La Obra de los santos Ángeles
Cartas de formación
El primer Año: Preparación para consagrarse al santo Ángel Custodio
El sentido de la Consagración
El sentido y la finalidad de la Obra de los Santos
Ángeles no consiste solamente en profundizar y dilatar
el conocimiento y el saber de la fe acerca del mundo de
los santos Ángeles que DIOS creó en el inicio del tiempo
junto con todo el mundo visible (Cat. Ig. Cat. 325-327).
La Obra de los santos Ángeles pretende alcanzar una
sólida ligación del hombre creyente con los santos
Ángeles y recibir su ayuda sobrenatural, tan poco
estimada hoy en muchos lugares. Se trata de un fuerte
vínculo espiritual, a través del cual podamos
beneficiarnos aún más con su ayuda sobrenatural. En su
santo servicio en el plan de salvación de DIOS (Cat. Ig.
Cat. 329) los Santos Ángeles no sólo vienen a
ayudarnos ocasionalmente. La Iglesia enseña que los
Santos Ángeles colaboran con nosotros en todas
nuestras buenas acciones (Cat. Ig. Cat. 350).
Particularmente, nuestros Ángeles de la guarda nos
asisten para vivir más vitalmente nuestra calidad de
miembro dentro del Cuerpo Místico, la Iglesia, y para
crecer en santidad.
El 31 de mayo de 2000, año del jubileo, la
Congregación para la Doctrina de Fe aprobó con el
consentimiento del Papa Juan Pablo II una nueva
fórmula de consagración a los santos Ángeles para su
uso en la Obra de los Santos Ángeles. Fue el resultado
de una paciente preparación de varios años y que se
formuló a raíz del decreto de la misma Congregación
del año 1992 y en el espíritu de la Obra de los Santos
Ángeles. La aprobación lleva la fecha del 31 de mayo
del 2000. El primer texto de la Consagración que
escribió “Madre” Gabriela (persona escogida por Dios
para dar inicio a la Obra de los Santos Ángeles) lleva la
fecha del 31 de mayo de 1950. Así, exactamente 50
años después que el Señor dio la primera Consagración,
la Iglesia, por medio de su más alta autoridad, aprobó
esta Consagración. Una bella señal de la Providencia
Divina. ¡DIOS es Bueno!
Hay que entender esta Consagración en la línea de la
Sagrada Escritura, de los Padres de la Iglesia y en el
espíritu del Concilio Vaticano II, pues sólo con una
buena integración en la Tradición de la Iglesia esta
espiritualidad encontrará su lugar en la variedad de las
devociones católicas.
CARTA Nº 4
La condición para ser miembro formal de la
Obra de los santos Ángeles se alcanza haciendo la
consagración oficial al Ángel de la guarda ante un
sacerdote debidamente delegado. En esta carta de
formación, por lo tanto, queremos reflexionar porqué
nos consagramos a nuestros Ángeles de la guarda y
meditar a la luz del texto de la oración de consagración,
para entender mejor lo que en ella se exige y para lograr
los mayores frutos posibles de ella.
El sentido de la Consagración a los Santos Ángeles
Consagrándose a los Santos Ángeles, el hombre
busca apoyo y ayuda en su camino hacia DIOS junto a
estos compañeros celestiales que DIOS le envía como
ayudantes y guías: el hombre hace una alianza con ellos.
La alianza de consagración profundiza y confirma la
comunión entre Ángeles y hombres (Cat. Ig. Cat. 336)
en la adoración de DIOS y en el empeño por la salvación
de las almas y por la venida del Reino de DIOS.
“La Iglesia venera a los Ángeles” (Cat. Ig. Cat. 352)
y recomienda esta veneración para la glorificación de
DIOS: “En verdad es justo y necesario... darte gracias...
PADRE Santo, DIOS Todopoderoso... Y alabarte,
celebrando a Tus Ángeles y Arcángeles, ya que el honor
que tributamos a los que Te fueron fieles redunda en Tu
Gloria y proclama Tu Grandeza...” (Prefacio de los
Ángeles, Misal Romano).
