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A lo largo del siglo XX, hay muchas tendencias que se interesan por la relación entre
literatura y sociedad. La más destacadas son las de base marxista. Puesto que Marx y
Engels apenas hablaron de literatura, existen varias polémicas sobre como conciliar
marxismo y crítica literaria. En Rusia se acaba imponiendo el Realismo literario propio
del siglo XIX porque, a pesar de ser un estilo burgués es el que mejor retrata la realidad,
según la teoría del reflejo. Lukács es uno de los críticos marxistas más importantes.
Propone que la sociología en la literatura no debe ocuparse sólo de los contenidos, ya
que es a través de la forma que se puede conocer la sociedad de una época. Por otro lado
está la Escuela de Frankfurt, que incorpora el psicoanálisis a su visión marxista.
Destacan Theodor Adorno, Walter Benjamin o Herbert Marcuse. La Escuela de
Frankfurt se oponía al realismo y defendía las vanguardias como el único arte
revolucionario no burgués. Hubo en ese sentido una interesante polémica entre Adorno,
que defendía que el arte de vanguardia era el único que reflejaba la nueva realidad, y
Lukács, que rechazaba las vanguardias y defendía el realismo como el único modo de
representar la sociedad.
El autor, la obra, no son más que el punto de partida de un análisis cuyo horizonte es un
lenguaje: no puede haber una ciencia de Dante, de Shakespeare o de Racine, sino
únicamente una ciencia del discurso (Roland Barthes).
Quieren construir una teoría del discurso literario en general. No les interesa el autor ni
la obra. De ahí, que Roland Barthes publicara La muerte del autor (1968). Una obra
puede tener muchos significados, pero sólo algunas interpretaciones son coherentes y
son las que están en la estructura de la obra. En Francia, donde se desarrolla
principalmente el Estructuralismo, aparece la Nouvelle critique, con Roland Barthes en
la cabeza, que se enfrenta a la crítica tradicional historicista.
Con la Estética de la Recepción, a finales de los sesenta, se desplaza el interés del autor
y de la obra hacia el lector. La escuela de la Recepción nace en Constanza con dos
vertientes de investigación. Por un lado está la línea de la recepción histórica,
encabezada por Hans Robert Jauss, que reivindica la historicidad de la lectura. Con su
idea del lector histórico, Jauss quería configurar una historia de la literatura desde el
punto de vista del lector. Jauss desarrolla la idea del horizonte de expectativas de un
texto que cambia a lo largo de la historia y que condiciona la lectura, y propone el
concepto de distancia estética como la distancia que media entre las expectativas
originales y la forma concreta de la obra. Por el otro lado, está la línea del lector
implícito de Wolfgang Iser. Iser habla de la estructura apelativa de los textos y pretende
desarrollar una teoría de la lectura de base fenomenológica. La figura del lector es
necesaria para rellenar las indeterminaciones del texto. Un texto es, según Iser, una
oferta de distintas lecturas potenciales, pero no de cualquier lectura.
Para entender la Estética de la Recepción es imprescindible destacar la influencia de
la hermenéutica de Heidegger y Gadamer, la fenomenología de Husserl y los teóricos de
la literatura Ingarden, Murakovsky y Vodicka.