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Texto publicado en la Carta Patrimonial de Sanlúcar de Barrameda.

I :
Arqueología / coord. por Manuel Jesús Parodi Álvarez, Jesús
Rodríguez Mellado, Pablo Garrido González, Javier Verdugo
Santos, 2019, ISBN 978-84-09-09438-7, págs. 11-46

De las cartas arqueológicas a las cartas patrimoniales: el territorio como base para
el conocimiento y la tutela del patrimonio histórico y cultural.
Javier Verdugo Santos1
Pablo Garrido González2
Manuel Parodi Álvarez3
Jesús Rodríguez Mellado4

RESUMEN.
El presente trabajo pretende ser continuación de uno publicado hace años (Verdugo, 2005)
por lo que hemos utilizado parte del análisis de aquel añadiendo las experiencias de los
últimos doce años. En ese tiempo se han producido novedades, como la promulgación de
la ley andaluza de patrimonio histórico (2007) o la gallega (2016) con la aparición de
figuras de protección: Zonas patrimoniales en Andalucía o Territorios históricos en Galicia,
a la vez que se han ensayado algunas formas de gestión que tienen el territorio como base,
tal es el caso de los Parques Culturales de Aragón y Andalucía o el concepto nuevo de
Espacio Cultural o del Paisaje. Sin embargo, este sentido del territorio como base para la
estrategia patrimonial no ha tenido un desarrollo adecuado en la técnica de la investigación
de la tutela donde aún se siguen realizando inventarios o cartas parciales y no de carácter
integral. Es por ello, que en la actualidad se está produciendo la aparición de las llamadas
cartas patrimoniales dirigidas a estudiar e investigar todo el patrimonio existente en un
territorio.
Palabras claves:
Territorio, patrimonio, ley andaluza de patrimonio, ley gallega, cartas patrimoniales
ABSTRACT.
The present work pretends to be a continuation of one published years ago (Verdugo, 2005)
so we have used part of the analysis of that one adding the experience of the last twelve
years. At that time, there have been new developments, such as the enactment of the
Andalusian Heritage Law (2007) or the Galician (2016) with the appearance of protection
figures: Heritage Zone in Andalusia or Historic Territory in Galicia, while Have tried some
forms of management that have the territory as a base, such as the Cultural Parks of Aragon
and Andalusia or the new concept of Cultural Space or Landscape. However, this sense of
territory as a basis for the patrimonial strategy has not had an adequate development in the
technique of guardianship research where still inventories or partial letters are still being

1
Doctor en Historia, arqueólogo Conservador de Patrimonio de la Junta de Andalucía, miembro de ICOMOS.
2
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo Conservador de Patrimonio de la Junta de Andalucía. CDL Sevilla-
Huelva.
3
Doctor Europeo en Historia, arqueólogo, Scuola Italiana di Archeologia di Cartagine (SAIC), Sociedad
Española de Historia de la Arqueología (SEHA), Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC) CDL
Sevilla-Huelva.
4
Doctor en Historia, arqueólogo, CDL Sevilla-Huelva.

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carried out and not of an integral character. That is why the occurrence of the so-called
patrimonial letters directed to study and to investigate all the existing patrimony in a
territory is taking place at present.
Key words
Territory, heritage, Andalusian heritage law, Galician law, patrimonial charters

Territorio y modelos culturales

En un libro publicado por Salvatore Settis (2002) sobre lo que denomina:” el asalto
al patrimonio cultural” hace una interesante reflexión sobre el llamado “modelo Italia” que
ha triunfado como marca de prestigio en el mundo, tanto desde el punto de vista cultural
como turístico. Un “producto cultural” que ha supuesto que se haya elaborado la idea de
que Italia posee por si sola el 40% del patrimonio artístico mundial. Esta labor de
“propaganda” o campaña de sensibilización mundial, se ha debido en opinión de Settis
(2002:14-17) a varias razones, primera eurocéntrica que tiende a privilegiar las
manifestaciones patrimoniales europeas frente a otras culturas. En segundo lugar, la
capacidad de los italianos de considerar su patrimonio como un conjunto, sujeto a
protección, concepto éste de tutela, que fue también en su origen un producto italiano5, en
cuanto que es depositario de una “memoria histórica” que pertenece a la ciudadanía y forma
parte del pacto social y fundamento institucional del Estado. Y en tercer lugar al desarrollo
de la idea de Giannini (1976: 20) de que los bienes culturales son: testimonianza materiale
avente valore di civiltà. A Italia le ha convenido mucho transmitir la idea de ser la
depositaria de esa “máxima concentración mundial de bienes artísticos” convirtiéndose en
un territorio o gran distrito cultural, donde todos los bienes se interrelacionan formando un
conjunto, en el que los bienes se presentan de forma diacrónica como verdaderos territorios
históricos. Italia junto con Grecia, se presentan como grandes depositarias de importantes
bienes de la Humanidad. En nuestra opinión, ello se debe también al concepto de unir el

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La tutela de ciudades y de monumentos se desarrolla en Italia desde la tardorromanidad en el ámbito del
Derecho romano (Verdugo, 2015) y a partir de la identificación del papado con la Roma de los césares se
asumen los restos arqueológicos de la Roma imperial como propios y se ponen a disposición de la propaganda
pontificia, lo que entrañó una preocupación por su tutela, conservación y difusión (Verdugo, 2013), después
dos acontecimientos el Sacco de Roma (Verdugo, 2016a) y la invasión francesa servirán de detonantes para
desarrollar un mayor interés y sobre todo con disposiciones jurídicas de salvaguarda como el Decreto Pacca
(1822) que sirvió de punto de partida para la tutela de la Italia unitaria (Verdugo, 2016b).

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patrimonio al territorio donde se integran en una escala diacrónica. Formando parte de un
“tejido cultural” y civil, que sale del estrecho marco del museo, y se despliega de forma
meravigliosa (Settis, 2002:19) por las calles y las casas, transformándose el museo
tradicional en un lugar de historia y de la cultura del territorio. Todo ello ha provocado en
Italia, la aparición de una idea activa de la tutela, que trasciende la singularidad del objeto
y se desarrolla sobre el concepto de territorio apoyándose en conceptos amplios como el
“bien de interés cultural” o instituciones como Polo museale, o Parco archeologico
(Pierdomicini/Tibaldi, 1986: 135-170). En resumen, el “modelo Italia” puede resumirse
como sigue (Settis, 2002: 21):
1.- Concepción del patrimonio cultural como un conjunto orgánico (obras de arte,
monumentos, museos, centros históricos, paisajes, ciudades, iglesias, palacios, jardines,
sitios arqueológicos) estrechamente ligado al territorio que lo ha generado.
2.- La idea de que este patrimonio en su conjunto constituye un elemento propio,
irrenunciable, de la sociedad civil y de la identidad cívica, primero de los ciudadanos de
los estados pre unitarios (Mariotti, 1892, Greco, 1981, Verdugo, 2013) y después de los
ciudadanos italianos, objetivo claro expresado en el artículo 1 del Codice dei Beni Culturali
(2004): La tutela e la valorizzazione del patrimonio culturale concorrono a preservare la
memoria della comunità nazionale e del suo territorio e a promuovere lo sviluppo della
cultura [Fig.1].
En España, por el contrario, es muy difícil articular un modelo como el italiano, en
torno al patrimonio histórico de forma unitaria, lo que impide progresar en ideas como la
llamada ”Marca España” en la que el patrimonio fuese eje central. Como decía Gerard
Brenan en El laberinto español (1943) existe una tendencia del país a dividir su vida en
pequeños compartimientos locales, lo que nos ha llevado a partir de la Constitución de
1978 al llamado Estado de las Autonomías con 17 comunidades autónomas, con las
competencia exclusiva en el desarrollo normativo en los gobiernos regionales con 17
modelos diferentes de tutelar y gestionar el patrimonio con el resultado de un entramado
normativo que a veces resulta un auténtico laberinto. Todo ello, a nuestro juicio, impide el
establecimiento de una estrategia territorial coordinada, con figuras de protección y gestión
uniformes que, salvaguardando las peculiaridades de cada Comunidad Autónomas, permita
una estrategia común estatal y/o nacional. Este inconveniente está resultando perjudicial
para la tutela patrimonial desde el punto de vista territorial y provoca el aumento de la falta
de recursos, que acelera la propagación de la llamada “enfermedad de los costes”
(Verdugo/Blánquez, 2018). Todo ello requiere una nueva retórica de los bienes culturales.

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Una nueva retórica de los bienes culturales en España.
Decíamos hace años (Verdugo, 2005) que la retórica, lejos de lo que a veces se
piensa, no es una floritura que se coloca en cualquier mensaje comunicativo en su aspecto
más superficial, sino que, por el contrario, es lo que nos descubre los sistemas de
composición de dicho mensaje (Muntoñola, 1990:8). La retórica se nos presenta como la
formalización de la estrategia de convencer y persuadir en cualquier mensaje comunicativo.
El Patrimonio Histórico, a través del concepto de Bien Cultural, formaliza un mensaje que
pretende ante todo resaltar la importancia de la memoria y el pasado, a la vez que preservar
para las generaciones futuras esos bienes mediante la técnica de la tutela o protección. Esta
estrategia necesita de la técnica de la retórica para persuadir y convencer a la sociedad de
la necesidad de preservar estos bienes, al mismo tiempo que les confiere un valor inmutable:
forman parte de nuestra civilización. De igual modo, como dicha estrategia necesita
recursos públicos y privados, es necesario persuadir no sólo de su conservación sino
también de su utilidad económica y material, puesto que los bienes culturales son también
recursos patrimoniales de indudable valor económico, a la vez que se insertan con el medio
ambiente incorporándose a conceptos modernos y ecológicos como la sostenibilidad. Ésta,
grosso modo, constituye la estrategia retórica del patrimonio histórico y de sus bienes
culturales.
La unicidad del patrimonio histórico
El patrimonio histórico es uno e indivisible. Esto parece una evidencia, pero sin
embargo está muy lejos de ser tenido en cuenta en el ejercicio de la tecnología de la
protección, y aún está más ausente en las técnicas diarias empleadas en la labor de
catalogación. El artículo 14.2 de la Ley 16/1985, del Patrimonio Histórico Español (LPHE)
establece que los bienes inmuebles integrados en el Patrimonio Histórico Español pueden
ser declarados Monumentos, Jardines, Conjuntos y Sitios Históricos, así como Zonas
Arqueológicas, todos ellos como Bienes de Interés Cultural, en función de su especificidad,
con la consiguiente fragmentación. De esta forma, en un mismo territorio podemos tener
infinidad de bienes de interés cultural, según la perspectiva histórica o científica utilizada,
superponiéndose, llegado el caso, varias categorías en un mismo espacio. Esa
fragmentación de categorías imprime un ritmo lento a la catalogación, con el
correspondiente peligro de pérdida o destrucción, a pesar de la protección genérica que la
LPHE otorga a los bienes patrimoniales, aunque no estén declarados. Protección que se va
debilitando conforme va transcurriendo el tiempo desde la promulgación de la ley. La
tramitación de los expedientes de protección es además larga y laboriosa, toda vez que
tienen que garantizar los derechos de los interesados y afectados en el procedimiento. Todo

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ello hace que la protección vaya a cuentagotas, mientras que otras técnicas de protección,
la ambiental o la urbanística, consiguen mayores cotas de protección en idénticos plazos y
con una tramitación menos compleja. Se continua con la protección fragmentada y aislada
de los recursos patrimoniales, con la consiguiente pérdida de esfuerzo, y con la dificultad
de armar desde esa perspectiva fragmentada programas de dinamización de los recursos
patrimoniales sobre base territorial. Sin embargo, desde la promulgación de la Ley 16/1985,
se habían puesto en marcha algunas experiencias basadas en una nueva visión del territorio,
como los Parques Arqueológicos de Castilla-La Mancha y Madrid (Almagro, 1993;
Caballero y Latorre, 1993; Querol, 1993; Lorente et al., 2006, Verdugo, 2005), o los
Parques Culturales de Aragón y Comunidad Valenciana (Royo Guillén, 2002; Verdugo
2005) o los Conjuntos Arqueológicos y Monumentales en Andalucía.
De todas ellas, quizás la más completa sean los parques culturales en orden a la
formulación de estrategias orientadas al desarrollo local, basadas en la protección y puesta
en valor de recursos patrimoniales.
Pero estas experiencias siendo interesantes en el campo de la gestión no eran
suficientes. Por consiguiente, se hacía necesario plantear unas nuevas referencias que
eviten la fragmentación, racionalizando el ámbito de actuación y permitiendo proteger más
y variados bienes en plazos administrativos razonables. Entendemos que este nuevo marco
referencial debe ser el territorio, entendido como espacio de actuación y la ocupación
diacrónica del mismo.
El territorio como espacio diacrónico histórico
Como afirma Zoido (1998:19-31), el territorio es el espacio geográfico adscrito a
un ser, a una comunidad, a un ente de cualquier naturaleza, física o inmaterial: el espacio
de vida de un animal, el área de aparición de una especie vegetal, el ámbito de difusión de
una lengua o de cualquier práctica social. Los primeros impulsos por considerar el territorio
como espacio patrimonial han venido de la mano de la arqueología. La investigación
arqueológica no podía prescindir del estudio del medio en que ha vivido el hombre; ello
dio lugar a la arqueología ambiental (Francovich/Manacorda, 2001:3), que trata de poner
en evidencia la interdependencia entre las variables culturales y medioambientales. Lo que
K. Butzer (1989) ha llamado el ecosistema humano, en el que el medio, el territorio, se
concibe como contexto de las actividades y culturas humanas en las que influye, pero a su
vez está en cambio continuo por hallarse sometido al impacto antrópico. La reconstrucción
del paisaje (Criado Boado, 1999) en la Prehistoria y en la Antigüedad y los estudios
geomorfológicos han sido fundamentales para comprender las razones ecológicas y
productivas que se encuentran en la elección por parte de una población de un asentamiento:
recursos naturales, condiciones climáticas, potencialidad del terreno para la agricultura y

