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“A PARTIR DE UN GARABATO –
∗
Hilda Catz de Katz. Miembro titular en función didáctica. Fco. Lacroze 1768, 7º A, 1426 Buenos Aires – 4772-
2714 – E-mail - hildacatz@arnet.com.ar Pag. *Web www.psicoanálisis.co.ar./catz
Fepal - XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis - Montevideo, Uruguay
“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
Esta serie es el fruto de un arduo trabajo de elaboración, tanto de la técnica del garabato de
Winnicott, como de la importancia de entrenar a los psicoterapeutas en el aprovechamiento de la
primera entrevista, en la consulta terapéutica, ya que asistimos al desenvolvimiento de las cada vez
más crecientes demandas de consultas terapéuticas, y al mismo tiempo, a interrupciones de
procesos psicoanalíticos en germen. Creemos que el garabato es un medio técnico, válido en tanto
propuesta diagnóstica, pronóstica y terapéutica en la búsqueda de respuestas a estos interrogantes,
que en el comienzo del nuevo milenio aún continúan teniendo vigencia.
Por ejemplo en el caso de trabajar tanto en los hospitales como en la consulta privada, la
ventaja que tiene es que los garabatos en el papel pueden ser guardados, porque los niños suelen
venir a muy pocas entrevistas, y al abrir la carpeta se suele producir un impacto particular en el
niño, si vuelve y se encuentra con este tipo de producciones espontáneas, y la significación que
tuvieron y que adquieren al haber sido guardadas por su terapeuta. No son notas personales del
terapeuta, sino algo producido, creado por el encuentro y por lo tanto abierto a seguir formando
parte de ese viaje compartido.
Winnicott dice en la introducción que es primordial que el niño, el adolescente y el adulto,
pueda tener la expectativa interna de que va a poder encontrar gente que esté dispuesta a ayudarlo,
aunque en ese momento no pueda iniciar un tratamiento y haya otras prioridades que se
interpongan por su urgencia. Esto remarcaría lo más importante de la primer consulta
psicoterapéutica y en ese sentido este tipo de registros a través de los garabatos y el poder
encontrarse con ellos luego de mucho tiempo incluso, acentúa este aspecto de haber sido
considerado, contenido, y tal vez quizás ayudado. Winnicott decía: cierro los ojos y hago un
garabato en un pedazo de papel, y luego el que consultaba tenía que tratar de completarlo, y así
sucesivamente iban trabajando las primeras entrevistas.
Consideramos que, tratamos de transmitir y construir un espacio de reflexión y
redescubrimiento que alienta el “gesto espontáneo”, gesto que es siempre autobiográfico y que da
lugar a la expresión del otro, a la experiencia vivencial del encuentro entre terapeuta y paciente, a
partir de un garabato. Podemos observar de esa forma, como surge entre ambos, la noción de
pareja terapéutica, simétrica y complementaria para la construcción de un campo transicional,
donde se funda una simbolización primaria, en la que cada parte de la figura aguarda su respuesta
de la otra, para concebir una nueva figura, sintetizadora de las anteriores y que al mismo tiempo las
transforma.
La palabra y el signo gráfico tienen la capacidad de dar lugar a la expresión del otro, ya que
ambos introducen, de manera creativa, casual, según Renata Gaddini, una situación de causalidad.
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“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
Winnicott: “Esa capacidad poco común … de transformar en terreno de juego el peor de los
desiertos”.
Después si el juego se desarrolla de una manera o de otra, eso no es lo más importante, lo
primordial es ese fluir del juego, el “playing”, y no específicamente el juego en sí mismo, como tal
vez podría enfatizar especialmente Klein, que a su vez, permitió asentar las bases para los
desarrollos posteriores en relación al juego.
De esta manera podemos decir que ponía en “juego” lo que podríamos denominar la
vulnerabilidad del terapeuta, porque cuando el psicoterapeuta realiza el primer trazo, el primer
garabato, detrás de ese trazo está toda su historia y le facilita al paciente un espacio de transición,
donde el mismo pueda sentirse acompañado en ese riesgo.
