Sunteți pe pagina 1din 811

EL RESCATE DE LA AUTORIDAD

COLONIAL EN VENEZUELA
EL RESCATE DE LA AUTORIDAD
COLONIAL EN VENEZUELA
Colección Monografías
El pueblo es la historia

A 200 AÑOS DE LA INDEPENDENCIA,


LA REVOLUCIÓN CONTINÚA
Alí Enrique López Bohórquez

EL RESCATE DE LA AUTORIDAD
COLONIAL EN VENEZUELA:
La Real Audiencia de Caracas
(1786-1810)

Caracas, 2009
Colección Monografías
El pueblo es la historia

Comisión Editorial
Arístides Medina Rubio
Pedro Enrique Calzadilla
Luis Felipe Pellicer

Asistente Editorial
Joselin Gómez

Correctora
Katherine Castrillo

Diagramación
Orión Hernández

Diseño de portada
Aarón Lares

Imagen de portada
Fotografía de documentos del Archivo General de la Nación. “Real Audiencia”.

Equipo de apoyo
María Gabriela Pérez
Marianela Tovar

Impresión
Printanet, C.A.

El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela: La Real Audiencia de Caracas (1786-1810)


Primera edición: Fundación Centro Nacional de Historia, Caracas, 2009

Fundación Centro Nacional de Historia.- Editor


Final Av. Panteón, Foro Libertador, Edificio Archivo General de la Nación P.B. Caracas – Venezuela
centronacionaldehistoria@gmail.com

Depósito Legal: If28820099003005


ISBN: 978-980-7248-22-8
Impreso en la República Bolivariana de Venezuela
Índice General

Introducción......................................................................................................11

Capítulo I
Justicia para gobernar el nuevo mundo...................................................23

La administración de justicia colonial en Hispanoamérica.........................23


Las Reales Audiencias americanas..................................................................42

Capítulo II
Creación y organización de la Real Audiencia de Caracas para
el mejor gobierno de Venezuela...........................................................59

La administración de justicia en Venezuela antes de la creación de la


Real Audiencia de Caracas.........................................................................59
Antecedentes y razones del establecimiento de una Audiencia en
Caracas..........................................................................................................66
Instalación y apertura del tribunal: Nombramiento de los primeros
ministros y del presidente. Entrada del Sello Real y ceremonia de
instalación de la Real Audiencia. La Casa de la Magistratura...............92
La Audiencia de Caracas como ejemplo de reorganización judicial
borbónica: Nombramiento de regentes, oidores y fiscales.
Procedimientos empleados para su selección y duración.
Formación profesional, experiencia y cultura jurídica de los
ministros.....................................................................................................102
Capítulo III
Querellas y competencias interinstitucionales de la Real
Audiencia de Caracas............................................................................129

Competencias: El impasse entre las audiencias de Santo Domingo y la


de Caracas. Relaciones y conflictos jurisdiccionales con el presidente-
gobernador, el Ayuntamiento y el Real Consulado de Caracas..........129
Intervención de la Real Audiencia en asuntos eclesiásticos ....................178

Capítulo IV
Legislación y corrupción en la Real Audiencia de Caracas ...........215

Función legislativa de la Audiencia. Las disposiciones legales del


tribunal: Las Reales Provisiones ............................................................215
Los Aranceles de 1799 y la reglamentación de los costos de justicia......226
Las ordenanzas de 1805. Continuidad legislativa de los Habsburgos
en las reformas borbónicas: Extensión de las ordenanzas de Santo
Domingo e influencia de la Recopilación de Indias de 1680.............231
La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa (1804-809) y la corrupción
en el tribunal caraqueño...........................................................................252

Capítulo V
La Real Audiencia de Caracas y la defensa de la soberanía
monárquica..............................................................................................261

La Real Audiencia y la propaganda sediciosa extranjera difundida en


Venezuela....................................................................................................261
La Audiencia y la reacción de los diferentes sectores de la sociedad
venezolana al poder español: La oposición de la aristocracia criolla.
La insurrección de José Leonardo Chirino (1795). La conspiración
de Gual y España (1797). El complot de Francisco Javier Pineda en el
puerto de Maracaibo (1799). El juicio y destierro de Francisco Isnardi
(1802-1803). La conjura de los mantuanos de Caracas (1808)...........281
La Audiencia ante los acontecimientos de 1808 en España. Dificultades
en el funcionamiento y conflictos internos en el tribunal. El 19 de
abril de 1810 y la expulsión de los ministros españoles. Las reformas
de la Junta de Gobierno en materia de justicia.....................................306
La discriminación de los abogados venezolanos de la Real Audiencia
y la independencia de Venezuela.............................................................319

Capítulo VI
La función política de la Real Audiencia de Caracas y el Rescate
de la Autoridad Colonial en Venezuela............................................329

Apéndice:
Juicios sobre el establecimiento y actuación de la Real Audiencia
de Caracas.................................................................................................341

Fuentes documentales, bibliograficas y hemerográficas.................365


a mi hijo Mario Enrique
a mi hijo Néstor Alí
a mi esposa Ivonne
a mi madre Yolanda
Introducción

En la necesaria revisión crítica de la historiografía colonial venezolana,


las instituciones que formaron parte de la administración española durante
tres siglos de dominación en territorio venezolano merecen una atención
particular. Su desconocimiento, como en 1966 señaló Eduardo Arcila
Farías,

…ha hecho que no se comprenda nuestra historia, y sobre todo ha impedido


alcanzar una explicación de ciertos fenómenos sociales, a los que se les ha dado
un origen que hoy aparece reñido con la visión que en nuestros días le da al
mundo el estudio de ciencias como la sociología, la economía y la psicología
(…) Reconocemos que esta clase de estudios es árida y que para el historiador
imaginativo resulta una disciplina difícil de tolerar, lo que contribuye a hacer
más apreciable el esfuerzo de quienes se empeñan en semejantes tareas…1

Esta preocupación de Arcila Farías fue expresada posteriormente


por la Academia Nacional de la Historia, institución que acordó en 1971 la

1 Prólogo de Eduardo Arcila Farías a la obra de Gisela Morazzani: La Intendencia en España y en


América. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1966, p. 11.
12 Alí Enrique López Bohórquez

realización de Congresos orientados a tratar sobre “Las Instituciones del


Período Hispánico en Venezuela e Hispanoamérica”.2
A pesar de los trabajos realizados para el momento de la advertencia
de Arcila Farías y de los resultados de los Congresos de la Academia, todavía
esta temática requiere de diversas investigaciones, por cuanto un balance
historiográfico sobre la estructura institucional de las provincias que en
1811 constituyeron la República de Venezuela evidencia, aunque pareciera
lo contrario, que ha sido uno de los aspectos menos estudiado del período
colonial. Con excepción de las investigaciones orientadas a la reconstrucción
histórica de algunas de las instituciones en el contexto de la dominación
española en nuestro territorio, básicamente se ha hecho referencia a la
estructura jurídico‑formal derivada de la legislación general para América.
En ciertos casos se ha vinculado tangencialmente a las instituciones con
otros aspectos de la sociedad colonial o, simplemente, se da noticia de su
creación y establecimiento, a lo que debe agregarse la repetición –a veces
incluso de errores– sin evaluarse el estado actual de la investigación, o
incurrirse en el plagio sin la referencia bibliográfica correspondiente.
Sorprende que la situación actual de la historiografía colonial, en
cuanto a las instituciones se refiere, no ha variado en mayor grado del estado
de la investigación que Arcila Farías planteara hace más de tres décadas,
cuando advirtiera que

…el desconocimiento de la organización del gobierno español y el vicio de escribir


y de generalizar sin más documentación ni bibliografía que la puramente local,
y la falta de estudio del Derecho Indiano, ha conducido a éste y a muchos otros
errores difíciles de borrar, pues (…) existe en Venezuela un pleno divorcio entre
la investigación y el libro de texto. Los autores de éstos generalmente repiten
edición tras edición, sin tomarse la molestia de incorporar en ellos los resultados
obtenidos por el investigador, y de esta manera el error continúa divulgándose a

2 Se realizaron cinco congresos que abarcaron las siguientes instituciones y funcionarios: Gobernaciones,
Alcaldías Mayores, ayuntamientos, Juicios de Residencia, Jueces Comisionados, Reales audiencias,
Adelantados, Capitanes, Capitanías Generales, Comandancias, Organización y Leyes Militares, Escuelas
y Academias Militares, Instituciones Económicas (factores, veedores y contadores; la Contaduría Real,
el Real Consulado, la Intendencia y la Encomienda), e Instituciones Culturales. Véanse los resultados de
estos Congresos en las Memorias publicadas por la Academia Nacional de la Historia.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 13

través de la educación primaria y secundaria, y no pocas veces a través también


de la misma educación universitaria. 3

Así, el estudio de las instituciones coloniales no debe basarse en


un mero ejercicio académico de investigación, sino en la búsqueda de
la comprensión de una realidad histórica que se proyecta a nuestra vida
republicana. Aunque aquellas instituciones y funcionarios se fueron
estableciendo gradualmente, a medida que avanzaba la conquista y la
colonización, el proceso de su establecimiento en Venezuela adquirió su
apogeo en el transcurso del siglo XVIII, como resultado de la política
reformista de los Borbones. La tardanza de la extensión de un orden
institucional de mayor rango obedeció, indudablemente, a la escasa
potencialidad minera de nuestro territorio y al grado de desarrollo de las
culturas indígenas que allí habitaban, realidad nada comparable con la
manifiesta en la meseta central mexicana o en la serranía peruana, donde
desde muy temprano se estableció una estructura administrativa compuesta
por instituciones y funcionarios de jerarquía con amplios poderes, acordes
con el momento inicial de la conquista de aztecas e incas. En Venezuela la
situación cambió cuando las condiciones económicas de aquella centuria
favorecieron el crecimiento agropecuario, con posibilidades de exportación
y rentabilidad en beneficio de la metrópoli.
Ello originó una creciente complejidad social que determinó la
ampliación de las funciones reguladoras del Estado español en Venezuela. Se
estructuró un aparato burocrático destinado a lograr las máximas utilidades
económicas, a ejercer el mayor control político posible y a enfrentar la actitud
de la aristocracia criolla venezolana ante cualquier decisión de la monarquía
para limitar su poder local. En el plano económico: el establecimiento de
la Compañía Guipuzcoana (1728‑1784), de la Intendencia de Ejército y
Real Hacienda (1776) y del Real Consulado (1793); en lo político‑militar: la
creación de los cargos de teniente de gobernador y auditor de guerra (1728)
y de teniente del rey (1778), la eliminación de la facultad de gobernar que
tenían los alcaldes ordinarios (1736), la participación de los españoles en los
ayuntamientos a través de la “Ley de Alternativa” (1770) y la centralización
del poder militar en el capitán general de Venezuela (1777); en lo judicial: la

3 Eduardo Arcila Farías: op. cit., p. 15.


14 Alí Enrique López Bohórquez

concentración de lo contencioso económico en la Intendencia y en el Real


Consulado y, sobre todo, la instauración de la Real Audiencia de Caracas
(1786). En fin, se pretendía “reconquistar” las provincias de Venezuela,
Maracaibo, Cumaná, Guayana, Margarita y Barinas,4 áreas marginales
del imperio español en los dos primeros siglos de la dominación. En el
XVIII aquellas provincias fueron centro y ejemplo de un crecimiento
burocrático que logró subordinar gradualmente a las élites gobernantes
locales, desplazando su autonomía de las dos centurias anteriores, a manos
de un aparato administrativo constituido por instituciones y funcionarios
jerarquizados y centralizados desde España. Dada pues su importancia, la
administración colonial española en Venezuela espera por historiadores
que, con fuentes suficientes y calificadas acompañadas de la crítica histórica
e historiográfica correspondientes, se empeñen en revisar y rectificar lo
hasta ahora escrito y sostenido; no para llenar lagunas, sino con la firme
convicción de hacer aportes significativos a la reconstrucción histórica de
tan complejo sistema de gobierno.
A tal fin proponemos su estudio a través del siguiente esquema
político‑administrativo: Las instituciones y funcionarios de representación
directa de la monarquía y la iglesia españolas (adelantados, encomenderos,
gobernadores y capitanes generales, tenientes de gobernadores y auditores
de guerra, tenientes del rey, real hacienda, intendencia, audiencia, obispos,
arzobispo, curas y misioneros), cargos en manos de peninsulares o americanos
originarios de otras colonias. b) Los funcionarios que colaboraron en el
cumplimiento de las atribuciones de las anteriores instituciones (corregidores,
alcaldes mayores, tenientes de justicia mayor, subdelegados de intendencia,
abogados y comisionados); oficios mayormente ocupados por naturales de
las provincias venezolanas. c) Las instituciones colegiadas de carácter local
controladas por los blancos criollos venezolanos (ayuntamientos y Real
Consulado); instituciones a través de las cuales enfrentaron decisiones de
las autoridades metropolitanas, sirvieron de freno a abusos y arbitrariedades
de funcionarios representantes directos de la monarquía, y que fueron, a
su vez, instrumento del gobierno español para someter a otros sectores de
la sociedad: gentes de color, mestizos e indios. d) Las instituciones para
la formación u organización de profesionales, exclusivas para blancos

4 Cfr. Miguel Izard: Contrabandistas, Comerciantes e Ilustrados. Barcelona, Universidad de Barcelona,


1978 (Separata del Boletín Americanista, 28), pp. 23‑27.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 15

peninsulares o criollos (Universidad de Caracas, seminarios, Colegio de


Abogados y Protomedicato de Caracas), mediante las cuales garantizaron
e impusieron su calidad étnico‑social, legalmente reconocida, frente a otros
sectores sociales. Instituciones fuera de la administración pública, pero
creadas y reguladas por el Estado para los fines propios de la educación
universitaria, formación de sacerdotes y agremiación de los abogados y de
los médicos, respectivamente.
Se trata de un sistema de organización constituido por unidades
administrativas territoriales y por unidades administrativas funcionales, dependientes
del monarca y sus organismos asesores para los asuntos americanos,
extendido en todas nuestras provincias coloniales con dependencias
principales localizadas en la ciudad de Caracas: Real Audiencia, Intendencia
de Ejército y Real Hacienda, capitán general, Real Consulado y Arzobispado.
Sistema integrado por una burocracia –cualquiera fuera su origen– que
garantizó el orden, el control y el dominio en la esfera particular de su
acción. Una estructura política de cientos de hombres, principales y
subalternos, instituida sobre la base de una franca alianza histórica entre
dos poderes: externo e interno. El primero representado por funcionarios
designados por la Monarquía (profesionales por necesidad en un caso o
vasallos leales y experimentados); el segundo constituido por los sectores
sociales dominantes en el territorio venezolano, dispuestos a no permitir
la intromisión de otros en sus áreas de influencia política, económica y
social. Poderes que estuvieron casi siempre estrechamente unidos cuando
factores exógenos a ellos cuestionaron su autoridad y privilegios. Aunque,
algunas veces, en contradicción cuando la oposición de intereses proyectaba
la pérdida o deterioro de prerrogativas y distinciones. Instituciones con
funciones afines y, a la vez, contrarias entre sí, significaron la limitación
de potestades y la garantía del respeto y reconocimiento de la autoridad
central: el rey.
En fin, una burocracia colonial que representó un instrumento de
fidelidad al servicio de diversificados intereses de dominación, ante lo cual la
Monarquía debió compartir responsabilidades con particulares socialmente
influyentes: por necesidad de una especialización profesional requerida para
el funcionamiento de casi toda la estructura del gobierno y en la búsqueda de
una gestión cualitativa de administración o, bien, por conveniencias políticas
circunstanciales que exigían el concurso de todos los que apoyaban la
continuidad del orden colonial. Entendido así el problema, conferimos a las
16 Alí Enrique López Bohórquez

instituciones un lugar fundamental en la dinámica funcional de la sociedad


colonial venezolana, toda vez que el Gobierno era centro y regulador final
de todas sus actividades. Su comprensión nos explicaría un devenir histórico
que estuvo –y pareciera estar aun– ligado al proceso de interacción entre
los dos poderes referidos, los cuales se expresaron de manera no muy
diversa al producirse la ruptura con el régimen patrimonial‑feudal español
e insertarse la nueva República en el sistema político democrático‑burgués
del capitalismo europeo.
Partiendo de esos criterios y consideraciones el propósito de esta
investigación es el estudio de una de las instituciones fundamentales
establecidas en Venezuela por el Gobierno español a finales del siglo XVIII:
la Real Audiencia de Caracas; tribunal de justicia establecido en 1786 en
el contexto del programa reformista de los reyes Borbones, iniciado con
la instauración de la Intendencia de Ejército y Real Hacienda (1776), la
reorganización militar instrumentada a través de la llamada Capitanía
General de Venezuela (1777) y continuada posteriormente en lo económico-
judicial con la establecimiento del Real Consulado de Caracas (1794) y
finalmente con el Arzobispado de Caracas (1804). Programa éste orientado
a la centralización político-militar-judicial-eclesiástico de las provincias
venezolanas de la época colonial. Para la creación de la Audiencia existieron
razones de índoles judiciales, políticas y sociales, vinculadas a su vez con el
crecimiento de la economía venezolana de mediados de aquella centuria.
Las tensiones sociales venían agudizándose, no sólo en cuanto a actitudes
desafiantes de la clase mantuana particularmente radicada en el valle de
Caracas, sino también de otros sectores sociales (indígenas, negros y pardos)
que reclamaban mayor atención monárquica ante acciones desmedidas de
funcionarios hispanos y de la aristocracia criolla dominante, por lo que
resultaba necesario instituir un tribunal de justicia que interviniera en la
solución de esos conflictos y en el resguardo de la soberanía española.
En el orden político, diversos factores incidieron en el establecimiento
de esta magistratura: el abuso y extralimitación de poderes por parte de
los gobernadores y capitanes generales, las permanentes confrontaciones
entre éstos y los ayuntamientos y el poder político local que desde el siglo
XVII detentaban los alcaldes ordinarios de Caracas. Por otro lado, existía la
necesidad de integrar judicialmente las provincias de Venezuela, Maracaibo,
Guayana, Cumaná, Trinidad y Margarita, dada la confusión que se había
creado con la dependencia de aquellas provincias, bien de la Audiencia de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 17

Santo Domingo o bien de la de Santa Fe de Bogotá. Este hecho incidirá en


la integración del territorio que a partir de 1811 comprenderá la República
de Venezuela.
Para lograr tales objetivos, la monarquía española seleccionó para
el tribunal un personal predominantemente peninsular e hizo escasos
nombramientos de americanos, excluyendo a jueces nacidos en el distrito
de la Audiencia. Este último aspecto incidiría aún más en la confrontación
entre criollos y peninsulares, asunto que cobraría especial dimensión al
iniciarse el proceso emancipador. El proceso de la guerra de independencia,
la extralimitación de los poderes de los jefes militares en asuntos judiciales y
la actitud del sector patriota venezolano, condujeron a una escasa actividad
y efectividad del tribunal caraqueño y a su eliminación definitiva. En
ambos períodos, antes y durante la guerra de independencia, la monarquía
española confió a los ministros de la audiencia el rescate y preservación de
su autoridad, hecho que se evidenció en la disminución de las tensiones
sociales, en el control de los funcionarios de diverso rango jerárquico y en
la ingerencia en asuntos de diversa naturaleza, no exclusivos al campo de
la administración de justicia. Por ello, nuestro trabajo enfoca la actuación
del tribunal como un asunto de derecho público, en tanto la Real Audiencia
de Caracas cumplió una significativa función política orientada al mejor
ejercicio de la soberanía y el rescate de la autoridad monárquica española,
dejando por fuera –para ser considerada en otra oportunidad– la función
judicial en materia de derecho privado. Si en algún momento nos referimos
a ello, solamente lo hacemos como recurso histórico para explicar la
dimensión del papel que tuvo la magistratura caraqueña en el conjunto de
provincias que, a partir de 1811, se integrarían para formar la República
de Venezuela.
Así, el objetivo fundamental de esta investigación puede resumirse
de la siguiente manera: Contribuir al conocimiento de la Real Audiencia de
Caracas y de sus múltiples dimensiones entre 1786-1810, dada la importancia
de la institución para la dominación española en Venezuela y su significado
en la integración del actual territorio venezolano considerando, en particular,
la función política que cumplió en resguardo de la autoridad monárquica.
Debemos señalar que inicialmente el trabajo pretendía cubrir también
el período de la guerra de independencia, pero la amplitud temática que
se cubre hasta los inicios del proceso emancipador y las características
particulares que adquiere el tribunal audiencial por efecto de la guerra
18 Alí Enrique López Bohórquez

determinaron la exclusión del mismo para ser tratado como problema


diferencial en futuras investigaciones.
Se trata, pues, de un estudio histórico, analítico, descriptivo y
crítico de la actuación de la Real Audiencia de Caracas entre 1786 y 1810,
fundamentado en un extenso grupo de fuentes documentales existentes en el
Archivo General de Indias, el Archivo General de la Nación, el Archivo de la
Academia Nacional de la Historia, el Archivo del Ayuntamiento de Caracas,
y en fuentes biblio-hemerográficas localizadas en las principales bibliotecas
públicas y privadas del país. Todo ello teniendo como antecedente una
larga experiencia de investigación en el tema, expresada en la presentación
de trabajos de ascenso, publicación de libros, artículos, capítulos de libros,
ponencias, tutoría de memorias de grado y trabajos de ascenso,5 dictado de
un Seminario sobre Instituciones Coloniales de Venezuela y proyectos de
investigación referidos a la actuación de la Real Audiencia de Caracas desde
su establecimiento en 1786 hasta su supresión en 1821. De manera que es
fácil determinar que nuestro trabajo es el resultado de un largo proceso de
investigación que ha permitido apreciar no sólo la labor judicial en materia
administrativa de esta magistratura, sino también a confirmar la idea de
que cumplió una extraordinaria función política en favor del rescate de la
autoridad monárquica y de la defensa del soberanía española en el conjunto
de las provincias coloniales venezolanas.
El resultado de la investigación es una monografía que se ha
dividido en seis capítulos. El primero ofrece un panorama histórico de
la administración de justicia colonial en Hispanoamérica, en cuanto a
naturaleza y atribuciones de los principales tribunales y funcionarios,
tanto peninsulares como coloniales, las razones del establecimiento de las
Reales audiencias americanas y las reformas introducidas en las mismas
por los reyes Borbones. El segundo capítulo aborda el estudio de la
creación y organización de la Real Audiencia de Caracas, partiendo de los
antecedentes en materia de administración de justicia en las provincias
coloniales venezolanas, instalación y apertura del tribunal, nombramiento
de los ministros, sus funciones y atribuciones. En el tercer capítulo se
estudian las querellas y competencias del tribunal, destacando su actividad

5 Véanse nuestros trabajos y los de Oda Núñez de Peña, Gilberto Quintero Lugo, Mayela
Coromoto Nava Santana, Robinzon Meza, Héctor Molina y Teresa Albornoz de López en la
bibliohemerografía de este estudio.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 19

política orientada a evidenciar el papel de los ministros en el rescate de la


autoridad colonial, en cuanto a las relaciones y/o conflictos jurisdiccionales
con los gobernadores de la Provincia de Venezuela, el Ayuntamiento, el
Real Consulado y la Iglesia. El capítulo cuarto se refiere a la magistratura
en cuanto a sus actuaciones en materia de justicia y gobierno a través de sus
Reales Provisiones, la reglamentación de los costos de justicia y las tardías
ordenanzas de 1805 como instrumento legal para su funcionamiento. En el
quinto capítulo se analiza la actuación de la Real Audiencia En relación con
la defensa de la soberanía monárquica, mediante el control de la divulgación
de la propaganda sediciosa extranjera, las reacciones al poder español en
Venezuela (insurrección de José Leonardo Chirino, el complot de Francisco
Javier Pirela, la conspiración de Gual y España, el juicio a Francisco Isnardi
y la conjuración de los mantuanos de Caracas) y la actitud de la Audiencia
ante los acontecimientos españoles de 1808 y del 19 de abril de 1810 en
Caracas; así como lo relacionado con la exclusión de los venezolanos
como magistrados de la Audiencia en cuanto factor importante para la
independencia de Venezuela. En el capítulo sexto, a manera de conclusión,
se valora la función política de la Audiencia para el rescate de la autoridad
colonial. Tres apéndices cierran el trabajo, conformado por los documentos
y la historiografía para el estudio de la Real Audiencia de Caracas y juicios
sobre su establecimiento y actuación.
La culminación de una investigación de varios años exige finalmente
expresar agradecimiento a quienes nos dieron la mayor colaboración y
confiaron en que se trataba de una investigación seria y rigurosa orientada a
revisar un aspecto significativo de la historia colonial venezolana, a exponer
nuevos criterios para su conocimiento y a presentarlo de manera diferente a la
luz de las fuentes documentales, bibliográficas y hemerográficas, muchas de
las cuales eran desconocidas o fueron relegadas por quienes nos precedieron
en el estudio de la Real Audiencia de Caracas. Me permito señalar solamente
a las personas que más estrechamente estuvieron vinculadas al desarrollo
de la investigación, siempre recordando a los que desde hace tiempo han
estado relacionados con mi trabajo docente y de investigación histórica, en
este u otros temas de la historia de Venezuela y de Hispanoamérica colonial.
Debo iniciar mi reconocimiento al Dr. Horacio López Guédez, el tutor de
siempre, no sólo por sus oportunas recomendaciones para mejorar nuestras
investigaciones históricas, sino también por los apreciables consejos que
traspasaban el mero plano de lo académico para dar trascendencia y valor de
20 Alí Enrique López Bohórquez

lo humano. Se nos fue de este mundo dejándonos para siempre su amistad,


enseñanzas y ética para historiar con responsabilidad científica. A nuestra
profesora, colega y amiga Mercedes Ruiz Tirado, quien ante la imposibilidad
del maestro de continuar la tutoría, por razones de salud, supo asumir el
compromiso institucional requerido. El mejor recuerdo para el desaparecido
amigo Dr. Santiago Gerardo Suárez, especialista en la historiografía sobre
las reales audiencias indianas, quien orientó con propiedad el esquema inicial
de esta investigación, contribuyendo también con textos manuscritos e
impresos que desconocíamos y con la divulgación de nuestros estudios en
la comunidad de investigadores de la historia del derecho indiano.
No menos debo a mis alumnos Oda Núñez de Peña, Mayela Navas,
Gilberto Quintero, Ildefonso Méndez Salcedo, Robinzon Meza, Héctor
Molina, y a la colega Teresa Albornoz de López, con quienes tuve el placer
de trabajar dirigiendo sus memorias de grado o trabajos de ascenso en
el escalafón universitario, todos relacionados con la actuación de la Real
Audiencia de Caracas y de otras instituciones del período colonial y de la
guerra de independencia. Esta labor tutorial fue una notoria contribución
para el conocimiento de hechos históricos que estaban fuera de nuestro
interés inmediato y, sobre todo, complemento esencial para el desarrollo
de nuestra actividad de investigación, toda vez que esos estudios estaban
relacionados con aspectos específicos de la magistratura caraqueña y de
otros organismos de gobierno. Expreso también mi agradecimiento a los
colegas Antonio González, Juan Carlos Reyes y Pedro Sosa Llanos, quienes
desde el Departamento de Investigaciones de la Academia Nacional de la
Historia fueron diligentes a mis solicitudes de documentos y fuentes biblio-
hemerográficas, así como importantes interlocutores sobre mis limitaciones
en materia de la administración de justicia del tribunal caraqueño, dado el
conocimiento que de ello han adquirido en esa corporación de la historia
nacional. También mi reconocimiento para esta institución por haberme
permitido participar en su “Proyecto sobre la Administración de Justicia
en Venezuela”, financiar parte de la investigación, durante la recordada
gestión de Santiago Gerardo Suárez al frente de dicho departamento, y
publicar algunos de nuestros estudios sobre la Audiencia de Caracas. De igual
manera, al Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico
de la Universidad de Los Andes, por el apoyo económico dado tanto a mis
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 21

proyectos de investigación como para la participación en eventos académicos


donde expusimos resultados parciales.
Especial también es el agradecimiento a quienes finalmente
participaron bien en la localización de información, trascripción, revisión
y diagramación de los textos, o bien para hacer observaciones críticas que
contribuyeron a una mejor presentación de los mismos: Robinzon Meza,
Ildefonso Méndez Salcedo, Alberto Rodríguez, Gilberto Quintero, Francisco
Franco, Carlos Villalobos León, Teresa Albornoz de López, Pedro Molina,
Yuleida Artigas y Carmen Manuela Suzzarini. Nuestro reconocimiento al
jurado designado por el Doctorado en Historia de la Universidad Central de
Venezuela, integrado por los historiadores Mercedes Ruiz Tirado, Ramón
Aizpurua, José Marcial Ramos Guédez, Dora Dávila y Reynaldo Rojas,
por la opinión emitida en el veredicto de evaluación y las sugerencias de
corrección. En la etapa definitiva de la edición de nuestra investigación en
forma de libro, es imprescindible agradecer al Centro Nacional de Historia
y a los miembros de la comisión que se en cargó de evaluarla y conferirle el
mérito de su publicación. Finalmente, el siempre afectuoso agradecimiento
a mi familia, por la paciencia de soportar las tensiones que producen mis
trabajos de investigación y por robarle el tiempo que con ella he debido
compartir. Los errores cometidos son de mi entera responsabilidad, mientras
que los aciertos, logros y alegrías que producen la culminación de este
compromiso las comparto con todos a los que he agradecido y agradeceré
por siempre.

Mérida, septiembre de 2008


Capítulo I
Justicia para gobernar el Nuevo Mundo

La administración de justicia colonial en Hispanoamérica

Precedentes Hispánicos: Las Chancillerías Castellanas

La aparición de América planteó el problema de su incorporación


a la Corona de Castilla y León, según las bulas de Alejandro VI de 14936.
De acuerdo con el Derecho Castellano vigente, existían dos modalidades
de anexión de territorios federados, conquistados y recién descubiertos:
el principio de aeque principaliter, procedimiento por el cual se incorpora
al Reino un territorio en condiciones de igualdad, conserva sus leyes e
instituciones, así como sus privilegios, mediante la garantía establecida en
un pacto corona-reino, que ha de ser declarada y jurada por cada monarca
al ascender al trono; y el de accesión, principio por medio del cual los reinos
que se incorporan a otros, se juzgan y gobiernan por las instituciones del
reino al que se asimilan. Este último fue el principio jurídico que utilizaron

6 …“a vos y vuestros herederos los reyes de Castilla y León, perpetuamente por la autoridad
apostólica, a tenor de la presente, donamos, concedemos y asignamos, y a vos y vuestros herederos
mencionados investimos de ellas; y de ellas señores con plena, libre y omnímoda potestad, autoridad
y jurisdicción, os hacemos, constituímos y diputamos”… (bulas Inter caetera del 3 y 4 de mayo
de 1493). Alfonso García Gallo: Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansión
portuguesa y castellana en África e Indias. Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1958,
p. 343.
24 Alí Enrique López Bohórquez

los reyes católicos para la unión del Nuevo Mundo al reino de Castilla, y
no al de Aragón, dada la naturaleza política de aquel, lo cual le permitiría
actuar libremente en los asuntos del continente americano7. Sobre esta base,
es necesario buscar los precedentes de lo que ha de ser el Estado Indiano:
legislación, instituciones y principios de gobierno del reino de Castilla8. La
administración de justicia en América se fundamenta en esta realidad.
La monarquía española, hasta el siglo XVIII, época de los Borbones,
fue regida por un principio fundamental en su concepción: el monarca
es ante todo juez, garantía de la justicia; por tal motivo nos referiremos
a la Chancillería castellana9, modelo de las audiencias americanas, y al
contexto histórico-institucional en que apareció aquella entidad jurídica. La
Chancillería fue un tribunal, conocido con el nombre de Real Audiencia,
presidido por el rey y establecido en la corte. La denominación de
Chancillería se debe a que sus providencias y acuerdos estaban sellados con
los símbolos y sellos del rey, garantizados por el canciller o chanciller. Este
organismo de administración de justicia apareció en la Baja Edad Media,
y se estructuró definitivamente durante el gobierno de los reyes católicos
como un cuerpo colegiado con jurisdicción en un territorio determinado
y un campo de actuación propio, de acuerdo con las facultades conferidas
por el poder real. Su establecimiento en Castilla obedeció a necesidades de
la Corona de reorganizar la justicia, debido a la gran desigualdad social, al
régimen de privilegios, a la arrogancia de la poderosa nobleza y a los abusos
de los funcionarios del gobierno, creadores de inseguridad social10.

7 Juan Manzano Manzano: La incorporación de las Indias a la Corona de Castilla. Madrid, Edic. Cultura
Hispánica, 1948, p. 353.
8 “El Estado español, con un poder real firmemente asentado por Fernando e Isabel, con un Derecho
muy maduro, es el que realiza la experiencia colonial, y sufre en el curso de ella determinadas
transformaciones, cuyo resultado constituye lo que podemos definir como el Estado Indiano”
Mario Góngora: El Estado en el Derecho Indiano. Época de fundación 1492-1517. Santiago de Chile,
Instituto de Investigaciones Histórico-Culturales. Universidad de Chile, 1951, p. 35.
9 Conviene advertir que los términos Chancillería y Audiencia tienen una misma acepción y, tanto
en España como en América, los documentos se refieren a ambas entidades indistintamente.
10 Sobre la administración de justicia en la Baja Edad Media castellana véanse, Roger B. Merriman:
La formación del Imperio español en el viejo mundo y en el nuevo. Barcelona, Editorial Juventud, 1958,
Tomo I, pp. 195-199; Juan Beneyto: Historia de la Administración Española e Hispanoamericana. Madrid,
Aguilar, 1958, pp. 188-190 y 284-286; Salvador Minguijón: Historia del Derecho Español. Barcelona,
Editorial Labor, 1952, pp. 97, 106 y 209-213; Rafael Altamira y Crevea: Manual de Historia de
España. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1946, pp. 221-224; Pedro Aguado Bleye: Manual de
Historia de España. Madrid, Espasa Calpe, 1959, Vol. I, pp. 880-882; Antonio Ballesteros y Bereta:
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 25

El rey ejercía la autoridad suprema por cuanto la administración


de justicia era un atributo esencial de la realeza. La función de juez era
fundamental al rey en Castilla y León. Su tribunal juzgaba en última instancia
y entendía con jurisdicción exclusiva en ciertos aspectos que le estaban
reservados. Nombraba los altos y bajos funcionarios políticos en las diversas
comarcas, quienes ejercían también funciones judiciales. De menor a mayor
jerarquía institucional, la administración de justicia estaba organizada de la
siguiente manera: existía toda una gradación de tribunales locales, presididos
la mayor parte por “adelantados” (de corte y fronterizos) y por “merinos”
que al frente de grandes circunscripciones administrativas resolvían
asuntos de justicia y velaban por el orden público; ambos funcionarios eran
originalmente nombrados por la Corona, pero gradualmente sus cargos se
hicieron hereditarios en ciertas familias notables, en perjuicio del bienestar
social. Próximos al rey se encontraban los alcaldes de casa y corte, que eran
cuatro jueces con jurisdicción más allá de cinco leguas del lugar donde residía
la Corte; actuaban en asuntos civiles y criminales y sus sentencias sólo eran
apelables ante el rey o el Consejo. Por debajo de estos magistrados estaban
los alcaldes municipales o jueces de los pueblos, quienes juzgaban en primera
instancia y cuyo nombramiento generalmente lo delegaba el soberano en
los cabildos, a través de las cartas pueblas o fueros.
Desde la segunda mitad del siglo XIII los señores tenían jurisdicción
dentro del territorio de su señorío; la amplitud de ésta variaba según la
extensión de las propiedades. Los reyes, además de reservarse los casos de la
Corte, tendían a limitar dicha jurisdicción, pero la distancia de la ciudad real y
el poder señorial dificultaron un control directo de la acción judicial. Cuando
el rey administraba justicia se hacía rodear de cierto número de dignatarios
cuyas opiniones tomaba en cuenta para las decisiones finales. El tribunal
que ellos constituían se conoció con el nombre de Curia o Cort, formada
al principio por los parientes del rey, obispos, condes y altos funcionarios.
Este organismo no siempre estuvo compuesto por las mismas personas; su
autoridad era meramente consultiva y no delimitada con el Consejo Real;
atendía, además de los asuntos judiciales, los económicos y políticos.
En 1274, Alfonso X creó un alto tribunal real, compuesto de 23
alcaldes de Corte (9 de Castilla, 8 de León y 6 de Extremadura), algunos

Historia de España y su influencia en la Historia Universal. Barcelona, Editorial Salvat, s.f., Vol. IV, pp.
4-8; Fernando Soldevilla: Manual de Historia de España. Barcelona, Ariel, 1962, Tomo II, p.82.
26 Alí Enrique López Bohórquez

de los cuales debían permanecer al lado del rey a fin de impartir justicia. La
hostilidad de la nobleza impidió el funcionamiento de este tribunal, el cual
sin embargo adquirió prestigio durante el gobierno de Fernando IV (1295-
1310). En ausencia del soberano, los alcaldes juzgaban bajo la dirección del
adelantado del rey o sobre juez. La existencia de varios tribunales y personas
encargadas de ejercer derecho creaba numerosos conflictos de jurisdicción.
En el período siguiente parte de estos problemas tienden a solucionarse
mediante una reorganización jurídica. Así, en el reinado de Enrique II, en
las Cortes de Toro de 1371, la Curia o Cort cambió su nombre por el de
audiencia y recibió nueva estructuración, constituida ahora por 7 oidores (3
prelados y 4 juristas). Durante los reinados de Juan I y Juan II (1379-1456),
este tribunal se denominó Chancillería. En 1387 se le instituyó el cargo de
procurador fiscal y se aumentó su personal a 16 oidores: 6 prelados y 10
doctores en Derecho. Se dispuso que éstos dividiesen su tiempo por igual
entre Medina del Campo, Olmedo, Alcalá de Henares y Madrid. En 1390
se estableció en Segovia y en 1405 se trasladó a Valladolid. Los jueces
eran elegidos exclusivamente entre las filas del clero y de los letrados de
las distintas partes del reino. En 1433, la Audiencia quedó dividida en dos
salas principales para procesos civiles y criminales; los jueces civiles se
llamaron oidores, y los jueces criminales alcaldes. Además, apareció una
sala especial para los pleitos de los señores, la Sala de Hijosdalgo, y un
procurador asignado para salvaguardar los derechos de la corona. Sus fallos
eran inapelables, salvo cuando el rey tomaba decisión sobre determinado
asunto.
A pesar de las reformas introducidas, las quejas y los cambios
constantes del personal demostraron que el tribunal funcionaba
arbitrariamente en el período que precede al gobierno de los reyes católicos,
quienes imprimirán –en su ocasión– un sello distinto a la institución. Los
organismos arriba descritos

…representan, más que los resultados logrados, los deseos y aspiraciones de la


monarquía castellana hacia un gobierno central eficaz. No pudo conseguirse
nada permanente hasta que el orden fue restablecido por la fuerte mano de los
reyes católicos, y la significación principal de los experimentos constitucionales de
sus predecesores reside, mucho menos que en lo que consiguieron en su tiempo,
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 27

en el precioso material que facilitaron a Fernando e Isabel, material que había


de ser utilizado cuando llegase por fin la oportunidad…11

El reinado de Enrique IV (1454-1474) fue una época caótica en


todos los órdenes de la sociedad castellana. Se hacía necesario establecer
las funciones de policía y justicia, conseguir la obediencia del principal
factor de desorden de entonces, la alta nobleza, que se debía desligar de las
atribuciones judiciales de sus señoríos y jurisdicciones. Y ésta fue la tarea
principal de los reyes católicos, quienes realizaron una serie de reformas
en lo político, administrativo, económico-social y jurídico, dirigidas a lograr
un Estado fuerte internamente12. Estos cambios se hicieron para reducir
los derechos obtenidos por las Cortes, ahora convocadas esporádicamente,
perdiendo su autoridad y prestigio. El poder local de las ciudades decayó
al aparecer las figuras de los regidores, corregidores y alcaldes mayores,
representantes directos del rey. El Consejo de Castilla, fundado por Juan
I como organismo de consulta privada del monarca, se convirtió en la
institución principal del gobierno central y en el órgano más importante
del sistema administrativo del futuro imperio español. Se establecieron sus
atribuciones y especialmente las judiciales, además de las que tenía en lo
referente a la gobernación del reino13. A la reforma del Consejo de Castilla
y los esfuerzos de los reyes a favor de la unidad de la península, se agrega la
modificación de la vieja organización judicial, que reseñamos anteriormente.
Al respecto dice Antonio Ballesteros y Bereta:

El celo de los reyes se demostró en perseguir la arbitrariedad en la administración


de justicia. Comprendían que la base de toda prosperidad era el sentimiento de
justicia y la anterior satisfacción de los subordinados de sentirse protegidos en sus

11 Roger B. Merriman: op. cit., p. 199.


12 “Las monarquías absolutas, el centralismo, la tendencia a la uniformidad, el capitalismo, la
decadencia de las organizaciones intermedias entre el Estado son rasgos que caracterizan esta
época”… Salvador Minguijón: op. cit., p. 374.
13 En relación con las reformas de los reyes católicos, véase José Cepeda Adan: En torno al concepto
del Estado en los Reyes Católicos. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1956, pp.
145-198; J. H. Elliot: La España Imperial 1469-1716. España, Editorial Vicens Vives, 1969, pp. 77-
101; Roger B. Merriman: op. cit., pp. 187-195; Salvador Minguijón: op. cit., pp. 374, 378-379, 382-384
y 400-442; Rafael Altamira y Crevea: op. cit., pp. 285-290 y 327-330; Pedro Aguado Bleye: op. cit.,
pp. 200-201; Fernando Soldevilla: op. cit., pp. 402-407; y Juan Beneyto: op. cit., pp. 345-378.
28 Alí Enrique López Bohórquez

derechos. No regatearon para conseguir la colaboración personal, administrando


justicia según la tradicional costumbre de los reinos hispanos…14

Es importante destacar que en los primeros años del gobierno de los


reyes católicos, a pesar de todas las dificultades, se impuso la justicia. Este
ideal, como función pública, era la esperanza de la población oprimida por
las justicias personales o de grupos; y esa concepción de equidad e igualdad
frente a la ley estuvo marcada por el sentido providencialista muy definido
en los Reyes. El historiador español Américo Castro señala: “Cuando los
fundamentos del poder vienen del cielo, la realeza no logra plena autoridad
si ella misma no está inclusa en un hecho divino”. Y un cronista de los
reyes católicos, Andrés Bernáldez, resume ese ideal de justicia así: …“La
justicia (…) es amiga de Dios, y es la que hace los reyes amados y temidos,
y es aquella que conserva los rreynos y provincias, y les haze florecer todo
el tiempo que ella en ellos florece15”.
Hemos señalado que la estructura definitiva de las audiencias se
dio en los primeros siglos de la Edad Moderna española, y fue una de
las medidas reformadoras de los reyes católicos. Como la jurisdicción de
la Real Chancillería de Valladolid era desmesurada, crearon una nueva
ciudad real en 1494, la cual se trasladó a Granada en 1505. El río Tajo
constituía la línea divisoria que separaba las respectivas jurisdicciones de las
mencionadas Chancillerías: al norte, la primera, y al sur la segunda. Además
de estos tribunales mayores, existían otros en Galicia, Sevilla –llamada
de los Grados en atención a los distintos grados del procedimiento de
apelaciones–, Mallorca, Canarias, Asturias y Extremadura. La mayoría de
ellos se crearon en el siglo XVI y recibían el nombre de audiencias, inferiores
en jerarquía a las dos chancillerías mencionadas, pero representaban la
misma instancia jurídica. De ello se desprende que la Chancillería era a
su vez una Audiencia, alternándose el empleo de ambas denominaciones,
con las atribuciones propias de la misma; sin embargo, en organización y
personal eran iguales.
En cuanto a su composición, las audiencias estaban formadas por un
número variable de jueces, letrados todos, llamados oidores (16 divididos en

14 Antonio Ballesteros y Bereta: op. cit., pp. 379-380.


15 Américo Castro: España en su historia y Andrés Bernáldez: Historia de los Reyes Católicos D. Fernando
y D. Isabel, citados por José Cepeda Adan: op. cit., p. 96.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 29

cuatro salas) y alcaldes del crimen (3 en una sola sala), según fuera un asunto
civil o criminal. Ambos ministros estuvieron investidos de una serie de
honores y preeminencias, y les estaban impuestas ciertas obligaciones por su
carácter profesional. La presidencia de la Audiencia recaía en un gobernador
o regente. Su competencia era más reducida que la de la Chancillería (cinco
leguas alrededor de la capital). Conocía en apelación de las decisiones de
las justicias menores. De sus sentencias se podía apelar ante la Chancillería
más cercana a su jurisdicción y ésta, a su vez, tenía facultad para apelar
ante el Consejo de Castilla. Estas características se derivaron de la nueva
organización audiencial dada en las ordenanzas de 1489. El papel de las
audiencias en el cuadro institucional fue tan considerable que se mantuvieron
durante toda la administración de los Austrias y de los Borbones, e incluso
formaron parte de la organización judicial española del siglo XIX. Aparte
de las audiencias, los reyes restituyeron el tribunal de la Santa Hermandad,
creado en 1312, denominado Hermandad Nueva, y establecieron el de la
Inquisición en 1480. El primero, para coartar las violencias de malhechores
y de los hombres con poder económico en los lugares más apartados; y el
segundo, destinado a mantener la unidad de la fe. En materia legislativa,
los tribunales y jueces indicados aplicaban disposiciones legales que
ayudaban a resolver los diversos casos que se presentaban. Estas fueron:
el Ordenamiento de Alcalá de Henares (1348), los Fueros Municipales, el
Fuero Real (1265), Las Siete Partidas (1265) y el Espéculo16.

La Institución Judicial en América: Naturaleza y atribuciones de los principales


tribunales y funcionarios

A partir del esquema jurídico hispánico se organizó la administración


de justicia para América, la cual se modificó dadas las circunstancias
americanas, distintas a la realidad castellana, sin perder por ello su esencia
originaria17. Las ilimitadas distancias, la dificultad de las comunicaciones

16 Alfonso García Gallo: Manual de Historia del Derecho Español. Madrid, Artes Gráficas, 1971, Tomo
II, pp. 400-401 y 654-656.
17 El sistema administrativo para América, y sus cuadros institucionales, …“tiene su origen en los
cuadros de organización y en los esquemas jurídico-administrativos de Castilla, sin perjuicio de
que se trate de adaptarlos a las peculiares circunstancias y exigencias del Nuevo Mundo. Estas
lo condicionan sin duda, pero no hasta el punto de que el sistema de gobierno y el carácter de
las instituciones resulte desnaturalizado”… Alfonso García Gallo: “Los principios rectores de
30 Alí Enrique López Bohórquez

y la tardanza en el recibimiento de los preceptos emanados de la corona


española y sus órganos asesores, fueron obstáculos para el establecimiento
en América de un régimen de justicia que, además de limitar la acción
desenfrenada de los conquistadores en la primera etapa de la dominación,
sirviera para garantizar una relación colonial tanto sobre la población
española como sobre la indígena, la africana y la americana propiamente
dicha18. Sin embargo, el Estado español se preocupó por la administración de
justicia en Indias y a tal efecto creó tribunales encargados de aplicarla a los
diversos sectores de la sociedad. Aquellas entidades jurídicas no constituían
un poder institucional independiente y casual. Las atribuciones judiciales
eran ejercidas, en la mayoría de los casos, por órganos que tenían facultades
político-administrativas y económicas, que en su conjunto constituyeron un
aparato burocrático destinado a mantener el vínculo colonial19. En torno a
este planteamiento dice Richard Konetzke:

Durante todo el transcurso de la dominación española fue la norma organizar


el gobierno de los dominios americanos de la corona de tal suerte que
rindieran el mayor beneficio posible a las finanzas estatales y la economía
metropolitana. Simultáneamente, la dependencia económica de las colonias
se presentaba como la más fuerte de las ataduras, que impedía su separación
de la metrópoli…20

la organización territorial de las Indias en el siglo XVI”, en Estudios de Historia del Derecho Indiano.
Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1972, p. 664.
18 “Una de las preocupaciones más acentuadas y constantes de la corona española, en la administración
de las Indias, fue la de organizar en ellas un régimen fundado en el derecho y orientado a realizarlo.
No era, sin duda, tarea sencilla la que este aspecto de la conquista imponía a la metrópoli, pues
no se trataba simplemente de transplantar al nuevo mundo las normas jurídicas que iban creando,
sino también de procurar que ellas lograran en América una efectiva vigencia”. Ricardo Zorraquín
Becú: La justicia capitular durante la denominación española. Buenos Aires, Imprenta de la Universidad,
1947, p. 13.
19 “En efecto, ese doble brazo de dominación del estado metropolitano: el aparato burocrático y
el oligopolio-oligopsonio instaurado por el capital comercial, será el que posibilitará finalmente
la imposición de términos de intercambios desfavorables (las diferencias abismales de costos de
producción hacen a las relaciones comerciales entre colonia y metrópoli un verdadero paraíso de
un sui generis intercambio desigual); impedirá la producción de artículos que puedan competir
con los de la madre patria; regulará la producción y el comercio, beneficiando a ciertas regiones,
ciudades y grupos, en detrimento de otros; impondrá cargas y gabelas, etc.” Juan Carlos Garavaglia:
Modos de producción en América Latina (Introducción). Buenos Aires, Siglo XXI, 1974, p. 15.
20 Richard Konetzke: América Latina. Época Colonial. México, Siglo XXI, 1971, p. 103.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 31

Los inicios de la administración de justicia en América podemos


encontrarlos en la propia Capitulación firmada en 1492 entre los Reyes
Católicos y Cristóbal Colón, que establecía sus poderes judiciales antes de
conocerse la existencia de América. Los títulos concedidos de almirante de
las Indias, virrey y gobernador general, tenían jurisdicción civil y criminal,
alta y baja21. La Capitulación de Santa Fe señalaba:

… que si a cabsa de las mercadurias quel traera de las dichas yslas e/ tierras,
que así como dicho es que se ganaren o descubrieren, o de las que en troque/
de aquellas se tomaren aca de otros mercadores, naçiere pleito alguno en el
lugar/ donde dicho comerçio e trato terna e fara, que si por la preheminencia/
de su oficio de almirante le perteneçera conoscer del tal pleito, plega a Vuestra
Altezas que el o su teniente, e no otro juez, conosca del tal pleito…22.

La necesidad de regresar a la península después de cada viaje, llevó


a Colón, basándose en los privilegios reconocidos por la Capitulación,
a conferir el cargo de “adelantado” a su hermano Bartolomé. No tenía
autoridad para hacerlo, pero los reyes accedieron y confirmaron el
nombramiento el 22 de julio de 1497. El título de adelantado, además de las
atribuciones militares y políticas, concedía poderes judiciales para entender
los recursos de alzada que el rey no podía ver personalmente23. Más tarde,
los conflictos que Colón sostuvo en La Española, principalmente en 1499
con la sublevación de Roldán, lo motivaron a solicitar de los soberanos el
envío de un jurista calificado para administrar justicia en la isla. Acordaron
los reyes nombrar un comisionado especial, denominado juez pesquisidor,
que se encargaría de indagar sobre los desórdenes y ejercer justicia. Fue
elegido para el cargo el Comendador Francisco de Bobadilla, quien luego

21 Horacio López Guédez: Los Reyes Católicos y América (1492-1517). Mérida, Universidad de
Los Andes, 1971; pp. 26-7; Alfonso García Gallo: “Los orígenes de la administración territorial
de las Indias. El gobierno de Colón”, en Estudios de Historia del Derecho Indiano, pp. 563-637.
22 Libro de los Privilegios del Almirante don Cristóbal Colón (1498). Estudio preliminar, edición y notas
por Ciriaco Pérez Bustamante. Madrid, Real Academia de la Historia, 1951, p. 33.
23 Horacio López Guédez: op. cit., p. 28, Alfonso García Gallo: “Los orígenes de la administración
territorial”…, pp. 625-628.
32 Alí Enrique López Bohórquez

sería gobernador24. El resultado de su pesquisa fue la remisión de Colón


y su hermano a España. Esta situación se repitió con Bobadilla cuando se
autorizó en 1501 al nuevo gobernador de La Española, Nicolás de Ovando,
para seguirle juicio de residencia por su desastrosa política en perjuicio de
la Corona y de los indios25.
Son estos los primeros momentos de la acción judicial en América,
aplicada en un territorio muy limitado: La Española. El establecimiento de
instituciones jurídicas superiores y permanentes se dio progresivamente
a medida que se ampliaba el conocimiento del territorio americano, y
respondía a las necesidades del Estado español de instaurar un efectivo
control en sus posesiones de ultramar, sobre todo en las regiones de
importancia económica, en las civilizaciones más avanzadas y en los
puntos estratégicos para continuar la empresa colonizadora. A tal efecto, se
organizó, tanto en la Metrópoli como en las colonias, una red institucional
jerarquizada con miras a resguardar los intereses del Estado dominante.
La administración de justicia para América ha sido clasificada de diversas
maneras26. Ensayamos una clasificación sencilla acorde con la naturaleza del

24 En carta a Bobadilla, del 21 de marzo de 1499, los reyes lo comisionaron para que …“vos
informéis y sepáis la verdad de (…) quien y cuáles personas fueron las que se levantaron contra
el dicho Almirante y Nuestras Justicias, y por qué cabsas y razón, y que robos y males y daños han
fecho, y todo lo otro que cerca desto vos viéredes ser menester saber para ser mejor informado:
y la información habida y la verdad sabida, á los que por ella falláredes culpables, prendedles los
cuerpos y secuestradles los bienes; y así presos, procedades contra ellos y contra los ausentes á
las mayores penas civiles y criminales que falláredes por derecho”… Colección de Documentos Inéditos
Relativos al Descubrimiento, Conquista y Organización de las Antiguas Posesiones Españolas de América y
Oceanía. Madrid, Imprenta de Manuel G. Hernández, 1882; Tomo XXXVIII, pp. 409-411.
25 Clarence H. Haring: El Imperio Hispánico en América. Buenos Aires, Editorial Solar/Hachette, 1966,
pp. 22-23.
26 El historiador argentino Ricardo Levene adopta la clasificación de Javier Malagón Barceló: Teoría del
Derecho Procesal en las Leyes de Indias. Madrid, 1936, quien habla de tribunales ordinarios, inferiores y
especiales. Tribunales ordinarios: El Consejo de Indias, las audiencias, los gobernadores intendentes
y el Ministerio Público, el virrey presidente de la Audiencia y las Justicias Mayores. Los tribunales
inferiores: alcaldes ordinarios y Cabildo. Los tribunales especiales: Juzgados de bienes de difuntos,
Tribunales de Cuentas, de Indígenas, de Comercio y de Minas, de Aguas, jueces pesquisadores y
residenciadores, jueces hacedores de diezmos y otros que representaban la organización de los
fueros, como los Tribunales Militares, Eclesiásticos, Universitarios, de Protomedicato, de Comedia
y Administrativo. Manual de Historia del Derecho Argentino. Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1957,
p. 111. Por su parte, Ricardo Zorraquín Becú distingue los tribunales superiores: Consejo de
Indias y audiencias, y los magistrados inferiores: a) los jueces capitulares (alcaldes ordinarios, de
la hermandad, de aguas y alcaldes indios), y los que formaban el tribunal del consulado; b) los
jueces de nombramiento real directo e indirecto, que desempeñaban sus cargos por un plazo
incierto, casi siempre por varios años (gobernadores y sus tenientes, los intendentes, los asesores
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 33

presente capítulo, tomando en cuenta las justicias ordinarias, sin detenernos


en las especiales. La institución judicial americana puede clasificarse en
organismos superiores e inferiores. Los primeros estuvieron representados
por la Casa de Contratación de Sevilla, el Consejo de Indias y las audiencias.
Los segundos por los Corregimientos y Alcaldías Mayores, los alcaldes
ordinarios y los alcaldes de la Santa Hermandad.

A) Organismos Superiores

La Casa de Contratación de Sevilla

Al principio la solución de los problemas americanos provenía de los


reyes, quienes inmediatamente consideraron indispensable la colaboración,
a partir de 1493, del arcediano de Sevilla, Juan Rodríguez de Fonseca, y del
Consejo de Castilla en los cuales delegaron los asuntos de las Indias. Este
nuevo sistema de gobierno trajo como consecuencia diversos conflictos
con el almirante, quien veía disminuidas las prerrogativas concedidas en la
Capitulación. No obstante ser reducidos los poderes de Colón, Fonseca
y su secretario Gaspar de Gricio continuaron al frente de las cuestiones
indianas actuando con relativa libertad, hasta la creación del Consejo de
Indias27. A medida que se complicaban los asuntos del Nuevo Mundo como
consecuencia de los nuevos descubrimientos, se requería de un organismo
central que abarcara todos los problemas indianos, ya que los asesores reales
carecían de capacidad y experiencia para afrontarlos en su totalidad. Así se
creó en 1503 la Casa de Contratación de Sevilla. Su actuación dio origen a
la estructura definitiva del sistema mercantilista español y aseguró la acción
monopolista estatal. Inmediatamente de su creación se le concedieron
sus primeras ordenanzas28, que regulaban fundamentalmente su actividad
mercantil, pero cuando los asuntos americanos se hicieron más complejos,

letrados de cada Intendencia, los oficiales reales, los subdelegados de la real hacienda, los jueces
eclesiásticos, los militares y los residenciadores de funcionarios nombrados por el rey); c) los
jueces de tierras, pesquisidores, de comisión y los que residenciaban funcionarios que no eran de
nombramiento real. op. cit., pp. 18-19.
27 Demetrio Ramos Pérez: Historia de la Colonización Española en América. Madrid, Pegaso, 1947, pp.
63-65.
28 Véase “Primeras ordenanzas que se hicieron para la Casa de la Contratación”, en José María
Chacón y Calvo (Compilador): Cedulario Cubano. Los Orígenes de la Colonización. Madrid, Cía.
34 Alí Enrique López Bohórquez

recibió nuevas atribuciones y facultades. No vamos a referirnos aquí a las


variadas atribuciones de esta institución metropolitana, rectora del comercio
de España con sus posesiones de ultramar, sino a sus reconocidas facultades
judiciales29.
En 1510 y 1511 se le dieron nuevas ordenanzas a la Casa de
Contratación, y en ellas se delimitó su actuación en materia de justicia, por
lo cual tenía jurisdicción civil y criminal en todas las cuestiones de comercio
y navegación de las Indias, y se ordenaba a todos los juzgados hacer cumplir
sus decisiones. Los funcionarios oficiales recibieron el nombre de “Jueces de
Contratación”, quienes tenían la asistencia de un asesor letrado. Posteriormente
se amplió su jurisdicción en las ordenanzas de 153130. Los jueces de la Casa
podían conocer principalmente lo relacionado con los pleitos provocados
por el embarco y desembarco de mercancías, de los conflictos surgidos entre
tratantes, mercaderes, factores, maestres, contramaestres, calafates y marinos
en general, así como también de los intentos de motín a bordo de las naves.
Tenían injerencia en los problemas de fletes, seguros y contratos realizados.
Perseguía civil y criminalmente a quienes barrenaran las naves o contribuyesen
a su pérdida. Los presos eran recluidos en la cárcel pública de Sevilla y sólo
podían salir bajo las órdenes de los propios jueces.
La justicia municipal de Sevilla no tenía jurisdicción ni en primera
ni en segunda instancia de los fallos de la Casa. Sólo podía apelarse ante el

Iberoamericana de Publicaciones, S. A., 1929 (Colección de Documentos Inéditos para la Historia


de Hispanoamérica, VI), pp. 53-64.
29 Sobre la Casa de Contratación de Sevilla véanse Clarence H. Haring: op. cit., pp. 111, 305-312 y
323-340; Richard Konetzke: op. cit., pp. 270-271 y 106-177; Demetrio Ramos Pérez: op. cit., pp.
138-150; Ramón Carande: Carlos V y sus banqueros. La vida económica en Castilla (1516-1556).
Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1965, Tomo I, pp. 433-469; Pedro Aguado Bleye:
op. cit., Tomo II, pp. 355-356; Antonio Muro Orejón: Lecciones de Historia del Derecho Hispa-Indiano.
México, Miguel Ángel Porrúa Librero-Editor, 1989, pp. 265-274; Carlos Bermúdez Plata: “La
Cárcel nueva de la Casa de la Contratación de Sevilla”, Revista de Indias, 37-38 (Madrid, julio-
diciembre de 1955), pp. 645-650; Juana Gil Bermejo: “La Casa de la Contratación de Sevilla
(Algunas consideraciones para su historia)”, Anuario de Estudios Americanos, XXX (Sevilla, 1973),
pp. 679-761; Gildas Bernard: “La Casa de Contratación de Sevilla, luego en Cádiz en el siglo
XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, XII (Sevilla, 1965), pp. 253-286; José M. Ots Capdequí:
Instituciones. Barcelona, Salvat Editores, 1959, pp. 297-299 y El Estado español en las Indias. México,
Fondo de Cultura Económica, 1965, pp. 63-64; Francisco Morales Padrón: Manual de Historia
Universal. Historia de América. Madrid, Espasa-Calpe, 1958, Volumen V, pp. 380-381; Jaime Vicens
Vives: Historia de España y América. Barcelona, Editorial Teide, 1957, Volumen II, pp. 523-526.
30 La Casa de Contratación fue reorganizada constantemente y recibió varias ordenanzas. A partir
de las primeras en 1503, se le dieron otras en 1510, 1511, 1539, 1543, 1552 y 1583.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 35

Consejo de Indias a partir de su creación, excepto aquellas cuestiones de


menor cuantía que se juzgaban en la Audiencia de los Grados de Sevilla, pero
su sentencia la ejecutaban los jueces. El aumento de sus funciones judiciales
creó constantes enfrentamientos con los tribunales ordinarios de Sevilla31. La
amplia participación de la Casa en los negocios americanos fue disminuida al
aparecer el Consejo de Indias, pero siguió actuando como tribunal mercantil
bajo la supervisión de dicho Consejo. Luego, al crear Felipe II los Consejos
de Hacienda y de Guerra, la Casa entró también bajo la dependencia de éstos.
Con las reformas de los Borbones, estableciendo la Secretaría de Marina, la
Casa fue trasladada a Cádiz en 1717 para desaparecer en 1790 al perder todos
sus poderes y cumplir sus funciones los Consulados de Mar.

El Consejo de Indias

La acumulación de los asuntos americanos determinó la creación de


un sistema burocrático, que fue ampliado progresivamente. Fonseca y sus
ayudantes, Gricio, López de Conchillos, Luis Zapata, Galíndez de Carvajal,
miembros del Consejo de Castilla, constituyeron un cuerpo colegiado asesor32
que llegó a institucionalizarse, dado el propósito de la monarquía española de
lograr una centralización administrativa acorde con su política de intención
absolutista. A este organismo central de gobierno de los nuevos territorios se le
denominó Junta de Indias, y aparece como tal en 1511. Sus gestiones duraron
hasta 1524, fecha en la cual Carlos I creó “El Real y Supremo Consejo de

31 Esteban de la Puente: “Carlos V y la administración de justicia”, Revista de Indias, 73-74 (Madrid,


julio-diciembre de 1958), pp. 418-421; Leopoldo Zumalacarregui: “Las ordenanzas para la Casa
de la Contratación de las Indias de 1531”, Revista de Indias, 30 (Madrid, octubre-diciembre de
1947), pp. 757-760 y 766.
32 Al respecto José Miranda González dice: “La monarquía española al hacerse absoluta no podía
escapar a una ley inexorable del absolutismo: la organización burocrática. Su aparato gubernamental
estuvo constituido por una red de funcionarios, dependientes de la Corona y subordinados unos
a otros en escalonada pirámide jerárquica, que cubrían todo el cuerpo político desde el centro
hasta la periferia. Pero dentro del sistema burocrático, la monarquía española creó un tipo
especial, el consiliario. Todo el mecanismo burocrático tuvo como pivotes fundamentales unos
organismos colectivos, llamados consejos, que eran algo así como el corazón de un gran sector
del Gobierno. …, extienden sus atribuciones a materias legislativas y judiciales, además de las
consultivas, teniendo cada uno en su esfera algo de parlamento, ministerio, consejo en sentido
estricto y tribunal supremo. … Con los letrados, los consejos dieron una fisonomía peculiarísima
a la monarquía absoluta de los Austrias españoles”. Las Ideas y las Instituciones Políticas Mexicanas
(1521-1820). México, Instituto de Derecho Comparado, 1952, p. 96.
36 Alí Enrique López Bohórquez

Indias.” 33 No vamos a considerar su organización y todas sus atribuciones.34


Interesa en el orden judicial como tribunal supremo de justicia en lo civil
y criminal referente a las colonias hispanoamericanas. Cuando aparece el
Consejo de Indias, con autonomía frente al Consejo de Castilla, se rige por los
estatutos de éste. Pueden considerarse las Leyes Nuevas del 20 de noviembre
de 1542, en sus capítulos 1 al 9, como las primeras ordenanzas que modifican
su organización y procedimientos originarios, pero se seguían observando
principios del viejo consiliario castellano. Posteriormente se elaboran las
ordenanzas de 1571, esencia de su autonomía legislativa.
De las ordenanzas de 1542 y 1571 se desprenden las características
generales de la administración de justicia por parte del Consejo35. Correspondió
al Consejo de Indias ejercer la jurisdicción suprema de América y de los
asuntos que resultaren de sus colonias en materia civil y criminal. Tenía
potestad para hacer las leyes, pragmáticas, ordenanzas y provisiones generales
y particulares que convinieran para el gobierno de las Indias, así como expresa
autorización para conducir las tareas de recopilación de las mismas. Examinaba
las ordenanzas, constituciones y otros estatutos producidos por los prelados,
cabildos, conventos, virreyes, audiencias y otras comunidades americanas.
Sus decisiones debían ser obedecidas tanto por los funcionarios coloniales
como por la población en general. Los jueces del Consejo debían abstenerse

33 En torno al problema de la fundación del Real Consejo de Indias han surgido una serie de
posiciones entre los especialistas del tema; mantenemos la fecha generalizada del 1 de agosto
de 1524 dada por el tratadista indiano Juan de Solórzano Pereira: Política Indiana. Madrid, Cía.
Iberoamericana de Publicaciones, 1947, Tomo IV, Lib. V Cap. XV. Sobre la polémica véase,
Antonio Muro Orejón: “El Real y Supremo Consejo de las Indias”, Anuario de Estudios Americanos,
XXVII (Sevilla, 1970), pp. 195-218 y Demetrio Ramos Pérez: “El problema de la fundación del
Real Consejo de Indias”, Anuario de Estudios Americanos, XXVI (Sevilla, 1969), pp. 385-425.
34 Sobre el Consejo de Indias véase Antonio Muro Orejón: Lecciones de Historia del Derecho Hispa-
Indiano, pp. 149-164 y “El Real y Supremo Consejo de las Indias”; Demetrio Ramos Pérez: “El
Problema de la fundación del Real Consejo de Indias” e Historia de la colonización española en América;
Juan Pérez de Tudela y otros: El Consejo de las Indias en el siglo XVI. Valladolid, Universidad de
Valladolid, 1970; Esteban de la Puente: op. cit., pp. 423-427; Joaquín Real Díaz: “El Consejo de
Cámara de Indias: génesis de su fundación”, Anuario de Estudios Americanos, XIX (Sevilla, 1962),
pp. 725-758; Richard Konetzke: op. cit., pp. 107-109; José Miranda González: op. cit., pp. 101-103;
Mario Góngora: op. cit., pp. 67-69; Clarence H. Haring: op. cit., pp. 111-126; J. M. Ots Capdequí:
Instituciones, pp. 444-445 y El Estado Español…, pp. 64-65; Francisco Morales Padrón: op. cit., pp.
377-380; Juan de Solórzano Pereira: op. cit., Tomo IV, Lib. V, Caps. XV-XVIII.
35 “Las Leyes Nuevas de 1542-1543. ordenanzas para la gobernación de las Indias y buen tratamiento
y conservación de los indios”, Anuario de Estudios Americanos, XVII (Sevilla, 1959), pp. 561-587, y
“Las ordenanzas de 1571 del Real y Supremo Consejo de las Indias”, Anuario de Estudios Americanos,
XIV (Sevilla, 1957), pp. 363-423. Ambos textos con estudios y notas de Antonio Muro Orejón.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 37

de intervenir en negocios particulares y de justicia entre partes; estos pleitos


correspondían a las Reales audiencias americanas. Recibía en apelación las causas
de la Audiencia de la Contratación, y por recursos las del Consulado. Conocía
de las residencias y visitas de los corregidores, gobernadores, oficiales reales,
oidores, presidente, virreyes. Venían a él, en grado de segunda suplicación, las
causas graves de mayor cuantía, las causas criminales determinadas por las
audiencias indianas, así como también las visitas y residencias hechas a los
funcionarios mencionados. Entendía de las fuerzas eclesiásticas, para lo cual no
podía intervenir ningún juez eclesiástico; y atendía todas aquellas cosas que las
propias audiencias consideraran de atención real, sobre todo lo referido a los
repartimientos de indios que el Consejo trataba en primera instancia. Durante
el gobierno de los Borbones, Carlos III y Carlos IV, la acción del Consejo
estuvo muy limitada por las prerrogativas concedidas a las Secretarías sobre
los territorios americanos; y con la invasión napoleónica quedó prácticamente
inactivo hasta su desaparición en 1812 por orden de las Cortes de Cádiz.

Las Audiencias

Señalamos anteriormente que en el momento del descubrimiento del


Nuevo Mundo, Castilla tenía tribunales con suficiente capacidad y experiencia
para resguardar los derechos de soberanía de la Corona y administrar justicia
en los problemas surgidos a raíz de la aparición del continente americano.
A medida que se estabilizaba la población y se fundaban ciudades con
prosperidad económica, se crearon audiencias o Chancillerías reales,
fundamentalmente en aquellas regiones donde surgieron conflictos que
propiciaban el desarrollo de intereses locales en detrimento de la potestad
absoluta de los reyes españoles y donde la floreciente actividad productiva
y comercial requería de un organismo regulador y consultivo de las acciones
de virreyes y gobernadores. Sin embargo, no debe hablarse de un transplante
mecánico de la institución castellana. La Audiencia constituyó uno de los
pilares del gobierno y la administración en América, pues las condiciones
diversas de los territorios y su población confirieron a la institución un papel
más importante que las de Valladolid y Granada36. Las audiencias indianas

36 Sobre las Reales audiencias indianas véase Santiago Gerardo Suárez: “Para una bibliografía de las
Reales audiencias”, Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia, Tomo III, pp. 210-33; trabajo
ampliado en Las Reales audiencias indianas. Fuentes y bibliografía. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1989. Otros trabajos publicados con posterioridad a esta obra son Fernando Mayorga: La
Audiencia de Santa Fe en los Siglos XVI y XVIII. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica,
38 Alí Enrique López Bohórquez

fueron esencialmente tribunales de justicia, pero actuaron también en los


aspectos gubernativos de distinta naturaleza. Fueron, además, utilizadas
para demarcar las regiones, delimitación audiencial que sirvió de base para
la formación de las futuras repúblicas independientes37.
En la esfera judicial, los reyes instituyeron la Audiencia: “…para que
nuestros vasallos tengan quien los rija y gobiernen en paz y en justicia…”38 El
tratadista Solórzano Pereira39 las define como “… castillos roqueros … donde
se guarda justicia, los pobres hallan defensa de los agravios y opresiones de
los poderosos, y a cada uno se le da lo que es suyo con derecho y verdad…”.
La Audiencia fue el más alto tribunal en su jurisdicción. Tenía la misma
autoridad que las de España y se gobernaba por sus propias ordenanzas.
Debido a la distancia, llegó a tener tanta facultad como el Consejo de Indias,
y por lo tanto entendía en primera instancia, en lo civil y criminal, de los
asuntos correspondientes a la justicia real. Atendía en apelación los fallos
de las justicias inferiores. Veía, sentenciaba y determinaba las Residencias y
Visitas de los gobernadores, mas no las de los oidores y demás personal de
la institución. Tenía facultad para enviar jueces pesquisidores a corregidores y
gobernadores en circunstancias graves. Una de las misiones fundamentales de
la Audiencia era el cuidado, enseñanza y buen trato de los indios, para evitar
los excesos que los corregidores de indios y otros funcionarios solían cometer
con los naturales. A la Audiencia le resultó difícil cumplir con este cometido
debido a la distancia que separaba algunas poblaciones indígenas de la ciudad
donde residía el tribunal. La Real Audiencia conocía también sobre las causas
de diezmos, y se le encomendó el cuidado del Real Patronato en la erección
de iglesias, nombramiento y traslado de los prelados, así como en cuanto a la
retención de las bulas apostólicas perjudiciales al patronato. Se encargaba de

1991; Tomás Polanco Alcántara: Las Reales audiencias en las Provincias Americanas de España. Madrid,
Fundación Mapfre América, 1992; y Teresa Sanciñena Asurmendi: La Audiencia en México en el
reinado de Carlos III. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999.
37 Al respecto dice Enrique Ruiz Guiñazú: “…Su obra fue básica al determinar su progreso y cultura,
y por su misión política, influyó poderosamente en la estructura geográfica y constitucional de las
nuevas nacionalidades…” La Magistratura Indiana. Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 1916, p. 37; Jacques Lambert: América Latina. Estructuras
sociales e instituciones políticas. Barcelona, Ediciones Ariel, 1973, pp. 118-121.
38 Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias. Lib. II, Tít. XV, Ley I. 5ed. Madrid, Boix Editor,1841.
(En adelante Recopilación).
39 Juan de Solórzano Pereira: op. cit., p. 40.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 39

los bienes y expolios de los obispos a su muerte. Le competía la resolución


de los recursos de fuerza contra los fallos de los tribunales eclesiásticos.
En lo gubernativo, la Audiencia fue el cuerpo consultivo de virreyes y
gobernadores, quienes en los asuntos de administración política debían reunirse
con los oidores para solicitar su consejo y parecer, lo cual dio origen a los
autos acordados y confirió a la Audiencia un carácter legislativo y político en
el ámbito de su distrito. Atendía las apelaciones de las personas perjudicadas
por las resoluciones de virreyes y gobernadores, y en caso de conflicto resolvía
el Consejo de Indias. Estos funcionarios, cuando existía una Audiencia, no
tenían decisión en materia judicial. La Audiencia sustituía al virrey en sus
ausencias, enfermedades o muerte; y por lo tanto, le correspondía velar por
mandamiento del orden e intervenir en los diversos asuntos de la gobernación:
militares, financieros, eclesiásticos, etc. Los oidores, jueces del tribunal, se
repartían las múltiples tareas de la administración de justicia pública. Unos,
recorrían periódicamente las tierras de su jurisdicción, asesoraban al comisario
subdelegado general de la Santa Cruzada, eran jueces de bienes de difuntos,
visitadores de armadas. Otros actuaban como jueces de las cobranzas, de
las mesadas eclesiásticas, medias anatas y papel sellado; hacían de auditores
de guerra y jueces de alzada del Consulado. Sin abarcar las atribuciones y
facultades en su totalidad, podemos advertir que la amplia participación de la
Audiencia en los asuntos gubernativos representó una limitación al ejercicio
del poder de virreyes y gobernadores, y una garantía de la soberanía del Estado
español en América. Al crearse el Consulado, en el siglo XVIII, las audiencias
perdieron sus prerrogativas en los asuntos mercantiles, que fueron confiados
al nuevo tribunal, originándose serios conflictos jurisdiccionales. De los fallos y
sentencias de la Real Audiencia sólo conocía en apelación el Consejo de Indias,
siempre y cuando los casos fueran graves y de cierta cuantía económica.

B) Organismos Inferiores

Gobernadores, Corregidores y Alcaldes Mayores

La legislación indiana dividió, para un mejor y más fácil gobierno, los


territorios americanos en provincias mayores y menores. La judicatura en las
primeras la ejerció una Real Audiencia, y en las segundas los gobernadores
y los corregidores, y los alcaldes mayores en las poblaciones donde por
la calidad de la tierra no era necesario crear un alto tribunal o nombrar
40 Alí Enrique López Bohórquez

gobernador.40 En las provincias donde no había Audiencia, el gobernador


administraba justicia civil y criminal en primera instancia, o en grado de
apelación de los alcaldes ordinarios. Como por lo general el gobernador era
un funcionario político, con atribuciones militares si detentaba el cargo de
capitán general, no perito en leyes, le asesoraba un teniente de gobernador
letrado; le concernía la imposición de penas y el castigo de los agravios
públicos. Tenía, además, facultades reglamentarias o legislativas, y las órdenes
y decisiones que tomaba requerían posterior confirmación de la Audiencia
a la cual estaba adscrito o, bien, del poder real.
Los corregidores y alcaldes mayores fueron funcionarios locales con
atribuciones gubernativas y judiciales similares.41 Como justicias conocían
en primera instancia de los asuntos de su distrito, y en segunda de los fallos
dictados por los alcaldes ordinarios. Representaban a la Corona dentro de
la autonomía municipal, para hacer respetar la autoridad real en el Cabildo
y velar por la eficiencia de la justicia en los litigios entre españoles e indios
sin desplazar la competencia de los alcaldes del Ayuntamiento, puesto que
no podían los corregidores conocer directamente las causas de estos jueces
menores. Los corregidores, llamados también justicias mayores, no eran
peritos en derecho, y por lo tanto debían tener el asesoramiento de un letrado
para el ejercicio de sus facultades judiciales. Los alcaldes mayores, por su
parte, necesitaban ser letrados a fin de ejercer sus funciones. Los pueblos
de indios encomendados estuvieron bajo la jurisdicción de los corregidores
y alcaldes mayores más cercanos. Pero debido a las múltiples ocupaciones
de estos justicias en las ciudades, se asignaron corregidores y alcaldes para
las poblaciones indígenas, los cuales conocían civil y criminalmente de los
asuntos entre indios y españoles, e indios con indios, así como de los agravios
recibidos por los encomenderos y sus caciques. El cargo de corregidor de
indios, fue ejercido por un funcionario español, y el de alcalde de indios
por un natural con autoridad gubernativa y judicial, reconociéndose así el
orden y forma de vivir de la comunidad aborigen. En el siglo XVIII, los

40 Recopilación, Lib. V, Tít. I, Ley I.


41 El hecho de que no se haya establecido una diferenciación inicial de estos cargos ha creado
confusión en su estudio. Algunos historiadores sostienen que la legislación indiana habla
indistintamente de corregidores y alcaldes mayores; otros buscan cualidades diferenciales para
deslindar la importancia de cada uno. Sobre este problema véase, A. García Gallo. “Alcaldías
Mayores y Corregidores en Indias”, Memoria del Primer Congreso Venezolano de Historia.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, Tomo I, pp. 299-347.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 41

cargos de corregidor y alcalde mayor en Indias fueron suprimidos al crearse


el régimen de las Intendencias.42

Alcaldes ordinarios y alcaldes de la Santa Hermandad

Los alcaldes ordinarios ocuparon el escalafón más bajo en el esquema


institucional jurídico americano. Eran los jueces elegidos por el Cabildo para
el buen regimiento, gobierno y administración de justicia de las ciudades y
pueblos españoles en Indias, donde no existiera gobernador ni corregidor,
conociendo en primera instancia de las causas civiles y criminales de su
distrito, siempre que no correspondieran a alguna de las justicias especiales.
Su jurisdicción era reconocida, y los gobernadores y las audiencias tenían que
hacerla guardar y cumplir, no pudiendo obstaculizar su ejercicio y mucho menos
abocarse al conocimiento de las causas pendientes por encima de los alcaldes.
Los alcaldes ordinarios o cadañeros, entendían de los pleitos de indios con
españoles e incluso podían determinarlos. Juzgaban las causas de habitación,
alimentación y vestido, así como otras obligaciones, contravenciones, etc.
Por razón de su jurisdicción quedaban los alcaldes ordinarios íntimamente
vinculados a los grupos inferiores de la sociedad colonial. Ejercían justicia en
las ciudades, villas y poblaciones donde no existieran alcaldes de la hermandad,
trasladando las apelaciones del caso a los oidores más cercanos. Los alcaldes
ordinarios adquirieron un poder local grande y tuvieron derecho de ejercer
el gobierno interino a la muerte del gobernador.43 Más tarde, se creó un
tribunal con distintos ministros denominados alcaldes de la hermandad, con
las mismas atribuciones de los alcaldes ordinarios, y cuya elección competía
al Ayuntamiento. Estos nuevos jueces locales se instituyeron debido a las

42 Sobre los corregidores y alcaldes mayores, véase Recopilación, Lib. V, Tít. II; Juan de Solórzano
Pereira: op. cit., Lib. V, Cap. II; Enrique Ruiz Guiñazú: op. cit., pp. 292-294; Mario Góngora: op.
cit., pp. 53-55 y 82-90; Guillermo Lohman Villena: El corregidor de Indios en el Perú bajo los Austrias.
Madrid, Cultura Hispánica, 1957 y “El corregidor de Lima (Estudio Histórico-Jurídico), Anuario
de Estudios Americanos, IX (Sevilla, 1952), pp. 131-171; Clarence H. Haring: op. cit., pp. 145-150;
José María Ots Capdequí: Instituciones, pp. 466-471; Francisco Morales Padrón: op. cit., pp. 389-
399; Ambrosio Perera: “Usanza de los términos Corregimiento y corregidor”, Memoria del Primer
Congreso…, Tomo II, pp. 163-77; Ermila Troconis de Veracoechea: “El Corregimiento del Tocuyo
en los siglos XVII y XVIII”, Ibid., Tomo II, pp. 385-440.
43 En relación con los alcaldes ordinarios véase, Recopilación, Lib. V, Tít. III y IV; Juan de Solórzano
Pereira: op. cit., pp. 19-44; Enrique Ruiz Guiñazú: op. cit., pp. 283-292; Clarence H. Haring: op. cit.,
pp. 168-169 y 174-176; Demetrio Ramos Pérez: Historia de la Colonización…, p. 126.
42 Alí Enrique López Bohórquez

distancias entre las poblaciones, con miras a combatir el bandolerismo, evitar


excesos en regiones apartadas y hechos contra la moral pública.44

Las Reales Audiencias Americanas

Razones que explican su establecimiento

El establecimiento de las audiencias en América se realizó en la medida


en que se intensificaba la penetración y conquista de los territorios y población
indígenas y se fundaban ciudades con potenciales condiciones económicas y
situación geográfica estratégica, fundamentalmente en aquellas regiones donde
surgieron conflictos que propiciaban el desarrollo de intereses locales en
detrimento de la soberanía absoluta de la corona española, y donde la creciente
actividad productiva y comercial demandaba de un organismo regulador de
las actividades realizadas por las autoridades coloniales y de la sociedad en
general. Trece fueron las Reales audiencias creadas: Santo Domingo, 1511;
México, 1527 y 1530; Panamá, 1535; Lima, 1542; Guatemala, 1542; Nueva
Galicia, 1548; Santa Fe de Bogotá, 1549; Charcas, 1559; Quito, 1563; Chile,
1563 y 1606; Buenos Aires, 1661 y 1782; Caracas, 1786 y Cuzco, 1787. En
cada caso es posible detectar razones distintas para su instauración; además de
las causas de bien común y de protección al indígena, hubo factores políticos,
económicos y sociales que incidieron en el establecimiento de tan importante
institución para la administración colonial americana.
La Audiencia de Santo Domingo fue creada, entre otras razones, para
contrarrestar las aspiraciones de los herederos de Colón de hacer valer los
derechos garantizados en las Capitulaciones de Santa Fe, en perjuicio de la
soberanía real. La primera Audiencia de México resultó de los conflictos
entre Hernán Cortés y los conquistadores enviados por el gobernador
de Cuba Diego de Velásquez, por el control de la tierra y de la población
indígena; y a la segunda le correspondió una misión política hasta la llegada
del primer virrey de la Nueva España, debiendo resolver los problemas
derivados de los excesos de Cortés y de los enfrentamientos de éste con los
ministros de la primera Audiencia. En los primeros años de funcionamiento
del tribunal en Panamá, correspondió a los oidores ejercer el gobierno de

44 Ricardo Levene: op. cit., p. 120; Ricardo Zorraquín Becú: La justicia capitular…, pp. 32-44.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 43

Tierra Firme, debido a la distancia que la separaba del Virreinato del Perú.
Durante más de quince años los magistrados de la Audiencia de los Confines
gobernaron en lo político-militar en las provincias de Guatemala, Nicaragua,
Honduras y Chiapas, hasta tanto se decidiera el nombramiento de un
gobernador. La distancia entre el Nuevo Reino de Galicia y el Virreinato de
la Nueva España determinó el establecimiento de una Audiencia en aquella
provincia, y por muchos años sus oidores –alcaldes mayores– tuvieron el
control del gobierno con independencia del virrey mexicano. Las guerras
civiles en el Perú, como resultado de la rivalidad entre Pizarro y Almagro,
determinaron incluir en las Leyes Nuevas la fundación de un tribunal en
Lima. Tanto aquí como en México se pretendía combatir las tendencias
feudales, todavía imperantes en España.
Durante una década los ministros de Santa Fe gobernaron para acabar
con los excesos de los funcionarios encargados del gobierno, la administración
de justicia y la real hacienda. La riqueza de las minas de Potosí había generado
abusos de autoridad y desacato permanente a las leyes por parte de la gente
que traficaba en aquella región, a lo cual se pretendió poner remedio con la
instalación de una Audiencia en Charcas. En Quito la magistratura respondió
a la distancia que separaba esta provincia de su respectivo centro de control,
lo cual había generado múltiples arbitrariedades de funcionarios y de la clase
económica dominante. Al tribunal de Chile se le confió la reorganización
del ejército para enfrentar a los aguerridos araucanos, proteger a los indios
sometidos y velar por el orden en la administración del erario público. La
Audiencia de Buenos Aires, fundada en dos oportunidades, tuvo la atribución
especial de impedir los fraudes contra la real hacienda y, sobre todo, de
combatir el crecido contrabando con naves extranjeras. La Real Audiencia de
Caracas formó parte del proceso de integración y centralización administrativa
de las provincias que entraron bajo su jurisdicción, orientada –además de
resolver los problemas que causaba elevar los pleitos a Santo Domingo o
a Santa Fe– a controlar los funcionarios, limitar el poder detentado por la
aristocracia criolla, a intervenir en todos los asuntos de la sociedad venezolana.
La creación de un tribunal de justicia en el Cuzco estuvo estrechamente ligada
a las reformas introducidas en el virreinato peruano como consecuencia del
levantamiento de Túpac Amaru.45

45 Sobre el origen, organización y funcionamiento de las audiencias americanas, véase el clásico


estudio de Enrique Ruíz Guiñazú: op. cit.. Ejemplos de la intervención de estos tribunales en
44 Alí Enrique López Bohórquez

No es de nuestro interés referir todas las cuestiones que le fueron


tratadas o consultadas, pero está claro que la Audiencia, independientemente
de su actuación judicial, tuvo participación efectiva en materia de gobierno
y administración en sus más variados aspectos, que explican de por sí la
importancia de esta institución para el Estado español en América. Sin tener
jurisdicción, intervenía en los juicios y fueros militares; fiscalizaba la Real
Hacienda; asesoraba a su presidente, gobernador o virrey en los asuntos de
gobierno; tenía una autonomía determinante en su comunicación directa
con el rey, su Consejo y ministros de Indias para informarles sobre la
administración en general, y proponer soluciones acordes con el ejercicio
de la soberanía real. Ejercía un permanente control sobre las instituciones y
funcionarios de gobierno local, cualquiera que fuera su naturaleza; todo lo
cual le dio una autoridad legalmente reconocida, aunque en muchos casos
también cuestionada. Como podrá apreciarse a continuación, en el cuadro
que presentamos, el distrito y la organización de las audiencias americanas
variaron de acuerdo con su importancia, vinculada a las características
particulares de cada una de las sociedades donde fueron establecidas, y
sufrieron transformaciones en virtud de los cambios de política colonial
de interés para el Estado español. Cada Virreinato tuvo su respectiva
Audiencia; en seis Gobernaciones hubo tribunales de justicia con rango
audiencial; mientras que sólo tres magistraturas actuaron dependiendo de
sus respectivos centros de poder.

asuntos gubernativos y militares, además de la discusión historiográfica sobre sus atribuciones,


pueden apreciarse en el detallado trabajo de Fernando Muro Romero: Las Presidencias-Gobernaciones
en Indias (Siglo XVI). Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1975; y el excelente catálogo
biblio-hemerográfico de Santiago-Gerardo Suárez, antes citado.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 45

Cuadro 1
Creación, distrito y organización de las audiencias en América

AUDIENCIAS DISTRITO ORGANIZACIÓN

Santo Domingo Las Islas de Barlovento, la 1 presidente (gober-nador y


(1511) costa de Tierra Firme, y en capitán ge-neral), 4 oidores y
ellas las Gobernaciones de alcaldes del crimen, 1 fiscal, 1
Venezuela, Nueva Andalucía, alguacil mayor, 1 teniente chanc-
Río de Hacha (Gob. de Santa iller y personal subalterno.
Marta), y Guayana (Provincia
del Dorado) Partiendo términos
por el Sur con las audiencias: del
Nuevo Reino de Granada, Tierra
Firme, Guatemala y Nueva
España; por Occidente, con las
Provincias de la Florida.

Méjico en Nueva España Las Provincias de la Nueva 1 presidente (virrey, gobernador


(1527) España: Yucatán, Cozumel y y capitán general), 8 oidores
Tabasco; la costa del mar del 4 alcaldes del crimen,
Nor te y Seno Mejicano, 2 fiscales, uno civil y otro criminal,
hasta el cabo de la Florida; 1 alguacil mayor, 1 teniente
y por el mar del Sur, desde chanciller y personal subalterno
donde acaban los términos de
la Audiencia de Guatemala y
hasta donde comienzan los de
Galicia.

Panamá La Provincia de Castilla del 1 presidente (gobernador y


(1535) Oro, hasta Portobello; la ciudad capitán general), 4 oidores
de Nata; la Gobernación de y alcaldes del crimen, 1
Veragua. Por el mar del Sur, fiscal, 1 alguacil mayor, 1
hacia el Perú, hasta el Puerto de teniente chanciller y personal
Buenaventura, inclusive; y desde subalterno.
Portobello hacia Cartagena
hasta el río de Darién, el Golfo
de Urabá y Tier ra Fir me.
Partiendo términos: por Oriente
y el Sur con las audiencias del
Nuevo Reino de Granada y
46 Alí Enrique López Bohórquez

San Francisco de Quito; por


Occidente con la de Santiago
de Guatemala y por el Norte
y el Sur con los dos mares del
Norte y Sur.

Lima en el Perú La costa que va desde la ciudad 1 presidente (gobernador y


(1542) de Los Reyes de Lima hasta capitán general), 5 oidores y
el reino de Chile, inclusive, alcaldes del crimen. 1 fiscal,
hasta el Puerto de Paita. Por la 1 alguacil mayor, 1 teniente
tierra adentro a San Miguel de d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
Piura, Cajamarca, Chachapoyas, subalterno.
Mayobamba y los Motilones
inclusive, hasta el Callao.
Partiendo términos con los
límites de la Audiencia de la
Plata y la ciudad del Cuzco; por
el Norte con la Audiencia de
la Plata; por Occidente con las
regiones no descubiertas.

Santiago de Guatemala en la Las Provincias de Guatemala, 1 presidente (gobernador y


Nueva España Nicaragua, Chiapa, Higueras, capitán general), 5 oidores y
(1543) Cabo de Honduras, Vera Paz alcaldes del crimen, 1 fiscal,
y Soconusco, y las islas de la 1 alguacil mayor, 1 teniente
costa. Partiendo términos: por d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
Oriente con la Audiencia de subalterno.
Tierra Firme; por Occidente
con la de la Nueva Galicia;
y por el Norte con la misma
Audiencia y el mar del Norte;
y por el Sur con el mar de ese
término.

Guadalajara de la Galicia en la La Provincia de la Nueva 1 presidente (gobernador y


Nueva España (1548) Galicia, Cullacán, Copala, capitán general), 5 oidores y
Colima y Zacatula, y los pueblos alcaldes del crimen, 1 fiscal,
de Avalos, Partiendo términos: 1 alguacil mayor, 1 teniente
por Oriente con la Audiencia d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
de Nueva España; por el Sur subalterno.
con el mar de ese término; y
por el Norte y Occidente con
las Provincias no descubiertas
ni pacificadas.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 47

Santa Fe en el Nuevo Reino de Las Provincias del Nuevo Reino, 1 presidente togado, 5 oidores
Granada (1549) (Fue erigida las de Santa Marta, Río de San y alcaldes del crimen, 1 fiscal,
posteriormente en Virreinato Juan y la de Popayán, excepto 1 alguacil mayor, y personal
en 1717, suprimido en 1723 los lugares que de ella están subalterno.
y restablecido en 1739; se le señalados a la Audiencia de
señaló por distrito, además del Quito; también toda la Provincia
de esta Audiencia, el de las de de Cartagena y de la Guayana
Panamá y Quito) o Dorado, todo lo que no
fuere de la de Santo Domingo.
Partiendo términos: por el
Sur con la Audiencia de Quito
y tierras no descubiertas; por
Occidente y el Norte con el
mar del Norte y provincias de
la Audiencia de La Española y
Audiencia de Tierra Firme.

De la Plata en la Provincia de La Provincia de Charcas y 1 presidente togado, 5 oidores


Charcas (1559) todo el Callao desde el pueblo y alcaldes del crimen, 1 fiscal,
de Ayabirí por el camino de 1 alguacil mayor, y personal
Hurcosuyo, desde el pueblo subalterno.
de Asillo, por el camino de
Humasuyo, desde Atuncana
por el camino de Arequipa
hacia la parte de Charcas,
inclusive con las Provincias de
Sangabana, Carabaya, Lurios y
Dieguitas, Mo-yos, Chunchos y

Santa Cr uz de la Sier ra.


Partiendo términos: por el
norte con la Audiencia de Lima
y Provincias no descubiertas;
por el sur con la de Chile; y por
Oriente y Occidente con los
dos mares del Norte y del Sur y
línea de la demarcación entre las
coronas de Castilla y Portugal,
por la parte de la provincia de
Santa Cruz.
48 Alí Enrique López Bohórquez

San Francisco de Quito en La Provincia de Quito; y 1 presidente togado, 4 oidores


el Perú por la costa hacia la ciudad y alcaldes del crimen, 1 fiscal,
(1563) d e l o s Re y e s, e l p u e r t o 1 alguacil mayor, y teniente de
de Paita, Piura, Cajamarca, chanciller y personal subal-
Chanchapoyas, Mayo-bamba terno.
y Motilones: los pueblos de
Jaen, Valladolid, Loja, Zamora,
Cuencas, La Zarza, Guayaquil,
la Canela y Quijos. Por la costa
hacia Panamá hasta el puerto de
Buenos Aires; y tierra adentro:
Pasto, Popayán, Cali, Buga,
Chapanchica y Guachicona.
Partiendo términos: por el
Norte con la Audiencia del
Nuevo Reino de Granada y con
Tierra Firme; por el Sur con la
de los Reyes; por Occidente el
mar del Sur, y por Oriente las
Provincias aún no pacificadas
ni descubiertas.

Manila en las Filipinas La isla de Luzon o islas de 1 presidente (gobernador y


(1583) la Filipina; Archipiélago de capitán general), 4 oidores y
la China y su Tierra Firme alcaldes del crimen, 1 fiscal,
descubierta y por descubrir. 1 alguacil mayor, 1 teniente
d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
subalterno.

Santiago de Chile El reino de Chile con las 1 presidente (gobernador y


(1563) ciudades, villas, lugares y capitán general), 3 oidores y
(Suprimida en 1573 y tierras que se incluyan en el alcaldes del crimen, 1 fiscal,
restablecida en 1606) gobierno de aquella provincia 1 alguacil mayor, 1 teniente
dentro y fuera del Estrecho d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
de Magallanes, y tierra adentro subalterno.
hasta la Provincia de Cuyo.

Buenos Aires Las Provincias del Río de la 1 presidente (gobernador y capitán


(1661) (Suprimida en 1672; Plata, Paraguay, Tucumán y sus general), 3 oidores y alcaldes
restablecida en 1776) Se ciudades anexas. del crimen, 1 fiscal, 1 alguacil
modificó su personal al crearse mayor, 1 teniente de chanciller
el Virreinato de la Plata46 y personal subalterno.

46

46 Recopilación… Libro II, Título XV, Leyes 1-13.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 49

Caracas Las Provincias de Maracaibo, 1 presidente (gobernador y


(1786) Venezuela, Guayana, Cumaná, capitán general), 1 regente,
Margarita e Isla de Trinidad, 3 oidores y 2 fiscales, (civil
anteriormente bajo la jurisdicción y criminal), y personal
del Virreinato de la Nueva subalterno.47
Granada y la Audiencia de Santo
Domingo.

Cuzco La ciudad del Cuzco y Provincias 1 decano regente, 3 oidores y 1


(1787) inmediatas, anteriormente en fiscal, y personal subalterno.48
los distritos de las audiencias
de Lima y Charcas. A partir de
1796 se le agregó la Intendencia
de Puno.

47 48

En cuanto a una clasificación de las audiencias deben tomarse en


cuenta aspectos político-legislativos, organizativos y jurisdiccionales, ya que
en lo jurídico tuvieron las mismas facultades y guardaron una total autonomía
en el distrito de su competencia, lo cual impedía apelación de una a otra. La
distinción generalizada estuvo dada en la propia Recopilación de 1680 en
audiencias virreinales, pretoriales y subordinadas. En lo político-legislativo,
las virreinales estaban presididas por el virrey (en el siglo XVI las de México
y Lima y en el siglo XVIII las de Santa Fe y Buenos Aires). La reunión de
la Audiencia con su presidente en los asuntos gubernativos se denominaba
Real acuerdo, y sus resoluciones o autos acordados, eran de obligatorio
cumplimiento. Por su parte, las pretoriales se regían por el gobernador y
capitán general, con las mismas facultades del virrey en su distrito, sin estar
bajo la subordinación de éste (en los siglos XVI y XVII Santo Domingo,
Guatemala, Santa Fe –mientras no fue virreinal–, Buenos Aires –antes
de crearse el virreinato del Río de la Plata– y Panamá; y en el siglo XVIII
Caracas y Cuzco). Las audiencias subordinadas dependían en materia de
gobierno, hacienda y guerra del virrey inmediato, pero con autonomía judicial
(Guadalajara del virrey de Nueva España, Charcas y Quito del virrey del Perú,
y Chile del mismo virrey hasta crearse el Virreinato de la Plata).

47 A.G.I. Caracas, 165. Real Cédula del 8 de diciembre de 1786, comunicando al gobernador y capitán
general de la Provincia de Venezuela sobre la creación de la Audiencia.
48 Enrique Ruiz Guiñazú: op. cit. , pp. 132–137.
50 Alí Enrique López Bohórquez

Con respecto a su organización, las virreinales, por la importancia


política y amplitud de su jurisdicción, tenían mayor número de funcionarios:
8 oidores, 4 alcaldes del crimen, 2 fiscales (civil y criminal), 1 alguacil mayor,
1 teniente de chanciller y personal subalterno. Mientras que las pretoriales
y subordinadas, por controlar territorios menores, estaban compuestas de
un número menor de funcionarios: 3 a 5 oidores, que también eran alcaldes
del crimen, y demás funcionarios de las anteriores. En 1776 se creó el
cargo de regente para todas las audiencias (Véanse los cambios operados
en 1776 y 1788 en la tabla 1). En lo jurisdiccional, si observamos el cuadro
de las audiencias, notaremos que las virreinales controlaban territorios
de importancia económica y de mayor extensión que las pretoriales y las
subordinadas. La legislación establecía los límites, por cierto muy imprecisos,
que correspondían a cada Audiencia. De lo expuesto, puede inferirse que
el término Audiencia tuvo en la legislación indiana una doble acepción: en
primer lugar, se llamó Audiencia a la jurisdicción administrativa básica del
imperio colonial español en América; es decir, a un territorio delimitado en
el cual se establecían instituciones políticas, militares, judiciales, económicas
y religiosas, y que se utilizó como medio de integración de las regiones,
sirviendo de base a las futuras naciones latinoamericanas. En segundo lugar,
se denominó Real Audiencia al cuerpo colegiado o tribunal encargado de
administrar justicia en una jurisdicción audiencial.

Las reformas borbónicas en las Reales Audiencias

El régimen borbónico introdujo modificaciones en la estructura


burocrática heredada de los Habsburgos. La selección de ministros
experimentados en el manejo de la justicia y la ampliación de las plazas
caracterizaron la nueva organización de las audiencias americanas. La
eliminación de la venta de cargos judiciales en 1750 permitió a la corona
escoger directamente los nuevos magistrados, quienes social, educativa y
profesionalmente fueron diferentes a los seleccionados antes de dicho año. A
partir de entonces el ascenso a las audiencias estuvo basado en un escalafón
de méritos y servicios. El interés se puso en letrados desligados de la nobleza
española y americana, hombres versados en asuntos judiciales a través de la
enseñanza en universidades, de la práctica en tribunales y en otros cargos
menores tanto en España como en América. Los años de ejercicio de los
jueces fueron reducidos y recompensados sus servicios con la promoción
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 51

a magistraturas coloniales de mayor prestigio o al Consejo de Indias.49 La


corona procuraba lograr equidad en la administración de justicia por medio
de funcionarios desvinculados socialmente del lugar donde ejercieran y
leales a las disposiciones emanadas del gobierno metropolitano. Luego
veremos que predominó la idea de que los ministros togados españoles
estaban en mejores condiciones para el logro de aquellos objetivos. El nuevo
criterio selectivo, aunque vigente desde 1751, alcanzó mayor auge durante
el gobierno de Carlos III (1759-1788) y continuó siendo la norma a seguir
bajo Carlos IV (1788-1808).
La ampliación de las plazas de las audiencias fue obra del ministro
de Indias José de Gálvez. Inmediatamente después de asumir el cargo
(26 de febrero de 1776) expuso a Carlos III la necesidad de reorganizar
burocráticamente el Consejo de Indias y las audiencias americanas, para
mejorar y agilizar la administración de justicia. En virtud del Real Decreto
del 11 de marzo del mismo año, se aumentaron las plazas de dicho Consejo,
de la Audiencia de Contratación de Cádiz, de las Reales audiencias de
América, y se creó para estas últimas el cargo de regente.50 Con fecha 6 de
abril de 1776 se despachó la Real Cédula que dio a conocer en América la
nueva planta de las audiencias.51 Veintisiete fueron las plazas creadas (10 de
regentes, 7 de oidores, 2 de alcaldes del crimen y 8 de fiscales del crimen),
elevando a cien el número de posiciones de los diez tribunales de justicia.

49 El estudio de Mark Burkholder y D. S. Chandler: From Impotence to Authority. The Spanish Crown and
the American audiencias, 1687-1808. Columbia, University of Missouri Press, 1977; pp. 119-124, revela
que los cambios ocurridos después de 1750 difieren considerablemente del período precedente.
De los doscientos peninsulares nombrados entre 1751 y 1808 sólo tres fueron miembros de
órdenes nobiliarias, lo cual evidencia la escasa vinculación con las familias nobles. Noventa y siete
españoles y cuarenta y cinco americanos habían tenido experiencia en el gobierno, universidades,
audiencias y asuntos judiciales antes de servir en las cortes indianas. Treinta y dos peninsulares
fueron recompensados por sus servicios con la incorporación a la Orden de Carlos III. Diecinueve
regentes obtuvieron la Cruz de dicha orden y otros seis ministros fueron nombrados caballeros
de la misma. Doce regentes fueron al Consejo de Indias y uno al de Castilla. La mayoría de los
magistrados estudiaron fuera de las universidades de Salamanca, Alcalá, Valladolid (España) y
San Marcos (Lima), de donde tradicionalmente procedían los ministros de las audiencias antes
de 1750.
50 Parte dispositiva del Real Decreto de 11 de marzo de 1776 en José Manuel de Ayala: Diccionario
de Gobierno y Legislación de Indias. Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1929, II, p.
57.
51 A. G. I. Indiferente General, 829 y A. G. N. (Caracas), reales cédulas, Tomo II, fol. 209: Cédula General
para que en los Reinos de América se haga notoria la nueva planta que S. M. Se ha servido dar a
este Consejo y a las Reales audiencias de aquellos distritos (Madrid, 6 de abril de 1776).
52 Alí Enrique López Bohórquez

Las de México y Lima contaban ahora con dieciocho magistrados, mientras


que en Charcas, Chile, Guadalajara, Guatemala, Manila, Quito, Santa Fe y
Santo Domingo éstos eran aumentados a ocho. (Véase Tabla 1).
La burocracia de las audiencias continuó expandiéndose en los diez
años siguientes al decreto de 1776. Por los muchos negocios que pasaban
por el tribunal de Santa Fe fue establecida en 1778 una nueva plaza de
oidor.52 En 1779 se creó la Fiscalía de Hacienda en México. La Real Cédula
de erección de la magistratura de Buenos Aires dispuso que para evitar
gravamen a la real hacienda, cuatro de las seis plazas se proveyeran, por
primera vez, con ministros de las audiencias de Charcas, Chile y Lima, cuya
jurisdicción había quedado disminuida. En 1787, la fiscalía de Buenos Aires
fue dividida en dos, una para lo civil y otra para lo criminal.53 La creación
de las audiencias de Caracas y del Cuzco implicó otros diez empleos; todo
lo cual, descontando las cuatro de Buenos Aires, sumaba quince nuevas
plazas para un total de ciento quince hacia 1787. Comparadas con las setenta
y tres existentes antes de la reforma de 1776, representaron no sólo una
nueva estructura burocrática de las audiencias, sino también una apreciable
inversión en salarios extraídos exclusivamente de la economía americana.
(Véase Tabla 2).
Además del aumento de los oidores, alcaldes del crimen y fiscales,
la reforma de 1776 creó la función de regente. Desde el siglo XVI existía
el oficio en las audiencias de Sevilla, Galicia y Canarias. Con los decretos
de nueva planta de Felipe V, las de Asturias, Aragón, Cataluña, Valencia y
Mallorca tuvieron también un regente presidente en lo judicial al lado de un
capitán general, presidente en lo político.54 Esta combinación presidencial
sería el modelo aplicado en las Reales audiencias de América y Filipinas,
a través de la cédula de 20 de junio de 1776 que precedía la Instrucción
reguladora de las funciones del regente.55 El tema ha sido escasamente

52 José Manuel de Ayala: Diccionario…,Tomo II, p. 58.


53 Ricardo Levene: Historia del Derecho Argentino. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft, 1946, Tomo III,
pp. 396-397.
54 Novísima Recopilación de las Leyes de España. Madrid, Antonio de San Martín Editor, 1872, Libro V, Títulos
II-X.
55 A. G. I. Indiferente General, 379: Instrucción de lo que deben observar los regentes de las Reales
audiencias de América: sus funciones, regalías, cómo se han de haber con los virreyes y presidentes,
y estos con aquellos (Aranjuez, 20 de junio de 1776).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 53

estudiado, si se considera el número de audiencias que entonces existían


en territorio americano, y no se conocen con exactitud las razones que
indujeron al ministro José de Gálvez a incluir en la nueva planta de las
audiencias el puesto de regente.56 Ni la cédula de creación ni la instrucción
definieron con claridad la naturaleza del nuevo magistrado. Se ha dicho que
su establecimiento estuvo orientado a disminuir las amplias atribuciones
de virreyes y gobernadores en materia de justicia, y para que sirvieran de
intermediarios entre éstos y la Audiencia.57 Sin embargo, en varios aspectos,
la intención logró poco alcance. De los 78 artículos de la Instrucción,
32 hacían énfasis en cuestiones ceremoniales, honores y distinciones
que se debían hacer a los regentes; 14 se referían a las relaciones con los
virreyes y otras autoridades; ninguno demostraba un interés por reducir
las facultades de los presidentes. El resto trataba sobre el régimen interno
de los tribunales y aspectos generales de la Instrucción. Por otro lado, las
autoridades ejecutivas continuaron detentando la presidencia de las cortes.
El real acuerdo, reunión del virrey o gobernador con los ministros, siguió
teniendo importancia, y algunas de las decisiones del regente requerían ser
confirmadas por dichos presidentes.58

56 Manuel Salvat Monguillot: “La Instrucción de regentes”, Revista Chilena de Historia del Derecho, 3
(Santiago, 1964), pp. 37-69, breve estudio y reproducción de la Instrucción. Ricardo Levene: Historia
del Derecho Argentino, Tomo II, pp. 245-246 y José Maria Ots Capdequi: Historia del Derecho de España
en América y el de Derecho Indiano. Madrid, Editorial Aguilar, 1969, pp. 69-72, solamente extractan los
artículos de la Instrucción. Sobre algunos regentes véanse José María Mariluz Urquijo: “Las Memorias
de los regentes de la Audiencia de Buenos Aires”, Revista del Instituto de Historia del Derecho, 1 (1949),
pp. 19-26, y el estudio biográfico de Felipe A. Barreda: Manuel Pardo Ribadeneira, regente de la Real
Audiencia del Cuzco. Lima, 1954. Interesante monografía, que analiza detalladamente la Instrucción, su
aplicación en la Audiencia mexicana y relación de sus regentes, es el artículo de José Luis Soberanes
Fernández: “El Estatuto del regente de la Audiencia de México (1776-1821)”, Anuario de Estudios
Americanos, XXXII (1975), pp. 415-446 y “La reforma judicial de 1776 en México”, Revista de Derecho
Procesal Iberoamericano (Madrid, 1977), pp. 237-255. Una muestra de la concentración de los poderes
político y judicial en los gobernadores, es el estudio de Demetrio Ramos Pérez: “El presidente de
la Real Audiencia de Caracas, en su fase inicial y su intento de concentración de todos los poderes”,
en Estudios de Historia Venezolana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1976, pp. 751-782.
57 Clarence H. Haring: op. cit., pp. 122-123; Enrique Ruiz Guiñazú: op. cit., p. 246; Ricardo Levene:
Ibid., II, p. 250; José Luis Soberanes Fernández: Ibid., p. 416; Mario Góngora: Studies in the Colonial
History of Spanish America. Cambridge University Press, 1975, p. 172; y Demetrio Ramos Pérez:
Ibid., p. 751.
58 El estudio más comprensivo sobre los regentes de las audiencias es el de Eduardo Martiré: Los
regentes de Buenos Aires. La reforma judicial indiana de 1776. Buenos Aires, Universidad de Buenos
Aires, 1981. No coincidimos en cuanto al objetivo de la reforma, pues este autor sostiene que
consistió en “independizar a las audiencias de la tutela del presidente y en lograr una mayor
centralización a través del regente”. Creemos haber demostrado, sobre la base de la legislación y
54 Alí Enrique López Bohórquez

Parece más clara la idea de que el cargo fue creado para regular
internamente las audiencias, lo que no era del todo novedoso. Con excepción
del aspecto ceremonial, desde el siglo XVI los oidores decanos (o más
antiguos) ejercían la mayoría de las atribuciones concedidas a los regentes
en la Instrucción. Esta señala en el artículo 61 que “las facultades de los
Decanos de las audiencias quedarán en adelante refundidas en los regentes;
y en ausencia o falta de éstos, volverán los decanos según y en la forma que
se conceden a los regentes”. Estos representaron, por tanto, un funcionario
más dentro de la Audiencia con las mismas atribuciones generales de los
otros magistrados, aunque detentando ahora prerrogativas protocolares
y facultades ligeramente ampliadas. La falta de autoridad de los regentes
frente a los presidentes (virrey o gobernador) y ministros de la Audiencia
fue expuesta en 1782 por Vicente de Herrera y Rivero, regente del tribunal
mexicano. En su “Plan para la mejor administración de justicia en América”,
Herrera criticaba que la presidencia de las audiencias recayera en militares
y expresaba la necesidad de separarlos de la institución. Alegaba que el
desconocimiento de cuestiones jurídicas de aquellas autoridades era fuente
de permanentes arbitrariedades en sus relaciones con la Audiencia. Esto
evidenciaba que seis años después de creadas las regencias, la potestad de
los presidentes permanecía invariable.
En cuanto a los regentes, clamaba Herrera por la presidencia
exclusiva de ellos, la necesidad de aclarar algunos aspectos de la
Instrucción y la ampliación de sus facultades, pues éstas se habían
reducido al …“gobierno económico interior de los tribunales, y
si en él o fuera faltaban en algo los ministros, no tienen declarada

el caso de Caracas, que tal independencia no ocurrió; la lectura de este trabajo nos advierte que
la situación tendió a repetirse en la mayoría de las audiencias, incluyendo la de Buenos Aires,
estudiada por Martiré.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 55

Tabla 1
Reformas burocráticas de las audiencias de América y de Filipinas
en 1776 y 1788

Audiencias Regentes Oidores Alcaldes del Fiscales Total


crimen Ministros
a b c a b c a b c a b c a b c

Buenos Aires - - 1 - - 5 - - 2 - - 8
Caracas - - 1 - - 3 - - 1 - - 5
Charcas - 1 1 5 5 4 1 2 1 6 8 6
Chile - 1 1 5 5 4 1 2 1 6 8 6
Cuzco - - 1 - - 3 - - 1 - - 5
Guadalajara - 1 1 4 5 4 1 2 1 5 8 6
Guatemala - 1 1 5 5 4 1 2 1 6 8 6

Lima - 1 1 8 10 8 4 5 4 2 2 2 14 18 15
Manila - 1 1 5 5 4 1 2 2 6 8 6
México - 1 1 8 10 8 4 5 4 2 2 2 14 18 15
Quito - 1 1 4 5 4 1 2 1 5 8 6
Santa Fé - 1 1 5 5 5 1 2 2 6 8 8
Santo - 1 1 4 5 3 1 2 1 5 8 5
Domingo

Total 10 13 53 60 59 12 20 18 73 100 98

a: Antes de 1776 b: A partir de 1776 c: A partir de 1778

Fuentes: A.G.I. Indiferente General, 829 y A.G.N. (Caracas), Sección reales cédulas. Tomo II, Fol. 209: Real
Cédula de 6 de abril de 1776; Sección Real Hacienda, Tomo CDXLIX, Fol. 41: Real Orden de 7 de abril
de 1788.
56 Alí Enrique López Bohórquez

Tabla 2
Reforma de salarios y Presupuesto General de las audiencias de América
y Filipinas Introducida por José Gálvez y Antonio Porlier

Alcaldes Presupuesto
Regente Oidores c/u crimen c/u Fiscales c/u General

Audiencias 1787 -1788 1787 -1788 1787 -1788 1787 -1788 1781 1788

Buenos Aires 6.000 -5.250 4.466 -3.500 4.430 -3500 32.726 -29.750
Caracas 5.000 -4.300 3.300 -3.300 3.300 -3.300 19.726 -17.500
Charcas 9.720 -5.860 4.860 -4.860 4.860 -4.860 43.740 -30.160
Chile 9.720 -5.860 4.860 -4.860 4.860 -4.860 43.740 -30.160
Cuzco 9.000 -5.000 4.500 -4.000 4.500 -4.000 27.000 -21.000
Guadalajara 6.600 -6.600 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -23.100
Guatemala 6.600 -4.300 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -20.800
Lima 10.000 -7.500 5.000 -5.000 5.000 -5.000 5.000 -5.000 95.000 -77.500
Manila 7.000 -4.500 3.500 -3.500 3.500 -3.500 31.500 -25.500
México 9.000 -6.750 4.500 -4.500 4.500 -4.500 4.500 -4.500 85.500 -69.750
Quito 6.600 -6.600 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -23.100
Santa Fe 6.600 -4.950 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -28.050
Santo 6.00 -4.300 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -17.500
Domingo
Total: 529.906 -413.870

Nota: Los salarios correspondientes al año 1787 representan la reforma de José de Gálvez en 1776 y
la creación de las audiencias de Buenos Aires (1782), Caracas (1786) y Cuzco (1787): Los salarios en
1788 constituyen la reforma de Antonio Porlier en 1788.

Fuente: A.G.N. (Caracas), Real Hacienda, Tomo CDXLIX, fol. 41: Reglamentos para las audiencias de
América (4 de mayo de 1788).

facultad alguna para reprenderlos, castigarlos o informar de ellos a S.M.”


Años más tarde, el virrey de Nueva España, segundo conde de Revillagigedo,
corroboraría lo dicho por el regente Herrera al señalar en el informe a su
sucesor que

… leyendo V.E. la Instrucción (…) observará que casi todos los capítulos
tratan sobre ceremonias y distinciones, de modo que más parece que se pensó en
formar unos entes autorizados, que en crear unos ministros útiles. Los decanos
ejecutaban antes con igual buen suceso, casi todas las gestiones cometidas ahora
a los regentes, excepto algunas que tampoco se han puesto en práctica, porque
se ha hallado invencible dificultad en ellas.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 57

Las opiniones de Herrera y Revillagigedo constituyen juicios autorizados


para refutar la idea de que el cargo de regente disminuyó totalmente la
intervención de los virreyes y gobernadores en materia de justicia. Si ésta
fue la intención de Gálvez, bien pudo conceder la presidencia exclusiva a
los regentes de las audiencias creadas durante sus gestiones como ministro
de Indias. Sin embargo, al virrey del Río de la Plata y a los gobernadores de
Caracas y del Cuzco se les concedió la atribución presidencial.
El origen predominantemente español de los regentes demuestra que
la reforma, inicialmente referida al orden interno de las audiencias y a sus
relaciones con las autoridades ejecutivas, terminó siendo una actitud socio-
política de un programa ampliado destinado a reducir la participación de los
criollos en la administración pública, y a la preparación de funcionarios para
las magistraturas españolas relacionadas con América, fundamentalmente
para el Consejo de Indias. Con el aumento de los ministros, su rigurosa
selección y el incremento de sus salarios, pretendió José de Gálvez reforzar
la autoridad real, así como también ejercer mejor control sobre las audiencias
indianas. Buscaba, además, mejorar la calidad y probidad en la administración
de justicia. Esta última pretensión del ministro de Carlos III no tuvo los
resultados esperados, pues la corrupción y parcialidad continuaron siendo
características resaltantes en algunos tribunales. La idea de controlarlos
logró desarrollarla Gálvez con resultados positivos, acentuando, como luego
veremos, la política discriminatoria de letrados americanos iniciada por el
secretario de Fernando VI, Julián de Arriaga.
Muerto José Gálvez, en 1787, Carlos III transfirió los asuntos
judiciales del Ministerio de Indias al de Gracia y Justicia, a cargo de Antonio
Porlier. Este presentó a la Junta de Estado un “Reglamento de Plazas y
Sueldos de ministros de las audiencias de América e Islas Filipinas”, el cual
fue aprobado por Real Cédula de 27 de abril de 1788. El precepto incluía
dos reglamentos: el primero recogía exactamente la nueva planta introducida
por Gálvez en 1776 y la de las nuevas audiencias con sus respectivos
presupuestos, pero no indicaba las plazas establecidas posteriormente en
Santa Fe, México y Buenos Aires; el segundo reglamento transformó la obra
de Gálvez, disminuyendo el número de magistrados y sus correspondientes
salarios. Los ministros fueron reducidos a 98 y el presupuesto general de
las audiencias recortado en un 21 por ciento (véanse tablas 1 y 2). El nuevo
reglamento entraba en vigencia a medida que fueran quedando vacantes los
cargos hasta llegar al límite establecido para cada tribunal. Si bien se producía
58 Alí Enrique López Bohórquez

un cambio en la estructura interna de las audiencias, no ocurría lo mismo con


la selección del personal. La discriminación de abogados americanos para las
plazas, emprendida por Arriaga e intensificada por Gálvez, se mantendría
casi en los mismos términos hasta el final del período colonial.
Capítulo II
Creación y organización de la Real Audiencia de Caracas
para el mejor gobierno de Venezuela

La administración de justicia en Venezuela antes de la creación de


la Real Audiencia de Caracas

Como hemos señalado, la administración de justicia colonial, como


todas las funciones públicas, emanaba de la autoridad del rey, y como
tal era designada justicia real. La distancia, las comunicaciones difíciles
y la necesidad de garantizar la soberanía española sobre las posesiones
americanas determinaron la delegación de la autoridad judicial en
instituciones y funcionarios, que no sólo se encargaron de aplicarla a los
diversos sectores de la sociedad, sino que también, en la mayoría de los
casos, tuvieron facultades políticas, militares, administrativas y económicas,
que en su conjunto constituyeron una estructura burocrática destinada a
mantener el vínculo colonial. En el caso de Venezuela, antes de la creación
de la Real Audiencia de Caracas se aprecia la existencia de un conjunto de
funcionarios e instituciones encargados de la administración de justicia civil,
militar, mercantil y eclesiástica. Algunas de ellas de vieja data, instaurada
a medida que se producía el proceso de conquista y colonización durante
la dinastía de los Habsburgos; otras establecidas en el último cuarto del
siglo XVIII, en el contexto de las reformas de los Borbones, dependiendo
60 Alí Enrique López Bohórquez

tanto los funcionarios como las instituciones colegiadas del rey y de sus
organismos asesores para asuntos americanos en materia de justicia.59
En la jerárquica estructura judicial venezolana encontramos, en
primer término, a los alcaldes ordinarios de los ayuntamientos o cabildos
de las villas y ciudades de las provincias de Venezuela, Nueva Andalucía,
Guayana, Margarita, Trinidad y Mérida de Maracaibo. Esta institución, al
igual que en España y en toda América, estuvo destinada al gobierno local
de las ciudades y villas importantes, en las áreas específicas de justicia y
regimiento, cumpliendo así atribuciones políticas, administrativas, legislativas
y judiciales. Sus funcionarios más importantes, los alcaldes ordinarios, eran
los encargados de administrar justicia ordinaria en primera instancia, tanto
civil como criminal, en las jurisdicciones de sus respectivos ayuntamientos,
como quedó establecido en la Ley I, Título III, Libro 5 de la Recopilación
de 1680. De sus decisiones se apelaba ante la institución en pleno, a los
correspondientes corregidores, tenientes de justicia mayor, gobernadores o
a las Reales audiencias de Santo Domingo o Santa Fe, cuando las provincias
coloniales venezolanas estuvieron en distintos momentos bajo la jurisdicción
de esas magistraturas60.
Como es conocido, el actual territorio venezolano estuvo integrado
por las provincias o gobernaciones antes señaladas Al frente de cada una
de ellas se encontraba un gobernador y capitán general, quien ejercía la
máxima autoridad en el orden de gobierno, con atribuciones gubernativas,
judiciales, legislativas y militares. En materia judicial, el gobernador conocía
en primera instancia de asuntos civiles y criminales en los términos de su
jurisdicción, con el asesoramiento de un letrado denominado teniente

59 Parte de la información que insertamos sobre este aspecto procede del Proyecto de Investigación
“La Administración de Justicia en Venezuela (Período Colonial)”, coordinado por el Dr. Horacio
López Guédez, auspiciado por el Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de
la Universidad de Los Andes (H-136-87), con la participación de Alí Enrique López Bohórquez,
Ildefonso Méndez Salcedo y Ana Julia Romero.
60 Tanto los alcaldes ordinarios como el Cabildo en general no han sido estudiados en el contexto
de sus respectivas funciones y atribuciones. Para el conocimiento de lo escrito sobre la institución
remitimos al trabajo de Robinzon Meza: Historiografía del Cabildo Colonial. Mérida, Grupo de
Investigación sobre Historiografía de Venezuela/CDCHT/Universidad de Los Andes, 1996. En
la presentación a este libro decíamos: …“el autor además del comentario que orienta el contenido
de los libros, artículos, ponencias y ediciones documentales incluidos, asume su posición crítica
frente a esa historiografía, lo cual permite afirmar que el Cabildo de las distintas provincias
coloniales de Venezuela no ha sido prácticamente estudiado, siendo el de Caracas el que mayor
atención ha recibido”…, p. 6.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 61

de gobernador y auditor de guerra, constituyéndose así el tribunal de


gobierno. Al gobernador de la Provincia de Venezuela le correspondía la
presidencia de la Real Audiencia de Caracas, tribunal que le asesoraba en
los asuntos de su competencia. De las decisiones de los gobernadores se
podía apelar en segunda instancia ante la Audiencia. El gobernador, en su
condición de capitán general, era el jefe supremo en materia militar, por
lo que le correspondía también esa jurisdicción tanto civil como criminal,
sobre el personal con fuero militar cuando se trataba de efectivos de baja
graduación, mientras que para los de mayor jerarquía convocaba a un consejo
de guerra, que sentenciaba definitivamente. El teniente de gobernador
en su carácter también de auditor de guerra era el encargado de conocer
y sustanciar estas causas, y asesoraba al gobernador sobre las sentencias
correspondientes.61
Dada la extensión territorial de las provincias, los gobernadores
delegaron su función de administrar justicia en funcionarios como el
corregidor y el teniente justicia mayor. Debido a que en el período que
estudiamos el corregidor62 había sido prácticamente sustituido por el
teniente justicia mayor, nos referiremos en particular a este magistrado
local, dejando establecido que no existe una diferenciación abierta entre
ambos funcionarios, en cuanto a sus funciones y atribuciones. El teniente
justicia mayor era un funcionario nombrado por el gobernador para el

61 Existen estudios dispersos sobre las respectivas gobernaciones coloniales venezolanas, en las
que escasamente se trata el tema de la administración de justicia por parte de los gobernadores y
capitanes generales y sus asesores letrados. Guillermo Morón es el historiador que ha dado una
visión general sobre estas instituciones: Historia de Venezuela. Caracas, Italgráfica, 1971, Tomo
III: “La Estructura Provincial”; Héctor García Chuecos en Siglo XVIII Venezolano. Caracas,
Ediciones Edime, s/f; y Luis Alberto Sucre en gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela. Caracas,
Cuatricentenario de Caracas, 1964. Estos autores registran información sobre la actuación de
los distintos gobernadores de la Provincia de Venezuela, haciendo referencia sobre algunas de
sus actuaciones en materia de justicia. Aunque se trata de un estudio que analiza historiográfica
y documentalmente el problema de la Capitanía General de Venezuela, el trabajo de grado de
Ildefonso Méndez Salcedo: La Capitanía General de Venezuela, 1777-1821. Una revisión historiográfica,
legislativa y documental sobre el carácter y la significación de su establecimiento. Caracas, Universidad Católica
Andrés Bello, 2001 (Trabajo de grado para optar a la Maestría en Historia de Venezuela), contiene
amplia información sobre los estudios realizados acerca de las provincias coloniales venezolanas.
Este trabajo fue luego publicado en Caracas, Universidad Católica Andrés Bello/Grupo de
Investigación sobre Historiografía de Venezuela/Universidad de Los Andes, 2002.
62 Al respecto véase, Ambrosio Perrera: “Usanza de los términos Corregimientos y corregidor en
la Gobernación de Venezuela” y Ermila Troconis de Veracoechea: “El Corregimiento de Indios
de El Tocuyo en los Siglos XVII y XVIII”, ya citados.
62 Alí Enrique López Bohórquez

desempeño de sus mismas funciones en ciudades, villas y pueblos de la


respectiva provincia, y se juramentaba ante la Audiencia o ante el Cabildo
de la ciudad o villa donde iba a residir. En materia de justicia conocía de
asuntos civiles y criminales en primera instancia entre particulares, y de los
conflictos de éstos con las autoridades locales. Asimismo, el teniente justicia
mayor sustanciaba y determinaba cualquier causa que le encomendara la
Audiencia, y era el encargado de ejecutar las sentencias del supremo tribunal.
Conocía de las apelaciones en segunda instancia de las decisiones de los
alcaldes ordinarios y, en cuanto a justicia militar, colaboraba con el capitán
general y su auditor de guerra.63
La Intendencia de Ejército y Real Hacienda de Venezuela fue creada
por Real Cédula del 8 de diciembre de 1776. Tenía injerencia en los ramos
de hacienda, justicia, policía y guerra, con jurisdicción en las provincias
antes señaladas. Como jefe supremo del ramo de hacienda al intendente se
le concedió la jurisdicción contenciosa en todas las dependencias de rentas
y las demás que estuvieran relacionadas con la Real Hacienda, para lo cual
los gobernadores debían prestar todo el auxilio necesario, y asesorarse con
un letrado que garantizara la más recta administración de justicia. Conocía,
igualmente, de las causas civiles y criminales de sus dependientes, cuando
las mismas procedían de sus oficios o por causas de ellos. En razón de la
extensión de su jurisdicción y la localización del intendente en Caracas, éste
compartía su administración de justicia con los subdelegados de Intendencia
y, bajo esta misma condición, con los gobernadores de las provincias de
Maracaibo, Cumaná, Margarita, Guayana, Barinas y Trinidad. Esta última
hasta 1797 por la cesión que se hizo a los ingleses. Sus decisiones en
instancia contenciosa de hacienda y economía de guerra podían apelarse
ante la Junta de Hacienda.64

63 Sobre este funcionario véase, Gilberto Quintero: El teniente Justicia mayor en la Administración
Colonial Venezolana. Aproximación a su Estudio Histórico Jurídico. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1996 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 231). Otro estudio sobre la
actuación de este funcionario es el de Robert Ferry: “La esclavitud, el contrabando y los Tenientes
de Justicia. Control del interior de Caracas en el siglo XVIII”, en Memoria del Congreso Bicentenario
de Simón Bolívar. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1985, Tomo II, pp. 99-141.
64 Sobre esta institución véase, en particular, el Estudio Preliminar de Gisela Morazzani de Pérez-Enciso a la
Real Cedula de Intendencia de Ejército y Real Hacienda. Diciembre 8 de 1776. Caracas, Ediciones de la Presidencia de
la República, 1976, pp. XXV-LV, y Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial de Venezuela. Caracas, Italgráfica,
1973, Tomo II, pp. 1-30.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 63

El Real Consulado de Caracas, creado por Real Cédula del 3 de junio


de 1793, estaba integrado por un prior; dos cónsules, nueve consiliarios
y un síndico, todos con sus respectivos tenientes, además de un contador
y un tesorero, cargos ejercidos alternativamente por mercaderes y
hacendados, con predominio de estos últimos, mayoritariamente criollos,
y que en sus respectivas funciones constituyeron un Tribunal de Justicia
y una Junta de Gobierno. Sus actividades específicas eran “la más breve y
fácil administración de justicia en los pleitos mercantiles, y la protección
y fomento del comercio en todos sus ramos”. Comprendía la misma
jurisdicción de la Intendencia y de la Audiencia, con diputados especiales
en los Puertos de Cabello, Coro, Maracaibo, Cumaná, Guayana, y en las
islas de Trinidad (hasta 1797) y Margarita. En materia de justicia el Real
Consulado se convertía en Tribunal compuesto del prior y los cónsules,
quienes conocían privativamente de todos los pleitos y diferencias que
ocurrieran entre comerciantes o mercaderes, sus compañeros y factores,
sobre sus negociaciones de comercio, compras, ventas, cambios, seguros,
cuentas de compañía, fletamentos de navíos, factorías y demás de que
conocía el Consulado de Bilbao, ajustándose también a sus ordenanzas, a las
Leyes de Indias o en su defecto a las de Castilla. Las audiencias se celebraban
martes, jueves y sábado de cada semana. La mayoría de los juicios eran
verbales, exigiéndose que los mismos fueran sustanciados y determinados
brevemente, sin informes ni alegatos de abogados.
Sólo cuando los asuntos eran de difícil prueba se permitía el uso
de escritos y documentos probatorios, o cuando existían dificultades de
interpretación jurídica por parte de los jueces consulares, quienes recurrían a
un asesor letrado o a los consiliarios que, por su conocimiento y experiencia,
auxiliaban al prior y a los cónsules para administrar rectamente la justicia.
En los pleitos que pasaban de ochocientos pesos se admitía el recurso
de apelación ante el Tribunal de Alzada, compuesto del intendente y dos
colegas del Consulado nombrados por él mismo, hombres de caudal
conocido, prácticos, de buena opinión y fama, y conocedores de las
materias de comercio. Las sentencias de los jueces consulares se ejecutaban
breve y sumariamente por medio del portero alguacil y demás ministros
nombrados por el prior y los cónsules. El establecimiento del Tribunal
del Real Consulado de Caracas originó diversos conflictos jurisdiccionales
con el intendente, los gobernadores de su distrito y la Audiencia, para lo
cual se disponía en sus ordenanzas que si el conflicto no podía resolverse
64 Alí Enrique López Bohórquez

amigablemente, debía recurrirse al regente de la Audiencia, quien en calidad


de juez de competencia debía decidir sobre la jurisdicción que conocería
del asunto. De las sentencias del Tribunal del Consulado o del Tribunal de
Alzada sólo podía interponerse el recurso de nulidad o injusticia notoria
ante el Real y Supremo Consejo de Indias, el cual determinaba en arreglo
a las leyes.65
Además de la administración de justicia civil, militar y mercantil, existió
una jurisdicción eclesiástica, que estuvo representada en el Tribunal Episcopal
y en los comisarios del tribunal de la Santa Inquisición. El Tribunal Episcopal,
de acuerdo con las “Constituciones Sinodales” establecidas por el Sínodo
Diocesano de Caracas en 1687, era un tribunal encargado de administrar
justicia en las causas criminales, beneficiales, matrimoniales y decimales.66
El fuero eclesiástico comprendía tanto clérigos como seculares, incluyendo
a los indígenas. Los clérigos podían ser suspendidos de su oficio y hasta
recluidos en monasterios por los delitos de simonía, relaciones sexuales,
incesto, rapto de mujer, usura, quebranto de confesión, no dar doctrina a los
aborígenes, etc. Los seculares serían excomulgados, multados y expulsados
de la jurisdicción del obispado si incurrían en las siguientes prohibiciones:
falso juramento, homicidio, sacrilegio, libelos infamatorios, sodomía, violencia
contra clérigos, blasfemia, incesto, castigo excesivo a esclavos, casamiento
clandestino, concubinato, rapto de mujer, usura, etc. En cuanto a los indígenas,
se les castigaba en caso de rapto de mujer casada o hacer vida con ella, no
confesarse y otros delitos que fueran en contra de la fe cristiana.
El Tribunal Episcopal era un cuerpo colegiado integrado por el obispo,
máxima autoridad del tribunal; el vicario general, quien conocía directamente
de las causas criminales, beneficiales, matrimoniales y decimales; el provisor,
encargado del castigo y corrección de los “pecados públicos”; el fiscal, un
eclesiástico abogado que conocía de todos los asuntos tratados por el tribunal

65 Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas. Introducción y Compilación de E.A.F. Caracas,
Universidad Central de Venezuela, 1957. Véanse las “ordenanzas” reproducidas en esta obra, y en
particular los artículos I al XIX, referidos a la administración de justicia. También remitimos al
estudio de Mercedes Álvarez: El Tribunal del Real Consulado de Caracas. Caracas, Concejo Municipal
de Caracas, 1967.
66 Al respecto véase Manuel Gutiérrez de Arce: El Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas de
1786. Valoración Canónica del Regio Placet a las Constituciones Sinodales Indianas. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1975. Utilizamos aquí la síntesis realizada por Ildefonso Méndez Salcedo
y Ana Julia Romero en el proyecto de investigación sobre “La Administración de Justicia en
Venezuela”, antes citado.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 65

y ejecutaba las sentencias dadas por jueces inferiores en materia eclesiástica; el


notario llevaba los papeles del tribunal, examinaba a los testigos y anotaba las
sentencias; los procuradores, encargados de representar las partes en el estrado
eclesiástico; el alguacil mayor y los fiscales menores, encargados de hacer
cumplir las decisiones del tribunal episcopal; el alcaide, responsable de la cárcel;
el visitador administraba justicia en el territorio de la Diócesis, con facultades
para imponer penas y para remitir a los indiciados a la sede del tribunal,
en casos graves y notorios; los visitadores foráneos o particulares, jueces
establecidos en los diferentes distritos de la Diócesis que conocían en primera
instancia de las causas civiles ordinarias y ejecutivas, y sólo por autorización
del Tribunal Episcopal podían conocer de las causas criminales, beneficiales,
matrimoniales y decimales. Las referidas Constituciones Sinodales se aplicaron
inicialmente en el obispado de Caracas, y con la creación del Arzobispado
de Caracas en el año de 1804 se extendieron a los Obispados de Mérida y
Guayana, que entraron bajo la dependencia del nuevo Arzobispado.
En 1610 fue creado el Tribunal de la Santa Inquisición de Cartagena,
del cual dependieron las provincias venezolanas a través de comisariatos
establecidos en las principales ciudades, conociéndose hasta ahora los
existentes en Caracas, El Tocuyo y Mérida.67 Cada comisariato estaba
representado por un comisario, nombrado por el inquisidor general para
conocer de las investigaciones contra la fe católica, y en particular sobre
herejías, idolatrías, brujerías, hechicerías, blasfemias, denuncias contra
clérigos por asuntos morales; se encargaban también del control de la
circulación de libros que no hubieran sido considerados ortodoxos por la
Inquisición. Los comisarios remitían al tribunal de Cartagena los casos de
mayor importancia para su conocimiento y sentencia. Las personas que
resultaban culpables quedaban privadas de todo oficio, beneficio o dignidad
e inhabilitados para conseguirlos hasta la segunda generación. También se
castigaba con la muerte en la hoguera, destierro de América, cárcel perpetua,
etc. Los indígenas estaban fuera de la jurisdicción de los comisarios, aunque
ello no impidió que fueran juzgados por hechicerías e idolatrías.

67 Ermila Troconis de Veracoechea: “Los Libros y la Inquisición”, Revista Nacional de Cultura, 191
(Caracas, enero-febrero de 1970), pp. 67-73 y “El Comisariato del Santo Tribunal de la Inquisición”,
en Historia de El Tocuyo Colonial. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 19-77, pp. 32~374; y
Nancy Noguera: El Comisariato del Santo Oficio de la Inquisición en Mérida, 1640-1810. Mérida, Escuela
de Historia/Universidad de Los Andes, 1982.
66 Alí Enrique López Bohórquez

Como puede advertirse, en cuanto a la administración de justicia antes


de la creación de la Real Audiencia de Caracas, existía un sistema en el que regía
–por un lado– la autonomía de funcionarios e instituciones y –por el otro– la
dependencia de los de menor rango con respecto de quienes ocupaban los
cargos de mayor jerarquía. En cierta medida, fue un método establecido por la
monarquía para garantizar la extralimitación de poderes en materia de justicia,
pero al mismo tiempo significó el medio más efectivo para generar corrupción
y para cometer desafueros, particularmente por parte de los encargados de
administrarla fuera de las ciudades capitales de las provincias, como fue el
caso de corregidores y tenientes de justicia mayor. A partir de julio de 1787,
cuando se instala el tribunal caraqueño, si bien esa situación no fue eliminada
totalmente, al menos sus magistrados lograron reducir muchos de los males
que aquejaban a la administración de justicia, mediante un control más directo
de los funcionarios e instituciones antes mencionadas y por haberse convertido
en la última instancia de la jurisdicción colonial, como lo establecía la ley. Cabe
señalar que la injerencia de la Real Audiencia se hizo no sólo en el aspecto
judicial, en materias civil, criminal, fiscal y militar, sino también en muchos
de los asuntos que le estaban reconocidos a los organismos encargados de la
administración pública, incluyendo a la Iglesia.

Antecedentes y razones del establecimiento de una Audiencia en


Caracas

Las propuestas de la Audiencia de Santo Domingo, del gobernador Felipe


Ricardos y del Ayuntamiento de Caracas

La creación de la Real Audiencia de Caracas no escapa a las


circunstancias comunes que originaron el resto de las audiencias indianas.
Pero resulta necesario para este estudio analizar las razones que a nuestro
juicio fueron determinantes en la decisión de Carlos III, particularmente
porque la misma ocurrió inesperadamente; es decir, sin existir un hecho
inmediato que incitara al rey y su Consejo a establecer la magistratura
caraqueña y, además, porque las razones aducidas hasta ahora no satisfacen
ni son suficientes para explicar la resolución real de establecer un tribunal
con jurisdicción sobre las provincias de Venezuela, Maracaibo, Barinas,
Cumaná, Guayana, Margarita y Trinidad. De las solicitudes que preceden
al establecimiento de una Audiencia en Caracas se desprenden diferentes
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 67

razones que, relacionadas con la situación política, económica, social


y demográfica de aquellas provincias en el transcurso del siglo XVIII,
permiten apreciar la decisión de Carlos III desde otra dimensión.
Hasta hace poco se consideraba la solicitud que había realizado el
Ayuntamiento de Caracas en 1769 como antecedente único de la creación
de la magistratura caraqueña; pero, en realidad, la primera petición para
establecer una audiencia fue hecha por la de Santo Domingo. El 13 de agosto
de 1672 sus ministros se dirigieron al rey proponiendo su traslado a la ciudad
de Caracas.68 Las razones expuestas consideraban el grado de pobreza de la
isla y de sus habitantes, el número reducido de litigios que trataba el tribunal
y las dificultades de comunicación que tenían las provincias de Venezuela,
Cumaná y Margarita, por lo cual los asuntos judiciales, políticos y militares de
su jurisdicción insular podían ser resueltos por el gobernador y los alcaldes
ordinarios. La Audiencia de Santo Domingo hizo hincapié en que aquellas
provincias estaban constituidas por ciudades de numerosa población y los
caudales de sus habitantes eran considerables debido a la producción de
sus fértiles tierras. El traslado de la audiencia serviría para poner freno a
los gobernadores, quienes, abusando de su poder y en beneficio propio,
favorecían a algunas personas en el comercio de los productos y proveían
al mejor postor las encomiendas, lo cual originaba una mayor explotación
de la población indígena. Por otro lado, los gobernadores impedían el envío
de noticias a la Audiencia de Santo Domingo sobre sus actuaciones y hacían
caso omiso de las decisiones del tribunal.
La situación descrita, unida a la dilación y costos de la navegación
a la isla de La Española era sumamente grave, por lo que los ministros
concluían su petición señalando otras razones, no exclusivamente judiciales,
para argumentar con mayor fuerza su solicitud de traslado:

…toda la Tierra Firme está perturbada y se gobierna por el dictamen de


conveniencias; sus habitantes sometidos por el temor a las leyes de un gobierno de
la propia voluntad del gobernador, viven sin libertad y sin poderse quejar (…)
Todos esos daños cesarían si se trasladara a Caracas esta Real Audiencia, aquellos
puertos serían mejor mirados, el comercio más ajustado a las leyes en beneficio

68 A.G.I. Santo Domingo, 62: Representación de la Audiencia de Santo Domingo solicitando su traslado
a Caracas (Santo Domingo, 13 de agosto de 1672).
68 Alí Enrique López Bohórquez

de los derechos reales; los pobres serían defendidos de los poderosos, los indios
encomendados y los demás amparados…

La petición fue negada en virtud del informe rendido por el fiscal


del Consejo de Indias, quien consideró que los argumentos expuestos por
los ministros de Santo Domingo no eran suficientes y que, por haberse
poblado la isla de enemigos, se requería de la asistencia del tribunal en
resguardo de seguridad y autoridad para los súbditos españoles. En relación
con los excesos de los gobernadores de las provincias del distrito de la
Audiencia, el fiscal señaló que no podían dar ocasión a la solicitud de
traslado, pues sus pobladores y la propia Audiencia no habían representado
tales inconvenientes.69
El historiador Ildefonso Leal ha dado noticia de la petición hecha por
el gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela Felipe Ricardos,
quien en carta al Secretario del Despacho Universal de Indias de fecha 30 de
abril de 1753, propuso el establecimiento de un tribunal audiencial debido a
los problemas que tenían los habitantes de la provincia para resolver sus pleitos
judicialmente ante la magistratura de Santo Domingo.70 El conocimiento
parcial que tenemos de este documento y de su destino nos impide detectar la
motivación de la solicitud de Ricardos, pues un tribunal superior significaba la
pérdida de muchas de sus atribuciones y poderes gubernativos. Consideramos
que la petición obedeció también a las dificultades para enjuiciar a los
implicados en el levantamiento de Juan Francisco de León contra la Compañía
Guipuzcoana, a la débil actuación en esta causa del oidor Francisco Galindo,
comisionado por la Audiencia de Santo Domingo para pacificar la provincia,
y a la actitud de la oligarquía criolla en favor del movimiento y en contra de la

69 Ibid.: Representación del fiscal del Consejo de Indias sobre la solicitud de la Audiencia de Santo
Domingo (Madrid, 24 de abril de 1673).
70 El gobernador Felipe Ricardos presentó un plan que comprendía la jurisdicción, composición
y medios de lograr el establecimiento del tribunal a un costo muy bajo para la Real Hacienda.
Ildefonso Leal: “Mosaico de Noticias Históricas de Venezuela”, El Nacional, Historia A-5 (Caracas,
16 de marzo de 1980), artículo luego incluido con el título de “Intentos de fundar la Audiencia de
Caracas en 1753 y 1759” en Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Caracas, Academia Nacional de
la Historia, 1985, BANH. Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela, 38), pp. 327-347.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 69

monopolista compañía, con la cual con frecuencia fue muy condescendiente


el gobernador Ricardos.71
Los inconvenientes señalados por el gobernador fueron ampliados
por el Ayuntamiento de Caracas cuando, el 24 de abril de 1769, enviara al
rey Carlos III una representación solicitando la creación de una Audiencia
en la ciudad de Caracas o, en su defecto, una Sala de la de Santo Domingo.
La petición contenía, además de las razones justificativas, los costos, salarios,
jurisdicción y medios de subsistencia del tribunal solicitado. Los cabildantes
caraqueños argumentaron que la provincia de Venezuela abarcaba once
ciudades, varias villas, muchos pueblos y una crecida población que
generaba asuntos judiciales de importancia, imposibles de ser resueltos
por los dos jueces encargados de administrar justicia. Esto había originado
prácticas viciadas, ilegales, costosas y dilatadas. El remedio a esta situación
debía buscarse en la Audiencia de Santo Domingo, pero los problemas de
comunicación hacían más dificultosa tal problemática. Finalmente, señalaban
que el establecimiento de una Audiencia implicaría una mejor actuación por
parte de los abogados y escribanos, acorde con los principios legales que
regían sus funciones, pues eran notorios los atropellos y corrupciones en
que ellas frecuentemente incurrían en detrimento de la recta administración
de justicia.72 Como puede apreciarse, no se trataba solamente de problemas
de costo y dilación, como tradicionalmente se ha argumentado, sino que
también se consideraban el significado del crecimiento de la población,
la eficacia y honestidad de los jueces de la provincia y los inconvenientes
derivados de actuación incorrecta de algunos abogados. Aun cuando en
la representación del Cabildo no aparece expresada la idea de contar con
un tribunal que limitara el excesivo poder de los gobernadores, ello se
desprende del hecho de que el Ayuntamiento no consultara su solicitud,
como correspondía, al gobernador José Solano y Bote. Este fue, entre otros,
uno de los aspectos considerados por el Consejo de Indias para negar la

71 Sobre la actuación represiva de Ricardos y su favoritismo hacia la compañía véase Roland D.


Hussey: La Compañía de Caracas, 1728-1784. Caracas, Banco Central de Venezuela, 1962, pp. 157-
190; Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial de Venezuela, Tomo I, pp. 296-297. En relación conl
oidor de Santo Domingo véase Francisco Morales Padrón: Rebelión contra la Compañía de Caracas.
Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1955, pp. 81-106.
72 A.G.I. Caracas, 12: Expediente del Consejo de Indias sobre la instancia hecha por la ciudad de
Caracas para que se establezca en aquella capital un tribunal en calidad de formal Audiencia
(Madrid, 14 de mayo de 1770).
70 Alí Enrique López Bohórquez

petición de los cabildantes caraqueños, y no propiamente de un informe


desfavorable del referido gobernante, como se ha dicho,73 quien al respecto
no pasó noticia alguna a las autoridades metropolitanas.
El 14 de mayo de 1770 el Consejo de Indias se opuso a la instancia del
Cabildo de Caracas y aconsejó al rey desestimar tal solicitud,

…no sólo por infundada, intempestiva y destituida del apoyo que por su
naturaleza y magnitud exige su gravedad, sino por que toma la ciudad de
Caracas la voz de la Provincia, o algunos de sus capitulares sin tener poder
de las demás y sin contar con el gobernador que es superior de toda ella, y
otras personas de autoridad como son el obispo y Cabildo Eclesiástico, y que
se prevenga a aquel Ayuntamiento, no ponga ni promueva semejantes proyectos
sin la noticia, consentimiento y aprobación del citado gobernador y procedan
unas maduras deliberaciones y acuerdos de este ministro y demás personas
que se contemplen adecuadas según la materia común y pública de que se
trate, y que sea de esta naturaleza, debe representarlo por el conducto del
mismo gobernador como cabeza principal a quien V. M. tiene encomendado
aquella Provincia, pues de lo contrario se originan movimientos que pueden
ser turbativos y sediciosos.74

El 31 de mayo del mismo año, nuevamente el Consejo se dirigió al


monarca exponiendo los referidos argumentos y considerando que ninguno
de ellos era motivo urgente para el establecimiento de una Audiencia.
Agregaba que, por el contrario, se acrecentarían los gastos del erario real, se
alteraría y perjudicaría la jurisdicción del tribunal de Santo Domingo, sobre
todo …“cuando todas las provincias dependientes de ella se han conservado
y conservan en justicia, y sin que la de Caracas haya experimentado agravio de su
justificación y rectitud”. El parecer del Consejo condujo a la Real Cédula del 15 de
julio de 1770, mediante la cual Carlos III negó la solicitud del Ayuntamiento
de Caracas.75

73 Luis Alberto Sucre: op. cit., p. 207.


74 Incluida en el expediente antes citado.
75 Ibid. (Subrayado nuestro).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 71

La segregación de Maracaibo del Virreinato de la Nueva Granada y la creación de


la Audiencia

La decisión de establecer una audiencia en Caracas resultó del


voluminoso expediente sobre la separación de la provincia de Maracaibo del
Virreinato de la Nueva Granada, en razón de la Real Cédula del 8 de septiembre
de 1777. Tanto los cabildos de Maracaibo y de Barinas como las autoridades
virreinales protestaron dicha decisión, argumentado los diversos inconvenientes
que resultarían de la subordinación en lo político, militar y económico al
gobernador-capitán general y al intendente de Caracas y, en lo judicial, a la
Audiencia de Santo Domingo. Esto dio origen a cruzada correspondencia de
posiciones contrapuestas, en las que se señalaron múltiples aspectos en defensa
de intereses propios. De ellos nos interesa particularmente lo planteado en
torno a la administración de justicia, pues este aspecto –indudablemente–
incidió en la determinación real de crear el tribunal caraqueño.76 El 16 de agosto
de 1778, el fiscal de la Audiencia de Santa Fe, Francisco Antonio Moreno,
envió representación al virrey Manuel Flores, expresando los inconvenientes
que resultaban en lo judicial, militar y económico al segregarse la provincia de
Maracaibo del Virreinato de la Nueva Granada.
En materia de justicia, consideró el fiscal lo perjudicial de las distancias
fragosas e intransitables caminos para la comunicación con Caracas y sobre
todo con la Audiencia de Santo Domingo, así como también los perjuicios
al real erario por continuas pérdidas de caudales que procedían de los casos
en alzada ante aquel tribunal y de los del comercio con la provincia. El virrey
certificó que cuanto expresaba el fiscal era verdad, por lo que remitió al rey
el 31 de agosto copia de la instancia de Moreno. Casi un año después, el 31
de julio de 1779, el visitador Juan Francisco Gutiérrez de Piñérez manifestó
similar parecer en cuanto a lo expuesto por ambos funcionarios, apreciando
también las razones de la extensa distancia que mediaba entre Maracaibo y
Caracas, así como las dificultades ante los recursos de apelación al tribunal
de Santo Domingo, lugar hacia donde no había correo ordinario y no eran
frecuentes los traslados ni seguras las embarcaciones. Tales condiciones
señaladas por el visitador resultaban perjudiciales para los habitantes de

76 A.G.I. Caracas, 374: Expediente sobre las reclamaciones del Ayuntamiento de Maracaibo y del
Virreinato de la Nueva Granada, en razón de lo determinado por la Real Cédula del 8 de septiembre
de 1777 (1777-1786).
72 Alí Enrique López Bohórquez

Maracaibo, inconvenientes que ciertamente no se presentaban En relación


con Santa Fe.
No fue sino hasta el 4 de marzo de 1780 cuando el Ayuntamiento
de Maracaibo hizo conocer su opinión sobre la segregación y pidió a
la Audiencia de Santa Fe que interpusiera oficios para que la provincia
se reincorporara al tribunal virreinal, en atención a distancia, escasa
navegación, poco comercio y correo de Maracaibo con Santo Domingo y
Caracas, circunstancias que no se presentaban en cuanto a la dependencia al
Virreinato. El fiscal Moreno consideró justos y razonables los argumentos
de los cabildantes marabinos. Su parecer fue aprobado por la Audiencia
de Santa Fe el 17 de mayo del mismo año, acordándose remitirlo al rey
y al Consejo de Indias. El nuevo virrey de la Nueva Granada, arzobispo
Antonio caballero y Góngora, también dejó conocer su opinión al respecto.
En julio de 1783 remitió al monarca todas las representaciones conocidas,
apoyando la solicitud de reintegración de Maracaibo a aquella jurisdicción
virreinal.

Los informes del gobernador de Venezuela Manuel González Dávila y del intendente
Francisco de Saavedra acerca del decreto de establecimiento de una Audiencia en
Caracas

Mientras tanto, un nuevo elemento incidió en mayor atención al


asunto: el Ayuntamiento de Barinas, con los mismos argumentos expuestos
por las autoridades virreinales y de Maracaibo, también solicitaba en enero
de 1784 su reincorporación a Santa Fe. Se hacía necesario ahora considerar
el criterio de Caracas. Al efecto, por Real Orden del 26 de marzo de 1784, se
exigió a su gobernador Manuel González Dávila y al intendente Francisco de
Saavedra que evacuaran respectivos informes sobre las pretensiones del fiscal
Moreno y del virrey Flores, y que dictaminaran si convenía o no reincorporar
Maracaibo y Barinas a sus jurisdicciones. El 8 de febrero de 1785 Saavedra y
González opinaron que la anexión de Maracaibo a Caracas no era perjudicial a
la administración de justicia ni al manejo de la real hacienda y que, al contrario,
era ventajosa para el comercio de aquella provincia y para la ayuda militar en
caso de ataques enemigos o disturbios internos.
En materia de justicia, el gobernador y el intendente consideraron que
no merecía atención el inconveniente planteado por el fiscal Moreno, sobre
vejaciones que sufrirían los habitantes de las poblaciones de Maracaibo al no
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 73

poder soportar los gastos en instancias ante jueces superiores, porque dichas
poblaciones estaban más distantes de Santa Fe, debido a caminos fragosos
y frecuentemente intransitables. En cuanto a la intervención de Caracas,
también era de poco considerar pues, como lo establecía la Real Cédula del
8 de septiembre de 1777, la provincia de Maracaibo seguía dependiendo
de su gobernador en asuntos civiles y criminales, con entera inhibición del
gobernador de Caracas y sin conocer otra autoridad inmediata que la del
rey. A esto debía agregarse que en cada ciudad y villa de Maracaibo había
un teniente de justicia mayor –delegado del gobernador en determinados
asuntos–, dos alcaldes ordinarios, dos de la Santa Hermandad y regidores
que componían los ayuntamientos, los corregidores de pueblos de indios y
otros jueces nombrados cuando los problemas de distancia y el bien público
lo exigían. Por consiguiente, los vasallos estaban suficientemente asistidos
en cuestiones de justicia, y siempre no tenían que recurrir ni siquiera ante
el gobernador de Maracaibo, quien solamente podía conocer de asuntos
civiles y criminales que se presentaran ante él o en materias judiciales
correspondientes a sus atribuciones militares y de gobierno. La Audiencia de
Santo Domingo sólo podía intervenir en apelaciones de decisiones tomadas
por los mencionados funcionarios. En relación con las mismas, señalaron
González y Saavedra que las comunicaciones por tierra y mar hacían más
fácil el acceso al tribunal de aquella isla que al de Santa Fe.
En vista de que el gobernador y el intendente solamente conocieron
las comunicaciones del fiscal y del virrey, el 17 de octubre de 1785 decidió
el Consejo de Indias enviar a Saavedra los oficios del visitador Gutiérrez de
Piñérez, del arzobispo-virrey caballero y Góngora y las representaciones de
los cabildos de Maracaibo y de Barinas, para que a la mayor brevedad posible
dictaminara definitivamente la conveniencia de reincorporar Maracaibo al
virreinato de la Nueva Granada; haciéndole saber también que el monarca,
debido a la gran importancia de las provincias sujetas a la Capitanía General
e Intendencia de Venezuela, consideraba la idea de crear una Audiencia en
Caracas. Saavedra remitió el informe solicitado el 14 de marzo de 1786, y
señaló que mantenía la posición asumida en el informe que antes presentara,
conjuntamente con el gobernador González Dávila, en febrero de 1785.
En esta oportunidad el intendente reflexionó sobre las instancias de los
ayuntamientos de Maracaibo y de Barinas, considerando que las mismas
estaban estrechamente relacionadas con el establecimiento de la Intendencia,
74 Alí Enrique López Bohórquez

la cual eliminó múltiples abusos, puso orden en la recaudación de impuestos


y frenó el contrabando en aquellas jurisdicciones.
En cuanto al aspecto de justicia, el intendente insistió en que era
administrada en Maracaibo por el gobernador, sus Tenientes y demás
justicias locales, con total independencia de Caracas, y que las apelaciones
eran más fáciles y baratas debido a las buenas comunicaciones con Santo
Domingo, desde La Guaira o Maracaibo mismo, cosa que era sumamente
difícil y costosa si se apelaba a Santa Fe, pues la comunicación por tierra era
riesgosa y dilatada.77 Para demostrar esto último, Saavedra hizo un análisis
de la geografía que separaba Maracaibo y Barinas de Santo Domingo y
de Santa Fe, para concluir su informe señalando: …“la erección de una
Audiencia en esta capital contribuiría mucho al fomento y felicidad de
estas provincias, que Maracaibo y Barinas deben por todos los títulos
quedar sujetas a esta Capitanía General e Intendencia; pero que cuando S.
M. tome providencia definitiva sobre este asunto deben tenerse presente
dos puntos de que tratamos latamente el gobernador de esta provincia don
ManuelGonzález y yo en nuestras representaciones de 8 de febrero y 8 de
octubre del año próximo anterior. El primero es que Barinas se segregue
del gobierno de Maracaibo y reúna al de Caracas dándole en desquite a
Maracaibo la jurisdicción de Trujillo (…) El 2º (sic) que en Barinas se erija
una Comandancia Militar dependiente de la de Caracas pues el genio de
aquellos habitantes exige este freno inmediato, y la grandeza y fertilidad de
los terrenos de aquella jurisdicción pide una persona autorizada que vigile

77 En 1768 el gobernador de la provincia de Maracaibo, Alonso del Río, presentó un informe en


el que señaló el número de habitantes y los días de camino desde las diferentes ciudades que
constituían dicha provincia hasta Santa Fe y Caracas; de acuerdo con el mismo, los argumentos
que en este aspecto expusieron el ayuntamiento de Maracaibo y las autoridades virreinales eran
injustificados, por lo que tenían razón el gobernador e intendente de Caracas:

Lugar Habitantes A Maracaibo A Santa Fe A Caracas


San Cristóbal 4.419 20 días 20 40
La Grita 2.200 20 días 20 40
Gibraltar 3.500 2 días 35 20
Mérida 2.800 8 días 29 28
Barinas 4.000 12 días 30 32
Maracaibo 10.292 – 37 20

Informe citado por Carlos Emilio Muñoz Oráa: Los Comuneros de Venezuela. Una Rebelión Popular de Pro-
Independencia. Mérida, Universidad de Los Andes, 1971, p. 74.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 75

inmediatamente sobre su adelantamiento”…78 En virtud de este informe


del intendente Francisco Saavedra, el 10 de junio de 1786 Carlos III
resolvió: 1) que la provincia de Maracaibo continuara unida a la Capitanía
General e Intendencia de Caracas, y 2) que se creara una Audiencia en
Caracas compuesta de un decano-regente, tres oidores y un fiscal, a fin de
evitar los inconvenientes y perjuicios que se originaban a los habitantes
de las provincias de Venezuela, Maracaibo, Cumaná, Guayana, Margarita
y Trinidad al recurrir en apelación al tribunal de Santo Domingo. Por Real
Cédula del 13 de junio se le comunicó al intendente Saavedra la decisión
de establecer el tribunal caraqueño. El 6 de julio se dio el Real Decreto de
creación y el 31 del mismo mes se le notificó al gobernador y capitán general
de Venezuela, Juan Guillelmi.79

Razones políticas, económicas y sociales para la creación de la Real Audiencia de


Caracas

Pero si en verdad las razones de dilación, riesgos y costos fueron


determinantes, cabe preguntarse por qué en los siglos XVI y XVII no
se estableció una Audiencia en aquellas jurisdicciones si ya existían las
dificultades en las apelaciones a Santo Domingo y Santa Fe, sobre todo
en períodos conflictivos de la conquista y colonización; o porqué no
surtieron efecto la solicitud de traslado de la Audiencia de Santo Domingo,
la proposición del gobernador Felipe Ricardos y/o la instancia del
Ayuntamiento de Caracas, las cuales señalaron los mismos inconvenientes
argumentados por las ciudades de Maracaibo y de Barinas y las autoridades
del Virreinato de la Nueva Granada. La respuesta puede analizarse sobre
la base de la contestación que, a la petición de los cabildantes caraqueños,
diera el Consejo de Indias el 31 de mayo de 1770, en la cual se señaló que la

78 Desconocía entonces Saavedra que por Real Orden del 15 de febrero de 1786 se había acogido
la idea de que Barinas se convirtiera en Comandancia dependiente de Caracas y que Trujillo se
incorporara a Maracaibo. Documento reproducido en José Félix Blanco y Ramón Azpúrua:
Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la
República, 1978, Tomo I, pp. 210-212.
79 Real Orden al intendente Saavedra notificándole el establecimiento de una Audiencia en Caracas
(Aranjuez, 13 de junio de 1786), Ibid., p. 214. A.G.I. Caracas, 288-Nº 72: Real Cédula al gobernador
de Caracas comunicándole la creación de la Audiencia (San Ildefonso, 31 de julio de 1786); y
A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo XI, fol. 303.
76 Alí Enrique López Bohórquez

provincia de Venezuela no había “experimentado agravio de su justificación


y rectitud”, como para accederse a la instauración del supremo tribunal.
Es decir, aparentemente hasta entonces aquella provincia, al igual que las
de Maracaibo, Cumaná, Guayana, Margarita y Trinidad, había demostrado
sumisión y obediencia a la corona española. Sin embargo, un análisis de
la importancia económica, el crecimiento demográfico, las arbitrariedades
de los gobernadores y la relativa autonomía de las provincias, al lado de
las diversas reformas introducidas en las mismas –particularmente en
la de Venezuela–, permiten apreciar el “agravio” y “falta de rectitud”
experimentadas, sobre todo por la aristocracia criolla venezolana para
enfrentar cualquier cambio tendiente a doblegar su poder económico,
político y social. Por tanto, se hace necesario vincular el establecimiento
de la Audiencia de Caracas con toda esta situación,80 para comprender el
alcance y resultados de su actuación desde la fecha de instalación hasta el
inicio de la independencia.
Coinciden los historiadores de la economía colonial venezolana en
señalar que las regiones que constituyen la actual Venezuela representaron
para el Estado español zonas periféricas en los dos primeros siglos de la
dominación, colonias de segunda categoría dada la inexistencia considerable
de oro y plata.81 Sin embargo, por iniciativa y necesidad de sus propios
habitantes, primero, y luego por incentivos de la corona y del contrabando,
pasaron a ocupar un lugar de primer orden en la recuperación económica
de América en el siglo XVIII. Desde mediados de la centuria anterior,
al lado de una economía de consumo interno, se generó un excedente
exportable de productos agropecuarios (cacao, tabaco, cueros) de cierta
demanda en mercados europeos y americanos. Entre tales productos, el

80 No pretendemos estudiar en detalle esa situación, simplemente exponemos los aspectos más
resaltantes de la actitud del Estado español y la reacción de los distintos sectores de la sociedad
colonial venezolana, apoyados en las investigaciones de diversos historiadores.
81 Sobre la economía colonial venezolana del período a que hacemos referencia véase particularmente
Eduardo Arcila Farías: El Comercio entre Venezuela y México en los siglos XVII y XVIII. México,
Fondo de Cultura Económica, 1950, y Economía Colonial…, Tomo I pp. 107-158, 201-277 y
317-360; Tomás Polanco Martínez: Esbozo sobre historia económica venezolana. Madrid, Ediciones
Guadarrama, 1960, Tomo I pp. 117-154 y 171-206; Federico Brito Figueroa: Historia Económica y
Social de Venezuela. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1966, Tomo I, pp. 101-121; Manuel
Nunes Días: El Real Consulado de Caracas (1793-1810). Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1971 (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 106), pp. 175-195; y Miguel Izard: El Miedo
a la Revolución…, pp. 27-28, 63-76, 89-95 y 101-105, y “La Agricultura venezolana en una época
de transición, 1777-1830”, Boletín Histórico, 28 (Caracas, 1972), pp. 81-145.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 77

cacao logró expandirse como resultado de su comercialización legal con


México y España, así como por el amplio intercambio clandestino con el
área del Caribe. Para poner fin a esto último, la corona española recurrió
al establecimiento de la Compañía Guipuzcoana, la cual entre 1728 y 1784
pretendió incorporar a Venezuela a la economía imperial y acabar con el
generalizado comercio ilegal, fundamentalmente con navegantes y factores
holandeses asentados en Curazao.82 La compañía impidió la actividad
comercial otrora realizada por los venezolanos, escasamente cubrió las
necesidades de algunos productos de origen europeo, impuso precios
excesivos, redujo el valor del cacao, compró esporádicamente la producción
de tabaco, sobornó a los funcionarios públicos para que permitieran tales
corrupciones y arbitrariedades y sus agentes abusaron del poder concedido
por la corona en el contrato. Todo esto originó la reacción de diversos
sectores de la sociedad colonial, expresada a través de representaciones y
cartas a las autoridades competentes y en motines que condujeron a varias
reformas del contrato original. Las primeras provinieron de las clases
altas, representativas del comercio y de la agricultura; los segundos fueron
originados por las clases bajas de pequeños productores o contrabandistas,
fuertemente arraigados en este tipo de actividad.83
En cuanto a las quejas de la aristocracia venezolana, éstas se manifestaron
desde la llegada de las primeras naves hasta la eliminación de la compañía en
1784. Las protestas se orientaron a señalar que la Guipuzcoana había causado
perjuicios al comercio y a la agricultura, y que en nada había contribuido
al mejoramiento de las provincias. Por lo general, los voceros de estas
recriminaciones fueron los ayuntamientos, particularmente el de Caracas, aunque

82 La historiografía referida a la actuación de la Compañía Guipuzcoana es ya algo extensa. Además


del clásico trabajo de Roland Hussey, antes citado, véase entre otros a Eduardo Arcila Farías:
Economía Colonial…, Tomo I, pp. 237-360; José Estornés Lasa: La Compañía Guipuzcoana de Caracas.
Buenos Aires, Ekin, 1948; Ramón Basterra: Los Navíos de la Ilustración. La Real Compañía Guipuzcoana
de Caracas y su influencia en los destinos de América. Madrid, Edic. Cultura Hispánica, 1954; Vicente
de Amézaga: Hombres de la Compañía Guipuzcoana. Caracas, Banco Central de Venezuela, 1963;
Vicente Antonio de Icuza, comandante de corsarios. Caracas, Edic. del Cuatricentenario de Caracas,
1966 y El elemento vasco en el siglo XVIII venezolano. Caracas, Edic. del Cuatricentenario de Caracas,
1966; Manuel González Abreu: Dependencia Colonial Venezolana. Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1974, pp. 88-97, 110-140; y Miguel Izard: “Colonizadores y Colonizados: Venezuela
y la Guipuzcoana”. Saioak, Revista de Estudios Vascos, 4 (1980), pp. 53-67.
83 Roland Hussey: op. cit., pp. 96-97.
78 Alí Enrique López Bohórquez

no dejaron de presentarse informes de algunos funcionarios españoles de menor


jerarquía,84 que pusieron de manifiesto la culpabilidad de la Compañía

…por haber dirigido su monopolio en perjuicio del bienestar común; responsable


por su intervención en el comercio legal de sus competidores, y censurable en
su sistema de precios. En realidad, a veces provocaba escasez artificial de
mercancías y falta de mercado para los productos venezolanos. Los agentes eran
con frecuencia hombres dominantes, bruscos y sin tacto. Con posibles excepciones,
los funcionarios reales eran sus criaturas…85

Sin embargo, nada se hizo en las altas esferas del gobierno español
durante los primeros veinte años. Serían necesarias las noticias de las
rebeliones para que se prestara atención a la conducta de la Guipuzcoana.
Entre 1730 y 1732 se desarrolló el levantamiento del zambo Andrés López
del Rosario, “Andresote”, quien organizó un grupo de indios y negros del
valle de Yaracuy contra la compañía que había impedido sus actividades de
comercio clandestino. En 1741 tuvo lugar el motín de San Felipe el Fuerte,
mediante oposición de los hacendados de la región, representados por
el cabildo, al nombramiento con respaldo de la Guipuzcoana del justicia
mayor Ignacio Vasasábal, quien debía reprimir el contrabando. En 1744
se dio la sublevación de El Tocuyo, con participación de diversos sectores
sociales de aquella ciudad; originada a raíz del reclutamiento de tropas para
rechazar un posible desembarco inglés en Puerto Cabello, lo que se convirtió
en una reacción contra las autoridades de la provincia pues los tocuyanos
consideraron que se trataba más de un auxilio a los odiados guipuzcoanos,
que a la defensa de la soberanía española.86

84 Véase los expedientes promovidos por los cabildos de Caracas (1733-1752 y 1780) y de Maracaibo
(1780) en el Boletín del Archivo Nacional, XXII: 85 (1937), pp. 1-48 y 189-208. Información sobre la
oposición de los ayuntamientos, de los cosecheros y mercaderes e informes de algunos funcionarios
en Roland Hussey: Ibid., pp. 96-120; Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial…, I, pp. 250-262 y
269-277; y Francisco Morales Padrón: Rebelión contra la Compañía de Caracas, pp. 61-89.
85 Roland Hussey: Ibid., pp. 105-106.
86 Sobre estos tres movimientos han escrito Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial…, I, pp. 279-286;
Roland Hussey: Ibid., pp. 71-74 y 121-123; Carlos Felice Cardot: La Rebelión de Andresote, Valles del
Yaracuy, 1730-1733. Caracas, Imprenta Nacional, 1932, y Rebeliones, Motines y Movimientos de Masas
en el siglo XVIII Venezolano 1730-1781. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1977 (El Libro
Menor, 2), pp. 33-38; León Trujillo: Motín y Sublevación en San Felipe. Caracas, Edit. Edime, 1935.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 79

Más importante fue el movimiento de Juan Francisco de León (1749-


1752), quien durante tres años luchó tenazmente para lograr la destrucción
de la Compañía. La rebelión iniciada en el valle de Panaquire y en Caucagua
se extendió hasta Caracas, con participación de pequeños cosecheros, en
su mayoría canarios, y apoyo subrepticio de la aristocracia venezolana,
muy perjudicada por su exclusión de la actividad comercial monopolizada
por la compañía. El levantamiento no determinó la eliminación de la
Guipuzcoana, pero se produjeron reformas de las que fueron beneficiarios
los criollos venezolanos, a quienes se permitió fijar el precio mínimo del
cacao y comerciarlo con Veracruz. Todos los movimientos armados contra
la Compañía Guipuzcoana fueron derrotados, pero pusieron en evidencia la
disposición de los diversos sectores de la sociedad venezolana de oponerse
a la política económica monopolista del Estado español.87
El establecimiento en 1776 de la Intendencia de Ejército y Real
Hacienda pondría también de manifiesto una reacción contra la nueva
institución. Desde el mismo momento en que el primer intendente José de
Abalos inició sus gestiones, al lado de medidas tendientes a incrementar
la población y mejorar las condiciones de la producción y el comercio,
se dedicó a hostigar el contrabando, reorganizar el régimen impositivo y
aplicar la política de estancos en renglones importantes de la economía
(aguardiente, sal, naipes y particularmente del tabaco).88 Al ponerse en
práctica dichas medidas, la sociedad venezolana advirtió en la actuación
de la Intendencia una merma de sus libertades y privilegios; lo cual, unido
al desenfreno y abusos de sus empleados, generó un rechazo que se hizo
patente a través de los reclamos sistemáticos de los ayuntamientos y en

87 En relación con esta rebelión véase Roland Hussey: Ibid., pp. 127-162; Enrique Bernardo Nuñez:
Juan Francisco de León o el levantamiento contra la Compañía Guipuzcoana. Caracas, Edit. Ávila Gráfica,
1949; la introducción de Augusto Mijares a Documentos relativos a la insurrección de Juan Francisco
de León. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; Carlos Felice Cardot:
Rebeliones, Motines…, pp. 73-78; Francisco Morales Padrón: Rebelión contra la Compañía de Caracas;
Guillermo Morón: Historia…, Tomo IV, pp. 373-378; y Joseph Pérez: Los Movimientos Precursores
de la Emancipación en Hispanoamérica. España, Editorial Alhambra, 1977, pp. 31-44.
88 Sobre la actuación de la Intendencia véase particularmente William W. Pierson: “La Intendencia de
Venezuela en el régimen colonial”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 95 (1941), pp. 259-
275; Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial…, Tomo II, pp. 1-57; Tomás Polanco Martínez: op.
cit., pp. 207-218; Carlos E. Muñoz O.: Los Comuneros de Venezuela…, pp. 16-42; Estudio Preliminar
de G. Morazzani a la Real Cédula de Intendencia de Ejército y Real Hacienda. Diciembre 8 de 1776, pp.
XXV-LV; Guillermo Morón: Ibid., Tomo V. pp. 23-43 y Miguel Izard: “La agricultura venezolana…”,
pp. 81-106.
80 Alí Enrique López Bohórquez

una rebelión armada, esta vez en parte de la provincia de Maracaibo. Los


ayuntamientos, reductos políticos de la aristocracia criolla, pusieron trabas
a la actuación de la Intendencia y representaron ante la monarquía, en
múltiples oportunidades, acusando los desmanes cometidos particularmente
por el intendente Abalos y los resultados de su desastrosa política fiscal.89 El
Cabildo de Barinas retrasó por varios meses el informe sobre el rendimiento
de sus rentas y acusó al administrador de la Real Hacienda de inflexible en
el cobro de impuestos. En 1778, los barineses protestaron por los perjuicios
derivados de los nuevos gravámenes a la agricultura. En Mérida debieron
investigarse secretamente las rentas del ayuntamiento, pues los cabildantes
falseaban las cuentas.
En La Grita las medidas de la Intendencia provocaron una protesta
de su cabildo, el cual se quejó en 1779 de que el nuevo régimen impositivo
era insoportable por ser demasiado gravoso y auspició un tumulto contra
el encargado de recaudarlo. En Maracaibo, Barquisimeto, Cumaná y La
Grita se condenaron los vejámenes cometidos por los funcionarios de la
Real Hacienda. Las quejas más contundentes se hicieron contra el estanco
del tabaco. En Cumaná y Margarita, en oposición al mismo, los labradores
abandonaron el cultivo de ese producto. En 1779, poco antes de publicarse
la creación del mismo, el Cabildo de Caracas solicitó que se desistiera de la
idea por ser lesiva a los intereses de los productores y consumidores, y en
1781 consideró los perjuicios ocasionados en la provincia de Venezuela por
las disposiciones puestas en práctica por la Intendencia y la actitud hostil
de Abalos. El estanco del aguardiente también ocasionó severas críticas a la
Intendencia. Este monopolio exasperó los ánimos de las poblaciones que
vivían del cultivo, corte y procesamiento de la caña de azúcar. En Mérida,
donde el estanco de tabaco y otros impuestos había generado mucho
descontento, el monopolio del aguardiente contribuyó al desarrollo de
una insurgencia que pretendió “acabar con el mal gobierno dando vivas al
rey”. Con la influencia del levantamiento de los comuneros del Socorro,
en 1781 aparecieron pasquines incitando a la rebelión en distintas ciudades

89 Resumimos básicamente las protestas ligadas al establecimiento de la Intendencia y del régimen


de estancos, pues aquéllas continuaron a lo largo de su existencia, y que pueden ser apreciadas
en algunos de los historiadores que citamos. Eduardo Arcila Farías: Ibid., II, pp. 31-39 e Historia
de un Monopolio. El Estanco del Tabaco en Venezuela, 1779-1833. Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1977, pp. 25-37; y Carlos E. Muñoz O.: La Sociedad Venezolana Frente a la Intendencia.
Mérida, Universidad de Los Andes, 1964 y Los Comuneros de Venezuela…, pp. 43-53 y 72-81.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 81

de la región andina de la provincia de Maracaibo, llegando a convertirse la


ciudad de Mérida en el bastión de la insurgencia.
La rebelión de los comuneros merideños fue un movimiento de carácter
popular, en el que participaron masivamente labradores empobrecidos y
de posición media, artesanos, pequeños comerciantes, hombres modestos
del campo y de la ciudad, e incluso indios, capitaneados en algunos sitios
por oligarcas que se incorporaron más con el temor a la turba que por
enfrentar definitivamente al gobierno español. La resistencia de Trujillo,
el apoyo militar de las autoridades coloniales acreditadas en Maracaibo y
Caracas y, sobre todo, por la falta de cohesión social determinada por una
dirigencia cuyos intereses coincidían con los del sector económicamente
dominante, condujeron a la desarticulación del levantamiento a escasos tres
meses de haberse iniciado. Poco o nada significó esta rebelión comunera
contra las disposiciones de la Intendencia, pero constituyó una prueba más
de la resistencia, también de los sectores desposeídos, al opresivo sistema
fiscal español, lo cual contribuyó a la profundización de una conciencia
anticolonialista.90
En el plano político-militar, la aristocracia criolla venezolana había
desarrollado cierta autonomía y autoridad a través del control de los
ayuntamientos, desde donde enfrentó –como hemos visto– cualquier actitud
del Estado español en detrimento de sus intereses sociales, económicos y
políticos. Esa autonomía se derivó en un principio del privilegio detentado
por los alcaldes ordinarios de sustituir al gobernador en su ausencia o muerte,
lo cual generó una serie de conflictos por la defensa de la prerrogativa
reconocida por la legislación indiana.91 A la muerte del gobernador

90 El estudio más acabado sobre esta rebelión es el de Carlos E. Muñoz O.: Los Comuneros de
Venezuela…; también han escrito sobre la insurrección Vicente Dávila: “Los Comuneros de
Mérida”, en Discursos de Incorporación (1920-1939). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1966,
Tomo 2, pp. 37-85; J. N. Contreras Serrano: Comuneros Venezolanos. Caracas, Imprenta Nacional,
1952: Carlos Felice Cardot: Rebeliones, Motines…, pp. 79-92; Lucas Guillermo Castillo Lara: La
Grita, una ciudad que grita su silencio. Historia del Espíritu Santo de La Grita. Caracas, Congreso de la
República, 1973, Tomo II, pp. 85-156; y Joseph Pérez: op. cit., pp. 87-108. Estos estudios, con
una nueva versión del trabajo de Carlos Felice Cardot, así como la cronología y el itinerario del
movimiento preparada por Alí Enrique López, han sido editados en Los Comuneros de Mérida.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1981 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de
Venezuela, 152).
91 Recopilación…, Libro V, Título III, Ley XII. Nos eximimos de hacer una mayor descripción de los sucesos
derivados de la toma del gobierno por los alcaldes ordinarios y su actuación, lo cual puede ser apreciado
básicamente en Héctor García Chuecos: La Capitanía General…, pp. 1-2 (incluye la documentación
82 Alí Enrique López Bohórquez

Ambrosio Alfinger en 1533, los regidores y alcaldes del Ayuntamiento de


Coro desconocieron al teniente Bartolomé de Santillana y asumieron el
gobierno hasta la llegada del nuevo gobernador. Igual sucedió en 1548,
cuando murió Juan Pérez de Tolosa, al desconocer los cabildos de la
provincia de Venezuela a su teniente Juan de Villegas; y en 1557, al fallecer
Alonso Arias de Villacinda le sucedieron los alcaldes ordinarios hasta la
llegada de Rodrigo de Bastidas. Entonces los cabildantes se apresuraron a
solicitar la confirmación real de esta facultad, resultando la Real Cédula del 8
de diciembre de 1560. En ésta dispuso Felipe II que al morir el gobernador
de la provincia de Venezuela, sin haberse proveído el cargo, gobernasen
en lo político y militar los alcaldes ordinarios de cada una de las ciudades
y villas de aquella gobernación hasta nueva decisión.
La Audiencia de Santo Domingo hizo caso omiso de esta
determinación y hasta mediados del siglo XVII intervino en el nombramiento
de gobernadores interinos, algunas veces con la anuencia de los propios
ayuntamientos. Con la muerte en 1674 del gobernador y capitán general
Francisco Dávila Orejón, los alcaldes asumieron el gobierno en sus
respectivas jurisdicciones; los de Caracas expusieron en febrero de 1675 la
conveniencia de que ellos ejercieran la potestad política y militar, el derecho
de Real Patronato en toda la provincia de Venezuela y que la Audiencia de
Santo Domingo no nombrara gobernantes interinos. El 2 de abril de 1676
Carlos II aprobó las dos primeras exigencias pero negó la última. El año
anterior, el oidor de aquel tribunal Juan de Padilla Guardiola se presentó a
ejercer el gobierno, a lo cual se opuso violentamente el Cabildo de Caracas.
Una nueva Real Cédula del 18 de septiembre de 1676 confirmaría en todos
sus aspectos la de 1560 y la solicitud completa de 1675, incluyendo la no
intervención de la Audiencia de Santo Domingo.92
Los alcaldes-gobernadores asumieron el gobierno de la provincia en
noviembre de 1704 por demencia del gobernador Nicolás Ponte y Hoyo; en
septiembre de 1714 por enjuiciamiento de José de Cañas y Merino; en 1720

correspondiente, pp. 27-38) y en Relatos y Comentarios sobre Temas de Historia Venezolana. Caracas, Imprenta
Nacional, 1957, pp.. 22-28; Mario Briceño Iragorry: Tapices de Historia Patria. Ensayo de una morfología de
la cultura colonial. Caracas, Ediciones Edime, 1956, pp. 93-102; Luis Alberto Sucre: op. cit., 197-199, 212,
220-224, 230-236; y Guillermo Morón: Historia…, Tomo IV, pp. 165-191.
92 El único estudio en concreto sobre la sucesión de los alcaldes es el de Joaquín A. Ramírez F.: La
lucha de los alcaldes por el Gobierno de la Provincia. El formidable pleito entre el licenciado don Juan de Padilla
Guardiola y el Cabildo Caraqueño de 1675. Caracas, Banco Central, 1975.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 83

ante la suspensión de Marcos Betancourt y Castro por participar en comercio


ilícito, hasta 1721 cuando el virrey de la Nueva Granada nombrara con
carácter de interino a Antonio Álvarez de Abreu. En 1723 el Ayuntamiento
caraqueño protestó la decisión del gobernador Diego Portales y Meneses de
encargar el gobierno en su ausencia temporal al obispo Escalona, resultando
una nueva Real Cédula que garantizaba los privilegios concedidos en 1560
y 1676. Las arbitrariedades de Portales determinaron su prisión por orden
del virrey neogranadino y el control del mando por parte de los alcaldes,
hasta su restitución en 1726. En 1732 decretó Felipe V una pesquisa para
conocer de las acusaciones contra la Compañía Guipuzcoana. Se nombró
juez pesquisador a Martín de Lardizábal, quien se plegó a los guipuzcoanos,
persiguió al gobernador Sebastián García y enfrentó al Ayuntamiento.
Simultáneamente con la pesquisa, el rey resolvió por Real Cédula del 15 de
octubre de 1733 que en caso de muerte de Lardizábal asumiera el gobierno
el obispo diocesano José Félix Valverde, al cual debían obedecer sin protesta
todos los miembros de los cabildos. Esta resolución resultaba de la pesquisa
de Lardizábal, quien había logrado constatar los graves inconvenientes y
excesos cometidos por los alcaldes ordinarios en el gobierno de la provincia
de Venezuela. Por Real Cédula del 14 de septiembre de 1736, el monarca
dispuso que en caso de muerte o ausencia del gobernador, recayera su
jurisdicción política en el teniente de gobernador y auditor de la gente de
guerra, y la militar en el Castellano de La Guaira. Esta disposición terminaba
con la autonomía detentada por los cabildos, y particularmente por el de
Caracas, en materia de gobierno de la provincia.93 Más tarde, por Real Cédula
del 2 de septiembre de 1778, Carlos III creó el cargo de teniente del rey, al
cual traspasó la facultad de mandar en lo político y militar ante la ausencia
o muerte del gobernador y capitán general.94

93 De las impresiones que recoge Juan de Solórzano y Pereira en su Política Indiana, Tomo IV, Libro
V, Capítulo 1, p. 18, se desprende que desde mediados del siglo XVII se conocía en la corte de los
abusos cometidos por los alcaldes-gobernadores: “…esto ha originado notables disturbios en la
Provincia de Caracas, donde se comenzó a establecer un abuso que todos los alcaldes ordinarios,
cada uno en su pueblo, quería ser gobernador en ínterin, como sucedió en Barquisimeto y en
otros Pueblos menores, y en el Consejo hubo varias quejas de personas graves y desinteresadas
sobre que convenía quitar este privilegio a la ciudad, y aún no se ha tomado resolución.”
94 Héctor García Chuecos: La Capitanía General…, pp. 12-16, 39-42 y 45-54, y Relatos y Comentarios…,
pp. 23-33.
84 Alí Enrique López Bohórquez

Otra manera de doblegar la autonomía de los cabildos venezolanos


la constituyó la pérdida del derecho para elegir sus funcionarios; así, a
partir de 1719 se exigió nuevamente enviar a los respectivos gobernadores
los resultados de las elecciones anuales para su confirmación. En algunos
casos fueron los mismos gobernadores los encargados de elegir a las
autoridades municipales. Al lado de esta medida, en 1722 se restableció en
la provincia de Venezuela la figura del teniente justicia mayor, nombrado
por los gobernadores para las respectivas ciudades y villas de aquella
gobernación; un funcionario con amplias atribuciones gubernativas y
judiciales encargado de perseguir y castigar el contrabando, supervisar y
poner remedio a las irregularidades de los ayuntamientos, con autoridad
superior a la de los alcaldes ordinarios.95 Un intento de penetrar el poder
de la aristocracia criolla venezolana en los cabildos estuvo representado
por la llamada Real Cédula de la Alternativa. Esta ley se puso en vigencia
por la instancia que promovieron ante el rey, el 5 de julio de 1769, varios
españoles residentes en Caracas para que se les permitiera optar a los cargos
políticos y militares de la ciudad, con lo que se evitarían las vejaciones que
padecían por parte del ayuntamiento caraqueño, al privarles del goce de los
empleos de alcalde, de regidor y de oficiales de milicia. Por ello solicitaban
se observara el orden alternativo en esos cargos, practicado en casi todos
los dominios americanos.96
El Consejo de Indias tuvo conocimiento de la representación y
dictaminó

…que los españoles europeos avecindados en Caracas han debido y deben entrar
con igualdad de goce de los empleos públicos y de gobierno con los españoles
criollos; que en los oficios de justicia y república tengan indispensablemente
una de las dos varas de alcaldes ordinarios los españoles europeos que sean
vecinos(…), y que esta misma igualdad se ha debido y debe observar en todos

95 Reseña documental de estas medidas hace Guillermo Morón: Historia…, Tomo IV, pp. 195-
226.
96 A.G.1. Caracas, 12: consulta del Consejo de Indias sobre el recurso que han hecho los españoles
europeos de la ciudad de Caracas, para que se declare que pueden optar en los empleos civiles y
militares (Madrid, 14 de mayo de 1770); publicada en Richard Konetzke: Colección…, Volumen
III, Tomo 1 (Doc. 215), pp. 369-375.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 85

los empleos militares del batallón de milicias nuevamente formado, y de las


Compañías de Infantería y Caballería de Nobles Aventureros.

El Consejo, atendiendo lo dilatado de la población de Caracas,


consideró también la creación de cuatro nuevos oficios de Regidores para
ser conferidos siempre a los españoles con carácter vitalicio, y no vendibles
y renunciables como se acostumbraba. De este dictamen resultó la Real
Cédula del 12 de septiembre de 1770, la cual recogió en todos sus términos
la opinión del Consejo de Indias. Para lograr la armonía y la paz entre
españoles y venezolanos, el gobernador José Solano y Bote propuso que el
sector en quien recayera la Alcaldía de primer voto obtuviera la de segundo
al año siguiente, y el que por sorteo sacara la segunda vara elegiría también al
síndico procurador general. Otra Real Cédula del 16 de julio de 1771 ordenó
al nuevo gobernador de Venezuela, Felipe Font de Viela, hacer cumplir la de
1770 En relación con la no intervención del Cabildo de Caracas en asuntos
militares, con lo cual estuvieron de acuerdo los cabildantes.97
En 1773 los blancos criollos pusieron trabas para la incorporación
de los europeos a los cargos municipales, al exigirles el testimonio de
“limpieza de sangre”. Frente a esta actitud los españoles respondieron
contundentemente, considerando que el verdadero origen de la oposición
…“no era ni podía ser más que un mal disimulado amor a la Independencia,
en nada diferente del que, con tanto escándalo de la Europa, han manifestado
los colonos ingleses de Boston y Filadelfia.”98 Por Real Cédula del 3 de
agosto de 1776, se resolvió que para evitar los conflictos no se exigiera la
prueba de hidalguía y que los empleos en los municipios sólo debían recaer
en personas blancas, honradas y reputadas por buenas, siempre y cuando
no ejercieran oficios viles.99 La Real Cédula de la Alternativa no significó
la pérdida del poder político local de la aristocracia venezolana, pues los
españoles residentes e interesados en los asuntos municipales eran muy
pocos, solamente buscaban el prestigio de ser miembros de la institución y

97 A.G.I. Santo Domingo, 892, libro 61, fol. 44: Real Cédula al gobernador de Caracas sobre la
observación de alternativa (Madrid, 16 de julio de 1771); Ibid., (Doc. 219), pp. 380-382.
98 A.G.I. Caracas, 234: Carta de los españoles Juan Ignacio Garmendia, Fernando Domínguez de
Rojas, Antonio Egaña, Felipe de Francia y Juan Ignacio Lecumberri (Caracas, 24 de septiembre
de 1774).
99 A.G.I. Santo Domingo, 893, libro 64, fol. 121.
86 Alí Enrique López Bohórquez

con mayor interés en lo militar, como lo evidencia la instancia de los diez


españoles que solicitaron la aplicación de la ley de alternativa.100 Sin embargo,
representó un intento de la corona de doblegar la autoridad de los blancos
criollos y un instrumento legal de los gobernadores y de la Audiencia para
desconocer las elecciones anuales, argumentándose la exclusión de los
españoles y el parentesco de los cabildantes electos.
A pesar de las dificultades existentes para cuantificar a la población
venezolana durante el período colonial, se ha podido constatar en cierta
medida que desde mediados del siglo XVIII se manifestó un crecimiento
demográfico estimulado por el desarrollo de las actividades productivas, la
importación de mano de obra negra esclava para las mismas, el incremento
del proceso de mestizaje y la inmigración de españoles para ocupar
cargos de gobierno y controlar mayoritariamente el sector comercial de
la expansiva economía venezolana.101 La posición ocupada en el sistema
productivo y la diferenciación étnica de los distintos grupos sociales (blancos
peninsulares y criollos, indios, gentes de color libres –negros, zambos,
mulatos, etc.– y negros esclavos) contribuyeron a la conformación de una
sociedad estratificada, en la que se pondría de manifiesto la clásica división
en sectores dominantes y sectores dominados.102 La desigualdad numérica,
el grado de explotación y control a que fueron sometidos negros, gentes
de color e indios, por un lado, y las restricciones impuestas a los blancos
criollos, por el otro, condujeron a lo largo del siglo XVIII a permanentes
conflictos y tensiones que culminaron con rebeliones orientadas a
exigir reivindicaciones económicas y/o sanciones contra los opresivos
gobernantes. El establecimiento de la Audiencia de Caracas no terminaría
con los levantamientos, pero se aprecia que después de instalado el tribunal
disminuyeron las confrontaciones de carácter económico y se puso de

100 Guillermo Morón: Historia…, Tomo IV pp. 225, registra información documental sobre la
imposibilidad de cumplirse con la alternativa en algunas villas y ciudades.
101 Cfr., Federico Brito Figueroa: La estructura social y demográfica de Venezuela Colonial. Caracas, Revista de
Historia, 1961, pp. 24, 27-31 y 35, e Historia Económica…, Tomo I, pp. 141-158. Un contraste de los
padrones eclesiásticos de las ciudades, villas y pueblos visitados por el obispo Martí (1771-1784)
con las estimaciones hechas por Brito Figueroa (1800-1810), permite apreciar que el incremento de
la población fue notable, la cual ascendió de 199.094 a 354.570 habitantes en un lapso aproximado
de veinticinco años, equivalente a un aumento de 79% de la población calculada por el obispo
Martí en Historia económica…, Tomo I, pp. 154-156.
102 Ibid., Tomo I, p. 160.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 87

manifiesto una actitud política cuestionadora del orden colonial, como


resultado del fortalecimiento del poder español que impedía las disidencias
y críticas que consideraba infundadas. (Véase Cuadro 2) 103

Cuadro 2
Motines, rebeliones, insurrecciones,
movimientos de masas y conflictos jurisdiccionales (1703-1808)

Motines, rebeliones,
insurrecciones,
movimientos de masas Grupo
Año Razones
y conflictos Étnico
jurisdiccionales

Conflictos del Ayuntamiento Defensa del Ayuntamiento de los


de Caracas con los goberna- privilegios concedidos a los alcaldes
1703- Blancos
dores e interinos nombrados ordinarios de gobernar la provincia en
1725 Criollos
por la Audiencia de Santo ausencia o muerte de los gobernadores y
Domingo oposición a los abusos de los mismos.

103 En el cuadro 2 relacionamos los motines, rebeliones, insurrecciones, movimientos de masas y


conflictos jurisdiccionales, su origen étnico y las razones que los motivaron. Además de los estudios que
ya hemos citado sobre rebeliones y protestas en el siglo XVIII, véase la descripción de todos ellos en
Manuel Vicente Magallanes: Luchas e Insurrecciones en la Venezuela Colonial. Caracas, Edit. Tiempo Nuevo,
1972, Tomo I, pp. 79-159, y “Las Luchas Coloniales”, Boletín Histórico, 31 (Caracas, 1973), pp. 5-24. Sobre
los levantamientos de los negros y gentes de color, Pedro Manuel Arcaya: La insurrección de los negros de la
serranía de Coro en 1795. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; Ángel Francisco
Brice: La Sublevación de Maracaibo de 1799, manifestación de su lucha por la independencia. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1960; Federico Brito Figueroa: Las Insurrecciones de los Esclavos Negros en la Sociedad
Colonial Venezolana. Caracas, Cantaclaro, 1961; Miguel Acosta Saignes: “Los Negros Cimarrones”, en El
Movimiento Emancipador de Hispanoamérica. Actas y Ponencias. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1961, Tomo III, pp. 351-398; Pedro Gil y otros: La insurrección de los esclavos negros, libres e indios de la Sierra de
Coro, 1795; una visión crítica. Mérida, Universidad de Los Andes, 1982 (Tesis Mimeografiada); este trabajo
fue luego publicado bajo el título La insurrección de los Negros de La Serranía Coriana: 10 de mayo de 1795 (Notas
para su discusión). Caracas, Dirección de Cultura/Universidad Central de Venezuela, 1996. En relación con
las insurrecciones de los blancos, Pedro Grases: Conspiración de Gual y España y el ideario de la independencia.
Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; Estudio de Héctor García Chuecos
a Documentos Relativos a la Revolución de Gual y España. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, 1949, pp. 12-65; Casto Fulgencio López: Juan Picornell y la Conspiración de Gual y España. Madrid,
Ediciones Nueva Cádiz, 1955; Documentos Mirandinos (Prolegómenos de la Emancipación Iberoamericana). Caracas,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1950; John Edsall: Memorias de un recluta de la expedición
mirandina. Caracas, Edic. Garrido, 1954; Vicente Lecuna: “La Conjuración de Matos”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, 56 (1931), pp. 381-440; Estudio Preliminar de Ángel Francisco Brice a la Conjuración
de 1808 en Caracas. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1968, pp. XI-XLI.
88 Alí Enrique López Bohórquez

Conjura patrocinada por padres jesuitas a


favor del emperador Leopoldo I y de su
Conspiración de
1705 Blancos hijo el archiduque Carlos de Alemania,
Barquisimeto
quienes pretendían ejercer el dominio de
España y sus colonias.

Sometimiento a juicio de Juan Ortíz,


1718 Alboroto de Guanare Blancos acusado de contrabandista, y el rumor de
que sería sentenciado a muerte.

1730- Oposición a las medidas de la Compañía


Revuelta de Andresote Negros
1733 Guipuzcoana contra el contrabando.

Indios Caribes del


1733- Oposición al sometimiento de las misiones
Orinoco contra la Indios
1735 de los padres franciscanos.
misiones

Nombramiento de Ignacio Vasasábal


como justicia mayor de la ciudad
1741 Motín de San Felipe Blancos
considerado agente de la Compañía
Guipuzcoana.

Oposición a la defensa de Puerto Cabello


Gentes ante una posible invasión inglesa, por
1744 Asonada del Tocuyo
color considerar que se trataba de un auxilio a
los Guipuzcoanos.

Confabulación de
1747 Negros Obtención de libertad.
Miguel Luengo

Conjura de los negros del


1749 Negros Obtención de libertad.
centro

1749- Levantamiento en Panaquire


Blancos Oposición a la Compañía Guipuzcoana.
1751 de Juan Francisco de León

1764-
Invasiones de los indios Oposición al sometimiento de los
1777 Indios
Motilones españoles.

1771-
Partidas del negro Guillermo Negros Obtención de libertad.
1774

Altos tributos, creación de nuevos


Rebelión de los Blancos e
1781 impuestos y abusos de funcionarios de
Comuneros de Mérida Indios
la Intendencia.

1781- Indios Oposición a ser dominados por los


Revuelta de los Llanos
1789 Negros españoles.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 89

Privilegios de que gozaban ciertos indios


y negros En relación con los impuestos.
Insurrección de la Serranía
Gentes Promulgación del Código Negrero (1789,
1795 de Coro de José Leonardo
color según interpretaban los negros les otorgaba
Chirino
la libertad. Cobro excesivo de contribuciones
y explotación de los negros esclavos.

Conjura de los Indios de


1795 Indios Nueva imposición de tributos.
Jacura

Conspiración de Gual y S u s t i t u i r l a M o n a rq u í a p o r u n a
1797 Blancos
España República.

Negros
1798 Alzamiento de Cariaco Obtención de libertad.
Esclavos

Gentes Extinción del gobierno español con ayuda


1799 Complot de Maracaibo
Color francesa.

Expediciones de
1806 Blancos Independencia a Venezuela.
Miranda

Desconocimiento de la autoridad de la
Junta Suprema Central de España ante la
Conjuración de los mantuanos
1808 Blancos invasión de Napoleón y establecimiento de
de Caracas
una Junta Conservadora de los derechos de
Fernando VII.

Fuente: Cuadro organizado con los datos aportados por Manuel Vicente Magallanes: Luchas e
Insurrecciones en Venezuela Colonial, pp. 79-155.

La situación descrita determinó la configuración de un aparato jurídico-


político-económico más amplio en manos de funcionarios españoles (Véase
Cuadro 3) que progresiva y sistemáticamente fue restringiendo la autoridad
y autonomía de la aristocracia criolla venezolana y fortaleció el control de
las dispersas e incomunicadas provincias de Venezuela, Cumaná, Maracaibo,
Guayana, Margarita y Trinidad. La Real Audiencia de Caracas encajó
perfectamente en esos planes, y por ello Carlos III no podía argumentar
que la creación del tribunal caraqueño, además de ser un medio para agilizar
los asuntos judiciales tanto de carácter público como privado y para evitar
costos y dilaciones, obedecía a la necesidad de apaciguar los ánimos de los
diferentes sectores de la sociedad, evitar arbitrariedades de los gobernadores,
intendente y demás funcionarios provinciales y, sobre todo, de los levantiscos
ayuntamientos venezolanos. La actuación de la Real Audiencia de Caracas en
esos aspectos y la realidad política de su jurisdicción territorial, después de su
90 Alí Enrique López Bohórquez

creación, permiten apreciar el significado y alcance que tuvo esta magistratura


para el Estado español en el territorio de la actual Venezuela.

Cuadro 3
Administración de la Provincia de Venezuela

Funcionarios Gobernadores Teniente Gober.


Obispos Intendentes
Años Cap. General Auditor Guerra

Mariano
1770
Martí

1777 José de Abalos Luis de Unzaga

1778

Francisco I
1781
Cortines

Manuel González
1782
T.

Francisco de
1783
Saavedra

Francisco de
1786 Juan Guillelmi Andrade

Rafael
1788
alcalde

1791 Joaquín Cubell

1792 Pedro Carbonell

Esteban Fernández
1793 Juan A. de Viana
de León

Juan Jurado de
1796
Laínez

Manuel Guevara
1799 Francisco de Ibarra *
Vasconcelos

1801

Antonio López
1802
Quintana (Interino)
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 91

1803

1804

Vicente de
1806
Emparan

1807

José Vicente de
1809 Vicente Basadre
Anca

1810 Narciso Coll y Prat

Funcionarios
Teniente del rey Regentes Oidores Fiscales
Años

1770

1777

Francisco de
1778 Arce

1781 Pablo de Navas

1782

1783

Antonio José Francisco Juan


Julián Díaz
1786 López P.atricio Ignacio Nepomuceno
de Saravia
Quintana Rivera * Cortines de Pedrosa

José B. de
1788
Asteguieta

Joaquín de
1791
Zubillaga

1792

1793

Francisco
1796 Berrío y
Guzmán*
92 Alí Enrique López Bohórquez

Juan Manuel de Miguel


1799
Cagigal Aurioles

Felipe
Martínez
1801
de
Aragón

José
1802 Gutiérrez
del Rivero

1803

1804 Juan de Casas

Antonio
1806 J. Álvarez
Navarro

1807

1809

1810

* Funcionarios americanos.
Fuentes: La información recogida en este cuadro fue extraída de los citados trabajos de Héctor García
Chuecos: El Siglo XVIII Venezolano; Luis Alberto Sucre: gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela y
fuentes documentales citadas en el trabajo.

Instalación y apertura del tribunal: nombramiento de los primeros


ministros y del presidente. Entrada del sello real y ceremonia de
instalación de la Real Audiencia. La Casa de la Magistratura

Nombramiento de los primeros ministros y del presidente

La Real Audiencia de Caracas se creó siguiendo como modelo la


de Santo Domingo, ya que se determinó que para su funcionamiento se
siguieran las ordenanzas de la Audiencia de La Española, en tanto que se
elaboraban las propias, obligación que no se acometió hasta 1805. Dentro
de la clasificación general antes señalada, la Audiencia de Caracas puede
ubicarse en las pretoriales, en razón de que la ciudad capital de su jurisdicción
estaba regida por un gobernador que legalmente se convirtió en el presidente
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 93

del nuevo tribunal. La Real Orden que anunciaba la creación de la Audiencia,


fechada en Aranjuez el 13 de junio de 1786, señalaba su personal: 1 regente
oidor decano, 3 oidores y 1 fiscal de lo civil y criminal. Posteriormente
en la Real Cédula del 8 de diciembre del mismo año se instituyeron otros
funcionarios: 1 relator, 1 escribano, 1 canciller registrador, 2 receptores, 4
procuradores, 1 tasador, 1 repartidor, 1 abogado de pobres, 1 procurador
de presos, 2 alguaciles, 2 porteros y 1 barrendero.104
Por Real Decreto de 6 julio de 1786, Carlos III confirmó la creación
de una Audiencia en Caracas,

…para evitar los graves perjuicios y dispendio que se originan a los habitantes de
las provincias comprendidas en esa Capitanía General de recurrir por apelación
en sus negocios a mi Real Audiencia Pretorial de Santo Domingo, (…) cuyo
distrito ha de extenderse además de la Provincia de Venezuela, a la de Cumaná,
Maracaibo y Guayana y a las Islas de Trinidad y Margarita; quedando ceñida
la jurisdicción de la expresada Audiencia a la parte española de aquella Isla,
la de Cuba y Puerto Rico… 105

Por Real Cédula de 31 de julio de 1786 se comunicó al gobernador


de Caracas, Juan Guillelmi, la creación de la Audiencia, a fin de que hiciera
cumplir todo lo concerniente a su funcionamiento;106 y el 13 de enero del
año siguiente, se le participaba sobre su condición de presidente del tribunal
y encomendaba tomar el juramento de los magistrados antes de la llegada
del regente.107 La llegada de los magistrados a Caracas se fue realizando
progresivamente. Primero lo hicieron, en abril de 1787, los oidores José
Patricio de Rivera, Francisco Ignacio Cortines y Juan Nepomuceno de
Pedrosa; luego lo harían en el mes de junio el fiscal Julián Díaz de Saravia
y el regente Antonio López de Quintana. A medida que fueron arribando

104 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786, estableciendo una Audiencia en
Caracas.
105 A.G.I. Caracas, 288-72: Real Cédula al gobernador de Venezuela, Juan Guillelmi, participándole
la creación de una Audiencia en Caracas, de acuerdo con el Real Decreto del 6 de julio de 1786,
y el personal que la integrará.
106 Ibid.
107 Ibid.: Real Cédula al presidente de la Real Audiencia, gobernador Juan Guillelmi, para que tome
la juramentación de los ministros del Tribunal (El Pardo, 31 de enero de 1787).
94 Alí Enrique López Bohórquez

los ministros, como estaba determinado, el gobernador Guillelmi procedió


a juramentarlos, así como a los demás funcionarios designados para los
cargos de canciller, relator, escribano y abogado de pobres, Carlos Machado,
Alonso Francisco de la Vallina, Juan Domingo Fernández y Nicolás García,
respectivamente. En tanto arribara Carlos Machado fue designado como
canciller interino José Antonio de Vidaondo. El presidente del tribunal,
Juan Guillelmi, natural de Sevilla, fue nombrado gobernador y capitán
general de Venezuela el 11 de agosto de 1785. Tomó juramento y posesión
del cargo ante el Cabildo de Caracas el 14 de febrero de 1786. Sustituía al
gobernador Manuel González Torres, quien había sido trasladado con las
mismas funciones a Santo Domingo. Antes de su nombramiento, Guillelmi
ejercía como teniente del rey de La Habana y subinspector de las tropas de
Cuba y luego jefe de artilleros de la Isla de La Española.108
El cargo de regente recayó en el doctor Antonio López Quintana,
quien había sido oidor de la Audiencia de Guadalajara, teniendo también los
títulos de consejero del rey y caballero de la orden de Carlos III. Para cubrir
las dignidades de oidores, la Cámara de Indias propuso el 14 de agosto de
1786 a varios letrados. Para la tercera plaza, Juan Nepomuceno de Pedrosa,
Felipe Santos Domínguez, Francisco Javier Borbón. En la segunda Joaquín
Mosquera Domínguez, Nicolás Jacinto de Ayala; y en la primera, Francisco
Ignacio Cortines, Pedro Muñoz de la Torre, Juan Suárez Rodríguez y Antonio
Porlier. De estas ternas correspondieron la tercera y segunda plazas a Juan
Nepomuceno Pedrosa y Francisco Ignacio Cortines respectivamente. La
primera fue concedida a José Patricio de Ribera. Este era egresado de la Uni-
versidad de La Habana y había ejercido en las audiencias de Santo Domingo
y México. El oidor segundo, Francisco Ignacio Cortines, caballero de la orden
de Carlos III, desempeñó el cargo de teniente Coronel y auditor de guerra de
los gobernadores Unzaga y González. Juan Nepomuceno de Pedrosa, oidor
tercero, había actuado como abogado en los reales consejos, y le correspondió
traer el Sello Real desde España.109 Para el oficio de fiscal fue escogido Julián
Díaz de Saravia, quien ejercía el empleo de fiscal en lo criminal en la Audiencia
de Santo Domingo, y ahora actuaría también en lo civil. Era ésta la dignidad

108 Héctor García Chuecos: Siglo XVIII Venezolano, pp. 247-248 y Luis Alberto Sucre: gobernadores y
Capitanes Generales, p. 246.
109 A.G.I. Caracas, 228-N° 72: Expediente que comprende la selección y nombramientos de los
ministros y demás personal de la Audiencia.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 95

más importante para el Estado español, pues en el título concedido a Díaz


de Saravia en 14 de noviembre de 1786, Carlos III le ordenaba: …“acusar y
defender todos y cualquiera causas pertenecientes a mi servicio y Patrimo-
nio Real y a la ejecución de mi justicia y acrecentamiento de mis Rentas,
según lo hacen y deben hacer los otros fiscales civiles y criminales de mis
audiencias de estos Reinos y de los de las Indias”…110 En 1798, en razón
del incremento de los asuntos atendidos por el fiscal de lo civil y criminal, se
creó el cargo de fiscal de la Real Hacienda, designándose a Francisco de Berrío
y Guzmán. Poco antes de iniciar sus gestiones el tribunal, fue concedido el
título de relator a Alfonso Francisco de la Vallina, quien practicaba la aboga-
cía en los Consejos Reales. El cargo de canciller fue asignado al americano
Carlos Machado. El de escribano recayó, en con carácter de interinato, en
la persona de Juan Domingo Fernández. Como abogado de los pobres se
nombró a Nicolás García.

