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RESUMEN
La leptospirosis sigue siendo una de las enfermedades zoonóticas más extendidas causadas por
las espiroquetas del género Leptospira, que explica la alta morbilidad y mortalidad a nivel mundial.
Las infecciones por leptospiras a menudo se encuentran en regiones tropicales y subtropicales, y
las personas expuestas a ambientes contaminados o reservorios de animales tienen un alto riesgo
de contraer la infección. La leptospirosis tiene una amplia gama de manifestaciones clínicas con
signos y síntomas inespecíficos y, a menudo, se diagnostica erróneamente con otras
enfermedades febriles agudas en la etapa temprana de la infección. A pesar de ser una de las
principales causas de morbilidad zoonótica en todo el mundo, todavía existe una brecha entre la
patogénesis y las respuestas inmunes humanas durante la infección leptospiral. Todavía
permanece oscuro si la gravedad de la infección es causada por las propiedades patogénicas de
la propia Leptospira, o si es una consecuencia del desequilibrio de los factores inmunes del
huésped. Por lo tanto, en esta revisión, buscamos resumir los hallazgos históricos del pasado y el
presente en los biomarcadores de los aspectos de la respuesta inmune del huésped durante la
infección leptospiral humana, incluidas las citocinas y otros mediadores inmunes. Una
comprensión profunda de la interrelación entre los factores de virulencia y las respuestas inmunes
del huésped durante la leptospirosis humana es imprescindible para identificar biomarcadores
potenciales para aplicaciones de diagnóstico y pronóstico, así como para diseñar nuevas
estrategias inmunoterapéuticas en el futuro.
1. INTRODUCCIÓN
La leptospirosis es una enfermedad zoonótica mundialmente extendida causada por las
espiroquetas Leptospira que tiene un alto impacto en las consecuencias para la salud en humanos
y animales domésticos (Levett, 2001; Bharti et al., 2003). La leptospirosis humana se transmite a
través del contacto directo de las heridas con la orina y los tejidos de los animales infectados o
indirectamente a través de las membranas mucosas de la nariz, los ojos y la boca con agua o
tierra contaminada (Bharti et al., 2003; Palaniappan et al., 2007) . Las especies patógenas de
Leptospira tienen su propia afinidad y adaptaciones especiales hacia mamíferos específicos y, por
lo tanto, causan manifestaciones clínicas en diversos grados (Levett, 2001). Por ejemplo, los
reservorios de roedores son portadores de especies de Leptospira y no muestran ninguna
enfermedad. Mientras tanto, los animales de compañía o el ganado infectados pueden sufrir
abortos y lesiones en múltiples órganos y los humanos infectados pueden presentar una variedad
de manifestaciones clínicas desde infección asintomática hasta enfermedades potencialmente
mortales (Ashford et al., 2000; Ganoza et al., 2010). Con infecciones leves, los pacientes suelen
presentar síntomas como fiebre, dolor de cabeza y mialgia, y con menor frecuencia por meningitis,
sufrencia conjuntival, erupción cutánea, insuficiencia renal e ictericia. Los síntomas pueden ser
bifásicos y algunos pueden resolverse espontáneamente. Sin embargo, estos síntomas y signos
son inespecíficos y con frecuencia se pueden diagnosticar erróneamente con otras causas de
enfermedades febriles agudas, como el dengue, la gripe o la malaria (Bharti et al., 2003;
Wuthiekanun et al., 2007). El desarrollo de leptospirosis severa podría estar acompañado de
síntomas que incluyen ictericia, hemorragia pulmonar, insuficiencia hepática y renal (Chirathaworn
et al., 2016). De las complicaciones que surgen de la infección leptospiral, el síndrome de
hemorragia pulmonar severa (SPHS) y el síndrome de Weil (combinación de insuficiencia renal
aguda, hemorragia e ictericia) se encuentran entre las formas conocidas de leptospirosis severa.
