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cuando he preguntado sobre esto a estudiosos cusqueños, ellos llegan como regalo para otros hombres poderosos et como

poderosos et como concubinas y sirvientas


rápidamente al tema del matrilinealismo en el parentesco, del padre ausente, del gobernanteáCieza, II: 162; Pizarro/1986 ({1571}: 67). Sólo una parte de ellas,
etc., temas también relacionados a esa alta valoración de la chola. coñTOrmsrefcr por matronas (mamaconas) y sirvientas, permanecía siempre
Se viene estudiando mucho a la mujer en los últimos lustros: la popular en el acllahuasi: educando a las nuevas y haciendo servicios a la nobleza. Las
urbana, la campesina, la de clase media. Pero poco, casi nada, he encontrado mamaconas además dirigían parte de los rituales y preparaban los alimentos
respecto a la mujer ejecutiva, la que tiene un negocio más allá de períodos de sagrados y los banquetes/Acosta, 1985 {1590}: 256).
crisis como el actual (cuando el trabajo femenino extradoméstico es una «La contraparte femenina de los y ana fueron las mamacona», tpiceh
obligación, másque una constante). Tampoco hay mucho sobre la mujer Rostworowski (1988:226), «o sea, el reclutamiento masivo de muchachas
popular urbana de provincia. Por lo tanto, lo que sigue debe considerarse sacadasxie sus lugares de origen para llenar los adía huasi... ellas significaban
como un conjunto de notas en trabajo. para el Estado fuerza de trabajo para la fabricación de textiles, la preparación
Se tratará primero de buscar algunas pistas históricas respecto a la mujer de bebidas para los ritos, y para cumplir con la reciprocidad cuando se
urbana andina y su trabajo—el que proporciona ingresos, más que el necesitaba de esposas para los señores con quienes el soberano deseaba
doméstico, a pesar de que por momentos se funden en uno. Luego se congraciarse».
bosquejará un cuadro aproximativo de las ocupaciones que las mujeres tienen Siendo las aellas las mujeres mejor descritas en las crónicas, no deja de
hoy en día, orientado hacia aquéllas donde interviene la producción o venta haber menciones a otras mujeres del común. En algunos casos se habla de
de alimentos. Por último se hace una disquisición acerca de la actividad las que acompañaban a sus maridos a la guerra llevando las armas, los
culinaria en relación al género. Los dos primeros temas son importantes para alimentos y el menaje para guisar en campaña: «las yndias casadas que
después ubicar a las dueñas de picanterías en la sociedad actual: como andauan en la guerra lleuauan a questas la comida de sus maridos, las ollas,
trabajadoras de un negocio independiente con tradición de siglos. La idea es y aún algunas la chicha»!(Pizarra, 1986 {1571}: 239), es decir las antecesoras
que el conjunto de este capítulo pueda dar una imagen de cómo son las de las rabonas en la guerra con Chile. Esta costumbre la aprendieron
mujeres empresarias del Ande. rápidamente los españolesj como testimonan Cieza (III: 107, 183, 280) y el
Anónimo Sevillano; que habla de cuatro o cinco mujeres dadas por un
1. Otra vuelta por la historia cacique a Pizarro «para que le sirviesen a los christianos en guisar de comer
por los caminos»(0967 {1534}: 81).
Como se dijo antes, es de suponer que todo negocio se inicia en la colonia al Una ocupación que se menciona con frecuencia es la de preparar la
profundizarse y cambiar cualitativamente la división del trabajo, chicha: siempre que se precisa quiénes la elaboraban se menciona a mujeres
especialmente en las ciudades, donde surgieron diferentes oficios, no sólo a —por lo menos en la sierra— como en el caso de los acllahuasis. «Las casas
nivel administrativo, sino también productivo. Sin embar-go, creo que aquí del cacique Atabalipa estaban llenas de mugeres que hazían chicha para el
también hay elementos que vienen de antes de la invasión de Occidente; por real de Atabalipa» (idem: 83).
ejemplo, una división del trabajo por sexo que de hecho ha influido sobre el ***** Guamán Poma escribe sobre ello, cuando describe sus «calles»
tipo de oficios desarrollados en la etapa colonial.
