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LA CONCENTRACIÓN DE LA TIERRA EN COLOMBIA Y SU INCIDENCIA

EN EL CONFLICTO ARMADO, EL DESARROLLO RURAL Y LA


ECONOMÍA

Planteamiento del problema

La vida del ser humano está ligada a la tierra, desde los tiempos remotos de la
historia con los pueblos Semitas de la antigua Mesopotamia y las tribus nómadas del
oriente del Mediterráneo, como también la expansión de los imperios conquistando
territorio o la lucha de Cayo Julio Cesar controlando la Galia, en todos esos escenarios la
tierra ha sido el eje de la controversia. Al volver la mirada hacia la edad media nos
encontramos con el feudalismo y después del renacimiento los europeos controlando
tierras en América, hasta llegar a la Gran Colombia donde el control de la tierra se
convirtió en el combustible de lucha armados y guerras civiles que no cesan hasta hoy.

Cabe agregar que, desde la existencia de Colombia como república hasta nuestros
días, se ha tenido que soportar un sin número de transformaciones legislativas en lo
concerniente al acceso de la tierra. Desde la ley 200 de 1936 donde se introduce la función
social de la propiedad, la Ley 100 de 1944 que buscaba regular las formas de trabajo en
el sector agrícola, la Ley 135 de 1961 con la cual se crea el INCORA cuyo fin era
modernizar el campo, la Ley 4 de 1973 Llamado pacto de Chicoral, la Ley 30 de 1998
se crea con el objetivo de distribuir la tierra, la Ley 1448 de 2011 que es la ley de víctimas
y restitución de tierras, hasta hoy sin lograr una verdadera reforma agraria.

La tierra en Colombia, estadísticamente ha sido motivo de conflictos sociales y


confrontaciones armadas. El principal problema la concentración de tierras
improductivas, según estadísticas del DANE 2016 un millón de hogares campesinos
viven en menos espacio del que tiene una vaca para pastar. El 1 % de las fincas de mayor
tamaño tienen en su poder el 81 % de la tierra colombiana. El 19 % de tierra restante se
reparte entre el 99% de las fincas. El 0,1 % de las fincas que superan las 2000 hectáreas
ocupan el 60 % de la tierra. Según el coeficiente Gini y su medición más reciente
Colombia alcanzo un índice de 0,90 ocupando el puesto número cinco de los más
desiguales del mundo. Fuente especificada no válida..
Pregunta a investigar,

¿Cómo se ha afectado el desarrollo rural, la agricultura y la economía colombiana por la


concentración desproporcionada de la tierra?

JUSTIFICACIÓN

Porque Colombia ha sido un país permeado por la violencia y los conflictos


armados internos; los cuales durante décadas han generado desplazamientos y una grave
crisis humanitaria y un gran porcentaje de esos conflictos ha tenido su origen en la
concentración de la tierra.

Investigar el fenómeno de la concentración de la tierra en Colombia es necesario


para conocer la historia que gira en torno al acceso a la tierra, puesto que esto nos permite
tener un panorama claro con respecto a los conflictos de éste género y la manera como a
afectado el desarrollo agrario del país, máxime cuando en la actualidad y a pesar de las
leyes promulgadas el problema está vigente; esto se puede evidenciar en el pasado
proceso de paz llevado a cabo en la Habana Cuba, donde el tema de la tierra, fue uno de
los puntos de debate.