En particular, la mortalidad registrada en la enfermedad de Weil y el síndrome de hemorragia
pulmonar severa (SPHS) es> 10% y 50%, respectivamente (McBride et al., 2005; Gouveia et al.,
2008). Las altas incidencias de infección leptospiral a menudo se ven en regiones tropicales y
subtropicales. Hay aproximadamente 1.03 millones de casos y 59,000 muertes reportadas a nivel
mundial (Costa et al., 2015; Torgerson et al., 2015). Por lo tanto, la alta frecuencia de infección
leptospiral constituye un grave problema clínico en todo el mundo que debe abordarse
adecuadamente. El aumento de la incidencia de infección por leptospiral indica la dificultad de
diagnosticar y tratar la enfermedad y, por lo tanto, una mejor comprensión de la infección por
leptospiral seguida del desarrollo de métodos de diagnóstico sensibles y específicos y estrategias
apropiadas para el tratamiento de la leptospirosis son beneficiosos. Hasta ahora, la patogenia
subyacente de la leptospirosis sigue siendo oscura. Se cree que los factores patógenos y del
huésped son responsables del desarrollo y la progresión de la infección grave. Sin embargo,
todavía no se sabe bien si el resultado final de una enfermedad grave es el resultado del daño
tisular directo causado por Leptospira, o si es consecuencia de un desequilibrio de la respuesta
inmune del huésped a la infección. Numerosos estudios han informado sobre la participación de
mediadores inmunes como las citocinas y las quimiocinas y sus potenciales como biomarcadores
prometedores para la predicción de la gravedad de la enfermedad o la eficacia terapéutica. Sin
embargo, todavía hay muchas preguntas sin resolver pertinentes a esta enfermedad que deben
abordarse mediante investigaciones adicionales. Por lo tanto, en esta revisión, nos enfocamos en
la patogénesis de la leptospiral y la respuesta inmune del huésped durante la leptospirosis para
obtener información y para una mejor planificación estratégica en el futuro para combatir esta
enfermedad.
2. PATOGENIA LEPTOSPIRAL
Basado en la filogenia 16SrRNA, el género Leptospira puede clasificarse en tres grandes
subgrupos; Grupo I (patogénico), Grupo II (patógeno intermedio) y saprófitos (Lehmann et al.,
2014). Hasta ahora, hay nueve especies de Leptospira patógenas en el Grupo I, incluidas L.
kirschneri, L. interrogans, L. noguchii, L. borgpetersenii, L. alexendari, L. weilii, L. santarosai, L.
kmetyi y L. alstoni. Los patógenos del grupo I se pueden clasificar en más de 250 serotipos
distintos que producen una amplia variedad de manifestaciones clínicas, que van desde la
infección subclínica hasta la enfermedad grave y mortal, y la mayoría de las enfermedades graves
surgen de los serovares pertenecientes a especies relacionadas con la evolución, L. interrogans,
L. noguchii y L. kirschneri (Brenner et al., 1999; Slack et al., 2009). Mientras tanto, el Grupo II
consta de cinco especies de Leptospira patógenas intermedias, incluidas L. licerasiae, L. wolffii,
L. broomii, L. inadai y L. fainei, donde la infección con estas especies resultará en una leve y auto-
resolución y sin complicaciones fatales (Schmid et al. al., 1986; Brenner et al., 1999; Petersen et
al., 2001; Levett et al., 2006; Matthias et al., 2008; Slack et al., 2008). Hay seis especies de
Leptospira saprófitas, incluidas L. meyeri, L. terpstrae, L. biflexa, L. vanthielii, L. yanagawae y L.
wobachii, en las que estas especies son microorganismos de vida libre en el medio ambiente y no
causan complicaciones en humanos. (Brenner et al., 1999). Además, recientemente se descubrió
y describió un nuevo saphroyte no patógeno, L. idonii (Saito et al., 2013). Antes de la era del
genoma leptospiral, los mecanismos subyacentes en la patogénesis de la leptospira siguen siendo
desconocidos (Ko et al., 2009). Con el avance de la secuenciación de próxima generación (NGS),
la primera secuencia del genoma de Leptospira interrogans se completó en 2003 (Ren et al.,
2003). El análisis en profundidad de una serie de genes responsables de la quimiotaxis y la síntesis
de lipopolisacáridos (LPS) ha revelado las características fisiológicas y patogénicas únicas de esta
especie que contribuyen a la patogénesis en humanos. Además, el proyecto del genoma de
Leptospira que se inició en 2011 ha mejorado nuestra comprensión sobre los mecanismos de
patogénesis de Leptospira y nos ayudó a distinguir las especies de Leptospira en términos de
implicaciones de genes y vías (Ricaldi et al., 2012). El establecimiento de la leptospirosis humana
radica en la capacidad de Leptospira patógena para invadir, colonizar, diseminar y extraer
nutrientes del huésped para la supervivencia. La persistencia en la invasión, colonización y
diseminación del huésped es asistida por la expresión de diversos factores de virulencia por
Leptospira patógena. La gravedad de la leptospirosis se puede determinar por diferentes factores
de virulencia relacionados con Leptospira patógena (Thaipadungpanit et al., 2007), el tamaño del
inóculo que modifica la carga de patógenos infecciosos (Ganoza et al., 2006) o las diferencias en