Desde la perspectiva del autor, no podemos hablar de un bebé solo, tal vez tampoco
podamos hablar de un paciente solo, sino de la pareja terapéutica. Sostenemos que en principio
parte de ese “garabato” que se establece entre ambos, constituye trazos de encuentro y de
desencuentro que van delimitando un mapa virtual, un territorio de transición, un espacio
potencial entre un adentro y un afuera, al principio apenas vislumbrado. En ese punto de
entrecruzamientos y enlaces consideramos que se van abriendo los cauces para que se convierta en
una tierra fértil, precursora de intercambios.
Podría decirse que la historia del desarrollo del pensamiento y la práctica del psicoanálisis,
acompañan y avalan este camino: recordemos la intervención clínica de Freud (1901) con su
paciente de doce años, que jugaba en la primer consulta con un pedazo de miga de pan, conocido
como “el caso del hombrecito de miga de pan”, resolviendo su angustia de castración y la culpa
que le producían sus conflictos por sus prácticas onanistas.
Ahora, volviendo a la técnica, parece como si fuera una danza, algunos autores como
Greenacre lo comparan con un minué. Desde nuestro punto de vista, incluiríamos también la danza
moderna con su permanente juego de encuentros y desencuentros, con fondos musicales
tormentosos e inesperados, porque de esta forma se incluye la agresión y la ira, como parte
imprescindible de la evolución y del despliegue imprevisible del verdadero “self”.
El garabato puede decirse que funciona como un objeto encontrado, la evidencia de la
disposición placentera al encuentro con el otro, otro que no está solamente interpretando el juego,
ya que ambos partícipes de la entrevista forman parte de lo que surge, de lo que se dice, están
comprendiendo a medida que se va desplegando la disposición a comprender, a encontrar, a
construir.
Hacía que la interpretación fuera como un objeto encontrado, que los dos hallaron. Más que
la brillantez de una interpretación, la búsqueda estaría centrada en lo que surja en ese “estar
jugando”. Porque él decía que las interpretaciones dogmáticas invitan al sometimiento, o, por el
contrario, al rechazo total; sirven para encandilar con su brillo, pero no para continuar el viaje. Por
eso él enfatizaba tanto esa posibilidad de acompañar y de esperar al paciente, donde el trazo grafica
esa intención que incluye el poder tolerar la necesidad, tanto de esconderse del paciente, como su
necesidad de ser hallado.
Ese espacio que coagula en imágenes, palabras, sonidos, sensaciones que se “enhebran” hacia
y desde universos asociativos inesperados, aquello que tal vez pueda emerger del vacío, de lo
ausente, atrás de la escena, de una escena jamás representada, ni tan siquiera vislumbrada.
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En ese sentido lo relacionamos con las palabras de Freud (1913), refiriéndose a cuándo se le
pueden comenzar a hacer comunicaciones al analizado, que dice: … ”No antes de que se haya
establecido en el paciente una transferencia operativa, un rapport en regla”… “habrá que proceder
con cautela para no comunicar una solución de síntoma y traducción de un deseo antes que el
paciente esté próximo a ello,…”
Nos lleva a esa zona intermedia y al fracaso en crearla, que puede observarse cuando se
constituye un “self falso”, caracterizado por una adaptación demasiado exigente al objeto que
provee a las necesidades.
Winnicott sostenía que esta labor podía ser el preludio de una psicoterapia más prolongada o
incluso de un proceso psicoanalítico, pero puede que la persona que consulta sólo se encuentre
preparado para ello después de un intercambio como el ejemplificado . O sea , teniendo en cuenta
como ese ambiente facilitador que le deja vestigios, espacios, donde él pueda comenzar a sentirse
creador. De esta manera la contratransferencia se convierte en un elemento imprescindible, ya que
dentro de esta perspectiva el analista no se limita sólo a revelar un sentido oculto, sino que como
dice Viderman: “construye un sentido nunca formado antes de la relación analítica”.
