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DNI: 34.905.866
CORREO: camilabuscaglia@hotmail.com
1° CUATRIMESTRE DE 2015
Camila Belén Buscaglia
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Introducción
Ricardo Piglia opta por mencionar el “linaje paterno” dentro de la rama de lo literario en
Borges, y su acceso a la biblioteca del padre. “Lo cierto es que me crie en un jardín, detrás
de una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses” (Borges, 1998: 9).
En contraposición, pensemos en la mera noción superficial sobre ciertas lecturas, en especial
la Biblia, que muchos integrantes del mundo occidental posean sólo superficialmente,
incapaces de citar o rastrear su veracidad.
En “La escritura del Dios”, por ejemplo, el narrador expresa claramente el proceso de
recursividad propio del lenguaje:
Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo
entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto
de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra.
(Borges, 2000: 137)
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Si por Dios se entiende una personalidad unitaria o trinitaria, una especie de hombre sobrenatural, un
juez de nuestros actos y pensamientos, no creo en ese ser. En cambio, si por Dios entendemos un
propósito moral o mental en el universo, creo ciertamente en Él. En cuanto al problema de la
inmortalidad personal que Unamuno y otros escritores han vinculado a la noción de Dios, no creo, ni
deseo ser personalmente inmortal. Que hay un orden en el universo, un sistema de periodicidades y
una evolución general, me parece evidente. No menos innegable es para mí la existencia de una ley
moral, de un sentimiento íntimo de haber obrado bien o mal en cada ocasión. (Borges, 2003: 319-320).
Si bien su respuesta tiene su sello típico de erudición, siempre demostró un gran interés por
el texto bíblico.
Por otro lado, Gérard Genette, crítico literario francés, acuña en su libro Palimpsestos la
noción de transtextualidad para todo aquello que se manifiesta y/o relaciona a un texto con
otros textos; menciona también varios tipos, entre ellos la hipertextualidad, que será objeto
de interés para este trabajo.
Para esto, analizaremos una serie de textos desde cuyo título se hace referencia a pasajes
específicos de la Biblia que son: “Lucas, XXIII” (1960); “Mateo, XXV, 30” (1953); y los
dos poemas “Juan I, 14” (tanto el de 1960 como el de 1969).
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Más allá de nuestra falta de fe, Cristo es la figura más vivida de la memoria humana. Le tocó en suerte
predicar su doctrina, que hoy abarca el planeta, en una provincia perdida. Sus doce discípulos eran
iletrados y pobres. Salvo aquellas palabras que su mano trazó en la tierra y que borró en seguida, no
escribió nada. (También Pitágoras y el Budha fueron maestros orales.) No usó nunca argumentos; la
forma natural de su pensamiento era la metáfora. Para condenar la pomposa vanidad de los funerales
afirmó que los muertos enterrarán a sus muertos. Para condenar la hipocresía de los fariseos dijo que
eran sepulcros blanqueados. Joven, murió oscuramente en la cruz, que en aquel tiempo era un patíbulo
y que ahora es un símbolo. (Borges, 1994: 11)
En esta serie de poemas, Cristo aparece como algo menos que un Dios, como un héroe trágico
rebajado tanto a “la condescendencia al lenguaje como la condescendencia a la carne” (Vélez,
2008: 206). Borges va a trabajar con el aspecto humano, terrenal, de Dios, y no del aspecto
teológico en sí. Cristo será, entonces, un ser prisionero de su propio cuerpo, prisionero
también de la temporalidad como cualquier otro humano. Sin embargo, y también como un
orador, lo compara con Pitágoras y Buda, como si fuese casi el intermedio entre esos dos
extremos.
En las referencias que hará frente a los poemas de Lucas y Mateo, detalla con relación al
Jesús que Vélez denomina como “maestro memorable”; es decir, aquel que imparte
enseñanzas; en los dos poemas de Juan, lo que pareciera interesarle más a Borges es ese
inexplicable sentido de la elección de la Encarnación.
Las relaciones entre el título de cada uno de los poemas y su contenido no se restringen
meramente a un uso estético, sino todo lo contrario. Hay una selección totalmente motivada
(como aludimos con anterioridad al hipertexto de Genette) dando la intención de que no hay
ningún elemento librado al azar.
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¿Qué tipo de correspondencia, entonces, habría entre los textos borgeanos y los Evangelios
según la perspectiva de Genette?
En un primer momento, los títulos que corresponden a nuestro análisis podrían considerarse
dentro de la categoría de paratextualidad: “la relación, generalmente menos explícita y más
distante, que, en el todo formado por una obra literaria, el texto propiamente dicho mantiene
con lo que sólo podemos nombrar como su paratexto” (Genette, 1989: 11). El propio Genette,
además, menciona que los títulos y los prólogos funcionan como géneros aparte:
Todo texto puede ser citado y, por tanto, convertirse en cita, pero 1a cita es una práctica literaria
definida, que transciende cada una de sus performances, y que tiene sus caracteres generales; todo
enunciado puede ser investido de una función paratextual, pero el prólogo (y yo diría mismo del título)
es un género. (Íbid.: 18).
