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Compendio Teolgócio

Introducción ……………………………………………………………………… 3
Antropología: El hombre, Soteriología y Hamartología .………………..... 4
Dios ………………………………………………………………………………… 7
Revelación ………………………………………………………………………... 9
Jesucristo ………………......………………......………………........................ 11
Neumatología ………………............................………………........................ 13
Eclesiología ………………............................................................................ 15
Realidad Espiritual ………………................................................................. 16
Conclusión .………………............................................................................. 18
Bibliografía………………………………………………………………………… 19

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Introducción

El siguiente compendio teológico es una breve descripción de elementos


centrales de la teología. El estudiante se enfrentó a dos posibilidades en la
realización del compendio. Una opción para realizar el compendio puede ser una
enunciación de los diferentes elementos que componen cada apartado del
compendio. Es decir, hacer una breve enunciación de los rasgos principales que
conforman la concepción del estudiante de los tópicos del trabajo, sacrificando la
oportunidad de profundizar en el, o los elementos centrales de ese tópico debido a
la extensión del trabajo. La otra opción es tratar de explicar de manera esencial,
sin ser exhaustivo o descriptivo de todas las características que comprenden su
concepción de cada tópico. Esto da más oportunidad de ahondar en la esencia de
lo que el estudiante piensa de cada tema. El estudiante optó por la segunda
opción por considerarla más apropiada para un trabajo de disciplina teológica.

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Antropología

El Hombre

La teología inicia en el ser humano, la capacidad de autoconciencia de este


ser que en español llamamos humano, es superior a cualquier otro ser en la tierra
conocido por él mismo. Al tener contacto con su auto conciencia, el ser humano
tiene una pregunta ineludible “¿quién es este ser que soy yo?” (Esquerda 2008).
Mediante este cuestionamiento se da cuenta que es parte de un sistema en el que
habita, la naturaleza, tiene semejantes que son de su misma condición, por eso
puede preguntarse por la existencia propia no solo a nivel individual, sino como
comunidad universal, como miembro de la raza humana.

Por sobre todo, una pregunta mayor surge por encima de la existencia propia y del
universo, ¿de dónde salió el universo? ¿De dónde salí yo, nosotros? Al saberse a
sí mismo como una creatura, no puede ser el resto del universo, que también es
creatura, algo que se creó a partir de la voluntad o la fuerza propia. Así que el
hombre piensa de sí como una creatura, de donde resulta inevitable preguntarse
por la fuerza de origen, por el creador, por Dios.

Soteriología

La salvación, al igual que todo lo que le sucede al hombre dentro de su


pensamiento, está enmarcada en su cosmovisión, no puede filosofar o teologizar
nada fuera de ella. Siguiendo los pasos de Bultmann (1970), el hombre es salvado
existencialmente al ser objeto de la interpelación divina sobre su existencia misma.
No a manera de condenación, porque en una cosmovisión existencial la
condenación pierde mucho de su fuerza, ¿Qué condenación puede haber más
grande que la muerte, que la existencia, que la vida? Así que la vida se vuelve

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tanto la salvación como la condenación, todo depende de la respuesta humana a
la interpelación divina. A diferencia de Bultmann que cree en un existencialismo
extremo, en el que la salvación solo se da si el ser humano se abandona por
completo a sí mismo en los brazos de Dios, sin hipotecar un solo segundo de su
existencia. El problema es que todo ser humano, por existencialista que sea,
espera vivir más del siguiente segundo al tiempo presente, a no ser que tenga la
bala de cañón apuntando su cabeza. En tal situación, la vida auténtica que
propone Bultmann sería el mismo estrés constante de la bala de cañón, todos los
días, a todas horas. Aun enmarcado dentro del existencialismo, el hombre puede
soñar con darle sentido a su existencia, a toda su existencia, su historia y la
potencial historia que tiene hacia el frente. Entendiendo la incógnita del momento
de la mortalidad, el hombre puede ser salvado al ver su vida (su historia actual, y
su potencial historia) como una sola oportunidad para darle sentido a su
existencia, para cumplir el propósito para el cual Dios le escogió para vivir esta
maravillosa vida.