En contraposición a esta técnica del garabato, el test mostraba una hoja en blanco, y un
psicoterapeuta que escribía, como un observador no participante, donde el niño podía sentirse
agredido por esa situación vivida como un examen, y con respecto al garabato lo que no quería es
que se transmita como un test, porque no quería correr el riesgo de que se estandarice.
Desde ese punto de vista tomamos las palabras de Freud (1913), que pone el acento en …”
La extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas intervinientes, la plasticidad de todos
los procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes se oponen, por cierto, a una
mecanización de la técnica, …”
Consideramos que se trata de instituir un juego entre procesos primarios y secundarios, por
medio de los procesos que Green (1972), llama terciarios que no tienen más existencia que la de ser
procesos de relación, intercambios que ocurren entre paciente y analista o, en otros términos, entre
los procesos de transferencia y contratransferencia como la creación de un Tercero Analítico,
resultado específico del análisis.
Viñetas clínicas
A modo de viñeta, quisiéramos presentar el último garabato de una serie de cinco entrevistas
iniciales de una paciente de 21 años, a la que llamaremos Mariela, que consulta por un estado de
apatía y desinterés generalizado, cuyo detonante lo constituye una operación de rodillas que le
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impide realizar sus deportes habituales. Viene de varios intentos de comenzar a psicoanalizarse,
interrumpidos por diferentes causas; y está a su vez tratando de ingresar a la Universidad por
segunda vez, manifestando dificultades, para estudiar y concentrarse, pese a ser una alumna
egresada con excelentes notas, de uno de los colegios secundarios más exigentes de la zona.
En el transcurso de las entrevistas, se muestra colaboradora, pero distante en los afectos
involucrados, cuenta todo de manera podríamos decir descarnada, a modo de relato periodístico.
Mediante la realización de los garabatos, surge que su madre está enferma de una enfermedad
autoinmune, suponen desde hace 6 o 7años, pero que fue detectada hace un año; y que su padre
ostenta una personalidad violenta, dominante y controladora respecto a todo el grupo familiar. De
la relación con sus hermanos, puede decirse que las mismas son de sometimiento, y de un
resentimiento encubierto, creciente y desconocido por ella.
Hace un garabato (1) y como ya se venía trabajando, se le pide su opinión sobre lo que le
parece que puede ser. Dice que le hace pensar en un viejo, tal vez un chofer del colegio que le
contaba historias de miedo que la asustaban cuando era chiquita.
Le pregunta al terapeuta qué le parece, y como a éste le tocaba completarlo, hace un
fantasma, que es lo que le parece que refleja esa imagen.
Claro dice, el viejo me contaba historias de fantasmas y de aparecidos.
El terapeuta pregunta si se está refiriendo a cosas que se le aparecen de noche y no la dejan
dormir, ya que había mencionado muy al pasar, trastornos del sueño.
Dice,”… bueno, muchas veces no duermo porque mi mamá viene de noche, casi todas las
noches a llorar a mi pieza, porque se acuerda de mi abuelo muerto, y que daría cualquier cosa por
abrazarlo de vuelta, y se abraza a mí y llora. Y yo no sé qué decirle y qué hacer, (mientras habla
se le llenan los ojos de lágrimas), porque yo siempre me doy cuenta cuando alguien se va a morir,
o le va a pasar algo. A veces no sé si es que porque lo pienso sucede o qué. Aparte mi mamá no
tiene a quien decírselo, y yo también lo quería mucho al abuelo, y ella no puede ponerse así”.
El terapeuta pregunta si tiene miedo por la enfermedad de su madre, que le haga mal.
Mariela responde claro, y se pone a llorar. Y agrega, hace mucho que está mal.
