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Confiando en Dios

Como todos ustedes han podido apreciar yo me he unido al ministerio de alabanza y


estoy tocando el bajo. Lo que algunos de ustedes no saben es que para mi esto no ha
sido algo fácil, ya que hasta hace unos meses atrás yo nunca había tocado ningún
instrumento.

Algo que muchos de ustedes también desconocen es que una vez por semana yo me
reúno en casa del hermano Rafael con el hermano Carlos y entre ambos me han
enseñado todo lo que sé. Gloria a Dios por el talento musical que Él les ha entregado a
estos dos hombres, y más que nada por la paciencia que estos dos músicos
profesionales me demuestran semana tras semana.

La razón por la que hago mención de esto es porque durante nuestra reunión el
miércoles, algo sucedió que me hizo reflexionar. Resulta ser que yo escogí una
alabanza que deseaba aprender, pero aunque en la mayoría de la alabanza el bajo sigue
el mismo ritmo, existe una parte donde hay un cambio completo y éste cambio para mi
resultaba algo imposible.

Después de tratar varias veces mi nivel de frustración creció y yo les dije: está parte yo
no la puedo hacer. Acto seguido de haber pronunciado estas palabras recibí convicción
de que yo estaba confiando más en mi propia habilidad que en el Espíritu Santo quien
fue el que me guío a unirme a ésta parte tan esencial del ministerio.

Como confirmación de la convicción que yo había recibido, el hermano Carlos me dijo:


si puedes, vamos a tratar otra vez. Fue en ese momento que mi mente dije: Señor mis
dedos y habilidad no dan, pero confío en que me ayudaras. ¿Saben qué?

Terminamos tocando la alabanza completa, y hasta Carlos improviso un solo con la


guitarra y yo le puede seguir. Es por eso que en el día hoy deseo hablarles acerca de la
confianza; examinémonos y preguntémonos, ¿dónde descansa verdaderamente
nuestra confianza? Pasemos ahora a la Palabra de Dios..

Jeremías 17:5-10 – Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y
pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. 6Será como la retama en el
desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el
desierto, en tierra despoblada y deshabitada. 7Bendito el varón que confía en Jehová, y
cuya confianza es Jehová. 8Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que
junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja
estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. 9Engañoso es
el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10Yo Jehová, que
escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según
el fruto de sus obras..

En más de una ocasión les he dicho que tenemos que aprender a confiar en Dios; la
razón principal de esto es porque nuestro bienestar depende de la confianza en Dios
que tengamos. Nuestro bienestar no depende de nosotros mismos, no depende de
nuestra familia o amistades, no depende de las buenas obras que hagamos.
Nuestro bienestar, o mejor dicho, nuestra victoria sobre las situaciones o dificultades
que se presentan en nuestra vida dependen completamente de nuestra confianza en
Dios. El problema que existe es que a muchos de nosotros se nos hace difícil confiar en
algo que no podemos ver y tocar.

Es por ésta razón que el hombre confía más en si mismo, es decir, en su propia
habilidad, fuerza, y poder que en Dios. Pero si nos encontramos en ésta situación,
escuchemos lo que el Señor nos dice en el día de hoy..

En los versículos que estamos estudiando en el día de hoy leemos: “Así ha dicho
Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su
corazón se aparta de Jehová. 6Será como la retama en el desierto, y no verá cuando
viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y
deshabitada.”

En estos versículos encontramos palabras bien fuertes de nuestro Señor. Digo esto
porque aquí podemos ver claramente que es posible vivir bajo una maldición que
destruye nuestra vida. Ahora, no quiero que me mal interpreten..

Las escrituras NO nos están diciendo que Dios desea maldecirnos, todo lo contrario es
verdad. Esto es algo que queda bien ilustrado en Isaías 55:7 cuando leemos: “Deje el
impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.”

Pero la triste realidad es que nosotros mismos traemos la maldición sobre nosotros,
nuestra familia y nuestro hogar. Somos nosotros mismos porque cuando nuestra
confianza no descansa en Dios, entonces nos maldecimos..

Cómo les dije al inicio, tenemos que reflexionar en nuestra vida y preguntarnos, ¿en
quien confió? La persona que confía en la fuerza humana se verá desilusionada; cuando
dejamos de confiar en Dios nuestra fe se seca, y todos sabemos que sin fe es imposible
agradar a Dios. Esto el ago que queda claramente expuesto en Hebreos 11:6 cuando
leemos: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Dile a la
persona que tienes a tu lado: sin fe es imposible agradar a Dios.

