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1.

- SAN JOSÉ DA TONO A LA CUARESMA

Por Javier Leoz

San José, a tono con la Santa Cuaresma, nos transmite sobriedad y profundidad,
sencillez y silencio, oración y austeridad. San José, con el pensamiento en nuestro
seminario, nos recuerda que todos estamos llamados a ser promotores de las
vocaciones sacerdotales en nuestro hogar. ¿Cómo es posible que, en nuestra mesa, se
hable de las grandes figuras del deporte o de la música y, en cambio, silenciemos la
vocación sacerdotal?

1.-El Papa Benedicto XVI, un 18 de diciembre de 2005, llegó a decir “dejémonos invadir por el
silencio de San José”. Estamos tan acostumbrados a vivir asediados por el ruido que, aunque
nos parezca mentira, nos resultaría imposible ya vivir sin él. Pero ¿qué ocurre? El ruido nos
impide escuchar o percibir las grandes verdades de la vida; el paso de Dios por las calles en
las que caminamos; el soplo del Espíritu que habla suavemente en toda persona que desee
vivir como Dios manda.

Al festejar a San José, y junto con Él su silencio, llegamos a la conclusión de que su


disponibilidad y obediencia o la ausencia de sus palabras en el Evangelio es, todo ello, un
gran tesoro para nuestra Iglesia.

-Nos enseña San José a ser grandes desde la pequeñez (como María).

-Nos invita San José a confiar en el Creador aunque aparentemente las cosas nos vayan en
contra.

-Nos induce San José a ponernos en camino apoyados en el cayado de la esperanza.

Sólo desde el silencio, con el silencio y en el silencio podremos llegar a comprender, vivir y
sentir la presencia del Señor tal y cómo José la abrigó en propias carnes. Su silencio, el
silencio de San José, es para nosotros una joya, un modelo, una respuesta a nuestra fe.
¿Confías en Dios? ¡Guarda silencio! ¡Calla! ¡Olvídate de ti mismo y piensa más en los demás!
¿Quieres, como San José, conocer y amar más a Dios? ¡Abre un poco menos los labios y
abre un poco más los oídos!

2.- Una segunda pincelada de este día dedicado al Patriarca de la Iglesia nos viene dada
desde las líneas maestras que nos brinda su figura.

Su constancia, aun sin ser agradecida, es modelo para la Iglesia que se enfrenta a una Nueva
Evangelización. ¿Cómo llevarla a cabo? Ni más ni menos que con aquella dinámica que San
José aportó a los inicios del cristianismo: confiar en la gran Verdad que es Dios. Poner a Dios
en el corazón de cada uno de nosotros.
Su obediencia, probada y continua, es un referente para todos los que somos cristianos.
¿Amas a Dios sobre todas las cosas? ¿Le entregas incluso aquello que más quieres? San
José, desde su ser obediente, nos empuja a lanzarnos sin ruido pero sin temblor en la
aventura de la fe.

3.- Su responsabilidad en la casa de Nazaret nos exige también, como he dicho al principio,
rezar, cuidar y potenciar las vocaciones sacerdotales. Él, mejor que nadie, nos puede dar las
pistas para ir en la dirección adecuada: acompañamiento, compromiso, convencimiento,
oración y abnegación. Paso que, para llevarlos a cabo, exigen sacrificio y esfuerzo por parte
de todos (padres, sacerdotes, catequistas o religiosos).

