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La leche humana (LH) no es una simple colección de nutrientes sino un producto vivo de gran
complejidad biológica, activamente protectora e inmunomoduladora que estimula el desarrollo
adecuado del lactante.
Rioux F. et al (2011), afirman que dentro del grupo de los micronutrientes de la leche materna,
encontramos al hierro, el cual afecta de manera directa el neurodesarrollo, ya que participa en la
replicación celular, el metabolismo y la mielinización del sistema nervioso central, al igual que en
la síntesis de los neurotransmisores. Así mismo, el hierro es requerido por los oligodendrocitos
para una adecuada mielinización, así como también juega un papel dentro de procesos de los
sistemas sensoriales como la vista y el oído.
Makrides et al. (1994) analizaron la corteza cerebral de 35 infantes a término, y encontraron en los
niños alimentados con lactancia materna un incremento a las 48 semanas del 10 %, en relación al
nacimiento (7%). Los niños alimentados con fórmula no mostraron ningún incremento.
Rodriguez J. (2014) afirma que el calostro como la leche materna son una excelente fuente de
bacterias comensales, mutualistas y potencialmente probióticas. De hecho, la leche humana es
uno de los factores clave en la iniciación y el desarrollo de la microbiota intestinal del neonato ya
que este fluido garantiza un aporte constante de bacterias durante todo el periodo de lactancia.
Penders J, Thijs C, et al (2006), nos dicen que la población de bacterias del intestino del recién
nacido se origina en la microbiota vaginal y perianal de la madre, así como de la leche humana,
donde se ha demostrado su presencia.
Según Pérez I. (2018) ,el Sistema Nervioso Entérico (SNE) es parte del sistema nervioso y
comprende los ganglios entéricos y una red compleja de más de 500 millones de neuronas,
neurotransmisores, neuromoduladores y otras células extendidas por todo el aparato digestivo. Es
autónomo, controla el tracto gastrointestinal, es sensible a las hormonas y se comunica con el
sistema inmune y con el Sistema Nervioso Central al enviar información sobre el contenido
intraluminal, la pared intestinal (tensión o relajación) y condiciones como inflamación, pH, frío,
calor, defecación y salivación. Allí se producen, por ejemplo, la serotonina, dopamina, la hormona
liberadora de gonadotropina, entre otras sustancias.
Según Zamudio V. et al. (2017), el eje cerebro - intestino consiste en una comunicación
bidireccional entre el sistema nervioso central y el sistema nervioso entérico, lo que permite ligar
los estado emocionales y cognitivos del cerebro con las funciones intestinales. El rol principal de
este eje es monitorizar e integrar las funciones del tracto gastrointestinal y relacionarlas con los
estados emocionales, los centros cognitivos del cerebro, con las funciones periféricas del intestino,
así como la activación del sistema inmune, la permeabilidad intestinal, los reflejos entéricos y la
señalización enteroendocrina. Todo esto es debido a la presencia de la microbiota gastrointestinal,
dada la acción de las diferentes bacterias que regulan actividades metabólicas, tróficas e inmunes.
(Caraborri M, y Scirocco A. ;2015)
Referencias:
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Rodríguez J. (2014). Microbiota de la leche humana; implicaciones para la salud materno infantil.
En AEPap ed. Curso de Actualización Pediatría 2014. Madrid: Exlibris Ediciones; 2014. p. 41-51.
REcuperado de : http://cursosaepap.exlibrisediciones.com/files/49-240
fichero/Microbiota%20de%20la%20leche%20humana.pdf
Zamudio V., Ramírez J., Toro E., Cervantes R., Zárate F., Montijo E. et al. (2017). Importancia de la
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