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(1996)
Cuestiones de identidad cultural
Stuart Hall
¿Por qué no renunciar a la identidad? (p. 13 – 14)
En “¿Quién necesita identidad?”, el texto introductorio de Cuestiones de identidad cultural
(1996), Stuart Hall señala que, en ese momento1, la noción de una identidad integral
originaria y unificada ya había sido problematizada por varias disciplinas. La filosofía, por
ejemplo, había planteado de forma generalizada la crítica del sujeto autónomo situado en el
centro de la metafísica occidental poscartesiana y el psicoanálisis había puesto en evidencia
la importancia del inconsciente en los procesos de formación de la subjetividad.
Dentro de ese panorama teórico, Hall admite que es natural preguntarse cuál es la necesidad
de proponer otro debate en torno a la identidad y ofrece dos maneras de responder ese
interrogante. La primera consiste en abordar la cuestión desde un enfoque deconstructivo
reconociendo que conceptos como el de la identidad no deben ser borrados sino tachados,
pues aunque presentan numerosas limitaciones, no han sido superados dialécticamente y no
existen otros enteramente diferentes que puedan reemplazarlos. Por ende, debemos ponerlos
en cuestión –tacharlos–, pero no renunciar a ellos –borrarlos–.
La segunda respuesta consiste en reconocer que a pesar de las múltiples críticas a las que ha
sido sometida, la identidad tiene un papel fundamental en la cuestión de la agencia y la lucha
política, pues numerosos grupos sociales han conquistado derechos que les fueron negados
durante años o siglos gracias a la conformación de identidades específicas determinadas por
la raza, el género, la preferencia sexual o la clase social. Para analizar los poemas de CAG,
podrían invertirse los argumentos: porque es importante políticamente, no debemos renunciar
(completamente) a ella. Los poemas de CAG tienen una clara intención política (denuncian
la discriminación a la que son sometidos los migrantes y exigen que sean reconocidos dentro
de la “americanidad” a nivel social y cultural).
Si la identidad ha sido problematizada por tantas disciplinas, ¿por qué seguir usándola?
1
Es importante recordar que esta compilación de textos fue publicada en 1996
Identificación (¿Identidad tachada?) (p. 15 – 17 – 18)
Se construye sobre la base del reconocimiento de algún origen común o unas características
compartidas con otra persona o grupo o con un ideal y con el vallado natural de la solidaridad
y la lealtad establecidas sobre este fundamento. En vez de ser algo dado o natural, es una
construcción, un proceso nunca terminado: siempre «en proceso». Una vez consolidada, no
cancela la diferencia. La fusión total que sugiere es, en realidad, una fantasía de
incorporación.
La «identidad tachada» acepta que las identidades nunca se unifican y en los tiempos de la
modernidad tardía están cada vez más fragmentadas y fracturadas; nunca son singulares, sino
construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a
menudo cruzados y antagónicos. Están sujetas a una historización radical, y en un constante
proceso de cambio y transformación.
“Es preciso que situemos los debates sobre la identidad dentro de todos esos desarrollos y
prácticas históricamente específicos que perturbaron el carácter relativamente «estable» de
muchas poblaciones y culturas, sobre todo en relación con los procesos de globalización, que
en mi opinión son coextensos con la modernidad y lo procesos de migración forzada y «libre»
convertidos en un fenómeno global del llamado mundo «poscolonial»” (p. 17). Los debates
en torno al concepto de identidad se dan en un contexto en el que el carácter relativamente
estable de varias culturas se vio perturbado.
“Las identidades tienen que ver con las cuestiones referidas al uso de los recursos de la
historia, la lengua y la cultura en el proceso de devenir y no de ser; no «quiénes somos» o
«de dónde venimos» sino en qué podemos convertirnos, cómo nos han representado y cómo
atañe ello al modo como podríamos representarnos. Las identidades, en consecuencia, se
constituyen dentro de la representación y no fuera de ella” (p.17 – 18)
“No es el presunto retorno a las raíces, sino una aceptación de nuestros caminos” (p 18).
“La identidad se relaciona tanto con la invención de la tradición como con la tradición misma
y nos obligan a leerla no como una reiteración incesante sino como «lo mismo que cambia»:
no el presunto retorno a las raíces sino una aceptación de nuestros caminos” (p 18).
“La identidad surge de la narrativización del yo, pero la naturaleza necesariamente ficcional
de este proceso no socava en modo alguno su efectividad discursiva, material o política, aun
cuando la pertenencia, la «sutura del relato» a través de la cual surgen las identidades resida,
en parte, en lo imaginario (así como en lo simbólico) y, por tanto, siempre se construya en
parte fantasía o, al menos, dentro de un campo fantasmático” (p. 18) Las identidades tienen
una dimensión ficcional o narrativa, pero esto no les resta potencial político. Commented [SPQH1]: De hecho, esto podría ir en la
introducción.
Precisamente porque las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él,
debemos considerarlas producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el
interior de formaciones discursivas y prácticas discursivas específicas, mediante estrategias
enunciativas específicas.
Identidad y diferencia
“Las identidades pueden funcionar como puntos de identificación y adhesión solo debido a
su capacidad de excluir, de omitir, de dejar «afuera». La unidad, la homogeneidad interna
que el término identidad trata como fundacional no es una forma natural sino construida de
cierre y toda identidad nombra como su otro necesario, aunque silenciado y tácito, aquello
que le «falta»” (p. 19)
Butler reconoce que las identidades presentan limitaciones, pero subraya que no por sus
defectos teóricos deben ser abandonadas, pues tienen un gran potencial político.