El terapeuta le dice si piensa que está así desde hace 7 años, desde que murió el abuelo.
Contesta que sí, pero no lo sabíamos. Esta fue la última entrevista antes de acordar el comienzo de
su tratamiento, basado en lo mal que se sentía ella misma desde hacía mucho tiempo, y no porque
la mandaban para que estudie mejor.
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“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
Viviana es una adolescente de 16 años que se presenta vestida dentro de lo que suele llamarse
un estilo ”heavy metal”, con cadenas, aros en distintas partes del cuerpo, tatuajes, ropas oscuras, el
pelo de color violeta y la actitud desafiante, y provocativa. Tenemos entendido por su madre que
pide la consulta, que no puede lograr que empiece un tratamiento, pese a reiteradas tentativas de
consulta con diversos profesionales.
El motivo, es que ha tenido varios episodios de alcoholismo, habiendo tenido que llamar a una
ambulancia la última vez porque se desmayó en el lugar que había ido a bailar. No saben si
consume marihuana, u otro tipo de drogas, y además tiene enfrentamientos permanentes en el
colegio con las autoridades del mismo, e incluso con sus compañeras, atrasándose en sus estudios,
pese a ser brillante en su rendimiento cuando se lo propone. Sus padres se han separado de una
manera particularmente violenta.
En la primera entrevista, Viviana se sorprende de la propuesta de empezar haciendo un
garabato, se sonríe con suficiencia y dice que va a empezar ella a hacerlo.
El terapeuta lo completa de acuerdo a lo que parece ver en el trazo, y pese a que se esperaba
la reacción burlona de su parte, mientras termina el garabato haciendo un conejito, le describe que
el mismo parece de peluche, y durmiendo con una almohadita.
Viviana se jacta de que los únicos conejitos que conoce son las conejitas de “play-boy”, y que
a ella le gustaría serlo.
El próximo garabato también lo comienza ella, al que el terapeuta completa haciendo una
clave de sol, y preguntándole si le gusta la música, o si sabe de música, para agregarle algunas
notas. Contesta que le encanta, pero debido a que tiene que venir a las entrevistas, no puede ir a su
clase de guitarra. A partir de este garabato, puede decirse que empieza a establecerse como una
comunicación posible, un lenguaje musical que se fue afinando a través de sueños y recuerdos
infantiles, hasta que luego de varias entrevistas se llega a esclarecer que se estaba exponiendo
permanentemente a situaciones de violencia sexual, y que en uno de sus desbordes con el alcohol,
había sido atacada sexualmente.
El terapeuta la preparar para hablar esa situación con sus padres, que mantienen entre sí una
relación conflictiva y violenta, y cuando viene a la entrevista con su madre, lo primero que pide al
entrar es que se le muestre uno de sus primeros garabatos. Su carpeta le pertenece, y el uso de la
misma, cuando viene con los padres, en este caso con cada uno de sus padres por separado, lo
decide la paciente, pero insiste con mucho entusiasmo y parece una adolescente de su edad, sin
ganas de asustar a nadie, podría decirse como aliviada.
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“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
Dice que le quiere mostrar el garabato del conejito a su madre, cuando la madre lo ve le dice,
con llamativa ternura: Viste mamá, es igual al que tengo debajo de mi cama, con el que yo jugaba
siempre cuando era chiquita!!.
El acceso a sus primeros objetos transicionales y el material de los sueños, permitió establecer
un espacio potencial para el comienzo de su tratamiento y para que lo pudiese realizar con la
frecuencia y continuidad necesarias.
“Ya no es nuestra madre la que nos mira, nos miramos a nosotros mismos,
pero si podemos vernos es porque otra persona nos ha visto primero”
Paul Auster
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“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
BIBLIOGRAFIA
Szapú de Altman, Alicia “Renaciendo de las aguas” Una clínica del sí mismo. Trabajo
presentado en A.P.A. el 18 de noviembre de 1997.