C —algo así como etapas de edad prehispánicas— y muestra cómo la
educación y las ocupaciones diferían según sexo. Señala que entre los cinco
Trabajos femeninos en el Tazvantinsuyo y los nueve años la niña del común «ayudaua hazer chicha» O 980
{1613}: 205) y luego de los doce a los dieciocho años las jóvenes la «hazían
/ A l o largo del Imperio Inca existían los acllahuasis (casas de escogi-das),
descritos tantas veces por los cronistas. En estas casas estaban las mujeres que para su padre y su madre» (idem: 201).
habían sido elegidas —pareciera que desde niñas— por sus cualidades físicas Para este cronista los niños en general empezaban a ser «de provecho»
o por sus habilidades manuales. Se dedicaban a hacer tejidos, cocinar y desde los cinco años, en el caso de las niñas porque entonces ya «comiensan
preparar chicha para el inca y otras autoridades y para las fiestas. Su vida, sin a trauajar, hilar zeda... traer de comer yuyos de la labransa y ayudaua hazer
embargo, no transcurría eternamente en esas casas, sino que muchas de las chicha y seruía de criar a los menores y le trayya cargado a los niños» (idem:
aellas eran reservadas como trofeo de guerra para generales sobresalientes, 205). Mientras tanto los niños varones de la misma edad tenían menos
quehaceres: «seruían de hazer jugar a lascrías» (idem: 185). En las etapas libro de Glave, Trajinantes, donde analiza documentos sobre servidores
anteriores los niños, al no servir para nada, no tienen para Poma referencias domésticos -entre ellos un censo: La Paz, 1684— y sobre las actividades
diferenciadas por sexo, mientras que en las siguientes la distinción entre femeninas en general. Lo que sigue, entonces, son básicamente notas
actividades femeninas y masculinas es cada vez mayor. extraídas de ambos escritosh .
En la etapa más importante para Guarnan Poma, de los 25 a los 50 años Lo primero que sucede a las mujeres en la colonia, mejor dic o ya en
(edad en que se paga el tributo), los hombres son valientes, soldados de la conquista, son los hijos engendrados como consecuencia de la invasión.
guerra y mitimaes, trabajan de labradores y en las minas (idem: 171), las Parece que esto sucedió más—o al menos es mejor conocido en re
mujeres tienen el oficio de «texer rropa» (idem: 190), es de suponerse que las indias nobles. Es proverbial el caso de Garcilaso: su padre un conquis-
entre otras actividades. Rostworowski (1988: 217) anota que en las «calles» tador español, su madre una princesa inca, no se casaron, y aunque el IJO
de Guarnan Poma «se observa que las mujeres mantenían una actividad fue reconocido por el padre, éste no le dio su nombre. El mito de Kon Ojllo,
laboral mayor que la de los hombres», lo que es especialmente notorio en mujer que no se dejó violar por los españoles myasore|Confirma la
las etapas previas al ser tributarios. frecuencia con que ocurrió lo contrario (Vamarcel J975;,
Si bien no había por entonces tanta especialización por oficios sí existía Sin embargo, no era del todo raro el matrimonio de españoles con
pues por sexo, como precisa la misma historiadora. A las niñas se les indias sino que «esta práctica era muy común y se comprueba al notar que
enseñaba a cuidar a sus hermanos menores, a recoger plantas alimenticias, todas las hijas de Huayna Capac se unieron en matrimonio con
medicinales y para tintes (Rostworowski, 1986:7). Es decir que en la práctica conquistadores» ¿Burkett, 1976: 7). Lo mismo trasluce el libro de
la educación se orientaba hacia el ideal de Mama Odio, más que al de Mama Rostworowski (1989) sobre la hija mestiza de Pizarro.
Huaco, quienes, según Rostworowski, representaban los papeles de «mujer Pero con matrimonio de por medio o no, muchas mujeres tuvieron
hogareña, ocupada en las tareas de la casa, la crianza de los hijos, el hijos con españoles, lo que llevó a darles un status especial, ya que esos
cumplimiento de faenas agrícolas y textiles», la primera, mientras que la hijos tenían ciertos privilegios: heredaban, viajaban a España, etc. bus
segunda era la «mujer guerrera, libre y osada que podía ejercer el mando madres, por lo tanto, tenían que aprender a moverse en el nuevo mundo
de los ejércitos» (idem: 5). de leyes coloniales para poder aprovechar tales ventajas, que aumentaban
en caso de ser de familias incas nobles (Silverblatt, 1990: 86).
