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vez que me hago (que me dejo) f otografiar, Diríase que, aterrado, el Fotógraf o debe lu-

me roza indef ectiblemente una sensación de char tremendamente para que la Fotografía
inautenticidad, de impostura a veces (tal no sea la Muerte. Pero yo, objeto ya, no
como pueden producir ciertas pesadillas). lucho. Presiento que de esta pesadilla habré
I1naginariamente, la Fotografía (aquella que de ser despertado más duramente aún ; pues
está en mi intención) representa ese momen- no sé lo qu e la sociedad hace de mi foto, lo
to tan sutil en que, a decir verdE.d,_riQ_soy ni que lee en ella (de todos modos, hay tantas
sújeto riiobjef(), sino ms-bien un sujeto que lecturas de un mismo rostro); pero, cuando
se siente devenir objeto: vívo entonces una me descu bro en el producto de esta opera-
microexperiericia-d e-ia-muei:te (del parénte- ción, lo que veo es que me he convertido en
sis): me convierto verdaderamente en espec- Todo-Imagen, es decir, en la Muerte en per-
tro. Ef Pütograf o lo sabe peff ectamente, y él sona; los otros -el Otro- me despropían de
mismo tiene miedo (aunque sólo sea por mí mismo, hacen de mí, f erozmente, un ob-
razones comerciales) de esta muerte en la jeto, me tienen a su merced, a su disposición,
cual su gesto va a embalsamarme. Nada sería clasificado en un fichero, preparado para
más gracioso (si uno no fuese la víctima pa- todos los sutiles trucajes: un excelente fotó-
siva, el plastrón, como decía Sade) que las graf o, un día, me f otografió; creí leer en esa
contorsiones de los fotógraf os para «hacer imagen la pesad umbre de un reciente duelo:
vivo»: pobres ideas: me hacen sentar ante por una vez la Fotografía me reproducía a mí
mis pinceles, me hacen salir («f uera» es más mismo; pero algo más tarde encontré esta
viviente que «dentro»), me hacen posar ante misma f oto en la tapa de un libelo; mediante
una escalera porque hay un grupo de niños el artificio de un tiraje, yo tenía sólo un ho-
que juega detrás de mí, divisan un banco y en- rrible rostro desinteriorizado, siniestro e
seguida (vaya ganga) me hacen sentar en él. ingrato como la imagen que los autores del

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, 25
f 41104
cuando Wessing fotografió los s.oldados nica- 19
( ragüenses; desde el punto de vista de la rea-
lidad (que es quizás el del Operator), toda Muy a menudo, el punctu !n i:._1eta-
una causalidad explica la presencia del «de- lle>;, es- dedr:uñ-obfeto parcial. Asimismo,
,talle»: la Iglesia está implantada en esos paí- dar ejemplos depu-ñctum es, en cierto modo,
ses de América Latina, las monjas son en- entregarn1e.
f ern1eras, las dejan circular, etc.; pero, desde He aquí u na f amilia negra norteamerica-
. mi pu nto de vista de Spectator, el detalle es na, f otografiada en 1926 por James Van der
dado por suerte y gratuitamente; el cuadro Zee. El studium es claro: me intereso con
no tiene nada de «compuesto» según una simpatía, como buen sujeto cultural, por lo
lógica creativa; la foto es sin duda dual, pero que dice la f oto, pues habla (se trata de una
dicha dualidad no es el móvil de ningún «de- «buena» f oto): expresa la respetabilidad, el
sarrollo», como ocurre en el discurso clásico. f amiliarismo, el conf ormismo, el endomin-
Para percibir el punctum ningun análisis me gamiento, un esf uerzo de promoción social
sería, pues, útil (aunque quizás, a veces, para engalanarse con los atributos. del blanco
como veremos, el recuerdo sí): basta con que (esf uerzo conmovedor de tan ingenuo). El
la imagen sea suficientemente grande, con espectáculo me interesa, pero no me «pun-
que no tenga que escrutarla (no serviría de za>>. Lo que me punza, es curioso decirlo, es
nada), con que, ofrecida en plena página, la el enorme cinturón de la hermana (o de la
reciba en pleno rostro. hija) -oh negra nodriza- , sus brazos cruza-
dos detrás de la espalda a la manera de las es-
colares, y sobre todo sus zapatos con tiras
(¿por qué una antigualla tan remota me im-
·'
presiona? Quiero decir: ¿a qué época me re-
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Y.ts,1 4
SEGUNDA PARTE

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Ahora bien, u na tarde de noviembre, poco


tiempo después de la muerte de mi madre, yo
estaba ordenando f otos. No contaba «volver-
la a encontrar», no esperaba nada de «esas
f otografías de un ser ante las cuales lo recor-
damos peor que si nos contentamos con pen-
sar en él» (Proust). Sabía perf ectamente que, Proust,
vol. III,
por esa f atalidad que constituye uno de los p. 886
rasgos más atroces del duelo, por mucho
que consultase las imágenes, no podría
nunca más recordar sus rasgos (traerlos a
mi mente). No, lo que yo quería era, según
el deseo de Valéry a la muerte de su madre, Valéry,
p.51
«escribir una pequeña obra sobre ella, para
mí solo» (quizás un día la escriba, con el fin
de que, impresa, su memoria dure por lo
menos el tiempo de mi propia notoriedad).
Además, no puedo decir que esas f otos de

