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La Estilística comparte con el Formalismo ruso y el Estructuralismo checo la

concepción formal, inmanentista y lingüística del texto. Hay tres direcciones: la


Estilística descriptiva de Charles Bally, que se centra exclusivamente en la lengua; la
Estilística idealista alemana de Vossler y Spitzer, que se preocupa por el estilo del autor,
y la Estilística preocupada por el estilo de los periodos artísticos. Posteriormente,
durante la década de los sesenta, la Estilística evolucionaría de un modo natural hacia el
Estructuralismo. Es importante destacar también la Estilística española de Dámaso
Alonso y Amado Alonso por su repercusión en la crítica literaria durante la década de
los cuarenta y cincuenta. Estuvo influenciada por la escuela alemana, pero por su
elevado conocimiento de la lingüística de Saussure, se acercaba más al Estructuralismo.
Las ideas básicas en las que se fundamenta la Estilística literaria son: a) el estilo de un
autor es la expresión de una subjetividad y b) esta subjetividad se puede objetivar a
partir del estudio del texto literario. Según Spitzer, hay dos conceptos clave para el
estudio de la originalidad del texto: el de desvió y el de elección, es decir, la elección
por parte del autor de aquellos recursos que se apartan de la norma literaria, como
muestra de su subjetividad. En ese sentido, la Estilística hereda del Romanticismo la
importancia de la originalidad del autor (o de una época). A partir de ahí, se puede
hablar de estilemas como aquellos rasgos identificativos de un autor que nos permiten
reconocer su estilo. A diferencia de los formalistas, los seguidores de la Estilística
atribuían los desvíos del autor a causas psicológicas en vez de a los procedimientos
constructivos que desautomatizan el texto. Este hecho lo convierte en un método
demasiado intuitivo.

Paralelamente a la Estilística en Europa, se desarrolló en Estados Unidos la New


Criticism. Es un grupo de críticos muy heterogéneo y muy conservador. Proponen
también un estudio formalista e inmanente del texto literario. Sus principales influencias
son I. A. Richards y su idea de estudiar el poema como un todo y T. S. Eliot, que
defendía una concepción unitaria de la literatura europea, de modo que las obras han de
tener un sentido histórico dentro de una tradición y a la vez una existencia simultánea
con la tradición. Los principios estéticos de la New Criticism eran: a) en contra de la
erudición académica y de la crítica impresionista; b) defendían poesía anti-romántica y
anti-expresiva, es decir, una poesía fruto de la inteligencia y del trabajo; c) estudio
intrínseco y objetivo de la estructura del texto, sin interesarse por la psicología del autor,
y d) defienden la autonomía de la literatura. Como vemos, existen bastantes
paralelismos entre New Criticism, Formalismo ruso y Estilística que marcan el cambio
de paradigma de la literatura en la Modernidad que se hará más patente después del
éxito del manual Teoría literaria de Wellek y Warren (1949).

A lo largo del siglo XX, hay muchas tendencias que se interesan por la relación entre
literatura y sociedad. La más destacadas son las de base marxista. Puesto que Marx y
Engels apenas hablaron de literatura, existen varias polémicas sobre como conciliar
marxismo y crítica literaria. En Rusia se acaba imponiendo el Realismo literario propio
del siglo XIX porque, a pesar de ser un estilo burgués es el que mejor retrata la realidad,
según la teoría del reflejo. Lukács es uno de los críticos marxistas más importantes.
Propone que la sociología en la literatura no debe ocuparse sólo de los contenidos, ya
que es a través de la forma que se puede conocer la sociedad de una época. Por otro lado
está la Escuela de Frankfurt, que incorpora el psicoanálisis a su visión marxista.
Destacan Theodor Adorno, Walter Benjamin o Herbert Marcuse. La Escuela de
Frankfurt se oponía al realismo y defendía las vanguardias como el único arte
revolucionario no burgués. Hubo en ese sentido una interesante polémica entre Adorno,
que defendía que el arte de vanguardia era el único que reflejaba la nueva realidad, y
Lukács, que rechazaba las vanguardias y defendía el realismo como el único modo de
representar la sociedad.

El Estructuralismo es posiblemente el método más importante del siglo XX. El punto de


partida consiste es aplicar al estudio de la literatura el método de la lingüística de
Saussure. En su Curso de lingüística general (1916), Saussure distingue entre la lengua
y el habla, y propone como único objeto de estudio la lengua, es decir el código. No se
puede estudiar el habla porque varía en cada individuo; pero en cambio sí que puede
existir un estudio científico del código, del sistema de reglas. Propone estudios
sincrónicos en vez de diacrónicos. En literatura, se buscará estudiar también las
generalidades, el sistema de reglas del código literario, como única garantía de rigor.
Trabajan con oposiciones binarias: sincronía/diacronía, lengua/habla,
protagonista/antagonista, etc. Su objetivo es construir la gramática general de la
literatura. Su método de trabajo es similar al de Vladimir Propp y su estudio de los
cuentos populares: estudiar un corpus y establecer una reglas generales, aquellas
funciones que se repiten y que se cumplen siempre con independencia del corpus
escogido (Genette estableció las bases de la narratología a partir del estudio de En busca
del tiempo perdido). Para los estructuralistas, una obra es la manifestación de un código
literario, con unas leyes que llevan a la gramática de la literatura. Les interesan esas
leyes, las generalidades, y no los casos particulares.

El autor, la obra, no son más que el punto de partida de un análisis cuyo horizonte es un
lenguaje: no puede haber una ciencia de Dante, de Shakespeare o de Racine, sino
únicamente una ciencia del discurso (Roland Barthes).

Quieren construir una teoría del discurso literario en general. No les interesa el autor ni
la obra. De ahí, que Roland Barthes publicara La muerte del autor (1968). Una obra
puede tener muchos significados, pero sólo algunas interpretaciones son coherentes y
son las que están en la estructura de la obra. En Francia, donde se desarrolla
principalmente el Estructuralismo, aparece la Nouvelle critique, con Roland Barthes en
la cabeza, que se enfrenta a la crítica tradicional historicista.

Con la Estética de la Recepción, a finales de los sesenta, se desplaza el interés del autor
y de la obra hacia el lector. La escuela de la Recepción nace en Constanza con dos
vertientes de investigación. Por un lado está la línea de la recepción histórica,
encabezada por Hans Robert Jauss, que reivindica la historicidad de la lectura. Con su
idea del lector histórico, Jauss quería configurar una historia de la literatura desde el
punto de vista del lector. Jauss desarrolla la idea del horizonte de expectativas de un
texto que cambia a lo largo de la historia y que condiciona la lectura, y propone el
concepto de distancia estética como la distancia que media entre las expectativas
originales y la forma concreta de la obra. Por el otro lado, está la línea del lector
implícito de Wolfgang Iser. Iser habla de la estructura apelativa de los textos y pretende
desarrollar una teoría de la lectura de base fenomenológica. La figura del lector es
necesaria para rellenar las indeterminaciones del texto. Un texto es, según Iser, una
oferta de distintas lecturas potenciales, pero no de cualquier lectura.
Para entender la Estética de la Recepción es imprescindible destacar la influencia de
la hermenéutica de Heidegger y Gadamer, la fenomenología de Husserl y los teóricos de
la literatura Ingarden, Murakovsky y Vodicka.

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