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EL MUNDO CLASICO

A) LA CIVILIZACION GRIEGA.

1. LA BASE CULTURAL.

1.1. Los siglos oscuros (1100.750 a.C.).

Dentro de este amplio apartado, intentaremos definir los rasgos definitorios de la cultura griega a
través de la propia evolución histórica de la civilización que la creó. Empezaremos por la etapa
denominada como la de los siglos oscuros (1100-750 a.C.), "oscuros" por la sencilla razón de que
ignoramos mucho acerca de lo que sucedió en ese tiempo. Sin embargo, hoy en día se considera que
podemos hablar de "griegos" desde el 2000 a.C., es decir, desde la etapa llamada micénica. Esta
civilización, eminentemente guerrera, tuvo un floreciente desarrollo cultural que incluía el uso de la
escritura, pero desapareció bruscamente y provocando un retroceso que, al final, resultó beneficioso. En
efecto, hacia el año 1000 a.C., tras las invasiones dorias, desapareció el uso de la escritura, al ser
eliminado la institución que la sustentaba: los palacios. Al mismo tiempo, las convulsiones de
esta época hundieron el comercio en el Mediterráneo oriental, lo que significó el aislamiento de la
cuenca del Egeo, que tuvo que vivir de sus propios recursos. Y es apartir de esta situación, en
principio negativa, cuando la región conquistó una cultura homogénea.

Manifestación indudable de dicha cultura homogénea fue la expansión de la lengua griega. Todo el
Egeo hablaba griego, aunque en diferentes dialectos. Aunque diversa, la lengua griega se impuso con
claridad a las lenguas del Próximo Oriente, gracias a su precisión y capacidad de expresar conceptos
complejos.

Otro componente común lo constituía la cerámica protogeométrica (1050- 900 a.C.) y


geométrica (900- 750 a.C.). Durante la invasión dórica, se diluyeron los oficios arquitectónicos y
escultóricos, perviviendo tan sólo aquellas tareas artesanales necesarias para la vida cotidiana: los
trabajos de la cerámica, la madera, el tejido y los metales. La cerámica es el resto material más
esclarecedor de la época, aunque sólo han sobrevivido aquellas piezas objeto de donaciones fúnebres, es
decir, que contenían aceite, vino y todas las demás provisiones que se creía que necesitaba el difunto.
Estas vasijas, sencillas y sólidas a la vez, decoradas con líneas horizontales y motivos circulares, se
extendieron desde las regiones sudorientales de Grecia por toda la cuenca del Egeo. En ellas
podemos apreciar una simplificación de las partes, una acentuación de la armonía y de la
proporción y un sentido del orden típicamente griegos. Una vez que el protogeométrico arraigó, la
cerámica experimentó un cambio que denotaba una mayor estabilidad social: los alfareros elaboraron
una decoración más compleja basada en el sistema de línea y compás; se trata del estilo geométrico,
un estilo que se extendió en numerosas variantes pero que fue esencialmente importante en Atenas.
Como las vasijas más bellas de este tipo se encontraron cerca de la gran puerta occidental de Atenas
llamada Dípilo, se denomina también estilo Dípilo. Sus rasgos diferenciadores son la aparición de la
figura humana, aunque de forma muy esquemática. Como su función era ser enterradas con los
muertos, suelen representar difuntos a los que lloran sus deudos, cortejos fúnebres con carros y guerreros,
o bien escenas de batallas; algunas llegan a dos metros de alto. Las grandes vasijas Dípilo
demuestran que a mediados del siglo VIII a.C., las características fundamentales de la
mentalidad griega, como la concentración, el equilibrio y las proporciones, ya estaban adquiridas.

La más importante mitología de la civilización occidental fue elaborada por los griegos. Dicha
mitología se caracteriza por su humanidad y por su naturaleza estética. En algún caso la mitología griega
ha recogido relatos del Próximo Oriente pero la mayoría de ellos son de origen local o derivan de mitos
micénicos. A menudo tuvieron la misión de explicar los fenómenos naturales, aquellos mitos que luego
rechazarían los filósofos griegos.

Según la mitología griega, el mundo estaba dominado por los dioses, los cuales tenían aspecto
humano pero eran más poderosos e inmortales. En general, estos dioses o héroes eran favorables a los
hombres, como Heracles, figura nacida en Tebas y adoptada por los dioses. Heracles realizó muchos
trabajos para librar al Peloponeso de diversos monstruos y, sin duda, es el héroe de la Antiguedad.

Los mismos conceptos que engendraron la mitología, dieron lugar también a la Epica, con la
diferencia de que ésta última tomó forma literaria. Los temas de los poemas más importantes eran
guerreros y otras aventuras de héroes que vivieron durante la guerra troyana e inmediatamente después
de ella. Esta guerra la encabezó por parte helena, Argamenón, rey de Micenas, para reconquistar a la
hermosa Helena, que había sido raptada. Junto al rey de Micenas luchaban héroes griegos como
Odiseo, Aquiles, etc. Y contra los griegos luchaban Paris, su hermano Héctor y otros guerreros
mandados por el rey de Troya, Príamo. Micenas existió y también Troya. Tras los hechos narrados en la
epopeya hay un núcleo de verdad que podemos interpretar en el sentido de que los piratas micénicos
atacaron una vez la ciudadela de Troya. Algunos eruditos sostienen que la épica troyana es un cuadro
detallado del tardío mundo micénico; sin embargo, parece más razonable entender que la épica
desarrolló su contenido a través de los siglos. Los cantores recitarían poemas que ensalzaban los
grandes días en que los jefes micénicos realizaron sus hazañas en tierras lejanas, creando así una
tradición épica oral, que recogería en parte, a comienzos del siglo VIII a.C. el gran poeta Homero en la
Iliada.

La acción se desarrolla en el décimo año de la guerra de Troya. Dejando aparte la disección entre
el trasfondo histórico y la invención poética, la Iliada retrata la concepción de la humanidad
griega, a diferencia de otras epopeyas como la mesopotámica de Gilgamesh. De ella se desprende el
orgullo de la propia raza humana, aún dentro de un universo gobernado por los dioses. Así, los hombres
descubren el destino unívoco de la muerte, pero a su vez descubren valores como el "honor": Aquiles sabe
de antemano que si va a Troya morirá allí, pero su honor le impulsa a acudir, sabe que los dioses lo
determinan todo, pero es libre de actuar como quiere). El poema asumirá, de este modo, para los
griegos de épocas posteriores, un significado tan grande como el que tendrán la Biblia y Shakespeare
para los pueblos de lengua inglesa.

Otro gran poema de la antigua Grecia fue la Odisea, siendo éste más discursivo, con una trama más
variada. Tanto esta obra como la anterior no hubieran llegado a nosotros si los griegos no hubieran
aprendido a escribir de nuevo antes del 700 a.C. Y esto se produce, en algún momento del siglo VIII
a.C., cuando algunos viajeros griegos aprendieron el alfabeto fenicio y lo adaptaron a su lengua.
Simultáneamente, el nuevo alfabeto griego fue recogido por los etruscos, que lo transmitieron a los
romanos.

1.2. La Epoca Arcaica (750- 500 a.C.).

En este período se produce la cristalización de la cultura griega:. Surgieron las artes


arquitectónicas y escultóricas, los alfareros abandonaron el estilo geométrico y pasaron a una
decoración más libre y movida recogida de la épica y de la vida cotidiana, la literatura amplió
horizontes al tiempo que se especializó en un localismo patriótico que corría paralelo al desarrollo de
la polis, etc.

En el terreno de la cerámica, entramos en un período que denominamos orientalizante. Su principal


novedad es la profusión decorativa, la amplitud de motivos (floral, animal y humana) y la variedad de
formas, rompiendo así con el equilibrio ático. Su nombre indica una vuelta a los estilos más naturalistas
del Próximo Oriente, pero no debemos pensar que la herencia estética e intelectual griega se habían
diluido, ya que la tradición épica y mítica estaban presentes en escenas claramente definidas. En esta
revolución de la cerámica destacan los talleres corintios, dentro de un contexto de floración de muchos
estilos, que terminarían ensombrecidos por la cerámica de figuras negras de los artistas atenienses, en
el siglo VI a.C. Fue entonces cuando se alcanzó una nueva síntesis entre la forma de las vasijas y la
decoración. En ese mismo siglo pero más tarde, empezó la producción de vasijas con figuras rojas, estilo
que floreció durante toda la época clásica.

Otra gran conquista de la época fue la aparición de la escultura monumental. Los primeros
estímulos vinieron del Próximo Oriente, donde ya desde hacía tiempo se daba una actividad estatuaria.
Pero a los griegos les animaba también su interés por el hombre y por los dioses humanizados. Los
escultores griegos, al igual que los alfareros, partieron de un limitado número de tipos, cuyos detalles
irían desarrollando. Así la escultura monumental en piedra tenía tres tipos: la figura masculina desnuda
en pie (kouros) y la figura femenina vestida en pie (kore); el tercer tipo era la figura femenina o viril
sentada. Quedaba patente la tendencia a la abstracción intelectual, ya que de la observación de los
hombres desnudos entregados al ejercicio físico, la plástica arcaica reflejaba un modelo abstracto e
idealista.

En cuanto a la arquitectura, las nuevas ciudades-Estado solamente requirieron como edificación


pública, en un principio, el templo de la divinidad. Su origen es sencillo y se basa en la casa común de
las aldeas griegas: el megarón: una sala rectangular con un lar en el centro, flanqueada por
pilastras que sostenían el techo. Ante la sala había un pórtico apoyado en dos pilastras o columnas.
Para su construcción se empleaba la piedra o ladrillos de barro; el techo se hacía con ramas
recubiertas con barro. En el siglo VII a.C. se produce una variación apreciable: los techos se hacen
ahora de tejas y empiezan a aparecer una serie de elementos que llevan progresivamente al ideal del
Partenón. El templo se concebía como un "joyero" apoyado en una plataforma que debía custodiar la
imagen del dios; la mayoría de las actividades religiosas se desarrollaban fuera, en el altar al aire libre
que había ante el templo. Cuando el mundo griego se hace lo suficientemente rico, proliferarán los
templos al tiempo que se extenderá el recinto sagrado, recinto que contendrá los relieves y estatuas más
bellos del arte griego.

En los centros urbanos de las polis griegas, por su parte, el aumento de la población y una vida
social más compleja hicieron necesaria la construcción de edificios públicos profanos. La empresa más
costosa fue la de rodear con murallas a toda una ciudad. Por último, se mejoraron los puertos y se
les protegió con muelles.