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ella que yo guardaba me gustasen, si excep- cía 1913, a mi madre en traje de calle, con
tuamos la que había publicado, aquella en la toca, pluma, guantes, fina lencería que sobre-
que se ve a mi madre, de joven, caminando sale por las mangas y el escote, todo de un
por una playa de las Landas y en la que «chic» desmentido por la dulzura y la simpli-
«reconocí» su modo de andar, su salud, su cidad de su mirada. Es la única vez que la veo
resplandor -pero no su rostro, demasiado así, tomada en una Historia (de los gustos, de
lejano- : no me ponía a contemplarlas, no las modas, de los tejidos): mi atención se des-
me sumía en ellas. Las desgranaba, pero nin- vía entonces de ella hacia el accesorio pere-
guna me parecía realmente «buena»: ni re- cido; pues el vestido es perecedero, constitu-
sultado f otográfico, ni resurrección viva del ye para el ser amado una segunda tumba.
rostro amado. Si algun día llegase a mostrar- Para «reconocen> a mi madre, fugitivamente,
las a amigos, dudo que les hablasen. por desgracia, y sin jamás poder guardar du-
rante mucho tiempo esta resurrección, es ne-
cesario que, mucho más tarde, reconozca en
26 algunas fotos los objetos que ella tenía sobre
su cómoda, una polvera de marfil (me agra-
En cuanto a muchas de estas f otos, lo que daba el ruido de la tapa), un frasco de cristal
me separaba de ellas era la Historia. ¿No es biselado, o incluso una silla baja que tengo
acaso la Historia ese tiempo en que no había- actualmente junto a mi cama, o incluso las
mos nacido? Leía mi inexistencia en los vesti- almohadillas de rafia que ella ponía sobre el
dos que mi madre había llevado antes de que diván, los grandes bolsos que a ella le gusta-
pudiese acordarme de ella. Hay una especie de ban (cuyas formas conf ortables contrariaban
estupef acción en el hecho de ver a un ser fa- la idea burguesa del «monedero»).
miliar vestido de otro modo. He aquí, ha- Así, la vida de alguien cuya existencia ha