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pastoreo, vías de comunicación, vías comerciales, valor estratégico del territorio. Todo ello
ha llevado a la necesidad de reconstruir el paisaje desde un punto de vista diacrónico,
conociendo el espacio y el territorio hasta comprender la evolución antrópica de la zona
que pretendemos investigar y proteger.
El conocimiento y protección de los elementos patrimoniales del territorio
La protección de los elementos patrimoniales de un territorio debe partir de un
conocimiento general del ámbito espacial que se pretende tutelar. El estudio de un territorio,
como el de una lengua, puede hacerse desde dos perspectivas: un estudio diacrónico, a
través del tiempo, o un estudio sincrónico, sin tener en cuenta la evolución histórica, sino
contemplada en una determinada época. El término diacrónico procede del estructuralismo,
y junto a su opuesto, sincrónico, indica dos modos distintos de estudiar un proceso cultural.
Diacrónico es el momento de la investigación histórica, mientras que sincrónico es el
momento del análisis del hecho en sí. Con el término diacrónico, por extensión, se indica
también todas las situaciones en las que prevalece una visión historicista en el análisis de
los fenómenos, ya sean culturales o extra culturales. El estudio diacrónico determina cómo
y por qué los territorios cambian a través de los tiempos, lo que no es incompatible con los
cortes sincrónicos que la investigación realiza en la línea continua de la historia y que son
muy útiles para el conocimiento de la ocupación antrópica del territorio.
El mosaico diacrónico del territorio o carta de erosión histórica
Estudiar un territorio desde la perspectiva de los distintos pueblos que lo han
ocupado nos permite rellenar, finalmente, con toda la información obtenida, lo que hemos
venido a llamar mosaico diacrónico del territorio o carta de erosión de la historia
(Verdugo, 2005). Partiendo de este conocimiento, en el que no sólo debe incluirse la
actividad antrópica sino también la paleontológica, podemos llegar a plantear una
propuesta de protección basada en el encaje de los estudios diacrónicos en una secuencia
general. Este mosaico debe contener toda la información sobre el patrimonio histórico de
la zona objeto de estudio y reunir todos los elementos patrimoniales identificados con
independencia de su categoría de protección. Además, la propuesta de protección debe
hacerse desde el enfoque preventivo, teniendo en cuenta que cualquier intervención en este
mosaico debe hacerse de forma cuidadosa con criterios de sostenibilidad, procurando que
el uso, o incluso destrucción de recursos patrimoniales, venga compensado con la puesta
en valor de una gran parte de ellos, asegurando su disfrute para las generaciones futuras
(Verdugo, 2003:55-61). De especial importancia será también el equilibrio entre
modernización y desarrollo con el mantenimiento de técnicas y uso de materiales o
elementos tradicionales como la tierra y el agua. Esta nueva concepción hace que el
patrimonio sea un recurso como lo es el patrimonio natural; un factor de riqueza y de

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desarrollo, a la vez que también posee un valor social, al ser un testimonio de la identidad
cultural y de la evolución histórica de una determinada civilización. Hoy, más que nunca,
es necesario defender valores culturales que son el resultado de una delicada evolución
histórica y que son las señas de identidad de muchos pueblos. La materialización de esos
valores culturales lo representa el patrimonio histórico y su marco físico son el territorio y
el medio ambiente en el que está inmerso.
El conocimiento de la ocupación diacrónica como instrumento base de la
protección
El conocimiento e identificación de los distintos elementos patrimoniales, algunos
preferimos también denominar recursos, debe ser el primer objetivo de la protección. Es la
llamada investigación para la protección, que es la fase más importante, pues determina la
identificación de los recursos. Por supuesto el marco de investigación debe ser amplio,
abarcando todas las categorías científicas, en las que hasta ahora se ha venido
compartimentando el Patrimonio. Los recursos paleontológicos, arqueológicos,
arquitectónicos, etnológicos, paisajísticos, etc., presentes en el territorio, deberán ser
cuidadosamente estudiados e identificados en un proceso de interrelación. El producto final
será el inventario de los recursos patrimoniales -carta patrimonial-, que compondrá el
mosaico diacrónico del territorio, el cual, como resultado del proceso deductivo, quedará
acotado en función de la o las ocupaciones diacrónicas predominantes. Naturalmente, este
proceso de acotación espacial puede ser inductivo, con base en conocimientos históricos
previos, características geográficas o naturales, o alguna otra consideración que imprima
al territorio una categoría relevante.
Valoración y propuesta sobre los recursos patrimoniales
Además del inventario o carta de los recursos patrimoniales, deberá realizarse un
estudio valorativo del potencial patrimonial del mosaico diacrónico del territorio acotado,
y no sólo desde la perspectiva de la protección, sino también desde la óptica de su puesta
en valor como recurso económico del desarrollo local, como industria alternativa y
yacimiento de empleo. Hoy en día se contemplan los recursos patrimoniales como
íntimamente relacionados con el territorio del que forman parte y como tal deben analizarse.
El patrimonio no es un bien o una serie de bienes aislados; ese carácter de monumento, que
sólo posee valor en sí mismo, ha impedido el desarrollo de una teoría de los bienes
culturales basada en un concepto de ecosistema humano. La fosilización con que las
políticas culturales han tratado siempre al patrimonio lo han aislado de su contexto
socioeconómico, como “ballenas varadas”, propiciando más su destrucción que su
perdurabilidad. Esta nueva concepción hace que el patrimonio sea un recurso como lo es
el patrimonio natural. Un factor de riqueza y de desarrollo, a la vez que también posee un

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valor social, al ser un testimonio de la identidad cultural y de la evolución histórica de una
determinada civilización
Hoy día el ámbito del patrimonio es fruto de una larga evolución que va desde lo
monumental, pasando por el patrimonio arqueológico, industrial, paisajístico a lo
intangible hasta una visión integral que incluye paisajes y elementos históricos, en el que
el concepto de territorio e identidad son los ejes de una nueva retórica de los bienes
culturales (Verdugo, 2005). El territorio ya no es sólo el espacio en el que discurren los
acontecimientos, sino que también es el modo en el que se utilizan los recursos existentes
en cada ámbito: físico-ambientales, humanos, económico, sociales y culturales (Zoido,
1998: 19-31). Es también el resultado de la interacción entre capital físico, humano, social,
cultural y tecnológico. En el incide de manera especial la capacidad innovadora, entendida
como la predisposición a incorporar conocimiento. (González Romero 2006:36). La nueva
visión del territorio y de sus recursos patrimoniales han producido un cambio en el
concepto tradicional del patrimonio apareciendo la idea de espacio y paisaje cultural, que
ha sido desarrollada en los últimos años por los teóricos: Fernández Salinas (1996),
Salmerón Escobar (2003, 2004), Amores (2002), Sánchez de las Heras (2003), Verdugo y
Palma (2003), Zoido (2001, 2002, 2003), Martínez Yáñez (2006), Fernández Cacho (2008),
entre muchos otros.
Veamos a continuación las iniciativas más importantes llevadas a la práctica en esta
nueva retórica de los bienes culturales, que a falta de una política general ha supuesto la
aparición de modelos aislados.

Los Parques Arqueológicos.

Uno de los primeros ensayos fueron los llamados Parques arqueológicos que,
aunque centrados aún en un área específica patrimonial, supusieron un paso importante en
orden a una protección territorial superando la monumental individual. En 1986 el
Ministerio de Cultura incluyó en su programación un Plan Nacional de Parques
Arqueológicos confeccionado por el ICROA. Este plan se concibió, según Querol
(1993:11), como una iniciativa de apoyo, tanto técnico como económico, a las
Comunidades Autónomas para el desarrollo de actuaciones integrales en yacimientos
arqueológicos o zonas arqueológicas de gran interés y buen estado de conservación, a fin
de convertirlas en áreas visitables preparadas para conseguir una alta rentabilidad social.
El primer objetivo era claramente la puesta en valor de yacimientos arqueológicos, que
fuesen de gran interés y estuvieran en buen estado de conservación, para establecer sobre

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ellos una estrategia de comunicación social y difusión. No era sin embargo una categoría
de protección de hecho era condición indispensable que el yacimiento estuviese declarado
Bien de Interés Cultural. Se trataba además de yacimientos con un buen estado de
conservación que posibilitase su exposición pública, que contasen con infraestructura
apropiada para su visita pública y que poseyesen una interacción entre yacimiento y
entorno natural o paisajístico. Estamos ante una figura de gestión y revalorización de
recursos patrimoniales arqueológicos de base territorial, que posean o puedan restituir un
entorno medioambiental originario, y que supone que la preservación del medioambiente
es tan esencial como la del propio yacimiento (Almagro, 1993:134). Los parques
arqueológicos nacen con la idea de hacer compatible los valores naturales y ambientales
con la ocupación antrópica de una zona patrimonial en equilibrio con su medio ambiente.
Los parques procuran integrar otros elementos no arqueológicos, pero que poseen tanto
valor como la propia “zona arqueológica”. Al final no se trata tanto de un Parque
Arqueológico como de un Parque entendido como un sistema patrimonial más amplio que
un mero yacimiento arqueológico (Caballero, 1993:47). Los promotores del Parque
Arqueológico del Monasterio visigodo de Santa María del Melque, en Toledo, Luis
Caballero y Pablo Latorre, se enfrentaron al dilema de ubicar esta zona patrimonial,
integrada por un yacimiento arqueológico y por un monumento, en una de las categorías
de protección previstas en la Ley 16/1985 del PHE, y llegaron a la conclusión de que
ninguna de ellas se adaptaba a las características del lugar. Aunque la más cercana era el
Sitio Histórico: lugar o paraje natural vinculado a acontecimientos o recuerdos del pasado,
a tradiciones populares, creaciones culturales o de la naturaleza y a obras del hombre, que
poseen valor histórico, etnológico, paleontológico o antropológico, concebida para
aquellos bienes inmuebles, vinculados a “hechos históricos” o creaciones singulares, pero
que no fueran susceptibles de entrar en otra categoría, esto es, Zona Arqueológica o
Monumento. No obstante, y a pesar de esas reservas, los promotores propusieron la
declaración de Melque como Sitio Histórico, pues ello facilitaba la inclusión, en una única
figura legal y en un único sistema científico, de los elementos característicos del lugar de
Melque: paraje natural era comprensivo de paisaje; tradiciones populares, del patrimonio
etnográfico; y creaciones del hombre... con valor histórico, lo era tanto del ya- cimiento
como del monumento (Caballero, 1993:51). De este modo, la categoría de Sitio Histórico

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pareció suficiente para englobar esta zona patrimonial, que era entendida por L. Caballero
y P. Latorre como un lugar comprensivo de distintos elementos con valor patrimonial
(Caballero, 1993:51), que constituye un “sistema científico”, susceptible de ser conocido e
investigado desde el ámbito de la multidisciplinariedad. Por consiguiente, un Parque
Arqueológico no es una categoría de protección, mientras no venga regulada como tal por
la ley; es un modelo de gestión del patrimonio. De este modo, un Parque Arqueológico
puede ser la suma de varias categorías de protección, englobadas bajo ese modelo de
gestión. En su seno pueden existir distintos recursos patrimoniales identificados, que
estarán protegidos por categorías diversas, desde una Zona Arqueológica a un Monumento
aislado. Sólo en el caso de que el Parque Arqueológico se convierta en categoría de
protección se habría conseguido un instrumento que permitiría la declaración y la defensa
unitarias y no par- celadas de todos los elementos que la componen y de la red de re-
acciones existentes entre ellos (Caballero, 1993:54). La evolución de este modelo de
gestión de zonas patrimoniales diacrónicas, pero centrada fundamentalmente en el valor
arqueológico de la misma, ha te- nido un desarrollo desigual, y en parte frustrado, al no
haberse producido un consenso entre las administraciones central y autonómica en el
desarrollo del Plan Nacional de Parques Arqueológicos, cuestión ésta que frustró una
ocasión única para que los bienes patrimoniales contaran con modelos de gestión
territoriales, que habrían sin duda orientado las estrategias de protección, y habrían podido
representar una forma territorial de la gestión del patrimonio como ha ocurrido en el ámbito
del patrimonio natural, con las distintas figuras de protección y gestión de recursos
naturales, como los Parques o Reservas de la naturaleza.

