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E N NOMBRE DE DIOS

Sacroterrorismo o
Libertad del Alma
T odos los derechos reservados
ISBN 2-903384-15-9
B hakti Viraha Avadhuta Maharaja
s us es fuerzos fueron determinantes en el es tablecimiento del
movimiento para la conciencia de Kris hna en Latinoamérica
PREFACIO

El 4 de noviembre de este año 2000 se cumplen 10 años de la partida


de este mundo de esa gran alma quien instruyó de manera espléndida
en la vida espiritual a miles de personas, y en especial a sus discípulos,
a quienes nos protegió espiritualmente, mostrándonos y haciéndonos
sentir el amor y afecto que Dios nos tiene eternamente. Esa excelente
personalidad es nuestro recordado y querido maestro gurú, S rila Bhakti
Viraha Avadhuta Maharaja, el autor de este interesantísimo libro, el cual
transmite sus grandes intenciones de crear una verdadera armonía
cultural, y muestra aún más, un elevado y rico contenido ontológico y
espiritual.
Avadhuta Maharaja nació en Venezuela, ciudad de Guanta, cerca de
Puerto La Cruz, en el estado Anzoátegui, el 4 de mayo de 1949 a las 05:30
de la hora local, y fue bautizado con el nombre de Jesús Antonio Mijares
Luy. Su indignación por las injusticias sociales lo llevan a estudiar
sociología en la Universidad Central y se convierte en un gran intelectual.
Diserta sobre filosofía y vida social, así como también escribe, actúa y
dirige obras de teatro, siendo recordado como uno de los pioneros del
teatro moderno en Venezuela.
Ciertamente era un gran intelectual, pero a diferencia de los
revolucionarios de cafetín, él era una persona de acción. Se entregó a la
lucha armada y participó activamente en la revolución pretendida en
Venezuela a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta.
Los compañeros que no mueren en enfrentamientos con el ejército,
especialmente en la quema de napalm en el Cerro El Bachiller (de donde
él escapa por milagro), mueren al ser absorbidos políticamente por el
sistema, particularmente los líderes. Solo, se dedica intensamente a sus
nunca olvidadas prácticas de las artes marciales, tanto las clásicas, como
algunas formas poco conocidas del aikido y el ninjitsu. Cultiva el
misticismo de estas artes y se convierte en un sensei cuarto dan (maestro
de artes marciales), muy admirado por sus alumnos y seguidores.
Luego del asesinato de su propio sensei por mano de las mafias,
emigra a la India, en busca de Dios y de su Maestro Espiritual. Practica
el Sivaismo, el yoguismo, la renunciación, la meditación, se somete a
severas austeridades y desarrolla grandemente sus innatas facultades
En Nombre de Dios

místicas. Pero retorna a Venezuela sin haber encontrado un maestro que


llene sus expectativas espirituales más elevadas. Se dice que al destino
no le gusta que le hagan caminos. Luego de tanta búsqueda, es en
Venezuela, irónicamente, donde adquiere conocimiento de su Maestro
Espiritual iniciador (nama gurú), S rila Bhaktivedanta S wami Prabhupada,
quien abandona su India natal para predicar la conciencia de Krishna
por todo el mundo.
Avadhuta Maharaja solía refugiarse entre las colinas del Cerro Ávila,
al norte de Caracas. En una ocasión, estando en la quebrada de Pajarito
del Ávila, experimenta un éxtasis trascendental y escucha una voz
celestial que le indica entregarse a la misión de S rila Bhaktivedanta
Prabhupada. Su ánimo y sentido de lucha por ayudar al prójimo se
convierten en espirituales. El maestro Prabhupada le otorga la sagrada
iniciación harinama (el fino arte del canto del Santo Nombre de Krishna)
con el nombre de Viraha das y se dedica a su servicio. Luego, debido a su
entrega total recibe iniciación en la orden monástica más antigua del
mundo (sannyasa), la orden de vida de renunciantes célibes conocidos
como S vamis o Gosvamis, y su nombre se transforma en Viraha Prakash
S vami (un estado espiritual particular de amor puro por Dios en
separación). Forma un grupo de distribuidores de libros sagrados
conocido como los Gosthianandis (aquellos que se esfuerzan por predicar),
que baten récords mundiales, contribuyendo significativamente al record
Guinness de ventas para los libros de Bhaktivedanta S vami Prabhupada.
Funda templos y predica ampliamente en Venezuela, Méjico y el resto de
Latino América, especialmente en Brasil, Argentina y República
Dominicana.
Después de la partida de su Maestro Espiritual, la cual ocurrió el 14
de noviembre de 1977, se retira de IS KCON (International S ociety for Krishna
Consciousness), bajo la certeza de ciertas anomalías, desviaciones e
imposiciones que comienzan a ocurrir, las cuales fueron intolerables
para él; aunque dicha sociedad hubiese sido fundada por su propio
maestro.
El día de la celebración de la aparición del S eñor Nrisimha, en el año
1978, inicia formalmente a sus primeros discípulos. Fue y sigue siendo
un Maestro Espiritual muy exitoso. Inició a miles de aspirantes, formal e
informalmente. Realiza una amplia labor, mostrando siempre valentía y
humildad para la prédica, y justicia y afecto para con todos sus
discípulos. Era especialmente misericordioso con los más necesitados y
caídos. Predicó en los templos, en la televisión, en la radio, en las cárceles,
en las calles, en los barrios más humildes y rescata a todo el que puede,
sin ningún tipo de discriminación. Muchos otros maestros criticaban a

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Prefacio

sus discípulos por informales o poco refinados, pero sospechosamente


querían al mismo tiempo tenerlos como discípulos suyos “para educarlos
correctamente”. Avadhuta Maharaja solía cedérselos, pero ninguno de
sus discípulos lo abandonaba. No obligaba ni amedrentaba a nadie, ni
maldecía a los que no estuvieran con él. Cuando uno de sus discípulos
sannyasi más íntimo quiso acudir a otro maestro, S rila Avadhuta Maharaja
lo envió con las mejores referencias y le otorgó sinceramente todas sus
bendiciones. En esos tiempos, Avadhuta Maharaja funda templos en las
principales ciudades de Venezuela, publica la revista Evidencia, y bajo
el mismo nombre dirige su propio programa de opinión en la radio.
Luego conoce a su S iksa Guru, su Maestro Espiritual instructor, S rila
Bhakti Raksaka S ridhar Deva Maharaja, considerado en India por toda la
Gaudiya Math (la más importante asociación de templos vaisnavas en la
India) como uno de los más grandes maestros de estos últimos tiempos.
S rila S ridhar Maharaja o Guru Maharaja como cariñosamente le llaman
sus discípulos, lo introduce en el mundo exquisito del “madhura-mañjari-
rasa”, los sentimientos del dulce amor a Dios como asistente de una gopi
o gran devota de Krishna, y recibe el nombre de Bhakti Viraha Avadhuta
Maharaja. Publica los libros de S rila Guru Maharaja, destacándose la
primera traducción castellana del S ri Guru y S u Gracia. Predica en Italia
e inicia discípulos en ese país. Pero así como fue de intensa su felicidad
y realización espiritual al servicio del santo S ridhar Maharaja, igualmente
intenso fue el dolor de tener que soportar su separación, la cual ocurrió
en noviembre de 1988. Los próximos dos años transcurridos después de
la partida de su querido maestro, fueron de un gran voltaje espiritual,
incomprensible para una persona con mente común. Se retira socialmente
como maestro. Formalmente no inicia más discípulos. Y finalmente se
reúne con su amado Maestro Espiritual.
T odo aquel que conoció a Avadhuta Maharaja, sin importar que fuera
en calidad de amigo, hermano espiritual, familia, discípulo, como oyente
de sus clases, o simplemente como simpatizante del servicio devocional
a Krishna, pudo constatar personalmente la magnanimidad, la humildad,
el conocimiento, el desprendimiento por lo material, así como el
magnetismo espiritual, presentes únicamente en una persona cuya alma
está inmersa en la Divinidad, en la conciencia de Dios. Las injusticias,
las imposiciones, la transgresión de las leyes del Estado y de los mandatos
de las escrituras sagradas, y los abusos de cualquier tipo, nunca
consiguieron anidar en el corazón de esa gran alma. Sobre todo los
abusos pretendidos en nombre de Dios, o del servicio a Dios, los cuales
se prestan para el más grande de todos los pecados; la manipulación y
aprovechamiento de la fe de otros.

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En Nombre de Dios

Gran parte de este libro es una denuncia y también una clara evidencia
de cómo se perpetran tales abusos espirituales, cuál es la mentalidad
religiosa dominante que desvía las intenciones vírgenes de un practicante
sincero en el sendero de Dios, e incluso de personas consideradas como
grandes sabios o maestros; así como también muestra y enseña la
rectificación espiritual y el sendero de la sinceridad. Muchas torturas
físicas y psicológicas, muchas de las grandes persecuciones ideológicas
impresas en la historia de la humanidad, fueron realizadas por personas
quienes en su origen fueron buscadores sinceros de Dios o eran líderes
religiosos con muchos conocimientos, pero a quienes los desviaron los
vicios de espíritu y las dobles intenciones; y parece mentira, pero
ciertamente es el engreimiento como un gran religioso lo que más provee
de contaminación espiritual y otorga la fuerza y la soberbia para
enseñorear sobre otros “en nombre de Dios”.
En la práctica, la religión sirve para hacernos sentir que estamos
bien con Dios, pero su esencia debe ser siempre el amor y la humildad, y
nunca bajo ningún pretexto, el odio y la violencia. En el Vaisnavismo, el
sendero de la devoción a Krishna, la primera advertencia para los devotos
sinceros es evitar el odio y la ofensa a los demás, en especial las ofensas
hacia los otros devotos de Dios, contra quienes se despierta mayormente
la envidia debido a la competencia. El Santo Nombre del Señor puede
ser cantado con aparente devoción después de un acto ofensivo, pero no
otorgará sentimientos de amor. El libre fluir de la relación y los
sentimientos espirituales con el Señor se obstruyen por completo por el
odio y los agravios cometidos a otros. Hasta que la humildad y el
arrepentimiento vuelvan a aparecer en el corazón del ofensor, y el devoto
ofendido otorgue además su perdón , la dádiva del amor divino no se
manifestará.
El primer canto del S rimad Bhagavatam, Cap. 2, Verso 6, explica que los
sabios reunidos en el bosque de Naimisaranya concluyeron que el servicio
al Supremo Señor (escuchar sus actos maravillosos, así como meditar,
cantar y glorificar su Santo Nombre) es la actividad u ocupación
espiritual por excelencia, pero tal servicio debe ser constante, y lo más
importante, debe ser inmotivado, libre de intereses personales, oscuros o
mezquinos. En conclusión, la actividad de un devoto es mostrar la
grandiosidad de la bondad y cariño natural de Dios por todas las almas;
lo que abarcaría mucho más allá de la sola especie humana. Esa
conclusión resume no sólo la esencia de esta gran Escritura Sagrada
sino que muestra la esencia misma de un devoto Avadhuta. É l ve a la
Divinidad presente en todas partes. Más aún, para él, todos los seres,
incluso los animales e insectos, todos son gurus, maestros espirituales.

x
Prefacio

Así era nuestro Avadhuta Maharaja, a quien lo único que podía


enojarlo eran los abusos en nombre de Dios, sin importar quien los
hubiera realizado. Para él no había excusa. Había el perdón, pero como
maestro no enseñaba la excusa sino el arrepentimiento y la corrección.
El verso del S rimad Bhagavatam citado anteriormente nos revela
también la posibilidad objetiva de ciertas suspicacias que nunca
deberíamos tener, o de ciertos pensamientos que pocas veces nos
permitimos concebir en torno a un gran religioso: La mezcla de un acto
espiritual noble como el servicio y la prédica en nombre de Dios, por un
lado; y por otro, los intereses y las conveniencias personales. Muchos
abusos de la fe no se realizan ex profeso con premeditación. Eso lo explica
Avadhuta Maharaja en este libro, en el capítulo sobre el libre albedrío. Allí
afirma que las almas escogemos entre el bien real y el bien aparente;
ninguna alma escoge a conciencia el mal directamente. Pero también
concluye que las almas somos intencionadas y por tanto somos siempre
responsables de nuestros actos y sus reacciones. Somos almas
intencionales. La intención detrás de nuestros actos nos dirige y evidencia
la realidad de nuestra condición espiritual.
Por eso Mahaprabhu, la encarnación de Krishna como el Gran Maestro,
en el S ri S ikshashtaka, Verso 4, enseña: “na dhanam na janam na sundarim”.
Las bajas motivaciones que pueden desviar a cualquiera sin importar su
posición, son:
1.- na dhanam: Las desviaciones que nacen del deseo de disfrutar riquezas,
sobre todo las riquezas ajenas.
2.- na janam: El deseo de tener seguidores, para mantenerse uno en la
compañía exclusiva de aquellos que me adorarán como a Dios;
desconociendo a otros devotos como asociación superior.
3.- na sundarim: Las desviaciones que nacen del apego por los placeres
mundanos, especialmente los derivados de la vida sexual. Sin embargo,
no sólo la actividad sexual ilícita (fuera del matrimonio) es perjudicial.
No se puede pretender ser un gran devoto, guru, guía, yogui o místico, y
al mismo tiempo mantener encuentros solitarios con personas del otro
sexo, con las discípulas o alumnas preferidas, para disfrutar de
conversaciones, chistes o picardías.
Ahora bien, la manera de estar a salvo espiritualmente es revelada
también por Mahaprabhu, el Gran Maestro en el S ri S ikshashtaka, Verso 3:
trinad api sunicena taror api sahisnuna
amanina manadena kírtaniya sada harih
“Pensando que uno es más bajo que la insignificante hoja de hierba que
es pisoteada por todos; siendo más tolerante que un árbol; desprovisto

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En Nombre de Dios

de falso prestigio; y ofreciendo respeto a todos de acuerdo a sus


respectivas posiciones; uno debe continuamente cantar el santo nombre
de Srí Hari”
Se debe uno conservar en un espíritu muy humilde, sin envanecerse. Se
debe ser muy tolerante con los agravios recibidos. T al como un árbol de
sándalo perfuma el hacha del leñador que lo derriba, debemos perdonar
a los que nos ofenden o maltratan. Alguna intención los debe motivar a
llevar a cabo ese maltrato, nunca es sano considerar que es por maldad
en si. ¿Quién sabe con certeza?. Puede ser mi karma lo que estimula la
agresión, alguna reacción desagradable que merezco por mis acciones
pasadas. Debemos, sin embargo, detener la continuidad de ese karma de
vidas pasadas. Debemos ofrecer respeto, e incluso afecto si es posible, a
todos los demás. Debemos recibir el perdón de Dios por nuestros actos
innobles, nunca caer en el concepto erróneo de que yo soy un señor en
este mundo, que tengo en mis manos la verdad absoluta; y sobre todo,
nunca abusar de otros porque poseo material o espiritualmente más que
ellos. T odo lo contrario, cualquier posesión, prosperidad, conocimiento
o realizaciones espirituales, deben ser compartidos; deben ser
instrumentos del amor en las manos del alma, para la gloria de Dios. De
esa manera el Señor Hari, Krishna, el Supremo Señor, siempre estará
presente en nuestro corazón y en nuestra mente mediante el canto de su
Santo Nombre.
Srila Bhaktisiddhanta Sarasvati T hakura, el maestro espiritual de
Srila Bhaktivedanta Prabhupada y de Srila Guru Maharaja, comenta de
manera muy aleccionadora este tercer verso del S ikshashtaka:
“Aquellos que no tienen inclinación en el corazón a servir a Krishna y
quienes están intoxicados con el disfrute material, no pueden nunca
reconocer su propia insignificancia. La tolerancia está también ausente
de sus caracteres. Incluso no están aptos para abandonar su falso ego y
prestigio material. Ningún disfrutador de los sentidos materiales está
inclinado a ofrecer respetos a otro disfrutador material. Sus naturalezas
es ser envidiosos unos de otros”.
“Los nama-bhajananandi-vaisnavas (los devotos que cantan el santo
nombre con placer), en contraposición, son siempre más humildes que
una hoja de hierba; son más tolerantes que un árbol; y mientras
permanecen indiferentes hacia su propio prestigio, están siempre
ansiosos de ofrecer respetos a otros. En este mundo material, tan sólo
ellos están capacitados y aptos para cantar el santo nombre del Señor
constantemente”.
“El respeto que los Vasinavas puros ofrecen a sus respectivos gurus y otros
Vaisnavas está inspirado por su innata propensión a honrar a otros. Esto es

xii
Prefacio

conocido como svabhavika manada dharma. Con la finalidad de entusiasmar


a sus seguidores o dependientes en el bhajana, los devotos puros despliegan un
gran afecto y estímulo hacia ellos, lo cual es debido a su natural humildad. Esto
es conocido como amani svabhava. En otras palabras, el respeto (sammana),
el honor (garuaba) y el afecto (sneha) que tales devotos ofrecen es debido a
un innato sentimiento en sus corazones. Los devotos puros no consideran
tales palabras afectuosas como baratas lisonjas materiales. Es más, por
tolerar tales observaciones insultantes del tonto, ellos exhiben la cualidad
de la paciencia”.
“El uttama maha-bhagavata (devoto del más alto nivel), mientras se
ocupa en cantar el santo nombre, nunca considera las entidades móviles
o estacionarias de este mundo, ser objetos de disfrute personal,
contrariamente, ellos ven este mundo material entero como favorable
para el servicio de Krishna y los devotos de Krishna. En otras palabras,
ellos ven cada cosa en este mundo en relación con Krishna; ellos ven a
todas las entidades vivientes como sirvientes de Krishna y a todas las
entidades que no se mueven como disfrutables por Krishna. Nunca
piensan que este mundo material sea para su propio disfrute, sino para
el disfrute de Krishna. Nunca inventan mantras, abandonando el canto del
maha-mantra que obtuvieron de sus gurus. Ni se ocupan en propagar nuevas
teorías y opiniones”(S rila Bhaktissiddhanta S arasvati Thakura, Vivriti. S loka
Tercero. S ri S ikshashtaka).
Por eso Krishna concluye en el Bhagavad-gita (18.66) que todos los
devotos, especialmente los que desean progresar, deben abandonar
cualquier deber –dharma- (religión) que no sea complacer a Dios. Debo
entender que aquello que en un principio me ayudó a elevar mi espíritu,
después de cierto tiempo me ha atrapado y no permite mi libertad de
amar y vivir genuinamente. S rila S ridhar Maharaja solía advertir que en
tu ashram o escuela religiosa te dirán que no hay nada más allá de lo que
en esa escuela se enseña y que por supuesto tu grupo te recriminará por
tratar de abandonarlo. Sin embargo, debe abandonarse la adhesión a
falsas normas que limitan la aparición de Dios en el corazón, o que la
niega en los corazones de aquellos que profesan religiones distintas a la
nuestra o que pertenecen a otros grupos. Ningún intento de siembra de
odio o cizaña en el corazón puede ser permitido. No debemos dar cabida
a tales sentimientos indignos del alma. Mas bien, uno debe rendirse a
Krishna y a su devoto genuino, cuya única intención será llevarnos a los
dominios de Krishna, a los dominios del amor. Así le reconoceremos
como genuino. De otra manera, no lo haremos. Uno debe concentrarse
sólo en la magnanimidad de Dios, en Dios puramente, en su energía de
amor, en Krishna. Y esa bondad, pureza y amor espiritual se encuentran
en el corazón del devoto genuino.

xiii
En Nombre de Dios

Debe entenderse que el Vaisnavismo es la libertad plena del alma, la


libertad para amar, la libertad que inexorablemente conducirá a Krishna.
Se debe erradicar el miedo o la falta de fe. Es como una persona que
confía en su mascota, en su can, y no le importa donde vaya porque sabe
que está bien entrenado y educado, que antes de caer la noche emprenderá
la vuelta a casa, de regreso al hogar con su querido amo. Pero si no amas
a tu mascota y desconfías de ella, sí la utilizas sólo para que te cuide y
mantenga, si tienes miedo que te abandone y la atas todo el día a una
estaca (a la religión del temor) y así aniquilas su espíritu, entonces,
inevitablemente se llenará de odio por frustración propia y el resultado
final será que tu mascota terminará mordiendo no únicamente a los
ladrones sino a todo el mundo, hasta a su propio género, con el peligro
de convertirse en un monstruo que luego ni el amo podrá controlar. La
entrega a Dios, total o en evolución, debe ser un acto de pura voluntad
para que sea genuina. Se puede inspirar pero no se puede forzar, ni
desde afuera ni desde adentro. Hay que orar y permitir el descenso de la
energía del Señor. Nunca habrá pérdida, pero la entrega debe ser genuina.
La esencia del amor divino existe en todas las religiones, en una
medida u otra; así como en todos los grupos de devotos vaisnavas
sinceros. La progresión del amor, servicio devocional, bondad,
misericordia, caridad, dulzura y armonía, es en sí misma la mejor
evidencia de la cantidad presente de esa esencia. Aquellas religiones o
instituciones que mezclan sus intereses económicos, sociales o políticos,
con el objetivo divino del amor a Dios, desplazan fuera del seno de su
propia religión o institución, a la pureza de la espiritualidad universal.
Cualquier mezcla de poder u opulencia (aishvarya), con la dulzura del
libre amor a Dios (parakiya), es incompatible. Los dirigentes espirituales
y líderes religiosos que supeditan y comprometen la dulzura del libre
amor a Dios al poder de sus instituciones, han fracasado como líderes
de la religión del amor universal y eterno (sanatana dharma) en la misma
proporción en la que realizan dicha mezcla.
Una vez Avadhuta Maharaja me dijo: “Es muy fácil alcanzar un poco
de autoridad o poder espiritual y aprovecharse para enseñorear sobre
otros o beneficiarse personalmente con ese poder. Si yo quisiera y fuese
un engañador, estuviese rico, millonario, pero mi gurudeva y Krishna no
estarían satisfechos conmigo. Por eso yo adoro a Haridas Thakur (el
maestro del canto del Santo Nombre), porque era; tan elevado como
humilde”.
Han pasado diez años desde la partida de S rila Avadhuta Maharaja.
Es tiempo que nosotros sus discípulos compartamos con el mundo entero
este libro inédito que expone los conceptos del Vaisnavismo, la devoción
inmaculada a Dios, y la espiritualidad más prístina y original.

xiv
Prefacio

La magnanimidad de S rila Avadhuta Maharaja al escribir este libro,


consiste en predicar los conceptos elevados del Vaisnavismo, las verdades
espirituales primordiales y las bases filosóficas védicas, con el lenguaje
de las filosofías cristianas y los pasajes de sus propias escrituras sagradas.
Los cristianos bien preparados en sus propias escrituras y esencias
espirituales, serán excelentes devotos vaisnavas. Cristianos vegetarianos,
cristianos conocedores de la ciencia de la transmigración o reencarnación
del alma, cristianos practicantes del ahimsa o la no-violencia, cristianos
conscientes de la ley del karma, cristianos practicantes de la meditación
devocional y adoradores del Santo Nombre de Dios. Ellos serán mejores
devotos, con toda certeza. Sentirán que la devoción a Dios, a S ri Krishna,
es una evolución de sus almas, un progreso tangible en sus vidas, sin
tener que abandonar sus tradiciones o religión. Eso lo aceptó Mahaprabhu,
el Gran Maestro. É l no quería sectas, É l quería llenar el universo con la
vibración trascendental del Santo Nombre; así, aceptó ciudadanos
hindúes comunes, musulmanes, ateos, santos religiosos, eruditos,
personas de buenos y malos hábitos. Mahaprabhu, el Gran Maestro, los
educó a todos con los principios universales del Vaisnavismo, aceptó a
todo el mundo dentro de la familia de los que adoran el Santo Nombre de
Dios, en cualquiera de sus múltiples fonéticas; namnan akari bahudha
nija-sarva-shaktis (S ri S ikshashtaka. Verso 2).
Al mismo tiempo, este libro es una denuncia, pero no una denuncia
contra nadie como persona, sino contra la mentalidad espiritual obtusa
y los conceptos violentos acerca de la imposición de Dios y las religiones.
Este libro habla en realidad del Vaisnavismo, exponiendo la esencia del
amor a Dios. Para hablar de la Luna no se necesita criticar al Sol, ni
tampoco sentirse intimidado por su presencia. Ella tiene su propia y
dulce belleza. Esa es la prédica de nuestro Avadhuta Maharaja: Tiene su
propia y dulce belleza.

Jñana Sukriti das (Enzo T agliaferro)

xv
INTRODUCCIÓN

El hombre posee dos tipos de necesidades, las que se desprenden de


su cuerpo y las que surgen del espíritu. La fuerza activa de la sociedad
es la expresión tangible del intento por satisfacer estas necesidades. El
autor del libro, Avadhuta Maharajá, con una postura crítica, aporta al
lector elementos históricos, ontológicos y teológicos que pueden ayudarle
en la búsqueda y satisfacción de sus inquietudes espirituales.
No se puede transitar apropiadamente, sin el amparo de quienes
han viajado por el sendero que pensamos recorrer. Cualquier ayuda que
venga de este camino es apreciada por el buscador inquisitivo.
El estudio de las expresiones religiosas del mundo occidental,
concretamente el desarrollo y las prácticas del Cristianismo, son
fundamentales para entender nuestra actitud y las disposiciones que
tenemos cuando nos planteamos la búsqueda de Dios. Además del
conflicto que nos pudo haber causado en la conciencia colectiva, el poder
desenfrenado que tuvieron las instituciones religiosas cristianas en todos
los estratos de la sociedad, nos dejó un trauma que aún el hombre
occidental lucha por trascender.
El mundo occidental, pasó cerca de mil ochocientos años bajo el
dominio traumático de las instituciones cristianas. Los grandes cismas
que conmocionaron la sociedad en este período, se dieron en el seno de
la religión. En gran medida, la historia de la sociedad occidental está
articulada con la historia de las religiones judeo-cristianas. De aquí, se
desprende la necesidad de analizar y estudiar los procesos históricos de
los dogmas y las prácticas de las religiones cristianas, para entender las
diferentes manifestaciones que existen en nuestra realidad.
Por otro lado, el desarrollo del intelecto de los dos últimos siglos, se
vio condicionado por el conflicto de poder que existía entre la Iglesia y la
libertad del hombre con respecto a su espíritu. El movimiento de la
Reforma, con Lutero en Alemania y Calvino en Francia, mostraron una
necesidad emergente de independencia de pensamiento con respecto al
monopolio que ejercía la Iglesia Católica. Movimientos como el
Enciclopedismo, la Ilustración y el Renacimiento se produjeron en el
seno de esta contradicción. Y mostraban la necesidad existencial de la
libertad intelectual y religiosa del hombre occidental. Sin embargo, en
ese momento histórico, había desaparecido de Europa todo vestigio de
En Nombre de Dios

pensamiento ajeno al dominio del pensamiento cristiano. El poder de la


Iglesia Católica castró todas las tradiciones religiosas distintas a ella, o
cualquier idea que ellos consideraran de apóstatas.
T odo esto por supuesto, afectó las expectativas del hombre con
respecto a sus inquietudes espirituales. El hombre occidental se volvió
víctima de la hegemonía de poder de las instituciones religiosas de
Occidente, comenzó a ver la religión como un terrible mal que
condicionaba su libre intelecto. En adelante, el desarrollo del
pensamiento se vio mediatizado durante la mayor parte de su espacio
cronológico, por el desarrollo apabullante que tuvieron las ciencias en el
campo de las directrices de las nuevas sociedades. T al desarrollo alcanzó
su cenit en el siglo XX, momento en que el avance tecnológico y su aporte
a la sociedad, sirvieron de una excelente campaña propagandística para
proyectar lo sublime de este nuevo conocimiento, que terminó por
desplazar definitivamente el poder de la religión sobre el saber humano.
El nuevo saber, conocido de manera popular como el conocimiento
científico, vino a ocupar la posición de poder que otrora tenían las
instituciones religiosas en el intelecto humano.
La capitalización del conocimiento científico se transformó en la
nueva panacea del hombre. Incluso, los acontecimientos políticos de
poder que dominaron la mayor parte del siglo XX, específicamente los
enfrentamientos entre el capitalismo y el socialismo, se dieron sobre la
base del mismo anhelo por alcanzar los niveles de desarrollo tecnológico
y poder de conocimiento, para ofrecer el bienestar social como estandarte
de un nuevo orden mundial. T anto el ideal socialista-comunista como el
capitalismo, fueron mostrados desde sus distintas ópticas como el medio
ideal para alcanzar el bienestar común de la sociedad. La
institucionalidad religiosa fue desplazada del poder por las instituciones
políticas, económicas y científico-tecnológicas. La nueva idea del
progreso se ligó a la idea de la capacidad de dominio que alcanzara el
hombre sobre la naturaleza y cualquier cosa que se le opusiera.
Paradójicamente, las ideas de progreso social, de alcance tecnológico
y de estabilidad política democrática, se logro sólo en los países que
lograron destacar sobre otros en su capacidad para explotar más
salvajemente a sus hermanos. Nos sumergimos gradualmente en una
lucha salvaje de dominio, por lograr el progreso. Parecida a la lucha
salvaje de dominio por lograr la salvación divina de los cruzados
católicos o de la colonización del Nuevo Mundo; que en definitiva tiene
la misma edad que el Viejo.
Sin embargo, el bienestar social de la humanidad no cubrió las
expectativas “progresistas” del pensamiento científico. En el siglo XX se

xviii
Introducción

mostró el descaro de la manipulación del saber. El ideal de la libertad


intelectual se vio opacado por los excesos de un hedonismo, fomentado
por el insaciable apetito consumista del hombre moderno. En lo que
respecta a la satisfacción de los patrones de desarrollo, es curioso que
los parámetros que se establecieron como el ideal para toda la
humanidad, sólo lo han alcanzado el 15% de la población mundial.
Si realizamos una simple operación matemática, podemos
preguntarnos: Si sólo el 15% de la población mundial ha alcanzado el
llamado estándar de desarrollo ideal, y esto ha puesto en jaque todo el
ecosistema de la T ierra, entonces quizás deberíamos cuestionar estos
parámetros. Si tomamos en cuenta el inmenso costo ecológico, como por
ejemplo, el agujero de la capa de ozono que hoy tiene el tamaño de toda
Europa; que cada día desaparecen especies de la fauna mundial; que se
hayan promovido guerras y enfrentamientos por el simple deseo de poder;
y que el resto de la población mundial, ese inmenso 85%, sirva de sustrato
para esa minoría del 15%; todo esto, indica que los modelos de desarrollo
que han sido impuestos, presentan una franca crisis de percepción de la
realidad.
Podemos afirmar, que el hombre se encuentra sumergido en una crisis
socio-cultural que desemboca cual río, en un conflicto de espiritualidad
ancestral que viene desde el inicio de nuestra civilización. El progreso
del hombre no ha sido articulado y equilibrado en sí mismo. La crisis
política, la insatisfacción material y la ausencia de la esencia misma del
hombre, ha originado la crisis espiritual más notoria en toda la historia
del género humano.
El hombre de hoy, vive lleno de expectativas que lo arrojan a un
profundo vacío existencial. Este conflicto de esencia ha motivado un
despertar de la espiritualidad. Existen innumerables evidencias de este
hecho, sin embargo, estamos propensos a desestimar la religiosidad por
la conexión que existe entre la religión y los dogmas que contradicen el
espíritu puro y libre del hombre.
Es por ello necesario entender que si bien la religión expresa la
existencia de una esencia universal, no es menos cierto que la religión en
su proselitismo desvirtúa la búsqueda pura del alma.
La pregunta, ¿cuál es la religión verdadera?, es propia de la religión
judeo-cristiana. El judaísmo institucional, precisamente el que ha
sobrevivido al tiempo, es el que se encargó de mostrar a su Dios como el
único y verdadero de entre todos los pueblos que le rodearon. Esa idea
del Dios verdadero, está vinculada a la idea del pueblo real, el pueblo de
Dios. En otras palabras, muestra la errónea concepción de la superioridad
étnica. Idea, por demás materialista, pues desvirtúa la esencia valiosa

xix
En Nombre de Dios

del hombre, el espíritu mismo. El alma, es reconocida como el principio


espiritual eterno que sobrevive a las particularidades del mundo terreno.
Las religiones poseen especificidad, debido a que los ritos y creencias
provienen en su devenir de una mezcla subjetiva de la visión cosmológica
de los pueblos, con la cotidianidad y el ambiente que los rodea. Las
creencias surgen de una combinación de hechos tangibles e intangibles;
del universo abstracto y concreto, reales ambos; que cobran forma con la
conciencia del ser humano.
Desde este punto de vista, suena insensato hablar de una religión
verdadera, puesto que todas lo son, desde la conciencia de cada quien
que la profesa o cree en ella. ¿Acaso se puede hablar de pueblos reales e
irreales?. Por otro lado, desde el punto de vista teológico, interpretar que
existe una religión verdadera, es intentar resumir la posición absoluta
de Dios. Puesto que si É l en Sí mismo y para Sí mismo es absoluto,
entonces, en su capacidad absoluta, está en la posibilidad de establecer
una relación con cada pueblo, sociedad o cultura que lo conciba. Incluso,
está en la capacidad absoluta de establecer una relación personal con
cada hombre de sociedades distintas entre sí; y si no es así quedaría en
tela de juicio su posición absoluta; incluso, su posición de Dios. No hay
duda, que el término “absoluto” se queda corto, de lo contrario no sería
absoluto, porque lo infinito no puede ser atrapado por un término o
concepto. Por esto, la razón y el intelecto son insuficientes para
relacionarse con el T odo Absoluto que es Dios.
Cuando trascendemos el concepto de Dios, esto es, el concepto
religioso institucional, entonces, encontramos en su Persona Absoluta,
tan bellas, hermosas y atractivas cualidades, que nos atrapa con su
encanto. El amor es un valor universal que existe en todas las culturas o
sociedades. Con todas las diferencias socio-culturales que puedan haber
en escrituras como las del Corán, las del Talmud y la Biblia. Con todas las
diferencias de intereses que puedan existir en estas tres culturas; en sus
escrituras podemos encontrar azoras, poemas y versículos que muestran
las realizaciones de amor que han alcanzado los hombres desde sus
distintas conciencias.
Quizás por esto, observamos al redentor de Jerusalén, introducir su
concepto universal de Dios, rompiendo con su propio esquema social de
religión, criticando la supuesta erudición farisea y proponiendo que la
salvación no sólo está para el pueblo Judío, sino para aquel hombre que
pueda rendirse por completo en una relación de amor eterno con Dios.
Este mandato trascendental lo encontramos tres mil años antes de
Jesús, de los propios labios del Señor Krishna, cuando dice en el Bhagavad-
gita:

xx
Introducción

S arva-dharman parityajya
Mam ekam saranam vraja
Aham tvam sarva-papebhyo
Mokshayisyami ma suchaha
“Abandona todas las variedades de religión y tan sólo ríndete a Mí. Yo
te libraré de toda reacción pecaminosa. No temas” (Bhagavad-gita, Cap.
18, Texto 66).
Cuando escuchamos esto en el Bhagavad-gita, pareciera
contradictorio, puesto que en esta obra la conclusión es la de rendirse a
Dios con amor y devoción. Es evidente que el Supremo Señor se refiere
específicamente a que abandonemos cualquier institución religiosa que
pueda atentar contra nuestra libre práctica del amor divino. Las
instituciones religiosas, si bien son necesarias para garantizar un
apropiado marco ético a los pueblos, con frecuencia también, en el
proceso de prevalecer o sobrevivir con respecto al resto de la estructura
de poder de la sociedad, quebrantan la individualidad del hombre y su
búsqueda divina, transformándose en un impedimento para el sendero
de la realización espiritual. En las instituciones religiosas, al igual que
en el resto de las instituciones sociales, la contradicción de los intereses
internos que conviven entre quienes las integran, impide el desarrollo
puro y desinteresado de los ideales y conceptos que pudieron darle
inicio. Es por esto que el hombre se plantea la necesidad de encontrar los
elementos universales que le den sentido a su existencia.
En el hombre existen características universales que fundamentan
su esencia cognoscitiva. Así, la búsqueda del amor muestra una esencia
universal ontológica que sustenta su condición humana. Es a partir de
esta realidad que se puede concebir el verdadero sentido de la
religiosidad.
La religión universal es el amor puro y espontáneo a Dios. Este amor
de una u otra forma existe en todas las expresiones religiosas del hombre,
porque es la esencia misma de la religiosidad humana. Las instituciones
religiosas se apoderan de las necesidades espirituales del hombre y las
utilizan para satisfacer los intereses de grupos, con sus múltiples
particularidades.
Ahora bien, la satisfacción del alma en la búsqueda del amor absoluto
comienza en la perspectiva de una relación personal con el infinito
personalizado que es Dios. No existe religión sin Dios, por lo tanto, todo
debe fluir de manera natural, porque el principio de la existencia es
eterno. Si el alma busca la perfección, es porque en sí misma es perfectible
por su conexión con lo perfecto. Lo perfecto por su lado es dinámicamente
infinito.

xxi
En Nombre de Dios

Si Dios, ser perfecto en Sí y para Sí, es eterno e infinito en su propia


naturaleza, es entendible que É l existe en un espacio también infinito,
perfecto y eterno que se desprende de sí y para sí. Aquí comienza la
búsqueda, lo que nos lleva a entender nuestra naturaleza espiritual
infinita. Porque nosotros somos parte de É l y para É l. Este es el comienzo
del bhakti, del amor puro y espontáneo a Dios.
Avadhuta Maharaja (Jesús Mijares), comienza su libro despejando la
idea errónea de que el alma pudo haber sido creada de la nada. Es
necesario, para que la búsqueda tenga un efecto tangible, que se adopte
un enfoque apropiado; esto es, desde la esencia misma que muestra la
realidad. Aquello que es eterno en sí y para la propia eternidad no podría
venir de la nada. Si el principio espiritual, el espíritu o el alma ,es por
cualidad eterna y además entra en reciprocidad real con el eterno absoluto
que es Dios, entonces no podría haber principio para ella, puesto que
todo aquello que tiene un principio también tiene un fin, porque si una
cosa tiene principio, esta se desprende de la existencia previa de otra
cosa. Por lo que no existe en sí y para sí, sino en el devenir de la cosa
misma que la precede.
Así, si el alma fue creada de la nada, entonces hubo un tiempo en que
no existía, así que su naturaleza no sería eterna. Por el contrario, si se
acepta la eternidad de la misma, entonces tendría que desecharse la idea
de que proviene de la nada.
Por otro lado, si se concibiese la idea de que no somos eternos, sino
sujetos a la temporalidad, entonces en cualquier momento podríamos
dejar de existir. Nuestra existencia estuviese atada a los designios de
nuestro propio temperamento erróneo. Estas verdades las expone el autor
de manera muy experta basado en las distintas escrituras religiosas.
El hombre inquisitivo rechaza de manera natural las imposiciones.
De hecho la santidad está erigida sobre la espontaneidad del alma. El
hombre santo no es el producto de una aprobación institucional, sino de
su propia realización e infinita misericordia divina. Cuando el hombre
se pierde en su arrogancia, cuando nos pensamos controladores,
entonces se pierde la conexión con el absoluto. Las instituciones religiosas
desvirtúan la búsqueda divina, porque predomina más el interés de
controlar que el de ayudar.
En Occidente, las religiones predominantes se desprenden de la
concepción judeo-cristiana. T odas las religiones occidentales han
dependido en gran medida de la evolución del poder social que han
tenido sus instituciones. Sobre todo cuando hablamos de la historia del
catolicismo. La historia escrita y conocida de Occidente, es en gran parte
la historia de las instituciones judeocristianas y sus múltiples relaciones

xxii
Introducción

con el resto de las instituciones sociales. Incluso la propia racionalidad


científica que ha predominado en el intelecto del hombre moderno, tiene
sus raíces en este tejido histórico. Como ejemplo, podemos citar a Kant
con su teoría ética, expuesta en la “Crítica de la Razón Práctica” y en la
“Metafísica de las Costumbres”, la cual no hace más que mostrar los
cimientos de la justificación que encuentra en el cristianismo, la ética
occidental. Incluso, la idea de la pureza cristiana europea que motivó a
las guerras de las cruzadas, con el objeto de rescatar las tierras santas de
los herejes, no concluyó en las expresiones históricas de la religión
católica. Se expandió en el tiempo, con el fenómeno que los intelectuales
conocen con el nombre de eurocentrismo; que es la simple idea de que
todo el desarrollo del hombre está centrado en la historia de Occidente.
Está tan fuertemente arraigada la idea del Dios verdadero de los judíos,
que las vertientes del cristianismo la heredaron y la amoldaron a su
religión; a su pensamiento e intelecto; y formó gradualmente el mundo
subjetivo del hombre occidental, dando el sincretismo del egocentrismo
occidental, considerando el conocimiento científico como el conocimiento
perfecto y su concepción monoteísta como el pináculo más elevado de la
religiosidad.
T odo a lo que ha llegado el hombre occidental, se nos muestra como
el ideal que debemos alcanzar. Sin embargo, la realidad universal nos
indica otra cuestión. El monoteísmo se ha descrito como la existencia
solitaria de Dios, desprovisto de toda variedad y multiplicidad de
conciencia.
Cuando nos enseñan que el Judaísmo es la fuente de las religiones
monoteístas, se nos oculta, que ha sido un monoteísmo que originó la
intolerancia religiosa que ha caracterizado la historia de las religiones
occidentales, lo que nos hace suponer que ha sido mal entendido.
Aceptar la múltiple manifestación de un Dios supremo, que se muestra
en las distintas culturas, incluso con distintos nombres y cualidades,
para relacionarse de acuerdo a los niveles de conciencia de los hombres,
no debería ser considerado politeísmo. Por el contrario, concebir la infinita
diversidad de un mundo espiritual multidimensional, es producto de
un elevado tipo de intelecto que rompe con los esquemas de nuestra
experiencia terrena.
La idea de un Dios absoluto, fuente de toda variedad de dulzura y
armonía, cuya belleza nutre las aspiraciones de nuestro espíritu, no es
antagónico con la convicción de la existencia de distintos tipos de vida
en todo nuestro vasto universo. El concepto de que somos los únicos
seres conscientes en el universo suena tan pedante, como la idea de que
nuestra apreciación de Dios es la única verdadera. Y darle cierto carácter

xxiii
En Nombre de Dios

divino a seres que habitan en otros mundos, cuya capacidad material es


superior a la de nosotros no suena del todo extraña. Incluso, en nuestras
sociedades, a los reyes se les brindó un respeto reverente; y aún hoy
sobrevive semejante trato a nuestros gobernantes.
La adoración que le dieron los griegos a sus dioses, se originaba por
la convicción que poseían de que tales seres gobernaban fuerzas
materiales que ellos como sociedad requerían. Pero, esta expresión
religiosa no impidió la convicción de un Dios supremo, allende incluso
del Partenón, de lo cual encontramos pruebas en las obras de Platón y
otros escritores de la antigua Grecia, donde se desarrolló el pensamiento
más profundo que se ha dado en la historia de Occidente.
No podemos aceptar como casual, el hecho de que fue en Grecia,
donde se dio esta diversidad de creencias místicas, religiosas y
espirituales, con una aceptable tolerancia de ideas y conceptos religiosos.
Y que a su vez, haya sido allí, donde el intelecto se desarrolló más libre
y brillantemente. Existe una clara correspondencia entre el desarrollo de
las ideas y la libertad espiritual del hombre. De hecho, cuando los
apóstoles decidieron predicar el mensaje de Jesús en Grecia, el enviado
fue Pablo, cuyo intelecto era el más fino y agudo de todos. De hecho, el
producto de la prédica del cristianismo en Grecia, originó lo que se
conoció como la Iglesia de Alejandría, donde se mantuvo viva la creencia
en la reencarnación y la eternidad de las almas, cuyas creencias fueron
exterminadas con sangre por la Iglesia Romana. Orígenes, uno de los
principales expositores del cristianismo en Alejandría, cuyo intelecto y
espiritualidad fue uno de los mayores en toda la historia del cristianismo,
produjo comentarios escritos y obras jamás igualadas por los
representantes de la Iglesia Romana; en donde se revelan estas verdades.
Lamentablemente, pocas obras de Orígenes sobrevivieron a las
persecuciones organizadas por la Iglesia.
Las aspiraciones espirituales que tuvieron los primeros cristianos,
evidentemente fueron transformándose gradualmente con el crecimiento
y consolidación del poder de la Iglesia.
Las aspiraciones pueden vencer los eventos circunstanciales, pero
sólo si ellas en sí mismas son transcendentales; de lo contrario, el hombre
queda atrapado y condicionado por estas. Sin embargo, ¿Qué es lo que
hace trascendental un motivo?. Evidentemente es difícil discriminarlo.
T rascendental es aquello que es universal, que existe para todos por
el bien de todos. Los motivos de la existencia humana, apuntan hacia
una esencia Universal: La búsqueda recíproca y amorosa de Dios. Esta
es la esencia universal que muestra el autor en este libro. Si existe algún
tipo de utilidad en los desmanes que ha cometido el hombre en su deseo

xxiv
Introducción

de enseñorear sobre los demás, es la enseñanza que nos arroja la


experiencia histórica. Hoy nos parece increíble que se hayan cometido
vejámenes y atropellos en contra de aquellos que poseían maneras
distintas de concebir y acercarse a Dios. Pero sucedió; y lo más asombroso
es que aún se cometen manipulaciones que atentan contra esta búsqueda
natural de Dios que forma parte de la misma esencia del hombre.
La búsqueda libre de Dios es el don más preciado al que tengamos
acceso. La libertad es, por naturaleza ontológica, una aspiración natural
para el espíritu humano. La moralidad es una cuestión ética. El amor es
la esencia eterna del alma. Por esto, la esencia de la religión no puede ser
la moralidad, sino la sustancia misma que la compone y le da sentido a
su existencia, que es el amor puro, espontáneo y desinteresado del alma
por Dios.
Es por esto que la moralidad es uno de los aspectos del devenir de la
religión, pero no el objeto de la misma. Es parte del devenir pero no el
“para sí” de su existencia. La idea del castigo en el infierno eterno,
ampliamente difundida por la cristiandad, produjo los patrones rígidos
morales en los cuales creció el hombre de Occidente. La idea de una sola
vida y un Dios devastador y vengativo, produjo unos esquemas morales
que lejos de servir de base para el desarrollo espiritual del hombre, lo
condujo a rechazar la práctica de la religiosidad por considerarla como
enemiga de su libertad.
Estas contradicciones terminaron por condicionar la existencia de
las religiones occidentales a un simple tradicionalismo folclórico con
distintos matices regionales.
La discusión acerca de la eternidad del alma o del espíritu, es otro
tema obligado de los que se trata en este libro. Si partimos de esta premisa,
esto es, que el alma es eterna, entonces estamos obligados a concebir la
existencia de los infinitos estados de conciencia. Es decir, podemos
entender la búsqueda de la realización espiritual como un proceso
constituido de distintas etapas, conforme a la esencia misma de la
melosidad amorosa que le da forma a nuestro espíritu, que además, se
desprende del propio deseo del absoluto. La verdad, es que la apreciación
de los infinitos estados de conciencia no se desprende de nuestra
especulación, sino, de entender que la infinita diversidad de sentimientos
que pueden surgir del dulce corazón de Dios, corresponde a los infinitos
estados de conciencia que muestran las almas.
Por otro lado, si Dios es eterno y el sentido de la vida es nuestra
búsqueda amorosa de É l, entonces nuestra existencia también por ende
debería ser eterna. Puesto que aquello que es temporal no puede satisfacer
al Eterno Absoluto que es Dios. Bajo este punto de vista, la búsqueda del

xxv
En Nombre de Dios

alma por alcanzar una relación amorosa con Dios, puede transcurrir en
espacios de tiempo, trascendentales a la percepción finita que tenemos
de la vida. Entonces, tendríamos que plantearnos la preexistencia y
reencarnación de las almas. Esto, por supuesto, pondría en tela de juicio
la existencia del infierno eterno, y por ende, la supuesta exclusividad y
monopolio de Dios, que dicen tener algunas religiones.
Hay un punto importante acerca de este tema, y es que la creencia en
la reencarnación no es un dogma religioso. Es más bien, la apreciación
de un elemento axiomático para la práctica libre de la espiritualidad. De
hecho, la creencia en la reencarnación es común en todas las religiones
orientales y en la antigüedad también era común entre los Judíos, los
Griegos y el resto del mundo de la época.
Fueron los cristianos, que en su deseo de poseer una religión distinta
a las otras, eliminaron de sus escrituras las evidencias que mostraban la
creencia en la reencarnación. Así mismo, “limpiaron” cualquier otra
concepción distinta a las suyas que encontraron a su paso. De esto no
escapó el Nuevo Mundo, que fue desangrado tanto por los católicos
como por los protestantes. La religión se transformó en una de las
herramientas más importantes para el dominio y explotación de los
nuevos hombres del mundo cristiano.
La idea del Dios Verdadero, es precisamente lo que más ha generado
controversia entre las religiones. Para los cristianos, Jesús es en definitiva:
Dios hecho hombre. Afirman que es el propio Dios que vino a redimirnos
y salvarnos del final apocalíptico que ellos anuncian. A diferencia de
ellos, los judíos no aceptan a Jesús como el Mesías, sino como uno más
de sus profetas. Los islámicos, por su parte, anuncian que Dios es Alá y
Mahoma su profeta. Mientras cada cual intenta mostrar a su Dios como
el verdadero, los hombres de mentalidad profunda mantienen la
convicción de que Dios, en su magnificencia, es perfecto en todas sus
manifestaciones. Es el mismo Dios perfecto del que habla Platón, el que
alaba Jesús; es el mismo de quien se enamora Santa T eresa de Jesús y el
mismo a quien San Juan de la Cruz compone sus poemas. Ese Dios lleno
de belleza y armonía fue quien inspiró a Salomón a recitar el cantar de
los cantares. É l es el Dios que inspiró de sabiduría a los maestros
islámicos y a los sabios del Bosque de Naimisaranya en la India. Es el
mismo Dios que se describe en los S almos, en el Talmud o en los Upanishads,
los Vedas y los Puranas, cuya descripción llega a la perfección en el S rimad
Bhagavatam del gran sabio Vyasadeva y se destila a través de la pluma
inmaculada de Krishnadasa Kaviraja Gosvami, en el gran clásico S ri
Chaitanya Charitamrita, obra donde se describen los pasatiempos del
supremo señor S ri Gourasundara junto a sus asociados eternos.

xxvi
Introducción

El sol sale para todos, y porque su curso comience en oriente, no lo


hace oriental. Así como el rey de los astros posee una belleza particular
en el amanecer y otra en el atardecer crepuscular, Dios nos muestra sus
infinitas formas de belleza en el amanecer y el ocaso de cada pueblo.
La meta de cualquier religión debe ser, entrar en comunión eterna
con Dios. La santidad es la perfección humana. Y a ella no se llega con la
lógica racional que le da carácter de superior al hombre sobre las otras
especies, sino con la práctica del amor, limpio de intereses personales y
de espontáneo fluir.
Ahora bien, los hombres que se dedican con plena fe y convicción a
buscar la dulce asociación de Dios, y de distribuir entre quienes les
rodean ese amor trascendental, son los hombres que poseen las más
hermosas cualidades del género humano. Aquel que dedica su vida, su
pensamiento y voluntad a la sublime búsqueda de Dios, es porque ha
alcanzado la perfección de la vida misma. Si encontramos diferencias
sociales o socioculturales, étnicas o incluso religiosas, en este tipo de
hombres, son sólo diferencias de forma. Y sabemos que la esencia está
por encima de la forma y la apariencia.
El amor espontáneo entre estos hombres y Dios, es la posición perfecta
del alma con Dios. Es la armonía a la que todos debemos aspirar. Es la
relación entre Dios y hombre verdadero.

