La Obra de los santos Ángeles
Cartas de formación
El primer Año: Preparación para consagrarse al santo Ángel Custodio
Sentido y finalidad de la veneración a los Santos Ángeles
y de las siguientes Cartas de Formación
En el Catecismo de la Iglesia Católica podemos
leer: “A sus ángeles Él mandó que te guarden en todos
tus caminos. Ellos te sustentarán en sus manos, para
que no tropieces en piedra alguna” (Sal 90). La Iglesia
en la liturgia nos aplica estas palabras y recomienda la
invocación de los Santos Ángeles, y así como Ella los
venera nos recomienda buscar su ayuda: La Iglesia se
beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los
Ángeles y en su liturgia, se une a los Ángeles para
adorar a DIOS tres veces Santo; e invoca su asistencia
(Cat 334-335). Desde esta tierra, la vida cristiana
participa por la fe, en la sociedad bienaventurada de
los Ángeles y de los hombres, unidos en DIOS (Cat.
336). A los Santos Ángeles debemos nuestra gratitud
porque desde el inicio de la vida hasta la muerte, la
vida humana está rodeada de su custodia y de su
intercesión. Cada fiel tiene a su lado un Ángel como
protector y pastor para conducirlo a la vida. La
Cofradía de los Ángeles de la Guarda es un “Sí” a esa
veneración de los Santos Ángeles.
Esta serie de cartas quiere ayudar a los miembros
de la Cofradía de los Ángeles de la Guarda a
profundizar sus conocimientos en la fe, consolidarlos y
ponerlos en práctica.Serán presentadas sistemáticamente
como un instrumento de trabajo continuo de formación,
por lo que no están destinadas para una publicación
general.
La primera de las finalidades en la Cofradía es la
veneración de los Santos Ángeles (Cfr. Estatutos § 2).
En esta carta se expone el sentido y el propósito de esta
veneración.
Lo que debemos a los Santos Ángeles
Los Ángeles nos ayudan para que podamos llegar a
la Jerusalén celestial. Ésto consiste en vivir el amor a
DIOS, también el amor a los hermanos, y por supuesto
el amor a los Santos Ángeles, en primer lugar a nuestro
Ángel de la Guarda, quien es también nuestro prójimo.
Grande es la tarea que DIOS encomendó a los
Ángeles para nuestra salvación. Grande es la dignidad
de los Ángeles y santa es su misión. Esto requiere de
nuestra parte:
- una reverencia viva;
CARTA Nº 2
- una oración fervorosa a ellos, para recibir su
protección y su auxilio con más frutos;
- una confianza incondicional, que debe
determinar nuestro comportamiento con los
Santos Ángeles;
- un seguimiento obediente, porque nos hablan
con autoridad en el nombre de DIOS, y porque
están en la luz de DIOS, que a nosotros aún nos
falta;
- un amor agradecido para con nuestros
hermanos celestiales.
También deberíamos decir como Tobías: Padre mío,...
¿que recompensa le daremos? ... Pero yo te pido, ... que
le ruegues si por ventura se dignara tomar para sí la
mitad de todo lo que hemos traído (Tob 12,2;4). San
Bernardo nos exhorta: Seamos devotos y agradecidos
con guardianes tan excelentes, correspondamos a su
amor, honrémosles cuanto podamos ... amemos con
verdadero afecto a los Ángeles, pensando que un día
participaremos con ellos de la misma herencia (Sermón
12 en Sal 90).
El fundamento de la veneración de los Santos
Ángeles
DIOS dispuso diversos órdenes en la creación.
Nosotros conocemos el cosmos del cielo y de la tierra,
el gran mundo material y el mundo de los Ángeles, un
mundo espiritual. Ambas órdenes están compenetradas
por la fuerza de la gracia sobrenatural divina para hacer
de la creación el Reino de DIOS. En el centro de estas
órdenes se encuentra el hombre. Por su alma inmortal
pertenece al orden espiritual y por su cuerpo, al orden
material. Por causa del hombre y con él, los Ángeles
deberían intervenir en la creación de DIOS y
administrarla de acuerdo con el plan de la Sabiduría
Eterna.
La veneración de los Ángeles no tiene su finalidad
en sí misma, sino se dirige a una mayor glorificación de
Dios, como se reza en el Prefacio de la Santa Misa de
los Ángeles: “Es a Ti que Te glorificamos, al alabar a
los Ángeles, que creaste y que fueron dignos de tu amor.
