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Pregón de la Semana Santa

Cartagena 2019

TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN


Tomás Martínez Pagán

Pregón de la Semana Santa


Cartagena, 2019
© Tomás Martínez Pagán

Ilustraciones:
Kraser (foto1)
Javier Lorente (foto 2)
Ángel García Maciá (foto 3)
Jesús Inglés Canalejo (foto 4)
Esteban Bernal (foto 5)
Salvador Torres (foto 6)
Antonio Vidal Máiquez (foto 7)
Virginia Bernal (foto 8)

Edita:
Excmo. Ayuntamiento de Cartagena

Imprime:

T. 968 08 50 08. CARTAGENA

Dep. Legal:
MU - 171 - 2018
Pregón de la Semana Santa de Cartagena
pronunciado por el
Sr. D. Tomás Martínez Pagán
el sábado 9 de Marzo de 2019,
en el Auditorio El Batel
Paseo Alfonso XII - Cartagena
PREGÓN DE LA SEMANA SANTA 2019

Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Cartagena;


Excma. Sra. Alcaldesa;
Presidente de la Junta de Cofradías de Semana Santa;
Hermanos Mayores de las Cofradías Pasionarias;
Hermanos Mayores de las Cofradías de Gloria;
Rvdos. Capellanes;
Excmas. e Ilmas. Autoridades;
Nazarena Mayor;
Procesionista del año;
Cofrades;
Cartageneros;
Hermanos y Hermanas en Nuestro Señor Jesucristo.

En el inicio de este pregón, quiero que mis primeras


palabras sean de agradecimiento a los cuatro Hermanos
Mayores, y a la Junta de Cofradías de nuestra singular Semana
Santa, de Interés Turístico Internacional, por haberme
distinguido con tan alto honor para un hijo de esta magnífica
tierra.

Igualmente, mi agradecimiento para la Alcaldesa de la


ciudad que, desde el momento de la llamada comunicándome
el acuerdo de la Junta de Cofradías, se puso a mi disposición
ofreciendo su apoyo para todo lo que necesitase este
pregonero. Gracias Alcaldesa.

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Mi felicitación también para la Nazarena Mayor, María
de la Consolación Pavía, porque es la genuina representación
de la mujer cartagenera para todos los que vivimos y sentimos
nuestras procesiones. Como cada año, la Junta de Cofradías
ha vuelto a dar en la diana seleccionando a una mujer
indiscutible en sus raíces, cartageneras y procesionistas.

Igualmente quiero agradecer las muestras de apoyo de


todos los que me felicitaron por el encargo de esta tarea que
es componer el PREGÓN DE SEMANA SANTA, que realizo
con más sentimiento e ilusión que con conocimientos en tan
importante responsabilidad, que haré con la humildad que
reconoce la extraordinaria nómina de ilustres pregoneros que
me han precedido; baste recordar el gran pregón del Coronel
D. Ginés Fernández Garrido en el Paraninfo de nuestra
Universidad; o en este mismo extraordinario marco donde
estamos hoy, el del Doctor Don Ángel Julio Huertas.

Oliendo a nardo y verbena


Miradla por donde asoma
Transida de amarga pena
La dolorida paloma
Que es Reina de Cartagena

Permítanme que comience con esta Saeta compuesta


el Viernes Santo de 1924 a la Virgen de la Caridad, a quien
me encomiendo; porque soy consciente de la gran
responsabilidad y el reto que supone, ante ustedes, expertos
en Semana Santa, el anunciar y glosar a nuestra querida
Trimilenaria, y por ende a nuestra Semana Santa, la primera

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de España; y para ello recurriré a narrarles mis sentimientos
y mi cariño por Cartagena con un paseo nostálgico por mi
vida y mi ciudad.

• Infancia

Siempre dije que había llegado tarde a nuestra Semana


Santa; rectifico, tarde no ¡muy tarde! Yo no tuve la suerte de
ser de esos cofrades a los que inscribieron el mismo día de
su nacimiento en el Registro Civil y en la Cofradía. No, no fue
así, pero es que yo hasta llegué tarde al Registro; nací el día
de las Ánimas y mi padre, por eso de tener que atender el día
a día en la venta de leche, que era a lo que se dedicaba, no
me pudo inscribir hasta el día 8 de ese mismo mes.

Para mí, hoy, es una gran suerte poder hablar de la


Cartagena que me acogió de niño, me ayudó en mi juventud
y me lo dió todo en mi vida, a la que quiero entrañablemente
y con la que estoy en deuda, porque de ella he recibido mucho
más de lo que yo puedo aportarle.

Cartagena es una gran casa con las puertas abiertas,


puertas impenetrables para quien se presenta como enemigo,
pero casa con las puertas abiertas de par en par y dispuesta
siempre a dar un abrazo a quien se aproxima a ella esgrimiendo
las armas de la amistad, de la concordia y de la paz.

Una ciudad que se transforma en su Semana Santa; el


recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro

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Señor Jesucristo, de forma plástica y ordenada, hace que
muchos corazones de hombres y mujeres latan al ritmo del
tambor. Los sonidos serán capaces de conmover sentimientos,
tanto a los que tenemos la suerte de vivir en nuestra tierra,
como a los que desde la ausencia recuerdan las vivencias
adquiridas desde niños.