Hari Narayana das (Ángel Gragirena)

xxvii
PART E I

Las Sagradas Letras


LA CREACIÓN

DISCÍPULO: Al interpretar la Biblia y en particular el Génesis, en donde


se explica el fenómeno de la creación, los grandes doctores de la Iglesia
cristiana, eruditos y escolásticos afirman que Dios creó todo de la nada.
Entre ellos, Santo T omás de Aquino, considerado el príncipe de la
Escolástica, de quien se afirma es el responsable de los fundamentos y
doctrinas de la Iglesia Católica Romana actual, señala en su obra cumbre
S uma Teológica:
“Lo que procede por emanación particular no puede suponerse
anterior a la emanación. Así, cuando un hombre es engendrado, no era
antes hombre, sino que de no hombre es hecho hombre, como lo blanco
de lo no blanco. De aquí es, que si se considera la emanación de la
universalidad de los entes de su primer principio, es imposible
presuponer ente alguno a esta emanación, puesto que ser nada es lo
mismo que no ser ente. Luego, así como la generación del hombre parte
del no ser; que es el no hombre, de igual modo la creación, que es la
emanación de todo el ser, se hace del no ser, que es la nada” (S uma
Teológica, Primera Parte, De la Creación, Cap. 45.A1). En otras palabras, él
sostiene que Dios creó todo de la nada.
MAEST RO: En su teodicea, T omás de Aquino intenta sobrepasar las
especulaciones de la filosofía helénica, y desarrolla la escolástica con la
única finalidad de intelectualizar las escrituras reveladas. Sin embargo, lo
único que logra es confundir más a la cristiandad. A tal grado, que hoy
en día la doctrina: “Dios creó todo de la nada”, se ha generalizado. Los
cristianos deben recordar que Jesús señaló a los especuladores y eruditos
como aquellos que están desposeídos de la verdad, reconociendo en
Dios su absoluta potestad sobre la revelación: “En aquel tiempo,
respondió Jesús, dijo; Doy gloria a ti Padre señor del cielo y de la tierra,
porque escondisteis estas cosas a los sabios y entendidos, y las has
revelado a los párvulos” (Mateo 11.25). Debemos reconocer que jamás
llegaremos a realizar nuestra amorosa y eterna relación con Dios mediante
la especulación intelectual, desarrollo del conocimiento o erudición.
Con el transcurrir del tiempo, las “escrituras reveladas” han sufrido
serias modificaciones, introducidas por individuos particularmente
inescrupulosos que las han tergiversado en aras de satisfacer sus

31
En Nombre de Dios

intereses personales. El cristianismo se ha diversificado en un sinnúmero


de sectas y cada una de ellas tiene su propia versión de la Biblia y su
propio concepto del Cristianismo original. Pero a pesar de las grandes
“diferencias teológicas”, todas coinciden en la hipótesis de que Dios ha
creado todo de la nada. Comparten la misma Cosmogonía.
Durante algunos siglos se han esforzado en vano, tratando de
hacernos creer que Dios permanecía aislado en las profundidades del
vacío, contemplando nada en la nada. Al notar que ésta carecía de su
divina presencia, se levantó de su inercia perpetua y de súbito decidió
crear los cielos y la tierra, convirtiendo a ésta en el centro del universo
infinito, y para no restarle importancia, la hizo el único lugar habitado
en toda la creación. Después, se sentó en su trono eterno y ha permanecido
inmutable observando como los humanos se destruyen unos a otros,
aguardando pacientemente que la mayoría sea condenada al fuego eterno
y que algunos logren salvarse para vivir felices junto a É l por el resto de
la eternidad... Estos conceptos simples fueron dados para un pueblo
espiritualmente inculto, mas no inocente como los párvulos.
Moisés, en el primer versículo del Génesis, nos dice: “En el principio
creó Dios el cielo y la tierra” (Génesis 1.1). Si bien es cierto que esto podría
mal interpretarse como si Dios hubiese creado todo a partir de la nada,
no es menos cierto que en otro capítulo del mismo Génesis él dice: “Formó
pues el Señor Dios al hombre del barro de la tierra, e inspiró en su rostro
soplo de vida, y fue hecha un ánima viviente” (Génesis 2.7). En ninguna
parte Moisés afirma que el alma, el verdadero ser, proviene de la nada.
Por el contrario, es bastante explícito: “Inspiró en su rostro soplo de
vida” (inspiravit in facien ejus spiraculum vitae). Y esto ha sido confirmado
por le Rey Salomón en su libro Eclesiastés: “Y se torne el polvo a la tierra
de donde era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 2.7).
Por otra parte, Isaías, considerado el profeta de mayor relevancia del
Antiguo T estamento, nos previene acerca del daño que ocasionan
aquellos que creen en la nada: “No hay quien clame por la justicia, no
hay quien juzgue con verdad, sino que ponen su confianza en la nada y
tienen en su boca la vanidad. Concibieron o idearon el trabajo o el daño
del prójimo y parieron la iniquidad” (Isaías 59.4). Aun así, en algunos
concilios, especialmente en el IV de Letrán, se define como dogma
fundamental de fe lo siguiente:
“Creemos y confesamos firmemente ser Dios el creador de todas las
cosas visibles, invisibles, espirituales y corporales”. Y se explica la
palabra “creación” como sigue: “Dios, con su virtud omnipotente, en el
principio del tiempo creó de la nada igualmente una y otra criatura, la
angélica y la mundana, y además la humana”.

32
Las S agradas Letras: La Creación

Aferrado a este dogma, el doctor angelicus T omás de Aquino, en su


citada obra S uma Teológica (Cap. 46), asevera: “Ningún ser fuera de Dios
puede haber existido eternamente”. Esta afirmación expone un concepto
totalmente distinto al que San Pablo enseña en su carta a los Romanos:
“Porque las cosas invisibles de É l, su eterno poder y deidad, se hacen
claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por
medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos
1.20).
Cuando San Pablo habla de lo que era invisible, obviamente no quiere
decir lo que no existía, sino aquello que permanecía inmanifiesto. Alguien
podría argumentar que San Pablo se refiere al poder divino de Dios que
permanecía oculto, ¿Pero acaso la naturaleza y sus criaturas no son
aspectos del poder Divino manifiesto de Dios, que en aquel entonces
permanecían invisibles?.
Los doctores de la iglesia opinan que el Dios T odopoderoso no
requiere de materia prima preexistente para la creación material. Ellos
consideran que esto pondría en duda su omnipotencia, pero cuando
afirman que ninguno de los elementos materiales manifiestos existía,
admiten que antes de la creación, Dios carecía de ellos. No hay nada que
el Señor no posea en el presente, que no poseyera en el pasado, o que no
poseerá en el futuro o en cualquier otro tiempo eterno, incluyendo el que
ellos han perdido.
En el S rimad-Bhagavatam, considerado como el fruto maduro del árbol
del conocimiento védico, S ri Narada Muni declara:
Atman bhavayase tani
na parabhavayan svayan
Atma-shaktim avashtabhya
urnanabhir ivaklamah
“Así como la araña crea muy fácilmente la red de su telaraña, y manifiesta
su poder de crear sin temor a ser vencida por nadie, así también T ú
mismo, empleando tu energía autosuficiente, creas sin ayuda de nadie”
(S rimad Bhagavatam. Canto 2, Cap. 5, Texto 5).
Esta analogía es muy ilustrativa. La tela de araña sutil e intrincada,
permanece inmanifiesta hasta que por su propia voluntad, la araña
comienza a tejer. Pero cuando vemos por primera vez una araña,
pendiendo de un filo hilo, no podemos imaginar que de ella pueden
surgir cientos de complicadas telas de araña. Si en una insignificante
araña el poder de crear es tan grande, cómo podemos creer que la
capacidad de creación del Señor está limitada a sustraer de la nada lo
que en ella no existe.

33
En Nombre de Dios

Y con relación al ser, el alma, que también denominan “ente”, lo


consideran inmortal sólo a partir de su creación. Definitivamente ellos
no creen que las almas eran coexistentes con Dios, argumentando que É l
no necesitaba de compañía eterna, pues es suficiente en Sí mismo.
Podemos apreciar este concepto en los escritos de San Agustín, Obispo
de Hipona, consumado maestro de retórica y autor de importantes
tratados teológicos. En su obra Los S oliloquios del Alma con Dios (Edición
de 1777, Madrid, Tomo II, Cap. XI), dice: “Vos me hicisteis de la nada, y si
vos mismo no me regís y gobernáis, Señor, segunda vez me volveré a ser
nada. Porque así como no teniendo yo ser alguno, Vos, sacándome de la
nada me hicisteis ser algo, así también, si me falta vuestra dirección,
perderé el ser que me disteis y me volveré al no ser”.
Esta idea expresada por San Agustín es evidentemente nihilista.
Además, crea una apatía hacia la necesidad de trascender la vida
condicionada, porque si el destino de un vil pecador es la fusión en la
nada, él estaría libre de la dualidad del dolor y del placer, libre de cometer
errores, y por ende, privado de toda percepción, incluyendo la gloria
eterna. Estas especulaciones no hacen más que complicar la posibilidad
de realizar nuestra eterna y amorosa relación con Dios. Si aceptamos
que Dios es omnipresente, estamos admitiendo que É l está en todas
partes, incluyendo la nada. No hay nada que el Supremo Señor no
penetre, y siendo É l la causa de todas las causas, es también la causa
original y supraeficiente del concepto de la nada.
Ananta devesha jagan-nivasa
Tvam aksharam sad-asat tat-param yat.
“¡Oh ilimitado! ¡Oh refugio del universo! T ú eres la fuente invencible, la
causa de todas las causas, trascendental a esta manifestación material”
(Bhagavad-gita 11.37).
En este mundo hay tres potencias que se pueden apreciar: La infinita
misericordia de la Suprema Personalidad de Dios, las entidades vivientes
y los elementos materiales que al unirse o separarse producen formas
diversas de materia. Sólo a los insensatos se les puede ocurrir que Dios
no ha sido eternamente el propietario de todo.
Isavasyah idam sarvam
Yat kincha jagatyam jagat
“El Señor posee y controla todo lo animado e inanimado que hay en el
universo” (S ri Isopanishad).
San Agustín, en su famoso libro La Ciudad de Dios, declara: “Así
como no me atrevo a decir que Dios nuestro Señor alguna vez no fue

34
Las S agradas Letras: La Creación

Señor, así no debo dudar que el hombre no existió siempre, siendo que en
algún tiempo fue creado; pero cuando considero de quien no pudo ser
siempre Señor, si la criatura no existió siempre, entonces temo afirmar
cosa alguna”.
Si para grandes teólogos como San Agustín la creación es un
verdadero dilema, no lo es para otros teístas que aceptan al Supremo
Señor como la fuente original e inagotable de lo manifiesto e inmanifiesto,
o en otras palabras, de lo visible e invisible: ex nihilo nihil, nada se saca
de la nada. “Sabed que todas las creaciones hermosas, gloriosas y
poderosas brotan tan sólo de una chispa de Mi esplendor” (Bhagavad-
gita 10.41).
En el Génesis se declara que Dios manifestó en este mundo al hombre
y a la mujer a Su imagen y semejanza: “Hagámoslo a nuestra imagen y
semejanza” (Génesis 1.26). Los teólogos judíos y cristianos deberían
presentar este versículo sin subterfugios, tal y como es, por que en él se
expone claramente que Dios siempre ha estado rodeado de una infinita
variedad de seres eternos. Aquí el Señor habla en plural, lo que permite
entender que en el momento de esta creación no estaba solo. Sin embargo,
algunos sectores de la cristiandad tratan de establecer una conexión
entre la pluralidad de existencias eternas expresadas en el citado
versículo y el “Misterio de la Santísima T rinidad”, argumentando que al
decir “hagámoslo”, Dios entra en consejo Consigo mismo, con el Hijo y
con el Espíritu Santo; explicación que a todas luces tergiversa la verdad,
ya que el siguiente versículo dice: “Macho y hembra los creó” (Génesis
1.27). Lo que entra en contradicción con la teología cristiana que aún no
ha descrito al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo con una naturaleza
femenina.
No sólo estaba Dios acompañado en el mundo espiritual por Sus
asociados eternos, sino que también existían otros seres en la tierra, que
ya habían abandonado Su compañía o al menos no vivían en el paraíso.
Esto puede comprobarse en Génesis, cuando Caín fue hallado culpable y
tuvo que refugiarse en la tierra de Enoc: “Y dijo Caín a Jehová: grande es
mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de T u
presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá
que cualquiera que me hallare, me matará. Y le respondió Jehová:
ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado.
Entonces Jehová puso señal en Caín para que no lo matase cualquiera
que le hallara. Salió, pues Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de
Nod, al oriente de Edén” (Génesis 4.14-16).
No es muy difícil comprender que la creación de Adán y Eva no es
más que una manifestación particular de lo que ha preexistido siempre.

35
En Nombre de Dios

S a esha adhyah purusah kalpe kalpe srijaty ajah


Atmatmany atmanatmanam sa samyacchati pati cha
“Esa suprema y original Personalidad de Dios, el Señor Krishna,
expandiendo Su porción plenaria como Maha-Vishnu, la primera
encarnación, crea este cosmos manifiesto, pero É l es innaciente. Sin em-
bargo, la creación ocurre en É l, y la sustancia y las manifestaciones
materiales son todas É l mismo. É l las mantiene por algún tiempo y las
absorbe de nuevo dentro de Sí” (S rimad-Bhagavatam. Canto 2, Cap. 6,
Texto 39).
Preexistencia eterna significa eternidad. Sin embargo, en el Nuevo
T estamento, erradamente dan como eterno aquello que existe a partir de
la “creación”. Más aún, aquello que existe a partir de Jesús. Este concepto
no se aviene a la realidad, ya que eternidad es el tiempo que no tiene
principio ni tendrá fin. Y de este modo fue entendido en el Antiguo
T estamento. Al efecto, en S almos se lee: “Haré perpetua la memoria de T u
nombre en todas las generaciones, por lo cual te alabarán los pueblos
eternamente y para siempre” (45.17); “Porque este Dios es Dios nuestro
eternamente y para siempre, É l nos guiará aun más allá de la muerte”
(48.14); “T e exaltaré mi Dios, mi rey, y bendeciré T u nombre eternamente
y para siempre. Cada día te bendeciré y alabaré T u nombre eternamente
y para siempre” (145.1,2); “Bendito sea Jehová Dios de Israel de eternidad
a eternidad” (I Crónicas 16.36).
Si en la Biblia se afirma que Dios es eternamente Rey (S almos 10.16),
¿De quién era Rey antes de la creación?. Si É l es nuestro Dios desde la
eternidad hasta la eternidad (Nehemías 9.5), ¿De quién era Dios antes de
que fuésemos creados?. Si su misericordia es eterna (I Crónicas 16.34), y
es derramada sobre todas las criaturas eternamente, sería absurdo creer
que sólo se manifiesta a partir de la creación y después de la caída del
género humano. La divina misericordia del Señor es un atributo eterno.
La Reina Kunti, una de las mujeres más sabias de todos los tiempos,
esposa del rey Pandu y madre de los cinco Pandavas, ha dicho:
Manye tvam kalam isanam anadi-nidhanam vibhum
S aman charantan sarvatra bhutanam yan mithah kalih
“Mi Señor, yo considero que Vuestra Señoría es el tiempo eterno, el
controlador supremo, aquel que no tiene principio ni fin, y que está
dentro y fuera de todo. Al distribuir T u misericordia, eres equitativo con
todos. Las disensiones entre los seres vivientes se deben al intercambio
social” (S rimad-Bhagavatam 1.8.28).
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se dice con frecuencia
que Dios envía a sus mensajeros (profetas, ángeles, arcángeles y redentores)

36
En el Génesis se declara que Dios manifestó en este
mundo al hombre y a la mujer a Su imagen y semejanza:
“Hagámoslo a nuestra imagen y semejanza”. Aquí el
Señor habla en plural, exponiendo claramente que Él
siempre ha estado rodeado de una infinita variedad de
seres eternos.
Las S agradas Letras: La Creación

para cumplir determinadas misiones, y es lógico pensar que si É l los envía es


porque están y han estado siempre junto a É l como Sus eternos servidores y
asociados.
Sin necesidad de un análisis muy profundo, puede entenderse que
los conceptos de la Biblia aquí expuestos evidencian que la cultura
judeocristiana original, admitía y enseñaba la preexistencia eterna de
los seres. “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te
formase en el vientre te conocí, y antes de que nacieses te santifiqué, te di
por profeta a las naciones” (Jeremías 1.5).
El aspecto omnímodo del Señor, que lo abarca y comprende todo, es
apenas una de Sus características esenciales que nos hace comprender
que la nada no existe y que nada existe en la nada. Este aspecto de É l,
suficiente en Sí mismo, nos ayuda a realizar que el concepto de la nada
es absurdo. En la literatura Védica se hace mención de esto y se establece
que la Suprema Personalidad de Dios es la fuente permanente de todas
las emanaciones.
El S rimad Bhagavad-gita, conocido también como S ri Gita o Gita
Upanishad, es uno de los Upanishad más importantes de la literatura
Védica. En él, la Suprema Personalidad de Dios, S ri Krishna, instruye a
su amigo y discípulo Arjuna, guiándolo por el sendero de la
trascendencia. En el capítulo séptimo titulado Jñana-Vijñana-yoga, uno
de los más importantes de la obra, se describe el concepto relativo y
absoluto del Señor Supremo:
Apareyam itas tv anyam
prakritim viddhi me param
Jiva-bhutam maha-baho
yayedam dharyate jagat

Etad yonini bhutani


sarvanity upadharaya
Aham kritsnasya jagatah
prabhavah pralayas tatha
“¡Oh Arjuna!, Poderoso héroe, esta naturaleza material conocida como
externa, es inferior. Debes saber que mi potencia marginal es superior y
está compuesta por las almas individuales. Esta potencia consciente
superior acepta este mundo como un objeto de explotación para el disfrute
de los sentidos, a través de las acciones y las reacciones fruitivas. El
mundo Divino emana de Mi potencia interna, el mundo material, de Mi
potencia externa. La potencia de las entidades vivientes es conocida
como marginal, debido a su capacidad para adaptarse tanto en el plano

39
En Nombre de Dios

mundano como en el divino. Has de saber que todas las especies, ya


sean móviles o inmóviles, son generadas por estas dos naturalezas
elementales, como la esfera de la acción y el conocedor de esa esfera. Y
Yo soy la única causa de la manifestación total de este mundo así como
de su inmanifestación” (Bhagavad gita 7.5,6).

40
EL INFIERNO

DISCÍPULO: Aceptando que el alma es eterna y pertenece al Señor. Ella


tendría como finalidad buscar su relación con Dios y alcanzar la morada
eterna. Sin embargo, hay almas que se comportan de una manera impía
y pecaminosa, rebelándose contra la autoridad de Dios. Las religiones
en general y en especial aquellas que hoy en día representan la cultura
judeo-cristiana, afirman que el destino de estas almas es el infierno eterno.
San Gregorio Magno, hablando acerca del infierno, dice: “En cuanto a
los sentimientos que pudieran experimentarse respecto a los condenados,
sería tan irrazonable como inútil pedir a Dios el perdón o el alivio, ya
que su suerte está fijada para siempre. T ampoco es preciso tener hacia
ellos una falsa piedad, porque su suerte les pertenece por entero, por
depravación final e irremisible. Los bienaventurados no pueden tener
ninguna compasión para los condenados, ya sea antecedente o
indeliberada, ya sea deliberada, porque la verdadera compasión supone
un mal curable. Dios mismo no tiene misericordia para los condenados
porque ellos no la quieren” (Enciclopedia de la Religión Católica, vo. Infierno,
cf. S an Gregorio Magno, dial. 1.IV, c. XLIV, p.1, t. LXXVII, col. 404).
MAEST RO: El infierno no es más que una experiencia dolorosa
eminentemente correctiva y por ende trascendible. Hay quienes todavía
creen, por imposición dogmática, en el castigo perpetuo del infierno, lo
que no pasa de ser una fatuidad. Si la finalidad del dogma del terror es
persuadir a las almas que se han desviado del sendero de la
espiritualidad, es evidente que hasta ahora no ha dado el fruto deseado.
Aunque hemos progresado en algunos campos del conocimiento, tales
como la ciencia, la tecnología, etc., es obvio que nuestras cualidades
espirituales aún se encuentran en etapas latentes, casi imperceptibles.
En otras palabras, nos hemos desarrollado muy poco espiritualmente a
pesar de la infinidad de religiones existentes, en su mayoría
contaminadas con ideas materialistas: nihilismo, monismo, panteísmo,
politeísmo y otras fantasías.
Orígenes (183-255 dc.), considerado como uno de los padres más
sobresalientes del cristianismo en la antigüedad, ha producido una
verdadera obra monumental en materia de teología. Se le debe tomar en
En Nombre de Dios

cuenta porque es una autoridad indiscutible en el pensamiento del


cristianismo genuino. La grandeza de Orígenes radica en su capacidad
para concebir y exponer la gloria más excelsa del Supremo Señor,
coincidiendo en esto con las Sagradas Escrituras Védicas, las más
antiguas del mundo, que declaran: “La gloria más grande de Dios es Su
misericordia sin causa”.
Orígenes, profundiza en esta idea y nos demuestra cómo ha sido
presentada la salvación del alma condicionada basándose en las
Sagradas Escrituras Cristianas. Incluso va más allá y asevera que hasta
el mismo Satanás será redimido. É l explica que esta sumisión no se
efectúa bajo coacción o por la fuerza, sino a través de medios razonables
verdaderamente pedagógicos, conducentes a la liberación del cautiverio
material: certis guisbusque ed disciplinis et temporibus. Esta doctrina fue
denominada Apocatástasis. Al efecto, entre los versículos que él cita de la
Biblia, hay varios de Corintios:
“Porque es necesario que É l reine hasta que ponga a todos sus
enemigos bajo Sus pies. Y la enemiga muerte será destruida la postrera,
porque todas las cosas sujetó debajo de los pies de É l. Y cuando dice que
todo está sujeto a É l, se exceptúa sin duda Aquel que sometió a É l todas
las cosas. Y cuando todo estuviese sujeto, aun el mismo Hijo estará
sometido a Aquel que sometió a É l todas las cosas, para que Dios sea
T odo en todos” (1 Corintios 15.25-28).
En el proceso para erradicar los pecados de la humanidad va
implícita la remoción de la causa que los genera. Satanás, que vendría a
ser la personificación del mal, sería absuelto por el bien absoluto, que es
Dios. Nadie escoge el mal, sino que escoge mal. Al alma se le concede la
desgracia de equivocarse, así como también la gracia de poder rectificar.
La dulce naturaleza redentora del Señor es superior al extravío del alma
y por amor desinteresado la libera de sus miserias cuando É l quiera y
como quiera.
De acuerdo con los teólogos simplistas, hay un solo lugar en la
creación donde Dios no puede ejercer Su potestad absoluta: el infierno.
Ellos nos quieren dar a entender que Su poder es relativo, suficiente para
condenar eternamente, pero no para revocar la condena. Si han aceptado
que el Supremo Señor podría sustraer de la nada lo que en ella no existe,
¿Por qué no aceptan que É l tiene plena jurisdicción sobre Su creación?.
Deberían admitir que la finalidad de cualquier castigo es corregir y no
torturar perpetuamente. Sabemos por experiencia que un rey o un
presidente puede conceder un indulto, incluso un juez o un abogado
habilidoso puede liberar de la prisión a un condenado, ¿Por qué dudar
entonces del misericordioso poder del Señor Supremo para rescatar del
infierno a los que en él se han precipitado la finalidad de cualquier

42
Las S agradas Letras: El Infierno

castigo es corregir y no torturar perpetuamente Estos “pseudólogos”


pierden su tiempo al tratar de convencernos con imposiciones dogmáticas
que Dios es un Ser supremamente rencoroso y vengativo.
El hombre, siendo imperfecto, no tiene la capacidad para redimir a
un individuo muy peligroso y por eso lo sentencia a cadena perpetua o
lo ajusticia mediante cualquier procedimiento. Pero el Supremo Señor
tiene el poder de cambiar la mentalidad de una entidad viviente que se
ha degradado. De no ser así, estaría en el mismo nivel de la justicia
humana.
El Supremo Señor es absolutamente independiente y no está sometido
a una ley inexorable de retribución, no tiene la obligación de pagar bien
por bien o mal por mal. É l es el Controlador Supremo. Incluso en el
Corán, donde se presenta al Señor como supremamente justiciero e
implacable, podemos encontrar algunos versos que hablan de Su absoluta
autonomía:
“Por ventura no sabes que Alá, suyo es el reino de los cielos y de la
tierra, castiga a quien quiere y perdona a quien quiere, y que Alá sobre
toda cosa es poderoso” (Corán V.44, Al-Maida). Aquí se expresa claramente
que É l derrama justicia y misericordia a voluntad.
En los Vedas se describe que Su misericordia divina es por naturaleza
trascendental y sin causa. De igual manera, en muchos pasajes de la
Biblia encontraremos declaraciones similares que no hacen más que
reconfirmar lo que desde tiempo inmemorial ha sido revelado en esas
antiquísimas Escrituras Sagradas. San Pablo, reconocido como el más
lúcido de los apóstoles, citando el Antiguo T estamento explica en sus
famosas epístolas: “Pues a Moisés dice: Me compadeceré de aquel de
quien me compadezca y haré misericordia de aquel de quien me
compadeciere” (Romanos 9.15-16).
Y para ratificar lo que ha dicho Pablo, citamos el texto original de
É xodo: “Yo te mostraré todo bien y llamaré por el nombre del Señor delante
de ti; y tendré misericordia de quien quisiere y seré clemente con quien
bien me pareciere” -ego ostendam omne bunum tibi, et vocabo in nomine coran
te; et miserabor cul volero, et demens ero in quem mini placuerit- (É xodo 33.19).
T ambién en Isaías (57.16), el Señor da muestras de Su misericordia
sin causa: “Porque no pleitearé eternamente, ni me enojaré hasta el fin...”
Y en Lamentaciones (3.22), Jeremías declara: “Por la misericordia de Jehová
no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron Sus misericordias”.
Los interesados en la existencia del infierno eterno como un lugar de
tormentos perpetuos, utilizan con frecuencia un pasaje del Evangelio de
San Lucas, describiendo una conversación sostenida entre un rico
condenado al infierno y el patriarca Abraham:

43
En Nombre de Dios

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino finísimo.


Cada día tenía convites espléndidos, y había un mendigo llamado Lázaro
que yacía a la puerta del rico, lleno de llagas, deseando hartarse de las
migajas que caían de la mesa del rico y ninguno se las daba; más venían
los perros y le lamían las llagas. Y aconteció que cuando murió aquel
hombre, lo llevaron los ángeles al seno de Abraham. Y murió también el
rico y fue sepultado en el infierno. Y alzando los ojos, cuando estaba en
los tormentos, vio de lejos a Abraham y a Lázaro en su seno. Y él levantó
el grito y dijo: Padre Abraham, compadécete de mí y envía a Lázaro que
moje la extremidad de su dedo en agua para refrescar mi lengua, porque
estoy atormentado en esta llama. Y Abraham dijo: Acuérdate que recibiste
tus bienes en tu vida y Lázaro también sus males. Pues ahora él es aquí
consolado, y tú, atormentado; fuera de que hay una sima impenetrable
entre nosotros y vosotros. De manera que, los que quisieran pasar de
aquí a vosotros, no pueden, ni de ahí pasar acá. Y dijo; Pues te ruego
Padre que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos,
para que les dé testimonio, no sea que vengan ellos también a este lugar
de tormentos. Y Abraham dijo: T ienen a Moisés y a los profetas; óiganles.
Mas él dijo: No padre Abraham, mas si uno de los muertos fuere a ellos,
harán penitencias. Abraham dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas,
tampoco creerán, aun cuando alguno de los muertos resucitare” (Lucas
16.19-31).
En esta conversación podemos apreciar aspectos muy interesantes:
el sincero arrepentimiento de un abominable pecador que clamaba por
Abraham, llamándolo padre. É l le imploraba que enviara a Lázaro para
aliviarle del sufrimiento que padecía a causa del intenso calor. Esta
gracia le fue negada. Y lejos de endemoniarse, siguió implorando a
Abraham, pidiéndole humildemente que salvara a sus hermanos, quienes
aún no habían muerto, y les evitara los tormentos que él estaba
padeciendo. Pero esta gracia también le fue negada. Obsérvese que ni
siquiera pedía que se le librase del castigo eterno.
Al parecer, en ese infierno el verdadero castigo es que el condenado,
aunque se arrepienta y desarrolle buenos sentimientos hacia los demás,
nunca será perdonado. Algunos incluso han llegado a pensar que ese
tipo de castigo eterno se inflige para causar más dolor.
Entre los años 1869 y 1870, el Papa Pío IX convoca el Concilio
Ecuménico del Vaticano, celebrado en esa ciudad; “Para remediar el mal
ocasionado por las ideas racionalistas que diferían de la concepción del
infierno eterno”. En ese Concilio se combaten las opiniones de algunos
autores de esa época con las siguientes palabras: “Como castigo, el
infierno debe ser eterno para ser eficaz; a pesar de que el motivo del

44
“La dulce naturaleza redentora del
Señor es superior al extravío del alma
y por Su amor desinteresado la libera
de sus miserias cuando Él quiera y cómo
quiera”
Las S agradas Letras: El Infierno

temor no es el más noble, no deja de ser necesario siempre y los únicos


temores adecuados a la psicología humana son los eternos. Como el
pecado, según los teólogos, es una ofensa hecha a Dios, en cierto modo
infinita en cualquiera de sus formas, el castigo debe ser también infinito
en cualquiera de sus aspectos. Debido a que este castigo no puede hacerse
infinito en intensidad, es preciso que lo sea en duración. La separación
que efectúa el condicionalismo no es suficiente, ya que conduciría
finalmente a la victoria del mal sobre el bien. La separación de un infierno
temporal, establecida por el universalismo frente a la eternidad
idénticamente feliz para el bien, debiera ser absoluta” (Enciclopedia de la
Religión Católica, vo. Infierno, cf. Lacordaire, LXXII, De La S action).
Los teólogos mencionados en este concilio como responsables de
establecer que el pecado “es una ofensa hecha a Dios, en cierto modo
infinita en cualquiera de sus formas”, contradicen por completo a San
Pablo, quien en su carta a los Romanos ha dicho: “Porque también la
creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad
gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8.21).
Cuando alguien afirma que la salvación de las almas que están en el
infierno es un triunfo del mal sobre el bien, definitivamente incurre en
una necedad. El mal nunca ha triunfado sobre el bien. Más bien, es el
mal que triunfa sobre el mal, y el arrepentimiento sobre todos los males.
Esta gracia es concedida por la misericordia sin causa del Señor.
El horror sempiterno del infierno se desvanece ante el Sermón de la
montaña: “Habéis oído que fue dicho amarás a tu prójimo y aborrecerás
a tu enemigo. Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a
los que os aborrecen, y rogad por los que os persiguen y calumnian, para
que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, el que hace nacer
su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores.
¿Porque si amáis a los que os aman, qué recompensa tendréis? ¿No
hacen también lo mismo los publicanos? ¿Y si saludaréis tan sólo a
vuestros hermanos, qué hacéis de más? ¿No hacen esto mismo los
gentiles?. Sed pues vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial
es perfecto” (Mateo 5.43-48).
Si Jesús pide a los humanos perfectibles que sean misericordiosos
como Su Padre, sería contradictorio imaginar que Dios disfrutaría con la
miseria eterna de los condenados. Al mismo tiempo, creer que É l no
castigaría a quienes lo merecieren, seria negar su justicia divina. Pero
afirmar que existen pecados inexplicables por toda la eternidad sería
renegar de Su misericordia sin causa. Si aceptamos que Dios es
misericordioso, tendríamos que preguntarnos con quién habría de serlo.
La respuesta es obvia: con los pecadores, porque sólo con nosotros se

47
En Nombre de Dios

podría ser misericordioso como en verdad lo es Dios. La vida infernal es


transitoria y en última instancia, también es una manifestación de la
divina misericordia del Señor para purificar a las almas que así lo
necesiten.
Aunque el alma cayera en el estado más bajo de existencia; olvidando
su amor por Dios, incluso en esa situación infernal podría ser rescatada
por un asociado eterno del Señor, un redentor lleno de misericordia
hacia las almas caídas, que desciende del mundo espiritual para llevar
a cabo esa misión.
La imponente amenaza de un castigo eterno concluye con el perdón.
Y ese sería para nosotros el fin de la justicia y el tiempo de la
trascendencia, en otras palabras, de la dulce voluntad de Dios: “Hágase
tu dulce voluntad en el cielo, en la tierra y también en el infierno”.

48
EL PURGATORIO
Y LA REFORMA

DISCÍPULO: Con relación a las almas que no son condenadas a las


penas del infierno eterno, se nos ha dicho que serán retenidas en un
lugar para su total purificación antes de ser admitidas en el cielo. Los
católicos llaman a este sitio “purgatorio”. Este dogma se establece en el
Concilio de T rento como sigue: “La Iglesia Católica instruida por el
Espíritu Santo, según la doctrina de la Sagrada Escritura y de la antigua
tradición de los padres, ha enseñado en los sagrados concilios, y
últimamente en este general de T rento, que hay purgatorio; y que las
almas retenidas en él, reciben el alivio de los sufragios de los fieles y en
especial con el aceptable sacrificio de la misa” (Concilio de Trento, S esión
XXV, Decreto S obre el Purgatorio, del año 1563). Y aunque en la Biblia no
hay referencia directa del purgatorio, algunos teólogos católicos toman
como base fundamental estos versículos del segundo libro de los
Macabeos:
“Al día siguiente fue Judas con su gente para traer los cadáveres de
los que habían muerto en el combate, y enterrarlos con sus parientes en
las sepulturas de sus familias. Y encontraron debajo de la ropa de los
que habían sido muertos algunas ofrendas de las consagradas a los
ídolos que había en Jamnia, cosas prohibidas por la ley de los Judíos; con
lo cual conocieron todos evidentemente que esto había sido la causa de
su muerte. Por tanto, bendijeron a una los justos juicios del Señor, que
había manifestado el mal que se quiso encubrir; y enseguida poniéndose
en oración, rogaron a Dios que echase en olvido el delito que se había
cometido. Al mismo tiempo, el esforzadísimo Judas exhortaba al pueblo
a que se conservase sin pecado, viendo delante de sus mismos ojos lo
sucedido por causa de las culpas de los que habían sido muertos. Y
habiendo recogido en una colecta que mandó hacer, doce mil dracmas
de plata, las envió a Jerusalén, a fin de que se ofreciese un sacrificio por
los pecados de estos difuntos, teniendo, como tenía, buenos y religiosos
sentimientos acerca de la resurrección. (Pues sino esperara que los que
habían muerto habían de resucitar, habría tenido por cosa superflua e
inútil el rogar por los difuntos): y porque consideraba que los que habían
En Nombre de Dios

muerto después de una vida piadosa, les estaba reservada una gran
misericordia. Es pues un pensamiento santo y saludable el rogar por los
difuntos a fin de que sean libres de las penas de sus pecados” (2 Macabeos
12.39-46).
MAEST RO: La controversia acerca de la existencia del purgatorio ha
creado irreconciliables antagonismos en el mundo de la cristiandad.
Este dogma fue una de los mayores puntos de fricción entre la Iglesia
Oriental y la Occidental. Dicho conflicto cobra mayor intensidad en el
Concilio de Florencia, en el cual se logró una formula dogmática conocida
como “Decreto de unión con los griegos”, que declara: “En cuanto a los
fieles verdaderamente arrepentidos que mueren en la caridad antes de
haber satisfecho con dignos frutos de penitencia por las faltas cometidas
y por sus omisiones, sus faltas son liberadas de toda mácula después de
la muerte, por las penas purificadoras; al alivio de estas penas sirven
eficazmente los sufragios de los fieles vivientes, a saber: los sacrificios
de las misas, las plenarias, las limosnas y otras obras de piedad que los
fieles tienen costumbre de ofrecer para los otros fieles, de acuerdo con las
prácticas de la Iglesia” (Decretum Unionis Graecorum, Bula de Eugenio IV).
Con este decreto se logra un acuerdo entre las iglesias de Oriente y
Occidente, aceptando la existencia de un lugar intermedio de expiación,
pero sin denominarlo directamente “purgatorio”.
Aunque de esta manera sutil se instituye la doctrina del purgatorio,
la Iglesia Ortodoxa Griega separada no acepta este dogma oficialmente.
Para los griegos no existe el fuego del purgatorio; a lo sumo, lo que
admiten es un fuego metafórico para la expiación de las almas que no
han alcanzado la fidelidad eterna, que bien podría ser en este mundo o
en otro.
La imposición de este dogma trajo como consecuencia que la Iglesia
Católica otorgara indulgencias para exonerar de silicios y penitencias a
los fieles, y de penalidades y sufrimientos a las almas que se encontraban
en el purgatorio, así como también resolver algunos conflictos económicos
y políticos que tenía la institución eclesiástica. Es bien sabido que las
indulgencias jugaron un papel fundamental en el desarrollo económico
y expansivo de la Iglesia.
Al indagar qué motivó el otorgamiento de las indulgencias, se nos
contestó que surgieron de la insatisfacción de la feligresía, cansada de
las severas penitencias a las que tenía que someterse, tales como
abstinencias, ayunos prolongados y otras clases de tormentos. A partir
del siglo V y hasta el siglo VIII, hubo un verdadero movimiento de reforma
con relación a las penitencias rigurosas. Los cristianos no estaban
dispuestos a seguir sobrellevando tantos castigos. Incluso se ha llegado

50
Las S agradas Letras: El Purgatorio y la Reforma

a justificar las dispensaciones afirmando que con la conversión de los


pueblos bárbaros, era imposible imponerles castigos cónsonos con sus
pecados, pues sencillamente serían intolerables. Ante esta nueva
situación, los conductores de la Iglesia se vieron obligados a efectuar
reestructuraciones que permitiesen al bárbaro converso cumplir en menos
tiempo y en condiciones menos severas, las penitencias que le eran
impuestas. T odo esto no fue más que una de las tantas excusas para
instituir las indulgencias propiamente dichas.
Considerando la necesidad de ejercer un control más efectivo a nivel
socio-económico y político, decidieron establecer estos nuevos
“impuestos espirituales”, desarrollando con ellos suficiente poderío para
llevar a cabo sus planes expansionistas.
Habría que mencionar también los recursos humanos exigidos a los
fieles para beneficio de las distintas causas que perseguía la Iglesia, a
cambio de los cuales, ésta les ofrecía la seguridad de que sus penas
después de la muerte serían mitigadas. Como ejemplo de esto puede
citarse lo que aconteció en el año 1063, cuando el Papa Alejandro II
ofreció concesiones a todos aquellos que lucharan contra los sarracenos,
en la guerra que estos planeaban llevar a cabo. Y en el año 1095, en el
Concilio de Clermont, el Pontífice Urbano II anuncia una indulgencia a
favor de los cristianos que tomaran parte en la primera cruzada. Así, las
indulgencias llegaron a perdonar las penitencias, ya fuesen públicas o
privadas.
Las indulgencias a favor de las almas de los difuntos existen desde
la segunda mitad del siglo XVI. Calixto III, en una carta dirigida a Enrique
IV de Castilla, concede a los que tomaren parte en una cruzada contra
los Moros, la indulgencia plenaria para las almas del purgatorio, es
decir, el perdón de todos sus pecados. Y Sixto IV, en una bula del 3 de
agosto de 1476, concede a los que contribuyeren a la reedificación de la
Iglesia de San Pedro de Saintes, la remissio4 plenaria aplicable a los
difuntos. Esta indulgencia debía ser predicada durante diez años, bajo
la vigilancia de un comisario apostólico, de manera que la mitad de la
suma recogida fuese entregada a la cámara apostólica.
Los hechos demuestran que los Pontífices de la Iglesia utilizaron las
indulgencias para subvencionar su carrera armamentista, pero lo más
criticado ha sido que aun después de haberse liberado de las amenazas
de los invasores, continuaran utilizando las indulgencias para mantener
e incrementar la opulencia de sus estructuras económicas y nuevos
programas expansionistas.
Para sustentar la imposición dogmática de las indulgencias, la Iglesia
se apoya en estas palabras de Jesús: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y

51
En Nombre de Dios

sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no


prevalecerán sobre ella y a ti te daré las llaves del reino de los cielos. Y
todo lo que ligares sobre la tierra, ligado será en los cielos; y todo lo que
desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos” (Mateo
16.18,19).
Voltaire, reputado como uno de los filósofos más importantes del
siglo XVIII, al referirse a este argumento inspirado, dice: “En vano los
herejes se esforzaban en demostrar que los apóstoles tuvieron derecho a
desatar todo lo que estaba atado en la tierra, pero no debajo de la tierra,
porque eran anatematizados como criminales que se atrevían a dudar
del poder de las llaves y efectivamente, debemos notar que cuando el
Papa quería perdonar quinientos o seiscientos años de purgatorio, lo
hacían en virtud de su pleno poder: pro protestate a deo acepta concedit...
Desde esa época el purgatorio proporcionó muchísimo dinero a los que
tenían el poder de abrir las puertas de él. En virtud de este poder, el rey
de Inglaterra, Juan Sin T ierra, declarándose vasallo del Papa Inocencio
III y entregándole el dominio de su reino, obtuvo la emancipación del
alma de uno de sus parientes que había sido excomulgado,- pro mortuo
ex communicato pro suplicanta consaquinei-” (Diccionario Filosófico de Voltaire,
vo. Purgatorio).
La falsificación de las indulgencias constituyó un nuevo tipo de
delito, y por qué no, también de pecado, que trajo como consecuencia la
creación de un nuevo status eclesiástico: comisarios apostólicos que
supervisaban las obras de caridad beneficiosas para la Iglesia, y en
virtud de estas decidían quienes eran aptos para recibir las tan anheladas
indulgencias.
De esta manera, el papado otorgaba indulgencias fidedignas, las
cuales eran certificadas con firmas y sellos originales. Se ha dicho que
de esta manera los creyentes tenían la posibilidad de acumular una
especie de recibo certificando que su dueño estaba exento de penas y
sufrimientos después de la muerte.
Algunos reformadores sostuvieron que las indulgencias contradecían
las doctrinas más esenciales de Jesús, argumentando que el Maestro
solía decir: “Mirad que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres,
para ser visto de ellos; de otra manera, no tendréis galardón de vuestro
Padre, que está en los cielos. Y cuando haces limosna, no hagas tocar la
trompeta delante de ti, como los hipócritas hacen en las sinagogas y en
las calles, para ser honrados de los hombres; en verdad os digo, recibieron
su galardón. Mas tú, cuando haces limosna, no sepa tu izquierda lo que
hace tu derecha, para que tu limosna sea en oculto, y tu Padre, que ve en
lo oculto, te premiará. Y cuando oráis, no seréis como los hipócritas;

52
Las S agradas Letras: El Purgatorio y la Reforma

porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas, y en los cantones de


las plazas, para ser vistos de los hombres. En verdad os digo, recibieron
su galardón” (Mateo 6.1-5).
El fenómeno histórico de las indulgencias fue uno de los puntos
esgrimidos por Lutero y Calvino para iniciar la Reforma. De Martín
Lutero, Reformador, se han dicho muchas cosas, pero lo cierto es que
originó una de las corrientes más importantes del Protestantismo
Cristiano. Con su tesis Abroganda Missa (1.521), él se opone a las
indulgencias otorgadas por la Iglesia Católica Romana. Sostuvo que
aquel que moría depositando su fe en Cristo, iba directamente al cielo, y
aquel que moría sin esa fe, iría al infierno eterno. “La sola fe fiducial
justifica”.
Lutero se sentía molesto por el abuso que se cometía contra los
creyentes con la venta de las indulgencias. Pero lo que más le indignaba
era el hecho de que estas indulgencias le hacían creer al comprador que
había obtenido el perdón de sus pecados, alejándole así del verdadero
arrepentimiento y dándole un falso sentido de seguridad, securitas de
salute futura. Considerando que esto era irreconciliable con la salvación
evangélica en Cristo, certitudo salutis, Lutero enfrentó tenazmente al
dominico Juan T etzel, enviado oficial del Papa para promover y vender
las indulgencias. Al referirse a sus actividades, comentó de manera
despectiva: “Haré un agujero en su tambor”.
Cuando T etzel llegaba a los pueblos, acompañado de estruendosa
procesión, solía exclamar para conmover a los fieles: “Los muertos gritan:
¡Compadecednos! ¡Compadecednos! Estamos en un horrible tormento
del que vosotros podéis redimirnos por el valor de una pitanza... ¿Nos
dejaréis aquí entre las llamas? ¿Retrasaréis la gloria que nos ha sido
prometida?”.
“Tan pronto como la moneda suena en el cofre, el alma vuela del purgatorio”
“¿Entonces no aceptaréis por un simple cuarto de florín estas bulas
de indulgencias, por medio de las cuales podéis conducir un alma divina
e inmortal a la patria del paraíso?”.
Así predicaba el Dominico T etzel, proclamando la autoridad escrita
que había recibido del Papa “para cerrar las puertas del infierno y abrir la
puerta del paraíso”.
La historia registra que todos estos desmanes trajeron como
consecuencia la Reforma, ésta a su vez la Contrarreforma, y con ello
muchos derramamientos de sangre que tiñeron las páginas de la Biblia:
“El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será
derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9.6).
Lutero, al escribirle a Spalatino, dice: “Fue el amor a la verdad lo que me
condujo a adentrarme en este laberinto y a perturbar a seiscientos minotauros”.

53
En Nombre de Dios

Lutero escribe sus famosas noventa y cinco tesis y las presenta para
demostrar que sus ideas son totalmente contrarias a las del catolicismo
imperante. Veintiocho de estas tesis son especialmente elaboradas para
enfrentar la teología escolástica católica. Otras doce atacan directamente
la filosofía escolástica de Aristóteles y las restantes tratan sobre otros
aspectos teológicos. Podría decirse que la esencia de su concepción teísta
radica en diferenciar la Ley Mosaica del Evangelio. Y al respecto se
expresa en estos términos: “La Ley origina miedo e ira; la gracia origina
esperanza y misericordia... Cuando Dios hace a un hombre pecador, lo
hace para convertirle en un hombre justo. No se conoce el pecado mas
que a través de la Ley. Está claro que no se predica la desesperación, sino
la esperanza”.
Cuatro de sus tesis más importantes se basan en su “Teología de la
Cruz” (Theologia Crucis), la cual presentó ante el mundo como
incontrovertible: “La verdadera teología y el conocimiento de Dios están
en Cristo crucificado: Nadie llega al Padre mas que a través mío. Yo soy
la puerta. Mientras un hombre no conozca a Cristo, no conoce a Dios
escondido en los sufrimientos. T al hombre prefiere las obras a los
sufrimientos y la gloria a la cruz”.
Encontramos que la concepción teísta de Lutero coincide en su
esencia con la teología católica romana. É l critica que el Catolicismo
intenta promover la redención a través del terror y dice que los pobres,
que son las mayorías, son los más afectados al no poder comprar sus
indulgencias. Declara, además, que la atrición es inútil y que sólo la
contrición conduce a la salvación eterna. Esto parecería distinto a lo que
predica el Catolicismo, pero en realidad cuando él asevera que sólo
existe el cielo y el infierno, también promueve el terror en las almas
condicionadas, que a su entender tendrían una sola oportunidad para
purificarse. En otras palabras, creía en la existencia de una sola vida y al
igual que los teólogos católicos negaba la reencarnación; pero ni uno ni
otros han logrado explicar en sus voluminosas obras teológicas por qué
las almas condicionadas nacen en este mundo en diferentes condiciones.
Ni él ni los teólogos católicos creen en la eternidad o preexistencia de las
almas. (Más adelante explicaremos en detalle como en innumerables
pasajes de la Biblia se menciona la reencarnación, y cómo el propio Jesús
de Nazareth predicaba esta doctrina).
La Reforma protestante no sólo se propuso erradicar el sistema feudal
decadente, sino que reprimió cualquier intento de oposición
revolucionaria, como fue el caso de los Anabaptistas, una secta
protestante que formaba la “extrema izquierda” del movimiento
reformador en sus primeros días. La palabra anabaptista significa “re-

54
“La imposición del dogma del purgatorio trajo como consecuencia
que la Iglesia Católica otorgara indulgencias para exonerar de silicios
y penitencias a los fieles, y de penalidades y sufrimientos a las almas
que se encontraban en el purgatorio, así como también resolver
algunos conflictos económicos y políticos que tenía la institución
Las S agradas Letras: El Purgatorio y la Reforma

bautizador”, pues, como los bautistas de hoy, practicaban el bautismo


de los adultos, negando validez al recibido en la infancia. Algunos de
ellos llevaron este principio a sus últimas consecuencias y lo asociaron
con concepciones revolucionarias sobre la organización política y social.
En 1521 se sublevaron en Zwickau, Alemania, bajo la dirección de
T homas Munzer, antiguo pastor luterano. El levantamiento culminó en
la Guerra de los Campesinos, que fue sangrientamente sofocada en 1525
por la nobleza protestante de Alemania, encabezada por Lutero.
Si hay algo que debemos admitir con relación a la Reforma, es que
introdujo numerosos cambios en el orden social, político y económico de
aquel tiempo, a tal punto, que algunos analistas han considerado que
los mismos trajeron como consecuencia el inicio del Capitalismo
organizado, en contraposición a las formas primitivas del Feudalismo
católico existente.
No podríamos concluir nuestros comentarios sobre la Reforma sin
mencionar a Juan Calvino, el más destacado de los reformadores
franceses, quien estableció en Ginebra una República protestante. Se
dice que su doctrina religiosa se diferencia de todos los demás sistemas
protestantes porque niega absolutamente las tradiciones; pero al igual
que Lutero, coincide en los dogmas más esenciales de la así llamada
“tradición”: una sola vida, un infierno eterno y un cielo que apenas
algunos podrían alcanzar.
Como puede verse, Lutero y Calvino coincidieron con los católicos
en la imposición de sus dogmas y en la aplicación de las penas
temporales a los opositores:
“... T enemos de ello un ejemplo en lo que sucedió en el Palatinado:
luterano hasta 1563, en que el elector Federico III abrazó el calvinismo,
viéronse todos sus habitantes obligados á imitar semejante variacion,
siendo expulsados de sus moradas, los que rechazaron la adopcion del
catecismo de Heidelberg. Pasado trece años, en 1576, su hijo Luis volvió
al Luteranismo ortodoxo; y en consecuencia persiguió a los predicadores
y doctores calvinistas é impuso á la fuerza a su pueblo el simbolo luterano.
En 1583 el conde palatino Juan Casimiro, en calidad de tutor de Federico
IV restableció de nuevo el Calvinismo, pudiendo convencerse el
Palatinado de que no solo en España, sino que tambien en Alemania y
de que así como Fernando el Católico, los mismos príncipes protestantes,
ponían la fuerza al servicio de la religión, del Estado y de la córte,
imponiendo a los disidentes las mas terribles penas civiles...”
“... Ni se engañaria menos quien imaginara que la Inquisicion fuese
el único poder que dictaba sentencia de muerte contra la herejía, puesto
que semejante práctica se seguía en aquellos tiempos en todos los países
y por todas las confesiones”.