Las primeras negociantes Otra diferencia respecto a la situación anterior a la colonia está en las
numerosas mujeres que fueron sacadas de su lugar de origen y llevadas a
Cuando la región es colonizada, y empieza a regirse y organizarse según casas de colonizadores —que vivían generalmente en las ciudades— para
pautas occidentales, la división del trabajo por género preexistente es usada trabajar en el servicio doméstico: cocinar, lavar, ser amas de pecho o «hacer
por los españoles en la nueva sociedad. Guamán Poma menciona a curas, de todo», actividades mencionadas en los contratos de trabajo vistos por
alcaldes y también caciques que en provecho propio hacían a las mujeres Glave (1989: 355-361). Los contratos tenían un plazo, aunque no se sabe si se
«texer rropa, hilar, amasar y vender pan y chicha y uino» cumplía ni si siempre había contratos. En todo caso el servicio doméstico era
(Guamán Poma, 198011613}: 575), por lo cual el sugiere que no se ocupe una forma, quizá la más intensa por entonces, de migración prolongada a
particularmente a las mujeres en estas actividades pr.vadas (id®®). Sin las ciudades y parece que muchas mujeres al terminar su plazo de trabajo
embargo, el servicio doméstico estaba ya instituido desde muy temprano no volvían a su lugar nativo sino que se quedaban en las ciudades, ocupadas
en la colonia e iba a permanecer hasta la actualidad, a veces bajo en algún trabajo, con frecuencia referido a la preparación y distribución de
modalidades muy semejantes, menos como una forma de obtener ingresos alimentos en mercados o en forma ambulatoria (Burkett,1976: 16). Lockhart
y más como un servicio personal doméstico. (1982: 207) menciona como especialidades femeninas de la época la
6 Hay dos artículos de importancia sobre este tema, el trabajo femenino
elaboración de panes y bizcochos, el trabajo decomadronas, costureras,
en la colonia y particularmente en las ciudades. Uno, escrito por Burkett, posaderas, tener pensiones, etc.
se refiere a las mujeres indias al comienzo de la colonia y su diferente A veces las mujeres realizaban estas labores en establecimientos de
posición respecto a los hombres nativos; otro es uno de los capítulos del españoles —como empleadas o dependientes— pero también en forma
independiente en mercados y calles. Incluso había indias «dueñas de chicha y alimentos, los venden, mascan maíz para la chicha, etc.; sin
almacenes y de tiendas (quienes) constituían la aristocracia de las mujeres embargo, este viajero dice que son hombres los encargados de los tambos
indígenas dedicadas al comercio» ^u^eU¡Jj.976:17|. He aquí a las primeras (1872: 16, 136).
negociantes andinas, algunas de las cuales seguramente fueron chicheras. Por su parte, algunas décadas antes, aunque siempre en el siglo XIX,
Parece que este grupo inicial marca la clave para el desenvolvimiento Blanco (1974: 238-245) habla de las mujeres solamente en dos casos: como -
posterior de la mujer urbana andina, porque estaba formado funda- aponjas —o servidoras de ellas— dedicadas al trabajo piadoso, a preparar
mentalmente por mujeres. Según Burkett 0 976:6), al llegar los españoles hay dulces, tejer y cuidar enfermos; o como vendedoras de mercado, gateras o
un desbalance demográfico en los Andes entre hombres y mujeres: la placeras (idem: 283). En ambos casos se refiere al Cusco.
proporción aproximada era de dos a cuatro mujeres por cada hombre Algo que de hecho continúa existiendo entonces es el servicio
español o indígena. La abundancia de mujeres fue aprovechada por los doméstico urbano |y el rural en las haciendas), que siempre ha sido
conquistadores ya que inicialmente sólo llegaron hombres blancos a las predominantemente femenino. También diversas actividades ligadas a
Indias: unos veinte por cada mujer de su raza, situación que sólo habría de labores domésticas, como las chicherías y las confecciones. En El padre
corregirse después del siglo XVII con la aparición de una nueva generación Horán, Aréstegui dibuja a la protagonista y a su amiga como costureras de
de indios y mestizos y también con la llegada de mujeres españolas. sectores medios que venden su producto al grupo alto.