Entrada del Sello Real y ceremonia de instalación del tribunal

Por Real Orden de 16 de octubre de 1786, el rey notificaba a los


ministros nombrados para Caracas que, a fin de que no se dilatara el
establecimiento de la nueva Audiencia, había ordenado al Consejo de Indias
que se “habriese y remitiera” a la brevedad posible el “Sello de mis Reales
Armas que debe servir en ella para el despacho de los títulos y provisiones
que librare”. Cumplida esa orden, el 8 de diciembre de ese año, el monarca
notificaba a los ministros que dicho Sello estaba listo y que lo remitía para
que fuera entregado al canciller y registrador designado al efecto.111 El fiscal
Julián Díaz de Saravia dio respuesta a esa notificación, seis meses después,
indicando que procedería a organizar el solemne recibimiento del Real Sello,
en un todo de acuerdo con lo establecido en las leyes de los reinos de indias
al respecto, y que haría entrega del mismo a quien se designara como canciller
interino.112 Como señalamos, correspondió al oidor Juan Nepomuceno de
Pedrosa traer el sello real, el cual fue recibido por el canciller interino José

110 Ibid.: Título de fiscal civil y criminal de Julián Díaz de Saravia (San Lorenzo, 14 de noviembre de
1786).
111 A.G.I. Caracas, 302-Nº 21: Real Cédula a la Audiencia de Caracas participándole el envío del Real
Sello y decisiones de los ministros sobre su recibimiento (Madrid, 8 de diciembre de 1786).
112 Ibid.: Representación del fiscal Julián Díaz de Saravia (Caracas, 12 de junio de 1787).
96 Alí Enrique López Bohórquez

Antonio de Vidaondo, contador principal del Ejército y Hacienda. El 26 de


junio de 1787 se produjo el primer acuerdo de los ministros con el presidente-
gobernador, aprobándose la determinación del fiscal y señalando el recorrido
que debía seguir la traída del sello desde el Puerto de La Guaira hasta la ciudad
capital, exigiendo también a los vecinos la colaboración para el aseo de las
calles y la iluminación correspondiente la noche del día de su recibo y entrada
solemne.113 Un nuevo acuerdo tendría lugar el 17 de julio, mediante el cual
reglamentaba el ceremonial que debía seguirse para la conducción del Sello
hasta la casa que serviría de aposento al Tribunal.114 El 19 de julio de 1787 se
efectuó el acto de recibimiento del Real Sello; cumplido el boato establecido
y realizado el Te Deum correspondiente, el presidente, los oidores, el fiscal,
y demás personal subalterno, pasaron a la Sala de la Audiencia para abrir en
nombre del rey el despacho público de los negocios de justicia.
Inmediatamente, los ministros y el presidente procedieron a informar
al rey sobre todo lo actuado en ese día, dando cuenta detallada de cómo tuvo
lugar el recibimiento del sello, la participación de los distintos funcionarios y
sectores de la sociedad caraqueña, y los convites de “refresco, música y baile”
organizados por distintas personalidades y autoridades de la ciudad. Este
extenso informe contiene un conjunto de consideraciones e informaciones que
evidencian la importancia que la sociedad en general confirió no solamente a
la ceremonia que se realizaba para la recepción del real sello, sino también al
inicio de las actividades de la magistratura caraqueña. Los ministros señalaron
que “desde que se extendió por esta ciudad y provincias dilatadas, la noticia

113 Ibid.: acuerdo de la Real Audiencia de Caracas (Caracas, 26 de junio de 1787).


114 …“acordaron que al tiempo de apearse todos, reciban los Sres. presidente y regente en una bandeja
el cofre en que ha de venir cerrado, y al mismo tiempo, los rexidores de esta Muy Ilustre Ciudad
tomen las varas del palio que estará prevenido en la inmediación de la puerta, y seguirán las dos
filas de todo el acompañamiento que marcharán hasta quedar formados en la Sala principal y allí
pararán, dejando hueco para que pase el Sello Real y oidores a ocupar el frente de su sillas donde
se mantendrán en pie interin llega sin dilación el canciller al medio de la mesa. Entonces, abrirá
el Sr. presidente la Caja del Sello Real, hará el canciller una reverencia profunda, cerrará él mismo
la caja en señal de que se da por entregado, se cubrirá quedando todos descubiertos, saldrán
incontinenti los señores Presidentes, regente y oidores moviéndose al propio tiempo las filas del
acompañamiento, a quien seguirán dichos señores y, en medio de los dos últimos, el canciller, y
palio en cuya forma irán todos hasta el aposento destinado para depocitar el Sello Real, luego,
que lo esté, y el canciller haya recoxido la llave, hará cortesía a la Audiencia y acompañamiento
con el sombrero en la mano, y retirado el Palio volverán todos a la sala mencionada, dejarán paso
a los Sres. presidente, regente y oidores que ocuparan sus sillas e inmediatamente se abrirá el
Despacho público del Tribunal, retirándose todas las personas del acompañamiento que quieran
hacerlo”… Ibid
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 97

que tanto deseaban de haberse dignado V.M. crear una Real Audiencia en
ella notó su gobernador y capitán general, D. Juan Guillelmi, el profundo
reconocimiento de todas las clases de vasallos, a la Piedad soberana por
una merced de tan graves e importantes consecuencias, y empezó a tomar
providencias eficaces para proporcionar que se experimentasen cuanto
antes”…
Distintos sectores de la sociedad colonial vecina de Caracas también
reaccionaron favorablemente a la invitación de los magistrados, quienes
indicaron en el informe que “a proporción que se divulgaba el señalamiento,
por todas partes crecieron las demostraciones de júbilo, y desde largas
distancias venían a esta capital numerosas tropas de gentes ansiosas de
competir en la forma posible con los habitadores de ella, en aplauso de la
Real Persona y nombre de V.M.” De igual manera lo hicieron miembros de la
iglesia, pues “el reverendo obispo, el Venerable Deán y Cabildo de esta Santa
Iglesia, todo el Clero secular y las casas Religiosas que a nadie ceden en el
amor y celo, a cuanto pueda ser del Real agrado de V.M., se habían preparado
para dar por su parte señaladas demostraciones de júbilo común a todos”. Al
anochecer del día 18 (se iluminaron como de un golpe) todas las calles de
esta grande ciudad y varias torres, señalándose entre todas, con ostentación
brillante la de la Iglesia Cathedral que hizo la señal con un repique general,
a que correspondieron las demás. La confluencia de gentes por las calles,
casi toda la noche, y la alegría que manifestaban en expresiones humildes
de gratitud a V.M., excedieron a lo que se puede ponderar.
Al amanecer del día diez y nueve se depositó el Sello Real fuera
de la ciudad en un sitio eminente, en una tienda de damascos de seda,
custodiada de una partida de Granaderos. Entonces se dio inicio a los
actos a las ocho de la mañana, concurriendo el presidente y ministros de
Real Audiencia a la Sala de su acuerdo. De allí pasaron a su capilla, que
dos días antes había bendecido el obispo Mariano Martí, a asistir a la misa
convocada al efecto. Concluido ésta, inmediatamente después comenzó el
desfile correspondiente, encabezado por …“cuatro soldados de a caballo,
ceñidas las espadas; seguían los ministros, subalternos del Tribunal y los de
la ciudad; iban inmediatamente los sujetos de primera distinción y calidad
en caballos con jaeces primorosos; seguían la ciudad, bajo de masas, y con
igual ornato y brillantes; después iban los ministros de Real Hacienda y
Contaduría de Cuentas, y últimamente los de la Real Audiencia en toda
ceremonia, cerrando las dos líneas el presidente y el decano regente de
98 Alí Enrique López Bohórquez

ella”. Todo este séquito se dirigió hasta el lugar en que estaba depositado
el Sello Real, el cual –depositado en un cofre de terciopelo– con profunda
reverencia fue tomado por el presidente-gobernador Juan de Guillelmi
y el decano regente Antonio López de Quintana y colocado …”sobre la
almohada y caballo que había hecho llevar el presidente, con aderezo y ornato
sobresaliente; entregáronse los dos cordones del mismo caballo a el alcalde
ordinario de primero voto, don Lorenzo de Ponte, y al regidor decano, D.
Esteban de Otamendi”… La marcha continuó cubriendo la retaguardia
una compañía de Caballería y por los balcones, ventanas y tablados que se
habían levantado y adornado en las bocas calles, y aun por las alturas de las
casas, resonaban las aclamaciones continuadas: “Viva el rey Nro. Señor”:
entre ellas, y la armonía de la música militar, llegó el Sello Real a la puerta del
Palacio de V.M”…
Allí, las autoridades de la Audiencia volvieron a tomar el cofre
que guardaba el Sello Real, colocándolo en la mesa y sobre la almohada
prevenida; …“se pusieron con los oidores y fiscal en pie delante de sus
asientos, se presentó al propio tiempo al frente medio el canciller, abrió el
presidente el cofre y caja del Sello Real para manifestársele y hacerle entrega.
En el mismo instante de la manifestación le hizo el canciller profunda
reverencia, cerró por su mano el cofre(…), le tomó, entró debajo del palio
y partieron delante las filas a la pieza destinada para su custodia (…) Luego
que el canciller le puso en el armario, prevenido a este fin, torció la llave y
retirado el palio, hizo cortesía a la Audiencia, ciudad y acompañamiento.
Entonces pasaron el presidente, decano regente, oidores y fiscal a la Sala
de la Audiencia y, a presencia de mucha gente que entró en ella, se abrió en
nombre de “Dios y del rey” el despacho público de los negocios de Justicia.
Luego pasaron todos a la Casa del gobernador Guillelmi, “en donde se
sirvió un exquisito abundante refresco general.” Al anochecer del propio día
19 se iluminaron de nuevo el Palacio Real, las torres y todas las casas de la
ciudad, y se había en diversas casas “música, refresco y baile”. Por su parte
el canciller José Antonio de Vidaondo interino ofreció abundante y delicado
refresco, exquisito concierto de música y baile (…) y a que concurrieron más
de doscientas personas de ambos sexos”.
Los actos de celebración continuaron el día 20 de julio. Los miembros
de la Audiencia y Ayuntamiento pasaron desde el Palacio a la Iglesia
Catedral, …“en cuya puerta hizo el recibo el Cabildo eclesiástico y, puesto
los dos cuerpos(…)en la capilla mayor a los lados correspondientes, empezó
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 99

la misa que celebró de Pontifical este Rdo. obispo, que ha promovido a todo
esfuerzo con la magnificencia de altar y coro, en cuanto alcanzan las fuerzas
de los hombres y se debe al Augusto sacrificio. A corto intervalo, después de
concluida la misa, se puso de manifiesto el Señor Sacramentado y se entonó
el Te Deum que prosiguió la música de la Iglesia, difundiendo sus afectos
por el innumerable concurso que se oprimía en todas las naves del templo”.
Inmediatamente los funcionarios de ambas instituciones hicieron la visita
general de los pobres encarcelados. Por la noche, el alcalde ordinario de
primer voto, don Lorenzo de Ponte, dio “…refresco, música y baile tan
espléndido como el que había dado el canciller, y con igual concurrencia
de todas las primeras clases del pueblo.” Entre tanto, las casas religiosas
en sus templos hicieron “…fervorosos sacrificios y ruegos a Dios por la
vida y salud” del rey Carlos, mientras que la Real Pontificia Universidad
en su capilla y sus aulas organizaron lucidos oficios religiosos y funciones
literarias “…en que la juventud ha desplegado entre las luces de sus talentos
el amor, la veneración y los afectos humildes a la Real Persona de V.M., a
los Príncipes, nuestros Señores y a toda su Real Familia.115

La Casa de la magistratura

Las noticias sobre el sitio elegido para la instalación de la Sala de


la Audiencia de Caracas no son precisas. Existe información dispersa en
diversos documentos, por lo general como parte del problema que existió
en Caracas para la construcción de las Casas Reales. Los historiadores
Héctor Parra Márquez, Carmen Clemente Travieso y el Cronista de la
Ciudad de Caracas José Ernesto Montenegro han registrado en distintos
estudios referencias sobre el lugar donde funcionó el tribunal,116 las cuales
utilizamos para reconstruir las características del mismo. La instalación
del tribunal se hizo en una casa ubicada entre las esquinas de San Jacinto

115 A.G.I. Caracas, 302-Nº 1: La Real Audiencia de Caracas informa al rey sobre el recibimiento del
Real Sello e instalación del Tribunal.
116 Héctor Parra Márquez: Caracas política, intelectual y mundana. Caracas, Archivo General de la Nación,
1966, pp. 11-16; Carmen Clemente Travieso: Las Esquinas de Caracas. México, 1966, pp. 239-241;
y Juan Ernesto Montenegro: Crónicas de Santiago de León de Caracas. Caracas, Instituto Municipal de
Publicaciones, 1997, 447-448. La crónica sobre la Real Audiencia de Caracas también fue incluido
en Escritos Patrimoniales. Caracas, Instituto Municipal de Publicaciones de la Alcaldía de Caracas,
1999, pp. 137-138.
100 Alí Enrique López Bohórquez

y Traposos, al lado norte de la casa natal de Simón Bolívar, donde luego


se construiría en 1960 el actual Museo Bolivariano.117 Carmen Clemente
Travieso dice que esa casa fue construida y dotada por el gobernador Juan
de Guillelmi,118 afirmación que no concuerda con el hecho de que nada
dijo este gobernador al respecto en los informes enviados para participar
sobre los preparativos del recibimiento del real sello y con el contenido
de un memorial del gobernador Pedro Carbonell, en el que se habla de
un arrendamiento, sobre el cual nos referiremos seguidamente. El viajero
francés Francisco Depons contribuye a reforzar esta idea al decir que “los
únicos edificios públicos de Caracas son los dedicados a la religión. El
capitán general, la Real Audiencia, el intendente y todos los Tribunales
ocupan casas alquiladas”…119
Los primeros datos sobre la casa de la Audiencia proceden las
gestiones realizadas por el gobernador y capitán general Pedro Carbonell
para mejorar las instalaciones de las oficinas gubernamentales radicadas en
Caracas. En un memorial dirigido al regente de la Audiencia, Antonio López
de Quintana, del 24 de junio de 1793, en el que consideraba que la capital
de la provincia de Venezuela, en razón de su “extensión, magnificencia y
hermosura” debían existir edificaciones apropiadas para las oficinas públicas,
dado el estado ruinoso de algunas y el espacio insuficiente de otras, por lo
que proponía la demolición de la cárcel y de la casa consistorial ubicadas
frente a la Plaza Mayor, la adquisición de las casas vecinas y los solares
colindantes, para la construcción de un Palacio que albergara la Cárcel
Real, el Ayuntamiento, la Real Audiencia, Real Contaduría, la Gobernación,
habitación de los gobernadores y oficinas para escribanos públicos. El
proyecto del gobernador Carbonell no se puso en práctica, probablemente
por los enfrentamientos que este funcionario tendría, más tarde, con los

117 Allí funcionó durante varios años la tipografía “Casa de Especialidades”, de los señores R. V.
Ortega & y Compañía, y después otros comercios de distinta índole. Para el año de 1887 la casa
permanecía vacía y existió el proyecto de adquirirla para instalar en ella el Poder Judicial. También
la misma idea se dio durante el gobierno de Joaquín Crespo, pero no se llevó a efecto. Este edificio
fue adquirido por el Estado venezolano, construyéndose en su terreno la sede del actual Museo
Bolivariano. Estos datos los extraemos de Héctor Parra Márquez: Ibid. p. 11 y Carmen Clemente
Travieso: Ibid., p. 241.
118 Carmen Clemente Travieso: Ibid., p. 239.
119 Francisco Depons: Viaje a la parte Oriental de Tierra Firme en la América Meridional. Caracas, Banco
Central de Venezuela, 1960, Tomo II, p. 214. Entre las pp. 162-163 se incluye un plano de Caracas
en el que el viajero registra la ubicación de la casa de la Audiencia de Caracas.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 101

ministros de la Audiencia, la carencia de recursos económicos para tal fin


y los sucesos posteriores que convulsionaron la provincia a partir de la
develación de la conspiración de Gual España en julio de 1797.
En lo que a la sede de la Real Audiencia se refiere, Carbonell
señalaba en el mencionado informe que era sumamente alto el canon
de arrendamiento anual que se pagaba (800 pesos), por lo que durante
la gestión del intendente Francisco de Saavedra se había planteado la
necesidad de la construcción de una sede propia del alto tribunal, con lo
cual se harían ahorros apreciables y se evitarían las incomodidades que
sufrían sus magistrados en razón del reducido espacio en que funcionaban.
Lo cierto es que para la Audiencia nunca hubo otra sede que la utilizada
desde su instalación el 19 de julio de 1797. Otras fuentes refieren que a
la entrada de la casa existía una campana de la cual pendía una cadena
de hierro, a fin de que el perseguido por las justicias ordinarias u otras
autoridades quedara bajo el amparo provisional de los jueces del tribunal,
quienes inmediatamente iniciaban las averiguaciones del caso. Hasta
donde hemos revisado la documentación sobre la Audiencia, no hemos
encontrado referencia alguna a que dicha campana haya sido utilizada para
tales propósitos.
Héctor Parra Márquez señala que según algunos documentos de la
época, el salón o pieza más importante de la casa que servía de asiento de
la Real Audiencia se destinaba para las sesiones del Tribunal. En el centro
del extremo principal aparecía, sobre una tarima, una mesa y, alrededor de
ella, bajo dosel de seda, las ‘sillas con brazos’ para el regente y los oidores.
En el rincón de la derecha, sobre pedestal de madera, lucía el arca o cofre,
forrado de terciopelo y guarnecido de oro, dentro del cual se guardaba el
Sello Real, símbolo visible de la autoridad del Monarca. A la izquierda se
hallaban dos bancos de madera destinados, como honrosa distinción, a los
miembros del Colegio de Abogados.
En una nota expresa este autor que según consta de Acta del Cabildo
Eclesiástico de Caracas de fecha 7 de julio de 1787, después de conferenciar
el señor obispo y el presidente de la Real Audiencia, se convino en que el
entarimado para colocar las sillas en el Supremo Tribunal se pagase por el
Mayordomo de Fábrica con intervención del señor Deán. Así se hizo y el
102 Alí Enrique López Bohórquez

costo de cien pesos, incluidos allí unos trabajos efectuados en la calle de


los Peregrinos.120
Agrega Parra Márquez que los representantes de las partes, no
miembros del referido Colegio, y el público en general se sentaban en
simples bancos de madera, colocados en hileras horizontales en el medio
de la sala. Si a todo ello agregamos las mesas, las alacenas y las sillas que
había en las demás piezas del edificio, donde funcionaban la Secretaría y
otras dependencias, tendremos una idea del modesto mobiliario de la Real
Audiencia de Caracas.121

La Audiencia de Caracas como ejemplo de reorganización


judicial borbónica: nombramiento de regentes, oidores y fiscales.
Procedimientos empleados para su selección y duración de los
empleos. Formación profesional, experiencia y cultura jurídica de
los ministros

La Audiencia de Caracas ejemplo de la reorganización judicial borbónica: elección


de los ministros y predominio de los españoles

La legislación indiana prohibía la provisión de corregimientos, alcaldías


mayores y otros oficios de administración de justicia en personas naturales
y vecinos de la provincia donde hubiese necesidad de tales oficios, a fin de
evitar parcialidades determinadas por nexos familiares o de amistad.122 Sin
embargo, hubo excepciones y se seleccionaron letrados para ejercer en sus
respectivos lugares de nacimiento. El caso de la Audiencia de Lima evidencia
esa dispensación, llegando incluso los limeños a predominar en la magistratura
en determinados momentos. Los tribunales de Charcas, Chile, Guadalajara,
Quito, Santa Fe y Santo Domingo contaron esporádicamente en sus plantas
con ministros nacidos en sus respectivos distritos, aunque no con la intensidad
manifiesta en Lima, excepción que no llegó a verificarse en Buenos Aires,

120 En efecto, esta información la hemos cotejado en Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio
Cronológico. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1963 (BANH. Fuentes para la Historia
Colonial de Venezuela, 65), Tomo II (1771-1808), p. 160.
121 Héctor Parra Márquez: Caracas política, intelectual y mundana, p. 13.
122 Recopilación .., Libro III, Título II, Ley XIII.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 103

Guatemala, Cuzco y Caracas.123 En varios aspectos la Audiencia de Caracas


caracterizó el proceso de reorganización judicial borbónica a partir de Carlos
III. Representó un ejemplo de la política anti americanista del ministro José de
Gálvez en cuanto a la selección del personal.124 Los magistrados nombrados
representaron una nueva burocracia, comparable con la que había ejercido
en las audiencias indianas antes del reinado de Carlos III, constituida por
hombres desligados socialmente de la nobleza española y americana, versados
en asuntos judiciales por sus experiencias como catedráticos universitarios y
prácticas en otras audiencias, en tribunales menores y asesorías legales, y fueron
recompensados sus servicios con la promoción a cargos o magistraturas
coloniales de mayor prestigio, incluyendo el Consejo de Indias. De la
documentación hasta ahora procesada se desprende que no adquirieron bienes
raíces, no participaron en actividades económicas, ni se casaron en el distrito
audiencial, lo que impidió el desarrollo de nexos locales extremos. Estos
aspectos sirvieron para garantizar el control sobre la Audiencia y su autoridad
en el orden político, pero no impidieron algo generalizado en la administración
de justicia colonial: la corrupción y el desorden que caracterizaron a la Real
Audiencia de Caracas y que conducirían a la visita del ministro Mosquera y
Figueroa a partir de 1804.
La composición de la Audiencia de Caracas, entre 1786 y 1810,
revela las intenciones del Estado español de ejercer autoridad más efectiva
para garantizar su soberanía, a través del nombramiento de ministros
predominantemente peninsulares, de la escasa selección de americanos leales
y de la intransigente actitud de no conceder plazas a abogados nacidos en el
distrito del tribunal.125 Si bien esta era una política generalizada y legalmente
establecida, no fue cumplida estrictamente pues en el periodo que estudiamos
las audiencias de Santo Domingo, Chile, México y Lima contaron en ciertos
momentos con ministros naturales de sus respectivas jurisdicciones; pero en
el caso de Caracas, se hacía necesario aplicarla si se considera que la mayoría

123 M. Burkholder y D. Chandler: From Impotence to Authority…, en los apéndices V, VI y VII recogen
cuantitativamente la composición de las audiencias de acuerdo con el origen y la influencia local
de los ministros de las magistraturas americanas.
124 Aunque Gálvez muere el año de crearse el tribunal caraqueño, su actitud frente a los criollos, y
particularmente contra los naturales del distrito de las respectivas audiencias, sería continuada
por los sucesivos ministros y Consejeros de Carlos IV.
125 Incluimos sólo los nombramientos antes del 19 de abril de 1810, fecha iniciadora de la rebelión
de Caracas y son expulsadas las autoridades españolas. (Véase cuadro 4)
104 Alí Enrique López Bohórquez

de los abogados procedían de las más distinguidas familias de la oligarquía


venezolana. Su nombramiento permitiría, quizá, el desarrollo de una gran
influencia local en perjuicio de los intereses de la monarquía e incentivaría la
actitud oposicionista que dicha oligarquía había manifestado a las autoridades
coloniales a lo largo del siglo XVIII. Dieciséis ministros fueron nombrados
para ejercer en la Audiencia de Caracas desde su fundación en 1786 hasta su
eliminación por la Junta Suprema de aquella ciudad en abril de 1810: Once
españoles, de los cuales dos magistrados no tomaron posesión del cargo por
fallecer antes de llegar a Caracas,126 y cinco americanos, dos de los cuales
no ejercieron antes de 1810 debido al inicio de la guerra de independencia;
otro falleció al año siguiente de haber comenzado sus funciones, de manera
que solamente dos criollos americanos sirvieron en el tribunal caraqueño,127
evidencia inequívoca del marcado predominio de ministros peninsulares
durante el período objeto de este estudio.
El 14 de agosto de 1786 la Cámara del Consejo de Indias128 propuso a
Carlos III la lista de diez candidatos, todos españoles, para las tres plazas de
oidor de la recién creada Audiencia. Resultaron electos como oidor decano
José Patricio de Rivera, natural de Santiago de Cuba y quien no aparecía

126 Antonio López Quintana, Francisco Ignacio Cortines, Juan Nepomuceno de Pedrosa, José
Bernardo de Asteguieta y Sarralde, Miguel Aurioles de la Torre, Felipe Martínez Aragón, Antonio
Julián Álvarez Navarro, Julián Díaz de Saravia, José Gutiérrez del Rivero, Francisco Ignacio Morales
y Diego Romero Montero; los dos últimos fallecieron antes de asumir sus respectivos puestos.
127 Después de la muerte en 1788 de José Patricio de Rivera, natural de Santiago de Cuba, hubo
control total de la institución por parte de los españoles, durante catorce años. En 1798 Francisco
Berrío y Guzmán, nacido en La Habana, fue nombrado para la recién creada Fiscalía de Hacienda,
pero no comenzó a ejercer hasta 1802. El tercer americano en el tribunal fue Joaquín Mosquera y
Figueroa, nativo de Popayán, quien en 1804 viniera a Caracas como regente-visitador. Otros dos
americanos serían nombrados en 1809: el oidor José Francisco Heredia, de Santo Domingo, y el
regente Cecilio Odoardo y Palma, natural de La Habana, quienes por circunstancias personales y
debido al comienzo de la guerra en la provincia de Venezuela no tomaron posesión de sus plazas
sino hasta 1812 y 1816, respectivamente, cuando los dos magistrados americanos hicieron valer
sus títulos.
128 El nombramiento de los ministros por lo general se hacía mediante una consulta de la Cámara del
Consejo de Indias, la cual estudiaba las Relaciones de Mérito y Servicios de los letrados aspirantes
a un cargo en la magistratura colonial, y se presentaba una lista al rey para que escogiera el de su
mayor agrado; algunas veces era designado un ministro que no aparecía nominado, o el monarca
nombraba directamente sin intervención del Consejo a través de un Real Decreto. Durante el
cautiverio de Fernando VII, el Consejo de la regencia se encargó en nombre del Soberano de
seleccionar el personal togado para las audiencias americanas.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 105

entre los letrados propuestos;129 oidor segundo Francisco Ignacio Cortines,


entonces teniente de gobernador y auditor de guerra de la Provincia de
Venezuela;130 y oidor tercero Juan Nepomuceno de Pedrosa.131 En la misma

129 José Patricio de Rivera: nació en la ciudad de Santiago de Cuba en 1763. Estudió en la Universidad
de La Habana, graduándose primero de bachiller en Derecho Civil y Canónico, y luego de licenciado
y doctor en el de Civil. Regentó los Cátedras de Prima y Vísperas de Leyes con carácter ad honorem,
concursando en oposición la Cátedra de Instituta de dicha Universidad en 1765, y ocupando en la
misma los cargos de revisor de archivo y fiscal. Obtuvo licencia para ejercer el título de abogado
de la Audiencia de México en 1758, de la de Santo Domingo en 1759 y de los reales consejos
de Indias y de Castilla en 1760. asesor letrado particular desde 1759 de alcaldes ordinarios, de la
Santa Hermandad del mayordomo de propios, del receptor de penas de cámara, del Tribunal de
Contaduría mayor de cuentas, del jefe de escuadra, del teniente del rey, del intendente de ejército
y de los escribanos de gobierno, guerra y hacienda y número, todos ejercidos en lo ciudad de
La Habana. teniente de la Compañía de Estudiantes de la Universidad de La Habana y Capitán
de la misma durante la invasión inglesa a la isla en 1762. Juez general de bienes de difuntos y
procurador general del común en 1768; y asesor general del gobernador y capitán general Antonio
María Bucareli en 1769. fiscal de la Real Hacienda de la Isla de Cuba y ministro honorario de la
Audiencia de Santo Domingo. oidor primero de la Real Audiencia de Caracas en 1786, Falleció
en esta ciudad el 7 de junio de 1788.
130 Francisco Ignacio Cortines: nacido en la ciudad de Sevilla. Realizó estudios en la Universidad de
Sevilla, donde obtuvo los grados de bachiller en Filosofía, Teología y Cánones, y el de doctor en
Sagrados Cánones en 1763. Profesor de las cátedras de Código de Leyes y de la de Vísperas de
Sagrados Cánones de la mencionada Universidad en 1766. presidente de la Academia de Sagrados
Cánones. En 1771 fue recibido para ejercer como abogado de los reales consejos. Ayudante del agente
fiscal del Consejo de Indias (1767-1772), incorporándose el último año al Consejo de Abogados
de la Corte. Individuo de la Real Academia de Letras de Sevilla. Admitido en 1779 como individuo
numerario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. fiscal de las Reales Acequias de Jarana
y Colmenar (España), entre 1774 y 1779. Autor del libro titulado Discurso político sobre el establecimiento
de los hospicios en España y del discurso sobre las Memorias del rey D. Pedro y la reina D. María de Padilla.
Nombrado teniente de gobernador y auditor de guerra de la Provincia de Venezuela en 1779. Electo
oidor segundo de la Real Audiencia de Caracas en 1786. Nuevamente auditor de guerra de Caracas
en calidad de interino por muerte de su titular (1788-1789). Por sus méritos y servicios recibió la
Cruz de la Real Orden de Carlos III en 1794. Juez de bienes de difuntos el mismo año y alcalde
mayor de cuartel de la ciudad de Caracas en 1799. Ascendido a regente de la Audiencia de Quito
en 1801. Falleció en dicha ciudad el 15 de marzo de 1806 y cinco días después. Desconociéndose
su muerte, se le concedió el Título de consejero togado de Indias.
131 Juan Nepomuceno de Pedrosa: nació en la ciudad de Oviedo (España) en 1750. Estudió en la
Universidad de Oviedo, donde recibió los grados de bachiller en Leyes y Cánones en 1771 y 1772.
Profesor de las Cátedras de Prima de Cánones y Foro Competenti en 1774 y en la regencia de
Leyes en 1775 de la mencionada Universidad. Recibido como abogado de los reales consejos en
1776. Fiscal de las rentas reales de la ciudad de Oviedo y Principado de Asturias (1767-1797),
por ausencia y enfermedad de su padre. Electo alcalde mayor de la ciudad de Jaca (Reino de
Aragón), ejerciendo al mismo tiempo, en calidad de interino, las funciones en 1770 de Gobierno
Político. Tomó posesión en 1773 de la vara de alcalde Mayor de la Villa y Partido de Camprodón
(Principado de Cataluña) hasta 1777, cuando fuera electo nuevamente alcalde de la ciudad de Jaca.
Alcalde mayor de la ciudad de Valladolid, el cual se encontraba ejerciendo cuando se le concedió
el título de oidor tercero de la Audiencia de Caracas en el año de 1786. Durante sus once años
en Caracas ejerció en el Juzgado de Provincia, el Juzgado del Diezmo, la Junta de Almonedas de
106 Alí Enrique López Bohórquez

fecha se realizó la consulta para el cargo de regente, para el cual fueron


sugeridos cuatro juristas españoles, siendo designado el español Antonio
López Quintana, quien no fuera propuesto por el Consejo de Indias.132 Para
fiscal de lo civil y criminal, Carlos III nombró directamente al español Julián
Díaz de Saravia, quien ejercía entonces la fiscalía de la Audiencia de Santo
Domingo.133 Expedidos los respectivos títulos en octubre de 1786, los cinco
ministros presentaron al año siguiente sus credenciales y se juramentaron
ante el gobernador y capitán general de Venezuela Juan Guillelmi,
instalándose definitivamente el tribunal el 19 de julio de 1787.134

la Real Hacienda, la Junta de Monte Pío de la Audiencia, la Junta de Apelaciones del Tribunal
de Cuentas y la Junta del Sínodo Diocesano. Desempeñó el cargo de juez general de bienes de
difuntos en 1790-1792 y 1796-1798. Falleció en Caracas en este último año.
132 Antonio López de Quintana: nacido en Orzales (España) en 1741. Realizó estudios de Filosofía
en el Colegio de Nuestra Señora de la Concepción de Huérfanos de la Universidad de Salamanca,
culminando los cursos en 1755. Estudió Leyes y Sagrados Cánones en la mencionada universidad,
obteniendo el grado de licenciado (1757-1761) y ejerciendo interinamente la cátedra Prima de
Leyes, admitido como miembro del Colegio de Abogados de las Islas Canarias en 1769 y en el
de la Corte en 1772, recibiendo el título de abogado de los reales consejos en 1774. Actuó como
ministro honorario y fiscal interino de la Audiencia de dichas Islas. Nombrado fiscal de lo Criminal
de la Real Audiencia de Guadalajara en 1779, cargo que ejercería más tarde, pues en agosto del
mismo año fue electo para fiscal de la Audiencia de la Contratación de Sevilla, hasta mayo de
1783, cuando pasó a ejercer su empleo en Guadalajara. Se le confirió la plaza de oidor-decano-
regente de la Audiencia de Caracas en 1786, caballero de la Real Orden de Carlos III en 1790.
En el mismo año fue nombrado primer director de la Academia de Derecho Español y Público
y profesor de la Cátedra de Derecho Público. intendente interino de Caracas entre 1791 y 1795.
Nombrado consejero honorario de Indias en 1798. Electo regente de la Audiencia de Santa Fe
en 1804, cargo que no desempeñó pues permaneció en Caracas hasta la culminación de la visita
de Joaquín Mosquera. Restituido a su empleo de regente de Caracas en 1806, por resolución del
Consejo de Indias. Permaneció en esta ciudad hasta 1809, cuando pasó a España a ocupar el
cargo de consejero togado de Indias, concedido en 1805, el cual ejerció hasta 1814.
133 Julián Díaz de Saravia: nació en la Villa de Villacargo (España) en 1737. Estudió Filosofía en el
Convento de San Pablo de la ciudad de Burgos. Se graduó de bachiller en Sagrados Cánones en
la Universidad de Osuna en 1731 y de licenciado en la Facultad de Cánones de la Universidad de
Valladolid en 1770. Recibido de abogado de la Real Chancillería de Valladolid en 1771, ejerciendo
a partir del mismo año el cargo de teniente de corregidor de las siete Merindades de Castilla.
Nombrado fiscal de lo civil y criminal de la Audiencia de Santo Domingo en 1780, pasando a
ejercer el mismo empleo al establecerse la Audiencia de Caracas en 1786. Creada en 1796 una
segunda fiscalía en este tribunal con destino a los negocios de Real hacienda, se encargó de la
misma hasta la designación de su titular. El 30 de diciembre de 1797 falleció en Caracas.
134 A.G.I. Caracas, 288-Nº 72: Expediente sobre el establecimiento de la Audiencia de Caracas, en el
que se incluyen las Consultas de la Cámara del Consejo de Indias del 14 de agosto de 1786 para
la selección del personal.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 107

El 7 de junio de 1788 falleció el oidor decano José Patricio de Rivera


y, en consulta del 27 de octubre del mismo año, el Consejo de Indias
propuso a Carlos IV los nombres de cinco peninsulares y un americano,
escogiendo el monarca a José Bernardo Asteguieta y Sarralde, nacido en
la provincia española de Alaba; había sido electo oidor de la Audiencia de
Manila, pero suprimida dicha plaza por el Reglamento del 27 de marzo de
1788 tuvo la primera opción en el cargo vacante en Caracas; se le expidió
el correspondiente título el 13 de diciembre de 1788, incorporándose a
su empleo en abril del año siguiente.135 Debemos señalar que al tenerse
conocimiento de la plaza vacante, ochenta y dos profesionales del derecho
acudieron a solicitar el cargo, de los cuales sesenta y cuatro eran peninsulares
y dieciocho americanos; ninguno nacido en el distrito de la Audiencia. Dos
de los españoles aspirantes residían en la provincia de Venezuela: Antonio
Fernández de León –futuro marqués de Casa León– y Rafael alcalde,
entonces asesor de la Intendencia.136
En 1797, en razón del considerable aumento de los asuntos civiles
y criminales, de protectoría de indios y de la real hacienda, lo cual hacía
muy difícil el trabajo de un solo fiscal, Carlos IV resolvió crear una segunda
fiscalía destinada exclusivamente a los negocios de la Real Hacienda.137
Varios pretendientes solicitaron la recién creada plaza; muchos de ellos con
recomendaciones para un puesto en Caracas y con consultas anteriores para
cargos en América, y algunos residentes en la provincia de Venezuela.138

135 A.G.I. Caracas, 14: consulta de la Cámara de Indias del 27 de octubre de 1788 para proveer la plaza de
oidor vacante por la muerte de José Patricio de Rivera. José Bernardo de Asteguieta y Sarralde: nació
en Foronda (España) en 1747. Estudió en las Universidades de Granada y Orihuela; obtuvo el grado
de doctor en esta última. Nombrado oidor de la Audiencia de Manila en marzo de 1788, cargo que no
asumió pues en octubre del mismo año fue elegido para oidor de Caracas, plaza vacante por fallecimiento
de José Patricio de Rivera. En 1792-1794 y 1798-1800 ejerció como Juez general de bienes de difuntos.
fiscal interino de Caracas en 1795, por enfermedad del propietario Julián Díaz de Saravia. Se le concedió
en recompensa a sus méritos y servicios el título de caballero de la Real Orden Española de Carlos III
en 1803. Ascendido a regente de la Audiencia de Guatemala en 1806, pero permaneció en Caracas con
permiso real hasta 1809 trabajando en la visita que realizaba, desde 1804, Joaquín Mosquera. Jubilado
como ministro en 1810.
136 A.G.I. Caracas, 299: lista de los sujetos que han acudido a solicitar una plaza vacante de oidor de
la Audiencia de Caracas.
137 A.G.I. Caracas, 382: dictamen del Consejo de Indias para la creación de la fiscalía de Real Hacienda
(Madrid, 14 de septiembre 1797).
138 Los pretendientes que residían en la provincia de Venezuela fueron: Baltazar Padrón, quien era
administrador general de rentas de tabaco y naipes de Caracas y había sido promotor fiscal de la
108 Alí Enrique López Bohórquez

Ninguno de estos letrados fue consultado en enero de 1798 por la Cámara


de Indias, la cual presentó al rey varias ternas integradas por cinco españoles
y tres americanos, concediéndose el título de fiscal de Real Hacienda a
Francisco de Berrío y Guzmán, natural de La Habana, quien venía ejerciendo
el mismo cargo sin gratificación alguna en la Audiencia de Santa Fe;139 no
ocuparía su cargo hasta 1802.140 Cabe señalar que en esta consulta aparecía el
nombre de Rafael Manzanos, probablemente el único venezolano postulado
para una plaza en la Audiencia de Caracas.141
La fiscalía de lo civil y criminal quedó vacante en diciembre de
1797 por fallecimiento de su titular Julián Díaz de Saravia. El Consejo de
Indias propuso a Carlos IV, en junio de 1798, la lista de nueve letrados
consultados para la plaza disponible: ocho peninsulares y un criollo,

Real Hacienda de Maracaibo; Juan Jurado de Lainez, vivía en Caracas con su familia sin ocupación
alguna y cobrando un sueldo, después de la pérdida de la isla de Trinidad, donde había sido auditor
de guerra y asesor de la Real Hacienda; y Francisco García Quintana, agente fiscal de lo civil y
criminal de la Audiencia de Caracas y promotor fiscal de la renta de correos de Venezuela.
139 A.G.I. Caracas, 16: consulta de la Cámara de Indias del 14 de enero de 1798. Burkholder y
Chandler señalan que Francisco Berrío era natural de Santa Fe, y García Chuecos dice que
había nacido en Quito, pero en su “Relación de Méritos y Servicios” se señala que nació en La
Habana. Probablemente la confusión se debe a que su familia era de la Nueva Granada y allí fue
a vivir desde niño o porque residía en Quito cuando fue nombrado para Caracas; From Impotence
to Authority…, p. 191 y Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana. Caracas,
Imprenta Nacional/Archivo General de la Nación, 1973 [Edición facsimilar de la edición de
Caracas, Tipografía Americana, 1937-1938], Volumen II, p. 13.
140 Francisco de Berrío y Guzmán: nacido en La Habana en 1746. Estudió Filosofía y Jurisprudencia
con beca del Real Colegio de San Bartolomé, en la ciudad de Santa Fe (Nueva Granada). Recibió
el grado de doctor en Leyes en la Universidad Regia de Santo Tomás de la mencionada ciudad
en 1770. Corregidor de letras del Partido de Pileta en 1774, abogado de la Real Audiencia de
Santa Fe y procurador general de menores y de pobres del Cabildo de Cartagena en 1775. síndico
procurador general del mismo Ayuntamiento en 1780. fiscal de la Real Hacienda. Auditor de
marina y juez de tierras de Cartagena en calidad de interino en 1783. Electo alcalde Ordinario
de primer voto de la ciudad de Cartagena en 1784. Secretario de cartas del arzobispo-virrey de
Santa Fe Antonio caballero en 1785. Designado gobernador justicia mayor de la provincia de
Neiva 1786-1788 y juez subdelegado de rentas reales de la misma en l787. Nombrado en 1798
para la recién creada plaza de fiscal de la Real Hacienda de la Audiencia de Caracas. Se plegó al
movimiento independentista, siendo designado en 1810 por la Junta Suprema de Caracas intendente
de Ejército y Real Hacienda.
141 Rafael Manzanos era natural de la ciudad de Maracaibo; para la fecha en que fue consultado
contaba con la edad de 61 años. Estudió en España y obtuvo en la Universidad de Granada los
grados de bachiller en Filosofía, Leyes y Cánones; académico honorario de las Buenas Letras
de Sevilla, abogado de los reales consejos y de la Audiencia de Caracas; en 1772 fue nombrado
juez de residencia de la provincia de Maracaibo y Consultor del Santo Oficio de la Inquisición
de Cartagena.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 109

resultando seleccionado el español Francisco Morales y Gabaldón,142 quien


no llegó a desempeñar su empleo pues murió antes de embarcar para la
ciudad de Caracas;143 por lo que el monarca nombró a Diego Romero y
Montero por Real Decreto del 16 de noviembre de 1800, ministro español
que muriera en el viaje.144 Desde la muerte del fiscal Díaz de Saravia
desempeñó interinamente el cargo durante cinco años, por nombramiento
del presidente-gobernador y aprobación de la Audiencia, el español
Francisco García de Quintana. Este venía ejerciendo desde 1787 como
agente fiscal de lo civil, criminal y de Real Hacienda en estrecha colaboración
con el fiscal Díaz145 y supliéndolo varias veces por enfermedad. Sirvió

142 A.G.I. Caracas, 16: consulta de la Cámara de Indias del 14 de junio de 1798.
143 Francisco Morales falleció en octubre de 1800 debido a la peste que azotaba Puerto Real, a donde
se había trasladado el oidor para embarcarse con destino a Caracas. En dos oportunidades había
tratado de hacerlo, pero la epidemia y la guerra lo impidieron. Morales solicitó al rey, repetidamente,
el auxilio correspondiente para su subsistencia en el puerto, por lo que se le comisionó para el
conocimiento del expolio de bienes del recién nombrado obispo de Maracaibo, Antonio de
Espinoza, quien falleciera en aquel lugar. Finalmente, un hermano del oidor notificó al Consejo
de Indias de su muerte, solicitando se le cancelaran los dos años de sueldo desde la fecha de su
nombramiento para cubrir las deudas y gastos de sepultura. A.G.I. Caracas, 165: Título de fiscal
de lo civil y criminal (San Lorenzo, 14 de noviembre de 1798); y Caracas, 378: Cartas de Francisco
Morales y Gabaldón al Consejo de Indias del 24 de septiembre y 10 de octubre de 1800.
144 A.G.I. Caracas, 165: Título de fiscal de lo civil y criminal de Diego Romero y Montero (San
Lorenzo, 1 de diciembre de 1800).
145 Francisco García de Quintana fue el español residente en Caracas que más insistió en ejercer en
su Audiencia. En 1793 solicitó los honores de oidor; en 1798 fue consultado para la fiscalía de la
Real Hacienda y en noviembre del mismo año pidió la concesión de una plaza en cualquiera de las
audiencias americanas. En 1799 consultado para el puesto vacante de oidor y en 1802 candidato
de la consulta para la fiscalía de lo civil y criminal. Su residencia y relaciones en la provincia desde
1779 sin duda interfirieron en su nombramiento como ministro de planta del tribunal caraqueño.
Sirvió en la administración general de correos de Caracas como protector fiscal durante doce años,
sin sueldo y gratificación alguna. Entre 1783 y 1787 ejerció la Protectoría General de Indios de
Venezuela hasta la creación de la Audiencia, pasando a desempeñar en ella el empleo de agente
fiscal. En varias oportunidades fue miembro del Cabildo. Tuvo participación activa en el proceso
contra la conspiración de Gual y España, mereciendo la recomendación del gobernador y de la
propia Audiencia para ser colocado en la magistratura indiana. A pesar de todos estos méritos de
servicio y de haber servido interinamente la fiscalía de lo civil y criminal, desde la muerte de Julián
Díaz de Saravia, no fue escogido para la plaza vacante al fallecer Morales y Romero; tan sólo se le
confirmó como agente fiscal de aquellos ramos y de Real Hacienda en 1803, hasta que finalmente
fue nombrado asesor de la Intendencia de La Habana en 1806 y se le concedió el título de oidor
honorario de Caracas en 1807. A.G.I. Caracas, 327: relación de Méritos y Servicios (4 de diciembre
de 1793); A.G.I. Dirección General del Tesoro, Leg. 188, fol. 752: título de agente fiscal (13 de abril
de 1789), y leg. 188, fol. 293: título de oidor honorario (1 de julio de 1807); en adelante Dir. Gen.
Tes.; A.G.N. Caracas). ayuntamientos, Tomo XXIII, Fol. 1: Elección del alcalde Ordinario de Caracas
(1 de enero de 1798); Reales Provisiones, Tomo XXXVIII, Fol. 103: creación de la plaza de agente
fiscal de la Real Hacienda (18 de mayo de 1803).
110 Alí Enrique López Bohórquez

como interino hasta la llegada del nuevo fiscal.146 La Cámara de Indias


propuso candidatos para la plaza vacante desde 1797 y, el 9 de abril de
1802, presentó al rey ocho peninsulares y seis americanos, resultando con
nombramiento el español José Gutiérrez del Rivero, quien no aparecía en la
consulta. Aunque se le expidió el correspondiente título en mayo de 1802,
no se incorporó a sus funciones hasta enero del año siguiente.147 En 1799
falleció, también, el oidor Juan Nepomuceno de Pedrosa y el Consejo de
Indias presentó al monarca dieciséis pretendientes, de ellos sólo tres eran
americanos. Se eligió al peninsular Miguel Aurioles de la Torre, quien no
aparecía en la lista de los letrados propuestos para el cargo. Aurioles tuvo
muchos inconvenientes para embarcar hacia Caracas, por lo cual no tomaría
posesión del empleo hasta julio de l802.148 Por ascenso del oidor Francisco
Ignacio Cortines a la regencia de la Audiencia de Quito entró a servir en la
de Caracas Felipe Martínez y Aragón, natural del obispado de Málaga. Se

146 Héctor García Chuecos señala que, en agosto de 1802, Francisco García de Quintana marchó
a España y dejó encargado del empleo de fiscal en interinato a Bartolomé Ascanio y luego, en
suplencia de éste, a Felipe Fermín Paúl, ambos abogados venezolanos, y que al año siguiente
asumió García el cargo. Dudamos de esto, pues el fiscal interino no estaba facultado para dejar
a otra persona encargada de la fiscalía, lo cual correspondía al gobernador-presidente o a la
propia Audiencia a través de una Real Provisión, que hasta la fecha no hemos localizado. Lo que
sí pueden haber ejercido aquellos abogados fue la función de agente fiscal, lo que tampoco está
del todo comprobado documentalmente. Estudios de Historia…, Tomo II, p. 12.
147 A.G.I. Caracas, 17: consulta de la Cámara de Indias del 9 de abril de 1802. José Gutiérrez del
Rivero: nacido en la ciudad de Terán (España) en 1768. Estudió Filosofía en la Universidad de
Valencia, recibiendo el grado de bachiller en Artes en 1788. En la Universidad de Oñate obtuvo
el título de bachiller en Derecho Civil en 1793 y en la de Valladolid el de bachiller en Derecho
Canónico en 1795. Relator de las salas primera y segunda del Consejo de Castilla y de la sala de
mil quinientos en 1791. Recibido de abogado de los reales consejos en 1797. Nombrado fiscal
civil y criminal de la Audiencia de Caracas en 1802, por fallecimiento de su propietario Diego
Romero y Montero. Depuesto por la Junta de Caracas en abril de 1810 y deportado a Puerto
Rico.
148 A.G.I. Caracas, 16: consulta de la Cámara de Indias del 25 de febrero de 1799. Miguel Aurioles de
la Torre: nacido en la ciudad de Ronda (España) en 1771. Realizó estudios en la Universidad de
Osuna, donde obtuvo en 1790 el grado de bachiller en Derecho Civil, y en la de Sevilla logró el
título de licenciado en Sagrados Cánones. Individuo, secretario y fiscal de las academias de San
Carlos y San Felipe de la ciudad de Sevilla. Individuo, relator, abogado y juez de la Real Academia
de Derecho de Carlos III de Madrid, e individuo de la Real Sociedad Económica de Madrid en
1794. En este año fue recibido de abogado de los reales consejos. Nombrado oidor de la Real
Audiencia de Caracas en 1799, plaza vacante por fallecimiento de Juan Nepomuceno de Pedrosa.
Murió en Caracas el 17 de febrero de 1809.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 111

le expidió el correspondiente título en octubre de aquel año, recibiéndose


ante el tribunal el 9 de abril de 1802.149
Como resultado de las disputas entre el presidente-gobernador
Manuel de Guevara Vasconcelos y el fiscal José Gutiérrez del Rivero, por
denuncias de corrupción en la Audiencia hechas por el mismo fiscal, Carlos
IV decretó el 20 de mayo de 1804 una visita al tribunal de Caracas a cargo del
americano Joaquín Mosquera y Figueroa, oidor de la Audiencia de México,150
quien, además de las funciones de visitador, debía ejercer las de regente.151
Pocos días antes de decretarse la visita, Antonio López Quintana había

149 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2º, Leg. 85, Fol. 145: título de oidor de la Audiencia de Caracas de Felipe
Martínez de Aragón (San Lorenzo, 11 de octubre de 1801). Ha sido infructuosa la localización de
la consulta del 2 de septiembre de 1801 para proveer esta plaza y la del 20 de noviembre de 1805
para otorgar la vacante de oidor por la promoción a Guatemala de Asteguieta y Sarralde, lo cual
nos impide por los momentos estimar el número global de españoles y americanos consultados
para la Audiencia de Caracas entre 1786 y 1810.
150 Joaquín Mosquera y Figueroa: nació en la ciudad de Popayán (Reino de la Nueva Granada) en
1748. Estudió Filosofía, Cánones y Leyes en el Real Colegio Seminario de Nuestra Señora del
Rosario de la ciudad de Santa Fe, donde obtuvo el grado de bachiller en 1765 y el de maestro
de Artes en 1767. doctor en Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Santo Tomás de la
citada ciudad. Regentó las Cátedras de Latinidad, Retórica, Vísperas de Cánones y Decretales del
Real Colegio Seminario, del cual fue incluso vice-rector. Recibido de abogado de la Audiencia
de Santa Fe en 1774, ejerciendo también en el tribunal de Quito. El mismo año fue nombrado
asesor, teniente de gobernador o auditor de guerra de la provincia de Popayán. En 1777 fue electo
promotor fiscal de la Curia Eclesiástica Metropolitana del Virreinato de la Nueva Granada. teniente
de gobernador y auditor de guerra de la provincia de Cartagena de Indias, juez de residencia del
virrey Pedro Mesías de la Cerda; gobernador interino de Popayán en 1778 y de Cartagena en
1782. Seleccionado para Subdelegado de Intendencia de esta última ciudad en 1783. Nombrado
oidor de la Real Audiencia de Santa Fe en 1787 y juez de residencia del arzobispo virrey Antonio
Caballero y Góngora en 1790. El mismo año asumió el cargo de asesor de la Real Hacienda. En
su condición de oidor ejerció la función de juez general de bienes de difuntos entre 1791-1793.
En 1795 fue promovido a la Audiencia de México, con el cargo de alcalde del crimen, ejerciendo
también el empleo de protector de la Real Casa de Recogidas de Santa Magdalena. En 1803
ascendió a oidor del mismo tribunal En. 1804 fue trasladado a Caracas para realizar una visita a la
Real Audiencia con el título de visitador regente interino hasta 1809, cuando fue electo diputado
de las provincias de Venezuela y Vocal de la Junta Suprema de España; representación que no
pudo ejercer por no ser natural de Venezuela. En 1810 se le concedió plaza togada en el Consejo
de Indias y en 1812 fue nombrado como uno de los cinco regentes de España hasta 1813. Llegó
a ejercer la presidencia de la regencia; destituido de esta función permaneció en España. ministro
de la Cámara del Consejo en 1814. Recibió en 1817 la Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel
la Católica por los méritos y servicios al Estado español, tanto en América como en España.
Falleció en Madrid el 29 de mayo de 1830 a la edad de ochenta y dos años.
151 Sobre la visita de Joaquín Mosquera y Figueroa véase Teresa Albornoz de López: La visita de
Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas (1804-1809): Conflictos internos y corrupción
en la Administración de Justicia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1987. (BANH. Fuentes
para la Historia Colonial de Venezuela, 195).
112 Alí Enrique López Bohórquez

sido promovido al mismo empleo en la Audiencia de Santa Fe, cargo que


nunca ejerció pues permaneció en Caracas atento el desarrollo y resultados
de la investigación. Por resolución del Consejo de Indias del 26 de octubre
de 1806 López Quintana fue restituido como regente, hasta que en 1809
marchó a España para ocupar el puesto de ministro togado de Indias que
se le había concedido en 1805.152
El oidor José Bernardo de Asteguieta, en plena ejecución de la visita,
fue ascendido como regente de la Audiencia de Guatemala en 1806. A
causa de ser el ministro más implicado en la corrupción del tribunal debió
permanecer en Caracas, ejerciendo sus funciones, hasta la culminación de
las averiguaciones correspondientes, marchando a Guatemala en 1809.153
Desde 1806 la Audiencia funcionó con cuatro oidores pues, además de
Asteguieta, Martínez y Aurioles, fue nombrado en sustitución del primero
el español Antonio Julián Álvarez, a quien se le confirió el respectivo
título en abril de 1806, presentándose ante la Audiencia en enero del año
siguiente.154 Álvarez ejercería hasta el 19 de abril de 1810 cuando la Junta
Suprema de Caracas le deportó para los Estados Unidos, conjuntamente
con el oidor Felipe Martínez de Aragón y el gobernador Emparan.155

152 A.G.S. Dir. Gen Tes.; Inv. 2º, Leg. 88, Fol. 102: título de regente de la Audiencia de Santa Fe
(Aranjuez, 17 de mayo de 1804); Inv. 13º, Leg. 9, Fol. 36: traslado del título de ministro togado de
Indias (San Ildefonso, 1805); y A.G.I. Indiferente General, 866: Real Decreto nombrándole ministro
togado (Madrid, 1 de mayo de 1805).
153 A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XLI, Fol. 166: Carta del Consejo de Indias (Madrid,
13 de abril de 1807); y reales cédulas, Tomo IX, Fol. 56 (Madrid, 1 de julio de 1807).
154 A.G.S. Dir. Gen. Tes., Inv. 2º, Leg. 90, Fol. 43: copia del Título de oidor de la Audiencia de Caracas
de Antonio Julián Álvarez (Aranjuez, 28 de 1806); y A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo
XLI, Fol. 154: recibimiento en la Audiencia de Caracas (17 de enero de 1807). Antonio Julián
Álvarez Navarro: nacido en la provincia de Gasca (España) en 1777. Estudió en la Universidad
de Salamanca, graduándose de bachiller en Leyes en 1798 y en Cánones en 1800. Individuo de la
Real Academia de Jurisprudencia Teórica-Práctica y de Derecho Real Pragmático de la ciudad de
San Isidro del Real en 1800, a la que asistió hasta 1803 desempeñando en la misma los empleos
de juez secular, revisor, juez eclesiástico y fiscal. Recibido de abogado de los reales consejos en
1804. Nombrado oidor de la Real Audiencia de Caracas en 1806, por ascenso de José Bernardo
de Asteguieta a la regencia de Guatemala. Depuesto en abril de 1810 por la Junta Suprema de
Caracas y deportado junto con otros ministros a los Estados Unidos. La regencia española le
jubiló, pero en 1812 fue designado como oidor de la Audiencia de Puerto Príncipe. Por sus méritos
se le concedió la Cruz de Comendador de la Orden de Isabel la Católica en 1817. Ascendido a
regente de Cuba en 1827. En 1830 le fue conferida la Gran Cruz de la Real Orden Americana de
Isabel la Católica. Ejerció en Puerto Príncipe hasta ser jubilado en 1835.
155 En relación con los sucesos del 19 de abril de 1810 y el destino de los ministros de Caracas,
véanse las versiones del gobernador Vicente Emparan y del intendente Basadre en el 19 de Abril
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 113

La instrucción de la visita indicaba que una de las medidas a tomar


por Mosquera era la de suspender del cargo al fiscal José Gutiérrez del
Rivero y confinarlo a Puerto Cabello156, mientras se hacían las indagatorias
prescritas, encargándose interinamente para lo civil y criminal el fiscal de
Real Hacienda Francisco Berrío. Por motivos de enfermedad, en abril de
1806, Berrío solicitó al gobernador Guevara Vasconcelos un permiso de
tres meses para descansar fuera de Caracas. En su lugar el gobernador
designó interinamente al caraqueño Francisco Espejo.157 Consideramos
conveniente referir brevemente la actuación de este jurista venezolano
en la Audiencia de Caracas, por cuanto sus interinatos se han visto como
un nombramiento oficial,158 y resulta necesario señalar las circunstancias
que indujeron a su escogencia. Desconocemos si el permiso del fiscal
Berrío se extendió por más tiempo y si Espejo permaneció a su lado
colaborando en las dos fiscalías; lo cierto es que la documentación
consultada, correspondiente a los años 1807 y 1808, registra únicamente
la firma de Francisco Berrío, pero ambos aparecen juntos en noviembre de
1808 en la causa seguida contra los mantuanos de Caracas que proyectaban
establecer una Junta Suprema. Tampoco existe nombramiento especial a
favor de Francisco Espejo como fiscal de lo civil y criminal para esa fecha.
El interinato obedeció a su condición de oidor honorario, pues seguía
suspendido su titular José Gutiérrez del Rivero.159 Su actuación al lado del

de 1810. Caracas, Comité de Orígenes de la Emancipación, 1957, y la del teniente de gobernador


y auditor de guerra José Vicente de Anca en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 170
(1960), pp. 236-241.
156 Gutiérrez del Rivero permaneció en Caracas hasta abril de 1810, cuando fuera deportado junto
con su familia a Puerto Rico por la Junta Suprema, conjuntamente con el intendente Vicente
Basadre y el auditor José Vicente de Anca.
157 A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XLI, Fol. 48: Nombramiento de la Real Audiencia
y Real Hacienda para el oidor honorario Francisco Espejo (Caracas, 21 de abril de 1806).
158 Así lo señalan H. García Chuecos: Estudios de Historia…, II, p. 12; H Parra Márquez: Presidentes de
Venezuela. El doctor Francisco Espejo. Ensayo Biográfico. 2ed. Caracas, 1954, pp. 54-55 y Mario Briceño
Perozo en el Introito a Los abogados de la Colonia. Caracas, Archivo General de la Nación, 1965, p.
16. Los autores señalan también a otros abogados venezolanos, como Felipe Fermín Paúl y Juan
Germán Roscio, formando parte de la Audiencia en diversos momentos como oidores y fiscales,
cosa que es incierta. Pueden haber asesorado a los titulares o haber sido agentes fiscales, pero
para estos juristas no conocemos nombramientos por parte del presidente-gobernador o de la
Audiencia.
159 Señala García Chuecos: “Acostumbraban los Reyes en muchas ocasiones premiar los servicios de los
Abogados que, en sus Dominios, habían logrado destacarse no sólo por su ciencia sino por su adhesión a
114 Alí Enrique López Bohórquez

gobernador interino, teniente Juan de Casas y del regente-visitador Joaquín


Mosquera parece ser la razón de su escogencia. De acuerdo con la carta
que enviaran, el 23 de diciembre de 1808, los oidores Felipe Martínez de
Aragón y José Bernardo de Asteguieta, la designación de Espejo obedeció
a la necesidad de que la representación fiscal estuviera a favor de Casas y
de Mosquera, así como para contar con un voto más en el Real acuerdo;
igualmente, señalaron que el nombramiento era ilegal por cuanto el cargo
interinamente debía recaer en el ministro menos antiguo, el entonces oidor
Antonio Julián Álvarez.160
Más parece la elección de Espejo por intereses particulares del
gobernador y del regente-visitador, que por los de recurrir a los servicios
de un experimentado jurista de reconocida lealtad a la monarquía. La
actuación de la Audiencia a partir de noviembre de 1808 fue muy irregular.
Prácticamente funcionaban dos juzgados, pues el regente Mosquera
constituyó un tribunal independiente para la referida conjuración de los
mantuanos de Caracas denominado Sala Extraordinaria de Justicia de
la Real Audiencia, integrado por Juan de Casas, Antonio Julián Álvarez
y Francisco Espejo, excluyéndose a los oidores Martínez de Aragón,
Miguel Aurioles y José Bernardo de Asteguieta.161 Espejo actuó en todo
el proceso contra los implicados, y para el 19 de abril de 1810 todavía aún
servía como fiscal interino de lo civil y criminal, encargado Berrío de la
fiscalía de Real Hacienda. El breve ejercicio de Francisco Espejo, desde
finales de 1808, no desdice nuestro planteamiento sobre exclusión de los

la Corona. Concedíanles, al efecto, honores de oidor en alguna de sus audiencias. El agraciado no entraba a
tomar parte en las actividades del Tribunal, a las que era completamente extraño, pero sí le era permitido, y
en ello estaba precisamente la prerrogativa, asistir en cuerpo con los ministros titulares, y lograr de los propios
honores que a ellos les estaban concedidos”. Relatos y Comentarios…, p. 37. En algunos casos, eran escogidos
para hacer breves interinatos y colaborar con otro ministro en asuntos de gravedad, y este fue el caso de
Francisco Espejo. En 1804 solicitó los honores de oidor de la Audiencia Caracas, la cual acogió la petición
haciendo resaltar su actividad corno relator de la Real Hacienda (1786-1790). Su ejemplar actuación en las
conspiraciones de Gual y España en 1797 y de Maracaibo en 1799, su comprobada eficacia en el ejercicio
de la abogacía y en la directiva del Colegio de abogados de Caracas. A.G.I. Estado 62: relación de Méritos y
Servicios de Francisco Espejo, solicitando los honores de oidor (Caracas, 1 de junio de 1804); A.G.S. Dir. Gen.
Tes., Inv. 2º, Leg. 82, Fol. 260: título oidor honorario de la Audiencia de Caracas de Francisco Espejo (San
Lorenzo, 4 de diciembre de 1804); y A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XL, Fol. 75: Francisco
Espejo, oidor honorario (Caracas, 22 de febrero de 1805).
160 A.G.I. Caracas 171: Carta de los oidores Felipe Martínez de Aragón y José Bernardo de Asteguieta
a la Suprema Junta Central (Caracas, 23 de diciembre de 1808).
161 Ibid.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 115

letrados nacidos en el distrito de la Audiencia de Caracas, sobre todo si


se considera que no fue nombramiento oficial, denotado de ilegalidad y
motivado por intereses particulares de quienes lo designaron.
En febrero de 1809 falleció el oidor Miguel Aurioles de la Torre; la
Junta Central Gubernativa de España e Indias, en nombre de Fernando VII,
por Real Decreto del 15 de octubre, designó a José Francisco Heredia,162
nativo de la isla de Santo Domingo, quien debido a los sucesos de Caracas
no se incorporaría a su puesto hasta octubre de 1812, cuando la Audiencia
se reinstalara en la ciudad de Valencia.163 Por promoción de Antonio López
Quintana al cargo de ministro togado del Consejo de Indias quedó vacante
la plaza de regente, y la Junta Suprema Central nombró por Real Decreto
del 15 de octubre de 1809 al cubano Cecilio Odoardo y Palma.164 Los

162 José Francisco Heredia y Mieses: nació en la ciudad de Santo Domingo en 1776. Realizó estudios
en la Real y Pontificia Universidad de Santo Domingo, obteniendo los grados de bachiller de
Cánones en 1792, el de licenciado en 1793 y de doctor en 1794. En este último año obtuvo
posición en la Cátedra de Vísperas de Cánones en la misma Universidad. Recibido de abogado de
la Real Audiencia de Santo Domingo en 1795, y titulado por el Real Supremo Consejo de Castilla
en 1798, con facultad para ejercer la abogacía en todos los consejos, chancillerías, audiencias y
demás tribunales de España y sus reinos. doctor en Derecho Civil en la citada universidad en
1801, concursando nuevamente para la Cátedra de Prima de Leyes. Nombrado en 1806 asesor
del Gobierno e Intendencia de Pensacola, Florida Occidental. Electo oidor de la Real Audiencia
de Caracas en 1809, plaza vacante por fallecimiento de Miguel Aurioles de la Torre. Debido al
levantamiento de las provincias de Venezuela no tomaría posesión de su cargo hasta octubre de
1812. En 1817 fue trasladado a la Audiencia de México como alcalde del crimen, donde falleció
en 1830.
163 A.G.S. Dir. Gen. Tes., Inv. 2º, Leg. 92, Fol. 95: título de oidor de José (Sevilla, 15 de enero de 1810).
El levantamiento de Caracas retuvo a Heredia en Cuba. El gobernador de la Isla, marqués de
Somoruelos, le encomendó la tarea de trasladarse a Caracas para mediar a favor del sometimiento de
los caraqueños a la autoridad del Consejo de regencia y conceder amnistía en nombre del rey cautivo. En
agosto de 1810 llegó a Coro, y desde allí entró en contacto con las autoridades encargadas de mantener
el régimen español y con los sediciosos de Caracas para hacerles conocer su misión pacificadora, la cual
fracasó por intransigencia del gobernador de Maracaibo Fernando Miyares y, por supuesto, del jefe del
ejército rebelde marqués José Rodríguez del Toro. Derrotado como negociador de una pacificación,
Heredia regresó a comienzos del año siguiente a Santo Domingo, donde permaneció en espera del
desarrollo de los acontecimientos hasta agosto de 1812. Recobrado el poder español en ese año, por
parte de Domingo Monteverde, se trasladó a Valencia para reinstalar la Audiencia, detentando su título
de oidor y el de regente interino por ausencia de su titular Cecilio Odoardo y Palma. Sobre la destacada
actuación de Heredia véase sus Memorias y el excelente ensayo biográfico de Mario Briceño Iragorry.
164 Cecilio Odoardo y Palma: nacido en la ciudad de La Habana en 1741. Estudió en la Universidad
de La Habana, obteniendo los grados de bachiller en Filosofía en 1759 y de Teología en 1760.
La misma Universidad le confirió el título de Cánones en 1765. Recibido de abogado de la Real
Audiencia de Santa Domingo en 1766. licenciado y doctor en Sagrados Cánones en 1768. Auditor
de guerra de Luisiana en 1770 y asesor general de la provincia de Venezuela (1774-1777). Teniente
de gobernador y auditor de guerra interino de la misma gobernación (1777-1779), igualmente
116 Alí Enrique López Bohórquez

acontecimientos del 19 de abril impidieron su venida a Caracas; el 13 de


enero de 1813 su título fue ratificado por la Junta, pero no se reincorporaría
a su plaza basta 1816, después que Fernando VII ordenara en diciembre del
año anterior el restablecimiento de la Audiencia de Caracas.165
Haciendo un balance final puede decirse que, aun cuando tres
americanos actuaron como ministros de Caracas, prevaleció el control
peninsular. El cubano José Patricio de Rivera murió al año de instalarse el
tribunal, lo cual impide apreciar su actuación en favor de los venezolanos.
Francisco Berrío y Guzmán, también de Cuba, fue el único que captó la
necesidad de permanecer al tanto de la problemática de los caraqueños,
participando incluso en las discusiones sobre los sucesos de España
en 1808 e integrándose al movimiento emancipador en 1810, siendo
designado intendente de Ejército y Real Hacienda por la Junta de
Caracas. El neogranadino Joaquín Mosquera y Figueroa asumió posición
intransigente en razón de su comisión como visitador de la Audiencia,
debiendo enfrentar no solamente a los ministros del tribunal sino también
la reacción de los venezolanos y de otros españoles que vieron en su
actuación una actitud exagerada, puesta de manifiesto en las averiguaciones
que siguió en la llamada Conjuración de Caracas de 1808.166
La composición de la magistratura caraqueña para el 19 de abril
de 1810 era predominantemente peninsular. De haberse producido la
incorporación del regente Cecilio Odoardo y del oidor José Francisco
Heredia en 1809, su constitución hubiera sido en favor de una
superioridad de ministros americanos, pues Berrío venía ejerciendo
ambas fiscalías desde 1804 con colaboración en interinato de Francisco
Espejo, pero aquellos dos magistrados no se incorporaron hasta 1812 y
1816, respectivamente. Pudiera verse en esto un cambio en la política de
selección de personal en el caso de Caracas en cuanto al nombramiento
de los ministros, cuando aparecen tres americanos en la planta del tribunal

de la provincia de Cumaná (1779-1803). Electo oidor de la Audiencia de Guadalajara en 1803.


Nombrado regente de Caracas en 1809, plaza vacante por el traslado de Antonio López Quintana
al Consejo de Indias. Debido al levantamiento de Caracas no tomó posesión de su cargo hasta
1816.
165 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2º, Leg. 92, Fol. 28: copia del título de regente de Cecilio Odoardo y
Palma (Sevilla, 27 de octubre de 1809); e Inv. 2º, Leg. 94, Fol. 20 (Sevilla, 13 de enero de 1813).
166 Sobre la actuación de Mosquera en el conocimiento judicial de esta conspiración de la aristocracia
caraqueña véase Conjuración de 1808 en Caracas…, antes citado.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 117

–uno ejerciendo y dos designados–, pero hay que tomar en cuenta la


situación que atravesaba España a partir de la invasión napoleónica de
1808, lo que sin duda obligó a la Junta Central Gubernativa a recurrir
a letrados nacidos en América, de reconocida lealtad a la monarquía y
con experiencia en la magistratura colonial, como fue el caso de Heredia
y Odoardo.167 Los ministros expulsados el 19 de abril de 1810 fueron
sustituidos por españoles, restableciéndose nuevamente el tribunal en
1812 con predominio peninsular.168 El control que durante veintitrés
años tuvieron en la Audiencia los magistrados españoles, la desaprobada
actuación de algunos de ellos y la exclusión de juristas venezolanos, al
lado de los conflictos de la Audiencia con el Ayuntamiento y con el
Real Consulado de Caracas, serían causas justificativas para exaltar los
ánimos de los precursores y líderes de la independencia, en su mayoría
abogados que nacieron y estudiaron en el territorio de la futura República
de Venezuela.

Formación profesional, experiencia y cultura jurídica de los ministros de la


Audiencia

La selección de los ministros para la Real Audiencia de Caracas


se realizó, en buena medida, siguiendo los requisitos mínimos exigidos
por los ministros de Carlos III, Julián de Arriaga y José de Gálvez, en
cuanto al origen social, formación profesional y experiencia judicial.
Estas disposiciones permitieron romper con los mecanismos utilizados
por el gobierno precedente, En relación con la venta de los cargos para
las audiencias indianas, el patronazgo hacia los letrados egresados de los
colegios mayores y de ciertas Universidades, y la influencia de pertenecer

167 Cecilio Odoardo había sido teniente de gobernador y auditor de guerra de Cumaná (1779-1803),
promovido en 1803 al cargo de oidor de la Audiencia de Guadalajara. José Francisco Heredia fue
nombrado en 1806 asesor de la Intendencia de la Florida Occidental y en 1809 ejerció interinamente
el cargo de intendente.
168 Pedro Benito y Vidal, nombrado oidor el 28 de mayo de 1810 en sustitución de Felipe Martínez
de Aragón, promovido como alcalde del crimen de la Audiencia de México. Sebastián de Solís,
designado por Real Decreto del 31 de julio de 1810 para reemplazar al oidor Antonio Julián Álvarez,
trasladado al tribunal de Puerto Príncipe. Solís murió antes de embarcar a Caracas, nombrándose
a Francisco de Paula Vílchez por Real Decreto del 21 de mayo de 1811. Por jubilación de José
Gutiérrez del Rivero. El 28 de mayo de 1810 fue designado José Costa y Gali para la plaza de
fiscal.
118 Alí Enrique López Bohórquez

a la nobleza. Después de 1751 la situación cambió casi totalmente. Como


lo señalan Burkholder y Chandler, la corona española contó a partir
de entonces con una nueva burocracia a través de la cual se pretendió,
además de un control de las magistraturas indianas, fortalecer la autoridad
real169

169 Mark Burkholder y D. Chandler: From Impotence to Authority…, pp. 119-124.


Cuadro 4
Nombramientos, posesión, término, tiempo de servicio y destino de los ministros de Caracas
Tiempo
Ministros Nombramiento Posesión Término Destino
Servicio
Regentes:
Antonio López Quintana 17.10.1786 25.6.1787 1805a 18 Años Asumió el cargo de Consejero de Indias
Joaquín Mosquera y Electo diputado de la Provincia de Venezuela
21.8.1804 7.2.1804 1809 4”
Figueroa ante la Junta Suprema de España. h
b
Cecilio Odoardo y Palma 27.10.1809 1.1816
Oidores:

José Patricio de Rivera 19.10.1786 7.4.1787 7.6.1788 1” Murió en Caracas.


Francisco Ignacio Cortines 19.10.1786 12.4.1787 1801 14 ” Nombrado regente de la Audiencia de Quito.
Juan Nepomuceno Pedrosa 19.10.1786 12.4.1787 1799 12 ” Murió en Caracas.
Nombrado regente en la Audiencia de Gua-
José Bernardo de Asteguieta 13.12.1788 20.4.1789 1809C 20 ”
temala.
Miguel Aurioles de la Torre 19.4.1799 26.6.1802 17.2.1809 7” Murió en Caracas.
Deportado a Filadelfia por la Junta Suprema
Felipe Martínez de Aragón 11.10.1801 9.4.1802 19.4.1810 8”
de Caracas.
Deportado a Filadelfia por la Junta Suprema
Antonio Julián Álvarez 28.4.1806 17.1.1807 19.4.1810 3”
de Caracas.
d
José Francisco Heredia 15.10.1809 10.1812
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela

Fiscales:

Julián Díaz de Saravia 14.11.1786 4.6.1787 30.11.1797 10 ” Murió en Caracas.


Francisco Ignacio Morales 14.11.1798e
Nombrado intendente por la Junta Suprema
Francisco Berrío y Guzmán 17.3.1798 26.7.1802 19.4.1810 8”
de Caracas
Diego Romero y Montero 16.11.1800f Permaneció fiel a la Independencia.
José Gutiérrez del Rivero Deportado a Puerto Rico por la Junta Suprema
119

25.5.1802 1.1803 7.2.1805g 2”


de Caracas.
120 Alí Enrique López Bohórquez

a Había sido nombrado en 1804 regente de la Audiencia de Santa Fe, pero permaneció en Caracas hasta
1809 en espera de los resultados de la visita. Fue restituido a su cargo en la Audiencia de Caracas en
1806, cosa que no realizó pues Mosquera continuó como regente.
c Ascendido a regente de Guatemala en 1806, pero permaneció en Caracas hasta finalización de
visita.
d No tomó posesión de su cargo hasta octubre de 1812.
e Falleció antes de embarcar a Caracas.
f Falleció en viaje a Caracas.
g Suspendido de su cargo en esa fecha por el visitador Mosquera, pero permaneció en Caracas sin
ejercer hasta 1810.
h Cargo que no ejerció por no ser natural de dicha provincia. En 1810 se le concedió plaza de consejero
togado en Indias.

Resulta difícil situar a los ministros de la Audiencia de Caracas


dentro de una escala social, toda vez que se carecen de datos que orienten
hacia un grupo social determinado. El hecho de que estudiaran en colegios
mayores y universidades podría ser elemento de consideración para
situarlos, al menos, dentro de sectores medios con algunas posibilidades
económicas, si se tiene en cuenta que para realizar estudios en estos
centros de enseñanza se requería contar con apreciables rentas. Está claro
que los jueces nombrados para Caracas no pertenecieron a la nobleza;
esto se infiere del hecho de que ninguno de ellos fuera miembro de las
viejas órdenes nobiliarias españolas (Alcántara, Calatrava, Santiago y
Montesa). Tampoco en sus Relaciones de Mérito y Servicio170 se señala
parentesco con algún miembro de dichas órdenes. A lo sumo se indica
que eran “hijodalgo de sangre”, “descendiente de familia noble” o de
“nobles conquistadores y primeros pobladores”, como fue el caso de
José Gutiérrez del Rivero, Joaquín Mosquera y Figueroa, Antonio Julián
Álvarez y José Francisco Heredia. El resto de los magistrados del tribunal
caraqueño no incluyó esos títulos, y caso de haber contado con ellos no
hubieran dudado en referirlos. Algunos de los ministros lograron ascender
a un estatus nobiliario, pero después de haber rendido servicios al Estado,
particularmente a través de la orden civil que Carlos III creó con su
nombre en 1771. Así, se concedió la Cruz de la Real Orden de Carlos

170 Las Relaciones de Méritos y Servicios representan una valiosa fuente para un estudio de esta
naturaleza. En éstas se registran los más variados aspectos del pretendiente a un cargo o ascenso en
la administración, tanto de España como de América. Especie de biografía resumida que permite
apreciar desde el origen familiar, estudios, cargos, obra escrita, etc.; analizadas en conjunto y con
el apoyo de otras fuentes representan el punto de partida para el estudio de la actuación de un
grupo de burócratas, como es el caso de los ministros de la Real Audiencia de Caracas. Apud.
Mark Burkholder: “Relaciones de Méritos y Servicios: A Source for Spanish-American Group
Biography in the Eigteenth Century”, Manuscripta, XXI (1977), pp. 97-104.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 121

III en 1794 a Francisco Ignacio Cortines, así como el título de caballero


a Antonio López Quintana en 1790 y a José Bernardo de Asteguieta en
1803. De igual manera, la Orden Americana de Isabel la Católica fue
utilizada para recompensar los servicios de los magistrados, como sucedió
con Joaquín Mosquera y Figueroa, quien recibió en 1817 la Gran Cruz
de dicha Orden; en la misma fecha se confirió a Antonio Julián Álvarez
la Cruz de Comendador y la Gran Cruz en 1830.
En cuanto a la formación profesional, los ministros de Caracas
realizaron estudios en diversos colegios y universidades de España
y de América. Nueve de ellos obtuvieron el grado de doctor, tres de
licenciado y tres de bachiller, en su mayoría tanto en Derecho Civil como
en Derecho Canónico. Siete de los magistrados llegaron a ejercer como
catedráticos en diferentes universidades y colegios. Si bien seis de los
ministros españoles no tuvieron experiencia previa en la administración
colonial, contaron en su haber trabajos en juzgados y cargos de diversa
índole en España. Casi todos habían practicado la abogacía (excepto
Asteguieta y Martínez); algunos ejercieron en España y América como
jueces de diversos tribunales, mientras que otros ocuparon cargos de
asesorías legales o fueron tenientes de gobernador y auditores de guerra.
De esto puede inferirse que, dada la preparación y experiencia, constituyó
un grupo de profesionales del derecho en condiciones de garantizar una
recta administración de justicia y, sobre todo, una efectiva representación
de la autoridad real. Para que se precisen mejor los aspectos referidos a la
formación profesional, experiencia y cultura jurídica de los ministros de
la Audiencia de Caracas, presentamos a continuación una relación de los
colegios y universidades donde estudiaron, y en las que ejercieron como
catedráticos, recibimiento y ejercicio de la abogacía, y empleos realizados
en España y América antes de Caracas (Véase cuadro 5)171

171 Por efecto del volumen de información y de la diagramación del trabajo, incluimos en esta sección
las referencias documentales de las cuales hemos extraído los datos de cada uno de los ministros
de Caracas.
122 Alí Enrique López Bohórquez

Cuadro 5
Formación profesional, experiencia y cultura jurídica
de los Ministros de la Audiencia de Caracas
172 173 174 175

Universidades y colegios donde estudiaron los ministros


Colegio de Nuestra Señora de Concepción de Huérfanos de
Antonio López Quintana172 Salamanca: bachiller en Filosofía, 1775. Universidad de Sala-
manca: licenciado en Leyes y Sagrados Cánones, 1761.

Universidad de La Habana: bachiller en Filosofía, Teología


José Patricio de Rivera173
y Cánones, doctor en Sagrados Cánones, 1763.

Universidad de Sevilla: bachiller en Filosofía, Teología y


Francisco Ignacio Cortines174
Cánones, y doctor en Sagrados Cánones, 1763.

Universidad de Oviedo: bachiller en Sagrados Cánones,


Juan Nepomuceno de Pedrosa175 1751.
Universidad de Valladolid: licenciado en Cánones, 1770

172 A.G.I. Caracas, 40: relación de los Méritos y Servicios (20.2.1796); Indiferente General, 546: concesión
del título de ministro honorario del Consejo de Indias (5.8.1798). A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 24°, Leg.
186, Fol. 40. título de fiscal de lo Criminal de Guadalajara (5.3.1779); Leg. 187, Fol. 10: título de
regente de Caracas (17.10.86); Inv. 2° Leg, 88, Fol. 102: título de regente de Santa Fe (17.5.1804),
y Héctor García Chuecos: Estudios de Historia.., Tomo II, pp. 10-14.
173 A.G.I. Indiferente General, 1.323: Relación de los Méritos y Servicios (29.10.1771). A.G.S. Dir. Gen.
Tes. Leg. 187, Fol. 219: copia del título de oidor primero de Caracas (17. l0. l780) y Héctor García
Chuecos: Ibid., pp. 8-9.
174 A.G.I. Indiferente General, 869: relación de los Méritos y Ejercicios Literarios (23.5.1794); Charcas,
510: Relación de Méritos (12.1.1775). A.G.S. Dir. Gen, Tes. Inv. 24°, Leg. 185, Fol. 185: copia del
título de teniente de gobernador y auditor de guerra (10.11.1779); Leg. 187, Fol. 136: copia del
título de oidor segundo de Caracas (1610.1786); Inv. 2°, Leg. 85, Fol. 104: traslado del título de
regente de Quito (28.7,1801); Inv. 13°, Leg. 9, Fol. 105, traslado del título de ministro togado del
consejo de Indias (20.5.1806). A.H.N. (Madrid). Estado. Real Orden de Carlos III, Expediente 1.011.
Pruebas de Nobleza (30.3.1794). A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XXV, Fol.
88: juez de Bienes de Difuntos (4.6.1794); ayuntamientos, Tomo XXIV, Fol. 30: alcalde mayor del
Cuartel de la ciudad de Caracas (5.12.1799).
175 Relación de los Méritos y Ejercicios Literarios del licenciado D. Juan Nepomuceno de Pedrosa…”,
reproducida en Boletín del Archivo General de la Nación, 219 (Caracas, 1970), pp. 282-318. A.G.I.
Caracas, 288-N° 72: título de oidor tercero de Caracas (17.10.1786). A.G.S, Dir. Gen. Tes., Leg,
187, Fol, 218: copia del título (19.10.1786). A.G.N. (Caracas) Empleados de la Colonia, Tomo XVII,
Fol. 272 (4.6.1790) y Tomo XXX, Fol. 255 (4.6.1796): nombramiento de juez general de bienes
de difuntos.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 123
176 177 178 179
José Bernardo de Asteguieta
Universidades de Granada y Orihuela: doctor en Leyes.
y Sarralde176

Universidad de Osuna: Derecho Ovil, 1790.


Miguel Aurioles de la Torre
Universidad de Sevilla: Sagrados Cánones.

Universidad de Huesca: bachiller en Leyes, 1799. Universi-


Felipe Martínez de Aragón177 dad de Zaragoza: bachiller en Cánones, 1799: licenciado y
doctor en Cánones, 1799.

Real Colegio de San Bartolomé (Santa Fe de Bogotá): Filo-


Francisco de Berrío y Guzmán178 sofía y Jurisprudencia. Universidad Regia de Santo Tomás
(Santa Fe): doctor en Leyes, 1770.

Francisco Ignacio Morales y Universidad de Granada: bachiller en Derecho Civil; licen-


Gabaldón179 ciado en Leyes y doctor en Derecho Civil, 1787.

Universidad de Valencia: bachiller en Artes, 1788. Universi-


José Gutiérrez del Rivero180 dad de Oñate: bachiller en Derecho Civil, 1793. Universidad
de Valladolid: bachiller en Derecho Canónico, 1795.

176 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Leg. 188, Fol. 894: traslado del título de oidor de Manila (14.5.17881; Leg.
188, Fol. 885: copia del título de oidor de Caracas (13.12.1788); Inv. 2°, Leg. 90, Fol. 47: traslado
del título de regente de Guatemala (3.5.1806). A.G.I. Caracas, 14: consulta de la Cámara de Indias
(27.10.1788). A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XX, Fol. 257 (4.9.1792), Tomo
XXXIV, Fol. 170 (2.6.1798): nombramientos de juez general de bienes de difuntos; Tomo XXVII,
Fol. 86: fiscal interino (7.1.1795); Tomo XLI, Fol. 166: continuación de su empleo en Caracas
(13.4.1807); y reales cédulas, Tomo IX, Fol. 56 (1.7.1807). AH.N. (Madrid). Estado. Real Orden de
Carlos III, Expediente 1.282: Pruebas de Nobleza (2.6.7.1805) Mark Burkholder y D. Chandler:
From Impotence to Authority…, pp. 181, 191, 199 y 209.
177 A.G.I México. 1.644: relación de los Ejercicios Literarios, Grados y Méritos (4.4.1800). A.G.S.
Dir. Gen. Tes. Inv. 2°, Leg. 85, Fol, 145: traslado del título de oidor de Caracas (11.10.18Ol); Inv.
2°, Leg. 93, Fol, 85: traslado del. título del alcalde del crimen de México (13.6.1811); Inv. 2°, lleg.
97, Fol 175: copia del título de oidor de México (23.10.1816). A.G.N. (Caracas) Empleados de la
Colonia, Tomo XXXVIII, Fol. 84: recibimiento en Caracas (9.4.1802) y Héctor García Chuecos:
Estudios de Historia…, Tomo II, p. 16.
178 A.G.I. Lima, 599: relación de los Méritos y Servicios (15.3.1790); Caracas, 16: consulta de la Cámara
de Indias (17.1.1798) y Caracas, 165: título de fiscal de Real Hacienda de Caracas. A.G.S. Dir. Gen.
Tes. Inv 2°, Leg. 82, Fol. 45: traslado del título de fiscal de Caracas (17.3.1798).
179 A.G.I. Lima, 599: Relación de los Ejercicios Literarios, Grados y Méritos (14.11.1793) Caracas, 16:
consulta de la Cámara de Indias (14.6.1798); y Caracas, 165 título de fiscal de lo civil y criminal de
Caracas (14.11.1798) A.G.S Dir. Gen. Tes. Leg. 2°, Leg. 82, Fol. 215: traslado del título (14.11.1798).
124 Alí Enrique López Bohórquez
180 181

Real Colegio Seminario de Santa Fe. bachiller en Filosofía,


181 1765 y Maestro en Artes, 1767. Universidad de Santo
Joaquín Mosquera y Figueroa
Tomás (Santa Fe de Bogotá): doctor en Derecho Civil y
Derecho Canónico.

Universidad de Salamanca: bachiller en Leyes, 1798 y en


Antonio Julián Álvarez Navarro
Cánones, 1800.

Universidad de Santo Domingo: bachiller en Cánones, 1792,


José Francisco Heredia y Mieses.
licenciado, 1793 y doctor en Derecho Civil, 1794.

Universidad de La Habana: bachiller en Filosofía 1759 y en


Cecilio Odoardo y Palma Teología, 1760. Universidad de Santo Domingo: doctor en
Sagrados Cánones, 1765.

Catedráticos de colegios o universidades


Cátedra Prima de Leyes de la Universidad de Salamanca,
Antonio López Quintana
1761.

Cátedra de Instituta, Prima de Leyes y Vísperas (ad honoren)


José Patricio de Rivera
de la Universidad de La Habana, 1765.

Cátedra de Código de Leyes y Vísperas de Sagrados Cánones


Francisco Ignacio Cortines
de la Universidad en Sevilla, 1766.

Cátedras de Prima de Cánones, Foro Competenti y regencia


Juan Nepomuceno de Pedrosa
de Leyes de la Universidad de Oviedo, 1771-1775.

Cátedras de Leyes, Filosofía Moral, Sagrados Cánones,


Francisco Ignacio Morales y
Vísperas de Leyes en el Colegio Imperial de San Miguel,
Gabaldón
1787-1792.

180 AG.I. Santa Fe, 5.13: relación de los Ejercicios Literarios (4.2.180l); Caracas, 165: título de fiscal de
lo civil y criminal de Caracas (21.5.1802). A.GS. Dir Gen, Tes. Inv. 2°, Leg. 86, Fol. 117: traslado
del título (25.5.1802). A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XXXVIII, Fol. 37: título de
fiscal de Caracas (7.1.1803) y Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial, Tomo II. p. 16.
181 A.N.H. (Madrid), Estado, 7.516-N° 2: Relación de los Méritos y Servicios (18.3.1799); Estado,
7,484-N° 11: Expediente de la Gran Cruz de Isabel la Católica (2.12.1817), A.G.S. Dir. Gen, Tes.
Inv, 2°, Leg 71, Fol. 1: traslado del título de oidor de Santa Fe (13.10.1787); Inv 2°, Leg. 79, Fol,
106: traslado del título de alcalde del crimen de México (10.8.1795); Inv, 2°, Leg. 87, Fol, 235:
traslado del título de oidor de México (3.10.1803); Inv. 2°, Leg. 92, Fol. 304: traslado del título
de Consejero de Indias (27.10.1810); Inv. 13, Leg. 9, Fol. 155: traslado del título de ministro del
Consejo de Indias (20.11.1814). José María Restrepo: op cit., pp. 388-393; Arcesio Aragón: Fastos
Payaneses 1636-1936. Bogotá, Imprenta Nacional, 1939, pp. 91-96; y “Un regente de España,
nacido en Popayán”, Revista de Indias, 36 (Madrid, 1949), pp. 307-.314.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 125

Cátedras de Latinidad, Retórica, Vísperas de Cánones y


Joaquín Mosquera y Figueroa Decretales del Real Colegio Seminario de Santa Fe. Ocupó
el cargo de vice-rector.

Cátedra de Vísperas de Cánones y Prima de Leyes de la


José Francisco Heredia y Mieses
Universidad de Santo Domingo, 1794.

182 183 184

Recibimiento y ejercicio de la Abogacía


Recibido de abogado de las Islas Canarias, 1769 y de la
Antonio López Quintana
Corte, 1772. abogado de los reales consejos, 1774.

Título de abogado de la Audiencia de México, 1758; de


José Patricio de Rivera Santo Domingo, 1759; y de los reales consejos de Indias
y de Castilla, 1760.

Abogado de los reales consejos y miembro del Colegio de


Francisco Ignacio Cortines
Abogados de la Corte, 1772.

Julián Díaz de Saravia182 Abogado de la Real Cancillería de Valladolid, 1771.

Francisco de Berrío y Guzmán Abogado de la Real Audiencia de Santa Fe, 1775.

Miguel Aurioles de la Torre183 Abogado de los reales consejos, 1794.

Francisco Ignacio Morales y


Abogado de la Real Chancillería de Granada, 1793.
Gabaldón

Diego Romero y Montero184 Abogado de los reales consejos.

José Gutiérrez del Rivero Abogado de los reales consejos, 1797

Joaquín Mosquera y Figueroa. Abogado de la Audiencia de Santa Fe, 1774

182 A.G.I. Indiferente General. 1507: relación de los Méritos y Ejercicios Literarios (3.5.1779); Caracas,
165: título de fiscal de lo civil y criminal de Caracas (14.11.1786); A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 24°,
Leg. 186, Fol. 246: traslado del título de fiscal de Santo Domingo (31.8.1780), Leg. 187, Fol. 217:
copia del título de fiscal de Caracas (14.11.1786); A.G.N. (Caracas). Empleados de le Colonia, Tomo
XXX, Fol. 174: Designación para la segunda fiscalía (15.3.1796) y Héctor García Chuecos: Estudios
de Historia…, Tomo II, pp. 11-12.
183 AG.I. Caracas, 16: relación de los Ejercicios Literarios, Grados y Méritos (18.6.1795); y consulta
de la Cámara de Indias (25.2.1799); A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2°, Leg. 83, Fol. 100: copia del título
(19.4.1799).
184 AG.I. Caracas, 165: título de fiscal de lo civil y criminal de Caracas (1.12.l800); A.G.S. Dir. Gen.
Tes. Inv. 2°, Leg. 84, Fol. 172: traslado del título (11.2.1800).
126 Alí Enrique López Bohórquez

185 186 187

Antonio Julián Álvarez Navarro185 Abogado de los reales consejos, 1804.

José Francisco Heredia Abogado de la Real Audiencia de Santo Domingo, 1795;


186 con título desde 1798 para ejercer la abogacía en todos los
y Mieses tribunales de España y sus reinos.

Cecilio Odoardo y Palma187 Abogado de la Audiencia de Santo Domingo, 1766.

Ministros que ejercieron en España en Audiencias,


otra magistratura o cargo político
Ministro honorario y fiscal interino de la Audiencia de las
Antonio López Quintana Islas Canarias. fiscal de la Audiencia de la Contratación
de Cádiz, 1779-1783.

Fiscal de las rentas reales de la ciudad de Oviedo y


Principado de Asturias,
Juan Nepomuceno de Pedrosa 1767-1797. alcalde Mayor de las ciudades de Jaca, 1770 y
1777, de la Villa de Camprodón 1773-1777, de Almería,
1780 y de Valladolid, 1786.

Teniente de corregidor de las Siete Merindades del reino


Julián Díaz de Saravia
de Castilla, 1771.

Relator de las Salas Primera y Segunda del Consejo de


José Gutiérrez del. Rivero
Castilla y de la Sala de Mil Quinientos, 1751.

185 A.G.I. Guatemala, 415: relación de Méritos y Ejercicios Literarios (14.3.1804); A.G.S. Dir. Gen.
Tes. Inv. 2°, Leg. 90, Fol. 43: copia del título de oidor de Caracas (24.4.1806); Inv 2°, Leg. 93,
Fol. 323: traslado del título de oidor de Puerto Príncipe (9.6.1812); A.G.N. (Caracas). Empleados
de la Colonia, Tomo XLI, Fol. 134: recibimiento en Caracas (17.7.1807); A.H.N. (Madrid), Estado,
7.488-N° 16: expediente de la Real Orden de Isabel la Católica (18.10.1830); Fernando Armas
Medina: Estudios sobre Historia de América, Sevilla, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1973, pp. 310
y 312.
186 A.G.I. Indiferente General, 1.518: relación de Méritos y Servicios (3.7.1804); Caracas 165: título
de oidor de Caracas (1.1.1810). A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2°. Leg. 92, Fol. 95: traslado del título
(15.1.l810); Inv. 2°, Leg. 98, Fol. 74: copia del título de alcalde del crimen de México (2.6.1817);
José Francisco Heredia: Memorias….; Mario Briceño Iragorry: El regente Heredia o la Piedad Heroica…;
José María Chacón: “Un juez de Indias (Vida Documental de José Francisco Heredia, Boletín de
la Academia de la Historia, CIII (Madrid, 1930), pp. 5-68 y 617-715.
187 A.G.I. México, 1642: relación de los Méritos y Ejercicios Literarios (14.8.1804); también Caracas.
16 (19.8.1797); AGS. Dir. Gen, Tes, Leg. 186, FoI. 69: título de teniente de gobernador y auditor
de guerra de Cumaná (22.11.1779); Inv. 2°, Leg. 87, Fol. 160: título de oidor de Guadalajara
(25.6.1803); Inv. 2°, Leg. 92, Fol. 28: título de regente de Caracas (27.10.1809); Inv. 2°, Leg. 94,
Fol, 20: ratificación del título de regente de Caracas (13.1.1813).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 127

Relator, abogado y juez de la Real Academia de Derecho


Miguel Aurioles de la Torre
de Carlos III, 1794.

Juez secular. Revisor, juez eclesiástico y fiscal de la Real


Antonio Julián Álvarez Navarro Academia de Jurisprudencia Teórico-Práctica y de Derecho
Real Pragmático de San Isidro, 1800-1803.

Ministros en otras Audiencias de América antes de Caracas


Antonio López Quintana Fiscal de Guadalajara, 1783-1786.

Fiscal de lo civil y criminal de Santo Domingo, 1780-


Julián Díaz de Saravia
1786.

Oidor de Santa Fe, 1787-1795. Alcalde del crimen de


Joaquín Mosquera y Figueroa
México, 1795-1803, oidor de México, 1803.

Cecilio Odoardo y Palma Oidor de Guadalajara, 1803-1809.

Ministros en otros cargos en América antes de Caracas


Asesor letrado particular, desde 1759, de alcaldes ordinari-
os de la Santa Hermandad, del mayordomo de propios, del
receptor de penas de cámara del Tribunal de Contaduría
Mayor de Cuentas, del teniente del rey, del intendente, del
jefe de Escuadra y de los escribanos de gobierno, guerra,
José Patricio de Rivera
hacienda y número, todos ellos en la ciudad de La Habana.
teniente de la Compañía de Estudiantes de la Universidad
de La Habana, 1762. juez general de bienes de difuntos y
procurador general del Común, 1768. Asesor general del
Gobierno y fiscal de Real Hacienda de Cuba, 1769.

Teniente de gobernador y auditor de guerra de la Provincia


Francisco Ignacio Cortines
de Venezuela, 1779-1786.

procurador general de menores y de pobres del Cabildo


de Cartagena, 1775. síndico procurador general del mismo
Ayuntamiento, 1780. Fiscal de la Real Hacienda y auditor
Francisco Berrío y Guzmán de Marina de Cartagena (interino). 1783. Secretario del
arzobispo-virrey caballero, 1785. Gobernador justicia
mayor de la Provincia de Neiva, 1786-1788. Juez subdel-
egado de rentas reales, 1787.
128 Alí Enrique López Bohórquez

Asesor, teniente de gobernador y auditor de guerra de


la Provincia de Popayán 1774. Teniente de gobernador
y auditor de guerra de la Provincia de Cartagena, 1777.
Joaquín Mosquera y Figueroa Juez de residencia, gobernador interino de Popayán,
1778 y de Cartagena, 1782, Subdelegado de Intendencia
de Cartagena, 1783. juez de residencia, 1790. asesor de la
Real Hacienda, 1790.

Asesor del Gobierno e Intendencia de Pensacola, 1806-


José Francisco Heredia y Mieses
1809.

Auditor de guerra de Luisiana. 1770.


Teniente de gobernador y auditor de guerra de Venezuela,
Cecilio Odoardo y Palma
1774-1777, teniente de gobernador y auditor de guerra de
Cumaná, 1779-1803.
Capítulo III
Querellas y competencias interinstitucionales
de la Real Audiencia de Caracas

Competencias y querellas: el impasse entre las audiencias de Santo


Domingo y la de Caracas. Relaciones y conflictos jurisdiccionales
con el presidente-gobernador, el ayuntamiento y el Real Consulado
de Caracas

El impasse entre las audiencias de Santo Domingo y la de Caracas

Al iniciar actividades la Real Audiencia de Caracas sus ministros


advirtieron la problemática de la existencia en el tribunal de Santo Domingo
de pleitos y causas pendientes que ahora les correspondería resolver por
estar dentro de su jurisdicción, como también la necesidad de contar en
lo inmediato con copias de disposiciones reales de interés para dar inicio
a sus funciones. Con fecha 30 de junio de 1787 la de Caracas solicitó al
tribunal insular se sirviera

…mandar remitir los negocios pendientes en (ese) y que según las leyes deban
venir, como también testimonio de los aranceles que actualmente están en práctica,
incluso el del Real Sello, e igualmente testimonios de las reales cédulas relativas
a la formación de los que en lo sucesivo deben establecerse y del expediente que
130 Alí Enrique López Bohórquez

a su consecuencia se haya formado en la parte correspondiente a las provincias


y juzgados de este distrito.188

El 27 de julio, los magistrados de Santo Domingo se dirigieron a los


de Caracas adjuntando lo solicitado en cuanto a los aranceles y reales cédulas,
mas no lo referente a los asuntos judiciales que se tramitaban ante aquel
juzgado, en razón del volumen de los mismos y las dificultades derivadas
del tener que trasladarlos a la nueva audiencia, por lo que en la misma fecha
se dirigían al rey para exponer el asunto a fin de que determinara lo más
conveniente en beneficio de la mejor administración de justicia, previo
parecer del fiscal de Santo Domingo.
El informe del fiscal estuvo listo para el 1 de agosto de 1787, por
lo que acordaron los ministros de La Española dirigirse al rey Carlos
IV solicitando …“se siguieran obedeciendo las Reales Provisiones que
se expidiesen sobre los asuntos pendientes hasta que se concluyesen en
beneficio de las partes”… en el tribunal donde se habían iniciado.189 Seis
fueron las dificultades alegadas por el fiscal: no poderse remitir originales
de los procesos, exponiéndolos a los riesgos del mar; siendo tantos en
número y tan voluminosos (más de ciento setenta) sería enorme el costo
de testimonios e inconveniente para las partes dispersas en tan distintos y
apartados lugares; que habiéndose pagado a la Escribanía de Cámara de
ese tribunal todas las tasas causadas en la “presentación y por el derecho de
tiras”, así como lo concerniente a la actuación de los abogados y relatores,
era indispensable otro gasto en Caracas por los mismos efectos. Por otro
lado, existiendo muchos “procesos sustanciados en rebeldía” (en apelación),
habría también que repetir en Caracas nuevos despachos y costos para los
emplazamientos correspondientes ante el nuevo tribunal; y, finalmente, que
la duplicación de gastos en testimonios agravaría a los vasallos involucrados,
quienes se verían obligados a hacer nuevas instancias o apelaciones, lo cual
“ofrecería gravísima confusión y dilación a las partes”.

188 A.G.I. Caracas, 306 – Nº 51: Carta de la Real Audiencia de Caracas a los ministros de Santo
Domingo solicitando el envío de los negocios pendientes, y testimonios de aranceles y reales
cédulas inherentes a los mismos (Caracas, 30 de junio de 1787).
189 Ibid.: La Audiencia de Santo Domingo da cuenta, con testimonio, de las dificultades que le han
impedido remitir a la Audiencia de Caracas los negocios pendientes de aquel distrito, a fin de que
S. M. determine lo que sea de su real agrado (Santo Domingo, 1 de agosto de 1787).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 131

Sin embargo, antes del referido informe del fiscal y de la comunicación


al rey, la Audiencia de Santo Domingo había remitido a Caracas, en fecha
27 de julio de 1787, copias de los aranceles y de reales cédulas relacionadas
con su formación, junto con la “Relación de los autos que se encuentran
en esta Real Audiencia sin determinar de la Provincia de Caracas y sus
anexas o son ya determinados, pendientes hoy por algún recurso”. Se
trataba de una larga lista de asuntos en manos del fiscal, de los relatores
y de los procuradores, en orden de cantidad, correspondientes a Caracas
(55), Cumaná (35), Maracaibo (11), Barcelona (11), Coro (9), Guayana
(10), San Felipe (5), Margarita (5), La Guaira (4), Macarao (4), Valencia
(3), Guanare (3), Villa de Calabozo (2), Barquisimeto (2), San Sebastián
(2), Petare (1), Santa Lucía (1), Villa de Cura (1), Casigua (1), Tucupido
(1), Carúpano (1), Cabrutica (1), Cúpira (1), Ospino (1), y Marare (1). La
suma total era de 171 expedientes referidos a los siguientes aspectos: rentas
de obras pías, preeminencias protocolares, recursos de fuerza, aranceles,
disensos de matrimonios; cobro de deudas, salarios y réditos; derechos
de abogados, jurisdicción de funcionarios, heridas, homicidios, injurias,
agravios, perjuicios, compra de ganado, deslinde de tierras; fugas, compras,
ventas, libertad y condenas de esclavos; testamentos; remates de oficios y
de bienes; tolerancia de curanderos, venta de tierras y haciendas, castigo
y visitas a pueblos indígenas, fábrica de iglesias, incestos, violaciones,
hospitales, elecciones concejiles, usos de aguas, servidumbre de caminos,
despojo de bienes, fianzas, etc. De la lectura de esta “relación de autos” cabe
destacar algunos aspectos: el elevado número de casos correspondientes a
los lugares con acceso a puertos o cercanos a ellos; y las referencias, por lo
general, de particulares, con señalamientos de funcionarios (gobernadores,
ayuntamientos, tenientes de justicia mayor, eclesiásticos) involucrados en los
procesos o como tramitadores de los mismos. En su mayoría fueron asuntos
de derecho privado, con algunos casos de derecho administrativo.
Hacia finales de 1787 todavía el asunto estaba pendiente en el Consejo
de Indias para dictamen real. El 24 de noviembre el fiscal del mismo, después
de considerar la representación de la Audiencia de Santo Domingo, antes
referida, dispuso verificar lo acordado en caso de lo que pudiera haber
ocurrido en la Audiencia de Charcas (1559), al desmembrarse su jurisdicción
del distrito de la de Buenos Aires (1661), para lo cual se solicitó a la Secretaría
del Perú la remisión de testimonios al respecto. En el expediente que hemos
venido citando existe una minuta de dicha Secretaría, de 15 de octubre de
132 Alí Enrique López Bohórquez

1789, en la que se señala “no haberse hallado en ella cosa alguna alusiva al
asunto por más diligencias que se han hecho”; por lo que con ello quedaba
cerrado momentáneamente el asunto. Difícil debe haber sido la búsqueda
de testimonios de lo acaecido en el caso de aquellas dos audiencias, pues
había transcurrido más de un siglo de aquel hecho. Al final del documento
aparece una nota que dice: “No hay posteriormente nada nuevo sobre este
asunto”. Sin embargo, la Audiencia de Caracas no cesaría en solicitar los
expedientes existentes en la Isla de La Española, lo cual no tuvo efecto sino
hasta 1796, a diez años de su creación, cuando su tribunal acordó enviar un
“Índice de los pleitos que existen en la Real Audiencia de Santo Domingo,
correspondientes a la Provincia de Venezuela o de Caracas, y sus anexas”.190
De acuerdo con el informe realizado por Antonio González Antías para la
Academia Nacional de la Historia, este índice …conforma un legajo de 153
folios, de los cuales están con foliatura original desde el número 1 hasta el
123, los restantes fueron numerados por el autor (de ese informe)…Entre
los folios 125 y 128 hay una lista de autos de disensos matrimoniales en
un total de 43, comprendidos en varias ciudades venezolanas, así como la
inclusión de una relación (fols. 129-130) de los ocho cajones contentivos de
los expedientes remitidos desde Santo Domingo, firmada por José Francisco
Hidalgo, el 1 de marzo de 1796”.191
El regente de la Real Audiencia de Santo Domingo, Joseph Antonio
de Urizar, el 24 de marzo de 1796 se dirigió a los ministros de Caracas para
comunicarles que por resolución del rey había acordado aquel tribunal el
envío de los expedientes relacionados con …“todos los negocios que existen

190 A. A. N. H. Sección Judiciales, A11-C77-D2407. Se trata de uno de los traslados del Registro Principal
del Distrito Federal al Archivo de la Academia Nacional de la Historia, según Decreto Presidencial
Nº 1652, del 14 de julio de 1987.
191 Antonio J. González Antías: Indice de Causas Judiciales remitidas por la Real Audiencia de Santo Domingo
para la Real Audiencia de Caracas. Año 1796 (comentarios y trascripción paleográfica de Antonio
González. Trabajo mimeografiado). Agradecemos al autor permitirnos copia de este documento
y hacer uso del mismo de manera indiscriminada, y por la valiosa colaboración que siempre nos
ha prestado para nuestras investigaciones en la Biblioteca y Archivo de la Academia Nacional de
la Historia. Señala González Antías que “elementos tales como extracto de contenido, ubicación
temporal y espacial del asunto tratado, así como una signatura de la época, conforman los datos
de cada registro del índice. La información, así concebida, permite precisar datos específicos
dentro del conjunto, bien sea de lugares, temática o data. Estos registros están contenidos en
84 legajos, en los cuales se encuentran los 936 extractos del índice. En los folios 131 al 153 se
incluyen comunicaciones oficiales que dan cuenta del envío y recibo del conjunto de papeles
remitidos desde la Real Audiencia de Santo Domingo a su similar de Caracas”…
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 133

y provienen de esa provincia…para que en cualquiera ocurrencia esos vecinos


puedan con más facilidad y menos costo, hacerse de los documentos que les
convengan o importen para la defensa de sus derechos”…192 Dicho envío se
realizó en la fragata real nombrada La Sirenita, en ocho cajones numerados,
acompañado de …“una relación la más clara y específica de los negocios
y expedientes que comprenden”… con la finalidad de que los magistrados
caraqueños tomaran las providencias correspondientes. Antonio González
señala que no se sabe con exactitud el día en que los referidos expedientes
llegaron a La Guaira, pero sí está claro que ya para el 27 de junio de 1796
se encontraban en ese puerto. Para su traslado, el regente, los oidores y el
fiscal de Caracas, Antonio López de Quintana, Francisco Ignacio Cortines,
Juan Nepomuceno de Pedrosa y José Bernardo de Asteguieta solicitaron al
comandante justicia mayor interino de La Guaira, Antonio López y Chávez, que
inmediatamente hiciera remitir a la Audiencia los cajones, a lo cual respondió
el funcionario en comunicación del 14 de julio, en la que señalaba

…hallarse depositados en la Real Contaduría los ocho cajones que se expresan


(…) y habiendo pretendido los condujesen los arrieros (…) no pudo verificarse
su conducción, a causa de componer cada cajón dos cargas y media, por lo que
se hace forzosa la división de cargas…193

Dadas tales circunstancias, el escribano de Cámara, Rafael Diego


Mérida, fue comisionado el 15 de julio de 1796 por la Audiencia para que
procediera a la separación de los expedientes y su colocación en “cajones
cómodos para su transporte”. Al tener conocimiento del encargo, el
escribano se trasladó a La Guaira, desde donde envió al día siguiente un
informe sobre el estado en que se encontraban los documentos y demás
papeles enviados por la Real Audiencia de Santo Domingo. Indicaba Mérida
que, informado por el teniente justicia mayor Antonio López, localizó los
ocho cajones en la Aduana del puerto, a donde habían sido trasladados sin
su consentimiento por el Capitán de Fragata Manuel de Estracia y que el
contenido de dos de los cajones se hallaba completamente mojados,

192 A. A. N. H. Sección Judiciales, A11-C77-D2407, fol. 131. Apud. Antonio González: Ibid.
193 Ibid., fols. 132 y 135 vto.
134 Alí Enrique López Bohórquez

…pues en el embarcadero de la isla de Santo Domingo, según había oído decir,


al tiempo de trasladarlos a bordo de la embarcación que los condujo se cayeron
al agua, y hasta tres días después no se habían podido sacar…”194

Agregaba el escribano que los cajones eran de un tamaño extraordinario,


por lo que se dificultaba su transporte por “caballería”, siendo necesario
dividir cada uno de ellos. A tal fin solicitó el auxilio del teniente para que
localizara carpinteros que se encargaran de hacer el trabajo, que finalmente
se concluyó con la construcción de dieciocho cajones de menor tamaño.
Algunos de ellos, indicaba Mérida, …“aunque de tamaño proporcionado
con algún peso excesivo porque sobre estar todos sus papeles mojados llenos
de arena y exhalando una fetidez ofensiva a la salud, sus forros y tablas son
de caoba dobles pero en todos sin embargo de que no hay proceso que deje
de estar picado y comido de la polilla, y otros sin enlegarse y los mojados
ilegibles”… Finalizaba su informe señalando la forma como se habían
identificado los cajones mediante una tarjeta para mayor claridad, y evitar
confusiones posteriores, respetándose el orden en que habían sido enviados.
El 18 de julio el trabajo del escribano estaba concluido, por lo que el 3 de
agosto la Audiencia ordenó el traslado de los documentos a Caracas con los
arrieros que fueran necesarios, para lo cual instruyó no solamente a Rafael
Diego Mérida sino también al comandante de La Guaira.195
Finalizaba así el impasse surgido entre las audiencias de Santo Domingo
y la de Caracas, después de diez años de gestiones de ésta para contar con el
número considerable de 907 expedientes, comprensivos de los años 1741 y
1789. Llama la atención que aun después de creada la magistratura caraqueña
en 1786 aparezcan juicios y negocios atendidos por la magistratura de Santo
Domingo con posterioridad a ese año. No existe explicación alguna en el
expediente, pero suponemos que se trató de asuntos que con anterioridad
se habían ventilado ante el tribunal dominicano. El contenido del índice
en cuestión, en cuanto a los procesos allí tratados y los lugares de donde
procedían, es el mismo enviado por la Audiencia de Santo Domingo en 1787,
sólo que ahora su volumen era mayor, lo cual permite preguntarse sobre

194 Ibid., fol. 136 vto.


195 Contamos con una copia del informe del escribano de Cámara, Rafael Diego Mérida, cedida por
el mismo Antonio González Antías, cuya trascripción paleográfica fue realizada por el colega
Isaac López.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 135

las razones que tuvieron los ministros de esta magistratura para enviar en
ese año solamente un inventario de 171 expedientes, cuando el de 1796 era
de 907. Solamente encontramos una explicación: el significado económico
de tener que tramitar, a través de abogados y procuradores de la Isla de
La Española, así como los costos derivados de los derechos que debían
cancelarse según los aranceles de administración de justicia establecidos por
aquella Audiencia. Parece ser que no todos los expedientes fueron enviados
a Caracas, pues Javier Malagón Barceló registra, en un artículo, una lista de 38
“pleitos y causas” existentes en el Archivo de la Audiencia de Santo Domingo,
correspondientes a las provincias coloniales venezolanas que, presumimos,
fueron los substanciados con anterioridad al establecimiento del tribunal
audiencial de Caracas y que no requerían de ser enviados a este.196

Relaciones y conflictos entre la Real Audiencia y los gobernadores de


Venezuela

Entre 1787 y 1810, a la Real Audiencia de Caracas correspondió


interactuar con los respectivos presidentes-gobernadores Juan Guillelmi
(1786-1791), Pedro Carbonell (1791-1796), Manuel Guevara de Vasconcelos
(1799-1806), Juan de Casas (1806-1808) y Vicente Emparan (1808-1810).
En algunos casos las relaciones se desarrollaron normalmente a través del
llamado Real acuerdo, reunión del presidente con el regente, los oidores y
el fiscal para decidir sobre asuntos de carácter administrativo o de interés
general para la monarquía y buena administración de justicia; mientras que
en otros hubo enfrentamientos, que determinaron la intervención de las
autoridades metropolitanas e incluso una visita al tribunal entre 1804 y 1809.
El primer presidente de la magistratura caraqueña fue el gobernador Juan
Guillelmi, en razón del nombramiento que se le hiciera por Real Orden del
18 de diciembre de 1786,197 cinco meses después de haberse decretado la
creación de la Audiencia de Caracas. Demetrio Ramos Pérez ha llamado la

196 Javier Malagón Barceló: “Pleitos y Causas de la Capitanía General de Venezuela en el Archivo
de la Real Audiencia de Santo Domingo (Siglo XVIII)”, en Estudios de Derecho Procesal en honor de
Hugo Alsina. Buenos Aires, Edit. Edlar, 1946, pp. 441-468; también en Estudios de Historia y Derecho.
México, Universidad Veracruzana, Xalapa, 1966, pp. 183-216.
197 A.G.I. Caracas, 288-72: Real Cédula al gobernador de Venezuela, Juan Guillelmi, participándole
la creación de una Audiencia de Caracas, de acuerdo con el Real Decreto del 6 de julio de 1786,
y el personal que la integrará.
136 Alí Enrique López Bohórquez

atención sobre el hecho de que la disposición real del 6 de julio de ese año
no incluyó el título de presidente-gobernador,198 lo que parecía una intención
de poner a funcionar la idea de un regente-presidente, como se preveía en
el artículo XXVI de la Instrucción de regentes del 20 de junio de 1776, a la
que nos hemos referido anteriormente. Sin embargo, casi inmediatamente
y antes de tomar posesión de sus cargos los nuevos ministros audienciales,
se decidía la designación de Guillelmi como presidente del tribunal, lo
cual modificaría en adelante el protocolo hasta entonces practicado para
el recibimiento y toma de posesión del cargo de gobernador por parte del
cabildo de Caracas, pues sería ante la Real Audiencia que los mandatarios
gubernativos presentarían las credenciales correspondientes.199
Las fuentes consultadas evidencian que las relaciones entre el
presidente-gobernador Juan Guillelmi y los ministros de la Audiencia
fueron más que normales, respetándose las funciones y atribuciones de
los respectivos poderes, y colaborando mutuamente en la solución de los
asuntos administrativos y judiciales sobre los que debieron intervenir de
manera conjunta. No así ocurrió durante la gestión del gobernador Pedro
Carbonell, quien enfrentó, particularmente, al regente Antonio López de
Quintana por la relación que este mantenía con el intendente Antonio
Fernández de León, y por la intervención de los magistrados en cuestiones
inherentes a sus funciones gubernativas. La primera noticia que se tiene
de cargos contra algunos ministros resultó del conflicto de competencia
surgido entre el tribunal y aquel gobernador y capitán general cuando, en
noviembre de 1793, la Audiencia intervino en el nombramiento y reelección
de algunos tenientes de justicia. El gobernador protestó al considerar que
ello representaba una violación de sus atribuciones.200 A partir de entonces
Carbonell se dedicó a hostilizar a la Audiencia con informes acerca de su
desempeño, lo cual dio origen a la Real Orden del 24 de octubre de 1794
que exigía al gobernador informara respecto a los ministros de Caracas.

198 Demetrio Ramos Pérez: “El presidente de la Real Audiencia de Caracas en su fase inicial, y
su intento de concentración de todos los poderes”, en Estudios de Historia Venezolana. Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1976 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela,
126), pp. 751-782.
199 Véanse las referencias que al respecto hace Demetrio Ramos Pérez: Ibid., pp. 755-761.
200 A.G.I. Caracas, 389-Nº 13: expediente del gobernador Pedro Carbonell sobre la intervención de la
Audiencia en la reelección de algunos tenientes de justicia (Caracas, 30 de noviembre de 1793).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 137

En informes separados, el 28 de noviembre de 1796, éste remitió por vías


reservada y pública su parecer solamente de la conducta del regente Antonio
López Quintana y del oidor Francisco Ignacio Cortines201.
Con relación al regente, las acusaciones de Carbonell fueron muy vagas
y sin pruebas concretas. Carbonell contrajo su informe a denunciar la amistad
de López Quintana con el intendente Fernández de León y su hermano
Antonio, oidor honorario de la Audiencia, por considerarla perniciosa a
los intereses públicos y privados. Según Carbonell, esa relación amistosa
había patrocinado litigios, favoreciendo siempre el regente los intereses de
los hermanos Fernández; los tres intervenían en las elecciones del cabildo
para encontrar apoyo en la institución municipal contra el gobernador,
particularmente del Marqués Rodríguez del Toro; y le inquietaba el hecho
de que la esposa de Antonio Fernández era natural y vecina de la ciudad de
Caracas, con muchos parientes que formaban dilatada familia y con la cual
tenía el regente un contacto permanente. En septiembre de 1798, nuevamente
insistió el gobernador en que esos nexos exasperaban los ánimos de los
vecinos, quienes veían perdida toda la esperanza de imparcialidad en el
tribunal.202 Ninguna medida se tomó en contra de la relación entre el ministro
y los hermanos Fernández,203 pues se trataba de una amistad de españoles, dos
de ellos funcionarios de la administración debidamente acreditados y el tercero
poseía título de oidor honorario de la Audiencia. Los nexos con la familia
de Antonio Fernández pudieron haber sido considerados para amonestar al
regente, pero nada se hizo al respecto.
En cuanto al oidor Francisco Ignacio Cortines el gobernador
Carbonell fue más contundente y explícito, al considerarlo en un informe
a las autoridades españolas, del 28 de enero de 1796, como un …“hombre
debilísimo, condescendiente en sumo grado, contemplativo, negligente y
abandonado en el cumplimiento de su obligación”… y estrecho colaborador
del partido del regente. La denuncia contra este magistrado se centró en el
hecho de que protegía

201 A.G.I. Caracas, 60: informe del gobernador Carbonell sobre las conexiones y partidos del regente
López Quintana, del intendente Fernández de León y de su hermano Antonio (Caracas, 28 de
enero de 1796).
202 Héctor García Chuecos: Siglo Dieciocho Venezolano, pp. 292-299.
203 Sobre otros enfrentamientos entre el gobernador Pedro Carbonell y el intendente Esteban
Fernández de León, Ibid., pp. 300-306.
138 Alí Enrique López Bohórquez

…a los mulatos y gente de baja esfera porque desde que vino aquí se ha rozado
mucho con ellos, los ha favorecido y se asegura que una familia Bejarano le ha
mantenido de pan regalado. Concurre con frecuencia a las funciones de bailes y
otras de esta casta de gente…

Señaló también el gobernador que Cortines tenía un mulato esclavo,


llamado “Titín”, encargado de arreglar los excesos del oidor, y concluía
diciendo que …“la conducta detestable de este ministro es contraria al decoro
de la Magistratura y en esta capital no puede esperarse remedio alguno. Está
lleno de deudas y ligado por tantos respectos al desorden, a la parcialidad y al
abandono”…; por lo cual solicitaba Carbonell se le trasladara a España para
unirse a su abandonada mujer. Tampoco surtirían efecto las pretensiones
del presidente gobernador, pues Cortines continuó en el cargo hasta 1801,
cuando fuera nombrado regente de la Audiencia de Quito y, desconociéndose
su muerte, en 1806 se le confirió el título de Consejero togado de Indias.204
No hemos localizado otras fuentes que indiquen que Carbonell continuara
con sus denuncias contra los ministros de la Real Audiencia. Probablemente
el silencio de las autoridades españoles con relación a las representaciones
del gobernador y el descubrimiento de una conspiración en el puerto de La
Guaira para sustituir al gobierno español, en julio de 1797, le obligaron a
dejar de lado sus actitudes conflictivas con los hermanos Fernández de León
y el regente Antonio López de Quintana, en tanto fuera necesaria la mayor
confluencia de autoridad en garantía de la seguridad pública y la soberanía
monárquica; ello sin dejar de hacer manifestación de sus inquinas contra
aquellos funcionarios205 en los informes que daban cuenta de la situación
de la provincia con la develación de la conjura liderizada por Manuel Gual y
José María España, hecho sobre el cual nos referiremos más adelante.
Para aquella fecha, Pedro Carbonell ya conocía de su sustitución por
otro gobernador, pues en carta al príncipe de la paz del 19 de julio, ya que
al referirse a la fuga de Juan Bautista Picornell y de otros reos de Estado
de la cárcel de La Guaira, decía que era

204 A.G.I. Caracas, 15: El presidente de la Real Audiencia de Caracas informa sobre la conducta y
desempeño del oidor Francisco Ignacio Cortines (Caracas, 28 de enero de 1796).
205 Héctor García Chuecos: op. cit., p. 311.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 139

…inexplicable el disgusto que ha causado a mi acreditado celo por el servicio


del rey mi amo, que ya al concluir, o hacer entrega de este mando, para el que
está nombrado por mi sucesor don Juan Butler, haya sobrevenido una ocurrencia
tan inesperada…206

En razón de que éste no tomó posesión de su cargo, y sintiéndose


enfermo, resolvió separarse del mando, pasándolo a ejercer interinamente,
de acuerdo con lo legalmente autorizado, el teniente del rey brigadier
Joaquín de Zubillaga el 14 de febrero de 1799. El 6 de abril siguiente llegó
a Caracas el nuevo gobernador, capitán general y presidente de la Real
Audiencia Manuel Guevara Vasconcelos. Carbonell permaneció en esta
ciudad gravemente enfermo hasta la fecha de su muerte, el 2 de agosto
de 1805, sin intervenir en asunto público alguno. Le sobrevivían sus dos
poderosos rivales: el regente de la Audiencia Antonio López de Quintana
y el intendente Esteban Fernández de León. El primero continuó en su
cargo hasta fines de 1804, con el agravante de que sustituyó interinamente
al intendente entre 1802 y 1803, en espera de la llegada del intendente Juan
Vicente de Arce. Para 1809 todavía se encontraba en Caracas aguardando
las resoluciones de la visita de Joaquín Mosquera y Figueroa. El segundo
ejerció en la Intendencia hasta el 20 de junio de 1802, marchando luego a
España para cumplir más tarde una función semejante.207
Durante los ocho años del gobierno de Manuel Guevara Vasconcelos,
las relaciones de la Audiencia con el nuevo gobernador fueron de las más
cordiales, pues éste venía con la misión de restablecer la paz en la provincia,
alterada por la abortada conspiración de La Guaira, correspondiéndole acelerar
el proceso y llevar al cadalso, en la Plaza Mayor de Caracas a José María
España, el 8 de mayo de 1799. En este mismo año se descubre el complot de
Francisco Javier Pirela, en el puerto de Maracaibo, colaborando ampliamente
el gobernador con los ministros de la Audiencia para extirpar este nuevo foco
de insurrección de aparente influencia francesa. Diversos fueron los asuntos
de carácter militar atendidos por este gobernador, como fue el caso del intento
desde Venezuela de reconquistar la Isla de Trinidad, en manos de los ingleses

206 Ibid.
207 Sobre su actuación véase Juan Andreo García: La Intendencia de Venezuela: don Esteban Fernández de
León, intendente de Caracas, 1791-1803. Murcia, Universidad de Murcia/Secretaría de Publicaciones,
1991.
140 Alí Enrique López Bohórquez

desde 1797 y la de enfrentar la invasión en 1806 de Francisco de Miranda


por las costas de Coro. Por otro lado, Guevara Vasconcelos prestó atención a
distintos problemas de urbanismo, gobierno, policía, salubridad y circulación
monetaria de la ciudad capital, lo cual ocupó gran parte de su tiempo, dejando
a la Audiencia la mayor libertad para el cumplimiento de sus atribuciones de
administrar justicia y para el debido asesoramiento en materias que requerían
la consulta correspondiente. La buena relación del gobernador y capitán
general quedó evidenciada cuando, como consecuencia de las acusaciones de
Joaquín Mosquera y Figueroa contra los ministros de la Real Audiencia, el 10
de agosto de 1802, el ministro de gracia y justicia Manuel Antonio caballero
le solicitara información sobre las circunstancias, edad, capacidad, rectitud
de los magistrados y estado de los pleitos pendientes en el tribunal. El 1 de
diciembre, el gobernador rindió un deficiente informe;208 por ello, nuevamente
se le exigió a Guevara en 1803 que notificara acerca del proceder de los
ministros en cuanto a administración de justicia, a lo cual respondió el 10 de
noviembre de 1804 considerando –entre muchas cosas– que la actuación de
la Audiencia era correcta y que las representaciones en su contra no tenían
fundamento.209 El único conflicto de Guevara fue con el fiscal de lo civil y
criminal, José Gutiérrez del Rivero, que no con el tribunal como tal, debido a
una disputa de competencia originada de una visita ordinaria de cárcel. Hecho
éste que contribuyó a que el rey Carlos IV acordara definitivamente decretar
una inspección directa de la Real Audiencia, mediante el procedimiento de
una visita.210
En ejercicio de su cargo, repentinamente se produjo la muerte del
gobernador Manuel Guevara Vasconcelos, el 9 de octubre de 1807, por
lo que debió asumir el gobierno el teniente del rey Juan de Casas. A este
correspondería ejercer interinamente la función de gobernador, capitán
general de Venezuela y presidencia de la Real Audiencia, desde esa fecha
hasta el 19 de mayo de 1809, cuando entregó el mando al nuevo titular

208 A.G.I. Caracas, 191-Nº 57: carta del gobernador al ministro de gracia y justicia (Caracas, 1 de
diciembre de 1802).
209 A.G.I. Caracas, 166: carta del gobernador del Consejo de Indias sobre el informe reservado que
debía rendir el gobernador de la Provincia de Venezuela (Madrid, 3 de abril de 1803) y respuesta
del capitán general de Caracas sobre la administración de justicia y conducta de los ministros de
la Audiencia (Caracas 10 de noviembre de 1804).
210 Los hechos relacionados con este conflicto están registrados en Teresa Albornoz: op. cit., pp.
19-22.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 141

de la gobernación y Capitanía General de Venezuela, mariscal Vicente de


Emparan y Orbe. En cuanto a la relación con la magistratura caraqueña,
destaca el cordial entendimiento durante el primer año de su gestión, hasta
que tuvo lugar la propuesta de la oligarquía caraqueña de organizar una
Junta de Gobierno al estilo de la establecida en Sevilla, el 24 de noviembre
de 1808, pues a partir de entonces entró en estrecho contubernio con el
regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa, quien se impuso para formar
una Sala Extraordinaria, con exclusión del fiscal José Gutiérrez del Rivero
y de los oidores Felipe Martínez de Aragón, Miguel Aurioles de la Torre y
José Bernardo de Asteguieta.
Al entregar Casas el gobierno a Vicente Emparan, la tensión con la
Real Audiencia tendió a agravarse, ya que el gobernador favorecía las ideas de
los mantuanos en cuanto constituir definitivamente una Junta de Gobierno
Defensora de los Derechos de Fernando VII, como efecto ocurriría el 19 de
abril de 1810, existiendo en Emparan una especie de retaliación por algunos
dictámenes del tribunal audiencial, relativos a su gestión como gobernador
de la Provincia de Cumaná. Ángel Grisanti211 ha estudiado la actitud de
Emparan para con los ministros de la Audiencia como uno de los factores que
contribuyeron al golpe de Estado contra el régimen español en Venezuela.
Según este autor, el desacuerdo entre el presidente-gobernador con la Audiencia
era de vieja data, con motivo de su actuación en aquella provincia, en tanto el
gobernador consideró que los magistrados de Caracas intervinieron arbitraria
e injustamente en diversos asuntos elevados ante el alto tribunal. Por ello, el
gobernador acusaba a los ministros de haberle ocultado información cuando,
en apelación al Real y Supremo Consejo de Indias, éste desaprobaba las
decisiones de la Audiencia y mandaba a corregir los agravios inferidos a los
vecinos de la provincia afectados por sus determinaciones. A esta actuación
desacertada del tribunal atribuyó Emparan la visita realizada por el regente
Joaquín Mosquera y Figueroa, aprovechando los resultados de la misma para
insinuar la destitución de los jueces y su reemplazo por otros de mayor probidad
y capacidad. En representación a las autoridades españolas del 9 de marzo de
1809, el gobernador-presidente analizó el desempeño de los ministros de la
Audiencia con una evaluación y descalificación de la actuación de cada uno
de ellos. Así, del oidor José Bernardo de Asteguieta señaló que vecinos de

211 Ángel Grisanti: Emparan y el Golpe de Estado de 1810. Caracas, Tipografía Lux, 1960, pp. 71-74.
142 Alí Enrique López Bohórquez

Caracas consideraban que no tenía conocimientos prácticos ni aplicación en


su trabajo, acusándolo además de cohecho. En cuanto al oidor Miguel Aurioles
de la Torre dijo que era un joven nervioso, sin instrucción ni decoro, mientras
que conceptuaba a los oidores Felipe Martínez de Aragón y Antonio Julián
Álvarez Navarro como jóvenes de buena conducta y honradez, pero con muy
poca experiencia práctica en los negocios de justicia. Con respecto a los fiscales
Francisco Antonio Berrío y José Gutiérrez del Rivero, Emparan los señalaba
como hombres de mucha edad, honestidad, de vastos conocimientos, práctica
y circunspección. Este último, en razón de las acusaciones de Mosquera y
Figueroa se encontraba confinado en Puerto Cabello hasta la conclusión de
la visita, al parecer por haber atajado sistemáticamente los vicios de los demás
magistrados y la creciente influencia dada a la facción de vecinos amparados
por el regente titular de la Audiencia, Antonio López de Quintana. A este
ministro atribuía el gobernador las arbitrariedades cometidas por el tribunal,
debido a sus vínculos con los hermanos Esteban y Antonio Fernández de
León. En virtud de esas acusaciones, Vicente Emparan pedía el reemplazo de
los ministros corrompidos, a fin de asegurar la recta administración de justicia
y de garantizar el ejercicio de la soberanía española.
Con la expulsión de Venezuela del gobernador y de los ministros
de la Audiencia, el 19 de abril de 1810, culminaba la primera etapa de las
relaciones entre ambas instancias de poder, unas veces siguiendo lo pautado
en la legislación para los fines del ejercicio de la representación de la autoridad
monárquica (Guillelmi y Guevara Vasconcelos); y en otras, en franca oposición
–por razones diversas– (Pedro Carbonell, Juan de Casas y Vicente Emparan) al
orden jurídico que exigía la más estrecha unidad de las autoridades coloniales
para la mejor imagen y defensa de la soberanía española. Al iniciarse el proceso
emancipador y recobrar España el poder en 1812, las confrontaciones entre
la Real Audiencia de Caracas y los Jefes militares adquirirán otra dimensión,
en tanto las circunstancias de la guerra impedirán el funcionamiento normal
de la magistratura, convirtiéndose particularmente en tribunal de secuestro y
de juzgado para seguir las causas a los infidentes,212 debiendo aceptar –muchas
veces– las arbitrariedades de los gobernadores y capitanes generales (Domingo

212 Al respecto véase Blas Bruni Celli: Los Secuestros en la Guerra de Independencia. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1965.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 143

de Monteverde, José Tomás Boves y Pablo Morillo), aunque sin dejar de


manifestar su desacuerdo ante ellos y ante las autoridades españolas.213

Las relaciones y conflictos con el Ayuntamiento de Caracas

Muchas fueron las razones que impulsaron la independencia de


214
Hispanoamérica; de ellas, los conflictos entre españoles y americanos
ocuparon un lugar de primer orden. Los enfrentamientos, originados por
asuntos económicos, sociales y políticos, ocurrieron fundamentalmente a
lo largo del siglo XVIII y, sobre todo, como consecuencia del programa
reformista de Carlos III. La provincia de Venezuela no escapó a esta situación
generalizada en toda la América española. La reacción a la política colonial
se expresó en diversas actitudes, diferenciadas por el origen étnico-social de
quienes participaron en las protestas y sublevaciones que tuvieron lugar en
aquella jurisdicción. Estas se manifestaron, algunas veces, en forma violenta
contra los representantes del Estado español por la aplicación de medidas
que lesionaban los intereses de los diferentes grupos sociales, o contra la
explotación a que eran sometidos los negros esclavos y otras gentes de color
215
por parte de la aristocracia terrateniente venezolana. Frente a este tipo de
acciones, los grandes propietarios de tierras mantuvieron una complaciente
alianza con las autoridades coloniales para reprimir las insurrecciones y
complots dentro y fuera de la provincia de Venezuela.216

213 El estudio más completo que hasta ahora existe sobre este período de la historia del tribunal
caraqueño es la Memoria de Grado inédita de Mayela Coromoto Nava Santana: La Real Audiencia
de Caracas (1812-1821). Conflictos y acuerdos entre Jueces Civiles y Jefes Militares. Mérida, Escuela de
Historia/Universidad de Los Andes, 1989.
214 Análisis y discusión al respecto en Causas y Caracteres de la Independencia Hispanoamericana (Congreso
Hispanoamericano de Historia). Madrid, Edic. Cultura Hispánica, 1953.
215 Utilizamos el término “aristocracia territorial venezolana” para referirnos al sector dirigente y más
representativo del período colonial venezolano, particularmente de los ricos terratenientes del
Valle de Caracas y zonas adyacentes: los “grandes cacaos” o “mantuanos”, como se les llamaba
en su época, sin pretender asimilación con la aristocracia feudal europea.
216 Nos referimos a la revuelta de Andresote (1730-1733), Motín de San Felipe (1741), Asonada de
El Tocuyo (1744), Confabulación de Miguel Luengo (1747), Levantamiento de Juan Francisco
de León (1749), Rebelión de los Comuneros de Mérida (1781), Insurrección de José Leonardo
Chirino (1795), Conspiración de Gual y España (1797), el Complot de Francisco Javier Pirela
(1799) y las Invasiones de Miranda (1806).
144 Alí Enrique López Bohórquez

Al lado de las reacciones violentas, las representaciones al rey


constituyeron un instrumento pacífico de reclamo de los “mantuanos”, por
lo general canalizadas a través del Ayuntamiento de Caracas, y orientadas
a defender su prestigio social y el poder económico y político derivado del
poco control que sobre la provincia de Venezuela había ejercido el Estado
español en los dos primeros siglos de la dominación; así como también
de la autoridad que detentaron los alcaldes ordinarios de los cabildos
en el ejercicio del gobierno de la provincia en ausencia o muerte de los
gobernadores entre 1560 y 1737, y de los privilegios que permitieron
el crecimiento de una producción básicamente agrícola con carácter de
exportación desde finales del siglo XVII. Utilizando al Ayuntamiento,
primero, y al Real Consulado, después, la aristocracia venezolana se dedicó
a enfrentar cualquier política reformista destinada a limitar o extinguir
sus antiguos privilegios, y a obstaculizar las funciones de gobernadores,217
intendentes,218 y ministros de la Real Audiencia.219 De estas actitudes frente
a las autoridades españolas nos interesa referir algunas divergencias entre
la aristocracia terrateniente venezolana y los magistrados peninsulares,
que permitan apreciar no sólo el conflicto entre ambas instituciones y sus
respectivos miembros, sino también comprender sus enfrentamientos como
una de las razones que motivaron la independencia de Venezuela.
En 1769 el Ayuntamiento de Caracas solicitó el establecimiento de una
Audiencia en aquella ciudad;220 petición que obedecía a la necesidad que tenía
el Cabildo de contar con un tribunal que contrarrestara la actitud que frente a

217 El tema ha sido investigado en profundidad por Robinzon Meza y Héctor Molina en La lucha por
el poder en Venezuela durante el siglo XVIII. Conflictos y acuerdos del Cabildo de Caracas con las autoridades
coloniales. Mérida, Fundación para el Desarrollo del Municipio Tovar/Grupo de Investigación
sobre Historiografía de Venezuela, 1997.
218 Al respecto véase Carlos Emilio Muñoz Oráa: Las Sociedad Venezolana frente a la Intendencia y Los
Comuneros de Venezuela y Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial de Venezuela, Tomo II, pp. 21-22,
37-39 y 117-131.
219 En nuestro libro Los ministros de la Real Audiencia de Caracas (1786-1810). Caracterización de una élite
burocrática del poder español en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984 (BANH.
Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 174), pp. 111-140, analizamos la reacción de la
aristocracia venezolana tanto a través del Ayuntamiento como del Real Consulado frente a la
Audiencia. Las consideraciones al respecto las utilizamos en este trabajo, ampliando aspectos que
resultaron del hallazgo de nueva documentación.
220 A.G.I. Caracas, 12: expediente del Consejo de Indias sobre la instancia hecha por la ciudad de Caracas
para que se establezca en aquella capital un tribunal en calidad de formal Audiencia (Madrid, 14 de mayo
de 1770).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 145

la institución municipal asumían los gobernadores de la provincia de Venezuela


y, particularmente, por los enfrentamientos suscitados con el gobernador
José Solano y Bote. No consideraron entonces los cabildantes caraqueños
que, por el contrario, la creación de una Real Audiencia representaría también
la limitación de su autonomía para actuar en variados asuntos y la pérdida
de muchas facultades adquiridas, precisamente, por la inexistencia de una
magistratura en el distrito de aquella gobernación. Como ya lo hemos
expuesto, la Real Audiencia de Caracas no sería creada hasta el 6 de julio de
1786; y a partir de la instalación del supremo tribunal, el 19 de julio de 1787,
los ayuntamientos de su jurisdicción se vieron en la obligación de solicitar
aprobación de muchas actividades que antes realizaban autónomamente,
compartir algunas de ellas, y permitir la intervención audiencial en asuntos
internos del municipio. Por otra parte, desde ahora las sentencias de los alcaldes
ordinarios debían ser confirmadas y podían ser apeladas ante la Audiencia, y
–de mucha significación para el Cabildo– se modificó el protocolo de toma
de posesión y juramentación del gobernador y capitán general. Ante esta
situación, los ayuntamientos se dedicaron a obstaculizar las funciones de la
Real Audiencia y a desacreditar las actividades de los ministros, lo cual condujo
a múltiples y variados conflictos entre ambas instituciones. La documentación
sobre la intervención de la Audiencia en los asuntos municipales, las disputas
derivadas de ello y los enfrentamientos por opiniones contrarias es abundante,
y resultaría muy extenso para nuestros fines exponerla por completo en
este estudio, razón por la cual solamente haremos referencia a los hechos
más resaltantes En relación con el Ayuntamiento de Caracas, que permitan
comprender la naturaleza de los conflictos entre el tribunal, controlado la
mayor parte del tiempo por magistrados españoles, y la institución de gobierno
local, reducto de la aristocracia terrateniente venezolana.

Las relaciones Audiencia-Ayuntamiento en la recopilación de las Leyes de


Indias de 1680

Antes de entrar a examinar los conflictos y relaciones entre la


Real Audiencia y el Ayuntamiento de Caracas, consideramos necesario
analizar las disposiciones que en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680
pretendieron regular la interacción entre ambas instituciones, que permitan
comprender los acuerdos y las desavenencias ocurridas entre 1787 y 1810.
La primera de esas instituciones constituyó no sólo el tribunal superior de
146 Alí Enrique López Bohórquez

la administración de justicia, sino también el soporte del sistema político-


administrativo del gobierno español en las provincias coloniales venezolanas.
La segunda representó el punto de partida de la organización de la sociedad,
de la estructuración e instrumento de gobierno de la ciudad capital de la
provincia de Venezuela, con variadas atribuciones en el orden político,
judicial y económico. Puede decirse que ambos organismos colegiados
fueron mecanismos controladores de otras instituciones y funcionarios, con
la misión común de impedir la extralimitación de poderes de algunos de
ellos. Ello condujo en ambos casos una alianza transitoria, por circunstancias
determinadas, pero que en otros asuntos generó enfrentamientos derivados
generalmente de la lucha de poderes entre blancos peninsulares (casi
siempre mayoría en la Audiencia) y blancos criollos (con predominio en
el Ayuntamiento).
La revisión de los libros y títulos de la Recopilación nos permite apreciar
las disposiciones sobre las relaciones que debían existir entre tan importantes
instituciones del orden colonial venezolano, apreciándose entonces el control
que la Real Audiencia ejercería particularmente sobre el Ayuntamiento de
Caracas, pero también de los que existían en las ciudades capitales de las
provincias de Margarita, Cumaná, Guayana y Maracaibo, a pesar de los acuerdos
en asuntos de interés común de diversa naturaleza. En lo que a administración
de justicia se refiere, se prohibía a los ministros de la Audiencia revocar las
sentencias de palabra de los alcaldes ordinarios, sin antes escuchar su parecer.
Igualmente, no podía el máximo tribunal emitir mandamientos ejecutorios
fuera de las cinco leguas que le estaban permitidas, pues podía afectar las
actuaciones de alcaldes, regidores y otros oficiales de justicia. En tanto tribunal
superior, la Audiencia estaba autorizada para enviar pesquisidores contra las
justicias ordinarias, entre ellas los alcaldes ordinarios, que no hubieran dado
cumplimiento a las cartas y provisiones despachadas por la magistratura, so
pena de correr con los gastos de dichos pesquisidores. En razón de que de las
determinaciones del Cabildo podían apelarse ante la Audiencia, sus ministros
no debían solicitar el Libro de acuerdos y Resoluciones del Ayuntamiento,
pues bastaba una copia certificada de la decisión expedida por escribano de
Cabildo, excepto cuando ésta se consideraba falsa.221 Por otro lado, debido
a que un oidor de la Audiencia ejercía anualmente la función de juez general

221 Recopilación, Libro II, Título XV, Leyes CV, CXII, CXVII y CLVII.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 147

de bienes de difuntos, éste podía ordenar la administración y cobranza de los


bienes a la justicia ordinaria, como los alcaldes ordinarios, cuando la distancia
lo determinaba. El incumplimiento de esta obligación implicaba el envío de
jueces ejecutores a costa de la justicia ordinaria, quien además debía rendir
cuenta de su actuación ante el juez general.222
En cuanto a las elecciones de los Capitulares, ni el presidente ni los
oidores de la Audiencia podían impedir a los Cabildantes la libre elección de
oficios concejiles, por sí mismos o por intermedio de otras personas.223 Por
el contrario debían confirmar la elección de los alcaldes ordinarios y demás
cargos del Ayuntamiento.224 De igual manera, se prohibía a los oidores estar
presentes en las Juntas de Cabildo, con los alcaldes y los Regidores, para
el momento de la elección.225 Sobre las cuentas del Cabildo, un oidor, por
turno, estaba autorizado para ver las cuentas de propios, pósitos, gastos
de obras públicas, fiestas del Corpus y otros ingresos económicos de la
institución, no pudiendo disponer la Audiencia de su uso y distribución,
lo cual si estaba permitido a alcaldes ordinarios y regidores.226 De estas
cuentas tampoco se podían extraer fondos para recibimiento de prelados,
presidentes y oidores de la Real Audiencia.227 Por otro lado, la Audiencia
autorizaba a los escribanos reales para que dejaran los registros en manos del
escribano de cabildo, por razones de ausencia temporal, debiendo cumplir
con todas las obligaciones legalmente establecidas.228 En lo que respecta
a la residencia a los regidores-fieles ejecutores, en algunas ocasiones se
nombraba en los cabildos a dos regidores para que ejercieran también los
cargos de Fieles Ejecutores. Cuando esto ocurría, la Audiencia designaba, a
comienzo del año, a un oidor para que tomara residencia a los regidores que
el año anterior habían sido fieles ejecutores.229 Las condenaciones hechas

222 Ibid., Título XXXII, Ley X.


223 Ibid., Libro IV, Título IX, Ley VII.
224 Ibid., Libro V, Título III, Ley X.
225 Ibid., Libro IV, Título IX, Ley VIII.
226 Ibid., Leyes V y VII.
227 Ibid., Libro V, Título XIII, Ley IV.
228 Ibid., Libro V, Título VIII, Ley XIX.
229 Ibid., Título XV, Ley XI.
148 Alí Enrique López Bohórquez

por los alcaldes ordinarios, que correspondían a la receptoría de cámara de


la Audiencia, debían ser remitidas al escribano público o real y, al mismo
tiempo, registradas por el escribano de cabildo en el libro correspondiente.
Condenaciones que en algunos casos se les otorgaba a las ciudades, villas
o lugares para que gozaran de su beneficio, previa autorización de la
Audiencia.230
El análisis de estas leyes permite hacer algunas consideraciones sobre
el problema de las interacciones Audiencia-Ayuntamiento: a) Conociéndose
por otras fuentes las intensas relaciones entre ambas instituciones, puede
señalarse que la recopilación fue exageradamente deficiente para regular
las mismas, lo cual sería un factor importante para que se originaran
conflictos derivados de una indefinición legislativa sobre ciertos asuntos.
b) Sin embargo, la mayoría de las disposiciones demuestran el control que
se pretendía ejercer sobre los ayuntamientos a través de las audiencias. c)
Como lo han demostrado algunas investigaciones, que evidenciaremos
seguidamente en el caso de Caracas, las audiencias incumplieron las normas
que les impedían intervenir en asuntos internos de los cabildos, siendo
ejemplo evidente de ello las elecciones anuales y el uso y distribución de la
renta de propios, además de decidir sobre múltiples problemas de gobierno,
que estas leyes no pautaron. d) Por la naturaleza del tribunal audiencial,
los alcaldes ordinarios estaban subordinados en materia judicial, a pesar
de la autonomía y prerrogativas que, como justicias ordinarias en primera
instancia, les garantizaba la legislación. Estas apreciaciones sugieren que un
estudio histórico-jurídico no debe limitarse exclusivamente a la legislación,
lo cual no descarta la necesidad de iniciarlo por las disposiciones reales
contenidas en la Recopilación de 1680. Se requiere recurrir también a otras
fuentes que aporten un conocimiento más aproximado de la realidad que
se estudia. En el tema que hemos analizado, y que trataremos en cuanto a
la Real Audiencia y el Ayuntamiento de Caracas, los mandamientos de los
ministros de las magistraturas indianas (reales provisiones, autos, acuerdos,
decretos, informes fiscales, etc.) y las resoluciones de los cabildos recogidas
en sus actas, representaciones hechas ante distintas autoridades y libros
del fiel ejecutor, representan fuentes de primer orden, las cuales se deben

230 Ibid., Libro II, Título XXV, Leyes XXXIX y XLI.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 149

complementar con órdenes emanadas de la monarquía referidas a las


relaciones entre tan importantes instituciones coloniales.

Pérdida de privilegios protocolares de los cabildantes

Las cuestiones ceremoniales y de protocolo fueron el punto de partida


de las disputas entre el Ayuntamiento y la Real Audiencia. Al día siguiente de
instalarse el tribunal los miembros del Cabildo asistieron a la iglesia catedral y
tomaron asiento “en tres sillas con brazos y espaldar con forro de terciopelo
y guarnición, de modo que en los cinco asientos se formaban quince sillas
con sus brazos sólo unidas de tres en tres.” De esto dio conocimiento a la
Audiencia el fiscal Julián Díaz de Saravia en carta del 8 de agosto de 1787,231
considerando que la legislación indiana no permitía a los cabildos el uso de
sillas con alfombras en las iglesias, sino escaños o bancos, por lo que solicitaba
se hiciera saber a los cabildantes lo estipulado por las leyes. La Audiencia
aprobó el parecer del fiscal y lo notificó en la misma fecha al Ayuntamiento.
Este replicó en su sesión del día siguiente, diciendo que era una vieja tradición
y por lo tanto pedía se le permitiera continuar en el disfrute de ese privilegio,
pues aunque legalmente estaba prohibido, también las leyes garantizaban su
ejercicio fundamentado en la costumbre. Se comisionó al procurador general
Juan Bautista Echesuría para que diera testimonio del acuerdo del municipio al
rey, así como también para que hiciera recurso en todos los grados e instancias
hasta conseguir el derecho al uso de sillas.
El 17 de agosto Echesuría remitió la representación y el 27 solicitó a la
Audiencia que, mientras se resolvía el asunto, se permitiera al Ayuntamiento
el uso de las referidas sillas en las próximas festividades, sin que se entendiera
esto como una desobediencia al precepto emitido por el supremo tribunal,
que había sido acatado en todos sus términos. El fiscal respondió con una
nueva instancia el 28 del mismo mes insistiendo en que el monarca debía
negar la petición, que sin dilación se cumpliera lo mandado y que no se
accediera a la solicitud de disfrutar del privilegio en la próxima concurrencia
a la catedral. En la sesión del 16 de octubre el Cabildo conoció el decreto
de la Junta Superior de Real Hacienda, mediante el cual se ordenaba la

231 A.G.N. (Caracas) ayuntamientos, Tomo XXXVI, fol. 147: expediente sobre el uso de sillas en las
funciones de la iglesia que hacía el Ayuntamiento de Caracas. Contiene representaciones del fiscal,
del procurador general y actas capitulares (Caracas, agosto-noviembre de 1787).
150 Alí Enrique López Bohórquez

construcción de los escaños que habían de usar los cabildantes en las


funciones públicas y de iglesia cuando concurriera en pleno la Audiencia.
En razón de que los bancos no estaban del todo concluidos, nuevamente el
3 de noviembre uno de los alcaldes ordinarios solicitó permiso de usar sus
sillas para asistir a la celebración del Te Deum en honor a Carlos III y otras
fiestas, hasta tanto se construyeran definitivamente los escaños. En vista
de la necesidad de la presencia del Ayuntamiento, el regente y los oidores
accedieron verbalmente al día siguiente. Aparentemente este fue un trivial
enfrentamiento, pero en el fondo tuvo una notable repercusión social por la
pérdida de aquel privilegio, y puso en evidencia la intención de los ministros
de no tolerar la menor contravención de lo ordenado.
Dos meses después, en la sesión del 3 de enero de 1788, los alcaldes
ordinarios consideraron la orden del oidor José Patricio de Rivera exigiendo
la presencia que debían hacer los alcaldes ordinarios de Hermandad y el
procurador general ante los magistrados de la Audiencia, después de la
visita correspondiente al gobernador y capitán general, inmediatamente de
la elección anual, como se practicaba en las otras audiencias indianas. Los
cabildantes expusieron que el regente, fiscal y oidores no podían obligarlos
a cumplir tal ceremonial, por resultar gravoso y perjudicial a la regalía que
inmemorialmente se hacía ante el gobernador de la provincia232. El 7 de
enero la Audiencia conoció y aprobó la decisión del oidor Rivera y la hizo
saber inmediatamente al Ayuntamiento. Dos días después, a solicitud del
Cabildo, el gobernador Juan de Guillelmi autorizó y asistió a una sesión
extraordinaria en la que se consideraría únicamente la pretensión del
oidor. Los alcaldes no se oponían al cumplimiento de lo prevenido por el
tribunal, pero dudaban de su legalidad pues no conocían de las leyes u otras
disposiciones que ordenaba esa visita. Por su parte el regidor José Hilario
Mora puso reparo a la referida visita anual, pues la orden de la Audiencia
no la incluía y se oponía al uso de caudales para exponer la situación al
rey, ya que la disposición no comprendía al Ayuntamiento en general, sino
exclusivamente a los alcaldes y al procurador.
El 18 de enero el oidor José Patricio de Rivera se dirigió al monarca
exponiéndole lo sucedido, denunciando la intervención del gobernador

232 A.G.I. Caracas, 307-Nº 24: La Real Audiencia de Caracas en cumplimiento de la Real Cédula de 19
de octubre de 1788 informa con testimonios, sobre la visita que deben hacer los alcaldes y demás
oficiales de justicia anualmente a los oidores (Caracas, 14 de agosto de 1789); también A.G.N.
(Caracas). ayuntamientos, Tomo XIII, fol. 347 y XXXVI, fol. 196: Recursos del Ayuntamiento ante
el rey sobre la visita a los oidores (Caracas, 3 de enero de 1788).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 151

Guillelmi en las decisiones del tribunal y la actitud del Ayuntamiento al


recurrir ante el gobernador y no ante la Audiencia para exponer su opinión.
Un mes más tarde el Ayuntamiento también elevó una instancia al rey,
expresándole que en uso

… del recurso a V.M., acompañando testimonios del ceremonial, actas y oficios que
se acordaron considerando que deben conservar ilesas las regalías del presidente de la
Real Audiencia y del mismo Ayuntamiento, sin tributar a cada oidor en particular
las mismas cortesías y ceremonias del rendimiento que a su cabeza inmediata y
pareciéndole que este acto de sumisión en todo un Cabildo de la capital y en todas las
justicias que anualmente eligiera más conforme se ejecutase con la Real Audiencia en
cuerpo y no en cada oidor en particular ni en las casas en que cada uno habita, puesto
que ninguno de dichos ministros por sí sólo conocen ni son superiores de las causas
de que conocen los alcaldes, (s.n.) a quienes vuestra Real Benignidad no se desdeña
de nombrarlos ministros suyos, suplica humilde y rendidamente este Ayuntamiento
a V.M. se digne resolver y mandar lo que sea más de su Real agrado…233

El fiscal Díaz de Saravia envió representación al monarca el 5 de mayo


aprobando el parecer del oidor Rivera y la disposición de la Audiencia del 7
de enero. El Consejo de Indias conoció de las distintas instancias, y el 16 de
diciembre de 1789 dictaminó en favor de la decisión de la Audiencia; de lo
que resultó la Real Cédula del 18 de junio de 1790, mediante la cual Carlos
IV determinó que los alcaldes y demás oficiales de justicia debían hacer la
visita correspondiente a los oidores, una vez que fueran electos. De nuevo fue
derrotada la pretensión del Ayuntamiento, en su deseo de no sentirse inferior
a los ministros de la Audiencia. Más que la intervención de la Audiencia
como cuerpo colegiado, incidió la gestión del oidor americano José Patricio
de Rivera, quien en su representación acusó de desobediente al cabildo
caraqueño, otro ejemplo de la pérdida de la costumbre ceremonial practicada
por el Ayuntamiento antes de establecerse la magistratura en Caracas.
Dos nuevos incidentes tendrían lugar en enero de 1793. El primero
En relación conl juramento de los tenientes de justicia y el segundo en
cuanto a las visitas de cárcel de los alcaldes ordinarios. El 7 de ese mes el
Ayuntamiento tuvo conocimiento de que algunos tenientes de justicia mayor

233 A.G.I. Caracas, 307-Nº 15: representación del Ayuntamiento de Caracas del 18 de febrero de
1788.
152 Alí Enrique López Bohórquez

habían sido compulsados a tomar juramento de sus obligaciones ante la


Audiencia. Para los cabildantes tal novedad resultaba en perjuicio de las
facultades legales que tenía la cámara municipal, por lo que reclamaron del
despojo que se les había hecho y suplicaron al gobernador Pedro Carbonell
que, en atención a las leyes, se les permitiera tomar juramento de los sujetos
electos para administrar justicia en los pueblos y lugares de la ciudad de
Caracas y se impidiera el juramento ante la Real Audiencia, hasta tanto
se resolviera al respecto.234 El gobernador Carbonell remitió el acuerdo
capitular al fiscal de la Audiencia. Este determinó que el 15 de enero que,
según lo establecido en el título 2º, libro 2º, de la Recopilación de Indias, los
tenientes estaban obligados a juramentarse ante el tribunal. La pretensión
del Ayuntamiento de acuerdo con la costumbre quedaba invalidada pues
esto había ocurrido por la imposibilidad de prestarse juramento en las
audiencias de Santo Domingo o Santa Fe, y que por esa razón de distancia
podían seguir haciéndolo los otros ayuntamientos del distrito audiencial,
no así el de Caracas desde que se estableció la Audiencia.
La representación del fiscal fue remitida por Carbonell al Cabildo,
el cual en la sesión del 26 de enero respondió que la legislación señalada
por Díaz de Saravia se refería a los tenientes de gobernador y el problema
se suscitaba con los tenientes de justicia mayor; que la prerrogativa se
había seguido practicando aún después de establecida la Audiencia, sin que
nada hubiera hecho el tribunal para exigir el juramento de los tenientes y
corregidores, acompañando la lista de estos justicias menores que en los
últimos seis años habían sido juramentados por el Ayuntamiento, y terminaba
suplicando al rey la restitución de esa facultad detentada por el Cabildo. La
Audiencia recibió el acta de esa sesión y la remitió al fiscal Díaz para que
expusiera nuevamente su parecer, quien siguió sosteniendo su posición al
respecto. El 28 de febrero la Audiencia determinó que el Ayuntamiento
debía acatar lo dispuesto, de conformidad con las leyes de la Recopilación,
el testimonio de varias reales cédulas en esa materia y la certificación del
escribano de Cámara de lo practicado en Santo Domingo; así mismo se le
ordenaba la eliminación de lo establecido en los artículos segundo y cuarto

234 A.G.N. (Caracas). Ayuntamiento, Tomo XVIII, fol. 378: el Ayuntamiento de Caracas reclama
ante la Real Audiencia contra la disposición de que los tenientes de justicia de su jurisdicción se
juramenten ante el supremo tribunal (Caracas, 7 de enero de 1793); A.G.I. Caracas, 398-Nº 57:
el presidente de la Audiencia de Caracas da cuenta de lo ocurrido entre aquella Audiencia y el
Cabildo sobre el juramento de los tenientes (Caracas, 21 de abril de 1795).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 153

del arancel municipal En relación con los juramentos, al tiempo que notificaba
a la Escribanía de Cámara de la Audiencia que no cobrara derecho alguno a
los tenientes de justicia por presentar sus respectivos títulos y juramento. Se
trataba de un asunto protocolar, pero del cual se derivaban dos consecuencias
importantes para el Ayuntamiento: por un lado, la pérdida de la subordinación
de los Tenientes de Justicia, y por el otro, la eliminación de los recursos por
los derechos que debían pagar estos funcionarios.
Otro problema ocurrió en 1793, cuando los alcaldes ordinarios Juan
Blanco y Plaza y Joaquín del Castillo Veytía protestaron en la sesión del
27 de enero, porque en las visitas a la Real Cárcel de Caracas, practicadas
todos los sábados en unión de un oidor de la Audiencia, no se les daba el
asiento correspondiente. El tribunal conoció el 14 de marzo del reclamo de
los alcaldes, y, después de su estudio, dictaminó que aquella ceremonia se
venía cumpliendo desde que se había establecido la Audiencia sin la menor
reclamación, que se seguía en Caracas lo acostumbrado en Santo Domingo
y que la protesta obedecía al odio permanente de la justicia ordinaria,
previniendo al Ayuntamiento de no utilizar en sus acuerdos improperios y
expresiones infundadas e indecorosas contra los ministros. El Ayuntamiento
conoció del Real acuerdo el 18 de marzo, acatando inmediatamente lo
dispuesto por la Audiencia.235

Intervención de la Audiencia en los asuntos internos del Ayuntamiento de


Caracas

Legalmente la Audiencia podía intervenir en los asuntos internos de


los ayuntamientos en materia de administración de justicia o en cuestiones
relativas a la imposición y cumplimiento de las leyes en el orden político.
La distancia de Santo Domingo y Santa Fe hizo imposible la fiscalización
de estos aspectos por parte de aquellas audiencias, pero al establecerse la
de Caracas tendría una notoria injerencia en la nulidad y confirmación de
las elecciones concejiles, presentación de las cuentas, aranceles judiciales,
cumplimiento de la ley de alternativa, fianzas de los funcionarios, vacantes
de empleos, disputas internas sobre protocolos, etc. La autonomía con

235 A.G.N. (Caracas). ayuntamientos, Tomo XVII, fol. 372: la Real Audiencia considera la protesta
de los alcaldes ordinarios de Caracas por el asiento que se les da en la visita semanal de cárcel en
compañía de un oidor. (Caracas, 14 de marzo de 1793).
154 Alí Enrique López Bohórquez

que el Cabildo había manejado estos asuntos y el control que de ellos haría
la Audiencia también conducirían a conflictos, de los cuales señalaremos
algunos, sólo para ilustrar el enfrentamiento entre ambas instituciones.236
Al tener conocimiento los miembros del Ayuntamiento de que
los ministros de la Audiencia preparaban unos aranceles para las justicias
ordinarias, en acuerdo del 26 de abril de 1790 comisionó al síndico
procurador general para pedir testimonio de los nuevos aranceles y tener
conocimiento de ellos. En atención a tal comisión, el licenciado Pedro
Manuel Martínez de Porras solicitó al rey el 27 de mayo copia de los
mismos para su inspección y opinión antes de que entraran en vigencia
pues, según se decía públicamente, eran gravosos para toda la sociedad. De
dicha representación tuvo conocimiento el fiscal de la Audiencia Díaz de
Saravia, quien también elevó instancia ante el monarca, considerando que
la representación del Ayuntamiento era intempestiva porque los aranceles
a que se refería el procurador no estaban todavía aprobados y, por lo
tanto, debía esperarse hasta su pronta publicación.237 Los aranceles fueron
aprobados definitivamente por la Audiencia el 28 de junio, enviándolos al rey
y poniéndolos en vigencia interinamente. Entonces los ministros opinaron
que los derechos establecidos para las justicias ordinarias vendrían a evitar
las estafas a que eran sometidos los litigantes, por no existir una regulación
uniforme.238 El 9 de julio nuevamente representó el procurador, esta vez
para protestar porque los aranceles no le habían sido remitidos antes de
su publicación y para hacer conocer el descontento público de la ciudad
por lo elevado de la tasación, por lo que solicitaba la suspensión de dichos
aranceles hasta tanto se estudiaran los inconvenientes que causaban. El
fiscal enfrentó de nuevo las opiniones del procurador Martínez de Porras,
y en carta del 20 de septiembre hizo saber que en su debida oportunidad
los aranceles habían sido enviados al Ayuntamiento para su aplicación, y

236 Las secciones ayuntamientos y Reales Provisiones del Archivo General de la Nación (Caracas) contienen
una voluminosa documentación sobre la intervención de la Audiencia de Caracas en asuntos
internos de los ayuntamientos de su jurisdicción.
237 A.G.I. Caracas, 167-Nº 42: La Real Audiencia da cuenta de las tentativas del procurador general
de la ciudad contra los Aranceles remitidos a V. E. (Caracas, 27 de septiembre de 1790).
238 Ibid. La Real Audiencia remite testimonios de los aranceles formados para los subalternos
inmediatos y para todo el distrito (Caracas, 28 de junio de 1790).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 155

que estaban desasistidas de toda prueba las imputaciones que se hacían


contra las tarifas judiciales.239
No cesó el procurador en su intento por la eliminación de los
aranceles, y el 23 de agosto se dirigió a Carlos IV señalando

… los gravámenes y perjuicios que se ignoran a las ciudades y pueblos subalternos


y a las demás provincias anexas donde se ha mandado observar sin haber logrado
fruto alguno por aquel primer modo que permiten las leyes de la Monarquía;
porque habiendo dado vista de las dos dichas representaciones al Sr. fiscal no
ha evacuado; sin embargo de haber pasado cuatro meses desde la primera,
sufriendo el público los perjuicios de desembolsar y contribuir unos derechos
exorbitantes, desistía mucho de la vindicación de su justicia y verse en vaivén
la pública tranquilidad de los individuos de la sociedad (…) los excesos de los
derechos son tan notables en los más Capítulos del Arancel que exceden mucho
en treinta tanto más a los de Castilla y en los restantes se alteran los derechos
practicados y consentidos por estilo…240

Por lo cual suplicaba, otra vez, se suspendieran los aranceles hasta que
se reformaran moderadamente, y mientras tanto se observara lo practicado
por orden del Ayuntamiento desde hacía muchos años. Conocidas las últimas
representaciones del procurador y del fiscal, el 27 de septiembre la Audiencia
solicitó al primero que en el término de seis días presentara testimonios
de las personas perjudicadas a causa de los nuevos derechos judiciales, los
fundamentos para considerar que los mismos habían creado intranquilidad
pública, señalara las provincias que habían hecho oposición a los aranceles
y que en el término de veinte días expusiera los reparos que estimara justos
contra el arancel de los juzgados ordinarios, acompañando también pruebas
de corruptela y excesos a que hizo referencia en su última representación. A
nada de esto respondieron ni el procurador ni el Ayuntamiento. A partir de
entonces la Audiencia impuso, además de los aranceles, los procedimientos y
requisitos a seguirse en el cobro de los derechos estipulados, quedando a su
criterio la revisión de éstos y la consideración de las sugerencias introducidas
por los propios ayuntamientos de las provincias.

239 A.G.I. Caracas, 167-Nº 48.


240 Ibid.
156 Alí Enrique López Bohórquez

La intervención en los nombramientos y elecciones concejiles, por parte


de la Audiencia, fue otra de las razones de conflicto. Durante cuatro años ambos
organismos colegiados se enfrentaron, como resultado del desconocimiento
de la Audiencia de la designación del fiel ejecutor interino hecha por el
Ayuntamiento de Caracas. Por muerte de su propietario, el Cabildo nombró el
22 de marzo de 1793 al alcalde provincial Luis Blanco para que ejerciera el cargo
hasta tanto se rematara la plaza. El regidor decano, José Hilario Mora, se dirigió
al gobernador Pedro Carbonell solicitándole el empleo vacante en virtud de las
facultades que le concedía el libro 8º, título 20, ley 20 de la Recopilación de Indias,
la cual prevenía el nombramiento de personas para servir en interinato hasta
que se concedieran en propiedad, en especial de aquellos cargos de cuya acefalía
resultara perjudicado el público. La referida ley estipulaba que correspondía tal
designación al municipio, pero José Hilario Mora atribuyó esa prerrogativa al
gobernador en su calidad de presidente del Ayuntamiento, y se apresuraba a
solicitarla ante Carbonell en vista de que se planeaba el nombramiento de otro,
a quien no le correspondía, pues tradicionalmente había recaído en el regidor
más antiguo.241 El Ayuntamiento conoció el 26 de agosto del recurso hecho ante
el gobernador por el regidor Mora, pero ratificó el nombramiento dado a Luis
Blanco. Nuevamente Mora se dirigió a Carbonell solicitándole apelación ante
el Supremo Tribunal en razón de la última decisión del Cabildo. El asunto se
fue alargando con instancias de diferente índole hasta el 7 de octubre de 1795,
cuando la Audiencia decretó que el regidor José Hilario Mora desempeñara el
empleo de fiel ejecutor, hasta que se rematara o el rey resolviera al respecto.
Los ministros fundamentaron su decisión en la inasistencia continua del alcalde
Luis Blanco a las visitas de cárceles, de lo cual se infería que tampoco podría
ejercer el complejo cargo de fiel ejecutor.
En sesión del 19 de agosto, el Ayuntamiento protestó el Real Decreto
de la Audiencia, basándose en lo que la legislación señalaba para similares
casos. Los alcaldes ordinarios Luis López Méndez y Bernardo Butragueño
impugnaron lo decretado por el tribunal por violación de las leyes que
ordenaban la no intervención de los presidentes y oidores en la provisión
de los oficios concejiles, y solicitaron se incorporara inmediatamente a
su empleo el alcalde provincial Luis Blanco. La Audiencia fue informada
sobre la decisión del Ayuntamiento, y el 22 de octubre impuso multa de

241 A.G.I. Caracas, 361: Expediente de la protesta del Ayuntamiento de Caracas por la intervención
de la Audiencia en el nombramiento del fiel ejecutor (Caracas, 16 de noviembre de 1795).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 157

cincuenta pesos a los citados alcaldes ordinarios por atreverse a censurar las
providencias del Supremo Tribunal, amenazando a los cabildantes con pena
de cien pesos para quien entrabara el ejercicio del designado. Dos días después
el Ayuntamiento acató la decisión de la Audiencia, juramentando y dando
posesión del cargo de fiel ejecutor al regidor decano José Hilario Mora.
A pesar del Real Decreto de la Audiencia, de las multas impuestas a los
alcaldes ordinarios y del acatamiento compulsivo por parte del Ayuntamiento,
éste se dirigió al rey el 16 de noviembre de 1795 quejándose del agravio,
solicitando se desaprobara por ilegal el procedimiento del tribunal y que
se accediera al nombramiento hecho por el Cabildo. En razón de esta
representación la Audiencia recibió la Real Cédula del 6 de octubre de 1796,
exigiéndole diera cuenta con testimonio íntegro de todo lo actuado en el
referido asunto. El 26 de mayo de 1797 remitió el tribunal el voluminoso
testimonio exigido.242 Nada sabemos del destino y resultado de estas instancias,
pero el ejercicio de José Hilario Mora como regidor y fiel ejecutor en los
subsiguientes dos años, induce a pensar que la corona ratificó la actuación
de la Real Audiencia. De nuevo, soslayando la legislación, el máximo tribunal
impuso su criterio ante el siempre irreverente Ayuntamiento de Caracas.
En 1795, nuevamente, la Audiencia intervendría en las elecciones
municipales, dando como resultado otra disputa y decisiones contrarias a los
intereses de la aristocracia venezolana que controlaba el Ayuntamiento.243 El
1 de enero resultó electo como alcalde Ordinario de primer voto Luis López
Méndez; los vocales del Cabildo protestaron por cuanto los regidores Isidoro
López y José Hilario Mora eran hermano y primo, respectivamente, de aquel
alcalde, quien en 1793 había ejercido el cargo de síndico procurador general y
no había dado residencia de la Alcaldía de la Santa Hermandad en el mismo
año. El Ayuntamiento remitió el Acta correspondiente al gobernador Pedro
Carbonell, quien ordenó se suspendiese a López Méndez hasta que la Real
Audiencia resolviera las dudas. El fiscal reconoció la elección y dictaminó
que el alcalde tomara posesión de su vara, previniendo que en adelante, para
evitar idénticas recusaciones, se hicieran elecciones anuales en individuos
que no tuvieran parentesco dentro del cuarto grado de consanguinidad, y

242 A.G.I. Caracas, 361: La Audiencia informa sobre el nombramiento del fiel ejecutor (Caracas, 26
de mayo de 1797).
243 Hacemos uso de la documentación parcialmente citada por Héctor García Chuecos: Estudios de
Historia Colonial de Venezuela. Caracas, Tipografía Americana, 1938, Tomo II, pp. 89-92.
158 Alí Enrique López Bohórquez

que el procurador no se pudiera reelegir ni ocupar otro puesto municipal


hasta después de dos años.
El Ayuntamiento, que sólo pretendía resolver sobre la recusación de
los vocales, consideró que el dictamen del fiscal era contrario a la práctica
antiguamente observada en la escogencia de sus miembros, y que esto traería
dificultades para contar con personas que tuvieran las cualidades exigidas; por
lo que acordó, el 27 de octubre de aquel año, representar al rey para solicitarle
que desaprobara la decisión de la Audiencia y declarase al Ayuntamiento

… libre de derecho y facultad para elegir las personas que estime por más
idóneas para los oficios concejiles, sin que fuera impedimento el parentesco de
ellas con alguno de los capitulares ni necesario requisito al hueco de dos años de
un período a otro, a lo menos cuando el anterior no fuera de jurisdicción, voz y
voto, conservándose la práctica observada hasta el presente.244

Se exigió a la Audiencia testimonio de lo actuado, y visto en el


Consejo de Indias, el rey aprobó lo determinado por el fiscal del tribunal
caraqueño, ordenando al Cabildo por Real Cédula del 26 de mayo de 1797
que tuviese presente la copia de sujetos idóneos de una ciudad tan populosa,
y procurase en todas sus elecciones anuales de oficios concejiles nombrar
las más calificadas para su buen desempeño y menos conexionadas con los
electores, a fin de obviar los inconvenientes que se han propuesto las leyes
y reales cédulas del asunto y que enseña la experiencia.245
En sesión del 18 de enero de 1798, el Ayuntamiento manifestó su
obediencia a la Real Cédula. No se trataba solamente de la eliminación de una
práctica públicamente reconocida, sino que al prohibirse el parentesco entre los
miembros de la institución municipal se pretendía romper la actitud nepótica
de los “mantuanos” caraqueños, quienes venían traspasándose anualmente el
poder local; sin embargo, a pesar de la resolución real, siguió controlándolos
en los mismos términos durante el resto del período colonial.246

244 Ibid., p. 91.


245 Ibid.
246 No era la primera vez que la Audiencia conocía una denuncia al respecto. En 1789 el procurador
general José Remigio Ochoa e Ignacio Romero solicitaron al Tribunal hiciera cumplir lo dispuesto
por Real Cédula del 19 de enero de 1691 En relación con la no reelección de personas ligadas por
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 159

Supuesta protección a las “gentes de color” por parte de la Audiencia

De todas las desavenencias habidas entre la institución local y


los magistrados de Caracas la que más preocupó al Ayuntamiento fue la
relacionada con la presunta protección que los ministros de la Real Audiencia
brindaban a las gentes de color. Ya en 1789 se había producido el primer
choque en este aspecto, debido a la Real Cédula del 31 de mayo de aquel
año, mediante la cual Carlos IV ordenó la regulación de la educación,
trato y ocupaciones de los esclavos en todos los dominios americanos. La
Audiencia reconoció que tal disposición impediría en su jurisdicción el mal
trato que recibían los esclavos por parte de sus amos. El Ayuntamiento,
preocupado por los inconvenientes que podían derivarse de la Real Cédula,
solicitó el 7 de diciembre al tribunal se suspendiese su ejecución y que el
precepto no se pusiera en vigencia en Venezuela.247 Desde 1788 venía el
Ayuntamiento solicitando se negaran las peticiones de dispensación de la
calidad de pardos, garantizada luego por Real Cédula del 10 de febrero
de 1795, y protestando los informes que en su favor habían hecho los
magistrados de la Audiencia.248 El 8 de junio de 1789, a raíz de las solicitudes
de los pardos Bejarano, el Cabildo de Caracas representó al rey señalando el
agravio de la Real Audiencia al desatender las repetidas exigencias para que
no se admitieran las justificaciones de los pardos sin los debidos informes
del síndico procurador, por lo que solicitaba se negaran las pretensiones
de los Bejarano y se mantuvieran en su clase, a pesar del expediente que
en favor de ellos había hecho el supremo tribunal.249 La interferencia del
Ayuntamiento no surtió efecto, pues por Real Cédula del 12 de julio de 1796
se dispensó de la calidad de pardo a Diego Mejías Bejarano.250 En sesión

parentesco. A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo XLVII, fol. 176 (Caracas, 28 de septiembre
de 1789).
247 Ildefonso Leal: “La Aristocracia Criolla Venezolana y el Código Negrero de 1789”, Revista de
Historia, 6 (Caracas, 1961), pp. 61-81.
248 Véase la documentación de las protestas del Ayuntamiento contra la Real Cédula de Gracias al
Sacar en Santos Rodulfo Cortés: El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período
colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1978 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial
de Venezuela, 136).
249 Ibid., II, pp. 36-38.
250 Ibid., pp. 42-44.
160 Alí Enrique López Bohórquez

del 21 de noviembre el Ayuntamiento de nuevo protestó, no haciéndose


responsable de los resultados de la ejecución de esa resolución, y solicitando
a la Audiencia recogiera la misma hasta tanto, con información veraz,
resolviera el rey al respecto.251 Sin embargo, nuevas peticiones se hicieron y
se dieron curso por parte de la Audiencia, continuando las reclamaciones del
Cabildo de Caracas,252 el cual se dedicó a levantar actas e informes atacando
la Real Cédula de Gracias al Sacar.253
De estos informes nos interesa particularmente el del 28 de
noviembre de 1796,254 en el que el Ayuntamiento se volcó a enjuiciar no
solamente el apoyo que a los pardos ofrecía la Audiencia, y particularmente
el oidor Francisco Ignacio Cortines, sino también a condenar toda su
actuación en la administración de justicia desde su establecimiento en 1787.
Una vez analizada la situación socio-política de la provincia, el Cabildo pasó
a considerar que el desorden de todo se encontraba en el incumplimiento
de las leyes y el poco interés que tomaban los encargados de ejecutarlas,
magistrados que sólo se conducían por el …“deseo de adquirir bienes
suficientes para concluir su carrera en su propio país o en otra parte y, es tan
sensible esta expresión que muchas veces se escapan a los mismos europeos
expresiones que la aseguran manifestando su desaplicación o dificultad en
ordenar las cosas y remediar los males, sin otro motivo que el de no tener
necesidad de permanecer aquí, y de que habiendo de dejar la América,
importa poco su destrucción y menos que los mulatos se confundan con
los Blancos”.
La solución de esos males la veía el Ayuntamiento en la …“renovación
de los ministros que actualmente componen esta Real Audiencia odiados
generalmente del pueblo, y con especialidad del oidor don Francisco Ignacio
Cortines, cuyo desafecto a los Vecinos y Naturales del país se manifiesta
frecuentemente particularizando a las personas de distinción; en términos

251 Ibid., pp. 44-47.


252 Ibid., pp. 52-82.
253 Ibid., pp. 82-90.
254 A.G.I. Caracas, 976: Informe que el Ayuntamiento de Caracas hace al rey de España referente
a la Real Cédula de 10 de febrero de 1795. Este informe fue publicado primeramente por José
Félix Blanco y Ramón Azpúrua: Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas,
Imprenta de la Opinión Nacional, 1875, Tomo I, pp. 267-275; luego por Santos Rodulfo Cortés:
Ibid., II, pp. 91-107.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 161

que son mirados como autores de los males que llora esta Provincia en la
multitud de pleitos que la oprimen en la dilatada duración que sufren por las
providencias ilegales, sentencias contemplativas e inciertas, y callejuelas que
estudian para evadirse de los negocios empeñados o para prolongarlos”…
Señalaba el Cabildo que con el establecimiento de la Real Audiencia …“se
han multiplicado las discusiones y discordias; han crecido los costos de los
pleitos; se han hecho más osados los escribanos, procuradores y subalternos;
se van ocupando estos empleos por sujetos tachados por su calidad y
conducta, hormiguean los chismes, enredos, cuentos entre los vecinos,
y Magistrados, que las adoptan de buena voluntad para que influyan en
los negocios públicos; y después que se estableció la Real Audiencia se
ha hecho Caracas un semillero de disgustos, pesares y sobresaltos; no hay
derecho seguro, ni crédito acrisolado; recíprocamente se destruyen Jueces
y súbditos, los unos abusan de su autoridad haciéndola instrumentos de
sus pasiones particulares, y los otros se contentan con hablar en las casas, y
calles publicando los cohechos que aseguran o se presumen, las conexiones
que han influido y los motivos de su desesperación”…
Y En relación conl trato dado al Ayuntamiento, los cabildantes señalaron
…“el desafecto con que los ministros de la Real Audiencia miran este
cuerpo contrariando siempre sus proyectos y ultrajándolo con expresiones
duras, y tal vez indecorosas; en tal extremo que a no ser la prevención y
paciencia con que se hayan sus individuos esperando siempre mejorar de
fortuna, habrían ya renunciado sus oficios”… El informe terminaba con
la solicitud de que se suspendiera la expresada Real Cédula. A fin de que
culminaran las discordias en la Provincia de Venezuela, el Ayuntamiento
proponía el cambio de los ministros que entonces constituían la Audiencia,
sustituyéndolos por otros de mayor celo e interés en favor de los naturales de
aquella provincia. Ninguna de las denuncias contra la Audiencia había sido
tan contundente como ésta. Era la respuesta a casi una década de conflictos,
los que se agudizarían cada vez más al perder la aristocracia caraqueña su
posición social en el proceso de igualación iniciado con la Real Cédula de
Gracias al Sacar, y cuya garantía de aplicación era el tribunal caraqueño.
Caso omiso se haría del informe: primero porque la Real Cédula no fue
suspendida. Por el contrario, siguieron más solicitudes para su aplicación
y se ratificó su vigencia con un aumento del arancel en 1801 y, segundo,
porque Antonio López de Quintana, Francisco Ignacio Cortines y Bernardo
de Asteguieta, ministros de entonces, permanecieron en sus cargos por
162 Alí Enrique López Bohórquez

más tiempo. Se desconoce decreto alguno de averiguación y amonestación


ante lo gravemente expuesto por el Ayuntamiento de Caracas. Estas y otras
divergencias entre la Audiencia y el Ayuntamiento de Caracas contribuyeron
a crear en la aristocracia territorial venezolana un resentimiento, el cual
se agudizaría a medida que la política reformista incidiera en la pérdida
de muchas de sus antiguas potestades y de su autoridad local. Llegado el
momento de la independencia los “mantuanos” liderizarían el movimiento,
cuyo primer acto de gobierno sería la expulsión de los odiados ministros de
la Real Audiencia de Caracas que tuvo lugar el 19 de abril de 1810.

La Audiencia y el Real Consulado de Caracas: Confrontación entre peninsulares


y criollos por la administración de justicia

Una de las razones que generalmente se aduce para justificar la


independencia de Venezuela es el conflicto de ejercicio de gobierno entre
peninsulares y criollos. Evidencia de esta situación fue la confrontación
suscitada entre la Real Audiencia y el Real Consulado de Caracas. La primera,
integrada mayoritariamente por magistrados de origen español y la segunda
conformada por jueces nacidos en territorio venezolano y pertenecientes
al mantuanaje del valle de Caracas. Las características particulares de
funcionamiento de cada una de esas magistraturas estimularon igualmente esos
conflictos, ya que ser abogado era requisito indispensable para una designación
como ministro de la Audiencia, mientras que para los de jueces consulares
no se requería tal condición. Pasamos ahora a exponer las confrontaciones
más relevantes suscitadas entre ambos funcionarios en el período de 1793 a
1802, previa presentación de las características generales del tribunal consular,
a fin de que se aprecie –en su debida magnitud– la naturaleza de los referidos
enfrentamientos. El Real Consulado de Caracas, creado por Real Cédula del 3
de junio de 1793, estaba integrado por un prior, dos cónsules, nueve consiliarios
y un síndico, cada uno de los cuales con su respectivo teniente, además de
un contador y de un tesorero; cargos todos ejercidos alternativamente por
mercaderes y hacendados, con predominio de estos últimos, mayoritariamente
criollos, y que con sus respectivas funciones constituyeron un Tribunal de
Justicia y una Junta de Gobierno. Sus actividades específicas eran la más breve
y fácil administración de justicia en los pleitos mercantiles y la protección y
fomento del comercio en todos sus ramos. Comprendía la misma jurisdicción
de la Intendencia y de la Audiencia, contándose con diputados especiales en
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 163

los puertos de Coro, Maracaibo, Cumaná, Guayana, Puerto Cabello y en las


Islas de Trinidad (hasta 1797) y Margarita.
En materia de justicia, el Real Consulado se convertía en Tribunal
compuesto por el prior y los cónsules, quienes conocían privativamente
de todos los pleitos y diferencias que ocurrieran entre comerciantes o
mercaderes, sus compañeros y factores, sobre negociaciones de comercio,
compras, ventas, cambios, seguros, cuentas de compañía, fletes de navíos,
factorías y demás de los que conocía el Consulado de Bilbao, ajustándose
también a las ordenanzas de éste, a las leyes de Indias o, en su defecto, a
las de Castilla. Las audiencias se celebraban martes, jueves y sábado de
cada semana. La mayoría de los juicios eran verbales, exigiéndose que los
mismos fueran sustanciados y determinados brevemente, sin informes
ni alegatos de abogados. Sólo cuando los asuntos eran de difícil prueba
se permitía el uso de escritos y documentos probatorios o, bien, cuando
existiesen dificultades de interpretación jurídica por parte de los jueces
consulares, estos recurrían a asesor letrado o a los consiliarios, quienes
por su conocimiento y experiencia auxiliaban al prior y a los cónsules
para administrar rectamente la justicia. En los pleitos que pasaban de
ochocientos pesos se admitía el recurso de apelación ante el Tribunal de
Alzada, compuesto del intendente y dos colegas del Consulado nombrados
por el mismo, hombres de caudal conocido, prácticos, de buena opinión
y fama, y conocedores de las materias de comercio. Las sentencias de
los jueces consulares se ejecutaban breve y sumariamente por medio del
portero alguacil y demás ministros nombrados por el prior y los cónsules.
El establecimiento del Tribunal del Real Consulado de Caracas originó
diversos conflictos jurisdiccionales con el intendente, los gobernadores de
su distrito y la Audiencia, ante lo cual se disponía en sus ordenanzas que si el
conflicto no podía resolverse amigablemente, debía recurrirse al regente de
la Audiencia quien, en calidad de juez de competencia, debía decidir sobre
la jurisdicción que conocería del asunto. De las sentencias del Tribunal del
Consulado o del Tribunal de Alzada sólo podía interponerse el recurso de
nulidad o injusticia notoria ante el Real y Supremo Consejo de Indias, el
cual determinaba con arreglo a las leyes.255

255 Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas. Introducción y Compilación de E. A. F. Caracas,
Universidad Central de Venezuela, 1957. Véanse las “ordenanzas” reproducidas en esta obra, en
particular los artículos I al XIX, referidos a la administración de justicia. También remitimos al estudio
164 Alí Enrique López Bohórquez

Varias fueron los motivos argumentados en 1785 por el intendente


Francisco de Saavedra para el establecimiento de un Consulado en Caracas.
Además de los aspectos relacionados con el fomento del comercio y de la
agricultura, pretendió lograr la armonía entre los naturales de aquella ciudad
y los europeos –de los hacendados con los comerciantes– y, al mismo tiempo,
agilizar la administración de justicia a través de un tribunal que resolviera
“breve y sumariamente” los dilatados y costosos pleitos mercantiles
ventilados en los juzgados ordinarios, asuntos tratados generalmente con
procedimientos jurídicos ajenos a la actividad comercial y que habían incluso
arruinado a algunos mercaderes.256 Una vez establecido el Consulado, por
Real Cédula de 3 de junio de 1793,257 las desavenencias entre los dos sectores
sociales tendieron a resolverse, toda vez que éstos participaban tanto en
actividades agrícolas como mercantiles, y eran regidos con iguales deberes
y derechos por un tribunal compuesto por el mismo número de individuos
de ambas clases, tendencia comprobada por la solución cordial de los
problemas que se presentaron posteriormente.258 Se conciliaban aquellos
contrapuestos intereses económicos de terratenientes y mercaderes, pero
se generaba otro tipo de conflicto entre los ministros peninsulares de la
Audiencia y los jueces del tribunal consular, predominantemente controlado
por los criollos.
Ese antagonismo derivó particularmente de la substracción a la
Real Audiencia de lo contencioso mercantil, la crítica que se hacía a su
administración de justicia y la participación en el Consulado de hombres
que no eran juristas con estudios universitarios, en oposición a la formación

de Mercedes Álvarez: El Tribunal del Real Consulado de Caracas. Caracas, Concejo Municipal de Caracas,
1967, 2 Vols.
256 A.G.I. Caracas, 921: Carta de Saavedra al ministro José de Gálvez proponiendo la creación del
Consulado (Caracas, 2 de mayo de 1785), reproducida en Eduardo Arcila Farías: Ibid., pp. 217-
219.
257 Sobre el Real Consulado, además de los citados trabajos de Eduardo Arcila Farías y Mercedes
Álvarez, véase Manuel Nunes Días: El Real Consulado de Caracas (1793-1810). Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1971; Guillermo Morón: Historia de Venezuela, Tomo V, pp. 93-97;
Humberto Tandrón: El Real Consulado de Caracas y el Comercio Exterior de Venezuela. Caracas, Facultad
de Humanidades y Educación-UCV, 1976; Eduardo Arcila Farías e Ildefonso Leal: Documentos del
Real Consulado de Caracas. Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos-UCV, 1964.
258 Eduardo Arcila Farías afirma que no existen pruebas de que se manifestara colisión de intereses
entre hacendados y comerciantes después de establecido el Consulado, en El Real Consulado de
Caracas, p. 28.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 165

profesional característica de la magistratura indiana. A todo esto debe


agregarse un aspecto que interesa destacar: el marcado predominio que en
el Real Consulado ejercieron los agricultores caraqueños. El poder que ellos
detentaron en el nuevo tribunal condujo también a generar conflictos con los
gobernadores, y sobre todo con los Intendentes, debido a la coincidencia en
las funciones administrativas de ambas instituciones.259 Los enfrentamientos
entre el Consulado y la Audiencia pueden clasificarse en dos tipos: unos
relacionados con la competencia de jurisdicción entre los dos tribunales,260
otros derivados de la actuación del regente Antonio López de Quintana en su
condición de juez de competencia, cuando le correspondió remitir algunos
casos a la justicia ordinaria representada por el gobernador y su asesor.
Todo lo cual, en su conjunto, constituye una prueba más de la comprobada
arrogancia de los magistrados europeos contra todo lo que significara
pérdida de potestades en favor de la aristocracia criolla venezolana.

Competencia en la jurisdicción mercantil

Al acusar recibo de la Real Cédula de erección del Consulado, la


Audiencia expresó al rey su interés en colaborar con la pronta administración
de justicia,261 pero su actitud inicial frente al Consulado demostró el poco
interés en llevar a la práctica lo expresado. La primera Junta de Gobierno
del Consulado, reunida el 29 de octubre de 1793, solicitó a Carlos IV su
intervención para que pasaran a su jurisdicción los asuntos pendientes
en la Real Audiencia, sobre materias correspondientes al conocimiento

259 Cfr. Eduardo Arcila Farías: Ibid., 33-38; Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I, pp. 303-331; y Manuel
Nunes Días: op. cit., pp. 247-249.
260 “La administración de justicia está a cargo del Tribunal que sólo se comprenderá el prior y cónsules,
y conocerán privativamente de todos los pleitos y diferencias que ocurran entre comerciantes o
mercaderes, sus compañeros y factores, sobre sus negociaciones de comercios, compras, ventas,
cambios, seguros, cuentas de compañías, fletamentos de naos, factorías, y demás que conoce y
debe conocer el Consulado de Bilbao conforme a sus ordenanzas…”. Artículo 2 de las ordenanzas
del Real Consulado de Caracas, incluidas como apéndice en las citadas obras de Eduardo Arcila
Farías y Mercedes Álvarez.
261 A.G.I. Caracas, 908: La Real Audiencia de Caracas acusa recibo de la Real Cédula del Consulado
(Caracas, 25 de noviembre de 1793), documento reproducido en Mercedes Álvarez: op. cit., II, p.
109.
166 Alí Enrique López Bohórquez

y jurisdicción del recién creado tribunal mercantil.262 El rey aprobó lo


solicitado y notificó a la Audiencia al respecto. El fiscal encargado, oidor
Bernardo de Asteguieta y Sarralde, procedió a ejecutar la decisión real
y dispuso que el escribano de la institución hiciera la selección de los
correspondientes pleitos, para ser pasados al Consulado; pero al ocupar
nuevamente la fiscalía el doctor Julián Díaz de Saravia, en febrero de 1794,
procedió a objetar la decisión de su colega Asteguieta, por considerar que la
solicitud del prior y los cónsules …“no sólo es irregular por no contraerse
a causas determinadas con expresión de partes y razones individuales que
atribuyen el fuero particular, sino que es intempestiva porque previniéndose
y prefijándose en el artículo 20 de dicha Real Cédula al tiempo en que deben
formar los registros y matrículas, así de los comerciantes que actualmente
hay en el distrito y deben de gozar el fuero del Consulado, como los que
en lo sucesivo formen compañías, compren embarcaciones o por cualquier
otra navegación se estimen tales comerciantes, no habiéndose formado
hasta ahora estas matrículas o registros, de ningún modo puede saberse si
sus causas tocan o no la jurisdicción del Consulado”.263
Argumentaba también Díaz de Saravia que no había cláusula
advocatoria alguna en las ordenanzas del Consulado, que señalara el referido
traslado y que no existían motivos para impedir la culminación de los juicios
pendientes; y que no tenía este tribunal jurisdicción para alterar o revocar
los procedimientos y las sentencias parcialmente dadas, prácticas éstas que
no se concretaron cuando se establecieron los consulados de Sevilla, Lima y
México, y que ni siquiera estaban recogidas en el libro noveno de la Recopilación
de Indias, fuente primaria para la sustentación y determinación de los pleitos.
Todo lo cual inducía al fiscal a desestimar la solicitud de los jueces consulares,
y que en caso de aceptarse la cláusula de advocación de los asuntos de otros
tribunales, reconocida por la Recopilación de Castilla, debería …“el mismo
Consulado o las partes litigantes que estimen ser de su fuero, solicitar la
remisión de sus causas particulares con calificación de que sus personas se
hallan matriculadas en el comercio de estas provincias, y sus negocios sobre

262 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Correspondencia), Tomo I, fols. 25-44: Expediente acerca de la
reclamación del Tribunal del Consulado a la Real Audiencia, para que le pase las causas pendientes
allí que correspondan al Instituto Consular. Ibid., pp. 113-125.
263 Ibid.: Dictamen del fiscal Julián Díaz de Saravia sobre la solicitud del Real Consulado de Caracas
(Caracas, 17 de febrero de 1794).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 167

materias de comercio y propios del conocimiento de dicho Consulado”.


Inmediatamente que el Consulado conoció del dictamen del fiscal, encargó
a su asesor jurídico, Juan Agustín de la Torre, responder a cada uno de los
argumentos del fiscal de la Audiencia. No fue hasta junio de 1794 cuando
el asesor presentó al Consulado un extenso alegato,264 que comenzaba por
señalar el interés que tuvo el rey en crear un tribunal en materia mercantil que
agilizara los pleitos para evitar las “perniciosas demoras y fraudes de litigantes
de mala fe, que aspiran a eternizar los juicios”. Se trataba, discretamente, de
una crítica a la Real Audiencia, donde los asuntos relacionados con el comercio
tardaban varios años en resolverse debido a múltiples trámites y a los asuntos
de diversa índole que conocía este tribunal. El asesor recordó al fiscal que la
Real Cédula en su artículo 53 inhibía a todos los jueces del conocimiento de
materias dentro de la jurisdicción consular, independientemente de que no
se especificase la advocación de las causas dependientes en otros juzgados.
En cuanto a la matrícula, indicaba el asesor que ésta no surtía fuero alguno,
ni era cualidad para los que debían disfrutar del mismo. Poco importaba la
falta de matriculación, cuando lo que interesaba era la materia de competencia
del nuevo tribunal, demostrada por el ejercicio, la ocupación de la persona y,
sobre todo, por el asunto a litigarse. La Audiencia, y no el Consulado, debía
hacer la revisión correspondiente para localizar los procesos que se solicitaban,
tal y como lo habían hecho los otros tribunales localizados en Caracas, sin
requerir orden escrita de traslado.
El asesor del Consulado aprovechó para presentar otra solicitud: no
sólo debían pasarse a éste tribunal los asuntos pendientes, sino también los
concluidos en cualquier juzgado de la provincia. La nueva petición estaba
razonada en la necesidad de facilitar el mejor despacho de los negocios, de
la misma manera que a la Intendencia se habían pasado los archivos de la
Real Hacienda y a la Audiencia de Caracas los asuntos pendientes en Santo
Domingo, cuando se verificó el establecimiento de ambas instituciones en
1776 y 1786, respectivamente. Fundamentados en las razones expuestas
por el asesor, los jueces consulares sometieron las mismas a consideración
del rey, para evitar competencia y disputas futuras con la Audiencia.265 La

264 Ibid.: Contestación al dictamen del fiscal de la Audiencia por Juan Agustín de la Torre, asesor del
Real Consulado (Caracas, 23 de junio de 1794).
265 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Actas del Real Consulado), Tomo I, fols. 33-48; Manuel Nunes
Dias: op. cit., pp. 247-248.
168 Alí Enrique López Bohórquez

Audiencia conoció el parecer de Juan Agustín de la Torre, por lo que el fiscal


nuevamente se dirigió a Carlos IV exponiéndole que las consideraciones
del asesor del Consulado no hacían variar sus argumentaciones, y que se
incurría en equivocaciones al señalarse la transferencia a la Intendencia
y a la Audiencia de los litigios pendientes en otros tribunales, pues esto
no se había practicado en la forma descrita. Insistía Díaz de Saravia en la
matrícula del Consulado, de manera que pudiera conocerse con exactitud
de las personas que debían gozar del privilegio correspondiente. El asesor
consular finalizaba acudiendo también a la autoridad real, al Consejo de
Indias y al Ministerio de Gracia y Justicia, para que con los respectivos
informes decidieran lo que más se ajustara a derecho.266
Después de un año de cruzada correspondencia, el Secretario de
Estado y del Departamento de Indias, Diego Gardoqui, comunicaba al
Consulado la decisión del rey, negando la solicitud de remitirse todas
las causas y negocios pendientes o concluidos en otros tribunales, cuyas
materias le correspondieran directa o indirectamente. Accedía Carlos IV
solamente a la pretensión de que se trasladasen al Consulado los litigios
inconclusos que no hubieran sido sentenciados, cualquiera que fuera su
estado, y reservaba los pleitos concluidos a los respectivos juzgados de
Caracas, los cuales debían colaborar convenientemente con el Consulado
cuando necesitara expedientes que ilustraran el conocimiento de asuntos
litigados.267 De esta manera fracasaba el primer intento del Consulado de
abarcar todo lo concerniente a su jurisdicción, pero había evidenciado ante la
Audiencia que estaba dispuesto a competir con sus atribuciones y a defender
los privilegios concedidos por la Real Cédula de su erección.

El Regente de la Audiencia como “Juez de Competencia”

La falta de precisión en las ordenanzas de la jurisdicción del


Consulado en materia de caminos determinó un primer conflicto de

266 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Correspondencia), Tomo I, fols. 25-44: carta al fiscal de la Audiencia
al rey, contradiciendo el parecer del asesor del Consulado (Caracas, 8 de agosto de 1794).
267 A.G.N. (Caracas). Reales Ordenes, Tomo XII, fols. 391-392: Para que se pasen al Consulado los
pleitos pendientes entre partes que versan acerca de negocios mercantiles, en cualquier Estado
en que se hallen, siempre que en ellos no haya recaído sentencia definitiva (San Lorenzo, 20 de
octubre de 1794), reproducido en Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas, p. 84.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 169

competencia entre los dos tribunales; el mismo tuvo lugar cuando el


gobernador Pedro Carbonell se negó a colaborar con el tribunal consular
En relación con su solicitud de auxilio para que Juan de Trujillo cumpliera lo
determinado por los jueces consulares en la demanda contra él, introducida
por el doctor y presbítero Manuel Rada. El 2 de mayo de 1794, Rada
presentó querella contra Trujillo por cerrarle el camino a su hacienda,
lo cual impedía el acceso y labores de la misma. El prior y los cónsules
realizaron una inspección ocular, ordenaron al demandado permitiera el
paso y lo multaron con cien pesos. Trujillo alegó que siendo sargento de
la Compañía de Milicianos de Caballería poseía fuero militar, por tanto, no
podía el Consulado intervenir y decidir en el asunto. El gobernador, además
de negarse a cumplir lo solicitado, exigió los recaudos correspondientes
al tribunal consular.268 El caso fue elevado ante el regente de la Audiencia
Antonio López Quintana, en su condición de juez de competencia,269 quien
decidió a favor del gobernador, por considerar que el sargento Trujillo
era miembro del ejército y que siendo el camino cerrado de “servidumbre
privada” y no de “servidumbre pública”, correspondía el problema a la
Audiencia. El Consulado impugnó tal decisión, alegando que la condición de
fuero especial no era razón que podía aducirse, pues casi todos los caminos
pasaban por tierras de personas que gozaban de dichos fueros; por otro
lado, solicitaba se declarara su completa jurisdicción sobre cualquier tipo de
camino y el correspondiente auxilio del gobernador y el capitán general para
el cumplimiento de lo decidido por los jueces consulares. Por sugerencia del
mismo regente, el 12 de agosto de 1794 el expediente fue enviado al rey, para
que resolviera la competencia en materia de caminos. En octubre del mismo
año el asunto volvió a la discusión, cuando el fiscal de la Real Audiencia,
Julián Díaz de Saravia, se pronunció contra la jurisdicción contenciosa que

268 Utilizamos fundamentalmente la información registrada por Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I,
pp. 318-321.
269 El Artículo 17 de las ordenanzas del Consulado establecía: “Si se suscitara duda o disputa de jurisdicción
con cualquier otro Tribunal o Juez sobre el conocimiento de algunas causas, se procurará terminar
amigablemente en una o dos conferencias, o por medio de mutuos oficios dictados siempre con la debida
urbanidad y moderación, sus pendiéndose entre tanto todo procedimiento por una u otra jurisdicción.
Pero sí por estos medios no se pudiere terminar el negocio dentro de tres o cuatro días, se pasarán los
autos de ambas jurisdicciones al regente en el mismo día cuarto, o en el siguiente lo más tarde, para que
con vista de ello y de los fundamentos que cada uno exponga, declare en el preciso término de tres días la
jurisdicción que deba conocer, y ésta sea tenida por competente y continúe conociendo sin más disputa,
y con absoluta inhibición de la otra.”
170 Alí Enrique López Bohórquez

sobre caminos pretendía el Consulado, fundamentado en la Real Cédula de


erección que señalaba la intervención de este tribunal, en causas de carácter
mercantil que ocurrieran entre los comerciantes matriculados, pero que
nada indicaba sobre los caminos;270 por lo cual no podían suprimirse las
atribuciones que En relación con los caminos, puentes y calzadas tenía el
gobernador. El dictamen del fiscal no surtió el efecto deseado, pues por
Real Orden del 30 de octubre de 1795 se declaraba que los pleitos sobre
caminos eran jurisdicción del Tribunal del Real Consulado.271
A pesar de la decisión real, la competencia entre la Audiencia y
el Consulado sobre la misma materia volvió a suscitarse en 1801, ante
pedimento de Anselmo Díaz para que su pleito en la Audiencia contra
Marcos Guzmán, sobre el tránsito por un camino particular y privado,
fuera trasladado a los jueces consulares. La Audiencia se negó a remitir el
expediente, de lo que dio cuenta a la Corona el Consulado, fundamentado en
el derecho que le asistía por la referida Real Orden y la del 30 de noviembre
de 1795,272 que disponían la facultad exclusiva que tenía la institución
consular en materia de caminos. Por otro lado, exponía la suspensión de todo
procedimiento por parte de la Audiencia, debido a la interesada intervención
que manifestaba el regente López Quintana a favor del hacendado Marcos
Guzmán.273 La cuestión era dilucidar si la jurisdicción consular se extendía
a los caminos tanto públicos como privados, y esta vez la balanza de la
justicia real se inclinó a favor de la Audiencia, pues por Real Orden del 8
de diciembre de 1802 el Consejo de Indias dictaminó que la competencia
concedida al Consulado por las reales ordenes de 1795 debía …“entenderse
respecto de todos los caminos destinados al uso y tráfico común de unas
poblaciones a otras, pero no de los privados que sólo pueden servir para
el paso de algunos particulares a sus haciendas, porque de las disputas que
sobre estos últimos ocurran deben conocer la jurisdicción ordinaria”.274

270 El fiscal tenía razón, pues en el Artículo 2 de las ordenanzas se exponía claramente las atribuciones
del Consulado en las causas mercantiles; en el Artículo 23 se hacía referencia a los caminos, pero
como facultad de la Junta Consular.
271 Citado por Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I, p. 231.
272 Reproducida en Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas, p. 100.
273 Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I, pp. 328-329.
274 Reproducida en Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas, p. 174.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 171

Un nuevo caso de competencia se suscitó en 1796, cuando dos


comerciantes se presentaron ante el Consulado para dirimir una querella
relacionada con la ocupación de un inmueble. El 19 de julio, Isidoro López
Méndez demandó en juicio verbal a Joaquín de Segura para que desocupase
una casa que aquel había arrendado a su hermano. Por tratarse de una disputa
entre mercaderes, el Consulado conminó a Segura a desalojar la casa que le
servía de almacén.275 Ante lo dictaminado, éste se presentó al gobernador
solicitando el auxilio correspondiente, por lo que debió intervenir de nuevo
el regente de la Audiencia, como juez de competencias, para decidir si
correspondía al Consulado o al Tribunal de Gobierno, fallando a favor del
último por considerar el asunto en cuestión un problema de orden público
y no de carácter comercial. El Consulado, por su parte, consideraba que
tenía jurisdicción por tratarse de una disputa entre comerciantes y sobre un
inmueble utilizado con fines estrictamente mercantiles, por lo que el prior y
los cónsules enviaron una representación al rey considerando la demora y
costo del pleito, si se llevara a tratar por la vía de la justicia ordinaria. Visto
el caso en el Consejo de Indias, éste aceptó el argumento del regente, y
en resolución del 12 de julio de 1797 se negó la aspiración del Consulado,
instándolo a no intentar nuevamente tal competencia.276
No perdía tiempo el Consulado para tratar de extender los límites de
su jurisdicción, pues dos meses después de iniciarse el caso López-Segura
tendría lugar una nueva desavenencia con la Real Audiencia. El prior y los
cónsules solicitaron al rey el 10 de octubre de 1796 les concediera la facultad
para conocer de los pleitos de los labradores relacionados con los deslindes
de terrenos y sus riegos, desechos, estacadas de ríos y todo lo concerniente al
fomento de la agricultura. Lógica pretensión, si consideramos sus atribuciones
en el mejoramiento de las condiciones agrícolas de las provincias bajo su
jurisdicción, y una clara intención de los blancos criollos venezolanos de
ejercer un control completo sobre esta materia, que estaba bajo competencia

275 A.G.I. Caracas, 915: Relación de pleitos mercantiles en el período 1793-1802; publicado en Mercedes
Álvarez: op. cit., Tomo II, pp. 127-279. El juicio verbal de Isidoro López Méndez y Joaquín Segura
está referido en la página 195; el resto de la información la hemos tomado de la citada obra, pp.
311-312.
276 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Representaciones al rey, 1793-1803), fol. 63; Mercedes Álvarez: Ibid.,
Tomo I, pp. 311-312.
172 Alí Enrique López Bohórquez

de la Audiencia y del intendente.277 En esta oportunidad el Consulado


fue muy explícito, pues deseaba ampliar sus facultades fuera del ámbito
mercantil, para lo cual recurrió a tres argumentos: 1) la estrecha relación
entre el comercio y la agricultura, 2) los padecimientos de los labradores al
verse expuestos a dilatados y costosos pleitos seguidos en los tribunales de
la provincia, generando en muchos casos pérdida de las haciendas y ruina de
sus propietarios,278 y 3) el fomento de la agricultura y la navegación de los ríos
quedarían frustrados, cuando los juzgados trataran estos asuntos como pleitos
ordinarios y debieran ser abandonadas las tierras en tiempos de siembra y
recolección de las cosechas para atender a las recusaciones de demandantes,
sin que se les otorgase la prórroga que debía hacerse para estos casos.
Después de consultar al Consejo de Indias, el rey resolvió negar
nuevamente la instancia interpuesta por el Consulado, por Real Cédula de
3 de agosto de 1797, al tiempo que encargaba a la Audiencia eliminar los
abusos, demoras, costos indebidos y velar por la concesión de privilegios y
buen tratamiento de los litigios relacionados con la agricultura.279 Copia de
la real decisión fue enviada a la Audiencia y, nuevamente, el fiscal Julián Díaz
de Saravia arremetió contra el Consulado. En esta oportunidad solicitando
demostración de los argumentos esgrimidos por los jueces consulares, a
través de un informe circunstanciado de los negocios dilatados, de los
labradores o hacendados que hubiesen sido oprimidos, extorsionados y
arruinados, de los pleitos sin concluir y los que se revivían cada año, todo
ello acompañado del cálculo de los cien mil pesos consumidos anualmente
por estos litigios en el distrito de la Audiencia, como había expuesto el
Consulado al rey. La Real Cédula y la representación del fiscal fueron

277 Ibid., fols. 66-68; y reales cédulas, Tomo XII, fols. 193-208: Real Cédula que contiene lo resuelto
por S.M. en la instancia hecha por el Tribunal del Real Consulado, sobre que se le faculte para
conocer de los pleitos de los labradores en asunto de deslinde de terrenos, sus riegos, desechos
y estancadas de los ríos (San Lorenzo, 3 de agosto de 1797). Contiene el expediente completo
sobre este conflicto. Véase referencias sobre la disputa en Mercedes Álvarez: op. cit.., Tomo I, pp.
330-331.
278 El Consulado estimaba que los litigios relativos a la agricultura causaba anualmente gastos en el
orden de los cien mil pesos.
279 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo VI, fols. 310-312; y Reales Provisiones, Tomo LIV, fols. 89-105:
copia del expediente instruido por ante la Real Audiencia de Caracas, conteniendo el testimonio
de una Real Cédula fechada en San Ildefonso a 3 de agosto de 1797 (Caracas, 9 de febrero de
1798).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 173

enviadas inmediatamente al Consulado.280 Reunidos el 10 de mayo de 1798 el


prior y los cónsules, Juan José Echenique, Francisco de Zuleta y José Joaquín
de Ansa, acordaron abstenerse de responder al interrogatorio autorizado por
la Real Audiencia, por parecerle “inoportuno e inconsiderado”, ateniéndose
solamente a lo indicado en la Real Cédula.
Ante tal actitud, el fiscal se dirigió inmediatamente al rey el 31 de
mayo, informándole de la arrogancia del Consulado al desacatar y desestimar
las providencias de la Audiencia. Señalaba que las mismas no podían estar
sujetas a censuras ni ser reformadas por autoridad local alguna, y mucho
menos por los jueces consulares. Su actuación irregular, indebida y en
manifiesta provocación a la Audiencia estimulaba la exigencia ante la corona
del cumplimiento de la Real Cédula y la instancia del fiscal, solicitando
autorización real para el referido informe y el respeto correspondiente por
parte del Consulado, como tribunal inferior En relación con la Audiencia.
En virtud de esta nueva representación del fiscal, el 8 de junio el regente
y los oidores acordaron un decreto en el que se notificaba al Consulado
que, de no cumplir esta vez con el informe solicitado, correría con todos
los perjuicios a que diera lugar por negarse a presentarlo. De esta decisión
tuvo conocimiento el tribunal consular el 9 de julio, e inmediatamente la
Audiencia envió el expediente completo al rey para su decisión final. No se
ha localizado otra referencia sobre el asunto, posterior a esta última fecha,
por lo que se desconoce si el Consulado rindió la información exigida.
Se presume que el conflicto no tuvo mayor trascendencia, por cuanto la
Audiencia fundamentaba su exigencia en la referida Real Cédula del 3 de
agosto de 1797, y la misma nada decía acerca de arreglarse testimonio con
las características del requerido al Consulado.
Un nuevo juicio verbal ante el prior y los cónsules originaría otro
problema de competencia, en el cual se involucraría la Audiencia por la
actuación de su regente López Quintana. Nos referimos a la demanda
interpuesta el 10 de junio de 1800 por Francisco Miranda contra Joaquín
García Jove,281 con la finalidad de que le cancelara cierta cantidad de dinero
por el “reconocimiento y manufactura de noventa y dos zurrones” (paquetes)
de añil. El tribunal consular falló a favor de Miranda. García Jove consideró

280 Ibid. y A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo XII, fols. 193-208.
281 A.G.I. Caracas, 915: Relación de pleitos mercantiles en el período 1793-1802; en la reproducción
de Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo II, p. 228.
174 Alí Enrique López Bohórquez

que el pago impuesto era desmedido, negándose a pagarlo y declinando la


jurisdicción del Consulado, por lo que exigió la colaboración del gobernador
y capitán general Manuel Guevara Vasconcelos. El Consulado solicitó la
actuación de éste para obligar al demandado a cumplir lo judicialmente
acordado, en un todo de acuerdo con la Real Orden del 16 de mayo de 1795
que establecía la asistencia que debían prestar la Audiencia, el intendente y el
gobernador para mantener la autoridad y respeto del tribunal consular.282 A
ello hizo caso omiso el gobernador Guevara. García Jove se dirigió al regente
de la Audiencia, como juez de competencias, solicitando su intervención
por considerar injusta e ilegal la sentencia de los jueces consulares.
El regente López Quintana analizó las causas que habían originado la
demanda de Miranda y dictaminó que el asunto correspondía a la Audiencia,
pues simplemente había sido incumplimiento de pago de la deuda por parte
de García Jove, quien era un trabajador asalariado y no perito oficialmente
reconocido, por lo cual estaba fuera de la jurisdicción consular. El Consulado
consideró errada la determinación del regente porque el problema en cuestión
era materia mercantil, ya que la actividad realizada por Francisco Miranda
debía cumplirse antes de llevarse a la venta el añil, y que si bien éste no tenía
título oficial era reconocido y aceptado por los mercaderes del producto.283
La controversia suscitada fue elevada al rey por el Consulado, aduciendo la
ilegalidad de la decisión del juez de competencias y la negativa del gobernador
a atender las exigencias del tribunal de acuerdo con la citada Real Orden del
16 de mayo de 1795, auxilio necesario para la pronta y breve administración
de justicia. Por Cédula del 11 de diciembre de 1802 la corona falló a favor del
Consulado, considerando justos sus planteamientos e instando al gobernador
Guevara Vasconcelos a prestar los servicios requeridos.284
Un último conflicto jurisdiccional entre las dos instituciones judiciales
tuvo lugar en 1802, provocado nuevamente por el regente de la Audiencia. En
su condición de juez de competencias concedió jurisdicción al gobernador y

282 Real Orden del 16 de mayo de 1795, reproducida en Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de
Caracas, pp. 92-93.
283 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Representaciones al rey 1793-1802), fol. 148; más detalles sobre este
caso en Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I, pp. 303-307.
284 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo VII, fols. 228-231: Para el gobernador de Caracas, declarando
que debió prestar el auxilio que le pidió el Tribunal del Consulado para hacer obedecer a don
Joaquín García Jove sus derechos en la demanda que expresa (Valencia, 11 de diciembre de
1802).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 175

capitán general sobre el litigio de los bodegueros Sebastián Zifra y Antonio


Ruiz por una deuda de dinero. López Quintana decidió pasar la cuestión a
la justicia ordinaria, al considerar que el asunto no competía al Consulado
por estar fuera del artículo segundo de la Real Cédula de su erección, que
contemplaba solamente el conocimiento que debían tener el prior y los
cónsules de los pleitos y diferencias entre comerciantes. Esto motivó una
representación del Consulado al rey, del 31 de agosto de 1802, reclamando
la usurpación de sus atribuciones por parte del gobernador y alegando que
los bodegueros pertenecían al género del comercio.285 Por Real Cédula de 4
de abril de 1803, Carlos IV solicitó a la Audiencia y al gobernador sendos
informes detallados sobre los bodegueros, sus actividades, su reputación
como mercaderes y si se matriculaban como sujetos a la jurisdicción
consular.286 El Consulado recabó tal información a solicitud oficial de la
Real Audiencia el 2 de septiembre, por cuya orden se copiaron todos los
registros del Consulado. El gobernador Guevara deliberadamente retardó su
informe al respecto, a pesar de la insistencia de la Audiencia de que remitiera
cuanto antes lo solicitado en la Real Cédula de 4 de abril de 1803, cosa que
no cumplió sino hasta agosto de 1804.287
Mientras tanto, mediante representación del 12 de enero de 1804,
el Consulado señalaba que la única diferencia entre mercaderes de tienda y
los bodegueros …“es que aquellos menudean los géneros y lienzos, y éstos
los caldos, víveres y demás efectos que introduce por mayor el comercio
contribuyendo unos y otros a la salida y venta por menor y ocupándose
por lo general en esta clase de negocios los europeos que llegan a esta
Prov. a habilitarse y hacerse de capitales considerables para pasar a la de
comerciantes por mayor en términos que entre éstos, y los mercaderes,
y bodegueros, hay una recíproca correspondencia, necesitándose unos y
otros para su giro y comercio, y sus tratos y contratos se celebran sobre sus
géneros, lienzos, víveres y efectos, como estrechamente unidos en razón
de la naturaleza de las cosas que compran y venden”.288

285 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Representaciones al rey 1793-1803), fols. 181-184; Mercedes Álvarez:
op. cit., Tomo II, pp. 307-311.
286 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo VII, fols. 241-242.
287 Mercedes Álvarez: op. cit., p. 311.
288 A.G.I. Caracas, 921-Nº 4: Representación del prior y cónsules para que al Tribunal del Consulado
se le conserve la jurisdicción contenciosa de los bodegueros en razón de pertenecer al Comercio
176 Alí Enrique López Bohórquez

A esta explicación, el Consulado agregaba que, de acuerdo con lo


establecido en el artículo 20 de la Real Cédula de erección, los bodegueros
venían registrándose ante el Tribunal, el cual conocía de todas las diferencias
y disputas entre bodegueros, mercaderes y comerciantes, razones estas que
fundamentaban la solicitud de conservar el ejercicio de la jurisdicción sobre
los bodegueros.289 Para el 29 de octubre de 1804 todavía la Audiencia no
había enviado el expediente que conocía desde hacía dos meses atrás. Esto
suscitó una nueva Real Cédula que repetía la de abril de 1803.290 Enviados
los recaudos exigidos al Consejo de Indias, éste se pronunció a favor de
que el rey permitiera al Real Consulado seguir ejerciendo jurisdicción sobre
los bodegueros, quienes eran practicantes de la actividad comercial. Con
fecha 20 de diciembre de 1804 fueron despachadas las correspondientes
reales cédulas a la Audiencia, al regente López Quintana en su condición
de juez de competencias y al gobernador y capitán general Guevara de
Vasconcelos.291

Razones que explican los enfrentamientos entre ambas instituciones

Vistos estos casos de competencia jurisdiccional entre la Audiencia


y el Consulado, cabe ahora reflexionar sobre las razones que consideramos
estimulantes de estos enfrentamientos. La acción judicial del Consulado
estuvo ejercida por hacendados y comerciantes, en su mayoría nacidos
en el territorio de la provincia de Venezuela, avecindados en la ciudad de
Caracas, lo cual indudablemente generó descontento en los magistrados
de la Audiencia, por cuanto los jueces consulares no eran expertos en
derecho y, sin embargo, tenían en sus manos la administración de justicia
en materia contenciosa mercantil, que se extendió sobre caminos públicos,
fletes de barcos, averías, naufragios, reconocimiento, tasación y entrega de
mercaderías, inventario de bienes, etc. Extensa materia que se substraía al
conocimiento por parte del gobernador, del intendente y de la Audiencia, así
como litigios que, por su naturaleza económica, podían generar beneficios

(Caracas, 12 de enero de 1804), reproducida en Mercedes Álvarez: Ibid., II, pp. 281-283.
289 Ibid.
290 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo VIII, fols. 180-182.
291 Ibid., Tomo VIII, fols. 343-345.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 177

y determinar intereses que inclinaran la balanza de la justicia a favor del


mejor postor.
El sistema procesal elaborado para el Tribunal del Consulado
representaba una crítica contundente a la justicia impartida particularmente
por los ministros de la Audiencia, por lo general dilatada, costosa y
complicada. Al contrario, el prior y los cónsules estaban instruidos para
ejercer justicia enteramente gratuita, breve, espontánea, sumarísima,
simple, sin formalidades jurídicas, preferiblemente oral y sin intervención
de leguleyos. 292 Además el Consulado adquirió autonomía particular
frente a los tribunales, jueces y jefes políticos y militares dentro de su
jurisdicción, recibiendo incluso el prior y los cónsules el tratamiento de
“señoría”, en igualdad de condiciones con los magistrados de la Audiencia.
Curiosa contradicción, si consideramos que no se permitía ni siquiera el
nombramiento de los abogados nacidos en la jurisdicción del tribunal
audiencial para ejercer en la condición de oidores de planta, a lo cual debe
agregarse que los jueces del Consulado no eran letrados y que estaban
ampliamente ligados por parentesco.293
La descentralización judicial ocurrida a partir de la creación del
Real Consulado de Caracas tenía doble interés político para la corona
española. Por un lado, contrarrestaba los abusos derivados de dispendiosa y
complicada administración de justicia por parte de los tribunales ordinarios,
particularmente de la Audiencia; y, por el otro, buscaba apaciguar los ánimos
de la clase económicamente dominante, representada por los poderosos
agricultores y los ricos comerciantes, quienes durante muchos años venían

292 La relación de pleitos tratados en el Real Consulado entre 1793-1802 y 1807 evidencian la eficacia
del Consulado en materia de administración de justicia, si se considera que los procesos concluidos
y los juicios verbales superaron ampliamente a las causas pendientes. El índice de las relaciones
está reproducido en Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo II, pp. 127-279 y 363-441.
293 Al respecto escribía el intendente Francisco de Saavedra al ministro de Estado, señalándole que
era “…muy difícil combinar la cosa de manera que habiendo de entrar en el Consulado los sujetos
más distinguidos del país, no resulten algunos parientes, porque los llamados allí mantuanos están
ligados con infinitas conexiones a causa de que a manera de los judíos, no se casan sino dentro
de su tribu.” Carta de Saavedra a Tomás González de Carvajal (Madrid, 3 de abril de 1793),
reproducida por Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas, pp. 235-236. Mercedes Álvarez
señala que “…la ciudad de Caracas se componía de unas nueve o diez familias, tan vinculadas y tan
estrechas entre sí, que casi no había individuo de una que no fuera pariente hasta cuarto grado de
alguno de la otra, además de que si se prescindía de tales personas sólo podía contarse con blancos
de orilla o si no con eclesiásticos, abogados, escribanos, mercachifles, procuradores, médicos,
pulperos, que por su oficio y condición no eran hábiles para los empleos (del Consulado)…”.
op. cit., I, p. 214.
178 Alí Enrique López Bohórquez

protestando por el monopolio y centralización de la economía, primero con


la Compañía Guipuzcoana, luego con el establecimiento de la Intendencia
y el régimen fiscal instaurado por el intendente Abalos, y contra el trato
que recibían judicialmente en la Audiencia los asuntos de carácter agrícola-
mercantil. El problema de la monarquía consistía en lograr la estabilidad de
las relaciones con sus vasallos caraqueños, bastante deterioradas para la fecha
en que se promueve la instauración de un Consulado en Caracas. La oligarquía
agro-comercial estaba consciente de su poder, cuando estimuló la idea del
intendente Saavedra en cuanto gestionar la creación del tribunal consular, el
cual no sólo representaría un bastión de poder frente a las otras autoridades
coloniales, que iba más allá del que hasta entonces había detentado en el
Cabildo –constantemente golpeado por la Audiencia–, sino que también
significaría el ejercicio de una administración con carácter “nacional” que
entrenaría a muchos de los hombres a quienes correspondería iniciar el
movimiento de independencia, cuyo primer acto de gobierno fue la expulsión
de los ministros de la Audiencia, como más adelante se analizará.

Intervención de La Real Audiencia de Caracas en asuntos


eclesiásticos

El Derecho de Patronato y su delegación en América

Una de las características fundamentales de la monarquía española


en América fue el derecho de patronato sobre la Iglesia, consistente en la
facultad del Estado para intervenir en asuntos eclesiásticos temporales. La
etapa final del proceso de la reconquista española y la consecuente difusión
de la fe cristiana ante el encuentro de otras civilizaciones en el nuevo mundo,
condujeron al conferimiento de ese derecho por parte de los papas a los
reyes españoles, con los mismos privilegios antes otorgados a los monarcas
portugueses En relación con su expansión hacia las islas y tierra firme de
la costa occidental africana.294 En 1486 el papa Inocencio VI concedió la
Bula de Patronato, en recompensa por el avance católico frente al islam
en la larga guerra de reconquista del territorio castellano. En 1493, como
consecuencia del primer viaje de Colón, Alejandro VI otorgó a los reyes

294 Alfonso García Gallo: “Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansión
portuguesa y castellana en África e Indias”, pp. 15-56.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 179

católicos cinco bulas o breves pontificios que garantizaban el privilegio de


soberanía con la obligación de los monarcas españoles de evangelizar a los
naturales de los territorios recién encontrados. Este privilegio fue ampliado
por el mismo pontífice en 1501, al transferir los diezmos eclesiásticos a
dichos monarcas en apoyo a la labor misional en América y, luego, por Julio
II en 1508, al establecer definitivamente el patronato universal español en
territorio del nuevo mundo. Posteriormente, en 1518 León X cedió, incluso,
la facultad de establecer y modificar los límites de las diócesis americanas;
y en 1522, Adriano VI garantizó la intervención de los reyes en el envío de
misioneros al nuevo mundo.295
Estas y otras concesiones papales configuraron el patronato
regio durante los gobiernos de los reyes católicos y de la dinastía de los
Habsburgos, como la prerrogativa inalienable de la corona española de
presentar al pontífice personas idóneas para las iglesias metropolitanas,
catedrales y colegiales y demás dignidades eclesiásticas; de erigir, consagrar,
construir y dotar iglesias y capillas; de controlar y delimitar las funciones del
clero enviado a América, tanto secular como regular; de percibir y distribuir
el diezmo eclesiástico; de fijar y modificar los límites de las diócesis y de
autorizar el pase de decretos pontificios referidos a la iglesia americana.296
Estos privilegios condujeron a una amplia dependencia de la Iglesia
respecto del Estado, lo cual originó múltiples y variados conflictos entre
ambas potestades. Los reyes borbones mantuvieron estas prerrogativas y
las ampliaron al reivindicar esos derechos en su condición de delegados y
vicarios del papa En relación con el gobierno espiritual americano, no sólo
en cuanto a su economía, organización y funcionamiento, sino también
en cuanto a la acción jurisdiccional y contenciosa. A esto se agregó la
teoría, desarrollada particularmente durante el gobierno de Carlos III,
que consideraba al poder real dimanado de Dios y, en consecuencia, al
patronato y al vicariato como inherentes a la monarquía y no originados
en concesiones papales. Sin embargo, esta doctrina regalista no entró en

295 Cayetano Bruno, S. D. B.: El Derecho Público de la Iglesia en Indias. Estudio Histórico–Jurídico. Salamanca,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto San Raimundo de Peñafort, 1967, pp.
93-129.
296 Al respecto véase Manuel Gutiérrez Arce: “Regio Patronato Indiano (Ensayo de valoración
histórico–canónica)”, Anuario de Estudios Americanos, XI (Sevilla, 1954), pp. 107-166; Richard
Konetzke: “La Iglesia y el Estado”, en América Latina. II, La Epoca Colonial. México, Siglo XXI,
1972, pp. 205-224.
180 Alí Enrique López Bohórquez

vigencia totalmente, pues los monarcas borbones siguieron denominándose


vicarios y delegados del pontífice, respetando lo reconocido en materia de
patronato, como expresión de la tarea misional conferida por las bulas de
Alejandro VI en 1493.297
En ausencia del rey, en América correspondió a virreyes, audiencias
y gobernadores ejercer el derecho de patronato. La intervención de los
ministros de las audiencias en el resguardo del patronato real fue constante
y celosamente practicada, pues se exigía a esos tribunales actuar con rigor
en las acciones contra ese derecho.298 Así, intervendrían en las dudas que
se ofrecieren sobre él, en las erecciones de las iglesias, recibimiento de los
prelados nombrados para ellas y en la retención –mediante el pase regio o
exequatur– de las bulas perjudiciales a la competencia del patronato. Ello
auspició la injerencia de las reales audiencias en diversos asuntos de la Iglesia,
fueros y recursos de fuerza.299 Asimismo, para evitar la extralimitación de la
jurisdicción de las audiencias en tales asuntos, a los magistrados se les exigía
que procedieran “… en estos casos guardando la jurisdicción e inmunidad
300
eclesiástica, conforme a derecho canónico, leyes y ordenanzas reales”.
Sin embargo, las contradicciones y diferencias entre ambas instituciones
fueron constantes, y tanto las audiencias como la Iglesia elevaron ante los
reyes españoles, sus consejos y ministros, reclamaciones y argumentaciones
en defensa de sus propias jurisdicciones.

El establecimiento de la Real Audiencia de Caracas y su injerencia legal en


asuntos eclesiásticos

Entre los múltiples y variados aspectos tratados por la Audiencia de


Caracas, los asuntos eclesiásticos adquieren relevancia particular. Primero,
por evidenciar el celo en el ejercicio del patronato regio por parte del
tribunal y, segundo, porque partiendo de ese ejercicio se aprecia el grado de
sometimiento de la Iglesia a las decisiones de los magistrados que integraron
la magistratura caraqueña durante el período que estudiamos. El tema no

297 Cayetano Bruno: op. cit., pp. 131-154 y Richard Konetzke: Ibid., pp. 209-210.
298 Diego de Encinas: Cedulario Indiano. Madrid, Cultura Hispánica, 1945, Tomo I, p. 83.
299 Una síntesis sobre estos aspectos en el citado trabajo de Cayetano Bruno, pp. 192-231.
300 Recopilación…, Libro II, Título XXXI, Ley 16.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 181

ha sido profundamente investigado hasta ahora, y de ello solamente se


conoce la relación documental, con nota preliminar de fray Cesáreo de
Armellada, titulada “La Real Audiencia de Caracas en sus relaciones con
el obispado (1787-1790)”.301 Se trata de una crónica de hechos presentada
por el secretario del obispo Mariano Martí, presbítero José Joaquín de Soto,
sobre las relaciones entre la Audiencia y el obispado de Caracas durante los
primeros cuatro años de funcionamiento del tribunal. Son varias referencias
en las que el secretario da cuenta de la instalación de la Audiencia, el Te Deum
realizado al efecto, las visitas periódicas del obispo al presidente del tribunal,
las ceremonias cumplidas y vestimentas de Martí ante la presencia de los
ministros en fiestas de la iglesia, recibo de acuerdos y otras disposiciones
del regente Antonio López Quintana y demás magistrados sobre asuntos
eclesiásticos y materias de interés para la Iglesia. Es, pues, un interesante
testimonio que evidencia la injerencia del supremo tribunal en cuestiones de
patronato, prácticamente desde su instalación; documento éste que –según
Cesáreo de Armellada– se originó a partir del enfrentamiento entre escribano
de Cámara de la Audiencia, Francisco Rendón Sarmiento y el presbítero
Soto. Asimismo, en distintos trabajos se han utilizado documentos que
refieren las relaciones entre la Audiencia de Caracas y la Iglesia de las distintas
provincias que integraron el distrito de aquella magistratura. Entre otros,
han tratado el asunto José Félix Blanco, Héctor García Chuecos, Mario
Briceño Perozo, Manuel Pérez Vila, Ildefonso Leal, Ermila Troconis de
Veracoechea y Buenaventura de Carrocera.302 Existen, además, referencias

301 fray Cesáreo de Armellada: “La Real Audiencia de Caracas en sus relaciones con el obispado
(1787-1790)”, Boletín Histórico, 21 (Caracas, septiembre de 1969), pp. 377-384.
302 José Félix Blanco: Documentos para la historia de la vida pública del Libertador de Colombia y Venezuela. Caracas,
Presidencia de la República, 1983, Tomo II, pp. 23-24; Héctor García Chuecos: Estudios de Historia
Colonial Venezolana, Tomo I, pp. 73-78, 85-87, 191, 202-203, 206, 210-211, 214-215; II: 273-277, 283-293;
Mario Briceño Perozo: Las Causas de Infidencia. Madrid, Guadarrama, 1961, pp. 136-139; Manuel Pérez
Vila (Editor): Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio Cronológico. Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1963, Tomo II, pp. 167, 171,173, 177,179, 201, 211,231, 241,267, 285, 289, 301, 358,
369, 378-382, 387-390, 418 y 420; Ildefonso Leal: “Barinas y el Proyecto de obispado en 1798”, en
Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela, Tomo II, pp. 366-372; Ermila Troconis de Veracoechea: Las
Obras Pías en la Iglesia Colonial Venezolana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1971, pp. 74,
151, 260-261; P. Buenaventura de Carrocera: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Documentos
(1750-1820). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, Tomo III, pp. 357-358 y 375-377; y
Misión de los Capuchinos en Guayana, Documentos (1785-1819). Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1979, Tomo III, pp. 166-173, 200-202, 234-235, 238-241 y 250-254.
182 Alí Enrique López Bohórquez

dispersas sobre el tema en varios estudios referentes a aspectos específicos


del siglo XVIII venezolano.

Asuntos eclesiásticos en las ordenanzas de 1805 de la Real Audiencia de


Caracas

Como veremos más adelante, las ordenanzas de la Real Audiencia de


Caracas fueron organizadas tardíamente.303 No fue hasta 1805 cuando, por
iniciativa del regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa y con colaboración
de los oidores José Bernardo de Asteguieta y Felipe Martínez de Aragón, se
formaron las ordenanzas para el régimen y gobierno del tribunal. Dichas
ordenanzas se integraron fundamentalmente considerando las disposiciones
generales contenidas en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680. En
materia eclesiástica, se incluyeron veinticuatro ordenanzas referidas a asuntos
judiciales, de patronato, revisión de “conclusiones” en los conventos y
escuelas de los regulares y seculares, sobre los derechos judiciales en pleitos
eclesiásticos, abogados eclesiásticos, Juzgado General de Bienes de Difuntos,
del capellán y la capilla de la cárcel real, ceremonias de la iglesia, protocolo
y días feriados. La mayoría de estas ordenanzas se refieren al conocimiento
de asuntos judiciales, en particular a los llamados recursos de fuerza. Estos
consistían en la reclamación que hacía una persona ante la Real Audiencia por
la sentencia de un juez eclesiástico incompetente, o que no había observado
los requerimientos jurídicos, o no había permitido la apelación al superior;304
de allí que el agraviado solicitara ante el tribunal que se “levantara la fuerza o
abuso” que se le estaba haciendo. A la Audiencia no competía el conocimiento
de la causa, pues lo reconocido al tribunal era declarar “si los jueces eclesiásticos
hacen fuerza o no lo hacen”. El recurso de fuerza también se utilizó para
resolver los conflictos jurisdiccionales entre jueces eclesiásticos.
Se confiaba particularmente al fiscal de lo Civil la defensa del
patronazgo real, con autoridad para castigar las contravenciones al
respecto. Asimismo, se le designaba como censor regio, a fin de “… re-
veer y examinar todas las conclusiones que se hayan de defender en aquella

303 Nos eximimos de incluir aquí información al respecto, en tanto más adelante trataremos el
tema de las ordenanzas de la Real Audiencia de Caracas de 1805. En adelante citaremos como
“ordenanzas”.
304 Cayetano Bruno: op. cit., p. 222.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 183

Universidad donde la Audiencia reside y en los conventos y escuelas privadas de


los regulares y seculares antes de imprimirse o repartirse no permitiendo que
se defienda ni enseñe doctrina alguna contraria a la autoridad y regalías…”
de la Corona.305 Al escribano de Cámara de la Audiencia se le ordenaba no
cobrar sus derechos en los pleitos eclesiásticos que se elevaran al tribunal
por vía de fuerza, los cuales sólo debían pagar las certificaciones finales y
condenaciones de costas de acuerdo con lo establecido en el Arancel de la
Audiencia de 1796. Asimismo, el escribano no debía pedir ni llevar derecho
alguno en los procesos eclesiásticos sobre asuntos que se refirieran a la
defensa de la jurisdicción del patronato.306 Algunos clérigos obtuvieron
el título de abogado y, como tal, se les reconocía para ejercer ante la Real
Audiencia; podían presentarse en los estrados usando sus hábitos clericales,
no así el “… distintivo de puños o bolillos, en las bocamangas de la chupa…”
que sólo correspondía usar a los abogados que fueren colegiales.307
Cada dos años los oidores debían turnarse en el Juzgado General de
Bienes de Difuntos y conocían solamente de los bienes de los eclesiásticos
fallecidos cuando eran legos, o de los testamentos y abintestatos de clérigos
naturales de América, por la presunción de existir herederos legítimos en
el distrito del tribunal, excepto si en la última voluntad se expresaba que
la herencia debía convertirse en Obra Pía. Por otro lado, el Juzgado estaba
autorizado para entregar totalmente, sin deducción alguna, la herencia
de los religiosos que murieran abintestato, a los parientes que legalmente
correspondía, a fin de eliminar la antigua práctica de invertir el quinto de los
bienes en fundaciones piadosas, en capellanías u otras formas para “rogar
por el alma del difunto”.308 En la cárcel de la Real Audiencia existía capilla y
sacerdote, quien tenía la obligación de impartir la misa y enseñar la doctrina
cristiana a los presos, con todos los ornamentos y demás requisitos exigidos
por la iglesia. El capellán de la cárcel devengaba un sueldo de trescientos
pesos, cancelados por el tribunal.309

305 Ordenanzas…, Título IV, Ords. 1 y 12.


306 Ibid., Tít. VIII, Ords. 24-25.
307 Ibid., Tít. IX, Ord. 25.
308 Ibid., Tít. XIV, Ords. 12 y 14.
309 Ibid., Tít. XVI, Ord. 1.
184 Alí Enrique López Bohórquez

El presidente y ministros de la Audiencia estaban obligados a asistir


puntualmente a la iglesia a la celebración de algunas “fiestas de tablas”.
El Jueves Santo, en ausencia del presidente-gobernador, se debía poner la
llave del “Arca del monumento donde se custodia al Santísimo” en manos
del regente y, en su defecto, del oidor más antiguo, por ser las personas de
mayor representación en la ciudad de acuerdo con las leyes. A los ministros
se les tenía que rendir y guardar todos los honores y regalías, cuando el
presidente-gobernador no asistía a la iglesia; como por ejemplo, sentar al
regente en “silla con almohada de terciopelo” quien, además, en los actos
públicos solamente era precedido por el arzobispo. En grave enfermedad
de alguno de los ministros o de sus mujeres, los demás acompañaban al
“Santísimo” para que un sacerdote impartiera el “viático” o los “santos
óleos”. Correspondía, también, a la Real Audiencia vigilar el cumplimiento
de los días feriados, que en su mayoría eran fiestas de la Iglesia.310

La intervención de la Real Audiencia de Caracas en asuntos eclesiásticos

Si consideramos el reducido número de disposiciones en la


legislación citada sobre injerencia de la Real Audiencia de Caracas en
asuntos eclesiásticos, podría pensarse que se trató de simple relación
entre dos instituciones que compartían aspectos e intereses comunes. Sin
embargo, el ejercicio del patronato real por parte de la Audiencia condujo
a intervención permanente del supremo tribunal en cuestiones temporales
de la Iglesia, por lo cual la jurisdicción eclesiástica quedó considerablemente
sometida al poder secular representado por la magistratura caraqueña.
Ello originó rivalidades entre ambas potestades, particularmente por
la intervención en aspectos extrapatronales, pero también planteó la
necesidad del entendimiento y la colaboración para llevar adelante la
obra evangelizadora y el mantenimiento de la fe católica en la sociedad
colonial. La documentación consultada ha permitido localizar información
sobre los siguientes aspectos: patronato real, censores regios, obispos,
provisor y vicario general, vicario juez eclesiástico, recursos de fuerza
y conocimiento de causas a eclesiásticos, prebendados de las iglesias
catedrales, conventos; fundación, reparación, cuentas y rentas de las

310 Ibid. Tít. XIX, Ords. 1-4, 13 y 15; y Tít. XX.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 185

iglesias; curas párrocos, misiones, misioneros, ordenes religiosas, sagrada


congregación de propaganda fide, capellanías (fundación y cobro de
réditos), obras pías, censos, representaciones, ceremonias y fiestas religiosas,
superintendencia de temporalidades y concesión de gracias eclesiásticas.
El volumen de dicha documentación y los asuntos considerados por la
Audiencia permiten afirmar que los magistrados entendieron bien su papel
en defensa del real patronato y su significado en cuanto al resguardo de la
justicia para evitar excesos y arbitrariedades, incluso de los funcionarios de
la Iglesia. El número de documentos existentes permitiría la realización de
investigación específica sobre el tema, por lo que se ha hecho una selección
de aspectos que permita apreciar la injerencia del tribunal caraqueño en
materia eclesiástica, pues las características e importancia del tema exigen
mayor consideración y reflexión.

Patronato real:

El 10 agosto 1789, con motivo de las solemnes exequias ordenadas


por el obispo de Mérida en honor al fallecido rey Carlos III, ocurrió un
conflicto entre el teniente justicia mayor José Antonio Garín y el vicario
foráneo de Coro Juan Francisco Varela. Este último, sin considerar a las
autoridades seculares, acordó la fecha y ceremonias para dichas exequias.
El teniente Garín consideró que el vicario se había arrogado facultades
patronales que no le correspondían, por lo que se dirigió al gobernador Juan
de Guillelmi para exponerle el asunto y argumentar en contra del vicario
de Coro. Guillelmi pasó el asunto al fiscal de la Audiencia Julián Díaz de
Saravia, quien dictaminó que Francisco Varela había actuado irregularmente
y sin ninguna consideración a la justicia real, previniéndolo sobre las buenas
relaciones con los justicias. El gobernador, como Vice patrono regio,
comunicó al vicario y al obispo de Mérida el dictamen del fiscal311.

Censores regios:

El fiscal de la Audiencia, en su condición de censor regio, el 25 de


septiembre de 1802, autorizó al abogado del tribunal doctor José Lorenzo

311 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo I, pp. 281-284.
186 Alí Enrique López Bohórquez

Reyner para que le representara en la comisión que se encargaría del inventario


de los libros del obispo de la Diócesis de Mérida, Santiago Hernández Milanés312.
Otro hecho relativo al mismo prelado tendría lugar el 10 de noviembre de 1808
cuando la Audiencia decidió que, por no haber en Mérida Claustro de Doctores,
el gobernador de la provincia de Maracaibo tenía la facultad de proponer ante
el tribunal la terna para censor regio, que debía revisar las “conclusiones” en
escuelas y conventos de regulares y de seculares. Tal decisión resultó de la
consulta del gobernador a la Audiencia, en razón de que aquel obispo había
propuesto una terna compuesta por los prebendados de su Catedral313. El
23 noviembre de 1808, se dictó una real provisión al gobernador de aquella
provincia para notificarle que le correspondía facultad de proponer terna para
censor regio en la ciudad de Mérida, por no haber claustro de doctores, y
que en los casos en que ocurrieran debía hacerla entre personas seculares, en
quienes concurran las circunstancias necesarias314. En la misma fecha se remitió
real provisión al gobernador de la Provincia de Cumaná, para que devolviera
a la Real Audiencia las resultas de la que se le libró en 27 de agosto de 1805,
en cumplimiento de la Real Cédula de 19 de mayo de 1801 que disponía el
establecimiento de censores regios en las universidades, conventos, escuelas
privadas de seculares y regulares de todos los pueblos315.

Obispos y obispados:

El volumen de información localizada en cuanto a la intervención


de la Real Audiencia en asuntos relacionados con los obispos evidencia
de el ejercicio del patronato real por parte de los ministros del tribunal
audiencial, y el uso que de estos hizo la monarquía para el control de
algunas actuaciones de las altas autoridades eclesiásticas de Venezuela,
Mérida y Guayana, mediante disposiciones de carácter general o específicas.
Entre las primeras encontramos dos relativas a los libros de registros y a
la elección de funcionarios eclesiásticos. En sesión del 12 de enero 1790,
la Audiencia acordó dirigirse para “rogar y encargar” a los obispos de las

312 Ibid., pp. 201-203.


313 Ibid., pp. 73-77.
314 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo. XXXIII, fols. 68-69.
315 Ibid., fol. 301.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 187

diócesis de Caracas y Mérida para que exigieran a los curas párrocos de


sus respectivas jurisdicciones el asentamiento de partidas de casamientos y
de bautismos de personas blancas y sus hijos en libros destinados a ellos;
de igual manera, libros para registros de las gentes de color y, para ambos
casos, la manera de hacer los respectivos asentamientos. La decisión del
tribunal fue elevada ante el Consejo de Indias, lo cual dio origen a la Real
Cédula del 8 de julio de 1790316. Por otra parte, el 12 septiembre 1798, los
ministros de la Audiencia comunicaron a los obispos de Venezuela, Guayana
y Mérida, y a sus respectivos cabildos eclesiásticos, el contenido de la Real
Cédula del 20 de septiembre, referida a las características que debían tener
los prelados electos para el cargo de provisor y vicario general317.
En cuanto al obispado de Venezuela se refiere, la primera intervención
audiencial fue para hacer cumplir la Real Cédula del 20 de julio de 1790, que
ordenaba remitir a España, a la brevedad posible, testimonio de los autos
promovidos ante la Audiencia por el obispo Mariano Martí, sobre habérsele
despojado de la autoridad que tenía de nombrar el administrador de una
hacienda de cacao, que había dejado Sebastián Díaz para dote de mujeres
pobres318. El 17 diciembre 1794, se autorizó al obispo de Caracas, Juan
Antonio de Viana, para que conjuntamente con la Audiencia examinara
las solicitudes hechas por María Teresa Esteves y Josefa del Toro para la
fundación de un Convento de Religiosas Dominicas y Casa de Enseñanza de
Niñas319. Diversas fueron las peticiones de los obispos para que la Audiencia
confirmara algunas de sus actuaciones, como fue el caso de la solicitud que
hiciera dicho prelado para que se le permitiera el uso de mil pesos de los
fondos de la Obra Pía de Cata, para el Colegio de Niñas Educandas. Ello
fue comunicado a la Audiencia por Real Cédula del 18 de mayo de 1795,
mediante la cual se solicitó rindiera el informe correspondiente, para tomar
una decisión al respecto320. Otra fuente evidencia que el alto tribunal despojó
al obispo de Caracas del derecho de asignar y distribuir dotes para doncellas

316 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1787-1792, Tomo IV, fols. 219-224.
317 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo I, pp. 76-78.
318 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1787-1792, Tomo IV, fols. 240-251.
319 A.G.N.(Caracas). reales cédulas, 1792-1795, Tomo V, fols. 273-275.
320 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1795-1797, Tomo VI, fols. 1-5.
188 Alí Enrique López Bohórquez

pobres de los fondos y réditos que producía la referida obra pía321. El 31 de


agosto de 1798 se solicitó a la Audiencia que informara acerca de la instancia
del obispo fray Juan Antonio de Viana, relativa a que se le concediera permiso
para reformar dos Constituciones Sinodales referidas a las limosnas de misas
de Capellanías322.
Llama la atención el número de intervenciones de la Audiencia
con respecto al obispado de Guayana, a partir de su establecimiento en
1790 e inicio de las funciones de su primer obispo, Francisco de Ibarra,
desde 1792. Probablemente la distancia y su extensión determinaron que
ello ocurriera. El 1 de septiembre de ese año, este prelado presentó a la
Audiencia los originales de las bulas y real ejecutorial, certificaciones de
su consagración ante el obispo de Puerto Rico y juramentación ante el
gobernador de Venezuela Juan Guillelmi, a los fines de recibir el “pase
regio” para iniciar sus funciones en el nuevo obispado323. Al dar comienzo
a sus funciones, el obispo procedió a disponer sobre asuntos para mejor
gobierno eclesiástico, lo cual entró en contradicción con la autoridad del
gobernador de la Provincia de Cumaná, quien inmediatamente protestó
ante el rey al respecto, por lo que por Real Cédula del 4 mayo 1796 se
notificó a los magistrados de Caracas que resolviera lo más conveniente
en beneficio del mantenimiento del orden y lo que correspondiese a cada
autoridad en sus respectivas áreas de influencia324. Uno de los aspectos más
que preocupó a las autoridades coloniales, en particular a la Audiencia, fue
el cobro indebido de derechos por parte de los eclesiásticos. Por ello, el
15 abril 1796, se libró real provisión “de ruego y encargo”, sobre carta de
la librada en 28 de abril del año anterior, dirigida al reverendo obispo de
la Provincia de Guayana, para que dejando testimonio remitiera íntegros
y originales los autos que se hallaren en dicha ciudad o en la de Cumaná,
formados por el vicario Antonio González, sobre recaudación de libre
derecho325. Nuevamente, el 20 de octubre de ese año, la Audiencia despachó
otra real provisión para que el gobernador de la Provincia de Cumaná se

321 A.G.N.(Caracas). reales cédulas, 1776-1804, Tomo XII, fols. 167-170.


322 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1797-1803, Tomo VII, fols. 57-58.
323 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo I, p. 206.
324 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1795-1797, Tomo VI, fols. 125-126.
325 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo VIII, fols. 367-368.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 189

dirigiera al obispo Francisco de Ibarra, procurando remisión a la mayor


brevedad posible del testimonio de los autos que el referido vicario había
formado sobre cobranza de subsidios326. De fecha 6 de noviembre de
1798 es la Real provisión dirigida al mismo obispo para que cumpliese lo
determinado por la Real Audiencia en vista del expediente formado sobre
declaratoria del conocimiento de las demandas de principales y réditos de
Capellanías y Obras Pías327.
El segundo obispo de Guayana, José Antonio de Mohedano, tal
como había hecho su antecesor, el 11 de agosto de 1801 se dirigió a la
Audiencia, por medio de su procurador, para hacer presentación de sus bulas
y certificación de que constaba el pase de ellas por el Consejo de Indias, a
efectos de que se examinaran y otorgara el permiso para su consagración.
De nuevo el cobro de derechos daría origen a real provisión, del 15 de
marzo de 1802, dirigida al obispo de Guayana, para que cumpliera lo que
prevenía la Real Audiencia sobre exacción y cobranza de la contribución
impuesta sobre los “legados y herencias en las sucesiones transversales”328.
Diversos testimonios hablan de la intervención de la Audiencia en el
obispado de Guayana en cuanto al guardián de propaganda fide de la
ciudad de Barcelona y al gobierno espiritual de los pueblos de misiones y
actuación de religiosos329.
Ante la muerte del obispo de Guayana, José Antonio de Mohedano,
fue electo el ilustrísimo José Bentura Cabello el 19 de agosto de 1805,
pero por motivos de guerra la Real Cédula de su designación se extravió,

326 Ibid., Tomo IX, fols. 343-346.


327 Ibid., Tomo XII, fols. 154-156.
328 Ibid., Tomo XXI, fols. 269-272.
329 Ibid., Tomo XXIII, fols. 161-162: real provisión del 5 mayo 1803 dirigida al reverendo obispo
de la Provincia de Guayana, para que cumpla lo que se le previene por este Real Despacho
en vista del expediente sobre lo ocurrido con el guardián de propaganda fide de la ciudad de
Barcelona. P. Buenaventura de Carrocera: Misión de los Capuchinos en Guayana, III, pp. 234-235:
Carta del obispo de Guayana a la Audiencia de Caracas del 6 de mayo de 1803 sobre entrega de
los pueblos misionales a la jurisdicción episcopal. A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, XXIII, fol.
689: real provisión del 15 de diciembre de 1803 al reverendo obispo de la Provincia de Guayana,
para que dejando testimonio de los autos que se expresan en el escrito inserto, producido por el
presbítero Andrés Antonio Callejón, los remitan originales a esta Real Audiencia en el segundo
correo después de la intimación. Ibid., Tomo XXIV, fols. 429-430: real provisión del 12 de julio
de 1804 al reverendo obispo de Guayana, por la que se declara que sus providencias libradas
en la competencia que le ha suscitado el Guardián de la propaganda fide de Barcelona, sobre el
gobierno espiritual de la población de Santa Cruz de Orinoco, han debido y deben ejecutarse.
190 Alí Enrique López Bohórquez

por lo que el nuevo obispo no conoció de su nombramiento hasta marzo


de 1808 y ello a través de la Gaceta de Madrid. En razón de esto, Bentura
Cabello se dirigió a la Audiencia el 9 de marzo de ese año para remitir los
documentos que acreditaban su promoción a la Diócesis de Guayana,
solicitando su reconocimiento de obispo. Después de certificar la validez
de los documentos, la Audiencia le autorizó para prestar el juramento de
ley. El tribunal conocería posteriormente de la Cédula original y el 20 de
enero de 1809 otorgó el pase a la misma330. El obispo, en razón de los gastos
ocasionados por la pérdida de los documentos que le acreditaban como
tal, y traslado a Guayana, se dirigió a la Audiencia el 17 de abril de se año
solicitando autorizar el pago de cuatro mil pesos asignados por el rey a la
Mitra. El tribunal informó al intendente de Ejército y Real Hacienda para
gestionar lo solicitado331.
El obispado de Mérida también fue objeto de intervención por
parte de los ministros de la Real Audiencia, siendo el cobro de derechos
una de las causas de ello. Así, el 15 marzo 1802, se dictó real provisión al
gobernador sede vacante del obispo de la ciudad de Mérida, en razón de
la muerte de fray Cándido Torrijos, para que cumpliera lo que se previene
en la Real Cédula del 11 de junio de 1801 sobre exacción y cobranza de
la contribución impuesta sobre los legados y herencias en las sucesiones
transversales332. El obispo nombrado para la Diócesis de Mérida, doctor
Santiago Hernández Milanés, se dirigió a la Audiencia el 30 de junio de
1802 para presentar las bulas pontificias y real ejecutorial del obispado de
Mérida de Maracaibo y solicitar la concesión del pase regio a los referidos
documentos, y así proceder a su consagración por parte del obispo de
Caracas. Rendido el informe del fiscal al respecto, la Audiencia autorizó el
pase el 3 de julio333. El 28 de enero de 1807, Hernández Milanés pidió a
la Real Audiencia se mandara publicar, guardar, cumplir y ejecutar la Real
Orden de 19 de diciembre de 1803, relativa a impedir el “vicio de lascivia”,
reconocido como una práctica común en la jurisdicción de su obispado334.

330 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, I, pp. 214-215.
331 Ibid., p. 216.
332 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo XXI, fols. 206-209.
333 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo I, pp. 190-191.
334 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo LXII, fols, 101-110.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 191

Por real provisión del 20 de agosto de 1807, al reverendo obispo de la


ciudad de Mérida, la Audiencia dispuso que se observara en los pueblos
aquella esa diócesis la Real Cédula sobre distinción de libros parroquiales,
respectiva a las clases de gentes que hay en estos dominios, como lo había
ordenado para Guayana al crearse aquel obispado335.
Al crearse el obispado de Mérida en 1778, Maracaibo y Barinas
protestaron por la instalación de esa diócesis, alegando razones de condiciones
climáticas y distancias con respecto de aquellas ciudades y demás villas y
pueblos que formaban esa jurisdicción eclesiástica336. Barinas alegó que su
prosperidad económica y elevada población no habían sido tomadas en cuenta
para conferirle la sede del nuevo obispado y que el territorio asignado a la
diócesis merideña era muy extenso, por lo que solicitaban se considerara la
posibilidad de establecer en esa ciudad un obispado propio. Los argumentos
de tal petición los fundamentaba el Cabildo de Barinas, en representación del 8
de octubre de 1798, en los siguientes aspectos: los problemas que ocasionaba
un viaje hacia Mérida, dadas las características de la topografía que separaba
ambas ciudades, la poca atención que hasta entonces había dado el obispo a la
feligresía barinesa, no realizándose hasta entonces visita alguna, y que Barinas
no era una ciudad inferior a las que se les había conferido hacía pocos años la
gracia de tener un obispado337. Ante tales actitudes de Barinas, correspondió
al obispo Santiago Hernández Milanés rebatir las consideraciones hechas
por los barineses338, argumentando que el camino entre Mérida y Barinas no
fuera altamente peligroso, pues diariamente era transitado por arrieros que
comerciaban los frutos de sus respectivos territorios. En lo que a las visitas
eclesiásticas se refiere, el obispo –haciendo una relación de los prelados
que le habían antecedido en el cargo– intentó demostrar que a pesar de las
dificultades para realizarla por parte de los anteriores obispos y por él mismo,
sin embargo Barinas no había resultada lesionada en sus asuntos espirituales.

335 Ibid., Tomo XXX, fols. 36-39.


336 A.G.I. Caracas, 397: Carta del Cabildo de Maracaibo del 24 de abril de 1788, alegando las razones
por las cuales Mérida no debía ser la sede del obispado y si Maracaibo. El único estudio al respecto
es el de Ildefonso Leal: “Barinas y el Proyecto de obispado en 1798”, antes citado.
337 A.G.I. Caracas, 415 y 108: Expedientes sobre la solicitud de Barinas para el establecimiento de un
obispado.
338 A.G.I. Caracas, 108: Carta del obispo de Mérida, Santiago Hernández Milanés (Niquitao, 12 de
diciembre de 1803).
192 Alí Enrique López Bohórquez

En cuanto a la cristianización de los indígenas, señaló Hernández Milanés que


era argumentación exagerada, ya que solamente se conocían en su jurisdicción
eclesiástica, próximos a Barinas, unos indios no totalmente pacificados.
La confrontación entre el Cabildo de Barinas y el obispo de Mérida
por la fundación de un nuevo obispado dio origen a la intervención del
arzobispo de Caracas, Francisco de Ibarra, y de la Real Audiencia. En el caso
de ésta, dos fueron las opiniones expuestas en el tribunal audiencial. Una del
fiscal José Gutiérrez del Rivero y otra de la Audiencia en real acuerdo. Aquél,
con fecha 31 de agosto de 1804, respaldó la solicitud del Ayuntamiento
barinés, en razón de que consideraba que al obispo de Mérida no le era
fácil “…predicar la divina palabra por si mismo a los fieles de Barinas, por
deberla hacer en las ocho ciudades, cuatro villas e infinidad de pueblos…
que le quedan en su diócesis desmembrada de aquella…”, así como “…
por la aspereza de los caminos que median entre Mérida y Barinas, pues
así lo deponen informes de los testigos…”, lo cual evidentemente impedía
que aquel prelado pudiera

…conferir el sacramento de la confirmación a los habitantes de Barinas que


han estado privados por espacio de más de doscientos veinte años que tiene de
fundación aquella ciudad (…) sin que por la primera vez hayan visto obispo
y conocido a su pastor…

Con estos argumentos, el fiscal sustentaba el establecimiento de un


obispado en Barinas, con lo cual se podría “…catequizar la multitud de
indios gentiles que habitan los inmensos llanos de Apure…y el eco de la
palabra divina llegará con más prontitud y energía…entonces tendrá aquella
provincia abundancia de ministros y sus habitantes acallarán sus quejas que
ahora dan…y se cortará de raíz las grandes disputas que hay entre los cabildos
de Mérida y Caracas sobre el terreno del Apure…”. Agregaba Gutiérrez
del Rivero que Barinas contaba con recursos económicos suficientes para
sostener el obispado, sin que ello menoscabara los beneficios eclesiásticos
de Caracas y Mérida, concluyendo su argumentación con el respaldo a la
idea de crearse en aquella comandancia un obispado. A pesar del informe
del fiscal, el 9 de enero de 1805, la Audiencia prefirió aceptar las sugerencias
del obispo Hernández Milanés en el sentido de que no se estableciera en
diócesis en Barinas, en tanto la de Mérida resolviera el asunto de sus límites
y la construcción de su catedral. Además, señalaban los magistrados que
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 193

también debían resolverse otros problemas que tenía Barinas, por lo que
consideraban pertinente que transcurrieran cuarenta años, en cuyo tiempo
incrementaría su población y rentas339.

Provisor y vicario general:

El fiscal de la Audiencia comunicó a los obispos de Caracas, Mérida


y Guayana, y a respectivos cabildos eclesiásticos, el 12 de septiembre de
1798, el contenido de la Real Cédula del 20 de septiembre de 1797, referida
a las características que debían tener los prelados electos para el cargo de
provisor y vicario general, cuidando con ello que recayera en personas
idóneas y preparadas para cumplir digno empleo eclesiástico, segundo en
importancia después del obispo340. Para Mérida se dictaron provisiones
para el provisor y vicario general en materia de recursos de fuerza de los
eclesiásticos e inventarios de bienes341; mientras que el de Caracas fue
objeto de un informe por parte de los magistrados del alto tribunal, como
lo mandaba la Real Cédula del 2 de febrero de 1804, en cuanto al derecho
que se arrogaba de ver y examinar en su tribunal los interrogatorios “por
donde han de examinarse los eclesiásticos que se presenten por testigos en
los juicios de disensos”342. Más profusa fue la injerencia de la Audiencia de
Caracas en asuntos relacionados con el provisor y vicario general del obispado
de Guayana, tales como: validación o nulidad de matrimonio, apelaciones,
juicios por cumplimiento de esponsales, órdenes religiosas, recursos de
fuerza, propaganda fide, excesos de religiosos y derechos parroquiales343.

339 Esta información está recogida en Ildefonso Leal: “Barinas y el Proyecto de obispado en 1798”,
pp. 368-370.
340 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana. Tomo I, pp. 76-78.
341 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo III, fol. 16: real provisión del 9 de enero de 1791 al provisor
y vicario general de la ciudad de Mérida, o a la persona que ejerciere aquella jurisdicción, para que en
el recurso de fuerza introducido por el presbítero don José Villasmil, cumpla lo que se le previene por
esta Real Audiencia.. Ibid., III, fol. 526: real provisión del 9 de diciembre de 1791 al provisor vicario
general de la ciudad de Mérida, para que remita a esta Real Audiencia los autos de inventario del
presbítero doctor José Osuna, según se le previene.
342 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1803-1806, Tomo VIII, fols. 106-110.
343 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo XXIII, fols. 250-251:real provisión del 1 de julio de 1803
al provisor y vicario general de la Provincia de Guayana para que cumpla lo que se le previene por
esta Real Audiencia en vista de los autos que se acompañan, obrados sobre la validación o nulidad del
matrimonio celebrado por Cayetano Esparza, natural de la Provincia de Guipuzcoa con Ana María
194 Alí Enrique López Bohórquez

Vicario juez eclesiástico:

La Real Audiencia tuvo mayor cuidado en los asuntos de administración


de justicia, incluyendo la de vicario juez eclesiástico, a quien correspondía
ver los casos de orden moral o relacionados con la comunidad eclesiástica
que las leyes permitían. Veamos algunos ejemplos en lo que al obispado
de Venezuela se refiere: El 17 de marzo de 1791 se dictó real provisión al
vicario eclesiástico de la Villa de Calabozo, para que en los autos obrados
contra el regidor alguacil, mayor Francisco Esteban Rodríguez Camero,
sobre disensiones con su legítima mujer Rufina del Carmen Cansines y
otros excesos, cumpliera lo determinado por la Real Audiencia, de acuerdo
con lo establecido por la legislación al respecto. Otra provisión del 29 de
marzo de 1791, dirigida al vicario eclesiástico del pueblo de La Victoria, trata

Rodríguez Argumedo. Ibid., Tomo XXII, fol. 399: real provisión del 26 noviembre 1803 al provisor
y vicario general de Guayana, para que cumpla lo que se le previene por esta Real Audiencia en vista
del expediente obrado a su instancia, y el de esta diócesis, sobre que se declare por punto general para
donde deben otorgar las apelaciones, respecto a no haber Metropolitano. Ibid., Tomo XXIV, fol. 448:
real provisión del 10 de julio de 1804 al provisor y vicario general de Guayana, para que continúe en el
conocimiento de la causa promovida en su tribunal por Isabel Rojas, contra Fernando Guillén, vecino
de Barcelona, por cumplimiento de esponsales. Ibid., Tomo XXVI, fols, 479-480: real provisión del 2
de septiembre al discreto provisor de la Provincia de Guayana, para que continúe, según su estado, en
la causa que sigue Salvador Lejarazú a nombre de su legítima hija Antonia con Ambrosio Arce, sobre
esponsales. Ibid., Tomo XXVII, fols. 320-324: real provisión del 23 de mayo de 1806 por la cual se
ruega y encarga al Cabildo Eclesiástico y vicario General de la ciudad de Guayana, informen lo que
se les ofreciere y pareciere más oportuno sobre la separación de aquella misión de Franciscanos
Observantes, de la de Cumaná. Ibid., Tomo XXVIII, fol. 56-57: real provisión del 22 de julio de
1806 al discreto provisor sede vacante de la ciudad de Guayana, a la que se acompañan originales
los autos seguidos contra fray Manuel Marcos, por los excesos que se atribuyen en el pueblo de
San Miguel de la Provincia de Cumaná, para que oyendo a las partes les administre justicia. Ibid.,
Tomo XXVIII, fol. 39: real provisión del 23 de julio de 1806 al discreto provisor de la Provincia
de Guayana, para que informe a la Real Audiencia de la representación del colegio de propaganda
fide de la ciudad de Barcelona, relativa a que se suspendan los efectos de la Real Cédula de 8 de
julio de 1803, en que se previene la secularización de los pueblos de indios de aquella misión. Ibid.,
Tomo XXVIII, fols. 334-336: real provisión del 10 de noviembre de 1806 por la cual se declara
que el discreto provisor de la Provincia de Guayana, en no otorgar libremente la apelación que
interpuso el cura rector de aquella santa iglesia catedral, Domingo Díaz Tarife, en los autos que
sigue con los Canónigos sobre derechos parroquiales y otros incidentes, no hace fuerza. Ibid.,
XXIX, fols. 65-66: real provisión del 17 de febrero de 1807 al discreto provisor de la Provincia de
Guayana, para que a la mayor brevedad evacúe el informe que le está pedido sobre la instancia del
devoto padre guardián de propaganda Fide de la ciudad de Barcelona, a fin de que se restituyan a
los religiosos de su orden, los curatos de que se les ha despojado. Ibid., XXXI, fols. 47-48 y XXXII,
fols. 52-53: real provisión del 30 de marzo de 1808 al discreto provisor de la ciudad de Guayana,
para que remita a esta Real Audiencia la causa suplicatoria que el reverendo padre guardián del
convento de propaganda Fide de Barcelona, le dirigió a fin de que se concediese título de cura
interino del pueblo de Clarines, al religioso fray Josef Lloret.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 195

acerca del recurso de fuerza introducido por parte de Francisco Abreu, en


razón de que le fueron embargados sus bienes y le pusieron un cepo, por
haber tenido comunicación con una mujer baja del pueblo, resultando ésta
en cinta, ordenando la Audiencia al vicario que devolviera lo incautado y
soltara al reo para seguir el juicio dentro de lo establecido en las leyes. El
4 diciembre 1793 se comunicó al vicario foráneo de la ciudad de Guanare
que cumpliera lo determinado por los magistrados de Caracas, vista de lo
representado por el fiscal Julián Díaz de Saravia en el expediente formado a
instancia de Gabriel Pagola, sobre que José Manuel Alzuru conceda licencia
a su legítima hija Josefa Alzuru, para casarse con él344.
En el obispado de la Diócesis de Guayana las decisiones del vicario
juez eclesiástico en problemas de matrimonios fueron objeto de atención por
parte de la Real Audiencia. De mucha resonancia fue el caso del vicario de
Cumaná, Antonio González, quien pretendía llevar adelante el casamiento
de la hija del gobernador de aquella provincia, Pedro Carbonell, quien se
oponía a ello, por lo que se mandó por Real Cédula del 10 de septiembre de
1793 que la Audiencia conociera del caso. Una nueva disposición real, del
22 de septiembre, remitía los documentos que al respecto había presentado
el vicario, ordenándosele al tribunal que informara la desavenencia surgida
entre ambos funcionarios345. Por real provisión del 19 de diciembre de 1807
se ordenó al vicario juez eclesiástico de la ciudad de Cumaná que desistiera de
los autos obrados por Luis de la Cova, quien se oponía a que su hija Joaquina
contrajera matrimonio con el comerciante José Serrano. Otro mandato
audiencial al mismo vicario del 3 de junio de 1808, le reclamaba no haber
comunicado a Cova sobre la soltería de Serrano y haber incoado un recurso
de fuerza improcedente ante el discreto provisor de la ciudad de Guayana346.
De igual manera, el 21 de agosto de 1807, la Audiencia determinó que en los
autos seguidos por el vicario juez eclesiástico de Barcelona en la demanda
que seguía Juan González contra el presbítero Juan Alfaro, por el cobro de
una deuda, no procedía el recurso de fuerza347. En el distrito de la diócesis

344 Los casos referidos en A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo III, fol. 130; Tomo III, fol. 158; y Tomo
V, fols. 699-700.
345 A.G.N. reales cédulas, 1792-1795, Tomo V, fols. 84-86 y fols. 87-91.
346 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo XXX, fol. 391; y Tomo XXXI, fols. 76-80.
347 Ibid., Tomo XXIX, fol. 90.
196 Alí Enrique López Bohórquez

de Mérida de Maracaibo también debió actuar el tribunal de Caracas ante


decisiones tomadas por vicarios jueces eclesiásticos de distintos lugares de
aquel obispado en materia de matrimonios348.

