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(1) El documento discute las emociones y efectos de la infidelidad conyugal, incluyendo sentimientos como ira, ansiedad, culpa, depresión y la pérdida del autoestima y la confianza. (2) También describe casos específicos de personas afectadas por la infidelidad de su cónyuge y la traición resultante. (3) Finalmente, señala que la infidelidad conlleva una doble traición porque el cónyuge adúltero era no solo la pareja, sino también el mejor amigo y apoyo de la v
(1) El documento discute las emociones y efectos de la infidelidad conyugal, incluyendo sentimientos como ira, ansiedad, culpa, depresión y la pérdida del autoestima y la confianza. (2) También describe casos específicos de personas afectadas por la infidelidad de su cónyuge y la traición resultante. (3) Finalmente, señala que la infidelidad conlleva una doble traición porque el cónyuge adúltero era no solo la pareja, sino también el mejor amigo y apoyo de la v
(1) El documento discute las emociones y efectos de la infidelidad conyugal, incluyendo sentimientos como ira, ansiedad, culpa, depresión y la pérdida del autoestima y la confianza. (2) También describe casos específicos de personas afectadas por la infidelidad de su cónyuge y la traición resultante. (3) Finalmente, señala que la infidelidad conlleva una doble traición porque el cónyuge adúltero era no solo la pareja, sino también el mejor amigo y apoyo de la v
Es verdad que en algunos casos las imperfecciones del cónyuge inocente tal vez hayan contribuido a que la relación sea muy tirante; no obstante, la Biblia dice que “cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado” (Santiago 1:14, 15). Aunque puede haber varios factores, la causa principal del adulterio es el “propio deseo” de la persona. Los problemas maritales originados por las faltas del otro cónyuge, de ninguna manera se resuelven con el adulterio (Hebreos 13:4). Más bien, los problemas matrimoniales se pueden solucionar cuando ambos esposos perseveran en la aplicación de los principios bíblicos, lo que incluye ‘soportarse el uno al otro y perdonarse liberalmente’. Asimismo deben seguir manifestando cualidades como “los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia”. Y, lo que es más importante, deben “[vestirse] de amor, porque es un vínculo perfecto de unión” (Colosenses 3:12-15). ¿ES EL ADULTERIO UN PECADO IMPERDONABLE? LO QUE DICE LA BIBLIA No. En la Biblia leemos que Dios perdonó a hombres y mujeres, entre ellos adúlteros, que se arrepintieron de sus pecados y abandonaron su vida inmoral (Hechos 3:19; Gálatas 5:19- 21). Estas personas llegaron a ser amigas de Dios (1 Corintios 6:9-11). Un ejemplo fue el rey David. Él era un hombre casado y se acostó con la esposa de un oficial de su ejército (2 Samuel 11:2-4). La Biblia dice que esta acción de David “pareció mala a los ojos de Jehová” (2 Samuel 11:27). Después de ser reprendido, David se arrepintió y Dios lo perdonó. Aun así, no pudo evitar las amargas consecuencias de sus errores (2 Samuel 12:13, 14). El rey Salomón dijo más adelante: “El hombre que comete adulterio es un necio total, porque se destruye a sí mismo” (Proverbios 6:32, NTV). LO QUE PUEDE HACER Si usted ha cometido adulterio, tiene que pedirle perdón a Dios y a su cónyuge (Salmo 51:1-5). Odie el adulterio, tal como lo odia Dios (Salmo 97:10). Huya de la pornografía, de las fantasías sexuales, del coqueteo y de cualquier cosa que pudiera llevarlo a sentirse atraído a otra persona (Mateo 5:27, 28; Santiago 1:14, 15). Y si es su cónyuge el que le ha sido infiel, puede estar seguro de que Dios entiende su situación (Malaquías 2:13, 14). Pídale consuelo y guía, pues la Biblia promete: “[Dios] mismo te sustentará” (Salmo 55:22). Si decide perdonarlo y no divorciarse, ambos han de hacer un gran esfuerzo por reconstruir su matrimonio (Efesios 4:32). “Jehová [...] deja pasar tu pecado”, dijo Natán al rey David, quien se arrepintió de haber cometido adulterio. (2 Samuel 12:13) ENCADENADA AL RESENTIMIENTO El matrimonio es como un ánfora inestimable. Cuando se rompe por causa del adulterio, el daño es incalculable. (Proverbios 6:32.) Es cierto que los fragmentos rotos pueden unirse con la reconciliación si el cónyuge inocente decide perdonar. No obstante, las fisuras permanecen, y en un altercado pudiera surgir la tentación de ver esas fisuras y usar el pasado como un arma. El resentimiento es una respuesta normal a la infidelidad conyugal. Pero si ha perdonado a su pareja, no permita que rencores latentes destruyan lo que consiguió el perdón. El resentimiento daña a ambos cónyuges, sea que les consuma las entrañas en silencio o se desate despiadadamente. ¿Por qué? Una doctora opina: “Si se siente herida por lo que ha hecho su esposo, es porque aún le importa. Por lo tanto, el retraerse o procurar castigarlo, no solo lo hiere a él, sino a usted misma. Precipita la ruptura de lo que deseaba mantener unido”. Es cierto, sencillamente no logrará resolver las diferencias de su matrimonio si no reprime la cólera. Por lo tanto, hágale saber a su pareja cuáles son sus sentimientos cuando las emociones no se encuentren agitadas. Explíquele por qué siente una herida, qué necesita para sentir seguridad y lo que hará para conservar la relación. Nunca use el pasado como un arma para ganar discusiones. Las trágicas consecuencias de la infidelidad
“Me he marchado”, decía el mensaje grabado en el
contestador. Probablemente fueron las palabras más devastadoras que el esposo de Pat jamás le dijo. “No podía creer que me hubiera traicionado —comenta ella—. Lo que más había temido siempre, que mi marido me abandonara por otra, se convirtió en una espantosa realidad.”
