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Precedente judicial

El precedente judicial o derecho precedente, es una fuente formal de creación


del Derecho, consiste en que éste se derive, no de la ley aprobada por los órganos
legislativos, sino por las soluciones que adoptan, ante determinados casos, sobre todo
los tribunales, de forma que constituyen una suerte de doctrina, un paradigma de
solución, justamente un precedente, al cual deben ajustarse en lo adelante, todos o
algunos otros órganos jurisdiccionales.

Se trata de asumir como ley, como norma jurídica, la solución que brinda un tribunal ante
ciertos casos, de forma que otros semejantes, porque en realidad no existen casos
idénticos en la vida, deben resolverse según esa doctrina o solución anterior de un
tribunal.

En realidad existen distintas formas de precedente, según emanen de órganos


jurisdiccionales o de órganos de la administración, de suerte que suele hablarse del
precedente judicial –que es el más usual y el que ocupará esencialmente nuestra
atención– y el precedente administrativo, que se establece por órganos de la
administración, pero siempre en función jurisdiccional.

Normalmente el precedente como fuente creadora de Derecho se encuentra de dos


formas y con matices diferentes en el llamado sistema de Common Law o sistema
anglosajón y en el sistema conocido como continental o Sistema romano francés.

El precedente en el sistema jurídico del Common Law o sistema anglosajón

El sistema del Common Law, fundado esencialmente en el precedente judicial, tiene una
singular extensión. Surgió originalmente en Inglaterra, donde se conserva aún como la
forma más pura y auténtica del Common Law, pero posteriormente, bajo el sistema
colonial se extendió a las que entonces fueron colonias británicas y en la gran mayoría de
ellas, al obtener más tarde su independencia, se conservó el mismo sistema de Common
Law, que en términos generales rige hoy en el Reino Unido, con excepción
de Escocia, Canadá salvo en Québec, Australia, Nueva Zelandia, en la mayor parte de
la India y Estados Unidos, menos Luisiana, que se rige por el sistema romano francés.
El nombre del sistema de Derecho anglosajón se deriva de la concepción del Derecho
medieval inglés que era exclusivamente administrado por los tribunales del reino, los
cuales, por falta de amplias legislaciones escritas, aplicaban las costumbres comunes (del
inglés, ‘Common’) que eran más conocidas, o aceptadas en todo el reino.

El principio en el que se basa el Common Law, es que los asuntos sometidos a los
tribunales se deben resolver tomando como referencia las sentencias antes dictadas, en
casos semejantes, por otros tribunales superiores, en vez de atenerse, al menos
absolutamente, a las leyes escritas promulgadas por el órgano legislativo. Este principio
es el que distingue el Common Law del sistema del Derecho romano francés y, de hecho
de casi todos los demás sistemas jurídicos contemporáneos. En tanto que, en el sistema
romano francés y demás sistemas jurídicos, los jueces dictan sentencia ateniéndose a la
ley. En el Common Law, los jueces se centran más en los hechos del caso concreto para
llegar a lo que consideran un resultado más justo y equitativo para los litigantes.

En este sentido, Ronald Dworkin decía "A un abogado se le enseña a analizar las leyes y
las opiniones judiciales para extraer de esas fuentes oficiales la doctrina jurídica. Se le
enseña a analizar situaciones fácticas complejas a fin de resumir con precisión los hechos
esenciales. Y se le enseña a pensar en términos tácticos, a diseñar leyes e instituciones
legales que produzcan determinados cambios sociales decididos de antemano."1

En estas afirmaciones de Dworkin se aprecia ya como el sistema de Common Law, en los


Estados Unidos, ha unido ya el precedente con la ley escrita. Sin embargo, en el sistema
puro, propio del Reino Unido, no se piense que se trata de algo simplón y empírico, de
resultas de lo cual todas las sentencias judiciales crean precedentes. Por el contrario,
cuando se reúne un número de sentencias judiciales sobre una serie concreta de
respuestas semejantes, se extraen reglas generales o precedentes, que se convierten en
guías orientadoras para los jueces que tengan que resolver casos análogos en el futuro.
Sin embargo, los casos posteriores pueden contener distintos hechos, o pueden dar lugar
a otras consideraciones, derivadas, por ejemplo, de particularidades factuales,
circunstancias específicas del nuevo caso o, incluso la existencia de cambios sociales o la
concurrencia de otros elementos psicológicos o espirituales en general.