Que el silencio de San José, en este tiempo de la Santa Cuaresma, hable a lo más hondo de
nuestras conciencias. Que al festejar su Patronazgo pongamos en sus manos los destinos de
nuestra Iglesia, el amor y la oración por nuestros padres y por tantas instituciones que confían
en su intercesión

Acercarse a tu pecho es sentir el rumor de Dios


saber que, en la soledad y en la prueba,
es donde se demuestra la grandeza que presumimos
la verdad o la mentira de lo que somos.
Nadie como Tú, José, habló tanto en imperceptibles palabras:
Tu vida fue un canto a la obediencia
Tu caminar se convirtió en letra impresa
Tu sendero marcó un antes y un después
para los que, como Tú, queremos seguir dejando huella.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Desde la bondad frente a tanto odio
Desde la fe ante las dudas que nos rodean
Desde el silencio cuando el ruido nos atenaza
Desde la responsabilidad
cuando caemos bajo el peso de nuestras fragilidades
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
En sueños que, mirando al cielo, se convierten
en destellos divinos
En sueños que, mirando a la tierra,
nos empujan a ser decididamente rectos
En sueños que, en las noches oscuras,
disipan preocupaciones y horas amargas.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Sin elocuencia pero con la verdad de tu vida
Sin ruido pero con la decisión de tu cayado
Sin, subidas o bajadas de ángeles,
pero con los pies en la tierra
Sin riqueza en tu hogar ni monedas en tu túnica
pero con el tesoro inmenso de tu fe sin límites.
¡Sí! ¡Así nos hablas, José!
Toda tu vida es páginas por escribir
de alguien que ya habló con su propia existencia.
Amén

2.- CONFIANZA

Por José María Martín OSA

1.- Dios confía en el hombre, a pesar de nuestra fragilidad. El Señor confía y valora las
capacidades humanas, los deseos sinceros de amar de José, de serle fiel. Por eso, en este
día deseamos aprender primero de Dios que quiso contar con sus criaturas –fiado de ellas--
para llevar a cabo su plan de Redención: la empresa más grande jamás pensada. También
aprendemos de José que no defraudó a Quien había depositado en él su confianza. Jesús
recibió de modo especial hasta su madurez los cuidados de José. El que era su padre ante la
ley le transmitió su lengua, su cultura, su oficio... La confianza que Dios deposita en José pone
de manifiesto hasta qué punto Dios valora al hombre. Somos ciertamente muy poca cosa, nos
cuesta reconocerlo, al contemplar la fragilidad e imperfección humanas. Sin embargo, Dios no
sólo ha tomado nuestra carne naciendo de una mujer, sino que se dejó cuidar en todo en su
primera infancia por unos padres humanos; y luego, algo mayor, aprendió quizá sobre todo de
su padre, José, las costumbres y tradiciones propias de su región, de su país, de su culto.

2.- José confía en María. La casa de José y María fue la escuela de valores donde Jesús
creció en “edad, sabiduría y gracia”. Jesús aprendió de José de modo especial el oficio y así
era conocido como el hijo del carpintero. Pero para entonces, cuando Jesús comenzó a ser
conocido en Israel, muy posiblemente José habría fallecido. Las narraciones evangélicas no lo
mencionan durante la vida pública del Señor. En su infancia, sin embargo, y antes incluso de
su nacimiento, sí que nos hablan de José y de su fidelidad. Estando desposado con la Virgen
María y comprendiendo que Ella esperaba un hijo sin que hubieran convivido, como era justo
y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Así manifiesta su virtud: decidió
retirarse del misterio de la Encarnación sin ofender a María y fue necesario que un ángel le
dijera: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido
concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

