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Para empezar, el inversor puede optar por distintas alternativas, que van desde la
compraventa directa de acciones de una compañía cotizada a la apuesta por fondos
de inversión sin olvidar la alternativa de los derivados, generalmente más arriesgada
y sólo aconsejada a perfiles de inversión con cierta experiencia.
Desde un punto de vista operativo, la persona que desea comenzar a negociar con
valores de renta variable lo primero que necesita es abrir una cuenta de valores con
un intermediario o bróker. Este papel ha estado dominado durante mucho tiempo
por la banca, dada su inigualable cercanía al inversor a través de su red de
sucursales. Sin embargo, internet ha puesto cada vez más al alcance de los
inversores una amplia oferta de sociedades de valores que permiten una amplia
operativa en los mercados sin necesidad de moverse de casa. Las comisiones, la
facilidad de la operativa y los servicios adheridos (tales como asesoramiento y
análisis) son elementos clave a la hora de decantarse por un bróker u otro.
Si las dudas están más enfocadas desde un punto de vista estratégico, los expertos
suelen recalcar una serie de condiciones clave: no utilizar dinero que pueda resultar
necesario en el corto plazo; establecer un horizonte de inversión claro (cuanto más
corto se entiende que es más arriesgado); no apostarlo todo a una única carta, sino
diversificar -preferiblemente entre sectores y zonas geográficas-; establecer límites
a las pérdidas, a través de los llamados “stop loss”; y hacer un seguimiento de la
inversión para adaptarla en caso de un cambio de escenario.
A la hora de pensar en invertir una cantidad de dinero las opciones más evidentes
suelen conducir a pensar en bolsa, deuda o inmuebles. Sin embargo, el abanico de
posibilidades con el que cuenta un inversor resulta casi ilimitado. Para empezar
porque las opciones más clásicas, como las citadas, ofrecen multitud de variables:
renta variable estadounidense, renta fija emergente o inversión en inmuebles
comerciales son sólo algunas de las posibilidades que puede explorar un inversor.
Y además, porque existen otras opciones menos frecuentes, como las materias
primas o el arte que pueden formar parte de una cartera de inversión.
De hecho, la mayor parte de los expertos insisten en que una apuesta de inversión
equilibrada debe estar compuesto por una variada gama de productos, que ofrezca
diversificación y contribuya a reducir la volatilidad de las carteras ante episodios de
tensión.
4. ¿Qué es la TAE?
La TAE (Tasa Anual Equivalente) es un indicador que, en forma de tanto por ciento
anual, revela el coste o rendimiento efectivo de un producto financiero, ya que
incluye el interés y los gastos y comisiones bancarias. O sea, que se diferencia del
tipo de interés en que éste no recoge ni los gastos ni las comisiones; sólo la
compensación que recibe el propietario del dinero por cederlo temporalmente.
Por otro lado, no todas las deudas están sujetas a los mismos plazos de
prescripción. Estos varían desde los tres a los 20 años. Por ejemplo, las deudas
tributarias prescriben a los cuatro años con carácter general y a los cinco cuando el
importe supera los 120.000 euros. Sin embargo, para las deudas de suministros,
como el agua o el teléfono, el plazo es, con carácter general, de cinco años, al igual
que para las pensiones alimenticias o los alquileres de viviendas. No obstante, si la
deuda se refiere al pago de la hipoteca, ésta se mantendrá vigente durante 20 años.
7. ¿Cuántas pesetas es un euro?