Esto antes dicho determina cierta libertad en los jueces del Common Law, los cuales son,
en realidad, relativamente libres, para desmarcarse o disentir de la doctrina establecida
por el precedente y disponer una nueva regla al adoptar una decisión parcialmente
diferente o totalmente distinta a la del precedente y, con ello, crear un nuevo
precedente, sólo si esa solución es aceptada y usada por otros jueces. De esta manera el
Common Law mantiene una continua dinámica de cambio. Como el juez del Tribunal
Supremo de los Estados Unidos Oliver Wendell Holmes escribió en su libro The Common
Law (1881): “la vida del Common Law no ha sido lógica, sino que ha sido experimental”.

En todos los países en que rige el sistema del Common Law se estructura, como en casi
todos los del mundo, una estructura piramidal de tribunales para impartir justicia y llevar
a cabo la llamada función jurisdiccional. En los países en que rige el Common Law, en la
base de la pirámide se halla el trial court, que son los tribunales de primera instancia. Por
encima de los tribunales de primera instancia se encuentran los tribunales de apelación
que, como todos los tribunales de esa naturaleza, conocen las controversias suscitadas
por inconformidad con las sentencias dictadas en primera instancia. Estas discusiones se
centran, esencialmente, en determinar si los tribunales de primera instancia han aplicado
los principios legales correctos y si han extraído las conclusiones adecuadas de los datos
de hecho probados. Estas interpretaciones de los tribunales de apelación son las que se
constituyen en precedentes y, de hecho, en el Derecho que rige en esos países.

No obstante que el Common Law, por lo que llevamos dicho ha sido conocido como
derecho no escrito, porque no está recogido en una ley escrita, en realidad se han ido
formando, desde muy antiguo, compilaciones de las principales sentencias en los casos
más reiterados. En este sentido se conocen compilaciones, que quizás fueron usadas en
forma ocasional, pero que ya existían o circulaban entre el siglo XII y el siglo XVI. A
principios del siglo XVII, aparecieron también, en Inglaterra, compilaciones privadas de
las principales sentencias judiciales. Estas compilaciones o colecciones tempranas fueron
complementadas por algunos tratados académicos, que resumían importantes partes del
Common Law, como el de Sir Edward Coke (publicado en 1628) y el de Sir Williams
Blackstone (publicado entre 1765 y 1769). En el siglo XIX empezó a hacerse práctica que
los mismos tribunales asumieran la responsabilidad de, primero revisar y después
confeccionar las publicaciones de las sentencias, tanto en Inglaterra como en Estados
Unidos.
En Inglaterra, donde surgió y tiene su forma más auténtica, el Common Law se distingue
en la práctica, incluso de otros países en que rige ese sistema.

En Inglaterra, en la Edad Media, los tribunales del Common Law que eran siempre laicos,
a diferencia de los tribunales eclesiásticos de la Iglesia católica, que predominaron
en Europa, tuvieron un sentido más práctico que el pensamiento dogmático que por lo
regular dominó a los tribunales en que predominaba la concepción católica escolástica.

Pero además, no todos los litigios eran resueltos, aún en la antigua Inglaterra por vía del
sistema puro de Common Law. Junto a ese sistema o a ese procedimiento judicial y sus
principios se abrió paso, desde muy temprano el llamado Statute Law, que se atenía a
leyes emanadas del Parlamento Inglés, en forma de bills, acts o cualquier otra expresión
formal valedera. En los Estados Unidos, el Statute Law también se abrió camino temprano
y en ese país se empezó a atener a las normas emanadas del Congreso, sin que la
existencia de ese Statute Law, en ninguno de ambos países significara la ruptura absoluta
con los principios y los procedimientos del Common Law.

En Inglaterra, además, el Common Law no asumía los asuntos del Derecho mercantil, los
cuales eran conocidos por los mercantile courts, es decir, las cortes mercantiles. Tampoco
se llevaron al Common Law los asuntos puros de Derecho Marítimo, los que se
consideraban bajo la competencia del admiralty court, es decir, la Corte del Almirantazgo.

En esos países bajo el sistema de Common Law se ha formado también otra vía de
administrar justicia, en cierta forma paralela, conocida como el Equity, o el sistema de la
equidad. Este otro nivel jurisdiccional de la equidad se originó temprano en el Derecho
inglés mediante la práctica de que los súbditos se presentaran al monarca para pedir
justicia. Más tarde esas reclamaciones fueron delegadas al lord Canciller y más tarde aún
a una corte que se llamó Tribunal de la Cancillería. El sistema judicial paralelo de equidad
dio nacimiento a un conjunto de normas a las que se les reconoció siempre valor superior
al de las establecidas por otros tribunales legales del reino. Al principio, los tribunales del
Common Law estaban más vinculados por los precedentes que los tribunales de equidad,
que supuestamente dictaban sentencia con más apego a la justicia, exactamente la
equidad y, con ello, con más mansedumbre y hasta misericordia.
Con el avance de la Edad Media, el Common Law y el sistema de equidad constituían los
componentes esenciales del sistema jurídico de Inglaterra, pero el Common Law fue
abandonando sus viejos formalismos y al paralelo la jurisdicción de equidad fue
conociendo cada vez menos casos y de esa manera de hecho empezaron a fundirse
ambas instancias judiciales, hasta que, finalmente, mediante la Ley de la Judicatura de
1873, se abolió la distinción entre Common Law y jurisdicción de equidad en Inglaterra.

