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SUMARIO*
L E T T E R, i¿re.
M y Lord, S e p t . i ’jO'j.
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Septiembre de 1707
------------------Immanis in antro
Bacchatur Vates, magnum si pectore possit
Excussisse Deum: tanto magis lile fatigat
Os rabidum, fera corda domans, FINGITQUE PREMENDO.45
SEÑORÍA,
10. «Casi todos nuestros placeres» incluyen «el trato mutuo», la copre-
sencia actual, la habida o la por haber (cf. Shaftesbury, Investigación sobre
la virtud o el mérito, 186, 22-26). La presencia es copresencia porque la in
dividualidad se da en especie. La ontología de la individualidad es la ontolo-
gi'a de la copresencia. La socialidad de la copresencia es la negación radical
del individualismo atomista, abstracto, uniformador de los individuos. Mien
tras que la socialidad de copresencias es la ontología monadológica que in
cluye en cada mónada el reflejo copresente del Universo entero y más de la
Presencia infinita que se presenta en las demás presencias. Presencia es la for
ma activa de la inteligencia como mirada. El rostro (Levinas) no es lo fun
damental; el rostro es sólo un enmarque, justamente de la mirada. La esencia
de la inteligencia es mirada.
¿Por qué ha dicho «casi todos nuestros placeres...»? Sir Thomas Brow-
ne (1605-1682), en su Religio M edid (La religión del médico, 1643), tam
bién recurre a este artificio. Dice: «Yo he practicado este honesto artificio de
Séneca, y en mis imaginaciones retiradas y solitarias ... me he imaginado a
mí mismo en presencia de mis queridos y más estimados amigos». Pero el
Dr. Browne lo hacía para reforzar la debilidad de una naturaleza que no se
contenta con que «Ipsa sui pretium virtus sibi», es decir, con que la mera vir
tud sea el premio de sí misma (Religio m edid, Casell & Co., Londres, 1892,
p. 85). En cambio, la naturaleza es suficiente para permanecer en el bien sin
premios ni testigos que tomen nota. La copresencia forma parte de la viven
cia de la virtud; la ausencia sería despresencia, provocada por la violencia
de una abstracción aislante, como es el caso de la antropología cartesiana o
hobbesiana, y, en general, de las antropologías escatológicas, que consideran
aisladamente a cada alma, en su destino y en el juicio divino que la juzga en
metafísico solitario.
11. Como el Todo es el criterio ineludible de la armonía natural (Shaf
tesbury. Soliloquio o Consejos al escritor, pp. 145, 149), también es el cri
terio ineludible de la moral política. Hay un bien general, que es el de
la Humanidad; hay una verdad política, que lo es por su referencia a todo el
cuerpo político según referencia confederal concéntrica.
12. Es idea en la que Shaftesbury abundará: «Sólo el hábito de razo
nar hace al razonador»; «el ingenio se afinará en nuestras manos» (id., Sen-
sus communis, 49, 46). Son hábitos vitales, es decir, monádicos: orgánicos,
originarios, interiores...
13. Dentro de la «naturaleza [misma] de las cosas» hay una «alta me
dida (standard)» a la que espontáneamente acabaremos por atenemos, con
tal de que se deje expresar con libertad el [propio] sentir (id., Misceláneas, II,
1, 58, 15-17). Pero no se trata de medidas encorsetantes, opresivas; tampo
co son estoicas en un sentido ascético. Son afinamientos, ajustes de cuerda
NOTAS (PP. 97-106) 143
musical, por cuanto, como dice Horacio (Epístolas, 11, 2, 144), «los números»
y «los modos» mentales revelan lo que es «la verdadera.vida» (Shaftesbury.
Sensus communis, 93).
14. El de la impostura es un concepto fundamental en la gnoseología
de Shaftesbury. Impostura es la ficción (no necesariamente malintencionada
o maliciosa) de gravedad, de seriedad, de sobrecogimiento temeroso ante lo
divino: de la trascendencia e importancia de lo que se representa o transmite.
Cuando se rodea y circunda con seriedad ficciosa a un prejuicio, por supers
ticioso que sea, por absurdo que sea, la sociedad se lo traga. De ahí el peligro
y riesgo de exigir respeto intelectual ante supuestas sublimidades. Cf. ibid.,
64, 52: «el gesto y el tono son poderosas ayudas para la impostura».