La admiración que ellos merecen nos muestra cuán
grande eres y como debes ser amado por encima de
todas las criaturas.”
Es voluntad de DIOS que el hombre se encuentre
con el Ángel y aprenda a colaborar con él: “Voy a
enviar un Ángel delante de ti para protegerte en el
camino y para conducirte al lugar que te preparé” (Ex
23,20). En la Cofradía también consideramos
importante la veneración de los Santos Ángeles por ser
una comunidad de trabajo, una colaboración del Ángel y
del hombre. Todo esto tiene como fin inmediato
experimentar la bendición de los Ángeles en la vida
como un gran don de DIOS. El Papa Pío XII decía en
una de las últimas alocuciones antes de su muerte:
“Queremos despertar y afinar vuestra visión del mundo
invisible, que está por encima de vosotros – porque lo
que se ve es transitorio, pero lo que no se ve es eterno
(2 Cor 4,18) – para cultivar un trato familiar con los
Ángeles, los que son tan constantes en su solicitud por
vuestra salvación y santidad. Vosotros pasaréis, Dios lo
permita, una eternidad de gozo con ellos, comenzad a
conocerlos ahora."
La colaboración entre Ángel y hombre como una
bendición de DIOS
El primer fruto de esta colaboración es que el Santo
Ángel va llevando al hombre a la adoración de DIOS,
porque como el Señor mismo asegura “los Ángeles
siempre contemplan la Faz de DIOS”; desde ahí ven
ellos todo claro y reciben la fuerza para actuar
santamente. Unido al Santo Ángel el hombre puede
experimentar que la adoración de DIOS es fuente de luz
y de fuerza para su propia conversión y para sus tareas
en la tierra. Con su Ángel aprenderá el silencio, el
escuchar y el obedecer, con una obediencia rápida. Dice
el Catecismo: El hombre en busca de DIOS... es,
después de los Ángeles, capaz de reconocer “¡qué
glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra!”
(Sal 8,2; Cfr. Cat. 2566).
El hombre entiende cuán difícil es ser santo, pero el
esfuerzo será muy fecundo si pide a su Santo Ángel que
le ayude a conocer a DIOS y a llegar a un santo temor
de DIOS. El santo temor de DIOS es algo propio de los
Santos Ángeles, porque cuanto más se está cerca de El,
tanto más se conoce Su grandeza. También nuestra
relación como hijos Suyos y nuestra confianza en Él
deben ser penetradas por la humildad y por el santo
temor. Este santo temor nos lleva a la profundidad en
nuestra relación con Él. La persona piensa más en
DIOS, Lo saluda cuando pasa frente a una iglesia, en
una palabra, Lo adora.
En la unión con el Santo Ángel aprendemos a
caminar en la presencia de DIOS, esta conciencia debe
penetrar todo nuestro ser y actuar. Si amas a DIOS,
entonces tu adoración debe ser diferente, debe ser
atenta. Tu Ángel de la Guarda te va a educar en tu
oración personal, para que puedas estar verdaderamente
delante de DIOS como los Ángeles. Eso requiere de
esfuerzo continuo para cultivar la adoración. Si tu estás
delante de DIOS, tu adoración irradia en tu corazón y
serás un ejemplo de santo temor de DIOS en medio del
mundo.
La visión del Apocalipsis
“En el principio, creó DIOS los cielos y la tierra”
(Gn 1,1). Así empieza la Sagrada Escritura, que después
concluye con esta magnífica visión que nos refiere San
Juan en el final del Apocalipsis (21,1-2): “Luego vi un
cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y
la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya.
Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba
del cielo, de junto a DIOS, engalanada como una novia
ataviada para su esposo.”