San Bernardo de Claraval muestra el amor que
deberíamos tener a los Santos Ángeles: “DIOS manda a
Sus Ángeles que te cuiden en todos tus caminos (Sl.
91,11). ¡Qué respeto debe infundirte esta palabra! ¡Qué
entrega debe provocar en ti! ¡Qué confianza te debe dar
esta palabra! Respeto delante de su presencia; entrega
por su benevolencia; confianza por su protección...
Seamos pues dóciles y gratos a estos grandes custodios,
correspondamos a su amor y venerémosles lo más
posible, como es nuestro deber. Sin embargo todo
nuestro amor y veneración tienen que dirigirse a DIOS,
de Quien proviene todo, tanto para ellos como para
nosotros, incluso el hecho de que seamos capaces de
venerar y amar y de recibir veneración y amor” (Sermo
12 in Ps. 90). En esta docilidad, veneración, entrega,
gratitud y firmeza consiste la esencia de la
Consagración a los Santos Ángeles, la cual, a través de
ellos, se dirige al Señor.

Sobre la historia de la Consagración a los Santos
Ángeles
DIOS mismo colocó Su pueblo bajo la protección de
los Santos Ángeles (Ex 23, 20s., Dan 10, 13.21; 12,1).
Como Príncipe de los Ejércitos celestiales San Miguel
era considerado especial defensor del Pueblo de DIOS
(Dan 10, 21; Ap 12, 7s.). En la Iglesia la veneración de
San Miguel Arcángel remonta al primer siglo. Desde
tiempos muy antiguos fueron venerados también otros
Santos Ángeles. Después de poco tiempo se les
consagraron templos y el pueblo de DIOS fue colocado
bajo su protección y patrocinio. Cuando después del
Concilio de Trento (1545-1563) empezaron a florecer
las consagraciones al CORAZÓN de JESÚS y de MARÍA,
surgieron en varios lugares consagraciones a los Santos
Ángeles. En el siglo XIX este tipo de consagración fue
aprobada y muy divulgada, como ejercicio de piedad
popular. Distintas asociaciones de fieles incorporaban a
sus miembros por medio de esta consagración. La
Iglesia favoreció siempre tales Cofradías en honra de los
Santos Ángeles, reconociéndoles sus oraciones de
Consagración.
En la Consagración a los Santos Ángeles se
manifiesta la unión entre la Iglesia peregrina y la
triunfante. San Agustín escribe: “Estas dos partes se
unirán para disfrutar juntas de la eternidad; ellas ya
son una sola cosa por el vínculo del amor; esta unión
no tiene otra finalidad que la veneración de DIOS”
(Enquiridión, Cap. XV). En el Catecismo leemos: “La
vida cristiana ya aquí en la tierra, participa en la
comunidad bienaventurada de los Ángeles y hombres
unidos en DIOS” (Cat. Ig. Cat. 336).
Texto de la Consagración
Santos Ángeles de DIOS, en la presencia de DIOS Uno y
Trino y en el amor de JESUCRISTO, mi Señor y
Redentor, yo, N.N., pobre pecador, quiero establecer
hoy una alianza con vosotros, Sus Siervos, para que en
comunión con vosotros, pueda dedicarme con humildad
y fortaleza a la gloria de DIOS y a la venida de Su
Reino. Por eso os suplico encarecidamente que me
asistáis de modo particular:
- en la reverente adoración a Dios y al Santísimo
Sacramento del Altar,
- en la contemplación de la Palabra y de las obras
salvíficas de DIOS,
- en el seguimiento de CRISTO y el amor a Su Cruz
en espíritu de expiación,
- en el fiel cumplimiento de mi misión en la Iglesia,
sirviendo, a ejemplo de MARÍA, mi Madre celestial
y vuestra Reina.
Y tú, mi buen Ángel de la Guarda, que ves
continuamente el rostro de nuestro Padre que está en el
cielo (Mt 18, 10) DIOS me ha confiado a ti desde el
inicio de mi vida. Te agradezco de todo corazón por tu
amoroso cuidado. A ti me entrego y te prometo mi amor
y fidelidad. Te pido: protégeme contra mi propia
debilidad y contra los ataques de los espíritus malignos;
ilumina mi espíritu y mi corazón para que conozca y
cumpla siempre la Voluntad de DIOS y guíame a la
unión con DIOS, PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO.