57
En Nombre de Dios

“Recuérdese lo que dejamos consignado respecto del


Schwabenspiegle (Espejo de S uabia); pero mas elocuente ejemplo nos
ofrece todavía el celebre reformista Bucer, declarando en 1531 desde el
púlpito de Estrasburgo, que Miguel Servet merecía la más ignominiosa
de las muertes por su libro contra la T rinidad; y para demostrar que tan
tremenda amenaza era algo más que deslumbrante figura retórica, el
Patriarca del Calvinismo sometía veinte años después, es decir, el 27 de
Octubre de 1553, al herege, al suplicio del fuego lento, en la ciudad de
Ginebra. Para justificar la imposicion de la pena, Calvino escribió un
tratado que llevaba el titulo siguiente: Fidelis expositio errorum M. S erveti
et brevis corum refutatio, ubi docetur, jure gladii coercendos esse haereticos.
Para que se comprenda perfectamente que los protestantes de dicho
período consideraban justo imponer la pena de muerte a los herejes,
léanse atentamente las siguientes líneas que dirigía a Calvino el suave
Melanchthon: “He leído tu libro por medio del cual refutas extensamente
las horribles blasfemias de Servet, y no puedo menos que ofrecer al Hijo
de Dios el tributo de mi gratitud, por haber coronado con la victoria el
combate que has sostenido. La Iglesia te es deudora desde este instante
y para siempre jamás, de su mayor reconocimiento. T u juicio merece mi
completa aprobacion, y opino que vuestro tribunal ha estado justo
haciendo ejecutar despues del procedimiento correspondiente a tan
espantoso blasfemo” (El Cardenal Jimenez de Cisneros y la Iglesia Española).
T odas estas pugnas sólo lograron acentuar los dogmas de la
Cristiandad y la continuidad de los enfrentamientos hasta hoy.
En el Concilio de T rento (1545-1563) se ratificó clara y
terminantemente el dogma de fe del purgatorio, y se estableció de manera
obligatoria la prédica de esta doctrina en todas partes: “Si alguien afirma
que a todo pecador arrepentido que ha recibido la gracia de la
justificación, la falta le es remitida, y la obligación de tal manera borra,
que no le queda obligación alguna de pena temporal a cumplir, sea en
este mundo, sea en el otro, en el purgatorio antes de que la entrada al
cielo le sea abierta, sea anatema” (Concilio de Trento, S esión XXV, celebrada
en tiempos del sumo pontífice Pío IV, Decretum de Purgatorio). Y la sesión
XXII del mismo Concilio condena a todos aquellos que dudaran del
poder que tenían las ceremonias de la Iglesia para aliviar a las `benditas
ánimas del purgatorio´: Aquel que afirmase que el sacrificio de la misa
es tan solo una ceremonia de alabanza y de acción de gracia o bien que
sólo aprovecha el sacerdote celebrante y que no debe ser ofrecido por los
vivientes para los muertos, para los pecados, para las penas, las
satisfacciones y todas las demás necesidades, sea anatema” (Concilio de
Trento, S esión XXII, De S acrificio Missae, c.3).

58
Las S agradas Letras: El Purgatorio y la Reforma

Los teólogos de aquellos tiempos, al querer negar la reencarnación


como el proceso natural para limpiarse de todo reato, inventaron la
existencia de un lugar intermedio en donde habría la oportunidad de
purgar los pecados para poder entrar en el cielo eterno, olvidando dar el
sentido verdadero que tiene la vida en este mundo: Purificarnos o purgar
nuestras culpas y trascender todo tipo de condicionamiento. De no existir
la reencarnación, sería otra la realidad: ¡Pocos serían aquellos que al
salir de la tierra merecerían el cielo! ¡Cuán inmensa sería la muchedumbre
de los condenados al fuego eterno!.
La teología Católica modificó las creencias extremistas del paraíso y
el infierno eterno, imponiendo el dogma del purgatorio y reservándose
el poder de enviar allí a las almas y también de aliviar sus penas. Sin
embargo, mantuvo abiertas las puertas del infierno eterno para los
irredimibles. Además, como respuesta a un sinfín de interrogantes,
impuso el dogma de los limbos.

59
EL LIMBO

La palabra Limbus significa banda, franja, borde, contorno, margen,


orilla; y se le dio este nombre a dos lugares que se consideraban limítrofes
o confinantes con el infierno, y que representaban una zona o franja
entre éste y el cielo. En uno de esos lugares se encontraban las almas de
los justos que antes de la redención del género humano habían muerto
en gracia de Dios y purificados de todo reato, si es que habían merecido
el purgatorio, se hallaban detenidos en aquel lugar de descanso,
esperando que el Mesías redentor les abriese las puertas del cielo. A ese
lugar se le llamó limbus patrum o limbo de los padres, los santos patriarcas
de la antigüedad, los justos anteriores a la “encarnación del Verbo”. El
otro lugar es aquel a donde van los niños y los enajenados mentales que
no han sido bautizados, que no son aptos para entrar en el cielo ni
merecedores del infierno o del purgatorio, por no haber cometido pecado
alguno. A este limbo se le denomina limbus puerorum, o limbo de los
niños.
La doctrina de este canon es terminante. Los niños que antes del uso
de la razón mueren sin haber sido bautizados, no pueden entrar en el
reino de los cielos, que es la vida eterna.
Con este dogma quedaron condenadas las teorías de algunos
teólogos, como Gerson, Durán y el insigne Cardenal Cayetano, quienes
admitían como equivalente al bautismo las oraciones de los padres como
forma de obtener para sus hijos la gracia de la justificación y la salvación.
Aquellos que mantuvieron estas creencias, fueron considerados herejes.
Otros, como los Pelagianos, enseñaban que entre el reino de Dios y la
vida eterna había una diferencia, y así, algunos, aunque no hubiesen
recibido el bautismo, podían entrar en la vida eterna sin necesidad de ir
al cielo. Para afirmarlo, se basaban en estas palabras de Jesús: “En la
casa de mi Padre muchas moradas hay” (Juan 14.2). Sin embargo, esta
doctrina fue atacada en el II Concilio de Milevi, celebrado en el año 416.
Dos años después, en uno de los Concilios de Cartago, aprobado por el
Papa San Zósimo, se les condena definitivamente: “Si alguno dijere que
al decir el Señor: En la casa de mi Padre hay muchas moradas, se ha de
entender que en el reino de los cielos o en algún otro lugar medio o en
otro lugar donde quiera que sea viven bienaventuradamente los niños
En Nombre de Dios

que salieron de esta vida sin el bautismo, sin el cual no se puede entrar
en el reino de los cielos, que es la vida eterna, sea anatema” (Denziger,
Enchiridion, II.66).
Este dogma ha desatado grandes controversias. Doctores de la Iglesia
de la talla de San Agustín llegaron a confundirse, y asumieron posiciones
ambiguas. En una carta a su amigo San Jerónimo, Agustín expresa su
consternación: “Cuando se trata de penas de los niños, créeme, me siento
oprimido de angustia y no encuentro absolutamente qué responder”
(Epistolae CLXVI, Cap. IV, Núm. 16). Sin embargo, ha emitido opiniones al
respecto, aceptando una “pena positiva” para los niños y enajenados
que van a ese limbo: “Será mitigadísima la pena de aquellos que fuera
del pecado original que contrajeron no añadieron ningún otro”
(Enchiridion, Cap. XCIII).
San Jerónimo se identifica con la aflicción de su amigo Agustín, pero
al mismo tiempo se aferra al dogma de la “eterna miseria” para esos
niños: “No pueden pecar y pueden perecer, sus vagidos no expresan
palabras, sólo balbucean sus lenguas, y no obstante se preparan para la
eterna miseria” (Diálogos contra los Pelagianos, Lib. III, Num. 17).
Aparentemente, no hay contradicciones substanciales entre las
instrucciones específicas que impartiera Jesús a sus discípulos con
relación al destino de los niños, y el dogma del limbus puerorum: “T raían
a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les
reprendieron. Mas Jesús, llamándolos dijo: Dejad a los niños venir a mí
y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os
digo que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entra en él”
(Lucas 18.15-17). Pero en este pasaje se dice que Jesús “reprende” a sus
discípulos por no permitir que los niños se acercaran a él y es enfático al
decir que aquel que no recibe el reino de Dios con la inocencia de un
niño, no entrará en él.
En ninguno de los cuatro evangelios se menciona que Jesús eligiera
el bautismo de los niños como requisito esencial para que entraran en el
reino de los cielos. El mismo se bautizó siendo un adulto y lejos de
condenarlos, siempre le dispensó una especial atención a los niños: “Y
tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; tomándole en sus brazos, les
dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe; y el
que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió” (Marcos 9.36-
37).
Ya cerca del final de su vida publica, Jesús reitera la privilegiada
posición de los niños, censurando a los príncipes de la iglesia y a los
escribas, porque estos se indignaron por las alabanzas que los niños le
ofrecieron cuando él hizo su entrada triunfal en Jerusalén: “Jesús les

62
“En ninguno de los cuatro evangelios se menciona que Jesús
eligiera el bautismo de los niños como requisito esencial para
que entraran en el reino de los cielos. El mismo se bautizo
siendo un adulto y lejos de condenarlos, siempre les dispensó
una especial atención a los niños”
Las S agradas Letras: El Limbo

respondió: Sí, por cierto; ¿Pues qué, no habéis leído jamás la profecía: De
la boca de los infantes y niños de pecho es de donde sacaste la más
perfecta alabanza?” (Mateo 21.16).
Las controversias teológicas acerca del destino de los niños al morir
aún continúan, y cada quien tiene sus propios conceptos al respecto.
Pero aquellos que no creen en la reencarnación y en el Karma, la ley de
causa y efecto, no pueden explicarse el por qué de estas muertes
prematuras. Incluso algunos, desesperados por la pérdida de sus niños,
han llegado a renegar de Dios. Sin embargo, Isaías ha dado alguna luz
para los escépticos, dando a entender que estas muertes están
relacionadas con actividades pecaminosas de vidas previas: “No se
verá más allí un niño que viva pocos días, ni anciano que no cumpla el
tiempo de su vida, pues el que morirá más niño tendrá cien años, y el
pecador, o el que no viva cien años, será reputado como maldito” (Isaías
65.20).
Como podemos ver, no hay razón alguna para tantos conflictos y
contradicciones, ya que la Biblia ofrece suficientes indicios para aceptar
que el alma es eterna y que por lo tanto no puede quedar atrapada
perennemente en ninguno de esos ambientes imaginados por el
fatalismo: limbos, purgatorios, infierno eterno, paraísos terrenales, cielos
intermedios y otras utopías.
Abrahma-bhuvanal lokah punar avartino’rjuna
mam upetya tu kaunteya punar janma na vidyate
“¡Oh hijo de Kunti!, desde el planeta más elevado del mundo material,
hasta el más bajo, todos son lugares de miseria donde ocurren el
nacimiento y la muerte repetidos, pero aquel qque alcanza Mi morada
nunca vuelve a nacer” (Bhagavad-gita 8.16).

65
PART E II

Preexistencia,
Existencia y
Reencarnación

67
PREEXISTENCIA
EXISTENCIA Y
REENCARNACIÓN

DISCÍPULO: Sabemos que la creencia en la reencarnación ha existido


desde tiempo inmemorial y perdura hasta nuestros días. Las culturas
más importantes de la humanidad, incluyendo algunas de las más
recientes, como el Judaísmo y el Cristianismo primitivo, han creído en
ella. Sin embargo, en su afán por negar las raíces teístas que las relacionan
con la antigüedad, estas nuevas culturas en desarrollo niegan que en
sus tradiciones y escrituras se hiciera mención de tales creencias.
MAEST RO: A pesar de todas las “enmiendas” que se le hayan podido
hacer a la Biblia y otras escrituras religiosas, aún hoy en día encontramos
algunos pasajes que confirman la creencia en la reencarnación. Las
culturas más antiguas del mundo, como la india, la china, la griega y
tantas otras, aceptan la reencarnación como la misericordia sin causa
del Señor, concedida a todas las almas caídas condicionadas de manera
que podamos liberarnos de las cadenas del cautiverio material.
En todas las épocas y ambientes se ha discutido acerca de la
reencarnación: en la antigüedad, se establecían cátedras especiales para
dilucidar la temática. Los griegos, por ejemplo, denominaron
“palingenesia” (el renacimiento de los seres), a la reencarnación. Sócrates,
por medio del raciocinio, se esforzó en probar la inmortalidad del alma;
en “Phedon o De la Inmortalidad del Alma”, uno de “Los Diálogos de Plat6n”,
dijo:
“Espero que habrá alguna cosa después de la muerte, y como se dice
largo tiempo ha, será mejor la vida futura para los virtuosos que para los
malvados”. Platón, discípulo de Sócrates, era del mismo parecer que su
maestro, creía en la inmortalidad del alma, y decía que la naturaleza
está gobernada por leyes opuestas, pues viendo suceder en la vida la
muerte, estamos obligados a creer que después de la muerte sucederá la
vida, ex nihilo nihil; nada nacerá de la nada”.
Él escribe en Phedon: “Los que se han abandonado a la intemperancia,
a los excesos del amor y a la buena vida sin recato alguno, entran

69
En Nombre de Dios

verosímilmente en cuerpos de animales semejantes; y los que practicaron


la injusticia, la tiranía y la rapiña, van a parar a cuerpos de lobos, halcones
o gavilanes. El destino de las almas es relativo a las vidas que han
llevado antes”. En su libro de “Las Leyes” (10.903), declara: “Un alma se
alía con diferentes cuerpos en diferentes ocasiones”.
Estas creencias pasaron de Platón a los neoplatónicos de Alejandría,
siendo Plotino su máximo exponente, quien declara en su “Enéades”,
Tomo 1, Libro 1, Capítulo 9: “Si el alma comete faltas, está condenada a
expiarlas sufriendo castigos en los infiernos tenebrosos, pudiendo pasar
después a otros cuerpos nuevos para continuar sus pruebas”.
Este pasaje es sumamente importante, pues manifiesta, de una manera
muy clara, que estos filósofos de la antigüedad creían que la estancia en
el infierno (entiéndase infierno como una vida infernal) era temporal y
que, a través de la trasmigración, un alma caída podía elevarse,
liberándose así de su cautiverio en distintos cuerpos materiales. Por
ejemplo, Pitágoras enseñaba que las almas de los perversos pasaban a
los cuerpos de animales inmundos; en cuanto a las almas de los buenos
que paulatinamente se elevaban de la virtud a la sabiduría, concluían
por divinizarse. Es un hecho que la moral pitagórica propone la elevación
espiritual, es decir, liberar el alma de sus ataduras materiales.
Uno de los padres de la Iglesia Cristiana, Orígenes, en su libro “De
Principis”, Libro 111, Capítulo V, dice: grandis negligentiae atque desidiae ut,
in tantum unum quenque defluere atque evaquari, ut vitta veniens, iorratio-
nabilium jumentorum possit crasso corpori colligari: “T al puede ser la
decadencia o la caída a que conducen la pereza y el descuido a las
criaturas, que entregadas al vicio, sean encadenadas a los groseros
cuerpos de los animales irracionales”.
Con el paso de los siglos, el cristianismo rechazó la reencarnación,
considerando unos herejes a todos los cristianos que creían en ella. El
Emperador Justiniano emitió un anatema contra Orígenes: “Si alguien
afirma la fabulosa existencia previa de las almas y la restauración
monstruosa como consecuencia de ésta, que se le anatematice”. Esto ocurrió
en el año 553 dc. Existe también una carta de San Jerónimo, dirigida a
Avitus, en la que acusa formalmente a Orígenes de creer en la metempsicosis
o reencarnación. San Jerónimo asevera que el alma era creada después del
cuerpo, expresamente, para cada niño que nacía; no creía en la
preexistencia del alma, pero sí en su eternidad. La contradicción está en
que San Jerónimo niega la preexistencia del alma y a la vez acepta que el
alma es a imagen y semejanza de Dios, y una de las características
esenciales de Dios es Su naturaleza eterna. Lo que es eterno no tiene
principio ni fin, en otras palabras, el alma ha existido siempre.

70
Preexistencia, Existencia y Reencarnación

Algunos de los padres de la Iglesia Cristiana creyeron que debían


oponerse a todas aquellas filosofías que antecedieron a Cristo, así como
a todo conocimiento filosófico o científico que entrara en contradicción
con sus conceptos cosmológicos; por ejemplo, Lactancio, conocido como
“el cicerón cristiano”, dice en su “Libro III”, Capítulo 29: ineptum credere
esse homines quorum xestigia sint saperiosa quam capita, aut ibi quae apud nos
jacent inversa pendere, fruges et arbores deorsum versus crescere ... hujus erroris
originem philophis fuisoe quod existimarint rotundum esse mundum: “Es
absurdo creer que hay hombres que tienen los pies por encima de sus
cabezas y que hay países en donde todo está al revés y en los que creen
que la tierra es redonda”.
San Agustín se expresa en términos análogos en su libro “La Ciudad
de Dios”, Libro XVI, Capítulo 9:
“Lo que como patraña nos cuenta que también hay antípodas, esto
es, que hay hombres de la otra parte de la tierra donde el sol nace, cuando
se pone respecto de nosotros, que pisan lo opuesto de nuestros pies, de
ningún modo se puede creer, porque no lo afirman por haberlo aprendido
por relación de alguna historia, sino que con la conjetura del discurso lo
sospechan. Porque como la tierra está suspensa dentro de la convexidad
del cielo, y un mismo lugar es para el mundo el íntimo y el medio, por eso
piensan que la otra parte de la tierra que está debajo de nosotros no
puede dejar de estar poblada de hombres; y no reparan que aunque se
crea o se demuestre con alguna razón que el mundo es de figura circular
y redonda, con todo, no se sigue que también por aquella parte ha de
estar desnuda la tierra de la congregación y masa de las aguas; y aunque
esté desnuda y descubierta, tampoco es necesario que esté poblada de
hombres, puesto que de ningún modo hace mención de esto la Escritura,
que da fe y acredita las cosas pasadas que nos han referido. Porque lo
que ella nos dijo se cumple infaliblemente, y demasiado absurdo parece
decir que pudieron navegar y llegar los hombres pasando el inmenso
piélago del Océano de esta parte a aquella, para que también allá los
descendientes de aquel primer hombre viniesen a multiplicar el linaje
humano”.
De esta manera podemos destacar las contradicciones tan profundas
que hubieron y que encontramos hoy en la teología cristiana. ¡Qué pocos
serían aquellos, quienes, al salir de la tierra, hubieran merecido el cielo!
¡Qué inmensa sería la muchedumbre de los condenados al fuego eterno!.
La Iglesia tuvo que adoptar el dogma del purgatorio a pesar de que el
Evangelio no lo menciona.
La teología cristiana ha retrocedido ante los extremos del infierno y
el paraíso. Los cristianos clasificaron los lugares destinados a la vida

71
En Nombre de Dios

ulterior de los hombres en cuatro categorías, como podemos ver en la


“Enciclopedia de la Religión Católica”, Dalmau y Jover, S .A., Barcelona, 1953.
La primera categoría es el limbo. La palabra “limbus” (limbo), significa
banda, franja, borde, contorno, orillo, y se dio este nombre a dos clases
de lugares que se creían lindantes o confinantes con el infierno de los
condenados, representando una zona o franja entre éste y el cielo. Uno
de dichos lugares era aquel en que se encontraban las almas de los
justos que, antes de la redención del género humano, habían muerto en
gracia de Dios y, purificados ya de todo reato, si es que habían merecido
el purgatorio, estaban detenidos en un lugar de descanso esperando que
el Mesías redentor les abriese las puertas del cielo; a este lugar se le
denominó “limbus patrum”, limbo de los padres, es decir, de los santos
patriarcas antiguos, de los justos anteriores a la encarnación del Verbo.
El otro lugar es aquel a donde van los niños y adultos que no están
bautizados y que mueren sin tener uso de razón. Estas personas son
incapaces de entrar en el cielo y son inmerecedores del infierno o del
purgatorio por no haber cometido pecado alguno, a este limbo se le
denomina “limbus puerorum”, o limbo de los niños.
La segunda categoría mencionada es el purgatorio, adonde va el alma
a expiar clases de culpas o pecados (las ánimas benditas del purgatorio).
Podemos entender que con la introducción de los dogmas del purgatorio
y del limbo se acepta la pluralidad de los mundos habitados, en los
cuales los condenados permanecerán sufriendo temporalmente en
cuerpos particulares las penurias inherentes a sus culpas.
La tercera categoría es el infierno, un lugar en donde se pretende
castigar eternamente a las desafortunadas almas que caen en él. Pero
esto entra en contradicción con el divino principio de magnanimidad
(misericordia infinita y sin causa), el cual es una de las características
trascendentales de la Suprema Personalidad de Dios.
La cuarta categoría es el cielo, o los mundos espirituales, en donde
existe una jerarquía espiritual. Esto fue confirmado por Jesús de Nazareth
al decir: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas, y si así no fuera,
yo os hubiera dicho” (S an Juan 14.2). De manera que se puede entender
que en el mundo espiritual hay una jerarquía trascendental. En ese plano
excelso de existencia no se requiere un cuerpo material, pero en el mundo
material, donde también hay una gran variedad de moradas, sí se
requieren distintos cuerpos materiales en donde el alma está confinada.
Ejemplo de esos mundos son la tierra, el infierno, el limbo y el purgatorio
de la teología cristiana.
En teologías como la védica, también se contempla la pluralidad de
los mundos habitados; por ejemplo, los planetas superiores (devaloka,),

72
Preexistencia, Existencia y Reencarnación

los planetas intermedios (martyaloka) y los planetas infernales (patalaloka).


Cabe señalar aquí, que uno de los significados de la palabra loka es
“mundos”.
abrahama-bhuvanal loka
punar avartino arjuna
mam upetya tu kaunteya
punar janma na vidyate
“¡Oh, hijo de Kunti! Desde el planeta más elevado del mundo material,
hasta el más bajo, todos son lugares de miseria donde ocurre el
nacimiento y la muerte repetidos, pero aquel que alcanza Mi morada
nunca vuelve a nacer” (Bhagavad-gita 8.16).
En un pasaje famoso del Evangelio de Juan (3.3-12), se revela una
conversación entre Jesús y un judío muy erudito, el fariseo Nicodemus,
miembro del Sanedrín, quien pide al maestro algunas explicaciones sobre
la vida futura:
“Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo, que nadie podrá ver
el reino de Dios si no nace de nuevo. El fariseo Nicodemus quedó
verdaderamente sorprendido con esta respuesta y preguntó: ¿Cómo
podrá volver a nacer un hombre que ha llegado ya a la vejez? ¿Cómo
podría volver a entrar en el vientre de su madre para nacer por segunda
vez?. Y el Maestro le contestó: “En verdad, en verdad te digo, quien no
renaciere por el bautismo del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar
en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; mas lo que ha
nacido del espíritu, es espíritu. No te extrañe que te haya dicho que es
necesario nacer otra vez, porque el viento sopla donde quiere, y tú oyes
su sonido, mas no sabes de dónde viene y a dónde va”. Pero Nicodemus
aún no sale de su asombro y pregunta de nuevo: ¿Cómo puede ser esto?.
Y el Maestro le responde: “¿Y tú eres Maestro de Israel y no entiendes
estas cosas?. Si no me creéis cuando te he hablado de las cosas de la
tierra, ¿Cómo me creeréis si te hablo de las cosas del cielo?”.
Esta conversación entre Jesús y Nicodemus es muy interesante, sobre
todo porque son muy pocos los pasajes de la Biblia que enseñan sobre la
reencarnación con suficiente claridad. Al mismo tiempo, no deja de ser
sorprendente para la gran mayoría de los neocristianos que creen de
una manera dogmática en la existencia de una sola vida, la cual sería
suficiente para alcanzar el cielo o condenarse para siempre. Esta creencia
errónea se ha mantenido por simple orgullo. Cuando la nueva religión
comenzó a desarrollarse y por ende, a afianzarse más como una gran
institución, se consideró que las diferencias con otras culturas del Oriente
debían acentuarse, a tal punto, que los conceptos más elementales de la
doctrina cristiana sufrieron cambios severos.

73
En Nombre de Dios

Es por eso que hoy día la cristiandad queda tan perpleja como quedara
en aquel tiempo el sabio Nicodemus, cuando Jesús le dijo: “No te extrañe
que te haya dicho que es necesario nacer otra vez, porque el viento sopla
donde quiere, y tú oyes su sonido, mas no sabes de donde viene y a
donde va”.
Así como un alma condicionada tiene conciencia de su propia
existencia, pero debido a su situación ha olvidado de dónde viene y no
sabe a dónde irá después de abandonar el cuerpo material, así también
sucede con la experiencia del viento; apenas podemos oírlo y nada más.
Al ver que Nicodemus no sale de su asombro cuando le habla de un
tema tan elemental como la reencarnación, Jesús le dice: “¿Si os he dicho
cosas terrenales, y no creéis, cómo creeréis si os dijera las celestiales?”.
Los intérpretes ignorantes que tampoco entienden lo que Jesús está
diciendo, concluyen que él se refiere a la resurrección y aseveran que sus
mismas palabras así lo comprueban: “Lo que es nacido de carne, carne
es; lo que es nacido del espíritu, espíritu es”. Pero Jesús está tratando de
enseñar que hay una diferencia entre la materia y el espíritu. Y esto es
apenas un punto de partida básico para comprender la reencarnación y
no la resurrección.
Mientras el alma condicionada more en un cuerpo temporal, su
conciencia espiritual está influida por las modalidades de la naturaleza
material y su ceguera espiritual es muy acentuada; “En verdad, en verdad
os digo que nadie verá el reino de Dios si no nace de nuevo”.
Es sabido cual es el destino de los que mueren y no han sido
bautizados, si son niños o enajenados mentales irán al limbo (limbo
puerorum), en donde sufrirán eternamente. La doctrina de este canon es
terminante: los niños que antes del uso de razón mueren sin estar
bautizados no pueden entrar en el reino de los cielos, que es la vida
eterna. Esta doctrina clara y terminante excluye, absolutamente y para
siempre, de la salvación eterna a tales niños; y con ella quedan
condenadas las teorías de algunos teólogos, como el insigne Cardenal
Cayetano, Gersón y Durando, quienes admitían como equivalente al
bautismo las oraciones de los padres, de una manera normal y regular,
en forma de obtener para sus hijos la gracia de la justificación y la
salvación.
Este dogma de la Iglesia ha llevado a una gran controversia. Doctores
de la talla de San Agustín llegaron a confundirse tomando posiciones
antagónicas. Muchos llegaron a decir que esto se debe a la influencia
que ejerciera sobre él la Iglesia Oriental; mas, no obstante, él se vio forzado
a aceptar una pena “positiva”: “Será mitigadísima la pena de aquellos
que fuera del pecado original que contrajeron no añadieron ningún otro”

74
Preexistencia, Existencia y Reencarnación

(Enchiridion, Capítulo XCIII). Este dogma consternaba a San Agustín.


Escribiendo a su amigo San Jerónimo le dice. “Cuando se trata de las
penas de los niños, créeme, me siento oprimido de angustia y no
encuentro absolutamente qué responder” (Espitolae, CLXVI, Capítulo IV,
Núm.16).
San Jerónimo, uno de los padres de la Iglesia Cristiana, y responsable
de establecer el dogma del alma creada y con posibilidades de morir,
opinaba de un modo parecido a San Agustín, decía: “No pueden pecar
y pueden perecer, sus vagidos no expresan palabras, sólo balbucean sus
lenguas, y no obstante se preparan para la eterna miseria” (Dialogus
contra Pelagianos, Libro III, Núm. 17). Y San Anselmo escribe: “En el reino
de Dios, para el que fue hecho el hombre, no se admite a ninguno sino
por la muerte de Cristo, sin la cual no se satisface lo debido por el pecado
de Adán, aunque todos merezcan ser atormentados igualmente en el
infierno” (De Conceptu Virginali et Originali Peccato, Capítulo XXIII).
Luego de analizar la conversación de Jesús de Nazareth con el fariseo
Nicodemus, así como las opiniones de los padres de la Iglesia y teólogos,
pareciera ser que no hay contradicciones sustanciales entre ellos, pero
en las instrucciones que impartiera Jesús a sus discípulos, con relación
al destino de los niños, nos damos cuenta de la dulce naturaleza
misericordiosa del Divino Maestro: “T raían a él los niños para que los
tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron. Mas Jesús,
llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis;
porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no
recibe el reino de Dios como un niño, no entra en él”.
E1 concepto de resurrección no es lo suficientemente convincente, tal
es el grado de confusión que San Agustín, en su libro “La Ciudad de
Dios”, en el Libro XXII, Capítulo 13, dice: “Responderé con el favor de
Dios a estas objeciones, que, según he referido me las opone la parte
contraria. En lo respectivo a los partos abortivos, que habiendo tenido
vida en el vientre murieron allí, así como no me atrevo a negarlo, aunque
no advierto motivo para que no les pertenezca la resurrección de los
muertos, porque o no todos los muertos han de resucitar, o habrá algunas
almas que estén eternamente sin cuerpos”.
En el Capítulo V del Evangelio según San Marcos, Jesús da testimonio
de cómo pueden degradarse los seres demoníacos al punto de merecer
una vida animal inferior:
“Pasaron después al otro lado del lago, al territorio de los gadarenos.
Apenas desembarcado, le salió al encuentro un energúmeno salido de
los sepulcros o cuevas sepulcrales, el cual tenía su morada en ellos, y no
había hombre que pudiese refrenarlo, ni aun con cadenas. Pues muchas

75
En Nombre de Dios

veces, aherrojado con grillos y con cadenas, había roto las cadenas y
despedazado los grillos, sin que nadie pudiese domarle. Y andaba
siempre día y noche por los sepulcros y por los montes, gritando y
sajándose con agudas piedras”.
“Éste, pues, viendo de lejos a Jesús, corrió a él, y le adoró. Y clamando
en alta voz dijo ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, hijo del altísimo
Dios? En nombre del mismo Dios, te conjuro que no me atormentes. Y es
que Jesús le decía: Sal, espíritu inmundo, de ese hombre. Y preguntóle
Jesús: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Mi nombre es Legión, porque
somos muchos. Y suplicábale con ahínco que no le echase de aquel
país”.
“Estaba paciendo en la falda del monte vecino una gran piara de
cerdos; y los espíritus infernales le rogaban diciendo; Envíanos a los
cerdos para que vayamos y entremos dentro de ellos. Y Jesús lo permitió
al visitante. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y
con gran furia toda la piara, en que se contaban como dos mil, corrió a
despeñarse en el mar, en donde se anegaron todos” (S an Marcos 5.1-13).
Lo que decía Orígenes acerca de la caída de un alma tiene su
fundamento en las mismas palabras de Jesús de Nazareth; y en este
pasaje del Evangelio según San Marcos, se corrobora de una manera
muy clara.
Por más que las palabras de Jesús han sido sometidas a distintas
interpretaciones a través de las épocas, todavía podemos entender
cuando habla acerca de la reencarnación: “Y Jesús dijo: Mas os digo que
Elías ya vino y no le conocieron sino que hicieron con él todo lo que
quisieron, así también el hijo del hombre padecerá de ellos. Entonces los
discípulos entendieron que les había hablado de Juan Bautista” (S an
Mateo 17.12,13).
Se sabe que Jesús viajó a India, en donde aprendió de sus maestros la
ciencia de los Vedas, conocimiento que transmitió, muy comedidamente,
a sus discípulos más íntimos. San Juan, en su Evangelio 16.12, registra
las palabras de Jesús con relación a la prudencia en sus enseñanzas:
“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis
sobrellevar”.
El mismo San Agustín tuvo que admitir que Jesús no lo reveló todo, él
ha dicho: christus sicut magister alia docuit, alia non docuit: “Jesucristo,
como buen maestro, enseñó ciertas cosas y guardó silencio sobre otras”.
Aun así, San Agustín mantuvo siempre una férrea oposición contra las
enseñanzas de Orígenes. Él no admitía la preexistencia de las almas, ni
la reencarnación. Sin embargo, a pesar de su extremo cuidado, no puede
evitar la contradicción. En “La Ciudad de Dios, Libro XX, Cap. 16”, él dice:

76
Preexistencia, Existencia y Reencarnación

“Así como no me atrevo a decir que Dios nuestro Señor alguna vez no
fue Señor, así no debo dudar que el hombre no existió siempre sino que
en algún tiempo fue creado. Pero cuando considero de quien pudo ser
siempre Señor, si la criatura no existió siempre, temo afirmar cosa
alguna”. Entonces San Agustín, acepta la preexistencia de las almas,
aunque no se sabe por qué razones se ve forzado a negarla.
Santo T omás de Aquino, Doctor Angélico, príncipe de la escolástica
cristiana y patrón de las escuelas, designación especial que lo coloca entre
los grandes doctores de la Iglesia, poseedor de una personalidad científico-
filosófico-teológica, dice: S ubstantia cui convenit secundum sua naturam movere
selpsam, vel agere se quocumque modo ad operationem: “El alma es una
sustancia a la cual pertenece naturalmente moverse a sí misma y
determinarse de cualquier modo para obrar” (De Veritate, q. 18, a. 2 c).
Santo T omás ha definido el alma como una sustancia activa capaz
de elevarse, divinizarse, como diría Pitágoras, o degradarse como es
obvio. Dotado de genio especulativo, él crea uno de los más grandes y
complejos sistemas filosóficos, una síntesis armónica entre el
pensamiento antiguo aristotélico y la doctrina cristiana. Pero, aun así,
en sus presentaciones teológicas, deja incógnitas indespejables, como
las dejó Aristóteles en su concepción de Dios al admitir un único intelecto
activo, universal e impersonal.
En el Bhagavad-gita, la Suprema Personalidad de Dios, S ri Krishna,
miles de años antes de que Jesús comenzara a predicar su evangelio, en
el Capítulo 2, S ankhya-yoga, La Constitución del Alma, dice: “... Porque
para el que nace la muerte es segura, y el que muere ha de renacer para
someterse a las reacciones de sus acciones pasadas” (Bhagavad-gita.
2.27).
Es por eso que los verdaderos sabios conocen sus necesidades y para
satisfacerlas jamás se enredan en la explotación del mundo. “Aquel que
no se perturba a pesar de las tres miserias, que no se interesa en los
placeres mundanos, que está libre del apego, del temor y de la ira, es
conocido como un sabio de mente estable” (Bhagavad-gita 2.56).
Krishna instruye a su amigo y discípulo Arjuna acerca de las caídas
en el mundo material, que son la causa de los nacimientos y muertes
repetidas; pero antes le advierte: “Oh hijo de Kunti, incluso la mente de
un hombre de criterio firme que aspira a la liberación, se ve forzosamente
arrastrada por los sentidos que le causan agitación mental. Sin embargo,
esa posibilidad no existe para aquel cuyo corazón se siente atraído por
Mí” (Bhagavad-gita 2.60).
“Mediante la práctica de la devoción perfecta hacia Mí, el bhakti-yogi
controla debidamente sus sentidos. Aquel que ha controlado sus sentidos
es realmente inteligente” (Bhagavad-gita 2.61).

77
En Nombre de Dios

Krishna es muy bondadoso con su amigo y le reitera que la


renunciación en el sendero equivocado será la causa de la caída. Al
contemplar los objetos de los sentidos gradualmente se apegará a ellos y
surgirá un deseo intenso por disfrutarlos. Cuando este deseo es
restringido por la fuerza, surge la ira y de la ira surge la ilusión. El poder
de la ira producirá el olvido, y esto destruirá la inteligencia propicia. Y
cuando la inteligencia devocional falla, uno lo pierde todo.
Krishna compara la inteligencia devocional con un profundo océano
que nunca se ve rebosado por el incesante fluir de ríos y riachuelos que
desembocan en él. Él dice que aquel que tiene devoción pura no se ve
afectado por las provocativas tentaciones sensuales y siempre vive en
paz, en esa paz que es inaccesible para los cazadores de placeres
mundanos. Krishna le dice a Arjuna que aquel que se ha liberado del
falso sentido de posesión ha entrado en una relación divina con la
Verdad Absoluta y jamás se dejará engañar otra vez por la magia de la
existencia material. Incluso le asegura que el logro momentáneo de este
estado en el momento de la muerte, lo conducirá a uno a la divina morada.
Nosotros, las almas condicionadas en cuerpos materiales burdos o
sutiles, somos consumidos por los deseos materiales. Nos encontramos
atrapados en un estado de conciencia materialista. T odos estos deseos
anteceden a las acciones, y éstas, cualesquiera que sean, conducen a la
muerte, y de la muerte a una próxima vida.
Na jayate mriyate va kadachin
nayan bhutva va na bhuyah
ajo nityah shashvato´ yam purano
na hanyate hanyamane sharire
“Nunca hay nacimiento ni muerte para el alma. Ni habiendo sido una
vez, deja de ser jamás. El alma es innaciente, eterna, siempre existente,
inmortal y primordial. No se le mata cuando se mata el cuerpo”
(Bhagavad-gita 2.20).
Aunque hay interrupción entre una vida y la otra, esas vidas están
íntimamente relacionadas entre sí por la ley del Karma. Mediante la
influencia de esta ley inexorable de acción y reacción, de causa y efecto,
obtendremos los resultados de nuestras actividades previas. Si bien es
cierto que en la presente vida estamos disfrutando o sufriendo los
resultados de nuestras actividades, no es menos cierto que también
estamos generando karma para nuestro próximo nacimiento.
Las Sagradas Escrituras Védicas llaman a este proceso samsara, la
rueda de la reencarnación, un ciclo vicioso de nacimiento y muerte
repetidos. En consecuencia, podemos entender por qué las criaturas

78
“... Porque para el que nace
la muerte es segura, y el
que muere ha de renacer
para someterse a las
reacciones de sus acciones
pasadas”
Bhagavad-gita. 2.27).
Preexistencia, Existencia y Reencarnación

nacen en distintas condiciones. Algunas nacen con enfermedades


incurables que les proporcionan sufrimientos intolerables; otras, deformes
o en condiciones de verdadera miseria humana, y otras, con mayores
facilidades para seguir viviendo. Si la preexistencia no fuese un hecho,
no habría justificación para tanta disparidad; y todos los seres tuvieran
la misma oportunidad de alcanzar el tan anhelado cielo después de la
muerte, o el paraíso terrenal de los testigos de Jehová. “Así como en este
cuerpo el ser corporificado pasa gradualmente de la niñez a la juventud
y de ahí a la vejez, así también el alma obtiene otro cuerpo cuando muere.
Los sabios no se dejan confundir por estas transformaciones” (Bhagavad-
gita 2.13).
La entidad viviente, cansada de viajar a través de distintas especies
de vida, realiza que las actividades perentorias de comer, dormir,
aparearse y defenderse, no son las únicas necesidades que debe satisfacer.
Hemos aprendido de nuestros maestros espirituales que en la vida
humana, el alma condicionada tiene la posibilidad de liberarse del
cautiverio material y trascender la ignorancia. Si un ser humano no se
interesa en saber quién es, cuál es su origen, cuál es su destino, por qué
sufre y cómo podría dejar de sufrir, y no acepta purificarse sirviendo con
amor y devoción a su dulce Señor, no ha evolucionado más allá de un
animal.
Se nos ha enseñado que el alma es eterna, a imagen y semejanza del
Señor Supremo, cualitativamente idéntica, pero cuantitativamente
distinta del Señor. Este hermoso conocimiento ha sido revelado en el
S rimad Bhagavad-gita, el abecé de todo el conocimiento trascendental,
una de las escrituras sagradas más bellas y antiguas de la humanidad.
No obstante, debido a su crasa ignorancia, hay quienes todavía
menosprecian esta sabiduría. Si algunos consideran que la cultura
antigua es inútil y extemporánea, tendríamos que aceptar nuestra cultura
moderna en los mismos términos. Sólo es cuestión de tiempo.
Cabe señalar que algunos teólogos védicos presentan la concepción
impersonal de Dios, prometiendo que el alma o espíritu, al trascender la
realidad de este mundo material, se fusionará con el Alma Universal,
Luz Divina o Espíritu Supremo (Brahman), perdiendo su individualidad,
y por ende, convirtiéndose en Dios. Esta es una interpretación errónea
de las Sagradas Escrituras Védicas. S ri Krishna, la Suprema Personalidad
de Dios, dice en el Bhagavad-gita (Capítulo 2, Texto 12):
Na tu evaham jatu nasam
na tvan neme janadhipah
na chaiva na bhavishyamah
sarve vayam atah param

81
En Nombre de Dios

“No hubo jamás un tiempo en que Yo no existiese, ni tú, ni todos estos


reyes. Ni en el futuro ninguno de nosotros dejará de existir” (Bhagavad-
gita 2.12).
En otro pasaje del Evangelio de Juan (9.1-3) se relata: “Un día vio el
Maestro pasar a un hombre ciego de nacimiento y sus discípulos le
preguntaron: “¿Maestro, quién pecó, éste o sus padres, para haber nacido
ciego?. Y respondió Jesús: “Ni éste pecó ni sus padres; mas para que la
obra de Dios se manifieste en él”. Jesús se sirve de este incidente para
predicar su doctrina acerca de la reencarnación. Después de aclarar que
la ceguera congénita de aquel hombre en particular no era una reacción
originada por los pecados cometidos en su vida anterior, también libera
a sus padres de toda responsabilidad: “Ni éste pecó, ni sus padres”. Y
para disipar cualquier duda, afirma que el milagro de devolver la visión
a ese hombre era una gracia concedida para glorificar al Señor: “Para
que la obra de Dios se manifieste en él”. De manera que no es muy difícil
comprender que Jesús quiso enseñarle a sus discípulos que las
enfermedades y miserias contraídas por los seres humanos desde el
vientre de su madre, obedecen a reacciones de actividades pecaminosas
en vidas previas. De no ser así, no tendría sentido que sus discípulos,
sabiendo que aquel hombre era ciego de nacimiento, le preguntasen:
“¿Maestro, quién pecó, éste o sus padres?”
Es innegable que en los tiempos en que Jesús predicaba, los judíos y
otros pueblos, por lo general creían en la reencarnación, a tal punto, que
las conversaciones sobre este tema eran naturales para ellos. Y así nos lo
demuestra Mateo en su Evangelio: “Y estando un día el Maestro con sus
discípulos, él les preguntó a ellos: ¿Quién dicen los hombres que es el
Hijo del Hombre?. Y ellos respondieron: los unos que Juan el Bautista,
los otros que Elías, y los otros que Jeremías o alguno de los profetas”
(Mateo 16.13,14).
Sin lugar a dudas, esta conversación entre Jesús y sus discípulos nos
confirma que los primeros cristianos creían en la reencarnación. La
evidencia más clara es la explicación que da Jesús acerca de la verdadera
personalidad de su primo Juan el Bautista:
“¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña movida del viento?
Mas, ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropas delicadas?.
Cierto que los que visten ropas delicadas en casa de reyes están, mas
¿Qué salisteis a ver? ¿Un profeta?. Ciertamente os digo, y aún más que
profeta, porque éste es de quien está escrito: He aquí, Yo envío mi ángel
ante tu faz, que aparejará tu camino delante de ti. En verdad os digo, que
entre los nacidos de mujeres no se levantó otro mayor que Juan el Bautista.
Mas, el que menor es en el reino de los cielos, mayor es que él. Y desde los

82
Preexistencia, Existencia y Reencarnación

días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos padece fuerza,
y los que se la hacen, lo arrebatan, porque todos los profetas y la ley
hasta Juan profetizaron, y si queréis recibirle, él es aquel Elías que ha de
venir” (Mateo 9.7-14).
Este pasaje no requiere de explicaciones muy profundas y mucho
menos de interpretaciones superficiales. Jesús habló con bastante
claridad y dijo que en otra vida Juan el Bautista fue Elías: “Él es aquel
Elías que ha de venir”. Es muy posible que los judíos esperaran la llegada
del profeta en medio de majestuosa opulencia, y por eso les costaba creer
que Juan el Bautista era Elías. Pero Jesús les reprendía, diciendo: “¿Qué
salisteis a ver? ¿Un hombre de ropas delicadas?”
T odos hemos oído hablar sobre el incidente de la transfiguración de
Jesús en el Monte y la aparición de Moisés y Elías:
“Los discípulos que acompañaban a Jesús en ese momento, Pedro,
Jacob y Juan, quedaron maravillados ante esa visión. De pronto,
escucharon una voz que surgía en medio de la nube: Este es mi hijo
amado, en el cual tomo contentamiento; a él oíd. Al oír esto los discípulos
cayeron sobre sus rostros y temieron en gran manera. Entonces Jesús se
acercó, los tocó y dijo: Levantaos y no temáis. Y alzando ellos sus ojos, a
nadie vieron, sino sólo a Jesús, y como descendieron del monte, Jesús les
dijo: No digáis a nadie la visión hasta que el hijo del hombre resucite de
entre los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo:
¿Por qué dicen los escribas que es menester que Elías venga primero?. Y
respondiendo, Jesús les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero y
restituirá todas las cosas. Mas os digo que ya Elías vino y no le
reconocieron; antes hicieron con él todo lo que quisieron. Así también el
hijo del hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos entendieron
que les habló de Juan el Bautista” (Mateo 17.1-13).
T al vez sea este el pasaje más importante de la Biblia con relación a la
doctrina de la reencarnación, sobre todo porque se dice que fue Dios
mismo quien habló, señalando a Jesús como su hijo amado, y ordenó a
los apóstoles que cualquier cosa que él dijere, fuese aceptada como una
verdad absoluta. “Este es mi hijo amado, en el cual tomo contentamiento;
a él oíd”. En otras palabras, pidió que le escucharan como si fuese Él
mismo. Y Jesús se ha expresado aquí muy claramente. Él ha dicho que
Juan el Bautista es el profeta Elías que ha reencarnado, y así lo aceptaron
sus discípulos: “Mas os digo que ya Elías vino y no le reconocieron;
antes hicieron con él todo lo que quisieron... Entonces los discípulos
entendieron que les hablaba de Juan el Bautista”.
Pablo, en su primera epístola a los Corintios, también se refiere a la
reencarnación. De esto no hay duda. Sin embargo, los teólogos, eruditos

83
En Nombre de Dios

y otros exegetas, se han esforzado por darle un significado distinto a sus


palabras, aunque éstas han sido muy claras: “Y cuando esto, que es
mortal, fuere revestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra
que está escrita: tragada ha sido la muerte en la victoria” (1 Corintios
15.54).
La mayoría de los cristianos no aceptan la reencarnación, pero al
mismo tiempo desconocen sus Escrituras Sagradas. En la edad media, el
acceso a la literatura sagrada era bastante restringido y la gente en general
no sabía leer. Las bibliotecas más completas se hallaban en los
monasterios o en las moradas de la nobleza. Hoy día, aunque una gran
mayoría de personas sabe leer, éstas no se interesan en las literaturas
sagradas y han aceptado la tradición dogmática sin más inconvenientes.
T anto así, que pasan por alto la ley de acción y reacción, Karma, que
Pablo explicara en su primera epístola a los Corintios (15.56). “El aguijón
pues de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado es la ley”.

84
PART E III

Sacroterrorismo
GRANDES
APOLOGISTAS
DE LA INQUISICION

Papa Lucio II: (Papa de 1144 a 1145)


“1º- Contra los Catharos, los Paterinos, los Pobres de Lyon, etc.
2º- Contra aquellos que predicaban sin licencia sembrando el terror
3º- Contra sus fautores.
Y como las penas puramente eclesiásticas, sean con frecuencia objeto
de desprecio para las gentes de esa ralea, decreta:
4º- Que los sacerdotes heréticos serán en primero lugar degradados,
y dado que no se retractaran, entregados inmediatamente á la citada
autoridad para que les imponga el correspondiente castigo.
5º- Los sospechosos que en presencia del obispo no lograran
desvanecer las sospechas en que hubiesen incurrido, serán tratados
como herejes.
6º- T odo relapso disfrutará la gracia de ser admitido á una segunda
abjuración; pero si no la hiciere, será entregado al brazo secular.
7º- Los obispos con asentimiento de los Prelados y del Emperador,
por sí, ó representados por un arcediano, girarán, por lo menos una vez
al año, una visita á aquellos lugares de sus diócesis en que habiten
herejes, y designarán tres o cuatro personas de notoria honradez, ó más
si fuese menester, que mediante juramento se encargarán de denunciar á
los herejes, y á todos aquellos que se distinguieran del común de los
fieles, y celebraran reuniones secretas, después de lo cual, el obispo o el
arcediano los citará ante su tribunal y examinará su causa”
(S entencia de excomunión lanzada en el concilio de Verona, hallándose
presente el Emperador Federico Barbarroja, quien había declarado aceptar sus
decisiones).

Papa Alejandro III: (Papa de 1154 a 1181)


“Esos herejes que han osado salir del silencio y de la oscuridad,
evidenciando audazmente sus errores y procurando por medio de sus
seducciones hacer que caigan en ellos las gentes sencillas y los pobres

87
En Nombre de Dios

de espíritu, quedan desde este momento excomulgados lo mismo que


sus fautores. T odos los fieles quedan desde ahora obligados á romper
con ellos todo comercio y relación” (Decreto promulgado en el III Concilio
Ecuménico de Letrán, 1179).

Santo Tomás de Aquino:


(T eólogo Católico Italiano, 1225-1274, y doctor de la Iglesia. Su doctrina
inspirada en Aristóteles, lleva el nombre de Tomismo)
“Dos cosas deben considerarse en orden a los herejes, una por parte
de ellos mismos, y otra de parte de la Iglesia. Por parte de los herejes,
decimos que cometen un pecado por el que merecen ser lanzados, no
sólo del gremio de la Iglesia por medio de la excomunión, sino también
de este mundo por medio de la muerte. Porque cosa es todavía más grave
corromper la fe, de la cual vive el alma, que alterar la ley de la moneda,
con que se promueve el sustento del cuerpo. Ahora bien, si a los
monederos falsos y a otros malhechores, luego al punto se les envía
juntamente al patíbulo por los príncipes seculares, ¿Con cuánta más
razón deberá, no ya solamente excomulgar, sino también privar de la
vida a los herejes, tan luego como se les convence del crimen de la herejía?.
Mas por parte de la Iglesia deben considerarse las entrañas de
misericordia con que anhela a la conversión de los que yerran; por cuya
razón la misma Iglesia no los condena en el instante mismo en que
conoce su culpa, sino después de corregirlos una y dos veces, conforme
a la enseñanza del Apóstol; pero si después de la segunda corrección, el
corregido la rechaza con pertinacia, desesperando entonces la Iglesia de
su conversión, provee a la salud de los demás, arrojándolo de su seno
por medio de la excomunión, y después deja en manos del juez secular
al que debe ser excluido de este mundo por medio de la muerte” (Juan
Manuel Orti y Lara, La Inquisición, Págs. 41,42).