Hamartiología

No hay pecado más grande e imperdonable que enfrentar la vida y nunca


tomar ningún riesgo. “Sábete que eres mortal” (Moltmann, 2004) pare entender
que es indispensable aprovechar la vida mientras se tiene tal. No hay pecado más
grande que vivir la vida siguiendo los moldes establecidos por la sociedad, la
cultura, la familia, y nunca conquistar la voluntad propia para atreverse a
arrebatarle a la vida aquello que el ser humano cree que Dios le ha prometido.
Mientras el hombre y la mujer vivan ajustándose a los lineamientos de lo que se
espera de ellos pero no realmente al potencial de sus capacidades, al sueño, al
cumplimiento del propósito de su vida que logrará que el ser humano se sienta
pleno de haber alcanzado aquello, entonces vivirá en pecado, porque toda la vida
se la pasó soñando pero nunca se arriesgó a tirarse al vacío para averiguar si Dios

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estaba listo para cacharlo o no. Por supuesto que es necesario voltear a ver al
prójimo y asegurarse que mientras el creyente cumple su propósito, no atropella la
dignidad o el propósito de alguien más. Pero en esencia, el verdadero pecado es
no aventarse.

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Dios

La deidad, única y suprema, es más que una fuerza, más que un motor
gigante que lo mueve todo. Sería ridículo pensar que el hombre lo conoce todo de
Dios, sería ridículo pensar siquiera que conoce gran parte de Dios, sería tanto
como decir que alguien que nunca ha salido de su pueblo, conoce todo el
universo, más allá de las estrellas más lejanas. Pero si se puede conocer a Dios,
por lo menos en parte, y eso le da al ser humano un trabajo, Pannenberg (1992)
citando a Agustín, dice que “no se puede separar el conocimiento y la reverencia
de Dios”. Así que solo es conocible cierta parte de Dios, lo que Él ha decidido
revelar al hombre, pero eso no significa ni por un instante que el hombre ha
logrado en su totalidad, ni siquiera en su mayoría, conceptualizar a Dios, solo se
conoce una pequeña parte de su inmenso todo.

Es aquí donde la imposibilidad de la razón queda evidenciada. La sociedad que


según se dice, ha llegado a su madurez, poco a poco se empieza a inclinar por la
concepción de un Dios panteísta. A la sociedad le cuesta trabajo creer en un Dios
personal que no pueden ver u oír. No tienen problema con creer en un Dios
inmanente que lo llena todo, que lo es todo. Pero como el ser humano forma parte
de ese todo, y el todo, al no contener atributos personales al nivel de la
sofisticación que tiene el ser humano, excepto por lo que el mismo ser humando
puede aportar, parece lógico pensar que el único ser personal de tal naturaleza, es
tan solo la humanidad. El verdadero argumento que hay detrás es: aquello que no
puedo ver, no existe. ¿Cómo creer en un Dios personal con el cual no se tiene tal
relación personal?

Es muy sencillo juzgar a partir de lo que se conoce y desmeritar aquello que se


desconoce. Alguien que nació, vivió y creció dentro de una cueva, eventualmente
pensará que todo el universo es únicamente aquella cueva, siendo que hay un
mundo allá afuera, mucho más amplio y sublime que lo que sea que se encuentre
dentro de la cueva.

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Cuestionar los atributos personales de Dios solo porque no se ha tenido un
contacto personal con la divinidad carece de todo sentido. Es tanto como tratar de
encuadrar a Dios dentro de los parámetros que el ser humando conoce y
pretender que lo sabe todo de Dios. No es posible utilizar los mismos parámetros
para conceptualizar a Dios, de la misma forma que se conceptualiza el resto del
universo, porque Dios, como ser supremo, perfecto y completo, escapa del rango
de lo objetivable por la razón.

Es posible pensar en un Dios personal porque es lo más sublime que el hombre


conoce, así que le da a Dios esa categoría, pero en ninguna medida esa categoría
define a Dios, como no le puede definir ninguna otra, es meramente una
descripción de un aspecto de Dios. Las capacidades personales como la voluntad,
la emoción y el intelecto se le atribuyen a Dios por qué es lo mejor que el hombre
conocen, no por nada es la corona de la creación, porque tiene estas
capacidades. Estas capacidades no se le pueden atribuir a un árbol, porque
ningún árbol ha escrito un libro, no se le puede atribuir una buena capacidad de
decisión a una piedra, porque nunca ha decidido nada. Así como el hombre
sobresale por encima del resto de la creación, en forma similar, pero con
proporciones infinitas, es que Dios supera al hombre. Se le atribuyen capacidades
personales a Dios porque es lo mejor que el hombre puede hacer.

