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El lóbulo frontal se encuentra situado de forma central y anterior en la corteza cerebral, ocupa
toda la parte de la cara superior lateral situada detrás del surco central y por encima del surco
lateral; la cara medial de este lóbulo está formada por la porción anterior del cuerpo callosos y
se limita por una línea imaginaria entre el surco central y el cuerpo calloso, la superficie inferior
se encuentra situada exactamente de la porción orbital del hueso frontal. De toda la zona
frontal, la corteza prefrontal (CPF) ocupa la porción más extensa.
La realización de actividades mentales complejas depende del área prefrontal, pero cuando una
determinada tarea se aprende y sistematiza requiere un menor grado de activación del sistema
ejecutivo ya que otras áreas del encéfalo, situadas en el subcórtex o en el cerebelo, se encargan
de realizar y supervisar dichas tareas. Por esta razón el sistema ejecutivo solo interviene cuando
es necesario realizar actividades cognitivas novedosas o cuando éstas son más complejas
Neuropsicológicamente los lóbulos frontales se pueden dividir hasta en cuatro grandes áreas:
Corteza motora y premotora, corteza orbital, corteza medial y corteza dorsolateral prefrontal,
cada una de ellas con una organización particular y propiedades funcionales.Sin embargo, se
considera que hay tres regiones prefrontales estrechamente ligadas a las funciones ejecutivas:
Corteza Prefrontal Dorsolateral, corteza Orbitofrontal y corteza Frontomedial . Este conjunto de
áreas, conforman el llamado cerebro ejecutivo o centro de la cognición humana. (figura 1)
4.2-Desarrollo evolutivo de las funciones ejecutivas
Las diferentes regiones del cerebro se desarrollan a diferentes velocidades y las conexiones
entre estas regiones se desarrollan también gradualmente a lo largo de toda la infancia y la
adolescencia. estos cambios tendrán un impacto sobre el funcionamiento cognitivo del niño y
en particular sobre sus funciones ejecutivas. existe una gran variabilidad en la velocidad a la que
los niños desarrollan el control ejecutivo. algunos experimentarán retrasos en el desarrollo de
estas importantes habilidades, otros conseguirán superarlos pero otros arrastrarán las
debilidades ejecutivas en la edad adulta.
El desarrollo de las funciones ejecutivas comienza entre los 6 y 12 meses de edad y sigue un
curso de desarrollo postnatal prolongado que continúa hasta la adultez. Su desarrollo resulta de
la delicada y continua interacción entre la maduración del córtex prefrontal y la influencia del
ambiente.
Tras el nacimiento ocurren una serie de procesos madurativos progresivos ,proliferación celular,
arborización dendrítica y mielinización, y regresivos ,muerte celular y poda sináptica, que
esculpen y dan forma a la anatomía del cerebro. La mielinización y la poda sináptica son los dos
eventos que se consideran máximos responsables de la maduración cerebral.
Como puede notarse los cambios en los lóbulos frontales y sus conexiones prosiguen en la niñez
tardía y en la adolescencia. La maduración morfológica del córtex prefrontal se alcanza en la
pubertad, pero los cambios cuantitativos y cualitativos continúan en años posteriores.
De acuerdo a la propuesta de Best & Miller (2010) la información obtenida se dividió para su
presentación en etapas:
Durante esta etapa, el desarrollo del sistema ejecutivo es menos intenso debido al menor grado
de activación y desarrollo de las áreas asociativas del cerebro.
En los primeros seis meses de vida, el bebé puede recordar representaciones simples. Alrededor
de los ocho meses, los bebés ya son capaces de buscar el objeto que les ha sido ocultado y
recuperarlo. Esta conducta en sí misma sugiere una forma “embrionaria” de funciones
ejecutivas: el bebé puede mantener en línea información que no se halla presente, (la
representación del juguete y su ubicación espacial), para la consecución de un objetivo,
(recuperar el juguete). Durante el primer año emerge la habilidad de suprimir respuestas
dominantes. El niño empieza a controlar la emisión de conductas automáticas, por lo que puede
inhibir su comportamiento y realizar acciones planificadas en conductas exclusivamente
motoras. La capacidad de establecer objetivos y de elaborar planes se inicia antes del primer
año de vida, pero usan estrategias ineficaces, torpes y fragmentadas.
A los dos años, empieza a ser capaz de mantener y manipular la información, que de forma
coordinada con la capacidad de inhibir sus respuestas, le permite realizar un control relativo de
su conducta.
