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El género fantástico ha sido descrito y estudiado por varios autores, tanto de teoría
literaria como del corpus canónico. Desarrollado en Europa y los Estados Unidos durante el
siglo XIX con exponentes como Edgar Allan Poe (1809-1849) y E.T.A. Hoffmann
(1776-1822), sus raíces pueden rastrearse hasta el siglo XVIII, “cuando comienzan a
generar algún miedo u horror.” (Alazraki, 1990. Itálicas del autor). Tanto Roger Caillois como
Louis Vax coinciden en que lo fantástico “debe introducir terrores imaginarios en el seno del
mundo real” (Vax,1960 en Alazraki), pero el primero va más allá y esboza una definición que
sobrenatural representa un quiebre con la coherencia de las leyes de del universo; en otras
está desterrado por definición” (Caillois, 1959 en Alazraki). Tzvetan Todorov (1970) discute
personaje y del lector. Una vez que esta vacilación se resuelve, ya sea favoreciendo una
explicación racional o una sobrenatural a los hechos, lo fantástico se pierde para diluirse en
Hacia finales del siglo XIX, este género llega a Latinoamérica gracias a la influencia
de autores como Poe y Hoffmann, que representan los dos grandes modelos literarios de lo
fantástico. Por un lado, “Los elementos fantásticos de Hoffmann están presentes en la vida
cotidiana (...), pero ya desde el principio el lector sabe que se trata de un acontecimiento
la literatura fantástica en el Río de la Plata, dando inicio así a una amplia y extendida
1940 Adolfo Bioy Casares publica “La invención de Morel” (1989) con prólogo de Jorge Luis
Borges. Esta novela narra la historia de un prófugo que llega a una isla aparentemente
desierta para escapar de la justicia pero se encuentra con un extraño grupo de personas
bien esta novela toma elementos y temáticas de la literatura fantástica tradicional, con
perteneciente a un nuevo género. Esta nueva clasificación propuesta por Borges da cuenta
exactitud parte de la producción literaria argentina del siglo XX, inquietud que queda
Fantástica”, que se publica el mismo año que la novela. En este sentido, el prólogo que
escribe Borges para la obra de Bioy Casares representa en sí una negación temprana a las
que plantea Ortega y Gasset en “La deshumanización del arte” (1925), obra en la que se
disentir. En primer lugar, sostiene que “la novela característica, ‘psicológica’, propende a ser
informe” y que, además pretende ser “realista”, ignorando su condición de “artificio verbal”.
Otra de las objeciones que plantea Borges está relacionada a la creencia de que el siglo XX
“no es capaz de tejer tramas interesantes” ya que él considera que “si alguna primacía tiene
[el siglo XX] por sobre los anteriores (...) es la de las tramas” (44). Estos argumentos
parecen estar dirigidos a establecer una diferenciación entre las manifestaciones literarias
de lo fantástico propias del siglo XIX que, como ya se explicó, están íntimamente
fantástico, entendido en estos términos, y propone un género nuevo al que se refiere como
“imaginación razonada” (45) con la intención de esbozar una incipiente noción más amplia
de lo fantástico.
Sin embargo, a pesar de los argumentos que esgrime Borges, es posible encontrar
cuestiones estructurales del relato. En primer lugar, con relación a lo temático, tanto las
obras fantásticas tradicionales como “La invención…”, dan cuenta de las angustias
nombre que Bioy Casares elige para uno de sus personajes, Morel, que hace clara alusión a
la obra de H. G. Wells “La isla del Dr. Moreau” (1896) para hacer referencia a la
ajenas. En la ficción de Bioy Casares, Morel es el inventor de una máquina que promete
auditivos y sensoriales que son almacenados y luego pueden ser reproducidos a voluntad
para “contrarrestar las ausencias” (83). El funcionamiento de esta máquina requiere de que
sus objetivos estén vivos para poder crear “simulacros” de vida. Sin embargo, este intento
de transgredir las leyes elementales del universo es decir, este intento de preservar la vida
humana más allá de la muerte, trae consecuencias horrorosas: la muerte de aquellos que
son capturados por este nuevo tipo de “cámara”. Morel mantiene en secreto sus intenciones
y graba furtivamente a sus amigos/invitados por lo que los condena a muerte para poder
concretar la “fantasía sentimental” (83) de edificar “un paraíso privado” (88) que les
permitiera sentirse “en una vida siempre nueva, porque no habrá otros recuerdos en cada
manera:
“Una persona o un animal o una cosa, es, ante mis aparatos, como la estación
que emite el concierto que ustedes oyen en la radio. Si abren el receptor de ondas
olfativas, sentirán el perfume de las diamelas que hay en el pecho de Madeleine, sin verla.
aprender, como ciegos, a conocer las cosas con las manos. Pero si abren todo el juego
olvidar que se trata de imágenes extraídas de los espejos, con los sonidos, la
Ningún testigo admitirá que son imágenes. (...) Esta es la primera parte de la máquina;
En esta descripción, se plantea una duda hacia la naturaleza de la realidad. Morel plantea
que las imágenes resultantes no son vida, sino que son otra cosa, simulaciones de vida
“extraídas de los espejos”. De acuerdo con Rosemary Jackson (1986), “el espejo se emplea
con frecuencia como motivo o artilugio para introducir un efecto de doble o Döppelganger”.