Cuando en el fin de los tiempos se realice esta
visión de San Juan, y habiendo sido vencidos
completamente Satanás y sus ángeles malos y
encerrados para siempre en el infierno junto con los
hombres que los seguían, el mundo de los espíritus
celestiales y el de los hombres que permanecieron fieles
a DIOS, se unirán para siempre. Ya no habrá más
divisiones ni distinción entre Iglesia militante e Iglesia
triunfante. “La Iglesia que ahora es peregrina –dijo San
Agustín– se unirá con aquella Iglesia en la cual los
Ángeles serán nuestros conciudadanos..., y se hará una
sola Iglesia, la ciudad del gran Rey” (Serm. 341,9). El
santo Obispo continúa hablando sobre esta ciudad
maravillosa donde Ángeles y hombres, juntos con DIOS
en la gloria, formarán con Él y entre ellos una sociedad
estrecha, la única ciudad de DIOS, la cual será al mismo
tiempo su templo y su sacrificio viviente (De civit. Dei,
12,9). Cristo será la cabeza de esta ciudad en la cual se
unirá la multitud de todos los justos desde el principio
hasta el fin del mundo con las legiones y ejércitos de los
Ángeles. CRISTO será el único rey de la única ciudad...
(Enarr. in ps. 36,3).
La batalla espiritual
Antes de que se cumpla esta visión y que podamos
ver esta ciudad engalanada con piedras preciosas e
irradiando su luz, precede la gran guerra de la historia,
como también lo podemos leer en el libro del
Apocalipsis. Es un combate entre la luz y las tinieblas,
entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal, entre
los hombres y los Ángeles. Es necesario vigilar, como
nos lo enseñó el Señor repetidamente: “¡Vigilad y
orad!”. Es necesario también el entrenamiento con las
armas del ESPÍRITU. Debemos dirigir esta lucha en
primer lugar contra nosotros mismos, contra el egoísmo
y contra cualquier forma de maldad que pueda surgir en
el propio corazón. Sabemos que no es fácil vivir la
realidad del día a día con todas sus exigencias y
permanecer en una unión interior con el mundo
sobrenatural: con DIOS, con la Santísima Virgen y con
los Santos Ángeles, porque frecuentemente nuestro ‘yo’
quiere ser exaltado.
Nuestro enemigo no es solamente nuestro ‘yo’,
también son los ángeles caídos. San Pablo nos advierte:
“Porque nuestra lucha no es contra la carne y la
sangre, sino contra los principados, contra las
potestades, contra los dominadores de este mundo
tenebroso, contra los espíritus del mal que están en
las alturas.” (Cfr. Ef. 6,10-18). El infierno lucha contra
la Iglesia. San Ignacio de Loyola, por ejemplo, describe
esta lucha de las dos banderas en su libro de los
Ejercicios Espirituales (día 14, segunda semana). El
maligno ataca de muchas maneras; sus armas son la
tentación de la riqueza, de la honra y de la soberbia (n.
142). Respecto a esto, san Juan menciona “el mundo, la
carne y la soberbia” como los grandes enemigos que
serán vencidos por la “pobreza, la castidad y la
obediencia”.
Frecuentemente el enemigo instiga a los fieles para
que critiquen. La crítica negativa siempre oscurece el
brillo de la santidad de la Iglesia frente al mundo. Pero
donde hay lucha, también hay victoria. DIOS nos da a
todos los medios para vencer. La unión con Él es
nuestra seguridad en el combate. Podemos fortalecer la
Iglesia con una vida santa, no luchando con la espada
como Pedro, ni levantando la voz, sino por la gracia que
debe brillar en nuestra vida. Por el amor y por el
servicio humilde podemos contribuir para que la Iglesia
sea luz para el mundo. En esta guerra, nuestros aliados
son los santos Ángeles.
Ciudadanos del cielo
JESÚS decía que no debemos alegrarnos porque los
demonios nos obedezcan, sino porque nuestros nombres
están inscritos en el cielo (cfr. Lc 10,20), porque ya
poseemos los derechos de ciudadano para esta ciudad
santa de DIOS. No solamente poseemos derecho, para
entrar y participar algún día en esta ciudad, sino que,
desde ahora, como miembros de la Iglesia, somos
habitantes del nuevo Paraíso. “Los cristianos están en la
carne, pero no viven según la carne. Pasan su vida en la
tierra, pero son ciudadanos del cielo” (Cat 2796).
Debemos tener nuestro corazón en el cielo y
desear tener una unión profunda con Dios y con los
Santos Ángeles. Si aspiramos a este ideal, muchas
tentaciones y dificultades de la vida se podrán superar
más fácilmente. Es por eso que deberíamos amar el
cielo, meditar sobre esta realidad y desear ardientemente
la unión con los Ángeles y los Santos.