En Colombia, es necesario que la ciudadanía tenga un conocimiento más amplio


del problema de la concentración de la tierra, más aun cuando en esta época se quiere
pasar la página de la guerra y apostarle a la paz, a la reconciliación, con miras al desarrollo
y bienestar de las comunidades. Por esta razón se hace importante la investigación
cuantitativa sobre el problema de tierras, porque a través de un proceso investigativo se
logra conocer la Colombia profunda, la Colombia olvidada, la Colombia rural, la
Colombia que ha producido los alimentos de millones de personas por más de doscientos
años; esa Colombia es el objeto de nuestra investigación.
OBJETIVO GENERAL

 Identificar el fenómeno de la concentración desproporcionada de la tierra en las


últimas décadas en Colombia y su incidencia en el conflicto armado, el desarrollo
rural, la agricultura y la economía.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS

1. Definir las categorías principales que han llevado a la concentración de la tierra


en las últimas décadas en Colombia.
2. Analizar la incidencia de la concentración de la tierra en el conflicto armado del
país.
3. Describir el impacto de la concentración de la tierra en el desarrollo rural, la
agricultura y la economía del país en las últimas décadas.

METODOLOGÍA

Tipo de investigación y diseño de investigación

Está corta investigación se enmarca dentro de un enfoque cuantitativo, la


metodología de este trabajo se basa en el análisis bibliográfico de importantes
documentos e investigaciones realizadas por académicos e importantes instituciones. No
se puede afirmar que se haya seguido al pie de la letra el lineamiento metodológico de
Hernández, Fernández y Baptista, pero se ha tratado de seguir un método aproximado que
nos permite obtener un resultado final cuantificable en cada uno de los análisis hechos.

Podemos decir que la metodología de la investigación usada ha integrado así dos


bases complementarias de información. Por una parte, una base compuesta por la
información ya generada por las estadísticas realizadas por algunas instituciones y
entidades como el DANE, EL Banco Mundial entre otros. Por otra parte, una base
primaria de información, constituida por el conocimiento empírico basado en la
experiencia y la percepción de algunos expertos o investigadores del problema de tierras
en Colombia.

Técnicas de recolección de datos.


La técnica usada para esta investigación no corresponde a un trabajo de campo,
sino a un análisis bibliográfico con estadísticas de investigaciones realizadas por
importantes instituciones.

Procedimiento

Inicialmente se hizo revisión bibliográfica y de otras fuentes de información, lo


cual permitió un acercamiento a las estadísticas y datos relacionados con la investigación.
A partir de allí, se pudo delimitar los objetivos y se realizó la redacción del marco teórico
de este estudio.

MARCO DE REFERENCIA TEÓRICO

Dado que la mira central de este análisis está puesta en la concentración de la tierra
y por ende el impacto social y económico que dicha concentración ha tenido en Colombia,
es conveniente seguir un orden organizado de los aspectos más relevantes que son
consecuencias de este fenómeno. Por ende se hace necesario hacer una descripción que
dé respuesta a la pregunta planteada y con miras a lograr los objetivos de este proyecto
investigativo. Dicha descripción no pierde de vista la esencia cuantitativa, aunque en
algunos momentos, ciertas porciones del documento parecieran de contenido cualitativo,
esto obedece a la descripción teórica que pone en contexto todo lo relacionado al tema de
tierras.
En este orden de ideas, me parece importante como primera medida resaltar las
categorías principales que han llevado a la concentración de la tierra en las últimas
décadas en Colombia.

Primera categoría.

Ausencia de una reforma agraria. Colombia por muchos años desde su


existencia como república ha tenido un sin número de intentos de reformas agrarias,
aunque cada una ellas ha sido intentos fallidos, para algunos investigadores, académicos
y analistas, Colombia nunca ha tenido una reforma agraria completa, integral, que
solucione los problemas de fondo que tiene el país por el tema de la tierra. El mejor intento
de reforma agraria se dio a finales de la década de los años treinta (30) del siglo pasado,
con el gobierno de López Pumarejo.