Es triste ver como existen tantas personas dentro del pueblo de Dios que confían más
en si mismo que en Dios. Es triste ver como existen tantas personas que no viven una
vida completamente bendecida porque no pueden confiar en Dios. Permítanme
exponerle dos ejemplos muy comunes para que entiendan bien lo que les quiero decir..

El primer ejemplo son todos aquellos que no alaban a Dios libremente. Una persona que
no alaba a Dios libremente es una persona que confía más en si mismo y en su habilidad
que en Dios. ¿Por qué digo esto? Digo esto porque en muchas ocasiones encontramos
que las personas NO abren su boca para alabar a Dios porque dicen: “yo no sé cantar.”
¿Pero, en realidad qué están diciendo?

En realidad lo que están diciendo NO es que no saben cantar, lo que están diciendo es
que tienen miedo de lo que les rodean puedan pensar o decir. Ahora pregunto: ¿quiere
Dios que le alabes? La respuesta es si, y éste es el único sacrificio que Dios pide de
nosotros. Fíjense bien lo que encontramos en Hebreos 13:15 cuando leemos: “Así que,
ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de
labios que confiesan su nombre.” Dile a la persona que tienes a tu lado: alaba a Dios..

El segundo ejemplo son todos aquellos que aunque son tocados por el Espíritu Santo
durante el servicio, que aunque reciban convicción de error y pecado, no pasan al frente
para que se ore por ellos.

Una persona que rehúsa reconocer la convicción que el Espíritu Santo nos da, es una
persona que no confía completamente en Dios, y se deja conducir por el temor. Digo
esto porque muchos dejan de pasar al frente porque no quieren que se valla a pensar
que existe algo mal en su vida; en otras palabras no pasan por temor a lo que otros
digan o piensen..

Déjenme decirles que no confiar en Dios completamente no es algo que se limita a los
creyentes solamente; existen numerosos líderes que también han dejado de confiar en
Dios. Existen muchos líderes que confían más en el hombre que en Dios. ¿Cómo
podemos identificar a estos líderes?

La respuesta es fácil, los lideres que confían más en el hombre que en Dios son todos
aquellos que predican para agradar el oído del hombre, y no para enseñar, redargüir, y
llamar al pecador al arrepentimiento.

Pero si ésta es tu actitud escucha bien lo que encontramos en 1 Tesalonicenses 2:4


cuando leemos: “…sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase
el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que
prueba nuestros corazones.”

Cuando confiamos más en el hombre que en Dios, entonces llegaremos a lugares donde
NO nos pertenece estar, o debemos estar. Jeremías lo dice de una manera muy
especial, nos dice: “Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien,
sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.”

Ahora pregunto: ¿Es aquí a donde quieres llegar tú? ¿Es aquí donde Dios desea que
habitemos? Claro está en que la respuesta es ¡NO! Pero cuando llegamos a éste punto
en nuestra vida, cuando nuestra fe se seca, entonces llega a nosotros la ceguera.

Fíjense bien en la ilustración que hace Jeremías; él nos dice: “Será como la retama en
el desierto.” Pero, ¿qué es una retama? Una retama es un árbol estéril, un árbol seco
en un desierto. La persona que deja de confiar en Dios vive una vida estéril; vive una
vida sin frutos, no vive de la manera que Dios quiere que vivamos. ¿Cómo quiere Dios
que vivamos?.

El Señor nos deja saber de la manera que Dios desea que vivamos claramente en Juan
10:10 cuando leemos: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”
Dios desea que conduzcamos una vida abundante de paz; Dios desea que
conduzcamos una vida abundante de amor; Dios desea que conduzcamos una vida
abundante de armonía; Dios desea que conduzcamos una vida abundante de Su santa
y divina presencia. Dios no te quiere como un árbol seco y sin vida; Dios no te quiere
viviendo en el desierto y la desolación; Dios te quiere viviendo en Su presencia en todo
tiempo..

Hermanos la realidad de todo es que por mucho que tratemos, por nuestra propia fuerza
nunca lograremos vencer las situaciones que se presentan en nuestro diario vivir. Por
nuestra propia fuerza nunca podremos experimentar el verdadero éxito. En otras
palabras nunca podremos experimentar la verdadera victoria si nuestra confianza está
puesta en algo ajeno a Dios. cuando confiamos más en el hombre que en Dios sepamos
que siempre seremos defraudados.

Cuando confiamos más en el hombre que en Dios, entonces nos encontraremos en


lugares de sufrimiento, nos encontraremos tal como nos dice la Palabra: “morará en los
sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.” Viviremos sin poder ver
las bendiciones de Dios, viviremos en la miseria, en el sufrimiento, y en el dolor.

