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9/11/2019 La profecía de las setenta semanas

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La profecía de las setenta semanas


Por P Carlos Pereira En Jul 9, 2017

            El libro bíblico de Daniel posee, según


los estudiosos, un género literario llamado
apocalíptico, y es quizás el único libro de
todo el Antiguo Testamento que posee
dicha característica prácticamente desde el
inicio hasta el nal. De todos modos, tanto
la tradición judía como la cristiana lo han
siempre considerado como un libro de
profecía, y al mismo Daniel como un
personaje real, histórico, y además profeta y
Profeta Daniel – Capilla Sixtina (Ciudad del
Vaticano)
vidente que vivió durante prácticamente
todo el exilio de los judíos en Babilonia
durante el siglo VI a.C.

Fue la crítica racionalista de origen protestante la que, en primer lugar, instauró el


lugar común por el cual se empezó a pensar que el libro debía haber sido escrito en
un período muy posterior en el tiempo, alrededor del siglo II a.C., durante la
persecución de los judíos por parte del rey Antíoco IV Epífanes, o incluso con
posterioridad a dicho evento. Existe un artículo, así como otros subsidiarios (original
en italiano), que muestra como la concepción tradicional – dejada hoy de lado por
muchos estudiosos – posee un gran fundamento, en especial la que considera que
la llamada “profecía de las setenta semanas” (de años) del libro – en el capítulo 9 -,

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se cumplen exactamente en Jesús, Cristo y Señor, en particular en su Pasión y con


alguna referencia a la destrucción de Jerusalén por manos de las legiones romanas
en el 69-70 d.C.

1. Sobre el libro de Daniel

            Es hoy la hipótesis más común entre la mayoría de los estudiosos la que
sostiene que el borrador nal del libro fue redactado en Judea alrededor del 164
a.C., probablemente a partir de escritos más antiguos. Ha sido esta una toma de
posición muy evidente por parte del racionalismo y el revisionismo bíblico, que
pusieron en duda la autenticidad del mismo libro de Daniel. Fue la Enciclopedia
Británica la primera en argumentar que la fecha tendría que situarse entre el 167 y
164 antes de Cristo, en referencia a las teorías del lósofo Por rio del siglo III d.C.
Muchos estudiosos de hoy todavía creen que el libro fue compuesto alrededor del
536 a.C. y que fue escrito en Babilonia.

La superposición de diferentes textos se re eja en el hecho de que el libro está


escrito en parte en hebreo, en arameo y en parte en griego. Los contenidos se basan
en las palabras del profeta Daniel, que vivió durante el exilio de Babilonia (desde el
605 a.C.). Según el historiador José Flavio, Daniel es parte de la línea real de David
(Antigüedades Judías, X, X, 1). Muchos historiadores coinciden en que Daniel, ya
500 años antes (o al menos más de 100) profetiza en detalle la venida de Jesucristo,
la pasión, la muerte y la destrucción de Jerusalén, y que indica con precisión el
período de tiempo en que esto habría sucedido. Esto se conoce como la «profecía
de las setenta semanas». Es importante destacar que el contenido de la profecía era
ya conocido y difundido seguramente antes del 163 a.C.

2. La profecía de Daniel

El libro dice que en el año 538 a.C., Ciro el Grande de Persia recibe el reino de
Babilonia y emite un decreto que permite a los judíos a regresar a su tierra y
reconstruir el templo en Jerusalén. Este hecho había sido profetizado por el profeta
Jeremías (cfr. Jer 25,11; 29,10).[1] Grupos de judíos comenzaron a regresar, y Daniel,
hablando en nombre de Dios, anuncia su profecía: «Setenta semanas están
decretadas para tu pueblo y tu Ciudad Santa: para cerrar el delito, poner n al
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pecado y expiar el crimen, para traer una justicia eterna, para que se cumplan
visiones y profecías y consagrar el lugar santísimo. Has de saberlo y comprenderlo:
desde que se decretó la vuelta y la reconstrucción de Jerusalén hasta un príncipe
ungido pasarán siete semanas; después durante sesenta y dos semanas será
reconstruida con calles y fosos, pero en tiempos difíciles. Pasadas las sesenta y dos
semanas matarán al ungido inocente; vendrá un príncipe con su tropa y arrasará la
ciudad y el templo. El nal será un cataclismo, y hasta el n están decretadas guerra
y destrucción. Firmará una alianza con muchos durante una semana, durante media
semana hará cesar ofrendas y sacri cios y pondrá sobre el Templo la abominación
de la desolación y esto será hasta el nal, y hasta que la consumación caiga sobre el
desolador» (Dan 9, 24-27).