Recursos de fuerza, conocimiento de causas eclesiásticas:

La reclamación que hacía un particular o un religioso ante la Real


Audiencia por la sentencia de un juez eclesiástico inexperto o que no
había seguido las exigencias de las leyes, así como el impedimento de
aquel para que se apelara al superior fueron hechos que condujeron a
que el agraviado exigiera al tribunal que se “levantara la fuerza o abuso”
que se le estaba haciendo. Ante tal solicitud, no competía a la Audiencia
el conocimiento de la causa y sólo se limitaba a declarar si a los jueces
eclesiásticos correspondía el caso, si habían incumplido con las disposiciones
correspondientes o para resolver las competencias entre jueces eclesiásticos.
Para ello, el tribunal audiencial debió utilizar a gobernadores, comandantes,
tenientes, corregidores y demás justicias ordinarias, para que le auxiliaran
en la determinación del uso del recurso de fuerza349. Veamos ahora algunos
ejemplos: El 9 de agosto de 1789, la Audiencia expidió real provisión ante

348 Ibid., Tomo IX, fols. 19-20: real provisión del 28 de junio de 1796 al vicario juez eclesiástico de la
ciudad de Maracaibo, para que en los autos que se acompañan en 35 folios, seguidos por Francisco
Vera para impedir a Juana Francisca Lozada y Noboa el matrimonio que pretende contraer con
José María Rodríguez, y que acceda al que tenía con él contratado, cumpla lo que se le ordena
por esta Audiencia. Ibid., Tomo XII, fols. 101-103: real provisión del 1 de octubre de 1798 al
vicario foráneo de Barinas, para que cumpla lo determinado por esta Real Audiencia en vista de
los autos seguidos por Cándido Contreras, contra Baltazar Maguregui, sobre estrecharle a que
lleve a efecto el matrimonio que trató con María de la Asunción Contreras. Ibid., Tomo XX, fols.
61-62: real provisión del 14 de agosto de 1801 al vicario eclesiástico del pueblo de Nutrias, para
que cumpla lo que se le previene por esta Real Audiencia en vista del Recurso de Fuerza hecho a
ella por María Ignacia Cuevas, contra las providencias que ha dictado en la causa que contra ella
sigue Manuel Antonio Huerta, por esponsales. Ibid., Tomo XXII, fols. 385-387: real provisión
del 20 de noviembre de 1802 dirigida al vicario eclesiástico de la ciudad de Maracaibo, para que
remita a este Real tribunal los autos que ha formado contra el presbítero Cristóbal Ortega, por
haber querido matrimoniar a Antonio Lino López, sin proceder las ritualidades ordinarias, en
conformidad de lo mandado.
349 A.G.N. (Caracas): Reales Provisiones, Tomo I, fols. 424-453: real provisión circular del 22 de diciembre
de 1788 al gobernador de la provincia de Maracaibo, para que cumpla y ejecute en su respectivo
departamento y distrito, cuanto se le previene en el auto inserto, sobre la intimación del real auxilio
de las fuerzas de los jueces eclesiásticos. Esta misma disposición fue enviada al comandante de
la provincia de barinas, tenientes y corregidores, inserta en los fols. 454 al 525, 547 y 550-552.
También están registradas allí el acuse de recibo de los mencionados funcionarios.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 197

el recurso intentado por José Ponce de León, en la causa que le han seguido
los religiosos dominicos de la Isla de Margarita, por insultos y difamaciones
que le imputan, irrogados a dicha orden350. Al gobernador de la provincia de
Cumaná se ordenó, el 13 de octubre de 1790, para que conociera el recurso
de fuerza interpuesto por el presbítero Patricio Quintero, por obligarle el
juez eclesiástico a servir el curato de San Diego, al que había renunciado351.
Una real provisión fue enviada al vicario juez eclesiástico de la ciudad de
Cumaná, el 26 de marzo de 1791, para que en los autos de fuerza seguidos
por María de la Merced Gordón contra Pedro Suárez, por demanda
matrimonial, cumpla lo que se le previene por la Real Audiencia352.

350 Ibid., Tomo XLVI, fols. 259.


351 Ibid., Tomo II, fols. 386-387.
352 Ibid., Tomo III, fol. 301. Otros ejemplos del uso del recurso de fuerza: en Ibid., Tomo IV, fols.
632-635: real provisión del 20 de noviembre de 1792 al alcalde de la Hermandad del Valle de
Aroa, para que en el recurso hecho a esta Real Audiencia por el procurador Feliz de Armas, a
nombre del bachiller Juan José Bustillos, cura rector de la iglesia parroquial de dicho valle, por
no haberle satisfecho su cóngrua sustentación y oblato, desde el año de 1783. Ibid., Tomo VI,
fols. 419-422: real provisión del 3 de julio de 1794 al reverendo obispo de Mérida, para que en
el distrito de la Diócesis haga se observe lo determinado por esta Real Audiencia en vista de lo
representado por los notarios de la curia eclesiástica de esta ciudad, en el recurso hecho por José
María del Castillo. Ibid., Tomo III, fols. 225-228: real provisión del 5 de abril de 1791 al cura del
pueblo de Moroturo, interino del de Siquisique, Sebastián Vásquez Coronado, para que en los
autos seguidos por Marcelo Pérez contra Juan Domingo Antía, siendo corregidor del pueblo de
Siquisique, por suponer haberle gravado con una injusta prisión, y demás que de ellos resulta,
cumpla lo determinado por esta Real Audiencia. Ibid., Tomo X, fols. 422-423: real provisión del
11 de mayo de 1797 al vicario foráneo de la ciudad de Maracaibo, para que cumpla lo que se le
previene por esta Real Audiencia en vista del testimonio que ha remitido, por recurso de fuerza,
introducido por Juan Antonio González, en los autos que sigue contra María del Carmen Lizardo,
por cumplimiento de esponsales. Ibid., X, fols. 360-367: real provisión del 17 de mayo al teniente
de justicia mayor del pueblo de Guarenas, para que cumpla lo que se le previene por esta Real
Audiencia en los autos seguidos por el presbítero Juan Rafael Barrios contra varios vecinos del
pueblo de Mariara por haberlo despojado de la tierra de Hato Viejo, injuriándole e impidiéndole la
fábrica de la iglesia. Ibid., Tomo XIX, fols. 18-19: real provisión del 20 de enero de 1801al vicario
eclesiástico de la provincia de Maracaibo, para que cumpla lo determinado por esta Real Audiencia
en vista del recurzo de fuerza hecho a ella por Pedro Alcántara Serviño, en los autos que contra él
sigue María Teresa Andrade, sobre esponsales. Ibid., Tomo XXII, fols. 179-183: real provisión del
13 de julio de 1802 al teniente justicia mayor del pueblo de Santa Lucía, para que cumpla lo que
se le previene por esta Real Audiencia en vista del expediente promovido por Juan José Romero,
contra el presbítero Francisco Pereyra y Álvarez, cura propietario de este pueblo, sobre despojo
de tierras. Ibid., Tomo XXIII, fol. 223:. real provisión del 3 de junio de 1803 al gobernador de
la Provincia de Cumaná para que cumpla lo que se le previene por esta Real Audiencia en vista
de los autos seguidos contra el canónigo de la provincia de Guayana José Queipo Valdez. Ibid.,
Tomo XXVI, fol. 481: real provisión del 2 de septiembre de 1805 al discreto provisor de la ciudad
de Mérida por la cual se declara haber hecho fuerza en no haber otorgado en ambos efectos la
apelación que interpuso Nicolás Rangel del auto de 15 de septiembre de 1803.
198 Alí Enrique López Bohórquez

Los conflictos entre eclesiásticos también fueron interpuestos ante la


Real Audiencia a través del recurso de fuerza. El 6 agosto 1792 se dictó real
provisión al provisor y vicario general de la ciudad de Mérida, En relación
con el recurso de fuerza introducido por el presbítero José Jacinto Villasmil,
contra los procedimientos del obispo que afectaban sus funciones como cura
párroco353. Por real provisión del 1 de septiembre se ordenó al vicario Foráneo
de la ciudad de Carora que cumpliera lo determinado por la Real Audiencia en
razón del recurso de fuerza introducido en ella por José Antonio Aldana, clérigo
de menores de aquel vecindario, en los autos que contra él sigue el presbítero
Juan Vicente Espinoza, por cobro de pesos354. El 26 febrero 1802 la Audiencia
determinó a favor del padre fray Esteban Baldó, quien había interpuesto recurso
de fuerza contra el guardián de propaganda fide del colegio de la ciudad de
Barcelona, quejándose de los procedimientos en su contra355. De igual manera,
el tribunal audiencial conoció y determinó el 27 de junio de 1802 sobre la fuerza
solicitada por José Vicente Padrón, contra el vicario eclesiástico de la ciudad
de Maracaibo por separarle del ejercicio de la mayordomía de la obra pía de
San Nicolás de Bari y parroquia de Curavidal356. La Audiencia desaprobó el 20
noviembre 1807 las providencias que el gobernador de Maracaibo libró, con
dictamen de su asesor, en auxilio de las pretensiones del presbítero Francisco
Aguilar, sobre el recurso de fuerza que éste hizo contra las actuaciones del
vicario juez eclesiástico del obispado de Mérida, quien le obligaba pasase al
pueblo de San Félix a servir de “cura de almas”357.

Prebendados de las iglesias catedrales:

El 15 de septiembre de 1788, la Real Audiencia aprobó, de común


acuerdo con los prebendados de la iglesia catedral de Caracas, el reglamento
de todo lo que pudiera ocurrir en las ocasiones en que hubiera necesidad
de administrarse el “viático” o entierro a alguno de los ministros o de
los individuos del venerable Dean y cabildo eclesiástico, así como de sus

353 Ibid., Tomo IV, fol. 404.


354 Ibid., Tomo XX, fol. 231.
355 Ibid., Tomo XXI, fols. 152-155.
356 Ibid., Tomo LVII, fols. 202-270.
357 Ibid., Tomo XXX, fols. 312-313.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 199

respectivas mujeres, hijos, yernos y nueras. Por no encontrar receptividad en


los prebendados y desconocimiento de lo reglamentado, la propia Audiencia
acordó el 15 de octubre de 1806 archivar el expediente358. Ante la negativa
de los prebendados de la iglesia catedral de Mérida de pagar los montos
de sus medias anatas, al finalizar los primeros cinco años de sus funciones,
asignados por los ministros de Real Hacienda de Maracaibo. El gobernador,
por considerarlos exagerados, remitió el asunto a la Junta Superior de la
Real Hacienda. En la misma estaba representada la Real Audiencia por su
regente y visto el expediente al respecto, el 26 de agosto de 1799, se acordó
que los ministros de Maracaibo tenían razón, por lo que exhortaban a los
prebendados de Mérida a cancelar dicho impuesto359.

Conventos:

Los juicios derivados de legados en testamentos, fundación y cobro de


impuestos a los Conventos por los funcionarios correspondientes también
fueron objeto de tratamiento por la Real Audiencia. Así, el 22 de marzo de
1791 se mandó real provisión al teniente justicia mayor del Valle de Caucagua
para que en los autos obrados por el mayordomo del convento de Carmelitas
de esa ciudad, José Echenique, contra los herederos de Juan Bautista Bello,
cobrando el legado que este hizo en su testamento a dicho convento, cumpliera
lo determinado por la Real Audiencia a favor de dicha orden, en razón de estar
ajustado a las leyes la donación realizada en vida por Juan Bautista Bello360. El
9 febrero 1792, la Real Audiencia solicitó a su presidente, gobernador Pedro
Carbonell, remitir copia de los papeles que existieran en su tribunal relativos a
solicitud sobre la fundación del Convento de Dominicos y Casa de Enseñanza
de Niñas de Caracas361. Dos años más tarde, el 17 de diciembre de 1794, esa
petición seguía pendiente, por lo se autorizó por Real Cédula a los ministros de
la Audiencia para que, conjuntamente con el obispo de Caracas, examinaran las
solicitudes hechas por María Teresa Esteves y Josefa del Toro para la fundación

358 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo II, 288-292.
359 Ibid.
360 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo III, fol. 134.
361 Ibid., Tomo XLVIII, fols. 273-274.
200 Alí Enrique López Bohórquez

de un Convento de Religiosas Dominicas y Casa de Enseñanza de Niñas362.


El 16 de abril de 1796, el prosíndico del Convento de San Francisco de la
ciudad de Mérida, en consideración a los cobros de derechos que se hacen a la
comunidad, se dirigió a la Real Audiencia para manifestar que por las leyes del
reino, los conventos estaban exonerados de tales pagos, por lo que solicitaba
se librara determinación a los tenientes justicia de aquella ciudad, para cesar
la práctica de exigir derechos que no correspondían363.

Fundación, reparación, cuentas y rentas de las iglesias:

En el ejercicio del Patronato Real, la Audiencia intervino en el


manejo de las rentas y construcción de iglesias, ordenando a gobernadores
y tenientes de justicia mayor cumplir con las disposiciones que determinara
al efecto. Por ello, el 22 noviembre 1798 dirigió real provisión al gobernador
de la Provincia de Cumaná para que procediera a la revisión de las cuentas y
rentas de la iglesia de Nuestra Señora de Altagracia de aquella provincia364.
Igual disposición se mandó al mismo gobernador, el 22 de diciembre de
ese año, para que conociera lo concerniente a las cuentas de la iglesia del
pueblo de Altagracia365. Asimismo, se ordenó el 7 mayo 1799 al teniente
justicia mayor de la Villa de Araure para que en los autos promovidos por
el fiscal, a nombre de los indios del pueblo de San Miguel de Acarigua, se
procediera a la reedificación de su iglesia366.

Curas párrocos:

Las denuncias contra abusos y malos procederes de los curas párrocos


también fueron atendidas por los ministros de la magistratura caraqueña.
Por lo general se trató de actuaciones no acordes con su función eclesiástica
y por contravención a normas morales establecidas en la legislación indiana
o reconocidas como costumbre social, conminando en algunos casos tanto
a las autoridades eclesiásticas como a las civiles a corregir tales actuaciones.

362 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1792-1795, Tomo V, fols. 273-275.


363 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo LIII, fols. 202-218.
364 Ibid., Tomo XII, fols. 182-183.
365 Ibid., Tomo XII, fols. 384-386.
366 Ibid., Tomo XIV, fols. 322-323.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 201

Ante el expediente instruido por el justicia mayor del pueblo de Cabruta


para averiguar el desasosiego en que vivían los vecinos de dicho pueblo,
debido a las molestias causadas por el cura párroco Vicente Infante, la
Audiencia dispuso el 20 de octubre de 1791 dar cuenta al reverendo obispo
Mariano Martí, con el fin de que dictara medidas necesarias para corregir
esa situación367. El protector de indios de Maracaibo promovió expediente
en contra de los abusos que los curas párrocos, doctrineros y corregidores
cometían contra los naturales de su jurisdicción, por lo que la Audiencia,
mediante real provisión del 25 de febrero de 1797, se dirigió al gobernador
de esa Provincia para que pusiera remedio al asunto y no se emplearan
en adelante los indígenas en oficios mecánicos de las casas de aquellos
funcionarios eclesiásticos y civiles368. El 12 de julio de 1802 se dictó provisión
al gobernador de la provincia de Cumaná para que cumpliera lo solicitado por
su fiscal protector de indios, a nombre de Pedro Figueroa y Andrés Romero,
quienes se quejaban de las arbitrariedades en su contra cometidas por el cura
fray Francisco Yedra369. De igual manera, la Audiencia era instrumento para
promover a los curas párrocos, como fue el caso del Dr. Francisco Xavier
de Fuenmayor, de la parroquia de Santa Rosalía de Caracas, quien en julio
de 1797 presentó ante el tribunal testimonios de sus méritos y servicios, para
que fueran conocidos por las autoridades españolas370.

Misiones, misioneros y órdenes religiosas:

Los magistrados de Caracas también intervinieron en asuntos


relacionados con misiones, misioneros y órdenes religiosas, velando por el buen
funcionamiento de los pueblos de indios, actuando contra los abusos de los
curas doctrineros, autorizando las actividades del clero regular y el pago de los
derechos eclesiásticos que correspondían, con intervención de los gobernadores
y autoridades eclesiásticas correspondientes. Así, el 7 de abril de 1790 se libró
real provisión al gobernador de la provincia de Guayana para que informara

367 Ibid., Tomo XLVIII, fols. 55-80.


368 Ibid., Tomo X, fols. 82-83.
369 Ibid., Tomo XXII, fols. 166-167.
370 Ibid., Tomo LIV, fols. 1-80.
202 Alí Enrique López Bohórquez

sobre la situación de las misiones del Alto Orinoco371. El 13 enero 1796, el padre
provincial del convento de San Jacinto, fray Vicente Acosta, presentó ante la Real
Audiencia las patentes despachadas por el padre general de la orden, autorizadas
por el Real y Supremo Consejo de Indias, con el fin de que se le otorgara el pase
regio correspondiente372. Por real provisión del 4 de marzo de 1796 se previno
al obispo de la diócesis de guayana y al prefecto de las misiones de Capuchinos
de la provincia de Cumaná para que actuaran en contra del misionero Serafín
de Calanda, por no cumplir ordenadamente sus funciones eclesiales373. En los
mismos términos se despachó otra provisión, el 1 de marzo de 1797, al prefecto
de misiones de capuchinos, para que conociera lo imputado en el expediente
formado a consecuencia de la queja dada por el teniente justicia mayor de la
Villa de San Fernando de Cachicamos, sobre el insulto que con gente armada
le hizo fray de Sorvilán, cura doctrinero de la misión de Altamira374. Personas
particulares también eran utilizadas por la Audiencia para que informaran sobre
determinados asuntos, como fue el caso de Francisco Javier Ortíz, vecino del
pueblo de Cubiro, a quien por real provisión del 11 de diciembre de 1807 se
le solicitó que con la mayor brevedad, cautela y secreto, procediera a recibir
justificación e informara sobre los hechos que los indios de aquel pueblo
imputaban a su cura doctrinero Pedro Vicente Campos375.
Por Real Cédula del 1 de septiembre de 1797 se notificó a la Real
Audiencia sobre el abono de sínodos a los misioneros capuchinos catalanes de
Guayana, para que ejecutasen lo pertinente en beneficio del mejor gobierno de
aquellas misiones376; otra disposición del 7 de septiembre de ese año informaba
sobre lo contenido en la anterior y otros aspectos relativos al gobierno de
aquella misión capuchina377. Por Real Cédula del 28 de septiembre de 1805,
correspondió a la Audiencia notificar sobre lo resuelto por la Corona en cuanto
a la remoción de los misioneros de los pueblos de su distrito, y se le pidió

371 Títulos de Venezuela en sus límites con Colombia. Caracas, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1979,
Tomo III, pp. 135-136.
372 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo LIII, fols. 46-49.
373 Ibid., Tomo VIII, fols. 152-153.
374 Ibid., Tomo X, fols. 237-238.
375 Ibid., Tomo XXX, fols 351-355.
376 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1795-1797, Tomo VI, fols. 333-345.
377 P. Buenaventura de Carrocera. Misión de los Capuchinos en Guayana (1785-1819), Tomo III, pp. 166-
173.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 203

que informara si convenía o no la separación de la Misión de Franciscanos


Observantes de la provincia de Guayana de la de Cumaná378. El tribunal
también atendía solicitudes de los propios eclesiásticos, como fue el caso del
cura doctrinero del pueblo de Paracotos, Francisco Hernández Lugo, quien
en noviembre de 1807 solicitó se librara providencia para que el corregidor del
mismo partido le facilitara cuatro indios para que sirvieran las plazas de cantores
y sacristán, otro que hiciera de fiscal para recoger los demás en la doctrina y dos
que necesitaba para el servicio de su casa, a lo cual accedió la Audiencia379.

Sagrada Congregación de propaganda fide:

Antonio Ybot León señala que los Papas,

…viéndose imposibilitados de dirigir la propagación de la fe en los mundos


descubiertos por el esfuerzo de España y de Portugal, delegaron sus derechos y
depositaron sus deberes en orden a la cristianización de las nuevas tierras en los
monarcas peninsulares, cada uno en el ámbito de sus dominios y navegaciones
ultramarinas. Así nacieron los Reales patronatos de las Indias (…), bajo
cuya égida se fundaron, crecieron y se multiplicaron las misiones en los nuevos
continentes a costa de esfuerzos extraordinarios, espirituales y materiales de los
misioneros, y económicos de las naciones a quienes correspondían según las bulas
de su otorgamiento…380

Agrega este autor que

…los pontífices consideraron necesaria la existencia de un organismo eclesiástico


superior, colocado bajo la exclusiva autoridad de la Santa Sede, que tuviera
a su cargo la suprema coordinación de las actividades misionales de la Iglesia
hasta entonces distribuidas entre los Príncipes seculares de los Estados
descubridores.

378 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1803-1806, Tomo VII, fols. 229-237.
379 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo LXI, 142-157.
380 Antonio Ybot León: La Iglesia y los Eclesiásticos Españoles en la Empresa de Indias. Barcelona (España),
Salvat Editores, 1961, pp. 312-313.
204 Alí Enrique López Bohórquez

Este organismo no fue otro que la Sagrada Congregación de la


propaganda fide, la cual fue establecida en 1622 por decisión de Gregorio
XV e integrada por trece purpurados, dos obispos y un secretario, teniendo
jurisdicción en “…aquellos territorios de infieles no sujetos a Patronato Real
o que, estándolo, no hubiesen recibido ninguna labor cristianizadora…”381.
Por su parte, Enrique D. Dussel explica con diversos ejemplos que la
Congregación tenía la intención de atacar frontalmente al patronato real
en razón de los vicios de las misiones, los conflictos entre las órdenes y
de éstas con los obispos, la ingerencia de las autoridades coloniales en
asuntos eclesiásticos no incluidos en el patronato, y el grado de corrupción
de muchos misioneros. Sin embargo, poco pudo hacer la propaganda fide
para que los funcionarios reales siguieran conociendo sobre esos y otros
hechos, sin admitir los reclamos que hacían uso de las disposiciones de la
Curia romana referidas a dicha Congregación382.
Veamos algunos ejemplos de lo ocurrido al respecto En relación con
la Real Audiencia de Caracas. El 20 de diciembre de 1790, sus magistrados
dictaron real provisión al padre guardián del Colegio de propaganda fide de
la ciudad de Barcelona, para que en los autos seguidos contra el Padre fray
Salvador Jiménez, por quejas de varios de sus feligreses, actuara para eliminar
los abusos que se le imputaban a aquel religioso383. En provisión del 21 de
octubre de 1799, dirigida al presidente del capítulo de propaganda fide de la
misma ciudad, se previno el cumplimiento del método que debe observarse
en la elección del próximo capítulo384. Al mencionado padre guardián, el 26
de febrero de 1802, se le llamó la atención en razón del recurso de fuerza
interpuesto ante el tribunal por el Padre Esteban Bladó, quien se quejaba
de sus procedimientos, contrarios a las normas de convivencia religiosa385.
Al gobernador de la provincia de Cumaná se le solicitó, el 5 de mayo de
1803, que conociera e informara acerca del conflicto entre el reverendo
obispo de Guayana y el guardián de la Propaganda Fide de Barcelona, sobre

381 Ibid., pp. 313-315.


382 Enrique D. Dussel: Historia General de la Iglesia en América Latina. Introducción a la Historia de la Iglesia
en América Latina. Salamanca, Ediciones Sígueme-CEGILA, 1983; Tomo I/1, pp. 348-350.
383 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo II, fols. 477-478.
384 Ibid., Tomo XV, fols. 553-554.
385 Ibid., Tomo XXI, fols. 152-155.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 205

gobierno espiritual de la población de Santa Cruz de Orinoco386. Todavía,


para el 12 de julio de 1804, continuaba la problemática, por lo que se mandó
a dicho obispo que ejecutara lo dispuesto por la Audiencia en beneficio de
los naturales de aquellas misiones387.

Capellanías (Fundación y cobro de réditos):

Las Capellanías “eran fundaciones perpetuas por las que una persona
segregaba de su patrimonio ciertos bienes (en vida o por testamento) y
formaba con ellos un vínculo…destinado a la manutención o congrua
sustentación de un clérigo, que se obligaba por ello a celebrar un cierto
número de misas por el alma del fundador, o de su familia, o a cumplir
otras cargas litúrgicas…”388. La fundación y cobro de réditos de capellanías
también fueron objeto de atención por parte de la Real Audiencia, como
problema de derecho privado en cuanto a la relación de un particular con
la Iglesia y a la intervención de las justicias ordinarias en determinados
casos. Así, el 8 de octubre 1792 se mandó librar provisión a los alcaldes
ordinarios de la ciudad de San Sebastián de los Reyes, para que cumpliesen lo
determinado por la Real Audiencia, en el recurso hecho a ella por Francisco
Antonio Belisario, sobre compelerle a fundar una Capellanía de los bienes
del Dr. Manuel Belisario389. De igual manera, se hizo el 11 de octubre de
1797 para con el teniente justicia mayor del pueblo de El Sombrero, a fin
de que informara sobre los autos seguidos por Pedro Puncel contra Juan
José Santaella, sobre fundación de una Capellanía390. Al obispo de Guayana
Francisco Ibarra se le solicitó, el 6 de diciembre de 1798, notificara al
tribunal sobre el conocimiento de las demandas de principales réditos de
capellanías y obras pías391. En los autos seguidos por Rosalía Ochoa y José
Esteves por cobro de réditos de una Capellanía, la Real Audiencia remitió,
el 20 de noviembre de 1798, real provisión al teniente justicia mayor del

386 Ibid., Tomo XXIII, fols. 169-172.


387 Ibid., Tomo XXIV, fols. 429-430.
388 Manuel Teruel Gregorio de Tejada: Vocabulario Básico de la Historia de la Iglesia. Barcelona (España),
Crítica, 1993, p. 63.
389 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo IV, fols. 560-562.
390 Ibid., Tomo XI, fols. 285-294.
391 Ibid., Tomo XII, fol. 154.
206 Alí Enrique López Bohórquez

Pueblo de Guacara, para que pasara a la ciudad de Valencia a conocer de


ese caso e informara lo correspondiente al tribunal392.

Obras pías:

En su documentado estudio sobre obras pías en Venezuela, Ermila


Troconis de Veracoechea señala que muchos servicios sociales de las
comunidades americanas estaban controladas por el clero. Estos fundaban
y mantenían “…escuelas, hospitales y asilos, los cuales se sostenían
económicamente con los fondos piadosos donados por eclesiásticos o
laicos…, donaciones que se hacían generalmente con un fin de tipo personal
y espiritual: la salvación del alma, siendo éste el origen de las Obras Pías.”.
Así, agrega la autora, “…fueron instituciones fundadas y sostenidas con el
aporte material de una o varias personas quienes, mediante una labor social
o meramente espiritual, trataban de lograr la gracia divina de la salvación del
alma”393. En tal sentido, la administración y fiscalización de las donaciones
estaban a cargo de la Iglesia, la cual por lo general cuidaba que se utilizaran las
rentas de los bienes legados colocadas en censo al 5 %, sin tocar el capital. Las
mismas fueron utilizadas a favor del culto (misas, ornamentos, construcción
y sostenimiento de templos o capillas, compra de aceite y vino, festividades
religiosas, procesiones, etc.) o para una acción social laica (hospitales, dotes,
cofradías, colegios y escuelas, hospicios, capellanías, etc.). Quedaba bien
establecido que el capital destinado a una obra pía no podía ser usado en fines
ajenos a lo indicado por el donante y siguiendo la legislación respectiva, por
lo que no era factible su negociación, en tanto la Iglesia no era propietaria de
los bienes legados. De allí que la obra pía debía disfrutar a perpetuidad de sus
bienes, para no cambiar el propósito de quien había hecho la donación394.
En cuanto al asunto del uso de las rentas de las obras pías por parte
de las autoridades eclesiásticas, considerando las decisiones de los otorgantes
mediante testamentos, también tuvo injerencia la magistratura caraqueña. El
10 de marzo de 1794 la Audiencia consideró la solicitud de dote de la Obra
Pía de Cata395. Por Real Cédula, del 18 de febrero de 1795, se comisionó al

392 Ibid., fols. 176-178.


393 Ermila Troconis de Veracoechea: Las Obras Pías en la Iglesia Colonial Venezolana, pp. 4-5.
394 Ibid., pp. 5-10.
395 Ibid., pp. 260-261.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 207

regente y oidores de la Audiencia de Caracas para que conociera como se


cumplía la última voluntad de Catalina Mejías del Castillo y se distribuían las
rentas de la Obra Pía de Chuao396. Otra disposición real del 18 de mayo de
1795 se refiere al despojo que la Audiencia hizo, al obispo de Caracas, del
derecho de asignar y distribuir dotes para doncellas pobres de los fondos
y réditos que producía la Obra Pía de Cata397. El obispo Juan Antonio de
Viana solicitó que se le permitiera el uso de dos o tres mil pesos de los
fondos de la dicha obra para el Colegio de Niñas Educandas, por lo que por
Real Cédula del 18 de mayo de 1795 se comunicó a la Audiencia lo exigido
por el alto prelado, solicitándosele un informe al respecto398.

Censos:

En general, los estudiosos del derecho indiano, como lo señalan


Gloria Caldera de Osorio y Teresa Albornoz de López, coinciden en definir
los censos como una clase de contrato en el que se establece una relación
jurídica mediante la cual una de las partes (censualista) percibe una pensión
periódica, canon o rédito, casi siempre anual, impuesto sobre una hacienda
o un capital, y la otra parte (censatario) se obliga a pagar la pensión por la
heredad o por la suma del dinero recibida399. En esta clase de contrato, de tan
frecuente aplicación en la América colonial, el censualista por excelencia fue
la Iglesia, institución que podía desempeñar la función rentista por contar con
capital monetario tan escaso y requerido para la época. En problemas surgidos
con eclesiásticos por cobro o aplicación de censos intervino constantemente
la Real Audiencia de Caracas. Así, por ejemplo, el 11 de enero de 1790 sus
ministros dictaron real provisión al teniente de gobernador de Maracaibo para
que, en su nombre, actuara sobre el escrito presentado por Toribio Añez, en
cuanto al litigio que contra él había promovido Pablo Ortega, demandándole
la seguridad de un censo de doscientos pesos400. Por real provisión del 23 de

396 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1792-1795, Tomo XII, fols. 158-166.
397 Ibid., 1776-1804, Tomo XII, fols. 167-170.
398 Ibid., 1795-1791, Tomo VI, fols. 1-5.
399 Gloria Caldera de Osorio y Teresa Albornoz de López: Los censos en Mérida. Siglos XVII y XVIII.
Conceptualización, fuentes y propuestas metodológicas para su estudio. Mérida, Escuela de Historia/
Universidad de Los Andes, 2001, p. XXXII.
400 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo II, fols. 19-20.
208 Alí Enrique López Bohórquez

abril de 1790, dirigida a José Navarrete, administrador de la Real Hacienda


de Coro, se le exigió que cumpliera lo mandado por la Real Audiencia en la
demanda entablada por Manuel Martínez, procurador del síndico general
de la limosna de la Casa Santa en aquella ciudad, contra los herederos de
Bernardo Pinto por el cobro de la limosna y los réditos de un censo que
correspondían a dicha Casa401. El 10 de enero 1796 se ordenó al teniente
justicia mayor y Ayuntamiento de la ciudad de San Felipe que interviniera en
los autos ejecutivos seguidos por el síndico procurador del Convento de San
Francisco contra Gabriel Melián, sobre el cobro de réditos de un censo y
demás obras, e informara a la brevedad posible sobre el estado del asunto402.
Otra intervención de un teniente justicia mayor, por orden del alto tribunal
caraqueño, tuvo lugar en Mérida, cuando el 26 de septiembre de 1796 se le
requirió que conociera los autos seguidos por el pro-síndico general de los
conventos de padres franciscanos de la provincia de Maracaibo contra los
bienes del presbítero Bernardo Pérez, en razón de que el principal y réditos
de un censo le estaban reconocidos a dicho Convento403.

Ceremonias y fiestas religiosas:

Por Real Cédula del 23 de septiembre se participó a la Audiencia de


Caracas haberse declarado que no pudiendo asistir el presidente a la Catedral
a la función del Jueves Santo, se colocará la llave del Arca del Monumento del
Santísimo al decano regente o, en su defecto, al oidor más antiguo404. El 13 de
agosto de 1805 se pidió a los ministros de Caracas que informaran sobre la
instancia del Ayuntamiento de Caracas, relativa a que cuando concurra el cuerpo
a las funciones de la iglesia, se le diera la paz405. Por mandato real se solicitó a
la Audiencia, el 17 de febrero de 1807, su parecer sobre el dar una misa el día
de Nuestra Señora del Carmen, en reconocimiento a las victorias conseguidas

401 Ibid., Tomo II, fols. 149-150.


402 Ibid., Tomo VIII, fols. 115-123.
403 Ibid., Tomo IX, fol. 150.
404 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1792-1795, Tomo V, fols. 92-96; y Mario Briceño Perozo: Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1960 (BANH, sesquicentenario de la Independencia, 31), pp.
136-139. Otra edición, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1961.
405 Ibid., 1803-1806, Tomo VIII, fols. 227-228.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 209

contra el sedicioso Francisco de Miranda406. El 20 de abril de 1808, el tribunal


levantó testimonio con motivo del recurso que hizo el oidor Honorario
Antonio Fernández de León, quien se quejó de las providencias del discreto
provisor gobernador del Arzobispado, al prohibir que el cura del pueblo de
Maracay le permitiese en su iglesia el uso de silla, cojín y alfombra407.

Superintendencia General de Temporalidades:

El 24 de septiembre de 1798 la Audiencia dictó real provisión dirigida


a los gobernadores del distrito del tribunal para que guardaran, cumplieran
y ejecutaran el contenido de la Real Cédula relativa a la creación de una
Superintendencia General de Temporalidades y nombramiento de director
general de ella, hecho en Juan Arias de Saavedra y Verdugo408.

Concesión de gracias eclesiásticas:

El 22 de junio de 1796, ante representación del fiscal Julián Díaz de


Saravia, se mandó una real provisión al gobernador de la provincia de Guayana,
para que si algún particular tuviera urgente necesidad de obtener Gracias de
Roma, pidiera permiso para solicitarlas a la primera Secretaría del Estado, al
Despacho de Indias o al Consejo del rey y Cámara de ellas409. En la misma
fecha, se comunicó la disposición a todos los tenientes justicias mayores,
corregidores, alcaldes y demás jueces del distrito de esta Audiencia, para que
cada uno de por sí en su respectivo lugar, cumpliera lo determinado para la
solicitud de Gracias de Roma a través de las instancias correspondientes410.

Relaciones entre la Real Audiencia y el Cabildo Eclesiástico de Caracas:

La función fundamental del Cabildo Eclesiástico de Caracas era auxiliar


al obispo en el gobierno de la diócesis, así como en la participación directa para

406 Ibid., 1806-1821, Tomo IX, fols. 34-36.


407 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo LXII, fol. 188.
408 Ibid., Tomo XIII, fols. 450-451.
409 Ibid., Tomo IX, fols. 42-43.
410 Ibid., fols. 44-45.
210 Alí Enrique López Bohórquez

que la liturgia y el culto divino gozaran de esplendor. Otra de sus tareas fue la de
mantener relación con otras instituciones de gobierno local y provincial, como
ocurrirá a partir del momento en que inicia sus actividades la Real Audiencia de
Caracas en 1787. Desde entonces, la situación de esta dependencia eclesiástica
varía considerablemente, pues ahora contaba con un tribunal que regularía su
actuación y la de diversos aspectos relativos a la actuación de la Iglesia. Las
primeras relaciones entre ambas instituciones se refieren a la regulación de las
normas que debían regir la participación de los ministros de la magistratura
en actos litúrgicos y su recibimiento en la iglesia catedral. El 10 de julio de
1787, el Cabildo Eclesiástico conoció de los oficios del presidente-gobernador
y de la Audiencia mediante los cuales se notificaba la fecha y la función de
gracias que debía realizarse con motivo del recibimiento del Real Sello. A tal
efecto, se acordó que dos prebendados recibieran y despidieran, a la puerta
de la Iglesia, a los magistrados del tribunal audiencial, que el sacristán mayor
practicara las ceremonias y funciones dispuestas con toda la pompa que el
hecho exigía. Aunque el Cabildo expuso por escrito objeciones a varios puntos
de los actos ordenados por aquellas autoridades, por no estar arreglados a lo
establecido en las leyes, estaba dispuesto a observarlos sin perjuicio alguno
de la importancia de los mismos411. Esas objeciones fueron consideradas
por las autoridades españolas y por Real Orden del 14 de marzo de 1788 se
instó al Cabildo Eclesiástico a que, a consecuencia de su recurso, se siguiera
lo referente a la entrada del sello real y a las “funciones de tabla” como se
practicaba en la Audiencia de Santo Domingo412.
En Acta del Cabildo Eclesiástico del 15 de marzo de 1788 se señala que
se había visto oficio del presidente de la Real Audiencia, Juan Guillelmi, que
ponía presente una ley sobre recibimiento en la Iglesia, como se practicaba
en otros distritos audienciales americanos413. Al parecer, durante los dos
primeros años de existencia del tribunal audiencial nada contrario ocurrió
al respecto. El primer gran problema entre ambas instituciones ocurrió
cuando se cambió el lugar de las sillas de los magistrados de la Audiencia y
la colocación de la del presidente-gobernador de espalda al coro y frente al

411 Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio Cronológico (1771-1808). Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1963 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 65), Libro 18, fol.
266 vto. (10 de julio de 1787), Tomo II, p. 160.
412 Ibid., Libro 18, fol. 403 (27 de junio de 1788), pp. 166-167.
413 Ibid., Libro 18, fol. 387 (15 de marzo de 1788), p. 165.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 211

altar para su asistencia a las reales exequias en honor del rey Carlos III. Esta
decisión del Cabildo Eclesiástico fue notificada al gobernador Guillelmi, con
expresión de graves fundamentos para que se dispusiese que su silla se enfilase,
con las demás, en la forma acostumbrada414. Si bien la Audiencia aceptó lo
dispuesto por el Cabildo Eclesiástico, llamó su atención en el hecho de que las
referidas sillas quedarían cerca del “túmulo”, advirtiendo que en lo sucesivo
se colocaran como se había acostumbrado, por lo que acordaba también el
correspondiente recurso ante el monarca415. Estas diferencias se resolvieron
satisfactoriamente, reconociendo el Cabildo Eclesiástico la jerarquía de la Real
Audiencia. El respeto que se mantenía hacia los ministros del alto tribunal
estaba reforzado por lo practicado en otros lugares de Hispanoamérica, la
existencia de disposiciones reales que exigían el mismo y el reconocimiento
de su autoridad en nombre del rey. El 16 de octubre de 1789, la corporación
eclesiástica conoció de un oficio del Ayuntamiento de Caracas en el que
solicitaba el uso del traje de ceremonia con capa y espada para asistir a las
funciones de “tabla” para la jura del rey Carlos IV y la aprobación del convite
preparado para tal fin. El Cabildo Eclesiástico resolvió no aceptar tal petición
instando a los cabildantes a que observaran la costumbre, inmemorial del
Ayuntamiento, en su asistencia al tablado de la ciudad416. Ante tal impasse
entre ambos cabildos, la Audiencia acordó la asistencia del Ayuntamiento
a la referida juramentación como lo solicitaba, sin oponerse al convite
programado, lo cual notificaba al Cabildo Eclesiástico para que cesara en sus
intentos de suspenderlo y condenarlo417.
Otro ejemplo de la imposición del tribunal de Audiencia lo representa
el acuerdo del Cabildo Eclesiástico, del 22 de marzo de 1791, en el que se
certifica que el acompañamiento de los prebendados en el recibimiento y
despedida de la iglesia de los magistrados debía realizarse según la costumbre
de Santa Fe, como lo había solicitado la Audiencia en testimonio enviado
a la institución eclesiástica418. De igual manera, la Audiencia solía exigir al
Cabildo Eclesiástico información sobre la realización de ciertas ceremonias

414 Ibid., fol. 153 (11 de mayo de 1789), p. 172.


415 Ibid., fol. 155 vto. (9 de junio de 1789).
416 Ibid. Libro 18, fol. 183 vto. (16 de octubre de 1789), p. 176.
417 Ibid. Libro 18, fol. 189 (21 de noviembre de 1789), p. 178.
418 Ibid., Libro 18, fol. 227 vto. (22 de marzo de 1791), p. 185.
212 Alí Enrique López Bohórquez

y su respectivo protocolo, como lo fue en el acuerdo audiencial de marzo de


1792, que solicitaba noticias en cuanto a la práctica de los recibimientos de
los obispos. La respuesta fue un extenso memorial que describía al detalle
los pasos que se seguían desde el arribo de aquellos prelados al puerto de
La Guaira, la participación de las distintas autoridades provinciales y locales,
de colegios, universidad y conventos, así como las ceremonias litúrgicas y las
funciones de tabla correspondientes419. Dentro de los límites establecidos en
la legislación en materia de patronato, la Audiencia conocía del expolio de
los obispos, como lo practicó En relación con el obispo Mariano Martí, al
solicitar al Cabildo Eclesiástico la entrega de los autos correspondientes a los
diputados del Ayuntamiento para que, instructivamente, informaran sobre
las obras pías del prelado420. En la sesión del 10 de mayo de 1793, el Cabildo
Eclesiástico acordó obedecer la Real Cédula mediante la cual se declaraba
que, cuando no pudiera asistir el señor vicepatrono real, el gobernador y
capitán general, el jueves santo, se colocara la Llave del Sagrario al regente
de la Real Audiencia y, por su defecto, al oidor más antiguo421. Ello en
razón de que el gobernador había informado el 30 de marzo que no podía
asistir a la función del jueves santo, por lo que solicitaba la determinación
conveniente en el protocolo correspondiente422.
El asunto protocolar en actos eclesiásticos seguía siendo hecho de
atención por parte de la Audiencia, incluso para defender la preeminencia de
otros funcionarios coloniales, como fue el caso de su acuerdo de noviembre
de 1794 declarando que funcionarios de la Intendencia de Ejército y Real
Hacienda podían asistir a las funciones de tabla, como antes se practicaba
en Santo Domingo, tomando asiento junto con los ministros del tribunal
audiencial, en tanto el Cabildo Eclesiástico negaba tal prerrogativa423. En
marzo de 1800, con motivo de las exequias programadas en Caracas con
motivo de la muerte de Pío VI, nuevamente se presentó el problema de
los asientos del presidente-gobernador y los ministros de la Audiencia,
lo cual exigió intervención del Cabildo Eclesiástico. Este participó a los

419 Ibid., Libro 18, fol. 256 (9 de marzo de 1792), p. 191.


420 Ibid., Libro 19, fol. 50 (26 de febrero de 1793), p. 200.
421 Ibid., Libro 19, fol. 109 (10 de mayo de 1793), p 208.
422 Ibid., Libro 19, fol. 53 vto. (30 de marzo de 1793), p. 201.
423 Ibid., Libro 19, fol. 194 (3 de noviembre de 1794), pp. 221-222.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 213

magistrados, en vísperas de los actos en honor de aquel papa, que se había


dispuesto colocar sus sillas “poniéndose la del señor presidente cerca del
coro, y con el espaldar vuelto hacia él”, según lo había insinuado el regente.
Ante ello protestó el gobernador, aduciendo la práctica en la Audiencia
de Santo Domingo, para que se colocaran los asientos, tanto de él como
de los ministros, sin otra distribución que la acostumbrada. Aunque el
Cabildo Eclesiástico acataba tal reparo del presidente-gobernador, ponía de
manifiesto su intención de dar cuenta al rey sobre lo ocurrido424. Al parecer
los confrontaciones entre la Audiencia y el Cabildo Eclesiástico de Caracas
cesaron con este último hecho, pues en las actas de éste sólo encontramos
invitaciones a diversas ceremonias religiosas al presidente y ministros del
tribunal audiencial por la elección del papa Pío VII, el recibimiento del Palio
y la muerte del arzobispo Francisco Ibarra, el rechazo de la invasión de
Francisco de Miranda, la elección de nuevos prelados y las noticias venidas
de España del cautiverio del rey Fernando VII425.
De lo antes expuesto puede inferirse que las relaciones entre la Real
Audiencia y el Cabildo Eclesiástico de Caracas se desarrollaron con la
mayor prudencia y respeto posible, apreciándose de parte de dicho Cabildo
reconocimiento del tribunal como la institución superior de justicia. Los
aspectos discordantes fueron, en la mayoría de los casos, resueltos de
acuerdo con los procedimientos establecidos en la legislación respectiva o
siguiendo las experiencias y tradiciones de las audiencias de Santo Domingo
y Santa Fe. La mayoría de las confrontaciones entre ambas instituciones
fue de carácter protocolar, particularmente en cuanto a la asistencia y
ubicación de los magistrados a las ceremonias y demás actos dispuestos
por la Iglesia. Está claro el hecho de que con su actuación, la Audiencia se
atribuía la función patronal reconocida por el derecho indiano, ampliamente
referida con anterioridad, e imponía también su autoridad en el ámbito de
los asuntos eclesiásticos, independientemente de que muchos de ellos eran
ajenos a la propia administración de justicia.

424 Ibid., Libro 21, fols. 2, 4-5 y 7 (14, 16 y 26 de marzo de 1800), pp. 287-289.
425 Ibid., pp. 300, 369, 378-379, 382, 386-390 y 418.
Capítulo IV
Legislación y corrupción en la Real Audiencia de Caracas

Función legislativa de La Audiencia de Caracas: Las Reales


Provisiones

En razón de la distancia y la importancia de su función judicial, a las


audiencias indianas se confirió la autoridad de despachar documentos en
nombre del rey y validarlos con su sello, siguiendo los usos diplomáticos y
costumbres jurídicas castellanas, cuya expresión específica lo representó la
real provisión. Así, se estipuló que para

…que las audiencias tengan la autoridad que conviene y se cumpla y obedezca


mejor, lo que en ellas se proveyere y mandare, queremos y mandamos que las Cartas,
Provisiones y otras cosas que en ellas se proveyere se despachen y libren por título
nuestro y con nuestro sello real, las cuales sean obedecidas y cumplidas como Cartas
y Provisiones nuestras firmadas de nuestro real nombre426.

Esta facultad quedaría establecida en las ordenanzas de cada una


de las magistraturas americanas y recogido definitivamente, como norma
general, en el Libro II, Título XXI, Ley 3 de la Recopilación de las Leyes de Indias

426 Diego de Encinas: Cedulario Indiano. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1945. Reproducción
facsimilar de la edición única de 1596, Tomo II, p. 13. Otras disposiciones sobre las reales
provisiones de las audiencias: Tomo II, 8-9, 14, 36-37, 167, 291-300, 302, 333; y Tomo IV, 276.
216 Alí Enrique López Bohórquez

de 1680, en la que se dispuso “…que presidentes y oidores que ahora son,


o por tiempo fueran de las audiencias, libren y despachen todas las cartas y
provisiones…que dieren con nuestro título, sello y registro…”.
La Real Provisión de las audiencias indianas sería un documento con
las características diplomáticas de los reinos de Castilla, que sólo se separa
de éste para señalar …“nombres geográficos nuevos, intitulaciones
desconocidas hasta entonces y ajenas a lo castellano, y –ya afectando un
poco el campo diplomático– mayor barroquismo en la expresión formulista,
fundamentalmente en el documento privado”427. La otra diferencia se
expresa en la suscripción, pues en lugar del monarca firman los ministros
de las audiencias428. Partiendo de la clasificación del documento indiano,
de José Joaquín Real Díaz, desde el punto de lo jurídico y diplomático, se
pueden inferir otras características de la real provisión de las magistraturas
indianas. El autor considera dos formas fundamentales para clasificar los
documentos indianos: a) la naturaleza del documento En relación con
la acción jurídica que contiene y b) la calidad jurídica de las personas de
quien emanan. De acuerdo con la primera clasificación, la real provisión es
documento dispositivo, en tanto se trata de una actio juridica (es decir, el
hecho o negocio documentado) que tiene valor jurídico cuando se pone en
escrito (conscriptio). Según la segunda clasificación, la real provisión es un
documento público, en razón de proceder de los ministros de las audiencias,
como facultad delegada por el rey429. Sería muy extenso resumir aquí las
amplias y distintas materias documentadas en las reales provisiones de las
audiencias indianas, para lo cual tomaremos más adelante como ejemplo a
la de Caracas, pero cabe ahora señalar que los diversos asuntos que trataron
permiten evidenciar no sólo la actuación de aquellos tribunales coloniales
en materias judiciales y de gobierno, sino también la fuerza de ley que
adquirieron sus disposiciones, toda vez que hacen las veces del monarca y
actúan en su nombre, con excepción de los negocios de justicia entre partes,

427 José Joaquín Real Díaz: Estudio Diplomático del Documento Indiano. Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1970, p. 8.
428 Alfonso García Gallo: “La Ley como Fuente en el Siglo XVI”, Anuario de Historia del Derecho
Español, XXI (Madrid, 1951), pp. 607-730. (Separata, p. 88).
429 José Joaquín Real Díaz: op. cit., pp. 8-14.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 217

ya que estos tenían carácter judicial o procesal, debido a que el fallo final
correspondía al rey430.
La Real Audiencia de Caracas, salvo algunas excepciones, se ha
estudiado en cuanto a su estructura jurídico-institucional, enfoque derivado
del interés que algunos juristas han manifestado por escribir la historia de
ese tribunal colonial, resaltando su actividad en la administración de justicia
y dejándose de un lado la acción cumplida como agente político efectivo
de la dominación española en Venezuela. En la mayoría de los casos, se ha
incurrido en visión simplista y deficiente, que ha ocasionado presentación
distorsionada, fragmentada y reducida de la función del tribunal de Caracas.
Curiosa orientación, si se considera que el aspecto de justicia tampoco ha
sido investigado con rigurosidad. La interpretación sobre la relevancia
de su actuación judicial ha surgido, cuando no por simple especulación
imaginativa, narrativa, derivada de la legislación metropolitana para las
audiencias indianas, o de su actuación durante la guerra de independencia,
en cuanto a la actitud del regente José Francisco Heredia. Por otro lado,
en ese mismo aspecto judicial, se ha pretendido desconocer el grado de
corrupción por parte de algunos magistrados, demostrado por Joaquín
Mosquera y Figueroa en su visita, asunto sobre el cual nos referiremos
más adelante.
Como en todas las audiencias americanas, para mandar, disponer
y legislar en nombre del rey, la Real Audiencia de Caracas utilizó
fundamentalmente las reales provisiones. Aunque el tribunal caraqueño
pertenece a la era de los reyes borbones Carlos III, Carlos IV y Fernando
VII, las características de las reales provisiones, como documento jurídico y
diplomático, se corresponden con las antes descritas, propias de los siglos XVI
y XVII, con las variantes resultantes de los diferentes asuntos de que tratan
y la manera como los magistrados o los escribanos redactaron el texto. Está
evidenciado el hecho de que la Audiencia de Caracas no fue un tribunal que
cumplió totalmente con las leyes que ordenaban su funcionamiento y también
que confrontó serios problemas para su normal actuación durante la guerra
de independencia. Los ministros de la magistratura caraqueña, por ejemplo,
incumplieron la disposición de llevar al día algunos de los libros de registro
de sus actuaciones. Así, entre las acusaciones que hizo el visitador Joaquín

430 Alfonso García Gallo: “La Ley como Fuente…”, pp. 86-89.
218 Alí Enrique López Bohórquez

Mosquera y Figueroa en 1807 contra el regente Antonio López Quintana


estaban las referidas a la falta de los Libros de acuerdos, de Visitas de Cárcel y
el de Asentamiento de las penas de cámara 431. En efecto, hasta donde sabemos,
no se conoce de la existencia de dichos libros, y estas actuaciones se encuentran
aisladamente o a lo sumo relacionadas anualmente en documentos dispersos
en distintos archivos de Caracas. Tal situación también la advertimos para
casi todos los libros que de acuerdo con la legislación debía llevar el tribunal.
Otro ejemplo del incumplimiento se evidencia en que este tribunal no tuvo
sus ordenanzas hasta 1805, hecho que también fue duramente criticado por
el visitador Mosquera y Figueroa. Sin embargo, el volumen y la revisión del
contenido de las provisiones despachadas entre 1787 y 1821 demuestra que
la actividad de los magistrados fue muy prolífica, al menos desde el punto
de vista cuantitativo. Esto se evidencia, por ejemplo, en el número de reales
provisiones dictadas anualmente y en la diversidad de asuntos judiciales y de
gobierno que los ministros debieron enfrentar, siendo este tipo documental el
más extendido y utilizado, si se le compara con las otras formas documentales
de esta magistratura indiana. Este hecho puede demostrarse con una síntesis
de dichos asuntos, extraídos de las reales provisiones:

a) En lo judicial:

-Administraba justicia en nombre del rey, con jurisdicción civil,


criminal y de real hacienda en primera instancia, y atendía en
apelación los fallos de las justicias ordinarias subordinadas del tribunal
(gobernador, consulado, alcaldes ordinarios, corregidores y Tenientes
de justicia mayor).

-Su regente ejercía la función de juez de competencia, para decidir la


jurisdicción correspondiente en la disputa entre distintas autoridades
con atribuciones judiciales (gobernadores, intendente, real consulado,
audiencia, jefes militares y tribunales eclesiásticos).

-Sus oidores ejercieron por turno, cada dos años, el juzgado de


bienes de difuntos.

431 Cfr. Teresa Albornoz de López: op. cit., 164-165 y 183.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 219

-Propició la creación del Colegio de Abogados de Caracas, y se encargaba


de otorgar el título correspondiente para ejercer en su distrito.

-Como complemento de la administración de justicia, controlaba la


construcción y mantenimiento de las cárceles, y supervisaba el estado
de las causas pendientes y concluidas de los reos.

-Entre los múltiples y variados asuntos judiciales tratados por el tribunal


tenemos: actuación y excesos de funcionarios, conflictos jurisdiccionales
y protocolares, malversación de rentas, apelación a los fallos de las
justicias ordinarias, matrimonios, divorcios, concubinatos y adulterios,
incestos, violaciones, propiedad y deslinde de tierras, usos de aguas
y pasos reales, herencias, homicidios, violaciones, robos, despojos,
deudas, cobro de intereses, liquidación de cuentas, injurias y perjuicios,
agravios, fuga de esclavos, usurpación de las tierras comunales indígenas,
curanderos, actuación sospechosa de eclesiásticos y extranjeros,
conspiraciones, servidumbres, prohibición de juegos, etc.

b) En lo político:

-Juramentaba a los presidentes-gobernadores para el ejercicio de


sus funciones.

-Asesoraba a su presidente-gobernador en materia de justicia, en lo


referente a su actuación gubernativa.

-Ejercía control permanente de funcionarios e instituciones, actuando


en su contra cuando las denuncias demostraban arbitrariedad y
corrupción. Le competía el despacho de Residencias y Pesquisas para
evaluar a algunos funcionarios al término de sus funciones.

-Intervino, particularmente, en asuntos de los ayuntamientos en


materia de gobierno local, imponiendo en la mayoría de los casos
su autoridad frente a la autonomía de los cabildos.

-Controlaba la vida política y social de los extranjeros residentes en


su distrito.
220 Alí Enrique López Bohórquez

-Sus ministros rondaban por las noches para cumplir funciones de


policía.

-Conocía, decidía y juramentaba a funcionarios nombrados por los


gobernadores.

-Informaba sobre méritos y servicios de funcionarios y otras personas


que solicitaban cargos, honores y privilegios ante el rey.

-Prohibía o autorizaba la realización de actos públicos de particulares


o de instituciones.

-Castigó con pena de muerte o destierro a quienes atentaron contra el


orden monárquico y la sociedad colonial (José Leonardo Chirino, José
María España, Manuel Gual, Francisco Javier Pirela, Francisco Isnardi,
Antonio Fernández de León y muchos otros patriotas que intervinieron
directa o indirectamente, años después, en el proceso independentista).

c) En lo ideológico:

-Prohibía y perseguía la circulación de libros y papeles contrarios a


la fe católica y al régimen monárquico, convirtiéndose su fiscal de
lo civil y criminal en censor regio.

-Vigilaba la penetración y difusión de libros y papeles sediciosos e


ideas revolucionarias.

-Designaba censores regios encargados de examinar antes de


imprimir y divulgar cualquier conclusión sostenida en la universidad,
seminario, convento, etc.

d) En lo económico:

-Fiscalizaba la Real Hacienda, para lo cual actuó primero el fiscal de


lo civil y criminal, y a partir de 1798 el de Real Hacienda.

-Su regente formaba parte de la Junta Superior de Real Hacienda.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 221

-Aprobaba o negaba los gastos de los ayuntamientos, porque debía


ser consultada para el uso de los fondos de propios.

-Confirmaba o rechazaba los aranceles de Justicia propuestos por


los ayuntamientos.

e) En lo social:

-Conocía y dictaminaba sobre conflictos entre distintos sectores de la


sociedad (blanco, indios, negros y mestizos) y de asuntos particulares
de cada uno de ellos.

-Intervenía en expedientes de “Limpieza de Sangre”; le correspondió


ejecutar la Real Cédula de “Gracias al Sacar” e intentó hacer cumplir
el “Código Negrero” de 1789.

-Impuso a las iglesias el registro de la población en libros distintos,


de acuerdo con su origen étnico.

f) En lo eclesiástico:

-En razón del ejercicio del patronato actuó en diversos asuntos


temporales de la iglesia: construcción de templos y conventos,
designación y traslado de prelados, etc.

-Intervenía en las competencias entre jurisdicciones reales y


eclesiásticas, y le competía la resolución de “recursos de fuerza”
contra fallos de tribunales eclesiásticos.

-Conocía de problemas y decisiones de los cabildos eclesiásticos,


incluso de la vestimenta de los canónigos.

-Opinaba sobre las solicitudes para el establecimiento de obispados,


como lo fuera en el caso de Barinas.

-Se encargaba de hacer cumplir el breve pontificio sobre ayuno del


consumo de carnes los días sábados.
222 Alí Enrique López Bohórquez

-Recibía y conocía de las bulas pontificias de nombramiento de obispos


y arzobispo, otorgando el fiscal el “pase regio” correspondiente.

-Conocía sobre las decisiones de la Iglesia en cuanto al nombramiento


de provisores y vicarios generales.

-Sus ministros, por turno, formaban parte de la Junta de Diezmos;


e, igualmente, el oidor decano y el fiscal, conjuntamente con el
Comisario Subdelegado y el Tesorero de Real Hacienda, integraban
el Tribunal de Cruzada.

-Se encargaba de los bienes y expolios de los obispos a su muerte.

g) En lo militar:

-Intervenía por competencia en el fuero militar, lo que originaría


conflictos con la jurisdicción militar.

-Resolvía sobre decisiones de los auditores de Guerra en cuanto a


utilización de los vagos en el servicio de las armas.

-Auspició la creación de una agrupación militar, compuesta por


escribanos y otros funcionarios, en tiempos de la conspiración de
Gual y España.

-Informaba al rey sobre asuntos del ramo militar.

-Se le autorizó, por Real Cédula, para que reglamentara la actuación


civil y política del Comandante de la ciudad de Coro.

h) En lo educativo-cultural:

-Auspició, por iniciativa del regente Antonio López de Quintana, la


creación de la Academia de Derecho Público y Español.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 223

-Conoció del proyecto de la Universidad de Caracas para establecer


una Cátedra de Derecho Práctico e intervino en la disputa que, al respecto,
surgió entre el Colegio de Abogados y la Universidad.

-Conocía y autorizaba gastos para la creación de escuelas primarias.

-Autorizaba o negaba la realización de veladas culturales,


particularmente en las fechas natalicias de los monarcas.

i) En otros asuntos:

-Confirmaba las fiestas programadas por los ayuntamientos para


proclamar a los reyes.

-Reconocía los títulos de oidores Honorarios y les daba los privilegios


conferidos por las leyes.

-Informaba los matrimonios reales, elevación al trono de reyes,


nacimiento de príncipes y princesas, y muerte de miembros de la
familia real.

-Autorizaba el ejercicio de la medicina a personas experimentadas,


no egresadas de la universidad, de acuerdo con lo pautado en la Real
Cédula de creación del Protomedicato de Caracas.

-Resolvía conflictos protocolares y ceremoniales entre instituciones


y funcionarios (Audiencia, gobernador, intendente, teniente de
gobernador y auditor de guerra, Cabildo Eclesiástico, Ayuntamiento,
etc.).

-En acuerdo con el Cabildo Eclesiástico, reglamentó las honras


fúnebres de sus ministros y de los prebendados de Caracas, así como
también de sus familiares.

-Autorizaba o negaba la realización de juegos populares, prohibía


los de envite y azar, y los baños públicos.
224 Alí Enrique López Bohórquez

-Sus ministros intervenían como jurado de concursos poéticos


y formaban parte de la junta que supervisaba los sorteos de la
lotería.

-Prohibía el uso de armas a personas no autorizadas y de vestimentas


que cubrieran el rostro.

En Venezuela las fuentes documentales sobre la Real Audiencia de


Caracas se encuentran localizadas en el Archivo del Concejo Municipal de
Caracas, en el Archivo Arzobispal de Caracas, en la Sección Manuscritos y
Libros Raros de la Biblioteca Nacional y, particularmente, en el Archivo de
la Academia Nacional de la Historia y en el Archivo General de la Nación.
La sección reales Provisiones del AGN contiene el mayor volumen de
información sobre el tribunal caraqueño. Consta de 64 tomos, con un total
de 6.501 documentos. La revisión sistemática de los mismos nos permite
señalar algunas características de este corpus documental. Las fuentes
pueden clasificarse en cinco tipos: a) reales provisiones de las audiencias
de Santo Domingo y Santa Fe, correspondientes a los años que ejercieron
jurisdicción sobre las provincias venezolanas; b) reales provisiones de la
Audiencia de Caracas, que constituyen el mayor número de documentos de
la sección; c) otras disposiciones de esta Audiencia (acuerdos, autos, decretos,
expedientes, juicios, sentencias, testimonios, informes, etc.); d) Documentos
procedentes de distintos funcionarios, instituciones y particulares, elevados
a la Real Audiencia para su conocimiento y/o determinación (apelaciones
de sentencias de justicias menores, informes, solicitudes de permisos,
confirmación de empleos civiles y eclesiásticos, peticiones diversas,
representaciones de los ayuntamientos, etc.); e) Disposiciones legales
emanadas del gobierno metropolitano (rey, Consejo de Indias y ministros),
para informar a la Audiencia o mandar el cumplimiento de alguna decisión
(Provisión Real, Real Orden, Real Cédula, decretos, resoluciones del Consejo
de Indias).
Del análisis particular de las reales provisiones del AGN, pueden
señalarse otras características formales. Por lo general, estas disposiciones
de la Audiencia de Caracas responden a las partes antes indicadas para las
provisiones o cartas castellanas, con las excepciones derivadas de los asuntos
que tratan y las cualidades de los magistrados o escribanos encargados de
redactarlas o transcribirlas. Su letra es legible, correspondiéndose con la
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 225

denominada escritura itálica y su variante itálica bastardilla, propia de las


escritos de la segunda mitad del siglo XVIII, como puede evidenciarse en
casi todos los documentos que componen la sección432. En su mayoría, las
reales provisiones comprenden de 3 a 4 folios por ambas caras, existiendo
también varios casos en que son acompañadas de los testimonios que dieron
origen al asunto que se legisla o de documentos probatorios del mismo.
De esto se infiere que las provisiones del tribunal caraqueño pudieron
ser extraídas de expedientes completos, localizables seguramente en otras
secciones del Archivo. Se evidencia, de igual manera, la utilización del sello
de la Audiencia, estampado en cera roja. En la mayoría de los casos, estos
han desaparecido por acción del tiempo o por acción inescrupulosa de
quienes prefieren guardar un subvenir de su pasantía en este repositorio
documental. Al final de cada real provisión se aprecian las firmas de todos los
ministros o de los requeridos para validar el acto jurídico, como delegación
de autoridad real. Casi todas están escritas en papel sellado y, en raros casos,
en papel corriente, observándose una buena conservación del mismo.
Se desconoce el criterio utilizado por quien fuera organizador de esta
sección del Archivo General de la Nación, F. González Lugo, y la procedencia
de los documentos que la integran, lo cual impide por ahora inferir las razones
que le indujeron a denominarla reales provisiones por cuanto, además de
estas disposiciones, se contienen allí otros documentos emanados de distintos
funcionarios e instituciones metropolitanas y coloniales. Consideramos que
la sección debió llamarse, adecuadamente, real audiencia de Caracas. En la
indagación que hemos hecho en los archivos venezolanos acerca de fuentes
relacionadas con la magistratura caraqueña, advertimos un vacío documental
que sólo podía resolverse con los documentos del Archivo General de Indias.
Ello generó dudas y limitaciones en la presente investigación, circunstancias
que fueron disminuyendo al hacerse la revisión sistemática de los extractos
de las reales provisiones, publicados en el Boletín del Archivo Nacional (luego
Boletín del Archivo General de la Nación)433. Así, se evidenció que el compilador

432 Sobre este tipo de letra véase el exhaustivo estudio de Antonio González y Guillermo Durand:
Paleografía Práctica (Su aplicación en el estudio de los documentos históricos venezolanos). Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1992, pp. 41-42 y 225-240.
433 El índice de la sección reales provisiones comenzó a publicarse en el tomo IX, número 33 del
Boletín del Archivo General de la Nación (Caracas, marzo abril de 1929) hasta el tomo XXXIX,
número 156 (Caracas, abril-junio de 1952), que son reproducción de los cuatro tomos de índices
mecanografiados existentes en la sala de consulta de ese Archivo.
226 Alí Enrique López Bohórquez

probablemente confundió los distintos textos legales con reales provisiones,


por tratarse en ellos asuntos relacionados con la Audiencia. Estas fuentes,
evidentemente, en su mayoría no fueron utilizadas por quienes nos
antecedieron en el estudio de tan importante institución colonial.

Los aranceles de 1799 y la reglamentacion de los costos de justicia

Los “aranceles formados para los subalternos inmediatos y para


todo el distrito que deben percibir los jueces ordinarios” fueron uno de los
instrumentos legislativos emanados de la Audiencia de Caracas en materia
de administración justicia. Estos se hicieron en cumplimiento de la Real
Orden de 14 de julio de 1789, que buscaba eliminar …“los abusos que se
habían introducido en aquellos tribunales de primera instancia, y evitarse las
estafas a los litigantes”… Al parecer, los aranceles comenzaron a preparase
conjuntamente con las ordenanzas de la Audiencia en 1787, como consta
en comunicación enviada por el regente Antonio de López de Quintana434,
pero no estuvieron listos hasta el 14 de mayo de 1790. Fueron enviados al
secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, Antonio Porlier, y al
Consejo de Indias el 28 de junio siguiente, considerando López de Quintana,
los oidores Francisco Ignacio Cortines, Juan Nepomuceno de Pedrosa y
José Bernardo de Asteguieta, el fiscal Julián Díaz de Saravia, con anuencia
del presidente-gobernador Juan Guillelmi, que debían ponerse en vigencia
interinamente hasta tanto el monarca decidiera al respecto. Testimonio de lo
acordado por los ministros caraqueños se pasó al presidente gobernador y
capitán general, a fin de que lo comunicara al teniente de gobernador, alcaldes
ordinarios, alguacil mayor, escribanos de todas las clases, procuradores y
alguaciles. De igual manera, aquellos acordaron que se remitieran copias de los
aranceles, …“para su observancia en toda esta Provincia, con prevención a
los jueces de que inmediatamente que cada uno reciba la Provisión Real avise
a la Audiencia, saque copia y pase el original al inmediato, formando después
por la misma copia que ha de quedar archivada, las tablas correspondientes
que ha de colocar en las oficinas públicas, a la vista de todos”. Por otro

434 A.G.I. Caracas, 167: Carta del regente Antonio López de Quintana (Caracas, 2 de diciembre
de 1787). Gisela Morazzani de Pérez Enciso: “Materiales para el estudio de una Ordenanza
del Siglo XIX”, Revista de la Facultad de Derecho de México, 101-102 (México, enero-junio
de 1976), p. 452.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 227

lado, los gobernadores de Margarita, Trinidad, Guayana, Cumaná, Maracaibo


y comandante de Barinas también fueron notificados al respecto, a fin de
que observaran e hicieran cumplir lo dispuesto por la Audiencia. Finalmente,
prevenían los ministros que se autorizaba al fiscal para que expusiera lo que
estimara conveniente con respecto de los juzgados eclesiásticos.
Gisela Morazzani ha estudiado parcialmente estos aranceles indicando
que “la intención primaria fue la de invalidar los aranceles parciales existentes
y sustituirlos por un cuerpo orgánico ajustado a las condiciones económicas
de la Capitanía. En su redacción pretendió cumplir con lo establecido en
la ley 178, título 15, libro 2 de la Recopilación de Indias y se tuvo presente
lo declarado en la documentación levantada al respecto, o sea, la dispersión
y extemporaneidad de los derechos subsistentes, las reformas hechas en
el orden judicial con las supresiones de apelaciones al Cabildo, de las de
agravios al gobierno de los Tenientes de la Provincia y “los testimonios
que se compulsaban para dirigirlos a la Audiencia de Santo Domingo” y, de
igual modo, las condiciones de bonanza de la región y la receptividad de los
vecinos hacia los recién establecidos. Todos estos hechos fueron utilizados
como argumentos para rebatir los reparos que el síndico procurador de la
ciudad hizo en su contra435.
Sobre la reacción del Ayuntamiento de Caracas contra los aranceles
nos hemos referido con anterioridad, por lo que sólo vamos a tratar aquí lo
referente al contenido y características generales de este instrumento legal que
intentaba regular los derechos que debían pagar a los jueces ordinarios y demás
empleados vinculados con los procesos436. Los Aranceles fueron clasificados
considerando los siguientes aspectos: causas civiles (20), causas criminales (14),
derechos de asesores (3), arancel del Alguacil Mayor de la ciudad (13), arancel
de los escribanos de número y reales de la Provincia por Juicio Ejecutivo (31),
pleitos ordinarios (35), testamentarías y concursos (34), causas criminales
(13) y escrituras, 33), arancel para escribanos de Gobierno (3), arancel para
escribano de Cabildo (11), Arancel del depositario general (5), Arancel del
apostador de hipotecas (2), Arancel del Oficio de partidor (3), Arancel de

435 Ibid., pp. 452-453.


436 A.G.I. Caracas, 167 Nº 42: La Real Audiencia de Caracas remite testimonio de los aranceles
formados para los subalternos inmediatos y para todo el Distrito (Caracas, 28 de junio de 1790).
Indicamos en paréntesis el número de previsiones establecidas para cada caso; algunas de ellas
están acompañadas de notas aclaratorias o complementarias.
228 Alí Enrique López Bohórquez

médicos y cirujanos (7), Arancel del intérprete (4), derechos de procuradores


de los juzgados ordinarios (18), derechos de alguaciles de juzgados ordinarios,
que vulgarmente llaman ayudantes y hacen también de los oficios de porteros
(15), Arancel del alcaide de la Real Cárcel(5) y sus Advertencias (8), Arancel del
pregonero (4) y Arancel del ejecutor de la Real Justicia (5). Morazzani señala
que “fueron omitidos deliberadamente el arancel de los abogados, los jueces
de residencia y el agente fiscal por estimarse, en los primeros, la dificultad
de graduar la calidad de los escritos por el número de hojas de los procesos,
dejándose las tasaciones a juicio del juez de la causa o del oidor semanero en
la Audiencia, además de asignárseles la cantidad de ocho pesos por cada día
de asistencia a los estrados. En cuanto al segundo de los casos mencionados,
estaba mandado que la misma Audiencia fijara los honorarios de cada quien,
una vez que pusiese al día los despachos; finalmente, no se reparó en los
honorarios del agente fiscal, por estar ordenada una cantidad de medio real
por hoja, en los negocios que no fueran de oficio”. 437
Dado el número de disposiciones, el carácter minucioso con que
fueron elaboradas y el conjunto de aspectos que consideraron, resulta
difícil presentar en su totalidad el contenido de las mismas. Sin embargo,
resumimos algunas de ellas, a fin de advertir la intención del alto tribunal
en cuanto regular la situación y los efectos económicos que, evidentemente,
debían causar en las personas que litigaron por hechos de carácter privado.
Causas civiles: aranceles de subalternos; discernimiento de tutela o curaduría;
licencia para vender, empeñar y otros; apertura de testamento; asistencia de
“vista de ojos”; aceptaciones juradas; asistencia a almonedas; insinuación
de donación; posesión de bienes raíces y certificaciones. Causas criminales:
firmas en autos de oficio, en autos comunes y en autos de prisión; citación
de testigos; prender a personas; traba de ejecución; mejora, embargo o
depósito de bienes; entrega de autos; detención de deudores; declaraciones
y confesiones; copias legalizadas para poner en sitios públicos; asistencia a
reconocimiento en rueda de presos, a ejecución del tormento, a posesión
de casa; asistencia a caballo a ejecución de penas; y arancel de escribanos.
Pleitos ordinarios: demandas; juramento y examen de testigos; relación
de autos; requisitorias y suplicatorias en pleitos ordinarios; mandamiento
compulsorio; mandamiento por comisión, y por posesión de bienes;

437 Gisela Morazzani: “Materiales para el estudio de una Ordenanza del Siglo XIX”, p. 453. A.G.I.
Caracas, 343: Carta de la Real Audiencia de Caracas (Caracas, 28 de enero de 1792).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 229

asistencia a inventarios, tasaciones, almonedas, cotejo de bienes y otros


negocios; nombramiento y título de administrador. Escrituras: ventas
de casas, efectos y bienes raíces; imposiciones o reducciones de censos;
reconocimiento de títulos de propiedad; testamentos, codicilos, poderes,
patronatos o capellanías; capitulaciones matrimoniales; cartas de dote y
capitales de bienes; escrituras de prolijación; venta o libertad de esclavos;
carta o título de examen de carpintero y demás oficios. Arancel de anotador de
hipotecas: certificaciones. Arancel para el oficio de partidor: reconocimiento de los
autos de inventario y tasación de bienes, de testamentos, capitales, cartas
de dotes, renuncias u otros instrumentos; información, extensión de la
liquidación, cuenta, partición, división y adjudicación de bienes. Arancel de
médicos cirujanos: reconocimiento de cadáveres, de heridas, de enfermedad;
reconocimiento o asistencia a partos; y visitas a presos privilegiados.
Arancel de Intérprete: traducción de instrumentos; asistencia a declaraciones
y confesiones; e interpretación de demandas verbales. Derechos de procuradores
de los juzgados ordinarios: presentación de poderes; escritos de sustanciación;
escritos de demandas, contestación, formación de artículo, presentación de
interrogatorio o alegato; asistencia a conocer y ver jurar testigos; toma de
autos; asistencia a inventarios, avalúos, remates, entregas, recibos, corrección
de autos u otras semejantes diligencias; toma de posesión o entrega de bienes
raíces, muebles o dinero; pedimento, aceptación, herencia y solicitud de
inventario. Derechos de los alguaciles: citaciones, prisiones, asistencia de guarda
de apremio y examen de testigos. Arancel de alcalde de la real cárcel: carcelaje
de blancos, personas de color, deudores y esclavos cimarrones. Arancel del
pregonero: pregones de remates de bienes y de llamado de reos. Arancel del
ejecutor: azotar en las calles a un reo, dar tormento, sacar reos a vergüenza,
ahorcar reos y descuartizamientos.
La reacción, al respecto del Ayuntamiento de Caracas ante la
Audiencia propició el estudio del asunto de los aranceles por parte del fiscal
del Consejo de Indias, quien, al analizar las acusaciones de los cabildantes
y las defensas de los magistrados de la Audiencia, recomendó al rey su
modificación por considerar justificadas las críticas hechas por los vecinos
de aquella ciudad.438 Para ello se procedió a revisar los aranceles de las
audiencias de Sevilla, Granada, Canarias y Guatemala para confrontarlos

438 A.G.I. Caracas, 343: Informe del fiscal del Consejo de Indias sobre expediente de aranceles de
derechos de la Audiencia de Caracas (Madrid, 6 de febrero de 1792).
230 Alí Enrique López Bohórquez

con los presentados por la de Caracas el 6 de mayo y el 28 de junio de 1790.


El 9 de abril de 1796, el Consejo de Indias acordó hacer las modificaciones
pertinentes, tomando en cuenta la opinión de su fiscal. Un análisis de los
cambios introducidos permiten advertir que los mismos no fueron tan
sustanciales, como se esperaba, si se considera la actitud del Ayuntamiento,
la posición del fiscal del Consejo y el expediente formado al efecto. No
fueron alteradas las propuestas para los aranceles de jueces subalternos,
relator, Tasador General, porteros, procuradores y alguaciles de Corte. En
cuanto al registrador y chanciller, se decidió ajustar sus derechos al arancel
de Guatemala, en cuanto a que el cargo debía estar bajo la responsabilidad
de un solo funcionario, según lo establecido en la Recopilación de las Leyes
de Indias en el Libro 2, Título 21, Ley 7; los otros cambios se refieren a
la cantidad de dinero que, en adelante, debía percibir el registrador por
determinadas actuaciones, preservándose la mayoría de las disposiciones
sugeridas por la Audiencia de Caracas. En relación con los Receptores,
nuevamente se utilizó lo establecido en los dos primeros artículos de los
aranceles de la de Guatemala, referidos al monto de los derechos en relación
de la distancia del acto judicial a cubrirse. Sobre los jueces ordinarios, se
hicieron los ajustes recomendados por el fiscal, lo cual tampoco fue una
modificación total de lo acordado por los ministros del tribunal caraqueño439.
Lo que parecía ser una confrontación decisiva entre la Real Audiencia y el
Ayuntamiento de Caracas, que favorecería a éste, terminó manifestándose a
favor del tribunal de justicia, en la medida en que los aranceles propuestos
fueron prácticamente aprobados tal como se presentaban, y por lo que no
volveremos a encontrar otras recriminaciones de los cabildantes caraqueños
en contra de los mismos. De esta manera las autoridades españolas
reconocían el papel de la magistratura y su autoridad frente a los blancos
criollos que, desde el establecimiento de la Audiencia, venían utilizando
cualquier situación para atacar la actuación de sus ministros.

439 A.G.I. Caracas, 343: Expediente formado de varias cartas y testimonios remitidos por la Audiencia de
Caracas sobre la aprobación de los aranceles que formó para sus subalternos y los jueces ordinarios
y demás curiales de aquella provincia. (Madrid, 9 de abril de 1796). Véase también Gisela Morazzani:
op. cit., pp. 454-455.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 231

Las Ordenanzas de 1805. Continuidad legislativa de los habsburgos


en las Reformas borbónicas. Extensión de las ordenanzas de Santo
Domingo e influencia de la recopilación de 1680

Las ordenanzas de la Audiencia de Caracas de 1805

Antes de sintetizar la organización y funcionamiento de la Audiencia, a


través de las ordenanzas de 1805, es necesario hacer algunas consideraciones
sobre las mismas. Este cuerpo legislativo fue publicado primero en el Boletín
del Archivo General de la Nación, mediante copia del Archivo General de
Indias440 y luego incluido en la compilación de José Sánchez-Arcilla Bernal441.
Sobre el mismo realizó un detallado trabajo Gisela Morazzani, en el que
analizó las características del proceso de formación de las ordenanzas, su
estructura, contenido, las críticas y el rechazo al ordenamiento inicialmente
presentado, además de hacer referencia a otro instrumento legal compuesto
por la Audiencia: los aranceles de derechos de justicia para “los subalternos
y jueces ordinarios y demás curiales”442. Tomás Polanco Alcántara resumió
de las ordenanzas –en forma general–, las relaciones entre la Audiencia y su
presidente, el papel desempeñado por el regente, las limitaciones impuestas a
los oidores, la intervención de la Real Audiencia en asuntos de gobierno, su
manera de actuar y el control del ejercicio de los abogados en su distrito443. Por
nuestra parte, estudiamos las ordenanzas con el objeto de conocer la estructura
organizativa y funcional del tribunal caraqueño, de manera que nos permitieran
a futuro desenvolvernos en mejores condiciones con los procedimientos y

440 “Ordenanzas de la Real Audiencia y Chancillería Real que reside en la ciudad de Santiago de León
de Caracas, capital de la Provincia de Venezuela, formadas por el mismo tribunal en virtud de
lo mandado por su majestad, año de 1805”, Boletín del Archivo General de la Nación, 226 (Caracas,
enero-junio de 1974), pp. 27-145.
441 “Ordenanzas de la Audiencia de Caracas (1805)”, en José Sánchez-Arcilla Bernal: Las ordenanzas
de las audiencias de Indias (1511-1821). Madrid, Editorial Dykinson, 1992, pp. 413-489.
442 Gisela Morazzani de Pérez Enciso: “Materiales para el estudio de una Ordenanza del siglo XX”,
pp. 447-464.
443 Tomás Polanco Alcántara: “La Real Audiencia de Caracas y la Capitanía General de Venezuela
durante los años caraqueños de Andrés Bello”, en Bello y Caracas. Primer Congreso Bolivariano del
Bicentenario. Caracas, Fundación La Casa de Bello, 1979, pp. 71-90.
232 Alí Enrique López Bohórquez

terminología jurídica que aparecía en otros documentos444, sobre la base de una


copia de las ordenanzas procedente del Archivo General de Indias445.
Al crearse la Audiencia de Caracas se ordenó seguir para su
funcionamiento las ordenanzas de la de Santo Domingo, en tanto el regente
y los otros oidores procedían a formar rápidamente las correspondientes
ordenanzas para su buen regimiento y gobierno. Para ello debían tener
presentes las de Santo Domingo, arreglándolas a lo dispuesto por las leyes,
adaptándolas al estado actual de su distrito, contando con el permiso de
ponerlas provisionalmente en vigencia hasta su aprobación por el rey.
Durante dieciocho años el tribunal de Caracas debió hacer uso del cuerpo
legislativo de La Española, pues las ordenanzas caraqueñas no estuvieron
listas hasta el 20 de octubre de 1805. Estas fueron enviadas al Consejo de
Indias para su estudio, consideración y aprobación el 4 de marzo de 1806,
y recibieron la crítica y rechazo a través de la Real Cédula del 1 de mayo
de 1807446. Cabe formular dos interrogantes sobre la formación de estas
ordenanzas: ¿Qué razones motivaron la tardanza de su composición, si desde
la creación de la Audiencia se había exigido que se formaran sin menor
dilación?, y ¿por qué el Consejo de Indias criticó las ordenanzas y solicitó
a la Audiencia que se formaran nuevamente para su régimen y gobierno?
En cuanto a la tardanza en la composición de las ordenanzas, Gisela
Morazzani considera que dos obstáculos indujeron a ello: …“la obstinada
posición de las autoridades dominicanas que no facilitaron a tiempo todo el
material exigido”… y …“la fácil remoción o cambios a que eran sometidos sus
ministros”… 447. Discrepamos de estas consideraciones por cuanto la Audiencia
de Caracas pudo haber obtenido copia de las ordenanzas de Santo Domingo por
cualquier otra vía. La responsabilidad no recaía exclusivamente en la Audiencia de
La Española. El argumento dado por el regente Antonio López Quintana, ante
uno de los cargos del regente-visitador, Joaquín Mosquera y Figueroa, respecto
a la falta de apoyo de la magistratura dominicana, no era suficiente para justificar

444 Alí Enrique López Bohórquez: La Real Audiencia de Caracas. Su Origen y Organización (1786-1805).
Mérida, Escuela de Historia/Universidad de Los Andes, 1976, pp. 55-83.
445 A.G.I. Caracas, 165: ordenanzas de la Audiencia y Chancillería Real de Caracas formadas por el
mismo tribunal (Caracas, 2 de noviembre de 1805).
446 Ibid., y A.G.N. (Caracas). Reales provisones, tomo LXII, fols. 176-179.
447 Gisela Morazzani: “Materiales para el estudio de una Ordenanza del siglo XX”, p. 451.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 233

el incumplimiento de la tarea de formación de las ordenanzas448. También podría


intervenir el fiscal de la Audiencia, entre cuyas atribuciones estaba velar por el
cumplimiento de las leyes, y no se conoce gestión alguna de los dos funcionarios
que ejercieron el cargo antes de 1805 (Julián Díaz de Saravia y José Gutiérrez de
Rivero) para resolver el problema de las ordenanzas. En relación con el cambio
de los ministros que argumenta Gisela Morazzani, tampoco encontramos aquí
razones para la tardanza en la redacción y presentación de las ordenanzas y el
mal funcionamiento del tribunal caraqueño, pues tales cambios no ocurrieron
en la forma que se señala. Para 1805 el regente Antonio López de Quintana
tenía dieciocho años de servicio, catorce el oidor Francisco Ignacio Cortines,
el oidor Juan Nepomuceno de Pedrosa sirvió doce, el oidor José Bernardo de
Asteguieta –para la fecha de las ordenanzas– contaba con dieciséis años en
funciones449. Es decir, la Audiencia tuvo durante más de una década la misma
planta de ministros, la cual pudo revisar y analizar la legislación vigente para la
formación de las requeridas ordenanzas.
Al parecer, la tardanza obedeció, según señala el mismo regente
López de Quintana, a la complejidad de la compilación legislativa y a su
deseo de organizarla con las características que recomendaba el rey en la
Real Cédula de creación. Así, dice el regente, …“se escribieron muchos
pliegos, se reformaron y se hicieron otros que tampoco parecieron bien;
después de conferenciar y meditar, en frecuentes acuerdos ordinarios y
extraordinarios se concluyó que era forzoso asentar en cuadernos sueltos
los títulos que debían llevar las ordenanzas, y teniendo presente las leyes
apuntar en cada uno lo que le correspondiese de las reales cédulas, órdenes
que vinieron de Santo Domingo, de las que se iban recibiendo de S.M. y de
los acuerdos que formasen regla general, observando cuidadosamente las
derogaciones o explicaciones de las leyes por las Reales Ordenes y Cédulas
posteriores”… También indicó el regente López de Quintana otras razones,
como el escaso número de ministros para dedicarse a una tarea como esa,
existiendo asuntos tan importantes como la rebelión de Coro y los complots
de Caracas y Maracaibo; además de la falta de recursos económicos que

448 Ibid., y Teresa Albornoz de López: op. cit., pp. 34-35.


449 Al respecto véase nuestro estudio Los ministros de la Real Audiencia de Caracas…, p. 87.
234 Alí Enrique López Bohórquez

permitieran el pago de un abogado que se encargara de recopilar el material


necesario para formar las ordenanzas450.
La crítica y desaprobación de las ordenanzas de la Audiencia de Caracas
por parte del Consejo de Indias pueden atribuirse a la prisa con que las redactó
el regente interino y visitador Joaquín Mosquera y Figueroa, y a la poca
intervención en el asunto del resto de los magistrados del tribunal, quienes
sólo se limitaron a aprobar el trabajo presentado por Mosquera. Ello dio como
resultado una compilación basada fundamentalmente en la Recopilación de las
Leyes de Indias de 1680, lo cual no satisfacía las exigencias reales, si consideramos
que los reyes borbones habían dado un conjunto de mandamientos en materia
de audiencias que, obviamente, habían rectificado algunas de las disposiciones
contenidas en la legislación de los Habsburgos. De allí que la consideración
fue desfavorable, pues –como señala Gisela Morazzani– …“estas normas no
se ajustaron a los planes para los cuales se había previsto esta reglamentación,
y encontrándose defectuosa en muchos aspectos que podrían calificarse
de substanciales e indispensables para la consecución de sus fines, fueron
devueltas para las enmiendas”… en lo tocante al buen régimen, dirección
y gobierno. Y agrega Morazzani: …“Los defectos y faltas encontrados y
expuestos para su consideración, fueron de fondo; es decir, que atañaban la
esencia misma del cuerpo como tal”.451
Sin embargo, las ordenanzas no fueron desaprobadas en su totalidad,
y debían los ministros hacer las correcciones pertinentes a la brevedad
posible para presentarlas nuevamente452. Esto no pudo realizarse debido
a las dificultades de funcionamiento del tribunal y a los conflictos del
regente-visitador con los oidores. Por otro lado, un año más tarde de la
decisión del Consejo de Indias, ocurría la invasión de Napoleón a España,
lo cual desarticuló el funcionamiento de las autoridades coloniales; a ello
debe agregarse la debelación de un complot para la formación de una
junta de gobierno, conocida como la conjuración de los mantuanos de
Caracas de 1808, cuyo juicio debió seguir Joaquín Mosquera a través de
una Sala Extraordinaria de Justicia de la Real Audiencia, integrada por él, el

450 A.G.I. Caracas, 171: Representación Nº 21, sobre los cargos y las contestaciones de D. Antonio
López Quintana para el Excmo. Sr. Secretario de Estado del Despacho Universal de Gracia y
Justicia (Caracas, 20 de agosto de 1807).
451 Gisela Morazzani: “Materiales para el estudio de una Ordenanza del siglo XX”, p. 460.
452 Ibid.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 235

presidente-gobernador interino Juan de Casas y el oidor honorario Francisco


Espejo, en condición de fiscal de lo civil y criminal, sin intervención de los
oidores titulares Felipe Martínez de Aragón, José Bernardo Asteguieta y
Miguel Aurioles de la Torre453. Finalmente, es necesario señalar la estructura
y fuentes jurídicas que nutrieron el proyecto de ordenanzas de 1805. En
cuanto a la estructura, la compilación legislativa quedó dividida en 21 títulos
y estos en 357 ordenanzas, distribuidas de la siguiente manera454:

Títulos Nº ordenanzas
1º De la Audiencia y Chancillería Real 95
2º Del Presidente 9
3º Del Regente de la Audiencia 7
4º De los Fiscales 13
5º Del Alguacil Mayor 18
6º Del Canciller 6
7º De los Relatores 24
8º Del Escribano de Cámara 43
9º De los Abogados 25
10º Del Receptor de penas de Cámara 15
11º Del Tasador y Repartidor 2
12º De los Receptores ordinarios 10
13º De los Procuradores 10
14º Del Juzgado de bienes de difuntos 18
15º Del Juzgado de Provincia de los Oidores 4

453 Alí Enrique López Bohórquez: Los ministros de la Real Audiencia de Caracas…, pp. 94-
95.
454 Gisela Morazzani señala que son 359 ordenanzas, y pensamos que posiblemente incluye lo
referido a los términos de las mismas. Nuestra copia del A.G.I. Caracas, 165, comprende
357, coinciden con la edición de José Sánchez-Arcilla Bernal; mientras que las publicadas en
el Boletín del Archivo General de la Nación incluyen 356. Esta disparidad probablemente se
debe a copias de los escribanos o a una inexacta trascripción de alguna de las ordenanzas.
236 Alí Enrique López Bohórquez

16º De las Cárceles y Carceleros 14


17º De las Votaciones en lo civil y criminal 15
18º De las Visitas de Cárcel 5
19º De las Presidencias y Ceremonias 16
20º De los días feriados 1
21º De los porteros 7
De los términos de la ordenanza.

En relación con las fuentes jurídicas que nutrieron las ordenanzas


recurrimos al minucioso trabajo de Gisela Morazzani, quien las resume de la
siguiente manera: a) el 75 por ciento procede de la Recopilación de las Leyes de
Indias de 1680, con algunos suprimidos y agregados; b) el 25 por ciento restante
proviene de distintas fuentes: leyes de las chancillerías de Valladolid y Granada, y
de las chancillerías y audiencias españolas; disposiciones vigentes, promulgadas
con anterioridad a la fecha de creación de la Audiencia o de la preparación de
sus ordenanzas, que fueron dictadas para el mundo iberoamericano a fin de
aclarar, reforzar o ratificar la materia legislada, reales cédulas, ordenes y decretos
con carácter de circular para toda América; disposiciones, prevenciones y
provisiones de otras audiencias de Indias que se hicieron extensivas a la de
Caracas; reales cédulas expedidas especialmente para la Audiencia recién creada;
la reglamentación y cambios generales necesarios para la inclusión de un nuevo
cuerpo y por la creación de algún cargo o función455.

El personal de la Audiencia de Caracas: funciones y atribuciones en las Ordenanzas


de 1805

a) Presidente

El gobernador ejercía la presidencia de la Audiencia y tenía


exclusiva competencia en materia de gobierno456. Para dichos asuntos

455 Véase la descripción que la historiadora hace a cada una de las fuentes jurídicas con relación a
las respectivas ordenanzas en “Materiales para el estudio de una Ordenanza del siglo XX”, pp.
458-459.
456 A.G.I. Caracas, 165: ordenanzas de 1805 para la Audiencia de Caracas. Tít. 1, Ord. 8 (En adelante
ordenanzas).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 237

debía constituirse un acuerdo; es decir, la reunión del Gobierno con el


regente, los oidores, los fiscales y un escribano. Pero cuando el presidente
procedía a título de gobierno en cualquier negocio, podían las partes que
se consideraran agraviadas apelar a la Audiencia, y ésta tenía la facultad de
confirmar o revocar lo decidido por el gobernador, y en caso de insistencia
se enviaban los autos ante el Real Consejo de Indias. Estaba prohibido que
el presidente-gobernador oyera recursos en cuestiones de justicia y librara
despachos a los distritos de los corregimientos y juzgados ordinarios. No
tenía voz ni voto en estas cuestiones. Las sentencias debían ser firmadas
por el regente y los oidores, teniendo el presidente que acatar lo dispuesto
por el tribunal. Sin embargo, podía declarar si el punto que se trataba era de
justicia o de gobierno, y los oidores debían firmar lo declarado, aunque no
votaran en favor. El presidente podía despachar los negocios de gobierno
utilizando los servicios de los escribanos de Cámara del tribunal; y en los
asuntos secretos, era legal que los despachara con sus secretarios o personas
de su agrado457.
Cuando el juzgado ordenaba enviar en comisión a ejecutores
y comisarios, correspondía al presidente-gobernador la elección y
nombramiento de dichos funcionarios, y para ello los oidores no debían
poner impedimento alguno. Era también atribución suya nombrar las
personas que suplirían a los oidores, en caso de estar el cargo vacante, hasta
el nuevo nombramiento. El gobernador-presidente debía ser obedecido
y cumplidas sus órdenes por los oidores, los fiscales y demás ministros,
con quienes mantenía correspondencia regular. Les estaba prohibido
dar comisiones a los jueces fuera de la Audiencia, salvo casos de mucha
importancia. Conjuntamente con el regente y los oidores, el presidente
ordenaba el establecimiento de la Tabla de Aranceles, tanto en el local de la
Audiencia como en los lugares públicos más frecuentados, para que fuera
conocida por los ciudadanos. Igualmente, debía velar por el cumplimiento
del costo de la justicia y de las leyes que regían las atribuciones de cada
funcionario del tribunal. La presidencia no podía conmutar destierros ni
dar cartas de espera a los deudores de penas de Cámara, así como tampoco
a obras pías, gastos de justicia y estrados, depósitos y otras condenaciones
ejecutadas, sin la especial facultad del rey, manifestada a la Audiencia. El
gobernador y capitán general contaban, en los casos que convenía, con

457 Ordenanzas, Tít. 1, Ords. 2, 9-11, 41; Tít. 2, Ords. 4-5, 9; Recopilación, Lib. II, Tít. XVI, Leyes 4 y 5.
238 Alí Enrique López Bohórquez

el asesoramiento de uno de los oidores del tribunal a elección suya, y era


también este último funcionario el señalado por la ley para ocupar el lugar
de presidente en caso de ausencia458.

b) Regente y oidores

La Audiencia de Caracas inició su actuación con un regente y tres


oidores. El nombramiento de estos funcionarios los hacía el rey, a proposición
de la Cámara de Indias. Cuando se estableció la Secretaría del Despacho
Universal de Indias, a partir del gobierno de Felipe V, correspondió a
este funcionario proponer al monarca los candidatos para ejercer en las
colonias americanas el oficio de oidor. Para 1786 la Cámara de Indias había
recuperado esta facultad. El regente y los oidores, que recibían el título de
“señor”, fueron funcionarios que lograron imprimir a la Audiencia una línea
de continuidad histórica doctrinal y orgánica que, en la mayoría de los casos,
faltaba en la política desarrollada por virreyes, presidentes y gobernadores.
En ellos encontró el gobierno español la garantía de su dominio. Para el
cargo de oidor se requería formación profesional previa, que no se trataba
de simple carrera administrativa459. El regente tenía sueldo de 4.300 pesos
fuertes, y cada uno de los oidores 3.300 pesos al año, pagados por la Real
Hacienda460; debían estos ministros satisfacer el derecho de la Media Anata,
en razón del mencionado salario461.
La legislación española establecía que en las audiencias donde no
hubiera alcaldes del crimen, los oidores podían conocer de lo civil y criminal,
y usar varas de justicia. Esto ocurrió en el caso de la Real Audiencia de
Caracas. El regente y los oidores estaban facultados para formar el conjunto
de ordenanzas por las que debía regirse el tribunal. Anualmente, el día
primero de Audiencia, debían leerse las ordenanzas a todos los oficiales de

458 Ordenanzas, Tít. 1, Ords. 20, 41 y 57; Tít. 2, Ords. 1, 7-8; Recopilación, Lib. II, Tít. XVI, Leyes 7, 9, 14, 16;
José María Ots Capdequí: El Estado español en las Indias. México, Fondo de Cultura Económica, 1965,
pp. 47-48.
459 Véase Tabla 2.
460 A.G.I. Caracas, 299: Real título de oidor de José Bernardo de Asteguieta, del 13 de diciembre de
1788.
461 ordenanzas, Tít. 1, Ord. 83; Recopilación, Lib. II, Tít. XVI, Ley 27.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 239

la institución para que tuviesen presentes las funciones de sus cargos462. Ya


anotamos las dificultades para la formación de las ordenanzas para Caracas,
por lo que esto último lo suplió el regente Antonio López Quintana leyendo
disposiciones generales de las atribuciones de los ministros y subalternos463.
Correspondía al regente ejercer la presidencia efectiva de la Audiencia en
materia de justicia, de acuerdo con lo establecido por la Real Cédula del 20
de junio de 1776 de la llamada instrucción de regentes. Su cargo, respecto de
la Audiencia, era superior al del presidente. Representaba la autoridad real en
el tribunal. El oidor más antiguo suplía al regente en caso de impedimento
o ausencia. Estaba obligado a dejar a su sucesor una relación instructiva
para el mejor desempeño de sus funciones464.
Señalamos anteriormente que la inexistencia de los alcaldes del
crimen determinaba que el “regente y oidores conozcan de todas las causas
civiles y criminales que a la Chancillería vinieran en grado de apelación de
los gobernadores, sus tenientes, alcaldes ordinarios y otras justicias de las
provincias y distritos de su jurisdicción y las determinen en vista y grado
de revista y puedan en primera instancia conocer de las causas criminales
que sucedieren en la ciudad donde reside la Audiencia con cinco leguas en
contorno… y las sentencias que así se dieren sean ejecutoriadas y llevadas a
debido efecto y no haya más grado de apelación ni suplicación ni otro remedio
ni recurso alguno.” Los oidores, en ejercicio de su jurisdicción civil y criminal,
no obtenían derechos arancelarios. Asistían al tribunal en las horas señaladas
para el despacho de los pleitos, dejando a un lado las comisiones, a fin de
cumplir correctamente con su horario. Se les prohibía ver en sus casas pleito
o negocio alguno, si no lo habían comenzado a revisar en la Audiencia y que
por justo impedimento no se hubiera decidido465. En las causas criminales,
tanto de oficio como de parte, podía cada uno de los ministros admitir las
acusaciones, formar las averiguaciones sumarias y procesos informativos de
los delitos graves hasta comprobar la culpabilidad, impidiendo la intervención

462 Ibid., Tít. 1, Ord. 42; Tít. 3, Ords. 1, 3-4.


463 A.G.I. Caracas, 171: representación Nº 21, sobre los cargos y las contestaciones de D. Antonio
López Quintana para el Excmo. Sr. Secretario de Estado del Despacho Universal de Gracia y
Justicia (Caracas, 20 de agosto de 1807).
464 Ordenanzas, Tít. 1, Ord. 85.
465 Ibid., Ords. 44, 53, 64 y 95.
240 Alí Enrique López Bohórquez

de los escribanos y alguaciles. Arrestaban a los delincuentes y tomaban sus


declaraciones antes de presentarlos a la Audiencia466.
Al presidente, al regente y a los oidores correspondía determinar la
falsedad de los testigos para castigarlos. En los mandamientos de detención,
en radio de las cinco leguas, era necesaria la firma, por lo menos, de dos
oidores. Si aparecían dudas sobre las sentencias, decretos y determinaciones,
los jueces que participaban en ellas asistían a la declaración de las mismas, sin
llevar parte de las condenaciones. Cualquiera de los ministros conocía en caso
de deserción de reos, aunque hubiera sido condenado o remitido por otro juez
o tribunal. Contra los oidores y el regente podían aparecer recusaciones, pero
no simultáneamente contra todos. Aquellas no se leían en público en la sala
de la Audiencia a que correspondía, sino estando los jueces en su acuerdo, con
excepción del recusado, quien no estaba presente cuando se tratara de ciertos
negocios en los cuales tuviera incumbencia o en procesos contra sus parientes
y criados. En caso de recusación a uno de los ministros del tribunal,

… los tres o dos que quedaren de ellos la vean y determinen y (…) se nombre
al fiscal de lo civil y criminal sino hubiera sido parte en la causa y por su falta
y habiéndolo sido, el de Real Hacienda y si dos fueren recusados, conozcan de
ello los demás (…) pero si en la Audiencia no quedaren más de dos jueces,
tampoco se puedan recusar ambos juntamente, sino solamente el uno, de manera
que siempre haya de quedar y quede un juez de la Audiencia no recusado para
que con el fiscal conozcan de la recusación del otro, u otros jueces en la forma
que va dicha.

Esto demuestra la importancia que los oidores tenían en el tribunal.


Si alguno de los oidores era solicitado como testigo, correspondía a la
Audiencia determinar si debía o no declarar, y si el regente y el oidor que
fueran jueces de cualquier causa, y cuya sentencia se apelara a la Audiencia,
no podían votarla ni determinarla nuevamente467.
El cargo de oidor requería comportamiento particular ante la sociedad
y, por tanto, se le impedía mantener correspondencia con personas ajenas a la
Audiencia, encargarse de negocios y sustentarse por otros medios económicos

466 Ibid., Ords. 52, 56, 72, 88, 92.


467 Ibid., Ords. 3, 7, 46-48, 50-51, 60-61.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 241

que no fueran los de su remuneración oficial. No debía dejarse acompañar


de negociantes que tuvieran pleitos en el tribunal, como tampoco podían
hacerlo sus mujeres. No asistían a desposorios ni a entierros, salvo casos muy
señalados o forzosos. Se les prohibía ser padrinos de matrimonio y bautizos de
alguna persona de su distrito y jurisdicción, en cuyas causas y pleitos pudiesen
ser jueces. Igualmente, estaban impedidos los vecinos de servir de padrinos
de dicho funcionario, pero se permitía la filiación entre los oidores. Estaba
negada toda posibilidad de que tanto el regente como los oidores pudieran
traer pleitos y demandas civiles en primera instancia por interés de alguno de
ellos o de su familia, ya que estos asuntos estaban reservados al conocimiento
de los alcaldes oidores. Tampoco podían hacer recomendaciones a los jueces
ordinarios sobre juicios que ante ellos se presentaran468.
Los oidores vigilaban si algún oficial receptor, ejecutor o escribano,
de cualquier ciudad, villa o lugar habían llevado derechos demasiados
de los procesos contra indios, personas miserables, viudas o huérfanos.
Ello evidencia la función social que debía desempeñar la Audiencia en su
jurisdicción, aunque en muchos casos la disposición fue letra muerta, pues
constantemente los funcionarios abusaban de su poder. Por otro lado, en
la visita de cárceles debían estar presentes dos oidores, quienes conocían
del tratamiento que recibían los presos. Las justicias ordinarias del distrito
de la Real Audiencia de Caracas tenían libertad de acción en las causas de
primera instancia, sin que en ellas intervinieran el regente y los oidores;
aunque sí era de su competencia hacer Audiencia de provincia tres días a
la semana, conocer de todos los pleitos, dentro de cinco leguas, tres meses
al año, cada uno por su turno; y lo determinado por alguno de los oidores
podía apelarse a la misma Audiencia469.

c) Fiscales

La Audiencia de Caracas comenzó sus funciones con un fiscal de lo


civil y criminal; debido al aumento progresivo de causas y pleitos se creó
otra fiscalía para atender los asuntos de Real Hacienda. Su nombramiento
competía al rey, y el salario que recibía era el mismo de los oidores. Los fiscales,

468 Ibid., Ords. 45, 75-76.


469 Ibid., Tít. 1, Ord. 13; Tít. 15, Ord. 13; Tít. 18, Ords. 2, 4 y 13.
242 Alí Enrique López Bohórquez

abogados profesionales con experiencia, disfrutaban de las preeminencias


de los oidores, ya que entre sus atribuciones más importantes estaban la de
cuidar el cumplimiento de las leyes, tomar la voz de las causas convenientes
a la ejecución de la justicia, así como proponer a la Audiencia las soluciones
para la mejor administración de ella. Fueron los funcionarios encargados de
defender el Real Patronato, la Real Hacienda y de castigar los delitos públicos.
Para el control de «las nuevas ideas», de la ilustración europea, la Corona
española contaba con el fiscal de lo civil, quien se convirtió en Censor Regio
con la precisa obligación de reveer y examinar todas las conclusiones que
se hayan de defender en aquella universidad donde la Audiencia reside y en
los conventos y escuelas privadas de los reguladores y seculares antes de
imprimirse o repartirse no permitiendo que se defienda o enseñe doctrina
alguna contra la autoridad y regalías de [la] Corona dando cuenta al Consejo
de cualquier contravención para su castigo470.
De acuerdo con esta atribución de los fiscales, se deduce la importancia
que estos funcionarios tenían para el Estado español, al confiarle la vigilancia
de la penetración de aquellas “ideas” contrarias al régimen monárquico, que
podían conducir al deterioro del dominio colonial.
Los fiscales conocían, para el mejor cumplimiento de sus obligaciones,
de las reales cédulas, instrucciones, provisiones y otros preceptos legales
emanados del poder real dirigidos a la Audiencia. En las audiencias, juntas
y acuerdos extraordinarios, tratándose de asuntos de justicia y hacienda o
cosas de gobierno, los fiscales estaban presentes y tomaban decisiones al
respecto. Se convertían en protectores y defensores de los indios en todos
los pleitos civiles y causas criminales con los españoles, relacionados con
su libertad, buen tratamiento y propiedades. Los escribanos de cámara
entregaban a los fiscales todos los procesos que solicitaran, así como
también los testimonios, a fin de enviarlos al Consejo de Indias y a las partes
interesadas. Además, enviaban anualmente a España la relación de las causas
y pleitos vistos por la Audiencia. En la competencia de jurisdicción entre
diversos jueces, el fiscal participaba en la determinación de la querella. En
ausencia o falta de uno de los fiscales, lo suplía el otro; y si faltaban ambos,

470 Ibid., Tít. 4, Ords. 1-2, 6, 9-10, 12; Recopilación, Lib. II, Tít. XVIII, Leyes 23 y 29.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 243

y no habiendo suficiente número de oidores, el presidente o la Audiencia


en pleno nombraban un interino, quien debía ser abogado471.

d) Alguacil mayor

Correspondía al alguacil mayor hacer ejecutar lo establecido por las


leyes para el buen gobierno y justicia de la ciudad. Las funciones del cargo
la ejercían dos alguaciles. Sus honras y privilegios eran los disfrutados por
los alguaciles mayores de las audiencias de Valladolid y Granada. Usaban
vara de justicia y ocupaban su puesto en el tribunal después del fiscal. Para
el oficio se prohibía nombrar parientes, criados y allegados de los ministros.
El alguacil mayor presentaba a la Audiencia sus tenientes y sustitutos, y una
vez aprobados debían cumplir las ordenanzas y leyes que sobre el caso se
señalaban. Nombraba por teniente suyo a personas con edad suficiente para
el ejercicio del empleo, y podía removerlo por causa legítima. Los alguaciles
acompañaban al presidente, al regente y a los oidores a cualquier parte en
Audiencia; eran los encargados de nombrar el alcalde y los carceleros del
presidio del tribunal, previa presentación para su aprobación. Asistían a las
visitas de cárcel, tanto generales como particulares472.
Correspondía, asimismo, al alguacil mayor rondar por los lugares
públicos para evitar ruidos y actos callejeros, prender infraganti sin comisión
alguna o por orden judicial y prohibir el porte de armas sin permiso. No
podía tomar el dinero de las personas que sorprendiera en juegos de azar,
sino depositarlo en la caja del Tribunal, hasta decidir el asunto. Le estaba
vedado recibir obsequios por parte de los presos, no teniendo facultad de
soltarlos sin mandamiento del tribunal. Se prohibía nombrar al Alguacil para
el cargo de corregidor u otros oficios. No se le obligaba a las ejecuciones
criminales; podía enviar a su teniente, salvo cuando la Audiencia lo
ordenaba. Ni la recopilación de 1680, ni las ordenanzas de 1805 para la
Real Audiencia de Caracas señalan el sueldo de los alguaciles. Depons dice
que estos funcionarios no tenían asignación monetaria fija por su empleo,

471 ordenanzas, Ords. 2-5, 11, 12-13; y Tít. 1, Ords 4-6, 43, 65; Recopilación, Lib. II Tít. XVIII, Leyes
4-5 y 43.
472 Ordenanzas, Tít. 5, Ords. 1, 3, 5-6 y 9.
244 Alí Enrique López Bohórquez

pero llevaban derechos por su actuación de acuerdo con los aranceles de


la Audiencia473.

e) Canciller

El canciller era nombrado por el rey a proposición de la Audiencia.


Su principal función consistía en sellar las provisiones, cartas y ejecutorias
del tribunal. Tenía bajo su custodia y responsabilidad el sello real. Por las
provisiones que sellaba recibía derechos según lo dispuesto por los aranceles
aprobados para la Audiencia de Caracas en la Real Cédula del 30 de mayo
de 1796. Se prohibía al canciller estampar el real sello en Provisiones de
mala letra y que no tuvieran las firmas competentes de los ministros, y
sólo debía hacerlo sobre papel y con cera colorada. Se encargaba, además,
de guardar los procesos y papeles de la Audiencia. El canciller no obtenía
derechos de las personas que, conforme a las leyes, ordenanzas y aranceles
estaban exonerados de pagarlos474.

f) Escribano de cámara

El escribano de cámara actuaba como secretario del Tribunal. Fue un


oficio concedido y beneficiado por el rey. La Real Audiencia de Caracas inició
sus actividades con un escribano, quien tenía sueldo de quinientos pesos.
Asistía a las audiencias públicas y llevaba la relación de los negocios apelados.
Entregaba los procesos a los procuradores bajo la orden de la Audiencia,
teniendo conocimiento de las hojas y piezas que confiaba, las cuales no podía
sacar de la ciudad donde residía, ni confiarlas a las partes, ni a otras personas,
para llevarlas fuera sin licencia del tribunal. Los fiscales recibían del escribano
las causas de su incumbencia, y una vez concluidas notificaban las sentencias
definitivas a los interesados el mismo día que se determinaban. El escribano
comunicaba, semanalmente, al relator y al fiscal los autos y resoluciones de
todos los pleitos en los que tomaban parte, en caso de no estar presentes
en la pronunciación, así como también las penas y multas impuestas. La
Audiencia tenía un libro donde el escribano de cámara colocaba las multas y

473 Ordenanzas, Tít. 5, Ords. 8-12, 14, 16-17; Recopilación, Lib. II, Tít. XX, Leyes 27-29, y Francisco
Depons: op. cit., Tomo II, p. 188.
474 Ordenanzas, Tít. 6, Ords. 1-6; Recopilación, Lib. II, Tít. XXI, Leyes 1 y 5.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 245

condenaciones asignadas por el tribunal, las cuales eran publicadas todos los
sábados. Le correspondía examinar los testigos en el lugar donde estuviera
la Audiencia sin recibir salario alguno, sólo los derechos establecidos en los
aranceles; y en caso de ocurrir fuera del lugar del tribunal, se nombraba un
escribano especial, previa comisión señalada por los oidores475.
El escribano debía recibir a los testigos de los pobres con toda diligencia
y cuidado posibles; y tanto a estos, como a cualquier otro, hacía preguntas
generales como si fueran examinados en juicio plenario. Llevaba los registros
encuadernados y recibía por inventario todos los papeles tocantes al derecho
real y las resoluciones antiguas y modernas que debían estar en su poder,
cuando entraba a servir su oficio. El escribano presentaba a la Audiencia las
causas, asuntos y negocios retardados; asentaba directamente el despacho de
los procesos, de los cuales, a fin de año, daba cuenta al Supremo Consejo de
Indias, tanto de los determinados como de los pendientes. Colocaba al final de
las sentencias los nombres de los jueces que las habían pronunciado. Cuando
los notarios eclesiásticos hacían relación en la Audiencia de algunos pleitos,
estos quedaban en poder del escribano, quien los devolvía a aquellos una vez
resueltos. Por los negocios eclesiásticos que venían del tribunal por vía de fuerza,
el escribano no llevaba derechos tratándose de la defensa de la jurisdicción del
“patronazgo”. Cobraba los honorarios que le pertenecían conforme al arancel
establecido, que indicaba en el reverso de las provisiones, mandamientos, cartas
y otros despachos expedidos por los ministros del juzgado. Recibía derechos
en los pleitos fiscales que se seguían en la Real Audiencia, mas no en los casos
de segunda instancia, ni de los litigios de pobres476.

g) Relator

Al relator lo nombraba el Consejo de Indias, y en caso de interinato


lo hacía el presidente o el regente de la Audiencia. Al igual que el cargo de
escribano, el de relator era renunciable y vendible, y para ejercerlo se requería
el título de abogado. Recibía sueldo de 500 pesos, y ejercía sus funciones
tanto en lo civil como en lo criminal. Le correspondía hacer relación de
pleitos y causas presentados en Audiencia; sacar réplicas, pasos y puntos

475 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; ordenanzas, Tít. 1, Ords. 39 y 69; Tít. 8,
Ords. 4-5, 8-9, 13, 15, 18-20; recopilación, Lib. II, Tít. XXIII, Ley 1.
476 Ordenanzas, Tít. 8, Ords. 10, 12, 21-26, 29-30, 32-34, 38-39 y 41.
246 Alí Enrique López Bohórquez

principales del juicio; examinar el pleito y determinar si había razones


suficientes para solicitar justicias; hacer jurar y firmar las relaciones; llevar
a cada uno de los jueces un memorial breve, verdadero y sustancioso de
los litigios vistos, y tener en su poder arcas donde guardar los papeles y
procesos pendientes. El relator no podía abogar en la Audiencia. Tampoco
se le permitía vender o cambiar los documentos encomendados a otros,
sin previa licencia. En cuanto a los derechos pertenecientes a su empleo,
los obtenía conforme al Arancel de la Audiencia. Las partes pagaban
las relaciones por mitad. El relator mostraba la tasa de sus honorarios y
los asentaba al pie de la conclusión del proceso. No recibía asignaciones
monetarias en las causas civiles y criminales, ni de las partes condenadas,
puesto que ello correspondía a los fiscales. La relatoría no se pagaba en los
pleitos que se siguieran como tales a los jueces, gobernador y sus tenientes,
alcaldes ordinarios y otras justicias, en defensa de la jurisdicción477.

h) Abogados

En la Audiencia de Caracas había un Abogado de los pobres, quien


tenía asignado sueldo de 300 pesos. En lo concerniente al nombramiento
de los abogados de su distrito, el Estado español guardaba mucho cuidado,
por cuanto ordenaba que ninguno sea ni pueda ser abogado en nuestra
Real Audiencia sin ser primeramente examinado y aprobado por la
terna compuesta del decano y otros dos abogados de los más antiguos y
condecorados y por el presidente regente y oidores y escrito en la matrícula
del Colegio de ellos establecido en la Capitanía donde reside la Audiencia.
No podían ser abogados del tribunal los parientes de los oidores. Se les
exigía que no ayudaran a causas injustas, y guardaban antigüedad conforme al
tiempo en que eran recibidos. Se les ordenaba que ayudaran fielmente a sus
partes hasta fenecer la causa, sin alegar malicia ni usar palabras ofensivas que
impidieran el vencimiento del asunto. El abogado que defendía, en primera
instancia, no podía ir contra la misma persona en segunda y tercera, so pena
de que por este hecho fuera suspendido del oficio por diez años478.

477 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; Ordenanzas, Tít. 7, Ords. 4-5, 10-12,
14 y 17-19.
478 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; Ordenanzas, Tít. 9, Ords. 1-3, 6-8 y
21.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 247

El abogado, tanto particular como del tribunal, debía dar conocimiento


de sus procesos y escrituras a los procuradores y escribano. Firmaba los
poderes de sus defendidos y las relaciones que pasaban los Relatores a
la Audiencia para su estudio y determinación. En los procesos seguidos
a los indígenas, se requería que “…los abogados no dilaten los pleitos y
procurenlos abreviar en cuanto fuera posible especialmente los de indios a
los cuales lleven muy moderadas pagas y les sean verdaderos protectores y
defensores de personas y sus bienes…” Asimismo, el Abogado de pobres
asistía regularmente a la cárcel para conocer el tratamiento de los reos, y por
todas las funciones que cumplía se le indicaba un salario de acuerdo con las
leyes y con lo dispuesto por el arancel479.

i) Procuradores

El empleo de procurador lo otorgaba la Audiencia, previo examen.


La Audiencia de Caracas comenzó sus actividades con cuatro procuradores.
Era un cargo sin sueldo oficial y, en algunos casos, vendible. No llevaba más
salarios que el señalado por el presidente y los oidores. No podía recibir
dádivas ni presentes para demorar las causas. Asistían a la Audiencia cuando
se transaban los costos del proceso, por notificación del secretario de la
cámara. Los procuradores no podían hacer peticiones, despachar negocios,
ni ejercer sin licencia de la Audiencia. Tanto a los procuradores como a los
abogados se les prohibía seguir los pleitos a su costa. Sólo hacían peticiones
en rebeldías y conclusión de pleitos; dichas peticiones debían estar en buena
letra, no enmendadas ni tachadas480.

j) Tasador y repartidor

En la Audiencia de Caracas apareció este cargo para dos personas


distintas. Al tasador correspondía hacer las tasaciones de los pleitos y causas
que se vieren en el tribunal, indicadas de acuerdo con la clase de asunto,
volumen e importancia. Las partes agraviadas por la tasación solicitaban la
intervención del oidor, quien determinaba al respecto. El Repartidor tenía

479 Tít. 9, Ords. 10, 17-18-20; Recopilación, Lib. II, Tít. XXIV, Ley 25.
480 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; ordenanzas, Tít. 13, Ords. 1-2, 5-6 y
9; recopilación, Lib. II, Tít. XXVIII, Leyes 6 y 7.
248 Alí Enrique López Bohórquez

como función distribuir las causas civiles y criminales a los respectivos


escribanos. Ambos funcionarios cobraban sus salarios de los gastos de
justicia y sus cargos eran vendibles y renunciables481.

k) Receptores ordinarios

Los receptores ordinarios eran dos; oficios que podían venderse o


renunciarse. En algunos casos fueron nombrados por el rey y lo hacía la
Audiencia cuando los Receptores estaban impedidos para ejercer. No podían
ser Receptores ni los mulatos ni los mestizos. A los Receptores Ordinarios
correspondía tomar por escrito las disposiciones de los testigos, colocar las
probanzas en los días que se examinaban, escribiendo la presentación y el
juramento del primer testigo por extenso, y los otros sumariamente; hacer
relación a la Audiencia del auto interlocutorio o definitivo y notificar a las
partes, o a sus procuradores presentes482.

l) Receptor de penas de cámara

El Receptor de penas de cámara fue el funcionario encargado de


cobrar las multas impuestas por el tribunal, así como los gastos de justicia y
estrado. Al fin de cada año daba cuenta de lo recaudado, procediendo luego
a distribuirlo entre los funcionarios correspondientes. Sólo con licencia del
rey podía el receptor librar las penas de cámara. Recibía del escribano las
penas y condenaciones que determinaba la Audiencia, indicando a quién y
cómo se aplicaban. No llevaba derechos de las condenaciones si no estaban
ejecutadas. La Corona española tenía mucho cuidado con el recaudo de las
penas de cámara y, por tal razón, ordenaba al Receptor que

…por ninguna causa ni razón se dan ayudas de costas en penas de cámara,


quitas ni vacaciones y que lo aplicado a estos géneros de hacienda para un efecto
no se convierta en otro y a los receptores y personas en cuyo poder entran lo
procedido de cuantas vacaciones y penas de cámara que no se cumplan ni paguen
orden ni libranza…

481 Ordenanzas, Tít. 13, Ords. 1-2, 5-6 y 9.Tít. 11, Ords. 1-2; recopilación, Lib. II, Tít XXVI, Leyes 1-2
y 4.
482 Ordenanzas, Tít. 12, Ords. 1-2, 4-7 y 10; recopilación, Lib. II, Tít. XVIII, Ley 1.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 249

Ni siquiera los oficiales de la Audiencia estaban exceptuados de las


penas de cámara, y en caso de libranza de los gastos de estrados, estos no
debían pasar de una cantidad mayor a los honorarios de los funcionarios. El
Receptor de penas de cámara daba fianzas legales, llanas y abonadas hasta
la cantidad de dos mil pesos, bajo autorización de la Audiencia. Tenía en su
poder el Libro de condenaciones de penas de cámara, donde se asentaban
diariamente, con el fin de ser cobradas por los alguaciles en la ciudad y su
distrito, por lo cual no tenían remuneración. Anualmente entregaba cuenta
de lo recibido por concepto de condenaciones, y por su trabajo percibía el
ocho por ciento de todo lo que entraba, o de las personas nombradas para
cobrarles fuera de la ciudad capital483.

m) Personal subalterno

El personal subalterno estaba constituido por el alcaide y los carceleros


de la cárcel de la Audiencia, dos porteros y un barrendero. todas estas
ocupaciones eran otorgadas por la Audiencia, con la gratificación que a ella le
pareciera conveniente. El alcaide y los carceleros se encargaban de guardar los
presos, leyes y órdenes. el alcaide tenía un libro de entrada y salida de los reos.
Estos funcionarios residían en la cárcel, cuidaban de la limpieza de la prisión
y de otros servicios necesarios; debían tratar bien a los acusados; estaban
en la obligación de pasar revista en la cárcel diariamente; no podían detener
a los presos despachados y mandados a liberar por deudas de justicia, si se
declaraba y se verificaba que eran pobres; se les prohibía poner en libertad
a los presos por causa criminal sin la correspondiente autorización de la
Audiencia. Ni ellos ni otros funcionarios podían servirse de los indios. Los
porteros no permitían a las partes la entrada a sala y estrados. Cumplían todas
las órdenes de los ministros de la Audiencia. Asistían por turno a las visitas
particulares y ambos a las generales. También había un Capellán, encargado
de celebrar misa todos los días de tribunal y en los días feriados, así como
predicar, enseñar la religión cristiana y confesar a los presos484.

483 Ordenanzas, Tít. 13, Ords. 1-2, 5-6 y 9.Tít. 10, Ords. 1-10 y 13-15; recopilación, Lib. II, Tít. XXV,
Leyes 1, 3-4.
484 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; ordenanzas, Tít. 16, Ords. 2-10, 13-14;
Tít. 1, Ord. 94; Tít. 21, Ords. 2-7.
250 Alí Enrique López Bohórquez

La continuidad de la legislación austriaca en la Audiencia de Caracas. Extensión de


las Ordenanzas de Santo Domingo e Influencia de la recopilación de 1680

Cuando se trata de explicar las reformas borbónicas, generalmente


se incurre en el error de generalizar, al tipificarlas como el instrumento de
transformación radical del imperio español en América. Un rápido balance
de las reformas nos permite apreciar el sentido de los intentos de cambios:
Felipe V y Fernando VI procedieron en forma moderada y parcial. Con
excepción de la creación del Virreinato de la Nueva Granada, no hubo durante
sus gobiernos reformas político-administrativas de envergadura comparables
a las de la segunda mitad del siglo XVIII. El reformismo de los dos
primeros borbones estuvo orientado a la reestructuración de los organismos
metropolitanos de control y al problema de las relaciones comerciales con
las colonias, permaneciendo casi intacta, durante largo tiempo, la estructura
administrativa heredada de los Habsburgos485. Con Carlos III cobraron valor
muchas de las reformas y proyectos elaborados durante el reinado de Felipe
y Fernando.486 Se aceleró la reorganización del imperio español, dirigida a la
recuperación de la autoridad real en todas las esferas del gobierno colonial, a
la centralización burocrática de la administración americana y, sobre todo, al
resurgimiento económico de algunas colonias con capacidad para apuntalar la
situación interna de España, como también aplicar su empeño por recobrar
el status imperial en Europa. Para lograr tales objetivos –Carlos III y sus
ministros, en particular José de Gálvez– introdujeron múltiples y variadas
reformas en sus dominios de América: revalorización de las visitas generales;
implantación gradual del sistema de intendencias; creación de nuevas entidades
político-militar-administrativas; modificación de la planta de las audiencias
y establecimiento de otras magistraturas coloniales; reorganización militar
y eclesiástica; disminución del poder de los cabildos y tendencia a excluir
a los americanos del gobierno local; reglamentación del comercio libre e
intercolonial; cambio hacia una política agropecuaria junto con la introducción
de nuevas técnicas para reactivar la minería, entre otras medidas487.

485 Utilizamos los planteamientos expuestos en nuestro estudio Los ministros de la Audiencia de Caracas…,
pp. 27-28.
486 Al respecto véase Miguel Artola: “Campillo y las Reformas de Carlos III”, Revista de Indias, XII:
50 (Madrid, 1952), pp. 685-714.
487 Síntesis de las reformas en Luis Navarro García: Hispanoamérica en el siglo XVIII. Sevilla, 1975
y Eleazar Córdova Bello: Las Reformas del Despotismo Ilustrado en América. Caracas, Universidad
Católica Andrés Bello, 1975.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 251

Algunas de esas reformas incentivaron la prosperidad económica de las


colonias y mejoraron la eficiencia administrativa, pero la mayoría de ellas no
tuvo el alcance esperado. Durante el gobierno de Carlos IV muchas quedaron
sin vigencia o tomaron otra orientación, pero en general significaron y dejaron
sentir el absolutismo borbónico. Decir que transformaron por completo
la estructura económica, el gobierno y el orden de la sociedad, en fin, que
representaron una revolución en el gobierno, como ha dicho David A.
Brading488, sería hacer apreciación apresurada y, a nuestro juicio, discutible
desde muchos puntos de vista. Consideramos que los intentos de cambio
tropezaron con un rígido esquema de gobierno que permaneció casi intacto
y poco se hizo –o hubo dificultades– para modificarlo por completo. De
allí que la herencia de los reyes austriacos significó un serio obstáculo para
alcanzar los objetivos propuestos por los borbones. Ni siquiera pudieron
cambiar radicalmente la legislación indiana, expresión de un orden jurídico
orientado al ejercicio del gobierno y al mantenimiento de la dominación a
través de sus instituciones. Ante los cambios operados se haría necesario
modificar el conjunto de disposiciones incluidas en la Recopilación de las Leyes
de 1680, a fin de disponer de un cuerpo legal que diera cabida a la legislación
borbónica.
Así surgió la idea de una nueva recopilación, ordenada por Carlos III
y que se conocería como Nuevo Código de las Leyes de Indias. Aunque en 1792,
por Real Decreto del 25 de marzo, Carlos IV promulgara el Libro Primero,
ordenando igualmente que no se publicara debido a que no había sido revisado
por el Consejo de Indias en pleno, el Nuevo Código fue solamente otro proyecto
de recopilación. Aquel libro, referido a los asuntos eclesiásticos, nunca entró en
vigencia en América, utilizándose solamente algunos artículos cuando algunas
circunstancias requirieron de su uso489. De manera que la Recopilación de las Leyes de
Indias de 1680 siguió teniendo vigencia y continuó siendo referencia obligada para
las autoridades tanto metropolitanas como coloniales. Lo referido a las reales
audiencias estuvo recogido en el Libro II, Título 15: resumiendo y recogiendo
las normas, provisiones, ordenanzas, cartas, cédulas…dictadas por más de 150
años, título más extenso de la recopilación, con 183 leyes, 34 reenvíos a otras
En relación con puntos concretos, más 21 adicionales al final del título. Y a
este título hay que añadir las otras leyes contenidas en los títulos 16 a 34 del

488 David A. Brading: Miners & Merchants in Bourbon Mexico 1763-1810. Cambridge, Cambridge
University Press, 1971, p. 53.
489 Horacio López Guédez: La Formación Histórica del Derecho Indiano 1492-1808. Mérida (Venezuela),
Universidad de Los Andes, 1976, pp. 44-45.
252 Alí Enrique López Bohórquez

propio Libro y todas las que a lo largo de este código se refieren directamente
a las audiencias, como las que figuran en el Libro I, título XIV, Ley 67; Lib.
II, tít. I, leyes y 25 y tít. XXIII, ley 61; Lib. VIII, tít. I, ley 87; tít. XVII, ley 5;
tít. XVIII, ley 9; y Lib. IX, tít. 3, ley 3, más todas las relativas a gobernadores,
virreyes, oidores, alcaldes del crimen, fiscales, presidentes, visitadores, abogados,
apelaciones, arancel, residencias, penas, real acuerdo, relatores, secretarios,
rondas, sello real, segunda suplicación, recursos de fuerza, descubrimientos,
tasadores y repartidores, testamentos, varas, casos de corte, competencia,
escribanos,…que no están recogidas en el citado libro y título490.
En razón de no contar la Real Audiencia de Caracas con las ordenanzas de
Santo Domingo para formar las suyas, y debido a que no fue hasta 1805 cuando
tuvo las propias, el tribunal caraqueño debió utilizar la legislación austriaca para
regirse e instruir disposiciones. Así, como ha señalado Gisela Morazzani, el 75
por ciento de las ordenanzas de 1805 proceden de la Recopilación de 1680.
De manera que, aunque la Real Audiencia de Caracas surgió en el contexto de
las reformas borbónicas para Venezuela, se aplicaron las disposiciones para la
selección del personal y éste respondió a las exigencias de la nueva burocracia
profesional impuestas por el ministro José de Gálvez491, su funcionamiento
dependió de un orden legislativo que databa de muchos años atrás. Un
conjunto de preceptos vinculados con una conducta socio-política-ideológica
que supuestamente debía entrar en contradicción con la concepción francesa
instaurada por el régimen borbónico, pero que, por el contrario, éste supo utilizar
para garantizar la continuidad de la soberanía española en América.

La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Audiencia (1804-1809)


y la corrupción en el tribunal caraqueño

Para evitar el desarrollo de nexos locales, junto con la no escogencia de


abogados nacidos en el distrito de la Audiencia, existía una serie de restricciones
a través de las cuales se pretendía la aplicación justa y equitativa del derecho;
normas que, según Guillermo Lohman Villena, eran tan draconianas, que
de hecho convertían a las mismas en nugatorias. Solamente si hubieran sido
cuerpos gloriosos los destinatarios de tan rigurosos mandatos, hubiera estado

490 Javier Malagón Barceló: “Las Reales audiencias y Chancillerías. Apuntes para el examen de las
leyes en la Recopilación de Indias”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 275 (Caracas,
julio-septiembre de 1986), pp. 677-693.
491 Véase al respecto nuestro estudio Los ministros de la Real Audiencia de Caracas…, pp. 83-109.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 253

a su alcance cumplirlos al pie de la letra 492. Esta apreciación del historiador


peruano resulta de su estudio sobre los ministros de la Audiencia de Lima,
tribunal que tuvo una característica muy particular en cuanto a la presencia
casi permanente de magistrados limeños, lo cual impidió el cumplimiento
de las viejas disposiciones que prohibían a los ministros indianos, algunas de
ellas extensivas a parientes y criados, casarse en el distrito de la Audiencia,
hacer visitas sociales (excepto en casos forzosos), ser padrinos de bautismo
y de matrimonio (ni de los vecinos de ellos), asistir a entierros u otros actos
personalmente sino con el resto de los jueces, mantener relaciones con
negociantes y realizar actividad económica alguna, tener bienes raíces y recibir
dádivas o regalos493. Además de estos y otros preceptos restrictivos, los buenos
salarios y la limitación del tiempo de ejercicio fueron dos aspectos considerados
para impedir los nexos locales, la parcialidad y la venalidad de la justicia494.
De acuerdo con la información de que se dispone, es posible afirmar
que algunas de estas restricciones se cumplieron en el tribunal caraqueño.
Ninguno de los ministros se casó en Caracas495, y en las pocas acusaciones
que se hicieron contra algunos de ellos no se mencionó el incumplimiento
de las medidas que limitaban la participación en actividades económicas y
en adquisición de bienes raíces. No así en cuanto al desarrollo de amistades
y al recibimiento de obsequios que determinaron algunas denuncias,
particularmente las que condujeron a la visita del tribunal en 1804. En cuanto
a los salarios, cabe señalar que la falta de un estudio sobre el costo de vida en
la provincia de Venezuela nos impide precisar si la remuneración percibida
anualmente era suficiente o no para cubrir los gastos de los magistrados.
Además de sus salarios, los ministros recibían también dietas o asignaciones
por ciertas actividades relacionadas con su autoridad judicial fuera de la
jurisdicción de Caracas496. En relación con el tiempo de ejercicio, la Corona

492 Guillermo Lohman Villena: Los ministros de la Audiencia de Lima en el reinado de los Borbones (1700-
1821). Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1974, pp. XXI-XXII.
493 Véanse éstas leyes en la Recopilación…, Libro II, Título XVI.
494 Juan de Solórzano Pereira: op. cit., Tomo IV, pp. 67-68 y 71-72.
495 Antes de venir a Caracas estaban casados Francisco Ignacio Cortines, Antonio López Quintana,
Joaquín Mosquera, José Patricio de Rivera, José Bernardo de Asteguieta, y José Gutiérrez; este
último se trasladó a Caracas con su familia, y Juan Nepomuceno de Pedrosa se casó por poder
con una residente en España.
496 En el primer año de sus gestiones el salario del regente fue de 5.000 pesos, los oidores y el fiscal recibían
3.300. A partir de la reforma de 1788 el salario del regente quedó reducido a 4.300 permaneciendo igual al de
los otros ministros (Véase Tabla 2).
254 Alí Enrique López Bohórquez

fue muy flexible al permitir que ocho de los magistrados duraran entre siete
y veinte años en sus respectivas plazas497, lo cual propició el desarrollo de las
prohibidas relaciones sociales o de enemistades derivadas de alguna decisión
judicial contra ciertos intereses particulares. La mayoría de las acusaciones
se dieron contra la institución en general y fueron escasas las referidas a
corrupción y arbitrariedad de los ministros. Las denuncias sobre estos aspectos
pueden clasificarse de la siguiente manera: 1) las derivadas de conflictos
jurisdiccionales con el presidente-gobernador, 2) las surgidas por decisiones
contrarias a la opinión del Ayuntamiento de Caracas y 3) las resultantes de
las investigaciones de la visita de Joaquín Mosquera y Figueroa.
Los problemas de cohecho, parcialidad y corrupción quedarían mejor
evidenciados en la visita que, entre 1804 y 1809, realizara Joaquín Mosquera
y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas498. Las denuncias de desorden,
venta de la justicia, violación de leyes, conflictos internos y usurpación
jurisdiccional hecha por el gobernador Pedro Carbonell, el Ayuntamiento y
el Real Consulado de Caracas determinaron el inicio de averiguaciones sobre
la conducta de los ministros. El 10 de agosto de 1802 el ministro de Gracia
y Justicia Manuel Antonio caballero solicitó al gobernador Manuel Guevara
Vasconcelos información sobre las circunstancias, edad, capacidad, rectitud
de los magistrados y estado de los pleitos pendientes en el tribunal. El 1 de
diciembre el gobernador rindió un deficiente informe499; por ello, nuevamente
se exigió a Guevara en 1803 que notificara acerca del proceder de los ministros
en cuanto a la administración de justicia, a lo cual respondió el 10 de noviembre
de 1804 considerando que –entre muchas cosas– la actuación de la Audiencia
era correcta y que las representaciones en su contra no tenían fundamento500.

497 Véase Cuadro 3.


498 Nos eximimos de dar una relación amplia sobre la visita, la cual ha sido expuesta en detalles por
Teresa Albornoz de López: op. cit., en cuyo trabajo fundamentamos este aspecto. Debemos señalar
que esta excelente investigación se realizó bajo nuestra tutoría y las acertadas orientaciones del
Dr. Horacio López Guédez.
499 A.G.I. Caracas, 191-Nº 57: Carta del gobernador al ministro de Gracia y Justicia (Caracas, 1 de
diciembre de 1802).
500 A.G.I. Caracas, 166: Carta del gobernador del Consejo de Indias sobre el informe reservado que debía
rendir el gobernador de la Provincia de Venezuela (Madrid, 3 de abril de 1803) y respuesta del capitán
general de Caracas sobre la administración de justicia y conducta de los ministros de la Audiencia
(Caracas 10 de noviembre de 1804).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 255

Las instancias hechas desde 1803 por el fiscal de la Audiencia José


Gutiérrez del Rivero, sobre mal funcionamiento del tribunal e incapacidad
de los oidores y del regente, pondrían de manifiesto que la situación descrita
por Guevara Vasconcelos en su último informe carecía de veracidad501. Las
disputas entre ambos funcionarios y los enfrentamientos del fiscal con los
otros ministros condujeron a decretar la visita de 1804 y a comisionar al virrey
de la Nueva España para que seleccionara al juez que se encargaría de ejecutar
la determinación de Carlos IV. Resultó electo el oidor Mosquera y Figueroa,
quien además de visitador ejercería las funciones de regente interino, ya que
Antonio López Quintana había sido promovido a la regencia de Santa Fe502.
De las averiguaciones realizadas por Mosquera interesan, particularmente,
las que se hicieron sobre el oidor José Bernardo de Asteguieta, quien resultó
comprometido en la corrupción denunciada por el fiscal Gutiérrez del Rivero.
Señaló el visitador que se habían cometido excesos por el oidor D. José Bernardo
Asteguieta, en orden a recibir dinero por sufragar con su voto gastos de justicia
pendientes en la Real Audiencia, cuyos procedimientos le han constituido,
desgraciadamente en tal concepto, que como se deduce que va expuesto con
arreglo a las mismas actuaciones, los que litigan y tienen negocios en el tribunal,
andan dudosos y sobresaltados, recelando cada uno, recíprocamente que su
contrario puede ganar con dádivas el voto de dicho ministro de que dimana
que a su competencia, o se valen de aquellos conductos tan conocidos allí, para
conseguirlo, o se dirigen inmediatamente a hablarle a él mismo, y concertar la
gratificación que se le ha de dar para que vote a su favor, pues todos conocen
su carácter y falta de talento, que le hacen incurrir en estos defectos, y manejarse
en unos términos que le son tan poco decorosos…”503
De los otros ministros, Mosquera expresó lo siguiente: el oidor Miguel
Aurioles también había recibido dádivas en dos oportunidades, por lo que

501 Teresa Albornoz de López: op. cit., pp. 12-19.


502 A.G.I. Caracas, 166: Carta del ministro del Despacho Universal de Indias al virrey de la Nueva España para
participarle la Real Orden de nombramiento del visitador a la Real Audiencia de Caracas (Aranjuez, 20
de mayo de 1804). La Instrucción dada al visitador comprendía: investigación de todos los miembros de
la Real Audiencia, incluyendo al personal subalterno y al regente López, aun cuando estaba promovido a
Santa Fe; abrir averiguaciones orales y secretas de testigos y denunciantes; guardar toda la documentación
pertinente; hacer cargos a los magistrados para determinar el cumplimiento de los deberes y el grado
de participación en sobornos.
503 A.G.I. Caracas, 166: Extractos de documentos enviados por Joaquín Mosquera y Figueroa al
Consejo de Indias, sobre sus actuaciones en juicio de visita, desde el 6 de marzo de 1806 hasta
el 27 de mayo de 1807.
256 Alí Enrique López Bohórquez

no se justificaba el levantamiento de cargos; el oidor Felipe Martínez de


Aragón no estaba incurso en corrupción y gozaba del aprecio público; el
fiscal de Real Hacienda, Francisco Berrío, era un funcionario de acreditado
concepto y bien preparado; en cuanto al fiscal José Gutiérrez del Rivero
verificó con testigos que cuanto había dicho en su contra el gobernador
Guevara Vasconcelos era cierto504. Con relación al regente López, casi al
final de la visita, Mosquera formuló cargos fundamentados en la negligencia
o descuido en el cumplimiento de sus funciones, sin presentar denuncia
alguna sobre corrupción505. Los resultados de la visita revelaron, según
Teresa Albornoz de López, que en la práctica se había institucionalizado la
compra de la justicia, y con tanto arraigo que eran conocidos públicamente
los procedimientos a seguir cuando se requería sobornar a un funcionario
para lograr su voto favorable. Entre los más frecuentemente utilizados, según
los declarantes, estaba el ofrecimiento por anticipado de cualquier tipo de
dádivas, bien fuese oro, dinero o algún producto susceptible de ser negociado
posteriormente por el beneficiario y sin dejar evidencias. Fundamentalmente
cuando se trataba de dinero el monto inicial de la dádiva se iba aumentando
progresivamente hasta el momento de dirimirse el pleito. Para contactar al
magistrado de quien se pretendía ganar el voto, el interesado acudía a un
intermediario que por lo general era una persona acostumbrada a este tipo
de negocios y estaba muy relacionada con el funcionario, especie de gestor,
que también obtenía beneficio por su tramitación. Hubo casos en que el
ofrecimiento inicial de parte del interesado era aceptado de inmediato, en
otros fue preciso renegociar el monto de la dádiva hasta obtener el beneficio
deseado. Hubo también denuncias de casos en que no se llegaba a establecer
ningún compromiso entre las partes porque la cantidad prometida por el
interesado se consideraba insuficiente”506.

504 Ibid.
505 A.G.I. Caracas, 171 (Caracas, 20 de mayo de 1807).
506 Teresa Albornoz de López: op. cit., pp. 42-44. Reproducimos en el Cuadro 6 el resumen hecho
por la autora de las relaciones de corrupción detectadas por el visitador.
Cuadro 6
Relación de información obtenida por el Visitador Joaquín Mosquera y Figueroa sobre la corrupción en la aplicación de la justicia
Nombre de la fuente Monto y Persona Resultado
Nombre de la Motivos del ministros
que proporcionó la tipo Intermediario que otorgó de la
Causa Caso Implicados
información de la dádiva la dádiva sentencia
Relator de la Real
Jesús Durán Audiencia, Domingo 100 pesos de José Melo José Bernardo de Domingo Favorable a
contra Félix Insultos Gil , Domingo plata Navarrete Asteguieta Alvarado Alvarado
Alvarado Alvarado, así como del
padre del procesado
Guillermo Multa de 3.000 Guillermo Alzuru,
de Alzuru Domingo Alzuru, 1.000 pesos Fernando José Bernardo Marcos
pesos por de plata, 6 Sin Registrar
contra Florencio Marcos Alzuru , Asteguieta Alzuru
abigeato onzas de oro Martines
Gómez Fernando Martínes.
Desfavorable
Joaquín y Felipe Paúl
Despojo de una José B. Asteguiera, a los Padrón.
Melchor Padrón el agente de los
haciendo de 1.000 pesos Diego Navarro Felipe Martínez y Sin registrar No hicieron
contra F. C. hermanos Padrón
caña Miguel Aurioles efectiva la
Padrón Juan J. Diepa dádiva
Cancio
10 fanegas
Arcediano de División de her- Domingo Alvarado y José B. Asteguiera y Tovar Favorable a
de cacao, Andrés Ibarra
Francisco Tovar encia y bienes Ramón Maucó Miguel Aurioles Tomás Sanabria
1.000pesos Sanabria
Andrés Gil José Bernardo de
Ignacio Hernández Antonio Antonio Favorable a
contra Antonio Sin registrar 2.000 pesos Asteguieta
Relator Llanos Salamanca Salamanca Salamanca
de Salamanca
Familia Duranes Jose Bernardo de
José María
y el Cabildo de Caridad social Ramón Maucó 1.000 pesos Asteguieta y Miguel Flia. Durán Sin registrar
Arteaga
Barquisimeto Aurioles
N. Guillonet Manuel
contra el Tte. Procurador Remigio Manuel Díaz José Bernardo de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela

Sin registrar Sin precisar Díaz Sin registrar


Nurias D. N. Ochoa Casado Asteguieta Casado
Arcadio
Manuel Alado Manuel
contra Donación de Procurador Ramón Abogado José Bernardo de
Sin precisar Díaz Sin registrar
Rosalía Una casa Maucó Gragirena Asteguieta Casado
Rodríguez
Patricio Saá Sin registrar Plácido Medinilla 200pesos y Manuel Días Casa José Bernardo de Sin registrar Sin registrar
contra Pbro. Patricio Saá dos cargas y Patricio Saá Asteguieta
Juan Rodríguez de añil
257

Fuente: Teresa de Albornoz de López: Una visita a la Real Audiencia de Caracas entre 1804 y 1809, pp.35-36.
258 Alí Enrique López Bohórquez

El visitador remitió los resultados en dos informes del 6 de marzo


y 30 de octubre de 1806, los cuales se elevaron a consulta del Consejo de
Indias el 18 de junio y 26 de octubre del mismo año, dictaminando el Consejo
que dichos informes no podían originar efectos legales, pues Mosquera
no había enviado los cargos exigidos; estos debían ser remitidos con la
mayor brevedad, conjuntamente con las pruebas correspondientes, para
tomar decisión definitiva que diera fin a la visita. A pesar de las denuncias y
averiguaciones formuladas por el visitador, la visita resultó un fracaso, pues
ninguno de los implicados fue sancionado; al contrario, como ya dijimos,
López Quintana fue ratificado en su cargo de Santa Fe; José Bernardo de
Asteguieta fue promovido como regente de Guatemala en mayo de 1806;
Miguel Aurioles continuó en su cargo hasta su fallecimiento en 1809; Felipe
Martínez de Aragón y Francisco Berrío ejercieron hasta el 19 de abril
de 1810. De los tres tipos de acusaciones referidas y sus consecuencias
es posible apreciar dos aspectos: 1) con excepción de la visita, las otras
dos carecieron de pruebas suficientes como para poder sancionarse a los
magistrados, y 2) aún existiendo pruebas, como en el caso de los cargos de
Mosquera contra Asteguieta y López Quintana, no se tomaron las medidas
pertinentes, porque los ministros de la Audiencia constituían un medio para
contener los excesos de las otras instituciones de la administración colonial
y, particularmente, En relación con los gobernadores y el Ayuntamiento
de Caracas. La reacción era lógica, la Audiencia había restringido el poder
de sus atribuciones.
Así, confirmando los planteamientos formulados, Teresa Albornoz
señala que “el proceso de visita no tuvo, en efecto, mayor significación
en la reformulación de la práctica de la justicia, no hubo reestructuración
del tribunal; los resultados de la inspección no fueron coherentes con el
propósito fundamental que motivó al Rey y al Consejo de Indias para
decretarla. En definitiva, todo el proceso que significó la visita a la Real
Audiencia de Caracas, las acusaciones y defensa, los diferentes informes
oficiales y las diligencias de los implicados, no dieron resultado práctico
alguno, el juicio quedó sin efecto;” y agrega que dicha visita proporcionó
al Estado español una importante información sobre el funcionamiento de
la institución colonial de mayor relevancia en la administración de justicia y
gobierno. Permitió ratificar la presencia de situaciones irregulares e injustas
que conspiraban contra el Estado y, a la vez, escapaban a su control, a no
ser que se abocase con toda urgencia a una reforma profunda y urgente de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 259

todo el régimen institucional colonial. Quedó en evidencia la corrupción


de los jueces cuya misión debía garantizar la recta aplicación de las leyes y
de los principios de justicia y bien común. La complejidad del momento
histórico que atraviesa España con respecto a Francia y a sus propias
colonias, a partir de 1808, afectó al Estado español de tal manera que
hubo de influir en el resultado de un proceso penal y disciplinario hasta
paralizarlo totalmente” 507.

507 Ibid., pp. 52-53.


Capítulo V
La Audiencia de Caracas y la defensa de la soberanía monárquica

La Real Audiencia y la propaganda sediciosa extranjera difundida


en Venezuela

La Revolución francesa en España y América

En el transcurso de la dominación española en América, la monarquía


hispánica cuidó de que ideas contrarias a su religión y régimen político-
social fueran introducidas en sus colonias. Inicialmente, evitó que los
dogmas opuestos al catolicismo –islamismo y judaísmo, principalmente– se
extendieran en las tierras recién descubiertas e impidió la venida a las mismas
de sus practicantes. Luego, cuando el movimiento cristiano-protestante
irrumpió en el imperio, el Estado y la Iglesia se preocuparon por mantener
la unidad ideológica mediante la política de la Contrarreforma, que acentuó
la actividad del Tribunal de la Inquisición, incluso en el ámbito americano.
Posteriormente, al producirse la Revolución francesa –que planteaba la
ruptura con el régimen monárquico absolutista– España impuso una especie
de “cordón sanitario” que impidiera su amplia difusión, tanto dentro de
su territorio como en sus posesiones de ultramar. Fueron ellas, pues, tres
situaciones ideológicas contrarias al sistema de ideas religioso-político español,
que si bien pudieron ser controladas dentro de la península, la última de esas
situaciones –la Revolución francesa– generó preocupación en las autoridades
españolas metropolitanas y coloniales, y determinó la implementación de
262 Alí Enrique López Bohórquez

diversos mecanismos para impedir su penetración en América. Ello no evitó


que finalmente sus principios fundamentales se convirtieran en postulados
ideológicos de los proyectos revolucionarios en algunas de las colonias.
El estallido de la Revolución francesa representó para España
un doble problema. En primer lugar, la monarquía debió ajustarse a la
diplomacia europea que le conviniese circunstancialmente, entrando
primero en coalición ideológica con otras naciones opositoras al nuevo
régimen francés y, luego, estratégicamente, aliándose política y militarmente
con los gobiernos que estaban contra Inglaterra. En segundo lugar, debió
impedir la penetración de las ideas revolucionarias cuestionadoras del
sistema monárquico absolutista508. Dilema éste que España fue resolviendo
a través de dos vías: diplomáticamente, para evitar la imposición militar
de Francia y, represivamente, para impedir la entrada de aquellas ideas
que condujeran a la insurgencia interna y a la irrupción de la revolución
en la nación española toda. En cuanto a lo primero, inicialmente España
hizo coalición con Inglaterra, Prusia y Austria para defenderse de posible
expansión del proceso revolucionario de Francia; pero la situación de la
familia real francesa y el proyecto político-social de los dirigentes radicales
condujeron a que Carlos IV declarara la guerra a los republicanos franceses,
declaración acentuada cuando tuvo conocimiento de las decisiones de
la Convención Nacional –entonces el órgano político de la revolución–
de sentenciar a muerte, en 1793, al rey Luis XVI y a su esposa María
Antonieta. La Paz de Basilea (1795) puso fin a la guerra, entrando España
en alianza ofensiva y defensiva con el Directorio francés, primero, y luego
con Napoleón Bonaparte, convertido en Primer Cónsul (1799) frente a
la política guerrerista de Inglaterra. Esta alianza se hizo efectiva hasta
1808, cuando la invasión napoleónica a la península ibérica determinó la
ruptura definitiva509. En relación con lo segundo, si bien la Revolución
francesa contó inicialmente en España con simpatizantes, prontamente
el Estado tomó medidas para impedir la penetración y discusión profusa
de las ideas revolucionarias. El Conde de Floridablanca, primer ministro
español, inició en 1791 una política de control severa y represiva: suspendió

508 Juan Regla Campistol y otros: Introducción a la Historia de España. Barcelona, Editorial Teide, 1977, pp.
495-498.
509 Sobre estos y otros hechos véase George Lefebvre: La Revolución francesa y el Imperio (1787-1815).
México, Fondo de Cultura Económica, 1973, pp. 76-207.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 263

la prensa periódica, prohibió la entrada de libros y ordenó vigilancia


permanente de los franceses residentes en España. El Estado se arrogó
el derecho sobre las ideas ilustradas respecto a su predicación, censura o
supresión. Las teorías contra la Inquisición y la Monarquía representaban
temas prohibidos, por lo que ambas instituciones se empeñaron en una
campaña para perseguir libros, proclamas, periódicos y cuanto papel u
objeto sirvieran para exponerlas o, bien, dieran a conocer la situación de
Francia en los últimos años.
Asimismo, se abolieron las cátedras de derecho público y de
derecho natural en las universidades españolas y se impidió estudiar en
las escuelas francesas. Sin embargo, a pesar de la censura y la propaganda
contra lo que viniera de Francia, en España el proceso revolucionario
encontró algunos intelectuales adeptos, incluso dentro de la propia corte,
como Melchor de Jovellanos, Antonio Cavanilles, Juan Meléndez Valdéz,
los condes de Cabarrús y Campomanes, el Padre José Marchena y en
miembros de las Sociedades de Amigos del País, quienes se esforzaron
por difundir las ideas y noticias provenientes de allende los Pirineos; cosa
que no lograron plenamente, pues más pudo la prédica religiosa contra el
ateísmo y la herejía que, según la Iglesia, representaban las teorías liberales
revolucionarias510. La dualidad manifiesta en España frente a la Revolución
francesa involucraría también a sus posesiones de ultramar. El tratado de
Basilea garantizó a Francia su dominio sobre la isla de Santo Domingo. La
alianza con la República francesa acentuó aún más las acciones bélicas de
Inglaterra contra las naves españolas y sus colonias de América, actitud
aplacada con la cesión de la isla de Trinidad en 1797. Pero si bien el
gobierno español pudo limitar la penetración de las ideas revolucionarias
y evitar que se planteara en la península la ruptura del orden monárquico,
en América ambos hechos cobraron situación particular dada la frecuente
introducción de libros y papeles sediciosos provenientes de Francia o
de sus colonias, actividad ésta acentuada a partir de los movimientos
insurreccionales haitianos.

510 En relación con un pensamiento ilustrado en España, véase Jean Sarraihl: La España Ilustrada de
la segunda mitad del siglo XVIII. México, Fondo de Cultura Económica, 1974, particularmente pp.
155-211.
264 Alí Enrique López Bohórquez

La penetración de las ideas ilustradas y la Revolución francesa en Venezuela

El pensamiento ilustrado europeo y las ideas revolucionarias


francesas tuvieron en Venezuela doble vía de penetración. En forma legal,
a través de la adquisición y lectura de libros por parte de las élites sociales
e intelectuales, así como también mediante la traída de obras por parte de
funcionarios políticos y ministros eclesiásticos. En forma ilegal, mediante
el contrabando de libros de prohibida circulación en América, y por medio
de la introducción de literatura política proveniente de las colonias francesas
e inglesas del Caribe, próximas a las costas venezolanas. Esta segunda vía
encontró amplia receptividad no solamente entre los sectores medios de
blancos criollos y en las desposeídas gentes de color, sino también en el
grupo de los económicamente poderosos. Debe advertirse que acá fue
creciente el interés por los libros y su lectura antes de que surgieran las ideas
ilustradas europeas. El historiador Ildefonso Leal ha demostrado como,
desde el siglo XVII, existía esa tradición, apreciada a través de las bibliotecas
coloniales extendidas en diferentes sitios de las provincias venezolanas.
Según Leal, “un ochenta por ciento de los libros importados desde España
para Venezuela en el siglo XVII se referían a vidas de santos, catecismos,
biblias, sermonarios, breviarios, obras de las variadas ramas de la teología
o gruesos volúmenes que versaban sobre la historia de la iglesia. No es de
extrañar que los libros de carácter religioso demandaran la atención de los
colonos en una época en que el clero controlaba la cultura en todos los
niveles”. Y agrega: “El veinte por ciento restante de los libros importados
se relacionan con disciplinas como la literatura, el derecho, la medicina, la
política, la historia, la geografía, la filosofía, la matemática, etc.” 511 Ese interés
por la lectura continuaría en el siglo XVIII, sólo que ahora se incorporaría

511 Ildefonso Leal: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial. 1633-1767. Caracas, Academia Nacional de
la Historia, 1978 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 132), pp. XLII-XLIII.
La introducción de este trabajo fue publicada en Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1979.
El autor, destacado historiador de la cultura venezolana, presenta en dos volúmenes un catálogo
de las bibliotecas coloniales públicas y privadas más importantes de Caracas y otras ciudades
entre 1633 y 1767, indicando los propietarios y sus contenidos. Sobre este tema, véase también
su discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia: “La Cultura Venezolana en
el Siglo XVIII”, en Discurso de Incorporación 1967-1973. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1980, Tomo V, pp. 169-200; además de diversos artículos sobre bibliotecas y cultura colonial
recogidos en Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978 (BANH. Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela, 37-38).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 265

un nuevo ingrediente: los libros con teorías y doctrinas filosóficas, políticas,


económicas y sociales que caracterizaron la Ilustración europea. Al lado
de los temas y autores leídos en la centuria anterior aparecerán los trabajos
de pensadores ilustrados de España, Francia e Inglaterra. Entre muchos
destacan Benito Jerónimo Feijóo, Diego Torres de Villarroel, Pedro
Rodríguez de Campomanes, Jerónimo de Ustáriz, Barón de Montesquieu,
François Fenelón, Juan Jacobo Rousseau, Noel Antoine Pluche, el abate
Guillermo Tomás Raynal, etc512.
Así, durante la primera mitad del siglo XVIII, y nuevamente
recurrimos a Ildefonso Leal, “es realmente extraordinario porque el país
disfruta de una bonanza económica reflejada en los negocios mercantiles, en
la agricultura, en la ganadería, en todos los aspectos de la vida económica.
Gracias a esta especial circunstancia, los ricos propietarios criollos tienen
mayores oportunidades de viajar, de importar libros, de adquirir incluso
costosos muebles, delicadas porcelanas, valiosas joyas, vistosas lámparas y
toda una serie de objetos para el ornato de sus viejas casonas coloniales”.
Existió, agrega Leal, “una insaciable curiosidad por conocer todo lo
novedoso publicado en España o fuera de ella. Había, repetimos, una
marcada inclinación por ponerse en contacto con las nuevas creaciones
del pensamiento, no obstante las prohibiciones puestas en marcha por
la Corona y la Inquisición para detener la circulación de ciertos libros
acusados de heréticos y sediciosos”513. En la segunda mitad del siglo XVIII
se incrementará el interés por las nuevas ideas, expresado en todos los
aspectos de la cultura: pensamiento, costumbres, moda de vestir, gustos
por el arte, etc.; particularmente en la alta clase criolla amante de las
novedades europeas que contribuirán a la formación de un pensamiento
crítico -sin el abandono definitivo de las viejas tradiciones marcadas por

512 Sobre sus obras véase el citado estudio de Leal: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial.1633-
1767.
513 Ibid., pp. LXXXI-LXXXII. Agrega el autor que uno de los medios de penetración será la Compañía
Guipuzcoana, en las naves que “zarpan del puerto de Cádiz, vienen para Venezuela abultados
cargamentos de libros. Tales libros eran remitidos por algunos agentes comerciales radicados
en Sevilla o Cádiz, o por particulares, o por funcionarios designados por la Corona para ocupar
cargos en la administración de las provincias venezolanas, o por los misioneros que venían a
desarrollar su labor evangelizadora”. Véase también los planteamientos que hace Ramón Basterra,
en relación con la vinculación de las élites venezolanas con el planteamiento ilustrado europeo,
y de éste con la independencia, a través de la Compañía de Caracas, en Los navíos de la ilustración.
Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1954, pp. 32-34, 195-214 y 271.
266 Alí Enrique López Bohórquez

una ascendencia eclesiástica- que, como dice Elías Pino Iturrieta, “señala
la traza de una primera perturbación extensa e importante de la privanza
del antiguo sistema y el avance progresivo y trascendente del ideario de
la modernidad”514; vale decir, la formación de una conciencia del criollo
frente a lo español en cuanto a la dominación, que ha de forjar años
más tarde la ideología de la emancipación, liderizada en 1810 por la rica
aristocracia criolla e intelectuales que encontraron un espacio político
para expresar el ideario europeo, ajustado –hasta donde fue posible– a la
realidad venezolana.
Pero no sólo fueron los libros el medio de difusión del pensamiento
europeo en Venezuela. Estos, por lo general, cargados de teorías, estuvieron
acompañados a finales del siglo XVIII por papeles sediciosos que
pretendían incitar a la independencia, particularmente los que contenían
las ideas revolucionarias francesas, provenientes de las islas antillanas.
Su penetración, por supuesto prohibida, encontró mayor receptividad
en quienes se comprometieron más tempranamente en insurrecciones
(José Leonardo Chirino) o en verdaderos intentos separatistas (José María
España y Manuel Gual). Aquellas ideas también fueron conocidas por los
mantuanos, quienes se aliaron circunstancialmente con las autoridades
coloniales para combatirlas y evitar que sus contenidos estimularan a los
sectores sociales sometidos, aunque más tarde también recurrieron a ellas
para plantear la ruptura definitiva con el orden colonial.
A partir de la Revolución francesa fue más sistemática la persecución
de papeles que planteaban ideas contrarias a los principios políticos y
religiosos de la monarquía hispánica. En el caso de los libros, tal actitud se
restringió a aquellos que el propio Estado español y la Inquisición habían
prohibido515, sólo comprometiendo a sus propietarios en casos de denuncias
por su situación dudosa o de juicios por atentar contra la estructura y razón
del orden monárquico, de lo cual son ejemplo Francisco Isnardi y José María
España. Las autoridades coloniales encontraron más peligrosos los papeles
sediciosos que los propios libros de donde surgieron los planteamientos
fundamentales de aquellos. Los libros contaron con un público, por lo

514 Elías Pino Iturrieta: La Mentalidad Venezolana de la Emancipación (1810-1812). Caracas, Universidad
Central de Venezuela, 1971, p. 27.
515 Sobre los libros dedicados al Nuevo Mundo que no podían circular en América, remitimos a
Ildefonso Leal: Libros y Bibliotecas…, pp. XXXII-XLII.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 267

general selecto y limitado; mientras que los papeles tuvieron una audiencia
más amplia y popular. Por ello, la censura y persecución se acentuó contra
este medio de difusión del pensamiento revolucionario.

La Revolución francesa en el distrito de la Real Audiencia de Caracas

a) La reacción de las autoridades metropolitanas y coloniales contra la difusión


de las ideas revolucionarias

Mucho antes de producirse la Revolución francesa existía en las


autoridades metropolitanas y coloniales preocupación respecto a las
actividades de los extranjeros residentes en América y por la difusión de
libros y papeles que atentaran contra el sistema político-ideológico de
España en sus dominios americanos. Tanto los reyes austriacos como los
borbones dictaron disposiciones destinadas a prohibir la distribución y
discusión de esos impresos, a regular el traslado de extranjeros y a vigilar
la actuación de los residentes. En Venezuela, por ejemplo, en 1784, el
gobernador Manuel González Torres Navarra instruyó a la autoridad de
Coro para que “ reservadamente indague, y descubra con prudencia y eficacia
la introducción por este puerto de algunos extranjeros disfrazados o que
vengan con frívolos pretextos”, ya que supuestamente una nación extranjera
los enviaba a América “ con el fin de sublevar sus naturales”516 Tres años
más tarde, el nuevo gobernador Juan de Guillelmi ordenó al justicia mayor
de Siquisique, Juan Domingo Antía y Lardizabal, que informara sobre la
«conducta y cristiandad» de un individuo llamado don Gerónimo el francés,
denunciado por el párroco de aquel pueblo por prácticas y creencias opuestas
al dogma católico517. De allí que entre las autoridades existía temprano recelo
por los franceses, considerados irreligiosos y de vida libertina.
Los sucesos ocurridos en Francia, desde julio de 1789, acentuaron
la preocupación de la monarquía y sociedad españolas, en razón de que

516 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo XXIX, fol. 198: Comunicación de don
José de Navarrete para el gobernador y capitán general Manuel González, acusando de la suya.
Coro, 9 de abril de 1784. Citado también por William J. Callahan: “La Propaganda, la Sedición y
la Revolución francesa en la Capitanía General de Venezuela, 1789-1796”, en Boletín Histórico, 14
(Caracas, mayo de 1967), pp. 177-205.
517 A.G.N. (Caracas), Intendencia de Ejército y Real Hacienda, Tomo XXV, fol. 14: Carta de Juan Domingo
Antía y Lardizabal al gobernador Juan de Guillelmi. 15 de enero de 1787.
268 Alí Enrique López Bohórquez

la Revolución destruía el antiguo régimen francés y amenazaba con


extenderse a otras partes de Europa y a sus dominios coloniales. El rey
Carlos IV, como ya señalamos, realizó esfuerzos para que esta situación
no ocurriera en España y le inquietaba que la propaganda revolucionaria
pudiera difundirse en sus posesiones americanas. Tal preocupación creció
aún más cuando a través de un informe su Primer ministro, Conde de
Floridablanca, indicaba que el Embajador en París aseguraba que existía
la intención de algunos miembros de la Asamblea Nacional, “y entre ellos
uno llamado Mr. Cotein, que se han propuesto hacer introducir en América
un Manifiesto sedicioso para suscitar a aquellos habitantes por todos los
medios que pueda dar de sí una reducción persuasiva, a sacudir el yugo de
la dominación española siguiendo el ejemplo que les da la Francia, y que
han copiado varios ejemplares que enviarán por todas las vías posibles para
que lleguen los más que sea dable” 518
Por orden del rey, se encomendó al ministro de Guerra y Marina
Antonio Valdés poner en conocimiento de tal situación a las autoridades
coloniales. Así lo hizo el 23 de septiembre de 1789 al dirigirse al gobernador
Juan de Guillelmi, solicitándole que tomara las medidas pertinentes para
impedir la introducción del citado manifiesto en la Provincia de Venezuela.
En iguales términos lo realizó al día siguiente el ministro de Gracia y
Justicia, Antonio Porlier519. La inquietud seguía aumentando al rumorarse
el envío de agentes franceses a distintos lugares de América, asegurando
el Conde de Aranda, nuevo Primer ministro, en 1792, la partida de un tal
Fonley, residente en Martinica, con instrucciones y dinero para incitar al
levantamiento de México520. De estos supuestos agentes fue informado el
gobernador Guillelmi, quien inmediatamente notificó no haber localizado
rastro alguno de Cotein y Fonley, ni de ningún otro emisario francés o inglés,
en su jurisdicción, pero que continuaba haciendo diligencias para impedir
la entrada de propaganda y recomendaba que se retiraran “de esta capital y

518 A.G.N. (Caracas), Reales Ordenes, Tomo X, fols. 140-143: Del ministro de Gracia y Justicia Antonio
Porlier al gobernador Juan de Guillelmi. (Madrid, 24 de septiembre de 1789).
519 Ibid.
520 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo XLIII, fols. 96-97: Informe del gobernador
de la Provincia de Venezuela al ministro de Gracia y Justicia Antonio Porlier. Caracas, 22 de
diciembre de 1792.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 269

provincia varias personas extranjeras que han venido con diferentes motivos,
que en las actuales circunstancias pueden muy bien ser pretexto” 521.
La posibilidad cierta de que el Manifiesto de la Asamblea de
París estuviera circulando en América determinó que las autoridades
metropolitanas solicitaran nuevamente a las coloniales que tomaran todas
las precauciones para detener la introducción y lectura del Manifiesto. En el
oficio del ministro Antonio Valdés al gobernador Pedro Carbonell, del 23
de diciembre de 1793, se aprecia el interés por descubrirlo: “Un asunto de
tanta gravedad exige que Ud. procure por cuantos medios fueren posibles
averiguar los conductos por donde puedan introducirse esos papeles tan
sediciosos y abominables que, además de perturbar la pública tranquilidad,
son diametralmente opuestos a nuestra sagrada religión, fidelidad a nuestro
Augusto Soberano, dignísimo objeto de todos los que tenemos la dicha de
ser sus vasallos, y a las buenas costumbres que en todos los tiempos han
caracterizado a la nación española” 522. Mayor suerte que Guillelmi tendría
Carbonell, pues sus diligencias concluyeron en la ubicación de un ejemplar, a
través de un empleado de la Secretaría de la Gobernación, José Luis Aleado.
El papel sedicioso en cuestión, titulado Extracto del Manifiesto que la Convención
Nacional de París hace a todas las naciones, había sido traducido de una copia
en francés por Juan Javier Arrambide en complicidad con Tomás Cardozo,
boticario de La Guaira; el primero más tarde implicado en la conspiración
de Gual y España. El gobernador actuó con precaución, manteniendo a los
indiciados bajo estricta vigilancia. Ello con la finalidad de que la población
no se enterara de la circulación de propaganda revolucionaria. Las medidas
adoptadas por Carbonell fueron comunicadas al Secretario de Estado del
Despacho Universal de Indias, Duque de Alcudia, el 31 de agosto de 1794,
a quien solicitó, además, la resolución del rey en el caso de Cardozo y
Arrambide. La actuación del gobernador fue aprobada por Carlos IV, según
se informó a Carbonell, por oficio del 17 de noviembre de ese año523.

521 A.G.N. (Caracas), Reales Ordenes, Tomo X, fol. 198-199: Real Orden mediante la cual se aprueban
las diligencias practicadas en esa Provincia para impedir la introducción de papeles sediciosos
por individuos de la Asamblea Nacional, y se dan otras órdenes acerca de la introducción de los
negros fugitivos de colonias extranjeras. (Aranjuez, 17 de mayo de 1790).
522 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Volumen I, p. 327.
523Ibid., pp. 329-330. A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo LII, fol. 94.
270 Alí Enrique López Bohórquez

En Caracas, Coro y obispos se descubrieron diversas copias de un


papel, que si bien se refería a problemas administrativos, incluía la abolición
de la esclavitud. Se trataba de la Instrucción que debe servir de regla al agente
interino del gobierno francés destinado a la parte española de la isla de Santo Domingo.
Eran las instrucciones que el gobierno del Directorio daba al encargado
de la administración de dicha isla, para mejor control del territorio bajo su
jurisdicción524. Si bien este papel era moderado, uno que comenzaba diciendo
Después de las noticias recibidas yo me lisonjeo, también dirigido al agente francés de
Santo Domingo, trataba de una apología a la Revolución francesa y criticaba
contundentemente a la monarquía española525. Apareció también una copia
de la Carta encíclica de muchos obispos de Francia a sus hermanos los demás obispos,
con fecha de 1792, acompañada de una carta del 19 de octubre de 1795
del obispo de Blois y miembro de la iglesia constitucional francesa Henri-
Baptiste Grégoire, quien atacaba severamente la Inquisición y auspiciaba
la tolerancia religiosa en España y sus colonias. Esta carta, descubierta
en 1796, penetró en Venezuela posiblemente por vía de Santo Domingo.
Inmediatamente, Carbonell ordenó a los gobernadores de Maracaibo,
Guayana, Barinas, Margarita, a los Comandantes de Puerto Cabello y al
teniente de Coro, que se apoderaran de los ejemplares descubiertos de
dichos papeles526.
Cabe destacar la recomendación que siempre hacía el gobernador
a las autoridades subalternas, de actuar con cuidado “en las providencias
acordadas han sido constante pulso, sigilo y precaución, que nada ha

524 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo LIX, fol. 224: Copia de circular para varios
gobernadores, para que recojan varios papeles venidos de Santo Domingo contra el gobierno
español y sus principios (Caracas, 21 de agosto de 1796); fol. 235: Copia de comunicación del
gobernador Carbonell al Príncipe de la Paz, para remitir copia de un papel que repartió el agente
del Gobierno francés en la isla de Santo Domingo (Caracas, 23 de agosto de 1796); fols 237-249:
Copia de algunos papeles sediciosos, entre ellos las instrucciones que deben servir de regla al agente
interino del gobierno francés destinado a la parte española de Santo Domingo (Caracas, 23 de
agosto de 1796); fol. 270: Circular para varias personas del clero para que impidan la circulación
de papeles venidos de Santo Domingo (Caracas, 31 de agosto de 1796).
525 Ibid., fols. 240-244.
526 Ibid., Tomo LVIII, fol. 308; Tomo LIX, fols. 233-236; fol. 314: Minuta para el comandante de
Barinas del gobernador Carbonell, avisando recibo de las copias de la instrucción del agente
particular interino francés, recogidas en el pueblo de obispos (Caracas, 27 de septiembre de 1796);
fol. 334: Comunicación de Juan Valdéz de Garza al gobernador Carbonell informándole que
solicitara los dos papeles titulados “Encíclica del clero de Francia” e “Instrucción a los moradores
de la isla de Santo Domingo”. (Margarita, 1 de Octubre de 1796).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 271

penetrado al público”527. Es decir, existía interés en las autoridades para que


la persecución de los papeles no creara el deseo en la población por la lectura
de los mismos. Hasta donde las fuentes permiten conocer el problema,
podemos decir que la política seguida tuvo mucha efectividad, primero por
la localización de algunos papeles en distintos lugares y, segundo, por las
limitadas expresiones de adhesión venezolana a las máximas revolucionarias
francesas, derivadas de la lectura y discusión de dichos papeles. Igual
preocupación existió En relación con la difusión y lectura de periódicos y
gacetas que llegaban a Venezuela, procedentes de las colonias extranjeras
cercanas a las costas venezolanas, de la isla de Trinidad y de España. Ello
incrementó la vigilancia por parte de las autoridades españolas, actividad
extensiva a la introducción de pinturas, relojes, monedas, cajas de rapé,
medallas y cuanto objeto hiciera alusión a la Revolución francesa528. Esto
último resultaba difícil para las autoridades de los puertos, y así lo notificaron
los funcionarios de la Real Hacienda de La Guaira al intendente Esteban
Fernández de León, el 5 de julio de 1792, debido a que tenían que revisar
mercaderías certificadas en los puertos españoles y sin la sospecha de que los
cajones que las contenían hubieran sido violentados, señalando además que
resultaba muy difícil controlar el contrabando, vía por la cual seguramente
se introducían aquellos objetos529.
Otro problema considerado por las autoridades coloniales fue la
residencia de extranjeros en territorio venezolano, potenciales agentes
difusores de papeles y pasquines que se referían a la revolución de Francia
y al fermento revolucionario existente en las islas del Caribe. La vigilancia
de los extranjeros fue reservada particularmente a los Tenientes justicia
mayor, representantes locales del gobernador, con instrucciones de “indagar
quiénes son, la vida y costumbre de cada uno, el ejercicio u ocupación que
tengan y hayan tenido desde su ingreso en esa jurisdicción, los motivos de
su venida”, y si habían “esparcido en conversación o por escrito especies
perjudiciales o de algún modo sospechosas”. Advirtiéndoseles, además,
que los extranjeros que no pudieran presentar sus cartas de naturalización

527 Ibid., Tomo LIX, fols. 233.


528 Ibid., Tomo XLIII, fol. 96. William J. Callahan: op. cit., pp. 184-185.
529 A.G.N. (Caracas), Intendencia de Ejército y Real Hacienda, Tomo LXXVII, fol. 164: Carta de los
ministros de la Real Hacienda de La Guaira al intendente del 5 de julio de 1792.
272 Alí Enrique López Bohórquez

para venir a América debían ser remitidos a Caracas. Estas instrucciones


dadas por el gobernador Juan de Guillelmi a algunos tenientes de Justicia
Mayor, el 17 de marzo de 1792530, confirmaban su decisión de dos años
atrás, cuando en carta dirigida al ministro Antonio Porlier, le señalaba que
entre las varias medidas tomadas para combatir la difusión de las ideas
revolucionarias, había mandado “que se retiren de esta capital y provincia
personas extranjeras que han venido con diferentes motivos que en las
actuales circunstancias pueden muy bien ser pretexto” 531
Hubo excesos en el cumplimiento de la orden del gobernador,
pues se denunció incluso a vizcaínos e isleños, considerados por ciertos
tenientes como extranjeros, y se detectaron algunos con las características
de la referida orden de Guillelmi. La misma había sido remitida al teniente
justicia mayor de El Tocuyo, quien contestó al gobernador informando
que investigaba al médico francés de aquella localidad, Pedro Deo, para
confirmar su actitud contra el Estado según el espíritu revolucionario de la
Francia de entonces. La denuncia no prosperó, pues el médico fue nombrado
para ejercer en Valencia en 1794532. Este año, en Guanare, otro médico
francés, Víctor Droin, resultó ser fervoroso partidario de la Revolución, al
manifestar públicamente que los franceses revolucionarios “hicieron bien”
al ejecutar a Luis XVI, y vertió opiniones sobre la guerra de entonces entre
Francia y España. Las noticias de la actitud del médico Droin llegaron
hasta Caracas, y se comunicó a las autoridades españolas al respecto. La
Audiencia emitió una real provisión, el 12 de junio de 1794, dirigida al alcalde
Ordinario de Guanare para que siguiera los autos correspondientes a Droin.
El 23 de marzo de 1795, el rey Carlos IV dispuso por Real Cédula que el
médico francés fuera trasladado a España, con la advertencia, además, a las
autoridades locales para que mantuvieran “el mayor celo y vigilancia en la
más exacta observancia de lo prevenido en las leyes de esos dominios contra
los extranjeros, y especialmente los de la Nación francesa, que sin cartas de

530 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo XLVII, fol. 68: Orden del gobernador
Juan de Guillelmi a los Tenientes de Coro, Paraguaná, San Luis, Casigua, Río del Tocuyo (Caracas,
17 de marzo de 1792).
531 Ibid., Tomo XLIII, fol. 96: Carta del gobernador Guillelmi al ministro de Gracia y Justicia Antonio
Porlier (Caracas, 22 de diciembre de 1790).
532 Ibid., Tomo XLVII, fol. 50: Orden del gobernador Juan de Guillelmi al teniente justicia mayor de
El Tocuyo (Caracas, 7 de marzo de 1792). William J. Callahan: op. cit., p. 180.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 273

naturaleza, ni licencia real se hallasen en ellos, o se hiciesen sospechosos


por su conducta, operaciones, conversaciones peligrosas o seductivas de
esos mis fieles vasallos”533.
El francés Francisco Combret también fue víctima de la vigilancia
de las autoridades coloniales. El 3 de noviembre de 1794, el gobernador
Pedro Carbonell ordenó al sargento mayor del Batallón de Milicias de
Maracay, Francisco de Albuquerque, para que conjuntamente con el
teniente justicia mayor de aquella localidad procedieran a allanar la casa
de Combret, reducirlo a prisión, remitirlo debidamente custodiado a
Caracas, junto con los libros, papeles, impresos y manuscritos que le
pertenecieran. La comisión fue cumplida, y a Combret le embargaron sus
bienes, los cuales fueron rematados para satisfacer los gastos ocasionados
al sargento Albuquerque y al teniente justicia mayor534. Se desconoce el
destino de Combret, pero la investigación se utilizó también para conocer
si en aquel lugar había personas adictas a los papeles descubiertos al
francés, lo cual ocasionó inconvenientes a muchos de los habitantes de
Maracay. Las indagaciones contra extranjeros también se hicieron fuera
de la Provincia de Venezuela. Así, el 9 de septiembre de 1793 se ordenó al
gobernador de la Provincia de Cumaná que hiciera salir para Trinidad en
el término de tres días, sin pretexto alguno, al francés Antonio Artemán,
residente en aquella isla, pues se tenía constancia de que estaba imbuido de
“detestables máximas” revolucionarias535. También españoles fueron objeto
de medidas investigativas. En 1792 el gobernador Juan de Guillelmi ordenó
la detención de Fernando Ribas, quien se hacía pasar por italiano, por estar
comprometido en pláticas sediciosas con vecinos de San Carlos. Ribas fue
remitido a Puerto Cabello bajo estricta vigilancia, para su envío a España en
el primer buque que zarpara a la península, a fin de que fuera juzgado como

533 A.G.N. (Caracas), Reales Provisiones, Tomo VI, fols. 351-355: real provisión al alcalde Ordinario de
Segunda Elección de la ciudad de Guanare, para que en los autos seguidos contra don Victorio
Droin, por las palabras injuriosas que se dice vertió contra las personas reales de Francia, cumpla
lo que se le previene conforme a lo mandado (Caracas, 12 de junio de 1794).
534 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo LII, fols. 30-33: Carta del gobernador
Carbonell al sargento mayor Francisco de Albuquerque (Caracas, 3 de noviembre de 1794).
535 Ibid., Tomo XLIX, fol. 213: Al gobernador de Cumaná ordenándole la salida de esa provincia de
don Antonio Artemán (Caracas, 9 de septiembre de 1793).
274 Alí Enrique López Bohórquez

hombre peligroso para la monarquía española536. Al comerciante Santiago


Albi, natural de San Sebastián, se le comprobó la responsabilidad de haber
prendido fuegos artificiales, celebrando la caída de San Sebastián en manos
de los franceses. El gobernador Carbonell ordenó la detención de Albi y
su traslado a La Guaira para su remisión a España cuanto antes, lo cual
notificó en enero de 1795 al Duque de Alcudia, Secretario del Despacho
Universal del Estado537.
Las gentes de color, y particularmente los pardos, no escaparon a la
vigilancia de las autoridades coloniales, pues eran considerados hombres
susceptibles de recibir y propagar las máximas de igualdad y libertad de
la Revolución francesa. Entre los distintos casos descubiertos destaca el
del pardo Juan Bautista Olivares: residente en Caracas, músico, aspirante
a ingresar al sacerdocio, poseedor de una “numerosa librería”, con mucha
ascendencia entre su gente, y a quien se le acusó en enero de 1795 de quejarse
públicamente de la desigualdad entre los de su clase y los blancos538. Sin
formalidad de proceso, Olivares fue detenido y enviado a La Guaira para
ser remitido a España en calidad de reo de Estado, considerado de “mucha
peligrosidad”, por lo que el gobernador Pedro Carbonell recomendaba, el 16
de enero de 1795, que se le mantuviera con mucha seguridad y privado de
comunicación para ser embarcado a la mayor brevedad. En efecto, Olivares
fue trasladado a Cádiz a mediados de febrero539. Pero para sorpresa de las
autoridades en Venezuela, el Consejo de Indias resolvió, el 6 de octubre,
que se le pusiera en libertad y que regresara a Caracas, con la determinación
de que el gobernador le hiciera los “apercebimientos” de no continuar con

536 Ibid., Tomo XLVII, fol. 107: Orden del gobernador Juan de Guillelmi al teniente justicia mayor
de San Carlos (Caracas, 19 de abril de 1792); fol. 117: Carta del gobernador al Conde de Aranda
(Caracas, 24 de abril de 1792); fols. 108 y 135: Comunicación del gobernador al Comandante de
Puerto Cabello (Caracas, 19 de abril de 1792).
537 Ibid., Tomo LIII, fol. 323: Carta del gobernador Carbonell al Secretario del Despacho Universal
del Estado (Caracas, 13 de enero de 1795).
538 Algunos documentos del expediente de Juan Bautista Olivares se publicaron en “Propaganda
revolucionaria en los últimos años de la colonia”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia,
232 (Caracas, octubre-diciembre de 1975), pp. 797-803. Las referencias que hacemos se toman
de estos documentos y de otros que citamos debidamente. Para ampliar conocimientos sobre el
caso de Olivares véase el ilustrativo y detallado trabajo, antes citado, de J. William Callahan, pp.
197-200.
539 A.G.N. (Caracas) Gobernación y Capitanía General, Tomo LIV, fol. 120: Nota del gobernador al
comandante de La Guaira para el embarco de Olivares. (Caracas, 14 de febrero de 1795).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 275

la práctica de difundir las “detestables máximas” de igualdad y libertad.


Carbonell protestó la decisión, advirtiendo que la presencia de Olivares en
la ciudad sería “muy perjudicial y nociva” y “un veneno pestilencial, cuyo
contagio infeccionaría muy fácilmente a los de su color”540. Sin embargo,
Olivares regresó prontamente a Caracas.
¿Qué motivó esta decisión del Consejo de Indias? Al parecer fue un
problema de procedimiento judicial, pero en todo caso era más importante
lo que el pardo Olivares significaba para las gentes de color, cuando aspiraba
incluso a ingresar a la orden sacerdotal. Las autoridades eclesiásticas se
opusieron a ello, argumentando que era pardo, lo que iba “contra del derecho
positivo, …como también perniciosísima a la paz pública, capaz de suscitar
escándalos, ofensiva a los oídos píos y contraria a los designios de Dios,
de la Iglesia, y del rey”541 y el propio vicario General de la Diócesis señaló
que la petición se negaba, en atención “… a la osadía y atrevimiento con
que se produce profiriendo expresiones demasiado libres, poco decorosas
a todo el Estado eclesiástico, ofensivas a las sabias disposiciones canónicas
y reales, y manifestando en ellas su orgullo, altivez y genio dispuesto a
conmover los ánimos”542. Tales opiniones determinaron que la Junta de
Guerra de 1795, de la cual hablaremos seguidamente, considerara a Olivares
un pardo sedicioso, con un “espíritu de soberbia capaz de animar a los
de su clase a sacudir el yugo de obediencia y vasallaje”543. Se evidencia en
la documentación que no había pruebas contundentes de que Olivares
estuviera involucrado con la propaganda revolucionaria. Se trataba de un
problema social. Su pecado era ser pardo y aspirar a ingresar al sacerdocio.
Aún más, compartimos con Callahan la idea de que la decisión del Consejo
de Indias se vinculaba con la política de la Real Cédula de Gracias al Sacar,
puesta en vigencia el 10 de febrero de 1795, que dispensaba la condición

540 Ibid., Tomo LIX, fols. 233-234: Carta del gobernador al Príncipe de la Paz comunicando haber
recibido la orden de libertad de Juan Bautista Olivares (Caracas, 23 de agosto de 1796). Incluida
también en “Propaganda revolucionaria…”, pp. 797-798.
541 Citado por J. William Callahan: op. cit., p. 198.
542 Ibid., pp. 198-199.
543 El acta de la Junta de guerra de 1795 fue publicada bajo el título de “Las Autoridades Coloniales
Venezolanas ante la Propaganda Revolucionaria en 1795”, Boletín del Archivo Nacional, 126. (Caracas,
enero-febrero de 1945), pp. 67-72.
276 Alí Enrique López Bohórquez

de pardo y daba acceso a privilegios de los blancos544. El incremento de


hechos relacionados con la propaganda revolucionaria entre 1792 y 1795, y
particularmente los casos de Santiago Albi y Juan Bautista Olivares, motivó
la idea de constituir una Junta de Guerra, la cual se reunió entre el 13 y el
15 de enero de 1795. La Junta, integrada por el obispo, el gobernador y
capitán general, el intendente de Ejército y Real Hacienda, los ministros de
la Real Audiencia y el teniente de gobernador. Estos evaluaron la situación
de los prisioneros franceses que se encontraban en La Guaira, el problema
de los emigrados franceses residentes en Puerto Cabello, la difusión de
papeles emanados de la Convención Nacional de París y otros documentos
propagadores de las ideas revolucionarias, el conocimiento y la discusión
de los mismos en Venezuela, especialmente por las gentes de color, y la
captura de algunos extranjeros y españoles difusores o simpatizantes de la
Revolución francesa545.
Todo ello determinó que la Junta levantara un acta resumiendo dichos
aspectos y acordara, unánimemente, la conveniencia de tomar algunas
precauciones y medidas orientadas a garantizar la seguridad de la colonia.
Catorce disposiciones que incluían reorganización militar fundamentalmente
en Puerto Cabello y La Guaira; sistema de rondas y patrullas permanentes
en la ciudad; concentración de pertrechos militares; recolección de parte de
las armas de los cuarteles de mulatos, negros y blancos; aplicación de un
bando de buen gobierno prohibiendo el uso de armas por los particulares;
establecimiento definitivo de los alcaldes de Barrio para vigilar la población
y actuar como magistrados públicos; adquisición de armas en colonias
vecinas y el envío de parte de ellas a Santo Domingo; detención inmediata de
polizones que llegaran a los puertos; ampliación de la cárcel de corrección;
y pronto reconocimiento de las casas sospechosas y captura de papeles
sediciosos546. Variada gama de medidas preventivas, aunque la situación no
era tan alarmante, como bien lo reconocía la propia Junta de Guerra al señalar
que no se había “descubierto algún congreso que sea centro de las malas
ideas y proposiciones que se dejan percibir de los hechos insinuados”547.

544 William Callahan: op. cit., p. 199.


545 “Las Autoridades Coloniales…”, pp. 65-68.
546 Ibid., pp. 69-71.
547 Ibid., p. 68.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 277

En efecto, hasta entonces, los casos detectados no tenían conexión alguna,


excepto el conocimiento y difusión del mismo ideario político.
Aunque no son objeto específico de este trabajo, debemos señalar
brevemente otros hechos que debieron enfrentar las autoridades coloniales.
Los sucesos ocurridos en Santo Domingo, Martinica y Guadalupe en 1790
originaron también problemas, particularmente a los gobernadores y capitanes
generales de Trinidad, Cumaná, Margarita y Venezuela: la emigración de los
franceses residentes en aquellas islas, el traslado de prisioneros franceses
a las cárceles venezolanas y la fuga de negros esclavos procedentes de
colonias extranjeras, conocedores de las ideas de “libertad e igualdad”
propiciadas por la Revolución francesa548. Los efectos de la presencia de
estos, muy particularmente, parece que no tuvieron mucha trascendencia,
pues los emigrados y prisioneros fueron sometidos a estricta vigilancia y
reducidos fundamentalmente a Puerto Cabello y La Guaira. El contacto de
los mismos con la población también fue limitado, aunque hubo siempre
inquietud y preocupación por su estadía, tanto que el gobernador Carbonell
recelaba de emigrados y prisioneros, a pesar de las medidas tomadas549. De
manera que hasta 1796, ninguna situación relacionada con la introducción
del pensamiento revolucionario puede atribuírseles. Y si al año siguiente se
descubre la conspiración de Gual y España en La Guaira, es preciso indicar que
la misma estuvo vinculada con prisioneros españoles y no con los de origen
francés. En cuanto a los negros esclavos fugados de las colonias extranjeras
y refugiados en Venezuela, tampoco está clara su influencia en la población
esclava de esta provincia. Se suspendió la ley que daba libertad a los esclavos
de aquellas colonias que se trasladaran voluntariamente a nuestro territorio,
particularmente los que habían vivido durante cierto tiempo en las posesiones
francesas del Caribe550. Asimismo, se ha identificado la insurrección de José
Leonardo Chirino en la serranía de Coro en 1795 con los esclavos imbuidos
del movimiento libertario e igualitario de Haití, pero se duda de tal influencia,
cuestión sobre la cual disertaremos más adelante.

548 Para ampliar sobre estos aspectos véase William Callahan: op. cit., pp. 188-196 y 200-202, y Ángel
Sanz Tapia: Los Militares Emigrados y los Prisioneros franceses en Venezuela durante la Guerra contra la
Revolución. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1977, pp. 53-66, 90-254.
549 William Callahan: op. cit., p. 194.
550 Ibid., pp. 200-201.
278 Alí Enrique López Bohórquez

Lo cierto es que a partir de 1789 existió permanente preocupación


porque el ideario revolucionario no penetrara en las mentes de los pobladores
venezolanos y generara trastorno social en la colonia. Cuando pudieron
detectarse simpatizantes o difusores de papeles sediciosos, se trabajó
diligentemente para levantar la sumaria, llevar a prisión a los responsables
y enviarlos de inmediato a España, a veces bajo simples sospechas y con
escasos argumentos probatorios de responsabilidad. En casos más graves, el
proceso fue abreviado y la sentencia de muerte fue garantía de la extirpación
de futura agitación social. Correspondió a gobernadores y a sus tenientes de
justicia mayor hacer las investigaciones correspondientes, autorizando incluso
a particulares para colaborar en la localización de papeles y libros contrarios
al sistema monárquico y a la religión católica; mientras que a la Real Audiencia
correspondió intervenir directamente en las causas de relevancia, procesando
y sentenciando a los indiciados, como veremos seguidamente.

b) La actuación directa de la Real Audiencia de Caracas

La actuación directa de la Real Audiencia de Caracas frente a los


efectos de la Revolución francesa, sus implicaciones en Santo Domingo,
Martinica y Guadalupe, y la difusión del ideario revolucionario en su
distrito, puede apreciarse a través de diversas circunstancias. La magistratura
caraqueña transmitió, mediante reales provisiones, las órdenes emanadas del
rey y sus ministros para exigir la vigilancia de la expansión del pensamiento
revolucionario francés, y de extranjeros, españoles y americanos interesados
en conocer, discutir y difundir las máximas sobre “libertad, igualdad y
fraternidad”. El tribunal colaboró con los gobernadores en sus gestiones
para dar cumplimiento a tales órdenes y le correspondió, fundamentalmente,
juzgar y sentenciar los casos de mayor gravedad. La legislación indiana
otorgaba a los fiscales de las reales audiencias la facultad de ser censores
regios y, como tales, encargados de conocer sobre los escritos que se leían
en conventos, escuelas de religiosos y universidades, a fin de evitar que
los mismos fueran contrarios a los principios ideológicos y políticos de
la monarquía. La Revolución francesa, la posterior guerra entre España
y Francia y la difusión de papeles sediciosos provenientes de Europa y
de las colonias extranjeras caribeñas próximas a las costas venezolanas,
pondrían a los ministros de la Audiencia de Caracas, así como al resto de las
autoridades coloniales, en estado de alerta, en disposición de trabajar en pro
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 279

de la defensa de la soberanía española y para mantener el orden, exhortando


a las autoridades políticas, militares y eclesiásticas de las provincias que
formaban parte de su jurisdicción, a denunciar todo lo que representara
posibilidad de contagio de las “detestables máximas” de libertad e igualdad
de los nuevos postulados políticos.
Así, por ejemplo, la Real Audiencia formó parte de las distintas
juntas de autoridades que buscaban resolver el problema de los emigrados
y prisioneros franceses en los puertos de La Guaira y Puerto Cabello551.
Asimismo, resolvió en varios acuerdos aconsejar a su presidente, el
gobernador Pedro Carbonell, que tomase las precauciones necesarias
para apoderarse de la referida “Instrucción que debe servir de Regla al
agente Interino Francés”, advirtiéndole además la necesidad de actuar
con sigilo para no crear el menor recelo entre la población552. En cuanto
a su particular atribución de administrar justicia, la Real Audiencia de
Caracas fue la encargada de levantar los sumarios –por comisionados
especiales, gobernadores o directamente por sus ministros–, evacuar las
pruebas presentadas y hacer ajusticiar a quienes se responsabilizó de
insurreccionarse, conspirar o estar indiciados de propiciar la rebelión de la
población venezolana. En efecto, los jueces de la magistratura caraqueña
realizaron tales procedimientos en los asuntos de mayor importancia, pues
los gobernadores –como ya señalamos– cumplieron la tarea de apresar a
los sospechosos de difundir ideas revolucionarias y remitirlos a España, sin
la intervención, en muchos casos, de la Real Audiencia. Así, destacan cinco
Causas de Infidencia 553 –como se llamaba a los actos contra la soberanía

551 A.G.N. (Caracas), Reales Provisiones, Tomo L, fols. 192-198: La Real Audiencia dispone constituir
una junta entre las personas de mayor dignidad, integridad y celo, al servicio de su majestad, con
motivo del arribo a La Guaira y Caracas de los franceses prisioneros y emigrados, para evitar las
turbulencias que puedan tener efecto en las provincias de su distrito, lo que hace saber al señor
gobernador y capitán general (Caracas, 30 de noviembre de 1793).
552 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo LVIII, fols. 275-277: Real acuerdo de la Audiencia
de Caracas del 19 de mayo de 1796; y “acuerdo de la Audiencia del 24 de agosto de 1797” en Documentos
Relativos a la Revolución de Gual y España. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949,
pp. 81-85.
553 En la terminología jurídica de la época se denominaba Causa de Infidencia a los procesos seguidos
contra los ciudadanos que se levantaban en armas o realizaban actos de hostilidad y desobediencia
contra la autoridad real; en fin, cualquier acción que se planteara cambiar el orden colonial. Según
la documentación existente en el Archivo General de la Nación, antes de 1810 no fueron muchos
los procesos de esta naturaleza seguidos por la Real Audiencia de Caracas. Es a partir de la guerra
de independencia cuando cobran mayor relevancia e incremento.
280 Alí Enrique López Bohórquez

de la monarquía española– en las que actuarían los magistrados de Caracas.


De orígenes distintos, tuvieron resultados también distintos, pero todos
presentaron un elemento común: la necesidad de erradicar la posibilidad
de que se lograran los respectivos propósitos. El temor llevó a los ministros
del tribunal a dictar sentencias de destierro, de encarcelamiento o de muerte
contra los implicados. Nos referimos a la insurrección de José Leonardo
Chirino, la conspiración de Gual y España, el supuesto complot de Francisco
Javier Pirela, la conjuración de los mantuanos y el juicio contra Francisco
Isnardi, sobre los cuales nos referiremos más adelante.

c) Efectividad de las acciones contra la difusión de las ideas de la Revolución


francesa en Venezuela

Aunque se trata de una acción conjunta, es posible hacer distinciones


entre los mecanismos implementados por la Audiencia de Caracas y por los
gobernadores de Venezuela entre 1789 y 1803, dada la naturaleza de sus
propias funciones. Los gobernadores y capitanes generales Juan de Guillelmi,
Pedro Carbonell y Manuel Guevara Vasconcelos, cumpliendo las órdenes
emanadas del rey y sus ministros, se dedicaron a través de funcionarios bajo su
jurisdicción a detectar la distribución de papeles sediciosos y de reuniones para
su discusión. Para ello se desarrolló una política de vigilancia de los extranjeros,
cualquiera fuera su origen, y de venezolanos con actitudes sospechosas. Esa
política dio como resultado la localización de papeles contentivos de ideas
contrarias al régimen monárquico, y de individuos implicados en su difusión.
Entre esos papeles destacaron el Extracto del Manifiesto que la Convención Nacional
de París hace a todas las Naciones y los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En
la preocupación por ubicar impresos sediciosos se cometieron excesos,
incriminándose muchas veces a personas que no tenían vinculación alguna
con dichos papeles, tal como se indicó en páginas precedentes.
En cuanto a la Real Audiencia se refiere, cumpliendo su función de
administrar justicia y asesorar a su presidente, fue ella instrumento eficaz para
llevar adelante los juicios a quienes atentaran contra la autoridad y regalías de
la monarquía española mediante doctrinas expuestas en libros de pensamiento
ilustrado o en papeles sediciosos, que contribuyeran a la formación de ideas
anti monárquicas y revolucionarias tendientes a la independencia. La censura
y la persecución de esas ideas estuvieron presentes en las actividades de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 281

los ministros del tribunal caraqueño, particularmente durante la década


siguiente al estallido de la Revolución en Francia y ante las revueltas de negros
en Santo Domingo, Martinica y Guadalupe. Así, la actuación de la Real
Audiencia de Caracas se aprecia en tres sentidos: a) localización de libros y
papeles sediciosos; b) persecución de extranjeros y/o venezolanos indiciados
de poseer, distribuir o discutir ideas revolucionarias; y c) enjuiciamiento
de individuos implicados en insurrecciones, conspiraciones, o acusados
de posesión de libros y papeles; algunos de ellos fueron sentenciados y
ejecutados (José Leonardo Chirino y José María España), mientras que
otros fueron desterrados del territorio americano (Francisco Javier Pirela,
Francisco Isnardi y Antonio Fernández de León), o bien encarcelados en
prisiones venezolanas (personas involucradas en la conspiración de Gual
y España) sino simplemente amonestados y confinados a sus propiedades
rurales (implicados en la conjuración de los mantuanos de Caracas).
El grado de eficacia de las políticas implementadas por los
gobernadores y la Real Audiencia puede calificarse de dos maneras: a)
fueron efectivas, por cuanto lograron detectar la existencia de libros y
papeles sediciosos; fueron también el medio de enfrentar las insurgencias
y descubrir conspiraciones de clara tendencia revolucionaria bajo influencia
francesa y la maduración del proyecto, independientemente de su origen
étnico-social; b) esas políticas fueron ineficaces, en otro sentido, ya que
los mantuanos de Caracas –quienes se aliaron circunstancialmente con las
autoridades coloniales para combatir las insurrecciones y conspiraciones, y
evitar el contagio definitivo de los sectores sociales sometidos–, aceptaron
y recurrieron a aquellas ideas propuestas por los intelectuales teóricos
de la independencia, quienes hasta 1808 no entrarían bajo sospecha del
gobernador y de la Real Audiencia de Caracas, muy particularmente de su
regente-visitador.

La audiencia y la reacción de diferentes sectores de la sociedad


venezolana al poder español: la opinión de la aristocracia criolla

La insurrección de José Leonardo Chirino (1795)

En la historiografía venezolana existen dos corrientes que consideran


la insurrección de José Leonardo Chirino desde perspectivas distintas.
282 Alí Enrique López Bohórquez

A partir del estudio de Pedro Manuel Arcaya554, se concibió a dicha


insurrección como pre-independentista, inspirada en las revoluciones
francesa y haitiana, que pretendía formar una “República y aplicar la Ley
de los franceses”, que –simultáneamente– buscaba la exoneración de
impuestos y tributos, la liberación de los negros esclavos y la eliminación
de la explotación de los indígenas. Más recientemente, Ramón Aizpurua
ha analizado el levantamiento como un movimiento social-reivindicativo y
no como pre-emancipador555. No pretendemos discutir aquí tal dualidad de
criterios para interpretar el hecho, sino basarnos en los testimonios de las
autoridades coloniales de Coro y Caracas, para evidenciar la consideración
que dieron a la insurrección de los negros de la serranía coriana en 1795,
comandada por José Leonardo Chirino, así como la actitud de la Audiencia
contra sus principales responsables556.
La insurrección de los negros esclavos, libres e indios, que estalló en
la hacienda Las Macanillas del Valle de Curimagua, el 10 de mayo de 1795,
contó inicialmente –según Arcaya, Federico Brito Figueroa y Eleazar Córdova
Bello–557 con el liderazgo de un negro loango llamado José Caridad González,
quien supuestamente fue el “ideólogo” del levantamiento, pues transmitiría
a José Leonardo las ideas revolucionarias francesas y le informaría acerca
de las rebeliones de los negros de Haití, hecho este que ha sido negado
por Ramón Aizpurua en su citado artículo. Desde la referida hacienda, la
insurrección se extendió rápidamente por toda la serranía, incorporándose
quienes se sentían identificados con la sublevación, pretendiendo luego

554 Pedro Manuel Arcaya: Insurrección de los negros esclavos de la serranía de Coro. Caracas, Instituto
Panamericano de Geografía e Historia, 1949.
555 Ramón Aizpurua: “La Insurrección de los Negros de la serranía de Coro de 1795: Una Revisión
Necesaria”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 283 (Caracas, julio-septiembre de 1988),
pp. 705-723. Véase también dentro de esta perspectiva la memoria de grado de Pedro Gil, Luis
Dovale y Lidia Bello: La Insurrección de los Esclavos Negros Libres e Indios de la sierra de Coro, 1795,
Una Visión Crítica. Mérida, Escuela de Historia, ULA, 1982. Esta tesis fue publicada más tarde
con el título: La Insurrección de los Negros de la Serranía Coriana: 10 de Mayo de 1795 (Notas para su
discusión). Caracas, Dirección de Cultura-Universidad Central de Venezuela, 1996.
556 El expediente seguido por la autoridades de Coro y Caracas ha sido publicado por Josefina Jordán:
Documentos de la Insurrección de José Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación,
1994-1997; 2 Vols.
557 Federico Brito Figueroa: Las Insurrecciones de los Esclavos Negros en la Sociedad Colonial Venezolana.
Caracas, Cantaclaro, 1961, p. 59; y Eleazar Córdova Bello: La Independencia de Haití y su Influencia
en Hispanoamérica. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1967. pp. 127-129.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 283

ocupar la ciudad de Coro. Prontamente las noticias se divulgaron en esta


ciudad, teniendo conocimiento de lo que ocurría el teniente justicia mayor
Mariano Ramírez Valderraín. Al día siguiente, el funcionario se dirigió al
gobernador y capitán general Pedro Carbonell, para informarle de los hechos,
destacando que los insurrectos se proponían libertar a los negros esclavos,
extinguir las alcabalas, estancos y demás derechos del rey, quitar la vida a
todos los blancos y casarse con sus señoras558.
Si bien los planteamientos de José Leonardo Chirino tenían evidente
carácter reivindicativo, fue el propio teniente de justicia mayor Ramírez
Valderraín, quien señaló los primeros elementos que pondrían en alerta a las
autoridades de Caracas, cuando en nueva carta al gobernador del 15 de mayo
hablaba de las supuestas acciones de José Caridad González sobre una Real
Cédula libertaria de negros, quienes mandarían “después en República”. El
24 de mayo el teniente justicia mayor de Coro escribió al de Carora, y entre
otras cosas le decía, que los negros sublevados pretendían “seguir la ley de los
franceses”; es decir, abolir la esclavitud559. La idea del auxilio de los franceses y la
complicidad de José Caridad González fueron más ampliamente expuestas por
el comisionado del gobernador, Manuel Carrera, en el informe que presentara el
2 de junio de 1795. A partir de las versiones de Ramírez Valderraín y Carrera, el
gobernador Pedro Carbonell, el 12 de julio del mismo año, notificó al Secretario
Universal de Guerra lo acaecido en Coro, con motivo de haberse amotinado
los negros esclavos, y algunos libres, “con el fin de establecer la República, que
torpe y delincuentemente envolvían en sus ideas”560.
La insurrección fue prácticamente derrotada entre los días 12 y
13 de mayo. Muchos de sus seguidores murieron en la revuelta o fueron
ejecutados después de los breves sumarios levantados por el teniente. A
principios de agosto José Leonardo Chirino fue capturado y trasladado a
Coro. Las declaraciones que éste hizo contra un importante vecino de aquella
ciudad, supuestamente En relación con los franceses, y la posibilidad de que
en la insurrección hubiera participado un emisario de origen mexicano de

558 Pedro Gil y otros: La Insurrección de los Esclavos Negros Libres e Indios de la sierra de Coro, 1795, p. 91.
Sobre los detalles de la insurrección véase este estudio y los citados de Arcaya, Brito Figueroa y
Azpurua.
559 Ibid., pp. 92-93.
560 El Informe de Manuel Carrera y la comunicación del gobernador Pedro Carbonell están
reproducidos en el apéndice del trabajo de Pedro Gil y otros.
284 Alí Enrique López Bohórquez

apellido Martínez, determinaron que la Real Audiencia de Caracas enviara a


Coro al licenciado Juan Esteban Valderrama, oidor Honorario del tribunal,
quien con amplias facultades arribó a Coro en octubre para sustituir en el
proceso a Ramírez Valderraín y formalizar el mismo561. Inmediatamente, la
Audiencia decidió conocer de la causa contra José Leonardo Chirino y sus
«cómplices», por lo que dispuso su traslado a Caracas, así como también de
los funcionarios que habían intervenido para sofocar la sublevación y en el
levantamiento de las sumarias correspondientes. Ya en Caracas, Chirino fue
interrogado durante varios días, negando toda acusación de estar vinculado
con los franceses y, particularmente, con José Caridad González, al tiempo
que exponía las razones que habían motivado la insurrección: los abusos de
los propietarios y autoridades locales contra esclavos e indios562.
El 10 de diciembre de 1796 los ministros de la Audiencia dictaron la
sentencia definitiva: José Leonardo Chirino y José Diego Ortiz, éste fugitivo,
fueron condenados a la horca, y luego de descuartizados sus cuerpos serían
dispersados en distintos lugares de la provincia. Otros implicados fueron
remitidos a las bóvedas de los castillos de Trinidad, Puerto Rico y Puerto
Cabello, para cumplir penas de presidio por distintos años. Algunos se
enviaron a servir en los bajeles de Su Majestad. A pocos se les declaró libres
de complicidad, dándoles libertad o desembargando sus bienes; entre ellos,
algunos de los negros loangos relacionados con José Caridad González.
Destaca el hecho de que en la sentencia de la Real Audiencia solamente
se hablara como justificación de la insurrección, la matanza de blancos,
ocupación de sus bienes, casamiento con las mujeres blancas, eliminación
de todos los derechos reales y liberación de los esclavos563. Nada se dijo En
relación con la formación de una “República” o de la aplicación de “la ley
de los franceses”, como objetivos de la insurrección. No se olvide que, hasta
entonces, habían sido los mejores argumentos para ir en contra de personas
o grupo indiciado en simpatizar o difundir el ideario revolucionario564.

561 Pedro Manuel Arcaya: op. cit., pp. 51-53.


562 Ibid., pp. 53-54.
563 “Sentencia de la Real Audiencia de Caracas, sobre la insurrección de negros esclavos, libres e
indios de la Sierra de Coro: 1795”, Ibid.
564 Los más recientes estudios sobre esta rebelión en José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro
de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los
días 16 y 17 de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996: Luis Cipriano Rodríguez:
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 285

La conspiración de Gual y España (1797)

Una conspiración fue develada en La Guaira el 13 de julio de 1797,


días antes de ponerse en práctica el proyecto revolucionario, según lo
determinaron las autoridades coloniales. Deseoso de ganar más adeptos a
la sublevación, uno de los responsables, el comerciante Manuel Montesinos
y Rico, reveló el plan a un barbero pardo, Juan José Chirino. Este comentó
el asunto a dos amigos, y juntos lo comunicaron al padre Juan Vicente
Echeverría, quien a su vez lo informó al provisor vicario general Andrés
de Manzanares y al presbítero Marcos José Soto, eclesiásticos que en
aquella fecha denunciaron la sublevación ante el gobernador y capitán
general Pedro Carbonell565. Por orden del gobernador, el brigadier Joaquín
de Zubillaga lo participó al regente de la Audiencia de Caracas, Antonio
López de Quintana. Reunido éste con el gobernador, conocieron en detalle
de los religiosos la forma como se habían enterado de la conspiración. La
Audiencia comisionó al abogado Francisco Espejo para que marchara a La
Guaira a detener a Montesinos, tomarle declaración instructiva y embargarle
sus bienes y papeles. Adelantadas las averiguaciones de rigor, se detuvo a
unas ochenta y nueve personas: eclesiásticos, comerciantes, hacendados,
oficiales, sargentos, cabos y soldados veteranos y de las milicias de blancos y
pardos, abogados, artesanos, caporales; blancos, mulatos, criollos americanos

“José Leonardo Chirino y la historia como síntesis” (11-20); Robinzon Meza: “Protestas, Rebeliones y
Conspiraciones en la Venezuela del Siglo XVIII” (80-92); Isaac López: “La Sublevación de José Leonardo
Chirino en la Historiografía Venezolana” (93-107); Pedro Vicente Sosa Llanos: “Estado de las Fuentes
Documentales para el Estudio de la Insurrección de José Leonardo Chirino” (109-115); Gilberto Quintero:
“Origen, Desarrollo y Desenlace de la Rebelión de José Leonardo Chirino” (117-143); Alí Enrique López
Bohórquez: “Acciones de las autoridades coloniales de Coro y Caracas contra la insurrección de José
Leonardo Chirino” (145-156); Carlos Edsel: “Los jacobinos negros en la insurgencia de los esclavos de la
Serranía de Coro” (157-172); José Marcial Ramos Guédez: “Insurrección de José Leonardo Chirino en la
Serranía de Coro en 1795: Bicentenario de una lucha” (173-179); Josefina Jordán Andara: “Acercamiento
a la rebelión encabezada por José Leonardo Chirino en 1795” (181-197); Pedro Gil Rivas y Luis Dovale
Prado: “La Insurrección de Coro de 1795. Un movimiento a reivindicar” (199-211); Ramón Aizpurua
Aguirre: ¿Insurrección de libertad o rebelión de independencia? (211-216). Véase También Josefina
Jordán: “Acercamiento a la rebelión encabezada por José Leonardo Chirinos en 1795”, en op. cit., Vol.
I, pp. 16-29, y “Josef Bernardo bien puedes salir donde quieras que estés oculto que ya llegó la hora de
la libertad”, Vol. II, pp. 10-15; y Elena Plaza: “El motín de José Leonardo Chirinos y el problema de la
subversión del orden”, Ibid., Vol. II, pp. 18-28.
565 Las referencias al proceso contra la conspiración se han tomado de los documentos publicados
en Documentos Relativos a la Revolución de Gual y España y en José Félix Blanco y Ramón Aizpurua:
Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas, Presidencia de la República, 1978,
Tomo I, pp. 311-350.
286 Alí Enrique López Bohórquez

y hasta españoles. Es decir, la conspiración contaba con nutrido y selecto


grupo de seguidores, entre los que destacaban José María España, justicia
mayor de Macuto, y Manuel Gual, Capitán retirado, los únicos que no
fueron apresados entonces.
Para combatir la conspiración de La Guaira, las autoridades españolas
contaron en Venezuela con dos instrumentos con los que actuaron
coordinadamente, a pesar de algunas rivalidades de poder, que abortaron la
conjura e impidieron la expansión de las ideas de la Revolución francesa: en
lo político-militar, el gobernador y capitán general de aquella provincia, y en
lo judicial, los ministros de la Real Audiencia de Caracas. A los gobernadores
Pedro Carbonell y Manuel Guevara Vasconcelos correspondió poner en
práctica medidas políticas y militares contra los conspiradores y seguidores
en La Guaira, y para resguardar la tranquilidad pública, después de conocerse
el plan revolucionario. Particularmente Carbonell, quien al conocer de
la fuga de los reos de Estado Picornell, Andrés y Cortés Campomanes,
ordenó la detención de otras personas involucradas en la misma, resultando
responsables el capitán del Batallón de Veteranos Pedro de la Rosa, según
la pesquisa realizada por el teniente del rey, brigadier Joaquín de Zubillaga,
y el abogado Antonio Martínez de Fuentes. También el gobernador
Carbonell movilizó tropas hacia La Guaira, aceptó la organización de
milicias propuestas por la nobleza, abogados y escribanos de Caracas, hizo
cambios de tenientes de justicia mayor, y solicitó el regreso de los batallones
venezolanos acantonados desde 1793 en Santo Domingo. Gestiones todas
orientadas a reforzar su autoridad militar que al parecer, dados los sucesos
de La Guaira y las decisiones tomadas, estaba muy cuestionada.
La tarea mayor de la actividad contra la conjura fue ejecutada por la
Real Audiencia, particularmente por su regente Antonio López de Quintana,
quien tomó a su cargo la dirección y extensión de las providencias necesarias
para detener a los cabecillas de la sedición, secuestrar sus bienes, localizar
papeles que orientaban la proyectada revuelta, y para evitar su expansión en
Caracas y en otros lugares de Venezuela. Asimismo, el regente fue asesor
permanente del gobernador, en materias inherentes a sus funciones políticas
y jurisdicción militar. Realizada la comisión de Francisco Espejo en cuanto
detener a Manuel Montesinos y Rico, continuó la causa el oidor del tribunal
Juan Nepomucemo de Pedrosa. El comerciante confesó su responsabilidad
y denunció a algunos de los involucrados en la conspiración. A las tareas de
Pedrosa se unió el fiscal Julián Díaz de Saravia, a fin de que no se dilatara el
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 287

curso del expediente que se formaba. Como resultado de la confesión de


Montesinos y la localización en su casa de los papeles más importantes de la
conjura, se comisionó, para las prisiones y actuaciones contra sus cómplices,
al oidor honorario de la Real Audiencia Antonio Fernández de León y a los
doctores Francisco Espejo y Antonio Martínez de la Fuente, abogados del
tribunal que habían conocido inicialmente sobre el asunto.
Los ministros de la Audiencia levantaron la causa de infidencia entre
agosto de 1797 y mayo de 1799. Tomaron las declaraciones correspondientes
a los prisioneros y testigos principales. Formaron los sumarios y autos de
ley. Nombraron, incluso, tres abogados defensores y fueron dictando las
distintas sentencias, de acuerdo con el grado de responsabilidad de los
indiciados, estuvieran o no detenidos. Mientras tanto, Manuel Gual, después
de huir a Curazao, se refugiaba en Trinidad, y José María España regresaba a
La Guaira, donde sería apresado566. España fue inmediatamente trasladado
a Caracas, donde se le procesó y condenó a muerte, por sentencia de la
Real Audiencia del 6 de mayo de 1799, en razón de que había “formado
instrucciones revolucionarias para excitar y conmover los ánimos de los
vasallos de Su Majestad, a romper el juramento de fidelidad, y a trastornar el
sistema establecido, y las Leyes de la Monarquía con resolución incontestable
de trastornar el orden público, sin detenerse en la consideración de los males
gravísimos que debía esperar de semejante empresa, el derramamiento de
mucha sangre inocente, los robos, los incendios, la ruina de las familias,
el desorden, la confusión y la anarquía con todos los otros funestos
males consiguientes a ella, y especialmente el agravio y menosprecio de la
religión”567.
En la casa de Manuel Gual, según informó el gobernador Pedro
Carbonell el 28 de agosto de 1797, se encontraron varios papeles relacionados
con el origen, desarrollo y culminación de la proyectada sublevación, entre
los cuales destacaban las ordenanzas que regían la acción revolucionaria,
la Alocución a los Habitantes de la América Española y La Carmañola Americana,
y los Derechos del Hombre y del Ciudadano con varias máximas republicanas y un

566 Una síntesis sobre la actuación de la Real Audiencia de Caracas, en el resumen que para
conocimiento del rey realizara la Secretaría de Estado, publicado en José Félix Blanco y Ramón
Aizpurua: op. cit., Tomo I, pp. 332-344.
567 Documentos Relativos a la Revolución de Gual y España, pp. 297-299.
288 Alí Enrique López Bohórquez

discurso preliminar dirigido a los americanos 568. Papeles en los cuales se apreciaba
evidentemente el ideario revolucionario francés. No vamos a referirnos
al contenido total de los mismos, que han sido muy bien estudiados por
Pedro Grases. Nos interesa resaltar la actuación de la Real Audiencia En
relación con el último de ellos: los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El
11 de diciembre de 1797, la Real Audiencia acordó la prohibición de dicho
texto. Se trataba de una decisión importante, pues se enjuiciaba la traducción
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Declaración francesa que
precedía al Acta Constitucional del 24 de junio de 1793, mucho más radical
que la declaración inicial de 1789 de la Revolución francesa. Siendo esta
la obra más importante incautada a los partidarios de la conspiración de
La Guaira, es lógico entender la decisión emanada de los ministros de la
magistratura caraqueña. Además, la misma estaba acompañada de unas
Máximas Republicanas, que debían guiar al buen republicano, y de un Discurso
Preliminar dirigido a los americanos, destinado a explicar las razones de la
Revolución y a justificar la causa del pueblo americano contra la monarquía.
En fin, textos todos que representaban el fundamento de una conspiración
que pretendía instaurar en Venezuela el sistema republicano, inspirado en
los principios de la Revolución francesa.
Descubierto el plan de la conspiración de La Guaira, los notables
de Caracas, reputados como la “nobleza” de la ciudad, se presentaron ante
el gobernador Pedro Carbonell, para ofrecer sus “personas y haciendas”,
y formar compañías armadas bajo su responsabilidad económica, a fin
de resguardar sus vidas, bienes y cualquier otro destino en bien de la
tranquilidad social y de la autoridad pública. El gobernador aprobó el
ofrecimiento y creó dos compañías del Cuerpo de Nobles de Caracas,
cuya función sería custodiar la Sala Capitular y la cárcel real, en la que se
encontraba la mayoría de los sospechosos de la conspiración. Tal actitud fue
notificada a Carlos IV por los mantuanos de aquella ciudad en cartas del 1
y 4 de agosto de 1797, en las que no sólo ratificaron el deseo de continuar
vigilantes, sino también de ofrecer sus vidas en defensa y gloria del rey.
Asimismo, exaltaron la labor cumplida por el intendente, el teniente del rey
y, sobre todo, el regente y demás ministros de la Audiencia, cuyas actividades
–según los firmantes de ambas comunicaciones– garantizaban que la

568 Un análisis detallado de estos papeles en Pedro Grases: op. cit., 35-161.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 289

conspiración estuviera totalmente extinguida569. Se trataba de una reacción


lógica de los sectores social y económicamente poderosos, quienes veían
en la conjura de La Guaira la aplicación de los principios revolucionarios
de “libertad, igualdad y fraternidad” que, indudablemente, atentarían contra
sus antiguos privilegios y derechos. Debemos señalar que la mayoría de la
élite de Caracas, opositora a estos principios en 1797, los utilizaría en 1810 y
durante la guerra de emancipación para reclamar el derecho de formar una
república independiente; e incluso, algunos reconocieron a la conspiración
de Gual y España como el antecedente más inmediato de su actitud contra
la monarquía española.
A fin de impedir que el ideario de la conspiración se extendiera a
otros lugares de las provincias venezolanas, la Real Audiencia de Caracas
dictó distintas sentencias contra los principales indiciados: muerte, destierro
y/o encarcelamiento, escarnio público y absolución. Los ministros y el
presidente de la Audiencia, vistos los autos de la causa criminal formada
contra los reos de la sublevación, y examinados otros recaudos a petición
del fiscal del tribunal, acordaron condenar a muerte a los cabecillas de la
conspiración. El 6 de mayo de 1799, José María España fue ejecutado en la
horca, después fue arrastrado su cuerpo atado a la cola de una bestia, luego
fue cortada su cabeza, descuartizados y colocados sus miembros en los
lugares relacionados con la sedición; hechos que tuvieron lugar en Caracas el
8 de mayo. Siguieron a la muerte de España, casi en las mismas condiciones,
las sentencias contra José Rusiñol, Narciso del Valle, Juan Moreno, José
Manuel Pino y Agustín Serrano, el primero de junio del mismo año. En
esa fecha fueron condenados a destierro treinta y tres de los indiciados, de
comprobada participación en la conjura. Los destierros fueron diversos:
cinco a las bóvedas del Castillo de San Juan de Ulúa; nueve a las Fortalezas
de La Habana; once a Puerto Rico; 6 al Castillo de San Juan de La Florida;
y dos a España. La mayoría debía cumplir prisión y trabajos forzados con
grilletes y cadenas, entre cuatro y ocho años. A algunos se les confiscaron
sus bienes. Otros, simplemente, fueron desterrados a esos lugares. A varios
se les impuso, adicionalmente, multas de montos cuantiosos. A todos se

569 “Cartas del Ayuntamiento de Caracas al rey del 1 y 4 de agosto de 1797”, José Félix Blanco y
Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo I, pp. 294-296. Ambas comunicaciones tienen casi el mismo
contenido, con ligeras variantes y mayor número de firmantes en la segunda de ellas.
290 Alí Enrique López Bohórquez

prohibió volver al territorio venezolano, so pena de ser castigados con


mayor severidad.
También el 1 de junio de 1799 se dictó la sentencia de absolución en
favor de doce indiciados, en su mayoría funcionarios civiles y militares, por
no haberse encontrado razones que los culparan de haber participado en la
conspiración. El 26 de octubre, dos mujeres esclavas fueron condenadas a la
“vergüenza pública” por varios días y reclusión en la cárcel por distintos años.
El 10 de febrero de 1800, Joaquina Sánchez, mujer de José María España, fue
sentenciada a ocho años de reclusión en la casa hospicio, en la que se encontraba
desde su detención, los que cumplidos, debía notificarse a la Audiencia para
que dispusiera lo que más conviniera. El 7 de marzo del mismo año, a Manuel
España se le impuso la pena de servir en las obras del Castillo de San Juan de
Ulúa, con grilletes y cadenas, por diez años, bajo la prohibición de regresar a
estas provincias sin licencia real, a riesgo de perder la vida570.
Los efectos de las acciones contra la conspiración de Gual y España
pueden resumirse de la siguiente manera: a) la proyectada sublevación de La
Guaira evidenció la vulnerabilidad del poder político y militar de la provincia
de Venezuela, a la vez que demostró la efectiva acción judicial que venía
desarrollando la Real Audiencia desde su instalación, en el combate a las
contravenciones al orden monárquico. b) Se puso de manifiesto la alianza
de los sectores económica y socialmente poderosos, con las autoridades
coloniales, en defensa de intereses, derechos y privilegios, a pesar de que las
élites habían venido cuestionando la política reformista del gobierno español
en Venezuela. c) Las drásticas medidas aplicadas contra los principales
indiciados, orientadas a impedir el desarrollo de la conspiración y la expansión
de las ideas revolucionarias, provocaron temor entre quienes todavía pensaban
en retomar el plan diseñado para derrocar el gobierno español e instaurar
una república independiente. Desde entonces, no surgirían nuevas conjuras
organizadas internamente. Sólo ocurrirá la abortada acción de los corsarios
franceses en Maracaibo en 1799 y la frustrada invasión de Miranda en 1806.
d) A pesar de todo, se determinó que el germen del ideario revolucionario
había penetrado las mentes de la élite caraqueña, la cual, llegado el momento
propicio, llevaría adelante el proyecto de independencia que en 1797 habían

570 Véanse todas las decisiones de la Real Audiencia, Ibid., pp. 360-370.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 291

organizado en La Guaira los reos españoles Juan Bautista Picornell, Sebastián


Andrés y Manuel Cortés Campomanes571.

El complot de Francisco Javier Pirela en el Puerto de Maracaibo (1799)

El 19 de mayo de 1799 fue descubierto en Maracaibo un complot,


cuyo objetivo era, según el gobernador de Venezuela Manuel Guevara
Vasconcelos “prender el fuego de la insurrección en aquella provincia”.
Consideraba como instigadores de la conspiración a la tripulación de tres
barcos bien armados que habían anclado con permiso en su puerto, a dos
corsarios franceses procedentes de Puerto Príncipe en la isla de Santo
Domingo y a la tripulación de una goleta inglesa, supuestamente apresada
por aquellos. La alianza de España con Francia había determinado que el
gobernador de Maracaibo les prestara los auxilios necesarios para fondear
en el puerto572. El indiciado principal de la frustrada rebelión resultó ser el
sastre, y subteniente de Milicias de Pardos, Francisco Javier Pirela, quien
delató la conspiración tres horas antes de la señalada para darse inicio, a pesar
de que los franceses le habían prometido hacerlo gobernador. Avisado el
gobernador de Maracaibo de la proyectada traición, procedió a alertar a las
principales autoridades civiles y militares de la ciudad, y tomó las providencias
necesarias para capturar a las tripulaciones de las naves extranjeras. Ante las
dificultades para custodiar ochenta presos, el gobernador solicitó a Manuel
Guevara Vasconcelos auxilio para el traslado de los detenidos a Caracas, a
fin de que fueran juzgados por la Real Audiencia.
El gobernador de Maracaibo ordenó inmediatamente tomar las
declaraciones a los implicados para formar el expediente correspondiente.
Del testimonio dado por el cabo primero veterano Tomás de Ochoa,
denunciante ante el Gobernador de lo descubierto, y por el reo Francisco

571 Sobre las distintas interpretaciones historiográficas de esta conjura véase la antología de Alí
Enrique López Bohórquez: Manuel Gual y José María España (Valoración Múltiple de la Conspiración
de La Guaira de 1797). Caracas, Ediciones de la Comisión Presidencial del Bicentenario de la
Conspiración de Gual y España, 1997.
572 Sobre la causa contra Francisco Javier Pirela véase Ángel Francisco Brice: La sublevación de Maracaibo
en 1799, manifestación de su lucha por la Independencia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1960;
Ildefonso Leal: “Francisco Javier Pirela y su intento de sublevar Maracaibo en 1799”, Revista de
Historia, 21, (Caracas, noviembre de 1964), pp. 41-69; y José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op.
cit., Tomo I, pp. 357-360 y 382-384. Hemos utilizado la información y documentos contenidos
en estos trabajos.
292 Alí Enrique López Bohórquez

Javier Pirela, quedó evidenciada la conjuración y el modo en que debía


manifestarse. Trasladados a Caracas los promotores de la conspiración, la
Real Audiencia continuó el proceso iniciado en Maracaibo, y el 30 de julio
de 1800 dictó la sentencia contra doce de los indiciados. Los ministros del
tribunal reconocieron que la intentona tenía como finalidad “sublevar la
ciudad de Maracaibo, sustraerla de la obediencia debida a Su Majestad y
sustituir la monarquía en gravísimo daño de aquel pueblo”573 Las penas
impuestas fueron diversas, de acuerdo con el grado de participación en
la conjura. Francisco Javier Pirela, a quien correspondía la ejecución, por
haberla delatado fue confinado a una de las bóvedas de los castillos de La
Habana durante diez años, con prevención de que una vez cumplida la pena
no podía volver al distrito de la Real Audiencia de Caracas. Los otros reos
principales, de origen extranjero, sufrieron penas y destinos distintos. Al
capitán de uno de los corsarios franceses, Agustín Gaspar Bocé, se le remitió
a la cárcel del castillo de Panamá. José Román fue enviado a las bóvedas del
castillo de San Juan de Ullúa y a Francisco Mequiet se le envió a Cartagena,
en donde permanecería hasta la disposición del rey, con prohibición de
regresar alguna vez a territorio venezolano.
Otros tripulantes de menor jerarquía, como Antonio Duplesis, Jacobo
Gómez, Miguel Labat, Juan Bautista Aymet y Juan María Gautier, sufrirían
el rigor de los grilletes en las obras de Puerto Rico, hasta que el monarca
resolviera sobre su destino definitivo. A Francisco Suárez y a Juan Chualpa
se les impuso el mismo castigo, pero por ocho años, impidiéndoseles
regresar al territorio de la Audiencia. El resto de la tripulación fue puesto
a disposición del Cónsul de la república francesa en Curazao, mientras que
los ingleses de la goleta apresada quedarían a las órdenes del presidente-
gobernador y capitán general de Venezuela, para que hiciera la entrega de
los mismos como más conviniera al servicio del rey. Se confiscaron los tres
barcos y la mayor parte de las cargas que no habían sido comerciadas, hasta
nueva resolución del tribunal574. Los testimonios de algunos implicados
y de las autoridades, tanto coloniales como metropolitanas, evidencian
la naturaleza de la abortada sublevación. Descubierto y detenido, Pirela
confesó que los extranjeros se proponían alterar la ciudad y establecer en

573 Sentencia de la Real Audiencia pronunciada en la causa de sublevación de Maracaibo, reproducida


en Ildefonso Leal: “Francisco Javier Pirela y su intento de sublevar Maracaibo en 1799”, p. 69.
574 Ibid., pp. 59-62.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 293

ella “el sistema de libertad e igualdad”575. En el informe que rindiera el


gobernador Fernando Miyares a Manuel Guevara Vasconcelos, señalaba
que los promotores deseaban “apurar los arbitrios y providencias hasta
conseguir la libertad e igualdad y conservar ambos derechos, admitiendo
a los que quisiesen seguir sus máximas”576 Para el gobernador Guevara
Vasconcelos la conspiración era el resultado de las mismas ideas de los
traidores refugiados en Trinidad, involucrados en los sucesos de La Guaira
de 1797577. En el informe que el fiscal del Consejo de Indias presentara al
rey, señaló que los capitanes de los barcos franceses intentaban “envestir la
ciudad, saquearla, matar a los blancos y ricos, echar por tierra el Gobierno
español y establecer el Republicano” 578. Y la Real Audiencia consideró
a la frustrada sublevación como ya señalamos, el medio de sustraer a
Maracaibo “de la obediencia debida a Su Majestad y sustituir la anarquía en
gravísimo daño a aquel pueblo” Todo lo cual permite vincular lo ocurrido en
Maracaibo en mayo de 1799 con el fermento revolucionario de ascendencia
francesa que existía en el área del Caribe. Las penas impuestas por la Real
Audiencia no fueron de mucha gravedad, posiblemente por existir dudas
sobre algunos de los implicados579, o para impedir que medidas drásticas
tuvieran efectos contrarios al deseo de mantener el orden y la tranquilidad
dentro de su distrito.

El juicio y destierro de Francisco Isnardi (1802-1803)

Los sucesos ocurridos en las provincias de Venezuela y Maracaibo


entre 1795 y 1799 mantenían a las autoridades coloniales en permanente
alerta. En muchos casos se cometieron abusos en las búsquedas de
“papeles” o “individuos sospechosos”. El hecho que seguidamente vamos
a referir se ubica dentro de esos casos, y en el cual se vio obligada a actuar

575 Ángel Francisco Brice: op. cit., pp. 24-25.