“Dios es a la vez inmanente y trascendente” (Erickson, 2008), y el hombre puede


experimentar ambas dimensiones de Él. Dios, al ser infinitamente superior, se le
atribuye capacidades personales, y las tiene, solo que no está ni cerca de la
capacidad del hombre, sino que la supera ilimitadamente, puesto que es Dios. La
revelación de Dios acerca de Dios, le llegó al hombre a su persona, desde su
intelecto, emociones y voluntad. Por lo tanto, no hay nada más evidente que
relacionarse con Dios de esa forma, personal.

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Revelación

El tema fundamental de la teología es la deidad, pero no puede haber


conocimiento de la deidad sin revelación. Si el hombre es una creatura, y lo es, no
puede de sí mismo conocer la realidad, la deidad, la verdad, sino solo aquello que
le es revelado, aquello que le es posible conocer a través del contacto místico y
misterioso con el ser supremo. Puesto que la revelación es el conocimiento de lo
divino, o incluso de lo humano y natural, pero en relación con lo divino, lo que el
ser humano no puede alcanzar por él mismo.

El ser humano puede ver la obra de Dios en el cielo, en los montes, en los
animales, aun en sí mismo y en sus semejantes. Todos los objetos que el hombre
conoce tienen una causa, un origen. La naturaleza, la realidad que alcanzan a
contemplar todos sus sentidos, debe tener un origen. De alguna forma la realidad
tuvo que tener un punto de partida en el cual se abrió paso a la existencia. No es
posible imaginar la existencia de la realidad sin Dios siendo la fuerza suprema que
le da origen y la sostiene. Así, la naturaleza no se convierte en objeto de
revelación, sino en medios de ella.

La revelación es ese acto vivo en el que se produce un atisbo de comprensión de


la verdad divina entregada al hombre. La revelación es el acto íntimo de la
instrucción divina que se manifiesta en el ser humano. La revelación va más allá
de los silogismos que el hombre puede construir, porque la revelación, si bien no
traiciona la razón, si va más allá de sus límites. El misterio de la verdad divina, al
formar parte de lo infinito, la razón se ve imposibilitada para dirigir o controlar a la
revelación. Por eso Paul Tillich dice (1982) “la razón la formula, pero no puede
contestarla”, hablando de la revelación del misterio del ser.

La revelación se produce de manera muy especial también en la historia. No se


trata del hecho histórico, del suceso con todos sus detalles, sino de la palabra de
Dios en medio de la historia. A lo largo de la historia se puede ver la relación de

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Dios con el hombre. Un hombre que hace esfuerzos por emanciparse, por seguir
sus propios impulsos, utilizando las capacidades que Dios le dio. Y un Dios
rescatando a la humanidad una y otra vez. Por eso Karl Barth (2006) dice, “Dios
revela su acción en su pacto con el hombre, en la historia dela institución,
conservación, ejecución y consumación del mismo”. La historia se convierte en un
testigo que habla del corazón de Dios comprometido con el hombre y la misión
que el mismo Dios le ha dado.

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Jesucristo

Se puede experimentar a Cristo todos los días, pues Cristo es la


interpelación divina en la existencia del creyente. Para ser esta una interpelación
divina, el creyente tiene que ser enfrentado en su humanidad con la deidad. El
creyente sabio, entenderá que no tiene ninguna oportunidad de resistirse a la
voluntad de Dios y así, por voluntad propia, decide rendirse a los pies de Cristo.

Experimentar a Cristo significa abrazar a Dios para dejar todo lo demás,


incluyéndose a sí mismo. Cuando Cristo es vivido en tiempo presente, en ese acto
el creyente no puede acceder a la interpelación de Dios, y al mismo tiempo
resguardarse algo para él. Es necesario abandonarse a sí mismo y experimentar
la incertidumbre del futuro cuya seguridad solo puede proporcionar la gracia de
Dios, pero no la acción propia. Creer en la cruz, es “hacer de la cruz de Cristo la
nuestra propia, sufrir la crucifixión con él” (Bultmann, 1970) Porque experimentar a
Cristo es, no solo contemplar el evento e la cruz, sino vivir la cruz en la vida del
creyente. La cruz de Cristo es el símbolo que evoca la negación propia, el
abandono de toda seguridad, es entregar toda la vida sin reservas ante la
interpelación divina.

