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¿Qué características debe tener un líder para ser capaz de asegurar el cambio y éxito

escolar?

En el contexto de mi escuela, un líder debe tatuarse en el alma la frase del profesor Murillo que
“para cambiar hay que tener una utopía por la que luchar”, la cual nos convoca a atrevernos a
soñar en un imposible necesario, a tener una convicción que implica un fuerte compromiso ético
y coraje para trazar un horizonte de sentido en el imaginario colectivo de toda nuestra
comunidad educativa, el cual nos sorprende por su explícita sencillez y soterrada complejidad. Si
nos interrogamos sobre la naturaleza del éxito escolar la mayoría concordaremos que consiste
en el desarrollo de la integralidad de nuestros educandos, esta idea que se enmarca en un
pensamiento eminentemente humanista es la que moviliza a todo líder educativo. En este
sentido, el líder debe ser profundamente reflexivo, crítico y creativo, ante los desafíos que nos
impone la vorágine de una cotidianidad líquida de un contexto globalizado que ha tensionado y
reconfigurado lo social, lo ético y lo educativo. A la vez, es imprescindible identificar cómo estos
cambios afectan nuestro quehacer y transformar nuestras prácticas pedagógico-educativas no en
un salto hacia el vacío, sino hacia la innovación necesaria para materializar el sentido último de
la escuela, por lo que el líder de mi colegio debe ser altamente perseverante y optimista en cada
proceso que se inicie en la escuela, esto se alcanzará en la medida que tenga sus objetivos
claros y que motive al profesorado para que se sumen a estos cambios, lo cuales constituyen
una oportunidad y no una amenaza, a los estudiantes para que se empoderen y encuentren
sentido al proceso escolar, a los apoderados para que se integren a las actividades de la escuela
y a los paradocentes para que comprendan que desde su rol también educan y que todos somos
importantes en el proceso educativo, en este sentido la confianza en sí mismo es siempre
legítima y necesaria. Para cambiar la cultura de la escuela y lograr los procesos de mejora, el
líder debe tener “los conocimientos, destrezas y capacidades para convertir ese sueño en un
plan realista”, nuevamente el profesor Murillo nos invita a afirmar junto con él que las
capacidades técnico-pedagógicas son las que vertebran la razón de ser de la escuela, no
obstante, el saber poder del líder debe manejarlo con humildad, lo que implica manifestar un
profundo respeto y tolerancia ante la diversidad en su sentido más amplio y actuar de forma
colaborativa con los demás. Uno de los desafíos que nos plantea la modernidad tardía y nuestro
contexto escolar inmediato, es la legitimación de la autoridad y ésta es legítima no sólo desde
una perspectiva jurídica (de la posición de poder asociada al rol y el estatus), sino que cuando es
reconocida, aceptada y respetada por el otro, ante lo cual, el líder debe tener un profundo
sentimiento democrático, este es un punto relevante para avanzar de un enfoque normativo a
uno democrático, el primero radica en la instalación, imposición y respeto de la norma por sí
misma; característico de la actual cultura presente en nuestro colegio. La antítesis de este
enfoque es uno democrático el cual presenta el supuesto que la participación o la co-
construcción de las decisiones pedagógicas y de gestión proporcionarán mayor nivel de
responsabilidad y compromiso de los actores. Conjuntamente con ello, el líder educativo debe
ser exigente con el cumplimiento de los acuerdos, compromisos y metas propuestas por toda la
comunidad. En este sentido, el carácter dialógico es central para comprender (nos) y desarrollar
los vínculos de confianza, de apoyo, de cercanía y de comprensión con cada integrante de la
comunidad escolar. Lo anterior se enmarca en una comprensión dialéctica del acontecer en
nuestras escuelas que facilita la transformación del profesorado en líderes educativos desde sus
respectivos contextos y a nuestra escuela en una comunidad de aprendizaje constante. No
obstante, cada realidad escolar es compleja y la linealidad del discurso salvífico de la episteme
teórica no da cuenta de ella pero nos proporciona la luz necesaria para guiaros, como
sabiamente planteaba Pablo Pineau, tal vez el camello no es la mejor opción para cruzar el
desierto pero no conocemos otro.

¿Qué prácticas de liderazgo lo definen a usted en la actualidad? ¿Cómo definiría su forma


de liderar?