La Red de Parques Arqueológicos de Castilla la Mancha


La Ley 4/2013, de 16 de mayo, de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha,
establece en su artículo 55 que “Los espacios físicos que comprendan uno o varios bienes
de interés cultural declarados con categoría de zona arqueológica y tengan unas
condiciones medioambientales adecuadas para la contemplación, disfrute y comprensión
públicos, se podrán declarar Parque Arqueológico de acuerdo con la normativa al efecto”,
dicha normativa no es otra que la Ley 4/2001, de 10 de mayo, de Parques Arqueológicos
de Castilla-La Mancha, que se mantiene vigente tras la Ley 4/2013 por su carácter especial.

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La Ley 4/2001, define el Parque Arqueológico como el espacio físico dentro del
cual, sin perjuicio de la concurrencia de otros valores culturales o naturales, confluyen
necesariamente los siguientes factores:

a) La presencia de uno o varios bienes de interés cultural declarados, con


categoría de Zona Arqueológica, conforme a la legislación de Patrimonio
Histórico vigente.

b) Unas condiciones medioambientales adecuadas para la contemplación, disfrute


y comprensión públicos de las mencionadas Zonas Arqueológicas.

Siendo sus fines:

a) La protección, investigación, difusión y disfrute del patrimonio arqueológico en


su entorno natural

b) El fomento del desarrollo sostenible del ámbito geográfico y socioeconómico


del Parque.

c) El impulso de una adecuada distribución de los recursos y usos del territorio,


que haga a éstos compatibles con la conservación del patrimonio arqueológico y
medioambiental.

d) La consideración del patrimonio arqueológico como un elemento esencial para


el conocimiento del pasado de las civilizaciones.

Para la consecución de estos fines se contempla el denominado: Plan de


Ordenación del Parque Arqueológico. Con los siguientes contenidos:

1.- Señalar los elementos integrantes del patrimonio arqueológico, cultural y


natural, así como describir su estado de conservación, estableciendo un censo de
los bienes del Parque.

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2.- Determinar las actuaciones que deban acometerse para la puesta en valor de
dichos elementos.

3.- Fomentar el desarrollo cultural y socioeconómico, a través del uso racional del
territorio, el turismo y cualesquiera otras actividades que favorezcan el
cumplimiento de los objetivos del Parque Arqueológico.

Hasta la fecha la comunidad ha creado los siguientes parques: Alarcos-Calatrava la


Vieja (2003); Carranque (2003); Recópolis (Zorita de los Canes) en 2004, Segobriga
(Saelices) en 2002 [Fig.2] Tolmo de Minateda (Hellín) en 2011. El balance en opinión de
Lorente et al. (2007) es el de una progresiva implantación de una acción cultural, social y
económica realizada en el ámbito rural con beneficios directos sobre los habitantes de estos
territorios en los que los parques actúan como elementos dinamizadores y son recursos
patrimoniales que son explotados con criterios de sostenibilidad. Importantes actividades
se realizan en toro a ellos que van dirigidas especialmente a la población, además de
constituir un importante reclamo turístico y una seña de identidad para el territorio.
Los Parques Culturales de la Comunidad de Aragón

En Aragón, ha surgido una nueva categoría de espacios patrimoniales: los Parques


Culturales. La génesis partió de una reunión de arte rupestre celebrada en 1987 (Royo
Guillén, 2002:46) en Albarracín. A partir de las conclusiones de esa reunión y del trabajo
de especialistas y de la propia administración cultural de Aragón se llevó a cabo una
interesante y novedosa experiencia en el ámbito de la protección del patrimonio. Los
parques culturales pretenden, como afirma Royo (2002:46-47), la integración de elementos
culturales tan diversos y complementarios como el arte rupestre y la arqueología, la
arquitectura popular y monumental, los modos de vida y la agricultura tradicionales, o el
artesanado, junto con el paisaje, la geología, los ríos o la fauna. De este modo, el parque
cultural permite realizar una labor integradora del mosaico diacrónico del territorio con los
elementos naturales y ambientales, propiciando no sólo la protección y puesta en valor del
patrimonio histórico sino su articulación en un modelo de desarrollo sostenible. Con el
Parque Cultural se avanza en la idea expresada por Caballero (1993:47) de un sistema
patrimonial más amplio que un mero yacimiento arqueológico, una zona patrimonial

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diacrónica, que constituye un sistema científico. En Aragón se han creado cuatro parques:
los del Río Vero y Albarracín, a comienzos de los años 90, y posteriormente, los del
Maestrazgo y Río Martín, a finales de 1994. La figura se haya regulada por la Ley 12/1997,
de 3 de diciembre, de las Cortes de Aragón y su desarrollo ha permitido una forma de
protección y gestión diferentes. La Ley tenía como cometido principal la regulación y
normalización de los Parques Culturales que ya existían en el territorio y que operaban
como meras figuras de gestión de zonas patrimoniales diacrónicas. Estos parques son
además considerados por la Ley como un medio eficaz para el desarrollo sostenible en el
ámbito rural aragonés. Se regula pues el concepto y objetivos de esta figura y además se
aprovecha la oportunidad para proponer una protección integral del patrimonio, coordinada
con actividades y usos de suelo previstos en la legislación urbanística, en la ordenación
territorial y en las normas medioambientales y turísticas. El parque es compatible como
figura de protección con la existencia de bienes de interés cultural en su seno, declarados
con anterioridad. El artículo 1 de la Ley 12/1997 define al Parque Cultural como un
territorio que contiene elementos relevantes del patrimonio cultural, integrados en un
marco físico de valor paisajístico y/o ecológico, que gozará de promoción y protección
global en su conjunto, con especiales medidas de protección para dichos elementos
relevantes. Su objetivo no es otro que el de propiciar políticas integradas, al ser un Parque
Cultural un espacio singular de integración de los diversos tipos de patrimonio, tanto
material-mobiliario e inmobiliario como inmaterial. Esa doble característica de territorio y
espacio singular convierte a los parques culturales en una categoría idónea para la
protección y gestión de una zona o espacio patrimonial. La categoría se completa con un
procedimiento para su declaración, en el que se garantiza la participación en el expediente
de los particulares y ayuntamientos afectados. Se constituye el Registro de Parques
Culturales de Aragón en el que se hará constar todos los actos que afecten a la identificación
y localización de los Parques, así como cualquier otros hechos y actos que puedan afectar
al contenido de la declaración.

De especial importancia es el denominado Plan del parque, qué priorizando la protección


del patrimonio cultural, procura la coordinación de los instrumentos de la planificación
urbanística, ambiental, turística y territorial. Este instrumento de planificación, que nace

23
con un sentido totalizador del territorio, es de obligado cumplimiento para los municipios,
los particulares y las restantes administraciones públicas. Entre los objetivos del plan
merece destacarse que, además de definir el estado de conservación de los elementos
patrimoniales que en el mismo se integran, establece los regímenes de protección que
procedan y no cuenten con otro tipo de protección sectorial. Es decir, el plan protegerá
aquellos elementos patrimoniales que en el momento de su aprobación carezcan de
protección sectorial, y además compatibiliza la existencia de otras protecciones con la del
propio parque. De este modo, en su ámbito, como ya apuntábamos, pueden cohabitar
distintas categorías de protección anteriores o incluso posteriores susceptibles de declarar
en el interior del Parque con la propia figura del parque. El plan del parque es además un
instrumento de actuación que promueve medidas de conservación, restauración, mejora y
rehabilitación de los elementos del patrimonio cultural que lo precisen. Estas actuaciones
se complementarán con otras de fomento de la acción cultural, de promoción del turismo
cultural y rural, y en general de actividad económica, en términos de desarrollo sostenible.
De gran interés para la protección de los elementos patrimoniales de cada parque es la
obligación de incluir en cada plan el listado de los bienes de interés cultural declarados,
incoados u otros susceptibles de declarar en el interior del Parque, así como un catálogo
del patrimonio arquitectónico, arqueológico, etnológico o paleontológico y una copia o
resumen de los instrumentos de planeamiento urbanísticos de los municipios afectados. El
Plan, que se elabora a iniciativa de cada patronato, se aprueba inicialmente por el
Departamento de Educación y Cultura, previo informe de la Comisión Provincial del
Patrimonio Cultural y de la Comisión Provincial de Ordenación del Territorio, tras lo cual
es sometido a un periodo de información pública de cuatro meses. Finalmente, a la vista de
las alegaciones presentadas y previo informe del Consejo de Ordenación del Territorio de
Aragón, el Gobierno lo aprueba, a propuesta de la Consejería competente en materia de
patrimonio histórico.

Importante resulta la cuestión sobre la compatibilidad entre espacios naturales y


parques culturales habiendo establecido el legislador, consciente del posible conflicto de
competencias y de duplicidad de estructuras de gestión, que la declaración de Parque
Cultural será compatible con la declaración de Espacio Natural Protegido debiendo, en tal

24
caso, los distintos departamentos establecer la necesaria coordinación. También, cuando
coexistan o se pretendan crear las figuras de Parque Cultural y de Espacio Natural
Protegido, se promoverá la posibilidad de integración de los órganos de gestión y
consultivos o de participación social de ambas figuras y la existencia de un único director
o gerente.

La normativa contempla como órgano gestor del Parque Cultural, un Patronato, un


Consejo Rector y una Gerencia y le confiere un alto nivel de representatividad institucional,
debiendo recaer la Presidencia del Patronato en un miembro de la Diputación General de
Aragón, a propuesta de la Consejería competente. Entre las funciones a destacar del
Patronato, se encuentra la de informar el plan y aprobar el presupuesto y la memoria, así
como designar a los representantes locales a propuesta de los municipios integrados en el
par- que, en el Consejo Rector e igualmente a los del Gobierno de Aragón.

En cuanto al Consejo Rector, éste se configura como el órgano de gobierno de la


institución, correspondiéndole, entre otras, las funciones de redactar el anteproyecto del
plan, la formulación y aprobación inicial del presupuesto y el nombramiento del personal.
Por último, se establece la Gerencia, que es el órgano encargado de la elaboración y
ejecución del plan, así como de la organización y gestión de los servicios del Parque.

La financiación de las actuaciones contenidas en el Plan del Parque corresponde,


en primer lugar, al Gobierno de Aragón y, en segundo lugar, a los ayuntamientos
vinculados, de conformidad con los acuerdos y convenios que a tal fin se suscriban.
Asimismo, se establece el fomento de la obtención de fondos del Estado, de la Unión
Europea, instituciones privadas y donaciones de particulares, en este caso, a través de las
distintas opciones establecidas en la normativa de mecenazgo.

Los Parques Culturales declarados han creado los oportunos órganos gestores, que
han elaborado programas de uso y gestión, en- caminados a la puesta en marcha de un
proyecto de difusión que va más allá de la mera visita a los yacimientos y monumentos
integrándose dentro del entorno natural.

25
Todo ello se está completando con centros de interpretación que permiten una
mayor comprensión por los visitantes de los elementos patrimoniales, como el existente en
el Parque Cultural del Río Martín. Esta nueva visión territorial que contextualiza el objeto
con su entorno está produciendo un cambio en el sentido tradicional de la difusión del
patrimonio. Sin duda el gran cambio ha venido de la necesidad de no descontextualizar; de
acercar el objeto al lugar de procedencia, y a la necesidad de hacer comprensibles los restos
arqueológicos y los monumentos existentes en los territorios. Se llamen museos o centros
de interpretación, lo importante, lo fundamental, estriba en la necesidad de adecuar el
discurso comunicativo del patrimonio al territorio.

