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PROTOCOLO DE KIOTO

Busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta y promueve el

crecimiento sustentable de los países en desarrollo. Conmemora 20 años de su creación.

El Protocolo de Kioto fue creado para reducir las emisiones de gases de efecto (GEI)

invernadero que causan el calentamiento global. Es un instrumento para poner en práctica

lo acordado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Los principales GEI en la atmósfera terrestre son las siguientes:

Vapor de agua

Dióxido de carbono

Metano

Óxido de nitrógeno

Ozono

Fue inicialmente adoptado el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, Japón, pero entró en vigor

hasta 2005. La decimoctava Conferencia de las Partes sobre cambio climático (COP18)

ratificó el segundo periodo de vigencia del Protocolo de Kioto desde enero de 2013 hasta

diciembre de 2020.
Problemas y complicaciones del Protocolo de Kioto

Este protocolo se enfrentó, desde su inicio, a una serie de desacuerdos que han repercutido

en su efectividad. Al principio, fue ratificado por 156 países, pero después se rechazó por

los países más contaminantes del mundo: Estados Unidos y Australia. Incluso países no tan

industrializados, en vías de desarrollo, firmaron en acuerdo, como es el caso de El Salvador.

Éstos no tienen que cumplir un objetivo específico, pero sí comprometerse con cierto

control y con la medición de sus niveles de emisión.

Ya desde su primera firma, en 1997, su entrada en vigor fue complicada. Gran culpa de ello

la tuvo Estados Unidos, un país altamente contaminante, tanto como en más de un 30% a

escala mundial, que al principio apoyó el tratado, pero después su presidente George W.

Bush lo rechazó, dando prioridad a la competitividad de las empresas en detrimento de la

ecología. Otros países contaminantes hicieron lo mismo al comienzo, como Canadá,

Australia, Nueva Zelanda y Japón. Tampoco Rusia lo tuvo muy claro, aunque finalmente

estampó su firma. Sin embargo, en 2002, igualmente lo ratificaron Japón, Canadá, Nueva

Zelanda, China, India y Brasil (éstos dos últimos, al ser países en vías de desarrollo, no tienen

límites precisos de emisión). En 2004, se dio verde al compromiso de Kyoto gracias a la firma

de Rusia.
Así, el 16 de febrero de 2005 fue un día importante para la ecología, al ser el pacto ratificado

por 141 países, aunque no se encontraba entre estas firmas el gran país estadounidense. A

día de hoy, las naciones que siguen el tratado emiten un total de 62% de los gases totales

del Planeta.

Exigencias individuales del protocolo de Kioto

A los países miembros de la Unión Europea se le exige una reducción del 8%. Sin embargo,

hoy por hoy no logrará cumplir plenamente sus objetivos más que en un 6%, según estima

la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). El problema es que entre 1990 y 1996 la

Unión Europea solo redujo sus emisiones de dióxido de carbono en un 1%, un número muy

inferior a lo que se pretendía.

La situación en España es todavía más complicada. Actualmente, España supera en un 40%

las emisiones que producían hace 15 años y el propio Ministerio de Medio Ambiente ya

advirtió de las consecuencias nocivas que tendrá el cambio climático en la Península Ibérica.

Aún queda mucho por hacer y el Protocolo de Kyoto no es la perfecta solución,

especialmente porque muchos países contaminantes aún no dieron luz verde a la propuesta

de cumplirlo. Sin embargo, es una herramienta que nace como respuesta al cambio

climático y se espera que los gobiernos se comprometan más con esta y otras medidas en

favor de la ecología y la sostenibilidad.


La puesta en marcha de Kioto ha permitido una reducción del 22,6% en las emisiones de

gases de efecto invernadero con respecto a los niveles de 1990 en 37 países industrializados

y la UE, cuando el compromiso inicial era de una disminución del 5%.

El protocolo ha logrado:

Que los gobiernos suscribientes establezcan leyes y políticas para cumplir sus compromisos

ambientales.

Que las empresas tengan al medio ambiente en cuenta al tomar decisiones de inversión.

