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Respuesta-Parcial II, Historia Moderna

Docente: Max S. Hering Torres


Asistente: Juan Felipe Urueña
Departamento de Historia, Carrera de Historia.

Jorge Enrique Galeano Romero, Segundo Semestre.

En lo desconocido: La relaciones de lo real y lo imaginario en la Edad moderna.


La edad moderna, dentro de su plano mental singular, y durante su proceso de desarrollo
ideológico, tuvo una capacidad de reflejo “inconsciente”, que reprodujo ideas intrínsecas, y
no necesariamente ingenuas, que determinan su desarrollo en sí misma como cuerpo
condicionado de su imaginario.
Este análisis esta, por supuesto, mediado para mostrar nociones elementales acerca de la
edad moderna, siendo también un contexto aproximativo extremadamente general, el cual
desea otorgar una perspectiva interesada en las cuestiones no tan claras de los procesos de
la época.
Desde esta perspectiva considero conveniente mencionar que el proceso de formación de la
edad moderna y su desarrollo ideológico responde, además, a un historicismo que debe
tratar de especular acerca de los procesos psicológicos de sus integrantes, los cuales en
muchos casos no se diferenciaban de los procesos morales, y tenerlos en contraste con las
nacientes convicciones que se superponían ante estos. Esto, pues se debe contar con la
existencia de unas lógicas propias que seguían a las sistemáticas de la época, las cuales
difícilmente cuadrarían en ocasiones con nuestras lógicas contemporáneas.
Entonces, podemos afirmar que la naturaleza de la edad moderna se estructura otorgándose
cuerpos metafísicos, que conviven en unidad con relaciones físicas. Son cuerpos pues su
funcionamiento también se encuentra sistematizado, y esto lo podemos demostrar con
mucha más claridad profundizando y ejemplificando, lo anteriormente mencionado.
Para entender este proceso primero hay que tener claridad, o consciencia, de la existencia
de esta metafísica de la edad moderna, por la cual se articulan elementos tangibles y no
tangibles. Esta metafísica existe debido a la incapacidad de determinar principios claros,
objetivos, o simplemente físicamente diferenciables de las relaciones de la edad moderna,
con el plano invisible de sus habitantes. El ser en sí mismo era algo que estaba ligado a ser
una sombra que reflejaba en su comportamiento las metáforas de su sociedad, con lo cual
no quiero reducir la consciencia individual de cada persona, que de hecho estaba
empezando a florecer de modo fascinante.
Las propiedades de estos elementos requieren, creo yo, de una interpretación historiográfica
basada en el análisis de algunos de los principales componentes de la edad moderna, como
son la política, la sexualidad- refiriéndose a la diferenciación entre humanos, hombre y
mujeres, etc.- y la religión entre otros componentes más o menos claros, o delimitados.
Para ilustrar esto desde el foco la política, tomaremos el siguiente pasaje:
“Esta es la generación de aquel gran Leviatán, o más bien (hablando con más reverencia),
de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal, vuestra paz y nuestra defensa.
Porque en virtud de esta autoridad que se le confiere por cada hombre particular en el
Estado, posee y utiliza tanto poder y fortaleza, que por el terror que inspira es capaz de
conformar las voluntades de todos ellos para la paz, en su propio país, y para la mutua
ayuda contra sus enemigos en el extranjero” (Hobbes. Leviatán. O la materia, forma y
poder de una república eclesiástica y civil. 1980. México: FCE, p. 141)
Se puede detallar la creación de una justificación de poder, que subyace a una identidad,
que articula una metáfora de estado; un ideal que interpreta y racionaliza una clase de
gobierno: aquel del leviatán.
La metáfora política existe debido a que reemplaza el significado de gobierno, y le da una
relación de semejanza con el significado religioso, otorgándole una jerarquización
espiritual, que se abstrae para convertirse en social por medio de una justificación de poder.
Es una justificación de poder pues atiende a un beneficio en sí mismo a partir de algo cuya