576 Ibid., p. 24.
577 Ildefonso Leal: “Francisco Javier Pirela y su intento de sublevar Maracaibo en 1799”, pp. 44-
45.
578 Ángel Francisco Brice: op. cit., pp. 24 y 30.
579 Véase, por ejemplo, el artículo de Ildefonso Leal: “Francisco Javier Pirela, ¿delator o
revolucionario?”, en Nuevas crónicas de Historia de Venezuela, Tomo I, pp. 263-267.
294 Alí Enrique López Bohórquez

la Real Audiencia, ante la insistencia del gobernador y capitán general de


la Provincia de Cumaná. Se trata del juicio seguido contra el piamontés
italiano Francisco Isnardi, entre 1802 y 1803, acusado de conspirador y
colaborador de los ingleses580. Isnardi había llegado a Güiria desde el Golfo
Triste de dicha provincia en julio de 1796. Allí se dedicó a la labranza y
en algunas ocasiones realizaba comercio con vecinos y con capitanes de
barcos de la costa firme, todos españoles, que iban cada día a buscar frutos
y víveres. Ocupaba, además, parte de su tiempo en el conocimiento de la
física, la astronomía, la geometría, la historia natural, la medicina, la música,
la pintura, con tal afición que había logrado formar una colección de libros
sobre esas materias.
El 3 de julio de 1800 el rey Carlos IV dictó orden de prisión contra
Francisco Isnardi, “quien bajo pretexto de plantar algodón está sacando
planos, y comunicando noticias de todo al gobierno británico, y ha levantado
ya el plano de mapa de la provincia de Cumaná”; implicado también “con
otros en el crimen horrible de conmover los ánimos de los habitantes de
aquel continente para poner en independencia la América”. Con fecha 17
de septiembre de 1801, el gobernador y capitán general de Cumaná Vicente
Emparan remitió a Caracas a Isnardi, junto con una caja que contenía papeles
de su propiedad. Confinado en el Cuartel San Carlos, el gobernador notificó
al regente de la Real Audiencia, el 6 de octubre, sobre la detención del
italiano, solicitándole también que procediera el tribunal a levantar la causa
criminal correspondiente. Revisados los recaudos por el fiscal, éste consideró
que el gobernador de Cumaná debía aportar testigos que justificaran la
causa contra el reo. Siete personas fueron enviadas por Emparan para ser
interrogadas por el fiscal Julián Díaz de Saravia. Ninguno aportó elementos
para incriminar a Isnardi; por el contrario, todos declararon que se trataba
de un hombre recto, justo y apegado a las leyes y la religión.
Con respecto a los libros y papeles remitidos a la Audiencia, en razón
de que estaban escritos en distintos idiomas, se nombraron dos intérpretes
que reconocieron el contenido de los mismos, como obras de “filosofía,
historia, matemáticas y otras ciencias. Las gramáticas de los idiomas
inglés, francés, holandés, alemán, italiano, y español, con sus respectivos

580 Detalles sobre el caso de Isnardi en el estudio introductorio de Joaquín Gabaldón Márquez a
la causa seguida por la Audiencia, publicado bajo el título de Proceso Político. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1960.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 295

diccionarios; varias obras instructivas del comercio, y giro de letras. Los


diccionarios de las bellas artes, el geográfico, el de la medicina, cirugía y
veterinaria; preceptos para la salud; el Cuerpo del Derecho Civil Romano;
un Código Penal de Crímenes y Delitos; varias obras de poesía; La vida
cristiana por fray Luis Granada; Semana Santa; el Catecismo Cristiano;
Ejercicios Ordinarios de la Misa; Imitación de Cristo; El Pecador Penitente;
Jornadas del Cristianismo; y otros libros de asuntos diferentes”. En total, 102
títulos, que han sido analizados parcialmente en el citado estudio de Joaquín
Gabaldón Márquez. Los papeles eran recibos y cuentas en inglés y francés
de las negociaciones que Isnardi realizaba, y que solamente aportaban la
idea del intenso comercio que mantenía con extranjeros. Pasados los autos
al fiscal, éste dictaminó que se diera por culminado el proceso, condenando
a Isnardi por las negociaciones hechas con habitantes de la isla de Trinidad
en tiempos de guerra, con la prisión que había sufrido, sin perjuicio de lo
que resolviera el rey, para lo cual se debía informar al Ministerio de Estado.
Entre tanto, se le permitía a Isnardi su regreso a Cumaná, para que se le
devolvieran sus bienes y continuara administrándolos libremente.
La Real Audiencia no opinó lo mismo, pues dispuso el 19 de junio
de 1802 que se entregara la causa al gobernador Guevara Vasconcelos,
“poniendo a su disposición la persona de Isnardi para su remisión bajo
partida de registro a España”. Fue trasladado a la península en enero de 1803,
y encarcelado en el Castillo de Santa Lucía en Andalucía. Desde allí expuso
al rey y su Consejo la situación que sufría, y la injusticia cometida contra él
y sus bienes. Carlos IV determinó que la causa pasara a la Sala de Justicia
del Consejo de Indias. Estudiada la misma por el fiscal, se concluyó que no
existía el menor indicio de que Isnardi levantara planos para los ingleses,
como tampoco se evidenciaba complicidad “para poner en independencia a
la América”. El único cargo que podía imputársele era el comercio que había
tenido con extranjeros, dado que su extranjería, sin carta de naturalización,
sólo le confería la posibilidad de realizar oficios mecánicos. Así el 18 de
junio de 1803, el rey resolvió la libertad de Francisco Isnardi y la restitución
de sus bienes, pero con la prevención de que no volviera a Güiria ni a otra
parte de sus dominios ultramarinos581.

581 Las referencias documentales se localizan fundamentalmente en las piezas tercera y cuarta del
citado expediente contra Isnardi, pp. 307-361.
296 Alí Enrique López Bohórquez

La conjura de los Mantuanos de Caracas (1808)

La llamada conjuración de los mantuanos de Caracas de 1808


representa, en el contexto de las rebeliones, insurrecciones y motines pre-
independentistas, la actitud política de la oligarquía criolla venezolana más
vinculada con el movimiento separatista de Venezuela iniciado el 19 de abril
de 1810, en tanto la mayoría de los involucrados fue la encargada de realizar,
más adelante, la sustitución de las autoridades coloniales y la organización
del Estado de la naciente República582. Aunque ha sido un aspecto de la
historia venezolana ampliamente considerado cuando se trata de explicar
los antecedentes inmediatos del proceso emancipador583, la conjuración
de los mantuanos no ha sido estudiada en el contexto de la dominación
colonial y de las actitudes de las autoridades superiores de la Provincia
de Venezuela: gobernador y capitán general y la Real Audiencia, a pesar
de que hace varios años fue publicado el expediente completo de la Sala
Extraordinaria constituida para averiguar y sentenciar sobre las pretensiones
de constituir una Junta de Gobierno autónoma en Caracas584, junto con

582 El estudio más reciente sobre este hecho histórico es el de Inés Quintero: La Conjura de los
Mantuanos. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2008. La autora intenta demostrar, sobre
la base de la retracción ante las autoridades coloniales de quienes participaron en esta conjuración,
que no existe relación alguna de este complot con los sucesos del 19 de abril de 1810. Sin embargo,
el expediente levantado por la Sala Extraordinaria de la Real Audiencia presidida por el visitador
Joaquín Mosquero y Figueroa, el desenlace de los hechos y la participación efectiva de la mayoría
de ellos en el futuro proceso emancipador evidencian lo contrario.
583 Véase por ejemplo las consideraciones que al respecto hacen Rafael María Baralt: Resumen de la
Historia de Venezuela. Maracaibo, Universidad del Zulia, 1960, Tomo I, pp. 593-596; José Gil Fortoul:
Historia Constitucional de Venezuela. México, Editorial Cumbre, 1978, Volumen II, pp. 197-2002;
Mario Briceño Iragorry: Casa León y su tiempo. Caracas, Monte Avila Editores, 1981, pp. 125-163;
José Luis Salcedo Bastardo: Historia Fundamental de Venezuela. Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1970, p. 779; Guillermo Morón: Historia de Venezuela. Caracas, Italgráfica, 1971, Tomo
V, pp. 122-124; Guillermo Boza: Estructura y Cambio en Venezuela Republicana. Caracas, Monte Avila
Editores, 1982, p. 779; Manuel Vicente Magallanes: Luchas Insurreccionales en la Venezuela Colonial
p. 240. El primero en tratar el tema de manera concreta, aunque sin abordarlo en su totalidad,
fue Julio Calcaño: “El Motín de 1808”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 2 (Caracas,
30 de junio de 1912), pp. 109-116; luego siguieron Vicente Lecuna: “La conjuración de Matos
27 de julio de 1808”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 55 (Caracas, julio-septiembre de
1931), pp. 381-440; y José Nucete Sardi: “Conjuración de Caracas en 1808”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, 207 (Caracas, julio-septiembre de 1969), pp. 535-536.
584 Conjuración de 1808 en Caracas para formar una Suprema Junta Gubernativa: documentos completos. Caracas,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1969, 2 Volúmenes.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 297

otros documentos de contemporáneos que dan cuenta de lo sucedido585.


No es de nuestro interés relatar todos los aspectos relacionados con tan
significativo hecho histórico, sólo nos proponemos evidenciar el grado de
participación de la Audiencia en la causa formada y la situación interna del
tribunal en momentos en que la monarquía española requería de la mayor
eficacia de las autoridades superiores de la Provincia de Venezuela.
Bien conocido es el hecho de que los sucesos ocurridos en España a
raíz de la invasión de Napoleón Bonaparte en marzo de 1808, la abdicación
de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII, la detención de éste por parte
del emperador francés y la colocación en el trono español de su hermano
José, junto con las noticias que al respecto trajeron a Caracas, el 15 de
julio de 1808, dos comisionados de Francia, por orden de Joaquín Murat
–agente de Napoleón en España–, y la actitud vacilante del gobernador
interino Juan de Casas ante la petición de estos de que se reconocieran los
derechos de Bonaparte. Hecho que representó la ocasión propicia para
que la oligarquía caraqueña pusiera en práctica su intención de asumir
el control del gobierno de la provincia. La reacción de la élite criolla fue
inmediata, pues controladora del Ayuntamiento convocó a una reunión
para discutir los documentos que habían traído los emisarios franceses,
acordándose, en contraposición al contenido de esos papeles, proclamar a
Fernando VII como rey de España. Ante las decisiones de los cabildantes
y la conmoción que se vivía en la ciudad, el gobernador Casas convocó el
17 de julio a connotados vecinos de la ciudad y demás autoridades para
tratar lo relativo a la situación de España y la referida propuesta de Murat.
En esta reunión se decidió no comunicar ninguna novedad al pueblo ni
publicar los documentos de comisionados franceses, así como también la
remisión de estos a La Guaira, en prevención de que pudieran ser objeto de
ataques por parte de la muchedumbre que vociferaba contra los invasores
y daba vivas al rey cautivo.
La radicalización de la defensa de los derechos de Fernando VII, los
rumores de que se planeaba la formación de una Junta Gubernativa por

585 “Reflexiones Histórico-Críticas sobre la Insurrección de Caracas” en Anuario del Instituto de


Antropología e Historia, Tomos IV-V-VI, Vol. I. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 191967-
1969, pp. 27-60; Melchor de Jovellanos: “Discurso que puede servir de preliminar a las noticias
de la última conspiración de Caracas”, Ibid., pp. 3-23; y Esteban Fernández de León: “Defensa
de don Antonio Fernández de León por su hermano, don Esteban Fernández de León”, Boletín
de la Academia Nacional de la Historia, 185 (Caracas, 1964), pp. 91-123.
298 Alí Enrique López Bohórquez

parte de algunos mantuanos y la actitud beligerante de las masas pusieron


en alerta al gobernador y al regente-visitador de la Audiencia, Joaquín
Mosquera y Figueroa, quienes el 27 de julio acordaron la detención y envío
a las bóvedas de La Guaira de Manuel de Matos Monserrate, Diego Melo
Muñoz e Ignacio Manrique, al considerar que habían sido los responsables
de los desórdenes que venían ocurriendo en la ciudad capital desde la
llegada de los emisarios franceses, ya que “públicamente vertían especies
contra el gobierno y demás autoridades con expresiones subversivas del
buen orden”. En efecto, los detenidos habían participado en el tumulto
contra los emisarios de Napoleón, al tiempo que proclamaban fidelidad
a Fernando VII. Matos, incluso, el día de su aprensión, gritó expresiones
subversivas ante dos oficiales, pidiendo la horca para las autoridades, la
muerte para los españoles y la libertad para los americanos. Por otro lado,
Antonio Fernández de León, uno de los ricos e influyentes hacendados de
la provincia, manifestó públicamente en Maracay que las detenciones de
Matos, Melo y Manrique era un acto despótico y arbitrario del gobernador
Casas y del regente-visitador Mosquera. Contra ellos, además, Fernández
de León había distribuido pasquines firmados con el seudónimo de Patricio
Leal. Igual actitud había asumido el hacendado Luis López Méndez, quien
colaboraba con Antonio Fernández y se burlaba de los honores que se
rendían a Fernando VII.
En la misma fecha, tratando de calmar los ánimos y adelantándose
a los acontecimientos, el gobernador Juan de Casas –como se verá más
adelante– remitió al Ayuntamiento de Caracas un oficio en el que exhortaba
a los cabildantes a formar una Junta, al estilo de la constituida en Sevilla
para gobernar en ausencia del Rey. Esta idea fue aprobada el 29 de julio,
comisionándose a Isidoro López Méndez y Manuel Echezuría para que
redactaran el documento correspondiente y la respectiva reglamentación
de lo que se denominaría Junta Suprema de Estado y Gobierno. La
conspiración, aparentemente iniciada por Manuel Matos y sus compañeros,
cobró mayor fuerza en los primeros días del mes de noviembre de 1808,
cuando Antonio Fernández de León se trasladó a Caracas para proponer
al Marqués del Toro y a José Félix Ribas que se insistiera en la formación
de la Junta, por la que ya se había pronunciado el Cabildo en el mes de
agosto. Se realizaron reuniones en distintos lugares de la ciudad capital
y se distribuyeron pasquines que ridiculizaban la actitud vacilante de las
autoridades frente a las órdenes de los franceses. Finalmente, el proyecto
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 299

de la Junta estuvo listo, participando activamente en su redacción final


Antonio Fernández de León y Miguel José Sanz, el que firmaron tanto los
miembros del Ayuntamiento como otros connotados vecinos de Caracas,
en su mayoría miembros de la oligarquía criolla propietaria de grandes
extensiones de tierra y de ganado y/o vinculada a la actividad comercial de
exportación de los principales productos de la región: los mantuanos, los
grandes cacaos o los amos del valle, como serían tipificados posteriormente
por la historiografía venezolana586. Antes de entregar el proyecto al
gobernador, el Marqués del Toro y Andrés Ibarra lo presentaron el 24 de
noviembre ante el regente Mosquera y Figueroa para consultar sobre su
contenido. Este reaccionó negando la posibilidad de que se instalara una
Junta en Caracas, a pesar de haber sido quien estimulara en Casas la idea
de que lo propusiera al Ayuntamiento. Al día siguiente se libró la orden de
captura de los firmantes de la representación del Cabildo, dándose inicio
al proceso judicial mediante la constitución de una Sala Extraordinaria,
formada a instancias de Mosquera con exclusión de algunos miembros de
la Real Audiencia, lo que muchos de los indiciados consideraron de ilegal,
como también lo hiciera el anterior regente del tribunal, Antonio López de
Quintana, quien para entonces permanecía en Caracas en espera de decisión
real sobre los argumentos que contra él había emitido el regente-visitador
Joaquín Mosquera y Figueroa.
La Sala Extraordinaria estuvo integrada por el gobernador Juan de
Casas, el regente Mosquera, el oidor Antonio Julián Álvarez, el escribano
Real José María Moya, los fiscales de Real Hacienda Francisco de Berrío
y de lo civil y criminal Francisco Espejo. La justificación para constituir el

586 Los firmantes de esta representación fueron: Conde de Tovar, Conde de San Javier, Marqués del
Toro, Antonio Fernández de León, José Joaquín de Argos, Martín Tovar y Ponte, Crisóstomo Tovar,
Vicente Blanco, Miguel Ustariz, Manuel de Matos Monserrate, Andrés Ibarra, Vicente Ibarra,
Jacinto Ibarra, Santiago Ibarra, José María Muñoz, Juan Félix Muñoz, José María Blanco Uribe,
Pedro Eduardo, Juan Eduardo, Sebastián de León, Vicente Hidalgo, José Ignacio Lecumberri,
José Ignacio Toro, Narciso Blanco, Isidoro Quintero, Pedro Palacios, José Ignacio Palacios, Juan
Jeréz, Francisco de Paula Navas, Francisco Cámara, Antonio Esteves, Juan de Ribas, José Félix
Ribas, José Vicente Tejera, Francisco Antonio Paul, José Ignacio Briceño, Nicolás Briceño, Mariano
Montilla, Tomás Montilla, Lorenzo Ponte, Domingo Galindo, José Manuel Monasterios, Agustín
Monasterios, Nicolás Anzola, Fernando Key Muñoz, José Vicente Escorihuela, J. Mintegui, José
Vicente Galhuera, etc. “Representación de las primeras notabilidades de Caracas, designando
comisionados para tratar con el gobernador y capitán general de Venezuela sobre la formación
y organización de la Junta Suprema” (22 de noviembre de 1808), en José Félix Blanco y Ramón
Aizpurua: op. cit., pp. 179-180.
300 Alí Enrique López Bohórquez

tribunal especial de esta manera la fundamentaba Mosquera en el artículo 17


de la Instrucción de regentes de 1776, que establecía la posibilidad de formar
salas extraordinarias para asuntos de Estado. La ilegalidad que se le atribuía
a esta decisión se basaba en el hecho de que tal asunto correspondía a todo
el tribunal de Audiencia. La exclusión del oidor Felipe Martínez de Aragón
y del fiscal de lo civil y criminal José Gutiérrez del Rivero seguramente
obedeció a conflictos surgidos entre estos y el regente Mosquera durante
el desarrollo de la visita decretada para el tribunal en 1804, particularmente
de Gutiérrez que en su condición de fiscal era el garante de la aplicación
de las leyes y de la defensa de la soberanía monárquica. Por otro lado,
Francisco Espejo –a pesar de su condición de oidor honorario– no podía
actuar como fiscal pues existía un titular designado para tal fin. Lo llamativo
de este caso es que Espejo sería, más adelante, uno de los protagonistas
del proceso de organización de la nueva República y actuaría al lado de
muchos a quienes se les siguió causa por parte de la Sala Extraordinaria.
Los ministros no seleccionados criticaron la participación del oidor Antonio
Julián Álvarez, a quien consideraron incondicional del regente y fiel seguidor
de sus dictámenes.
El expediente formado por la Sala Extraordinaria comprendió 42
cuadernos con un total de 1.397 documentos, cuyo contenido resumimos:
justificaciones contra los principales indiciados, solicitudes de defensa
de algunos de ellos (particularmente de Antonio Fernández de León),
declaraciones de varios firmantes de la representación del Ayuntamiento y de
autoridades, sumaria de las confesiones de ciertos implicados, representaciones
y autos de los fiscales, diligencias que se practicaron sobre las reuniones de los
notables de la ciudad, confesiones de reos y confinados, escritos de distintas
personas que desistieron del proyecto de la Junta, recursos de defensa hechos
por los más involucrados en la conjura, demanda civil y criminal contra los
delatores y súplica de sentencia absolutoria, borrador de la representación,
testimonio del acta de la sesión celebrada por el Ayuntamiento, tasación
de costas de la causa; representaciones del gobernador, de la Audiencia, de
la Sala Extraordinaria, del teniente de gobernador y auditor de guerra, del
Comandante de La Guaira, y solicitudes de pagos de dietas por actuación en
la causa formada. Dado lo extenso del expediente, solamente nos referiremos
a los hechos relacionados con la Sala Extraordinaria, a la Real Audiencia y a
algunas actuaciones vinculadas con la causa seguida y sus resultados. Llama
la atención la forma rápida con que se instruyó el voluminoso expediente,
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 301

entre noviembre de 1808 y mayo de 1809, con participación activa y eficaz


del regente Joaquín Mosquera y Figueroa, si se compara con otros formados
por la Real Audiencia para asuntos de la misma naturaleza, como fue el caso
de la conspiración de Gual y España.
El expediente tuvo su origen en el contexto de las tensiones que se
vivían en la ciudad de Caracas después de la llegada de los comisionados
franceses, incluso antes de la representación del Ayuntamiento al gobernador
y capitán general de la Provincia de Venezuela. En efecto, Antonio Fernández
de León, quien luego sería indiciado como principal responsable de la conjura,
había expresado al fiscal de Real Hacienda Francisco de Berrío y a Vicente
de Arce, entonces intendente de Ejército y Real Hacienda, que sólo el pueblo
tenía derecho para decidir sobre los sucesos de España, la declaración de la
guerra a Francia, la paz con Inglaterra, el reconocimiento de la Junta de Sevilla
y de Fernando VII, y no el gobernador ni otra autoridad de la provincia.
Arce, alarmado por tal declaración, denunció a Fernández de León ante
Juan de Casas, quien ya estaba prevenido de las manifestaciones públicas
que aquel venía haciendo desde la llegada de los emisarios de Francia. El 18
de noviembre de 1808, el gobernador dictó un auto en el que ordenó abrir
la averiguación pertinente, guardándose toda la reserva conveniente a las
circunstancias, tomando declaración a los mencionados fiscal e intendente,
así como al contador Ignacio Canibel y a Carlos Castro, cura de Maracay,
para saber si Antonio Fernández de León había comunicando aquellas ideas a
otras personas o si estaba difundiendo noticias subversivas en aquella ciudad,
donde también tenía casa y propiedades agrícolas.
Días después aparecieron algunos pasquines anónimos que
denunciaban a un grupo de personas que intentaban formar una junta
independiente, así como otros que atacaban a las autoridades coloniales.
Después de la divulgación de la representación del Ayuntamiento del
24 de noviembre, los miembros de la Sala Extraordinaria intensificaron
su actuación, practicando diversas diligencias contra los firmantes de la
misma y ordenando su apresamiento, inclusive con la arbitrariedad de no
permitir a estos tener acceso al expediente que estaba formándose, por lo
que algunos de ellos solicitaron formalmente conocer sobre las delaciones y
acusaciones hechas en su contra. El 26 de noviembre, el regente Mosquera
y Figueroa tomó la decisión de comunicar a la Junta Suprema de España
los sucesos de Caracas, señalando a Antonio Fernández de León como
promotor de la conjuración y de la formación de una Junta que pretendía
302 Alí Enrique López Bohórquez

actuar de manera independiente, sin concurso de la autoridad que aquella


tenía en nombre del monarca cautivo y de las autoridades superiores de la
Provincia de Venezuela, por lo que consideraba la conveniente de que aquel
fuera remitido a España bajo partida de registro.
Decidido el caso de Antonio Fernández de León, la Sala Extraordinaria
aperturó el proceso contra los otros firmantes de la solicitud de formación
de una Junta de Gobierno en Caracas. La primera de las justificaciones
sumariales que se practicó fue la del 26 de noviembre de 1808, mediante
la cual se tomaron declaraciones a los cuarenta y cinco suscritores de
aquella petición, tratando de indagarse si se proyectaba crear una junta
cuyo propósito sería la emancipación de la monarquía española, mediante
constitución de un gobierno que estuviese por encima de las instituciones
de representación real. La pregunta quinta se orientaba a determinar si la
Junta “debía conocer por vía de recurso o apelación de las determinaciones,
autos, y resoluciones de la Real Audiencia, de la Capitanía General, y de
la Junta Superior de Real Hacienda (o de qué) asuntos, casos y negocios
debían ser, supuesta su erección, de su privativa inspección y conocimiento.”
La pregunta séptima buscaba conocer que si se “tenían formada alguna
instrucción, o plan que individualice el distrito a que debería extenderse la
expresada Junta, y los asuntos, materias y negocios que deberían ser de su
peculiar inspección”587. La segunda sumaria, iniciada el 30 de noviembre
de 1808 y prolongada hasta el 18 de febrero de 1809, comprendió las
confesiones de varios indiciados, así como las representaciones de los
fiscales y autos definitivos, con doce preguntas que ampliaban las anteriores
e indagaban sobre otros asuntos. La séptima interrogaba sobre si se había
“creído que este era un medio proyectado para apoderarse del Gobierno,
separar las autoridades constituidas, dándoles muerte o haciéndoles embarcar
para España, colocando en su lugar otras…de cuyo modo se pensaba
establecer la independencia”. Este interrogatorio se practicó también a
personas que no habían participado en el proyecto de la Junta, en calidad
de testigos, develándose una serie de hechos que iban inculpando cada vez
más a muchos de los firmantes de aquella representación, en ciertos casos
refiriéndose asuntos anteriormente ocurridos que nada tenían que ver con lo

587 “Justificación sumarial practicada a las cuarenta y cinco personas que firmaron la Representación
solicitando el establecimiento de una Junta de Gobierno”, en Conjuración de 1808 en Caracas para
formar una Suprema Junta Gubernativa: documentos completos, Tomo I, pp. 129-188.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 303

que se investigaba pero que también eran de interés de las autoridades para
conocer la mentalidad de aquella clase social con respecto de la monarquía
y sus autoridades en la Provincia de Venezuela588.
Varias de las personas claramente involucradas, tratando de evitar
castigos mayores, desistieron del proyecto de establecer una Junta y del
escrito que habían firmado mediante el envío de representaciones ante el
tribunal extraordinario, disculpándose de tal comportamiento y solicitando
se les dejara en libertad, como fue el caso de Andrés Ibarra, Manuel de
Matos Monserrate, José Vicente Blanco, Juan Crisóstomo de Tovar, Pedro y
Juan Bautista Eduardo, Jacinto Ibarra, Juan Félix y José María Muñoz, José
Joaquín de Argos y Francisco Paula de Navas589. De igual manera, otros de
los participantes en la conjura interpusieron recursos durante el proceso,
intentando justificar su acción y cooperación para el establecimiento de
la Junta, así como para exigir satisfacciones en razón de los sufrimientos
y penalidades causadas, a que fueron expuestos por parte de delatores y
traidores que desprestigiaron sus honores, como fue el caso de Antonio
Fernández de León, Martín y José Tovar Ponte, el Marqués del Toro, Mariano
Montilla, José Félix y Juan Nepomuceno Ribas, Pedro Palacios y Nicolás
Anzola590. La causa fue determinada según la política y circunstancias del
momento. A ocho de los conjurados se le siguió juicio formal (Marqués
del Toro, José Félix Ribas, José Tovar Ponte, Pedro Palacios Blanco,
Mariano Montilla, Juan Nepomuceno Ribas, Nicolás Anzola y Luis López
Méndez).
Después de la evacuación general de las declaraciones de los
testigos y de la confesión de todos los reos, el 18 de febrero de 1809 la
Sala Extraordinaria decretó los cargos y sentencias. Se confinó a unos fuera
de la ciudad –en sus haciendas o en otros puntos–, algunos en el recinto
de sus propias casas y otros en completa libertad, obligados seis de ellos
a satisfacer las costas procesales. El sobreseimiento fue propuesto por los
fiscales Francisco Espejo y Francisco de Berrío en informe del 20 de abril de
1809, quienes no pidieron graves castigos, ni penas, más bien consideraron

588 “Sumaria general, las confesiones de varios indiciados, la Representación de los fiscales y Auto
definitivo”, Ibid., Tomo I, pp. 189- 347.
589 “Escritos de Varias personas que han desistido del proyecto de la Junta”, Ibid., Tomo I, pp. 497-
515.
590 Ibid. Tomo I, pp. 515-614 y Tomo II, 615-657.
304 Alí Enrique López Bohórquez

que estaba “suficientemente compurgada la mera culpa que resulta de la


indiscreción en los medios y modos que trataron los pretendidos reos”,
agregando que “el tribunal mismo, sin estímulo de los fiscales, ha dado
testimonio de haberse tranquilizado su espíritu, y de haber restituido a su
gracia a muchos procesados”591. La recomendación de liberar a los indiciados
fue acogida por el gobernador Casas y el regente Mosquera y Figueroa,
con excepción de Antonio Fernández de León, quien para esa fecha ya se
encontraba en España. De igual manera, los fiscales también recomendaron
que no se admitiera recurso alguno contra los testigos que comunicaron las
noticias que dieron inicio al proceso judicial. Sin embargo, como ya se indicó,
muchos de los procesados remitieron representaciones a España solicitando
que se les retribuyera su honor, dinero y demás penalidades sufridas.
Como hemos advertido, el regente-visitador Joaquín Mosquera y
Figueroa prácticamente constituyó un tribunal de Audiencia paralelo al
que legalmente venía funcionando desde 1787, argumentando atribuciones
conferidas por la Instrucción de regentes de 1776, dadas las circunstancias
especiales derivadas de la conspiración tramada en Caracas a partir de los
sucesos ocurridos en España en marzo de 1808. Debido a la debilidad
legislativa de su decisión, el regente debió buscar otras explicaciones para
justificar la suspensión del oidor Felipe Martínez de Aragón, del fiscal José
Gutiérrez del Rivero y del regente titular Antonio López de Quintana; los dos
últimos separados del cargo por Mosquera al inicio de su visita al tribunal en
1805. Así, el regente justificó la decisión de constituir la Sala Extraordinaria en
razón de que, según su criterio, algunos miembros de la Real Audiencia eran
íntimos amigos de los procesados, lo que iba a interferir en el desarrollo de
la causa, destacando el caso de López de Quintana, quien mantenía estrechas
relaciones de amistad con Antonio Fernández de León, principal indiciado de
la conjura. En este sentido, en una representación de Mosquera y Figueroa a
la Junta Central de España, del 10 de diciembre de 1808, decía que “aunque
las actuaciones practicadas por mí en el concepto de alcalde del crimen
tenían unos motivos tan poderosos, para que este asunto no corriese por los
trámites ordinarios, y que si se llevaba a la Audiencia todo era perdido, no
quedaba otro arbitrio sino que procediésemos unidos, y que la Audiencia no
concurriese a la determinación que hubiese de tomarse otro ministro que el

591 “Informe de los fiscales de lo civil y criminal y de Real Hacienda” (Caracas, 20 de abril de 1809),
Ibid., Tomo I, pp. 320-338.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 305

oidor don Antonio Julián Álvarez” 592; que al parecer de los otros ministros
de la Audiencia los escogió el regente por ser fiel a sus dictámenes.
Los críticos de la actuación de Mosquera y Figueroa no cesaron en
denunciar su proceder ante las autoridades españolas, por lo que el oidor
Felipe Martínez de Aragón, quien, con asistencia del oidor José Bernardo
de Asteguieta y Sarralde593, se dirigió al Consejo de regencia en nombre de
la Audiencia de Caracas para presentar quejas por el procedimiento irregular
y arbitrario con que Mosquera creó la Sala Extraordinaria de Justicia, ya que
no se les permitió votar para su establecimiento, acusándolo de ser autor de
tales manipulaciones y de manejar al “viejo y achacoso gobernador” Juan
de Casas. Por ello, ambos oidores informaban “del desprecio en que yace
este tribunal (la Real Audiencia) con motivo de dicho procedimiento, de la
falta de consideración con que son tratados los dos ministros que en el día
concurren a su despacho indujo el regente interino al referido don Juan de
Casas a que tuviese en su posada un acuerdo extraordinario convocado por
el mismo regente y reducido a su voto y al del oidor don Antonio Julián
Álvarez que le están subordinados absolutamente, excluyéndose (a ellos)no
permitió el regente que entrasen; de suerte que el acuerdo en sustancia quedó
reducido al voto de este solamente (el regente)” 594. En cuanto a los Decretos
que acordaba la Sala Extraordinaria solamente los consideraban el regente,
el oidor Álvarez y el gobernador, lo cual –según Asteguieta y Martínez– iba
en detrimento del poder y la autoridad de la Audiencia atomizada en un solo

592 “Representación de la Sala Extraordinaria de Justicia de la Audiencia de Caracas, avisando de


la remisión a España bajo partida de registro de Antonio Fernández de León, acompañado de
un informe a V. M. Con documentos sobre los actuales acontecimientos ocurridos en Caracas y
avisa la remisión que hace bajo partida de registros, al oidor honorario Antonio de León, quien
según su declaración fue quien formó dicha representación” (Caracas, 10 de diciembre de 1808),
Ibid., Tomo II, pp. 803-811.
593 José Bernardo de Asteguieta y Sarralde había ejercido como oidor de la Audiencia de Caracas
de 1788 a 1806, pero permaneció en Caracas con permiso real hasta 1809 trabajando en la visita
que realizaba desde 1804 Joaquín Mosquera y Figueroa. En ese último año fue designado como
regente de la Real Audiencia de Guatemala. Fue observador de lo que ocurría en Caracas y como
funcionario real asumió una posición de defensa de la Audiencia, de la cual había sido oidor
durante dieciséis años.
594 “Oficio en el que la Audiencia de Caracas informa a S. M. El estado en que se halla esta ciudad por los
procedimientos del gobernador interino Juan de Casas y el regente interino” (Caracas, 12 de diciembre
de 1808) y “Representación dirigida a la Suprema Junta Central por la Audiencia de Caracas sobre
lo ocurrido con el gobernador y regente interino de quienes se quejan” (Caracas, 12 de diciembre de
1808).
306 Alí Enrique López Bohórquez

hombre, Joaquín Mosquera y Figueroa, ya que los otros sólo hacían comparsa
a sus decisiones. Por ello, los oidores solicitaban el nombramiento de otras
personas de méritos para que se encargaran de los puestos de gobernador y
regente por ser, además, aquellos, interinos en sus funciones.
En el contexto de la situación de crisis que vivía España y la Provincia
de Venezuela en particular, Mosquera supo manipular de manera efectiva el
poder y la autoridad que venía detentando la Audiencia desde 1787 y la del
gobernador, creando un tribunal accidental irregular para manejar la actitud
que habían asumido los mantuanos de Caracas ante la invasión napoleónica
y el cautiverio de los monarcas españoles. Queda claro que si bien algunos
miembros de la magistratura caraqueña no estaban de acuerdo con el
proceder de la Sala Extraordinaria por ilícita, tampoco pretendían promover
una rebelión, independientemente de que uno de ellos, Antonio López de
Quintana, estuviera vinculado desde hacía varios años con algunos de los
principales cabecillas de la conspiración. El conocimiento de la actuación de
la Real Audiencia, desde su instalación, nos lleva a señalar que seguramente
los ministros que constituían la Audiencia hubieran actuado de la misma
manera que lo hizo el regente en defensa de la soberanía española, pero
con respeto de los procedimientos legales, que fueron usurpados por un
funcionario que no midió la repercusión que tendría al enfrentarse a una
clase económicamente poderosa. Los mantuanos de Caracas salieron airosos
del proceso gracias al poder que representaban y a las posiciones ambiguas
del gobernador y del regente frente a los sucesos que ocurrían en España.
Es posible señalar, para concluir, que las actitudes de esos dos funcionarios
propiciaron y adelantaron el proceso independentista controlado por aquella
oligarquía que había sido arrestada, confinada a otros lugares y obligada a
pagar las costas causadas por los juicios individuales o colectivos seguidos
por la Sala Extraordinaria de Justicia establecida por el regente-visitador
Joaquín Mosquera y Figueroa.

La Audiencia ante los acontecimientos de 1808 en España. El 19 de


abril de 1810 y la expulsión de los ministros españoles. La reforma
de la Junta Suprema de Caracas en materia de justicia

El golpe de Estado del 19 de abril de 1810 constituye el movimiento


revolucionario con el que se inició el proceso de emancipación de Venezuela,
al ser destituidas las autoridades hispanas y sustituidas por una Junta de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 307

Gobierno a cuya cabeza figuraron los dos alcaldes del Ayuntamiento de


Caracas. Los antecedentes más inmediatos de este hecho histórico fueron
la ya referida Conjuración de los Mantuanos de Caracas (1808) y las cartas
que desde Londres escribía el propio Miranda al Cabildo caraqueño y al
marqués Francisco Rodríguez del Toro, incitándoles a formar una junta que
se propusiera poner en práctica el proceso de la emancipación venezolana595.
Los mantuanos, aunque procuraron evitar toda relación con Miranda
–hasta el punto de que el Marqués entregó a las autoridades coloniales
la correspondencia recibida de aquel–, sí tenían la intención de tomar
directamente los destinos políticos de la Provincia de Venezuela596.
Esos designios encontraron su oportunidad en la crisis política y
militar que sacudió a España a partir de abril-mayo de 1808, al producirse
la invasión y ocupación de la península Ibérica por los ejércitos franceses
y el levantamiento en masa de los españoles y portugueses contra ellos. En
cuanto al reino hispano, el emperador francés Napoleón Bonaparte obligó
al rey Carlos IV a abdicar a favor de su hijo Fernando VII. Ante las primeras
reacciones populares en contra de la invasión, Napoleón hizo preso a éste y
entregó el trono español a su hermano José Bonaparte, con el título de José
I. En la mayoría de las provincias de España se formaron espontáneamente
juntas de gobierno que rechazaban al rey impuesto, jurando fidelidad
a Fernando VII y organizando la resistencia militar contra el ejército
napoleónico. Finalmente, se constituyó una Junta Suprema, establecida en
Sevilla, la cual gobernó todo el territorio español no controlado aún por
los franceses, compartiendo parcialmente responsabilidades de gobierno
con las distintas juntas provinciales y pretendiendo extender también su
acción política sobre las colonias de ultramar, en nombre del rey cautivo;
pretensión que fue, abierta y subrepticiamente, rechazada por las élites
criollas de varias regiones del conteniente americano597.

595 Al respecto véase Caracciolo Parra Pérez: Historia de la Primera República (Cristóbal L. Mendoza:
“Estudio Preliminar”. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1992 (Colección Biblioteca
Ayacucho, 183), pp. 3-194; Juan Uslar Pietri: Historia Política de Venezuela. 2 ed. Madrid,
Mediterráneo, 1975, pp. 36-56.
596 Juan Uslar Pietri: Ibid. 50-51.
597 Sobre los sucesos de la invasión de Napoleón a España y sus consecuencias políticas véase Miguel
Artola: La Burguesía Revolucionaria (1808-1874). 4ed. Madrid, Ediciones Alfaguara, 1976 (Historia de
España Alfaguara, V), pp. 7-29; John Lynch: Las Revoluciones Hispanoamericanas (1808-1826). Barcelona
308 Alí Enrique López Bohórquez

Cuando se conoció en Hispanoamérica lo sucedido en España en


1808, en distintas ciudades se produjeron intentos por formar juntas de
gobierno autónomas que en algunos lugares fracasaron (México y Caracas)
y en otros tuvieron éxito (Chuquisaca y Quito), pero fueron prontamente
develados los propósitos o disueltas por las autoridades leales a España598.
Desde diciembre de 1809 circularon en Caracas rumores de que España
había sido enteramente dominada por los franceses599. A pesar de la
resistencia de los españoles, este hecho tuvo lugar definitivamente en enero
de 1810 con la toma de Sevilla. Con ello, la Junta Suprema se dispersó,
siendo sustituida poco tiempo después por un Consejo de regencia que
se establecería en Cádiz. El 14 de abril llegaba a Puerto Cabello un navío
procedente de España y tres días después se sabía en Caracas de lo ocurrido
en Sevilla y el devenir de la Junta. Para entonces llegaron a La Guaira los
emisarios de la regencia, Antonio de Villavicencio, Carlos Montúfar y José
Cos de Iriberriz, quienes confirmaron las noticias de lo que ocurría en la
península Ibérica. Ellos fueron portadores también de comunicaciones de
la regencia, particularmente en lo referente a la convocatoria de las cortes
de Cádiz.
En el contexto de esta confusa situación política, las autoridades de
la Provincia de Venezuela se mantenían a la expectativa de los sucesos de
España y, en conocimiento de las actitudes de la élite criolla caraqueña, se
dieron a la tarea de divulgar y aplicar de manera cautelosa las disposiciones
emanadas primero por la Junta Central de Sevilla y luego por el Consejo
de la regencia, siendo la Real Audiencia la institución que tuvo mayor
ingerencia en ello. Así, por ejemplo, el 15 de julio de 1808 se recibió en
Caracas la Real Cédula del 10 de abril, mediante la cual se notificó al
gobernador y capitán general de Venezuela la abdicación que Carlos IV
hizo en la persona de Fernando VII, pidiendo a su vez el reconocimiento
y acatamiento de la autoridad del nuevo monarca. Ello dio lugar a sendos

(España), Ariel, 1976 (Ariel-Historia, 8), pp. 35-47; José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit.,
Tomo II, pp. 99-158.
598 John Lynch: Ibid., pp. 219-220 y 339-341.
599 Al final de nuestra investigación ha aparecido la memoria de grado de Jesús Ángel Luengo
Duque: La Crisis del Imperio Español y la Independencia de Venezuela (1808-1812). Mérida, Escuela de
Historia/Universidad de Los Andes, 2002, que expone y analiza los sucesos de España de 1808 y
sus efectos en Venezuela, así como lo concerniente al 19 de abril de 1810, la crisis de la estructura
monárquica y las dificultades de funcionamiento de la primera República.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 309

acuerdos, tanto del alto tribunal de justicia como del Ayuntamiento de


Caracas, en los que se expresaron la aceptación de dicha disposición y la
realización de las ceremonias solemnes que se acostumbraban hacer en
ocasión de acontecimientos tan extraordinarios600.
De igual manera, la Audiencia intervino a través de su presidente,
el gobernador y capitán general interino Juan de Casas, de su regente
Joaquín Mosquera y Figueroa y del fiscal de Hacienda Francisco de Berrío
en una sesión extraordinaria convocada por el Ayuntamiento de Caracas
para el 17 de julio de 1808601. La misma tuvo lugar con motivo de haber
llegado a Caracas unos delegados franceses, quienes, al reunirse con el
gobernador Casas, exigieron el reconocimiento de José Bonaparte como
nuevo rey de España y de sus posesiones ultramarinas. Cuestión esta que
causó particular conmoción popular entre los vecinos de Caracas, quienes
protestaron y rechazaron las pretensiones de los comisionados franceses y
proclamaron a Fernando VII como legítimo soberano. Al mismo tiempo, el
capitán de la corbeta inglesa “La Acasta” dio noticias al gobernador y a los
principales vecinos de la ciudad sobre los hechos acaecidos en Cádiz a favor
del monarca español, participándoles igualmente que tenía la intención de
apresar la nave en que habían llegado al puerto de La Guaira los emisarios
de Napoleón. En consecuencia, el Ayuntamiento, conjuntamente con los
demás poderes de la Provincia de Venezuela, procedió a realizar la ceremonia
de reconocimiento de Fernando VII al enarbolar el Pendón Real en el
balcón de la casa del Cabildo, por parte del Alférez Feliciano Palacio, ante
una muchedumbre que para el efecto había sido convocada. Proclamación
ésta que se complementó con la colocación de un retrato del rey en la Sala
Consistorial, donado por José Joaquín de Argos, quien lo había recibido
recientemente desde Madrid602.

600 “Real Cédula de 10 de abril de 1808 librada al capitán general de Venezuela”, en José Félix
Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo II, pp. 126-127; “acuerdo extraordinario sobre apertura
del Real Despacho de la abdicación de la Corona en el señor don Fernando VII comunicado
al Ayuntamiento de Caracas”, p. 127; “Real Despacho del 10 de abril de 1808 de abdicación
y aceptación de la Corona de España que consideró en cabildo del día 15 de julio de 1808 el
Ayuntamiento de Caracas…”, p. 128.
601 “Acuerdo de la Junta convocada por el gobernador y capitán General de Caracas para resolver
sobre los despachos presentados por los emisarios franceses y el comandante de la Corbeta inglesa
La Acasta” (17 de julio de 1808), Ibid., pp. 166-167.
602 “Carta del capitán Beaver de la Corbeta inglesa La Acasta a Sir. A. Cochrane, comandante en Jefe
de la Estación Naval de las Islas de Sotavento, en La Guaira” (19 de julio de 1808), Ibid., 158-159;
310 Alí Enrique López Bohórquez

La Audiencia, reunida a instancia del gobernador Juan de Casas,


con presencia del regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa, de los
oidores José Bernardo de Asteguieta y Felipe Martínez de Aragón y del
fiscal Francisco de Berríos, en Real acuerdo Extraordinario del 18 de julio,
consideraron los despachos traídos por los comisionados franceses y el
tumulto popular ocasionado por la presencia de los mismos, acordando
reconocer al rey español y no hacer novedad alguna en el gobierno de la
Provincia de Venezuela. Decisión esta que fue dada a conocer por medio
de un bando emitido por el gobernador Juan de Casas603. Asimismo, por
decisión de los miembros del Ayuntamiento, el gobernador Casas, en su
condición de tal y de presidente de la Real Audiencia, fue invitado a la
sesión ordinaria del 26 de julio de 1808, en la que presentó un conjunto de
documentos despachados desde la península por el mariscal Joaquín Murat
en nombre del emperador francés y certificados por Silvestre del Collar,
Secretario del Consejo y Cámara de Indias, en los que se señalaba la cesión
que Carlos IV y Fernando VII hicieron de la Corona del Reino de España y
de sus territorios americanos a Francia. Inmediatamente, se acordó rechazar
dichos documentos y ratificar el reconocimiento de Fernando604.
En razón de que el 27 de julio el gobernador y capitán general había
oficiado al Ayuntamiento instándolo a formar una Junta similar a la que en
ese momento gobernaba la península desde Sevilla605, del acuerdo afirmativo
de éste del día siguiente para tal fin, la formulación de un Reglamento para
el funcionamiento de la Junta y la petición formal del Ayuntamiento y

“acuerdo del Ayuntamiento de Caracas sobre que don Feliciano Palacios se reciba en el acto en
su empleo de Alférez Real” (15 de julio de 1808), pp. 159-160; “acuerdo del Ayuntamiento de
Caracas en Sesión Extraordinaria incontinenti, por la conmoción del pueblo y proclamación de
Fernando VII”, pp. 160-161; “acuerdo Extraordinario del Ayuntamiento de Caracas sobre la
causa motivo de la conmoción popular del día 15 de julio” (15 de julio de 1808), pp. 161-162;
“Acta del Ayuntamiento de Caracas del 15 de julio de 1808 en la que se relata la colocación del
Real retrato de Fernando VII en la Casa Consistorial de Caracas” (15 de julio de 1808), p. 161.
603 “Acuerdo de la Real Audiencia de Caracas tratándose de los despachos presentados por los
emisarios franceses y el comandante de la Corbeta La Acasta” (18 de julio de 1808), Ibid., pp.
167-168.
604 “Acta del Ayuntamiento en cabildo para considerar los pliegos despachados de la península, que
se referían a la abdicación de la Corona de España y del gobierno de sus colonias en América”
(26 de julio de 1808), Ibid., pp. 163-166.
605 “Oficio del gobernador y capitán general al M. I. Ayuntamiento, sobre la formación de una Junta
en esta Capital, a ejemplo de la de Sevilla” (27 de julio de 1808), Ibid., pp. 170-171.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 311

vecinos notables de Caracas de que se formara en la Provincia una Junta


Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, dados los graves
sucesos que venían ocurriendo en España desde mayo de 1808606, la Real
Audiencia consideró la necesidad de que todo ello fuera tratado en Real
acuerdo, dada la magnitud y naturaleza de lo que se solicitaba. Este tuvo
lugar el 24 de noviembre, no accediendo el gobernador, el regente y los
oidores a dicha petición y considerando tal actitud “como un atentado
contra el orden y seguridad pública”, por lo que se ordenó la formación
de una Sala Extraordinaria de Justicia, para detener y castigar a los autores
de esa petición. Algunos de los firmantes, siendo funcionarios militares, se
retractaron; otros fueron confinados a retirarse de la ciudad, a sus haciendas
o sus respectivas casas u otros lugares de la provincia; seis de ellos debieron
pagar las costas procesales, mientras que Antonio Fernández de León fue
remitido a la península bajo partida de registro607.
¿Por qué la Audiencia y el gobernador tomaron semejante decisión,
si la idea de formar una Junta al estilo de la de Sevilla partió originalmente
del gobernador Casas, al parecer, con el apoyo del regente Mosquera y
Figueroa, quien tenía mucha influencia sobre aquel? La respuesta puede
encontrarse en el hecho de que estos dos funcionarios estimaron la petición
de los “notables caraqueños” como una prolongación de la denominada
Conjuración de los Mantuanos, sobre todo después de observar el grado de
organización para asumir el control del gobierno a través del Reglamento
propuesto para el funcionamiento de la Junta defensora de los derechos
de rey depuesto y cautivo. En efecto, cuando Casas ofició al Ayuntamiento
para tal fin, un grupo de connotados vecinos encabezado por los hermanos
Bolívar, Ribas y Montilla venían reuniéndose en secreto y planeando la toma
del poder en la capital de la provincia.
En una de esas reuniones, realizada en la casa de recreo de Juan Vicente
Bolívar, se decide derrocar a las autoridades españolas la noche del 27 de

606 “acuerdo del Ayuntamiento de caracas sobre creación de una Junta en la Capital, a ejemplo de la
de Sevilla” (28 de julio de 1808), Ibid., pp. 171-174; y “Prospecto o Reglamento de la Junta, que a
imitación de la Suprema de Gobierno de Sevilla debe erigirse en esta Capital, Caracas, formado
en virtud de comisión del Muy Ilustre Ayuntamiento, por dos de sus individuos” (29 de julio
de 1808), pp. 172-173; “Representación de las primeras notabilidades de Caracas, designando
comisionados para tratar con el gobernador y capitán general de Venezuela sobre la formación
y organización de la Junta Suprema” (22 de noviembre de 1808), Ibid., pp. 179-180.
607 Ibid., pp. 180-181.
312 Alí Enrique López Bohórquez

julio de 1808, dos días después de la huida de los comisionados franceses


y el mismo en que el gobernador propuso la formación de la Junta. Pero la
acción de los conjurados no pudo llevarse a efecto, pues fueron delatados
por el regidor decano del Ayuntamiento, José Hilario Mora. Sin embargo,
Juan de Casas, quien se había mantenido originalmente connivente con los
delegados del Emperador francés, no hizo detenciones, alegando que los
mismos habían actuado así “por fidelidad a Fernando VII” y para evitar
nuevas conjuras. Con el consejo del regente-visitador Mosquera y Figueroa,
Casas pensó que lo mejor era proponer él una Junta que gobernase el país
bajo su presidencia. Este proyecto fue aceptado, como ya fue señalado, tanto
por el Ayuntamiento de Caracas como por la Real Audiencia, aunque en este
caso con cierta reserva. Pero el 3 de agosto llegó a Caracas el capitán de
navío José Meléndez, emisario de la Junta de Sevilla, con la noticia de que
los ejércitos hispanos y tropas inglesas habían comenzado a derrotar a los
invasores franceses. Ante ello, el gobernador y el regente de la Audiencia,
intensificaron aún más las medidas tomadas contra los proponentes de una
Junta que seguramente les limitaría en el ejercicio de sus poderes608.
Por otra parte, la Audiencia conjuntamente con su presidente tomó
las medidas necesarias para el cumplimiento de algunas disposiciones de
la Junta Central Gubernativa del Reino. Entre ellas cabe mencionar las
reales órdenes del 26 y 27 de julio de 1808 relativas a la juramentación
de funcionarios, con motivo del ascenso al trono de Fernando VII609.
Igualmente, se dio a conocer la Real Orden del 22 de enero de 1809 mediante
la cual la Junta Central Gubernativa de Sevilla, siguiendo instrucciones del
propio Rey, proclamó que los dominios de ultramar no eran propiamente
colonias sino parte integrante e indisoluble de la monarquía y, en condición
de tales, debían participar de la representación nacional mediante la elección
de diputados a las cortes generales del Reino610. También se preocupó la Real
Audiencia de hacer cumplir el Decreto del 22 de marzo de 1809, relativo al

608 Para más detalles sobre estos hechos véase Juan Uslar Pietri: op. cit., pp. 51-55; Caracciolo Parra
Pérez: op. cit., pp. 136-176; José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: Ibid., Tomo II, pp. 183-229.
609 José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: Ibid., Tomo II, p. 159.
610 “Real Orden de la Junta Central, declarando que los vastos dominios de España e Indias no eran
propiamente colonias, sino partes integrantes de la monarquía y que como tales debían entrar a
componer la representación nacional, para lo cual harían elecciones de diputados” (Sevilla, 22 de
enero de 1809), en Ibid., Tomo II, pp. 230-231.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 313

control y prohibición de circulación de papeles sediciosos, en particular la


correspondencia que Francisco de Miranda había enviado a algunos notables
caraqueños, como fue el caso del Marqués del Toro611.
De igual manera, el tribunal audiencial dio a conocer el Decreto
del 22 de mayo, contentivo de la convocatoria a cortes generales, de las
reglas que debían seguirse para su constitución y de las materias de que se
ocuparían en sus primeras sesiones612. Para reafirmar el control del gobierno
y el resguardo de la soberanía monárquica española, los ministros de la
Audiencia encabezaron los actos protocolares para la recepción del nuevo
gobernador y capitán general, Vicente Emparan y Orbe, y del intendente de
Ejército y Real Hacienda, Vicente Basadre, ambos nombrados por la Junta
Central Gubernativa de España, hecho que se verificó en mayo de 1809.
Con ellos llegó también el coronel Fernando Rodríguez del Toro, hermano
del Marqués del Toro, nombrado por Emparan para un cargo inexistente
en la estructura militar española, como lo era el de Comandante General
de Milicias de la Capitanía General de Venezuela613. Cuestión esta que fue
importante en la planificación y desarrollo del golpe de Estado del 19 de
abril de 1810, ya que Rodríguez del Toro utilizó su cargo para soliviantar
a la oficialidad y tropas criollas de los cuarteles de Caracas y La Guaira en
contra de las autoridades superiores de la Provincia614.
Finalmente, la Real Audiencia recibió la noticia de la disolución de la
Junta Central Gubernativa del Reino instalada en Aranjuez y su sustitución
por un Consejo de regencia, el cual se instaló en la isla de León el 19 de
enero de 1810. De modo que siguiendo las instrucciones que este Consejo
produjo el 14 de febrero, el tribunal caraqueño se dispuso a programar y
regular la elección de diputados, uno por cada capital de provincia, que
habrían de participar en las cortes extraordinarias del Reino de España que
había convocado la fenecida Junta Central Gubernativa y que el Consejo

611 “Decreto de la Suprema Junta Central Gubernativa sobre comunicaciones y otros documentos de
carácter revolucionario e instructivo que Miranda remita a las américas españolas, y que fueron
comisados” (Sevilla, 22 de marzo de 1809), Ibid., p. 233.
612 “Decreto de la Junta Suprema Gubernativa promoviendo la reunión de las cortes e indigando
medidas de que habría de ocuparse en sus primeras sesiones” (Sevilla, 22 de mayo de 1809), Ibid.,
pp. 234-235.
613 Ángel Grisanti: op. cit., pp. 45-47.
614 Ibid., pp. 67-69, 78-80 y 83-87. Cfr. Juan Uslar Pietri: op. cit., pp. 56-58 y Caracciolo Parra Pérez:
op. cit., pp. 189-194.
314 Alí Enrique López Bohórquez

de regencia ratificó615. Por otro lado, a pesar de la actuación coordinada


de las autoridades superiores de la Provincia de Venezuela en cuanto a la
aplicación de las disposiciones emanadas de la península, las relaciones
entre los ministros de la Audiencia y el nuevo gobernador y capitán general
desde un comienzo no fueron buenas. Ello se debió a que Emparan pidió
a la regencia, bajo influencia del coronel Fernando Rodríguez del Toro, el
traslado del regente Joaquín Mosquera y Figueroa a otro destino, debido a
la opinión que éste públicamente emitía sobre algunos de los ministros del
tribunal, sin dejar de considerar los conflictos que se habían tenido con la
Audiencia durante su gestión como gobernador de Cumaná. La razón de
esta solicitud puede encontrarse en la actitud de Mosquera contra el Marqués
del Toro, con motivo de la petición de los notables de formar una Junta de
Gobierno en Caracas. Hecho político que no fue del agrado del regente-
visitador, quien terminó transferido como Vocal de la Junta Gubernativa
de España. Al tiempo que esto ocurría se absolvió al Marqués del Toro de
todo cargo de infidelidad hacia la monarquía, pasándose por encima de la
decisión del tribunal de justicia616.
Otro motivo de discrepancia entre Vicente Emparan y los ministros
de la Audiencia lo constituyó la forma tan liberal como el gobernador y
capitán general se relacionaba con los conspiradores de 1808. Así, Fernando
Rodríguez del Toro, sacándole provecho a la amistad que mantiene con
Emparan, lo introduce socialmente en el círculo de los Bolívar, Montilla,
Ribas, Ustáriz y demás connotados representantes de la oligarquía caraqueña.
La confianza entre Rodríguez y Emparan era tal que llega a manifestarle
a éste la necesidad de decretar la emancipación de Venezuela, en caso de
que España fuese finalmente subyugada por Francia. Al parecer, Emparan
estuvo de acuerdo con esta propuesta pues, de otro modo, no se comprende
porqué no objetó, ante las autoridades centrales, a su amigo en cargo de
tanta importancia, como lo era el de comandante e inspector general de las
milicias, y que se mostrase tan indiferente ante los decisivos acontecimientos
que sucedían antes del 19 de abril de 1810, en los que los Rodríguez del
Toro y otros notables de Caracas fueron actores principales.

615 José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo II, pp. 265-275.
616 Al respecto véase lo expuesto en el Capítulo III, 1; y Ángel Grisanti: op. cit., pp. 78-79.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 315

En efecto, el gobernador y capitán general reunía en su casa a


parte de la élite caraqueña. La halagaba y trataba de hacerse popular entre
los notables de la ciudad, pese a las advertencias que le hicieron fieles
seguidores de la soberanía monárquica, como el capitán Francisco Antonio
Rodríguez, el asesor de gobierno, licenciado Miguel José Sanz, el escribano
de Gobernación Juan Jurado, el secretario de Gobernación Pedro González
Ortega, los capitanes de milicias de pardos Pedro Arévalo y Carlos Sánchez
y, sobre todo, el regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa. En esas
reuniones se hablaba libremente sobre temas que, bajo la administración
de otro gobernador, hubiese sido imposible quizás porque los mantuanos
caraqueños aceptaron como verdad los rumores de que Emparan había
protegido, siendo gobernador de Cumaná, a Manuel Gual en su huida a
Trinidad. Los conspiradores preparaban el golpe de Estado para el 24 de
diciembre de 1809, lo cual fue develado por el mismo Emparan, pero sin
aplicar castigo alguno a los comprometidos, a pesar de las protestas de los
ministros de la Audiencia. Se organizó otra tentativa, promovida por el
jefe principal que era el propio Marqués del Toro, desde su cuartel de la
Misericordia. Una vez más son delatados los conjurados, pero el Vicente
Emparan –contrariando la posición del resto de las autoridades coloniales–,
sólo los envía a sus respectivas haciendas. Este proceder del gobernador
y presidente de la Audiencia le enajenó el apoyo necesario de los demás
funcionarios españoles durante los sucesos ocurridos en Caracas el 19 de
abril de 1810617.
En esa fecha los ministros de la Audiencia y el intendente Basadre se
mantuvieron indiferentes a lo que estaba pasando, absortos como estaban
presenciando los oficios religiosos pascuales que, en esos momentos,
tenían lugar en la iglesia catedral de Caracas. No fue sino al retorno de
Emparan al Cabildo cuando estos funcionarios se apersonaron en la Casa
Consistorial para presenciar el derrumbamiento del poder español en
la Provincia de Venezuela. En realidad, los oidores Felipe Martínez de
Aragón, Antonio Julián Álvarez y los fiscales José Gutiérrez del Rivero y
Francisco Berrío fueron conminados por Juan Germán Roscio a asistir a la
asamblea convocada por el Ayuntamiento. Estos se encontraban en la casa
del gobernador y capitán general analizando la situación, bajo protección

617 Sobre estas actitudes del gobernador Vicente Emparan véase Ángel Grisanti: op. cit., 83-115; Juan
Uslar Pietri: op. cit., 56-67; Caracciolo Parra Pérez: op. cit., pp. 191-193.
316 Alí Enrique López Bohórquez

militar del capitán Pedro Arévalo618. La noche del 19 de abril, ya destituidos


de sus cargos, fueron hechos prisioneros, al igual que el intendente Vicente
Basadre, el teniente de gobernador y auditor de guerra José Vicente de Anca,
el subinspector de Artillería Agustín García, el coronel Manuel Fierro y el
teniente coronel Joaquín de Osuano. Al día siguiente, los ministros de la
Audiencia de Caracas conjuntamente con el gobernador y capitán general
fueron remitidos al puerto de La Guaira, donde abordaron el bergantín
“El Pilar” y la corbeta “La Fortuna”, rumbo a Filadelfia y Puerto Rico
respectivamente619.
Ninguno de los ministros de la Real Audiencia de Caracas, depuestos
el 19 de abril de 1810 recobró su cargo en Venezuela, pero continuaron al
servicio del gobierno de España en otras colonias o en la península, con
excepción de Francisco Berrío y Guzmán, reconociéndose sus servicios
con distintos honores y distinciones. El oidor Felipe Martínez de Aragón,
desde Estados Unidos pasó a la Nueva España después de que el Consejo
de la regencia lo nombrara para la plaza tercera de alcalde del crimen de
la Audiencia de México, cargo que asumió en 1811, siendo ascendido a
oidor del mismo tribunal en 1816. El oidor Antonio Julián Álvarez Navarro
fue jubilado por la regencia, pero en 1812 fue designado como oidor de
la Audiencia de Puerto Príncipe (Cuba). Por sus méritos se le confirió la
Cruz de Comendador de la Orden de Isabel la Católica en 1817, siendo
ascendido a regente de Cuba en 1827. En 1830 se le otorgó la Gran Cruz
de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, ejerciendo en Puerto
Príncipe hasta ser jubilado en definitivamente en 1835. El fiscal de lo civil
y criminal, José Gutiérrez del Rivero, fue deportado a Puerto Rico, no
existiendo información alguna disponible hasta ahora sobre su destino
posterior. El fiscal de Real Hacienda Francisco de Berrío y Guzmán se
plegó al movimiento independentista venezolano, siendo designado en
abril de 1810 por la Junta Suprema de Caracas intendente de Ejército y Real
Hacienda. Al regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa se le concedió

618 Véase José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo II, pp. 380-386; Caracciolo Parra Pérez:
Ibid., 195-204; Ángel Grisanti: Ibid., pp. 121-127.
619 “Documentos de Emparan después de su salida de Venezuela” en Ángel Grisanti: Ibid., pp. 185-
196; “Relación de los sucesos del 19 de abril de 1810 en Caracas, expuestos por don José Vicente
de Anca, auditor de guerra y asesor general de Venezuela”, en Boletín de la Academia Nacional de la
Historia, XLIII: 170 (Caracas, abril-junio de 1960), pp. 236-241.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 317

plaza togada en el Consejo de Indias y en 1812 fue nombrado como uno


de los cinco regentes de España hasta 1813. Llegó a ejercer la presidencia
de la regencia; destituido de esta función permaneció en España, siendo
designado ministro de la Cámara del Consejo en 1814. Recibió en 1817 la
Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel la Católica por los méritos y
servicios al Estado español tanto en América como en España, falleciendo
en Madrid el 29 de mayo de 1830 a la edad de ochenta y dos años620.
Una vez consumada la destitución de las autoridades coloniales de
Venezuela, se constituyó la Junta Suprema Conservadora de los Derechos
de Fernando VII, integrada por los miembros del Ayuntamiento y por otras
personas que se autoproclamaron delegados de clases y corporaciones.
El 24 de abril, la Junta sustituyó a los funcionarios españoles por criollos
venezolanos, quedando estructurado el nuevo gobierno de la siguiente
manera: 2 presidentes (José de las Llamosas y Martín Tovar Ponte), 21
vocales (cabildantes, diputados del clero, de los pardos, del pueblo y
militares), 4 Secretarios de Estado (Juan Germán Roscio en Relaciones
Exteriores, Lino de Clemente en Marina y Guerra, Nicolás de Anzola en
Gracia y Justicia, Fernando Key Muñoz en Hacienda). De igual manera,
se emitió una proclama explicativa de los motivos de su constitución a los
habitantes de las Provincias Unidas de Venezuela y al Consejo de la regencia,
y dictó un manifiesto a los demás ayuntamientos de las principales ciudades
de la América española, instándolas a seguir su ejemplo621. Aunque la Junta
surgida del 19 de abril de 1810 se proclamó defensora de los derechos
del rey cautivo, casi inmediatamente orientó sus propósitos hacia la plena
independencia de Venezuela. Muestra de ello fue la organización del nuevo
gobierno, con características de Estado republicano, el envío de agentes
diplomáticos a Inglaterra y Estados Unidos y la convocatoria a elecciones
para un Congreso constituyente. Las declaraciones de emancipación
ocurridas sucesivamente en Cumaná, Margarita, Barinas, Barcelona, Mérida
y Trujillo, entre el 27 de abril y el 21 de septiembre de 1810, la formulación
de constituciones en algunas de esas provincias y la general de 1811
evidenciaron que no se trataba de una coyuntura política transitoria, sino el

620 Alí Enrique López Bohórquez: Los ministros de la Real Audiencia de Caracas…, pp. 156-159.
621 Los documentos respectivos en José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo II, pp. 401-
414; y Textos oficiales de la Primera República de Venezuela. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la
República, 1983; Tomo I, pp. 99-150; Caracciolo Parra Pérez: op. cit., pp. 201-211.
318 Alí Enrique López Bohórquez

inicio de un proceso que culminaría la integración de todos esos territorios


en una nación independiente y republicana
En sustitución de la Real Audiencia de Caracas, y en materia específica
de administración de justicia, la Junta Suprema de Caracas estableció tres
tribunales, cuyas características resumimos a continuación: a) El Tribunal
Superior de Apelaciones, Alzadas y Recursos de Agravios, el cual tenía como
sede la casa en que funcionaba la Audiencia. Sus jueces tendrían tratamiento
de “señoría” y podían ser recusados libremente. El tribunal fue integrado
por las siguientes personas: el Marqués de Casa León Antonio Fernández
de León como presidente, quien por mucho tiempo había buscado ser
designado como ministro del tribunal caraqueño; José Bernabé Díaz, José
María Ramírez, Bartolomé Ascanio y Felipe Fermín Paúl, como ministros-
Jueces, abogados que habían estado vinculados con la Audiencia en el
ejercicio de su profesión o a través del Colegio de Abogados; Vicente Tejera,
fiscal en lo civil y criminal; Juan Antonio Rodríguez Domínguez, agente
fiscal; Francisco Llanos, relator; Rafael Márquez, escribano; Gabriel Castro
y Vicente Villarroel, receptores; y demás subalternos de que se componía la
Real Audiencia. b) El Tribunal de Policía, encargado de combatir el delito
de abigeato y asegurar el traslado del ganado vacuno de los centros de cría
a los de comercio y consumo. Se componía de un Juez de Policía, doce
diputados de Abasto y un síndico. Como tales quedaron designados las
siguientes personas: Bartolomé Blanco como juez; José Joaquín de Argos,
Francisco Aramburu, Francisco González de Linares, Martín de Baraciarte,
Simón Ugarte, Félix Tovar, Pedro Machado, Francisco Ignacio Serrano,
Francisco Tovar, Luis Rivas y Pacheco, Rafael Castillo e Ilario Espinoza
como diputados de Abasto; Lorenzo López Méndez como síndico y Fausto
Viaña como escribano. c) Los Corregidores Luis de Rivas y Tovar y Juan
Bernardo Larrain, a cuyo cargo estarían todas las causas civiles y criminales
a partir del 19 de abril por un año. El primero de ellos conocería de los
asuntos que antes veían el gobernador, su teniente auditor y el Juzgado
de Bienes de Difuntos; el segundo atendería las causas que correspondían
a los alcaldes ordinarios y provinciales622. De esta manera se pretendía

622 Textos oficiales de la Primera República de Venezuela, Tomo I, pp. 114-116; Caracciolo Parra Pérez:
Ibid., pp. 203-205; “acuerdo de la Suprema Junta de Caracas organizando el nuevo gobierno de
Venezuela” (25 de abril de 1810) en José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: Ibid., Tomo II, 406-
407.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 319

resolver los asuntos de justicia de la nueva República, que en lo sucesivo


utilizaría los mismos conceptos y esquema que durante veinticinco años
permitió el funcionamiento de la Real Audiencia de Caracas en beneficio
de la autoridad y soberanía real española. Culminaba así la actuación del
tribunal de justicia establecido en 1786, aunque fuera reinstalado en 1812,
cuando el capitán general Domingo de Monteverde recobraría el territorio
venezolano para la monarquía hispánica y perduraría hasta junio de 1821,
fecha en la que ocurriría la batalla que pondría fin a la dominación española
en el conjunto de provincias que, en 1811, se integraron bajo el nombre de
República de Venezuela.

La discriminación de los abogados venezolanos de la Real Audiencia


y la independencia de Venezuela

Mucho se ha escrito en relación con la exclusión de los americanos


de la administración colonial como un factor a considerar en el proceso de
la independencia. Recientes investigaciones han demostrado la participación
de los americanos en algunas de las audiencias indianas623. En el estudio
de Burkholder y Chandler624, por ejemplo, puede apreciarse la admisión
criolla en las trece magistraturas hispanoamericanas entre 1687 y 1821.
De los 693 nombramientos hechos, 261 correspondieron a americanos,
410 a españoles y 22 de origen desconocido. Las cifras no pueden ser más
elocuentes para enfrentar la idea de discriminación de los criollos, que tan
eufóricamente expusieron Juan Pablo Vizcardo y Guzmán y Simón Bolívar,
y a lo que contundentemente se opusieron algunos historiadores en un
congreso sobre la independencia de Hispanoamérica625. Los resultados de
los estudios sobre las magistraturas indianas apoyan la vieja apreciación del
hecho en términos generales, y no deben concebirse como definitivos pues
se trata sólo del nivel de participación criolla en una de las instituciones, la

623 Nos referimos a los citados estudios de Mark Burholder, Dewitt Chandler, Leon G. Campbell,
David Brading y John L. Phelan.
624 From Impotence to Authority…, p. 145 (Apéndice I).
625 Rubén Vargas Ugarte: La Carta a los Españoles Americanos de don Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. Lima.,
1954, pp. 113-114; Simón Bolívar: Carta de Jamaica. Caracas, Edic. Presidencia de la República
1972, pp. 160-163; y Causas y Caracteres de la Independencia Americana. Congreso Hispanoamericano
de Historia. Madrid, 1953, pp. 242 -276.
320 Alí Enrique López Bohórquez

Audiencia, y en determinadas regiones. Es necesario ampliar el análisis hasta


otras esferas de la administración colonial y considerar otros aspectos a fin
de evitar generalizaciones que impidan apreciar el hecho con objetividad.
Nuestra investigación no pretende refutar los criterios de interpretación y los
resultados logrados por los historiadores citados que, como apreciaciones
de casos particulares, constituyen trabajos bien fundamentados. Por el
contrario, estos han estimulado el análisis del problema desde otro punto
de vista: la participación de los nativos de cada provincia en puestos de
poder y responsabilidad dentro del Estado indiano. Analicemos el problema
de nuevo En relación con las audiencias, esta vez entre 1756 y 1810 por
corresponderse estos años con el período objeto de estudio. Los regentes,
oidores, alcaldes del crimen y fiscales que sirvieron en los tribunales fueron
342: 244 españoles y 98 americanos. De estos últimos, 16 ejercieron en sus
respectivos lugares de nacimiento: 3 en Chile, 3 en Lima, 7 en México, 2 en
Santa Fe y 1 en Santo Domingo626. Las audiencias de Buenos Aires, Cuzco,
Charcas, Guadalajara, Guatemala, Manila, Quito y Caracas no contaron
entre su personal con jueces nacidos en el territorio de sus respectivas
jurisdicciones.
En el caso de la Real Audiencia de Caracas, los abogados venezolanos
–relegados legalmente de las funciones administrativas y de justicia–,
debieron conformarse con el ejercicio de la profesión en sus respectivas
provincias, en espera de postulación para otras magistraturas americanas
o, al menos, de la concesión de interinatos bajo designación de oidores
honorarios, que les permitiera colaborar en asuntos graves de gobierno.
A pesar del crecido número de abogados registrados en el Colegio y la
Audiencia627, estas alternativas no se hicieron efectivas, aun cuando hubo
algunas solicitudes. Analizadas la mayoría de las Consultas de la Cámara
de Indias para las plazas de la Audiencia de Caracas, puede apreciarse que
sólo un venezolano, Rafael Manzanos, fue candidato para ocupar la Fiscalía

626 Mark Burkholder y Dewit Chandler: From Impotence to Authority…, pp. 189-277.
627 Héctor García Chuecos: Estudio de Historia Colonial Venezolana, 296-297; Rogelio Pérez Perdomo:
Los Abogados en Venezuela. Caracas, Monte Avila Editores, 1981, pp. 71-75, hace estimaciones en
número y distribución entre 1780-1805 de los abogados en el distrito de la Audiencia. Expedientes
de abogados venezolanos en Héctor García Chuecos: Abogados de la Colonia. Caracas, Imprenta
Nacional, 1958 y Mario Briceño Perozo: Los Abogados de la Colonia. Caracas, Archivo General de
la Nación, 1965.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 321

de Real Hacienda creada en 1798628. La selección de los venezolanos629


para algunas magistraturas indianas fue escasa, y podríamos dividirla en
dos períodos: antes y después de la creación del tribunal caraqueño. Antes
de 1786, hemos localizado solamente al jurista José Rodríguez del Toro.
Entre 1786 y 1815 sólo seis fueron nombrados como magistrados en las
audiencias de Guatemala, Guadalajara, Santa Fe, México y Charcas: Sebastián
de Talavera y Medina, Francisco Monserrate y Urbina, José Francisco de
Ibarra y Galindo, Juan Antonio Zavala, José Isidro Yáñez Nuño, Francisco
Figueroa de Vargas y José Domingo Rus.
El primer caraqueño que sirviera en un tribunal indiano fue José
Rodríguez del Toro, hijo del primer Marqués del Toro, Bernardo Rodríguez
del Toro. En 1750, marchó a España a estudiar; obtuvo el grado de licenciado
y compitió por un puesto académico en la Universidad de Salamanca. En
1741, después de pagar secretamente quince mil pesos, se le concedió el
título de oidor de la Audiencia de México. En 1752 ingresó a la Orden de
Calatrava por los meritorios servicios prestados en el desempeño de su
cargo, el cual ejerció durante treinta y dos años hasta fallecer en 1774630.
Natural también de la Provincia de Venezuela era Sebastián de Talavera y
Medina, nacido en Santa Ana de Coro; bachiller, licenciado y doctor en
Leyes y Teología, catedrático de la Universidad de Caracas y abogado de
los reales consejos; nombrado oidor de la Audiencia de Guatemala el 16
de diciembre de 1786631. El caraqueño Francisco Rafael Monserrate como
oidor de Guadalajara en 1788; había estudiado en las universidades de La
Habana y Caracas, obteniendo el grado de doctor en Leyes; abogado de los
reales consejos y de la Audiencia de Santo Domingo, donde llegó a cumplir

628 Vid Infra., Capítulo II, nota 148.


629 Nos referimos en forma genérica a los nacidos en las provincias de Venezuela, Maracaibo, Cumaná,
Barinas, Guayana y Margarita.
630 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2°, leg.33, fol. 99: Título de oidor de México (7 de mayo de 1741). Mark
Burkholder y Dewit Chandler: From Impotence to Authority…, pp.50-52, 63-64, 149, 173 y 212,
Alejandro M. Capriles: Coronas de Castilla en Venezuela. Madrid, Edit. A.M. Capriles, 1967, pp.
56-57; Guillermo Lohman Villena: Los Americanos en las Órdenes Nobiliarias, 1529-1900. Madrid,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947, Tomo II, p. 420.
631 Parra Márquez se equivoca al decir que fue electo en 1788 y que fuera promovido como alcalde
del crimen de Lima, pues en 1792 se le otorgó la jubilación en la misma Audiencia; Historia del
Colegio…, I, p. 93. A.G.S. Dir, Gen. Tes., Leg. 187, fol. 535: Título de oidor, Audiencia Guatemala
(16 de diciembre de 1786) e Inv. 2°, leg 76, fol. 154: Jubilación de oidor de Guatemala (21 de
Julio de 1792); Héctor García Chuecos: Relatos y Comentarios…, pp. 324-325.
322 Alí Enrique López Bohórquez

la función de teniente asesor de gobernador; en Guadalajara ejerció durante


siete años y en 1795 se retiró para abrazar la carrera eclesiástica632. José
Francisco de Ibarra y Galindo, hijo del capitán del Batallón de Milicianos
Forasteros de Caracas Andrés de Ibarra, había estudiado en la Universidad
de Caracas, donde recibió los grados de bachiller en Filosofía, Teología y
Derecho Civil, de licenciado en Artes y el de doctor en Sagrada Teología;
catedrático de Latinidad y de Filosofía; residía en Madrid desde 1784 y en
1798 recibió el título de caballero de la orden de Carlos III y fue nombrado
para la plaza de oidor de Santa Fe, cargo que no ejerció pues murió antes
de tomar posesión del mismo633.
Entre los venezolanos en la magistratura indiana, José Isidro Yáñez
Nuño fue el único que logró desarrollar una amplia carrera judicial. Natural
de Caucagua, provincia de Venezuela, se trasladó a Caracas para estudiar
en la universidad y obtener el grado de bachiller en Artes en 1788; en
Santo Domingo estudió Derecho Civil, graduándose de doctor en 1794;
fue recibido en 1798 ante la Audiencia como abogado de su distrito; fue
nombrado en 1803 para el empleo de auditor de guerra de Marina del
Apostadero en Puerto Cabello y en 1805 seleccionado como fiscal del
crimen de la Audiencia de Guatemala; allí ejerció en interinato la fiscalía
de lo Civil en la plaza de oidor por falta de ministros, cargo que compartió
con los de la Superintendencia de la Casa de Moneda y el de Protector de
Indios. En 1809 se trasladó a México donde tendría destacada actuación: en
1810 fue nombrado alcalde de crimen, superintendente de Policía en 1812,
presidente de la Junta de Sanidad en 1813. Asesor general del Virrey en
1814; en 1815 fue ascendido a oidor de la Audiencia mexicana y encargado
interinamente de la Auditoría de Guerra, concediéndosele condecoración
por sus múltiples servicios a la Corona. En 1821 formó parte de la Junta
Provisional de Gobierno establecida por el Plan de Iguala e, incluso, integró
la regencia del Imperio de Iturbide634. Francisco Figueroa de Vargas, nacido

632 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Leg.188, fol. 873: Título de oidor de Guadalajara (10 de Mayo de 1788); Mark
Burkholder y Dewit Chandler: Ibid.., pp. 185-198.
633 A.G.I. Chile, 172: Relación de los Méritos y Ejercicios Literarios de José Francisco Ibarra (23 de
febrero de 1788); A.G.S. Dir. Gen Tes. Inv. 2°, leg, 82, fol. 220: Título de oidor de Santa Fe (2 de
noviembre de 1798); Guillermo Lohman Villena: Los Americanos…, Tomo II, pp. 357-359; Mark
Burkholder y Dewit Chandler: Ibid.., 182 y 223.
634 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2°, leg 89, fol. 104; Inv. 2°, leg. 92, fol 220; Inv. 2°, leg. 98, fol. 3: Título
de fiscal, alcalde del crimen y oidor. A.G.I. México, 1644: Extractos de los Grados y Méritos (2
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 323

en Cumaná, estudió en la Universidad de Santo Domingo donde obtuvo el


grado de doctor en Leyes, recibiéndose de abogado de aquel tribunal y de
los reales consejos en 1786. Recibió el título de oidor honorario de Caracas
y Santo Domingo en 1795, y de Charcas en 1797, antes de ser nombrado
alcalde del crimen de la Audiencia de México en 1811, donde falleció al
poco tiempo de su llegada635. Es muy poco lo que sabemos de Juan Antonio
Zavala, natural de Caracas, quien se encontraba en España cuando fuera
nombrado fiscal del crimen de la Audiencia de Charcas en 1815636.
El venezolano que más insistiera en ingresar a la magistratura
indiana fue José Domingo Rus. Los múltiples cargos desempeñados en
su ciudad natal, Maracaibo, habían estimulado ese deseo. Realizó estudios
en la Universidad de Caracas, donde se graduó de bachiller y licenciado en
Artes, obteniendo en 1790 el grado de doctor en Sagrados Cánones por
la Universidad de Santo Domingo: en 1793 se recibió de abogado ante
la Audiencia de Caracas, llegando a ejercer inmediatamente el cargo de
Defensor del Ramo de Temporalidades. En 1795 y 1799 sirvió el empleo
de alcalde ordinario e interinamente el de auditor de guerra y de asesor de
Gobierno en ausencias de sus titulares; en 1795 fue electo, también, para
la Diputación Consular de Maracaibo; en 1797, ejerció como consultor del
Tribunal de Inquisición de Cartagena de Indias; asesor en 1799 de la causa
contra el levantamiento de negros y mulatos en Maracaibo; defensor de la
Real Hacienda en 1801 y fiscal de la misma en 1804; regidor llano, asesor
de la Provincia y juez de Policía de la ciudad en 1810. Representante de
Maracaibo ante las cortes españolas en 1812. Su actuación en las mismas
fue publicada bajo el título de Maracaibo representado en todos sus ramos y en
una serie de artículos periodísticos recogidos luego en la obra Agere Pro-
Patria. Toda esta labor en la administración de su provincia le sirvió de aval
para que, en 1814, Fernando VII le nombrara oidor do la Audiencia de
Guadalajara, tomando posesión del cargo en 1816637.

de enero de 1821); Héctor García Chuecos: Relatos y comentarios…, pp. 309-312.


635 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2° leg 93, fol 5: Título de alcalde en México (17.1.1811); Guillermo
Lohman: Los Americanos…, Tomo II, p. 185.
636 A.G.S. Dir. Gen. Tes., leg. 189, fol 388: Título de fiscal del crimen en la Audiencia de Charcas (10
de septiembre de 1815).
637 A.G.I. México, 1644: Relación de los Méritos y Servicios (Madrid, 10 de marzo de 1818); A.G.S.
Dir. Gen. Tes, Inv. 2°, leg. 95, fol. 60: Título de oidor de Guadalajara (24 de octubre de 1814); José
324 Alí Enrique López Bohórquez

Sólo estos siete venezolanos fueron escogidos, y cabe señalar que


debió influir en ello el hecho de que tres residían en España para la fecha
de su nombramiento y otro compensó económicamente a la corona
para obtener el puesto. Aparte de estos, algunos abogados venezolanos
solicitaron plazas en Caracas u otra audiencia americana, de las cuales
solamente dos se hicieron efectivas638. En 1761 al caraqueño Antolín
Liendo se le concedió el título de oidor honorario de Santo Domingo639.
Desconocemos si Liendo se trasladó a aquel tribunal, ya que el título
de ministro honorario no ameritaba su presencia, pues no constituía el
nombramiento de magistrado de planta; se trataba de un cargo honorífico,
sin asignación monetaria fija, mediante el cual podía auxiliar en calidad de
conjuez. En 1804, después de insistir varias veces, al también caraqueño
Francisco Espejo se le otorgó el título de oidor honorario, que como hemos
señalado le sirvió para comisiones especiales y ejercer por poco tiempo en
interinato la función de fiscal de la Audiencia640. No conocemos de ningún
otro venezolano que haya sido funcionario de alta jerarquía, de lo cual se
desprende que no solamente fueron mayormente discriminados de las
magistraturas indianas, sino también de otros empleos de la administración
colonial americana.
Pudiera decirse que la participación de los venezolanos en el
Ayuntamiento, en el Consulado y en otros cargos públicos de menor rango
(como personal subalterno o en asesorías legales de diversos organismos
y funcionarios), es un elemento que quizá negaría el planteamiento que

Domingo Rus: Maracaibo representado en todos sus ramos. Madrid Imprenta de Vega y Compañía,
1814; Agere Pro-Patria (Primera parte de Maracaibo representado en todos sus ramos), Estudio Preliminar
de Agustín Millares Carlo. Maracaibo, Universidad del Zulia, 1966.
638 Dice Héctor Parra M. que el Dr. José Bernabé Díaz, natural de Caracas, fue promovido en 1797 a
oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo; dudamos de que esto sea cierto, pues en los Títulos
de Indias localizados en el Archivo General de Simancas no existe un nombramiento de Díaz corno
ministro de ese tribunal; tampoco Burkholder y Chandler lo refieren como funcionario de aquella
Audiencia; y, finalmente, porque en noviembre de 1802 y septiembre de 1809 el Dr. José Bernabé
Díaz solicitó a la Real Audiencia de Caracas informara al rey sobre sus méritos y servicios, a fin
de que se le concedieran los honores de oidor de la magistratura caraqueña. A.G.N. (Caracas).
Empleados de la Colonia, Tomo XLIII, fol. 125 (Caracas, 2 de septiembre de 1809); y A.G.I. Caracas,
416 (3 de noviembre de 1802). Héctor Parra Márquez: Presidentes de Venezuela. El doctor Francisco
Espejo…, p. 70.
639 A.G.S. Dir,Gen Tes., leg. 183, fol. 84: Título de oidor honorario de la Audiencia de Santo Domingo
(26 de abril de 1761).
640 Vid. Infra., Capitulo II, nota 166.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 325

venimos haciendo. Pero cabría preguntarse sobre el poder de decisión que


los venezolanos tuvieron en esas instituciones. En cuanto a las dos primeras
es necesario hacer ciertas consideraciones: en primer lugar, a pesar del poder
adquirido por los ayuntamientos, estos fueron casi totalmente controlados
—de acuerdo con la naturaleza del asunto que se tratara— por la Audiencia,
la Intendencia y el gobernador; ese control precisamente incidiría en el
desarrollo de la idea separatista. En el caso de Caracas, cabe preguntarse:
¿constituyó el Cabildo una pieza del engranaje de la dominación colonial y
se le dio responsabilidades para ello? La respuesta podría ser afirmativa si se
analiza En relación con el resto de la población que no formaba parte de la
oligarquía criolla, pero no así en cuanto a este sector que debió enfrentar la
política orientada a limitar su autoridad y poder. En segundo lugar, si bien
la participación por igual de criollos y peninsulares en el Consulado estaba
garantizada, el predominio de los terratenientes venezolanos en la institución
estuvo siempre de manifiesto pero, al igual que en el Ayuntamiento, sus
actividades en materia de comercio, agricultura, construcción de caminos
y puentes, etc., no eran autónomas. Los conflictos con el intendente y el
gobernador fueron múltiples, y muchas de las decisiones del Consulado
en esos aspectos debieron ser aprobadas por la Junta Superior de Real
Hacienda.
De manera que la participación de los venezolanos en el
Ayuntamiento y el Consulado debe analizarse más bien como medio de
resguardar sus intereses y enfrentar las políticas dirigidas a disminuir su
autoridad. En estas instituciones por lo general participaron hombres de
la oligarquía que detentaban el poder económico y social de la región, sin
haber realizado estudios. Esto significaba que el sector de los abogados,
aunque algunos de ellos provenientes de esa aristocracia criolla, quedara
también excluido de participar en dichos organismos. Frente a toda la
situación discriminatoria, no resultó difícil a los abogados adherirse a la
causa independentista. Era la respuesta, entre otras cosas, a la exclusión
de la administración colonial de que habían sido objeto los juristas
venezolanos. Al respecto dice Rogelio Pérez Perdomo: “No puede negarse
que por efecto de políticas expresadas de la Corona, los nativos de una
provincia estaban excluidos de las más altas posiciones que podía alcanzar
el personal letrado en ella y que para comienzos del siglo XIX los nacidos
en América tenían menos chance de obtener altas posiciones en las colonias
326 Alí Enrique López Bohórquez

que los nacidos en la metrópoli. Esta política, que tenía como rationale la
de hacer más imparcial y eficiente la administración colonial, no podía
dejar de ser vista como una discriminación inaceptable por los juristas y
otros miembros de la élite nacidos en una provincia y que se consideraban
capaces de dirigirla”641.
Está claro que los blancos criollos no fueron los únicos que
participaron en la guerra de independencia, contienda en la cual españoles,
pardos y negros tuvieron también destacada actuación. Aquellos, además
de desencadenarla, se convirtieron en los líderes, y dentro de ellos los
abogados tendrían papel de primer orden. Ese liderazgo se manifestó por
tratarse de “un grupo con una educación política superior que no tiene
por qué sentirse disminuido ante los peninsulares. Independientemente
del bando en que participaron esto era importante para la independencia.
Por otra parte, los juristas que participaron del lado de la independencia
conocen bien los intereses de los criollos y pueden articularlos y diseñar
las medidas para protegerlos, por esto es dable esperar que los juristas
independentistas jueguen un papel muy importante en el planeamiento de
la independencia y en la organización del Estado que resulta de ella” 642. El
marginamiento político a que estuvieron sometidos los criollos conduciría
a que el primer acto de la Junta Suprema de Caracas, el 19 de abril de 1810,
fuera la expulsión de las autoridades españolas, y por supuesto de los
ministros de la Real Audiencia. A partir de entonces los juristas venezolanos
tomaron la dirección del gobierno, hasta la caída de la primera República en
1812. Sin considerar la Alta Corte de Justicia y el Tribunal de Apelaciones,
los encontramos ocupando los puestos políticos –e incluso militares– de
mayor importancia643. De los 42 firmantes del Acta de Independencia,
17 eran abogados. Juan Germán Roscio, quien había tenido dificultades
para recibirse de abogado por dudas en la Audiencia acerca de su origen
étnico, fue designado secretario de Relaciones Exteriores, Miguel José

641 Rogelio Pérez Perdomo: Op. Cit., p. 83.


642 Ibid., p. 84
643 Luego, cuando los ejércitos españoles recobraron el poder en Venezuela, varios abogados se
plegaron a la causa monárquica ocupando cargos de responsabilidad; otros se exilaron, murieron
o fueron ejecutados; y, finalmente, representaron un factor importante en la reconstrucción del
Estado venezolano, una vez derrotadas definitivamente las fuerzas militares españolas. Ibid., pp.
84-88.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 327

Sanz, secretario General de Guerra, José Antonio Anzola, Secretario


de Gracia y Justicia. Dos de los miembros del triunvirato presidencial,
Cristóbal Mendoza y Baltasar Padrón y la mayoría de los miembros del
primer Congreso también eran juristas644.

644 Estos y otros nombramientos de los abogados están recogidos en Toma de Razón 1810 a 1812
(Registros de nombramientos y Actos oficiales emanados de la Primera Junta Patriótica y de la Primera República
de Venezuela). Caracas, Imprenta Nacional, 1955.
Capítulo VI
La función política de la Real Audiencia de Caracas
y el rescate de la autoridad colonial en Venezuela

En la historiografía sobre el derecho y las instituciones indianas no


son uniformes las opiniones sobre las atribuciones de las reales audiencias.
Algunos historiadores consideran que cumplieron exclusivamente funciones
judiciales645, con autoridad para asesorar a virreyes y gobernadores;
mientras que otros les confieren facultades de gobierno derivadas de
la administración de justicia en nombre del Rey646. Sin embargo, existe

645 Esta corriente está representada fundamentalmente por Alfonso García Gallo en “Los Principios
Rectores de la Organización Territorial de las Indias en el Siglo XV”, pp. 663, 671-672, 687, 689-
690, y –sobre todo– en “Las audiencias de Indias. Su origen y caracteres”. Esta tesis es compartida
por otros historiadores del derecho como Jesús Lalinde Abadía: “El régimen virreinato-senatorial
en Indias” (Separata del Anuario de Historia del Derecho Español, XXXVII (Madrid, 1967), pp. 102 y
146-147; Víctor Tau Anzoátegui y Eduardo Martiré: Manual de Historia de las Instituciones Argentinas.
Buenos Aires, 1967, pp. III; Ricardo Zorraquín Becu: “Los distintos tipos de gobernador en el
derecho indiano” en Actas y Estudios del III Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho
Indiano (Madrid, 1973), p. 559; Silvio Zavala: El Mundo Americano en la Epoca Colonial. México, Editorial
Porrúa, 1967, Tomo I, p. 402.
646 Más extensa es la historiografía que reconociendo la función judicial considera también la
función político-administrativa de las audiencias indianas. Entre otros, Juan Beneyto: Historia
de la administración española e hispanoamericana, p. 432; Efraín Cardozo: “La Audiencia de Charcas
y la facultad de gobierno”, Humanidades, XXV (Buenos Aires, 1936), pp. 137-156; Raúl Muñoz
Feliú: La Real Audiencia de Chile. (Particularmente Capítulos VI y VII). Santiago, Imprenta La
Gratitud Nacional, 1937; Luis Aznar: “Evolución del régimen legal y del significado político de las
audiencias indianas”, Boletín de la Universidad Nacional de La Plata, 5 (La Plata, 1933), pp. 8-43; Pío
Ballesteros: “La función política de las Reales Chancillerías Coloniales”, Revista de Estudios Políticos,
XV: 27-28 (Madrid, 1946), pp. 47-109; Miguel y Alonso, Carlos: “Las audiencias en los Reinos y
Señoríos de las Indias”, Cuadernos Americanos, 116-117 (Madrid, agosto-septiembre de 1959), pp.
330 Alí Enrique López Bohórquez

consenso en conferir a esas magistraturas un papel de primer orden en el


ejercicio de la soberanía española en sus territorios de ultramar, por cuanto
entonces la justicia era considerada como el fin primordial del Estado. Fin
que no se limitaba a la competencia jurisdiccional para dirimir pleitos o
causas civiles o criminales, sino que abarca también la supervisión de las
normas que rigen la convivencia social y política relacionadas con el bien
común y el respeto a las leyes. Antes hemos señalado que, además de su
actuación judicial, las audiencias americanas tuvieron efectiva participación
en asuntos de gobierno, ya que fiscalizaban la Real hacienda, asesoraban
a sus Presidentes (virreyes o gobernadores) en su gestión gubernativa,
controlaban instituciones de gobierno provincial y local, informaban al rey,
su Consejo y ministros sobre hechos de trascendencia y de administración
general, proponiendo soluciones acordes con el ejercicio de la soberanía
real. Todo ello les dio autoridad política legalmente reconocida, aunque
en muchos casos también cuestionada647. Así, las funciones de justicia y
gobierno están presentes en las magistraturas indianas, resultando difícil,
en algunos casos, distinguir el radio de acción de cada una de ellas. Esto
porque, al controlar la actuación de los distintos funcionarios coloniales
y al colaborar con las diferentes ramas del poder público, las audiencias
intervenían abiertamente en asuntos gubernamentales648.
La actuación de la Real Audiencia de Caracas no es distinta a la
del resto de las audiencias indianas. Esto, sin embargo, no está del todo

189-204; Jorge Fábrega P.: “Organización, jurisdicción y competencia de la Primera Audiencia


y Real Chancillería de Tierra Firme”, Lotería, 199 (Panamá, junio de 1972), pp. 35-48; Agustín
Bermúdez Aznar: “Las funciones del presidente de la Audiencia en Indias”, Revista de la Facultad
de Derecho de México, 101-102 (México, enero-julio de 1976; pp. 85-96; Enrique Ruiz Guiñazú:
op. cit., pp. 21 y 44; Manuel Salvat Monguillot: “Las funciones de gobierno de la Audiencia en el
Reino de Chile”, en Actas y Ponencias del III Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho
Indiano. Madrid, 1973, pp. 597-622; Ismael Sánchez Bella: “Las audiencias y el gobierno de las
Indias (Siglos XVI y XVII), Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, II (Valparaíso, 1977), pp. 159-186;
José Luis Soberanes Fernández: “Notas para el estudio de la Audiencia gobernadora en México
de 1680 a 1821”, Anuario Jurídico de la Universidad Nacional Autónoma de México, 3-4 (México, 1976);
Fernando Muro Romero: op. cit.; y Alí Enrique López Bohórquez: “La Real Audiencia de Charcas
(1561-1567): Conflictos Jurisdiccionales de una Audiencia Subordinada”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, 279 (Caracas, julio-septiembre de 1987), pp. 745-762.
647 Apud. Guillermo Morón: Historia de Venezuela, Tomo V, p. 70.
648 Sobre la función gubernativa de las reales audiencias véase Santiago Gerardo Suárez: “Instituciones
panvenezolanas del período hispánico”, en Los Tres Primeros Siglos de Venezuela, 1498-1810. Caracas,
Fundación Eugenio Mendoza, 1991; pp. 307-311.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 331

determinado, en razón de que este tribunal ha sido la institución colonial


estudiada con menor rigor y sistematización por parte de historiadores y
estudiosos del derecho. Un cuidadoso examen de las fuentes documentales,
la historiografía y los juicios sobre el tribunal –incluidos en el apéndice
de este trabajo– evidencian que existen apreciaciones que ameritan una
revisión; que algunos autores repiten consideraciones acerca del tema sin
hacer nuevos aportes; que la mayoría de los estudios constituyen capítulos
de obras generales informativas o especializadas en otros asuntos, los cuales
no pueden concebirse como investigaciones rigurosas sobre la magistratura
caraqueña; y que son escasos los estudios relacionados con aspectos
específicos del tribunal; además de que, en su conjunto, son desiguales en su
profundidad y alcance para la comprensión y explicación de tan importante
institución colonial venezolana.
Hasta ahora, con algunas excepciones, se ha estudiado la Audiencia
de Caracas en cuanto a su estructura jurídico-institucional, enfoque derivado
del interés que algunos juristas han manifestado por escribir la historia de ese
tribunal, exaltando su actividad en la administración de justicia y dejando a
un lado su acción cumplida como agente efectivo de la dominación española
en Venezuela. En la mayoría de los casos se ha incurrido en una visión
simplista y deficiente, lo cual ha ocasionado –por las características antes
indicadas– que se ha presentado la función del tribunal de Caracas de manera
distorsionada, fragmentada y reducida. Curiosa orientación, si se estima que
el aspecto de la justicia tampoco ha sido investigado con rigurosidad en
Venezuela. Esta interpretación que le da relevancia a su actuación judicial
ha surgido –cuando no por simple especulación imaginativa y narrativa
de algunos casos sobresalientes– de la legislación metropolitana para las
audiencias indianas, o de su actuación durante la guerra de independencia,
vinculada con la actitud del regente José Francisco Heredia. Por otro lado,
en ese mismo aspecto judicial, se ha pretendido desconocer el grado de
corrupción de algunos magistrados, evidenciado en la visita al tribunal
realizada por el regente Joaquín Mosquera y Figueroa entre 1804 y 1809.
En nuestro libro Los ministros de la Real Audiencia de Caracas (1786-
1810). Caracterización de una élite burocrática del poder español en Venezuela,
estudiamos a los hombres que dieron vida a la magistratura caraqueña
entre 1786 y 1810, como una élite representativa del poder español en
nuestro territorio. Esa élite se caracterizó por su propensión al predominio
de ministros españoles, profesionalmente experimentados en diferentes
332 Alí Enrique López Bohórquez

cargos de la administración tanto de España como de América. La actitud


de esos magistrados en defensa de la soberanía española, su poco arraigo
dentro de la sociedad venezolana, así como la exclusión de letrados nacidos
en la jurisdicción del tribunal, garantizaron el ejercicio de una autoridad
política que trascendió su característica acción judicial. Esto condujo a
un enfrentamiento casi permanente con el Ayuntamiento y el Consulado,
instituciones controladas por la aristocracia criolla venezolana, que tomó,
como uno de los argumentos para la independencia, la forma arbitraria
y corrupta conque habían actuado los ministros de la Real Audiencia de
Caracas durante veintitrés años. Se trata, pues, no de un estudio sobre la
burocracia como institución legalmente constituida, sino de un análisis de
ésta a través de la actuación de los funcionarios que pusieron en práctica
sus atribuciones, a fin de que se comprendiera el grado de dominación
impuesta dentro del marco de nuestra sociedad colonial.
Con base en los pocos estudios específicos existentes y en las
consideraciones generales expuestas en obras de distinta naturaleza, se
puede caracterizar la Real Audiencia de Caracas desde una perspectiva
distinta, opuesta a la visión reduccionista de su exclusiva acción judicial.
Es tiempo ya de presentar la institución en su justa dimensión y en el
contexto de la dominación colonial, en un estudio que abarque –además de
las atribuciones en materia de justicia– su función político-administrativa,
tanto en su actuación en los más variados aspectos como en su carácter
de instrumento empleado por la monarquía española para recobrar la
autoridad frente a la sociedad venezolana, y como factor importante
para la integración de nuestro territorio. Estudio en el que se establezca
la diferenciación correspondiente de la actuación de la Audiencia antes y
durante la guerra de independencia, respondiendo, además, a la necesidad
de vincular pasado y presente, en interacción comprensiva, en función de la
explicación histórica retrospectiva. Nuestra proposición no está formulada
como simple esquematización teórico-especulativa, sino como resultado
de una investigación que ha demostrado la amplia gama de funciones
cumplidas por la Real Audiencia de Caracas entre 1787 –fecha de su
instalación– y 1821 cuando, por efecto de la guerra de independencia, dejó
de funcionar. Para ello consideramos determinante recurrir a todo tipo de
fuentes documentales, entre las cuales destacan acuerdos, decretos, autos,
expedientes, escritos del fiscal, aranceles de justicia, relaciones de pleitos y
causas, comisiones y –fundamentalmente– reales provisiones. En atención
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 333

a estas últimas, con anterioridad hemos hecho referencia a los distintos


asuntos en que intervino el tribunal caraqueño en materia judicial, política,
ideológica, económica, social, eclesiástica, militar, educativa, cultural, etc., los
cuales en su conjunto reflejan una intensa actividad de gobierno –compartida
en algunos casos con distintos funcionarios e instituciones, pero en otros
ejercida con absoluta autonomía–, que se traduce en una función política
efectiva en defensa de la soberanía española.
Esa función política se expresó en la actividad de asesoramiento de
su presidente-gobernador, lo cual le daba carácter de institución consultiva,
en el control de los distintos funcionarios provinciales y locales, y la defensa
de la soberanía real cuando fue cuestionada mediante insurrecciones y
conspiraciones –unas con propósitos reivindicativos, otras con claras
intenciones independentistas–. En cuanto a la actividad de asesoramiento al
gobernador, en lo que se conoce como Real acuerdo, ésta produjo diferentes
resultados, bien porque se siguieron las recomendaciones de los ministros de
la Audiencia, bien porque se contradijeron, pero en todo caso siempre estuvo
presente la actitud conjunta del funcionario y de la institución en defensa
de la soberanía real649. Buenas fueron las relaciones de los magistrados
con el gobernador Juan Guillelmi; como difíciles las sostenidas con Pedro
Carbonell, quien, además de rechazar la intromisión de estos en asuntos
gubernativos, se dedicó a desacreditar ante las autoridades metropolitanas
la actuación de los jueces del tribunal. No menos controversiales fueron
las confrontaciones con Manuel Guevara Vasconcelos. Sin embargo, las
circunstancias derivadas de la conspiración develada en La Guaira de 1797 las
atenuaron momentáneamente –como había ocurrido con Carbonell–, por lo
que el gobernador y la Audiencia se unieron coordinadamente para impedir
una temprana ruptura del orden colonial. Resueltas esas circunstancias, el
gobernador Guevara, por ejemplo, reiteró sus incisivas denuncias contra
algunos de los miembros del tribunal, lo cual conduciría a la visita del regente
Joaquín Mosquera y Figueroa (1804-1809). Los hechos ocurridos en España
a partir de marzo de 1808 desarticularon prácticamente el “real acuerdo”,
constituyéndose el gobernador interino Juan de Casas en instrumento de
los odios que el regente-visitador había manifestado contra la mayoría de

649 Sobre las relaciones Audiencia-gobernador, y la función político-gubernativa del tribunal, véase el
riguroso y esclarecedor estudio de Ildefonso Méndez Salcedo: La Capitanía General de Venezuela, 1777-
1821, pp. 127-135.
334 Alí Enrique López Bohórquez

los magistrados de la Audiencia. No muy distinta sería la situación con el


nombramiento de Vicente Emparan; viejas rencillas con la magistratura y
una actitud vacilante del nuevo Gobernador, con respecto a lo que ocurría
tanto en España como en Caracas, condujeron a desentendimientos
gubernativos, lo cual fue aprovechado por la élite criolla venezolana para
dar inicio al proceso de emancipación.
A pesar de las denuncias de los gobernadores Carbonell y Guevara y
de las dificultades para su funcionamiento al iniciarse la visita de Mosquera
y Figueroa, la Real Audiencia sobrevivió a todo tipo de embates. Las
autoridades españolas siempre dieron la razón a sus ministros en los
asuntos denunciados por aquellos funcionarios o nunca tomaron decisión
alguna al respecto. El hecho más evidente fue el resultado de la referida
visita: No se tomaron resoluciones directas, solamente medidas parciales
contra uno de los magistrados; los otros continuaron en la administración
pública y se reconoció su actuación judicial con la continuidad en el cargo,
la promoción para funciones de mayor jerarquía o la permanencia en
Caracas hasta la culminación del proceso. Mosquera y Figueroa desvió la
atención de su visita hacia el problema surgido con la llamada conjuración
de los mantuanos de 1808, al crear una Sala Extraordinaria paralela a la
Audiencia. Sus pronunciamientos contra los jueces audienciales fueron
prácticamente ignorados, aunque después sus servicios a la administración
española en la Nueva Granada, México y Caracas fueron reconocidos por
la monarquía española. En fin, el proceso de la visita de Mosquera no tuvo
mayor “significación en la reformulación de la práctica de la justicia, no
hubo reestructuración del Tribunal; los resultados de la inspección no fueron
coherentes con el propósito fundamental que motivó al rey y al Consejo de
Indias para decretarla. En definitiva, todo el proceso que significó la visita
a la Real Audiencia de Caracas, las acusaciones y defensas, los diferentes
informes oficiales y las diligencias de los implicados, no dieron resultado
práctico alguno, el juicio quedó sin efecto”650. Probablemente, los sucesos de
la invasión napoleónica a España interrumpieron el desenlace final de esta
inspección audiencial, pero está claro que lo ocurrido posteriormente con
los funcionarios implicados en las denuncias evidencia que la Audiencia salía

650 Teresa Albornoz de López: La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas
(1804-1809): Conflictos internos y corrupción en la administración de justicia, p. 52.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 335

airosa de un proceso administrativo que, más que resolver definitivamente


la situación de entredicho en que se encontraban algunos magistrados,
desarticuló a una institución que había sido instrumento efectivo del rescate
de la autoridad monárquica en Venezuela.
Otra muestra de la función política de la Real Audiencia la constituye
su posición respecto a la clase social que controlaba el Ayuntamiento y
el Real Consulado de Caracas, lo cual expresaba no solamente un asunto
de carácter administrativo, sino también una actitud social que reflejaba
las viejas contradicciones entre los blancos peninsulares y los blancos
criollos. Tanto la costumbre como los privilegios que la élite caraqueña
había detentado durante el siglo XVII, hasta el establecimiento de la Real
Audiencia (derivados de la escasa atención que la corona española había
prestado a estos territorios que poco podían ofrecer en tiempos de una
economía basada fundamentalmente en la extracción de metales preciosos
y, particularmente, durante aquella centuria de la crisis económica y política
de la España de los llamados Austrias menores), permitieron el desarrollo
de nueva conciencia criolla-americana. Junto con esto, el crecimiento
agropecuario autónomo, fortalecido por las políticas que en ese sector
desarrolló el gobierno de los reyes Borbones, significó la acentuación
de una clase social, fundamentalmente la de los “grandes cacaos”, de los
“mantuanos” del valle de Caracas y sus comarcas aledañas, cuyos centros
específicos de poder fueron, primero, el Ayuntamiento y, luego, el Real
Consulado. Mediante el Cabildo esa élite controló el gobierno y la justicia
en primera instancia en la ciudad capital de la provincia de Venezuela.
Con el control social del tribunal consular pretendió tomar en sus manos
importantes decisiones en lo contencioso administrativo mercantil. Pero, a
partir del establecimiento de la Audiencia, la vieja tradición gubernativa y
judicial local de los cabildantes caraqueños, y la pretendida idea de los ricos
agricultores y comerciantes en cuanto ejercer, sin arbitrio alguno, la función
de administrar justicia, encontrarían fuerte resistencia en los magistrados,
mayoritariamente de origen español, una fuerte resistencia, opuestos a la
continuación de la costumbre y los privilegios que no estuvieran regidos
por el dictado de las leyes.
Así, se restringieron muchas prerrogativas ceremoniales y
protocolares de los miembros del Ayuntamiento; se les prohíbió el uso de
sillas en los actos religiosos; se exigió a los munícipes electos anualmente a
presentarse ante los oidores; se impidió que los tenientes de Justicia Mayor
336 Alí Enrique López Bohórquez

se juramenten ante el Cabildo; se anularon o confirmaron las elecciones


de los alcaldes ordinarios y de otros funcionarios municipales; se requirió
la presentación de cuentas; se aprobaban o rechazaban las solicitudes del
síndico procurador para gastos ordinarios y extraordinarios; se prescribió
la necesidad de que existieran aranceles para la administración de justicia;
se ratificaban o impedían fiestas y convites, se exhortaba al cumplimiento
de la ley de alternativa, entre criollos y peninsulares, para el ejercicio de los
cargos más importantes; en las competencias jurisdiccionales, el regente
de la Audiencia actuaba para dirimir querellas y prescribir con fundamento
la jurisprudencia más conveniente. Ante todo esto, con el pretexto de una
supuesta protección a las “gentes de color” por parte del alto tribunal,
prontamente la élite criolla arremetió contra los ministros audienciales,
con elevado tono político y profundo sentimiento de animadversión
social, criticando mediante representaciones a la monarquía su actuación
en la administración de justicia y el irrespeto a costumbres y tradiciones,
algunas de las cuales tenían reconocimiento real. Los magistrados fueron
acusados del dictado de providencias ilegales, sentencias contemplativas e
inciertas que retardan la determinación de las causas o el ajuste al derecho
correspondiente, de crear discordias y rencillas entre los vecinos, de hacer
elevados los costos de los pleitos y de vender la justicia al mejor postor651.
Semejantes acusaciones, de ser ciertas, debieron haber adelantado
una temprana visita a la Audiencia, pero esta sólo fue consecuencia de las
denuncias formuladas por los gobernadores Pedro Carbonell y Manuel
Guevara Vasconcelos, y no por la incidencia de una élite criolla que,
además, fue acusada por Carbonell y Mosquera de actuar indebidamente
conjuntamente con uno de los magistrados más representativos de
la Audiencia: el regente Antonio López de Quintana. Ninguna de las
acusaciones del Ayuntamiento contra la magistratura caraqueña tuvo efecto.
La actitud de la monarquía al respecto era obvia: la institución garante de
su autoridad en la provincia de Venezuela era la Real Audiencia. No es
extraño, pues, que iniciado el proceso de emancipación venezolana, los
ministros de la Audiencia fueran expulsados, junto con otros funcionarios
de jerarquía, como represalia a todas aquellas excesivas manifestaciones

651 Robinzon Meza y Héctor Molina han estudiado en profundidad los aspectos antes descritos en
La lucha por el poder en Venezuela durante el siglo XVIII. Conflictos y acuerdos del Cabildo de Caracas con
las autoridades coloniales, pp. 77-105 y 108-110.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 337

de control ejercidas por el alto tribunal desde el momento mismo de su


establecimiento. A ello debe agregarse el hecho de que muchos de los
abogados que dirigieron dicho proceso pertenecían a la élite criolla de
Caracas, a la vez que habían sido excluidos por las autoridades españolas del
ejercicio de cargos de magistrados en el tribunal, a pesar de que lo habían
solicitado contando con los méritos exigidos para tal fin.
En lo que al cuestionamiento de la autoridad colonial se refiere, puede
señalarse que la situación en las provincias que formaban parte del distrito
de la Real Audiencia (Venezuela, Cumaná, Maracaibo, Guayana, Margarita
y Trinidad) varió sustancialmente a partir de su establecimiento. Con
anterioridad nos referimos al hecho de que hasta 1787 motines, rebeliones,
insurrecciones, movimientos de masas y conflictos jurisdiccionales se
manifestaron en reiteradas ocasiones (Véase Cuadro 1). La confrontación
social se manifestó como consecuencia de la desigualdad numérica de los
distintos grupos sociales, del nivel de explotación a que eran sometidas las
gentes de color y los indígenas y de las restricciones impuestas a los blancos
criollos por las reformas borbónicas. Ello condujo a conflictos y tensiones
dirigidas a demandar reivindicaciones económicas y/o sanciones contra
la arbitrariedad de los opresivos gobernantes. El alto tribunal caraqueño
no acabaría con esas actitudes, hasta entonces sólo cuestionadoras del mal
gobierno y del régimen de opresión fiscal, pero se advierte en el análisis de
los levantamientos y enfrentamientos ocurridos que las confrontaciones de
carácter económico disminuyeron, dando paso a una actitud política que
criticaba abiertamente el orden colonial, por efecto del conjunto de medidas
tomadas para el mayor control de aquellas provincias y sus respectivas
sociedades, y del fortalecimiento del poder español con el establecimiento
de nuevos funcionarios e instituciones (Véase Cuadro 2).
Dentro del aparato político-administrativo establecido en función de
ejercer ese control, la Real Audiencia de Caracas representó el instrumento
más efectivo para tal fin. Además de convertirse en el medio más eficaz
para administrar justicia, tanto pública como privada, fue la vía más directa
para sosegar los ánimos de los distintos sectores de la sociedad colonial
venezolana, controlar las arbitrariedades de los gobernadores, intendente
y demás funcionarios provinciales y, sobre todo, restringir progresiva y
sistemáticamente la autonomía gubernamental de la aristocracia criolla
venezolana, expresada a través de los ayuntamientos. Las diversas actuaciones
de los ministros de la magistratura en esos aspectos permiten apreciar el
338 Alí Enrique López Bohórquez

significado que tuvieron para el rescate de la autoridad monárquica en


Venezuela. Sin embargo, cabe señalar que como consecuencia de las distintas
disposiciones aplicadas por el gobierno español, orientadas a lograr el
mayor control de aquellas dispersas e incomunicadas provincias, a evitar el
conocimiento del nuevo ideario político europeo, y a restringir la actuación
de diferentes sectores de la sociedad colonial venezolana, fundamentalmente
de la élite caraqueña, se engendró un sentimiento antigubernamental –en
unos casos– y antimonárquico –en otros–, que tuvo evidentes expresiones
en la insurrección de José Leonardo Chirino en Coro, en la conspiración
de Gual y España en La Guaira, en el complot de Francisco Javier Pirela
en Maracaibo, y en la conjura de los mantuanos de Caracas, además de
otras reacciones sociales de menor trascendencia histórica. En todos esos
hechos la Real Audiencia tuvo una efectiva participación, siendo garante
del mantenimiento del orden colonial y la soberanía española.
La actitud de la Real Audiencia orientada al rescate de la autoridad
tuvo su expresión en las características de los dieciséis magistrados
seleccionados para ejercer en Caracas.652 Como hemos señalado, estos
representaron ejemplo de la reorganización judicial de Carlos III y de la
política antiamericanista de su ministro José de Gálvez. Se trató de una
burocracia constituida por hombres desvinculados socialmente tanto
de la nobleza española como de la americana; de letrados versados y
experimentados en asuntos judiciales en otras audiencias, en tribunales
inferiores, en asesorías legales y en cátedras universitarias, cuyos servicios
fueron recompensados con la promoción a cargos o magistraturas de mayor
prestigio, independientemente de que la actuación de algunos de ellos
hubiese sido puesta en entredicho por las acusaciones del Ayuntamiento,
de los gobernadores Carbonell, Guevara y Emparan y del regente visitador
Mosquera. Las fuentes documentales, incluyendo las referidas a esas
imputaciones, hasta ahora han evidenciado que, con excepción del regente
Antonio López de Quintana, los ministros de Caracas no desarrollaron
estrechos nexos locales, ya que no participaron en actividad económica
alguna ni adquirieron bienes raíces ni casaron en el distrito de la Audiencia.

652 Once españoles (dos no tomaron posesión del cargo por fallecer antes de llegar a Caracas) y
cinco americanos (dos de los cuales no ejercieron antes de 1810 debido al inicio de la guerra de
independencia).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 339

Y en el caso de López de Quintana, las denuncias en su contra se orientaron


a establecer su relación con los hermanos de origen español Esteban y
Antonio Fernández de León. La recompensa dada por sus actividades
durante diecisiete años en Caracas (fue suspendido de sus funciones al
iniciarse la visita de Mosquera en 1804, permaneciendo en Caracas hasta
la resolución de la misma en 1809), nombrándosele Consejero de Indias
hasta 1814, demuestra lo contrario. A esas cualidades del personal audiencial
debe agregarse el hecho de la negativa del gobierno español de seleccionar
abogados venezolanos para ejercer en la magistratura caraqueña. Respondía
ello a la política que pretendía evitar parcialidades determinadas por nexos
familiares y de amistad. Así, el estudio de las fuentes documentales y las
interpretaciones hechas por algunos respecto de la actitud asumida por
los ministros de la Real Audiencia de Caracas en cuanto a la intervención
en los más variados asuntos gubernativos, la asesoría en esa materia a
sus gobernadores-presidentes, el control de instituciones y funcionarios
de gobierno local y provincial, y su papel ante las reacciones sociales
cuestionadoras del orden colonial, demostrado a lo largo de este trabajo,
permite concluir que aquella magistratura cumplió una intensa y efectiva
actividad política orientada al rescate de la autoridad monárquica y a la
defensa de la soberanía española, utilizando como instrumento fundamental
el ejercicio de la administración de justicia como expresión del poder real
y de un Estado que funda en ella sus principios.
Apéndice
Juicios sobre el establecimiento y actuación
de la Real Audiencia de Caracas

Francisco Depons
“… las provincias de Caracas están tan distantes de Santa Fe y de Santo
Domingo, que el asiento del tribunal en cualquiera de estas dos ciudades,
obligaba, para hacerse oír de uno u otro, a emprender viajes largos, costosos
y fatigantes que acarreaban gastos inmensos, infinidad de fatigas y muchas
veces hasta la muerte. Santa Fe, capital del nuevo Reino de Granada, está
a ciento cincuenta leguas al suroeste de Caracas. La comunicación es tan
difícil que, aun con buen tiempo, el correo gasta cuarenta y dos días de una
ciudad a otra. Santo Domingo se halla más o menos a la misma distancia
hacia el norte. Además de los inconvenientes del viaje, la travesía del mar
Caribe, sobre todo en tiempos de guerra, es igualmente peligrosa para el
dinero que se ha de enviar o llevar consigo y para los escritos del proceso.
Por otra parte, desde hace bastante tiempo, Venezuela y sus anexos están
suficientemente poblados como para tener audiencia propia y producen lo
necesario para cubrir los gastos de ella. Es raro pues que se haya aplazado,
hasta época reciente, una medida a todas luces ventajosa.” (Viaje a la Parte
Oriental de Tierra Firme en la América Meridional) [1806]. Caracas, Ediciones
del Banco Central de Venezuela, 1960, I, pp. 187-188).

Rafael María Baralt


“Todo el [territorio] de Venezuela estuvo comprendido en la jurisdicción
de la Audiencia de Santo Domingo, desde el descubrimiento de la Costa
342 Alí Enrique López Bohórquez

Firme hasta el año de 1718, en que fue declarado parte integrante del
distrito judicial de Santa Fe; pero viendo el gobierno los grandes dispendios
e incomodidades que ocasionaba la distancia, dispuso que volviesen las
cosas al estado que tenían antes. Igual razón le movió a crear una Audiencia
venezolana el año 1786… Era tan clara y urgente prueba la pobreza del
país, el atraso de su población y la poca importancia que por todo esto se
le daba entonces…” (Resumen de la Historia de Venezuela, [1841], editado en
Obras Completas. Maracaibo, Universidad del Zulia, 1960, I, pp. 364-365).

José Gil Fortoul


“…Quejábase… la oligarquía local de que con el establecimiento de la
Audiencia de Caracas se habían multiplicado las disensiones y discordias,
habían crecido los costos de los pleitos, se habían hecho más osados los
escribanos, procuradores y subalternos, y se iban ocupando estos empleos
por sujetos tachados en su calidad y conducta. Sin embargo, cualesquiera que
fuesen entonces las imperfecciones o vicios de la administración de justicia,
semejantes quejas obedecieron a un motivo secreto poco generoso. Cuando
la Audiencia estaba en Santo Domingo, era más difícil para la gente pobre o
desvalida obtener justicia, y el establecimiento de aquel tribunal en Caracas
fue una medida evidentemente favorable a la equidad, aunque disminuyera
de hecho el poder social de los blancos. Pidió también el Ayuntamiento
que se removiesen los actuales ministros de la Audiencia, por desafectos a
los blancos criollos y personas de distinción; agregando que los empleados
europeos llegaban prevenidos contra los blancos y tendían a proteger a los
mulatos y gente inferior.” (Historia Constitucional de Venezuela. [1906]. Caracas,
Ediciones Sales, 1964, I, p. 105).

Laureano Vallenilla Lanz


“… De tantas prerrogativas había gozado el Cabildo de Caracas, que
nada sublevó más el sentimiento de los nobles criollos que lo componían
y que estaban habituados a obrar con cierta independencia, como el
establecimiento de la Audiencia de Caracas, que vino a limitar sus facultades
y en muchas ocasiones amparó las clases bajas de la colonia contra el
exclusivismo de casta y la tiranía a que estaba habituado el mantuanismo”.
(Disgregación e Integración. Ensayo sobre la formación de la nacionalidad venezolana.
Caracas, Tipografía Universal, 1930, p. 76).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 343

“Es de justicia tributar a los ministros de este alto tribunal, entre los cuales
figuró el inmaculado Heredia, todo el respeto y la gratitud que merecen de
la posteridad por la rectitud de sus fallos y su constante acatamiento a la
equidad y a la justicia, colocándose siempre por sobre tremendas pasiones
de los propios venezolanos realistas que convirtieron al afortunado de
Monteverde en un ciego instrumento de sus odios y persecuciones contra
los patriotas y fueron quienes, en unión de un grupo de isleños de Canarias,
de largo tiempo radicados en el país, rompieron de hecho la capitulación de
La Victoria e hicieron odiosa para siempre la Causa de España. En elevada
y noble posición se mantuvo siempre la Real Audiencia, que cuando el
triunfo de Boves en 1814, tuvieron sus ministros que refugiarse en Puerto
Cabello, como si fuesen enemigos y el gran caudillo, que fue el más genuino
exponente de la avalancha popular con todos sus instintos depredadores
e igualitarios, sustituyó la Audiencia con un Tribunal adhoc, llamado de
Apelaciones y compuesto por tres abogados venezolanos y quienes sí podían
ser, como lo fueron en realidad, los fieles intérpretes del bando vencedor.”
(Causas de Infidencia. Documentos inéditos relativos a la Revolución de la Independencia.
Caracas, Tipografía del Comercio, 1917, p. XXIV).

Blas Joseph Terrero


“… No se puede negar que la creación de una Audiencia era el único remedio
que se ofrecía más adecuado para contener los audaces desórdenes y sofrenar
el orgulloso espíritu que la regía; pero cuando Dios trata de castigar y no de
remediar, el mismo beneficio y la misma medicina es el azote y el castigo
más terrible de su indignada justicia…”

“… a vista de coyunturas tan favorables, llénanse sus estrados de evoluciones


civiles; no hay quien no quiera reproducir y hacer revivir su causa en su
sala, sin embargo de estar concluidas con el indeleble sello de la definitiva
y pasadas en autoridad de cosa juzgada. Conmuévese y pónese en función
casi toda la provincia; pero bien presto vio ésta su desengaño aunque a costa
del doloroso escarmiento de unos derechos insoportables a que la sujetó
su espantoso arancel. Retírase con este motivo la razón y la justicia y queda
franco el paso al sacrificio de la inocencia que se inmola mudamente a la
merced de su rival, del poderoso, del audaz y hasta del malvado; de manera
que si antes se veía la provincia agitada de las violencias y del desorden, ahora
lo quedó igualmente de la confusión, del despecho y la desesperación…”
344 Alí Enrique López Bohórquez

“… Comienza desde luego a establecer sus ritualidades sobre un culto


elevado y en parte supersticioso, y a ejercer, y no diría mal a exceder y
extender su concebida autoridad, no sólo sobre los asuntos privativos a los
tribunales inferiores, internando su conocimiento hasta los comprendidos
propiamente bajo la primera instancia, sino lo que es más, sobre lo más
sagrado y recomendable que tiene así reservada la soberana voluntad
de nuestro monarca, cual es pública y escrupulosa fe de los escribanos,
habilitando con ella a algunos sujetos, sin embargo de las rigurosas penas
de nulidad, inhabilidad y confiscación de bienes fulminadas por la misma
Majestad, abriendo con tan perniciosas resoluciones la puerta a los artificios
y recursos de la maliciosa cavilación…” (Theatro de Venezuela y Caracas.
Caracas, Litografía del Comercio, 1926, pp. 177-178).

Luis Alberto Sucre


“El establecimiento de la Audiencia no dio el resultado apetecido: en lo
jurídico, su elevada tarifa imposibilitaba a las clases pobres del goce de sus
derechos amparados por la justicia, entregándolos a la tiranía del capital.
En lo político, ningún resultado favorable dio tampoco, porque aunque
en general compuesta por hombres íntegros, se inclinaba naturalmente a
favorecer los intereses del partido europeo; siguió, pues, fomentándose
entre los criollos la idea autonómica, y comenzaba ya a vislumbrarse la
de la separación absoluta entre los más avanzados por sus ideas y por su
posición.” (gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela. [1928]. Caracas,
Comisión Cuatricentenario de Caracas, 1964, p. 299).

Caracciolo Parra Perez


“La Real Audiencia se nos presenta…no sólo como el órgano de aplicación
de las leyes en su carácter de tribunal de alzada y, para ciertas causas, de
primera instancia, sino también como la defensora de las libertades públicas
y la salvaguardia del colono…”

“En principio, puede afirmarse que la Real Audiencia prolongaba en


Venezuela la gran tradición judicial española y aplicaba justamente las
leyes…” (El Régimen Español en Venezuela. Estudio Histórico. [1932]. Madrid,
Ediciones Cultura Hispánica, 1964, pp. 308-309).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 345

“La Real Audiencia, órgano de aplicación de las leyes judiciales en su carácter


de tribunal de alzada y, para ciertas causas, de primera instancia, es también,
en el terreno político, la defensora de las libertades del colono y ejerce con
su facultad de apelar al rey saludable contrapeso a la autoridad gubernativa.
Los fallos de los oidores en Venezuela fueron, en general imparciales y
justos y desmienten las acusaciones sumarias que se han levantado contra la
justicia española.” (Historia de la Primera República. [1939]. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1959, Tomo I, p. viii).

Héctor García Chuecos


“A pesar de su importancia, que la tuvo como corte de justicia, como
cuerpo consultivo del gobernador y capitán general, y como representante
en Venezuela de la propia persona del Monarca, su erección, instalación,
funcionamiento, extinción e influencia que ejerció en el desenvolvimiento
social y político de Venezuela no llamaron en ningún momento la atención
de nuestros historiadores del pasado siglo y comienzos del presente.”

“La creación de la Real Audiencia tendía también a realizar la unidad política,


pues si bien las Leyes de Indias regían en toda la Colonia, las provincias eran
independientes unas de otras; por lo que al ejercer sobre ellas la superior
autoridad judicial, se impuso la tarea de estrecharlas, de señalar a todas
un igual camino a seguir, de interpretar y aplicar la legislación sustantiva y
de uniformar la de procedimiento. Indudablemente que se trabajó hasta
donde fue posible para levantar el criterio jurídico, obra que contribuyeron
a realizar gran número de abogados de la misma Audiencia diseminados
por todo el territorio de la Capitanía General.”

“La instalación de la Audiencia estimuló en alto grado el afán de litigar.


Estando el tribunal en casa, los ricos advirtieron que no había necesidad de
constituir apoderados con crecidas expensas que representasen sus personas
y defendiesen sus derechos en Bogotá o Santo Domingo. Y los pobres a
su vez consideraron que estando el tribunal en casa, la apelación era cosa
fácil. Desde luego que sus gastos forzosamente tenían que ser menores
que los que en circunstancias semejantes le ocasionaría el recurso a Santo
Domingo o Bogotá. Pero no observaron la diferencia que existía entre no
hacer gasto alguno, como sucedía antes de establecerse la Audiencia en que
346 Alí Enrique López Bohórquez

muy pocas veces se apelaba, y hacer gastos relativamente pequeños como


se exigían en el nuevo tribunal.”

“Recorrida rápidamente la labor realizada por la Audiencia, no puede


deducirse que ella fuera perjudicial, ni en los días tranquilos de la Colonia,
ni en los agitados de la guerra de independencia. Al contrario cabe elogiarla
por sus lecciones de civismo, de integridad y de decoro; siendo dignos de
especial mención todos los esfuerzos que en los primeros años de su vida
hiciera por nuestra evolución democrática.” (Estudios de Historia Colonial
Venezolana. Caracas, Tipografía Americana, 1938, Tomo II, pp. 1, 4-5, 81
y 111).

“Quizá no hayamos valorado debidamente cuanto importó para nuestra vida


política futura esta providencia de don Carlos III. Pues de haberse atendido
la solicitud del muy ilustre Ayuntamiento de Maracaibo, se habría reducido
nuestro territorio, arrancándole la gran extensión que hoy ocupan los
Estados Zulia, Mérida, Trujillo y Táchira. Así separados nos habría hallado
la Revolución de 1810, y sobre el mutilado territorio se habría levantado la
República de Venezuela, pues sabemos que el uti possidetis juris de 1810 fue
acogido por los estadistas de la Revolución como punto de partida para
fijar los límites de las nuevas naciones.” (La Capitanía General de Venezuela.
Apuntes para una Exposición del Derecho Político Colonial Venezolano. Caracas,
Artes Gráficas, 1945, pp. 23-24).

Jose Sucre Reyes


“… si se tiene en cuenta los escasos recursos económicos de este país
agrícola, nos lleva a comprender el retraso con que se procedió a la fundación
de semejante institución, útil a todo otro respecto; justicia más expedita,
menos costosa y más equitativa por mejor informada; y reforzamiento
de la autoridad.” (“Organización Administrativa y Judicial de la Capitanía
General de Caracas”, Revista del Colegio de Abogados del Distrito Federal, 35-26.
Caracas, marzo-junio, 1943, pp. 44-45).

Mario Briceño Iragorry


Con la Real Audiencia “queda rematado en el orden legal el proceso
de consolidación y unidad que se había iniciado con la creación de la
Intendencia y después con la gran Capitanía General. Capital política y
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 347

fiscal de las Provincias Unidas, lo es también Caracas ahora en el orden


judiciario. Sobre su fuerza de república quedan apenas el Consejo de Indias
y la majestad del Rey, cuyo símbolo efectivo, con todo el prestigio de la
suprema autoridad, llegará también a la capital, cuando con la solemnidad
diputada para tan extraordinaria ceremonia, en medio de alardes militares
y bandas de música, bajo solio deslumbrante y en cofre de terciopelo con
áureas guarniciones, entre el Sello Real, que dará autenticidad y fuerza
ejecutiva a las provisiones del acuerdo.” (Casa León y su Tiempo. Aventuras de
un Anti-Héroe. [1946], en Obras Selectas. Madrid, Edic. Edime, 1966, p. 37).

Tomás Polanco Alcántara


Con la Real Audiencia “Caracas alcanza sin haberlo entonces solicitado, lo
que tanto había pedido antes. Con semejante medida terminaba el proceso
de integración político-jurídica de lo que después iba a ser el territorio de
la República de Venezuela.”

“Aunque variadas son las opiniones sobre la influencia de la Real Audiencia


en la propia vida de la Colonia, hay que convenir que dada la categoría e
importancia de este tribunal, el respeto que la ley exigía para sus decisiones
y aun para sus miembros, es necesario que su labor fuese tenida muy en
cuenta en cualquier estudio referente a la Colonia venezolana.

Hay quienes hacen pesar sobre la Audiencia la responsabilidad de que


hubiera habido tantos litigios en su época y que se desarrollara esa enorme
pasión por los combates de la pluma a que eran tan aficionados los criollos
como nos dice Depons, pasión que a veces los arruinaba por lo costoso
de los pleitos y los fútiles y vanidosos motivos que los llevaban a los
tribunales.

No creemos que tal juicio pueda imputársele a nuestra Audiencia: era algo
que emanaba del medio donde ella iba a actuar.

Las necesidades económicas y político-jurídicas de la Capitanía General


hacían necesaria la creación de un tribunal superior de apelación en su
propio territorio.” (“Las audiencias y Cancillerías Reales de Indias”, Revista
del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Central de Venezuela, 9-10.
Caracas, agosto-septiembre, 1949, pp. 20 y 39).
348 Alí Enrique López Bohórquez

“La Real Audiencia de Caracas significó la culminación de un proceso


político y social que permitió a la antigua provincia transformarse en estado
independiente. Sólo por ello merece ser estudiada y tomada en cuenta
por quienes se ocupan de esas materias. Pero hemos querido destacar
otro aspecto de la influencia y labor de la Audiencia: cómo permaneció y
permanece, a través del tiempo, en la organización y funcionamiento del
más alto Tribunal de la República.” (“La Real Audiencia de Caracas como
Antecedente de la Corte Suprema de Justicia”, en Memoria del Segundo
Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1975, Tomo II, p. 463).

“jurídica y políticamente tenía que ser creada la Audiencia para matizar la


autoridad del capitán general y gobernador, al ser extendida su jurisdicción
a las otras provincias que señaló la Real Cédula de 1777. El capitán general,
lejos de poder convertirse en su gobernante absoluto por disponer de un
campo territorial más amplio en su acción y estar físicamente muy lejos
de la Metrópoli, quedó en posición de equilibrio frente al intendente y al
regente de la Audiencia.”

“La Audiencia de Caracas, que fue una de las últimas en ser creadas, gozó
de las ventajas de la evolución histórica sufrida por las otras audiencias
americanas. Y si bien no tuvo como esas otras audiencias, la facultad de
gobernar la Provincia en los casos de ausencia o falta del gobernador y
capitán general, su influencia fue extraordinaria en la resolución de las
cuestiones suscitadas por las relaciones de las autoridades coloniales entre
sí, de ellas con los criollos, blancos españoles y pardos, y finalmente por
asuntos económicos, políticos y sociales del momento.” (“La Real Audiencia
de Caracas y la Capitanía General de Venezuela durante los años caraqueños
de Andrés Bello”, en Bello y Caracas. Primer Congreso Bicentenario. Caracas,
Fundación La Casa de Bello, 1979, pp. 72 y 75).

Héctor Parra Márquez


“Con el establecimiento de esta institución se logró en nuestro incipiente
medio colonial, una más rápida y eficiente aplicación de la justicia y la
disminución de los cuantiosos gastos que, tanto para el Erario como para
los particulares, significaba el tener que recurrir a otras jurisdicciones. Y
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 349

no sólo en este sentido la medida vino a marcar un jalón en el progreso


de la colonia, sino que ella contribuyó también, y de manera poderosa, a
vigorizar el desenvolvimiento de la cultura jurídica en esta parte de los
dominios españoles.”

“La Real Audiencia entre nosotros, como en las demás provincias de la


América hispana, no se circunscribió al cumplimiento de la misión señalada
para ella en el ordenamiento jurídico, cual era la de impartir justicia mediante
una recta y severa interpretación y aplicación de la ley, sino que también
contribuyó de manera poderosa a vigorizar el desenvolvimiento de la
cultura jurídica, y a poner muy en alto el decoro de la magistratura, porque
cuando llegaba el momento terrible de dictar los fallos sabía conciliar el
rigorismo tremendo de la ley con el espíritu de la comprensión y de la piedad
cristiana, y porque ante las arremetidas de la fuerza bruta, sus personeros no
supieron transitar por los caminos de la claudicación y de las complacencias
vergonzosas.”

“… quien haya estudiado un poco el funcionamiento de tales instituciones


–las audiencias– en América, se habrá dado cuenta de que ellas constituyeron
un baluarte de la justicia cuya intangibilidad defendieron siempre con el
mayor celo. La de Caracas fue la muralla contra la cual se estrellaron los
deseos arbitrarios y las aspiraciones dictatoriales de más de un voluntarioso
gobernador.” (Historia del Colegio de Abogados de Caracas. Caracas, Imprenta
Nacional, 1952, Tomo I, pp. 105-106 y 119-120).

Tulio Chiossone
“La Real Audiencia de Caracas marca un hito fundamental en la constitución
e integración del poder público venezolano, y es elemento de insoslayable
valorización en el proceso formativo de nuestra nacionalidad.”

“La actuación de la Audiencia como Tribunal Supremo para la administración


de justicia y para la aplicación de las leyes fue serena y sin contratiempos
mientras se asomaron en el horizonte americano las ideas revolucionarias
y separatistas venidas de Norteamérica y Francia.”

“Estuvo precisamente a cargo de la Real Audiencia ejercer durante la vida


colonial, durante la primera República y durante el proceso de afirmación
350 Alí Enrique López Bohórquez

de nuestra independencia y de nuestra soberanía política, esa función de


mantener el ‘estado de derecho’ frente a todas las contingencias nacidas,
bien de la reacción de la autocracia colonial, bien del estado de hecho
consecuencial de la guerra emancipadora que, dada su finalidad constructiva,
era sagrada fuerza, gloriosa violencia que realizaba la obra de imponer el
derecho innato e irrenunciable de la libertad.”

“Fue ella la prístina expresión de la separación de los poderes. Cuidó de


la pureza de la ley en el límite en que lo permitía el patrimonio legislativo
de la época, ese patrimonio legislativo sobre el cual decía el Libertador:
‘enciclopedia judiciaria, monstruo de diez mil cabezas que hasta ahora ha
sido el azote de los pueblos españoles, es el suplicio más refinado que la
cólera del cielo ha permitido descargar sobre este desdichado imperio’;
salvó el prestigio de la justicia, el debido respeto a la ley y la dignidad de
la magistratura judicial, oponiéndose a los abusos del poder político, en
momentos de crisis absoluta de las instituciones; y cuidó de la continuidad
del Poder Judicial al mantener su autoridad hasta el instante mismo en
que, por el triunfo definitivo de las armas liberadoras, se consolidaban
las instituciones de la Gran Colombia…” (“El Poder, la Ley y la Justicia”,
Revista del Colegio de Abogados del Distrito Federal, 99-100. Caracas, julio-octubre,
1956, pp. 167-170).

“La instalación de la Real Audiencia de Caracas fue un gran acontecimiento


porque tal institución vino a encauzar las actividades judiciales que se
cumplieron a través de casi trescientos años en el territorio venezolano.
Puede decirse que la Real Audiencia desempeña la más elevada función en
orden a la cohesión social y política, con la consolidación de la juridicidad,
pues aún en las épocas de crisis de la ley y del derecho, ante la avalancha
militarista encabezada por Domingo Monteverde y José Tomás Boves, el
alto Cuerpo Judicial, representado por sus regentes, entre quienes se destaca
don Francisco José Heredia, dio siempre el frente con singular heroicidad
para mantener en alto el estandarte de la ley y la justicia.” (Formación Jurídica
de Venezuela en la Colonia y la República. Caracas, Facultad de Ciencias Jurídicas
y Políticas, UCV, 1980, p. 111).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 351

Juan Saturno Canelón


“Grandes ventajas se desprenden, sin duda alguna de su establecimiento.
Sí influencia en el desarrollo de la cultura jurídica de la colonia deja huellas
imborrables. A su influjo nacen nuevas instituciones que impulsan el
progreso de la Capitanía. Mejora la administración de justicia, disminuyen
considerablemente los gastos para el erario y los particulares. A partir de
su inauguración, los aspirantes al título de abogados, después de concluir
sus estudios universitarios, solicitan ante ella el título que les autoriza
ejercer legalmente; y los profesionales cuyos diplomas han sido otorgados
con anterioridad por otros tribunales de América, deben registrar en su
secretaría los datos relativos al domicilio y la residencia” (licenciado Miguel
José Sanz [Estudio]. Caracas, Publicaciones del Colegio de Abogados del
Distrito Federal, 1956, p. 30).

J. M. Siso Martínez
“El establecimiento de la Real Audiencia tuvo lógicamente que traer pugnas
con otras instituciones, tales como el Ayuntamiento y el capitán general, ya que
el primero tenía que acudir a la Audiencia para pedir su aprobación en muchos
actos que antes había realizado soberanamente; y el segundo estaba obligado a
consultar muchos casos que antes había resuelto por cuenta propia.” (Historia
de Venezuela [1953]. México, Editorial Yocoima, 1962, p. 171).

Mario Briceño Perozo


“Con el funcionamiento del Alto Tribunal en Venezuela se resolvió el grave
problema confrontado por las partes interesadas en que se les administrase
justicia, que tenían que ocurrir a Santo Domingo en demanda de la misma,
ya que hasta 1718 nuestro territorio estuvo adscrito, judicialmente, a aquella
isla, para después pasar al distrito judicial de Santa Fe y más tarde volver
nuevamente al dominicano.” “El 19 de julio [de 1787], aun cuando esa fecha
que pasa desapercibida hasta para muchos historiadores patrios, es el punto
de partida de nuestra conformación como entidad judicial independiente,
con la sola sujeción al Consejo de Indias y a la regia autoridad de la
Metrópoli, lo que mucho dice de la enorme importancia de esta colonia al
ser acreedora a su deseado tribunal adquem, organismo que, a más de sus
específicas atribuciones judiciales era como un dique para contener las
arbitrariedades de quien ejerciese la autoridad política”
352 Alí Enrique López Bohórquez

“Las labores de la Audiencia se tradujeron en notable provecho para la


cultura jurídica de Venezuela, pues aparte de lo estrictamente judicial, sus
jueces realizaron el noble ejercicio de la magistratura, colocaron al abogado
a la altura académica que le correspondía y propiciaron, en consecuencia, la
creación del Colegio de Abogados y la fundación de la Academia de Derecho
Público y Español.” (Causas de Infidencia. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1960, Tomo I, pp. 15-18).

Pedro M. Arcaya Urrutia


“Los capitulares fueron entusiastas partidarios de la fundación de la
Audiencia en Caracas, pues con ello se daba mayor lustre y relieve a la
Provincia. No pensaron, sin embargo, los cabildantes en los efectos que
sobre la importancia y preeminencia del Ayuntamiento iba a tener el
funcionamiento de la Audiencia. No se detuvieron a observar la experiencia
de las ciudades de Lima y Méjico principalmente, donde los cabildos habían
sido totalmente relegados a una posición de segundo plano, por la sombra
que sobre ellos proyectaban las audiencias correspondientes. Tampoco
se dieron cuenta de que la importancia que había adquirido el Cabildo de
Caracas era debida precisamente a la ausencia de una Real Audiencia en
la Provincia.” (El Cabildo de Caracas. Período de la Colonia [1965]. Caracas,
Ediciones Librería Historia, 1968, p. 111).

Guillermo Morón
“Entre 1786 y 1821 existió la Real Audiencia de Caracas, organismo con
el cual se perfecciona el proceso de unificación de las provincias y se dota
a su distrito del instrumento legal que servirá de base verdadera al uti
possidetis juris de 1810. La Intendencia extiende sus funciones a todas las
provincias; los gobernadores fueron subdelegados en un primer momento
y luego Intendentes en cada una de sus propias provincias, aunque sujetos
al de Caracas; la Capitanía General se restringe a la jurisdicción militar; en
cambio la Real Audiencia, encabezada por el gobernador y capitán general
como su presidente, interviene en todas las causas tradicionales: Gobierno,
Hacienda, Guerra y Justicia”

“Si recordamos que el objeto fundamental del Estado español, y en


consecuencia del derecho indiano, era administrar la justicia, entenderemos
bien la alta función rectora de la Real Audiencia. Los gobernadores eran
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 353

ministros de justicia, en primera instancia, cuyas apelaciones iban a la


Audiencia. Allí se anudaba, fortalecía y centralizaba la justicia, que se
aplicaba desde el gobernador para abajo. La Audiencia podía finalizar
los casos, cuya única apelación era el rey en su Consejo de Indias. En la
aparentemente complicada organización administrativa, la Real Audiencia
era el remate. No ejerce poder como el gobernador en cada Provincia,
pero está por encima del alto funcionario y ministro; no ejerce jurisdicción
militar, pero interviene en sus juicios y fueros; no administra la Hacienda,
pero la fiscaliza. Su presidente permanece mudo en las sesiones, porque la
Audiencia debe actuar con autonomía; aconseja, sin embargo, en todas las
cuestiones de Gobierno a su presidente, el gobernador y capitán general.
No es solamente un tribunal, sino también la autoridad misma. Cuando se
reúne a deliberar sobre problemas de gobierno, con la silenciosa presencia
de su presidente, la Audiencia es el gobierno. Los oidores podían escribir
directamente al rey, sin informar al presidente, para proponer medidas de
toda naturaleza. La Audiencia, de hecho, intervenía en todas las esferas
políticas, administrativas, militares, judiciales… y personales.”

“Toda una documentación podría demostrar cómo la Real Audiencia


interviene en los más diversos asuntos de la vida pública y privada, incluidos
el fuero militar y el religioso. Por eso conforma, no sólo un Tribunal de
Justicia, sino una institución política de sencilla estructura en el personal,
pero de muy compleja acción…”

“… Allí, pues, va a repercutir real y verdaderamente la actividad política


toda, el ejercicio del poder y la soberanía sobre el territorio global de las
Provincias que le están sujetas. La Ley ya dijo que las audiencias existen ‘para
que nuestros vasallos tengan quien los rija y gobierne en paz y en justicia’.
La Audiencia, pues, rige y gobierna.”

“Pero nos interesa destacar especialmente la significación que la Audiencia


tuvo en la formación de la nacionalidad y en la creación definitiva del
territorio. Creemos a este respecto que el uti possidetis juris de 1810 tiene su
fundamentación en la Real Audiencia, esto es, en la jurisdicción territorial
que ésta tuvo como su distrito; no sólo políticamente resulta más evidente,
sino también jurídicamente. La Audiencia es el tribunal máximo en el
territorio, pero también el primer organismo político. Así, pues, sostenemos
354 Alí Enrique López Bohórquez

la tesis de que el territorio nacional heredado por la República de 1811 es


el mismo que correspondía al distrito de la Audiencia entre 1786 y 1810,
lapso durante el cual no sufrió modificación alguna. El artículo 7 de la
Constitución de 1961… debía ser modificado en este sentido: ‘El territorio
nacional es el que correspondía al distrito de la Audiencia de Caracas antes
de la transformación política iniciada en 1810, con las modificaciones
resultantes de los tratados celebrados válidamente por la República.”

“Con la creación y la acción de la Audiencia de Caracas se unificó totalmente


el territorio de las provincias, de tal manera que podemos considerar que el
territorio venezolano, base geográfica del Estado, es aquel que constituyó el
distrito de su Audiencia entre 1786 y 1821. Desde el punto de vista político
dio consistencia a una conciencia global, que tendrá repercusión en 1810
y 1811; desde el punto de vista histórico dio unidad a los sentimientos
y concepción única al ser venezolano.” (Historia de Venezuela. Caracas,
Italgráfica, 1971, Tomo V, pp. 69-70, 87-89 y 91).

Floraligia Giménez De Arcondo


“La creación de la Real Audiencia de Caracas en 1786 tiene, dentro del
período hispano de Venezuela, una gran significación histórica por cuanto
su establecimiento contribuye a realzar la jerarquía de estos territorios dentro
del cuadro de conjunto de los territorios indianos. Es, indudablemente,
una decisión tardía puesto que se toma un cuarto de siglo escaso antes del
inicio del movimiento emancipador. Por lo demás, es explicable, sin duda,
en el caso de Venezuela, por el escaso desarrollo económico del territorio
en los siglos anteriores. El contraste entre una Cubagua, que vive en menos
de medio siglo su ciclo vital gracias a la explotación perlífera, y el resto
del territorio venezolano, donde se necesitaron más de trescientos años
de precaria actividad agropecuaria para que comenzara a perfilarse una
nacionalidad, bastaría para comprobar el supuesto.” (“Casos en la Real
Audiencia de Caracas [Homicidios y robos]”, Memoria del Segundo Congreso
Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975,
Tomo I, p. 435).

Alí Enrique López Bohorquez


“Se argumentaba en favor del establecimiento de una Audiencia los costos
y la tardanza que a la administración pública ocasionaba la distancia, los
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 355

riesgos y las dificultades de comunicación entre las provincias venezolanas


y la Audiencia de Santo Domingo, sobre todo porque para 1786 habían
aumentado los negocios públicos. El funcionamiento de un tribunal en
Venezuela solucionaba los problemas confrontados por las partes agraviadas
en la administración de justicia, evitándose todos aquellos perjuicios.

Pero en el fondo, hubo otras razones poderosas por parte del Estado
español, que poco se han tomado en cuenta cuando se trata de buscar
los motivos de erección de la Real Audiencia de Caracas. Ellas podríamos
resumirlas así:

1. El tribunal se creó para detener las arbitrariedades de la autoridad


política en materia de gobierno y justicia, ya que En relación con la
primera se recomendaba a los gobernadores consultar a la Audiencia;
y en cuanto a la segunda, la nueva institución judicial tenía autoridad
plena.”

2. “el descontento de la población indígena imponía una revisión de la


política de los corregidores para evitar cuestionamientos del orden
colonial, atribución conferida a la Audiencia”.

3. “La importancia económica lograda por la colonia desde mediados


del siglo XVIII, debido al impulso de un sector poderoso de los
blancos criollos, el estímulo del contrabando, las cotizaciones
de algunos productos venezolanos, la utilización del indígena y,
fundamentalmente, del negro esclavo como mano de obra agrícola,
conjuntamente con los intentos de las reformas borbónicas que
condujeron a la creación de la Intendencia para incrementar la
productividad”

“Si esta no fue una razón de peso, cabría preguntarse por qué en los siglos
XVI y XVII no se estableció una Audiencia en el territorio si ya existían
las causas tradicionales de las dilaciones, costos y riesgos en las apelaciones
a Santo Domingo y Santa Fe; y sobre todo en períodos conflictivos de la
conquista y colonización. La respuesta es obvia, la región no ofrecía interés
económico entonces, ante unas comunidades indígenas dispersas y sin
356 Alí Enrique López Bohórquez

economía organizada como para obtener las riquezas logradas en México


y Perú.

Además, la población en aquellos siglos era escasa si se le compara con la


de mediados del siglo XVIII que aumentaba progresivamente, lo cual a su
vez manifestó una mayor desigualdad social creadora de enfrentamientos
entre los grupos sociales.

Ligada a la anterior razón, la Audiencia de Caracas se instituyó, también,


para limitar las facultades alcanzadas por los blancos criollos, quienes por
el crecimiento económico elevaron su poder político a través del Cabildo,
convirtiéndose aquella entidad jurídica en defensora de la soberanía
española.

4. Los conflictos entre la Audiencia y el municipio caraqueño fueron


constantes, quedando en todo momento el Ayuntamiento relegado
a un segundo plano. A ello se debió que al iniciarse la guerra de
independencia, el Cabildo solicitó la inmediata supresión de la Real
Audiencia.

5. Con la Audiencia se logró la unificación jurídico-territorial que había


iniciado en lo económico la Intendencia en 1776, con la finalidad de
ejercer el Estado español un control más efectivo” (La Real Audiencia
de Caracas. Su origen y Organización. 1786-1805. Mérida, Escuela
de Historia ULA, 1976, pp. 50-52).

“La creación de la Real Audiencia de Caracas no escapa a las circunstancias


comunes que originaron el resto de las audiencias indianas. Pero resulta
necesario para este estudio analizar las razones que a nuestro juicio fueron
determinantes en la decisión de Carlos III, particularmente porque la
misma ocurrió inesperadamente; es decir, sin existir un hecho inmediato
que incitara al rey y su Consejo a establecer la magistratura caraqueña;
y, además, porque las razones aducidas hasta ahora no nos satisfacen ni
son suficientes para explicar la resolución real de establecer un tribunal
con jurisdicción sobre las provincias de Venezuela, Maracaibo, Barinas,
Cumaná, Guayana, Margarita y Trinidad. De las solicitudes que preceden
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 357

el establecimiento de una Audiencia en Caracas se desprenden diferentes


razones, que relacionadas con la situación política, económica, social y
demográfica de aquellas provincias en el transcurso del siglo XVIII permiten
apreciar la decisión de Carlos III desde otra dimensión.”

Ello “determinó la configuración de un aparato jurídico-político-


económico más amplio en manos de funcionarios españoles que progresiva
y sistemáticamente fue restringiendo la autoridad y autonomía de la
aristocracia criolla venezolana y fortaleció el control de las dispersas e
incomunicadas provincias de Venezuela, Cumaná, Maracaibo, Guayana,
Margarita y Trinidad. La Real Audiencia de Caracas encajó perfectamente
en esos planes, y por ello Carlos III no podía argumentar que la creación
del tribunal caraqueño, además de ser un medio para agilizar los asuntos
judiciales tanto de carácter público como privado y para evitar costos y
dilaciones, obedecía a la necesidad de apaciguar los ánimos de los diferentes
sectores de la sociedad, evitar las arbitrariedades de los gobernadores,
del intendente y demás funcionarios provinciales, y sobre todo de los
levantiscos ayuntamientos venezolanos. La actuación de la Real Audiencia
de Caracas en esos aspectos y la realidad política de su jurisdicción territorial,
después de su creación, permiten apreciar el significado y alcance que
tuvo esta magistratura para el Estado español en el territorio de la actual
Venezuela.”

“En varios aspectos la Audiencia de Caracas caracterizó el proceso de


reorganización judicial borbónica a partir de Carlos III. Representó un
ejemplo de la política antiamericanista del ministro José de Gálvez en cuanto
a la selección del personal. Los magistrados nombrados representaron una
nueva burocracia, comparable con la que había ejercido en las audiencias
indianas antes del reinado de Carlos III, constituida por hombres desligados
socialmente de la nobleza española y americana, versados en asuntos
judiciales por sus experiencias como catedráticos universitarios y prácticas
en otras audiencias, en tribunales menores y asesorías legales, y fueron
recompensados sus servicios con la promoción a cargos o magistraturas
coloniales de mayor prestigio, incluyendo el Consejo de Indias. De la
documentación hasta ahora procesada se desprende que no adquirieron
bienes raíces, no participaron en actividades económicas, ni se casaron en
el distrito audiencial, lo que impidió el desarrollo de nexos locales extremos.
358 Alí Enrique López Bohórquez

Estos aspectos sirvieron para garantizar el control sobre la Audiencia y


su autoridad en el orden político, pero no impidieron algo generalizado
en la administración de justicia colonial: la corrupción y el desorden que
caracterizaron a la Real Audiencia de Caracas y que conducirían a la visita
de 1804.”

“La composición de la Audiencia de Caracas entre 1786 y 1810 revela las


intenciones del Estado de ejercer una autoridad más efectiva para garantizar
su soberanía a través del nombramiento de ministros predominantemente
españoles, de la escasa selección de americanos leales y de la intransigente
actitud de no conceder plazas a abogados nacidos en el distrito del
tribunal. Si bien era una política generalizada y legalmente establecida,
no fue cumplida estrictamente pues en el período que estudiamos las
audiencias de Santo Domingo, Chile, México y Lima contaron en ciertos
momentos con ministros naturales de sus respectivas jurisdicciones; pero
en el caso de Caracas se hacía necesario aplicarla, si se considera que la
mayoría de los abogados procedían de las más distinguidas familias de
la oligarquía venezolana, y su nombramiento permitiría el desarrollo de
una gran influencia local en perjuicio de los intereses de la monarquía e
incentivaría la actitud oposicionista que dicha oligarquía había manifestado
a las autoridades coloniales a lo largo del siglo XVIII.”

“El control que durante veintitrés años tuvieron en la Audiencia los


magistrados españoles, la desaprobada actuación de algunos de ellos y la
exclusión de juristas venezolanos, al lado de los conflictos de la Audiencia con
el Ayuntamiento y el Real Consulado de Caracas serían causas justificativas
para exaltar los ánimos de los precursores y líderes de la independencia, en
su mayoría abogados que nacieron y estudiaron en el territorio de la futura
República de Venezuela.”

“en 1769 el Ayuntamiento de Caracas solicitó el establecimiento de una


Audiencia en aquella ciudad; petición que obedecía, entre muchas cosas, a la
necesidad que tenía el Cabildo de contar con un tribunal para contrarrestar
la actitud que frente a la institución municipal asumían los gobernadores
de la provincia de Venezuela, y particularmente por los enfrentamientos
suscitados con el gobernador José Solano y Bote. No consideraron
entonces los cabildantes caraqueños que, por el contrario, la creación de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 359

una Real Audiencia representaría también la limitación de la autonomía para


actuar en variados asuntos y la pérdida de muchas facultades adquiridas,
precisamente, por la inexistencia de una magistratura en el distrito de aquella
gobernación.”

“A partir de la instalación del supremo tribunal, los ayuntamientos de su


jurisdicción se vieron en la obligación de solicitar aprobación de muchas
actividades que antes realizaban autónomamente, compartir algunas de
ellas, y permitir la intervención legal en asuntos internos del municipio;
las sentencias de los alcaldes ordinarios debían ahora ser confirmadas y
podían ser apeladas ante la Audiencia; y, de mucha significación para el
Cabildo, se modificó el protocolo de toma de posesión y juramentación
del gobernador y capitán general. Ante esta situación, los ayuntamientos se
dedicaron a obstaculizar las funciones de la Real Audiencia y a desacreditar
las actividades de los ministros, lo cual condujo a múltiples y variados
conflictos entre ambas instituciones.”

“Los enfrentamientos entre el Consulado y la Audiencia fueron varios, y


pueden clasificarse en dos tipos: unos relacionados con la competencia de
jurisdicción entre los dos tribunales, otros derivados de la actuación del
regente en su condición de juez de competencia, cuando le correspondió
remitir algunos casos a la justicia ordinaria representada por el gobernador
y su asesor, lo cual, en su conjunto, constituye una prueba más de la
comprobada arrogancia de los magistrados europeos contra todo lo
que significara pérdida de potestades en favor de la aristocracia criolla
venezolana.” (Los ministros de la Real Audiencia de Caracas (1786-1810).
Caracterización de una élite burocrática del poder español en Venezuela.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984, pp. 62, 82, 85-86, 98,
111-112 y 127)

Gisela Morazzani de Pérez Enciso


“Para el establecimiento de su Audiencia, la Gobernación y Capitanía
General de Venezuela tuvo que esperar un lapso prudencial. A pesar de
que las condiciones objetivas le eran favorables, las peticiones y diligencias
hechas no gozaron por parte de las autoridades españolas de la receptividad
360 Alí Enrique López Bohórquez

esperada. La Colonia daba sus frutos; había alcanzado su mayoría con la


integración política, pero no lograba consumar su estructura total.”

“En su instalación jugó papel primordial el desarrollo socio-económico


que había tomado la antigua Gobernación, no obstante que la Real Cédula
de 31 de julio de este mismo año sólo mencionaba los inconvenientes y
dispendios que ocasionaban a sus habitantes los recursos de apelación a la
de Santo Domingo. Indudablemente que la distancia fue un factor cuyos
efectos inmediatos repercutieron en las tramitaciones judiciales y en el
aumento considerable de sus costas, pero hasta el momento habían sido
soslayados y se soportaban. Posteriormente, nuevos elementos entraron
en actividad y se sumaron en pro de su justificación: la intensidad de los
ataques bélicos por reinos europeos rivales que sufrió el área circuncaribe
entre otras, el considerable aumento demográfico debido al auge económico
de la Capitanía y al incremento de su comercio, y finalmente, los trastornos
ocasionados por la discrepancia existente entre la política integracionista en
marcha y las dificultades creadas en el orden judicial territorial. En efecto,
las provincias occidentales dependieron de la jurisdicción de la Audiencia
de Santa Fe, mientras el resto del país estuvo subordinado a la de Santo
Domingo. Tal situación era contraria al sistema unitario e integrado,
auspiciado por la nueva política del Reino.”

“Al igual que las audiencias de Hispanoamérica, la de Caracas constituye


el más alto tribunal de justicia de la colonia, en los negocios contenciosos
pertenecientes a los ramos de justicia, policía y gobierno, además de
cumplir funciones como cuerpo consultivo en los graves asuntos en que
las autoridades requerían su conocimiento.”

“Como digna representante de su época, sus facultades judiciales en materia


de hacienda quedaron sujetas a una participación, ya que los recursos y
apelaciones relativos a negocios de rentas reales iban a la Junta Superior de
Hacienda, con la consulta respectiva a la Corona por la vía reservada.”

“Sin embargo, los asuntos contenciosos que tenían origen en la jurisdicción


real ordinaria y causa de gobierno y policía estuvieron supeditados a la
Audiencia. Al mismo tiempo, ésta no podía interferir en los negocios de
rentas y derechos reales que eran de la jurisdicción de Hacienda, y por
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 361

consiguiente, de la competencia de la Intendencia.” (“Materiales para el


Estudio de una Ordenanza del Siglo XIX”, en Revista de la Facultad de Derecho
de México, 101-102. México, enero-junio de 1976, pp. 447-448)

Teresa Albornoz de López


Los resultados de la visita a la Real Audiencia de Caracas entre 1804 y
1809 revelaron “que en la práctica se había institucionalizado la compra
de la justicia, y con tanto arraigo que eran conocidos públicamente los
procedimientos a seguir cuando se requería sobornar a un funcionario
para lograr su voto favorable. Entre los más frecuentemente utilizados,
según los declarantes, estaba el ofrecimiento por anticipado de cualquier
tipo de dádivas. Bien fuese oro, dinero o algún producto susceptible de
ser negociado posteriormente por el beneficiario y sin dejar evidencias.
Fundamentalmente cuando se trataba de dinero el monto inicial de la dádiva
se iba aumentando progresivamente hasta el momento de dirimirse el pleito.
Para contactar al magistrado de quien se pretendía ganar el voto, el interesado
acudía a un intermediario que por lo general era una persona acostumbrada
a este tipo de negocios y que estaba muy relacionada con el funcionario,
especie de gestor, que también obtenía beneficio por su tramitación. Hubo
casos en que el ofrecimiento inicial de parte del interesado era aceptado
de inmediato, en otros fue preciso renegociar el monto de la dádiva hasta
obtener el beneficio deseado. Hubo también denuncias de casos en que
no se llegaba a establecer ningún compromiso entre las partes porque la
cantidad prometida por el interesado se consideraba insuficiente.”

“La visita a la Real Audiencia de Caracas [por el oidor de la Audiencia de


México Joaquín Mosquera y Figueroa] proporcionó al Estado español una
importante información sobre el funcionamiento de la institución colonial
de mayor relevancia en la administración de justicia y gobierno. Permitió
ratificar la presencia de situaciones irregulares e injustas que conspiraban
contra el Estado y a la vez escapaban a su control, a no ser que se abocase
con toda urgencia a una reforma profunda y urgente de todo el régimen
institucional colonial. Quedó en evidencia la corrupción de los jueces cuya
misión debía garantizar la recta aplicación de las leyes y de los principios
de justicia y bien común.” (Una visita a la Real Audiencia de Caracas entre 1804
y 1809. Mérida, Escuela de Historia/Universidad de Los Andes, 1981, pp.
42-44 y 59)
362 Alí Enrique López Bohórquez

Ildefonso Leal
“Hay un denominador común en estos testimonios [la solicitud del
gobernador de la Provincia de Venezuela Felipe Ricardos en 1753 y la
petición del Ayuntamiento de Caracas de 1769 para el establecimiento de
un tribunal en aquella ciudad]: el deseo de lograr una integración plena
del territorio venezolano. Esta integración se logrará escalonadamente
en 1776 con la creación de la Intendencia de Real Hacienda; en 1777
con la llamada Gobernación y Capitanía General de Venezuela, que no
es más que una extensión del mando militar del gobernador de Caracas
al resto de las provincias; en 1786 con la fundación de la Real Audiencia;
en 1792 con la puesta en actividad del Real Consulado y en 1804 con el
establecimiento del Arzobispado de Venezuela. Ya el 5 de julio de 1811, en
el momento de declarar su independencia política de España, Venezuela
constituía una entidad plenamente integrada económica, judicial, militar y
eclesiásticamente.” (“Orígenes históricos de la Real Audiencia de Caracas”,
en Revista de Control fiscal, 116. Caracas, enero-abril, 1985, p. 190).

Santiago Gerardo Suárez


“Con la instauración de la audiencia, el mapa judicial de las provincias
panvenezolanas se transforma y la actividad judicial adquiere, según
investigaciones archivísticas en curso, un gran dinamismo. Empero, no es
posible, de momento, evaluar, objetiva y circunstancialmente la trascendencia
de su actuación en estrados y, en especial, en la interpretación y aplicación
del derecho. Más y mejor conocida es, sin lugar a dudas, su imagen política
y social; imagen proyectada, entre claroscuros, en sus relaciones con los
prohombres del mantuanaje enquistados en los ayuntamientos y en el Real
Consulado.

Desde el día de su instalación, en 1787, hasta el de expulsión de sus


ministros, en 1810, –fecha crepuscular del dominio español y alborear de la
independencia–, la audiencia encarna, en las provincias, el ‘brazo poderoso’
de la monarquía. Apenas asume sus funciones, la audiencia desentierra el
hacha de la ley y, con calculada obstinación, astilla, uno a uno, a lo largo de
veintitantos años, los distintos privilegios que se habían arrogado a través del
tiempo los munícipes caraqueños. Primero, se recortan ciertas prerrogativas
ceremoniales y protocolarias ; se les prohíbe el uso de sillas al asistir a oficios
religiosos; se obliga a los alcaldes y demás justicias municipales a visitar a
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 363

los oidores después de las elecciones cadañeras; y se les arrebata la ‘facultad’


de juramentar a los tenientes de justicia mayores –con lo cual se quebranta
la tradicional subordinación de esos tenientes al ayuntamiento–; luego, se
arremete contra determinados usos y prácticas tocantes al orden interno,
judicial y política de los cabildos: nulidad y confirmación de elecciones
concejiles, presentación de cuentas, elaboración de aranceles judiciales,
cumplimiento de la ley de alternativa, fianzas de los funcionarios y vacantes
de empleos, entre otros. Preocupa a los munícipes, sobre todo, una supuesta
protección de la Audiencia a las ‘gentes de color’. En 1796, el ayuntamiento
enjuicia con palabras de un elevado tono político, que transpiran disgusto
y animadversión, la actuación de la Audiencia y de sus magistrados. En su
opinión, los oidores ponen todo su afán en ‘adquirir bienes para concluir su
carrera en su propio país o en otras partes’. Cree que al ‘dejar la América’,
los oidores les ‘importa poco su destrucción y menos que los mulatos se
confundan con los blancos’. Es urgente, dice el cabildo, ‘la renovación de
los ministros’, ‘odiados generalmente por el pueblo’, es especial el oidor
Cortínes –decano-regente–, ‘cuyo desafecto a los vecinos y naturales del país’
es ostensible. Tras esa ringlera de reproches de tan personalistas tintes, la
representación del común embiste contra el supremo tribunal le acusa de ser
culpable de los ‘males que llora’ la provincia: de dictar ‘providencias ilegales,
sentencias contemplativas e inciertas’, que constituyen ‘callejuelas’ para
evadir y dilatar las causas. Se ‘han multiplicado las discusiones y discordias;
han crecido los costos de los pleitos’, pues ‘se han hecho más osados los
escribanos, procuradores y subalternos’; ‘hormiguean los chismes, enredos
y cuentos entre vecinos’ y entre los mismos magistrados, que los aceptan.
Después de establecida la audiencia –agrega el ayuntamiento–, Caracas se
ha convertido en ‘un semillero de disgustos, pesares y sobresaltos; no hay
derecho ni crédito acrisolado’. Como que los jueces y súbditos se destruyen
‘recíprocamente’.” (“Instituciones Pan-Venezolanas del período hispánico”,
en Los Tres Primeros Siglos de Venezuela, 1498-1810. Caracas, Fundación
Eugenio Mendoza, 1991, pp. 311-312).
Fuentes documentales, bibliográficas y hemerográficas

A. Fuentes documentales

1. Manuscritas

España
Archivo General de Indias (Sevilla):
Caracas. Legajos 12, 14-17, 40, 60, 101,165-167, 171, 234, 288,299,
306-307, 327, 336, 361, 374, 378, 382, 389, 398, 915, 921, 976.
Charcas. Legajo 510.
Chile. 172.
Guatemala. Legajo 415.
Lima. Legajo 599.
México. Legajos 1.642, 1.644, 1.645.
Santa Fe. Legajo 548.
Santo Domingo. Legajo 62, 893.
Indiferente General. Legajos 379, 546, 829, 866, 869, 1.323.

Archivo General de Simancas:


Sección XXIII, Dirección General del Tesoro.
Inventario 2°. Legajos 33, 71, 76, 79, 82-88, 90, 92, 93, 94, 97-98,
187.
366 Alí Enrique López Bohórquez

Inventario 13°. Legajo 9.


Inventario 24°. Legajos 185-188.

Archivo Histórico Nacional (Madrid):


Estado. Real Orden de Carlos III. Expedientes 1.011, 1.282.
Real Orden de Isabel la Católica. Expedientes 7.484, 7.488, 7.516.

Venezuela
Archivo de la Academia Nacional de la Historia:
Judiciales: A11-C77-D2407,

Archivo General de la Nación (Caracas):


ayuntamientos. Tomos XIII, XIIV, XVII, XXIV, XXXVI.
Gobernación y Capitanía General. Tomos XXIX, XLIII, XLVII, XLIX,
LII-LIV, LVIII, LIX.
Empleados de la Colonia. Tomos XVIII, XX, XXIV-XXV, XXVII-
XXVIII, XXX, XL-XLI.
Real Hacienda. Tomo XXV, LXXVII, CDLII, CDXLIX.
Real Consulado, Actas. Tomo I.
Correspondencia, Tomo 1.
Representaciones al rey 1793-1803.
reales cédulas. Tomos II, VI-IX, XI, XII.
Reales Ordenes. Tomos X, XII.
Reales Provisiones. Tomos VI, XXXVIII, XLVII, L, LIV.

2. Impresas

Documentos publicados y obras contemporáneas

Armas Chitty, J. A. de (Compilador): Documentos para la historia colonial de


los Andes Venezolanos (Siglos XVI al XVIII). Caracas, Facultad de
Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 1957
(Fuentes Históricas, 1).

Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio Cronológico (1771-1808).


Estudio Preliminar de Manuel Pérez Vila. Caracas, Academia
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 367

Nacional de la Historia, 1963 (BANH. Fuentes para la Historia


Colonial de Venezuela, 65).

Álvarez F., Mercedes: El Tribunal del Real Consulado de Caracas. Contribución


al estudio de nuestras instituciones. Caracas, Comisión Nacional del
Cuatricentenario de Caracas, 1967 (Documentos, Volumen 2).

Archivo General de la Nación: Abogados de la Colonia. Introducción de Héctor


García Chuecos. Caracas, Imprenta Nacional, 1958.

: Los abogados de la Colonia. Introito de Mario Briceño Perozo.


Caracas, Archivo General de la Nación, 1965.

: “Relación de los méritos y ejercicios literarios del Lic.


don Juan Nepomuceno de Pedrosa, abogado de los reales consejos”,
Boletín del Archivo General de la Nación, 219 (Caracas, 1970), pp. 282-
318.

Arcila Farías, Eduardo: El Real Consulado de Caracas. Introducción


y compilación de E. A. F. Caracas, Instituto de Estudios
Hispanoamericanos, Universidad Central de Venezuela, 1957.

e Ildefonso Leal: Documentos del Real Consulado de Caracas.


Introducción de E. A. F., y Selección de I. L. Caracas, Instituto de
Estudios Hispanoamericanos, Universidad Central de Venezuela,
1964.

“La Real Audiencia de Caracas en su relación con el obispado (1787-1790)”


[Nota preliminar de fray Cesáreo de Armellada], Boletín Histórico, 21
(Caracas, septiembre de 1969), pp. 377-384.

Ayala, Manuel José de: Diccionario de Gobierno y Legislación de Indias. Madrid,


Compañía Iberoamericana de Publicaciones, S. A., 1929 (Colección
de documentos inéditos para la historia de Ibero-América, VII-VIII),
2 Volúmenes.
368 Alí Enrique López Bohórquez

: Notas a la Recopilación de Indias. Origen e historia ilustrada de


las leyes de Indias. Trascripción y estudio preliminar de Juan Manzano
Manzano. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1945-1946, 2
Volúmenes.

Blanco, José Félix y Ramón Azpurua: Documentos para la historia de la vida


pública del Libertador. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la
República, 1978, 15 Volúmenes.

Bolívar, Simón: Carta de Jamaica. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la


República, 1972.

Campillo y Cosio, Joseph del: Nuevo sistema de gobierno económico para la América.
2ª ed. Mérida, Universidad de Los Andes, 1971.

Castro, Ignacio de: Relación de la fundación de la Real Audiencia del Cuzco en 1788
y de las fiestas que con grande y fidelísima ciudad celebró este honor. Madrid,
Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1795.

Chacón y Calvo, José M.: Cedulario Cubano. Los orígenes de la colonización


(1493-1512). Madrid, Cía. Ibero-Americana de Publicaciones
S.A., 1929. (Colección de documentos inéditos para la historia de
Hispanoamérica, VI).

Colección de Documentos Inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización


de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía. Madrid, Imprenta
de Manuel G. Hernández, 1882, Tomo XXVIII.

Conjuración de 1808 para formar una Suprema Junta Gubernativa: Documentos


completos. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia,
1962, 2 Volúmenes.

Chacón y Calvo, José M. (Compilador): Cedulario Cubano. Los orígenes


de la colonización (1493-1512). Madrid, Cía. Ibero-Americana de
Publicaciones, S. A., 1929 (Colección de documentos inéditos para
la historia de Hispanoamérica, VI).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 369

Derecho Colonial Venezolano. Índice General de las reales cédulas que se contienen en
los tondos documentales del Archivo General de la Nación. Edición preparada
por Héctor García Chuecos. Caracas, Imprenta Nacio­nal, 1952.

Documentos Mirandinos (Prolegómenos de la emancipación Iberoamericana). Caracas,


Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1950.

Documentos Relativos a la Revolución de Gual y España. Estudio histórico-crítico


de Héctor García Chuecos, Caracas, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, 1949 (Comité de Orígenes de la Emancipación.
Publicación, 2).

Documentos relativos a la insurrección de Juan Francisco de León. Introducción de


Augusto Mijares. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, 1949.

Edsaell, John: Memorias de un recluta de la expedición mirandina. Traducción y


prólogo de José Nucete Sardi. Caracas, Editorial Garrido, 1954.

El 19 de Abril de 1810. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia,


1957 (Comité de Orígenes de la Emancipación, Publicación, 11).

“El virrey del Perú, Manuel Amat, informa al rey del estado de las audiencias
del Virreinato y en especial de la de Lima, compuesta por magistrados
ignorantes y venales; propone algunas medidas para atenuar esos
males. Lima, 13 de enero de 1762”; reproducido en Revista de la
Biblioteca Nacional, 24 (Buenos Aires, 1942), pp. 345-350.

Galves, José de: Informe General que en virtud de real orden instruyó y entregó al
excelentísimo Sr. marqués de Sonora siendo visitador general de este reyno al
excelentísimo Sr. virrey frey D. Antonio Bucarely y Ursua con fecha de 31 de
diciembre de 1771. Publicado por la Sección de Fomento del Ministerio
de Gobernación. México, Imprenta de Santiago White, 1867.

García Chuecos, Héctor: Documentos relativos a la Revolución de Gual y España.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949 (I P
G H. Publicación, 2).
370 Alí Enrique López Bohórquez

Heredia, José Francisco: Memorias del regente Heredia (De las Reales audiencias
de Caracas y México). Madrid, Editorial América, [s/f]. (Biblioteca
Ayacucho, 11). Otra edición: Caracas, Acade­mia Nacional de la
Historia, 1986.

Hernández y Dávalos, J. E.: Colección de documentos para la historia de la guerra


de Independencia de México de 1808 a 1821. México, José M. Sandoval,
Impresor, 1877, 6 Volúmenes.

Instituto Panamericano de Geografía e Historia: Conjuración de 1808 en


Caracas para la formación de una Junta Suprema Gubernativa. Estudio
Preliminar de Ángel F. Brice. Caracas, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, 1968 (Comité de orígenes de la emancipación.
Publicación, 14), 2 Volúmenes.

: Documentos mirandinos (prolegómenos de la emancipación


Iberoamericana). Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, 1960.

: Documentos relativos a la insurrección de Juan Francisco de León.


Prólogo de Augusto Mijares. Caracas, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, 1949 (Comité de orígenes de la emancipación.
Publicación, 1).

: “Las ordenanzas de 1571 del Real y Supremo Consejo


de las Indias”. (Texto facsimilar de la edición de 1585), Anuario de
estudios americanos, XIV (Sevilla, 1957), pp. 363-423.

Jordan, Josefina y otros: Documentos de la insurrección de José Leonardo


Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación, 1994, 2
Volúmenes.

Juan, Jorge y Antonio Ulloa: Noticias secretas de América (Siglo XVIII).


Madrid, Editorial América, 1918 (Biblioteca Ayacucho, 31-32), 2
Volúmenes.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 371

Konetzke, Richard: Colección de documentos para la historia de la formación social


de Hispanoamérica, 1493-1810. 3 Vols. Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 1953-1962.

Las ordenanzas de Intendentes de Indias. Estudio preliminar de Gisela Morazzani


de Pérez Enciso. Caracas, Universidad Cen­tral de Venezuela, 1972.

“Las ordenanzas de 1571 del Real y Supremo Consejo de las Indias”. Texto
facsimilar de la edición 1585 (Notas de Antonio Muro Orejón),
Anuario de estudios americanos, 14 (Sevilla, 957), pp. 363-423.

Level de Goda, Andrés: “Memorias de Andrés Level de Goda”, reproducidas


en Materiales para el estudio de la ideología realista de la Independencia. Anuario
del Instituto de Antropología e Historia, Tomos IV-V-VI. Caracas, Facultad
de Huma­nidades y Educación, UCV, 1967-1969, Volumen II.

Ministerio de Relaciones Interiores: Toma de razón 1810 a 1812 (Registro


de nombramientos y actos oficiales emanados de la Primera Junta
Patriótica y de la Primera República de Venezuela). Caracas, Imprenta
Nacional, 1955.

Novísima recopilación de las Leyes de España. Madrid, Antonio de San Martín


Editor, 1872.

O’leary, Daniel Florencio: Memorias sueltas. Caracas, Sociedad Bolivariana,


1988.

“Ordenanzas de la Real Audiencia y Chancillería de Caracas, capital que


reside en la ciudad de Santiago de León de Caracas, capital de la
Provincia de Venezuela, formada por el mismo tribunal en virtud de
lo mandado por Su Majestad. Año de 1805”, Boletín del Archivo General
de la Nación, 226 (Caracas, enero-junio de 1974), pp. 27-145.

“Papeles Extra­viados”, Boletín del Archivo Nacional, XXVIII: III (Caracas,


julio-agosto de 1942), pp. 272-276.
372 Alí Enrique López Bohórquez

Pérez Bustamante, Ciriaco (Editor): Libro de los privilegios del almirante don
Cristóbal Colón. Madrid, Real Academia de la Historia, 1951.

Pinto C., Manuel (compilador): Visión documental de Margarita. La Asunción,


edición del Ejecutivo del estado Nueva Esparta, 1967 (Colección
Matasiete, 1).

Real Cédula de Intendencia de Ejército y Real Hacienda. Diciembre 8 de 1776. Estudio


preliminar de Gisela Morazzani de Pérez Enciso. Caracas, Ediciones
de la Presiden­cia de la República, 1976.

Recopilación de Leyes de los reynos de las Indias. 5 ed. Madrid, Boix Editor, 1845.
2 Volúmenes.

“Relación de los sucesos del 19 de abril de 1810 del auditor de guerra José
Vicente de Anca”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 170
(Ca­racas, 1960), pp. 236-241.

“Relación de los méritos y ejercicios literarios del licenciado D. Juan


Nepomuceno de Pedrosa…”, Boletín del Archivo General de la Nación,
219 (Caracas, 1970), pp. 282-318.

Revilla Gigedo, Conde de: Instrucción reservada que el conde de Revilla Gigedo, dio a
su sucesor en este mando marqués de Branciforte sobre el Gobierno de este continente
en el tiempo que fue su virrey. México, 30 dejunio de 1794. México, Imprenta
de la Calle de las Escalerillas, a cargo del C. Agustín Guiol, 1831.

Rodulfo Cortes, Santos: El régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela


durante el período colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978 (BANH. Fuentes para la Historia colonial de Venezuela, 136-
137), 2 Volúmenes.

Rus, José Domingo: Agere pro-Patria (primera parte de Maracaibo representado en


todos sus ramos). Estudio preliminar de Agustín Millares Carlo. Mara­
caibo, Universidad del Zulia, 1966.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 373

: Maracaibo representado en todos sus ramos. Madrid, Imprenta


de Vega y Compañía, 1814.

Solórzano y Pereira, Juan de: Política Indiana. Madrid, Cía. Ibero­americana


de Publicaciones, 1930, 5 Tomos.

Valcarcel, Carlos Daniel: Colección documental de la Independencia del Perú.


Edición e Introducción de C. D. V. Lima, Comisión Nacional del
Sesqui­centenario de la Independencia del Perú, 1974.

B. Bibliografía

1. Guías de archivos y obras de consulta bibliográfica

Archivo General de la Nación: Boletín de la Academia Nacional de la Nación.


Caracas, Archivo General de la Nación, 1923-1981.

: Derecho Colonial Venezolano. Índice general de las reales cédulas


que se contienen en los fondos documentales del Archivo General de la Nación.
Edición preparada por Héctor García Chuecos. Caracas, Imprenta
Nacional, 1952.

García Chuecos, Héctor: “Documentos referentes a Venezuela en el Archivo


General de Indias”, Boletín del Archivo General de la Nación. XLIII: 171
(Caracas, enero-febrero de 1956), pp. 257-270 y XLIII: 172 (abril-
mayo­-junio de 1956), pp. 409-560.

Lombardi, John y otros: Venezuelan History. A Comprehensive Working


Bibliography. Boston, G. K. Hall & Co., 1977.

Magdaleno, Ricardo: Títulos de Indias, Catálogo XX del Archivo General de


Simancas. Valladolid, Patronato Nacional de Archivos Históricos,
1954.

Marco Dorta, Enrique: Materiales para la Historia de la Cultura en Venezuela,


1523-1828. Documentos del Archivo General de Indias de Sevilla. Caracas,
Fundación John Boulton, 1967.
374 Alí Enrique López Bohórquez

Meza, Robinzon: Historiografía del Cabildo Colonial. Mérida, grupo de


investigación sobre historiografía de Venezuela/CDCHT-Universidad
de Los Andes, 1996.

Nectario María, Hermano: Catálogo de los documentos referentes a la antigua


provincia de Maracaibo existentes en el Archivo General de Indias de
Sevilla. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, Instituto de
Investigaciones His­tóricas, 1973.

Querales, Juan Bautista: Catálogo de documentos históricos del Registro Principal


del Distrito Federal, 1630-1892 (sección cajas negras). Cara­cas, Academia
Nacional de la Historia, 1985 (BANH, serie Archivos y Catálogos,
4).

Suárez, Santiago Gerardo: Las Reales audiencias indianas. Fuentes y bibliografía.


Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1989 (BANH. Fuentes
para la Historia Colonial de Venezuela, 200).

Suárez, Santiago Gerardo: “Para una Bibliografía de las Reales audiencias-”,


en Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia. Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1975, Tomo III, pp. 209-233.

Valcarcel, Daniel: Documentos de la Audiencia del Cuzco en el A.G.I. Lima,


Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1957.

Vignau, Vicente: Índice de pruebas de los caballeros de la real y distinguida orden


española de Carlos III desde su institución hasta el año de 1847. Ma­drid,
Archivo Histórico Nacional, 1904.

Vilchez, Haydee: Indice de documentos referidos a la Real Audiencia de Caracas


existentes en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia, 1786-1810.
(Copia mimeografiada, 1986).

Villasana, Ángel Raúl: Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano (años 1808-


1950). Caracas, Banco Central de Venezuela, 1969-1970 (Colección
Cuatricentenario de Caracas, 8), 4 Volúmenes.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 375

2. Libros

Academia Nacional de la Historia: Los comuneros de Mérida (Estudios). Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1981 (Fuentes para la historia
colonial de Venezuela, 152).

Aguado Bleye, Pedro. Manuel de Historia de España. 3 Vols. Madrid, Espasa


Calpe, 1959.

Acta del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio cronológico. Estudio preliminar


de Manuel Pérez Vila. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1963 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 65).

Albornoz de López, Teresa: La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real


Audiencia de Caracas (1804-1809): Conflictos internos y corrupción en la
Administración de Justicia. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1987 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 195).

Altamira y Crevea, Rafael. Manual de Historia de España. 2 ed. Buenos Aires,


Editorial Sudamérica, 1946.

Alvárez F., Mercedes: El Tribunal del Real Consulado de Caracas. Contribución


al estudio de Nuestras Instituciones. Caracas, Comisión Nacional del
Cuatricentenario de Caracas, 1967 (Estudio, Volumen 1).

Amezaga Aresti, Vicente de: El elemento vasco en el siglo XVIII venezolano.


Caracas, Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1966.

: Hombres de la Compañía Guipuzcoana. Caracas, Banco Central


de Venezuela, 1963 (Colección Histórico-Económica Venezolana, 9).

: Vicente Antonio Icusa, comandante de corsarios. Caracas,


Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1966.

Anderson W. Woodrow: “Reform as a Means to Quell Revolution”, en


Mexico and the Spanish Cortes, 1810-l822: Eight Essays. Editado por
Nettie Lee Benson. Austin, University of Texas Press, 1966.
376 Alí Enrique López Bohórquez

Aragón, Arcesio: Fastos Payaneses, 1636 1936. Bogotá, Imprenta Nacional,


1939.

Arcaya, Pedro Manuel: La Insurrección de los negros de la serranía de Coro en 1795.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949.

Arcaya Urrutia, Pedro Manuel: El Cabildo de Caracas (período de la colonia). 2


ed. Caracas, Ediciones Librería Historia, 1968.

Archer, Chriton I: The Army in Bourbon Mexico, 1760-1810. Albuquerque,


University of New Mexico Press, 1977.

Arcila Farías, Eduardo: Comercio entre Venezuela y México en los siglos XVII y
XVIII. México, El Colegio de México, 1950.

: Economía Colonial de Venezuela, 2 ed. 2 Vols. Caracas,


Italgráfica, 1973.

: El Real Consulado de Caracas, introducción de E. A. F.


Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos, Universidad
Central de Venezuela, 1957.

: Historia de un Monopolio. El estanco del tabaco en Venezuela,


1719-1833. Caracas. Instituto de Estudios Hispanoamericanos,
Universidad Central de Venezuela, 1977.

: Nuevo Sistema de gobierno económico para la América de José del


Campillo y Cosío. Estudio introductorio de E. A. F. Mérida. Universidad
de Los Andes, 1971.

Armas Medina, Fernando: Estudios sobre historia de América. Sevilla, Cabildo


Insular de Gran Canaria, 1973.

Ballesteros y Beretta, Antonio. Historia de España y su influencia en la Historia


Universal. 2 ed. Barcelona (Esp.), Salvat, [s/ f], 12 Volúmenes.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 377

Baralt, Rafael María: Resumen de la Historia de Venezuela. Maracaibo,


Universidad del Zulia, 1960.

Barrera, Felipe A: Manuel Pardo Ribadeneira, regente de la Real Audiencia del


Cuzco. Lima, [s/ e], 1954.

Basterra, Ramón: Los navíos de la Ilustración. La Real Compañía Guipuzcoana


de Caracas y su influencia en los destinos de América. Madrid, Ediciones
Cultura Hispánica, 1954.

Beneyto Pérez, Juan: Historia de la administración española e hispanoamericana.


Madrid, Editorial Aguilar, 1958.

Bernard, Gildas: Le Secrétariat d’État et le Conseil Espagnol des lndes (1700-1808).


Genéve, Centre de Rechershes d´Histoire et de Philologie, Ecole
Pratique des Hautes Etudes, 1972.

Blanco, José Félix. Documento para la historia de la vida pública del Libertador de
Colombia, Perú y Bolivia. Caracas, Imprenta de la Opinión Nacional,
1875, 13 Volúmenes.

Bossio Penso, Bertalibia: Archivo de la Academia Nacional de la Historia. Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1984. (BANH, Serie, Archivos y
Catálogos, 3).

: Archivo General Manuel Landaeta Rosales. Caracas, Academia


Nacional de la Historia. 1987. (BANH, Serie Archivos y Catálogos, 5).

Boza, Guillermo. Estructura y cambio en Venezuela colonial. Caracas, Fondo


Editorial Común, 1973.

Branding, David A: Miners & Marchants in Bourbon México, 1763-1810. Cam­


bridge, Cambridge University Press, 1971.

Brice, Ángel Francisco: La sublevación de Maracaibo de 1799, manifestación de su


lucha por la independencia. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1960.
378 Alí Enrique López Bohórquez

Briceño Iragorry, Mario: El regente Heredia o la piedad heroica. Caracas, Mi­nisterio


de Educación Nacional, 1947 (Biblioteca Popular Venezolana, 21).
Otra edición: Caracas, Monte Ávila, 1980 (Colección. El Dorado).

: Casa León y su tiempo. Caracas, Monte Ávila Editores, 1981.

: Tapices de Historia Patria. Ensayo de una morfología de la cultura


colonial. Caracas, Edime, 1956

Briceño Perozo, Mario: Causas de Infidencia. Estudio Preliminar de M.


B. P. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1960 (BANH.
Sesquicentenario de la Independencia, 31). Otra edición: Madrid,
Ediciones Guadarrama, 1961.

: Conjuración de 1808 en Caracas. Caracas, Instituto


Panamericano de Geografía e Historia, 1968, pp. XI-XLI.

Brito Figueroa, Federico: Historia Económica y Social de Venezuela. Una estructura


para su estudio. Caracas, Dirección de Cultura, Universidad Central de
Venezuela, 1966 (Colección Humanismo y Ciencia, 2), 2 Volúmenes.

: La estructura social y demográfica de Venezuela colonial. Caracas,


Revista de Historia, 1961.

: Las insurrecciones de los esclavos negros en la sociedad colonial


venezolana, Caracas, Editorial Cantaclaro, 1961.

Burkholder, Mark y Dewitt Chandler: From Impotence to Authority. The Spanish


Crown and the American audiencias, 1687-18O8. Columbia, Univer­sity
of Missouri Press, 1977.

: Politics of a Colonial Career. José Baquijano and the Audiencia


of Lima. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1980.

Campistol, Juan Reglá y otros: Introducción a la Historia de España. Barcelona,


Editorial Teide, 1977.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 379

Capriles, Alejandro Mario: Coronas de Castilla en Venezuela. Madrid, Gráfica


Orbe, 1967.

Cardenas Acosta, Pablo E.: El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino


de Granada. Bogota, Editorial Kelly, 1960.

Caraide Ramón: Carlos V y sus banqueros. La vida económica en Castilla (1516-


1556). 2 ed. Madrid Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1965, 3
Volúmenes.

Castillo Lara, Lucas Guillermo: La Grita, una ciudad que grita su silencio. Historia
del Espíritu Santo de La Grita, Caracas, Ediciones del Congreso de la
República, 1973, 2 Volúmenes.

Caulin, Fray Antonio. Historia de la Nueva Andalucía. Caracas, Academia


Nacional de la Historia, 1966 (BANH. Fuentes para la Historia
Colonial de Venezuela, 81), 2 Tomos.

Causa y Caracteres de la Independencia Hispanoamericana (Congreso


Hispanoamericano de Historia). Madrid, Ediciones Cultura
Hispánica, 1953.

Cepeda Adán, José: En torno al concepto del Estado en los reyes católicos. Madrid,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1956.

Contreras Serrano, J. N.: Comuneros venezolanos. Caracas, Imprenta Nacional,


1952.

Córdova Bello, Eleazar: La Independencia de Haití y su influencia en Hispanoamérica.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1967.

: Las reformas del despotismo ilustrado en América (Siglo XVIII


Hispanoamericano). Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1975.

Dávila, Vicente: “Los Comuneros de Mérida”, en Discursos de incorporación


(1920-1939). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1966, Tomo
II, pp. 37-85.
380 Alí Enrique López Bohórquez

Depons, Francisco: Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en al América


Meridional. Caracas, Banco Central de Venezuela, 1960 (Colección
histórico-económica venezolana), 2 Tomos.

Diez, Angeles C. y otros: Los virreyes de Nueva España (1779-1787). Sevilla,


Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1967.

19 de abril de 1810. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia/


Comité de orígenes de la emancipación, 1957.

Dussel, Enrique D.: Historia General de Iglesia en América Latina. Introducción


General de la Historia de la Iglesia en América Latina. Barcelona (España),
Ediciones Sígueme/CEHILA, 1983.

Elliot, J. H.: La España Imperial 1469-1716. 2 ed. España, Editorial Vicens-


Vives, 1969.

Estormes Lasa, José: La Compañía Guipuzcoana de Caracas. Buenos Aires,


Editorial Ekin, 1948.

Eyzaguirre, Jaime: Ideario y ruta de la emancipación chilena. Santiago de Chile,


Editorial Universitaria, 1957.

Felice Cardot, Carlos: La Rebelión de Andresote, Valles de Yaracuy, 1730. 1733.


Caracas, Imprenta Nacional, 1952.

: Rebeliones, motines y movimientos de masas en el siglo XVIII


venezolano (1730-1781). Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1977 (BANH, El Libro Menor, 2).

Fisher, John: Governnent and Society in Colonial Peru: The Intendant System, 1784-
1814. London, Athlone Press, 1970.

: “La Rebelión de Tupac Amaru y el Programa Imperial de


Car­los III”, en Sociedad Colonial y Sublevaciones Populares. Túpac Amaru
II-1780.Lima, Ediciones Retablo de Papel, 1976.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 381

Fisher, Lillian Estelle: The Intendant System in Spanish America. Berkeley,


University of California Press, 1929.

: The Last Inca Revolt 1780-1783. Norman, University of


Oklahoma, 1966.

Flores Galindo, Alberto: “Tupac Amaru y la Sublevación de 1780, en Sociedad


Colonial y Sublevaciones Populares. Tupac Amaru II-1780. Lima, Ediciones
Retablo de Papel, 1976.

Garavaglia, Juan Carlos y otros: Modos de producción en América Latina. 2 ed.


Argentina, Siglo XXI, 1974 (Cuadernos Pasado y Presente, 40).

García, José Andreo: La Intendencia de Venezuela. don Esteban Fernández de


León, intendente de Caracas, 1791-1803. Murcia, Universidad de Murcia/
Secretaría de Publicaciones, 1991.

García Chuecos, Héctor: Documentos relativos a la Revolución de Gual y España.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949 (I P
G H. Publicación, 2).

: Estudios de Historia Colonial Venezolana. Caracas, Tipografía


Americana, 1938, 2 Tomos.

: Siglo dieciocho venezolano. Caracas, Edime, [s. f.]

: La Capitanía General de Venezuela. Apuntes para una exposición


de Derecho Político Colonial Venezolano. Caracas, Artes Gráficas,
1945.

: Relatos y comentarios sobre temas de Historia Venezolana.


Caracas, Imprenta Nacional, 1957.

García Gallo, Alfonso: Estudios de Historia del Derecho Indiano. Madrid,


Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1972.
382 Alí Enrique López Bohórquez

: Las bulas de Alejandro VI y el Ordenamiento Jurídico de la


Expansión Portuguesa y Castellana en África e Indias. Madrid. Instituto
Nacional de Estudios Jurídicos, 1958.

: “Los orígenes de la administración territorial de las


Indias. El Gobierno de Colón”, en Estudios de Historia del Derecho
Indiano. Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1972, pp.
563-637.

: Manual de Historia del Derecho Español. 6ª ed. Madrid, Artes


Graficas, 1971, 2 Volúmenes.

Garrido Conde, María Teresa: La creación del Virreinato de Nueva Granada,1717-


1723. Sevilla, Escueta de Estudios Hispano-Americanos. 1965.

Gil, Pedro, Luis Dovale Prado y Lidia Luzmila Bello: La insurrección de los
negros de la Serranía Coriana: 10 de mayo de 1795 (notas para su discusión).
Caracas, Dirección de Cultura-Universidad Central de Venezuela,
1996.

Gil Fortoul, José: Historia constitucional de Venezuela. México, Editorial


Cumbre, 1978.

Gongora, Mario: El Estado en el Derecho Indiano. Época de fundación 1492-1570.


Santiago de Chile, Instituto de Investigación Histórico-Culturales.
Universidad de Chile, 1951.

: Studies in the Colonial History of Spanish America. Cambridge,


Cambridge University Press, 1975.

González Abreu, Manuel: Dependencia colonial venezolana. Caracas, Univer­sidad


Central de Venezuela, 1974.

Grases, Pedro: Conspiración de Gual y España y el ideario de la independencia.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 383

Gregorio de Tejada, Manuel Teruel: Vocabulario básico de la Historia de la


Iglesia. Barcelona (España), Editorial Crítica, 1993.

Grisanti, Ángel: Emparan y el Golpe de estado de 1810. Caracas, Editorial Lux,


1960.

Gutiérrez de Arce, Manuel: El Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas


de 1786. Valoración Canónica del Regio Placer a las Constitución Sinodales
Indianas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975.

Haring, Clarence H.: The Spanish Empire in America. New York, Harcourt, 1963.

Hussey, Roland D.: La Compañía de Caracas 1728-1784, Caracas, Banco


Central de Venezuela, 1962 (Colección Histórico-Económica
Venezolana, 8).

Izard, Miguel: Contrabandistas, Comerciantes e Ilustrados. Barcelona, Universi­dad


de Barcelona, 1978 (separata del Boletín Americanista, N° 28).

: El Miedo a la Revolución. La lucha por la Libertad en Venezuela


(1777-1830). Madrid, Editorial Tecnos, 1979.

Jordan, Josefina y otros: Documentos de la Insurrección de José Leonardo


Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación, 1994, 2
Volúmenes.

: “Acercamiento a la rebelión encabezada por José


Leonardo Chirinos en 1795”, en Documentos de la Insurrección de José
Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación, 1994,
Volumen 1, pp. 16-29.

: “Josef Bernardo bien puedes salir donde quieres que


estés oculto que ya llegó la hora de tu libertad”, en Documentos de la
Insurrección de José Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y
Comunicación, 1994, Volumen 2, pp. 10-15.
384 Alí Enrique López Bohórquez

: “El motín de José Leonardo Chirinos y el problema


de la subversión del orden”, en Documentos de la Insurrección de José
Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación, 1994,
Volumen 2, pp. 18-28.

Konetzke, Richard: América Latina. Época Colonial. México, Siglo XXI, 1971
(Historia Universal Siglo XXI, 22).

Lambert, Jacques: América Latina. Estructuras sociales e instituciones políticas. 3ª


ed. Barcelona (Esp.), Ediciones Ariel, 1973.

Leal, Ildefonso: “Barinas y el Proyecto de obispado en 1798”, en Nuevas


crónicas de Historia de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1985 (BANH. Fuentes para la Historia Republicana de
Venezuela, 38), Tomo II, pp. 351-374.

:“La Cultura Venezolana en el Siglo XVIII”, en Discurso de


Incorporación 1967-1973. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1980, Volumen V, pp. 169-200.

: Libros y bibliotecas en Venezuela Colonial. 1633-1767. Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1978 (BANH. Fuentes para la
Historia Colonial de Venezuela, 132), pp. XLII-XLIII.

: Nuevas crónicas de Historia de Venezuela. Caracas, Academia


Nacional de la Historia, 1978 (BANH. Fuentes para la Historia
Colonial de Venezuela, 37-38), 2 Volúmenes.

Lefebvre, George: La Revolución francesa y el Imperio (1787-1815). México,


Fondo de Cultura Económica, 1973.

Levene, Ricardo: Historia del Derecho Argentino. Buenos Aires, Editorial


Guillermo Kraft, 1946, 3 Volúmenes.

Lewin, Boleslao: La rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la Independencia de


Hispanoamérica. Buenos Aires, SELA, 1967.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 385

Lohman Villena, Guillermo: Los americanos en las órdenes nobiliarias, 1529-1900,


Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947, 2
Volúmenes.

: El corregidor de indios en el Perú bajo los austrias. Madrid,


Cultura Hispánica, 1957.

: Los ministros de la Audiencia de Lima en el reinado de los


borbones (1700-1821). Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos,
1974.

Londoño, Julio: Integración del territorio colombiano, Bogotá, Ediciones Lerner,


1967 (Academia Colombiana de Historia. Historia Extensa de
Colombia, XI).

López, Casto Fulgencio: Juan Picornell y la Conspiración de Gual España. Madrid,


Ediciones Nueva Cádiz, 1955.

López Bohórquez, Alí Enrique: La Audiencia de Caracas (estudios). Mérida,


Ediciones del Rectorado Universidad de Los Andes, 1998.

: “Las autoridades coloniales venezolanas ante la expansión


de las ideas de la Revolución francesa: La causa de la Audiencia de
Caracas contra la conspiración de Gual y España (1797-1800)”, en
Manuel Gual y José María España. Valoración Múltiple de la Conspiración
de La Guaira de 1797, pp. 743-754.

: Los ministros de la Real Audiencia de Caracas (1786-1810).


Caracterización de una élite burocrática del poder español en Venezuela.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984 (BANH. Fuentes
para la Historia Colonial de Venezuela, 174).

: La Real Audiencia Caracas en la Historiografía Venezolana


(materiales para su estudio). Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1986 (BANH. Fuentes para Historia Colonial de Venezuela, 187).
386 Alí Enrique López Bohórquez

(Compilador): Manuel Gual y José María España. Valoración


múltiple de la Conspiración de La Guaira de 1797. Caracas, Comisión
Presidencial del Bicentenario de la Conspiración de Gual y España,
1997.

López Guedez, Horacio: Los reyes católicos y América (1492-1517). Mérida ,


Universidad de los Andes, 1971.

Lynch, John: Spanish Colonial Administration, 1782-1810, The Intendant in


the Viceroyalty of the Río de la Plata. London, University of London,
1958.

: Las Revoluciones Hispanoamericanas; 1808-1826. Barcelona


(España), Ariel, 1976 (Colección Ariel Historia, 8).

Magallanes, Manuel Vicente: Historia Política de Venezuela. Ma­drid, Edime,


1972, 3 Volúmenes.

: Luchas e insurrecciones en la Venezuela Colonial, Caracas,


Editorial Tiempo Nuevo, 1972.

Malagon Barcelo, Javier: El Distrito de la Audiencia de Santo Domingo en los


siglos XVI al XIX. Ciudad Trujillo, Montalvo, 1942.

Malagon Barcelo, Javier: “Pleitos y causas de la Capitanía General de


Venezuela en el Archivo de la Real Audiencia de Santo Domingo
(Siglo XVIII), en Estudios de Derecho Procesal en honor a Hugo Alsina.
Buenos Aires, Editorial Edlar, 1946, pp. 441-468. También en Estudios
de Historia y Derecho. Xalapa (México), Universidad Veracruzana, 1966,
pp. 183-216.

Manzano Manzano, Juan: La incorporación de las Indias a la Corona de Castilla.


Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1948.

Martire, Eduardo: Los regentes de Buenos Aires. La reforma judicial Indiana de


1776. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1981.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 387

Mayorga, Fernando: La Audiencia de Santa Fe en los siglos XVI y XVIII. Bogotá,


Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1991.

Merriam, Roger B.: La formación del Imperio español en el viejo mundo y en el nuevo.
Barcelona (España), Editorial Juventud, 1958, Tomo I.

Mez, Robinzon y Héctor Molina: La lucha por el poder en Venezuela: Conflictos


y acuerdos del Cabildo de Caracas con las autoridades coloniales. Mérida,
Fundación para el Desarrollo Cultural del Municipio Tovar/Grupo
de Investigación sobre Historiografía de Venezuela, 1997.

Mijares, Augusto (introducción): Documentos relativos a la insurrección de Juan


Francisco de León. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, 1949.

Minguijon, Salvador: Historia del Derecho Español. 4ª ed. Barcelona (España),


Editorial Labor, 1953 (Colección Labor Ciencias Jurídicas, 131-
133).

Miranda, José: Las ideas y las instituciones políticas mexicanas (1521-1820). México,
Institución de Derechos Comparado, 1952.

Montenegro, Juan Ernesto: Crónicas de Santiago de León de Caracas. Caracas,


Instituto Municipal de Publicaciones, 1997.

Morales Padrón, Francisco: Manual de Historia Universal. Historia General de


América. Madrid, Espasa Calpe, 1958, Tomos V y VI.

: Rebelión contra la Compañía de Caracas. Sevilla, Escuela de


Estudios Hispano-Americanos, 1955.

Morazzani de Pérez Enciso, Gisela: La Intendencia en España y en América.


Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1966.

(Estudio Preliminar): Las ordenanzas de intendentes de Indias.


Caracas, Universidad Cen­tral de Venezuela, 1972.
388 Alí Enrique López Bohórquez

(Estudio Preliminar): Real Cédula de Intendencia de Ejército y


Real Hacienda. Diciembre 8 de 1776. Caracas, Ediciones de la Presiden­
cia de la República, 1976.

Morón, Guillermo: El Proceso de Integración de Venezuela (1776-1793), Ca­


racas, Academia Nacional de la Historia, 1977 (BANH. El Libro
Menor, 3).

: Historia de Venezuela. Caracas, Italgráfica, 1975, 5


Volúmenes.

: Los orígenes históricos de Venezuela, Introducción al siglo XVI.


Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1954.

Muñoz Feliu, Raúl: La Real Audiencia de Chile. Santiago, Imprenta La Gratitud


Nacional, 1937.

Muñoz Oraa, Carlos Emilio: La Sociedad Venezolana frente a la Intendencia.


Mérida, Universidad de Los Andes, 1964.

: Los comuneros de Venezuela. Una rebelión de Pre-Independencia,


Mérida, Universidad de Los Andes, 1970.

Muro Romero, Fernando: Las presidencias-gobernaciones en Indias (Siglo XVI).


Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1975.

Muro Orejón, Antonio: Lecciones de Historia del Derecho Hispa-Indiano. México,


Miguel Ángel Porrúa Librero-Editor, 1989.

Navarro García, Luis: Hispanoamérica en el siglo XVIII. Sevilla, Universidad


de Sevilla, 1975.

Nectario María, Hermano: Creación de la Real Audiencia de Caracas, 6 de julio


de 1786. Madrid, 1976.

Nuñez, Enrique Bernardo: Juan Francisco de León o el levantamiento contra la


Compañía Guipuzcoana. Caracas, Editorial Ávila Gráfica, 1949.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 389

Nunes Días, Manuel: El Real Consulado da Caracas (1793-1810). Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1971 (BANH. Fuentes para la
Historia Colonial de Venezuela, 106).

Ots Capdequi, José M.: El Estado español en las Indias. México, Fondo de
Cultura Económica, 1965.

: Historia del Derecho Español en América y el de Derecho Indiano.


Madrid, Aguilar, 1969.

: Instituciones. Barcelona, Salvat Editores, S. A., 1959.

: Instituciones de Gobierno del Nuevo Reino de Granada durante el


siglo XVIII. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1950.

Oviedo y Baños, José de: Historia de la Conquista y población de la Provincia de


Venezuela. Caracas, Ediciones Ariel, 1967.

Palacio Atard, Vicente: Areche y Guirior, observaciones sobre el fracaso de una visita,
Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1946.

Parra Márquez, Héctor: Caracas política, intelectual y mundana. Caracas, Archivo


General de la Nación, 1966.

: Historia del Colegio de Abogados de Caracas. Caracas, Imprenta


Nacional, 1952, Volumen 1.

: Presidentes de Venezuela. El doctor Francisco Espejo, ensayo bi­


bliográfico. 2ª ed. Caracas, [s/e.], 1954.

Parra Pérez, Caracciolo: Historia de la Primera República (Estudio Preliminar


de Cristóbal L. Mendoza). Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho,
1992 (Colección de la Biblioteca Ayacucho, 183).

Perez, Joseph: Los movimientos precursores de la emancipación en Hispanoamérica.


España, Editorial Alhambra, 1977.
390 Alí Enrique López Bohórquez

Perez Bustamante, Ciriaco (estudio preliminar, edición y notas): Libro de


los privilegios del almirante don Cristóbal Colón. Madrid, Real Academia
de la Historia, 1951.

Perez Perdomo, Rogelio: Los abogados en Venezuela. Caracas, Monte Avila, 1981.

Perez de Tudela, Juan y otros: El Consejo de las Indias en el siglo XVI. España,
Universidad de Valladolid, 1970 (Serie Americanista, 1).

Phelan, John L: The People and the King. The Comunero Revolution in Co­lombia,
1781. Madison, University of Wisconsin Press, 1978.

Pino Iturrieta, Elías: La mentalidad venezolana de la emancipación (1810-1812).


Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1971.

Plaza, Elena: “El motín de José Leonardo Chirinos y el problema de la


subversión del orden” en Josefina Jordan y otros: Documentos de la
Insurrección de José Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y
Comunicación, 1994, Volumen 2, pp. 18-28.

Polanco Alcantara, Tomás: Las Reales audiencias en las provincias americanas de


España. Madrid, Fundación Mapfre América, 1992.

Polanco Martínez, Tomás: Esbozo sobre Historia Económica Venezolana. Madrid,


Ediciones Guadarrama, 1960, 2 Volúmenes.

Priestley, Herbert I.: José de Gálvez, Visitor General of New Spain (1765-1771).
Berkeley. University of California Press, 1916.

Quintero, Inés: La conjura de los mantuanos. Caracas, Universidad Católica


Andrés Bello, 2008.

Quintero Lugo, Gilberto Ramón: El teniente justicia mayor en la administración


colonial venezolana. Aproximación a su estudio histórico-jurídico. Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1996 (BANH. Fuentes para
Historia Colonial de Venezuela, 231).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 391

Ramírez F., Joaquín A.: La lucha de los alcaldes por el Gobierno de la provincia. El
formidable pleito entre el licenciado don Juan de Padilla Guardiola y el Cabildo
caraqueño de 1675. Caracas, Banco Central de Venezuela, 1975.

Ramos Perez, Demetrio: Estudios de Historia Venezolana, Caracas, Academia


Nacional de la Historia, 1976 (BANH. Fuentes para la Historia
Colonial de Venezuela, 126).

: Historia de la Colonización Española en América. Madrid,


Pegaso, 1947.

Ravignani, Emilio: “El Virreinato del Río de la Plata. (1776-18l0)” en


Historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, Academia Nacional de
la Historia, 1938, Volumen IV.

Restrepo Sanz, José María: Biografía de los mandatarios de la Real Audiencia.


Bogotá. Editorial Cromos, 1952.

Rodríguez, Luis Cipriano y otros: José Leonardo Chirinos y la Insurrección de la


Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia.
(Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16 y 17 de
noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes-Universidad
Central de Venezuela/Universidad del Zulia/Universidad Nacional
Experimental Francisco de Miranda, 1996.

Rodulfo Cortes, Santos: El régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela


durante el período colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978 (BANH. Fuentes para la Historia colonial de Venezuela, 135-
136), 2 Volúmenes.

Ruiz Guiñazu, Enrique: La Magistratura Indiana. Buenos Aires, Universidad


de Buenos Aires, 1916.

Salcedo Bastardo, José Luis: Historia fundamental de Venezuela. Caracas,


Universidad Central de Venezuela, 1970.
392 Alí Enrique López Bohórquez

Sanciñena Asurmendi, Teresa: La Audiencia en México en el reinado de Carlos III.


México, Universidad Nacional Autónomo de México, 1999.

Sarraihl, Jean: La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII. México,
Fondo de Cultura Económica, 1974.

Sanz Tapia, Ángel: Los militares emigrados y los prisioneros franceses en Venezuela
durante la guerra contra la Revolución. Caracas, Instituto Panamericano
de Geografía e Historia, 1977.

Schwartz, Stuart B.: “State and Society in Colonial Spanish America”, en


New Aproaches to Latin American History. Austin, University of Texas
Press, 1974.

Soldevilla, F.: Historia de España. Barcelona (España), Ariel, 1962.

Suarez, Santiago Gerardo: “Instituciones Pan-Venezolanas del período


hispánico”, en Los tres primeros siglos de Venezuela, 1498-1810. Caracas,
Fundación Eugenio Mendoza, 1991; pp. 307-311.

Sucre, Luis Alberto: gobernadores y capitanes generales de Venezuela. 2ª ed. Caracas,


Litografía Tecnocolor S. A., 1964.

Tandron, Humberto: El Real Consulado de Caracas y el Comercio Exterior


de Venezuela. Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos/
Universidad Central de Venezuela, 1976.

Tau Anzoategui, Víctor y Eduardo Martiré: Manual de Historia de las


instituciones argentinas. Buenos Aires, 1967.

Travieso, Carmen Clemente: Las esquinas de Caracas. México, 1966.

Troconis de Veracochea, Ermila: “El Comisariato del Santo Tribunal de la


Inquisición”, en Historia de El Tocuyo Colonial. Caracas, Universidad
Central de Venezuela, 19-77, pp. 32-374.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 393

: Las obras pías en la iglesia colonial venezolana. Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1971 (BANH. Fuentes para la
Historia Colonial de Venezuela, 105).

Trujillo, León: Motín y sublevación en San Felipe. Caracas, Editorial Edime,


1955.

Valcarcel, Daniel: Las rebeliones de Tupac Amaru. México, Fondo de Cultura


Económica, 1965.

Vargas Ugarte, Rubén: La carta a los españoles americanos de don Juan Pablo
Vizcardo y Guzmán. Lima, 1954.

Vicens Vives, Jaime: Historia Económica y Social de España y América. Barcelona


(España), Editorial Teide, 1957-1959, 5 Volúmenes.

Zorraquin Becu, Ricardo: La justicia capitular durante la dominación española.


Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1947.

: La organización política argentina en el Período Hispánico. Buenos


Aires, EMECE Editores, 1959.

Ybot León, Antonio: La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la Empresa de


Indias. La obra y sus artífices. Barcelona (España), Salvat Editores,
1961, Tomo II.

Zavala, Silvio: El Mundo Americano en la epoca colonial. México, Editorial


Porrúas, 1967, Tomo I.

2. Artículos y ponencias

Acosta Saignes, Miguel: “Los negros cimarrones”, en El Movimiento


Emancipador de Hispanoamérica. (Actas y Ponencias). Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1961, Tomo III, pp. 331-398.
394 Alí Enrique López Bohórquez

Aizpurua Aguirre, Ramón: “La insurrección de los negros de la Serranía de


Coro de 1795: Una revisión necesaria”, Boletín de la Academia Nacional
de la Historia, 283 (Caracas, julio-septiembre de 1988), pp. 705-723.

: “¿Insurrección de libertad o rebelión de independencia?”,


en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino y la Insur-
rección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de libertad o rebelión de
independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16
y 17 de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes,
1996, pp. 211-216.

Alcántara, Tomás Polanco: “La Real Audiencia de Caracas y la Capitanía


Ge­neral de Venezuela durante los años caraqueños de Andrés Bello”,
en Bello y Caracas (Primer Congreso del Bicentenario). Caracas, La
Casa de Bello, 1979.

Aragón, Arcesio: “Un regente de España, nacido en Popayán”, Revista de


Indias, 36 (Madrid, 1949), pp. 307-314.

Armellada, Cesáreo de (nota preliminar): “La Real Audiencia de Caracas


en su relación con el obispado (1787-1790)”, Boletín Histórico, 21
(Caracas, septiembre de 1969), pp. 377-384.

Artola, Miguel: “Campillo y las Reformas dc Carlos III”, Revista de Indias,


30 (Madrid, 1952), pp. 665-714.

Aznar, Luis: “Evolución del régimen legal y del significado político de las
audiencias indianas”, Boletín de la Universidad Nacional de La Plata,
XVII: 5 (La Plata, 1933), pp. 8-43.

Ballesteros, Pío: “La función política de las Reales Chancillerías Coloniales”,


Revista de Estudios Políticos, 27-28 (Madrid, 1946), pp. 47-109.

Barbier, Jacques A.: “Elite and Cadre in Bourbon Chile”, The Hispanic
American Historical Review, LII: 3 (Durham, 1972), pp. 416-435.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 395

Barman, Roderick y Jean Barman: “The Prosopography of the Brazilian


Empire” Latin American Research Review, XIII (Austin, 1978), pp. 78-79.

Bermudez Aznar, Agustín: “Las funciones del presidente de la Audiencia


en Indias”, Revista de la Facultad de Derecho de México, 101-102 (México,
enero-julio de 1976), pp. 85-96.

Bermudez Plata, Carlos: “La Cárcel Nueva de la Casa de la Contratación


de Sevilla”, Revista de Indias, 37-38 (Madrid, julio-diciembre de 1955),
pp. 645-650.

Bernard, Gildas: “La Casa de la Contratación de Sevilla, luego en Cádiz


en el siglo XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, 12 (Sevilla, 1965),
pp. 253-286.

Burkholer, Mark A.: “From Creole to Peninsular: The transformations of


the Audiencia of Lima”, The Hispanic American Historical Review, LII:
3 (Durham, 1972), pp. 395-415.

: “Relaciones de méritos y servicios: A Source for Spanish


American Group Biography in the Eigteenth Century”, Manuscripta,
XXI (1977), pp. 97-104.

y Dewitt Chandler: “Creole Appointment and the Sale of


Audiencia Positions in the Spanish Empire under the Early Bourbons,
1701-1750”, Journal of Latin American Studies, IV: 2 (Cambridge, 1972),
pp. 187-206.

Callahan, William J.: “La propaganda, la sedición y la Revolución francesa


en la Capitanía General de Venezuela, 1789-1796”, Boletín Histórico,
14 (Caracas, mayo de 1967), pp. 177-205.

Cardozo, Efraín: “La Audiencia de Charcas y la facultad de gobierno”,


Humanidades, XXV (Buenos Aires, 1936), pp. 137-156.
396 Alí Enrique López Bohórquez

Carlos, Miguel y Alonso: “Las audiencias en los reinos y señoríos de las


Indias”, Cuadernos Americanos, 116-117 (Madrid, agosto-septiembre
de 1959), pp. 189-204.

Campbell, Leon G.: “A Colonial Establishment. Creole Domination of the


Audiencia of Lima during the late eighteenth Century”, The Hispanic
American Historical Review, LIII: 1 (Durham, 1972) pp. 1-25.

Chacón, José María: “Un juez de Indias (vida documental de José Francisco
Heredia)”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, CIII (Madrid,
1930), pp. 5-68 y 617-715.

Chandler, Dewit: “Jacobo de Villaurrutia and the Audiencia of Guatemala”,


The Americas, XXXII: 3 (Washington, 1976), pp. 402-417.

De La Puente, Esteban: “Carlos V y la administración de justicia”, Revista


de Indias, 73-74 (Madrid, julio-diciembre de 1958).

Edsel, Carlos: “Los jacobinos negros en la insurgencia de los esclavos de la Ser-


ranía de Coro”, en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino
y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de libertad o rebelión
de independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16
y 17 de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996,
pp. 157-172.

Ezquerra, Ramón: “La crítica española de la situación de América en el si­glo


XVIII”, Revista de Indias, 87-88 (Madrid, 1962), pp. 205-217.

Fabrega P., Jorge: “Organización, jurisdicción y competencia de la Primera


Audiencia y Real Chancillería de Tierra Firme”, Lotería, 199 (Panamá,
junio de 1972), pp. 35-48.

Ferry, Robert: “La esclavitud, el contrabando y los tenientes de justicia.


Control del interior de Caracas en el siglo XVIII”, en Memoria del
Congreso Bicentenario de Simón Bolívar. Caracas, Academia Nacional de
la Historia, 1985, Tomo II, 99-141.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 397

García Gallo, Alonso: “Alcadías mayores y corregidores en Indias”, Memorias


del primer Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1972, Tomo I, pp. 299-347.

: “Las audiencias de Indias. Su origen y caracteres”, Memoria


del Segundo Congreso Venezolano de Historia, Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1975, Tomo I, pp. 389-93.

: “Los Principios Rectores de la Organización Territorial


de las Indias en el Siglo XV”, Anuario de Historia del Derecho Español,
XL (Madrid, 1970, pp. 313-347. También en Estudios de Historia del
Derecho Indiano. Madrid, 1972, pp. 661-693.

: “La Ley como fuente del Derecho de Indias en el siglo


XVI”, Anuario de Historia del Derecho Español, XXI (Madrid, 1951), pp.
607-730. También en Estudios de Historia del Derecho Indiano. Madrid,
1972, pp. 169-285.

García Chuecos, Héctor: “Historia Documental de Venezuela”, Boletín de la


Academia Nacional de la Historia, 162 (Caracas, 1972), pp. 122-127.

Gil Bermejo, Juana. “La Casa de contratación de Sevilla (Algunas


consideraciones para su historia)”, Anuario de Estudios Americanos, 30
(Sevilla, 1973), pp. 679-761.

Gil Rivas, Pedro y Luis Dovale Prado: “La Insurrección de Coro de 1795. Un
movimiento a reivindicar”, en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José
Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección
de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en
Mérida los días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida, Universidad de
Los Andes, 1996, pp. 199-211.

Giménez de Arcondo, Floraligia: “Casos en la Real Audiencia de Caracas.


Homicidios y robos”, en Memoria del Segundo Congreso Venezolano de
Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975, Tomo II,
pp. 433-472.
398 Alí Enrique López Bohórquez

Hirschberg, Julia: “Social Experiment in New Spain: A Prosopographical


Study of the Early Settlement at Puebla de Los Angeles, 1531-1534”,
The Hispanic American Historical Review, 59:1 (Durham, 1979), pp. 1-33.

Konetzke, Richard: “La Condición legal de los criollos y las causas de la


Independencia”, Estudios Americanos, 5 (Sevilla, 1950), pp. 31-54.

Izard, Miguel: “Colonizadores y colonizados: Venezuela y la Guipuzcoana”,


Saioak. Revista de Estudios Vascos, 4 (1980), pp. 53-67.

: “La agricultura venezolana en una época de transición,


1777-1830”, Boletín Histórico, 28 (Caracas, 1972) pp. 81-145.

Jordan Andara, Josefina: “Acercamiento a la rebelión encabezada por José Leon-


ardo Chirino en 1795”, en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo
Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad
o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los
días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes,
1996, pp. 181-197.

Lalinde Abadía, Jesús: “El régimen virreinato-senatorial en Indias”, (separata


del Anuario de Historia del Derecho Español, XXXVII (Madrid, 1967).

Leal, Ildefonso: “Francisco Javier Pirela y su intento de sublevar Maracaibo


en 1799”, Revista de Historia, 21 (Caracas, noviembre de 1964), pp.
41-69.

: “La aristocracia criolla venezolana y el Código Negrero


de 1789”, Revista de Historia, 6 (Caracas. 1961), pp. 61-81.

: “Orígenes históricos de la Real Audiencia de Caracas”,


Revista de Control fiscal, 16 (Caracas, enero-abril de 1985), pp. 185-202.
Incluido anteriormente en Nuevas crónicas de Historia de Venezuela.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1978, Tomo II, pp.
327-347.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 399

Lecuna, Vicente: “La Conjuración de Matos”, Boletín de la Academia Nacional


de la Historia, 56 (Caracas, 1931), pp. 381-440.

Lochkart, James: “The Social History of Colonial Spanish America:


Evolution and Potential”, Latín American Research Reiíew, VII: 1 (Austin
1972), pp. 6-45.

Lohman Villena, Guillermo: “El corregidor de Lima (Estudios Históricos-


jurídicos)”, Anuario de Estudios Americanos, 9 (Sevilla, 1952), pp.
131-71.

López, Isaac: “La Sublevación de José Leonardo Chirino en la Historiografía


Venezolana”, en José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de
Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria
del Simposio realizado en Mérida los días 16 y 17 de noviembre de
1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996, 93-107.

López Bohórquez, Alí Enrique: “Acciones de las autoridades coloniales de


Coro y Caracas contra la insurrección de José Leonardo Chirino”, en Luis
Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía
de Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria
del Simposio realizado en Mérida los días 16 y 17 de Noviembre de 1995).
Mérida, Universidad de Los Andes, 1996, pp. 145-156.

: “El Archivo de la Real Audiencia de Caracas (Estado


Actual de las Fuentes Documentales para su Estudio)”, Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, 294 (Caracas, abril-junio de 1991),
pp. 55-61.

: “El Personal de la Real Audiencia de Caracas: Funciones


y Atribuciones a través de la Legislación”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, LXXII: 286 (Caracas, abril-junio de 1989);
pp. 81-113.

: “Idea del gobierno eclesiástico y civil de la España


Ultramarina. Obra inconclusa del oidor decano-regente José
400 Alí Enrique López Bohórquez

Francisco Heredia”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 275


(Caracas, julio-septiembre de 1986), pp. 665-675.

: “Intervención de la Real Audiencia de Caracas en asuntos


eclesiásticos (Cronología y fuentes para su estudio)”, ponencia
presentada en el Segundo Seminario Latinoamericano. La evangelización
durante la Colonia, auspiciado por el CELAM y la Universidad
Católica Andrés Bello (Caracas, marzo de 1989), publicado en La
Real Audiencia de Caracas (Estudios), pp. 163-201.

: “La aristocracia criolla venezolana y la Real Audiencia de


Caracas: una razón para la Independencia Venezuela”, en Memoria
del Congreso del Bicentenario del Libertador. Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1985, Tomo III, pp. 87-103.

: “La Audiencia de Caracas, 1786-1821 (Síntesis histórica.


Personal de la Audiencia. Apreciaciones sobre el establecimiento y
actuación. Documentos fundamentales sobre la creación e instalación.
Bibliografía básica para su estudio)”, Boletín de la Academia Nacional de
la Historia, 275 (Caracas, julio-septiembre de 1986), pp. 601-656.

: “La censura de libros, papeles sediciosos e ideas


revolucionarias en la Audiencia de Caracas. (Proyecto de
Investigación)”, ponencia presentada en el V Congreso Venezolano
de la Historia, auspiciado por la Academia Nacional de la Historia
(Caracas, noviembre de 1986).

: “La Real Audiencia de Caracas y la provincia de Barinas


(1787-1810)”, ponencia presentada en el II Seminario Nacional sobre
el Llano y los Llaneros, bajo el auspicio de la UNELLEZ (San Carlos,
Cojedes, mayo de 1991), publicado en La Real Audiencia de Caracas
(Estudios), pp. 203-214.

: “La Real Audiencia y el Real Consulado de Caracas.


Confrontación entre peninsulares y criollos por la Administración
de Justicia”, Boletín de la Academia de Mérida, 2 (Mérida, enero-junio
de 1995), pp. 115-130.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 401

: “La Real Audiencia de Charcas (1561-1567): Conflictos


jurisdiccionales de una Audiencia Subordinada”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, 279 (Caracas, julio-septiembre de 1987), pp.
745-762.

: “La Revolución francesa en el Distrito de la Real Audiencia


de Caracas”, ponencia presentada en el Congreso Internacional de
Historia: La Revolución francesa en América Latina y el Caribe (1789-1847),
auspiciado por el Comité Venezolano Bicentenario de la Revolución
francesa (Caracas, Abril de 1989), publicado en La Real Audiencia de
Caracas (Estudios), 257-290.

: “Las autoridades coloniales ante la expansión de las ideas


de la Revolución francesa: La causa de la Audiencia de Caracas contra
la Conspiración de Gual y España”, ponencia presentada en las III
Jornadas sobre Investigación y Docencia de la Historia, auspiciado por la
Universidad Pedagógica Libertador (Barquisimeto, julio de 1989),
publicado en La Real Audiencia de Caracas (Estudios), pp. 291-303.

: “Las reales provisiones de la Audiencia de Caracas”, en


Memoria del XI Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho
Indiano. Buenos Aires, Instituto de Investigación de Historia del
Derecho Indiano, 1997, Tomo III, pp. 459-484.

: “Las Reformas de Carlos III en las Audiencia Americanas”,


Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 262 (Caracas, abril-junio
de 1983), pp. 319-342 (Separata editada en Mérida, Talleres Gráficos
Universitarios, 1983).

: “Los regentes de la Real Audiencia de Caracas”, ponencia


presentada en el XII Congreso Internacional de Historia del Derecho Indiano
(Toledo, España, 19 al 21 de octubre de 1998), organizado por el
Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano.

Magallanes, Manuel Vicente: “Las luchas coloniales”, Boletín Histórico, 31


(Caracas, 1973), pp. 5-24.
402 Alí Enrique López Bohórquez

Malagon Barcelo, Javier: “Las reales audiencias y chancillerías. Apuntes


para el examen de las leyes en la Recopilación de Indias”, Boletín de
la Academia Nacional de la Historia, 275 (Caracas, julio-septiembre de
1986), pp. 677-693.

Manulis, Isaac: “La Real Audiencia Pretorial de Buenos Aires”, Boletín del
Instituto de Investigaciones Históricas, 33-34 (Buenos Aires, 1927-1928),
pp. 2 13-243.

Mariluz Urquijo, José María: “Las Memorias de los regentes de la Real Au­
diencia de Buenos Aires Manuel Antonio de Arredondo y Benito de
la Mata Linares”, Revista del Instituto de Historia del Derecho y Ciencias
Sociales, 1 (Buenos Aires, 1949), pp. 19.26.

Mendez, Herminia: “La Real Audiencia de Caracas”, Boletín de la Academia


Nacional de la Historia, 275 (Caracas, julio-septiembre de 1986), pp.
657-664.

Meza, Robinzon: “Protestas, rebeliones y conspiraciones en la Venezuela del


siglo XVIII” en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino y
la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión
de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16
y 17 de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996,
pp.80-92.

Morazzani de Pérez Enciso, Gisela: “Materiales para el estudio de una


ordenanza del siglo XIX”, Revista de la Facultad de Derecho de México,
101-102 (México, enero-junio de 1976), pp. 447-464.

: “Notas para el estudio de una ordenanza de Audiencia


en el siglo XIX”, Semestre Histórico, 2 (Caracas, julio-diciembre de
1975), pp. 47-55.

Morón, Guillermo: “La Real Audiencia de Caracas: unidad política de


Venezuela”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 275 (Caracas,
julio-septiembre de 1986), pp. 579-590.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 403

Muro Orejón, Antonio: “El Real y Supremo Consejo de las Indias”, Anuario
de Estudios Americanos, 27 (Sevilla, 1970), pp. 195-218.

: “Las leyes nuevas de 1542-1543. ordenanzas para la


gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los
Indios”, Anuario de Estudios Americanos, 17 (Sevilla, 1959), pp. 561-619.

Navarro García, Luis: “Los oficios vendibles en Nueva España durante la


Gue­rra de Sucesión”, Anuario de Estudios Americanos, XXXII (Sevilla,
1975), pp. 133-154.

Nicolet, C.: “Prosopographie et histoire sociale: Rozne et ltalie a l’époque


republicane”, Annales: économies, sociétés, civilisations, 5 (1970), pp.
1209-1228.

Pereira, Carlos: “Las ‘noticias secretas de América’ y el enigma de su


publicación”, Revista de Indias, 2 (Madrid, 1940), pp. 5-33.

Perera, Ambrosio: “Usanza de los términos corregimiento y corregidor en la


gobernación de Venezuela”, Memoria del Primer Congreso de Venezolano
de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, Tomo
II, ; pp. 163-77.

Phelan, John L.: “El auge y la caída de los criollos en la Audiencia de


Nueva Granada, 1700-1781, Boletín de Historia y Antigüedades, 697-698
(Bogotá, 1972), pp. 597-618.

Pierson, William W.: “La Intendencia de Venezuela en el régimen colonial”,


Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 95 (Caracas, 1941),
pp.239-275.

Polanco Alcantara, Tomás: “La Real Audiencia de Caracas y la Capitanía


General de Venezuela durante los años caraqueños de Andrés bello”,
en Bello y Caracas (Primer Congreso del Bicentenario). Caracas, 1979,
pp. 71-90.
404 Alí Enrique López Bohórquez

: ‘‘La Real Audiencia de Caracas como antecedente de la


Corte Suprema de Justicia”, en Memoria del Segando Congreso Ve­nezolano
de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975, Tomo
II, pp. 433-464.

: “Las audiencias y chancillerías reales de Indias”, Revista


del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Central de Venezuela,
9-10 (Caracas, agosto-septiembre de 1949), pp. 1-57.

Quintero Lugo, Gilberto: “Origen, desarrollo y desenlace de la rebelión de José


Leonardo Chirino”, en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo
Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad
o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los
días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes,
1996, pp. 117-143.

Ramos Guedez, José Marcial: “Insurrección de José Leonardo Chirino en


la Serranía de Coro en 1795: Bicentenario de una lucha”, en Luis
Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino y la Insurrección de la
Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Indepen-
dencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16 y 17
de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996,
pp. 173-179.

Ramos Pérez, Demetrio: ‘‘El presidente de la Real Audiencia de Caracas, en


su fase inicial y su intento de concentración de todos los poderes”, en
Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1975, Tomo II, pp. 465-498.

: “El problema de la fundación del Real Consejo de Indias”,


Anuario de Estudios Americanos, 26 (Sevilla, 1969), pp. 385-425.

Real Díaz, Joaquín: “El Consejo de Cámara de Indias: génesis de su


fundación”, Anuario de Estudios Americanos, 19 (Sevilla, 1962), pp.
725-758.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 405

Rodríguez, Luis Cipriano: “José Leonardo Chirino y la historia como síntesis”, en


José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección
de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en
Mérida los días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida, Universidad de
Los Andes, 1996, pp.11-20.

Salvat Monguillot, Manuel: “La instrucción de regentes”, Revista Chilena de


Historia del Derecho, 3 (Chile, 1964), pp. 37-69

: “Las funciones de gobierno de la Audiencia en el Reino


de Chile”, en Actas y Ponencias del III Congreso del Instituto Internacional
de Historia del Derecho Indiano. Madrid, 1973, pp. 597-622.

Sánchez Bella, Ismael: “Las audiencias y el gobierno de las Indias (Siglos


XVI y XVII), Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, II (Valparaíso,
1977), pp. 159-186.

Soberanes Fernández, José Luis: “El Estatuto del regente de la Audiencia de


México (1776-1821)”, Anuario de Estudios Americanos. XXXII (Sevilla,
1975), pp.415-446.

: “La reforma judicial de 1776 en México”, Revista de Derecho


Procesal Iberoamericana (Madrid, 1977), pp. 237-255).

: “Notas para el estudio de la audiencia gobernadora en


México de 1680 a 1821”, Anuario Jurídico de la Universidad Nacional
Autónoma de México, 3-4 (México, 1976).

Sosa Llanos, Pedro Vicente: “Estado de las fuentes documentales para el estudio
de la Insurrección de José Leonardo Chirino”, en Luis Cipriano Rodríguez
y otros: José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795.
Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio
realizado en Mérida los días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida,
Universidad de Los Andes, 1996, pp. 109-115.

Stone, Lawrence: “Prosopography”, Daedalus, 100:1 (1971), pp. 46-79.


406 Alí Enrique López Bohórquez

Sucre Reyes, José: “Organización administrativa y judicial de la capitanía


general de Caracas”, Revista del Colegio de Abogados del Distrito Federal,
35-36 (Caracas, marzo-julio de 1943), pp. 37-57.

Tobar, Donoso Julio: “El Restablecimiento de las audiencias de Quito”, Boletín


de la Academia Nacional de la Historia, 55 (Quito, 1940), pp. 5-12.

Tovar Velarde, Jorge: “La Audiencia de Lima, 1705-1707: Dos años de


gobierno criollo en el Perú”, Revista Histórica, 25 (Lima, 1957-1958),
pp. 338-453.

Troconis de Veracochea, Ermila: “El Corregimiento del Tocuyo en los


siglos XVII y XVIII”, Memoria del Primer Congreso Venezolano de
Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, Tomo
II, pp. 385-440.

:“Los Libros y la Inquisición”, Revista Nacional de Cultura,


191 (Caracas, enero-febrero de 1970), pp. 67-73.

: “La ‘Limpieza de Sangre’ a través de la Real Audiencia de


Caracas”, en Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia. Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1975, III, pp. 353-385.

Valcarcel, Carlos Daniel: “La Audiencia del Cuzco”, en Memoria del Segundo
Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1974, Tomo III, pp. 292-295.

Vasquez de Acuña, Isidoro: “El ministro de Indias don José de Gálvez, marqués
de Sonora”, Revista de Indias, 75 (Madrid, 1959), pp. 449-473.

Villanueva Urteaga, Horacio: “La Audiencia del Cuzco”, en Anales del


III Congreso Nacional de Historia del Perú. Lima, Centro de Estudios
Histórico Militares del Perú, 1965, pp. 424-430.

Zorraquin Becu, Ricardo: “Los distintos tipos de gobernador en el derecho


indiano” en Actas y Estudios del III Congreso del Instituto Internacional de
Historia del Derecho Indiano (Madrid, 1973, pp. 539-580.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 407

Zumalacarregui, Leopoldo: “Las ordenanzas para la Casa de la Contratación


de las Indias de 1531”, Revista de Indias, 30 (Madrid, octubre-diciembre
de 1947), pp. 740-82.

3. Memorias, tesis y trabajos mimeografiados

Albornoz de López, Teresa: Una visita a la Real Audiencia de Caracas entre


1804-1809. Mérida, Escuela de Historia/Universidad de Los Andes,
1981.

Burkholder, Mark A.: José Baquijano and the Audiencia of Lima. Duke
University, 1970.

Caldera de Osorio, Gloria y Teresa Albornoz de López: Los censos de Mérida.


siglos XVII y XVIII. Conceptualización, fuentes y propuestas metodológicas
para su estudio. Mérida, Escuela de Historia /Universidad de Los
Andes, 2001, 2 Vols.

Gil, Pedro y otros: La insurrección de los esclavos negros, libres e indios de la Sierra de
Coro, 1795; una visión crítica. Mérida, Escuela de Historia/Universidad
de Los Andes, 1982.

González Antias, Antonio J.: Índice de causas judiciales remitidas por la Real
Audiencia de Santo Domingo para la Real Audiencia de Caracas. Año 1796
(Comentarios y trascripción paleográfica de Antonio González.
Trabajo Mimeografiado).

López Bohórquez, Alí Enrique: La Real Audiencia de Caracas. Su origen y


organización: 1786-1805. Mérida, Escuela de Historia/Universidad
de Los Andes, 1976.

Luengo Duque, Jesús Ángel. La crisis del Imperio español y la independencia de


Venezuela (1808-1812). Mérida, Escuela de Historia/Universidad de
Los Andes, 2002.

Mendez Salcedo, Ildefonso: La capitanía General de Venezuela, 1777-1821.


Una revisión historiográfica, legislativa y documental sobre el carácter y la
408 Alí Enrique López Bohórquez

significación de su establecimiento. Caracas, Universidad Católica Andrés


Bello, 2001.

Meza, Robinzon Meza y Hector Molina en La lucha por el poder en Venezuela


durante el siglo XVIII. Conflictos y acuerdos del Cabildo de Caracas con las
autoridades coloniales. Mérida, Escuela de Historia/Universidad de Los
Andes, 1991.

Nava Santana, Mayela Coromoto: La Real Audiencia de Caracas (1812-1821).


Conflictos y acuerdo entre jueces civiles y jefes militares. Mérida, Escuela de
Historia/Universidad de Los Andes, 1989.

Noguera, Nancy: El comisariato del Santo Oficio de la Inquisición en Mérida,


1640-1810. Mérida, Escuela de Historia /Universidad de Los Andes,
1982.

Nuñez de Peña, Oda: La Real Audiencia de Caracas y el capitán general Domingo


Monteverde. Conflicto jurisdiccional (1812-1813). Mérida, Escuela de
Historia/Universidad de Los Andes, 1982.

Vilchez, Haydee: Índice de documentos referidos a la Real Audiencia de Caracas


existentes en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia, 1786-1810.
(Copia Mimeografiada, 1986).
Colección Monografías
El pueblo es la historia

A 200 AÑOS DE LA INDEPENDENCIA,


LA REVOLUCIÓN CONTINÚA
Alí Enrique López Bohórquez

EL RESCATE DE LA AUTORIDAD
COLONIAL EN VENEZUELA:
La Real Audiencia de Caracas
(1786-1810)

Caracas, 2009
Colección Monografías
El pueblo es la historia

Comisión Editorial
Arístides Medina Rubio
Pedro Enrique Calzadilla
Luis Felipe Pellicer

Asistente Editorial
Joselin Gómez

Correctora
Katherine Castrillo

Diagramación
Orión Hernández

Diseño de portada
Aarón Lares

Imagen de portada
Fotografía de documentos del Archivo General de la Nación. “Real Audiencia”.