Fomentar la creación del mercado del carbono, cuyo fin es lograr la reducción de emisiones

al menor costo.

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático fue firmada por el

Gobierno de México en 1992 y ratificada ante la Organización de las Naciones Unidas en

1993. El protocolo entró en vigor el 16 de febrero de 2005 para las naciones que lo

ratificaron, entre ellas México, que lo hizo en el año 2000.

Además de los compromisos de mitigación de los países desarrollados, el Protocolo de Kioto

promueve el desarrollo sustentable de los países en desarrollo. México tiene el quinto

lugar a nivel mundial en desarrollo de proyectos MDL (Mecanismo para Desarrollo Limpio)

en las áreas de recuperación de metano, energías renovables, eficiencia energética,

procesos industriales y manejo de desechos, entre otros.


CARTA DE LA TIERRA.

La Carta de la Tierra es una declaración de principios éticos fundamentales para la

construcción de una sociedad global justa, sostenible y pacífica en el Siglo XXI. La Carta

busca inspirar en todas las personas un nuevo sentido de interdependencia global y de

responsabilidad compartida para el bienestar de toda la familia humana, de la gran

comunidad de vida y de las futuras generaciones. La Carta es una visión de esperanza y un

llamado a la acción.

La Carta de la Tierra se preocupa especialmente por la transición hacia estilos de vida

sostenibles y el desarrollo humano sostenible. La integridad ecológica es uno de sus temas

principales. Sin embargo, la Carta reconoce que los objetivos de la protección ecológica, la

erradicación de la pobreza, el desarrollo económico equitativo, el respeto a los derechos

humanos, la democracia y la paz son interdependientes e indivisibles. Por consiguiente, el

documento ofrece un nuevo marco ético integral inclusivo para guiar la transición hacia

un futuro sostenible.
La Carta es el producto de un diálogo intercultural que se llevó a cabo durante una década

a nivel mundial en torno a diversos objetivos en común y valores compartidos. El proyecto

de la Carta de la Tierra comenzó como una iniciativa de las Naciones Unidas, pero se

desarrolló y finalizó como una iniciativa de la sociedad civil. En el año 2000, se concluyó el

documento y la Comisión de la Carta de la Tierra, una entidad internacional

independiente, la dio a conocer públicamente como una carta de los pueblos, durante una

ceremonia el 29 de junio en el Palacio de Paz, en la Haya, Holanda.

La redacción de la Carta de la Tierra abarcó el proceso más inclusivo y participativo que se

haya efectuado jamás en torno a la creación de una declaración internacional. Este

proceso es precisamente la fuente de su legitimidad como marco ético rector. La

legitimidad del documento se ha fortalecido aún más mediante el respaldo obtenido de

más de 6,000 organizaciones, lo que incluye a diversos organismos gubernamentales e

internacionales.

A la luz de esta legitimidad, una creciente cantidad de juristas internacionales reconoce

que la Carta de la Tierra está adquiriendo un estatus de documento de ley blanda. Se

considera que este tipo de documentos, tal como la Declaración Universal de Derechos

Humanos, son moralmente vinculantes, aunque no en el plano jurídico, para los gobiernos
estatales que aceptan avalarlos y adoptarlos. Por lo general, estos documentos establecen

la base para el desarrollo de una ley vinculante.

En un momento en que se necesita con urgencia cambios importantes en la forma en que

pensamos y vivimos, la Carta de la Tierra nos desafía a examinar nuestros valores y a

escoger un rumbo mejor. En un momento en que la educación para el desarrollo

sostenible se ha transformado en un elemento esencial, la Carta de la Tierra ofrece un

instrumento educativo muy valioso. En un momento en que se necesitan cada vez más las

alianzas internacionales de trabajo, la Carta de la Tierra nos exhorta a buscar aspectos en

común en medio de nuestra diversidad y a adoptar una ética global que comparte una

creciente cantidad de personas en todo el mundo.