En la actualidad, Aragón se ha dotado de los siguientes parques culturales:

Parque Cultural de San Juan de la Peña. Este espacio se articula en torno a uno
de los principales monumentos de Aragón: el conjunto monástico de San Juan de la Peña,
un enclave histórico íntimamente ligado a los orígenes del Reino de Aragón y ubicado en
un espacio natural de gran belleza. el Parque es surcado por el Camino de Santiago, que
discurre paralelo al río Aragón, dos calzadas romanas y la Cabañera Real, que une el
Pirineo y el valle del Ebro, caminos de herradura, sendas como la de Izarbe y la vía férrea
que conduce hasta Caldearenas. Municipios: Bailo, Jaca, Santa Cilia, Santa Cruz de la
Serós, Caldearenas, Las Peñas de Riglos. Extensión: 604 km2. Población: 1.069 habitantes.
Parque Cultural del Río Vero. Es un claro ejemplo de conjunción de valores
naturales y culturales. Su sector norte forma parte del Parque de la Sierra y los Cañones de
Guara, espacio natural protegido desde 1990 y Zona de Especial protección para las Aves
en 1982. El Arte Rupestre Prehistórico dio origen al Parque y lo caracteriza. Cerca de
sesenta abrigos con muestras pictóricas se distribuyen en el río Vero y algunos de sus
barrancos, localizados en parajes espectaculares. Constituye el conjunto artístico más
relevante, por sí mismo y por ser el único que, en un espacio geográfico reducido, agrupa
todos los estilos artísticos de la Prehistoria Europea reconocidos por la investigación: desde
el naturalismo del Paleolítico hasta la abstracción simbólica del Arte Esquemático, pasado
por las magníficas muestras de Arte Levantino. Dentro del Patrimonio construido destacan
importantes conjuntos de monumentos muchos de ellos declarados Bienes de Interés
Cultural. Cuenta con una importante red de museos y centros de interpretación, así como

26
senderos y visitas a abrigos rupestres. Municipios: Bárcabo, Adahuesca, Alquézar, Azara,
Barbastro, Castillazuelo, Colungo, Pozán de Vero, Santa Maria de Dulcis. Extensión:
245,492 km2. Población: 17.664 habitantes [Fig.3].
Parque Cultural de Río Martín. Está situado al nordeste de la provincia de Teruel
encuadrado en la rama aragonesa de la Cordillera Ibérica y en torno al tramo medio del río
Martín, donde a lo largo de los cañones y barrancos se agrupan más de cuarenta abrigos
con Arte Rupestre prehistórico, principal eje vertebrador del Parque, al que se unen
importantes monumentos mudéjares, poblados y fortificaciones ibéricas, castillos,
conjuntos histórico- artísticos, ermitas, neveras, lavaderos tradicionales, hornos de
alfareros, hornos de enebro, así como un rico patrimonio geológico (Sima de San Pedro,
Peñas Royas), paleontológico (icnitas de reptiles y dinosaurios) y una gran variedad de
especies protegidas de fauna y flora, pudiendo destacar los observatorios de rapaces en el
comedero de buitres de Alacón o el humedal en la cola del embalse se Cueva Foradada.
Municipios: Albalate del Arzobispo, Alcaine, Montalbán, Obón, Torre de las Arcas,
Alacón, Ariño, Oliete.Extensión: 252,88 km2. Población: 5.597 habitantes
Parque Cultural de Albarracín. Al este de la provincia de Teruel, en plena Sierra
de Albarracín, entre frondosos pinares e impresionantes formaciones geológicas de rodeno
se encuentra el Parque Cultural de Albarracín. Su territorio, de forma estrecha y alargada,
agrupa cinco términos municipales donde podemos encontrar manifestaciones artísticas
rupestres declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO, interesantes conjuntos urbanos,
yacimientos arqueológicos, restos de la guerra civil o construcciones de uso tradicional
como hornos, molinos, tejerías y lavaderos, todo ello en un entorno natural de gran valor.
La zona sur del territorio cuenta con la declaración de Espacio Natural Protegido de Pinares
del Rodeno, con sus características formaciones rojizas en las que se integran los pinos
rodenos dando un paisaje esplendoroso en el que se encuentran la mayoría de los abrigos
de Arte Rupestre. El agua, elemento integrador del paisaje, ofrece excepcionales enclaves
como los estrechos del río Ebrón con la cascada de Calicanto en Tormón, la laguna de
Bezas, las dolinas de Rodenas o el barranco de Cardoso en Pozondón. Municipios: Tormón,
Albarracín, Bezas, Pozondón, Ródenas. Extensión: 620,2 Km2.Población:1.351 habitantes
Parque Cultural del Maestrazgo. Se configura en torno al río Guadalope y sus
afluentes, abarcando 43 municipios que conforman un vasto territorio con una amplia

27
herencia patrimonial, en la cual se combinan la geología y los yacimientos arqueológicos
con valiosos ejemplos del gótico levantino y de la arquitectura renacentista y barroca. Uno
de los grandes activos del Parque Cultural es su patrimonio natural, destacando el
nacimiento del Río Pitarque o los Monumentos Naturales de las Grutas de Cristal de
Molinos y el Puente Natural de la Fonseca en Castellote. El Parque Cultural del Maestrazgo
alberga dos importantes conjuntos de Arte Rupestres con pinturas de estilo Levantino y
Esquemático. El primero se sitúa en torno a Santoles, donde se encuentran los abrigos de
La Vacada, Arenal de Fonseca, Abrigo del Arquero, Torico del Pudial y Friso Abierto del
Pudial, y el segundo en el Alto Maestrazgo con grabados rupestres y pinturas levantinas
del Barranco Gubert Mosqueruela. Municipios: Aliaga, Cañizar del Olivar, Castel de
Cabra, Cuevas de Almudén, Hinojosa de Jarque, Jarque de la Val, Mezquita de Jarque, La
Zoma, Aguaviva, Alcorisa, Berge, La Cañada de Verich, Mas de las Matas, Mata de los
Olmos (la), Seno, Camarillas, Cañada Vellida, Fuentes Calientes, Galve, Allepuz, Bordón,
Cantavieja, Cañada de Benatanduz, Castellote, La Cuba, Fortanete, La Iglesuela del Cid,
Mirambel, Miravete de la Sierra, Molinos, Pitarque, Tronchón, Villarluengo, Villarroya de
los Pinares, Mosqueruela, Puertomingalvo, Crivillén, Ejulve, Estercuel, Gargallo
Extensión: 2.750,47 km2.Población: 13.932 habitantes
Rutas culturales de Aragón. Son itinerarios temáticos que establecen un recorrido
por el territorio aragonés, en torno a un episodio o discurso cultural, facilitando la visita
turística y el acceso de la ciudadanía al patrimonio. Las rutas existentes son las siguientes:
Arte rupestre, Camino de Santiago, Goya, Ibera, Mudéjar, Paleontológica, Reino y Corona
de Aragón, Romana y Vestigios de la Guerra Civil y Posguerra.
La experiencia gallega: parques arqueológicos y territorios históricos.
Galicia, desde su constitución como Comunidad Autónoma, se ha dotado de dos textos
legales: la Ley 8/1995, de 30 de octubre, del Patrimonio Cultural de Galicia, a cuyo amparo
se desarrolló el programa de Parques arqueológicos y la Ley 5/ 2016, de 4 de mayo, del
Patrimonio Cultural de Galicia, que deroga la anterior. Entre sus novedades, recogidas en
el artículo 10 del Título I, destacamos, en relación con propuestas territoriales, la creación
de nuevas figuras de protección como Bienes de Interés Cultural: Territorio Histórico,
Paisaje Cultural y Vías Culturales.

El Territorio Histórico, se concibe como un nuevo instrumento que facilita la


protección como Bien de Interés Cultural, de los bienes inmuebles de un territorio,

28
partiendo de la consideración de que los bienes inmuebles no se pueden considerar como
elementos aislados, sino que se entienden integrados en un contexto que es su territorio. La
figura se define:

Territorio histórico: el ámbito en el que la ocupación y las actividades de las


comunidades a lo largo de su evolución histórica caracterizan un ámbito geográfico
relevante por su interés histórico, arquitectónico, arqueológico, etnológico, antropológico,
industrial o científico y técnico.

Asimismo, en el citado artículo crea otra nueva categoría de BIC, el llamado Paisaje
cultural, que es definido:

Paisaje cultural: el lugar identificable por un conjunto de cualidades culturales


materiales e inmateriales singulares, obras combinadas de la naturaleza y el ser humano,
que es el resultado del proceso de la interacción e interpretación que una comunidad hace
del medio natural que lo sustenta y que constituye el soporte material de su identidad.

Por último, el BIC: Vías Culturales, que son definidas como:


La vía o camino de características originales reconocibles que forma parte, o que la formó
en el pasado, de la estructura tradicional del territorio, con un relevante interés histórico,
arquitectónico.

En cuanto a rutas culturales, la Ley 5/2016, en su artículo 73, define la de los


Caminos de Santiago como los formados por el conjunto de rutas reconocidas
documentalmente de las que puede testimoniarse su uso como rutas de peregrinación de
largo recorrido y que estructuran, conforman y caracterizan el territorio que atraviesan.

La Red de Parques Arqueológicos de Galicia.

A principios de la década de 2000 comienza a fraguarse el programa: Red de


Parques Arqueológicos de Galicia que, desde su creación se centra en cuatro iniciativas,
una por provincia, representando cada uno de ellos, un aspecto representativo de las
culturas más antiguas de Galicia: la rupestre, la megalítica, la castreña y la romana. El
objetivo principal consistía en mostrar un fragmento de la Historia en su escenario real, en
lugares donde ocurrieron los hechos que condicionaron el futuro, imaginar como eran las
antiguas construcciones, por qué se edificaron en un sitio determinado y no en otro, y
conocer sus entornos. Con los parques, además de la importancia cultural se pretendía crear
una oportunidad para el desarrollo sostenible de la zona respectiva tanto desde el punto de
vista social como turístico. Cada uno de los parques se dotó de un Centro de Interpretación
concebido tanto como un lugar de investigación como de difusión.

29
Parque Arqueológico del Arte Rupestre (Campo Lameiro. Pontevedra). Está
formado en torno a un conjunto de estaciones rupestres inmersas en un paisaje muy
semejante al que debió haber sido su contexto original, cuenta además con la recreación de
un poblado en el que se evocan aspectos de la vida cotidiana de la Edad de Bronce. El
parque cuenta con casi 22 hectáreas y más de ochenta paneles con grabados rupestres sobre
los que se vienen realizando, desde 2003, actuaciones arqueológicas que incluyen
prospección y reproducción, que permiten contemplar los motivos y escenas más
destacables de los petroglifos gallegos y, al tiempo, comprender sus patrones de
distribución espacial. Existe además una red de senderos debidamente señalizados y
acondicionados para que los habitantes puedan disfrutar del agradable paseo por el área
arqueológica y enlazar con las distintas estaciones rupestres. El Centro de Interpretación
concibe un edificio que dedica su primera planta al espacio expositivo —estable y
temporal— y una segunda con espacios dedicados a la investigación y documentación de
los petroglifos de Galicia y con ámbitos funcionales más específicos, como aulas y
seminario.

Parque Arqueológico de San Cibrán de Las. Gira en torno al yacimiento


conocido como A Cidade de San Cibrao de Las (Orense), uno de los castros excavados
mejor conocidos y con mayor monumentalidad y mayor extensión de Galicia [Fig.4]. Su
perímetro amurallado y la conformación interna de las estructuras habitación permiten al
visitante una buena comprensión de una parte significativa de la cultura castreña. El
edificio que alberga el Centro de Interpretación es obra de los arquitectos Ángeles Santos
Novoa y Carlos Martínez, cuya propuesta resultó ganadora de un concurso internacional
de ideas convocado con tal fin. Con más de 3.000 metros construidos, el edificio permite
albergar una exposición estable sobre la cultura castreña, la realización de exposiciones
temporales, aulas didácticas y diversos servicios para los visitantes. Asimismo, cuenta con
espacios para el trabajo y zonas de investigación y documentación.

Parque Arqueológico del Megalítico en Terras de Soneira y Costa da Morte.


Engloba 15 enclaves megalíticos pertenecientes a 15 concellos de la comarca: Pedra da
Moura de Aldemunde (Carballo), A Fornella dos Mouros (Laxe), Pedra da Arca (Malpica),
Mina da Parxubeira (Mazaricos) Pedra Moura de Monte Carnio, Pedra Cuberta, Casoia de

30
Berdoias, Arquiña de Vilaseco, Pedra da Lebre o de Serrano, Mina de Recesindes, Rabós
(mámoas), en el concello de Vimianzo: Casa dos Mouros o Pedra da Arca, perteneciente a
los concellos de Dumbría y Vimianzo, y Pedra da Vixía, Arca da Piosa, en el concello de
Zas. Dentro del parque arqueológico se incluye asimismo el Dolmen de Dombate, del
ayuntamiento de Cabana de Bergantiños, que cuenta con su propio Plan Director. Entre las
intervenciones realizadas destacan la construcción de áreas de acogida, paneles
informativos y señalización.