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·¡ ;
precedido en poco a la nuestra ene ncerra- 27
da en su particularidad la tension misma de
la Historia, su participación. La Historia es Y he aquí que comenzaba a nacer la cues-
histérica: sÓIQ_s_e_ coJ:lsútyy_e_ i se la mira, y tión esencial: ¿la reconocía?
?e
para mirai:l::i -1.l_ecesa:-_i_ - tar excluido Según van apareciendo esas f otos reco-
ella. En tanto que alma viviente, soy propia- nozco a veces una parte de su rostro, tal
mente lo contrario de la Historia, lo que la similitud de la nariz y de la frente, el movi-
desmiente en provecho únicamente de mi mien to de sus brazos, de sus manos. Sólo la
historia (imposible para mí creer en los «tes- reconocía por fragmentos, es decir, dejaba
tigos»; imposible cuanto meno,s ser. uno d escapar su ser y, por consiguiente, dejaba
ellos; Michelet no pudo, por asi decir, escn- escapar su totalidad. No era ella, y sin em-
bir nada sobre su propio tiempo). El tiempo bargo tampoco era otra persona. La habría
en que mi madre vivió antes que yo , eto es reconocido entre millares de mujeres, y sin
para mí la Historia (por otro la?o, esta ep?ca embargo no la «reencontraba». _La NC..OJl.QCÍa
es la que históricamente me interesa mas). dif erencialn1ente, no esencialmente. La f oto-
Ninguna anamnesis podrá jamás hacerme grafia me Oblíga at a un traba jo doloroso;
entrever ese tiempo a partir de mí mismo (es incliná1idoll1e h-acia la esenia de su identi-
la definición de la anamnesis), mientras que dad, me debatíá eii-inedio de imágenes par-
contemplando una foto en la que ella, siendo cialmente autéritrcas--J'.: pg[ _ _ c;g!_!§_!guinte,
yo niño, me estrecha contra sí, puedo reme- totálmell't f alsas. Decir ante tal foto «ies casi
morar en mi interior la suavidad arrugada del
crespón de China y el perf ume de los polvos
me
eilá!); resultaba más desgarrador que
decir ante tal otra: «no es ella en absoluto».
de arroz. El casi: régimen atroz del amor, pero tam-
bién estatu to decepcionante del sueño -es
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nada, las esquinas comidas, de un color sepia posición de sus manos, el sitio que había
descolorido, en ella había apenas dos niños tomado dócilmente, sin mostrarse ni escon-
de pie formando grupo junto a un pequeño derse, y por último su expresión, que la dif e-
puente de madera en un Invernadero con renciaba como el Bien del Mal de la niña '. '.i -
techo de cristal. Mi madre tenía entonces histérica, de la muñeca melindrosa que juega
cinco años (1898), su hermano tenía siete. a papás y mamás, todo esto conf ormaba la
Éste apoyaba su espalda contra la balaus- imagen de una inocencia soberana (si se
trada del puente, sobre la cual había exten- quiere tomar esta palabra según su etimolo-
dido el brazo; ella, más lejos, más pequeña, gía, que es «no sé hacer daño»), todo esto
estaba de frente; se podía adivinar que el fo- había convertido la pose f otográfica en aque-
tógraf o le había dicho: «Avanza un poco, que lla paradoja insostenible que toda su vida
se te vea>>; había juntado las manos, la había sostenido: la afirmación de una dul-
una cogía la otra por un dedo, tal como zura. En esa imagen de niña yo veía la bon-
acostumbran a hacer los niños, con un gesto dad que había f ormado su ser enseguida y
torpe. El hermano y la hermana, unidos en- para siempre sin haberla heredado de nadie;
tre sí, como yo sabía, por la desunión de sus ¿cómo aquella bondad pudo salir de padres
padres, que poco tiempo después se divor- imperf ectos que la amaron mal, en resumi-
ciarían, habían posado uno al lado de otro, das cuentas: de una f amilia? Su bondad esta-
solos, en la abertura de f ollaje y de palmas ba precisamente f uera de juego, no pertene-
del invernadero (era la casa en que había cía a ningún sistema, o por lo menos se situa-
nacido mi madre, en Chennevieres-sur- ba en el límite de una moral (evangélica, por
Marne). ejemplo); nada podría definirla mejor que ese
Observé a la niña y reencontré por fin a mi rasgo (entre otros): nunca, en toda nuestra
madre. La claridad de su rostro, la ingenua vida en común, nunca me hizo una sola «ob-
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la razón por la que odio los sueños- . Pues manif estaba el sentimiento justo que mi ma-
acostumbro a soñar con ella (sólo-sueño con dre había debido experimentar cada vez que
ella), pero nunca es completamente ella: a se había «dejado» f otografiar: mi madre «se
veces tíe_ne en el sueño algo de desplazado, prestaba» a la f otografía, temiendo que su
de excesivo: por ejemplo, es jovial, o desen- rechazo pudiese ser considerado como «acti-
vuelta, lo cual ella no era nunca; o también, tud»; superaba esta adversidad de situarse
sé que es ella, pero no veo sus rasgos (pero, ante el objetivo (acto inevitable) con discre-
¿es que acaso VJ!JJ1QS en sueños, o acaso sabe- ción (pero sin nada de la teatralidad con-
mos?): sueño con ella, peronolasueño. y traída a base de humildad o de enf urruña-
ate la f oto, com o en el sueño, se produce el miento); pues sabía sustituir siempre un
mismo esf uerzo, la misma labor de Sísíf o: valor moral por un valor superior, un valor
subir raudo hacía la esencia y volver a bajar civil. Ella no se debatía con su imagen, tal
sin haberla contemplado, y volver a empe- como yo hago con la mía: ella no se suponía.
zar.
Sin embargo, había siempre en esas f otos
de mi madre un lugar reservado, preservado: 28
la claridad de sus ojos. Por el momento no se
trataba más que de una luminosidad total- Así iba yo n1irando, solo en el apartamento
mente física, la huella f otográfica de un co- donde ella acababa de morir, bajo la lám-
lor, el verdiazul de sus pupilas. Pero esta luz para, una a una, esas f otos de mi madre,
era ya en sí una especie de mediación que me volviendo atrás poco a poco en el tiempo con
c?nducía hacia una identidad esencial, el ge- ella, buscando la verdad del rostro que yo
nio del rostro amado. Y además, por imper- había amado. Y la descubrí.
f ectas que f uesen, cada una de esas f otos La f otograf ía era muy antigua. Encarto-

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servación». Esta circunstancia extrema y
particular, tan abstracta en relación con una
imagen, estaba no obstante presente en el
rostro que tenía en la f otografía que yo aca-
baba de encontrar. «Ninguna imagen justa,
justo una imagen», dice Jean-Luc Godard.
Pero mi pesad umbre pedía una imagen justa,
una imagen que fuese al mismo tiempo justi-
cia y justeza: justo una imagen, pero una
imagen justa. Tal era para mí la f otografía
del Invernadero.
Por una vez la f otografía me daba un sen-
timiento tan seguro como el recuerdo, tal
como lo sintió Proust cuando, agachándose
un día para descalzarse, percibió en su me-
moria el rostro de su abuela de verdad, «cuya
realidad viviente volví a encontrar por vez Proust,
vol. 11,
primera en un recuerdo involuntario y com- p.756
«Cuál es, según vuestro parecer, pleto». El oscuro f otógraf o de Chennevieres-
el fotógra fo más grande del mundo? sur-Marne había sido el mediador de una
-Nadam
verdad, al igual que Nadar dando de su ma-
dre (o de su mujer, no se sabe) una de las más
bellas f otos del mundo; había producido una
foto surerogatoria, que ofrecía más de lo