Equipo de apoyo
María Gabriela Pérez
Marianela Tovar

Impresión
Printanet, C.A.

El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela: La Real Audiencia de Caracas (1786-1810)


Primera edición: Fundación Centro Nacional de Historia, Caracas, 2009

Fundación Centro Nacional de Historia.- Editor


Final Av. Panteón, Foro Libertador, Edificio Archivo General de la Nación P.B. Caracas – Venezuela
centronacionaldehistoria@gmail.com

Depósito Legal: If28820099003005


ISBN: 978-980-7248-22-8
Impreso en la República Bolivariana de Venezuela
Índice General

Introducción .....................................................................................................11

Capítulo I
Justicia para gobernar el nuevo mundo ..................................................23

La administración de justicia colonial en Hispanoamérica ........................23


Las Reales Audiencias americanas .................................................................42

Capítulo II
Creación y organización de la Real Audiencia de Caracas para
el mejor gobierno de Venezuela ..........................................................59

La administración de justicia en Venezuela antes de la creación de la


Real Audiencia de Caracas ........................................................................59
Antecedentes y razones del establecimiento de una Audiencia en
Caracas .........................................................................................................66
Instalación y apertura del tribunal: Nombramiento de los primeros
ministros y del presidente. Entrada del Sello Real y ceremonia de
instalación de la Real Audiencia. La Casa de la Magistratura ..............92
La Audiencia de Caracas como ejemplo de reorganización judicial
borbónica: Nombramiento de regentes, oidores y fiscales.
Procedimientos empleados para su selección y duración.
Formación profesional, experiencia y cultura jurídica de los
ministros ....................................................................................................102
Capítulo III
Querellas y competencias interinstitucionales de la Real
Audiencia de Caracas ...........................................................................129

Competencias: El impasse entre las audiencias de Santo Domingo y la


de Caracas. Relaciones y conflictos jurisdiccionales con el presidente-
gobernador, el Ayuntamiento y el Real Consulado de Caracas .........129
Intervención de la Real Audiencia en asuntos eclesiásticos ...................178

Capítulo IV
Legislación y corrupción en la Real Audiencia de Caracas ..........215

Función legislativa de la Audiencia. Las disposiciones legales del


tribunal: Las Reales Provisiones ............................................................215
Los Aranceles de 1799 y la reglamentación de los costos de justicia .....226
Las ordenanzas de 1805. Continuidad legislativa de los Habsburgos
en las reformas borbónicas: Extensión de las ordenanzas de Santo
Domingo e influencia de la Recopilación de Indias de 1680 ............231
La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa (1804-809) y la corrupción
en el tribunal caraqueño ..........................................................................252

Capítulo V
La Real Audiencia de Caracas y la defensa de la soberanía
monárquica .............................................................................................261

La Real Audiencia y la propaganda sediciosa extranjera difundida en


Venezuela ...................................................................................................261
La Audiencia y la reacción de los diferentes sectores de la sociedad
venezolana al poder español: La oposición de la aristocracia criolla.
La insurrección de José Leonardo Chirino (1795). La conspiración
de Gual y España (1797). El complot de Francisco Javier Pineda en el
puerto de Maracaibo (1799). El juicio y destierro de Francisco Isnardi
(1802-1803). La conjura de los mantuanos de Caracas (1808) ..........281
La Audiencia ante los acontecimientos de 1808 en España. Dificultades
en el funcionamiento y conflictos internos en el tribunal. El 19 de
abril de 1810 y la expulsión de los ministros españoles. Las reformas
de la Junta de Gobierno en materia de justicia ....................................306
La discriminación de los abogados venezolanos de la Real Audiencia
y la independencia de Venezuela............................................................319

Capítulo VI
La función política de la Real Audiencia de Caracas y el Rescate
de la Autoridad Colonial en Venezuela ...........................................329

Apéndice:
Juicios sobre el establecimiento y actuación de la Real Audiencia
de Caracas................................................................................................341

Fuentes documentales, bibliograficas y hemerográficas ................365


a mi hijo Mario Enrique
a mi hijo Néstor Alí
a mi esposa Ivonne
a mi madre Yolanda
Introducción

En la necesaria revisión crítica de la historiografía colonial venezolana,


las instituciones que formaron parte de la administración española durante
tres siglos de dominación en territorio venezolano merecen una atención
particular. Su desconocimiento, como en 1966 señaló Eduardo Arcila
Farías,

…ha hecho que no se comprenda nuestra historia, y sobre todo ha impedido


alcanzar una explicación de ciertos fenómenos sociales, a los que se les ha dado
un origen que hoy aparece reñido con la visión que en nuestros días le da al
mundo el estudio de ciencias como la sociología, la economía y la psicología
(…) Reconocemos que esta clase de estudios es árida y que para el historiador
imaginativo resulta una disciplina difícil de tolerar, lo que contribuye a hacer
más apreciable el esfuerzo de quienes se empeñan en semejantes tareas…1

Esta preocupación de Arcila Farías fue expresada posteriormente


por la Academia Nacional de la Historia, institución que acordó en 1971 la

1 Prólogo de Eduardo Arcila Farías a la obra de Gisela Morazzani: La Intendencia en España y en


América. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1966, p. 11.
12 Alí Enrique López Bohórquez

realización de Congresos orientados a tratar sobre “Las Instituciones del


Período Hispánico en Venezuela e Hispanoamérica”.2
A pesar de los trabajos realizados para el momento de la advertencia
de Arcila Farías y de los resultados de los Congresos de la Academia, todavía
esta temática requiere de diversas investigaciones, por cuanto un balance
historiográfico sobre la estructura institucional de las provincias que en
1811 constituyeron la República de Venezuela evidencia, aunque pareciera
lo contrario, que ha sido uno de los aspectos menos estudiado del período
colonial. Con excepción de las investigaciones orientadas a la reconstrucción
histórica de algunas de las instituciones en el contexto de la dominación
española en nuestro territorio, básicamente se ha hecho referencia a la
estructura jurídico-formal derivada de la legislación general para América.
En ciertos casos se ha vinculado tangencialmente a las instituciones con
otros aspectos de la sociedad colonial o, simplemente, se da noticia de su
creación y establecimiento, a lo que debe agregarse la repetición –a veces
incluso de errores– sin evaluarse el estado actual de la investigación, o
incurrirse en el plagio sin la referencia bibliográfica correspondiente.
Sorprende que la situación actual de la historiografía colonial, en
cuanto a las instituciones se refiere, no ha variado en mayor grado del estado
de la investigación que Arcila Farías planteara hace más de tres décadas,
cuando advirtiera que

…el desconocimiento de la organización del gobierno español y el vicio de escribir


y de generalizar sin más documentación ni bibliografía que la puramente local,
y la falta de estudio del Derecho Indiano, ha conducido a éste y a muchos otros
errores difíciles de borrar, pues (…) existe en Venezuela un pleno divorcio entre
la investigación y el libro de texto. Los autores de éstos generalmente repiten
edición tras edición, sin tomarse la molestia de incorporar en ellos los resultados
obtenidos por el investigador, y de esta manera el error continúa divulgándose a

2 Se realizaron cinco congresos que abarcaron las siguientes instituciones y funcionarios: Gobernaciones,
Alcaldías Mayores, ayuntamientos, Juicios de Residencia, Jueces Comisionados, Reales audiencias,
Adelantados, Capitanes, Capitanías Generales, Comandancias, Organización y Leyes Militares, Escuelas
y Academias Militares, Instituciones Económicas (factores, veedores y contadores; la Contaduría Real,
el Real Consulado, la Intendencia y la Encomienda), e Instituciones Culturales. Véanse los resultados de
estos Congresos en las Memorias publicadas por la Academia Nacional de la Historia.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 13

través de la educación primaria y secundaria, y no pocas veces a través también


de la misma educación universitaria. 3

Así, el estudio de las instituciones coloniales no debe basarse en


un mero ejercicio académico de investigación, sino en la búsqueda de
la comprensión de una realidad histórica que se proyecta a nuestra vida
republicana. Aunque aquellas instituciones y funcionarios se fueron
estableciendo gradualmente, a medida que avanzaba la conquista y la
colonización, el proceso de su establecimiento en Venezuela adquirió su
apogeo en el transcurso del siglo XVIII, como resultado de la política
reformista de los Borbones. La tardanza de la extensión de un orden
institucional de mayor rango obedeció, indudablemente, a la escasa
potencialidad minera de nuestro territorio y al grado de desarrollo de las
culturas indígenas que allí habitaban, realidad nada comparable con la
manifiesta en la meseta central mexicana o en la serranía peruana, donde
desde muy temprano se estableció una estructura administrativa compuesta
por instituciones y funcionarios de jerarquía con amplios poderes, acordes
con el momento inicial de la conquista de aztecas e incas. En Venezuela la
situación cambió cuando las condiciones económicas de aquella centuria
favorecieron el crecimiento agropecuario, con posibilidades de exportación
y rentabilidad en beneficio de la metrópoli.
Ello originó una creciente complejidad social que determinó la
ampliación de las funciones reguladoras del Estado español en Venezuela. Se
estructuró un aparato burocrático destinado a lograr las máximas utilidades
económicas, a ejercer el mayor control político posible y a enfrentar la actitud
de la aristocracia criolla venezolana ante cualquier decisión de la monarquía
para limitar su poder local. En el plano económico: el establecimiento de
la Compañía Guipuzcoana (1728-1784), de la Intendencia de Ejército y
Real Hacienda (1776) y del Real Consulado (1793); en lo político-militar: la
creación de los cargos de teniente de gobernador y auditor de guerra (1728)
y de teniente del rey (1778), la eliminación de la facultad de gobernar que
tenían los alcaldes ordinarios (1736), la participación de los españoles en los
ayuntamientos a través de la “Ley de Alternativa” (1770) y la centralización
del poder militar en el capitán general de Venezuela (1777); en lo judicial: la

3 Eduardo Arcila Farías: op. cit., p. 15.


14 Alí Enrique López Bohórquez

concentración de lo contencioso económico en la Intendencia y en el Real


Consulado y, sobre todo, la instauración de la Real Audiencia de Caracas
(1786). En fin, se pretendía “reconquistar” las provincias de Venezuela,
Maracaibo, Cumaná, Guayana, Margarita y Barinas,4 áreas marginales
del imperio español en los dos primeros siglos de la dominación. En el
XVIII aquellas provincias fueron centro y ejemplo de un crecimiento
burocrático que logró subordinar gradualmente a las élites gobernantes
locales, desplazando su autonomía de las dos centurias anteriores, a manos
de un aparato administrativo constituido por instituciones y funcionarios
jerarquizados y centralizados desde España. Dada pues su importancia, la
administración colonial española en Venezuela espera por historiadores
que, con fuentes suficientes y calificadas acompañadas de la crítica histórica
e historiográfica correspondientes, se empeñen en revisar y rectificar lo
hasta ahora escrito y sostenido; no para llenar lagunas, sino con la firme
convicción de hacer aportes significativos a la reconstrucción histórica de
tan complejo sistema de gobierno.
A tal fin proponemos su estudio a través del siguiente esquema
político-administrativo: Las instituciones y funcionarios de representación
directa de la monarquía y la iglesia españolas (adelantados, encomenderos,
gobernadores y capitanes generales, tenientes de gobernadores y auditores
de guerra, tenientes del rey, real hacienda, intendencia, audiencia, obispos,
arzobispo, curas y misioneros), cargos en manos de peninsulares o americanos
originarios de otras colonias. b) Los funcionarios que colaboraron en el
cumplimiento de las atribuciones de las anteriores instituciones (corregidores,
alcaldes mayores, tenientes de justicia mayor, subdelegados de intendencia,
abogados y comisionados); oficios mayormente ocupados por naturales de
las provincias venezolanas. c) Las instituciones colegiadas de carácter local
controladas por los blancos criollos venezolanos (ayuntamientos y Real
Consulado); instituciones a través de las cuales enfrentaron decisiones de
las autoridades metropolitanas, sirvieron de freno a abusos y arbitrariedades
de funcionarios representantes directos de la monarquía, y que fueron, a
su vez, instrumento del gobierno español para someter a otros sectores de
la sociedad: gentes de color, mestizos e indios. d) Las instituciones para
la formación u organización de profesionales, exclusivas para blancos

4 Cfr. Miguel Izard: Contrabandistas, Comerciantes e Ilustrados. Barcelona, Universidad de Barcelona,


1978 (Separata del Boletín Americanista, 28), pp. 23-27.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 15

peninsulares o criollos (Universidad de Caracas, seminarios, Colegio de


Abogados y Protomedicato de Caracas), mediante las cuales garantizaron
e impusieron su calidad étnico-social, legalmente reconocida, frente a otros
sectores sociales. Instituciones fuera de la administración pública, pero
creadas y reguladas por el Estado para los fines propios de la educación
universitaria, formación de sacerdotes y agremiación de los abogados y de
los médicos, respectivamente.
Se trata de un sistema de organización constituido por unidades
administrativas territoriales y por unidades administrativas funcionales, dependientes
del monarca y sus organismos asesores para los asuntos americanos,
extendido en todas nuestras provincias coloniales con dependencias
principales localizadas en la ciudad de Caracas: Real Audiencia, Intendencia
de Ejército y Real Hacienda, capitán general, Real Consulado y Arzobispado.
Sistema integrado por una burocracia –cualquiera fuera su origen– que
garantizó el orden, el control y el dominio en la esfera particular de su
acción. Una estructura política de cientos de hombres, principales y
subalternos, instituida sobre la base de una franca alianza histórica entre
dos poderes: externo e interno. El primero representado por funcionarios
designados por la Monarquía (profesionales por necesidad en un caso o
vasallos leales y experimentados); el segundo constituido por los sectores
sociales dominantes en el territorio venezolano, dispuestos a no permitir
la intromisión de otros en sus áreas de influencia política, económica y
social. Poderes que estuvieron casi siempre estrechamente unidos cuando
factores exógenos a ellos cuestionaron su autoridad y privilegios. Aunque,
algunas veces, en contradicción cuando la oposición de intereses proyectaba
la pérdida o deterioro de prerrogativas y distinciones. Instituciones con
funciones afines y, a la vez, contrarias entre sí, significaron la limitación
de potestades y la garantía del respeto y reconocimiento de la autoridad
central: el rey.
En fin, una burocracia colonial que representó un instrumento de
fidelidad al servicio de diversificados intereses de dominación, ante lo cual la
Monarquía debió compartir responsabilidades con particulares socialmente
influyentes: por necesidad de una especialización profesional requerida para
el funcionamiento de casi toda la estructura del gobierno y en la búsqueda de
una gestión cualitativa de administración o, bien, por conveniencias políticas
circunstanciales que exigían el concurso de todos los que apoyaban la
continuidad del orden colonial. Entendido así el problema, conferimos a las
16 Alí Enrique López Bohórquez

instituciones un lugar fundamental en la dinámica funcional de la sociedad


colonial venezolana, toda vez que el Gobierno era centro y regulador final
de todas sus actividades. Su comprensión nos explicaría un devenir histórico
que estuvo –y pareciera estar aun– ligado al proceso de interacción entre
los dos poderes referidos, los cuales se expresaron de manera no muy
diversa al producirse la ruptura con el régimen patrimonial-feudal español
e insertarse la nueva República en el sistema político democrático-burgués
del capitalismo europeo.
Partiendo de esos criterios y consideraciones el propósito de esta
investigación es el estudio de una de las instituciones fundamentales
establecidas en Venezuela por el Gobierno español a finales del siglo XVIII:
la Real Audiencia de Caracas; tribunal de justicia establecido en 1786 en
el contexto del programa reformista de los reyes Borbones, iniciado con
la instauración de la Intendencia de Ejército y Real Hacienda (1776), la
reorganización militar instrumentada a través de la llamada Capitanía
General de Venezuela (1777) y continuada posteriormente en lo económico-
judicial con la establecimiento del Real Consulado de Caracas (1794) y
finalmente con el Arzobispado de Caracas (1804). Programa éste orientado
a la centralización político-militar-judicial-eclesiástico de las provincias
venezolanas de la época colonial. Para la creación de la Audiencia existieron
razones de índoles judiciales, políticas y sociales, vinculadas a su vez con el
crecimiento de la economía venezolana de mediados de aquella centuria.
Las tensiones sociales venían agudizándose, no sólo en cuanto a actitudes
desafiantes de la clase mantuana particularmente radicada en el valle de
Caracas, sino también de otros sectores sociales (indígenas, negros y pardos)
que reclamaban mayor atención monárquica ante acciones desmedidas de
funcionarios hispanos y de la aristocracia criolla dominante, por lo que
resultaba necesario instituir un tribunal de justicia que interviniera en la
solución de esos conflictos y en el resguardo de la soberanía española.
En el orden político, diversos factores incidieron en el establecimiento
de esta magistratura: el abuso y extralimitación de poderes por parte de
los gobernadores y capitanes generales, las permanentes confrontaciones
entre éstos y los ayuntamientos y el poder político local que desde el siglo
XVII detentaban los alcaldes ordinarios de Caracas. Por otro lado, existía la
necesidad de integrar judicialmente las provincias de Venezuela, Maracaibo,
Guayana, Cumaná, Trinidad y Margarita, dada la confusión que se había
creado con la dependencia de aquellas provincias, bien de la Audiencia de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 17

Santo Domingo o bien de la de Santa Fe de Bogotá. Este hecho incidirá en


la integración del territorio que a partir de 1811 comprenderá la República
de Venezuela.
Para lograr tales objetivos, la monarquía española seleccionó para
el tribunal un personal predominantemente peninsular e hizo escasos
nombramientos de americanos, excluyendo a jueces nacidos en el distrito
de la Audiencia. Este último aspecto incidiría aún más en la confrontación
entre criollos y peninsulares, asunto que cobraría especial dimensión al
iniciarse el proceso emancipador. El proceso de la guerra de independencia,
la extralimitación de los poderes de los jefes militares en asuntos judiciales y
la actitud del sector patriota venezolano, condujeron a una escasa actividad
y efectividad del tribunal caraqueño y a su eliminación definitiva. En
ambos períodos, antes y durante la guerra de independencia, la monarquía
española confió a los ministros de la audiencia el rescate y preservación de
su autoridad, hecho que se evidenció en la disminución de las tensiones
sociales, en el control de los funcionarios de diverso rango jerárquico y en
la ingerencia en asuntos de diversa naturaleza, no exclusivos al campo de
la administración de justicia. Por ello, nuestro trabajo enfoca la actuación
del tribunal como un asunto de derecho público, en tanto la Real Audiencia
de Caracas cumplió una significativa función política orientada al mejor
ejercicio de la soberanía y el rescate de la autoridad monárquica española,
dejando por fuera –para ser considerada en otra oportunidad– la función
judicial en materia de derecho privado. Si en algún momento nos referimos
a ello, solamente lo hacemos como recurso histórico para explicar la
dimensión del papel que tuvo la magistratura caraqueña en el conjunto de
provincias que, a partir de 1811, se integrarían para formar la República
de Venezuela.
Así, el objetivo fundamental de esta investigación puede resumirse
de la siguiente manera: Contribuir al conocimiento de la Real Audiencia de
Caracas y de sus múltiples dimensiones entre 1786-1810, dada la importancia
de la institución para la dominación española en Venezuela y su significado
en la integración del actual territorio venezolano considerando, en particular,
la función política que cumplió en resguardo de la autoridad monárquica.
Debemos señalar que inicialmente el trabajo pretendía cubrir también
el período de la guerra de independencia, pero la amplitud temática que
se cubre hasta los inicios del proceso emancipador y las características
particulares que adquiere el tribunal audiencial por efecto de la guerra
18 Alí Enrique López Bohórquez

determinaron la exclusión del mismo para ser tratado como problema


diferencial en futuras investigaciones.
Se trata, pues, de un estudio histórico, analítico, descriptivo y
crítico de la actuación de la Real Audiencia de Caracas entre 1786 y 1810,
fundamentado en un extenso grupo de fuentes documentales existentes en el
Archivo General de Indias, el Archivo General de la Nación, el Archivo de la
Academia Nacional de la Historia, el Archivo del Ayuntamiento de Caracas,
y en fuentes biblio-hemerográficas localizadas en las principales bibliotecas
públicas y privadas del país. Todo ello teniendo como antecedente una
larga experiencia de investigación en el tema, expresada en la presentación
de trabajos de ascenso, publicación de libros, artículos, capítulos de libros,
ponencias, tutoría de memorias de grado y trabajos de ascenso,5 dictado de
un Seminario sobre Instituciones Coloniales de Venezuela y proyectos de
investigación referidos a la actuación de la Real Audiencia de Caracas desde
su establecimiento en 1786 hasta su supresión en 1821. De manera que es
fácil determinar que nuestro trabajo es el resultado de un largo proceso de
investigación que ha permitido apreciar no sólo la labor judicial en materia
administrativa de esta magistratura, sino también a confirmar la idea de
que cumplió una extraordinaria función política en favor del rescate de la
autoridad monárquica y de la defensa del soberanía española en el conjunto
de las provincias coloniales venezolanas.
El resultado de la investigación es una monografía que se ha
dividido en seis capítulos. El primero ofrece un panorama histórico de
la administración de justicia colonial en Hispanoamérica, en cuanto a
naturaleza y atribuciones de los principales tribunales y funcionarios,
tanto peninsulares como coloniales, las razones del establecimiento de las
Reales audiencias americanas y las reformas introducidas en las mismas
por los reyes Borbones. El segundo capítulo aborda el estudio de la
creación y organización de la Real Audiencia de Caracas, partiendo de los
antecedentes en materia de administración de justicia en las provincias
coloniales venezolanas, instalación y apertura del tribunal, nombramiento
de los ministros, sus funciones y atribuciones. En el tercer capítulo se
estudian las querellas y competencias del tribunal, destacando su actividad

5 Véanse nuestros trabajos y los de Oda Núñez de Peña, Gilberto Quintero Lugo, Mayela
Coromoto Nava Santana, Robinzon Meza, Héctor Molina y Teresa Albornoz de López en la
bibliohemerografía de este estudio.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 19

política orientada a evidenciar el papel de los ministros en el rescate de la


autoridad colonial, en cuanto a las relaciones y/o conflictos jurisdiccionales
con los gobernadores de la Provincia de Venezuela, el Ayuntamiento, el
Real Consulado y la Iglesia. El capítulo cuarto se refiere a la magistratura
en cuanto a sus actuaciones en materia de justicia y gobierno a través de sus
Reales Provisiones, la reglamentación de los costos de justicia y las tardías
ordenanzas de 1805 como instrumento legal para su funcionamiento. En el
quinto capítulo se analiza la actuación de la Real Audiencia En relación con
la defensa de la soberanía monárquica, mediante el control de la divulgación
de la propaganda sediciosa extranjera, las reacciones al poder español en
Venezuela (insurrección de José Leonardo Chirino, el complot de Francisco
Javier Pirela, la conspiración de Gual y España, el juicio a Francisco Isnardi
y la conjuración de los mantuanos de Caracas) y la actitud de la Audiencia
ante los acontecimientos españoles de 1808 y del 19 de abril de 1810 en
Caracas; así como lo relacionado con la exclusión de los venezolanos
como magistrados de la Audiencia en cuanto factor importante para la
independencia de Venezuela. En el capítulo sexto, a manera de conclusión,
se valora la función política de la Audiencia para el rescate de la autoridad
colonial. Tres apéndices cierran el trabajo, conformado por los documentos
y la historiografía para el estudio de la Real Audiencia de Caracas y juicios
sobre su establecimiento y actuación.
La culminación de una investigación de varios años exige finalmente
expresar agradecimiento a quienes nos dieron la mayor colaboración y
confiaron en que se trataba de una investigación seria y rigurosa orientada a
revisar un aspecto significativo de la historia colonial venezolana, a exponer
nuevos criterios para su conocimiento y a presentarlo de manera diferente a la
luz de las fuentes documentales, bibliográficas y hemerográficas, muchas de
las cuales eran desconocidas o fueron relegadas por quienes nos precedieron
en el estudio de la Real Audiencia de Caracas. Me permito señalar solamente
a las personas que más estrechamente estuvieron vinculadas al desarrollo
de la investigación, siempre recordando a los que desde hace tiempo han
estado relacionados con mi trabajo docente y de investigación histórica, en
este u otros temas de la historia de Venezuela y de Hispanoamérica colonial.
Debo iniciar mi reconocimiento al Dr. Horacio López Guédez, el tutor de
siempre, no sólo por sus oportunas recomendaciones para mejorar nuestras
investigaciones históricas, sino también por los apreciables consejos que
traspasaban el mero plano de lo académico para dar trascendencia y valor de
20 Alí Enrique López Bohórquez

lo humano. Se nos fue de este mundo dejándonos para siempre su amistad,


enseñanzas y ética para historiar con responsabilidad científica. A nuestra
profesora, colega y amiga Mercedes Ruiz Tirado, quien ante la imposibilidad
del maestro de continuar la tutoría, por razones de salud, supo asumir el
compromiso institucional requerido. El mejor recuerdo para el desaparecido
amigo Dr. Santiago Gerardo Suárez, especialista en la historiografía sobre
las reales audiencias indianas, quien orientó con propiedad el esquema inicial
de esta investigación, contribuyendo también con textos manuscritos e
impresos que desconocíamos y con la divulgación de nuestros estudios en
la comunidad de investigadores de la historia del derecho indiano.
No menos debo a mis alumnos Oda Núñez de Peña, Mayela Navas,
Gilberto Quintero, Ildefonso Méndez Salcedo, Robinzon Meza, Héctor
Molina, y a la colega Teresa Albornoz de López, con quienes tuve el placer
de trabajar dirigiendo sus memorias de grado o trabajos de ascenso en
el escalafón universitario, todos relacionados con la actuación de la Real
Audiencia de Caracas y de otras instituciones del período colonial y de la
guerra de independencia. Esta labor tutorial fue una notoria contribución
para el conocimiento de hechos históricos que estaban fuera de nuestro
interés inmediato y, sobre todo, complemento esencial para el desarrollo
de nuestra actividad de investigación, toda vez que esos estudios estaban
relacionados con aspectos específicos de la magistratura caraqueña y de
otros organismos de gobierno. Expreso también mi agradecimiento a los
colegas Antonio González, Juan Carlos Reyes y Pedro Sosa Llanos, quienes
desde el Departamento de Investigaciones de la Academia Nacional de la
Historia fueron diligentes a mis solicitudes de documentos y fuentes biblio-
hemerográficas, así como importantes interlocutores sobre mis limitaciones
en materia de la administración de justicia del tribunal caraqueño, dado el
conocimiento que de ello han adquirido en esa corporación de la historia
nacional. También mi reconocimiento para esta institución por haberme
permitido participar en su “Proyecto sobre la Administración de Justicia
en Venezuela”, financiar parte de la investigación, durante la recordada
gestión de Santiago Gerardo Suárez al frente de dicho departamento, y
publicar algunos de nuestros estudios sobre la Audiencia de Caracas. De igual
manera, al Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico
de la Universidad de Los Andes, por el apoyo económico dado tanto a mis
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 21

proyectos de investigación como para la participación en eventos académicos


donde expusimos resultados parciales.
Especial también es el agradecimiento a quienes finalmente
participaron bien en la localización de información, trascripción, revisión
y diagramación de los textos, o bien para hacer observaciones críticas que
contribuyeron a una mejor presentación de los mismos: Robinzon Meza,
Ildefonso Méndez Salcedo, Alberto Rodríguez, Gilberto Quintero, Francisco
Franco, Carlos Villalobos León, Teresa Albornoz de López, Pedro Molina,
Yuleida Artigas y Carmen Manuela Suzzarini. Nuestro reconocimiento al
jurado designado por el Doctorado en Historia de la Universidad Central de
Venezuela, integrado por los historiadores Mercedes Ruiz Tirado, Ramón
Aizpurua, José Marcial Ramos Guédez, Dora Dávila y Reynaldo Rojas,
por la opinión emitida en el veredicto de evaluación y las sugerencias de
corrección. En la etapa definitiva de la edición de nuestra investigación en
forma de libro, es imprescindible agradecer al Centro Nacional de Historia
y a los miembros de la comisión que se en cargó de evaluarla y conferirle el
mérito de su publicación. Finalmente, el siempre afectuoso agradecimiento
a mi familia, por la paciencia de soportar las tensiones que producen mis
trabajos de investigación y por robarle el tiempo que con ella he debido
compartir. Los errores cometidos son de mi entera responsabilidad, mientras
que los aciertos, logros y alegrías que producen la culminación de este
compromiso las comparto con todos a los que he agradecido y agradeceré
por siempre.

Mérida, septiembre de 2008


Capítulo I
Justicia para gobernar el Nuevo Mundo

La administración de justicia colonial en Hispanoamérica

Precedentes Hispánicos: Las Chancillerías Castellanas

La aparición de América planteó el problema de su incorporación


a la Corona de Castilla y León, según las bulas de Alejandro VI de 14936.
De acuerdo con el Derecho Castellano vigente, existían dos modalidades
de anexión de territorios federados, conquistados y recién descubiertos:
el principio de aeque principaliter, procedimiento por el cual se incorpora
al Reino un territorio en condiciones de igualdad, conserva sus leyes e
instituciones, así como sus privilegios, mediante la garantía establecida en
un pacto corona-reino, que ha de ser declarada y jurada por cada monarca
al ascender al trono; y el de accesión, principio por medio del cual los reinos
que se incorporan a otros, se juzgan y gobiernan por las instituciones del
reino al que se asimilan. Este último fue el principio jurídico que utilizaron

6 …“a vos y vuestros herederos los reyes de Castilla y León, perpetuamente por la autoridad
apostólica, a tenor de la presente, donamos, concedemos y asignamos, y a vos y vuestros herederos
mencionados investimos de ellas; y de ellas señores con plena, libre y omnímoda potestad, autoridad
y jurisdicción, os hacemos, constituímos y diputamos”… (bulas Inter caetera del 3 y 4 de mayo
de 1493). Alfonso García Gallo: Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansión
portuguesa y castellana en África e Indias. Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1958,
p. 343.
24 Alí Enrique López Bohórquez

los reyes católicos para la unión del Nuevo Mundo al reino de Castilla, y
no al de Aragón, dada la naturaleza política de aquel, lo cual le permitiría
actuar libremente en los asuntos del continente americano7. Sobre esta base,
es necesario buscar los precedentes de lo que ha de ser el Estado Indiano:
legislación, instituciones y principios de gobierno del reino de Castilla8. La
administración de justicia en América se fundamenta en esta realidad.
La monarquía española, hasta el siglo XVIII, época de los Borbones,
fue regida por un principio fundamental en su concepción: el monarca
es ante todo juez, garantía de la justicia; por tal motivo nos referiremos
a la Chancillería castellana9, modelo de las audiencias americanas, y al
contexto histórico-institucional en que apareció aquella entidad jurídica. La
Chancillería fue un tribunal, conocido con el nombre de Real Audiencia,
presidido por el rey y establecido en la corte. La denominación de
Chancillería se debe a que sus providencias y acuerdos estaban sellados con
los símbolos y sellos del rey, garantizados por el canciller o chanciller. Este
organismo de administración de justicia apareció en la Baja Edad Media,
y se estructuró definitivamente durante el gobierno de los reyes católicos
como un cuerpo colegiado con jurisdicción en un territorio determinado
y un campo de actuación propio, de acuerdo con las facultades conferidas
por el poder real. Su establecimiento en Castilla obedeció a necesidades de
la Corona de reorganizar la justicia, debido a la gran desigualdad social, al
régimen de privilegios, a la arrogancia de la poderosa nobleza y a los abusos
de los funcionarios del gobierno, creadores de inseguridad social10.

7 Juan Manzano Manzano: La incorporación de las Indias a la Corona de Castilla. Madrid, Edic. Cultura
Hispánica, 1948, p. 353.
8 “El Estado español, con un poder real firmemente asentado por Fernando e Isabel, con un Derecho
muy maduro, es el que realiza la experiencia colonial, y sufre en el curso de ella determinadas
transformaciones, cuyo resultado constituye lo que podemos definir como el Estado Indiano”
Mario Góngora: El Estado en el Derecho Indiano. Época de fundación 1492-1517. Santiago de Chile,
Instituto de Investigaciones Histórico-Culturales. Universidad de Chile, 1951, p. 35.
9 Conviene advertir que los términos Chancillería y Audiencia tienen una misma acepción y, tanto
en España como en América, los documentos se refieren a ambas entidades indistintamente.
10 Sobre la administración de justicia en la Baja Edad Media castellana véanse, Roger B. Merriman:
La formación del Imperio español en el viejo mundo y en el nuevo. Barcelona, Editorial Juventud, 1958,
Tomo I, pp. 195-199; Juan Beneyto: Historia de la Administración Española e Hispanoamericana. Madrid,
Aguilar, 1958, pp. 188-190 y 284-286; Salvador Minguijón: Historia del Derecho Español. Barcelona,
Editorial Labor, 1952, pp. 97, 106 y 209-213; Rafael Altamira y Crevea: Manual de Historia de
España. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1946, pp. 221-224; Pedro Aguado Bleye: Manual de
Historia de España. Madrid, Espasa Calpe, 1959, Vol. I, pp. 880-882; Antonio Ballesteros y Bereta:
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 25

El rey ejercía la autoridad suprema por cuanto la administración


de justicia era un atributo esencial de la realeza. La función de juez era
fundamental al rey en Castilla y León. Su tribunal juzgaba en última instancia
y entendía con jurisdicción exclusiva en ciertos aspectos que le estaban
reservados. Nombraba los altos y bajos funcionarios políticos en las diversas
comarcas, quienes ejercían también funciones judiciales. De menor a mayor
jerarquía institucional, la administración de justicia estaba organizada de la
siguiente manera: existía toda una gradación de tribunales locales, presididos
la mayor parte por “adelantados” (de corte y fronterizos) y por “merinos”
que al frente de grandes circunscripciones administrativas resolvían
asuntos de justicia y velaban por el orden público; ambos funcionarios eran
originalmente nombrados por la Corona, pero gradualmente sus cargos se
hicieron hereditarios en ciertas familias notables, en perjuicio del bienestar
social. Próximos al rey se encontraban los alcaldes de casa y corte, que eran
cuatro jueces con jurisdicción más allá de cinco leguas del lugar donde residía
la Corte; actuaban en asuntos civiles y criminales y sus sentencias sólo eran
apelables ante el rey o el Consejo. Por debajo de estos magistrados estaban
los alcaldes municipales o jueces de los pueblos, quienes juzgaban en primera
instancia y cuyo nombramiento generalmente lo delegaba el soberano en
los cabildos, a través de las cartas pueblas o fueros.
Desde la segunda mitad del siglo XIII los señores tenían jurisdicción
dentro del territorio de su señorío; la amplitud de ésta variaba según la
extensión de las propiedades. Los reyes, además de reservarse los casos de la
Corte, tendían a limitar dicha jurisdicción, pero la distancia de la ciudad real y
el poder señorial dificultaron un control directo de la acción judicial. Cuando
el rey administraba justicia se hacía rodear de cierto número de dignatarios
cuyas opiniones tomaba en cuenta para las decisiones finales. El tribunal
que ellos constituían se conoció con el nombre de Curia o Cort, formada
al principio por los parientes del rey, obispos, condes y altos funcionarios.
Este organismo no siempre estuvo compuesto por las mismas personas; su
autoridad era meramente consultiva y no delimitada con el Consejo Real;
atendía, además de los asuntos judiciales, los económicos y políticos.
En 1274, Alfonso X creó un alto tribunal real, compuesto de 23
alcaldes de Corte (9 de Castilla, 8 de León y 6 de Extremadura), algunos

Historia de España y su influencia en la Historia Universal. Barcelona, Editorial Salvat, s.f., Vol. IV, pp.
4-8; Fernando Soldevilla: Manual de Historia de España. Barcelona, Ariel, 1962, Tomo II, p.82.
26 Alí Enrique López Bohórquez

de los cuales debían permanecer al lado del rey a fin de impartir justicia. La
hostilidad de la nobleza impidió el funcionamiento de este tribunal, el cual
sin embargo adquirió prestigio durante el gobierno de Fernando IV (1295-
1310). En ausencia del soberano, los alcaldes juzgaban bajo la dirección del
adelantado del rey o sobre juez. La existencia de varios tribunales y personas
encargadas de ejercer derecho creaba numerosos conflictos de jurisdicción.
En el período siguiente parte de estos problemas tienden a solucionarse
mediante una reorganización jurídica. Así, en el reinado de Enrique II, en
las Cortes de Toro de 1371, la Curia o Cort cambió su nombre por el de
audiencia y recibió nueva estructuración, constituida ahora por 7 oidores (3
prelados y 4 juristas). Durante los reinados de Juan I y Juan II (1379-1456),
este tribunal se denominó Chancillería. En 1387 se le instituyó el cargo de
procurador fiscal y se aumentó su personal a 16 oidores: 6 prelados y 10
doctores en Derecho. Se dispuso que éstos dividiesen su tiempo por igual
entre Medina del Campo, Olmedo, Alcalá de Henares y Madrid. En 1390
se estableció en Segovia y en 1405 se trasladó a Valladolid. Los jueces
eran elegidos exclusivamente entre las filas del clero y de los letrados de
las distintas partes del reino. En 1433, la Audiencia quedó dividida en dos
salas principales para procesos civiles y criminales; los jueces civiles se
llamaron oidores, y los jueces criminales alcaldes. Además, apareció una
sala especial para los pleitos de los señores, la Sala de Hijosdalgo, y un
procurador asignado para salvaguardar los derechos de la corona. Sus fallos
eran inapelables, salvo cuando el rey tomaba decisión sobre determinado
asunto.
A pesar de las reformas introducidas, las quejas y los cambios
constantes del personal demostraron que el tribunal funcionaba
arbitrariamente en el período que precede al gobierno de los reyes católicos,
quienes imprimirán –en su ocasión– un sello distinto a la institución. Los
organismos arriba descritos

…representan, más que los resultados logrados, los deseos y aspiraciones de la


monarquía castellana hacia un gobierno central eficaz. No pudo conseguirse
nada permanente hasta que el orden fue restablecido por la fuerte mano de los
reyes católicos, y la significación principal de los experimentos constitucionales de
sus predecesores reside, mucho menos que en lo que consiguieron en su tiempo,
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 27

en el precioso material que facilitaron a Fernando e Isabel, material que había


de ser utilizado cuando llegase por fin la oportunidad…11

El reinado de Enrique IV (1454-1474) fue una época caótica en


todos los órdenes de la sociedad castellana. Se hacía necesario establecer
las funciones de policía y justicia, conseguir la obediencia del principal
factor de desorden de entonces, la alta nobleza, que se debía desligar de las
atribuciones judiciales de sus señoríos y jurisdicciones. Y ésta fue la tarea
principal de los reyes católicos, quienes realizaron una serie de reformas
en lo político, administrativo, económico-social y jurídico, dirigidas a lograr
un Estado fuerte internamente12. Estos cambios se hicieron para reducir
los derechos obtenidos por las Cortes, ahora convocadas esporádicamente,
perdiendo su autoridad y prestigio. El poder local de las ciudades decayó
al aparecer las figuras de los regidores, corregidores y alcaldes mayores,
representantes directos del rey. El Consejo de Castilla, fundado por Juan
I como organismo de consulta privada del monarca, se convirtió en la
institución principal del gobierno central y en el órgano más importante
del sistema administrativo del futuro imperio español. Se establecieron sus
atribuciones y especialmente las judiciales, además de las que tenía en lo
referente a la gobernación del reino13. A la reforma del Consejo de Castilla
y los esfuerzos de los reyes a favor de la unidad de la península, se agrega la
modificación de la vieja organización judicial, que reseñamos anteriormente.
Al respecto dice Antonio Ballesteros y Bereta:

El celo de los reyes se demostró en perseguir la arbitrariedad en la administración


de justicia. Comprendían que la base de toda prosperidad era el sentimiento de
justicia y la anterior satisfacción de los subordinados de sentirse protegidos en sus

11 Roger B. Merriman: op. cit., p. 199.


12 “Las monarquías absolutas, el centralismo, la tendencia a la uniformidad, el capitalismo, la
decadencia de las organizaciones intermedias entre el Estado son rasgos que caracterizan esta
época”… Salvador Minguijón: op. cit., p. 374.
13 En relación con las reformas de los reyes católicos, véase José Cepeda Adan: En torno al concepto
del Estado en los Reyes Católicos. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1956, pp.
145-198; J. H. Elliot: La España Imperial 1469-1716. España, Editorial Vicens Vives, 1969, pp. 77-
101; Roger B. Merriman: op. cit., pp. 187-195; Salvador Minguijón: op. cit., pp. 374, 378-379, 382-384
y 400-442; Rafael Altamira y Crevea: op. cit., pp. 285-290 y 327-330; Pedro Aguado Bleye: op. cit.,
pp. 200-201; Fernando Soldevilla: op. cit., pp. 402-407; y Juan Beneyto: op. cit., pp. 345-378.
28 Alí Enrique López Bohórquez

derechos. No regatearon para conseguir la colaboración personal, administrando


justicia según la tradicional costumbre de los reinos hispanos…14

Es importante destacar que en los primeros años del gobierno de los


reyes católicos, a pesar de todas las dificultades, se impuso la justicia. Este
ideal, como función pública, era la esperanza de la población oprimida por
las justicias personales o de grupos; y esa concepción de equidad e igualdad
frente a la ley estuvo marcada por el sentido providencialista muy definido
en los Reyes. El historiador español Américo Castro señala: “Cuando los
fundamentos del poder vienen del cielo, la realeza no logra plena autoridad
si ella misma no está inclusa en un hecho divino”. Y un cronista de los
reyes católicos, Andrés Bernáldez, resume ese ideal de justicia así: …“La
justicia (…) es amiga de Dios, y es la que hace los reyes amados y temidos,
y es aquella que conserva los rreynos y provincias, y les haze florecer todo
el tiempo que ella en ellos florece15”.
Hemos señalado que la estructura definitiva de las audiencias se
dio en los primeros siglos de la Edad Moderna española, y fue una de
las medidas reformadoras de los reyes católicos. Como la jurisdicción de
la Real Chancillería de Valladolid era desmesurada, crearon una nueva
ciudad real en 1494, la cual se trasladó a Granada en 1505. El río Tajo
constituía la línea divisoria que separaba las respectivas jurisdicciones de las
mencionadas Chancillerías: al norte, la primera, y al sur la segunda. Además
de estos tribunales mayores, existían otros en Galicia, Sevilla –llamada
de los Grados en atención a los distintos grados del procedimiento de
apelaciones–, Mallorca, Canarias, Asturias y Extremadura. La mayoría de
ellos se crearon en el siglo XVI y recibían el nombre de audiencias, inferiores
en jerarquía a las dos chancillerías mencionadas, pero representaban la
misma instancia jurídica. De ello se desprende que la Chancillería era a
su vez una Audiencia, alternándose el empleo de ambas denominaciones,
con las atribuciones propias de la misma; sin embargo, en organización y
personal eran iguales.
En cuanto a su composición, las audiencias estaban formadas por un
número variable de jueces, letrados todos, llamados oidores (16 divididos en

14 Antonio Ballesteros y Bereta: op. cit., pp. 379-380.


15 Américo Castro: España en su historia y Andrés Bernáldez: Historia de los Reyes Católicos D. Fernando
y D. Isabel, citados por José Cepeda Adan: op. cit., p. 96.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 29

cuatro salas) y alcaldes del crimen (3 en una sola sala), según fuera un asunto
civil o criminal. Ambos ministros estuvieron investidos de una serie de
honores y preeminencias, y les estaban impuestas ciertas obligaciones por su
carácter profesional. La presidencia de la Audiencia recaía en un gobernador
o regente. Su competencia era más reducida que la de la Chancillería (cinco
leguas alrededor de la capital). Conocía en apelación de las decisiones de
las justicias menores. De sus sentencias se podía apelar ante la Chancillería
más cercana a su jurisdicción y ésta, a su vez, tenía facultad para apelar
ante el Consejo de Castilla. Estas características se derivaron de la nueva
organización audiencial dada en las ordenanzas de 1489. El papel de las
audiencias en el cuadro institucional fue tan considerable que se mantuvieron
durante toda la administración de los Austrias y de los Borbones, e incluso
formaron parte de la organización judicial española del siglo XIX. Aparte
de las audiencias, los reyes restituyeron el tribunal de la Santa Hermandad,
creado en 1312, denominado Hermandad Nueva, y establecieron el de la
Inquisición en 1480. El primero, para coartar las violencias de malhechores
y de los hombres con poder económico en los lugares más apartados; y el
segundo, destinado a mantener la unidad de la fe. En materia legislativa,
los tribunales y jueces indicados aplicaban disposiciones legales que
ayudaban a resolver los diversos casos que se presentaban. Estas fueron:
el Ordenamiento de Alcalá de Henares (1348), los Fueros Municipales, el
Fuero Real (1265), Las Siete Partidas (1265) y el Espéculo16.

La Institución Judicial en América: Naturaleza y atribuciones de los principales


tribunales y funcionarios

A partir del esquema jurídico hispánico se organizó la administración


de justicia para América, la cual se modificó dadas las circunstancias
americanas, distintas a la realidad castellana, sin perder por ello su esencia
originaria17. Las ilimitadas distancias, la dificultad de las comunicaciones

16 Alfonso García Gallo: Manual de Historia del Derecho Español. Madrid, Artes Gráficas, 1971, Tomo
II, pp. 400-401 y 654-656.
17 El sistema administrativo para América, y sus cuadros institucionales, …“tiene su origen en los
cuadros de organización y en los esquemas jurídico-administrativos de Castilla, sin perjuicio de
que se trate de adaptarlos a las peculiares circunstancias y exigencias del Nuevo Mundo. Estas
lo condicionan sin duda, pero no hasta el punto de que el sistema de gobierno y el carácter de
las instituciones resulte desnaturalizado”… Alfonso García Gallo: “Los principios rectores de
30 Alí Enrique López Bohórquez

y la tardanza en el recibimiento de los preceptos emanados de la corona


española y sus órganos asesores, fueron obstáculos para el establecimiento
en América de un régimen de justicia que, además de limitar la acción
desenfrenada de los conquistadores en la primera etapa de la dominación,
sirviera para garantizar una relación colonial tanto sobre la población
española como sobre la indígena, la africana y la americana propiamente
dicha18. Sin embargo, el Estado español se preocupó por la administración de
justicia en Indias y a tal efecto creó tribunales encargados de aplicarla a los
diversos sectores de la sociedad. Aquellas entidades jurídicas no constituían
un poder institucional independiente y casual. Las atribuciones judiciales
eran ejercidas, en la mayoría de los casos, por órganos que tenían facultades
político-administrativas y económicas, que en su conjunto constituyeron un
aparato burocrático destinado a mantener el vínculo colonial19. En torno a
este planteamiento dice Richard Konetzke:

Durante todo el transcurso de la dominación española fue la norma organizar


el gobierno de los dominios americanos de la corona de tal suerte que
rindieran el mayor beneficio posible a las finanzas estatales y la economía
metropolitana. Simultáneamente, la dependencia económica de las colonias
se presentaba como la más fuerte de las ataduras, que impedía su separación
de la metrópoli…20

la organización territorial de las Indias en el siglo XVI”, en Estudios de Historia del Derecho Indiano.
Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1972, p. 664.
18 “Una de las preocupaciones más acentuadas y constantes de la corona española, en la administración
de las Indias, fue la de organizar en ellas un régimen fundado en el derecho y orientado a realizarlo.
No era, sin duda, tarea sencilla la que este aspecto de la conquista imponía a la metrópoli, pues
no se trataba simplemente de transplantar al nuevo mundo las normas jurídicas que iban creando,
sino también de procurar que ellas lograran en América una efectiva vigencia”. Ricardo Zorraquín
Becú: La justicia capitular durante la denominación española. Buenos Aires, Imprenta de la Universidad,
1947, p. 13.
19 “En efecto, ese doble brazo de dominación del estado metropolitano: el aparato burocrático y
el oligopolio-oligopsonio instaurado por el capital comercial, será el que posibilitará finalmente
la imposición de términos de intercambios desfavorables (las diferencias abismales de costos de
producción hacen a las relaciones comerciales entre colonia y metrópoli un verdadero paraíso de
un sui generis intercambio desigual); impedirá la producción de artículos que puedan competir
con los de la madre patria; regulará la producción y el comercio, beneficiando a ciertas regiones,
ciudades y grupos, en detrimento de otros; impondrá cargas y gabelas, etc.” Juan Carlos Garavaglia:
Modos de producción en América Latina (Introducción). Buenos Aires, Siglo XXI, 1974, p. 15.
20 Richard Konetzke: América Latina. Época Colonial. México, Siglo XXI, 1971, p. 103.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 31

Los inicios de la administración de justicia en América podemos


encontrarlos en la propia Capitulación firmada en 1492 entre los Reyes
Católicos y Cristóbal Colón, que establecía sus poderes judiciales antes de
conocerse la existencia de América. Los títulos concedidos de almirante de
las Indias, virrey y gobernador general, tenían jurisdicción civil y criminal,
alta y baja21. La Capitulación de Santa Fe señalaba:

… que si a cabsa de las mercadurias quel traera de las dichas yslas e/ tierras,
que así como dicho es que se ganaren o descubrieren, o de las que en troque/
de aquellas se tomaren aca de otros mercadores, naçiere pleito alguno en el
lugar/ donde dicho comerçio e trato terna e fara, que si por la preheminencia/
de su oficio de almirante le perteneçera conoscer del tal pleito, plega a Vuestra
Altezas que el o su teniente, e no otro juez, conosca del tal pleito…22.

La necesidad de regresar a la península después de cada viaje, llevó


a Colón, basándose en los privilegios reconocidos por la Capitulación,
a conferir el cargo de “adelantado” a su hermano Bartolomé. No tenía
autoridad para hacerlo, pero los reyes accedieron y confirmaron el
nombramiento el 22 de julio de 1497. El título de adelantado, además de las
atribuciones militares y políticas, concedía poderes judiciales para entender
los recursos de alzada que el rey no podía ver personalmente23. Más tarde,
los conflictos que Colón sostuvo en La Española, principalmente en 1499
con la sublevación de Roldán, lo motivaron a solicitar de los soberanos el
envío de un jurista calificado para administrar justicia en la isla. Acordaron
los reyes nombrar un comisionado especial, denominado juez pesquisidor,
que se encargaría de indagar sobre los desórdenes y ejercer justicia. Fue
elegido para el cargo el Comendador Francisco de Bobadilla, quien luego

21 Horacio López Guédez: Los Reyes Católicos y América (1492-1517). Mérida, Universidad de
Los Andes, 1971; pp. 26-7; Alfonso García Gallo: “Los orígenes de la administración territorial
de las Indias. El gobierno de Colón”, en Estudios de Historia del Derecho Indiano, pp. 563-637.
22 Libro de los Privilegios del Almirante don Cristóbal Colón (1498). Estudio preliminar, edición y notas
por Ciriaco Pérez Bustamante. Madrid, Real Academia de la Historia, 1951, p. 33.
23 Horacio López Guédez: op. cit., p. 28, Alfonso García Gallo: “Los orígenes de la administración
territorial”…, pp. 625-628.
32 Alí Enrique López Bohórquez

sería gobernador24. El resultado de su pesquisa fue la remisión de Colón


y su hermano a España. Esta situación se repitió con Bobadilla cuando se
autorizó en 1501 al nuevo gobernador de La Española, Nicolás de Ovando,
para seguirle juicio de residencia por su desastrosa política en perjuicio de
la Corona y de los indios25.
Son estos los primeros momentos de la acción judicial en América,
aplicada en un territorio muy limitado: La Española. El establecimiento de
instituciones jurídicas superiores y permanentes se dio progresivamente
a medida que se ampliaba el conocimiento del territorio americano, y
respondía a las necesidades del Estado español de instaurar un efectivo
control en sus posesiones de ultramar, sobre todo en las regiones de
importancia económica, en las civilizaciones más avanzadas y en los
puntos estratégicos para continuar la empresa colonizadora. A tal efecto, se
organizó, tanto en la Metrópoli como en las colonias, una red institucional
jerarquizada con miras a resguardar los intereses del Estado dominante.
La administración de justicia para América ha sido clasificada de diversas
maneras26. Ensayamos una clasificación sencilla acorde con la naturaleza del

24 En carta a Bobadilla, del 21 de marzo de 1499, los reyes lo comisionaron para que …“vos
informéis y sepáis la verdad de (…) quien y cuáles personas fueron las que se levantaron contra
el dicho Almirante y Nuestras Justicias, y por qué cabsas y razón, y que robos y males y daños han
fecho, y todo lo otro que cerca desto vos viéredes ser menester saber para ser mejor informado:
y la información habida y la verdad sabida, á los que por ella falláredes culpables, prendedles los
cuerpos y secuestradles los bienes; y así presos, procedades contra ellos y contra los ausentes á
las mayores penas civiles y criminales que falláredes por derecho”… Colección de Documentos Inéditos
Relativos al Descubrimiento, Conquista y Organización de las Antiguas Posesiones Españolas de América y
Oceanía. Madrid, Imprenta de Manuel G. Hernández, 1882; Tomo XXXVIII, pp. 409-411.
25 Clarence H. Haring: El Imperio Hispánico en América. Buenos Aires, Editorial Solar/Hachette, 1966,
pp. 22-23.
26 El historiador argentino Ricardo Levene adopta la clasificación de Javier Malagón Barceló: Teoría del
Derecho Procesal en las Leyes de Indias. Madrid, 1936, quien habla de tribunales ordinarios, inferiores y
especiales. Tribunales ordinarios: El Consejo de Indias, las audiencias, los gobernadores intendentes
y el Ministerio Público, el virrey presidente de la Audiencia y las Justicias Mayores. Los tribunales
inferiores: alcaldes ordinarios y Cabildo. Los tribunales especiales: Juzgados de bienes de difuntos,
Tribunales de Cuentas, de Indígenas, de Comercio y de Minas, de Aguas, jueces pesquisadores y
residenciadores, jueces hacedores de diezmos y otros que representaban la organización de los
fueros, como los Tribunales Militares, Eclesiásticos, Universitarios, de Protomedicato, de Comedia
y Administrativo. Manual de Historia del Derecho Argentino. Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1957,
p. 111. Por su parte, Ricardo Zorraquín Becú distingue los tribunales superiores: Consejo de
Indias y audiencias, y los magistrados inferiores: a) los jueces capitulares (alcaldes ordinarios, de
la hermandad, de aguas y alcaldes indios), y los que formaban el tribunal del consulado; b) los
jueces de nombramiento real directo e indirecto, que desempeñaban sus cargos por un plazo
incierto, casi siempre por varios años (gobernadores y sus tenientes, los intendentes, los asesores
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 33

presente capítulo, tomando en cuenta las justicias ordinarias, sin detenernos


en las especiales. La institución judicial americana puede clasificarse en
organismos superiores e inferiores. Los primeros estuvieron representados
por la Casa de Contratación de Sevilla, el Consejo de Indias y las audiencias.
Los segundos por los Corregimientos y Alcaldías Mayores, los alcaldes
ordinarios y los alcaldes de la Santa Hermandad.

A) Organismos Superiores

La Casa de Contratación de Sevilla

Al principio la solución de los problemas americanos provenía de los


reyes, quienes inmediatamente consideraron indispensable la colaboración,
a partir de 1493, del arcediano de Sevilla, Juan Rodríguez de Fonseca, y del
Consejo de Castilla en los cuales delegaron los asuntos de las Indias. Este
nuevo sistema de gobierno trajo como consecuencia diversos conflictos
con el almirante, quien veía disminuidas las prerrogativas concedidas en la
Capitulación. No obstante ser reducidos los poderes de Colón, Fonseca
y su secretario Gaspar de Gricio continuaron al frente de las cuestiones
indianas actuando con relativa libertad, hasta la creación del Consejo de
Indias27. A medida que se complicaban los asuntos del Nuevo Mundo como
consecuencia de los nuevos descubrimientos, se requería de un organismo
central que abarcara todos los problemas indianos, ya que los asesores reales
carecían de capacidad y experiencia para afrontarlos en su totalidad. Así se
creó en 1503 la Casa de Contratación de Sevilla. Su actuación dio origen a
la estructura definitiva del sistema mercantilista español y aseguró la acción
monopolista estatal. Inmediatamente de su creación se le concedieron
sus primeras ordenanzas28, que regulaban fundamentalmente su actividad
mercantil, pero cuando los asuntos americanos se hicieron más complejos,

letrados de cada Intendencia, los oficiales reales, los subdelegados de la real hacienda, los jueces
eclesiásticos, los militares y los residenciadores de funcionarios nombrados por el rey); c) los
jueces de tierras, pesquisidores, de comisión y los que residenciaban funcionarios que no eran de
nombramiento real. op. cit., pp. 18-19.
27 Demetrio Ramos Pérez: Historia de la Colonización Española en América. Madrid, Pegaso, 1947, pp.
63-65.
28 Véase “Primeras ordenanzas que se hicieron para la Casa de la Contratación”, en José María
Chacón y Calvo (Compilador): Cedulario Cubano. Los Orígenes de la Colonización. Madrid, Cía.
34 Alí Enrique López Bohórquez

recibió nuevas atribuciones y facultades. No vamos a referirnos aquí a las


variadas atribuciones de esta institución metropolitana, rectora del comercio
de España con sus posesiones de ultramar, sino a sus reconocidas facultades
judiciales29.
En 1510 y 1511 se le dieron nuevas ordenanzas a la Casa de
Contratación, y en ellas se delimitó su actuación en materia de justicia, por
lo cual tenía jurisdicción civil y criminal en todas las cuestiones de comercio
y navegación de las Indias, y se ordenaba a todos los juzgados hacer cumplir
sus decisiones. Los funcionarios oficiales recibieron el nombre de “Jueces de
Contratación”, quienes tenían la asistencia de un asesor letrado. Posteriormente
se amplió su jurisdicción en las ordenanzas de 153130. Los jueces de la Casa
podían conocer principalmente lo relacionado con los pleitos provocados
por el embarco y desembarco de mercancías, de los conflictos surgidos entre
tratantes, mercaderes, factores, maestres, contramaestres, calafates y marinos
en general, así como también de los intentos de motín a bordo de las naves.
Tenían injerencia en los problemas de fletes, seguros y contratos realizados.
Perseguía civil y criminalmente a quienes barrenaran las naves o contribuyesen
a su pérdida. Los presos eran recluidos en la cárcel pública de Sevilla y sólo
podían salir bajo las órdenes de los propios jueces.
La justicia municipal de Sevilla no tenía jurisdicción ni en primera
ni en segunda instancia de los fallos de la Casa. Sólo podía apelarse ante el

Iberoamericana de Publicaciones, S. A., 1929 (Colección de Documentos Inéditos para la Historia


de Hispanoamérica, VI), pp. 53-64.
29 Sobre la Casa de Contratación de Sevilla véanse Clarence H. Haring: op. cit., pp. 111, 305-312 y
323-340; Richard Konetzke: op. cit., pp. 270-271 y 106-177; Demetrio Ramos Pérez: op. cit., pp.
138-150; Ramón Carande: Carlos V y sus banqueros. La vida económica en Castilla (1516-1556).
Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1965, Tomo I, pp. 433-469; Pedro Aguado Bleye:
op. cit., Tomo II, pp. 355-356; Antonio Muro Orejón: Lecciones de Historia del Derecho Hispa-Indiano.
México, Miguel Ángel Porrúa Librero-Editor, 1989, pp. 265-274; Carlos Bermúdez Plata: “La
Cárcel nueva de la Casa de la Contratación de Sevilla”, Revista de Indias, 37-38 (Madrid, julio-
diciembre de 1955), pp. 645-650; Juana Gil Bermejo: “La Casa de la Contratación de Sevilla
(Algunas consideraciones para su historia)”, Anuario de Estudios Americanos, XXX (Sevilla, 1973),
pp. 679-761; Gildas Bernard: “La Casa de Contratación de Sevilla, luego en Cádiz en el siglo
XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, XII (Sevilla, 1965), pp. 253-286; José M. Ots Capdequí:
Instituciones. Barcelona, Salvat Editores, 1959, pp. 297-299 y El Estado español en las Indias. México,
Fondo de Cultura Económica, 1965, pp. 63-64; Francisco Morales Padrón: Manual de Historia
Universal. Historia de América. Madrid, Espasa-Calpe, 1958, Volumen V, pp. 380-381; Jaime Vicens
Vives: Historia de España y América. Barcelona, Editorial Teide, 1957, Volumen II, pp. 523-526.
30 La Casa de Contratación fue reorganizada constantemente y recibió varias ordenanzas. A partir
de las primeras en 1503, se le dieron otras en 1510, 1511, 1539, 1543, 1552 y 1583.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 35

Consejo de Indias a partir de su creación, excepto aquellas cuestiones de


menor cuantía que se juzgaban en la Audiencia de los Grados de Sevilla, pero
su sentencia la ejecutaban los jueces. El aumento de sus funciones judiciales
creó constantes enfrentamientos con los tribunales ordinarios de Sevilla31. La
amplia participación de la Casa en los negocios americanos fue disminuida al
aparecer el Consejo de Indias, pero siguió actuando como tribunal mercantil
bajo la supervisión de dicho Consejo. Luego, al crear Felipe II los Consejos
de Hacienda y de Guerra, la Casa entró también bajo la dependencia de éstos.
Con las reformas de los Borbones, estableciendo la Secretaría de Marina, la
Casa fue trasladada a Cádiz en 1717 para desaparecer en 1790 al perder todos
sus poderes y cumplir sus funciones los Consulados de Mar.

El Consejo de Indias

La acumulación de los asuntos americanos determinó la creación de


un sistema burocrático, que fue ampliado progresivamente. Fonseca y sus
ayudantes, Gricio, López de Conchillos, Luis Zapata, Galíndez de Carvajal,
miembros del Consejo de Castilla, constituyeron un cuerpo colegiado asesor32
que llegó a institucionalizarse, dado el propósito de la monarquía española de
lograr una centralización administrativa acorde con su política de intención
absolutista. A este organismo central de gobierno de los nuevos territorios se le
denominó Junta de Indias, y aparece como tal en 1511. Sus gestiones duraron
hasta 1524, fecha en la cual Carlos I creó “El Real y Supremo Consejo de

31 Esteban de la Puente: “Carlos V y la administración de justicia”, Revista de Indias, 73-74 (Madrid,


julio-diciembre de 1958), pp. 418-421; Leopoldo Zumalacarregui: “Las ordenanzas para la Casa
de la Contratación de las Indias de 1531”, Revista de Indias, 30 (Madrid, octubre-diciembre de
1947), pp. 757-760 y 766.
32 Al respecto José Miranda González dice: “La monarquía española al hacerse absoluta no podía
escapar a una ley inexorable del absolutismo: la organización burocrática. Su aparato gubernamental
estuvo constituido por una red de funcionarios, dependientes de la Corona y subordinados unos
a otros en escalonada pirámide jerárquica, que cubrían todo el cuerpo político desde el centro
hasta la periferia. Pero dentro del sistema burocrático, la monarquía española creó un tipo
especial, el consiliario. Todo el mecanismo burocrático tuvo como pivotes fundamentales unos
organismos colectivos, llamados consejos, que eran algo así como el corazón de un gran sector
del Gobierno. …, extienden sus atribuciones a materias legislativas y judiciales, además de las
consultivas, teniendo cada uno en su esfera algo de parlamento, ministerio, consejo en sentido
estricto y tribunal supremo. … Con los letrados, los consejos dieron una fisonomía peculiarísima
a la monarquía absoluta de los Austrias españoles”. Las Ideas y las Instituciones Políticas Mexicanas
(1521-1820). México, Instituto de Derecho Comparado, 1952, p. 96.
36 Alí Enrique López Bohórquez

Indias.” 33 No vamos a considerar su organización y todas sus atribuciones.34


Interesa en el orden judicial como tribunal supremo de justicia en lo civil
y criminal referente a las colonias hispanoamericanas. Cuando aparece el
Consejo de Indias, con autonomía frente al Consejo de Castilla, se rige por los
estatutos de éste. Pueden considerarse las Leyes Nuevas del 20 de noviembre
de 1542, en sus capítulos 1 al 9, como las primeras ordenanzas que modifican
su organización y procedimientos originarios, pero se seguían observando
principios del viejo consiliario castellano. Posteriormente se elaboran las
ordenanzas de 1571, esencia de su autonomía legislativa.
De las ordenanzas de 1542 y 1571 se desprenden las características
generales de la administración de justicia por parte del Consejo35. Correspondió
al Consejo de Indias ejercer la jurisdicción suprema de América y de los
asuntos que resultaren de sus colonias en materia civil y criminal. Tenía
potestad para hacer las leyes, pragmáticas, ordenanzas y provisiones generales
y particulares que convinieran para el gobierno de las Indias, así como expresa
autorización para conducir las tareas de recopilación de las mismas. Examinaba
las ordenanzas, constituciones y otros estatutos producidos por los prelados,
cabildos, conventos, virreyes, audiencias y otras comunidades americanas.
Sus decisiones debían ser obedecidas tanto por los funcionarios coloniales
como por la población en general. Los jueces del Consejo debían abstenerse

33 En torno al problema de la fundación del Real Consejo de Indias han surgido una serie de
posiciones entre los especialistas del tema; mantenemos la fecha generalizada del 1 de agosto
de 1524 dada por el tratadista indiano Juan de Solórzano Pereira: Política Indiana. Madrid, Cía.
Iberoamericana de Publicaciones, 1947, Tomo IV, Lib. V Cap. XV. Sobre la polémica véase,
Antonio Muro Orejón: “El Real y Supremo Consejo de las Indias”, Anuario de Estudios Americanos,
XXVII (Sevilla, 1970), pp. 195-218 y Demetrio Ramos Pérez: “El problema de la fundación del
Real Consejo de Indias”, Anuario de Estudios Americanos, XXVI (Sevilla, 1969), pp. 385-425.
34 Sobre el Consejo de Indias véase Antonio Muro Orejón: Lecciones de Historia del Derecho Hispa-
Indiano, pp. 149-164 y “El Real y Supremo Consejo de las Indias”; Demetrio Ramos Pérez: “El
Problema de la fundación del Real Consejo de Indias” e Historia de la colonización española en América;
Juan Pérez de Tudela y otros: El Consejo de las Indias en el siglo XVI. Valladolid, Universidad de
Valladolid, 1970; Esteban de la Puente: op. cit., pp. 423-427; Joaquín Real Díaz: “El Consejo de
Cámara de Indias: génesis de su fundación”, Anuario de Estudios Americanos, XIX (Sevilla, 1962),
pp. 725-758; Richard Konetzke: op. cit., pp. 107-109; José Miranda González: op. cit., pp. 101-103;
Mario Góngora: op. cit., pp. 67-69; Clarence H. Haring: op. cit., pp. 111-126; J. M. Ots Capdequí:
Instituciones, pp. 444-445 y El Estado Español…, pp. 64-65; Francisco Morales Padrón: op. cit., pp.
377-380; Juan de Solórzano Pereira: op. cit., Tomo IV, Lib. V, Caps. XV-XVIII.
35 “Las Leyes Nuevas de 1542-1543. ordenanzas para la gobernación de las Indias y buen tratamiento
y conservación de los indios”, Anuario de Estudios Americanos, XVII (Sevilla, 1959), pp. 561-587, y
“Las ordenanzas de 1571 del Real y Supremo Consejo de las Indias”, Anuario de Estudios Americanos,
XIV (Sevilla, 1957), pp. 363-423. Ambos textos con estudios y notas de Antonio Muro Orejón.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 37

de intervenir en negocios particulares y de justicia entre partes; estos pleitos


correspondían a las Reales audiencias americanas. Recibía en apelación las causas
de la Audiencia de la Contratación, y por recursos las del Consulado. Conocía
de las residencias y visitas de los corregidores, gobernadores, oficiales reales,
oidores, presidente, virreyes. Venían a él, en grado de segunda suplicación, las
causas graves de mayor cuantía, las causas criminales determinadas por las
audiencias indianas, así como también las visitas y residencias hechas a los
funcionarios mencionados. Entendía de las fuerzas eclesiásticas, para lo cual no
podía intervenir ningún juez eclesiástico; y atendía todas aquellas cosas que las
propias audiencias consideraran de atención real, sobre todo lo referido a los
repartimientos de indios que el Consejo trataba en primera instancia. Durante
el gobierno de los Borbones, Carlos III y Carlos IV, la acción del Consejo
estuvo muy limitada por las prerrogativas concedidas a las Secretarías sobre
los territorios americanos; y con la invasión napoleónica quedó prácticamente
inactivo hasta su desaparición en 1812 por orden de las Cortes de Cádiz.

Las Audiencias

Señalamos anteriormente que en el momento del descubrimiento del


Nuevo Mundo, Castilla tenía tribunales con suficiente capacidad y experiencia
para resguardar los derechos de soberanía de la Corona y administrar justicia
en los problemas surgidos a raíz de la aparición del continente americano.
A medida que se estabilizaba la población y se fundaban ciudades con
prosperidad económica, se crearon audiencias o Chancillerías reales,
fundamentalmente en aquellas regiones donde surgieron conflictos que
propiciaban el desarrollo de intereses locales en detrimento de la potestad
absoluta de los reyes españoles y donde la floreciente actividad productiva
y comercial requería de un organismo regulador y consultivo de las acciones
de virreyes y gobernadores. Sin embargo, no debe hablarse de un transplante
mecánico de la institución castellana. La Audiencia constituyó uno de los
pilares del gobierno y la administración en América, pues las condiciones
diversas de los territorios y su población confirieron a la institución un papel
más importante que las de Valladolid y Granada36. Las audiencias indianas

36 Sobre las Reales audiencias indianas véase Santiago Gerardo Suárez: “Para una bibliografía de las
Reales audiencias”, Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia, Tomo III, pp. 210-33; trabajo
ampliado en Las Reales audiencias indianas. Fuentes y bibliografía. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1989. Otros trabajos publicados con posterioridad a esta obra son Fernando Mayorga: La
Audiencia de Santa Fe en los Siglos XVI y XVIII. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica,
38 Alí Enrique López Bohórquez

fueron esencialmente tribunales de justicia, pero actuaron también en los


aspectos gubernativos de distinta naturaleza. Fueron, además, utilizadas
para demarcar las regiones, delimitación audiencial que sirvió de base para
la formación de las futuras repúblicas independientes37.
En la esfera judicial, los reyes instituyeron la Audiencia: “…para que
nuestros vasallos tengan quien los rija y gobiernen en paz y en justicia…”38 El
tratadista Solórzano Pereira39 las define como “… castillos roqueros … donde
se guarda justicia, los pobres hallan defensa de los agravios y opresiones de
los poderosos, y a cada uno se le da lo que es suyo con derecho y verdad…”.
La Audiencia fue el más alto tribunal en su jurisdicción. Tenía la misma
autoridad que las de España y se gobernaba por sus propias ordenanzas.
Debido a la distancia, llegó a tener tanta facultad como el Consejo de Indias,
y por lo tanto entendía en primera instancia, en lo civil y criminal, de los
asuntos correspondientes a la justicia real. Atendía en apelación los fallos
de las justicias inferiores. Veía, sentenciaba y determinaba las Residencias y
Visitas de los gobernadores, mas no las de los oidores y demás personal de
la institución. Tenía facultad para enviar jueces pesquisidores a corregidores y
gobernadores en circunstancias graves. Una de las misiones fundamentales de
la Audiencia era el cuidado, enseñanza y buen trato de los indios, para evitar
los excesos que los corregidores de indios y otros funcionarios solían cometer
con los naturales. A la Audiencia le resultó difícil cumplir con este cometido
debido a la distancia que separaba algunas poblaciones indígenas de la ciudad
donde residía el tribunal. La Real Audiencia conocía también sobre las causas
de diezmos, y se le encomendó el cuidado del Real Patronato en la erección
de iglesias, nombramiento y traslado de los prelados, así como en cuanto a la
retención de las bulas apostólicas perjudiciales al patronato. Se encargaba de

1991; Tomás Polanco Alcántara: Las Reales audiencias en las Provincias Americanas de España. Madrid,
Fundación Mapfre América, 1992; y Teresa Sanciñena Asurmendi: La Audiencia en México en el
reinado de Carlos III. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999.
37 Al respecto dice Enrique Ruiz Guiñazú: “…Su obra fue básica al determinar su progreso y cultura,
y por su misión política, influyó poderosamente en la estructura geográfica y constitucional de las
nuevas nacionalidades…” La Magistratura Indiana. Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 1916, p. 37; Jacques Lambert: América Latina. Estructuras
sociales e instituciones políticas. Barcelona, Ediciones Ariel, 1973, pp. 118-121.
38 Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias. Lib. II, Tít. XV, Ley I. 5ed. Madrid, Boix Editor,1841.
(En adelante Recopilación).
39 Juan de Solórzano Pereira: op. cit., p. 40.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 39

los bienes y expolios de los obispos a su muerte. Le competía la resolución


de los recursos de fuerza contra los fallos de los tribunales eclesiásticos.
En lo gubernativo, la Audiencia fue el cuerpo consultivo de virreyes y
gobernadores, quienes en los asuntos de administración política debían reunirse
con los oidores para solicitar su consejo y parecer, lo cual dio origen a los
autos acordados y confirió a la Audiencia un carácter legislativo y político en
el ámbito de su distrito. Atendía las apelaciones de las personas perjudicadas
por las resoluciones de virreyes y gobernadores, y en caso de conflicto resolvía
el Consejo de Indias. Estos funcionarios, cuando existía una Audiencia, no
tenían decisión en materia judicial. La Audiencia sustituía al virrey en sus
ausencias, enfermedades o muerte; y por lo tanto, le correspondía velar por
mandamiento del orden e intervenir en los diversos asuntos de la gobernación:
militares, financieros, eclesiásticos, etc. Los oidores, jueces del tribunal, se
repartían las múltiples tareas de la administración de justicia pública. Unos,
recorrían periódicamente las tierras de su jurisdicción, asesoraban al comisario
subdelegado general de la Santa Cruzada, eran jueces de bienes de difuntos,
visitadores de armadas. Otros actuaban como jueces de las cobranzas, de
las mesadas eclesiásticas, medias anatas y papel sellado; hacían de auditores
de guerra y jueces de alzada del Consulado. Sin abarcar las atribuciones y
facultades en su totalidad, podemos advertir que la amplia participación de la
Audiencia en los asuntos gubernativos representó una limitación al ejercicio
del poder de virreyes y gobernadores, y una garantía de la soberanía del Estado
español en América. Al crearse el Consulado, en el siglo XVIII, las audiencias
perdieron sus prerrogativas en los asuntos mercantiles, que fueron confiados
al nuevo tribunal, originándose serios conflictos jurisdiccionales. De los fallos y
sentencias de la Real Audiencia sólo conocía en apelación el Consejo de Indias,
siempre y cuando los casos fueran graves y de cierta cuantía económica.

B) Organismos Inferiores

Gobernadores, Corregidores y Alcaldes Mayores

La legislación indiana dividió, para un mejor y más fácil gobierno, los


territorios americanos en provincias mayores y menores. La judicatura en las
primeras la ejerció una Real Audiencia, y en las segundas los gobernadores
y los corregidores, y los alcaldes mayores en las poblaciones donde por
la calidad de la tierra no era necesario crear un alto tribunal o nombrar
40 Alí Enrique López Bohórquez

gobernador.40 En las provincias donde no había Audiencia, el gobernador


administraba justicia civil y criminal en primera instancia, o en grado de
apelación de los alcaldes ordinarios. Como por lo general el gobernador era
un funcionario político, con atribuciones militares si detentaba el cargo de
capitán general, no perito en leyes, le asesoraba un teniente de gobernador
letrado; le concernía la imposición de penas y el castigo de los agravios
públicos. Tenía, además, facultades reglamentarias o legislativas, y las órdenes
y decisiones que tomaba requerían posterior confirmación de la Audiencia
a la cual estaba adscrito o, bien, del poder real.
Los corregidores y alcaldes mayores fueron funcionarios locales con
atribuciones gubernativas y judiciales similares.41 Como justicias conocían
en primera instancia de los asuntos de su distrito, y en segunda de los fallos
dictados por los alcaldes ordinarios. Representaban a la Corona dentro de
la autonomía municipal, para hacer respetar la autoridad real en el Cabildo
y velar por la eficiencia de la justicia en los litigios entre españoles e indios
sin desplazar la competencia de los alcaldes del Ayuntamiento, puesto que
no podían los corregidores conocer directamente las causas de estos jueces
menores. Los corregidores, llamados también justicias mayores, no eran
peritos en derecho, y por lo tanto debían tener el asesoramiento de un letrado
para el ejercicio de sus facultades judiciales. Los alcaldes mayores, por su
parte, necesitaban ser letrados a fin de ejercer sus funciones. Los pueblos
de indios encomendados estuvieron bajo la jurisdicción de los corregidores
y alcaldes mayores más cercanos. Pero debido a las múltiples ocupaciones
de estos justicias en las ciudades, se asignaron corregidores y alcaldes para
las poblaciones indígenas, los cuales conocían civil y criminalmente de los
asuntos entre indios y españoles, e indios con indios, así como de los agravios
recibidos por los encomenderos y sus caciques. El cargo de corregidor de
indios, fue ejercido por un funcionario español, y el de alcalde de indios
por un natural con autoridad gubernativa y judicial, reconociéndose así el
orden y forma de vivir de la comunidad aborigen. En el siglo XVIII, los

40 Recopilación, Lib. V, Tít. I, Ley I.


41 El hecho de que no se haya establecido una diferenciación inicial de estos cargos ha creado
confusión en su estudio. Algunos historiadores sostienen que la legislación indiana habla
indistintamente de corregidores y alcaldes mayores; otros buscan cualidades diferenciales para
deslindar la importancia de cada uno. Sobre este problema véase, A. García Gallo. “Alcaldías
Mayores y Corregidores en Indias”, Memoria del Primer Congreso Venezolano de Historia.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, Tomo I, pp. 299-347.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 41

cargos de corregidor y alcalde mayor en Indias fueron suprimidos al crearse


el régimen de las Intendencias.42

Alcaldes ordinarios y alcaldes de la Santa Hermandad

Los alcaldes ordinarios ocuparon el escalafón más bajo en el esquema


institucional jurídico americano. Eran los jueces elegidos por el Cabildo para
el buen regimiento, gobierno y administración de justicia de las ciudades y
pueblos españoles en Indias, donde no existiera gobernador ni corregidor,
conociendo en primera instancia de las causas civiles y criminales de su
distrito, siempre que no correspondieran a alguna de las justicias especiales.
Su jurisdicción era reconocida, y los gobernadores y las audiencias tenían que
hacerla guardar y cumplir, no pudiendo obstaculizar su ejercicio y mucho menos
abocarse al conocimiento de las causas pendientes por encima de los alcaldes.
Los alcaldes ordinarios o cadañeros, entendían de los pleitos de indios con
españoles e incluso podían determinarlos. Juzgaban las causas de habitación,
alimentación y vestido, así como otras obligaciones, contravenciones, etc.
Por razón de su jurisdicción quedaban los alcaldes ordinarios íntimamente
vinculados a los grupos inferiores de la sociedad colonial. Ejercían justicia en
las ciudades, villas y poblaciones donde no existieran alcaldes de la hermandad,
trasladando las apelaciones del caso a los oidores más cercanos. Los alcaldes
ordinarios adquirieron un poder local grande y tuvieron derecho de ejercer
el gobierno interino a la muerte del gobernador.43 Más tarde, se creó un
tribunal con distintos ministros denominados alcaldes de la hermandad, con
las mismas atribuciones de los alcaldes ordinarios, y cuya elección competía
al Ayuntamiento. Estos nuevos jueces locales se instituyeron debido a las

42 Sobre los corregidores y alcaldes mayores, véase Recopilación, Lib. V, Tít. II; Juan de Solórzano
Pereira: op. cit., Lib. V, Cap. II; Enrique Ruiz Guiñazú: op. cit., pp. 292-294; Mario Góngora: op.
cit., pp. 53-55 y 82-90; Guillermo Lohman Villena: El corregidor de Indios en el Perú bajo los Austrias.
Madrid, Cultura Hispánica, 1957 y “El corregidor de Lima (Estudio Histórico-Jurídico), Anuario
de Estudios Americanos, IX (Sevilla, 1952), pp. 131-171; Clarence H. Haring: op. cit., pp. 145-150;
José María Ots Capdequí: Instituciones, pp. 466-471; Francisco Morales Padrón: op. cit., pp. 389-
399; Ambrosio Perera: “Usanza de los términos Corregimiento y corregidor”, Memoria del Primer
Congreso…, Tomo II, pp. 163-77; Ermila Troconis de Veracoechea: “El Corregimiento del Tocuyo
en los siglos XVII y XVIII”, Ibid., Tomo II, pp. 385-440.
43 En relación con los alcaldes ordinarios véase, Recopilación, Lib. V, Tít. III y IV; Juan de Solórzano
Pereira: op. cit., pp. 19-44; Enrique Ruiz Guiñazú: op. cit., pp. 283-292; Clarence H. Haring: op. cit.,
pp. 168-169 y 174-176; Demetrio Ramos Pérez: Historia de la Colonización…, p. 126.
42 Alí Enrique López Bohórquez

distancias entre las poblaciones, con miras a combatir el bandolerismo, evitar


excesos en regiones apartadas y hechos contra la moral pública.44

Las Reales Audiencias Americanas

Razones que explican su establecimiento

El establecimiento de las audiencias en América se realizó en la medida


en que se intensificaba la penetración y conquista de los territorios y población
indígenas y se fundaban ciudades con potenciales condiciones económicas y
situación geográfica estratégica, fundamentalmente en aquellas regiones donde
surgieron conflictos que propiciaban el desarrollo de intereses locales en
detrimento de la soberanía absoluta de la corona española, y donde la creciente
actividad productiva y comercial demandaba de un organismo regulador de
las actividades realizadas por las autoridades coloniales y de la sociedad en
general. Trece fueron las Reales audiencias creadas: Santo Domingo, 1511;
México, 1527 y 1530; Panamá, 1535; Lima, 1542; Guatemala, 1542; Nueva
Galicia, 1548; Santa Fe de Bogotá, 1549; Charcas, 1559; Quito, 1563; Chile,
1563 y 1606; Buenos Aires, 1661 y 1782; Caracas, 1786 y Cuzco, 1787. En
cada caso es posible detectar razones distintas para su instauración; además de
las causas de bien común y de protección al indígena, hubo factores políticos,
económicos y sociales que incidieron en el establecimiento de tan importante
institución para la administración colonial americana.
La Audiencia de Santo Domingo fue creada, entre otras razones, para
contrarrestar las aspiraciones de los herederos de Colón de hacer valer los
derechos garantizados en las Capitulaciones de Santa Fe, en perjuicio de la
soberanía real. La primera Audiencia de México resultó de los conflictos
entre Hernán Cortés y los conquistadores enviados por el gobernador
de Cuba Diego de Velásquez, por el control de la tierra y de la población
indígena; y a la segunda le correspondió una misión política hasta la llegada
del primer virrey de la Nueva España, debiendo resolver los problemas
derivados de los excesos de Cortés y de los enfrentamientos de éste con los
ministros de la primera Audiencia. En los primeros años de funcionamiento
del tribunal en Panamá, correspondió a los oidores ejercer el gobierno de

44 Ricardo Levene: op. cit., p. 120; Ricardo Zorraquín Becú: La justicia capitular…, pp. 32-44.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 43

Tierra Firme, debido a la distancia que la separaba del Virreinato del Perú.
Durante más de quince años los magistrados de la Audiencia de los Confines
gobernaron en lo político-militar en las provincias de Guatemala, Nicaragua,
Honduras y Chiapas, hasta tanto se decidiera el nombramiento de un
gobernador. La distancia entre el Nuevo Reino de Galicia y el Virreinato de
la Nueva España determinó el establecimiento de una Audiencia en aquella
provincia, y por muchos años sus oidores –alcaldes mayores– tuvieron el
control del gobierno con independencia del virrey mexicano. Las guerras
civiles en el Perú, como resultado de la rivalidad entre Pizarro y Almagro,
determinaron incluir en las Leyes Nuevas la fundación de un tribunal en
Lima. Tanto aquí como en México se pretendía combatir las tendencias
feudales, todavía imperantes en España.
Durante una década los ministros de Santa Fe gobernaron para acabar
con los excesos de los funcionarios encargados del gobierno, la administración
de justicia y la real hacienda. La riqueza de las minas de Potosí había generado
abusos de autoridad y desacato permanente a las leyes por parte de la gente
que traficaba en aquella región, a lo cual se pretendió poner remedio con la
instalación de una Audiencia en Charcas. En Quito la magistratura respondió
a la distancia que separaba esta provincia de su respectivo centro de control,
lo cual había generado múltiples arbitrariedades de funcionarios y de la clase
económica dominante. Al tribunal de Chile se le confió la reorganización
del ejército para enfrentar a los aguerridos araucanos, proteger a los indios
sometidos y velar por el orden en la administración del erario público. La
Audiencia de Buenos Aires, fundada en dos oportunidades, tuvo la atribución
especial de impedir los fraudes contra la real hacienda y, sobre todo, de
combatir el crecido contrabando con naves extranjeras. La Real Audiencia de
Caracas formó parte del proceso de integración y centralización administrativa
de las provincias que entraron bajo su jurisdicción, orientada –además de
resolver los problemas que causaba elevar los pleitos a Santo Domingo o
a Santa Fe– a controlar los funcionarios, limitar el poder detentado por la
aristocracia criolla, a intervenir en todos los asuntos de la sociedad venezolana.
La creación de un tribunal de justicia en el Cuzco estuvo estrechamente ligada
a las reformas introducidas en el virreinato peruano como consecuencia del
levantamiento de Túpac Amaru.45

45 Sobre el origen, organización y funcionamiento de las audiencias americanas, véase el clásico


estudio de Enrique Ruíz Guiñazú: op. cit.. Ejemplos de la intervención de estos tribunales en
44 Alí Enrique López Bohórquez

No es de nuestro interés referir todas las cuestiones que le fueron


tratadas o consultadas, pero está claro que la Audiencia, independientemente
de su actuación judicial, tuvo participación efectiva en materia de gobierno
y administración en sus más variados aspectos, que explican de por sí la
importancia de esta institución para el Estado español en América. Sin tener
jurisdicción, intervenía en los juicios y fueros militares; fiscalizaba la Real
Hacienda; asesoraba a su presidente, gobernador o virrey en los asuntos de
gobierno; tenía una autonomía determinante en su comunicación directa
con el rey, su Consejo y ministros de Indias para informarles sobre la
administración en general, y proponer soluciones acordes con el ejercicio
de la soberanía real. Ejercía un permanente control sobre las instituciones y
funcionarios de gobierno local, cualquiera que fuera su naturaleza; todo lo
cual le dio una autoridad legalmente reconocida, aunque en muchos casos
también cuestionada. Como podrá apreciarse a continuación, en el cuadro
que presentamos, el distrito y la organización de las audiencias americanas
variaron de acuerdo con su importancia, vinculada a las características
particulares de cada una de las sociedades donde fueron establecidas, y
sufrieron transformaciones en virtud de los cambios de política colonial
de interés para el Estado español. Cada Virreinato tuvo su respectiva
Audiencia; en seis Gobernaciones hubo tribunales de justicia con rango
audiencial; mientras que sólo tres magistraturas actuaron dependiendo de
sus respectivos centros de poder.

asuntos gubernativos y militares, además de la discusión historiográfica sobre sus atribuciones,


pueden apreciarse en el detallado trabajo de Fernando Muro Romero: Las Presidencias-Gobernaciones
en Indias (Siglo XVI). Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1975; y el excelente catálogo
biblio-hemerográfico de Santiago-Gerardo Suárez, antes citado.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 45

Cuadro 1
Creación, distrito y organización de las audiencias en América

AUDIENCIAS DISTRITO ORGANIZACIÓN

Santo Domingo Las Islas de Barlovento, la 1 presidente (gober-nador y


(1511) costa de Tierra Firme, y en capitán ge-neral), 4 oidores y
ellas las Gobernaciones de alcaldes del crimen, 1 fiscal, 1
Venezuela, Nueva Andalucía, alguacil mayor, 1 teniente chanc-
Río de Hacha (Gob. de Santa iller y personal subalterno.
Marta), y Guayana (Provincia
del Dorado) Partiendo términos
por el Sur con las audiencias: del
Nuevo Reino de Granada, Tierra
Firme, Guatemala y Nueva
España; por Occidente, con las
Provincias de la Florida.

Méjico en Nueva España Las Provincias de la Nueva 1 presidente (virrey, gobernador


(1527) España: Yucatán, Cozumel y y capitán general), 8 oidores
Tabasco; la costa del mar del 4 alcaldes del crimen,
Nor te y Seno Mejicano, 2 fiscales, uno civil y otro criminal,
hasta el cabo de la Florida; 1 alguacil mayor, 1 teniente
y por el mar del Sur, desde chanciller y personal subalterno
donde acaban los términos de
la Audiencia de Guatemala y
hasta donde comienzan los de
Galicia.

Panamá La Provincia de Castilla del 1 presidente (gobernador y


(1535) Oro, hasta Portobello; la ciudad capitán general), 4 oidores
de Nata; la Gobernación de y alcaldes del crimen, 1
Veragua. Por el mar del Sur, fiscal, 1 alguacil mayor, 1
hacia el Perú, hasta el Puerto de teniente chanciller y personal
Buenaventura, inclusive; y desde subalterno.
Portobello hacia Cartagena
hasta el río de Darién, el Golfo
de Urabá y Tier ra Fir me.
Partiendo términos: por Oriente
y el Sur con las audiencias del
Nuevo Reino de Granada y
46 Alí Enrique López Bohórquez

San Francisco de Quito; por


Occidente con la de Santiago
de Guatemala y por el Norte
y el Sur con los dos mares del
Norte y Sur.

Lima en el Perú La costa que va desde la ciudad 1 presidente (gobernador y


(1542) de Los Reyes de Lima hasta capitán general), 5 oidores y
el reino de Chile, inclusive, alcaldes del crimen. 1 fiscal,
hasta el Puerto de Paita. Por la 1 alguacil mayor, 1 teniente
tierra adentro a San Miguel de d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
Piura, Cajamarca, Chachapoyas, subalterno.
Mayobamba y los Motilones
inclusive, hasta el Callao.
Partiendo términos con los
límites de la Audiencia de la
Plata y la ciudad del Cuzco; por
el Norte con la Audiencia de
la Plata; por Occidente con las
regiones no descubiertas.

Santiago de Guatemala en la Las Provincias de Guatemala, 1 presidente (gobernador y


Nueva España Nicaragua, Chiapa, Higueras, capitán general), 5 oidores y
(1543) Cabo de Honduras, Vera Paz alcaldes del crimen, 1 fiscal,
y Soconusco, y las islas de la 1 alguacil mayor, 1 teniente
costa. Partiendo términos: por d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
Oriente con la Audiencia de subalterno.
Tierra Firme; por Occidente
con la de la Nueva Galicia;
y por el Norte con la misma
Audiencia y el mar del Norte;
y por el Sur con el mar de ese
término.

Guadalajara de la Galicia en la La Provincia de la Nueva 1 presidente (gobernador y


Nueva España (1548) Galicia, Cullacán, Copala, capitán general), 5 oidores y
Colima y Zacatula, y los pueblos alcaldes del crimen, 1 fiscal,
de Avalos, Partiendo términos: 1 alguacil mayor, 1 teniente
por Oriente con la Audiencia d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
de Nueva España; por el Sur subalterno.
con el mar de ese término; y
por el Norte y Occidente con
las Provincias no descubiertas
ni pacificadas.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 47

Santa Fe en el Nuevo Reino de Las Provincias del Nuevo Reino, 1 presidente togado, 5 oidores
Granada (1549) (Fue erigida las de Santa Marta, Río de San y alcaldes del crimen, 1 fiscal,
posteriormente en Virreinato Juan y la de Popayán, excepto 1 alguacil mayor, y personal
en 1717, suprimido en 1723 los lugares que de ella están subalterno.
y restablecido en 1739; se le señalados a la Audiencia de
señaló por distrito, además del Quito; también toda la Provincia
de esta Audiencia, el de las de de Cartagena y de la Guayana
Panamá y Quito) o Dorado, todo lo que no
fuere de la de Santo Domingo.
Partiendo términos: por el
Sur con la Audiencia de Quito
y tierras no descubiertas; por
Occidente y el Norte con el
mar del Norte y provincias de
la Audiencia de La Española y
Audiencia de Tierra Firme.

De la Plata en la Provincia de La Provincia de Charcas y 1 presidente togado, 5 oidores


Charcas (1559) todo el Callao desde el pueblo y alcaldes del crimen, 1 fiscal,
de Ayabirí por el camino de 1 alguacil mayor, y personal
Hurcosuyo, desde el pueblo subalterno.
de Asillo, por el camino de
Humasuyo, desde Atuncana
por el camino de Arequipa
hacia la parte de Charcas,
inclusive con las Provincias de
Sangabana, Carabaya, Lurios y
Dieguitas, Mo-yos, Chunchos y

Santa Cr uz de la Sier ra.


Partiendo términos: por el
norte con la Audiencia de Lima
y Provincias no descubiertas;
por el sur con la de Chile; y por
Oriente y Occidente con los
dos mares del Norte y del Sur y
línea de la demarcación entre las
coronas de Castilla y Portugal,
por la parte de la provincia de
Santa Cruz.
48 Alí Enrique López Bohórquez

San Francisco de Quito en La Provincia de Quito; y 1 presidente togado, 4 oidores


el Perú por la costa hacia la ciudad y alcaldes del crimen, 1 fiscal,
(1563) d e l o s Re y e s, e l p u e r t o 1 alguacil mayor, y teniente de
de Paita, Piura, Cajamarca, chanciller y personal subal-
Chanchapoyas, Mayo-bamba terno.
y Motilones: los pueblos de
Jaen, Valladolid, Loja, Zamora,
Cuencas, La Zarza, Guayaquil,
la Canela y Quijos. Por la costa
hacia Panamá hasta el puerto de
Buenos Aires; y tierra adentro:
Pasto, Popayán, Cali, Buga,
Chapanchica y Guachicona.
Partiendo términos: por el
Norte con la Audiencia del
Nuevo Reino de Granada y con
Tierra Firme; por el Sur con la
de los Reyes; por Occidente el
mar del Sur, y por Oriente las
Provincias aún no pacificadas
ni descubiertas.

Manila en las Filipinas La isla de Luzon o islas de 1 presidente (gobernador y


(1583) la Filipina; Archipiélago de capitán general), 4 oidores y
la China y su Tierra Firme alcaldes del crimen, 1 fiscal,
descubierta y por descubrir. 1 alguacil mayor, 1 teniente
d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
subalterno.

Santiago de Chile El reino de Chile con las 1 presidente (gobernador y


(1563) ciudades, villas, lugares y capitán general), 3 oidores y
(Suprimida en 1573 y tierras que se incluyan en el alcaldes del crimen, 1 fiscal,
restablecida en 1606) gobierno de aquella provincia 1 alguacil mayor, 1 teniente
dentro y fuera del Estrecho d e ch a n c i l l e r y p e r s o n a l
de Magallanes, y tierra adentro subalterno.
hasta la Provincia de Cuyo.

Buenos Aires Las Provincias del Río de la 1 presidente (gobernador y capitán


(1661) (Suprimida en 1672; Plata, Paraguay, Tucumán y sus general), 3 oidores y alcaldes
restablecida en 1776) Se ciudades anexas. del crimen, 1 fiscal, 1 alguacil
modificó su personal al crearse mayor, 1 teniente de chanciller
el Virreinato de la Plata46 y personal subalterno.

46

46 Recopilación… Libro II, Título XV, Leyes 1-13.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 49

Caracas Las Provincias de Maracaibo, 1 presidente (gobernador y


(1786) Venezuela, Guayana, Cumaná, capitán general), 1 regente,
Margarita e Isla de Trinidad, 3 oidores y 2 fiscales, (civil
anteriormente bajo la jurisdicción y criminal), y personal
del Virreinato de la Nueva subalterno.47
Granada y la Audiencia de Santo
Domingo.

Cuzco La ciudad del Cuzco y Provincias 1 decano regente, 3 oidores y 1


(1787) inmediatas, anteriormente en fiscal, y personal subalterno.48
los distritos de las audiencias
de Lima y Charcas. A partir de
1796 se le agregó la Intendencia
de Puno.

47 48

En cuanto a una clasificación de las audiencias deben tomarse en


cuenta aspectos político-legislativos, organizativos y jurisdiccionales, ya que
en lo jurídico tuvieron las mismas facultades y guardaron una total autonomía
en el distrito de su competencia, lo cual impedía apelación de una a otra. La
distinción generalizada estuvo dada en la propia Recopilación de 1680 en
audiencias virreinales, pretoriales y subordinadas. En lo político-legislativo,
las virreinales estaban presididas por el virrey (en el siglo XVI las de México
y Lima y en el siglo XVIII las de Santa Fe y Buenos Aires). La reunión de
la Audiencia con su presidente en los asuntos gubernativos se denominaba
Real acuerdo, y sus resoluciones o autos acordados, eran de obligatorio
cumplimiento. Por su parte, las pretoriales se regían por el gobernador y
capitán general, con las mismas facultades del virrey en su distrito, sin estar
bajo la subordinación de éste (en los siglos XVI y XVII Santo Domingo,
Guatemala, Santa Fe –mientras no fue virreinal–, Buenos Aires –antes
de crearse el virreinato del Río de la Plata– y Panamá; y en el siglo XVIII
Caracas y Cuzco). Las audiencias subordinadas dependían en materia de
gobierno, hacienda y guerra del virrey inmediato, pero con autonomía judicial
(Guadalajara del virrey de Nueva España, Charcas y Quito del virrey del Perú,
y Chile del mismo virrey hasta crearse el Virreinato de la Plata).

47 A.G.I. Caracas, 165. Real Cédula del 8 de diciembre de 1786, comunicando al gobernador y capitán
general de la Provincia de Venezuela sobre la creación de la Audiencia.
48 Enrique Ruiz Guiñazú: op. cit. , pp. 132–137.
50 Alí Enrique López Bohórquez

Con respecto a su organización, las virreinales, por la importancia


política y amplitud de su jurisdicción, tenían mayor número de funcionarios:
8 oidores, 4 alcaldes del crimen, 2 fiscales (civil y criminal), 1 alguacil mayor,
1 teniente de chanciller y personal subalterno. Mientras que las pretoriales
y subordinadas, por controlar territorios menores, estaban compuestas de
un número menor de funcionarios: 3 a 5 oidores, que también eran alcaldes
del crimen, y demás funcionarios de las anteriores. En 1776 se creó el
cargo de regente para todas las audiencias (Véanse los cambios operados
en 1776 y 1788 en la tabla 1). En lo jurisdiccional, si observamos el cuadro
de las audiencias, notaremos que las virreinales controlaban territorios
de importancia económica y de mayor extensión que las pretoriales y las
subordinadas. La legislación establecía los límites, por cierto muy imprecisos,
que correspondían a cada Audiencia. De lo expuesto, puede inferirse que
el término Audiencia tuvo en la legislación indiana una doble acepción: en
primer lugar, se llamó Audiencia a la jurisdicción administrativa básica del
imperio colonial español en América; es decir, a un territorio delimitado en
el cual se establecían instituciones políticas, militares, judiciales, económicas
y religiosas, y que se utilizó como medio de integración de las regiones,
sirviendo de base a las futuras naciones latinoamericanas. En segundo lugar,
se denominó Real Audiencia al cuerpo colegiado o tribunal encargado de
administrar justicia en una jurisdicción audiencial.

Las reformas borbónicas en las Reales Audiencias

El régimen borbónico introdujo modificaciones en la estructura


burocrática heredada de los Habsburgos. La selección de ministros
experimentados en el manejo de la justicia y la ampliación de las plazas
caracterizaron la nueva organización de las audiencias americanas. La
eliminación de la venta de cargos judiciales en 1750 permitió a la corona
escoger directamente los nuevos magistrados, quienes social, educativa y
profesionalmente fueron diferentes a los seleccionados antes de dicho año. A
partir de entonces el ascenso a las audiencias estuvo basado en un escalafón
de méritos y servicios. El interés se puso en letrados desligados de la nobleza
española y americana, hombres versados en asuntos judiciales a través de la
enseñanza en universidades, de la práctica en tribunales y en otros cargos
menores tanto en España como en América. Los años de ejercicio de los
jueces fueron reducidos y recompensados sus servicios con la promoción
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 51

a magistraturas coloniales de mayor prestigio o al Consejo de Indias.49 La


corona procuraba lograr equidad en la administración de justicia por medio
de funcionarios desvinculados socialmente del lugar donde ejercieran y
leales a las disposiciones emanadas del gobierno metropolitano. Luego
veremos que predominó la idea de que los ministros togados españoles
estaban en mejores condiciones para el logro de aquellos objetivos. El nuevo
criterio selectivo, aunque vigente desde 1751, alcanzó mayor auge durante
el gobierno de Carlos III (1759-1788) y continuó siendo la norma a seguir
bajo Carlos IV (1788-1808).
La ampliación de las plazas de las audiencias fue obra del ministro
de Indias José de Gálvez. Inmediatamente después de asumir el cargo
(26 de febrero de 1776) expuso a Carlos III la necesidad de reorganizar
burocráticamente el Consejo de Indias y las audiencias americanas, para
mejorar y agilizar la administración de justicia. En virtud del Real Decreto
del 11 de marzo del mismo año, se aumentaron las plazas de dicho Consejo,
de la Audiencia de Contratación de Cádiz, de las Reales audiencias de
América, y se creó para estas últimas el cargo de regente.50 Con fecha 6 de
abril de 1776 se despachó la Real Cédula que dio a conocer en América la
nueva planta de las audiencias.51 Veintisiete fueron las plazas creadas (10 de
regentes, 7 de oidores, 2 de alcaldes del crimen y 8 de fiscales del crimen),
elevando a cien el número de posiciones de los diez tribunales de justicia.

49 El estudio de Mark Burkholder y D. S. Chandler: From Impotence to Authority. The Spanish Crown and
the American audiencias, 1687-1808. Columbia, University of Missouri Press, 1977; pp. 119-124, revela
que los cambios ocurridos después de 1750 difieren considerablemente del período precedente.
De los doscientos peninsulares nombrados entre 1751 y 1808 sólo tres fueron miembros de
órdenes nobiliarias, lo cual evidencia la escasa vinculación con las familias nobles. Noventa y siete
españoles y cuarenta y cinco americanos habían tenido experiencia en el gobierno, universidades,
audiencias y asuntos judiciales antes de servir en las cortes indianas. Treinta y dos peninsulares
fueron recompensados por sus servicios con la incorporación a la Orden de Carlos III. Diecinueve
regentes obtuvieron la Cruz de dicha orden y otros seis ministros fueron nombrados caballeros
de la misma. Doce regentes fueron al Consejo de Indias y uno al de Castilla. La mayoría de los
magistrados estudiaron fuera de las universidades de Salamanca, Alcalá, Valladolid (España) y
San Marcos (Lima), de donde tradicionalmente procedían los ministros de las audiencias antes
de 1750.
50 Parte dispositiva del Real Decreto de 11 de marzo de 1776 en José Manuel de Ayala: Diccionario
de Gobierno y Legislación de Indias. Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1929, II, p.
57.
51 A. G. I. Indiferente General, 829 y A. G. N. (Caracas), reales cédulas, Tomo II, fol. 209: Cédula General
para que en los Reinos de América se haga notoria la nueva planta que S. M. Se ha servido dar a
este Consejo y a las Reales audiencias de aquellos distritos (Madrid, 6 de abril de 1776).
52 Alí Enrique López Bohórquez

Las de México y Lima contaban ahora con dieciocho magistrados, mientras


que en Charcas, Chile, Guadalajara, Guatemala, Manila, Quito, Santa Fe y
Santo Domingo éstos eran aumentados a ocho. (Véase Tabla 1).
La burocracia de las audiencias continuó expandiéndose en los diez
años siguientes al decreto de 1776. Por los muchos negocios que pasaban
por el tribunal de Santa Fe fue establecida en 1778 una nueva plaza de
oidor.52 En 1779 se creó la Fiscalía de Hacienda en México. La Real Cédula
de erección de la magistratura de Buenos Aires dispuso que para evitar
gravamen a la real hacienda, cuatro de las seis plazas se proveyeran, por
primera vez, con ministros de las audiencias de Charcas, Chile y Lima, cuya
jurisdicción había quedado disminuida. En 1787, la fiscalía de Buenos Aires
fue dividida en dos, una para lo civil y otra para lo criminal.53 La creación
de las audiencias de Caracas y del Cuzco implicó otros diez empleos; todo
lo cual, descontando las cuatro de Buenos Aires, sumaba quince nuevas
plazas para un total de ciento quince hacia 1787. Comparadas con las setenta
y tres existentes antes de la reforma de 1776, representaron no sólo una
nueva estructura burocrática de las audiencias, sino también una apreciable
inversión en salarios extraídos exclusivamente de la economía americana.
(Véase Tabla 2).
Además del aumento de los oidores, alcaldes del crimen y fiscales,
la reforma de 1776 creó la función de regente. Desde el siglo XVI existía
el oficio en las audiencias de Sevilla, Galicia y Canarias. Con los decretos
de nueva planta de Felipe V, las de Asturias, Aragón, Cataluña, Valencia y
Mallorca tuvieron también un regente presidente en lo judicial al lado de un
capitán general, presidente en lo político.54 Esta combinación presidencial
sería el modelo aplicado en las Reales audiencias de América y Filipinas,
a través de la cédula de 20 de junio de 1776 que precedía la Instrucción
reguladora de las funciones del regente.55 El tema ha sido escasamente

52 José Manuel de Ayala: Diccionario…,Tomo II, p. 58.


53 Ricardo Levene: Historia del Derecho Argentino. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft, 1946, Tomo III,
pp. 396-397.
54 Novísima Recopilación de las Leyes de España. Madrid, Antonio de San Martín Editor, 1872, Libro V, Títulos
II-X.
55 A. G. I. Indiferente General, 379: Instrucción de lo que deben observar los regentes de las Reales
audiencias de América: sus funciones, regalías, cómo se han de haber con los virreyes y presidentes,
y estos con aquellos (Aranjuez, 20 de junio de 1776).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 53

estudiado, si se considera el número de audiencias que entonces existían


en territorio americano, y no se conocen con exactitud las razones que
indujeron al ministro José de Gálvez a incluir en la nueva planta de las
audiencias el puesto de regente.56 Ni la cédula de creación ni la instrucción
definieron con claridad la naturaleza del nuevo magistrado. Se ha dicho que
su establecimiento estuvo orientado a disminuir las amplias atribuciones
de virreyes y gobernadores en materia de justicia, y para que sirvieran de
intermediarios entre éstos y la Audiencia.57 Sin embargo, en varios aspectos,
la intención logró poco alcance. De los 78 artículos de la Instrucción,
32 hacían énfasis en cuestiones ceremoniales, honores y distinciones
que se debían hacer a los regentes; 14 se referían a las relaciones con los
virreyes y otras autoridades; ninguno demostraba un interés por reducir
las facultades de los presidentes. El resto trataba sobre el régimen interno
de los tribunales y aspectos generales de la Instrucción. Por otro lado, las
autoridades ejecutivas continuaron detentando la presidencia de las cortes.
El real acuerdo, reunión del virrey o gobernador con los ministros, siguió
teniendo importancia, y algunas de las decisiones del regente requerían ser
confirmadas por dichos presidentes.58

56 Manuel Salvat Monguillot: “La Instrucción de regentes”, Revista Chilena de Historia del Derecho, 3
(Santiago, 1964), pp. 37-69, breve estudio y reproducción de la Instrucción. Ricardo Levene: Historia
del Derecho Argentino, Tomo II, pp. 245-246 y José Maria Ots Capdequi: Historia del Derecho de España
en América y el de Derecho Indiano. Madrid, Editorial Aguilar, 1969, pp. 69-72, solamente extractan los
artículos de la Instrucción. Sobre algunos regentes véanse José María Mariluz Urquijo: “Las Memorias
de los regentes de la Audiencia de Buenos Aires”, Revista del Instituto de Historia del Derecho, 1 (1949),
pp. 19-26, y el estudio biográfico de Felipe A. Barreda: Manuel Pardo Ribadeneira, regente de la Real
Audiencia del Cuzco. Lima, 1954. Interesante monografía, que analiza detalladamente la Instrucción, su
aplicación en la Audiencia mexicana y relación de sus regentes, es el artículo de José Luis Soberanes
Fernández: “El Estatuto del regente de la Audiencia de México (1776-1821)”, Anuario de Estudios
Americanos, XXXII (1975), pp. 415-446 y “La reforma judicial de 1776 en México”, Revista de Derecho
Procesal Iberoamericano (Madrid, 1977), pp. 237-255. Una muestra de la concentración de los poderes
político y judicial en los gobernadores, es el estudio de Demetrio Ramos Pérez: “El presidente de
la Real Audiencia de Caracas, en su fase inicial y su intento de concentración de todos los poderes”,
en Estudios de Historia Venezolana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1976, pp. 751-782.
57 Clarence H. Haring: op. cit., pp. 122-123; Enrique Ruiz Guiñazú: op. cit., p. 246; Ricardo Levene:
Ibid., II, p. 250; José Luis Soberanes Fernández: Ibid., p. 416; Mario Góngora: Studies in the Colonial
History of Spanish America. Cambridge University Press, 1975, p. 172; y Demetrio Ramos Pérez:
Ibid., p. 751.
58 El estudio más comprensivo sobre los regentes de las audiencias es el de Eduardo Martiré: Los
regentes de Buenos Aires. La reforma judicial indiana de 1776. Buenos Aires, Universidad de Buenos
Aires, 1981. No coincidimos en cuanto al objetivo de la reforma, pues este autor sostiene que
consistió en “independizar a las audiencias de la tutela del presidente y en lograr una mayor
centralización a través del regente”. Creemos haber demostrado, sobre la base de la legislación y
54 Alí Enrique López Bohórquez

Parece más clara la idea de que el cargo fue creado para regular
internamente las audiencias, lo que no era del todo novedoso. Con excepción
del aspecto ceremonial, desde el siglo XVI los oidores decanos (o más
antiguos) ejercían la mayoría de las atribuciones concedidas a los regentes
en la Instrucción. Esta señala en el artículo 61 que “las facultades de los
Decanos de las audiencias quedarán en adelante refundidas en los regentes;
y en ausencia o falta de éstos, volverán los decanos según y en la forma que
se conceden a los regentes”. Estos representaron, por tanto, un funcionario
más dentro de la Audiencia con las mismas atribuciones generales de los
otros magistrados, aunque detentando ahora prerrogativas protocolares
y facultades ligeramente ampliadas. La falta de autoridad de los regentes
frente a los presidentes (virrey o gobernador) y ministros de la Audiencia
fue expuesta en 1782 por Vicente de Herrera y Rivero, regente del tribunal
mexicano. En su “Plan para la mejor administración de justicia en América”,
Herrera criticaba que la presidencia de las audiencias recayera en militares
y expresaba la necesidad de separarlos de la institución. Alegaba que el
desconocimiento de cuestiones jurídicas de aquellas autoridades era fuente
de permanentes arbitrariedades en sus relaciones con la Audiencia. Esto
evidenciaba que seis años después de creadas las regencias, la potestad de
los presidentes permanecía invariable.
En cuanto a los regentes, clamaba Herrera por la presidencia
exclusiva de ellos, la necesidad de aclarar algunos aspectos de la
Instrucción y la ampliación de sus facultades, pues éstas se habían
reducido al …“gobierno económico interior de los tribunales, y
si en él o fuera faltaban en algo los ministros, no tienen declarada

el caso de Caracas, que tal independencia no ocurrió; la lectura de este trabajo nos advierte que
la situación tendió a repetirse en la mayoría de las audiencias, incluyendo la de Buenos Aires,
estudiada por Martiré.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 55

Tabla 1
Reformas burocráticas de las audiencias de América y de Filipinas
en 1776 y 1788

Audiencias Regentes Oidores Alcaldes del Fiscales Total


crimen Ministros
a b c a b c a b c a b c a b c

Buenos Aires - - 1 - - 5 - - 2 - - 8
Caracas - - 1 - - 3 - - 1 - - 5
Charcas - 1 1 5 5 4 1 2 1 6 8 6
Chile - 1 1 5 5 4 1 2 1 6 8 6
Cuzco - - 1 - - 3 - - 1 - - 5
Guadalajara - 1 1 4 5 4 1 2 1 5 8 6
Guatemala - 1 1 5 5 4 1 2 1 6 8 6

Lima - 1 1 8 10 8 4 5 4 2 2 2 14 18 15
Manila - 1 1 5 5 4 1 2 2 6 8 6
México - 1 1 8 10 8 4 5 4 2 2 2 14 18 15
Quito - 1 1 4 5 4 1 2 1 5 8 6
Santa Fé - 1 1 5 5 5 1 2 2 6 8 8
Santo - 1 1 4 5 3 1 2 1 5 8 5
Domingo

Total 10 13 53 60 59 12 20 18 73 100 98

a: Antes de 1776 b: A partir de 1776 c: A partir de 1778

Fuentes: A.G.I. Indiferente General, 829 y A.G.N. (Caracas), Sección reales cédulas. Tomo II, Fol. 209: Real
Cédula de 6 de abril de 1776; Sección Real Hacienda, Tomo CDXLIX, Fol. 41: Real Orden de 7 de abril
de 1788.
56 Alí Enrique López Bohórquez

Tabla 2
Reforma de salarios y Presupuesto General de las audiencias de América
y Filipinas Introducida por José Gálvez y Antonio Porlier

Alcaldes Presupuesto
Regente Oidores c/u crimen c/u Fiscales c/u General

Audiencias 1787 -1788 1787 -1788 1787 -1788 1787 -1788 1781 1788

Buenos Aires 6.000 -5.250 4.466 -3.500 4.430 -3500 32.726 -29.750
Caracas 5.000 -4.300 3.300 -3.300 3.300 -3.300 19.726 -17.500
Charcas 9.720 -5.860 4.860 -4.860 4.860 -4.860 43.740 -30.160
Chile 9.720 -5.860 4.860 -4.860 4.860 -4.860 43.740 -30.160
Cuzco 9.000 -5.000 4.500 -4.000 4.500 -4.000 27.000 -21.000
Guadalajara 6.600 -6.600 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -23.100
Guatemala 6.600 -4.300 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -20.800
Lima 10.000 -7.500 5.000 -5.000 5.000 -5.000 5.000 -5.000 95.000 -77.500
Manila 7.000 -4.500 3.500 -3.500 3.500 -3.500 31.500 -25.500
México 9.000 -6.750 4.500 -4.500 4.500 -4.500 4.500 -4.500 85.500 -69.750
Quito 6.600 -6.600 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -23.100
Santa Fe 6.600 -4.950 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -28.050
Santo 6.00 -4.300 3.300 -3.300 3.300 -3.300 29.700 -17.500
Domingo
Total: 529.906 -413.870

Nota: Los salarios correspondientes al año 1787 representan la reforma de José de Gálvez en 1776 y
la creación de las audiencias de Buenos Aires (1782), Caracas (1786) y Cuzco (1787): Los salarios en
1788 constituyen la reforma de Antonio Porlier en 1788.

Fuente: A.G.N. (Caracas), Real Hacienda, Tomo CDXLIX, fol. 41: Reglamentos para las audiencias de
América (4 de mayo de 1788).

facultad alguna para reprenderlos, castigarlos o informar de ellos a S.M.”


Años más tarde, el virrey de Nueva España, segundo conde de Revillagigedo,
corroboraría lo dicho por el regente Herrera al señalar en el informe a su
sucesor que

… leyendo V.E. la Instrucción (…) observará que casi todos los capítulos
tratan sobre ceremonias y distinciones, de modo que más parece que se pensó en
formar unos entes autorizados, que en crear unos ministros útiles. Los decanos
ejecutaban antes con igual buen suceso, casi todas las gestiones cometidas ahora
a los regentes, excepto algunas que tampoco se han puesto en práctica, porque
se ha hallado invencible dificultad en ellas.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 57

Las opiniones de Herrera y Revillagigedo constituyen juicios autorizados


para refutar la idea de que el cargo de regente disminuyó totalmente la
intervención de los virreyes y gobernadores en materia de justicia. Si ésta
fue la intención de Gálvez, bien pudo conceder la presidencia exclusiva a
los regentes de las audiencias creadas durante sus gestiones como ministro
de Indias. Sin embargo, al virrey del Río de la Plata y a los gobernadores de
Caracas y del Cuzco se les concedió la atribución presidencial.
El origen predominantemente español de los regentes demuestra que
la reforma, inicialmente referida al orden interno de las audiencias y a sus
relaciones con las autoridades ejecutivas, terminó siendo una actitud socio-
política de un programa ampliado destinado a reducir la participación de los
criollos en la administración pública, y a la preparación de funcionarios para
las magistraturas españolas relacionadas con América, fundamentalmente
para el Consejo de Indias. Con el aumento de los ministros, su rigurosa
selección y el incremento de sus salarios, pretendió José de Gálvez reforzar
la autoridad real, así como también ejercer mejor control sobre las audiencias
indianas. Buscaba, además, mejorar la calidad y probidad en la administración
de justicia. Esta última pretensión del ministro de Carlos III no tuvo los
resultados esperados, pues la corrupción y parcialidad continuaron siendo
características resaltantes en algunos tribunales. La idea de controlarlos
logró desarrollarla Gálvez con resultados positivos, acentuando, como luego
veremos, la política discriminatoria de letrados americanos iniciada por el
secretario de Fernando VI, Julián de Arriaga.
Muerto José Gálvez, en 1787, Carlos III transfirió los asuntos
judiciales del Ministerio de Indias al de Gracia y Justicia, a cargo de Antonio
Porlier. Este presentó a la Junta de Estado un “Reglamento de Plazas y
Sueldos de ministros de las audiencias de América e Islas Filipinas”, el cual
fue aprobado por Real Cédula de 27 de abril de 1788. El precepto incluía
dos reglamentos: el primero recogía exactamente la nueva planta introducida
por Gálvez en 1776 y la de las nuevas audiencias con sus respectivos
presupuestos, pero no indicaba las plazas establecidas posteriormente en
Santa Fe, México y Buenos Aires; el segundo reglamento transformó la obra
de Gálvez, disminuyendo el número de magistrados y sus correspondientes
salarios. Los ministros fueron reducidos a 98 y el presupuesto general de
las audiencias recortado en un 21 por ciento (véanse tablas 1 y 2). El nuevo
reglamento entraba en vigencia a medida que fueran quedando vacantes los
cargos hasta llegar al límite establecido para cada tribunal. Si bien se producía
58 Alí Enrique López Bohórquez

un cambio en la estructura interna de las audiencias, no ocurría lo mismo con


la selección del personal. La discriminación de abogados americanos para las
plazas, emprendida por Arriaga e intensificada por Gálvez, se mantendría
casi en los mismos términos hasta el final del período colonial.
Capítulo II
Creación y organización de la Real Audiencia de Caracas
para el mejor gobierno de Venezuela

La administración de justicia en Venezuela antes de la creación de


la Real Audiencia de Caracas

Como hemos señalado, la administración de justicia colonial, como


todas las funciones públicas, emanaba de la autoridad del rey, y como
tal era designada justicia real. La distancia, las comunicaciones difíciles
y la necesidad de garantizar la soberanía española sobre las posesiones
americanas determinaron la delegación de la autoridad judicial en
instituciones y funcionarios, que no sólo se encargaron de aplicarla a los
diversos sectores de la sociedad, sino que también, en la mayoría de los
casos, tuvieron facultades políticas, militares, administrativas y económicas,
que en su conjunto constituyeron una estructura burocrática destinada a
mantener el vínculo colonial. En el caso de Venezuela, antes de la creación
de la Real Audiencia de Caracas se aprecia la existencia de un conjunto de
funcionarios e instituciones encargados de la administración de justicia civil,
militar, mercantil y eclesiástica. Algunas de ellas de vieja data, instaurada
a medida que se producía el proceso de conquista y colonización durante
la dinastía de los Habsburgos; otras establecidas en el último cuarto del
siglo XVIII, en el contexto de las reformas de los Borbones, dependiendo
60 Alí Enrique López Bohórquez

tanto los funcionarios como las instituciones colegiadas del rey y de sus
organismos asesores para asuntos americanos en materia de justicia.59
En la jerárquica estructura judicial venezolana encontramos, en
primer término, a los alcaldes ordinarios de los ayuntamientos o cabildos
de las villas y ciudades de las provincias de Venezuela, Nueva Andalucía,
Guayana, Margarita, Trinidad y Mérida de Maracaibo. Esta institución, al
igual que en España y en toda América, estuvo destinada al gobierno local
de las ciudades y villas importantes, en las áreas específicas de justicia y
regimiento, cumpliendo así atribuciones políticas, administrativas, legislativas
y judiciales. Sus funcionarios más importantes, los alcaldes ordinarios, eran
los encargados de administrar justicia ordinaria en primera instancia, tanto
civil como criminal, en las jurisdicciones de sus respectivos ayuntamientos,
como quedó establecido en la Ley I, Título III, Libro 5 de la Recopilación
de 1680. De sus decisiones se apelaba ante la institución en pleno, a los
correspondientes corregidores, tenientes de justicia mayor, gobernadores o
a las Reales audiencias de Santo Domingo o Santa Fe, cuando las provincias
coloniales venezolanas estuvieron en distintos momentos bajo la jurisdicción
de esas magistraturas60.
Como es conocido, el actual territorio venezolano estuvo integrado
por las provincias o gobernaciones antes señaladas Al frente de cada una
de ellas se encontraba un gobernador y capitán general, quien ejercía la
máxima autoridad en el orden de gobierno, con atribuciones gubernativas,
judiciales, legislativas y militares. En materia judicial, el gobernador conocía
en primera instancia de asuntos civiles y criminales en los términos de su
jurisdicción, con el asesoramiento de un letrado denominado teniente

59 Parte de la información que insertamos sobre este aspecto procede del Proyecto de Investigación
“La Administración de Justicia en Venezuela (Período Colonial)”, coordinado por el Dr. Horacio
López Guédez, auspiciado por el Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de
la Universidad de Los Andes (H-136-87), con la participación de Alí Enrique López Bohórquez,
Ildefonso Méndez Salcedo y Ana Julia Romero.
60 Tanto los alcaldes ordinarios como el Cabildo en general no han sido estudiados en el contexto
de sus respectivas funciones y atribuciones. Para el conocimiento de lo escrito sobre la institución
remitimos al trabajo de Robinzon Meza: Historiografía del Cabildo Colonial. Mérida, Grupo de
Investigación sobre Historiografía de Venezuela/CDCHT/Universidad de Los Andes, 1996. En
la presentación a este libro decíamos: …“el autor además del comentario que orienta el contenido
de los libros, artículos, ponencias y ediciones documentales incluidos, asume su posición crítica
frente a esa historiografía, lo cual permite afirmar que el Cabildo de las distintas provincias
coloniales de Venezuela no ha sido prácticamente estudiado, siendo el de Caracas el que mayor
atención ha recibido”…, p. 6.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 61

de gobernador y auditor de guerra, constituyéndose así el tribunal de


gobierno. Al gobernador de la Provincia de Venezuela le correspondía la
presidencia de la Real Audiencia de Caracas, tribunal que le asesoraba en
los asuntos de su competencia. De las decisiones de los gobernadores se
podía apelar en segunda instancia ante la Audiencia. El gobernador, en su
condición de capitán general, era el jefe supremo en materia militar, por
lo que le correspondía también esa jurisdicción tanto civil como criminal,
sobre el personal con fuero militar cuando se trataba de efectivos de baja
graduación, mientras que para los de mayor jerarquía convocaba a un consejo
de guerra, que sentenciaba definitivamente. El teniente de gobernador
en su carácter también de auditor de guerra era el encargado de conocer
y sustanciar estas causas, y asesoraba al gobernador sobre las sentencias
correspondientes.61
Dada la extensión territorial de las provincias, los gobernadores
delegaron su función de administrar justicia en funcionarios como el
corregidor y el teniente justicia mayor. Debido a que en el período que
estudiamos el corregidor62 había sido prácticamente sustituido por el
teniente justicia mayor, nos referiremos en particular a este magistrado
local, dejando establecido que no existe una diferenciación abierta entre
ambos funcionarios, en cuanto a sus funciones y atribuciones. El teniente
justicia mayor era un funcionario nombrado por el gobernador para el

61 Existen estudios dispersos sobre las respectivas gobernaciones coloniales venezolanas, en las
que escasamente se trata el tema de la administración de justicia por parte de los gobernadores y
capitanes generales y sus asesores letrados. Guillermo Morón es el historiador que ha dado una
visión general sobre estas instituciones: Historia de Venezuela. Caracas, Italgráfica, 1971, Tomo
III: “La Estructura Provincial”; Héctor García Chuecos en Siglo XVIII Venezolano. Caracas,
Ediciones Edime, s/f; y Luis Alberto Sucre en gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela. Caracas,
Cuatricentenario de Caracas, 1964. Estos autores registran información sobre la actuación de
los distintos gobernadores de la Provincia de Venezuela, haciendo referencia sobre algunas de
sus actuaciones en materia de justicia. Aunque se trata de un estudio que analiza historiográfica
y documentalmente el problema de la Capitanía General de Venezuela, el trabajo de grado de
Ildefonso Méndez Salcedo: La Capitanía General de Venezuela, 1777-1821. Una revisión historiográfica,
legislativa y documental sobre el carácter y la significación de su establecimiento. Caracas, Universidad Católica
Andrés Bello, 2001 (Trabajo de grado para optar a la Maestría en Historia de Venezuela), contiene
amplia información sobre los estudios realizados acerca de las provincias coloniales venezolanas.
Este trabajo fue luego publicado en Caracas, Universidad Católica Andrés Bello/Grupo de
Investigación sobre Historiografía de Venezuela/Universidad de Los Andes, 2002.
62 Al respecto véase, Ambrosio Perrera: “Usanza de los términos Corregimientos y corregidor en
la Gobernación de Venezuela” y Ermila Troconis de Veracoechea: “El Corregimiento de Indios
de El Tocuyo en los Siglos XVII y XVIII”, ya citados.
62 Alí Enrique López Bohórquez

desempeño de sus mismas funciones en ciudades, villas y pueblos de la


respectiva provincia, y se juramentaba ante la Audiencia o ante el Cabildo
de la ciudad o villa donde iba a residir. En materia de justicia conocía de
asuntos civiles y criminales en primera instancia entre particulares, y de los
conflictos de éstos con las autoridades locales. Asimismo, el teniente justicia
mayor sustanciaba y determinaba cualquier causa que le encomendara la
Audiencia, y era el encargado de ejecutar las sentencias del supremo tribunal.
Conocía de las apelaciones en segunda instancia de las decisiones de los
alcaldes ordinarios y, en cuanto a justicia militar, colaboraba con el capitán
general y su auditor de guerra.63
La Intendencia de Ejército y Real Hacienda de Venezuela fue creada
por Real Cédula del 8 de diciembre de 1776. Tenía injerencia en los ramos
de hacienda, justicia, policía y guerra, con jurisdicción en las provincias
antes señaladas. Como jefe supremo del ramo de hacienda al intendente se
le concedió la jurisdicción contenciosa en todas las dependencias de rentas
y las demás que estuvieran relacionadas con la Real Hacienda, para lo cual
los gobernadores debían prestar todo el auxilio necesario, y asesorarse con
un letrado que garantizara la más recta administración de justicia. Conocía,
igualmente, de las causas civiles y criminales de sus dependientes, cuando
las mismas procedían de sus oficios o por causas de ellos. En razón de la
extensión de su jurisdicción y la localización del intendente en Caracas, éste
compartía su administración de justicia con los subdelegados de Intendencia
y, bajo esta misma condición, con los gobernadores de las provincias de
Maracaibo, Cumaná, Margarita, Guayana, Barinas y Trinidad. Esta última
hasta 1797 por la cesión que se hizo a los ingleses. Sus decisiones en
instancia contenciosa de hacienda y economía de guerra podían apelarse
ante la Junta de Hacienda.64

63 Sobre este funcionario véase, Gilberto Quintero: El teniente Justicia mayor en la Administración
Colonial Venezolana. Aproximación a su Estudio Histórico Jurídico. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1996 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 231). Otro estudio sobre la
actuación de este funcionario es el de Robert Ferry: “La esclavitud, el contrabando y los Tenientes
de Justicia. Control del interior de Caracas en el siglo XVIII”, en Memoria del Congreso Bicentenario
de Simón Bolívar. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1985, Tomo II, pp. 99-141.
64 Sobre esta institución véase, en particular, el Estudio Preliminar de Gisela Morazzani de Pérez-Enciso a la
Real Cedula de Intendencia de Ejército y Real Hacienda. Diciembre 8 de 1776. Caracas, Ediciones de la Presidencia de
la República, 1976, pp. XXV-LV, y Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial de Venezuela. Caracas, Italgráfica,
1973, Tomo II, pp. 1-30.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 63

El Real Consulado de Caracas, creado por Real Cédula del 3 de junio


de 1793, estaba integrado por un prior; dos cónsules, nueve consiliarios
y un síndico, todos con sus respectivos tenientes, además de un contador
y un tesorero, cargos ejercidos alternativamente por mercaderes y
hacendados, con predominio de estos últimos, mayoritariamente criollos,
y que en sus respectivas funciones constituyeron un Tribunal de Justicia
y una Junta de Gobierno. Sus actividades específicas eran “la más breve y
fácil administración de justicia en los pleitos mercantiles, y la protección
y fomento del comercio en todos sus ramos”. Comprendía la misma
jurisdicción de la Intendencia y de la Audiencia, con diputados especiales
en los Puertos de Cabello, Coro, Maracaibo, Cumaná, Guayana, y en las
islas de Trinidad (hasta 1797) y Margarita. En materia de justicia el Real
Consulado se convertía en Tribunal compuesto del prior y los cónsules,
quienes conocían privativamente de todos los pleitos y diferencias que
ocurrieran entre comerciantes o mercaderes, sus compañeros y factores,
sobre sus negociaciones de comercio, compras, ventas, cambios, seguros,
cuentas de compañía, fletamentos de navíos, factorías y demás de que
conocía el Consulado de Bilbao, ajustándose también a sus ordenanzas, a las
Leyes de Indias o en su defecto a las de Castilla. Las audiencias se celebraban
martes, jueves y sábado de cada semana. La mayoría de los juicios eran
verbales, exigiéndose que los mismos fueran sustanciados y determinados
brevemente, sin informes ni alegatos de abogados.
Sólo cuando los asuntos eran de difícil prueba se permitía el uso
de escritos y documentos probatorios, o cuando existían dificultades de
interpretación jurídica por parte de los jueces consulares, quienes recurrían a
un asesor letrado o a los consiliarios que, por su conocimiento y experiencia,
auxiliaban al prior y a los cónsules para administrar rectamente la justicia.
En los pleitos que pasaban de ochocientos pesos se admitía el recurso
de apelación ante el Tribunal de Alzada, compuesto del intendente y dos
colegas del Consulado nombrados por él mismo, hombres de caudal
conocido, prácticos, de buena opinión y fama, y conocedores de las
materias de comercio. Las sentencias de los jueces consulares se ejecutaban
breve y sumariamente por medio del portero alguacil y demás ministros
nombrados por el prior y los cónsules. El establecimiento del Tribunal
del Real Consulado de Caracas originó diversos conflictos jurisdiccionales
con el intendente, los gobernadores de su distrito y la Audiencia, para lo
cual se disponía en sus ordenanzas que si el conflicto no podía resolverse
64 Alí Enrique López Bohórquez

amigablemente, debía recurrirse al regente de la Audiencia, quien en calidad


de juez de competencia debía decidir sobre la jurisdicción que conocería
del asunto. De las sentencias del Tribunal del Consulado o del Tribunal de
Alzada sólo podía interponerse el recurso de nulidad o injusticia notoria
ante el Real y Supremo Consejo de Indias, el cual determinaba en arreglo
a las leyes.65
Además de la administración de justicia civil, militar y mercantil, existió
una jurisdicción eclesiástica, que estuvo representada en el Tribunal Episcopal
y en los comisarios del tribunal de la Santa Inquisición. El Tribunal Episcopal,
de acuerdo con las “Constituciones Sinodales” establecidas por el Sínodo
Diocesano de Caracas en 1687, era un tribunal encargado de administrar
justicia en las causas criminales, beneficiales, matrimoniales y decimales.66
El fuero eclesiástico comprendía tanto clérigos como seculares, incluyendo
a los indígenas. Los clérigos podían ser suspendidos de su oficio y hasta
recluidos en monasterios por los delitos de simonía, relaciones sexuales,
incesto, rapto de mujer, usura, quebranto de confesión, no dar doctrina a los
aborígenes, etc. Los seculares serían excomulgados, multados y expulsados
de la jurisdicción del obispado si incurrían en las siguientes prohibiciones:
falso juramento, homicidio, sacrilegio, libelos infamatorios, sodomía, violencia
contra clérigos, blasfemia, incesto, castigo excesivo a esclavos, casamiento
clandestino, concubinato, rapto de mujer, usura, etc. En cuanto a los indígenas,
se les castigaba en caso de rapto de mujer casada o hacer vida con ella, no
confesarse y otros delitos que fueran en contra de la fe cristiana.
El Tribunal Episcopal era un cuerpo colegiado integrado por el obispo,
máxima autoridad del tribunal; el vicario general, quien conocía directamente
de las causas criminales, beneficiales, matrimoniales y decimales; el provisor,
encargado del castigo y corrección de los “pecados públicos”; el fiscal, un
eclesiástico abogado que conocía de todos los asuntos tratados por el tribunal

65 Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas. Introducción y Compilación de E.A.F. Caracas,
Universidad Central de Venezuela, 1957. Véanse las “ordenanzas” reproducidas en esta obra, y en
particular los artículos I al XIX, referidos a la administración de justicia. También remitimos al
estudio de Mercedes Álvarez: El Tribunal del Real Consulado de Caracas. Caracas, Concejo Municipal
de Caracas, 1967.
66 Al respecto véase Manuel Gutiérrez de Arce: El Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas de
1786. Valoración Canónica del Regio Placet a las Constituciones Sinodales Indianas. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1975. Utilizamos aquí la síntesis realizada por Ildefonso Méndez Salcedo
y Ana Julia Romero en el proyecto de investigación sobre “La Administración de Justicia en
Venezuela”, antes citado.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 65

y ejecutaba las sentencias dadas por jueces inferiores en materia eclesiástica; el


notario llevaba los papeles del tribunal, examinaba a los testigos y anotaba las
sentencias; los procuradores, encargados de representar las partes en el estrado
eclesiástico; el alguacil mayor y los fiscales menores, encargados de hacer
cumplir las decisiones del tribunal episcopal; el alcaide, responsable de la cárcel;
el visitador administraba justicia en el territorio de la Diócesis, con facultades
para imponer penas y para remitir a los indiciados a la sede del tribunal,
en casos graves y notorios; los visitadores foráneos o particulares, jueces
establecidos en los diferentes distritos de la Diócesis que conocían en primera
instancia de las causas civiles ordinarias y ejecutivas, y sólo por autorización
del Tribunal Episcopal podían conocer de las causas criminales, beneficiales,
matrimoniales y decimales. Las referidas Constituciones Sinodales se aplicaron
inicialmente en el obispado de Caracas, y con la creación del Arzobispado
de Caracas en el año de 1804 se extendieron a los Obispados de Mérida y
Guayana, que entraron bajo la dependencia del nuevo Arzobispado.
En 1610 fue creado el Tribunal de la Santa Inquisición de Cartagena,
del cual dependieron las provincias venezolanas a través de comisariatos
establecidos en las principales ciudades, conociéndose hasta ahora los
existentes en Caracas, El Tocuyo y Mérida.67 Cada comisariato estaba
representado por un comisario, nombrado por el inquisidor general para
conocer de las investigaciones contra la fe católica, y en particular sobre
herejías, idolatrías, brujerías, hechicerías, blasfemias, denuncias contra
clérigos por asuntos morales; se encargaban también del control de la
circulación de libros que no hubieran sido considerados ortodoxos por la
Inquisición. Los comisarios remitían al tribunal de Cartagena los casos de
mayor importancia para su conocimiento y sentencia. Las personas que
resultaban culpables quedaban privadas de todo oficio, beneficio o dignidad
e inhabilitados para conseguirlos hasta la segunda generación. También se
castigaba con la muerte en la hoguera, destierro de América, cárcel perpetua,
etc. Los indígenas estaban fuera de la jurisdicción de los comisarios, aunque
ello no impidió que fueran juzgados por hechicerías e idolatrías.

67 Ermila Troconis de Veracoechea: “Los Libros y la Inquisición”, Revista Nacional de Cultura, 191
(Caracas, enero-febrero de 1970), pp. 67-73 y “El Comisariato del Santo Tribunal de la Inquisición”,
en Historia de El Tocuyo Colonial. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 19-77, pp. 32~374; y
Nancy Noguera: El Comisariato del Santo Oficio de la Inquisición en Mérida, 1640-1810. Mérida, Escuela
de Historia/Universidad de Los Andes, 1982.
66 Alí Enrique López Bohórquez

Como puede advertirse, en cuanto a la administración de justicia antes


de la creación de la Real Audiencia de Caracas, existía un sistema en el que regía
–por un lado– la autonomía de funcionarios e instituciones y –por el otro– la
dependencia de los de menor rango con respecto de quienes ocupaban los
cargos de mayor jerarquía. En cierta medida, fue un método establecido por la
monarquía para garantizar la extralimitación de poderes en materia de justicia,
pero al mismo tiempo significó el medio más efectivo para generar corrupción
y para cometer desafueros, particularmente por parte de los encargados de
administrarla fuera de las ciudades capitales de las provincias, como fue el
caso de corregidores y tenientes de justicia mayor. A partir de julio de 1787,
cuando se instala el tribunal caraqueño, si bien esa situación no fue eliminada
totalmente, al menos sus magistrados lograron reducir muchos de los males
que aquejaban a la administración de justicia, mediante un control más directo
de los funcionarios e instituciones antes mencionadas y por haberse convertido
en la última instancia de la jurisdicción colonial, como lo establecía la ley. Cabe
señalar que la injerencia de la Real Audiencia se hizo no sólo en el aspecto
judicial, en materias civil, criminal, fiscal y militar, sino también en muchos
de los asuntos que le estaban reconocidos a los organismos encargados de la
administración pública, incluyendo a la Iglesia.

Antecedentes y razones del establecimiento de una Audiencia en


Caracas

Las propuestas de la Audiencia de Santo Domingo, del gobernador Felipe


Ricardos y del Ayuntamiento de Caracas

La creación de la Real Audiencia de Caracas no escapa a las


circunstancias comunes que originaron el resto de las audiencias indianas.
Pero resulta necesario para este estudio analizar las razones que a nuestro
juicio fueron determinantes en la decisión de Carlos III, particularmente
porque la misma ocurrió inesperadamente; es decir, sin existir un hecho
inmediato que incitara al rey y su Consejo a establecer la magistratura
caraqueña y, además, porque las razones aducidas hasta ahora no satisfacen
ni son suficientes para explicar la resolución real de establecer un tribunal
con jurisdicción sobre las provincias de Venezuela, Maracaibo, Barinas,
Cumaná, Guayana, Margarita y Trinidad. De las solicitudes que preceden
al establecimiento de una Audiencia en Caracas se desprenden diferentes
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 67

razones que, relacionadas con la situación política, económica, social


y demográfica de aquellas provincias en el transcurso del siglo XVIII,
permiten apreciar la decisión de Carlos III desde otra dimensión.
Hasta hace poco se consideraba la solicitud que había realizado el
Ayuntamiento de Caracas en 1769 como antecedente único de la creación
de la magistratura caraqueña; pero, en realidad, la primera petición para
establecer una audiencia fue hecha por la de Santo Domingo. El 13 de agosto
de 1672 sus ministros se dirigieron al rey proponiendo su traslado a la ciudad
de Caracas.68 Las razones expuestas consideraban el grado de pobreza de la
isla y de sus habitantes, el número reducido de litigios que trataba el tribunal
y las dificultades de comunicación que tenían las provincias de Venezuela,
Cumaná y Margarita, por lo cual los asuntos judiciales, políticos y militares de
su jurisdicción insular podían ser resueltos por el gobernador y los alcaldes
ordinarios. La Audiencia de Santo Domingo hizo hincapié en que aquellas
provincias estaban constituidas por ciudades de numerosa población y los
caudales de sus habitantes eran considerables debido a la producción de
sus fértiles tierras. El traslado de la audiencia serviría para poner freno a
los gobernadores, quienes, abusando de su poder y en beneficio propio,
favorecían a algunas personas en el comercio de los productos y proveían
al mejor postor las encomiendas, lo cual originaba una mayor explotación
de la población indígena. Por otro lado, los gobernadores impedían el envío
de noticias a la Audiencia de Santo Domingo sobre sus actuaciones y hacían
caso omiso de las decisiones del tribunal.
La situación descrita, unida a la dilación y costos de la navegación
a la isla de La Española era sumamente grave, por lo que los ministros
concluían su petición señalando otras razones, no exclusivamente judiciales,
para argumentar con mayor fuerza su solicitud de traslado:

…toda la Tierra Firme está perturbada y se gobierna por el dictamen de


conveniencias; sus habitantes sometidos por el temor a las leyes de un gobierno de
la propia voluntad del gobernador, viven sin libertad y sin poderse quejar (…)
Todos esos daños cesarían si se trasladara a Caracas esta Real Audiencia, aquellos
puertos serían mejor mirados, el comercio más ajustado a las leyes en beneficio

68 A.G.I. Santo Domingo, 62: Representación de la Audiencia de Santo Domingo solicitando su traslado
a Caracas (Santo Domingo, 13 de agosto de 1672).
68 Alí Enrique López Bohórquez

de los derechos reales; los pobres serían defendidos de los poderosos, los indios
encomendados y los demás amparados…

La petición fue negada en virtud del informe rendido por el fiscal


del Consejo de Indias, quien consideró que los argumentos expuestos por
los ministros de Santo Domingo no eran suficientes y que, por haberse
poblado la isla de enemigos, se requería de la asistencia del tribunal en
resguardo de seguridad y autoridad para los súbditos españoles. En relación
con los excesos de los gobernadores de las provincias del distrito de la
Audiencia, el fiscal señaló que no podían dar ocasión a la solicitud de
traslado, pues sus pobladores y la propia Audiencia no habían representado
tales inconvenientes.69
El historiador Ildefonso Leal ha dado noticia de la petición hecha por
el gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela Felipe Ricardos,
quien en carta al Secretario del Despacho Universal de Indias de fecha 30 de
abril de 1753, propuso el establecimiento de un tribunal audiencial debido a
los problemas que tenían los habitantes de la provincia para resolver sus pleitos
judicialmente ante la magistratura de Santo Domingo.70 El conocimiento
parcial que tenemos de este documento y de su destino nos impide detectar la
motivación de la solicitud de Ricardos, pues un tribunal superior significaba la
pérdida de muchas de sus atribuciones y poderes gubernativos. Consideramos
que la petición obedeció también a las dificultades para enjuiciar a los
implicados en el levantamiento de Juan Francisco de León contra la Compañía
Guipuzcoana, a la débil actuación en esta causa del oidor Francisco Galindo,
comisionado por la Audiencia de Santo Domingo para pacificar la provincia,
y a la actitud de la oligarquía criolla en favor del movimiento y en contra de la

69 Ibid.: Representación del fiscal del Consejo de Indias sobre la solicitud de la Audiencia de Santo
Domingo (Madrid, 24 de abril de 1673).
70 El gobernador Felipe Ricardos presentó un plan que comprendía la jurisdicción, composición
y medios de lograr el establecimiento del tribunal a un costo muy bajo para la Real Hacienda.
Ildefonso Leal: “Mosaico de Noticias Históricas de Venezuela”, El Nacional, Historia A-5 (Caracas,
16 de marzo de 1980), artículo luego incluido con el título de “Intentos de fundar la Audiencia de
Caracas en 1753 y 1759” en Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Caracas, Academia Nacional de
la Historia, 1985, BANH. Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela, 38), pp. 327-347.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 69

monopolista compañía, con la cual con frecuencia fue muy condescendiente


el gobernador Ricardos.71
Los inconvenientes señalados por el gobernador fueron ampliados
por el Ayuntamiento de Caracas cuando, el 24 de abril de 1769, enviara al
rey Carlos III una representación solicitando la creación de una Audiencia
en la ciudad de Caracas o, en su defecto, una Sala de la de Santo Domingo.
La petición contenía, además de las razones justificativas, los costos, salarios,
jurisdicción y medios de subsistencia del tribunal solicitado. Los cabildantes
caraqueños argumentaron que la provincia de Venezuela abarcaba once
ciudades, varias villas, muchos pueblos y una crecida población que
generaba asuntos judiciales de importancia, imposibles de ser resueltos
por los dos jueces encargados de administrar justicia. Esto había originado
prácticas viciadas, ilegales, costosas y dilatadas. El remedio a esta situación
debía buscarse en la Audiencia de Santo Domingo, pero los problemas de
comunicación hacían más dificultosa tal problemática. Finalmente, señalaban
que el establecimiento de una Audiencia implicaría una mejor actuación por
parte de los abogados y escribanos, acorde con los principios legales que
regían sus funciones, pues eran notorios los atropellos y corrupciones en
que ellas frecuentemente incurrían en detrimento de la recta administración
de justicia.72 Como puede apreciarse, no se trataba solamente de problemas
de costo y dilación, como tradicionalmente se ha argumentado, sino que
también se consideraban el significado del crecimiento de la población,
la eficacia y honestidad de los jueces de la provincia y los inconvenientes
derivados de actuación incorrecta de algunos abogados. Aun cuando en
la representación del Cabildo no aparece expresada la idea de contar con
un tribunal que limitara el excesivo poder de los gobernadores, ello se
desprende del hecho de que el Ayuntamiento no consultara su solicitud,
como correspondía, al gobernador José Solano y Bote. Este fue, entre otros,
uno de los aspectos considerados por el Consejo de Indias para negar la

71 Sobre la actuación represiva de Ricardos y su favoritismo hacia la compañía véase Roland D.


Hussey: La Compañía de Caracas, 1728-1784. Caracas, Banco Central de Venezuela, 1962, pp. 157-
190; Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial de Venezuela, Tomo I, pp. 296-297. En relación conl
oidor de Santo Domingo véase Francisco Morales Padrón: Rebelión contra la Compañía de Caracas.
Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1955, pp. 81-106.
72 A.G.I. Caracas, 12: Expediente del Consejo de Indias sobre la instancia hecha por la ciudad de
Caracas para que se establezca en aquella capital un tribunal en calidad de formal Audiencia
(Madrid, 14 de mayo de 1770).
70 Alí Enrique López Bohórquez

petición de los cabildantes caraqueños, y no propiamente de un informe


desfavorable del referido gobernante, como se ha dicho,73 quien al respecto
no pasó noticia alguna a las autoridades metropolitanas.
El 14 de mayo de 1770 el Consejo de Indias se opuso a la instancia del
Cabildo de Caracas y aconsejó al rey desestimar tal solicitud,

…no sólo por infundada, intempestiva y destituida del apoyo que por su
naturaleza y magnitud exige su gravedad, sino por que toma la ciudad de
Caracas la voz de la Provincia, o algunos de sus capitulares sin tener poder
de las demás y sin contar con el gobernador que es superior de toda ella, y
otras personas de autoridad como son el obispo y Cabildo Eclesiástico, y que
se prevenga a aquel Ayuntamiento, no ponga ni promueva semejantes proyectos
sin la noticia, consentimiento y aprobación del citado gobernador y procedan
unas maduras deliberaciones y acuerdos de este ministro y demás personas
que se contemplen adecuadas según la materia común y pública de que se
trate, y que sea de esta naturaleza, debe representarlo por el conducto del
mismo gobernador como cabeza principal a quien V. M. tiene encomendado
aquella Provincia, pues de lo contrario se originan movimientos que pueden
ser turbativos y sediciosos.74

El 31 de mayo del mismo año, nuevamente el Consejo se dirigió al


monarca exponiendo los referidos argumentos y considerando que ninguno
de ellos era motivo urgente para el establecimiento de una Audiencia.
Agregaba que, por el contrario, se acrecentarían los gastos del erario real, se
alteraría y perjudicaría la jurisdicción del tribunal de Santo Domingo, sobre
todo …“cuando todas las provincias dependientes de ella se han conservado
y conservan en justicia, y sin que la de Caracas haya experimentado agravio de su
justificación y rectitud”. El parecer del Consejo condujo a la Real Cédula del 15 de
julio de 1770, mediante la cual Carlos III negó la solicitud del Ayuntamiento
de Caracas.75

73 Luis Alberto Sucre: op. cit., p. 207.


74 Incluida en el expediente antes citado.
75 Ibid. (Subrayado nuestro).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 71

La segregación de Maracaibo del Virreinato de la Nueva Granada y la creación de


la Audiencia

La decisión de establecer una audiencia en Caracas resultó del


voluminoso expediente sobre la separación de la provincia de Maracaibo del
Virreinato de la Nueva Granada, en razón de la Real Cédula del 8 de septiembre
de 1777. Tanto los cabildos de Maracaibo y de Barinas como las autoridades
virreinales protestaron dicha decisión, argumentado los diversos inconvenientes
que resultarían de la subordinación en lo político, militar y económico al
gobernador-capitán general y al intendente de Caracas y, en lo judicial, a la
Audiencia de Santo Domingo. Esto dio origen a cruzada correspondencia de
posiciones contrapuestas, en las que se señalaron múltiples aspectos en defensa
de intereses propios. De ellos nos interesa particularmente lo planteado en
torno a la administración de justicia, pues este aspecto –indudablemente–
incidió en la determinación real de crear el tribunal caraqueño.76 El 16 de agosto
de 1778, el fiscal de la Audiencia de Santa Fe, Francisco Antonio Moreno,
envió representación al virrey Manuel Flores, expresando los inconvenientes
que resultaban en lo judicial, militar y económico al segregarse la provincia de
Maracaibo del Virreinato de la Nueva Granada.
En materia de justicia, consideró el fiscal lo perjudicial de las distancias
fragosas e intransitables caminos para la comunicación con Caracas y sobre
todo con la Audiencia de Santo Domingo, así como también los perjuicios
al real erario por continuas pérdidas de caudales que procedían de los casos
en alzada ante aquel tribunal y de los del comercio con la provincia. El virrey
certificó que cuanto expresaba el fiscal era verdad, por lo que remitió al rey
el 31 de agosto copia de la instancia de Moreno. Casi un año después, el 31
de julio de 1779, el visitador Juan Francisco Gutiérrez de Piñérez manifestó
similar parecer en cuanto a lo expuesto por ambos funcionarios, apreciando
también las razones de la extensa distancia que mediaba entre Maracaibo y
Caracas, así como las dificultades ante los recursos de apelación al tribunal
de Santo Domingo, lugar hacia donde no había correo ordinario y no eran
frecuentes los traslados ni seguras las embarcaciones. Tales condiciones
señaladas por el visitador resultaban perjudiciales para los habitantes de

76 A.G.I. Caracas, 374: Expediente sobre las reclamaciones del Ayuntamiento de Maracaibo y del
Virreinato de la Nueva Granada, en razón de lo determinado por la Real Cédula del 8 de septiembre
de 1777 (1777-1786).
72 Alí Enrique López Bohórquez

Maracaibo, inconvenientes que ciertamente no se presentaban En relación


con Santa Fe.
No fue sino hasta el 4 de marzo de 1780 cuando el Ayuntamiento
de Maracaibo hizo conocer su opinión sobre la segregación y pidió a
la Audiencia de Santa Fe que interpusiera oficios para que la provincia
se reincorporara al tribunal virreinal, en atención a distancia, escasa
navegación, poco comercio y correo de Maracaibo con Santo Domingo y
Caracas, circunstancias que no se presentaban en cuanto a la dependencia al
Virreinato. El fiscal Moreno consideró justos y razonables los argumentos
de los cabildantes marabinos. Su parecer fue aprobado por la Audiencia
de Santa Fe el 17 de mayo del mismo año, acordándose remitirlo al rey
y al Consejo de Indias. El nuevo virrey de la Nueva Granada, arzobispo
Antonio caballero y Góngora, también dejó conocer su opinión al respecto.
En julio de 1783 remitió al monarca todas las representaciones conocidas,
apoyando la solicitud de reintegración de Maracaibo a aquella jurisdicción
virreinal.

Los informes del gobernador de Venezuela Manuel González Dávila y del intendente
Francisco de Saavedra acerca del decreto de establecimiento de una Audiencia en
Caracas

Mientras tanto, un nuevo elemento incidió en mayor atención al


asunto: el Ayuntamiento de Barinas, con los mismos argumentos expuestos
por las autoridades virreinales y de Maracaibo, también solicitaba en enero
de 1784 su reincorporación a Santa Fe. Se hacía necesario ahora considerar
el criterio de Caracas. Al efecto, por Real Orden del 26 de marzo de 1784, se
exigió a su gobernador Manuel González Dávila y al intendente Francisco de
Saavedra que evacuaran respectivos informes sobre las pretensiones del fiscal
Moreno y del virrey Flores, y que dictaminaran si convenía o no reincorporar
Maracaibo y Barinas a sus jurisdicciones. El 8 de febrero de 1785 Saavedra y
González opinaron que la anexión de Maracaibo a Caracas no era perjudicial a
la administración de justicia ni al manejo de la real hacienda y que, al contrario,
era ventajosa para el comercio de aquella provincia y para la ayuda militar en
caso de ataques enemigos o disturbios internos.
En materia de justicia, el gobernador y el intendente consideraron que
no merecía atención el inconveniente planteado por el fiscal Moreno, sobre
vejaciones que sufrirían los habitantes de las poblaciones de Maracaibo al no
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 73

poder soportar los gastos en instancias ante jueces superiores, porque dichas
poblaciones estaban más distantes de Santa Fe, debido a caminos fragosos
y frecuentemente intransitables. En cuanto a la intervención de Caracas,
también era de poco considerar pues, como lo establecía la Real Cédula del
8 de septiembre de 1777, la provincia de Maracaibo seguía dependiendo
de su gobernador en asuntos civiles y criminales, con entera inhibición del
gobernador de Caracas y sin conocer otra autoridad inmediata que la del
rey. A esto debía agregarse que en cada ciudad y villa de Maracaibo había
un teniente de justicia mayor –delegado del gobernador en determinados
asuntos–, dos alcaldes ordinarios, dos de la Santa Hermandad y regidores
que componían los ayuntamientos, los corregidores de pueblos de indios y
otros jueces nombrados cuando los problemas de distancia y el bien público
lo exigían. Por consiguiente, los vasallos estaban suficientemente asistidos
en cuestiones de justicia, y siempre no tenían que recurrir ni siquiera ante
el gobernador de Maracaibo, quien solamente podía conocer de asuntos
civiles y criminales que se presentaran ante él o en materias judiciales
correspondientes a sus atribuciones militares y de gobierno. La Audiencia de
Santo Domingo sólo podía intervenir en apelaciones de decisiones tomadas
por los mencionados funcionarios. En relación con las mismas, señalaron
González y Saavedra que las comunicaciones por tierra y mar hacían más
fácil el acceso al tribunal de aquella isla que al de Santa Fe.
En vista de que el gobernador y el intendente solamente conocieron
las comunicaciones del fiscal y del virrey, el 17 de octubre de 1785 decidió
el Consejo de Indias enviar a Saavedra los oficios del visitador Gutiérrez de
Piñérez, del arzobispo-virrey caballero y Góngora y las representaciones de
los cabildos de Maracaibo y de Barinas, para que a la mayor brevedad posible
dictaminara definitivamente la conveniencia de reincorporar Maracaibo al
virreinato de la Nueva Granada; haciéndole saber también que el monarca,
debido a la gran importancia de las provincias sujetas a la Capitanía General
e Intendencia de Venezuela, consideraba la idea de crear una Audiencia en
Caracas. Saavedra remitió el informe solicitado el 14 de marzo de 1786, y
señaló que mantenía la posición asumida en el informe que antes presentara,
conjuntamente con el gobernador González Dávila, en febrero de 1785.
En esta oportunidad el intendente reflexionó sobre las instancias de los
ayuntamientos de Maracaibo y de Barinas, considerando que las mismas
estaban estrechamente relacionadas con el establecimiento de la Intendencia,
74 Alí Enrique López Bohórquez

la cual eliminó múltiples abusos, puso orden en la recaudación de impuestos


y frenó el contrabando en aquellas jurisdicciones.
En cuanto al aspecto de justicia, el intendente insistió en que era
administrada en Maracaibo por el gobernador, sus Tenientes y demás
justicias locales, con total independencia de Caracas, y que las apelaciones
eran más fáciles y baratas debido a las buenas comunicaciones con Santo
Domingo, desde La Guaira o Maracaibo mismo, cosa que era sumamente
difícil y costosa si se apelaba a Santa Fe, pues la comunicación por tierra era
riesgosa y dilatada.77 Para demostrar esto último, Saavedra hizo un análisis
de la geografía que separaba Maracaibo y Barinas de Santo Domingo y
de Santa Fe, para concluir su informe señalando: …“la erección de una
Audiencia en esta capital contribuiría mucho al fomento y felicidad de
estas provincias, que Maracaibo y Barinas deben por todos los títulos
quedar sujetas a esta Capitanía General e Intendencia; pero que cuando S.
M. tome providencia definitiva sobre este asunto deben tenerse presente
dos puntos de que tratamos latamente el gobernador de esta provincia don
ManuelGonzález y yo en nuestras representaciones de 8 de febrero y 8 de
octubre del año próximo anterior. El primero es que Barinas se segregue
del gobierno de Maracaibo y reúna al de Caracas dándole en desquite a
Maracaibo la jurisdicción de Trujillo (…) El 2º (sic) que en Barinas se erija
una Comandancia Militar dependiente de la de Caracas pues el genio de
aquellos habitantes exige este freno inmediato, y la grandeza y fertilidad de
los terrenos de aquella jurisdicción pide una persona autorizada que vigile

77 En 1768 el gobernador de la provincia de Maracaibo, Alonso del Río, presentó un informe en


el que señaló el número de habitantes y los días de camino desde las diferentes ciudades que
constituían dicha provincia hasta Santa Fe y Caracas; de acuerdo con el mismo, los argumentos
que en este aspecto expusieron el ayuntamiento de Maracaibo y las autoridades virreinales eran
injustificados, por lo que tenían razón el gobernador e intendente de Caracas:

Lugar Habitantes A Maracaibo A Santa Fe A Caracas


San Cristóbal 4.419 20 días 20 40
La Grita 2.200 20 días 20 40
Gibraltar 3.500 2 días 35 20
Mérida 2.800 8 días 29 28
Barinas 4.000 12 días 30 32
Maracaibo 10.292 – 37 20

Informe citado por Carlos Emilio Muñoz Oráa: Los Comuneros de Venezuela. Una Rebelión Popular de Pro-
Independencia. Mérida, Universidad de Los Andes, 1971, p. 74.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 75

inmediatamente sobre su adelantamiento”…78 En virtud de este informe


del intendente Francisco Saavedra, el 10 de junio de 1786 Carlos III
resolvió: 1) que la provincia de Maracaibo continuara unida a la Capitanía
General e Intendencia de Caracas, y 2) que se creara una Audiencia en
Caracas compuesta de un decano-regente, tres oidores y un fiscal, a fin de
evitar los inconvenientes y perjuicios que se originaban a los habitantes
de las provincias de Venezuela, Maracaibo, Cumaná, Guayana, Margarita
y Trinidad al recurrir en apelación al tribunal de Santo Domingo. Por Real
Cédula del 13 de junio se le comunicó al intendente Saavedra la decisión
de establecer el tribunal caraqueño. El 6 de julio se dio el Real Decreto de
creación y el 31 del mismo mes se le notificó al gobernador y capitán general
de Venezuela, Juan Guillelmi.79

Razones políticas, económicas y sociales para la creación de la Real Audiencia de


Caracas

Pero si en verdad las razones de dilación, riesgos y costos fueron


determinantes, cabe preguntarse por qué en los siglos XVI y XVII no
se estableció una Audiencia en aquellas jurisdicciones si ya existían las
dificultades en las apelaciones a Santo Domingo y Santa Fe, sobre todo
en períodos conflictivos de la conquista y colonización; o porqué no
surtieron efecto la solicitud de traslado de la Audiencia de Santo Domingo,
la proposición del gobernador Felipe Ricardos y/o la instancia del
Ayuntamiento de Caracas, las cuales señalaron los mismos inconvenientes
argumentados por las ciudades de Maracaibo y de Barinas y las autoridades
del Virreinato de la Nueva Granada. La respuesta puede analizarse sobre
la base de la contestación que, a la petición de los cabildantes caraqueños,
diera el Consejo de Indias el 31 de mayo de 1770, en la cual se señaló que la

78 Desconocía entonces Saavedra que por Real Orden del 15 de febrero de 1786 se había acogido
la idea de que Barinas se convirtiera en Comandancia dependiente de Caracas y que Trujillo se
incorporara a Maracaibo. Documento reproducido en José Félix Blanco y Ramón Azpúrua:
Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la
República, 1978, Tomo I, pp. 210-212.
79 Real Orden al intendente Saavedra notificándole el establecimiento de una Audiencia en Caracas
(Aranjuez, 13 de junio de 1786), Ibid., p. 214. A.G.I. Caracas, 288-Nº 72: Real Cédula al gobernador
de Caracas comunicándole la creación de la Audiencia (San Ildefonso, 31 de julio de 1786); y
A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo XI, fol. 303.
76 Alí Enrique López Bohórquez

provincia de Venezuela no había “experimentado agravio de su justificación


y rectitud”, como para accederse a la instauración del supremo tribunal.
Es decir, aparentemente hasta entonces aquella provincia, al igual que las
de Maracaibo, Cumaná, Guayana, Margarita y Trinidad, había demostrado
sumisión y obediencia a la corona española. Sin embargo, un análisis de
la importancia económica, el crecimiento demográfico, las arbitrariedades
de los gobernadores y la relativa autonomía de las provincias, al lado de
las diversas reformas introducidas en las mismas –particularmente en
la de Venezuela–, permiten apreciar el “agravio” y “falta de rectitud”
experimentadas, sobre todo por la aristocracia criolla venezolana para
enfrentar cualquier cambio tendiente a doblegar su poder económico,
político y social. Por tanto, se hace necesario vincular el establecimiento
de la Audiencia de Caracas con toda esta situación,80 para comprender el
alcance y resultados de su actuación desde la fecha de instalación hasta el
inicio de la independencia.
Coinciden los historiadores de la economía colonial venezolana en
señalar que las regiones que constituyen la actual Venezuela representaron
para el Estado español zonas periféricas en los dos primeros siglos de la
dominación, colonias de segunda categoría dada la inexistencia considerable
de oro y plata.81 Sin embargo, por iniciativa y necesidad de sus propios
habitantes, primero, y luego por incentivos de la corona y del contrabando,
pasaron a ocupar un lugar de primer orden en la recuperación económica
de América en el siglo XVIII. Desde mediados de la centuria anterior,
al lado de una economía de consumo interno, se generó un excedente
exportable de productos agropecuarios (cacao, tabaco, cueros) de cierta
demanda en mercados europeos y americanos. Entre tales productos, el

80 No pretendemos estudiar en detalle esa situación, simplemente exponemos los aspectos más
resaltantes de la actitud del Estado español y la reacción de los distintos sectores de la sociedad
colonial venezolana, apoyados en las investigaciones de diversos historiadores.
81 Sobre la economía colonial venezolana del período a que hacemos referencia véase particularmente
Eduardo Arcila Farías: El Comercio entre Venezuela y México en los siglos XVII y XVIII. México,
Fondo de Cultura Económica, 1950, y Economía Colonial…, Tomo I pp. 107-158, 201-277 y
317-360; Tomás Polanco Martínez: Esbozo sobre historia económica venezolana. Madrid, Ediciones
Guadarrama, 1960, Tomo I pp. 117-154 y 171-206; Federico Brito Figueroa: Historia Económica y
Social de Venezuela. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1966, Tomo I, pp. 101-121; Manuel
Nunes Días: El Real Consulado de Caracas (1793-1810). Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1971 (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 106), pp. 175-195; y Miguel Izard: El Miedo
a la Revolución…, pp. 27-28, 63-76, 89-95 y 101-105, y “La Agricultura venezolana en una época
de transición, 1777-1830”, Boletín Histórico, 28 (Caracas, 1972), pp. 81-145.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 77

cacao logró expandirse como resultado de su comercialización legal con


México y España, así como por el amplio intercambio clandestino con el
área del Caribe. Para poner fin a esto último, la corona española recurrió
al establecimiento de la Compañía Guipuzcoana, la cual entre 1728 y 1784
pretendió incorporar a Venezuela a la economía imperial y acabar con el
generalizado comercio ilegal, fundamentalmente con navegantes y factores
holandeses asentados en Curazao.82 La compañía impidió la actividad
comercial otrora realizada por los venezolanos, escasamente cubrió las
necesidades de algunos productos de origen europeo, impuso precios
excesivos, redujo el valor del cacao, compró esporádicamente la producción
de tabaco, sobornó a los funcionarios públicos para que permitieran tales
corrupciones y arbitrariedades y sus agentes abusaron del poder concedido
por la corona en el contrato. Todo esto originó la reacción de diversos
sectores de la sociedad colonial, expresada a través de representaciones y
cartas a las autoridades competentes y en motines que condujeron a varias
reformas del contrato original. Las primeras provinieron de las clases
altas, representativas del comercio y de la agricultura; los segundos fueron
originados por las clases bajas de pequeños productores o contrabandistas,
fuertemente arraigados en este tipo de actividad.83
En cuanto a las quejas de la aristocracia venezolana, éstas se manifestaron
desde la llegada de las primeras naves hasta la eliminación de la compañía en
1784. Las protestas se orientaron a señalar que la Guipuzcoana había causado
perjuicios al comercio y a la agricultura, y que en nada había contribuido
al mejoramiento de las provincias. Por lo general, los voceros de estas
recriminaciones fueron los ayuntamientos, particularmente el de Caracas, aunque

82 La historiografía referida a la actuación de la Compañía Guipuzcoana es ya algo extensa. Además


del clásico trabajo de Roland Hussey, antes citado, véase entre otros a Eduardo Arcila Farías:
Economía Colonial…, Tomo I, pp. 237-360; José Estornés Lasa: La Compañía Guipuzcoana de Caracas.
Buenos Aires, Ekin, 1948; Ramón Basterra: Los Navíos de la Ilustración. La Real Compañía Guipuzcoana
de Caracas y su influencia en los destinos de América. Madrid, Edic. Cultura Hispánica, 1954; Vicente
de Amézaga: Hombres de la Compañía Guipuzcoana. Caracas, Banco Central de Venezuela, 1963;
Vicente Antonio de Icuza, comandante de corsarios. Caracas, Edic. del Cuatricentenario de Caracas,
1966 y El elemento vasco en el siglo XVIII venezolano. Caracas, Edic. del Cuatricentenario de Caracas,
1966; Manuel González Abreu: Dependencia Colonial Venezolana. Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1974, pp. 88-97, 110-140; y Miguel Izard: “Colonizadores y Colonizados: Venezuela
y la Guipuzcoana”. Saioak, Revista de Estudios Vascos, 4 (1980), pp. 53-67.
83 Roland Hussey: op. cit., pp. 96-97.
78 Alí Enrique López Bohórquez

no dejaron de presentarse informes de algunos funcionarios españoles de menor


jerarquía,84 que pusieron de manifiesto la culpabilidad de la Compañía

…por haber dirigido su monopolio en perjuicio del bienestar común; responsable


por su intervención en el comercio legal de sus competidores, y censurable en
su sistema de precios. En realidad, a veces provocaba escasez artificial de
mercancías y falta de mercado para los productos venezolanos. Los agentes eran
con frecuencia hombres dominantes, bruscos y sin tacto. Con posibles excepciones,
los funcionarios reales eran sus criaturas…85

Sin embargo, nada se hizo en las altas esferas del gobierno español
durante los primeros veinte años. Serían necesarias las noticias de las
rebeliones para que se prestara atención a la conducta de la Guipuzcoana.
Entre 1730 y 1732 se desarrolló el levantamiento del zambo Andrés López
del Rosario, “Andresote”, quien organizó un grupo de indios y negros del
valle de Yaracuy contra la compañía que había impedido sus actividades de
comercio clandestino. En 1741 tuvo lugar el motín de San Felipe el Fuerte,
mediante oposición de los hacendados de la región, representados por
el cabildo, al nombramiento con respaldo de la Guipuzcoana del justicia
mayor Ignacio Vasasábal, quien debía reprimir el contrabando. En 1744
se dio la sublevación de El Tocuyo, con participación de diversos sectores
sociales de aquella ciudad; originada a raíz del reclutamiento de tropas para
rechazar un posible desembarco inglés en Puerto Cabello, lo que se convirtió
en una reacción contra las autoridades de la provincia pues los tocuyanos
consideraron que se trataba más de un auxilio a los odiados guipuzcoanos,
que a la defensa de la soberanía española.86

84 Véase los expedientes promovidos por los cabildos de Caracas (1733-1752 y 1780) y de Maracaibo
(1780) en el Boletín del Archivo Nacional, XXII: 85 (1937), pp. 1-48 y 189-208. Información sobre la
oposición de los ayuntamientos, de los cosecheros y mercaderes e informes de algunos funcionarios
en Roland Hussey: Ibid., pp. 96-120; Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial…, I, pp. 250-262 y
269-277; y Francisco Morales Padrón: Rebelión contra la Compañía de Caracas, pp. 61-89.
85 Roland Hussey: Ibid., pp. 105-106.
86 Sobre estos tres movimientos han escrito Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial…, I, pp. 279-286;
Roland Hussey: Ibid., pp. 71-74 y 121-123; Carlos Felice Cardot: La Rebelión de Andresote, Valles del
Yaracuy, 1730-1733. Caracas, Imprenta Nacional, 1932, y Rebeliones, Motines y Movimientos de Masas
en el siglo XVIII Venezolano 1730-1781. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1977 (El Libro
Menor, 2), pp. 33-38; León Trujillo: Motín y Sublevación en San Felipe. Caracas, Edit. Edime, 1935.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 79

Más importante fue el movimiento de Juan Francisco de León (1749-


1752), quien durante tres años luchó tenazmente para lograr la destrucción
de la Compañía. La rebelión iniciada en el valle de Panaquire y en Caucagua
se extendió hasta Caracas, con participación de pequeños cosecheros, en
su mayoría canarios, y apoyo subrepticio de la aristocracia venezolana,
muy perjudicada por su exclusión de la actividad comercial monopolizada
por la compañía. El levantamiento no determinó la eliminación de la
Guipuzcoana, pero se produjeron reformas de las que fueron beneficiarios
los criollos venezolanos, a quienes se permitió fijar el precio mínimo del
cacao y comerciarlo con Veracruz. Todos los movimientos armados contra
la Compañía Guipuzcoana fueron derrotados, pero pusieron en evidencia la
disposición de los diversos sectores de la sociedad venezolana de oponerse
a la política económica monopolista del Estado español.87
El establecimiento en 1776 de la Intendencia de Ejército y Real
Hacienda pondría también de manifiesto una reacción contra la nueva
institución. Desde el mismo momento en que el primer intendente José de
Abalos inició sus gestiones, al lado de medidas tendientes a incrementar
la población y mejorar las condiciones de la producción y el comercio,
se dedicó a hostigar el contrabando, reorganizar el régimen impositivo y
aplicar la política de estancos en renglones importantes de la economía
(aguardiente, sal, naipes y particularmente del tabaco).88 Al ponerse en
práctica dichas medidas, la sociedad venezolana advirtió en la actuación
de la Intendencia una merma de sus libertades y privilegios; lo cual, unido
al desenfreno y abusos de sus empleados, generó un rechazo que se hizo
patente a través de los reclamos sistemáticos de los ayuntamientos y en

87 En relación con esta rebelión véase Roland Hussey: Ibid., pp. 127-162; Enrique Bernardo Nuñez:
Juan Francisco de León o el levantamiento contra la Compañía Guipuzcoana. Caracas, Edit. Ávila Gráfica,
1949; la introducción de Augusto Mijares a Documentos relativos a la insurrección de Juan Francisco
de León. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; Carlos Felice Cardot:
Rebeliones, Motines…, pp. 73-78; Francisco Morales Padrón: Rebelión contra la Compañía de Caracas;
Guillermo Morón: Historia…, Tomo IV, pp. 373-378; y Joseph Pérez: Los Movimientos Precursores
de la Emancipación en Hispanoamérica. España, Editorial Alhambra, 1977, pp. 31-44.
88 Sobre la actuación de la Intendencia véase particularmente William W. Pierson: “La Intendencia de
Venezuela en el régimen colonial”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 95 (1941), pp. 259-
275; Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial…, Tomo II, pp. 1-57; Tomás Polanco Martínez: op.
cit., pp. 207-218; Carlos E. Muñoz O.: Los Comuneros de Venezuela…, pp. 16-42; Estudio Preliminar
de G. Morazzani a la Real Cédula de Intendencia de Ejército y Real Hacienda. Diciembre 8 de 1776, pp.
XXV-LV; Guillermo Morón: Ibid., Tomo V. pp. 23-43 y Miguel Izard: “La agricultura venezolana…”,
pp. 81-106.
80 Alí Enrique López Bohórquez

una rebelión armada, esta vez en parte de la provincia de Maracaibo. Los


ayuntamientos, reductos políticos de la aristocracia criolla, pusieron trabas
a la actuación de la Intendencia y representaron ante la monarquía, en
múltiples oportunidades, acusando los desmanes cometidos particularmente
por el intendente Abalos y los resultados de su desastrosa política fiscal.89 El
Cabildo de Barinas retrasó por varios meses el informe sobre el rendimiento
de sus rentas y acusó al administrador de la Real Hacienda de inflexible en
el cobro de impuestos. En 1778, los barineses protestaron por los perjuicios
derivados de los nuevos gravámenes a la agricultura. En Mérida debieron
investigarse secretamente las rentas del ayuntamiento, pues los cabildantes
falseaban las cuentas.
En La Grita las medidas de la Intendencia provocaron una protesta
de su cabildo, el cual se quejó en 1779 de que el nuevo régimen impositivo
era insoportable por ser demasiado gravoso y auspició un tumulto contra
el encargado de recaudarlo. En Maracaibo, Barquisimeto, Cumaná y La
Grita se condenaron los vejámenes cometidos por los funcionarios de la
Real Hacienda. Las quejas más contundentes se hicieron contra el estanco
del tabaco. En Cumaná y Margarita, en oposición al mismo, los labradores
abandonaron el cultivo de ese producto. En 1779, poco antes de publicarse
la creación del mismo, el Cabildo de Caracas solicitó que se desistiera de la
idea por ser lesiva a los intereses de los productores y consumidores, y en
1781 consideró los perjuicios ocasionados en la provincia de Venezuela por
las disposiciones puestas en práctica por la Intendencia y la actitud hostil
de Abalos. El estanco del aguardiente también ocasionó severas críticas a la
Intendencia. Este monopolio exasperó los ánimos de las poblaciones que
vivían del cultivo, corte y procesamiento de la caña de azúcar. En Mérida,
donde el estanco de tabaco y otros impuestos había generado mucho
descontento, el monopolio del aguardiente contribuyó al desarrollo de
una insurgencia que pretendió “acabar con el mal gobierno dando vivas al
rey”. Con la influencia del levantamiento de los comuneros del Socorro,
en 1781 aparecieron pasquines incitando a la rebelión en distintas ciudades

89 Resumimos básicamente las protestas ligadas al establecimiento de la Intendencia y del régimen


de estancos, pues aquéllas continuaron a lo largo de su existencia, y que pueden ser apreciadas
en algunos de los historiadores que citamos. Eduardo Arcila Farías: Ibid., II, pp. 31-39 e Historia
de un Monopolio. El Estanco del Tabaco en Venezuela, 1779-1833. Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1977, pp. 25-37; y Carlos E. Muñoz O.: La Sociedad Venezolana Frente a la Intendencia.
Mérida, Universidad de Los Andes, 1964 y Los Comuneros de Venezuela…, pp. 43-53 y 72-81.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 81

de la región andina de la provincia de Maracaibo, llegando a convertirse la


ciudad de Mérida en el bastión de la insurgencia.
La rebelión de los comuneros merideños fue un movimiento de carácter
popular, en el que participaron masivamente labradores empobrecidos y
de posición media, artesanos, pequeños comerciantes, hombres modestos
del campo y de la ciudad, e incluso indios, capitaneados en algunos sitios
por oligarcas que se incorporaron más con el temor a la turba que por
enfrentar definitivamente al gobierno español. La resistencia de Trujillo,
el apoyo militar de las autoridades coloniales acreditadas en Maracaibo y
Caracas y, sobre todo, por la falta de cohesión social determinada por una
dirigencia cuyos intereses coincidían con los del sector económicamente
dominante, condujeron a la desarticulación del levantamiento a escasos tres
meses de haberse iniciado. Poco o nada significó esta rebelión comunera
contra las disposiciones de la Intendencia, pero constituyó una prueba más
de la resistencia, también de los sectores desposeídos, al opresivo sistema
fiscal español, lo cual contribuyó a la profundización de una conciencia
anticolonialista.90
En el plano político-militar, la aristocracia criolla venezolana había
desarrollado cierta autonomía y autoridad a través del control de los
ayuntamientos, desde donde enfrentó –como hemos visto– cualquier actitud
del Estado español en detrimento de sus intereses sociales, económicos y
políticos. Esa autonomía se derivó en un principio del privilegio detentado
por los alcaldes ordinarios de sustituir al gobernador en su ausencia o muerte,
lo cual generó una serie de conflictos por la defensa de la prerrogativa
reconocida por la legislación indiana.91 A la muerte del gobernador

90 El estudio más acabado sobre esta rebelión es el de Carlos E. Muñoz O.: Los Comuneros de
Venezuela…; también han escrito sobre la insurrección Vicente Dávila: “Los Comuneros de
Mérida”, en Discursos de Incorporación (1920-1939). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1966,
Tomo 2, pp. 37-85; J. N. Contreras Serrano: Comuneros Venezolanos. Caracas, Imprenta Nacional,
1952: Carlos Felice Cardot: Rebeliones, Motines…, pp. 79-92; Lucas Guillermo Castillo Lara: La
Grita, una ciudad que grita su silencio. Historia del Espíritu Santo de La Grita. Caracas, Congreso de la
República, 1973, Tomo II, pp. 85-156; y Joseph Pérez: op. cit., pp. 87-108. Estos estudios, con
una nueva versión del trabajo de Carlos Felice Cardot, así como la cronología y el itinerario del
movimiento preparada por Alí Enrique López, han sido editados en Los Comuneros de Mérida.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1981 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de
Venezuela, 152).
91 Recopilación…, Libro V, Título III, Ley XII. Nos eximimos de hacer una mayor descripción de los sucesos
derivados de la toma del gobierno por los alcaldes ordinarios y su actuación, lo cual puede ser apreciado
básicamente en Héctor García Chuecos: La Capitanía General…, pp. 1-2 (incluye la documentación
82 Alí Enrique López Bohórquez

Ambrosio Alfinger en 1533, los regidores y alcaldes del Ayuntamiento de


Coro desconocieron al teniente Bartolomé de Santillana y asumieron el
gobierno hasta la llegada del nuevo gobernador. Igual sucedió en 1548,
cuando murió Juan Pérez de Tolosa, al desconocer los cabildos de la
provincia de Venezuela a su teniente Juan de Villegas; y en 1557, al fallecer
Alonso Arias de Villacinda le sucedieron los alcaldes ordinarios hasta la
llegada de Rodrigo de Bastidas. Entonces los cabildantes se apresuraron a
solicitar la confirmación real de esta facultad, resultando la Real Cédula del 8
de diciembre de 1560. En ésta dispuso Felipe II que al morir el gobernador
de la provincia de Venezuela, sin haberse proveído el cargo, gobernasen
en lo político y militar los alcaldes ordinarios de cada una de las ciudades
y villas de aquella gobernación hasta nueva decisión.
La Audiencia de Santo Domingo hizo caso omiso de esta
determinación y hasta mediados del siglo XVII intervino en el nombramiento
de gobernadores interinos, algunas veces con la anuencia de los propios
ayuntamientos. Con la muerte en 1674 del gobernador y capitán general
Francisco Dávila Orejón, los alcaldes asumieron el gobierno en sus
respectivas jurisdicciones; los de Caracas expusieron en febrero de 1675 la
conveniencia de que ellos ejercieran la potestad política y militar, el derecho
de Real Patronato en toda la provincia de Venezuela y que la Audiencia de
Santo Domingo no nombrara gobernantes interinos. El 2 de abril de 1676
Carlos II aprobó las dos primeras exigencias pero negó la última. El año
anterior, el oidor de aquel tribunal Juan de Padilla Guardiola se presentó a
ejercer el gobierno, a lo cual se opuso violentamente el Cabildo de Caracas.
Una nueva Real Cédula del 18 de septiembre de 1676 confirmaría en todos
sus aspectos la de 1560 y la solicitud completa de 1675, incluyendo la no
intervención de la Audiencia de Santo Domingo.92
Los alcaldes-gobernadores asumieron el gobierno de la provincia en
noviembre de 1704 por demencia del gobernador Nicolás Ponte y Hoyo; en
septiembre de 1714 por enjuiciamiento de José de Cañas y Merino; en 1720

correspondiente, pp. 27-38) y en Relatos y Comentarios sobre Temas de Historia Venezolana. Caracas, Imprenta
Nacional, 1957, pp.. 22-28; Mario Briceño Iragorry: Tapices de Historia Patria. Ensayo de una morfología de
la cultura colonial. Caracas, Ediciones Edime, 1956, pp. 93-102; Luis Alberto Sucre: op. cit., 197-199, 212,
220-224, 230-236; y Guillermo Morón: Historia…, Tomo IV, pp. 165-191.
92 El único estudio en concreto sobre la sucesión de los alcaldes es el de Joaquín A. Ramírez F.: La
lucha de los alcaldes por el Gobierno de la Provincia. El formidable pleito entre el licenciado don Juan de Padilla
Guardiola y el Cabildo Caraqueño de 1675. Caracas, Banco Central, 1975.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 83

ante la suspensión de Marcos Betancourt y Castro por participar en comercio


ilícito, hasta 1721 cuando el virrey de la Nueva Granada nombrara con
carácter de interino a Antonio Álvarez de Abreu. En 1723 el Ayuntamiento
caraqueño protestó la decisión del gobernador Diego Portales y Meneses de
encargar el gobierno en su ausencia temporal al obispo Escalona, resultando
una nueva Real Cédula que garantizaba los privilegios concedidos en 1560
y 1676. Las arbitrariedades de Portales determinaron su prisión por orden
del virrey neogranadino y el control del mando por parte de los alcaldes,
hasta su restitución en 1726. En 1732 decretó Felipe V una pesquisa para
conocer de las acusaciones contra la Compañía Guipuzcoana. Se nombró
juez pesquisador a Martín de Lardizábal, quien se plegó a los guipuzcoanos,
persiguió al gobernador Sebastián García y enfrentó al Ayuntamiento.
Simultáneamente con la pesquisa, el rey resolvió por Real Cédula del 15 de
octubre de 1733 que en caso de muerte de Lardizábal asumiera el gobierno
el obispo diocesano José Félix Valverde, al cual debían obedecer sin protesta
todos los miembros de los cabildos. Esta resolución resultaba de la pesquisa
de Lardizábal, quien había logrado constatar los graves inconvenientes y
excesos cometidos por los alcaldes ordinarios en el gobierno de la provincia
de Venezuela. Por Real Cédula del 14 de septiembre de 1736, el monarca
dispuso que en caso de muerte o ausencia del gobernador, recayera su
jurisdicción política en el teniente de gobernador y auditor de la gente de
guerra, y la militar en el Castellano de La Guaira. Esta disposición terminaba
con la autonomía detentada por los cabildos, y particularmente por el de
Caracas, en materia de gobierno de la provincia.93 Más tarde, por Real Cédula
del 2 de septiembre de 1778, Carlos III creó el cargo de teniente del rey, al
cual traspasó la facultad de mandar en lo político y militar ante la ausencia
o muerte del gobernador y capitán general.94

93 De las impresiones que recoge Juan de Solórzano y Pereira en su Política Indiana, Tomo IV, Libro
V, Capítulo 1, p. 18, se desprende que desde mediados del siglo XVII se conocía en la corte de los
abusos cometidos por los alcaldes-gobernadores: “…esto ha originado notables disturbios en la
Provincia de Caracas, donde se comenzó a establecer un abuso que todos los alcaldes ordinarios,
cada uno en su pueblo, quería ser gobernador en ínterin, como sucedió en Barquisimeto y en
otros Pueblos menores, y en el Consejo hubo varias quejas de personas graves y desinteresadas
sobre que convenía quitar este privilegio a la ciudad, y aún no se ha tomado resolución.”
94 Héctor García Chuecos: La Capitanía General…, pp. 12-16, 39-42 y 45-54, y Relatos y Comentarios…,
pp. 23-33.
84 Alí Enrique López Bohórquez

Otra manera de doblegar la autonomía de los cabildos venezolanos


la constituyó la pérdida del derecho para elegir sus funcionarios; así, a
partir de 1719 se exigió nuevamente enviar a los respectivos gobernadores
los resultados de las elecciones anuales para su confirmación. En algunos
casos fueron los mismos gobernadores los encargados de elegir a las
autoridades municipales. Al lado de esta medida, en 1722 se restableció en
la provincia de Venezuela la figura del teniente justicia mayor, nombrado
por los gobernadores para las respectivas ciudades y villas de aquella
gobernación; un funcionario con amplias atribuciones gubernativas y
judiciales encargado de perseguir y castigar el contrabando, supervisar y
poner remedio a las irregularidades de los ayuntamientos, con autoridad
superior a la de los alcaldes ordinarios.95 Un intento de penetrar el poder
de la aristocracia criolla venezolana en los cabildos estuvo representado
por la llamada Real Cédula de la Alternativa. Esta ley se puso en vigencia
por la instancia que promovieron ante el rey, el 5 de julio de 1769, varios
españoles residentes en Caracas para que se les permitiera optar a los cargos
políticos y militares de la ciudad, con lo que se evitarían las vejaciones que
padecían por parte del ayuntamiento caraqueño, al privarles del goce de los
empleos de alcalde, de regidor y de oficiales de milicia. Por ello solicitaban
se observara el orden alternativo en esos cargos, practicado en casi todos
los dominios americanos.96
El Consejo de Indias tuvo conocimiento de la representación y
dictaminó

…que los españoles europeos avecindados en Caracas han debido y deben entrar
con igualdad de goce de los empleos públicos y de gobierno con los españoles
criollos; que en los oficios de justicia y república tengan indispensablemente
una de las dos varas de alcaldes ordinarios los españoles europeos que sean
vecinos(…), y que esta misma igualdad se ha debido y debe observar en todos

95 Reseña documental de estas medidas hace Guillermo Morón: Historia…, Tomo IV, pp. 195-
226.
96 A.G.1. Caracas, 12: consulta del Consejo de Indias sobre el recurso que han hecho los españoles
europeos de la ciudad de Caracas, para que se declare que pueden optar en los empleos civiles y
militares (Madrid, 14 de mayo de 1770); publicada en Richard Konetzke: Colección…, Volumen
III, Tomo 1 (Doc. 215), pp. 369-375.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 85

los empleos militares del batallón de milicias nuevamente formado, y de las


Compañías de Infantería y Caballería de Nobles Aventureros.

El Consejo, atendiendo lo dilatado de la población de Caracas,


consideró también la creación de cuatro nuevos oficios de Regidores para
ser conferidos siempre a los españoles con carácter vitalicio, y no vendibles
y renunciables como se acostumbraba. De este dictamen resultó la Real
Cédula del 12 de septiembre de 1770, la cual recogió en todos sus términos
la opinión del Consejo de Indias. Para lograr la armonía y la paz entre
españoles y venezolanos, el gobernador José Solano y Bote propuso que el
sector en quien recayera la Alcaldía de primer voto obtuviera la de segundo
al año siguiente, y el que por sorteo sacara la segunda vara elegiría también al
síndico procurador general. Otra Real Cédula del 16 de julio de 1771 ordenó
al nuevo gobernador de Venezuela, Felipe Font de Viela, hacer cumplir la de
1770 En relación con la no intervención del Cabildo de Caracas en asuntos
militares, con lo cual estuvieron de acuerdo los cabildantes.97
En 1773 los blancos criollos pusieron trabas para la incorporación
de los europeos a los cargos municipales, al exigirles el testimonio de
“limpieza de sangre”. Frente a esta actitud los españoles respondieron
contundentemente, considerando que el verdadero origen de la oposición
…“no era ni podía ser más que un mal disimulado amor a la Independencia,
en nada diferente del que, con tanto escándalo de la Europa, han manifestado
los colonos ingleses de Boston y Filadelfia.”98 Por Real Cédula del 3 de
agosto de 1776, se resolvió que para evitar los conflictos no se exigiera la
prueba de hidalguía y que los empleos en los municipios sólo debían recaer
en personas blancas, honradas y reputadas por buenas, siempre y cuando
no ejercieran oficios viles.99 La Real Cédula de la Alternativa no significó
la pérdida del poder político local de la aristocracia venezolana, pues los
españoles residentes e interesados en los asuntos municipales eran muy
pocos, solamente buscaban el prestigio de ser miembros de la institución y

97 A.G.I. Santo Domingo, 892, libro 61, fol. 44: Real Cédula al gobernador de Caracas sobre la
observación de alternativa (Madrid, 16 de julio de 1771); Ibid., (Doc. 219), pp. 380-382.
98 A.G.I. Caracas, 234: Carta de los españoles Juan Ignacio Garmendia, Fernando Domínguez de
Rojas, Antonio Egaña, Felipe de Francia y Juan Ignacio Lecumberri (Caracas, 24 de septiembre
de 1774).
99 A.G.I. Santo Domingo, 893, libro 64, fol. 121.
86 Alí Enrique López Bohórquez

con mayor interés en lo militar, como lo evidencia la instancia de los diez


españoles que solicitaron la aplicación de la ley de alternativa.100 Sin embargo,
representó un intento de la corona de doblegar la autoridad de los blancos
criollos y un instrumento legal de los gobernadores y de la Audiencia para
desconocer las elecciones anuales, argumentándose la exclusión de los
españoles y el parentesco de los cabildantes electos.
A pesar de las dificultades existentes para cuantificar a la población
venezolana durante el período colonial, se ha podido constatar en cierta
medida que desde mediados del siglo XVIII se manifestó un crecimiento
demográfico estimulado por el desarrollo de las actividades productivas, la
importación de mano de obra negra esclava para las mismas, el incremento
del proceso de mestizaje y la inmigración de españoles para ocupar
cargos de gobierno y controlar mayoritariamente el sector comercial de
la expansiva economía venezolana.101 La posición ocupada en el sistema
productivo y la diferenciación étnica de los distintos grupos sociales (blancos
peninsulares y criollos, indios, gentes de color libres –negros, zambos,
mulatos, etc.– y negros esclavos) contribuyeron a la conformación de una
sociedad estratificada, en la que se pondría de manifiesto la clásica división
en sectores dominantes y sectores dominados.102 La desigualdad numérica,
el grado de explotación y control a que fueron sometidos negros, gentes
de color e indios, por un lado, y las restricciones impuestas a los blancos
criollos, por el otro, condujeron a lo largo del siglo XVIII a permanentes
conflictos y tensiones que culminaron con rebeliones orientadas a
exigir reivindicaciones económicas y/o sanciones contra los opresivos
gobernantes. El establecimiento de la Audiencia de Caracas no terminaría
con los levantamientos, pero se aprecia que después de instalado el tribunal
disminuyeron las confrontaciones de carácter económico y se puso de

100 Guillermo Morón: Historia…, Tomo IV pp. 225, registra información documental sobre la
imposibilidad de cumplirse con la alternativa en algunas villas y ciudades.
101 Cfr., Federico Brito Figueroa: La estructura social y demográfica de Venezuela Colonial. Caracas, Revista de
Historia, 1961, pp. 24, 27-31 y 35, e Historia Económica…, Tomo I, pp. 141-158. Un contraste de los
padrones eclesiásticos de las ciudades, villas y pueblos visitados por el obispo Martí (1771-1784)
con las estimaciones hechas por Brito Figueroa (1800-1810), permite apreciar que el incremento de
la población fue notable, la cual ascendió de 199.094 a 354.570 habitantes en un lapso aproximado
de veinticinco años, equivalente a un aumento de 79% de la población calculada por el obispo
Martí en Historia económica…, Tomo I, pp. 154-156.
102 Ibid., Tomo I, p. 160.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 87

manifiesto una actitud política cuestionadora del orden colonial, como


resultado del fortalecimiento del poder español que impedía las disidencias
y críticas que consideraba infundadas. (Véase Cuadro 2) 103

Cuadro 2
Motines, rebeliones, insurrecciones,
movimientos de masas y conflictos jurisdiccionales (1703-1808)

Motines, rebeliones,
insurrecciones,
movimientos de masas Grupo
Año Razones
y conflictos Étnico
jurisdiccionales

Conflictos del Ayuntamiento Defensa del Ayuntamiento de los


de Caracas con los goberna- privilegios concedidos a los alcaldes
1703- Blancos
dores e interinos nombrados ordinarios de gobernar la provincia en
1725 Criollos
por la Audiencia de Santo ausencia o muerte de los gobernadores y
Domingo oposición a los abusos de los mismos.

103 En el cuadro 2 relacionamos los motines, rebeliones, insurrecciones, movimientos de masas y


conflictos jurisdiccionales, su origen étnico y las razones que los motivaron. Además de los estudios que
ya hemos citado sobre rebeliones y protestas en el siglo XVIII, véase la descripción de todos ellos en
Manuel Vicente Magallanes: Luchas e Insurrecciones en la Venezuela Colonial. Caracas, Edit. Tiempo Nuevo,
1972, Tomo I, pp. 79-159, y “Las Luchas Coloniales”, Boletín Histórico, 31 (Caracas, 1973), pp. 5-24. Sobre
los levantamientos de los negros y gentes de color, Pedro Manuel Arcaya: La insurrección de los negros de la
serranía de Coro en 1795. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; Ángel Francisco
Brice: La Sublevación de Maracaibo de 1799, manifestación de su lucha por la independencia. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1960; Federico Brito Figueroa: Las Insurrecciones de los Esclavos Negros en la Sociedad
Colonial Venezolana. Caracas, Cantaclaro, 1961; Miguel Acosta Saignes: “Los Negros Cimarrones”, en El
Movimiento Emancipador de Hispanoamérica. Actas y Ponencias. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1961, Tomo III, pp. 351-398; Pedro Gil y otros: La insurrección de los esclavos negros, libres e indios de la Sierra de
Coro, 1795; una visión crítica. Mérida, Universidad de Los Andes, 1982 (Tesis Mimeografiada); este trabajo
fue luego publicado bajo el título La insurrección de los Negros de La Serranía Coriana: 10 de mayo de 1795 (Notas
para su discusión). Caracas, Dirección de Cultura/Universidad Central de Venezuela, 1996. En relación con
las insurrecciones de los blancos, Pedro Grases: Conspiración de Gual y España y el ideario de la independencia.
Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; Estudio de Héctor García Chuecos
a Documentos Relativos a la Revolución de Gual y España. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, 1949, pp. 12-65; Casto Fulgencio López: Juan Picornell y la Conspiración de Gual y España. Madrid,
Ediciones Nueva Cádiz, 1955; Documentos Mirandinos (Prolegómenos de la Emancipación Iberoamericana). Caracas,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1950; John Edsall: Memorias de un recluta de la expedición
mirandina. Caracas, Edic. Garrido, 1954; Vicente Lecuna: “La Conjuración de Matos”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, 56 (1931), pp. 381-440; Estudio Preliminar de Ángel Francisco Brice a la Conjuración
de 1808 en Caracas. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1968, pp. XI-XLI.
88 Alí Enrique López Bohórquez

Conjura patrocinada por padres jesuitas a


favor del emperador Leopoldo I y de su
Conspiración de
1705 Blancos hijo el archiduque Carlos de Alemania,
Barquisimeto
quienes pretendían ejercer el dominio de
España y sus colonias.

Sometimiento a juicio de Juan Ortíz,


1718 Alboroto de Guanare Blancos acusado de contrabandista, y el rumor de
que sería sentenciado a muerte.

1730- Oposición a las medidas de la Compañía


Revuelta de Andresote Negros
1733 Guipuzcoana contra el contrabando.

Indios Caribes del


1733- Oposición al sometimiento de las misiones
Orinoco contra la Indios
1735 de los padres franciscanos.
misiones

Nombramiento de Ignacio Vasasábal


como justicia mayor de la ciudad
1741 Motín de San Felipe Blancos
considerado agente de la Compañía
Guipuzcoana.

Oposición a la defensa de Puerto Cabello


Gentes ante una posible invasión inglesa, por
1744 Asonada del Tocuyo
color considerar que se trataba de un auxilio a
los Guipuzcoanos.

Confabulación de
1747 Negros Obtención de libertad.
Miguel Luengo

Conjura de los negros del


1749 Negros Obtención de libertad.
centro

1749- Levantamiento en Panaquire


Blancos Oposición a la Compañía Guipuzcoana.
1751 de Juan Francisco de León

1764-
Invasiones de los indios Oposición al sometimiento de los
1777 Indios
Motilones españoles.

1771-
Partidas del negro Guillermo Negros Obtención de libertad.
1774

Altos tributos, creación de nuevos


Rebelión de los Blancos e
1781 impuestos y abusos de funcionarios de
Comuneros de Mérida Indios
la Intendencia.

1781- Indios Oposición a ser dominados por los


Revuelta de los Llanos
1789 Negros españoles.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 89

Privilegios de que gozaban ciertos indios


y negros En relación con los impuestos.
Insurrección de la Serranía
Gentes Promulgación del Código Negrero (1789,
1795 de Coro de José Leonardo
color según interpretaban los negros les otorgaba
Chirino
la libertad. Cobro excesivo de contribuciones
y explotación de los negros esclavos.

Conjura de los Indios de


1795 Indios Nueva imposición de tributos.
Jacura

Conspiración de Gual y S u s t i t u i r l a M o n a rq u í a p o r u n a
1797 Blancos
España República.

Negros
1798 Alzamiento de Cariaco Obtención de libertad.
Esclavos

Gentes Extinción del gobierno español con ayuda


1799 Complot de Maracaibo
Color francesa.

Expediciones de
1806 Blancos Independencia a Venezuela.
Miranda

Desconocimiento de la autoridad de la
Junta Suprema Central de España ante la
Conjuración de los mantuanos
1808 Blancos invasión de Napoleón y establecimiento de
de Caracas
una Junta Conservadora de los derechos de
Fernando VII.

Fuente: Cuadro organizado con los datos aportados por Manuel Vicente Magallanes: Luchas e
Insurrecciones en Venezuela Colonial, pp. 79-155.

La situación descrita determinó la configuración de un aparato jurídico-


político-económico más amplio en manos de funcionarios españoles (Véase
Cuadro 3) que progresiva y sistemáticamente fue restringiendo la autoridad
y autonomía de la aristocracia criolla venezolana y fortaleció el control de
las dispersas e incomunicadas provincias de Venezuela, Cumaná, Maracaibo,
Guayana, Margarita y Trinidad. La Real Audiencia de Caracas encajó
perfectamente en esos planes, y por ello Carlos III no podía argumentar
que la creación del tribunal caraqueño, además de ser un medio para agilizar
los asuntos judiciales tanto de carácter público como privado y para evitar
costos y dilaciones, obedecía a la necesidad de apaciguar los ánimos de los
diferentes sectores de la sociedad, evitar arbitrariedades de los gobernadores,
intendente y demás funcionarios provinciales y, sobre todo, de los levantiscos
ayuntamientos venezolanos. La actuación de la Real Audiencia de Caracas en
esos aspectos y la realidad política de su jurisdicción territorial, después de su
90 Alí Enrique López Bohórquez

creación, permiten apreciar el significado y alcance que tuvo esta magistratura


para el Estado español en el territorio de la actual Venezuela.

Cuadro 3
Administración de la Provincia de Venezuela

Funcionarios Gobernadores Teniente Gober.


Obispos Intendentes
Años Cap. General Auditor Guerra

Mariano
1770
Martí

1777 José de Abalos Luis de Unzaga

1778

Francisco I
1781
Cortines

Manuel González
1782
T.

Francisco de
1783
Saavedra

Francisco de
1786 Juan Guillelmi Andrade

Rafael
1788
alcalde

1791 Joaquín Cubell

1792 Pedro Carbonell

Esteban Fernández
1793 Juan A. de Viana
de León

Juan Jurado de
1796
Laínez

Manuel Guevara
1799 Francisco de Ibarra *
Vasconcelos

1801

Antonio López
1802
Quintana (Interino)
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 91

1803

1804

Vicente de
1806
Emparan

1807

José Vicente de
1809 Vicente Basadre
Anca

1810 Narciso Coll y Prat

Funcionarios
Teniente del rey Regentes Oidores Fiscales
Años

1770

1777

Francisco de
1778 Arce

1781 Pablo de Navas

1782

1783

Antonio José Francisco Juan


Julián Díaz
1786 López P.atricio Ignacio Nepomuceno
de Saravia
Quintana Rivera * Cortines de Pedrosa

José B. de
1788
Asteguieta

Joaquín de
1791
Zubillaga

1792

1793

Francisco
1796 Berrío y
Guzmán*
92 Alí Enrique López Bohórquez

Juan Manuel de Miguel


1799
Cagigal Aurioles

Felipe
Martínez
1801
de
Aragón

José
1802 Gutiérrez
del Rivero

1803

1804 Juan de Casas

Antonio
1806 J. Álvarez
Navarro

1807

1809

1810

* Funcionarios americanos.
Fuentes: La información recogida en este cuadro fue extraída de los citados trabajos de Héctor García
Chuecos: El Siglo XVIII Venezolano; Luis Alberto Sucre: gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela y
fuentes documentales citadas en el trabajo.

Instalación y apertura del tribunal: nombramiento de los primeros


ministros y del presidente. Entrada del sello real y ceremonia de
instalación de la Real Audiencia. La Casa de la Magistratura

Nombramiento de los primeros ministros y del presidente

La Real Audiencia de Caracas se creó siguiendo como modelo la


de Santo Domingo, ya que se determinó que para su funcionamiento se
siguieran las ordenanzas de la Audiencia de La Española, en tanto que se
elaboraban las propias, obligación que no se acometió hasta 1805. Dentro
de la clasificación general antes señalada, la Audiencia de Caracas puede
ubicarse en las pretoriales, en razón de que la ciudad capital de su jurisdicción
estaba regida por un gobernador que legalmente se convirtió en el presidente
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 93

del nuevo tribunal. La Real Orden que anunciaba la creación de la Audiencia,


fechada en Aranjuez el 13 de junio de 1786, señalaba su personal: 1 regente
oidor decano, 3 oidores y 1 fiscal de lo civil y criminal. Posteriormente
en la Real Cédula del 8 de diciembre del mismo año se instituyeron otros
funcionarios: 1 relator, 1 escribano, 1 canciller registrador, 2 receptores, 4
procuradores, 1 tasador, 1 repartidor, 1 abogado de pobres, 1 procurador
de presos, 2 alguaciles, 2 porteros y 1 barrendero.104
Por Real Decreto de 6 julio de 1786, Carlos III confirmó la creación
de una Audiencia en Caracas,

…para evitar los graves perjuicios y dispendio que se originan a los habitantes de
las provincias comprendidas en esa Capitanía General de recurrir por apelación
en sus negocios a mi Real Audiencia Pretorial de Santo Domingo, (…) cuyo
distrito ha de extenderse además de la Provincia de Venezuela, a la de Cumaná,
Maracaibo y Guayana y a las Islas de Trinidad y Margarita; quedando ceñida
la jurisdicción de la expresada Audiencia a la parte española de aquella Isla,
la de Cuba y Puerto Rico… 105

Por Real Cédula de 31 de julio de 1786 se comunicó al gobernador


de Caracas, Juan Guillelmi, la creación de la Audiencia, a fin de que hiciera
cumplir todo lo concerniente a su funcionamiento;106 y el 13 de enero del
año siguiente, se le participaba sobre su condición de presidente del tribunal
y encomendaba tomar el juramento de los magistrados antes de la llegada
del regente.107 La llegada de los magistrados a Caracas se fue realizando
progresivamente. Primero lo hicieron, en abril de 1787, los oidores José
Patricio de Rivera, Francisco Ignacio Cortines y Juan Nepomuceno de
Pedrosa; luego lo harían en el mes de junio el fiscal Julián Díaz de Saravia
y el regente Antonio López de Quintana. A medida que fueron arribando

104 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786, estableciendo una Audiencia en
Caracas.
105 A.G.I. Caracas, 288-72: Real Cédula al gobernador de Venezuela, Juan Guillelmi, participándole
la creación de una Audiencia en Caracas, de acuerdo con el Real Decreto del 6 de julio de 1786,
y el personal que la integrará.
106 Ibid.
107 Ibid.: Real Cédula al presidente de la Real Audiencia, gobernador Juan Guillelmi, para que tome
la juramentación de los ministros del Tribunal (El Pardo, 31 de enero de 1787).
94 Alí Enrique López Bohórquez

los ministros, como estaba determinado, el gobernador Guillelmi procedió


a juramentarlos, así como a los demás funcionarios designados para los
cargos de canciller, relator, escribano y abogado de pobres, Carlos Machado,
Alonso Francisco de la Vallina, Juan Domingo Fernández y Nicolás García,
respectivamente. En tanto arribara Carlos Machado fue designado como
canciller interino José Antonio de Vidaondo. El presidente del tribunal,
Juan Guillelmi, natural de Sevilla, fue nombrado gobernador y capitán
general de Venezuela el 11 de agosto de 1785. Tomó juramento y posesión
del cargo ante el Cabildo de Caracas el 14 de febrero de 1786. Sustituía al
gobernador Manuel González Torres, quien había sido trasladado con las
mismas funciones a Santo Domingo. Antes de su nombramiento, Guillelmi
ejercía como teniente del rey de La Habana y subinspector de las tropas de
Cuba y luego jefe de artilleros de la Isla de La Española.108
El cargo de regente recayó en el doctor Antonio López Quintana,
quien había sido oidor de la Audiencia de Guadalajara, teniendo también los
títulos de consejero del rey y caballero de la orden de Carlos III. Para cubrir
las dignidades de oidores, la Cámara de Indias propuso el 14 de agosto de
1786 a varios letrados. Para la tercera plaza, Juan Nepomuceno de Pedrosa,
Felipe Santos Domínguez, Francisco Javier Borbón. En la segunda Joaquín
Mosquera Domínguez, Nicolás Jacinto de Ayala; y en la primera, Francisco
Ignacio Cortines, Pedro Muñoz de la Torre, Juan Suárez Rodríguez y Antonio
Porlier. De estas ternas correspondieron la tercera y segunda plazas a Juan
Nepomuceno Pedrosa y Francisco Ignacio Cortines respectivamente. La
primera fue concedida a José Patricio de Ribera. Este era egresado de la Uni-
versidad de La Habana y había ejercido en las audiencias de Santo Domingo
y México. El oidor segundo, Francisco Ignacio Cortines, caballero de la orden
de Carlos III, desempeñó el cargo de teniente Coronel y auditor de guerra de
los gobernadores Unzaga y González. Juan Nepomuceno de Pedrosa, oidor
tercero, había actuado como abogado en los reales consejos, y le correspondió
traer el Sello Real desde España.109 Para el oficio de fiscal fue escogido Julián
Díaz de Saravia, quien ejercía el empleo de fiscal en lo criminal en la Audiencia
de Santo Domingo, y ahora actuaría también en lo civil. Era ésta la dignidad

108 Héctor García Chuecos: Siglo XVIII Venezolano, pp. 247-248 y Luis Alberto Sucre: gobernadores y
Capitanes Generales, p. 246.
109 A.G.I. Caracas, 228-N° 72: Expediente que comprende la selección y nombramientos de los
ministros y demás personal de la Audiencia.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 95

más importante para el Estado español, pues en el título concedido a Díaz


de Saravia en 14 de noviembre de 1786, Carlos III le ordenaba: …“acusar y
defender todos y cualquiera causas pertenecientes a mi servicio y Patrimo-
nio Real y a la ejecución de mi justicia y acrecentamiento de mis Rentas,
según lo hacen y deben hacer los otros fiscales civiles y criminales de mis
audiencias de estos Reinos y de los de las Indias”…110 En 1798, en razón
del incremento de los asuntos atendidos por el fiscal de lo civil y criminal, se
creó el cargo de fiscal de la Real Hacienda, designándose a Francisco de Berrío
y Guzmán. Poco antes de iniciar sus gestiones el tribunal, fue concedido el
título de relator a Alfonso Francisco de la Vallina, quien practicaba la aboga-
cía en los Consejos Reales. El cargo de canciller fue asignado al americano
Carlos Machado. El de escribano recayó, en con carácter de interinato, en
la persona de Juan Domingo Fernández. Como abogado de los pobres se
nombró a Nicolás García.