Parque arqueológico de Arte Rupestre de Campo Lameiro. Inaugurado en 2016,


permite conocer la cultura de la Edad del Bronce en Galicia, destacando especialmente los
petroglifos grabados en las rocas. Tiene una extensión de 21,8 hectáreas y alberga en su
interior cerca de 100 rocas con grabados rupestres, constituyendo un paisaje cultural del
que los petroglifos son la parte más visible. La visita al Parque Arqueológico incluye el
acceso a tres espacios diferenciados. La exposición estable, situada en el Centro de
Interpretación y Documentación, donde el visitante reúne la información necesaria para
comprender los enigmas escondidos en los petroglifos y descubrir los modos de vida de la
gente de la Edad del Bronce, aproximándose a su rico mundo simbólico. Finalizada la visita
a la exposición, se inicia un cómodo recorrido de unos 3 km de longitud por el área
arqueológica anexa, que le permitirá observar los diseños geométricos y naturalistas
propios del arte rupestre gallego y observar alguno de los petroglifos más sobresalientes de
Galicia. Finalmente, podrá acceder a la recreación de un poblado de la Edad del Bronce6.
Territorios Históricos. Desde la promulgación de la Ley 5/2016 de Patrimonio de
Galicia se ha dado un gran impulso a la figura de protección: Territorio Histórico, similar
a la Zona Patrimonial de Andalucía (vid. infra), centrada especialmente en dos grandes
áreas: la Vía de la Plata y los Caminos de Santiago. La iniciativa ya se había puesto en
marcha como programa desde el 2007 iniciándose los estudios a modo de “cartas
patrimoniales” en las que se incluían los recursos o bienes patrimoniales diacrónicos, junto
con los paisajes. De este modo se definieron diversos caminos, como el del Norte, el
Francés, el Inglés, el Portugués y el mozárabe o Vía de la Plata. Como resultado de todo

6
La información ha sido tomada de arqueotur. http://www.arqueotur.org/yacimientos/parque-arqueologico-
de-arte-rupestre-campo-lameiro.html. Consulta 16 de marzo de 2018.

31
ello ha sido la inscripción como Territorio Histórico el Camino Francés, el “da Noret da
Costa” y el Camino Norte del Interior. En el 2015 se aprobó un Plan Director de los
Caminos de Santiago, a desarrollar entre 2015-2021. Todas las actuaciones se insertan en
el Programa Galicia-Feder, 2014-2020.
Comunidad Valenciana. Por último, vamos a referirnos a la Ley 4/1998, de 11 de
junio, del Patrimonio Cultural de la Comunidad Valenciana, que incorporó en su artículo
26 como Bien de Interés Cultural la figura de protección denominada Parque Cultural,
como: el espacio que contiene elementos significativos del patrimonio cultural en un medio
físico relevante por sus valores paisajísticos y ecológicos. Desde su promulgación se ha
inscrito con esa categoría el denominado: Parque Cultural de Valltorta-Gasulla, mediante
Decreto de 11 de noviembre de 2016. Se encuentra situado en los términos municipales de
Ares del Maestrat, Morella, Catí, Tirig, Les Coves de Vinromà, Albocàsser, Vilar de Canes
y Benassal (Castellón). Entre sus determinaciones destaca la obligatoriedad de redactar un
plan especial de protección. Además, para la realización de intervenciones arqueológicas
en los yacimientos declarados bien de interés cultural incluidos en el Parque, se requerirá
la presentación de un plan director que contendrá: descripción detallada de los objetivos
del plan, fases de ejecución y duración de la intervención, así como una propuesta motivada
del área de reserva arqueológica del yacimiento, según lo dispuesto en el artículo 66 de la
Ley 4/1998, de 11 de junio, del Patrimonio Cultural Valenciano. En el parque se integran
distintos tipos de bienes patrimoniales diacrónicos: Cuevas, abrigos y rocas con
manifestaciones de arte rupestre Edificios militares (castillos, ciudades amuralladas,
edificios agrícolas o residenciales fortificados, torres defensivas) Edificios industriales
(molinos) Peirons (cruces de término) Inmuebles señalados como Bienes de Relevancia
Local Espacios de protección arqueológica Áreas de vigilancia arqueológica Bienes
etnológicos inventariados Vías pecuarias Espacios naturales protegidos (parques naturales,
lugares de interés comunitario, ZEPA, zonas húmedas, paisajes naturales municipales,
microreservas, cuevas catalogadas y monumentos naturales) Parajes naturales municipales
Microreservas vegetales. El Parque ha requerido un estudio diacrónico e interdisciplinar
para su incoación a través de cartas patrimoniales que han permitido conocer el enorme
patrimonio que se ha protegido con esta figura.

32
El territorio en las políticas culturales de la Junta de Andalucía
El diseño de políticas culturales y su planificación con objetivos a corto, medio y
largo plazo, ha sido muy desigual en la administración cultural andaluza desde 1984 a 2017.
Son treinta y tres años de competencia exclusiva sobre el Patrimonio Histórico de
Andalucía ejercida por distintos gobiernos andaluces, todos del mismo color político.
Nueve titulares han asumido la responsabilidad de la cartera de Cultura y en ese periodo
de años han pasado por la Dirección General de Bienes Culturales, 11 personas. Las
políticas culturales han estado ausentes de los Planes de Desarrollo Regional (PDR) y han
recibido escaso apoyo de las políticas europeas en Andalucía (Verdugo 2003), donde han
prevalecido los criterios de preservación del Medio Ambiente, el desarrollo turístico o el
de las zonas agrícolas, sin que los recursos patrimoniales hayan podido incardinarse en esas
políticas desde la administración cultural andaluza, que ha visto por el contrario
desarrollarse iniciativas relativas al patrimonio realizados desde otros ámbitos. El primer
esfuerzo por planificar políticas relacionadas con el patrimonio lo constituyó el I Plan
General de Bienes Culturales (1989-1995) con escasa visibilidad, dirigido mas a “organizar”
la estructura de la propia administración, confundiendo objetivos con funcionamiento
interno. El II Plan General de Bienes Culturales (1996-2000) se aprobó en 2000, es decir
en el mismo año que tenía que terminarse. Es en este documento de planificación donde
por vez primera se contempla el territorio. Así se dice (IIPLAN: 7):

“El patrimonio histórico ha dejado de ser contemplado por la sociedad


como un tesoro artístico solamente y se ha convertido en algo mucho más
valioso, se está transformado en un recurso fundamental para utilizar en las
estrategias de desarrollo territorial, no como un sector de imputación de gasto,
sino como una fuente de riqueza, asociado a iniciativas generadoras de empleo
especializado, de revalorización del sentimiento local, de elemento
dinamizador del territorio, de generador de investigación aplicada, de
mantenimiento de actividades de gran valor añadido local, como las artesanías,
o como potenciador de circuitos de amplio interés turístico y por tanto
multiplicador de la actividad productiva”.

El II Plan también hacía referencia al territorio de Andalucía como un territorio


cargado de singularidad cultural (IIPLA: 12):

“Considerar a Andalucía como un territorio cargado de significación


cultural tanto en los aspectos compartidos con otras comunidades como en
los que la diferencian, comprendiendo las aspiraciones de sus ciudadanos y
su forma de entender el entorno, sus recursos, sus relaciones sociales y
también sus problemas, sus niveles de renta, sus grados de instrucción, etc.”

33
El II Plan contemplaba un “Programa de protección del sistema de los bienes
culturales en el territorio” (IIPLA: 37) y la “Participación pública” del territorio en el
diseño de políticas (IIPLAN: 38). Además de un “Pacto Social por la Cultura en Andalucía”
(IIPLAN: 24) con el que se pretendía implicar a todas las otras Consejerías en acciones de
tutela y revalorización del patrimonio a escala territorial. Proponiendo al respecto “Nuevos
modelos de gestión” (IIPLAN: 26) tendentes a:

“Negociar la aplicación de inversiones de las demás Consejerías que


contribuyan a la preservación de los bienes culturales, reclamando el uno
por ciento cultural aplicable a la obra pública y aplicando las inversiones a
una mejora de la implantación del patrimonio histórico en el territorio
andaluz”.

Finalmente debemos hacer referencia a las Resoluciones del Pleno del Parlamento
de Andalucía adoptadas como consecuencia del debate del II Plan General de Bienes
Culturales, Andalucía 2000 en Sesión celebrada los días 12 y 13 de mayo de 1999, y que
en lo que respecta a la cuestión del territorio merecen ser señaladas las siguientes:
“Que, dentro del Programa "Programas Básicos para la Tutela del Patrimonio
Histórico" y, en concreto, en el marco del Programa "Protección del Sistema de los Bienes
Culturales en el territorio", proceda a completar el objetivo que aparece en quinto lugar, al
objeto de asegurar y garantizar el cumplimiento escrupuloso por parte de la Administración
de los plazos previstos para la tramitación de todos los expedientes de protección, tanto de
los que están en curso como de los que pudiesen iniciarse en el futuro”.

“Que, en coherencia con el contenido de las líneas de actuación del Programa


"Protección del Sistema de los Bienes Culturales en el territorio", proceda a la inclusión de
una nueva medida con la finalidad de fomentar la realización de convenios no sólo entre la
Junta de Andalucía y el resto de las Administraciones Públicas andaluzas o entidades
dependientes de las mismas, sino también con las entidades de carácter privado”.

“Que, en coherencia con el contenido de las líneas de actuación del Programa


"Protección del Sistema de los Bienes Culturales en el territorio", proceda a la inclusión de
una nueva medida, con la finalidad de potenciar las fundaciones como entidades de
protección y tutela de gran parte de los Bienes del Patrimonio Cultural de la Comunidad
Autónoma de Andalucía”.
Todas estas resoluciones eran de obligado cumplimiento para la Administración
cultural andaluza.
Tras la formulación del II Plan General de Bienes Culturales el año 2000, hay que
esperar a la formulación desde la Viceconsejería del llamado, Plan Estratégico de la Cultura
de Andalucía (2007-2011) con una perspectiva general incorporando conceptos
provenientes de la Economía de la Cultura, como programas, objetivos, evaluación
continua y dotación presupuestaría. Así como el concepto de la cultura como recurso
económico. El plan aportó como novedad una incipiente Cuenta Satélite de la Cultura en

34
Andalucía. La evaluación y seguimiento del plan fue encargado a una auditoría externa y
a la Agencia de Instituciones Culturales de la Consejería de Cultura. En lo relativo a los
bienes culturales el PECA se limitó a establecer programas de actuación en materia de
investigación, conservación, protección y difusión de los bienes culturales.
La ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía
Durante la vigencia de Plan Estratégico de Andalucía (PECA) fue promulgada la
Ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía, en adelante
LPHA, que incorporó novedades importantes respecto a la legislación precedente. Así
reconoció en su artículo 13 la labor de estudio e investigación sobre el patrimonio cultural,
mediante la formulación de un instrumento, independiente del Catálogo General,
denominado Inventario de Bienes Reconocidos, en el que se incluyen aquellos inmuebles
de cualquier naturaleza y espacios de interés etnológico que se reconozcan como
integrantes del Patrimonio Histórico de Andalucía mediante la oportuna resolución de la
dirección general competente en la materia. Este reconocimiento a la investigación que
hasta esta ley no tenía repercusión práctica en la tutela, se convierte así en un instrumento
de gran utilidad en orden a la protección. Los bienes así reconocidos tienen que incluirse
en los catálogos urbanísticos cuando los municipios, en cuyos términos se encuentren,
modifique o elaboren dichos catálogos. Por otro lado, los inmuebles o espacios que los
municipios hayan incorporados a sus catálogos, una vez que éstos han sido debidamente
registrados en la Consejería competente en materia urbanística, serán incorporados al
Inventario de Bienes Reconocidos.
La Ley en su artículo 26.8 ha otorgado carta de naturaleza al territorio como ámbito
o espacio en el que se produce la evolución humana y fundamento de cualquier estrategia
de tutela (Verdugo 2005) con la creación de una figura de protección denominada Zona
Patrimonial (Verdugo, 2010) que es un instrumento que permite proteger los bienes o
recursos patrimoniales con independencia de su momento histórico, conformando un
conjunto patrimonial diverso y complementario integrado por bienes diacrónicos
representativos de la evolución humana que poseen un valor de uso y disfrute para la
colectividad y, en su caso, valores paisajísticos y ambientales. De este modo el patrimonio
a escala territorial protegiendo ámbitos en los que el territorio como “actor principal sirve
de conductor para la protección del mismo” (Ortiz, 2011). También conviene resaltar que
la figura relaciona los valores patrimoniales con los paisajísticos y ambientales.
Todas estas experiencias y la nueva visión del territorio y de sus recursos
patrimoniales han producido un cambio en el concepto tradicional del patrimonio,
apareciendo la idea de espacio y paisaje cultural, que ha sido desarrollada en los últimos
años. Ello unido a la experiencia en la gestión de los Conjuntos Arqueológicos y

35
Monumentales, llevó a la Administración cultural andaluza a la formulación, en la LPHA,
de nuevas instituciones de gestión y nuevas figuras de protección capaces de desarrollar la
potencialidad de los recursos patrimoniales, a la vez que su salvaguarda. Toda vez que se
hacía imprescindible contar con nuevas figuras de protección que abarcase aquellos
conjuntos de bienes inmuebles diacrónicos que forman parte de un territorio que posee
valores paisajísticos, ambientales e históricos; que son representativos de la evolución
humana y constituyen un sistema patrimonial amplio, diverso y complementario, así como
un valor de uso y disfrute para la colectividad (Verdugo, 2005, Ortíz, 2011). Esta nueva
figura o categoría de protección es la que ha reconocido la nueva Ley de Patrimonio
Histórico de Andalucía, con el nombre de Zona Patrimonial que tiene la consideración de
Bien de Interés Cultural. De igual modo la protección tenía por fuerza que complementarse
con la puesta en valor de los recursos patrimoniales, por lo que también eran necesarias
nuevas instituciones de gestión con base territorial y participación ciudadana que
colaborasen en el desarrollo cultural y económico del territorio, como los Espacios
Culturales: Enclaves, Conjuntos y Parques Culturales, agrupados todos ellos en un sistema,
la Red de Espacios Culturales de Andalucía (RECA).

