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Los tres padres de la astronomía moderna fueron también

hombres de fe
La historia de la ciencia está completamente permeada por personajes
de profunda fe cristiana. Muchos de ellos eran católicos, laicos o
sacerdotes. Muchos otros, también, cristianos protestantes o de alguna
otra confesión cristiana. De todos ellos, tres científicos destacan con
facilidad: Kepler, Galileo y Newton.
Los tres tienen mucho en común. Juntos son identificados por
unanimidad como los padres de la astronomía moderna (un término más
adecuado es astrofísica) y de la física, pues pusieron las bases de la
óptica y de la mecánica, además de ofrecer contribuciones
fundamentales para el heliocentrismo.
Pero también tuvieron en común una vida marcada por la fe en Cristo.
Kepler era luterano, Galileo católico y Newton un “cristiano” anti-
trinitario. La religión marcó la vida de todos ellos, aunque cada uno a su
manera.
Los tres vivieron en épocas próximas. Kepler nació en 1571 y murió en
1630, fue contemporáneo de Galileo, que nació en 1564 y murió en
1642. Newton es de otra generación, nació en 1643 y vivió hasta 1727.
Todos eran europeos: Kepler era alemán, Galileo italiano y Newton
inglés.
Vivieron en un período muy interesante, en el que la ciencia como la
entendemos hoy comenzó a surgir. Y es curioso ver en ellos, lado a lado,
comportamientos que consideramos opuestos. Kepler fue uno de los
últimos astrónomos astrólogos y, sobre todo, un místico. Newton fue un
gran alquimista.
Todos hicieron muchos descubrimientos y no es posible, ni necesario,
describirlos todos aquí. Pero podemos, simplificando, decir que Kepler
fue el responsable de establecer un modelo cierto de los movimientos
celestes con sus tres leyes que describen el movimiento planetario.
Galileo lanzó las bases para el desarrollo de la astronomía a través del
uso de telescopios y, más importante, fue el padre del principio de la
inercia. Principio este que Newton utilizó para componer sus tres leyes
de la mecánica y unificar la física terrestre con la física celeste. Las
leyes de Newton, con las contribuciones de Galileo, explican las leyes
empíricas de Kepler y dan una fundamentación teórica consistente.
Además, por encima de todo, la contribución más importante de los tres
está en la ruptura de paradigmas. Propusieron leyes generales para el
universo, o sea, la naturaleza se comporta de manera previsible. Todos
dejaron claro en sus escritos que en su visión, esa era la forma como
Dios regía el universo.
La inspiración del trabajo de Kepler en busca de un modelo para las
órbitas planetarias fue siempre la firme convicción de que Dios trabaja
como un arquitecto. Siguiendo los pasos de los pitagóricos, él buscaba
en las figuras geométricas, concretamente en los poliedros regulares,
razones aritméticas que pudiesen explicar los períodos y tamaños de
órbitas conforme eran observados. No era de extrañar que pensase así.
El objetivo principal del joven Kepler era convertirse en pastor luterano.
Fue en el seminario donde tuvo contacto con la astronomía, pero
mantuvo sus estudios teológicos con la firme intención de ser ordenado
ministro.
Sin embargo, según Antonio Pires en su obra Evolución de las ideas de
la física, en 1594 Kepler fue nombrado para asumir el cargo de profesor
de matemáticas y astronomía en la Escuela Luterana de Gratz, Austria.
Se vio obligado a aceptar muy a su pesar, por razones financieras. Pero
a lo largo de su vida, veía la teología en armonía con la ciencia.
Incluso escribió para defender la compatibilidad del modelo
copernicano con la Biblia, que, como sabemos, era uno de los problemas
que se desprenden del caso de Galileo con la Iglesia.
Dice la leyenda que Galileo habría escrito que “las matemáticas son el
lenguaje con el cual Dios ha escrito el Universo”. No he encontrado una
referencia cierta a esta cita, aunque es muy probable que sea cierta, ya
que hay otras referencias similares en las cartas y libros de Galileo. De
hecho, su vida y su obra dan fe de que él creía.
Galileo fue uno de los primeros científicos en utilizar sistemáticamente
las matemáticas para representar sus hallazgos en el mundo físico.
Católico, con dos hijas monjas, tuvo mucha influencia en el mundo
eclesial. El desarrollo de Galileo dio a la mecánica fue esencial para que
Newton pudiera establecer sus famosas tres leyes de la mecánica.
En una carta a Robert Hooke en 1676, Newton escribió: “Si he visto
más lejos es porque estaba en los hombros de gigantes”, reconociendo
humildemente la contribución de los que vinieron antes que él. Sus
contribuciones a la física, a las matemáticas y a la astronomía son
indelebles. Y aunque tuvo muchas contribuciones importantes, también
se dedicó intensamente a la alquimia y la teología.
Sin embargo, incluso con una fe profunda, Newton tenía puntos de vista
muy poco ortodoxos acerca de Cristo. Escribió mucho sobre y, para él,
Cristo no tenía dos naturalezas divina y humana, como los cristianos
creen. Para él, sólo Dios Padre es el que tenía la naturaleza divina.
Estudió profundamente la Biblia y textos patrísticos para validar este
punto de vista.
A pesar de todo, siempre trató de mantener una gran discreción sobre
sus ideas religiosas, pues después de todo, su trabajo se vio amenazado,
ya que los estatutos del Trinity College exigían que para convertirse en
maestro tenía que ser ordenado ministro anglicano. Pero su conciencia
no se lo permitió, dadas sus creencias poco ortodoxas.
Según el historiador de la ciencia respetado y biógrafo de Newton,
Richard Westfall, se salvó en el último momento por una dispensa real
de la ordenación, del titular de la cátedra Profesor Lucasiano de
Matemáticas, que era la posición de Newton.
Hubo una corriente filosófica, el determinismo, que defendía que las
leyes de la mecánica newtoniana eran capaces de prever todos los
acontecimientos futuros del universo. Con eso, Dios sería dejado de
lado, el libre arbitrio sería una farsa.
Y sin embargo Newton, como persona profundamente religiosa que era,
se opuso al determinismo. Con pura intuición, motivado por la fe,
intentó demostrar que no era posible prever los movimientos
planetarios en cualquier instante del futuro. Según él, la complejidad de
las interacciones no permitía ese análisis, ni siquiera en teoría.
¡Nuevamente Newton acertó! Lo probó dos siglos después el
matemático Henri Poincaré al desarrollar la Teoría del Caos.
El caso de Newton contra el determinismo es muy interesante para
mostrar que la ciencia y la fe pueden unirse para demostrar la invalidez
de una posición filosófica falsa.

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