Entrada del Sello Real y ceremonia de instalación del tribunal

Por Real Orden de 16 de octubre de 1786, el rey notificaba a los


ministros nombrados para Caracas que, a fin de que no se dilatara el
establecimiento de la nueva Audiencia, había ordenado al Consejo de Indias
que se “habriese y remitiera” a la brevedad posible el “Sello de mis Reales
Armas que debe servir en ella para el despacho de los títulos y provisiones
que librare”. Cumplida esa orden, el 8 de diciembre de ese año, el monarca
notificaba a los ministros que dicho Sello estaba listo y que lo remitía para
que fuera entregado al canciller y registrador designado al efecto.111 El fiscal
Julián Díaz de Saravia dio respuesta a esa notificación, seis meses después,
indicando que procedería a organizar el solemne recibimiento del Real Sello,
en un todo de acuerdo con lo establecido en las leyes de los reinos de indias
al respecto, y que haría entrega del mismo a quien se designara como canciller
interino.112 Como señalamos, correspondió al oidor Juan Nepomuceno de
Pedrosa traer el sello real, el cual fue recibido por el canciller interino José

110 Ibid.: Título de fiscal civil y criminal de Julián Díaz de Saravia (San Lorenzo, 14 de noviembre de
1786).
111 A.G.I. Caracas, 302-Nº 21: Real Cédula a la Audiencia de Caracas participándole el envío del Real
Sello y decisiones de los ministros sobre su recibimiento (Madrid, 8 de diciembre de 1786).
112 Ibid.: Representación del fiscal Julián Díaz de Saravia (Caracas, 12 de junio de 1787).
96 Alí Enrique López Bohórquez

Antonio de Vidaondo, contador principal del Ejército y Hacienda. El 26 de


junio de 1787 se produjo el primer acuerdo de los ministros con el presidente-
gobernador, aprobándose la determinación del fiscal y señalando el recorrido
que debía seguir la traída del sello desde el Puerto de La Guaira hasta la ciudad
capital, exigiendo también a los vecinos la colaboración para el aseo de las
calles y la iluminación correspondiente la noche del día de su recibo y entrada
solemne.113 Un nuevo acuerdo tendría lugar el 17 de julio, mediante el cual
reglamentaba el ceremonial que debía seguirse para la conducción del Sello
hasta la casa que serviría de aposento al Tribunal.114 El 19 de julio de 1787 se
efectuó el acto de recibimiento del Real Sello; cumplido el boato establecido
y realizado el Te Deum correspondiente, el presidente, los oidores, el fiscal,
y demás personal subalterno, pasaron a la Sala de la Audiencia para abrir en
nombre del rey el despacho público de los negocios de justicia.
Inmediatamente, los ministros y el presidente procedieron a informar
al rey sobre todo lo actuado en ese día, dando cuenta detallada de cómo tuvo
lugar el recibimiento del sello, la participación de los distintos funcionarios y
sectores de la sociedad caraqueña, y los convites de “refresco, música y baile”
organizados por distintas personalidades y autoridades de la ciudad. Este
extenso informe contiene un conjunto de consideraciones e informaciones que
evidencian la importancia que la sociedad en general confirió no solamente a
la ceremonia que se realizaba para la recepción del real sello, sino también al
inicio de las actividades de la magistratura caraqueña. Los ministros señalaron
que “desde que se extendió por esta ciudad y provincias dilatadas, la noticia

113 Ibid.: acuerdo de la Real Audiencia de Caracas (Caracas, 26 de junio de 1787).


114 …“acordaron que al tiempo de apearse todos, reciban los Sres. presidente y regente en una bandeja
el cofre en que ha de venir cerrado, y al mismo tiempo, los rexidores de esta Muy Ilustre Ciudad
tomen las varas del palio que estará prevenido en la inmediación de la puerta, y seguirán las dos
filas de todo el acompañamiento que marcharán hasta quedar formados en la Sala principal y allí
pararán, dejando hueco para que pase el Sello Real y oidores a ocupar el frente de su sillas donde
se mantendrán en pie interin llega sin dilación el canciller al medio de la mesa. Entonces, abrirá
el Sr. presidente la Caja del Sello Real, hará el canciller una reverencia profunda, cerrará él mismo
la caja en señal de que se da por entregado, se cubrirá quedando todos descubiertos, saldrán
incontinenti los señores Presidentes, regente y oidores moviéndose al propio tiempo las filas del
acompañamiento, a quien seguirán dichos señores y, en medio de los dos últimos, el canciller, y
palio en cuya forma irán todos hasta el aposento destinado para depocitar el Sello Real, luego,
que lo esté, y el canciller haya recoxido la llave, hará cortesía a la Audiencia y acompañamiento
con el sombrero en la mano, y retirado el Palio volverán todos a la sala mencionada, dejarán paso
a los Sres. presidente, regente y oidores que ocuparan sus sillas e inmediatamente se abrirá el
Despacho público del Tribunal, retirándose todas las personas del acompañamiento que quieran
hacerlo”… Ibid
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 97

que tanto deseaban de haberse dignado V.M. crear una Real Audiencia en
ella notó su gobernador y capitán general, D. Juan Guillelmi, el profundo
reconocimiento de todas las clases de vasallos, a la Piedad soberana por
una merced de tan graves e importantes consecuencias, y empezó a tomar
providencias eficaces para proporcionar que se experimentasen cuanto
antes”…
Distintos sectores de la sociedad colonial vecina de Caracas también
reaccionaron favorablemente a la invitación de los magistrados, quienes
indicaron en el informe que “a proporción que se divulgaba el señalamiento,
por todas partes crecieron las demostraciones de júbilo, y desde largas
distancias venían a esta capital numerosas tropas de gentes ansiosas de
competir en la forma posible con los habitadores de ella, en aplauso de la
Real Persona y nombre de V.M.” De igual manera lo hicieron miembros de la
iglesia, pues “el reverendo obispo, el Venerable Deán y Cabildo de esta Santa
Iglesia, todo el Clero secular y las casas Religiosas que a nadie ceden en el
amor y celo, a cuanto pueda ser del Real agrado de V.M., se habían preparado
para dar por su parte señaladas demostraciones de júbilo común a todos”. Al
anochecer del día 18 (se iluminaron como de un golpe) todas las calles de
esta grande ciudad y varias torres, señalándose entre todas, con ostentación
brillante la de la Iglesia Cathedral que hizo la señal con un repique general,
a que correspondieron las demás. La confluencia de gentes por las calles,
casi toda la noche, y la alegría que manifestaban en expresiones humildes
de gratitud a V.M., excedieron a lo que se puede ponderar.
Al amanecer del día diez y nueve se depositó el Sello Real fuera
de la ciudad en un sitio eminente, en una tienda de damascos de seda,
custodiada de una partida de Granaderos. Entonces se dio inicio a los
actos a las ocho de la mañana, concurriendo el presidente y ministros de
Real Audiencia a la Sala de su acuerdo. De allí pasaron a su capilla, que
dos días antes había bendecido el obispo Mariano Martí, a asistir a la misa
convocada al efecto. Concluido ésta, inmediatamente después comenzó el
desfile correspondiente, encabezado por …“cuatro soldados de a caballo,
ceñidas las espadas; seguían los ministros, subalternos del Tribunal y los de
la ciudad; iban inmediatamente los sujetos de primera distinción y calidad
en caballos con jaeces primorosos; seguían la ciudad, bajo de masas, y con
igual ornato y brillantes; después iban los ministros de Real Hacienda y
Contaduría de Cuentas, y últimamente los de la Real Audiencia en toda
ceremonia, cerrando las dos líneas el presidente y el decano regente de
98 Alí Enrique López Bohórquez

ella”. Todo este séquito se dirigió hasta el lugar en que estaba depositado
el Sello Real, el cual –depositado en un cofre de terciopelo– con profunda
reverencia fue tomado por el presidente-gobernador Juan de Guillelmi
y el decano regente Antonio López de Quintana y colocado …”sobre la
almohada y caballo que había hecho llevar el presidente, con aderezo y ornato
sobresaliente; entregáronse los dos cordones del mismo caballo a el alcalde
ordinario de primero voto, don Lorenzo de Ponte, y al regidor decano, D.
Esteban de Otamendi”… La marcha continuó cubriendo la retaguardia
una compañía de Caballería y por los balcones, ventanas y tablados que se
habían levantado y adornado en las bocas calles, y aun por las alturas de las
casas, resonaban las aclamaciones continuadas: “Viva el rey Nro. Señor”:
entre ellas, y la armonía de la música militar, llegó el Sello Real a la puerta del
Palacio de V.M”…
Allí, las autoridades de la Audiencia volvieron a tomar el cofre
que guardaba el Sello Real, colocándolo en la mesa y sobre la almohada
prevenida; …“se pusieron con los oidores y fiscal en pie delante de sus
asientos, se presentó al propio tiempo al frente medio el canciller, abrió el
presidente el cofre y caja del Sello Real para manifestársele y hacerle entrega.
En el mismo instante de la manifestación le hizo el canciller profunda
reverencia, cerró por su mano el cofre(…), le tomó, entró debajo del palio
y partieron delante las filas a la pieza destinada para su custodia (…) Luego
que el canciller le puso en el armario, prevenido a este fin, torció la llave y
retirado el palio, hizo cortesía a la Audiencia, ciudad y acompañamiento.
Entonces pasaron el presidente, decano regente, oidores y fiscal a la Sala
de la Audiencia y, a presencia de mucha gente que entró en ella, se abrió en
nombre de “Dios y del rey” el despacho público de los negocios de Justicia.
Luego pasaron todos a la Casa del gobernador Guillelmi, “en donde se
sirvió un exquisito abundante refresco general.” Al anochecer del propio día
19 se iluminaron de nuevo el Palacio Real, las torres y todas las casas de la
ciudad, y se había en diversas casas “música, refresco y baile”. Por su parte
el canciller José Antonio de Vidaondo interino ofreció abundante y delicado
refresco, exquisito concierto de música y baile (…) y a que concurrieron más
de doscientas personas de ambos sexos”.
Los actos de celebración continuaron el día 20 de julio. Los miembros
de la Audiencia y Ayuntamiento pasaron desde el Palacio a la Iglesia
Catedral, …“en cuya puerta hizo el recibo el Cabildo eclesiástico y, puesto
los dos cuerpos(…)en la capilla mayor a los lados correspondientes, empezó
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 99

la misa que celebró de Pontifical este Rdo. obispo, que ha promovido a todo
esfuerzo con la magnificencia de altar y coro, en cuanto alcanzan las fuerzas
de los hombres y se debe al Augusto sacrificio. A corto intervalo, después de
concluida la misa, se puso de manifiesto el Señor Sacramentado y se entonó
el Te Deum que prosiguió la música de la Iglesia, difundiendo sus afectos
por el innumerable concurso que se oprimía en todas las naves del templo”.
Inmediatamente los funcionarios de ambas instituciones hicieron la visita
general de los pobres encarcelados. Por la noche, el alcalde ordinario de
primer voto, don Lorenzo de Ponte, dio “…refresco, música y baile tan
espléndido como el que había dado el canciller, y con igual concurrencia
de todas las primeras clases del pueblo.” Entre tanto, las casas religiosas
en sus templos hicieron “…fervorosos sacrificios y ruegos a Dios por la
vida y salud” del rey Carlos, mientras que la Real Pontificia Universidad
en su capilla y sus aulas organizaron lucidos oficios religiosos y funciones
literarias “…en que la juventud ha desplegado entre las luces de sus talentos
el amor, la veneración y los afectos humildes a la Real Persona de V.M., a
los Príncipes, nuestros Señores y a toda su Real Familia.115

La Casa de la magistratura

Las noticias sobre el sitio elegido para la instalación de la Sala de


la Audiencia de Caracas no son precisas. Existe información dispersa en
diversos documentos, por lo general como parte del problema que existió
en Caracas para la construcción de las Casas Reales. Los historiadores
Héctor Parra Márquez, Carmen Clemente Travieso y el Cronista de la
Ciudad de Caracas José Ernesto Montenegro han registrado en distintos
estudios referencias sobre el lugar donde funcionó el tribunal,116 las cuales
utilizamos para reconstruir las características del mismo. La instalación
del tribunal se hizo en una casa ubicada entre las esquinas de San Jacinto

115 A.G.I. Caracas, 302-Nº 1: La Real Audiencia de Caracas informa al rey sobre el recibimiento del
Real Sello e instalación del Tribunal.
116 Héctor Parra Márquez: Caracas política, intelectual y mundana. Caracas, Archivo General de la Nación,
1966, pp. 11-16; Carmen Clemente Travieso: Las Esquinas de Caracas. México, 1966, pp. 239-241;
y Juan Ernesto Montenegro: Crónicas de Santiago de León de Caracas. Caracas, Instituto Municipal de
Publicaciones, 1997, 447-448. La crónica sobre la Real Audiencia de Caracas también fue incluido
en Escritos Patrimoniales. Caracas, Instituto Municipal de Publicaciones de la Alcaldía de Caracas,
1999, pp. 137-138.
100 Alí Enrique López Bohórquez

y Traposos, al lado norte de la casa natal de Simón Bolívar, donde luego


se construiría en 1960 el actual Museo Bolivariano.117 Carmen Clemente
Travieso dice que esa casa fue construida y dotada por el gobernador Juan
de Guillelmi,118 afirmación que no concuerda con el hecho de que nada
dijo este gobernador al respecto en los informes enviados para participar
sobre los preparativos del recibimiento del real sello y con el contenido
de un memorial del gobernador Pedro Carbonell, en el que se habla de
un arrendamiento, sobre el cual nos referiremos seguidamente. El viajero
francés Francisco Depons contribuye a reforzar esta idea al decir que “los
únicos edificios públicos de Caracas son los dedicados a la religión. El
capitán general, la Real Audiencia, el intendente y todos los Tribunales
ocupan casas alquiladas”…119
Los primeros datos sobre la casa de la Audiencia proceden las
gestiones realizadas por el gobernador y capitán general Pedro Carbonell
para mejorar las instalaciones de las oficinas gubernamentales radicadas en
Caracas. En un memorial dirigido al regente de la Audiencia, Antonio López
de Quintana, del 24 de junio de 1793, en el que consideraba que la capital
de la provincia de Venezuela, en razón de su “extensión, magnificencia y
hermosura” debían existir edificaciones apropiadas para las oficinas públicas,
dado el estado ruinoso de algunas y el espacio insuficiente de otras, por lo
que proponía la demolición de la cárcel y de la casa consistorial ubicadas
frente a la Plaza Mayor, la adquisición de las casas vecinas y los solares
colindantes, para la construcción de un Palacio que albergara la Cárcel
Real, el Ayuntamiento, la Real Audiencia, Real Contaduría, la Gobernación,
habitación de los gobernadores y oficinas para escribanos públicos. El
proyecto del gobernador Carbonell no se puso en práctica, probablemente
por los enfrentamientos que este funcionario tendría, más tarde, con los

117 Allí funcionó durante varios años la tipografía “Casa de Especialidades”, de los señores R. V.
Ortega & y Compañía, y después otros comercios de distinta índole. Para el año de 1887 la casa
permanecía vacía y existió el proyecto de adquirirla para instalar en ella el Poder Judicial. También
la misma idea se dio durante el gobierno de Joaquín Crespo, pero no se llevó a efecto. Este edificio
fue adquirido por el Estado venezolano, construyéndose en su terreno la sede del actual Museo
Bolivariano. Estos datos los extraemos de Héctor Parra Márquez: Ibid. p. 11 y Carmen Clemente
Travieso: Ibid., p. 241.
118 Carmen Clemente Travieso: Ibid., p. 239.
119 Francisco Depons: Viaje a la parte Oriental de Tierra Firme en la América Meridional. Caracas, Banco
Central de Venezuela, 1960, Tomo II, p. 214. Entre las pp. 162-163 se incluye un plano de Caracas
en el que el viajero registra la ubicación de la casa de la Audiencia de Caracas.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 101

ministros de la Audiencia, la carencia de recursos económicos para tal fin


y los sucesos posteriores que convulsionaron la provincia a partir de la
develación de la conspiración de Gual España en julio de 1797.
En lo que a la sede de la Real Audiencia se refiere, Carbonell
señalaba en el mencionado informe que era sumamente alto el canon
de arrendamiento anual que se pagaba (800 pesos), por lo que durante
la gestión del intendente Francisco de Saavedra se había planteado la
necesidad de la construcción de una sede propia del alto tribunal, con lo
cual se harían ahorros apreciables y se evitarían las incomodidades que
sufrían sus magistrados en razón del reducido espacio en que funcionaban.
Lo cierto es que para la Audiencia nunca hubo otra sede que la utilizada
desde su instalación el 19 de julio de 1797. Otras fuentes refieren que a
la entrada de la casa existía una campana de la cual pendía una cadena
de hierro, a fin de que el perseguido por las justicias ordinarias u otras
autoridades quedara bajo el amparo provisional de los jueces del tribunal,
quienes inmediatamente iniciaban las averiguaciones del caso. Hasta
donde hemos revisado la documentación sobre la Audiencia, no hemos
encontrado referencia alguna a que dicha campana haya sido utilizada para
tales propósitos.
Héctor Parra Márquez señala que según algunos documentos de la
época, el salón o pieza más importante de la casa que servía de asiento de
la Real Audiencia se destinaba para las sesiones del Tribunal. En el centro
del extremo principal aparecía, sobre una tarima, una mesa y, alrededor de
ella, bajo dosel de seda, las ‘sillas con brazos’ para el regente y los oidores.
En el rincón de la derecha, sobre pedestal de madera, lucía el arca o cofre,
forrado de terciopelo y guarnecido de oro, dentro del cual se guardaba el
Sello Real, símbolo visible de la autoridad del Monarca. A la izquierda se
hallaban dos bancos de madera destinados, como honrosa distinción, a los
miembros del Colegio de Abogados.
En una nota expresa este autor que según consta de Acta del Cabildo
Eclesiástico de Caracas de fecha 7 de julio de 1787, después de conferenciar
el señor obispo y el presidente de la Real Audiencia, se convino en que el
entarimado para colocar las sillas en el Supremo Tribunal se pagase por el
Mayordomo de Fábrica con intervención del señor Deán. Así se hizo y el
102 Alí Enrique López Bohórquez

costo de cien pesos, incluidos allí unos trabajos efectuados en la calle de


los Peregrinos.120
Agrega Parra Márquez que los representantes de las partes, no
miembros del referido Colegio, y el público en general se sentaban en
simples bancos de madera, colocados en hileras horizontales en el medio
de la sala. Si a todo ello agregamos las mesas, las alacenas y las sillas que
había en las demás piezas del edificio, donde funcionaban la Secretaría y
otras dependencias, tendremos una idea del modesto mobiliario de la Real
Audiencia de Caracas.121

La Audiencia de Caracas como ejemplo de reorganización


judicial borbónica: nombramiento de regentes, oidores y fiscales.
Procedimientos empleados para su selección y duración de los
empleos. Formación profesional, experiencia y cultura jurídica de
los ministros

La Audiencia de Caracas ejemplo de la reorganización judicial borbónica: elección


de los ministros y predominio de los españoles

La legislación indiana prohibía la provisión de corregimientos, alcaldías


mayores y otros oficios de administración de justicia en personas naturales
y vecinos de la provincia donde hubiese necesidad de tales oficios, a fin de
evitar parcialidades determinadas por nexos familiares o de amistad.122 Sin
embargo, hubo excepciones y se seleccionaron letrados para ejercer en sus
respectivos lugares de nacimiento. El caso de la Audiencia de Lima evidencia
esa dispensación, llegando incluso los limeños a predominar en la magistratura
en determinados momentos. Los tribunales de Charcas, Chile, Guadalajara,
Quito, Santa Fe y Santo Domingo contaron esporádicamente en sus plantas
con ministros nacidos en sus respectivos distritos, aunque no con la intensidad
manifiesta en Lima, excepción que no llegó a verificarse en Buenos Aires,

120 En efecto, esta información la hemos cotejado en Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio
Cronológico. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1963 (BANH. Fuentes para la Historia
Colonial de Venezuela, 65), Tomo II (1771-1808), p. 160.
121 Héctor Parra Márquez: Caracas política, intelectual y mundana, p. 13.
122 Recopilación .., Libro III, Título II, Ley XIII.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 103

Guatemala, Cuzco y Caracas.123 En varios aspectos la Audiencia de Caracas


caracterizó el proceso de reorganización judicial borbónica a partir de Carlos
III. Representó un ejemplo de la política anti americanista del ministro José de
Gálvez en cuanto a la selección del personal.124 Los magistrados nombrados
representaron una nueva burocracia, comparable con la que había ejercido
en las audiencias indianas antes del reinado de Carlos III, constituida por
hombres desligados socialmente de la nobleza española y americana, versados
en asuntos judiciales por sus experiencias como catedráticos universitarios y
prácticas en otras audiencias, en tribunales menores y asesorías legales, y fueron
recompensados sus servicios con la promoción a cargos o magistraturas
coloniales de mayor prestigio, incluyendo el Consejo de Indias. De la
documentación hasta ahora procesada se desprende que no adquirieron bienes
raíces, no participaron en actividades económicas, ni se casaron en el distrito
audiencial, lo que impidió el desarrollo de nexos locales extremos. Estos
aspectos sirvieron para garantizar el control sobre la Audiencia y su autoridad
en el orden político, pero no impidieron algo generalizado en la administración
de justicia colonial: la corrupción y el desorden que caracterizaron a la Real
Audiencia de Caracas y que conducirían a la visita del ministro Mosquera y
Figueroa a partir de 1804.
La composición de la Audiencia de Caracas, entre 1786 y 1810,
revela las intenciones del Estado español de ejercer autoridad más efectiva
para garantizar su soberanía, a través del nombramiento de ministros
predominantemente peninsulares, de la escasa selección de americanos leales
y de la intransigente actitud de no conceder plazas a abogados nacidos en el
distrito del tribunal.125 Si bien esta era una política generalizada y legalmente
establecida, no fue cumplida estrictamente pues en el periodo que estudiamos
las audiencias de Santo Domingo, Chile, México y Lima contaron en ciertos
momentos con ministros naturales de sus respectivas jurisdicciones; pero en
el caso de Caracas, se hacía necesario aplicarla si se considera que la mayoría

123 M. Burkholder y D. Chandler: From Impotence to Authority…, en los apéndices V, VI y VII recogen
cuantitativamente la composición de las audiencias de acuerdo con el origen y la influencia local
de los ministros de las magistraturas americanas.
124 Aunque Gálvez muere el año de crearse el tribunal caraqueño, su actitud frente a los criollos, y
particularmente contra los naturales del distrito de las respectivas audiencias, sería continuada
por los sucesivos ministros y Consejeros de Carlos IV.
125 Incluimos sólo los nombramientos antes del 19 de abril de 1810, fecha iniciadora de la rebelión
de Caracas y son expulsadas las autoridades españolas. (Véase cuadro 4)
104 Alí Enrique López Bohórquez

de los abogados procedían de las más distinguidas familias de la oligarquía


venezolana. Su nombramiento permitiría, quizá, el desarrollo de una gran
influencia local en perjuicio de los intereses de la monarquía e incentivaría la
actitud oposicionista que dicha oligarquía había manifestado a las autoridades
coloniales a lo largo del siglo XVIII. Dieciséis ministros fueron nombrados
para ejercer en la Audiencia de Caracas desde su fundación en 1786 hasta su
eliminación por la Junta Suprema de aquella ciudad en abril de 1810: Once
españoles, de los cuales dos magistrados no tomaron posesión del cargo por
fallecer antes de llegar a Caracas,126 y cinco americanos, dos de los cuales
no ejercieron antes de 1810 debido al inicio de la guerra de independencia;
otro falleció al año siguiente de haber comenzado sus funciones, de manera
que solamente dos criollos americanos sirvieron en el tribunal caraqueño,127
evidencia inequívoca del marcado predominio de ministros peninsulares
durante el período objeto de este estudio.
El 14 de agosto de 1786 la Cámara del Consejo de Indias128 propuso a
Carlos III la lista de diez candidatos, todos españoles, para las tres plazas de
oidor de la recién creada Audiencia. Resultaron electos como oidor decano
José Patricio de Rivera, natural de Santiago de Cuba y quien no aparecía

126 Antonio López Quintana, Francisco Ignacio Cortines, Juan Nepomuceno de Pedrosa, José
Bernardo de Asteguieta y Sarralde, Miguel Aurioles de la Torre, Felipe Martínez Aragón, Antonio
Julián Álvarez Navarro, Julián Díaz de Saravia, José Gutiérrez del Rivero, Francisco Ignacio Morales
y Diego Romero Montero; los dos últimos fallecieron antes de asumir sus respectivos puestos.
127 Después de la muerte en 1788 de José Patricio de Rivera, natural de Santiago de Cuba, hubo
control total de la institución por parte de los españoles, durante catorce años. En 1798 Francisco
Berrío y Guzmán, nacido en La Habana, fue nombrado para la recién creada Fiscalía de Hacienda,
pero no comenzó a ejercer hasta 1802. El tercer americano en el tribunal fue Joaquín Mosquera y
Figueroa, nativo de Popayán, quien en 1804 viniera a Caracas como regente-visitador. Otros dos
americanos serían nombrados en 1809: el oidor José Francisco Heredia, de Santo Domingo, y el
regente Cecilio Odoardo y Palma, natural de La Habana, quienes por circunstancias personales y
debido al comienzo de la guerra en la provincia de Venezuela no tomaron posesión de sus plazas
sino hasta 1812 y 1816, respectivamente, cuando los dos magistrados americanos hicieron valer
sus títulos.
128 El nombramiento de los ministros por lo general se hacía mediante una consulta de la Cámara del
Consejo de Indias, la cual estudiaba las Relaciones de Mérito y Servicios de los letrados aspirantes
a un cargo en la magistratura colonial, y se presentaba una lista al rey para que escogiera el de su
mayor agrado; algunas veces era designado un ministro que no aparecía nominado, o el monarca
nombraba directamente sin intervención del Consejo a través de un Real Decreto. Durante el
cautiverio de Fernando VII, el Consejo de la regencia se encargó en nombre del Soberano de
seleccionar el personal togado para las audiencias americanas.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 105

entre los letrados propuestos;129 oidor segundo Francisco Ignacio Cortines,


entonces teniente de gobernador y auditor de guerra de la Provincia de
Venezuela;130 y oidor tercero Juan Nepomuceno de Pedrosa.131 En la misma

129 José Patricio de Rivera: nació en la ciudad de Santiago de Cuba en 1763. Estudió en la Universidad
de La Habana, graduándose primero de bachiller en Derecho Civil y Canónico, y luego de licenciado
y doctor en el de Civil. Regentó los Cátedras de Prima y Vísperas de Leyes con carácter ad honorem,
concursando en oposición la Cátedra de Instituta de dicha Universidad en 1765, y ocupando en la
misma los cargos de revisor de archivo y fiscal. Obtuvo licencia para ejercer el título de abogado
de la Audiencia de México en 1758, de la de Santo Domingo en 1759 y de los reales consejos
de Indias y de Castilla en 1760. asesor letrado particular desde 1759 de alcaldes ordinarios, de la
Santa Hermandad del mayordomo de propios, del receptor de penas de cámara, del Tribunal de
Contaduría mayor de cuentas, del jefe de escuadra, del teniente del rey, del intendente de ejército
y de los escribanos de gobierno, guerra y hacienda y número, todos ejercidos en lo ciudad de
La Habana. teniente de la Compañía de Estudiantes de la Universidad de La Habana y Capitán
de la misma durante la invasión inglesa a la isla en 1762. Juez general de bienes de difuntos y
procurador general del común en 1768; y asesor general del gobernador y capitán general Antonio
María Bucareli en 1769. fiscal de la Real Hacienda de la Isla de Cuba y ministro honorario de la
Audiencia de Santo Domingo. oidor primero de la Real Audiencia de Caracas en 1786, Falleció
en esta ciudad el 7 de junio de 1788.
130 Francisco Ignacio Cortines: nacido en la ciudad de Sevilla. Realizó estudios en la Universidad de
Sevilla, donde obtuvo los grados de bachiller en Filosofía, Teología y Cánones, y el de doctor en
Sagrados Cánones en 1763. Profesor de las cátedras de Código de Leyes y de la de Vísperas de
Sagrados Cánones de la mencionada Universidad en 1766. presidente de la Academia de Sagrados
Cánones. En 1771 fue recibido para ejercer como abogado de los reales consejos. Ayudante del agente
fiscal del Consejo de Indias (1767-1772), incorporándose el último año al Consejo de Abogados
de la Corte. Individuo de la Real Academia de Letras de Sevilla. Admitido en 1779 como individuo
numerario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. fiscal de las Reales Acequias de Jarana
y Colmenar (España), entre 1774 y 1779. Autor del libro titulado Discurso político sobre el establecimiento
de los hospicios en España y del discurso sobre las Memorias del rey D. Pedro y la reina D. María de Padilla.
Nombrado teniente de gobernador y auditor de guerra de la Provincia de Venezuela en 1779. Electo
oidor segundo de la Real Audiencia de Caracas en 1786. Nuevamente auditor de guerra de Caracas
en calidad de interino por muerte de su titular (1788-1789). Por sus méritos y servicios recibió la
Cruz de la Real Orden de Carlos III en 1794. Juez de bienes de difuntos el mismo año y alcalde
mayor de cuartel de la ciudad de Caracas en 1799. Ascendido a regente de la Audiencia de Quito
en 1801. Falleció en dicha ciudad el 15 de marzo de 1806 y cinco días después. Desconociéndose
su muerte, se le concedió el Título de consejero togado de Indias.
131 Juan Nepomuceno de Pedrosa: nació en la ciudad de Oviedo (España) en 1750. Estudió en la
Universidad de Oviedo, donde recibió los grados de bachiller en Leyes y Cánones en 1771 y 1772.
Profesor de las Cátedras de Prima de Cánones y Foro Competenti en 1774 y en la regencia de
Leyes en 1775 de la mencionada Universidad. Recibido como abogado de los reales consejos en
1776. Fiscal de las rentas reales de la ciudad de Oviedo y Principado de Asturias (1767-1797),
por ausencia y enfermedad de su padre. Electo alcalde mayor de la ciudad de Jaca (Reino de
Aragón), ejerciendo al mismo tiempo, en calidad de interino, las funciones en 1770 de Gobierno
Político. Tomó posesión en 1773 de la vara de alcalde Mayor de la Villa y Partido de Camprodón
(Principado de Cataluña) hasta 1777, cuando fuera electo nuevamente alcalde de la ciudad de Jaca.
Alcalde mayor de la ciudad de Valladolid, el cual se encontraba ejerciendo cuando se le concedió
el título de oidor tercero de la Audiencia de Caracas en el año de 1786. Durante sus once años
en Caracas ejerció en el Juzgado de Provincia, el Juzgado del Diezmo, la Junta de Almonedas de
106 Alí Enrique López Bohórquez

fecha se realizó la consulta para el cargo de regente, para el cual fueron


sugeridos cuatro juristas españoles, siendo designado el español Antonio
López Quintana, quien no fuera propuesto por el Consejo de Indias.132 Para
fiscal de lo civil y criminal, Carlos III nombró directamente al español Julián
Díaz de Saravia, quien ejercía entonces la fiscalía de la Audiencia de Santo
Domingo.133 Expedidos los respectivos títulos en octubre de 1786, los cinco
ministros presentaron al año siguiente sus credenciales y se juramentaron
ante el gobernador y capitán general de Venezuela Juan Guillelmi,
instalándose definitivamente el tribunal el 19 de julio de 1787.134

la Real Hacienda, la Junta de Monte Pío de la Audiencia, la Junta de Apelaciones del Tribunal
de Cuentas y la Junta del Sínodo Diocesano. Desempeñó el cargo de juez general de bienes de
difuntos en 1790-1792 y 1796-1798. Falleció en Caracas en este último año.
132 Antonio López de Quintana: nacido en Orzales (España) en 1741. Realizó estudios de Filosofía
en el Colegio de Nuestra Señora de la Concepción de Huérfanos de la Universidad de Salamanca,
culminando los cursos en 1755. Estudió Leyes y Sagrados Cánones en la mencionada universidad,
obteniendo el grado de licenciado (1757-1761) y ejerciendo interinamente la cátedra Prima de
Leyes, admitido como miembro del Colegio de Abogados de las Islas Canarias en 1769 y en el
de la Corte en 1772, recibiendo el título de abogado de los reales consejos en 1774. Actuó como
ministro honorario y fiscal interino de la Audiencia de dichas Islas. Nombrado fiscal de lo Criminal
de la Real Audiencia de Guadalajara en 1779, cargo que ejercería más tarde, pues en agosto del
mismo año fue electo para fiscal de la Audiencia de la Contratación de Sevilla, hasta mayo de
1783, cuando pasó a ejercer su empleo en Guadalajara. Se le confirió la plaza de oidor-decano-
regente de la Audiencia de Caracas en 1786, caballero de la Real Orden de Carlos III en 1790.
En el mismo año fue nombrado primer director de la Academia de Derecho Español y Público
y profesor de la Cátedra de Derecho Público. intendente interino de Caracas entre 1791 y 1795.
Nombrado consejero honorario de Indias en 1798. Electo regente de la Audiencia de Santa Fe
en 1804, cargo que no desempeñó pues permaneció en Caracas hasta la culminación de la visita
de Joaquín Mosquera. Restituido a su empleo de regente de Caracas en 1806, por resolución del
Consejo de Indias. Permaneció en esta ciudad hasta 1809, cuando pasó a España a ocupar el
cargo de consejero togado de Indias, concedido en 1805, el cual ejerció hasta 1814.
133 Julián Díaz de Saravia: nació en la Villa de Villacargo (España) en 1737. Estudió Filosofía en el
Convento de San Pablo de la ciudad de Burgos. Se graduó de bachiller en Sagrados Cánones en
la Universidad de Osuna en 1731 y de licenciado en la Facultad de Cánones de la Universidad de
Valladolid en 1770. Recibido de abogado de la Real Chancillería de Valladolid en 1771, ejerciendo
a partir del mismo año el cargo de teniente de corregidor de las siete Merindades de Castilla.
Nombrado fiscal de lo civil y criminal de la Audiencia de Santo Domingo en 1780, pasando a
ejercer el mismo empleo al establecerse la Audiencia de Caracas en 1786. Creada en 1796 una
segunda fiscalía en este tribunal con destino a los negocios de Real hacienda, se encargó de la
misma hasta la designación de su titular. El 30 de diciembre de 1797 falleció en Caracas.
134 A.G.I. Caracas, 288-Nº 72: Expediente sobre el establecimiento de la Audiencia de Caracas, en el
que se incluyen las Consultas de la Cámara del Consejo de Indias del 14 de agosto de 1786 para
la selección del personal.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 107

El 7 de junio de 1788 falleció el oidor decano José Patricio de Rivera


y, en consulta del 27 de octubre del mismo año, el Consejo de Indias
propuso a Carlos IV los nombres de cinco peninsulares y un americano,
escogiendo el monarca a José Bernardo Asteguieta y Sarralde, nacido en
la provincia española de Alaba; había sido electo oidor de la Audiencia de
Manila, pero suprimida dicha plaza por el Reglamento del 27 de marzo de
1788 tuvo la primera opción en el cargo vacante en Caracas; se le expidió
el correspondiente título el 13 de diciembre de 1788, incorporándose a
su empleo en abril del año siguiente.135 Debemos señalar que al tenerse
conocimiento de la plaza vacante, ochenta y dos profesionales del derecho
acudieron a solicitar el cargo, de los cuales sesenta y cuatro eran peninsulares
y dieciocho americanos; ninguno nacido en el distrito de la Audiencia. Dos
de los españoles aspirantes residían en la provincia de Venezuela: Antonio
Fernández de León –futuro marqués de Casa León– y Rafael alcalde,
entonces asesor de la Intendencia.136
En 1797, en razón del considerable aumento de los asuntos civiles
y criminales, de protectoría de indios y de la real hacienda, lo cual hacía
muy difícil el trabajo de un solo fiscal, Carlos IV resolvió crear una segunda
fiscalía destinada exclusivamente a los negocios de la Real Hacienda.137
Varios pretendientes solicitaron la recién creada plaza; muchos de ellos con
recomendaciones para un puesto en Caracas y con consultas anteriores para
cargos en América, y algunos residentes en la provincia de Venezuela.138

135 A.G.I. Caracas, 14: consulta de la Cámara de Indias del 27 de octubre de 1788 para proveer la plaza de
oidor vacante por la muerte de José Patricio de Rivera. José Bernardo de Asteguieta y Sarralde: nació
en Foronda (España) en 1747. Estudió en las Universidades de Granada y Orihuela; obtuvo el grado
de doctor en esta última. Nombrado oidor de la Audiencia de Manila en marzo de 1788, cargo que no
asumió pues en octubre del mismo año fue elegido para oidor de Caracas, plaza vacante por fallecimiento
de José Patricio de Rivera. En 1792-1794 y 1798-1800 ejerció como Juez general de bienes de difuntos.
fiscal interino de Caracas en 1795, por enfermedad del propietario Julián Díaz de Saravia. Se le concedió
en recompensa a sus méritos y servicios el título de caballero de la Real Orden Española de Carlos III
en 1803. Ascendido a regente de la Audiencia de Guatemala en 1806, pero permaneció en Caracas con
permiso real hasta 1809 trabajando en la visita que realizaba, desde 1804, Joaquín Mosquera. Jubilado
como ministro en 1810.
136 A.G.I. Caracas, 299: lista de los sujetos que han acudido a solicitar una plaza vacante de oidor de
la Audiencia de Caracas.
137 A.G.I. Caracas, 382: dictamen del Consejo de Indias para la creación de la fiscalía de Real Hacienda
(Madrid, 14 de septiembre 1797).
138 Los pretendientes que residían en la provincia de Venezuela fueron: Baltazar Padrón, quien era
administrador general de rentas de tabaco y naipes de Caracas y había sido promotor fiscal de la
108 Alí Enrique López Bohórquez

Ninguno de estos letrados fue consultado en enero de 1798 por la Cámara


de Indias, la cual presentó al rey varias ternas integradas por cinco españoles
y tres americanos, concediéndose el título de fiscal de Real Hacienda a
Francisco de Berrío y Guzmán, natural de La Habana, quien venía ejerciendo
el mismo cargo sin gratificación alguna en la Audiencia de Santa Fe;139 no
ocuparía su cargo hasta 1802.140 Cabe señalar que en esta consulta aparecía el
nombre de Rafael Manzanos, probablemente el único venezolano postulado
para una plaza en la Audiencia de Caracas.141
La fiscalía de lo civil y criminal quedó vacante en diciembre de
1797 por fallecimiento de su titular Julián Díaz de Saravia. El Consejo de
Indias propuso a Carlos IV, en junio de 1798, la lista de nueve letrados
consultados para la plaza disponible: ocho peninsulares y un criollo,

Real Hacienda de Maracaibo; Juan Jurado de Lainez, vivía en Caracas con su familia sin ocupación
alguna y cobrando un sueldo, después de la pérdida de la isla de Trinidad, donde había sido auditor
de guerra y asesor de la Real Hacienda; y Francisco García Quintana, agente fiscal de lo civil y
criminal de la Audiencia de Caracas y promotor fiscal de la renta de correos de Venezuela.
139 A.G.I. Caracas, 16: consulta de la Cámara de Indias del 14 de enero de 1798. Burkholder y
Chandler señalan que Francisco Berrío era natural de Santa Fe, y García Chuecos dice que
había nacido en Quito, pero en su “Relación de Méritos y Servicios” se señala que nació en La
Habana. Probablemente la confusión se debe a que su familia era de la Nueva Granada y allí fue
a vivir desde niño o porque residía en Quito cuando fue nombrado para Caracas; From Impotence
to Authority…, p. 191 y Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana. Caracas,
Imprenta Nacional/Archivo General de la Nación, 1973 [Edición facsimilar de la edición de
Caracas, Tipografía Americana, 1937-1938], Volumen II, p. 13.
140 Francisco de Berrío y Guzmán: nacido en La Habana en 1746. Estudió Filosofía y Jurisprudencia
con beca del Real Colegio de San Bartolomé, en la ciudad de Santa Fe (Nueva Granada). Recibió
el grado de doctor en Leyes en la Universidad Regia de Santo Tomás de la mencionada ciudad
en 1770. Corregidor de letras del Partido de Pileta en 1774, abogado de la Real Audiencia de
Santa Fe y procurador general de menores y de pobres del Cabildo de Cartagena en 1775. síndico
procurador general del mismo Ayuntamiento en 1780. fiscal de la Real Hacienda. Auditor de
marina y juez de tierras de Cartagena en calidad de interino en 1783. Electo alcalde Ordinario
de primer voto de la ciudad de Cartagena en 1784. Secretario de cartas del arzobispo-virrey de
Santa Fe Antonio caballero en 1785. Designado gobernador justicia mayor de la provincia de
Neiva 1786-1788 y juez subdelegado de rentas reales de la misma en l787. Nombrado en 1798
para la recién creada plaza de fiscal de la Real Hacienda de la Audiencia de Caracas. Se plegó al
movimiento independentista, siendo designado en 1810 por la Junta Suprema de Caracas intendente
de Ejército y Real Hacienda.
141 Rafael Manzanos era natural de la ciudad de Maracaibo; para la fecha en que fue consultado
contaba con la edad de 61 años. Estudió en España y obtuvo en la Universidad de Granada los
grados de bachiller en Filosofía, Leyes y Cánones; académico honorario de las Buenas Letras
de Sevilla, abogado de los reales consejos y de la Audiencia de Caracas; en 1772 fue nombrado
juez de residencia de la provincia de Maracaibo y Consultor del Santo Oficio de la Inquisición
de Cartagena.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 109

resultando seleccionado el español Francisco Morales y Gabaldón,142 quien


no llegó a desempeñar su empleo pues murió antes de embarcar para la
ciudad de Caracas;143 por lo que el monarca nombró a Diego Romero y
Montero por Real Decreto del 16 de noviembre de 1800, ministro español
que muriera en el viaje.144 Desde la muerte del fiscal Díaz de Saravia
desempeñó interinamente el cargo durante cinco años, por nombramiento
del presidente-gobernador y aprobación de la Audiencia, el español
Francisco García de Quintana. Este venía ejerciendo desde 1787 como
agente fiscal de lo civil, criminal y de Real Hacienda en estrecha colaboración
con el fiscal Díaz145 y supliéndolo varias veces por enfermedad. Sirvió

142 A.G.I. Caracas, 16: consulta de la Cámara de Indias del 14 de junio de 1798.
143 Francisco Morales falleció en octubre de 1800 debido a la peste que azotaba Puerto Real, a donde
se había trasladado el oidor para embarcarse con destino a Caracas. En dos oportunidades había
tratado de hacerlo, pero la epidemia y la guerra lo impidieron. Morales solicitó al rey, repetidamente,
el auxilio correspondiente para su subsistencia en el puerto, por lo que se le comisionó para el
conocimiento del expolio de bienes del recién nombrado obispo de Maracaibo, Antonio de
Espinoza, quien falleciera en aquel lugar. Finalmente, un hermano del oidor notificó al Consejo
de Indias de su muerte, solicitando se le cancelaran los dos años de sueldo desde la fecha de su
nombramiento para cubrir las deudas y gastos de sepultura. A.G.I. Caracas, 165: Título de fiscal
de lo civil y criminal (San Lorenzo, 14 de noviembre de 1798); y Caracas, 378: Cartas de Francisco
Morales y Gabaldón al Consejo de Indias del 24 de septiembre y 10 de octubre de 1800.
144 A.G.I. Caracas, 165: Título de fiscal de lo civil y criminal de Diego Romero y Montero (San
Lorenzo, 1 de diciembre de 1800).
145 Francisco García de Quintana fue el español residente en Caracas que más insistió en ejercer en
su Audiencia. En 1793 solicitó los honores de oidor; en 1798 fue consultado para la fiscalía de la
Real Hacienda y en noviembre del mismo año pidió la concesión de una plaza en cualquiera de las
audiencias americanas. En 1799 consultado para el puesto vacante de oidor y en 1802 candidato
de la consulta para la fiscalía de lo civil y criminal. Su residencia y relaciones en la provincia desde
1779 sin duda interfirieron en su nombramiento como ministro de planta del tribunal caraqueño.
Sirvió en la administración general de correos de Caracas como protector fiscal durante doce años,
sin sueldo y gratificación alguna. Entre 1783 y 1787 ejerció la Protectoría General de Indios de
Venezuela hasta la creación de la Audiencia, pasando a desempeñar en ella el empleo de agente
fiscal. En varias oportunidades fue miembro del Cabildo. Tuvo participación activa en el proceso
contra la conspiración de Gual y España, mereciendo la recomendación del gobernador y de la
propia Audiencia para ser colocado en la magistratura indiana. A pesar de todos estos méritos de
servicio y de haber servido interinamente la fiscalía de lo civil y criminal, desde la muerte de Julián
Díaz de Saravia, no fue escogido para la plaza vacante al fallecer Morales y Romero; tan sólo se le
confirmó como agente fiscal de aquellos ramos y de Real Hacienda en 1803, hasta que finalmente
fue nombrado asesor de la Intendencia de La Habana en 1806 y se le concedió el título de oidor
honorario de Caracas en 1807. A.G.I. Caracas, 327: relación de Méritos y Servicios (4 de diciembre
de 1793); A.G.I. Dirección General del Tesoro, Leg. 188, fol. 752: título de agente fiscal (13 de abril
de 1789), y leg. 188, fol. 293: título de oidor honorario (1 de julio de 1807); en adelante Dir. Gen.
Tes.; A.G.N. Caracas). ayuntamientos, Tomo XXIII, Fol. 1: Elección del alcalde Ordinario de Caracas
(1 de enero de 1798); Reales Provisiones, Tomo XXXVIII, Fol. 103: creación de la plaza de agente
fiscal de la Real Hacienda (18 de mayo de 1803).
110 Alí Enrique López Bohórquez

como interino hasta la llegada del nuevo fiscal.146 La Cámara de Indias


propuso candidatos para la plaza vacante desde 1797 y, el 9 de abril de
1802, presentó al rey ocho peninsulares y seis americanos, resultando con
nombramiento el español José Gutiérrez del Rivero, quien no aparecía en la
consulta. Aunque se le expidió el correspondiente título en mayo de 1802,
no se incorporó a sus funciones hasta enero del año siguiente.147 En 1799
falleció, también, el oidor Juan Nepomuceno de Pedrosa y el Consejo de
Indias presentó al monarca dieciséis pretendientes, de ellos sólo tres eran
americanos. Se eligió al peninsular Miguel Aurioles de la Torre, quien no
aparecía en la lista de los letrados propuestos para el cargo. Aurioles tuvo
muchos inconvenientes para embarcar hacia Caracas, por lo cual no tomaría
posesión del empleo hasta julio de l802.148 Por ascenso del oidor Francisco
Ignacio Cortines a la regencia de la Audiencia de Quito entró a servir en la
de Caracas Felipe Martínez y Aragón, natural del obispado de Málaga. Se

146 Héctor García Chuecos señala que, en agosto de 1802, Francisco García de Quintana marchó
a España y dejó encargado del empleo de fiscal en interinato a Bartolomé Ascanio y luego, en
suplencia de éste, a Felipe Fermín Paúl, ambos abogados venezolanos, y que al año siguiente
asumió García el cargo. Dudamos de esto, pues el fiscal interino no estaba facultado para dejar
a otra persona encargada de la fiscalía, lo cual correspondía al gobernador-presidente o a la
propia Audiencia a través de una Real Provisión, que hasta la fecha no hemos localizado. Lo que
sí pueden haber ejercido aquellos abogados fue la función de agente fiscal, lo que tampoco está
del todo comprobado documentalmente. Estudios de Historia…, Tomo II, p. 12.
147 A.G.I. Caracas, 17: consulta de la Cámara de Indias del 9 de abril de 1802. José Gutiérrez del
Rivero: nacido en la ciudad de Terán (España) en 1768. Estudió Filosofía en la Universidad de
Valencia, recibiendo el grado de bachiller en Artes en 1788. En la Universidad de Oñate obtuvo
el título de bachiller en Derecho Civil en 1793 y en la de Valladolid el de bachiller en Derecho
Canónico en 1795. Relator de las salas primera y segunda del Consejo de Castilla y de la sala de
mil quinientos en 1791. Recibido de abogado de los reales consejos en 1797. Nombrado fiscal
civil y criminal de la Audiencia de Caracas en 1802, por fallecimiento de su propietario Diego
Romero y Montero. Depuesto por la Junta de Caracas en abril de 1810 y deportado a Puerto
Rico.
148 A.G.I. Caracas, 16: consulta de la Cámara de Indias del 25 de febrero de 1799. Miguel Aurioles de
la Torre: nacido en la ciudad de Ronda (España) en 1771. Realizó estudios en la Universidad de
Osuna, donde obtuvo en 1790 el grado de bachiller en Derecho Civil, y en la de Sevilla logró el
título de licenciado en Sagrados Cánones. Individuo, secretario y fiscal de las academias de San
Carlos y San Felipe de la ciudad de Sevilla. Individuo, relator, abogado y juez de la Real Academia
de Derecho de Carlos III de Madrid, e individuo de la Real Sociedad Económica de Madrid en
1794. En este año fue recibido de abogado de los reales consejos. Nombrado oidor de la Real
Audiencia de Caracas en 1799, plaza vacante por fallecimiento de Juan Nepomuceno de Pedrosa.
Murió en Caracas el 17 de febrero de 1809.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 111

le expidió el correspondiente título en octubre de aquel año, recibiéndose


ante el tribunal el 9 de abril de 1802.149
Como resultado de las disputas entre el presidente-gobernador
Manuel de Guevara Vasconcelos y el fiscal José Gutiérrez del Rivero, por
denuncias de corrupción en la Audiencia hechas por el mismo fiscal, Carlos
IV decretó el 20 de mayo de 1804 una visita al tribunal de Caracas a cargo del
americano Joaquín Mosquera y Figueroa, oidor de la Audiencia de México,150
quien, además de las funciones de visitador, debía ejercer las de regente.151
Pocos días antes de decretarse la visita, Antonio López Quintana había

149 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2º, Leg. 85, Fol. 145: título de oidor de la Audiencia de Caracas de Felipe
Martínez de Aragón (San Lorenzo, 11 de octubre de 1801). Ha sido infructuosa la localización de
la consulta del 2 de septiembre de 1801 para proveer esta plaza y la del 20 de noviembre de 1805
para otorgar la vacante de oidor por la promoción a Guatemala de Asteguieta y Sarralde, lo cual
nos impide por los momentos estimar el número global de españoles y americanos consultados
para la Audiencia de Caracas entre 1786 y 1810.
150 Joaquín Mosquera y Figueroa: nació en la ciudad de Popayán (Reino de la Nueva Granada) en
1748. Estudió Filosofía, Cánones y Leyes en el Real Colegio Seminario de Nuestra Señora del
Rosario de la ciudad de Santa Fe, donde obtuvo el grado de bachiller en 1765 y el de maestro
de Artes en 1767. doctor en Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Santo Tomás de la
citada ciudad. Regentó las Cátedras de Latinidad, Retórica, Vísperas de Cánones y Decretales del
Real Colegio Seminario, del cual fue incluso vice-rector. Recibido de abogado de la Audiencia
de Santa Fe en 1774, ejerciendo también en el tribunal de Quito. El mismo año fue nombrado
asesor, teniente de gobernador o auditor de guerra de la provincia de Popayán. En 1777 fue electo
promotor fiscal de la Curia Eclesiástica Metropolitana del Virreinato de la Nueva Granada. teniente
de gobernador y auditor de guerra de la provincia de Cartagena de Indias, juez de residencia del
virrey Pedro Mesías de la Cerda; gobernador interino de Popayán en 1778 y de Cartagena en
1782. Seleccionado para Subdelegado de Intendencia de esta última ciudad en 1783. Nombrado
oidor de la Real Audiencia de Santa Fe en 1787 y juez de residencia del arzobispo virrey Antonio
Caballero y Góngora en 1790. El mismo año asumió el cargo de asesor de la Real Hacienda. En
su condición de oidor ejerció la función de juez general de bienes de difuntos entre 1791-1793.
En 1795 fue promovido a la Audiencia de México, con el cargo de alcalde del crimen, ejerciendo
también el empleo de protector de la Real Casa de Recogidas de Santa Magdalena. En 1803
ascendió a oidor del mismo tribunal En. 1804 fue trasladado a Caracas para realizar una visita a la
Real Audiencia con el título de visitador regente interino hasta 1809, cuando fue electo diputado
de las provincias de Venezuela y Vocal de la Junta Suprema de España; representación que no
pudo ejercer por no ser natural de Venezuela. En 1810 se le concedió plaza togada en el Consejo
de Indias y en 1812 fue nombrado como uno de los cinco regentes de España hasta 1813. Llegó
a ejercer la presidencia de la regencia; destituido de esta función permaneció en España. ministro
de la Cámara del Consejo en 1814. Recibió en 1817 la Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel
la Católica por los méritos y servicios al Estado español, tanto en América como en España.
Falleció en Madrid el 29 de mayo de 1830 a la edad de ochenta y dos años.
151 Sobre la visita de Joaquín Mosquera y Figueroa véase Teresa Albornoz de López: La visita de
Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas (1804-1809): Conflictos internos y corrupción
en la Administración de Justicia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1987. (BANH. Fuentes
para la Historia Colonial de Venezuela, 195).
112 Alí Enrique López Bohórquez

sido promovido al mismo empleo en la Audiencia de Santa Fe, cargo que


nunca ejerció pues permaneció en Caracas atento el desarrollo y resultados
de la investigación. Por resolución del Consejo de Indias del 26 de octubre
de 1806 López Quintana fue restituido como regente, hasta que en 1809
marchó a España para ocupar el puesto de ministro togado de Indias que
se le había concedido en 1805.152
El oidor José Bernardo de Asteguieta, en plena ejecución de la visita,
fue ascendido como regente de la Audiencia de Guatemala en 1806. A
causa de ser el ministro más implicado en la corrupción del tribunal debió
permanecer en Caracas, ejerciendo sus funciones, hasta la culminación de
las averiguaciones correspondientes, marchando a Guatemala en 1809.153
Desde 1806 la Audiencia funcionó con cuatro oidores pues, además de
Asteguieta, Martínez y Aurioles, fue nombrado en sustitución del primero
el español Antonio Julián Álvarez, a quien se le confirió el respectivo
título en abril de 1806, presentándose ante la Audiencia en enero del año
siguiente.154 Álvarez ejercería hasta el 19 de abril de 1810 cuando la Junta
Suprema de Caracas le deportó para los Estados Unidos, conjuntamente
con el oidor Felipe Martínez de Aragón y el gobernador Emparan.155

152 A.G.S. Dir. Gen Tes.; Inv. 2º, Leg. 88, Fol. 102: título de regente de la Audiencia de Santa Fe
(Aranjuez, 17 de mayo de 1804); Inv. 13º, Leg. 9, Fol. 36: traslado del título de ministro togado de
Indias (San Ildefonso, 1805); y A.G.I. Indiferente General, 866: Real Decreto nombrándole ministro
togado (Madrid, 1 de mayo de 1805).
153 A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XLI, Fol. 166: Carta del Consejo de Indias (Madrid,
13 de abril de 1807); y reales cédulas, Tomo IX, Fol. 56 (Madrid, 1 de julio de 1807).
154 A.G.S. Dir. Gen. Tes., Inv. 2º, Leg. 90, Fol. 43: copia del Título de oidor de la Audiencia de Caracas
de Antonio Julián Álvarez (Aranjuez, 28 de 1806); y A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo
XLI, Fol. 154: recibimiento en la Audiencia de Caracas (17 de enero de 1807). Antonio Julián
Álvarez Navarro: nacido en la provincia de Gasca (España) en 1777. Estudió en la Universidad
de Salamanca, graduándose de bachiller en Leyes en 1798 y en Cánones en 1800. Individuo de la
Real Academia de Jurisprudencia Teórica-Práctica y de Derecho Real Pragmático de la ciudad de
San Isidro del Real en 1800, a la que asistió hasta 1803 desempeñando en la misma los empleos
de juez secular, revisor, juez eclesiástico y fiscal. Recibido de abogado de los reales consejos en
1804. Nombrado oidor de la Real Audiencia de Caracas en 1806, por ascenso de José Bernardo
de Asteguieta a la regencia de Guatemala. Depuesto en abril de 1810 por la Junta Suprema de
Caracas y deportado junto con otros ministros a los Estados Unidos. La regencia española le
jubiló, pero en 1812 fue designado como oidor de la Audiencia de Puerto Príncipe. Por sus méritos
se le concedió la Cruz de Comendador de la Orden de Isabel la Católica en 1817. Ascendido a
regente de Cuba en 1827. En 1830 le fue conferida la Gran Cruz de la Real Orden Americana de
Isabel la Católica. Ejerció en Puerto Príncipe hasta ser jubilado en 1835.
155 En relación con los sucesos del 19 de abril de 1810 y el destino de los ministros de Caracas,
véanse las versiones del gobernador Vicente Emparan y del intendente Basadre en el 19 de Abril
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 113

La instrucción de la visita indicaba que una de las medidas a tomar


por Mosquera era la de suspender del cargo al fiscal José Gutiérrez del
Rivero y confinarlo a Puerto Cabello156, mientras se hacían las indagatorias
prescritas, encargándose interinamente para lo civil y criminal el fiscal de
Real Hacienda Francisco Berrío. Por motivos de enfermedad, en abril de
1806, Berrío solicitó al gobernador Guevara Vasconcelos un permiso de
tres meses para descansar fuera de Caracas. En su lugar el gobernador
designó interinamente al caraqueño Francisco Espejo.157 Consideramos
conveniente referir brevemente la actuación de este jurista venezolano
en la Audiencia de Caracas, por cuanto sus interinatos se han visto como
un nombramiento oficial,158 y resulta necesario señalar las circunstancias
que indujeron a su escogencia. Desconocemos si el permiso del fiscal
Berrío se extendió por más tiempo y si Espejo permaneció a su lado
colaborando en las dos fiscalías; lo cierto es que la documentación
consultada, correspondiente a los años 1807 y 1808, registra únicamente
la firma de Francisco Berrío, pero ambos aparecen juntos en noviembre de
1808 en la causa seguida contra los mantuanos de Caracas que proyectaban
establecer una Junta Suprema. Tampoco existe nombramiento especial a
favor de Francisco Espejo como fiscal de lo civil y criminal para esa fecha.
El interinato obedeció a su condición de oidor honorario, pues seguía
suspendido su titular José Gutiérrez del Rivero.159 Su actuación al lado del

de 1810. Caracas, Comité de Orígenes de la Emancipación, 1957, y la del teniente de gobernador


y auditor de guerra José Vicente de Anca en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 170
(1960), pp. 236-241.
156 Gutiérrez del Rivero permaneció en Caracas hasta abril de 1810, cuando fuera deportado junto
con su familia a Puerto Rico por la Junta Suprema, conjuntamente con el intendente Vicente
Basadre y el auditor José Vicente de Anca.
157 A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XLI, Fol. 48: Nombramiento de la Real Audiencia
y Real Hacienda para el oidor honorario Francisco Espejo (Caracas, 21 de abril de 1806).
158 Así lo señalan H. García Chuecos: Estudios de Historia…, II, p. 12; H Parra Márquez: Presidentes de
Venezuela. El doctor Francisco Espejo. Ensayo Biográfico. 2ed. Caracas, 1954, pp. 54-55 y Mario Briceño
Perozo en el Introito a Los abogados de la Colonia. Caracas, Archivo General de la Nación, 1965, p.
16. Los autores señalan también a otros abogados venezolanos, como Felipe Fermín Paúl y Juan
Germán Roscio, formando parte de la Audiencia en diversos momentos como oidores y fiscales,
cosa que es incierta. Pueden haber asesorado a los titulares o haber sido agentes fiscales, pero
para estos juristas no conocemos nombramientos por parte del presidente-gobernador o de la
Audiencia.
159 Señala García Chuecos: “Acostumbraban los Reyes en muchas ocasiones premiar los servicios de los
Abogados que, en sus Dominios, habían logrado destacarse no sólo por su ciencia sino por su adhesión a
114 Alí Enrique López Bohórquez

gobernador interino, teniente Juan de Casas y del regente-visitador Joaquín


Mosquera parece ser la razón de su escogencia. De acuerdo con la carta
que enviaran, el 23 de diciembre de 1808, los oidores Felipe Martínez de
Aragón y José Bernardo de Asteguieta, la designación de Espejo obedeció
a la necesidad de que la representación fiscal estuviera a favor de Casas y
de Mosquera, así como para contar con un voto más en el Real acuerdo;
igualmente, señalaron que el nombramiento era ilegal por cuanto el cargo
interinamente debía recaer en el ministro menos antiguo, el entonces oidor
Antonio Julián Álvarez.160
Más parece la elección de Espejo por intereses particulares del
gobernador y del regente-visitador, que por los de recurrir a los servicios
de un experimentado jurista de reconocida lealtad a la monarquía. La
actuación de la Audiencia a partir de noviembre de 1808 fue muy irregular.
Prácticamente funcionaban dos juzgados, pues el regente Mosquera
constituyó un tribunal independiente para la referida conjuración de los
mantuanos de Caracas denominado Sala Extraordinaria de Justicia de
la Real Audiencia, integrado por Juan de Casas, Antonio Julián Álvarez
y Francisco Espejo, excluyéndose a los oidores Martínez de Aragón,
Miguel Aurioles y José Bernardo de Asteguieta.161 Espejo actuó en todo
el proceso contra los implicados, y para el 19 de abril de 1810 todavía aún
servía como fiscal interino de lo civil y criminal, encargado Berrío de la
fiscalía de Real Hacienda. El breve ejercicio de Francisco Espejo, desde
finales de 1808, no desdice nuestro planteamiento sobre exclusión de los

la Corona. Concedíanles, al efecto, honores de oidor en alguna de sus audiencias. El agraciado no entraba a
tomar parte en las actividades del Tribunal, a las que era completamente extraño, pero sí le era permitido, y
en ello estaba precisamente la prerrogativa, asistir en cuerpo con los ministros titulares, y lograr de los propios
honores que a ellos les estaban concedidos”. Relatos y Comentarios…, p. 37. En algunos casos, eran escogidos
para hacer breves interinatos y colaborar con otro ministro en asuntos de gravedad, y este fue el caso de
Francisco Espejo. En 1804 solicitó los honores de oidor de la Audiencia Caracas, la cual acogió la petición
haciendo resaltar su actividad corno relator de la Real Hacienda (1786-1790). Su ejemplar actuación en las
conspiraciones de Gual y España en 1797 y de Maracaibo en 1799, su comprobada eficacia en el ejercicio
de la abogacía y en la directiva del Colegio de abogados de Caracas. A.G.I. Estado 62: relación de Méritos y
Servicios de Francisco Espejo, solicitando los honores de oidor (Caracas, 1 de junio de 1804); A.G.S. Dir. Gen.
Tes., Inv. 2º, Leg. 82, Fol. 260: título oidor honorario de la Audiencia de Caracas de Francisco Espejo (San
Lorenzo, 4 de diciembre de 1804); y A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XL, Fol. 75: Francisco
Espejo, oidor honorario (Caracas, 22 de febrero de 1805).
160 A.G.I. Caracas 171: Carta de los oidores Felipe Martínez de Aragón y José Bernardo de Asteguieta
a la Suprema Junta Central (Caracas, 23 de diciembre de 1808).
161 Ibid.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 115

letrados nacidos en el distrito de la Audiencia de Caracas, sobre todo si


se considera que no fue nombramiento oficial, denotado de ilegalidad y
motivado por intereses particulares de quienes lo designaron.
En febrero de 1809 falleció el oidor Miguel Aurioles de la Torre; la
Junta Central Gubernativa de España e Indias, en nombre de Fernando VII,
por Real Decreto del 15 de octubre, designó a José Francisco Heredia,162
nativo de la isla de Santo Domingo, quien debido a los sucesos de Caracas
no se incorporaría a su puesto hasta octubre de 1812, cuando la Audiencia
se reinstalara en la ciudad de Valencia.163 Por promoción de Antonio López
Quintana al cargo de ministro togado del Consejo de Indias quedó vacante
la plaza de regente, y la Junta Suprema Central nombró por Real Decreto
del 15 de octubre de 1809 al cubano Cecilio Odoardo y Palma.164 Los

162 José Francisco Heredia y Mieses: nació en la ciudad de Santo Domingo en 1776. Realizó estudios
en la Real y Pontificia Universidad de Santo Domingo, obteniendo los grados de bachiller de
Cánones en 1792, el de licenciado en 1793 y de doctor en 1794. En este último año obtuvo
posición en la Cátedra de Vísperas de Cánones en la misma Universidad. Recibido de abogado de
la Real Audiencia de Santo Domingo en 1795, y titulado por el Real Supremo Consejo de Castilla
en 1798, con facultad para ejercer la abogacía en todos los consejos, chancillerías, audiencias y
demás tribunales de España y sus reinos. doctor en Derecho Civil en la citada universidad en
1801, concursando nuevamente para la Cátedra de Prima de Leyes. Nombrado en 1806 asesor
del Gobierno e Intendencia de Pensacola, Florida Occidental. Electo oidor de la Real Audiencia
de Caracas en 1809, plaza vacante por fallecimiento de Miguel Aurioles de la Torre. Debido al
levantamiento de las provincias de Venezuela no tomaría posesión de su cargo hasta octubre de
1812. En 1817 fue trasladado a la Audiencia de México como alcalde del crimen, donde falleció
en 1830.
163 A.G.S. Dir. Gen. Tes., Inv. 2º, Leg. 92, Fol. 95: título de oidor de José (Sevilla, 15 de enero de 1810).
El levantamiento de Caracas retuvo a Heredia en Cuba. El gobernador de la Isla, marqués de
Somoruelos, le encomendó la tarea de trasladarse a Caracas para mediar a favor del sometimiento de
los caraqueños a la autoridad del Consejo de regencia y conceder amnistía en nombre del rey cautivo. En
agosto de 1810 llegó a Coro, y desde allí entró en contacto con las autoridades encargadas de mantener
el régimen español y con los sediciosos de Caracas para hacerles conocer su misión pacificadora, la cual
fracasó por intransigencia del gobernador de Maracaibo Fernando Miyares y, por supuesto, del jefe del
ejército rebelde marqués José Rodríguez del Toro. Derrotado como negociador de una pacificación,
Heredia regresó a comienzos del año siguiente a Santo Domingo, donde permaneció en espera del
desarrollo de los acontecimientos hasta agosto de 1812. Recobrado el poder español en ese año, por
parte de Domingo Monteverde, se trasladó a Valencia para reinstalar la Audiencia, detentando su título
de oidor y el de regente interino por ausencia de su titular Cecilio Odoardo y Palma. Sobre la destacada
actuación de Heredia véase sus Memorias y el excelente ensayo biográfico de Mario Briceño Iragorry.
164 Cecilio Odoardo y Palma: nacido en la ciudad de La Habana en 1741. Estudió en la Universidad
de La Habana, obteniendo los grados de bachiller en Filosofía en 1759 y de Teología en 1760.
La misma Universidad le confirió el título de Cánones en 1765. Recibido de abogado de la Real
Audiencia de Santa Domingo en 1766. licenciado y doctor en Sagrados Cánones en 1768. Auditor
de guerra de Luisiana en 1770 y asesor general de la provincia de Venezuela (1774-1777). Teniente
de gobernador y auditor de guerra interino de la misma gobernación (1777-1779), igualmente
116 Alí Enrique López Bohórquez

acontecimientos del 19 de abril impidieron su venida a Caracas; el 13 de


enero de 1813 su título fue ratificado por la Junta, pero no se reincorporaría
a su plaza basta 1816, después que Fernando VII ordenara en diciembre del
año anterior el restablecimiento de la Audiencia de Caracas.165
Haciendo un balance final puede decirse que, aun cuando tres
americanos actuaron como ministros de Caracas, prevaleció el control
peninsular. El cubano José Patricio de Rivera murió al año de instalarse el
tribunal, lo cual impide apreciar su actuación en favor de los venezolanos.
Francisco Berrío y Guzmán, también de Cuba, fue el único que captó la
necesidad de permanecer al tanto de la problemática de los caraqueños,
participando incluso en las discusiones sobre los sucesos de España
en 1808 e integrándose al movimiento emancipador en 1810, siendo
designado intendente de Ejército y Real Hacienda por la Junta de
Caracas. El neogranadino Joaquín Mosquera y Figueroa asumió posición
intransigente en razón de su comisión como visitador de la Audiencia,
debiendo enfrentar no solamente a los ministros del tribunal sino también
la reacción de los venezolanos y de otros españoles que vieron en su
actuación una actitud exagerada, puesta de manifiesto en las averiguaciones
que siguió en la llamada Conjuración de Caracas de 1808.166
La composición de la magistratura caraqueña para el 19 de abril
de 1810 era predominantemente peninsular. De haberse producido la
incorporación del regente Cecilio Odoardo y del oidor José Francisco
Heredia en 1809, su constitución hubiera sido en favor de una
superioridad de ministros americanos, pues Berrío venía ejerciendo
ambas fiscalías desde 1804 con colaboración en interinato de Francisco
Espejo, pero aquellos dos magistrados no se incorporaron hasta 1812 y
1816, respectivamente. Pudiera verse en esto un cambio en la política de
selección de personal en el caso de Caracas en cuanto al nombramiento
de los ministros, cuando aparecen tres americanos en la planta del tribunal

de la provincia de Cumaná (1779-1803). Electo oidor de la Audiencia de Guadalajara en 1803.


Nombrado regente de Caracas en 1809, plaza vacante por el traslado de Antonio López Quintana
al Consejo de Indias. Debido al levantamiento de Caracas no tomó posesión de su cargo hasta
1816.
165 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2º, Leg. 92, Fol. 28: copia del título de regente de Cecilio Odoardo y
Palma (Sevilla, 27 de octubre de 1809); e Inv. 2º, Leg. 94, Fol. 20 (Sevilla, 13 de enero de 1813).
166 Sobre la actuación de Mosquera en el conocimiento judicial de esta conspiración de la aristocracia
caraqueña véase Conjuración de 1808 en Caracas…, antes citado.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 117

–uno ejerciendo y dos designados–, pero hay que tomar en cuenta la


situación que atravesaba España a partir de la invasión napoleónica de
1808, lo que sin duda obligó a la Junta Central Gubernativa a recurrir
a letrados nacidos en América, de reconocida lealtad a la monarquía y
con experiencia en la magistratura colonial, como fue el caso de Heredia
y Odoardo.167 Los ministros expulsados el 19 de abril de 1810 fueron
sustituidos por españoles, restableciéndose nuevamente el tribunal en
1812 con predominio peninsular.168 El control que durante veintitrés
años tuvieron en la Audiencia los magistrados españoles, la desaprobada
actuación de algunos de ellos y la exclusión de juristas venezolanos, al
lado de los conflictos de la Audiencia con el Ayuntamiento y con el
Real Consulado de Caracas, serían causas justificativas para exaltar los
ánimos de los precursores y líderes de la independencia, en su mayoría
abogados que nacieron y estudiaron en el territorio de la futura República
de Venezuela.

Formación profesional, experiencia y cultura jurídica de los ministros de la


Audiencia

La selección de los ministros para la Real Audiencia de Caracas


se realizó, en buena medida, siguiendo los requisitos mínimos exigidos
por los ministros de Carlos III, Julián de Arriaga y José de Gálvez, en
cuanto al origen social, formación profesional y experiencia judicial.
Estas disposiciones permitieron romper con los mecanismos utilizados
por el gobierno precedente, En relación con la venta de los cargos para
las audiencias indianas, el patronazgo hacia los letrados egresados de los
colegios mayores y de ciertas Universidades, y la influencia de pertenecer

167 Cecilio Odoardo había sido teniente de gobernador y auditor de guerra de Cumaná (1779-1803),
promovido en 1803 al cargo de oidor de la Audiencia de Guadalajara. José Francisco Heredia fue
nombrado en 1806 asesor de la Intendencia de la Florida Occidental y en 1809 ejerció interinamente
el cargo de intendente.
168 Pedro Benito y Vidal, nombrado oidor el 28 de mayo de 1810 en sustitución de Felipe Martínez
de Aragón, promovido como alcalde del crimen de la Audiencia de México. Sebastián de Solís,
designado por Real Decreto del 31 de julio de 1810 para reemplazar al oidor Antonio Julián Álvarez,
trasladado al tribunal de Puerto Príncipe. Solís murió antes de embarcar a Caracas, nombrándose
a Francisco de Paula Vílchez por Real Decreto del 21 de mayo de 1811. Por jubilación de José
Gutiérrez del Rivero. El 28 de mayo de 1810 fue designado José Costa y Gali para la plaza de
fiscal.
118 Alí Enrique López Bohórquez

a la nobleza. Después de 1751 la situación cambió casi totalmente. Como


lo señalan Burkholder y Chandler, la corona española contó a partir
de entonces con una nueva burocracia a través de la cual se pretendió,
además de un control de las magistraturas indianas, fortalecer la autoridad
real169

169 Mark Burkholder y D. Chandler: From Impotence to Authority…, pp. 119-124.


Cuadro 4
Nombramientos, posesión, término, tiempo de servicio y destino de los ministros de Caracas
Tiempo
Ministros Nombramiento Posesión Término Destino
Servicio
Regentes:
Antonio López Quintana 17.10.1786 25.6.1787 1805a 18 Años Asumió el cargo de Consejero de Indias
Joaquín Mosquera y Electo diputado de la Provincia de Venezuela
21.8.1804 7.2.1804 1809 4”
Figueroa ante la Junta Suprema de España. h
b
Cecilio Odoardo y Palma 27.10.1809 1.1816
Oidores:

José Patricio de Rivera 19.10.1786 7.4.1787 7.6.1788 1” Murió en Caracas.


Francisco Ignacio Cortines 19.10.1786 12.4.1787 1801 14 ” Nombrado regente de la Audiencia de Quito.
Juan Nepomuceno Pedrosa 19.10.1786 12.4.1787 1799 12 ” Murió en Caracas.
Nombrado regente en la Audiencia de Gua-
José Bernardo de Asteguieta 13.12.1788 20.4.1789 1809C 20 ”
temala.
Miguel Aurioles de la Torre 19.4.1799 26.6.1802 17.2.1809 7” Murió en Caracas.
Deportado a Filadelfia por la Junta Suprema
Felipe Martínez de Aragón 11.10.1801 9.4.1802 19.4.1810 8”
de Caracas.
Deportado a Filadelfia por la Junta Suprema
Antonio Julián Álvarez 28.4.1806 17.1.1807 19.4.1810 3”
de Caracas.
d
José Francisco Heredia 15.10.1809 10.1812
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela

Fiscales:

Julián Díaz de Saravia 14.11.1786 4.6.1787 30.11.1797 10 ” Murió en Caracas.


Francisco Ignacio Morales 14.11.1798e
Nombrado intendente por la Junta Suprema
Francisco Berrío y Guzmán 17.3.1798 26.7.1802 19.4.1810 8”
de Caracas
Diego Romero y Montero 16.11.1800f Permaneció fiel a la Independencia.
José Gutiérrez del Rivero Deportado a Puerto Rico por la Junta Suprema
119

25.5.1802 1.1803 7.2.1805g 2”


de Caracas.
120 Alí Enrique López Bohórquez

a Había sido nombrado en 1804 regente de la Audiencia de Santa Fe, pero permaneció en Caracas hasta
1809 en espera de los resultados de la visita. Fue restituido a su cargo en la Audiencia de Caracas en
1806, cosa que no realizó pues Mosquera continuó como regente.
c Ascendido a regente de Guatemala en 1806, pero permaneció en Caracas hasta finalización de
visita.
d No tomó posesión de su cargo hasta octubre de 1812.
e Falleció antes de embarcar a Caracas.
f Falleció en viaje a Caracas.
g Suspendido de su cargo en esa fecha por el visitador Mosquera, pero permaneció en Caracas sin
ejercer hasta 1810.
h Cargo que no ejerció por no ser natural de dicha provincia. En 1810 se le concedió plaza de consejero
togado en Indias.

Resulta difícil situar a los ministros de la Audiencia de Caracas


dentro de una escala social, toda vez que se carecen de datos que orienten
hacia un grupo social determinado. El hecho de que estudiaran en colegios
mayores y universidades podría ser elemento de consideración para
situarlos, al menos, dentro de sectores medios con algunas posibilidades
económicas, si se tiene en cuenta que para realizar estudios en estos
centros de enseñanza se requería contar con apreciables rentas. Está claro
que los jueces nombrados para Caracas no pertenecieron a la nobleza;
esto se infiere del hecho de que ninguno de ellos fuera miembro de las
viejas órdenes nobiliarias españolas (Alcántara, Calatrava, Santiago y
Montesa). Tampoco en sus Relaciones de Mérito y Servicio170 se señala
parentesco con algún miembro de dichas órdenes. A lo sumo se indica
que eran “hijodalgo de sangre”, “descendiente de familia noble” o de
“nobles conquistadores y primeros pobladores”, como fue el caso de
José Gutiérrez del Rivero, Joaquín Mosquera y Figueroa, Antonio Julián
Álvarez y José Francisco Heredia. El resto de los magistrados del tribunal
caraqueño no incluyó esos títulos, y caso de haber contado con ellos no
hubieran dudado en referirlos. Algunos de los ministros lograron ascender
a un estatus nobiliario, pero después de haber rendido servicios al Estado,
particularmente a través de la orden civil que Carlos III creó con su
nombre en 1771. Así, se concedió la Cruz de la Real Orden de Carlos

170 Las Relaciones de Méritos y Servicios representan una valiosa fuente para un estudio de esta
naturaleza. En éstas se registran los más variados aspectos del pretendiente a un cargo o ascenso en
la administración, tanto de España como de América. Especie de biografía resumida que permite
apreciar desde el origen familiar, estudios, cargos, obra escrita, etc.; analizadas en conjunto y con
el apoyo de otras fuentes representan el punto de partida para el estudio de la actuación de un
grupo de burócratas, como es el caso de los ministros de la Real Audiencia de Caracas. Apud.
Mark Burkholder: “Relaciones de Méritos y Servicios: A Source for Spanish-American Group
Biography in the Eigteenth Century”, Manuscripta, XXI (1977), pp. 97-104.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 121

III en 1794 a Francisco Ignacio Cortines, así como el título de caballero


a Antonio López Quintana en 1790 y a José Bernardo de Asteguieta en
1803. De igual manera, la Orden Americana de Isabel la Católica fue
utilizada para recompensar los servicios de los magistrados, como sucedió
con Joaquín Mosquera y Figueroa, quien recibió en 1817 la Gran Cruz
de dicha Orden; en la misma fecha se confirió a Antonio Julián Álvarez
la Cruz de Comendador y la Gran Cruz en 1830.
En cuanto a la formación profesional, los ministros de Caracas
realizaron estudios en diversos colegios y universidades de España
y de América. Nueve de ellos obtuvieron el grado de doctor, tres de
licenciado y tres de bachiller, en su mayoría tanto en Derecho Civil como
en Derecho Canónico. Siete de los magistrados llegaron a ejercer como
catedráticos en diferentes universidades y colegios. Si bien seis de los
ministros españoles no tuvieron experiencia previa en la administración
colonial, contaron en su haber trabajos en juzgados y cargos de diversa
índole en España. Casi todos habían practicado la abogacía (excepto
Asteguieta y Martínez); algunos ejercieron en España y América como
jueces de diversos tribunales, mientras que otros ocuparon cargos de
asesorías legales o fueron tenientes de gobernador y auditores de guerra.
De esto puede inferirse que, dada la preparación y experiencia, constituyó
un grupo de profesionales del derecho en condiciones de garantizar una
recta administración de justicia y, sobre todo, una efectiva representación
de la autoridad real. Para que se precisen mejor los aspectos referidos a la
formación profesional, experiencia y cultura jurídica de los ministros de
la Audiencia de Caracas, presentamos a continuación una relación de los
colegios y universidades donde estudiaron, y en las que ejercieron como
catedráticos, recibimiento y ejercicio de la abogacía, y empleos realizados
en España y América antes de Caracas (Véase cuadro 5)171

171 Por efecto del volumen de información y de la diagramación del trabajo, incluimos en esta sección
las referencias documentales de las cuales hemos extraído los datos de cada uno de los ministros
de Caracas.
122 Alí Enrique López Bohórquez

Cuadro 5
Formación profesional, experiencia y cultura jurídica
de los Ministros de la Audiencia de Caracas
172 173 174 175

Universidades y colegios donde estudiaron los ministros


Colegio de Nuestra Señora de Concepción de Huérfanos de
Antonio López Quintana172 Salamanca: bachiller en Filosofía, 1775. Universidad de Sala-
manca: licenciado en Leyes y Sagrados Cánones, 1761.

Universidad de La Habana: bachiller en Filosofía, Teología


José Patricio de Rivera173
y Cánones, doctor en Sagrados Cánones, 1763.

Universidad de Sevilla: bachiller en Filosofía, Teología y


Francisco Ignacio Cortines174
Cánones, y doctor en Sagrados Cánones, 1763.

Universidad de Oviedo: bachiller en Sagrados Cánones,


Juan Nepomuceno de Pedrosa175 1751.
Universidad de Valladolid: licenciado en Cánones, 1770

172 A.G.I. Caracas, 40: relación de los Méritos y Servicios (20.2.1796); Indiferente General, 546: concesión
del título de ministro honorario del Consejo de Indias (5.8.1798). A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 24°, Leg.
186, Fol. 40. título de fiscal de lo Criminal de Guadalajara (5.3.1779); Leg. 187, Fol. 10: título de
regente de Caracas (17.10.86); Inv. 2° Leg, 88, Fol. 102: título de regente de Santa Fe (17.5.1804),
y Héctor García Chuecos: Estudios de Historia.., Tomo II, pp. 10-14.
173 A.G.I. Indiferente General, 1.323: Relación de los Méritos y Servicios (29.10.1771). A.G.S. Dir. Gen.
Tes. Leg. 187, Fol. 219: copia del título de oidor primero de Caracas (17. l0. l780) y Héctor García
Chuecos: Ibid., pp. 8-9.
174 A.G.I. Indiferente General, 869: relación de los Méritos y Ejercicios Literarios (23.5.1794); Charcas,
510: Relación de Méritos (12.1.1775). A.G.S. Dir. Gen, Tes. Inv. 24°, Leg. 185, Fol. 185: copia del
título de teniente de gobernador y auditor de guerra (10.11.1779); Leg. 187, Fol. 136: copia del
título de oidor segundo de Caracas (1610.1786); Inv. 2°, Leg. 85, Fol. 104: traslado del título de
regente de Quito (28.7,1801); Inv. 13°, Leg. 9, Fol. 105, traslado del título de ministro togado del
consejo de Indias (20.5.1806). A.H.N. (Madrid). Estado. Real Orden de Carlos III, Expediente 1.011.
Pruebas de Nobleza (30.3.1794). A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XXV, Fol.
88: juez de Bienes de Difuntos (4.6.1794); ayuntamientos, Tomo XXIV, Fol. 30: alcalde mayor del
Cuartel de la ciudad de Caracas (5.12.1799).
175 Relación de los Méritos y Ejercicios Literarios del licenciado D. Juan Nepomuceno de Pedrosa…”,
reproducida en Boletín del Archivo General de la Nación, 219 (Caracas, 1970), pp. 282-318. A.G.I.
Caracas, 288-N° 72: título de oidor tercero de Caracas (17.10.1786). A.G.S, Dir. Gen. Tes., Leg,
187, Fol, 218: copia del título (19.10.1786). A.G.N. (Caracas) Empleados de la Colonia, Tomo XVII,
Fol. 272 (4.6.1790) y Tomo XXX, Fol. 255 (4.6.1796): nombramiento de juez general de bienes
de difuntos.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 123
176 177 178 179
José Bernardo de Asteguieta
Universidades de Granada y Orihuela: doctor en Leyes.
y Sarralde176

Universidad de Osuna: Derecho Ovil, 1790.


Miguel Aurioles de la Torre
Universidad de Sevilla: Sagrados Cánones.

Universidad de Huesca: bachiller en Leyes, 1799. Universi-


Felipe Martínez de Aragón177 dad de Zaragoza: bachiller en Cánones, 1799: licenciado y
doctor en Cánones, 1799.

Real Colegio de San Bartolomé (Santa Fe de Bogotá): Filo-


Francisco de Berrío y Guzmán178 sofía y Jurisprudencia. Universidad Regia de Santo Tomás
(Santa Fe): doctor en Leyes, 1770.

Francisco Ignacio Morales y Universidad de Granada: bachiller en Derecho Civil; licen-


Gabaldón179 ciado en Leyes y doctor en Derecho Civil, 1787.

Universidad de Valencia: bachiller en Artes, 1788. Universi-


José Gutiérrez del Rivero180 dad de Oñate: bachiller en Derecho Civil, 1793. Universidad
de Valladolid: bachiller en Derecho Canónico, 1795.

176 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Leg. 188, Fol. 894: traslado del título de oidor de Manila (14.5.17881; Leg.
188, Fol. 885: copia del título de oidor de Caracas (13.12.1788); Inv. 2°, Leg. 90, Fol. 47: traslado
del título de regente de Guatemala (3.5.1806). A.G.I. Caracas, 14: consulta de la Cámara de Indias
(27.10.1788). A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XX, Fol. 257 (4.9.1792), Tomo
XXXIV, Fol. 170 (2.6.1798): nombramientos de juez general de bienes de difuntos; Tomo XXVII,
Fol. 86: fiscal interino (7.1.1795); Tomo XLI, Fol. 166: continuación de su empleo en Caracas
(13.4.1807); y reales cédulas, Tomo IX, Fol. 56 (1.7.1807). AH.N. (Madrid). Estado. Real Orden de
Carlos III, Expediente 1.282: Pruebas de Nobleza (2.6.7.1805) Mark Burkholder y D. Chandler:
From Impotence to Authority…, pp. 181, 191, 199 y 209.
177 A.G.I México. 1.644: relación de los Ejercicios Literarios, Grados y Méritos (4.4.1800). A.G.S.
Dir. Gen. Tes. Inv. 2°, Leg. 85, Fol, 145: traslado del título de oidor de Caracas (11.10.18Ol); Inv.
2°, Leg. 93, Fol, 85: traslado del. título del alcalde del crimen de México (13.6.1811); Inv. 2°, lleg.
97, Fol 175: copia del título de oidor de México (23.10.1816). A.G.N. (Caracas) Empleados de la
Colonia, Tomo XXXVIII, Fol. 84: recibimiento en Caracas (9.4.1802) y Héctor García Chuecos:
Estudios de Historia…, Tomo II, p. 16.
178 A.G.I. Lima, 599: relación de los Méritos y Servicios (15.3.1790); Caracas, 16: consulta de la Cámara
de Indias (17.1.1798) y Caracas, 165: título de fiscal de Real Hacienda de Caracas. A.G.S. Dir. Gen.
Tes. Inv 2°, Leg. 82, Fol. 45: traslado del título de fiscal de Caracas (17.3.1798).
179 A.G.I. Lima, 599: Relación de los Ejercicios Literarios, Grados y Méritos (14.11.1793) Caracas, 16:
consulta de la Cámara de Indias (14.6.1798); y Caracas, 165 título de fiscal de lo civil y criminal de
Caracas (14.11.1798) A.G.S Dir. Gen. Tes. Leg. 2°, Leg. 82, Fol. 215: traslado del título (14.11.1798).
124 Alí Enrique López Bohórquez
180 181

Real Colegio Seminario de Santa Fe. bachiller en Filosofía,


181 1765 y Maestro en Artes, 1767. Universidad de Santo
Joaquín Mosquera y Figueroa
Tomás (Santa Fe de Bogotá): doctor en Derecho Civil y
Derecho Canónico.

Universidad de Salamanca: bachiller en Leyes, 1798 y en


Antonio Julián Álvarez Navarro
Cánones, 1800.

Universidad de Santo Domingo: bachiller en Cánones, 1792,


José Francisco Heredia y Mieses.
licenciado, 1793 y doctor en Derecho Civil, 1794.

Universidad de La Habana: bachiller en Filosofía 1759 y en


Cecilio Odoardo y Palma Teología, 1760. Universidad de Santo Domingo: doctor en
Sagrados Cánones, 1765.

Catedráticos de colegios o universidades


Cátedra Prima de Leyes de la Universidad de Salamanca,
Antonio López Quintana
1761.

Cátedra de Instituta, Prima de Leyes y Vísperas (ad honoren)


José Patricio de Rivera
de la Universidad de La Habana, 1765.

Cátedra de Código de Leyes y Vísperas de Sagrados Cánones


Francisco Ignacio Cortines
de la Universidad en Sevilla, 1766.

Cátedras de Prima de Cánones, Foro Competenti y regencia


Juan Nepomuceno de Pedrosa
de Leyes de la Universidad de Oviedo, 1771-1775.

Cátedras de Leyes, Filosofía Moral, Sagrados Cánones,


Francisco Ignacio Morales y
Vísperas de Leyes en el Colegio Imperial de San Miguel,
Gabaldón
1787-1792.

180 AG.I. Santa Fe, 5.13: relación de los Ejercicios Literarios (4.2.180l); Caracas, 165: título de fiscal de
lo civil y criminal de Caracas (21.5.1802). A.GS. Dir Gen, Tes. Inv. 2°, Leg. 86, Fol. 117: traslado
del título (25.5.1802). A.G.N. (Caracas). Empleados de la Colonia, Tomo XXXVIII, Fol. 37: título de
fiscal de Caracas (7.1.1803) y Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial, Tomo II. p. 16.
181 A.N.H. (Madrid), Estado, 7.516-N° 2: Relación de los Méritos y Servicios (18.3.1799); Estado,
7,484-N° 11: Expediente de la Gran Cruz de Isabel la Católica (2.12.1817), A.G.S. Dir. Gen, Tes.
Inv, 2°, Leg 71, Fol. 1: traslado del título de oidor de Santa Fe (13.10.1787); Inv 2°, Leg. 79, Fol,
106: traslado del título de alcalde del crimen de México (10.8.1795); Inv, 2°, Leg. 87, Fol, 235:
traslado del título de oidor de México (3.10.1803); Inv. 2°, Leg. 92, Fol. 304: traslado del título
de Consejero de Indias (27.10.1810); Inv. 13, Leg. 9, Fol. 155: traslado del título de ministro del
Consejo de Indias (20.11.1814). José María Restrepo: op cit., pp. 388-393; Arcesio Aragón: Fastos
Payaneses 1636-1936. Bogotá, Imprenta Nacional, 1939, pp. 91-96; y “Un regente de España,
nacido en Popayán”, Revista de Indias, 36 (Madrid, 1949), pp. 307-.314.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 125

Cátedras de Latinidad, Retórica, Vísperas de Cánones y


Joaquín Mosquera y Figueroa Decretales del Real Colegio Seminario de Santa Fe. Ocupó
el cargo de vice-rector.

Cátedra de Vísperas de Cánones y Prima de Leyes de la


José Francisco Heredia y Mieses
Universidad de Santo Domingo, 1794.

182 183 184

Recibimiento y ejercicio de la Abogacía


Recibido de abogado de las Islas Canarias, 1769 y de la
Antonio López Quintana
Corte, 1772. abogado de los reales consejos, 1774.

Título de abogado de la Audiencia de México, 1758; de


José Patricio de Rivera Santo Domingo, 1759; y de los reales consejos de Indias
y de Castilla, 1760.

Abogado de los reales consejos y miembro del Colegio de


Francisco Ignacio Cortines
Abogados de la Corte, 1772.

Julián Díaz de Saravia182 Abogado de la Real Cancillería de Valladolid, 1771.

Francisco de Berrío y Guzmán Abogado de la Real Audiencia de Santa Fe, 1775.

Miguel Aurioles de la Torre183 Abogado de los reales consejos, 1794.

Francisco Ignacio Morales y


Abogado de la Real Chancillería de Granada, 1793.
Gabaldón

Diego Romero y Montero184 Abogado de los reales consejos.

José Gutiérrez del Rivero Abogado de los reales consejos, 1797

Joaquín Mosquera y Figueroa. Abogado de la Audiencia de Santa Fe, 1774

182 A.G.I. Indiferente General. 1507: relación de los Méritos y Ejercicios Literarios (3.5.1779); Caracas,
165: título de fiscal de lo civil y criminal de Caracas (14.11.1786); A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 24°,
Leg. 186, Fol. 246: traslado del título de fiscal de Santo Domingo (31.8.1780), Leg. 187, Fol. 217:
copia del título de fiscal de Caracas (14.11.1786); A.G.N. (Caracas). Empleados de le Colonia, Tomo
XXX, Fol. 174: Designación para la segunda fiscalía (15.3.1796) y Héctor García Chuecos: Estudios
de Historia…, Tomo II, pp. 11-12.
183 AG.I. Caracas, 16: relación de los Ejercicios Literarios, Grados y Méritos (18.6.1795); y consulta
de la Cámara de Indias (25.2.1799); A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2°, Leg. 83, Fol. 100: copia del título
(19.4.1799).
184 AG.I. Caracas, 165: título de fiscal de lo civil y criminal de Caracas (1.12.l800); A.G.S. Dir. Gen.
Tes. Inv. 2°, Leg. 84, Fol. 172: traslado del título (11.2.1800).
126 Alí Enrique López Bohórquez

185 186 187

Antonio Julián Álvarez Navarro185 Abogado de los reales consejos, 1804.

José Francisco Heredia Abogado de la Real Audiencia de Santo Domingo, 1795;


186 con título desde 1798 para ejercer la abogacía en todos los
y Mieses tribunales de España y sus reinos.

Cecilio Odoardo y Palma187 Abogado de la Audiencia de Santo Domingo, 1766.

Ministros que ejercieron en España en Audiencias,


otra magistratura o cargo político
Ministro honorario y fiscal interino de la Audiencia de las
Antonio López Quintana Islas Canarias. fiscal de la Audiencia de la Contratación
de Cádiz, 1779-1783.

Fiscal de las rentas reales de la ciudad de Oviedo y


Principado de Asturias,
Juan Nepomuceno de Pedrosa 1767-1797. alcalde Mayor de las ciudades de Jaca, 1770 y
1777, de la Villa de Camprodón 1773-1777, de Almería,
1780 y de Valladolid, 1786.

Teniente de corregidor de las Siete Merindades del reino


Julián Díaz de Saravia
de Castilla, 1771.

Relator de las Salas Primera y Segunda del Consejo de


José Gutiérrez del. Rivero
Castilla y de la Sala de Mil Quinientos, 1751.

185 A.G.I. Guatemala, 415: relación de Méritos y Ejercicios Literarios (14.3.1804); A.G.S. Dir. Gen.
Tes. Inv. 2°, Leg. 90, Fol. 43: copia del título de oidor de Caracas (24.4.1806); Inv 2°, Leg. 93,
Fol. 323: traslado del título de oidor de Puerto Príncipe (9.6.1812); A.G.N. (Caracas). Empleados
de la Colonia, Tomo XLI, Fol. 134: recibimiento en Caracas (17.7.1807); A.H.N. (Madrid), Estado,
7.488-N° 16: expediente de la Real Orden de Isabel la Católica (18.10.1830); Fernando Armas
Medina: Estudios sobre Historia de América, Sevilla, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1973, pp. 310
y 312.
186 A.G.I. Indiferente General, 1.518: relación de Méritos y Servicios (3.7.1804); Caracas 165: título
de oidor de Caracas (1.1.1810). A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2°. Leg. 92, Fol. 95: traslado del título
(15.1.l810); Inv. 2°, Leg. 98, Fol. 74: copia del título de alcalde del crimen de México (2.6.1817);
José Francisco Heredia: Memorias….; Mario Briceño Iragorry: El regente Heredia o la Piedad Heroica…;
José María Chacón: “Un juez de Indias (Vida Documental de José Francisco Heredia, Boletín de
la Academia de la Historia, CIII (Madrid, 1930), pp. 5-68 y 617-715.
187 A.G.I. México, 1642: relación de los Méritos y Ejercicios Literarios (14.8.1804); también Caracas.
16 (19.8.1797); AGS. Dir. Gen, Tes, Leg. 186, FoI. 69: título de teniente de gobernador y auditor
de guerra de Cumaná (22.11.1779); Inv. 2°, Leg. 87, Fol. 160: título de oidor de Guadalajara
(25.6.1803); Inv. 2°, Leg. 92, Fol. 28: título de regente de Caracas (27.10.1809); Inv. 2°, Leg. 94,
Fol, 20: ratificación del título de regente de Caracas (13.1.1813).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 127

Relator, abogado y juez de la Real Academia de Derecho


Miguel Aurioles de la Torre
de Carlos III, 1794.

Juez secular. Revisor, juez eclesiástico y fiscal de la Real


Antonio Julián Álvarez Navarro Academia de Jurisprudencia Teórico-Práctica y de Derecho
Real Pragmático de San Isidro, 1800-1803.

Ministros en otras Audiencias de América antes de Caracas


Antonio López Quintana Fiscal de Guadalajara, 1783-1786.

Fiscal de lo civil y criminal de Santo Domingo, 1780-


Julián Díaz de Saravia
1786.

Oidor de Santa Fe, 1787-1795. Alcalde del crimen de


Joaquín Mosquera y Figueroa
México, 1795-1803, oidor de México, 1803.

Cecilio Odoardo y Palma Oidor de Guadalajara, 1803-1809.

Ministros en otros cargos en América antes de Caracas


Asesor letrado particular, desde 1759, de alcaldes ordinari-
os de la Santa Hermandad, del mayordomo de propios, del
receptor de penas de cámara del Tribunal de Contaduría
Mayor de Cuentas, del teniente del rey, del intendente, del
jefe de Escuadra y de los escribanos de gobierno, guerra,
José Patricio de Rivera
hacienda y número, todos ellos en la ciudad de La Habana.
teniente de la Compañía de Estudiantes de la Universidad
de La Habana, 1762. juez general de bienes de difuntos y
procurador general del Común, 1768. Asesor general del
Gobierno y fiscal de Real Hacienda de Cuba, 1769.

Teniente de gobernador y auditor de guerra de la Provincia


Francisco Ignacio Cortines
de Venezuela, 1779-1786.

procurador general de menores y de pobres del Cabildo


de Cartagena, 1775. síndico procurador general del mismo
Ayuntamiento, 1780. Fiscal de la Real Hacienda y auditor
Francisco Berrío y Guzmán de Marina de Cartagena (interino). 1783. Secretario del
arzobispo-virrey caballero, 1785. Gobernador justicia
mayor de la Provincia de Neiva, 1786-1788. Juez subdel-
egado de rentas reales, 1787.
128 Alí Enrique López Bohórquez

Asesor, teniente de gobernador y auditor de guerra de


la Provincia de Popayán 1774. Teniente de gobernador
y auditor de guerra de la Provincia de Cartagena, 1777.
Joaquín Mosquera y Figueroa Juez de residencia, gobernador interino de Popayán,
1778 y de Cartagena, 1782, Subdelegado de Intendencia
de Cartagena, 1783. juez de residencia, 1790. asesor de la
Real Hacienda, 1790.

Asesor del Gobierno e Intendencia de Pensacola, 1806-


José Francisco Heredia y Mieses
1809.

Auditor de guerra de Luisiana. 1770.


Teniente de gobernador y auditor de guerra de Venezuela,
Cecilio Odoardo y Palma
1774-1777, teniente de gobernador y auditor de guerra de
Cumaná, 1779-1803.
Capítulo III
Querellas y competencias interinstitucionales
de la Real Audiencia de Caracas

Competencias y querellas: el impasse entre las audiencias de Santo


Domingo y la de Caracas. Relaciones y conflictos jurisdiccionales
con el presidente-gobernador, el ayuntamiento y el Real Consulado
de Caracas

El impasse entre las audiencias de Santo Domingo y la de Caracas

Al iniciar actividades la Real Audiencia de Caracas sus ministros


advirtieron la problemática de la existencia en el tribunal de Santo Domingo
de pleitos y causas pendientes que ahora les correspondería resolver por
estar dentro de su jurisdicción, como también la necesidad de contar en
lo inmediato con copias de disposiciones reales de interés para dar inicio
a sus funciones. Con fecha 30 de junio de 1787 la de Caracas solicitó al
tribunal insular se sirviera

…mandar remitir los negocios pendientes en (ese) y que según las leyes deban
venir, como también testimonio de los aranceles que actualmente están en práctica,
incluso el del Real Sello, e igualmente testimonios de las reales cédulas relativas
a la formación de los que en lo sucesivo deben establecerse y del expediente que
130 Alí Enrique López Bohórquez

a su consecuencia se haya formado en la parte correspondiente a las provincias


y juzgados de este distrito.188

El 27 de julio, los magistrados de Santo Domingo se dirigieron a los


de Caracas adjuntando lo solicitado en cuanto a los aranceles y reales cédulas,
mas no lo referente a los asuntos judiciales que se tramitaban ante aquel
juzgado, en razón del volumen de los mismos y las dificultades derivadas
del tener que trasladarlos a la nueva audiencia, por lo que en la misma fecha
se dirigían al rey para exponer el asunto a fin de que determinara lo más
conveniente en beneficio de la mejor administración de justicia, previo
parecer del fiscal de Santo Domingo.
El informe del fiscal estuvo listo para el 1 de agosto de 1787, por
lo que acordaron los ministros de La Española dirigirse al rey Carlos
IV solicitando …“se siguieran obedeciendo las Reales Provisiones que
se expidiesen sobre los asuntos pendientes hasta que se concluyesen en
beneficio de las partes”… en el tribunal donde se habían iniciado.189 Seis
fueron las dificultades alegadas por el fiscal: no poderse remitir originales
de los procesos, exponiéndolos a los riesgos del mar; siendo tantos en
número y tan voluminosos (más de ciento setenta) sería enorme el costo
de testimonios e inconveniente para las partes dispersas en tan distintos y
apartados lugares; que habiéndose pagado a la Escribanía de Cámara de
ese tribunal todas las tasas causadas en la “presentación y por el derecho de
tiras”, así como lo concerniente a la actuación de los abogados y relatores,
era indispensable otro gasto en Caracas por los mismos efectos. Por otro
lado, existiendo muchos “procesos sustanciados en rebeldía” (en apelación),
habría también que repetir en Caracas nuevos despachos y costos para los
emplazamientos correspondientes ante el nuevo tribunal; y, finalmente, que
la duplicación de gastos en testimonios agravaría a los vasallos involucrados,
quienes se verían obligados a hacer nuevas instancias o apelaciones, lo cual
“ofrecería gravísima confusión y dilación a las partes”.

188 A.G.I. Caracas, 306 – Nº 51: Carta de la Real Audiencia de Caracas a los ministros de Santo
Domingo solicitando el envío de los negocios pendientes, y testimonios de aranceles y reales
cédulas inherentes a los mismos (Caracas, 30 de junio de 1787).
189 Ibid.: La Audiencia de Santo Domingo da cuenta, con testimonio, de las dificultades que le han
impedido remitir a la Audiencia de Caracas los negocios pendientes de aquel distrito, a fin de que
S. M. determine lo que sea de su real agrado (Santo Domingo, 1 de agosto de 1787).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 131

Sin embargo, antes del referido informe del fiscal y de la comunicación


al rey, la Audiencia de Santo Domingo había remitido a Caracas, en fecha
27 de julio de 1787, copias de los aranceles y de reales cédulas relacionadas
con su formación, junto con la “Relación de los autos que se encuentran
en esta Real Audiencia sin determinar de la Provincia de Caracas y sus
anexas o son ya determinados, pendientes hoy por algún recurso”. Se
trataba de una larga lista de asuntos en manos del fiscal, de los relatores
y de los procuradores, en orden de cantidad, correspondientes a Caracas
(55), Cumaná (35), Maracaibo (11), Barcelona (11), Coro (9), Guayana
(10), San Felipe (5), Margarita (5), La Guaira (4), Macarao (4), Valencia
(3), Guanare (3), Villa de Calabozo (2), Barquisimeto (2), San Sebastián
(2), Petare (1), Santa Lucía (1), Villa de Cura (1), Casigua (1), Tucupido
(1), Carúpano (1), Cabrutica (1), Cúpira (1), Ospino (1), y Marare (1). La
suma total era de 171 expedientes referidos a los siguientes aspectos: rentas
de obras pías, preeminencias protocolares, recursos de fuerza, aranceles,
disensos de matrimonios; cobro de deudas, salarios y réditos; derechos
de abogados, jurisdicción de funcionarios, heridas, homicidios, injurias,
agravios, perjuicios, compra de ganado, deslinde de tierras; fugas, compras,
ventas, libertad y condenas de esclavos; testamentos; remates de oficios y
de bienes; tolerancia de curanderos, venta de tierras y haciendas, castigo
y visitas a pueblos indígenas, fábrica de iglesias, incestos, violaciones,
hospitales, elecciones concejiles, usos de aguas, servidumbre de caminos,
despojo de bienes, fianzas, etc. De la lectura de esta “relación de autos” cabe
destacar algunos aspectos: el elevado número de casos correspondientes a
los lugares con acceso a puertos o cercanos a ellos; y las referencias, por lo
general, de particulares, con señalamientos de funcionarios (gobernadores,
ayuntamientos, tenientes de justicia mayor, eclesiásticos) involucrados en los
procesos o como tramitadores de los mismos. En su mayoría fueron asuntos
de derecho privado, con algunos casos de derecho administrativo.
Hacia finales de 1787 todavía el asunto estaba pendiente en el Consejo
de Indias para dictamen real. El 24 de noviembre el fiscal del mismo, después
de considerar la representación de la Audiencia de Santo Domingo, antes
referida, dispuso verificar lo acordado en caso de lo que pudiera haber
ocurrido en la Audiencia de Charcas (1559), al desmembrarse su jurisdicción
del distrito de la de Buenos Aires (1661), para lo cual se solicitó a la Secretaría
del Perú la remisión de testimonios al respecto. En el expediente que hemos
venido citando existe una minuta de dicha Secretaría, de 15 de octubre de
132 Alí Enrique López Bohórquez

1789, en la que se señala “no haberse hallado en ella cosa alguna alusiva al
asunto por más diligencias que se han hecho”; por lo que con ello quedaba
cerrado momentáneamente el asunto. Difícil debe haber sido la búsqueda
de testimonios de lo acaecido en el caso de aquellas dos audiencias, pues
había transcurrido más de un siglo de aquel hecho. Al final del documento
aparece una nota que dice: “No hay posteriormente nada nuevo sobre este
asunto”. Sin embargo, la Audiencia de Caracas no cesaría en solicitar los
expedientes existentes en la Isla de La Española, lo cual no tuvo efecto sino
hasta 1796, a diez años de su creación, cuando su tribunal acordó enviar un
“Índice de los pleitos que existen en la Real Audiencia de Santo Domingo,
correspondientes a la Provincia de Venezuela o de Caracas, y sus anexas”.190
De acuerdo con el informe realizado por Antonio González Antías para la
Academia Nacional de la Historia, este índice …conforma un legajo de 153
folios, de los cuales están con foliatura original desde el número 1 hasta el
123, los restantes fueron numerados por el autor (de ese informe)…Entre
los folios 125 y 128 hay una lista de autos de disensos matrimoniales en
un total de 43, comprendidos en varias ciudades venezolanas, así como la
inclusión de una relación (fols. 129-130) de los ocho cajones contentivos de
los expedientes remitidos desde Santo Domingo, firmada por José Francisco
Hidalgo, el 1 de marzo de 1796”.191
El regente de la Real Audiencia de Santo Domingo, Joseph Antonio
de Urizar, el 24 de marzo de 1796 se dirigió a los ministros de Caracas para
comunicarles que por resolución del rey había acordado aquel tribunal el
envío de los expedientes relacionados con …“todos los negocios que existen

190 A. A. N. H. Sección Judiciales, A11-C77-D2407. Se trata de uno de los traslados del Registro Principal
del Distrito Federal al Archivo de la Academia Nacional de la Historia, según Decreto Presidencial
Nº 1652, del 14 de julio de 1987.
191 Antonio J. González Antías: Indice de Causas Judiciales remitidas por la Real Audiencia de Santo Domingo
para la Real Audiencia de Caracas. Año 1796 (comentarios y trascripción paleográfica de Antonio
González. Trabajo mimeografiado). Agradecemos al autor permitirnos copia de este documento
y hacer uso del mismo de manera indiscriminada, y por la valiosa colaboración que siempre nos
ha prestado para nuestras investigaciones en la Biblioteca y Archivo de la Academia Nacional de
la Historia. Señala González Antías que “elementos tales como extracto de contenido, ubicación
temporal y espacial del asunto tratado, así como una signatura de la época, conforman los datos
de cada registro del índice. La información, así concebida, permite precisar datos específicos
dentro del conjunto, bien sea de lugares, temática o data. Estos registros están contenidos en
84 legajos, en los cuales se encuentran los 936 extractos del índice. En los folios 131 al 153 se
incluyen comunicaciones oficiales que dan cuenta del envío y recibo del conjunto de papeles
remitidos desde la Real Audiencia de Santo Domingo a su similar de Caracas”…
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 133

y provienen de esa provincia…para que en cualquiera ocurrencia esos vecinos


puedan con más facilidad y menos costo, hacerse de los documentos que les
convengan o importen para la defensa de sus derechos”…192 Dicho envío se
realizó en la fragata real nombrada La Sirenita, en ocho cajones numerados,
acompañado de …“una relación la más clara y específica de los negocios
y expedientes que comprenden”… con la finalidad de que los magistrados
caraqueños tomaran las providencias correspondientes. Antonio González
señala que no se sabe con exactitud el día en que los referidos expedientes
llegaron a La Guaira, pero sí está claro que ya para el 27 de junio de 1796
se encontraban en ese puerto. Para su traslado, el regente, los oidores y el
fiscal de Caracas, Antonio López de Quintana, Francisco Ignacio Cortines,
Juan Nepomuceno de Pedrosa y José Bernardo de Asteguieta solicitaron al
comandante justicia mayor interino de La Guaira, Antonio López y Chávez, que
inmediatamente hiciera remitir a la Audiencia los cajones, a lo cual respondió
el funcionario en comunicación del 14 de julio, en la que señalaba

…hallarse depositados en la Real Contaduría los ocho cajones que se expresan


(…) y habiendo pretendido los condujesen los arrieros (…) no pudo verificarse
su conducción, a causa de componer cada cajón dos cargas y media, por lo que
se hace forzosa la división de cargas…193

Dadas tales circunstancias, el escribano de Cámara, Rafael Diego


Mérida, fue comisionado el 15 de julio de 1796 por la Audiencia para que
procediera a la separación de los expedientes y su colocación en “cajones
cómodos para su transporte”. Al tener conocimiento del encargo, el
escribano se trasladó a La Guaira, desde donde envió al día siguiente un
informe sobre el estado en que se encontraban los documentos y demás
papeles enviados por la Real Audiencia de Santo Domingo. Indicaba Mérida
que, informado por el teniente justicia mayor Antonio López, localizó los
ocho cajones en la Aduana del puerto, a donde habían sido trasladados sin
su consentimiento por el Capitán de Fragata Manuel de Estracia y que el
contenido de dos de los cajones se hallaba completamente mojados,

192 A. A. N. H. Sección Judiciales, A11-C77-D2407, fol. 131. Apud. Antonio González: Ibid.
193 Ibid., fols. 132 y 135 vto.
134 Alí Enrique López Bohórquez

…pues en el embarcadero de la isla de Santo Domingo, según había oído decir,


al tiempo de trasladarlos a bordo de la embarcación que los condujo se cayeron
al agua, y hasta tres días después no se habían podido sacar…”194

Agregaba el escribano que los cajones eran de un tamaño extraordinario,


por lo que se dificultaba su transporte por “caballería”, siendo necesario
dividir cada uno de ellos. A tal fin solicitó el auxilio del teniente para que
localizara carpinteros que se encargaran de hacer el trabajo, que finalmente
se concluyó con la construcción de dieciocho cajones de menor tamaño.
Algunos de ellos, indicaba Mérida, …“aunque de tamaño proporcionado
con algún peso excesivo porque sobre estar todos sus papeles mojados llenos
de arena y exhalando una fetidez ofensiva a la salud, sus forros y tablas son
de caoba dobles pero en todos sin embargo de que no hay proceso que deje
de estar picado y comido de la polilla, y otros sin enlegarse y los mojados
ilegibles”… Finalizaba su informe señalando la forma como se habían
identificado los cajones mediante una tarjeta para mayor claridad, y evitar
confusiones posteriores, respetándose el orden en que habían sido enviados.
El 18 de julio el trabajo del escribano estaba concluido, por lo que el 3 de
agosto la Audiencia ordenó el traslado de los documentos a Caracas con los
arrieros que fueran necesarios, para lo cual instruyó no solamente a Rafael
Diego Mérida sino también al comandante de La Guaira.195
Finalizaba así el impasse surgido entre las audiencias de Santo Domingo
y la de Caracas, después de diez años de gestiones de ésta para contar con el
número considerable de 907 expedientes, comprensivos de los años 1741 y
1789. Llama la atención que aun después de creada la magistratura caraqueña
en 1786 aparezcan juicios y negocios atendidos por la magistratura de Santo
Domingo con posterioridad a ese año. No existe explicación alguna en el
expediente, pero suponemos que se trató de asuntos que con anterioridad
se habían ventilado ante el tribunal dominicano. El contenido del índice
en cuestión, en cuanto a los procesos allí tratados y los lugares de donde
procedían, es el mismo enviado por la Audiencia de Santo Domingo en 1787,
sólo que ahora su volumen era mayor, lo cual permite preguntarse sobre

194 Ibid., fol. 136 vto.


195 Contamos con una copia del informe del escribano de Cámara, Rafael Diego Mérida, cedida por
el mismo Antonio González Antías, cuya trascripción paleográfica fue realizada por el colega
Isaac López.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 135

las razones que tuvieron los ministros de esta magistratura para enviar en
ese año solamente un inventario de 171 expedientes, cuando el de 1796 era
de 907. Solamente encontramos una explicación: el significado económico
de tener que tramitar, a través de abogados y procuradores de la Isla de
La Española, así como los costos derivados de los derechos que debían
cancelarse según los aranceles de administración de justicia establecidos por
aquella Audiencia. Parece ser que no todos los expedientes fueron enviados
a Caracas, pues Javier Malagón Barceló registra, en un artículo, una lista de 38
“pleitos y causas” existentes en el Archivo de la Audiencia de Santo Domingo,
correspondientes a las provincias coloniales venezolanas que, presumimos,
fueron los substanciados con anterioridad al establecimiento del tribunal
audiencial de Caracas y que no requerían de ser enviados a este.196

Relaciones y conflictos entre la Real Audiencia y los gobernadores de


Venezuela

Entre 1787 y 1810, a la Real Audiencia de Caracas correspondió


interactuar con los respectivos presidentes-gobernadores Juan Guillelmi
(1786-1791), Pedro Carbonell (1791-1796), Manuel Guevara de Vasconcelos
(1799-1806), Juan de Casas (1806-1808) y Vicente Emparan (1808-1810).
En algunos casos las relaciones se desarrollaron normalmente a través del
llamado Real acuerdo, reunión del presidente con el regente, los oidores y
el fiscal para decidir sobre asuntos de carácter administrativo o de interés
general para la monarquía y buena administración de justicia; mientras que
en otros hubo enfrentamientos, que determinaron la intervención de las
autoridades metropolitanas e incluso una visita al tribunal entre 1804 y 1809.
El primer presidente de la magistratura caraqueña fue el gobernador Juan
Guillelmi, en razón del nombramiento que se le hiciera por Real Orden del
18 de diciembre de 1786,197 cinco meses después de haberse decretado la
creación de la Audiencia de Caracas. Demetrio Ramos Pérez ha llamado la

196 Javier Malagón Barceló: “Pleitos y Causas de la Capitanía General de Venezuela en el Archivo
de la Real Audiencia de Santo Domingo (Siglo XVIII)”, en Estudios de Derecho Procesal en honor de
Hugo Alsina. Buenos Aires, Edit. Edlar, 1946, pp. 441-468; también en Estudios de Historia y Derecho.
México, Universidad Veracruzana, Xalapa, 1966, pp. 183-216.
197 A.G.I. Caracas, 288-72: Real Cédula al gobernador de Venezuela, Juan Guillelmi, participándole
la creación de una Audiencia de Caracas, de acuerdo con el Real Decreto del 6 de julio de 1786,
y el personal que la integrará.
136 Alí Enrique López Bohórquez

atención sobre el hecho de que la disposición real del 6 de julio de ese año
no incluyó el título de presidente-gobernador,198 lo que parecía una intención
de poner a funcionar la idea de un regente-presidente, como se preveía en
el artículo XXVI de la Instrucción de regentes del 20 de junio de 1776, a la
que nos hemos referido anteriormente. Sin embargo, casi inmediatamente
y antes de tomar posesión de sus cargos los nuevos ministros audienciales,
se decidía la designación de Guillelmi como presidente del tribunal, lo
cual modificaría en adelante el protocolo hasta entonces practicado para
el recibimiento y toma de posesión del cargo de gobernador por parte del
cabildo de Caracas, pues sería ante la Real Audiencia que los mandatarios
gubernativos presentarían las credenciales correspondientes.199
Las fuentes consultadas evidencian que las relaciones entre el
presidente-gobernador Juan Guillelmi y los ministros de la Audiencia
fueron más que normales, respetándose las funciones y atribuciones de
los respectivos poderes, y colaborando mutuamente en la solución de los
asuntos administrativos y judiciales sobre los que debieron intervenir de
manera conjunta. No así ocurrió durante la gestión del gobernador Pedro
Carbonell, quien enfrentó, particularmente, al regente Antonio López de
Quintana por la relación que este mantenía con el intendente Antonio
Fernández de León, y por la intervención de los magistrados en cuestiones
inherentes a sus funciones gubernativas. La primera noticia que se tiene
de cargos contra algunos ministros resultó del conflicto de competencia
surgido entre el tribunal y aquel gobernador y capitán general cuando, en
noviembre de 1793, la Audiencia intervino en el nombramiento y reelección
de algunos tenientes de justicia. El gobernador protestó al considerar que
ello representaba una violación de sus atribuciones.200 A partir de entonces
Carbonell se dedicó a hostilizar a la Audiencia con informes acerca de su
desempeño, lo cual dio origen a la Real Orden del 24 de octubre de 1794
que exigía al gobernador informara respecto a los ministros de Caracas.

198 Demetrio Ramos Pérez: “El presidente de la Real Audiencia de Caracas en su fase inicial, y
su intento de concentración de todos los poderes”, en Estudios de Historia Venezolana. Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1976 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela,
126), pp. 751-782.
199 Véanse las referencias que al respecto hace Demetrio Ramos Pérez: Ibid., pp. 755-761.
200 A.G.I. Caracas, 389-Nº 13: expediente del gobernador Pedro Carbonell sobre la intervención de la
Audiencia en la reelección de algunos tenientes de justicia (Caracas, 30 de noviembre de 1793).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 137

En informes separados, el 28 de noviembre de 1796, éste remitió por vías


reservada y pública su parecer solamente de la conducta del regente Antonio
López Quintana y del oidor Francisco Ignacio Cortines201.
Con relación al regente, las acusaciones de Carbonell fueron muy vagas
y sin pruebas concretas. Carbonell contrajo su informe a denunciar la amistad
de López Quintana con el intendente Fernández de León y su hermano
Antonio, oidor honorario de la Audiencia, por considerarla perniciosa a
los intereses públicos y privados. Según Carbonell, esa relación amistosa
había patrocinado litigios, favoreciendo siempre el regente los intereses de
los hermanos Fernández; los tres intervenían en las elecciones del cabildo
para encontrar apoyo en la institución municipal contra el gobernador,
particularmente del Marqués Rodríguez del Toro; y le inquietaba el hecho
de que la esposa de Antonio Fernández era natural y vecina de la ciudad de
Caracas, con muchos parientes que formaban dilatada familia y con la cual
tenía el regente un contacto permanente. En septiembre de 1798, nuevamente
insistió el gobernador en que esos nexos exasperaban los ánimos de los
vecinos, quienes veían perdida toda la esperanza de imparcialidad en el
tribunal.202 Ninguna medida se tomó en contra de la relación entre el ministro
y los hermanos Fernández,203 pues se trataba de una amistad de españoles, dos
de ellos funcionarios de la administración debidamente acreditados y el tercero
poseía título de oidor honorario de la Audiencia. Los nexos con la familia
de Antonio Fernández pudieron haber sido considerados para amonestar al
regente, pero nada se hizo al respecto.
En cuanto al oidor Francisco Ignacio Cortines el gobernador
Carbonell fue más contundente y explícito, al considerarlo en un informe
a las autoridades españolas, del 28 de enero de 1796, como un …“hombre
debilísimo, condescendiente en sumo grado, contemplativo, negligente y
abandonado en el cumplimiento de su obligación”… y estrecho colaborador
del partido del regente. La denuncia contra este magistrado se centró en el
hecho de que protegía

201 A.G.I. Caracas, 60: informe del gobernador Carbonell sobre las conexiones y partidos del regente
López Quintana, del intendente Fernández de León y de su hermano Antonio (Caracas, 28 de
enero de 1796).
202 Héctor García Chuecos: Siglo Dieciocho Venezolano, pp. 292-299.
203 Sobre otros enfrentamientos entre el gobernador Pedro Carbonell y el intendente Esteban
Fernández de León, Ibid., pp. 300-306.
138 Alí Enrique López Bohórquez

…a los mulatos y gente de baja esfera porque desde que vino aquí se ha rozado
mucho con ellos, los ha favorecido y se asegura que una familia Bejarano le ha
mantenido de pan regalado. Concurre con frecuencia a las funciones de bailes y
otras de esta casta de gente…

Señaló también el gobernador que Cortines tenía un mulato esclavo,


llamado “Titín”, encargado de arreglar los excesos del oidor, y concluía
diciendo que …“la conducta detestable de este ministro es contraria al decoro
de la Magistratura y en esta capital no puede esperarse remedio alguno. Está
lleno de deudas y ligado por tantos respectos al desorden, a la parcialidad y al
abandono”…; por lo cual solicitaba Carbonell se le trasladara a España para
unirse a su abandonada mujer. Tampoco surtirían efecto las pretensiones
del presidente gobernador, pues Cortines continuó en el cargo hasta 1801,
cuando fuera nombrado regente de la Audiencia de Quito y, desconociéndose
su muerte, en 1806 se le confirió el título de Consejero togado de Indias.204
No hemos localizado otras fuentes que indiquen que Carbonell continuara
con sus denuncias contra los ministros de la Real Audiencia. Probablemente
el silencio de las autoridades españoles con relación a las representaciones
del gobernador y el descubrimiento de una conspiración en el puerto de La
Guaira para sustituir al gobierno español, en julio de 1797, le obligaron a
dejar de lado sus actitudes conflictivas con los hermanos Fernández de León
y el regente Antonio López de Quintana, en tanto fuera necesaria la mayor
confluencia de autoridad en garantía de la seguridad pública y la soberanía
monárquica; ello sin dejar de hacer manifestación de sus inquinas contra
aquellos funcionarios205 en los informes que daban cuenta de la situación
de la provincia con la develación de la conjura liderizada por Manuel Gual y
José María España, hecho sobre el cual nos referiremos más adelante.
Para aquella fecha, Pedro Carbonell ya conocía de su sustitución por
otro gobernador, pues en carta al príncipe de la paz del 19 de julio, ya que
al referirse a la fuga de Juan Bautista Picornell y de otros reos de Estado
de la cárcel de La Guaira, decía que era

204 A.G.I. Caracas, 15: El presidente de la Real Audiencia de Caracas informa sobre la conducta y
desempeño del oidor Francisco Ignacio Cortines (Caracas, 28 de enero de 1796).
205 Héctor García Chuecos: op. cit., p. 311.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 139

…inexplicable el disgusto que ha causado a mi acreditado celo por el servicio


del rey mi amo, que ya al concluir, o hacer entrega de este mando, para el que
está nombrado por mi sucesor don Juan Butler, haya sobrevenido una ocurrencia
tan inesperada…206

En razón de que éste no tomó posesión de su cargo, y sintiéndose


enfermo, resolvió separarse del mando, pasándolo a ejercer interinamente,
de acuerdo con lo legalmente autorizado, el teniente del rey brigadier
Joaquín de Zubillaga el 14 de febrero de 1799. El 6 de abril siguiente llegó
a Caracas el nuevo gobernador, capitán general y presidente de la Real
Audiencia Manuel Guevara Vasconcelos. Carbonell permaneció en esta
ciudad gravemente enfermo hasta la fecha de su muerte, el 2 de agosto
de 1805, sin intervenir en asunto público alguno. Le sobrevivían sus dos
poderosos rivales: el regente de la Audiencia Antonio López de Quintana
y el intendente Esteban Fernández de León. El primero continuó en su
cargo hasta fines de 1804, con el agravante de que sustituyó interinamente
al intendente entre 1802 y 1803, en espera de la llegada del intendente Juan
Vicente de Arce. Para 1809 todavía se encontraba en Caracas aguardando
las resoluciones de la visita de Joaquín Mosquera y Figueroa. El segundo
ejerció en la Intendencia hasta el 20 de junio de 1802, marchando luego a
España para cumplir más tarde una función semejante.207
Durante los ocho años del gobierno de Manuel Guevara Vasconcelos,
las relaciones de la Audiencia con el nuevo gobernador fueron de las más
cordiales, pues éste venía con la misión de restablecer la paz en la provincia,
alterada por la abortada conspiración de La Guaira, correspondiéndole acelerar
el proceso y llevar al cadalso, en la Plaza Mayor de Caracas a José María
España, el 8 de mayo de 1799. En este mismo año se descubre el complot de
Francisco Javier Pirela, en el puerto de Maracaibo, colaborando ampliamente
el gobernador con los ministros de la Audiencia para extirpar este nuevo foco
de insurrección de aparente influencia francesa. Diversos fueron los asuntos
de carácter militar atendidos por este gobernador, como fue el caso del intento
desde Venezuela de reconquistar la Isla de Trinidad, en manos de los ingleses

206 Ibid.
207 Sobre su actuación véase Juan Andreo García: La Intendencia de Venezuela: don Esteban Fernández de
León, intendente de Caracas, 1791-1803. Murcia, Universidad de Murcia/Secretaría de Publicaciones,
1991.
140 Alí Enrique López Bohórquez

desde 1797 y la de enfrentar la invasión en 1806 de Francisco de Miranda


por las costas de Coro. Por otro lado, Guevara Vasconcelos prestó atención a
distintos problemas de urbanismo, gobierno, policía, salubridad y circulación
monetaria de la ciudad capital, lo cual ocupó gran parte de su tiempo, dejando
a la Audiencia la mayor libertad para el cumplimiento de sus atribuciones de
administrar justicia y para el debido asesoramiento en materias que requerían
la consulta correspondiente. La buena relación del gobernador y capitán
general quedó evidenciada cuando, como consecuencia de las acusaciones de
Joaquín Mosquera y Figueroa contra los ministros de la Real Audiencia, el 10
de agosto de 1802, el ministro de gracia y justicia Manuel Antonio caballero
le solicitara información sobre las circunstancias, edad, capacidad, rectitud
de los magistrados y estado de los pleitos pendientes en el tribunal. El 1 de
diciembre, el gobernador rindió un deficiente informe;208 por ello, nuevamente
se le exigió a Guevara en 1803 que notificara acerca del proceder de los
ministros en cuanto a administración de justicia, a lo cual respondió el 10 de
noviembre de 1804 considerando –entre muchas cosas– que la actuación de
la Audiencia era correcta y que las representaciones en su contra no tenían
fundamento.209 El único conflicto de Guevara fue con el fiscal de lo civil y
criminal, José Gutiérrez del Rivero, que no con el tribunal como tal, debido a
una disputa de competencia originada de una visita ordinaria de cárcel. Hecho
éste que contribuyó a que el rey Carlos IV acordara definitivamente decretar
una inspección directa de la Real Audiencia, mediante el procedimiento de
una visita.210
En ejercicio de su cargo, repentinamente se produjo la muerte del
gobernador Manuel Guevara Vasconcelos, el 9 de octubre de 1807, por
lo que debió asumir el gobierno el teniente del rey Juan de Casas. A este
correspondería ejercer interinamente la función de gobernador, capitán
general de Venezuela y presidencia de la Real Audiencia, desde esa fecha
hasta el 19 de mayo de 1809, cuando entregó el mando al nuevo titular

208 A.G.I. Caracas, 191-Nº 57: carta del gobernador al ministro de gracia y justicia (Caracas, 1 de
diciembre de 1802).
209 A.G.I. Caracas, 166: carta del gobernador del Consejo de Indias sobre el informe reservado que
debía rendir el gobernador de la Provincia de Venezuela (Madrid, 3 de abril de 1803) y respuesta
del capitán general de Caracas sobre la administración de justicia y conducta de los ministros de
la Audiencia (Caracas 10 de noviembre de 1804).
210 Los hechos relacionados con este conflicto están registrados en Teresa Albornoz: op. cit., pp.
19-22.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 141

de la gobernación y Capitanía General de Venezuela, mariscal Vicente de


Emparan y Orbe. En cuanto a la relación con la magistratura caraqueña,
destaca el cordial entendimiento durante el primer año de su gestión, hasta
que tuvo lugar la propuesta de la oligarquía caraqueña de organizar una
Junta de Gobierno al estilo de la establecida en Sevilla, el 24 de noviembre
de 1808, pues a partir de entonces entró en estrecho contubernio con el
regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa, quien se impuso para formar
una Sala Extraordinaria, con exclusión del fiscal José Gutiérrez del Rivero
y de los oidores Felipe Martínez de Aragón, Miguel Aurioles de la Torre y
José Bernardo de Asteguieta.
Al entregar Casas el gobierno a Vicente Emparan, la tensión con la
Real Audiencia tendió a agravarse, ya que el gobernador favorecía las ideas de
los mantuanos en cuanto constituir definitivamente una Junta de Gobierno
Defensora de los Derechos de Fernando VII, como efecto ocurriría el 19 de
abril de 1810, existiendo en Emparan una especie de retaliación por algunos
dictámenes del tribunal audiencial, relativos a su gestión como gobernador
de la Provincia de Cumaná. Ángel Grisanti211 ha estudiado la actitud de
Emparan para con los ministros de la Audiencia como uno de los factores que
contribuyeron al golpe de Estado contra el régimen español en Venezuela.
Según este autor, el desacuerdo entre el presidente-gobernador con la Audiencia
era de vieja data, con motivo de su actuación en aquella provincia, en tanto el
gobernador consideró que los magistrados de Caracas intervinieron arbitraria
e injustamente en diversos asuntos elevados ante el alto tribunal. Por ello, el
gobernador acusaba a los ministros de haberle ocultado información cuando,
en apelación al Real y Supremo Consejo de Indias, éste desaprobaba las
decisiones de la Audiencia y mandaba a corregir los agravios inferidos a los
vecinos de la provincia afectados por sus determinaciones. A esta actuación
desacertada del tribunal atribuyó Emparan la visita realizada por el regente
Joaquín Mosquera y Figueroa, aprovechando los resultados de la misma para
insinuar la destitución de los jueces y su reemplazo por otros de mayor probidad
y capacidad. En representación a las autoridades españolas del 9 de marzo de
1809, el gobernador-presidente analizó el desempeño de los ministros de la
Audiencia con una evaluación y descalificación de la actuación de cada uno
de ellos. Así, del oidor José Bernardo de Asteguieta señaló que vecinos de

211 Ángel Grisanti: Emparan y el Golpe de Estado de 1810. Caracas, Tipografía Lux, 1960, pp. 71-74.
142 Alí Enrique López Bohórquez

Caracas consideraban que no tenía conocimientos prácticos ni aplicación en


su trabajo, acusándolo además de cohecho. En cuanto al oidor Miguel Aurioles
de la Torre dijo que era un joven nervioso, sin instrucción ni decoro, mientras
que conceptuaba a los oidores Felipe Martínez de Aragón y Antonio Julián
Álvarez Navarro como jóvenes de buena conducta y honradez, pero con muy
poca experiencia práctica en los negocios de justicia. Con respecto a los fiscales
Francisco Antonio Berrío y José Gutiérrez del Rivero, Emparan los señalaba
como hombres de mucha edad, honestidad, de vastos conocimientos, práctica
y circunspección. Este último, en razón de las acusaciones de Mosquera y
Figueroa se encontraba confinado en Puerto Cabello hasta la conclusión de
la visita, al parecer por haber atajado sistemáticamente los vicios de los demás
magistrados y la creciente influencia dada a la facción de vecinos amparados
por el regente titular de la Audiencia, Antonio López de Quintana. A este
ministro atribuía el gobernador las arbitrariedades cometidas por el tribunal,
debido a sus vínculos con los hermanos Esteban y Antonio Fernández de
León. En virtud de esas acusaciones, Vicente Emparan pedía el reemplazo de
los ministros corrompidos, a fin de asegurar la recta administración de justicia
y de garantizar el ejercicio de la soberanía española.
Con la expulsión de Venezuela del gobernador y de los ministros
de la Audiencia, el 19 de abril de 1810, culminaba la primera etapa de las
relaciones entre ambas instancias de poder, unas veces siguiendo lo pautado
en la legislación para los fines del ejercicio de la representación de la autoridad
monárquica (Guillelmi y Guevara Vasconcelos); y en otras, en franca oposición
–por razones diversas– (Pedro Carbonell, Juan de Casas y Vicente Emparan) al
orden jurídico que exigía la más estrecha unidad de las autoridades coloniales
para la mejor imagen y defensa de la soberanía española. Al iniciarse el proceso
emancipador y recobrar España el poder en 1812, las confrontaciones entre
la Real Audiencia de Caracas y los Jefes militares adquirirán otra dimensión,
en tanto las circunstancias de la guerra impedirán el funcionamiento normal
de la magistratura, convirtiéndose particularmente en tribunal de secuestro y
de juzgado para seguir las causas a los infidentes,212 debiendo aceptar –muchas
veces– las arbitrariedades de los gobernadores y capitanes generales (Domingo

212 Al respecto véase Blas Bruni Celli: Los Secuestros en la Guerra de Independencia. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1965.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 143

de Monteverde, José Tomás Boves y Pablo Morillo), aunque sin dejar de


manifestar su desacuerdo ante ellos y ante las autoridades españolas.213

Las relaciones y conflictos con el Ayuntamiento de Caracas

Muchas fueron las razones que impulsaron la independencia de


214
Hispanoamérica; de ellas, los conflictos entre españoles y americanos
ocuparon un lugar de primer orden. Los enfrentamientos, originados por
asuntos económicos, sociales y políticos, ocurrieron fundamentalmente a
lo largo del siglo XVIII y, sobre todo, como consecuencia del programa
reformista de Carlos III. La provincia de Venezuela no escapó a esta situación
generalizada en toda la América española. La reacción a la política colonial
se expresó en diversas actitudes, diferenciadas por el origen étnico-social de
quienes participaron en las protestas y sublevaciones que tuvieron lugar en
aquella jurisdicción. Estas se manifestaron, algunas veces, en forma violenta
contra los representantes del Estado español por la aplicación de medidas
que lesionaban los intereses de los diferentes grupos sociales, o contra la
explotación a que eran sometidos los negros esclavos y otras gentes de color
215
por parte de la aristocracia terrateniente venezolana. Frente a este tipo de
acciones, los grandes propietarios de tierras mantuvieron una complaciente
alianza con las autoridades coloniales para reprimir las insurrecciones y
complots dentro y fuera de la provincia de Venezuela.216

213 El estudio más completo que hasta ahora existe sobre este período de la historia del tribunal
caraqueño es la Memoria de Grado inédita de Mayela Coromoto Nava Santana: La Real Audiencia
de Caracas (1812-1821). Conflictos y acuerdos entre Jueces Civiles y Jefes Militares. Mérida, Escuela de
Historia/Universidad de Los Andes, 1989.
214 Análisis y discusión al respecto en Causas y Caracteres de la Independencia Hispanoamericana (Congreso
Hispanoamericano de Historia). Madrid, Edic. Cultura Hispánica, 1953.
215 Utilizamos el término “aristocracia territorial venezolana” para referirnos al sector dirigente y más
representativo del período colonial venezolano, particularmente de los ricos terratenientes del
Valle de Caracas y zonas adyacentes: los “grandes cacaos” o “mantuanos”, como se les llamaba
en su época, sin pretender asimilación con la aristocracia feudal europea.
216 Nos referimos a la revuelta de Andresote (1730-1733), Motín de San Felipe (1741), Asonada de
El Tocuyo (1744), Confabulación de Miguel Luengo (1747), Levantamiento de Juan Francisco
de León (1749), Rebelión de los Comuneros de Mérida (1781), Insurrección de José Leonardo
Chirino (1795), Conspiración de Gual y España (1797), el Complot de Francisco Javier Pirela
(1799) y las Invasiones de Miranda (1806).
144 Alí Enrique López Bohórquez

Al lado de las reacciones violentas, las representaciones al rey


constituyeron un instrumento pacífico de reclamo de los “mantuanos”, por
lo general canalizadas a través del Ayuntamiento de Caracas, y orientadas
a defender su prestigio social y el poder económico y político derivado del
poco control que sobre la provincia de Venezuela había ejercido el Estado
español en los dos primeros siglos de la dominación; así como también
de la autoridad que detentaron los alcaldes ordinarios de los cabildos
en el ejercicio del gobierno de la provincia en ausencia o muerte de los
gobernadores entre 1560 y 1737, y de los privilegios que permitieron
el crecimiento de una producción básicamente agrícola con carácter de
exportación desde finales del siglo XVII. Utilizando al Ayuntamiento,
primero, y al Real Consulado, después, la aristocracia venezolana se dedicó
a enfrentar cualquier política reformista destinada a limitar o extinguir
sus antiguos privilegios, y a obstaculizar las funciones de gobernadores,217
intendentes,218 y ministros de la Real Audiencia.219 De estas actitudes frente
a las autoridades españolas nos interesa referir algunas divergencias entre
la aristocracia terrateniente venezolana y los magistrados peninsulares,
que permitan apreciar no sólo el conflicto entre ambas instituciones y sus
respectivos miembros, sino también comprender sus enfrentamientos como
una de las razones que motivaron la independencia de Venezuela.
En 1769 el Ayuntamiento de Caracas solicitó el establecimiento de una
Audiencia en aquella ciudad;220 petición que obedecía a la necesidad que tenía
el Cabildo de contar con un tribunal que contrarrestara la actitud que frente a

217 El tema ha sido investigado en profundidad por Robinzon Meza y Héctor Molina en La lucha por
el poder en Venezuela durante el siglo XVIII. Conflictos y acuerdos del Cabildo de Caracas con las autoridades
coloniales. Mérida, Fundación para el Desarrollo del Municipio Tovar/Grupo de Investigación
sobre Historiografía de Venezuela, 1997.
218 Al respecto véase Carlos Emilio Muñoz Oráa: Las Sociedad Venezolana frente a la Intendencia y Los
Comuneros de Venezuela y Eduardo Arcila Farías: Economía Colonial de Venezuela, Tomo II, pp. 21-22,
37-39 y 117-131.
219 En nuestro libro Los ministros de la Real Audiencia de Caracas (1786-1810). Caracterización de una élite
burocrática del poder español en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984 (BANH.
Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 174), pp. 111-140, analizamos la reacción de la
aristocracia venezolana tanto a través del Ayuntamiento como del Real Consulado frente a la
Audiencia. Las consideraciones al respecto las utilizamos en este trabajo, ampliando aspectos que
resultaron del hallazgo de nueva documentación.
220 A.G.I. Caracas, 12: expediente del Consejo de Indias sobre la instancia hecha por la ciudad de Caracas
para que se establezca en aquella capital un tribunal en calidad de formal Audiencia (Madrid, 14 de mayo
de 1770).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 145

la institución municipal asumían los gobernadores de la provincia de Venezuela


y, particularmente, por los enfrentamientos suscitados con el gobernador
José Solano y Bote. No consideraron entonces los cabildantes caraqueños
que, por el contrario, la creación de una Real Audiencia representaría también
la limitación de su autonomía para actuar en variados asuntos y la pérdida
de muchas facultades adquiridas, precisamente, por la inexistencia de una
magistratura en el distrito de aquella gobernación. Como ya lo hemos
expuesto, la Real Audiencia de Caracas no sería creada hasta el 6 de julio de
1786; y a partir de la instalación del supremo tribunal, el 19 de julio de 1787,
los ayuntamientos de su jurisdicción se vieron en la obligación de solicitar
aprobación de muchas actividades que antes realizaban autónomamente,
compartir algunas de ellas, y permitir la intervención audiencial en asuntos
internos del municipio. Por otra parte, desde ahora las sentencias de los alcaldes
ordinarios debían ser confirmadas y podían ser apeladas ante la Audiencia, y
–de mucha significación para el Cabildo– se modificó el protocolo de toma
de posesión y juramentación del gobernador y capitán general. Ante esta
situación, los ayuntamientos se dedicaron a obstaculizar las funciones de la
Real Audiencia y a desacreditar las actividades de los ministros, lo cual condujo
a múltiples y variados conflictos entre ambas instituciones. La documentación
sobre la intervención de la Audiencia en los asuntos municipales, las disputas
derivadas de ello y los enfrentamientos por opiniones contrarias es abundante,
y resultaría muy extenso para nuestros fines exponerla por completo en
este estudio, razón por la cual solamente haremos referencia a los hechos
más resaltantes En relación con el Ayuntamiento de Caracas, que permitan
comprender la naturaleza de los conflictos entre el tribunal, controlado la
mayor parte del tiempo por magistrados españoles, y la institución de gobierno
local, reducto de la aristocracia terrateniente venezolana.

Las relaciones Audiencia-Ayuntamiento en la recopilación de las Leyes de


Indias de 1680

Antes de entrar a examinar los conflictos y relaciones entre la


Real Audiencia y el Ayuntamiento de Caracas, consideramos necesario
analizar las disposiciones que en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680
pretendieron regular la interacción entre ambas instituciones, que permitan
comprender los acuerdos y las desavenencias ocurridas entre 1787 y 1810.
La primera de esas instituciones constituyó no sólo el tribunal superior de
146 Alí Enrique López Bohórquez

la administración de justicia, sino también el soporte del sistema político-


administrativo del gobierno español en las provincias coloniales venezolanas.
La segunda representó el punto de partida de la organización de la sociedad,
de la estructuración e instrumento de gobierno de la ciudad capital de la
provincia de Venezuela, con variadas atribuciones en el orden político,
judicial y económico. Puede decirse que ambos organismos colegiados
fueron mecanismos controladores de otras instituciones y funcionarios, con
la misión común de impedir la extralimitación de poderes de algunos de
ellos. Ello condujo en ambos casos una alianza transitoria, por circunstancias
determinadas, pero que en otros asuntos generó enfrentamientos derivados
generalmente de la lucha de poderes entre blancos peninsulares (casi
siempre mayoría en la Audiencia) y blancos criollos (con predominio en
el Ayuntamiento).
La revisión de los libros y títulos de la Recopilación nos permite apreciar
las disposiciones sobre las relaciones que debían existir entre tan importantes
instituciones del orden colonial venezolano, apreciándose entonces el control
que la Real Audiencia ejercería particularmente sobre el Ayuntamiento de
Caracas, pero también de los que existían en las ciudades capitales de las
provincias de Margarita, Cumaná, Guayana y Maracaibo, a pesar de los acuerdos
en asuntos de interés común de diversa naturaleza. En lo que a administración
de justicia se refiere, se prohibía a los ministros de la Audiencia revocar las
sentencias de palabra de los alcaldes ordinarios, sin antes escuchar su parecer.
Igualmente, no podía el máximo tribunal emitir mandamientos ejecutorios
fuera de las cinco leguas que le estaban permitidas, pues podía afectar las
actuaciones de alcaldes, regidores y otros oficiales de justicia. En tanto tribunal
superior, la Audiencia estaba autorizada para enviar pesquisidores contra las
justicias ordinarias, entre ellas los alcaldes ordinarios, que no hubieran dado
cumplimiento a las cartas y provisiones despachadas por la magistratura, so
pena de correr con los gastos de dichos pesquisidores. En razón de que de las
determinaciones del Cabildo podían apelarse ante la Audiencia, sus ministros
no debían solicitar el Libro de acuerdos y Resoluciones del Ayuntamiento,
pues bastaba una copia certificada de la decisión expedida por escribano de
Cabildo, excepto cuando ésta se consideraba falsa.221 Por otro lado, debido
a que un oidor de la Audiencia ejercía anualmente la función de juez general

221 Recopilación, Libro II, Título XV, Leyes CV, CXII, CXVII y CLVII.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 147

de bienes de difuntos, éste podía ordenar la administración y cobranza de los


bienes a la justicia ordinaria, como los alcaldes ordinarios, cuando la distancia
lo determinaba. El incumplimiento de esta obligación implicaba el envío de
jueces ejecutores a costa de la justicia ordinaria, quien además debía rendir
cuenta de su actuación ante el juez general.222
En cuanto a las elecciones de los Capitulares, ni el presidente ni los
oidores de la Audiencia podían impedir a los Cabildantes la libre elección de
oficios concejiles, por sí mismos o por intermedio de otras personas.223 Por
el contrario debían confirmar la elección de los alcaldes ordinarios y demás
cargos del Ayuntamiento.224 De igual manera, se prohibía a los oidores estar
presentes en las Juntas de Cabildo, con los alcaldes y los Regidores, para
el momento de la elección.225 Sobre las cuentas del Cabildo, un oidor, por
turno, estaba autorizado para ver las cuentas de propios, pósitos, gastos
de obras públicas, fiestas del Corpus y otros ingresos económicos de la
institución, no pudiendo disponer la Audiencia de su uso y distribución,
lo cual si estaba permitido a alcaldes ordinarios y regidores.226 De estas
cuentas tampoco se podían extraer fondos para recibimiento de prelados,
presidentes y oidores de la Real Audiencia.227 Por otro lado, la Audiencia
autorizaba a los escribanos reales para que dejaran los registros en manos del
escribano de cabildo, por razones de ausencia temporal, debiendo cumplir
con todas las obligaciones legalmente establecidas.228 En lo que respecta
a la residencia a los regidores-fieles ejecutores, en algunas ocasiones se
nombraba en los cabildos a dos regidores para que ejercieran también los
cargos de Fieles Ejecutores. Cuando esto ocurría, la Audiencia designaba, a
comienzo del año, a un oidor para que tomara residencia a los regidores que
el año anterior habían sido fieles ejecutores.229 Las condenaciones hechas

222 Ibid., Título XXXII, Ley X.


223 Ibid., Libro IV, Título IX, Ley VII.
224 Ibid., Libro V, Título III, Ley X.
225 Ibid., Libro IV, Título IX, Ley VIII.
226 Ibid., Leyes V y VII.
227 Ibid., Libro V, Título XIII, Ley IV.
228 Ibid., Libro V, Título VIII, Ley XIX.
229 Ibid., Título XV, Ley XI.
148 Alí Enrique López Bohórquez

por los alcaldes ordinarios, que correspondían a la receptoría de cámara de


la Audiencia, debían ser remitidas al escribano público o real y, al mismo
tiempo, registradas por el escribano de cabildo en el libro correspondiente.
Condenaciones que en algunos casos se les otorgaba a las ciudades, villas
o lugares para que gozaran de su beneficio, previa autorización de la
Audiencia.230
El análisis de estas leyes permite hacer algunas consideraciones sobre
el problema de las interacciones Audiencia-Ayuntamiento: a) Conociéndose
por otras fuentes las intensas relaciones entre ambas instituciones, puede
señalarse que la recopilación fue exageradamente deficiente para regular
las mismas, lo cual sería un factor importante para que se originaran
conflictos derivados de una indefinición legislativa sobre ciertos asuntos.
b) Sin embargo, la mayoría de las disposiciones demuestran el control que
se pretendía ejercer sobre los ayuntamientos a través de las audiencias. c)
Como lo han demostrado algunas investigaciones, que evidenciaremos
seguidamente en el caso de Caracas, las audiencias incumplieron las normas
que les impedían intervenir en asuntos internos de los cabildos, siendo
ejemplo evidente de ello las elecciones anuales y el uso y distribución de la
renta de propios, además de decidir sobre múltiples problemas de gobierno,
que estas leyes no pautaron. d) Por la naturaleza del tribunal audiencial,
los alcaldes ordinarios estaban subordinados en materia judicial, a pesar
de la autonomía y prerrogativas que, como justicias ordinarias en primera
instancia, les garantizaba la legislación. Estas apreciaciones sugieren que un
estudio histórico-jurídico no debe limitarse exclusivamente a la legislación,
lo cual no descarta la necesidad de iniciarlo por las disposiciones reales
contenidas en la Recopilación de 1680. Se requiere recurrir también a otras
fuentes que aporten un conocimiento más aproximado de la realidad que
se estudia. En el tema que hemos analizado, y que trataremos en cuanto a
la Real Audiencia y el Ayuntamiento de Caracas, los mandamientos de los
ministros de las magistraturas indianas (reales provisiones, autos, acuerdos,
decretos, informes fiscales, etc.) y las resoluciones de los cabildos recogidas
en sus actas, representaciones hechas ante distintas autoridades y libros
del fiel ejecutor, representan fuentes de primer orden, las cuales se deben

230 Ibid., Libro II, Título XXV, Leyes XXXIX y XLI.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 149

complementar con órdenes emanadas de la monarquía referidas a las


relaciones entre tan importantes instituciones coloniales.

Pérdida de privilegios protocolares de los cabildantes

Las cuestiones ceremoniales y de protocolo fueron el punto de partida


de las disputas entre el Ayuntamiento y la Real Audiencia. Al día siguiente de
instalarse el tribunal los miembros del Cabildo asistieron a la iglesia catedral y
tomaron asiento “en tres sillas con brazos y espaldar con forro de terciopelo
y guarnición, de modo que en los cinco asientos se formaban quince sillas
con sus brazos sólo unidas de tres en tres.” De esto dio conocimiento a la
Audiencia el fiscal Julián Díaz de Saravia en carta del 8 de agosto de 1787,231
considerando que la legislación indiana no permitía a los cabildos el uso de
sillas con alfombras en las iglesias, sino escaños o bancos, por lo que solicitaba
se hiciera saber a los cabildantes lo estipulado por las leyes. La Audiencia
aprobó el parecer del fiscal y lo notificó en la misma fecha al Ayuntamiento.
Este replicó en su sesión del día siguiente, diciendo que era una vieja tradición
y por lo tanto pedía se le permitiera continuar en el disfrute de ese privilegio,
pues aunque legalmente estaba prohibido, también las leyes garantizaban su
ejercicio fundamentado en la costumbre. Se comisionó al procurador general
Juan Bautista Echesuría para que diera testimonio del acuerdo del municipio al
rey, así como también para que hiciera recurso en todos los grados e instancias
hasta conseguir el derecho al uso de sillas.
El 17 de agosto Echesuría remitió la representación y el 27 solicitó a la
Audiencia que, mientras se resolvía el asunto, se permitiera al Ayuntamiento
el uso de las referidas sillas en las próximas festividades, sin que se entendiera
esto como una desobediencia al precepto emitido por el supremo tribunal,
que había sido acatado en todos sus términos. El fiscal respondió con una
nueva instancia el 28 del mismo mes insistiendo en que el monarca debía
negar la petición, que sin dilación se cumpliera lo mandado y que no se
accediera a la solicitud de disfrutar del privilegio en la próxima concurrencia
a la catedral. En la sesión del 16 de octubre el Cabildo conoció el decreto
de la Junta Superior de Real Hacienda, mediante el cual se ordenaba la

231 A.G.N. (Caracas) ayuntamientos, Tomo XXXVI, fol. 147: expediente sobre el uso de sillas en las
funciones de la iglesia que hacía el Ayuntamiento de Caracas. Contiene representaciones del fiscal,
del procurador general y actas capitulares (Caracas, agosto-noviembre de 1787).
150 Alí Enrique López Bohórquez

construcción de los escaños que habían de usar los cabildantes en las


funciones públicas y de iglesia cuando concurriera en pleno la Audiencia.
En razón de que los bancos no estaban del todo concluidos, nuevamente el
3 de noviembre uno de los alcaldes ordinarios solicitó permiso de usar sus
sillas para asistir a la celebración del Te Deum en honor a Carlos III y otras
fiestas, hasta tanto se construyeran definitivamente los escaños. En vista
de la necesidad de la presencia del Ayuntamiento, el regente y los oidores
accedieron verbalmente al día siguiente. Aparentemente este fue un trivial
enfrentamiento, pero en el fondo tuvo una notable repercusión social por la
pérdida de aquel privilegio, y puso en evidencia la intención de los ministros
de no tolerar la menor contravención de lo ordenado.
Dos meses después, en la sesión del 3 de enero de 1788, los alcaldes
ordinarios consideraron la orden del oidor José Patricio de Rivera exigiendo
la presencia que debían hacer los alcaldes ordinarios de Hermandad y el
procurador general ante los magistrados de la Audiencia, después de la
visita correspondiente al gobernador y capitán general, inmediatamente de
la elección anual, como se practicaba en las otras audiencias indianas. Los
cabildantes expusieron que el regente, fiscal y oidores no podían obligarlos
a cumplir tal ceremonial, por resultar gravoso y perjudicial a la regalía que
inmemorialmente se hacía ante el gobernador de la provincia232. El 7 de
enero la Audiencia conoció y aprobó la decisión del oidor Rivera y la hizo
saber inmediatamente al Ayuntamiento. Dos días después, a solicitud del
Cabildo, el gobernador Juan de Guillelmi autorizó y asistió a una sesión
extraordinaria en la que se consideraría únicamente la pretensión del
oidor. Los alcaldes no se oponían al cumplimiento de lo prevenido por el
tribunal, pero dudaban de su legalidad pues no conocían de las leyes u otras
disposiciones que ordenaba esa visita. Por su parte el regidor José Hilario
Mora puso reparo a la referida visita anual, pues la orden de la Audiencia
no la incluía y se oponía al uso de caudales para exponer la situación al
rey, ya que la disposición no comprendía al Ayuntamiento en general, sino
exclusivamente a los alcaldes y al procurador.
El 18 de enero el oidor José Patricio de Rivera se dirigió al monarca
exponiéndole lo sucedido, denunciando la intervención del gobernador

232 A.G.I. Caracas, 307-Nº 24: La Real Audiencia de Caracas en cumplimiento de la Real Cédula de 19
de octubre de 1788 informa con testimonios, sobre la visita que deben hacer los alcaldes y demás
oficiales de justicia anualmente a los oidores (Caracas, 14 de agosto de 1789); también A.G.N.
(Caracas). ayuntamientos, Tomo XIII, fol. 347 y XXXVI, fol. 196: Recursos del Ayuntamiento ante
el rey sobre la visita a los oidores (Caracas, 3 de enero de 1788).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 151

Guillelmi en las decisiones del tribunal y la actitud del Ayuntamiento al


recurrir ante el gobernador y no ante la Audiencia para exponer su opinión.
Un mes más tarde el Ayuntamiento también elevó una instancia al rey,
expresándole que en uso

… del recurso a V.M., acompañando testimonios del ceremonial, actas y oficios que
se acordaron considerando que deben conservar ilesas las regalías del presidente de la
Real Audiencia y del mismo Ayuntamiento, sin tributar a cada oidor en particular
las mismas cortesías y ceremonias del rendimiento que a su cabeza inmediata y
pareciéndole que este acto de sumisión en todo un Cabildo de la capital y en todas las
justicias que anualmente eligiera más conforme se ejecutase con la Real Audiencia en
cuerpo y no en cada oidor en particular ni en las casas en que cada uno habita, puesto
que ninguno de dichos ministros por sí sólo conocen ni son superiores de las causas
de que conocen los alcaldes, (s.n.) a quienes vuestra Real Benignidad no se desdeña
de nombrarlos ministros suyos, suplica humilde y rendidamente este Ayuntamiento
a V.M. se digne resolver y mandar lo que sea más de su Real agrado…233

El fiscal Díaz de Saravia envió representación al monarca el 5 de mayo


aprobando el parecer del oidor Rivera y la disposición de la Audiencia del 7
de enero. El Consejo de Indias conoció de las distintas instancias, y el 16 de
diciembre de 1789 dictaminó en favor de la decisión de la Audiencia; de lo
que resultó la Real Cédula del 18 de junio de 1790, mediante la cual Carlos
IV determinó que los alcaldes y demás oficiales de justicia debían hacer la
visita correspondiente a los oidores, una vez que fueran electos. De nuevo fue
derrotada la pretensión del Ayuntamiento, en su deseo de no sentirse inferior
a los ministros de la Audiencia. Más que la intervención de la Audiencia
como cuerpo colegiado, incidió la gestión del oidor americano José Patricio
de Rivera, quien en su representación acusó de desobediente al cabildo
caraqueño, otro ejemplo de la pérdida de la costumbre ceremonial practicada
por el Ayuntamiento antes de establecerse la magistratura en Caracas.
Dos nuevos incidentes tendrían lugar en enero de 1793. El primero
En relación conl juramento de los tenientes de justicia y el segundo en
cuanto a las visitas de cárcel de los alcaldes ordinarios. El 7 de ese mes el
Ayuntamiento tuvo conocimiento de que algunos tenientes de justicia mayor

233 A.G.I. Caracas, 307-Nº 15: representación del Ayuntamiento de Caracas del 18 de febrero de
1788.
152 Alí Enrique López Bohórquez

habían sido compulsados a tomar juramento de sus obligaciones ante la


Audiencia. Para los cabildantes tal novedad resultaba en perjuicio de las
facultades legales que tenía la cámara municipal, por lo que reclamaron del
despojo que se les había hecho y suplicaron al gobernador Pedro Carbonell
que, en atención a las leyes, se les permitiera tomar juramento de los sujetos
electos para administrar justicia en los pueblos y lugares de la ciudad de
Caracas y se impidiera el juramento ante la Real Audiencia, hasta tanto
se resolviera al respecto.234 El gobernador Carbonell remitió el acuerdo
capitular al fiscal de la Audiencia. Este determinó que el 15 de enero que,
según lo establecido en el título 2º, libro 2º, de la Recopilación de Indias, los
tenientes estaban obligados a juramentarse ante el tribunal. La pretensión
del Ayuntamiento de acuerdo con la costumbre quedaba invalidada pues
esto había ocurrido por la imposibilidad de prestarse juramento en las
audiencias de Santo Domingo o Santa Fe, y que por esa razón de distancia
podían seguir haciéndolo los otros ayuntamientos del distrito audiencial,
no así el de Caracas desde que se estableció la Audiencia.
La representación del fiscal fue remitida por Carbonell al Cabildo,
el cual en la sesión del 26 de enero respondió que la legislación señalada
por Díaz de Saravia se refería a los tenientes de gobernador y el problema
se suscitaba con los tenientes de justicia mayor; que la prerrogativa se
había seguido practicando aún después de establecida la Audiencia, sin que
nada hubiera hecho el tribunal para exigir el juramento de los tenientes y
corregidores, acompañando la lista de estos justicias menores que en los
últimos seis años habían sido juramentados por el Ayuntamiento, y terminaba
suplicando al rey la restitución de esa facultad detentada por el Cabildo. La
Audiencia recibió el acta de esa sesión y la remitió al fiscal Díaz para que
expusiera nuevamente su parecer, quien siguió sosteniendo su posición al
respecto. El 28 de febrero la Audiencia determinó que el Ayuntamiento
debía acatar lo dispuesto, de conformidad con las leyes de la Recopilación,
el testimonio de varias reales cédulas en esa materia y la certificación del
escribano de Cámara de lo practicado en Santo Domingo; así mismo se le
ordenaba la eliminación de lo establecido en los artículos segundo y cuarto

234 A.G.N. (Caracas). Ayuntamiento, Tomo XVIII, fol. 378: el Ayuntamiento de Caracas reclama
ante la Real Audiencia contra la disposición de que los tenientes de justicia de su jurisdicción se
juramenten ante el supremo tribunal (Caracas, 7 de enero de 1793); A.G.I. Caracas, 398-Nº 57:
el presidente de la Audiencia de Caracas da cuenta de lo ocurrido entre aquella Audiencia y el
Cabildo sobre el juramento de los tenientes (Caracas, 21 de abril de 1795).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 153

del arancel municipal En relación con los juramentos, al tiempo que notificaba
a la Escribanía de Cámara de la Audiencia que no cobrara derecho alguno a
los tenientes de justicia por presentar sus respectivos títulos y juramento. Se
trataba de un asunto protocolar, pero del cual se derivaban dos consecuencias
importantes para el Ayuntamiento: por un lado, la pérdida de la subordinación
de los Tenientes de Justicia, y por el otro, la eliminación de los recursos por
los derechos que debían pagar estos funcionarios.
Otro problema ocurrió en 1793, cuando los alcaldes ordinarios Juan
Blanco y Plaza y Joaquín del Castillo Veytía protestaron en la sesión del
27 de enero, porque en las visitas a la Real Cárcel de Caracas, practicadas
todos los sábados en unión de un oidor de la Audiencia, no se les daba el
asiento correspondiente. El tribunal conoció el 14 de marzo del reclamo de
los alcaldes, y, después de su estudio, dictaminó que aquella ceremonia se
venía cumpliendo desde que se había establecido la Audiencia sin la menor
reclamación, que se seguía en Caracas lo acostumbrado en Santo Domingo
y que la protesta obedecía al odio permanente de la justicia ordinaria,
previniendo al Ayuntamiento de no utilizar en sus acuerdos improperios y
expresiones infundadas e indecorosas contra los ministros. El Ayuntamiento
conoció del Real acuerdo el 18 de marzo, acatando inmediatamente lo
dispuesto por la Audiencia.235

Intervención de la Audiencia en los asuntos internos del Ayuntamiento de


Caracas

Legalmente la Audiencia podía intervenir en los asuntos internos de


los ayuntamientos en materia de administración de justicia o en cuestiones
relativas a la imposición y cumplimiento de las leyes en el orden político.
La distancia de Santo Domingo y Santa Fe hizo imposible la fiscalización
de estos aspectos por parte de aquellas audiencias, pero al establecerse la
de Caracas tendría una notoria injerencia en la nulidad y confirmación de
las elecciones concejiles, presentación de las cuentas, aranceles judiciales,
cumplimiento de la ley de alternativa, fianzas de los funcionarios, vacantes
de empleos, disputas internas sobre protocolos, etc. La autonomía con

235 A.G.N. (Caracas). ayuntamientos, Tomo XVII, fol. 372: la Real Audiencia considera la protesta
de los alcaldes ordinarios de Caracas por el asiento que se les da en la visita semanal de cárcel en
compañía de un oidor. (Caracas, 14 de marzo de 1793).
154 Alí Enrique López Bohórquez

que el Cabildo había manejado estos asuntos y el control que de ellos haría
la Audiencia también conducirían a conflictos, de los cuales señalaremos
algunos, sólo para ilustrar el enfrentamiento entre ambas instituciones.236
Al tener conocimiento los miembros del Ayuntamiento de que
los ministros de la Audiencia preparaban unos aranceles para las justicias
ordinarias, en acuerdo del 26 de abril de 1790 comisionó al síndico
procurador general para pedir testimonio de los nuevos aranceles y tener
conocimiento de ellos. En atención a tal comisión, el licenciado Pedro
Manuel Martínez de Porras solicitó al rey el 27 de mayo copia de los
mismos para su inspección y opinión antes de que entraran en vigencia
pues, según se decía públicamente, eran gravosos para toda la sociedad. De
dicha representación tuvo conocimiento el fiscal de la Audiencia Díaz de
Saravia, quien también elevó instancia ante el monarca, considerando que
la representación del Ayuntamiento era intempestiva porque los aranceles
a que se refería el procurador no estaban todavía aprobados y, por lo
tanto, debía esperarse hasta su pronta publicación.237 Los aranceles fueron
aprobados definitivamente por la Audiencia el 28 de junio, enviándolos al rey
y poniéndolos en vigencia interinamente. Entonces los ministros opinaron
que los derechos establecidos para las justicias ordinarias vendrían a evitar
las estafas a que eran sometidos los litigantes, por no existir una regulación
uniforme.238 El 9 de julio nuevamente representó el procurador, esta vez
para protestar porque los aranceles no le habían sido remitidos antes de
su publicación y para hacer conocer el descontento público de la ciudad
por lo elevado de la tasación, por lo que solicitaba la suspensión de dichos
aranceles hasta tanto se estudiaran los inconvenientes que causaban. El
fiscal enfrentó de nuevo las opiniones del procurador Martínez de Porras,
y en carta del 20 de septiembre hizo saber que en su debida oportunidad
los aranceles habían sido enviados al Ayuntamiento para su aplicación, y

236 Las secciones ayuntamientos y Reales Provisiones del Archivo General de la Nación (Caracas) contienen
una voluminosa documentación sobre la intervención de la Audiencia de Caracas en asuntos
internos de los ayuntamientos de su jurisdicción.
237 A.G.I. Caracas, 167-Nº 42: La Real Audiencia da cuenta de las tentativas del procurador general
de la ciudad contra los Aranceles remitidos a V. E. (Caracas, 27 de septiembre de 1790).
238 Ibid. La Real Audiencia remite testimonios de los aranceles formados para los subalternos
inmediatos y para todo el distrito (Caracas, 28 de junio de 1790).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 155

que estaban desasistidas de toda prueba las imputaciones que se hacían


contra las tarifas judiciales.239
No cesó el procurador en su intento por la eliminación de los
aranceles, y el 23 de agosto se dirigió a Carlos IV señalando

… los gravámenes y perjuicios que se ignoran a las ciudades y pueblos subalternos


y a las demás provincias anexas donde se ha mandado observar sin haber logrado
fruto alguno por aquel primer modo que permiten las leyes de la Monarquía;
porque habiendo dado vista de las dos dichas representaciones al Sr. fiscal no
ha evacuado; sin embargo de haber pasado cuatro meses desde la primera,
sufriendo el público los perjuicios de desembolsar y contribuir unos derechos
exorbitantes, desistía mucho de la vindicación de su justicia y verse en vaivén
la pública tranquilidad de los individuos de la sociedad (…) los excesos de los
derechos son tan notables en los más Capítulos del Arancel que exceden mucho
en treinta tanto más a los de Castilla y en los restantes se alteran los derechos
practicados y consentidos por estilo…240

Por lo cual suplicaba, otra vez, se suspendieran los aranceles hasta que
se reformaran moderadamente, y mientras tanto se observara lo practicado
por orden del Ayuntamiento desde hacía muchos años. Conocidas las últimas
representaciones del procurador y del fiscal, el 27 de septiembre la Audiencia
solicitó al primero que en el término de seis días presentara testimonios
de las personas perjudicadas a causa de los nuevos derechos judiciales, los
fundamentos para considerar que los mismos habían creado intranquilidad
pública, señalara las provincias que habían hecho oposición a los aranceles
y que en el término de veinte días expusiera los reparos que estimara justos
contra el arancel de los juzgados ordinarios, acompañando también pruebas
de corruptela y excesos a que hizo referencia en su última representación. A
nada de esto respondieron ni el procurador ni el Ayuntamiento. A partir de
entonces la Audiencia impuso, además de los aranceles, los procedimientos y
requisitos a seguirse en el cobro de los derechos estipulados, quedando a su
criterio la revisión de éstos y la consideración de las sugerencias introducidas
por los propios ayuntamientos de las provincias.

239 A.G.I. Caracas, 167-Nº 48.


240 Ibid.
156 Alí Enrique López Bohórquez

La intervención en los nombramientos y elecciones concejiles, por parte


de la Audiencia, fue otra de las razones de conflicto. Durante cuatro años ambos
organismos colegiados se enfrentaron, como resultado del desconocimiento
de la Audiencia de la designación del fiel ejecutor interino hecha por el
Ayuntamiento de Caracas. Por muerte de su propietario, el Cabildo nombró el
22 de marzo de 1793 al alcalde provincial Luis Blanco para que ejerciera el cargo
hasta tanto se rematara la plaza. El regidor decano, José Hilario Mora, se dirigió
al gobernador Pedro Carbonell solicitándole el empleo vacante en virtud de las
facultades que le concedía el libro 8º, título 20, ley 20 de la Recopilación de Indias,
la cual prevenía el nombramiento de personas para servir en interinato hasta
que se concedieran en propiedad, en especial de aquellos cargos de cuya acefalía
resultara perjudicado el público. La referida ley estipulaba que correspondía tal
designación al municipio, pero José Hilario Mora atribuyó esa prerrogativa al
gobernador en su calidad de presidente del Ayuntamiento, y se apresuraba a
solicitarla ante Carbonell en vista de que se planeaba el nombramiento de otro,
a quien no le correspondía, pues tradicionalmente había recaído en el regidor
más antiguo.241 El Ayuntamiento conoció el 26 de agosto del recurso hecho ante
el gobernador por el regidor Mora, pero ratificó el nombramiento dado a Luis
Blanco. Nuevamente Mora se dirigió a Carbonell solicitándole apelación ante
el Supremo Tribunal en razón de la última decisión del Cabildo. El asunto se
fue alargando con instancias de diferente índole hasta el 7 de octubre de 1795,
cuando la Audiencia decretó que el regidor José Hilario Mora desempeñara el
empleo de fiel ejecutor, hasta que se rematara o el rey resolviera al respecto.
Los ministros fundamentaron su decisión en la inasistencia continua del alcalde
Luis Blanco a las visitas de cárceles, de lo cual se infería que tampoco podría
ejercer el complejo cargo de fiel ejecutor.
En sesión del 19 de agosto, el Ayuntamiento protestó el Real Decreto
de la Audiencia, basándose en lo que la legislación señalaba para similares
casos. Los alcaldes ordinarios Luis López Méndez y Bernardo Butragueño
impugnaron lo decretado por el tribunal por violación de las leyes que
ordenaban la no intervención de los presidentes y oidores en la provisión
de los oficios concejiles, y solicitaron se incorporara inmediatamente a
su empleo el alcalde provincial Luis Blanco. La Audiencia fue informada
sobre la decisión del Ayuntamiento, y el 22 de octubre impuso multa de

241 A.G.I. Caracas, 361: Expediente de la protesta del Ayuntamiento de Caracas por la intervención
de la Audiencia en el nombramiento del fiel ejecutor (Caracas, 16 de noviembre de 1795).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 157

cincuenta pesos a los citados alcaldes ordinarios por atreverse a censurar las
providencias del Supremo Tribunal, amenazando a los cabildantes con pena
de cien pesos para quien entrabara el ejercicio del designado. Dos días después
el Ayuntamiento acató la decisión de la Audiencia, juramentando y dando
posesión del cargo de fiel ejecutor al regidor decano José Hilario Mora.
A pesar del Real Decreto de la Audiencia, de las multas impuestas a los
alcaldes ordinarios y del acatamiento compulsivo por parte del Ayuntamiento,
éste se dirigió al rey el 16 de noviembre de 1795 quejándose del agravio,
solicitando se desaprobara por ilegal el procedimiento del tribunal y que
se accediera al nombramiento hecho por el Cabildo. En razón de esta
representación la Audiencia recibió la Real Cédula del 6 de octubre de 1796,
exigiéndole diera cuenta con testimonio íntegro de todo lo actuado en el
referido asunto. El 26 de mayo de 1797 remitió el tribunal el voluminoso
testimonio exigido.242 Nada sabemos del destino y resultado de estas instancias,
pero el ejercicio de José Hilario Mora como regidor y fiel ejecutor en los
subsiguientes dos años, induce a pensar que la corona ratificó la actuación
de la Real Audiencia. De nuevo, soslayando la legislación, el máximo tribunal
impuso su criterio ante el siempre irreverente Ayuntamiento de Caracas.
En 1795, nuevamente, la Audiencia intervendría en las elecciones
municipales, dando como resultado otra disputa y decisiones contrarias a los
intereses de la aristocracia venezolana que controlaba el Ayuntamiento.243 El
1 de enero resultó electo como alcalde Ordinario de primer voto Luis López
Méndez; los vocales del Cabildo protestaron por cuanto los regidores Isidoro
López y José Hilario Mora eran hermano y primo, respectivamente, de aquel
alcalde, quien en 1793 había ejercido el cargo de síndico procurador general y
no había dado residencia de la Alcaldía de la Santa Hermandad en el mismo
año. El Ayuntamiento remitió el Acta correspondiente al gobernador Pedro
Carbonell, quien ordenó se suspendiese a López Méndez hasta que la Real
Audiencia resolviera las dudas. El fiscal reconoció la elección y dictaminó
que el alcalde tomara posesión de su vara, previniendo que en adelante, para
evitar idénticas recusaciones, se hicieran elecciones anuales en individuos
que no tuvieran parentesco dentro del cuarto grado de consanguinidad, y

242 A.G.I. Caracas, 361: La Audiencia informa sobre el nombramiento del fiel ejecutor (Caracas, 26
de mayo de 1797).
243 Hacemos uso de la documentación parcialmente citada por Héctor García Chuecos: Estudios de
Historia Colonial de Venezuela. Caracas, Tipografía Americana, 1938, Tomo II, pp. 89-92.
158 Alí Enrique López Bohórquez

que el procurador no se pudiera reelegir ni ocupar otro puesto municipal


hasta después de dos años.
El Ayuntamiento, que sólo pretendía resolver sobre la recusación de
los vocales, consideró que el dictamen del fiscal era contrario a la práctica
antiguamente observada en la escogencia de sus miembros, y que esto traería
dificultades para contar con personas que tuvieran las cualidades exigidas; por
lo que acordó, el 27 de octubre de aquel año, representar al rey para solicitarle
que desaprobara la decisión de la Audiencia y declarase al Ayuntamiento

… libre de derecho y facultad para elegir las personas que estime por más
idóneas para los oficios concejiles, sin que fuera impedimento el parentesco de
ellas con alguno de los capitulares ni necesario requisito al hueco de dos años de
un período a otro, a lo menos cuando el anterior no fuera de jurisdicción, voz y
voto, conservándose la práctica observada hasta el presente.244

Se exigió a la Audiencia testimonio de lo actuado, y visto en el


Consejo de Indias, el rey aprobó lo determinado por el fiscal del tribunal
caraqueño, ordenando al Cabildo por Real Cédula del 26 de mayo de 1797
que tuviese presente la copia de sujetos idóneos de una ciudad tan populosa,
y procurase en todas sus elecciones anuales de oficios concejiles nombrar
las más calificadas para su buen desempeño y menos conexionadas con los
electores, a fin de obviar los inconvenientes que se han propuesto las leyes
y reales cédulas del asunto y que enseña la experiencia.245
En sesión del 18 de enero de 1798, el Ayuntamiento manifestó su
obediencia a la Real Cédula. No se trataba solamente de la eliminación de una
práctica públicamente reconocida, sino que al prohibirse el parentesco entre los
miembros de la institución municipal se pretendía romper la actitud nepótica
de los “mantuanos” caraqueños, quienes venían traspasándose anualmente el
poder local; sin embargo, a pesar de la resolución real, siguió controlándolos
en los mismos términos durante el resto del período colonial.246

244 Ibid., p. 91.


245 Ibid.
246 No era la primera vez que la Audiencia conocía una denuncia al respecto. En 1789 el procurador
general José Remigio Ochoa e Ignacio Romero solicitaron al Tribunal hiciera cumplir lo dispuesto
por Real Cédula del 19 de enero de 1691 En relación con la no reelección de personas ligadas por
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 159

Supuesta protección a las “gentes de color” por parte de la Audiencia

De todas las desavenencias habidas entre la institución local y


los magistrados de Caracas la que más preocupó al Ayuntamiento fue la
relacionada con la presunta protección que los ministros de la Real Audiencia
brindaban a las gentes de color. Ya en 1789 se había producido el primer
choque en este aspecto, debido a la Real Cédula del 31 de mayo de aquel
año, mediante la cual Carlos IV ordenó la regulación de la educación,
trato y ocupaciones de los esclavos en todos los dominios americanos. La
Audiencia reconoció que tal disposición impediría en su jurisdicción el mal
trato que recibían los esclavos por parte de sus amos. El Ayuntamiento,
preocupado por los inconvenientes que podían derivarse de la Real Cédula,
solicitó el 7 de diciembre al tribunal se suspendiese su ejecución y que el
precepto no se pusiera en vigencia en Venezuela.247 Desde 1788 venía el
Ayuntamiento solicitando se negaran las peticiones de dispensación de la
calidad de pardos, garantizada luego por Real Cédula del 10 de febrero
de 1795, y protestando los informes que en su favor habían hecho los
magistrados de la Audiencia.248 El 8 de junio de 1789, a raíz de las solicitudes
de los pardos Bejarano, el Cabildo de Caracas representó al rey señalando el
agravio de la Real Audiencia al desatender las repetidas exigencias para que
no se admitieran las justificaciones de los pardos sin los debidos informes
del síndico procurador, por lo que solicitaba se negaran las pretensiones
de los Bejarano y se mantuvieran en su clase, a pesar del expediente que
en favor de ellos había hecho el supremo tribunal.249 La interferencia del
Ayuntamiento no surtió efecto, pues por Real Cédula del 12 de julio de 1796
se dispensó de la calidad de pardo a Diego Mejías Bejarano.250 En sesión

parentesco. A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo XLVII, fol. 176 (Caracas, 28 de septiembre
de 1789).
247 Ildefonso Leal: “La Aristocracia Criolla Venezolana y el Código Negrero de 1789”, Revista de
Historia, 6 (Caracas, 1961), pp. 61-81.
248 Véase la documentación de las protestas del Ayuntamiento contra la Real Cédula de Gracias al
Sacar en Santos Rodulfo Cortés: El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período
colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1978 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial
de Venezuela, 136).
249 Ibid., II, pp. 36-38.
250 Ibid., pp. 42-44.
160 Alí Enrique López Bohórquez

del 21 de noviembre el Ayuntamiento de nuevo protestó, no haciéndose


responsable de los resultados de la ejecución de esa resolución, y solicitando
a la Audiencia recogiera la misma hasta tanto, con información veraz,
resolviera el rey al respecto.251 Sin embargo, nuevas peticiones se hicieron y
se dieron curso por parte de la Audiencia, continuando las reclamaciones del
Cabildo de Caracas,252 el cual se dedicó a levantar actas e informes atacando
la Real Cédula de Gracias al Sacar.253
De estos informes nos interesa particularmente el del 28 de
noviembre de 1796,254 en el que el Ayuntamiento se volcó a enjuiciar no
solamente el apoyo que a los pardos ofrecía la Audiencia, y particularmente
el oidor Francisco Ignacio Cortines, sino también a condenar toda su
actuación en la administración de justicia desde su establecimiento en 1787.
Una vez analizada la situación socio-política de la provincia, el Cabildo pasó
a considerar que el desorden de todo se encontraba en el incumplimiento
de las leyes y el poco interés que tomaban los encargados de ejecutarlas,
magistrados que sólo se conducían por el …“deseo de adquirir bienes
suficientes para concluir su carrera en su propio país o en otra parte y, es tan
sensible esta expresión que muchas veces se escapan a los mismos europeos
expresiones que la aseguran manifestando su desaplicación o dificultad en
ordenar las cosas y remediar los males, sin otro motivo que el de no tener
necesidad de permanecer aquí, y de que habiendo de dejar la América,
importa poco su destrucción y menos que los mulatos se confundan con
los Blancos”.
La solución de esos males la veía el Ayuntamiento en la …“renovación
de los ministros que actualmente componen esta Real Audiencia odiados
generalmente del pueblo, y con especialidad del oidor don Francisco Ignacio
Cortines, cuyo desafecto a los Vecinos y Naturales del país se manifiesta
frecuentemente particularizando a las personas de distinción; en términos

251 Ibid., pp. 44-47.


252 Ibid., pp. 52-82.
253 Ibid., pp. 82-90.
254 A.G.I. Caracas, 976: Informe que el Ayuntamiento de Caracas hace al rey de España referente
a la Real Cédula de 10 de febrero de 1795. Este informe fue publicado primeramente por José
Félix Blanco y Ramón Azpúrua: Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas,
Imprenta de la Opinión Nacional, 1875, Tomo I, pp. 267-275; luego por Santos Rodulfo Cortés:
Ibid., II, pp. 91-107.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 161

que son mirados como autores de los males que llora esta Provincia en la
multitud de pleitos que la oprimen en la dilatada duración que sufren por las
providencias ilegales, sentencias contemplativas e inciertas, y callejuelas que
estudian para evadirse de los negocios empeñados o para prolongarlos”…
Señalaba el Cabildo que con el establecimiento de la Real Audiencia …“se
han multiplicado las discusiones y discordias; han crecido los costos de los
pleitos; se han hecho más osados los escribanos, procuradores y subalternos;
se van ocupando estos empleos por sujetos tachados por su calidad y
conducta, hormiguean los chismes, enredos, cuentos entre los vecinos,
y Magistrados, que las adoptan de buena voluntad para que influyan en
los negocios públicos; y después que se estableció la Real Audiencia se
ha hecho Caracas un semillero de disgustos, pesares y sobresaltos; no hay
derecho seguro, ni crédito acrisolado; recíprocamente se destruyen Jueces
y súbditos, los unos abusan de su autoridad haciéndola instrumentos de
sus pasiones particulares, y los otros se contentan con hablar en las casas, y
calles publicando los cohechos que aseguran o se presumen, las conexiones
que han influido y los motivos de su desesperación”…
Y En relación conl trato dado al Ayuntamiento, los cabildantes señalaron
…“el desafecto con que los ministros de la Real Audiencia miran este
cuerpo contrariando siempre sus proyectos y ultrajándolo con expresiones
duras, y tal vez indecorosas; en tal extremo que a no ser la prevención y
paciencia con que se hayan sus individuos esperando siempre mejorar de
fortuna, habrían ya renunciado sus oficios”… El informe terminaba con
la solicitud de que se suspendiera la expresada Real Cédula. A fin de que
culminaran las discordias en la Provincia de Venezuela, el Ayuntamiento
proponía el cambio de los ministros que entonces constituían la Audiencia,
sustituyéndolos por otros de mayor celo e interés en favor de los naturales de
aquella provincia. Ninguna de las denuncias contra la Audiencia había sido
tan contundente como ésta. Era la respuesta a casi una década de conflictos,
los que se agudizarían cada vez más al perder la aristocracia caraqueña su
posición social en el proceso de igualación iniciado con la Real Cédula de
Gracias al Sacar, y cuya garantía de aplicación era el tribunal caraqueño.
Caso omiso se haría del informe: primero porque la Real Cédula no fue
suspendida. Por el contrario, siguieron más solicitudes para su aplicación
y se ratificó su vigencia con un aumento del arancel en 1801 y, segundo,
porque Antonio López de Quintana, Francisco Ignacio Cortines y Bernardo
de Asteguieta, ministros de entonces, permanecieron en sus cargos por
162 Alí Enrique López Bohórquez

más tiempo. Se desconoce decreto alguno de averiguación y amonestación


ante lo gravemente expuesto por el Ayuntamiento de Caracas. Estas y otras
divergencias entre la Audiencia y el Ayuntamiento de Caracas contribuyeron
a crear en la aristocracia territorial venezolana un resentimiento, el cual
se agudizaría a medida que la política reformista incidiera en la pérdida
de muchas de sus antiguas potestades y de su autoridad local. Llegado el
momento de la independencia los “mantuanos” liderizarían el movimiento,
cuyo primer acto de gobierno sería la expulsión de los odiados ministros de
la Real Audiencia de Caracas que tuvo lugar el 19 de abril de 1810.

La Audiencia y el Real Consulado de Caracas: Confrontación entre peninsulares


y criollos por la administración de justicia

Una de las razones que generalmente se aduce para justificar la


independencia de Venezuela es el conflicto de ejercicio de gobierno entre
peninsulares y criollos. Evidencia de esta situación fue la confrontación
suscitada entre la Real Audiencia y el Real Consulado de Caracas. La primera,
integrada mayoritariamente por magistrados de origen español y la segunda
conformada por jueces nacidos en territorio venezolano y pertenecientes
al mantuanaje del valle de Caracas. Las características particulares de
funcionamiento de cada una de esas magistraturas estimularon igualmente esos
conflictos, ya que ser abogado era requisito indispensable para una designación
como ministro de la Audiencia, mientras que para los de jueces consulares
no se requería tal condición. Pasamos ahora a exponer las confrontaciones
más relevantes suscitadas entre ambos funcionarios en el período de 1793 a
1802, previa presentación de las características generales del tribunal consular,
a fin de que se aprecie –en su debida magnitud– la naturaleza de los referidos
enfrentamientos. El Real Consulado de Caracas, creado por Real Cédula del 3
de junio de 1793, estaba integrado por un prior, dos cónsules, nueve consiliarios
y un síndico, cada uno de los cuales con su respectivo teniente, además de
un contador y de un tesorero; cargos todos ejercidos alternativamente por
mercaderes y hacendados, con predominio de estos últimos, mayoritariamente
criollos, y que con sus respectivas funciones constituyeron un Tribunal de
Justicia y una Junta de Gobierno. Sus actividades específicas eran la más breve
y fácil administración de justicia en los pleitos mercantiles y la protección y
fomento del comercio en todos sus ramos. Comprendía la misma jurisdicción
de la Intendencia y de la Audiencia, contándose con diputados especiales en
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 163

los puertos de Coro, Maracaibo, Cumaná, Guayana, Puerto Cabello y en las


Islas de Trinidad (hasta 1797) y Margarita.
En materia de justicia, el Real Consulado se convertía en Tribunal
compuesto por el prior y los cónsules, quienes conocían privativamente
de todos los pleitos y diferencias que ocurrieran entre comerciantes o
mercaderes, sus compañeros y factores, sobre negociaciones de comercio,
compras, ventas, cambios, seguros, cuentas de compañía, fletes de navíos,
factorías y demás de los que conocía el Consulado de Bilbao, ajustándose
también a las ordenanzas de éste, a las leyes de Indias o, en su defecto, a
las de Castilla. Las audiencias se celebraban martes, jueves y sábado de
cada semana. La mayoría de los juicios eran verbales, exigiéndose que los
mismos fueran sustanciados y determinados brevemente, sin informes
ni alegatos de abogados. Sólo cuando los asuntos eran de difícil prueba
se permitía el uso de escritos y documentos probatorios o, bien, cuando
existiesen dificultades de interpretación jurídica por parte de los jueces
consulares, estos recurrían a asesor letrado o a los consiliarios, quienes
por su conocimiento y experiencia auxiliaban al prior y a los cónsules
para administrar rectamente la justicia. En los pleitos que pasaban de
ochocientos pesos se admitía el recurso de apelación ante el Tribunal de
Alzada, compuesto del intendente y dos colegas del Consulado nombrados
por el mismo, hombres de caudal conocido, prácticos, de buena opinión
y fama, y conocedores de las materias de comercio. Las sentencias de
los jueces consulares se ejecutaban breve y sumariamente por medio del
portero alguacil y demás ministros nombrados por el prior y los cónsules.
El establecimiento del Tribunal del Real Consulado de Caracas originó
diversos conflictos jurisdiccionales con el intendente, los gobernadores de
su distrito y la Audiencia, ante lo cual se disponía en sus ordenanzas que si el
conflicto no podía resolverse amigablemente, debía recurrirse al regente de
la Audiencia quien, en calidad de juez de competencia, debía decidir sobre
la jurisdicción que conocería del asunto. De las sentencias del Tribunal del
Consulado o del Tribunal de Alzada sólo podía interponerse el recurso de
nulidad o injusticia notoria ante el Real y Supremo Consejo de Indias, el
cual determinaba con arreglo a las leyes.255

255 Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas. Introducción y Compilación de E. A. F. Caracas,
Universidad Central de Venezuela, 1957. Véanse las “ordenanzas” reproducidas en esta obra, en
particular los artículos I al XIX, referidos a la administración de justicia. También remitimos al estudio
164 Alí Enrique López Bohórquez

Varias fueron los motivos argumentados en 1785 por el intendente


Francisco de Saavedra para el establecimiento de un Consulado en Caracas.
Además de los aspectos relacionados con el fomento del comercio y de la
agricultura, pretendió lograr la armonía entre los naturales de aquella ciudad
y los europeos –de los hacendados con los comerciantes– y, al mismo tiempo,
agilizar la administración de justicia a través de un tribunal que resolviera
“breve y sumariamente” los dilatados y costosos pleitos mercantiles
ventilados en los juzgados ordinarios, asuntos tratados generalmente con
procedimientos jurídicos ajenos a la actividad comercial y que habían incluso
arruinado a algunos mercaderes.256 Una vez establecido el Consulado, por
Real Cédula de 3 de junio de 1793,257 las desavenencias entre los dos sectores
sociales tendieron a resolverse, toda vez que éstos participaban tanto en
actividades agrícolas como mercantiles, y eran regidos con iguales deberes
y derechos por un tribunal compuesto por el mismo número de individuos
de ambas clases, tendencia comprobada por la solución cordial de los
problemas que se presentaron posteriormente.258 Se conciliaban aquellos
contrapuestos intereses económicos de terratenientes y mercaderes, pero
se generaba otro tipo de conflicto entre los ministros peninsulares de la
Audiencia y los jueces del tribunal consular, predominantemente controlado
por los criollos.
Ese antagonismo derivó particularmente de la substracción a la
Real Audiencia de lo contencioso mercantil, la crítica que se hacía a su
administración de justicia y la participación en el Consulado de hombres
que no eran juristas con estudios universitarios, en oposición a la formación

de Mercedes Álvarez: El Tribunal del Real Consulado de Caracas. Caracas, Concejo Municipal de Caracas,
1967, 2 Vols.
256 A.G.I. Caracas, 921: Carta de Saavedra al ministro José de Gálvez proponiendo la creación del
Consulado (Caracas, 2 de mayo de 1785), reproducida en Eduardo Arcila Farías: Ibid., pp. 217-
219.
257 Sobre el Real Consulado, además de los citados trabajos de Eduardo Arcila Farías y Mercedes
Álvarez, véase Manuel Nunes Días: El Real Consulado de Caracas (1793-1810). Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1971; Guillermo Morón: Historia de Venezuela, Tomo V, pp. 93-97;
Humberto Tandrón: El Real Consulado de Caracas y el Comercio Exterior de Venezuela. Caracas, Facultad
de Humanidades y Educación-UCV, 1976; Eduardo Arcila Farías e Ildefonso Leal: Documentos del
Real Consulado de Caracas. Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos-UCV, 1964.
258 Eduardo Arcila Farías afirma que no existen pruebas de que se manifestara colisión de intereses
entre hacendados y comerciantes después de establecido el Consulado, en El Real Consulado de
Caracas, p. 28.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 165

profesional característica de la magistratura indiana. A todo esto debe


agregarse un aspecto que interesa destacar: el marcado predominio que en
el Real Consulado ejercieron los agricultores caraqueños. El poder que ellos
detentaron en el nuevo tribunal condujo también a generar conflictos con los
gobernadores, y sobre todo con los Intendentes, debido a la coincidencia en
las funciones administrativas de ambas instituciones.259 Los enfrentamientos
entre el Consulado y la Audiencia pueden clasificarse en dos tipos: unos
relacionados con la competencia de jurisdicción entre los dos tribunales,260
otros derivados de la actuación del regente Antonio López de Quintana en su
condición de juez de competencia, cuando le correspondió remitir algunos
casos a la justicia ordinaria representada por el gobernador y su asesor.
Todo lo cual, en su conjunto, constituye una prueba más de la comprobada
arrogancia de los magistrados europeos contra todo lo que significara
pérdida de potestades en favor de la aristocracia criolla venezolana.

Competencia en la jurisdicción mercantil

Al acusar recibo de la Real Cédula de erección del Consulado, la


Audiencia expresó al rey su interés en colaborar con la pronta administración
de justicia,261 pero su actitud inicial frente al Consulado demostró el poco
interés en llevar a la práctica lo expresado. La primera Junta de Gobierno
del Consulado, reunida el 29 de octubre de 1793, solicitó a Carlos IV su
intervención para que pasaran a su jurisdicción los asuntos pendientes
en la Real Audiencia, sobre materias correspondientes al conocimiento

259 Cfr. Eduardo Arcila Farías: Ibid., 33-38; Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I, pp. 303-331; y Manuel
Nunes Días: op. cit., pp. 247-249.
260 “La administración de justicia está a cargo del Tribunal que sólo se comprenderá el prior y cónsules,
y conocerán privativamente de todos los pleitos y diferencias que ocurran entre comerciantes o
mercaderes, sus compañeros y factores, sobre sus negociaciones de comercios, compras, ventas,
cambios, seguros, cuentas de compañías, fletamentos de naos, factorías, y demás que conoce y
debe conocer el Consulado de Bilbao conforme a sus ordenanzas…”. Artículo 2 de las ordenanzas
del Real Consulado de Caracas, incluidas como apéndice en las citadas obras de Eduardo Arcila
Farías y Mercedes Álvarez.
261 A.G.I. Caracas, 908: La Real Audiencia de Caracas acusa recibo de la Real Cédula del Consulado
(Caracas, 25 de noviembre de 1793), documento reproducido en Mercedes Álvarez: op. cit., II, p.
109.
166 Alí Enrique López Bohórquez

y jurisdicción del recién creado tribunal mercantil.262 El rey aprobó lo


solicitado y notificó a la Audiencia al respecto. El fiscal encargado, oidor
Bernardo de Asteguieta y Sarralde, procedió a ejecutar la decisión real
y dispuso que el escribano de la institución hiciera la selección de los
correspondientes pleitos, para ser pasados al Consulado; pero al ocupar
nuevamente la fiscalía el doctor Julián Díaz de Saravia, en febrero de 1794,
procedió a objetar la decisión de su colega Asteguieta, por considerar que la
solicitud del prior y los cónsules …“no sólo es irregular por no contraerse
a causas determinadas con expresión de partes y razones individuales que
atribuyen el fuero particular, sino que es intempestiva porque previniéndose
y prefijándose en el artículo 20 de dicha Real Cédula al tiempo en que deben
formar los registros y matrículas, así de los comerciantes que actualmente
hay en el distrito y deben de gozar el fuero del Consulado, como los que
en lo sucesivo formen compañías, compren embarcaciones o por cualquier
otra navegación se estimen tales comerciantes, no habiéndose formado
hasta ahora estas matrículas o registros, de ningún modo puede saberse si
sus causas tocan o no la jurisdicción del Consulado”.263
Argumentaba también Díaz de Saravia que no había cláusula
advocatoria alguna en las ordenanzas del Consulado, que señalara el referido
traslado y que no existían motivos para impedir la culminación de los juicios
pendientes; y que no tenía este tribunal jurisdicción para alterar o revocar
los procedimientos y las sentencias parcialmente dadas, prácticas éstas que
no se concretaron cuando se establecieron los consulados de Sevilla, Lima y
México, y que ni siquiera estaban recogidas en el libro noveno de la Recopilación
de Indias, fuente primaria para la sustentación y determinación de los pleitos.
Todo lo cual inducía al fiscal a desestimar la solicitud de los jueces consulares,
y que en caso de aceptarse la cláusula de advocación de los asuntos de otros
tribunales, reconocida por la Recopilación de Castilla, debería …“el mismo
Consulado o las partes litigantes que estimen ser de su fuero, solicitar la
remisión de sus causas particulares con calificación de que sus personas se
hallan matriculadas en el comercio de estas provincias, y sus negocios sobre

262 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Correspondencia), Tomo I, fols. 25-44: Expediente acerca de la
reclamación del Tribunal del Consulado a la Real Audiencia, para que le pase las causas pendientes
allí que correspondan al Instituto Consular. Ibid., pp. 113-125.
263 Ibid.: Dictamen del fiscal Julián Díaz de Saravia sobre la solicitud del Real Consulado de Caracas
(Caracas, 17 de febrero de 1794).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 167

materias de comercio y propios del conocimiento de dicho Consulado”.


Inmediatamente que el Consulado conoció del dictamen del fiscal, encargó
a su asesor jurídico, Juan Agustín de la Torre, responder a cada uno de los
argumentos del fiscal de la Audiencia. No fue hasta junio de 1794 cuando
el asesor presentó al Consulado un extenso alegato,264 que comenzaba por
señalar el interés que tuvo el rey en crear un tribunal en materia mercantil que
agilizara los pleitos para evitar las “perniciosas demoras y fraudes de litigantes
de mala fe, que aspiran a eternizar los juicios”. Se trataba, discretamente, de
una crítica a la Real Audiencia, donde los asuntos relacionados con el comercio
tardaban varios años en resolverse debido a múltiples trámites y a los asuntos
de diversa índole que conocía este tribunal. El asesor recordó al fiscal que la
Real Cédula en su artículo 53 inhibía a todos los jueces del conocimiento de
materias dentro de la jurisdicción consular, independientemente de que no
se especificase la advocación de las causas dependientes en otros juzgados.
En cuanto a la matrícula, indicaba el asesor que ésta no surtía fuero alguno,
ni era cualidad para los que debían disfrutar del mismo. Poco importaba la
falta de matriculación, cuando lo que interesaba era la materia de competencia
del nuevo tribunal, demostrada por el ejercicio, la ocupación de la persona y,
sobre todo, por el asunto a litigarse. La Audiencia, y no el Consulado, debía
hacer la revisión correspondiente para localizar los procesos que se solicitaban,
tal y como lo habían hecho los otros tribunales localizados en Caracas, sin
requerir orden escrita de traslado.
El asesor del Consulado aprovechó para presentar otra solicitud: no
sólo debían pasarse a éste tribunal los asuntos pendientes, sino también los
concluidos en cualquier juzgado de la provincia. La nueva petición estaba
razonada en la necesidad de facilitar el mejor despacho de los negocios, de
la misma manera que a la Intendencia se habían pasado los archivos de la
Real Hacienda y a la Audiencia de Caracas los asuntos pendientes en Santo
Domingo, cuando se verificó el establecimiento de ambas instituciones en
1776 y 1786, respectivamente. Fundamentados en las razones expuestas
por el asesor, los jueces consulares sometieron las mismas a consideración
del rey, para evitar competencia y disputas futuras con la Audiencia.265 La

264 Ibid.: Contestación al dictamen del fiscal de la Audiencia por Juan Agustín de la Torre, asesor del
Real Consulado (Caracas, 23 de junio de 1794).
265 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Actas del Real Consulado), Tomo I, fols. 33-48; Manuel Nunes
Dias: op. cit., pp. 247-248.
168 Alí Enrique López Bohórquez

Audiencia conoció el parecer de Juan Agustín de la Torre, por lo que el fiscal


nuevamente se dirigió a Carlos IV exponiéndole que las consideraciones
del asesor del Consulado no hacían variar sus argumentaciones, y que se
incurría en equivocaciones al señalarse la transferencia a la Intendencia
y a la Audiencia de los litigios pendientes en otros tribunales, pues esto
no se había practicado en la forma descrita. Insistía Díaz de Saravia en la
matrícula del Consulado, de manera que pudiera conocerse con exactitud
de las personas que debían gozar del privilegio correspondiente. El asesor
consular finalizaba acudiendo también a la autoridad real, al Consejo de
Indias y al Ministerio de Gracia y Justicia, para que con los respectivos
informes decidieran lo que más se ajustara a derecho.266
Después de un año de cruzada correspondencia, el Secretario de
Estado y del Departamento de Indias, Diego Gardoqui, comunicaba al
Consulado la decisión del rey, negando la solicitud de remitirse todas
las causas y negocios pendientes o concluidos en otros tribunales, cuyas
materias le correspondieran directa o indirectamente. Accedía Carlos IV
solamente a la pretensión de que se trasladasen al Consulado los litigios
inconclusos que no hubieran sido sentenciados, cualquiera que fuera su
estado, y reservaba los pleitos concluidos a los respectivos juzgados de
Caracas, los cuales debían colaborar convenientemente con el Consulado
cuando necesitara expedientes que ilustraran el conocimiento de asuntos
litigados.267 De esta manera fracasaba el primer intento del Consulado de
abarcar todo lo concerniente a su jurisdicción, pero había evidenciado ante la
Audiencia que estaba dispuesto a competir con sus atribuciones y a defender
los privilegios concedidos por la Real Cédula de su erección.

El Regente de la Audiencia como “Juez de Competencia”

La falta de precisión en las ordenanzas de la jurisdicción del


Consulado en materia de caminos determinó un primer conflicto de

266 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Correspondencia), Tomo I, fols. 25-44: carta al fiscal de la Audiencia
al rey, contradiciendo el parecer del asesor del Consulado (Caracas, 8 de agosto de 1794).
267 A.G.N. (Caracas). Reales Ordenes, Tomo XII, fols. 391-392: Para que se pasen al Consulado los
pleitos pendientes entre partes que versan acerca de negocios mercantiles, en cualquier Estado
en que se hallen, siempre que en ellos no haya recaído sentencia definitiva (San Lorenzo, 20 de
octubre de 1794), reproducido en Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas, p. 84.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 169

competencia entre los dos tribunales; el mismo tuvo lugar cuando el


gobernador Pedro Carbonell se negó a colaborar con el tribunal consular
En relación con su solicitud de auxilio para que Juan de Trujillo cumpliera lo
determinado por los jueces consulares en la demanda contra él, introducida
por el doctor y presbítero Manuel Rada. El 2 de mayo de 1794, Rada
presentó querella contra Trujillo por cerrarle el camino a su hacienda,
lo cual impedía el acceso y labores de la misma. El prior y los cónsules
realizaron una inspección ocular, ordenaron al demandado permitiera el
paso y lo multaron con cien pesos. Trujillo alegó que siendo sargento de
la Compañía de Milicianos de Caballería poseía fuero militar, por tanto, no
podía el Consulado intervenir y decidir en el asunto. El gobernador, además
de negarse a cumplir lo solicitado, exigió los recaudos correspondientes
al tribunal consular.268 El caso fue elevado ante el regente de la Audiencia
Antonio López Quintana, en su condición de juez de competencia,269 quien
decidió a favor del gobernador, por considerar que el sargento Trujillo
era miembro del ejército y que siendo el camino cerrado de “servidumbre
privada” y no de “servidumbre pública”, correspondía el problema a la
Audiencia. El Consulado impugnó tal decisión, alegando que la condición de
fuero especial no era razón que podía aducirse, pues casi todos los caminos
pasaban por tierras de personas que gozaban de dichos fueros; por otro
lado, solicitaba se declarara su completa jurisdicción sobre cualquier tipo de
camino y el correspondiente auxilio del gobernador y el capitán general para
el cumplimiento de lo decidido por los jueces consulares. Por sugerencia del
mismo regente, el 12 de agosto de 1794 el expediente fue enviado al rey, para
que resolviera la competencia en materia de caminos. En octubre del mismo
año el asunto volvió a la discusión, cuando el fiscal de la Real Audiencia,
Julián Díaz de Saravia, se pronunció contra la jurisdicción contenciosa que

268 Utilizamos fundamentalmente la información registrada por Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I,
pp. 318-321.
269 El Artículo 17 de las ordenanzas del Consulado establecía: “Si se suscitara duda o disputa de jurisdicción
con cualquier otro Tribunal o Juez sobre el conocimiento de algunas causas, se procurará terminar
amigablemente en una o dos conferencias, o por medio de mutuos oficios dictados siempre con la debida
urbanidad y moderación, sus pendiéndose entre tanto todo procedimiento por una u otra jurisdicción.
Pero sí por estos medios no se pudiere terminar el negocio dentro de tres o cuatro días, se pasarán los
autos de ambas jurisdicciones al regente en el mismo día cuarto, o en el siguiente lo más tarde, para que
con vista de ello y de los fundamentos que cada uno exponga, declare en el preciso término de tres días la
jurisdicción que deba conocer, y ésta sea tenida por competente y continúe conociendo sin más disputa,
y con absoluta inhibición de la otra.”
170 Alí Enrique López Bohórquez

sobre caminos pretendía el Consulado, fundamentado en la Real Cédula de


erección que señalaba la intervención de este tribunal, en causas de carácter
mercantil que ocurrieran entre los comerciantes matriculados, pero que
nada indicaba sobre los caminos;270 por lo cual no podían suprimirse las
atribuciones que En relación con los caminos, puentes y calzadas tenía el
gobernador. El dictamen del fiscal no surtió el efecto deseado, pues por
Real Orden del 30 de octubre de 1795 se declaraba que los pleitos sobre
caminos eran jurisdicción del Tribunal del Real Consulado.271
A pesar de la decisión real, la competencia entre la Audiencia y
el Consulado sobre la misma materia volvió a suscitarse en 1801, ante
pedimento de Anselmo Díaz para que su pleito en la Audiencia contra
Marcos Guzmán, sobre el tránsito por un camino particular y privado,
fuera trasladado a los jueces consulares. La Audiencia se negó a remitir el
expediente, de lo que dio cuenta a la Corona el Consulado, fundamentado en
el derecho que le asistía por la referida Real Orden y la del 30 de noviembre
de 1795,272 que disponían la facultad exclusiva que tenía la institución
consular en materia de caminos. Por otro lado, exponía la suspensión de todo
procedimiento por parte de la Audiencia, debido a la interesada intervención
que manifestaba el regente López Quintana a favor del hacendado Marcos
Guzmán.273 La cuestión era dilucidar si la jurisdicción consular se extendía
a los caminos tanto públicos como privados, y esta vez la balanza de la
justicia real se inclinó a favor de la Audiencia, pues por Real Orden del 8
de diciembre de 1802 el Consejo de Indias dictaminó que la competencia
concedida al Consulado por las reales ordenes de 1795 debía …“entenderse
respecto de todos los caminos destinados al uso y tráfico común de unas
poblaciones a otras, pero no de los privados que sólo pueden servir para
el paso de algunos particulares a sus haciendas, porque de las disputas que
sobre estos últimos ocurran deben conocer la jurisdicción ordinaria”.274

270 El fiscal tenía razón, pues en el Artículo 2 de las ordenanzas se exponía claramente las atribuciones
del Consulado en las causas mercantiles; en el Artículo 23 se hacía referencia a los caminos, pero
como facultad de la Junta Consular.
271 Citado por Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I, p. 231.
272 Reproducida en Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas, p. 100.
273 Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I, pp. 328-329.
274 Reproducida en Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas, p. 174.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 171

Un nuevo caso de competencia se suscitó en 1796, cuando dos


comerciantes se presentaron ante el Consulado para dirimir una querella
relacionada con la ocupación de un inmueble. El 19 de julio, Isidoro López
Méndez demandó en juicio verbal a Joaquín de Segura para que desocupase
una casa que aquel había arrendado a su hermano. Por tratarse de una disputa
entre mercaderes, el Consulado conminó a Segura a desalojar la casa que le
servía de almacén.275 Ante lo dictaminado, éste se presentó al gobernador
solicitando el auxilio correspondiente, por lo que debió intervenir de nuevo
el regente de la Audiencia, como juez de competencias, para decidir si
correspondía al Consulado o al Tribunal de Gobierno, fallando a favor del
último por considerar el asunto en cuestión un problema de orden público
y no de carácter comercial. El Consulado, por su parte, consideraba que
tenía jurisdicción por tratarse de una disputa entre comerciantes y sobre un
inmueble utilizado con fines estrictamente mercantiles, por lo que el prior y
los cónsules enviaron una representación al rey considerando la demora y
costo del pleito, si se llevara a tratar por la vía de la justicia ordinaria. Visto
el caso en el Consejo de Indias, éste aceptó el argumento del regente, y
en resolución del 12 de julio de 1797 se negó la aspiración del Consulado,
instándolo a no intentar nuevamente tal competencia.276
No perdía tiempo el Consulado para tratar de extender los límites de
su jurisdicción, pues dos meses después de iniciarse el caso López-Segura
tendría lugar una nueva desavenencia con la Real Audiencia. El prior y los
cónsules solicitaron al rey el 10 de octubre de 1796 les concediera la facultad
para conocer de los pleitos de los labradores relacionados con los deslindes
de terrenos y sus riegos, desechos, estacadas de ríos y todo lo concerniente al
fomento de la agricultura. Lógica pretensión, si consideramos sus atribuciones
en el mejoramiento de las condiciones agrícolas de las provincias bajo su
jurisdicción, y una clara intención de los blancos criollos venezolanos de
ejercer un control completo sobre esta materia, que estaba bajo competencia

275 A.G.I. Caracas, 915: Relación de pleitos mercantiles en el período 1793-1802; publicado en Mercedes
Álvarez: op. cit., Tomo II, pp. 127-279. El juicio verbal de Isidoro López Méndez y Joaquín Segura
está referido en la página 195; el resto de la información la hemos tomado de la citada obra, pp.
311-312.
276 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Representaciones al rey, 1793-1803), fol. 63; Mercedes Álvarez: Ibid.,
Tomo I, pp. 311-312.
172 Alí Enrique López Bohórquez

de la Audiencia y del intendente.277 En esta oportunidad el Consulado


fue muy explícito, pues deseaba ampliar sus facultades fuera del ámbito
mercantil, para lo cual recurrió a tres argumentos: 1) la estrecha relación
entre el comercio y la agricultura, 2) los padecimientos de los labradores al
verse expuestos a dilatados y costosos pleitos seguidos en los tribunales de
la provincia, generando en muchos casos pérdida de las haciendas y ruina de
sus propietarios,278 y 3) el fomento de la agricultura y la navegación de los ríos
quedarían frustrados, cuando los juzgados trataran estos asuntos como pleitos
ordinarios y debieran ser abandonadas las tierras en tiempos de siembra y
recolección de las cosechas para atender a las recusaciones de demandantes,
sin que se les otorgase la prórroga que debía hacerse para estos casos.
Después de consultar al Consejo de Indias, el rey resolvió negar
nuevamente la instancia interpuesta por el Consulado, por Real Cédula de
3 de agosto de 1797, al tiempo que encargaba a la Audiencia eliminar los
abusos, demoras, costos indebidos y velar por la concesión de privilegios y
buen tratamiento de los litigios relacionados con la agricultura.279 Copia de
la real decisión fue enviada a la Audiencia y, nuevamente, el fiscal Julián Díaz
de Saravia arremetió contra el Consulado. En esta oportunidad solicitando
demostración de los argumentos esgrimidos por los jueces consulares, a
través de un informe circunstanciado de los negocios dilatados, de los
labradores o hacendados que hubiesen sido oprimidos, extorsionados y
arruinados, de los pleitos sin concluir y los que se revivían cada año, todo
ello acompañado del cálculo de los cien mil pesos consumidos anualmente
por estos litigios en el distrito de la Audiencia, como había expuesto el
Consulado al rey. La Real Cédula y la representación del fiscal fueron

277 Ibid., fols. 66-68; y reales cédulas, Tomo XII, fols. 193-208: Real Cédula que contiene lo resuelto
por S.M. en la instancia hecha por el Tribunal del Real Consulado, sobre que se le faculte para
conocer de los pleitos de los labradores en asunto de deslinde de terrenos, sus riegos, desechos
y estancadas de los ríos (San Lorenzo, 3 de agosto de 1797). Contiene el expediente completo
sobre este conflicto. Véase referencias sobre la disputa en Mercedes Álvarez: op. cit.., Tomo I, pp.
330-331.
278 El Consulado estimaba que los litigios relativos a la agricultura causaba anualmente gastos en el
orden de los cien mil pesos.
279 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo VI, fols. 310-312; y Reales Provisiones, Tomo LIV, fols. 89-105:
copia del expediente instruido por ante la Real Audiencia de Caracas, conteniendo el testimonio
de una Real Cédula fechada en San Ildefonso a 3 de agosto de 1797 (Caracas, 9 de febrero de
1798).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 173

enviadas inmediatamente al Consulado.280 Reunidos el 10 de mayo de 1798 el


prior y los cónsules, Juan José Echenique, Francisco de Zuleta y José Joaquín
de Ansa, acordaron abstenerse de responder al interrogatorio autorizado por
la Real Audiencia, por parecerle “inoportuno e inconsiderado”, ateniéndose
solamente a lo indicado en la Real Cédula.
Ante tal actitud, el fiscal se dirigió inmediatamente al rey el 31 de
mayo, informándole de la arrogancia del Consulado al desacatar y desestimar
las providencias de la Audiencia. Señalaba que las mismas no podían estar
sujetas a censuras ni ser reformadas por autoridad local alguna, y mucho
menos por los jueces consulares. Su actuación irregular, indebida y en
manifiesta provocación a la Audiencia estimulaba la exigencia ante la corona
del cumplimiento de la Real Cédula y la instancia del fiscal, solicitando
autorización real para el referido informe y el respeto correspondiente por
parte del Consulado, como tribunal inferior En relación con la Audiencia.
En virtud de esta nueva representación del fiscal, el 8 de junio el regente
y los oidores acordaron un decreto en el que se notificaba al Consulado
que, de no cumplir esta vez con el informe solicitado, correría con todos
los perjuicios a que diera lugar por negarse a presentarlo. De esta decisión
tuvo conocimiento el tribunal consular el 9 de julio, e inmediatamente la
Audiencia envió el expediente completo al rey para su decisión final. No se
ha localizado otra referencia sobre el asunto, posterior a esta última fecha,
por lo que se desconoce si el Consulado rindió la información exigida.
Se presume que el conflicto no tuvo mayor trascendencia, por cuanto la
Audiencia fundamentaba su exigencia en la referida Real Cédula del 3 de
agosto de 1797, y la misma nada decía acerca de arreglarse testimonio con
las características del requerido al Consulado.
Un nuevo juicio verbal ante el prior y los cónsules originaría otro
problema de competencia, en el cual se involucraría la Audiencia por la
actuación de su regente López Quintana. Nos referimos a la demanda
interpuesta el 10 de junio de 1800 por Francisco Miranda contra Joaquín
García Jove,281 con la finalidad de que le cancelara cierta cantidad de dinero
por el “reconocimiento y manufactura de noventa y dos zurrones” (paquetes)
de añil. El tribunal consular falló a favor de Miranda. García Jove consideró

280 Ibid. y A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo XII, fols. 193-208.
281 A.G.I. Caracas, 915: Relación de pleitos mercantiles en el período 1793-1802; en la reproducción
de Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo II, p. 228.
174 Alí Enrique López Bohórquez

que el pago impuesto era desmedido, negándose a pagarlo y declinando la


jurisdicción del Consulado, por lo que exigió la colaboración del gobernador
y capitán general Manuel Guevara Vasconcelos. El Consulado solicitó la
actuación de éste para obligar al demandado a cumplir lo judicialmente
acordado, en un todo de acuerdo con la Real Orden del 16 de mayo de 1795
que establecía la asistencia que debían prestar la Audiencia, el intendente y el
gobernador para mantener la autoridad y respeto del tribunal consular.282 A
ello hizo caso omiso el gobernador Guevara. García Jove se dirigió al regente
de la Audiencia, como juez de competencias, solicitando su intervención
por considerar injusta e ilegal la sentencia de los jueces consulares.
El regente López Quintana analizó las causas que habían originado la
demanda de Miranda y dictaminó que el asunto correspondía a la Audiencia,
pues simplemente había sido incumplimiento de pago de la deuda por parte
de García Jove, quien era un trabajador asalariado y no perito oficialmente
reconocido, por lo cual estaba fuera de la jurisdicción consular. El Consulado
consideró errada la determinación del regente porque el problema en cuestión
era materia mercantil, ya que la actividad realizada por Francisco Miranda
debía cumplirse antes de llevarse a la venta el añil, y que si bien éste no tenía
título oficial era reconocido y aceptado por los mercaderes del producto.283
La controversia suscitada fue elevada al rey por el Consulado, aduciendo la
ilegalidad de la decisión del juez de competencias y la negativa del gobernador
a atender las exigencias del tribunal de acuerdo con la citada Real Orden del
16 de mayo de 1795, auxilio necesario para la pronta y breve administración
de justicia. Por Cédula del 11 de diciembre de 1802 la corona falló a favor del
Consulado, considerando justos sus planteamientos e instando al gobernador
Guevara Vasconcelos a prestar los servicios requeridos.284
Un último conflicto jurisdiccional entre las dos instituciones judiciales
tuvo lugar en 1802, provocado nuevamente por el regente de la Audiencia. En
su condición de juez de competencias concedió jurisdicción al gobernador y

282 Real Orden del 16 de mayo de 1795, reproducida en Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de
Caracas, pp. 92-93.
283 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Representaciones al rey 1793-1802), fol. 148; más detalles sobre este
caso en Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo I, pp. 303-307.
284 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo VII, fols. 228-231: Para el gobernador de Caracas, declarando
que debió prestar el auxilio que le pidió el Tribunal del Consulado para hacer obedecer a don
Joaquín García Jove sus derechos en la demanda que expresa (Valencia, 11 de diciembre de
1802).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 175

capitán general sobre el litigio de los bodegueros Sebastián Zifra y Antonio


Ruiz por una deuda de dinero. López Quintana decidió pasar la cuestión a
la justicia ordinaria, al considerar que el asunto no competía al Consulado
por estar fuera del artículo segundo de la Real Cédula de su erección, que
contemplaba solamente el conocimiento que debían tener el prior y los
cónsules de los pleitos y diferencias entre comerciantes. Esto motivó una
representación del Consulado al rey, del 31 de agosto de 1802, reclamando
la usurpación de sus atribuciones por parte del gobernador y alegando que
los bodegueros pertenecían al género del comercio.285 Por Real Cédula de 4
de abril de 1803, Carlos IV solicitó a la Audiencia y al gobernador sendos
informes detallados sobre los bodegueros, sus actividades, su reputación
como mercaderes y si se matriculaban como sujetos a la jurisdicción
consular.286 El Consulado recabó tal información a solicitud oficial de la
Real Audiencia el 2 de septiembre, por cuya orden se copiaron todos los
registros del Consulado. El gobernador Guevara deliberadamente retardó su
informe al respecto, a pesar de la insistencia de la Audiencia de que remitiera
cuanto antes lo solicitado en la Real Cédula de 4 de abril de 1803, cosa que
no cumplió sino hasta agosto de 1804.287
Mientras tanto, mediante representación del 12 de enero de 1804,
el Consulado señalaba que la única diferencia entre mercaderes de tienda y
los bodegueros …“es que aquellos menudean los géneros y lienzos, y éstos
los caldos, víveres y demás efectos que introduce por mayor el comercio
contribuyendo unos y otros a la salida y venta por menor y ocupándose
por lo general en esta clase de negocios los europeos que llegan a esta
Prov. a habilitarse y hacerse de capitales considerables para pasar a la de
comerciantes por mayor en términos que entre éstos, y los mercaderes,
y bodegueros, hay una recíproca correspondencia, necesitándose unos y
otros para su giro y comercio, y sus tratos y contratos se celebran sobre sus
géneros, lienzos, víveres y efectos, como estrechamente unidos en razón
de la naturaleza de las cosas que compran y venden”.288

285 A.G.N. (Caracas). Real Consulado (Representaciones al rey 1793-1803), fols. 181-184; Mercedes Álvarez:
op. cit., Tomo II, pp. 307-311.
286 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo VII, fols. 241-242.
287 Mercedes Álvarez: op. cit., p. 311.
288 A.G.I. Caracas, 921-Nº 4: Representación del prior y cónsules para que al Tribunal del Consulado
se le conserve la jurisdicción contenciosa de los bodegueros en razón de pertenecer al Comercio
176 Alí Enrique López Bohórquez

A esta explicación, el Consulado agregaba que, de acuerdo con lo


establecido en el artículo 20 de la Real Cédula de erección, los bodegueros
venían registrándose ante el Tribunal, el cual conocía de todas las diferencias
y disputas entre bodegueros, mercaderes y comerciantes, razones estas que
fundamentaban la solicitud de conservar el ejercicio de la jurisdicción sobre
los bodegueros.289 Para el 29 de octubre de 1804 todavía la Audiencia no
había enviado el expediente que conocía desde hacía dos meses atrás. Esto
suscitó una nueva Real Cédula que repetía la de abril de 1803.290 Enviados
los recaudos exigidos al Consejo de Indias, éste se pronunció a favor de
que el rey permitiera al Real Consulado seguir ejerciendo jurisdicción sobre
los bodegueros, quienes eran practicantes de la actividad comercial. Con
fecha 20 de diciembre de 1804 fueron despachadas las correspondientes
reales cédulas a la Audiencia, al regente López Quintana en su condición
de juez de competencias y al gobernador y capitán general Guevara de
Vasconcelos.291

Razones que explican los enfrentamientos entre ambas instituciones

Vistos estos casos de competencia jurisdiccional entre la Audiencia


y el Consulado, cabe ahora reflexionar sobre las razones que consideramos
estimulantes de estos enfrentamientos. La acción judicial del Consulado
estuvo ejercida por hacendados y comerciantes, en su mayoría nacidos
en el territorio de la provincia de Venezuela, avecindados en la ciudad de
Caracas, lo cual indudablemente generó descontento en los magistrados
de la Audiencia, por cuanto los jueces consulares no eran expertos en
derecho y, sin embargo, tenían en sus manos la administración de justicia
en materia contenciosa mercantil, que se extendió sobre caminos públicos,
fletes de barcos, averías, naufragios, reconocimiento, tasación y entrega de
mercaderías, inventario de bienes, etc. Extensa materia que se substraía al
conocimiento por parte del gobernador, del intendente y de la Audiencia, así
como litigios que, por su naturaleza económica, podían generar beneficios

(Caracas, 12 de enero de 1804), reproducida en Mercedes Álvarez: Ibid., II, pp. 281-283.
289 Ibid.
290 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, Tomo VIII, fols. 180-182.
291 Ibid., Tomo VIII, fols. 343-345.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 177

y determinar intereses que inclinaran la balanza de la justicia a favor del


mejor postor.
El sistema procesal elaborado para el Tribunal del Consulado
representaba una crítica contundente a la justicia impartida particularmente
por los ministros de la Audiencia, por lo general dilatada, costosa y
complicada. Al contrario, el prior y los cónsules estaban instruidos para
ejercer justicia enteramente gratuita, breve, espontánea, sumarísima,
simple, sin formalidades jurídicas, preferiblemente oral y sin intervención
de leguleyos. 292 Además el Consulado adquirió autonomía particular
frente a los tribunales, jueces y jefes políticos y militares dentro de su
jurisdicción, recibiendo incluso el prior y los cónsules el tratamiento de
“señoría”, en igualdad de condiciones con los magistrados de la Audiencia.
Curiosa contradicción, si consideramos que no se permitía ni siquiera el
nombramiento de los abogados nacidos en la jurisdicción del tribunal
audiencial para ejercer en la condición de oidores de planta, a lo cual debe
agregarse que los jueces del Consulado no eran letrados y que estaban
ampliamente ligados por parentesco.293
La descentralización judicial ocurrida a partir de la creación del
Real Consulado de Caracas tenía doble interés político para la corona
española. Por un lado, contrarrestaba los abusos derivados de dispendiosa y
complicada administración de justicia por parte de los tribunales ordinarios,
particularmente de la Audiencia; y, por el otro, buscaba apaciguar los ánimos
de la clase económicamente dominante, representada por los poderosos
agricultores y los ricos comerciantes, quienes durante muchos años venían

292 La relación de pleitos tratados en el Real Consulado entre 1793-1802 y 1807 evidencian la eficacia
del Consulado en materia de administración de justicia, si se considera que los procesos concluidos
y los juicios verbales superaron ampliamente a las causas pendientes. El índice de las relaciones
está reproducido en Mercedes Álvarez: op. cit., Tomo II, pp. 127-279 y 363-441.
293 Al respecto escribía el intendente Francisco de Saavedra al ministro de Estado, señalándole que
era “…muy difícil combinar la cosa de manera que habiendo de entrar en el Consulado los sujetos
más distinguidos del país, no resulten algunos parientes, porque los llamados allí mantuanos están
ligados con infinitas conexiones a causa de que a manera de los judíos, no se casan sino dentro
de su tribu.” Carta de Saavedra a Tomás González de Carvajal (Madrid, 3 de abril de 1793),
reproducida por Eduardo Arcila Farías: El Real Consulado de Caracas, pp. 235-236. Mercedes Álvarez
señala que “…la ciudad de Caracas se componía de unas nueve o diez familias, tan vinculadas y tan
estrechas entre sí, que casi no había individuo de una que no fuera pariente hasta cuarto grado de
alguno de la otra, además de que si se prescindía de tales personas sólo podía contarse con blancos
de orilla o si no con eclesiásticos, abogados, escribanos, mercachifles, procuradores, médicos,
pulperos, que por su oficio y condición no eran hábiles para los empleos (del Consulado)…”.
op. cit., I, p. 214.
178 Alí Enrique López Bohórquez

protestando por el monopolio y centralización de la economía, primero con


la Compañía Guipuzcoana, luego con el establecimiento de la Intendencia
y el régimen fiscal instaurado por el intendente Abalos, y contra el trato
que recibían judicialmente en la Audiencia los asuntos de carácter agrícola-
mercantil. El problema de la monarquía consistía en lograr la estabilidad de
las relaciones con sus vasallos caraqueños, bastante deterioradas para la fecha
en que se promueve la instauración de un Consulado en Caracas. La oligarquía
agro-comercial estaba consciente de su poder, cuando estimuló la idea del
intendente Saavedra en cuanto gestionar la creación del tribunal consular, el
cual no sólo representaría un bastión de poder frente a las otras autoridades
coloniales, que iba más allá del que hasta entonces había detentado en el
Cabildo –constantemente golpeado por la Audiencia–, sino que también
significaría el ejercicio de una administración con carácter “nacional” que
entrenaría a muchos de los hombres a quienes correspondería iniciar el
movimiento de independencia, cuyo primer acto de gobierno fue la expulsión
de los ministros de la Audiencia, como más adelante se analizará.

Intervención de La Real Audiencia de Caracas en asuntos


eclesiásticos

El Derecho de Patronato y su delegación en América

Una de las características fundamentales de la monarquía española


en América fue el derecho de patronato sobre la Iglesia, consistente en la
facultad del Estado para intervenir en asuntos eclesiásticos temporales. La
etapa final del proceso de la reconquista española y la consecuente difusión
de la fe cristiana ante el encuentro de otras civilizaciones en el nuevo mundo,
condujeron al conferimiento de ese derecho por parte de los papas a los
reyes españoles, con los mismos privilegios antes otorgados a los monarcas
portugueses En relación con su expansión hacia las islas y tierra firme de
la costa occidental africana.294 En 1486 el papa Inocencio VI concedió la
Bula de Patronato, en recompensa por el avance católico frente al islam
en la larga guerra de reconquista del territorio castellano. En 1493, como
consecuencia del primer viaje de Colón, Alejandro VI otorgó a los reyes

294 Alfonso García Gallo: “Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansión
portuguesa y castellana en África e Indias”, pp. 15-56.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 179

católicos cinco bulas o breves pontificios que garantizaban el privilegio de


soberanía con la obligación de los monarcas españoles de evangelizar a los
naturales de los territorios recién encontrados. Este privilegio fue ampliado
por el mismo pontífice en 1501, al transferir los diezmos eclesiásticos a
dichos monarcas en apoyo a la labor misional en América y, luego, por Julio
II en 1508, al establecer definitivamente el patronato universal español en
territorio del nuevo mundo. Posteriormente, en 1518 León X cedió, incluso,
la facultad de establecer y modificar los límites de las diócesis americanas;
y en 1522, Adriano VI garantizó la intervención de los reyes en el envío de
misioneros al nuevo mundo.295
Estas y otras concesiones papales configuraron el patronato
regio durante los gobiernos de los reyes católicos y de la dinastía de los
Habsburgos, como la prerrogativa inalienable de la corona española de
presentar al pontífice personas idóneas para las iglesias metropolitanas,
catedrales y colegiales y demás dignidades eclesiásticas; de erigir, consagrar,
construir y dotar iglesias y capillas; de controlar y delimitar las funciones del
clero enviado a América, tanto secular como regular; de percibir y distribuir
el diezmo eclesiástico; de fijar y modificar los límites de las diócesis y de
autorizar el pase de decretos pontificios referidos a la iglesia americana.296
Estos privilegios condujeron a una amplia dependencia de la Iglesia
respecto del Estado, lo cual originó múltiples y variados conflictos entre
ambas potestades. Los reyes borbones mantuvieron estas prerrogativas y
las ampliaron al reivindicar esos derechos en su condición de delegados y
vicarios del papa En relación con el gobierno espiritual americano, no sólo
en cuanto a su economía, organización y funcionamiento, sino también
en cuanto a la acción jurisdiccional y contenciosa. A esto se agregó la
teoría, desarrollada particularmente durante el gobierno de Carlos III,
que consideraba al poder real dimanado de Dios y, en consecuencia, al
patronato y al vicariato como inherentes a la monarquía y no originados
en concesiones papales. Sin embargo, esta doctrina regalista no entró en

295 Cayetano Bruno, S. D. B.: El Derecho Público de la Iglesia en Indias. Estudio Histórico–Jurídico. Salamanca,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto San Raimundo de Peñafort, 1967, pp.
93-129.
296 Al respecto véase Manuel Gutiérrez Arce: “Regio Patronato Indiano (Ensayo de valoración
histórico–canónica)”, Anuario de Estudios Americanos, XI (Sevilla, 1954), pp. 107-166; Richard
Konetzke: “La Iglesia y el Estado”, en América Latina. II, La Epoca Colonial. México, Siglo XXI,
1972, pp. 205-224.
180 Alí Enrique López Bohórquez

vigencia totalmente, pues los monarcas borbones siguieron denominándose


vicarios y delegados del pontífice, respetando lo reconocido en materia de
patronato, como expresión de la tarea misional conferida por las bulas de
Alejandro VI en 1493.297
En ausencia del rey, en América correspondió a virreyes, audiencias
y gobernadores ejercer el derecho de patronato. La intervención de los
ministros de las audiencias en el resguardo del patronato real fue constante
y celosamente practicada, pues se exigía a esos tribunales actuar con rigor
en las acciones contra ese derecho.298 Así, intervendrían en las dudas que
se ofrecieren sobre él, en las erecciones de las iglesias, recibimiento de los
prelados nombrados para ellas y en la retención –mediante el pase regio o
exequatur– de las bulas perjudiciales a la competencia del patronato. Ello
auspició la injerencia de las reales audiencias en diversos asuntos de la Iglesia,
fueros y recursos de fuerza.299 Asimismo, para evitar la extralimitación de la
jurisdicción de las audiencias en tales asuntos, a los magistrados se les exigía
que procedieran “… en estos casos guardando la jurisdicción e inmunidad
300
eclesiástica, conforme a derecho canónico, leyes y ordenanzas reales”.
Sin embargo, las contradicciones y diferencias entre ambas instituciones
fueron constantes, y tanto las audiencias como la Iglesia elevaron ante los
reyes españoles, sus consejos y ministros, reclamaciones y argumentaciones
en defensa de sus propias jurisdicciones.

El establecimiento de la Real Audiencia de Caracas y su injerencia legal en


asuntos eclesiásticos

Entre los múltiples y variados aspectos tratados por la Audiencia de


Caracas, los asuntos eclesiásticos adquieren relevancia particular. Primero,
por evidenciar el celo en el ejercicio del patronato regio por parte del
tribunal y, segundo, porque partiendo de ese ejercicio se aprecia el grado de
sometimiento de la Iglesia a las decisiones de los magistrados que integraron
la magistratura caraqueña durante el período que estudiamos. El tema no

297 Cayetano Bruno: op. cit., pp. 131-154 y Richard Konetzke: Ibid., pp. 209-210.
298 Diego de Encinas: Cedulario Indiano. Madrid, Cultura Hispánica, 1945, Tomo I, p. 83.
299 Una síntesis sobre estos aspectos en el citado trabajo de Cayetano Bruno, pp. 192-231.
300 Recopilación…, Libro II, Título XXXI, Ley 16.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 181

ha sido profundamente investigado hasta ahora, y de ello solamente se


conoce la relación documental, con nota preliminar de fray Cesáreo de
Armellada, titulada “La Real Audiencia de Caracas en sus relaciones con
el obispado (1787-1790)”.301 Se trata de una crónica de hechos presentada
por el secretario del obispo Mariano Martí, presbítero José Joaquín de Soto,
sobre las relaciones entre la Audiencia y el obispado de Caracas durante los
primeros cuatro años de funcionamiento del tribunal. Son varias referencias
en las que el secretario da cuenta de la instalación de la Audiencia, el Te Deum
realizado al efecto, las visitas periódicas del obispo al presidente del tribunal,
las ceremonias cumplidas y vestimentas de Martí ante la presencia de los
ministros en fiestas de la iglesia, recibo de acuerdos y otras disposiciones
del regente Antonio López Quintana y demás magistrados sobre asuntos
eclesiásticos y materias de interés para la Iglesia. Es, pues, un interesante
testimonio que evidencia la injerencia del supremo tribunal en cuestiones de
patronato, prácticamente desde su instalación; documento éste que –según
Cesáreo de Armellada– se originó a partir del enfrentamiento entre escribano
de Cámara de la Audiencia, Francisco Rendón Sarmiento y el presbítero
Soto. Asimismo, en distintos trabajos se han utilizado documentos que
refieren las relaciones entre la Audiencia de Caracas y la Iglesia de las distintas
provincias que integraron el distrito de aquella magistratura. Entre otros,
han tratado el asunto José Félix Blanco, Héctor García Chuecos, Mario
Briceño Perozo, Manuel Pérez Vila, Ildefonso Leal, Ermila Troconis de
Veracoechea y Buenaventura de Carrocera.302 Existen, además, referencias

301 fray Cesáreo de Armellada: “La Real Audiencia de Caracas en sus relaciones con el obispado
(1787-1790)”, Boletín Histórico, 21 (Caracas, septiembre de 1969), pp. 377-384.
302 José Félix Blanco: Documentos para la historia de la vida pública del Libertador de Colombia y Venezuela. Caracas,
Presidencia de la República, 1983, Tomo II, pp. 23-24; Héctor García Chuecos: Estudios de Historia
Colonial Venezolana, Tomo I, pp. 73-78, 85-87, 191, 202-203, 206, 210-211, 214-215; II: 273-277, 283-293;
Mario Briceño Perozo: Las Causas de Infidencia. Madrid, Guadarrama, 1961, pp. 136-139; Manuel Pérez
Vila (Editor): Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio Cronológico. Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1963, Tomo II, pp. 167, 171,173, 177,179, 201, 211,231, 241,267, 285, 289, 301, 358,
369, 378-382, 387-390, 418 y 420; Ildefonso Leal: “Barinas y el Proyecto de obispado en 1798”, en
Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela, Tomo II, pp. 366-372; Ermila Troconis de Veracoechea: Las
Obras Pías en la Iglesia Colonial Venezolana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1971, pp. 74,
151, 260-261; P. Buenaventura de Carrocera: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Documentos
(1750-1820). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, Tomo III, pp. 357-358 y 375-377; y
Misión de los Capuchinos en Guayana, Documentos (1785-1819). Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1979, Tomo III, pp. 166-173, 200-202, 234-235, 238-241 y 250-254.
182 Alí Enrique López Bohórquez

dispersas sobre el tema en varios estudios referentes a aspectos específicos


del siglo XVIII venezolano.

Asuntos eclesiásticos en las ordenanzas de 1805 de la Real Audiencia de


Caracas

Como veremos más adelante, las ordenanzas de la Real Audiencia de


Caracas fueron organizadas tardíamente.303 No fue hasta 1805 cuando, por
iniciativa del regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa y con colaboración
de los oidores José Bernardo de Asteguieta y Felipe Martínez de Aragón, se
formaron las ordenanzas para el régimen y gobierno del tribunal. Dichas
ordenanzas se integraron fundamentalmente considerando las disposiciones
generales contenidas en la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680. En
materia eclesiástica, se incluyeron veinticuatro ordenanzas referidas a asuntos
judiciales, de patronato, revisión de “conclusiones” en los conventos y
escuelas de los regulares y seculares, sobre los derechos judiciales en pleitos
eclesiásticos, abogados eclesiásticos, Juzgado General de Bienes de Difuntos,
del capellán y la capilla de la cárcel real, ceremonias de la iglesia, protocolo
y días feriados. La mayoría de estas ordenanzas se refieren al conocimiento
de asuntos judiciales, en particular a los llamados recursos de fuerza. Estos
consistían en la reclamación que hacía una persona ante la Real Audiencia por
la sentencia de un juez eclesiástico incompetente, o que no había observado
los requerimientos jurídicos, o no había permitido la apelación al superior;304
de allí que el agraviado solicitara ante el tribunal que se “levantara la fuerza o
abuso” que se le estaba haciendo. A la Audiencia no competía el conocimiento
de la causa, pues lo reconocido al tribunal era declarar “si los jueces eclesiásticos
hacen fuerza o no lo hacen”. El recurso de fuerza también se utilizó para
resolver los conflictos jurisdiccionales entre jueces eclesiásticos.
Se confiaba particularmente al fiscal de lo Civil la defensa del
patronazgo real, con autoridad para castigar las contravenciones al
respecto. Asimismo, se le designaba como censor regio, a fin de “… re-
veer y examinar todas las conclusiones que se hayan de defender en aquella

303 Nos eximimos de incluir aquí información al respecto, en tanto más adelante trataremos el
tema de las ordenanzas de la Real Audiencia de Caracas de 1805. En adelante citaremos como
“ordenanzas”.
304 Cayetano Bruno: op. cit., p. 222.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 183

Universidad donde la Audiencia reside y en los conventos y escuelas privadas de


los regulares y seculares antes de imprimirse o repartirse no permitiendo que
se defienda ni enseñe doctrina alguna contraria a la autoridad y regalías…”
de la Corona.305 Al escribano de Cámara de la Audiencia se le ordenaba no
cobrar sus derechos en los pleitos eclesiásticos que se elevaran al tribunal
por vía de fuerza, los cuales sólo debían pagar las certificaciones finales y
condenaciones de costas de acuerdo con lo establecido en el Arancel de la
Audiencia de 1796. Asimismo, el escribano no debía pedir ni llevar derecho
alguno en los procesos eclesiásticos sobre asuntos que se refirieran a la
defensa de la jurisdicción del patronato.306 Algunos clérigos obtuvieron
el título de abogado y, como tal, se les reconocía para ejercer ante la Real
Audiencia; podían presentarse en los estrados usando sus hábitos clericales,
no así el “… distintivo de puños o bolillos, en las bocamangas de la chupa…”
que sólo correspondía usar a los abogados que fueren colegiales.307
Cada dos años los oidores debían turnarse en el Juzgado General de
Bienes de Difuntos y conocían solamente de los bienes de los eclesiásticos
fallecidos cuando eran legos, o de los testamentos y abintestatos de clérigos
naturales de América, por la presunción de existir herederos legítimos en
el distrito del tribunal, excepto si en la última voluntad se expresaba que
la herencia debía convertirse en Obra Pía. Por otro lado, el Juzgado estaba
autorizado para entregar totalmente, sin deducción alguna, la herencia
de los religiosos que murieran abintestato, a los parientes que legalmente
correspondía, a fin de eliminar la antigua práctica de invertir el quinto de los
bienes en fundaciones piadosas, en capellanías u otras formas para “rogar
por el alma del difunto”.308 En la cárcel de la Real Audiencia existía capilla y
sacerdote, quien tenía la obligación de impartir la misa y enseñar la doctrina
cristiana a los presos, con todos los ornamentos y demás requisitos exigidos
por la iglesia. El capellán de la cárcel devengaba un sueldo de trescientos
pesos, cancelados por el tribunal.309

305 Ordenanzas…, Título IV, Ords. 1 y 12.


306 Ibid., Tít. VIII, Ords. 24-25.
307 Ibid., Tít. IX, Ord. 25.
308 Ibid., Tít. XIV, Ords. 12 y 14.
309 Ibid., Tít. XVI, Ord. 1.
184 Alí Enrique López Bohórquez

El presidente y ministros de la Audiencia estaban obligados a asistir


puntualmente a la iglesia a la celebración de algunas “fiestas de tablas”.
El Jueves Santo, en ausencia del presidente-gobernador, se debía poner la
llave del “Arca del monumento donde se custodia al Santísimo” en manos
del regente y, en su defecto, del oidor más antiguo, por ser las personas de
mayor representación en la ciudad de acuerdo con las leyes. A los ministros
se les tenía que rendir y guardar todos los honores y regalías, cuando el
presidente-gobernador no asistía a la iglesia; como por ejemplo, sentar al
regente en “silla con almohada de terciopelo” quien, además, en los actos
públicos solamente era precedido por el arzobispo. En grave enfermedad
de alguno de los ministros o de sus mujeres, los demás acompañaban al
“Santísimo” para que un sacerdote impartiera el “viático” o los “santos
óleos”. Correspondía, también, a la Real Audiencia vigilar el cumplimiento
de los días feriados, que en su mayoría eran fiestas de la Iglesia.310

La intervención de la Real Audiencia de Caracas en asuntos eclesiásticos

Si consideramos el reducido número de disposiciones en la


legislación citada sobre injerencia de la Real Audiencia de Caracas en
asuntos eclesiásticos, podría pensarse que se trató de simple relación
entre dos instituciones que compartían aspectos e intereses comunes. Sin
embargo, el ejercicio del patronato real por parte de la Audiencia condujo
a intervención permanente del supremo tribunal en cuestiones temporales
de la Iglesia, por lo cual la jurisdicción eclesiástica quedó considerablemente
sometida al poder secular representado por la magistratura caraqueña.
Ello originó rivalidades entre ambas potestades, particularmente por
la intervención en aspectos extrapatronales, pero también planteó la
necesidad del entendimiento y la colaboración para llevar adelante la
obra evangelizadora y el mantenimiento de la fe católica en la sociedad
colonial. La documentación consultada ha permitido localizar información
sobre los siguientes aspectos: patronato real, censores regios, obispos,
provisor y vicario general, vicario juez eclesiástico, recursos de fuerza
y conocimiento de causas a eclesiásticos, prebendados de las iglesias
catedrales, conventos; fundación, reparación, cuentas y rentas de las

310 Ibid. Tít. XIX, Ords. 1-4, 13 y 15; y Tít. XX.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 185

iglesias; curas párrocos, misiones, misioneros, ordenes religiosas, sagrada


congregación de propaganda fide, capellanías (fundación y cobro de
réditos), obras pías, censos, representaciones, ceremonias y fiestas religiosas,
superintendencia de temporalidades y concesión de gracias eclesiásticas.
El volumen de dicha documentación y los asuntos considerados por la
Audiencia permiten afirmar que los magistrados entendieron bien su papel
en defensa del real patronato y su significado en cuanto al resguardo de la
justicia para evitar excesos y arbitrariedades, incluso de los funcionarios de
la Iglesia. El número de documentos existentes permitiría la realización de
investigación específica sobre el tema, por lo que se ha hecho una selección
de aspectos que permita apreciar la injerencia del tribunal caraqueño en
materia eclesiástica, pues las características e importancia del tema exigen
mayor consideración y reflexión.

Patronato real:

El 10 agosto 1789, con motivo de las solemnes exequias ordenadas


por el obispo de Mérida en honor al fallecido rey Carlos III, ocurrió un
conflicto entre el teniente justicia mayor José Antonio Garín y el vicario
foráneo de Coro Juan Francisco Varela. Este último, sin considerar a las
autoridades seculares, acordó la fecha y ceremonias para dichas exequias.
El teniente Garín consideró que el vicario se había arrogado facultades
patronales que no le correspondían, por lo que se dirigió al gobernador Juan
de Guillelmi para exponerle el asunto y argumentar en contra del vicario
de Coro. Guillelmi pasó el asunto al fiscal de la Audiencia Julián Díaz de
Saravia, quien dictaminó que Francisco Varela había actuado irregularmente
y sin ninguna consideración a la justicia real, previniéndolo sobre las buenas
relaciones con los justicias. El gobernador, como Vice patrono regio,
comunicó al vicario y al obispo de Mérida el dictamen del fiscal311.

Censores regios:

El fiscal de la Audiencia, en su condición de censor regio, el 25 de


septiembre de 1802, autorizó al abogado del tribunal doctor José Lorenzo

311 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo I, pp. 281-284.
186 Alí Enrique López Bohórquez

Reyner para que le representara en la comisión que se encargaría del inventario


de los libros del obispo de la Diócesis de Mérida, Santiago Hernández Milanés312.
Otro hecho relativo al mismo prelado tendría lugar el 10 de noviembre de 1808
cuando la Audiencia decidió que, por no haber en Mérida Claustro de Doctores,
el gobernador de la provincia de Maracaibo tenía la facultad de proponer ante
el tribunal la terna para censor regio, que debía revisar las “conclusiones” en
escuelas y conventos de regulares y de seculares. Tal decisión resultó de la
consulta del gobernador a la Audiencia, en razón de que aquel obispo había
propuesto una terna compuesta por los prebendados de su Catedral313. El
23 noviembre de 1808, se dictó una real provisión al gobernador de aquella
provincia para notificarle que le correspondía facultad de proponer terna para
censor regio en la ciudad de Mérida, por no haber claustro de doctores, y
que en los casos en que ocurrieran debía hacerla entre personas seculares, en
quienes concurran las circunstancias necesarias314. En la misma fecha se remitió
real provisión al gobernador de la Provincia de Cumaná, para que devolviera
a la Real Audiencia las resultas de la que se le libró en 27 de agosto de 1805,
en cumplimiento de la Real Cédula de 19 de mayo de 1801 que disponía el
establecimiento de censores regios en las universidades, conventos, escuelas
privadas de seculares y regulares de todos los pueblos315.

Obispos y obispados:

El volumen de información localizada en cuanto a la intervención


de la Real Audiencia en asuntos relacionados con los obispos evidencia
de el ejercicio del patronato real por parte de los ministros del tribunal
audiencial, y el uso que de estos hizo la monarquía para el control de
algunas actuaciones de las altas autoridades eclesiásticas de Venezuela,
Mérida y Guayana, mediante disposiciones de carácter general o específicas.
Entre las primeras encontramos dos relativas a los libros de registros y a
la elección de funcionarios eclesiásticos. En sesión del 12 de enero 1790,
la Audiencia acordó dirigirse para “rogar y encargar” a los obispos de las

312 Ibid., pp. 201-203.


313 Ibid., pp. 73-77.
314 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo. XXXIII, fols. 68-69.
315 Ibid., fol. 301.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 187

diócesis de Caracas y Mérida para que exigieran a los curas párrocos de


sus respectivas jurisdicciones el asentamiento de partidas de casamientos y
de bautismos de personas blancas y sus hijos en libros destinados a ellos;
de igual manera, libros para registros de las gentes de color y, para ambos
casos, la manera de hacer los respectivos asentamientos. La decisión del
tribunal fue elevada ante el Consejo de Indias, lo cual dio origen a la Real
Cédula del 8 de julio de 1790316. Por otra parte, el 12 septiembre 1798, los
ministros de la Audiencia comunicaron a los obispos de Venezuela, Guayana
y Mérida, y a sus respectivos cabildos eclesiásticos, el contenido de la Real
Cédula del 20 de septiembre, referida a las características que debían tener
los prelados electos para el cargo de provisor y vicario general317.
En cuanto al obispado de Venezuela se refiere, la primera intervención
audiencial fue para hacer cumplir la Real Cédula del 20 de julio de 1790, que
ordenaba remitir a España, a la brevedad posible, testimonio de los autos
promovidos ante la Audiencia por el obispo Mariano Martí, sobre habérsele
despojado de la autoridad que tenía de nombrar el administrador de una
hacienda de cacao, que había dejado Sebastián Díaz para dote de mujeres
pobres318. El 17 diciembre 1794, se autorizó al obispo de Caracas, Juan
Antonio de Viana, para que conjuntamente con la Audiencia examinara
las solicitudes hechas por María Teresa Esteves y Josefa del Toro para la
fundación de un Convento de Religiosas Dominicas y Casa de Enseñanza de
Niñas319. Diversas fueron las peticiones de los obispos para que la Audiencia
confirmara algunas de sus actuaciones, como fue el caso de la solicitud que
hiciera dicho prelado para que se le permitiera el uso de mil pesos de los
fondos de la Obra Pía de Cata, para el Colegio de Niñas Educandas. Ello
fue comunicado a la Audiencia por Real Cédula del 18 de mayo de 1795,
mediante la cual se solicitó rindiera el informe correspondiente, para tomar
una decisión al respecto320. Otra fuente evidencia que el alto tribunal despojó
al obispo de Caracas del derecho de asignar y distribuir dotes para doncellas

316 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1787-1792, Tomo IV, fols. 219-224.
317 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo I, pp. 76-78.
318 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1787-1792, Tomo IV, fols. 240-251.
319 A.G.N.(Caracas). reales cédulas, 1792-1795, Tomo V, fols. 273-275.
320 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1795-1797, Tomo VI, fols. 1-5.
188 Alí Enrique López Bohórquez

pobres de los fondos y réditos que producía la referida obra pía321. El 31 de


agosto de 1798 se solicitó a la Audiencia que informara acerca de la instancia
del obispo fray Juan Antonio de Viana, relativa a que se le concediera permiso
para reformar dos Constituciones Sinodales referidas a las limosnas de misas
de Capellanías322.
Llama la atención el número de intervenciones de la Audiencia
con respecto al obispado de Guayana, a partir de su establecimiento en
1790 e inicio de las funciones de su primer obispo, Francisco de Ibarra,
desde 1792. Probablemente la distancia y su extensión determinaron que
ello ocurriera. El 1 de septiembre de ese año, este prelado presentó a la
Audiencia los originales de las bulas y real ejecutorial, certificaciones de
su consagración ante el obispo de Puerto Rico y juramentación ante el
gobernador de Venezuela Juan Guillelmi, a los fines de recibir el “pase
regio” para iniciar sus funciones en el nuevo obispado323. Al dar comienzo
a sus funciones, el obispo procedió a disponer sobre asuntos para mejor
gobierno eclesiástico, lo cual entró en contradicción con la autoridad del
gobernador de la Provincia de Cumaná, quien inmediatamente protestó
ante el rey al respecto, por lo que por Real Cédula del 4 mayo 1796 se
notificó a los magistrados de Caracas que resolviera lo más conveniente
en beneficio del mantenimiento del orden y lo que correspondiese a cada
autoridad en sus respectivas áreas de influencia324. Uno de los aspectos más
que preocupó a las autoridades coloniales, en particular a la Audiencia, fue
el cobro indebido de derechos por parte de los eclesiásticos. Por ello, el
15 abril 1796, se libró real provisión “de ruego y encargo”, sobre carta de
la librada en 28 de abril del año anterior, dirigida al reverendo obispo de
la Provincia de Guayana, para que dejando testimonio remitiera íntegros
y originales los autos que se hallaren en dicha ciudad o en la de Cumaná,
formados por el vicario Antonio González, sobre recaudación de libre
derecho325. Nuevamente, el 20 de octubre de ese año, la Audiencia despachó
otra real provisión para que el gobernador de la Provincia de Cumaná se

321 A.G.N.(Caracas). reales cédulas, 1776-1804, Tomo XII, fols. 167-170.


322 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1797-1803, Tomo VII, fols. 57-58.
323 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo I, p. 206.
324 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1795-1797, Tomo VI, fols. 125-126.
325 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo VIII, fols. 367-368.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 189

dirigiera al obispo Francisco de Ibarra, procurando remisión a la mayor


brevedad posible del testimonio de los autos que el referido vicario había
formado sobre cobranza de subsidios326. De fecha 6 de noviembre de
1798 es la Real provisión dirigida al mismo obispo para que cumpliese lo
determinado por la Real Audiencia en vista del expediente formado sobre
declaratoria del conocimiento de las demandas de principales y réditos de
Capellanías y Obras Pías327.
El segundo obispo de Guayana, José Antonio de Mohedano, tal
como había hecho su antecesor, el 11 de agosto de 1801 se dirigió a la
Audiencia, por medio de su procurador, para hacer presentación de sus bulas
y certificación de que constaba el pase de ellas por el Consejo de Indias, a
efectos de que se examinaran y otorgara el permiso para su consagración.
De nuevo el cobro de derechos daría origen a real provisión, del 15 de
marzo de 1802, dirigida al obispo de Guayana, para que cumpliera lo que
prevenía la Real Audiencia sobre exacción y cobranza de la contribución
impuesta sobre los “legados y herencias en las sucesiones transversales”328.
Diversos testimonios hablan de la intervención de la Audiencia en el
obispado de Guayana en cuanto al guardián de propaganda fide de la
ciudad de Barcelona y al gobierno espiritual de los pueblos de misiones y
actuación de religiosos329.
Ante la muerte del obispo de Guayana, José Antonio de Mohedano,
fue electo el ilustrísimo José Bentura Cabello el 19 de agosto de 1805,
pero por motivos de guerra la Real Cédula de su designación se extravió,

326 Ibid., Tomo IX, fols. 343-346.


327 Ibid., Tomo XII, fols. 154-156.
328 Ibid., Tomo XXI, fols. 269-272.
329 Ibid., Tomo XXIII, fols. 161-162: real provisión del 5 mayo 1803 dirigida al reverendo obispo
de la Provincia de Guayana, para que cumpla lo que se le previene por este Real Despacho
en vista del expediente sobre lo ocurrido con el guardián de propaganda fide de la ciudad de
Barcelona. P. Buenaventura de Carrocera: Misión de los Capuchinos en Guayana, III, pp. 234-235:
Carta del obispo de Guayana a la Audiencia de Caracas del 6 de mayo de 1803 sobre entrega de
los pueblos misionales a la jurisdicción episcopal. A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, XXIII, fol.
689: real provisión del 15 de diciembre de 1803 al reverendo obispo de la Provincia de Guayana,
para que dejando testimonio de los autos que se expresan en el escrito inserto, producido por el
presbítero Andrés Antonio Callejón, los remitan originales a esta Real Audiencia en el segundo
correo después de la intimación. Ibid., Tomo XXIV, fols. 429-430: real provisión del 12 de julio
de 1804 al reverendo obispo de Guayana, por la que se declara que sus providencias libradas
en la competencia que le ha suscitado el Guardián de la propaganda fide de Barcelona, sobre el
gobierno espiritual de la población de Santa Cruz de Orinoco, han debido y deben ejecutarse.
190 Alí Enrique López Bohórquez

por lo que el nuevo obispo no conoció de su nombramiento hasta marzo


de 1808 y ello a través de la Gaceta de Madrid. En razón de esto, Bentura
Cabello se dirigió a la Audiencia el 9 de marzo de ese año para remitir los
documentos que acreditaban su promoción a la Diócesis de Guayana,
solicitando su reconocimiento de obispo. Después de certificar la validez
de los documentos, la Audiencia le autorizó para prestar el juramento de
ley. El tribunal conocería posteriormente de la Cédula original y el 20 de
enero de 1809 otorgó el pase a la misma330. El obispo, en razón de los gastos
ocasionados por la pérdida de los documentos que le acreditaban como
tal, y traslado a Guayana, se dirigió a la Audiencia el 17 de abril de se año
solicitando autorizar el pago de cuatro mil pesos asignados por el rey a la
Mitra. El tribunal informó al intendente de Ejército y Real Hacienda para
gestionar lo solicitado331.
El obispado de Mérida también fue objeto de intervención por
parte de los ministros de la Real Audiencia, siendo el cobro de derechos
una de las causas de ello. Así, el 15 marzo 1802, se dictó real provisión al
gobernador sede vacante del obispo de la ciudad de Mérida, en razón de
la muerte de fray Cándido Torrijos, para que cumpliera lo que se previene
en la Real Cédula del 11 de junio de 1801 sobre exacción y cobranza de
la contribución impuesta sobre los legados y herencias en las sucesiones
transversales332. El obispo nombrado para la Diócesis de Mérida, doctor
Santiago Hernández Milanés, se dirigió a la Audiencia el 30 de junio de
1802 para presentar las bulas pontificias y real ejecutorial del obispado de
Mérida de Maracaibo y solicitar la concesión del pase regio a los referidos
documentos, y así proceder a su consagración por parte del obispo de
Caracas. Rendido el informe del fiscal al respecto, la Audiencia autorizó el
pase el 3 de julio333. El 28 de enero de 1807, Hernández Milanés pidió a
la Real Audiencia se mandara publicar, guardar, cumplir y ejecutar la Real
Orden de 19 de diciembre de 1803, relativa a impedir el “vicio de lascivia”,
reconocido como una práctica común en la jurisdicción de su obispado334.

330 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, I, pp. 214-215.
331 Ibid., p. 216.
332 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo XXI, fols. 206-209.
333 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo I, pp. 190-191.
334 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo LXII, fols, 101-110.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 191

Por real provisión del 20 de agosto de 1807, al reverendo obispo de la


ciudad de Mérida, la Audiencia dispuso que se observara en los pueblos
aquella esa diócesis la Real Cédula sobre distinción de libros parroquiales,
respectiva a las clases de gentes que hay en estos dominios, como lo había
ordenado para Guayana al crearse aquel obispado335.
Al crearse el obispado de Mérida en 1778, Maracaibo y Barinas
protestaron por la instalación de esa diócesis, alegando razones de condiciones
climáticas y distancias con respecto de aquellas ciudades y demás villas y
pueblos que formaban esa jurisdicción eclesiástica336. Barinas alegó que su
prosperidad económica y elevada población no habían sido tomadas en cuenta
para conferirle la sede del nuevo obispado y que el territorio asignado a la
diócesis merideña era muy extenso, por lo que solicitaban se considerara la
posibilidad de establecer en esa ciudad un obispado propio. Los argumentos
de tal petición los fundamentaba el Cabildo de Barinas, en representación del 8
de octubre de 1798, en los siguientes aspectos: los problemas que ocasionaba
un viaje hacia Mérida, dadas las características de la topografía que separaba
ambas ciudades, la poca atención que hasta entonces había dado el obispo a la
feligresía barinesa, no realizándose hasta entonces visita alguna, y que Barinas
no era una ciudad inferior a las que se les había conferido hacía pocos años la
gracia de tener un obispado337. Ante tales actitudes de Barinas, correspondió
al obispo Santiago Hernández Milanés rebatir las consideraciones hechas
por los barineses338, argumentando que el camino entre Mérida y Barinas no
fuera altamente peligroso, pues diariamente era transitado por arrieros que
comerciaban los frutos de sus respectivos territorios. En lo que a las visitas
eclesiásticas se refiere, el obispo –haciendo una relación de los prelados
que le habían antecedido en el cargo– intentó demostrar que a pesar de las
dificultades para realizarla por parte de los anteriores obispos y por él mismo,
sin embargo Barinas no había resultada lesionada en sus asuntos espirituales.

335 Ibid., Tomo XXX, fols. 36-39.


336 A.G.I. Caracas, 397: Carta del Cabildo de Maracaibo del 24 de abril de 1788, alegando las razones
por las cuales Mérida no debía ser la sede del obispado y si Maracaibo. El único estudio al respecto
es el de Ildefonso Leal: “Barinas y el Proyecto de obispado en 1798”, antes citado.
337 A.G.I. Caracas, 415 y 108: Expedientes sobre la solicitud de Barinas para el establecimiento de un
obispado.
338 A.G.I. Caracas, 108: Carta del obispo de Mérida, Santiago Hernández Milanés (Niquitao, 12 de
diciembre de 1803).
192 Alí Enrique López Bohórquez

En cuanto a la cristianización de los indígenas, señaló Hernández Milanés que


era argumentación exagerada, ya que solamente se conocían en su jurisdicción
eclesiástica, próximos a Barinas, unos indios no totalmente pacificados.
La confrontación entre el Cabildo de Barinas y el obispo de Mérida
por la fundación de un nuevo obispado dio origen a la intervención del
arzobispo de Caracas, Francisco de Ibarra, y de la Real Audiencia. En el caso
de ésta, dos fueron las opiniones expuestas en el tribunal audiencial. Una del
fiscal José Gutiérrez del Rivero y otra de la Audiencia en real acuerdo. Aquél,
con fecha 31 de agosto de 1804, respaldó la solicitud del Ayuntamiento
barinés, en razón de que consideraba que al obispo de Mérida no le era
fácil “…predicar la divina palabra por si mismo a los fieles de Barinas, por
deberla hacer en las ocho ciudades, cuatro villas e infinidad de pueblos…
que le quedan en su diócesis desmembrada de aquella…”, así como “…
por la aspereza de los caminos que median entre Mérida y Barinas, pues
así lo deponen informes de los testigos…”, lo cual evidentemente impedía
que aquel prelado pudiera

…conferir el sacramento de la confirmación a los habitantes de Barinas que


han estado privados por espacio de más de doscientos veinte años que tiene de
fundación aquella ciudad (…) sin que por la primera vez hayan visto obispo
y conocido a su pastor…

Con estos argumentos, el fiscal sustentaba el establecimiento de un


obispado en Barinas, con lo cual se podría “…catequizar la multitud de
indios gentiles que habitan los inmensos llanos de Apure…y el eco de la
palabra divina llegará con más prontitud y energía…entonces tendrá aquella
provincia abundancia de ministros y sus habitantes acallarán sus quejas que
ahora dan…y se cortará de raíz las grandes disputas que hay entre los cabildos
de Mérida y Caracas sobre el terreno del Apure…”. Agregaba Gutiérrez
del Rivero que Barinas contaba con recursos económicos suficientes para
sostener el obispado, sin que ello menoscabara los beneficios eclesiásticos
de Caracas y Mérida, concluyendo su argumentación con el respaldo a la
idea de crearse en aquella comandancia un obispado. A pesar del informe
del fiscal, el 9 de enero de 1805, la Audiencia prefirió aceptar las sugerencias
del obispo Hernández Milanés en el sentido de que no se estableciera en
diócesis en Barinas, en tanto la de Mérida resolviera el asunto de sus límites
y la construcción de su catedral. Además, señalaban los magistrados que
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 193

también debían resolverse otros problemas que tenía Barinas, por lo que
consideraban pertinente que transcurrieran cuarenta años, en cuyo tiempo
incrementaría su población y rentas339.

Provisor y vicario general:

El fiscal de la Audiencia comunicó a los obispos de Caracas, Mérida


y Guayana, y a respectivos cabildos eclesiásticos, el 12 de septiembre de
1798, el contenido de la Real Cédula del 20 de septiembre de 1797, referida
a las características que debían tener los prelados electos para el cargo de
provisor y vicario general, cuidando con ello que recayera en personas
idóneas y preparadas para cumplir digno empleo eclesiástico, segundo en
importancia después del obispo340. Para Mérida se dictaron provisiones
para el provisor y vicario general en materia de recursos de fuerza de los
eclesiásticos e inventarios de bienes341; mientras que el de Caracas fue
objeto de un informe por parte de los magistrados del alto tribunal, como
lo mandaba la Real Cédula del 2 de febrero de 1804, en cuanto al derecho
que se arrogaba de ver y examinar en su tribunal los interrogatorios “por
donde han de examinarse los eclesiásticos que se presenten por testigos en
los juicios de disensos”342. Más profusa fue la injerencia de la Audiencia de
Caracas en asuntos relacionados con el provisor y vicario general del obispado
de Guayana, tales como: validación o nulidad de matrimonio, apelaciones,
juicios por cumplimiento de esponsales, órdenes religiosas, recursos de
fuerza, propaganda fide, excesos de religiosos y derechos parroquiales343.

339 Esta información está recogida en Ildefonso Leal: “Barinas y el Proyecto de obispado en 1798”,
pp. 368-370.
340 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana. Tomo I, pp. 76-78.
341 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo III, fol. 16: real provisión del 9 de enero de 1791 al provisor
y vicario general de la ciudad de Mérida, o a la persona que ejerciere aquella jurisdicción, para que en
el recurso de fuerza introducido por el presbítero don José Villasmil, cumpla lo que se le previene por
esta Real Audiencia.. Ibid., III, fol. 526: real provisión del 9 de diciembre de 1791 al provisor vicario
general de la ciudad de Mérida, para que remita a esta Real Audiencia los autos de inventario del
presbítero doctor José Osuna, según se le previene.
342 A.G.N. (Caracas). reales cédulas, 1803-1806, Tomo VIII, fols. 106-110.
343 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo XXIII, fols. 250-251:real provisión del 1 de julio de 1803
al provisor y vicario general de la Provincia de Guayana para que cumpla lo que se le previene por
esta Real Audiencia en vista de los autos que se acompañan, obrados sobre la validación o nulidad del
matrimonio celebrado por Cayetano Esparza, natural de la Provincia de Guipuzcoa con Ana María
194 Alí Enrique López Bohórquez

Vicario juez eclesiástico:

La Real Audiencia tuvo mayor cuidado en los asuntos de administración


de justicia, incluyendo la de vicario juez eclesiástico, a quien correspondía
ver los casos de orden moral o relacionados con la comunidad eclesiástica
que las leyes permitían. Veamos algunos ejemplos en lo que al obispado
de Venezuela se refiere: El 17 de marzo de 1791 se dictó real provisión al
vicario eclesiástico de la Villa de Calabozo, para que en los autos obrados
contra el regidor alguacil, mayor Francisco Esteban Rodríguez Camero,
sobre disensiones con su legítima mujer Rufina del Carmen Cansines y
otros excesos, cumpliera lo determinado por la Real Audiencia, de acuerdo
con lo establecido por la legislación al respecto. Otra provisión del 29 de
marzo de 1791, dirigida al vicario eclesiástico del pueblo de La Victoria, trata

Rodríguez Argumedo. Ibid., Tomo XXII, fol. 399: real provisión del 26 noviembre 1803 al provisor
y vicario general de Guayana, para que cumpla lo que se le previene por esta Real Audiencia en vista
del expediente obrado a su instancia, y el de esta diócesis, sobre que se declare por punto general para
donde deben otorgar las apelaciones, respecto a no haber Metropolitano. Ibid., Tomo XXIV, fol. 448:
real provisión del 10 de julio de 1804 al provisor y vicario general de Guayana, para que continúe en el
conocimiento de la causa promovida en su tribunal por Isabel Rojas, contra Fernando Guillén, vecino
de Barcelona, por cumplimiento de esponsales. Ibid., Tomo XXVI, fols, 479-480: real provisión del 2
de septiembre al discreto provisor de la Provincia de Guayana, para que continúe, según su estado, en
la causa que sigue Salvador Lejarazú a nombre de su legítima hija Antonia con Ambrosio Arce, sobre
esponsales. Ibid., Tomo XXVII, fols. 320-324: real provisión del 23 de mayo de 1806 por la cual se
ruega y encarga al Cabildo Eclesiástico y vicario General de la ciudad de Guayana, informen lo que
se les ofreciere y pareciere más oportuno sobre la separación de aquella misión de Franciscanos
Observantes, de la de Cumaná. Ibid., Tomo XXVIII, fol. 56-57: real provisión del 22 de julio de
1806 al discreto provisor sede vacante de la ciudad de Guayana, a la que se acompañan originales
los autos seguidos contra fray Manuel Marcos, por los excesos que se atribuyen en el pueblo de
San Miguel de la Provincia de Cumaná, para que oyendo a las partes les administre justicia. Ibid.,
Tomo XXVIII, fol. 39: real provisión del 23 de julio de 1806 al discreto provisor de la Provincia
de Guayana, para que informe a la Real Audiencia de la representación del colegio de propaganda
fide de la ciudad de Barcelona, relativa a que se suspendan los efectos de la Real Cédula de 8 de
julio de 1803, en que se previene la secularización de los pueblos de indios de aquella misión. Ibid.,
Tomo XXVIII, fols. 334-336: real provisión del 10 de noviembre de 1806 por la cual se declara
que el discreto provisor de la Provincia de Guayana, en no otorgar libremente la apelación que
interpuso el cura rector de aquella santa iglesia catedral, Domingo Díaz Tarife, en los autos que
sigue con los Canónigos sobre derechos parroquiales y otros incidentes, no hace fuerza. Ibid.,
XXIX, fols. 65-66: real provisión del 17 de febrero de 1807 al discreto provisor de la Provincia de
Guayana, para que a la mayor brevedad evacúe el informe que le está pedido sobre la instancia del
devoto padre guardián de propaganda Fide de la ciudad de Barcelona, a fin de que se restituyan a
los religiosos de su orden, los curatos de que se les ha despojado. Ibid., XXXI, fols. 47-48 y XXXII,
fols. 52-53: real provisión del 30 de marzo de 1808 al discreto provisor de la ciudad de Guayana,
para que remita a esta Real Audiencia la causa suplicatoria que el reverendo padre guardián del
convento de propaganda Fide de Barcelona, le dirigió a fin de que se concediese título de cura
interino del pueblo de Clarines, al religioso fray Josef Lloret.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 195

acerca del recurso de fuerza introducido por parte de Francisco Abreu, en


razón de que le fueron embargados sus bienes y le pusieron un cepo, por
haber tenido comunicación con una mujer baja del pueblo, resultando ésta
en cinta, ordenando la Audiencia al vicario que devolviera lo incautado y
soltara al reo para seguir el juicio dentro de lo establecido en las leyes. El
4 diciembre 1793 se comunicó al vicario foráneo de la ciudad de Guanare
que cumpliera lo determinado por los magistrados de Caracas, vista de lo
representado por el fiscal Julián Díaz de Saravia en el expediente formado a
instancia de Gabriel Pagola, sobre que José Manuel Alzuru conceda licencia
a su legítima hija Josefa Alzuru, para casarse con él344.
En el obispado de la Diócesis de Guayana las decisiones del vicario
juez eclesiástico en problemas de matrimonios fueron objeto de atención por
parte de la Real Audiencia. De mucha resonancia fue el caso del vicario de
Cumaná, Antonio González, quien pretendía llevar adelante el casamiento
de la hija del gobernador de aquella provincia, Pedro Carbonell, quien se
oponía a ello, por lo que se mandó por Real Cédula del 10 de septiembre de
1793 que la Audiencia conociera del caso. Una nueva disposición real, del
22 de septiembre, remitía los documentos que al respecto había presentado
el vicario, ordenándosele al tribunal que informara la desavenencia surgida
entre ambos funcionarios345. Por real provisión del 19 de diciembre de 1807
se ordenó al vicario juez eclesiástico de la ciudad de Cumaná que desistiera de
los autos obrados por Luis de la Cova, quien se oponía a que su hija Joaquina
contrajera matrimonio con el comerciante José Serrano. Otro mandato
audiencial al mismo vicario del 3 de junio de 1808, le reclamaba no haber
comunicado a Cova sobre la soltería de Serrano y haber incoado un recurso
de fuerza improcedente ante el discreto provisor de la ciudad de Guayana346.
De igual manera, el 21 de agosto de 1807, la Audiencia determinó que en los
autos seguidos por el vicario juez eclesiástico de Barcelona en la demanda
que seguía Juan González contra el presbítero Juan Alfaro, por el cobro de
una deuda, no procedía el recurso de fuerza347. En el distrito de la diócesis

344 Los casos referidos en A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo III, fol. 130; Tomo III, fol. 158; y Tomo
V, fols. 699-700.
345 A.G.N. reales cédulas, 1792-1795, Tomo V, fols. 84-86 y fols. 87-91.
346 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo XXX, fol. 391; y Tomo XXXI, fols. 76-80.
347 Ibid., Tomo XXIX, fol. 90.
196 Alí Enrique López Bohórquez

de Mérida de Maracaibo también debió actuar el tribunal de Caracas ante


decisiones tomadas por vicarios jueces eclesiásticos de distintos lugares de
aquel obispado en materia de matrimonios348.