Espacio Cultural y Zona Patrimonial


La LPHA establece en su artículo 75 que forman parte de las Instituciones del
Patrimonio Histórico, los denominados Espacios Culturales, que se definen en el artículo
76 como: aquellos inmuebles de titularidad pública o privada inscritos en el Catálogo
General del Patrimonio Histórico Andaluz, o agrupaciones de los mismos, que por su
relevancia o significado en el territorio donde se emplazan se acuerde su puesta en valor
y difusión al público. Es decir, la nueva Ley contempla una nueva figura de gestión del
patrimonio, junto con los museos, las bibliotecas y los archivos. Estos Espacios Culturales
se clasifican en Conjuntos Culturales y Parques Culturales. De este modo se consolidan los
Conjuntos, ya contemplados en la Ley 1/91 del PHA, añadiéndoles la obligación de dotarse
de un plan director y de un órgano de gestión propio, y se incorpora la figura de los Parques
Culturales que se definen en el artículo 81 como aquellos Espacios Culturales que abarcan
la totalidad de una o más Zonas Patrimoniales que por su importancia cultural requieran
la constitución de un órgano de gestión en el que participen las administraciones y sectores
implicados. Dos condiciones se imponen para su formulación: la primera la existencia de
una o más Zonas Patrimoniales y la segunda, su importancia cultural. Precisamente esta

36
categoría de protección es otra de las novedades de la Ley que recoge la relación entre el
patrimonio y territorio.
Las Zonas Patrimoniales se definen en el artículo 26.8 como aquellos territorios o
espacios que constituyen un conjunto patrimonial, diverso y complementario, integrado
por bienes diacrónicos representativos de la evolución humana, que poseen un valor de
uso y disfrute para la colectividad y, en su caso, valores paisajísticos y ambientales. La
Zona Patrimonial es por tanto un Bien de Interés Cultural, que constituye un conjunto
patrimonial diverso y diacrónico, cuya declaración, comporta su inscripción en el Catálogo
General del Patrimonio Histórico Andaluz.
Desde la entrada en vigor de la LPHA -once años- la Consejería competente solo
ha declarado tres Zonas Patrimoniales (Montufo, 2017:19), una en 2009 otra en 2010 y una
última en 2017. Dichas zonas son:

1.- Zona Patrimonial de Otiñar (Jaén). Decreto 354/2009, de 13 de octubre, por el que
se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés
Cultural, con la tipología de Zona Patrimonial, el Bien denominado Otíñar, en el término
municipal de Jaén, BOJA nº 203, de 16 de octubre de 2009. El decreto establece el carácter
del bien como paisaje cultural (Montufo, 2017: 19), generado por un desarrollo prolongado
de sucesivas ocupaciones [Fig.5].
Con una superficie cercana a las 1.900 Ha. y más de 30 ámbitos patrimoniales
diacrónicos. Los elementos patrimoniales diseminados a lo largo del Bien de Interés
Cultural se localizan en un ámbito geográficamente integrado, los Valles de Otíñar, siendo
testimonios de la larga historia de este paisaje. En esta trayectoria temporal, pueden
destacarse la cueva neolítica de los Corzos, los más de veinte abrigos con manifestaciones
de arte rupestre, las canteras de sílex a ambos lados del curso medio del Quiebrajano, la
muralla y el dolmen eneolíticos del Cerro Veleta, el sitio romano en la vega del río, el
castillo y la aldea medieval, las ruinas de la fortaleza islámica del Cerro Calar, el vítor de
Carlos III y la aldea de colonización de Santa Cristina.
Esta riqueza patrimonial es consecuencia de la larga explotación de la zona desde
hace al menos 6.000 años. En este largo periodo de tiempo ha sido deforestada, cultivada,
repoblada, quemada, desecada, perforada por minas y edificada. Cada acto ha dejado su
impronta y a grandes rasgos puede leerse en ellos que no ha existido una continuidad en la

37
ocupación, aunque sí en el aprovechamiento, y por parte de grupos humanos nunca
demasiado numerosos. En ella se definen diversos ámbitos [Fig.6]:
Ámbito 1. Cerro del Frontón: Se corresponde con el conjunto rupestre del Cerro del
Frontón, formado por varios abrigos que contienes pinturas rupestres.
A2. Cerro Veleta: En esta área se localiza el conjunto rupestre del Cerro Veleta que
engloba varios abrigos denominados con manifestaciones de pintura rupestre. Además del
conjunto citado se localiza el poblado y la necrópolis del Cerro Veleta. Se trata de un
yacimiento calcolítico del que se conserva parte de la muralla que lo defendía. En la
necrópolis destaca el dolmen del Collado de los Bastianes.
Por otro lado, este ámbito también incluye el Vítor de Carlos III que se erige en
1784 como conmemoración de la reforma y acondicionamiento del camino que conduce a
Otíñar desde Jaén.
A3. Peñón de la Bríncola: Se corresponde con el conjunto rupestre del Peñón de la
Bríncola formado por varios abrigos denominados. Todos ellos con pinturas rupestres.

A4. Cerro Calar: Castillo de Cerro Calar del período islámico.

A5. Villa romana del Laurel: En esta área se localiza la villa romana del Laurel gracias a
una prospección arqueológica.

A6. Barranco de la Cañada: Se trata del conjunto rupestre del Barranco de la Cañada,
compuesto por los abrigos denominados dos abrigos. El primero de ellos contiene pinturas,
mientras que el segundo posee además petroglifos.

A7. Eras del Cortijuelo: Fundamentalmente este ámbito está ocupado por el yacimiento
denominado Eras del Cortijuelo de época andalusí. Se trata de un poblado, sin amurallar,
que se articula en torno a una plataforma superior.

A8. Barranco de la Tinaja: Conjunto rupestre del Barranco de la Tinaja, formado por
diversos abrigos. En ellos se localizan paneles con pinturas y petroglifos prehistóricos.

38
A9. Aldea y castillo de Otíñar: El castillo es de origen islámico pero transformado
profundamente en época cristiana. Conserva varias torres y parte del lienzo de muralla. En
cuanto a la aldea mantiene restos de algunas viviendas y de una capilla medieval.

A10. Cerro del Cuchillejo: Canteras de sílex del Cuchillejo. Se trata de una explotación de
origen prehistórico, posiblemente vinculada con el poblado de Cerro Veleta.

A11. Barranco de los Corzos: Cueva de los Corzos que se corresponde con un asentamiento
del Neolítico Medio donde predominan los restos cerámicos y líticos.

A12. Poyo del Ventorrillo: En este sector se localiza el abrigo del Poyo del Ventorrillo que
conserva pinturas rupestres.

A13. Rinconada de los Acebuches: Abrigo de la Rinconada de los Acebuches. Contiene


pinturas rupestres.

B1. Núcleo de la aldea de Santa Cristina, con su ejido, área productiva y cementerio. Hoy
abandonada, llegó a contar con unas cincuenta viviendas de colonos organizadas en tres
calles y una plaza, casa consistorial, escuela pública y templo parroquial.

B2. Cortijos o restos de los mismos que se adscriben a la aldea de Santa Cristina. Se trata
de diecinueve elementos identificados.

B6. Infraestructuras históricas: carretera de Carlos III y camino a la aldea de Santa Cristina
de 1912.

B9. La Serradora: este sector puntual se corresponde con una antigua serrería.

2.- Cuenca Minera de Riotinto-Nerva (Huelva).

Creada por el Decreto 504/2012, de 16 de octubre, por el que se inscribe en el Catálogo


General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología
de Zona Patrimonial, la Cuenca Minera de Riotinto-Nerva, en los términos municipales de
Minas de Riotinto, Nerva y El Campillo (Huelva), BOJA nº 208, de 23 de octubre de 2012.
En el texto se define que la cuenca minera de Riotinto-Nerva conforma un territorio

39
marcado por un conjunto patrimonial diverso y complementario integrado por bienes
diacrónicos y sincrónicos representativos de la evolución humana en uno de los enclaves
mineros más relevantes y representativos a nivel mundial. Este marco cultural y
paisajístico ofrece actualmente un valor de uso y disfrute para la colectividad y, está
integrado por los distintos bienes materiales e inmateriales, localizados en el ámbito de
las minas de Riotinto, que son testimonio y reflejo de las diversas culturas y sociedades
mineras que han ocupado este territorio. Junto a la impronta cultural se integra un paisaje
excepcional moldeado por una decidida y prolongada acción antrópica en torno a la
explotación del subsuelo que ha derivado en un paisaje cultural único [Fig.7].

Se circunscribe, principalmente, a los términos municipales onubenses de Minas de


Riotinto y Nerva. La Zona Patrimonial de la cuenca minera de Riotinto-Nerva se sustancia
en diversos valores patrimoniales de tipo cultural y natural conexo entre sí, de carácter
histórico, arqueológico, etnológico, urbanístico, industrial, arquitectónico, bibliográfico,
documental, paisajístico y ambiental. a delimitación se ha realizado atendiendo a la
conformación paisajística minera y a los restos emergentes actualmente visibles y
subyacentes, vinculados, de forma directa o indirecta, con la historia de la minería en la
zona. Si bien, la zonificación se basa principalmente en la ocupación y transformación del
paisaje de época contemporánea a través de los procesos productivos, se ha de señalar que
éstos no siguieron el mismo patrón en épocas pretéritas, por lo que algunos elementos y,
sobre todo, los restos arqueológicos de las ocupaciones y explotaciones antiguas se
distribuyen por las diferentes zonificaciones.

- Área A: Explotación minera: Corta Atalaya y Cerro Colorado. Esta zona está considerada
como el mayor yacimiento minero a cielo abierto de Europa. El desarrollo de la minería a
lo largo de la historia en este ámbito ha originado un peculiar paisaje protagonizado por la
gran corta denominada Corta Atalaya, así como por Cerro Colorado y Pozo Alfredo,
fundamentalmente.

- Área B: Labores de beneficio: Zarandas-Naya. Se relaciona con las labores de


transformación del mineral, lo cual conforma un paisaje artificial de cerros de escorias

40
vigilados por las características chimeneas de fundición que dominan el territorio. Éste
queda marcado también por las infraestructuras ferroviarias asociadas.

- Área C: Depósito de estériles y embalses. La presente zona está caracterizada por la


presencia de las represas para el almacenamiento de aguas ácidas. Los embalses son uno
de los cambios más agresivos que se puedan ejercer sobre un paisaje. El paisaje
preexistente no es reconocible, inundado, y se alcanza una especie de «paisaje cero»
completamente plano. En esencia, en este ámbito se localizan dos represas, la conocida
como represa de cobre y la de gossan.

- Área D: Ferrocarril minero. se conforma siguiendo los trazados de los ferrocarriles


mineros. Se trata de un área discontinua que incluye tanto un tramo de la vía general de la
RTLC como el ferrocarril de Peña de Hierro. En la zona de la vía general, se incluye, a su
vez, el tramo del Río Tinto que fluye a su lado, ya que se constituye un binomio indisoluble
entre estos dos elementos.

- Área E: Peña de Hierro. En ella confluyen todos los elementos productivos a una menor
escala que en el área nucleada de Riotinto, destacando la gran montera de gossan y el
nacimiento del río Tinto. La primera etapa de explotación minera probada de este grupo
minero corresponde a época romana, como evidencian la presencia de galerías romanas.

- Área F: Núcleos urbanos. Viene conformados por la arquitectura civil y religiosa de los
municipios de Riotinto y Nerva, con su evolución desde simples poblados mineros a su
formalización como ciudades.