Amén.
La finalidad de la consagración a los Santos Ángeles
es cultivar y consolidar la comunión entre Ángel y
hombre. En la oración de consagración nos dirigimos a
los Santos Ángeles y queremos sellar una alianza con
ellos. En esta relación de alianza queremos venerar ante
todo a DIOS en unión con los Ángeles. También
queremos venerar a los Ángeles mismos, agradecerles y
pedirles su ayuda para nosotros y para la Iglesia. Puesto
que ambos, Ángel y hombre, somos “con-siervos” del
Señor (Ap 19, 10; 22, 9), queremos ―en la medida de
nuestras fuerzas― contribuir en unión con ellos a la
venida del Reino de DIOS.
En el texto de la Consagración a los Santos Ángeles
se manifiestan la gracia que recibimos al hacer la
Consagración y las obligaciones que contraemos:
• La consagración a los Santos Ángeles es una
alianza, un vínculo.
• La comunión con los Santos Ángeles, que el hombre
inicia implícitamente en el Bautismo, es asentida
consciente y explícitamente a través de la
consagración.
• El hombre se entrega en amor fraterno a los Santos
Ángeles que ya son totalmente Santos,
irrevocablemente unidos a DIOS, y que son nuestros
hermanos y con-siervos (Ap 19,10; 22,9).
• De esta forma el hombre se abre libremente a la
actuación del Ángel que lo ayuda.
• Al mismo tiempo el hombre promete escuchar y
cumplir lo que dice el Santo Ángel (Ex 23, 20), que
siempre tiene como meta la glorificación de DIOS y
el cumplimiento de Su Voluntad.
• El hombre tiende a una colaboración íntima con el
Ángel para divulgar y defender el Reino de DIOS en
la tierra, y a una vida lo más perfecta posible, como
conviene a un miembro vivo de la Santa Iglesia.
• La Consagración a los Santos Ángeles significa que
ellos toman en serio su misión salvífica acerca de
los hombres, siervos de CRISTO (Cat. Ig. Cat. 331;
Cf. Hb 1,14). Consiste en un vínculo libremente
asumido con los Santos Ángeles, a fin de buscar la
perfección cristiana según el propio estado,
imitando sus virtudes, participando así, junto con
ellos, en la misión apostólica de la Iglesia para la
salvación de las almas.
 Dios en su misericordia y providencia ha
asignado a cada uno de nosotros un Ángel de la guarda
personal. El Catecismo de la Iglesia Católica constata,
“al lado de cada creyente está colocado un Ángel como
el protector y pastor que lo lleva a la vida” (CICat 336).
El ministerio angelical se refiere a toda nuestra vida,
natural y sobrenatural. En el orden natural, el hombre
puede hacer muchas cosas buenas por sí mismo, con o
sin la ayuda de los santos Ángeles. Pero en el nivel
sobrenatural, en lo que se refiere a la gracia divina y a
nuestra salvación, nuestro Señor nos dice que, “sin mí
ustedes no pueden hacer nada” (Jn 15,5). No podemos
realizar ningún acto meritorio y progresar en el bien sin
la ayuda de la gracia de Dios - pero esta ayuda de la
gracia divina viene a nosotros por medio de los Ángeles,
como enseña santo Tomás de Aquino. ¡Este principio
vale para todos los creyentes! El Ángel tiene un
ministerio de parte de Dios a favor nuestro, para
proteger, para consolar, para iluminar, para consolidar,
para rogar por nosotros, etc. Este ministerio el Ángel lo
realiza, con o sin una consagración. Ahora, si esta ayuda
del Ángel en todas nuestras buenas obras es universal,
¿por qué entonces la Iglesia todavía endosa y aprueba
una consagración al Ángel de la guarda? ¿Cuál es este
‘más’ que hace una consagración?