En el campo de la literatura también se produjeron cambios que tendían a una mayor agilidad. Esto se
refleja en Los trabajos y los días de Hesíodo, una obra mucho más personal que intenta explicar la
presencia de la injusticia en el mundo; para ello recurre a relatos como el del mito de Pandora. Los
dioses, al igual que en Homero, son representados como figuras poderosas, pero en este caso son
además principios o fuerzas morales. Hesíodo fue el primer poeta de la historia griega que habló en
primera persona. Atribuido a este autor, existen muchos poemas épicos, de entre los que destaca la
Teogonía, que trata de los orígenes de los dioses, y Las Eeas, que describe las uniones de dioses con
seres mortales, origen de algunas de las grandes familias aristocráticas de Grecia. La primera de
estas obras fue el terreno en el que se originó la especulación filosófica griega, iniciada en el siglo VI
a.C. Los primeros filósofos daban gran importancia al juego de los contrarios y concebían las
sustancias físicas en términos divinos.

Pero el primer gran poeta que participa por completo del pensamiento del siglo VII a.C. es Arquíloco
de Paros. Este rompe con la épica del pasado empleando metros ágiles que se adaptaron a los versos
populares. Sus poemas, pese a la determinación divina, reflejan directamente sus amores, odios y
peripecias guerreras, todo centrado en el presente. Ya en el siglo VI a.C., la literatura se ve impregnada
del pensamiento aristocrático imperante, como podemos apreciar en los fragmentos de las obras
conservadas de numerosos poetas.
Pasamos ahora a tratar otro capítulo importante de la cultura griega como es la religión. Desde los
tiempos más antiguos, ésta ha impregnado todos los aspectos de la vida helena: la poesía coral
(dedicada a las fiestas religiosas), la comedia y la tragedia ática, las obras escultóricas, la arquitectura,
etc. La misma polis era a la vez un centro político y religioso. Sin embargo, a diferencia de la
mayoría de las religiones modernas, la finalidad del culto en Grecia era proteger a los hombres
durante su vida y asegurar la pervivencia del grupo. Los problemas de otra vida después de la muerte, de
la moral individual y del origen del mundo, pasaban a un segundo plano.

En el siglo VII a.C. existían varios niveles religiosos. El más visible es el de los dioses del Olimpo.
Desde el momento en que éstos eran "aristócratas divinos", interesaban sobre todo a las clases superiores
de la sociedad griega y ocuparon un puesto relevante en los testimonios literarios. Los más
importantes dioses del Olimpo eran doce: el padre Zeus, su esposa Hera, Poseidón, Hestia y Deméter
(hermanos de Zeus), Atenea, Artemisa, Afrodita, Apolo, Hermes, Ares y Hefesto (hijos de Zeus y de
varias madres). En general, una polis veneraba sólo a uno de estos dioses como su patrono especial, y su
culto era obligatorio para todos los ciudadanos.

Además de los grandes dioses había muchas divinidades locales, y en un plano inferior estaban los
héroes, hombres que habían realizado grandes gestas y eran venerados junto a sus tumbas, ya como
protectores, ya como espíritus. En el campo, junto a las fuentes o en las colinas, vivían
innumerables ninfas, sátiros, centauros y otras criaturas veneradas por el pueblo bajo como
personificación de las fuerzas desconocidas de la Naturaleza. Algunos importantes problemas de la
vida práctica como la preocupación por las buenas cosechas, la cría de animales, o asegurarse una
prole, se sentían en el mundo griego antiguo con una mentalidad religiosa en lugar de nuestra mentalidad
científica. Los cultos de la fertilidad no aparecen en Homero, pero los testimonios materiales
demuestran su presencia (estatuillas y tablillas de terracota).

Una diferencia esencial respecto al Próximo Oriente, es que sacerdotes y ritos tienen mucha menos
importancia. Por otra parte, aunque el pensamiento religioso griego nunca llegó a establecer un nexo
entre la moral y los dioses -como habían hecho los profetas hebreos-, los poetas y otros representantes
de la comunidad empezaron a sostener con firmeza que la justicia debía ser un ideal de la polis, y
se difundió una nueva interpretación de los dioses olímpicos como custodios de dicho ideal.

La sociedad griega demandaba dioses que aliviaran sus problemas y tensiones. En este sentido,
adquirió gran importancia el culto de Apolo, una antigua divinidad que se convirtió en un legislador,
patrón de la música y de la poesía, y que a través de los oráculos daba consejos y ayudaba a las
conciencias atormentadas. Su santuario más importante fue el de Delfos. A medida que la figura de
Apolo creció, acabó por personificar el racionalismo griego. En contraste con éste, Dionisio -dios del
vino- representaba lo emocional, y dio origen al gran drama ático. Otro culto que sobresalía era el de
Deméter en Eleusis. De aquí surgió uno de los fenómenos más misteriosos de Grecia. En general,
la religión griega era optimista y confiada.

En el siglo VI a.C., se inició un análisis racional del mundo físico, mediante una ley comprensible y
un deliberado estudio del hombre como ente autónomo y pensante dentro de este mundo. Este
análisis se denominó filosofía o "amor a la sabiduría", e incluía en una misma búsqueda lo que
nosotros diferenciamos hoy en Filosofía y Ciencia.

Los primeros filósofos vivieron en Jonia (quizá favorecidos por el contacto enriquecedor con el
Próximo Oriente). Se conoce como el primero a Tales de Mileto, cuya aportación fue la de interpretar
el mundo como consecuencia de causas naturales racionales. Es también significativo que con Tales se
iniciara un análisis crítico de los problemas planteados por la propia búsqueda de conocimiento. Les
siguieron Anaximandro de Mileto, que planteó otra visión más compleja de los orígenes de las cosas
(fuerzas opuestas: frío y calor; húmedo y seco; etc.), y Anaximandro. Estos hombres no eran
experimentadores científicos sino que procedían aplicando su lógica y su intuición a la evidencia real y a
las hipótesis disponibles. Vivieron en un mundo en rápida transformación, donde las tradiciones
religiosas eran débiles y fueron los iniciadores de un análisis naturalista, racional, del mundo físico, que
colocaba al hombre en el centro de éste.

Una vez iniciada, la investigación filosófica se trasladó al polo geográfico opuesto de Grecia. Este
desplazamiento se debió en especial a dos filósofos: Pitágoras y Jenófanes, que emigraron desde Jonia a
las colonias occidentales. Pitágoras amplió el campo de la filosofía más que ningún otro pensador de la
historia. Parte de su especulación pertenece propiamente dicha al terreno de la ciencia. Pero sus
descubrimientos en el campo de la geometría o de la música tuvieron menos importancia que su
concepción filosófico-religiosa del mundo, que predicaba a un grupo de devotos discípulos. La
finalidad era mejorar el alma humana (Pitágoras fue uno de los primeros que separaba el alma del
cuerpo). Su misticismo tuvo gran influencia sobre pensadores posteriores. En cuanto a Jenofanes de
Colofón, fue un feroza crítico del pensamiento aristocrático de su época, del lujo de su patria y de la
importancia que los griegos atribuían al atletismo. Era profundamente escéptico sobre las posibilidades
humanas de alcanzar la verdad, escepticismo que aplica en particular a la religión de su tiempo.

1.3. La Edad Clásica (siglo V a.C.).

La forma literaria que manifiesta de modo más inmediato y brillante las características de la cultura
del siglo V a.C., es el drama ateniense, y en especial la tragedia. Las tragedias y las comedias del siglo
V eran encargadas por el Estado y se representaban en las fiestas religiosas en honor del dios Dionisio.
El teatro estaba formado por una orquesta circular con un altar de Dionisio en torno al cual desfilaba o
danzaba solemnemente el coro y un telón fijo que representaba un templo o un palacio. Los actores
propiamente dichos recitaban sobre bajos peldaños enfrente del escenario o bien, si interpretaban papeles
de dioses, aparecían en una balconada situada más arriba. En las fiestas populares más antiguas sólo
actuaba el coro, e incluso después de que se confiaran papeles individuales a los actores, el coro
conservó un papel importante. Sin embargo, progresivamente fue limitándose su papel al de un
espectador ideal.

En un drama podían intervenir numerosos personajes pero en el escenario nunca aparecían


juntos más de tres actores, y como éstos solían cubrirse el rostro con máscaras, podían fácilmente
doblar varios papeles. Los personajes femeninos eran interpretados por hombres. Algunas partes del
texto se contaban en forma de odas; otras, en cambio, eran una especie de ágil debate. Los argumentos
solían tomarse de leyendas de la época heróica, pero también los acontecimientos históricos podían
constituir el tema de una tragedia. La narración de una historia o de una leyenda era, de todos modos, sólo
la oportunidad que permitía a su autor reflexionar sobre la naturaleza humana; aunque grandiosos, los
personajes de la tragedia habían cometido culpas tales que los llevaban al desastre. Los autores más
destacados fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides. Sobresale una obra, Edipo rey, de Sófocles,
representada por primera vez poco después del 430 a.C. Esta, quizá, refleja el prototipo de la visión
clásica del mundo. Siempre se trata de un personaje grandioso, hombre o mujer, que es despojado
de su orgullo y precipitado al desastre, a veces con una muerte violenta. Lo que le llevaba a la ruina
eran las culpas de los hombres, porque el hombre era libre. Pero tras estos acontecimientos se hallaban
los dioses inmortales, que castigaban así un desmesurado orgullo (hybris). En la tragedia la lección moral
es que hay que cultivar la swofrosine, o sea, el justo equilibrio y la exacta conciencia de la propia
posición. No obstante, los trágicos compartían el orgullo humanista por las conquistas del hombre y por
la independencia en la acción. Como en el arte arquitectónico o escultórico, la tragedia tiene una
estructura aparentemente sencilla, austera, que omite cualquier disgresión innecesaria y las intrigas
secundarias tan típicas de los dramas shakesperianos.

Mientras la tragedia fue un producto específicamente artístico, la comedia se formó en toda Grecia
en las fiestas campestre en las que los actores se enmascaraban. Al igual que las tragedias, existía una
competición promovida por el Estado. Sin embargo, aunque eran muchos autores los que pugnaban
poara ganar el primer premio, sólo nos ha llegado once obras, todas de Aristófanes. En ellas vemos una
libre sucesión de cantos burlescos, diálogos graciosos y apóstrofes al público. El tono llegaba a tener
carácter de grosera farsa. La imprudencia con que Aristófanes atacaba a los jefes políticos de la guerra
del Peloponeso o criticaba al público por su escaso discernimiento, no ha fue superada (La tragedia
griega casi nunca aludía a hechos contemporáneos). La comedia de Aristófanes que más se representa,
incluso hoy en día, es Lisístrata, escrita en el 411 a.C., en la que las mujeres de Atenas deciden no
"entregarse" a sus maridos hasta que se restablezca la paz. Aristófanes sabía convertir su aversión a
las tendencias democráticas, imperialistas y materialistas de Atenas en una licenciosa sátira.

De entre los poetas de la Grecia del siglo V a.C., destaca Píndaro de Tebas. La producción que nos ha
llegado de este autor consiste en odas corales el loor de los atletas vencedores. Estas obras,
escritas por encargo, comenzaban con un elogio del ganador y después pasaban a un mito ligado con su
patria; solían terminar con algunas observaciones generales sobre la naturaleza humana:

"¡Somos efímeros! ¿Qué es el hombre? La sombra de un sueño. Pero cuando un rayo divino lo
toca,
Una explendorosa luz lo domina, ¡y dulce es la vida!