El desarrollo del capitalismo en Inglaterra, incluso desde la misma revolución industrial,


fue exigiendo más asentamiento y seguridad en la vida jurídica de Inglaterra, en
consecuencia de lo cual, el Parlamento británico se convirtió, con su actuación
legisferante, en la fuente principal del Derecho, no obstante lo cual el sistema de
Common Law ha mantenido su importancia y sigue siendo un mecanismo
completamente válido en Inglaterra y ex colonias británicas.

Cada vez que abordamos el problema del sistema de Derecho del Common Law surge la
duda o la pregunta de si ese sistema es, al fin y al cabo más eficiente o asegura mejor la
justicia que el del derecho romano francés, con sus leyes escritas e incluso sus
codificaciones.

El Derecho precedente pone la administración de justicia en manos de los jueces, y esa


es la clave de la mayor crítica política que puede hacerse al mismo y la cual se hace más
firmemente por todos los juristas de formación romanista. En la esencia del pensamiento
político jurídico que emana de los principios del Derecho Romano la creación jurídica es
facultad soberana absolutamente vinculada con el ejercicio del poder por parte del
pueblo; es medularmente la expresión más directa de la existencia o no de la democracia.
A la luz de esa concepción, entonces la creación de las leyes sólo puede depender del
pueblo, directamente o a través de sus representantes.

Los defensores del Common Law sostienen entonces que, como la vida es cambiante, con
una dinámica enorme, el Derecho debe ajustarse a ella y ser también cambiante y
dinámico, lo cual se asegura mucho mejor desde ese sistema que desde el legislado y
codificado. Los defensores de la ley escrita y la codificación saltan entonces y dicen que
al amparo de la actualización y la dinamización del Derecho se quiebra su seguridad, su
estabilidad indispensable y, quizás también, su esencial justicia.
Es curioso que en esto sea Ronald Dworkin, connotado jurista norteamericano, quien se
aproxime más a la verdad esencial. Decía el profesor de Harvard: "Podemos sostener
(como hicieron algunos autores) que el derecho será económicamente más eficiente si
da margen para que los jueces tengan en cuenta el influjo económico de su decisión; pero
con eso no se responderá la cuestión de si es justo que así lo hagan, o de si podemos
considerar los estándares económicos como parte del derecho existente, o de si las
decisiones basadas en el influjo económico, son por esa razón, portadoras de mayor o
menor peso moral."2

Es que Dworkin, enfrentándose al positivismo de Hart ha defendido un sentido axiológico


del Derecho, ha sostenido que el mismo debe estar dotado de ciertos valores esenciales
que lo hagan, efectivamente, justo. Ahora aquí vemos que, como ocurre en la realidad,
esos valores no dependen de que el derecho se dicte por los jueces o provenga de leyes
escritas. Si los jueces piensan según los grandes valores e intereses de la justicia y del
pueblo, entonces sus sentencias serían justas. Pero tristemente no es así. Si los
parlamentarios, en todas partes pensaran y legislaran según la justicia y los intereses
populares, entonces sus leyes serían justas. Pero tristemente, tampoco es así. De donde
se deriva que la justicia de un sistema no deriva de sus formas técnicas, sino de su esencia
política, y de las fuerzas sociales que lo dominan y dictan sus rumbos esenciales.

La jurisprudencia como forma del precedente judicial en el sistema romano francés

En los sistemas de base romano francesa, como casi todos los de Europa occidental y los
que en América proceden del colonialismo español, portugués y francés, el Derecho se
fundamenta en la ley, normalmente escrita e incluso en las codificaciones. En esos
sistemas, en consecuencia, el precedente judicial ha sido asumido siempre con mucha
cautela o ha sido absolutamente rechazado.
En realidad, desde la óptica del iuspublicismo romanista más puro, la creación del
Derecho es sólo facultad y atributo del pueblo (que en Roma se identificaba, con un
sentido restrictivo, como populus), pero nunca puede quedar en manos del juez, por muy
investido de sentido de justicia y equidad que el mismo se encuentre.

