Los últimos tiempos del Egipto independiente – Capítulo 6
VIII.I. EL TERCER PERIODO INTERMEDIO (1075-656 a.C.)
Hacia mediados del siglo XI a.C. el valle del Nilo ha vuelto a una situación de división interna y de falta de unidad. El Alto Egipto, con Tebas a la cabeza, llevará una existencia prácticamente independiente bajo el liderazgo, en principio, del Sumo Sacerdote de Amón. Aunque reconocen la soberanía nominal de los faraones del norte. Los pontífices debieron hacer frente de nuevo al deterioro de las grandes necrópolis tebanas, reparando sepulcros y momias. Entre tanto en el Delta, Smendes, un antiguo funcionario que había desempeñado el puesto de Visir, asume inaugurando la Dinastía XXI. Trasladaron la capital desde Pi-Ramsés a la cercana Tanis. Los faraones tanitas tuvieron un interés manifiesto en enlazar tradiciones con el Imperio Nuevo. Los textos de las Dinastías XVIII a XX se van a imitar y se reproducirán rituales, como la Fiesta Sed. La Dinastía XXI tratará de mantener buenas relaciones con los pontífices tebanos, con los cuales se llegarán a establecer vínculos matrimoniales. El final de la dinastía tanita se debió al ascenso de los libios en Egipto. Estos se establecieron de forma paulatina en el valle del Nilo, sobre todo en el delta Oriental y en la zona de El Fayum, desde la Dinastía XIX. Los cabecillas y jefes se constituían con poderes locales con gran autonomía. A mediados del siglo X a.C. el libio Sheshonk I se arroga la dignidad real, comenzando así la Dinastía XXII. Le devolvió un cierto aliento al país, sobre todo en política exterior. Puso a hijos suyos en el poder, con lo que la influencia de los libios en el sur quedaba bien afirmada. El final del protagonismo libio sobre Egipto se produce en una situación confusa de todo el Tercer Período Intermedio. Los soberanos no pueden impedir que el país se fragmente en diez o doce estados. Se producen la coexistencia de varias dinastías (a la XXII se añade una XXIII, también de libios, y la XXIV, de los príncipes saítas). Contemporáneamente a la Dinastía XXII se formará un estado en Nubia, las concretamente en Kush. La capital estará en Napata, y muy cerca en Gebel Barkal. Muy egipcionizados en su religión y costumbres. Aprovechando el vacío y despoblamiento en la Baja Nubia y de la debilidad de Elefantina, los kushitas se van extendiendo hacia el norte, llegando a poner a Tebas bajo su protección. Hacia el año 736 a.C., los nubios controlan el Alto Egipto. El dominio de Nubia sobre Egipto, será la Dinastía XXV y se apoyará en principio en el respeto a la supremacía militar (la campaña de Pianjy había sido una demostración de fuerza). El final del dominio nubio sobre Egipto se produce por la presencia extranjera, los asirios. El valle de Nilo se convertirá durante años en una provincia asiria, manteniendo el país gobernado por medio de una serie de gobernadores o linajes nativos.
VIII.2. LA ÉPOCA SAÍTA (DINASTÍA XXVI) 664-525 a.C.
Los asirios duraron poco tiempo, con la presión de enemigos como los medos y los caldeos o babilonios condujeron a la liquidación de este estado. El faraón Psamético I es quién instala la Dinastía XXVI. Muy diplomático y hábil gobernante y con el apoyo de carios y griegos, que, como mercenarios, ponen de pie a Egipto iniciando una buena relación. Psamético I y aprovechando el vacío de poder con la partida de los asirios, relanza la presencia egipcia en Palestina. El hijo y sucesor de Psamético I, Necao, intentará mantener la hegemonía en Palestina y conseguir la sumisión de Jerusalén, para eso se tenía que enfrentar con los babilonios, con resultado negativo. Necao, se volcó en mejorar la potencia naval egipcia y se empeñó en construir una flota incorporando las novedades de los griegos. Psamético II, será recordado por una gran expedición militar en Nubia, asegurando así la frontera meridional egipcia y relegando al reino kushita. En el año 525 a.C. Cambises derrotará a los egipcios e incorpora a Egipto como una satrapía del Imperio Persa. Con la muerte de Psamético, el último soberano saíta, se extingue la Dinastía XXVI. Uno de los aspectos más importante de la Época Saíta es la gran apertura hacia el exterior con muy buena relaciones con los griegos. En los siglos XII y VI a.C. coincide con lo que llamamos la Época Arcaica griega, uno de los períodos más brillantes y activos de esta civilización. Otro rasgo de esta Época Saíta fue una vuelta a los valores del pasado, a los elementos del pasado tradicionales de la cultura y la religión egipcia, fue un período brillante, el ultimo ciertamente pero con muchos elementos vivos. Vuelven a aparecer los Textos de las Pirámides en las tumbas y en los escritos funerarios. En lo que respecta a la vida política y organización administrativa aparecen muy dependientes del pasado. La tradicional concepción religiosa e ideológica de la monarquía se mantiene en monumentos y documentos oficiales. La estructura social sigue siendo la tradicional, donde además se produjo un incremento demográfico que incide en la explotación de los recursos del país. La economía se vuelven más dinámicas, las prácticas de mercado se hacen más complejas, en una evolución que está favorecida por la apertura del país al exterior, su integración en las redes del comercio internacional, y particularmente, por la actividad de extranjeros como los griegos, cuyo establecimiento en el país se vio promovido por la propia dinastía.
VIII.3. EGIPTO BAJO EL CONTROL EXTRANJERO (a partir de 525 a.C.)
Cuando en el 525 a.C. Cambises incorpora a Egipto al Imperio Persa comenzará un lento declinar cultural del país. Los tiempos de independencia política ya habían pasado. El valle del Nilo se integrará como provincia dentro del estado universal que establecieron los persas. Pese a un breve lapso en el recuperó la independencia (Dinastías XXVIII a XXX), los persas volverán a dominar Egipto hasta que en 332 a.C. Alejandro Magno llega a Egipto. Durante tres siglos el valle de Nilo se va a organizar como el más afortunado, sólido y bien organizado de los reinos en que se divide, a la muerte de Alejandro, el vasto imperio que el mismo había conquistado. Se trata de la Dinastía Ptolemaica (llamada también Lágida), que tendrá su centro más destacado en Alejandría, una de las mayores metrópolis de la civilización helenística. Sin embargo, durante los siglos de dominio romano, y muy especialmente con la cristianización del país, los últimos elementos de la cultura faraónica acabaron de decaer.