Según la interpretación de los santos Padres, la
Iglesia es el nuevo paraíso, plantado por Dios creador.
Los cuatro Evangelios son como aquellos cuatro ríos
que, según el Génesis, regaban el jardín. Ahora la gracia
santificante coloca a los fieles en este nuevo paraíso, y
en la Iglesia los fieles van saboreando la felicidad por
las aguas vivas del Espíritu Santo, que ya desde ahora
pregustamos por la liturgia.
La Iglesia en construcción
Los Ángeles son nuestros hermanos, porque
participan con nosotros en la misma vida divina en
CRISTO, y son con nosotros ciudadanos de la misma
ciudad. Entonces, como hermanos queremos realizar lo
que la palabra ‘Cofradía’ significa: formar una
‘comunidad de hermanos’ o una ‘comunidad fraterna’.
Nuestro ideal es por lo tanto construir la única ciudad de
DIOS en la cual el Ángel y el hombre alcanzarán
plenamente sus metas: dar gloria a DIOS.
Esto es lo que podemos considerar como nuestra
misión en la Obra de los Santos Ángeles: formar una
comunidad como personas que construyen, en unión con
los Santos Ángeles, el Reino de DIOS en la tierra, la
ciudad de DIOS, en la cual estarán unidos en su última
perfección los Ángeles y los hombres y toda la creación,
como la describe el Apocalipsis.
Queremos amar a la Iglesia como a nuestra madre,
de la que recibimos el alimento sobrenatural. En su
fundamento están los mandamientos de DIOS, y
encontramos el tesoro de la palabra de DIOS, la Buena
Nueva de la salvación. También tenemos los
sacramentos, que transmiten la gracia santificante en la
Iglesia, y el ESPÍRITU SANTO reparte sus carismas, y de
lo alto viene la ayuda por medio de la gracia y de la
fuerza que nos comunican los Santos Ángeles. Todo
esto constituye la santidad de la Iglesia.
La Iglesia es fecunda y produce sus frutos por la
acción de CRISTO en ella y también por las creaturas
que se ofrecen. Los Santos Ángeles se entregan a DIOS
como ofrenda, siempre dispuestos a servir, así también
el hombre debe entregarse para producir frutos delante
de DIOS.
La sagrada Liturgia
La Iglesia es como el cielo en la tierra,
especialmente cuando se celebran los Sagrados
Misterios, y los fieles de la tierra están arrebatados para
las más sublimes alturas. Confirma el Concilio
Vaticano II: “Nuestra unión con la Iglesia celestial se
realiza de modo nobilísimo especialmente en la sagrada
Liturgia, donde la fuerza del ESPÍRITU SANTO actúa
sobre nosotros por medio de los signos sacramentales...”
(LG 50). En la liturgia de la Iglesia, Cristo significa y
realiza principalmente su misterio pascual. “En la
Liturgia de la Iglesia, la bendición divina es plenamente
revelada y comunicada: el Padre es reconocido y
adorado como la fuente y el fin de todas las bendiciones
de la Creación y de la Salvación” (Cat 1082). “En la
Liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en
aquella Liturgia celestial, que se celebra en la santa
ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como
peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de
Dios como ministro del santuario y del tabernáculo
verdadero, cantamos al Señor el himno de gloria con
todo el ejército celestial” (Sacrosanctum Concilium 8;
Cat 1090).
La vida angelical
La restauración del estado paradisíaco, no
exactamente como antes, sino enriquecido con nuevas
gracias en la Iglesia, incluye también el aparecer de la
vida angelical aquí en la tierra. Si Jesús promete que
‘seremos como los Ángeles’ (Lc 20,36), esta
transformación se realiza ya ahora por la vida de la
gracia. Los Padres de la Iglesia describieron esta vida
angelical con gran entusiasmo.
San Germano, por ejemplo, se dirige a nuestra
Señora diciendo: “inmediatamente después de tu parto,
salieron los ejércitos de los Ángeles del ministerio
celestial cantando himnos al DIOS por ti engendrado, y
proclamando la gloria en la alturas y la paz en la tierra.