15. «El sarcasmo agudo pone muchas veces en su sitio, más eficaz
mente y mejor, cosas importantes» (Cf. ibid., 18. 36).
16. Las bibliotecas comunes son más biblioteca que las privadas, y los
jardines públicos son más jardín que los jardines privados. ¿Por qué no ha
de haberlos, pues? Lo común tiene una realidad más intensa, es más real.
San Agustín veía la igualdad de los hombres en que todos podían tener en la
cabeza la idea de silla, aunque luego los unos tuvieran un trono; los otros,
un sillón; bastantes, una silla; muchos, una banqueta, y muchísimos, el san
to suelo. Es el idealismo del platonismo popular, que, después, necesita de
la institución eclesiástica y su escatología para sujetar las ganas que el géne
ro humano tiene de sentarse en asientos proporcionados al bípedo erecto. Lo
que Shaftesbury dice es que lo común suficiente, y por tanto verdadero, no
es la idea de silla, sino la silla accesible a todos, la silla «común». El uni
versal verdadero es lo común.
Asustaba Shaftesbury,'y por estas ideas lo tachaban de «loco».
17. «No hagas más que lo que harías para volverte loco racionalmen
te» (Terencio, Eunuchus. acto I, escena 1). Dice Shaftesbury en carta a Le
Clerc que, al traductor de Menanciro, Terencio, lo valora «más que a todos
los modernos originales juntos» (B. Rand, op. cit., p. 412).
18. Los antiguos son modelo en cuanto, entre ellos, florecieron por un
tiempo la filosofía y la libertad. Que tampoco se trata de suplantar la revela
ción religiosa poniendo en su lugar a los antiguos. La serie de las revelaciones
tiene su lógica religiosa, pedagógica. La maduración del género humano, me
diante la racionalidad y la libertad, traza el desarrollo de las fuerzas de la na
turaleza propia del hombre. Sería ridículo leer a los antiguos para recuperar la
libertad y quedar luego pendientes servilmente de ellos. «Antiguos y modernos
son iguales», y todo depende del acierto con que supieron tratar la naturaleza
interior y verdadera de las cosas, dejándolas ser desde sí mismas y desde su
propiedad (Shaftesbury, Régimen, en B. Rand, op. cit., pp. 78-79, 86; id.,
Sensus communis, 51).
144 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO
19. Se trata de la política que considera esta vida terrenal como un pe
ríodo de prueba para alcanzar meritoriamente la vida futura o última (escato-
Iógica). El buen gobierno, entonces, sería el que procura imponer la verdad
ortodoxa e impide la propagación del error, empleando los medios correc
tivos y penales, y justificando, así, los medios por el fin bueno. Todo el go
bierno político se subordina a la salvación de las almas tal como se concibe
desde una ortodoxia que se siente obligada a imponer la uniformidad doctri
nal y social.
Shaftesbury y su círculo son los primeros en leer El Quijote en clave crí
tica, social y política, frente a la vuelta del «gusto reinante [en el siglo xvi]
de la caballería gótica [o medieval] y mora» (id., Misceláneas, V, 1 [I, 2,
300, 18 y ss.)). La caridad «sobrenatural» ponía hecho un infierno de perse
cuciones y vejaciones a este mundo. En vez del «Vivir y dejar vivir», de
Lessing, el lema del entusiasmo fervoroso y apostólico era «No dejar vivir
para conducir a la vida etema». La Carta refleja esa interpretación de El
Quijote, que circulaba también por Amsterdam y que llegó a oídos de Leib-
niz. Leibniz refiere que el caballero William Temple, embajador de Inglate
rra en las Provincias Unidas, relacionaba la historia del ingenioso hidalgo
con el quietismo: la sensación de ridículo que metió Cervantes en el alma de
sus compatriotas, los habría paralizado. Leibniz ve en el quietismo o desdi-
namización del alma o sustancia individual, el mayor error antropológico.
Leer teológicamente las obras ingeniosas y extravagantes (como Los viajes
de Gulliver y el copioso fabularío del siglo, en general) era lo lógico, lo
usual, y lo que pedía ya una razón no abstracta.