Is abel La católica:
(Reina de Castilla y de España, 1451-1504. Ella y su esposo, Fernando V,
solicitaron el establecimiento de la Inquisición en España)
“E ruego e mando a la princesa mi hija, e al príncipe su marido, que
como católicos príncipes tengan mucho cuidado de las cosas de la honra
de Dios e de su santa fe, celando e procurando la guarda e defension e
ensalzamiento de ella, porque por ella somos obligados a poner las
personas e vidas, e lo que tuviéramos cada que fuese menester, e que
sean muy obedientes a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, e
protectores e defensores de ella, e como son obligados, e que no cesen de
la conquista de Africa, e de puñar por la fe frente a los infieles, e que

88
El S acroterrorismo: Grandes Apologistas de la Inquisición

siempre favorescan mucho las cosas de la S anta Inquisicion contra la heretica


pravedad.” (Juan Manuel Orti y Lar, La Inquisición, Pág. 89).

Pedro Martir:
(Humanista español de origen italiano, 1459-1526)
Refiriéndose a la Inquisición dice: “Invención admirable y digna de
todo encomio, para lavar la religión de toda mancha.” -praeclarum
inventum at omni laude dignum opus ut omnis e religione labes tollatur-
(Epístola 295).

Jerónimo Zurita:
(Cronista español ,1512-1580. Sus Anales de la Corona de Aragón son, por
su carácter científico, una obra maestra del género historiográfico)
“T al fue la causa porque establecieron (Fernando e Isabel) el Santo
Oficio de la Inquisición contra la herejía. Dicho tribunal constituía el medio
más poderoso que podía desearse para la protección de nuestra santa fe; no
parece sino que fue concedido a España por inspiración divina, para
que pudiese verse libre de los innumerables errores y herejías que turban
el resto de la Cristiandad” (El Cardenal Jimenez de Cisneros y la Iglesia
Española, Pág. 227).

Rey D. Alfons o:
(Hijo de Fernando de Castilla, en ley 2, T it. 26, Part. VII)
“Los herejes pueden ser acusados de cada uno del pueblo delante de
los obispos e de los vicarios que tienen sus lugares, e ellos débenlos
examinar en los artículos de la Fé, e en los Sacramentos, e si fallare que
yerran en ellos, o en alguna de las otras cosas que la Iglesia romana
tiene, e debe creer e guardar, entonces debe pugnar de lo convertir, e de lo
sacar daquel yerro por buenas razones e mansas palabras, e si se quiere
tornar a la fe, e creerla, después que fuese reconciliado, débenlo perdonar.
E si por aventura non se quisieren quitar de su porfía, débenlo juzgar
por herejes, e darlos después a los jueces seglares, e ellos deben les dar
pena en esta manera: que si fuere el hereje predicador, a que dicen
consolador débenlo quemar en fuego de manera que muera. E esa misma
pena deben haber los descreidos que diximos de suso en la ley antes de
esta. E si non fuere predicador, mas creyente, que vaya este con los que
ficieren el sacrificio a la sazon que lo ficieren, e que oya cotidianamente,
o cuando puede la predicacion de ellos, mandamos que muera por ello esa
misma muerte, porque se da a entender que es hereje acabado, pues que
cree e va al sacrificio que hacen. E si non fuere creyente en la creencia de
ellos, mas lo metiere en obra, yéndose al sacrificio dellos, mandamos que

89
En Nombre de Dios

sea echado de nuestro Señorío para siempre, o metido en la carcel, hasta


que se arrepienta e se torne a la fé” (Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición,
Págs.53,54).

Fray Luis de Granada:


(Orador sagrado español ,1504-1588, perteneciente a la orden de Santo
Domingo; predicador elocuente. Autor de numerosos tratados de carácter
ascético)
“Hablando el venerable Fray Luis de Granada del miedo que
experimentaban los hombres pusilánimes y flacos cuando algún bueno,
o tenido en tal cuenta, llegaba a caer o ser castigado públicamente por el
Santo Oficio, para tranquilizar sus ánimos y confortarlos grandemente,
les decía: Este es un temor tan contra razón, como si las ovejas tuviesen
miedo de su mismo pastor, que es el que con mayor solicitud las guarda
y defiende de los lobos. ¿Porque qué otra cosa es el Santo Oficio sino un
muro de la Iglesia, columna de la verdad, guarda de la fe, tesoro de la
Religión Cristiana, arma contra los herejes, luz contra los engaños del
enemigo, y toque en que se prueba la fineza de la doctrina si es falsa o
verdadera?. Y si lo queréis ver, extended los ojos por Inglaterra, Alemania,
Francia y por todas esas regiones septentrionales donde falta esta luz de
la verdad, y veréis en cuán espesas tinieblas viven estas gentes, y cuán
mordidas están de perros rabiosos, y cuán contaminadas de doctrinas
pestilenciales. ¿Y qué fuera hoy de España si, cuando la llama de la
herejía comenzó a arder en Valladolid y en Sevilla, no acudiera el Santo
Oficio con agua a apagarla?...Pues conforme a esto, os digo, hermanos,
que el justísimo T ribunal del Santo Oficio no es para que teman los
domésticos y familiares siervos de Cristo, sino los ajenos y engañados y
pervertidos con falsas doctrinas” (Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición,
Págs.33,34).

Santa Teres a de Jes ús :


(Religiosa y escritora mística, 1515-1582, reformadora de la Orden del
Carmelo)
“En resolución, lo que Santa T eresa escribió de su vida y oración,
aprobado por todos lo que lo vieron, fue impreso año 1588. Aquí tiene el
lector la segunda recia persecución sufrida por la ilustre reformadora de
la parte de los Inquisidores, a quien ella llamaba nada menos que ángeles”.
(Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición, Pág. 368).

Carlos V:
“Diréis a su Santidad como en días pasados, después que vinimos a
estos nuestros reinos de España, por muchas quejas y clamores que

90
El S acroterrorismo: Grandes Apologistas de la Inquisición

algunas personas nos dieron contra el dicho Santo Oficio y sus ministros.
Nos, queriendo saber la verdad dello y procurar el remedio necesario,
mandamos juntarse con el dicho Cardenal de T ortosa, Inquisidor general,
algunos prelados, caballeros y letrados de nuestro Consejo, personas de
mucha integridad y sin pasión, para que viesen y examinasen la verdad
de lo que en esto pasaba, y nos hiciesen relación dello... Y hecha esta
diligencia, fallamos por verdad, según la relación de los dichos de nuestro
Consejo, que el dicho Inquisidor General, después que tiene este cargo,
con toda solicitud y estudio ha procurado de tener y conservar en el
Oficio de la Inquisición hombres de letras y conciencia , personas
honestas, de buena vida y conversación, temerosos de Dios y amigos de
justicia, y tales que no se puede presumir que por algún respecto hagan
cosa indebida...”

Páramo, Luis de
(Escritor español, 1545-?. Arcediano y Canónigo de la Catedral de León,
y más tarde Inquisidor de la Fe en Sicilia y España)
“Desde los primeros tiempos de la Iglesia, celebrábanse dos veces al
año en cada Provincia Concilios provinciales, en los cuales se indagaban,
según la regla prescrita, las cosas tocantes a la pureza con que debe ser
profesada la fe. Este uso continuó hasta la celebración del sexto Concilio
de Constantinopla, que ordenó se reuniesen dichos concilios una vez
tan solo cada año, lo que después confirmó el Concilio séptimo de Nicea:
así nos lo enseña el sagrado Concilio Universal de Letrán, celebrado
bajo el pontificado de Inocencio III el año de gracia de 1215, y así consta
en:. Ad abolendam, cap. Cum ex injuncto, y cap. Ut commissi (de Haereticis).
Mas como algunos Obispos descuidasen el ejercitar tan saludable oficio,
y a otros se los impidiese la variedad de los demás asuntos, los Sumos
Pontífices, después de pensado y deliberado el caso con maduro juicio,
dispusieron que fuesen elegidos doctos y católicos varones, para que,
como delegados de la Silla Apostólica, tomasen a pechos aquel santo
ministerio” (De Origine S anctae Inquisitionis).

Vicencio Blas co de Lanus a:


(Historiador español y doctor en T eología, 1563-1635. Canónigo de la
Catedral de Jaca y Calificador del Santo Oficio en Aragón)
“Y es tanto el respeto y amor que los aragoneses tenemos al Santo
Oficio y sus ministros, que mostramos haber sido los primeros y más
antiguos que recibimos con millares de afectos de nuestras almas este
sacro patrimonio y fuerte alcázar de la fe católica..., ningún fuero,
privilegio, libertad ni cosa de este mundo hizo faltar a esta deuda a los
fieles aragoneses” (Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición, Pág. 131).

91
En Nombre de Dios

Thomas Malvenda:
(Dominico español, 1566-1628. Uno de los colaboradores del Indice por
encargo de la Inquisición. Autor de De anti Christi)
“No negamos que Santo Domingo fué el primero que, haciendo uso
de la autoridad inquisitorial, castigó a los herejes con la pena del fuego,
lo cual este mismo año hemos visto en T olosa, consumidos y devorados
por las llamas los herejes, a excepción de uno solo, convictos y juzgados
por este hombre de Dios” (In Annalibus, Año 1215, Cap. 9).

Jacques Benigne Bos s uet:


(Obispo, escritor y orador sagrado francés, 1627-1704. Sostuvo la política
religiosa de Luis XIV, luchó ardorosamente contra el Protestantismo e
hizo adoptar en 1682 la declaración sobre las libertades galicanas.
Combatió el Quietismo de Fenelón)
“Declaro que soy y he sido siempre de opinión: primero, que los
príncipes pueden obligar por medio de leyes penales a todos los herejes
a conformarse a la profesión y a las prácticas de la Iglesia Católica; y en
segundo lugar, que esta doctrina debe tenerse como constante en la Iglesia,
que no sólo ha seguido, sino también pedido tales leyes” (Carta a M. De
Basville, Pág. 54).

Pedro Bayle:
(Escritor francés, 1647-1706, precursor de los Enciclopedistas)
“El heresiarca, dice este autor, es aquel hombre que para constituirse
en cabeza de partido, siembra la discordia en el seno de la Iglesia, y
rompe su unidad, movido no ya de amor a la verdad, sino de ambición,
de envidia, o de alguna otra pasión injusta. Cosa rara es, añade, que los
autores de tales cismas procedan de buena fe. Por lo cual, incluye San Pablo
las sectas o herejías entre las obras de la carne... No hay ningún delito
mayor que desgarrar el cuerpo místico de Jesucristo y calumniar a la
Iglesia, su esposa, y sublevar a los hijos contra su madre: que este es un
crimen de lesa majestad divina” (Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición,
Págs. 36,37).

Devoti Juan:
(T eólogo italiano y profesor de Derecho Canónico, 1744-1820. Publicó
De notissimis in jure legibus. Obispo de Anagni y luego de Cartago)
“Con esto, se libran de otras penas más recias, aunque a menudo,
cuando el caso lo pide, son condenados a encierro perpetuo. Pero
tratándose de los que llamamos relapsos, que son los que más de una vez
han caído en herejía, la penitencia de los tales se tiene por fingida, y así

92
El S acroterrorismo: Grandes Apologistas de la Inquisición

son entregados al juez secular para que éste les dé la pena


correspondiente. A los cuales, sin embargo, no se les niega los
Sacramentos de la Confesión y Eucaristía, si dieran pruebas de
arrepentimiento” (Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición, Pág. 44).

Antonio Cánovas del Cas tillo:


(Político conservador y escritor español, 1828-1897, seis veces presidente
del Consejo de Ministros y alma del movimiento que condujo a la
Restauración de 1874. Murió asesinado por el anarquista italiano
Angiolillo)
Dirigiéndose al ilustre orador católico Sr. D. Alejandro Fidal, decía:
“¿Quiere su señoría de veras la unidad católica?. Pues no se espante,
que no se espantaban de eso sus antepasados, que no se espantaban de
eso los regeneradores de la política que sustenta su señoría: no se espante
y defienda la Inquisición; proclame la Inquisición; pida francamente el
restablecimiento de la Inquisición. ¿No lo pedís vosotros los sostenedores
de la unidad católica?... Pues que me habláis de lógica, lógica os pido en
estos momentos; pero no os pido tan sólo una lógica especulativa, cuyos
principios no se hayan llevado a la práctica; no os pido una utopía que
no haya confirmado jamás la experiencia; lo que os pido pura y
simplemente es lo que ha pasado anteriormente; lo que os pido pura y
simplemente es la Inquisición” (Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición,
Págs. 14,15).

Pío IX: (Papa de 1846 a 1878)


“No dejéis de enseñar que la regia potestad no se ha conferido sólo
para el gobierno del mundo, sino principalmente para defensa de la
Iglesia” (Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición, Pág. 45).

Marcelino Menéndez y Pelayo:


(Polígrafo español, 1856-1912)
“El que admite que la herejía es crimen gravísimo y pecado que clama
al cielo y que compromete la existencia de la sociedad civil; el que rechaza
el principio de la tolerancia dogmática, es decir, de la indiferencia entre
la verdad y el error, tiene que aceptar forzosamente la punición espiritual
y temporal de los herejes, tiene que aceptar la Inquisición” (Historia de los
Heterodoxos Españoles).

Del autor anónimo del Opús culo “Qu’ importe aux pretres”:
“El Santo Oficio con cinco docenas de procesos en el siglo, nos ha
librado del espectáculo de una hacina de cadáveres que sobrepujaría la

93
En Nombre de Dios

altura de los Alpes, y sería capaz de detener la corriente del Rhin y del
Po” (Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición, Pág. 26).

Bouix, Mario Domingo:


(Canonista francés, 1808-1870. Vicario General de la Diócesis de
Versalles).
“Ningún encargo ha parecido más santo que el de velar por la
inmaculada pureza de la fe, el de conservarla sana y salva, sin que sea
poderoso a dañarla el aliento envenenado de los herejes” (Juan Manuel
Orti y Lara, La Inquisición, Pág. 70).

Jaime Balmes :
(Presbítero y filósofo español, 1810-1848)
“Conviene observar que por más poderosa que sea la fuerza de las
ideas, tienen, sin embargo, una existencia precaria hasta que han llegado
a realizarse, haciéndose sensibles, por decirlo así, en alguna institución
que al paso que reciba de ellas la idea y la dirección de su movimiento,
les sirva a su vez de resguardo contra los ataques de otras ideas e
intereses. El hombre está formado de cuerpo y alma, el mundo entero es
un complejo de seres espirituales y corporales, un conjunto de relaciones
morales y físicas; y así es que una idea comienza a ser olvidada, aun la
más grande y elevada, y si no tiene una expresión sensible, un órgano
por donde pueda hacerse oír y respetar, queda confundida y ahogada en
medio del estrépito del mundo, y al cabo viene a desaparecer del todo.
Por esta causa, toda idea que quiere obrar sobre la sociedad, que pretende
asegurarse un porvenir, tiende a crear una institución que la represente,
que sea su personificación” (Protestantismo Comparado con el Catolicismo,
Cap. XXX, Pág. 63).

Fray Francis co de Alvarado:


(Dominico español, 1756-1814, que escribió contra el Modernismo)
“... De aquí las legislaciones dimanadas de la Silla Apostólica a varios
príncipes católicos, para que se opusiesen al error, y a varios errantes
para que se abstuviesen de favorecerlos. De aquí las cruzadas empleadas
en repeler con la fuerza la fuerza que los herejes hacían, en que el gran
Patriarca Santo Domingo tuvo tanta parte, y en que después fué imitado
por su hijo Pedro de Verona, por no sé que, otro santo de la religión de
San Francisco, y por varios otros celosos del bien de la Iglesia y del
Estado. De aquí, en fin, la Inquisición Delegada, que tuvo principio en el
citado Santo Domingo, y que por cerca de tres siglos siguieron ejerciendo
solo sus hijos y los de San Francisco, con todas las ventajas que mostraron

94
El S acroterrorismo: Grandes Apologistas de la Inquisición

“Aquellos que se creen


poseedores de la Verdad
Absoluta son particularmente
cínicos”

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En Nombre de Dios

96
El S acroterrorismo: Grandes Apologistas de la Inquisición

al cabo de este tiempo el exterminio del error, la pureza de la religión y


los adelantamientos de la piedad” (Carta Apologética de la Inquisición).

Dionis io Lucas Frays s inous :


(Prelado francés, 1765-1841. Adquirió gran reputación dictando
conferencias religiosas atacando las doctrinas antirreligiosas del siglo
XVIII)
“En fin, señores, dejemos de buen grado a la Inquisición de España y
Portugal, entregada a la amarga censura de los protestantes e incrédulos;
después de todo, ella fué, como antes hemos dicho, una institución local,
temporal, particular, más política que eclesiástica; y así es tan poco
filosófico sacar de la existencia de la Inquisición ningún argumento
para acusar de fanatismo a la Religión católica en general, como si se
lanzase sobre alguna academia el cargo de ateísmo por contar entre sus
miembros algunos ateos. Por otra parte, yo quisiera saber que secta puede
reputarse con derecho a tirar la primera piedra contra este tribunal” (La
Religión Vengée du Reproche de Fanatisme).

Renato Francis co Rohrbacher:


(Historiador religioso francés, 1789-1856. Misionero diocesano y profesor
de T eología dogmática y moral, de Sagrada Escritura e Historia
Eclesiástica en el Seminario de Nancy)
“¿Qué otro tribunal sino la Inquisición, a contar desde el principio
del mundo, comenzó nunca sus funciones ofreciendo gracia y
misericordia a los culpables?” (Historia Universal de la Iglesia, 1447-1517).

Cardenal Inguanzo:
(Arzobispo de T oledo, ante el Congreso de Cádiz celebrado en 1812 y
1813)
“Y no se nos hable de política, ni se diga que se trata de un tribunal
cuya autoridad es real, según se ha sentado..., es falso, falsísimo que el
tribunal de la Inquisición sea un tribunal real, como se dice. Es un tribunal
de la Religión esencialmente eclesiástico, así por la autoridad que lo ha
creado, como por las materias que conoce, que son puramente religiosas.
Sólo tiene de real la parte de esta autoridad que se le ha agregado en
cuanto a imponer ciertas penas temporales a los reos, lo cual es una cosa
sumamente accesoria y accidental, que en nada varia su sustancia”
(Juan Manuel Orti y Lara, La Inquisición, Pág. 106).
“El secreto de la Inquisición había sido establecido principalmente a
favor de los mismos delatados para guardarles su honor y reputación
cuanto sea posible, porque ésta siempre padecería con discusiones

97
En Nombre de Dios

públicas de esta especie, y de delitos feos y obscenos, cuales son los de


que conoce el tribunal, no pudiendo menos de quedar aún en el resultado
más favorable, una opinión adversa que no sería fácil de borrar. ¡Cuántas
veces habremos tratado con personas procesadas, corregidas o
amonestadas por la Inquisición, sin saber nada de ello!. Este sigilo es un
beneficio para todos, y una salvaguardia general” (Juan Manuel Orti y
Lara, La Inquisición, Pág. 218).

Fray Fernando de Ceballos :


(Religioso y escritor español del siglo XVIII. Monje Jerónimo)
“Porque no se ordena la tortura para que lo confesado en ella sirva
de regla en el examen de la verdad, sino para que en ella se quebrante la
contumacia del acusado, y queda más dócil y fácil a entregar el secreto
que guarda injustamente. No prueba la confesión en el tormento, mas
dispone para la prueba que se busca después de un día natural en la
ratificación del atormentado” (La Filosofía Crimen de Estado, Tomo V, Libro
II, Disert. VIII).

Juan Manuel Orti y Lara:


(Escritor español, ardiente defensor de la Inquisición)
“Este será uno de los más bellos timbres del Santo Oficio, no proceder
jamás a viás de justo rigor, sino después de haber inspirado los términos
de la misericordia... Por último, la misericordiosa benignidad y dulzura
de la Inquisición resplandecía así mismo en la ejecución de las
sentencias” (El Cardenal Jimenez de Cisneros y La Iglesia Española, Págs.
303,305).

Jos é De Mais tre:


(Escritor y filosofo francés, 1753-1821. Autor de El Papa y Las Veladas de
S an Petersburgo, obras en las cuales condena la Revolución Francesa y
defiende la autoridad del rey y del Papa).
“Los grandes males políticos, y sobre todo los violentos ataques
dirigidos al cuerpo del Estado, jamás podrán ser prevenidos ó rechazados
por otros medios que no sean como aquellos violentos... Los judaizantes
y los Moros que bajo la capa de cristianos vivían en España, por
necesidad debían abrigar temores ó infundirlos” (Cartas sobre la
Inquisición...).

Francois Guizot:
(Historiador y hombre de Estado francés, 1787-1874, a quien se le deben
varios escritos históricos, jurídicos y económicos)

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El S acroterrorismo: Grandes Apologistas de la Inquisición

“La Inquisición en su esencia y en su concepción primitiva, no ha


sido una institución religiosa, sino política, y el español, lejos de
contemplar con horror la enormidad de una justicia que ocultaba sus
misterios tras un velo completamente impenetrable, tenía á orgullo poseer
un tribunal que tan justamente llamaba la atención. La simple
circunstancia de componerse en su mayoría de seglares hasta para
determinar su carácter, de suerte que en rigor la Inquisición no fué mas
que una política perfectamente servida, ante la cual carecían por completo
de valor las mas elevadas consideraciones sociales” (Morgenblatt, Jahrg,
1841, no. 8, s. 327).

Enrique Leo:
(Historiador alemán, 1799-1878, adversario decidido de Hegel)
“Por medio de la Inquisición, instituto espiritual dirigido al par con
los laicos y los eclesiásticos, Isabel que era el verdadero jefe de la misma,
consiguió dominar la nobleza y el clero de Castilla... Lo que hicieron en
Castilla los soberanos por medio de la Inquisición, consiguiéronlo en
otras partes valiéndose de instituciones análogas ó poco diferentes, que
eran para ellos otras tantas palancas políticas por medio de las cuales
minaban por sus cimientos la potencia del clero y la nobleza. Esto explicó
como al tocar á su término la Edad Media, la mayor parte de la Península
se decidió por la monarquía absoluta” (Heltgeschichte).

Jerónimo Blancas :
(Historiador y latinista español).
“Fernando é Isabel estableciendo el Oficio de la Santa Inquisición, han
dado la mayor prueba de piedad y sabiduría, puesto que por tal medio
no sólo han arrancado del más funesto error a los apóstatas y a los
herejes, sino que además han puesto límites á su imprudencia erigiendo
una institución cuya utilidad reconocen no sólo España sino todo el
mundo cristiano” (Commentarii Verum Aragonensium).

Pío IX:
(Papa de 1846 a 1878. Proclamó los dogmas de la Inmaculada Concepción
y de la Infalibilidad Pontificia)
“La Iglesia tiene derecho connatural y propio, independiente de toda
autoridad humana, a castigar a los delincuentes súbditos suyos con
penas tanto espirituales como también temporales” (S yllabus, Proposicion
24, citada en La Lucha de La Iglesia Contra el Error y la Herejía).

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En Nombre de Dios

Acerca de Gregorio IX: (Papa de 1227 a 1241)


“La verdadera fecha de los primeros inquisidores en Italia, es la de
1231, con la circunstancia de que así como Gregorio IX fue el alma del
Concilio de T olosa, fué también la causa principal de semejante
introducción, pues en una bula del año referido, no sólo amenaza con la
excomunión á todos los herejes y sus fautores, sino que declara infames
á los contumaces, incapacitándolos para el desempeño de cargos públicos,
de ser admitidos como testigos, de heredar, etc., y á los sospechosos que
no se justificaran debidamente, les impone la pena de excomunión, siendo
tratados como herejes en el caso de que vivieran un año bajo el peso de
tan grave pena”.
“Para dar el debido cumplimiento a las disposiciones de este escrito,
en el cual como se ve, no se hace todavía mención alguna de la
Inquisición, el Papa indicó al senado, y especialmente á su presidente
Aníbal, para que dictaran la medida de represión que, en el territorio
romano considerasen oportuno emplear; y esta asamblea estableció un
tribunal á cuyos miembros se da por primera vez el nombre de Inquisitores
ab ecclesia datis”.
“Gregorio envío su bula y el edicto del senado al Arzobispo de Milán
y á sus sufragáneos para que hicieran aplicación de sus prescripciones
al territorio de su provincia, ejecutando más tarde lo propio en las demás
de Italia”.

Inocencio IV encarga a los Dominicos de la Inquis ición:

“Lo que fué hasta entonces un simple hecho, trató de elevarlo á la


categoría de derecho Inocencio IV, confiriendo exclusivamente en
dominicos todos los cargos inquisitoriales, y colocando su esfera de
acción en un círculo completamente independiente del poder episcopal.
En un Breve del 20 de octubre de 1218 dirigido al célebre dominico S.
Raimundo de Peñafort, declaraba el Papa; Que habiéndole sido en cierto
modo concedidos los dominicos por la providencia, para la extirpación
de las herejías, y como él por su parte hubiese tenido ocasión de reconocer
su celo y capacidad, había resuelto confiarles especialmente dicho asunto
(ipsis hujusmodi negotium providimus specialiter commitendum). Y les
ordenaba el establecimiento de algunos dominicos en calidad de
inquisidores en las partes de Aragón pertenecientes a la provincia
eclesiástica de Narbona, dándoles los estatutos publicados por Gregorio,
que habían obtenido su aprobación...” (El Cardenal Jiménez de Cisneros y
La Iglesia Española, Págs. 170,171).

100
El S acroterrorismo: Grandes Apologistas de la Inquisición

El Papa Silves tre IV Autoriza Tribunal de Inquis ición en Es paña:

“Fernando e Isabel atendieron al cabo de poco tiempo las justa


reclamaciones que les dirigían, y á su instancia el Papa Silvestre IV
autorizaba en 1° de noviembre de 1478, la fundación de un tribunal de
Inquisición, al cual se confiaba la investigación y represión de la herejía,
compuesto de dos o tres dignatarios de la Iglesia seculares ó regulares, á elección
de los soberanos, entre los que contasen la edad de por lo menos cuarenta
años, de buenas costumbres y fuesen maestros ó bachilleres en teología,
ó bien licenciados ó doctores en derecho canónico” (El Cardenal Jimenez
de Cisneros y La Iglesia Española, Pág. 179).

Acerca de la crueldad del Rey Fernando:

“Solamente se deja ver un espíritu de crueldad y de fanatismo así en lo


referido como en el castigo que se impuso aquel mismo año a doce infelices
hallados en Málaga, conquistada de los Moros á 18 de agosto; pues el
Rey Fernando los mandó a cañaverear, esto es matarles á saetazos de
caña, cuyo suplicio egercian los moros con solos reos de la lesa magestad,
como cruelismo á causa de la lentitud con que caminaba la muerte á
extinguir la vida. Otros fueron quemados” (Historia Crítica de la Inquisición
en España, Volumen 2, Capítulo VIII, Artículo I,18).

Torquemada pres iona a los Reyes Católicos para que expuls en a los
Judíos :

“Judas Iscariote vendió á su maestro por treinta monedas de plata;


Vuestras Altezas van á venderle ahora por treinta mil; aquí está,
vendedle” (El Cardenal Jimenez de Cisneros y La Iglesia Española, Pág. 185).

CONCILIO DE TOLOSA: Res umen de Decis iones .

Cap. I.- Los arzobispos y obispos tendrán obligación de designar en


cada parroquia un sacerdote y varios laicos de buena reputación y fama,
que previo juramento, cuidarán de averiguar las personas contaminadas
de herejía que habiten en los limites de la misma, denunciándolas, así
como á sus fautores, al obispo, o al señor del lugar, y en defecto de esto á
sus representantes.

Cap. II.- La misma obligación se impone a los abades exentos, en los


terrenos de su jurisdicción.

101
En Nombre de Dios

Cap. III.- Los señores laicos están obligados á buscar cuidadosamente


las guaridas de los herejes, y á destruirlas en cuanto den con ellas.

Cap. IV.- En el mero hecho de tolerar á sabiendas la permanencia de


un hereje en sus dominios, dejan estos de pertenecerle.

Cap. V.- Si esto proviniese de mera negligencia será la pena más leve.

Cap. VI.- La casa en que fuere sorprendido un hereje será demolida


inmediatamente.

Cap. VII.- La negligencia en todo empleado de la Inquisición, será


castigada severamente.

Cap. VIII.- A fin de evitar los males que podría producir el error o la
calumnia, no podrá aplicarse pena alguna, en tanto el obispo o sus
delegados no hayan declarado al acusado realmente culpable de herejía.

Cap. X.- El que voluntariamente hubiese abjurado sus errores, estará


obligado a separarse de los lugares en que vivía antes de la abjuración,
si estuviesen contaminados de herejía; debiendo llevar además en sus
vestidos dos cruces de color, y no pudiendo desempeñar cargo publico
mientras no haya cumplido la penitencia que se le impusiere y se halla
reconciliado solamente con el Papa ó su legado.

Cap. XI.- Si la abjuración hubiese sido resultado del temor, continuará


en poder del obispo para evitar una recaída: á falta de recursos propios
será sostenido a costas del obispo.

Cap. XII.- Los hombres desde la edad de catorce años y de doce las
mujeres, prestarán juramento de perseverar en la fe de la Iglesia, y de
denunciar los herejes a la autoridad: dicho juramento se renovará de
dos en dos años.

Cap. XIII.- Son sospechosos de herejía los que no reciban los


sacramentos de la penitencia y la eucaristía, por lo menos en las fiestas
de Navidad y Pascua de Resurrección y Pentecostés.

Cap. XIV.- Solo se tolerará á los laicos la lectura de los S almos, de


todos los libros de la Sagrada Escritura, pudiendo añadir á aquellos el
Brevario y el Oficio Parvo de la S anta Virgen en latín.

102
El S acroterrorismo: Grandes Apologistas de la Inquisición

Cap. XV.- El que hubiese sido declarado infame por causa de herejía,
ó simplemente sospechoso, queda privado del ejercicio de la medicina,
no debiendo consentírsele que se aproxime al lecho de los enfermos.

103
ORIGEN DE LA INQUISICION

DISCÍPULO: En todas las religiones existe el peligro de la desviación,


bien sea por las influencias de otras culturas o por las reformas iniciadas
por algunos de sus propios seguidores. Algunas de las religiones del
mundo, con el pretexto de proteger la “fe” de sus fieles, desatan crueles
persecuciones contra sus opositores o establecen organismos que se
encargan de investigar, juzgar y castigar los que a su juicio se han
desviado. La religión Islámica, por ejemplo, periódicamente ha desatado
encarnizadas guerras santas (palabra árabe) para exterminar a los
“infieles”; y la Iglesia Católica estableció los formidables tribunales de
la Inquisición para perseguir y erradicar a los judaizantes y a todo aquel
que incurriera en el delito de la herejía. De los sistemas opresores
establecidos en nombre de la religión, posiblemente sea la Inquisición el
más controversial; atacado y condenado por muchos, defendido y
excusado por otros. Refiriéndose a ella, José de Maitre, escritor y filosofo
francés de renombre (1753-1821), declaró: “De todos los medios que
pueden lícitamente emplearse para alcanzar algún fin, es el mejor aquel
que más seguramente lo alcanza” ¿Pero logran realmente su objetivo las
represiones violentas y el intento de imponer una creencia, dogma o
religión por la fuerza?.
MAEST RO: Las persecuciones ideológicas nunca han favorecido a
los perseguidores. Por el contrario, en la mayoría de los casos han servido
para fortalecer la fe de los perseguidos y así lo demostraron los primeros
cristianos, que no sólo perseveraron, sino que incrementaron el número
de sus adeptos, contribuyendo así a la caída del Imperio Romano y de su
religión pagana. En sus epístolas, el propio Pablo escribió sobre las
persecuciones y sus consecuencias favorables para la fe: “Porque ya
habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que
perseguía sobremanera a la Iglesia de Dios, y la asolaba; y en el judaísmo
aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho
más celoso de las tradiciones de mis padres” (Gálatas 1.13,14). “Y no era
conocido de vista a las Iglesias de Judea, que eran en Cristo; solamente
oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe
que en otro tiempo asolaba” (Gálatas 1.22,23). No sólo los perseguidos
reafirmaron su fe, sino que su más encarnizado perseguidor se convirtió
al Cristianismo y fue uno de los pilares más firmes de su Iglesia.
En Nombre de Dios

Como éste, encontramos muchos hechos curiosos en la historia de la


humanidad, pero lo más insólito es ver como los perseguidos, después
de la victoria, a menudo se convierten en los más crueles verdugos para
así preservar el poder que lograron con tantos sacrificios. Estos
acontecimientos no dejan de ser verdaderamente execrables.
Desde sus inicios, se ha llevado a cabo una elaborada defensa del
Santo Oficio para justificar su existencia. Sin embargo, la creación de
esta “santa institución” fue una cruel arbitrariedad que encendió sus
hogueras pretendiendo iluminar al mundo, sumido en la oscuridad de
una profunda ignorancia.
Hasta ahora, los historiadores, apologistas y detractores de la
Inquisición, no han logrado ponerse de acuerdo en cuanto a la fecha
exacta en que se establecieron por primera vez estos infaustos tribunales,
pero parece que el Santo Oficio de la Inquisición apareció en la Edad
Media, en el siglo XIII, alrededor del año 1477, aunque se ha considerado
que sus bases fueron establecidas en el Concilio de Verona, celebrado en
1184. En dicho Concilio, presidido por el Emperador Federico I y
convocado por el Papa Lucio III, se decidió que todos aquellos que fueran
declarados herejes y no confesaran su crimen, debían ser entregados a la
justicia secular.
La misma ambigüedad existe con respecto a los motivos que la
desataron: algunos apologistas aducen como razón principal la funesta
influencia que en aquel entonces ejercían los judíos y judaizantes, otros,
la proliferación de sectas y herejías; y sus críticos citan como causa
fundamental la codicia de los monarcas y de la Iglesia.
Aunque el Santo Oficio ejerció sus despóticas funciones en Italia,
Francia y prácticamente en toda Europa, y más tarde en el Nuevo Mundo
y Asia, fue en España donde se asentó con fuerza arrolladora. No es de
extrañar entonces que los textos y escritos de mayor importancia sobre el
tema, traten específicamente de la Inquisición en España.
En la tesis titulada Memoria S obre La Inquisición Española, leída el día
9 de diciembre de 1893 en la Universidad Central de España, por el
Apologista Fray Donato de Berriozabalgóitia, de la Sagrada Orden de
los Predicadores, en los exámenes de grado de Doctor en Filosofía y
Letras, se afirma: “Si toda institución obedece siempre a una necesidad
más o menos grave, la Inquisición española debió de reconocer por causa
una verdadera necesidad religiosa. No es suficiente, para explicar su
aparición, atribuirla al fanatismo de los confesores de Isabel, a la codicia
de Fernando y de los Papas, y a la rudeza de las costumbres de la época.
T odo esto no producirá jamás una institución tan enérgica, tan estable y
tan encarnada en el espíritu religioso de España. Es preciso reconocer

106
S acroterrorismo: Origen de la Inquisición

que, por lo tocante al estado religioso, había entonces algo, y muy


arraigado, que comprometía seriamente los sentimientos católicos de la
nación. En vano se esforzarán Llorente, y los que no hacen mas que
plagiarle, en negar la existencia de herejes y apóstatas: los escritores de
aquellos días, y los procesos de la misma Inquisición, están en todo
conformes acerca de este punto”.
Fray Donato peca de ingenuo cuando dice que la codicia de los reyes
católicos y del papado, y la rudeza de las costumbres de la época, no
motivaron la creación del Santo Oficio. T anto una como otra deben ser
tomadas muy en cuenta cuando se desee comprender acerca de las
motivaciones que dieron origen a esta “santa institución”. T al vez la
codicia no haya sido el motivo fundamental, pero las cuantiosas
ganancias que produjeron las expropiaciones, así como otros negocios
lucrativos que la Inquisición pudo efectuar, tentaron los corazones más
íntegros de aquella época. Sobre las rudas costumbres de aquellos días
no tenemos mucho que decir, porque ya se ha escrito bastante al respecto.
Por otra parte, aunque Fray Donato insinúa que Llorente y sus plagiarios
pueden haber sido falaces o exagerados, esto no cambiaría en nada la
opinión sensata de la gente civilizada, que estima que el Santo Oficio de
la Inquisición fue una organización criminal al servicio de intereses
imperialistas y sectarios.
Otro apologista de importancia, el Padre Ricardo Cappa de la
Compañía de Jesús, en su libro “La Inquisición Española”, publicado en
Madrid, en el año 1888, escribe: “Inquirir es lo mismo que averiguar;
pero contrayendo más el concepto á nuestra materia, inquirir es el acto
judicial que tiene por objeto el averiguar si alguna persona ha cometido
un delito. En este sentido son inquisidores los magistrados civiles que
desempeñan el oficio de jueces del crimen, etc. Habiendo el Señor fundado
su Iglesia como una sociedad perfecta, é independiente, por tanto, de la
civil ó laica (en lo que es necesario para subsistir tal cual su Divino
Fundador la instituyó), era absolutamente preciso que estableciera en
ella tribunales que también en el foro externo pudieran entender de los
delitos externos de sus súbditos”
“La plenitud de esta jurisdicción está en el Papa respecto de toda la
Iglesia, y en los Obispos en sus propias diócesis. Pero pululando en
Europa multitud de sectas á principios del siglo XIII, y no siendo posible
que los Obispos, por sus muchos quehaceres, por la mucha osadía de los
sectarios y por las persecuciones de los magnates herejes, atendieran
con la asiduidad que las circunstancias requerían á extirpar tantas sectas
como por momentos asomaban, deputó el gran Pontífice Inocencio II
inquisidores extraordinarios en muchas diócesis, para que ayudaran a

107
En Nombre de Dios

los Obispos en lo concerniente á la averiguación de los delitos externos


contra la fe, que se llamaron de herética pravedad”.
El Padre Cappa se esfuerza para que la Inquisición sea aceptada
como un tribunal divino con potestad absoluta sobre la humanidad,
argumentando que fue Dios Mismo quien la estableció junto con la
fundación de Su iglesia. Si en el mundo no existieran otras religiones
monoteístas mucho más antiguas que la cristiana, quizás podría
albergarse alguna duda al respecto. Pero sabemos que el propio
Cristianismo se convirtió en una secta proscrita al separarse de la Iglesia
Judía, como ocurrió también con otras corrientes del Judaísmo en aquellos
tiempos. No fue sino hasta mucho después, cuando logró desarrollarse
y expandirse. Entonces decidió abrir las puertas de sus “divinos
tribunales de la fe” para juzgar y castigar a los hombres de la misma
manera en que ellos fueron castigados en el pasado por sus
perseguidores.
Sin embargo, los verdaderos cristianos que por una causa u otra
cayeron en sus manos, podían consolarse recordando las palabras de
Jesús: “Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a
tu enemigo. Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los
que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y rogad por los que
os persiguen y calumnian” (Mateo 5.43,44).
El jesuita Cappa prefería ignorar que los herejes proliferan en todas
las religiones del mundo y que él mismo sería considerado uno de ellos
por haber seguido a los que el Sanedrín consideró heresiarcas por haberse
separado de la “Santa Iglesia Judía”.
Más adelante, el Padre Cappa explica: “Según Páramo, el Santo
T ribunal se estableció en Navarra hacia mediados del siglo XIII, pues en
Abril de 1248 eligió Gregorio IX para inquisidores á un Franciscano
guardián del convento de Pamplona y á un dominico llamado Pedro de
Leodegaria”.
“Los crímenes de que la Inquisición aragonesa conocía eran en el de
herejía y apostasía, directamente; pero indirectamente en los de blasfemia,
sortilegio, hechicerías, evocaciones infernales, y otros análogos...”.
Y luego Cappa ofrece una detallada narración histórica de la situación
de los judíos en España, la cual nos limitaremos a citar sumariamente:
“Los judíos que en gran número habían pasado del Oriente á España,
tenaces en su ley de Moisés y en sus supersticiones talmúdicas, iniciaron
una propaganda que duró siglos en España. Ya el Concilio Iliberitano,
primero que hubo en nuestra península, prohibió á todos los fieles comer
con los hebreos, bajo pena de excomunión, como consta del segundo
canon.

108
“Es insólito ver como
los perseguidos reli-
giosos, después de la
victoria, a menudo se
convierten en los más
crueles verdugos, para
así preservar el poder
que lograron con
tantos sacrificios”
S acroterrorismo: Origen de la Inquisición

“La influencia judaica, con sus ritos y costumbres, debió ir


aumentando en siglos siguientes, pues vemos a los Concilios de la época
visigoda y al Fuero Juzgo, perseguirlos sin descanso, sobre todo en lo
que pudiera ser ocasión de propaganda. Sisebuto, vigésimo segundo de
los reyes godos, llevado de imprudente celo, promulgó un edicto que
ponía a los hebreos residentes en su reino en la dura alternativa de
abandonarlo o convertirse. Reprobó esta medida el V Concilio T oledano,
estableciendo que á nadie se hiciera creer por la fuerza, pues esto, lejos
de quitar el mal, lo arraigaba más y más profundamente. Y así era en
efecto; los sacrilegios al recibir el bautismo y después de él, eran comunes
á los que, no optando por el destierro, simulaban ser hijos de la Cruz.
Estos continuaron siendo privadamente tan judíos como antes, y cuando
el tiempo aplacó el rigor del edicto, hasta en público practicaban sus
antiguas costumbres. Llamáronse desde el principio judaizantes, hubieran
ó no recibido de buena fe el sacramento del Bautismo. Más tarde se
impone á los reyes que han de ocupar el trono, el juramento de no dar
apoyo á los judíos, y Recesvinto, da leyes terribles contra los judaizantes,
mandando a que se les apedree, queme o decapite.
“Pero los descendientes de estos hombres tan perseguidos alcanzan
rehabilitarse á los ojos de los reyes, quienes recogen en pago
conspiraciones contra su corona. La severidad del XVII Concilio
T oledano para con ellos dice hasta qué punto hicieron peligrar el Estado;
se les confiscaron sus bienes, y se les declaró siervos; esto es, se procuró
destruir aquella pujanza que, aunque en confuso, no dejaba de
columbrarse en el modo de ser de este pueblo errante y desheredado.
Witiza, penúltimo Rey visigodo, no escarmentando con tan repetidas
felonías de los judíos y judaizantes, les otorga imprudentes mercedes, y
recibe por agradecimiento la invasión musulmana en el reinado siguiente
de D. Rodrigo”.
El autor continúa explicando cómo los judaizantes españoles se
volvieron contra los cristianos y favorecieron a los sectarios de la media
luna, cómo quedaron en posesión de ciudades importantes y saciaron
su codicia con las riquezas en ellas abandonadas, y cómo, bajo la
protección de los califas de Córdoba, hicieron rápidos progresos en la
medicina, en las artes, en la industria y en la poesía, estableciendo
academias científicas para fomentar el estudio de la filosofía y las ciencias
naturales.
Reproduciendo casi textualmente las palabras del renombrado
polígrafo español Don Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de
los Heterodoxos Españoles, el Padre Cappa continúa describiendo la
intolerable situación que suscitaban los judíos en España:

111
En Nombre de Dios

“Era moralmente imposible la amalgama; la repulsión crecía y las


matanzas en grande escala no podían tardar; comentaron en Aragón y
Navarra. Los pastores del Pirineo, en número de más de 30.000, hicieron
una razzia espantosa en el Mediodía de Francia y en las comarcas vecinas
de España. En vano los excomulgó Clemente V. Aquellas hordas de
bandidos penetraron en Navarra en 1321, quemando las aljamas de
T udela y Pamplona, y pasando á cuchillo á cuantos judíos topaban.
Exterminó el Infante de Aragón, D. Alfonso, á los pastores, pero los
navarros siguieron el mal ejemplo. En 1328, pegaron fuego á las juderías
de T udela, Viana, Estella y otras, con muerte de 10.000 israelitas. El
incendio se propagó al sur y centro de España. En Sevilla, Córdoba y
otros puntos de la Andalucía cristiana, subió alta la llama, atizada por
Hernán Martínez, Arcediano de Ecija, poco discreto en su celo y de
vehementes palabras. En vano su arzobispo D. Pedro Gómez Barroso le
privó de licencias para predicar, pues éste fallecido volvió Hernán
Martínez a lo comenzado, y con éxito fatal. Multitud de judíos pedían el
bautismo en Andalucía, T oledo y Valencia, para apagar con sus aguas
aquel fuego voraz que amenazaba con consumirlos a todos...”
“De los nuevos cristianos, los más judaizaban en secreto; otros eran
gentes sin Dios ni ley; malos judíos antes, y pésimos cristianos después.
La voz de San Vicente Ferrer, revestida de la unción y fortaleza de lo alto,
pudo contener al pueblo desbordado, y aun obró en los judíos admirables
conversiones. A este santo Dominico se atribuye la S elemoth-Ha-Levi,
llamado después D. Pablo de Santa María, quien, con otros muchos
sinceramente convertidos, fué el más duro azote para su antiguos
correligionarios”.
“La sociedad española acogía, sin embargo, con los brazos abiertos
á los neófitos, creyendo siempre en la firmeza de su conversión. Así
llegaron á muy altas dignidades de la Iglesia y del Estado. Ricos é
influyentes los conversos, mezclaron su sangre con las de nobilísimas
familias aragonesas y castellanas, fenómeno social de singular
trascendencia, que muy luego produce una reacción espantosa, no
terminada hasta el siglo XVII”.
Cappa al citar a Menéndez y Pelayo, menciona indirectamente el
enorme peligro que representaba la mezcla de sangre de ricos e influyentes
judíos conversos con las nobilísimas familias católicas: “Un fenómeno
social de singular trascendencia que produjo una reacción espantosa”.
Se consideró que el sistema político-religioso católico estaba siendo
gradualmente destruido por los judíos y judaizantes, y como suele
suceder, los católicos actuaron conforme a la necesidad de protegerse,
instituyendo el culto a la limpieza de sangre; ex puro sanguine prosedentes.