Nuestra Trimilenaria ciudad, la ciudad de las cinco


colinas que bajo el dominio romano vivió su máximo esplendor,
gracias a su privilegiado emplazamiento y la singularidad de
su topografía: una pequeña península entre el mar y una laguna
interior que permitía una fácil defensa y que, junto a la riqueza
minera de su sierra, la convirtieron en gran capital.

La leyenda forjaron de tu nombre


cuantos héroes tus mármoles custodian,
proyectando el pregón de tu hidalguía
desde el puerto a los mares de la historia…

Y esta Cartagena del alma en la que tuve la suerte de


nacer, y más exactamente en La Media Legua, nombre de
esta barriada por ser la distancia que la separa de la ciudad,
y que te dota de un talante especial; ni mejor ni peor,
simplemente especial. Al igual que el hecho de haber nacido
en el seno de una familia de agricultores, en la que el poco
tiempo libre que disponías se lo tenías que dedicar al auxilio
laboral en casa.

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Dijo Machado que su infancia eran recuerdos de un
patio de Sevilla, y de un huerto claro donde madura el limonero.
Sin embargo mi infancia, gracias a Dios, se compone de
muchos recuerdos de muchos de los patios que había en mi
barrio, de los portales de los vecinos y la replaceta donde se
concentraban los juegos, de una escuela única, la de D. Antonio
Mula, a la que asistíamos todos juntos, en una misma clase
y en la que cada mañana se distribuía el consabido vaso de
leche en polvo.

Recuerdo, como si fuese ayer, cuando mi padre me


llevó a Santa Lucía, donde él vendía la leche, para hablar con
un parroquiano al que le suministraba tan exquisito producto
y allí conocí a ese querido sacerdote, Don José Rodríguez
Escoti, cartagenero de la calle Martín Delgado, antiguo alumno
del Patronato y que, después de haber pasado por diversos
destinos, recaló en Santa Lucía, donde creó el local hogar
parroquial de Nuestra Señora de Fátima, en la popularmente
conocida como calle de La Cuesta.

En su continua lucha por su barrio y las tradiciones, en


1946 consiguió anexionar la Archicofradía del Apóstol
Santiago, canónicamente erigida en esta parroquia, a la de
Santiago de Compostela, impulsando las fiestas en honor
del Apóstol. Estoy seguro de que, si le hubiese tocado vivir
esta etapa, hoy la entrada de Santiago a España por el puerto
de Santa Lucía, donde luce una escultura monumental del
maestro Quirós en referencia a dicha efeméride, podría ser un
punto de peregrinación, y convertir Cartagena y Santa Lucía

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en un referente para peregrinos, como otros tantos de nuestra
geografía nacional que hacen grande a la ciudad que los acoge.
Y como en muchas otras ocasiones ya he recordado: “la ciudad
que olvida su pasado, irremisiblemente pierde su identidad”.

Pues bien, mi padre, durante esa entrevista, le pidió al


Reverendo D. José que le recomendase colegio para su hijo
y, sin dudarlo, D. José le preparó un escrito para que lo
presentara en el Patronato del Sagrado Corazón de Jesús.
Al día siguiente fui con mi madre a ver a la Madre Superiora,
Sor María, a la Residencia de la calle Saura, justo al lado de
la emblemática fachada de Beltrí.

Es así como empieza una nueva etapa en mi vida que


me acerca a esta gran Ciudad en la que, al principio, todo lo
veía muy grande y muy distante. Para ir y venir del colegio
utilizaba el autobús de Meroño, que venía desde La Unión y
llegaba hasta La Plaza de la Merced, nuestro Lago, llevándome
todos los días la fiambrera para comer en el comedor de la
Residencia de las Hermanas. Después de comer, algunos días
salíamos a jugar al Lago, donde también había alumnos de La
Misericordia y de Las Graduadas de la calle Gisbert. ¡Qué
recuerdos los de aquellos tiempos de la infancia!, en los que
compartía ciudad y pueblo, con todos aquellos juegos de la
época: los rompis, el gua con las cristalinas, los cromos del
“salsafrán”, el chinchimonete o el Rey hueso… Juegos que
hoy sería impensable practicar en la calle y con grupos tan
numerosos. Además nunca faltaba el momento para comprar
las chucherías de turno en El Torraero o en Botías.

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Recuerdo también cuando, acercándose ya la Semana
Santa, se introducía aquella sana rivalidad y todos se
preguntaban ¿tú eres Cali o Marra?, lo que era algo totalmente
desconocido para mí, pero a lo que, poco a poco, fui
acercándome, aunque solo fuese en el conocimiento de lo
fundamental.

En mi pueblo, después de mi Primera Comunión, me


incorporé como monaguillo del Reverendo Don José Pallarés,
gran sacerdote de la Parroquia de Los Mateos, que todos los
domingos celebraba la misa en la escuela. Como no existía
campanario debíamos recorrer las 6 calles, los tres o cuatro
amigos monaguillos, tocando una campanilla para avisar del
inicio de la Eucaristía. Y fue precisamente allí donde yo ví por
primera vez a un nazareno de cerca. Se trataba de Pedro
Gómez, que marchaba en la mañana del domingo de
Resurrección, todo vestido de blanco, a coger su autobús
para ir a la procesión.