Recursos de fuerza, conocimiento de causas eclesiásticas:

La reclamación que hacía un particular o un religioso ante la Real


Audiencia por la sentencia de un juez eclesiástico inexperto o que no
había seguido las exigencias de las leyes, así como el impedimento de
aquel para que se apelara al superior fueron hechos que condujeron a
que el agraviado exigiera al tribunal que se “levantara la fuerza o abuso”
que se le estaba haciendo. Ante tal solicitud, no competía a la Audiencia
el conocimiento de la causa y sólo se limitaba a declarar si a los jueces
eclesiásticos correspondía el caso, si habían incumplido con las disposiciones
correspondientes o para resolver las competencias entre jueces eclesiásticos.
Para ello, el tribunal audiencial debió utilizar a gobernadores, comandantes,
tenientes, corregidores y demás justicias ordinarias, para que le auxiliaran
en la determinación del uso del recurso de fuerza349. Veamos ahora algunos
ejemplos: El 9 de agosto de 1789, la Audiencia expidió real provisión ante

348 Ibid., Tomo IX, fols. 19-20: real provisión del 28 de junio de 1796 al vicario juez eclesiástico de la
ciudad de Maracaibo, para que en los autos que se acompañan en 35 folios, seguidos por Francisco
Vera para impedir a Juana Francisca Lozada y Noboa el matrimonio que pretende contraer con
José María Rodríguez, y que acceda al que tenía con él contratado, cumpla lo que se le ordena
por esta Audiencia. Ibid., Tomo XII, fols. 101-103: real provisión del 1 de octubre de 1798 al
vicario foráneo de Barinas, para que cumpla lo determinado por esta Real Audiencia en vista de
los autos seguidos por Cándido Contreras, contra Baltazar Maguregui, sobre estrecharle a que
lleve a efecto el matrimonio que trató con María de la Asunción Contreras. Ibid., Tomo XX, fols.
61-62: real provisión del 14 de agosto de 1801 al vicario eclesiástico del pueblo de Nutrias, para
que cumpla lo que se le previene por esta Real Audiencia en vista del Recurso de Fuerza hecho a
ella por María Ignacia Cuevas, contra las providencias que ha dictado en la causa que contra ella
sigue Manuel Antonio Huerta, por esponsales. Ibid., Tomo XXII, fols. 385-387: real provisión
del 20 de noviembre de 1802 dirigida al vicario eclesiástico de la ciudad de Maracaibo, para que
remita a este Real tribunal los autos que ha formado contra el presbítero Cristóbal Ortega, por
haber querido matrimoniar a Antonio Lino López, sin proceder las ritualidades ordinarias, en
conformidad de lo mandado.
349 A.G.N. (Caracas): Reales Provisiones, Tomo I, fols. 424-453: real provisión circular del 22 de diciembre
de 1788 al gobernador de la provincia de Maracaibo, para que cumpla y ejecute en su respectivo
departamento y distrito, cuanto se le previene en el auto inserto, sobre la intimación del real auxilio
de las fuerzas de los jueces eclesiásticos. Esta misma disposición fue enviada al comandante de
la provincia de barinas, tenientes y corregidores, inserta en los fols. 454 al 525, 547 y 550-552.
También están registradas allí el acuse de recibo de los mencionados funcionarios.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 197

el recurso intentado por José Ponce de León, en la causa que le han seguido
los religiosos dominicos de la Isla de Margarita, por insultos y difamaciones
que le imputan, irrogados a dicha orden350. Al gobernador de la provincia de
Cumaná se ordenó, el 13 de octubre de 1790, para que conociera el recurso
de fuerza interpuesto por el presbítero Patricio Quintero, por obligarle el
juez eclesiástico a servir el curato de San Diego, al que había renunciado351.
Una real provisión fue enviada al vicario juez eclesiástico de la ciudad de
Cumaná, el 26 de marzo de 1791, para que en los autos de fuerza seguidos
por María de la Merced Gordón contra Pedro Suárez, por demanda
matrimonial, cumpla lo que se le previene por la Real Audiencia352.

350 Ibid., Tomo XLVI, fols. 259.


351 Ibid., Tomo II, fols. 386-387.
352 Ibid., Tomo III, fol. 301. Otros ejemplos del uso del recurso de fuerza: en Ibid., Tomo IV, fols.
632-635: real provisión del 20 de noviembre de 1792 al alcalde de la Hermandad del Valle de
Aroa, para que en el recurso hecho a esta Real Audiencia por el procurador Feliz de Armas, a
nombre del bachiller Juan José Bustillos, cura rector de la iglesia parroquial de dicho valle, por
no haberle satisfecho su cóngrua sustentación y oblato, desde el año de 1783. Ibid., Tomo VI,
fols. 419-422: real provisión del 3 de julio de 1794 al reverendo obispo de Mérida, para que en
el distrito de la Diócesis haga se observe lo determinado por esta Real Audiencia en vista de lo
representado por los notarios de la curia eclesiástica de esta ciudad, en el recurso hecho por José
María del Castillo. Ibid., Tomo III, fols. 225-228: real provisión del 5 de abril de 1791 al cura del
pueblo de Moroturo, interino del de Siquisique, Sebastián Vásquez Coronado, para que en los
autos seguidos por Marcelo Pérez contra Juan Domingo Antía, siendo corregidor del pueblo de
Siquisique, por suponer haberle gravado con una injusta prisión, y demás que de ellos resulta,
cumpla lo determinado por esta Real Audiencia. Ibid., Tomo X, fols. 422-423: real provisión del
11 de mayo de 1797 al vicario foráneo de la ciudad de Maracaibo, para que cumpla lo que se le
previene por esta Real Audiencia en vista del testimonio que ha remitido, por recurso de fuerza,
introducido por Juan Antonio González, en los autos que sigue contra María del Carmen Lizardo,
por cumplimiento de esponsales. Ibid., X, fols. 360-367: real provisión del 17 de mayo al teniente
de justicia mayor del pueblo de Guarenas, para que cumpla lo que se le previene por esta Real
Audiencia en los autos seguidos por el presbítero Juan Rafael Barrios contra varios vecinos del
pueblo de Mariara por haberlo despojado de la tierra de Hato Viejo, injuriándole e impidiéndole la
fábrica de la iglesia. Ibid., Tomo XIX, fols. 18-19: real provisión del 20 de enero de 1801al vicario
eclesiástico de la provincia de Maracaibo, para que cumpla lo determinado por esta Real Audiencia
en vista del recurzo de fuerza hecho a ella por Pedro Alcántara Serviño, en los autos que contra él
sigue María Teresa Andrade, sobre esponsales. Ibid., Tomo XXII, fols. 179-183: real provisión del
13 de julio de 1802 al teniente justicia mayor del pueblo de Santa Lucía, para que cumpla lo que
se le previene por esta Real Audiencia en vista del expediente promovido por Juan José Romero,
contra el presbítero Francisco Pereyra y Álvarez, cura propietario de este pueblo, sobre despojo
de tierras. Ibid., Tomo XXIII, fol. 223:. real provisión del 3 de junio de 1803 al gobernador de
la Provincia de Cumaná para que cumpla lo que se le previene por esta Real Audiencia en vista
de los autos seguidos contra el canónigo de la provincia de Guayana José Queipo Valdez. Ibid.,
Tomo XXVI, fol. 481: real provisión del 2 de septiembre de 1805 al discreto provisor de la ciudad
de Mérida por la cual se declara haber hecho fuerza en no haber otorgado en ambos efectos la
apelación que interpuso Nicolás Rangel del auto de 15 de septiembre de 1803.
198 Alí Enrique López Bohórquez

Los conflictos entre eclesiásticos también fueron interpuestos ante la


Real Audiencia a través del recurso de fuerza. El 6 agosto 1792 se dictó real
provisión al provisor y vicario general de la ciudad de Mérida, En relación
con el recurso de fuerza introducido por el presbítero José Jacinto Villasmil,
contra los procedimientos del obispo que afectaban sus funciones como cura
párroco353. Por real provisión del 1 de septiembre se ordenó al vicario Foráneo
de la ciudad de Carora que cumpliera lo determinado por la Real Audiencia en
razón del recurso de fuerza introducido en ella por José Antonio Aldana, clérigo
de menores de aquel vecindario, en los autos que contra él sigue el presbítero
Juan Vicente Espinoza, por cobro de pesos354. El 26 febrero 1802 la Audiencia
determinó a favor del padre fray Esteban Baldó, quien había interpuesto recurso
de fuerza contra el guardián de propaganda fide del colegio de la ciudad de
Barcelona, quejándose de los procedimientos en su contra355. De igual manera,
el tribunal audiencial conoció y determinó el 27 de junio de 1802 sobre la fuerza
solicitada por José Vicente Padrón, contra el vicario eclesiástico de la ciudad
de Maracaibo por separarle del ejercicio de la mayordomía de la obra pía de
San Nicolás de Bari y parroquia de Curavidal356. La Audiencia desaprobó el 20
noviembre 1807 las providencias que el gobernador de Maracaibo libró, con
dictamen de su asesor, en auxilio de las pretensiones del presbítero Francisco
Aguilar, sobre el recurso de fuerza que éste hizo contra las actuaciones del
vicario juez eclesiástico del obispado de Mérida, quien le obligaba pasase al
pueblo de San Félix a servir de “cura de almas”357.

Prebendados de las iglesias catedrales:

El 15 de septiembre de 1788, la Real Audiencia aprobó, de común


acuerdo con los prebendados de la iglesia catedral de Caracas, el reglamento
de todo lo que pudiera ocurrir en las ocasiones en que hubiera necesidad
de administrarse el “viático” o entierro a alguno de los ministros o de
los individuos del venerable Dean y cabildo eclesiástico, así como de sus

353 Ibid., Tomo IV, fol. 404.


354 Ibid., Tomo XX, fol. 231.
355 Ibid., Tomo XXI, fols. 152-155.
356 Ibid., Tomo LVII, fols. 202-270.
357 Ibid., Tomo XXX, fols. 312-313.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 199

respectivas mujeres, hijos, yernos y nueras. Por no encontrar receptividad en


los prebendados y desconocimiento de lo reglamentado, la propia Audiencia
acordó el 15 de octubre de 1806 archivar el expediente358. Ante la negativa
de los prebendados de la iglesia catedral de Mérida de pagar los montos
de sus medias anatas, al finalizar los primeros cinco años de sus funciones,
asignados por los ministros de Real Hacienda de Maracaibo. El gobernador,
por considerarlos exagerados, remitió el asunto a la Junta Superior de la
Real Hacienda. En la misma estaba representada la Real Audiencia por su
regente y visto el expediente al respecto, el 26 de agosto de 1799, se acordó
que los ministros de Maracaibo tenían razón, por lo que exhortaban a los
prebendados de Mérida a cancelar dicho impuesto359.

Conventos:

Los juicios derivados de legados en testamentos, fundación y cobro de


impuestos a los Conventos por los funcionarios correspondientes también
fueron objeto de tratamiento por la Real Audiencia. Así, el 22 de marzo de
1791 se mandó real provisión al teniente justicia mayor del Valle de Caucagua
para que en los autos obrados por el mayordomo del convento de Carmelitas
de esa ciudad, José Echenique, contra los herederos de Juan Bautista Bello,
cobrando el legado que este hizo en su testamento a dicho convento, cumpliera
lo determinado por la Real Audiencia a favor de dicha orden, en razón de estar
ajustado a las leyes la donación realizada en vida por Juan Bautista Bello360. El
9 febrero 1792, la Real Audiencia solicitó a su presidente, gobernador Pedro
Carbonell, remitir copia de los papeles que existieran en su tribunal relativos a
solicitud sobre la fundación del Convento de Dominicos y Casa de Enseñanza
de Niñas de Caracas361. Dos años más tarde, el 17 de diciembre de 1794, esa
petición seguía pendiente, por lo se autorizó por Real Cédula a los ministros de
la Audiencia para que, conjuntamente con el obispo de Caracas, examinaran las
solicitudes hechas por María Teresa Esteves y Josefa del Toro para la fundación

358 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Tomo II, 288-292.
359 Ibid.
360 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo III, fol. 134.
361 Ibid., Tomo XLVIII, fols. 273-274.
200 Alí Enrique López Bohórquez

de un Convento de Religiosas Dominicas y Casa de Enseñanza de Niñas362.


El 16 de abril de 1796, el prosíndico del Convento de San Francisco de la
ciudad de Mérida, en consideración a los cobros de derechos que se hacen a la
comunidad, se dirigió a la Real Audiencia para manifestar que por las leyes del
reino, los conventos estaban exonerados de tales pagos, por lo que solicitaba
se librara determinación a los tenientes justicia de aquella ciudad, para cesar
la práctica de exigir derechos que no correspondían363.

Fundación, reparación, cuentas y rentas de las iglesias:

En el ejercicio del Patronato Real, la Audiencia intervino en el


manejo de las rentas y construcción de iglesias, ordenando a gobernadores
y tenientes de justicia mayor cumplir con las disposiciones que determinara
al efecto. Por ello, el 22 noviembre 1798 dirigió real provisión al gobernador
de la Provincia de Cumaná para que procediera a la revisión de las cuentas y
rentas de la iglesia de Nuestra Señora de Altagracia de aquella provincia364.
Igual disposición se mandó al mismo gobernador, el 22 de diciembre de
ese año, para que conociera lo concerniente a las cuentas de la iglesia del
pueblo de Altagracia365. Asimismo, se ordenó el 7 mayo 1799 al teniente
justicia mayor de la Villa de Araure para que en los autos promovidos por
el fiscal, a nombre de los indios del pueblo de San Miguel de Acarigua, se
procediera a la reedificación de su iglesia366.

Curas párrocos:

Las denuncias contra abusos y malos procederes de los curas párrocos


también fueron atendidas por los ministros de la magistratura caraqueña.
Por lo general se trató de actuaciones no acordes con su función eclesiástica
y por contravención a normas morales establecidas en la legislación indiana
o reconocidas como costumbre social, conminando en algunos casos tanto
a las autoridades eclesiásticas como a las civiles a corregir tales actuaciones.

362 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1792-1795, Tomo V, fols. 273-275.


363 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo LIII, fols. 202-218.
364 Ibid., Tomo XII, fols. 182-183.
365 Ibid., Tomo XII, fols. 384-386.
366 Ibid., Tomo XIV, fols. 322-323.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 201

Ante el expediente instruido por el justicia mayor del pueblo de Cabruta


para averiguar el desasosiego en que vivían los vecinos de dicho pueblo,
debido a las molestias causadas por el cura párroco Vicente Infante, la
Audiencia dispuso el 20 de octubre de 1791 dar cuenta al reverendo obispo
Mariano Martí, con el fin de que dictara medidas necesarias para corregir
esa situación367. El protector de indios de Maracaibo promovió expediente
en contra de los abusos que los curas párrocos, doctrineros y corregidores
cometían contra los naturales de su jurisdicción, por lo que la Audiencia,
mediante real provisión del 25 de febrero de 1797, se dirigió al gobernador
de esa Provincia para que pusiera remedio al asunto y no se emplearan
en adelante los indígenas en oficios mecánicos de las casas de aquellos
funcionarios eclesiásticos y civiles368. El 12 de julio de 1802 se dictó provisión
al gobernador de la provincia de Cumaná para que cumpliera lo solicitado por
su fiscal protector de indios, a nombre de Pedro Figueroa y Andrés Romero,
quienes se quejaban de las arbitrariedades en su contra cometidas por el cura
fray Francisco Yedra369. De igual manera, la Audiencia era instrumento para
promover a los curas párrocos, como fue el caso del Dr. Francisco Xavier
de Fuenmayor, de la parroquia de Santa Rosalía de Caracas, quien en julio
de 1797 presentó ante el tribunal testimonios de sus méritos y servicios, para
que fueran conocidos por las autoridades españolas370.

Misiones, misioneros y órdenes religiosas:

Los magistrados de Caracas también intervinieron en asuntos


relacionados con misiones, misioneros y órdenes religiosas, velando por el buen
funcionamiento de los pueblos de indios, actuando contra los abusos de los
curas doctrineros, autorizando las actividades del clero regular y el pago de los
derechos eclesiásticos que correspondían, con intervención de los gobernadores
y autoridades eclesiásticas correspondientes. Así, el 7 de abril de 1790 se libró
real provisión al gobernador de la provincia de Guayana para que informara

367 Ibid., Tomo XLVIII, fols. 55-80.


368 Ibid., Tomo X, fols. 82-83.
369 Ibid., Tomo XXII, fols. 166-167.
370 Ibid., Tomo LIV, fols. 1-80.
202 Alí Enrique López Bohórquez

sobre la situación de las misiones del Alto Orinoco371. El 13 enero 1796, el padre
provincial del convento de San Jacinto, fray Vicente Acosta, presentó ante la Real
Audiencia las patentes despachadas por el padre general de la orden, autorizadas
por el Real y Supremo Consejo de Indias, con el fin de que se le otorgara el pase
regio correspondiente372. Por real provisión del 4 de marzo de 1796 se previno
al obispo de la diócesis de guayana y al prefecto de las misiones de Capuchinos
de la provincia de Cumaná para que actuaran en contra del misionero Serafín
de Calanda, por no cumplir ordenadamente sus funciones eclesiales373. En los
mismos términos se despachó otra provisión, el 1 de marzo de 1797, al prefecto
de misiones de capuchinos, para que conociera lo imputado en el expediente
formado a consecuencia de la queja dada por el teniente justicia mayor de la
Villa de San Fernando de Cachicamos, sobre el insulto que con gente armada
le hizo fray de Sorvilán, cura doctrinero de la misión de Altamira374. Personas
particulares también eran utilizadas por la Audiencia para que informaran sobre
determinados asuntos, como fue el caso de Francisco Javier Ortíz, vecino del
pueblo de Cubiro, a quien por real provisión del 11 de diciembre de 1807 se
le solicitó que con la mayor brevedad, cautela y secreto, procediera a recibir
justificación e informara sobre los hechos que los indios de aquel pueblo
imputaban a su cura doctrinero Pedro Vicente Campos375.
Por Real Cédula del 1 de septiembre de 1797 se notificó a la Real
Audiencia sobre el abono de sínodos a los misioneros capuchinos catalanes de
Guayana, para que ejecutasen lo pertinente en beneficio del mejor gobierno de
aquellas misiones376; otra disposición del 7 de septiembre de ese año informaba
sobre lo contenido en la anterior y otros aspectos relativos al gobierno de
aquella misión capuchina377. Por Real Cédula del 28 de septiembre de 1805,
correspondió a la Audiencia notificar sobre lo resuelto por la Corona en cuanto
a la remoción de los misioneros de los pueblos de su distrito, y se le pidió

371 Títulos de Venezuela en sus límites con Colombia. Caracas, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1979,
Tomo III, pp. 135-136.
372 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo LIII, fols. 46-49.
373 Ibid., Tomo VIII, fols. 152-153.
374 Ibid., Tomo X, fols. 237-238.
375 Ibid., Tomo XXX, fols 351-355.
376 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1795-1797, Tomo VI, fols. 333-345.
377 P. Buenaventura de Carrocera. Misión de los Capuchinos en Guayana (1785-1819), Tomo III, pp. 166-
173.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 203

que informara si convenía o no la separación de la Misión de Franciscanos


Observantes de la provincia de Guayana de la de Cumaná378. El tribunal
también atendía solicitudes de los propios eclesiásticos, como fue el caso del
cura doctrinero del pueblo de Paracotos, Francisco Hernández Lugo, quien
en noviembre de 1807 solicitó se librara providencia para que el corregidor del
mismo partido le facilitara cuatro indios para que sirvieran las plazas de cantores
y sacristán, otro que hiciera de fiscal para recoger los demás en la doctrina y dos
que necesitaba para el servicio de su casa, a lo cual accedió la Audiencia379.

Sagrada Congregación de propaganda fide:

Antonio Ybot León señala que los Papas,

…viéndose imposibilitados de dirigir la propagación de la fe en los mundos


descubiertos por el esfuerzo de España y de Portugal, delegaron sus derechos y
depositaron sus deberes en orden a la cristianización de las nuevas tierras en los
monarcas peninsulares, cada uno en el ámbito de sus dominios y navegaciones
ultramarinas. Así nacieron los Reales patronatos de las Indias (…), bajo
cuya égida se fundaron, crecieron y se multiplicaron las misiones en los nuevos
continentes a costa de esfuerzos extraordinarios, espirituales y materiales de los
misioneros, y económicos de las naciones a quienes correspondían según las bulas
de su otorgamiento…380

Agrega este autor que

…los pontífices consideraron necesaria la existencia de un organismo eclesiástico


superior, colocado bajo la exclusiva autoridad de la Santa Sede, que tuviera
a su cargo la suprema coordinación de las actividades misionales de la Iglesia
hasta entonces distribuidas entre los Príncipes seculares de los Estados
descubridores.

378 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1803-1806, Tomo VII, fols. 229-237.
379 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo LXI, 142-157.
380 Antonio Ybot León: La Iglesia y los Eclesiásticos Españoles en la Empresa de Indias. Barcelona (España),
Salvat Editores, 1961, pp. 312-313.
204 Alí Enrique López Bohórquez

Este organismo no fue otro que la Sagrada Congregación de la


propaganda fide, la cual fue establecida en 1622 por decisión de Gregorio
XV e integrada por trece purpurados, dos obispos y un secretario, teniendo
jurisdicción en “…aquellos territorios de infieles no sujetos a Patronato Real
o que, estándolo, no hubiesen recibido ninguna labor cristianizadora…”381.
Por su parte, Enrique D. Dussel explica con diversos ejemplos que la
Congregación tenía la intención de atacar frontalmente al patronato real
en razón de los vicios de las misiones, los conflictos entre las órdenes y
de éstas con los obispos, la ingerencia de las autoridades coloniales en
asuntos eclesiásticos no incluidos en el patronato, y el grado de corrupción
de muchos misioneros. Sin embargo, poco pudo hacer la propaganda fide
para que los funcionarios reales siguieran conociendo sobre esos y otros
hechos, sin admitir los reclamos que hacían uso de las disposiciones de la
Curia romana referidas a dicha Congregación382.
Veamos algunos ejemplos de lo ocurrido al respecto En relación con
la Real Audiencia de Caracas. El 20 de diciembre de 1790, sus magistrados
dictaron real provisión al padre guardián del Colegio de propaganda fide de
la ciudad de Barcelona, para que en los autos seguidos contra el Padre fray
Salvador Jiménez, por quejas de varios de sus feligreses, actuara para eliminar
los abusos que se le imputaban a aquel religioso383. En provisión del 21 de
octubre de 1799, dirigida al presidente del capítulo de propaganda fide de la
misma ciudad, se previno el cumplimiento del método que debe observarse
en la elección del próximo capítulo384. Al mencionado padre guardián, el 26
de febrero de 1802, se le llamó la atención en razón del recurso de fuerza
interpuesto ante el tribunal por el Padre Esteban Bladó, quien se quejaba
de sus procedimientos, contrarios a las normas de convivencia religiosa385.
Al gobernador de la provincia de Cumaná se le solicitó, el 5 de mayo de
1803, que conociera e informara acerca del conflicto entre el reverendo
obispo de Guayana y el guardián de la Propaganda Fide de Barcelona, sobre

381 Ibid., pp. 313-315.


382 Enrique D. Dussel: Historia General de la Iglesia en América Latina. Introducción a la Historia de la Iglesia
en América Latina. Salamanca, Ediciones Sígueme-CEGILA, 1983; Tomo I/1, pp. 348-350.
383 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo II, fols. 477-478.
384 Ibid., Tomo XV, fols. 553-554.
385 Ibid., Tomo XXI, fols. 152-155.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 205

gobierno espiritual de la población de Santa Cruz de Orinoco386. Todavía,


para el 12 de julio de 1804, continuaba la problemática, por lo que se mandó
a dicho obispo que ejecutara lo dispuesto por la Audiencia en beneficio de
los naturales de aquellas misiones387.

Capellanías (Fundación y cobro de réditos):

Las Capellanías “eran fundaciones perpetuas por las que una persona
segregaba de su patrimonio ciertos bienes (en vida o por testamento) y
formaba con ellos un vínculo…destinado a la manutención o congrua
sustentación de un clérigo, que se obligaba por ello a celebrar un cierto
número de misas por el alma del fundador, o de su familia, o a cumplir
otras cargas litúrgicas…”388. La fundación y cobro de réditos de capellanías
también fueron objeto de atención por parte de la Real Audiencia, como
problema de derecho privado en cuanto a la relación de un particular con
la Iglesia y a la intervención de las justicias ordinarias en determinados
casos. Así, el 8 de octubre 1792 se mandó librar provisión a los alcaldes
ordinarios de la ciudad de San Sebastián de los Reyes, para que cumpliesen lo
determinado por la Real Audiencia, en el recurso hecho a ella por Francisco
Antonio Belisario, sobre compelerle a fundar una Capellanía de los bienes
del Dr. Manuel Belisario389. De igual manera, se hizo el 11 de octubre de
1797 para con el teniente justicia mayor del pueblo de El Sombrero, a fin
de que informara sobre los autos seguidos por Pedro Puncel contra Juan
José Santaella, sobre fundación de una Capellanía390. Al obispo de Guayana
Francisco Ibarra se le solicitó, el 6 de diciembre de 1798, notificara al
tribunal sobre el conocimiento de las demandas de principales réditos de
capellanías y obras pías391. En los autos seguidos por Rosalía Ochoa y José
Esteves por cobro de réditos de una Capellanía, la Real Audiencia remitió,
el 20 de noviembre de 1798, real provisión al teniente justicia mayor del

386 Ibid., Tomo XXIII, fols. 169-172.


387 Ibid., Tomo XXIV, fols. 429-430.
388 Manuel Teruel Gregorio de Tejada: Vocabulario Básico de la Historia de la Iglesia. Barcelona (España),
Crítica, 1993, p. 63.
389 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo IV, fols. 560-562.
390 Ibid., Tomo XI, fols. 285-294.
391 Ibid., Tomo XII, fol. 154.
206 Alí Enrique López Bohórquez

Pueblo de Guacara, para que pasara a la ciudad de Valencia a conocer de


ese caso e informara lo correspondiente al tribunal392.

Obras pías:

En su documentado estudio sobre obras pías en Venezuela, Ermila


Troconis de Veracoechea señala que muchos servicios sociales de las
comunidades americanas estaban controladas por el clero. Estos fundaban
y mantenían “…escuelas, hospitales y asilos, los cuales se sostenían
económicamente con los fondos piadosos donados por eclesiásticos o
laicos…, donaciones que se hacían generalmente con un fin de tipo personal
y espiritual: la salvación del alma, siendo éste el origen de las Obras Pías.”.
Así, agrega la autora, “…fueron instituciones fundadas y sostenidas con el
aporte material de una o varias personas quienes, mediante una labor social
o meramente espiritual, trataban de lograr la gracia divina de la salvación del
alma”393. En tal sentido, la administración y fiscalización de las donaciones
estaban a cargo de la Iglesia, la cual por lo general cuidaba que se utilizaran las
rentas de los bienes legados colocadas en censo al 5 %, sin tocar el capital. Las
mismas fueron utilizadas a favor del culto (misas, ornamentos, construcción
y sostenimiento de templos o capillas, compra de aceite y vino, festividades
religiosas, procesiones, etc.) o para una acción social laica (hospitales, dotes,
cofradías, colegios y escuelas, hospicios, capellanías, etc.). Quedaba bien
establecido que el capital destinado a una obra pía no podía ser usado en fines
ajenos a lo indicado por el donante y siguiendo la legislación respectiva, por
lo que no era factible su negociación, en tanto la Iglesia no era propietaria de
los bienes legados. De allí que la obra pía debía disfrutar a perpetuidad de sus
bienes, para no cambiar el propósito de quien había hecho la donación394.
En cuanto al asunto del uso de las rentas de las obras pías por parte
de las autoridades eclesiásticas, considerando las decisiones de los otorgantes
mediante testamentos, también tuvo injerencia la magistratura caraqueña. El
10 de marzo de 1794 la Audiencia consideró la solicitud de dote de la Obra
Pía de Cata395. Por Real Cédula, del 18 de febrero de 1795, se comisionó al

392 Ibid., fols. 176-178.


393 Ermila Troconis de Veracoechea: Las Obras Pías en la Iglesia Colonial Venezolana, pp. 4-5.
394 Ibid., pp. 5-10.
395 Ibid., pp. 260-261.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 207

regente y oidores de la Audiencia de Caracas para que conociera como se


cumplía la última voluntad de Catalina Mejías del Castillo y se distribuían las
rentas de la Obra Pía de Chuao396. Otra disposición real del 18 de mayo de
1795 se refiere al despojo que la Audiencia hizo, al obispo de Caracas, del
derecho de asignar y distribuir dotes para doncellas pobres de los fondos
y réditos que producía la Obra Pía de Cata397. El obispo Juan Antonio de
Viana solicitó que se le permitiera el uso de dos o tres mil pesos de los
fondos de la dicha obra para el Colegio de Niñas Educandas, por lo que por
Real Cédula del 18 de mayo de 1795 se comunicó a la Audiencia lo exigido
por el alto prelado, solicitándosele un informe al respecto398.

Censos:

En general, los estudiosos del derecho indiano, como lo señalan


Gloria Caldera de Osorio y Teresa Albornoz de López, coinciden en definir
los censos como una clase de contrato en el que se establece una relación
jurídica mediante la cual una de las partes (censualista) percibe una pensión
periódica, canon o rédito, casi siempre anual, impuesto sobre una hacienda
o un capital, y la otra parte (censatario) se obliga a pagar la pensión por la
heredad o por la suma del dinero recibida399. En esta clase de contrato, de tan
frecuente aplicación en la América colonial, el censualista por excelencia fue
la Iglesia, institución que podía desempeñar la función rentista por contar con
capital monetario tan escaso y requerido para la época. En problemas surgidos
con eclesiásticos por cobro o aplicación de censos intervino constantemente
la Real Audiencia de Caracas. Así, por ejemplo, el 11 de enero de 1790 sus
ministros dictaron real provisión al teniente de gobernador de Maracaibo para
que, en su nombre, actuara sobre el escrito presentado por Toribio Añez, en
cuanto al litigio que contra él había promovido Pablo Ortega, demandándole
la seguridad de un censo de doscientos pesos400. Por real provisión del 23 de

396 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1792-1795, Tomo XII, fols. 158-166.
397 Ibid., 1776-1804, Tomo XII, fols. 167-170.
398 Ibid., 1795-1791, Tomo VI, fols. 1-5.
399 Gloria Caldera de Osorio y Teresa Albornoz de López: Los censos en Mérida. Siglos XVII y XVIII.
Conceptualización, fuentes y propuestas metodológicas para su estudio. Mérida, Escuela de Historia/
Universidad de Los Andes, 2001, p. XXXII.
400 A.G.N. (Caracas). Reales Provisiones, Tomo II, fols. 19-20.
208 Alí Enrique López Bohórquez

abril de 1790, dirigida a José Navarrete, administrador de la Real Hacienda


de Coro, se le exigió que cumpliera lo mandado por la Real Audiencia en la
demanda entablada por Manuel Martínez, procurador del síndico general
de la limosna de la Casa Santa en aquella ciudad, contra los herederos de
Bernardo Pinto por el cobro de la limosna y los réditos de un censo que
correspondían a dicha Casa401. El 10 de enero 1796 se ordenó al teniente
justicia mayor y Ayuntamiento de la ciudad de San Felipe que interviniera en
los autos ejecutivos seguidos por el síndico procurador del Convento de San
Francisco contra Gabriel Melián, sobre el cobro de réditos de un censo y
demás obras, e informara a la brevedad posible sobre el estado del asunto402.
Otra intervención de un teniente justicia mayor, por orden del alto tribunal
caraqueño, tuvo lugar en Mérida, cuando el 26 de septiembre de 1796 se le
requirió que conociera los autos seguidos por el pro-síndico general de los
conventos de padres franciscanos de la provincia de Maracaibo contra los
bienes del presbítero Bernardo Pérez, en razón de que el principal y réditos
de un censo le estaban reconocidos a dicho Convento403.

Ceremonias y fiestas religiosas:

Por Real Cédula del 23 de septiembre se participó a la Audiencia de


Caracas haberse declarado que no pudiendo asistir el presidente a la Catedral
a la función del Jueves Santo, se colocará la llave del Arca del Monumento del
Santísimo al decano regente o, en su defecto, al oidor más antiguo404. El 13 de
agosto de 1805 se pidió a los ministros de Caracas que informaran sobre la
instancia del Ayuntamiento de Caracas, relativa a que cuando concurra el cuerpo
a las funciones de la iglesia, se le diera la paz405. Por mandato real se solicitó a
la Audiencia, el 17 de febrero de 1807, su parecer sobre el dar una misa el día
de Nuestra Señora del Carmen, en reconocimiento a las victorias conseguidas

401 Ibid., Tomo II, fols. 149-150.


402 Ibid., Tomo VIII, fols. 115-123.
403 Ibid., Tomo IX, fol. 150.
404 A.G.N. (Caracas). Reales cédulas, 1792-1795, Tomo V, fols. 92-96; y Mario Briceño Perozo: Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1960 (BANH, sesquicentenario de la Independencia, 31), pp.
136-139. Otra edición, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1961.
405 Ibid., 1803-1806, Tomo VIII, fols. 227-228.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 209

contra el sedicioso Francisco de Miranda406. El 20 de abril de 1808, el tribunal


levantó testimonio con motivo del recurso que hizo el oidor Honorario
Antonio Fernández de León, quien se quejó de las providencias del discreto
provisor gobernador del Arzobispado, al prohibir que el cura del pueblo de
Maracay le permitiese en su iglesia el uso de silla, cojín y alfombra407.

Superintendencia General de Temporalidades:

El 24 de septiembre de 1798 la Audiencia dictó real provisión dirigida


a los gobernadores del distrito del tribunal para que guardaran, cumplieran
y ejecutaran el contenido de la Real Cédula relativa a la creación de una
Superintendencia General de Temporalidades y nombramiento de director
general de ella, hecho en Juan Arias de Saavedra y Verdugo408.

Concesión de gracias eclesiásticas:

El 22 de junio de 1796, ante representación del fiscal Julián Díaz de


Saravia, se mandó una real provisión al gobernador de la provincia de Guayana,
para que si algún particular tuviera urgente necesidad de obtener Gracias de
Roma, pidiera permiso para solicitarlas a la primera Secretaría del Estado, al
Despacho de Indias o al Consejo del rey y Cámara de ellas409. En la misma
fecha, se comunicó la disposición a todos los tenientes justicias mayores,
corregidores, alcaldes y demás jueces del distrito de esta Audiencia, para que
cada uno de por sí en su respectivo lugar, cumpliera lo determinado para la
solicitud de Gracias de Roma a través de las instancias correspondientes410.

Relaciones entre la Real Audiencia y el Cabildo Eclesiástico de Caracas:

La función fundamental del Cabildo Eclesiástico de Caracas era auxiliar


al obispo en el gobierno de la diócesis, así como en la participación directa para

406 Ibid., 1806-1821, Tomo IX, fols. 34-36.


407 A.G.N. (Caracas). Reales provisiones, Tomo LXII, fol. 188.
408 Ibid., Tomo XIII, fols. 450-451.
409 Ibid., Tomo IX, fols. 42-43.
410 Ibid., fols. 44-45.
210 Alí Enrique López Bohórquez

que la liturgia y el culto divino gozaran de esplendor. Otra de sus tareas fue la de
mantener relación con otras instituciones de gobierno local y provincial, como
ocurrirá a partir del momento en que inicia sus actividades la Real Audiencia de
Caracas en 1787. Desde entonces, la situación de esta dependencia eclesiástica
varía considerablemente, pues ahora contaba con un tribunal que regularía su
actuación y la de diversos aspectos relativos a la actuación de la Iglesia. Las
primeras relaciones entre ambas instituciones se refieren a la regulación de las
normas que debían regir la participación de los ministros de la magistratura
en actos litúrgicos y su recibimiento en la iglesia catedral. El 10 de julio de
1787, el Cabildo Eclesiástico conoció de los oficios del presidente-gobernador
y de la Audiencia mediante los cuales se notificaba la fecha y la función de
gracias que debía realizarse con motivo del recibimiento del Real Sello. A tal
efecto, se acordó que dos prebendados recibieran y despidieran, a la puerta
de la Iglesia, a los magistrados del tribunal audiencial, que el sacristán mayor
practicara las ceremonias y funciones dispuestas con toda la pompa que el
hecho exigía. Aunque el Cabildo expuso por escrito objeciones a varios puntos
de los actos ordenados por aquellas autoridades, por no estar arreglados a lo
establecido en las leyes, estaba dispuesto a observarlos sin perjuicio alguno
de la importancia de los mismos411. Esas objeciones fueron consideradas
por las autoridades españolas y por Real Orden del 14 de marzo de 1788 se
instó al Cabildo Eclesiástico a que, a consecuencia de su recurso, se siguiera
lo referente a la entrada del sello real y a las “funciones de tabla” como se
practicaba en la Audiencia de Santo Domingo412.
En Acta del Cabildo Eclesiástico del 15 de marzo de 1788 se señala que
se había visto oficio del presidente de la Real Audiencia, Juan Guillelmi, que
ponía presente una ley sobre recibimiento en la Iglesia, como se practicaba
en otros distritos audienciales americanos413. Al parecer, durante los dos
primeros años de existencia del tribunal audiencial nada contrario ocurrió
al respecto. El primer gran problema entre ambas instituciones ocurrió
cuando se cambió el lugar de las sillas de los magistrados de la Audiencia y
la colocación de la del presidente-gobernador de espalda al coro y frente al

411 Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio Cronológico (1771-1808). Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1963 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 65), Libro 18, fol.
266 vto. (10 de julio de 1787), Tomo II, p. 160.
412 Ibid., Libro 18, fol. 403 (27 de junio de 1788), pp. 166-167.
413 Ibid., Libro 18, fol. 387 (15 de marzo de 1788), p. 165.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 211

altar para su asistencia a las reales exequias en honor del rey Carlos III. Esta
decisión del Cabildo Eclesiástico fue notificada al gobernador Guillelmi, con
expresión de graves fundamentos para que se dispusiese que su silla se enfilase,
con las demás, en la forma acostumbrada414. Si bien la Audiencia aceptó lo
dispuesto por el Cabildo Eclesiástico, llamó su atención en el hecho de que las
referidas sillas quedarían cerca del “túmulo”, advirtiendo que en lo sucesivo
se colocaran como se había acostumbrado, por lo que acordaba también el
correspondiente recurso ante el monarca415. Estas diferencias se resolvieron
satisfactoriamente, reconociendo el Cabildo Eclesiástico la jerarquía de la Real
Audiencia. El respeto que se mantenía hacia los ministros del alto tribunal
estaba reforzado por lo practicado en otros lugares de Hispanoamérica, la
existencia de disposiciones reales que exigían el mismo y el reconocimiento
de su autoridad en nombre del rey. El 16 de octubre de 1789, la corporación
eclesiástica conoció de un oficio del Ayuntamiento de Caracas en el que
solicitaba el uso del traje de ceremonia con capa y espada para asistir a las
funciones de “tabla” para la jura del rey Carlos IV y la aprobación del convite
preparado para tal fin. El Cabildo Eclesiástico resolvió no aceptar tal petición
instando a los cabildantes a que observaran la costumbre, inmemorial del
Ayuntamiento, en su asistencia al tablado de la ciudad416. Ante tal impasse
entre ambos cabildos, la Audiencia acordó la asistencia del Ayuntamiento
a la referida juramentación como lo solicitaba, sin oponerse al convite
programado, lo cual notificaba al Cabildo Eclesiástico para que cesara en sus
intentos de suspenderlo y condenarlo417.
Otro ejemplo de la imposición del tribunal de Audiencia lo representa
el acuerdo del Cabildo Eclesiástico, del 22 de marzo de 1791, en el que se
certifica que el acompañamiento de los prebendados en el recibimiento y
despedida de la iglesia de los magistrados debía realizarse según la costumbre
de Santa Fe, como lo había solicitado la Audiencia en testimonio enviado
a la institución eclesiástica418. De igual manera, la Audiencia solía exigir al
Cabildo Eclesiástico información sobre la realización de ciertas ceremonias

414 Ibid., fol. 153 (11 de mayo de 1789), p. 172.


415 Ibid., fol. 155 vto. (9 de junio de 1789).
416 Ibid. Libro 18, fol. 183 vto. (16 de octubre de 1789), p. 176.
417 Ibid. Libro 18, fol. 189 (21 de noviembre de 1789), p. 178.
418 Ibid., Libro 18, fol. 227 vto. (22 de marzo de 1791), p. 185.
212 Alí Enrique López Bohórquez

y su respectivo protocolo, como lo fue en el acuerdo audiencial de marzo de


1792, que solicitaba noticias en cuanto a la práctica de los recibimientos de
los obispos. La respuesta fue un extenso memorial que describía al detalle
los pasos que se seguían desde el arribo de aquellos prelados al puerto de
La Guaira, la participación de las distintas autoridades provinciales y locales,
de colegios, universidad y conventos, así como las ceremonias litúrgicas y las
funciones de tabla correspondientes419. Dentro de los límites establecidos en
la legislación en materia de patronato, la Audiencia conocía del expolio de
los obispos, como lo practicó En relación con el obispo Mariano Martí, al
solicitar al Cabildo Eclesiástico la entrega de los autos correspondientes a los
diputados del Ayuntamiento para que, instructivamente, informaran sobre
las obras pías del prelado420. En la sesión del 10 de mayo de 1793, el Cabildo
Eclesiástico acordó obedecer la Real Cédula mediante la cual se declaraba
que, cuando no pudiera asistir el señor vicepatrono real, el gobernador y
capitán general, el jueves santo, se colocara la Llave del Sagrario al regente
de la Real Audiencia y, por su defecto, al oidor más antiguo421. Ello en
razón de que el gobernador había informado el 30 de marzo que no podía
asistir a la función del jueves santo, por lo que solicitaba la determinación
conveniente en el protocolo correspondiente422.
El asunto protocolar en actos eclesiásticos seguía siendo hecho de
atención por parte de la Audiencia, incluso para defender la preeminencia de
otros funcionarios coloniales, como fue el caso de su acuerdo de noviembre
de 1794 declarando que funcionarios de la Intendencia de Ejército y Real
Hacienda podían asistir a las funciones de tabla, como antes se practicaba
en Santo Domingo, tomando asiento junto con los ministros del tribunal
audiencial, en tanto el Cabildo Eclesiástico negaba tal prerrogativa423. En
marzo de 1800, con motivo de las exequias programadas en Caracas con
motivo de la muerte de Pío VI, nuevamente se presentó el problema de
los asientos del presidente-gobernador y los ministros de la Audiencia,
lo cual exigió intervención del Cabildo Eclesiástico. Este participó a los

419 Ibid., Libro 18, fol. 256 (9 de marzo de 1792), p. 191.


420 Ibid., Libro 19, fol. 50 (26 de febrero de 1793), p. 200.
421 Ibid., Libro 19, fol. 109 (10 de mayo de 1793), p 208.
422 Ibid., Libro 19, fol. 53 vto. (30 de marzo de 1793), p. 201.
423 Ibid., Libro 19, fol. 194 (3 de noviembre de 1794), pp. 221-222.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 213

magistrados, en vísperas de los actos en honor de aquel papa, que se había


dispuesto colocar sus sillas “poniéndose la del señor presidente cerca del
coro, y con el espaldar vuelto hacia él”, según lo había insinuado el regente.
Ante ello protestó el gobernador, aduciendo la práctica en la Audiencia
de Santo Domingo, para que se colocaran los asientos, tanto de él como
de los ministros, sin otra distribución que la acostumbrada. Aunque el
Cabildo Eclesiástico acataba tal reparo del presidente-gobernador, ponía de
manifiesto su intención de dar cuenta al rey sobre lo ocurrido424. Al parecer
los confrontaciones entre la Audiencia y el Cabildo Eclesiástico de Caracas
cesaron con este último hecho, pues en las actas de éste sólo encontramos
invitaciones a diversas ceremonias religiosas al presidente y ministros del
tribunal audiencial por la elección del papa Pío VII, el recibimiento del Palio
y la muerte del arzobispo Francisco Ibarra, el rechazo de la invasión de
Francisco de Miranda, la elección de nuevos prelados y las noticias venidas
de España del cautiverio del rey Fernando VII425.
De lo antes expuesto puede inferirse que las relaciones entre la Real
Audiencia y el Cabildo Eclesiástico de Caracas se desarrollaron con la
mayor prudencia y respeto posible, apreciándose de parte de dicho Cabildo
reconocimiento del tribunal como la institución superior de justicia. Los
aspectos discordantes fueron, en la mayoría de los casos, resueltos de
acuerdo con los procedimientos establecidos en la legislación respectiva o
siguiendo las experiencias y tradiciones de las audiencias de Santo Domingo
y Santa Fe. La mayoría de las confrontaciones entre ambas instituciones
fue de carácter protocolar, particularmente en cuanto a la asistencia y
ubicación de los magistrados a las ceremonias y demás actos dispuestos
por la Iglesia. Está claro el hecho de que con su actuación, la Audiencia se
atribuía la función patronal reconocida por el derecho indiano, ampliamente
referida con anterioridad, e imponía también su autoridad en el ámbito de
los asuntos eclesiásticos, independientemente de que muchos de ellos eran
ajenos a la propia administración de justicia.

424 Ibid., Libro 21, fols. 2, 4-5 y 7 (14, 16 y 26 de marzo de 1800), pp. 287-289.
425 Ibid., pp. 300, 369, 378-379, 382, 386-390 y 418.
Capítulo IV
Legislación y corrupción en la Real Audiencia de Caracas

Función legislativa de La Audiencia de Caracas: Las Reales


Provisiones

En razón de la distancia y la importancia de su función judicial, a las


audiencias indianas se confirió la autoridad de despachar documentos en
nombre del rey y validarlos con su sello, siguiendo los usos diplomáticos y
costumbres jurídicas castellanas, cuya expresión específica lo representó la
real provisión. Así, se estipuló que para

…que las audiencias tengan la autoridad que conviene y se cumpla y obedezca


mejor, lo que en ellas se proveyere y mandare, queremos y mandamos que las Cartas,
Provisiones y otras cosas que en ellas se proveyere se despachen y libren por título
nuestro y con nuestro sello real, las cuales sean obedecidas y cumplidas como Cartas
y Provisiones nuestras firmadas de nuestro real nombre426.

Esta facultad quedaría establecida en las ordenanzas de cada una


de las magistraturas americanas y recogido definitivamente, como norma
general, en el Libro II, Título XXI, Ley 3 de la Recopilación de las Leyes de Indias

426 Diego de Encinas: Cedulario Indiano. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1945. Reproducción
facsimilar de la edición única de 1596, Tomo II, p. 13. Otras disposiciones sobre las reales
provisiones de las audiencias: Tomo II, 8-9, 14, 36-37, 167, 291-300, 302, 333; y Tomo IV, 276.
216 Alí Enrique López Bohórquez

de 1680, en la que se dispuso “…que presidentes y oidores que ahora son,


o por tiempo fueran de las audiencias, libren y despachen todas las cartas y
provisiones…que dieren con nuestro título, sello y registro…”.
La Real Provisión de las audiencias indianas sería un documento con
las características diplomáticas de los reinos de Castilla, que sólo se separa
de éste para señalar …“nombres geográficos nuevos, intitulaciones
desconocidas hasta entonces y ajenas a lo castellano, y –ya afectando un
poco el campo diplomático– mayor barroquismo en la expresión formulista,
fundamentalmente en el documento privado”427. La otra diferencia se
expresa en la suscripción, pues en lugar del monarca firman los ministros
de las audiencias428. Partiendo de la clasificación del documento indiano,
de José Joaquín Real Díaz, desde el punto de lo jurídico y diplomático, se
pueden inferir otras características de la real provisión de las magistraturas
indianas. El autor considera dos formas fundamentales para clasificar los
documentos indianos: a) la naturaleza del documento En relación con
la acción jurídica que contiene y b) la calidad jurídica de las personas de
quien emanan. De acuerdo con la primera clasificación, la real provisión es
documento dispositivo, en tanto se trata de una actio juridica (es decir, el
hecho o negocio documentado) que tiene valor jurídico cuando se pone en
escrito (conscriptio). Según la segunda clasificación, la real provisión es un
documento público, en razón de proceder de los ministros de las audiencias,
como facultad delegada por el rey429. Sería muy extenso resumir aquí las
amplias y distintas materias documentadas en las reales provisiones de las
audiencias indianas, para lo cual tomaremos más adelante como ejemplo a
la de Caracas, pero cabe ahora señalar que los diversos asuntos que trataron
permiten evidenciar no sólo la actuación de aquellos tribunales coloniales
en materias judiciales y de gobierno, sino también la fuerza de ley que
adquirieron sus disposiciones, toda vez que hacen las veces del monarca y
actúan en su nombre, con excepción de los negocios de justicia entre partes,

427 José Joaquín Real Díaz: Estudio Diplomático del Documento Indiano. Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1970, p. 8.
428 Alfonso García Gallo: “La Ley como Fuente en el Siglo XVI”, Anuario de Historia del Derecho
Español, XXI (Madrid, 1951), pp. 607-730. (Separata, p. 88).
429 José Joaquín Real Díaz: op. cit., pp. 8-14.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 217

ya que estos tenían carácter judicial o procesal, debido a que el fallo final
correspondía al rey430.
La Real Audiencia de Caracas, salvo algunas excepciones, se ha
estudiado en cuanto a su estructura jurídico-institucional, enfoque derivado
del interés que algunos juristas han manifestado por escribir la historia de
ese tribunal colonial, resaltando su actividad en la administración de justicia
y dejándose de un lado la acción cumplida como agente político efectivo
de la dominación española en Venezuela. En la mayoría de los casos, se ha
incurrido en visión simplista y deficiente, que ha ocasionado presentación
distorsionada, fragmentada y reducida de la función del tribunal de Caracas.
Curiosa orientación, si se considera que el aspecto de justicia tampoco ha
sido investigado con rigurosidad. La interpretación sobre la relevancia
de su actuación judicial ha surgido, cuando no por simple especulación
imaginativa, narrativa, derivada de la legislación metropolitana para las
audiencias indianas, o de su actuación durante la guerra de independencia,
en cuanto a la actitud del regente José Francisco Heredia. Por otro lado,
en ese mismo aspecto judicial, se ha pretendido desconocer el grado de
corrupción por parte de algunos magistrados, demostrado por Joaquín
Mosquera y Figueroa en su visita, asunto sobre el cual nos referiremos
más adelante.
Como en todas las audiencias americanas, para mandar, disponer
y legislar en nombre del rey, la Real Audiencia de Caracas utilizó
fundamentalmente las reales provisiones. Aunque el tribunal caraqueño
pertenece a la era de los reyes borbones Carlos III, Carlos IV y Fernando
VII, las características de las reales provisiones, como documento jurídico y
diplomático, se corresponden con las antes descritas, propias de los siglos XVI
y XVII, con las variantes resultantes de los diferentes asuntos de que tratan
y la manera como los magistrados o los escribanos redactaron el texto. Está
evidenciado el hecho de que la Audiencia de Caracas no fue un tribunal que
cumplió totalmente con las leyes que ordenaban su funcionamiento y también
que confrontó serios problemas para su normal actuación durante la guerra
de independencia. Los ministros de la magistratura caraqueña, por ejemplo,
incumplieron la disposición de llevar al día algunos de los libros de registro
de sus actuaciones. Así, entre las acusaciones que hizo el visitador Joaquín

430 Alfonso García Gallo: “La Ley como Fuente…”, pp. 86-89.
218 Alí Enrique López Bohórquez

Mosquera y Figueroa en 1807 contra el regente Antonio López Quintana


estaban las referidas a la falta de los Libros de acuerdos, de Visitas de Cárcel y
el de Asentamiento de las penas de cámara 431. En efecto, hasta donde sabemos,
no se conoce de la existencia de dichos libros, y estas actuaciones se encuentran
aisladamente o a lo sumo relacionadas anualmente en documentos dispersos
en distintos archivos de Caracas. Tal situación también la advertimos para
casi todos los libros que de acuerdo con la legislación debía llevar el tribunal.
Otro ejemplo del incumplimiento se evidencia en que este tribunal no tuvo
sus ordenanzas hasta 1805, hecho que también fue duramente criticado por
el visitador Mosquera y Figueroa. Sin embargo, el volumen y la revisión del
contenido de las provisiones despachadas entre 1787 y 1821 demuestra que
la actividad de los magistrados fue muy prolífica, al menos desde el punto
de vista cuantitativo. Esto se evidencia, por ejemplo, en el número de reales
provisiones dictadas anualmente y en la diversidad de asuntos judiciales y de
gobierno que los ministros debieron enfrentar, siendo este tipo documental el
más extendido y utilizado, si se le compara con las otras formas documentales
de esta magistratura indiana. Este hecho puede demostrarse con una síntesis
de dichos asuntos, extraídos de las reales provisiones:

a) En lo judicial:

-Administraba justicia en nombre del rey, con jurisdicción civil,


criminal y de real hacienda en primera instancia, y atendía en
apelación los fallos de las justicias ordinarias subordinadas del tribunal
(gobernador, consulado, alcaldes ordinarios, corregidores y Tenientes
de justicia mayor).

-Su regente ejercía la función de juez de competencia, para decidir la


jurisdicción correspondiente en la disputa entre distintas autoridades
con atribuciones judiciales (gobernadores, intendente, real consulado,
audiencia, jefes militares y tribunales eclesiásticos).

-Sus oidores ejercieron por turno, cada dos años, el juzgado de


bienes de difuntos.

431 Cfr. Teresa Albornoz de López: op. cit., 164-165 y 183.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 219

-Propició la creación del Colegio de Abogados de Caracas, y se encargaba


de otorgar el título correspondiente para ejercer en su distrito.

-Como complemento de la administración de justicia, controlaba la


construcción y mantenimiento de las cárceles, y supervisaba el estado
de las causas pendientes y concluidas de los reos.

-Entre los múltiples y variados asuntos judiciales tratados por el tribunal


tenemos: actuación y excesos de funcionarios, conflictos jurisdiccionales
y protocolares, malversación de rentas, apelación a los fallos de las
justicias ordinarias, matrimonios, divorcios, concubinatos y adulterios,
incestos, violaciones, propiedad y deslinde de tierras, usos de aguas
y pasos reales, herencias, homicidios, violaciones, robos, despojos,
deudas, cobro de intereses, liquidación de cuentas, injurias y perjuicios,
agravios, fuga de esclavos, usurpación de las tierras comunales indígenas,
curanderos, actuación sospechosa de eclesiásticos y extranjeros,
conspiraciones, servidumbres, prohibición de juegos, etc.

b) En lo político:

-Juramentaba a los presidentes-gobernadores para el ejercicio de


sus funciones.

-Asesoraba a su presidente-gobernador en materia de justicia, en lo


referente a su actuación gubernativa.

-Ejercía control permanente de funcionarios e instituciones, actuando


en su contra cuando las denuncias demostraban arbitrariedad y
corrupción. Le competía el despacho de Residencias y Pesquisas para
evaluar a algunos funcionarios al término de sus funciones.

-Intervino, particularmente, en asuntos de los ayuntamientos en


materia de gobierno local, imponiendo en la mayoría de los casos
su autoridad frente a la autonomía de los cabildos.

-Controlaba la vida política y social de los extranjeros residentes en


su distrito.
220 Alí Enrique López Bohórquez

-Sus ministros rondaban por las noches para cumplir funciones de


policía.

-Conocía, decidía y juramentaba a funcionarios nombrados por los


gobernadores.

-Informaba sobre méritos y servicios de funcionarios y otras personas


que solicitaban cargos, honores y privilegios ante el rey.

-Prohibía o autorizaba la realización de actos públicos de particulares


o de instituciones.

-Castigó con pena de muerte o destierro a quienes atentaron contra el


orden monárquico y la sociedad colonial (José Leonardo Chirino, José
María España, Manuel Gual, Francisco Javier Pirela, Francisco Isnardi,
Antonio Fernández de León y muchos otros patriotas que intervinieron
directa o indirectamente, años después, en el proceso independentista).

c) En lo ideológico:

-Prohibía y perseguía la circulación de libros y papeles contrarios a


la fe católica y al régimen monárquico, convirtiéndose su fiscal de
lo civil y criminal en censor regio.

-Vigilaba la penetración y difusión de libros y papeles sediciosos e


ideas revolucionarias.

-Designaba censores regios encargados de examinar antes de


imprimir y divulgar cualquier conclusión sostenida en la universidad,
seminario, convento, etc.

d) En lo económico:

-Fiscalizaba la Real Hacienda, para lo cual actuó primero el fiscal de


lo civil y criminal, y a partir de 1798 el de Real Hacienda.

-Su regente formaba parte de la Junta Superior de Real Hacienda.


El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 221

-Aprobaba o negaba los gastos de los ayuntamientos, porque debía


ser consultada para el uso de los fondos de propios.

-Confirmaba o rechazaba los aranceles de Justicia propuestos por


los ayuntamientos.

e) En lo social:

-Conocía y dictaminaba sobre conflictos entre distintos sectores de la


sociedad (blanco, indios, negros y mestizos) y de asuntos particulares
de cada uno de ellos.

-Intervenía en expedientes de “Limpieza de Sangre”; le correspondió


ejecutar la Real Cédula de “Gracias al Sacar” e intentó hacer cumplir
el “Código Negrero” de 1789.

-Impuso a las iglesias el registro de la población en libros distintos,


de acuerdo con su origen étnico.

f) En lo eclesiástico:

-En razón del ejercicio del patronato actuó en diversos asuntos


temporales de la iglesia: construcción de templos y conventos,
designación y traslado de prelados, etc.

-Intervenía en las competencias entre jurisdicciones reales y


eclesiásticas, y le competía la resolución de “recursos de fuerza”
contra fallos de tribunales eclesiásticos.

-Conocía de problemas y decisiones de los cabildos eclesiásticos,


incluso de la vestimenta de los canónigos.

-Opinaba sobre las solicitudes para el establecimiento de obispados,


como lo fuera en el caso de Barinas.

-Se encargaba de hacer cumplir el breve pontificio sobre ayuno del


consumo de carnes los días sábados.
222 Alí Enrique López Bohórquez

-Recibía y conocía de las bulas pontificias de nombramiento de obispos


y arzobispo, otorgando el fiscal el “pase regio” correspondiente.

-Conocía sobre las decisiones de la Iglesia en cuanto al nombramiento


de provisores y vicarios generales.

-Sus ministros, por turno, formaban parte de la Junta de Diezmos;


e, igualmente, el oidor decano y el fiscal, conjuntamente con el
Comisario Subdelegado y el Tesorero de Real Hacienda, integraban
el Tribunal de Cruzada.

-Se encargaba de los bienes y expolios de los obispos a su muerte.

g) En lo militar:

-Intervenía por competencia en el fuero militar, lo que originaría


conflictos con la jurisdicción militar.

-Resolvía sobre decisiones de los auditores de Guerra en cuanto a


utilización de los vagos en el servicio de las armas.

-Auspició la creación de una agrupación militar, compuesta por


escribanos y otros funcionarios, en tiempos de la conspiración de
Gual y España.

-Informaba al rey sobre asuntos del ramo militar.

-Se le autorizó, por Real Cédula, para que reglamentara la actuación


civil y política del Comandante de la ciudad de Coro.

h) En lo educativo-cultural:

-Auspició, por iniciativa del regente Antonio López de Quintana, la


creación de la Academia de Derecho Público y Español.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 223

-Conoció del proyecto de la Universidad de Caracas para establecer


una Cátedra de Derecho Práctico e intervino en la disputa que, al respecto,
surgió entre el Colegio de Abogados y la Universidad.

-Conocía y autorizaba gastos para la creación de escuelas primarias.

-Autorizaba o negaba la realización de veladas culturales,


particularmente en las fechas natalicias de los monarcas.

i) En otros asuntos:

-Confirmaba las fiestas programadas por los ayuntamientos para


proclamar a los reyes.

-Reconocía los títulos de oidores Honorarios y les daba los privilegios


conferidos por las leyes.

-Informaba los matrimonios reales, elevación al trono de reyes,


nacimiento de príncipes y princesas, y muerte de miembros de la
familia real.

-Autorizaba el ejercicio de la medicina a personas experimentadas,


no egresadas de la universidad, de acuerdo con lo pautado en la Real
Cédula de creación del Protomedicato de Caracas.

-Resolvía conflictos protocolares y ceremoniales entre instituciones


y funcionarios (Audiencia, gobernador, intendente, teniente de
gobernador y auditor de guerra, Cabildo Eclesiástico, Ayuntamiento,
etc.).

-En acuerdo con el Cabildo Eclesiástico, reglamentó las honras


fúnebres de sus ministros y de los prebendados de Caracas, así como
también de sus familiares.

-Autorizaba o negaba la realización de juegos populares, prohibía


los de envite y azar, y los baños públicos.
224 Alí Enrique López Bohórquez

-Sus ministros intervenían como jurado de concursos poéticos


y formaban parte de la junta que supervisaba los sorteos de la
lotería.

-Prohibía el uso de armas a personas no autorizadas y de vestimentas


que cubrieran el rostro.

En Venezuela las fuentes documentales sobre la Real Audiencia de


Caracas se encuentran localizadas en el Archivo del Concejo Municipal de
Caracas, en el Archivo Arzobispal de Caracas, en la Sección Manuscritos y
Libros Raros de la Biblioteca Nacional y, particularmente, en el Archivo de
la Academia Nacional de la Historia y en el Archivo General de la Nación.
La sección reales Provisiones del AGN contiene el mayor volumen de
información sobre el tribunal caraqueño. Consta de 64 tomos, con un total
de 6.501 documentos. La revisión sistemática de los mismos nos permite
señalar algunas características de este corpus documental. Las fuentes
pueden clasificarse en cinco tipos: a) reales provisiones de las audiencias
de Santo Domingo y Santa Fe, correspondientes a los años que ejercieron
jurisdicción sobre las provincias venezolanas; b) reales provisiones de la
Audiencia de Caracas, que constituyen el mayor número de documentos de
la sección; c) otras disposiciones de esta Audiencia (acuerdos, autos, decretos,
expedientes, juicios, sentencias, testimonios, informes, etc.); d) Documentos
procedentes de distintos funcionarios, instituciones y particulares, elevados
a la Real Audiencia para su conocimiento y/o determinación (apelaciones
de sentencias de justicias menores, informes, solicitudes de permisos,
confirmación de empleos civiles y eclesiásticos, peticiones diversas,
representaciones de los ayuntamientos, etc.); e) Disposiciones legales
emanadas del gobierno metropolitano (rey, Consejo de Indias y ministros),
para informar a la Audiencia o mandar el cumplimiento de alguna decisión
(Provisión Real, Real Orden, Real Cédula, decretos, resoluciones del Consejo
de Indias).
Del análisis particular de las reales provisiones del AGN, pueden
señalarse otras características formales. Por lo general, estas disposiciones
de la Audiencia de Caracas responden a las partes antes indicadas para las
provisiones o cartas castellanas, con las excepciones derivadas de los asuntos
que tratan y las cualidades de los magistrados o escribanos encargados de
redactarlas o transcribirlas. Su letra es legible, correspondiéndose con la
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 225

denominada escritura itálica y su variante itálica bastardilla, propia de las


escritos de la segunda mitad del siglo XVIII, como puede evidenciarse en
casi todos los documentos que componen la sección432. En su mayoría, las
reales provisiones comprenden de 3 a 4 folios por ambas caras, existiendo
también varios casos en que son acompañadas de los testimonios que dieron
origen al asunto que se legisla o de documentos probatorios del mismo.
De esto se infiere que las provisiones del tribunal caraqueño pudieron
ser extraídas de expedientes completos, localizables seguramente en otras
secciones del Archivo. Se evidencia, de igual manera, la utilización del sello
de la Audiencia, estampado en cera roja. En la mayoría de los casos, estos
han desaparecido por acción del tiempo o por acción inescrupulosa de
quienes prefieren guardar un subvenir de su pasantía en este repositorio
documental. Al final de cada real provisión se aprecian las firmas de todos los
ministros o de los requeridos para validar el acto jurídico, como delegación
de autoridad real. Casi todas están escritas en papel sellado y, en raros casos,
en papel corriente, observándose una buena conservación del mismo.
Se desconoce el criterio utilizado por quien fuera organizador de esta
sección del Archivo General de la Nación, F. González Lugo, y la procedencia
de los documentos que la integran, lo cual impide por ahora inferir las razones
que le indujeron a denominarla reales provisiones por cuanto, además de
estas disposiciones, se contienen allí otros documentos emanados de distintos
funcionarios e instituciones metropolitanas y coloniales. Consideramos que
la sección debió llamarse, adecuadamente, real audiencia de Caracas. En la
indagación que hemos hecho en los archivos venezolanos acerca de fuentes
relacionadas con la magistratura caraqueña, advertimos un vacío documental
que sólo podía resolverse con los documentos del Archivo General de Indias.
Ello generó dudas y limitaciones en la presente investigación, circunstancias
que fueron disminuyendo al hacerse la revisión sistemática de los extractos
de las reales provisiones, publicados en el Boletín del Archivo Nacional (luego
Boletín del Archivo General de la Nación)433. Así, se evidenció que el compilador

432 Sobre este tipo de letra véase el exhaustivo estudio de Antonio González y Guillermo Durand:
Paleografía Práctica (Su aplicación en el estudio de los documentos históricos venezolanos). Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1992, pp. 41-42 y 225-240.
433 El índice de la sección reales provisiones comenzó a publicarse en el tomo IX, número 33 del
Boletín del Archivo General de la Nación (Caracas, marzo abril de 1929) hasta el tomo XXXIX,
número 156 (Caracas, abril-junio de 1952), que son reproducción de los cuatro tomos de índices
mecanografiados existentes en la sala de consulta de ese Archivo.
226 Alí Enrique López Bohórquez

probablemente confundió los distintos textos legales con reales provisiones,


por tratarse en ellos asuntos relacionados con la Audiencia. Estas fuentes,
evidentemente, en su mayoría no fueron utilizadas por quienes nos
antecedieron en el estudio de tan importante institución colonial.

Los aranceles de 1799 y la reglamentacion de los costos de justicia

Los “aranceles formados para los subalternos inmediatos y para


todo el distrito que deben percibir los jueces ordinarios” fueron uno de los
instrumentos legislativos emanados de la Audiencia de Caracas en materia
de administración justicia. Estos se hicieron en cumplimiento de la Real
Orden de 14 de julio de 1789, que buscaba eliminar …“los abusos que se
habían introducido en aquellos tribunales de primera instancia, y evitarse las
estafas a los litigantes”… Al parecer, los aranceles comenzaron a preparase
conjuntamente con las ordenanzas de la Audiencia en 1787, como consta
en comunicación enviada por el regente Antonio de López de Quintana434,
pero no estuvieron listos hasta el 14 de mayo de 1790. Fueron enviados al
secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, Antonio Porlier, y al
Consejo de Indias el 28 de junio siguiente, considerando López de Quintana,
los oidores Francisco Ignacio Cortines, Juan Nepomuceno de Pedrosa y
José Bernardo de Asteguieta, el fiscal Julián Díaz de Saravia, con anuencia
del presidente-gobernador Juan Guillelmi, que debían ponerse en vigencia
interinamente hasta tanto el monarca decidiera al respecto. Testimonio de lo
acordado por los ministros caraqueños se pasó al presidente gobernador y
capitán general, a fin de que lo comunicara al teniente de gobernador, alcaldes
ordinarios, alguacil mayor, escribanos de todas las clases, procuradores y
alguaciles. De igual manera, aquellos acordaron que se remitieran copias de los
aranceles, …“para su observancia en toda esta Provincia, con prevención a
los jueces de que inmediatamente que cada uno reciba la Provisión Real avise
a la Audiencia, saque copia y pase el original al inmediato, formando después
por la misma copia que ha de quedar archivada, las tablas correspondientes
que ha de colocar en las oficinas públicas, a la vista de todos”. Por otro

434 A.G.I. Caracas, 167: Carta del regente Antonio López de Quintana (Caracas, 2 de diciembre
de 1787). Gisela Morazzani de Pérez Enciso: “Materiales para el estudio de una Ordenanza
del Siglo XIX”, Revista de la Facultad de Derecho de México, 101-102 (México, enero-junio
de 1976), p. 452.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 227

lado, los gobernadores de Margarita, Trinidad, Guayana, Cumaná, Maracaibo


y comandante de Barinas también fueron notificados al respecto, a fin de
que observaran e hicieran cumplir lo dispuesto por la Audiencia. Finalmente,
prevenían los ministros que se autorizaba al fiscal para que expusiera lo que
estimara conveniente con respecto de los juzgados eclesiásticos.
Gisela Morazzani ha estudiado parcialmente estos aranceles indicando
que “la intención primaria fue la de invalidar los aranceles parciales existentes
y sustituirlos por un cuerpo orgánico ajustado a las condiciones económicas
de la Capitanía. En su redacción pretendió cumplir con lo establecido en
la ley 178, título 15, libro 2 de la Recopilación de Indias y se tuvo presente
lo declarado en la documentación levantada al respecto, o sea, la dispersión
y extemporaneidad de los derechos subsistentes, las reformas hechas en
el orden judicial con las supresiones de apelaciones al Cabildo, de las de
agravios al gobierno de los Tenientes de la Provincia y “los testimonios
que se compulsaban para dirigirlos a la Audiencia de Santo Domingo” y, de
igual modo, las condiciones de bonanza de la región y la receptividad de los
vecinos hacia los recién establecidos. Todos estos hechos fueron utilizados
como argumentos para rebatir los reparos que el síndico procurador de la
ciudad hizo en su contra435.
Sobre la reacción del Ayuntamiento de Caracas contra los aranceles
nos hemos referido con anterioridad, por lo que sólo vamos a tratar aquí lo
referente al contenido y características generales de este instrumento legal que
intentaba regular los derechos que debían pagar a los jueces ordinarios y demás
empleados vinculados con los procesos436. Los Aranceles fueron clasificados
considerando los siguientes aspectos: causas civiles (20), causas criminales (14),
derechos de asesores (3), arancel del Alguacil Mayor de la ciudad (13), arancel
de los escribanos de número y reales de la Provincia por Juicio Ejecutivo (31),
pleitos ordinarios (35), testamentarías y concursos (34), causas criminales
(13) y escrituras, 33), arancel para escribanos de Gobierno (3), arancel para
escribano de Cabildo (11), Arancel del depositario general (5), Arancel del
apostador de hipotecas (2), Arancel del Oficio de partidor (3), Arancel de

435 Ibid., pp. 452-453.


436 A.G.I. Caracas, 167 Nº 42: La Real Audiencia de Caracas remite testimonio de los aranceles
formados para los subalternos inmediatos y para todo el Distrito (Caracas, 28 de junio de 1790).
Indicamos en paréntesis el número de previsiones establecidas para cada caso; algunas de ellas
están acompañadas de notas aclaratorias o complementarias.
228 Alí Enrique López Bohórquez

médicos y cirujanos (7), Arancel del intérprete (4), derechos de procuradores


de los juzgados ordinarios (18), derechos de alguaciles de juzgados ordinarios,
que vulgarmente llaman ayudantes y hacen también de los oficios de porteros
(15), Arancel del alcaide de la Real Cárcel(5) y sus Advertencias (8), Arancel del
pregonero (4) y Arancel del ejecutor de la Real Justicia (5). Morazzani señala
que “fueron omitidos deliberadamente el arancel de los abogados, los jueces
de residencia y el agente fiscal por estimarse, en los primeros, la dificultad
de graduar la calidad de los escritos por el número de hojas de los procesos,
dejándose las tasaciones a juicio del juez de la causa o del oidor semanero en
la Audiencia, además de asignárseles la cantidad de ocho pesos por cada día
de asistencia a los estrados. En cuanto al segundo de los casos mencionados,
estaba mandado que la misma Audiencia fijara los honorarios de cada quien,
una vez que pusiese al día los despachos; finalmente, no se reparó en los
honorarios del agente fiscal, por estar ordenada una cantidad de medio real
por hoja, en los negocios que no fueran de oficio”. 437
Dado el número de disposiciones, el carácter minucioso con que
fueron elaboradas y el conjunto de aspectos que consideraron, resulta
difícil presentar en su totalidad el contenido de las mismas. Sin embargo,
resumimos algunas de ellas, a fin de advertir la intención del alto tribunal
en cuanto regular la situación y los efectos económicos que, evidentemente,
debían causar en las personas que litigaron por hechos de carácter privado.
Causas civiles: aranceles de subalternos; discernimiento de tutela o curaduría;
licencia para vender, empeñar y otros; apertura de testamento; asistencia de
“vista de ojos”; aceptaciones juradas; asistencia a almonedas; insinuación
de donación; posesión de bienes raíces y certificaciones. Causas criminales:
firmas en autos de oficio, en autos comunes y en autos de prisión; citación
de testigos; prender a personas; traba de ejecución; mejora, embargo o
depósito de bienes; entrega de autos; detención de deudores; declaraciones
y confesiones; copias legalizadas para poner en sitios públicos; asistencia a
reconocimiento en rueda de presos, a ejecución del tormento, a posesión
de casa; asistencia a caballo a ejecución de penas; y arancel de escribanos.
Pleitos ordinarios: demandas; juramento y examen de testigos; relación
de autos; requisitorias y suplicatorias en pleitos ordinarios; mandamiento
compulsorio; mandamiento por comisión, y por posesión de bienes;

437 Gisela Morazzani: “Materiales para el estudio de una Ordenanza del Siglo XIX”, p. 453. A.G.I.
Caracas, 343: Carta de la Real Audiencia de Caracas (Caracas, 28 de enero de 1792).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 229

asistencia a inventarios, tasaciones, almonedas, cotejo de bienes y otros


negocios; nombramiento y título de administrador. Escrituras: ventas
de casas, efectos y bienes raíces; imposiciones o reducciones de censos;
reconocimiento de títulos de propiedad; testamentos, codicilos, poderes,
patronatos o capellanías; capitulaciones matrimoniales; cartas de dote y
capitales de bienes; escrituras de prolijación; venta o libertad de esclavos;
carta o título de examen de carpintero y demás oficios. Arancel de anotador de
hipotecas: certificaciones. Arancel para el oficio de partidor: reconocimiento de los
autos de inventario y tasación de bienes, de testamentos, capitales, cartas
de dotes, renuncias u otros instrumentos; información, extensión de la
liquidación, cuenta, partición, división y adjudicación de bienes. Arancel de
médicos cirujanos: reconocimiento de cadáveres, de heridas, de enfermedad;
reconocimiento o asistencia a partos; y visitas a presos privilegiados.
Arancel de Intérprete: traducción de instrumentos; asistencia a declaraciones
y confesiones; e interpretación de demandas verbales. Derechos de procuradores
de los juzgados ordinarios: presentación de poderes; escritos de sustanciación;
escritos de demandas, contestación, formación de artículo, presentación de
interrogatorio o alegato; asistencia a conocer y ver jurar testigos; toma de
autos; asistencia a inventarios, avalúos, remates, entregas, recibos, corrección
de autos u otras semejantes diligencias; toma de posesión o entrega de bienes
raíces, muebles o dinero; pedimento, aceptación, herencia y solicitud de
inventario. Derechos de los alguaciles: citaciones, prisiones, asistencia de guarda
de apremio y examen de testigos. Arancel de alcalde de la real cárcel: carcelaje
de blancos, personas de color, deudores y esclavos cimarrones. Arancel del
pregonero: pregones de remates de bienes y de llamado de reos. Arancel del
ejecutor: azotar en las calles a un reo, dar tormento, sacar reos a vergüenza,
ahorcar reos y descuartizamientos.
La reacción, al respecto del Ayuntamiento de Caracas ante la
Audiencia propició el estudio del asunto de los aranceles por parte del fiscal
del Consejo de Indias, quien, al analizar las acusaciones de los cabildantes
y las defensas de los magistrados de la Audiencia, recomendó al rey su
modificación por considerar justificadas las críticas hechas por los vecinos
de aquella ciudad.438 Para ello se procedió a revisar los aranceles de las
audiencias de Sevilla, Granada, Canarias y Guatemala para confrontarlos

438 A.G.I. Caracas, 343: Informe del fiscal del Consejo de Indias sobre expediente de aranceles de
derechos de la Audiencia de Caracas (Madrid, 6 de febrero de 1792).
230 Alí Enrique López Bohórquez

con los presentados por la de Caracas el 6 de mayo y el 28 de junio de 1790.


El 9 de abril de 1796, el Consejo de Indias acordó hacer las modificaciones
pertinentes, tomando en cuenta la opinión de su fiscal. Un análisis de los
cambios introducidos permiten advertir que los mismos no fueron tan
sustanciales, como se esperaba, si se considera la actitud del Ayuntamiento,
la posición del fiscal del Consejo y el expediente formado al efecto. No
fueron alteradas las propuestas para los aranceles de jueces subalternos,
relator, Tasador General, porteros, procuradores y alguaciles de Corte. En
cuanto al registrador y chanciller, se decidió ajustar sus derechos al arancel
de Guatemala, en cuanto a que el cargo debía estar bajo la responsabilidad
de un solo funcionario, según lo establecido en la Recopilación de las Leyes
de Indias en el Libro 2, Título 21, Ley 7; los otros cambios se refieren a
la cantidad de dinero que, en adelante, debía percibir el registrador por
determinadas actuaciones, preservándose la mayoría de las disposiciones
sugeridas por la Audiencia de Caracas. En relación con los Receptores,
nuevamente se utilizó lo establecido en los dos primeros artículos de los
aranceles de la de Guatemala, referidos al monto de los derechos en relación
de la distancia del acto judicial a cubrirse. Sobre los jueces ordinarios, se
hicieron los ajustes recomendados por el fiscal, lo cual tampoco fue una
modificación total de lo acordado por los ministros del tribunal caraqueño439.
Lo que parecía ser una confrontación decisiva entre la Real Audiencia y el
Ayuntamiento de Caracas, que favorecería a éste, terminó manifestándose a
favor del tribunal de justicia, en la medida en que los aranceles propuestos
fueron prácticamente aprobados tal como se presentaban, y por lo que no
volveremos a encontrar otras recriminaciones de los cabildantes caraqueños
en contra de los mismos. De esta manera las autoridades españolas
reconocían el papel de la magistratura y su autoridad frente a los blancos
criollos que, desde el establecimiento de la Audiencia, venían utilizando
cualquier situación para atacar la actuación de sus ministros.

439 A.G.I. Caracas, 343: Expediente formado de varias cartas y testimonios remitidos por la Audiencia de
Caracas sobre la aprobación de los aranceles que formó para sus subalternos y los jueces ordinarios
y demás curiales de aquella provincia. (Madrid, 9 de abril de 1796). Véase también Gisela Morazzani:
op. cit., pp. 454-455.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 231

Las Ordenanzas de 1805. Continuidad legislativa de los habsburgos


en las Reformas borbónicas. Extensión de las ordenanzas de Santo
Domingo e influencia de la recopilación de 1680

Las ordenanzas de la Audiencia de Caracas de 1805

Antes de sintetizar la organización y funcionamiento de la Audiencia, a


través de las ordenanzas de 1805, es necesario hacer algunas consideraciones
sobre las mismas. Este cuerpo legislativo fue publicado primero en el Boletín
del Archivo General de la Nación, mediante copia del Archivo General de
Indias440 y luego incluido en la compilación de José Sánchez-Arcilla Bernal441.
Sobre el mismo realizó un detallado trabajo Gisela Morazzani, en el que
analizó las características del proceso de formación de las ordenanzas, su
estructura, contenido, las críticas y el rechazo al ordenamiento inicialmente
presentado, además de hacer referencia a otro instrumento legal compuesto
por la Audiencia: los aranceles de derechos de justicia para “los subalternos
y jueces ordinarios y demás curiales”442. Tomás Polanco Alcántara resumió
de las ordenanzas –en forma general–, las relaciones entre la Audiencia y su
presidente, el papel desempeñado por el regente, las limitaciones impuestas a
los oidores, la intervención de la Real Audiencia en asuntos de gobierno, su
manera de actuar y el control del ejercicio de los abogados en su distrito443. Por
nuestra parte, estudiamos las ordenanzas con el objeto de conocer la estructura
organizativa y funcional del tribunal caraqueño, de manera que nos permitieran
a futuro desenvolvernos en mejores condiciones con los procedimientos y

440 “Ordenanzas de la Real Audiencia y Chancillería Real que reside en la ciudad de Santiago de León
de Caracas, capital de la Provincia de Venezuela, formadas por el mismo tribunal en virtud de
lo mandado por su majestad, año de 1805”, Boletín del Archivo General de la Nación, 226 (Caracas,
enero-junio de 1974), pp. 27-145.
441 “Ordenanzas de la Audiencia de Caracas (1805)”, en José Sánchez-Arcilla Bernal: Las ordenanzas
de las audiencias de Indias (1511-1821). Madrid, Editorial Dykinson, 1992, pp. 413-489.
442 Gisela Morazzani de Pérez Enciso: “Materiales para el estudio de una Ordenanza del siglo XX”,
pp. 447-464.
443 Tomás Polanco Alcántara: “La Real Audiencia de Caracas y la Capitanía General de Venezuela
durante los años caraqueños de Andrés Bello”, en Bello y Caracas. Primer Congreso Bolivariano del
Bicentenario. Caracas, Fundación La Casa de Bello, 1979, pp. 71-90.
232 Alí Enrique López Bohórquez

terminología jurídica que aparecía en otros documentos444, sobre la base de una


copia de las ordenanzas procedente del Archivo General de Indias445.
Al crearse la Audiencia de Caracas se ordenó seguir para su
funcionamiento las ordenanzas de la de Santo Domingo, en tanto el regente
y los otros oidores procedían a formar rápidamente las correspondientes
ordenanzas para su buen regimiento y gobierno. Para ello debían tener
presentes las de Santo Domingo, arreglándolas a lo dispuesto por las leyes,
adaptándolas al estado actual de su distrito, contando con el permiso de
ponerlas provisionalmente en vigencia hasta su aprobación por el rey.
Durante dieciocho años el tribunal de Caracas debió hacer uso del cuerpo
legislativo de La Española, pues las ordenanzas caraqueñas no estuvieron
listas hasta el 20 de octubre de 1805. Estas fueron enviadas al Consejo de
Indias para su estudio, consideración y aprobación el 4 de marzo de 1806,
y recibieron la crítica y rechazo a través de la Real Cédula del 1 de mayo
de 1807446. Cabe formular dos interrogantes sobre la formación de estas
ordenanzas: ¿Qué razones motivaron la tardanza de su composición, si desde
la creación de la Audiencia se había exigido que se formaran sin menor
dilación?, y ¿por qué el Consejo de Indias criticó las ordenanzas y solicitó
a la Audiencia que se formaran nuevamente para su régimen y gobierno?
En cuanto a la tardanza en la composición de las ordenanzas, Gisela
Morazzani considera que dos obstáculos indujeron a ello: …“la obstinada
posición de las autoridades dominicanas que no facilitaron a tiempo todo el
material exigido”… y …“la fácil remoción o cambios a que eran sometidos sus
ministros”… 447. Discrepamos de estas consideraciones por cuanto la Audiencia
de Caracas pudo haber obtenido copia de las ordenanzas de Santo Domingo por
cualquier otra vía. La responsabilidad no recaía exclusivamente en la Audiencia de
La Española. El argumento dado por el regente Antonio López Quintana, ante
uno de los cargos del regente-visitador, Joaquín Mosquera y Figueroa, respecto
a la falta de apoyo de la magistratura dominicana, no era suficiente para justificar

444 Alí Enrique López Bohórquez: La Real Audiencia de Caracas. Su Origen y Organización (1786-1805).
Mérida, Escuela de Historia/Universidad de Los Andes, 1976, pp. 55-83.
445 A.G.I. Caracas, 165: ordenanzas de la Audiencia y Chancillería Real de Caracas formadas por el
mismo tribunal (Caracas, 2 de noviembre de 1805).
446 Ibid., y A.G.N. (Caracas). Reales provisones, tomo LXII, fols. 176-179.
447 Gisela Morazzani: “Materiales para el estudio de una Ordenanza del siglo XX”, p. 451.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 233

el incumplimiento de la tarea de formación de las ordenanzas448. También podría


intervenir el fiscal de la Audiencia, entre cuyas atribuciones estaba velar por el
cumplimiento de las leyes, y no se conoce gestión alguna de los dos funcionarios
que ejercieron el cargo antes de 1805 (Julián Díaz de Saravia y José Gutiérrez de
Rivero) para resolver el problema de las ordenanzas. En relación con el cambio
de los ministros que argumenta Gisela Morazzani, tampoco encontramos aquí
razones para la tardanza en la redacción y presentación de las ordenanzas y el
mal funcionamiento del tribunal caraqueño, pues tales cambios no ocurrieron
en la forma que se señala. Para 1805 el regente Antonio López de Quintana
tenía dieciocho años de servicio, catorce el oidor Francisco Ignacio Cortines,
el oidor Juan Nepomuceno de Pedrosa sirvió doce, el oidor José Bernardo de
Asteguieta –para la fecha de las ordenanzas– contaba con dieciséis años en
funciones449. Es decir, la Audiencia tuvo durante más de una década la misma
planta de ministros, la cual pudo revisar y analizar la legislación vigente para la
formación de las requeridas ordenanzas.
Al parecer, la tardanza obedeció, según señala el mismo regente
López de Quintana, a la complejidad de la compilación legislativa y a su
deseo de organizarla con las características que recomendaba el rey en la
Real Cédula de creación. Así, dice el regente, …“se escribieron muchos
pliegos, se reformaron y se hicieron otros que tampoco parecieron bien;
después de conferenciar y meditar, en frecuentes acuerdos ordinarios y
extraordinarios se concluyó que era forzoso asentar en cuadernos sueltos
los títulos que debían llevar las ordenanzas, y teniendo presente las leyes
apuntar en cada uno lo que le correspondiese de las reales cédulas, órdenes
que vinieron de Santo Domingo, de las que se iban recibiendo de S.M. y de
los acuerdos que formasen regla general, observando cuidadosamente las
derogaciones o explicaciones de las leyes por las Reales Ordenes y Cédulas
posteriores”… También indicó el regente López de Quintana otras razones,
como el escaso número de ministros para dedicarse a una tarea como esa,
existiendo asuntos tan importantes como la rebelión de Coro y los complots
de Caracas y Maracaibo; además de la falta de recursos económicos que

448 Ibid., y Teresa Albornoz de López: op. cit., pp. 34-35.


449 Al respecto véase nuestro estudio Los ministros de la Real Audiencia de Caracas…, p. 87.
234 Alí Enrique López Bohórquez

permitieran el pago de un abogado que se encargara de recopilar el material


necesario para formar las ordenanzas450.
La crítica y desaprobación de las ordenanzas de la Audiencia de Caracas
por parte del Consejo de Indias pueden atribuirse a la prisa con que las redactó
el regente interino y visitador Joaquín Mosquera y Figueroa, y a la poca
intervención en el asunto del resto de los magistrados del tribunal, quienes
sólo se limitaron a aprobar el trabajo presentado por Mosquera. Ello dio como
resultado una compilación basada fundamentalmente en la Recopilación de las
Leyes de Indias de 1680, lo cual no satisfacía las exigencias reales, si consideramos
que los reyes borbones habían dado un conjunto de mandamientos en materia
de audiencias que, obviamente, habían rectificado algunas de las disposiciones
contenidas en la legislación de los Habsburgos. De allí que la consideración
fue desfavorable, pues –como señala Gisela Morazzani– …“estas normas no
se ajustaron a los planes para los cuales se había previsto esta reglamentación,
y encontrándose defectuosa en muchos aspectos que podrían calificarse
de substanciales e indispensables para la consecución de sus fines, fueron
devueltas para las enmiendas”… en lo tocante al buen régimen, dirección
y gobierno. Y agrega Morazzani: …“Los defectos y faltas encontrados y
expuestos para su consideración, fueron de fondo; es decir, que atañaban la
esencia misma del cuerpo como tal”.451
Sin embargo, las ordenanzas no fueron desaprobadas en su totalidad,
y debían los ministros hacer las correcciones pertinentes a la brevedad
posible para presentarlas nuevamente452. Esto no pudo realizarse debido
a las dificultades de funcionamiento del tribunal y a los conflictos del
regente-visitador con los oidores. Por otro lado, un año más tarde de la
decisión del Consejo de Indias, ocurría la invasión de Napoleón a España,
lo cual desarticuló el funcionamiento de las autoridades coloniales; a ello
debe agregarse la debelación de un complot para la formación de una
junta de gobierno, conocida como la conjuración de los mantuanos de
Caracas de 1808, cuyo juicio debió seguir Joaquín Mosquera a través de
una Sala Extraordinaria de Justicia de la Real Audiencia, integrada por él, el

450 A.G.I. Caracas, 171: Representación Nº 21, sobre los cargos y las contestaciones de D. Antonio
López Quintana para el Excmo. Sr. Secretario de Estado del Despacho Universal de Gracia y
Justicia (Caracas, 20 de agosto de 1807).
451 Gisela Morazzani: “Materiales para el estudio de una Ordenanza del siglo XX”, p. 460.
452 Ibid.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 235

presidente-gobernador interino Juan de Casas y el oidor honorario Francisco


Espejo, en condición de fiscal de lo civil y criminal, sin intervención de los
oidores titulares Felipe Martínez de Aragón, José Bernardo Asteguieta y
Miguel Aurioles de la Torre453. Finalmente, es necesario señalar la estructura
y fuentes jurídicas que nutrieron el proyecto de ordenanzas de 1805. En
cuanto a la estructura, la compilación legislativa quedó dividida en 21 títulos
y estos en 357 ordenanzas, distribuidas de la siguiente manera454:

Títulos Nº ordenanzas
1º De la Audiencia y Chancillería Real 95
2º Del Presidente 9
3º Del Regente de la Audiencia 7
4º De los Fiscales 13
5º Del Alguacil Mayor 18
6º Del Canciller 6
7º De los Relatores 24
8º Del Escribano de Cámara 43
9º De los Abogados 25
10º Del Receptor de penas de Cámara 15
11º Del Tasador y Repartidor 2
12º De los Receptores ordinarios 10
13º De los Procuradores 10
14º Del Juzgado de bienes de difuntos 18
15º Del Juzgado de Provincia de los Oidores 4

453 Alí Enrique López Bohórquez: Los ministros de la Real Audiencia de Caracas…, pp. 94-
95.
454 Gisela Morazzani señala que son 359 ordenanzas, y pensamos que posiblemente incluye lo
referido a los términos de las mismas. Nuestra copia del A.G.I. Caracas, 165, comprende
357, coinciden con la edición de José Sánchez-Arcilla Bernal; mientras que las publicadas en
el Boletín del Archivo General de la Nación incluyen 356. Esta disparidad probablemente se
debe a copias de los escribanos o a una inexacta trascripción de alguna de las ordenanzas.
236 Alí Enrique López Bohórquez

16º De las Cárceles y Carceleros 14


17º De las Votaciones en lo civil y criminal 15
18º De las Visitas de Cárcel 5
19º De las Presidencias y Ceremonias 16
20º De los días feriados 1
21º De los porteros 7
De los términos de la ordenanza.

En relación con las fuentes jurídicas que nutrieron las ordenanzas


recurrimos al minucioso trabajo de Gisela Morazzani, quien las resume de la
siguiente manera: a) el 75 por ciento procede de la Recopilación de las Leyes de
Indias de 1680, con algunos suprimidos y agregados; b) el 25 por ciento restante
proviene de distintas fuentes: leyes de las chancillerías de Valladolid y Granada, y
de las chancillerías y audiencias españolas; disposiciones vigentes, promulgadas
con anterioridad a la fecha de creación de la Audiencia o de la preparación de
sus ordenanzas, que fueron dictadas para el mundo iberoamericano a fin de
aclarar, reforzar o ratificar la materia legislada, reales cédulas, ordenes y decretos
con carácter de circular para toda América; disposiciones, prevenciones y
provisiones de otras audiencias de Indias que se hicieron extensivas a la de
Caracas; reales cédulas expedidas especialmente para la Audiencia recién creada;
la reglamentación y cambios generales necesarios para la inclusión de un nuevo
cuerpo y por la creación de algún cargo o función455.

El personal de la Audiencia de Caracas: funciones y atribuciones en las Ordenanzas


de 1805

a) Presidente

El gobernador ejercía la presidencia de la Audiencia y tenía


exclusiva competencia en materia de gobierno456. Para dichos asuntos

455 Véase la descripción que la historiadora hace a cada una de las fuentes jurídicas con relación a
las respectivas ordenanzas en “Materiales para el estudio de una Ordenanza del siglo XX”, pp.
458-459.
456 A.G.I. Caracas, 165: ordenanzas de 1805 para la Audiencia de Caracas. Tít. 1, Ord. 8 (En adelante
ordenanzas).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 237

debía constituirse un acuerdo; es decir, la reunión del Gobierno con el


regente, los oidores, los fiscales y un escribano. Pero cuando el presidente
procedía a título de gobierno en cualquier negocio, podían las partes que
se consideraran agraviadas apelar a la Audiencia, y ésta tenía la facultad de
confirmar o revocar lo decidido por el gobernador, y en caso de insistencia
se enviaban los autos ante el Real Consejo de Indias. Estaba prohibido que
el presidente-gobernador oyera recursos en cuestiones de justicia y librara
despachos a los distritos de los corregimientos y juzgados ordinarios. No
tenía voz ni voto en estas cuestiones. Las sentencias debían ser firmadas
por el regente y los oidores, teniendo el presidente que acatar lo dispuesto
por el tribunal. Sin embargo, podía declarar si el punto que se trataba era de
justicia o de gobierno, y los oidores debían firmar lo declarado, aunque no
votaran en favor. El presidente podía despachar los negocios de gobierno
utilizando los servicios de los escribanos de Cámara del tribunal; y en los
asuntos secretos, era legal que los despachara con sus secretarios o personas
de su agrado457.
Cuando el juzgado ordenaba enviar en comisión a ejecutores
y comisarios, correspondía al presidente-gobernador la elección y
nombramiento de dichos funcionarios, y para ello los oidores no debían
poner impedimento alguno. Era también atribución suya nombrar las
personas que suplirían a los oidores, en caso de estar el cargo vacante, hasta
el nuevo nombramiento. El gobernador-presidente debía ser obedecido
y cumplidas sus órdenes por los oidores, los fiscales y demás ministros,
con quienes mantenía correspondencia regular. Les estaba prohibido
dar comisiones a los jueces fuera de la Audiencia, salvo casos de mucha
importancia. Conjuntamente con el regente y los oidores, el presidente
ordenaba el establecimiento de la Tabla de Aranceles, tanto en el local de la
Audiencia como en los lugares públicos más frecuentados, para que fuera
conocida por los ciudadanos. Igualmente, debía velar por el cumplimiento
del costo de la justicia y de las leyes que regían las atribuciones de cada
funcionario del tribunal. La presidencia no podía conmutar destierros ni
dar cartas de espera a los deudores de penas de Cámara, así como tampoco
a obras pías, gastos de justicia y estrados, depósitos y otras condenaciones
ejecutadas, sin la especial facultad del rey, manifestada a la Audiencia. El
gobernador y capitán general contaban, en los casos que convenía, con

457 Ordenanzas, Tít. 1, Ords. 2, 9-11, 41; Tít. 2, Ords. 4-5, 9; Recopilación, Lib. II, Tít. XVI, Leyes 4 y 5.
238 Alí Enrique López Bohórquez

el asesoramiento de uno de los oidores del tribunal a elección suya, y era


también este último funcionario el señalado por la ley para ocupar el lugar
de presidente en caso de ausencia458.

b) Regente y oidores

La Audiencia de Caracas inició su actuación con un regente y tres


oidores. El nombramiento de estos funcionarios los hacía el rey, a proposición
de la Cámara de Indias. Cuando se estableció la Secretaría del Despacho
Universal de Indias, a partir del gobierno de Felipe V, correspondió a
este funcionario proponer al monarca los candidatos para ejercer en las
colonias americanas el oficio de oidor. Para 1786 la Cámara de Indias había
recuperado esta facultad. El regente y los oidores, que recibían el título de
“señor”, fueron funcionarios que lograron imprimir a la Audiencia una línea
de continuidad histórica doctrinal y orgánica que, en la mayoría de los casos,
faltaba en la política desarrollada por virreyes, presidentes y gobernadores.
En ellos encontró el gobierno español la garantía de su dominio. Para el
cargo de oidor se requería formación profesional previa, que no se trataba
de simple carrera administrativa459. El regente tenía sueldo de 4.300 pesos
fuertes, y cada uno de los oidores 3.300 pesos al año, pagados por la Real
Hacienda460; debían estos ministros satisfacer el derecho de la Media Anata,
en razón del mencionado salario461.
La legislación española establecía que en las audiencias donde no
hubiera alcaldes del crimen, los oidores podían conocer de lo civil y criminal,
y usar varas de justicia. Esto ocurrió en el caso de la Real Audiencia de
Caracas. El regente y los oidores estaban facultados para formar el conjunto
de ordenanzas por las que debía regirse el tribunal. Anualmente, el día
primero de Audiencia, debían leerse las ordenanzas a todos los oficiales de

458 Ordenanzas, Tít. 1, Ords. 20, 41 y 57; Tít. 2, Ords. 1, 7-8; Recopilación, Lib. II, Tít. XVI, Leyes 7, 9, 14, 16;
José María Ots Capdequí: El Estado español en las Indias. México, Fondo de Cultura Económica, 1965,
pp. 47-48.
459 Véase Tabla 2.
460 A.G.I. Caracas, 299: Real título de oidor de José Bernardo de Asteguieta, del 13 de diciembre de
1788.
461 ordenanzas, Tít. 1, Ord. 83; Recopilación, Lib. II, Tít. XVI, Ley 27.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 239

la institución para que tuviesen presentes las funciones de sus cargos462. Ya


anotamos las dificultades para la formación de las ordenanzas para Caracas,
por lo que esto último lo suplió el regente Antonio López Quintana leyendo
disposiciones generales de las atribuciones de los ministros y subalternos463.
Correspondía al regente ejercer la presidencia efectiva de la Audiencia en
materia de justicia, de acuerdo con lo establecido por la Real Cédula del 20
de junio de 1776 de la llamada instrucción de regentes. Su cargo, respecto de
la Audiencia, era superior al del presidente. Representaba la autoridad real en
el tribunal. El oidor más antiguo suplía al regente en caso de impedimento
o ausencia. Estaba obligado a dejar a su sucesor una relación instructiva
para el mejor desempeño de sus funciones464.
Señalamos anteriormente que la inexistencia de los alcaldes del
crimen determinaba que el “regente y oidores conozcan de todas las causas
civiles y criminales que a la Chancillería vinieran en grado de apelación de
los gobernadores, sus tenientes, alcaldes ordinarios y otras justicias de las
provincias y distritos de su jurisdicción y las determinen en vista y grado
de revista y puedan en primera instancia conocer de las causas criminales
que sucedieren en la ciudad donde reside la Audiencia con cinco leguas en
contorno… y las sentencias que así se dieren sean ejecutoriadas y llevadas a
debido efecto y no haya más grado de apelación ni suplicación ni otro remedio
ni recurso alguno.” Los oidores, en ejercicio de su jurisdicción civil y criminal,
no obtenían derechos arancelarios. Asistían al tribunal en las horas señaladas
para el despacho de los pleitos, dejando a un lado las comisiones, a fin de
cumplir correctamente con su horario. Se les prohibía ver en sus casas pleito
o negocio alguno, si no lo habían comenzado a revisar en la Audiencia y que
por justo impedimento no se hubiera decidido465. En las causas criminales,
tanto de oficio como de parte, podía cada uno de los ministros admitir las
acusaciones, formar las averiguaciones sumarias y procesos informativos de
los delitos graves hasta comprobar la culpabilidad, impidiendo la intervención

462 Ibid., Tít. 1, Ord. 42; Tít. 3, Ords. 1, 3-4.


463 A.G.I. Caracas, 171: representación Nº 21, sobre los cargos y las contestaciones de D. Antonio
López Quintana para el Excmo. Sr. Secretario de Estado del Despacho Universal de Gracia y
Justicia (Caracas, 20 de agosto de 1807).
464 Ordenanzas, Tít. 1, Ord. 85.
465 Ibid., Ords. 44, 53, 64 y 95.
240 Alí Enrique López Bohórquez

de los escribanos y alguaciles. Arrestaban a los delincuentes y tomaban sus


declaraciones antes de presentarlos a la Audiencia466.
Al presidente, al regente y a los oidores correspondía determinar la
falsedad de los testigos para castigarlos. En los mandamientos de detención,
en radio de las cinco leguas, era necesaria la firma, por lo menos, de dos
oidores. Si aparecían dudas sobre las sentencias, decretos y determinaciones,
los jueces que participaban en ellas asistían a la declaración de las mismas, sin
llevar parte de las condenaciones. Cualquiera de los ministros conocía en caso
de deserción de reos, aunque hubiera sido condenado o remitido por otro juez
o tribunal. Contra los oidores y el regente podían aparecer recusaciones, pero
no simultáneamente contra todos. Aquellas no se leían en público en la sala
de la Audiencia a que correspondía, sino estando los jueces en su acuerdo, con
excepción del recusado, quien no estaba presente cuando se tratara de ciertos
negocios en los cuales tuviera incumbencia o en procesos contra sus parientes
y criados. En caso de recusación a uno de los ministros del tribunal,

… los tres o dos que quedaren de ellos la vean y determinen y (…) se nombre
al fiscal de lo civil y criminal sino hubiera sido parte en la causa y por su falta
y habiéndolo sido, el de Real Hacienda y si dos fueren recusados, conozcan de
ello los demás (…) pero si en la Audiencia no quedaren más de dos jueces,
tampoco se puedan recusar ambos juntamente, sino solamente el uno, de manera
que siempre haya de quedar y quede un juez de la Audiencia no recusado para
que con el fiscal conozcan de la recusación del otro, u otros jueces en la forma
que va dicha.

Esto demuestra la importancia que los oidores tenían en el tribunal.


Si alguno de los oidores era solicitado como testigo, correspondía a la
Audiencia determinar si debía o no declarar, y si el regente y el oidor que
fueran jueces de cualquier causa, y cuya sentencia se apelara a la Audiencia,
no podían votarla ni determinarla nuevamente467.
El cargo de oidor requería comportamiento particular ante la sociedad
y, por tanto, se le impedía mantener correspondencia con personas ajenas a la
Audiencia, encargarse de negocios y sustentarse por otros medios económicos

466 Ibid., Ords. 52, 56, 72, 88, 92.


467 Ibid., Ords. 3, 7, 46-48, 50-51, 60-61.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 241

que no fueran los de su remuneración oficial. No debía dejarse acompañar


de negociantes que tuvieran pleitos en el tribunal, como tampoco podían
hacerlo sus mujeres. No asistían a desposorios ni a entierros, salvo casos muy
señalados o forzosos. Se les prohibía ser padrinos de matrimonio y bautizos de
alguna persona de su distrito y jurisdicción, en cuyas causas y pleitos pudiesen
ser jueces. Igualmente, estaban impedidos los vecinos de servir de padrinos
de dicho funcionario, pero se permitía la filiación entre los oidores. Estaba
negada toda posibilidad de que tanto el regente como los oidores pudieran
traer pleitos y demandas civiles en primera instancia por interés de alguno de
ellos o de su familia, ya que estos asuntos estaban reservados al conocimiento
de los alcaldes oidores. Tampoco podían hacer recomendaciones a los jueces
ordinarios sobre juicios que ante ellos se presentaran468.
Los oidores vigilaban si algún oficial receptor, ejecutor o escribano,
de cualquier ciudad, villa o lugar habían llevado derechos demasiados
de los procesos contra indios, personas miserables, viudas o huérfanos.
Ello evidencia la función social que debía desempeñar la Audiencia en su
jurisdicción, aunque en muchos casos la disposición fue letra muerta, pues
constantemente los funcionarios abusaban de su poder. Por otro lado, en
la visita de cárceles debían estar presentes dos oidores, quienes conocían
del tratamiento que recibían los presos. Las justicias ordinarias del distrito
de la Real Audiencia de Caracas tenían libertad de acción en las causas de
primera instancia, sin que en ellas intervinieran el regente y los oidores;
aunque sí era de su competencia hacer Audiencia de provincia tres días a
la semana, conocer de todos los pleitos, dentro de cinco leguas, tres meses
al año, cada uno por su turno; y lo determinado por alguno de los oidores
podía apelarse a la misma Audiencia469.

c) Fiscales

La Audiencia de Caracas comenzó sus funciones con un fiscal de lo


civil y criminal; debido al aumento progresivo de causas y pleitos se creó
otra fiscalía para atender los asuntos de Real Hacienda. Su nombramiento
competía al rey, y el salario que recibía era el mismo de los oidores. Los fiscales,

468 Ibid., Ords. 45, 75-76.


469 Ibid., Tít. 1, Ord. 13; Tít. 15, Ord. 13; Tít. 18, Ords. 2, 4 y 13.
242 Alí Enrique López Bohórquez

abogados profesionales con experiencia, disfrutaban de las preeminencias


de los oidores, ya que entre sus atribuciones más importantes estaban la de
cuidar el cumplimiento de las leyes, tomar la voz de las causas convenientes
a la ejecución de la justicia, así como proponer a la Audiencia las soluciones
para la mejor administración de ella. Fueron los funcionarios encargados de
defender el Real Patronato, la Real Hacienda y de castigar los delitos públicos.
Para el control de «las nuevas ideas», de la ilustración europea, la Corona
española contaba con el fiscal de lo civil, quien se convirtió en Censor Regio
con la precisa obligación de reveer y examinar todas las conclusiones que
se hayan de defender en aquella universidad donde la Audiencia reside y en
los conventos y escuelas privadas de los reguladores y seculares antes de
imprimirse o repartirse no permitiendo que se defienda o enseñe doctrina
alguna contra la autoridad y regalías de [la] Corona dando cuenta al Consejo
de cualquier contravención para su castigo470.
De acuerdo con esta atribución de los fiscales, se deduce la importancia
que estos funcionarios tenían para el Estado español, al confiarle la vigilancia
de la penetración de aquellas “ideas” contrarias al régimen monárquico, que
podían conducir al deterioro del dominio colonial.
Los fiscales conocían, para el mejor cumplimiento de sus obligaciones,
de las reales cédulas, instrucciones, provisiones y otros preceptos legales
emanados del poder real dirigidos a la Audiencia. En las audiencias, juntas
y acuerdos extraordinarios, tratándose de asuntos de justicia y hacienda o
cosas de gobierno, los fiscales estaban presentes y tomaban decisiones al
respecto. Se convertían en protectores y defensores de los indios en todos
los pleitos civiles y causas criminales con los españoles, relacionados con
su libertad, buen tratamiento y propiedades. Los escribanos de cámara
entregaban a los fiscales todos los procesos que solicitaran, así como
también los testimonios, a fin de enviarlos al Consejo de Indias y a las partes
interesadas. Además, enviaban anualmente a España la relación de las causas
y pleitos vistos por la Audiencia. En la competencia de jurisdicción entre
diversos jueces, el fiscal participaba en la determinación de la querella. En
ausencia o falta de uno de los fiscales, lo suplía el otro; y si faltaban ambos,

470 Ibid., Tít. 4, Ords. 1-2, 6, 9-10, 12; Recopilación, Lib. II, Tít. XVIII, Leyes 23 y 29.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 243

y no habiendo suficiente número de oidores, el presidente o la Audiencia


en pleno nombraban un interino, quien debía ser abogado471.

d) Alguacil mayor

Correspondía al alguacil mayor hacer ejecutar lo establecido por las


leyes para el buen gobierno y justicia de la ciudad. Las funciones del cargo
la ejercían dos alguaciles. Sus honras y privilegios eran los disfrutados por
los alguaciles mayores de las audiencias de Valladolid y Granada. Usaban
vara de justicia y ocupaban su puesto en el tribunal después del fiscal. Para
el oficio se prohibía nombrar parientes, criados y allegados de los ministros.
El alguacil mayor presentaba a la Audiencia sus tenientes y sustitutos, y una
vez aprobados debían cumplir las ordenanzas y leyes que sobre el caso se
señalaban. Nombraba por teniente suyo a personas con edad suficiente para
el ejercicio del empleo, y podía removerlo por causa legítima. Los alguaciles
acompañaban al presidente, al regente y a los oidores a cualquier parte en
Audiencia; eran los encargados de nombrar el alcalde y los carceleros del
presidio del tribunal, previa presentación para su aprobación. Asistían a las
visitas de cárcel, tanto generales como particulares472.
Correspondía, asimismo, al alguacil mayor rondar por los lugares
públicos para evitar ruidos y actos callejeros, prender infraganti sin comisión
alguna o por orden judicial y prohibir el porte de armas sin permiso. No
podía tomar el dinero de las personas que sorprendiera en juegos de azar,
sino depositarlo en la caja del Tribunal, hasta decidir el asunto. Le estaba
vedado recibir obsequios por parte de los presos, no teniendo facultad de
soltarlos sin mandamiento del tribunal. Se prohibía nombrar al Alguacil para
el cargo de corregidor u otros oficios. No se le obligaba a las ejecuciones
criminales; podía enviar a su teniente, salvo cuando la Audiencia lo
ordenaba. Ni la recopilación de 1680, ni las ordenanzas de 1805 para la
Real Audiencia de Caracas señalan el sueldo de los alguaciles. Depons dice
que estos funcionarios no tenían asignación monetaria fija por su empleo,

471 ordenanzas, Ords. 2-5, 11, 12-13; y Tít. 1, Ords 4-6, 43, 65; Recopilación, Lib. II Tít. XVIII, Leyes
4-5 y 43.
472 Ordenanzas, Tít. 5, Ords. 1, 3, 5-6 y 9.
244 Alí Enrique López Bohórquez

pero llevaban derechos por su actuación de acuerdo con los aranceles de


la Audiencia473.

e) Canciller

El canciller era nombrado por el rey a proposición de la Audiencia.


Su principal función consistía en sellar las provisiones, cartas y ejecutorias
del tribunal. Tenía bajo su custodia y responsabilidad el sello real. Por las
provisiones que sellaba recibía derechos según lo dispuesto por los aranceles
aprobados para la Audiencia de Caracas en la Real Cédula del 30 de mayo
de 1796. Se prohibía al canciller estampar el real sello en Provisiones de
mala letra y que no tuvieran las firmas competentes de los ministros, y
sólo debía hacerlo sobre papel y con cera colorada. Se encargaba, además,
de guardar los procesos y papeles de la Audiencia. El canciller no obtenía
derechos de las personas que, conforme a las leyes, ordenanzas y aranceles
estaban exonerados de pagarlos474.

f) Escribano de cámara

El escribano de cámara actuaba como secretario del Tribunal. Fue un


oficio concedido y beneficiado por el rey. La Real Audiencia de Caracas inició
sus actividades con un escribano, quien tenía sueldo de quinientos pesos.
Asistía a las audiencias públicas y llevaba la relación de los negocios apelados.
Entregaba los procesos a los procuradores bajo la orden de la Audiencia,
teniendo conocimiento de las hojas y piezas que confiaba, las cuales no podía
sacar de la ciudad donde residía, ni confiarlas a las partes, ni a otras personas,
para llevarlas fuera sin licencia del tribunal. Los fiscales recibían del escribano
las causas de su incumbencia, y una vez concluidas notificaban las sentencias
definitivas a los interesados el mismo día que se determinaban. El escribano
comunicaba, semanalmente, al relator y al fiscal los autos y resoluciones de
todos los pleitos en los que tomaban parte, en caso de no estar presentes
en la pronunciación, así como también las penas y multas impuestas. La
Audiencia tenía un libro donde el escribano de cámara colocaba las multas y

473 Ordenanzas, Tít. 5, Ords. 8-12, 14, 16-17; Recopilación, Lib. II, Tít. XX, Leyes 27-29, y Francisco
Depons: op. cit., Tomo II, p. 188.
474 Ordenanzas, Tít. 6, Ords. 1-6; Recopilación, Lib. II, Tít. XXI, Leyes 1 y 5.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 245

condenaciones asignadas por el tribunal, las cuales eran publicadas todos los
sábados. Le correspondía examinar los testigos en el lugar donde estuviera
la Audiencia sin recibir salario alguno, sólo los derechos establecidos en los
aranceles; y en caso de ocurrir fuera del lugar del tribunal, se nombraba un
escribano especial, previa comisión señalada por los oidores475.
El escribano debía recibir a los testigos de los pobres con toda diligencia
y cuidado posibles; y tanto a estos, como a cualquier otro, hacía preguntas
generales como si fueran examinados en juicio plenario. Llevaba los registros
encuadernados y recibía por inventario todos los papeles tocantes al derecho
real y las resoluciones antiguas y modernas que debían estar en su poder,
cuando entraba a servir su oficio. El escribano presentaba a la Audiencia las
causas, asuntos y negocios retardados; asentaba directamente el despacho de
los procesos, de los cuales, a fin de año, daba cuenta al Supremo Consejo de
Indias, tanto de los determinados como de los pendientes. Colocaba al final de
las sentencias los nombres de los jueces que las habían pronunciado. Cuando
los notarios eclesiásticos hacían relación en la Audiencia de algunos pleitos,
estos quedaban en poder del escribano, quien los devolvía a aquellos una vez
resueltos. Por los negocios eclesiásticos que venían del tribunal por vía de fuerza,
el escribano no llevaba derechos tratándose de la defensa de la jurisdicción del
“patronazgo”. Cobraba los honorarios que le pertenecían conforme al arancel
establecido, que indicaba en el reverso de las provisiones, mandamientos, cartas
y otros despachos expedidos por los ministros del juzgado. Recibía derechos
en los pleitos fiscales que se seguían en la Real Audiencia, mas no en los casos
de segunda instancia, ni de los litigios de pobres476.

g) Relator

Al relator lo nombraba el Consejo de Indias, y en caso de interinato


lo hacía el presidente o el regente de la Audiencia. Al igual que el cargo de
escribano, el de relator era renunciable y vendible, y para ejercerlo se requería
el título de abogado. Recibía sueldo de 500 pesos, y ejercía sus funciones
tanto en lo civil como en lo criminal. Le correspondía hacer relación de
pleitos y causas presentados en Audiencia; sacar réplicas, pasos y puntos

475 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; ordenanzas, Tít. 1, Ords. 39 y 69; Tít. 8,
Ords. 4-5, 8-9, 13, 15, 18-20; recopilación, Lib. II, Tít. XXIII, Ley 1.
476 Ordenanzas, Tít. 8, Ords. 10, 12, 21-26, 29-30, 32-34, 38-39 y 41.
246 Alí Enrique López Bohórquez

principales del juicio; examinar el pleito y determinar si había razones


suficientes para solicitar justicias; hacer jurar y firmar las relaciones; llevar
a cada uno de los jueces un memorial breve, verdadero y sustancioso de
los litigios vistos, y tener en su poder arcas donde guardar los papeles y
procesos pendientes. El relator no podía abogar en la Audiencia. Tampoco
se le permitía vender o cambiar los documentos encomendados a otros,
sin previa licencia. En cuanto a los derechos pertenecientes a su empleo,
los obtenía conforme al Arancel de la Audiencia. Las partes pagaban
las relaciones por mitad. El relator mostraba la tasa de sus honorarios y
los asentaba al pie de la conclusión del proceso. No recibía asignaciones
monetarias en las causas civiles y criminales, ni de las partes condenadas,
puesto que ello correspondía a los fiscales. La relatoría no se pagaba en los
pleitos que se siguieran como tales a los jueces, gobernador y sus tenientes,
alcaldes ordinarios y otras justicias, en defensa de la jurisdicción477.

h) Abogados

En la Audiencia de Caracas había un Abogado de los pobres, quien


tenía asignado sueldo de 300 pesos. En lo concerniente al nombramiento
de los abogados de su distrito, el Estado español guardaba mucho cuidado,
por cuanto ordenaba que ninguno sea ni pueda ser abogado en nuestra
Real Audiencia sin ser primeramente examinado y aprobado por la
terna compuesta del decano y otros dos abogados de los más antiguos y
condecorados y por el presidente regente y oidores y escrito en la matrícula
del Colegio de ellos establecido en la Capitanía donde reside la Audiencia.
No podían ser abogados del tribunal los parientes de los oidores. Se les
exigía que no ayudaran a causas injustas, y guardaban antigüedad conforme al
tiempo en que eran recibidos. Se les ordenaba que ayudaran fielmente a sus
partes hasta fenecer la causa, sin alegar malicia ni usar palabras ofensivas que
impidieran el vencimiento del asunto. El abogado que defendía, en primera
instancia, no podía ir contra la misma persona en segunda y tercera, so pena
de que por este hecho fuera suspendido del oficio por diez años478.

477 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; Ordenanzas, Tít. 7, Ords. 4-5, 10-12,
14 y 17-19.
478 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; Ordenanzas, Tít. 9, Ords. 1-3, 6-8 y
21.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 247

El abogado, tanto particular como del tribunal, debía dar conocimiento


de sus procesos y escrituras a los procuradores y escribano. Firmaba los
poderes de sus defendidos y las relaciones que pasaban los Relatores a
la Audiencia para su estudio y determinación. En los procesos seguidos
a los indígenas, se requería que “…los abogados no dilaten los pleitos y
procurenlos abreviar en cuanto fuera posible especialmente los de indios a
los cuales lleven muy moderadas pagas y les sean verdaderos protectores y
defensores de personas y sus bienes…” Asimismo, el Abogado de pobres
asistía regularmente a la cárcel para conocer el tratamiento de los reos, y por
todas las funciones que cumplía se le indicaba un salario de acuerdo con las
leyes y con lo dispuesto por el arancel479.

i) Procuradores

El empleo de procurador lo otorgaba la Audiencia, previo examen.


La Audiencia de Caracas comenzó sus actividades con cuatro procuradores.
Era un cargo sin sueldo oficial y, en algunos casos, vendible. No llevaba más
salarios que el señalado por el presidente y los oidores. No podía recibir
dádivas ni presentes para demorar las causas. Asistían a la Audiencia cuando
se transaban los costos del proceso, por notificación del secretario de la
cámara. Los procuradores no podían hacer peticiones, despachar negocios,
ni ejercer sin licencia de la Audiencia. Tanto a los procuradores como a los
abogados se les prohibía seguir los pleitos a su costa. Sólo hacían peticiones
en rebeldías y conclusión de pleitos; dichas peticiones debían estar en buena
letra, no enmendadas ni tachadas480.

j) Tasador y repartidor

En la Audiencia de Caracas apareció este cargo para dos personas


distintas. Al tasador correspondía hacer las tasaciones de los pleitos y causas
que se vieren en el tribunal, indicadas de acuerdo con la clase de asunto,
volumen e importancia. Las partes agraviadas por la tasación solicitaban la
intervención del oidor, quien determinaba al respecto. El Repartidor tenía

479 Tít. 9, Ords. 10, 17-18-20; Recopilación, Lib. II, Tít. XXIV, Ley 25.
480 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; ordenanzas, Tít. 13, Ords. 1-2, 5-6 y
9; recopilación, Lib. II, Tít. XXVIII, Leyes 6 y 7.
248 Alí Enrique López Bohórquez

como función distribuir las causas civiles y criminales a los respectivos


escribanos. Ambos funcionarios cobraban sus salarios de los gastos de
justicia y sus cargos eran vendibles y renunciables481.

k) Receptores ordinarios

Los receptores ordinarios eran dos; oficios que podían venderse o


renunciarse. En algunos casos fueron nombrados por el rey y lo hacía la
Audiencia cuando los Receptores estaban impedidos para ejercer. No podían
ser Receptores ni los mulatos ni los mestizos. A los Receptores Ordinarios
correspondía tomar por escrito las disposiciones de los testigos, colocar las
probanzas en los días que se examinaban, escribiendo la presentación y el
juramento del primer testigo por extenso, y los otros sumariamente; hacer
relación a la Audiencia del auto interlocutorio o definitivo y notificar a las
partes, o a sus procuradores presentes482.

l) Receptor de penas de cámara

El Receptor de penas de cámara fue el funcionario encargado de


cobrar las multas impuestas por el tribunal, así como los gastos de justicia y
estrado. Al fin de cada año daba cuenta de lo recaudado, procediendo luego
a distribuirlo entre los funcionarios correspondientes. Sólo con licencia del
rey podía el receptor librar las penas de cámara. Recibía del escribano las
penas y condenaciones que determinaba la Audiencia, indicando a quién y
cómo se aplicaban. No llevaba derechos de las condenaciones si no estaban
ejecutadas. La Corona española tenía mucho cuidado con el recaudo de las
penas de cámara y, por tal razón, ordenaba al Receptor que

…por ninguna causa ni razón se dan ayudas de costas en penas de cámara,


quitas ni vacaciones y que lo aplicado a estos géneros de hacienda para un efecto
no se convierta en otro y a los receptores y personas en cuyo poder entran lo
procedido de cuantas vacaciones y penas de cámara que no se cumplan ni paguen
orden ni libranza…

481 Ordenanzas, Tít. 13, Ords. 1-2, 5-6 y 9.Tít. 11, Ords. 1-2; recopilación, Lib. II, Tít XXVI, Leyes 1-2
y 4.
482 Ordenanzas, Tít. 12, Ords. 1-2, 4-7 y 10; recopilación, Lib. II, Tít. XVIII, Ley 1.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 249

Ni siquiera los oficiales de la Audiencia estaban exceptuados de las


penas de cámara, y en caso de libranza de los gastos de estrados, estos no
debían pasar de una cantidad mayor a los honorarios de los funcionarios. El
Receptor de penas de cámara daba fianzas legales, llanas y abonadas hasta
la cantidad de dos mil pesos, bajo autorización de la Audiencia. Tenía en su
poder el Libro de condenaciones de penas de cámara, donde se asentaban
diariamente, con el fin de ser cobradas por los alguaciles en la ciudad y su
distrito, por lo cual no tenían remuneración. Anualmente entregaba cuenta
de lo recibido por concepto de condenaciones, y por su trabajo percibía el
ocho por ciento de todo lo que entraba, o de las personas nombradas para
cobrarles fuera de la ciudad capital483.

m) Personal subalterno

El personal subalterno estaba constituido por el alcaide y los carceleros


de la cárcel de la Audiencia, dos porteros y un barrendero. todas estas
ocupaciones eran otorgadas por la Audiencia, con la gratificación que a ella le
pareciera conveniente. El alcaide y los carceleros se encargaban de guardar los
presos, leyes y órdenes. el alcaide tenía un libro de entrada y salida de los reos.
Estos funcionarios residían en la cárcel, cuidaban de la limpieza de la prisión
y de otros servicios necesarios; debían tratar bien a los acusados; estaban
en la obligación de pasar revista en la cárcel diariamente; no podían detener
a los presos despachados y mandados a liberar por deudas de justicia, si se
declaraba y se verificaba que eran pobres; se les prohibía poner en libertad
a los presos por causa criminal sin la correspondiente autorización de la
Audiencia. Ni ellos ni otros funcionarios podían servirse de los indios. Los
porteros no permitían a las partes la entrada a sala y estrados. Cumplían todas
las órdenes de los ministros de la Audiencia. Asistían por turno a las visitas
particulares y ambos a las generales. También había un Capellán, encargado
de celebrar misa todos los días de tribunal y en los días feriados, así como
predicar, enseñar la religión cristiana y confesar a los presos484.

483 Ordenanzas, Tít. 13, Ords. 1-2, 5-6 y 9.Tít. 10, Ords. 1-10 y 13-15; recopilación, Lib. II, Tít. XXV,
Leyes 1, 3-4.
484 A.G.I. Caracas, 165: Real Cédula del 8 de diciembre de 1786; ordenanzas, Tít. 16, Ords. 2-10, 13-14;
Tít. 1, Ord. 94; Tít. 21, Ords. 2-7.
250 Alí Enrique López Bohórquez

La continuidad de la legislación austriaca en la Audiencia de Caracas. Extensión de


las Ordenanzas de Santo Domingo e Influencia de la recopilación de 1680

Cuando se trata de explicar las reformas borbónicas, generalmente


se incurre en el error de generalizar, al tipificarlas como el instrumento de
transformación radical del imperio español en América. Un rápido balance
de las reformas nos permite apreciar el sentido de los intentos de cambios:
Felipe V y Fernando VI procedieron en forma moderada y parcial. Con
excepción de la creación del Virreinato de la Nueva Granada, no hubo durante
sus gobiernos reformas político-administrativas de envergadura comparables
a las de la segunda mitad del siglo XVIII. El reformismo de los dos
primeros borbones estuvo orientado a la reestructuración de los organismos
metropolitanos de control y al problema de las relaciones comerciales con
las colonias, permaneciendo casi intacta, durante largo tiempo, la estructura
administrativa heredada de los Habsburgos485. Con Carlos III cobraron valor
muchas de las reformas y proyectos elaborados durante el reinado de Felipe
y Fernando.486 Se aceleró la reorganización del imperio español, dirigida a la
recuperación de la autoridad real en todas las esferas del gobierno colonial, a
la centralización burocrática de la administración americana y, sobre todo, al
resurgimiento económico de algunas colonias con capacidad para apuntalar la
situación interna de España, como también aplicar su empeño por recobrar
el status imperial en Europa. Para lograr tales objetivos –Carlos III y sus
ministros, en particular José de Gálvez– introdujeron múltiples y variadas
reformas en sus dominios de América: revalorización de las visitas generales;
implantación gradual del sistema de intendencias; creación de nuevas entidades
político-militar-administrativas; modificación de la planta de las audiencias
y establecimiento de otras magistraturas coloniales; reorganización militar
y eclesiástica; disminución del poder de los cabildos y tendencia a excluir
a los americanos del gobierno local; reglamentación del comercio libre e
intercolonial; cambio hacia una política agropecuaria junto con la introducción
de nuevas técnicas para reactivar la minería, entre otras medidas487.

485 Utilizamos los planteamientos expuestos en nuestro estudio Los ministros de la Audiencia de Caracas…,
pp. 27-28.
486 Al respecto véase Miguel Artola: “Campillo y las Reformas de Carlos III”, Revista de Indias, XII:
50 (Madrid, 1952), pp. 685-714.
487 Síntesis de las reformas en Luis Navarro García: Hispanoamérica en el siglo XVIII. Sevilla, 1975
y Eleazar Córdova Bello: Las Reformas del Despotismo Ilustrado en América. Caracas, Universidad
Católica Andrés Bello, 1975.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 251

Algunas de esas reformas incentivaron la prosperidad económica de las


colonias y mejoraron la eficiencia administrativa, pero la mayoría de ellas no
tuvo el alcance esperado. Durante el gobierno de Carlos IV muchas quedaron
sin vigencia o tomaron otra orientación, pero en general significaron y dejaron
sentir el absolutismo borbónico. Decir que transformaron por completo
la estructura económica, el gobierno y el orden de la sociedad, en fin, que
representaron una revolución en el gobierno, como ha dicho David A.
Brading488, sería hacer apreciación apresurada y, a nuestro juicio, discutible
desde muchos puntos de vista. Consideramos que los intentos de cambio
tropezaron con un rígido esquema de gobierno que permaneció casi intacto
y poco se hizo –o hubo dificultades– para modificarlo por completo. De
allí que la herencia de los reyes austriacos significó un serio obstáculo para
alcanzar los objetivos propuestos por los borbones. Ni siquiera pudieron
cambiar radicalmente la legislación indiana, expresión de un orden jurídico
orientado al ejercicio del gobierno y al mantenimiento de la dominación a
través de sus instituciones. Ante los cambios operados se haría necesario
modificar el conjunto de disposiciones incluidas en la Recopilación de las Leyes
de 1680, a fin de disponer de un cuerpo legal que diera cabida a la legislación
borbónica.
Así surgió la idea de una nueva recopilación, ordenada por Carlos III
y que se conocería como Nuevo Código de las Leyes de Indias. Aunque en 1792,
por Real Decreto del 25 de marzo, Carlos IV promulgara el Libro Primero,
ordenando igualmente que no se publicara debido a que no había sido revisado
por el Consejo de Indias en pleno, el Nuevo Código fue solamente otro proyecto
de recopilación. Aquel libro, referido a los asuntos eclesiásticos, nunca entró en
vigencia en América, utilizándose solamente algunos artículos cuando algunas
circunstancias requirieron de su uso489. De manera que la Recopilación de las Leyes de
Indias de 1680 siguió teniendo vigencia y continuó siendo referencia obligada para
las autoridades tanto metropolitanas como coloniales. Lo referido a las reales
audiencias estuvo recogido en el Libro II, Título 15: resumiendo y recogiendo
las normas, provisiones, ordenanzas, cartas, cédulas…dictadas por más de 150
años, título más extenso de la recopilación, con 183 leyes, 34 reenvíos a otras
En relación con puntos concretos, más 21 adicionales al final del título. Y a
este título hay que añadir las otras leyes contenidas en los títulos 16 a 34 del

488 David A. Brading: Miners & Merchants in Bourbon Mexico 1763-1810. Cambridge, Cambridge
University Press, 1971, p. 53.
489 Horacio López Guédez: La Formación Histórica del Derecho Indiano 1492-1808. Mérida (Venezuela),
Universidad de Los Andes, 1976, pp. 44-45.
252 Alí Enrique López Bohórquez

propio Libro y todas las que a lo largo de este código se refieren directamente
a las audiencias, como las que figuran en el Libro I, título XIV, Ley 67; Lib.
II, tít. I, leyes y 25 y tít. XXIII, ley 61; Lib. VIII, tít. I, ley 87; tít. XVII, ley 5;
tít. XVIII, ley 9; y Lib. IX, tít. 3, ley 3, más todas las relativas a gobernadores,
virreyes, oidores, alcaldes del crimen, fiscales, presidentes, visitadores, abogados,
apelaciones, arancel, residencias, penas, real acuerdo, relatores, secretarios,
rondas, sello real, segunda suplicación, recursos de fuerza, descubrimientos,
tasadores y repartidores, testamentos, varas, casos de corte, competencia,
escribanos,…que no están recogidas en el citado libro y título490.
En razón de no contar la Real Audiencia de Caracas con las ordenanzas de
Santo Domingo para formar las suyas, y debido a que no fue hasta 1805 cuando
tuvo las propias, el tribunal caraqueño debió utilizar la legislación austriaca para
regirse e instruir disposiciones. Así, como ha señalado Gisela Morazzani, el 75
por ciento de las ordenanzas de 1805 proceden de la Recopilación de 1680.
De manera que, aunque la Real Audiencia de Caracas surgió en el contexto de
las reformas borbónicas para Venezuela, se aplicaron las disposiciones para la
selección del personal y éste respondió a las exigencias de la nueva burocracia
profesional impuestas por el ministro José de Gálvez491, su funcionamiento
dependió de un orden legislativo que databa de muchos años atrás. Un
conjunto de preceptos vinculados con una conducta socio-política-ideológica
que supuestamente debía entrar en contradicción con la concepción francesa
instaurada por el régimen borbónico, pero que, por el contrario, éste supo utilizar
para garantizar la continuidad de la soberanía española en América.

La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Audiencia (1804-1809)


y la corrupción en el tribunal caraqueño

Para evitar el desarrollo de nexos locales, junto con la no escogencia de


abogados nacidos en el distrito de la Audiencia, existía una serie de restricciones
a través de las cuales se pretendía la aplicación justa y equitativa del derecho;
normas que, según Guillermo Lohman Villena, eran tan draconianas, que
de hecho convertían a las mismas en nugatorias. Solamente si hubieran sido
cuerpos gloriosos los destinatarios de tan rigurosos mandatos, hubiera estado

490 Javier Malagón Barceló: “Las Reales audiencias y Chancillerías. Apuntes para el examen de las
leyes en la Recopilación de Indias”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 275 (Caracas,
julio-septiembre de 1986), pp. 677-693.
491 Véase al respecto nuestro estudio Los ministros de la Real Audiencia de Caracas…, pp. 83-109.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 253

a su alcance cumplirlos al pie de la letra 492. Esta apreciación del historiador


peruano resulta de su estudio sobre los ministros de la Audiencia de Lima,
tribunal que tuvo una característica muy particular en cuanto a la presencia
casi permanente de magistrados limeños, lo cual impidió el cumplimiento
de las viejas disposiciones que prohibían a los ministros indianos, algunas de
ellas extensivas a parientes y criados, casarse en el distrito de la Audiencia,
hacer visitas sociales (excepto en casos forzosos), ser padrinos de bautismo
y de matrimonio (ni de los vecinos de ellos), asistir a entierros u otros actos
personalmente sino con el resto de los jueces, mantener relaciones con
negociantes y realizar actividad económica alguna, tener bienes raíces y recibir
dádivas o regalos493. Además de estos y otros preceptos restrictivos, los buenos
salarios y la limitación del tiempo de ejercicio fueron dos aspectos considerados
para impedir los nexos locales, la parcialidad y la venalidad de la justicia494.
De acuerdo con la información de que se dispone, es posible afirmar
que algunas de estas restricciones se cumplieron en el tribunal caraqueño.
Ninguno de los ministros se casó en Caracas495, y en las pocas acusaciones
que se hicieron contra algunos de ellos no se mencionó el incumplimiento
de las medidas que limitaban la participación en actividades económicas y
en adquisición de bienes raíces. No así en cuanto al desarrollo de amistades
y al recibimiento de obsequios que determinaron algunas denuncias,
particularmente las que condujeron a la visita del tribunal en 1804. En cuanto
a los salarios, cabe señalar que la falta de un estudio sobre el costo de vida en
la provincia de Venezuela nos impide precisar si la remuneración percibida
anualmente era suficiente o no para cubrir los gastos de los magistrados.
Además de sus salarios, los ministros recibían también dietas o asignaciones
por ciertas actividades relacionadas con su autoridad judicial fuera de la
jurisdicción de Caracas496. En relación con el tiempo de ejercicio, la Corona

492 Guillermo Lohman Villena: Los ministros de la Audiencia de Lima en el reinado de los Borbones (1700-
1821). Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1974, pp. XXI-XXII.
493 Véanse éstas leyes en la Recopilación…, Libro II, Título XVI.
494 Juan de Solórzano Pereira: op. cit., Tomo IV, pp. 67-68 y 71-72.
495 Antes de venir a Caracas estaban casados Francisco Ignacio Cortines, Antonio López Quintana,
Joaquín Mosquera, José Patricio de Rivera, José Bernardo de Asteguieta, y José Gutiérrez; este
último se trasladó a Caracas con su familia, y Juan Nepomuceno de Pedrosa se casó por poder
con una residente en España.
496 En el primer año de sus gestiones el salario del regente fue de 5.000 pesos, los oidores y el fiscal recibían
3.300. A partir de la reforma de 1788 el salario del regente quedó reducido a 4.300 permaneciendo igual al de
los otros ministros (Véase Tabla 2).
254 Alí Enrique López Bohórquez

fue muy flexible al permitir que ocho de los magistrados duraran entre siete
y veinte años en sus respectivas plazas497, lo cual propició el desarrollo de las
prohibidas relaciones sociales o de enemistades derivadas de alguna decisión
judicial contra ciertos intereses particulares. La mayoría de las acusaciones
se dieron contra la institución en general y fueron escasas las referidas a
corrupción y arbitrariedad de los ministros. Las denuncias sobre estos aspectos
pueden clasificarse de la siguiente manera: 1) las derivadas de conflictos
jurisdiccionales con el presidente-gobernador, 2) las surgidas por decisiones
contrarias a la opinión del Ayuntamiento de Caracas y 3) las resultantes de
las investigaciones de la visita de Joaquín Mosquera y Figueroa.
Los problemas de cohecho, parcialidad y corrupción quedarían mejor
evidenciados en la visita que, entre 1804 y 1809, realizara Joaquín Mosquera
y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas498. Las denuncias de desorden,
venta de la justicia, violación de leyes, conflictos internos y usurpación
jurisdiccional hecha por el gobernador Pedro Carbonell, el Ayuntamiento y
el Real Consulado de Caracas determinaron el inicio de averiguaciones sobre
la conducta de los ministros. El 10 de agosto de 1802 el ministro de Gracia
y Justicia Manuel Antonio caballero solicitó al gobernador Manuel Guevara
Vasconcelos información sobre las circunstancias, edad, capacidad, rectitud
de los magistrados y estado de los pleitos pendientes en el tribunal. El 1 de
diciembre el gobernador rindió un deficiente informe499; por ello, nuevamente
se exigió a Guevara en 1803 que notificara acerca del proceder de los ministros
en cuanto a la administración de justicia, a lo cual respondió el 10 de noviembre
de 1804 considerando que –entre muchas cosas– la actuación de la Audiencia
era correcta y que las representaciones en su contra no tenían fundamento500.

497 Véase Cuadro 3.


498 Nos eximimos de dar una relación amplia sobre la visita, la cual ha sido expuesta en detalles por
Teresa Albornoz de López: op. cit., en cuyo trabajo fundamentamos este aspecto. Debemos señalar
que esta excelente investigación se realizó bajo nuestra tutoría y las acertadas orientaciones del
Dr. Horacio López Guédez.
499 A.G.I. Caracas, 191-Nº 57: Carta del gobernador al ministro de Gracia y Justicia (Caracas, 1 de
diciembre de 1802).
500 A.G.I. Caracas, 166: Carta del gobernador del Consejo de Indias sobre el informe reservado que debía
rendir el gobernador de la Provincia de Venezuela (Madrid, 3 de abril de 1803) y respuesta del capitán
general de Caracas sobre la administración de justicia y conducta de los ministros de la Audiencia
(Caracas 10 de noviembre de 1804).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 255

Las instancias hechas desde 1803 por el fiscal de la Audiencia José


Gutiérrez del Rivero, sobre mal funcionamiento del tribunal e incapacidad
de los oidores y del regente, pondrían de manifiesto que la situación descrita
por Guevara Vasconcelos en su último informe carecía de veracidad501. Las
disputas entre ambos funcionarios y los enfrentamientos del fiscal con los
otros ministros condujeron a decretar la visita de 1804 y a comisionar al virrey
de la Nueva España para que seleccionara al juez que se encargaría de ejecutar
la determinación de Carlos IV. Resultó electo el oidor Mosquera y Figueroa,
quien además de visitador ejercería las funciones de regente interino, ya que
Antonio López Quintana había sido promovido a la regencia de Santa Fe502.
De las averiguaciones realizadas por Mosquera interesan, particularmente,
las que se hicieron sobre el oidor José Bernardo de Asteguieta, quien resultó
comprometido en la corrupción denunciada por el fiscal Gutiérrez del Rivero.
Señaló el visitador que se habían cometido excesos por el oidor D. José Bernardo
Asteguieta, en orden a recibir dinero por sufragar con su voto gastos de justicia
pendientes en la Real Audiencia, cuyos procedimientos le han constituido,
desgraciadamente en tal concepto, que como se deduce que va expuesto con
arreglo a las mismas actuaciones, los que litigan y tienen negocios en el tribunal,
andan dudosos y sobresaltados, recelando cada uno, recíprocamente que su
contrario puede ganar con dádivas el voto de dicho ministro de que dimana
que a su competencia, o se valen de aquellos conductos tan conocidos allí, para
conseguirlo, o se dirigen inmediatamente a hablarle a él mismo, y concertar la
gratificación que se le ha de dar para que vote a su favor, pues todos conocen
su carácter y falta de talento, que le hacen incurrir en estos defectos, y manejarse
en unos términos que le son tan poco decorosos…”503
De los otros ministros, Mosquera expresó lo siguiente: el oidor Miguel
Aurioles también había recibido dádivas en dos oportunidades, por lo que

501 Teresa Albornoz de López: op. cit., pp. 12-19.


502 A.G.I. Caracas, 166: Carta del ministro del Despacho Universal de Indias al virrey de la Nueva España para
participarle la Real Orden de nombramiento del visitador a la Real Audiencia de Caracas (Aranjuez, 20
de mayo de 1804). La Instrucción dada al visitador comprendía: investigación de todos los miembros de
la Real Audiencia, incluyendo al personal subalterno y al regente López, aun cuando estaba promovido a
Santa Fe; abrir averiguaciones orales y secretas de testigos y denunciantes; guardar toda la documentación
pertinente; hacer cargos a los magistrados para determinar el cumplimiento de los deberes y el grado
de participación en sobornos.
503 A.G.I. Caracas, 166: Extractos de documentos enviados por Joaquín Mosquera y Figueroa al
Consejo de Indias, sobre sus actuaciones en juicio de visita, desde el 6 de marzo de 1806 hasta
el 27 de mayo de 1807.
256 Alí Enrique López Bohórquez

no se justificaba el levantamiento de cargos; el oidor Felipe Martínez de


Aragón no estaba incurso en corrupción y gozaba del aprecio público; el
fiscal de Real Hacienda, Francisco Berrío, era un funcionario de acreditado
concepto y bien preparado; en cuanto al fiscal José Gutiérrez del Rivero
verificó con testigos que cuanto había dicho en su contra el gobernador
Guevara Vasconcelos era cierto504. Con relación al regente López, casi al
final de la visita, Mosquera formuló cargos fundamentados en la negligencia
o descuido en el cumplimiento de sus funciones, sin presentar denuncia
alguna sobre corrupción505. Los resultados de la visita revelaron, según
Teresa Albornoz de López, que en la práctica se había institucionalizado la
compra de la justicia, y con tanto arraigo que eran conocidos públicamente
los procedimientos a seguir cuando se requería sobornar a un funcionario
para lograr su voto favorable. Entre los más frecuentemente utilizados, según
los declarantes, estaba el ofrecimiento por anticipado de cualquier tipo de
dádivas, bien fuese oro, dinero o algún producto susceptible de ser negociado
posteriormente por el beneficiario y sin dejar evidencias. Fundamentalmente
cuando se trataba de dinero el monto inicial de la dádiva se iba aumentando
progresivamente hasta el momento de dirimirse el pleito. Para contactar al
magistrado de quien se pretendía ganar el voto, el interesado acudía a un
intermediario que por lo general era una persona acostumbrada a este tipo
de negocios y estaba muy relacionada con el funcionario, especie de gestor,
que también obtenía beneficio por su tramitación. Hubo casos en que el
ofrecimiento inicial de parte del interesado era aceptado de inmediato, en
otros fue preciso renegociar el monto de la dádiva hasta obtener el beneficio
deseado. Hubo también denuncias de casos en que no se llegaba a establecer
ningún compromiso entre las partes porque la cantidad prometida por el
interesado se consideraba insuficiente”506.

504 Ibid.
505 A.G.I. Caracas, 171 (Caracas, 20 de mayo de 1807).
506 Teresa Albornoz de López: op. cit., pp. 42-44. Reproducimos en el Cuadro 6 el resumen hecho
por la autora de las relaciones de corrupción detectadas por el visitador.
Cuadro 6
Relación de información obtenida por el Visitador Joaquín Mosquera y Figueroa sobre la corrupción en la aplicación de la justicia
Nombre de la fuente Monto y Persona Resultado
Nombre de la Motivos del ministros
que proporcionó la tipo Intermediario que otorgó de la
Causa Caso Implicados
información de la dádiva la dádiva sentencia
Relator de la Real
Jesús Durán Audiencia, Domingo 100 pesos de José Melo José Bernardo de Domingo Favorable a
contra Félix Insultos Gil , Domingo plata Navarrete Asteguieta Alvarado Alvarado
Alvarado Alvarado, así como del
padre del procesado
Guillermo Multa de 3.000 Guillermo Alzuru,
de Alzuru Domingo Alzuru, 1.000 pesos Fernando José Bernardo Marcos
pesos por de plata, 6 Sin Registrar
contra Florencio Marcos Alzuru , Asteguieta Alzuru
abigeato onzas de oro Martines
Gómez Fernando Martínes.
Desfavorable
Joaquín y Felipe Paúl
Despojo de una José B. Asteguiera, a los Padrón.
Melchor Padrón el agente de los
haciendo de 1.000 pesos Diego Navarro Felipe Martínez y Sin registrar No hicieron
contra F. C. hermanos Padrón
caña Miguel Aurioles efectiva la
Padrón Juan J. Diepa dádiva
Cancio
10 fanegas
Arcediano de División de her- Domingo Alvarado y José B. Asteguiera y Tovar Favorable a
de cacao, Andrés Ibarra
Francisco Tovar encia y bienes Ramón Maucó Miguel Aurioles Tomás Sanabria
1.000pesos Sanabria
Andrés Gil José Bernardo de
Ignacio Hernández Antonio Antonio Favorable a
contra Antonio Sin registrar 2.000 pesos Asteguieta
Relator Llanos Salamanca Salamanca Salamanca
de Salamanca
Familia Duranes Jose Bernardo de
José María
y el Cabildo de Caridad social Ramón Maucó 1.000 pesos Asteguieta y Miguel Flia. Durán Sin registrar
Arteaga
Barquisimeto Aurioles
N. Guillonet Manuel
contra el Tte. Procurador Remigio Manuel Díaz José Bernardo de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela

Sin registrar Sin precisar Díaz Sin registrar


Nurias D. N. Ochoa Casado Asteguieta Casado
Arcadio
Manuel Alado Manuel
contra Donación de Procurador Ramón Abogado José Bernardo de
Sin precisar Díaz Sin registrar
Rosalía Una casa Maucó Gragirena Asteguieta Casado
Rodríguez
Patricio Saá Sin registrar Plácido Medinilla 200pesos y Manuel Días Casa José Bernardo de Sin registrar Sin registrar
contra Pbro. Patricio Saá dos cargas y Patricio Saá Asteguieta
Juan Rodríguez de añil
257

Fuente: Teresa de Albornoz de López: Una visita a la Real Audiencia de Caracas entre 1804 y 1809, pp.35-36.
258 Alí Enrique López Bohórquez

El visitador remitió los resultados en dos informes del 6 de marzo


y 30 de octubre de 1806, los cuales se elevaron a consulta del Consejo de
Indias el 18 de junio y 26 de octubre del mismo año, dictaminando el Consejo
que dichos informes no podían originar efectos legales, pues Mosquera
no había enviado los cargos exigidos; estos debían ser remitidos con la
mayor brevedad, conjuntamente con las pruebas correspondientes, para
tomar decisión definitiva que diera fin a la visita. A pesar de las denuncias y
averiguaciones formuladas por el visitador, la visita resultó un fracaso, pues
ninguno de los implicados fue sancionado; al contrario, como ya dijimos,
López Quintana fue ratificado en su cargo de Santa Fe; José Bernardo de
Asteguieta fue promovido como regente de Guatemala en mayo de 1806;
Miguel Aurioles continuó en su cargo hasta su fallecimiento en 1809; Felipe
Martínez de Aragón y Francisco Berrío ejercieron hasta el 19 de abril
de 1810. De los tres tipos de acusaciones referidas y sus consecuencias
es posible apreciar dos aspectos: 1) con excepción de la visita, las otras
dos carecieron de pruebas suficientes como para poder sancionarse a los
magistrados, y 2) aún existiendo pruebas, como en el caso de los cargos de
Mosquera contra Asteguieta y López Quintana, no se tomaron las medidas
pertinentes, porque los ministros de la Audiencia constituían un medio para
contener los excesos de las otras instituciones de la administración colonial
y, particularmente, En relación con los gobernadores y el Ayuntamiento
de Caracas. La reacción era lógica, la Audiencia había restringido el poder
de sus atribuciones.
Así, confirmando los planteamientos formulados, Teresa Albornoz
señala que “el proceso de visita no tuvo, en efecto, mayor significación
en la reformulación de la práctica de la justicia, no hubo reestructuración
del tribunal; los resultados de la inspección no fueron coherentes con el
propósito fundamental que motivó al Rey y al Consejo de Indias para
decretarla. En definitiva, todo el proceso que significó la visita a la Real
Audiencia de Caracas, las acusaciones y defensa, los diferentes informes
oficiales y las diligencias de los implicados, no dieron resultado práctico
alguno, el juicio quedó sin efecto;” y agrega que dicha visita proporcionó
al Estado español una importante información sobre el funcionamiento de
la institución colonial de mayor relevancia en la administración de justicia y
gobierno. Permitió ratificar la presencia de situaciones irregulares e injustas
que conspiraban contra el Estado y, a la vez, escapaban a su control, a no
ser que se abocase con toda urgencia a una reforma profunda y urgente de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 259

todo el régimen institucional colonial. Quedó en evidencia la corrupción


de los jueces cuya misión debía garantizar la recta aplicación de las leyes y
de los principios de justicia y bien común. La complejidad del momento
histórico que atraviesa España con respecto a Francia y a sus propias
colonias, a partir de 1808, afectó al Estado español de tal manera que
hubo de influir en el resultado de un proceso penal y disciplinario hasta
paralizarlo totalmente” 507.

507 Ibid., pp. 52-53.


Capítulo V
La Audiencia de Caracas y la defensa de la soberanía monárquica

La Real Audiencia y la propaganda sediciosa extranjera difundida


en Venezuela

La Revolución francesa en España y América

En el transcurso de la dominación española en América, la monarquía


hispánica cuidó de que ideas contrarias a su religión y régimen político-
social fueran introducidas en sus colonias. Inicialmente, evitó que los
dogmas opuestos al catolicismo –islamismo y judaísmo, principalmente– se
extendieran en las tierras recién descubiertas e impidió la venida a las mismas
de sus practicantes. Luego, cuando el movimiento cristiano-protestante
irrumpió en el imperio, el Estado y la Iglesia se preocuparon por mantener
la unidad ideológica mediante la política de la Contrarreforma, que acentuó
la actividad del Tribunal de la Inquisición, incluso en el ámbito americano.
Posteriormente, al producirse la Revolución francesa –que planteaba la
ruptura con el régimen monárquico absolutista– España impuso una especie
de “cordón sanitario” que impidiera su amplia difusión, tanto dentro de
su territorio como en sus posesiones de ultramar. Fueron ellas, pues, tres
situaciones ideológicas contrarias al sistema de ideas religioso-político español,
que si bien pudieron ser controladas dentro de la península, la última de esas
situaciones –la Revolución francesa– generó preocupación en las autoridades
españolas metropolitanas y coloniales, y determinó la implementación de
262 Alí Enrique López Bohórquez

diversos mecanismos para impedir su penetración en América. Ello no evitó


que finalmente sus principios fundamentales se convirtieran en postulados
ideológicos de los proyectos revolucionarios en algunas de las colonias.
El estallido de la Revolución francesa representó para España
un doble problema. En primer lugar, la monarquía debió ajustarse a la
diplomacia europea que le conviniese circunstancialmente, entrando
primero en coalición ideológica con otras naciones opositoras al nuevo
régimen francés y, luego, estratégicamente, aliándose política y militarmente
con los gobiernos que estaban contra Inglaterra. En segundo lugar, debió
impedir la penetración de las ideas revolucionarias cuestionadoras del
sistema monárquico absolutista508. Dilema éste que España fue resolviendo
a través de dos vías: diplomáticamente, para evitar la imposición militar
de Francia y, represivamente, para impedir la entrada de aquellas ideas
que condujeran a la insurgencia interna y a la irrupción de la revolución
en la nación española toda. En cuanto a lo primero, inicialmente España
hizo coalición con Inglaterra, Prusia y Austria para defenderse de posible
expansión del proceso revolucionario de Francia; pero la situación de la
familia real francesa y el proyecto político-social de los dirigentes radicales
condujeron a que Carlos IV declarara la guerra a los republicanos franceses,
declaración acentuada cuando tuvo conocimiento de las decisiones de
la Convención Nacional –entonces el órgano político de la revolución–
de sentenciar a muerte, en 1793, al rey Luis XVI y a su esposa María
Antonieta. La Paz de Basilea (1795) puso fin a la guerra, entrando España
en alianza ofensiva y defensiva con el Directorio francés, primero, y luego
con Napoleón Bonaparte, convertido en Primer Cónsul (1799) frente a
la política guerrerista de Inglaterra. Esta alianza se hizo efectiva hasta
1808, cuando la invasión napoleónica a la península ibérica determinó la
ruptura definitiva509. En relación con lo segundo, si bien la Revolución
francesa contó inicialmente en España con simpatizantes, prontamente
el Estado tomó medidas para impedir la penetración y discusión profusa
de las ideas revolucionarias. El Conde de Floridablanca, primer ministro
español, inició en 1791 una política de control severa y represiva: suspendió

508 Juan Regla Campistol y otros: Introducción a la Historia de España. Barcelona, Editorial Teide, 1977, pp.
495-498.
509 Sobre estos y otros hechos véase George Lefebvre: La Revolución francesa y el Imperio (1787-1815).
México, Fondo de Cultura Económica, 1973, pp. 76-207.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 263

la prensa periódica, prohibió la entrada de libros y ordenó vigilancia


permanente de los franceses residentes en España. El Estado se arrogó
el derecho sobre las ideas ilustradas respecto a su predicación, censura o
supresión. Las teorías contra la Inquisición y la Monarquía representaban
temas prohibidos, por lo que ambas instituciones se empeñaron en una
campaña para perseguir libros, proclamas, periódicos y cuanto papel u
objeto sirvieran para exponerlas o, bien, dieran a conocer la situación de
Francia en los últimos años.
Asimismo, se abolieron las cátedras de derecho público y de
derecho natural en las universidades españolas y se impidió estudiar en
las escuelas francesas. Sin embargo, a pesar de la censura y la propaganda
contra lo que viniera de Francia, en España el proceso revolucionario
encontró algunos intelectuales adeptos, incluso dentro de la propia corte,
como Melchor de Jovellanos, Antonio Cavanilles, Juan Meléndez Valdéz,
los condes de Cabarrús y Campomanes, el Padre José Marchena y en
miembros de las Sociedades de Amigos del País, quienes se esforzaron
por difundir las ideas y noticias provenientes de allende los Pirineos; cosa
que no lograron plenamente, pues más pudo la prédica religiosa contra el
ateísmo y la herejía que, según la Iglesia, representaban las teorías liberales
revolucionarias510. La dualidad manifiesta en España frente a la Revolución
francesa involucraría también a sus posesiones de ultramar. El tratado de
Basilea garantizó a Francia su dominio sobre la isla de Santo Domingo. La
alianza con la República francesa acentuó aún más las acciones bélicas de
Inglaterra contra las naves españolas y sus colonias de América, actitud
aplacada con la cesión de la isla de Trinidad en 1797. Pero si bien el
gobierno español pudo limitar la penetración de las ideas revolucionarias
y evitar que se planteara en la península la ruptura del orden monárquico,
en América ambos hechos cobraron situación particular dada la frecuente
introducción de libros y papeles sediciosos provenientes de Francia o
de sus colonias, actividad ésta acentuada a partir de los movimientos
insurreccionales haitianos.

510 En relación con un pensamiento ilustrado en España, véase Jean Sarraihl: La España Ilustrada de
la segunda mitad del siglo XVIII. México, Fondo de Cultura Económica, 1974, particularmente pp.
155-211.
264 Alí Enrique López Bohórquez

La penetración de las ideas ilustradas y la Revolución francesa en Venezuela

El pensamiento ilustrado europeo y las ideas revolucionarias


francesas tuvieron en Venezuela doble vía de penetración. En forma legal,
a través de la adquisición y lectura de libros por parte de las élites sociales
e intelectuales, así como también mediante la traída de obras por parte de
funcionarios políticos y ministros eclesiásticos. En forma ilegal, mediante
el contrabando de libros de prohibida circulación en América, y por medio
de la introducción de literatura política proveniente de las colonias francesas
e inglesas del Caribe, próximas a las costas venezolanas. Esta segunda vía
encontró amplia receptividad no solamente entre los sectores medios de
blancos criollos y en las desposeídas gentes de color, sino también en el
grupo de los económicamente poderosos. Debe advertirse que acá fue
creciente el interés por los libros y su lectura antes de que surgieran las ideas
ilustradas europeas. El historiador Ildefonso Leal ha demostrado como,
desde el siglo XVII, existía esa tradición, apreciada a través de las bibliotecas
coloniales extendidas en diferentes sitios de las provincias venezolanas.
Según Leal, “un ochenta por ciento de los libros importados desde España
para Venezuela en el siglo XVII se referían a vidas de santos, catecismos,
biblias, sermonarios, breviarios, obras de las variadas ramas de la teología
o gruesos volúmenes que versaban sobre la historia de la iglesia. No es de
extrañar que los libros de carácter religioso demandaran la atención de los
colonos en una época en que el clero controlaba la cultura en todos los
niveles”. Y agrega: “El veinte por ciento restante de los libros importados
se relacionan con disciplinas como la literatura, el derecho, la medicina, la
política, la historia, la geografía, la filosofía, la matemática, etc.” 511 Ese interés
por la lectura continuaría en el siglo XVIII, sólo que ahora se incorporaría

511 Ildefonso Leal: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial. 1633-1767. Caracas, Academia Nacional de
la Historia, 1978 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 132), pp. XLII-XLIII.
La introducción de este trabajo fue publicada en Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1979.
El autor, destacado historiador de la cultura venezolana, presenta en dos volúmenes un catálogo
de las bibliotecas coloniales públicas y privadas más importantes de Caracas y otras ciudades
entre 1633 y 1767, indicando los propietarios y sus contenidos. Sobre este tema, véase también
su discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia: “La Cultura Venezolana en
el Siglo XVIII”, en Discurso de Incorporación 1967-1973. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1980, Tomo V, pp. 169-200; además de diversos artículos sobre bibliotecas y cultura colonial
recogidos en Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978 (BANH. Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela, 37-38).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 265

un nuevo ingrediente: los libros con teorías y doctrinas filosóficas, políticas,


económicas y sociales que caracterizaron la Ilustración europea. Al lado
de los temas y autores leídos en la centuria anterior aparecerán los trabajos
de pensadores ilustrados de España, Francia e Inglaterra. Entre muchos
destacan Benito Jerónimo Feijóo, Diego Torres de Villarroel, Pedro
Rodríguez de Campomanes, Jerónimo de Ustáriz, Barón de Montesquieu,
François Fenelón, Juan Jacobo Rousseau, Noel Antoine Pluche, el abate
Guillermo Tomás Raynal, etc512.
Así, durante la primera mitad del siglo XVIII, y nuevamente
recurrimos a Ildefonso Leal, “es realmente extraordinario porque el país
disfruta de una bonanza económica reflejada en los negocios mercantiles, en
la agricultura, en la ganadería, en todos los aspectos de la vida económica.
Gracias a esta especial circunstancia, los ricos propietarios criollos tienen
mayores oportunidades de viajar, de importar libros, de adquirir incluso
costosos muebles, delicadas porcelanas, valiosas joyas, vistosas lámparas y
toda una serie de objetos para el ornato de sus viejas casonas coloniales”.
Existió, agrega Leal, “una insaciable curiosidad por conocer todo lo
novedoso publicado en España o fuera de ella. Había, repetimos, una
marcada inclinación por ponerse en contacto con las nuevas creaciones
del pensamiento, no obstante las prohibiciones puestas en marcha por
la Corona y la Inquisición para detener la circulación de ciertos libros
acusados de heréticos y sediciosos”513. En la segunda mitad del siglo XVIII
se incrementará el interés por las nuevas ideas, expresado en todos los
aspectos de la cultura: pensamiento, costumbres, moda de vestir, gustos
por el arte, etc.; particularmente en la alta clase criolla amante de las
novedades europeas que contribuirán a la formación de un pensamiento
crítico -sin el abandono definitivo de las viejas tradiciones marcadas por

512 Sobre sus obras véase el citado estudio de Leal: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial.1633-
1767.
513 Ibid., pp. LXXXI-LXXXII. Agrega el autor que uno de los medios de penetración será la Compañía
Guipuzcoana, en las naves que “zarpan del puerto de Cádiz, vienen para Venezuela abultados
cargamentos de libros. Tales libros eran remitidos por algunos agentes comerciales radicados
en Sevilla o Cádiz, o por particulares, o por funcionarios designados por la Corona para ocupar
cargos en la administración de las provincias venezolanas, o por los misioneros que venían a
desarrollar su labor evangelizadora”. Véase también los planteamientos que hace Ramón Basterra,
en relación con la vinculación de las élites venezolanas con el planteamiento ilustrado europeo,
y de éste con la independencia, a través de la Compañía de Caracas, en Los navíos de la ilustración.
Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1954, pp. 32-34, 195-214 y 271.
266 Alí Enrique López Bohórquez

una ascendencia eclesiástica- que, como dice Elías Pino Iturrieta, “señala
la traza de una primera perturbación extensa e importante de la privanza
del antiguo sistema y el avance progresivo y trascendente del ideario de
la modernidad”514; vale decir, la formación de una conciencia del criollo
frente a lo español en cuanto a la dominación, que ha de forjar años
más tarde la ideología de la emancipación, liderizada en 1810 por la rica
aristocracia criolla e intelectuales que encontraron un espacio político
para expresar el ideario europeo, ajustado –hasta donde fue posible– a la
realidad venezolana.
Pero no sólo fueron los libros el medio de difusión del pensamiento
europeo en Venezuela. Estos, por lo general, cargados de teorías, estuvieron
acompañados a finales del siglo XVIII por papeles sediciosos que
pretendían incitar a la independencia, particularmente los que contenían
las ideas revolucionarias francesas, provenientes de las islas antillanas.
Su penetración, por supuesto prohibida, encontró mayor receptividad
en quienes se comprometieron más tempranamente en insurrecciones
(José Leonardo Chirino) o en verdaderos intentos separatistas (José María
España y Manuel Gual). Aquellas ideas también fueron conocidas por los
mantuanos, quienes se aliaron circunstancialmente con las autoridades
coloniales para combatirlas y evitar que sus contenidos estimularan a los
sectores sociales sometidos, aunque más tarde también recurrieron a ellas
para plantear la ruptura definitiva con el orden colonial.
A partir de la Revolución francesa fue más sistemática la persecución
de papeles que planteaban ideas contrarias a los principios políticos y
religiosos de la monarquía hispánica. En el caso de los libros, tal actitud se
restringió a aquellos que el propio Estado español y la Inquisición habían
prohibido515, sólo comprometiendo a sus propietarios en casos de denuncias
por su situación dudosa o de juicios por atentar contra la estructura y razón
del orden monárquico, de lo cual son ejemplo Francisco Isnardi y José María
España. Las autoridades coloniales encontraron más peligrosos los papeles
sediciosos que los propios libros de donde surgieron los planteamientos
fundamentales de aquellos. Los libros contaron con un público, por lo

514 Elías Pino Iturrieta: La Mentalidad Venezolana de la Emancipación (1810-1812). Caracas, Universidad
Central de Venezuela, 1971, p. 27.
515 Sobre los libros dedicados al Nuevo Mundo que no podían circular en América, remitimos a
Ildefonso Leal: Libros y Bibliotecas…, pp. XXXII-XLII.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 267

general selecto y limitado; mientras que los papeles tuvieron una audiencia
más amplia y popular. Por ello, la censura y persecución se acentuó contra
este medio de difusión del pensamiento revolucionario.

La Revolución francesa en el distrito de la Real Audiencia de Caracas

a) La reacción de las autoridades metropolitanas y coloniales contra la difusión


de las ideas revolucionarias

Mucho antes de producirse la Revolución francesa existía en las


autoridades metropolitanas y coloniales preocupación respecto a las
actividades de los extranjeros residentes en América y por la difusión de
libros y papeles que atentaran contra el sistema político-ideológico de
España en sus dominios americanos. Tanto los reyes austriacos como los
borbones dictaron disposiciones destinadas a prohibir la distribución y
discusión de esos impresos, a regular el traslado de extranjeros y a vigilar
la actuación de los residentes. En Venezuela, por ejemplo, en 1784, el
gobernador Manuel González Torres Navarra instruyó a la autoridad de
Coro para que “ reservadamente indague, y descubra con prudencia y eficacia
la introducción por este puerto de algunos extranjeros disfrazados o que
vengan con frívolos pretextos”, ya que supuestamente una nación extranjera
los enviaba a América “ con el fin de sublevar sus naturales”516 Tres años
más tarde, el nuevo gobernador Juan de Guillelmi ordenó al justicia mayor
de Siquisique, Juan Domingo Antía y Lardizabal, que informara sobre la
«conducta y cristiandad» de un individuo llamado don Gerónimo el francés,
denunciado por el párroco de aquel pueblo por prácticas y creencias opuestas
al dogma católico517. De allí que entre las autoridades existía temprano recelo
por los franceses, considerados irreligiosos y de vida libertina.
Los sucesos ocurridos en Francia, desde julio de 1789, acentuaron
la preocupación de la monarquía y sociedad españolas, en razón de que

516 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo XXIX, fol. 198: Comunicación de don
José de Navarrete para el gobernador y capitán general Manuel González, acusando de la suya.
Coro, 9 de abril de 1784. Citado también por William J. Callahan: “La Propaganda, la Sedición y
la Revolución francesa en la Capitanía General de Venezuela, 1789-1796”, en Boletín Histórico, 14
(Caracas, mayo de 1967), pp. 177-205.
517 A.G.N. (Caracas), Intendencia de Ejército y Real Hacienda, Tomo XXV, fol. 14: Carta de Juan Domingo
Antía y Lardizabal al gobernador Juan de Guillelmi. 15 de enero de 1787.
268 Alí Enrique López Bohórquez

la Revolución destruía el antiguo régimen francés y amenazaba con


extenderse a otras partes de Europa y a sus dominios coloniales. El rey
Carlos IV, como ya señalamos, realizó esfuerzos para que esta situación
no ocurriera en España y le inquietaba que la propaganda revolucionaria
pudiera difundirse en sus posesiones americanas. Tal preocupación creció
aún más cuando a través de un informe su Primer ministro, Conde de
Floridablanca, indicaba que el Embajador en París aseguraba que existía
la intención de algunos miembros de la Asamblea Nacional, “y entre ellos
uno llamado Mr. Cotein, que se han propuesto hacer introducir en América
un Manifiesto sedicioso para suscitar a aquellos habitantes por todos los
medios que pueda dar de sí una reducción persuasiva, a sacudir el yugo de
la dominación española siguiendo el ejemplo que les da la Francia, y que
han copiado varios ejemplares que enviarán por todas las vías posibles para
que lleguen los más que sea dable” 518
Por orden del rey, se encomendó al ministro de Guerra y Marina
Antonio Valdés poner en conocimiento de tal situación a las autoridades
coloniales. Así lo hizo el 23 de septiembre de 1789 al dirigirse al gobernador
Juan de Guillelmi, solicitándole que tomara las medidas pertinentes para
impedir la introducción del citado manifiesto en la Provincia de Venezuela.
En iguales términos lo realizó al día siguiente el ministro de Gracia y
Justicia, Antonio Porlier519. La inquietud seguía aumentando al rumorarse
el envío de agentes franceses a distintos lugares de América, asegurando
el Conde de Aranda, nuevo Primer ministro, en 1792, la partida de un tal
Fonley, residente en Martinica, con instrucciones y dinero para incitar al
levantamiento de México520. De estos supuestos agentes fue informado el
gobernador Guillelmi, quien inmediatamente notificó no haber localizado
rastro alguno de Cotein y Fonley, ni de ningún otro emisario francés o inglés,
en su jurisdicción, pero que continuaba haciendo diligencias para impedir
la entrada de propaganda y recomendaba que se retiraran “de esta capital y

518 A.G.N. (Caracas), Reales Ordenes, Tomo X, fols. 140-143: Del ministro de Gracia y Justicia Antonio
Porlier al gobernador Juan de Guillelmi. (Madrid, 24 de septiembre de 1789).
519 Ibid.
520 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo XLIII, fols. 96-97: Informe del gobernador
de la Provincia de Venezuela al ministro de Gracia y Justicia Antonio Porlier. Caracas, 22 de
diciembre de 1792.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 269

provincia varias personas extranjeras que han venido con diferentes motivos,
que en las actuales circunstancias pueden muy bien ser pretexto” 521.
La posibilidad cierta de que el Manifiesto de la Asamblea de
París estuviera circulando en América determinó que las autoridades
metropolitanas solicitaran nuevamente a las coloniales que tomaran todas
las precauciones para detener la introducción y lectura del Manifiesto. En el
oficio del ministro Antonio Valdés al gobernador Pedro Carbonell, del 23
de diciembre de 1793, se aprecia el interés por descubrirlo: “Un asunto de
tanta gravedad exige que Ud. procure por cuantos medios fueren posibles
averiguar los conductos por donde puedan introducirse esos papeles tan
sediciosos y abominables que, además de perturbar la pública tranquilidad,
son diametralmente opuestos a nuestra sagrada religión, fidelidad a nuestro
Augusto Soberano, dignísimo objeto de todos los que tenemos la dicha de
ser sus vasallos, y a las buenas costumbres que en todos los tiempos han
caracterizado a la nación española” 522. Mayor suerte que Guillelmi tendría
Carbonell, pues sus diligencias concluyeron en la ubicación de un ejemplar, a
través de un empleado de la Secretaría de la Gobernación, José Luis Aleado.
El papel sedicioso en cuestión, titulado Extracto del Manifiesto que la Convención
Nacional de París hace a todas las naciones, había sido traducido de una copia
en francés por Juan Javier Arrambide en complicidad con Tomás Cardozo,
boticario de La Guaira; el primero más tarde implicado en la conspiración
de Gual y España. El gobernador actuó con precaución, manteniendo a los
indiciados bajo estricta vigilancia. Ello con la finalidad de que la población
no se enterara de la circulación de propaganda revolucionaria. Las medidas
adoptadas por Carbonell fueron comunicadas al Secretario de Estado del
Despacho Universal de Indias, Duque de Alcudia, el 31 de agosto de 1794,
a quien solicitó, además, la resolución del rey en el caso de Cardozo y
Arrambide. La actuación del gobernador fue aprobada por Carlos IV, según
se informó a Carbonell, por oficio del 17 de noviembre de ese año523.

521 A.G.N. (Caracas), Reales Ordenes, Tomo X, fol. 198-199: Real Orden mediante la cual se aprueban
las diligencias practicadas en esa Provincia para impedir la introducción de papeles sediciosos
por individuos de la Asamblea Nacional, y se dan otras órdenes acerca de la introducción de los
negros fugitivos de colonias extranjeras. (Aranjuez, 17 de mayo de 1790).
522 Héctor García Chuecos: Estudios de Historia Colonial Venezolana, Volumen I, p. 327.
523Ibid., pp. 329-330. A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo LII, fol. 94.
270 Alí Enrique López Bohórquez

En Caracas, Coro y obispos se descubrieron diversas copias de un


papel, que si bien se refería a problemas administrativos, incluía la abolición
de la esclavitud. Se trataba de la Instrucción que debe servir de regla al agente
interino del gobierno francés destinado a la parte española de la isla de Santo Domingo.
Eran las instrucciones que el gobierno del Directorio daba al encargado
de la administración de dicha isla, para mejor control del territorio bajo su
jurisdicción524. Si bien este papel era moderado, uno que comenzaba diciendo
Después de las noticias recibidas yo me lisonjeo, también dirigido al agente francés de
Santo Domingo, trataba de una apología a la Revolución francesa y criticaba
contundentemente a la monarquía española525. Apareció también una copia
de la Carta encíclica de muchos obispos de Francia a sus hermanos los demás obispos,
con fecha de 1792, acompañada de una carta del 19 de octubre de 1795
del obispo de Blois y miembro de la iglesia constitucional francesa Henri-
Baptiste Grégoire, quien atacaba severamente la Inquisición y auspiciaba
la tolerancia religiosa en España y sus colonias. Esta carta, descubierta
en 1796, penetró en Venezuela posiblemente por vía de Santo Domingo.
Inmediatamente, Carbonell ordenó a los gobernadores de Maracaibo,
Guayana, Barinas, Margarita, a los Comandantes de Puerto Cabello y al
teniente de Coro, que se apoderaran de los ejemplares descubiertos de
dichos papeles526.
Cabe destacar la recomendación que siempre hacía el gobernador
a las autoridades subalternas, de actuar con cuidado “en las providencias
acordadas han sido constante pulso, sigilo y precaución, que nada ha

524 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo LIX, fol. 224: Copia de circular para varios
gobernadores, para que recojan varios papeles venidos de Santo Domingo contra el gobierno
español y sus principios (Caracas, 21 de agosto de 1796); fol. 235: Copia de comunicación del
gobernador Carbonell al Príncipe de la Paz, para remitir copia de un papel que repartió el agente
del Gobierno francés en la isla de Santo Domingo (Caracas, 23 de agosto de 1796); fols 237-249:
Copia de algunos papeles sediciosos, entre ellos las instrucciones que deben servir de regla al agente
interino del gobierno francés destinado a la parte española de Santo Domingo (Caracas, 23 de
agosto de 1796); fol. 270: Circular para varias personas del clero para que impidan la circulación
de papeles venidos de Santo Domingo (Caracas, 31 de agosto de 1796).
525 Ibid., fols. 240-244.
526 Ibid., Tomo LVIII, fol. 308; Tomo LIX, fols. 233-236; fol. 314: Minuta para el comandante de
Barinas del gobernador Carbonell, avisando recibo de las copias de la instrucción del agente
particular interino francés, recogidas en el pueblo de obispos (Caracas, 27 de septiembre de 1796);
fol. 334: Comunicación de Juan Valdéz de Garza al gobernador Carbonell informándole que
solicitara los dos papeles titulados “Encíclica del clero de Francia” e “Instrucción a los moradores
de la isla de Santo Domingo”. (Margarita, 1 de Octubre de 1796).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 271

penetrado al público”527. Es decir, existía interés en las autoridades para que


la persecución de los papeles no creara el deseo en la población por la lectura
de los mismos. Hasta donde las fuentes permiten conocer el problema,
podemos decir que la política seguida tuvo mucha efectividad, primero por
la localización de algunos papeles en distintos lugares y, segundo, por las
limitadas expresiones de adhesión venezolana a las máximas revolucionarias
francesas, derivadas de la lectura y discusión de dichos papeles. Igual
preocupación existió En relación con la difusión y lectura de periódicos y
gacetas que llegaban a Venezuela, procedentes de las colonias extranjeras
cercanas a las costas venezolanas, de la isla de Trinidad y de España. Ello
incrementó la vigilancia por parte de las autoridades españolas, actividad
extensiva a la introducción de pinturas, relojes, monedas, cajas de rapé,
medallas y cuanto objeto hiciera alusión a la Revolución francesa528. Esto
último resultaba difícil para las autoridades de los puertos, y así lo notificaron
los funcionarios de la Real Hacienda de La Guaira al intendente Esteban
Fernández de León, el 5 de julio de 1792, debido a que tenían que revisar
mercaderías certificadas en los puertos españoles y sin la sospecha de que los
cajones que las contenían hubieran sido violentados, señalando además que
resultaba muy difícil controlar el contrabando, vía por la cual seguramente
se introducían aquellos objetos529.
Otro problema considerado por las autoridades coloniales fue la
residencia de extranjeros en territorio venezolano, potenciales agentes
difusores de papeles y pasquines que se referían a la revolución de Francia
y al fermento revolucionario existente en las islas del Caribe. La vigilancia
de los extranjeros fue reservada particularmente a los Tenientes justicia
mayor, representantes locales del gobernador, con instrucciones de “indagar
quiénes son, la vida y costumbre de cada uno, el ejercicio u ocupación que
tengan y hayan tenido desde su ingreso en esa jurisdicción, los motivos de
su venida”, y si habían “esparcido en conversación o por escrito especies
perjudiciales o de algún modo sospechosas”. Advirtiéndoseles, además,
que los extranjeros que no pudieran presentar sus cartas de naturalización

527 Ibid., Tomo LIX, fols. 233.


528 Ibid., Tomo XLIII, fol. 96. William J. Callahan: op. cit., pp. 184-185.
529 A.G.N. (Caracas), Intendencia de Ejército y Real Hacienda, Tomo LXXVII, fol. 164: Carta de los
ministros de la Real Hacienda de La Guaira al intendente del 5 de julio de 1792.
272 Alí Enrique López Bohórquez

para venir a América debían ser remitidos a Caracas. Estas instrucciones


dadas por el gobernador Juan de Guillelmi a algunos tenientes de Justicia
Mayor, el 17 de marzo de 1792530, confirmaban su decisión de dos años
atrás, cuando en carta dirigida al ministro Antonio Porlier, le señalaba que
entre las varias medidas tomadas para combatir la difusión de las ideas
revolucionarias, había mandado “que se retiren de esta capital y provincia
personas extranjeras que han venido con diferentes motivos que en las
actuales circunstancias pueden muy bien ser pretexto” 531
Hubo excesos en el cumplimiento de la orden del gobernador,
pues se denunció incluso a vizcaínos e isleños, considerados por ciertos
tenientes como extranjeros, y se detectaron algunos con las características
de la referida orden de Guillelmi. La misma había sido remitida al teniente
justicia mayor de El Tocuyo, quien contestó al gobernador informando
que investigaba al médico francés de aquella localidad, Pedro Deo, para
confirmar su actitud contra el Estado según el espíritu revolucionario de la
Francia de entonces. La denuncia no prosperó, pues el médico fue nombrado
para ejercer en Valencia en 1794532. Este año, en Guanare, otro médico
francés, Víctor Droin, resultó ser fervoroso partidario de la Revolución, al
manifestar públicamente que los franceses revolucionarios “hicieron bien”
al ejecutar a Luis XVI, y vertió opiniones sobre la guerra de entonces entre
Francia y España. Las noticias de la actitud del médico Droin llegaron
hasta Caracas, y se comunicó a las autoridades españolas al respecto. La
Audiencia emitió una real provisión, el 12 de junio de 1794, dirigida al alcalde
Ordinario de Guanare para que siguiera los autos correspondientes a Droin.
El 23 de marzo de 1795, el rey Carlos IV dispuso por Real Cédula que el
médico francés fuera trasladado a España, con la advertencia, además, a las
autoridades locales para que mantuvieran “el mayor celo y vigilancia en la
más exacta observancia de lo prevenido en las leyes de esos dominios contra
los extranjeros, y especialmente los de la Nación francesa, que sin cartas de

530 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo XLVII, fol. 68: Orden del gobernador
Juan de Guillelmi a los Tenientes de Coro, Paraguaná, San Luis, Casigua, Río del Tocuyo (Caracas,
17 de marzo de 1792).
531 Ibid., Tomo XLIII, fol. 96: Carta del gobernador Guillelmi al ministro de Gracia y Justicia Antonio
Porlier (Caracas, 22 de diciembre de 1790).
532 Ibid., Tomo XLVII, fol. 50: Orden del gobernador Juan de Guillelmi al teniente justicia mayor de
El Tocuyo (Caracas, 7 de marzo de 1792). William J. Callahan: op. cit., p. 180.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 273

naturaleza, ni licencia real se hallasen en ellos, o se hiciesen sospechosos


por su conducta, operaciones, conversaciones peligrosas o seductivas de
esos mis fieles vasallos”533.
El francés Francisco Combret también fue víctima de la vigilancia
de las autoridades coloniales. El 3 de noviembre de 1794, el gobernador
Pedro Carbonell ordenó al sargento mayor del Batallón de Milicias de
Maracay, Francisco de Albuquerque, para que conjuntamente con el
teniente justicia mayor de aquella localidad procedieran a allanar la casa
de Combret, reducirlo a prisión, remitirlo debidamente custodiado a
Caracas, junto con los libros, papeles, impresos y manuscritos que le
pertenecieran. La comisión fue cumplida, y a Combret le embargaron sus
bienes, los cuales fueron rematados para satisfacer los gastos ocasionados
al sargento Albuquerque y al teniente justicia mayor534. Se desconoce el
destino de Combret, pero la investigación se utilizó también para conocer
si en aquel lugar había personas adictas a los papeles descubiertos al
francés, lo cual ocasionó inconvenientes a muchos de los habitantes de
Maracay. Las indagaciones contra extranjeros también se hicieron fuera
de la Provincia de Venezuela. Así, el 9 de septiembre de 1793 se ordenó al
gobernador de la Provincia de Cumaná que hiciera salir para Trinidad en
el término de tres días, sin pretexto alguno, al francés Antonio Artemán,
residente en aquella isla, pues se tenía constancia de que estaba imbuido de
“detestables máximas” revolucionarias535. También españoles fueron objeto
de medidas investigativas. En 1792 el gobernador Juan de Guillelmi ordenó
la detención de Fernando Ribas, quien se hacía pasar por italiano, por estar
comprometido en pláticas sediciosas con vecinos de San Carlos. Ribas fue
remitido a Puerto Cabello bajo estricta vigilancia, para su envío a España en
el primer buque que zarpara a la península, a fin de que fuera juzgado como

533 A.G.N. (Caracas), Reales Provisiones, Tomo VI, fols. 351-355: real provisión al alcalde Ordinario de
Segunda Elección de la ciudad de Guanare, para que en los autos seguidos contra don Victorio
Droin, por las palabras injuriosas que se dice vertió contra las personas reales de Francia, cumpla
lo que se le previene conforme a lo mandado (Caracas, 12 de junio de 1794).
534 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo LII, fols. 30-33: Carta del gobernador
Carbonell al sargento mayor Francisco de Albuquerque (Caracas, 3 de noviembre de 1794).
535 Ibid., Tomo XLIX, fol. 213: Al gobernador de Cumaná ordenándole la salida de esa provincia de
don Antonio Artemán (Caracas, 9 de septiembre de 1793).
274 Alí Enrique López Bohórquez

hombre peligroso para la monarquía española536. Al comerciante Santiago


Albi, natural de San Sebastián, se le comprobó la responsabilidad de haber
prendido fuegos artificiales, celebrando la caída de San Sebastián en manos
de los franceses. El gobernador Carbonell ordenó la detención de Albi y
su traslado a La Guaira para su remisión a España cuanto antes, lo cual
notificó en enero de 1795 al Duque de Alcudia, Secretario del Despacho
Universal del Estado537.
Las gentes de color, y particularmente los pardos, no escaparon a la
vigilancia de las autoridades coloniales, pues eran considerados hombres
susceptibles de recibir y propagar las máximas de igualdad y libertad de
la Revolución francesa. Entre los distintos casos descubiertos destaca el
del pardo Juan Bautista Olivares: residente en Caracas, músico, aspirante
a ingresar al sacerdocio, poseedor de una “numerosa librería”, con mucha
ascendencia entre su gente, y a quien se le acusó en enero de 1795 de quejarse
públicamente de la desigualdad entre los de su clase y los blancos538. Sin
formalidad de proceso, Olivares fue detenido y enviado a La Guaira para
ser remitido a España en calidad de reo de Estado, considerado de “mucha
peligrosidad”, por lo que el gobernador Pedro Carbonell recomendaba, el 16
de enero de 1795, que se le mantuviera con mucha seguridad y privado de
comunicación para ser embarcado a la mayor brevedad. En efecto, Olivares
fue trasladado a Cádiz a mediados de febrero539. Pero para sorpresa de las
autoridades en Venezuela, el Consejo de Indias resolvió, el 6 de octubre,
que se le pusiera en libertad y que regresara a Caracas, con la determinación
de que el gobernador le hiciera los “apercebimientos” de no continuar con

536 Ibid., Tomo XLVII, fol. 107: Orden del gobernador Juan de Guillelmi al teniente justicia mayor
de San Carlos (Caracas, 19 de abril de 1792); fol. 117: Carta del gobernador al Conde de Aranda
(Caracas, 24 de abril de 1792); fols. 108 y 135: Comunicación del gobernador al Comandante de
Puerto Cabello (Caracas, 19 de abril de 1792).
537 Ibid., Tomo LIII, fol. 323: Carta del gobernador Carbonell al Secretario del Despacho Universal
del Estado (Caracas, 13 de enero de 1795).
538 Algunos documentos del expediente de Juan Bautista Olivares se publicaron en “Propaganda
revolucionaria en los últimos años de la colonia”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia,
232 (Caracas, octubre-diciembre de 1975), pp. 797-803. Las referencias que hacemos se toman
de estos documentos y de otros que citamos debidamente. Para ampliar conocimientos sobre el
caso de Olivares véase el ilustrativo y detallado trabajo, antes citado, de J. William Callahan, pp.
197-200.
539 A.G.N. (Caracas) Gobernación y Capitanía General, Tomo LIV, fol. 120: Nota del gobernador al
comandante de La Guaira para el embarco de Olivares. (Caracas, 14 de febrero de 1795).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 275

la práctica de difundir las “detestables máximas” de igualdad y libertad.


Carbonell protestó la decisión, advirtiendo que la presencia de Olivares en
la ciudad sería “muy perjudicial y nociva” y “un veneno pestilencial, cuyo
contagio infeccionaría muy fácilmente a los de su color”540. Sin embargo,
Olivares regresó prontamente a Caracas.
¿Qué motivó esta decisión del Consejo de Indias? Al parecer fue un
problema de procedimiento judicial, pero en todo caso era más importante
lo que el pardo Olivares significaba para las gentes de color, cuando aspiraba
incluso a ingresar a la orden sacerdotal. Las autoridades eclesiásticas se
opusieron a ello, argumentando que era pardo, lo que iba “contra del derecho
positivo, …como también perniciosísima a la paz pública, capaz de suscitar
escándalos, ofensiva a los oídos píos y contraria a los designios de Dios,
de la Iglesia, y del rey”541 y el propio vicario General de la Diócesis señaló
que la petición se negaba, en atención “… a la osadía y atrevimiento con
que se produce profiriendo expresiones demasiado libres, poco decorosas
a todo el Estado eclesiástico, ofensivas a las sabias disposiciones canónicas
y reales, y manifestando en ellas su orgullo, altivez y genio dispuesto a
conmover los ánimos”542. Tales opiniones determinaron que la Junta de
Guerra de 1795, de la cual hablaremos seguidamente, considerara a Olivares
un pardo sedicioso, con un “espíritu de soberbia capaz de animar a los
de su clase a sacudir el yugo de obediencia y vasallaje”543. Se evidencia en
la documentación que no había pruebas contundentes de que Olivares
estuviera involucrado con la propaganda revolucionaria. Se trataba de un
problema social. Su pecado era ser pardo y aspirar a ingresar al sacerdocio.
Aún más, compartimos con Callahan la idea de que la decisión del Consejo
de Indias se vinculaba con la política de la Real Cédula de Gracias al Sacar,
puesta en vigencia el 10 de febrero de 1795, que dispensaba la condición

540 Ibid., Tomo LIX, fols. 233-234: Carta del gobernador al Príncipe de la Paz comunicando haber
recibido la orden de libertad de Juan Bautista Olivares (Caracas, 23 de agosto de 1796). Incluida
también en “Propaganda revolucionaria…”, pp. 797-798.
541 Citado por J. William Callahan: op. cit., p. 198.
542 Ibid., pp. 198-199.
543 El acta de la Junta de guerra de 1795 fue publicada bajo el título de “Las Autoridades Coloniales
Venezolanas ante la Propaganda Revolucionaria en 1795”, Boletín del Archivo Nacional, 126. (Caracas,
enero-febrero de 1945), pp. 67-72.
276 Alí Enrique López Bohórquez

de pardo y daba acceso a privilegios de los blancos544. El incremento de


hechos relacionados con la propaganda revolucionaria entre 1792 y 1795, y
particularmente los casos de Santiago Albi y Juan Bautista Olivares, motivó
la idea de constituir una Junta de Guerra, la cual se reunió entre el 13 y el
15 de enero de 1795. La Junta, integrada por el obispo, el gobernador y
capitán general, el intendente de Ejército y Real Hacienda, los ministros de
la Real Audiencia y el teniente de gobernador. Estos evaluaron la situación
de los prisioneros franceses que se encontraban en La Guaira, el problema
de los emigrados franceses residentes en Puerto Cabello, la difusión de
papeles emanados de la Convención Nacional de París y otros documentos
propagadores de las ideas revolucionarias, el conocimiento y la discusión
de los mismos en Venezuela, especialmente por las gentes de color, y la
captura de algunos extranjeros y españoles difusores o simpatizantes de la
Revolución francesa545.
Todo ello determinó que la Junta levantara un acta resumiendo dichos
aspectos y acordara, unánimemente, la conveniencia de tomar algunas
precauciones y medidas orientadas a garantizar la seguridad de la colonia.
Catorce disposiciones que incluían reorganización militar fundamentalmente
en Puerto Cabello y La Guaira; sistema de rondas y patrullas permanentes
en la ciudad; concentración de pertrechos militares; recolección de parte de
las armas de los cuarteles de mulatos, negros y blancos; aplicación de un
bando de buen gobierno prohibiendo el uso de armas por los particulares;
establecimiento definitivo de los alcaldes de Barrio para vigilar la población
y actuar como magistrados públicos; adquisición de armas en colonias
vecinas y el envío de parte de ellas a Santo Domingo; detención inmediata de
polizones que llegaran a los puertos; ampliación de la cárcel de corrección;
y pronto reconocimiento de las casas sospechosas y captura de papeles
sediciosos546. Variada gama de medidas preventivas, aunque la situación no
era tan alarmante, como bien lo reconocía la propia Junta de Guerra al señalar
que no se había “descubierto algún congreso que sea centro de las malas
ideas y proposiciones que se dejan percibir de los hechos insinuados”547.

544 William Callahan: op. cit., p. 199.


545 “Las Autoridades Coloniales…”, pp. 65-68.
546 Ibid., pp. 69-71.
547 Ibid., p. 68.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 277

En efecto, hasta entonces, los casos detectados no tenían conexión alguna,


excepto el conocimiento y difusión del mismo ideario político.
Aunque no son objeto específico de este trabajo, debemos señalar
brevemente otros hechos que debieron enfrentar las autoridades coloniales.
Los sucesos ocurridos en Santo Domingo, Martinica y Guadalupe en 1790
originaron también problemas, particularmente a los gobernadores y capitanes
generales de Trinidad, Cumaná, Margarita y Venezuela: la emigración de los
franceses residentes en aquellas islas, el traslado de prisioneros franceses
a las cárceles venezolanas y la fuga de negros esclavos procedentes de
colonias extranjeras, conocedores de las ideas de “libertad e igualdad”
propiciadas por la Revolución francesa548. Los efectos de la presencia de
estos, muy particularmente, parece que no tuvieron mucha trascendencia,
pues los emigrados y prisioneros fueron sometidos a estricta vigilancia y
reducidos fundamentalmente a Puerto Cabello y La Guaira. El contacto de
los mismos con la población también fue limitado, aunque hubo siempre
inquietud y preocupación por su estadía, tanto que el gobernador Carbonell
recelaba de emigrados y prisioneros, a pesar de las medidas tomadas549. De
manera que hasta 1796, ninguna situación relacionada con la introducción
del pensamiento revolucionario puede atribuírseles. Y si al año siguiente se
descubre la conspiración de Gual y España en La Guaira, es preciso indicar que
la misma estuvo vinculada con prisioneros españoles y no con los de origen
francés. En cuanto a los negros esclavos fugados de las colonias extranjeras
y refugiados en Venezuela, tampoco está clara su influencia en la población
esclava de esta provincia. Se suspendió la ley que daba libertad a los esclavos
de aquellas colonias que se trasladaran voluntariamente a nuestro territorio,
particularmente los que habían vivido durante cierto tiempo en las posesiones
francesas del Caribe550. Asimismo, se ha identificado la insurrección de José
Leonardo Chirino en la serranía de Coro en 1795 con los esclavos imbuidos
del movimiento libertario e igualitario de Haití, pero se duda de tal influencia,
cuestión sobre la cual disertaremos más adelante.

548 Para ampliar sobre estos aspectos véase William Callahan: op. cit., pp. 188-196 y 200-202, y Ángel
Sanz Tapia: Los Militares Emigrados y los Prisioneros franceses en Venezuela durante la Guerra contra la
Revolución. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1977, pp. 53-66, 90-254.
549 William Callahan: op. cit., p. 194.
550 Ibid., pp. 200-201.
278 Alí Enrique López Bohórquez

Lo cierto es que a partir de 1789 existió permanente preocupación


porque el ideario revolucionario no penetrara en las mentes de los pobladores
venezolanos y generara trastorno social en la colonia. Cuando pudieron
detectarse simpatizantes o difusores de papeles sediciosos, se trabajó
diligentemente para levantar la sumaria, llevar a prisión a los responsables
y enviarlos de inmediato a España, a veces bajo simples sospechas y con
escasos argumentos probatorios de responsabilidad. En casos más graves, el
proceso fue abreviado y la sentencia de muerte fue garantía de la extirpación
de futura agitación social. Correspondió a gobernadores y a sus tenientes de
justicia mayor hacer las investigaciones correspondientes, autorizando incluso
a particulares para colaborar en la localización de papeles y libros contrarios
al sistema monárquico y a la religión católica; mientras que a la Real Audiencia
correspondió intervenir directamente en las causas de relevancia, procesando
y sentenciando a los indiciados, como veremos seguidamente.

b) La actuación directa de la Real Audiencia de Caracas

La actuación directa de la Real Audiencia de Caracas frente a los


efectos de la Revolución francesa, sus implicaciones en Santo Domingo,
Martinica y Guadalupe, y la difusión del ideario revolucionario en su
distrito, puede apreciarse a través de diversas circunstancias. La magistratura
caraqueña transmitió, mediante reales provisiones, las órdenes emanadas del
rey y sus ministros para exigir la vigilancia de la expansión del pensamiento
revolucionario francés, y de extranjeros, españoles y americanos interesados
en conocer, discutir y difundir las máximas sobre “libertad, igualdad y
fraternidad”. El tribunal colaboró con los gobernadores en sus gestiones
para dar cumplimiento a tales órdenes y le correspondió, fundamentalmente,
juzgar y sentenciar los casos de mayor gravedad. La legislación indiana
otorgaba a los fiscales de las reales audiencias la facultad de ser censores
regios y, como tales, encargados de conocer sobre los escritos que se leían
en conventos, escuelas de religiosos y universidades, a fin de evitar que
los mismos fueran contrarios a los principios ideológicos y políticos de
la monarquía. La Revolución francesa, la posterior guerra entre España
y Francia y la difusión de papeles sediciosos provenientes de Europa y
de las colonias extranjeras caribeñas próximas a las costas venezolanas,
pondrían a los ministros de la Audiencia de Caracas, así como al resto de las
autoridades coloniales, en estado de alerta, en disposición de trabajar en pro
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 279

de la defensa de la soberanía española y para mantener el orden, exhortando


a las autoridades políticas, militares y eclesiásticas de las provincias que
formaban parte de su jurisdicción, a denunciar todo lo que representara
posibilidad de contagio de las “detestables máximas” de libertad e igualdad
de los nuevos postulados políticos.
Así, por ejemplo, la Real Audiencia formó parte de las distintas
juntas de autoridades que buscaban resolver el problema de los emigrados
y prisioneros franceses en los puertos de La Guaira y Puerto Cabello551.
Asimismo, resolvió en varios acuerdos aconsejar a su presidente, el
gobernador Pedro Carbonell, que tomase las precauciones necesarias
para apoderarse de la referida “Instrucción que debe servir de Regla al
agente Interino Francés”, advirtiéndole además la necesidad de actuar
con sigilo para no crear el menor recelo entre la población552. En cuanto
a su particular atribución de administrar justicia, la Real Audiencia de
Caracas fue la encargada de levantar los sumarios –por comisionados
especiales, gobernadores o directamente por sus ministros–, evacuar las
pruebas presentadas y hacer ajusticiar a quienes se responsabilizó de
insurreccionarse, conspirar o estar indiciados de propiciar la rebelión de la
población venezolana. En efecto, los jueces de la magistratura caraqueña
realizaron tales procedimientos en los asuntos de mayor importancia, pues
los gobernadores –como ya señalamos– cumplieron la tarea de apresar a
los sospechosos de difundir ideas revolucionarias y remitirlos a España, sin
la intervención, en muchos casos, de la Real Audiencia. Así, destacan cinco
Causas de Infidencia 553 –como se llamaba a los actos contra la soberanía

551 A.G.N. (Caracas), Reales Provisiones, Tomo L, fols. 192-198: La Real Audiencia dispone constituir
una junta entre las personas de mayor dignidad, integridad y celo, al servicio de su majestad, con
motivo del arribo a La Guaira y Caracas de los franceses prisioneros y emigrados, para evitar las
turbulencias que puedan tener efecto en las provincias de su distrito, lo que hace saber al señor
gobernador y capitán general (Caracas, 30 de noviembre de 1793).
552 A.G.N. (Caracas), Gobernación y Capitanía General, Tomo LVIII, fols. 275-277: Real acuerdo de la Audiencia
de Caracas del 19 de mayo de 1796; y “acuerdo de la Audiencia del 24 de agosto de 1797” en Documentos
Relativos a la Revolución de Gual y España. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949,
pp. 81-85.
553 En la terminología jurídica de la época se denominaba Causa de Infidencia a los procesos seguidos
contra los ciudadanos que se levantaban en armas o realizaban actos de hostilidad y desobediencia
contra la autoridad real; en fin, cualquier acción que se planteara cambiar el orden colonial. Según
la documentación existente en el Archivo General de la Nación, antes de 1810 no fueron muchos
los procesos de esta naturaleza seguidos por la Real Audiencia de Caracas. Es a partir de la guerra
de independencia cuando cobran mayor relevancia e incremento.
280 Alí Enrique López Bohórquez

de la monarquía española– en las que actuarían los magistrados de Caracas.


De orígenes distintos, tuvieron resultados también distintos, pero todos
presentaron un elemento común: la necesidad de erradicar la posibilidad
de que se lograran los respectivos propósitos. El temor llevó a los ministros
del tribunal a dictar sentencias de destierro, de encarcelamiento o de muerte
contra los implicados. Nos referimos a la insurrección de José Leonardo
Chirino, la conspiración de Gual y España, el supuesto complot de Francisco
Javier Pirela, la conjuración de los mantuanos y el juicio contra Francisco
Isnardi, sobre los cuales nos referiremos más adelante.

c) Efectividad de las acciones contra la difusión de las ideas de la Revolución


francesa en Venezuela

Aunque se trata de una acción conjunta, es posible hacer distinciones


entre los mecanismos implementados por la Audiencia de Caracas y por los
gobernadores de Venezuela entre 1789 y 1803, dada la naturaleza de sus
propias funciones. Los gobernadores y capitanes generales Juan de Guillelmi,
Pedro Carbonell y Manuel Guevara Vasconcelos, cumpliendo las órdenes
emanadas del rey y sus ministros, se dedicaron a través de funcionarios bajo su
jurisdicción a detectar la distribución de papeles sediciosos y de reuniones para
su discusión. Para ello se desarrolló una política de vigilancia de los extranjeros,
cualquiera fuera su origen, y de venezolanos con actitudes sospechosas. Esa
política dio como resultado la localización de papeles contentivos de ideas
contrarias al régimen monárquico, y de individuos implicados en su difusión.
Entre esos papeles destacaron el Extracto del Manifiesto que la Convención Nacional
de París hace a todas las Naciones y los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En
la preocupación por ubicar impresos sediciosos se cometieron excesos,
incriminándose muchas veces a personas que no tenían vinculación alguna
con dichos papeles, tal como se indicó en páginas precedentes.
En cuanto a la Real Audiencia se refiere, cumpliendo su función de
administrar justicia y asesorar a su presidente, fue ella instrumento eficaz para
llevar adelante los juicios a quienes atentaran contra la autoridad y regalías de
la monarquía española mediante doctrinas expuestas en libros de pensamiento
ilustrado o en papeles sediciosos, que contribuyeran a la formación de ideas
anti monárquicas y revolucionarias tendientes a la independencia. La censura
y la persecución de esas ideas estuvieron presentes en las actividades de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 281

los ministros del tribunal caraqueño, particularmente durante la década


siguiente al estallido de la Revolución en Francia y ante las revueltas de negros
en Santo Domingo, Martinica y Guadalupe. Así, la actuación de la Real
Audiencia de Caracas se aprecia en tres sentidos: a) localización de libros y
papeles sediciosos; b) persecución de extranjeros y/o venezolanos indiciados
de poseer, distribuir o discutir ideas revolucionarias; y c) enjuiciamiento
de individuos implicados en insurrecciones, conspiraciones, o acusados
de posesión de libros y papeles; algunos de ellos fueron sentenciados y
ejecutados (José Leonardo Chirino y José María España), mientras que
otros fueron desterrados del territorio americano (Francisco Javier Pirela,
Francisco Isnardi y Antonio Fernández de León), o bien encarcelados en
prisiones venezolanas (personas involucradas en la conspiración de Gual
y España) sino simplemente amonestados y confinados a sus propiedades
rurales (implicados en la conjuración de los mantuanos de Caracas).
El grado de eficacia de las políticas implementadas por los
gobernadores y la Real Audiencia puede calificarse de dos maneras: a)
fueron efectivas, por cuanto lograron detectar la existencia de libros y
papeles sediciosos; fueron también el medio de enfrentar las insurgencias
y descubrir conspiraciones de clara tendencia revolucionaria bajo influencia
francesa y la maduración del proyecto, independientemente de su origen
étnico-social; b) esas políticas fueron ineficaces, en otro sentido, ya que
los mantuanos de Caracas –quienes se aliaron circunstancialmente con las
autoridades coloniales para combatir las insurrecciones y conspiraciones, y
evitar el contagio definitivo de los sectores sociales sometidos–, aceptaron
y recurrieron a aquellas ideas propuestas por los intelectuales teóricos
de la independencia, quienes hasta 1808 no entrarían bajo sospecha del
gobernador y de la Real Audiencia de Caracas, muy particularmente de su
regente-visitador.

La audiencia y la reacción de diferentes sectores de la sociedad


venezolana al poder español: la opinión de la aristocracia criolla

La insurrección de José Leonardo Chirino (1795)

En la historiografía venezolana existen dos corrientes que consideran


la insurrección de José Leonardo Chirino desde perspectivas distintas.
282 Alí Enrique López Bohórquez

A partir del estudio de Pedro Manuel Arcaya554, se concibió a dicha


insurrección como pre-independentista, inspirada en las revoluciones
francesa y haitiana, que pretendía formar una “República y aplicar la Ley
de los franceses”, que –simultáneamente– buscaba la exoneración de
impuestos y tributos, la liberación de los negros esclavos y la eliminación
de la explotación de los indígenas. Más recientemente, Ramón Aizpurua
ha analizado el levantamiento como un movimiento social-reivindicativo y
no como pre-emancipador555. No pretendemos discutir aquí tal dualidad de
criterios para interpretar el hecho, sino basarnos en los testimonios de las
autoridades coloniales de Coro y Caracas, para evidenciar la consideración
que dieron a la insurrección de los negros de la serranía coriana en 1795,
comandada por José Leonardo Chirino, así como la actitud de la Audiencia
contra sus principales responsables556.
La insurrección de los negros esclavos, libres e indios, que estalló en
la hacienda Las Macanillas del Valle de Curimagua, el 10 de mayo de 1795,
contó inicialmente –según Arcaya, Federico Brito Figueroa y Eleazar Córdova
Bello–557 con el liderazgo de un negro loango llamado José Caridad González,
quien supuestamente fue el “ideólogo” del levantamiento, pues transmitiría
a José Leonardo las ideas revolucionarias francesas y le informaría acerca
de las rebeliones de los negros de Haití, hecho este que ha sido negado
por Ramón Aizpurua en su citado artículo. Desde la referida hacienda, la
insurrección se extendió rápidamente por toda la serranía, incorporándose
quienes se sentían identificados con la sublevación, pretendiendo luego

554 Pedro Manuel Arcaya: Insurrección de los negros esclavos de la serranía de Coro. Caracas, Instituto
Panamericano de Geografía e Historia, 1949.
555 Ramón Aizpurua: “La Insurrección de los Negros de la serranía de Coro de 1795: Una Revisión
Necesaria”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 283 (Caracas, julio-septiembre de 1988),
pp. 705-723. Véase también dentro de esta perspectiva la memoria de grado de Pedro Gil, Luis
Dovale y Lidia Bello: La Insurrección de los Esclavos Negros Libres e Indios de la sierra de Coro, 1795,
Una Visión Crítica. Mérida, Escuela de Historia, ULA, 1982. Esta tesis fue publicada más tarde
con el título: La Insurrección de los Negros de la Serranía Coriana: 10 de Mayo de 1795 (Notas para su
discusión). Caracas, Dirección de Cultura-Universidad Central de Venezuela, 1996.
556 El expediente seguido por la autoridades de Coro y Caracas ha sido publicado por Josefina Jordán:
Documentos de la Insurrección de José Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación,
1994-1997; 2 Vols.
557 Federico Brito Figueroa: Las Insurrecciones de los Esclavos Negros en la Sociedad Colonial Venezolana.
Caracas, Cantaclaro, 1961, p. 59; y Eleazar Córdova Bello: La Independencia de Haití y su Influencia
en Hispanoamérica. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1967. pp. 127-129.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 283

ocupar la ciudad de Coro. Prontamente las noticias se divulgaron en esta


ciudad, teniendo conocimiento de lo que ocurría el teniente justicia mayor
Mariano Ramírez Valderraín. Al día siguiente, el funcionario se dirigió al
gobernador y capitán general Pedro Carbonell, para informarle de los hechos,
destacando que los insurrectos se proponían libertar a los negros esclavos,
extinguir las alcabalas, estancos y demás derechos del rey, quitar la vida a
todos los blancos y casarse con sus señoras558.
Si bien los planteamientos de José Leonardo Chirino tenían evidente
carácter reivindicativo, fue el propio teniente de justicia mayor Ramírez
Valderraín, quien señaló los primeros elementos que pondrían en alerta a las
autoridades de Caracas, cuando en nueva carta al gobernador del 15 de mayo
hablaba de las supuestas acciones de José Caridad González sobre una Real
Cédula libertaria de negros, quienes mandarían “después en República”. El
24 de mayo el teniente justicia mayor de Coro escribió al de Carora, y entre
otras cosas le decía, que los negros sublevados pretendían “seguir la ley de los
franceses”; es decir, abolir la esclavitud559. La idea del auxilio de los franceses y la
complicidad de José Caridad González fueron más ampliamente expuestas por
el comisionado del gobernador, Manuel Carrera, en el informe que presentara el
2 de junio de 1795. A partir de las versiones de Ramírez Valderraín y Carrera, el
gobernador Pedro Carbonell, el 12 de julio del mismo año, notificó al Secretario
Universal de Guerra lo acaecido en Coro, con motivo de haberse amotinado
los negros esclavos, y algunos libres, “con el fin de establecer la República, que
torpe y delincuentemente envolvían en sus ideas”560.
La insurrección fue prácticamente derrotada entre los días 12 y
13 de mayo. Muchos de sus seguidores murieron en la revuelta o fueron
ejecutados después de los breves sumarios levantados por el teniente. A
principios de agosto José Leonardo Chirino fue capturado y trasladado a
Coro. Las declaraciones que éste hizo contra un importante vecino de aquella
ciudad, supuestamente En relación con los franceses, y la posibilidad de que
en la insurrección hubiera participado un emisario de origen mexicano de

558 Pedro Gil y otros: La Insurrección de los Esclavos Negros Libres e Indios de la sierra de Coro, 1795, p. 91.
Sobre los detalles de la insurrección véase este estudio y los citados de Arcaya, Brito Figueroa y
Azpurua.
559 Ibid., pp. 92-93.
560 El Informe de Manuel Carrera y la comunicación del gobernador Pedro Carbonell están
reproducidos en el apéndice del trabajo de Pedro Gil y otros.
284 Alí Enrique López Bohórquez

apellido Martínez, determinaron que la Real Audiencia de Caracas enviara a


Coro al licenciado Juan Esteban Valderrama, oidor Honorario del tribunal,
quien con amplias facultades arribó a Coro en octubre para sustituir en el
proceso a Ramírez Valderraín y formalizar el mismo561. Inmediatamente, la
Audiencia decidió conocer de la causa contra José Leonardo Chirino y sus
«cómplices», por lo que dispuso su traslado a Caracas, así como también de
los funcionarios que habían intervenido para sofocar la sublevación y en el
levantamiento de las sumarias correspondientes. Ya en Caracas, Chirino fue
interrogado durante varios días, negando toda acusación de estar vinculado
con los franceses y, particularmente, con José Caridad González, al tiempo
que exponía las razones que habían motivado la insurrección: los abusos de
los propietarios y autoridades locales contra esclavos e indios562.
El 10 de diciembre de 1796 los ministros de la Audiencia dictaron la
sentencia definitiva: José Leonardo Chirino y José Diego Ortiz, éste fugitivo,
fueron condenados a la horca, y luego de descuartizados sus cuerpos serían
dispersados en distintos lugares de la provincia. Otros implicados fueron
remitidos a las bóvedas de los castillos de Trinidad, Puerto Rico y Puerto
Cabello, para cumplir penas de presidio por distintos años. Algunos se
enviaron a servir en los bajeles de Su Majestad. A pocos se les declaró libres
de complicidad, dándoles libertad o desembargando sus bienes; entre ellos,
algunos de los negros loangos relacionados con José Caridad González.
Destaca el hecho de que en la sentencia de la Real Audiencia solamente
se hablara como justificación de la insurrección, la matanza de blancos,
ocupación de sus bienes, casamiento con las mujeres blancas, eliminación
de todos los derechos reales y liberación de los esclavos563. Nada se dijo En
relación con la formación de una “República” o de la aplicación de “la ley
de los franceses”, como objetivos de la insurrección. No se olvide que, hasta
entonces, habían sido los mejores argumentos para ir en contra de personas
o grupo indiciado en simpatizar o difundir el ideario revolucionario564.

561 Pedro Manuel Arcaya: op. cit., pp. 51-53.


562 Ibid., pp. 53-54.
563 “Sentencia de la Real Audiencia de Caracas, sobre la insurrección de negros esclavos, libres e
indios de la Sierra de Coro: 1795”, Ibid.
564 Los más recientes estudios sobre esta rebelión en José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro
de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los
días 16 y 17 de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996: Luis Cipriano Rodríguez:
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 285

La conspiración de Gual y España (1797)

Una conspiración fue develada en La Guaira el 13 de julio de 1797,


días antes de ponerse en práctica el proyecto revolucionario, según lo
determinaron las autoridades coloniales. Deseoso de ganar más adeptos a
la sublevación, uno de los responsables, el comerciante Manuel Montesinos
y Rico, reveló el plan a un barbero pardo, Juan José Chirino. Este comentó
el asunto a dos amigos, y juntos lo comunicaron al padre Juan Vicente
Echeverría, quien a su vez lo informó al provisor vicario general Andrés
de Manzanares y al presbítero Marcos José Soto, eclesiásticos que en
aquella fecha denunciaron la sublevación ante el gobernador y capitán
general Pedro Carbonell565. Por orden del gobernador, el brigadier Joaquín
de Zubillaga lo participó al regente de la Audiencia de Caracas, Antonio
López de Quintana. Reunido éste con el gobernador, conocieron en detalle
de los religiosos la forma como se habían enterado de la conspiración. La
Audiencia comisionó al abogado Francisco Espejo para que marchara a La
Guaira a detener a Montesinos, tomarle declaración instructiva y embargarle
sus bienes y papeles. Adelantadas las averiguaciones de rigor, se detuvo a
unas ochenta y nueve personas: eclesiásticos, comerciantes, hacendados,
oficiales, sargentos, cabos y soldados veteranos y de las milicias de blancos y
pardos, abogados, artesanos, caporales; blancos, mulatos, criollos americanos

“José Leonardo Chirino y la historia como síntesis” (11-20); Robinzon Meza: “Protestas, Rebeliones y
Conspiraciones en la Venezuela del Siglo XVIII” (80-92); Isaac López: “La Sublevación de José Leonardo
Chirino en la Historiografía Venezolana” (93-107); Pedro Vicente Sosa Llanos: “Estado de las Fuentes
Documentales para el Estudio de la Insurrección de José Leonardo Chirino” (109-115); Gilberto Quintero:
“Origen, Desarrollo y Desenlace de la Rebelión de José Leonardo Chirino” (117-143); Alí Enrique López
Bohórquez: “Acciones de las autoridades coloniales de Coro y Caracas contra la insurrección de José
Leonardo Chirino” (145-156); Carlos Edsel: “Los jacobinos negros en la insurgencia de los esclavos de la
Serranía de Coro” (157-172); José Marcial Ramos Guédez: “Insurrección de José Leonardo Chirino en la
Serranía de Coro en 1795: Bicentenario de una lucha” (173-179); Josefina Jordán Andara: “Acercamiento
a la rebelión encabezada por José Leonardo Chirino en 1795” (181-197); Pedro Gil Rivas y Luis Dovale
Prado: “La Insurrección de Coro de 1795. Un movimiento a reivindicar” (199-211); Ramón Aizpurua
Aguirre: ¿Insurrección de libertad o rebelión de independencia? (211-216). Véase También Josefina
Jordán: “Acercamiento a la rebelión encabezada por José Leonardo Chirinos en 1795”, en op. cit., Vol.
I, pp. 16-29, y “Josef Bernardo bien puedes salir donde quieras que estés oculto que ya llegó la hora de
la libertad”, Vol. II, pp. 10-15; y Elena Plaza: “El motín de José Leonardo Chirinos y el problema de la
subversión del orden”, Ibid., Vol. II, pp. 18-28.
565 Las referencias al proceso contra la conspiración se han tomado de los documentos publicados
en Documentos Relativos a la Revolución de Gual y España y en José Félix Blanco y Ramón Aizpurua:
Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas, Presidencia de la República, 1978,
Tomo I, pp. 311-350.
286 Alí Enrique López Bohórquez

y hasta españoles. Es decir, la conspiración contaba con nutrido y selecto


grupo de seguidores, entre los que destacaban José María España, justicia
mayor de Macuto, y Manuel Gual, Capitán retirado, los únicos que no
fueron apresados entonces.
Para combatir la conspiración de La Guaira, las autoridades españolas
contaron en Venezuela con dos instrumentos con los que actuaron
coordinadamente, a pesar de algunas rivalidades de poder, que abortaron la
conjura e impidieron la expansión de las ideas de la Revolución francesa: en
lo político-militar, el gobernador y capitán general de aquella provincia, y en
lo judicial, los ministros de la Real Audiencia de Caracas. A los gobernadores
Pedro Carbonell y Manuel Guevara Vasconcelos correspondió poner en
práctica medidas políticas y militares contra los conspiradores y seguidores
en La Guaira, y para resguardar la tranquilidad pública, después de conocerse
el plan revolucionario. Particularmente Carbonell, quien al conocer de
la fuga de los reos de Estado Picornell, Andrés y Cortés Campomanes,
ordenó la detención de otras personas involucradas en la misma, resultando
responsables el capitán del Batallón de Veteranos Pedro de la Rosa, según
la pesquisa realizada por el teniente del rey, brigadier Joaquín de Zubillaga,
y el abogado Antonio Martínez de Fuentes. También el gobernador
Carbonell movilizó tropas hacia La Guaira, aceptó la organización de
milicias propuestas por la nobleza, abogados y escribanos de Caracas, hizo
cambios de tenientes de justicia mayor, y solicitó el regreso de los batallones
venezolanos acantonados desde 1793 en Santo Domingo. Gestiones todas
orientadas a reforzar su autoridad militar que al parecer, dados los sucesos
de La Guaira y las decisiones tomadas, estaba muy cuestionada.
La tarea mayor de la actividad contra la conjura fue ejecutada por la
Real Audiencia, particularmente por su regente Antonio López de Quintana,
quien tomó a su cargo la dirección y extensión de las providencias necesarias
para detener a los cabecillas de la sedición, secuestrar sus bienes, localizar
papeles que orientaban la proyectada revuelta, y para evitar su expansión en
Caracas y en otros lugares de Venezuela. Asimismo, el regente fue asesor
permanente del gobernador, en materias inherentes a sus funciones políticas
y jurisdicción militar. Realizada la comisión de Francisco Espejo en cuanto
detener a Manuel Montesinos y Rico, continuó la causa el oidor del tribunal
Juan Nepomucemo de Pedrosa. El comerciante confesó su responsabilidad
y denunció a algunos de los involucrados en la conspiración. A las tareas de
Pedrosa se unió el fiscal Julián Díaz de Saravia, a fin de que no se dilatara el
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 287

curso del expediente que se formaba. Como resultado de la confesión de


Montesinos y la localización en su casa de los papeles más importantes de la
conjura, se comisionó, para las prisiones y actuaciones contra sus cómplices,
al oidor honorario de la Real Audiencia Antonio Fernández de León y a los
doctores Francisco Espejo y Antonio Martínez de la Fuente, abogados del
tribunal que habían conocido inicialmente sobre el asunto.
Los ministros de la Audiencia levantaron la causa de infidencia entre
agosto de 1797 y mayo de 1799. Tomaron las declaraciones correspondientes
a los prisioneros y testigos principales. Formaron los sumarios y autos de
ley. Nombraron, incluso, tres abogados defensores y fueron dictando las
distintas sentencias, de acuerdo con el grado de responsabilidad de los
indiciados, estuvieran o no detenidos. Mientras tanto, Manuel Gual, después
de huir a Curazao, se refugiaba en Trinidad, y José María España regresaba a
La Guaira, donde sería apresado566. España fue inmediatamente trasladado
a Caracas, donde se le procesó y condenó a muerte, por sentencia de la
Real Audiencia del 6 de mayo de 1799, en razón de que había “formado
instrucciones revolucionarias para excitar y conmover los ánimos de los
vasallos de Su Majestad, a romper el juramento de fidelidad, y a trastornar el
sistema establecido, y las Leyes de la Monarquía con resolución incontestable
de trastornar el orden público, sin detenerse en la consideración de los males
gravísimos que debía esperar de semejante empresa, el derramamiento de
mucha sangre inocente, los robos, los incendios, la ruina de las familias,
el desorden, la confusión y la anarquía con todos los otros funestos
males consiguientes a ella, y especialmente el agravio y menosprecio de la
religión”567.
En la casa de Manuel Gual, según informó el gobernador Pedro
Carbonell el 28 de agosto de 1797, se encontraron varios papeles relacionados
con el origen, desarrollo y culminación de la proyectada sublevación, entre
los cuales destacaban las ordenanzas que regían la acción revolucionaria,
la Alocución a los Habitantes de la América Española y La Carmañola Americana,
y los Derechos del Hombre y del Ciudadano con varias máximas republicanas y un

566 Una síntesis sobre la actuación de la Real Audiencia de Caracas, en el resumen que para
conocimiento del rey realizara la Secretaría de Estado, publicado en José Félix Blanco y Ramón
Aizpurua: op. cit., Tomo I, pp. 332-344.
567 Documentos Relativos a la Revolución de Gual y España, pp. 297-299.
288 Alí Enrique López Bohórquez

discurso preliminar dirigido a los americanos 568. Papeles en los cuales se apreciaba
evidentemente el ideario revolucionario francés. No vamos a referirnos
al contenido total de los mismos, que han sido muy bien estudiados por
Pedro Grases. Nos interesa resaltar la actuación de la Real Audiencia En
relación con el último de ellos: los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El
11 de diciembre de 1797, la Real Audiencia acordó la prohibición de dicho
texto. Se trataba de una decisión importante, pues se enjuiciaba la traducción
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Declaración francesa que
precedía al Acta Constitucional del 24 de junio de 1793, mucho más radical
que la declaración inicial de 1789 de la Revolución francesa. Siendo esta
la obra más importante incautada a los partidarios de la conspiración de
La Guaira, es lógico entender la decisión emanada de los ministros de la
magistratura caraqueña. Además, la misma estaba acompañada de unas
Máximas Republicanas, que debían guiar al buen republicano, y de un Discurso
Preliminar dirigido a los americanos, destinado a explicar las razones de la
Revolución y a justificar la causa del pueblo americano contra la monarquía.
En fin, textos todos que representaban el fundamento de una conspiración
que pretendía instaurar en Venezuela el sistema republicano, inspirado en
los principios de la Revolución francesa.
Descubierto el plan de la conspiración de La Guaira, los notables
de Caracas, reputados como la “nobleza” de la ciudad, se presentaron ante
el gobernador Pedro Carbonell, para ofrecer sus “personas y haciendas”,
y formar compañías armadas bajo su responsabilidad económica, a fin
de resguardar sus vidas, bienes y cualquier otro destino en bien de la
tranquilidad social y de la autoridad pública. El gobernador aprobó el
ofrecimiento y creó dos compañías del Cuerpo de Nobles de Caracas,
cuya función sería custodiar la Sala Capitular y la cárcel real, en la que se
encontraba la mayoría de los sospechosos de la conspiración. Tal actitud fue
notificada a Carlos IV por los mantuanos de aquella ciudad en cartas del 1
y 4 de agosto de 1797, en las que no sólo ratificaron el deseo de continuar
vigilantes, sino también de ofrecer sus vidas en defensa y gloria del rey.
Asimismo, exaltaron la labor cumplida por el intendente, el teniente del rey
y, sobre todo, el regente y demás ministros de la Audiencia, cuyas actividades
–según los firmantes de ambas comunicaciones– garantizaban que la

568 Un análisis detallado de estos papeles en Pedro Grases: op. cit., 35-161.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 289

conspiración estuviera totalmente extinguida569. Se trataba de una reacción


lógica de los sectores social y económicamente poderosos, quienes veían
en la conjura de La Guaira la aplicación de los principios revolucionarios
de “libertad, igualdad y fraternidad” que, indudablemente, atentarían contra
sus antiguos privilegios y derechos. Debemos señalar que la mayoría de la
élite de Caracas, opositora a estos principios en 1797, los utilizaría en 1810 y
durante la guerra de emancipación para reclamar el derecho de formar una
república independiente; e incluso, algunos reconocieron a la conspiración
de Gual y España como el antecedente más inmediato de su actitud contra
la monarquía española.
A fin de impedir que el ideario de la conspiración se extendiera a
otros lugares de las provincias venezolanas, la Real Audiencia de Caracas
dictó distintas sentencias contra los principales indiciados: muerte, destierro
y/o encarcelamiento, escarnio público y absolución. Los ministros y el
presidente de la Audiencia, vistos los autos de la causa criminal formada
contra los reos de la sublevación, y examinados otros recaudos a petición
del fiscal del tribunal, acordaron condenar a muerte a los cabecillas de la
conspiración. El 6 de mayo de 1799, José María España fue ejecutado en la
horca, después fue arrastrado su cuerpo atado a la cola de una bestia, luego
fue cortada su cabeza, descuartizados y colocados sus miembros en los
lugares relacionados con la sedición; hechos que tuvieron lugar en Caracas el
8 de mayo. Siguieron a la muerte de España, casi en las mismas condiciones,
las sentencias contra José Rusiñol, Narciso del Valle, Juan Moreno, José
Manuel Pino y Agustín Serrano, el primero de junio del mismo año. En
esa fecha fueron condenados a destierro treinta y tres de los indiciados, de
comprobada participación en la conjura. Los destierros fueron diversos:
cinco a las bóvedas del Castillo de San Juan de Ulúa; nueve a las Fortalezas
de La Habana; once a Puerto Rico; 6 al Castillo de San Juan de La Florida;
y dos a España. La mayoría debía cumplir prisión y trabajos forzados con
grilletes y cadenas, entre cuatro y ocho años. A algunos se les confiscaron
sus bienes. Otros, simplemente, fueron desterrados a esos lugares. A varios
se les impuso, adicionalmente, multas de montos cuantiosos. A todos se

569 “Cartas del Ayuntamiento de Caracas al rey del 1 y 4 de agosto de 1797”, José Félix Blanco y
Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo I, pp. 294-296. Ambas comunicaciones tienen casi el mismo
contenido, con ligeras variantes y mayor número de firmantes en la segunda de ellas.
290 Alí Enrique López Bohórquez

prohibió volver al territorio venezolano, so pena de ser castigados con


mayor severidad.
También el 1 de junio de 1799 se dictó la sentencia de absolución en
favor de doce indiciados, en su mayoría funcionarios civiles y militares, por
no haberse encontrado razones que los culparan de haber participado en la
conspiración. El 26 de octubre, dos mujeres esclavas fueron condenadas a la
“vergüenza pública” por varios días y reclusión en la cárcel por distintos años.
El 10 de febrero de 1800, Joaquina Sánchez, mujer de José María España, fue
sentenciada a ocho años de reclusión en la casa hospicio, en la que se encontraba
desde su detención, los que cumplidos, debía notificarse a la Audiencia para
que dispusiera lo que más conviniera. El 7 de marzo del mismo año, a Manuel
España se le impuso la pena de servir en las obras del Castillo de San Juan de
Ulúa, con grilletes y cadenas, por diez años, bajo la prohibición de regresar a
estas provincias sin licencia real, a riesgo de perder la vida570.
Los efectos de las acciones contra la conspiración de Gual y España
pueden resumirse de la siguiente manera: a) la proyectada sublevación de La
Guaira evidenció la vulnerabilidad del poder político y militar de la provincia
de Venezuela, a la vez que demostró la efectiva acción judicial que venía
desarrollando la Real Audiencia desde su instalación, en el combate a las
contravenciones al orden monárquico. b) Se puso de manifiesto la alianza
de los sectores económica y socialmente poderosos, con las autoridades
coloniales, en defensa de intereses, derechos y privilegios, a pesar de que las
élites habían venido cuestionando la política reformista del gobierno español
en Venezuela. c) Las drásticas medidas aplicadas contra los principales
indiciados, orientadas a impedir el desarrollo de la conspiración y la expansión
de las ideas revolucionarias, provocaron temor entre quienes todavía pensaban
en retomar el plan diseñado para derrocar el gobierno español e instaurar
una república independiente. Desde entonces, no surgirían nuevas conjuras
organizadas internamente. Sólo ocurrirá la abortada acción de los corsarios
franceses en Maracaibo en 1799 y la frustrada invasión de Miranda en 1806.
d) A pesar de todo, se determinó que el germen del ideario revolucionario
había penetrado las mentes de la élite caraqueña, la cual, llegado el momento
propicio, llevaría adelante el proyecto de independencia que en 1797 habían

570 Véanse todas las decisiones de la Real Audiencia, Ibid., pp. 360-370.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 291

organizado en La Guaira los reos españoles Juan Bautista Picornell, Sebastián


Andrés y Manuel Cortés Campomanes571.

El complot de Francisco Javier Pirela en el Puerto de Maracaibo (1799)

El 19 de mayo de 1799 fue descubierto en Maracaibo un complot,


cuyo objetivo era, según el gobernador de Venezuela Manuel Guevara
Vasconcelos “prender el fuego de la insurrección en aquella provincia”.
Consideraba como instigadores de la conspiración a la tripulación de tres
barcos bien armados que habían anclado con permiso en su puerto, a dos
corsarios franceses procedentes de Puerto Príncipe en la isla de Santo
Domingo y a la tripulación de una goleta inglesa, supuestamente apresada
por aquellos. La alianza de España con Francia había determinado que el
gobernador de Maracaibo les prestara los auxilios necesarios para fondear
en el puerto572. El indiciado principal de la frustrada rebelión resultó ser el
sastre, y subteniente de Milicias de Pardos, Francisco Javier Pirela, quien
delató la conspiración tres horas antes de la señalada para darse inicio, a pesar
de que los franceses le habían prometido hacerlo gobernador. Avisado el
gobernador de Maracaibo de la proyectada traición, procedió a alertar a las
principales autoridades civiles y militares de la ciudad, y tomó las providencias
necesarias para capturar a las tripulaciones de las naves extranjeras. Ante las
dificultades para custodiar ochenta presos, el gobernador solicitó a Manuel
Guevara Vasconcelos auxilio para el traslado de los detenidos a Caracas, a
fin de que fueran juzgados por la Real Audiencia.
El gobernador de Maracaibo ordenó inmediatamente tomar las
declaraciones a los implicados para formar el expediente correspondiente.
Del testimonio dado por el cabo primero veterano Tomás de Ochoa,
denunciante ante el Gobernador de lo descubierto, y por el reo Francisco

571 Sobre las distintas interpretaciones historiográficas de esta conjura véase la antología de Alí
Enrique López Bohórquez: Manuel Gual y José María España (Valoración Múltiple de la Conspiración
de La Guaira de 1797). Caracas, Ediciones de la Comisión Presidencial del Bicentenario de la
Conspiración de Gual y España, 1997.
572 Sobre la causa contra Francisco Javier Pirela véase Ángel Francisco Brice: La sublevación de Maracaibo
en 1799, manifestación de su lucha por la Independencia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1960;
Ildefonso Leal: “Francisco Javier Pirela y su intento de sublevar Maracaibo en 1799”, Revista de
Historia, 21, (Caracas, noviembre de 1964), pp. 41-69; y José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op.
cit., Tomo I, pp. 357-360 y 382-384. Hemos utilizado la información y documentos contenidos
en estos trabajos.
292 Alí Enrique López Bohórquez

Javier Pirela, quedó evidenciada la conjuración y el modo en que debía


manifestarse. Trasladados a Caracas los promotores de la conspiración, la
Real Audiencia continuó el proceso iniciado en Maracaibo, y el 30 de julio
de 1800 dictó la sentencia contra doce de los indiciados. Los ministros del
tribunal reconocieron que la intentona tenía como finalidad “sublevar la
ciudad de Maracaibo, sustraerla de la obediencia debida a Su Majestad y
sustituir la monarquía en gravísimo daño de aquel pueblo”573 Las penas
impuestas fueron diversas, de acuerdo con el grado de participación en
la conjura. Francisco Javier Pirela, a quien correspondía la ejecución, por
haberla delatado fue confinado a una de las bóvedas de los castillos de La
Habana durante diez años, con prevención de que una vez cumplida la pena
no podía volver al distrito de la Real Audiencia de Caracas. Los otros reos
principales, de origen extranjero, sufrieron penas y destinos distintos. Al
capitán de uno de los corsarios franceses, Agustín Gaspar Bocé, se le remitió
a la cárcel del castillo de Panamá. José Román fue enviado a las bóvedas del
castillo de San Juan de Ullúa y a Francisco Mequiet se le envió a Cartagena,
en donde permanecería hasta la disposición del rey, con prohibición de
regresar alguna vez a territorio venezolano.
Otros tripulantes de menor jerarquía, como Antonio Duplesis, Jacobo
Gómez, Miguel Labat, Juan Bautista Aymet y Juan María Gautier, sufrirían
el rigor de los grilletes en las obras de Puerto Rico, hasta que el monarca
resolviera sobre su destino definitivo. A Francisco Suárez y a Juan Chualpa
se les impuso el mismo castigo, pero por ocho años, impidiéndoseles
regresar al territorio de la Audiencia. El resto de la tripulación fue puesto
a disposición del Cónsul de la república francesa en Curazao, mientras que
los ingleses de la goleta apresada quedarían a las órdenes del presidente-
gobernador y capitán general de Venezuela, para que hiciera la entrega de
los mismos como más conviniera al servicio del rey. Se confiscaron los tres
barcos y la mayor parte de las cargas que no habían sido comerciadas, hasta
nueva resolución del tribunal574. Los testimonios de algunos implicados
y de las autoridades, tanto coloniales como metropolitanas, evidencian
la naturaleza de la abortada sublevación. Descubierto y detenido, Pirela
confesó que los extranjeros se proponían alterar la ciudad y establecer en

573 Sentencia de la Real Audiencia pronunciada en la causa de sublevación de Maracaibo, reproducida


en Ildefonso Leal: “Francisco Javier Pirela y su intento de sublevar Maracaibo en 1799”, p. 69.
574 Ibid., pp. 59-62.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 293

ella “el sistema de libertad e igualdad”575. En el informe que rindiera el


gobernador Fernando Miyares a Manuel Guevara Vasconcelos, señalaba
que los promotores deseaban “apurar los arbitrios y providencias hasta
conseguir la libertad e igualdad y conservar ambos derechos, admitiendo
a los que quisiesen seguir sus máximas”576 Para el gobernador Guevara
Vasconcelos la conspiración era el resultado de las mismas ideas de los
traidores refugiados en Trinidad, involucrados en los sucesos de La Guaira
de 1797577. En el informe que el fiscal del Consejo de Indias presentara al
rey, señaló que los capitanes de los barcos franceses intentaban “envestir la
ciudad, saquearla, matar a los blancos y ricos, echar por tierra el Gobierno
español y establecer el Republicano” 578. Y la Real Audiencia consideró
a la frustrada sublevación como ya señalamos, el medio de sustraer a
Maracaibo “de la obediencia debida a Su Majestad y sustituir la anarquía en
gravísimo daño a aquel pueblo” Todo lo cual permite vincular lo ocurrido en
Maracaibo en mayo de 1799 con el fermento revolucionario de ascendencia
francesa que existía en el área del Caribe. Las penas impuestas por la Real
Audiencia no fueron de mucha gravedad, posiblemente por existir dudas
sobre algunos de los implicados579, o para impedir que medidas drásticas
tuvieran efectos contrarios al deseo de mantener el orden y la tranquilidad
dentro de su distrito.

El juicio y destierro de Francisco Isnardi (1802-1803)

Los sucesos ocurridos en las provincias de Venezuela y Maracaibo


entre 1795 y 1799 mantenían a las autoridades coloniales en permanente
alerta. En muchos casos se cometieron abusos en las búsquedas de
“papeles” o “individuos sospechosos”. El hecho que seguidamente vamos
a referir se ubica dentro de esos casos, y en el cual se vio obligada a actuar

575 Ángel Francisco Brice: op. cit., pp. 24-25.


