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Los egipcios nunca fueron un pueblo navegante.

Defendían sus
tierras, pero no competían con los griegos en el mar ni enviaban
colonizadores al exterior.
Pero no ocurría lo mismo con otro pueblo mediterráneo. Las
tierras bañadas por la parte más oriental del mar estaban
habitadas por descendientes del pueblo que en la Biblia recibe el
nombre de cananeos. Tenían una antigua experiencia en la
navegación y sus barcos penetraban en lo desconocido aún más
audazmente que los de los griegos.
En tiempo de los griegos, la ciudad principal de esas costas
orientales era llamada «Sur» (roca) por sus habitantes, porque
había sido construida originalmente, por el 1450 a. C.. en una isla
rocosa cercana a la costa. La forma griega de ese nombre nos ha
llegado como «Tiro», La mayor fuente de prosperidad de Tiro la
constituían sus tinturas. Obtenían una tintura rojo-purpúrea de un
marisco de sus costas mediante un procedimiento que
mantuvieron secreto. En aquellos días, las buenas tinturas, que no
se desleían o borraban, eran muy escasas, y esta «púrpura tiria»,
como aún se le llama, era muy codiciada. Los mercaderes tirios
pedían buenos precios por ella y prosperaban.
Cuando los griegos encontraron por primera vez a los mercaderes
y navegantes de Tiro, quedaron impresionados por las coloridas
ropas que usaban. Por ello, los llamaron «fenicios», voz derivada
de una palabra que significaba «rojo sangre», y a la tierra de los
tirios la llamaron «Fenicia».
Los fenicios figuran en las leyendas griegas. Según esas
leyendas, el antiguo rey de Creta, Minos, era hijo de la princesa
fenicia Europa (véase pág. 24). Se creía que el hermano de
Europa, Cadmo, había llegado a las tierras continentales de
Grecia y había fundado la ciudad de Tebas.
Esto bien podría ser el eco de incursiones fenicias en tiempos
micénicos. Los fenicios se establecieron en la isla de Chipre, que
está a sólo 320 kilómetros al noroeste de Tiro, durante el agitado
período que siguió a las invasiones dorias. Los griegos ya se
habían establecido allí en época micénica, y durante todos los
tiempos helenicos hubo en Chipre ciudades griegas y fenicias (a
menudo en conflicto unas con otras).
Los fenicios no sólo cerraron el extremo oriental del Mediterráneo
a la colonización griega, sino también el extremo occidental.
Ya antes de que comenzara la gran oleada de colonización
griega, los colonizadores fenicios habían desembarcado en la
costa sur del Mediterráneo, a unos 1.500 kilómetros al oeste del
Nilo. Fundaron dos ciudades, la primera de las cuales era
conocida por los romanos de siglos posteriores como Útica y la
segunda, fundada en 814 a. C., como Cartago.
Cartago prosperó. Se hizo soberana de toda la costa y, en verdad,
llegó a ser mucho más poderosa que Tiro. Durante un largo
período, fue la ciudad más grande y más rica del Mediterráneo
occidental y ningún barco podía entrar en esa parte del mar sin
permiso de Cartago.
Más aún, Cartago comenzó a establecer zonas de dominación, en
competencia directa con los griegos. La ciudad está separada del
extremo occidental de Sicilia por sólo 150 kilómetros de mar. No
cabe sorprenderse, pues, de que los cartagineses se desplazaron
a Sicilia occidental, como los griegos habían ocupado la parte
oriental de la isla.
A lo largo de todos los tiempos helénicos, los cartagineses y los
griegos se combatieron hasta llegar a un estancamiento. Ninguno
de los pueblos pudo nunca expulsar totalmente de la isla al otro,
aunque uno y otro estuvieron a punto de conseguirlo a veces.
La expansión griega hacia el noroeste de la península Itálica
también se detuvo y no pasó de Cumas, la primera colonia que
fundaron. Al noroeste de Cumas estaban los etruscos.
Muy poco es lo que se sabe de los etruscos. Tal vez llegaron a
Italia desde Asia Menor, pero también esto es incierto. No
comprendemos su lengua, y su cultura ha dejado escasos restos
que podamos estudiar. Más tarde fueron absorbidos por los
romanos, tan completamente que casi no queda nada de ellos.
Pero cuando los griegos estaban asentándose en Italia, los
etruscos aún eran poderosos. Y opusieron resistencia cuando los
griegos trataron de llegar a las grandes islas de Cerdeña y
Córcega, que están entre Italia y el asentamiento griego de
Massalia.
Los focenses, que se habían establecido en Massalia, tomaron la
delantera en el intento de colonizar las islas, por el 550 a. C. Pero
alrededor del 540 a. C., los etruscos, en alianza con los
cartagineses, derrotaron a la flota focense en una batalla naval
que se libró cerca de Cerdeña. Fue un desastre para los
colonizadores griegos, quienes fueron muertos o expulsados de la
isla. Cartago se apoderó de Cerdeña, mientras que Córcega cayó
en manos de los etruscos.
Esa batalla marcó el fin de la Edad de la Colonización griega. Las
zonas disponibles para la colonización habían sido ocupadas y los
griegos ya no pudieron seguir expandiéndose.
Aunque al respecto los fenicios y sus colonizadores frustraron a
los griegos, en otro respecto les hicieron -e hicieron a todo el
mundo- un gran favor. Inventaron el sistema de escribir palabras
mediante unos pocos símbolos diferentes.
Las civilizaciones anteriores, por ejemplo, la de los egipcios,
habían inventado la escritura, pero usaban cientos o hasta miles
de símbolos diferentes, uno para cada palabra diferente o al
menos para cada sílaba diferente. (Es lo que hacen los chinos
hasta el día de hoy.)
Los fenicios fueron los primeros en percatarse de que era
totalmente posible hacer que cada símbolo representase sólo a
una consonante y que bastaban dos docenas de «letras». Cada
palabra sería una combinación de varias letras.
La invención fenicia tal vez fue la única de esta especie. Todos los
otros grupos humanos que han aprendido a escribir de esta
manera parecen haber tomado las letras fenicias, aunque a veces
de un modo muy indirecto.
Los griegos tomaron sus letras de las fenicias, y lo admitieron en
sus leyendas. Fue Cadmo, el príncipe fenicio fundador de Tebas,
quien según la leyenda enseñó a los griegos el sistema de
escritura con letras.
Pero los griegos introdujeron un cambio. Hicieron que algunas de
las letras representasen vocales, dando más sencillez y claridad al
sistema, al permitir distinguir «masa», «mesa», «misa», «musa» y
«amasa». [Por supuesto, hemos adaptado el ejemplo inglés del
original al castellano. (N. del T.)].

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