Y quizás fuese esta una mera coincidencia que más


tarde se convertiría en premonición ya que unos 45 años
después, pasé a formar parte de la tan querida Cofradía del
Resucitado que representa el momento más importante de
toda la Semana Santa, porque lo es de nuestro Credo: la
Resurrección de Nuestro Señor.

Pasé por lo tanto por el Patronato de la calle Saura,


cantera de la Agrupación de la Santa Agonía que allí había
sido fundada en el año 1929, en el seno de la Asociación de

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Hijos de María Inmaculada, donde se han formado numerosos
hermanos de esta Agrupación y donde todavía se siguen
reuniendo en sus momentos más importantes.

Los años pasan y voy conociendo cada vez más el entorno


de la Ciudad. Descubro sitios emblemáticos como la Iglesia de
la Caridad, el Ayuntamiento, Capitanía, el Puerto, Aduanas, Palacio
de Aguirre… edificios que de niño miras como algo grandioso y
que, con el paso de los años, llegas a conocer por dentro y
también a sus moradores. Es entonces cuando valoras el ayer
y recuerdas con nostalgia lugares y personas. Me movía por esa
Plaza del Lago, que tan bien describía Isidoro Valverde. Lugar
donde se suceden los Encuentros en las madrugadas del Viernes
Santo; el Lago con su palmera y su tradicional farola en el centro,
era como un corazón que impulsaba vida por sus arterias, las
calles: Beatas, Gloria, Duque, Ángel, Don Matías, Caridad, Gisbert,
San Roque y Villalba.

Yo sigo añorando el ambiente de aquellos recorridos


que hacía, unas veces con compañeros y otras con mi madre,
cuando tocaba bajar a comprar a Cartagena y a la Plaza de
Gisbert, ¡y menuda plaza aquella!... y “¡qué gentío!”, decía
siempre mi madre a la entrada. Y los comercios que había
alrededor, igualmente llenos. Algunas veces hacíamos parada
en el “Bar Futbolín”, donde hacían los mejores sándwiches
del mundo; el olor era exquisito y sentarte en la mesa con una
fanta y disfrutarlo, no tenía precio. Al fondo, las tertulias de
señores mayores. ¡Se notaba que eran importantes en la
ciudad!

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Mis primeras procesiones siempre fueron con mis
padres. Bajábamos en el autobús y nos parábamos en el “Bar
Ideal” en cuya alargada barra nos tomábamos una buena
ensaladilla con picos y un perrito caliente con el correspondiente
refresco. Mientras, al fondo, se escuchaba el golpeteo de las
fichas de dominó de los habituales que echaban la partida
diaria, ya fuese Semana Santa o Fin de Año.

Salíamos entonces a dar un tranquilo paseo. Parece


que estoy ahora mismo debajo de la marquesina de la
“Chocolatería Espín”, en la calle del Duque; recuerdo la mano
con esa pastilla de chocolate que tenía por símbolo y el
penetrante e inolvidable olor a café y chocolate que, como
muchos otros recuerdos olfativos de tu infancia, no puedes
olvidar jamás.

Y continuamos andando hasta llegar a “Calzados El


Gallo”, donde aguardan las tres sillas en las que nos sentamos
a ver la procesión, con los caramelos en la mano y, no podía
faltar, un par de esos “Sepulcros” que formaban parte de la
gastronomía tradicional de nuestra Semana Santa, uno cali y
otro marra, y de los buenos de crocanti (azúcar tostada y
almendras), actualmente desaparecidos, que se distribuían
con vistosos envoltorios en los que aparecía un penitente
encarnado o morado y el escudo de la correspondiente cofradía
que servían para identificarlos. La Gardenia, del Grupo Zamora,
dejó de fabricarlos; y con ellos se perdió otra tradición de
nuestras procesiones.

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Los balcones repletos de vecinos con sus familiares o
amigos. Atestadas las calles con varias filas de sillas, y muchas
personas de pie. Decenas de vecinos de las calle Montanaro,
Alto, Ángel o Don Matías bajaban con sus sillas de anea y
ocupaban los espacios que quedaban entre la calle del Duque
y Gisbert; familias enteras disfrutaban de ese desfile de los
sentidos que es nuestra Semana Santa, cuyas procesiones
comenzaban con un despeje, ya perdido, con la marcialidad
de Policía Municipal, Policía Armada e incluso la Cruz Roja.

Recuerdos que añoro y me duelen. Hoy nuestra Semana


Santa tiene que discurrir en una Ciudad en parte derruida y
en parte transformada; un casco en donde, por mor de los
solares o de los edificios para oficinas, vive poca gente. La
Semana Santa y Cartagena necesitan tener un casco histórico
habitado en donde el bullicio no sea por los bares y
establecimientos a determinadas horas, sino por el tránsito
de esas personas que disfrutan del paseo por la ciudad antigua
donde están viviendo. La ciudad y sus gentes deben abrazar
nuestros desfiles pasionales.

Y la procesión comienza a pasar mientras yo me


sorprendo de algo que no conozco en profundidad, pero cuyo
espectacular vestuario, orden, música y tronos, te hace estar
tan atento y respetuoso ante el cortejo, que lo vives
intensamente. Todo me sorprende, admiro hasta el cabo
gastador de los granaderos marrajos, ese hombre alto y serio,
que con una marcialidad digna de grandes tropas dirigía a sus
hombres hacia el infinito y levantaba las palmas de todos los

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espectadores, y que con el paso de los años supe que era
Francisco Girón.