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Nadar: Ma<f re o mujer del artista (Arch. Phot. Paris/S.P.A.D.E.M.) / 04


que cabía esperar de la esencia técnica de la 29
f otografía. O también (pues intento enunciar
esta verdad), esa Fotografía del Invernadero No podía por más tiempo omitir de mi
constituía para mí algo así como las últimas reflexión lo que sigue: que había descubierto
notas que escribiese Schumann antes de hun- es f oto remontándome en el Tiempo. Los
dirse, ese primer Canto del Alba que con- gnegos penetraban en la Muerte andando
cuerda a la vez con la esencia de mi madre y hacia atrás: tenían ante ellos el pasado. Así he
con la tristeza que su muerte produce en mí; remontado yo toda una vida, no la mía, sino
sólo podría expresar esta concordancia me- la de aquella a quien yo amaba. Partiendo de
diante una sucesión infinita de adjetivos; me su última imagen, tomada el verano anterior
los ahorro, convenddo no obstante de que a su muerte (tan extenuada, tan noble, sen-
esta f otografía reunía todos los predicados tada ante la puerta de nuestra casa rodeada
posibles que constituían la esencia de mi de mis amigos), llegué, remontndo tres
madre, y cuya supresión o alteración parcial, cuartos de siglo, a la imagen de una niña.
inversamente, me había remitido a las fotos Desde luego, la perdía entonces dos veces
de ella que me habían dejado insatisf echo. en su f atiga final y en su primera foto, que er
Aquellas fotos, que la f enomenología llama- para mí la última; pero tam bién era entonces
ría objetos «cualesquiera», no eran más que cuando todo basculaba y la podía reencon-
analógicas, suscitando tan sólo su identidad, trar por fin tal como ella era en sí misma...
no su verdad ; pero la Fotografía del Inverna- Ese movimiento de la Foto (del ordena-
dero, en cambio, era perf ectamente esen- miento de las f otos) lo he vivido en la reali-
cial, certificaba para mí, utópicamente, la dad. Al final de su vida, poco tiempo antes del
ciencia imposible del ser único. moento en que miré sus f otografías y des-
cubn la Foto del Invernadero, mi madre es-

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¡ '
taba débil, muy débil. Yo vivía en su debilidad satisf acer lo u niversal, si, después de haberse Morin.
p. 281
(me era imposible participar en un mundo de reproducido como otro que sí mismo, el indi-
f uerza, salir por la noche, toda mundanidad viduo muere, habiéndose así negado y sobre-
me horrorizaba). Durante su enf ermedad yo pasado, yo, que no había procreado, había
la cuidaba, le daba el tazón de té que a ella le engendrado en su misma enf ermedad a mi
gustaba porque podía beber más cómoda- madre. Muerta ella, yo ya no tenía razón
mente en él que en una taza, se había conver- alguna para seguir la marcha de lo Viviente
tido en mi niña, identificándose para mí con superior (la especie). Mi particularidad ya no
la criatura esencial que era en su primera podría nunca más universalizarse (a no ser,
f oto. En Brecht, por una inversión que en utópicamente, por medio de la escritura,
otro tiempo ad1niré mucho, es el hijo quien cuyo proyecto debía convertirse desde en-
educa (políticamente) a la madre; sin em- tonces en la única finalidad de mi vida). Ya
bargo, a mi madre yo nunca la eduqué, nunca no podía esperar más que mi muerte total, in-
la convertí a nada; en cierto sentido, nun- dialéctica.
ca le «hablé», nunca «discurrí» ante ella, para Esto es lo que yo leía en la Fotografía del
ella; pensábamos sin conf esárnoslo que la Invernadero.
ligera insignificancia del lenguaje, la suspen-
sión de las imágenes debía ser el espacio pro-
pio del amor, su música. Ella, tan fuerte, que
constituía mi Ley interior, yo la vivía para
acabar como si fuese mi niña. Resolvía así, a
mi manera, la Muerte. Si, tal como han dicho
tantos filósof os, la Muerte es la dura victoria
de la especie, si lo particular muere para