3.- Nosotros confiamos en José. Es justo y cumple su misión calladamente. Como dice el
evangelista, Dios puede contar con él. No se escandaliza de la concepción milagrosa de
María, sino que se dispone, por el contrario, a hacer como el ángel le indica: al despertarse
José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa. Y, sin que la
hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús. Y así comienza su misión
de padre del Redentor según el plan divino. Una tarea sobrenatural –como deben ser todas
las tareas humanas-- que vivió confiando en Dios mientras veía que Dios había confiado en él.
Tras la visita de los Magos, cuando humanamente podría parecer que las circunstancias
mejoraban después de los accidentados sucesos en torno al nacimiento del Niño, un ángel del
Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a
Egipto y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Él
se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la
muerte de Herodes. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Egipto con Jesús y María; el
suficiente, en todo caso, para que debiera instalarse establemente en un país extraño,
emplearse en una ocupación para mantener a la familia, aprender posiblemente un nuevo
idioma, otras costumbres..., y sin saber hasta cuándo..., pues el ángel sólo le había dicho:
estate allí hasta que yo te diga... Nuevamente resplandecen la fe y la fidelidad de José. Le
pedimos a él que nos consiga de Dios la gracia de una fe a la medida de la suya cuando
cuidaba de Jesús y de María; una fe que nos lleve a sentirnos más responsables con Dios,
que también se hace presente en nuestra vida y confía en el amor de cada uno. Por
intercesión de José, en este Día del Seminario, pidamos a Dios que suscite vocaciones que
colaboren a la extensión de la Buena Noticia del Evangelio.

3.- SAN JOSÉ, UN HOMBRE DE FE Y DE VOCACIÓN DE


SERVICIO

Por Gabriel González del Estal

1.- San José nació para servir silenciosamente. En los evangelios no encontramos ni una
sola palabra dicha por San José. Sin embargo, se nos dice que San José, obedeciendo al
ángel, protegió a María contra los que hubieran podido lapidarla, al encontrarla embarazada
antes de convivir con su esposo. También protegió al Niño, huyendo a Egipto para librarlo de
Herodes. San José no pensó en sí mismo, ni reaccionó con orgullo herido, cuando comprobó
que su prometida estaba embarazada. Sólo pensó en el bien de María y en defenderla contra
sus posibles acusadores. Tampoco se preocupó de sí mismo, ni en las muchas dificultades del
viaje, cuando el ángel le dijo que huyera a Egipto. Por lo poco que sabemos de San José,
podemos deducir que fue una persona siempre al servicio de los demás, callada y
silenciosamente. Es esta una virtud grande y difícil de practicar, porque a todos nosotros nos
gusta pregonar nuestras buenas acciones. Espontáneamente, pensamos primero en nosotros
mismos, antes que en los demás. Y nos gusta que los demás conozcan y valoren las cosas
buenas que nosotros hacemos. Estas virtudes de humildad y vocación de servicio que tuvo
San José son virtudes que nosotros debemos imitar y pedirle a Dios que nos las conceda. Es
una buena oración que podemos hacer hoy, en la fiesta de San José.

2.- San José fue un hombre de fe. Hacía falta mucha fe para no creer lo que estaba viendo:
que su prometida, embarazada, le había sido infiel. Él creía en María, porque la amaba
apasionadamente, y creía en Dios, porque era su único Señor. Veía que María estaba
embarazada, pero su fe en María le decía que ella no podía ser culpable de nada; sabía que
Dios castigaba a las adúlteras, porque así lo decía la Ley, pero su amor a Dios le decía que
Dios no podía castigar a María, porque esta siempre había querido ser una humilde esclava
del Señor. Él creía firmemente que María le había sido fiel, porque sabía que María era fiel al
Señor. Y actuó movido por la fe, consolado e iluminado por el ángel. Creyó interiormente, a
pesar de todas las apariencias exteriores. No nos es fácil hoy a nosotros, hijos de la ciencia y
de la experiencia, creer en las maravillas de Dios. Creer hoy para nosotros supone un
profundo acto interior de fe, porque son muchos los que nos dicen que no es posible ver a
Dios, con los solos ojos de la ciencia, en el universo. Tenemos que creer con los ojos del alma
lo que no podemos ver con los ojos del cuerpo y eso supone un gran acto de fe. Que San
José nos ayude en este día a ser personas de profunda fe.