He visto, he sentido la procesión, pero no ha terminado,


¡no!; porque al final pasa el piquete haciendo vibrar al público
y, levantándolo de sus asientos, rompe en enardecido aplauso.
Toca entonces la retirada, pero antes mi padre nos lleva a
Cañizares, otro emblemático local de la ciudad, señorial según
yo recuerdo, con lámparas colgando de sus altos techos, y
una exquisita pastelería elaborada por esa gran dinastía
cartagenera que son la “familia Román”. Allí nos tomábamos
un chocolate con bollos que me sabía a gloria celestial antes
de coger el autobús para regresar a casa.

Según me contaba mi padre, gran aficionado a los toros,


hubo tiempos en que se celebraba una corrida de toros en
nuestra Ciudad el Sábado de Gloria, aunque con el cambio
de la liturgia se trasladó al Domingo de Resurrección. También
se realizaban festivales a beneficio de las agrupaciónes como
en el caso de La Flagelación, San Pedro, y en donde actuaban
primeras figuras nacionales e internacionales como César
Girón, Julio Aparicio, El Litri, Mondeño, Bienvenida y, claro
está, nuestro torero, Ortega Cano.

Testimonio de ello es que algunas de las imágenes de


la Virgen, en sus advocaciones, cuentan entre su ajuar con
capotes de paseo de los grandes maestros del arte de
Cúchares. Grandes toreros de la época en Cartagena haciendo
faena junto a la mejor Semana Santa de España.

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Nuestra Semana Santa ha sido capaz de aunar a su
entorno tanta actividad que, en aquella época, hasta las mañana
eran fiesta en la calle. Mis primos y yo nos desplazábamos
hasta el Club Santiago, donde se celebraba el concurso Hípico
con motivo de nuestra Semana Grande. En él participaban un
gran número de caballos y jinetes de primer nivel, muchos de
ellos militares, con un ambiente de gala y unas pistas perfectas
en lo que se refiere a obstáculos, plantas y señalización. En
esos tiempos solamente estaba la Yeguada Militar; no como
hoy que en nuestro entorno existen más diez centros equinos,
lo que nos permitiría rememorar aquellas mañanas sin mucho
esfuerzo, teniendo tan solo un poco de iniciativa e implicación.

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• Juventud

Tras finalizar la instructiva etapa en el Patronato, al que


sigo vinculado desde que tuve el honor de presidir su centenario
en el año 2000, el siguiente paso fue ingresar en las antiguas
Escuelas de Maestría Industrial, donde ya mi inmersión en
esta Trimilenaria fue completa.

Allí me relacioné con nuevos compañeros y amigos y


a lo largo de ese devenir diario conocí a Paqui, la que hoy es
mi mujer. Se encontraba ella por aquel entonces realizando el
Servicio Social en la Biblioteca de San Isidoro en la CAM, la
auténtica CAM Cultural al frente de la cual estaban Alberto
Colao y Juan Jorquera del Valle.

Muchos días, al terminar la jornada, pasaba a recoger


a Paqui a la calle Mayor y, por qué no decirlo, más de una vez
a tomar el aperitivo con Don Juan en el Columbus. A él le
encantaba tomar un buen taco de atún con mayonesa, y he
de reconocer que abría el apetito nada más verlo servido en
el plato, con una copita de rioja al lado; y yo, pues también
me apuntaba. Llegamos así a generar una muy sana y buena
amistad, hasta el punto de que un día nos invitó como Hermano
Mayor del Cristo del Socorro, a salir en el Vía Crucis de la
madrugada.

Fue ésta mi primera salida en nuestra Semana Santa,


partiendo desde la Catedral Antigua, que por aquel entonces
se encontraba en peor situación que la actual. En aquella

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época, el administrador era el por todos conocido, Paco “El
Nabo”, apelativo que cariñosamente le daban por su altura
física, y que daba uso a todo lo que podía utilizar como
residencia suya que era. Ningún templo en la Historia de
nuestra Región resultará, a los ojos de un historiador, tan
enigmático y lleno de pasiones como este vetusto edificio a
pesar del lamentable estado de abandono en que se encuentra.

Lo sabemos, no se trata de un monumento notable por


su belleza, ni tiene un estilo definido, pero es el templo que nos
une con el pasado en nuestro Credo en Jesús Salvador. Cuando
se estudia la antigüedad de esta Iglesia, más que nunca se
experimenta el triste desaliento de ver este templo tan impotente
en su lucha contra el olvido. Erguida sobre su dolorosa ruina
en la que anidan gaviotas, sigue en pie, oteando el horizonte;
esperando acaso que nuevamente el viejo mediterráneo haga
arribar a nuestra costa y a nuestro puerto, como hace cerca de
dos mil años, a Santiago Zebedeo, “El hijo del trueno”, trayendo
a la Hispania romana la “Luz del Evangelio”.

Esperemos que las promesas recientes que nos anuncian


se concreten en realidad y tomemos buena nota de lo que es
aunar esfuerzos y conseguir objetivos comunes para una
Ciudad mejor, una iglesia en el siglo XXI y una imagen más
atractiva de cara al exterior.