Ya no había más enemistad, por el muro entre los
hombres y los ángeles, entre el cielo y la tierra, sino que
se estableció entre unos y otros una unánime
comunicación, y se tributaría la misma pertinente
glorificación al DIOS uno y trino por los Ángeles y los
hombres... El cielo y la tierra se juntaron, los Ángeles
bajaron para la generación terrena de DIOS, y los
hombres subieron para la celestial glorificación del
mismo Dios” (Serm I. in dormitione B.M.V.).
Los espíritus celestiales, “desde el nacimiento del
Salvador, no desprecian a los seres humanos, sino que
los miran como compañeros e iguales” (S. Gregorio
Magno, Hom. in Evang. 8,2).
Esta es la Buena Nueva, el Evangelio: DIOS en la
tierra, el hombre en el cielo, y todo se relaciona: “Los
Ángeles se asocian a los coros de los hombres, los
hombres se asocian a los Ángeles y las demás potencias
celestiales... Cesó la guerra, se reconciliaron, huyeron
los demonios. Se vio la vida celestial transplantada a la
tierra, las potestades celestiales relacionarse
familiarmente con nosotros, los Ángeles habitando de
continuo en nuestro mundo” (San Juan Crisóstomo, In
Matth. hom. 1,2).
Los santos Ángeles son los centinelas y servidores
en esta ciudad de DIOS. Los santos Padres contemplan
con muchas imágenes estas realidades espirituales, la
acción de JESÚS y el servicio de los Ángeles. Por
ejemplo, Jesús, como Pastor, que va en búsqueda de la
oveja perdida, mientras que los Ángeles esperaban
delante de las puertas del cielo. En su retorno triunfal
trae la oveja perdida en sus hombros, la humanidad
redimida, entre el júbilo de los Ángeles.
Haced todo en común, compartiendo la vida
Más adelante proponemos y explicaremos algunas
virtudes, llamadas características esenciales para la
formación de nuestro carácter. El cumplimiento de tales
exigencias tiene la fuerza de formar nuestro carácter
desde dentro, para que podamos crecer espiritualmente
de la tierra hasta el cielo. Practicando esas tareas nos
volveremos, como los Ángeles, en los anunciadores de
la Buena Nueva. Cada uno de nosotros es llamado a ser
un ‘Alter Ángelus’ (como otro Ángel) y debe vivir junto
a MARÍA, junto a la Iglesia, con ojos vigilantes y con
un corazón bien dispuesto.
Esforcémonos para convivir con nuestro Santo
Ángel de la Guarda como un hermano nuestro y hacerlo
todo en común con el. Para esto nos ayuda: saludarlo
frecuentemente, invocarlo en las situaciones difíciles,
pedir su consejo, pedir su ayuda en las tentaciones,
pedir su fuerza, ponernos en comunicación con los
Ángeles de las demás personas, etc. Así nos
concientizaremos mucho más de la comunidad espiritual
que nos rodea y la Ciudad Santa descenderá del cielo.
Tareas:
- Lea en el libro del Apocalipsis el capítulo 21.
- Lea en el libro de Ezequiel los capítulos 40-44.
Preguntas:
1. ¿Qué es lo que el Santo Ángel quiere para nuestra
vida y cómo nos quiere ayudar?
2. ¿Dónde y cuándo actúan los Santos Ángeles en
nuestra vida?
3. La misión del Santo Ángel de la Guarda ¿es para él
una recompensa o una carga?
4. ¿Cuál de los textos de la Sagrada Escritura sobre los
Santos Ángeles te gustó más?
5. ¿Siempre ha dado DIOS importancia a la
colaboración de los hombres con los Santos
Ángeles?
6. ¿Cómo podemos mejorar nuestra convivencia con el
Santo Ángel de la Guarda?
7. ¿Qué es importante para formar comunidad?
8. ¿Cómo es que la Ciudad Santa se realiza en la
Iglesia?
Lectura:
Recomendamos las siguientes lecturas, para
profundizar nuestra vida con los Santos Ángeles, los
textos del Catecismo de la Iglesia Católica, números:
57, 311, 326, 328-336, 391-395. También es
recomendable la lectura del Pequeño Catecismo sobre
los Ángeles, del P. Titus Kieninger.
Un estímulo para la colaboración
Esta serie de cartas de formación ofrece una
dirección y presupone un contacto con los lectores.
Entonces, que los lectores respondan a sí mismos las
preguntas, pero también si tienen dudas, envíenlas al
Secretariado de la Obra de los Santos Ángeles.