112
S acroterrorismo: Origen de la Inquisición

Aquel que no podía demostrar debidamente que su sangre era pura,


que no estaba contaminada con ascendencia mora, judía o de conversos,
ni siquiera debía aspirar a cargos públicos. T ampoco había cupo para
ellos en las instituciones universitarias; en otras palabras, no tenían
acceso a la educación superior. Para hacer carrera en el Estado o en la
Iglesia, era imprescindible presentar un árbol genealógico que probara
la pureza del linaje.
Esto trajo como consecuencia la discriminación racial, y así quedó
demostrado con un decreto promulgado por la Inquisición en 1522,
prohibiendo expresamente a las universidades de Salamanca, Valladolid
y T oledo, otorgar grados a descendientes de judíos y judaizantes. La
limpieza de sangre, ex puro sanguine prosedentes, se convirtió en una
obsesión para aquella sociedad que comenzaba a sentirse superior al
resto de la humanidad. Y como ésta, descendía de Adán y Eva,
considerados como los primeros judíos, era imposible que alguien no
tuviera trazas de contaminación judeo sanguínea. El mismo Jesús era
judío y le confirmó a la samaritana: “La salvación viene de los judíos”
(Juan 4.22). Sin embargo, hubo una gran cantidad de personas que
pudieron comprobar que no había ninguna conexión genética con la
execrable raza. Con esa nueva mentalidad, esta supuesta raza superior
pretendió conquistar el mundo. Y cuando algún católico sensible
cuestionaba esta perversidad, uno de los argumentos más fuertes que se
le ofrecían era que “la mayoría de los herejes luteranos de Alemania
descendían de judíos o de conversos”.
El anti-semitismo se practicó con tanta vehemencia, que los judíos
eran obligados a vivir en lugares “exclusivos”, e incluso debían llevar
símbolos o marcas que los identificaran como tales:
“Desde el siglo XII, los judíos debían habitar separados de los
cristianos en un barrio de los suburbios, que se decía en España judería
y en otras naciones ghetto. Para que la distinción fuera más clara y
consiguientemente se pudiesen evitar con más facilidad el trato mutuo y
los noviazgos entre personas de una y otra religión, se les obligaba,
máxime desde el Concilio IV de Letrán, a llevar en el traje un distintivo,
consistente en un gorro puntiagudo y una franja amarilla o roja cosida
al vestido” (Llorca, García Villoslada y Montalbán, Historia de la Iglesia
Católica, Biblioteca de Autores Cristianos, Pág. 737).
T odas estas disposiciones nos recuerdan las atrocidades perpetradas
por los nazis en los ghettos y campos de concentración, donde se llevaron
a la práctica los más crueles atentados contra la raza judía durante la
Segunda Guerra Mundial. Aquel adagio popular que reza: “la historia
se repite”, no deja de ser una verdad innegable en este mundo de

113
En Nombre de Dios

explotadores y explotados. T an grande era el temor a los judíos en aquella


sociedad católica medieval, que incluso desenterraban los huesos de
judíos y judaizantes, mucho tiempo después de muertos, para quemarlos
con la ridícula intención de castigarlos.
El poeta español Gaspar Núñez de Arce (1834-1903), en las palabras
que pronunciara al ser recibido en la Academia de la Lengua, se refiere
a esta macabra profanación: “La infamia de la pena alcanzaba a los
hijos y no respetaba a los cadáveres; desapareció la piadosa
inviolabilidad del sepulcro, y el fanatismo, feroz como la hiena,
desenterraba al culpado para entregar su recuerdo al oprobio, su efigie a
la vergüenza publica, y sus restos a las voraces llamas”.
T al vez el pueblo más perseguido de la historia haya sido el de Israel,
y lo más curioso es que siempre se le trata de exterminar por los mismos
motivos: la desestabilización de los estados y las alianzas con los
enemigos de las naciones en donde han prosperado. La Historia Sagrada
del Antiguo T estamento registra que los egipcios fueron los primeros en
manifestar estos temores:
“Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron
aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra.
Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José, y
dijo a su pueblo: He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más
fuerte que nosotros. Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no
se multiplique y acontezca que viniendo guerra, él también se una a
nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra. Entonces
pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus
cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y
Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y
crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. Y los
egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su
vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del
campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor” (É xodo 1.7-
14).
El Padre Cappa continúa relatando: “M. Eduardo Drumont, en sus
estudios acerca de los judíos, ha probado con datos irrecusables el odio
inextinguible de esta raza para con el catolicismo. Los crímenes por ella
perpetrados son muchos, y abonan cumplidamente la delicadeza del
sentido práctico del pueblo español, que sin cesar la repelía. Entre la
larga serie de estos crímenes, figuran los secuestros y las muertes dadas
á niños católicos, cuyas carnes les sirvieron de manjar y la sangre de
bebida. Este hecho, muchas veces repetido en todos los países donde los
judíos han logrado vivir, toma el carácter de universal é inherente al

114
S acroterrorismo: Origen de la Inquisición

pueblo israelítico derramado por todo el mundo, fijo en ninguna, sin rey,
sin templo y sin sacerdocio, confundidas sus tribus, y buscando en los
siglos venideros al Mesías que desechó ya casi para veinte... Por nuestra
parte, estamos lejos de sostener que en todos ellos y en particular en los
que se refieren á la muerte y destrozo de los niños, predomine
exclusivamente el pensamiento anti-católico, puesto caso que, atendida
la índole supersticiosa del pueblo judío, no sería temerario el creer que
quizás la causa de algunos de los infanticidios, con todas las
circunstancias que de ellos verídicos autores nos refieren, más fuera una
pura superstición, como la de buscar un amuleto, en el corazón de la
víctima, que un acto hostil á la religión del Crucificado. Cualquiera que
sea la opinión que se adopte, el hecho es grandemente criminal y repetido:
tamaño escándalo debía de remediarse. Era, además, indispensable
cohibir la prepotencia judaica, que todo lo invadía y lo manchaba. No
había clase social exenta de levadura judía, ni dogma que no
corrompieran, ni costumbre que no relajaran, ni crimen de que no se les
creyera capaces; las circunstancias eran verdaderamente excepcionales”.
“Varones esclarecidos acudieron á los católicos Reyes Don Fernando
y Doña Isabel para que se pusiera coto al mal creciente y se remediara en
lo posible el hecho. El negocio pertenecía á ambas potestades; á la eclesiást
ca por lo que al dogma hacía, y á la civil por la contravención a las leyes patr
as establecidas, y á las que para el caso debieran establecerse. En todo rig
r, pudieran haber funcionado ambos tribunales separados; pero difícilmente
se hubiera obtenido el deseado fin.
. ” “Dos gravísimos males debía remediar el tribunal de la Inquisición ó Sa
to Oficio: la insolencia judaica, y el que el pueblo se tomara la justicia por
su mano, para que, so capa de religión, no fueran los judíos y judaizantes
objeto de su codicia. La concepción de este T ribunal parece que debe
atribuirse á Fr. T omás de T orquemada, el cual obtuvo de Isabel, cuando
era nada más que infanta; que si Dios la exaltaba al trono, tomaría por
negocio principal del Estado, el perseguir a los delitos contra la fe, para
que, mirando en primer lugar por las cosas del culto y religión, prosperase
Dios su reinado, como se verificó” (P. Flores, Vidas de las Reinas Católicas).
“Pasó algún tiempo, y reina unida en matrimonio á D. Fernando de
Aragón, procuró con todo ahínco que su esposo diera oídos a
T orquemada, el cual ponía en punto de evidencia que, los castigos
puramente espirituales de que contra los judaizantes se valía únicamente
la Iglesia en Castilla, eran ineficaces; que sólo por esa vía no se
contendrían los desórdenes que moros y judíos introducían en la fe y
costumbres del pueblo, sino que irían en aumento, y que, siendo el mayor
y más importante de todos los negocios el que mira á Dios y á la religión,

115
En Nombre de Dios

era necesario establecer un tribunal más soberano y más severo que


remediase tamaños males” (II) (Ilmo. Flechier, Obispo de Nimes, en su vida
del Cardenal Cisneros).
“¿Qué hacer en tal conflicto religioso y con tales enemigos
domésticos?”, pregunta el Señor Menéndez y Pelayo: “El instinto de
conservación, responde, se sobrepuso á todo, y para salvar á cualquier
precio la unidad religiosa y social, para disipar aquella dolorosa
incertidumbre en que no podía distinguirse al fiel del infiel, ni al traidor
del amigo, surgió en todos los espíritus el pensamiento de Inquisición”
(Heterod).
De esta manera Menéndez y Pelayo, quien con sus escritos ha servido
de inspiración a fanáticos y obcecados, deliberadamente olvida las enseñan
as de Jesucristo, en cuyo nombre han desatado tan terribles persecuciones: “
ed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdo
ad y seréis perdonados. Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecid
y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con
ue medís, os volverán a medir” (Lucas 6.36-3
) . En la evocación de los “Santos T ribunales de la Fe” no debe prevale
er únicamente la critica histórica. T enemos que analizar el asunto má
a fondo. No debemos olvidar que todas las religiones que presenta
a un Dios justiciero, dispuesto a condenar para siempre, mas no a otor
ar su misericordia eternamente, mantiene y practica un sistema de justi
ia tan irreflexivo como es el concepto de la posesión, en el cual
se considera la infidelidad como un crim
n . Aquellos que creen que su religión es la única y verdadera, y
or consiguiente el único camino, incurren en una grave equivocación,
oprimen y engañan a los demás.
A los defensores del Santo Oficio no les ha faltado imaginación en
sus delirios espirituales. Algunos han llegado a decir que Dios fue el
primer inquisidor y que instituyó el primer tribunal supremo en el
paraíso terrenal, cuando interrogó, juzgó y castigó a Adán y a Eva. Otros,
queriendo ser más objetivos, se basan en las enseñanzas de Jesús para
señalar que él fue el primer inquisidor: “No penséis que he venido para
traer paz a la tierra, no he venido para traer paz, sino espada” (Mateo
10.34). Y el apologista William T homas Walsh, en el prólogo de su libro
titulado Personajes de la Inquisición, dice:
“La Iglesia Católica insistió siempre, incluso en nuestro tiempo, y
enfrentándose con la oposición, en que (según frase del Papa Pío XI),

116
S acroterrorismo: Origen de la Inquisición

espiritualmente todos somos semitas, y sin el menor sentido de petulancia,


analógico o alegórico, sino con absoluta buena fe, saqué la consecuencia
de que el primer inquisidor auténtico, en la acepción en que T orquemada hab
ía admitido la palabra, fue Moisé
” . “Moisés tenia el convencimiento de poseer una verdad compulsiva
de origen superior al ser humano. Estaba resuelto a conservarla y sostenerl
a toda costa, y los métodos que adoptó fueron, esencialmente, los mismos de
la Inquisición medieval, incluso más irritantes, si es posible, para ciertas person
s, y no siempre comprendidos en su ambiente, lugar y tiempo, hasta en sig
os posteriores. Moisés hizo ejecutar en nombre de la religión a un número
de personas muy superior al de los condenados por T orquemada. Sin embargo,
su nombre ha sido y será venerado tanto por los judíos como por los católi
os romanos, en tanto que el del fraile dominico se ha convertido en tufo apest
so para el olfato del mundo moderno, en símbolo de algo indefinibl
” . Walsh considera que los crímenes de lesa humanidad cometidos por
la Inquisición deben ser dispensados, puesto que las matanzas dirigidas
or Moisés fueron mayores, aunque inspiradas por una verdad “compulsiva
de origen superior al humano”, razonamiento que también fue esgrimido por
la Inquisición. Y en cuanto a los métodos utilizados por el Santo Oficio, ind
ca Walsh, que son esencialmente los mismos de Moisés, con la única diferen
ia de que éstos fueron más “irritantes”. De aceptar la absurda lógica del Se
or Walsh, el mundo no podría condenar ningún crimen, sólo porque ha s
do registrado previamente en algún punto de la histor
a . En sus denodados esfuerzos para justificar la Santa Inquisición,
os apologistas no hacen más que aportar frescos argumentos a
us censores y a la humanidad en general, que aún después de tanto tie
po retrocede horrorizada ante las injusticias y crímenes perpetrados
en el nombre de Dios y de la religión.
Desafortunadamente, a pesar de estas dolorosas lecciones históricas,
hasta el día de hoy se siguen utilizando los mismos métodos de
“persuasión”, cada vez mas sofisticados, para imponer ideales que no
son aceptados espontáneamente.

117
LA TORTURA
El Divino Tormento

DISCÍPULO: De todas las incógnitas por despejar, hay una que resulta
particularmente difícil de comprender, debido a sus implicaciones
psicológicas. Se trata de los tormentos. Se dice que los encargados de
torturar en la Inquisición eran hombres verdaderamente piadosos, con
gran sentido del deber, y que jamás serían capaces de experimentar placer
por hacer sufrir a otros, que no había en ellos una pasión insana. Por el
contrario, se ha dicho que era un espíritu de genuina misericordia el que
prevalecía en aquel ambiente, como lo describe Don Juan Manuel Orti y
Lara: “Solía acaecer que cumplido este fin primario del tormento, muchos
criminales pagaban con el castigo la deuda, y acaso aceptando el
sufrimiento como expiación de su malicia, recobraban allá en el fondo
de sus almas el esplendor de la inocencia perdida” (La Inquisición, Cáp.
IX, Pág. 248).
MAEST RO: Los delitos de lesa religión eran severamente castigados.
Nadie podía profesar otra religión que no fuera la impuesta por el Estado.
El Estado imponía la religión y la religión imponía el Estado. Los
problemas políticos eclesiásticos se solucionaban con inusitada
crueldad. Cuando el sospechoso era torturado y por tales medios se
comprobaba su inocencia, se le consideraba un individuo afortunado
por haber limpiado con el “divino martirio” la infamia que se cernía
sobre él y sus descendientes. Jesús dijo: “El que me rechaza y no recibe
mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le
juzgará en el día postrero” (Juan 12.48). Pero parece que las autoridades
eclesiásticas, carentes de fe e impacientes, no dieron crédito a la promesa
que Jesús les hiciera acerca de un juicio final y se precipitaron a enjuiciar,
castigar y eliminar a todo aquel que no les convenía.
Aquellos que se creen poseedores de la verdad absoluta son
particularmente cínicos. Los inquisidores decían que la aplicación de
los “divinos tormentos” no eran motivados por la venganza. T odo lo
contrario, era uno de los métodos más efectivos y piadosos para
reconciliar al ingrato con su Iglesia.
Orti y Lara, en su libro La Inquisición, acusa a Montesquieu entre
otras cosas, de haber cometido un grave error:
En Nombre de Dios

“Por lo demás, Montesquieu erró gravemente diciendo que según las


ideas monásticas; el que niega se considera como impenitente y
condenado, y el que confiesa como santo y arrepentido. ¡No!, el que
negaba el crimen de que era acusado ante los tribunales de la fe, no era
juzgado por su negativa, sino por las pruebas que resultaban del proceso,
del cual salía o absuelto o condenado, según el mérito de ellas. Nadie fue
condenado jamás por no declararse culpado, ni tampoco cierto que el
reo que confesaba su culpa, fuese reputado por Santo. Antes al contrario,
su misma confesión demostraba que no lo era, sino pecador arrepentido,
el cual halla siempre gracia en los tribunales establecidos por Dios
misericordioso, y por la Iglesia, asistida de su Espíritu”.
No obstante, la Iglesia tuvo que ser receptiva a las demandas que se
hicieran en contra de las torturas que el Santo Oficio aplicara a sus reos
e introdujo algunas reformas al sacro tormento. El Concilio Ecuménico
de Viena, celebrado en 1311, estableció que la aplicación de torturas
debía hacerse con el expreso consentimiento de los obispos, y que éstas
a su vez, debían ser moderadas. Estas nuevas disposiciones se
diferenciaban un poco de las establecidas por el Papa Inocencio IV, que
en su bula “Ad extirpanda” autorizaba a los inquisidores a “obligar por
la fuerza, sin mutilaciones y sin poner en peligro la vida del reo”.
Los defensores del Santo Oficio, refiriéndose a la legalidad de la
tortura, decían que nunca se procedió sin aviso y sin protesto, y citan a
Nicolás Eymeric, teólogo y celebre inquisidor español (1320-1399), en su
libro El Directorio de los Inquisidores: “Nos, inquisidores por la gracia de
Dios, considerando cuidadosamente el proceso que se sigue contra vos,
viendo que cambiáis vuestras respuestas y que hay contra vos indicios
suficientes; a fin de saber la verdad por vuestra propia boca, y de que no
sigáis fatigando los oídos de vuestros jueces, juzgamos, declaramos y
decimos que tal día, a tal hora, seréis sometidos al tormento”.
En la citada obra, Eymeric da una muestra refinada de la crueldad
del medioevo, la cual continúa ejerciendo su influencia hasta nuestros
días, en que es aplicada por motivaciones diversas. En la pagina 58,
Eymeric dice: “T ener conmiseración a los hijos del culpable que quedan
reducidos a la mendicidad no debe disminuir la severidad, ya que según
las leyes divinas y las leyes humanas, los hijos son castigados por las
culpas de sus padres”.
En la pagina 296, el autor continúa: “Podrá leerse el proceso verbal
al acusado, suprimiendo en la lectura los nombres de los denunciadores;
y entonces el acusado podrá conjeturar quiénes son los que han
presentado contra él tales o cuales acusaciones, recusarlos o invalidar
sus testimonios; éste es el método que se observa comúnmente. No es

120
“Los delitos de lesa religión eran severamente castigados. Nadie podía
profesar otra religión que no fuera la religión del Estado. Los problemas
políticos eclesiásticos se solucionaban con infinita crueldad. Parece que
las autoridades eclesiásticas, carentes de fe e impacientes, no dieron crédito
a la promesa que Jesús les hiciera acerca de un juicio final y se precipitaron
a enjuiciar, castigar y eliminar a todo aquel que no les convenía”
S acroterrorismo: La Tortura - El Divino Tormento

conveniente que los acusados crean que se ha de admitir con facilidad la


recusación de los testigos en materia de herejía; porque no importa que
los testigos sean hombres de bien; sean infames cómplices del mismo
crimen, excomulgados, herejes o culpables de cualquier delito o perjuros,
etc. Así debe determinarse para favorecer la fe”.
Y en la pagina 335, Eymeric reitera: “Si sucediera que el hereje, al
atarle en la estaca para ser quemado, hiciera signos de convertirse, se
podría quizás librarle del suplicio por gracia singular; y encerrarle entre
cuatro paredes como a los herejes penitentes; aunque no se debe dar
mucho crédito a semejante conversión y no autoriza esa indulgencia
ninguna disposición del derecho, porque es muy peligrosa; y yo presencié
en Barcelona un caso que lo prueba. Un sacerdote, sentenciado con otros
dos herejes impenitentes, al encontrarse en medio de las llamas dijo
gritando que le sacaran de allí, que quería convertirse; le retiraron
efectivamente de la hoguera quemado ya por una parte, y yo no diré si
hicieron bien o hicieron mal; pero si diré que al cabo de catorce años
advirtieron que todavía dogmatizaba, de que había corrompido a
muchas personas; y le entregaron otra vez a la justicia, que le quemó”.
Henry Kamen, en su libro La Inquisición Española, presentó su defensa
a favor de los inquisidores, quienes han sido acusados por sus
adversarios de fanáticos perversos: “Las historias espeluznantes de
sadismo imaginadas por los enemigos de la Inquisición sólo han existido
en la leyenda...” Y a continuación describe la “lenidad” con que eran
tratados los reos:
“Sus métodos eran honestos, sencillos y directos, y no habían
refinamientos psicológicos. Los torturadores empleados por la
Inquisición eran de ordinario los verdugos públicos que trabajaban para
los tribunales seculares. Se requería que estuvieran presentes en la sesión
los inquisidores, un representante del obispo, y un secretario para que
registrara todo fielmente. En caso de emergencia, a veces se requerían los
servicios de médicos. La regla básica observada era que la víctima no
sufriera peligro en su vida o en un miembro. En la gran mayoría de los
casos se cumplió la regla, aunque hay algunos ejemplos de víctimas que
acabaron con los brazos o piernas rotas por su persistente negativa a
confesar. Aún menores en número son las víctimas que murieron como
resultado de la tortura. En tales casos, el inquisidor podía consolarse
pensando que murieron por su propia obstinación”.
“La Inquisición no empleó torturas especiales; las que empleó más a
menudo eran de uso común en otros tribunales seculares y eclesiásticos,
y todas las quejas sobre nuevas torturas se refieren ciertamente a
excepciones. Las tres principales eran las de la garrucha, la toca y el

123
En Nombre de Dios

potro. La garrucha suponía ser colgado de las muñecas de una polea en


el techo, con grandes pesos en los pies. La víctima era alzada lentamente
y de pronto era soltada de un estirón. El efecto era tensar y quizá dislocar
brazos y piernas. La toca o tortura del agua era más complicada. La víctima
era atada sobre un bastidor, la forzaban a abrir la boca y se le metía una
toca o paño por la boca hasta la garganta para obligarle a tragar agua
vertida lentamente de un jarro. La severidad de la tortura variaba de
acuerdo con el numero de jarros de agua empleados. EL potro, que fue el
procedimiento más corriente a partir del siglo XVI, suponía el ser atado
fuertemente a un bastidor o banqueta, con cuerdas pasadas en torno al
cuerpo y las extremidades, y que eran controladas por el verdugo que las
iba apretando mediante vueltas dadas a sus extremos. Con cada vuelta
las cuerdas mordían la carne atravesándola. En todas estas torturas era
regla desnudar primero a las víctimas. T anto a los hombres como a las
mujeres se les quitaban todas sus ropas y eran desnudados
completamente, excepto aquellas prendas mínimas para tapar sus
vergüenzas”.
“Parece que no había edad limite para las víctimas, ni tampoco para
la tortura. A veces una víctima tenia que soportar tres sesiones de tortura
antes de confesar. Los menos obstinados sólo tenían que soportar una
sesión. Aunque de ordinario la Inquisición no torturaba a los muy
ancianos o muy jóvenes, hubo casos en que los tribunales por lo visto
consideraron esto necesario. En los registros queda constancia de que
mujeres entre los setenta y los noventa años de edad fueron puestas en el
potro. En 1607, fue sometida a tortura en Valencia una niña de 13 años;
pero parece que la trataron benignamente, ya que se salió de la prueba
sin confesar”.
Los archivos de la Inquisición, tan exhaustivos y completos en otros
aspectos, lo son igualmente al describir el curso de las sesiones de tortura.
Cada palabra, cada gesto, era anotado por el secretario presente en la
sesión. Como reportajes, estos relatos carecen de paralelo en su época...
El ejemplo siguiente se refiere a George van Hoflaquen, comerciante de
Brujas, que fue torturado por el mismo tribunal en diciembre de 1597, ya
que los Inquisidores no creyeron en su afirmación de que era católico:
“Fue mandado a sentar en la silla y que lo ligasen y estando ligado
fue amonestado, y dixo; Señor Inquisidor, que quiere su señoria que
diga, y que el a dicho la verdad y que el era catholico. E luego le fueron
mandados dar tres bueltas de cordel y aviendoselas dado fue amonestado,
y dixo que no save otra cosa. E luego le fueron mandadas dar otras tres
bueltas de cordel, y aviendoselas dado fue amonestado, y dixo que es la
verdad que es catholico y lo a sido siempre, y que si supiera otra cosa lo

124
S acroterrorismo: La Tortura - El Divino Tormento

dixera. E luego fue buelto a amonestar que diga la verdad. Dixo que no
sabe otra cosa, y si otra supiera, lo dixera, y aviendo respondido esto, le
fueron mandados dar otras tres bueltas de cordel, aviendoselas dado
fue amonestado, y dixo que si quieren que diga que es herege que de
dolor lo dira, pero que el a sido y es catholico. E luego fue buelto a
amonestar que diga la verdad. Dixo que si supiera otra lo dixera, y que es
verdad que es catholico, y aviendolo respondido, le fueron mandadas
dar otras tres vueltas de cordel, y aviendoselas dado fue buelto a
amonestar, y dixo que la verdad es que es catholico, y que quiere su
Señoria que diga. E luego le fue buelto a amonestar que diga verdad.
Dixo que el a dicho la verdad y que si otra cosa dize, lo dira con dolor del
tormento, y que nunca a ido a las Iglesias de los hereges y aver oydo
muchas cosas de ellos en Melimburch si a oydo diziendo que son malos
hereges y que esto lo dezian catholicos y no tiene mas que dezir. E luego
fue mandado quitar de la silla y poner en el burro, y antes que le quitaran,
dixo que el no puede pasar estos dolores y que es herege de los dolores
que siente alli, y que muchas vezes que a dexado de yr a las Iglesias de
los catholicos a sido su culpa, en estas yslas y en Brujas” (Ibid. I.378-9).
“Estos ejemplos nos permiten comprender los sufrimientos de las
víctimas sometidas a tortura, aunque debemos recordar a los centenares
de casos de personas que la vencieron, lo que demuestra la relativa
benignidad de los procedimientos inquisitoriales. Comparándola con
la crueldad deliberada y la mutilación practicadas en los tribunal
seculares ordinarios de la época, la Inquisición se ve a una luz mucho
más favorable que la que sus detractores se han molestado en admitir. Si
se agrega a esto las relativas buenas condiciones de sus prisiones, queda
en claro, que el tribunal en su conjunto, no tenia interés por la crueldad
y que intentó en todo momento temperar la justicia con un trato
misericordioso”.
Voltaire ha emitido numerosos juicios acerca de la Inquisición, y uno
de los más descriptivos es el que citamos a continuación:
“Conocidos son de todos nuestros lectores los procedimientos del
Santo Oficio, que son opuestos a la falsa equidad y a la ciega razón de
los demás tribunales del Universo. Encarcelaba a cualquiera por la
simple denuncia de las personas más infames: el hijo podía denunciar
al padre, la mujer al marido, sin confrontarlos nunca con los acusadores;
los bienes se confiscaban en provecho de los jueces, por los menos así se
ha portado la Inquisición hasta nuestros días. Y debe encerrar algo divino,
porque es incomprensible que los hombres hayan sufrido pacientemente
yugo tan cruel. Por fin, la Europa entera bendijo al Conde de Aranda
porque cortó las garras y limó los dientes del monstruo; pero el monstruo
respira todavía” (Cartas Filosóficas y otros Escritos).

125
EL ULTIMO SUPLICIO
El Sacros anto Fuego Del Quemadero

DISCÍPULO: Sin duda alguna, el castigo más dramático impuesto por la


Inquisición, fue la muerte en la hoguera. Aunque por lo general, este
horrendo suplicio ha sido ampliamente condenado por la mayoría de
los historiadores, humanistas y estudiosos del tema, algunas plumas
han intentado disculparlo o justificarlo. En sus inauditas defensas,
algunos han llegado a decir que fueron pocos los que tuvieron el
infortunio de ser quemados vivos y que por lo general sólo se quemaban
los cadáveres, huesos o estatuas de los condenados. Otros aseveran que
las cifras jamás podrían calificarse de exiguas. ¿Qué podría decirse de
tales afirmaciones?.
MAEST RO: Por lo general, se escogía un campo en las afueras de los
pueblos para que sirviera de quemadero, y allí eran llevados los reos
condenados a morir en la hoguera, así como también las estatuas o los
huesos de los que lograron estar ausentes. I. Grigulevich, en su libro
Historia de la Inquisición, escribe:
“En vísperas se celebraba una especie de ensayo general del auto de
fe. Por las calles principales de la ciudad desfilaba una procesión de
feligreses encabezada por miembros de la congregación San Pedro Mártir
(inquisidor dominico italiano de Verona, asesinado en 1252, a causa de
sus fechorías, por adversarios de la Inquisición y proclamado patrón de
la misma). Esa cofradía se encargaba de preparar el auto de fe; construir
el tablado, instalar el “lugar de trabajo” (el quemadero), donde se
entregaba al fuego a los herejes impenitentes, etc. Les seguía la “milicia
de cristo”, o sea, todo el personal de la Inquisición del lugar, con sus
soplones y confidentes vestidos de capuchas blancas y trajes talares,
para que la gente no pudiera identificarlos. Dos hombres llevaban los
pendones verdes de la Inquisición; uno de éstos se fijaba en el tablado
del auto de fe, y el otro, junto al `quemadero´...”
“El `quemadero´ se encontraba en una plaza vecina, adonde pasaban,
tras los condenados, las autoridades eclesiásticas y seculares y toda la
muchedumbre. Un día antes se construía allí un cadalso, en cuyo centro
había un poste al que se ataba al condenado, y se llevaban leña y ramaje
En Nombre de Dios

seco, con los que se rodeaba el cadalso. Los monjes y familiares que
acompañaban a los condenados, trataban de arrancarles la abjuración
en el último momento. El que accediera sólo podía avisar mediante un
ademán, ya que con frecuencia era llevado al cadalso con una mordaza
para impedir que propagase la herejía en público”.
“Se encendía la hoguera y a los parroquianos más respetables se les
concedía el derecho honorífico de meter ramas secas en las llamas; con
ello multiplicaban sus méritos a los ojos de la Iglesia. Según una leyenda,
Juan Hus, estando en la hoguera, dijo a una viejecita empeñada en esa
ocupación tan misericordiosa: ¡S ancta simplicitas!”.
“Los verdugos trataban de disponer la hoguera de manera que
consumiera a la victima sin dejar rastro, pero en algunos casos no lo
lograban. Entonces destrozaban los restos carbonizados, convirtiéndolos
en pedazos menudos, trituraban los huesos y entregan al fuego otra vez
ese amasijo horripilante. Las cenizas se recogían minuciosamente y se
lanzaban al río. Los inquisidores querían impedir por este procedimiento
que los herejes se llevaran los restos de sus mártires para adorarlos”.
“Si el penitenciado moría antes de la ejecución, se quemaba su
cadáver. Se incineraban también los restos de quienes habían sido
condenados después de su muerte. En la práctica de las Inquisiciones
española y portuguesa, era costumbre entregar a las llamas efigies de los
herejes condenados (ejecución in efigie). Esa ejecución simbólica se
aplicaba a los condenados a cadena perpetua y a los que habían logrado
fugarse de la cárcel o escapar a las persecuciones de la Inquisición”.
Se ha tratado de justificar de muchas maneras el hecho de haber
quemado vivas a las personas por ser contrarias a la religión,
apoyándose, incluso en palabras atribuidas a Jesús: “¿Fuego vine a poner
en la tierra, y qué quiero, sino que arda?” (Lucas 112.49). Pero al parecer,
en otros pasajes el se oponía a tales extremos:
“Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba,
afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él, los
cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle
preparativos. Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a
Jerusalén. Viendo esto sus discípulos Jacob y Juan, dijeron: Señor, ¿Quieres
que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías , y los
consuma?. Entonces volviéndose él, los reprendió diciendo: Vosotros no
sabéis de que espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para
perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra
aldea” (Lucas 9.51-56).
Aquellos que se han aventurado a defender la Inquisición, cuando
ésta ha sido acusada de quemar vivas a las personas, no hacen más que

128
S acroterrorismo: El Último S uplicio

contradecirse al mismo tiempo que aportan un sinnúmero de evidencias


que sirven para verificar que los inquisidores, en su santo oficio, sí
llevaron a los quemaderos a una multitud de seres humanos para
quemarlos vivos:
“En el año 1542 se puso en la Inquisición de Sevilla una inscripción
de la que resultaba que desde la expulsión de los judíos (verificada en
1492), hasta entonces, habían sido casi millares los quemados, y más de
veinte mil los penitenciados. La inscripción es del tenor siguiente: Año
del S eñor 1481, siendo pontífice S ixto IV, y reyes católicos de las Españas y de
las dos S icilias, Fernando V é Isabel, tuvo aquí principio el sagrado oficio de la
Inquisición contra los hereges judaizantes para exaltación de la fé. Donde
después de la expulsión de los Judíos y S arracenos hasta el año 1524, en que
reina el divo Carlos, emperador de Romanos, sucesor de dichos reyes por parte
de su madre, y en que es inquisidor general el reverendísimo don Alfonso
Manrique, arzobispo de S evilla, abjuraron el nefando crimen de la heregía mas
de veinte mil hereges; y fueron entregados al fuego y abrasados en él, precediendo
sentencias conforme á derecho casi millares de hombres obstinados en sus
heregías: todo lo qual se hizo con aprobación y favor de Inocencio VII, Alexandro
VI, Pío III, Julio II, León X, Adriano VI (que fue elevado al sumo pontificado
siendo cardenal governador de las Españas e inquisidor general), y Clemente
VII. El licenciado de la Cueva hizo poner por mandato y á expensas del emperador
nuestro señor esta inscripción que dictó Diego de Cortegana, arcediano de S evilla,
año del S eñor 1524” (Llorente, Historia Crítica de la Inquisición en España).
A pesar de las estadísticas, el lóbrego jesuita Ricardo Cappa se ve
forzado a decir una mentirilla piadosa: “Si el tormento excita nuestra
sensibilidad, la pena del fuego la exalta sobre toda ponderación. Con
todo, de ningún cargo se puede librar más fácilmente que de éste al
Santo Oficio, por la sencilla razón de que la Inquisición no quemó nunca
á nadie. Pocos han escrito del Santo T ribunal sin salpimentarlo de
hogueras; ¿Pero las encendía la Inquisición?”.
“La Iglesia, que tiene por lícita y aun en algunos casos por necesaria
la pena de muerte, jamás la ha impuesto á nadie: siendo el Santo T ribunal
de la Inquisición un compuesto de ambas jurisdicciones, eclesiástica y
civil, tomó de la primera cuanto convenía á su fin, y rechazo de la segunda,
o no tomó, la pena de muerte. Cuando se encuentra, pues, que la
Inquisición condenó al ultimo suplicio, se debe entender de una manera
muy lata. Las leyes civiles entonces vigentes condenaban á ser quemados
á ciertos reos de delitos religiosos; la Inquisición instruía el proceso, y
como tribunal eclesiástico fallaba, según lo que él arrojara, si el acusado
había ó no caído en algunos de los delitos dichos. Si había caído, salía
de la jurisdicción del Santo Oficio para pasar á la potestad civil, la cual

129
En Nombre de Dios

aplicaba al reo la pena designada por la ley. El traspaso que hemos


dicho se llamaba; la relajación del reo al brazo seglar”.
En el tiempo en que Jesús fue ajusticiado, el pueblo judío se encontraba
bajo la potestad del Imperio Romano y no les estaba permitido aplicar la
pena capital. Sin embargo, podían juzgar y entregar al reo a las
autoridades romanas, para que éstas ejecutaran la sentencia:
“Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y
ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer
la pascua. Entonces salió Pilatos a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis
contra esta hombre? Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor,
no te lo habríamos entregado. Entonces les dijo Pilato: T omadle vosotros
y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos dijeron: A nosotros no nos está
permitido dar muerte a nadie” (Juan 18.28-31). “Viendo Pilatos que nada
adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las
manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este
justo; allá vosotros” (Mateo 27.24).
Así como Caifás y Pilato se desentendieron de la responsabilidad de
la muerte de Jesús, así también los defensores del Santo Oficio descargan
la responsabilidad criminal de las ejecuciones sobre sus cómplices, las
autoridades civiles y éstas, a su vez, hacen lo mismo sobre el Santo
Oficio.
De no ser porque se refieren a hechos verdaderamente lamentables,
los argumentos que presenta Cappa en su defensa de la Inquisición
provocarían risa en vez de indignación:
“Y como se hayan acumulado innumerables cargos al Santo Oficio a
causa de las hogueras, creemos deber insistir mucho en probar de un
modo evidentemente irrefutable, dos cosas:
La primera, que la Inquisición no encendió hogueras, como hemos
dicho; La segunda, que los quemados en las hogueras que la Inquisición
no encendía, eran en general, los cadáveres de los reos; que los quemados
vivos fueron muy pocos, como se está comprobando más y más cada día
con la inflexible lógica de los números..., sepan que bastaba que el reo
destinado por la ley civil a ser quemado vivo, diera alguna prueba, por
pequeña que fuera, de arrepentimiento, aun cuando hubiera ya salido
del poder del Santo Oficio, aun cuando fuera de entre las llamas, para
que los sacerdotes que, llenos de caridad, asistían al quemadero para
auxiliar a los que lo necesitaran, interpusiesen su autoridad de testigos,
probando que aquel reo estaba exento por la ley del reina del castigo del
fuego. A nadie se quemaba vivo sino al hereje impenitente y obstinado”.
No menos iluso que Cappa, fue el paladín del Santo Oficio, Don Juan
Manuel Orti y Lara, que desde las páginas de su libro, La Inquisición,

130
“¿Si los reos de lesa
majestad humana ardían
en el fuego a la vista del
pueblo, así como los
soldados desertores, con
cuánto mayor razón
hubo de ordenarse que
fueran arrojados vivos a
las llamas, los deser-
tores de la milicia de
Cristo?”
(Cardenal Petra Bouix)
S acroterrorismo: El Último S uplicio

declara que el Santo Oficio no requiere de defensas en lo que a la pena


del fuego se refiere: “T odavía hemos de decir algo acerca de la pena del
fuego, no porque haya que defender al Santo Oficio, que ciertamente no
la conocía, sino para exponer y vindicar aun en este otro terreno, la
verdad y la justicia con que eran castigados por las leyes civiles los reos
de pravedad herética, que la Iglesia lanzaba de su seno como a enemigos
de Dios, en quienes la sociedad veía ciudadanos rebeldes y perniciosos,
de los cuales debía librarse para no perecer”.
Orti y Lara revela sus verdaderos sentimientos, abandona las
sutilezas intelectuales y trata de ser lo más explícito posible, lográndolo
sin ninguna dificultad:
“Ahora, atendamos pues a la gravedad del delito de herejía, ahora a
sus consecuencias ordinarias (conjuraciones, sediciones, discordias y
todo linaje de males), la razón nos dice que debe ser castigado con pena
extraordinaria, como lo es en efecto, la del fuego. Suplicio realmente
espantoso, aunque todavía inferior a la enormidad de la culpa. ¿Si los
reos de lesa majestad humana, dice un purpurado, ardían en el fuego a
la vista del pueblo, así como los soldados desertores, que abandonaban
las filas, con cuánto mayor razón hubo de ordenarse que fueran arrojados
vivos a las llamas, los desertores de la milicia de Cristo?” (Card. Petra,
Bouix, tract. De judicis, sec. P. 393).
Aparte de los crímenes de la herejía, de profesar otras religiones, y
otros delitos comunes, como corrupción administrativa eclesiástica; se
perseguía insistentemente a la brujería y en las redes caían también
científicos, filósofos, naturistas, astrólogos, masones, templarios, y todos
aquellos que cultivaran ideas distintas a las establecidas por la Iglesia y
el Estado.
La intención de los inquisidores era erradicar la superstición,
persiguiendo a los brujos; Pero esta represión de uno u otra manera, sólo
demostraba que ellos también creían en todas esas ideas que
consideraban supercherías. Así lo asevera I. Grigulevich, en su obra
“Historia de la Inquisición”:
“Según las afirmaciones de los eclesiásticos, en el aquelarre todo
ocurre de una manera insólita para los hombres: al hacer profundas
reverencias al diablo, le vuelven las espaldas: al bailar, las brujas se
vuelven las espaldas unas a otras. A medianoche comienza el banquete
tradicional, en que se tragan los manjares exquisitos preferidos por la
brujas, tales como el sapo y el hígado, corazón y carne de niños no
bautizados. Durante la orgía subsiguiente, las brujas y los demonios se
entregan a las lujurias más monstruosas. El conciliábulo culmina en la
“misa negra”. El diablo, que la celebra en persona, se mofa sacrílegamente
del servicio divino cristiano, escupe a la cruz y la pisotea”.

133
En Nombre de Dios

“Las publicaciones brujológicas de la Iglesia medieval, abundaron


en semejantes descripciones aborrecibles del aquelarre de brujas. La
Iglesia inculcaba todo ello, pero en variantes aún más asquerosas a los
creyentes, para amedrentarlos e impedir la rebeldía”.
La quema de brujas se convirtió en algo cotidiano. Son incontables
los casos que citan diferentes autores, tales como Florencia Idoate en
“Un Documento de la Inquisición sobre Brujería en Navarra”:
“En la antigua Castellanía de San Juan de Pie del Puerto (por otros
nombres Ultrapuertos o T ierra de Vascos), donde localizamos algunos
casos, el primero de 133º, el de Jurdana de Irisarri, a la que se califica de
`herbolera´, siendo condenada a la pena de hoguera en la citada
población de San Juan, según vemos en las cuentas del baile y castellano
de la tierra. Otra mujer, acusada el mismo año de `faytillera´, de
actividades propiamente brujeriles, es Alamana de Mearin, de la tierra
de Mixa (de la bailia de Ultrapuertos)... En 1338, figura en el `conto´ de
éste, una tal Condesa de Urritzaga, acusada por sus convecinos de Lasa
de `que eylla auia fecho faytillas´, o brujerías en nuestro idioma. Estuvo
presa 35 días, hasta que hizo su confesión. En consecuencia es quemada
en el mercado de San Juan del Puerto, como la Irisarri... En 1342 nos
encontramos con la noticia de otras dos mujeres quemadas en el mercado
de Gárriz, por el mismo motivo, por sortilegios. Se trataba de la dueña o
señora de la casa de Aurtegía y otra de Gabat... La aplicación de la pena
de hoguera en la mayor parte de estos casos, indica que las actividades
de los acusados eran muy semejantes en este terreno. Diremos que también
se aplicaba tan terrible castigo a los sodomitas, autores de delitos de
bestialidad, monederos falsos y algún otros caso, de que no faltan
ejemplos en los documentos del Archivo General”.
En aquel tiempo, la brujería fue perseguida en Europa, por todas las
expresiones del Cristianismo:
“Entre las víctimas de la Inquisición, hallamos un número
considerable de magos y hechiceros. Ahora bien; es un hecho que no
necesita demostración, que en Alemania como en la Península Ibérica,
los protestantes como los católicos, han derramado en abundancia la
sangre de esos desgraciados. Dos siglos después de T orquemada, Benito
Carpzov, condenaba á las llamas á los hechiceros; El reformista T eodoro
de Beza, echaba en cara al parlamento francés su negligencia en la
persecución de esta clase de delitos; Y Walter Scott, confiesa que los
procesos instruidos contra hechicerías multiplicaban en Inglaterra, al
compás del creciente progreso del calvinismo... No juzgamos inoportuno
consignar que en 1713, la facultad de derecho de T uringa, condenaba a
muerte á una hechicera, y que el tribunal reformado del cantón de Glaris,

134
S acroterrorismo: El Último S uplicio

quemaba sin compasión en 1782 á una de esas desgraciadas, cuando


hacía ya un año que se había extinguido en España, la última hoguera”
(El Cardenal Jiménez de Cisneros y La Iglesia Española).

Quien entra en la Inquisición


S iempre sale chamuscado
Quando no sea quemado
Y negro como un tizón
(verso popular)

135
JUAN ANTONIO LLORENTE
y s u “His toria Crítica de la
Inquis ición en Es paña”

DISCÍPULO: Mucho se ha dicho a favor y en contra de Juan Antonio


Llorente, quien se constituyera en uno de los críticos más importantes de
la Inquisición. ¿En qué consiste su obra y cómo enfoca su análisis acerca
de esta desafortunada época de la historia?.
MAEST RO: Juan Antonio Llorente, sacerdote e historiador español
(1756-1823), es innegablemente uno de los cronistas y críticos más
autorizados de la Inquisición de España. Como Secretario General de la
Inquisición de la Corte de Madrid de 1789 a 1791, llegó a conocer a
fondo el establecimiento, censurándolo de “vicioso en su origen,
constitución y leyes, a pesar de las apologías escritas en su favor”.
Llorente se dedicó con perseverancia a recopilar papeles, extraer
apuntes, y copiar documentos de vital importancia, labor que resultó en
una valiosa colección de documentos fidedignos que sirvieron de base a
sus prolijos escritos sobre el tema. Entre éstos, habría que mencionar sus
Anales de la Inquisición, publicados en 1812 y 1813, su Memoria S obre la
Opinión de España acerca de La Inquisición, y su Historia Crítica de la
Inquisición en España, posiblemente la más notable de sus obras.
En el prólogo de esta última, Llorente declara que a pesar de haber
existido en España, por más de tres siglos, un tribunal criminal encargado
de perseguir a los herejes, nunca se tuvo una historia exacta de su origen,
establecimiento y progresos. Y afirma que aunque numerosos escritores,
tanto españoles como extranjeros, han tratado acerca de las Inquisiciones
establecidas en diversas partes del mundo católico, ninguno lo ha hecho
con exactitud.
Según Llorente: “La Inquisicion de España no fue una creacion nueva
de los reyes Fernando V e Isabel de Castilla, sino solo una reforma y
extension de la antigua que se conocía desde el siglo XIII; cuya
circunstancia influyó también en la variedad de opiniones sobre la
verdadera epoca de su establecimiento, y aun para que no se haya escrito
su historia exacta, sin embargo de ser la institución que dió a la Europa
En Nombre de Dios

entera, por espacio de tres siglos, mayor materia de critica que otro alguno.
Yo la considero digna de tener historia particular propia suya, con
exactitud en la narracion de los hechos, sin ocultar verdades importantes
como lo han hecho los que escribieron por parte de la Inquisicion; sin
exagerar otros hechos, como algunos escritores enemigos que se dexaron
llevar del espíritu de resentimiento; y sin equivocarse acerca de las leyes
secretas del govierno interior del tribunal como ha sucedido á todos,
menos á los que las ocultaban por malicia”.
“Para escribir una historia exacta era necesario ser inquisidor ó
secretario. Solo así se pueden saber las bulas de los papas, ordenanzas
de los reyes, decisiones del consejo de inquisicion, procesos originales y
demas papeles de sus archibos. T al vez soy el unico que por hoy tiene
todos estos conocimientos”.
Llorente manifiesta que escribió sus obras sobre la Inquisición para
llenar el vacío existente en ese ramo de la literatura y para satisfacer la
curiosidad pública. Él dice:
“Ningún preso ni acusado ha visto jamás su proceso propio, quanto
menos los de otras personas. Ninguno ha sabido de su causa propia
mas que las preguntas y reconvenciones á que debía satisfacer, y los
extractos de las declaraciones de testigos que se le comunicaban, con
ocultacion de nombres y circunstancias de lugar, tiempo y demas, capaces
de influir al conocimiento de las personas, ocultándose también lo que
resulte a favor del mismo acusado, porque se seguía la máxima de que el
reo toca satisfacer el cargo, dexando á la prudencia del juez el combinar
despues su respuestas con lo que produzca el proceso á favor del
procesado. “Hé aqui porque Felipe Limborg y otros escritores de buena
fe no pudiéron tener jamás una historia exacta de la Inquisicion; pues
sólo se governaban por las narraciones de presos que ignoraban todo lo
interior de sus causas propias, y por lo poquísimo que constaba en libros
escritos por Eymeric, Paramo, Peña, Cavena y otros inquisidores”.
“Por esta razón espero que no se interprete como arrogancia mía el
decir que solo yo puedo satisfacer la curiosidad de los que desean saber
la verdadera historia de la Inquisicion de España; pues solo yo tengo los
materiales para ello, cuya abundancia suplirá en gran parte lo que me
falte de talento”.
En su obra, Llorente hace un recuento articulado de los procesos
seguidos contra reyes, príncipes y otros miembros de la alta nobleza
española, intelectuales, teólogos, obispos y otras dignidades eclesiásticas,
así como las persecuciones sufridas por personajes considerados santos
y venerables, como San Ignacio de Loyola, Santa T eresa de Jesús y San
Juan de La Cruz.

138
S acroterrorismo - Juan Antonio Llorente

El Historiador aduce que el judaísmo sirvió de pretexto a Fernando V


y a Isabel de Castilla, los reyes católicos, para establecer la Inquisición,
pero que su verdadero móvil fue la codicia de las confiscaciones, y el del
Papa Sixto IV; el perpetuo empeño romano de incrementar su imperio
sacerdotal. Reyes subsiguientes la conservaron por fanatismo,
superstición o despotismo, por políticas erradas heredadas o aprendidas
de sus antecesores, o por el convencimiento, fomentado por los propios
inquisidores generales, de que el miedo y el sacro terror del Santo Oficio
eran los únicos medios confiables para consolidar el trono.
Afirma Llorente que el hecho de ser un buen católico no era suficiente
para librarse de las cárceles del Santo Oficio, ya que muchos de los
procesados fueron católicos firmes, perseguidos a causa de la ignorancia
o malicia de los delatores, por proposiciones a las que algún fraile
ignorante pudiera atribuir algún sentido herético:
“La Inquisicion conserva y fortalece a la hipocresia, castigando solo
á los que no saben ser hipocritas; pero no convierte á ninguno, como se
vio en los judíos y moros bautizados sin verdadera conversion por quedar
en España. Los primeros fueron muriendo en las llamas, los segundos
pasaron al Africa en la expulsion de moriscos tan mahometanos como
antes del bautismo de sus abuelos”.
Llorente confiesa ser católico, apostólico y romano, que no cede a
ningún inquisidor en la pureza de la fe, ni en el deseo de ver feliz a
España; pero no por ello deja de creer que su patria estaría mejor si la
Inquisición retornara a cargo de los obispos, como lo estuvo durante
siglos, lo que en su concepto estaría más conforme a la Sagrada Escritura,
puesto que el Apóstol Pablo, afirmó que el Espíritu Santo (y no Pedro ni
los Papas) encargó a los obispos gobernar la Iglesia de Dios adquirida
con la sangre de Christo Jesús (Hechos 20.28).
Para respaldar la veracidad de sus narraciones, el autor proporciona
un catálogo de manuscritos inéditos utilizados, de manera que los
inquisidores u otras personas por ellos designadas, pudiesen verificar
sus extractos con los libros y papeles de consejo. Asegurando haber
escrito con imparcialidad, en ocasiones reconociendo en los inquisidores
un carácter bondadoso y atribuyendo los malos efectos a los vicios de
las leyes orgánicas del establecimiento y no a las personas. Llorente
cierra el prólogo de su Historia Crítica de la Inquisición en España,
presagiando la suerte de su libro y citando un párrafo de los Anales de
Cornelio T ácito que concluye:
“Los siglos futuros dan a cada uno su justicia. Si yo fuera condenado,
habrá escritores que, hablando de Casio y Bruto, harán memoria de mi...
Esto hace ver quan grande necedad es la de aquellos que creen impedir

139
En Nombre de Dios

con su poder actual la memoria futura de sus providencias contra los


hombres de talento; pues por el contrario, el castigo de los sabios y de
sus obras solo sirve para darles mayor celebridad; los reyes extrangeros
y los que han imitado su exemplo, deshonrandose á si mismos, no han
hecho sino aumentar las glorias de los autores tratados por ellos con
crueldad” (Cornelio Tácito, Anales Romanos, en Tiberio, Libro 4).
A continuación citamos algunos casos relatados por Llorente en su
Historia Crítica de la Inquisición en España, por considerarlos
representativos de los diversos “crímenes” juzgados y castigados por el
Santo Oficio:

His toria de un Francés :


“Yo presencié, año 1791, un caso escandaloso, que llenó de amargura
mi corazon compasivo; y que merece ser contado. El Marsellés de quien
tengo hecha mencion, cuyo nombre fue M. Miguel Maffre des Rieux dijo
constantemente desde su audiencia primera que él havia sido educado
en la religion católica, y permanecido en ella hasta cinco años antes de
su prision, en que por la lectura de las obras de Rousseau, Voltaire y
otros filosofos, havia formado concepto de que solo era cosa segura la
religion natural, siendo invenciones falibles de los hombres las demas;
pero que todo esto havria sido de buena fé por seguir la opinion que le
parecia verdadera; por lo qual en su consecuencia estaba pronto á
abrazar de nuevo la religion católica si alguno le convencia de su verdad.
Lo intentó en varias conferencias el maestro Magi, religioso mercenario
(que despues ha muerto obispo de Almeria), consiguió persuadirle
utilidad y aun en parte necesidad de una revelacion; en seguida le hizo
creer haver sido reveladas las religiones de Moisés y Jesús, y lo trajo por
fin al estado de darse por vencido, ó porque vmd.. (decia) tenga razon, o
porque su ciencia exceda á la mia”.
“En su consecuencia el Frances estuvo durante todo el curso de su
proceso pronto a reconciliarse con la Iglesia católica; pero añadia que
seria esto con tal de que se le sacase libre de la carcel para su casa,
porque no solo no se reconocia delincuente y reo de crimen en haver
abandonado la religion cristiana y abrazado la natural, sino que havia
contrahido un verdadero merito ánte Dios, siguiendo el camino que su
razon le dictaba para buscar la felicidad de la segunda vida; del mismo
modo y por los mismos principios que ahora volviendo á su primitivo
estado de católico por haverse le convencido de que caminaba errado:
que no le hacia fuerza la práctica ordinaria de la Inquisicion, porque
solo era relativa á los criminales que sin esta buena fé abrazasen la
heregia”.

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S acroterrorismo - Juan Antonio Llorente

“Es estilo del tribunal prometer en cada audiencia que se usará de


piedad y misericordia con el preso si se conociere que confiesa todo con
sinceridad. El Marsellés la tenia tan grande que no podia dudar de ella
por mil pruebas indirectas, y por que manifestó su sistema de que la
mentira era uno de los mayores pecados contra la religion natural, y así
no solo no negó jamas cosa que se le preguntase siendo cierta aunque
fuese contra sí, sino que se firmaba, en lugar de su nombre propio, El
hombre natural. Vivía, pues, confiado en que se le reconciliaria en secreto,
sin penitencia ó por lo menos con alguna leve y secreta, capaz de poderla
cumplir por si mismo sin que nadie lo supiese, y de modo que pudiera
decir á todas las personas de su trato que habia salido bien de su proceso,
y con tanto honor como ántes para que nada obstase á la pretensión que
había dejado pendiente y muy avanzada de una plaza de guardia de
corps del rey en la compañia flamenca”.
“Una mañana se halla visitado por el alcaide la cárcel, y seis ó siete
familiares del S anto Oficio, que le intiman desnudarse de la casaca, calzones
y medias, y ponerse una chaqueta y otros calzones de color de paño de
lana parda y medias burdas de lo mismo; con un grande y feo escapulario
del sambenito, una soga de esparto al cuello, y una vela de cera verde
apagada, para que así vestido vaya á la sala de audiencias á oir la
sentencia de su causa. El se asustó, enojó y enfureció por lo que sucedía,
pero como no podía nada contra tantos, se conformó después de mil
contestaciones. El infeliz, aun viendo todo este apanato, creia que quando
llegase á la sala de audiencias hallaria solamente a los inquisidores y
otros dependientes del Santo Oficio que tienen jurado secreto. Pero apenas
estuvo en la puerta vió el concurso mas numeroso que cabe de caballeros,
señoras y otras gentes que noticiosos de haber autillo, esto es, auto
particular de fé, de reconciliacion dentro de las casas del tribunal á puertas
abiertas, habían acudido por satisfacer su curiosidad”.
“Se sorprendió y montó en cólera tanto que prorrumpió en mil
execraciones contra la barbarie, inhumanidad y astucias engañosas de
los inquisidores, y entre otras cosas dijo: S i de veras manda esto la religion
católica, la vuelvo á detestar porque no puede ser buena la que deshonra los
hombres sencillos”.
“Hubo tales concurrencias que fué necesario conducirle de nuevo
por fuerza á su carcel, donde se negó a comer y a beber en treinta horas,
diciendo que queria lo condujesen pronto á morir en las llamas, y que si
no, él se quitaria la vida, como lo hizo por fin al quinto día por las
cautelas que se tomaron para evitarlo, pues se ahorcó con el corcel de la
cama dejando caer el peso de su cuerpo, despues de haber puesto nudo
corredizo en su garganta, y metidose un pañuelo blanco en la boca que

141
En Nombre de Dios

le impidiese la respiracion. Havia pedido papel y tintero el dia anterior


y dejó escritos unos versos duodecasillabos en frances que contenian
una deprecacion cuya substancia era de este modo: ¡O Dios, autor de la
naturaleza humana, ser purísimo que amas la sencillez de las almas!
Recibid la mia que vuelve a unirse con vuestra divinidad de que havia
emanado: la devuelvo, Señor, ántes de tiempo por abandonar la mansion
de las fieras que usurpan el titulo de hombres. Recibidla propicia, pues
veis la pureza de los sentimientos que siempre me han animado; y quitad
de la tierra el horrible monstruo de un tribunal que deshonra á la
humanidad, y aun á vos mismo en cuanto lo permitis. El hombre natural”.
“Omito hacer reflexiones sobre este caso, y solo añado que no me
pude contener sin decir al inquisidor decano que se habia de hacer
cargo en el tribunal de Dios á todos los que habian negado la solicitud
de aquel infeliz, porque mucho mas fuertes condiciones habian puesto
en su oferta de reconciliación los obispos hereges donatistas, y se
aceptaron partiendo cada obispado en dos durante su vida, y alaba el
hecho San Agustin, diciendo que por la caridad se debe abandonar el
rigor de la disciplina canónica” (Volumen 2, Capítulo IX, Artículo XV,1-7).