20. El deseo de uniformar a todos los hombres en sus creencias y con
siguientes modales es un atentado contra la salud natural, contra la naturalidad
de una naturaleza de tipo «monádico», pues que cada naturaleza es absoluta
mente única (id., Sensus communis. 48). Frente al libre juego de los contrarios,
que da de sí proporciones y armonías verdaderas, naturales, frente a la pluri-
formidad, los progresistas a la moda o modernos quieren reducir la diversidad
de «complexiones intelectuales» y «el aire y aspecto que le era natural a cada
cual», a una sola filosofía: la del egoísmo como afección o pasión fundamen
tal y principal, como naturaleza de todos y cada uno de los individuos. El Es
tado moderno se convierte en sastre: corta, según patrón único, un uniforme,
y se lo impone a todo el mundo. A esto llaman racionalizar las cosas. Jona-
than Swift, el deán, se sirve también de las metáforas de sastrería en relación
con las religiones y sus ortodoxias uniformadoras (cf. Jonathan Swift, Histo
ria de un tonel, en Obras selectas, ed. de Lorenzo Criado, Swann, San Lo
renzo de El Escorial, 1988, sección II).
21. Daniel Defoe hacía notar en su semanario (The Review, 1.° de
septiembre de 1709) que «los dos primeros años del gobierno de Su Majes
NOTAS (PP. 107-113) 145
42. Entre los ingleses contagiados por los profetas hugonotes de Ceve-
nas, hay «algunas personas distinguidas por su rango en el mundo, por su in
genio y por su fortuna. Uno de esos prosélitos, gentilhombre de muy buen
carácter y de dos mil libras esterlinas de renta, profetiza en lenguas», le cuen
ta Coste a Leibniz (Gerhardt, Philosophische Schriften. III, 393). Lo de las
dos mil libras de renta lo cuentan todos, lo repiten todos, impresionados por
la inesperada compatibilidad entre semejante renta y el espíritu profético, o
porque tenga necesidad de profecías quien dispone de tal renta. Leibniz, y
toda Europa, sabe que se trata de lord Lacy: «C’etoit un homme —dice el ale
mán, que estaba en todas— raisonable et acommodé, mais qui se laissa en-
trainer par la contagion des Enthousiastes. jusqu'á écrire pour eux, et á deve
nir lui méme Enthousiast. L’Auteur dit l’avoir vu dans son extase proferant
une Prophetie en stile Latin le plus pompeux, quoique hors de cette émotion
il semblát en étre absolument impecable». Shaftesbury asistió a la exhibición.
No se privaba de ver por sí mismo todo lo que podía.
43. La Sibila, profetisa que, en éxtasis, predecía sucesos futuros, de
ordinario funestos, es una figura religiosa procedente del Oriente. De dife
rentes lugares y tiempos, se recogen unas diez de ellas. Las más famosas
eran las de Delfos, Eritrea y Cumas. La de Cumas es la que acompañó a
Eneas cuando bajó al averno, según relata Virgilio.
44. Cambia de repente su cara, cambia de color, / se le agita el cabe
llo; el anhelo, con fiera rabia, / levanta el pecho y corazón; parece mayor de
lo que es / y su voz no parece mortal, pues la emite el numen / del Dios que
se acerca...» (Eneida, VI, 47-51).
45. « ... Monstruosa en el antro / se agita la profetisa por ver si puede
echar / de su pecho al dios; pero tanto más le castiga él / la rabiosa boca, do
minando su fiero coraje, y lo modula conteniéndolo» (Eneida, VI, 77-80).
Virgilio compara la delirante Sibila a una yegua furiosa que está en
doma. La comparación la encontró en Eurípides, concretamente en Orestes
e Ifigenia.
46. «Vaticinan los varones como si estuvieran enloquecidos, con fa
nática agitación del cuerpo» (Tito Livio, XXXIX).
47. «En lo que respecta al futuro, dice Livio, etc., el D[ecreto] del
S[enado establece que] si alguien cree que semejante culto le es religiosa
mente necesario y que evitarlo equivaldría a cometer un acto de irreligión e
impiedad, manifiésteselo al pretor de la ciudad. Si se le concede permiso por
un Senado con no menos de cien [votantes], podrá celebrar el culto, con tal
de que no asistan al sacrificio más de cinco, no haya fondo común de dine
ros ni maestro de ceremonias o sacerdote alguno» (Tito Livio, XXXIX. 18).
48. Cf. A.-J. Festugiére, Epicure et ses dieux, Presses Universitaires
de France, París, 1946; C. García Gual y E. Acosta, Epicuro. Ética, Barral,
150 CARTA SOBRE EL ENTUSIASMO