AGENDA 21

La Agenda 21 de la ONU fue suscrita por 172 países miembro de Naciones Unidas. Estos

países se comprometen a aplicar políticas ambientales, económicas y sociales en el ámbito

local encaminadas a lograr un desarrollo sostenible. Cada región o cada localidad, por su

parte, desarrolla su propia Agenda Local 21, en la que deberían participar tanto

ciudadanos, como empresas y organizaciones sociales, con el objetivo de generar y

consensuar un programa de políticas sostenibles.

Se podría definir la Agenda 21 de la ONU como una estrategia global que se lleva a la

práctica de manera local y que implica a todos los sectores de una comunidad: sociales,

culturales, económicos y ambientales. Es, en definitiva, un compromiso hacia la mejora

del medio ambiente y, por ende, de la calidad de vida de los habitantes de una

comunidad, municipio o región.

OBJETIVOS

La Agenda 21 o Programa 21 debe contemplar tres aspectos: la sostenibilidad

medioambiental, la justicia social y el equilibrio económico. Todas ellas dependen de la

participación ciudadana. No es posible la Agenda 21 sin la participación de la ciudadanía,

aunque alentada de manera efectiva por los poderes públicos y las diferentes asociaciones

públicas o privadas.
Son muchos los temas que trata y los objetivos del Programa 21. En cuanto a los temas y
objetivos de la Agenda 21 de la ONU más estrictamente medioambientales son, entre
otros:
 La protección de la atmósfera.
 La planificación y la ordenación de los recursos de tierras.
 La lucha contra la deforestación.
 La lucha contra la desertificación y la sequía.
 El desarrollo sostenible de las zonas de montaña.
 El fomento de la agricultura y del desarrollo sostenible rural.
 La conservación de la diversidad biológica.
 La protección de los océanos y de los mares, así como de las zonas costeras.
 La calidad y el suministro de los recursos de agua dulce.
 La gestión racional de los productos químicos tóxicos.
 Gestión de los desechos peligrosos, sean o no radioactivos.
 Gestión de los residuos sólidos.

Aplicar los principios de la Agenda 21 Local más básicos:


Compromiso político: firmar los documentos como el compromiso de Aalborg o crear una

Declaración Local de Sostenibilidad que, como acto simbólico, sea un compromiso político

con los objetivos de la Agenda 21 o del Programa 21.

Participación ciudadana: crear instrumentos para que la ciudadanía pueda participar en la

elaboración y redacción de documentos.

Diagnóstico: de los problemas de sostenibilidad a los que se enfrenta esa comunidad en

concreto.

Elaboración de acciones: diseñar el plan, objetivos y estrategias para mejorar los problemas

diagnosticados.

Ejecución: de las acciones previstas en el plan anterior.

Evaluación: y seguimiento del plan y si los objetivos se han cumplido.


Fases del proceso

A. Firma de la Carta de Aalborg por parte del Consistorio, por la cual el Ayuntamiento se

compromete a desarrollar un Plan de Acción Local en materia de desarrollo sostenible.

B. Auditoría Socio ambiental del Municipio. Supone el diagnóstico a partir del cual se va a

definir el Plan de Acción Socio ambiental.

Esta Auditoría incluye:

1- Identificación de problemas socio ambientales de San Antonio de Benagebér y sus causas.

2- Definición de objetivos, priorizando los problemas, para definir las líneas estratégicas de

actuación.

C. Creación de un Foro de Participación Ciudadana. Como ya se ha señalado, la participación

de todos es uno de los pilares fundamentales del proceso de Agenda 21 Local. La opinión de

todos los vecinos de San Antonio de Benagebér es importante.

D. Diseño de las estrategias que darán como resultado el Plan de Acción Socio ambiental,

entre las que el Ayuntamiento propone:

-Movilidad y Accesibilidad.

-Uso responsable del agua.

-Eficaz gestión de residuos.

-Ordenación del espacio urbano como lugar de convivencia.

-Potenciación de las políticas medioambientales


-Lucha contra el cambio climático.

-Reforestación y adecuación de nuestras zonas verdes.

-Impulso de las energías renovables.

-Modelos de vida saludable.

-Promoción de la economía y comercio local, con criterios de diversidad y sostenibilidad.

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