El Cas o de una Bruja:


“Como quiera parece que la Inquisicion de Calahorra havia hecho
quemar treinta y tantas mugeres, por brujas y hechiceras, año 1507; y, en
el de 1527, se descubrió en Navarra una multitud de sectarias de la
brujeria...”
“Añade que el comisionado, queriendo certificarse practicamente de
si era verdad lo que confesaban, hizo comparecer ante si á una bruja
vieja, y le ofrecio eximirla de todo castigo, si hacía sus brujerias, de modo
que él viese todas, para cuyo caso le permitia fugarse si podia; la muger
admitió la oferta, pidio el bote que le havian cogido de sus ungüentos; se
puso con el juez en lo alto de una torre asomada á una ventana, se untó
a vista de muchas gentes en la palma de la mano izquierda, en la muñeca,
en el juego del codo, bajo del brazo, en la ingle, y en el lado izquierdo de
su cuerpo; gritó en voz alta, ¿Ahí?; todas las gentes oyeron otra voz que
respondió en el aire: S i: Aquí estoy: y la vieja comenzó a bajar por la pared
de la torre, la cabeza abajo, andando con las manos y pies, como una
lagartija hasta la mitad de altura, donde se echó a volar por los aires á
vista de todos, quienes no la dejaron de ver hasta fin del orizonte. Que
haviendose todos llenado de admiración, el juez comisionado mando
pregonar que daria cierta cantidad de dinero a cualquiera que le
presentase aquella muger; y pasados dos dias se la llevaron unos pastores.
Que le preguntó porque no havia volado hasta países donde no pudiera

142
S acroterrorismo - Juan Antonio Llorente

ser cogida; y ella respondió que su amo no havia querido llevarla sino á
distancia de tres leguas, dejándola en el campo donde los pastores la
encontraron”.
“Se supone desde luego que sentenciadas sus causas por el juez real,
fueron presas á la Inquisición de Estella (que duró hasta que toda la
Navarra sirvió de aumento al distrito del Santo Oficio de Calahorra,
trasladado posteriormente á Logroño); y las ciento cincuenta y tantas
brujas no pudieron volar para librarse de doscientos azotes cada una, y
algunos años de carcel”.
“Pero á pesar de la grande autoridad del obispo de Pamplona, no
creo ni creeré jamas el cuento particular del descenso de la bruja reptando
por la pared de la torre y el vuelo hasta fin del orizonte. No hay duda que
son muchísimos los procesos en que los presos por esta clase de crímenes
han confesado esos vuelos y cosas aun mayores; pero vivo persuadido
de que tales personas tienen perdido el juicio en fuerza de sus ilusiones,
por lo que resultan engañadas y creen sucedido lo que imaginan. T riste
suerte de la condición humana que aun con daño propio desfigura por
espíritu de vanidad los hechos, y prefiere su martirio á la humildad de
reconocer y confesar su engaño” (Volumen 3, Capítulo XV, Artículo I,6-9).

El Cas o del “Judaizante” Melchor Fernandez:


“... Por fin la causa de Melchor vino a sentencia definitiba tercera vez
y se votó en 20 de marzo de 1568; los inquisidores y un consultor lo
condenaron á relajacion; el ordinario diocesano y otro consultor á
reconciliacion. Melchor llegó a entender por especies indirectas su mala
suerte, y acudió a los medios antiguos para su conservación. Pidió
audiencia en 24 de marzo, y declaró muchísimo contra sí, manifestando
tres casas y treinta personas, y entre ellas á dos como rabis maestros de
la ley de Moises”.
“En cuatro audiencias de los días siguientes aumentó
considerablemente el número de casas y personas: y en 13 de abril otra
casa y cinco personas. Se le dijo que aun estaba diminuto porque entre
tantos declarados ocultaba otros sujetos que no eran menos distinguidos
ni de menor calidad que los manifestados, por lo cual no se puede
presumir olvido. Al oir esto, Melchor pierde la serenidad, cuenta por
segura la muerte, y despechado declara contra los inquisidores antiguos
y modernos, contra los visitadores de la Inquisicion, contra los criados
de la casa y carcel del tribunal, contra los testigos y otras personas, y
concluye diciendo con ira y colera: Lo que pueden hacer, es quemarme.
Bien está: que me quemen; pues yo no puedo declarar lo imposible por
no saberlo: mas tengan ustedes entendido que lo declarado por mi contra

143
En Nombre de Dios

mi es verdad; pero es absolutamente falso cuanto he dicho contra otros,


pues solamente lo he ido diciendo por ver el ansia que ustedes tienen de
que yo declare contra los que tendrán buena causa para ponersela mala;
y no sabiendo yo quienes sean esos desgraciados, he ido nombrando á
todos los que me parecía con la esperanza de acertar entretantos, y acabar
de una vez el empeño: mas ahora viendo ya sin remedio mi muerte no
quiero que se haga daño a nadie por mis falsos testimonios, y así los
revoco y me retracto, y que me quemen en hora buena; cuando quieran”.
“El proceso se remitió al consejo quien confirmó por tercera vez la
sentencia de relajacion, y escribió al tribunal en 24 de mayo diciendo
que había hecho mal en llamar al reo á nuevas audiencias despues de
condenado a relajacion, pues solo debe haberlas á petición del mismo
reo. Bien lejos de arreglarse á esto los inquisidores llamaron á Melchor,
en 31 de mayo, y le preguntaron si se le ofrecia que de decir algo en su
negocio, y dijo que nada. Se le hizo presente que había mucha
contradiccion y variedad en sus declaraciones, y que para su salvación
eterna y bien de su alma le convenía decir de una vez la verdad pura con
firmeza, sea contra sí mismo, sea contra otros, cuidando de no lebantar
falso testimonio”.
“Esta última expresion era bien hipocrita; pues lo que buscaban era
que Melchor retractase su última declaracion; pero el reo (ya maestro á
grande costa suya), respondió: Señores, si ustedes quieren la verdad
pura, ya la tienen en el proceso hace mucho tiempo y no han hecho caso.
Allí está en la declaración que hice ánte el señor inquisidor Ayora cuando
estuvo aquí de visitador”.
“Se vió esta declaracion, y en ella solo habia dicho Melchor que no
sabia nada de cuanto se le habia preguntado. Aun podia citar mejor lo
declarado ánte el visitador Coscojales, pues negó abiertamente todo.
Entonces hubo este dialogo que sigue:
-¿Como ha de ser esto la verdad pura por lo menos en lo relativo á
vuestra persona cuando habéis confesado muchas veces haber asistido
á juntas, creido la doctrina y permanecido un año en la creencia de la ley
de Moises hasta que os desengañó un religioso?.
-Porque falté a la verdad cuando declare contra mí.
-¿Pues como es que eso mismo y otras varias cosas resultan de las
deposiciones de muchos testigos?”.
-Si resulta de veras (pues yo no he visto los originales) será porque se
habrá puesto á los testigos en estado semejante al mío. Lo cierto es que
por mucho que me quieran, no me querrán tanto como yo me quiero a mí
mismo, y sin embargo he dicho contra mí eso y mas aunque no era
verdad”.

144
S acroterrorismo - Juan Antonio Llorente

-¿Qué objeto podíais tener en confesar en daño propio lo que no fuese


verdad?.
-No creia yo ser en mi daño sino en mi provecho; porque veia que no
confesando se me reputaba impenitente y contumaz y no se me daba
crédito por lo que no me servia la verdad sino de camino para la hoguera,
y notaba que solo mintiendo sacaba mejor partido, como sucedió en los
dos autos de fé”.
En 6 de junio se le intimó que se dispusiera para morir en el auto de
fé preparado para el día siete; se le pusieron insignias de relajado, y se le
asignó confesor auxiliante. A las doce de la noche pidió audiencia
diciendo que queria descargar su conciencia. Fué á su carcel un
inquisidor con secretario, y dijo Melchor que:
“Por el paso en que se hallaba proximo á comparecer en el tribunal
de Dios, sin esperanzas ya de remedio ni de nuevas dilaciones, debia
declarar que nunca habia tratado ni oído hablar cosa ninguna de la ley
de Moises; y que todo cuanto habia dicho en contrario relativo a su
persona y las de tantas nombradas en su proceso, habia sido testimonio
falso nacido del deseo de conservar la vida, y del conocimiento de que
asi daba gusto; pero que por lo respectivo á las otras personas les pedia
perdon para que Dios le perdone á él, y les restituye su honra y fama,
tanto por lo interesante á muertos, como á vivos”.
El inquisidor le hizo presente que le convenia para su salvacion no
faltar á la verdad ni aun por compasion; que eran muchos los testigos,
cuyas deposiciones parecían sencillas y se hacian creibles, por lo cual le
rogaba de parte de Dios descargar su conciencia y no agravarla mas con
nuevas mentiras á la hora de la muerte. Melchor respondió que:
“Quanto el tenia confesado contra sí y otros era falso y mentira,
pronunciada por los motivos y fines indicados, y no tenia que responder
mas, porque se iba á pedir á Dios perdon de sus pecados”.
“Así acabo el maldito proceso y Melchor murió con el garrote, despues
de lo cual su cuerpo fué consumido en las llamas” (Volumen 5, Capítulo
XXIII, Artículo II,41-51).

El Cas o de un Luterano:
“Aunque los inquisidores de T oledo celebraron auto de fé todos los
años, con mayor ó menor número de reos, como sucedia en las otras
Inquisiciones, no tengo á la vista sucesos particulares de personas
notables hasta el auto de fé del segundo día de Pascua de Pentecostés, 4
de Junio de 1571: hubo en él dos quemados en persona y tres en estatua
por luteranos, y treinta y un penitenciados. De los dos primeros merece
mención especial el doctor Segismundo Archel, natural de Caller en la

147
En Nombre de Dios

isla de Sardeña, cuya prision se habia hecho en Madrid, año 1562, por
herége luterano y sapientisimo dogmatizante. Despues de haber sufrido
mucho tiempo la carcel de T oledo, huyó á fuerza de ingenio y de paciencia,
pero le sirvió poco, porque las órdenes dadas á las fronteras de tierra y
puertos de mar inmediatamente con señas personales le impidieron salir
de la peninsula, y volvió a caer en manos de sus antiguos jueces. Estuvo
negativo de los hechos mientras no se le comunicó el extracto llamado
publicación de testigos; pero, vista la prueba, confesó todos, defendiendo
que no solo no era herége, sino mejor católico que los papistas, lo que
intentó persuadir en ciento y setenta hojas que escribió en la carcel. Fué
condenado á relajacion y, aunque se le predicó mucho, permaneció
impenitente, titulandose martir e insultando á los sacerdotes auxiliantes,
por lo cual se le puso mordaza en la boca que tubo en el auto de fé y
despues hasta que se le ató al palo para morir. Viendo los alabarderos
que aun entonces se apropiaba el honor de martir, clavaron en su cuerpo
las alabardas al mismo tiempo que los egecutores de la justicia encendian
la hoguera, de modo que el doctor Segismundo murió á hierro y fuego”
(Volumen 5, Capítulo XXIV, Artículo I,7).

El Cas o de Don Luis Cañuelo:


“Cañuelo (don Luis), abogado de los reales consejos en Madrid,
reynando Carlos II, fue penitenciado y abjuró de levi por proposiciones
escritas en varios números de una obra periodica que salia sin nombre
de autor, intitulada el Censor. Declamó en ella muchas veces contra la
superstición, y daños que á la pureza de la religion católica producia el
abuso de exagerar la multitud de indulgencias y gracias que decian
lograrse, llevando el escapulario de la virgen del Carmen, rezando ciertas
novenas, y frecuentando prácticas de devocion exterior, con peligro de
infundir vana confianza. Se rió alguna vez de los títulos retumbantes
que los frailes solian dar á los santos de su órden, como el águila de los
doctores á San Agustin, el melifluo San Bernardo, el angelico Santo T omas,
el serafico San Buenaventura, el mistico San Juan de la Cruz, el kerubin
Francisco, el abrasado Domingo, y otros de esta naturaleza. Ofrecia una
vez premios al que le presentára el titulo de cardenal de San Jeronimo, el
de doctora de Santa T eresa de Jesus. Los frailes le hicieron cruel guerra.
Se prohibieron los números publicados y se inhibió al autor de escribir
en asunto alguno que pudiese tener conexion proxima ó remota con el
dogma, la moral y opiniones recibidas en materia de piedad y devocion.
¿Cesará en este modo en España el peligro de supersticiones y vanas
creencias?. Son muchas las personas que ahora mismo viven mal, y
creen con toda su alma, que llevando al cuello el escapulario de la Virgen

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S acroterrorismo - Juan Antonio Llorente

del Carmen, y rezando una Salve á Maria Santísima, estan ásegurados


de que no morirán sin confesion; que irán al purgatorio y la madre de
Dios sacará sus almas en el primer sabado siguiente, llevandolas al
cielo en su compañia. Esta confianza les infunde valor para proseguir
pecando sin miedo de Dios ni del demonio” (Volumen 5, Capítulo XXV,
Artículo I,21).

El Cas o de Fray Pedro Centeno:


“Centeno (Fray Pedro), religioso agustino calzado (y uno de los sabios
de su órden, y de los mayores críticos de España en el reinado de Carlos
III y IV), comenzó a ser objeto de las iras y mala voluntad de frailes,
clerigos y seglares preocupados por una obra periodica intitulada: El
Apologista Universal de Todos los Escritores Malaventurados. En ella combatia
furiosamente, con las armas de la ironia mas fina, el gusto de la literatura
eclesiástica y profana, de manera que los teologos escolásticos y los que
ignoraban ó no querian sugetarse á las reglas de la crítica llegaron á
temblar de la pluma del padre Centeno, porque su apologia ironica era
mas formidable que mil condenaciones directas á causa de que todo el
mundo leia con placer y se generalizaba en pocos dias la mala opinion
del autor”.
“El estado de preocupación general en que se hallába la España no
podia menos de producir enemigos del Juvenal literario quien sabiendo
tanto y tan bueno de literatura, ignoró lo que mas le convenia para su
felicidad individual, esto es, los modos de vencer á tan encarnizados
contrarios cuando le acometiesen a traicion en el campo de batalla de la
fé católica, como vió preveer. El confiaba en la pureza de sus dogmas y
en la profundidad de su ciencia, y esto mismo acredita no haber conocido
el terreno que pisaba”.
“Las delaciones á la Inquisicion fueron tan varias como las clases de
delatores. Al mismo tiempo que unas le calificaban de impio (equivalente
á materialista y ateista por entonces en España), otras de herége hieracita,
luterano y jansenista. La grande fama del delatado, la proteccion que le
daba el conde de Floridablanca, primer secretario de estado y de su
despacho universal, el recelo de que pudiese haber algo de calumnia de
parte de los delatores envidiosos y resentidos, y la certeza de que Centeno
no podia ser ateista y luterano juntamente influyó á que los Inquisidores
no le pusieran en carceles secretas, contentandose con haberle intimado
reclusion en su convento de San Felipe el real de Madrid y concurrir á
las audiencias del tribunal cuando se le abisára. Se defendió con un
fondo de ciencia, doctrina y erudicion que hubiese aumentando la gloria
de su nombre si se hubiese impreso su papel, pero sin embargo fué

149
En Nombre de Dios

condenado como sospechoso de heregia con sospecha vehemente á


abjurar como lo hizo, y penitenciado de varios modos, lo que produxo
hipocondria tan exaltada que le debilitó el uso de la razon, en cuyo
estado murió en el convento de la villa de Arenas á que le destinaron”.
“Los cargos principales fueron: 1°. Que reprobaba las devociones de
novenas, rosarios, procesiones, viacrucis y otras prácticas piadosas; para
cuya prueba se trahia el sermon de honras de un grande, cuyo elogio
hizo consistir en la beneficencia, diciendo que esto era la verdadera
devocion y no las prácticas exteriores de religion que no costaban dinero,
trabajo, ni cuidados; por lo que no habia cuidado mucho de usarlas el
difunto. 2°. Que negaba la existencia del limbo, lugar destinado para las
almas de los que morian sin bautismo ántes de llegar al uso de la razon
en cuya prueba se citó el hecho de que habiendosele nombrado censor
de un catecismo que se imprimia para las escuelas gratuitas de Madrid,
hizo el autor suprimir la pregunta y la respuesta relativas al citado
limbo”.
“El acusado respondió al primer cargo principal explicando
perfectamente con testos de la Escritura y de santos padres cual fuese la
verdadera devocion, y cuan conformes con esta doctrina estaban las
palabras de su sermon cuyo original presentó al tribunal. Al segundo
dijo que no está definida como artículo de fé la existencia del limbo, por
lo qual no devia tratarse de ella en un catecismo en que segun su opinion
solo entraba lo dogmático para que los fieles cristianos del pueblo no
confundiesen lo que se disputa entre católicos con lo esento de
controversias. Se le precisó á decir categoricamente si creía la existencia
del limbo; respondió no ser obligado á contestar puesto que no se trataba
de artículos de fé; pero que no teniendo motivos de negar su opinion,
confesaba no creer que hubiese limbo. Pidió licencia para escribir un
tratado teológico en que ofrecia demostrar la verdad de su dictamen con
sumision, humilde á las decisiones de la santa madre Iglesia católica: se
le permitió, lo hizo en sesenta pliegos de letra pequeña y renglones
bastante juntos, de manera que formarian un tomo regular impreso en
cuarto español u octavo frances”.
“Yo lo leí todo por curiosidad y quedé admirado de tanta, tan profunda
y tan recondita erudicion que reunia todo lo escrito por santos padres y
grandes theologos, desde JesuCristo, y especialmente desde San Agustin,
acerca de la suerte eterna de los que mueren sin bautismo ni pecado
grave personal. Pero nada le valio. Un carmelita descalzo, y un minimo
de San Francisco de Paula, fuéron los principales calificadores que le
dejaron en plenario la nota de sospechoso de heregia con sospecha
vehemente” (Volumen 3, Capítulo XXV, Artículo I,26).

150
LAS LETRAS, ARTES Y CIENCIAS
Cons umidas por las Llamas de la Inquis ición

Quienes defienden a la Inquisición, aduciendo que en realidad no


fueron muchos los quemados vivos, que la tortura se aplicó
ocasionalmente, y que sólo se encarceló a aquellos que estaban al margen
de la ley, al menos no pueden ser tan necios para negar que los derechos
fundamentales y naturales de la humanidad fueron totalmente
suprimidos. La libertad de pensamiento y expresión estuvieron bajo un
régimen estricto de control ideológico. Una asamblea viciosa se ocupaba
de la censura y a través de sus organismos represivos imponían la manera
de como amar a Dios sobre todas las cosas. Y todavía, hoy en día, se
cierne sobre nosotros la sombra represiva de la extravagancia dogmática
y el fanatismo delirante de algunos líderes religiosos.
Llorente afirma que la introducción de libros es uno de los medios
más eficaces para propagar una doctrina y que por eso se dieron en
España muchas providencias para restringir aquellas obras que fuesen
contrarias o desfavorables para los fines de la Iglesia. Con este pretexto,
en el año 1490, fueron quemadas muchas Biblias hebreas y otras obras
judaicas, así como libros sobre magia, hechizos y supersticiones. Más
tarde se prohibieron los libros de los reformadores como Lutero, Calvino,
Muncer y otros.
T ambién se dieron casos curiosos. Aunque defendía a la Iglesia de
los ataques de Lutero, del humanista holandés Desiderio Erasmo (1469-
1536), quien tratara con equidad acerca de los problemas sociales y
religiosos, fueron prohibidas; Colloquia, Moria y Parafrasis. Más adelante
se prohibieron obras suyas y se propuso en los edictos de la Inquisición
que se leyesen con cautela todas sus obras. Erasmo se lamentaba: “¡Que
suerte tan infeliz la mía!. Los luteranos me persiguen como á papista, y
los católicos como á fautor de Lutero. ¿Con que no se puede pasar bien
siendo a sangre fría la verdad que está en el medio y que no ven los
atletas de los dos partidos opuestos por su respectivo acaloramiento?.
Yo busco la verdad, y la encuentro algunas veces en las proposiciones
de los católicos y otras en las de los luteranos. ¿Está un herege sujeto á
que le falte razón en todo?”
En Nombre de Dios

La destrucción de la literatura de oposición de parte del Santo Oficio,


sólo puede compararse a la atrocidad que cometiera el Califa Omar
cuando mandó a quemar la biblioteca de Alejandría (año 641), afirmando
que si todo lo que se encontraba en esa literatura estaba en el Corán,
aquella no era necesaria; y si no estaba, lo era menos todavía.
Se publicaron listas y catálogos extensos de obras prohibidas y se
censuraban cuidadosamente los libros que habían de ser enviados a las
Américas. Se borraban los comentarios que en los libros de autores
católicos hacían los herejes y se recogían obras traducidas por estos,
como fue el caso de algunos tomos de San Juan Crisóstomo, traducidos
por el reformador Ecolampadio. Se prohibió el Corán y todas las obras
que tratasen sobre la religión musulmana, así como de autores cristianos
que habían sido procesados por la Inquisición, como fue el caso de
Comentarios S obre Catecismo Cristiano de Fray Bartolomé Carranza de
Miranda, Arzobispo de T oledo; Flos S anctorum de Fray Hernando de
Villegas, el tratado de La Oración y Meditación, y La Guía del Pecador de
Fray Luis de Granada, religioso dominico, Obras del Cristiano, de
Francisco de Borja, y muchas más.
Por supuesto, que las obras de filósofos y pensadores como Rousseau,
Diderot y Voltaire, no escaparon a la persecución y condena de las
autoridades eclesiásticas y civiles. De igual manera fueron censuradas
y modificadas a capricho numerosas pinturas, estampas, medallas y
otros objetos de arte.
Las ciencias y los científicos también fueron sometidos a examen,
juicio y condena de los Inquisidores. Dignos de especial mención son
Giordano Bruno y Galileo Galilei.
El napolitano Giordano Bruno, notable filósofo renacentista fue
quemado en Roma, en la Plaza de Flores, por orden de la Inquisición
pontificia y en presencia del Papa Clemente VIII, el 17 de Febrero de
1600. Lo más curioso del caso es que fue condenado a la hoguera no por
sus escritos teológicos, sino por sus teorías acerca del universo.
Bruno, quien fue miembro de la orden de los dominicos hasta sus
últimos días, primero llamó la atención de los inquisidores por las duras
críticas que hacía de los monjes y su afición a los libros prohibidos por la
Iglesia. A los 28 años abandonó el monasterio y vivió en diferentes
ciudades de Europa. Sus pasos fueron vigilados muy de cerca por la
Inquisición y en 1591, durante una visita a Venecia, fue delatado como
hereje, y encarcelado por ocho largos años, durante los cuales fue
interrogado y torturado con frecuencia. Finalmente se le condenó a la
hoguera, pero hasta sus últimos momentos, continuó defendiendo sus
creencias:

152
S acroterrorismo: Las Letras, Artes y Ciencias

“... estimo que este mundo y otros, los mundos en su conjunto, nacen
y se liquidan. T ambién este mundo, es decir, el globo terráqueo, tuvo
principio y puede tener fin, a semejanza de otros astros que son mundos
como este, tal vez mejores o incluso peores; son astros como lo es también
este mundo. T odos ellos nacen y mueren como seres vivos compuestos
de principios contrarios. Esto es lo que opino sobre las creaciones
universales y particulares, y estimo que por todo su ser dependen de
Dios” (Duodécimo Interrogatorio).
A Bruno se le dio a escoger entre reconocer sus errores, abjurar y
quedar con vida, o ser excomulgado y sentenciado a muerte. Escogió lo
segundo. T odos sus libros y escritos fueron prohibidos y le privaron de
sus hábitos sacerdotales. Se dice que sus últimas palabras fueron: “Muero
como mártir por mi propia voluntad”.
Las teorías del astrónomo Polaco Nicolás Copérnico sobre la
inmovilidad del sol y el doble movimiento de los planetas sobre sí mismos
y alrededor de aquél, fueron severamente condenadas por considerarse
opuestas a las Sagradas Escrituras. Pero el célebre matemático, físico y
astrónomo italiano, Galileo Galilei (1564-1642), quien descubrió las leyes
de las caídas de los cuerpos y anunció el principio de inercia, defendió
y desarrolló esas teorías. Como resultado, no tardó en convertirse en otra
víctima de la Inquisición. Amonestado primero y condenado después,
por reincidir en su defensa Copernicana, se vio obligado a abjurar ante
el Santo Oficio, redactando y firmando la siguiente declaración:
“Yo, Galileo, hijo del finado Vicente Galileo, Florentino, de 70 años
de edad, constituido personalmente en juicio, y arrodillado delante de
vosotros Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales, inquisidores
generales contra la herética perversidad en toda la República Cristiana;
teniendo ante mis ojos los sacrosantos Evangelios, a los que toco con mis
propias manos, juro que siempre he creído, creo ahora, y con la ayuda de
Dios creeré en el porvenir, todo lo que sostiene, predica y enseña la Santa
Iglesia Católica Apostólica. Pero por haber yo, después de haberme sido
jurídicamente intimado por este Santo Oficio mediante emplazamiento
que debía dejar por entero la falsa opinión de que el Sol sea centro del
mundo y que no se mueva y que la tierra no sea centro del mundo y que
se mueva, y que no podía sostener, defender ni enseñar de ningún modo,
ni de viva voz ni por escrito, dicha falsa doctrina, y después de haberme
sido notificado que dicha doctrina es contraria a las Sagradas Escrituras,
escrito y dado a la estampa un libro en el cual trato la misma doctrina ya
condenada y aporto razones con mucha eficacia en favor de ella, sin
aportar ninguna solución, he sido juzgado de vehementemente
sospechoso de herejía, esto es, de haber sostenido y creído que el Sol sea
centro del mundo e inmóvil y que la tierra no sea centro y que se mueva”.

153
En Nombre de Dios

“Por lo tanto queriendo yo borrar de la mente de Vuestras Eminencias


y de todo fiel cristiano esta vehemente sospecha, justamente concebida
acerca mío, con corazón sincero y fe no fingida abjuro, maldigo y detesto
los susodichos errores y herejías, y en general todos y cualquier otro
error, herejía y secta contraria a la Santa Iglesia; y juro que en lo por venir
no diré ya más ni afirmaré, de viva voz o por escrito cosas tales por las
que se puede tener de mi semejante sospecha; pero si llegara a conocer
algún herético o que sea sospechoso de herejía lo denunciaré a este
Santo Oficio, o al Inquisidor u Ordinario del lugar donde me encuentro”.
“Juro también y prometo cumplir y observar enteramente toda las
penitencias que me han sido o me serán impuestas por este Santo Oficio;
y en caso de contravenir a alguna de mis dichas promesas y juramentos,
lo que Dios no quiera, me someto a todas las penas y castigos que por
sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares son
impuestas y promulgadas contra tales delincuentes. Así Dios me ayude
y esto sus Santos Evangelios, que toco con mis propias manos”.
“Yo, el susodicho Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido y
me he obligado como antecede; y en fe de verdad, con mi propia mano he
suscripto la presente cédula de mi abjuración, la he recitado palabra a
palabra en Roma, en el convento de la Minerva , este día 22 de junio de
1633”.
“Yo, Galileo Galilei, abjurado como antecede, por mi propia mano”.
Cuenta una leyenda ampliamente difundida, que al firmar su
abjuración Galileo musitó : “Y sin embargo se mueve”.

154
PALABRAS Y FRASES TÉCNICAS
USADAS EN EL SANTO OFICIO

Abjuración: Es detestación de la herejía. Abjuración de formalidad que


hace quien está declarado por hereje. Abjuración de vehementi, la del que
está declarado por sospechoso de herejía con sospecha vehemente.
Abjuración de levi, la del declarado por sospechoso con sospecha leve.

Absolución total: Es declaración de la inocencia del acusado, sin quedar


sospecha.

Absolución de la instancia: Es la que pronuncian los inquisidores cuando


no ha probado el fiscal su acusación, por lo que no hacen abjurar ni
absuelven de censuras ad cautelam; pero tampoco quedan satisfechos de
la inocencia ni la declaran; y sólo dan al acusado testimonio de que se le
absolvió de la instancia fiscal.

Absolución ad cautelam: La de censuras al declarado sospechoso de


herejía, pues se le absuelve a prevención por sí de veras incurrió en
dichas censuras. Absolución pura es la que se da al hereje formal
arrepentido.

Amonestaciones: Véase Moniciones.

Audiencia de cargos: es decreto judicial en que los inquisidores, vista la


sumaria, mandan que en lugar de recluir al procesado en las cárceles
secretas del tribunal, se le intime la obligación de comparecer
personalmente en la sala de audiencias á satisfacer los cargos que le
hará el fiscal por lo resultante del proceso.

Auto de fe: Es la lectura pública y solemne de los sumarios de procesos


del Santo Oficio y de las sentencias que los inquisidores pronuncian
estando presentes los reos o efigies que los representen, concurriendo
todas las autoridades y corporaciones respetables del pueblo, y
particularmente el Juez Real Ordinario á quien se entregan allí mismo
En Nombre de Dios

las personas y estatuas condenadas a relajación, para que luego


pronuncie sentencias de muerte y fuego conforme a las leyes del Reino
contra los herejes, y en seguida las haga ejecutar, teniendo á este fin
preparados el quemadero, la leña, los suplicios de Garrote y verdugos
necesarios, á cuyo fin se les anticipan avisos oportunos por parte de los
inquisidores.

Auto general de fe: Es el que se celebra con grande número de reos de


todas clases de quemados vivos por impenitentes; quemados muertos
después de agarrotados por herejes relapsos aunque arrepentidos;
quemados en estatua con huesos, cuando se han desenterrado los del
difunto impenitente; quemados en estatua sin huesos, de ausentes
fugitivos; reconciliados herejes, confidentes arrepentidos y penitenciados;
y criminales, sospechosos de haber incurrido en herejía que abjuran y se
les absuelve ad cautelam.

Auto particular de fe: Es el que se celebra con algunos reos sin aparato ni
solemnidad del auto general por lo que no concurren todas las
autoridades y corporaciones respetables, sino sólo el Santo Oficio y el
Juez Real Ordinario en caso de haber algún relajado.
Auto singular de fe: Es el que se celebra con un solo reo, sea en el templo,
sea en la plaza publica, según las circunstancias.

Autillo: Es el auto singular de fe que se celebra dentro de las salas del


tribunal de la Inquisición y puede ser a puertas abiertas, para que
concurran los que quieran y quepan en la sala; o a puertas cerradas, no
entrando sino las personas autorizadas para ello. En este segundo caso,
es a veces con número fijo de personas de fuera del tribunal, y las designa
el inquisidor decano; o con ministros del secreto, y entonces sólo asisten
los secretarios.

Carta acordada: Es la que el Consejo Real de la Suprema, presidido por


el Inquisidor General, escribe a los tribunales de Provincia, mandando
hacer u omitir algo en los casos que ocurran de la naturaleza de que se
trate sobre asuntos del Santo Oficio; y obliga como ley interior económica
del establecimiento.

Carta orden: Es precepto del Inquisidor General, o del Consejo de la Suprema,


intimando a los inquisidores de provincia por medio de carta escrita de
oficio sin mezcla de asuntos particulares. T al vez se da este nombre al
precepto aunque vaya en forma de despacho, orden, ordenanza o provisión.

156
S acroterrorismo: Palabras y Frases Técnicas

Carta de emplazamiento: Es una provisión, despacho, o letras de los


inquisidores, por la cual mandan a un reo ausente, no fugitivo, que
comparezca personalmente a oír leer una demanda criminal puesta
contra él por parte del fiscal del Santo Oficio en asuntos relativos a la
santa fe católica, como se hizo en la causa del Arzobispo Carranza, de
T oledo.

Calificación: Es la censura que los teólogos dan sobre los hechos o dichos
de un proceso. V. Nota de teología.

Calificación en lo objetivo: Es la censura de los hechos o dichos como


son en sí mismos, prescindiendo de la intención del autor.

Calificación en lo sujetivo: Es la opinión que los calificadores forman


acerca de la creencia interior de la persona; Y unas veces dicen que la
califican por no sospechosa de ascenso a la herejía indicada en los hechos o
dichos calificados; otras por sospecha de hereje con sospecha leve; otras
con vehemente; otras con vehementísima y violenta; y otra por hereje formal.

Calificadores: Son los teólogos que censuran los hechos y dichos,


expresando la opinión que forman sobre la creencia interior del autor de
ellos.

Calabozo: Es cárcel subterránea, incómoda, oscura y malsana.

Calabozo del tormento: Es cárcel de la naturaleza indicada, pero aún


más subterránea y central, para que si el reo grita mucho con los dolores
de la tortura, no pueda ser oído por nadie ni aun por los que habitan en
la casa.

Cámara del tormento: Véase calabozo del tormento y tormento.

Cárcel secreta: Es la que no permite comunicación con nadie.

Cárcel común: Es la que permite comunicación con personas de fuera del


tribunal; y a solido servir para los presos de delitos comunes que tiene la
Inquisición por privilegio de fuero.

Cárcel media: Es la que sirve para los dependientes del Santo Oficio
presos por delitos comunes.

157
En Nombre de Dios

Cárcel de piedad: La destinada a los penitenciados para el tiempo de su


penitencia. Otras veces se le nombra cárcel de penitencia o cárcel de
misericordia. Está fuera de la casa del tribunal, pero se procura que sea
contigua, o lo más cerca posible.

Cédula de defensas: El pedimento en que el reo manifiesta por artículos


en forma de interrogatorio, los hechos que piensa probar para defenderse
de la acusación fiscal, y las personas que pueden decir la verdad de
cada uno de los hechos.

Censura: Véase calificación y nota teológica.

Cesación a divinis: Providencia eclesiástica de los obispos o inquisidores


en virtud de la cual cesan todos los oficios divinos y el culto exterior
público de la religión católica en los templos de un pueblo, hasta que se
revoque la providencia o se permita interrumpir y suspender la cesación.

Como parece: Fórmula que los Reyes de España acostumbran escribir de


su propia letra en la margen de las consultas del consejo de Inquisición
y de los otros consejos reales, cuando se conforman con decretar lo mismo
que se les propone.

Con purgación canónica: Información de doce testigos idóneos que


declaren con juramento creer que dice verdad el reo acusado, cuando
niega haber incurrido en la herejía o crimen de lo que se le acusa.

Confitente diminuto: El que confiesa parte de los hechos y dichos de que


está acusado; pero niega otros probados en el proceso plena o
semiplenamente, y los inquisidores creen por conjeturas que son
verdaderos aunque los niegue el reo.

Consejo de Inquisición: T ribunal supremo del Santo Oficio, que además


tiene a su cargo auxiliar al inquisidor general en el gobierno del
establecimiento. V. Suprema.

Conteste: Se usa en dos sentidos: ya para designar que una persona


presenció el suceso con otra que ha declarado, y esto es darla por conteste;
ya para significar que una persona declara lo mismo que la otra, y en tal
caso suele decir que está conteste. Los testigos están conteste. Los testigos
contestan.

158
S acroterrorismo: Palabras y Frases Técnicas

Declaración Indagatoria: La que se recibe del mismo contra quien ya se


procede, o se intenta proceder, pero que, no estando aún considerado
como reo en el proceso, se le interroga como a testigo en sumario para
indagar mejor la verdad de los hechos según sean las resultas de la
declaración. Alguna vez es útil al sospechoso, como sucedió a Santa
T eresa de Jesús y sus monjas en Sevilla.

Delación: Avisos que se da al Santo Oficio de los hechos o dichos que


sean o parezcan ser contrarios a la fe católica, o al libre y recto ejercicio
del tribunal de la Inquisición.

Denunciación: Lo mismo que Delación.

Demanda de jactancias: Procación a juicio hecha voluntariamente por


quien, noticioso de que alguno le imputa crimen en conversaciones
particulares, acude al juez pidiendo que se le obligue a probar la
imputación, pues él se obliga también a dar prueba de su inocencia y ser
castigado si sucumbiere.

Edicto de Gracia: El que se publica prometiendo absolver en secreto al


que se denuncia voluntariamente a sí mismo ante los inquisidores como
hereje arrepentido, pidiendo ser absuelto sin penitencia pública.

Edicto de las delaciones: Es el que se lee todos los años un domingo de


Cuaresma, en una iglesia del pueblo en que hay tribunal de Inquisición
con asistencia de los inquisidores, imponiendo el precepto de denunciar
al Santo Oficio las personas de quienes se sepa o haya llegado a entender
que ha hecho u dicho algo contra la fe o la Inquisición dentro de seis
días.

Edicto de los anatemas: El que se lee todos los años, ocho días después
del de Delaciones, con las mismas circunstancias, declarando incursos
en excomunión mayor reservada a los inquisidores, los que no han
delatado las personas de quienes sepan algo de los referidos, y renovado
el precepto con agravación de pena y execraciones.

Edicto emplazatorio: El que se libra por los inquisidores contra el


procesado ausente o fugitivo para que comparezca personalmente dentro
del término que se le asigna bajo la pena de reputarlo por hereje convicto,
negativo, pertinaz, impenitente, como se hizo en la causa del ministro
primer secretario de estado Antonio Pérez.

159
En Nombre de Dios

Emplazamiento: V. Carta de emplazamiento y Edicto emplazatorio.

Entredicho: Lo mismo que prohibición o providencia de los obispos o


inquisidores, en virtud de la cual los templos se cierran y los oficios
divinos cesan de manera que aun la administración de sacramentos de
necesidad, como el viático y la extrema unción a los enfermos, se haga en
secreto, y los difuntos sean enterrados del mismo modo, hasta que el
juez eclesiástico irrevoque o dispense el entredicho.

Espontánea: La confesión que un incurso en hechos o dichos, contrarios


directa o indirectamente a la fe católica, hace de su propia voluntad al
Santo Oficio de la Inquisición, pidiendo ser absuelto de cualquiera
censuras en que haya incurrido.

Espontanearse: Es hacer una espontánea.

Excomunión lata: La que se impone por el Papa a los inquisidores contra


quien hace lo prohibido u omite lo mandado con expresión de que la
incurra el desobediente, sin necesidad de que después el juez lo
excomulgue.

Expurgatorio: Se suele llamar el libro del catálogo de las obras y papeles


mandados expurgar, y aún de los prohibidos.

Fautoría de herejes: Favorecer la causa de las herejías y de los que las


adoptan y siguen. Los inquisidores atribuyen este crimen a los que no
cumplen sus mandatos, y mucho más a los que contribuyen por medios
directos o indirectos a impedir que se cumplan.

Fuerza: En el sentido jurídico, es lo mismo que violencia de hecho y


contra derecho con que proceden alguna vez los jueces abusando de su
autoridad. V. Recurso de fuerza.

Hábito penitencial: Es el antiguo y verdadero nombre de lo que se llama


sambenito. V. Sambenito, Zamarra y Manteta.

Impediente del Santo Oficio: El que impide o contribuye a que otros


impidan la ejecución de las órdenes de los inquisidores. Se les suele
calificar de fautor de herejes y sospechoso de herejía, con sospecha mayor
o menor, según las circunstancias concurrentes.

160
Hábito Penitencial
Vestimenta que identificaba
a los acusados de herejía
Museo de la Inquisición de Lima
S acroterrorismo: Palabras y Frases Técnicas

Indagatoria: V. Declaración indagatoria.

Índice prohibitorio: V. Expurgatorio.

Información: Es la reunión de algunas declaraciones hechas con


juramento de decir verdad por personas interrogadas judicialmente como
testigos.

Información sumaria: Es la de los testigos interrogados en el principio


del proceso antes de la confesión del reo y de recibirse la causa a prueba.

Inquirir: Es interrogar a testigos sobre los hechos o dichos de que alguno


es denunciado al Santo Oficio. Alguna vez significa solamente informes
reservados por medio del comisario.

Instrucciones: Son las ordenanzas aprobadas por el rey mandadas


observar como leyes particulares del Santo Oficio para su gobierno
interior, formación de procesos y determinación de causas de sus
tribunales.

Judaizante: Judío converso que continuaba practicando las ceremonias


de la ley judaica después de haber abrazado el cristianismo.

Lata: V: Excomunión lata.

Libro de votos: Es en el que se escriben y firman originalmente los votos


de los inquisidores y consultores de provincia, del cual un secretario
saca copia certificada para el proceso. V. Votos.

Limpieza de sangre: Se llama en la Inquisición no descender de judíos,


moros, herejes, ni castigados por el Santo Oficio.

Manteta: Es un lienzo cuadrilongo, en cuya mitad inferior está la


inscripción del nombre, apellidos, oficio y delito del condenado por la
Inquisición, con expresión del año, y en la superior pintadas las llamas,
o un aspa del sambenito, según la calidad de la condenación; y se cuelga
en la iglesia de que fue feligrés el condenado, para perpetuar su infamia.
Alguna vez las mantetas suenan citadas con el nombre de sambenitos,
porque antes se colgaban los originales en cuyo lugar fueron sustituidas
para los templos.

163
En Nombre de Dios

Méritos: Palabra con la cual se suele designar el compendio de un proceso


de Inquisición que se lee por un secretario en el auto de fe, siempre que la
determinación definitiva previene que se lea al reo la sentencia con méritos.

Moniciones: Se llaman en el Santo Oficio las tres amonestaciones que los


inquisidores hacen al reo en las tres primeras audiencias después de
entrar en la cárcel, para que recorra su memoria examinando su
conciencia, y confiese voluntariamente todo cuanto se acuerde haber
hecho u dicho contra la fe, bajo el supuesto de que ninguno es preso sin
preceder pruebas del delito, y que, si confiesa bien y se arrepiente, se
usará el de misericordia, pero sino, se procederá conforme a justicia.

Moriscos: Se designaban con este nombre a los moros bautizados y sus


descendientes.

No-obstancia: Se llama un testimonio que se da en el Santo Oficio a los


que han sido absuelto, o sólo declarados sospechosos, para que puedan
acreditar donde les convenga que el haber estado presos en la Inquisición
y procesados en causas de fe, no les obsta para obtener honores,
beneficios, dignidades y empleos de honor, porque no han incurrido en
la nota y pena de infamia.

Nota teológica: Es la cualidad que los teólogos dicen tener los hechos o
dichos del proceso: censurando que son herejía formal, próximos a herejía,
inducentes a ella, autores de herejía, favorables a ella, erróneos, inductivos
a error, temerarios, escandalosos, ofensivos de oídos piadosos, anti-
cristianos, anti-evangélicos, anti- católicos, etcétera. V. Calificación.

Pena de las temporalidades: Es la que se amenaza y a veces se impone


por el gobierno y sus tribunales superiores a las personas eclesiásticas
que abusan de sus privilegios para desobedecer a los jueces y tribunales
del Rey. Se reduce a expelerlas del territorio, cuyas leyes violan, y ocuparle
sus bienes y rentas por vía de secuestro.

Penitentes ficto: El que ha confesado crímenes y pide reconciliación;


pero los inquisidores creen por conjeturas que no está arrepentidos de
veras, sino por evitar la pena capital.

Plenario: Es el estado del proceso desde que habiendo respondido el reo


a los capítulos de la acusación fiscal, se recibió el pleito a prueba hasta
la sentencia definitiva.

164
S acroterrorismo: Palabras y Frases Técnicas

Posiciones: Son en derecho común las preguntas que el fiscal pone para
que el reo responda, confesando o negando en la materia del proceso
criminal. En la Inquisición hacen veces de tales los artículos del
pedimento de acusación fiscal.

Provocación juicio: V. Demanda de jactancias.

Publicación de testigos: Se llama en el Santo Oficio una copia incompleta


de las declaraciones de los testigos, omitiendo lo que haya declarado en
favor del reo y lo demás que pueda influir al conocimiento de las personas;
sin incluir las deposiciones de los que respondieron no saber nada de lo
que se les preguntó; ni las de aquellos cuya declaración fuese toda
favorable al acusado; ni aun insinuar que hayan sido interrogados más
testigos que aquellos cuyos dichos se copia.

Purgación canónica: V. Compurgación canónica.

Quemadero: Es el lugar donde son quemados los reos condenados a


fuego en persona o en estatua. Regularmente fue cierto campo fuera de la
población.

Question de tormento: Es interrogación hecha por el juez en la tortura. V.


T ormento.

Reconciliación: Es absolución de las censuras en que ha incurrido el


hereje confidente arrepentido.

Recorrección de Registros: Reconocimiento de los registros del tribunal,


para ver si hay escrito algo contra la persona de quien pregunta otro
tribunal.

Recurso de fuerza: Es en la Inquisición el extraordinario al Rey contra el


abuso que los inquisidores hagan de su independencia secreta y de la
inhibición impuesta a los tribunales reales de admitir recurso alguno
contra el de Inquisición. El preso en cárceles secretas no lo puede hacer
porque carece de comunicación; pero algunas veces lo han hecho los
parientes.

Rehabilitación: Es restitución de honra, fama, idoneidad y habilitación


que se gozaba antes de la infamia. Nota; Inhabilidad contraída por
sentencia de Inquisidores.

165
En Nombre de Dios

Relapso: Es el que habiendo sido declarado por hereje formal, o


sospechoso con sospecha vehemente y absuelto de las censuras,
reincidido en los mismos hechos o dichos que antes.

Relajar: Es entregar los inquisidores al juez Real ordinario la persona de


un reo condenado a relajación para que mirándole ya juez real ordinario
como a súbdito suyo, le condene a la pena que las leyes civiles designen
contra los reos del crimen por el cual son relajados.

Relajación: Es la entrega efectiva del reo por parte de los inquisidores al


juez Real ordinario para que le imponga la pena capital conforme a las
leyes civiles; pues los inquisidores no condenan a relajación sino sólo a
los que según dichas leyes civiles deben sufrir pena capital.

Revocante: Se llama el procesado que habiendo confesado los crímenes,


revoca después su confesión, diciendo que no son ciertos aunque lo
confesase y manifiesta el motivo de haberlos confesado contra la verdad.

Registros: Son los libros en que se asientan los nombres y señas de las
personas que los inquisidores de otro tribunal de provincia avisan estar
procesado allí para que se les envié los papeles y notas que haya en el
secreto.

Sambenito: Es el escapulario grande de paño vulgar amarillo que se


pone a los reos herejes o sospechosos de herejía con sospecha vehemente,
y en algún otro caso particular. Hay sambenitos de varias clases explicada
en capítulo segundo.

Secreto: Se llama el archivo de la secretaría de procesos relativos al crimen


de la herejía, y para eso el secretario del Santo Oficio que interviene en
ellos, se denomina secretario del secreto, a diferencia del de secuestros o
de otras comisiones.

Sentencia: V. Votos.

Sobreseer: Es lo mismo que suspender la prosecución del proceso en el


estado que tenga mientras tanto que no sobrevengan motivo de darle
nuevo curso.

Sobrevenir testigos: Es ocurrir nuevas declaraciones contra el reo después


que se le dio publicación de las que había en el proceso; o venir de otros

166
S acroterrorismo: Palabras y Frases Técnicas

tribunales algunas declaraciones que no se habían tenido presentes.


T ambién se dice sobrevenir proceso, cuando, estando un fenecido o
suspenso, se forma otro y se acumulan todos.

Sumaria: Es la reunión de las declaraciones de algunos testigos


interrogados con juramento y secreto sobre los hechos o dichos
contenidos en una declaración.

Sumaria suspensa: Es un proceso en estado de haberse recibido


declaración jurada del delator y testigos, sin pasar adelante, por creerse
que no hay bastante crimen o prueba de él para decretar prisión ni
audiencia de cargo.

Sumario: Es el estado del proceso secreto desde la delación hasta la


acusación fiscal y respuesta del procesado para que se pueda recibir el
pleito a prueba en plenario.

Suprema: Es el renombre con que la Inquisición general de España,


gobernada por el consejo real del establecimiento, se distingue de las
Inquisiciones provinciales puestas al cargo de los inquisidores de
provincia.

Tacha: Es alegación de uno u más hechos por los cuales el derecho


disminuye la fe y crédito que sin esa circunstancia merecería el testigo.

Temporalidades: V. Pena de las T emporalidades.

Testificación: Declaración de un testigo, pero tal vez en el Santo Oficio


significa el conjunto de declaraciones de varios testigos, o la información
sumaria; y así se dice: hay mucha testificación contra Juan.; también, para
significar que hay muchos testigos contra el reo, se dice: Pedro está
suficientemente testificado.

Tormento: Es una mortificación muy grande y capaz de producir


funestísimas consecuencias, como roturas, desconcierto y dislocación
de huesos y miembros del cuerpo, y aun la pérdida de la vida. Son
muchos los modos de dar tormento, que se hallan explicados por varios
autores con láminas demostrativas. El objeto del tormento en la
Inquisición es hacer confesar aquellos que se niegan y se desea probar,
porque hay en el proceso indicios de ser verdad.

167
En Nombre de Dios

Tormento in caput propium: Es el que se da para que el reo declare lo


relativo a su propia causa.

Tormento in caput alienum: Es el que se da para que un preso declare


como testigo sobre los hechos del proceso de otro reo en que se halla
citado como conteste, el cual tormento no se da sino después de haber
examinado al conteste sin efecto por responder este que no sabe nada de
lo que se le pregunta, y formar los inquisidores concepto por conjeturas
de que sabe y niega maliciosamente.

Votos: Se llaman las opiniones de los inquisidores y consultores de


provincia sobre lo que se debe sentenciar en un proceso: los cuales se
remiten al consejo en consulta; y si éste opina lo contrario, manda lo que
se debe hacer; y los inquisidores extienden, firman y pronuncian en
propio nombre sentencia definitiva contra sus propios votos por opinión
ajena.

Zahorí: Se designa con este nombre al que dice ver las cosas ocultas
debajo de tierra, como tesoros escondidos u otros objetos.

Zamarra. Es nombre que alguna vez suena dado al escapulario del


sambenito. V. sambenito.