PAT tenía 33 años y realmente deseaba que su matrimonio
marchara bien. Su esposo le había asegurado que nunca la dejaría. “Prometimos apoyarnos el uno al otro pasara lo que pasara — recuerda—. Estaba convencida de su sinceridad. Entonces... hizo aquello. Ahora no tengo nada, ni siquiera un gato o un pececillo.” Hiroshi nunca olvidará el día en que se descubrió que su madre mantenía una relación extramarital. “Tenía apenas 11 años —relata—. Mi madre entró en la casa como un huracán, seguida por mi padre, que le decía: ‘¡Espera! ¡Hablemos del asunto!’. Intuí que algo horrible había sucedido. Mi padre estaba destrozado, y todavía no se ha repuesto del todo. Además, como no tenía a nadie en quien confiar, recurrió a mí. ¡Imagínese! ¡Un hombre de más de 40 años buscando consuelo y empatía en su hijo de 11 años!” Bien sea que se trate de los escandalosos líos que han conmocionado a miembros de la realeza, políticos, estrellas de cine y líderes religiosos, o de la traición y las lágrimas vertidas en el seno de nuestras propias familias, la infidelidad conyugal sigue haciendo sentir sus trágicos efectos. “El adulterio parece ser tan universal y, en algunos casos, tan común como el matrimonio”, afirma The New Encyclopædia Britannica. Algunos investigadores calculan que entre el 50 y el 75% de las personas casadas han sido infieles alguna vez. La experta en asuntos matrimoniales Zelda West-Meads asegura que aunque hay muchos casos de infidelidad que no se descubren, “el peso de las pruebas indica que las relaciones extraconyugales siguen aumentando”. UN ALUD DE SENTIMIENTOS Por espeluznantes que sean, las estadísticas sobre la infidelidad y el divorcio no revelan todo el impacto que estos episodios producen en la vida cotidiana de las personas. Además de las enormes repercusiones económicas, piense en las montañas de sentimientos encerrados en dichas estadísticas: los ríos de lágrimas derramadas; la confusión, el pesar, la ansiedad y el dolor inmensurables que se sufren, así como las incontables noches de desvelo a causa de la angustia. Aunque las víctimas superen la penosa prueba, lo más probable es que queden marcadas por mucho tiempo. Las heridas y el daño infligidos no se reparan fácilmente. “Una ruptura matrimonial normalmente provoca un gran estallido de emociones —explica el libro How to Survive Divorce (Cómo sobrevivir al divorcio)—, emociones que a veces amenazan con nublarle a uno la visión. ¿Qué debo hacer? ¿Cómo debo reaccionar? ¿Cómo voy a sobreponerme? Puede que se pase de la certeza a la duda, de la ira a la culpabilidad o de la confianza a la sospecha.” Tal fue el caso de Pedro cuando se enteró de la infidelidad de su mujer. “La infidelidad origina un torrente de emociones confusas”, manifestó. Si las víctimas no entienden bien la sensación de desolación que experimentan, mucho menos las personas de fuera, que no conocen a fondo la situación. “Nadie entiende realmente lo que siento —asegura Pat—. Cuando pienso en que mi esposo está con ella, siento un dolor físico real, algo imposible de explicar.” Y añade: “Algunas veces creo que me estoy volviendo loca. Un día siento que tengo el control de la situación, y al día siguiente que no; un día lo extraño, y al día siguiente recuerdo toda la intriga y las mentiras y la humillación”. IRA Y ANSIEDAD “A veces, la emoción que te embarga es pura ira”, admite una víctima de la infidelidad. No es solo indignación por el mal cometido y la herida infligida, sino más bien, como explicó una periodista, “resentimiento por lo que pudo haber sido y se echó a perder”. Son asimismo comunes la pérdida del amor propio y los sentimientos de ineptitud. Pedro dice: “Surgen dudas como: ‘¿No soy lo suficientemente atractivo? ¿Adolezco de algún otro defecto?’. Uno empieza a analizarse exhaustivamente para encontrar la falla”. Zelda West-Meads, del Instituto Nacional de Consejería Matrimonial de Gran Bretaña, confirma lo anterior en su libro To Love, Honour and Betray (Para amarte, honrarte y traicionarte), al decir que “una de las cosas más difíciles con las que hay que contender [...] es la pérdida de la autoestima”. CULPABILIDAD Y DEPRESIÓN Las emociones mencionadas suelen ir seguidas de cerca por oleadas de culpabilidad. Una esposa abatida señaló: “Creo que el sentimiento de culpa atormenta muchísimo a las mujeres. Una se culpa a sí misma y se pregunta: ‘¿En qué fallé?’”