A pesar de los esfuerzos adelantados por el gobierno del presidente López


Pumarejo a través de la reforma de 1936, la situación del país en materia de concentración
de la tierra y desplazamiento campesino no cambió. Tras el fracaso de la reforma agraria
intentada con la Ley 200 de 19364 para remediar el país, en el año 1961 en el marco de
la “Alianza para el Progreso”, se creó el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria
(INCORA) con el objetivo de impulsar el desarrollo del sector agrario. La reforma de
1961 buscaba aumentar la productividad de la tierra, a través de mecanismos que
permitieran aumentar incentivos al uso efectivo de la tierra, tales como la asistencia
técnica y financiera para el establecimiento de los cultivadores en las tierras entregadas,
y con ello lograr una adecuada explotación, mejoras en el transporte y venta de los
productos. Al mismo tiempo se impulsó la recuperación de las mismas, la reforestación,
avenamiento y regadíos en las regiones de colonización, parcelación o concentraciones
parcelarias.

En el nuevo escenario constitucional el debate sobre los derechos de los


campesinos con respecto a la tierra cambia radicalmente. Vale la pena destacar los
artículos 58, 60, 64 y 65 de la Carta Constitucional, en los que se establece la
responsabilidad del Estado para garantizar el acceso a la tierra y la protección de la
propiedad privada, con una prioridad a las actividades agrícolas. Es a partir de este cambio
que resulta trascendental observar cómo ha evolucionado la lucha campesina en respuesta
a los nuevos mecanismos jurídicos que la Constitución de 1991 les otorga a los
ciudadanos.

Aproximadamente, durante el período comprendido entre 1991 y 1994 se llevaron


a cabo 158 luchas agrarias, en medio de las cuales se efectuaron 27 paros cívicos, 82
movilizaciones ciudadanas y 43 tomas de entidades públicas, que involucraban a la
población campesina. En esta década se realizaron 27 bloqueos en carreteras que
conectaban municipios importantes del país dentro de la cadena productiva (Archila,
2006).

Según algunas estadísticas realizadas antes del año 2015, Concerniente a los
indicadores sociales, según el DANE, para el 2013 el nivel de pobreza monetaria y
pobreza monetaria extrema en el campo se registró en 42,8% y 19,1%, respectivamente.
Considerando el cálculo del nivel de pobreza multidimensional, el 45,9% de la población
rural es pobre. En desigualdad de ingresos, el índice de Gini que se registra para el 2013
en el campo es de 50,05% frente a 49,9% en el 2012. Las estadísticas oficiales en el campo
podrían estar subestimando la realidad que se vive en el sector rural, para el 2012 un
estudio de la Universidad de los Andes (CEDE, 2012), indica que actualmente el 77% de
la propiedad de la tierra se encuentra en 13% de propietarios, el 80% de campesinos tiene
menos de una Unidad Agrícola Familiar (UAF), es decir son microfundista, el 18% de
los propietarios no tienen formalizado sus títulos y el 40% de los productores son
informales, pero a pesar de la falta de acceso a la tierra el 70% de los alimentos que se
producen en el país vienen de pequeños productores.

La investigación señala que en los últimos 50 años se han titulado 23 millones de


hectáreas, el 92% de ellas son baldíos o título colectivo y, sólo el 5,6% se registran por
reforma agraria. Además, calcula que el 2,5% de la tierra apta para agricultura está
sembrada de biocombustible: caña y palma. En lo concerniente a indicadores sociales, las
cifras son más alarmantes, indica el estudio que el 60% del empleo generado en el campo
es informal, el 85% de los pobladores carecen de servicios de alcantarillado y el 60% de
agua potable. Según estos datos, el 65% de la población es pobre y 33% está en
condiciones de indigencia. (Trujillo, 2014).

Se han proferido leyes y normas para el desarrollo rural, de las cuales se han
generado varias reformas, pero su aplicación no ha dado los resultados esperados, no ha
sido satisfactoria su aplicación a la realidad que viven nuestros campesinos. De manera
que, si tienen la tierra, no tienen los medios suficientes para producir y sacar provecho de
ella y esto hace más complejo el desarrollo rural. Quiero citar las palabras que pronunció
el señor César Pachón representante de Dignidad Agropecuaria ante el congreso de la
república en el Recinto del Senado el día 07 de mayo de 2013, cuando el país presenciaba
uno de los paros agrarios más grandes de los últimos años, decía:

“Para qué un colegio agrícola, si no hay garantías en el campo que nosotros


cultivamos, cómo se va a hacer una paz cuando hay hambre, cuando hay desigualdad. A
nosotros denos precios de sustentación, organicemos el mercado, no importen comida que
nosotros somos capaces de producirla, nosotros somos capaces de darnos una casa, no
necesitamos que nos la regalen, nosotros con nuestro trabajo somos capaces de comprarla,
comprar un carro. Pero garanticemos esto Estado colombiano; garantícenos un precio de
sustentación cuando yo salgo a vender, garanticemos una organización de un mercado
donde no nos usurpen en una plaza y no importen comida que nosotros somos capaces de
darle comida a este país y a otros” (PACHON, 07).

En las palabras del “representante de los paperos” como se le conoció inicialmente


en el país, se expresaba el anhelo del campesinado, que pide a gritos una reforma agraria
cabal y completa, que de las garantías necesarias al agro colombiano. Colombia es un
país con un vasto territorio que explotar, sin embargo, los campesinos no han sido
beneficiados lo suficiente como deberían serlo, puesto que, unos pocos han tenido los
mayores beneficios, obteniendo para sí grandes extensiones de tierra, donde con tan solo
una tercera parte de lo que ellos poseen, se podrían usufructuar cientos de familias que
hoy viven en la extrema pobreza. Al mismo tiempo que se ha dado la concentración de la
tierra, se otorgan licencias irregulares de explotación minera e hidrocarburos, que causan
daño ambiental operando de manera irresponsable.

En consecuencia, se ha descuidado el campo y la explotación agraria, para otorgar


beneficios a multinacionales que explotan el suelo y el subsuelo colombiano, extrayendo
la riqueza natural y mineral que se calcula por millones de dólares, empero que poco
benefician a nuestro país. La tierra, la morada de nuestros ancestros, a la que estamos
unidos por vínculos naturales, de la cual nos hemos usufructuado y por la cual lucharon
nuestros próceres, parece convertirse en un elemento más del mercado capitalista, sin
tener en cuenta la humanidad de aquellos que hacen cultura desde el cuidado y la
producción de la misma. Una reforma agraria es una necesidad urgente en nuestro país,
pero parece que sigue siendo una tarea inconclusa.

Es así, que en este análisis encontramos una constante a lo largo de los intentos de
reformas agrarias, y es su entrecruzamiento con la violencia política, el conflicto armado
y el despojo de la tierra. Se evidencia que las motivaciones de las diferentes reformas
agrarias que han buscado crear mecanismos de acceso a la tierra por parte de la población
campesina, no están fundamentadas en la necesidad de redistribuir la propiedad rural sino
en apaciguar los procesos de conflicto agrario y ciclos de violencia. En la última etapa ha
surgido además la necesidad de reparar el daño creado a las víctimas del desplazamiento
y del despojo por la ausencia del Estado en las zonas rurales del país. Una ausencia estatal
que ha sido la causa directa de la violación masiva y grave de los derechos fundamentales
de la población campesina en Colombia, que hoy se desea solucionar con la Ley de
Víctimas. En conclusión podemos decir que en Colombia, la reforma agraria es una tarea
sin concluir.
Segunda categoría

El acceso a la tierra. En el contexto jurídico-agrario la palabra acceso se entiende


como la posibilidad que puede tener un trabajador agrario a ejercer el derecho real de
dominio sobre la tierra según lo plantea el artículo 64 de la Constitución política de 1991.
“Es deber del Estado promover el acceso progresivo a la propiedad de la tierra de los
trabajadores agrarios, en forma individual o asociativa y a los servicios de educación,
salud, vivienda, seguridad social, recreación, crédito, comunicaciones, comercialización
de productos, asistencia técnica y empresarial, con el fin de mejorar el ingreso y calidad
de vida de los campesinos” (Constitución política de 1991).