El Vía Crucis del Cristo del Socorro es algo distinto pero


que confluye en la devoción. La llegada a la Caridad, el silencio,
un tambor con sordina, los rezos de las estaciones con unos

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expectadores que están activos, porque acompañan a la
procesión en su discurrir, hace que te sientas reconfortado,
que compruebes de primera mano que la oración y el
recogimiento son cada día más necesarios.

Aunque procesionamos con el Cristo del Socorro y


empezamos ya a ver nuestra Semana Santa de otra manera,
con gran sentimiento pasional, parece que todavía nos falta
algo y es que hay que reconocer que antiguamente las Cofradías
no estaban tan abiertas como lo están hoy, en donde un crisol
de personas de distinto origen y procedencia se llaman
hermanos en la Cofradía de manera sincera.

Fuimos jóvenes y durante la Semana Santa, nuestro


grupo de amigos aprovechaba para hacer su ruta por las
tabernas típicas de la vieja ciudad: La Manchega, con sus
patatas al horno; El Macho, con sus bravas y sus pasas, La
Uva con sus michirones, El Túnel con sus empanadillas
mejoradas con anchoa; El Matías, y sus tostas de pan moreno
con sobrasada caliente; El Nido, con sus champiñones y sus
angulas; El Baviera, justo enfrente de nuestra Patrona, con
sus pulpos....

Y comprábamos sillas en segunda fila para ver la


procesión los días grandes. Los otros días de pie, cambiando
de zona y recorriendo unas calles repletas de personal,
admirando la solemnidad en el paso de los tronos para, al
final, terminar cantando la salve en la puerta de Santa María.
El momento mágico de cada procesión, el cantar a la Madre

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esa oración que en Cartagena se le ha sabido dar música para
unir los corazones de hombres y mujeres. ¡Cuántas lágrimas
he visto caer por mejillas, endurecidas por el paso de los años,
al cantar “a tí suspiramos gimiendo y llorando…”!

Pasan los años a un ritmo vertiginoso, cubrimos etapas


de la vida, hasta que ésta nos premia con nuestro único hijo,
Alejandro, y cuando este tiene la edad reglamentaria, lo
incorporamos a una agrupación Marraja.

Empieza entonces mi gran vinculación con esa singular


“catedral” de la Semana Santa que era el “Puerto Rico” donde,
durante toda la Cuaresma, sonaban durante todo el día las
marchas de nuestra Semana Grande. Allí se intercambiaba
lotería, y una tertulia entre hermanos de agrupación daba paso
a la siguiente, aderezada con ese “café rico, rico, los cafés del
Puerto Rico”, con sus camareros uniformados con chaqueta
y pajarita, Vicente, Jaime… ¡Qué calidad de servicio! Con todos
esos detalles hasta sabe mejor el buen café. ¡Y qué magnífico
entorno cofrade!

Por las mañanas bajo la exquisita batuta de Isidoro


Bobadilla y por las tardes de su cuñado, José Sánchez Macías,
el alma de La Lanzada. En ese rincón de tan singular barra,
se movía y comentaba casi todo lo relacionado con nuestras
Cofradías y, cada año, era visita obligada de muchos
cartageneros. Llegaban los ausentes a la Ciudad y una de las
primeras cosas era la visita al “Puerto Rico”. También vivía la
concentración de la Agrupación de La Lanzada cada Viernes

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Santo, bajo la farola del Lago, antes de desplazarse hasta
Santa María.

Los años de mi hijo en la Lanzada se convirtieron en


un clásico para mis mejores amigos, a cuyos hijos también
vinculé con esta Agrupación con la que todos procesionaban,
mientras nosotros reservábamos mesa todos los años en el
“Kiosco Fénix” para ver la procesión y recoger luego a los
chiquillos. Año tras año las mismas familias en las mismas
mesas disfrutando de la procesión en el mejor de los ambientes.

Tras mi implicación en temas que afectaban a colectivos


de Cartagena, como fue la de los afectados por la implantación
de General Electric en Los Camachos, aumenta mi vinculación
con la ciudad y hace que las agrupaciones de Semana Santa
nos inviten a participar con ellos; así surge el primer
nombramiento de Paqui como madrina de la Santa Cena a
petición de su presidente, D. Rafael Márquez Sauco. Paqui
procesionó en un desfile majestuoso y lleno de ambiente
cofrade en el que el tercio llamó la atención por su grandiosidad,
luminosidad y por el arreglo de la eucarística.

También Paqui procesionó con San Juan, con su paso


largo, de entre 50 y 52 pasos por minuto, porque tiempo
después la nombraron madrina de San Juan Marrajo, y un
grupo de poetas dio un recital antes de la comida en el que
se encontraba presente mi gran amiga, Rosa Juaneda,
coordinando a Mariano Roca y otros poetas. Una Agrupación
de las más antiguas y con más solera, que fue la primera en

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innovar su paso ya antes de la guerra civil, introduciendo el
orden y la disciplina en su tercio blanco. Hoy son un ejemplo
y auténtico espectáculo al salir estandarte, tercio y trono de
forma simultánea.

Mi vinculación a la Cofradía California viene de dos


grandes cofrades y amigos: Bienvenido Angosto y Antonio
Cárceles, y me dicen: “queremos hacer un reconocimiento a
tu nombramiento de cartagenero del año en 1997”, siendo así
como surge mi acercamiento a la Cofradía California.