También destaca Simónides de Ceos, el poeta oficial de la Grecia de las guerras médicas.

Por otra parte, la prosa adquirió una forma literaria propia gracias a los historiadores, los filósofos y
los científicos. Destacan de entre los primeros Herodoto y Tucídides. En cuanto a la filosofía, hacia el
año 500 a.C., los tiempos ya estaban maduros para una crítica más profunda que la de los filósofos
jónicos. A ello se dedicaron Heráclito y Parménides. La contribución de estos dos pensadores, de ideas
opuestas, fue la de abrir grandes posibilidades de la Lógica. Para el hombre medio, gran parte de esta
especulación física y matemática acerca del origen y de la naturaleza del universo, que llevaba cada vez
más lejos del reino de los sentidos, no tenía mucho significado, pero algunos conservadores empezaron
a sospechar vagamente que podría revolucionar de modo peligroso las antiguas concepciones
religiosas de la vida.

Igual que la Filosofía se convirtió en un estudio más profundo de los diversos problemas teóricos
referentes a la comprensión del mundo, también la elaboración científica consiguió válidos progresos en
algunas áreas. Así, siguió desarrollándose la geometría, las matemáticas y la astronomía.
Empédocles, Anaxágoras y otros descubrieron las causas de los eclipses, pero ésta y otras conquistas no
pasaron del plano teórico, ya que todo el mundo creía que los eclipses eran de origen divino. Fue en el
terreno de la medicina donde se comprendió que la recolección empírica de hechos y cualquier tipo
de generalización sólo podían basarse en elementos valorados. Hipócrates (469-399 a.C.), patrono de la
profesión médica, recomendaba un tratamiento sencillo y racional para curar las enfermedades, a las
que consideraba un fenómeno natural y no un castigo inflingido por los dioses:

"Las conclusiones sacadas de motivos infundados no sirven nada. Son útiles sólo las sacadas
de la observación de los hechos."

La época clásica fue también el el culmen del arte arquitectónico y escultórico. El máximo
exponente es el templo del Partenón, dedicado a la virgen Atenea, expléndidamente decorado por Fidias
y sus ayudantes. Por su parte, Mirón y Policleto marcaron la edad de oro de la escultura. Como sus
obras eran casi todas de bronce, no han llegado hasta nosotros más que copias tardías de mármol. En
particular, Policleto fue el creador de un tipo canónico de atleta masculino desnudo, que presenta una
leve torsión del busto (Doríforo y Diadúmeno). Son atletas físicamente perfectos y dotados de una
belleza espiritual excepcional. El tratado de Policleto, Canon, fijó las normas del estilo clásico para épocas
posteriores.

1.4. Fin de la Edad de Oro (finales del s. V y siglo IV


a.C.)

La etapa denominada genuinamente clásica no duró mucho tiempo, no podía ser de otra manera si
dejamos de pensar en el mundo griego como un mundo estático e idealizado. Cada vez más se hizo más
patente una corriente individualista y abiertamente crítica, que atraía a jóvenes y asustaba a
conservadores y religiosos. Nos estamos refiriendo a los sofistas. La clase dirigente ateniense necesitaba
para sí y para sus hijos una educación intelectual y una capacidad para influir en la comunidad a
través de las ideas. Esta tarea la asumieron unos doctos maestros llamados sofistas, esto es, hombres
cuyo oficio consistía en ser sabios. El término indicaba antes, genéricamente, una persona experta en
cualquier oficio o arte, pero a partir de este período se aplicó comúnmente a "los que vendían sabiduría
a sus discípulos a cambio de dinero". El tipo de instrucción que impartían era de orden práctico,
mundano, proponiéndose estos maestros vulgarizar las ideas elaboradas por otros. Es decir, su oficio era
una elaboración consciente de la cultura griega, distinguiéndola de la no griega.

Uno de los principales instrumentos que necesitaba un maestro de hombres era la retórica. Junto a
la gramática y la dialéctica, conformarían las tres "ciencias" que constituirían el fundamento de la
educación hasta la Edad Media. También, se enseñaba geometría, aritmética, teoría musical y
astronomía.

Aunque los grandes sofistas, como Pródico, Hipias y Protágoras, impartieran sobre todo una
enseñanza que se proponía adiestrar a sus discípulos para servirse de determinados instrumentos, su
oficio les llevó después a compartir una común interpretación de la naturaleza humana, que difería
radicalmente de las concepciones heredadas de la edad arcaica. Orgullosos de su saber, se sentían
cosmopolitas, se desplazaban libremente de una ciudad a otra, y consideraban que la humanidad era
sustancialmente igual en todas partes. La última conclusión de este principio, que todos los hombres son
fundamentalmente iguales, la sacarán posteriormente los estoicos. Los sofistas, pues, trataban de
iluminar a sus ávidos discípulos sobre los móviles de las acciones humanas y de buscar las leyes
generales que impulsan a los hombres en su ambiente social. Desde el punto de vista político,
distinguían claramente entre las leyes fundamentales de la Naturaleza y las artificiales de la polis.
Protágoras, uno de los sofistas más rigurosos, enunció la famosa opinión de que el hombre es la medida
de todas las cosas, y el poeta Aristófanes, en Las Nubes, ponía de relieve con amargura, ridiculizándolo,
el hecho de que en la práctica se enseñaba la retórica sin tener en cuenta la moral; es decer, un hábil
orador podía demostrar la justicia según quisiera, del lado bueno o del malo de una acción.

El pensamiento sofista no se limitaba a ataques directos contra el principio de fidelidad comunitaria


a las leyes de la polis y los dioses. Algunos afirmaban abiertamente el principio de que en los
asuntos internacionales debía prevalecer la razón del más fuerte, doctrina vigente en la práctica. Critias
declaraba abiertamente que los dioses eran una astuta invención de los gobernantes para hacer respetar
las leyes que ellos promulgaban. También, aunque en una posición diferente a los sofistas, Sócrates
anteponía sus personales ideas sobre los deberes del hombre a las prescripciones del Estado y de la
religión convencional.

Sócrates pasó su vida impugnando las normas a que se atenían sus conciudadanos atenienses. Al
hacerlo así, desarrolló el famoso método socrático, que consistía en sondear la opinión del interlocutor,
demostrarle la inconsistencia de sus creencias y hacer admitir a la "víctima" su completa ignorancia,
primer paso hacia la verdadera sabiduría. La contribución de Sócrates fue, por tanto, una
comprensión menos dogmática. A diferencia de los sofistas, Sócrates se interesaba por problemas
morales, y su crítica no es puramente negativa de las viejas creencias. La principal diferencia entre el
pensamiento filosófico y el postsocrático radica en la fuerza crítica, sistemática, con que Sócrates planteó
los problemas de la ética. Los que le sucedieron marcaron más diferencias, como es la
elaboración de sistemas metafísicos. La vida del hombre y la existencia del mundo deben tener un
significado. La condena a muerte de Sócrates en el 399 a.C. lo convirtió en el mártir de la libertad de
pensamiento de la Antiguedad.
En otros campos también encontramos pioneros de la crítica social. Así, Eurípides ejerce una crítica
radical de la religión y de las normas sociales. Una de sus tragedias, Hipólito, es un estudio sobre la
pasión sexual, en pugna con las convencionales exigencias del matrimonio. De los dioses decía que
"creemos en ellos por convención, y también lo que definimos como justo e injusto es pura
convención.". Por otro lado, Tucídides, en el campo de la Historia, escribió sobre la guerra del
Peloponeso. Se diferenciaba de Herodoto en que su obra no era tanto una crónica de sucesos como un
estudio de las causas que habían detrás de los hechos, con el fin de sacar conclusiones que fueran
útiles a sus contemporáneos. De esta forma, Tucídides pretendía alcanzar un fin práctico, al igual que
los sofistas.

El sentimiento cívico griego estaba en franca decadencia. El creciente individualismo de la cultura


griega aparece evidente en todas las manifestaciones del arte y la literatura. Un ejemplo clarísimo es la
famosa Apología que escribió Platón como imaginaria defensa de Sócrates en su proceso del 339
a.C.: Sócrates decía que si su ciudad le diese a elegir entre la muerte y el renunciar a filosofar...

"Yo respondería: atenienses, os respeto y os amo, pero obedeceré a Dios antes que a vosotros, y
mientras tenga vida y salud no dejaré de practicar y enseñar la filosofía."

El individualismo que Sócrates justificaba en un plano ético, otros lo profesaban de manera más
inconsciente. Ricos y pobres, todos, trataban de obtener beneficios personales de los cargos públicos,
En los Estados más ricos, los ciudadanos intentaban contratar mercenarios para no combatir
personalmente.

Para Platón y Aristóteles la solución a los males de su época estaba en un utópico regreso al "tiempo
antiguo", a la polis ideal que no tuviera relaciones con los "extanjeros" y se basara en el más
absoluto sentido comunitario de los ciudadanos. Esta polis ideal, según el diálogo de Platón, La
República, tendría que estar dirigida por filósofos educados en la búsqueda del Bien. Para Platón, el
ideal estatal espartano era mucho más atractivo que la mudable democracia ateniense. Su ideal político
tenía mucho de totalitarismo, de miedo atroz a todo cambio. Aristóteles, en su tratado Política, explica
que la esclavitud y la posición subordinada de las mujeres encuentran su natural justificación en el hecho
de que son la base de la familia, y la organización del Estado se apoya, a su vez, en la familia. Para
él, son posibles tres formas de buen gobierno: la monarquía, la aristocra cia y la democracia. Cada
una de ellas puede degenerar en Tiranía, Oligarquía y Oclocracia (gobierno de las masas)
respectivamente. Aristóteles afirma que en la historia griega se ha verificado una progresiva
degeneración de la forma buena a la mala y que, en su época, Atenas era una oclocracia.

El pensamiento de estos dos filósofos tuvo una gran trascendencia y determinaron en gran medida
la concepción que se tendría en épocas posteriores del mundo clásico. Platón fundó una asociación
de filósofos, junto al gimnasium del héroe Academo. Deriva de aquí el nombre de Academia, un centro
de intercambio intelectual que siguió con vida hasta el siglo VI d.C. En la época helenística y romana los
hebreos liberales, como Filón, o los romanos cultos, como Cicerón, se vieron muy influidos por las
teorías platónicas. Los pensadores cristianos utilizaron ampliamente los conceptos idealistas de Platón,
que concordaban perfectamente con la teología cristiana, y la última gran filosofía pagana, el
neoplatonismo, difundió sus aspectos más místicos.