Sin embargo, en ese sistema de Derecho romano francés, se ha admitido, en


determinados momentos y circunstancias, una variante del precedente judicial que es la
llamada jurisprudencia o doctrina legal.

El vocablo jurisprudencia procede de las voces latinas juris (Derecho) y prudentia o


prudents, que hace alusión a la virtud de la prudencia, de la sabiduría. De tal modo, en el
Derecho romano clásico la jurisprudencia era asociada o sinónima de la ciencia del
Derecho, del arte de lo bueno y lo equitativo o, como también dijera Ulpiano en
el Digesto, del “conocimiento de las cosas divinas y humanas, la ciencia de lo que es justo
e injusto.”

Posteriormente, con el desarrollo del pensamiento modernista en el orden jurídico, la


jurisprudencia se identifica con la doctrina que sientan los tribunales cuando interpretan
de una manera, varias veces, con reiteración, una norma jurídica.

La jurisprudencia, en ese sentido propio del sistema jurídico romano francés, se


diferencia del precedente puro del Common Law porque, primero que todo, la
jurisprudencia se deriva de la interpretación de normas, leyes y disposiciones que están
escritas o son conocidas, a contrario sensu del Common Law en que todo el Derecho
deriva de asumir las soluciones semejantes brindadas en otros casos por otros tribunales
de apelación.

Aquí, en el sistema de jurisprudencia, los tribunales cuentan con normas, pero las mismas
deben ser interpretadas. Entonces ocurre que en ocasiones la interpretación de una
disposición jurídica es difícil y, ésta es la segunda característica distintiva de la
jurisprudencia en el sistema romano francés, cuando el máximo tribunal, es decir, cuando
el Tribunal Supremo y sólo el Tribunal Supremo, reitera la misma interpretación de un
precepto, se dice que sienta jurisprudencia, que crea una doctrina jurídica.
Sin embargo, queda subsistente determinar si la jurisprudencia, la doctrina legal, en los
países de sistema romano francés constituye siempre o suele constituir una fuente oficial
del Derecho.

En muchos países de dicho sistema jurídico existen enormes ambigüedades en torno al


nivel de exigibilidad de la jurisprudencia como fuente de Derecho.
La regulación del precedente administrativo es diversa en cada ordenamiento jurídico.
No obstante, la comprensión del mismo se encuentra ligada, sin duda alguna, a la
vinculación de la Administración Pública con al criterio adoptado en cada precedente,
estableciendo una manera adecuada que coopera con la seguridad jurídica. Así, su
importancia resulta evidente al observar que el precedente administrativo es tomado en
consideración aun cuando no se encuentre enmarcado en el ordenamiento jurídico,
mediante la apelación a la doctrina.

El objetivo del presente artículo es ofrecer una aproximación al precedente


administrativo. El objetivo de la misma es analizar el precedente administrativo como
fuente de derecho administrativo así como sus diferencias respecto de otras fuentes
(costumbre, prácticas administrativas, jurisprudencia administrativa). Esto permitirá, a su
vez, definirlo e identificar sus principios y características.

Alcances generales de la definición de precedentes administrativos

Como bien señala Diez Picasso, el precedente administrativo es «[…] aquella actuación
pasada de la Administración que, de algún modo, condiciona sus actuaciones presentes
exigiéndoles un contenido similar para casos similares». Ello se debe a que el
condicionamiento de su futuro accionar por un accionar presente nos permite afirmar
que la Administración Pública establece una consecuencia jurídica frente a un supuesto
de hecho, el cual no podrá obviar si concurren los elementos objetivos suficientes de
identidad.

Dentro de esta línea, parafraseando a Ortíz Díaz, el precedente administrativo encuentra


justificación en el principio de igualdad de los administrados o equidad en el trato,
quienes deben ser tratados igualmente cuando se encuentren en supuestos semejantes;
actuación que se realiza en el marco de la potestad discrecional. Por ello se puede señalar
que el precedente administrativo encuentra fundamento constitucional en el principio
de igualdad y no discriminación, establecido en toda Constitución. En ese sentido, el
precedente administrativo se presenta cuando frente a un mismo supuesto de hecho la
Administración Pública puede preferir una consecuencia jurídica frente a otras, en tanto
tiene la posibilidad de elegir una opción u otra en su manera de actuar.
En este contexto, en el que la Administración cuenta con más de una posibilidad de
actuación, el precedente administrativo resulta importante porque permite
predictibilidad y equidad en el trato de los administrados. Asimismo, debe diferenciarse
el precedente administrativo de la costumbre, así como de los usos y las prácticas
administrativas, supuestos que analizaremos más adelante.