. Un esposo traicionado revela otro aspecto de lo que él llama “emociones tipo montaña rusa”. Dice: “La depresión es un nuevo factor que llega como el mal tiempo”. Cierta esposa recuerda que cuando su marido la abandonó, lloraba todos los días. “Recuerdo muy bien el primer día que pasé sin llorar varias semanas después que él me dejó —dice—. Transcurrieron varios meses antes de mi primera semana sin llanto. Aquellos días y semanas sin lágrimas marcaron hitos en mi camino hacia la recuperación.” DOBLE TRAICIÓN Muchos no comprenden que el adúltero con frecuencia le asesta un golpe doble a su cónyuge. ¿Cómo? Pat nos da una clave: “Fue algo muy duro para mí, pues no solo era mi esposo, sino también mi amigo —mi mejor amigo— por muchos años”. Efectivamente, en la mayoría de los casos la esposa busca el apoyo de su esposo cuando surgen dificultades; pero entonces, él no solo se convierte en el causante de graves traumas emocionales, sino que deja de ser la fuente de ayuda que ella tanto necesita. De un solo golpe le causa a su esposa un gran dolor y la priva de su leal confidente. Por tal razón, una de las cosas que más abruman al cónyuge inocente es el sentirse traicionado y ver destruida la confianza depositada en su pareja. Una consejera matrimonial explica por qué la traición conyugal es tan demoledora en sentido emocional: “Invertimos tanto de nosotros mismos en el matrimonio —ilusiones, sueños y expectativas— [...], buscando a alguien en quien podamos confiar de verdad, alguien con quien podamos contar siempre. Si de repente nos arrebatan esa confianza, es como si un castillo de naipes se desplomara con el viento”. Como señala el libro How to Survive Divorce, es obvio que las víctimas “necesitan ayuda para superar el trauma emocional [...], para saber con qué opciones cuentan y cuál elegir”. Ahora bien, ¿cuáles son esas opciones? “¿Será la reconciliación el remedio en nuestro caso? —quizás se pregunte usted—, ¿o debo obtener el divorcio?” Sobre todo si la relación matrimonial ha sido tirante, podría resultar muy tentador apresurarse a concluir que el divorcio es la solución a los problemas. “Después de todo —tal vez razone—, la Biblia autoriza el divorcio en caso de infidelidad conyugal.” (Mateo 19:9.) Por otro lado, puede que concluya que la Biblia no hace hincapié en el divorcio y, por lo tanto, considere que es mejor reconciliarse y reconstruir y consolidar el matrimonio. Divorciarse o no del cónyuge infiel es una decisión personal. Sin embargo, ¿cómo saber qué camino tomar? En primer lugar, sírvase examinar algunos de los factores que le ayudarán a determinar si es posible la reconciliación. VÉASE CON LOS OJOS DE JEHOVÁ Al principio, tal vez le cueste creer que alguien a quien usted ha amado tanto le haya hecho tanto daño. Hasta es posible que comience a echarse la culpa por el mal comportamiento de su cónyuge. Pero no olvide que el propio Jesús, aun siendo perfecto, sufrió la traición de un amigo en quien confiaba. En efecto, había seleccionado con mucho cuidado e intensa oración a sus compañeros más íntimos, los doce apóstoles, todos los cuales eran fieles siervos de Jehová. Por eso, tuvo que sentirse muy triste cuando uno de ellos, Judas, “se volvió traidor” (Luc. 6:12-16). Y Jehová de ningún modo consideró a su Hijo culpable de las acciones de Judas. Es cierto que no existe un cónyuge perfecto. Ambos esposos cometen equivocaciones. Escribiendo bajo inspiración, el salmista hizo este comentario muy realista: “Si errores fuera lo que tú vigilas, oh Jah, oh Jehová, ¿quién podría estar de pie?” (Sal. 130:3). Por eso, tanto el marido como la mujer han de estar dispuestos a imitar a Jehová pasando por alto las imperfecciones del otro (1 Ped. 4:8).
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