existencia se está afirmando; el hecho de que el -gran- leviatán este en el poder acarrea una
valoración de recompensa para todos. Esta justificación subyace a una identidad debido a
que habla, como se diría coloquialmente: “en nombre de todos”, con lo cual hace un
proceso de identificación en común, el cual sirve de herramienta de consciencia al incitar a
la población, o al que leyera el texto, a construir un juicio de apoyo a su argumento. Al
hacer esto, Hobbes refleja el proceso de construcción del estado en sí mismo, haciéndose
parte de esta construcción.
Esta reproducción de un ideal político en sí mismo funciona solo por una ambivalencia
entre la interpretación ideológica y el uso de la razón, para relacionar todos los elementos
de su argumento en una conclusión, que es así mismo la premisa u afirmación inicial del
texto: que viven en la época del gran Dios mortal.
Prosiguiendo, ahora viendo desde la sexualidad tomo esta afirmación:
“Los padres que quisieren gozar de hijos sabios, y que tengan habilidad para letras, an de
procurar que nazcan varones; porque las hembras (por razon de la friadaldad y humeda de
su sexo) no pueden alcançar ingenioprofundo: solo vemos que hablan con alguna aparencia
de habilidad[...]. Por tanto se deue huyr deste sexo; y procurar que el hijo nazca varon [...]”
(Juan Huarte: Exámenes de Ingenios. [1575 1603: 397-398)
En esta se puede observar la formulación de un condicionamiento, que responde a un
prospecto biológico unido irrevocablemente a una selección del humano, y que encuentra
como excusa pertinente la creación de una ilusión.
Aquí la formación ideológica se presenta a primera vista determinada no por factores
religiosos o espirituales, sino por factores científicos y racionales. Sin embargo, la verdad
es que aquí la naturaleza espiritual, lejos de estar alejada, se encuentra mucho más
justificada de lo que aparenta; si observamos atentamente está claro que existe un
sincretismo entre la cuestión biológica y el objetivo espiritual, pues se busca la inclinación
a estados preferenciales del espíritu, los cuales no hacen sino reforzarse debido a una
objetivación de los argumentos, por medio de la ciencia como verdad; se formula un
condicionamiento debido al establecimiento de una verdad biológicamente predeterminada,
y por lo tanto inmutable.
Esto por su puesto trae una condición extra, y esta consiste en dar una prueba de ese hecho
biológico en el mundo observable, en otras palabras, mostrar en la experiencia lo que se
formula en la teoría. Pero en esto se formula una contradicción lógica de la cual la frase es
inconsciente, en el sentido por el cual la acepta sin tomar consideración de una posible
falsedad. (1) Al apelar una igualdad entre la experiencia y la teoría como prueba en si
misma de esta última no se está probando nada, sino que por el contrario se está anulando
una relación de causalidad al considerar dos planos diferentes como iguales; hace que se
cree una ilusión. (2)Y es una ilusión, pues crea una verdad ideal disfrazándola- o a fines
prácticos -creyéndola, en forma de verdad física. Me explico; al sustentar que la
demostración de que las mujeres no pueden alcanzar ingenio profundo- por los factores
biológicos que el establece- es que esto es igual a que estas simplemente aparenten hablar
con habilidad: él está tomando como inmediatamente verdadero el hecho de que solo
aparenten, sin embargo, esto ya no está probado por factores biológicos, sino simplemente
por consideraciones ideológicas. Lo que está haciendo es justificar en sí mismo su texto que
contiene un dato científico. De nuevo, está reflejando en sí mismo ideas intrínsecas para
volverse parte de la construcción biológica, más que probarla verdaderamente.
Estas consideraciones traen a tela de juicio preguntas como ¿cuáles son las consideraciones
hacia las que sirve la razón en la edad moderna? Y del mismo modo ¿Cuáles fueren las
condiciones por las cuales lo espiritual paso a diferenciarse de lo que ahora entendemos
como objetivo o “racional”? ¿Es posible ser verdaderamente objetivo? Entre muchas otras.