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30 dero. Esta Foto sólo existe para mí solo. Para
vosotros sólo sería una foto indistinta, una de
Algo así como una esencia de la Fotografía las mil manif estaciones de lo «cualquiera»;
flotaba en aquella foto en particular. Decidí no puedo constituir en modo alguno el ob-
entonces «sacan> toda la Fotografía (su «na- jeto visible de una ciencia; no puede f unda-
turaleza») de la única foto que existía segu- mentar objetividad alguna, en el sentido po-
ramente para mí y tomarla en cierto modo sitivo del término; a lo sumo podría interesar
como guía de mi última búsqueda. Todas las a vuestro studium: época, vestidos, f otoge-
f otografías del mundo formaban un Labe- nia; no abriría en vosotros herida alguna).
rinto. Yo sabía que en el centro de ese Labe-
rinto sólo encontraría esa única f oto, verifi-
cándose la frase de Nietzsche: «Un homqre
laberíntico jamás busca la verdad, ino úni- 31
camente su Anaclna.» La Foto del Inverna-
dero era miAn. adna, no tanto porque me per- Al comienzo me había fijado un principio:
mitiría descubrir algo secreto (monstruo o no reducir jamás el sujeto que yo era, frente a
tesoro), sino porque me diría de qué estaba ciertas f otos, al socius desencarnado, desa-
hecho ese hilo que me atraía hacia la Foto- f ectado, de que se ocupa la ciencia. Este
grafía. Había comprendido que de ahora en principio me obligaba a «olvidan> dos insti-
adelante sería preciso interrogar lo evidente tuciones: la Familia, la Madre.
de la Fotografía no ya desde el punto de vista Un desconocido me escribió: «Parece ser
del placer, sino en relación con lo que llama- que prepara usted un álbum sobre las Fotos
ríamos románticamente el amor y la muerte. de f amilia» (extravagante progreso del ru-
(No puedo mostrar la Foto del Inverna- mor). No: ni álbum ni f amilia. Desde hace
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·"i 66 04
1
!
mucho tiempo, la f amilia era para mí mi terno, había vencido el rigor de la Ley en
madre y, junto a mí, mi hermano; fuera de beneficio de lo Imaginario. Aunque proce-
ellos nadie más (a no ser el recuerdo de los dente de una religión sin imágenes en la que
abuelos); ningún «primo», esa unidad tan la Madre no es adorada (el protestantismo),
necesaria para la constitución del grupo f a- pero f ormado sin duda culturalmente por el
miliar. Por lo demás, cuánto me desagrada arte católico, ante la Foto del Invernadero yo
esa determinación científica de tratar la f a- me abandonaba a la Imagen, a lo Imaginario.
milia como si fuese únicamente un tejido de Podía, pues, comprender mi generalidad;
obligaciones y de ritos: o bien se la codifica pero, habiéndola comprendido, huía impla-
como un grupo de pertenencia inmediata, o cablemente de ella. En la Madre había un
·- ---------·-.- -
bien se hace de ella un nudo de conflictos y núcleo radian te,.ireductible:_mimªdre. To-
de inhibiciones. Diríase que nuestros sabios dos pretenden que mi pena es mayor debido
no pueden concebir que haya f amilias en las a que viví toda mi vida con ella; pero mi
que las personas «se amen». pena proviene del hecho de ser ella quien
Y del mismo modo que no puedo reducir era; y es por ser ella quien era por lo que
mi f amilia a la Familia, tampoco puedo redu- viví con ella. A la Madre como Bien, ella ha-
cir mi madre a la Madre. Leyendo ciertos bía añadido la gracia de ser un alma particu-
estudios generales veía que podían aplicarse lar. Yo podía decir, igual que el Narrador
de manera convincente a mi situación: co- proustiano a la muerte de su abuela: «no me
Goux mentando a Freud, Goux explica que el ju- empeñaba sólo en sufrir, sino tam en Proust,
daísmo ha rechazado la imagen con el fin de respetar laoriginalidad de mi sufrimiento»; vol. II,
p.759
ponerse a cubierto del peligro de adorar a la pues ésa - ofig!naiidad era el_ eflei9_de lo
Madre; y que el cristianismo, al hacer posi- qúe eri ella había-ae--absoluÍamente irreduc-
ble la representación de lo f emenino ma- tible, y por ello niis1119JÚ-r]idode-unavez
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, para siempre. Suele decirse que, a través 32
· de su labor progresiva, el duelo va borran-
1
. do lentamente el dolor; no podía, no puedo
· creerlo; pues, para mí, el Tiempo elimina Lo que había observado al principio, de
la emoción de la pérdida (no lloro), nada f orma separada, a guisa de método, y que
más. Para el resto, todo permanece inmó- consistía en que toda foto es de algún modo
vil. Puesto que lo que he perdido no es una conatural con su ref erente, lo descu brí ahora
Figura (la Madre), sino un ser; y tampoco de nuevo, como algo nuevo, debería decirlo
, un ser, sino una cualidad (un alma): no lo así, arrebatado por la verdad de la imagen.
/ indispensable, sino lo irremplazable. Yo Así pues, desde aquel momento debía con-
\ podía vivir sin la Madre (todos lo hacemos, , sentir la mezcla de dos voces: la de la trivia-
lidad (decir lo que todo el mundo ve y sabe) y
( más o menos tarde); pero lo que me quedaba la de la singularidad (hacer emerger dicha
de vida sería por descontado y hasta el final
1 incalificable (sin cualidad). trivialidad del ímpetu de una emoción que
soló me pertenecía a mí). Era como si inda-
gase la naturaleza de un verbo que no tuviese
infinitivo y que sólo se pudiese encontrar
provisto de un tiempo y de un modo.
Era preciso ante todo concebir, y por con-
siguiente, si f uera posible, decir (incluso si se
trataba de una cosa sencilla) en qué se dif e-
rnciaba el Ref erei:iJe deJa ¡;o' tograf ía.del de
los ot1o_s.sístemas.de_x.epresentaci6n
' ---- --------
..Llamo
-· ·- -