- Área G: Otros ámbitos. bienes diseminados en el territorio circundante a la delimitación


principal, todo ellos de naturaleza arqueológica. En este apartado se sitúan los yacimientos
arqueológicos del dolmen de La Lancha, único ejemplo de cronología prehistórica; el
asentamiento del Padre Caro y Fresnillo de época romana, así como el área arqueológica
de la Chaparrita, que se compone así mismo de un escorial romano y un taller lítico
calcolítico. Todos ellos se ubican en el término municipal de Nerva, excepto el yacimiento

41
de Fresnillo, en El Campillo. Dentro de estos bienes se recogen los archivos y rico
patrimonio documental, e etnológico e inmaterial, así como diversos bienes muebles.

3.- Zona Patrimonial del Valle del Darro (Granada).- Decreto 43/2017, de 14 de marzo,
por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien
de Interés Cultural, con la tipología de Zona Patrimonial, el Valle del Darro, en los términos
municipales de Beas de Granada, Granada y Huétor Santillán (Granada).
En la disposición se afirma que el Valle del Darro constituye un territorio marcado
por un conjunto patrimonial diverso y complementario, integrado por bienes diacrónicos
de amplio recorrido temporal representativos del proceso histórico y de las sucesivas
formas de ocupación que han tenido lugar en él; todas ellas íntimamente ligadas a la
explotación y aprovechamiento del agua. A estos bienes se superponen los valores
naturales y paisajísticos presentes en un ámbito geográfico que, partiendo desde las
cabeceras del rio y sus cauces tributarios, se extiende por los términos municipales de
Huétor Santillán, Beas de Granada y Granada. Esta superposición de bienes y valores dan
al valle un alto valor de uso y disfrute para la comunidad, en un íntegro paisaje ambiental
y cultural [Fig.8].
La Zona Patrimonial del Valle del Darro es un ámbito geográfico claramente
definido, con unas características fisiográficas singulares, en el que se localizan un gran
número de elementos patrimoniales fruto de la sucesiva ocupación histórica del territorio,
articulados a partir del eje vertebrador que constituye el propio río Darro y el
aprovechamiento de sus aguas. El devenir histórico ha ido conformando un paisaje cultural
de sobresalientes valores que justifican su declaración como Bien de Interés Cultural.
Desde época romana hasta nuestros días, diferentes civilizaciones se han asentado en el
valle, desde las cabeceras del río en Huétor Santillán hasta su discurrir por el casco urbano
de Granada, dejando a su paso las huellas de su existencia.
Las zonas que pueden identificarse dentro del ámbito protegido son las siguientes:
Zona A. Cabeceras del Darro: corresponde con el tramo del río desde la fuente de
los Porqueros hasta la confluencia con el río de Beas.
Zona B. Arroyos de Beas y Belén: tramo de río comprendido entre la confluencia
del río Beas y el punto de encuentro del Barranco de Belén, a la altura de la Presa Real;

42
comprende los terrenos irrigados por estos cauces, así como las lomas de Buena Vista y las
masas boscosas del Alto de las Tres Torres.
Zona C. Jesús del Valle: comprende los terrenos de fondo de valle en torno a la
Hacienda, entre la Presa Real y el barranco del Teatino, ampliándose la protección a las
laderas de solana de las lomas del Hospicio y Buenavista, y la umbría de Buenavista y
Jesús del Valle.
Zona D. Valparaíso-Sacromonte: tramo del cauce de carácter periurbano que
recorre los arrabales de la ciudad, entre el barranco del Teatino y el puente del Rey Chico.
El ámbito remonta por las laderas de solana del barrio del Sacromonte, englobando los
cerros de Monte Jate y San Miguel.
Zona E. Dehesa del Generalife: terrenos adscritos en su mayoría al monte público
de la Dehesa del Generalife, además de los terrenos del Cerro del Sol y El Hoyo de la
Campana.
Zona F. Darro Monumental: tramo del río de carácter estrictamente urbano que
recorre la ciudad, entre las colinas de la Sabika y del Albaicín, desde el puente de del Rey
Chico hasta el embovedado de la plaza de Santa Ana.
Zona G. Darro palatino: sector definido por el BIC Alhambra-Generalife y el borde
urbano de su entorno inmediato.
La zona declarada BIC tiene una extensión en concreto de 22,3 kilómetros
cuadrados entre los municipios de Beas de Granada, Granada y Huétor Santillán, aunando
valores arqueológicos, arquitectónicos, paisajísticos, etnológicos, ambientales e históricos
que ponen de manifiesto las sucesivas formas de ocupación del territorio vinculadas al
aprovechamiento de los recursos, especialmente del río, desde la época romana a la
actualidad. En su perímetro se incluyen también las áreas monumentales del tramo urbano
del cauce y de la Alhambra y el Generalife.

El conjunto se distribuye en siete áreas: la cabecera del Darro en la fuente de Los


Porqueros hasta la confluencia con el Beas; los arroyos de Beas y Belén a la altura de la
Presa Real, junto con las lomas de Buena Vista y las masas boscosas del Alto de las Tres
Torres; la zona de Jesús del Valle, entre la Presa Real y el barranco del Teatino; el tramo
Valparaíso-Sacromonte entre este último cauce y el puente del Rey Chico, con los cerros
de Monte Jate y San Miguel; la Dehesa del Generalife, el Cerro del Sol y El Hoyo de la

43
Campana; el tramo urbano del Darro Monumental desde el puente del Rey Chico hasta la
plaza de Santa Ana entre las colinas de la Sabika y del Albaicín, y el denominado Darro
Palatino, sector definido por la Alhambra y el Generalife y su entorno inmediato.

En todo este espacio hay numerosos bienes del patrimonio. Entre los yacimientos
más antiguos destacan el prehistórico de Arquillos y los de Cortes y Jesús del Valle, de
época romana. Del medievo figuran la Acequia Real, los Axares y Romayola, la de Los
Arquillos, y las de Cortes, La Umbría y La Solana. En caminos históricos sobresalen las
veredas de las acequias del Tercio y del Rey, Fuente de las Tinajas, Canal de las Aguas
Potables o de Arriba, Cuesta de los Chinos, Cuesta de Cantalobos, Barranco del Abogado
y de En Medio. Respecto a edificaciones, las más antiguas son las alquerías árabes de
Cortes, Cerrón y Cerro de los Pinos. La arquitectura nazarí de los siglos XIII y XIV deja la
Alhambra y los palacios de Dar al-Arusa, los Alijares y el Generalife; mientras que el
patrimonio defensivo tiene ejemplos en las Torres Bermejas, Puerta de la Coracha, el
Castillo de Santa Elena o la Silla del Moro.

Del legado religioso y civil destaca la iglesia de San Pedro, la abadía del
Sacromonte y la hacienda Jesús del Valle. Otro de los valores es su amplio entramado de
cármenes, como el de Los Chapiteles, el de la Victoria o el Granadillo. Se completa con
explotación minera, con los yacimientos como el del Barranco de las Tinajas

La Red de Espacios Culturales de Andalucía


Por otro lado, la LPHA en su artículo 83 creaba la Red de Espacios Culturales de
Andalucía (RECA) constituida por un sistema integrado y unitario formado por aquellos
Espacios Culturales ubicados en el territorio de la Comunidad Autónoma que sean
incluidos en la misma por la Consejería competente en materia de patrimonio histórico,
así como aquellos enclaves abiertos al público que por sus condiciones y características
no requieran la dotación de un órgano de gestión propio. La existencia de la red significaba
que sólo aquellos espacios o enclaves que la Consejería competente determine forman parte
del sistema. Los Espacios Culturales que se integren en la RECA estarán constituidos por
aquellos inmuebles de titularidad pública o privada. Nuevamente se aprecia el interés del
legislador por los recursos patrimoniales vinculándolos a las potencialidades del territorio
rehuyendo el aislamiento y la fosilización. De gran interés es la apertura de la utilización
de estos recursos a los particulares, quienes pueden incorporar sus activos patrimoniales a

44
políticas generales propiciándose la cooperación y la gestión privada. Emplea en sentido
lato la palabra “valor” como referente para la articulación de estrategias económicas y
culturales, a lo que añade la necesidad de que los Espacios Culturales deban dotarse de un
Plan Director (artículo 79 LPHA) lo que incorpora el principio de planificación estratégica
a la gestión. Los Espacios Culturales se clasifican en Conjuntos y Parques Culturales, a los
que pueden añadirse los Enclaves. Los Conjuntos son definidos como aquellos Espacios
Culturales que por su relevancia patrimonial cuentan con un órgano de gestión propio”
(artículo 78 LPHA); los Parques Culturales, por su parte, son aquellos Espacios Culturales
que abarcan la totalidad de una o más Zonas Patrimoniales que por su importancia
cultural requieran la constitución de un órgano de gestión en el que participen las
Administraciones y sectores implicados (artículo 81 LPHA). En tercer lugar, se
encontrarían los Enclaves Culturales que son definidos en el artículo 83 (LPHA): como
aquellos […] abiertos al público que por sus condiciones y características no requieran la
dotación de un órgano de gestión propio. Es decir, inmuebles que deben reunir las
condiciones previstas para los Espacios Culturales en el artículo 76, pero que no requieren
un órgano de gestión propio.

La organización y funcionamiento de la RECA tiene que ser objeto de desarrollo


reglamentario de acuerdo con el mandato del artículo 83.2 de la Ley, cuestión ésta que
acumula un retraso incomprensible, sin que hasta la fecha se haya aprobado su desarrollo
reglamentario cuando hace más de 11 años que se publico la Ley 14/2007, lo que impide
la puesta en marcha de esta importante reforma. Es más, en la actualidad hay planteada una
reforma de la LPHA, que no afecta, afortunadamente a esta nueva visión patrimonial
territorial, pero que sin duda retrasará aún más si cabe el desarrollo reglamentario de la
RECA de los Parques Culturales.

En un intento de aproximación a los criterios y objetivos de la RECA, entendemos


(Verdugo, 2008, Verdugo 2010) que la misma como sistema deberá contemplar al menos,
los siguientes:
a) La coordinación de los sistemas generales de gestión de los Espacios y Enclaves
Culturales integrados en la Red a través de los correspondientes Planes
Directores.

45
b) La promoción externa de los Espacios y Enclaves Culturales integrados en la
Red de forma homogénea y conjunta.
c) La colaboración en programas estatales e internacionales de conservación de
bienes de similar naturaleza, que posean un valor de uso y disfrute para la colectividad.
d) El intercambio de información con otras redes o sistemas de protección del
patrimonio histórico, así como con aquellas organizaciones nacionales o internacionales
relacionadas con la protección, conservación y puesta en valor de bienes de similar
naturaleza.
e) El fomento de las buenas prácticas en la protección y gestión del patrimonio
histórico entendido como parte del ecosistema humano, a través de la puesta en valor y
dinamización de los Espacios y Enclaves Culturales de la Red.
f) La promoción y desarrollo sostenible de los Espacios y Enclaves Culturales
integrados en la Red en función de sus valores y singularidades, la diversidad cultural y el
desarrollo local.

La Red de Espacios Culturales de Andalucía se articularía en tres ejes:


a) El aprovechamiento sostenible de los Espacios y Enclaves Culturales como
recursos a través de su tutela, conservación y puesta en valor.
b) El fomento del conocimiento científico de sus valores generando su investigación.
c) El impulso de iniciativas de desarrollo local y territorial basado en la difusión y
revalorización de los espacios y enclaves culturales integrados en la Red.

La RECA podrá incardinarse total o parcialmente en otras redes similares de ámbito


territorial superior, ya sean nacionales, transnacionales o europeas.
En cuanto a su misión, no es otra que la de mostrar pedagógicamente el discurso
histórico de Andalucía a través de la puesta en valor de los bienes que la integran. Es
decir, los Espacios y Enclaves deben estar articulados en torno a un discurso didáctico,
mostrando de forma transversal a través del territorio de la Comunidad la secuencia
histórica que ha tenido lugar en Andalucía, por medio de bienes representativos de esa
sucesión temporal convenientemente restaurados. Estos ejes transversales deberán
apoyarse unas veces en Centros Temáticos, que a modo de cabecera muestren hitos o

46
períodos culturales importantes, y otras a través de Itinerarios Culturales que permitan un
viaje en el tiempo. De este modo todos los bienes que integran la red se hallarán articulados
a esos centros o itinerarios, además de mostrar sus propios valores. En este discurso,
tendrán especial importancia los Parques Culturales, por que además de constituir un
territorio que contiene elementos diacrónicos relevantes del patrimonio histórico, con
valores paisajísticos y/o ambientales en su caso, que han merecido ser tutelados a través
de una o más Zonas Patrimoniales, deben poseer una importancia cultural que requiere su
declaración como parque y constituir un órgano de gestión en el que participen las
Administraciones y sectores implicados, que orientará sus actuaciones hacia la
investigación, tutela y conservación de los recursos patrimoniales, la acción cultural, el
desarrollo rural sostenible y el equilibrio territorial. Y de forma especial estimular el
conocimiento del público, promoviendo la información y la difusión cultural y turística de
los valores patrimoniales y el máximo desarrollo de actividades culturales, tanto autóctonas,
como de iniciativa externa, así como desarrollar actividades pedagógicas sobre el
patrimonio con escolares, asociaciones y público en general, promoviendo también la
investigación científica y la divulgación de sus resultados. Los Parques Culturales
constituyen pues unos de los vértices más importantes de ese discurso pedagógico que se
pretende dar por medio de la Red a la ciudadanía. Mientras que los Conjuntos y los
Enclaves darán una información sincrónica de la cultura de Andalucía.