Verdaderamente el artículo anterior es muy bueno por no decir perfecto y es


precisamente a esta ficción jurídica que le han apuntado todas las leyes que han intentado
reformas agrarias en Colombia. De hecho, la distribución de la tierra y su evolución
durante las últimas décadas han sido un tema de constante debate en nuestro país. La
compilación de datos exactos de la concentración de la propiedad rural no ha estado
acompañada, por lo general, de cifras sólidas y rigurosas que permitan establecer con
certeza la distribución de la tierra en Colombia.

Sin duda el acceso a la tierra ha sido el núcleo u origen de los muchos


problemas en Colombia porque los poderosos terratenientes cada vez quieren concentrar
más territorios, muchos campesinos se han visto obligados a engrosar las filas de la
insurgencia al sentirse impotentes frente a un país que no les brinda seguridad en el
campo, del mismo modo han sufrido el flagelo del desplazamiento por la coacción ilegal
de otros, especialmente los actores armados queriendo apoderarse de la tierra, no
precisamente para fines agrícolas; la exagerada inequidad en la repartición de la tierra,
el precario aporte económico que recibe el campesinado, el desequilibrio entre el
desarrollo urbano y rural. Y continuando con más, el impulso de las políticas agrarias
hechas supuestamente para fomentar una acelerada industrialización del país, mas, al
contrario, favorecen a los grandes capitalistas exportadores internacionales. Un ejemplo
de ello son las grandes multinacionales que en los últimos años han incursionado al país.

Continuando esta misma línea, preguntémonos ¿qué son las ZIDRES (zonas de
interés de Desarrollo Rural económico y social)? esta ley 1776 aprobada el 29 de enero
de 2016, lo expresamos en palabras coloquiales, es una humillación más para el
campesino colombiano, sencillamente busca acumular baldíos para ceder a empresas
nacionales y extranjeras, de tal manera que los ocupantes campesinos les toca
conformarse con ser jornaleros porque no tienen el capital para poner a producir la tierra.
Nuestros campesinos además de tierras en propiedad, también necesitan capacitación,
consideramos que la falta de conocimiento para poner a producir el campo es una de las
grandes falencias, lastimosa y crudamente observamos que al estado no le interesa esta
parte y cuando se levantan a reclamar lo que realmente necesitan son asesinados,
despojados, expropiados y a la fuerza.

Finalizamos esta categoría con una cita muy importante tomada una investigación
hecha por Arco Jiménez sobre política agraria en Colombia. “Es bien sabido que
Colombia ha sido a lo largo de su historia un país de grandes desigualdades, que ha
concentrado la propiedad de la riqueza y el poder político en privilegiadas élites. Cómo
una población de 44.444 millones de habitantes (2005), ocupa el puesto número 79 en el
ranking mundial de desarrollo humano (como un índice de 0.689 dos puestos más atrás
que en el 2009 cuando ocupó el lugar 77) según el reporte “la verdadera riqueza de las
naciones: Caminos hacia el desarrollo humano” del Pnud año 2010, y hace parte
paradójicamente de los países con un desarrollo alto en el contexto mundial. No obstante
lo anterior, supuesto en el ranking (a mayor número corresponde un mayor desarrollo) es
superado por otros países latinoamericanos como Ecuador (puesto 77), ( Venezuela ( 75),
Brasil (73), Perú (63), Costa Rica (62), México(56), Panamá (54), Uruguay
(52), Argentina (46) y Chile (45) este último en lugar más alto entre los
latinoamericanos” (Jiménez, A.2000).

