910). Fuente:


aidfadu.com

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Figura 5. Barrio Monseñor Espinosa, planta general (1919). Fuente:
modernabuenosaires.org

Figura 6. Barrio Monseñor Espinosa, planta unidad (1919). Fuente:


modernabuenosaires.org

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Figura 7. Barrio Monseñor Espinosa, vista general (1919). Fuente:
modernabuenosaires.org

Figura 8. Acceso Calle Australia 2725, 2735 (1890). Fuente: aidfadu.com

Figura 9. Detalle de un edificio Colonia Solá (1890). Fuente: aidfadu.com


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Figura 10. Planta Casa América (1938). Fuente: modernabuenosaires.org

Figura 11. Casa Colectiva Martin Rodríguez (1940). Fuente:


lateja2.wordpress.com

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Bibliografía

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Traducción de Françoise Blanc. Buenos Aires, Argentina. Ediciones del
Sol
• Ballent, A. (2004), “Vivienda de interés social” en F. Liernur y F. Aliata
(Comp.), Diccionario de Arquitectura en la Argentina. Estilos, obras,
biografías, instituciones, ciudades. (176-187, tomo 5), Buenos Aires,
Argentina. Clarín Arquitectura.
• Cravino, A. Una historia sobre la transformación de la habitación popular
en Buenos Aires (I).
http://www.cafedelasciudades.com.ar/politica_76.htm
• Cravino, A. Una historia sobre la transformación de la habitación popular
en Buenos Aires (II).
http://www.cafedelasciudades.com.ar/politica_77.htm#1
• Gache, S. (1900), Les logements ouvrières á Buenos Aires. Buenos
Aires, Argentina. G. Steinheil
• Liernur, F. (2001), Arquitectura en la Argentina del siglo XX. La
construcción de una modernidad, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Fondo Nacional de las Artes.
• Liernur, F. y Ballent, A. (2014), La casa y la multitud. Vivienda, política y
cultura en la Argentina moderna, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Fondo de Cultura Económica.
• Lupano, M. M. (2004), “Vivienda de interés patronal” en F. Liernur y F.
Aliata (Comp.), Diccionario de Arquitectura en la Argentina. Estilos,
obras, biografías, instituciones, ciudades. (187-188, tomo 5), Buenos
Aires, Argentina. Clarín Arquitectura.
• Lupano, M. M. (2004), “Vivienda ferroviaria” en F. Liernur y F. Aliata
(Comp.), Diccionario de Arquitectura en la Argentina. Estilos, obras,
biografías, instituciones, ciudades. (188-189, tomo 5), Buenos Aires,
Argentina. Clarín Arquitectura.
• Selva, D. (1901), “Consideraciones sobre edificación obrera” en Anales
de la Sociedad Científica Argentina, septiembre 1901, entrega III, tomo
LII. Buenos Aires, Argentina.
• Wilde, E. (1891) Estudio sobre las casa de inquilinato en Buenos Aires.
Buenos Aires, Argentina. Sociedad de la Luz Universidad Popular

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Notas

1 Según Ballent, A. (2014), comienza a hablarse del “derecho a una mínimo de


vivienda” a partir del Primer Congreso Panamericano de Vivienda, en 1939,
citando a La Vanguardía:

“Todo habitante de un país tiene derecho a una vivienda, como tiene derecho
de comer, de vestir, de trabajar, de aprender, de pensar (…) Solo el Estado
tiene o puede tener los recursos para asegurar a todos los habitantes una
vivienda confortable e higiénica, empezando por el mínimo de confort e higiene
compatible con la existencia. (…) En los Estados Unidos (…) la última
legislación destina fuertes subvenciones del Estado para la construcción de
viviendas, porque el glorioso tiempo de los building societies ya ha pasado, con
sus leyendas de casa propia con jardín y con pájaros, como los que hicieron la
ruina de centenares de miles de trabajadores y como en este país hicieron
también su agosto, dejando como herencia esas aglomeraciones funerarias de
Liniers, las poblaciones venecianas de Lomas, Gerli y Avellaneda. (…) Hay que
decir que el problema nuestro es dar viviendas a las clases que hoy viven de
salarios y sueldos (…) empezando por los menos favorecidos. (…) Los últimos
[los más pobres] deben ser los primeros.” (p. 272)
2
Las mismas pueden apreciarse, por ejemplo, en Sarmiento, D. (1845)
Facundo: civilización y barbarie en las pampas argentinas. Santiago de Chile,
Chile. El Progreso.
Lo cual a su vez es sostenido por Alberdi, J. B. (1879), en su carta “Gobernar
es poblar”:
“Poblar es civilizar cuando se puebla con gente civilizada, es decir, con
pobladores de la Europa civilizada. Por eso he dicho en la Constitución que el
gobierno debe fomentar la inmigración europea. Pero poblar no es civilizar, sino
embrutecer, cuando se puebla con chinos y con indios de Asia y con negros de
África. Poblar es apestar, corromper, degenerar, envenenar un país, cuando en
vez de poblarlo con la flor de la población trabajadora de Europa, se le puebla
con la basura de la Europa atrasada o menos culta. Porque hay Europa y
Europa, conviene no olvidarlo; y se puede estar dentro del texto liberal de la
Constitución, que ordena fomentar la inmigración europea, sin dejar por eso de
arruinar un país de Sud América con sólo poblarlo de inmigrados europeos.”
3
Presentada en una conferencia de la Sociedad Científica Argentina el 2 de
agosto de 1901 y publicado en septiembre del mismo año.
4
El proyecto fue impulsado por Ignacio Irigoyen en 1904, y autorizaba a la
Municipalidad de Buenos Aires a emitir títulos de propiedades por 20 millones
de pesos para luego vendérselos a los trabajadores, la propuesta fue aprobada
al año siguiente con el carácter de ensayo, reduciendo el presupuesto a 2
millones de pesos.
5
Ley que data de 1910 que establece que el 75% de los ingresos recibidos en
las carreras de los jueves del Jockey Club de Buenos Aires serían destinados
para la construcción de casas para obreros.

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