168
PART E IV

Conquista y
Evangelización
AMÉRICA

“In nomine domini nostri Jesu Christi” Porque, cristianísimos y muy altos
y muy excelentes y muy poderosos príncipes, rey y reina de las Españas
y de las islas de la mar, nuestros señores, este presente año de 1492,
después de Vuestras Altezas haber dado fin a la guerra de los moros que
reinaban en Europa, y haber acabado la guerra en la muy grande ciudad
de Granada, adonde este presente año, a dos días del mes de enero, por
fuerza de armas vide poner las banderas reales de Vuestras Altezas en
las torres de Alfambra, que es la fortaleza de la dicha ciudad, y vide salir
al rey moro a las puertas de la ciudad, y besar las reales manos de
Vuestras Altezas y del príncipe, mi señor, y luego en aquel presente mes,
por la información que yo había dado a Vuestras Altezas de las tierras
de la India y de un príncipe que es llamado Gran Khan, que quiere decir
en nuestro romance Rey de los Reyes (como muchas veces él y sus
antecesores habían enviado a Roma a pedir doctores en nuestra sancta
fe porque le enseñasen en ella, y que nunca el Sancto Padre le había
proveído y se perdían tantos pueblos, cayendo en idolatrías e recibiendo
en sí sectas de perdición); y Vuestras Altezas, como católicos, cristianos
y príncipes, amadores de la sancta fe cristiana y acrecentadores della, y
enemigos de la secta de Mahoma y de todas idolatrías y herejías, pensaron
de enviarme a mí, Cristóbal Colón, a las dichas partidas de India para
ver los dichos príncipes y los pueblos y las tierras y la disposición dellas
y de todo, y la manera que pudiere tener para la conversión dellas a
nuestra sancta fe; y ordenaron que yo no fuese por tierra al Oriente, por
donde se acostumbra de andar, salvo por el camino de Occidente, por
donde hasta hoy no sabemos por cierta fe que haya pasado nadie”.
“Así que, después de haber echado fuera todo los judíos de todos
vuestros reinos y señoríos, en el mismo mes de enero mandaron Vuestras
Altezas a mí, que con armada suficiente de fuese a las dichas partidas de
India, y para ello me hicieron grandes mercedes y me ennoblecieron, que
donde en adelante yo me llamase Don y fuese almirante mayor de la mar
Océana y visorrey e gobernador perpetuo de toda las islas y tierra firme
que yo descubriese y ganase, y de aquí en adelante se descubriesen y
ganasen en la mar Océana, y así sucediese mi hijo mayor, y a él así de
grado en grado, para siempre jamás, y partí yo de la ciudad de Granada,

171
En Nombre de Dios

a 12 días del mes de mayo del mismo año de 1492, en sábado, y vine a la
villa de Palos, que es puerto de mar, adonde yo armé tres navíos muy
aptos para semejante fecho, y partí del dicho puerto muy bastecido de
muchos mantenimientos y de mucha gente de la mar a tres días del mes
de agosto del dicho año, en un viernes, antes de la salida del sol...” (Fray
Bartolomé de Las Casas, Historia de Las Indias I, Capítulo XXXV).
A juzgar por estas palabras que escribiese Cristóbal Colón a guisa de
prólogo en el libro de sus navegaciones, el viaje que emprendiera hacia
el Oriente, bajo el patrocinio de los reyes católicos de España, tenía como
finalidad la conquista y evangelización de todas las tierras que se
descubriesen. Los reyes quisieron ser magnánimos con su súbdito, el
nuevo Almirante, y de antemano lo designaron virrey y gobernador
vitalicio de todo lo que aún se desconocía, decididos a hacerle frente
otras culturas, pueblos y religiones; “In nomine domini nostri Jesu Christi”,
el Almirante emprende su larga travesía.
Antes de continuar, es preciso aclarar que no es nuestro interés
incrementar la literatura histórica que se ha ocupado de narrar los
pormenores del descubrimiento de las Indias Occidentales. Sólo
analizaremos las motivaciones verdaderas de la evangelización y
conquista del nuevo mundo, y sus efectos.
El marino Cristóbal Colón, junto con toda su flotilla, se extravía y
como es bien sabido, llega al Nuevo Mundo, no sin antes haber superado
un sinnúmero de dificultades. Después de algún tiempo, descubre que
no ha arribado a India, y muchos menos a Catay (China). Atraído por la
exuberancia del medio ambiente y los numerosos agasajos que le ofrecían
los nativos, decide, como se había previsto, anexar definitivamente las
nuevas tierras a la corona española. De marinos mercantes militarizados,
los recién llegados se convierten en hidalgos conquistadores.
“El almirante, delante de los dos capitanes y de Rodrigo de Escobedo,
escribano de toda la armada, y de Rodrigo Sánchez de Segovia, veedor
della, y de toda la gente cristiana que consigo llevaba, saltó en tierra, dijo
que le diesen, por fe y testimonio, como él por ante todos tomaba, como
de hecho tomó posesión de la dicha isla, a la cual ponía nombre Sanct
Salvador, por el rey e por la reina, sus señores...” ( Fray Bartolomé de Las
Casas, Historia de Las Indias I, Capítulo XXXV).
La generosa hospitalidad de los nativos y la sencillez de sus modales,
creaba un ambiente de festividad y bienvenida al recibir a los extraños
visitantes que momentos antes habían concluido un ritual totalmente
desconocido. Nunca imaginaron que el despliegue de banderas y
discursos los convertiría en un futuro muy cercano en “fieles tributarios
y propiedad de la corona española”.

172
Conquista y Evangelización: América

Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, “Las Indias”, los grandes


doctores de la iglesia enfrentaron un grave problema teológico. ¿Cómo
habría de clasificarse a sus moradores? ¿T endrían alma o no?. Como
realmente eran idólatras, y por lo tanto pecadores, la identidad de estos
extraños personajes era un verdadero dilema. ¿Eran seres humanos o
animales? ¿Cuándo y cómo aparecieron en este mundo?. Como era de
esperarse, todas estas discusiones se llevaron a cabo a la luz de la Biblia
y muy pronto se llegó a insólitas y extravagantes conclusiones: Los
habitantes del Nuevo Mundo eran descendientes de Caín el fratricida,
descendían de algún miserable que había sido maldecido por algún
sabio y piadoso profeta, o en el mejor de los casos, como afirmaba el
sabio español Arias Montaño, “Los aborígenes de América descendían
de Ophis y Jobal, bisnietos de Noé, que habían emigrado a este continente”.
Sin embargo, los indios, que a partir del descubrimiento comenzaron
a llamarse así debido a su parecido corpóreo con los habitantes de la
India, tenían un concepto de sí mismos muy parecido al que poseían los
conquistadores cristianos de sus personas, lo que queda confirmado en
una conversación registrada por el fraile Bartolomé de Las Casas,
sostenida entre el Almirante Colón y un indígena que se le acercó
mientras aquél asistía a una misa que se estaba celebrando en tierra: “En
7 de julio, salió el Almirante a tierra por oír misa, y estándola oyendo,
llegó un cacique o señor viejo, que parecía ser señor de toda aquella
tierra o provincia, el cual, mirando todos aquellos actos y ceremonias
que el sacerdote hacía y las señales de adoración y reverencia y humildad
que los cristianos mostraban, viendo dar la paz al Almirante y las
reverencias por los que le servían y también por la autoridad de su
persona, conoció que debía ser aquél la persona a quien los demás
obedecían, y ofreciéndole una calabaza de las que llaman hibueras por
aquellas islas, que sirven de escudillas, llena de cierta fruta de la tierra,
asentóse cabe el Almirante en coclillas, porque así era la manera de
asentar cuando no tenían los dihos, que eran unas bajas sillas, y comenzó
a hacer este razonamiento: T ú has venido con gran poder a estas tierras
que nunca tú antes viste, y con tu venida en todos los pueblos y gentes
dellas has puesto gran temor; hagote saber que, según lo que acá decimos,
dos lugares hay en la otra vida dónde van las ánimas de los cuerpos
salidas, uno malo y lleno de tinieblas, guardado para los que turban y
hacen mal al linaje de los hombres: otro lugar es alegre y bueno, donde se
han de aposentar los que, mientras acá vivieren, aman la paz y quietud
de las gentes; y por tanto, si tú sientes que has de morir y que cada uno,
según lo que acá hiciere, a culla le debe de responder el premio, no harás
mal ni daño a quien contra ti mal o daño no cometiere; y esto que aquí

173
En Nombre de Dios

habéis hecho es muy bueno, porque me parece que es manera de dar


gracias a Dios. Añadió dizque también, como había estado en la isla
Española y en la de Jamaica, y que había ido la isla abajo de Cuba y que
el señor de aquella parte andaba como sacerdote vestido. T odo esto
entendió el Almirante, según le pudieron interpretar los indios que desta
isla llevaba, mayormente Diego Colón, que había llevado y tornado de
Castilla. Maravillado el Almirante de tan prudente oración del indio
viejo, más alta, cierto, que la que pudiera orar un filósofo gentil, sin fe,
muy estudioso en filosofía, respondiéndole que de muchos días atrás
tenía lo que había dicho bien entendido, conviene a saber, la anima vivir
para siempre después desta vida, y las malas ir a mal lugar, que se llama
infierno, y las buenas a bueno, que los cristianos nombraban Paraíso...
No es de maravillar que aquel viejo dijese al Almirante tales cosas de la
otra vida, porque comúnmente todos los indios destas Indias tienen
opinión de las almas no morir, mayormente aquellos de Cuba” (Fray
Bartolomé de Las Casas, Historia de Las Indias I, Capítulo XCVI).
Resulta verdaderamente paradójico que, aunque las coincidencias
teológicas con los conquistadores eran más que las insondables
diferencias, los indios fueron considerados idólatras. Sin embargo, no
se oponían cuando ellos, con gran ingenuidad y reverencias, los adoraban
considerándoles seres celestiales, habitantes de un mundo espiritual
superior.
Fue en el segundo viaje de Colón cuando la conquista y
evangelización del Nuevo Mundo comenzó de manera sistemática e
irreversible, seguramente inspirados en las palabras de Jesucristo: Euntes
in mundum universum praedicate evangeliumomni creaturae. Qui crediderit et
batizatus fuerit, saluus erit, qui vero non crediderit, condemnabitur. “Id al
mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación. El que creyere
y fuere bautizado se salvará; más el que no creyere, será condenado”
(Mateo 16.15,16).
“Fue a fines de noviembre de 1543, cuando el Almirante volvió a ella
en su segundo viaje. Colón volvía con diecisiete buques, catorce carabelas
y tres naos de gavia, más de 1300 hombres, de los cuales mil iban con
sueldos de los reyes y los restantes eran voluntarios con ese viaje, pues
nacía el imperio español” (Juan Bosch, De Cristóbal Colón a Fidel Castro).
La violencia es una dinamo que genera más violencia. La fuerza
coercitiva utilizada por los conquistadores evangelistas en su misión
redentora, entraba en contradicción con las enseñanzas más elementales
de su propia religión: “Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5.7). “Bienaventurados los
pacíficos, porque hijos de Dios serán llamados” (Mateo 5.9).

174
Conquista y Evangelización: América

No hay duda de que lo más admirable de los cristianos era la fe que


tenían en sus creencias. De ser preciso, estaban dispuestos a ser
sacrificados con tal de permanecer fieles a su religión. Sin embargo, los
tiempos cambiaron al igual que la posición, y en la medida que fueron
afianzando su poder e influencia, fueron capaces de sacrificar a
cualquiera que consideraran necesario. De esta manera los sacrificios
continuaron, pero cambió la mentalidad.
“Anduvo el Almirante por gran parte de toda la isla, haciendo guerra
cruel a todos los reyes y pueblos que no le venían a obedecer, nueve o
diez meses, y como él mismo en cartas diversas que escribió a los reyes y
otras personas dice. En los cuales días o meses grandísimos estragos o
matanza de gentes y despoblaciones de pueblos se hicieron, (en especial
en el reino de Caonabo, por ser sus hermanos tan valientes), y porque
todos los indios probaron todas sus fuerzas para ver si pudieran echar
de sus tierras a gente tan nociva y cruel, y que totalmente vian que sin
causa ni razón ni sin haberlos ofendido, que los despojaban de sus
reinos y tierra y libertad y de sus mujeres e hijos y de sus vidas y natural
ser; pero como se viesen cada día tan cruel e inhumanamente perecer,
alcanzados tan fácilmente por los caballos y alanceados en un credo
tantos, hechos pedazos con las espadas, cortados por medio, comidos y
desgarrados por los perros, quemados muchos de ellos vivos y padecer
todas maneras exquisitas de inmisericordia e impiedad” (Fray Bartolomé
de Las Casas, Historia de Las India I, c.v).
Cristóbal Colón, el virrey vitalicio de las Indias, dispone civilizar a
los salvajes que se habían insubordinado en contra de sus benefactores,
los reyes católicos Isabel y Fernando, y se efectúa el exterminio sistemático
de los inadaptados y la “santa pacificación” de los sobrevivientes.
Suponemos que las instrucciones de Jesús, así como las leyes y los
profetas, tuvieron que ser transgredidas para “beneficio de la
evangelización”: “Y así, haced vosotros con los demás hombres todo lo
que deseáis que hagan con vosotros, porque ésta es la suma de la ley y
los profetas” (Mateo 7.12).
El misionero dominico español Fray Bartolomé de Las Casas
emprende con denuedo la defensa de la “nueva raza”. Su piedad por los
indios se interpuso a los excesos, haciendo arreglos para que la vida
miserable a la que éstos se vieron sometidos resultara más llevadera. Los
historiadores coincidían en que la intervención del Padre de Las Casas
ayudó a retardar el exterminio de los indígenas. El Vizconde de
Chateaubriand, elocuente escritor francés (1768-1848), comenta sobre el
empeño de Las Casas, en su aclamado obra El Genio del Cristianismo:

175
En Nombre de Dios

“Esto fue todo lo que, por aquel entonces, pudo obtener el celo de Las
Casas, en favor de los indios. La imposibilidad de hacer progresar las
colonias, á menos que los colones españoles pudiesen obligar á los
americanos al trabajo, era una objeción incontestable, á la ejecución de
su plan de libertad. Para obviar este obstáculo, de Las Casas, propuso
comprar en los establecimientos de los portugueses en la costa de Africa
un número suficiente de negros para transportarlos á América, donde se
les emplearía como esclavos en el trabajo de las minas y en el cultivo del
suelo. Las primeras ventajas que los portugueses habían sacado de sus
descubrimientos en Africa, les habían sido procuradas por la venta de
esclavos. Muchas circunstancias concurrían para hacer revivir este
odioso comercio, abolido después de mucho tiempo en Europa, y tan
contrario á los sentimientos de la humanidad como á los principios de
la religión. Ya en el año 1503 se había enviado á América un pequeño
número de esclavos negros. En 1511 Fernando había permitido que se
llevasen en mayor número. Vióse que esa especie de hombres eran más
robustos que los americanos, más capaces de resistir una gran fatiga y
más pacientes bajo el yugo de la servidumbre. Calculóse que el trabajo
de un negro equivalía al de cuatro americanos. El Cardenal Jiménez
había sido instado para que permitiese y alentase este comercio,
proposición que había rechazado con firmeza, porque había
comprendido cuán injusto era reducir una raza de hombres á la
esclavitud, mientras se escogitaban los medios de devolver la libertad á
otra. Pero, Las Casas, inconsecuente como lo son todos los espíritus que
se encariñan con impetuosidad obstinada con una opinión favorita, era
incapaz de hacer semejante reflexión. En tanto que combatía con
extraordinario calor por la libertad de los habitantes del nuevo mundo,
trabajaba para hacer esclavos los de otra región; y en el calor de su celo,
por salvar á los americanos del yugo, sentaba sin escrúpulos que era
justo y útil imponer uno más pesado á los africanos. Desgraciadamente
para estos últimos el plan de, de Las Casas, fué adoptado”.
La primera etapa de conquista y evangelización del Nuevo Mundo
se efectuó sin la ayuda del Santo Oficio de la Inquisición, pero los castigos
que ésta utilizaba fueron aplicados, claro está, sin ningún juicio. Fue
más tarde cuando comenzaron las tramitaciones para establecer la Santa
Inquisición en el Nuevo Mundo, siendo el mismo y virtuosísimo Las
Casas, el primero en hacer la petición formal al Inquisidor General, el
Cardenal Cisneros: “Y asimismo suplico a Vuestra Reverendísima
Señoría... que mande enviar a aquellas islas de Indias la Santa Inquisición,
de la cual creo yo que hay muy gran necesidad porque donde nuevamente
se ha de plantear la fe, como en aquellas tierras, hay quizás quien siembre

176
Conquista y Evangelización: América

alguna pésima cizaña de herejía, pues ya allá se han hallado y han


quemado dos herejes, y por ventura quedan más de catorce; y aquellos
Indios, como son gentes simples y que luego creen, podría ser que alguna
maligna y diabólica persona los trajese a su dañada doctrina y hierética
pravedad, porque puede ser que muchos herejes se hayan huido de
estos reinos y pensando salvarse, se hubiesen pasado allá. Y la persona
a quien tal cargo Vuestra Reverendísima Señoría diere, sea muy cristiana
y celosa de nuestra fe y a quien allá no puedan con barras de oro cegar”
(B. De Las Casas, Memorial de Remedios para Las Indias, 1516).
Aunque la petición de Bartolomé de Las Casas no prosperó en aquel
entonces, dos años después, el 7 de enero de 1519, se ratificaba el
nombramiento de Alonso Manso y Pedro de Córdoba como Inquisidores
en Las Indias. De esta manera, el fuego sagrado del Santo Oficio hizo su
aparición para ofrecer su calor al Nuevo Mundo.
“S ensu stricto, los indios, en cuanto bautizados, quedaban sometidos
a la estrecha vigilancia de la Inquisición, al igual que los cristianos
nuevos y viejos. Pero, de hecho, son muy contados los casos en que el
Santo Oficio los persiguió” (Carlos Esteban Deive, Heterodoxia e Inquisición
en S anto Domingo). Y entre éstos, el citado autor menciona el proceso
contra el cacique de T ezcolo, Carlos Chichimecateolt, quien fuera relajado
al brazo secular por hereje dogmatizador.
Algo que siempre horrorizó a los conquistadores evangelistas fue el
hecho de que algunas tribus practicaran el canibalismo, como fue el
caso de los Caribes y otros salvajes, así como los sacrificios humanos
ofrecidos por otras culturas indígenas a sus temibles dioses: “Parte de la
eficacia guerrera de éstos se perdía por su empeño en apresar vivos a los
españoles para ofrendarlos en la piedra de los sacrificios al dios
Huitzilopoxtli, y ciertamente muchos de ellos encontraron allí la muerte...”
(Manuel Rodríguez Lapuente, Historia de Iberoamérica).
En la obra titulada Historia de la Iglesia en la América Española, de León
Lopetegui y Félix Zubillaga, se ofrece una descripción un poco más
detallada: “Los sacrificios humanos se ejecutaban generalmente teniendo
a la víctima de espaldas sobre un pilón o piedra y agujereándole el
pecho con un cuchillo de pedernal hasta arrancarle el corazón
palpitante...”.
Sin embargo, los conquistadores y evangelistas también sacrificaron
ante sus deidades a miles de indígenas que se negaron a rendirse
incondicionalmente a la corona de España, así como a la nueva y
“verdadera religión”:
“Cuando entró el Inca con su escolta, la plaza se llenó totalmente.
Entonces se adelantó a recibirlo Fray Vicente Valverde, llevando en la

177
En Nombre de Dios

mano un crucifijo y en la otra un misal, e hizo que Felipillo le trajera el


requerimiento en que se exigía que acatara la autoridad del Rey de
España. Atahualpa le pidió el misal y después de observarlo lo arrojó al
suelo. ¡El evangelio en tierra!, gritó Fray Vicente. ¡Venganza, Cristianos!,
¡Santiago y a ellos!, fue la contestación a la llamada del Fraile, y los
españoles se precipitaron sobre la masa indígena.
Las armas de fuego disparaban desde los edificios mientras la
caballería abría brecha entre los desprevenidos guardias del Inca, y la
infantería daba tajos a diestra y siniestra.
Atahualpa cayó prisionero inmediatamente; los nobles orejones que
permanecieron junto a él perecieron y los soldados que pudieron huyeron
poseídos de puro pánico. El grueso del ejército, al ver huir a la guardia,
se contagió de su terror y emprendió también la fuga. En la plaza
quedaron los cadáveres de dos o tres mil hombres aquella noche” (Manuel
Rodríguez la Puente, Historia de Iberoamérica).
La evangelización se fue imponiendo por la fuerza de las armas y no
por la persuasión espiritual. A medida que los indígenas se convertían a
la nueva fe y escuchaban las historias sagradas de la Biblia acerca de los
antiguos reyes y los santos profetas, no encontraron mucha diferencia
entre las barbaries cometidas en los tiempos bíblicos y los salvajismos
llevados a cabo por ellos y sus antepasados en el nombre de sus
sanguinarios dioses:
“Y los hijos de Israel llevaron cautivas a las mujeres de los madianitas,
a sus niños y a todas sus bestias y todos sus ganados, y arrebataron
todos sus bienes e incendiaron todas sus ciudades, aldeas y habitaciones.
Y tomaron todo el despojo, todo el botín, así de hombres como de bestias.
Y trajeron a Moisés y al sacerdote Eleazar, y a la congregación de los
hijos de Israel, los cautivos y el botín y los despojos al campamento, en
los llanos de Moab, que están junto al Jordán frente a Jericó. Y salió
Moisés y el sacerdote Eleazar, y todos los príncipes de la congregación,
a recibirlo, fuera del campamento. Y se enojo Moisés contra los capitanes
del ejército, contra los jefes de millares y de centenas que volvían de la
guerra, y les dijo Moisés: ¿Por qué habéis dejado con vida a todas las
mujeres?. He aquí, por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los
hijos de Israel prevaricasen contra Jehová en lo tocante a Baal-peor, por lo
que hubo mortandad en la congregación de Jehová. Matad, pues, ahora
a todos los varones de entre los niños. Matad también a toda mujer que
haya conocido varón carnalmente. Pero a todas las niñas entre las mujeres
que no hayan conocido varón, las dejaréis con vida” (Números 31.9-18).
En casi todas las culturas indígenas era costumbre la dote
matrimonial, y en esto también encontraron similitud con la antigua

178
Conquista y Evangelización: América

tradición bíblica, aunque puede apreciarse una gran diferencia en las


ofrendas: “Saúl dijo: decid así a David: el rey no desea la dote, sino cien
prepucios de filisteos para que sea tomada venganza de los enemigos
del rey... se levantó David y se fue con su gente y mató a doscientos
hombres de los filisteos; y trajo David los prepucios de ellos y los entregó
todos al rey, a fin de hacerse yerno del rey. Y Saúl le dio su hija Mical por
mujer” (1 S amuel 18.25-27).
Se acusó a los indígenas de ser salvajes y despiadados porque
asesinaban a jóvenes guerreros y doncellas para ofrendarlos a sus ídolos,
en aras de apaciguar la ira de éstos y liberarse así del terrible castigo que
merecían por sus pecados. Aunque estas ceremonias y rituales eran
verdaderamente impresionantes, las narraciones bíblicas, y en especial
el poder de los profetas, no dejaba de asombrarlos. Cuando los indígenas
recordaban las hazañas de sus antepasados, los cristianos les narraban
los prodigios de sus profetas con el propósito de intimidarlos; pero, en
verdad lo único que lograban era igualarlos en barbarie e intolerancia:
“Después, el profeta Eliseo, subió allí a Bet-el; y subiendo por el camino,
salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo:
¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube!. Y mirando él atrás, los vio y los maldijo en el
nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de
ellos a cuarenta y dos muchachos” (2 Reyes 2.23,24).
En cuanto a la idolatría, es innegable que los indígenas eran idólatras.
Su forma de adoración estaba diversificada, y por eso se les consideraba
politeístas, aunque por lo general aceptaban una deidad principal en su
panteón. Por las ofrendas que hacían y la idea que tenían de un dios
vengador, no hay duda de que su adoración estaba en la modalidad de
la ignorancia. Sin embargo, algunos historiadores y expertos en teísmo
comparado, han encontrado similitud entre las dos culturas que se
enfrentaban, una por conquistar a la otra, y la otra por sobrevivir... “Y
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta; y cuando
alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce y
vivía” (Números 4.6-8).
Salvador Freixedo, quien durante treinta años perteneciera a la orden
de los jesuitas, y autor de numerosos libros, entre ellos el célebre Mi
iglesia Duerme, en su obra titulada El Cristianismo, un Mito Más, afirma:
“Es triste reconocerlo, pero la cruda verdad es que los españoles no
sólo llevamos a América las cosas buenas de nuestra cultura, sino que
también con ellas llevamos nuestra intolerancia religiosa y la falta de
respeto que la Iglesia nos había enseñado hacia las maneras diferentes
de pensar y de creer de otros. En una esquina del Parque Central de
México, escondida entre altos edificios, hay una pequeña iglesia en la

179
En Nombre de Dios

que se puede ver todavía hoy una lápida que recuerda que allí estaba el
“quemadero” de la Inquisición y la picota o poste donde se exponían las
cabezas de los ajusticiados. Porque las hogueras y las horcas para los
herejes, eran parte de nuestra cultura”.
“El primer auto de fe en México, con quema de herejes incluida, fue
tan pronto como en 1574. Los horrores que en este país cometieron los
verdugos de la Inquisición torturando las carnes de pobres mujeres
inocentes, fueron tan crueles como los que dos siglos antes habían
cometido estas mismas eclesiásticas bestias en Europa. Allí eran brujas,
en México y en toda América eran judíos y herejes”.
“Y en ambos se distinguieron los Reverendos Padres Dominicos,
que en vez de pasar a la historia como la Orden de Predicadores, podrían
pasar igualmente como la Orden de T orturadores, por los muchos
tormentos que santificaron con su presencia y con sus interrogatorios”.
Cabría preguntar si en algún momento estos religiosos e históricos
personajes recordaron las palabras de Jesús, que con tanto celo defendían
e imponían: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el
juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con qué medís,
os será medido” (Mateo 7.1,2).

180
LA ANTORCHA QUE
PRETENDIÓ ILUMINAR EL DÍA

La India tampoco escapó a la ambición de los conquistadores. La corona


portuguesa también quiso expandir sus dominios, y sus súbditos,
motivados por el espíritu imperialista de la época, como buenos
navegantes se hicieron a la mar. El sombrío almirante Vasco de Gama
tuvo la responsabilidad de dirigir el primer intento de colonización:
“Bartolomé Días inspeccionó el equipo de la primera flota prevista
que se componía de tres navíos y una gran nave. El Sao Gabriel aforaba
ciento veinte toneladas, y otro tanto el Sao Rafael, por sólo cincuenta el
berrio Sao Miguel, y doscientas el transporte. T odos eran de una
construcción particularmente cuidada... La tripulación la formaban unos
doscientos hombres de distintas clases, incluidos una docena de
condenados a muerte, sacados de la prisión para las misiones
individuales más peligrosas. En cuanto al mando, el rey lo había
reservado a Esteban de Gama; pero éste último murió antes de la partida
y su hijo Vasco le sucedió” (Jean Amsler, Historia Universal de Las
Exploraciones).
Después de una larga y agitada travesía, Vasco de Gama y su gente
arriba a Calicut, India, manteniendo una actitud más de mercaderes que
de conquistadores. Querían ganarse la confianza de los hindúes para
tenerlos como aliados en contra de los musulmanes; sin embargo, este
primer encuentro no les resultó como esperaban y prácticamente tuvieron
que salir huyendo.
“Finalmente Vasco debió abandonar en Santiago (Islas de Cabo Verde)
su navío, muy probado por las tempestades, y con una carabela de
alquiler alcanzar la tercera de Azores, desde donde se dirigió a Lisboa.
Se le hizo Almirante de las Indias y se le colmó de privilegios financieros.
El rey se adjudicó el sonoro titulo de: Señor de la conquista, navegación
y comercio de Etiopía, Arabia, Persia e India”. (Jean Amsler, Historia
Universal de Las Exploraciones).
No queremos hacer una descripción detallada de la colonización
portuguesa, pero a grandes rasgos podemos decir que el método de
conquista utilizado no fue muy diferente al de los españoles, ingleses,
En Nombre de Dios

franceses, y todos aquellos pueblos bárbaros que con ínfulas de


superioridad cultural se propusieron exterminar civilizaciones enteras,
aunque ellos mismos estaban en franca decadencia.
La evangelización de la India fue un fracaso. Ni siquiera la férrea
espada del Islam pudo doblegar su fe. A fines de siglo XVII, la pérdida de
la influencia portuguesa en la India hizo que se modificará la división
eclesiástica, creándose nuevos vicariatos apostólicos a pesar de la
oposición portuguesa. Los arzobispos de Goa, mantuvieron sus
prerrogativas, con 1o cual crearon numerosos conflictos jurisdiccionales.
La obra evangelizadora, con varios altibajos, se mantuvo hasta la
segunda mitad del siglo XVIII. En esta época, también se abatió sobre la
India la decadencia que pesó sobre la casi totalidad de las misiones.
El número de cristianos de la India, que ya llegaba al millón, se redujo
considerablemente. A principios del siglo XIX se inició el gran
resurgimiento misionero que también afectó a India. Gregorio XVI creó
varios vicariatos apostólicos que confió a diversas órdenes religiosas.
En 1834 y 1835 se establecieron los vicariatos de Ceilán, Sirdhana, y
Bengala, y en 1836 los de Pondichery y Madrás, al mismo tiempo que se
restablecían antiguos vicariatos. Los portugueses protestaron, lo cual
obligó al Papa a publicar, en 1838, el Breve Multa Praeclare, que suspendía
la jurisdicción de los obispos portugueses sobre los territorios atribuidos
a los vicarios apostólicos. Los portugueses no se sometieron, pasando a
adoptar una actitud cismática. (Enciclopedia Católica, vo. India).
T ambién se lamentaron los cristianos de su fracaso en China, Japón
y otras naciones del Continente Asiático. En su obra El Protestantismo
Comparado con el Catolicismo en sus Relaciones con la Civilización Europea,
el filósofo español Jaime Balmes dice:
“Volved los ojos al Oriente, allí donde las armas europeas no han
alcanzado una prepotencia decisiva, y ved lo que sucede; los pueblos
yacen aún sometidos a religiones falsas; el cristianismo no ha podido
abrirse paso; y si bien los misioneros católicos han logrado fundar
algunos establecimientos más o menos considerables, la semilla preciosa
no ha prendido bastante en la tierra para producir los frutos ansiados
con tan ardiente caridad y procurados con tan irónico celo. De vez en
cuando los rayos de la luz han penetrado hasta el corazón de los grandes
imperios del Japón y de la China; momentos han habido en que podían
considerarse halagüeñas esperanzas; pero esas esperanzas se disiparon;
la ráfaga de luz desapareció como una brillante exhalación en las
profundidades de un cielo tenebroso”.
Con el derecho que le otorga su propia opinión, la cual sustenta su
modus vivendi, Balmes no puede ser más frívolo ni superficial cuando
declara que las religiones de las culturas más antiguas son falsas.

182
Conquista y Evangelización del Nuevo Mundo: La Antorcha

Los cristianos que invadieron la India estaban divididos en distintas


sectas y sus rivalidades religiosas opacaban más aún sus proposiciones
religiosas, que comparadas con las profundas enseñanzas de los Vedas,
las escrituras sagradas más antiguas del mundo, apenas llegaban a los
primeros niveles del teísmo puro.
En La Enciclopedia Católica, Página 414, al final del artículo dedicado
a India, encontramos algo así como una nota de protesta, que los grandes
señores acostumbraban elevar para manifestar su inconformidad: “La
obra misionera protestante fue mayor con el dominio directo de la India
por la corona inglesa, pues la compañía inglesa obstruyó la labor
misionera. T ambién se instalaron en la India misiones protestantes,
alemanas y norteamericanas” (Enciclopedia Católica, vo. India).
La humanidad tiene sus historias. Unas se conocen, otras se dan a
conocer y otras están por conocerse. Los tiempos cambian, pero no las
ambiciones. El alma condicionada, apegada a este mundo temporal,
quiere vivir en él permanente, no importa lo que le pueda costar o lo que
pueda costarle a otros.
Lo más importante es poder disfrutar plenamente de la vida, sin
pensar en la muerte. Así, el Karma, la ley de causa y efecto, fuente
generadora de reacciones, cautiva el alma ilusionada que sufre debido a
su ignorancia. No todo concluye cuando el cuerpo muere. El alma que
abandona este mundo sin trascenderlo, es forzada a aceptar otro cuerpo
material para continuar sus experiencias sensoriales: comer, dormir, tener
relaciones sexuales y defenderse. De no ser así, ¿Por qué se repite la
historia constantemente?. Cambian los escenarios, los idiomas, las
culturas y religiones, y pareciera que nuevos sucesos acontecerán sobre
la faz de la tierra; pero “no hay nada nuevo bajo el sol”. Nacimiento,
enfermedad, vejez y muerte: este es el ciclo vicioso de la existencia material.
Es por esto que los maestros espirituales santos nos imparten el verdadero
conocimiento trascendental, que comienza por comprender que no somos
estos cuerpos en los cuales moramos apenas temporalmente, y que la
meta de esta vida condicionada es procurar la purificación de la existencia
misma, a través del servicio desinteresado y amoroso al Supremo Señor.
Cuando trataron de evangelizar a India, los conquistadores tuvieron
que confrontar su religiosidad y conocimientos con la sabiduría y
devoción de los antiguos. Incapaces de apreciar lo que no querían,
cometieron la vulgaridad de interpretar las enseñanzas védicas y en su
incultura, llegaron a la conclusión de que los habitantes de India eran
politeístas idólatras. Y hasta hoy día se ha querido mantener en Occidente
esta creencia errada.

183
En Nombre de Dios

Pero gracias a S rila Prabhupada Bhaktivedanta, quien arribara a


Occidente hace veinte años y fundara su trascendental Movimiento
Internacional para la Conciencia de Krishna, se llega a saber la verdad acerca
de la religión más antigua del mundo.
Si bien es cierto que en los Vedas se describen las distintas modalidades
de adoración, también es indiscutible que se señala cuál es el nivel más
elevado, e invita a todos a rendirse en devoción y alcanzarlo por la
misericordia sin causa.
En el S rimad Bhagavatam, considerado como el fruto maduro del árbol
del conocimiento védico, el cual fue traducido del sánscrito original a
las lenguas modernas por S rila Prabhupada, se declara: “En las escrituras
reveladas, el objeto del conocimiento es S ri Krishna, la Suprema
Personalidad de Dios. El propósito de ejecutar sacrificio es complacerlo
a Él. El yoga es para comprenderlo a Él. T odas las actividades fruitivas
son, en fin de cuentas recompensadas únicamente por Él. Él es el
conocimiento supremo y todas las austeridades severas se realizan para
conocerlo a Él. La religión (dharma) consiste en prestarle servicio amoroso
a Él. Él es la meta suprema de la vida” (S rimad Bhagavatam, Primer Canto,
Capítulo II, Texto 29).
Estos slokas o versos hablan de Dios como la Personalidad Suprema
de la cual todo emana. En el Bhagavad-gita, Él instruye a su amigo y
discípulo Arjuna y le enseña a diferenciar entre la naturaleza divina y la
demoníaca. Y así como a los cristianos se les dijo a fructibus eorum
cognoscetis eos, “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7.16), al pueblo
hindú no le fue muy difícil reconocer el nivel de teísmo de aquellos que
pretendían imponer su religión como única y verdadera. Sus barbaries
lo decían todo.
“La ausencia de temor, la purificación de la existencia propia, el
cultivo del conocimiento espiritual, la caridad, el autocontrol, la ejecución
de sacrificios, el estudio de los Vedas, la austeridad y la sencillez; la no
violencia, la tranquilidad, la veracidad, el estar libre de ira; la
renunciación, la aversión a buscar defectos en los demás, la compasión
y la ausencia de codicia; la mansedumbre, la modestia y la firme
determinación; el vigor, la indulgencia, la fortaleza, la limpieza, la carencia
de envidia y de pasión por el honor”. El Supremo Señor dijo que todas
estas cualidades trascendentales se manifiestan en un hombre dotado
de una naturaleza virtuosa y divina. (Bhagavad-gita 16.1-3).
A pesar de que estas enseñanzas fueron impartidas hace miles de
años, no han perdido su vigencia. Las cualidades antes descritas nos
sirven de parámetro para saber en qué nivel de realización espiritual
nos encontramos.

184
Conquista y Evangelización del Nuevo Mundo: La Antorcha

“La arrogancia, el orgullo, la ira, el engreimiento, la aspereza y la


ignorancia; estas cualidades pertenecen a aquellos de naturaleza
demoníaca, ¡Oh hijo de Pritha!” (Bhagavad-gita 16.4).
“Aquellos que son demoníacos no saben lo que se debe hacer y lo que
no se debe hacer. En ellos no hay limpieza, ni comportamiento correcto,
ni verdad... siguiendo tales conclusiones, los demoníacos, quienes están
totalmente perdidos y desprovistos de inteligencia, se ocupan en obras
perjudiciales y horribles, destinadas a destruir el mundo. Refugiándose
en la lujuria, el orgullo y el falso prestigio, y encontrándose así
ilusionados, siempre están entregados a trabajos sucios, atraídos por lo
temporal” (Bhagavad-gita 16.7,9,10).
S ri Krishna nos advierte del peligro en que se encuentra un alma
condicionada: “La lujuria, la ira y la codicia, son las tres puertas suicidas
que conducen al infierno. Por lo tanto, deben ser abandonadas por
completo” (Bhagavad-gita 16.21).

185
PART E V

Dios y
Hombre Verdadero
DIOS Y HOMBRE VERDADERO

DISCÍPULO: Jesús de Nazareth ha sido, sin lugar a dudas, uno de los


personajes más controversiales de los últimos tiempos. Las diversas
opiniones acerca de su verdadera identidad han generado numerosas
polémicas que no siempre se han limitado a simples antagonismos
teológicos, como demuestran las guerras y persecuciones despiadadas
que a través de la historia se han llevado a cabo en nombre de Jesús. Un
amplio sector de la Cristiandad afirma que él es Dios. Para otros, es un
redentor enviado por Dios para predicar Su mensaje. Incluso algunas
corrientes irreligiosas o ateas le aceptan como un individuo
extraordinario, un revolucionario que contribuyó a la caída del imperio
romano que se encontraba en franca decadencia, y dividió la religión
Judía. De todos estos criterios, ¿Cuál sería el más autoritativo?.
MAEST RO: los teólogos, eruditos, doctores y escolásticos
acostumbran escudriñar las Escrituras S agradas, para obtener referencias
e intentar así demostrar la veracidad de sus planteamientos. Incluso
entre la gente culta, y la que no lo es tanto, se estila hacer citas, mencionar
personajes y recordar historias para ilustrar mejor lo que están diciendo.
Nosotros también procedemos de la misma manera, pero con la finalidad
de esclarecer, hasta donde sea posible, aquello que ha sido cubierto con
el velo misterioso del dogmatismo.
Al tocar el tema de la identidad de Jesús, el Mesías, no tratamos de
desmejorar su imagen. Por el contrario, en verdad le glorificamos cuando
reconocemos en él la potestad de quien lo envió. Admitimos que en más
de una oportunidad este tema ha sido tocado en forma irreverente, pero
ese no es el caso nuestro.
Apenas queremos ser justos y reconocer en Christo Jesús lo que él
mismo ha dicho de sí: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6.38). No obstante, el
deseo de algunos dogmáticos de imponer sus conceptos trinitarios les
han llevado a manipular algunos pasajes del nuevo testamento que
consideran lo suficientemente ambiguos para llevar a cabo sus
propósitos. A veces, citan una conversación que sostuviera Felipe con
Jesús, en la que aquél le pide a su maestro que le muestre quién era el
Padre, quién era Dios... “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos

189
En Nombre de Dios

basta. Jesús le dijo: ¿T anto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me
has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al padre; ¿Cómo,
pues, dices tú: Muéstranos al Padre? (Juan. 14.8,9).
La imposición de la creencia que Jesús es Dios, se acentuó cada vez
más con el tiempo y el fanatismo cobró una gran cantidad de víctimas.
Las palabras de Jesús fueron tomadas como consignas y se convirtieron
en símbolo de encarnizados enfrentamientos: “¿No crees que yo soy en
el Padre y el Padre en mí?” (Juan 14.11). T odos sabemos que Jesús, en
diversas oportunidades, se vio obligado a hablar en parábolas; pero en
otras ocasiones fue lo suficientemente sencillo para ser entendido con
claridad. Sin embargo, como dato curioso, fue en esta misma conversación
con Felipe que él aclaró su verdadera posición, sin dar cabida a insanas
interpretaciones; “Creedme que yo soy en el Padre y el Padre en mí; de
otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo:
el que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun
mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en
mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo
pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardad mis
mandamientos, y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que
esté con vosotros para siempre” (Juan 14.11-16).
El Maestro Espiritual es la manifestación del poder divino delegado.
Por la gracia del Maestro Espiritual uno puede percibir la misericordia
infinita y sin causa de Dios. Por eso se nos enseña que el Señor es
glorificado en su siervo y su siervo es glorificado en Dios: “En aquel día
vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros” (Juan 14.20).
Algunos podrían interpretar que aquel día está por venir, pero aquel
día es hoy. Ahora es el tiempo de comprender y realizar que el Señor
mora en el corazón de todos los seres y todos los seres le pertenecen. Sólo
el amor sustentará ese estado de conciencia divina permanentemente.
En el Bhagavad-gita se declara: hridi sarvasya vishthitam. “Él está
situado en el corazón de cada quien” (Bhagavad-gita 13.18). Y podríamos
preguntarnos de qué manera se encuentra el Señor situado en nuestro
corazón. ¿Simplemente por aceptarlo, Él se situará allí?. ¡No! Él siempre
ha estado acompañándonos en nuestro largo transmigrar. Sólo que no
somos conscientes de ello. Cuando Jesús habla de un “nuevo consolador”,
se refiere al Espíritu Santo inspirado: “El Espíritu de verdad, al cual el
mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14.17).
Esto no quiere decir que habrá una fusión con el Espíritu y que el Hijo y
los siervos serán el Padre. Por el contrario, al realizar que el Señor está en

190
Dios y Hombre Verdadero

todos los seres y en todas las cosas, la condición individual y eterna del
alma se realzará al definir su amorosa relación con Él.
saman sarveshu bhuteshu
tishthantam paramesvaram
vinasyatsv avinasyantam
yah pasyati sa pasyati
“Aquel que ve a la Superalma acompañando al alma individual en todos
los cuerpos, y que comprende que ni el alma ni la Superalma se destruyen
jamás, él realmente ve” (Bhagavad-gita 13.28).
Entendemos que Jesús al menos hizo una diferencia entre él y el
Padre, aunque cualitativamente dijo ser de la misma naturaleza.
Similarmente, somos a imagen y semejanza de Dios, pero
cuantitativamente distintos. Él es el poseedor absoluto de todos los
atributos y debemos reconocer que Jesús impartió estas enseñanzas. Él
nunca dijo que era Dios. “Habéis oído que yo os he dicho: voy, y vengo a
vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy
al Padre; porque el Padre mayor es que yo” (Juan 14.28).
Aunque Jesús se expresa en este versículo de forma tal, que puede ser
entendido por todos, algunos, interesados en ensombrecer sus más
elementales enseñanza, han dicho que el Maestro, en uno de sus actos más
humildes, reveló al mundo sus dos naturalezas: La de hombre Maestro y la
de Dios Señor: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque
lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros
también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he
dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13.14,15).
A pesar de que estos versículos podrían interpretarse de manera incorrecta,
el siguiente bien podría servir para aclarar lo que Jesús quiso decir, sin
necesidad de recurrir a las exégesis sobresaturadas de infundios: “De cierto,
de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor
que el que le envió” (Juan 13.16).
Los sabios doctores de la iglesia que han hecho caso omiso a las
declaraciones de Jesús acerca de su verdadera personalidad, recurrieron
a innumerables artimañas intelectuales para dar a entender que lo están
glorificando, pero en verdad no hacen más que ofenderle cuando afirman
que es Dios: “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿Pues no profetizamos en
tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros?. Y entonces les diré claramente: nunca os conocí,
apartaos de mí los que obráis la iniquidad” (Mateo 7.21-23).
“Y todo el que oye estas mis palabras y no las cumple, semejante será
a un hombre loco que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia,
y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron impetuosamente contra

191
En Nombre de Dios

aquella casa; y cayó y fue su ruina grande. Y sucedió que cuando Jesús
hubo acabado estos discursos, se maravillaron las gentes de sus
doctrinas; porque enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los
escribas de ellos y los fariseos” (Mateo 7.26-29).
De modo que Jesús no dejaba de reprender a sus discípulos y a la
gente en general cuando querían reconocerle como si fuese Dios, en
virtud de los portentosos milagros que realizaba... Gracia que él siempre
le atribuyó al Supremo Señor:
“Al salir él, para seguir su camino, vino uno corriendo, e incando la
rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar
la vida eterna?. Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno?. Ninguno hay
bueno, sino sólo uno, Dios” (Marcos 10.17,18).
“Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un
rico en el Reino de Dios. Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí:
¿Quién, pues, podrá ser salvo?. Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para
los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son
posibles para Dios” (Marcos 10.25-27).
Los evangelistas dicen que hay que ser osado y predicar la palabra
enseñando que Christo Jesús es Dios, puesto que él mismo, aunque
humilde fue lo suficientemente audaz para cuestionar ante los judíos la
autoridad de Moisés, revelándoles al mismo tiempo que era Dios, cuando
éstos le exigieron una prueba de su divinidad: “Le dijeron entonces:
¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obras
haces?. Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está
escrito: pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto
os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero
pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da
vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo:
Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en
mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis
visto, no creéis” (Juan 6.30-36).
Generalmente, los predicadores suelen citar estos versículos a la
ligera, en un tono entre misericordioso y amenazador, para indicar que
debemos aceptar a Christo Jesús como a Dios mismo que ha descendido
del cielo. “Él es el Pan de la Vida”. Y enfatizan sus palabras: “El que a mí
viene, nunca tendrá hambre”. Sin embargo, también dijo a los judíos,
sus hermanos en religión, que no fueran superficiales y buscaran en las
escrituras las referencias que hablaban de él: “Escudriñad las escrituras;
porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son
las que dan testimonio de mí” (Juan 5.39).

192
“Aquellos que no aceptan que
Jesús es un hijo de Dios, enviado
por Él para cumplir su voluntad
y desean mantener la creencia
de que Jesús es Dios mismo,
también le están negando”
Dios y Hombre Verdadero

Con ese mismo espíritu se debe “escudriñar” también el Nuevo


T estamento, en donde Jesús da testimonio de sí mismo. Por supuesto que
estos argumentos sólo tendrían valor para los que tenemos fe en sus
palabras: “Jesús les dijo: Mi comida es que se haga la voluntad del que
me envió y que se cumpla su obra” (Juan 4.34). “Porque he descendido
del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”
(Juan 6.38). No conformes con las citas fidedignas del Nuevo T estamento,
ellos no sólo aseveran que es Dios, sino que también es Su hijo unigénito.
Sin embargo, sabemos que Jesús les enseñaba que todos eran hijos de
Dios: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora
a tu Padre en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”
(Mateo 6.6). “Cuando oréis, decid Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre” (Lucas 11.2). “Sed pues vosotros perfectos así
como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5.48).
Jesús no sólo reconocía la superioridad de Dios, sino que también
aceptaba una posición inferior ante el Espíritu Santo: “Y todo el que
profiriere una palabra contra el Hijo del Hombre, perdonado le será;
mas a aquel que blasfemara contra el Espíritu Santo, no le será
perdonado” (Lucas 12.10). Jesús dice que una ofensa en su contra podía
ser perdonada, pero advierte que aquel que le negare, también será
negado por él: “Os digo que todo aquel que me confesare delante de los
hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles
de Dios. Mas el que me negare delante de los hombres, será negado
delante de los ángeles de Dios” (Lucas 12.8,9). Sin embargo, aquellos que
no aceptan que es un hijo de Dios, enviado por Él para cumplir Su
voluntad, y desean mantener la creencia de que Jesús el Mesías, es Dios
mismo, también le están negando.
Los judíos esperaban y esperan un redentor enviado por Dios para
redimirlos. Pero aunque Jesús se presentó como tal, ellos no quisieron
aceptarle y le condenaron: “Entonces el sumo sacerdote, levantándose
en medio, preguntó a Jesús diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué
testifican éstos contra ti?. Mas él callaba, y nada respondía. El sumo
sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del
Bendito?. Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la
diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el
sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué más necesidad
tenemos de testigos? ¿Habéis oído la blasfemia? ¿Qué os parece?. Y todos
ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte” (Marcos 14.62-
64).
T odavía hoy, después que han pasado casi dos mil años de su
desaparición, decir que Jesús fue un enviado de Dios para cumplir una

195
En Nombre de Dios

misión redentora se considera una blasfemia imperdonable, que mal


podríamos pagar con nuestra insignificante vida, amén de la
condenación eterna...
Pero Jesús, antes de abandonar este mundo mortal., no sólo reveló a
los judíos que él era el esperado Mesías, sino que hizo lo mismo con los
samaritanos: “Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuándo ni
en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que
no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene
de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también
el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es espíritu; y los que
le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dijo la
mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga
nos declarará todas las cosas. Jesús les dijo: Yo soy, el que habla contigo”
(Juan 4.21-26).
Definitivamente, Jesús se convertía en un ente reformador del
Judaísmo. Estaba dispuesto a remover los cimientos de la vieja cultura,
presentando a un Dios muy distinto del que permanecía encerrado en
las sinagogas, y que apenas hablaba a través de un monopolio de castas
sacerdotales , que de una u otra manera estaban emparentadas con el
anacronismo gubernamental, tributarios del gran imperio. El Dios que
Jesús presentaba era más universal... ya no era un Dios exclusivo de la
nación Judía, vengador y enemigo de todos los otros pueblos que no
fuesen el “escogido”. Hasta los paganos podían ser aceptados: “Y le
dijo Jesús, yo iré y la sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy
digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado
sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis
órdenes soldados; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi
siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le
seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe”
(Mateo 8.7-10).
El teísmo de Jesús se estaba proyectando más allá de las fronteras del
egoísmo judaico, el cual se veía constantemente perturbado por sus
palabras, destinadas a quebrantar los viejos esquemas de un pueblo
resignado a vivir del mito y el comercio: “Yo hablo lo que he visto cerca
del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre.
Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si
fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. Pero ahora
procuráis matarme a mí, hombre que os ha hablado la verdad, la cual he
oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro
padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación;

196
Dios y Hombre Verdadero

un padre tenemos, que es Dios. Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre
fuese Dios, ciertamente me amaríais a mí, pues yo de Dios he salido, y he
venido; pues no he venido de mí mismo, sino que Él me envió. ¿Por qué
no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre
queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla
mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí,
porque digo la verdad, no me creéis... El que es de Dios, la palabra de
Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios” (Juan 8.38-
47).
No es muy difícil comprender que en aquel tiempo, lugar y
circunstancias, era necesario, como también lo es hoy, establecer la
absoluta supremacía de un Dios universal. Jesús condujo su predicación
hacia esta finalidad, haciendo énfasis en la divina relación filial con
Dios. Este concepto, aunque superior al de Dios como amo y justiciero,
todavía es incompleto; Sin embargo, aceptamos que Jesús universalizó
este concepto, que es la base del “teísmo devocional”. Él les habló de una
relación más íntima con Dios Padre, pero su proposición fue una
innovación intolerable para aquellos que estaban acostumbrados al Dios
ardiente y vengador de la zarza de Moisés: “Yo soy el Señor Dios tuyo, el
fuerte, el celoso, que castigó la maldad de los padres en los hijos hasta la
tercera y cuarta generación de aquellos que me aborrecen” (Éxodo 20.5).
Hoy, algunas palabras de Jesús son tan malinterpretadas como lo
fueron en aquellos tiempos: “Yo y el Padre somos una cosa” (Juan 10.30).
Aquellos que no entienden el pasaje aseguran que Jesús quiso decir que
era Dios; pero él mismo aclara la situación y saca de dudas a quien
quiera salir de ellas: “Lo que me dio mi Padre, es sobre toda las cosas; y
nadie lo puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos
una cosa. Entonces los judíos tomaron piedras para apedrearle. Jesús
les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿Por
cuál de ellas me apedreáis?. Los judíos le respondieron: No te apedreamos
por las buenas obras, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te
haces Dios a ti mismo. Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra
ley: Yo dije, dioses sois? ¿Pues si llamo dioses a aquellos a quienes vino
la palabra de Dios, y la Escritura no puede faltar. A mí, que Él santificó y
envió al mundo, vosotros decís que blasfemo porque he dicho: Soy Hijo
de Dios?. Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago,
aunque a mí no me queráis creer, creed a las obras; para que conozcáis y
creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre. Y ellos querían prenderle,
mas se salió de entre sus manos” (Juan 10.29-39).