Aristóteles fue discípulo de Platón y, por tanto, parte de sus ideas, aunque pronto se diferenció hacia
un terreno más práctico. Como legado, dejó una colección de estudios especializados acerca de las
ciencias naturales. Pero tras los detallados análisis en todos los terrenos del saber, está la concepción
general de Aristóteles. La ciencia aristotélica era teleológica, o sea, que postulaba que todo en la
naturaleza tiene un fin, y que determinadas "causas" engendran, por ejemplo, una encina a partir de
una betolla. entre las causas, la más importante era la causa "formal", porque el fin de todo ser vivo o de
toda acción es su forma apropiada. El nexo entre este concepto y el de las formas o ideas de Platón es
evidente, pero mientras que en Platón el elemento trascendental es primario y diferente de sus
encarnaciones terrestres, Aristóteles partió siempre de la observación empírica del mundo real para
llegar a los conceptos más generales. La concepción aristotélica y la platónica fueron opuestas, el
nominalismo y el realismo, pero no hay que incurrir en el error de considerar a los dos máximos
filósofos del siglo IV a.C. como enteramente enfrentados. Tenían en común las ideas políticas y la
estructura general del pensamiento postsocrático.

Los cambios ocurridos en el siglo IV a.C., en conjunto, representaban una liberación de las rígidas
formas de las generaciones más antiguas. Los hombres habían adquirido un sentido más refinado de su
individualidad y caca vez toleraban menos los vínculos del Estado, de la religión olímpica y de la vieja
familia patriarcal.

1.5. El mundo helenístico (siglos III-I a.C.).

Y ya por último, el período helenístico (323-30 a.C.), caracterizado por la expansión de la


civilización griega por el Próximo Oriente, evoca la expansión de la civilización europea en la época
moderna. Al igual que los colonizadores europeos se encontraron ante un mundo diverso y desconocido.
El predominio social y cultural que las conquistas de Alejandro dieron a los griegos persistirá, en muchos
aspectos, hasta la expansión árabe del siglo VI d.C. Un instrumento importante que contribuyó a la
difusión de la cultura griega fue la institución de la escuela, cuyo origen se remonta, como hemos
apuntado antes, al siglo IV a.C., dentro de la corriente sofista. Por otra parte, las obras de muchos
eruditos helenísticos son esclarecedores sobre la tendencia, característica de esta cultura, de mirar al
pasado, pero tendrán en épocas posteriores una eficacia muy superior a la de una simple
consolidación de las conquistas de la cultura griega más antigua. Crearon un método racional y crítico
que fue la base de la doctrina cristiana y de los estudios bíblicos de toda la Edad Media y que, en época
moderna, estimulará el progreso de las ciencias históricas y humanísticas en general.

En el campo de la Filosofía hay que destacar la corriente del Estoicismo, cuyo fundador fue el
chipriota Zenón de Citio. Se trataba de un sistema filosófico rígido que partía del postulado de que el
mundo estaba gobernado por los dioses sobre la base de principios racionales; el hombre debía limitarse
o esforzarse por comprender este orden para que pudiera decir sinceramente: "Hágase tu voluntad".
Las virtudes cardinales estoicas, que después asumió el cristianismo, eran templaza, juicio recto, valor
y justicia. El sabio ideal debía poseer por entero estas virtudes y carecer de emociones. Otra corriente
filosófica se desarrolla, al igual que la anterior, en Atenas: el epicureismo, fundada por Epicuro. Los
hombres, para él, buscan el placer físico y aborrecen el sufrimiento, por lo que la meta de la vida
debería ser asegurarse este agradable fin: "Decimos que el placer es el principio y el término de una vida
feliz". De todas formas, es imposible liberarse del miedo a la muerte y a la intervención divina si no se
conoce la naturaleza del universo. Por eso Epicuro recogió la teoría atómica de Heráclito y la
perfeccionó para demostrar que el universo está compuesto de átomos. Cuando un hombre muere, su
alma se anula y ya no tiene nada que temer. Los dioses existen, y se puede venerarlos por convención,
pero no tienen el menor papel activo en este sistema estrictamente materialista. También advertía
que los hombres no debían excederse en el disfrute del placer ya que podían caer en el dolor. El
meollo de esta doctrina, pues, es un cálculo hedonista, por el cual se equilibraban los probables
placeres y las posibles molestias. En general, un seguidor de Epicuro debía llevar una vida sencilla, y
evitar todos los lazos externos, como el matrimonio, la ambición de éxito público y la búsqueda de
riquezas. Sólo así el hombre podría asegurarse la ataraxia, o sea, la imperturbabilidad y la
ausencia de preocupaciones.

El mundo helenístico era, a pesar de los préstamos exteriores, eminentemente griego. Las obras
literarias estaban escritas en griego, en general en el dialecto uniformado común (koiné), y tomaban su
estilo poético y sus ideas de los géneros griegos, casi exclusivamente. El arte y la arquitectura
hablaron un lenguaje griego, así como la Filosofía. Sólo en las ciencias aparece con claridad la deuda
de los griegos al Próximo Oriente. Incluso en el terreno religioso los griegos continuaron venerando a
sus viejos dioses, aunque a veces con ánimo diferente. El único culto del Próximo Oriente que conquistó
adeptos entre los griegos, el de Isis y Serapis, recibió forma helénica de Ptolomeo I.

El elemento griego se mantuvo tenaz, pese a representar una minoría numérica frente a la población
que dominaba, y siguió perdurando bajo la dominación de partos y romanos. De esta forma, tras un
largo período de caos, la cultura grieta volvió a florecer en la paz y la prosperidad que sucedieron a la
conquista romana de la cuenca del Mediterráneo.

2. LAS INSTITUCIONES POLITICAS.

2.1. Los siglos oscuros.

Durante los siglos oscuros se fraguaron una serie de instituciones políticas y sociales comunes, que
son la base del desarrollo posterior de la historia griega. La invasión doria, que representó la destrucción
del mundo micénico, tuvo mucho que ver en este proceso. Para empezar, los poderosos señores de los
palacios micénicos desaparecieron junto con su burocracia. Los "griegos", en vez de imitar a las
monarquías del Próximo Oriente. adoptaron sistemas más sencillos y así, los jefes locales que se
autodefinían como reyes, gobernaban sólo pequeños territorios; en realidad, se trataba de jefes guerreros,
que en tiempos de paz, se dedicaban a asuntos de agricultura y ganadería. Su poder estaba muy
limitado y carente de cualquier impregnación o exclusividad religiosa (cualquier hombre podía
acercarse a los dioses por su cuenta). En definitiva, se aprecia una evolución cuyo resultado después
del 750 a.C., es la aparición de las ciudades-Estado o polis.

La población estaba estructurada en tribus, y a su vez, los


guerreros se agrupaban en fratrias, que cumplían una función de entrada en la madurez. La familia
individual tenía escaso peso social, ya que era un núcleo demasiado pequeño para garantizar la
protección de sus miembros. Para las funciones religiosas, sociales y económicas, cierto número de
familias se agrupaba en un clan (gen) que poseía antepasados comunes. En este ambiente no había
lugar para derechos individuales, un hombre expulsado de su grupo local vivía una situación difícil.

2. La Epoca Arcaica: nacimiento y difusión de la polis.

La polis se desarrolló a finales del siglo VIII a.C., partiendo de la monarquía tribal, y continuó
consolidando sus instituciones en los siguientes 300 años. Fue la palanca de una organización política
consciente y de la colonización griega. La ciudad-Estado era una unidad política pequeña y
soberana, en la cual todas las actividades importantes se desarrollaban en un solo sitio, y donde los
compromisos comunes, expresados en términos de ley, tenían más fuerza que los lazos personales. Atenas,
que fue la más importante polis de la tierra firme griega, abarcaba sólo un territorio de mil millas
cuadradas. El mundo griego de los tiempos históricos comprendía unos doscientos Estados
completamente independientes.

En los más antiguos reinos tribales, había dos fuerzas políticas antagónicas entre sí: el poder
personal del jefe y la colectividad, fundamentalmente igualitaria, de los hombres de la tribu. Podríamos
esperar que cuando los griegos se organizaron en unidades políticas más restringidas, eso se
produjese mediante un reforzamiento de la autoridad real. Este fue el camino que siguieron en la
Edad Media los Estados Nacionales de Europa Occidental en su proceso evolutivo. Si Grecia no siguió
ese mismo camino fue por motivos diferentes. Los reyes tribales eran económicamente débiles; las
nuevas técnicas militares desacreditaron la importancia del rey como jefe en los períodos bélicos; el
aislamiento del Egeo limitaba el alcance de las amenazas del exterior, pero, sobre todo, la constante
sencillez de la vida griega (desde el punto de vista material), permitía el mantenimiento del principio de
que todos los pertenecientes a la tribu tenían sus derechos.

Durante la "época de la revolución", por consiguiente, los reyes fueron desapareciendo en casi
todos los Estados griegos. Salvo en Esparta, en Argos y en otras pocas localidades. Los griegos
mejoraron su organización militar y política con fines de acción colectiva y exaltaron el patriotismo, en
especial el religioso. Esta unión más perfecta lo constituye la polis.

Los ciudadanos de una polis se reunían periódicamente en asambleas para votar problemas
importantes y para elegir a los cargos públicos (se reunían en una plaza abierta llamada ágora). La
importancia de la asamblea fue en aumento a medida que se unificaban las ciudades-Estado. Signo de
su creciente importancia fue la creación de una comisión de gobierno o consejo, que tenía la función de
preparar la discusión sobre los problemas del momento. Dichos consejos aparecieron hacia el 600 a.C.
en Esparta y Atenas. En otros lugares, en cambio, el consejo representaba a una aristocracia
ascendente y gobernaba de hecho. En estos casos sus miembros se elegían, con un sistema de voto, para
toda la vida. Incluso en los Estados donde la asamblea tenía poder real, en los tiempos más antiguos
los miembros del consejo sólo se elegían de entre los terratenientes u otros grupos restringidos.

En general, las funciones antaño ejercidas por el rey, eran asumidas ahora por personas elegidas para
los cargos públicos. A una de éstas se le daba aún el nombre de rey, porque era quien celebraba los
antiguos ritos religiosos que los dioses exigían de los reyes. Otro cargo era el de comandante militar,
que en Atenas se llamaba polemarco, y otro, el jefe civil, llamado arconte. Otros cargos tenían como
funciones la administración de justicia y la supervisión de los cultos estatales.

Mientras los problemas de estos pequeños Estados fueron sencillos, la administración también lo fue;
pero en siglos posteriores, los griegos tuvieron que enfrentar problemas más complejos, propios de una
sociedad más adelantada. Ya fuera subdividiendo el poder ejecutivo, ya limitando a un año el
desempeño de los cargos públicos, los griegos debilitaron definitivamente el poder personal de los
jefes, en beneficio de las formas de acción colectiva. Además, aumentaron el poder del Estado, en su
conjunto, frente a los grupos religiosos y sociales locales.

Como hemos visto, en sus fases más antiguas la polis griega no era una democracia, pero estaba
inspirada en unos altos ideales. La ciudad-Estado griega nació en un ambiente sumamente sencillo,
donde ricos y pobres no eran drásticamente distintos, sino que se sentían ligados por un vínculo común.
Las clases populares aceptaban la desaparición de los reyes y permitían que las clases elitistas asumieran
la dirección de las actividades cotidianas a condición de que se les tratara con justicia. Cada vez que esta
condición era violada reaparecían los jefes con poder personal, los famosos tiranos.

