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LA GUERRA DE LOS 30 AÑOS

Fue un conflicto militar europeo de carácter religioso que comenzó en el Sacro Imperio
Romano Germánico en 1618 y culminó en 1648, pero que también involucró a otras potencias
europeas del Siglo XVII con intereses más que nada económicos. El Sacro Imperio fue uno de
los imperios europeos más importantes y poderosos de la Edad Media y gran parte de la Edad
Moderna. Su territorio, si bien estaba dividido en principados, abarcaba lo que hoy en día
conocemos como Alemania, Austria, República Checa y Hungría, por lo que el poder no estaba
solo en manos de un emperador, sino que también se dividía en diversos príncipes electores,
encargados de escoger al emperador.

La guerra comenzó como un conflicto religioso dentro del Sacro Imperio que había surgido ya
en el Siglo XVI con Martin Lutero y la ruptura protestante cuando el imperio quedó dividido en
dos, por un lado estaban los católicos y por otro los protestantes. En 1555 con la Paz de
Augsburgo (divide el imperio de Carlos V en dos, luteranos y católicos) se puso un fin a los
enfrentamientos religiosos cuando estipuló que cada príncipe podría ser capaz de elegir la
religión que quisiese para su pueblo. Pero con la asunción de un nuevo emperador al trono
(Fernando II), la situación vuelve a agravarse.

La guerra se divide en cuatro etapas, la primera es la fase bohemia, que comienza con la
asunción de Fernando II como rey de Bohemia, quien pretendía consolidar al catolicismo como
única religión, mientras que la mayoría de los habitantes eran protestantes (calvinistas).
Cuando exigió la conversión de los nobles de Bohemia al catolicismo, el pueblo reaccionó
arrojando literalmente por las ventanas del palacio a los funcionarios reales. Este hecho fue
conocido como la tercera defenestración de Praga. Los rebeldes también, rechazaron a
Fernando como su rey y eligieron a Federico V como príncipe elector del palatinado. Se
produjeron diversos enfrentamientos entre ellos hasta que en 1619, cuando el emperador
Matias de Habsburgo fallece, es electo en su lugar Fernando, haciendo que el conflicto se
intensifique. Las tropas de los príncipes católicos y la Casa Habsbugo (en España) comenzaron
a intervenir. (Motivaciones: España (Felipe II) estaba interesada en los principados alemanes,
por los territorios alrededor que tenía en la frontera occidental de aquellos (Flandes, Franco
Condado), vigilancia del Palatinado (Camino Español))

El conflicto localizado se extendió al resto del continente: Fernando II pidió ayuda a Felipe III
de España (su cuñado) y los bohemios recibieron el apoyo de los gobernantes del Palatinado,
Saboya, Sajonia y Transilvania. Fernando le confirió el mando de sus tropas al Conde de Tilly,
quien le dio la victoria en la Batalla de la Montaña Blanca en 1620, dando por terminada la
primera fase, interviniendo brutalmente en el reino de Bohemia, hasta el punto de hacer
desaparecer dicho principado. También se persiguió a todo aquél protestante rebelde y se
cambió la forma de acceso al trono, ahora sería un cargo hereditario. En 1621 los católicos
perdieron el apoyo de España, quien retiró gran parte de sus tropas al encontrarse en guerra
con los Países Bajos. Dando comienzo a una nueva etapa más internacionalizada.

La Liga Protestante salió derrotada en esta etapa frente a la Unión Católica, la rebelión
bohemia terminó, y la región volvió a la fe católica después de siglos de luchas.
Distintas potencias europeas empezaron a interesarse en la zona y se introdujeron en el
conflicto, comenzando en 1625 la etapa danesa. La Francia de Luis XIII y el cardenal Richelieu
era una de las más interesadas, buscaba expandirse, recuperar la hegemonía del centro de
Europa y debilitar al Imperio, por eso firma el Tratado de la Haya (1625) con el Rey protestante
Cristian IV de Dinamarca, en el cual se compromete a apoyarlos económicamente si éstos
entran en el conflicto en contra del Sacro Imperio. Cristian IV, temía que su nación protestante
se viera amenazada, tenía intereses comerciales en la orilla del Báltico, y quería expandirse,
por lo que decide ayudar a los protestantes alemanes. Con la entrada danesa queda
inaugurada la segunda etapa de la guerra de los 30 años, la fase danesa. Pero al año siguiente,
el Conde Tilly los derrota en la Batalla del puente Luter, obligando a los daneses a retroceder
hasta su territorio y a firmar en 1629 la Paz de Lübeck, retirándose del conflicto.