3.- Día de las vocaciones sacerdotales. A la falta de fe y a la falta de vocación de servicio se


debe, entre otras causas, la falta de vocaciones sacerdotales. Si nuestra sociedad educara a
sus hijos en la fe cristiana y en la vocación de servicio, las vocaciones sacerdotales
florecerían. Pero, desgraciadamente, no es así. Se educa a los niños para que triunfen social
y económicamente, al margen de los valores cristianos. Pedir hoy por las vocaciones
sacerdotales es pedir por una educación humana y cristiana, de acuerdo con el evangelio de
Jesús de Nazaret. En este día de San José, pidamos al Señor que inspire a los padres y
madres de familia, para que eduquen a sus hijos en la vocación de servicio y en la fe cristiana;
sólo así podrán surgir dentro de la familia vocaciones sacerdotales.

4.- HACER BIEN LO QUE DIOS NOS ENCOMIENDA

Por Pedro Juan Díaz

1.- Dios cuenta con un hombre humilde y sencillo. El Señor confía y valora las capacidades
humanas, los deseos sinceros de amar de José, de serle fiel. Por eso, en este día deseamos
aprender primero de Dios que quiso contar con sus criaturas –fiado de ellas-- para llevar a
cabo su plan de Redención: la empresa más grande jamás pensada. También aprendemos de
José que no defraudó a quien había depositado en él su confianza. Jesús recibió de modo
especial hasta su madurez los cuidados de José. Él, que era su padre ante la ley, le transmitió
su lengua, su cultura, su oficio... Pensemos en tantos rasgos del carácter de Jesús que serían
de José, como sucede de ordinario en las familias. La confianza que Dios deposita en José
pone de manifiesto hasta qué punto Dios valora a las personas. Somos ciertamente muy poca
cosa, apenas nos cuesta reconocerlo, al contemplar la fragilidad e imperfección humanas, sin
embargo, Dios no sólo ha tomado nuestra carne naciendo de una mujer, sino que se dejó
cuidar en todo en su primera infancia por unos padres humanos; y luego, algo mayor, aprendió
quizá sobre todo de su padre, José, las costumbres y tradiciones propias de su región, de su
país, de su culto.

3.- La casa de José y María fue la escuela de valores donde Jesús creció en “edad, sabiduría
y gracia”. Jesús aprendió de José de modo especial el oficio y así era conocido como el hijo
del carpintero. Pero para entonces, cuando Jesús comenzó a ser conocido en Israel, muy
posiblemente José habría fallecido. Las narraciones evangélicas no lo mencionan durante la
vida pública del Señor. En su infancia, sin embargo, y antes incluso de su nacimiento, sí que
nos hablan de José y de su fidelidad. Estando desposado con la Virgen María y
comprendiendo que Ella esperaba un hijo sin que hubieran convivido, como era justo y no
quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Así manifiesta su virtud: decidió
retirarse del misterio de la Encarnación sin difamar a María y fue necesario que un ángel le
dijera: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido
concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

4.- José es justo y cumple su misión calladamente. Como dice el evangelista, Dios puede
contar con él. No se escandaliza de la concepción milagrosa de María, sino que se dispone,
por el contrario, a hacer como el ángel le indica: al despertarse José hizo como el ángel del
Señor le había mandado, y recibió a su esposa. Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz
un hijo; y le puso por nombre Jesús. Y así comienza su misión de padre del Redentor según el
plan divino. Una tarea sobrenatural –como deben ser todas las tareas humanas- que vivió
confiando en Dios mientras veía que Dios había confiado en él. En su fiesta, nos
encomendamos al que fue siempre fiel a Dios, al que contó en todo con la confianza de su
Creador. Le pedimos nos consiga de Dios la gracia de una fe a la medida de la suya cuando
cuidaba de Jesús y de María; una fe que nos lleve a sentirnos más responsables con Dios,
que también se hace presente en nuestra vida y confía en el amor de cada uno.

