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Que tal amiga y amigo que me escuchas, a partir de este momento

inicia nuestro programa “ESPERANZA PARA VIVIR”


Bienvenidas y Bienvenidos sean todos y cada uno de ustedes. Hoy
MARTES 20 de agosto del 2019.
Les habla, su amigo y servidor, Teodomiro Carvajal. Quien estará
acompañándoles por los siguientes 30 minutos. Es para mí
nuevamente un privilegio poder compartir con ustedes a través de
este medio.
Aprovechamos la oportunidad para saludar a todos aquellos
amigos que nos sintonizan, por DCN radio, transmitiendo fe y
esperanza. El día de hoy queremos abordar un tema bastante
interesante, significativo y de gran importancia. Se trata de sobre
LA CONCUPICENCIA
¿Qué es la concupiscencia?
¿Sera que todos tenemos este defecto?
¿Cómo podemos entender la concupiscencia?
¿Qué dice la biblia respecto a vencer la concupiscencia?"

Estas y otras preguntas las Estudiaremos al regreso, porque


escucharemos la siguiente interpretación musical.
JESUS EDUARDO Tentado no cedas

Continuamos con nuestro dialogo de hoy, y el tema de LA


CONCUPICENCIA.
Dos frailes iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy joven y
hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo. Así que un fraile la
subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.
El otro fraile estaba furioso.
No dijo nada pero hervía por dentro.
Eso estaba prohibido. Era muy peligroso, tentador.
Un fraile no debía tocar una mujer y este fraile no sólo la había tocado, sino
que la había llevado sobre los hombros.

Recorrieron varias leguas.


Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el fraile que estaba
enojado se volvió hacia el otro y le dijo:

-Tendré que decírselo al maestro.


Tendré que informar acerca de esto.
Está prohibido.

-¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.

-¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo
el que estaba enojado.

El otro fraile se rió y luego dijo:


-Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú la tomaste
donde la deje y todavía la estás cargando, en tu mente.
El Fraile más joven, hervía de enojo, porque esta mujer le había despertado
muchas cosas en él, y aunque la habían dejado en el rio, él la llevaba
cargada en su mente.
Esta historia nos ayuda a entender que es la concupiscencia.

La mayoría de las palabras en la biblia que se traducen como


"concupiscencia" significan "un deseo apasionado". Un fuerte deseo puede
ser bueno o malo, dependiendo del objetivo de ese deseo y el motivo
detrás de él. Dios creó el corazón humano con la capacidad para un deseo
apasionado con el propósito de que lo anhelemos a él y a su justicia
Salmo 42.1–2 (NVI)
1 Cual ciervo jadeante en busca del agua,
así te busca, oh Dios, todo mi ser.
2 Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.
¿Cuándo podré presentarme ante Dios?

Salmo 73.25 (NVI)


25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti?
Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.

Sin embargo, el concepto de "concupiscencia" generalmente ahora es


asociado con un apasionado deseo por algo que Dios ha prohibido, y se ve
la palabra como sinónimo de deseo sexual o materialista.

Santiago 1:14-15 nos da la progresión natural del deseo o la


concupiscencia desenfrenada: "sino que cada uno es tentado, cuando de
su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la
concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el
pecado, siendo consumado, da a luz la muerte".

Según este pasaje, el deseo o la concupiscencia pecaminosa comienzan


con un deseo perverso. No es pecado el ser tentado por el mal. Jesús fue
tentado,esta registrado en Mateo 4:1–11—Marcos 1:12–13; Lucas 4:1–13.
Pero él no peco, no cedió a la tentación.
El pecado comienza cuando el deseo perverso "nos arrastra" de donde
nuestros corazones necesitan estar. Cuando un deseo perverso se
presenta, tenemos una elección. Podemos rechazarlo como lo hizo Jesús,
y centrarnos nuevamente en el camino que Dios ha puesto delante de
nosotros o podemos entretenerlo. Como alguien dijo una vez, "no puedo
evitar que las aves vuelen sobre mi cabeza, pero si puedo evitar que
hagan nido en ella". Cuando la tentación nos atrae, debemos recordar que
no estamos indefensos. Podemos optar por ceder o resistir.
La razón por la que somos "arrastrados" por la tentación es que somos
"seducidos". Esa palabra en griego se refiere a cebo, como en un anzuelo.
Cuando un pez ve a la lombriz moviéndose, es atraído por ella y se sujeta.
Una vez que el anzuelo está listo, se puede "arrastrar". Cuando nos
encontramos con la tentación, debemos rechazar inmediatamente como
José lo hizo cuando fue tentado por la esposa de Potifar
Génesis 39.11–12 (1960)
11aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no
había nadie de los de casa allí.
12Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él
dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.

