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EL DISCURSO CONTRA

EL FORO DE SAO PAULO


TIENE EL EFECTO DE
PSICOLOGÍA INVERSA
Sandra Borda
La experta en relaciones internacionales explica la naturaleza del
Foro de Sao Paulo y su conveniencia para los discursos que
pretenden deslegitimar las demandas que la sociedad civil está
reclamando en las calles.
Por Manuela Saldarriaga

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Manuela Saldarriaga

19.11.2019

Dentro del agitado ambiente en el que se prepara el paro del #21N, el


Foro de Sao Paulo ha aparecido una y otra vez en los discursos que se
oponen a la movilización social. El expresidente Álvaro Uribe lo ha
calificado como ‘una estrategia para desestabilizar las democracias de
América Latina”. Conversamos con la profesora Sandra Borda, experta
en relaciones internacionales, sobre la naturaleza de esta organización y
su conveniencia para los discursos que pretenden deslegitimar las
demandas que la sociedad civil está reclamando en las calles.

¿Qué es el Foro de Sao Paulo?

El Foro de Sao Paulo es una asociación de partidos de izquierda,


comunistas y socialistas de América Latina, que fue impulsada por
el Partido de los Trabajadores del Brasil en los años noventa. Es una
asociación partidista como cualquiera, incluyendo, por ejemplo, la
Internacional Socialista (de la que hace parte, entre otros, el Partido
Liberal colombiano) o el Foro de Atenas, conformado por políticos e
intelectuales de derecha. Incluso, los partidos Republicano y Demócrata
estadounidenses o los partidos políticos alemanes cuentan con redes de
partidos afines en varias regiones del mundo, similares al Foro de Sao
Paulo. El surgimiento de este tipo de asociaciones tiene que ver con la
globalización: los partidos políticos buscan versiones ideológicamente
similares a ellos, se asocian e intercambian ideas para impulsarse los
unos a los otros. Llama la atención que este tipo de agremiaciones no
produzcan tanta polémica.

¿Por qué cree que esa particularmente está despertando tanta


polémica?

El expresidente Álvaro Uribe está muy familiarizado con el Foro de Sao


Paulo. Tal vez porque fue presidente en el mismo momento en que Luiz
Inácio Lula da Silva era el gran líder de la izquierda en América Latina.
La salida de Lula de la cárcel puede haber servido de fósforo para crear
la polémica. De todas formas el Foro de Sao Paulo está siendo utilizado
como un chivo expiatorio, una estrategia que le funciona bien a la
derecha hoy en el poder.

Es cierto que las izquierdas de todos los países de América Latina se


hablan entre ellas y arman estrategias conjuntas de activismo político.
Pero, al mismo tiempo, no es cierto que haya una conspiración de su
parte para derrocar a los gobernantes de derecha de la región. Que las
izquierdas hablen no tiene nada de malo ni es ilegal ni reprochable. Pero
le da pie a los gobiernos de derecha para decir que hay extranjeros
queriendo contaminar a Colombia del temible comunismo internacional.

Una lectura caricaturizada del asunto pero muy eficiente para lograr los
objetivos políticos que persiguen.
"Entre más se esfuerza el Gobierno por
deslegitimar una protesta, que ni siquiera
ha sucedido todavía, más motivos parece
encontrar la gente para salir a la calle. "
¿Por qué es tan eficiente?

Porque una de las formas con que cuenta la derecha para desvirtuar y
deslegitimar la protesta social es, básicamente, interpretarla como una
forma de conspiración internacional. Es la forma más expedita de
quitarle peso a las demandas de la sociedad civil a través de dos efectos
claves: por un lado, se activa el chip ideológico en donde se estigmatiza e
ideologiza la protesta y se le califica como de izquierda o comunista. Y
por otro, se desvía la atención de las demandas reales por las cuales la
gente sale a protestar.

¿Cree que están teniendo éxito?

Con un gran signo de interrogación. Porque parte de lo que pasa es que


se está produciendo un efecto casi de psicología inversa: la gente oye ese
discurso y piensa, en una actitud casi infantil: ‘¿Ah, sí? ¿Le parece tan
ilegítimo, reprobable e ilegal? ¡Entonces ahora sí lo hago!’. Está
surtiendo el efecto contrario. Se nota en las redes sociales, por
ejemplo. Entre más se esfuerza el Gobierno por deslegitimar una
protesta, que ni siquiera ha sucedido todavía, más motivos parece
encontrar la gente para salir a la calle.