«ref erente f o t o g r áfico» no a la cosa faculta-


----.
----·---------
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68 . 04
tivamente real a que remite una imagen o un trado allí, en ese lugar que se extiende entre
¡ . signo;sino-f la ec5s[i l c/:?(1t1 1JÍ entereal que el infinito y el sujeto ( operator o spectator);
ha sido-colocada ante el objetivo y sin la cual ha estado allí, y sin embargo ha sido inmedia-
no habrí:if otografía. La pfniilra,-por_su par- tamente separado; ha estado absoluta, irre-
te, puede--ffnglr-fa iealidadsin haberla visto. c1:1sé!_blme11te_ pi:_es11te,_ y sin=e!llbarg9_ dif e-
El discúrso cori:ili1na-iinos slgiio-s que tienen rido ya. Todo esto es lo quiere decir el verbo
desde luego unos ref erentes, pero dichos re- intérsú-1i1.
f erentes pueden ser y son a menudo «quime- Puede que en la marejada cotidiana de las
, ras». Contrariamente a estas imitaciones, fotos, las mil f ormas de interés que parecen
nunca puedo negar en la Fotografia _gue la suscitar, el noema «Esto ha sido» no sea
cosa haya estad o allí. Hayu11aQQQÁgsición reprimido (un noema nunca puede serlo),
y
conjuntá: cte re-alidacl de pa_sado. Y puesto pero sí vivido con indif erencia, como un ras-
que tal imperativo sólo existe por sí mismo, go que cae de su peso. La Foto del Inverna-
debemos considerarlo por reducción como dero acababa de despertarme de dicha indi-
la esencia misma, el noema de la Fotografía. f erencia. Siguiendo un orden paradójico,
'Lo que intencionalizo en una f oto (no hable- puesto que normalmente nos aseguramos de
mos todavía del cine) no es ni el Arte, ni la las cosas antes de declararlas «verdaderas»,
Comunicación, es la Ref erencia, que es el bajo el ef ecto de una experiencia nueva, la
1 orden f undador de la Fotografía.
1 , , de la intensidad, yo había inducido de la
El nombre del noema de la Fotografia sera verdad de la imagen la realidad de su origen;
pues: «Esto ha sido», o también: lo Intrata- había conf undido verdad y realidad en una
ble. En latín (pedantería necesaria ya que emoción única, y en ello situaba yo de ahora
aclara ciertos matices), esto se expresaría sin en adelante la naturaleza -el genio- de la
duda así: «interfuit»: lo que veo se ha encon- Fotografía, puesto que ningún retrato pin-

136 137
69/10.J
1
1
tado, aun suponiendo que me pareciese «ver- grafía se anima y se convierte en cine: en la
dadero», podía demostrarme que su ref e- Fofoalgo se ha po__q_do_pt _ elqueño agu-
rente había existido realmente. jero quedándose en él para siempre (por lo
menos _ éste es 111i Íl !ii1_¿;!i oi;_ro_ en el
cine, algo ha pasado ante es. -ªg!lis'.i:_o:Ja
33 pose es arrebat(:lc,ia y_p_gsl-ªJ2or la sucesión
coritiniia" Clé lasimágenes: es ullaf enomeno-
Podía decirlo de otr() modo _!Q._q ue fun- logía distinta; y porJ6_ t 11to_otro axtJQque
dameniilia-naturalezá- dla, Fot9gi;c1f ía es la empieza, aunque:_<!e.1:!_v_e delJ?rimero.
posé: Impota poco la duración física de di- En la Fotografía la presencia de la cosa (en
cha pose; incluso si el tiempo ha sido de una cierto momento del pasado) nunca es meta-
fórica; y por lo que respecta a los seres ani-
millonésima de segundo (la gota de leche de
H. D. Edgerton), ha habido siempre pose, mados, su vida tampoco lo es, salvo cuando
pues la pose no es, no constituye aquí una se f otografían cadáveres; y aún así: si la foto-
actitud del blanco, como tampoco es una grafía se convierte entonces en algo horrible
técnica del Operator, sino el término de una es porque certifica, por decirlo así, que el
«intención» de lectura: al mirar una f oto in- cadáver es algo viviente, en tanto que cadá-
cluyo f atalmente en mi mirada el pensa- ver: es la imagen viviente de una cosa muer-
miento de aquel instante, por breve que fuese, ta. Pues la inmovilida<i clc:Ja_f otQ_ es _QQmo
en que una cosa real se encontró ante el ojo. el resultado de ._l!na _ C()Q.f!! ió!!_Q.e.ryer:m -n-
Imputo la inmovilicl_ad_de. l(:l ft_?_!Jresente a la tre-dosconceptos: I() Réal y lq_Y:_ivi_r1_t_e:_ª_!:§s-
tot!la pasad_?-_,j, esta 4e.tens;ión_e.s lo g ue cons- tiguando que el objeto ha sidg[ al,Ja f()tQ in-
tituye lapo · gnoJ¡:p}i_c.;_(:l Jºr gué el noema duce subrepticiamente a creer- que-es-vivien-
te, a causa de ese señuelo que nos hace
de la Eotografía_se_altL<LCJI<t_ndo esta Foto- - -- --------·-----''-----