Podemos observar que José no se quedo ha dialogar o contemplar la


tentación, simplemente huyo. Y es que, en la batalla contra los sentidos
gana quien huye y pierde quien se queda.
¿Cómo le abrimos la puerta a la tentación?
La duda abre la puerta a la tentación. El nombre que Romanos 13:14 le da
a esa duda es "proveer para los deseos de la carne". Así como los incautos
peces, nos agarramos del pensamiento tentador, creyendo que nos
deleitará y saciará. Saboreamos la fantasía, imaginamos escenarios nuevos
y pecaminosos, y entretenemos la idea de que Dios no ha provisto todo lo
que necesitamos para la felicidad. Esto es absurdo.
Segunda Timoteo 2:22 dice, "Huye también de las pasiones juveniles.
…". "Huir" significa despegar inmediatamente. José no se quedó ahí
considerando sus opciones. Él reconoció la tentación sexual y corrió.
Cuando dudamos, hacemos provisión para la carne y le damos la
oportunidad de elegir el mal. A menudo, nos vemos abrumados por su
poder. No importa que tan fuerte seas en la vida, por nosotros mismos
nunca podremos resistir a la tentación. Sansón era un hombre fuerte
físicamente, pero no era compatible con su propia concupiscencia
Jueces 16.1 (NVI)
Un día Sansón fue a Gaza, donde vio a una prostituta. Entonces entró
para pasar la noche con ella.

El siguiente paso en la progresión hacia abajo de la tentación,


según Santiago 1, es que "la concupiscencia concibe". El deseo o
concupiscencia comienza como una semilla, un pensamiento repleto de
deseo equivocados. Si permitimos que las semillas de la concupiscencia
germinen, ellos crecerán en algo más grande, más poderoso, más difícil de
desarraigar. La tentación se convierte en pecado cuando se permite que
germine. El deseo adopta vida propia y se convierte en concupiscencia.
Jesús dejó claro que la concupiscencia es pecado, incluso si físicamente
no lo llevamos a cabo.
Mateo 5.27–28 (NVI)
Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio.” Pero yo les digo
que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido
adulterio con ella en el corazón.
Nuestros corazones son el campo de Dios, y cuando permitimos que la
maldad crezca allí, profanamos su templo.

Los malos deseos asedian a cada ser humano. El décimo mandamiento


prohíbe la codicia, lo que significa el deseo por algo que no es nuestro. El
corazón humano está buscando constantemente complacerse a sí mismo, y
la concupiscencia comienza cuando descubre algo o alguien y cree que lo
va a satisfacer.
Nuestro corazón ya es malo por naturaleza, lleno de inclinación a lo
prohibido. Dentro de nosotros arde la llama del mal, y Satanás procura
avivar constantemente esa llama para que brille en toda su intensidad. Se
aprovecha de nuestros deseos para tentarnos, atraernos, seducirnos y
arrastrarnos al mal.
¿Cómo podemos vencer la concupicencia?
Sólo cuando nuestros corazones están dedicados a la gloria de Dios
podemos vencer los deseos intrusos y conquistar la concupiscencia.
Cuando nos rendimos al Señor, nos damos cuenta que nuestras
necesidades son suplidas en una relación con él. Debemos "llevar cautivo
todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Corintios 10:5). Debemos
permitir que el Espíritu Santo mantenga nuestros pensamientos donde él
quiere que estén. Es de mucha ayuda el orar diariamente las palabras
del Salmo 19:14 "Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de
mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío".
Cuando el deseo de nuestro corazón es agradar a Dios más que a nosotros
mismos, podemos mantener a raya a la concupiscencia.

Desear no es malo en sí mismo. Gracias la deseo aspiramos a


conocer, a poseer o a disfrutar los bienes. Agrandar el deseo es
aumentar nuestra capacidad de recepción. Pero si este deseo es
en exceso vehemente, impetuoso o irreflexivo, o si es contrario a la
razón, entonces el deseo se vuelve peligroso. En este caso se
parece a lo que el vocabulario cristiano denomina concupiscencia,
o sea, el deseo de los bienes terrenales o el apetito de los placeres
deshonestos.
Para que una persona se deleite no se requiere que consiga todo
aquello que desea, sino que se deleite en cada una de las cosas
buenas que consigue, dentro del ámbito natural.

Arautos do Rei - En Él
Todo comienzo tiene un final, y el nuestro ha llegado. Nos
escuchamos el día de mañana, a la misma hora y por este
mismo punto del dial, donde estaremos hablando acerca de
otro tema de gran relevancia para nuestra vida actual.
Muchas Gracias por su atención, y recuerda que; aunque cada
día nos enfrentamos ante temas complejos, preguntas difíciles
y situaciones angustiosas, en Dios siempre podremos
encontrar una “ESPERANZA PARA VIVIR”. Feliz día y que Dios
les bendiga.

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