Este tipo de profecía es totalmente original, incluso en el Antiguo Testamento. Se


habla de años y no de semanas, así por lo menos lo han entendido todos los
intérpretes, y esto no es exclusivo del libro de Daniel. En Num 14,34, leemos por
ejemplo: Cuantos fueron los días que empleasteis en explorar el país, cuarenta días,
otros tantos serán los años que cargaréis con el peso de vuestras iniquidades:
cuarenta años, un año por día. Así experimentaréis lo que es apartarse de mí.
También Ez 4,6: Cuando los hayas terminado, te acostarás luego del lado derecho y
cargarás con la iniquidad de la casa de Judá durante cuarenta días: te cuento un día
por cada año. La misma expresión “semana de años” aparece de modo explícito en
el texto del Levítico 25,8: Contarás siete semanas de años, siete veces siete años; y
las siete semanas de años harán un período de 49 años.

En el texto de Daniel, semanas de años corresponde a un total de 490 años (70 × 7).
Además, las palabras de Daniel no tendrían sentido si suponemos se tratase de
días. A rmar, por ejemplo, que “en siete días es posible hacer un pacto con muchos”,
o que “a mediados de la semana (esto es 3,5 días) puedan abolirse sacri cios y
ofrendas” no tiene mucho sentido (la semana de siete días ya había sido asimilada
después del exilio de Babilonia, en el 586 a.C., aunque probablemente estaba ya en
uso desde hacía mucho tiempo). Según algunos autores, en una sección del libro
apócrifo de Henoc, de género literario apocalíptico – similar al libro de Daniel – y
que recibe el nombre de Apocalipsis de las semanas, se habla de “semanas de la
historia del mundo” (y no se trata de días).[2] Privacidad - Condiciones

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Las setenta semanas (490 años) se dividen por Daniel precisamente en tres
periodos: 7 semanas (es decir, 49 años), 62 semanas (434 años) y 1 semana (7
años). Las primeras 7 semanas (49 años) transcurren desde el decreto para
reconstruir Jerusalén hasta la gura clave de “un príncipe consagrado” (que en la
versión griega de Teodosión se llama «ungido» [Mesías], como eran ungidos en
Israel los sacerdotes y los reyes – raramente los profetas -). Después de siete
semanas, se tomará sesenta y dos semanas (434 años) para reconstruir Jerusalén y
el templo. Será un período de lucha y de pruebas. Después de estos 483 años (49 +
434), otro Mesías – aquí el término es unánime: “ungido” – será injustamente
asesinado. Después de eso, en una semana (es decir, siete años), un príncipe
extranjero va a destruir Jerusalén y el templo, poniendo n al antiguo culto. El
término «cataclismo» (o lit.: “inundación”) hace hincapié en la naturaleza
apocalíptica del evento.

3. Cumplimento con Jesús

            Para intentar lograr un cálculo de precisión del año en el que se suponía que
la profecía de Daniel debía cumplirse, se hará necesario evaluar diferentes variantes:
[3]

1) Identi car el “decreto para reconstruir Jerusalén y el templo”, decreto que el libro
de Daniel indica como punto de partida de las «Setenta semanas».

2) Decidir qué tipo de calendario de referencia se sigue, si el calendario solar de 365


años o el lunar de 360 que aparece mencionado en el Génesis y Apocalipsis.
Muchos estudiosos argumentan a favor del segundo, aunque el margen de error es
realmente insigni cante.