Puesto que esta misión es común a los Ángeles y a
los hombres, la devoción de los hombres a estos
Servidores de CRISTO (Cat. Ig. Cat. 331) favorece, por
su misma esencia, la alabanza común de DIOS y el
empeño común por la Salvación de las almas. Sobre
todo en la Sagrada Liturgia, “participamos
anticipadamente en la Liturgia Celestial celebrada en
la Ciudad Santa de Jerusalén, hacia la cual
peregrinamos todavía. En esta Ciudad Santa, CRISTO
está sentado a la derecha de DIOS PADRE como
Servidor del Santuario y de la verdadera tienda. En la
Liturgia terrestre cantamos al Señor el himno de Su
gloria en unión con toda la multitud de los ejércitos
celestiales” (Concilio Vaticano II, SC 8).
Tomamos conciencia de ello especialmente en las
descripciones solemnes de DIOS y de Su multiforme
Reino en el Prefacio antes de las Oraciones Eucarísticas
de la Santa Misa y finalmente cuando escuchamos las
palabras: “Te alaban los Ángeles y Arcángeles, los
Querubines y Serafines, que no cesan de aclamarte con
una sola voz…” (Prefacio de la SANTÍSIMA TRINIDAD).
O también: “Los cielos y las Virtudes celestiales y los
bienaventurados Serafines Te alaban jubilosos en coro.
Permítenos asociarnos a sus voces cantando
humildemente: Santo, Santo, Santo, Señor DIOS de los
ejércitos”.
El Trisagio, palabra que significa “tres veces santo”,
es una advocación litúrgica, una alabanza a DIOS, que se
refiere a la advocación de los Serafines en el libro de
Isaías (6, 3), donde se lee: “Había ante Él Serafines,
cada uno tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro y
con dos se cubrían los pies, y con las otras dos volaban,
y unos a los otros gritaban y se respondían: ¡Santo,
Santo, Santo, YAHVÉ de los ejércitos! Llena está la
tierra de Su Gloria”. También en el libro del
Apocalipsis de San Juan leemos esta alabanza de los
Ángeles: “Los Cuatro Vivientes tenían cada uno de
ellos seis alas, y todos en torno y dentro estaban llenos
de ojos, y no se daban reposo día y noche, diciendo:
Santo, Santo, Santo es el Señor DIOS Todopoderoso. EL
QUE era, EL QUE es y EL QUE viene.” (Ap 4,8).
La consagración a los Santos Ángeles comporta
serios deberes que se refieren en primer lugar a DIOS.
Después siguen los deberes que se refieren a la
comunidad de la cofradía de los Ángeles de la Guarda y
a sus miembros. La decisión de servir mejor a DIOS se
completa con el propósito de amar también a los
miembros de la Cofradía con el amor cristiano al
prójimo y la ayuda mutua. Aunque los miembros estén
localmente distantes unos de los otros, se saben unidos
espiritualmente unos con los otros mediante la
Consagración a los Santos Ángeles; la Consagración es
pues una alianza y una alianza se fundamenta sobre la
comunión, de suerte que queremos también vivir esta
alianza en la comunidad de la Cofradía de los Ángeles
de la Guarda, apoyándonos mutuamente, ayudándonos y
animándonos.
¿Por qué consagrarse al Ángel de guarda?
Para contestar a esta pregunta, debemos primero
entender la naturaleza de una consagración.
Generalmente, una consagración es un acto especial de
la religión. La meta principal de un acto de religión es la
glorificación de Dios y la gratitud hacia él, y hacia los
santos y los Ángeles como sus ministros. Otra meta
subordinada, es nuestra propia santificación. Una
consagración que es un acto especial de religión va más
allá de lo que debemos estríctamente a Dios y a sus
Ángeles. Dios ordenó en el Antiguo Testamento, “se
atento [al Ángel] y presta atención a su voz. No seas
rebelde contra él, porque él no perdonará tu pecado. Mi
autoridad reside en él” (Ex 23,21). Cooperar con el
Ángel de esta manera es, por lo tanto, un acto de virtud
ordinaria de religión, y además obligatorio para todos
los bautizados.