5.- UNA JOVEN PAREJA

Por Antonio García-Moreno

1.- EL TEMPLO NUEVO.- "El edificará un templo en mi honor..." (2 S 7,13) La profecía


sobre el templo que escuchó David se cumplió plenamente. Primero en figura, espléndida
pero efímera, y luego en la realidad, aunque de forma inaudita y definitiva. En efecto, el primer
rey de la dinastía davídica, Salomón, construyó el templo de Jerusalén, una de las maravillas
del mundo antiguo. Pero aquel templo sería destruido por los asirios. Después Esdras y
Nehemías lo reconstruyen modestamente. Finalmente el templo es restaurado de manera
ambiciosa por Herodes.

Todavía hoy pueden apreciarse las grandes piedras herodianas que provocaron la admiración
de los apóstoles y dieron ocasión a Jesús para recordar la destrucción del templo. Poco antes
había llorado al contemplar desde la colina de los olivos tan espléndida construcción y
anunciar su ruina. Pero la profecía hecha a David se cumpliría... Un nuevo templo se alza, no
sobre la gran explanada de Herodes sino sobre la nueva Jerusalén. Pero ahora el templo es el
Cordero, Cristo mismo glorificado, la nueva Shekiná, la misteriosa y amable presencia de Dios
en medio de su Pueblo.

2.- NUESTRO PADRE Y SEÑOR "Te hago padre de muchos pueblos" (Rm 4, 17) De
nuevo otra profecía mesiánica se deja escuchar en la liturgia de la Palabra, en la Misa de San
José. En esta ocasión fue Abrahán quien recibe esta promesa de una generación numerosa,
la mejor bendición que se podía recibir en aquellos tiempos. El patriarca creyó en la palabra
de Dios, a pesar de que Sara era estéril y luego sólo tuvo un hijo... También José es llamado
patriarca, pues también él creyó en las palabras misteriosas del arcángel Gabriel.
Santa Teresa gustaba llamar a San José "padre y señor". Siglos más tarde el Beato Josemaría
Escrivá sentirá en su vida la protección del Santo patriarca, admirará su figura, "bien plantado"
le llama en alguna ocasión, y subrayará la grandeza de su papel en la vida de Jesús, su
misión de ser el padre legal que trabaja y calla, que vela por los suyos, que pasa
desapercibido, que ama con pocas palabras y muchas obras.

3.- ESPOSO DE MARÍA "La madre de Jesús estaba desposada con José..." (Mt 1, 18)En
ocasiones se representa a San José anciano, y a la Virgen María muy joven. Parece que la
razón de tamaño disparate proviene de la idea de que así es más creíble el compromiso
mutuo de guardar la castidad, el voto de virginidad que desde el inicio existía entre ellos.
Como si de viejo ya no hubiera la posibilidad de unas relaciones maritales... Lo normal eran
los matrimonios entre muchachos y chicas de la misma edad, aunque pudiera darse el caso
de que un viejo se casara con una joven. Y así ocurre con David y la bella sunamita.

Sin embargo, eso pasaba por razones distintas, derivadas sobre todo del poder del rey. Pero
en el caso de San José se trataba de un modesto trabajador y de una muchacha sencilla. Era
un caso como el de tantas jóvenes parejas, en las que la razón predominante es la del amor.
Es cierto que eran dos personas singulares, en las que el mutuo cariño se entrelazaba con los
planes divinos. Por ello fue posible realizar un hogar donde el Niño Jesús encontró la paz y la
alegría, bajo la mirada atenta de José y la sonrisa maternal de María.

6.- EL CINCEL DE DIOS EN SAN JOSÉ

Por José María Maruri, SJ

1.- Quiero en primer lugar felicitar a los Josés, Josefinas, María Josés, Pepes y todos aquellos
que tenemos la suerte de llevar el nombre de José, de San José. Y nos hemos hecho la idea,
tal vez, de un San José fácil, bonachón al que Dios llevó por le cálido camino de un hogar
feliz.

Pero la providencia no fue nada feliz con él.