Te pregunto nuevamente, ¿quiere Dios que vivas así? La respuesta es NO. Dios quiere
bendecirnos, Dios quiere lo mejor para nosotros. Pero para recibir la bendición, tenemos
que confiar en Él..

En los versículos que estamos estudiando en el día de hoy leemos: “Bendito el varón
que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. 8Porque será como el árbol plantado
junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el
calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de
dar fruto.”

Como les he repetido en numerosas ocasiones, tenemos que buscar más de Dios.
Tenemos que buscar vivir bajo la voluntad de Dios, ya que esto producirá que vivamos
bajo la bendición de Dios. Cuando aprendemos a confiar en Dios, entonces
encontraremos nuevos recursos, encontraremos soluciones a los problemas, y
respuestas a nuestras preguntas. La persona que confía sólo en Dios encuentra nuevos
recursos que le ayudan a vencer las dificultades según se presenten..

La Palabra nos dice: “Será como el árbol plantado junto a las aguas.” ¡Qué diferencia
con la vida de un arbusto en el desierto! Pensemos en esto por unos segundos, un árbol
plantado junto a las aguas es un árbol que recibe su alimento constantemente. Es un
árbol que echara raíces fuertes y profundas, es un árbol que tiene a su disposición el
recurso para mantenerse vivo y saludable.

La persona que confía en Dios siempre encontrará recursos accesibles,


independientemente de las circunstancias externas. Estos recursos pertenecen a las
fuentes de la vida que sólo Dios puede dar. Lo mejor de todo es que estos nuevos
recursos son independientes de nuestro ambiente humano..

Cuando llega la sequía, es decir, cuando llegan los problemas o dificultades, la corriente
sigue fluyendo. La palabra nos dice: “no verá cuando viene el calor, sino que su hoja
estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” En otras
palabras, la adversidad, las dificultades, o problemas que se presenten no afectaran de
la manera que somos.

De estos versículos aprendemos que los peores momentos de nuestra vida no nos
pueden afectar cuando nuestra confianza descansa en Dios. No nos pueden afectar
porque dentro de nosotros hay una fuerza mucho mayor. Fíjense bien lo que nos dice
el Señor en Juan 14:23 cuando leemos: “…El que me ama, mi palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.”

Cuando confiamos en Dios sabemos que dentro de nosotros está fluyendo el poder de
Dios para protegernos y cuidarnos. Esto es algo que queda bien ilustrado en las
palabras del apóstol según encontramos en Romanos 8:31 cuando leemos: “¿Qué,
pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”.

Ahora pregunto: ¿en quien confías tu hoy? Cuidado que al contestar esa pregunta no te
mientas a ti mismo. Fíjense bien lo que nos dice aquí la Palabra: “Engañoso es el
corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10Yo Jehová, que
escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según
el fruto de sus obras.”

Tenemos que revisar bien de cerca donde se encuentra nuestro corazón hoy en día, y
donde hemos depositado nuestra confianza. Tenemos que examinarnos bien de cerca
para descubrir si estamos cumpliendo con la voluntad de Dios o si estamos haciendo
las cosas a nuestra manera. A fin de saber el valor real de una acción, debemos registrar
cuidadosamente nuestro corazón.

Muchos hombres aplauden hechos que son abominables en la presencia de Dios. Pero
recordemos: “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a
cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.”

Para concluir. Preguntémonos, ¿estamos confiando en Dios o estamos confiando en


nuestra propia habilidad y fuerza? Tenemos que reconocer que en muchas ocasiones
lo que creemos no necesariamente concuerda con lo que nos dice la Palabra, y ésta es
la razón primordial por la que muchos seguimos atados, por falta de conocimiento.

Es como encontramos en las palabras del profeta en Oseas 4:6 cuando leemos: “Mi
pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el
conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también
yo me olvidaré de tus hijos.”

Si queremos recibir la bendición de Dios y entrar en su reposo, entonces tenemos que


confiar en Él totalmente. Tenemos que entregarle a Él nuestras preocupaciones y
dolores. Tenemos que confiar completamente que Él es más que capaz de hacer la
obra.

Tenemos que aprender a confiar absolutamente en Su poder. Tenemos que confiar que
el Espíritu Santo nos guiara y enseñara lo que debemos hacer en toda situación. Dios
merece nuestra confianza absoluta en toda situación. Cuando no tenemos una
confianza absoluta en Él, entonces no le estamos agradando o sirviendo como Él
desea..
Ahora pregunto: ¿en quien confías?

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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