Cristo es la experiencia más cercana que el hombre puede tener con Dios. Cristo
es la oportunidad de ser verdaderamente libre, al entregarse a la obediencia en fe
sin guardarse nada para sí, entones Cristo deja de ser una idea lejana y se
convierte en una vivencia real y presente.

Moltmann (2004) en su libro postula que la fe en Cristo se trata no solo de la cruz,


sino también de la resurrección. Jesús enfrentó la muerte por voluntad propia, se
abandonó a sí mismo aventándose hacia la gracia de Dios. El creyente no solo
vive a Cristo para vivir el suplicio de la cruz en su vida, sino también para
experimentar la libertad de haber pasado por la cruz y retener la vida, según la
gracia de Dios.

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Siendo que la interpelación de Dios se realiza dentro del marco de la existencia, el
creyente puede poner toda su vida, su historia, y su potencial historia, frente a
Dios y obedecerle a Dios para entregarle toda su vida y cumplir la misión con la
cual fue encomendado. Dios no mandó a nadie a este mundo sin un propósito, lo
que no se limita a un ministerio eclesiástico, sino a toda la tarea que Dios le da al
hombre de vivir una vida integral, y cumplir una misión integral.

No se trata solo de avanzar por la vida esperando que Dios encuentre al creyente
y tenga que tomar una decisión ética que quizá lo ponga entre la espada y la
pared, lo que servirá para que el creyente tenga una oportunidad de expresar su
completa obediencia en fe. No, eso es solo una parte. Hay otra parte que significa
poner toda la vida propia y no solo un momento, frente a la deidad y ser
interpelado por Dios, experimentar a Cristo en el ejercicio del cumplimiento de la
misión que Dios ha encomendado a esa persona.

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Nuematología

Como iglesia pentecostal la neumatología no puede faltar en la teología


práctica. Pablo Deiros (1994) sostiene que la iglesia pentecostal latinoamericana
percibe su incorporación a Cristo a través de la relación con el Espíritu Santo, así
que es un tema ineludible. El Espíritu Santo, es más que la fuerza, es más bien
Dios mismo compartiendo su presencia con el creyente a lo largo de su camino
con Jesús. De manera más precisa, Raymond Brown (1999), hablando del Espíritu
Santo, dice que es “concretamente como la presencia personal de Jesús junto a
los cristianos mientras el mismo Jesús permanece junto al Padre.

La labor de Jesús en la tierra fue en parte, preparar el camino para el Espíritu


Santo. Por eso declaró, Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador… (Jn
14:16 RVR60), y tan solo dos versículos más tarde dice “no os dejaré huérfanos”.
Si Jesús dice, os enviaré “otro Consolador” se da por sentado que hay un primer
Consolador antes que aquel llamado “otro”, de no ser así solo se le llamaría
“Consolador” y no el “otro Consolador”

Jesús fue un maestro en toda la extensión de la palabra, instruía a sus discípulos


y al pueblo de Israel con su enseñanza. No era un maestro a quienes sus
discípulos acudían a él a cierta hora, en cierto lugar, ciertos días de la semana,
como una sinagoga por ejemplo. Sino que iban de camino en camino, de ciudad
en ciudad, juntos, comiendo juntos, durmiendo juntos, siendo rechazados y siendo
aceptados juntos.

El Espíritu Santo, siendo enviado por Jesús, quien a su vez fue enviado por el
Padre, es la presencia de Dios en la vida del creyente. Los discípulos acudían a
Jesús con todas sus inquietudes y preguntas, le buscaban y respetaban como su
maestro. Jesús era para ellos no solo fuente de conocimiento teológico, sino un
modelo de vida, alguien quien valía la pena mantener cerca, para aprender de él.