576 Ibid., p. 24.
577 Ildefonso Leal: “Francisco Javier Pirela y su intento de sublevar Maracaibo en 1799”, pp. 44-
45.
578 Ángel Francisco Brice: op. cit., pp. 24 y 30.
579 Véase, por ejemplo, el artículo de Ildefonso Leal: “Francisco Javier Pirela, ¿delator o
revolucionario?”, en Nuevas crónicas de Historia de Venezuela, Tomo I, pp. 263-267.
294 Alí Enrique López Bohórquez

la Real Audiencia, ante la insistencia del gobernador y capitán general de


la Provincia de Cumaná. Se trata del juicio seguido contra el piamontés
italiano Francisco Isnardi, entre 1802 y 1803, acusado de conspirador y
colaborador de los ingleses580. Isnardi había llegado a Güiria desde el Golfo
Triste de dicha provincia en julio de 1796. Allí se dedicó a la labranza y
en algunas ocasiones realizaba comercio con vecinos y con capitanes de
barcos de la costa firme, todos españoles, que iban cada día a buscar frutos
y víveres. Ocupaba, además, parte de su tiempo en el conocimiento de la
física, la astronomía, la geometría, la historia natural, la medicina, la música,
la pintura, con tal afición que había logrado formar una colección de libros
sobre esas materias.
El 3 de julio de 1800 el rey Carlos IV dictó orden de prisión contra
Francisco Isnardi, “quien bajo pretexto de plantar algodón está sacando
planos, y comunicando noticias de todo al gobierno británico, y ha levantado
ya el plano de mapa de la provincia de Cumaná”; implicado también “con
otros en el crimen horrible de conmover los ánimos de los habitantes de
aquel continente para poner en independencia la América”. Con fecha 17
de septiembre de 1801, el gobernador y capitán general de Cumaná Vicente
Emparan remitió a Caracas a Isnardi, junto con una caja que contenía papeles
de su propiedad. Confinado en el Cuartel San Carlos, el gobernador notificó
al regente de la Real Audiencia, el 6 de octubre, sobre la detención del
italiano, solicitándole también que procediera el tribunal a levantar la causa
criminal correspondiente. Revisados los recaudos por el fiscal, éste consideró
que el gobernador de Cumaná debía aportar testigos que justificaran la
causa contra el reo. Siete personas fueron enviadas por Emparan para ser
interrogadas por el fiscal Julián Díaz de Saravia. Ninguno aportó elementos
para incriminar a Isnardi; por el contrario, todos declararon que se trataba
de un hombre recto, justo y apegado a las leyes y la religión.
Con respecto a los libros y papeles remitidos a la Audiencia, en razón
de que estaban escritos en distintos idiomas, se nombraron dos intérpretes
que reconocieron el contenido de los mismos, como obras de “filosofía,
historia, matemáticas y otras ciencias. Las gramáticas de los idiomas
inglés, francés, holandés, alemán, italiano, y español, con sus respectivos

580 Detalles sobre el caso de Isnardi en el estudio introductorio de Joaquín Gabaldón Márquez a
la causa seguida por la Audiencia, publicado bajo el título de Proceso Político. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1960.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 295

diccionarios; varias obras instructivas del comercio, y giro de letras. Los


diccionarios de las bellas artes, el geográfico, el de la medicina, cirugía y
veterinaria; preceptos para la salud; el Cuerpo del Derecho Civil Romano;
un Código Penal de Crímenes y Delitos; varias obras de poesía; La vida
cristiana por fray Luis Granada; Semana Santa; el Catecismo Cristiano;
Ejercicios Ordinarios de la Misa; Imitación de Cristo; El Pecador Penitente;
Jornadas del Cristianismo; y otros libros de asuntos diferentes”. En total, 102
títulos, que han sido analizados parcialmente en el citado estudio de Joaquín
Gabaldón Márquez. Los papeles eran recibos y cuentas en inglés y francés
de las negociaciones que Isnardi realizaba, y que solamente aportaban la
idea del intenso comercio que mantenía con extranjeros. Pasados los autos
al fiscal, éste dictaminó que se diera por culminado el proceso, condenando
a Isnardi por las negociaciones hechas con habitantes de la isla de Trinidad
en tiempos de guerra, con la prisión que había sufrido, sin perjuicio de lo
que resolviera el rey, para lo cual se debía informar al Ministerio de Estado.
Entre tanto, se le permitía a Isnardi su regreso a Cumaná, para que se le
devolvieran sus bienes y continuara administrándolos libremente.
La Real Audiencia no opinó lo mismo, pues dispuso el 19 de junio
de 1802 que se entregara la causa al gobernador Guevara Vasconcelos,
“poniendo a su disposición la persona de Isnardi para su remisión bajo
partida de registro a España”. Fue trasladado a la península en enero de 1803,
y encarcelado en el Castillo de Santa Lucía en Andalucía. Desde allí expuso
al rey y su Consejo la situación que sufría, y la injusticia cometida contra él
y sus bienes. Carlos IV determinó que la causa pasara a la Sala de Justicia
del Consejo de Indias. Estudiada la misma por el fiscal, se concluyó que no
existía el menor indicio de que Isnardi levantara planos para los ingleses,
como tampoco se evidenciaba complicidad “para poner en independencia a
la América”. El único cargo que podía imputársele era el comercio que había
tenido con extranjeros, dado que su extranjería, sin carta de naturalización,
sólo le confería la posibilidad de realizar oficios mecánicos. Así el 18 de
junio de 1803, el rey resolvió la libertad de Francisco Isnardi y la restitución
de sus bienes, pero con la prevención de que no volviera a Güiria ni a otra
parte de sus dominios ultramarinos581.

581 Las referencias documentales se localizan fundamentalmente en las piezas tercera y cuarta del
citado expediente contra Isnardi, pp. 307-361.
296 Alí Enrique López Bohórquez

La conjura de los Mantuanos de Caracas (1808)

La llamada conjuración de los mantuanos de Caracas de 1808


representa, en el contexto de las rebeliones, insurrecciones y motines pre-
independentistas, la actitud política de la oligarquía criolla venezolana más
vinculada con el movimiento separatista de Venezuela iniciado el 19 de abril
de 1810, en tanto la mayoría de los involucrados fue la encargada de realizar,
más adelante, la sustitución de las autoridades coloniales y la organización
del Estado de la naciente República582. Aunque ha sido un aspecto de la
historia venezolana ampliamente considerado cuando se trata de explicar
los antecedentes inmediatos del proceso emancipador583, la conjuración
de los mantuanos no ha sido estudiada en el contexto de la dominación
colonial y de las actitudes de las autoridades superiores de la Provincia
de Venezuela: gobernador y capitán general y la Real Audiencia, a pesar
de que hace varios años fue publicado el expediente completo de la Sala
Extraordinaria constituida para averiguar y sentenciar sobre las pretensiones
de constituir una Junta de Gobierno autónoma en Caracas584, junto con

582 El estudio más reciente sobre este hecho histórico es el de Inés Quintero: La Conjura de los
Mantuanos. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2008. La autora intenta demostrar, sobre
la base de la retracción ante las autoridades coloniales de quienes participaron en esta conjuración,
que no existe relación alguna de este complot con los sucesos del 19 de abril de 1810. Sin embargo,
el expediente levantado por la Sala Extraordinaria de la Real Audiencia presidida por el visitador
Joaquín Mosquero y Figueroa, el desenlace de los hechos y la participación efectiva de la mayoría
de ellos en el futuro proceso emancipador evidencian lo contrario.
583 Véase por ejemplo las consideraciones que al respecto hacen Rafael María Baralt: Resumen de la
Historia de Venezuela. Maracaibo, Universidad del Zulia, 1960, Tomo I, pp. 593-596; José Gil Fortoul:
Historia Constitucional de Venezuela. México, Editorial Cumbre, 1978, Volumen II, pp. 197-2002;
Mario Briceño Iragorry: Casa León y su tiempo. Caracas, Monte Avila Editores, 1981, pp. 125-163;
José Luis Salcedo Bastardo: Historia Fundamental de Venezuela. Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1970, p. 779; Guillermo Morón: Historia de Venezuela. Caracas, Italgráfica, 1971, Tomo
V, pp. 122-124; Guillermo Boza: Estructura y Cambio en Venezuela Republicana. Caracas, Monte Avila
Editores, 1982, p. 779; Manuel Vicente Magallanes: Luchas Insurreccionales en la Venezuela Colonial
p. 240. El primero en tratar el tema de manera concreta, aunque sin abordarlo en su totalidad,
fue Julio Calcaño: “El Motín de 1808”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 2 (Caracas,
30 de junio de 1912), pp. 109-116; luego siguieron Vicente Lecuna: “La conjuración de Matos
27 de julio de 1808”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 55 (Caracas, julio-septiembre de
1931), pp. 381-440; y José Nucete Sardi: “Conjuración de Caracas en 1808”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, 207 (Caracas, julio-septiembre de 1969), pp. 535-536.
584 Conjuración de 1808 en Caracas para formar una Suprema Junta Gubernativa: documentos completos. Caracas,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1969, 2 Volúmenes.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 297

otros documentos de contemporáneos que dan cuenta de lo sucedido585.


No es de nuestro interés relatar todos los aspectos relacionados con tan
significativo hecho histórico, sólo nos proponemos evidenciar el grado de
participación de la Audiencia en la causa formada y la situación interna del
tribunal en momentos en que la monarquía española requería de la mayor
eficacia de las autoridades superiores de la Provincia de Venezuela.
Bien conocido es el hecho de que los sucesos ocurridos en España a
raíz de la invasión de Napoleón Bonaparte en marzo de 1808, la abdicación
de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII, la detención de éste por parte
del emperador francés y la colocación en el trono español de su hermano
José, junto con las noticias que al respecto trajeron a Caracas, el 15 de
julio de 1808, dos comisionados de Francia, por orden de Joaquín Murat
–agente de Napoleón en España–, y la actitud vacilante del gobernador
interino Juan de Casas ante la petición de estos de que se reconocieran los
derechos de Bonaparte. Hecho que representó la ocasión propicia para
que la oligarquía caraqueña pusiera en práctica su intención de asumir
el control del gobierno de la provincia. La reacción de la élite criolla fue
inmediata, pues controladora del Ayuntamiento convocó a una reunión
para discutir los documentos que habían traído los emisarios franceses,
acordándose, en contraposición al contenido de esos papeles, proclamar a
Fernando VII como rey de España. Ante las decisiones de los cabildantes
y la conmoción que se vivía en la ciudad, el gobernador Casas convocó el
17 de julio a connotados vecinos de la ciudad y demás autoridades para
tratar lo relativo a la situación de España y la referida propuesta de Murat.
En esta reunión se decidió no comunicar ninguna novedad al pueblo ni
publicar los documentos de comisionados franceses, así como también la
remisión de estos a La Guaira, en prevención de que pudieran ser objeto de
ataques por parte de la muchedumbre que vociferaba contra los invasores
y daba vivas al rey cautivo.
La radicalización de la defensa de los derechos de Fernando VII, los
rumores de que se planeaba la formación de una Junta Gubernativa por

585 “Reflexiones Histórico-Críticas sobre la Insurrección de Caracas” en Anuario del Instituto de


Antropología e Historia, Tomos IV-V-VI, Vol. I. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 191967-
1969, pp. 27-60; Melchor de Jovellanos: “Discurso que puede servir de preliminar a las noticias
de la última conspiración de Caracas”, Ibid., pp. 3-23; y Esteban Fernández de León: “Defensa
de don Antonio Fernández de León por su hermano, don Esteban Fernández de León”, Boletín
de la Academia Nacional de la Historia, 185 (Caracas, 1964), pp. 91-123.
298 Alí Enrique López Bohórquez

parte de algunos mantuanos y la actitud beligerante de las masas pusieron


en alerta al gobernador y al regente-visitador de la Audiencia, Joaquín
Mosquera y Figueroa, quienes el 27 de julio acordaron la detención y envío
a las bóvedas de La Guaira de Manuel de Matos Monserrate, Diego Melo
Muñoz e Ignacio Manrique, al considerar que habían sido los responsables
de los desórdenes que venían ocurriendo en la ciudad capital desde la
llegada de los emisarios franceses, ya que “públicamente vertían especies
contra el gobierno y demás autoridades con expresiones subversivas del
buen orden”. En efecto, los detenidos habían participado en el tumulto
contra los emisarios de Napoleón, al tiempo que proclamaban fidelidad
a Fernando VII. Matos, incluso, el día de su aprensión, gritó expresiones
subversivas ante dos oficiales, pidiendo la horca para las autoridades, la
muerte para los españoles y la libertad para los americanos. Por otro lado,
Antonio Fernández de León, uno de los ricos e influyentes hacendados de
la provincia, manifestó públicamente en Maracay que las detenciones de
Matos, Melo y Manrique era un acto despótico y arbitrario del gobernador
Casas y del regente-visitador Mosquera. Contra ellos, además, Fernández
de León había distribuido pasquines firmados con el seudónimo de Patricio
Leal. Igual actitud había asumido el hacendado Luis López Méndez, quien
colaboraba con Antonio Fernández y se burlaba de los honores que se
rendían a Fernando VII.
En la misma fecha, tratando de calmar los ánimos y adelantándose
a los acontecimientos, el gobernador Juan de Casas –como se verá más
adelante– remitió al Ayuntamiento de Caracas un oficio en el que exhortaba
a los cabildantes a formar una Junta, al estilo de la constituida en Sevilla
para gobernar en ausencia del Rey. Esta idea fue aprobada el 29 de julio,
comisionándose a Isidoro López Méndez y Manuel Echezuría para que
redactaran el documento correspondiente y la respectiva reglamentación
de lo que se denominaría Junta Suprema de Estado y Gobierno. La
conspiración, aparentemente iniciada por Manuel Matos y sus compañeros,
cobró mayor fuerza en los primeros días del mes de noviembre de 1808,
cuando Antonio Fernández de León se trasladó a Caracas para proponer
al Marqués del Toro y a José Félix Ribas que se insistiera en la formación
de la Junta, por la que ya se había pronunciado el Cabildo en el mes de
agosto. Se realizaron reuniones en distintos lugares de la ciudad capital
y se distribuyeron pasquines que ridiculizaban la actitud vacilante de las
autoridades frente a las órdenes de los franceses. Finalmente, el proyecto
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 299

de la Junta estuvo listo, participando activamente en su redacción final


Antonio Fernández de León y Miguel José Sanz, el que firmaron tanto los
miembros del Ayuntamiento como otros connotados vecinos de Caracas,
en su mayoría miembros de la oligarquía criolla propietaria de grandes
extensiones de tierra y de ganado y/o vinculada a la actividad comercial de
exportación de los principales productos de la región: los mantuanos, los
grandes cacaos o los amos del valle, como serían tipificados posteriormente
por la historiografía venezolana586. Antes de entregar el proyecto al
gobernador, el Marqués del Toro y Andrés Ibarra lo presentaron el 24 de
noviembre ante el regente Mosquera y Figueroa para consultar sobre su
contenido. Este reaccionó negando la posibilidad de que se instalara una
Junta en Caracas, a pesar de haber sido quien estimulara en Casas la idea
de que lo propusiera al Ayuntamiento. Al día siguiente se libró la orden de
captura de los firmantes de la representación del Cabildo, dándose inicio
al proceso judicial mediante la constitución de una Sala Extraordinaria,
formada a instancias de Mosquera con exclusión de algunos miembros de
la Real Audiencia, lo que muchos de los indiciados consideraron de ilegal,
como también lo hiciera el anterior regente del tribunal, Antonio López de
Quintana, quien para entonces permanecía en Caracas en espera de decisión
real sobre los argumentos que contra él había emitido el regente-visitador
Joaquín Mosquera y Figueroa.
La Sala Extraordinaria estuvo integrada por el gobernador Juan de
Casas, el regente Mosquera, el oidor Antonio Julián Álvarez, el escribano
Real José María Moya, los fiscales de Real Hacienda Francisco de Berrío
y de lo civil y criminal Francisco Espejo. La justificación para constituir el

586 Los firmantes de esta representación fueron: Conde de Tovar, Conde de San Javier, Marqués del
Toro, Antonio Fernández de León, José Joaquín de Argos, Martín Tovar y Ponte, Crisóstomo Tovar,
Vicente Blanco, Miguel Ustariz, Manuel de Matos Monserrate, Andrés Ibarra, Vicente Ibarra,
Jacinto Ibarra, Santiago Ibarra, José María Muñoz, Juan Félix Muñoz, José María Blanco Uribe,
Pedro Eduardo, Juan Eduardo, Sebastián de León, Vicente Hidalgo, José Ignacio Lecumberri,
José Ignacio Toro, Narciso Blanco, Isidoro Quintero, Pedro Palacios, José Ignacio Palacios, Juan
Jeréz, Francisco de Paula Navas, Francisco Cámara, Antonio Esteves, Juan de Ribas, José Félix
Ribas, José Vicente Tejera, Francisco Antonio Paul, José Ignacio Briceño, Nicolás Briceño, Mariano
Montilla, Tomás Montilla, Lorenzo Ponte, Domingo Galindo, José Manuel Monasterios, Agustín
Monasterios, Nicolás Anzola, Fernando Key Muñoz, José Vicente Escorihuela, J. Mintegui, José
Vicente Galhuera, etc. “Representación de las primeras notabilidades de Caracas, designando
comisionados para tratar con el gobernador y capitán general de Venezuela sobre la formación
y organización de la Junta Suprema” (22 de noviembre de 1808), en José Félix Blanco y Ramón
Aizpurua: op. cit., pp. 179-180.
300 Alí Enrique López Bohórquez

tribunal especial de esta manera la fundamentaba Mosquera en el artículo 17


de la Instrucción de regentes de 1776, que establecía la posibilidad de formar
salas extraordinarias para asuntos de Estado. La ilegalidad que se le atribuía
a esta decisión se basaba en el hecho de que tal asunto correspondía a todo
el tribunal de Audiencia. La exclusión del oidor Felipe Martínez de Aragón
y del fiscal de lo civil y criminal José Gutiérrez del Rivero seguramente
obedeció a conflictos surgidos entre estos y el regente Mosquera durante
el desarrollo de la visita decretada para el tribunal en 1804, particularmente
de Gutiérrez que en su condición de fiscal era el garante de la aplicación
de las leyes y de la defensa de la soberanía monárquica. Por otro lado,
Francisco Espejo –a pesar de su condición de oidor honorario– no podía
actuar como fiscal pues existía un titular designado para tal fin. Lo llamativo
de este caso es que Espejo sería, más adelante, uno de los protagonistas
del proceso de organización de la nueva República y actuaría al lado de
muchos a quienes se les siguió causa por parte de la Sala Extraordinaria.
Los ministros no seleccionados criticaron la participación del oidor Antonio
Julián Álvarez, a quien consideraron incondicional del regente y fiel seguidor
de sus dictámenes.
El expediente formado por la Sala Extraordinaria comprendió 42
cuadernos con un total de 1.397 documentos, cuyo contenido resumimos:
justificaciones contra los principales indiciados, solicitudes de defensa
de algunos de ellos (particularmente de Antonio Fernández de León),
declaraciones de varios firmantes de la representación del Ayuntamiento y de
autoridades, sumaria de las confesiones de ciertos implicados, representaciones
y autos de los fiscales, diligencias que se practicaron sobre las reuniones de los
notables de la ciudad, confesiones de reos y confinados, escritos de distintas
personas que desistieron del proyecto de la Junta, recursos de defensa hechos
por los más involucrados en la conjura, demanda civil y criminal contra los
delatores y súplica de sentencia absolutoria, borrador de la representación,
testimonio del acta de la sesión celebrada por el Ayuntamiento, tasación
de costas de la causa; representaciones del gobernador, de la Audiencia, de
la Sala Extraordinaria, del teniente de gobernador y auditor de guerra, del
Comandante de La Guaira, y solicitudes de pagos de dietas por actuación en
la causa formada. Dado lo extenso del expediente, solamente nos referiremos
a los hechos relacionados con la Sala Extraordinaria, a la Real Audiencia y a
algunas actuaciones vinculadas con la causa seguida y sus resultados. Llama
la atención la forma rápida con que se instruyó el voluminoso expediente,
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 301

entre noviembre de 1808 y mayo de 1809, con participación activa y eficaz


del regente Joaquín Mosquera y Figueroa, si se compara con otros formados
por la Real Audiencia para asuntos de la misma naturaleza, como fue el caso
de la conspiración de Gual y España.
El expediente tuvo su origen en el contexto de las tensiones que se
vivían en la ciudad de Caracas después de la llegada de los comisionados
franceses, incluso antes de la representación del Ayuntamiento al gobernador
y capitán general de la Provincia de Venezuela. En efecto, Antonio Fernández
de León, quien luego sería indiciado como principal responsable de la conjura,
había expresado al fiscal de Real Hacienda Francisco de Berrío y a Vicente
de Arce, entonces intendente de Ejército y Real Hacienda, que sólo el pueblo
tenía derecho para decidir sobre los sucesos de España, la declaración de la
guerra a Francia, la paz con Inglaterra, el reconocimiento de la Junta de Sevilla
y de Fernando VII, y no el gobernador ni otra autoridad de la provincia.
Arce, alarmado por tal declaración, denunció a Fernández de León ante
Juan de Casas, quien ya estaba prevenido de las manifestaciones públicas
que aquel venía haciendo desde la llegada de los emisarios de Francia. El 18
de noviembre de 1808, el gobernador dictó un auto en el que ordenó abrir
la averiguación pertinente, guardándose toda la reserva conveniente a las
circunstancias, tomando declaración a los mencionados fiscal e intendente,
así como al contador Ignacio Canibel y a Carlos Castro, cura de Maracay,
para saber si Antonio Fernández de León había comunicando aquellas ideas a
otras personas o si estaba difundiendo noticias subversivas en aquella ciudad,
donde también tenía casa y propiedades agrícolas.
Días después aparecieron algunos pasquines anónimos que
denunciaban a un grupo de personas que intentaban formar una junta
independiente, así como otros que atacaban a las autoridades coloniales.
Después de la divulgación de la representación del Ayuntamiento del
24 de noviembre, los miembros de la Sala Extraordinaria intensificaron
su actuación, practicando diversas diligencias contra los firmantes de la
misma y ordenando su apresamiento, inclusive con la arbitrariedad de no
permitir a estos tener acceso al expediente que estaba formándose, por lo
que algunos de ellos solicitaron formalmente conocer sobre las delaciones y
acusaciones hechas en su contra. El 26 de noviembre, el regente Mosquera
y Figueroa tomó la decisión de comunicar a la Junta Suprema de España
los sucesos de Caracas, señalando a Antonio Fernández de León como
promotor de la conjuración y de la formación de una Junta que pretendía
302 Alí Enrique López Bohórquez

actuar de manera independiente, sin concurso de la autoridad que aquella


tenía en nombre del monarca cautivo y de las autoridades superiores de la
Provincia de Venezuela, por lo que consideraba la conveniente de que aquel
fuera remitido a España bajo partida de registro.
Decidido el caso de Antonio Fernández de León, la Sala Extraordinaria
aperturó el proceso contra los otros firmantes de la solicitud de formación
de una Junta de Gobierno en Caracas. La primera de las justificaciones
sumariales que se practicó fue la del 26 de noviembre de 1808, mediante
la cual se tomaron declaraciones a los cuarenta y cinco suscritores de
aquella petición, tratando de indagarse si se proyectaba crear una junta
cuyo propósito sería la emancipación de la monarquía española, mediante
constitución de un gobierno que estuviese por encima de las instituciones
de representación real. La pregunta quinta se orientaba a determinar si la
Junta “debía conocer por vía de recurso o apelación de las determinaciones,
autos, y resoluciones de la Real Audiencia, de la Capitanía General, y de
la Junta Superior de Real Hacienda (o de qué) asuntos, casos y negocios
debían ser, supuesta su erección, de su privativa inspección y conocimiento.”
La pregunta séptima buscaba conocer que si se “tenían formada alguna
instrucción, o plan que individualice el distrito a que debería extenderse la
expresada Junta, y los asuntos, materias y negocios que deberían ser de su
peculiar inspección”587. La segunda sumaria, iniciada el 30 de noviembre
de 1808 y prolongada hasta el 18 de febrero de 1809, comprendió las
confesiones de varios indiciados, así como las representaciones de los
fiscales y autos definitivos, con doce preguntas que ampliaban las anteriores
e indagaban sobre otros asuntos. La séptima interrogaba sobre si se había
“creído que este era un medio proyectado para apoderarse del Gobierno,
separar las autoridades constituidas, dándoles muerte o haciéndoles embarcar
para España, colocando en su lugar otras…de cuyo modo se pensaba
establecer la independencia”. Este interrogatorio se practicó también a
personas que no habían participado en el proyecto de la Junta, en calidad
de testigos, develándose una serie de hechos que iban inculpando cada vez
más a muchos de los firmantes de aquella representación, en ciertos casos
refiriéndose asuntos anteriormente ocurridos que nada tenían que ver con lo

587 “Justificación sumarial practicada a las cuarenta y cinco personas que firmaron la Representación
solicitando el establecimiento de una Junta de Gobierno”, en Conjuración de 1808 en Caracas para
formar una Suprema Junta Gubernativa: documentos completos, Tomo I, pp. 129-188.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 303

que se investigaba pero que también eran de interés de las autoridades para
conocer la mentalidad de aquella clase social con respecto de la monarquía
y sus autoridades en la Provincia de Venezuela588.
Varias de las personas claramente involucradas, tratando de evitar
castigos mayores, desistieron del proyecto de establecer una Junta y del
escrito que habían firmado mediante el envío de representaciones ante el
tribunal extraordinario, disculpándose de tal comportamiento y solicitando
se les dejara en libertad, como fue el caso de Andrés Ibarra, Manuel de
Matos Monserrate, José Vicente Blanco, Juan Crisóstomo de Tovar, Pedro y
Juan Bautista Eduardo, Jacinto Ibarra, Juan Félix y José María Muñoz, José
Joaquín de Argos y Francisco Paula de Navas589. De igual manera, otros de
los participantes en la conjura interpusieron recursos durante el proceso,
intentando justificar su acción y cooperación para el establecimiento de
la Junta, así como para exigir satisfacciones en razón de los sufrimientos
y penalidades causadas, a que fueron expuestos por parte de delatores y
traidores que desprestigiaron sus honores, como fue el caso de Antonio
Fernández de León, Martín y José Tovar Ponte, el Marqués del Toro, Mariano
Montilla, José Félix y Juan Nepomuceno Ribas, Pedro Palacios y Nicolás
Anzola590. La causa fue determinada según la política y circunstancias del
momento. A ocho de los conjurados se le siguió juicio formal (Marqués
del Toro, José Félix Ribas, José Tovar Ponte, Pedro Palacios Blanco,
Mariano Montilla, Juan Nepomuceno Ribas, Nicolás Anzola y Luis López
Méndez).
Después de la evacuación general de las declaraciones de los
testigos y de la confesión de todos los reos, el 18 de febrero de 1809 la
Sala Extraordinaria decretó los cargos y sentencias. Se confinó a unos fuera
de la ciudad –en sus haciendas o en otros puntos–, algunos en el recinto
de sus propias casas y otros en completa libertad, obligados seis de ellos
a satisfacer las costas procesales. El sobreseimiento fue propuesto por los
fiscales Francisco Espejo y Francisco de Berrío en informe del 20 de abril de
1809, quienes no pidieron graves castigos, ni penas, más bien consideraron

588 “Sumaria general, las confesiones de varios indiciados, la Representación de los fiscales y Auto
definitivo”, Ibid., Tomo I, pp. 189- 347.
589 “Escritos de Varias personas que han desistido del proyecto de la Junta”, Ibid., Tomo I, pp. 497-
515.
590 Ibid. Tomo I, pp. 515-614 y Tomo II, 615-657.
304 Alí Enrique López Bohórquez

que estaba “suficientemente compurgada la mera culpa que resulta de la


indiscreción en los medios y modos que trataron los pretendidos reos”,
agregando que “el tribunal mismo, sin estímulo de los fiscales, ha dado
testimonio de haberse tranquilizado su espíritu, y de haber restituido a su
gracia a muchos procesados”591. La recomendación de liberar a los indiciados
fue acogida por el gobernador Casas y el regente Mosquera y Figueroa,
con excepción de Antonio Fernández de León, quien para esa fecha ya se
encontraba en España. De igual manera, los fiscales también recomendaron
que no se admitiera recurso alguno contra los testigos que comunicaron las
noticias que dieron inicio al proceso judicial. Sin embargo, como ya se indicó,
muchos de los procesados remitieron representaciones a España solicitando
que se les retribuyera su honor, dinero y demás penalidades sufridas.
Como hemos advertido, el regente-visitador Joaquín Mosquera y
Figueroa prácticamente constituyó un tribunal de Audiencia paralelo al
que legalmente venía funcionando desde 1787, argumentando atribuciones
conferidas por la Instrucción de regentes de 1776, dadas las circunstancias
especiales derivadas de la conspiración tramada en Caracas a partir de los
sucesos ocurridos en España en marzo de 1808. Debido a la debilidad
legislativa de su decisión, el regente debió buscar otras explicaciones para
justificar la suspensión del oidor Felipe Martínez de Aragón, del fiscal José
Gutiérrez del Rivero y del regente titular Antonio López de Quintana; los dos
últimos separados del cargo por Mosquera al inicio de su visita al tribunal en
1805. Así, el regente justificó la decisión de constituir la Sala Extraordinaria en
razón de que, según su criterio, algunos miembros de la Real Audiencia eran
íntimos amigos de los procesados, lo que iba a interferir en el desarrollo de
la causa, destacando el caso de López de Quintana, quien mantenía estrechas
relaciones de amistad con Antonio Fernández de León, principal indiciado de
la conjura. En este sentido, en una representación de Mosquera y Figueroa a
la Junta Central de España, del 10 de diciembre de 1808, decía que “aunque
las actuaciones practicadas por mí en el concepto de alcalde del crimen
tenían unos motivos tan poderosos, para que este asunto no corriese por los
trámites ordinarios, y que si se llevaba a la Audiencia todo era perdido, no
quedaba otro arbitrio sino que procediésemos unidos, y que la Audiencia no
concurriese a la determinación que hubiese de tomarse otro ministro que el

591 “Informe de los fiscales de lo civil y criminal y de Real Hacienda” (Caracas, 20 de abril de 1809),
Ibid., Tomo I, pp. 320-338.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 305

oidor don Antonio Julián Álvarez” 592; que al parecer de los otros ministros
de la Audiencia los escogió el regente por ser fiel a sus dictámenes.
Los críticos de la actuación de Mosquera y Figueroa no cesaron en
denunciar su proceder ante las autoridades españolas, por lo que el oidor
Felipe Martínez de Aragón, quien, con asistencia del oidor José Bernardo
de Asteguieta y Sarralde593, se dirigió al Consejo de regencia en nombre de
la Audiencia de Caracas para presentar quejas por el procedimiento irregular
y arbitrario con que Mosquera creó la Sala Extraordinaria de Justicia, ya que
no se les permitió votar para su establecimiento, acusándolo de ser autor de
tales manipulaciones y de manejar al “viejo y achacoso gobernador” Juan
de Casas. Por ello, ambos oidores informaban “del desprecio en que yace
este tribunal (la Real Audiencia) con motivo de dicho procedimiento, de la
falta de consideración con que son tratados los dos ministros que en el día
concurren a su despacho indujo el regente interino al referido don Juan de
Casas a que tuviese en su posada un acuerdo extraordinario convocado por
el mismo regente y reducido a su voto y al del oidor don Antonio Julián
Álvarez que le están subordinados absolutamente, excluyéndose (a ellos)no
permitió el regente que entrasen; de suerte que el acuerdo en sustancia quedó
reducido al voto de este solamente (el regente)” 594. En cuanto a los Decretos
que acordaba la Sala Extraordinaria solamente los consideraban el regente,
el oidor Álvarez y el gobernador, lo cual –según Asteguieta y Martínez– iba
en detrimento del poder y la autoridad de la Audiencia atomizada en un solo

592 “Representación de la Sala Extraordinaria de Justicia de la Audiencia de Caracas, avisando de


la remisión a España bajo partida de registro de Antonio Fernández de León, acompañado de
un informe a V. M. Con documentos sobre los actuales acontecimientos ocurridos en Caracas y
avisa la remisión que hace bajo partida de registros, al oidor honorario Antonio de León, quien
según su declaración fue quien formó dicha representación” (Caracas, 10 de diciembre de 1808),
Ibid., Tomo II, pp. 803-811.
593 José Bernardo de Asteguieta y Sarralde había ejercido como oidor de la Audiencia de Caracas
de 1788 a 1806, pero permaneció en Caracas con permiso real hasta 1809 trabajando en la visita
que realizaba desde 1804 Joaquín Mosquera y Figueroa. En ese último año fue designado como
regente de la Real Audiencia de Guatemala. Fue observador de lo que ocurría en Caracas y como
funcionario real asumió una posición de defensa de la Audiencia, de la cual había sido oidor
durante dieciséis años.
594 “Oficio en el que la Audiencia de Caracas informa a S. M. El estado en que se halla esta ciudad por los
procedimientos del gobernador interino Juan de Casas y el regente interino” (Caracas, 12 de diciembre
de 1808) y “Representación dirigida a la Suprema Junta Central por la Audiencia de Caracas sobre
lo ocurrido con el gobernador y regente interino de quienes se quejan” (Caracas, 12 de diciembre de
1808).
306 Alí Enrique López Bohórquez

hombre, Joaquín Mosquera y Figueroa, ya que los otros sólo hacían comparsa
a sus decisiones. Por ello, los oidores solicitaban el nombramiento de otras
personas de méritos para que se encargaran de los puestos de gobernador y
regente por ser, además, aquellos, interinos en sus funciones.
En el contexto de la situación de crisis que vivía España y la Provincia
de Venezuela en particular, Mosquera supo manipular de manera efectiva el
poder y la autoridad que venía detentando la Audiencia desde 1787 y la del
gobernador, creando un tribunal accidental irregular para manejar la actitud
que habían asumido los mantuanos de Caracas ante la invasión napoleónica
y el cautiverio de los monarcas españoles. Queda claro que si bien algunos
miembros de la magistratura caraqueña no estaban de acuerdo con el
proceder de la Sala Extraordinaria por ilícita, tampoco pretendían promover
una rebelión, independientemente de que uno de ellos, Antonio López de
Quintana, estuviera vinculado desde hacía varios años con algunos de los
principales cabecillas de la conspiración. El conocimiento de la actuación de
la Real Audiencia, desde su instalación, nos lleva a señalar que seguramente
los ministros que constituían la Audiencia hubieran actuado de la misma
manera que lo hizo el regente en defensa de la soberanía española, pero
con respeto de los procedimientos legales, que fueron usurpados por un
funcionario que no midió la repercusión que tendría al enfrentarse a una
clase económicamente poderosa. Los mantuanos de Caracas salieron airosos
del proceso gracias al poder que representaban y a las posiciones ambiguas
del gobernador y del regente frente a los sucesos que ocurrían en España.
Es posible señalar, para concluir, que las actitudes de esos dos funcionarios
propiciaron y adelantaron el proceso independentista controlado por aquella
oligarquía que había sido arrestada, confinada a otros lugares y obligada a
pagar las costas causadas por los juicios individuales o colectivos seguidos
por la Sala Extraordinaria de Justicia establecida por el regente-visitador
Joaquín Mosquera y Figueroa.

La Audiencia ante los acontecimientos de 1808 en España. El 19 de


abril de 1810 y la expulsión de los ministros españoles. La reforma
de la Junta Suprema de Caracas en materia de justicia

El golpe de Estado del 19 de abril de 1810 constituye el movimiento


revolucionario con el que se inició el proceso de emancipación de Venezuela,
al ser destituidas las autoridades hispanas y sustituidas por una Junta de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 307

Gobierno a cuya cabeza figuraron los dos alcaldes del Ayuntamiento de


Caracas. Los antecedentes más inmediatos de este hecho histórico fueron
la ya referida Conjuración de los Mantuanos de Caracas (1808) y las cartas
que desde Londres escribía el propio Miranda al Cabildo caraqueño y al
marqués Francisco Rodríguez del Toro, incitándoles a formar una junta que
se propusiera poner en práctica el proceso de la emancipación venezolana595.
Los mantuanos, aunque procuraron evitar toda relación con Miranda
–hasta el punto de que el Marqués entregó a las autoridades coloniales
la correspondencia recibida de aquel–, sí tenían la intención de tomar
directamente los destinos políticos de la Provincia de Venezuela596.
Esos designios encontraron su oportunidad en la crisis política y
militar que sacudió a España a partir de abril-mayo de 1808, al producirse
la invasión y ocupación de la península Ibérica por los ejércitos franceses
y el levantamiento en masa de los españoles y portugueses contra ellos. En
cuanto al reino hispano, el emperador francés Napoleón Bonaparte obligó
al rey Carlos IV a abdicar a favor de su hijo Fernando VII. Ante las primeras
reacciones populares en contra de la invasión, Napoleón hizo preso a éste y
entregó el trono español a su hermano José Bonaparte, con el título de José
I. En la mayoría de las provincias de España se formaron espontáneamente
juntas de gobierno que rechazaban al rey impuesto, jurando fidelidad
a Fernando VII y organizando la resistencia militar contra el ejército
napoleónico. Finalmente, se constituyó una Junta Suprema, establecida en
Sevilla, la cual gobernó todo el territorio español no controlado aún por
los franceses, compartiendo parcialmente responsabilidades de gobierno
con las distintas juntas provinciales y pretendiendo extender también su
acción política sobre las colonias de ultramar, en nombre del rey cautivo;
pretensión que fue, abierta y subrepticiamente, rechazada por las élites
criollas de varias regiones del conteniente americano597.

595 Al respecto véase Caracciolo Parra Pérez: Historia de la Primera República (Cristóbal L. Mendoza:
“Estudio Preliminar”. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1992 (Colección Biblioteca
Ayacucho, 183), pp. 3-194; Juan Uslar Pietri: Historia Política de Venezuela. 2 ed. Madrid,
Mediterráneo, 1975, pp. 36-56.
596 Juan Uslar Pietri: Ibid. 50-51.
597 Sobre los sucesos de la invasión de Napoleón a España y sus consecuencias políticas véase Miguel
Artola: La Burguesía Revolucionaria (1808-1874). 4ed. Madrid, Ediciones Alfaguara, 1976 (Historia de
España Alfaguara, V), pp. 7-29; John Lynch: Las Revoluciones Hispanoamericanas (1808-1826). Barcelona
308 Alí Enrique López Bohórquez

Cuando se conoció en Hispanoamérica lo sucedido en España en


1808, en distintas ciudades se produjeron intentos por formar juntas de
gobierno autónomas que en algunos lugares fracasaron (México y Caracas)
y en otros tuvieron éxito (Chuquisaca y Quito), pero fueron prontamente
develados los propósitos o disueltas por las autoridades leales a España598.
Desde diciembre de 1809 circularon en Caracas rumores de que España
había sido enteramente dominada por los franceses599. A pesar de la
resistencia de los españoles, este hecho tuvo lugar definitivamente en enero
de 1810 con la toma de Sevilla. Con ello, la Junta Suprema se dispersó,
siendo sustituida poco tiempo después por un Consejo de regencia que
se establecería en Cádiz. El 14 de abril llegaba a Puerto Cabello un navío
procedente de España y tres días después se sabía en Caracas de lo ocurrido
en Sevilla y el devenir de la Junta. Para entonces llegaron a La Guaira los
emisarios de la regencia, Antonio de Villavicencio, Carlos Montúfar y José
Cos de Iriberriz, quienes confirmaron las noticias de lo que ocurría en la
península Ibérica. Ellos fueron portadores también de comunicaciones de
la regencia, particularmente en lo referente a la convocatoria de las cortes
de Cádiz.
En el contexto de esta confusa situación política, las autoridades de
la Provincia de Venezuela se mantenían a la expectativa de los sucesos de
España y, en conocimiento de las actitudes de la élite criolla caraqueña, se
dieron a la tarea de divulgar y aplicar de manera cautelosa las disposiciones
emanadas primero por la Junta Central de Sevilla y luego por el Consejo
de la regencia, siendo la Real Audiencia la institución que tuvo mayor
ingerencia en ello. Así, por ejemplo, el 15 de julio de 1808 se recibió en
Caracas la Real Cédula del 10 de abril, mediante la cual se notificó al
gobernador y capitán general de Venezuela la abdicación que Carlos IV
hizo en la persona de Fernando VII, pidiendo a su vez el reconocimiento
y acatamiento de la autoridad del nuevo monarca. Ello dio lugar a sendos

(España), Ariel, 1976 (Ariel-Historia, 8), pp. 35-47; José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit.,
Tomo II, pp. 99-158.
598 John Lynch: Ibid., pp. 219-220 y 339-341.
599 Al final de nuestra investigación ha aparecido la memoria de grado de Jesús Ángel Luengo
Duque: La Crisis del Imperio Español y la Independencia de Venezuela (1808-1812). Mérida, Escuela de
Historia/Universidad de Los Andes, 2002, que expone y analiza los sucesos de España de 1808 y
sus efectos en Venezuela, así como lo concerniente al 19 de abril de 1810, la crisis de la estructura
monárquica y las dificultades de funcionamiento de la primera República.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 309

acuerdos, tanto del alto tribunal de justicia como del Ayuntamiento de


Caracas, en los que se expresaron la aceptación de dicha disposición y la
realización de las ceremonias solemnes que se acostumbraban hacer en
ocasión de acontecimientos tan extraordinarios600.
De igual manera, la Audiencia intervino a través de su presidente,
el gobernador y capitán general interino Juan de Casas, de su regente
Joaquín Mosquera y Figueroa y del fiscal de Hacienda Francisco de Berrío
en una sesión extraordinaria convocada por el Ayuntamiento de Caracas
para el 17 de julio de 1808601. La misma tuvo lugar con motivo de haber
llegado a Caracas unos delegados franceses, quienes, al reunirse con el
gobernador Casas, exigieron el reconocimiento de José Bonaparte como
nuevo rey de España y de sus posesiones ultramarinas. Cuestión esta que
causó particular conmoción popular entre los vecinos de Caracas, quienes
protestaron y rechazaron las pretensiones de los comisionados franceses y
proclamaron a Fernando VII como legítimo soberano. Al mismo tiempo, el
capitán de la corbeta inglesa “La Acasta” dio noticias al gobernador y a los
principales vecinos de la ciudad sobre los hechos acaecidos en Cádiz a favor
del monarca español, participándoles igualmente que tenía la intención de
apresar la nave en que habían llegado al puerto de La Guaira los emisarios
de Napoleón. En consecuencia, el Ayuntamiento, conjuntamente con los
demás poderes de la Provincia de Venezuela, procedió a realizar la ceremonia
de reconocimiento de Fernando VII al enarbolar el Pendón Real en el
balcón de la casa del Cabildo, por parte del Alférez Feliciano Palacio, ante
una muchedumbre que para el efecto había sido convocada. Proclamación
ésta que se complementó con la colocación de un retrato del rey en la Sala
Consistorial, donado por José Joaquín de Argos, quien lo había recibido
recientemente desde Madrid602.

600 “Real Cédula de 10 de abril de 1808 librada al capitán general de Venezuela”, en José Félix
Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo II, pp. 126-127; “acuerdo extraordinario sobre apertura
del Real Despacho de la abdicación de la Corona en el señor don Fernando VII comunicado
al Ayuntamiento de Caracas”, p. 127; “Real Despacho del 10 de abril de 1808 de abdicación
y aceptación de la Corona de España que consideró en cabildo del día 15 de julio de 1808 el
Ayuntamiento de Caracas…”, p. 128.
601 “Acuerdo de la Junta convocada por el gobernador y capitán General de Caracas para resolver
sobre los despachos presentados por los emisarios franceses y el comandante de la Corbeta inglesa
La Acasta” (17 de julio de 1808), Ibid., pp. 166-167.
602 “Carta del capitán Beaver de la Corbeta inglesa La Acasta a Sir. A. Cochrane, comandante en Jefe
de la Estación Naval de las Islas de Sotavento, en La Guaira” (19 de julio de 1808), Ibid., 158-159;
310 Alí Enrique López Bohórquez

La Audiencia, reunida a instancia del gobernador Juan de Casas,


con presencia del regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa, de los
oidores José Bernardo de Asteguieta y Felipe Martínez de Aragón y del
fiscal Francisco de Berríos, en Real acuerdo Extraordinario del 18 de julio,
consideraron los despachos traídos por los comisionados franceses y el
tumulto popular ocasionado por la presencia de los mismos, acordando
reconocer al rey español y no hacer novedad alguna en el gobierno de la
Provincia de Venezuela. Decisión esta que fue dada a conocer por medio
de un bando emitido por el gobernador Juan de Casas603. Asimismo, por
decisión de los miembros del Ayuntamiento, el gobernador Casas, en su
condición de tal y de presidente de la Real Audiencia, fue invitado a la
sesión ordinaria del 26 de julio de 1808, en la que presentó un conjunto de
documentos despachados desde la península por el mariscal Joaquín Murat
en nombre del emperador francés y certificados por Silvestre del Collar,
Secretario del Consejo y Cámara de Indias, en los que se señalaba la cesión
que Carlos IV y Fernando VII hicieron de la Corona del Reino de España y
de sus territorios americanos a Francia. Inmediatamente, se acordó rechazar
dichos documentos y ratificar el reconocimiento de Fernando604.
En razón de que el 27 de julio el gobernador y capitán general había
oficiado al Ayuntamiento instándolo a formar una Junta similar a la que en
ese momento gobernaba la península desde Sevilla605, del acuerdo afirmativo
de éste del día siguiente para tal fin, la formulación de un Reglamento para
el funcionamiento de la Junta y la petición formal del Ayuntamiento y

“acuerdo del Ayuntamiento de Caracas sobre que don Feliciano Palacios se reciba en el acto en
su empleo de Alférez Real” (15 de julio de 1808), pp. 159-160; “acuerdo del Ayuntamiento de
Caracas en Sesión Extraordinaria incontinenti, por la conmoción del pueblo y proclamación de
Fernando VII”, pp. 160-161; “acuerdo Extraordinario del Ayuntamiento de Caracas sobre la
causa motivo de la conmoción popular del día 15 de julio” (15 de julio de 1808), pp. 161-162;
“Acta del Ayuntamiento de Caracas del 15 de julio de 1808 en la que se relata la colocación del
Real retrato de Fernando VII en la Casa Consistorial de Caracas” (15 de julio de 1808), p. 161.
603 “Acuerdo de la Real Audiencia de Caracas tratándose de los despachos presentados por los
emisarios franceses y el comandante de la Corbeta La Acasta” (18 de julio de 1808), Ibid., pp.
167-168.
604 “Acta del Ayuntamiento en cabildo para considerar los pliegos despachados de la península, que
se referían a la abdicación de la Corona de España y del gobierno de sus colonias en América”
(26 de julio de 1808), Ibid., pp. 163-166.
605 “Oficio del gobernador y capitán general al M. I. Ayuntamiento, sobre la formación de una Junta
en esta Capital, a ejemplo de la de Sevilla” (27 de julio de 1808), Ibid., pp. 170-171.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 311

vecinos notables de Caracas de que se formara en la Provincia una Junta


Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, dados los graves
sucesos que venían ocurriendo en España desde mayo de 1808606, la Real
Audiencia consideró la necesidad de que todo ello fuera tratado en Real
acuerdo, dada la magnitud y naturaleza de lo que se solicitaba. Este tuvo
lugar el 24 de noviembre, no accediendo el gobernador, el regente y los
oidores a dicha petición y considerando tal actitud “como un atentado
contra el orden y seguridad pública”, por lo que se ordenó la formación
de una Sala Extraordinaria de Justicia, para detener y castigar a los autores
de esa petición. Algunos de los firmantes, siendo funcionarios militares, se
retractaron; otros fueron confinados a retirarse de la ciudad, a sus haciendas
o sus respectivas casas u otros lugares de la provincia; seis de ellos debieron
pagar las costas procesales, mientras que Antonio Fernández de León fue
remitido a la península bajo partida de registro607.
¿Por qué la Audiencia y el gobernador tomaron semejante decisión,
si la idea de formar una Junta al estilo de la de Sevilla partió originalmente
del gobernador Casas, al parecer, con el apoyo del regente Mosquera y
Figueroa, quien tenía mucha influencia sobre aquel? La respuesta puede
encontrarse en el hecho de que estos dos funcionarios estimaron la petición
de los “notables caraqueños” como una prolongación de la denominada
Conjuración de los Mantuanos, sobre todo después de observar el grado de
organización para asumir el control del gobierno a través del Reglamento
propuesto para el funcionamiento de la Junta defensora de los derechos
de rey depuesto y cautivo. En efecto, cuando Casas ofició al Ayuntamiento
para tal fin, un grupo de connotados vecinos encabezado por los hermanos
Bolívar, Ribas y Montilla venían reuniéndose en secreto y planeando la toma
del poder en la capital de la provincia.
En una de esas reuniones, realizada en la casa de recreo de Juan Vicente
Bolívar, se decide derrocar a las autoridades españolas la noche del 27 de

606 “acuerdo del Ayuntamiento de caracas sobre creación de una Junta en la Capital, a ejemplo de la
de Sevilla” (28 de julio de 1808), Ibid., pp. 171-174; y “Prospecto o Reglamento de la Junta, que a
imitación de la Suprema de Gobierno de Sevilla debe erigirse en esta Capital, Caracas, formado
en virtud de comisión del Muy Ilustre Ayuntamiento, por dos de sus individuos” (29 de julio
de 1808), pp. 172-173; “Representación de las primeras notabilidades de Caracas, designando
comisionados para tratar con el gobernador y capitán general de Venezuela sobre la formación
y organización de la Junta Suprema” (22 de noviembre de 1808), Ibid., pp. 179-180.
607 Ibid., pp. 180-181.
312 Alí Enrique López Bohórquez

julio de 1808, dos días después de la huida de los comisionados franceses


y el mismo en que el gobernador propuso la formación de la Junta. Pero la
acción de los conjurados no pudo llevarse a efecto, pues fueron delatados
por el regidor decano del Ayuntamiento, José Hilario Mora. Sin embargo,
Juan de Casas, quien se había mantenido originalmente connivente con los
delegados del Emperador francés, no hizo detenciones, alegando que los
mismos habían actuado así “por fidelidad a Fernando VII” y para evitar
nuevas conjuras. Con el consejo del regente-visitador Mosquera y Figueroa,
Casas pensó que lo mejor era proponer él una Junta que gobernase el país
bajo su presidencia. Este proyecto fue aceptado, como ya fue señalado, tanto
por el Ayuntamiento de Caracas como por la Real Audiencia, aunque en este
caso con cierta reserva. Pero el 3 de agosto llegó a Caracas el capitán de
navío José Meléndez, emisario de la Junta de Sevilla, con la noticia de que
los ejércitos hispanos y tropas inglesas habían comenzado a derrotar a los
invasores franceses. Ante ello, el gobernador y el regente de la Audiencia,
intensificaron aún más las medidas tomadas contra los proponentes de una
Junta que seguramente les limitaría en el ejercicio de sus poderes608.
Por otra parte, la Audiencia conjuntamente con su presidente tomó
las medidas necesarias para el cumplimiento de algunas disposiciones de
la Junta Central Gubernativa del Reino. Entre ellas cabe mencionar las
reales órdenes del 26 y 27 de julio de 1808 relativas a la juramentación
de funcionarios, con motivo del ascenso al trono de Fernando VII609.
Igualmente, se dio a conocer la Real Orden del 22 de enero de 1809 mediante
la cual la Junta Central Gubernativa de Sevilla, siguiendo instrucciones del
propio Rey, proclamó que los dominios de ultramar no eran propiamente
colonias sino parte integrante e indisoluble de la monarquía y, en condición
de tales, debían participar de la representación nacional mediante la elección
de diputados a las cortes generales del Reino610. También se preocupó la Real
Audiencia de hacer cumplir el Decreto del 22 de marzo de 1809, relativo al

608 Para más detalles sobre estos hechos véase Juan Uslar Pietri: op. cit., pp. 51-55; Caracciolo Parra
Pérez: op. cit., pp. 136-176; José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: Ibid., Tomo II, pp. 183-229.
609 José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: Ibid., Tomo II, p. 159.
610 “Real Orden de la Junta Central, declarando que los vastos dominios de España e Indias no eran
propiamente colonias, sino partes integrantes de la monarquía y que como tales debían entrar a
componer la representación nacional, para lo cual harían elecciones de diputados” (Sevilla, 22 de
enero de 1809), en Ibid., Tomo II, pp. 230-231.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 313

control y prohibición de circulación de papeles sediciosos, en particular la


correspondencia que Francisco de Miranda había enviado a algunos notables
caraqueños, como fue el caso del Marqués del Toro611.
De igual manera, el tribunal audiencial dio a conocer el Decreto
del 22 de mayo, contentivo de la convocatoria a cortes generales, de las
reglas que debían seguirse para su constitución y de las materias de que se
ocuparían en sus primeras sesiones612. Para reafirmar el control del gobierno
y el resguardo de la soberanía monárquica española, los ministros de la
Audiencia encabezaron los actos protocolares para la recepción del nuevo
gobernador y capitán general, Vicente Emparan y Orbe, y del intendente de
Ejército y Real Hacienda, Vicente Basadre, ambos nombrados por la Junta
Central Gubernativa de España, hecho que se verificó en mayo de 1809.
Con ellos llegó también el coronel Fernando Rodríguez del Toro, hermano
del Marqués del Toro, nombrado por Emparan para un cargo inexistente
en la estructura militar española, como lo era el de Comandante General
de Milicias de la Capitanía General de Venezuela613. Cuestión esta que fue
importante en la planificación y desarrollo del golpe de Estado del 19 de
abril de 1810, ya que Rodríguez del Toro utilizó su cargo para soliviantar
a la oficialidad y tropas criollas de los cuarteles de Caracas y La Guaira en
contra de las autoridades superiores de la Provincia614.
Finalmente, la Real Audiencia recibió la noticia de la disolución de la
Junta Central Gubernativa del Reino instalada en Aranjuez y su sustitución
por un Consejo de regencia, el cual se instaló en la isla de León el 19 de
enero de 1810. De modo que siguiendo las instrucciones que este Consejo
produjo el 14 de febrero, el tribunal caraqueño se dispuso a programar y
regular la elección de diputados, uno por cada capital de provincia, que
habrían de participar en las cortes extraordinarias del Reino de España que
había convocado la fenecida Junta Central Gubernativa y que el Consejo

611 “Decreto de la Suprema Junta Central Gubernativa sobre comunicaciones y otros documentos de
carácter revolucionario e instructivo que Miranda remita a las américas españolas, y que fueron
comisados” (Sevilla, 22 de marzo de 1809), Ibid., p. 233.
612 “Decreto de la Junta Suprema Gubernativa promoviendo la reunión de las cortes e indigando
medidas de que habría de ocuparse en sus primeras sesiones” (Sevilla, 22 de mayo de 1809), Ibid.,
pp. 234-235.
613 Ángel Grisanti: op. cit., pp. 45-47.
614 Ibid., pp. 67-69, 78-80 y 83-87. Cfr. Juan Uslar Pietri: op. cit., pp. 56-58 y Caracciolo Parra Pérez:
op. cit., pp. 189-194.
314 Alí Enrique López Bohórquez

de regencia ratificó615. Por otro lado, a pesar de la actuación coordinada


de las autoridades superiores de la Provincia de Venezuela en cuanto a la
aplicación de las disposiciones emanadas de la península, las relaciones
entre los ministros de la Audiencia y el nuevo gobernador y capitán general
desde un comienzo no fueron buenas. Ello se debió a que Emparan pidió
a la regencia, bajo influencia del coronel Fernando Rodríguez del Toro, el
traslado del regente Joaquín Mosquera y Figueroa a otro destino, debido a
la opinión que éste públicamente emitía sobre algunos de los ministros del
tribunal, sin dejar de considerar los conflictos que se habían tenido con la
Audiencia durante su gestión como gobernador de Cumaná. La razón de
esta solicitud puede encontrarse en la actitud de Mosquera contra el Marqués
del Toro, con motivo de la petición de los notables de formar una Junta de
Gobierno en Caracas. Hecho político que no fue del agrado del regente-
visitador, quien terminó transferido como Vocal de la Junta Gubernativa
de España. Al tiempo que esto ocurría se absolvió al Marqués del Toro de
todo cargo de infidelidad hacia la monarquía, pasándose por encima de la
decisión del tribunal de justicia616.
Otro motivo de discrepancia entre Vicente Emparan y los ministros
de la Audiencia lo constituyó la forma tan liberal como el gobernador y
capitán general se relacionaba con los conspiradores de 1808. Así, Fernando
Rodríguez del Toro, sacándole provecho a la amistad que mantiene con
Emparan, lo introduce socialmente en el círculo de los Bolívar, Montilla,
Ribas, Ustáriz y demás connotados representantes de la oligarquía caraqueña.
La confianza entre Rodríguez y Emparan era tal que llega a manifestarle
a éste la necesidad de decretar la emancipación de Venezuela, en caso de
que España fuese finalmente subyugada por Francia. Al parecer, Emparan
estuvo de acuerdo con esta propuesta pues, de otro modo, no se comprende
porqué no objetó, ante las autoridades centrales, a su amigo en cargo de
tanta importancia, como lo era el de comandante e inspector general de las
milicias, y que se mostrase tan indiferente ante los decisivos acontecimientos
que sucedían antes del 19 de abril de 1810, en los que los Rodríguez del
Toro y otros notables de Caracas fueron actores principales.

615 José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo II, pp. 265-275.
616 Al respecto véase lo expuesto en el Capítulo III, 1; y Ángel Grisanti: op. cit., pp. 78-79.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 315

En efecto, el gobernador y capitán general reunía en su casa a


parte de la élite caraqueña. La halagaba y trataba de hacerse popular entre
los notables de la ciudad, pese a las advertencias que le hicieron fieles
seguidores de la soberanía monárquica, como el capitán Francisco Antonio
Rodríguez, el asesor de gobierno, licenciado Miguel José Sanz, el escribano
de Gobernación Juan Jurado, el secretario de Gobernación Pedro González
Ortega, los capitanes de milicias de pardos Pedro Arévalo y Carlos Sánchez
y, sobre todo, el regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa. En esas
reuniones se hablaba libremente sobre temas que, bajo la administración
de otro gobernador, hubiese sido imposible quizás porque los mantuanos
caraqueños aceptaron como verdad los rumores de que Emparan había
protegido, siendo gobernador de Cumaná, a Manuel Gual en su huida a
Trinidad. Los conspiradores preparaban el golpe de Estado para el 24 de
diciembre de 1809, lo cual fue develado por el mismo Emparan, pero sin
aplicar castigo alguno a los comprometidos, a pesar de las protestas de los
ministros de la Audiencia. Se organizó otra tentativa, promovida por el
jefe principal que era el propio Marqués del Toro, desde su cuartel de la
Misericordia. Una vez más son delatados los conjurados, pero el Vicente
Emparan –contrariando la posición del resto de las autoridades coloniales–,
sólo los envía a sus respectivas haciendas. Este proceder del gobernador
y presidente de la Audiencia le enajenó el apoyo necesario de los demás
funcionarios españoles durante los sucesos ocurridos en Caracas el 19 de
abril de 1810617.
En esa fecha los ministros de la Audiencia y el intendente Basadre se
mantuvieron indiferentes a lo que estaba pasando, absortos como estaban
presenciando los oficios religiosos pascuales que, en esos momentos,
tenían lugar en la iglesia catedral de Caracas. No fue sino al retorno de
Emparan al Cabildo cuando estos funcionarios se apersonaron en la Casa
Consistorial para presenciar el derrumbamiento del poder español en
la Provincia de Venezuela. En realidad, los oidores Felipe Martínez de
Aragón, Antonio Julián Álvarez y los fiscales José Gutiérrez del Rivero y
Francisco Berrío fueron conminados por Juan Germán Roscio a asistir a la
asamblea convocada por el Ayuntamiento. Estos se encontraban en la casa
del gobernador y capitán general analizando la situación, bajo protección

617 Sobre estas actitudes del gobernador Vicente Emparan véase Ángel Grisanti: op. cit., 83-115; Juan
Uslar Pietri: op. cit., 56-67; Caracciolo Parra Pérez: op. cit., pp. 191-193.
316 Alí Enrique López Bohórquez

militar del capitán Pedro Arévalo618. La noche del 19 de abril, ya destituidos


de sus cargos, fueron hechos prisioneros, al igual que el intendente Vicente
Basadre, el teniente de gobernador y auditor de guerra José Vicente de Anca,
el subinspector de Artillería Agustín García, el coronel Manuel Fierro y el
teniente coronel Joaquín de Osuano. Al día siguiente, los ministros de la
Audiencia de Caracas conjuntamente con el gobernador y capitán general
fueron remitidos al puerto de La Guaira, donde abordaron el bergantín
“El Pilar” y la corbeta “La Fortuna”, rumbo a Filadelfia y Puerto Rico
respectivamente619.
Ninguno de los ministros de la Real Audiencia de Caracas, depuestos
el 19 de abril de 1810 recobró su cargo en Venezuela, pero continuaron al
servicio del gobierno de España en otras colonias o en la península, con
excepción de Francisco Berrío y Guzmán, reconociéndose sus servicios
con distintos honores y distinciones. El oidor Felipe Martínez de Aragón,
desde Estados Unidos pasó a la Nueva España después de que el Consejo
de la regencia lo nombrara para la plaza tercera de alcalde del crimen de
la Audiencia de México, cargo que asumió en 1811, siendo ascendido a
oidor del mismo tribunal en 1816. El oidor Antonio Julián Álvarez Navarro
fue jubilado por la regencia, pero en 1812 fue designado como oidor de
la Audiencia de Puerto Príncipe (Cuba). Por sus méritos se le confirió la
Cruz de Comendador de la Orden de Isabel la Católica en 1817, siendo
ascendido a regente de Cuba en 1827. En 1830 se le otorgó la Gran Cruz
de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, ejerciendo en Puerto
Príncipe hasta ser jubilado en definitivamente en 1835. El fiscal de lo civil
y criminal, José Gutiérrez del Rivero, fue deportado a Puerto Rico, no
existiendo información alguna disponible hasta ahora sobre su destino
posterior. El fiscal de Real Hacienda Francisco de Berrío y Guzmán se
plegó al movimiento independentista venezolano, siendo designado en
abril de 1810 por la Junta Suprema de Caracas intendente de Ejército y Real
Hacienda. Al regente-visitador Joaquín Mosquera y Figueroa se le concedió

618 Véase José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo II, pp. 380-386; Caracciolo Parra Pérez:
Ibid., 195-204; Ángel Grisanti: Ibid., pp. 121-127.
619 “Documentos de Emparan después de su salida de Venezuela” en Ángel Grisanti: Ibid., pp. 185-
196; “Relación de los sucesos del 19 de abril de 1810 en Caracas, expuestos por don José Vicente
de Anca, auditor de guerra y asesor general de Venezuela”, en Boletín de la Academia Nacional de la
Historia, XLIII: 170 (Caracas, abril-junio de 1960), pp. 236-241.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 317

plaza togada en el Consejo de Indias y en 1812 fue nombrado como uno


de los cinco regentes de España hasta 1813. Llegó a ejercer la presidencia
de la regencia; destituido de esta función permaneció en España, siendo
designado ministro de la Cámara del Consejo en 1814. Recibió en 1817 la
Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel la Católica por los méritos y
servicios al Estado español tanto en América como en España, falleciendo
en Madrid el 29 de mayo de 1830 a la edad de ochenta y dos años620.
Una vez consumada la destitución de las autoridades coloniales de
Venezuela, se constituyó la Junta Suprema Conservadora de los Derechos
de Fernando VII, integrada por los miembros del Ayuntamiento y por otras
personas que se autoproclamaron delegados de clases y corporaciones.
El 24 de abril, la Junta sustituyó a los funcionarios españoles por criollos
venezolanos, quedando estructurado el nuevo gobierno de la siguiente
manera: 2 presidentes (José de las Llamosas y Martín Tovar Ponte), 21
vocales (cabildantes, diputados del clero, de los pardos, del pueblo y
militares), 4 Secretarios de Estado (Juan Germán Roscio en Relaciones
Exteriores, Lino de Clemente en Marina y Guerra, Nicolás de Anzola en
Gracia y Justicia, Fernando Key Muñoz en Hacienda). De igual manera,
se emitió una proclama explicativa de los motivos de su constitución a los
habitantes de las Provincias Unidas de Venezuela y al Consejo de la regencia,
y dictó un manifiesto a los demás ayuntamientos de las principales ciudades
de la América española, instándolas a seguir su ejemplo621. Aunque la Junta
surgida del 19 de abril de 1810 se proclamó defensora de los derechos
del rey cautivo, casi inmediatamente orientó sus propósitos hacia la plena
independencia de Venezuela. Muestra de ello fue la organización del nuevo
gobierno, con características de Estado republicano, el envío de agentes
diplomáticos a Inglaterra y Estados Unidos y la convocatoria a elecciones
para un Congreso constituyente. Las declaraciones de emancipación
ocurridas sucesivamente en Cumaná, Margarita, Barinas, Barcelona, Mérida
y Trujillo, entre el 27 de abril y el 21 de septiembre de 1810, la formulación
de constituciones en algunas de esas provincias y la general de 1811
evidenciaron que no se trataba de una coyuntura política transitoria, sino el

620 Alí Enrique López Bohórquez: Los ministros de la Real Audiencia de Caracas…, pp. 156-159.
621 Los documentos respectivos en José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: op. cit., Tomo II, pp. 401-
414; y Textos oficiales de la Primera República de Venezuela. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la
República, 1983; Tomo I, pp. 99-150; Caracciolo Parra Pérez: op. cit., pp. 201-211.
318 Alí Enrique López Bohórquez

inicio de un proceso que culminaría la integración de todos esos territorios


en una nación independiente y republicana
En sustitución de la Real Audiencia de Caracas, y en materia específica
de administración de justicia, la Junta Suprema de Caracas estableció tres
tribunales, cuyas características resumimos a continuación: a) El Tribunal
Superior de Apelaciones, Alzadas y Recursos de Agravios, el cual tenía como
sede la casa en que funcionaba la Audiencia. Sus jueces tendrían tratamiento
de “señoría” y podían ser recusados libremente. El tribunal fue integrado
por las siguientes personas: el Marqués de Casa León Antonio Fernández
de León como presidente, quien por mucho tiempo había buscado ser
designado como ministro del tribunal caraqueño; José Bernabé Díaz, José
María Ramírez, Bartolomé Ascanio y Felipe Fermín Paúl, como ministros-
Jueces, abogados que habían estado vinculados con la Audiencia en el
ejercicio de su profesión o a través del Colegio de Abogados; Vicente Tejera,
fiscal en lo civil y criminal; Juan Antonio Rodríguez Domínguez, agente
fiscal; Francisco Llanos, relator; Rafael Márquez, escribano; Gabriel Castro
y Vicente Villarroel, receptores; y demás subalternos de que se componía la
Real Audiencia. b) El Tribunal de Policía, encargado de combatir el delito
de abigeato y asegurar el traslado del ganado vacuno de los centros de cría
a los de comercio y consumo. Se componía de un Juez de Policía, doce
diputados de Abasto y un síndico. Como tales quedaron designados las
siguientes personas: Bartolomé Blanco como juez; José Joaquín de Argos,
Francisco Aramburu, Francisco González de Linares, Martín de Baraciarte,
Simón Ugarte, Félix Tovar, Pedro Machado, Francisco Ignacio Serrano,
Francisco Tovar, Luis Rivas y Pacheco, Rafael Castillo e Ilario Espinoza
como diputados de Abasto; Lorenzo López Méndez como síndico y Fausto
Viaña como escribano. c) Los Corregidores Luis de Rivas y Tovar y Juan
Bernardo Larrain, a cuyo cargo estarían todas las causas civiles y criminales
a partir del 19 de abril por un año. El primero de ellos conocería de los
asuntos que antes veían el gobernador, su teniente auditor y el Juzgado
de Bienes de Difuntos; el segundo atendería las causas que correspondían
a los alcaldes ordinarios y provinciales622. De esta manera se pretendía

622 Textos oficiales de la Primera República de Venezuela, Tomo I, pp. 114-116; Caracciolo Parra Pérez:
Ibid., pp. 203-205; “acuerdo de la Suprema Junta de Caracas organizando el nuevo gobierno de
Venezuela” (25 de abril de 1810) en José Félix Blanco y Ramón Aizpurua: Ibid., Tomo II, 406-
407.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 319

resolver los asuntos de justicia de la nueva República, que en lo sucesivo


utilizaría los mismos conceptos y esquema que durante veinticinco años
permitió el funcionamiento de la Real Audiencia de Caracas en beneficio
de la autoridad y soberanía real española. Culminaba así la actuación del
tribunal de justicia establecido en 1786, aunque fuera reinstalado en 1812,
cuando el capitán general Domingo de Monteverde recobraría el territorio
venezolano para la monarquía hispánica y perduraría hasta junio de 1821,
fecha en la que ocurriría la batalla que pondría fin a la dominación española
en el conjunto de provincias que, en 1811, se integraron bajo el nombre de
República de Venezuela.

La discriminación de los abogados venezolanos de la Real Audiencia


y la independencia de Venezuela

Mucho se ha escrito en relación con la exclusión de los americanos


de la administración colonial como un factor a considerar en el proceso de
la independencia. Recientes investigaciones han demostrado la participación
de los americanos en algunas de las audiencias indianas623. En el estudio
de Burkholder y Chandler624, por ejemplo, puede apreciarse la admisión
criolla en las trece magistraturas hispanoamericanas entre 1687 y 1821.
De los 693 nombramientos hechos, 261 correspondieron a americanos,
410 a españoles y 22 de origen desconocido. Las cifras no pueden ser más
elocuentes para enfrentar la idea de discriminación de los criollos, que tan
eufóricamente expusieron Juan Pablo Vizcardo y Guzmán y Simón Bolívar,
y a lo que contundentemente se opusieron algunos historiadores en un
congreso sobre la independencia de Hispanoamérica625. Los resultados de
los estudios sobre las magistraturas indianas apoyan la vieja apreciación del
hecho en términos generales, y no deben concebirse como definitivos pues
se trata sólo del nivel de participación criolla en una de las instituciones, la

623 Nos referimos a los citados estudios de Mark Burholder, Dewitt Chandler, Leon G. Campbell,
David Brading y John L. Phelan.
624 From Impotence to Authority…, p. 145 (Apéndice I).
625 Rubén Vargas Ugarte: La Carta a los Españoles Americanos de don Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. Lima.,
1954, pp. 113-114; Simón Bolívar: Carta de Jamaica. Caracas, Edic. Presidencia de la República
1972, pp. 160-163; y Causas y Caracteres de la Independencia Americana. Congreso Hispanoamericano
de Historia. Madrid, 1953, pp. 242 -276.
320 Alí Enrique López Bohórquez

Audiencia, y en determinadas regiones. Es necesario ampliar el análisis hasta


otras esferas de la administración colonial y considerar otros aspectos a fin
de evitar generalizaciones que impidan apreciar el hecho con objetividad.
Nuestra investigación no pretende refutar los criterios de interpretación y los
resultados logrados por los historiadores citados que, como apreciaciones
de casos particulares, constituyen trabajos bien fundamentados. Por el
contrario, estos han estimulado el análisis del problema desde otro punto
de vista: la participación de los nativos de cada provincia en puestos de
poder y responsabilidad dentro del Estado indiano. Analicemos el problema
de nuevo En relación con las audiencias, esta vez entre 1756 y 1810 por
corresponderse estos años con el período objeto de estudio. Los regentes,
oidores, alcaldes del crimen y fiscales que sirvieron en los tribunales fueron
342: 244 españoles y 98 americanos. De estos últimos, 16 ejercieron en sus
respectivos lugares de nacimiento: 3 en Chile, 3 en Lima, 7 en México, 2 en
Santa Fe y 1 en Santo Domingo626. Las audiencias de Buenos Aires, Cuzco,
Charcas, Guadalajara, Guatemala, Manila, Quito y Caracas no contaron
entre su personal con jueces nacidos en el territorio de sus respectivas
jurisdicciones.
En el caso de la Real Audiencia de Caracas, los abogados venezolanos
–relegados legalmente de las funciones administrativas y de justicia–,
debieron conformarse con el ejercicio de la profesión en sus respectivas
provincias, en espera de postulación para otras magistraturas americanas
o, al menos, de la concesión de interinatos bajo designación de oidores
honorarios, que les permitiera colaborar en asuntos graves de gobierno.
A pesar del crecido número de abogados registrados en el Colegio y la
Audiencia627, estas alternativas no se hicieron efectivas, aun cuando hubo
algunas solicitudes. Analizadas la mayoría de las Consultas de la Cámara
de Indias para las plazas de la Audiencia de Caracas, puede apreciarse que
sólo un venezolano, Rafael Manzanos, fue candidato para ocupar la Fiscalía

626 Mark Burkholder y Dewit Chandler: From Impotence to Authority…, pp. 189-277.
627 Héctor García Chuecos: Estudio de Historia Colonial Venezolana, 296-297; Rogelio Pérez Perdomo:
Los Abogados en Venezuela. Caracas, Monte Avila Editores, 1981, pp. 71-75, hace estimaciones en
número y distribución entre 1780-1805 de los abogados en el distrito de la Audiencia. Expedientes
de abogados venezolanos en Héctor García Chuecos: Abogados de la Colonia. Caracas, Imprenta
Nacional, 1958 y Mario Briceño Perozo: Los Abogados de la Colonia. Caracas, Archivo General de
la Nación, 1965.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 321

de Real Hacienda creada en 1798628. La selección de los venezolanos629


para algunas magistraturas indianas fue escasa, y podríamos dividirla en
dos períodos: antes y después de la creación del tribunal caraqueño. Antes
de 1786, hemos localizado solamente al jurista José Rodríguez del Toro.
Entre 1786 y 1815 sólo seis fueron nombrados como magistrados en las
audiencias de Guatemala, Guadalajara, Santa Fe, México y Charcas: Sebastián
de Talavera y Medina, Francisco Monserrate y Urbina, José Francisco de
Ibarra y Galindo, Juan Antonio Zavala, José Isidro Yáñez Nuño, Francisco
Figueroa de Vargas y José Domingo Rus.
El primer caraqueño que sirviera en un tribunal indiano fue José
Rodríguez del Toro, hijo del primer Marqués del Toro, Bernardo Rodríguez
del Toro. En 1750, marchó a España a estudiar; obtuvo el grado de licenciado
y compitió por un puesto académico en la Universidad de Salamanca. En
1741, después de pagar secretamente quince mil pesos, se le concedió el
título de oidor de la Audiencia de México. En 1752 ingresó a la Orden de
Calatrava por los meritorios servicios prestados en el desempeño de su
cargo, el cual ejerció durante treinta y dos años hasta fallecer en 1774630.
Natural también de la Provincia de Venezuela era Sebastián de Talavera y
Medina, nacido en Santa Ana de Coro; bachiller, licenciado y doctor en
Leyes y Teología, catedrático de la Universidad de Caracas y abogado de
los reales consejos; nombrado oidor de la Audiencia de Guatemala el 16
de diciembre de 1786631. El caraqueño Francisco Rafael Monserrate como
oidor de Guadalajara en 1788; había estudiado en las universidades de La
Habana y Caracas, obteniendo el grado de doctor en Leyes; abogado de los
reales consejos y de la Audiencia de Santo Domingo, donde llegó a cumplir

628 Vid Infra., Capítulo II, nota 148.


629 Nos referimos en forma genérica a los nacidos en las provincias de Venezuela, Maracaibo, Cumaná,
Barinas, Guayana y Margarita.
630 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2°, leg.33, fol. 99: Título de oidor de México (7 de mayo de 1741). Mark
Burkholder y Dewit Chandler: From Impotence to Authority…, pp.50-52, 63-64, 149, 173 y 212,
Alejandro M. Capriles: Coronas de Castilla en Venezuela. Madrid, Edit. A.M. Capriles, 1967, pp.
56-57; Guillermo Lohman Villena: Los Americanos en las Órdenes Nobiliarias, 1529-1900. Madrid,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947, Tomo II, p. 420.
631 Parra Márquez se equivoca al decir que fue electo en 1788 y que fuera promovido como alcalde
del crimen de Lima, pues en 1792 se le otorgó la jubilación en la misma Audiencia; Historia del
Colegio…, I, p. 93. A.G.S. Dir, Gen. Tes., Leg. 187, fol. 535: Título de oidor, Audiencia Guatemala
(16 de diciembre de 1786) e Inv. 2°, leg 76, fol. 154: Jubilación de oidor de Guatemala (21 de
Julio de 1792); Héctor García Chuecos: Relatos y Comentarios…, pp. 324-325.
322 Alí Enrique López Bohórquez

la función de teniente asesor de gobernador; en Guadalajara ejerció durante


siete años y en 1795 se retiró para abrazar la carrera eclesiástica632. José
Francisco de Ibarra y Galindo, hijo del capitán del Batallón de Milicianos
Forasteros de Caracas Andrés de Ibarra, había estudiado en la Universidad
de Caracas, donde recibió los grados de bachiller en Filosofía, Teología y
Derecho Civil, de licenciado en Artes y el de doctor en Sagrada Teología;
catedrático de Latinidad y de Filosofía; residía en Madrid desde 1784 y en
1798 recibió el título de caballero de la orden de Carlos III y fue nombrado
para la plaza de oidor de Santa Fe, cargo que no ejerció pues murió antes
de tomar posesión del mismo633.
Entre los venezolanos en la magistratura indiana, José Isidro Yáñez
Nuño fue el único que logró desarrollar una amplia carrera judicial. Natural
de Caucagua, provincia de Venezuela, se trasladó a Caracas para estudiar
en la universidad y obtener el grado de bachiller en Artes en 1788; en
Santo Domingo estudió Derecho Civil, graduándose de doctor en 1794;
fue recibido en 1798 ante la Audiencia como abogado de su distrito; fue
nombrado en 1803 para el empleo de auditor de guerra de Marina del
Apostadero en Puerto Cabello y en 1805 seleccionado como fiscal del
crimen de la Audiencia de Guatemala; allí ejerció en interinato la fiscalía
de lo Civil en la plaza de oidor por falta de ministros, cargo que compartió
con los de la Superintendencia de la Casa de Moneda y el de Protector de
Indios. En 1809 se trasladó a México donde tendría destacada actuación: en
1810 fue nombrado alcalde de crimen, superintendente de Policía en 1812,
presidente de la Junta de Sanidad en 1813. Asesor general del Virrey en
1814; en 1815 fue ascendido a oidor de la Audiencia mexicana y encargado
interinamente de la Auditoría de Guerra, concediéndosele condecoración
por sus múltiples servicios a la Corona. En 1821 formó parte de la Junta
Provisional de Gobierno establecida por el Plan de Iguala e, incluso, integró
la regencia del Imperio de Iturbide634. Francisco Figueroa de Vargas, nacido

632 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Leg.188, fol. 873: Título de oidor de Guadalajara (10 de Mayo de 1788); Mark
Burkholder y Dewit Chandler: Ibid.., pp. 185-198.
633 A.G.I. Chile, 172: Relación de los Méritos y Ejercicios Literarios de José Francisco Ibarra (23 de
febrero de 1788); A.G.S. Dir. Gen Tes. Inv. 2°, leg, 82, fol. 220: Título de oidor de Santa Fe (2 de
noviembre de 1798); Guillermo Lohman Villena: Los Americanos…, Tomo II, pp. 357-359; Mark
Burkholder y Dewit Chandler: Ibid.., 182 y 223.
634 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2°, leg 89, fol. 104; Inv. 2°, leg. 92, fol 220; Inv. 2°, leg. 98, fol. 3: Título
de fiscal, alcalde del crimen y oidor. A.G.I. México, 1644: Extractos de los Grados y Méritos (2
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 323

en Cumaná, estudió en la Universidad de Santo Domingo donde obtuvo el


grado de doctor en Leyes, recibiéndose de abogado de aquel tribunal y de
los reales consejos en 1786. Recibió el título de oidor honorario de Caracas
y Santo Domingo en 1795, y de Charcas en 1797, antes de ser nombrado
alcalde del crimen de la Audiencia de México en 1811, donde falleció al
poco tiempo de su llegada635. Es muy poco lo que sabemos de Juan Antonio
Zavala, natural de Caracas, quien se encontraba en España cuando fuera
nombrado fiscal del crimen de la Audiencia de Charcas en 1815636.
El venezolano que más insistiera en ingresar a la magistratura
indiana fue José Domingo Rus. Los múltiples cargos desempeñados en
su ciudad natal, Maracaibo, habían estimulado ese deseo. Realizó estudios
en la Universidad de Caracas, donde se graduó de bachiller y licenciado en
Artes, obteniendo en 1790 el grado de doctor en Sagrados Cánones por
la Universidad de Santo Domingo: en 1793 se recibió de abogado ante
la Audiencia de Caracas, llegando a ejercer inmediatamente el cargo de
Defensor del Ramo de Temporalidades. En 1795 y 1799 sirvió el empleo
de alcalde ordinario e interinamente el de auditor de guerra y de asesor de
Gobierno en ausencias de sus titulares; en 1795 fue electo, también, para
la Diputación Consular de Maracaibo; en 1797, ejerció como consultor del
Tribunal de Inquisición de Cartagena de Indias; asesor en 1799 de la causa
contra el levantamiento de negros y mulatos en Maracaibo; defensor de la
Real Hacienda en 1801 y fiscal de la misma en 1804; regidor llano, asesor
de la Provincia y juez de Policía de la ciudad en 1810. Representante de
Maracaibo ante las cortes españolas en 1812. Su actuación en las mismas
fue publicada bajo el título de Maracaibo representado en todos sus ramos y en
una serie de artículos periodísticos recogidos luego en la obra Agere Pro-
Patria. Toda esta labor en la administración de su provincia le sirvió de aval
para que, en 1814, Fernando VII le nombrara oidor do la Audiencia de
Guadalajara, tomando posesión del cargo en 1816637.

de enero de 1821); Héctor García Chuecos: Relatos y comentarios…, pp. 309-312.


635 A.G.S. Dir. Gen. Tes. Inv. 2° leg 93, fol 5: Título de alcalde en México (17.1.1811); Guillermo
Lohman: Los Americanos…, Tomo II, p. 185.
636 A.G.S. Dir. Gen. Tes., leg. 189, fol 388: Título de fiscal del crimen en la Audiencia de Charcas (10
de septiembre de 1815).
637 A.G.I. México, 1644: Relación de los Méritos y Servicios (Madrid, 10 de marzo de 1818); A.G.S.
Dir. Gen. Tes, Inv. 2°, leg. 95, fol. 60: Título de oidor de Guadalajara (24 de octubre de 1814); José
324 Alí Enrique López Bohórquez

Sólo estos siete venezolanos fueron escogidos, y cabe señalar que


debió influir en ello el hecho de que tres residían en España para la fecha
de su nombramiento y otro compensó económicamente a la corona
para obtener el puesto. Aparte de estos, algunos abogados venezolanos
solicitaron plazas en Caracas u otra audiencia americana, de las cuales
solamente dos se hicieron efectivas638. En 1761 al caraqueño Antolín
Liendo se le concedió el título de oidor honorario de Santo Domingo639.
Desconocemos si Liendo se trasladó a aquel tribunal, ya que el título
de ministro honorario no ameritaba su presencia, pues no constituía el
nombramiento de magistrado de planta; se trataba de un cargo honorífico,
sin asignación monetaria fija, mediante el cual podía auxiliar en calidad de
conjuez. En 1804, después de insistir varias veces, al también caraqueño
Francisco Espejo se le otorgó el título de oidor honorario, que como hemos
señalado le sirvió para comisiones especiales y ejercer por poco tiempo en
interinato la función de fiscal de la Audiencia640. No conocemos de ningún
otro venezolano que haya sido funcionario de alta jerarquía, de lo cual se
desprende que no solamente fueron mayormente discriminados de las
magistraturas indianas, sino también de otros empleos de la administración
colonial americana.
Pudiera decirse que la participación de los venezolanos en el
Ayuntamiento, en el Consulado y en otros cargos públicos de menor rango
(como personal subalterno o en asesorías legales de diversos organismos
y funcionarios), es un elemento que quizá negaría el planteamiento que

Domingo Rus: Maracaibo representado en todos sus ramos. Madrid Imprenta de Vega y Compañía,
1814; Agere Pro-Patria (Primera parte de Maracaibo representado en todos sus ramos), Estudio Preliminar
de Agustín Millares Carlo. Maracaibo, Universidad del Zulia, 1966.
638 Dice Héctor Parra M. que el Dr. José Bernabé Díaz, natural de Caracas, fue promovido en 1797 a
oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo; dudamos de que esto sea cierto, pues en los Títulos
de Indias localizados en el Archivo General de Simancas no existe un nombramiento de Díaz corno
ministro de ese tribunal; tampoco Burkholder y Chandler lo refieren como funcionario de aquella
Audiencia; y, finalmente, porque en noviembre de 1802 y septiembre de 1809 el Dr. José Bernabé
Díaz solicitó a la Real Audiencia de Caracas informara al rey sobre sus méritos y servicios, a fin
de que se le concedieran los honores de oidor de la magistratura caraqueña. A.G.N. (Caracas).
Empleados de la Colonia, Tomo XLIII, fol. 125 (Caracas, 2 de septiembre de 1809); y A.G.I. Caracas,
416 (3 de noviembre de 1802). Héctor Parra Márquez: Presidentes de Venezuela. El doctor Francisco
Espejo…, p. 70.
639 A.G.S. Dir,Gen Tes., leg. 183, fol. 84: Título de oidor honorario de la Audiencia de Santo Domingo
(26 de abril de 1761).
640 Vid. Infra., Capitulo II, nota 166.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 325

venimos haciendo. Pero cabría preguntarse sobre el poder de decisión que


los venezolanos tuvieron en esas instituciones. En cuanto a las dos primeras
es necesario hacer ciertas consideraciones: en primer lugar, a pesar del poder
adquirido por los ayuntamientos, estos fueron casi totalmente controlados
—de acuerdo con la naturaleza del asunto que se tratara— por la Audiencia,
la Intendencia y el gobernador; ese control precisamente incidiría en el
desarrollo de la idea separatista. En el caso de Caracas, cabe preguntarse:
¿constituyó el Cabildo una pieza del engranaje de la dominación colonial y
se le dio responsabilidades para ello? La respuesta podría ser afirmativa si se
analiza En relación con el resto de la población que no formaba parte de la
oligarquía criolla, pero no así en cuanto a este sector que debió enfrentar la
política orientada a limitar su autoridad y poder. En segundo lugar, si bien
la participación por igual de criollos y peninsulares en el Consulado estaba
garantizada, el predominio de los terratenientes venezolanos en la institución
estuvo siempre de manifiesto pero, al igual que en el Ayuntamiento, sus
actividades en materia de comercio, agricultura, construcción de caminos
y puentes, etc., no eran autónomas. Los conflictos con el intendente y el
gobernador fueron múltiples, y muchas de las decisiones del Consulado
en esos aspectos debieron ser aprobadas por la Junta Superior de Real
Hacienda.
De manera que la participación de los venezolanos en el
Ayuntamiento y el Consulado debe analizarse más bien como medio de
resguardar sus intereses y enfrentar las políticas dirigidas a disminuir su
autoridad. En estas instituciones por lo general participaron hombres de
la oligarquía que detentaban el poder económico y social de la región, sin
haber realizado estudios. Esto significaba que el sector de los abogados,
aunque algunos de ellos provenientes de esa aristocracia criolla, quedara
también excluido de participar en dichos organismos. Frente a toda la
situación discriminatoria, no resultó difícil a los abogados adherirse a la
causa independentista. Era la respuesta, entre otras cosas, a la exclusión
de la administración colonial de que habían sido objeto los juristas
venezolanos. Al respecto dice Rogelio Pérez Perdomo: “No puede negarse
que por efecto de políticas expresadas de la Corona, los nativos de una
provincia estaban excluidos de las más altas posiciones que podía alcanzar
el personal letrado en ella y que para comienzos del siglo XIX los nacidos
en América tenían menos chance de obtener altas posiciones en las colonias
326 Alí Enrique López Bohórquez

que los nacidos en la metrópoli. Esta política, que tenía como rationale la
de hacer más imparcial y eficiente la administración colonial, no podía
dejar de ser vista como una discriminación inaceptable por los juristas y
otros miembros de la élite nacidos en una provincia y que se consideraban
capaces de dirigirla”641.
Está claro que los blancos criollos no fueron los únicos que
participaron en la guerra de independencia, contienda en la cual españoles,
pardos y negros tuvieron también destacada actuación. Aquellos, además
de desencadenarla, se convirtieron en los líderes, y dentro de ellos los
abogados tendrían papel de primer orden. Ese liderazgo se manifestó por
tratarse de “un grupo con una educación política superior que no tiene
por qué sentirse disminuido ante los peninsulares. Independientemente
del bando en que participaron esto era importante para la independencia.
Por otra parte, los juristas que participaron del lado de la independencia
conocen bien los intereses de los criollos y pueden articularlos y diseñar
las medidas para protegerlos, por esto es dable esperar que los juristas
independentistas jueguen un papel muy importante en el planeamiento de
la independencia y en la organización del Estado que resulta de ella” 642. El
marginamiento político a que estuvieron sometidos los criollos conduciría
a que el primer acto de la Junta Suprema de Caracas, el 19 de abril de 1810,
fuera la expulsión de las autoridades españolas, y por supuesto de los
ministros de la Real Audiencia. A partir de entonces los juristas venezolanos
tomaron la dirección del gobierno, hasta la caída de la primera República en
1812. Sin considerar la Alta Corte de Justicia y el Tribunal de Apelaciones,
los encontramos ocupando los puestos políticos –e incluso militares– de
mayor importancia643. De los 42 firmantes del Acta de Independencia,
17 eran abogados. Juan Germán Roscio, quien había tenido dificultades
para recibirse de abogado por dudas en la Audiencia acerca de su origen
étnico, fue designado secretario de Relaciones Exteriores, Miguel José

641 Rogelio Pérez Perdomo: Op. Cit., p. 83.


642 Ibid., p. 84
643 Luego, cuando los ejércitos españoles recobraron el poder en Venezuela, varios abogados se
plegaron a la causa monárquica ocupando cargos de responsabilidad; otros se exilaron, murieron
o fueron ejecutados; y, finalmente, representaron un factor importante en la reconstrucción del
Estado venezolano, una vez derrotadas definitivamente las fuerzas militares españolas. Ibid., pp.
84-88.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 327

Sanz, secretario General de Guerra, José Antonio Anzola, Secretario


de Gracia y Justicia. Dos de los miembros del triunvirato presidencial,
Cristóbal Mendoza y Baltasar Padrón y la mayoría de los miembros del
primer Congreso también eran juristas644.

644 Estos y otros nombramientos de los abogados están recogidos en Toma de Razón 1810 a 1812
(Registros de nombramientos y Actos oficiales emanados de la Primera Junta Patriótica y de la Primera República
de Venezuela). Caracas, Imprenta Nacional, 1955.
Capítulo VI
La función política de la Real Audiencia de Caracas
y el rescate de la autoridad colonial en Venezuela

En la historiografía sobre el derecho y las instituciones indianas no


son uniformes las opiniones sobre las atribuciones de las reales audiencias.
Algunos historiadores consideran que cumplieron exclusivamente funciones
judiciales645, con autoridad para asesorar a virreyes y gobernadores;
mientras que otros les confieren facultades de gobierno derivadas de
la administración de justicia en nombre del Rey646. Sin embargo, existe

645 Esta corriente está representada fundamentalmente por Alfonso García Gallo en “Los Principios
Rectores de la Organización Territorial de las Indias en el Siglo XV”, pp. 663, 671-672, 687, 689-
690, y –sobre todo– en “Las audiencias de Indias. Su origen y caracteres”. Esta tesis es compartida
por otros historiadores del derecho como Jesús Lalinde Abadía: “El régimen virreinato-senatorial
en Indias” (Separata del Anuario de Historia del Derecho Español, XXXVII (Madrid, 1967), pp. 102 y
146-147; Víctor Tau Anzoátegui y Eduardo Martiré: Manual de Historia de las Instituciones Argentinas.
Buenos Aires, 1967, pp. III; Ricardo Zorraquín Becu: “Los distintos tipos de gobernador en el
derecho indiano” en Actas y Estudios del III Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho
Indiano (Madrid, 1973), p. 559; Silvio Zavala: El Mundo Americano en la Epoca Colonial. México, Editorial
Porrúa, 1967, Tomo I, p. 402.
646 Más extensa es la historiografía que reconociendo la función judicial considera también la
función político-administrativa de las audiencias indianas. Entre otros, Juan Beneyto: Historia
de la administración española e hispanoamericana, p. 432; Efraín Cardozo: “La Audiencia de Charcas
y la facultad de gobierno”, Humanidades, XXV (Buenos Aires, 1936), pp. 137-156; Raúl Muñoz
Feliú: La Real Audiencia de Chile. (Particularmente Capítulos VI y VII). Santiago, Imprenta La
Gratitud Nacional, 1937; Luis Aznar: “Evolución del régimen legal y del significado político de las
audiencias indianas”, Boletín de la Universidad Nacional de La Plata, 5 (La Plata, 1933), pp. 8-43; Pío
Ballesteros: “La función política de las Reales Chancillerías Coloniales”, Revista de Estudios Políticos,
XV: 27-28 (Madrid, 1946), pp. 47-109; Miguel y Alonso, Carlos: “Las audiencias en los Reinos y
Señoríos de las Indias”, Cuadernos Americanos, 116-117 (Madrid, agosto-septiembre de 1959), pp.
330 Alí Enrique López Bohórquez

consenso en conferir a esas magistraturas un papel de primer orden en el


ejercicio de la soberanía española en sus territorios de ultramar, por cuanto
entonces la justicia era considerada como el fin primordial del Estado. Fin
que no se limitaba a la competencia jurisdiccional para dirimir pleitos o
causas civiles o criminales, sino que abarca también la supervisión de las
normas que rigen la convivencia social y política relacionadas con el bien
común y el respeto a las leyes. Antes hemos señalado que, además de su
actuación judicial, las audiencias americanas tuvieron efectiva participación
en asuntos de gobierno, ya que fiscalizaban la Real hacienda, asesoraban
a sus Presidentes (virreyes o gobernadores) en su gestión gubernativa,
controlaban instituciones de gobierno provincial y local, informaban al rey,
su Consejo y ministros sobre hechos de trascendencia y de administración
general, proponiendo soluciones acordes con el ejercicio de la soberanía
real. Todo ello les dio autoridad política legalmente reconocida, aunque
en muchos casos también cuestionada647. Así, las funciones de justicia y
gobierno están presentes en las magistraturas indianas, resultando difícil,
en algunos casos, distinguir el radio de acción de cada una de ellas. Esto
porque, al controlar la actuación de los distintos funcionarios coloniales
y al colaborar con las diferentes ramas del poder público, las audiencias
intervenían abiertamente en asuntos gubernamentales648.
La actuación de la Real Audiencia de Caracas no es distinta a la
del resto de las audiencias indianas. Esto, sin embargo, no está del todo

189-204; Jorge Fábrega P.: “Organización, jurisdicción y competencia de la Primera Audiencia


y Real Chancillería de Tierra Firme”, Lotería, 199 (Panamá, junio de 1972), pp. 35-48; Agustín
Bermúdez Aznar: “Las funciones del presidente de la Audiencia en Indias”, Revista de la Facultad
de Derecho de México, 101-102 (México, enero-julio de 1976; pp. 85-96; Enrique Ruiz Guiñazú:
op. cit., pp. 21 y 44; Manuel Salvat Monguillot: “Las funciones de gobierno de la Audiencia en el
Reino de Chile”, en Actas y Ponencias del III Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho
Indiano. Madrid, 1973, pp. 597-622; Ismael Sánchez Bella: “Las audiencias y el gobierno de las
Indias (Siglos XVI y XVII), Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, II (Valparaíso, 1977), pp. 159-186;
José Luis Soberanes Fernández: “Notas para el estudio de la Audiencia gobernadora en México
de 1680 a 1821”, Anuario Jurídico de la Universidad Nacional Autónoma de México, 3-4 (México, 1976);
Fernando Muro Romero: op. cit.; y Alí Enrique López Bohórquez: “La Real Audiencia de Charcas
(1561-1567): Conflictos Jurisdiccionales de una Audiencia Subordinada”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, 279 (Caracas, julio-septiembre de 1987), pp. 745-762.
647 Apud. Guillermo Morón: Historia de Venezuela, Tomo V, p. 70.
648 Sobre la función gubernativa de las reales audiencias véase Santiago Gerardo Suárez: “Instituciones
panvenezolanas del período hispánico”, en Los Tres Primeros Siglos de Venezuela, 1498-1810. Caracas,
Fundación Eugenio Mendoza, 1991; pp. 307-311.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 331

determinado, en razón de que este tribunal ha sido la institución colonial


estudiada con menor rigor y sistematización por parte de historiadores y
estudiosos del derecho. Un cuidadoso examen de las fuentes documentales,
la historiografía y los juicios sobre el tribunal –incluidos en el apéndice
de este trabajo– evidencian que existen apreciaciones que ameritan una
revisión; que algunos autores repiten consideraciones acerca del tema sin
hacer nuevos aportes; que la mayoría de los estudios constituyen capítulos
de obras generales informativas o especializadas en otros asuntos, los cuales
no pueden concebirse como investigaciones rigurosas sobre la magistratura
caraqueña; y que son escasos los estudios relacionados con aspectos
específicos del tribunal; además de que, en su conjunto, son desiguales en su
profundidad y alcance para la comprensión y explicación de tan importante
institución colonial venezolana.
Hasta ahora, con algunas excepciones, se ha estudiado la Audiencia
de Caracas en cuanto a su estructura jurídico-institucional, enfoque derivado
del interés que algunos juristas han manifestado por escribir la historia de ese
tribunal, exaltando su actividad en la administración de justicia y dejando a
un lado su acción cumplida como agente efectivo de la dominación española
en Venezuela. En la mayoría de los casos se ha incurrido en una visión
simplista y deficiente, lo cual ha ocasionado –por las características antes
indicadas– que se ha presentado la función del tribunal de Caracas de manera
distorsionada, fragmentada y reducida. Curiosa orientación, si se estima que
el aspecto de la justicia tampoco ha sido investigado con rigurosidad en
Venezuela. Esta interpretación que le da relevancia a su actuación judicial
ha surgido –cuando no por simple especulación imaginativa y narrativa
de algunos casos sobresalientes– de la legislación metropolitana para las
audiencias indianas, o de su actuación durante la guerra de independencia,
vinculada con la actitud del regente José Francisco Heredia. Por otro lado,
en ese mismo aspecto judicial, se ha pretendido desconocer el grado de
corrupción de algunos magistrados, evidenciado en la visita al tribunal
realizada por el regente Joaquín Mosquera y Figueroa entre 1804 y 1809.
En nuestro libro Los ministros de la Real Audiencia de Caracas (1786-
1810). Caracterización de una élite burocrática del poder español en Venezuela,
estudiamos a los hombres que dieron vida a la magistratura caraqueña
entre 1786 y 1810, como una élite representativa del poder español en
nuestro territorio. Esa élite se caracterizó por su propensión al predominio
de ministros españoles, profesionalmente experimentados en diferentes
332 Alí Enrique López Bohórquez

cargos de la administración tanto de España como de América. La actitud


de esos magistrados en defensa de la soberanía española, su poco arraigo
dentro de la sociedad venezolana, así como la exclusión de letrados nacidos
en la jurisdicción del tribunal, garantizaron el ejercicio de una autoridad
política que trascendió su característica acción judicial. Esto condujo a
un enfrentamiento casi permanente con el Ayuntamiento y el Consulado,
instituciones controladas por la aristocracia criolla venezolana, que tomó,
como uno de los argumentos para la independencia, la forma arbitraria
y corrupta conque habían actuado los ministros de la Real Audiencia de
Caracas durante veintitrés años. Se trata, pues, no de un estudio sobre la
burocracia como institución legalmente constituida, sino de un análisis de
ésta a través de la actuación de los funcionarios que pusieron en práctica
sus atribuciones, a fin de que se comprendiera el grado de dominación
impuesta dentro del marco de nuestra sociedad colonial.
Con base en los pocos estudios específicos existentes y en las
consideraciones generales expuestas en obras de distinta naturaleza, se
puede caracterizar la Real Audiencia de Caracas desde una perspectiva
distinta, opuesta a la visión reduccionista de su exclusiva acción judicial.
Es tiempo ya de presentar la institución en su justa dimensión y en el
contexto de la dominación colonial, en un estudio que abarque –además de
las atribuciones en materia de justicia– su función político-administrativa,
tanto en su actuación en los más variados aspectos como en su carácter
de instrumento empleado por la monarquía española para recobrar la
autoridad frente a la sociedad venezolana, y como factor importante
para la integración de nuestro territorio. Estudio en el que se establezca
la diferenciación correspondiente de la actuación de la Audiencia antes y
durante la guerra de independencia, respondiendo, además, a la necesidad
de vincular pasado y presente, en interacción comprensiva, en función de la
explicación histórica retrospectiva. Nuestra proposición no está formulada
como simple esquematización teórico-especulativa, sino como resultado
de una investigación que ha demostrado la amplia gama de funciones
cumplidas por la Real Audiencia de Caracas entre 1787 –fecha de su
instalación– y 1821 cuando, por efecto de la guerra de independencia, dejó
de funcionar. Para ello consideramos determinante recurrir a todo tipo de
fuentes documentales, entre las cuales destacan acuerdos, decretos, autos,
expedientes, escritos del fiscal, aranceles de justicia, relaciones de pleitos y
causas, comisiones y –fundamentalmente– reales provisiones. En atención
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 333

a estas últimas, con anterioridad hemos hecho referencia a los distintos


asuntos en que intervino el tribunal caraqueño en materia judicial, política,
ideológica, económica, social, eclesiástica, militar, educativa, cultural, etc., los
cuales en su conjunto reflejan una intensa actividad de gobierno –compartida
en algunos casos con distintos funcionarios e instituciones, pero en otros
ejercida con absoluta autonomía–, que se traduce en una función política
efectiva en defensa de la soberanía española.
Esa función política se expresó en la actividad de asesoramiento de
su presidente-gobernador, lo cual le daba carácter de institución consultiva,
en el control de los distintos funcionarios provinciales y locales, y la defensa
de la soberanía real cuando fue cuestionada mediante insurrecciones y
conspiraciones –unas con propósitos reivindicativos, otras con claras
intenciones independentistas–. En cuanto a la actividad de asesoramiento al
gobernador, en lo que se conoce como Real acuerdo, ésta produjo diferentes
resultados, bien porque se siguieron las recomendaciones de los ministros de
la Audiencia, bien porque se contradijeron, pero en todo caso siempre estuvo
presente la actitud conjunta del funcionario y de la institución en defensa
de la soberanía real649. Buenas fueron las relaciones de los magistrados
con el gobernador Juan Guillelmi; como difíciles las sostenidas con Pedro
Carbonell, quien, además de rechazar la intromisión de estos en asuntos
gubernativos, se dedicó a desacreditar ante las autoridades metropolitanas
la actuación de los jueces del tribunal. No menos controversiales fueron
las confrontaciones con Manuel Guevara Vasconcelos. Sin embargo, las
circunstancias derivadas de la conspiración develada en La Guaira de 1797 las
atenuaron momentáneamente –como había ocurrido con Carbonell–, por lo
que el gobernador y la Audiencia se unieron coordinadamente para impedir
una temprana ruptura del orden colonial. Resueltas esas circunstancias, el
gobernador Guevara, por ejemplo, reiteró sus incisivas denuncias contra
algunos de los miembros del tribunal, lo cual conduciría a la visita del regente
Joaquín Mosquera y Figueroa (1804-1809). Los hechos ocurridos en España
a partir de marzo de 1808 desarticularon prácticamente el “real acuerdo”,
constituyéndose el gobernador interino Juan de Casas en instrumento de
los odios que el regente-visitador había manifestado contra la mayoría de

649 Sobre las relaciones Audiencia-gobernador, y la función político-gubernativa del tribunal, véase el
riguroso y esclarecedor estudio de Ildefonso Méndez Salcedo: La Capitanía General de Venezuela, 1777-
1821, pp. 127-135.
334 Alí Enrique López Bohórquez

los magistrados de la Audiencia. No muy distinta sería la situación con el


nombramiento de Vicente Emparan; viejas rencillas con la magistratura y
una actitud vacilante del nuevo Gobernador, con respecto a lo que ocurría
tanto en España como en Caracas, condujeron a desentendimientos
gubernativos, lo cual fue aprovechado por la élite criolla venezolana para
dar inicio al proceso de emancipación.
A pesar de las denuncias de los gobernadores Carbonell y Guevara y
de las dificultades para su funcionamiento al iniciarse la visita de Mosquera
y Figueroa, la Real Audiencia sobrevivió a todo tipo de embates. Las
autoridades españolas siempre dieron la razón a sus ministros en los
asuntos denunciados por aquellos funcionarios o nunca tomaron decisión
alguna al respecto. El hecho más evidente fue el resultado de la referida
visita: No se tomaron resoluciones directas, solamente medidas parciales
contra uno de los magistrados; los otros continuaron en la administración
pública y se reconoció su actuación judicial con la continuidad en el cargo,
la promoción para funciones de mayor jerarquía o la permanencia en
Caracas hasta la culminación del proceso. Mosquera y Figueroa desvió la
atención de su visita hacia el problema surgido con la llamada conjuración
de los mantuanos de 1808, al crear una Sala Extraordinaria paralela a la
Audiencia. Sus pronunciamientos contra los jueces audienciales fueron
prácticamente ignorados, aunque después sus servicios a la administración
española en la Nueva Granada, México y Caracas fueron reconocidos por
la monarquía española. En fin, el proceso de la visita de Mosquera no tuvo
mayor “significación en la reformulación de la práctica de la justicia, no
hubo reestructuración del Tribunal; los resultados de la inspección no fueron
coherentes con el propósito fundamental que motivó al rey y al Consejo de
Indias para decretarla. En definitiva, todo el proceso que significó la visita
a la Real Audiencia de Caracas, las acusaciones y defensas, los diferentes
informes oficiales y las diligencias de los implicados, no dieron resultado
práctico alguno, el juicio quedó sin efecto”650. Probablemente, los sucesos de
la invasión napoleónica a España interrumpieron el desenlace final de esta
inspección audiencial, pero está claro que lo ocurrido posteriormente con
los funcionarios implicados en las denuncias evidencia que la Audiencia salía

650 Teresa Albornoz de López: La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas
(1804-1809): Conflictos internos y corrupción en la administración de justicia, p. 52.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 335

airosa de un proceso administrativo que, más que resolver definitivamente


la situación de entredicho en que se encontraban algunos magistrados,
desarticuló a una institución que había sido instrumento efectivo del rescate
de la autoridad monárquica en Venezuela.
Otra muestra de la función política de la Real Audiencia la constituye
su posición respecto a la clase social que controlaba el Ayuntamiento y
el Real Consulado de Caracas, lo cual expresaba no solamente un asunto
de carácter administrativo, sino también una actitud social que reflejaba
las viejas contradicciones entre los blancos peninsulares y los blancos
criollos. Tanto la costumbre como los privilegios que la élite caraqueña
había detentado durante el siglo XVII, hasta el establecimiento de la Real
Audiencia (derivados de la escasa atención que la corona española había
prestado a estos territorios que poco podían ofrecer en tiempos de una
economía basada fundamentalmente en la extracción de metales preciosos
y, particularmente, durante aquella centuria de la crisis económica y política
de la España de los llamados Austrias menores), permitieron el desarrollo
de nueva conciencia criolla-americana. Junto con esto, el crecimiento
agropecuario autónomo, fortalecido por las políticas que en ese sector
desarrolló el gobierno de los reyes Borbones, significó la acentuación
de una clase social, fundamentalmente la de los “grandes cacaos”, de los
“mantuanos” del valle de Caracas y sus comarcas aledañas, cuyos centros
específicos de poder fueron, primero, el Ayuntamiento y, luego, el Real
Consulado. Mediante el Cabildo esa élite controló el gobierno y la justicia
en primera instancia en la ciudad capital de la provincia de Venezuela.
Con el control social del tribunal consular pretendió tomar en sus manos
importantes decisiones en lo contencioso administrativo mercantil. Pero, a
partir del establecimiento de la Audiencia, la vieja tradición gubernativa y
judicial local de los cabildantes caraqueños, y la pretendida idea de los ricos
agricultores y comerciantes en cuanto ejercer, sin arbitrio alguno, la función
de administrar justicia, encontrarían fuerte resistencia en los magistrados,
mayoritariamente de origen español, una fuerte resistencia, opuestos a la
continuación de la costumbre y los privilegios que no estuvieran regidos
por el dictado de las leyes.
Así, se restringieron muchas prerrogativas ceremoniales y
protocolares de los miembros del Ayuntamiento; se les prohíbió el uso de
sillas en los actos religiosos; se exigió a los munícipes electos anualmente a
presentarse ante los oidores; se impidió que los tenientes de Justicia Mayor
336 Alí Enrique López Bohórquez

se juramenten ante el Cabildo; se anularon o confirmaron las elecciones


de los alcaldes ordinarios y de otros funcionarios municipales; se requirió
la presentación de cuentas; se aprobaban o rechazaban las solicitudes del
síndico procurador para gastos ordinarios y extraordinarios; se prescribió
la necesidad de que existieran aranceles para la administración de justicia;
se ratificaban o impedían fiestas y convites, se exhortaba al cumplimiento
de la ley de alternativa, entre criollos y peninsulares, para el ejercicio de los
cargos más importantes; en las competencias jurisdiccionales, el regente
de la Audiencia actuaba para dirimir querellas y prescribir con fundamento
la jurisprudencia más conveniente. Ante todo esto, con el pretexto de una
supuesta protección a las “gentes de color” por parte del alto tribunal,
prontamente la élite criolla arremetió contra los ministros audienciales,
con elevado tono político y profundo sentimiento de animadversión
social, criticando mediante representaciones a la monarquía su actuación
en la administración de justicia y el irrespeto a costumbres y tradiciones,
algunas de las cuales tenían reconocimiento real. Los magistrados fueron
acusados del dictado de providencias ilegales, sentencias contemplativas e
inciertas que retardan la determinación de las causas o el ajuste al derecho
correspondiente, de crear discordias y rencillas entre los vecinos, de hacer
elevados los costos de los pleitos y de vender la justicia al mejor postor651.
Semejantes acusaciones, de ser ciertas, debieron haber adelantado
una temprana visita a la Audiencia, pero esta sólo fue consecuencia de las
denuncias formuladas por los gobernadores Pedro Carbonell y Manuel
Guevara Vasconcelos, y no por la incidencia de una élite criolla que,
además, fue acusada por Carbonell y Mosquera de actuar indebidamente
conjuntamente con uno de los magistrados más representativos de
la Audiencia: el regente Antonio López de Quintana. Ninguna de las
acusaciones del Ayuntamiento contra la magistratura caraqueña tuvo efecto.
La actitud de la monarquía al respecto era obvia: la institución garante de
su autoridad en la provincia de Venezuela era la Real Audiencia. No es
extraño, pues, que iniciado el proceso de emancipación venezolana, los
ministros de la Audiencia fueran expulsados, junto con otros funcionarios
de jerarquía, como represalia a todas aquellas excesivas manifestaciones

651 Robinzon Meza y Héctor Molina han estudiado en profundidad los aspectos antes descritos en
La lucha por el poder en Venezuela durante el siglo XVIII. Conflictos y acuerdos del Cabildo de Caracas con
las autoridades coloniales, pp. 77-105 y 108-110.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 337

de control ejercidas por el alto tribunal desde el momento mismo de su


establecimiento. A ello debe agregarse el hecho de que muchos de los
abogados que dirigieron dicho proceso pertenecían a la élite criolla de
Caracas, a la vez que habían sido excluidos por las autoridades españolas del
ejercicio de cargos de magistrados en el tribunal, a pesar de que lo habían
solicitado contando con los méritos exigidos para tal fin.
En lo que al cuestionamiento de la autoridad colonial se refiere, puede
señalarse que la situación en las provincias que formaban parte del distrito
de la Real Audiencia (Venezuela, Cumaná, Maracaibo, Guayana, Margarita
y Trinidad) varió sustancialmente a partir de su establecimiento. Con
anterioridad nos referimos al hecho de que hasta 1787 motines, rebeliones,
insurrecciones, movimientos de masas y conflictos jurisdiccionales se
manifestaron en reiteradas ocasiones (Véase Cuadro 1). La confrontación
social se manifestó como consecuencia de la desigualdad numérica de los
distintos grupos sociales, del nivel de explotación a que eran sometidas las
gentes de color y los indígenas y de las restricciones impuestas a los blancos
criollos por las reformas borbónicas. Ello condujo a conflictos y tensiones
dirigidas a demandar reivindicaciones económicas y/o sanciones contra
la arbitrariedad de los opresivos gobernantes. El alto tribunal caraqueño
no acabaría con esas actitudes, hasta entonces sólo cuestionadoras del mal
gobierno y del régimen de opresión fiscal, pero se advierte en el análisis de
los levantamientos y enfrentamientos ocurridos que las confrontaciones de
carácter económico disminuyeron, dando paso a una actitud política que
criticaba abiertamente el orden colonial, por efecto del conjunto de medidas
tomadas para el mayor control de aquellas provincias y sus respectivas
sociedades, y del fortalecimiento del poder español con el establecimiento
de nuevos funcionarios e instituciones (Véase Cuadro 2).
Dentro del aparato político-administrativo establecido en función de
ejercer ese control, la Real Audiencia de Caracas representó el instrumento
más efectivo para tal fin. Además de convertirse en el medio más eficaz
para administrar justicia, tanto pública como privada, fue la vía más directa
para sosegar los ánimos de los distintos sectores de la sociedad colonial
venezolana, controlar las arbitrariedades de los gobernadores, intendente
y demás funcionarios provinciales y, sobre todo, restringir progresiva y
sistemáticamente la autonomía gubernamental de la aristocracia criolla
venezolana, expresada a través de los ayuntamientos. Las diversas actuaciones
de los ministros de la magistratura en esos aspectos permiten apreciar el
338 Alí Enrique López Bohórquez

significado que tuvieron para el rescate de la autoridad monárquica en


Venezuela. Sin embargo, cabe señalar que como consecuencia de las distintas
disposiciones aplicadas por el gobierno español, orientadas a lograr el
mayor control de aquellas dispersas e incomunicadas provincias, a evitar el
conocimiento del nuevo ideario político europeo, y a restringir la actuación
de diferentes sectores de la sociedad colonial venezolana, fundamentalmente
de la élite caraqueña, se engendró un sentimiento antigubernamental –en
unos casos– y antimonárquico –en otros–, que tuvo evidentes expresiones
en la insurrección de José Leonardo Chirino en Coro, en la conspiración
de Gual y España en La Guaira, en el complot de Francisco Javier Pirela
en Maracaibo, y en la conjura de los mantuanos de Caracas, además de
otras reacciones sociales de menor trascendencia histórica. En todos esos
hechos la Real Audiencia tuvo una efectiva participación, siendo garante
del mantenimiento del orden colonial y la soberanía española.
La actitud de la Real Audiencia orientada al rescate de la autoridad
tuvo su expresión en las características de los dieciséis magistrados
seleccionados para ejercer en Caracas.652 Como hemos señalado, estos
representaron ejemplo de la reorganización judicial de Carlos III y de la
política antiamericanista de su ministro José de Gálvez. Se trató de una
burocracia constituida por hombres desvinculados socialmente tanto
de la nobleza española como de la americana; de letrados versados y
experimentados en asuntos judiciales en otras audiencias, en tribunales
inferiores, en asesorías legales y en cátedras universitarias, cuyos servicios
fueron recompensados con la promoción a cargos o magistraturas de mayor
prestigio, independientemente de que la actuación de algunos de ellos
hubiese sido puesta en entredicho por las acusaciones del Ayuntamiento,
de los gobernadores Carbonell, Guevara y Emparan y del regente visitador
Mosquera. Las fuentes documentales, incluyendo las referidas a esas
imputaciones, hasta ahora han evidenciado que, con excepción del regente
Antonio López de Quintana, los ministros de Caracas no desarrollaron
estrechos nexos locales, ya que no participaron en actividad económica
alguna ni adquirieron bienes raíces ni casaron en el distrito de la Audiencia.

652 Once españoles (dos no tomaron posesión del cargo por fallecer antes de llegar a Caracas) y
cinco americanos (dos de los cuales no ejercieron antes de 1810 debido al inicio de la guerra de
independencia).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 339

Y en el caso de López de Quintana, las denuncias en su contra se orientaron


a establecer su relación con los hermanos de origen español Esteban y
Antonio Fernández de León. La recompensa dada por sus actividades
durante diecisiete años en Caracas (fue suspendido de sus funciones al
iniciarse la visita de Mosquera en 1804, permaneciendo en Caracas hasta
la resolución de la misma en 1809), nombrándosele Consejero de Indias
hasta 1814, demuestra lo contrario. A esas cualidades del personal audiencial
debe agregarse el hecho de la negativa del gobierno español de seleccionar
abogados venezolanos para ejercer en la magistratura caraqueña. Respondía
ello a la política que pretendía evitar parcialidades determinadas por nexos
familiares y de amistad. Así, el estudio de las fuentes documentales y las
interpretaciones hechas por algunos respecto de la actitud asumida por
los ministros de la Real Audiencia de Caracas en cuanto a la intervención
en los más variados asuntos gubernativos, la asesoría en esa materia a
sus gobernadores-presidentes, el control de instituciones y funcionarios
de gobierno local y provincial, y su papel ante las reacciones sociales
cuestionadoras del orden colonial, demostrado a lo largo de este trabajo,
permite concluir que aquella magistratura cumplió una intensa y efectiva
actividad política orientada al rescate de la autoridad monárquica y a la
defensa de la soberanía española, utilizando como instrumento fundamental
el ejercicio de la administración de justicia como expresión del poder real
y de un Estado que funda en ella sus principios.
Apéndice
Juicios sobre el establecimiento y actuación
de la Real Audiencia de Caracas

Francisco Depons
“… las provincias de Caracas están tan distantes de Santa Fe y de Santo
Domingo, que el asiento del tribunal en cualquiera de estas dos ciudades,
obligaba, para hacerse oír de uno u otro, a emprender viajes largos, costosos
y fatigantes que acarreaban gastos inmensos, infinidad de fatigas y muchas
veces hasta la muerte. Santa Fe, capital del nuevo Reino de Granada, está
a ciento cincuenta leguas al suroeste de Caracas. La comunicación es tan
difícil que, aun con buen tiempo, el correo gasta cuarenta y dos días de una
ciudad a otra. Santo Domingo se halla más o menos a la misma distancia
hacia el norte. Además de los inconvenientes del viaje, la travesía del mar
Caribe, sobre todo en tiempos de guerra, es igualmente peligrosa para el
dinero que se ha de enviar o llevar consigo y para los escritos del proceso.
Por otra parte, desde hace bastante tiempo, Venezuela y sus anexos están
suficientemente poblados como para tener audiencia propia y producen lo
necesario para cubrir los gastos de ella. Es raro pues que se haya aplazado,
hasta época reciente, una medida a todas luces ventajosa.” (Viaje a la Parte
Oriental de Tierra Firme en la América Meridional) [1806]. Caracas, Ediciones
del Banco Central de Venezuela, 1960, I, pp. 187-188).

Rafael María Baralt


“Todo el [territorio] de Venezuela estuvo comprendido en la jurisdicción
de la Audiencia de Santo Domingo, desde el descubrimiento de la Costa
342 Alí Enrique López Bohórquez

Firme hasta el año de 1718, en que fue declarado parte integrante del
distrito judicial de Santa Fe; pero viendo el gobierno los grandes dispendios
e incomodidades que ocasionaba la distancia, dispuso que volviesen las
cosas al estado que tenían antes. Igual razón le movió a crear una Audiencia
venezolana el año 1786… Era tan clara y urgente prueba la pobreza del
país, el atraso de su población y la poca importancia que por todo esto se
le daba entonces…” (Resumen de la Historia de Venezuela, [1841], editado en
Obras Completas. Maracaibo, Universidad del Zulia, 1960, I, pp. 364-365).

José Gil Fortoul


“…Quejábase… la oligarquía local de que con el establecimiento de la
Audiencia de Caracas se habían multiplicado las disensiones y discordias,
habían crecido los costos de los pleitos, se habían hecho más osados los
escribanos, procuradores y subalternos, y se iban ocupando estos empleos
por sujetos tachados en su calidad y conducta. Sin embargo, cualesquiera que
fuesen entonces las imperfecciones o vicios de la administración de justicia,
semejantes quejas obedecieron a un motivo secreto poco generoso. Cuando
la Audiencia estaba en Santo Domingo, era más difícil para la gente pobre o
desvalida obtener justicia, y el establecimiento de aquel tribunal en Caracas
fue una medida evidentemente favorable a la equidad, aunque disminuyera
de hecho el poder social de los blancos. Pidió también el Ayuntamiento
que se removiesen los actuales ministros de la Audiencia, por desafectos a
los blancos criollos y personas de distinción; agregando que los empleados
europeos llegaban prevenidos contra los blancos y tendían a proteger a los
mulatos y gente inferior.” (Historia Constitucional de Venezuela. [1906]. Caracas,
Ediciones Sales, 1964, I, p. 105).

Laureano Vallenilla Lanz


“… De tantas prerrogativas había gozado el Cabildo de Caracas, que
nada sublevó más el sentimiento de los nobles criollos que lo componían
y que estaban habituados a obrar con cierta independencia, como el
establecimiento de la Audiencia de Caracas, que vino a limitar sus facultades
y en muchas ocasiones amparó las clases bajas de la colonia contra el
exclusivismo de casta y la tiranía a que estaba habituado el mantuanismo”.
(Disgregación e Integración. Ensayo sobre la formación de la nacionalidad venezolana.
Caracas, Tipografía Universal, 1930, p. 76).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 343

“Es de justicia tributar a los ministros de este alto tribunal, entre los cuales
figuró el inmaculado Heredia, todo el respeto y la gratitud que merecen de
la posteridad por la rectitud de sus fallos y su constante acatamiento a la
equidad y a la justicia, colocándose siempre por sobre tremendas pasiones
de los propios venezolanos realistas que convirtieron al afortunado de
Monteverde en un ciego instrumento de sus odios y persecuciones contra
los patriotas y fueron quienes, en unión de un grupo de isleños de Canarias,
de largo tiempo radicados en el país, rompieron de hecho la capitulación de
La Victoria e hicieron odiosa para siempre la Causa de España. En elevada
y noble posición se mantuvo siempre la Real Audiencia, que cuando el
triunfo de Boves en 1814, tuvieron sus ministros que refugiarse en Puerto
Cabello, como si fuesen enemigos y el gran caudillo, que fue el más genuino
exponente de la avalancha popular con todos sus instintos depredadores
e igualitarios, sustituyó la Audiencia con un Tribunal adhoc, llamado de
Apelaciones y compuesto por tres abogados venezolanos y quienes sí podían
ser, como lo fueron en realidad, los fieles intérpretes del bando vencedor.”
(Causas de Infidencia. Documentos inéditos relativos a la Revolución de la Independencia.
Caracas, Tipografía del Comercio, 1917, p. XXIV).

Blas Joseph Terrero


“… No se puede negar que la creación de una Audiencia era el único remedio
que se ofrecía más adecuado para contener los audaces desórdenes y sofrenar
el orgulloso espíritu que la regía; pero cuando Dios trata de castigar y no de
remediar, el mismo beneficio y la misma medicina es el azote y el castigo
más terrible de su indignada justicia…”

“… a vista de coyunturas tan favorables, llénanse sus estrados de evoluciones


civiles; no hay quien no quiera reproducir y hacer revivir su causa en su
sala, sin embargo de estar concluidas con el indeleble sello de la definitiva
y pasadas en autoridad de cosa juzgada. Conmuévese y pónese en función
casi toda la provincia; pero bien presto vio ésta su desengaño aunque a costa
del doloroso escarmiento de unos derechos insoportables a que la sujetó
su espantoso arancel. Retírase con este motivo la razón y la justicia y queda
franco el paso al sacrificio de la inocencia que se inmola mudamente a la
merced de su rival, del poderoso, del audaz y hasta del malvado; de manera
que si antes se veía la provincia agitada de las violencias y del desorden, ahora
lo quedó igualmente de la confusión, del despecho y la desesperación…”
344 Alí Enrique López Bohórquez

“… Comienza desde luego a establecer sus ritualidades sobre un culto


elevado y en parte supersticioso, y a ejercer, y no diría mal a exceder y
extender su concebida autoridad, no sólo sobre los asuntos privativos a los
tribunales inferiores, internando su conocimiento hasta los comprendidos
propiamente bajo la primera instancia, sino lo que es más, sobre lo más
sagrado y recomendable que tiene así reservada la soberana voluntad
de nuestro monarca, cual es pública y escrupulosa fe de los escribanos,
habilitando con ella a algunos sujetos, sin embargo de las rigurosas penas
de nulidad, inhabilidad y confiscación de bienes fulminadas por la misma
Majestad, abriendo con tan perniciosas resoluciones la puerta a los artificios
y recursos de la maliciosa cavilación…” (Theatro de Venezuela y Caracas.
Caracas, Litografía del Comercio, 1926, pp. 177-178).

Luis Alberto Sucre


“El establecimiento de la Audiencia no dio el resultado apetecido: en lo
jurídico, su elevada tarifa imposibilitaba a las clases pobres del goce de sus
derechos amparados por la justicia, entregándolos a la tiranía del capital.
En lo político, ningún resultado favorable dio tampoco, porque aunque
en general compuesta por hombres íntegros, se inclinaba naturalmente a
favorecer los intereses del partido europeo; siguió, pues, fomentándose
entre los criollos la idea autonómica, y comenzaba ya a vislumbrarse la
de la separación absoluta entre los más avanzados por sus ideas y por su
posición.” (gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela. [1928]. Caracas,
Comisión Cuatricentenario de Caracas, 1964, p. 299).

Caracciolo Parra Perez


“La Real Audiencia se nos presenta…no sólo como el órgano de aplicación
de las leyes en su carácter de tribunal de alzada y, para ciertas causas, de
primera instancia, sino también como la defensora de las libertades públicas
y la salvaguardia del colono…”

“En principio, puede afirmarse que la Real Audiencia prolongaba en


Venezuela la gran tradición judicial española y aplicaba justamente las
leyes…” (El Régimen Español en Venezuela. Estudio Histórico. [1932]. Madrid,
Ediciones Cultura Hispánica, 1964, pp. 308-309).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 345

“La Real Audiencia, órgano de aplicación de las leyes judiciales en su carácter


de tribunal de alzada y, para ciertas causas, de primera instancia, es también,
en el terreno político, la defensora de las libertades del colono y ejerce con
su facultad de apelar al rey saludable contrapeso a la autoridad gubernativa.
Los fallos de los oidores en Venezuela fueron, en general imparciales y
justos y desmienten las acusaciones sumarias que se han levantado contra la
justicia española.” (Historia de la Primera República. [1939]. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1959, Tomo I, p. viii).

Héctor García Chuecos


“A pesar de su importancia, que la tuvo como corte de justicia, como
cuerpo consultivo del gobernador y capitán general, y como representante
en Venezuela de la propia persona del Monarca, su erección, instalación,
funcionamiento, extinción e influencia que ejerció en el desenvolvimiento
social y político de Venezuela no llamaron en ningún momento la atención
de nuestros historiadores del pasado siglo y comienzos del presente.”

“La creación de la Real Audiencia tendía también a realizar la unidad política,


pues si bien las Leyes de Indias regían en toda la Colonia, las provincias eran
independientes unas de otras; por lo que al ejercer sobre ellas la superior
autoridad judicial, se impuso la tarea de estrecharlas, de señalar a todas
un igual camino a seguir, de interpretar y aplicar la legislación sustantiva y
de uniformar la de procedimiento. Indudablemente que se trabajó hasta
donde fue posible para levantar el criterio jurídico, obra que contribuyeron
a realizar gran número de abogados de la misma Audiencia diseminados
por todo el territorio de la Capitanía General.”

“La instalación de la Audiencia estimuló en alto grado el afán de litigar.


Estando el tribunal en casa, los ricos advirtieron que no había necesidad de
constituir apoderados con crecidas expensas que representasen sus personas
y defendiesen sus derechos en Bogotá o Santo Domingo. Y los pobres a
su vez consideraron que estando el tribunal en casa, la apelación era cosa
fácil. Desde luego que sus gastos forzosamente tenían que ser menores
que los que en circunstancias semejantes le ocasionaría el recurso a Santo
Domingo o Bogotá. Pero no observaron la diferencia que existía entre no
hacer gasto alguno, como sucedía antes de establecerse la Audiencia en que
346 Alí Enrique López Bohórquez

muy pocas veces se apelaba, y hacer gastos relativamente pequeños como


se exigían en el nuevo tribunal.”

“Recorrida rápidamente la labor realizada por la Audiencia, no puede


deducirse que ella fuera perjudicial, ni en los días tranquilos de la Colonia,
ni en los agitados de la guerra de independencia. Al contrario cabe elogiarla
por sus lecciones de civismo, de integridad y de decoro; siendo dignos de
especial mención todos los esfuerzos que en los primeros años de su vida
hiciera por nuestra evolución democrática.” (Estudios de Historia Colonial
Venezolana. Caracas, Tipografía Americana, 1938, Tomo II, pp. 1, 4-5, 81
y 111).

“Quizá no hayamos valorado debidamente cuanto importó para nuestra vida


política futura esta providencia de don Carlos III. Pues de haberse atendido
la solicitud del muy ilustre Ayuntamiento de Maracaibo, se habría reducido
nuestro territorio, arrancándole la gran extensión que hoy ocupan los
Estados Zulia, Mérida, Trujillo y Táchira. Así separados nos habría hallado
la Revolución de 1810, y sobre el mutilado territorio se habría levantado la
República de Venezuela, pues sabemos que el uti possidetis juris de 1810 fue
acogido por los estadistas de la Revolución como punto de partida para
fijar los límites de las nuevas naciones.” (La Capitanía General de Venezuela.
Apuntes para una Exposición del Derecho Político Colonial Venezolano. Caracas,
Artes Gráficas, 1945, pp. 23-24).

Jose Sucre Reyes


“… si se tiene en cuenta los escasos recursos económicos de este país
agrícola, nos lleva a comprender el retraso con que se procedió a la fundación
de semejante institución, útil a todo otro respecto; justicia más expedita,
menos costosa y más equitativa por mejor informada; y reforzamiento
de la autoridad.” (“Organización Administrativa y Judicial de la Capitanía
General de Caracas”, Revista del Colegio de Abogados del Distrito Federal, 35-26.
Caracas, marzo-junio, 1943, pp. 44-45).

Mario Briceño Iragorry


Con la Real Audiencia “queda rematado en el orden legal el proceso
de consolidación y unidad que se había iniciado con la creación de la
Intendencia y después con la gran Capitanía General. Capital política y
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 347

fiscal de las Provincias Unidas, lo es también Caracas ahora en el orden


judiciario. Sobre su fuerza de república quedan apenas el Consejo de Indias
y la majestad del Rey, cuyo símbolo efectivo, con todo el prestigio de la
suprema autoridad, llegará también a la capital, cuando con la solemnidad
diputada para tan extraordinaria ceremonia, en medio de alardes militares
y bandas de música, bajo solio deslumbrante y en cofre de terciopelo con
áureas guarniciones, entre el Sello Real, que dará autenticidad y fuerza
ejecutiva a las provisiones del acuerdo.” (Casa León y su Tiempo. Aventuras de
un Anti-Héroe. [1946], en Obras Selectas. Madrid, Edic. Edime, 1966, p. 37).

Tomás Polanco Alcántara


Con la Real Audiencia “Caracas alcanza sin haberlo entonces solicitado, lo
que tanto había pedido antes. Con semejante medida terminaba el proceso
de integración político-jurídica de lo que después iba a ser el territorio de
la República de Venezuela.”

“Aunque variadas son las opiniones sobre la influencia de la Real Audiencia


en la propia vida de la Colonia, hay que convenir que dada la categoría e
importancia de este tribunal, el respeto que la ley exigía para sus decisiones
y aun para sus miembros, es necesario que su labor fuese tenida muy en
cuenta en cualquier estudio referente a la Colonia venezolana.

Hay quienes hacen pesar sobre la Audiencia la responsabilidad de que


hubiera habido tantos litigios en su época y que se desarrollara esa enorme
pasión por los combates de la pluma a que eran tan aficionados los criollos
como nos dice Depons, pasión que a veces los arruinaba por lo costoso
de los pleitos y los fútiles y vanidosos motivos que los llevaban a los
tribunales.

No creemos que tal juicio pueda imputársele a nuestra Audiencia: era algo
que emanaba del medio donde ella iba a actuar.

Las necesidades económicas y político-jurídicas de la Capitanía General


hacían necesaria la creación de un tribunal superior de apelación en su
propio territorio.” (“Las audiencias y Cancillerías Reales de Indias”, Revista
del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Central de Venezuela, 9-10.
Caracas, agosto-septiembre, 1949, pp. 20 y 39).
348 Alí Enrique López Bohórquez

“La Real Audiencia de Caracas significó la culminación de un proceso


político y social que permitió a la antigua provincia transformarse en estado
independiente. Sólo por ello merece ser estudiada y tomada en cuenta
por quienes se ocupan de esas materias. Pero hemos querido destacar
otro aspecto de la influencia y labor de la Audiencia: cómo permaneció y
permanece, a través del tiempo, en la organización y funcionamiento del
más alto Tribunal de la República.” (“La Real Audiencia de Caracas como
Antecedente de la Corte Suprema de Justicia”, en Memoria del Segundo
Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1975, Tomo II, p. 463).

“jurídica y políticamente tenía que ser creada la Audiencia para matizar la


autoridad del capitán general y gobernador, al ser extendida su jurisdicción
a las otras provincias que señaló la Real Cédula de 1777. El capitán general,
lejos de poder convertirse en su gobernante absoluto por disponer de un
campo territorial más amplio en su acción y estar físicamente muy lejos
de la Metrópoli, quedó en posición de equilibrio frente al intendente y al
regente de la Audiencia.”

“La Audiencia de Caracas, que fue una de las últimas en ser creadas, gozó
de las ventajas de la evolución histórica sufrida por las otras audiencias
americanas. Y si bien no tuvo como esas otras audiencias, la facultad de
gobernar la Provincia en los casos de ausencia o falta del gobernador y
capitán general, su influencia fue extraordinaria en la resolución de las
cuestiones suscitadas por las relaciones de las autoridades coloniales entre
sí, de ellas con los criollos, blancos españoles y pardos, y finalmente por
asuntos económicos, políticos y sociales del momento.” (“La Real Audiencia
de Caracas y la Capitanía General de Venezuela durante los años caraqueños
de Andrés Bello”, en Bello y Caracas. Primer Congreso Bicentenario. Caracas,
Fundación La Casa de Bello, 1979, pp. 72 y 75).

Héctor Parra Márquez


“Con el establecimiento de esta institución se logró en nuestro incipiente
medio colonial, una más rápida y eficiente aplicación de la justicia y la
disminución de los cuantiosos gastos que, tanto para el Erario como para
los particulares, significaba el tener que recurrir a otras jurisdicciones. Y
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 349

no sólo en este sentido la medida vino a marcar un jalón en el progreso


de la colonia, sino que ella contribuyó también, y de manera poderosa, a
vigorizar el desenvolvimiento de la cultura jurídica en esta parte de los
dominios españoles.”

“La Real Audiencia entre nosotros, como en las demás provincias de la


América hispana, no se circunscribió al cumplimiento de la misión señalada
para ella en el ordenamiento jurídico, cual era la de impartir justicia mediante
una recta y severa interpretación y aplicación de la ley, sino que también
contribuyó de manera poderosa a vigorizar el desenvolvimiento de la
cultura jurídica, y a poner muy en alto el decoro de la magistratura, porque
cuando llegaba el momento terrible de dictar los fallos sabía conciliar el
rigorismo tremendo de la ley con el espíritu de la comprensión y de la piedad
cristiana, y porque ante las arremetidas de la fuerza bruta, sus personeros no
supieron transitar por los caminos de la claudicación y de las complacencias
vergonzosas.”

“… quien haya estudiado un poco el funcionamiento de tales instituciones


–las audiencias– en América, se habrá dado cuenta de que ellas constituyeron
un baluarte de la justicia cuya intangibilidad defendieron siempre con el
mayor celo. La de Caracas fue la muralla contra la cual se estrellaron los
deseos arbitrarios y las aspiraciones dictatoriales de más de un voluntarioso
gobernador.” (Historia del Colegio de Abogados de Caracas. Caracas, Imprenta
Nacional, 1952, Tomo I, pp. 105-106 y 119-120).

Tulio Chiossone
“La Real Audiencia de Caracas marca un hito fundamental en la constitución
e integración del poder público venezolano, y es elemento de insoslayable
valorización en el proceso formativo de nuestra nacionalidad.”

“La actuación de la Audiencia como Tribunal Supremo para la administración


de justicia y para la aplicación de las leyes fue serena y sin contratiempos
mientras se asomaron en el horizonte americano las ideas revolucionarias
y separatistas venidas de Norteamérica y Francia.”

“Estuvo precisamente a cargo de la Real Audiencia ejercer durante la vida


colonial, durante la primera República y durante el proceso de afirmación
350 Alí Enrique López Bohórquez

de nuestra independencia y de nuestra soberanía política, esa función de


mantener el ‘estado de derecho’ frente a todas las contingencias nacidas,
bien de la reacción de la autocracia colonial, bien del estado de hecho
consecuencial de la guerra emancipadora que, dada su finalidad constructiva,
era sagrada fuerza, gloriosa violencia que realizaba la obra de imponer el
derecho innato e irrenunciable de la libertad.”

“Fue ella la prístina expresión de la separación de los poderes. Cuidó de


la pureza de la ley en el límite en que lo permitía el patrimonio legislativo
de la época, ese patrimonio legislativo sobre el cual decía el Libertador:
‘enciclopedia judiciaria, monstruo de diez mil cabezas que hasta ahora ha
sido el azote de los pueblos españoles, es el suplicio más refinado que la
cólera del cielo ha permitido descargar sobre este desdichado imperio’;
salvó el prestigio de la justicia, el debido respeto a la ley y la dignidad de
la magistratura judicial, oponiéndose a los abusos del poder político, en
momentos de crisis absoluta de las instituciones; y cuidó de la continuidad
del Poder Judicial al mantener su autoridad hasta el instante mismo en
que, por el triunfo definitivo de las armas liberadoras, se consolidaban
las instituciones de la Gran Colombia…” (“El Poder, la Ley y la Justicia”,
Revista del Colegio de Abogados del Distrito Federal, 99-100. Caracas, julio-octubre,
1956, pp. 167-170).

“La instalación de la Real Audiencia de Caracas fue un gran acontecimiento


porque tal institución vino a encauzar las actividades judiciales que se
cumplieron a través de casi trescientos años en el territorio venezolano.
Puede decirse que la Real Audiencia desempeña la más elevada función en
orden a la cohesión social y política, con la consolidación de la juridicidad,
pues aún en las épocas de crisis de la ley y del derecho, ante la avalancha
militarista encabezada por Domingo Monteverde y José Tomás Boves, el
alto Cuerpo Judicial, representado por sus regentes, entre quienes se destaca
don Francisco José Heredia, dio siempre el frente con singular heroicidad
para mantener en alto el estandarte de la ley y la justicia.” (Formación Jurídica
de Venezuela en la Colonia y la República. Caracas, Facultad de Ciencias Jurídicas
y Políticas, UCV, 1980, p. 111).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 351

Juan Saturno Canelón


“Grandes ventajas se desprenden, sin duda alguna de su establecimiento.
Sí influencia en el desarrollo de la cultura jurídica de la colonia deja huellas
imborrables. A su influjo nacen nuevas instituciones que impulsan el
progreso de la Capitanía. Mejora la administración de justicia, disminuyen
considerablemente los gastos para el erario y los particulares. A partir de
su inauguración, los aspirantes al título de abogados, después de concluir
sus estudios universitarios, solicitan ante ella el título que les autoriza
ejercer legalmente; y los profesionales cuyos diplomas han sido otorgados
con anterioridad por otros tribunales de América, deben registrar en su
secretaría los datos relativos al domicilio y la residencia” (licenciado Miguel
José Sanz [Estudio]. Caracas, Publicaciones del Colegio de Abogados del
Distrito Federal, 1956, p. 30).

J. M. Siso Martínez
“El establecimiento de la Real Audiencia tuvo lógicamente que traer pugnas
con otras instituciones, tales como el Ayuntamiento y el capitán general, ya que
el primero tenía que acudir a la Audiencia para pedir su aprobación en muchos
actos que antes había realizado soberanamente; y el segundo estaba obligado a
consultar muchos casos que antes había resuelto por cuenta propia.” (Historia
de Venezuela [1953]. México, Editorial Yocoima, 1962, p. 171).

Mario Briceño Perozo


“Con el funcionamiento del Alto Tribunal en Venezuela se resolvió el grave
problema confrontado por las partes interesadas en que se les administrase
justicia, que tenían que ocurrir a Santo Domingo en demanda de la misma,
ya que hasta 1718 nuestro territorio estuvo adscrito, judicialmente, a aquella
isla, para después pasar al distrito judicial de Santa Fe y más tarde volver
nuevamente al dominicano.” “El 19 de julio [de 1787], aun cuando esa fecha
que pasa desapercibida hasta para muchos historiadores patrios, es el punto
de partida de nuestra conformación como entidad judicial independiente,
con la sola sujeción al Consejo de Indias y a la regia autoridad de la
Metrópoli, lo que mucho dice de la enorme importancia de esta colonia al
ser acreedora a su deseado tribunal adquem, organismo que, a más de sus
específicas atribuciones judiciales era como un dique para contener las
arbitrariedades de quien ejerciese la autoridad política”
352 Alí Enrique López Bohórquez

“Las labores de la Audiencia se tradujeron en notable provecho para la


cultura jurídica de Venezuela, pues aparte de lo estrictamente judicial, sus
jueces realizaron el noble ejercicio de la magistratura, colocaron al abogado
a la altura académica que le correspondía y propiciaron, en consecuencia, la
creación del Colegio de Abogados y la fundación de la Academia de Derecho
Público y Español.” (Causas de Infidencia. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1960, Tomo I, pp. 15-18).

Pedro M. Arcaya Urrutia


“Los capitulares fueron entusiastas partidarios de la fundación de la
Audiencia en Caracas, pues con ello se daba mayor lustre y relieve a la
Provincia. No pensaron, sin embargo, los cabildantes en los efectos que
sobre la importancia y preeminencia del Ayuntamiento iba a tener el
funcionamiento de la Audiencia. No se detuvieron a observar la experiencia
de las ciudades de Lima y Méjico principalmente, donde los cabildos habían
sido totalmente relegados a una posición de segundo plano, por la sombra
que sobre ellos proyectaban las audiencias correspondientes. Tampoco
se dieron cuenta de que la importancia que había adquirido el Cabildo de
Caracas era debida precisamente a la ausencia de una Real Audiencia en
la Provincia.” (El Cabildo de Caracas. Período de la Colonia [1965]. Caracas,
Ediciones Librería Historia, 1968, p. 111).

Guillermo Morón
“Entre 1786 y 1821 existió la Real Audiencia de Caracas, organismo con
el cual se perfecciona el proceso de unificación de las provincias y se dota
a su distrito del instrumento legal que servirá de base verdadera al uti
possidetis juris de 1810. La Intendencia extiende sus funciones a todas las
provincias; los gobernadores fueron subdelegados en un primer momento
y luego Intendentes en cada una de sus propias provincias, aunque sujetos
al de Caracas; la Capitanía General se restringe a la jurisdicción militar; en
cambio la Real Audiencia, encabezada por el gobernador y capitán general
como su presidente, interviene en todas las causas tradicionales: Gobierno,
Hacienda, Guerra y Justicia”

“Si recordamos que el objeto fundamental del Estado español, y en


consecuencia del derecho indiano, era administrar la justicia, entenderemos
bien la alta función rectora de la Real Audiencia. Los gobernadores eran
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 353

ministros de justicia, en primera instancia, cuyas apelaciones iban a la


Audiencia. Allí se anudaba, fortalecía y centralizaba la justicia, que se
aplicaba desde el gobernador para abajo. La Audiencia podía finalizar
los casos, cuya única apelación era el rey en su Consejo de Indias. En la
aparentemente complicada organización administrativa, la Real Audiencia
era el remate. No ejerce poder como el gobernador en cada Provincia,
pero está por encima del alto funcionario y ministro; no ejerce jurisdicción
militar, pero interviene en sus juicios y fueros; no administra la Hacienda,
pero la fiscaliza. Su presidente permanece mudo en las sesiones, porque la
Audiencia debe actuar con autonomía; aconseja, sin embargo, en todas las
cuestiones de Gobierno a su presidente, el gobernador y capitán general.
No es solamente un tribunal, sino también la autoridad misma. Cuando se
reúne a deliberar sobre problemas de gobierno, con la silenciosa presencia
de su presidente, la Audiencia es el gobierno. Los oidores podían escribir
directamente al rey, sin informar al presidente, para proponer medidas de
toda naturaleza. La Audiencia, de hecho, intervenía en todas las esferas
políticas, administrativas, militares, judiciales… y personales.”

“Toda una documentación podría demostrar cómo la Real Audiencia


interviene en los más diversos asuntos de la vida pública y privada, incluidos
el fuero militar y el religioso. Por eso conforma, no sólo un Tribunal de
Justicia, sino una institución política de sencilla estructura en el personal,
pero de muy compleja acción…”

“… Allí, pues, va a repercutir real y verdaderamente la actividad política


toda, el ejercicio del poder y la soberanía sobre el territorio global de las
Provincias que le están sujetas. La Ley ya dijo que las audiencias existen ‘para
que nuestros vasallos tengan quien los rija y gobierne en paz y en justicia’.
La Audiencia, pues, rige y gobierna.”

“Pero nos interesa destacar especialmente la significación que la Audiencia


tuvo en la formación de la nacionalidad y en la creación definitiva del
territorio. Creemos a este respecto que el uti possidetis juris de 1810 tiene su
fundamentación en la Real Audiencia, esto es, en la jurisdicción territorial
que ésta tuvo como su distrito; no sólo políticamente resulta más evidente,
sino también jurídicamente. La Audiencia es el tribunal máximo en el
territorio, pero también el primer organismo político. Así, pues, sostenemos
354 Alí Enrique López Bohórquez

la tesis de que el territorio nacional heredado por la República de 1811 es


el mismo que correspondía al distrito de la Audiencia entre 1786 y 1810,
lapso durante el cual no sufrió modificación alguna. El artículo 7 de la
Constitución de 1961… debía ser modificado en este sentido: ‘El territorio
nacional es el que correspondía al distrito de la Audiencia de Caracas antes
de la transformación política iniciada en 1810, con las modificaciones
resultantes de los tratados celebrados válidamente por la República.”

“Con la creación y la acción de la Audiencia de Caracas se unificó totalmente


el territorio de las provincias, de tal manera que podemos considerar que el
territorio venezolano, base geográfica del Estado, es aquel que constituyó el
distrito de su Audiencia entre 1786 y 1821. Desde el punto de vista político
dio consistencia a una conciencia global, que tendrá repercusión en 1810
y 1811; desde el punto de vista histórico dio unidad a los sentimientos
y concepción única al ser venezolano.” (Historia de Venezuela. Caracas,
Italgráfica, 1971, Tomo V, pp. 69-70, 87-89 y 91).

Floraligia Giménez De Arcondo


“La creación de la Real Audiencia de Caracas en 1786 tiene, dentro del
período hispano de Venezuela, una gran significación histórica por cuanto
su establecimiento contribuye a realzar la jerarquía de estos territorios dentro
del cuadro de conjunto de los territorios indianos. Es, indudablemente,
una decisión tardía puesto que se toma un cuarto de siglo escaso antes del
inicio del movimiento emancipador. Por lo demás, es explicable, sin duda,
en el caso de Venezuela, por el escaso desarrollo económico del territorio
en los siglos anteriores. El contraste entre una Cubagua, que vive en menos
de medio siglo su ciclo vital gracias a la explotación perlífera, y el resto
del territorio venezolano, donde se necesitaron más de trescientos años
de precaria actividad agropecuaria para que comenzara a perfilarse una
nacionalidad, bastaría para comprobar el supuesto.” (“Casos en la Real
Audiencia de Caracas [Homicidios y robos]”, Memoria del Segundo Congreso
Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975,
Tomo I, p. 435).

Alí Enrique López Bohorquez


“Se argumentaba en favor del establecimiento de una Audiencia los costos
y la tardanza que a la administración pública ocasionaba la distancia, los
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 355

riesgos y las dificultades de comunicación entre las provincias venezolanas


y la Audiencia de Santo Domingo, sobre todo porque para 1786 habían
aumentado los negocios públicos. El funcionamiento de un tribunal en
Venezuela solucionaba los problemas confrontados por las partes agraviadas
en la administración de justicia, evitándose todos aquellos perjuicios.

Pero en el fondo, hubo otras razones poderosas por parte del Estado
español, que poco se han tomado en cuenta cuando se trata de buscar
los motivos de erección de la Real Audiencia de Caracas. Ellas podríamos
resumirlas así:

1. El tribunal se creó para detener las arbitrariedades de la autoridad


política en materia de gobierno y justicia, ya que En relación con la
primera se recomendaba a los gobernadores consultar a la Audiencia;
y en cuanto a la segunda, la nueva institución judicial tenía autoridad
plena.”

2. “el descontento de la población indígena imponía una revisión de la


política de los corregidores para evitar cuestionamientos del orden
colonial, atribución conferida a la Audiencia”.

3. “La importancia económica lograda por la colonia desde mediados


del siglo XVIII, debido al impulso de un sector poderoso de los
blancos criollos, el estímulo del contrabando, las cotizaciones
de algunos productos venezolanos, la utilización del indígena y,
fundamentalmente, del negro esclavo como mano de obra agrícola,
conjuntamente con los intentos de las reformas borbónicas que
condujeron a la creación de la Intendencia para incrementar la
productividad”

“Si esta no fue una razón de peso, cabría preguntarse por qué en los siglos
XVI y XVII no se estableció una Audiencia en el territorio si ya existían
las causas tradicionales de las dilaciones, costos y riesgos en las apelaciones
a Santo Domingo y Santa Fe; y sobre todo en períodos conflictivos de la
conquista y colonización. La respuesta es obvia, la región no ofrecía interés
económico entonces, ante unas comunidades indígenas dispersas y sin
356 Alí Enrique López Bohórquez

economía organizada como para obtener las riquezas logradas en México


y Perú.

Además, la población en aquellos siglos era escasa si se le compara con la


de mediados del siglo XVIII que aumentaba progresivamente, lo cual a su
vez manifestó una mayor desigualdad social creadora de enfrentamientos
entre los grupos sociales.

Ligada a la anterior razón, la Audiencia de Caracas se instituyó, también,


para limitar las facultades alcanzadas por los blancos criollos, quienes por
el crecimiento económico elevaron su poder político a través del Cabildo,
convirtiéndose aquella entidad jurídica en defensora de la soberanía
española.

4. Los conflictos entre la Audiencia y el municipio caraqueño fueron


constantes, quedando en todo momento el Ayuntamiento relegado
a un segundo plano. A ello se debió que al iniciarse la guerra de
independencia, el Cabildo solicitó la inmediata supresión de la Real
Audiencia.

5. Con la Audiencia se logró la unificación jurídico-territorial que había


iniciado en lo económico la Intendencia en 1776, con la finalidad de
ejercer el Estado español un control más efectivo” (La Real Audiencia
de Caracas. Su origen y Organización. 1786-1805. Mérida, Escuela
de Historia ULA, 1976, pp. 50-52).

“La creación de la Real Audiencia de Caracas no escapa a las circunstancias


comunes que originaron el resto de las audiencias indianas. Pero resulta
necesario para este estudio analizar las razones que a nuestro juicio fueron
determinantes en la decisión de Carlos III, particularmente porque la
misma ocurrió inesperadamente; es decir, sin existir un hecho inmediato
que incitara al rey y su Consejo a establecer la magistratura caraqueña;
y, además, porque las razones aducidas hasta ahora no nos satisfacen ni
son suficientes para explicar la resolución real de establecer un tribunal
con jurisdicción sobre las provincias de Venezuela, Maracaibo, Barinas,
Cumaná, Guayana, Margarita y Trinidad. De las solicitudes que preceden
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 357

el establecimiento de una Audiencia en Caracas se desprenden diferentes


razones, que relacionadas con la situación política, económica, social y
demográfica de aquellas provincias en el transcurso del siglo XVIII permiten
apreciar la decisión de Carlos III desde otra dimensión.”

Ello “determinó la configuración de un aparato jurídico-político-


económico más amplio en manos de funcionarios españoles que progresiva
y sistemáticamente fue restringiendo la autoridad y autonomía de la
aristocracia criolla venezolana y fortaleció el control de las dispersas e
incomunicadas provincias de Venezuela, Cumaná, Maracaibo, Guayana,
Margarita y Trinidad. La Real Audiencia de Caracas encajó perfectamente
en esos planes, y por ello Carlos III no podía argumentar que la creación
del tribunal caraqueño, además de ser un medio para agilizar los asuntos
judiciales tanto de carácter público como privado y para evitar costos y
dilaciones, obedecía a la necesidad de apaciguar los ánimos de los diferentes
sectores de la sociedad, evitar las arbitrariedades de los gobernadores,
del intendente y demás funcionarios provinciales, y sobre todo de los
levantiscos ayuntamientos venezolanos. La actuación de la Real Audiencia
de Caracas en esos aspectos y la realidad política de su jurisdicción territorial,
después de su creación, permiten apreciar el significado y alcance que
tuvo esta magistratura para el Estado español en el territorio de la actual
Venezuela.”

“En varios aspectos la Audiencia de Caracas caracterizó el proceso de


reorganización judicial borbónica a partir de Carlos III. Representó un
ejemplo de la política antiamericanista del ministro José de Gálvez en cuanto
a la selección del personal. Los magistrados nombrados representaron una
nueva burocracia, comparable con la que había ejercido en las audiencias
indianas antes del reinado de Carlos III, constituida por hombres desligados
socialmente de la nobleza española y americana, versados en asuntos
judiciales por sus experiencias como catedráticos universitarios y prácticas
en otras audiencias, en tribunales menores y asesorías legales, y fueron
recompensados sus servicios con la promoción a cargos o magistraturas
coloniales de mayor prestigio, incluyendo el Consejo de Indias. De la
documentación hasta ahora procesada se desprende que no adquirieron
bienes raíces, no participaron en actividades económicas, ni se casaron en
el distrito audiencial, lo que impidió el desarrollo de nexos locales extremos.
358 Alí Enrique López Bohórquez

Estos aspectos sirvieron para garantizar el control sobre la Audiencia y


su autoridad en el orden político, pero no impidieron algo generalizado
en la administración de justicia colonial: la corrupción y el desorden que
caracterizaron a la Real Audiencia de Caracas y que conducirían a la visita
de 1804.”

“La composición de la Audiencia de Caracas entre 1786 y 1810 revela las


intenciones del Estado de ejercer una autoridad más efectiva para garantizar
su soberanía a través del nombramiento de ministros predominantemente
españoles, de la escasa selección de americanos leales y de la intransigente
actitud de no conceder plazas a abogados nacidos en el distrito del
tribunal. Si bien era una política generalizada y legalmente establecida,
no fue cumplida estrictamente pues en el período que estudiamos las
audiencias de Santo Domingo, Chile, México y Lima contaron en ciertos
momentos con ministros naturales de sus respectivas jurisdicciones; pero
en el caso de Caracas se hacía necesario aplicarla, si se considera que la
mayoría de los abogados procedían de las más distinguidas familias de
la oligarquía venezolana, y su nombramiento permitiría el desarrollo de
una gran influencia local en perjuicio de los intereses de la monarquía e
incentivaría la actitud oposicionista que dicha oligarquía había manifestado
a las autoridades coloniales a lo largo del siglo XVIII.”

“El control que durante veintitrés años tuvieron en la Audiencia los


magistrados españoles, la desaprobada actuación de algunos de ellos y la
exclusión de juristas venezolanos, al lado de los conflictos de la Audiencia con
el Ayuntamiento y el Real Consulado de Caracas serían causas justificativas
para exaltar los ánimos de los precursores y líderes de la independencia, en
su mayoría abogados que nacieron y estudiaron en el territorio de la futura
República de Venezuela.”

“en 1769 el Ayuntamiento de Caracas solicitó el establecimiento de una


Audiencia en aquella ciudad; petición que obedecía, entre muchas cosas, a la
necesidad que tenía el Cabildo de contar con un tribunal para contrarrestar
la actitud que frente a la institución municipal asumían los gobernadores
de la provincia de Venezuela, y particularmente por los enfrentamientos
suscitados con el gobernador José Solano y Bote. No consideraron
entonces los cabildantes caraqueños que, por el contrario, la creación de
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 359

una Real Audiencia representaría también la limitación de la autonomía para


actuar en variados asuntos y la pérdida de muchas facultades adquiridas,
precisamente, por la inexistencia de una magistratura en el distrito de aquella
gobernación.”

“A partir de la instalación del supremo tribunal, los ayuntamientos de su


jurisdicción se vieron en la obligación de solicitar aprobación de muchas
actividades que antes realizaban autónomamente, compartir algunas de
ellas, y permitir la intervención legal en asuntos internos del municipio;
las sentencias de los alcaldes ordinarios debían ahora ser confirmadas y
podían ser apeladas ante la Audiencia; y, de mucha significación para el
Cabildo, se modificó el protocolo de toma de posesión y juramentación
del gobernador y capitán general. Ante esta situación, los ayuntamientos se
dedicaron a obstaculizar las funciones de la Real Audiencia y a desacreditar
las actividades de los ministros, lo cual condujo a múltiples y variados
conflictos entre ambas instituciones.”

“Los enfrentamientos entre el Consulado y la Audiencia fueron varios, y


pueden clasificarse en dos tipos: unos relacionados con la competencia de
jurisdicción entre los dos tribunales, otros derivados de la actuación del
regente en su condición de juez de competencia, cuando le correspondió
remitir algunos casos a la justicia ordinaria representada por el gobernador
y su asesor, lo cual, en su conjunto, constituye una prueba más de la
comprobada arrogancia de los magistrados europeos contra todo lo
que significara pérdida de potestades en favor de la aristocracia criolla
venezolana.” (Los ministros de la Real Audiencia de Caracas (1786-1810).
Caracterización de una élite burocrática del poder español en Venezuela.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984, pp. 62, 82, 85-86, 98,
111-112 y 127)

Gisela Morazzani de Pérez Enciso


“Para el establecimiento de su Audiencia, la Gobernación y Capitanía
General de Venezuela tuvo que esperar un lapso prudencial. A pesar de
que las condiciones objetivas le eran favorables, las peticiones y diligencias
hechas no gozaron por parte de las autoridades españolas de la receptividad
360 Alí Enrique López Bohórquez

esperada. La Colonia daba sus frutos; había alcanzado su mayoría con la


integración política, pero no lograba consumar su estructura total.”

“En su instalación jugó papel primordial el desarrollo socio-económico


que había tomado la antigua Gobernación, no obstante que la Real Cédula
de 31 de julio de este mismo año sólo mencionaba los inconvenientes y
dispendios que ocasionaban a sus habitantes los recursos de apelación a la
de Santo Domingo. Indudablemente que la distancia fue un factor cuyos
efectos inmediatos repercutieron en las tramitaciones judiciales y en el
aumento considerable de sus costas, pero hasta el momento habían sido
soslayados y se soportaban. Posteriormente, nuevos elementos entraron
en actividad y se sumaron en pro de su justificación: la intensidad de los
ataques bélicos por reinos europeos rivales que sufrió el área circuncaribe
entre otras, el considerable aumento demográfico debido al auge económico
de la Capitanía y al incremento de su comercio, y finalmente, los trastornos
ocasionados por la discrepancia existente entre la política integracionista en
marcha y las dificultades creadas en el orden judicial territorial. En efecto,
las provincias occidentales dependieron de la jurisdicción de la Audiencia
de Santa Fe, mientras el resto del país estuvo subordinado a la de Santo
Domingo. Tal situación era contraria al sistema unitario e integrado,
auspiciado por la nueva política del Reino.”

“Al igual que las audiencias de Hispanoamérica, la de Caracas constituye


el más alto tribunal de justicia de la colonia, en los negocios contenciosos
pertenecientes a los ramos de justicia, policía y gobierno, además de
cumplir funciones como cuerpo consultivo en los graves asuntos en que
las autoridades requerían su conocimiento.”

“Como digna representante de su época, sus facultades judiciales en materia


de hacienda quedaron sujetas a una participación, ya que los recursos y
apelaciones relativos a negocios de rentas reales iban a la Junta Superior de
Hacienda, con la consulta respectiva a la Corona por la vía reservada.”

“Sin embargo, los asuntos contenciosos que tenían origen en la jurisdicción


real ordinaria y causa de gobierno y policía estuvieron supeditados a la
Audiencia. Al mismo tiempo, ésta no podía interferir en los negocios de
rentas y derechos reales que eran de la jurisdicción de Hacienda, y por
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 361

consiguiente, de la competencia de la Intendencia.” (“Materiales para el


Estudio de una Ordenanza del Siglo XIX”, en Revista de la Facultad de Derecho
de México, 101-102. México, enero-junio de 1976, pp. 447-448)

Teresa Albornoz de López


Los resultados de la visita a la Real Audiencia de Caracas entre 1804 y
1809 revelaron “que en la práctica se había institucionalizado la compra
de la justicia, y con tanto arraigo que eran conocidos públicamente los
procedimientos a seguir cuando se requería sobornar a un funcionario
para lograr su voto favorable. Entre los más frecuentemente utilizados,
según los declarantes, estaba el ofrecimiento por anticipado de cualquier
tipo de dádivas. Bien fuese oro, dinero o algún producto susceptible de
ser negociado posteriormente por el beneficiario y sin dejar evidencias.
Fundamentalmente cuando se trataba de dinero el monto inicial de la dádiva
se iba aumentando progresivamente hasta el momento de dirimirse el pleito.
Para contactar al magistrado de quien se pretendía ganar el voto, el interesado
acudía a un intermediario que por lo general era una persona acostumbrada
a este tipo de negocios y que estaba muy relacionada con el funcionario,
especie de gestor, que también obtenía beneficio por su tramitación. Hubo
casos en que el ofrecimiento inicial de parte del interesado era aceptado
de inmediato, en otros fue preciso renegociar el monto de la dádiva hasta
obtener el beneficio deseado. Hubo también denuncias de casos en que
no se llegaba a establecer ningún compromiso entre las partes porque la
cantidad prometida por el interesado se consideraba insuficiente.”

“La visita a la Real Audiencia de Caracas [por el oidor de la Audiencia de


México Joaquín Mosquera y Figueroa] proporcionó al Estado español una
importante información sobre el funcionamiento de la institución colonial
de mayor relevancia en la administración de justicia y gobierno. Permitió
ratificar la presencia de situaciones irregulares e injustas que conspiraban
contra el Estado y a la vez escapaban a su control, a no ser que se abocase
con toda urgencia a una reforma profunda y urgente de todo el régimen
institucional colonial. Quedó en evidencia la corrupción de los jueces cuya
misión debía garantizar la recta aplicación de las leyes y de los principios
de justicia y bien común.” (Una visita a la Real Audiencia de Caracas entre 1804
y 1809. Mérida, Escuela de Historia/Universidad de Los Andes, 1981, pp.
42-44 y 59)
362 Alí Enrique López Bohórquez

Ildefonso Leal
“Hay un denominador común en estos testimonios [la solicitud del
gobernador de la Provincia de Venezuela Felipe Ricardos en 1753 y la
petición del Ayuntamiento de Caracas de 1769 para el establecimiento de
un tribunal en aquella ciudad]: el deseo de lograr una integración plena
del territorio venezolano. Esta integración se logrará escalonadamente
en 1776 con la creación de la Intendencia de Real Hacienda; en 1777
con la llamada Gobernación y Capitanía General de Venezuela, que no
es más que una extensión del mando militar del gobernador de Caracas
al resto de las provincias; en 1786 con la fundación de la Real Audiencia;
en 1792 con la puesta en actividad del Real Consulado y en 1804 con el
establecimiento del Arzobispado de Venezuela. Ya el 5 de julio de 1811, en
el momento de declarar su independencia política de España, Venezuela
constituía una entidad plenamente integrada económica, judicial, militar y
eclesiásticamente.” (“Orígenes históricos de la Real Audiencia de Caracas”,
en Revista de Control fiscal, 116. Caracas, enero-abril, 1985, p. 190).

Santiago Gerardo Suárez


“Con la instauración de la audiencia, el mapa judicial de las provincias
panvenezolanas se transforma y la actividad judicial adquiere, según
investigaciones archivísticas en curso, un gran dinamismo. Empero, no es
posible, de momento, evaluar, objetiva y circunstancialmente la trascendencia
de su actuación en estrados y, en especial, en la interpretación y aplicación
del derecho. Más y mejor conocida es, sin lugar a dudas, su imagen política
y social; imagen proyectada, entre claroscuros, en sus relaciones con los
prohombres del mantuanaje enquistados en los ayuntamientos y en el Real
Consulado.

Desde el día de su instalación, en 1787, hasta el de expulsión de sus


ministros, en 1810, –fecha crepuscular del dominio español y alborear de la
independencia–, la audiencia encarna, en las provincias, el ‘brazo poderoso’
de la monarquía. Apenas asume sus funciones, la audiencia desentierra el
hacha de la ley y, con calculada obstinación, astilla, uno a uno, a lo largo de
veintitantos años, los distintos privilegios que se habían arrogado a través del
tiempo los munícipes caraqueños. Primero, se recortan ciertas prerrogativas
ceremoniales y protocolarias ; se les prohíbe el uso de sillas al asistir a oficios
religiosos; se obliga a los alcaldes y demás justicias municipales a visitar a
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 363

los oidores después de las elecciones cadañeras; y se les arrebata la ‘facultad’


de juramentar a los tenientes de justicia mayores –con lo cual se quebranta
la tradicional subordinación de esos tenientes al ayuntamiento–; luego, se
arremete contra determinados usos y prácticas tocantes al orden interno,
judicial y política de los cabildos: nulidad y confirmación de elecciones
concejiles, presentación de cuentas, elaboración de aranceles judiciales,
cumplimiento de la ley de alternativa, fianzas de los funcionarios y vacantes
de empleos, entre otros. Preocupa a los munícipes, sobre todo, una supuesta
protección de la Audiencia a las ‘gentes de color’. En 1796, el ayuntamiento
enjuicia con palabras de un elevado tono político, que transpiran disgusto
y animadversión, la actuación de la Audiencia y de sus magistrados. En su
opinión, los oidores ponen todo su afán en ‘adquirir bienes para concluir su
carrera en su propio país o en otras partes’. Cree que al ‘dejar la América’,
los oidores les ‘importa poco su destrucción y menos que los mulatos se
confundan con los blancos’. Es urgente, dice el cabildo, ‘la renovación de
los ministros’, ‘odiados generalmente por el pueblo’, es especial el oidor
Cortínes –decano-regente–, ‘cuyo desafecto a los vecinos y naturales del país’
es ostensible. Tras esa ringlera de reproches de tan personalistas tintes, la
representación del común embiste contra el supremo tribunal le acusa de ser
culpable de los ‘males que llora’ la provincia: de dictar ‘providencias ilegales,
sentencias contemplativas e inciertas’, que constituyen ‘callejuelas’ para
evadir y dilatar las causas. Se ‘han multiplicado las discusiones y discordias;
han crecido los costos de los pleitos’, pues ‘se han hecho más osados los
escribanos, procuradores y subalternos’; ‘hormiguean los chismes, enredos
y cuentos entre vecinos’ y entre los mismos magistrados, que los aceptan.
Después de establecida la audiencia –agrega el ayuntamiento–, Caracas se
ha convertido en ‘un semillero de disgustos, pesares y sobresaltos; no hay
derecho ni crédito acrisolado’. Como que los jueces y súbditos se destruyen
‘recíprocamente’.” (“Instituciones Pan-Venezolanas del período hispánico”,
en Los Tres Primeros Siglos de Venezuela, 1498-1810. Caracas, Fundación
Eugenio Mendoza, 1991, pp. 311-312).
Fuentes documentales, bibliográficas y hemerográficas

A. Fuentes documentales

1. Manuscritas

ESPAÑA
Archivo General de Indias (Sevilla):
Caracas. Legajos 12, 14-17, 40, 60, 101,165-167, 171, 234, 288,299,
306-307, 327, 336, 361, 374, 378, 382, 389, 398, 915, 921, 976.
Charcas. Legajo 510.
Chile. 172.
Guatemala. Legajo 415.
Lima. Legajo 599.
México. Legajos 1.642, 1.644, 1.645.
Santa Fe. Legajo 548.
Santo Domingo. Legajo 62, 893.
Indiferente General. Legajos 379, 546, 829, 866, 869, 1.323.

Archivo General de Simancas:


Sección XXIII, Dirección General del Tesoro.
Inventario 2°. Legajos 33, 71, 76, 79, 82-88, 90, 92, 93, 94, 97-98,
187.
366 Alí Enrique López Bohórquez

Inventario 13°. Legajo 9.


Inventario 24°. Legajos 185-188.

Archivo Histórico Nacional (Madrid):


Estado. Real Orden de Carlos III. Expedientes 1.011, 1.282.
Real Orden de Isabel la Católica. Expedientes 7.484, 7.488, 7.516.

VENEZUELA
Archivo de la Academia Nacional de la Historia:
Judiciales: A11-C77-D2407,

Archivo General de la Nación (Caracas):


ayuntamientos. Tomos XIII, XIIV, XVII, XXIV, XXXVI.
Gobernación y Capitanía General. Tomos XXIX, XLIII, XLVII, XLIX,
LII-LIV, LVIII, LIX.
Empleados de la Colonia. Tomos XVIII, XX, XXIV-XXV, XXVII-
XXVIII, XXX, XL-XLI.
Real Hacienda. Tomo XXV, LXXVII, CDLII, CDXLIX.
Real Consulado, Actas. Tomo I.
Correspondencia, Tomo 1.
Representaciones al rey 1793-1803.
reales cédulas. Tomos II, VI-IX, XI, XII.
Reales Ordenes. Tomos X, XII.
Reales Provisiones. Tomos VI, XXXVIII, XLVII, L, LIV.

2. Impresas

DOCUMENTOS PUBLICADOS Y OBRAS CONTEMPORÁNEAS

Armas Chitty, J. A. de (Compilador): Documentos para la historia colonial de


los Andes Venezolanos (Siglos XVI al XVIII). Caracas, Facultad de
Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 1957
(Fuentes Históricas, 1).

Actas del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio Cronológico (1771-1808).


Estudio Preliminar de Manuel Pérez Vila. Caracas, Academia
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 367

Nacional de la Historia, 1963 (BANH. Fuentes para la Historia


Colonial de Venezuela, 65).

Álvarez F., Mercedes: El Tribunal del Real Consulado de Caracas. Contribución


al estudio de nuestras instituciones. Caracas, Comisión Nacional del
Cuatricentenario de Caracas, 1967 (Documentos, Volumen 2).

Archivo General de la Nación: Abogados de la Colonia. Introducción de Héctor


García Chuecos. Caracas, Imprenta Nacional, 1958.

: Los abogados de la Colonia. Introito de Mario Briceño Perozo.


Caracas, Archivo General de la Nación, 1965.

: “Relación de los méritos y ejercicios literarios del Lic.


don Juan Nepomuceno de Pedrosa, abogado de los reales consejos”,
Boletín del Archivo General de la Nación, 219 (Caracas, 1970), pp. 282-
318.

Arcila Farías, Eduardo: El Real Consulado de Caracas. Introducción


y compilación de E. A. F. Caracas, Instituto de Estudios
Hispanoamericanos, Universidad Central de Venezuela, 1957.

e Ildefonso Leal: Documentos del Real Consulado de Caracas.


Introducción de E. A. F., y Selección de I. L. Caracas, Instituto de
Estudios Hispanoamericanos, Universidad Central de Venezuela,
1964.

“La Real Audiencia de Caracas en su relación con el obispado (1787-1790)”


[Nota preliminar de fray Cesáreo de Armellada], Boletín Histórico, 21
(Caracas, septiembre de 1969), pp. 377-384.

Ayala, Manuel José de: Diccionario de Gobierno y Legislación de Indias. Madrid,


Compañía Iberoamericana de Publicaciones, S. A., 1929 (Colección
de documentos inéditos para la historia de Ibero-América, VII-VIII),
2 Volúmenes.
368 Alí Enrique López Bohórquez

: Notas a la Recopilación de Indias. Origen e historia ilustrada de


las leyes de Indias. Trascripción y estudio preliminar de Juan Manzano
Manzano. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1945-1946, 2
Volúmenes.

Blanco, José Félix y Ramón Azpurua: Documentos para la historia de la vida


pública del Libertador. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la
República, 1978, 15 Volúmenes.

Bolívar, Simón: Carta de Jamaica. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la


República, 1972.

Campillo y Cosio, Joseph del: Nuevo sistema de gobierno económico para la América.
2ª ed. Mérida, Universidad de Los Andes, 1971.

Castro, Ignacio de: Relación de la fundación de la Real Audiencia del Cuzco en 1788
y de las fiestas que con grande y fidelísima ciudad celebró este honor. Madrid,
Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1795.

Chacón y Calvo, José M.: Cedulario Cubano. Los orígenes de la colonización


(1493-1512). Madrid, Cía. Ibero-Americana de Publicaciones
S.A., 1929. (Colección de documentos inéditos para la historia de
Hispanoamérica, VI).

Colección de Documentos Inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización


de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía. Madrid, Imprenta
de Manuel G. Hernández, 1882, Tomo XXVIII.

Conjuración de 1808 para formar una Suprema Junta Gubernativa: Documentos


completos. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia,
1962, 2 Volúmenes.

Chacón y Calvo, José M. (Compilador): Cedulario Cubano. Los orígenes


de la colonización (1493-1512). Madrid, Cía. Ibero-Americana de
Publicaciones, S. A., 1929 (Colección de documentos inéditos para
la historia de Hispanoamérica, VI).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 369

Derecho Colonial Venezolano. Índice General de las reales cédulas que se contienen en
los tondos documentales del Archivo General de la Nación. Edición preparada
por Héctor García Chuecos. Caracas, Imprenta Nacional, 1952.

Documentos Mirandinos (Prolegómenos de la emancipación Iberoamericana). Caracas,


Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1950.

Documentos Relativos a la Revolución de Gual y España. Estudio histórico-crítico


de Héctor García Chuecos, Caracas, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, 1949 (Comité de Orígenes de la Emancipación.
Publicación, 2).

Documentos relativos a la insurrección de Juan Francisco de León. Introducción de


Augusto Mijares. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, 1949.

Edsaell, John: Memorias de un recluta de la expedición mirandina. Traducción y


prólogo de José Nucete Sardi. Caracas, Editorial Garrido, 1954.

El 19 de Abril de 1810. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia,


1957 (Comité de Orígenes de la Emancipación, Publicación, 11).

“El virrey del Perú, Manuel Amat, informa al rey del estado de las audiencias
del Virreinato y en especial de la de Lima, compuesta por magistrados
ignorantes y venales; propone algunas medidas para atenuar esos
males. Lima, 13 de enero de 1762”; reproducido en Revista de la
Biblioteca Nacional, 24 (Buenos Aires, 1942), pp. 345-350.

Galves, José de: Informe General que en virtud de real orden instruyó y entregó al
excelentísimo Sr. marqués de Sonora siendo visitador general de este reyno al
excelentísimo Sr. virrey frey D. Antonio Bucarely y Ursua con fecha de 31 de
diciembre de 1771. Publicado por la Sección de Fomento del Ministerio
de Gobernación. México, Imprenta de Santiago White, 1867.

García Chuecos, Héctor: Documentos relativos a la Revolución de Gual y España.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949 (I P
G H. Publicación, 2).
370 Alí Enrique López Bohórquez

Heredia, José Francisco: Memorias del regente Heredia (De las Reales audiencias
de Caracas y México). Madrid, Editorial América, [s/f]. (Biblioteca
Ayacucho, 11). Otra edición: Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1986.

Hernández y Dávalos, J. E.: Colección de documentos para la historia de la guerra


de Independencia de México de 1808 a 1821. México, José M. Sandoval,
Impresor, 1877, 6 Volúmenes.

Instituto Panamericano de Geografía e Historia: Conjuración de 1808 en


Caracas para la formación de una Junta Suprema Gubernativa. Estudio
Preliminar de Ángel F. Brice. Caracas, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, 1968 (Comité de orígenes de la emancipación.
Publicación, 14), 2 Volúmenes.

: Documentos mirandinos (prolegómenos de la emancipación


Iberoamericana). Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, 1960.

: Documentos relativos a la insurrección de Juan Francisco de León.


Prólogo de Augusto Mijares. Caracas, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, 1949 (Comité de orígenes de la emancipación.
Publicación, 1).

: “Las ordenanzas de 1571 del Real y Supremo Consejo


de las Indias”. (Texto facsimilar de la edición de 1585), Anuario de
estudios americanos, XIV (Sevilla, 1957), pp. 363-423.

Jordan, Josefina y otros: Documentos de la insurrección de José Leonardo


Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación, 1994, 2
Volúmenes.

Juan, Jorge y Antonio Ulloa: Noticias secretas de América (Siglo XVIII).


Madrid, Editorial América, 1918 (Biblioteca Ayacucho, 31-32), 2
Volúmenes.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 371

Konetzke, Richard: Colección de documentos para la historia de la formación social


de Hispanoamérica, 1493-1810. 3 Vols. Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 1953-1962.

Las ordenanzas de Intendentes de Indias. Estudio preliminar de Gisela Morazzani


de Pérez Enciso. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1972.

“Las ordenanzas de 1571 del Real y Supremo Consejo de las Indias”. Texto
facsimilar de la edición 1585 (Notas de Antonio Muro Orejón),
Anuario de estudios americanos, 14 (Sevilla, 957), pp. 363-423.

Level de Goda, Andrés: “Memorias de Andrés Level de Goda”, reproducidas


en Materiales para el estudio de la ideología realista de la Independencia. Anuario
del Instituto de Antropología e Historia, Tomos IV-V-VI. Caracas, Facultad
de Humanidades y Educación, UCV, 1967-1969, Volumen II.

Ministerio de Relaciones Interiores: Toma de razón 1810 a 1812 (Registro


de nombramientos y actos oficiales emanados de la Primera Junta
Patriótica y de la Primera República de Venezuela). Caracas, Imprenta
Nacional, 1955.

Novísima recopilación de las Leyes de España. Madrid, Antonio de San Martín


Editor, 1872.

O’leary, Daniel Florencio: Memorias sueltas. Caracas, Sociedad Bolivariana,


1988.

“Ordenanzas de la Real Audiencia y Chancillería de Caracas, capital que


reside en la ciudad de Santiago de León de Caracas, capital de la
Provincia de Venezuela, formada por el mismo tribunal en virtud de
lo mandado por Su Majestad. Año de 1805”, Boletín del Archivo General
de la Nación, 226 (Caracas, enero-junio de 1974), pp. 27-145.

“Papeles Extraviados”, Boletín del Archivo Nacional, XXVIII: III (Caracas,


julio-agosto de 1942), pp. 272-276.
372 Alí Enrique López Bohórquez

Pérez Bustamante, Ciriaco (Editor): Libro de los privilegios del almirante don
Cristóbal Colón. Madrid, Real Academia de la Historia, 1951.

Pinto C., Manuel (compilador): Visión documental de Margarita. La Asunción,


edición del Ejecutivo del estado Nueva Esparta, 1967 (Colección
Matasiete, 1).

Real Cédula de Intendencia de Ejército y Real Hacienda. Diciembre 8 de 1776. Estudio


preliminar de Gisela Morazzani de Pérez Enciso. Caracas, Ediciones
de la Presidencia de la República, 1976.

Recopilación de Leyes de los reynos de las Indias. 5 ed. Madrid, Boix Editor, 1845.
2 Volúmenes.

“Relación de los sucesos del 19 de abril de 1810 del auditor de guerra José
Vicente de Anca”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 170
(Caracas, 1960), pp. 236-241.

“Relación de los méritos y ejercicios literarios del licenciado D. Juan


Nepomuceno de Pedrosa…”, Boletín del Archivo General de la Nación,
219 (Caracas, 1970), pp. 282-318.

Revilla Gigedo, Conde de: Instrucción reservada que el conde de Revilla Gigedo, dio a
su sucesor en este mando marqués de Branciforte sobre el Gobierno de este continente
en el tiempo que fue su virrey. México, 30 dejunio de 1794. México, Imprenta
de la Calle de las Escalerillas, a cargo del C. Agustín Guiol, 1831.

Rodulfo Cortes, Santos: El régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela


durante el período colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978 (BANH. Fuentes para la Historia colonial de Venezuela, 136-
137), 2 Volúmenes.

Rus, José Domingo: Agere pro-Patria (primera parte de Maracaibo representado en


todos sus ramos). Estudio preliminar de Agustín Millares Carlo. Mara-
caibo, Universidad del Zulia, 1966.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 373

: Maracaibo representado en todos sus ramos. Madrid, Imprenta


de Vega y Compañía, 1814.

Solórzano y Pereira, Juan de: Política Indiana. Madrid, Cía. Iberoamericana


de Publicaciones, 1930, 5 Tomos.

Valcarcel, Carlos Daniel: Colección documental de la Independencia del Perú.


Edición e Introducción de C. D. V. Lima, Comisión Nacional del
Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1974.

B. Bibliografía

1. Guías de archivos y obras de consulta bibliográfica

Archivo General de la Nación: Boletín de la Academia Nacional de la Nación.


Caracas, Archivo General de la Nación, 1923-1981.

: Derecho Colonial Venezolano. Índice general de las reales cédulas


que se contienen en los fondos documentales del Archivo General de la Nación.
Edición preparada por Héctor García Chuecos. Caracas, Imprenta
Nacional, 1952.

García Chuecos, Héctor: “Documentos referentes a Venezuela en el Archivo


General de Indias”, Boletín del Archivo General de la Nación. XLIII: 171
(Caracas, enero-febrero de 1956), pp. 257-270 y XLIII: 172 (abril-
mayo-junio de 1956), pp. 409-560.

Lombardi, John y otros: Venezuelan History. A Comprehensive Working


Bibliography. Boston, G. K. Hall & Co., 1977.

Magdaleno, Ricardo: Títulos de Indias, Catálogo XX del Archivo General de


Simancas. Valladolid, Patronato Nacional de Archivos Históricos,
1954.

Marco Dorta, Enrique: Materiales para la Historia de la Cultura en Venezuela,


1523-1828. Documentos del Archivo General de Indias de Sevilla. Caracas,
Fundación John Boulton, 1967.
374 Alí Enrique López Bohórquez

Meza, Robinzon: Historiografía del Cabildo Colonial. Mérida, grupo de


investigación sobre historiografía de Venezuela/CDCHT-Universidad
de Los Andes, 1996.

Nectario María, Hermano: Catálogo de los documentos referentes a la antigua


provincia de Maracaibo existentes en el Archivo General de Indias de
Sevilla. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, Instituto de
Investigaciones Históricas, 1973.

Querales, Juan Bautista: Catálogo de documentos históricos del Registro Principal


del Distrito Federal, 1630-1892 (sección cajas negras). Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1985 (BANH, serie Archivos y Catálogos,
4).

Suárez, Santiago Gerardo: Las Reales audiencias indianas. Fuentes y bibliografía.


Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1989 (BANH. Fuentes
para la Historia Colonial de Venezuela, 200).

Suárez, Santiago Gerardo: “Para una Bibliografía de las Reales audiencias-”,


en Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia. Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1975, Tomo III, pp. 209-233.

Valcarcel, Daniel: Documentos de la Audiencia del Cuzco en el A.G.I. Lima,


Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1957.

Vignau, Vicente: Índice de pruebas de los caballeros de la real y distinguida orden


española de Carlos III desde su institución hasta el año de 1847. Madrid,
Archivo Histórico Nacional, 1904.

Vilchez, Haydee: Indice de documentos referidos a la Real Audiencia de Caracas


existentes en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia, 1786-1810.
(Copia mimeografiada, 1986).

Villasana, Ángel Raúl: Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano (años 1808-


1950). Caracas, Banco Central de Venezuela, 1969-1970 (Colección
Cuatricentenario de Caracas, 8), 4 Volúmenes.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 375

2. Libros

Academia Nacional de la Historia: Los comuneros de Mérida (Estudios). Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1981 (Fuentes para la historia
colonial de Venezuela, 152).

Aguado Bleye, Pedro. Manuel de Historia de España. 3 Vols. Madrid, Espasa


Calpe, 1959.

Acta del Cabildo Eclesiástico de Caracas. Compendio cronológico. Estudio preliminar


de Manuel Pérez Vila. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1963 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 65).

Albornoz de López, Teresa: La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real


Audiencia de Caracas (1804-1809): Conflictos internos y corrupción en la
Administración de Justicia. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1987 (BANH. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 195).

Altamira y Crevea, Rafael. Manual de Historia de España. 2 ed. Buenos Aires,


Editorial Sudamérica, 1946.

Alvárez F., Mercedes: El Tribunal del Real Consulado de Caracas. Contribución


al estudio de Nuestras Instituciones. Caracas, Comisión Nacional del
Cuatricentenario de Caracas, 1967 (Estudio, Volumen 1).

Amezaga Aresti, Vicente de: El elemento vasco en el siglo XVIII venezolano.


Caracas, Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1966.

: Hombres de la Compañía Guipuzcoana. Caracas, Banco Central


de Venezuela, 1963 (Colección Histórico-Económica Venezolana, 9).

: Vicente Antonio Icusa, comandante de corsarios. Caracas,


Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1966.

Anderson W. Woodrow: “Reform as a Means to Quell Revolution”, en


Mexico and the Spanish Cortes, 1810-l822: Eight Essays. Editado por
Nettie Lee Benson. Austin, University of Texas Press, 1966.
376 Alí Enrique López Bohórquez

Aragón, Arcesio: Fastos Payaneses, 1636 1936. Bogotá, Imprenta Nacional,


1939.

Arcaya, Pedro Manuel: La Insurrección de los negros de la serranía de Coro en 1795.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949.

Arcaya Urrutia, Pedro Manuel: El Cabildo de Caracas (período de la colonia). 2


ed. Caracas, Ediciones Librería Historia, 1968.

Archer, Chriton I: The Army in Bourbon Mexico, 1760-1810. Albuquerque,


University of New Mexico Press, 1977.

Arcila Farías, Eduardo: Comercio entre Venezuela y México en los siglos XVII y
XVIII. México, El Colegio de México, 1950.

: Economía Colonial de Venezuela, 2 ed. 2 Vols. Caracas,


Italgráfica, 1973.

: El Real Consulado de Caracas, introducción de E. A. F.


Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos, Universidad
Central de Venezuela, 1957.

: Historia de un Monopolio. El estanco del tabaco en Venezuela,


1719-1833. Caracas. Instituto de Estudios Hispanoamericanos,
Universidad Central de Venezuela, 1977.

: Nuevo Sistema de gobierno económico para la América de José del


Campillo y Cosío. Estudio introductorio de E. A. F. Mérida. Universidad
de Los Andes, 1971.

Armas Medina, Fernando: Estudios sobre historia de América. Sevilla, Cabildo


Insular de Gran Canaria, 1973.

Ballesteros y Beretta, Antonio. Historia de España y su influencia en la Historia


Universal. 2 ed. Barcelona (Esp.), Salvat, [s/ f], 12 Volúmenes.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 377

Baralt, Rafael María: Resumen de la Historia de Venezuela. Maracaibo,


Universidad del Zulia, 1960.

Barrera, Felipe A: Manuel Pardo Ribadeneira, regente de la Real Audiencia del


Cuzco. Lima, [s/ e], 1954.

Basterra, Ramón: Los navíos de la Ilustración. La Real Compañía Guipuzcoana


de Caracas y su influencia en los destinos de América. Madrid, Ediciones
Cultura Hispánica, 1954.

Beneyto Pérez, Juan: Historia de la administración española e hispanoamericana.


Madrid, Editorial Aguilar, 1958.

Bernard, Gildas: Le Secrétariat d’État et le Conseil Espagnol des lndes (1700-1808).


Genéve, Centre de Rechershes d´Histoire et de Philologie, Ecole
Pratique des Hautes Etudes, 1972.

Blanco, José Félix. Documento para la historia de la vida pública del Libertador de
Colombia, Perú y Bolivia. Caracas, Imprenta de la Opinión Nacional,
1875, 13 Volúmenes.

Bossio Penso, Bertalibia: Archivo de la Academia Nacional de la Historia. Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1984. (BANH, Serie, Archivos y
Catálogos, 3).

: Archivo General Manuel Landaeta Rosales. Caracas, Academia


Nacional de la Historia. 1987. (BANH, Serie Archivos y Catálogos, 5).

Boza, Guillermo. Estructura y cambio en Venezuela colonial. Caracas, Fondo


Editorial Común, 1973.

Branding, David A: Miners & Marchants in Bourbon México, 1763-1810. Cam-


bridge, Cambridge University Press, 1971.

Brice, Ángel Francisco: La sublevación de Maracaibo de 1799, manifestación de su


lucha por la independencia. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1960.
378 Alí Enrique López Bohórquez

Briceño Iragorry, Mario: El regente Heredia o la piedad heroica. Caracas, Ministerio


de Educación Nacional, 1947 (Biblioteca Popular Venezolana, 21).
Otra edición: Caracas, Monte Ávila, 1980 (Colección. El Dorado).

: Casa León y su tiempo. Caracas, Monte Ávila Editores, 1981.

: Tapices de Historia Patria. Ensayo de una morfología de la cultura


colonial. Caracas, Edime, 1956

Briceño Perozo, Mario: Causas de Infidencia. Estudio Preliminar de M.


B. P. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1960 (BANH.
Sesquicentenario de la Independencia, 31). Otra edición: Madrid,
Ediciones Guadarrama, 1961.

: Conjuración de 1808 en Caracas. Caracas, Instituto


Panamericano de Geografía e Historia, 1968, pp. XI-XLI.

Brito Figueroa, Federico: Historia Económica y Social de Venezuela. Una estructura


para su estudio. Caracas, Dirección de Cultura, Universidad Central de
Venezuela, 1966 (Colección Humanismo y Ciencia, 2), 2 Volúmenes.

: La estructura social y demográfica de Venezuela colonial. Caracas,


Revista de Historia, 1961.

: Las insurrecciones de los esclavos negros en la sociedad colonial


venezolana, Caracas, Editorial Cantaclaro, 1961.

Burkholder, Mark y Dewitt Chandler: From Impotence to Authority. The Spanish


Crown and the American audiencias, 1687-18O8. Columbia, University
of Missouri Press, 1977.

: Politics of a Colonial Career. José Baquijano and the Audiencia


of Lima. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1980.

Campistol, Juan Reglá y otros: Introducción a la Historia de España. Barcelona,


Editorial Teide, 1977.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 379

Capriles, Alejandro Mario: Coronas de Castilla en Venezuela. Madrid, Gráfica


Orbe, 1967.

Cardenas Acosta, Pablo E.: El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino


de Granada. Bogota, Editorial Kelly, 1960.

Caraide Ramón: Carlos V y sus banqueros. La vida económica en Castilla (1516-


1556). 2 ed. Madrid Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1965, 3
Volúmenes.

Castillo Lara, Lucas Guillermo: La Grita, una ciudad que grita su silencio. Historia
del Espíritu Santo de La Grita, Caracas, Ediciones del Congreso de la
República, 1973, 2 Volúmenes.

Caulin, Fray Antonio. Historia de la Nueva Andalucía. Caracas, Academia


Nacional de la Historia, 1966 (BANH. Fuentes para la Historia
Colonial de Venezuela, 81), 2 Tomos.

Causa y Caracteres de la Independencia Hispanoamericana (Congreso


Hispanoamericano de Historia). Madrid, Ediciones Cultura
Hispánica, 1953.

Cepeda Adán, José: En torno al concepto del Estado en los reyes católicos. Madrid,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1956.

Contreras Serrano, J. N.: Comuneros venezolanos. Caracas, Imprenta Nacional,


1952.

Córdova Bello, Eleazar: La Independencia de Haití y su influencia en Hispanoamérica.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1967.

: Las reformas del despotismo ilustrado en América (Siglo XVIII


Hispanoamericano). Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1975.

Dávila, Vicente: “Los Comuneros de Mérida”, en Discursos de incorporación


(1920-1939). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1966, Tomo
II, pp. 37-85.
380 Alí Enrique López Bohórquez

Depons, Francisco: Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en al América


Meridional. Caracas, Banco Central de Venezuela, 1960 (Colección
histórico-económica venezolana), 2 Tomos.

Diez, Angeles C. y otros: Los virreyes de Nueva España (1779-1787). Sevilla,


Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1967.

19 de abril de 1810. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia/


Comité de orígenes de la emancipación, 1957.

Dussel, Enrique D.: Historia General de Iglesia en América Latina. Introducción


General de la Historia de la Iglesia en América Latina. Barcelona (España),
Ediciones Sígueme/CEHILA, 1983.

Elliot, J. H.: La España Imperial 1469-1716. 2 ed. España, Editorial Vicens-


Vives, 1969.

Estormes Lasa, José: La Compañía Guipuzcoana de Caracas. Buenos Aires,


Editorial Ekin, 1948.

Eyzaguirre, Jaime: Ideario y ruta de la emancipación chilena. Santiago de Chile,


Editorial Universitaria, 1957.

Felice Cardot, Carlos: La Rebelión de Andresote, Valles de Yaracuy, 1730. 1733.


Caracas, Imprenta Nacional, 1952.

: Rebeliones, motines y movimientos de masas en el siglo XVIII


venezolano (1730-1781). Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1977 (BANH, El Libro Menor, 2).

Fisher, John: Governnent and Society in Colonial Peru: The Intendant System, 1784-
1814. London, Athlone Press, 1970.

: “La Rebelión de Tupac Amaru y el Programa Imperial de


Carlos III”, en Sociedad Colonial y Sublevaciones Populares. Túpac Amaru
II-1780.Lima, Ediciones Retablo de Papel, 1976.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 381

Fisher, Lillian Estelle: The Intendant System in Spanish America. Berkeley,


University of California Press, 1929.

: The Last Inca Revolt 1780-1783. Norman, University of


Oklahoma, 1966.

Flores Galindo, Alberto: “Tupac Amaru y la Sublevación de 1780, en Sociedad


Colonial y Sublevaciones Populares. Tupac Amaru II-1780. Lima, Ediciones
Retablo de Papel, 1976.

Garavaglia, Juan Carlos y otros: Modos de producción en América Latina. 2 ed.


Argentina, Siglo XXI, 1974 (Cuadernos Pasado y Presente, 40).

García, José Andreo: La Intendencia de Venezuela. don Esteban Fernández de


León, intendente de Caracas, 1791-1803. Murcia, Universidad de Murcia/
Secretaría de Publicaciones, 1991.

García Chuecos, Héctor: Documentos relativos a la Revolución de Gual y España.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949 (I P
G H. Publicación, 2).

: Estudios de Historia Colonial Venezolana. Caracas, Tipografía


Americana, 1938, 2 Tomos.

: Siglo dieciocho venezolano. Caracas, Edime, [s. f.]

: La Capitanía General de Venezuela. Apuntes para una exposición


de Derecho Político Colonial Venezolano. Caracas, Artes Gráficas,
1945.

: Relatos y comentarios sobre temas de Historia Venezolana.


Caracas, Imprenta Nacional, 1957.

García Gallo, Alfonso: Estudios de Historia del Derecho Indiano. Madrid,


Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1972.
382 Alí Enrique López Bohórquez

: Las bulas de Alejandro VI y el Ordenamiento Jurídico de la


Expansión Portuguesa y Castellana en África e Indias. Madrid. Instituto
Nacional de Estudios Jurídicos, 1958.

: “Los orígenes de la administración territorial de las


Indias. El Gobierno de Colón”, en Estudios de Historia del Derecho
Indiano. Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1972, pp.
563-637.

: Manual de Historia del Derecho Español. 6ª ed. Madrid, Artes


Graficas, 1971, 2 Volúmenes.

Garrido Conde, María Teresa: La creación del Virreinato de Nueva Granada,1717-


1723. Sevilla, Escueta de Estudios Hispano-Americanos. 1965.

Gil, Pedro, Luis Dovale Prado y Lidia Luzmila Bello: La insurrección de los
negros de la Serranía Coriana: 10 de mayo de 1795 (notas para su discusión).
Caracas, Dirección de Cultura-Universidad Central de Venezuela,
1996.

Gil Fortoul, José: Historia constitucional de Venezuela. México, Editorial


Cumbre, 1978.

Gongora, Mario: El Estado en el Derecho Indiano. Época de fundación 1492-1570.


Santiago de Chile, Instituto de Investigación Histórico-Culturales.
Universidad de Chile, 1951.

: Studies in the Colonial History of Spanish America. Cambridge,


Cambridge University Press, 1975.

González Abreu, Manuel: Dependencia colonial venezolana. Caracas, Universidad


Central de Venezuela, 1974.

Grases, Pedro: Conspiración de Gual y España y el ideario de la independencia.


Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 383

Gregorio de Tejada, Manuel Teruel: Vocabulario básico de la Historia de la


Iglesia. Barcelona (España), Editorial Crítica, 1993.

Grisanti, Ángel: Emparan y el Golpe de estado de 1810. Caracas, Editorial Lux,


1960.

Gutiérrez de Arce, Manuel: El Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas


de 1786. Valoración Canónica del Regio Placer a las Constitución Sinodales
Indianas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975.

Haring, Clarence H.: The Spanish Empire in America. New York, Harcourt, 1963.

Hussey, Roland D.: La Compañía de Caracas 1728-1784, Caracas, Banco


Central de Venezuela, 1962 (Colección Histórico-Económica
Venezolana, 8).

Izard, Miguel: Contrabandistas, Comerciantes e Ilustrados. Barcelona, Universidad


de Barcelona, 1978 (separata del Boletín Americanista, N° 28).

: El Miedo a la Revolución. La lucha por la Libertad en Venezuela


(1777-1830). Madrid, Editorial Tecnos, 1979.

Jordan, Josefina y otros: Documentos de la Insurrección de José Leonardo


Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación, 1994, 2
Volúmenes.

: “Acercamiento a la rebelión encabezada por José


Leonardo Chirinos en 1795”, en Documentos de la Insurrección de José
Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación, 1994,
Volumen 1, pp. 16-29.

: “Josef Bernardo bien puedes salir donde quieres que


estés oculto que ya llegó la hora de tu libertad”, en Documentos de la
Insurrección de José Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y
Comunicación, 1994, Volumen 2, pp. 10-15.
384 Alí Enrique López Bohórquez

: “El motín de José Leonardo Chirinos y el problema


de la subversión del orden”, en Documentos de la Insurrección de José
Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y Comunicación, 1994,
Volumen 2, pp. 18-28.

Konetzke, Richard: América Latina. Época Colonial. México, Siglo XXI, 1971
(Historia Universal Siglo XXI, 22).

Lambert, Jacques: América Latina. Estructuras sociales e instituciones políticas. 3ª


ed. Barcelona (Esp.), Ediciones Ariel, 1973.

Leal, Ildefonso: “Barinas y el Proyecto de obispado en 1798”, en Nuevas


crónicas de Historia de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1985 (BANH. Fuentes para la Historia Republicana de
Venezuela, 38), Tomo II, pp. 351-374.

:“La Cultura Venezolana en el Siglo XVIII”, en Discurso de


Incorporación 1967-1973. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1980, Volumen V, pp. 169-200.

: Libros y bibliotecas en Venezuela Colonial. 1633-1767. Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1978 (BANH. Fuentes para la
Historia Colonial de Venezuela, 132), pp. XLII-XLIII.

: Nuevas crónicas de Historia de Venezuela. Caracas, Academia


Nacional de la Historia, 1978 (BANH. Fuentes para la Historia
Colonial de Venezuela, 37-38), 2 Volúmenes.

Lefebvre, George: La Revolución francesa y el Imperio (1787-1815). México,


Fondo de Cultura Económica, 1973.

Levene, Ricardo: Historia del Derecho Argentino. Buenos Aires, Editorial


Guillermo Kraft, 1946, 3 Volúmenes.

Lewin, Boleslao: La rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la Independencia de


Hispanoamérica. Buenos Aires, SELA, 1967.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 385

Lohman Villena, Guillermo: Los americanos en las órdenes nobiliarias, 1529-1900,


Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947, 2
Volúmenes.

: El corregidor de indios en el Perú bajo los austrias. Madrid,


Cultura Hispánica, 1957.

: Los ministros de la Audiencia de Lima en el reinado de los


borbones (1700-1821). Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos,
1974.

Londoño, Julio: Integración del territorio colombiano, Bogotá, Ediciones Lerner,


1967 (Academia Colombiana de Historia. Historia Extensa de
Colombia, XI).

López, Casto Fulgencio: Juan Picornell y la Conspiración de Gual España. Madrid,


Ediciones Nueva Cádiz, 1955.

López Bohórquez, Alí Enrique: La Audiencia de Caracas (estudios). Mérida,


Ediciones del Rectorado Universidad de Los Andes, 1998.

: “Las autoridades coloniales venezolanas ante la expansión


de las ideas de la Revolución francesa: La causa de la Audiencia de
Caracas contra la conspiración de Gual y España (1797-1800)”, en
Manuel Gual y José María España. Valoración Múltiple de la Conspiración
de La Guaira de 1797, pp. 743-754.

: Los ministros de la Real Audiencia de Caracas (1786-1810).


Caracterización de una élite burocrática del poder español en Venezuela.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984 (BANH. Fuentes
para la Historia Colonial de Venezuela, 174).

: La Real Audiencia Caracas en la Historiografía Venezolana


(materiales para su estudio). Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1986 (BANH. Fuentes para Historia Colonial de Venezuela, 187).
386 Alí Enrique López Bohórquez

(Compilador): Manuel Gual y José María España. Valoración


múltiple de la Conspiración de La Guaira de 1797. Caracas, Comisión
Presidencial del Bicentenario de la Conspiración de Gual y España,
1997.

López Guedez, Horacio: Los reyes católicos y América (1492-1517). Mérida ,


Universidad de los Andes, 1971.

Lynch, John: Spanish Colonial Administration, 1782-1810, The Intendant in


the Viceroyalty of the Río de la Plata. London, University of London,
1958.

: Las Revoluciones Hispanoamericanas; 1808-1826. Barcelona


(España), Ariel, 1976 (Colección Ariel Historia, 8).

Magallanes, Manuel Vicente: Historia Política de Venezuela. Madrid, Edime,


1972, 3 Volúmenes.

: Luchas e insurrecciones en la Venezuela Colonial, Caracas,


Editorial Tiempo Nuevo, 1972.

Malagon Barcelo, Javier: El Distrito de la Audiencia de Santo Domingo en los


siglos XVI al XIX. Ciudad Trujillo, Montalvo, 1942.

Malagon Barcelo, Javier: “Pleitos y causas de la Capitanía General de


Venezuela en el Archivo de la Real Audiencia de Santo Domingo
(Siglo XVIII), en Estudios de Derecho Procesal en honor a Hugo Alsina.
Buenos Aires, Editorial Edlar, 1946, pp. 441-468. También en Estudios
de Historia y Derecho. Xalapa (México), Universidad Veracruzana, 1966,
pp. 183-216.

Manzano Manzano, Juan: La incorporación de las Indias a la Corona de Castilla.


Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1948.

Martire, Eduardo: Los regentes de Buenos Aires. La reforma judicial Indiana de


1776. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1981.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 387

Mayorga, Fernando: La Audiencia de Santa Fe en los siglos XVI y XVIII. Bogotá,


Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1991.

Merriam, Roger B.: La formación del Imperio español en el viejo mundo y en el nuevo.
Barcelona (España), Editorial Juventud, 1958, Tomo I.

Mez, Robinzon y Héctor Molina: La lucha por el poder en Venezuela: Conflictos


y acuerdos del Cabildo de Caracas con las autoridades coloniales. Mérida,
Fundación para el Desarrollo Cultural del Municipio Tovar/Grupo
de Investigación sobre Historiografía de Venezuela, 1997.

Mijares, Augusto (introducción): Documentos relativos a la insurrección de Juan


Francisco de León. Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e
Historia, 1949.

Minguijon, Salvador: Historia del Derecho Español. 4ª ed. Barcelona (España),


Editorial Labor, 1953 (Colección Labor Ciencias Jurídicas, 131-
133).

Miranda, José: Las ideas y las instituciones políticas mexicanas (1521-1820). México,
Institución de Derechos Comparado, 1952.

Montenegro, Juan Ernesto: Crónicas de Santiago de León de Caracas. Caracas,


Instituto Municipal de Publicaciones, 1997.

Morales Padrón, Francisco: Manual de Historia Universal. Historia General de


América. Madrid, Espasa Calpe, 1958, Tomos V y VI.

: Rebelión contra la Compañía de Caracas. Sevilla, Escuela de


Estudios Hispano-Americanos, 1955.

Morazzani de Pérez Enciso, Gisela: La Intendencia en España y en América.


Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1966.

(Estudio Preliminar): Las ordenanzas de intendentes de Indias.


Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1972.
388 Alí Enrique López Bohórquez

(Estudio Preliminar): Real Cédula de Intendencia de Ejército y


Real Hacienda. Diciembre 8 de 1776. Caracas, Ediciones de la Presiden-
cia de la República, 1976.

Morón, Guillermo: El Proceso de Integración de Venezuela (1776-1793), Ca-


racas, Academia Nacional de la Historia, 1977 (BANH. El Libro
Menor, 3).

: Historia de Venezuela. Caracas, Italgráfica, 1975, 5


Volúmenes.

: Los orígenes históricos de Venezuela, Introducción al siglo XVI.


Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1954.

Muñoz Feliu, Raúl: La Real Audiencia de Chile. Santiago, Imprenta La Gratitud


Nacional, 1937.

Muñoz Oraa, Carlos Emilio: La Sociedad Venezolana frente a la Intendencia.


Mérida, Universidad de Los Andes, 1964.

: Los comuneros de Venezuela. Una rebelión de Pre-Independencia,


Mérida, Universidad de Los Andes, 1970.

Muro Romero, Fernando: Las presidencias-gobernaciones en Indias (Siglo XVI).


Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1975.

Muro Orejón, Antonio: Lecciones de Historia del Derecho Hispa-Indiano. México,


Miguel Ángel Porrúa Librero-Editor, 1989.

Navarro García, Luis: Hispanoamérica en el siglo XVIII. Sevilla, Universidad


de Sevilla, 1975.

Nectario María, Hermano: Creación de la Real Audiencia de Caracas, 6 de julio


de 1786. Madrid, 1976.

Nuñez, Enrique Bernardo: Juan Francisco de León o el levantamiento contra la


Compañía Guipuzcoana. Caracas, Editorial Ávila Gráfica, 1949.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 389

Nunes Días, Manuel: El Real Consulado da Caracas (1793-1810). Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1971 (BANH. Fuentes para la
Historia Colonial de Venezuela, 106).

Ots Capdequi, José M.: El Estado español en las Indias. México, Fondo de
Cultura Económica, 1965.

: Historia del Derecho Español en América y el de Derecho Indiano.


Madrid, Aguilar, 1969.

: Instituciones. Barcelona, Salvat Editores, S. A., 1959.

: Instituciones de Gobierno del Nuevo Reino de Granada durante el


siglo XVIII. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1950.

Oviedo y Baños, José de: Historia de la Conquista y población de la Provincia de


Venezuela. Caracas, Ediciones Ariel, 1967.

Palacio Atard, Vicente: Areche y Guirior, observaciones sobre el fracaso de una visita,
Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1946.

Parra Márquez, Héctor: Caracas política, intelectual y mundana. Caracas, Archivo


General de la Nación, 1966.

: Historia del Colegio de Abogados de Caracas. Caracas, Imprenta


Nacional, 1952, Volumen 1.

: Presidentes de Venezuela. El doctor Francisco Espejo, ensayo bi-


bliográfico. 2ª ed. Caracas, [s/e.], 1954.

Parra Pérez, Caracciolo: Historia de la Primera República (Estudio Preliminar


de Cristóbal L. Mendoza). Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho,
1992 (Colección de la Biblioteca Ayacucho, 183).

Perez, Joseph: Los movimientos precursores de la emancipación en Hispanoamérica.


España, Editorial Alhambra, 1977.
390 Alí Enrique López Bohórquez

Perez Bustamante, Ciriaco (estudio preliminar, edición y notas): Libro de


los privilegios del almirante don Cristóbal Colón. Madrid, Real Academia
de la Historia, 1951.

Perez Perdomo, Rogelio: Los abogados en Venezuela. Caracas, Monte Avila, 1981.

Perez de Tudela, Juan y otros: El Consejo de las Indias en el siglo XVI. España,
Universidad de Valladolid, 1970 (Serie Americanista, 1).

Phelan, John L: The People and the King. The Comunero Revolution in Colombia,
1781. Madison, University of Wisconsin Press, 1978.

Pino Iturrieta, Elías: La mentalidad venezolana de la emancipación (1810-1812).


Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1971.

Plaza, Elena: “El motín de José Leonardo Chirinos y el problema de la


subversión del orden” en Josefina Jordan y otros: Documentos de la
Insurrección de José Leonardo Chirinos. Caracas, Fundación Historia y
Comunicación, 1994, Volumen 2, pp. 18-28.

Polanco Alcantara, Tomás: Las Reales audiencias en las provincias americanas de


España. Madrid, Fundación Mapfre América, 1992.

Polanco Martínez, Tomás: Esbozo sobre Historia Económica Venezolana. Madrid,


Ediciones Guadarrama, 1960, 2 Volúmenes.

Priestley, Herbert I.: José de Gálvez, Visitor General of New Spain (1765-1771).
Berkeley. University of California Press, 1916.

Quintero, Inés: La conjura de los mantuanos. Caracas, Universidad Católica


Andrés Bello, 2008.

Quintero Lugo, Gilberto Ramón: El teniente justicia mayor en la administración


colonial venezolana. Aproximación a su estudio histórico-jurídico. Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1996 (BANH. Fuentes para
Historia Colonial de Venezuela, 231).
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 391

Ramírez F., Joaquín A.: La lucha de los alcaldes por el Gobierno de la provincia. El
formidable pleito entre el licenciado don Juan de Padilla Guardiola y el Cabildo
caraqueño de 1675. Caracas, Banco Central de Venezuela, 1975.

Ramos Perez, Demetrio: Estudios de Historia Venezolana, Caracas, Academia


Nacional de la Historia, 1976 (BANH. Fuentes para la Historia
Colonial de Venezuela, 126).

: Historia de la Colonización Española en América. Madrid,


Pegaso, 1947.

Ravignani, Emilio: “El Virreinato del Río de la Plata. (1776-18l0)” en


Historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, Academia Nacional de
la Historia, 1938, Volumen IV.

Restrepo Sanz, José María: Biografía de los mandatarios de la Real Audiencia.


Bogotá. Editorial Cromos, 1952.

Rodríguez, Luis Cipriano y otros: José Leonardo Chirinos y la Insurrección de la


Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia.
(Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16 y 17 de
noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes-Universidad
Central de Venezuela/Universidad del Zulia/Universidad Nacional
Experimental Francisco de Miranda, 1996.

Rodulfo Cortes, Santos: El régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela


durante el período colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1978 (BANH. Fuentes para la Historia colonial de Venezuela, 135-
136), 2 Volúmenes.

Ruiz Guiñazu, Enrique: La Magistratura Indiana. Buenos Aires, Universidad


de Buenos Aires, 1916.

Salcedo Bastardo, José Luis: Historia fundamental de Venezuela. Caracas,


Universidad Central de Venezuela, 1970.
392 Alí Enrique López Bohórquez

Sanciñena Asurmendi, Teresa: La Audiencia en México en el reinado de Carlos III.


México, Universidad Nacional Autónomo de México, 1999.

Sarraihl, Jean: La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII. México,
Fondo de Cultura Económica, 1974.

Sanz Tapia, Ángel: Los militares emigrados y los prisioneros franceses en Venezuela
durante la guerra contra la Revolución. Caracas, Instituto Panamericano
de Geografía e Historia, 1977.

Schwartz, Stuart B.: “State and Society in Colonial Spanish America”, en


New Aproaches to Latin American History. Austin, University of Texas
Press, 1974.

Soldevilla, F.: Historia de España. Barcelona (España), Ariel, 1962.

Suarez, Santiago Gerardo: “Instituciones Pan-Venezolanas del período


hispánico”, en Los tres primeros siglos de Venezuela, 1498-1810. Caracas,
Fundación Eugenio Mendoza, 1991; pp. 307-311.

Sucre, Luis Alberto: gobernadores y capitanes generales de Venezuela. 2ª ed. Caracas,


Litografía Tecnocolor S. A., 1964.

Tandron, Humberto: El Real Consulado de Caracas y el Comercio Exterior


de Venezuela. Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos/
Universidad Central de Venezuela, 1976.

Tau Anzoategui, Víctor y Eduardo Martiré: Manual de Historia de las


instituciones argentinas. Buenos Aires, 1967.

Travieso, Carmen Clemente: Las esquinas de Caracas. México, 1966.

Troconis de Veracochea, Ermila: “El Comisariato del Santo Tribunal de la


Inquisición”, en Historia de El Tocuyo Colonial. Caracas, Universidad
Central de Venezuela, 19-77, pp. 32-374.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 393

: Las obras pías en la iglesia colonial venezolana. Caracas,


Academia Nacional de la Historia, 1971 (BANH. Fuentes para la
Historia Colonial de Venezuela, 105).

Trujillo, León: Motín y sublevación en San Felipe. Caracas, Editorial Edime,


1955.

Valcarcel, Daniel: Las rebeliones de Tupac Amaru. México, Fondo de Cultura


Económica, 1965.

Vargas Ugarte, Rubén: La carta a los españoles americanos de don Juan Pablo
Vizcardo y Guzmán. Lima, 1954.

Vicens Vives, Jaime: Historia Económica y Social de España y América. Barcelona


(España), Editorial Teide, 1957-1959, 5 Volúmenes.

Zorraquin Becu, Ricardo: La justicia capitular durante la dominación española.


Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1947.

: La organización política argentina en el Período Hispánico. Buenos


Aires, EMECE Editores, 1959.

Ybot León, Antonio: La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la Empresa de


Indias. La obra y sus artífices. Barcelona (España), Salvat Editores,
1961, Tomo II.

Zavala, Silvio: El Mundo Americano en la epoca colonial. México, Editorial


Porrúas, 1967, Tomo I.

2. Artículos y ponencias

Acosta Saignes, Miguel: “Los negros cimarrones”, en El Movimiento


Emancipador de Hispanoamérica. (Actas y Ponencias). Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1961, Tomo III, pp. 331-398.
394 Alí Enrique López Bohórquez

Aizpurua Aguirre, Ramón: “La insurrección de los negros de la Serranía de


Coro de 1795: Una revisión necesaria”, Boletín de la Academia Nacional
de la Historia, 283 (Caracas, julio-septiembre de 1988), pp. 705-723.

: “¿Insurrección de libertad o rebelión de independencia?”,


en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino y la Insur-
rección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de libertad o rebelión de
independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16
y 17 de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes,
1996, pp. 211-216.

Alcántara, Tomás Polanco: “La Real Audiencia de Caracas y la Capitanía


General de Venezuela durante los años caraqueños de Andrés Bello”,
en Bello y Caracas (Primer Congreso del Bicentenario). Caracas, La
Casa de Bello, 1979.

Aragón, Arcesio: “Un regente de España, nacido en Popayán”, Revista de


Indias, 36 (Madrid, 1949), pp. 307-314.

Armellada, Cesáreo de (nota preliminar): “La Real Audiencia de Caracas


en su relación con el obispado (1787-1790)”, Boletín Histórico, 21
(Caracas, septiembre de 1969), pp. 377-384.

Artola, Miguel: “Campillo y las Reformas dc Carlos III”, Revista de Indias,


30 (Madrid, 1952), pp. 665-714.

Aznar, Luis: “Evolución del régimen legal y del significado político de las
audiencias indianas”, Boletín de la Universidad Nacional de La Plata,
XVII: 5 (La Plata, 1933), pp. 8-43.

Ballesteros, Pío: “La función política de las Reales Chancillerías Coloniales”,


Revista de Estudios Políticos, 27-28 (Madrid, 1946), pp. 47-109.

Barbier, Jacques A.: “Elite and Cadre in Bourbon Chile”, The Hispanic
American Historical Review, LII: 3 (Durham, 1972), pp. 416-435.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 395

Barman, Roderick y Jean Barman: “The Prosopography of the Brazilian


Empire” Latin American Research Review, XIII (Austin, 1978), pp. 78-79.

Bermudez Aznar, Agustín: “Las funciones del presidente de la Audiencia


en Indias”, Revista de la Facultad de Derecho de México, 101-102 (México,
enero-julio de 1976), pp. 85-96.

Bermudez Plata, Carlos: “La Cárcel Nueva de la Casa de la Contratación


de Sevilla”, Revista de Indias, 37-38 (Madrid, julio-diciembre de 1955),
pp. 645-650.

Bernard, Gildas: “La Casa de la Contratación de Sevilla, luego en Cádiz


en el siglo XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, 12 (Sevilla, 1965),
pp. 253-286.

Burkholer, Mark A.: “From Creole to Peninsular: The transformations of


the Audiencia of Lima”, The Hispanic American Historical Review, LII:
3 (Durham, 1972), pp. 395-415.

: “Relaciones de méritos y servicios: A Source for Spanish


American Group Biography in the Eigteenth Century”, Manuscripta,
XXI (1977), pp. 97-104.

y Dewitt Chandler: “Creole Appointment and the Sale of


Audiencia Positions in the Spanish Empire under the Early Bourbons,
1701-1750”, Journal of Latin American Studies, IV: 2 (Cambridge, 1972),
pp. 187-206.

Callahan, William J.: “La propaganda, la sedición y la Revolución francesa


en la Capitanía General de Venezuela, 1789-1796”, Boletín Histórico,
14 (Caracas, mayo de 1967), pp. 177-205.

Cardozo, Efraín: “La Audiencia de Charcas y la facultad de gobierno”,


Humanidades, XXV (Buenos Aires, 1936), pp. 137-156.
396 Alí Enrique López Bohórquez

Carlos, Miguel y Alonso: “Las audiencias en los reinos y señoríos de las


Indias”, Cuadernos Americanos, 116-117 (Madrid, agosto-septiembre
de 1959), pp. 189-204.

Campbell, Leon G.: “A Colonial Establishment. Creole Domination of the


Audiencia of Lima during the late eighteenth Century”, The Hispanic
American Historical Review, LIII: 1 (Durham, 1972) pp. 1-25.

Chacón, José María: “Un juez de Indias (vida documental de José Francisco
Heredia)”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, CIII (Madrid,
1930), pp. 5-68 y 617-715.

Chandler, Dewit: “Jacobo de Villaurrutia and the Audiencia of Guatemala”,


The Americas, XXXII: 3 (Washington, 1976), pp. 402-417.

De La Puente, Esteban: “Carlos V y la administración de justicia”, Revista


de Indias, 73-74 (Madrid, julio-diciembre de 1958).

Edsel, Carlos: “Los jacobinos negros en la insurgencia de los esclavos de la Ser-


ranía de Coro”, en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino
y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de libertad o rebelión
de independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16
y 17 de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996,
pp. 157-172.

Ezquerra, Ramón: “La crítica española de la situación de América en el siglo


XVIII”, Revista de Indias, 87-88 (Madrid, 1962), pp. 205-217.

Fabrega P., Jorge: “Organización, jurisdicción y competencia de la Primera


Audiencia y Real Chancillería de Tierra Firme”, Lotería, 199 (Panamá,
junio de 1972), pp. 35-48.

Ferry, Robert: “La esclavitud, el contrabando y los tenientes de justicia.


Control del interior de Caracas en el siglo XVIII”, en Memoria del
Congreso Bicentenario de Simón Bolívar. Caracas, Academia Nacional de
la Historia, 1985, Tomo II, 99-141.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 397

García Gallo, Alonso: “Alcadías mayores y corregidores en Indias”, Memorias


del primer Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1972, Tomo I, pp. 299-347.

: “Las audiencias de Indias. Su origen y caracteres”, Memoria


del Segundo Congreso Venezolano de Historia, Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1975, Tomo I, pp. 389-93.

: “Los Principios Rectores de la Organización Territorial


de las Indias en el Siglo XV”, Anuario de Historia del Derecho Español,
XL (Madrid, 1970, pp. 313-347. También en Estudios de Historia del
Derecho Indiano. Madrid, 1972, pp. 661-693.

: “La Ley como fuente del Derecho de Indias en el siglo


XVI”, Anuario de Historia del Derecho Español, XXI (Madrid, 1951), pp.
607-730. También en Estudios de Historia del Derecho Indiano. Madrid,
1972, pp. 169-285.

García Chuecos, Héctor: “Historia Documental de Venezuela”, Boletín de la


Academia Nacional de la Historia, 162 (Caracas, 1972), pp. 122-127.

Gil Bermejo, Juana. “La Casa de contratación de Sevilla (Algunas


consideraciones para su historia)”, Anuario de Estudios Americanos, 30
(Sevilla, 1973), pp. 679-761.

Gil Rivas, Pedro y Luis Dovale Prado: “La Insurrección de Coro de 1795. Un
movimiento a reivindicar”, en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José
Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección
de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en
Mérida los días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida, Universidad de
Los Andes, 1996, pp. 199-211.

Giménez de Arcondo, Floraligia: “Casos en la Real Audiencia de Caracas.


Homicidios y robos”, en Memoria del Segundo Congreso Venezolano de
Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975, Tomo II,
pp. 433-472.
398 Alí Enrique López Bohórquez

Hirschberg, Julia: “Social Experiment in New Spain: A Prosopographical


Study of the Early Settlement at Puebla de Los Angeles, 1531-1534”,
The Hispanic American Historical Review, 59:1 (Durham, 1979), pp. 1-33.

Konetzke, Richard: “La Condición legal de los criollos y las causas de la


Independencia”, Estudios Americanos, 5 (Sevilla, 1950), pp. 31-54.

Izard, Miguel: “Colonizadores y colonizados: Venezuela y la Guipuzcoana”,


Saioak. Revista de Estudios Vascos, 4 (1980), pp. 53-67.

: “La agricultura venezolana en una época de transición,


1777-1830”, Boletín Histórico, 28 (Caracas, 1972) pp. 81-145.

Jordan Andara, Josefina: “Acercamiento a la rebelión encabezada por José Leon-


ardo Chirino en 1795”, en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo
Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad
o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los
días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes,
1996, pp. 181-197.

Lalinde Abadía, Jesús: “El régimen virreinato-senatorial en Indias”, (separata


del Anuario de Historia del Derecho Español, XXXVII (Madrid, 1967).

Leal, Ildefonso: “Francisco Javier Pirela y su intento de sublevar Maracaibo


en 1799”, Revista de Historia, 21 (Caracas, noviembre de 1964), pp.
41-69.

: “La aristocracia criolla venezolana y el Código Negrero


de 1789”, Revista de Historia, 6 (Caracas. 1961), pp. 61-81.

: “Orígenes históricos de la Real Audiencia de Caracas”,


Revista de Control fiscal, 16 (Caracas, enero-abril de 1985), pp. 185-202.
Incluido anteriormente en Nuevas crónicas de Historia de Venezuela.
Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1978, Tomo II, pp.
327-347.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 399

Lecuna, Vicente: “La Conjuración de Matos”, Boletín de la Academia Nacional


de la Historia, 56 (Caracas, 1931), pp. 381-440.

Lochkart, James: “The Social History of Colonial Spanish America:


Evolution and Potential”, Latín American Research Reiíew, VII: 1 (Austin
1972), pp. 6-45.

Lohman Villena, Guillermo: “El corregidor de Lima (Estudios Históricos-


jurídicos)”, Anuario de Estudios Americanos, 9 (Sevilla, 1952), pp.
131-71.

López, Isaac: “La Sublevación de José Leonardo Chirino en la Historiografía


Venezolana”, en José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de
Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria
del Simposio realizado en Mérida los días 16 y 17 de noviembre de
1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996, 93-107.

López Bohórquez, Alí Enrique: “Acciones de las autoridades coloniales de


Coro y Caracas contra la insurrección de José Leonardo Chirino”, en Luis
Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía
de Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria
del Simposio realizado en Mérida los días 16 y 17 de Noviembre de 1995).
Mérida, Universidad de Los Andes, 1996, pp. 145-156.

: “El Archivo de la Real Audiencia de Caracas (Estado


Actual de las Fuentes Documentales para su Estudio)”, Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, 294 (Caracas, abril-junio de 1991),
pp. 55-61.

: “El Personal de la Real Audiencia de Caracas: Funciones


y Atribuciones a través de la Legislación”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, LXXII: 286 (Caracas, abril-junio de 1989);
pp. 81-113.

: “Idea del gobierno eclesiástico y civil de la España


Ultramarina. Obra inconclusa del oidor decano-regente José
400 Alí Enrique López Bohórquez

Francisco Heredia”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 275


(Caracas, julio-septiembre de 1986), pp. 665-675.

: “Intervención de la Real Audiencia de Caracas en asuntos


eclesiásticos (Cronología y fuentes para su estudio)”, ponencia
presentada en el Segundo Seminario Latinoamericano. La evangelización
durante la Colonia, auspiciado por el CELAM y la Universidad
Católica Andrés Bello (Caracas, marzo de 1989), publicado en La
Real Audiencia de Caracas (Estudios), pp. 163-201.

: “La aristocracia criolla venezolana y la Real Audiencia de


Caracas: una razón para la Independencia Venezuela”, en Memoria
del Congreso del Bicentenario del Libertador. Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1985, Tomo III, pp. 87-103.

: “La Audiencia de Caracas, 1786-1821 (Síntesis histórica.


Personal de la Audiencia. Apreciaciones sobre el establecimiento y
actuación. Documentos fundamentales sobre la creación e instalación.
Bibliografía básica para su estudio)”, Boletín de la Academia Nacional de
la Historia, 275 (Caracas, julio-septiembre de 1986), pp. 601-656.

: “La censura de libros, papeles sediciosos e ideas


revolucionarias en la Audiencia de Caracas. (Proyecto de
Investigación)”, ponencia presentada en el V Congreso Venezolano
de la Historia, auspiciado por la Academia Nacional de la Historia
(Caracas, noviembre de 1986).

: “La Real Audiencia de Caracas y la provincia de Barinas


(1787-1810)”, ponencia presentada en el II Seminario Nacional sobre
el Llano y los Llaneros, bajo el auspicio de la UNELLEZ (San Carlos,
Cojedes, mayo de 1991), publicado en La Real Audiencia de Caracas
(Estudios), pp. 203-214.

: “La Real Audiencia y el Real Consulado de Caracas.


Confrontación entre peninsulares y criollos por la Administración
de Justicia”, Boletín de la Academia de Mérida, 2 (Mérida, enero-junio
de 1995), pp. 115-130.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 401

: “La Real Audiencia de Charcas (1561-1567): Conflictos


jurisdiccionales de una Audiencia Subordinada”, Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, 279 (Caracas, julio-septiembre de 1987), pp.
745-762.

: “La Revolución francesa en el Distrito de la Real Audiencia


de Caracas”, ponencia presentada en el Congreso Internacional de
Historia: La Revolución francesa en América Latina y el Caribe (1789-1847),
auspiciado por el Comité Venezolano Bicentenario de la Revolución
francesa (Caracas, Abril de 1989), publicado en La Real Audiencia de
Caracas (Estudios), 257-290.

: “Las autoridades coloniales ante la expansión de las ideas


de la Revolución francesa: La causa de la Audiencia de Caracas contra
la Conspiración de Gual y España”, ponencia presentada en las III
Jornadas sobre Investigación y Docencia de la Historia, auspiciado por la
Universidad Pedagógica Libertador (Barquisimeto, julio de 1989),
publicado en La Real Audiencia de Caracas (Estudios), pp. 291-303.

: “Las reales provisiones de la Audiencia de Caracas”, en


Memoria del XI Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho
Indiano. Buenos Aires, Instituto de Investigación de Historia del
Derecho Indiano, 1997, Tomo III, pp. 459-484.

: “Las Reformas de Carlos III en las Audiencia Americanas”,


Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 262 (Caracas, abril-junio
de 1983), pp. 319-342 (Separata editada en Mérida, Talleres Gráficos
Universitarios, 1983).

: “Los regentes de la Real Audiencia de Caracas”, ponencia


presentada en el XII Congreso Internacional de Historia del Derecho Indiano
(Toledo, España, 19 al 21 de octubre de 1998), organizado por el
Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano.

Magallanes, Manuel Vicente: “Las luchas coloniales”, Boletín Histórico, 31


(Caracas, 1973), pp. 5-24.
402 Alí Enrique López Bohórquez

Malagon Barcelo, Javier: “Las reales audiencias y chancillerías. Apuntes


para el examen de las leyes en la Recopilación de Indias”, Boletín de
la Academia Nacional de la Historia, 275 (Caracas, julio-septiembre de
1986), pp. 677-693.

Manulis, Isaac: “La Real Audiencia Pretorial de Buenos Aires”, Boletín del
Instituto de Investigaciones Históricas, 33-34 (Buenos Aires, 1927-1928),
pp. 2 13-243.

Mariluz Urquijo, José María: “Las Memorias de los regentes de la Real Au-
diencia de Buenos Aires Manuel Antonio de Arredondo y Benito de
la Mata Linares”, Revista del Instituto de Historia del Derecho y Ciencias
Sociales, 1 (Buenos Aires, 1949), pp. 19.26.

Mendez, Herminia: “La Real Audiencia de Caracas”, Boletín de la Academia


Nacional de la Historia, 275 (Caracas, julio-septiembre de 1986), pp.
657-664.

Meza, Robinzon: “Protestas, rebeliones y conspiraciones en la Venezuela del


siglo XVIII” en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino y
la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión
de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16
y 17 de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996,
pp.80-92.

Morazzani de Pérez Enciso, Gisela: “Materiales para el estudio de una


ordenanza del siglo XIX”, Revista de la Facultad de Derecho de México,
101-102 (México, enero-junio de 1976), pp. 447-464.

: “Notas para el estudio de una ordenanza de Audiencia


en el siglo XIX”, Semestre Histórico, 2 (Caracas, julio-diciembre de
1975), pp. 47-55.

Morón, Guillermo: “La Real Audiencia de Caracas: unidad política de


Venezuela”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 275 (Caracas,
julio-septiembre de 1986), pp. 579-590.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 403

Muro Orejón, Antonio: “El Real y Supremo Consejo de las Indias”, Anuario
de Estudios Americanos, 27 (Sevilla, 1970), pp. 195-218.

: “Las leyes nuevas de 1542-1543. ordenanzas para la


gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los
Indios”, Anuario de Estudios Americanos, 17 (Sevilla, 1959), pp. 561-619.

Navarro García, Luis: “Los oficios vendibles en Nueva España durante la


Guerra de Sucesión”, Anuario de Estudios Americanos, XXXII (Sevilla,
1975), pp. 133-154.

Nicolet, C.: “Prosopographie et histoire sociale: Rozne et ltalie a l’époque


republicane”, Annales: économies, sociétés, civilisations, 5 (1970), pp.
1209-1228.

Pereira, Carlos: “Las ‘noticias secretas de América’ y el enigma de su


publicación”, Revista de Indias, 2 (Madrid, 1940), pp. 5-33.

Perera, Ambrosio: “Usanza de los términos corregimiento y corregidor en la


gobernación de Venezuela”, Memoria del Primer Congreso de Venezolano
de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, Tomo
II, ; pp. 163-77.

Phelan, John L.: “El auge y la caída de los criollos en la Audiencia de


Nueva Granada, 1700-1781, Boletín de Historia y Antigüedades, 697-698
(Bogotá, 1972), pp. 597-618.

Pierson, William W.: “La Intendencia de Venezuela en el régimen colonial”,


Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 95 (Caracas, 1941),
pp.239-275.

Polanco Alcantara, Tomás: “La Real Audiencia de Caracas y la Capitanía


General de Venezuela durante los años caraqueños de Andrés bello”,
en Bello y Caracas (Primer Congreso del Bicentenario). Caracas, 1979,
pp. 71-90.
404 Alí Enrique López Bohórquez

: ‘‘La Real Audiencia de Caracas como antecedente de la


Corte Suprema de Justicia”, en Memoria del Segando Congreso Venezolano
de Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1975, Tomo
II, pp. 433-464.

: “Las audiencias y chancillerías reales de Indias”, Revista


del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Central de Venezuela,
9-10 (Caracas, agosto-septiembre de 1949), pp. 1-57.

Quintero Lugo, Gilberto: “Origen, desarrollo y desenlace de la rebelión de José


Leonardo Chirino”, en Luis Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo
Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad
o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los
días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes,
1996, pp. 117-143.

Ramos Guedez, José Marcial: “Insurrección de José Leonardo Chirino en


la Serranía de Coro en 1795: Bicentenario de una lucha”, en Luis
Cipriano Rodríguez y otros: José Leonardo Chirino y la Insurrección de la
Serranía de Coro de 1795. Insurrección de Libertad o Rebelión de Indepen-
dencia. (Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16 y 17
de Noviembre de 1995). Mérida, Universidad de Los Andes, 1996,
pp. 173-179.

Ramos Pérez, Demetrio: ‘‘El presidente de la Real Audiencia de Caracas, en


su fase inicial y su intento de concentración de todos los poderes”, en
Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1975, Tomo II, pp. 465-498.

: “El problema de la fundación del Real Consejo de Indias”,


Anuario de Estudios Americanos, 26 (Sevilla, 1969), pp. 385-425.

Real Díaz, Joaquín: “El Consejo de Cámara de Indias: génesis de su


fundación”, Anuario de Estudios Americanos, 19 (Sevilla, 1962), pp.
725-758.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 405

Rodríguez, Luis Cipriano: “José Leonardo Chirino y la historia como síntesis”, en


José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795. Insurrección
de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio realizado en
Mérida los días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida, Universidad de
Los Andes, 1996, pp.11-20.

Salvat Monguillot, Manuel: “La instrucción de regentes”, Revista Chilena de


Historia del Derecho, 3 (Chile, 1964), pp. 37-69

: “Las funciones de gobierno de la Audiencia en el Reino


de Chile”, en Actas y Ponencias del III Congreso del Instituto Internacional
de Historia del Derecho Indiano. Madrid, 1973, pp. 597-622.

Sánchez Bella, Ismael: “Las audiencias y el gobierno de las Indias (Siglos


XVI y XVII), Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, II (Valparaíso,
1977), pp. 159-186.

Soberanes Fernández, José Luis: “El Estatuto del regente de la Audiencia de


México (1776-1821)”, Anuario de Estudios Americanos. XXXII (Sevilla,
1975), pp.415-446.

: “La reforma judicial de 1776 en México”, Revista de Derecho


Procesal Iberoamericana (Madrid, 1977), pp. 237-255).

: “Notas para el estudio de la audiencia gobernadora en


México de 1680 a 1821”, Anuario Jurídico de la Universidad Nacional
Autónoma de México, 3-4 (México, 1976).

Sosa Llanos, Pedro Vicente: “Estado de las fuentes documentales para el estudio
de la Insurrección de José Leonardo Chirino”, en Luis Cipriano Rodríguez
y otros: José Leonardo Chirino y la Insurrección de la Serranía de Coro de 1795.
Insurrección de Libertad o Rebelión de Independencia. (Memoria del Simposio
realizado en Mérida los días 16 y 17 de noviembre de 1995). Mérida,
Universidad de Los Andes, 1996, pp. 109-115.

Stone, Lawrence: “Prosopography”, Daedalus, 100:1 (1971), pp. 46-79.


406 Alí Enrique López Bohórquez

Sucre Reyes, José: “Organización administrativa y judicial de la capitanía


general de Caracas”, Revista del Colegio de Abogados del Distrito Federal,
35-36 (Caracas, marzo-julio de 1943), pp. 37-57.

Tobar, Donoso Julio: “El Restablecimiento de las audiencias de Quito”, Boletín


de la Academia Nacional de la Historia, 55 (Quito, 1940), pp. 5-12.

Tovar Velarde, Jorge: “La Audiencia de Lima, 1705-1707: Dos años de


gobierno criollo en el Perú”, Revista Histórica, 25 (Lima, 1957-1958),
pp. 338-453.

Troconis de Veracochea, Ermila: “El Corregimiento del Tocuyo en los


siglos XVII y XVIII”, Memoria del Primer Congreso Venezolano de
Historia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1972, Tomo
II, pp. 385-440.

:“Los Libros y la Inquisición”, Revista Nacional de Cultura,


191 (Caracas, enero-febrero de 1970), pp. 67-73.

: “La ‘Limpieza de Sangre’ a través de la Real Audiencia de


Caracas”, en Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia. Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1975, III, pp. 353-385.

Valcarcel, Carlos Daniel: “La Audiencia del Cuzco”, en Memoria del Segundo
Congreso Venezolano de Historia. Caracas, Academia Nacional de la
Historia, 1974, Tomo III, pp. 292-295.

Vasquez de Acuña, Isidoro: “El ministro de Indias don José de Gálvez, marqués
de Sonora”, Revista de Indias, 75 (Madrid, 1959), pp. 449-473.

Villanueva Urteaga, Horacio: “La Audiencia del Cuzco”, en Anales del


III Congreso Nacional de Historia del Perú. Lima, Centro de Estudios
Histórico Militares del Perú, 1965, pp. 424-430.

Zorraquin Becu, Ricardo: “Los distintos tipos de gobernador en el derecho


indiano” en Actas y Estudios del III Congreso del Instituto Internacional de
Historia del Derecho Indiano (Madrid, 1973, pp. 539-580.
El rescate de la Autoridad Colonial en Venezuela 407

Zumalacarregui, Leopoldo: “Las ordenanzas para la Casa de la Contratación


de las Indias de 1531”, Revista de Indias, 30 (Madrid, octubre-diciembre
de 1947), pp. 740-82.

3. Memorias, tesis y trabajos mimeografiados

Albornoz de López, Teresa: Una visita a la Real Audiencia de Caracas entre


1804-1809. Mérida, Escuela de Historia/Universidad de Los Andes,
1981.

Burkholder, Mark A.: José Baquijano and the Audiencia of Lima. Duke
University, 1970.

Caldera de Osorio, Gloria y Teresa Albornoz de López: Los censos de Mérida.


siglos XVII y XVIII. Conceptualización, fuentes y propuestas metodológicas
para su estudio. Mérida, Escuela de Historia /Universidad de Los
Andes, 2001, 2 Vols.

Gil, Pedro y otros: La insurrección de los esclavos negros, libres e indios de la Sierra de
Coro, 1795; una visión crítica. Mérida, Escuela de Historia/Universidad
de Los Andes, 1982.

González Antias, Antonio J.: Índice de causas judiciales remitidas por la Real
Audiencia de Santo Domingo para la Real Audiencia de Caracas. Año 1796
(Comentarios y trascripción paleográfica de Antonio González.
Trabajo Mimeografiado).

López Bohórquez, Alí Enrique: La Real Audiencia de Caracas. Su origen y


organización: 1786-1805. Mérida, Escuela de Historia/Universidad
de Los Andes, 1976.

Luengo Duque, Jesús Ángel. La crisis del Imperio español y la independencia de


Venezuela (1808-1812). Mérida, Escuela de Historia/Universidad de
Los Andes, 2002.

Mendez Salcedo, Ildefonso: La capitanía General de Venezuela, 1777-1821.


Una revisión historiográfica, legislativa y documental sobre el carácter y la
408 Alí Enrique López Bohórquez

significación de su establecimiento. Caracas, Universidad Católica Andrés


Bello, 2001.

Meza, Robinzon Meza y Hector Molina en La lucha por el poder en Venezuela


durante el siglo XVIII. Conflictos y acuerdos del Cabildo de Caracas con las
autoridades coloniales. Mérida, Escuela de Historia/Universidad de Los
Andes, 1991.

Nava Santana, Mayela Coromoto: La Real Audiencia de Caracas (1812-1821).


Conflictos y acuerdo entre jueces civiles y jefes militares. Mérida, Escuela de
Historia/Universidad de Los Andes, 1989.

Noguera, Nancy: El comisariato del Santo Oficio de la Inquisición en Mérida,


1640-1810. Mérida, Escuela de Historia /Universidad de Los Andes,
1982.

Nuñez de Peña, Oda: La Real Audiencia de Caracas y el capitán general Domingo


Monteverde. Conflicto jurisdiccional (1812-1813). Mérida, Escuela de
Historia/Universidad de Los Andes, 1982.

Vilchez, Haydee: Índice de documentos referidos a la Real Audiencia de Caracas


existentes en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia, 1786-1810.
(Copia Mimeografiada, 1986).

S-ar putea să vă placă și