A) Si se inicia desde Artajerjes II (445 a.C.): La profecía de Daniel pide de contar:


(9,25) “Desde que se decretó la vuelta y la reconstrucción de Jerusalén”… Entre
todas las posibles hipótesis, la única que cumple con estas exigencias es la que se
inicia con el decreto de Artajerjes II en el 445 a.C., en el mes pascual de Nisán, que,
como leemos en Nehemías 2,1,[4] a diferencia de todos los anteriores (Ciro, Darío I,
que más tarde sólo con rmó el edicto de Ciro y Artajerjes I Longímano) en realidad
autorizó la reconstrucción de Jerusalén y sus muros. El decreto de Artajerjes II fue
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sin duda emitido en el 445 a.C., y posee un nivel de certeza muy alto que deriva de
fuentes bíblicas y no bíblicas, a partir de los registros astronómicos y de las tablas
cronológicas de Claudio Tolomeo. Incluso si tenemos en cuenta el año sideral de
365 días, el resultado, como hemos dicho, no di ere mucho.

B) Siete semanas hasta Esdras: La profecía de Daniel sigue (9,25): «Hasta el Mesías
Príncipe, habrá siete semanas». A partir del 445 a.C. y avanzando siete semanas o
49 años («proféticos», que corresponden a 48 años «reales») se llega al 397 a.C. Allí
encontramos una gura clave en el renacimiento de Israel (un «Mesías Príncipe»),
tanto desde el punto de vista civil como religioso. Corresponde a ese año el ‘nihil
obstat’ de Artajerjes II a algunos líderes de Israel guiados por Esdras, para regresar a
Jerusalén y restablecer el estado judío. Esdras era un sacerdote y escriba que
reconstruyó la identidad civil y religiosa de Israel. Tuvo un papel muy importante y se
considera como una de las guras más importantes del Antiguo Testamento, siendo
para los judíos como un segundo Moisés. Humphrey Prideaux escribió: «Esdras fue
visto como otro Moisés, fue considerado con razón el segundo fundador de la
Iglesia y del estado de los Judíos».[5] Esdras, por lo tanto, parece corresponder
perfectamente al personaje aludido. Durante ese período, el texto a rma que la
ciudad de Jerusalén será reconstruida, aunque con ciertas di cultades: «se volverá a
edi car la plaza y el muro (o: fosos) en tiempos angustiosos» (9,25). Toda esta
reconstrucción se describe en el libro de Nehemías y se realiza bajo el dominio
político persa. Lo de los “tiempos angustiosos” puede hacer referencia tanto a las
di cultades para reconstruir la ciudad durante años (ante las amenazas de los
colonos de otras nacionalidades establecidos en las cercanías desde el tiempo del
exilio), cuanto a las persecuciones de Antíoco IV y el proceso de helenización
llevado a cabo por los reyes seléucidas durante el siglo II a.C., o bien a ambas
cosas.

C) 69 semanas hasta la pasión de Jesús: Después de las siete semanas en las que
encontramos la gura de Esdras («Mesías Príncipe»), la profecía continúa: «Pasadas
las sesenta y dos semanas matarán al Ungido inocente» (9,26). Para entender el
signi cado del «ungido», tanto R. Anderson como posteriormente H.W. Hoehner (y
muchos otros antes que ellos) han hecho algunos cálculos sencillos adoptando el
año bíblico de 360 días; multiplicando las 69 semanas de años citados por la Privacidad - Condiciones

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profecía (7 + 62), contando cada semana como de 7 años, se llega a 483 años
efectivos. Para averiguar el número de días se hace un simple cálculo: 483
multiplicado por 360 (los días del año bíblico) = 173.880 días. Este es el número real
de días que según Daniel debían transcurrir entre el decreto de Artajerjes II y la
muerte de un «inocente ungido». Ahora, teniendo en cuenta el año de la muerte de
Jesús, el 32 d.C., se llega a este resultado sorprendente: Sabiendo que el año 0 no
existe y considerando que desde el año x1 a.C. hasta el x2 d.C. han pasado (x1 + x2
-1) años, esto da: 476. Teniendo nalmente en cuenta que un año solar dura
exactamente 365 días, 5 h, 48 m, 45,8 s (entonces 365,2421968 días), se concluye
que desde el 445 a.C. hasta el 32 d.C. han transcurrido exactamente 476 x
365,2421968 = 173.885,2857 días. Como vemos se trata de un número muy cercano
al previsto por la profecía (173.880). Si consideramos el año sideral de 365 días, 6 h,
9 min, 10 seg. (365,2563657 días), parece que los días transcurridos ascienden a
173.862,0301 días (365,2563657 x 476), acercándose así aún más. A partir del 445
a.C. al 32 d.C. transcurren exactamente 69 semanas de años con una desviación de
menos de un mes; por lo tanto, la pasión de Jesús se encuentra perfectamente
centrada por la profecía de Daniel.

