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2 La intencionalidad como Mala Conciencia

La segunda parte del texto DLECHYH, está compuesto de una serie de ensayos en los que Levinas
ya elabora una crítica a las nociones husserlianas, esta postura, en la que Levinas se distancia de
su maestro se debe, como lo mencionamos de manera precedente, a la lectura ontológica de la
fenomenología que ha heredado de Heidegger, de allí que la conciencia se reduzca a la
intencionalidad, es decir, al primado del rasgo intencional de la conciencia que será visto como
una “mala conciencia” que haría violencia al mundo al determinarlo bajo conceptos, dicha
violencia se exacerbaría cuando las determinaciones intencionales recaen sobre el otro.

En el presente apartado se expondrán los argumentos de la crítica levinasana a lo que él llamará


mala conciencia. Dado que para Levinas “la conciencia consiste en tematizar a través de una
multiplicidad y manifestar así el ser al proclamar su unidad e identidad” (Levinas, 2005, p. 324),
supone tal afirmación ciertas preconcepciones que es menester aclarar. Supone Levinas que la
conciencia en Husserl, consiste exclusivamente 1en tomar por tema un X, llámese tal X un algo
dado (ser, fenómeno, objeto o vivencia) del que se proclama, se mienta, se describe o se palabrea
con múltiples conceptos su identidad, su unidad o esencia.

Continúa Levinas su exposición afirmando que el lenguaje, de cierta manera, se pone en contacto
con el prójimo, lo toca, pero aquello que toca, aunque unidad del prójimo, no es idealizable2. De
haber tal unidad del próximo, ésta no se manifiesta, no se hace fenómeno por carecer del
“horizonte de multiplicidad donde su identidad podría ser proclamada, mantenida, tematizada y,
de este modo, revelada.” (p. 325), en últimas el otro no se deja conocer. Sin embargo cabría
preguntarnos ¿Qué tipo de conocimiento del otro supone Levinas, que lo lleva a denominarlo
prójimo o próximo? Y de no ser ningún tipo de conocimiento ¿Cómo se puede aseverar de él, que
comprende cierta unidad, que el lenguaje toca? ¿Cómo lo toca si no lo puede conocer, si no lo
puede poner por tema de manera alguna? ¿Acaso, si se supone cierto conocimiento por pasividad,
se queda este conocer, siempre en pasividad? ¿No hay cierto acto intencional necesario, para
denominar al otro, prójimo o próximo? Estas cuestiones se abordarán en la segunda parte del
trabajo.

En el próximo levinasiano, según sus palabras, es “aquello que tiene un sentido antes3, que se le
dé” no hay intuición del próximo que cumpla con constituirlo de forma inmediata, “la exposición

1
Si bien Husserl describe como rasgo preponderante de la conciencia, -el tomar por tema-, no es el único,
bien menciona en la LU en la quinta investigación que los estados internos del otro, quedan sumidos en el
misterio, dada la imposibilidad de comprenderlos o ponerlos en palabras como lo puedo hacer con los
propios estados subjetivos.
2
“pero el lenguaje como contacto, toca al próximo, en su unidad no-ideal” (Levinas, 2005, pp. 324-325)
3
Al aclarar que el próximo ya tiene sentido antes que se le dé alguno otro, se está incorporando para tal fin,
una categoría temporal (Adjetivo de tiempo que expresa prioridad temporal o espacial), es decir que se está
sosteniendo que el próximo está sometido a leyes espacio temporales al igual que un objeto, por ende a la
manera kantiana, la sensibilidad capta al otro como un objeto sensible y le proporciona una intuición de la
que se pueden hacer conceptos. Esta intuición objetiva no corresponde de ninguna manera a los estados
internos del otro; su mente, estados de ánimo, sino a su aparecer enfrente de los ojos tal como aparece un
objeto.
de un sentido en la intuición no realiza la inmediatez” es claro que la intuición no puede dar
cumplimiento de la constitución inmediata de los estados internos del próximo, pero acaso ¿no lo
hace de su darse como un objeto, como estando simplemente en mi campo de percepción
sensible, como otro que se manifiesta, como un cuerpo otro que se encuentra en el campo de
percepción? La exposición levinasiana continua acentuando que incluso el sentido captado por la
intuición no logra la inmediatez, pues ésta se mantiene siendo visión, por ende intencionalidad,
que aunque fuese originaria lo que mienta no supera la distancia de la proclamación o la
anunciación de lo mentado del otro. En cambio la inmediatez si es lograda por la proximidad ob-
sesiva de relación con el otro, cuya “proximidad que quema la etapa de la conciencia: no por
defecto, sino por exceso, por la “excesión” de la aproximación” (p. 325) salva la distancia entre
mismidad y otredad.

Levinas da cuenta de la posible confusión que se podría presentarse al explicar la relación con el
otro en estos términos, pues si no hay distancia entre uno y otro hablaríamos de lo mismo, sin
embargo, parece complacido en cambiar la distancia por una -ausencia fenoménica- que explicará
más adelante. Por lo pronto retoma la noción de excesión, afirma el autor que el exceso que
implica la proximidad del otro,

(…) hace que, en la conciencia, la proximidad siempre sea una presencia anacrónica: la
conciencia siempre llega retrasada a la cita con el próximo, el yo es requerido y es culpable
en la conciencia que toma del próximo, en su mala conciencia4. El próximo no es a la
medida y al ritmo de la conciencia. (p. 325)

Se hace referencia, en la pasada cita, a la mala conciencia que la intencionalidad es a la hora de


dar cuenta del próximo, pues al traerlo a la presencia, el sentido intencional captado es superado
inmediatamente por la novedad dinámica y cambiante que del próximo se espera, tal misterio
inconmensurable del próximo queda inalcanzable para la conciencia. De llegar a complacerse, la
conciencia, con la presencia intencional del próximo, es culpable. Según la interpretación que este
trabajo quiere mostrar, esta tesis de Levinas no pelea con la postura de Husserl quien se muestra
aún más radical al mostrar la imposibilidad de la tener noticia alguna de los estados internos del
alter ego. Este punto se retomará en el segundo capítulo del trabajo.