A) Primero le hizo nacer tan pobre que se no se consideraba posible que uno que pasaba por
hijo suyo, Jesús, pudiera tener formación o educación ninguna. Era uno de esos hombres
hábiles que son capaces de hacer de todo, que los mismo arreglaba un arado que ponía un
tejado, porque no se sabe que fuera soplo carpintero, como hoy pensamos

B) Estando casado con aquella muchachita, María, él la quería como esposa, como mujer, y
sin duda tenía la ilusión de tener su descendencia a ver si en ella Dios quería elegir el Mesías.
Esta era la ilusión de todo buen israelita. Y un nuevo cincelazo de Dios le hace prescindir de
esas ilusiones y amores, porque lo que va a nacer de María proviene de Dios
C) Y lo que realiza Dios a fuerza de golpes de cincel es al fin una sombra, no un gran apóstol
como San Pablo, o como los apóstoles, luego conocidos en el mundo entero. No, de las
manos de Dios sale una sombra protectora de su Hijo, de la Madre de su Hijo, del que no
vamos a saber nosotros ni de su familia, ni de su vida y muerte, sino que era considerado
padre Jesús.

2.- Ese ser hecho a cincelazos de la divina providencia

a) Fue sin duda la persona no solo más cercana a Jesús y María, sino la persona en que
Jesús y María más confiaron. Sin duda que ambos en sus problemas acudieron
inmediatamente a José, siempre dispuestos a buscar solución, que en su mano estuviera

b) No sólo eso sino que nadie ha influido más en la formación del carácter humano, que su
padre José. De él aprendería honradez a machamartillo, fortaleza en la lucha. Cuántos de los
datos de sus parábolas sobre la venida de la lluvia, sobre las flores y los pajarillos del campo,
habrían nacido de observaciones de José. La recitación de los salmos la aprendería de José y
María. La confianza en la divina providencia.

4.- En ese oficio de sombra sin protagonismos, de servicio oculto y callado, San José es y ha
asido siempre el ejemplo:

--para padres y madres que han pasado la vida entregada a los hijos y a la familia.

--para esas hijas que han sacrificado su matrimonio por sacar adelante a los hermanos, o
cuidar a los padres ancianos o esas tías solteras que hay en cada una de nuestras familias.

--religiosas dedicadas a enfermos y ancianos.

--sacerdotes ocultos en pueblos perdidos, ángeles de la guarda de tantos cristianos.

--hermanos religiosos en enfermerías, sacristías, siempre al cuidado de muchas cosas.

5.- Pedir la gracia de saber vivir contentos con nuestras vidas ocultas, vividas en espíritu de
servicio a los demás:

**sin malos humores en las familias.

**sin caras avinagradas en nuestro trabajo, detrás de una ventanilla, o una mesa de
despacho.

**siempre con una sonrisa detrás del mostrador

**una sonrisa y un saludo a flor de labio siempre


**poniendo en paz esos corazones que con tanta frecuencia tenemos los españoles en
constante pie de guerra, armados hasta los dientes de insultos e invectivas que se disparan
en unos segundos hasta, tan solo, por un frenazo mal dado.

7.- SAN JOSÉ, LA FIESTA DE LA ALEGRÍA

Por Ángel Gómez Escorial

1. - En medio de la cuaresma se presenta la fiesta de San José, esposo de la Virgen María y


padre adoptivo de Jesús, que es una explosión de alegría en medio de la austeridad
cuaresmal. En todo el mundo hispánico, es patrón de numerosas ciudades y de muchas
personas. Los nombres de José, Josefa, Pepe, Pepita y todas sus variantes son, sin duda, los
más frecuentes de los censos de los hispanohablantes. En España, por ejemplo, Valencia
celebra la Fiesta de las Fallas, donde arden a las doce de la noche de la festividad unos
peculiares monumentos de madera y cartón piedra, y que sin duda tienen una interpretación
finalista y penitencial. Se queman los malos modos, se incendian los viejos pecados...