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atribuir a lo Real un valor _ absolutarrwnte cantantes desaparecidos.) Pienso de nuevo
sup rio'.-eterno; pero deportando ese real en el retrato de William Casby, «nacido es-
hacfo.-el pasado («esto ha sido»)_ 1 la f oto su- clavo», f otografiado por Avedon. Aquí el
giere q_u-é-ste-est--ya_-muerto. Por esto vale noema es intenso; ya que aquel a quien veo
más decir que- errasgo immftable de la Foto- en el retrato ha sido esclavo: certifica que la
grafía (su noema) es el hecho de que alguien esclavitud existió, no muy lejana a nosotros;
haya visto el ref erente (incluso si se trata de y lo certifica no por n1edio de testimonios his-
objetos) en carne y hueso, o incluso en per- tóricos, sino mediante un nuevo orden de
sona . La Fotografía, además, empezó, histó- pruebas de algún modo experimentales, aun-
ricamente, como arte de la Persona: de su que se trate del pasado, y ya no solamente in-
identidad, de su propiedad civil, de lo que ducidas: la prueba-según-Santo-Tomás-in-
podríamos llamar, en todos los sentidos de la tentando-tocar-al-Cristo-resucitado. Recuer-
expresión, la reserva del cuerpo. Aquí, una do haber guardado durante mucho tiempo,
vez más, desde un punto de vista f enomeno- recortada de una revista ilustrada, una f oto-
"¡ lógico, el Cine _comienza .a dif erir de).a Foto- grafía -perdida al cabo, como todas las co-
grafía; pues el cine (ficci911al) - cl¡_t dos sas demasiado bien guardadas- que repre-
poses: el_ «esto-ha-sido» del _ acte>r: _y_ _el del sentaba una venta de esclavos: el amo, con
papel que desempeñai de suerte que (esto es sombrero, de pie; los esclavos, con taparra-
álgo que nunca experimentaré ante un cua- bos, sentados. Digo ef ectivamente: una f oto-
dro) jamás puedo ver o volver a ver en un grafía, y no un grabado; pue mi QQ_r[Qr y mi
film a unos actores que sé que están muertos f ascinación de_ nii!o provenían de esto: era
sin una especie de melancolía: la misma me- seguro que aqullg_l)abÍsidQ:_J Qd_t !a
lancolía de la Fotografía. (Experimento este que ver con la e)(é!.CJitud,.sino_c.onJa realidad:
mismo sentimiento al escuchar la voz de los el historiador no _[a ya el mediado;,-¡ ia-
----···-
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vitud nos venía dada sin mediación, el hecho dos de una estrella. Una epecie de cordón
aparecfaestabl cido ;/n
. -··
miiodo.
----·-
-- , .
.. --· umilical Uf!e el cuerpo de lac_osa f otografia-
da a mi miraa: la luz, aunque impalpable, es
aqu un 11!. sli_°- carnal, una piel que compárto
34 con aque_l . () aguella que han sido f otogra-
fiados.
Suele decirse que fueron los pintores quie- Parece ser que en latín «f otografía» se
nes inventaron la Fotografía (transmitiéndole diría: «imago lucis opera expressa»; es decir:
el encuadre, la perspectiva albertiniana y la imagen revelada, «salida», «elevada>>, «expri-
óptica de la camera obscura ). Yo afirmo: no, mida» (como el zumo de un limón) por la
f uesQn los q!J rr.iicos. Ya que el noema «Esto acción de la luz. Y si la Fotografía pertene-
h; sido» sólo f ue posible el día en que una ciese a un n1undo que fuese todavía algo
circunstancia científica (el descubrimiento sensible al mito, no podríamos dejar de exul-
de la sensibilidad a la luz de los aluros de tar ante la riqueza del símbolo: el cuerpo
plata) permitió capt r e_i EE_i_ir amado es inmortalizado por mediación de un
direc- metal precioso, la plata (monumento y lujo);
tamente}() raygs_lgíin9sg_s !11i! J?_?r un a lo cual habría que añadir la idea de que este
objeto iluminado de modo diverso. La f oto es metal, como todos los metales de la Alqui·
literalmente-----·u.na eman:acion-Cfelr-eferente. mia, es viviente.
-------------·--------·-------
De un-cuerpo real, que se encontraba allí, Es quizá por el hecho de que me encanta >
han salido unas radiaciones qu vienen a (o me ensombrece) saber que la cosa de otro
impresionªrme a1ni, qµme _encuentÍQaquí; iemp tocó realmente con sus radiaciones /
importa poco el tiempo que dura la transmi- mmed1atas (sus luminancias) la superficie \
sión; la foto del ser desaparecido viene a que a su vez toca hoy mi mirada, por lo que(
impresionarme al igual que los rayos dif erí-
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no me gusta demasiado el Color. En un da- 35
guerrotipo anónimo de 1843 se ve en f orma
de medallón a un hombre y una mujer colo- La Fof_<) af Íé:1_no rememora el pasado (no
reados por el miniaturista empleado en el hay nada de proustiano en una f oto). El ef ec-
taller del f otógraf o: siempre tengo la impre- to que produce ·enmrno es la restitución de
sión (importa poco lo que suceda realmente) loabOlído(po.r el tiempo, por la distancia),
de que, del mismo modo, en toda f otografía sin(O!l_ _t i_l.llonio de g ue lo q ue veo ha sido.
el color es una capa fijada ulteriormente so- Ah ora bien, éste es un ef ecto propiamen te
bre la verdad original del Blanco y Negro. El escandaloso. Cada vez la Fotografía 1ne sor-
Color es para mí un postizo, un af eite (como prende, me produce una sorpresa que dura y
aquellos ql1é-se lespro-diga a los _a(!áveres). se renueva inagotablemente. Tal vez esa ex-
Puesto qüé lo-que-iriejfu"fl_(¡i:_t<!:i}éi Q la «vida» trañeza, esa obstinación, se sumerge en la
de la f oto-{iiodón iJur!1!J1e11te i<:fológica), sustancia religiosa en la que he sido mode-
sino la certeza de que elcuerpof oíograf iado lado; no hay nada que hacer: la Fotografía
me toca con sus propios rayos, y no con una tiene algo que ver con la resurrección: ¿no
luz sobreañadida.
- -·"- ..._ . -
· -
·· ··· ·· - - ---
-- podemos acaso decir de ella lo mismo que los
(De este modo, la Fotografía del Inverna- bizantinos decían de la imagen de Cristo im-
dero, por descolorida que esté, es para mí el presa en el Sudario de Turín, que no esta-
tesoro de los rayos que emanaban de mi ma- ba hecha por la mano del hombre, acheiro-
dre siendo niña, de sus cabellos, de su piel, de poietos?
su vestido, de su mirada, aquel día). Tenemos ahora a unos soldados polacos
descansando en plena campaña (Kertész,
1915); no tiene nada de extraordinario, salvo
el hecho, que ninguna pintura realista podría