En teoría todos los ciudadanos eran miembros iguales de la polis. Sin embargo, existían esclavos y
algunos elementos de la población campesina podían convertirse en siervos, como en Esparta y Tesalia;
las mujeres, por su parte, no disponían de capacidad política.El rasgo fundamental de la polis, del
que los propios griegos se sentían orgullosos, era la soberanía de la ley frente a la acción arbitraria. Un
poeta griego lo expresaba así:

"La ciudad que se basa en la ley, por pequeña que sea y aunque esté encaramada en una abrupta
roca, es superior a la caótica Nínive".

Los clanes y los otros grupos perdieron parte de su poder ante la creciente fuerza del Estado, pero
esto solamente se produjo tras una prolongada y difícil lucha. El poder de la nueva unidad política
era especialmente evidente en el terreno militar. Mientras los héroes homéricos combatían
individualmente, los ciudadanos griegos empezaron a alienarse para la batalla (en torno al 700 a.C.) en un
bloque compacto de infantes, que tomó el nombre de falange. Los miembros de ésta vestían pesadas
armaduras, llevaban yelmos de bronce, una coraza, espinilleras, un escudo redondo, una larga lanza y
una corta espada. En la batalla, estos hoplitas se alineaban en filas apretadas, para conseguir más fuerza
y apoyo moral.

Una vez que se afirmó la polis, su organización política y militar permitió una acción política más
deliberada, y el aumento de la población hizo que los Estados se disputaran con aspereza pequeños
trozos de terrenos en las fronteras. Así, la primera guerra de que tenemos noticia se entabló entre Calcis
y Esetria por la posesión de la fértil llanura lelantina (700 a.C.). Durante algún tiempo, los Estados
más importantes se unieron en una alianza común para afrontar el peligro persa (guerras médicas), pero
el fraccionamiento de la Hélade en tantas ciudades soberanas, celosas cada una de sus localismos, fue un
terrible inconveniente al que puede atribuirse en parte el derrumbamiento final.

Hay que tener en cuenta que "Grecia" era una expresión geográfica y no un país unido. Todos los
helenos veneraban a los mismos dioses, tenían en común la misma cultura, y se congregaban
periódicamente en grandes fiestas y juegos panhelénicos, pero esta unidad cultural no significaba
más políticamente.

A veces, las tensiones llegaron a un punto tal que el proceso normal de formación de estos Estados
fue interrumpido por la aparición de dictadores, llamados tiranos. Estos aparecieron sobre todo en los
Estados más avanzados, cuando una aristocracia demasiado opresora se dividía en fraccione. El
tirano, aunque perteneciente a las clases elevadas, tendía a limitar los privilegios de sus pares. Aunque su
posición se basaba en la fuerza, también necesitaba del apoyo popular. Para hacer olvidar la
ilegalidad de su postura, recurría con frecuencia a las fiestas patrióticas, la construcción de templos, etc.

En los últimos decenios del siglo VII a.C., el mundo griego sobrepasó el nivel de los modestos Estados
del 750 a.C. Un intenso movimiento de colonización había llevado a las lejanas playas del
Mediterráneo occidental y del mar Negro, núcleos helenos organizados en ciudades-Estado. Como las
relaciones comerciales entre las colonias y la madre patria se intensificaron, todos los
acontecimientos, internos y externos, se reflejarán de ahora en adelante en todo el Mediterráneo;
cada presión o intrusión del exterior repercutirá en todo el mundo griego.

En el 500 a.C. existían en Grecia muchos tipos de Estados que vivían unos juntos a otros. Atenas,
que puede considerarse como el más destacado, fue quizá el Estado más evolucionado y reveló tendencias
democráticas junto con intereses navales en ultramar de tipo imperialista. Solón, un aristócrata
elegido como arconte único, dividió a los ciudadanos en 4 clases sobre la base de la riqueza, medida en
términos de productos agrícolas. Sólo los pertenecientes a las dos primeras clases podían ocupar los más
altos cargos públicos, pero todos tenían voz en la asamblea y en el tribunal (heliaea). Este último
escuchaba los informes de los magistrados y, en última instancia, verificaba y comprobaba su
actividad. La asamblea adquirió, pues, un poder más real, y Solón estableció con este fin el
consejo de cuatrocientos, una comisión fija que tenía que preparar el material para la discusión y
la votación popular. Se reorganizaron ampliamente y se codificaron las leyes civiles y religiosas. No
es casual que las reformas de Solón en Atenas, que daban un contenido ético a las leyes de la ciudad,
coincidieran con las primeras investigaciones de los filósofos, que trataban de establecer cuáles eran las
leyes naturales del universo físico.

Las rivalidades aristocráticas y las tensiones sociales provocaron en Atenas la llegada de la tiranía, de
manos de los pisistrátidas. Para alentar el sentimiento patriótico de los atenienses, los tiranos
promovieron una vasta serie de actividades religiosas y culturales. La acrópolis y la ciudad baja se
embellecieron con nuevos templos, y el ágora, centro secular de la política y del comercio, empezó a
dísponerse de acuerdo con un plan arquitectónico. Se adquirió la costumbre de representar todos los
años espectáculos dramáticos con motivo de las fiestas dionisiacas en honor del dios del vino.

Expulsados el tirano y sus hombres, Atenas fue presa otra vez de la discordia, debido al
intervencionismo de Esparta, que quiso imponer una nueva oligarquía. Sin embargo, un jefe ateniense
rival, Clístenes, de la familia de los Alcmeónidas, conquistó el poder con un amplio apoyo popular.
Clístenes reorganizó el sistema político ateniense de una forma que resultó válida para los siguientes 2
siglos y medio. Sustancialmente, su finalidad fue, en primer lugar, acabar con el poder de las familias
nobles y de los otros grupos en favor del Estado y, en segundo lugar, la de dar concretamente el
poder al pueblo. Puede dudarse de que Clístenes tuviera una ideal tendencia a la democracia, pero las
exigencias prácticas de la política de la época le empujaron a buscar el apoyo del pueblo para exaltar
su función.

A partir de entonces, los bloques que determinaron la vida política ateniense, fueron pequeñas
unidades territoriales llamadas "demos", que llegaron a ser unas 170. Los "demos" tenían cierto poder
de autogobierno local; cuando había elecciones generales, los inscritos se agrupaban en 10 tribus. Sin
embargo, para garantizar que cada tribu o distrito electoral, representara a todo el Atica, en vez de los
intereses locales, cada tribu estaba formada por "demos" de 3 zonas diferentes: el campo, la ciudad de
Atenas y la costa. Este modo de agruparse revela la intencionalidad clara de organizar a los
ciudadanos sobre una base pública, en vez de sobre las clases sociales. Las unidades más antiguas, clanes
gentilicios, fratrias y similares, siguieron existiendo, pero actuaban sobre todo como entidades religiosas
y sociales. La asamblea representaba ahora definitivamente la fuerza de gobierno. Clístenes instituyó
en lugar del consejo de los cuatrocientos de Solón, un consejo de quinientos, procedentes de todas las
tribus, sorteados entre los candidatos elegidos por los "demos". Su misión era preparar el trabajo de la
asamblea y comprobar, día a día, cómo los magistrados llevaban los asuntos públicos. Los arcontes
siguieron siendo elegidos y pasando, tras su año de arcontado, al consejo de Areópago, que conservaba
aún buena parte del poder ancestral. Clístenes y sus partidarios hablaban de nisonomía o igualdad de
derechos; el término democracia, gobierno del pueblo, se popularizó pronto.

La otra gran ciudad-Estado, que sirvió también de guía a las demás, fue Esparta. A diferencia que
en otros lugares, los invasores dorios se fundieron por completo con la población preexistente, que
tenía su centro en Amiclea. Quizá haya que atribuir a esta unión la extraña circunstancia de que
Esparta tuvo siempre dos familias reales, o sea, dos reyes simultáneamente. El principio
fundamental de la política espartana fue el de mantenerse militarmente fuertes para poder tener en un puño
a los pueblos sometidos.

En Esparta se podían distinguir tres clases sociales: los ciudadanos de pleno derecho, que vivían en
cuatro barrios contiguos; los periecos, que vivían en los alrededores, combatían en el ejército y no tenían
derecho a voto; y, por último, los campesinos pobres, especialmente de Mesenia, que estaban reducidos
al estado de ilotas o siervos. Los primeros, llamados los iguales, formaban la asamblea, autoridad básica
aunque supeditada al poder de los reyes. Estos eran los jefes civiles y religiosos del Estado, pero
determinadas actividades públicas pasaron a otras manos. Un consejo de ancianos, la gerusía, que se
componía de los dos reyes y veintiocho ancianos de más de sesenta años, elegidos de por vida mediante
aclamación en la asamblea.Cada año se elegían 5 éforos cuya misión era vigilar todo el sistema de
la vida social espartana. Esta organización semidemocrática persistió sin grandes cambios hasta el
siglo IV a.C. Esparta ha pasado a la Historia como el modelo político de la Antiguedad que más relieve
daba a la función del Estado, por el adiestramiento físico de sus ciudadanos y por su estabilidad. Según
la tradición, este sistema fue impuesto por el legendario Licurgo, pero en realidad fue resultado de la
evolución histórica de la vida comunitaria de las antiguas fatrías de guerreros.

Para el mantenimiento de los iguales, la tierra se dividía en lotes, cultivados por los ilotas, para que
los ciudadanos quedaran en libertad de dedicarse a la educación militar y a la guerra. El comercio y la
industria eran ejercidos en gran medida por los periecos. En conjunto, la organización espartana estaba
articulada de tal modo que el cuerpo de los ciudadanos formaban una aristocracia, pero los viejos
grupos gentilicios habían desaparecido en beneficio del Estado.

En épocas posteriores, los pensadores conservadores apreciaron enormemente las virtudes de este
sistema, porque en vez de aspirar a la riqueza y a la cultura, los espartanos se consagraban a su
páis y consideraban un deber público el conseguir un alto nivel de vida aristocrática. No era
difícil, para filósofos como Platón, idealizar la educación y la sociedad espartanas, por ser una utopía
hecha realidad. En particular, muchas de las anécdotas sobre la severidad de la vida espartana son
leyendas, o bien reflejan condiciones de vida muy posteriores. Otros, entre los antiguos y los modernos,
han comparado con reprobación a Esparta con el ideal nacional y democrático de Atenas y han puesto
de relieve el que, después de mediados del siglo VI a.C., Esparta desempeñó un papel mucho menos
importante en el desarrollo del arte y de la literatura griegas. Pero este juicio es demasiado impreciso,
porque por una parte Atenas no era precisamente perfecta, y por otra, si la idependencia cultura
espartana cesó, fue por un fenómeno común a la mayoría de los Estados griegos a partir del siglo VI a.C.