Se trata del San Juan Californio. Y he de reconocer que


nunca llegué a procesionar, pero en mi descargo sea que ese
ritmo de tambor lento, que suele estar en unos 46 pasos por
minuto, es solo para entendidos y expertos penitentes; un
ritmo de tambor que llevan desde hace más de 70 años y que
es el adecuado para su solemne desfile. Confiere a sus tercios
una personalidad diferenciada, ya que logra un paso más
elegante y que las capas tengan una cadencia diferente, como
meciéndose en el aire.

Es bueno que existan diversas formas de apreciar un


buen desfile; nuestra seña de identidad más importante en las
procesiones es la forma de desfilar, y el que haya matices que
nos hagan superarnos es importante para mantenerla. Pero
sí quiero decirles que es fundamental que se siga siendo
estricto en cómo desfilamos; no se puede bajar la guardia y
hay que exigir a los penitentes que recuerden que deben
mantener nuestra forma de sentir la procesión, aunque,
reconozcamos, que eso ¡exige sacrificio!

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Después de todo llega el Blanco, el Blanco resucitado.
Paqui fue nombrada madrina de la Virgen del Amor Hermoso,
experimentando así durante años muchas hermosas vivencias
junto a esa gran Agrupación de nuestra Virgen bajo palio.

Porque la Virgen del Amor Hermoso es la Virgen de


todos los procesionistas, la Virgen de todos los cofrades, es
la que cierra nuestra Semana Santa. Porque si el cartagenero,
que es apasionadamente Mariano, se desvive por su Patrona,
nuestra Santísima Virgen de la Caridad, después traslada esa
devoción al resto de las advocaciones pasionarias en la imagen
de la Virgen de la Soledad del Consuelo, Rosario, Piedad,
Primer Dolor, Esperanza, Dolorosa, Soledad, Soledad de los
Pobres. Y finalmente es en la imagen de María en la que se
aglutinan todas estas pasiones cada Domingo de Resurrección,
cuando finalizan nuestras procesiones con la Virgen del Amor
Hermoso. Nuestra esperanza cada año, es poder volver a
contemplarla en la misma rampa de la Iglesia de Santa María
de Gracia, al año siguiente, al finalizar de nuevo la Semana
Santa.

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• Resucitado

Con el devenir de los años Benito Martínez, Hermano


Mayor de la Cofradía del Resucitado, y Julio Sarabia me piden
que me incorpore a la Cofradía. Tras muchas dudas, por las
espectativas que tenían de mí, acepté y fui nombrado Primer
Mayordomo de mi querida Cofradía para después sustituir a
ese gran Hermano Mayor que durante quince años había
llevado las riendas de la hermandad blanca. Yo partía con dos
ideas: la calidad como pilar básico y aumentar la masa
social de hermanos en la Cofradía. Y por otro lado en aportar
gestión y desarrollo en la Junta de Cofradías lo que incluía
trabajar por el Museo de la Semana Santa.

No soy quien para juzgar mi paso como Hermano Mayor


pero lo que es cierto que no conseguí ninguno de los objetivos
relacionados con la Junta de Cofradías.

Se suceden los recuedos, que son historia viva en mi


Cofradía, mi primer Cabildo de la Monas que fue en el almacén
de tronos, la presencia en la procesión del Obispo de la
diócesis, Monseñor Reig Pla, año que por cierto, al final nos
llovió, cuando aún faltaban por entrar las Agrupaciones de
Santo Tomás, Lago Tiberiades, San Juan y la Virgen del Amor
Hermoso. ¡Mi debut, y pasado por agua! Aunque hay que
decirlo no se produjeron daños irrecuperables.

Es preciso señalar un evento, en donde las Cofradías


hasta ahora han tenido mucho que decir, con la inicativa

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primigenia de la Cofradía Marraja, y me refiero a las Cruces
de Mayo, evento que nuestra Cofradía había dejado de
celebrarlas en el año 1998 y que nos propusimos sacar adelante.
Fue así como llegamos a convertir la calle Palas en un Real
de la Feria, en el que colaboraban un nutrido grupo de hosteleros
que proporcionaban una variada oferta gastronómica. Sé que
hay voces críticas, y tal vez lleven razón, porque lo fundamental
debe ser la exaltación de la Cruz, y también sé que no somos
Andalucía y que hay que recuperar nuestras tradiciones, pero
nuestra Cruz, con su correspondiente decoración Cofrade,
lograba que, durante dos noches y tres días, la calle Palas
pusiese el nombre del Resucitado en boca de muchos
cartageneros y foráneos. Una manera de hacer Cofradía.

¡Qué recuerdos tan buenos perduran en mi memoria


de esos 8 años compartidos con los Hermanos Mayores de
las otras Cofradías, todos los hermanos y hermanas,
procesionistas, capellanes y personas que no hubiese tenido
oportunidad de conocer y de cuya amistad no hubiera podido
disfrutar, si no hubiese ostentado ese cargo en mi Cofradía!

Pero las Cofradías, que tienen como misión principal


sacar las procesiones no se paran durante el resto del año: la
Caridad es un punto fuerte que hay que seguir trabajando,
como cristianos debemos pensar en nuestro hermano
desfavorecido. Por eso uno de los grandes logros de la Junta
de Cofradías fue el apoyo a la propuesta del responsable de
Cáritas y entonces Capellán Marrajo, Francisco Montesinos,
para la puesta en marcha del Economato Social “Los Panes

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y los Peces”, que abría sus puertas en Mayo de 2010 y
continúa ayudando a quien lo necesita.