            Teniendo en cuenta que el n de las semanas era el: “Poner n al pecado y
expiar el crimen” (9,24), eso se logra con el sacri cio de Jesús, como atesta
elocuentemente el Nuevo Testamento.[6] No tendría mucho sentido pensar que se
cumplió en tiempo de la persecución de Antíoco y los mártires macabeos.

D) Jesús corresponde al per l designado por la profecía:

El profeta usa para indicar esta gura el término hebreo «Mesiah Nagid», que se
deriva de la raíz aramea «mashah» y signi ca «ungido». La palabra «nagid» se usa
como adjetivo (Mesías es el sustantivo), signi ca propiamente líder, conductor, guía,
príncipe; literalmente en hebreo: «el que está en la cabeza», pero se usa sobretodo
en sentido religioso, el pastor que ha sido designado por Dios para su obra. La
expresión es traducida en la versión Vulgata como «Christum Ducem», y en el siríaco
como «Cristo Rey», por Teodosión como «Cristo egoumenou». Cabe señalar que el
texto no dice: «hasta una cabeza, o conductor, o guía o líder, quien ha sido ungido»,
sino «hasta (la llegada de) un Ungido», o sea, hasta un elegido como el Mesías que
ha de ser al mismo tiempo, el conductor o guía o líder. Daniel por lo tanto, no está
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queriendo signi car un personaje extraño que por sus características ha sido
ungido, sino especí camente el “Ungido de Dios”, el Mesías, quien también es
conductor, guía, líder, y que Israel estaba esperando no sólo para sí mismo, sino
también como guía para todas las naciones. La evidencia es tan clara que los que
quieren rechazar el mesianismo de la profecía identi can este personaje con el
Sumo Sacerdote Onías III, depuesto y asesinado hacia el 175 a.C.[7] El lólogo P.
Winandy escribe: «Hemos notado que la literatura qumraniana otorga generalmente
una perspectiva escatológica a ambos términos «ungido» y «jefe». Ellos nunca se
aplican a un personaje histórico contemporáneo. El Apocalipsis de Daniel, siendo
parte de este tipo de literatura, nos lleva por lo tanto, a asignar a estos dos términos
una perspectiva mesiánica».[8] En resumen, solamente Cristo, entre todos los
personajes del Antiguo Testamento, puede ser designado sacerdote y rey.

4. Última semana: Destrucción de Jerusalén (año 70 d.C.)

La profecía se cierra a rmando: “Vendrá un príncipe con su tropa y arrasará la


ciudad y el templo. El nal será un cataclismo, y hasta el n están decretadas guerra
y destrucción. Firmará una alianza con muchos durante una semana, durante media
semana hará cesar ofrendas y sacri cios y pondrá sobre el altar el ídolo abominable
hasta que el n decretado le llegue al destructor” (9, 26-27).

Ningún otro acontecimiento histórico puede asemejarse a la profecía sino la


destrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén llevada a cabo por las legiones
romanas en el 69-70 d.C. La guerra de Palestina – como se la conoce – da inicio en
el 66 o 67 y dura hasta el 73 – 74 d.C., exactamente siete años o “una semana de
años”. El mismo historiador judío Flavio Josefo a rma en su obra “Las guerras
judías” que el templo de Jerusalén sólo fue destruido dos veces en la historia: La
primera vez por los caldeos de Babilonia y la segunda y última por obra del
emperador romano Tito. Y lo mismo se atesta en la Mishná de los hebreos. No hay
por tanto, ninguna otra interpretación posible de la profecía de Daniel. El “príncipe
que vendrá” no coincide sino con Vespasiano y su hijo Tito, líder del ejército romano,
el cual efectivamente forjó una alianza con muchos reinos vecinos, como dice la
profecía – y fueron estos ‘vecinos’, paradójicamente, los más duros con los hebreos

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-. La parte más impresionante de la profecía es la que a rma que “en la mitad de la


semana” (esa es la traducción más correcta y no: “durante la mitad de la semana”)
destruirá la ciudad y el santuario, que fue justamente lo que hizo el ejército romano.