Prosiguiendo, ahora desde el punto de vista religioso, tomaremos el siguiente pasaje:
“Detrás de la puerca, se encuentra un rabino, que levanta la pata derecha de la puerca y con
su mano izquierda agarra el rabo y mira debajo del rabo dentro del talmud, como si quisiere
leer y ver algo agudo y especial”. Martin Luther: Vom Schem Hamphoras. Und vom
Geschlecht Christi (Sobre el Schem Hamphoras. Y sobre la descendencia Cristi, 1546 (WA
600ss)
Hay una percepción religiosa acuñada por el sentido de la percepción de la verdad. Esta
visión es causal de una singularidad; el fenómeno cristiano posee esa singularidad, en
cuanto la construye en su imaginario y la demuestra en lo intrínseco de su discurso.
El sentido de la percepción es, en su forma base, el reconocimiento de algo para su
posterior interpretación. Esto se inclina directamente a la existencia, mejor dicho, se refiere
a considerar como real, de algún modo, una cosa, algo […]. Esta consideración se vuelve
segura en el momento en que el objeto que percibe, el perceptor, asume esta percepción
como algo no cuestionable, o mínimamente cuestionable. Este contraste determina el nivel
de seguridad acerca de algo. Esta seguridad, dependiendo su capacidad, puede llegar a
justificarse en si misma cuando, por un proceso de comparación, se considera como la
única valida; esta validez se ve se caracterizada con propiedades que la reafirman buscando
ser en sí mismas argumentos válidos, para defender el conjunto de lo que conforman. Esto
se demuestra, con especial eficacia, en el comportamiento religioso de principios de la edad
moderna, de formas en ocasiones tremendamente manifiestas, que exceden los límites del
texto.
La verdad, otro concepto evasivo de la objetividad, tiene la cualidad de ser percibida y,
efectivamente, de ser asegurada por el mismo proceso mencionado. El sentido de la verdad
alude a la mentira, y aquel que posee la verdad sabe que lo que es poseído por otros es, por
lo tanto, mentira. Esto causa una relación de aislamiento, en el sentido por el cual se retraen
principios validos hacia un solo punto, volviéndose invalido lo que este fuera de ese plano
de verdad. Lo que posee la verdad, sin embargo, al estar seguro de que la posee, usa para su
defensa los argumentos que están dentro de esa misma verdad, con lo cual se vuelve
prácticamente imposible acusar esa verdad como falsa desde afuera de esta misma, pues
todo lo que este afuera será mentira y no considerable, sin importar su contenido. La
permisividad de aceptación se reduce en sí misma, a veces incluso sin poder escapar a otra
rama de la misma verdad, por diferenciarse en pequeños aspectos, que se vuelven enormes
hasta el punto de desprenderse, y crear otra verdad quisquillosamente diferenciada, la cual
entra en el mismo plano repulsivo.
Aclaradas estas relaciones de singularidad, exclusión, permisividad y validación, podemos
entender entonces que no es en absoluto ridículo pensar que, a nivel mental, las relaciones
ideológicas se vinculan en diferentes planos dimensionales los cuales en diferentes
condiciones son capaces de adquirir una naturaleza que sea al mismo tiempo, justificación y
verdad. Así, ideológicamente, un comentario anti judaico se convierte en sí mismo en un
argumento para justificar, de manera burlesca, este último.
Esta es una consideración de la cual el atrevido historiador debe sacar romántico provecho,
lo que no significa que deba ser admirada bajo las condiciones por las que esta fue creada, o
sea admirada como la verdad que apelaba ser, sino como provechosa para el análisis de sus
causales y relaciones o, mejor dicho, del contexto metafísico de la metafísica de la religión.
Por último, analizaremos las relaciones psicológicas y sus consideraciones desde el foco de
la siguiente afirmación, en el plano de la edad moderna:
“Si supiesse de el nombre, que muchos antiguos le pusieron [a la melancolia], y escusaros y
la llamaron demonio: Y tuvieron razon porque sus efectos son verdaderamente de demonio:
amonestando siempre cosas que contradizen a la saluacion de el anima”. Pedro Mercado:
Dialogos de Philosophia natural y moral (Granada: 1558, fol 150)
La coyuntura de la moral se estructura en cuanto, desde la caracterización del alma como
“objeto” el cual se debe mantener en un estado de pureza, se interpreta el estado anímico
del individuo para, por medio de un proceso de experiencia religiosa, orientar un espejo de
acción, por el cual según el estado de lo que siente se determina un juicio del ser en cuanto
al bien y el mal.
El alma del humano de la edad moderna no era algo que se pudiera obviar, y tomar en
cuenta en las relaciones del común como concepto lejano de las relaciones normales de su
vida. Determinar que es el alma para aquellas personas no es un trabajo sencillo, y no
siempre las caracterizaciones religiosas concuerdan entre sí en este aspecto. el alma es, sin
embargo, algo que debe ser cuidado para que no se arruine; es- a motivos prácticos- un
objeto, desde el sentido por el cual puede ser manejable; se puede mejorar u empeorar,
entre otras posibilidades. Esta alma debe dirigirse, o mantenerse, en un estado de pureza
donde alcanza su estado predilecto, este estado posee unas propiedades las cuales son
mantenidas por un atento cuidado relacionado al ser del ser; el cómo es, como actúa, de
quien es su decendencia, por que actúa, entre muchas otras.
Hasta ahora todo esto parece puramente renegado al plano espiritual, pero para esta época
podría considerarse como reductivista esta perspectiva, debido a que el destino histórico de
esta época era heredar las tradiciones medievales sobre las cuales se ponían nuevas formas
nacientes en busca de la diferenciación de su madre, esto causaba que, aunque no se
desechara el espíritu, si se le otorgaran formas renovadas de interpretación y formas de
relacionarse con lo que está a su alrededor. Esto se traduce en un proceso de experiencia
entremezclada que busca usar lo sabido, mejorándolo. Esta experiencia se muestra
especialmente lucida, por lo menos en el sentido conservador de la palabra, en la herencia
de la tradición religiosa, la cual establece principios estrictos para mantener el estado del
alma puro. Y de la misma manera hereda metodologías de hacer que esto se cumpla más o
menos efectivamente.
Los procesos de uso racional que se entremezclan con esta experiencia permiten
sistematizar de una forma más organizada la transparencia entre cuerpo, mente y alma:
Identificando comportamientos con características físicamente claras a estados
emocionales. Este “juego de ánimos” establece juicios de valor según los cuales bien y mal
siguen siendo conceptos perfectamente válidos, pero que ahora son sometidos al estudio
racional, y es posible establecer relaciones “comprobables” del plano metafísico con el
plano físico. La melancolía es muestra perfecta de todo esto, pues es un concepto antiguo
sometido a juicios valorativos, pero al cual se le están otorgando características físicamente
y comportamentalmente comprobables cuyo objetivo, necesario, es el imaginario moral.
Así, los comportamientos psicológicos se encuentran mediados por ideas intrínsecas, pero
cambiantes que se reflejan a sí mismas a partir de su accionar en el común mental.
Bibliografía:
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Excelente trabajo de análisis de la filosofía de la historia, para entender conceptos, y guiar investigaciones.

_____ Van Dülmen, R. (1984). Historia Universal. Entstehung des frübneuzeitlichen


Europa, 1550-1648. (Los Inicios de la Europa Moderna (1550-1648). Trad. María Luisa
Delgado (cap. 1-3) y José Luis Matínez (cap. 4).). México D.F. México D.F: Siglo veintiuno
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Para un contexto general de la edad moderna

_____ Hobbes, Thomas. Leviatan, I, p. 172-361. Gernika editores. Retrieved from:


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Para entender mejor la siguiente bibliografía.

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Trad. Núria Petit y Mónica Rubio.) Spain. Santillana Ediciones Generales, S. L. Retrieved
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