El desarrollo de la RECA: 2007-2018.


Desde la entrada en vigor de la Ley se incorporaron a la RECA los Conjuntos
Culturales de la Alhambra y Generalife de Granada; Itálica en Santiponce (Sevilla);
Madinat Al-Zahra en Córdoba; Baelo Claudia en Cádiz; Necrópolis y Anfiteatro de
Carmona (Sevilla); Alcazaba de Almería; Dólmenes de Antequera (Málaga), Cástulo (Jaén)
y los enclaves de Millares en Santa Fe de Mondejar y Castillo de Vélez Blanco ambos en
la provincia de Almería; Gades romano en Cádiz capital; Castillo de Doña Blanca en el
Puerto de Santa María y Carteia en San Roque ambos en la provincia de Cádiz; Cercadilla,
Ategua y Sinagoga en Córdoba; Tútugi-Castellón Alto en Galera (Granada); Turobriga en
Aroche (Huelva) y Ruta Dolménica de la provincia de Huelva; Cástulo en Linares (Jaén);
Teatro romano de Málaga y Acinipo en Ronda (Málaga) y Monasterio de San Isidoro del

47
Campo en Santiponce (Sevilla). A pesar de los efectos de la crisis sobre los recursos, la
falta de reglamentación y los continuos cambios de equipos
Aunque la organización y funcionamiento de la RECA (Verdugo, 2012a: 162-167)
deberá ser objeto de un desarrollo reglamentario, de acuerdo con el mandato del artículo
83.2 de la LPHA, desde 2008 a la actualidad la Red está en funcionamiento y ha realizado
–especialmente, entre los años 2008-2010- un esfuerzo organizativo y un gran número de
actividades (Verdugo, 2009, 2010a), a la vez que ha puesto en marcha la redacción de
algunos de sus respectivos planes directores. Sin embargo, a partir de 2010 el equipo
político de la Consejería de Cultura (Plata-Ruiz González) llevó a cabo una
reestructuración de la RECA conducida a dejarla reducida a los Enclaves 7 abiertos al
público y que, como decíamos, por sus condiciones y características no requieren la
dotación de un órgano de gestión propio (artículo 83 LPHA). Asimismo, los Conjuntos
Culturales8 fueron incluidos en la categoría de Museos, otorgándoles la consideración de
institución museística9. Esta nueva orientación, examinada de manera sustantiva, parecería
en principio positiva, pues permitiría a los Conjuntos Culturales reivindicar como propias
las piezas existentes en otros museos. Serían los casos de Baelo Claudia con respecto al
Museo de Cádiz; o el de Itálica, con respecto al Museo de Sevilla; si bien esta cuestión
puede llegar a producir tensiones entre instituciones. El renunciar –en la práctica- a la
promoción y desarrollo de la RECA ha tenido como resultado, bajo nuestro punto de vista,
la crisis del sistema, el aumento de trabas burocráticas, la paralización de los Planes
Directores y, en general, la desafección de los enclaves municipales10 que se adhirieron en

7
Millares, en Santa Fe de Mondujar y Castillo de Vélez Blanco, ambos en la provincia de Almería; Gades
romano, en Cádiz capital, Castillo de Doña Blanca, en el Puerto de Sta. María y Carteía, en San Roque,
ambos en la provincia de Cádiz; Cercadilla, Ategua y Sinagoga en Córdoba; Tútugi-Castellón Alto, en Galera
(Granada); Turobriga en Aroche y Ruta Dolménica en la provincia de Huelva; Cástulo, en Linares, dentro de
la provincia de Jaén; Teatro romano de Málaga y Acinipo, en Ronda, dentro de la de Málaga; y, por último,
el Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, en lo que respecta a la provincia de Sevilla.
8
Alcazaba de Almería; Itálica, en Santiponce (Sevilla); Madinat Al-Zahra, en Córdoba; Baelo Claudia, en
Cádiz; Necrópolis y Anfiteatro de Carmona (Sevilla); Dólmenes de Antequera (Málaga) y Cástulo, en Linares
(Jaén).
9
Disposición final cuarta de la Ley 7/2011, del 3 de noviembre , de Documentos, Archivos y Patrimonio
Documental de Andalucía (BOJA, 222, de 11 de noviembre de 2011) que añadió un segundo párrafo al
apartado 1 del artículo 2 de la Ley 8/2007, de 5 de octubre, de Museos y Colecciones Museográficas de
Andalucía, con el siguiente tenor: Asimismo, la ley será de aplicación a los Conjuntos Culturales, sin
perjuicio de las previsiones contenidas en la legislación reguladora del patrimonio histórico y en las normas
de creación del conjunto.
10
Torreparedones en Baena, Fuente Álamos en Puente Genil y Villa del Ruedo y Cerro de la Cruz en
Almedinilla, todos ellos en Córdoba; el Enclave Arqueológico del Dolmen de Montelirio y Castilleja de

48
un primer momento a la Red. A pesar de todo, de la paralización de los Planes Directores
de los Conjuntos del abandono de la redacción del III Plan General de Bienes Culturales,
la RECA goza de buena salud y para muestra los datos estadísticos de visitantes en el año
2009 los 34 Conjuntos y Enclaves de la RECA fueron visitados por 3.971.577 personas y
en 2016 las visitas han alcanzado la cifra de 5.027.732 un 22% más, frente a los 18 museos
públicos de Andalucía que en 2016 fueron visitados por 1.614.289 personas.

Valoración de las experiencias territoriales analizadas.


Ya nos hemos referido a la dificultad que la atomización legislativa conlleva para
implementar políticas generales en España en esta materia. No hay uniformidad ni
estrategias de Estado. La primera cuestión es la de asistir a un laberinto legal que hace que
las figuras de tutela y de gestión sean diferentes según en que territorio estemos. Eso es de
difícil arreglo. En segundo lugar, se observa una enorme lentitud en la implantación de
figuras de protección de base territorial. De este modo vemos siguiendo nuestra exposición,
como salvo Aragón que ha institucionalizado una verdadera red de parques culturales, con
la salvedad de que en este caso los parques son figuras de gestión, las demás comunidades
han utilizado estas técnicas en muy contados casos, a excepción de Galicia, con una Ley
del año 2016, que ha declarado Territorio Histórico a la Vía de la Plata y al Camino de
Santiago, poniendo en marcha los correspondientes Planes Directores y utilizado los
fondos FEDER con un programa de 2015-2020.
Por el contrario, Valencia con una Ley de 1998, solo ha declarado como figura de
protección el Parque Cultural de Valltorta-Gasulla, expediente complejo y bien armado,
pero se echa en falta un mayor ritmo de declaraciones.
Por su parte Andalucía, desde el 2007 que fue aprobada la LPHA, ha tenido un
desarrollo muy pobre en cuanto a las declaraciones de Zonas Patrimoniales, solo tres, como
hemos visto, y no solo eso si no que tampoco en 11 años no ha sido capaz de redactar y
aprobar el desarrollo reglamentario de la LPHA, dejando áreas sin desarrollar como la
RECA y los Parques Culturales. A qué se debe esta lentitud. La respuesta es compleja, pero
tal vez debamos buscarla, en dos direcciones, la primera es la fuerte oposición que desde
sectores de la propia administración hay hacia éstas declaraciones territoriales, que a veces

Guzmán, en Sevilla; el Enclave Monumental de la Fortaleza de la Mota y sus defensas, de Alcalá la Real, en
Jaén; y, por último, el Enclave Monumental Castillo de Villaricos en Cuevas de Almanzora, Almería.

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son vistas como “excesos” e intromisiones en las áreas competenciales e intereses de los
otros departamentos, pensemos en el ámbito de la ordenación del territorio, del urbanismo,
la agricultura o el medio ambiente, que por lo general actúan como “fuego amigo” ante
estos expedientes declarativos, que por suerte en aquellas ocasiones que logran concitar
apoyos sociales logran el objetivo de la declaración, como ha ocurrido en el caso de la Zona
del Valle del Darro. Asistimos en ocasiones a una autentica “bictitis” (Castillo Ruíz, 2015:
407-437) una actitud de no declarar BICs a zonas territoriales. Otra cuestión no menos
importante es que aún se sigue trabajando en clave sectorial, con inventarios de bienes
etnológicos, expedientes individuales para declarar Monumentos, Sitios Históricos o Zonas
Arqueológicas, que es la técnica a la que están acostumbrados a trabajar por especialidad
los técnicos patrimonialistas. Además de ser menos complejos que los territoriales y menos
costosos. Lo cierto es que no se logra avanzar y se desperdician herramientas legales que
tienen un buen futuro si de verdad se quieren desarrollar instituciones nuevas, basadas en
el reconocimiento del territorio como marco de referencia para políticas culturales que
tengan en consideración que el patrimonio es un recurso económico, lo que hace aún más
necesaria la planificación y la explotación sostenible del mismo. En este sentido el territorio
es clave. Si toda acción de desarrollo se lleva a cabo a escala territorial, el patrimonio
histórico no debe ser menos.

De las Cartas Arqueológicas a las Patrimoniales.


Toda esta nueva formulación de tecnología de la tutela aconseja que las técnicas
ensayadas, hasta ahora, a través de las Cartas Arqueológicas (Verdugo, 2017: 17-51)
evolucionen hacia una concepción más abierta y diacrónica. Es necesario hablar de Cartas
Patrimoniales, que abarquen el estudio de determinados espacios o territorios al modo en
que se está trabajando en los expedientes declarativos de Zonas Patrimoniales, en los
Parques Culturales de Valencia o en los Territorios Históricos de Galicia. Las cartas
patrimoniales se conciben como un instrumento técnico de evaluación y diagnóstico de
todos los bienes de la cultura, materiales e inmateriales, incluidas las particularidades
lingüísticas, que revelen interés artístico, histórico, arquitectónico, urbanístico,
arqueológico, paleontológico, etnológico, documental, bibliográfico, científico, industrial,
paisajístico o cualquier otro interés o valor cultural digno de tutela para cualquier
Comunidad Autónoma. Todo ello con la finalidad de garantizar su conocimiento. Las cartas
patrimoniales deberán atender a todas las tipologías de bienes pertenecientes al Patrimonio

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Histórico presentes en un territorio, o bien exclusivamente a una sola de ellas, cuando la
naturaleza de los bienes o las características del territorio lo demanden. Otra cuestión
importante es el ámbito de estudio y aplicación de una carta patrimonial, que podrá ser
tanto municipal, como supramunicipal.
A modo de orientación los objetivos básicos de las Cartas Patrimoniales deberán
responder a los siguientes:
• Identificar, caracterizar y evaluar, en su estado actual, los bienes del Patrimonio
Histórico.
• Diagnosticar las actuaciones que, en un futuro próximo, incidan o puedan incidir
sobre su conservación.
• Establecer directrices sobre el tratamiento preventivo de dichos elementos o bienes
patrimoniales dentro de todos los procesos de transformación territoriales y urbanos
• Proponer distintas actuaciones que permitan proteger, conservar, investigar y hacer
accesible este patrimonio a la ciudadanía.
• Los bienes identificados deberán incluirse en el Inventario de Bienes Reconocidos.

A modo de conclusión. Las Cartas Arqueológicas o las Cartas Patrimoniales permiten


conocer el patrimonio de un territorio para facilitar su tutela, mediante la declaración de
Zona Arqueológica o Zona Patrimonial y su protección incorporándolas a los instrumentos
de planeamiento urbanístico y a sus catálogos, al mismo tiempo que facilitan el diseño de
estrategias de desarrollo sostenible poniendo en marcha figuras de gestión como los
parques culturales que impulsan la cooperación entre todos; la percepción por la ciudadanía
de sus señas de identidad a la vez que representan una oportunidad para un desarrollo
sostenible turístico y cultural que genere riqueza y garantice el disfrute de estos bienes por
las generaciones futuras. Es por ello, que toda inversión en patrimonio es asegurar una
potente industria cultural, que además nunca puede deslocalizarse.

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