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A parte de reproducir los trabajos de sus ilustradores, Universidad tenía una página
titulada “los que llegan”, destinada a la presentación de pintores y escultores actuales.
Uno de los artistas más logrados que ha dado Colombia, Jorge Franklin, inició su carrera
siendo caricaturista precoz de Universidad y muchos más que se dieron a conocer a
través de la revista. Franklin llegó a ser tan importante por su estilo, que inició una
tendencia llamada flanklismo. Universidad no era una empresa periodística comercial y
por lo mismo descubrió y reunió pocos artistas sin poder retenerlos, pero siendo un foco
de atención del cual posteriormente otros caricaturistas se inspiraron y hasta imitaron.
Todo lo que hizo Universidad fue reflejar lo que ocurría en el medio cultural colombiano de
los años veinte.
Universidad y el americanismo.
Arciniegas en la revista le dio más énfasis a la escultura que a la pintura, siendo la pionera
en publicar sobre el primer movimiento escultórico registrado en la historia del arte
colombiano dedicando numerosas portadas a artistas como Rómulo Rozo, José Domingo
Rodríguez y Ramón Barba. En Colombia se pasó de los estilos académicos tímidamente
a los impresionistas, pasando por un estilo folclorizante y llegando a americanismo pleno
y consciente, planteando este último que el problema indígena no podía estar ausente de
la literatura y el arte; planteando así los motivos autóctonos como fuente de renovación
plástica.
Rómulo Roo fue el más exaltado propagandista del arte indígena, teniendo a sus inicios
grandes critica por la falta de unidad verdadera en sus obras y coherencia por los motivos
indígenas colombianos, lo cual únicamente demostraba la desinformación con la cual
inició este artista a la hora de conceptualizar sus tan bien logradas esculturas, en una
época en la que las investigaciones arqueológicas apenas comenzaban. Obras como
Bochica, fueron de inmenso valor en el plano histórico, pero las más grandes obras de
Rozo no llegaron nunca a Colombia. Rozo sería el escultor del indígena en todo su
sentido.
Los bachues constituyeron uno de los varios grupos que surgieron en Colombia a raíz del
8 de junio de 1927, fecha en la que el estudiantado universitario tuvo su primer mártir a
manos de la fuerza pública y una década después de la matanza de las bananeras, que
desencadenó un sacudimiento ideológico. Los bachue, los boinas vascas y los albatros,
fueron los grupos emergentes, pero de duración efímera, siendo los bachues los que
generaron más recordación debido a sus nexos con artistas muy importantes en la
época. Todos los grupos coincidían en el nacionalizar el arte en Colombia, apropiándose
de nuestros antepasados como inspiración para una nueva plasticidad, pero sin ignorar
la realidad mundial, dirigiéndose a una nacionalización de la cultura adquirida. El
bachuismo instaurado por Rozo con sus esculturas, fue el auténtico motor del arte
moderno colombiano, abriéndole paso a una generación orientada hacia lo recio y
austero. El movimiento se revela animado por el único deseo de actualizar la plástica
colombiana, haciéndola más libre y vital.
El salón 1931.
Las obras enviadas al salón de 1931 llegaron a medio centenar, abriendo una nueva
etapa en la producción artística, en la cual se definía un arte propio y se revelaron muchos
escultores que hasta el momento no habían salido a la luz pública, el diario el tiempo
dedicó una página a hablar del tema y a exaltar la sorpresa que había dado la plástica
colombiana en cuanto a la escultura.
Ramón Barba.
Por medio del detalle anatómico, el escultor lograba plasmar un realismo que caracterizó
su obra. A pesar de haber estado ausente en el salón del 31, ese año alcanzó su cúspide
en cuanto a su estilo se trataba. Barba le dio la espalda a las corrientes del siglo XX, para
buscar sus fuentes en los talladores españoles de siglos anteriores
Josefina Albarracín.
Discípula de Barba, Josefina introdujo en sus piezas una profundidad psicológica que el
las obras de su maestro no era primordial. Se reveló como una talladora segura con una
técnica impecable y dándole a su obra una actitud antisentimental, que era lo que los
bachues planteaban.
Hena Rodríguez.
Se caracterizaba por la talla en piedra de macizos que anunciaban la falta de interés por
definir todo lo que fuera detalle o accidente local.