2.- Esta es, si se quiere, la parte habitual, mundana, alegre que nos rodea en torno a la fiesta
del esposo de la Virgen. Pero en su aspecto trascendente debemos decir que la figura de San
José contiene un principio de amor y de servicio. Los primeros momentos, cuando sabe del
embarazo de María, lo pasó mal, como cualquier hombre enamorado que duda de la fidelidad
de su enamorada. Pero tras la explicación del ángel José emprende el difícil camino de formar
una familia que de cobijo al Salvador del mundo. Será útil en un día como el de hoy
profundizar un poco más en la descripción del ambiente donde creció y se educó Nuestro
Señor Jesús

3. - Hay una tradición que supone que José ya era un hombre maduro cuando se casó con
María. Y, sin embargo, el conocimiento sociológico del pueblo judío en aquellos tiempos indica
que los esponsales se hacían entre parejas muy jóvenes. Esa antigua tradición prefirió hacer a
José viejo para justificar su desaparición temprana. De hecho, cuando se inicia la vida publica
de Jesús, su padre adoptivo ya no aparece. Suponer su fallecimiento es lógico, pero no así su
edad avanzada. En esos tiempos, la mortalidad era muy fuerte y, probablemente, la edad
media de los judíos no pasaba de los 30 años. Por tanto, no es arriesgado pensar que José, el
carpintero, fuese un joven de unos 20 años cuando se enfrentó al dilema planteado por el
misterioso embarazo de María. Y por ese camino --con esa idea-- queremos contemplar la
ternura joven de ese matrimonio y la generosidad, tal vez ingenua, de José en los primeros
momentos, premiada después con la revelación de la existencia de su cercanía al Mesías.
Después aparece, asimismo, la enorme responsabilidad de cuidar del Niño Dios en, sin duda,
unas condiciones adversas y peligrosas. Está ahí el viaje a Belén y luego la huida a Egipto. El
premio terrenal estuvo en la vida plácida de Nazaret de los primeros años y que se desprende
el relato en que se habla del Niño perdido y hallado en el Templo. Meditar en torno a la
Sagrada Familia puede ser un buen "trabajo" para este día de San José. Nuestras familias de
hoy viven con cada vez mayores problemas y el ejemplo del hogar de Nazaret nos puede ser
muy útil.

4. - San José es el Patrono de la Iglesia universal. Ese patronazgo lo instituyó el Papa Pío IX,
en 1870. Más recientemente, el admirado pontífice Juan XXIII introdujo su nombre en el
Canon romano, que es un parte de la misa que se reza igual en todos los países y en todos
los idiomas. En las lecturas lo que se refleja fundamentalmente es que Jesús pertenece al
linaje de David a través de su padre adoptivo, José, que pertenecía a esa Casa. Y por ello se
produce el Nacimiento de Jesús en Belén. La pequeña ciudad de Judea era la patria del Rey
David. En el Segundo Libro de Samuel se refleja la promesa de reino perpetuo que Dios
ofrece a la descendencia de David. En el Salmo 88 que acabamos de proclamar se confirma
ese mismo linaje perpetuo. San Pablo menciona a Abrahán como padre de todas las
descendencias. En fin, es San José, Patrón del Seminario y por eso celebrábamos ayer y hoy
la colecta especial por el seminario, por el trabajo de los jóvenes seminaristas, discípulos –sin
duda—preferidos por Jesús.

5.- Mateo nos cuenta que fue Jacob quien engendró a José y así Jesús recibe la herencia
antigua. Y nos relata el mundo de dudas en el que se vio inmerso San José ante la futura
maternidad de la Virgen. Para sacarle de dudas se le parece un ángel en sueños que,
además, la llama “José, Hijo de David, confirmándose una vez más el linaje que es portador
de la promesa divina. Y esa visita del ángel del Señor es paralela y coincidente con la
presencia de Gabriel ante la Virgen María en el momento de la Anunciación. El fruto del
vientre de María procede del Espíritu Santo y vendrá al mundo para salvar al pueblo de su
pecado.