Ahondemos más, sobre la ventaja de índole
espiritual que significa esta consagración: ésta se
traduce en un compromiso más intenso de ser realmente
fervoroso y celoso en el cumplimiento de nuestras
obligaciones para con nuestro Ángel de la Guarda. Este
‘más’ significa el deseo y la promesa de amar, de honrar
y de cooperar con el Ángel, no se deriva de la simple
obligación, sino que emana de un amor más profundo.
Los que quieren hacer la consagración al Ángel de la
Guarda deben, por lo tanto, esforzarse en ofrecer mayor
amor, mayor honor, mayor servicio y mayor
cooperación. Deben ser motivados por el deseo especial
de crecer en las virtudes teológales de la fe, de la
esperanza y de la caridad, para ajustarse mejor y unirse
a Dios. Y puesto, que la misión de nuestro Ángel hacia
nosotros es sobre todo nuestra santificación personal a
lo largo de la trayectoria de nuestra vocación, se sigue
que en virtud de la consagración seremos confiados en
mayor grado a su labor para nuestra propia
santificación.
Puesto que la consagración se hace
públicamente y es recibida oficialmente por la Iglesia,
implica una misión que debemos llevar a cabo. Además,
un documento reciente del Vaticano, el Directorio para
la piedad popular y la liturgia (de diciembre de 2001),
constata: “la devoción a los santos Ángeles da
crecimiento a cierta forma de la vida cristiana” (num.
216). Nuestra misión, por lo tanto, consistirá en la
dedicación y unión con nuestro Ángel de la guarda por
el resto de nuestras vidas.
Para comprender mejor el compromiso que
nuestra consagración conlleva, meditaremos en nuestras
próximas cartas sobre el significado de la oración de
consagración, que lleva implícito.
Tareas prácticas:
Como fue dicho, rezamos en cada Santa Misa el
Sanctus en unión con los Santos Ángeles. Esto no
excluye que recemos seguido esta maravillosa oración
también fuera de la Liturgia, durante el día, como
oración de alabanza, de acción de gracias por favores
recibidos, como oración jaculatoria en situaciones
difíciles o en tentaciones y por fin también como
oración de intercesión en determinados asuntos. La
Madre Gabriela repetía esta oración durante el día,
también antes de decisiones o encuentros importantes,
para pedir la ayuda de los Santos Ángeles. Deseo pues
pedirle cordialmente que durante este segundo mes de
formación, estudie diligentemente esta carta de
formación y que la contemple para interiorizarla; como
consejo práctico le recomiendo vivir su día a día en
unión con los Santos Ángeles repitiendo a diario el
Sanctus en español o en latín:
Santo, Santo, Santo,
es el Señor, DIOS del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de Tu
gloria
Hosanna en el cielo.
Bendito EL QUE viene en Nombre del
Señor
Hosanna en el cielo.
En latín:
Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dóminus DEUS Sabaoth,
pleni sunt coeli et terra Gloria Tua.
Hosanna in excelsis.
Benedictus QUI venit in Nómine Domini
Hosanna in Excelsis.
Conclusión
Hemos considerado hasta ahora, porqué
debemos consagrarnos a nuestro Ángel de la guarda y la
importancia de la cooperación que debemos brindarle a
su ayuda. Él conoce la voluntad de Dios para nosotros y
amorosamente guía y cuida nuestras almas. Le debemos
nuestra gratitud como nuestro compañero y amigo
constante, que nos protege físicamente y guarda
nuestros sentidos de una manera especial, cuando nos
confiamos a él por un acto de consagración. Por este
carisma de la consagración, trabajamos juntos con él
para la gloria de Dios y nuestra propia santificación. El
próximo mes, meditaremos cómo él dirige y protege
nuestros sentidos interiores junto con nuestras
facultades más altas del intelecto.
Ejercicios prácticos para este mes:
1. Lea y medite sobre los siguientes pasajes de la
Escritura: Gen 16,1-15; Ex 23,20.
2. Lea y medite sobre los números siguientes del
Catecismo de la Iglesia Católica (= CICat): 311, 326 y
328-336.
3. Durante este mes sugerimos que usted rece
diariamente la consagración al Ángel de guarda.
¡Le deseamos muchas gracias y crecimiento espiritual
en este mes de la formación en la mano de su Ángel de
guarda!