Sunteți pe pagina 1din 3

‘’El viaje más largo’’

Rubén Mercado Rodríguez


En una hermosa primavera, viaje a donde viven mis yayos (abuelos) un pueblito
pequeño pero con grandes personas. Primeramente ellos me sorprendían dado
que se amaban como la primera vez que se conocieron o con mayor intensidad,
esa era una historia como la de los cuentos de hadas, siempre llevaba una gran
sonrisa en su cara, inclusive caminaban de las manos juntos y no se separaban
por nada.

Por lo cual yo soñaba con encontrar a un amor así, una persona que llene
mi vida de alegrías, que este conmigo en las buenas y en las malas, que sea la luz
de mí existir, y con sus caricias haga brillar mi vivir.

-Cierto días les pregunte a mis yayos (abuelos), ¿Cómo le hacían para ser felices,
y que nada los quebrante?

Mi yayo (abuelo) dijo:


- El amor, dado que es aquel que permanece intacto al pasar el tiempo.
Mi yaya (abuela) sonrió tiernamente y miro a los ojos a mí yayo (abuela) diciendo:

-Por qué el amor es eso, envejecer amándose sin darse cuenta.

Esas palabras eran tan inspiradoras, tan dulces, muy lindas.

Asimismo por un lado me sentía feliz al lado de mis ‘’yayos (abuelos) ’’, era
un ambiente muy tranquilo, diferente a lo que pasaba en casa con mis taitas
(padres), ellos solo pasaban discutiendo, a veces sentía que la magia del amor se
había apagado en ellos. Aunque trataban de disimularlo, pero yo ya estaba grande
y me daba cuenta.

La mayoría de tiempo era feliz, pero a veces lloraba solo en mi cuarto, pues mis
taitas (padres) no se acordaban de mí, no me llamaban, ni siquiera para
preguntarme como estaba, pero mi yaya (abuela) siempre me consolaba y me
decía que seguro era porque estaban trabajando, con muchas cosas que hacer.
Sin embargo un día salí a caminar al parque a distraerme un poco. Me
divertí mucho viendo a los churumbeles (niños) jugar. Cuando regresaba a casa
recibí una llamada de un familiar, en la que me decían que mis taitas (padres)
habían muerto por un accidente de tránsito mientras discutían. En ese momento
me sentía destrozado, lo único que hice fue sentarme en la calle a llorar. Las
personas pasaban y me miraban pero nadie sabía el dolor que llevaba dentro de
mí. Sin embargo una rapaza (joven) pasa y me ve sentado llorando, me dice:

-¿Por qué estas sentado en el piso? ¿Y llorando?

-Yo solo la ignore, para que me dejara solo.

Tanta era la insistencia de esa rapaza (joven), que logro que le cuente lo que sucedía, luego de esto el callo
unos momentos, me abrazo, y me dijo:

-Ya no llores, tus taitas (padres) están en un mejor lugar, ellos están con Dios en el Cielo desde ahí
velaran tus sueños, y guiaran tu vida.

-Vamos te llevo a tu casa en mi carro, para que no vallas solo.

Yo no sabía si confiar en una desconocida, pero lo termine haciendo, ella me ayudaba a


tranquilizarme, así fue como llegamos a casa, luego se despidió, y mis yayos (abuelos) le agradecieron lo
que hizo, eso fue muy amable de su parte.

En cambio pasaron los días tuve que fortalecerme, superar lo que había
pasado, pero siempre recordaba a esa rapaza (joven) que me dijo palabras muy
sabias, por cierto no había sabido nada de ella, ni siquiera le pregunte su nombre.

Después de un tiempo mis yayos (abuelos) me propusieron, que continúe


mis estudios en un colegio cercano, yo acepte. Un día caminando hacia mi salón
de clase, el lugar en que me impartirían conocimientos, el sitio en donde conocería
amigos, amigas, compañeros y compañeras. Sin fijarme tropecé con aquella
rapaza (joven) que me consoló cuando me sentí triste, y al parecer se dirigía al
mismo lugar que yo.

Le pregunte su nombre:

-Me dijo, mi nombre es Dayana, y me alegra que estés mejor.


Me pregunto mi nombre:

-Oscar Hernández, le respondí

-Dayana Martínez (Dijo):

Así como tu nombre debes triunfar en la vida, no dejarte vencer, luchar y conseguir lo que quieres.

Luego de que pasaran los días ambos nos habíamos convertido en mejores
amigos, nos comprendíamos, y divertíamos mucho, tenía mucha confianza en ella,
y creo que ella también en mí. Esta rapaza (joven) tenía algo especial y a la vez
diferente a las demás, era única, linda y me agradaba. Cuando me sentía triste me
consolaba, cuando estaba solo me hacía compañía y me apoyaba, ella se estaba
convertido en la mujer de mis sueños, pero no podía decírselo, temía perder su
amistad, no quería que se alejara. Para mi bastaba con que fuese mi amor
platónico.

Perdía la noción del tiempo al pensar en ella, no podía dejar de pensarla ni


un solo instante, no lograba concéntrame en las clases, pues se había adueñado
de mis más dulces anhelos y sentimientos.

Finalmente decidí alejarme un tiempo de ella, aunque perdiera su amistad


para tratar de borrarla de mi mente, pero me resultaba imposible, no podía olvidar
su mirada profunda y encantadores labios, su sonrisa tierna y angelical, su
esencia que me enamoraba, lo tenía grabado en mí y era imposible sacarlo de mi
ser.

*Estas fueron las últimas palabras escritas en su diario por Dayana en 1910 después
de la Segunda Guerra Mundial, después de su muerte en 1988 dejo entre sus pertenencias este
diario tan hermoso que después se me fue dado a mí por mi mamá para seguir contando la
hermosa historia.

Oscar Jr. Mercado Hernández.

S-ar putea să vă placă și