6.- Salgamos hoy del templo con alegría. Como se decía al principio la Solemnidad de San
José es un golpe de júbilo en medio de la Cuaresma. Muchos celebran hoy su onomástica y
numerosas ciudades nuestras están de fiesta. No desaprovechemos esa invitación a la alegría
al festejar al San José, a la cabeza de la mejor familia de la historia de la humanidad. Y
salgamos también con el propósito de mejorar nuestra realidad familiar, nuestras relaciones
familiares. ¡Que la intercesión de José de paz y alegría a todas las familias del mundo!

SAN JOSÉ, EL BUENAZO

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Sabéis, mis queridos jóvenes lectores, que las naciones erigen monumentos al soldado
desconocido. Que en lugares eminentes, quema una simbólica llama en su honor. En otros
sitios, no se trata de un anónimo soldado raso el que recibe homenaje, se honra a los padres
de la patria o a los fundadores de una industria pionera. En este segundo, caso en los anales
correspondientes, figuran sus nombres, pero envueltos en una nebulosa que los convierte en
seres casi desconocidos.

2.- Os citaré, a modo de anécdota dos ejemplos referidos al justo José. No es que yo sea
demasiado aficionado o fervoroso de las apariciones. Sabéis que no estamos obligados a
creer en ellas, excepto en las que aparecen en la Biblia, sea a la comunidad apostólica, sea a
Pablo, camino de Damasco. Pero no se puede olvidar que gozan de prestigio. Pues bien, de
San José, esposo amado de Santa María, protector del Hijo de Dios y maestro del oficio
manual al que tantos años se dedicó Jesús, solo se le ha reconocido una aparición, la que
recibió el joven leñador Gaspard Ricard en el bosque de Bessillon el 7 de junio de 1660.
(Aunque también podría añadírsele, la que contemplaron los pastorcillos de Fátima). Muy
modesto, pues, nuestro personaje, elocuente sin duda, su silencio.

3.- En Nazaret, frente a la basílica de la Anunciación, custodiada por amables religiosas, hay
un sepulcro rodeado de misterio y de lejanas tradiciones. Puede llamársele “la tumba del
Justo” o “la tumba luminosa”, los dos nombres le son atribuidos. Benignamente considerado,
por su emplazamiento y por las creencias que han acompañado al lugar, podemos
legítimamente suponer, que aquella sepultura es la de San José. Hasta en estos detalles es
modesto el santo que hoy celebramos. Pero recuérdese que modestia no es equivalente a
vulgaridad, mediocridad o inoperancia.

4.- Quiero compartir con vosotros, mis queridos jóvenes lectores, unas consideraciones de
Boosuet que he leído estos días y me han gustado mucho. Escribe él: José forma parte del
misterio de María como de su secreto, él a quien el ángel le había dicho grandes cosas y que
había visto el milagro de la concepción virginal. Ni el uno ni el otro hablan de lo que ven en su
casa, ni sacan provecho alguno de tantas maravillas. Sabia y humilde, María se deja
considerar como simple madre y su Hijo como el fruto de un matrimonio ordinario. Las
grandes cosas que Dios opera en estas criaturas se dan naturalmente en el silencio…

5.- Confidente de Dios y confiándole proyectos arriesgados. ¡Anda ya! Que aceptar el misterio
de María, revolvería su interior, pero huir a Egipto, para escapar de proyectos criminales del
maligno rey Herodes, el grande, es además de molesto e inoportuno, audaz. Su ascendente
gentilicio, permitió que se realizara legalmente lo profetizado: el Mesías descendería del rey
David.

No obtuvo records, ni fama, pero, sin duda, y en lenguaje de hoy, se vio en su vida, realizado.
Claro que quien realizó la hazaña en él, fue el mismo Dios. Cosa que no es moco de pavo.

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