* Según esta imagen, entonces, habría que ver a las ciudades coloniales en En todo caso hasta hoy se puede ver a la mujer trabajadora urbana
sus inicios con mucha población de mujeres indias ocupadas en servicios ubicada principalmente en cuatro áreas: servicio doméstico, preparación y
domésticos en casas de españoles o laborando en diversas actividades venta de alimentos, confección y venta de prendas, y, por último, comercio
comerciales relacionadas sobre todo a la provisión de alimentos. Los de diversos bienes (contrabando, por ejemplo).
hombres indígenas habrían tenido poco acceso a las ciudades en esta época Es a comienzos del siglo XX y en el marco del movimiento indigenista
y así las mujeres nativas habrían sufrido una ruptura en sus relaciones con cuando se empieza a ensalzar a la mujer andina, creando esa imagen de
los hombres indios, ya que estaban sumergidas «en un sistema social que se laboriosidad, sufrimiento y desprendimiento. «El símbolo de la actividad
basaba más en el sexo que en la raza»4idem: .28). Es decir, que los contactos femenina es la hilandera ambulante (siempre) con el huso en movimiento»
se daban más entre mujeres o entre hombres, más allá por supuesto de las (Varcárcel, 1975: 35). Mientras camina siempre hila, además hace el trabajo en
relaciones específicamente sexuales/Gíavei (1989: 331), por su parte, habla su choza, vende en la ciudad, cuida a sus hijos y a sus animalitos, recoge
del «estado de descomposición de los emparejamientos, los esporádicos yerbas útiles y leña, descascara granos... nunca «deja en inercia sus manos
encuentros no implicaron responsabilidad de los varones respecto a la laboriosas» y si falta su pareja «ella ía reemplaza en todas las tareas. No teme
prole». al trabajo, apenas se fatiga» (idem: 35-36). Así es la india campesina, y cuando
Las mujeres indias, pues, una vez solas en la ciudad, debían recurrir a ella «se urbaniza no pierde sus cualidades económicas... trabajará incansable
algún medio para sostenerse ellas mismas y a sus hijos, ya que no volvían y pondrá todo el dinero a disposición de su 'amando', algún mestizo vago y
a sus pueblos o se encontraban desarraigadas de ellos desde anteriores vicioso...» (idem: 36).
generacionesrídem: 338,341). Entonces tenían dos posibilidades: trabajar Por su parte, Uriel García dedica un capítulo breve de su Nuevo indio a la
para españoles o establecer su propio medio de trabajo. chola: ella «es la que engendra el alma del pueblo», en sus lugares habituales
como los mercados, ferias, chicherías, arrabales y tenduchas (1973: 189). «La
La chola en el siglo XX chola avanza desenvuelta y sin miedo hacia la ciudad y el
presente»<fídemTIQUl «es más trabajadora que el hombre y tiene más afanes
Para los siglos siguientes —XVIII y XIX— no he encontrado demasiada de adquirir prestigio económico... (además) sostiene al amante, al cholo vago
información más allá de algunas líneas escritas por viajeros del siglo y ocioso que la explota y la hace trabajar a fuerza de golpes» \(idem: 192). La
pasado, como Squier (1974:28-29), quien dice que en el mercado de Lima india es la madre de la chola y conserva su primitivismo en constante fuga
«la masa de vendedores son mujeres», que venden acompañadas de sus del tiempo, mientras que la chola «recupera su energía espiritual para el
hijos. También están los dibujos que ilustran el libro de Marcoy. En los comienzo de otra vida» (ídem: 189-190; ver tambiep) Huayhuaca, 1969).
tambos y picanterías quienes aparecen trabajando son mujeres: preparan
***" Tales autores fueron propagandistas de una nueva manera de ver al
indio, valorando su trabajo y su cultura. Coinciden además en alabar a la
mujer andina y en denigrar a su compañero, especialmente cuando se trata
del que está en las ciudades.