A partir de los tres años emergen capacidades como la flexibilidad mental y la capacidad para
orientarse en el futuro. Comienza a incrementarse paulatinamente el control consciente sobre
el comportamiento y pueden elaborar planes simples y resolver conflictos de moderada
dificultad. Aparecen las primeras formas de automonitoreo de la conducta.
Control inhibitorio
El control inhibitorio mejora significativamente durante los años escolares. Los niños de 4-6 años
son más impulsivos y no se toman el tiempo necesario para evaluar su respuesta, lo que
disminuye su precisión. Estas habilidades mejoran significativamente en niños de 6 a 10 años.
Un estudio señaló que el avance más importante en la capacidad de detener una respuesta
ocurre entre los 7 y 9 años.
Respecto del control de la interferencia, se observa un patrón de desarrollo más amplio. Los
niños de 6 y 7 años de edad muestran mejoras significativas en la realización de tareas que
implican inhibir estímulos distractores. Esta capacidad se incrementa gradualmente durante la
infancia y la adolescencia, lo que se ha asociado con un incremento en la activación cerebral en
el córtex prefrontal dorsolateral durante la realización de tareas de supresión de distractores.
La función reguladora del lenguaje interno, que nos guía en nuestras acciones, evoluciona entre
los 6 y 8 años. Este periodo de edad es en el que se produce el mayor desarrollo de la función
ejecutiva, por lo tanto, es importante la detección precoz de los posibles déficits en estas
capacidades ya que la temprana estimulación y promoción del funcionamiento ejecutivo, a
través de programas especializados de intervención neurocognitiva, puede ser un modo de
favorecer el aprendizaje escolar y reducir su fracaso.
Aproximadamente entre los 9 y 10 años el desempeño del control inhibitorio sobre las
respuestas automatizadas alcanza su máximo nivel de control. De ahí en adelante mantiene una
estabilidad consistente, siendo alrededor de los 10 años cuando se logra un nivel de inhibición
similar al del adulto
Entre los 12 y 14 años, algunas funciones ejecutivas como el control inhibitorio alcanzan su techo
en el desarrollo, pero otras como la flexibilidad cognitiva, la resolución de problemas y la
memoria de trabajo continúan evolucionando. Son capaces de ejercer un control cognitivo sobre
su conducta y aunque esto les permite la posibilidad de razonar y considerar las consecuencias
de sus decisiones, aún continúan tomando decisiones arriesgadas sin anticipar las
consecuencias.
Memoria de trabajo
Flexibilidad cognitiva
La capacidad para inhibir una estrategia cognitiva o secuencia de accion , que permita generar
una respuesta alternativa (flexibilidad mental), posibilita enfrentarse de forma eficiente y
flexible (desde diversos ángulos) a la solución de problemas o a la presentación de
contingencias, sobre todo a aquellas que cambian de forma constante o se presentan de forma
imprevista. Esta capacidad se desarrolla de forma gradual durante la infancia y alcanza su
máximo desempeño alrededor de los 12 años.
Planeación visuoespacial
Memoria estratégica
Planeación secuencial
Fluidez verbal
La fluidez verbal y la velocidad de procesamiento han sido asociadas positivamente con la edad.
Respecto de la primera, la mayoría de los estudios señalan que se produce un incremento entre
los 3 y 5 años, el cual continúa mejorando durante la infancia con ganancias significativas entre
los 9-10 años y los 11-12 años. Su desarrollo continúa en la adolescencia y alcanzaría su techo
alrededor de los 15 años. La velocidad de procesamiento muestra un patrón similar: aumenta
significativamente entre los 3 y 4 años, observándose una ganancia significativa entre los 6 y 10
años de edad, pero el techo en esta habilidad se alcanzaría en la adolescencia o la temprana
adultez.
Ya durante el proceso de comparación entre objetos y eventos los niños van introduciendo de
forma sistemática cambios y variantes en sus representaciones semánticas; estos cambios
permiten transformar y construir experiencias en categorías semánticas definidas; lo anterior se
consigue por medio de un análisis continuo, que permite la definición y redefinición de nuevas
características semánticas y sobre todo los límites clasificatorios de estas categorías;
sintetizándolas en estructuras conceptuales cada vez más precisas.
REFERENCIAS:
John R. Best ,Patricia H. Miller. Una perspectiva de desarrollo sobre la función ejecutiva.
University of Georgia.2010.