Tercera categoría

El despojo. Según un estudio realizado por el Centro de Memoria Histórica, el


problema de Colombia con el despojo de tierras es alarmante y tiene como resultado final
la concentración de la tierra en manos de grandes terratenientes, con acumulación de
predios que se convierten en tierras improductivas, o como dicen en termino coloquial
los campesinos “tierras de engorde”. A continuación el informe del Centro de Memoria
Histórica.
No hay mayor problema en Colombia que el agrario y la distribución equitativa
de la tierra. Y esta deuda histórica del Estado se profundizó con el conflicto armado, que
puso en medio del fuego a miles de campesinos obligándolos a dejar sus tierras. El
abogado Alejandro Reyes Posada analizó más de cinco mil páginas de nueve libros (ver
lista al final) sobre esta temática, realizados por el Centro Nacional de Memoria Histórica
(CNMH) en la última década, y detalló en un informe los mayores hallazgos y las deudas
que siguen pendientes.

En la foto de portada de uno de esos informes, “La tierra en disputa. Memorias de


despojo y resistencia campesina en la costa Caribe (1960-2010)”, tomada por Jorge Silva
en 1976, se ve un campesino. El hombre tiene el machete sostenido con su mano derecha
mientras mira, imponente, al horizonte; la otra mano la tiene en su cintura. Lleva mochila,
sombrero vueltiao y una camisa gastada, que revela el trasegar de quien ha caminado
bastante. Esta foto fue tomada hace tres décadas y describe la recuperación de tierras por
parte de campesinos en Sucre. Es la memoria del despojo y el retorno, pero a la vez es el
reflejo de la resistencia campesina y su amor a la tierra.

“El conjunto de trabajos publicados por el CNMH sobre tierras y territorios, ofrece
una visión general y amplia sobre el problema agrario no resuelto del país y la incidencia
del conflicto armado sobre la población rural. Muestra, en primer lugar, que el
acaparamiento de la tierra por las élites regionales creó una estructura concentradora y
excluyente del campesinado, que se vio forzado a colonizar territorios sin presencia
estatal ni infraestructura, y que en ellos se incubó la fuerza de las guerrillas y
posteriormente se expandieron los cultivos ilícitos, configurando los ingredientes para el
agravamiento de la violencia” Balance de Tierras

La historia de la tierra en Colombia son también esos relatos de desplazamiento y


despojo, como este que aparece en la “Tierra en disputa”. “Ahí [contó un hombre
amenazado después de huir] tenía plátano sembrado, yuca sembrada, todo eso era sudor
mío […] Entonces me tocó dejar abandonado todo eso”. El informe “Una nación
desplazada” del CNMH calcula que entre el 2005 y el 2014, el número de personas
desplazadas alcanzó los 2’996.196, casi los mismos habitantes de una ciudad como
Medellín.

Las raíces del conflicto armado colombiano, como lo explica el investigador


Alejandro Reyes Posada, están afianzada en la tierra. Según el investigador, el país ha
fracasado en su legislación sobre los terrenos baldíos y en el intento de realizar una
reforma agraria. Entre 1903 y 2012 el Estado adjudicó 60 millones de hectáreas baldías a
personas naturales y jurídicas, y a comunidades indígenas y afro, lo que representa más
de la mitad de la superficie nacional, que suma 114 millones de hectáreas. El problema,
dice Reyes Posada, es que muchas veces esas tierras se han “adjudicado a las personas
equivocadas”. (Histórica, 2018).

Según denunció el Centro de Memoria Histórica, en las zonas donde se ha


concentrado el despojo, se han instalado megaproyectos mineros, ganaderos, de
construcción de infraestructura vial, petrolera y portuaria y especialmente
agroindustriales y agroforestales.

Si bien es una obligación del estado restituir los predios despojados a sus legítimos
propietarios, algunos afirman que la restitución de los derechos de las víctimas del
conflicto armado se verá enredada por otras decisiones de la Corte Constitucional.
Además de eso es importante resaltar que los grandes poseedores de tierras en Colombia
se han propuesto y han alcanzado gran representación en el congreso de la república, el
recinto donde se hacen las leyes.

La concentración de la tierra y su incidencia en el conflicto armado.

El acceso a la tierra en Colombia, históricamente ha sido causa de conflicto social


y luchas armadas en casi toda la geografía nacional. La concentración de la tierra, el uso
del suelo, las fronteras agrícolas, la ausencia de una reforma agraria y sumada a ello, el
despojo causado por el conflicto armado. Son los grandes problemas que enfrentan los
campos colombianos.