El precedente judicial del Common Law

El estudio del precedente administrativo no puede realizarse sin considerar los elementos
esenciales de los precedentes judiciales vinculantes aplicados en el Common Law, debido
a que en ellos encontramos la experiencia más basta sobre decisiones vinculantes. El
modelo anglosajón admite la figura del precedente judicial vinculante. Este se caracteriza
por el hecho de que los jueces anglosajones no pueden apartarse de sus decisiones
previas, en virtud del principio de stare decisis. Siguiendo este principio, el precedente
judicial vinculante supone que cada juez se vincule a sus propias decisiones (carácter
horizontal), asimismo, implica que, en el supuesto de que una instancia superior emita
un precedente (carácter vertical), las instancias de menor jerarquía deberán resolver
conforme a la misma.

En este escenario, la figura del precedente judicial vinculante, en función del carácter
horizontal y vertical, proporciona un marco que permite la aplicación de la ley conforme
al principio de igualdad. En el caso del precedente administrativo, se busca trasladar la
misma lógica del precedente judicial a sede administrativa.

Distinción del precedente administrativo frente a otras fuentes de derecho administrativo

En el estudio del precedente administrativo se suele debatir sobre su naturaleza jurídica


y si constituye o no fuente del derecho administrativo. A partir de ese análisis, el
precedente ha sido sistemáticamente equiparado a la costumbre, a la práctica
administrativa y a la jurisprudencia administrativa. No obstante, ello no ha impedido que
también se le haya otorgado el estatus de fuente de derecho administrativo en sí mismo.
A continuación, analizaremos cada uno de los supuestos señalados.

Costumbre y precedente administrativo


La costumbre es un procedimiento de creación de normas jurídicas que «se origina
mediante una práctica general y reiterada durante largo tiempo (consuetudo) y la
convicción de los intervinientes acerca de que esa práctica es jurídicamente obligatoria
(opinio iuris)». A partir de esta definición debemos distinguir la costumbre del precedente
administrativo desde la perspectiva subjetiva y objetiva que denotan ambos conceptos.

En primer lugar, el análisis subjetivo de la costumbre nos presenta que la misma es una
fuente de derecho proveniente de las prácticas que se presentan en la sociedad. En
contraposición, el precedente administrativo proviene de la Administración Pública
(Poder Público), razón por la cual no sería posible equiparar el precedente a una norma
consuetudinaria. En el mismo sentido, el profesor Ortíz Díaz señala que «[...] La norma
consuetudinaria existe con independencia del administrador. Es algo exterior a él». De
ese modo, el sujeto de derecho del cual proviene la costumbre y el precedente
administrativo son distintos, por ende, resulta errado equiparar ambas instituciones.

En segundo lugar, respecto al análisis objetivo, el precedente administrativo no necesita


de la reiteración para adquirir su autoridad, debido a que el precedente cuenta con valor
en sí mismo. A diferencia del precedente, la costumbre, como se ha precisado en su
definición, tiene como requisito la repetición en el tiempo. Por tanto, a partir de la
revisión de las dimensiones subjetiva y objetiva de ambas instituciones, se logra justificar
la diferencia entre la costumbre y el precedente administrativo.

A propósito, bajo la óptica de que el precedente administrativo no forma parte de la


costumbre ni constituye una fuente de derecho particular, García de Enterría señala lo
siguiente: «[…] el precedente reiterado puede tener un cierto valor vinculante para la
propia Administración, en el sentido de que apartarse de él en un caso concreto puede
ser índice de un trato discriminatorio, de una falta de buena fe, de una actitud arbitraria».
De donde se desprende que, así sea negado el precedente como fuente de derecho
(asunto que analizaremos más adelante), sí se considerará que posee un valor vinculante,
en tanto práctica reiterada. Por ello, podría ser equiparado a las prácticas administrativas
y a la jurisprudencia administrativa, conceptos que analizaremos a continuación.

Práctica administrativa y precedente administrativo


La práctica administrativa, en líneas generales, se entiende como la manera mediante la
cual la Administración Pública interpreta las normas jurídicas a través de sus diversas
actuaciones. Ahora bien, Ortíz Díaz ofrece una definición más precisa de práctica
administrativa al circunscribirla a las actuaciones internas de la Administración. En ese
sentido, la práctica administrativa se forma mediante la reiteración de una conducta por
parte de la Administración referente a una actuación interna.