La historia muestra, en efecto, que se tomó exactamente 3 años y medio para


conquistar y destruir el templo: el ataque de Vespasiano comenzó a principios del
67 d.C., (como máximo en la primavera de ese año) y el templo fue quemado y
destruido por el ejército romano en el verano del 70 d.C. (el día décimo del mes
Loos, por lo tanto, de julio), o sea el segundo año del reinado de Vespasiano.[9] La
ofensiva total duró siete años, desde el 67 hasta el 74, en que fue destruida la
fortaleza de Masada. La ciudad y el templo fueron completamente arrasados, Israel
se desperdigó y fue el n del sacri cio y del culto antiguo.[10] Como detalle curioso,
toda la profecía de Daniel se basa sobre el número 7 y el 70, y fue pronunciado en el
medio entre los precedentes 490 años (en que Salomón comienza a construir el
templo de Jerusalén), y los siguientes 490 años, que culminarán con la total y
de nitiva destrucción del Templo. Resumiendo: Podemos hablar de un ciclo inicial
de setenta semanas de años de vida del Templo, un ciclo intermedio de siete
semanas de esclavitud, y otro ciclo de setenta semanas al n de las cuales el
Templo (el segundo en ser construido) queda totalmente destruido.

La única nota que parece quedar fuera de lugar es el período efectivo de 38 años
que media entre la cruci xión de Jesús y la destrucción de Jerusalén. En realidad
Daniel no dice en ningún lugar que estos eventos han de veri carse inmediatamente.
Como ya notan Hoehner y Gundry, Daniel dice que la destrucción de Jerusalén
tendrá lugar “después de las sesenta y dos” (y luego de las sesenta y dos semanas),
y no durante la semana setenta. Este esquema insólito nos lleva a suponer que la 70
semana no siga necesariamente a la 69, sino que haya un intervalo entre ambas.[11]
[12]

5. Jesús se atribuye a sí mismo la profecía de Daniel

            Una observación que apoya esta interpretación es que Jesús, en persona, se
aplicó a sí mismo la profecía de Daniel, reformulando y enriqueciendo con muchos
detalles el anuncio de la inminente destrucción del Templo y Jerusalén (Mt 23, 38-
39; Mt 24, 1-2; Mt 24, 15-25). Jesús se aplica también a sí mismo el nexo o conexión Privacidad - Condiciones

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que la profecía establece entre el asesinato del Mesías y la destrucción de Jerusalén


y del templo (Lc 19, 41-44).[13] No sólo eso, sino que a menudo hace referencia
explícita a las antiguas profecías sobre la destrucción de Jerusalén que estaba a
punto de ocurrir (Lc 21,22). Se identi ca también precisamente con el «Hijo del
hombre» de Daniel (Lc 21,27), y en su discurso en Jerusalén, evoca explícita y
directamente la profecía de las «setenta semanas» con las siguientes palabras:
«Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, la anunciada por el profeta
Daniel, instalada en el lugar santo – el que lee entienda -, entonces, los que estén en
Judea huyan a los montes…» (Mt 24, 15-16). Y es evidente, por estas palabras de
Jesús reportadas por los evangelistas, que Él – y por lo tanto sus oyentes – todavía
no reputaba como realizada y concluida la profecía de Daniel (que no se cumplió
con Antíoco IV y Onías III, como han sugerido otras hipótesis). Los primeros
cristianos también entendieron la profecía como realizada en Jesús y en la
destrucción del templo, como lo atestiguan y demuestran los apócrifos libros de 4 y
5 Esdras.