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Al creyente postmoderno en ocasiones le cuesta trabajo relacionarse con el
Espíritu Santo, quizá sea porque piensa de Él como una fuerza etérea que hay
que invocar a través de intensas oraciones, que manifiesta su presencia
únicamente durante experiencias extáticas. Pero si la iglesia logra redescubrir al
Espíritu Santo como la continuación de la labor de Jesús en la tierra, la iglesia
tendrá la oportunidad de reencontrarse con la experiencia maravillosa de
relacionarse con Dios tanto en lo trascendente como en lo cotidiano.

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Eclesiología

La iglesia es la comunión de los santos, todos aquellos que han sido


llamados por Dios, que fueron confrontados con ese llamado y no pudieron
resistirlo. “La Cristiandad es la colectividad reunida, y ordenada por la palabra de
Dios” (Karl Barth, 2006) La iglesia no tiene origen en sí misma, es más que una
comunidad de personas que tiene una fe en común, sino que son una comunidad
cuyo origen es divino. Los cristianos se incorporan a la iglesia no solo por la
conveniencia de la convivencia social, el beneficio de incluir una actividad más en
el calendario de la semana, o incluso el servicio social, aunque claro, todas estas
cosas son importantes en la vida de la iglesia. El creyente es adherido al cuerpo
de Cristo porque desde su interior fluye un deseo intenso y profundo de atender al
llamado de Dios, formar parte de una congregación local en particular, solo es una
consecuencia práctica del llamado divino.

“Sin la comprensión de la iglesia particular en el marco de la historia universal de


Dios con el mundo, la eclesiología permanece ciega” (Moltmann, 1977). La iglesia
tiene la función de cumplir la misión de Dios para el mundo, una sociedad mundial
gobernada por la justicia, la paz y la valoración de la dignidad humana. Dios tiene
una relación con el mundo, mucho más amplia que la relación de Dios con la
iglesia, pero esto no demerita el valor de la iglesia, solo dirige su función a un
objetivo sublime. Dios tiene un plan para la humanidad, la iglesia no ha de pensar
que nada bueno puede venir al mundo a no ser que la ella sea el conducto
exclusivo que utiliza la iglesia, sino que más bien es una parte esencial del plan de
Dios para la salvación de la humanidad. Esto hace de la iglesia una comunidad
especial y única, cuya razón de ser, después de Dios, es el hombre mismo y su
salvación integral.

La unidad es un elemento vital de la iglesia, ya que está llamada a ser un cuerpo,


pero un solo cuerpo, formado por miles de millones de personas, pero todos
juntos, una sola iglesia que conforma el cuerpo de Cristo.

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Realidad Espiritual

Hay muchas cosas que cuestan trabajo a la pastoral explicar a cabalidad.


Una de ellas, a pesar de que hay quienes presumen ser expertos en el tema, es la
realidad espiritual. Hay escritores como Herbert Haag (1981) que niegan
categóricamente que se “ha de valorar a la figura de Satán en la narración
(tentación de Jesús) como poder o persona con realidad histórica. Las
argumentaciones de los teólogos y biblistas que rechazan la idea de un Satán
como un ser espiritual en concreto con la capacidad de influir en la vida de los
creyentes y del mundo son bastante buenas. La argumentación articulada por la
academia suena de lo más congruente, después de leer o escuchar a un
verdadero académico exponer sus afirmaciones, muchos cristianos terminan
estando convencidos de que están en lo correcto. Pero a través de la pastoral
práctica, la academia en ocasiones se ve desafiada por la realidad. Casi todos los
latinoamericanos han vivido y si no escuchado de alguna persona cercana, alguna
experiencia que sobrepasa los límites de lo explicable. Y estos no son pocos
casis, Martin G. De Haan II (1981) cuenta en su libro sobre varios testimonios de
personas que según él, han llegado a un verdadero encuentro con esta realidad,
de forma que no lo pueden negar. Para agravar el problema, gran parte de la
iglesia pentecostal latinoamericana vive una fascinación por todo lo relacionado
con el diablo y demonios.