Habiendo precisado la noción de práctica administrativa, debemos evaluar la posibilidad


de equipararla al concepto de precedente administrativo. El análisis subjetivo nos
permite poner de manifiesto que la Administración Pública es la encargada de realizar la
actuación tanto en la figura del precedente administrativo como en el supuesto de la
práctica administrativa.

A diferencia del análisis subjetivo, el objetivo nos permite realizar una distinción entre el
precedente administrativo y la práctica administrativa. Mientras que el precedente
administrativo supone una disposición sustantiva de la Administración Pública
generadora de derechos y deberes para los administrados, la práctica administrativa
involucra efectos dentro de la propia Administración, mas no frente a los administrados.

Jurisprudencia administrativa y precedente administrativo

La jurisprudencia administrativa equivale a las decisiones emitidas por la Administración


Pública que van sentando criterios sobre la legislación aplicable13. En atención a la
referida noción, se pueden identificar tres diferencias principales entre jurisprudencia
administrativa y precedente administrativo.

En primer término, la jurisprudencia administrativa, al igual que la costumbre, supone la


reiteración de las actuaciones, pero en este caso no de la sociedad, sino por parte de la
Administración Pública. Por el contrario, el precedente administrativo cuenta con
vinculación propia, sin apelar a la reiteración para sustentar su carácter vinculante.
Además, a diferencia de la jurisprudencia administrativa, el precedente administrativo
tiene capacidad de vinculación frente a la Administración Pública, en tanto se establece
un criterio aplicable a situaciones que cumplan con la condición de identidad.

Al respecto, como bien menciona Tirado Barrera, sería erróneo considerar que la
jurisprudencia no cuenta con ninguna capacidad de vinculación. En efecto, las
Administraciones Públicas no pueden apartarse de los criterios adoptados en cuestiones
previas debido a que ello significaría la vulneración del principio de predictibilidad. No
obstante, el precedente vinculante genera una obligación para la Administración Pública
de aplicar el criterio adoptado previamente frente a supuestos idénticos. Finalmente, el
precedente administrativo debe cumplir con el requisito de publicidad. Ello se debe a que
el criterio adoptado por la Administración Pública resulta aplicable a cualquier
administrado que se encuentre en el supuesto de hecho del referido precedente.

Precedente administrativo como fuente de derecho administrativo

En virtud del carácter vinculante que supone el precedente administrativo, resulta


necesario considerar si el mismo supone o no una fuente de derecho administrativo. En
efecto, conforme hemos analizado líneas arriba, los precedentes administrativos no
pueden ser equiparados a la costumbre, a las prácticas administrativas ni a la
jurisprudencia administrativa.

Conforme a lo expuesto por Parada, el precedente administrativo puede ser considerado


como fuente de derecho administrativo debido al grado de obligatoriedad que supone el
mismo. En ese sentido, a partir del análisis y resolución de una cuestión particular, la
Administración Pública establece un criterio aplicable a las diversas situaciones idénticas
que pudieran presentarse con diversos administrados. En la presente línea de
argumentación se presenta el escenario propuesto por el ordenamiento jurídico
peruano, el cual reconoce al precedente administrativo como fuente de derecho
administrativo, esto será analizado más adelante.

CARACTERÍSTICAS DEL PRECEDENTE ADMINISTRATIVO

Definición

A partir de todo lo señalado previamente, podemos definir al precedente administrativo


como la fuente de derecho administrativo mediante la cual la Administración Pública
define los criterios vinculantes a supuestos de hecho idénticos, en ejercicio de su
potestad discrecional; a excepción de los supuestos en los que el interés general sustente
el apartamiento del mismo.
Aplicación del precedente administrativo en el marco de la potestad discrecional de la
Administración pública

La discrecionalidad es una potestad que la Administración Pública indefectiblemente


utiliza en diversas situaciones en las que las normas le permiten elegir entre diversas
opciones. En tales circunstancias, la Administración asume una postura que,
necesariamente, deberá ser justificada y acorde con el ordenamiento jurídico. En este
sentido, el profesor español Fernández afirma que «[...] la Administración activa tiene
una libertad inicial indiscutida para decidir lo que estime oportuno cuando la norma que
le habilita para actuar no le impone expresamente condiciones especiales».

Asimismo, la discrecionalidad no debe ser entendida como una potestad que brinde
herramientas ilimitadas a la Administración Pública para la adopción de sus decisiones.
Por el contrario, la discrecionalidad debe ser entendida en el marco del derecho
administrativo, el cual busca conciliar el interés público y los derechos de los ciudadanos;
lo cual supone, también, un trato en igualdad de condiciones para los administrados.