El sistema político y social de Esparta concentró sus esfuerzos en asegurarse el predominio de los
iguales. La organización militar resultante era tan superior a la de sus vecinos que los reyes del siglo VI
a.C. la emplearon para extender la dominación espartana por todo el Peloponeso. En esta conquista los
espartanos no trataron de reducir a los pueblos vencidos al nivel d los ilotas mesenios, sino que los
convirtieron en aliados subordinados, y como aplastaban las tiranías para favorecer las oligarquías, las
clases superiores vieron con buenos ojos la protección espartana. En el año 500 a.C., Esparta se había
convertido en la mayor potencia militar de Grecia, y su ayuda era buscada por los isleños y por los
griegos de ultramar. Las tendencias expansionistas de Atenas eran aún demasiado débiles, y por ello
Esparta y Atenas pudieron colaborar en el grave momento del asalto de los persas, que ocurrió poco
después del 500 a.C.

3. La Edad Clásica: democracia e imperialismo atenienses.

Las fuerzas latentes de la cultura griega estallaron en este período en todos los terrenos. Pero la
historia del siglo V a.C. está encerrada entre dos grandes series de guerras: las guerras médicas y las
guerras del Peloponeso. Para los griegos, su victoria sobre los persas en la primera fue un estremecedor
testimonio de la potencia de la cultura helénica y de las fuerzas intrínsecas del tipo de organización de la
ciudad-Estado. Sin esta victoria la civilización griega no hubiera podido seguir progresando; es más,
impulsó a artistas y autores a realizar las obras maestras de la época clásica. Atenas, a pesar de ser
Esparta la que encabezó las guerras médicas, inició a partir de entonces su carrera hacia el puesto de
la primera potencia imperialista de la historia griega. Desde un punto de vista moderno, la
organización de la polis ateniense parece algo sencillo y de reducidas proporciones, pero ocasionó, en
cambio, un gran debate sobre los méritos y los defectos de la igualdad política y del dominio exterior.
La mayoría de los argumentos en favor o en contra de la democracia y del imperialismo que todavía
hoy circulan, ya aparecieron abiertamente en este debate.

En el 508 a.C., Clístenes había reorganizado los grupos políticos atenienses con el fin de aplastar
la fuerza de los clanes gentilicios. También confió el poder constitucional a la asamblea, aunque la
esfera de acción de ésta se veía obstaculizada por los arcontes elegidos, casi todos de origen
aristocrático, y por el Areópago. Durante los 50 años siguientes, esos obstáculos desaparecieron uno tras
otro: la igualdad de derechos (isonomía) cedió ante el gobierno del pueblo (democracia).

Poco a poco, el jefe de la mayoría popular tuvo un papel más amplio; los arcontes se sortearon entre
los 500 candidatos elegidos por los demos, se generalizó, por otra parte, la práctica del ostracismo, que
permitía a la mayoría enviar al exilio a los jefes de la minoría. Más tarde, Efialtes y Pericles redujeron
el poder del Areópago, limitando sus funciones a la jurisdicción de los delitos de homicidio. Este
último político logró una posición preeminente, marcando una época que lleva su nombre (durante
muchos años le reeligieron como jefe de los 10 estrategos). Pericles, en política interior, alentó el
patriotismo y se esforzó por elevar el nivel intelectual de sus conciudadanos favoreciendo el teatro, el arte
y la música.

La fuerza motriz de la Constitución ateniense era ahora inequívocamente la asamblea o


eclesía. La asamblea incluía a todos los ciudadanos varones mayores de 18 años, unos 43.000 en las
décadas 450-430 a.C., pero al parecer el número legal para que sus sesiones fueran válidas se fijó en
6.000. Como las mujeres, los esclavos y los extranjeros estaban excluidos de la vida política, solamente
una pequeña parte de los 300.000 residentes de Atica decidía la marcha de la política. Un cuerpo de
muchos miles de personas no habría podido administrarse sin una organización adecuada. Quien
regulaba el sistema era el Consejo de los Quinientos, que se sorteaban cada año entre los ciudadanos
mayores de 30 años, con la tarea de constituir una comisión de gobierno. El consejo proponía las
cuestiones que se sometían a discusión en cada sesión y exponía su punto de vista sobre las mismas.
Cuando la asamblea había expresado su voluntad, el consejo se ocupaba de que los magistrados
aplicaran todas las decisiones tomadas por la asamblea, verificaba las cuentas, se ocupaba del
mantenimiento de los edificios públicos, de las fiestas religiosas y, en el siglo V, podía también
castigar con la muerte delitos como la traición. Para evitar que un cuerpo tan poderoso se convirtiese en
un bastión de la aristocracia, ningún ciudadano podía ser consejero dos años consecutivos, ni más de
dos años durante su vida; por consiguiente, un cuarto o un tercio de todos los ciudadanos pasaban
por el consejo en algún momento.

La administración ordinaria estaba en manos de numerosos magistrados ciudadanos, unos 700 en la


época de Pericles. En general, a un grupo de 10 hombres se le asignaba un trabajo específico limitado,
como por ejemplo, la vigilancia de los mercados, de modo que se vigilaban también entre sí. La
mayoría de los magistrados se elegían a suertes. Entre los elegidos estaba la comisión de los 10 generales
o estrategos, que actuaban como almirantes y eran, en general, también jefes políticos.

Los tribunales, heliea, eran en sustancia una comisión de ciudadanos, formada por voluntarios
mayores de 30 años, hasta un total de 6.000 personas. Además de las actividades judiciales, los
tribunales comprobaban las cuentas y las actividades de cada magistrado al cumplirse el año de su
cargo.

La democracia ateniense, basada en el principio de que todos los "ciudadanos" son sustancialmente
iguales y en la voluntad de poner el poder en sus manos por medio de la asamblea y del sorteo, no tenía
precedentes en la Historia. Pericles y sus contemporáneos tenían una ilimitada confianza en el género
húmano y poquísima en los hombres aislados. Los elegidos a suertes sufrían un atento examen del Consejo
para garantizar que poseyeran todos los requisitos necesarios, y todos los funcionariosque manejaban
dinero eran estrechamente vigilados. Los puestos se cubrían rápidamente y nadie podía conocer de
antemano quién formaría parte de un jurado o quién presidiría la asamblea un día determinado. A
diferencia de lo que sucede en la mayoría de los Estados modernos, gran parte de los ciudadanos
atenienses tenían una experiencia real de la administración de la vida pública y, al menos en el siglo V,
se interesaban activamente por ella.

B) LA CIVILIZACION ROMANA.

1. LA BASE CULTURAL.

1.1. El Legado de Roma.

Una pequeña ciudad fue capaz de conquistar y dominar todos los países mediterráneos. Existieron
imperios con anterioridad, pero ninguno llegó a ser tan persistente ni a ejercer una labor civilizadora tan
duradera como el romano. Sin embargo, como sucede con toda potencia imperialista, las guerras, con sus
secuelas de saqueos, pillajes y destrucciones de comunidades enteras, acompañaban a las legiones
romanas. Así, detrás del marco político-administrativo que unificó a territorios nunca antes unidos, y de la
extensión de una única lengua y civilización urbana, había una acción destructiva que pocas veces se
destaca cuando hablamos del Imperio Romano. El Imperio, de todas formas, aún siendo prolongado en el
tiempo (cinco siglos), fue más corto que el legado cultural que dejó, el cual sobrevivió a su poder político.

2.2. Italia y Roma.

La situación geográfica de Roma1, situación que podemos calificar de estratégica, no explica por
sí sola que estuviera destinada a conquistar la península italiana. Antes, otros pueblos impusieron su
hegemonía en Italia: griegos y etruscos. El declive de estas civilizaciones coincidió con el ascenso del poder
romano. Roma se convirtió en la sucesora de culturas más antiguas, continuando su labor.

La variedad étnica y lingüística de Italia era enorme, todavía en época de Augusto -siglo I a.C.-,
reconociéndose hasta once regiones diferenciadas: Lacio y Campania, Etruria, Liguria, Calabria, etc. Pero
la formación de estas culturas fue el resultado de un largo proceso que duró siglos.

Entre los siglos X y VIII a.C., se acentuó la definición de estas culturas italianas y los etruscos, más
desarrollados, aparecieron plenamente constituidos como realidad histórica en torno al siglo VII.

Un poco antes, se produjo la colonización griega. Los griegos establecieron sus centros comerciales,
sobre todo, en las costas occidentales de Sicilia y en las de Italia meridional y occidental hasta el golfo de
Nápoles.

La presencia etrusca en Roma, que la arqueología fecha a finales del siglo VII a.C., llega a su
final en el siglo V a.C. Parece ser que sus yacimientos minerales se agotaron y que sus rutas comerciales
cayeron en manos de los griegos. Además, a estas dificultades vino a sumarse la presencia de dos grupos de
pueblos los samnitas y los galos. Los primeros hablaban dialectos emparentados con el latín y su origen
geográfico se sitúa en el Lacio y Campania (tierras que miran hacia el Adriático). Los segundos aparecen
en la llanura del Po, procedentes del mundo céltico. Ambos pueblos inauguraron un período de predominio
de pueblos atrasados sobre pueblos civilizados, durante los siglos V y IV a.C.

Dentro de toda esta confusión y mezcla de pueblos (cartagineses, siracusanos, italiotas o griegos,
etruscos y galos), Roma empezó a destacar por su potencia militar. Así, a comienzos del siglo III a.C.,
solamente subsistían en la Italia continental dos grandes potencias: la confederación samnita y el Estado
romano y sus aliados. En la lucha entre ambos, los primeros partían como favoritos, al ser más poderosos,
pero Roma presentó una resistencia imprevista.

1.3. Roma: leyenda e historia de su origen.

Las versiones acerca de los orígenes de la ciudad proceden, sobre todo, de Cicerón y Tito Livio,
entre los latinos, y de Dionisio Halicarnaso, entre los escritores griegos. Todas estas historias legendarias
(leyendas de Eneas, Rómulo y Remo, el rapto de las Sabinas, etc.) fueron escritas en el siglo I a.C. y no
tienen fiabilidad histórica. Según la arqueología, Roma, desde mediados del segundo milenio hasta finales
del s. VII. a.C., pasó de ser un grupo de aldeas diseminadas a una comunidad protourbana (a partir del 850
a.C.). La fecha legendaria de la fundación de Roma es el año 753 a.C.

A partir de esta época, Roma se convirtió al mismo tiempo en ciudad y en ciudad etrusca. Con los
etruscos llegó a Roma el alfabeto y el arte de la escritura; también, sus templos y la representación
atropomórfica de los dioses, elementos que habían recibido a su vez de los griegos. A pesar de la gran
influencia helénica, la ciudad estaba compuesta mayoritariamente por latinos.
1
Roma estaba situada en un vado del río Tíber, próxima a su desembocadura, en el centro
de la península italiana.
Este pueblo aportaba un fuerte elemento sacro a casi todas las manifestaciones de la vida
pública (los magistrados romanos no emprendían ninguna acción sin consultar los auspicios mediante
diversos rituales). La vida social se estructuraba en torno a la familia, la cual incluía, además de a los
parientes, a esclavos y clientes2. El "pater familias", mediante la "patria potestas", gobernaba sobre hijos,
clientes y esclavos. Varias familias descendientes de un mismo tronco formaban una gens, poderosa
asociación de derecho privado.