Para nuestro análisis, esto cobra una gran validez, ya que contamos con una fuerte presencia
intertextual con la Biblia, que adquiere prácticamente el nivel de cita directa con cada uno de
los títulos. Veamos entonces cómo este doble movimiento de apropiación/hipertexto
funciona en cada poema.
Comenzaremos con “Lucas, XXIII”. Es un poema del año 1960 que se encuentra en El
hacedor”. Además, en este capítulo del Evangelio de Lucas, se narra la crucifixión de Jesús
con otros dos ladrones, luego de ser llevado ante Pilatos y Herodes y, a pesar de hallarlo
inocente, el pueblo insistiera en su crucifixión.
Nuestra primera parte del análisis se concentra en el título. Aquí, Borges no especifica algún
versículo, sino que muestra desde este momento, toda la idea global de lo que abarcará el
poema. Sin embargo, se centrará en el momento de la muerte de Jesús y el diálogo previo
que mantiene con uno de los ladrones. En este sentido, el título del poema pareciera omitir el
versículo aclaratorio, ya que Borges es trabaja con un fragmento específico que de hecho
aparece inserto en el seno mismo del texto poético: “acuérdate de mí cuando vinieres a tu
reino”.
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Al ver la primera estrofa, podemos establecer varias correspondencias desde esta perspectiva
de apropiación/hipertexto:
Gentil o hebreo o simplemente un hombre
cuya cara en el tiempo se ha perdido;
ya no rescataremos del olvido
las silenciosas letras de su nombre.
el Paraíso. (…)
Jesús, entonces, es gentil, es hebreo, es hombre, es Dios, y es la voz que un día juzgará a
todos los seres. No hay diálogos directos, y la historia es reconstruida desde la constitución
del poema y su final: “la historia/ no dejará que muera la memoria/ de aquella tarde en que
los dos murieron”.
Entonces, desde la base de la cita ofrecida en el título, el fragmento es expandido hacia atrás
y adelante hasta convertirlo en un poema de carácter autónomo al hipotexto del Evangelio de
Lucas, y que no deja de tener correspondencias con este en ningún momento. Además, el yo
poético utiliza la experiencia personal para llevarlo a un plano mucho más particular y
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subjetivo, razón por la cual podemos corroborar esa ampliación e incluso, un tono casi
confesional.
Continuamos ahora con “Mateo, XV, 30”. Este poema es de 1964, y aparece en El
otro, el mismo. Aquí, ya encontramos una diferencia con el poema de Lucas analizado
previamente, ya que posee específicamente, y dentro del marco de análisis de los títulos, una
alusión directa al versículo al que se referirá: “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de
afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Reina Valera: 1960). Este versículo, si
continuamos con el análisis del marco apropiación/hipertexto, nos muestra que refiere al
último versículo de la llamada “Parábola de los talentos”. Esta, tiene una función de tipo
pedagógica, ya que alecciona que hay que mantenerse como fieles siervos, y en estado de
vigilia constante hasta la segunda venida de Cristo y el Juicio Final. Aquí, Dios da
dones/talentos para que los hombres obligatoriamente los desarrollen, y espera una respuesta
positiva y fructífera por parte de cada uno, y que la inactividad (consciente o inconsciente)
será finalmente criticada por el propio Jesús. Unos, entonces, quedarían del lado de las ovejas
y accederán al “reino de los cielos”, mientras que, a los otros, los cabritos, les espera por el
contrario el “fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles” (Mateo, XXV, 40).
El poema comienza de la siguiente manera:
Aquí hay un primer choque frente a lo que uno podría esperar del inicio: el puente de
Constitución, un lugar concreto de Buenos Aires, actual, desde el marco de lo que el yo lírico
considera como cotidiano. La experiencia del yo lírico en contraposición con el cuarto verso,
el Juicio Final de una manera intempestiva. La apropiación es total, un tiempo iniciado en un
pasado tan lejano, y traído “de golpe”, con fuerza y furia, con un yo lírico encontrándose
sorpresivamente con esa situación.
Luego, a modo de epifanía, Borges exhibe en el yo lírico la libertad de nombrar a Dios de
acuerdo con sus personales y contradictorios puntos de vista, dando una diferencia entre la
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Otro punto interesante es el de la enumeración caótica que realiza Borges luego de este verso,
nombrando elementos que rompen, en su unidad de sentido, una monotonía para irrumpir
nuevamente la imaginación del lector desde este recurso.
Leo Spitzer, crítico austríaco, estudia este fenómeno de la enumeración caótica y menciona
de manera acertada para este análisis que “la enumeración había sido, hasta Whitman, uno
de los procedimientos más eficaces para describir la perfección del mundo creado, en
alabanza del Creador” (Spitzer: 1945, 31):
sagrado se rebaja aquí a la diferencia, al plano del signo, respondiendo al ímpetu por expresar
esa perfección de la naturaleza.