6. La tradición católica

            Siempre la tradición católica ha visto una profecía mesiánica en el texto de


Daniel. Esto se demuestra por el antiguo texto litúrgico de las Calendas con la que
todavía se anuncia al mundo el nacimiento de Jesús en la víspera de Navidad («en la
sexagésima quinta semana, según la profecía de Daniel…»). Aún más, en el
Catecismo mayor de San Pío X gura un apéndice donde se declara cumplida esta
profecía con la pasión y muerte de Jesús. En el Dictionnaire de la Bible (1912),
editado por eminentes estudiosos de la Biblia, las «Setenta semanas» encuentran su
cumplimiento en la muerte de Jesús y la destrucción del Templo y Jerusalén
(Dictionnaire de la Bible, p. 1280). Todo esto vale la pena destacarlo para
comprender el desastre en el que ha caído la exégesis católica posconciliar, que de
repente decidió no interpretar esta profecía en términos mesiánicos, en apoyo de la
tesis racionalista.

Hemos dicho que el historiador judío (de cultura helénica) Flavio Josefo (37 – 103
d.C.), que pertenecía a la elite intelectual, política y religiosa del Israel de entonces,
también ve en las profanaciones llevadas a cabo por los ‘zelotes’ (guardianes judíos
del templo y fanáticos) la causa inmediata de la destrucción de la nación, tal como
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Daniel la había profetizado. En su obra Antigüedades judías, escrita entre el 93 – 94


d.C., a rma que «Daniel vio «muchos años antes de que llegara», los «eventos
desafortunados bajo Antíoco IV Epífanes» que «durante tres años impedirá el
ofrecimiento de sacri cios». (Y añade): «Del mismo modo Daniel también escribió
sobre el Imperio Romano, que Jerusalén sería tomada por ellos y destruido el
templo. Todas estas cosas reveladas por Dios, él las puso por escrito, de manera
que aquellos que las leen y observan la forma en que ocurrieron, se sorprenderán del
honor hecho por Dios a Daniel»».[14]

7. Conclusión

                      La única interpretación que responde plenamente a las exigencias de la


profecía de Daniel es la que ve cumplida la profecía con la muerte de Jesús, la
destrucción de Jerusalén y el templo en el año 70 d.C., el n del viejo culto y también
el nal de las profecías del A.T., y esto sea por el cálculo matemático, por la delidad
a lo que la profecía a rma, por el carácter apocalíptico de la misma.

Esta profecía de las «setenta semanas» fue escrita y conocida o cialmente sin lugar
a dudas desde el año 164 a.C. en adelante, aunque transmitida por vía oral, o
presentada en otras formas desde al menos 200 años antes. Los detalles de esta
profecía son tan increíbles, que aún quien no es creyente, podría incluso suponer
que fue escrita después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Atreverse a
tanto es no obstante difícil, por suerte, porque la antigüedad y autenticidad del libro
bíblico son absolutamente también con rmados por los hallazgos de Qumrán. Se
encontró allí todo el libro de Daniel como lo conocemos, y, en particular, algunos de
los manuscritos que lo reportan, datan del siglo II antes de Cristo, casi dos siglos
antes del nacimiento de Jesús y la ruina traída por los romanos. La existencia de
esta profecía es una de las pruebas de la inspiración divina de la Biblia, y justi ca los
numerosos intentos de desacreditar la autenticidad por parte del racionalismo y el
miedo excesivo y el deseo de la neutralidad por parte de la exégesis post-conciliar.
Sin embargo, como hemos visto, todas las alternativas a la interpretación tradicional
no gozan de una base racional.

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Hemos presentado una versión del artículo, resumida, modi cada y traducida por
nuestra autoría. El artículo original, en italiano, puede hallarse en:
http://www.uccronline.it/2010/11/13/la-profezia-delle-settanta-settimane/

[1] 25,11: Las naciones vecinas estarán sometidas al rey de Babilonia durante
setenta años; 29,10: Cuando se cumplan setenta años en Babilonia, me ocuparé de
ustedes, les cumpliré mis promesas trayéndolos de nuevo a este lugar.