He sido testigo cómo el entramado social y económico


ha colaborado con la Semana Santa, tal vez debía implicarse
más, pero también habrá que moverse para que se acerquen.
Recuerdo la colaboración de la empresa TAMAR con “El
Jesús”. Mi interlocutor de aquellos años, hace ya muchos, era
Pedro Díaz-Manresa, hermano de Ricardo, ilustre periodista
que sabe vender el nombre de Cartagena a través de los
medios, antes, ahora y siempre; Pedro me solicitó la
colaboración y apoyo para el Certamen de Saetas.

Una saeta es suspiro


es plegaria y es rezar,
es un mensaje de alivio
y la pena de un cantar
entre el dolor y el delirio

Podemos sentirnos orgullosos y felicitarnos porque tras


aquellas “saetas del Jesús”, hoy día contamos en nuestra
ciudad con un concurso nacional muy bien valorado. Gestión
y buen trabajo el de los Portapasos de la Piedad, Agrupación
con la que he compartido muchos y buenos momentos.

También con “El Jesús” surge la colaboración y en el


año 2000, siendo Hermano Mayor D José Miguel Méndez, nos
reunimos D. Antonio Cárdenas, Presidente “der Jezú”, como

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él solía decir con su típico acento andaluz, el Patrón Mayor
de los pescadores, D. Pedro López Lorente, el extraordinario
pintor, Don Rafael Puch, y un servidor, para esbozar el proyecto
de la renovación de esa puerta de la Cofradía de Pescadores,
que sólo se abre una vez al año para la salida del Nazareno
y que fue sufragado por la Autoridad Portuaria de Cartagena,
siendo presidente D. Adrián Angel Viudes. Después se hizo la
segunda fase durante la presidencia de D. Antonio Sevilla.

Y ¡cuántos proyectos más se podrían realizar para una


Semana Santa declarada de Interés Turístico Internacional!,
la mejor Semana Santa de España, implicando a las grandes
multinacionales que desarrollan su labor en la Trimilenaria;
sólo hace falta que trabajen en equipo Ayuntamiento, Cofradías
y Empresas y que se presenten proyectos asumibles y que
tengan recorrido y retorno.

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• Las Cofradías del siglo XXI

Pero la vida sigue y las tradiciones continúan; y llegado


ya el final de mi pregón, me gustaría cerrar este recorrido por
mi vida y por nuestra Cartagena, desde mi infancia y juventud,
hasta mi etapa de Hermano Mayor, con una última visión de
las Cofradías en este siglo XXI, en el que vivimos a una
velocidad de vértigo y cuyas inquietudes han cambiado.

La Semana Santa de Cartagena del siglo XXI será la de


la incorporación total de la mujer que ocupará los puestos de
decisión, será la Semana Santa de encuentro con las raíces,
de ayuda entre cofrades, será la Semana Santa de la
confirmación de nuestra identidad y será la Semana Santa de
la gestión empresarial.

Tras la crisis económica de los años 70, las Cofradías


salieron adelante; y tras la muerte de Franco, muchos fueron
los agoreros que hacían cábalas sobre el futuro y la continuidad
de las procesiones con la llegada de la democracia, pero el
resultado fue justo lo contrario. Ahora nuestras Cofradías
deben permanecer fuertes en su día a día y continuar
desarrollando su extraordinaria labor de ayuda y obra social
durante todo el año, vivir la Cuaresma intensamente y seguir
sacando a nuestras calles la Pasión, Muerte y Resurrección
de nuestro Señor.

Pero en el siglo XXI hay que salir a la calle, hay que salir
a los colegios a explicar qué y cómo es nuestra Semana Santa.

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Hay que explicar que los católicos de esta parte de España
expresamos nuestras creencias y nuestras vivencias con orden,
luz, flor y música. ¡Que lo sepan!

Hace años en que gran parte de la población vivía


“intramuros”: los niños apreciaban y conocían la Semana Santa
sólo con vivirla, incluso aunque su familia no estuviese implicada
en la misma. Es probable que ahora haya colegios concertados
católicos en que no se transmita nuestra manera de ver y sentir
la Semana de Pasión; lamentablemente para muchos es un
semana de vacaciones. Es por eso que la Junta de Cofradías
debe trabajar con las nuevas técnicas y tecnologías para
garantizar la difusión y conocimiento de tan bella tradición que
hace que nuestra Semana Santa sea la mejor de España.

En la segunda mitad del siglo XX la Semana Santa de


Cartagena incorporó la tecnología en los desfiles y hemos
avanzado técnicamente al desconectar los cables que los
alimentaban, cambiándolos primero a pilas y a gas y ahora a
leds; es decir, avanzamos con los tiempos. Los tronos eran
de madera y acero, pero estos también han ido evolucionando
y recurriendo a estructuras mixtas de aluminio, aunque forradas
de madera y con dorados para mantener las tallas decorativas
y artísticas que conforman el trono. Las varas dejan de ser
esos elementos pesados para ser sustituidas por tubo de
aluminio estructural de perfiles huecos, aligerando así el peso
del trono y haciendo más llevadero el duro trabajo del
portapapasos.