Dentro del presente contexto, los precedentes administrativos permiten que un órgano
de mayor jerarquía uniformice, en ejercicio de su potestad discrecional, las actuaciones
de la Administración. Sin embargo, también se reconoce la posibilidad de que un órgano
inferior pueda establecer, a través de un precedente, la manera de actuar que utilizará
frente a un supuesto idéntico

Sujeto activo competente para la emisión de precedentes administrativos

El precedente administrativo, conforme lo señala Tirado Barrera19, podrá ser emitido por
todo órgano administrativo que considere estar asumiendo un criterio que deba ser
aplicado a todas las situaciones idénticas. La afirmación previa supone el carácter de
horizontalidad y verticalidad, mencionados a propósito de los precedentes judiciales
vinculantes relativos al derecho anglosajón.

En efecto, en el supuesto de que el órgano de mayor jerarquía emita un precedente


administrativo, este cumplirá con el carácter horizontal, debido a que la decisión lo
vinculará en sus actuaciones posteriores, y con el carácter vertical, debido a que, por
jerarquía, su decisión resultará vinculante para los órganos inferiores. Por otro lado, en
el supuesto de que un órgano inferior emita un precedente vinculante, este contará solo
con el carácter de horizontalidad, debido a que los efectos de la decisión solo vincularán
sus actuaciones posteriores, sin afectar las decisiones de otros órganos. Este es un
aspecto que debería llevarnos a concluir que los órganos a emitir precedentes
administrativos deberían ser los órganos de mayor jerarquía.

Identidad en los precedentes administrativos

Según Ortíz Díaz, el precedente administrativo resulta aplicable siempre y cuando se


cumpla con la identidad respecto de la relación administrativa recogida en el precedente
y en el nuevo supuesto en el cual se aplicarían las consecuencias del mismo. La identidad
administrativa comprende tres aspectos: identidad subjetiva, fáctica y normativa. La
identidad subjetiva refiere al sujeto activo que emitió el precedente, el cual, a su vez,
ahora debe decidir sobre un nuevo supuesto.

La identidad fáctica se refiere únicamente a que los hechos jurídicamente relevantes del
nuevo supuesto y del precedente administrativo sean idénticos. De tal manera que
hechos como la cuantía puesta en discusión no podrán ser considerados al analizar la
identidad fáctica. Por último, la identidad normativa se refiere a que las reglas de derecho
aplicables sean las mismas, evitando la aplicación de un precedente administrativo
cuando el marco normativo haya variado.

Efectos del precedente administrativo

La aplicación del precedente administrativo por parte de una entidad tiene efectos
positivos que exponemos a continuación:

- Es una herramienta que permite garantizar seguridad jurídica, en tanto se trata


del reconocimiento de un criterio pasible de ser utilizado para las actuaciones
posteriores de la Administración Pública.
- La eficiencia y economía procedimental que supone la aplicación de precedentes
administrativos permite, por un lado, aplicar criterios generales a diversas causas
y, por otro lado, desincentiva la presentación de pedidos desproporcionados.
- Evita la arbitrariedad en la actuación de la Administración Pública en el marco de
su potestad discrecional, aplicando la ley de la misma manera para los
administrados, respetándose así el principio de igualdad.
Supuestos de inaplicación de los precedentes administrativos

El precedente administrativo por regla es vinculante para la Administración Pública. No


obstante, esta afirmación acepta supuestos de excepción que mencionamos a
continuación:

- El primer supuesto que habilita a la Administración Pública a no tomar en


consideración lo establecido en el precedente es que se haya producido un
cambio en la fuente jurídica que habilita la actuación de la misma. Nos referimos,
por ejemplo, a las modificaciones que se pueden dar en las normas, las cuales
pueden recoger lo que se establecía en el precedente o alejarse del mismo.
- El segundo supuesto es el fundamento racional del cambio del precedente. La
Administración Pública tiene la facultad de variar su decisión en la medida en que
realice una justificación adecuada.
- El tercer supuesto es la ilegalidad del acto anterior. La Administración Pública no
puede repetir una actuación que ha incurrido en un vicio de ilegalidad, en tanto
la decisión de la Administración Pública no se ha realizado conforme a la
normativa aplicable.

En atención a lo expuesto, se justifica la excepción del carácter vinculante de los


precedentes administrativos por las inconsistencias que se presentarían a partir de su
aplicación en los supuestos referidos.