La gente quiere que la escuchen, que entiendan la existencia de sus


formas de organización como algo absolutamente legítimo. No que el
Gobierno los estigmatice o los reduzca, sino que tenga una actitud de
escucha para reconocer lo que ellos tienen para decir y en algún
momento encontrar cómo se puede ajustar la política pública para
satisfacer sus intereses legítimos. Pero el Gobierno está cerrado a esa
posibilidad y más bien, decide optar por militarizar la ciudad.

Uribe ha manifestado que esta conspiración de partidos de izquierda


tiene que ver además con un resentimiento de clase, ¿qué piensa
sobre eso?

El argumento tiene muchos problemas. Primero, le quita la


responsabilidad al Gobierno frente a la protesta social. Segundo, es una
forma de decir que el descontento social no tiene nada que ver con la
ineptitud del Gobierno, y se desvía la atención de la protesta, una
manifestación de descontento que está íntimamente vinculada con el
partido de gobierno, el partido de Álvaro Uribe. Y, por último, convierte
la razón de la protesta en un simple resentimiento de clase cuando
realmente es una complejísima mezcla de una gran variedad de personas
e intereses. Solo en Chile, por citar un ejemplo, se han manifestado
movimientos sociales feministas, defensores de los derechos LGBTI+,
sindicatos, etc.

Es una forma de simplificar el ejercicio de la protesta, lo que terminará


por nublar el entendimiento del Gobierno a la hora de sentarse a hablar
con esos sectores. Lo que logra el Gobierno al decir ‘ustedes no son
legítimos, no los escuchamos, porque son el resultado de una
combinación de rencor de clase y conspiración internacional’ es coartar,
desde el principio, la posibilidad y la responsabilidad de comunicarse
con esos sectores descontentos. El efecto podría ser nefasto.

"Esa historia de la protesta social como el


inicio de la llegada al poder del comunismo
por las vías de hecho sólo ha hecho carrera
en Colombia."
¿Por qué usan esta estrategia en Colombia?

Es más eficiente utilizar ese mecanismo en un país como el nuestro


porque nosotros acabamos de salir de un conflicto contra una guerrilla
comunista. Tenemos mucho más presente la amenaza que puede
significar que esa corriente política internacional se tome el poder. Otros
países latinoamericanos, en cambio, ya han tenido gobiernos de
izquierda, los conocen, y conocen sus problemas. Por eso no le tienen un
pánico tan visceral a otro tipo de alternativas políticas.

Es cierto que la URSS y Cuba patrocinaron movimientos guerrilleros en


Centroamérica y en Colombia (Cuba le ayudó al M-19, por ejemplo),
pero es que la Guerra Fría ya se acabó. Esa es la parte de la historia que
parecemos no querer entender. Ni Cuba sigue patrocinando guerrillas, ni
toda la izquierda latinoamericana está necesaria y obligatoriamente
armada ni buscando derrocar los gobiernos de turno.

La gran mayoría de los partidos de izquierda que están en el Foro de Sao


Paulo son partidos que han llegado al poder luego de hacer parte de una
contienda electoral, otros no han llegado al poder y siguen
compitiendo. Esa historia de la protesta social como el inicio de la
llegada al poder del comunismo por las vías de hecho sólo ha hecho
carrera en Colombia. Necesitamos un período de transición más
largo para entender que las ideologías de izquierda son hoy una cosa
sustancialmente distinta, con agendas diferentes y que–unas más que
otras– juegan bajo las reglas de la democracia.

¿Por qué siempre se asocian las manifestaciones en la región con la


izquierda?

Poner a todas las protestas sociales de América Latina en una misma


canasta solo oscurece lo que sucede en cada una. Es una generalización
que termina por nublar la posibilidad de entenderlas y, en cambio, sirve
para llegar a conclusiones ligeras y apresuradas como que todos los que
están protestando son de izquierda, mientras los que defienden el
establecimiento son de derecha. Es asumir que todo el que defiende
derechos de las minorías es de izquierda cuando los derechos los
suscribimos todos. En el caso de Colombia, en particular, el
Establecimiento fue el que suscribió las normas del derecho internacional
humanitario. Hay gente que se autodefine como de derecha y que
defiende los derechos humanos. En todos los países, el equilibrio de
fuerzas y la distribución de poder está dado en formas totalmente
distintas. El continuo ideológico-político de izquierda y derecha cada
vez explica menos lo que está pasando. No aclara el panorama: lo
oscurece.

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