Frente a la exposición de los límites de la conciencia al constituir intencionalmente al otro, Levinas


re-presenta su noción de rostro ya expuesta en Totalidad e Infinito, de tal noción subraya su
significación particular, no se está haciendo mención a la obviedad que supondría que del próximo
captamos un sentido dado, más bien quiere decir el autor, que el rostro tiene “una significación
por sí mismo” (p. 325) aunque esto también parezca una obviedad, Levinas resalta que esa
significación singular aún sin referirse a la universalidad, o esencia de los otros, sigue siendo,
aunque no sea una “esencia irracional”.

Adelantándose a las críticas Levinas señala que la aproximación radical que el rostro imprime -
como conocimiento de sí- a la conciencia, no es ninguna conspiración así se afirme, que tal

4
Las cursivas son mías.
aproximación no va montada en el caballo de un conocimiento ideal, es decir, el rostro se impone
por encima de cualquier conciencia de tal rostro, este parece ser el mandato ético que el rostro
exige, “en el rostro el conocimiento y la manifestación del ser o de la verdad se integran en una
relación ética” (p. 325) en el rio de esta primigenia relación ética, la conciencia retorna a la
obsesión del cauce del conocimiento, pero ya no se habla de ningún conocimiento intencional,
sino de algún tipo de saber que lo sobrepasa “(…) la obsesión es la proximidad misma de los
seres.” (p. 326) La conciencia intencional –representativa, axiológica o práctica-, la mala conciencia
ha perdido la posibilidad de la aproximación ética con los seres.

El hecho de que el próximo no entre en un tema y que, en cierto sentido, preceda al


conocimiento y al compromiso, no es ni ceguera ni indiferencia, sino la rectitud de una
relación más tensa que la intencionalidad: el próximo me requiere, la obsesión es una
responsabilidad sin elección, una comunicación sin frases ni palabras. (p. 326)

La obsesión o exceso de la proximidad del rostro, no es más que el primado ético que Levinas le
quiere imprimir a la relación con el otro. La ética (como filosofía primera) supera por antonomasia
cualquier lectura gnoseológica, ontológica o lingüística que se haga del otro. El mandato ético
inclina la balanza de la igualdad a favor del otro, del que se es irreductiblemente responsable, la
responsabilidad por el otro es un factum inalterable del que no se puede tomar conciencia, ya que
la urgencia de tal mandato ético hace estallar cualquier contenido o correlato intencional. La
presencia del rostro desborda la conciencia de dicha presencia, sobrepasa toda manifestación o
representación concebible. La urgencia del mandato ético trastorna cualquier expectativa de
conocimiento del próximo.

Ahora bien, tal urgencia del mandato ético, es decir la responsabilidad que implica la proximidad
del rostro, imposibilita, denuncia Levinas, que cualquier representación del rostro no caiga en un
anacronismo, el anacronismo se da por el intento de representar la presencia de una alteridad
que excede la ideación (su conocimiento), dicha alteridad exige respuesta responsable más que
juicio, es decir que para el filósofo de Kaunas, si la presencia del próximo no se puede contener en
conceptos (ideas), mucho menos se puede hacer alguna re-presentación que pretenda retro-traer
tal idea insuficiente añadiéndole la imprecisión de venir del pasado.

Aproximar al prójimo todavía es proseguir lo que ya está presente, buscar todavía lo que
se ha encontrado, no poder ser indiferente hacia el próximo. Como acariciar. La caricia es
la unidad de la aproximación y de la proximidad. En ella la proximidad es también siempre
ausencia, ¿Qué es la ternura de la piel acariciada sino el desfase entre la presentación y la
presencia? (p. 326)

Retorna Levinas a la noción de ausencia que remplazo la de distancia entre mismo y otro, pero
antes de afrontar su explicación cabe notar la ambigüedad aparente de los contenidos propios del
próximo, prójimo o del rostro, parece en un principio que con quienes se tiene aquella
responsabilidad inaplazable, fueran aquellos a los que ha denominado en ocasiones –el extranjero,
la viuda y el huérfano- en quienes el mandato urgente se hace visible por su indefensión, pero en
estas últimas citas parecen hacer las veces del amante -cómplice de la caricia en las relaciones
sexuales- o del amado – en el que la caricia no es nunca suficiente pues me anticipa su ausencia-.
Si bien la ambigüedad permite una explicación más simple -menos precisa-, de las relaciones con
el otro, no por ello haga de tal explicación simple la mejor.

Sin mayor rodeo retomemos la poética y difícil explicación de lo que la ausencia es para Levinas.

Página 77 de TFDLI

“Nos parece que si el idealismo de Husserl ha de ser rechazado, no es por ser un idealismo, sino
porque se encuentra prejuiciado con respectó al modo de existir de la conciencia como
intencionalidad” (Levinas, La teoria fenomenològica de la intuiciòn, 2004, p. 77)

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