En el conflicto armado de las últimas décadas, donde el Estado ha sido un actor


más del conflicto; la tierra ha sido considerada como botín de guerra. Por lo tanto se puede
decir que la tierra se ha considerado como un elemento de control y financiación del
conflicto, lo que ha generado como dice (Paz, 2011), desplazamientos forzados, despojos,
pérdida, abandono forzado de las tierras, con efectos devastadores para miles de personas
a lo ancho del territorio nacional.

La lucha por la tierra ha bañado en sangre los campos colombianos. El país durante
muchos años ha intentado solucionar el acceso a la tierra del sector agrario, siendo esta la
causa por la cual se ha proferido leyes y una amplia normatividad jurídica, pero no se ha
hecho lo más necesario que es una reforma agraria completa.

Para nadie es un secreto que el surgimiento de guerrillas liberales en la década de


los años 50 y el surgimiento de las Farc en la resistencia de Marquetalía, tuvo que ver con
conflictos por el acceso a la tierra, además no solo el surgimiento de las guerrillas sino
del paramilitarismo, porque en la época del paramilitarismo que se propuso controlar las
tierras planas en Colombia, todos estos fenómenos nos muestran que en el fondo el
problema está ligado a la lucha por la tierra.

El Estado intenta brindar a los campesino apoyo económico, algunas ayudas, pero
esto es solo un mero alivio de necesidades temporales que no aportan ninguna solución
de fondo a la crisis del agro colombiano. Lo que es un sistema jurídico que en teoría
podemos decir es muy bueno, pero en la práctica no ha dado los resultados esperados. Es
evidente el abismo de la teoría a la práctica, como una antinomia de la normatividad
jurídica colombiana. En consecuencia, los grandes terratenientes se han beneficiado por
la expulsión que los grupos armados han ocasionado a los pequeños poseedores de tierras,
porque de este modo han podido ampliar sus posesiones.

Como una paradoja de la vida, en los campos colombianos donde los paramilitares
apoyados por las Fuerzas Armadas estatales desplazaron a miles de familias campesinas,
hoy se encuentran estas tierras, en manos de grandes terratenientes, concesiones mineras
y petroleras.

El estado en vez de garantizar la seguridad para el retorno de estos campesinos a


sus tierras ha usado la acción de titulación de tierras en otros lugares sin reponer las tierras
pérdidas, por conceder beneficios a unas minorías que tienen el monopolio económico.
Incluso podríamos decir que la titulación de otras tierras como mecanismo de restitución
(cuando las tierras perdidas pasan a manos de monopolios económicos) no es más que
una forma de despojo legalizada.

Jurídicamente la restitución de tierras es un proceso lento que incumple la garantía


de que la víctima no vuelva a repetir un nuevo desplazamiento. El Estado no ha tenido
los recursos económicos ni la logística suficiente, para la reparación de las víctimas y
hacer cumplir toda la normatividad jurídica que garantizan sus derechos.
Afectación en el desarrollo económico e impacto en la economía nacional.

La tenencia de la tierra es el componente más importante de la estructura agraria


y el que más afecta al desarrollo rural, puesto que la inequidad en la distribución de este
recurso se constituye en un contexto de vulnerabilidad para los pobladores rurales
reflejado en servicios básicos inapropiados, precarios servicios de salud y educación,
entre otras problemáticas.