Independientemente de las características ontológicas (si las tiene) de este mal


personificado, Satanás, más importante es entender su forma de trabajar y cómo
el creyente puede sentirse seguro sin importar que tanto este diablo quiera hacerle
daño. Quizá sea la televisión, las películas e historietas que dibujan al diablo rojo,
macabro, con una cola y cuernos, pero el diablo y sus secuaces (los demonios),
causan temor en muchos. Una de las descripciones más gráficas de la función de
Satanás es el relato en el libro de Job (1:7-12), en ningún momento el autor del
libro pretende dar la impresión de que Satanás es un ser que actúe sin control o

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fuera del control de Dios. Así que si alguien no quiere que el diablo le haga daño
alguno, en vez de preocuparse por él, ha de ocuparse en su relación con Dios,
que es quien a final de cuentas protege a todos los que son suyos dentro de su
voluntad perfecta. Y si es Dios quien decide, y todo lo que Él hace lo hace en
amor, el creyente no tiene razón para aterrorizarse de Satanás, sino más bien
tener confianza en Dios.

Siguiendo la misma línea en la que lo más importante de Satanás no es su


identidad, sino su función. La versión Reina-Valera 1960 dice literalmente que
Jesús fue “tentado por el diablo” (4:1). Esto, lejos de causar temor, debe provocar
más confianza, el hecho de ser tentado, ya que la tentación supone que quien es
tentado no es acribillado en total estado indefenso, sino más bien se trata de
convencerle. El creyente puede estar confiado que el principal objetivo del mal es
hacerle desobedecer, no hacerle sufrir, así que puede concentrar sus energía en
serle fiel a Dios más que andar dando golpes al diablo y los demonios.

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Conclusión

Un buen teólogo, siempre ha de tener una teología en formación, cuando


realmente se tiene el deseo de aprender, nunca se deja de aprender. La teología
es una disciplina académica muy amplia. A pesar de su amplitud, lejos de ver un
camino demasiado largo difícil de caminar, el buen teólogo, en vez de darse por
vencido se esfuerza por incrementar y profundizar su conocimiento. El verdadero
motivo para aprender, además de conocer más y mejor a Dios, es crecer en
crecimiento para tomar ese crecimiento y compartirlo con la iglesia. El teólogo y el
pastor, ven a la teología como un acervo inmenso de beneficios para la iglesia, si
logra ver el conocimiento desde esa perspectiva, tiene más posibilidades de
formar una disciplina de aprendizaje que resulte en una madurez tanto personal
como eclesiástica, que a final de cuentas, es el objetivo mismo de la teología.
Resulta evidente esta teología en formación cuando se hace un compendio
teológico, ya que el estudiante logra darse cuenta de la inmensidad del
conocimiento teológico que reclama ser conocido. Al mismo tiempo, el estudiante
tiene una oportunidad de incluso una mayor gratitud que la anterior, al hacer un
compendio teológico, logra ver el camino avanzado desde el momento en que
inició sus estudios teológicos y llegar a la conclusión que los estudios teológicos
valen la pena.

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Bibliografía

Herbert Haag (1981) El problema del mal. Barcelona, España: Editorial Herder

Juan Esquerda B. (2008). Misiono logia, Evangelizar en un mundo global. Madrid,


España: Biblioteca de autores cristianos.

Jürgen Moltmann (1977) La iglesia, fuerza del espíritu. Salamanca, España:


Ediciones Sígueme.

Jürgen Moltmann (2004) La venida de Dios, Escatología cristiana. Salamanca,


España: Ediciones Sígueme.

Karl Barth (2006) Introducción a la Teología Evangélica. Salamanca, España:


Ediciones Sígueme.

Martin R. De Hann II (2008) ¿Qué rayos hace Satanás? Grand Rapids, Michigan:
RBC Ministries.

Millard J. Erickson (2008) Teología Sistemática. Barcelona, España: Editorial


CLIE.

Pablo A. Deiros y Carlos Miranda (1994) Latinoamérica en Llamas. Nashville,


Tennessee: Editorial CLIE.

Paul Tillich (1982) Teología Sistemática I, La razón y la revelación, el ser y Dios.


Salamanca, España: Ediciones Sígueme.

Raymond E. Brown (1999) El Evangelio según Juan I-XII. Madrid, España:


Ediciones Cristiandad.

Rudolf Bultmann (1970) Nuevo Testamento y Mitología. Buenos Aires, Argentina:


Editorial Almagesto.

Wolfhart Pannenberg (1992) Teología Sistemática Volumen I. Madrid, España:


Universidad Pontificia Comillas

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