No se puede capturar lo provisorio ni lo inesperado, la complejidad del cuerpo social torna


borrosa las ideas deterministas que lo encierran en comportamientos específicos. En este
sentido, los métodos de liderazgo escolar, al igual que la felicidad, no son extensibles a máximas
universales.
Entendiendo que el liderazgo escolar es aquella “labor de movilizar e influenciar a otros para
articular y lograr las intenciones y metas compartidas de la escuela”, es posible afirmar, también,
que el liderazgo es una categoría política dado que siempre estamos liderando-con. En este
contexto, empleo el concepto político no en un sentido doctrinario (estado, instituciones, partidos,
movimientos, etc.) sino, refiriéndome al modo ineludiblemente político de habitar el espacio
público, a la politicidad como condición humana. Las condiciones institucionales y
socioculturales del espacio escolar son factores relevantes en la proliferación de nuevos
liderazgos. En este sentido, una práctica inicial de liderazgo consiste en el ejercicio reflexivo de
identificar estas condiciones y a partir de ahí generar una praxis transformadora. Este excurso es
necesario para contextualizar la reflexión sobre las prácticas que me definen, las cuales se
mueven oscilantes entre la formalidad e informalidad de mi rol.
Para estructurar la problematización y declaración de mis prácticas específicas de liderazgo, las
abordaré a partir de las categorías empleadas por el profesor Leithwood. La primera se relaciona
con establecer rumbos, proceso que implica no sólo la comprensión de los objetivos
institucionales por parte de los diversos actores de la comunidad educativa, tiene como condición
hacerlos partícipes en la construcción de las respuestas a dos interrogantes ¿Qué pretendemos
lograr? y ¿De qué manera lo haremos posible?, de esta forma se desarrollará el sentido de
pertenencia, el compromiso, una identidad comunitaria que da sentido y orienta la práctica en la
cotidianidad. Una práctica específica de liderazgo efectivo que me define es reflexionar y dialogar
con mis colegas respecto a la posibilidad de lograr los objetivos institucionales.
Una segunda categoría de liderazgo efectivo es el desarrollo de las personas, lo implica una
profunda sensibilidad y creencia en el ser humano, considera que el aprendizaje es un proceso
constante y dinámico, estos espacios promueven el desarrollo desde la alteridad. Una de las
prácticas específicas que me caracteriza en esta categoría está vinculada a ofrecer estímulo
intelectual, mediante la capacitación a colegas en competencias Tic, asesoramiento (orientando
lecturas, revisando trabajos) a colegas que se encuentran cursando programas de
perfeccionamiento, y reflexionando colectivamente con mis colegas sobre políticas educativas,
enfoques pedagógicos, estrategias metodológicas, por mencionar algunos temas. Una tercera
categoría de liderazgo efectivo es el rediseño de la organización, la cual alude a la configuración
de la cultura escolar de cada institución, una práctica específica de esta categoría que me define
es la construcción de procesos colaborativos con mis colegas desarrollando en conjunto
instrumentos de evaluación y compartiendo material pedagógico. Quizás, de forma indirecta he
colaborado a crear una estructura que facilita el trabajo del profesorado desde mi rol como líder
sindical, al haber logrado cuerdo con la dirección del colegio sobre la mejora en el clima laboral.
Enfrentar la decisión de revisar analíticamente mi propia forma de liderar y señalar qué forma me
define, es altamente complejo porque se tiende a mezclar lo que se hace y lo que se desea. Pero
creo mi práctica contiene ciertos aspectos (aunque superficiales) del liderazgo distribuido porque
se enmarca en las aspiración de un cambio cultural de la escuela, donde el liderazgo lo
ejercemos todos, en este contexto, cuando desarrollo una actividad colaborativa con mis
colegas, distintos profesores encabezamos el proceso, dependiendo del tema que se aborde y
de las capacidades de cada uno, en coherencia con los requerimientos institucionales. Esta
forma de liderazgo se expresa en una praxis democrática, la cual se erige desde un proceso
dialógico, de comprensión y de trabajo conjunto con mis colegas, tiene como condición la
participación activa. En este sentido, es posible afirmar que la forma distribuida de liderazgo es
inherentemente concientizadora, emancipadora y empoderadora de todos los que participan y lo
ejercen.

¿Cuáles son actualmente sus principales fortalezas y debilidades en el ejercicio y praxis


del liderazgo? ¿Cómo ayudan esas fortalezas en la promoción de cambios positivos en el
ámbito escolar? ¿Cómo afectan esas debilidades en la promoción de cambios positivos en el
ámbito escolar?

