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El Análisis Transaccional
El Análisis Transaccional es una teoría de la personalidad y de las relaciones humanas con una
filosofía propia que, en la actualidad, se aplica para la psicoterapia, el crecimiento y el cambio
personal u organizacional en numerosos campos. Sus conceptos se expresan por medio de un
vocabulario sencillo y original buscando ante todo la comprensión de los fenómenos por parte de
todos.
Los Orígenes:
El Dr. Eric Berne (1910-1970), médico psiquiatra, fue el fundador, principal creador e innovador del
Análisis Transaccional. Elaboró su modelo a partir de sus observaciones en la psicoterapia de
grupo a principios de los años cincuenta. En su elaboración reconoce la influencia de sus maestros
Paul Federn y Erik Erikson, con quienes se psicoanalizó. Siempre fue respetuoso con las teorías
psicoanalíticas en las que se formó. Se rodeó de un equipo de colegas y organizó regularmente
unos seminarios en San Francisco, California, para compartir sus experiencias como terapeutas de
grupo y con vistas a desarrollar un modelo de "psiquiatría social" basada en el estudio de las
interacciones entre las personas, que llamó Análisis Transaccional.
La filosofía del Análisis Transaccional, basada en la filosofía humanista, parte del principio de que
“todos nacemos bien”. Berne decía metafóricamente “todos nacemos príncipes y princesas”.
Después en nuestras relaciones con los demás tomamos decisiones autolimitadoras con las que
nos convertimos en “sapos o ranas encantadas”.
El segundo principio en que se basa el AT es que todos tenemos un cierto potencial humano
determinado por los condicionamientos genéticos, circunstanciales de salud, y sociales de origen y
procedencia, pero un cierto potencial humano, que podemos desarrollar.
El tercer principio en que basa su filosofía el A.T. es que todos podemos cambiar en pos de la
autonomía y tenemos los recursos necesarios para hacerlo. Estos recursos pueden ser personales
o relacionales e incluyen la posibilidad de tomar nuevas decisiones más autopotenciadoras.
Estados de la personalidad
- La intimidad o capacidad de abrirme al otro, estar próximo, cercano y ser auténtico con el
otro con reciprocidad.
Comprender como entramos en relación con los otros, lo que buscamos en nuestras relaciones y
cuales son nuestras raíces ocultas que nos hacen reaccionar de manera repetitiva.
Sentir y tomar conciencia de qué es lo que pasa en nosotros y por tanto de que necesitamos,
deseamos y de cuales son nuestras metas.
Actuar y tomar la iniciativa para poner en marcha los cambios personales, relacionales u
organizacionales. Utilizar los Permisos, Protecciones y la Potencia necesarios para alcanzar
nuestro desarrollo y evolución.
Instrumentos AT
En realidad, todos los instrumentos describen la conducta del individuo o un grupo en un momento
dado, pero desde puntos de vista, ó niveles diferentes.
1.- Análisis estructural: Padre, Adulto y Niño. ¿Qué actúa en mí?. Es la fase intrapersonal del AT.
2.- Análisis de las transacciones: ¿Qué comunicación establezco con los demás?. Qué parte de
nuestra personalidad predomina para comunicarnos con los demás; es la fase interpersonal.
3.- Caricias: ¿Qué doy y qué busco en los otros? La importancia del reconocimiento, el contacto
físico, verbal y de otros tipos.
4.- Posición existencial: Cómo me veo (percibo) y cómo veo a los demás.
5.- Estructuración del tiempo: Qué hacemos con nuestro tiempo. ¿Cómo ocupo mi vida?
8.- Argumento de vida: ¿Quién me arrastra a actuar siempre así? Otro aporte fundamental de
Berne. La formación de nuestro "guión" de vida en la infancia, nuestra "programación" inconsciente
en contraparte con la posibilidad de adquirir autonomía en nuestras propias decisiones (metas de
vida).
9.- Miniargumento: Una secuencia repetitiva de conductas individuales, a partir de ideas erróneas,
socialmente aceptables.
Guiones Parentales
Es en análisis transaccional un “plan” sobre la propia vida, más o menos “previsto” en la infancia,
generalmente antes de los siete años, el cual podemos estar siguiendo ahora, más o menos
inconscientemente, determinando, en mayor o menor grado, parte de nuestra vida y de sus
circunstancias y vicisitudes.
Sorprendentemente, el niño, por lo general aún teniendo menos de 7 años, necesita ya dar una
primera respuesta a las preguntas: ¿quién soy yo?, ¿quienes son los demás? y ¿qué haré en la
vida? en realidad, a esta edad no se trata de una necesidad propiamente de tipo existencial, sino
de una necesidad psicológica para sobrevivir. Pero lo que sucede entonces es que los primeros
datos con que se responde a estas preguntas se van obteniendo de las experiencias buenas y
malas (y de las caricias que se reciben en estas experiencias) que se viven con las figuras
parentales, en especial con los padres, pero también con otras figuras cuidadoras. Sean quienes
sean, son como espejos en los que el niño se va mirando y descubriendo, pero que, con
frecuencia, no son todo lo fidedignos que deberían ser, sino que a veces son gravemente
distorsionantes. El problema es que entonces, con las imágenes que nos reflejan los demás, el
niño va configurando las primeras conclusiones sobre su identidad, unas conclusiones prematuras
-y nunca mejor empleado el término- alrededor de la cual se configura el guion.
Por tanto, el guion está basado en las influencias parentales y en las decisiones que va tomando
ante ellas el niño para poder sobrevivir.