Esta dualidad artificial puede analizarse mejor utilizando el término “paraxis”, que significa
“lo que yace a los costados del cuerpo central” y que “implica un vínculo inextricable con el
dualidad es que nace aquella sensación de extrañeza que habita el relato de Bioy Casares y
que permanece con el lector una vez finalizado. En un ensayo de 1919, Freud se refiere a
este sentimiento de familiaridad amenazante como the uncanny (das Unheimliche). Según
Todorov, esta sensación de extrañeza descripta por Freud, “están ligados a tabúes más o
menos antiguos” (1970), en este caso, la perpetuación de la vida más allá de la muerte.
arquetípicos que aparecen en los cuentos de Leopoldo Lugones en “Las fuerzas extrañas”
según el análisis de Paula Speck de esta obra. En primer lugar, está el testigo, que es
quien sobrevive para contar la historia al lector; luego, el mago o el científico, que es el que
posee el conocimiento para interactuar con “las fuerzas extrañas”; finalmente, está el
logra “explorar los límites del mundo” (1976). Esta misma estructura puede identificarse en
la obra de Bioy Casares. El narrador protagonista es, obviamente, el testigo que, con su
invento de Morel. Sin embargo, a diferencia de lo que habitualmente sucede en los relatos
vida en la isla y sus experiencias con los “intrusos”, ensaya explicaciones lógicas a los
simulacro mediante otro simulacro, y apela a la buena voluntad de algún otro inventor que
eventualmente pueda romper con la barrera técnica que mantiene a los simulacros
separados con algún otro invento novedoso. Al tener este formato, la capacidad de
conocimiento del narrador y, por lo tanto, del lector, está reducida a aquello que se puede
ver o tocar. Esto queda en evidencia mediante el uso de la modalización para lograr el
con el análisis, el rol del mago está ocupado por Morel que, de forma indirecta, a través de
sus escritos y del mismo producto de su invención, revela sus planes. Al igual que en varios
cuentos de Lugones, el mago muere una muerte horrenda como castigo por haber violado
las leyes fundamentales del universo. Finalmente, el intermediario sería la máquina que
inventa Morel. Según Speck, los testigos pertenecen al mundo cotidiano del buen sentido
mientras que los magos se atreven a investigar los límites del mundo, “pero están
condenados a quedar de este lado”, por lo que son necesarios intermediarios que habiten
que comparte con las obras literarias fantásticas tradicionales, puede decirse que “La
invención de Morel” es la obra pivotal que marca la transición entre el concepto tradicional
de lo fantástico (aplicado a la literatura del siglo XIX) y lo que Alazraki (1990) define como lo
neofantástico. Este término es acuñado por Alazraki debido a que existía la necesidad de
“establecer una poética [del tipo de relatos] que nos impresionan como fantásticos, pero que
difieren radicalmente del cuento fantástico tal como lo concibe y practica el siglo XIX”
indicios de que las definiciones de lo fantásticos son, al menos, insuficientes, y propone sus
de sintaxis).
En este escrito introductorio, Bioy Casares intenta explicar que existe una multiplicidad de lo
fantástico (“no hay un tipo, sino muchos, de cuentos fantásticos.”). Esta idea surge de que
“el término ‘fantástico’ que los antologistas empleaban para narraciones tan diferentes en
describir aquellas obras literarias producidas ya entrado siglo XX. Alazraki introduce el
máscara (...) que oculta una segunda realidad” mientras que lo fantástico tradicional “se
propone abrir una ‘fisura’ o una ‘rajadura’ en una superficie sólida e inmutable” (1990). Con
respecto a la intención, “el empeño del relato fantástico dirigido a provocar un miedo en el
lector” que ataque directamente los supuestos lógicos que gobiernan su universo, no es
construidas por la razón, que van a contrapelo del sistema conceptual o científico” que rige
la vida diaria (1990). Para lograr poner en palabras aquello que, perteneciente a una
realidad segunda, se reusa a ser nombrado, se utilizan las metáforas que Alazraki llama
innombrable por el lenguaje científico, una óptica que ve donde nuestra visión al uso falla”
realidad cotidiana tal como la conocemos (...) y monta una maquinaria narrativa que gradual
y sutilmente” socava la realidad y abre lugar para que lo imposible suceda (1990). Sin
o pathos”, es decir que nos introducen al elemento fantástico sin progresión gradual. (1990).
formales compartidos con las obras fantásticas tradicionales propias del siglo XIX y
principios del XX, es importante prestarle atención tanto al prólogo escrito por Borges para
esta obra como al prólogo que escribió Bioy Casares para “Antología…”, ambos publicados
el mismo año. Estos paratextos nos plantean la necesidad de revisar las definiciones
tradicionales de lo fantástico para que el género sea realmente descriptivo de las obras que
surge la categoría de lo neofantástico c omo respuesta. En este sentido, para concluir, puede
afirmarse que la publicación de “La invención de Morel” marca un punto de inflexión que
pone en evidencia los límites de lo fantástico ya que niega esta clasificación para redefinirla.
Bibliografía consultada
https://www.borges.pitt.edu/sites/default/files/Alazraki%20Que%20es%20lo%20neofa
ntastico.pdf.
Borges, J. L., Casares, A. B., & Ocampo, S. (1940). Antologia de la literatura fantastica.
Argentina.
https://is.muni.cz/th/85944/ff_m/Leopoldo_Lugones_y_sus_cuentos_fantasticos.pdf
Speck, P. (1976). Las Fuerzas Extrañas, Leopoldo Lugones y las Raíces de la Literatura
doi:10.5195/reviberoamer.1976.3132
Todorov, T., & Delpy, M. S. (1994). Introducción a la literatura fantástica. México, D.F.:
Ediciones Coyoacán.