El proceso de helenización global del mundo romano comienza en el siglo III a.C., y se acentúa
en el siguiente. Se manifiesta en la difusión del conocimiento griego entre las clases dirigentes y en la
llegada a Roma de numerosos preceptores y filósofos griegos. "La Grecia cautiva cautivó a su feroz
vencedor", según la célebre formulación del poeta Horacio (s. I a.C.). Con el dinero de Grecia, con sus
esclavos, obras de arte, modos de vida y sensibilidad artística, llegó también a Roma el sistema griego de
educación denominado paidea y la Literatura.

Los romanos demandaron espectáculos cómico-musicales semejantes a los que pudieron


contemplar sus soldados en las ciudades griegas. Artesanos romanos de la palabra proporcionaron al
público lo que pedía, trasladando libremente al latín obras maestras de la comedia ateniense. En los
tiempos de la conquista de Italia, la aristocracia romana no apreciaba la poesía, pero pronto descubrió en
ella una nueva vía para ensalzar a sus propias familias, complementando así las formas de notoriedad
propiamente romanas (mascarillas de cera de los antepasados, inscripciones funerarias, etc.). Por último, la
tragedia encajaba muy bien dentro de los valores aristocráticos. Y la historia adquirió tintes épico-
legendarios.

Poco a poco, la religión romana va perdiendo su prestigio, sobre todo en las clases populares, y la
minoría intelectual se vuelve a las corrientes filosóficas helénicas.

1.4. La cultura durante el Imperio.

El Imperio y, en especial, la ciudad de Roma, cuando Octavio accedió al poder, era víctima de la
desmoralización; había dejado de confiar en sí misma. El nivel de vida de las clases altas, el alto grado de
refinamiento adquirido, coincidía con la ausencia de principios claros por lo que concierne a la propia
historia. Era moneda corriente el escepticismo y el pragmatismo. La tasa de natalidad decrecía, la
moralidad se resquebrajaba, las costumbres de los antepasados eran olvidadas,, la condición de ciudadano
dejaba de tener la significación de los tiempos de la República.

El cambio político que Augusto propugnaba debía basarse, paradójicamente, en la asunción de los
principios sobre los que se había asentado el régimen republicano en sus mejores momentos. El pueblo
romano debía recobrar la confianza integrado en un sistema político que no conocía y el hombre medio
debía sentirse orgulloso de ser ciudadano romano.

Para lograrlo sólo existían dos caminos: la represión y la atracción. Impuso una moral personal y atrajo
a los hombres de letras más destacados a su causa. La plétora de grandes escritores que se produjo durante
los que llamamos el siglo de Augusto fue un fenómeno de gran interés desde el punto de vista político-
social. Hay que entender en este sentido lo que ha dado en llamarse literatura de propaganda. Aunque a
Tito Livio, a Virgilio, a Horacio o a Propercio, no se les puede aplicar el calificativo de propagandistas,
sino el de convencidos, su labor, a la larga, resultó más eficaz que la propaganda consciente.

Moral y religión iban unidas, lo cual indujo también a la restauración y revalorización de antiguos
ceremoniales y ritos.

2
Ciudadanos que no gozaban de la plenitud de derechos.
El "panteón de Augusto" sirvió de pauta para los emperadores posteriores. Va sufriendo
modificaciones y adaptaciones tanto al difundirlo por el ámbito de las provincias, como al tener que
coexistir con nuevas corrientes de pensamiento. La reconstrucción que hizo de la religión tradicional es
transmitida por Virgilio, y se fundaba en nociones puramente romanas; expresaba la lealtad del pueblo a su
emperador.

Desde los Flavios se fueron introduciendo variaciones en la constitución religiosa creada por
Augusto. Se introducen el culto a Isis y Serapis. Además, cada emperador se podía presentar protegido por
una divinidad. Trajano, por ejemplo, para apoyar su conquista, se protege bajo Júpiter.

En el siglo II se entra en un proceso de cambio, cuyo expontente claro fue Adriano. El poder
imperial comenzó a dar respuestas a las nuevas necesidades sociales, por medio de la inclusión en la
religión de ideas estoicas, neoplatónicas y orientales. Por eso se reconstruye el Panteón de Roma y se
reconocerán públicos dioses prerromanos venerados en ámbitos provinciales. El mundo romano ha
ampliado sus miras, produciéndose un acercamiento a oriente. Esto trajo la influencia de determinadas
doctrinas religioso-filosóficas que defendían la igualdad entre los seres humanos. La sensación progresiva
de no constituir ya el centro del universo iba acompañada de la desconfianza en los valores tradicionales
aceptados desde siempre por el pueblo romano, que afectaban tanto a lo político como a lo moral y a lo
religioso. Los cultos orientales, propiciados ya desde el final de la dinastía Julio-Claudia, adquirieron una
aceptación general: se tendía al monoteismo y al sincretismo de religión y filosofía, coincidente con el
crecimiento de un racionalismo filosófico encarnado por epicúreos, cínicos y escépticos.

Dentro de este panorama no es de extrañar el arraigo de la religión cristiana, que proponía


soluciones a las crisis morales y religiosas. Como consecuencia de la ideología de la época, aparece
impregnada de los rasgos filosóficos del momento (el gnosticismo), y es bien acogida en las zonas
orientales. El afianzamiento y posterior triunfo del Cristianismo se explica, entre otras cosas, por su
exclusivismo e intolerancia frente a otros cultos; en épocas de crisis las masas se sienten atraidas por el
carácter dogmático de las doctrinas.

Por otra parte, en el campo de la educación, las necesidades de cubrir los cuadros de la
administración central y local con funcionarios o magistrados capaces, así como los necesarios contactos
entre personas de comunidades diversas, condujeron a una mayor atención a la educación. Estaba
organizada en tres niveles: primaria, secundaria y superior. Durante el Alto Imperio, el poder político se
ocupó mucho de la enseñanza, más que en la República, y todas las ciudades romanizadas contaron con
una escuela.

2. LAS INSTITUCIONES POLITICAS ROMANAS.

2.1. Monarquía (700-509 a.C.

Durante este período, Roma estuvo gobernada por reyes, dentro de la cultura etrusca que en esos
momentos era la dominante. Los reyes etruscos dieron a Roma una tradición de conquistas militares y
convirtieron a la ciudad en uno de los centros más fuertes de la Italia occidental. El ejército en que se
basaba esta actividad se denominaba legión, usaba la misma formación que la falange y estaba compuesto
por guerreros armados como los hoplitas.

Como el rey era sobre todo un jefe militar, era elegido, y en cuanto jefe militar también era un jefe
religioso, porque debía ser capaz de asegurar el favor de los dioses y de escrutar su voluntad a través de los
auspicios. En tiempo de guerra fijaba impuestos y decretaba la leva de los hombres, y en el campo tenía
poderes de vida y muerte. Estos poderes fueron las raíces de la concepción romana del mál alto poder
ejecutivo, el imperium. La ley confería una gran autoridad a los padres de familia, mientras que las
cuestiones entre las diversas familias se regulaban mediante arbitrios privados. Al rey correspondía hacer
respetar el orden público y las costumbres religiosas.

Además del rey existía un cuerpo de consejeros, el Senado, compuesto por hombres respetables, a
quienes el rey convocaba a consejo. El tercer elemento de la antigua Constitución romana era la Asamblea
de los hombres libres, que estaban agrupados en 30 circunscripciones o curias. En los comitia curiata las
curias votaban por mayoría, pero cada curia tenía un solo voto. Eran convocadas para decidir sólo sobre
los asuntos presentados por el rey, y sólo aquéllos a quienes el rey invitaba a hablar podían obtener voz y
voto.

Por tanto, entre los principios que se habían cristalizado ya en la época de la monarquía eran: el
poder absoluto o imperium del ejecutivo sobre el campo de batalla, la ambigüa posición del Senado como
cuerpo consultivo que sólo incluía a hombres de alto rango, el voto por circunscripciones en Asamblea y la
falta de un voto personal expresado por cada ciudadano en la Asamblea.

Otra antiquísima división era la de las tres tribus, que servían como unidad para los impuestos y
el reclutamiento. Los aristócratas o patricios estaban agrupados en clanes (gentes), de los que cada
miembro tomaba su nombre (nomen), como por ejemplo Cornelio, Fabio, Julio. En época posterior algunos
clanes se dividieron aún más, por lo que un hombre como Cayo Julio tenía también el cognomen de César.
Estas "gentes" siempre conservaron un gran poder social y, a través de matrimonios y otros enlaces, eran la
base de todas las manipulaciones políticas, sobre todo en las elecciones; pero desde los tiempos más
remotos estuvieron subordinadas al Estado. El problema, al final de la monarquía y al comienzo de la
república, era si se contentarían con esta situación o si escindirían a la comunidad en interés propio.

En la clase social inferior de los plebeyos, los que estaban ligados a los patricios por un vínculo
de dependencia, se denominaban clientes. Esta relación mutua, por la cual los clientes daban apoyo político
a sus protectores, será durante mucho tiempo en la organización social romana una poderosa fuerza que
permitirá a los exesclavos, a los extranjeros y a otros elementos más débiles insertarse en la vida pública.
Los otros plebeyos, tanto los del campo como los de la ciudad, tenían una posición independiente, aunque
de escaso relieve, y también, desde tiempos remotos, estaban divididos en "gentes". Los patricios y los
plebeyos estaban hondamente divididos sobre las cuestiones económicas, sociales e incluso políticas,
porque sólo los primeros podían tener acceso al Senado y a los cargos religiosos. A todos los niveles, sin
embargo, las familias se organizaban sobre una base fuertemente patriarcal.

2.2. La República (509-27 a.C.).

Con la caída de la monarquía en el 509 a.C., se producirá un cambio profundo en las


instituciones, que llegarán a fijarse hacia el siglo III a.C. Después de Tarquinio el Soberbio, los poderes del
rey fueron asumidos por dos consules, y se van creando las distintas magistraturas. A su vez, es cuando se
produce la fundamentación institucional del desarrollo político de Roma republicana.

El concepto de "res-pública" implicaba un concepto de Estado formado por el pueblo romano o


población de ciudadanos libres. No es el "populus" el que maneja los resortes del poder, sino una serie de
instituciones creadas para ello:

1.- Las Magistraturas.


2.- El Senado.
3.- Las Asambleas.