Una reflexión crítica sobre mis principales fortalezas y debilidades entorno al liderazgo es un
proceso que obliga a mirarme y pensarme, lo que implica tomar conciencia de mí, es un desafío
a auto-comprenderse, exponerse, habitar la crisis radical que genera la duda; ejercicio que exige
una dosis, siempre necesaria, de humildad y de autocrítica, aspectos centrales para emprender
procesos de transformación y mejora, ya que si un líder no se conoce a sí mismo puede
continuar enclaustrado en su propia contradicción.
Luego de este ejercicio analítico puedo afirmar que algunas de las principales fortalezas es la
generación de diálogo con mis colegas, la promoción de acuerdos y lograr un trabajo
colaborativo. Estos aspectos en el ámbito escolar son necesarios para avanzar hacia una
transformación de la actual cultura de la escuela, permitiendo romper la verticalidad del ejercicio
del liderazgo, característica propia de las sociedades disciplinarias y contribuir a un ejercicio del
poder más horizontal que se enmarca en las determinaciones de las sociedades de control.
En el ámbito escolar, el diálogo y el trabajo colaborativo favorece la comprensión de las
contradicciones, espacios y tensiones fundamentales del proceso enseñanza-aprendizaje del
contexto escolar inmediato, lo que permite una mayor cohesión institucional, coherencia y
sentido respecto al proyecto educativo de la escuela, suscitando el mejoramiento de las prácticas
pedagógico-educativas.
Las debilidades del ejercicio y praxis de mi liderazgo las resumiré en dos, son la falta de
asertividad en la comunicación y el control de mis emociones. Estos son dos temas
fundamentales para ejercer el liderazgo de forma clara y coherente; se encuentran en evidente
contradicción con mi forma de liderar, la primera, termina por erosionar las relaciones sociales y
a largo plazo se traduce en una pérdida de confianza de los otros actores de la comunidad
educativa. El segundo aspecto, me hace vulnerable a las dificultades coyunturales, lo que puede
proyectar falta de seguridad.

¿Qué metas que debiese proponerse y alcanzar para desarrollar prácticas de liderazgo
efectivo en su escuela, que favorezcan cambios positivos y promuevan el aprendizaje de
todas y todos los estudiantes?

Esta pregunta es una invitación a conducirnos por la experiencia interrogante de la comprensión


de la complejidad de lo educativo. Esto obliga a reconocer que ninguna comunidad escolar
puede sostenerse en el tiempo sin la presencia de una idea reguladora que vertebre la praxis
pedagógica, y los esfuerzos individuales y colectivos. Podemos señalar junto a (AUTOR) que
consiste en la generación colectiva de un sentido de comunidad centrado en el aprendizaje. Esto
nos enfrenta al desafío de cómo estructurar y materializar esta idea; considerando que la forma
es determinante al momento de lograr la meta propuesta.
El liderazgo efectivo tiene distintas expresiones en el escenario nacional, no obstante existen
ciertas condiciones comunes en todos los casos de liderazgo exitoso, al menos eso nos plantea
la literatura revisada. Si existe una idea lo suficientemente clara, respecto al liderazgo educativo,
es el desafío de repensarlo y reestructurar los procesos hacia una escuela que sea capaz de
responder a las demandas socioculturales y politicoeconómicas, a las que se encuentra sujeta.
Una de las críticas en este sentido es que existe una escuela con procedimientos modernos y a
una sociedad y un alumnado posmoderno. Algunas de las demandas a la actual escuela son la
formación de estudiantes capaces de autogobernarse, flexibles, de adaptarse a las
transformaciones, con altos niveles de tolerancia a la frustración, promover del desarrollo de la
creatividad y la autonomía. En este sentido el modelo que la escuela promueve como debido y
deseable es un sujeto letrado, formado, buen católico y patriota, luchador contra las
adversidades, con ímpetu emprendedor, que conoce su lugar en la pirámide social pero con
intención de surgir, políticamente activo pero no rebelde, apegado a la familia, respetuoso de las
autoridades, digno pero no soberbio.
Luego de este análisis que en apariencia se aparta del sentido de la pregunta pero que está
estrechamente relacionada; no es posible decir que el foco del liderazgo es el aprendizaje, sin
enfrentar el riesgo de explorar críticamente el para qué de ello.
En este sentido, el profesor Leithwood, señala algunos efectos del liderazgo escolar, que
consiste en comprender que las prácticas pedagógico-educativas del profesorado están sujetas a
las motivaciones, significa adentrase en los aspectos subjetivos que los estimulan a realizar su
quehacer de la mejor manera que le sea posible, no obstante, el profesor no puede enseñar lo
que no sabe, lo que implica que se debe capacitar a los profesores para que mejoren sus
competencias técnico-pedagógicas, conjuntamente con ello generar condiciones de trabajo que
permitan centrase en generar procesos dialógicos, reflexivos, democráticos, participativos y
colaborativos, de esta manera no sólo se comparte la responsabilidad de los resultados
escolares sino que también se mejoran los niveles de compromiso.
En este escenario es posible pensar a la escuela una unidad capaz enfrentar las necesidades de
la comunidad que se encuentra inserta

Profesor Patricio Campos Palma.

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