Desde entonces se crea esa imagen de la chola que descubre Burkett?,
imagen que tiene relación con el «nuevo matriarcado» del que habla Delgado
(1985:6) en un artículo sobreel mestizaje: «la madre del mestizo,
cansada de tener que soportar pasivamente la hybris (violencia desen- frenada,
lujuria) doméstica del padre y del hijo, finalmente aprendió a representar lo
que seguramente se esperaba de ella, que hiciese las veces de autoridad» (idem:
11).
La chichera es el prototipo de esta mujer peruana, la chola..«Cholas son las
dueñas de las picanterías, que tienen el abdomen más.que abultado y que entre
eructos y zalamerías, atienden a sus parroquianos» (Huayhuaca, 1969: 166).
Pero donde mejor ha sido descrita la chola urbana en sus cualidades de trabajo
y empeño, de autoridad y energía, y donde además se le ha dado importancia
como colectividad, ha sido en Los ríos profundos, novela en la que parte
fundamental de la trama es una revuelta de chicheras en Abancay. Ellas exigen
la entrega de la sal por las autoridades para repartirla entre todas las mujeres
del lugar.
Dice Arguedas en esa novela que el barrio Huanupata era el de las
chicherías{1980: l2>), y es allí donde empieza el tumulto. Las mujeres, chicheras
en buena parte y líderes del movimiento, toman la Plaza de Armas donde
hacen un mitin en el que habla su cabecilla, doña Felipa, «una chichera
famosa... la mujer tenía cara ancha, toda picada de viruelas; su busto gordo,
levantado como una trinchera, se movía; era visible desde lejos su ritmo de
fuelle, a causa de su respiración honda. Hablaba en quechua»4idem: 91). Déla
plaza van las mujeres marchando al Estanco de la Sal: «las mujeres mayores,
que eran también las más -'“gordas, como las dueñas de las chicherías,
formaron una especie de primera fila» (idem: 9^); allí organizaron un reparto
incluyendo a las mujeres de la hacienda cercana, que tenían temor, sin embargo
«vinieron, dudando aún, caminando muy despacio» (idem: 97).
Respecto a la revuelta, los pobladores de la ciudad dicen que «la mujer,
pues, ha hecho correr a los guardias»; también, que «las chicheras son peor que
hombres, más que soldados» {ylem: 101 y 131). Sin embargo, Arguedas no
describe al hombre del mismo modo que los indigenistas. En su novela se
aprecia que ellos están apoyando detrás, ya que se trata de un problema de
mujeres: «hombres del pueblo formaban
una especie de barrera pasiva» durante el reparto en la ciudad, mientras que
en la hacienda «los peones... están acorralados» y no pueden hacer nada
Cidem: 99).
Pero la figura de la cabecilla va creciendo en el transcurso de los
acontecimientos, dejando entrever algo del cholo ocioso: cuando días
después del tumulto el protagonista vuelve a la chichería de doña Felipa, la
encargada de la cocina le dice que ella no está y que han botado a Don
Paredes (¿su marido?): «ocioso, pues. A otra picantería se habrá ido» (Ídem:
171).
“* Es de suponer que el hecho de que Arguedas hable de chicheras no es
sólo ambientación o pura coincidencia. Hasta hace poco se consideraba
tácitamente que las mujeres eran incapaces de organizar una asonada como
la narrada. Quizá solamente las chicheras y las placeras serranas fueran
vistas como suficientemente capaces de ello por entonces; ambas
desempeñando oficios típicamente femeninos, que dan bastante inde-
pendencia económica. Chicheras y placeras pueden ser vistas pues como la
imagen histórica déla mujer que lucha por sus derechos. «La plaza está
hirviendo de mujeres rabiosas», se sorprende y atemoriza un personaje de
la novela (idem: 90).
Arguedas hace constar así la fuerza de la mujer peruana, pero sin
eliminar la del hombre, como hicieran los indigenistas. Es difícil analizar la
maniquea actitud de esos intelectuales; sin embargo, algo de cierto debe
haber, y no hay duda de que la mujer urbana andina sobresale
cotidianamente en su activismo y su constancia.

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