la respuesta inmune del huésped (Wagenaar et al. , 2009a). Los diferentes serotipos de Leptospira
confieren diferentes factores de virulencia que juegan un papel importante en la patogénesis de la
leptospiral para adaptarse al entorno del huésped. Hasta la fecha, hay muchos estudios
documentados sobre los factores de virulencia de Leptospira (Ko et al., 2009; Adler et al., 2011;
Narayanavari et al., 2012; Wang et al., 2012), incluidos los lipopolisacáridos (LPS) (exterior
membrana), proteínas de la membrana externa (OMP) como lipoproteína, hemolisinas, Loa22
similar a OmpA, proteínas similares a la inmunoglobulina leptospiral (Lig), esfingomielinasas y
moléculas de adhesión. Los lipopolisacáridos leptospirales (LPS) son la membrana externa
principal de Leptospira, con estructura LPS variable en diferentes serovares y antigénicamente
diversa (Bulach et al., 2000). Leptospiral LPS es un factor de virulencia bien conocido que
contribuye a la patogénesis en humanos, debido a su capacidad de adherirse a la matriz
extracelular del huésped, que incluye laminina, colágeno y fibronectina (Hoke et al., 2008). El LPS
Leptospiral exhibe similitud con el LPS bacteriano gramnegativo, tanto estructural como
inmunológicamente. En las células humanas, el LPS leptospiral activa los macrófagos a través de
una vía del receptor Toll-like 2 (TLR2), en presencia de CD14 (Werts et al., 2001). A diferencia de
las células de ratón, las vías TLR2 y TLR4 estaban involucradas, lo que sugiere una activación
específica del huésped (Nahori et al., 2005). Del mismo modo, tanto el LPS leptospiral patogénico
como el patógeno intermedio confiere diferentes composiciones de carbohidratos y lípidos que
experimentan una patogénesis leptospiral diferente (Patra et al., 2015). Otras proteínas de la
membrana externa leptospiral (OMP), como las lipoproteínas LipL32 solo se conservan y se
expresan en especies patógenas durante la infección (Haake et al., 2000).
Las hemolisinas son una toxina hecha de proteínas y lípidos que pueden lisar la membrana celular
de los eritrocitos y otras células (Thompson y Manktelow, 1986). Los interrogans patógenos de
Leptospira pueden expresar SphH leptospiral que destruye las membranas celulares de
mamíferos por formación de poros, sin la participación de actividades de esfingomielinasa o
fosfolipasa (Lee et al., 2002). Sin embargo, la leptospiral SphA demostró actividad de
esfingomielinasa en la membrana celular mediante el aumento de la permeabilidad, agregación y
fusión de la membrana (Lee et al., 2002; Goni y Alonso, 2002). Durante la infección por Leptospira
interrogans, la hemolisina Sph1, Sph2, Sph3, HlpA y TlyA se secretan para estimular las citocinas
proinflamatorias a través de las vías TLR2, TLR4, JNK y NFkB (Wang et al., 2012). Mientras tanto,
las proteínas similares a la inmunoglobulina Leptospiral (Lig), como LigA, LigB y LigC, se expresan
solo en especies patógenas de Leptospira, que están ancladas a la membrana externa para
facilitar la invasión o unión de la célula huésped de mamíferos (Matsunaga et al., 2003) . La
exposición a la osmolaridad fisiológica conduce a una alta expresión de LigA y LigB que interactúa
con las proteínas de la matriz extracelular, como el colágeno I y IV, la laminina, la fibronectina y el
fibrinógeno que pueden estar involucrados en la colonización y diseminación de la leptospirosis
(Choy et al., 2007) . Un estudio reciente sobre el genoma de Leptospira reveló que
aproximadamente 900 genes en cepas patógenas de Leptospira podrían estar involucradas en la
patogenicidad de la leptospirosis. Además, las funciones de la mayoría de los genes siguen siendo
oscuras y las proteínas conocidas actuales no explicaron los mecanismos de virulencia de la
leptospira en su conjunto. Además, el análisis de mutaciones ha revelado que algunos de estos
genes tienen funciones pronunciadas en la patogénesis de la leptospira, donde las mutaciones en
estos genes reducen la virulencia de la leptospira. Estos genes incluyen Loa22, proteína de la
familia OmpA y varias otras proteínas (Adler et al., 2011). El último avance sobre la patogénesis
de Leptospira fue demostrado por Fouts et al. (2016) donde los autores realizaron un análisis
genómico comparativo entre especies del género Leptospira para identificar los factores de
virulencia asociados con la patogénesis y la adaptación del huésped mamífero durante la
leptospirosis. En el estudio, los autores han identificado pocos mecanismos metabólicos
relacionados con la adaptación del huésped por Leptospira, incluido el metabolismo de la porfirina
específica del patógeno, la biosíntesis de ácido siálico y la autotrofia de la cobalamina (B12) como
un factor de virulencia de Leptospira. Además de eso, los autores también identificaron algunas
proteínas de virulencia de Leptospira novedosas, incluyendo adhesinas específicas de patógenos
y proteínas modificadoras de virulencia (VM). Los autores también sugirieron que el sistema
CRISPR / Cas, que solo está presente en Leptospira patógena, podría ser la causa subyacente
de la refractariedad del género Leptospira a la selección genética (Fouts et al., 2016).