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Pero no nos confundamos, en el siglo XXI, debemos
mantener nuestras señas de identidad respetando sin
contemplaciones la forma de procesionar, nuestros bordados,
nuestros hachotes, los tronos cartageneros, altos con sus dos
cuerpos (mesa y templete) y ocho cartelas. Y cada una de
estas cartelas totalmente cubierta de tulipas y flor, y
simétricamente dispuestas en dos grandes coronas,
configurando así una imagen que es única dentro de la Semana
Santa española.

Por eso aunque en este siglo XXI utilicemos el método


de cálculo de elementos finitos, que es un método numérico
general para la aproximación de soluciones, utilizado en
ingeniería y física para calcular las estructuras, como ya se ha
hecho en un nuevo trono de fibra de carbono con matriz
orgánica: lo esencial no se toca, sino que se potencia, se
mantiene, se conserva y se mima.

En el siglo XXI las Cofradías habrá que gestionarlas


como una empresa Por eso me gustaría hablarles de lo que
es para mí la “Gestion en una Cofradía de Pasión”. Siempre
he creído que aplicar sistemas de gestión empresarial en las
Cofradías es muy fácil, pues las estructura orgánicas de las
mismas tienen muchas similitudes con los organigramas
empresariales básicos. Seamos conscientes de que la Cofradías
del siglo XXI son hoy en día unas PYMES ya que incluso tienen
trabajadores contratados, gestionan recursos económicos,
tienen que dar calidad, con unos plazos y con seguridad.

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Nuestro producto es muy singular: las procesiones;
tanto es así que para ponerla en el mercado hay que tener
una estructura que permita crear áreas de trabajo distintas y
hagan la labor que falta en recursos económicos, promoción
o terminar con la estacionalidad de la actividad procurando
que continúe durante todo el año.

Porque las Cofradías tienen organigramas similares a


las de las empresas: el Hermano Mayor es el Director General,
el Tesorero el Director Financiero, el Secretario General el
Director de Compras, el Mayordomo de Guiones el Director
Técnico y así sucesivamente con los distintos cargos de la
Cofradía. Unas Cofradías que deberían tener incluso Gabinetes
de Comunicación.

La gestión empresarial implica el diseño, implementación


y control de medidas y estrategias relacionadas con procesos
de administración y producción. Son los líderes-gestores los
responsables de la rentabilidad y del éxito del organismo que
gestionan, los que tienen que influir en el grupo para alcanzar
determinadas metas. Y sin olvidar la visión de la empresa, que
será el Amor al prójimo.

Es preciso por tanto Gestión y saber cómo aplicarla a


nuestras Cofradías para conseguir financiación o lograr una
posición en el mercado; pero sobre todo con trabajo en
equipo se alcanzarán metas; y teniendo producto, todavía
más.

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Termino este Pregón en el que he puesto mi corazón
cartagenero para transmitirles mis vivencias y mis opiniones,
que sólo están encaminadas a aportar reflexiones para
engrandecer, si se puede, la que es la mejor Semana Santa
de España. Somos herederos de tan rico patrimonio y no solo
me refiero al material sino a nuestra religiosidad y al intangible,
esos valores que todos los presentes llevamos dentro y que
queremos que nuestros hijos y nietos conserven.

La procesión está llegando a su fín, hemos desfilado


por las calles de nuestra Trimilenaria, vamos ya por la calle
del Aire, cansados y contentos. Los nervios se han ido disipando
a lo largo del desfile. Acompañamos a María que cierra el
cortejo, llegamos hasta las puertas de nuestro kilómetro “O”,
nuestra Santa María de Gracia. Es un domingo radiante de
luz y color, como debía ser siempre que celebramos la
Resurrección. Vamos a terminar, y además de entrar
penitentes, tronos, portapasos también entran miembros de
los cuerpos que han dado escolta a nuestras imágenes:
POLICÍA NACIONAL, GUARDIA CIVIL, POLICÍA LOCAL,
ACADEMIA GENERAL DEL AIRE.

Nuestra Virgen hace su entrada en el templo sin perder


de vista a su querido pueblo que llena la calle del Aire, desde
el Cañón hasta la Plaza de San Sebastián, y sus transversales,
de San Miguel y Medieras, sin que quepa ni un alfiler, pero
que abrirá el paso como si se tratase de las aguas del Mar
Rojo, para dar entrada al piquete del REGIMIENTO DE
ARTILLERÍA.

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Y en esta ocasión es este piquete del Regimiento de
Artillería el que cierra pero, durante las noches de nuestra
Semana Grande, el broche final del cierre también lo ha hecho
el piquete de INFANTERIA DE MARINA.

Y no hay en Cartagena mejor manera para cerrar las


procesiones que sus piquetes; por eso permítanme que me
sienta tan emocionado y que, después de pedir un emotivo
¡VIVA NUESTRA SEMANA SANTA, VIVA CARTAGENA, VIVA
ESPAÑA Y VIVA EL REY!, termine este pregón agradeciéndoles
su atención con eso que tanto nos motiva y nos hace sentirnos
orgullosos de nuestra Patria, uniéndonos a todos bajo una
misma bandera, nuestro HIMNO NACIONAL, el que suena
cuando llega la Virgen del Amor Hermoso.

Gracias, muchas gracias.

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ÍNDICE

• Infancia ......................................................................8
• Juventud...................................................................20
• Resucitado ...............................................................29
• Las Cofradías del siglo XXI ......................................34

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