197
En Nombre de Dios

Cuando Jesús dice: “El Padre está en mí y yo en el Padre”, está


revelando su íntima relación filial. T ambién es obvio que quiso que se
malinterpretaran sus palabras para citar las Escrituras y señalar el grave
error que hay asentado en ellas: “¿No está escrito en vuestra ley: yo dije,
dioses sois?”. Él no quiso decir que era Dios. Por eso, cuando reaccionaron
violentamente, reiteró lo que había dicho en múltiples ocasiones: “Soy
hijo de Dios”.
A pesar de las innumerables evidencias que el mismo Jesús ofrece
para explicar su posición, con el transcurrir del tiempo los intereses
institucionales obligaron a los comprometidos a crear una serie de fábulas
en torno a la personalidad de Jesús. Sin embargo, él previene de cualquier
engaño: “Él dijo: mirad que no seáis engañados; porque muchos vendrán
en mi nombre, diciendo: yo soy, y el tiempo está cercano. Guardaos pues
de ir en pos de ellos” (Lucas 21.8). “Ved que os lo he dicho de antemano”
(Mateo 14.25).
Sin duda alguna, ha sido muy grande el esfuerzo para que las
interpretaciones que se han hecho acerca de la personalidad de Jesús
como Dios, sean aceptadas; pero éstas sólo han servido para crear más
confusión. A pesar de las sangrientas persecuciones, los anatemas y las
condenas al fuego eterno, la verdad ha prevalecido por encima de las
pasiones de los hombres y sus mezquindades: “Y conoceréis la verdad y
la verdad os hará libres” (Juan 8.32). Pero él advierte que esta libertad
tiene su precio, el sacrificio, y que en aras de esa verdad deben estar
dispuestos a soportar todas las vicisitudes. Por primera vez sus discípulos
sienten que él les habla con claridad: “Salí del Padre, y he venido al
mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. Le dijeron sus discípulos:
he aquí ahora hablas claramente, y no dices ningún proverbio. Ahora
conocemos que sabes todas las cosas, y no es menester que nadie te
pregunte; esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió:
¿Ahora creéis?” (Juan 16.28-31).
DISCÍPULO: Los pasajes en que Jesús habla de su relación con Dios,
son suficientes para creer y demostrar que él nunca dijo que era Dios.
Pero aparte de él, ¿Hay otras autoridades fidedignas que podían
respaldar sus palabras?.
MAEST RO: Los cristianos acostumbran citar un texto del Antiguo
T estamento, atribuido a Isaías, en donde dicen se profetiza el
advenimiento de Christo Jesús: “Y saldrá un renuevo del tronco de Gesé,
y de su raíz se elevará una flor. Y reposará sobre el Espíritu del Señor,
espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de
fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad; y estará lleno del espíritu del
temor del Señor” (Isaías 11.1,2).

198
Dios y Hombre Verdadero

Si en verdad aceptaran esta profecía, no incurrieran en el error de


afirmar que Isaías profetiza el advenimiento de Dios. Bien puede
entenderse que aquí se está hablando de un enviado, un Mesías, y que
apenas se describen las cualidades con las que sería apoderado.
No ofreceremos otras referencias del Antiguo T estamento porque la
Cristiandad opina que las del Nuevo T estamento son más autoritativas.
Por consiguiente, citaremos primero la anunciación misma, en donde se
dice, incluso antes de su nacimiento, cuál era la misión y relación de
Jesús con Dios: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de
Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás
su nombre Jesús” (Lucas 1.30,31). Jesús, forma griega de Josué es un título
que se le otorga al Christo de la profecía judía. “Éste será grande, y será
llamado Hijo del Altísimo” (Lucas 1.32). “T ambién el santo ser que nacerá
será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1.35).
Incluso Herodes, el reyezuelo judío tristemente célebre por su
irreligiosidad, se apoyaba en las escrituras para conocer el paradero de
Jesús. Esa costumbre de aceptar la autoridad de las escrituras, se ha ido
perdiendo, y así como Herodes quiso valerse de ellas para satisfacer sus
malignas intenciones, otros las tergiversan sin necesidad alguna: “Y
convocando todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo,
les preguntaba dónde había de nacer el Christo. Y ellos le dijeron: en
Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: “Y tú, Belén, de la
tierra de Judá, no eres la menor entre las principales de Judá, porque de ti saldrá
el Caudillo que gobernará a mi pueblo Israel” (Mateo 2.4-6).
Hemos oído que cuando los Reyes magos siguieron su camino,
llegaron a Belén y reconocieron en Jesús al Christo redentor, enviado por
Dios para salvar al pueblo judío: “Y cuando vieron la estrella se
regocijaron en gran manera” (Mateo 11.10).
Cristo quiere decir “el ungido”, de la palabra griega “xplójós”, que
traducida al hebreo quiere decir mesías, ungido. Los judíos
acostumbraban ungir a sus reyes, a sus sumos sacerdotes, y en ocasiones
a sus profetas; pero la palabra Mesías se usaba especialmente para
referirse al redentor esperado, el cual sería enviado por la misericordia
del Señor para salvar a su pueblo. Nunca se utiliza esta palabra para
referirse a Dios mismo, sino a Su enviado.
José, el padre de Jesús, fue advertido en sueños del peligro que corría
el recién nacido, y el mensajero, citando las palabras de un profeta,
recalca la posición de Jesús como hijo de Dios: “Levántate, y toma al
niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te
diga... para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta
cuando dijo: de Egipto llamé a Mi hijo” (Mateo 2.13-15).

199
En Nombre de Dios

Lucas registra otros dos incidentes; cuando el niño es llevado al


templo, ocho días después de su nacimiento, para ponerle nombre y ser
circuncidado: “Llamaron su nombre Jesús, como lo había llamado el
ángel antes que fuese concebido en el vientre” (Lucas 2.21). Una vez en el
templo, un hombre llamado Simeón tuvo la satisfacción de haber tenido
al niño en sus brazos y reconocerle como el Christo: “Y había recibido
respuesta del Espíritu Santo, que él no vería la muerte sin ver antes al
Christo del Señor” (Lucas 2.26). T ambién se presentó allí una anciana
profetiza de nombre Ana, que reconoció en el niño al esperado Mesías:
“Y como llegase ella en la misma hora, daba alabanzas al Señor y hablaba
del niño a todos los que esperaban la rendición de Israel” (Lucas 2.38).
Poco se conoce de los primeros años de la vida de Jesús, pero él
mismo, siendo apenas un niño de doce años, le recuerda a María y a José
que es hijo de Dios y que debe ocuparse de su ministerio: “¿Por qué nos
has hecho así?. He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais?. No sabíais que en los
negocios de mi Padre me es necesario estar. Mas ellos no entendieron la
palabra que les habló.” (Lucas 2.48-50).
Pasaron muchos años entre este incidente y su encuentro ya como
adulto con Juan el Bautista, de quien se dice es el profeta que mostrará el
camino hacia el Mesías. Esto le fue revelado a Zacarías, el padre de Juan:
“Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado: porque irás ante la faz
del Señor para aparejar su camino” (Lucas 1.76). Y Juan certificó que
Jesús era el Mesías: “Éste es de quien yo decía: El que viene después de
mí es antes que yo” (Juan 1.15). “Y yo le vi y he dado testimonio de que
éste es el Hijo de Dios” (Juan 1.34). El Bautista proclamaba este mensaje
públicamente, y también dio testimonio del advenimiento del Mesías, el
enviado de Dios, cuando fue llevado ante las autoridades eclesiásticas:
“Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén
sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿T ú, quién eres? Confesó, y
no negó, sino que confesó: Yo no soy el Christo” (Juan 1.19,20).
Hasta ahora hemos escuchado numerosos argumentos acerca de que
Jesús no es Dios, sino un enviado. En calidad de Hijo lo anunciaron
ángeles y profetas, le reconocieron reyes, centuriones, paganos y
samaritanos. Él fue crucificado porque decía que era el Christo, el Hijo
de Dios, y aun en medio del suplicio, mantuvo su relación con Él: “Padre,
perdónalos porqué no saben lo que hacen” (Lucas 23.34). Sin embargo,
hay quienes insisten en imponer la creencia de que Jesús es Dios. Y no
sólo tergiversan sus palabras, sino que pasan por alto las revelaciones
que en el Nuevo T estamento le han sido atribuidas a Dios mismo. Si
éstas se quisieran aceptar como autoritativas, aquí concluirían todas las

200
Dios y Hombre Verdadero

especulaciones: “...Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del
agua; y he aquí que los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios
que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los
cielos, que decía: Éste es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”
(Mateo 3.16,17).
Mateo registra otro episodio en el que dice que Dios mismo habló
acerca de Jesús. Este pasaje es comúnmente conocido como la
transfiguración: “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y
he aquí una voz desde la nube, que decía; Éste es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17.5).
De manera que deberían ser suficientemente autoritativas las
referencias bíblicas para aceptar de Jesús lo que él mismo dejó bien claro
antes de ser bajado de la cruz: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a
gran voz, diciendo: Eli, Eli lama sabactani. Esto es: ¿Dios mío, Dios mío,
por qué me has desamparado?” (Mateo 27.46). Por otra parte, Lucas
narra en su evangelio: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo:
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23.46). Y Marcos, al
describir la crucifixión de Jesús, relata: “Y el centurión que estaba frente
a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo:
verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15.39).
Si de algo pudieran servir las opiniones de demonios y espíritus
inmundos, las mencionaremos sólo para satisfacer la curiosidad de los
incrédulos: “Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de
demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, diciendo: Déjanos, ¿Qué
tienes contra nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos?.
Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios” (Lucas 4.33,34). “Y los espíritus
inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces diciendo:
tú eres el Hijo de Dios” (Marcos 3.11). “Éste, al ver a Jesús, lanzó un gran
grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo,
Jesús, Hijo de Dios Altísimo? T e ruego que no me atormentes” (Lucas
8.28).
El dogma de la Santísima T rinidad ha sido impuesto por la fuerza.
En un tiempo, aquellos que osaban contradecirlo se exponían al castigo
corporal, incluyendo la pena de muerte. Hoy en día, suponemos que
apenas tendrían que enfrentar la amenaza del infierno eterno.
Voltaire, en su libro La Moral Religiosa, hace un análisis de cómo los
hombres han convertido al hijo de Dios en Dios, por la fuerza del dogma:
“Suplicamos al lector atento, prudente y hombre de bien, que
considere la diferencia infinita que hay entre los dogmas y la virtud.
Está demostrado que si un dogma no es necesario en todo tiempo y
lugar, no es necesario en ningún lugar ni en ningún tiempo. Luego,

201
En Nombre de Dios

ciertamente, los dogmas que enseñan que el Espíritu procede del Padre
y del Hijo, no han estado admitidos en la Iglesia latina hasta el siglo VIII,
y jamás en la griega. Jesús no ha sido declarado consubstancial á Dios,
hasta el año 325; la bajada de Jesús a los infiernos es del siglo V; y no fue
decidido hasta el sexto, que Jesús tenía dos naturalezas, dos voluntades
y una persona; la transubstanciación no ha sido admitida hasta el siglo
XII”.
“Cada Iglesia tiene aún hoy en día, opiniones diferentes sobre todos
estos principales dogmas metafísicos: no son pues absolutamente
necesarios al hombre. ¿Quién es el monstruo que se atreverá a decir a
sangre fría, que uno estará ardiendo eternamente, por haber pensado en
Moscú, de una manera opuesta a la que se piensa en Roma? ¿Qué imbécil
se atreverá afirmar que aquellos que no han conocido nuestros dogmas,
hace mil y seiscientos años, serán castigados por haber nacido antes que
nosotros?. No sucede lo mismo en cuanto á la adoración de un Dios, y
sobre el cumplimiento de nuestros deberes. Esto es necesario en todo
lugar y todo tiempo; luego hay una distancia infinita entre el dogma y la
virtud”.
“La adoración de Dios con el corazón y con la boca, y el cumplimiento
de todas las obligaciones hacen un templo del universo, y hacen
hermanos á todos los hombres. Los dogmas hacen del mundo una gruta
de sofisterías, y un teatro de carnicería. Los dogmas fueron inventados
por los fanáticos y embusteros: la moral viene de Dios”.
En Jesús, es admirable su espíritu de sacrificio. Él se dejó crucificar
por sostener que era el Mesías, el Hijo de Dios; pero lo cuestionable es
que quisiera imponer su relación filial a otros devotos que tuviesen una
relación distinta con Dios.
DISCÍPULO: En el evangelio de Juan (14.6) Jesús declara: “Yo soy el
camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me
conocéis, también a mi Padre conoceréis; y desde ahora le conocéis, y le
habéis visto”. Por otra parte, en otro pasaje del mismo Evangelio, él
afirma: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en T u
nombre; a los que me diste, yo los guarde y ninguno de ellos se perdió,
sino el hijo de perdición, para que la escritura se cumpliese” (Juan 17.12).
Aunque en la primera referencia, Jesús parece afirmar de manera
incuestionable que el hombre sólo llegará a Dios por su mediación, en la
segunda cita aclara que Dios sólo le confió un número determinado de
almas a las que debía cuidar y redimir.
Parece haber cierta contradicción entre uno y otro concepto y cabría
preguntar; ¿Cuál sería entonces el destino de aquellos que no les fueron
confiados a Jesús?.

202
Dios y Hombre Verdadero

MAEST RO: Christo Jesús es un camino que conduce a la relación


filial con Dios. Sin duda alguna, esta afinidad es superior a la del siervo
temeroso de su amo, que siempre espera la buena sanción de aquel que
le provee y castiga: “Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor”
(S almos 2.11). Aunque el hijo ame profundamente a su padre, esa relación
no deja de ser reverencial y estar influida por el temor: “Y Su misericordia
es de generación en generación sobre los que le temen” (Lucas 1.50). En
este humor, Jesús enseña a sus discípulos a orar: “El pan nuestro de
cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6.11). En el fervor de esta plegaria debe
predominar la convicción de que el Padre, en su amoroso deber, le dará
a su hijo todo lo que necesite: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar
buenas dádivas a vuestros hijos, cuanto más vuestro Padre que está en
los cielos dará bienes a los que se los piden?” (Lucas 11.13).
Estos ejemplos demuestran que en el teísmo universal hay una
gradación, y Christo Jesús quiso que el Judaísmo ascendiera a un nivel
superior; pero en realidad, lo único que se puede lograr es que quienes se
encuentran en un nivel inferior lo trasciendan. El nivel en sí permanecerá
en la escala, y en él, los que no pueden ver nada más.
En este orden de ideas, superior a esas afinidades devocionales, se
encuentra la divina amistad, donde no hay cabida para el temor y la
reverencia, y prevalece siempre el espíritu de sacrificio en el corazón del
devoto, quien no espera ninguna retribución a cambio de su amistad.
Jesús mismo, aunque exhibía una relación filial con Dios, tuvo que admitir
que el temor y la reverencia son inferiores a la amistad trascendental:
“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor;
pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os
las he dado a conocer” (Juan 15.15). Y en esa misma oportunidad, Jesús
elogió ante sus discípulos el sacrificio que se hace por amistad: “Nadie
tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos” (Juan
15.13). T ambién Juan habla de la abnegación y fidelidad que debe tener
un amigo: “El esposo es aquel que tiene esposa; mas el amigo del esposo,
que está para asistirle y atender a lo que dispone, se llena de gozo con oír
la voz del esposo. Mi gozo, pues, es ahora completo” (Juan 3.29). El
amigo fiel nunca quiere disfrutar de las posesiones de aquel que ama.
Jamás se complace en explotar la dulce amistad que le han ofrecido. T al
es el humor de su devoción pura.
En el prólogo de uno de los libros más recientes y hermosos de mi
Maestro Espiritual, Su Divina Gracia S rila Bhakti Raksaka S ridhara Deva
Gosvami Maharaja, titulado “La Amorosa Búsqueda del S eñor por S u S irviente
Perdido”, dice: “Un teólogo cristiano predijo que el cristianismo se
encuentra al borde de una revolución copernicana. Antes de Copérnico,

203
En Nombre de Dios

se creía que la tierra estaba en el centro del universo y que el sol y otros
planetas describían sus órbitas alrededor de la tierra. Hasta hace poco,
en el mundo occidental se pensaba que el cristianismo era el concepto
central de la divinidad en el universo teísta. No obstante, conforme el
hombre occidental ha vuelto su mirada hacia el Oriente, ha descubierto
una pluralidad de conceptos teístas girando alrededor de la Verdad
Suprema”.
“Al aceptar esa pluralidad, debemos aceptar también las
concomitantes gradaciones del teísmo, ya sean superiores o inferiores.
Así como los planetas se encuentran situados de acuerdo con la atracción
de su gravedad por el sol, los diversos conceptos teístas se encuentran
situados de acuerdo a su atracción por el Centro Absoluto, más alto o
más bajo. El concepto Krishna de la divinidad es el de sentirse
irresistiblemente atraído hacia el centro infinito de todo el amor, la belleza
y la armonía”.
Si la conciencia no pudiera participar del mundo espiritual eterno,
no tendría sentido la búsqueda natural para satisfacer al ser amado.
T ener verdadera conciencia de la existencia de Dios es experimentar
permanentemente una relación amorosa y libre de temor con él. Pero en
el estado condicionado en que nos encontramos, esto sólo es posible por
la gracia de nuestro maestro espiritual, quien con su divina misericordia
despertará en nuestros endurecidos corazones los más hermosos
sentimientos devocionales. Sin embargo, mientras estemos supeditados
a la esfera limitada de nuestro egoísmo, la poca fe que podamos tener
será amenazada por la duda; y el fanatismo apenas sería un recurso
para disimularlo. Si en aquel tiempo los judíos se escandalizaron cuando
Jesús les decía que Dios era su Padre, hoy, la cristiandad se escandaliza
igual cuando afirmamos que Dios es nuestro querido amigo y que se
llega a Krishna, el Amigo Supremo, sólo a través de la amistad pura. Y
esto apenas sería el comienzo de una relación más dulce e íntima.
Nuestros maestros espirituales misericordiosamente nos guían y nos
ocupan en esta modalidad favorable de servicio devocional, aunque
caídos como somos no lo merecemos en absoluto.
En su obra, “La Búsqueda de S ri Krishna, la Más Hermosa Realidad”, en
el capítulo titulado “Más Allá del Cristianismo”, S rila S ridhara Deva
Maharaja dice: “Concebir a Dios como nuestro Padre es una comprensión
incompleta, porque los padres también son servidores. Él debe estar en
el centro y no en un extremo del todo. Él no sólo está velando por el todo;
el concepto Krishna, es Dios en el centro. De todos los medios para
acercarnos a Dios, la relación amorosa es el supremo. La intensidad de
esa relación debe ser examinada, y Dios debe estar en el centro de toda

204
Dios y Hombre Verdadero

relación amorosa. “Anandam Brahmano Vidvya”. Ananda, placer


trascendental, es lo más preciado que se haya descubierto jamás. Y la
representación plena del Ananda más excelso debería ser considerada
como el Absoluto Supremo que puede atraer a todos, no por medio del
poder o de la fuerza, sino a través del encanto. Krishna es el centro de
toda atracción y su atractivo radica en la belleza, en el encanto, en el
amor, y no en la coacción o en la fuerza. Ese es el concepto Krishna de
Dios”.

205
PART E VI

El Libre Albedrío
EL LIBRE ALBEDRÍO
La Libertad Del Alma

Una de las más nobles prerrogativas que tiene el ser humano es el


libre albedrío, el cual consiste en la facultad de optar espontáneamente
entre dos proposiciones, hacia un extremo u otro. Por esto, la idea liberal
de tener lo mejor de ambos mundos es una simple quimera. Si bien es
cierto que vivimos en este mundo material, ilusionados con la idea de
ser felices, no es menos cierto que nuestra estadía en él es temporal. Esta
vida es una constante preparación para la próxima.
Si queremos saber con exactitud en qué consiste el libre albedrío,
ante todo debemos aceptar que la elección (ad livitum) es indefectiblemente
hacia un bien real o aparente. Siendo el libre albedrío una dotación o
atributo divino de la voluntad trascendental, el objetivo de su búsqueda
no puede estar fuera de la esfera de lo que es verdaderamente beneficioso.
Esto es así, porque el hecho de ejercer la facultad de elegir es en sí mismo
un complemento esencial en el movimiento natural hacia la perfección
del amor espiritual.
T odos los seres buscan con ahínco la satisfacción de sus necesidades
perentorias, pero la necesidad más importante es amar espontáneamente.
El libre albedrío no es un impedimento insuperable para desarrollar esa
tendencia natural a amar intensamente, por el contrario, es el medio
primario para conocer el amor puro por Dios. En el S rimad Bhagavatam,
considerado como el fruto maduro del árbol del conocimiento Védico, se
declara:
“La suprema ocupación (Dharma) para toda la humanidad, es aquella
mediante la cual los hombres pueden llegar a rendir amoroso servicio
devocional al Señor T rascendental. Y este servicio devocional debe ser
inmotivado e ininterrumpido para satisfacer al ser por completo” (S rimad
Bhagavatam. Primer Canto, Capítulo 2, Texto 6).
La jiva (alma o entidad viviente), es por su naturaleza esencial la
sirvienta eterna de S ri Krishna, la Suprema Personalidad de Dios. Ella es,
sin lugar a dudas, una potencia emanada del Señor. Por esto podemos
concluir que la entidad viviente es simultáneamente distinta y no distinta
del S eñor S upremo. ¿Cómo puede ser esto posible? Bajo circunstancias

209
En Nombre de Dios

especiales, ella puede ser influenciada por maya, la energía ilusoria,


pero la Suprema Personalidad de Dios, siendo el controlador absoluto
de esta energía eclipsante, nunca caerá bajo su influencia. Por lo tanto,
Dios y las jivas son eternamente distintos. Al mismo tiempo debemos
aceptar que las almas son en esencia entidades espirituales; potencias
emanadas del Señor Supremo a Su imagen y semejanza. En ese sentido
son eternamente “no distintas”. Al surgir la pregunta, se nos ha
respondido que la eterna diferencia y la no diferencia son simultáneas,
pero que aún así, debemos considerar que la eterna diferencia está
primero.
Cuando el alma, olvida su eterna relación amorosa con Dios, cae
bajo la influencia de la ilusión, maya, y acepta diferentes aspectos bajo
distintas circunstancias. Ella acepta y rechaza los conceptos que
determinan su condicionada personalidad. Prevaleciendo sus tendencias
pervertidas, se desplaza en los planos tridimensionales de este mundo
material buscando la felicidad a través del placer de los sentidos. Por
esto, se encuentra inevitablemente con un sinnúmero de frustraciones.
La jiva puede encontrarse en dos estados: condicionada a la dualidad,
o en su estado natural puro y espiritual. En su estado no condicionado
el alma liberada es una sustancia cognoscitiva no eclipsada y con
personalidad propia. En ese estado no hay ninguna relación con la
inconsciencia. Pero incluso en este estado puro, la jiva es infinitesimal y
está sujeta a transformaciones. Cuando entra en contacto con la energía
material y se contamina, experimenta impotencia, aflicción y dolor al
entregarse a los placeres mundanos.
S rila Bhaktivinoda Thakura, un devoto puro del Señor y un gran
“acharya” (maestro espiritual) en la sucesión discipular Vaisnava,
describe la condición espiritual exclusiva de la jiva o alma, en su
famosísimo libro “Jaiva Dharma”, publicado en Calcuta, India, en el año
1900:
“Es un hecho que la función propia del alma se manifiesta sólo en la
relación con el objeto del amor. Es necesario buscar con el debido cuidado
la verdadera respuesta a la pregunta acerca de qué es lo que constituye
la función espiritual del alma. Estaríamos entonces en la posición de
comprender que el amor es su función espiritual eterna. La jiva no es
materia insensible, la entidad espiritual trasciende al principio material.
La conciencia pura (sin mezcla) es la sustancia de su constitución, y el
amor es su función. El amor puro es idéntico al servicio a Krishna. En
otras palabras, el amor es la forma de la verdadera identidad de la jiva”.
Entendiendo que el libre albedrío es un don divino por excelencia,
será utilizado para escoger lo que es verdaderamente beneficioso: el bien

210
La Libertad del Alma: El Libre Albedrío

real y no el aparente. El movimiento hacia la perfección del amor a través


del servicio devocional, es la actitud natural del alma. En todo momento,
los hombres pueden llegar a ser mejores o peores y son los únicos
responsables de lo que hacen o dejan de hacer. Son almas intencionales,
de esto no hay duda.
Podríamos concluir que el libre albedrío es absolutamente necesario
mientras no se ha logrado el amor puro por Dios. En otras palabras, aquel
que ama pura e incondicionalmente a S ri Krishna, la Suprema Personalidad
de Dios, no necesita elegir entre el bien real y el aparente. Siendo el amar a
Dios por sobre todas las cosas la verdadera meta de la vida, debiéramos
saber cómo se logra este estado permanente de gracia divina. Las escrituras
sagradas revelan que mediante la asociación con los devotos puros del
Señor, se puede llegar a manifestar en nosotros ese amor puro e inocente
que se encuentra dormido en lo recóndito de nuestro ser.
En una de las conversaciones sostenidas entre Vijay y Babaji Maharaja,
las cuales han sido descritas en el libro de S rila Bhaktivinoda Thakura,
mencionado anteriormente, se establece lo siguiente:
Vijay.- “¿De qué modo se puede disfrutar de la compañía de devotos
agradables que tengan la misma naturaleza e ideas que uno?”
Babaji.- “Permaneciendo en compañía de devotos. Si por error, alguien
permanece en compañía de aquellos que no son devotos, su devoción no
prosperará. El único deseo de un devoto es participar en los pasatiempos
trascendentales de S ri Krishna, la Suprema Personalidad de Dios.
Aquellos que abrigan este deseo son llamados devotos”.
Si permanecemos en compañía de aquellos que son superiores a
nosotros, nuestra devoción se desarrollará. De otro modo, la tendencia
hacia el incremento de nuestra devoción se estancará y nuestra naturaleza
se tornará idéntica a la de aquellos con quienes estamos en compañía.
Ha sido escrito en las sagradas escritura védicas o sastras (Hari Bhakti
S uknodaya 8.51), que un hombre desarrolla atributos de acuerdo a la
compañía que cultiva, tal como las diferentes piedras preciosas tienen
diferentes virtudes. Por lo tanto, un hombre puede tornarse un santo
mediante la compañía de los santos. Sólo la compañía de los santos
otorga todo aquello que es bueno.
De estos consejos trascendentales, podemos aprender que la
importancia de una buena asociación espiritual es fundamental para
progresar en el sendero de la devoción pura, el único camino que conduce
a la morada eterna de la cual no hay un mal retorno.
S rila S ridhar Deva Maharaja, el maestro espiritual vaisnava más
eminente en la era actual, expone en la primera parte de su hermoso
libro “El Volcán Dorado del Amor Divino”, titulada “El amigo de los caídos”:

211
En Nombre de Dios

“Nuestro corazón está interesado en el éxtasis, el encanto y la dulzura.


Estos se sienten con el corazón y no con el cerebro, por eso se le ha dado
al corazón la mayor importancia. El efecto siguiente se siente en el plano
del conocimiento. Cuando hayamos probado la dulzura divina, la
suspicacia se desvanece (rasa-varjam raso´pi asya param dristva nivartate).
T odas las dudas se aclararán cuando hayamos saboreado el verdadero
éxtasis (rasa). Al probar la conciencia de Krishna el corazón es capturado
y cuando esto ocurre, el éxtasis del amor por Dios, prema, empieza a fluir.
El corazón dirá, satisfecho: ¡Esto es lo que estaba buscando!. Entonces,
el cerebro lo seguirá, pensando; Sí, no puede haber ninguna duda, este
es el objetivo más elevado de nuestra búsqueda. ¡Esto es lo más elevado!.
De ahora en adelante suspenderé todas las actividades mundanas.
Entonces el karma cerrará todos sus talleres. Luego de entrar en contacto
con la conciencia de Krishna, el primer resultado es que el corazón
despierta. Cuando el corazón es capturado, el cerebro aprueba y se detiene
nuestro karma, el cual estaba generando energía en la dirección
equivocada. La conciencia de Krishna es la verdadera riqueza del corazón”.
“La naturaleza de la misericordia divina es expandirse sin
preocuparse por ninguna ley. La única consideración es nuestro anhelo
por recibirla. La misericordia es ofrecida de esta manera. “¿Quieres esto?”.
Podemos tenerla, si simplemente aceptamos diciendo: “Sí, es maravillosa
y sumamente agradable”. Si nuestra plegaria es genuina, no se requiere
nada más. Es una transacción simple, si la deseamos, la recibiremos. La
conciencia de Krishna es muy simple, no importa que uno sea capaz o
inepto, todo aquel que la desee puede recibirla”.

212
NIVELES DE TEISMO
La Supremacía del Amor

El estudio analítico de la teología comparada nos lleva a aceptar que


las religiones se encuentran en diferentes niveles de aproximación al
plano más excelso de existencia; el servicio amoroso trascendental a la
Suprema Personalidad de Dios, Sri Krishna.
Dios no es una personalidad justiciera, sedienta de venganza, y capaz
de condenar a su propia creación eternamente, en lugar de perdonarla y
liberarla de su condicionamiento. Si Dios fuera aquel que describen
algunos ilusos, Él no sería diferente de los seres humanos ordinarios.
Dios es uno solo, o lo que es lo mismo, hay una sola Suprema
Personalidad de Dios. El concepto politeísta, así como los distintos
conceptos monoteístas antagónicos entre sí, crean una atmósfera
apropiada para aceptar la existencia de muchos dioses, o la creencia de
que cada religión tiene su Dios. A su vez, cada religión cree que su Dios
es el único Dios Verdadero y que las demás religiones, junto con sus
dioses, son falsas. Lo más paradójico de todo esto es que, aparte de creer
en Dios, en lo único en que todas estas religiones coinciden es en el
hecho de condenar al fuego eterno a sus oponentes religiosos, junto con
todos los ateos, por supuesto. De lograrlo, volverían a encontrarse en el
infierno para seguir condenándose unos a otros. Mientras esta polémica
teológica continúa in secula seculorum, se incrementa el número de
personas que creen en la reencarnación.
En el Bhagavad-gita, el abecé de todo conocimiento trascendental, se
nos enseña que el alma es eterna, a imagen y semejanza del Señor
Supremo, cualitativamente idéntica pero cuantitativamente distinta al
Señor. Algunos teólogos védicos, al presentar la concepción impersonal
de Dios, prometen que el alma o espíritu, al trascender la dualidad se
fusionará con el Alma Universal o Espíritu Supremo, perdiendo su
individualidad y por ende, convirtiéndose en Dios. Esta es una
interpretación errónea de las escrituras sagradas.
S ri Krishna, la Suprema Personalidad de Dios, dice en el Bhagavad-
gita:
En Nombre de Dios

na tv evaham jatu nasam


na tvam neme janadhipah
na chaiva na bhavisyamah
sarve vayam atah param
“Nunca hubo un tiempo en que Yo no existiese; ni tú ni todos estos
reyes; ni en el futuro ninguno de nosotros dejará de existir” (Bhagavad-
gita 2.12).
Podemos entender que el bienaventurado Señor Supremo se está
refiriendo al alma, el verdadero ser espiritual, quien nunca perderá su
individualidad, a pesar de estar atrapada en el ciclo de nacimientos y
muertes o reencarnación. Esta condición de individualidad podrá
alcanzar plena satisfacción al relacionarse de una manera personal con
el Divino Señor en el mundo espiritual, en donde existe la variedad, la
forma, el sabor, el colorido, el amor y la armonía trascendental.
Ese plano excelso de existencia no está afectado por la acción
deteriorante del tiempo; allí, la armonía, la belleza y la dulzura son las
divinas esencias predominantes. La oportunidad de servir en ese plano
divino se nos ofrece cuando el Señor desciende a este mundo material
para rescatar las almas caídas, o cuando envía a su representante, el
devoto puro.
El Supremo Señor dice, en el Bhagavad-gita (4.8), que Él desciende
milenio tras milenio, “sambhavami yuge yuge”, de no ser así, este mundo
sería un lugar intrascendente.
Hace quinientos años en Navadvip, Bengal, la Suprema Personalidad
de Dios original, S ri Krishna Chaitanya Mahaprabhu, desciende lleno de
dulzura y de divina misericordia sin causa, asumiendo el papel de un
devoto puro y maestro espiritual universal para enseñar cómo se sirve a
Dios y cómo se desarrolla el amor puro por Él, logrando el más excelso
nivel de existencia. Él otorga la oportunidad de liberar a todas las almas
del cautiverio material, lo nunca antes hecho por ninguna otra
encarnación, estableciendo así, el canto congregacional de los santos
nombres de Dios; como el único medio para la salvación de las almas
condicionadas.
Antes del advenimiento de S ri Krishna Chaitanya Mahaprabhu, ya se
había hablado de la importancia de cantar los santos nombres, siendo
esto, presagio de su gloriosa misión.
Mahoma aconsejó: “Glorificad el nombre de tu Señor, el más elevado”
(Corán 87.2). San Pablo dijo: “T odo aquel que proclame en voz alta el
nombre del Señor será salvado” (Romanos 10.13). El Señor Buddha declaró:
“T odos los que proclamen en voz alta el nombre, vendrán a Mí después
de la muerte y Yo los llevaré al paraíso” (Promesas de Amida Buddha). El

214
La Libertad del Alma: Niveles de Teísmo

rey David predicó: “Desde que el sol sale hasta que se pone, el nombre
del Señor debe ser alabado” (S almos 113.3). En referencia a esto, Jesús de
Nazareth, dijo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre” (S an Mateo 6.9). El apóstol San Juan, en su mensaje a Pérgamo,
dice: “El que tiene oído, oiga lo que el espíritu dice a las Iglesias. Al que
venciere, daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita
blanca, y en la piedrecita está escrito un nombre nuevo, el cual ninguno
conoce, sino aquel que lo recibe” (Apocalipsis 2.17).
En el Briham-naradiya Purana, uno de los textos de la sagrada literatura
védica, se dice:
harer nama harer nama harer namaiva kevalam
kalau nasty eva nasty eva nasty eva gatir anyatha
“En esta era de riña e hipocresía, la única manera de liberarse la
constituye el canto del santo nombre del Señor, no hay otra manera, no
hay otra manera, no hay otra manera”.
En kali-yuga (la presente era o yuga), la mayoría de la gente tiene un
corto período de vida, poca capacidad para la comprensión espiritual, y
además, siempre está perturbada por diversas ansiedades. El mejor medio
para lograr la purificación de la existencia es el canto del santo nombre
del Señor. El poder del santo nombre es tal, que al cantarlo de una manera
inofensiva, la mente se apacigua y se libera de todas las ansiedades, así
como de la propensión al pecado, que es el causante de las mismas. El
servicio devocional comienza con el canto congregacional de los santos
nombres de Dios, el Hare Krishna Maha Mantra:
hare krishna hare krishn
krishna krishna hare hare
hare rama hare rama
rama rama hare hare
La única posibilidad de realizar plenamente esta verdad eterna, es
entonando este dulce canto.
En el prólogo de uno de los libros más hermosos de mi maestro
espiritual, Su Divina Gracia S rila Bhakti Raksaka S ridhara Deva Gosvami
Maharaja, titulado “La Amorosa Búsqueda del S eñor por S u S irviente Perdido”,
dice:
“Un teólogo cristiano predijo que el cristianismo se encuentra al
borde de una revolución copérnica. Antes de Copérnico, se creía que la
T ierra estaba en el centro del universo y que el sol y los otros planetas
describían sus órbitas alrededor de la tierra. Hasta hace poco, en el
mundo occidental se pensaba que el Cristianismo era el concepto central

217
En Nombre de Dios

de la divinidad en el universo teísta. No obstante, conforme el hombre


occidental ha vuelto su mirada hacia el Oriente, ha descubierto una
pluralidad de conceptos teístas girando alrededor de la Verdad
Suprema”.
“Al aceptar esa pluralidad, debemos aceptar también las
concomitantes gradaciones del teísmo, ya sean superiores o inferiores.
Así como los planetas se encuentran situados de acuerdo con la atracción
de su gravedad por el sol, los diversos conceptos teístas se encuentran
situados de acuerdo a su atracción por el Centro Absoluto, más alto o
más bajo. El concepto Krishna de la divinidad es el de sentirse
irresistiblemente atraído hacia el centro infinito de todo el amor, la belleza
y la armonía”.
T odas las religiones, los conceptos teístas, y en última instancia la
filosofía y la ciencia, de una u otra manera tienen como objetivo alcanzar
a Dios. Definitivamente, éste es el punto de partida. Pero la conciencia
de Krishna no pretende llegar a Dios, sino que viene de Dios mismo. Esa
es la diferencia. El método ascendente para alcanzar al infinito, es inútil.
La comprensión de que el infinito desciende para asociarse con el finito,
y redimirlo, liberará al eterno incapaz de su angustia existencial.
En “La Búsqueda Amorosa del S eñor por S u S irviente Perdido”, en el
capítulo titulado “La Ilusión de Brahma”, bajo el subtítulo de “La Dulzura
Absoluta”, S rila S ridhara Deva Maharaja nos describe, con la belleza que
caracteriza sus escritos, al Infinito mismo:
“Las escrituras nos dan tres conceptos acerca del Infinito: Brahman,
Paramatma y Bhagavan. El concepto Brahman; es el Infinito que todo lo
abarca. T odo lo que podamos concebir está en Él. Paramatma; Dios en el
corazón de todas las entidades vivientes, es lo más pequeño de lo más
pequeño: anor aniyan. Él es más pequeño que todo lo pequeño que
podamos concebir. Y Bhagavan; el concepto personal de Dios, el cual es
de dos clases: una de ellas, el señor de la majestad y poder infinitos, y
otra, la dulzura absoluta.
En su Bhakti-sandarbha, Jiva Gosvami ha dado el significado esencial
de Bhagavan. Él dice:
“Bhagavan bhajaniya-sarva-sad-guna visistha”; Con la palabra
Bhagavan, él describe este aspecto del infinito: bhajaniya, adorable. Cuando
entramos en contacto con Él, queremos entregarnos a Él para Su
satisfacción. Él es esa clase de infinito. Hay diversas clases de infinitos,
y el concepto más elevado acerca del Infinito es bhajaniya guna visistha:
Él es tan bello y atractivo, que atrae a todos para rendirse a Él. No hay
otro concepto acerca del Infinito: ni espacio infinito, ni tiempo infinito,
ni ningún otro, que pueda aproximarse a este concepto supremo acerca

218
La Libertad del Alma: Niveles de Teísmo

del Infinito: el Infinito plenamente atractivo. T odos los otros aspectos del
Infinito: tiempo infinito, espacio infinito, poder infinito, son externos.
Pero el amor infinito, que atrae la rendición y el amor, es el aspecto
supremo del Infinito. Y eso es Krishna”.
“En todas partes, la atracción es el elemento más esencial. T odo lo
demás puede ser eliminado y olvidado, si entramos en contacto con la
atracción y el amor. Si entramos en contacto con el amor, podemos ignorar
todo lo demás. La satisfacción de nuestra existencia, de toda existencia,
de todo, se encuentra en el amor. El amor es el principio activo del centro,
que es la única satisfacción de toda existencia. La esencia misma de la
existencia está allí. No puede ser ignorada ni desafiada por ninguna
otra forma o aspecto de nuestra existencia sustancial. Es indesafiable y
absoluta”.
“Cualquier cosa que podamos experimentar, la necesidad primordial
de la satisfacción sigue siendo el amor. El soberano absoluto de todo es
el amor. Nada puede comparársele. Al entrar en contacto con el principio
del amor, todos tendrán que aceptar su derrota. Mahaprabhu señaló que
eso es lo más importante en este mundo”.
Mi eterno maestro espiritual instructor S rila Raksaka S ridhara Deva
Maharaja, dice en su libro, “La Búsqueda de S ri Krishna”, Capítulo 1, El
Estandarte del Amor:
“Y la belleza saldrá victoriosa en todo el mundo. Lo sacrificaremos
todo para asegurarnos que el estandarte del amor divino ondee por
doquier, pues una partícula de este amor podrá distribuir y mantener la
paz en todas las direcciones. Así como los combatientes lo dedican todo,
y ofrecen la vida para que sus compatriotas se beneficien en el futuro,
nosotros deberíamos sacrificar nuestras vidas y trabajar para darle a
todos la paz verdadera. En Vrindavana, la tierra de Krishna, el nivel de
sacrificio es ilimitado. Los devotos están dispuestos a arriesgarlo todo
por el Señor. Si ese principio de sacrificio es entronado, la paz hará su
aparición automáticamente”.

219
GLOSARIO DE
TÉ RMINOS VAISNAVAS

Acharya: Preceptor. Maestro espiritual. Profundo conocedor de las


Escrituras Sagradas. Fundador o guía de una corriente teológica.

Arjuna: Amigo de Sri Krishna. Su nombre significa; sin tacha. Príncipe


Pandava, a quien Krishna le recita el Bhagavad Gita. De la obra épica El
Mahabharata, escrita hace más de 5000 años por Vyasadeva, la
encarnación literaria del Señor.

Avadhuta: Vaisnava del más alto nivel que no está sujeto a reglas ni
regulaciones. T ambién significa “loco de amor por Dios”.

B hagavad-gita: Bhagavad: Suprema; Gita: Enseñanza (Enseñanza


Suprema). Considerado el corazón del conocimiento védico. Constituye
el capítulo más importante del Mahabharata, en el cual Krishna instruye
al príncipe Arjuna acerca del conocimiento de Dios; del alma, su
naturaleza y su eterna relación con Dios; y de la naturaleza material.

B hakti Rasaka Sridhar Deva Goswami Maharaja: Discípulo de Srila


Bhaktisiddhanta Saraswati y Maestro Espiritual de Srila Avadhuta
Maharaja. Reconocido como uno de los acharyas vaisnavas más ilustres
del siglo pasado.

Srila B haktisiddhanta Saraswati: Acharya fundador de la Gaudiya Math,


la más extensa sociedad vaisnava de su época. Maestro de eminentes
vaisnavas, entre los que destacan; Bhaktivedanta Prabhupada, Sridhar
Deva Maharaja y Kesava Maharaja.

B haktivedanta Swami Prabhupada: Discípulo de Srila Bhaktisiddhanta


Saraswati. Dio a conocer al mundo occidental, las concepciones teístas
védicas más elevadas. Fundador de ISKCON (Sociedad Internacional
para la Conciencia de Krishna), con cientos de templos diseminados en
todo el mundo. Maestro espiritual iniciador de Srila Avadhuta Maharaja.
En Nombre de Dios

B haktivinoda Thakura: (1868-1914). Ilustre Magistrado y erudito. Uno


de las más insignes vaisnavas que han existido. Escritor de más de cien
libros. Padre de Srila Bhaktisiddhanta Saraswati. A él, le debemos a
difusión de las enseñanzas de Mahaprabhu, la encarnación más
magnánima del Señor.

B hakti-yoga: Yoga a través de la devoción, cuya meta es alcanzar el


amor puro por Dios, en una relación personal en cualquiera de los
diferentes tipos de relacionamientos amorosos con el Señor. El más
importante de sus procesos es el canto de los santos nombre de Dios
(kirtana).

B rahman, Paramatma y B hagavan: Son los tres aspectos manifiestos del


Señor. Brahman constituye su aspecto impersonal de energía pura. Su
refulgencia trascendental. Se realiza cuando consideramos al Señor solamente
desde el punto de vista de existencia (sat). Paramatma constituye su aspecto
infinitesimal omnipresente y omnisciente, presente en todos los seres vivientes
(Superalma). Se realiza cuando consideramos al Señor desde el punto de vista
de existencia (sat) y conciencia (chit). Y Bhagavan, constituye su aspecto
personal individual. Se le realiza cuando consideramos al Señor desde el punto
de vista de existencia (sat), conciencia (chit) y de bienaventuranza o placer
trascendental (ananda). Este último constituye su aspecto más completo (sat-
chit-ananda), y es el único aspecto del Señor con el cual podemos establecer
una relación personal amorosa.

Dharma: Religiosidad. Deber ocupacional.

Gurudeva: Nombre que se le da al maestro espiritual o guru personal.


Significa divino maestro.

Hari: Nombre de Dios.

Haridas Thakur: Asociado del Señor. Es considerado el maestro del santo


nombre. Al momento de su partida de este mundo, el Señor Chaitanya
Mahaprabhu dijo; “Ha partido el mejor de los devotos”.

Harinama: Canto del santo nombre de Dios. Hari es Dios y nama significa
nombre.

ISKCON: International Society for Krishna Consciouness (Sociedad


Internacional para la Conciencia de Krishna). Institución fundada por

222
Glosario Vaisnava

Bhaktivedanta Prabhupada para difundir en todo el mundo las


enseñanzas de Sri Chaitanya Mahaprabhu.

Jiva: Alma. La entidad viviente.

Jiva Gosvami: Uno de los Siete Gosvamis de Vrindavan. Celebre erudito


y autor de numerosos tratado vaisnavas.

Karma: Ley de la causalidad. Ley de la acción y reacción: toda causa


tiene un efecto y todo efecto tiene una causa. Es una de las principales
leyes que rigen este Universo material.

Krishna: Bhagavan. La Suprema Personalidad de Dios. El aspecto


personal del Señor.

Krishnadasa Kaviraja Gosvami: Autor de la Biografía de Sri Chaitanya


Mahaprabhu, “El Sri Chaitanya Charitamrita”.

Kunti: Esposa del rey Pandu. Madre de los Pandavas.

Mahaprabhu: Significa Gran Maestro. Nombre con el que se designa a la


más magnánima encarnación del Señor, Sri Chaitanya Mahaprabhu, el
Avatar Dorado de esta era de Kali.

Maha-Vishnu: Manifestación del Señor como Creador.

Maya: La energía ilusoria del Señor que rige sobre este universo material.
Ella atrapa a la entidad viviente que desea disfrutar de la naturaleza
material.

Nama-guru: El maestro espiritual que nos da iniciación en el canto del


santo nombre.

Narada Muni: Es considerado el mensajero del santo nombre en todo el


universo.

Nrisimha: Encarnación del Señor. Protector de los devotos.

Pandavas: Príncipes hijos del rey Pandu; Yudhistira, Arjuna, Bhima,


Nakula y Sahadeva. a Arjuna a quien Krishna le recita el Bhagavad-
gita, en el campo de Kurushetra.

223
En Nombre de Dios

Prema: Amor puro por Dios. La meta última de la vida.

Puranas: T extos del Vedanta, donde se presenta más sencillamente el


conocimiento de los Vedas en la forma de narraciones históricas. Son
dieciocho textos divididos en grupos de seis, cada uno de ellos dirigido
a las personas situadas en cada una de las tres modalidades de la
naturaleza material; ignorancia, pasión y bondad.

Rasa: Palabra sánscrita de diversos significados. Aquí se refiere a


melosidad, esencia o tipo de relacionamiento afectivo con Dios.

Samsara: La Rueda del Samsara. Ciclo de nacimientos y muertes


repetidos, en el cual transmigramos por diferentes tipos de existencias,
mientras nos encontramos en este universo material.

Sankhya-yoga: Yoga a través del entendimiento analítico del cuerpo


material y el alma.

Sannyasa: Orden de vida renunciante, donde el devoto abandona toda


posesión material y se dedica a la prédica de los nombres, forma,
cualidades y pasatiempos del Señor.

Siksha-guru: Maestro espiritual instructor.

Sri o Srila: Denominación honorífica. Significa Su Señoría.

Sri Chaitanya Charitamrita: Biografía de Sri Chaitanya Mahaprabhu.


Escrita por Krishnadasa Kaviraja Gosvami.

Sri Gourasundara: Nombre del Señor. Se refiere a Mahaprabhu, debido al


color dorado de su tez. Significa “El Hermoso Señor Dorado”.

Sri Isopanishad: Uno de los 108 Upanishadas. Comentarios filosóficos


de los Vedas.

Sri Krishna Chaitanya Mahaprabhu: La última y más magnánima


encarnación del Señor en este mundo. Cuya aparición aconteció hace
unos 500 años en Bengal, India. Vino a liberar a todas las almas
condicionadas caídas de este mundo, a otorgarnos el canto del santo
nombre del Señor como el único método de redención para esta era y
asumiendo la posición de un devoto saborea la melosidad de este
relacionamiento y nos enseña como servir a Dios.

224
Glosario Vaisnava

Sri Sikshashtaka: Serie de ocho versos recitados por Sri Chaitanya


Mahaprabhu, donde se describe todo el proceso del canto del santo
nombre.

Srimad B hagavatam: Considerado el fruto maduro del árbol del


conocimiento. Escrito por Vyasadeva, la encarnación literaria del Señor,
hace más de 5000 años. Describe los pasatiempos de Sri Krishna.

Swami o Goswami: Significa “amo de sus sentidos”. T ítulo que se le


otorga a los devotos que están totalmente entregados al servicio del Señor.

Upanishad: Comentario filosófico de los Vedas. Son 108 textos.

Vaisnava: Devoto que sigue los preceptos del vaisnavismo. Un vaisnava


es aquel devoto que: considerándose más bajo que la hierba del camino
que es pisoteada por todos, siendo más tolerante que un árbol, estando
desprovisto de falso prestigio y ofreciendo respeto a todos; canta
constantemente el santo nombre del Señor.

Vaisnavismo: Concepción filosófica donde se establece el aspecto


personal del Señor.
Vedas: Señor, donde se recopila todo el conocimiento del universo. El
motivo de esta obra, fue el inicio de la era actual, kali yuga. Debido a que
kali yuga es una era de mucha perturbación, riña, irreligiosidad y en la
cual el hombre va perdiendo progresivamente su inteligencia, el Señor
muy compasivamente deja escrito todo el conocimiento (Vedas), para
que éste no se pierda.

Vyasadeva: Considerado la encarnación literaria del Señor. Escribió hace


más de 5000 años los Vedas; Raja Veda, Soma Veda, Yajur Veda, Rig
Veda, el Mahabharata, etc., culminando con su obra cumbre; El Srimad
Bhagavatam.

Yoga: Significa unión de lo material con lo espiritual. Existen ocho formas


de yoga. Son todos caminos para nuestro progreso espiritual, culminando
con el Yoga supremo; Bhakti Yoga o servicio amoroso a Dios.

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