Por el Edicto de Restitución de 1629 forzando la devolución de las tierras adquiridas por los
protestantes desde 1552 (determinado por la Paz de Augsburgo), y deponiendo de sus cargos
a los calvinistas, medida que supone una recatolización del norte de Alemania y que
inmediatamente provoca la respuesta de los Estados protestantes. Esto hizo que la Liga
Católica persuadiera al emperador Fernando II a recuperar esas posesiones, que incluían varios
obispados y monasterios.

En 1631 comienza la fase sueca, con el ingreso al conflicto de la gran potencia militar de
Gustavo Adolfo: Suecia, quienes intervinieron porque Francia los apoyaba militar y
económicamente (Tratado de Barwalde), para defender a los protestantes alemanes,
previniendo una eventual agresión católica a su país y también por intereses económicos en la
zona del Báltico. Gustavo Adolfo logró derrotar a Tilly pero la situación cambia cuando en 1632
(Batalla de Lutzen), intentando derrotar a Wallenstein, muere y Suecia es prácticamente
derrotada.

Las fuerzas suecas, sintiendo la ausencia de Gustavo Adolfo, se mantuvieron en un segundo


plano hasta que en 1635 firmaron la Paz de Praga que establecía su retiro de la guerra.

La Paz de Praga (1635), la cual anula los efectos del Edicto de Restitución, prohibió a los
príncipes alemanes establecer alianzas entre ellos, unificó los ejércitos del Emperador y los
príncipes alemanes y legalizó el calvinismo, en definitiva resolviendo las cuestiones religiosas
del conflicto.

La última fase de esta guerra comienza con la declaración de guerra directa de Francia al Sacro
Imperio Romano Germánico, que temían que los Habsburgos siguieran siendo muy poderosos
y los rodearan. Es decir, la paz de Praga no satisfizo a los franceses porque los Habsburgo
seguían siendo muy poderosos, por lo cual temían que se replanteara la misma situación del
siglo XVI: una Francia rodeada por esa dinastía. Richelieu decide apoyar a los protestantes,
haciendo efectiva la aplicación del Principio de Razón de Estado. Francia se alía con Suecia y los
holandeses (en guerra con España), pero no hay victorias claras de ninguno de los dos bandos.

El imperio no podía luchar con una de las potencias más poderosas del momento y además
tuvo que lidiar con la muerte de su emperador Fernando II pero aun así repetimos: no hubo
victorias claras para ningún bando.
En 1642 Richelieu muere, y al año siguiente lo hace su monarca Luis XIII, las cosas empiezan a
mejorar para el Imperio, pero rápidamente Francia se recupera y los hace sufrir una de las
derrotas más grandes, donde prácticamente todas las fuerzas españolas son derrotadas.
Eliminado su máximo aliado, el Imperio debe limitarse a defenderse nada más, y así es como
resiste hasta el 1648, año en el que se firma la Paz de Westfalia, tratado que no solo finaliza la
guerra sino que marca la decadencia del Sacro Imperio e inaugura un nuevo equilibrio
europeo.

PAZ/TRATADOS DE WESTFALIA:

En 1643, el Cardenal Mazarino, regente del nuevo rey Luis XIV, comenzó a trabajar para la paz,
aunque los más interesados en lograrla fueron Suecia y los Estados alemanes por la
devastación en la que estaban sus territorios. Las negociaciones tienen la particularidad que
casi ninguno de los protagonistas tenían interés en terminar la guerra, y que surgieron muchas
dificultades de organización debido a cuestiones de protocolo y precedencia. Estas dificultades
fueron las que provocaron que tuviera dos sedes: Munster y Osnabrück, presididas por Francia
(católicos) y Suecia (protestantes), respectivamente. Las negociaciones de Munster se hicieron
con la mediación del Nuncio de la Santa Sede, mientras que las Osnabrück no, porque los
suecos no aceptaban al Nuncio católico como mediador. Fue el congreso más numeroso que se
realizó hasta entonces, participando casi todos los Estados europeos salvo Inglaterra, Polonia,
Moscovia y la Sublime Puerta. Ambas sedes sentaron un precedente para el futuro porque
gozaron de un estatuto de inviolabilidad para dichas ciudades y los representantes que en ellas
se instalaron. Además, fueron preferidas las negociaciones orales, y el francés superó al latín,
el alemán y el español como lengua diplomática.

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