[2] El dato es interesante, desde el momento que varios versículos del Apocalipsis
de las semanas se han conservado en el fragmento arameo 4Q212 (4QEn), hallado
en Qumrán, perteneciente a la gruta 4 y datado como del s. II a.C., por lo cual, si la
fuente del argumento de las “semanas de años” fuera el mismo libro de Daniel, esto
obligaría a poner la fecha de composición de este último probablemente antes del
siglo II a.C. (cfr. G. Bastia, La profezia delle setenta settimane [Dan 9: 24-27]
[http://digilander.libero.it/Hard_Rain/Settanta.pdf], p. 6).

[3] El artículo que seguimos pretende corroborar, como lo hemos anticipado, la


opinión patrística y tradicional acerca de que la profecía de las semanas de Daniel
se cumple con Jesús. Esa es la intención. No se trata de ningún interés de investigar
y hacer cálculos proféticos por puro prurito o deseo de hacerlo.

[4] Neh 2,1: Era el mes de marzo del año veinte del reinado de Artajerjes… En 2,9 se
hace mención a las “cartas” para los gobernadores e intendentes de los bosques
reales.

[5] El artículo cita la tradicional obra de J. Prideaux, Histoire des Juifs, Amsterdam &
Leipzig 1755, vol. II, cap. V.

[6] Rom 3,25: Al que Dios públicamente presentó como medio de expiación por su
propia sangre, mediante la fe; Heb 2,17: De aquí que tuviera que ser asemejado en
todo a sus hermanos, para llegar a ser sumo sacerdote misericordioso y el en las
relaciones con Dios, a n de expiar los pecados del pueblo.

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[7] Cfr. La Biblia de Jerusalén, Bilbao 1998, 1320, en nota a 9,26. Coincidiría también
con el “príncipe de la Alianza” de Dan 11,22, aunque en este último caso la
identi cación con Onías III parece más justa.

[8] Cfr. P. Winandy, Etude philologique de Daniel 9: 24-27, 1977, 279.

[9] Cfr. Flavio Josefo, Bellum Iudaicum (Las guerras judías), VI, 250; VI, 268-9.

[10] Otra interpretación, de Bouges y Newman, ven las “setenta semanas” como
setenta ciclos de siete años, partiendo del decreto emanado por Artajerjes II, que
cae en el ciclo sabático del 450 al 444, e y llega a la muerte del Mesías en el ciclo
sabático que va desde el 28 d.C. hasta el 34 d.C., coincidiendo con los años de la
muerte de Jesús (RC. Newman, Public theology and prophecy data: Factual evidence
that counts for the biblical worldview, Journal of the Evangelical Theological Society
46/1, March 2003, 79–110).

[11] Cfr. H. Hoehner, Chronological Aspects of the Life on Christ, pp. 59-60; R.M.
Gundry, The Church and the Tribulation, Zandervan 1973, p. 190.

[12] No es algo que sea inusual en la literatura de tipo apocalíptico y del mismo libro
de Daniel, que en el capítulo 11, después de una minuciosa descripción profética de
eventos que esta vez así parecen coincidir con la persecución de Antíoco IV
Epífanes, de golpe salta en el tiempo, y con la expresión: Al nal de los días (o de los
tiempos)…, describe eventos aparentemente no registrados en la historia, que
podrían hacer referencia la nal de los tiempos, en la interpretación tradicional.

[13] Lc 19, 41-44: Cuando se acercó, al contemplar la ciudad, lloró por ella, diciendo:
«¡Ah, si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ¡ay!
queda oculto a tus ojos. Porque días llegarán sobre ti, en que tus enemigos te
cercarán de empalizadas, te sitiarán y te oprimirán por todas partes; te arrasarán a ti
y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por no haber
conocido el tiempo en que fuiste visitada».

[14] F. Josefo, Antigüedades de los Judíos, X, 7, 275-277.

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9/11/2019 La profecía de las setenta semanas

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P Carlos Pereira - 19 Posts - 0

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El P. Carlos D. Pereira es sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado, al cual ingresó desde su
fundación, en 1984. Fue ordenado sacerdote el 8 de diciembre de 1990. Es licenciado en Exegesis
de Sagrada Escritura por el Ponti cio Instituto Bíblico de Roma (1995) y doctor en Teología Bíblica
por la Ponti cia Universidad Santo Tomás de Aquino de la misma ciudad (2004).

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