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"f' 4
plasmar, de que se encontraban ahí; no veo llos domingos por la mañana en que, viniendo
un recuerdo, una imaginación, una reconsti- de nuestro apartamento de la calle Jacques
tución, un trozo de la Maya, como el arte Callot, cruzaba el puente para ir al Templo
acostumbra a prodigar, sino!o real en el del Oratorio (f ase cristiana de mi adolescen-
pasado: lopasado y lo real 1_1? !!1C>_ _tiempo. cia). La f echa forma parte de la f oto: no tanto
Lo que la-Fotografía ofrece como pasto para porque denota un estilo (ello no me con-
mi espíritu (sin que por ello sea saciado) es, cierne), sino porque hace pensar, obliga a
a través de un breve acto cuya sacud id a no sopesar la vida, la muerte, la inexorable ex-
puede derivar hacia el sueño (ésta es quizá la tinción de las generaciones: es posi ble que
definición del satori), el misterio de la simple Ernest, el pequeño colegial f otografiado en
concomitancia. Una f otografía a;:;:z;n¡ma re- 1931 por Kertész, viva todavía en la actuali-
presenta una- boda (en Inglaterra): veinti- dad (pero ¿dónde?, ¿cómo? ¡Qué novela!).
cinco personas de todas las edades, dos Soy el punto de ref erencia de toda f otogra-
niñas, un bebé; leo la f echa y calculo: 1910; fía, y es-por -ello-por10-queésnr111B-ÍITduce
así pues, necesariamente, todos están muer- al asombro dirigi6ndÜme la pregunta fuvda-
tos, salvo quizá las niñas y el bebé (señoras mentaI ¿por qué r(l_:z;(?_n_ yiyo yo aquí y ahora?
mayores y señor mayor de edad en la actua- Desde luego, más que todo otro arte, la Fo-
lidad). Cuando veo la playa de Biarritz en tografía establece una presencia inmediata
1931 (Lartigue) o el Pont-des-Arts en 1932 en el mundo -una copresencia-; pero tal
(Kertész) me digo: «Quizá yo estaba allfo; es- presencia no es tan sólo de orden político
toy yo, quizás, entre los bañistas o los tran- («participar a través de la imagen en los acon-
seúntes, en una de aquellas tardes de verano tecimientos contemporáneos»), sino que es
en que tomaba el tranvía de Bayona para ir a también de orden metafísico. Flaubert se bur-
bañarme a la Grande Plage, o uno de aque- laba (pero ¿se burlaba realmente?) de Bou-
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corbata, el jersey, con el fin de recordar en misma; los artificios, raros, que permite no 1

qué circunstancia los había llevado; era per- sonprobatorios; son, por el contrario, truca-
der el tiempo. Y sin embargo, por el hecho jes: la fotografía sólo es laboriosa cuando en-
de tratarse de una fotogra fí a, yo no podía gaña-:-Se trata de una prof ecía al revés: como
negar que había estado allí (aunque no su Casandra, pero con los ojos mirando hacia el
piese dónde) .. Esa distorsión entre la certi- pasado, la fotografía jamás miente: o mejor,
dumbre y el olvido me prod ujo una especie puede rrientir so]:>re l sentido de la cosa,
de vértigo, y algo así como una angustia poli- siendo Teí1de11c(osq por_naturaleza, pero
cíaca (el tema de Blow-up * no estaba lejos); jamás podrá 1ne- ntir-- so.l;?i::y s_µ{C. istencia. Im-
' -

fui a la inauguración de la exposición como si poten te frente a las ideas generales (frente a
fuese por una pesquisa, para averiguar por la ficción), su fuerza, no obstante, es superior
fin lo que y_a n()_ sal! <!_de mí mismo. a todo lo que puede, a lo que ha podido
-Ningún escrito puede proporcio 113:rme tal concebir el espíritu humano para cerciorar-
certidumbre:- Es.la désdichal<:u.i.nque quizá nos de la realidad, pero al mismo tiempo esa
tambi6n-Ia-voluptuosi<liª)__c!f! gy_a1e, ese realidad rio es más que una contingencia
rio podrse ail_til1üf1car a sí mismo. El noema («así, sin más»).
delTénguaje es 9-1:1l i᧠esa incapacidad o, ha- Toda f otografia _ e_ _!l lcertificad Qre-
blando-pQsit{yª -Ilt: elJe11ggªj_ es ficcio- sencia. Este certific_9.qg_ es el nuevo gen que
nal por naturaleza; para intentar convertir el su invención ha introducido en la familia de
lenguaje en inficcional es necesario un enor- las imágenes. Las primeras fotos contempla-
me dispositivo de medidas: se apela a la lógi- das por un ho1nbre (Niepce ante La mesa
ca o, en su def ecto, al juramento; mientras puesta, por ejemplo) debieron darle la im-
que la Fotografía es in f n!_ _a_tod9 añadi- presión de parecerse como dos gotas de agua
do: no inventá nada; es la autentificación a las pinturas (siempre la camera obscura);
-··· - ·-·-· -- -- . . ...- .... -----'

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