Hartvigsen (Hartvigsen 2014), manifiesta que la concentración de la tierra, es una


barrera para el desarrollo rural, pues a medida que se concentra la tierra en pocas manos
el uso de esta es alterado. Durante los últimos cincuenta años, en el mundo entero se
refleja un elevado y creciente nivel de concentración de la tierra, hecho que se ve reflejado
en la aparición de monocultivos y ganadería extensiva sobre grandes extensiones de tierra
(Houtart, 2014). Este tipo de comportamiento ha afectado la dinámica económica de los
pequeños propietarios de predios rurales pues las actividades que estos desarrollan son
netamente familiares y así las acciones productivas que estos desarrollan están dirigidas
al autoconsumo. Los propietarios de este tipo de propiedad, han dividido sus predios en
pequeñas unidades domesticas donde generalmente combinan la actividad agrícola con la
pecuaria y sembrando todo tipo de hortalizas.

Los pequeños propietarios, al no poseer el capital necesario para invertir en las


actividades agropecuarias que desarrollan, utilizan procedimientos manuales para la
producción y comercializan lo poco que producen a pequeños compradores, mientras que
los propietarios de grandes extensiones de tierra utilizan procesos mecánicos y técnicos
para lograr altos volúmenes de producción que les permite comercializar con empresas
mejor constituidas generando así mayores ingresos y por ende una mejor calidad de vida.
(Cabarcas, 2017).

La historia nos muestra que incluso desde antes del desplazamiento masivo por la
guerra de los últimos cincuenta años, ya existía una alta concentración de la propiedad de
la tierra. Colombia ha estado desde hace mucho tiempo en la urgente necesidad de una
reforma agraria y a medida que transcurren los años la nación afronta nuevos desafíos,
que hacen cada vez más urgente dicha reforma.

Según el coeficiente Gini (indicador citado en este documento) y datos de los


primeros avances publicados del Censo Agrario, (realizado por el Dane en el año 2014 y
2015), demuestran que la tendencia a la concentración de la propiedad territorial es una
constante en Colombia. (DANE, 2015).

Según Darío Fajardo analista y experto en tierras; las fincas de más de 500
hectáreas en Colombia, es decir el 41.1% de la tierra está en manos del 0.4% de la
población y el resto en manos del 58% de las personas. Para el analista, el problema radica
en que el modelo planteado en el Plan Nacional de Desarrollo es perverso, porque “no
solamente no están presentes elementos que pudieran incidir en reducir ese proceso de
concentración de la propiedad sino que están agravando tendencias que ya se venían
presentando previamente”.

Las estadísticas en Colombia confirman que existe una alta acumulación de la


tierra en pocos propietarios. Así mismo, debemos tener presente que este fenómeno no es
reciente. Es una situación que vive el país desde inicios del siglo pasado; por no decir,
desde los mismos inicios de la república, la concentración de la tierra en pocas manos ha
sido causa de derramamiento de sangre en los campos colombianos.

A la pregunta planteada por Marco Palacios ¿De quién es la tierra? La respuesta


no puede ser dada a la ligera, sin antes realizar una minuciosa investigación, con una
profunda reflexión, que dejará al descubierto una dolorosa realidad que ha vivido y vive
el campo colombiano.

En resumidas cuentas decimos que, el rol que ha desempeñado el Estado, como


responsable y promotor del desarrollo rural y agropecuario, ha sido mínimo a pesar de
disponer de varios instrumentos para alcanzar grandes logros en el campo colombiano.

Colombia un país con una amplia normativa jurídica respecto al acceso a la tierra,
sostiene un conflicto de décadas con relación a la misma tierra. Por ende concluimos que
el problema no es la falta de normativa jurídica, sino de su aplicabilidad. Además es una
falta de conciencia social individual y colectiva; esto no es un asunto solamente de las
elites gobernantes sino de todo el pueblo colombiano incluyendo los actores armados.

En conclusión, decimos que, se necesita plantear soluciones de fondo más que de


forma. Colombia necesita urgente el desarme de los grupos armados ilegales, para poder
tomar el control de los campos y plantear soluciones urgentes en el tema agrario, para
alcanzar el desarrollo rural y mejorar en la economía nacional, logros que se pueden
alcanzar desde el trabajo adecuado de la tierra.

Referencias Bibliográficas

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PACHON, C. (2013 de Mayo de 07). Youtube. Obtenido de


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