1.- Las Magistraturas tenían carácter electivo menos el "interrex", el "dictador" y el "magister
equitum". Su elección tenía carácter anual, y su desempeño implicaba la no renumeración económica. La
anualidad en el desempeño del cargo no afectaba al "dictador" ni a los "censores". Las magistraturas se
dividían en dos bloques: magistrados mayores y menores. Los primeros estaban investidos con imperium;
los menores poseían potestas. Esto último era el poder estatal concedido a un magistrado y el derecho a
tomar los auspicios dentro de la ciudad. El primero, además, otorgaba al magistrado un poder ejecutivo
absoluto, podía convocar y mandar al ejército, tenía poderes judiciales dentro de Roma, etc. El acceso de
las distintas magistraturas estaba determinado por la edad, y el establecimiento de las pautas para ocupar
tanto temporal como jerárquicamente las mismas se fijó por medio de la Lex Villia annalis, en el 180 a.C.
En ella se establecía el cursus honorum, que se iniciaba en la cuestura a los treinta años; seguía con el
tribunado de la plebe o la edilidad, la pretura, y acababa con el consulado, a la edad de cuarenta y tres
años. Los magistrados eran, obviamente, miembros de la "nobilitas" y no podían haber sido procesados.
Era necesario haber sido tribuno militar de una legión.

Los consules fueron la máxima magistratura romana, siendo los detentadores del poder político.
Los elegían los comicios centuriados en número de dos (la colegialidad evitaba la concentración del poder
en una sola persona). Daban nombre al año y eran jefes de los ejércitos. Convocaban al Senado y a las
Asambleas populares, realizaban proyectos de ley, promulgaban edictos, organizaban fiestas, celebraban
sacrificios, etc. Por último, podían ser nombrados procónsules, de manera que se hacían cargo de una
provincia en guerra.

La pretura poseía "imperium" y eran elegidos por los comicios centuriados, formando un colegio.
A partir del 80 a.C. fuero ocho. En el 367 a.C., no obstante, ya tenían forma definitiva. Sustituían a los
cónsules cuando éstos estaban en misión de guerra, por ello tenían "imperium". Eran jueces en Roma, y
presidían los comicios jurisdiccionales. Antes de Sila podían encargarse del gobierno de una provincia,
misión que luego pasó a los propraetores.

Los ediles eran cuatro: dos patricios o cureles y dos plebeyos. Su cargo era también anual y eran
elegidos por los comicios tribales bajo la presencia del cónsul, para los cureles, o del tribuno de la plebe,
para los plebeyos. Vigilaban las infraestruturas de la ciudad: policía, abastecimientos, etc. También
organizaban y presidían los juegos públicos, que costeaban ellos mismos.

El tribunado de la plebe lo componían diez miembros plebeyos. En relación al "cursus honorum",


el cargo era paralelo al edilato. Surge en el 496 como consecuencia de los disturbios provocados por las
masas populares, al exigir el derecho a tener sus propias magistrados. Por ello, eran los defensores del
pueblo.

La Cuestura se encargaba de la tesorería del Estado. A comienzos de la República había cuatro;


en el 207, ocho, y en época de Sila el número aumentó en veinte.

La Censura fue creada en el 443: dos miembros sin "imperium" actuaban durante cinco años. A
partir del 312 su período duraría dieciocho meses. Eran elegidos entre los excónsules. Entre sus
atribuciones estaba la de confeccionar el censo, revisaban la lista de los senadores, velaban por las buenas
costumbres y el mantenimiento de la moral. También controlaba las finanzas y las obras públicas, etc.
2. El Senado: en un primer momento fueron 300 miembros. Sila elevaría su número a
seiscientos; posteriormente César lo aumenta en novecientos. Los senadores eran elegidos por los cónsules,
pero a partir del 318/312, con la lex Ovinia, por los censores. Era un cargo vitalicio, y cada cinco años se
presentaba una lista o "album" de los mismos.

Para ser senador era requisito principal ser ciudadano romano, residir en la ciudad, ser de origen
libre y haber sido magistrado curul. Era imprescindible haber sido caballero.

El Senado confirmaba las decisiones de las asambleas populares, decidía sobre el nombramiento
de un dictador, se encargaba de asuntos militares estableciendo los reclutamientos, el número de soldados y
la constitución de los contingentes; también decidía la disolución del ejército. Será el encargado de declarar
la guerra o establecer los tratados de paz. Se ocupaba también de las misiones diplomáticas. Controlaba,
por último, las finanzas del Estado.

Era convocado por un cónsul, que presidía la reunión e imponía multas a los que no asistían. Una
vez acabadas las propuestas y discusiones, se votaba por orden de jerarquía, empezando por el "Princeps
Senatus". Las decisiones se daban a conocer por medio de los "senatus consultum".

3. Las Asambleas populares estaban formadas por el cuerpo de todos los ciudadanos o el
"populus". Establecían las penas en los juicios más significativos, elegían a los magistrados, votaban las
leyes y las delcaraciones de guerra.

Los Comicios curiados eran las asambleas más antiguas, y en la época republicana perdieron
importancia, y fueron sustituidas en el siglo II por treinta lictores que representaban a las treinta curias.

Los Comicios centuriado fue la asamblea política más importante. Su poder de convocatoria lo
tenían los cónsules, pretores y dictadores. Elegían a los magistrados superiores, cónsules, pretores y
censores. Llevaban a cabo las decisiones de guerra, concertaban los tratados de paz y las alianzas, realiza-
ban concesiones de ciudadanía, fundaba colonias, etc. Desde el punto de vista jurídico, eran el tribunal de
apelación para las condenas de delito de destierro o muerte. También votaban las leyes que les proponían
los magistrados. La votación varió con el tiempo. En un principio comenzaba con la clase de los
caballeros, y cuando una de las propuestas era mayoría entre estos (98 votos), se paralizaban, ya que se
había conseguido mayoría: por ello, los plebeyos muchas veces no llegaban a votar. En el 312 se produce
una reorganización de las clases y a partir de este momento contará la cantidad de dinero que se posea para
ingresar en una u otra. A finales del siglo III, la votación comenzará por una centuria elegida a suertes entre
las dos primeras clases; se eleva el número de centurias a 375, con lo que los 98 votos de los caballeros y
la primera clase ya no eran suficientes para ganar las votaciones. Por tanto, las clases inferiores adquieren
mayor importancia.

Los Comicios tribales tienen su origen en la repartición territorial del pueblo romano en cuatro
distritos urbanos y treita y uno rústicos, con anexiones posteriores. Estos comicios tenían un carácter más
popular y democrático. Tras las leges Valeriae Horatiae del 449 se establece la obligatoriedad de todo el
pueblo en la participación en los plebiscitos plebeyos. A partir del 287, los plebiscitos adquieren fuerza de
ley y en ellos intervendrán los patricios, convirtiéndose en un importante órgano legislativo. Elegían a los
magistrados que no eran cónsules, pretores o censores.

2.3. El Imperio.

Durante el Imperio se produce una variación importante en lo que se refiere a las instituciones.
Terminado el triunvirato en el 32 a.C. y las guerras civiles en el 31, el régimen se estabilizó en enero del 27
a.C. Entre el 31 y el 27, Octavio era cada año cónsul, protector del pueblo y "princeps senatus" desde el 28
a.C. En el 27 quiso restituir el poder al Senado y al pueblo, pero al fin aceptó una participación, que
fundaría el principado.

La base de su poder fue el imperium, que se encargaba de la administración de las provincias


fronterizas o mal pacificadas, y conservaba así el mando de casi todo el ejército.

La segunda base del poder fue la potestad tribunicia, concedida en el 23 a.C. Así, podía convocar
a las asambleas y al Senado, y promulgar edictos. Esta potestad se le concedió de manera vitalicia. No
pudo ser tribuno de la plebe, de manera que escapaba a la cogelialidad y a la "intercessio" o apelación de
sus colegas.
La tercer base del poder fue la dignidad de pontifex maximus, de manera que aseguraba la pax
deorum a los romanos.

También recibió otros poderes, quizás concedidos por el Senado: poder de los censores, poder
consular, ejercidos temporalmente para asuntos concretos. Podía practicar la política exterior y el derecho
a intervenir en la elección de los magistrados. Sólo una parte de estos poderes se reflejaban en una práctica
institucional: imperator, tribunicia potestas y pontifex maximus. Su nombre de familia (César), y los
títulos concedidos por el Senado, como Augusto o Padre de la Patria, no tuvieron ningún alcance
constitucional.

La organización del Imperio se va a realizar por medio de una compleja administración que
estará integrada por los funcionarios imperiales y centralizada en Roma. Los funcionarios se van a dividir
en dos grupos: prefecturas y curatelas.

1. Las prefecturas:

- Prefecto de la ciudad: era un funcionario de carácter civil, nombrado por el emperador entre la clase
senatorial. Tiene a su cargo la policía de Roma, el mantenimiento del orden, la vigilancia de las
asociaciones, reglamentación sobre los juegos, y todo lo referente a la seguridad urbana. Manda las tropas
de la policía, formada por tres cortes urbanas, y ejerce funciones judiciales tanto en lo civil como en lo
criminal.

- Prefecto del pretorio: es un cargo de carácter militar, tiene bajo su mando la guardia personal
del emperador y el mando de las tropas en Italia y a veces en las provincias. También se encargaba de la
justicia.

- Prefecto de la annona: era caballero y se encargaba del abastecimiento de Roma. Vigilaba los
mercados.

- Prefecto de las vigilias: eran varios, elegidos entre el orden ecuestre. Se encargaban de la policía
nocturna y de apagar los incendios.

2. Las Curatelas: eran funciones que se ejercían colectivamente, o en comisiones con servicios
específicos. Las primeras se encargaban del abastecimiento de agua, y estaba formada por tres miembros.
Las segundas cuidaban de los servicios públicos y estaban formadas por dos miembros.

Las provincias se dividieron en imperiales y senatoriales (dependientes directamente del Senado).


En estas últimas, su gobernador era elegido por sorteo entre la clase senatorial, y en asuntos financieros iba
asistido por un cuestor. Las imperiales eran administradas por un legado imperial. En ellas siempre había
establecimiento de tropas, partidarias del emperador.

El Senado perdió sus competencias en política exterior, que pasan al emperador, pero adquiere
otras nuevas de orden legislativo y judicial y de administración territorial, pero siempre bajo el poder
imperial. El Senado designaba al emperador; no obstante fueron escasos los emperadores elegidos por el
Senado. Hasta los "senatus consultum" dependían del emperador, aunque entre sus atribuciones teóricas
conservaba casi las mismas que en época republicana. En Italia conservó una importancia real, aunque no
bien reconocida, así como en las provincias senatoriales (Asia, Acaya, Africa, Narbonense, Bética).
Individualmente, los senadores dependían mucho del emperador, ya que el "cursus honorum" estaba en sus
manos. Por otra parte, en estos momentos se entra en una fase en la que el Senado disfrutará de menos
recursos financieros y militares, y no contará con una infraestructura burocrática a su servicio. Cada
emperador tenía una idea propia de sus relaciones con la asamblea.
BIBLIOGRAFIA

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