LOS PRECEDENTES ADMINITRATIVOS EN EL ORDENAMIENTO PERUANO

Los precedentes administrativos como fuente del derecho administrativo

En nuestro ordenamiento, la ley 27444, Ley del Procedimiento Administrativo General


(en adelante LPAG), ha dedicado dos artículos25 a los precedentes administrativos. En
ellos se señala que estos pueden provenir de:

[…] resoluciones emitidas por la Administración a través de sus tribunales o consejos


regidos por leyes especiales, estableciendo criterios interpretativos de alcance general y
debidamente publicadas. Estas decisiones generan precedente administrativo, agotan la
vía administrativa y no pueden ser anuladas en esa sede […], o de […] los
pronunciamientos vinculantes de aquellas entidades facultadas expresamente para
absolver consultas sobre la interpretación de normas administrativas que apliquen en su
labor debidamente difundidas […].

Respecto del primer supuesto, los actos administrativos que constituyen precedente,
debemos precisar lo siguiente: se trata de actos emitidos por órganos colegiados que
ejercen sus facultades en el marco de ley especial. Son órganos que, si bien resuelven
materia administrativa particular, establecen criterios de interpretación y acción
respecto de toda la estructura y órganos administrativos que la componen, teniendo un
efecto general (carácter de horizontalidad y verticalidad).

Sobre el segundo supuesto, el órgano encargado de la Administración hace uso de una


facultad aclaratoria en virtud de solicitudes de interpretación que los administrados
realizan para un mejor entendimiento del ordenamiento administrativo. Es un elemento
común en ambos la necesaria publicidad de los criterios y precedentes, dada su
relevancia y efecto en el proceder y decidir de las administraciones.

Además de ello, debemos considerar cuáles son las fuentes que inspiran al derecho
administrativo, así como sus características y efectos. Al respecto, Martín Mateo señala
que existen tres tipos de fuentes: «[…] Fuentes primarias: las que nos dan un derecho
directamente aplicable per se […] Fuentes complementarias: cuya vigencia se deriva de
los propios pronunciamientos de las fuentes primarias [y] […] Fuentes aclaratorias: que
orientan sobre el auténtico sentido y alcance de lo querido por el legislador […]».

Dentro del grupo de fuentes primarias debemos considerar como tales a la ley, de
especial relevancia y subordinación respecto de la actividad administrativa; al
reglamento, como principal vehículo normativo utilizado por la Administración para el
ejercicio de su función normativa dentro de los límites y alcances que la ley le permita; a
los tratados internacionales; y a la doctrina emanada del Tribunal Constitucional.

De acuerdo con el referido profesor español, las principales características de este primer
grupo son las siguientes: la generalidad, debido a su abstracción y efecto sobre un
número considerable de sujetos; la publicidad; la jerarquización, en virtud de esa
correlación legitimadora entre normas de mayor y menor jerarquía en nuestro
ordenamiento; el carácter de pervivencia hasta su derogación, y es que resulta una
característica inherente a este tipo de fuentes que solo pueden ser modificadas y dejar
de existir a partir de una norma de similar o mayor jerarquía; y su vocación a futuro, en
tanto son aplicables a hechos que surgirán luego de su incorporación en el ordenamiento
y efectiva vigencia.

En cuanto a las fuentes complementarias, podemos decir que existen dos expresiones de
dichas fuentes. Por un lado, tenemos la costumbre que, como ya lo hemos visto, «[…]
solo tiene, en el Derecho Administrativo, trascendencia normativa cuando es recogida
por el legislador»28. Por otro lado, se encuentran los principios generales del derecho
que atraviesan ciertos cuestionamientos doctrinarios, por lo que deben ser entendidos
como tales en virtud de «[…] un momento histórico determinado […] [y] un ordenamiento
concreto […]». Una vez contextualizado el principio, recién entonces podrá este cumplir
con su función complementaria, dado que «[…] nos pueden valer para completar
determinadas lagunas del legislador e interpretar el sentido de las normas […]».

Finalmente, y nos detenemos con mayor detalle en este extremo dado que posee
especial relevancia para el presente trabajo, tenemos las fuentes aclaratorias
conformadas por la jurisprudencia y la doctrina. La primera recoge los pronunciamientos
adoptados por la Administración Pública, mientras que la última supone una fuente
relevante pues analiza los alcances del ordenamiento y los alcances del actuar
administrativo.

En el caso de órganos colegiados administrativos, sus decisiones no solo podrán constituir


jurisprudencia administrativa, sino que sus decisiones también podrán contener
precedentes administrativos. Los referidos casos se presentan a partir de uno en
concreto, estableciendo la línea de cómo debe entenderse un aspecto, norma o situación
dentro de los márgenes de un sector en especial. Esto se condice con la competencia y la
ley especial que aplica ese órgano colegiado en el ejercicio de impartir justicia
administrativa y decidir sobre asuntos de orden administrativo.

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