Sobre el final, el poema es determinante:
Todo eso te fue dado, y también
El antiguo alimento de los héroes:
La falsía, la derrota, la humillación.
En vano te hemos prodigado el océano,
En vano el sol, que vieron los maravillados ojos de Whitman;
Has gastado los años y te han gastado,
Y todavía no has escrito el poema.
Dentro de la parábola de los talentos, el sujeto lírico se identifica con el tercer siervo, el que
fue improductivo, el que no respondió con la vehemencia suficiente a los dones, las cosas
que le fueron dadas. La anáfora “en vano” con su hipérbaton, se forma de manera como si se
estuviese hablando acerca de un juicio. En efecto, la línea final del poema informa que, a
pesar de todas las gracias otorgadas, “todavía no has escrito el poema”. Al yo lírico, como al
mal siervo, le corresponderán entonces las tinieblas, el lloro y el crujir de dientes.
Como última parte de este análisis, nos centraremos en “Juan, I, 14” de El otro, el mismo
(1964) y “Juan, I, 14” de El elogio de la sombra (1969).
Ambos poemas, como claramente se ve desde el título, refieren a la cita bíblica que dice: “Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Reina Valera: 1969). Este Evangelio es el
más metafísico, el que más acentúa la divinidad de Cristo como hijo de Dios.
El primero de los poemas de Borges, tomará de Las Mil y Una Noches la historia de Harún
Arrashid, el Emir de los Creyentes, que salía en secreto por las noches, cansado de su gloria
y poder, para recorrer los arrabales y mezclarse con la gente. Pone desde esta relación
Harún/Jesús nuestra primera correspondencia para la relación apropiación/hipertexto. Utiliza
la forma de soneto, con su estructura fija para moldear un yo lírico dentro de esos parámetros:
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Así, el misterio de la encarnación de Cristo es resumido en los últimos dos tercetos, desde la
perspectiva del paso del tiempo, usando los tiempos verbales en presente y futuro, y
utilizando la enumeración caótica nuevamente para concluirlo de manera fuerte, el desenlace:
Aunque Dios posea el orbe completo, su final será marcado con el escarnio, los clavos y el
madero, signos irrefutables de Cristo crucificado. Aquí Borges hace hablar a Jesús; un Jesús
melancólico que conoció la memoria, la esperanza y el temor, la vigilia y el sueño, la
ignorancia y la carne, todo, en dos tercetos. Es ese verbo encarnado que acciona, se mueve,
camina entre los hombres para terminar muriendo de la mano de ellos.
Al analizar el otro poema Juan, I, 14” de El elogio de la sombra (1969), da otra inspiración
diferente, otro punto de vista de la misma escena, en un sentido opuesto y aun paradójico. Es
el Dios Eterno que confiesa con nostalgia que el secreto deseo de la Eternidad es el tiempo.
Es un poema más extenso, pero nuevamente dentro del contexto de apropiación, se multiplica
desde la reelección del mismo título para mostrar otra cara de ese Dios terreno. Marca la
maravilla de la experiencia sensorial, con la que le es posible abarcar el mundo que él mismo
creó sin experimentar en carne propia, como un enigma a resolver:
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Vista, oído, olfato y gusto son los medios por los cuales logra acceder al mundo, los que
constituyen sus vivencias, su psiquis y su propio cuerpo, plasmándose en la memoria —“esa
moneda que nunca es la misma”— y transformando al sujeto. En este “Juan, I, 14” se aprecia
más claramente lo que decimos con apropiación: se trata de un sujeto poético que toma la
referencia bíblica y la hace suya. Se trata también de un Borges que se vuelve a interpelar a
sí mismo.
Sobre el final, reflexiona:
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A modo de conclusión, podemos decir que Jorge Luis Borges, en el corpus seleccionado para
el análisis, tiene un manejo de los textos sagrados como la Biblia dentro del marco de
apropiación/hipertexto, desde sus relaciones profundas reflejadas en su poesía. Asimismo, su
poética desafía a los textos más grandes, como la Biblia, para encontrar en ella un espacio de
diálogo y amplificación de su propia narración.
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Bibliografía utilizada
La Santa Biblia. Versión Reina-Valera de 1909. Disponible en
http://bibliaparalela.com/rv/genesis/1.htm [última fecha de consulta 25/07/19].
Piglia, Ricardo (1974). “Borges y los dos linajes” en La Argentina en pedazos. Buenos Aires:
La Urraca, 1993.
Spitzer, Leo (1945). La enumeración caótica en la poesía moderna. Buenos Aires: Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Instituto de Filología
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Vélez, Gonzalo (2008). Borges y la Biblia. Presencia de la Biblia en la obra de Jorge Luis
Borges. Madrid: Iberoamericana—Vervuert.
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